Se define como crisis “a un momento de ruptura en el funcionamiento de un sistema, un cambio cualitativo en sentido positivo o negativo” Durante este mes de noviembre, quiero poner un punto y final a la curiosidad sobre la crisis que a nivel global estamos padeciendo. Para ello debemos aclarar que, bajo la apariencia de una curiosa convergencia de numerosas “crisis” (económica, energética, ambiental, urbana, etc.), lo que se está produciendo es una crisis general de nuestra conocida civilización. En su origen más próximo, encontraremos una crisis crónica de sobreproducción de cerca de cuatro décadas de duración, controlada, amortiguada gracias a la expansión exponencial del sistema financiero, del consumismo en los países ricos, de la sobre explotación de recursos naturales, etc. Dicha crisis fue la antesala de la supercrisis ahora en curso. Me parece importante señalar que aunque la crisis crónica de sobreproducción aparece como el disparador, del catalizador decisivo de la crisis de civilización, debemos sin embargo diferenciar claramente ambos conceptos. Los fenómenos de sobreproducción, de carácter cíclico, han formado parte del proceso más general de la reproducción del capitalismo, fueron sucesivamente digeridos por el desarrollo del sistema, aunque en el largo plazo histórico apuntaban hacia la “crisis general” hacia el desorden irreversible del sistema. Los defensores del capitalismo solían decir que esa famosa crisis general incontenible, arrasadora, nunca llegaría y la archivaban en el baúl de las ilusiones incumplidas. Pero ocurre que cada crisis de sobreproducción dejó heridas, fallos bien visibles, desde finales del siglo XIX cuya acumulación terminó por engendrar un proceso destructivo que a comienzos del siglo XXI, está produciendo una “crisis general de subproducción”, incapacidad estructural del sistema para reproducirse de manera ampliada, para seguir creciendo a largo plazo. En consecuencia proliferan los síntomas de decadencia, los bloqueos al desarrollo productivo como lo es hoy la crisis energética y, al desarrollo social en el sentido más amplio del término como lo demuestra la crisis ambiental. Dicho de otra manera, la sucesión de crisis de sobreproducción durante los siglos XIX y XX debe ser vista como síntoma, no único, de la mortalidad del capitalismo, que cuando ingresó en su etapa senil, a comienzos de los años 1970, empezó a sufrir los efectos negativos de los rendimientos productivos decrecientes de la innovación tecnológica, cada vez más al servicio del proceso parasitario de destrucción neta de fuerzas productivas y de su entorno ambiental. Estamos transitando el comienzo del fin de un largo recorrido histórico que atravesó varias etapas, desde los primeros embriones de la preeminencia capitalismo en Occidente, combinando innovaciones internas con saqueos coloniales para culminar en los últimos dos siglos de desarrollo del capitalismo industrial. Al final de esos dos siglos de expansión, dicha civilización llegó a dominar el planeta acumulando al mismo tiempo los factores parasitarios de su autodestrucción. En principio nos encontraríamos en el inicio de una crisis-decadencia de larga duración, pero eso no es más que una hipótesis de trabajo, la Historia suele deparar sorpresas. El desinfle de la burbuja inmobiliaria norteamericana ha sido el disparador de un mega desastre del sistema mundial de poder. Esa burbuja era el corazón de un enorme sistema de burbujas especulativas instaladas en todo el mundo, especialmente en las grandes potencias económicas. Sólo la red global de burbujas inmobiliarias era evaluada en un dossier publicado en The Economist hacia 2005, poco antes del comienzo del desinfle en los Estados Unidos, como equivalente al Producto Bruto del conjunto de los países ricos. Es mucho pero poco, si lo comparamos con la masa mundial de productos financieros derivados registrados por el Banco de Basilea que hacia fines de ese año representaban cerca de siete veces el Producto Bruto Mundial, la que a su vez formaba parte de una montaña especulativa global equivalente a unas 12 veces el PBM. A mediados de 2008 sólo los derivados registrados llegaban a los 680 billones de dólares, por lo que diríamos que el aumento financiero había llegado al punto de saturación, bastó la prolongación del desinfle inmobiliario norteamericano iniciado hacia 2006, un muy buen detonador, para hacer estallar al sistema en su conjunto. Por último debemos constatar que una de las características más notables de esta crisis es su alta velocidad, algunos hablan de “turbo-crisis”, tenemos que estar preparados para bruscos saltos cualitativos, para grandes rupturas ahora difíciles de imaginar pero que deberíamos imaginar y colocarlas en nuestro horizonte de posibilidades. No es sencillo hacerlo porque durante las últimas décadas hemos sido aplastados por una avalancha cultural conservadora, conformista, que por su magnitud no tiene precedentes en la historia de la más reciente actualidad. Sólo hace menos de una década irrumpió con cierto éxito una consigna muy modesta de la que nos hubiéramos burlado por su timidez en los años sesenta o setenta: “otro mundo es posible”.
Dentro de la gran variedad de medidas destinadas a incentivar la contratación, en el ámbito estatal destaca la utilización de la técnica de las deducciones en las cuotas de Seguridad Social, para la inserción en el mercado de trabajo de aquellos colectivos especialmente afectados por el desempleo. La financiación de las bonificaciones se hace con cargo a los presupuestos del Servicio Público de Empleo (antes INEM). En principio, será la situación concreta por la que atraviesa el país en cada momento la que determinará los listados de aquellos grupos poblacionales merecedores de este tipo de deducciones. Hoy por hoy, el desempleo parece haberse incrustado en algunos de los siguientes colectivos; parados de larga duración, mayores de cincuenta y cinco años, mujeres y los minusválidos. Así mismo, junto a estos grupos, han hecho su aparición desde 2.001 los siguientes colectivos; los preceptores de prestaciones o subsidios de desempleo a los que reste un año o más de percepción, el colectivo de trabajadores de sesenta o más años y las víctimas de violencia de género. Como regla general solamente se bonifica la contratación por tiempo indefinido. No obstante, existen algunas excepciones: 1. Trabajadores minusválidos, - D.A. 9ª Ley 45/2002 – que aún siendo temporales generan derecho a bonificación. 2. Las trabajadoras que tengan reconocido por la Administración competente la condición de víctima de violencia de género (art. 44. tres. E Ley 62/2003). 3. Trabajadores pertenecientes a colectivos socialmente excluidos, que aún siendo temporales generan derecho a bonificación. Respecto a los minusválidos, la Ley 43/2006 se exige los siguientes compromisos para poder aplicar la bonificación en las cuotas a la seguridad social: 1. Las empresas podrán contratar temporalmente a trabajadores con discapacidad, que se encuentren inscritos como demandantes de empleo en las oficinas de Empleo y, que tengan reconocido un grado de minusvalía igual o superior al 33%. 2. No podrán contratar aquellas empresas que durante los doce meses anteriores a la contratación hayan extinguido contratos indefinidos por despido declarado improcedente o despido colectivo. 3. La duración de los contratos oscilarán entre 12 meses y 3 años y, las prorrogas no podrán ser inferiores a 12 meses. 4. Podrán solicitar las bonificaciones las empresas que contraten tanto a Jornada completa como a Jornada parcial (en este caso se reducirá proporcionalmente la bonificación). Las bonificaciones de cuotas de la Seguridad Social se aplicarán por los empleadores con carácter automático en los correspondientes documentos de cotización, sin perjuicio de su control y revisión por la Inspección de Trabajo y Seguridad Social, por la Tesorería General de Seguridad Social y por el Servicio Público de Empleo Estatal. Como instrumento de fiscalización, la Tesorería General de la Seguridad Social facilitará mensualmente al Servicio Público de Empleo Estatal, el número de trabajadores objeto de bonificaciones de cuotas a la Seguridad Social. Asimismo, con la misma periodicidad, la Dirección General del Servicio Público de Empleo Estatal, facilitará a la Dirección General de Inspección de Trabajo y Seguridad Social la información necesaria sobre el número de contratos comunicados objeto de bonificaciones de cuotas, detallados por colectivos, así como cuanta información relativa a las cotizaciones y deducciones aplicadas a los mismos sea precisa, a efecto de facilitar a este centro directivo la planificación y programación de la actuación inspectora, que permita vigilar la adecuada aplicación de las bonificaciones previstas en los correspondientes programas de incentivos al empleo, por los sujetos beneficiarios de la misma. Por lo que respecta a las Comunidades Autónomas, carecen de margen competencial para fijar bonificaciones de las cuotas de Seguridad Social, en virtud de lo previsto en el art. 149.1.17 CE. Ello no significa que queden vedadas las técnicas de incentivación del empleo; muy al contrario, las Comunidades Autónomas en virtud del reconocimiento competencial que el art. 148.1.13 de la CE les otorga, actúan en materia de política de empleo, estableciendo subvenciones a tanto alzado por la celebración de contratos de trabajo y otras medidas de apoyo formativo y técnico.
En breve, las bolsas de plástico donde poníamos las compras, por razones del Medio Ambiente, tienden a desaparecer del comercio, tendremos que volver posiblemente a utilizar los capazos y los carros de la compra para ir al mercado. Recuerdo que mi madre iba todos los días a la compra, con su capazo de pita, mimbre o rafia, y en el interior del mismo, la bolsa del pan, (en el caso que no quedara pan amasado por ella), o para comprar rollos de café o una toña para el desayuno, etc. y la cartera del dinero en la mano. Entonces, comprar al día, era un ritual necesario, ya que casi nadie tenía nevera y esa acción diaria creaba un lazo de amistad y confianza entre el comerciante y el cliente; permitiéndole al primero conocer los gustos de cada uno de sus parroquianos, con lo cual podía satisfacerles mejor, y al mismo tiempo, seguro de sus ventas y de sus consumidores, él les facilitaba cuentas abiertas que pagaban cuando cobraban. Ahora se compra al mejor postor, clientela segura hay muy poca y además la oferta es tan extensa, tan variada, tan diversa y la publicidad tan agresiva que sin darnos cuenta, poco a poco nos estamos convirtiendo en expertos sobre nuestro propio consumo; son los medios los que hacen todo tipo de comparaciones y con ese constante machaqueo aprendemos, a través de nuestros hábitos, a diferenciar aquello que realmente nos interesa y se ajusta a nuestra economía, eso sí, si somos conscientes, y no realizamos consumos compulsivos. Existen tal cantidad de productos y derivados de los mismos, que es imposible que el usuario común que está inmerso en su propia supervivencia, sea capaz de distinguir, a voce pronto, qué es lo que más le conviene. Casi todos, nos preparamos una lista cuando vamos a comprar, para recordar lo que nos falta y así, comprar sólo lo necesario. Yo misma, he podido comprobar que, cuando compro sin prisas y, le dedico tiempo, a comparar, entre las diferentes marcas, precios, pesos, calidades y caducidades, compro más, mejor y, ahorro dinero. Publio Ovidio Nasón, nos aconsejaba: “Compra lo necesario, no lo conveniente”. Ya no pagamos con dinero casi nunca, las tarjetas son el hábito de pago en nuestra vida y, al no tocar el dinero, da la sensación de que no duele tanto gastar, sólo cuando te llega el resumen de tu banco es cuando comienzas a darte cuenta de que posiblemente te has excedido, pero ya es demasiado tarde, porque si son de crédito las tarjetas generan intereses, con lo cual esa compra te ha salido muchísimo más cara. Nos hemos dejado llevar por el vaivén del tren subterráneo, que a una velocidad imparable ha frenado sin más, en un andén desconocido llamado CRISIS, donde casi no hay indicaciones para poder salir a la superficie y, ahora tenemos que ingeniárnoslas como podamos, si queremos encontrar una salida, ya que los revisores, inspectores, y maquinistas están también bloqueados en esta emergencia desconocida, por la mayoría que, confiando en el progreso, se subieron al tren sin SOPESAR las consecuencias y, eso tiene sus costes, porque de haberlo meditado, quizás nunca hubieran hecho ese viaje. Dickens, resaltaba “Cada fracaso le enseña al hombre algo que necesitaba aprender” y, Séneca, escribe “Cuando mayor es la prosperidad tanto menor se debe confiar en ella”. El hombre debe de ser más cauto ante lo fácil y cómodo, porque todo lo que le cueste de conseguir, será lo que perdure, lo que aprecie, lo que defienda con uñas y dientes. Y termino mi artículo con una frase de Friedrich Von Logau: “Combatirse a sí mismo es la guerra más difícil; vencerse a sí mismo es la victoria más bella”.