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HISTORIA DE VIDA

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HISTORIA

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A los 10 años de edad, oculto bajo la sábana de su cama rindió su vida al Evangelio de Dios. Desde ese momento, se enroló al servicio evangelístico y recorrió gran parte del territorio colombiano.

DIOS

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LLAMA EN CUALQUIER MOMENTO

STEVEN LÓPEZ FOTOS: ARCHIVO FAMILIAR

Desde muy temprana edad, Enrique Centeno Acuña fue un hombre de fe. Concurría sin pausas a toda actividad litúrgica, junto a sus padres y seis hermanos quienes eran tan creyentes que en medio de la casa, ubicada en la ciudad de Barrancabermeja, armaron un altar de santos que veneraban cada mañana.

Estudiaba en una escuela de monjas donde las charlas y adoctrinamientos lo condujeron al catolicismo y a rechazar cualquier otra doctrina hacia Cristo. Amaba a Dios, pero su camino estaba equivocado.

Tan férrea era su defensa al catolicismo que cierto día junto a unos muchachos lanzaron piedras a una iglesia evangélica, sin imaginar que años más tarde también sería blanco de los mismos ataques.

El verdadero mensaje de Dios llegó a través de Pedro Centeno, padre de Enrique, quien luego de terminar su trabajo en una petrolera, participó de una campaña evangelística en el año 1954. La Palabra de Jesucristo traspasó en su corazón y decidió entregar su vida.

La familia cayó, entonces, en una serie de conflictos religiosos. Carmen Rosa Acuña, la madre de Enrique, fue la mayor detractora de la decisión paterna y llegó a calificar como una traición el ingreso del Evangelio a la casa.

El pequeño Enrique se disgustó también, pero se sorprendió al ver que su progenitor dejó de fumar como lo hacía antes; cada día consumía hasta dos paquetes de cigarros y paró de pronto.

Curioso y travieso, cierto día decidió ojear aquel libro negro prohibido por las monjas y curas que su padre leía con avidez. Tomó la Biblia y se fue a su habitación, cerró la puerta y debajo de las sabanas comenzó a leer. Nunca imaginó el impacto que sería para su vida.

Abrió la Biblia y el primer pasaje fue el de Salmos 7:15 que mostraba la importancia de la fe. Al terminar de leer el pasaje bíblico su mente se abrió hacia la Palabra de Dios, comprendió la errada fe que llevaba y la fanática religiosidad con la cual había llegado hasta los 10 años de edad.

Aunque era aún pequeño, conocía mucho de la iglesia católica y entendió que la adoración a los santos lo estaba llevando a las tinieblas y desde ese momento decidió entregar su vida a Cristo, convirtiéndose en un aliado de su padre para llevar el Evangelio a toda su familia.

Al enterarse del cambio de su hijo, Carmen Rosa rechazó la decisión y cerró su corazón al Evangelio. Meses más tarde, Dios trató con ella y su vida también dio un giro impresionante.

PRIMEROS PASOS A Carmen Rosa le detectaron una hernia y comenzó una etapa de sufrimiento. Pensó muchas veces en acudir al templo evangélico, pero dudaba y desistía hasta que llegó el día en el que su enfermedad la llevó a asistir a un servicio en la congregación.

Desde ese momento, Enrique Centeno Acuña inició una larga carrera ministerial. Por más de 66 años, estableció campos blancos, anexos e iglesias y siempre estuvo presto a las disposiciones de la obra de Dios.

El predicador de esa noche comenzó a ungir con aceite a todos los enfermos que habían asistido; la intervención de Dios fue inmediata en el cuerpo de ella y el dolor desapareció.

Enrique y su padre le hicieron comprender el milagro de Dios y ante tamaña muestra de amor, solamente comenzó a llorar y agradecer al Altísimo por su vida. No tardó mucho tiempo para que la familia Centeno Acuña deje el catolicismo por el verdadero Evangelio. En el año 1975, padre e hijo, bajaron a las aguas del bautismo.

Pero antes de conocer al predicador, un ejemplar de la revista Impacto Evangelístico llegó a sus manos a través de unos hermanos. Al ojear las primeras páginas de la revista fue tanta la impresión que anheló conocer al editor de aquella publicación.

EL PRIMER ATAQUE Toda la familia se trasladó a vivir en San Gil y llevar la Palabra de Dios. Enrique se iba inmiscuyendo más y más en las cosas de Dios; comenzó a ser líder de la escuela dominical, participar en actividades al aire libre y con los jóvenes.

Cierto día, algunos de los pobladores que se habían enterado de la llegada de la familia cristiana al poblado, empezaron una seguidilla de ataques encabezado por el cura y los fieles católicos. Todos los sábados iban hasta su casa con cánticos y lanzaban improperios.

- No queremos protestantes que vengan a Colombia a corromper- decían.

Al mirar los ataques hacia su familia, Enrique recordó el pasaje donde actuaba igual o peor que aquellas personas. Solamente daba gracias a Dios por las primeras pruebas en su vida cristiana.

Después de meses, se posicionaron en el lugar y luego de dar el testimonio de Dios para con los pobladores, le permitieron establecer la casa de Dios y puerta del Cielo.

A los 16 años de edad, Enrique comenzó a sentir fuertes dolores en la cabeza que le impedían realizar actividades físicas. Sin los recursos económicos para ser asistido en un centro de salud, confió en el Creador y se retiró a un lugar apartado para poner su carga a Dios. Esa acción se repetiría a lo largo de su vida, teniendo como resultado, la respuesta favorable a sus peticiones.

Luego de 10 días apartado y en plena oración, Dios sanó su cuerpo y volvió al servicio ministerial. Su pastor le invitó a ir a orar por un enfermo que se encontraba en silla de ruedas y ese día le permitió predicar y orar por el varón. Luego de la oración de fe, el hombre se levantó de la silla y comenzó a glorificar a Dios.

El pastor observó el milagro y al salir de la casa evocó unas palabras hacia Enrique que calaría en todo su corazón y que al transcurrir de los años se cumplirían.

- Hermano Centeno, el Señor tiene un propósito para su vida en el servicio de su obra- le dijo.

IMPACTO EVANGELÍSTICO Enrique Centeno pertenecía a la iglesia Cuadrangular, una iglesia de Sana Doctrina, que poco a poco se estableció en varias zonas de Colombia, hasta que en el año de 1965, un predicador puertorriqueño llamado Luis M. Ortiz llegaría a Colombia para extender más la Palabra de Dios.

Pero antes de conocer al predicador, un ejemplar de la revista Impacto Evangelístico llegó a sus manos a través de unos hermanos. Al ojear las primeras páginas de la revista fue tanta la impresión que anheló conocer al editor de aquella publicación.

Los mensajes e imágenes del Movimiento Misionero Mundial le motivaron a conocer la obra. Fue así que durante una campaña evangelística en el poblado de Socorro conoció al hombre de Dios. Luego de escuchar su mensaje de amor, fe y esperanza, Dios puso en su corazón seguir sus pasos en el MMM.

Se acercó al pastor Luis M. Ortiz y le contó su experiencia; él expresó unas palabras que confirmarían el llamado: “Si hay el deseo o sentir de servir a Dios en tu corazón en esta obra, el obrero se prepara en el campo de la labor, si esta es tu decisión las puertas de la congregación están abiertas para ti”.

SOLO PARA CRISTO Desde ese momento, Enrique Centeno Acuña inició una larga carrera ministerial. Por más de 66 años, estableció campos blancos, anexos e iglesias y siempre estuvo presto a las disposiciones de la obra de Dios.

El 19 de abril de 1972 se casó con la hermana Rosalba Medina, con quien años más adelante tuvo dos hijas, la hermana Rut y Priscila Centeno.

Dios le permitió ocupar cargos importantes dentro de la obra del Movimiento Misionero Mundial como Supervisor de Colombia, Supervisor de Sudamérica y como parte de la Junta Internacional de la obra de Dios.

Hoy, junto a su familia sigue sirviendo a Dios en la iglesia de 12 de octubre, en la ciudad de Bogotá, que lo alberga por más de 48 años.

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