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DE HIERRO Y DE BRONCE UN MISIONERO
POCOS misioneros han tenido el honor de lograr tanto para el Creador en tan corto tiempo como el predicador estadounidense George Dana Boardman. El resultado favorable de sus esfuerzos por la conversión de los birmanos, desplegados entre abril de 1827 y febrero de 1831, lo catapultó a transformarse, tras su muerte, en un brillante ejemplo de consagración al honor de Jesucristo, a la labor evangelística y a la salvación de la humanidad.
Tercer hijo del reverendo bautista Sylvanus Boardman y la hermana Phebe Boardman, el siervo George nació el 8 de febrero de 1801 en la localidad de Livermore del estado de Maine, en Estados Unidos. En sus primeros años de vida se destacó como un niño hábil para los estudios. En 1810, junto a sus progenitores, se mudó al pueblo de North Yarmouth donde fue inscrito en una escuela en la que se trazó el objetivo de recibir una formación universitaria.
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A los dieciséis años, comenzó a enseñar en la histórica Academia Bloomfield, actividad que ejerció durante varios años con buena acogida en forma paralela a sus estudios académicos. En mayo de 1819, ingresó al “Waterville College”, institución teológica y literaria de Maine, que tenía un gran prestigio cimentado en la sana doctrina que se difundía en sus aulas por aquellos días. Allí encontró un ambiente espiritual que lo motivó a comprobar el poder del Evangelio.
En su primer año en “Waterville College”, impactado por la fe en Dios de sus compañeros, se acercó al Creador y reconoció que, pese a la for- mación cristiana que había recibido en su hogar, era un hombre pecador. En aquel momento, el amor de Cristo llenó su corazón de esperanza y de un fuerte deseo de unirse al pueblo del Altísimo. Seguro de la redención de su alma y del cambio de su existencia, el 16 de julio de 1820, aceptó al Señor en una reunión espiritual.
Llamado para predicar
Alentado por la Palabra de Dios, luego de su conversión, se interesó en la actividad ministe- rial y misionera. Asimismo, con la intención de ser útil para la causa celestial, profundizó sus conocimientos sobre el Creador y tomó en cuenta la posibilidad de irradiar las buenas nuevas en tierras paganas. Con la dirección del Espíritu Santo, se graduó del “Waterville College” en agosto de 1822. Tras ello, los responsables de esta institución lo nombraron tutor.
Consciente de que Dios lo había llamado para predicar el Evangelio, dirigió su atención a la labor misionera que se realizaba en Birmania, un territorio del sudeste asiático, después de enterarse por un periódico de la muerte del joven reverendo James Colman, producida el 4 de julio de 1822 debido a una fulminante afección tropical. El deceso de este siervo, quien transmitía el mensaje celestial en suelo birmano, lo impulsó a convertirse en portavoz del Creador en Asia.
En abril de 1823, se puso en contacto con el secretario de la Junta Bautista de Misiones Extranjeras y le informó que estaba dispuesto a desplazarse a cualquier lugar que la organización dispusiera. Dos meses después, luego de ser aceptado por esta entidad evangélica, se inscribió en el Seminario Teológico de Andover para proseguir con su formación teológica. El 16 de febrero de 1825, fue reconocido como ministro del Señor en la localidad de North Yarmouth. El 16 de julio de 1825, en compañía de su esposa, la hermana Sara Hall, con quien se había casado dos semanas antes, zarpó hacia Calcuta, a bordo de una embarcación llamada Asia, desde el puerto de Filadelfia. En su viaje, que se prolongó hasta el 2 de diciembre del mismo año, el Creador lo usó como una herramienta de fe para evangelizar a sus compañeros de travesía. Asimismo, realizó servicios en los que compartió la Palabra.
Obra vital
Debido a la guerra librada entre Inglaterra y
Birmania en aquel momento, tras su llegada a la India, postergó las labores misioneras que pensaba desarrollar en la metrópoli de Rangún, la ciudad más grande del territorio birmano, y se dedicó a aprender el idioma local. En Calcuta, que lo cobijó hasta el 20 de marzo de 1827, fue de mucha utilidad para la evangelización desplegada por la denominación a la que pertenecía.
El 17 de abril de 1827, luego de un viaje de veintiocho días, se unió a la estación misionera establecida en la localidad de Amherst, situada al este de Rangún, donde enfrentó una serie de padecimientos que pusieron a prueba su fortaleza anímica. Allí, mientras su esposa era atacada por una enfermedad que la dejaría con una invalidez, empezó su ministerio en una nación dominada por los inconversos y el paganismo.
Escogido para asumir la dirección de una nueva estación misionera, el 28 de mayo de 1827 se desplazó a la ciudad de Maulmain, punto principal de una región bajo control inglés conocida como Birmania británica. Al llegar, se instaló en una frágil cabaña de bambú y de inmediato emprendió la tarea de predicar la Palabra de Dios. Un mes después, su morada fue saqueada por un grupo de bandidos mientras dormía. En aquel momento, el Señor evitó que lo asesinaran.
En medio de situaciones riesgosas, se aferró a la Biblia y con el Evangelio alumbró a todas las criaturas que estaban a su alrededor. Gracias a sus sacrificios, día a día, fue creciendo el número de birmanos que deseaban conocer más sobre las buenas nuevas. Una escuela para niños y otra para niñas ocupaban una parte importante de su atención de forma cotidiana. Con el tiempo, su obra se convirtió en el lugar más vital de todos los espacios cristianos de Birmania.
Prematuro deceso
El 29 de marzo de 1828, enrumbó hacia la localidad de Tavoy, emplazada en el sur de Birmania, luego de realizar un victorioso trabajo evangelístico en Maulmain, donde soportó por unos diez meses una serie de peligros, privaciones y perjuicios con la protección del Espíritu Santo. Una vez más, fue apartado para cumplir con la voluntad celestial de sembrar la doctrina de Cristo, ampliar la grey del Altísimo y liderar un nuevo establecimiento de fe.
Sus días en Tavoy, un bastión de la idolatría, fueron de una lucha permanente contra las huestes del mal ante las cuales siempre salió más que vencedor por medio de aquel que nos amó. Pronto, sus esfuerzos misioneros, le sirvieron para ser reconocido como un maestro blanco que había venido de más allá del mar, trayendo el conocimiento del Dios verdadero. Sus prédicas, compartidas en el idioma local, impactaron principalmente en las personas de la etnia kayin.
El 5 de febrero de 1829, ante la solicitud de varias almas que escucharon hablar de él, emprendió su primer viaje misionero por la jungla birmana para visitar todas las aldeas kayines que le fueron posible. En su gira evangelística, que duró diez días, predicó el Evangelio diecisiete veces y tocó los corazones de un gran número de pecadores. El 31 de enero de 1831, luego de alrededor de dos años de intenso y fructífero quehacer pastoral, llevó a cabo su última expedición.
Víctima de tuberculosis, el reverendo George Dana Boardman dejó de existir y partió al descanso eterno, en medio de la selva de Birmania, luego de presenciar el bautismo de treinta y cuatro personas, el 11 de febrero de 1831. Su prematuro deceso generó una ola de respeto en el entorno anglosajón. Desde el día de su conversión hasta el final de su vida, se distinguió por ser un predicador firme y constante que sabía que su trabajo en el Señor no era en vano.
Cuando era niño fue testigo de la muerte de su padre quien fue acribillado por un grupo armado solo por el hecho de predicar la Palabra. El lamentable suceso marcó su vida y anidó el resentimiento por muchos años hasta que encontró el camino de Cristo y recién pudo conseguir el sosiego.