La Crisis N° 115

Page 18

18

Domingo 21 de noviembre de 2021

Juego de ojos

Recuerdo del Gran Viejo

A

l atardecer del lunes 3 de julio de 1961, el gran Papa Hemingway se quitó la vida. Se reclinó en un sofá en la recámara de su casa solariega en Ketchum, Idaho. Colocó el cañón de su escopeta en el paladar y jaló el gatillo. Así dijo adiós a las armas y a su generación perdida y se internó en el mar de la eternidad, rumbo a las verdes colinas en donde las campanas siempre doblan a vida y no hay más quinta columna que la de los hombres que han encontrado la luz. Estaba a punto de cumplir 62 años. Al día siguiente, el Oakland Tribune escribió: “La muerte siguió la vida de Ernest Hemingway como una sombra obsesiva. El tema de la muerte fue su sello distintivo alrededor del cual construyó sus novelas y cuentos. Alguna vez dijo que sólo había un tema para un escritor: la muerte y su evasión temporal, la vida”. En 1953 recibió el premio Pulitzer y en 1954 el Nóbel de Literatura. Son anécdotas. El legado de Ernest es la inmortalidad de su obra. El morbo de quienes le recuerdan sólo por una vida desordenada y caótica no hace mella en su arte. Después de su muerte, un par de profesores de esos grandes en la crítica y eunucos en la escritura, pontificaron que durante los siete meses anteriores al suicidio, Hemingway había sido un fantasma de sí mismo. ¿Y? Quien haya visitado Finca Vigía en las afueras de La Habana no me dejará mentir: hombres como Hemingway abandonan la carne, pero su energía permanece entre nosotros y nos impregna. Si el lector lo duda, permítame compartir algunos fragmentos hemingweyianos: Del cuento “Los asesinos”, de Hombres sin mujeres:

“Recordaba perfectamente la época de su plenitud, apenas hacia tres años. Recordaba el peso de la chaqueta de torero espolinada de oro sobre sus hombros, en aquella cálida tarde de mayo, cuando su voz todavía era la misma tanto en la arena como en el café. Recordaba cómo suspiró junto a la afilada hoja que pensaba clavar en la parte superior de las paletas, en la empolvada protuberancia de músculos, encima de los anchos cuernos de puntas astilladas, duros como la madera, y que estaban más bajos durante su mortal embestida. Recordaba el hundir de la espada, como si se hubiese tratado de un enorme pan de manteca; mientras la palma de la mano empujaba el pomo del arma, su brazo izquierdo se cruzaba hacia abajo, el hombro izquierdo se inclinaba hacia adelante, y el peso del cuerpo quedaba sobre la pierna izquierda...” De “Los jóvenes que despiertan al amanecer”, de Androgyne mon amour:

El Mollete Literario Por Miguel Á. Sánchez de Armas

“Los jóvenes que despiertan al amanecer pueden asustarse de ser expulsados con demasiada rapidez de sus protectores sueños de una madre, no recordados. Repentinamente, entonces, pueden sentir la verdadera enormidad de la exposición a la casualidad. La mañana que recién comienza, está colmada de demandas susurradas que ellos sospechan no poder satisfacer. ¿Y en quién pueden confiar suponiendo, temerariamente, que todavía sean capaces de confiar sino en alguien (tú) cuyo nombre ha regresado a la confusión de muchos nombres de anoche? Te miran con precaución mientras te das vueltas y suspiras en sueños. Están envidiosos de ti, de tu sueño, que todavía te protege de los susurros que se hacen más audibles cada instante. Se sientan, con cuidado, en el borde de tu cama, agobiados y temblorosos como viejos sentados en los bancos, tosiendo con tos de fumadores…”


Turn static files into dynamic content formats.

Create a flipbook
Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.