La crianza compartida
Por Gabriela Baby
El padre ya no es una presencia lejana y apenas nocturna encargada de poner disciplina en la mesa, otorgar permisos y marcar autoridad. Los papás de ahora comparten tareas domésticas con las madres, se encargan de pañales y boletines escolares, son más afectuosos y demostrativos de sus sentimientos. Pero, ¿implican estos cambios, vinculados a una masculinidad distinta, que se haya modificado el rol de padre en la crianza? ¿Puede hablarse de una nueva paternidad? Dinámicas posibles para el juego de la vida familiar. Papá lava los platos, hace las compras, cocina. Papá ayuda a hacer la tarea, va a reuniones escolares, comparte juegos, diversión y compras con sus hijos. La sociedad urbana de clase media genera entre sus prácticas un nuevo perfil de padre: el que se involucra con la vida doméstica y está afectivamente cerca de sus hijos. Un nuevo padre -no tan nuevo, en ciertos casos-, siempre distinto a su propio padre que casi no sabía demostrar sus sentimientos y mucho menos cambiar pañales. Una investigación de mercado de Nickelodeon, titulada “Mamás a la oficina, papás a la cocina”, define “el nuevo significado de ser papá”: se trata de hombres que “disfrutan más de la experiencia de tener una familia, se muestran muy cariñosos con sus hijos y se involucran al 100% en su educación y desarrollo, dando como resultado nuevas dinámicas familiares”. El relevamiento revela que la mayor parte de los padres último modelo “faltan al trabajo para cuidar a sus hijos, hacen la comida, los ayudan con la tarea, se ocupan de las tareas domésticas, los llevan al médico, los acompañan en actividades recreativas y les dedican el mayor tiempo posible”. Este nuevo modelo de padre se conjuga con una madre contemporánea. La que trabaja fuera de casa, provee dinero al
hogar y desarrolla una vida profesional. Ambos configuran una nueva familia en la que el reparto de roles y tareas es menos esquemática que en décadas pasadas. ¿Te ayudo? Dicho funcionamiento familiar, sin embargo, tiene sus matices. No todos los padres y madres se suman del mismo modo a esta corriente. Eduardo Gosende, psicólogo, especialista en temas de género y masculinidad describe el panorama: “En la ciudad de Buenos Aires, en la clase media, existen diversos tipos de organización familiar: monoparentales, ensambladas, homoparentales. Pero la familia tradicional -en la que el papá trabaja fuera de la casa y la madre trabaja dentro de la casa, ocupándose del hogar, de los hijos y de la alimentación del grupo- aún es mayoría”. Si bien los datos de la encuesta de Nickelodeon contradicen la perspectiva del psicólogo, ambos análisis coinciden en señalar un cambio de dinámica con respecto a la de la familia tradicional. Gosende explica: “Existen otras familias en las que esta división clásica de roles se modificó porque la mujer ha salido al ámbito laboral, tiene un empleo o una profesión, es proveedora en lo económico y tiene autonomía en el espacio público. En algunos casos esto significó que los padres comiencen a estar más presentes en el espacio privado, compartiendo tareas de cuidado y crianza de los hijos. Sin embargo, tanto las investigaciones como la cotidianeidad de la vida familiar, nos muestra que los varones suelen „ayudar‟ a sus parejas con estas tareas, ya que este ámbito sigue siendo asignado por definición o por decisión a las madres”. Esto significa que si un papá se hace cargo de la cocina, es un hecho eventual, más o menos infrecuente, según el caso, porque se trata de una ayuda y no de un rol asumido como propio. Analía Mitar, responsable de Family Hold, una terapeuta que propone un método de observación e intervención en contacto directo
con la cotidianeidad de las familias, señala: “Tanto para las mujeres como para los varones las dinámicas hogareñas están en proceso de cambio, se están redefiniendo. A ambos les cuesta asumir que hoy se están desdibujando los roles femeninos y masculinos dentro y fuera del hogar. Una ayuda o colaboración por parte del padre no significa que éste asuma tareas que siguen siendo esencialmente de las madres. Y esa puja entre ayudar y asumir responsabilidades, muchas veces lleva a la pareja a la confrontación”. De su experiencia en diversos hogares con hijos pequeños, la psicóloga saca una conclusión: “Las madres siguen estando a cargo de la tarea hogareña, aunque trabajen fuera de la casa. El padre, en cambio, llega y descansa. Y luego, quizá, ayuda. La madre continúa sin parar de una tarea a otra”. El rol del padre Colaboración o reparto de responsabilidades: más allá de la distribución de la pesada carga doméstica, la pregunta es por el cambio en la calidad de los vínculos. ¿Cambia la calidad de la paternidad si un papá cocina, hace las compras o va a las reuniones escolares? Para Miguel Espeche, psicólogo, coordinador general de los talleres del Hospital Pirovano y autor de Criar sin miedo (Ed. Aguilar) el reparto de tareas no tiene que ver necesariamente con el ejercicio de la paternidad. “No considero que la „nueva paternidad‟ sea mucho mejor que la anterior. Siempre hubo buenos y no tan buenos padres, independientemente de cómo sea su estilo. En todo caso, creo que ahora hay mejores maridos, porque ayudan a sus esposas en las tareas de la casa y en la toma de decisiones cotidianas respecto de los hijos. En ese sentido, muchas mujeres creen que un buen padre es lo más parecido a una madre que puede haber… pero no es así. El rol del padre es complejo y tiene como elemento fundamental el ser una puerta de entrada del hijo al „mundo externo‟, en un sentido concreto y simbólico a la vez”.
En este sentido, es interesante revisitar la definición clásica del rol del padre. Fernando Osorio autor de ¿Qué función cumplen los padres de un niño? (Ed. Novedades Educativas) opina: “Sin duda ha cambiado la rigidez que tenían los roles de padre y de madre. En la actualidad hay padres maternalizados y madres mucho más comprometidas con aspectos ajenos a la maternidad. No obstante, es importante no perder de vista que el varón y la mujer tienen una singularidad en su función. En el caso del varón, debe lograr que la mujer no se apropie de los niños y desconozca su presencia para la crianza; y, al mismo tiempo, no debe permitir que los niños se ubiquen en ese lugar de „objetos‟ para la satisfacción de sus madres. Del mismo modo, la mujer debe poder aceptar esa intermediación.