RECONSTRUIR LA HERMANDAD COLOMBO-VENEZOLANA Gloria Inés Ramírez Ríos Senadora de la República por el PDA La decisión del Presidente de Venezuela, Hugo Chávez, de romper relaciones con el gobierno de Colombia, es la culminación lamentable de un largo proceso de conflictividad entre los gobiernos de los dos países, cuya causa principal está en la entrega de siete bases militares colombianas a Estados Unidos que el gobierno de Venezuela considera una amenaza a su soberanía nacional. Resulta cada vez más preocupante la escalada militarista que Estados Unidos adelanta en América Latina, si se tiene en cuenta que a las siete bases colombianas hay que sumarles al despliegue la IV Flota Naval en el Mar Caribe y las bases militares norteamericanas en Guantánamo (Cuba), Soto Cano/Palmerola (Honduras), Comalapa (El Salvador), Bahamas, Haití, Puerto Rico, St. Croix, St. Thomas, Antigua, Perú, Panamá y Costa Rica, entre otras. En este último país, que no tiene ejército desde 1.948, a la base militar de Liberia se le agrega ahora una descomunal presencia militar norteamericana con 7 mil marines, 200 helicópteros Blackhowk, 43 buques artillados y otros armamentos sofisticados, con el manido pretexto de “combatir el narcotráfico y el terrorismo”. Si se tiene en cuenta, además, que Estados Unidos mantiene invadidos a Irak y Afganistán y que en otros lugares del mundo, como Corea y el Golfo Pérsico, hay serias amenazas de conflictos bélicos, la conclusión es que en América Latina estamos ante una nueva ofensiva guerrerista del imperio cuyo propósito es hostilizar y desestabilizar los procesos democráticos y de izquierda que se desarrollan en el continente para perpetuar su dominación política y asegurar la expoliación de nuestros recursos naturales. El hecho coyuntural es que en Venezuela habrá elecciones legislativas a finales de septiembre del presente año y esto ha dado lugar a que las fuerzas de la extrema derecha del continente, bajo la batuta de Estados Unidos, se pongan en acción para tratar de influir en los resultados electorales a favor de la contrarrevolución. Así se explica que cuando el Presidente electo, Juan Manuel Santos, anunció su propósito de restablecer las relaciones con Venezuela e invitó al Presidente Hugo Chávez a su posesión, inmediatamente el Presidente Uribe reaccionó contra lo que llamó diplomacia “babosa”, “meliflua” e “hipócrita”, les hizo eco a las declaraciones provocadoras del nuevo Embajador de Estados Unidos y desempolvó el viejo recurso de la presencia de guerrilleros colombianos en Venezuela, para solicitar la convocatoria del Consejo Permanente de la OEA con el fin de acusar formalmente al gobierno venezolano, es decir, se dedicó a sabotear cualquier posibilidad de normalización de las relaciones entre los dos países.
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Desde luego, la agudización de la crisis con Venezuela también obedece a las maniobras uribistas para desviar la atención de la opinión pública en vista de las graves denuncias de los últimos días que comprometen directamente al Presidente de la República en las interceptaciones ilegales del DAS, a las nuevas revelaciones sobre la existencia de cementerios clandestinos, como el de La Macarena, donde se encuentran sepultados cientos de presuntas víctimas de ejecuciones extrajudiciales y, en general, a la evidencia cada vez más clara de los desastrosos resultados de ocho años de régimen uribista. El resultado es a todas luces deplorable por las graves consecuencias económicas y sociales que el enfrentamiento produce, especialmente en las zonas de frontera, duramente afectadas por la disminución del comercio, el aumento del desempleo y el rompimiento de los lazos de todo tipo que a lo largo de la historia se han creado entre los dos pueblos, pero también porque lo que hay en el fondo es una cruzada ultraderechista contra el proceso político que se desarrolla en Venezuela, que puede afectar gravemente la paz de América Latina. En tales condiciones, esperamos que los anuncios del nuevo Presidente de Colombia de mejorar las relaciones con Venezuela sean sinceros, y llamamos al movimiento popular a pronunciarse por la reconstrucción de la hermandad colombo-venezolana y contra las maquinaciones imperialistas que atentan contra la soberanía de los países latinoamericanos y ponen en peligro la paz de nuestro Continente . Bogotá, D.C., 27 de julio de 2010
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