LECTURA Nº2
¿QUE ES LA FILOSOFÍA? Es el amor a la sabiduría, la cual pretende ser un saber sin supuestos; es decir, que no parte de nada anterior a sí mismo. Todos los otros conocimientos del hombre
parten
de
un
conjunto
de
supuestos que no se discuten. La filosofía, en cambio, pretende ser autónoma, no depende de nada. Por lo tanto, las preguntas que la filosofía se plantea, y que trata de responder, son las más fundamentales para el hombre: ¿qué soy yo y qué es el mundo?. Dentro de estas preguntas esenciales se hallan contenidas una cantidad de preguntas derivadas, como qué es la vida, qué es el bien, qué es el amor, qué es la felicidad. Cuando se trata de contestar a estas
preguntas
en
forma
sistemática
y
objetiva;
es
decir,
prescindiendo de preferencias personales, se está filosofando, se está haciendo filosofía. IMPORTANCIA Y UTILIDAD DE LA FILOSOFÍA La importancia y utilidad de la Filosofía es una verdad práctica y de sentido común. Si se considera la Filosofía por parte de su etimología, nada más digno del hombre, como ser inteligente, que el amor de la sabiduría. Si se considera la misma por parte de su significación real, para reconocer a primera vista su importancia y utilidad basta tener presente:
1º que
por
medio
de
ella
se
desarrollan,
robustecen
y
perfeccionan las facultades del hombre, y principalmente las intelectuales, por razón de las cuales el hombre se distingue y se eleva sobre todos los demás seres del mundo, lo cual vale tanto como decir que la Filosofía constituye la perfección más noble y característica del hombre como ser inteligente en el orden natural. 2º El oficio y efecto de la Filosofía es por una parte dirigir y conducir al hombre al conocimiento y posesión de la verdad, y por otra ordenar y dirigir sus acciones morales en armonía con el conocimiento y posesión de Dios como último fin del hombre por medio de la práctica de la virtud: y la virtud y la verdad son los bienes más excelentes, o mejor dicho, los únicos bienes verdaderos a que el hombre debe aspirar en esta vida. San Agustín decía: que puesto que Dios es la misma sabiduría, el verdadero filósofo es aquel que ama a Dios. Sentencia que puede acomodarse sin violencia a lo que acabamos de decir de la Filosofía, por más que su sentido natural en San Agustín se refiera a la sabiduría sobrenatural. 3º La historia enseña que la Filosofía, a vuelta de muchos y graves errores, ha contribuido poderosamente al desarrollo y progreso de las ciencias, así naturales y físicas como morales y políticas, las cuales todas tienen su base y reciben sus principios de la Filosofía, que viene a ser como el tronco del cual derivan todas aquellas ciencias de una manera más o menos inmediata y directa. Lo mismo puede decirse del desarrollo y progreso de las instituciones sociales y
políticas, de la legislación, y en general de los principales elementos y manifestaciones de nuestra civilización. DEFINICIÓN DE CIENCIA La palabra ciencia no ha tenido -ni probablemente
tendrá-
el
mismo
significado a lo largo de la historia. Los primeros en hacerla, y en llamarla así, fueron los filósofos, desde el siglo V hasta el siglo XIX. Curiosamente, los científicos actuales parecen ser los más atrevidos y creativos a la hora de filosofar, quizás porque la ciencia ha ido acogiendo bajo su concepto y método a muchos de los saberes de aquella. Sin embargo, el concepto de ciencia, lo mismo que
no
se
puede
separar
de
la
especulación
filosófica
primigeniamente, tampoco puede escapar a su relación con la tecnología que le fuera propia en el momento histórico que consideremos. Así pues, aunque los procedimientos teóricos pudieran anteceder a los pragmáticos y técnicos, hasta que éstos últimos no se pusieran de manifiesto en una experiencia concreta, aquellos seguirían sin demostrar. La ciencia actual necesita de pruebas, demostraciones, argumentaciones, experiencias y comprobaciones de distinto grado y nivel para validar su conocimiento. La
definición
de ciencia no
está
caracterizada
por
un corpus único, sino que se describe como un conjunto de saberes y conocimientos que se estructuran sistemáticamente y que son
obtenidos mediante la observación y la inferencia racional de los hechos y acontecimientos. Dicho conjunto cognoscitivo se agrupa en diversos subconjuntos clasificatorios que refieren una parte de la realidad, unos hechos relacionados o un enfoque estructural del mundo. Estos subconjuntos se interesan por hechos y campos semánticos con algún denominador común que satisfaga unas condiciones de adecuación (tanto a nivel formal como a nivel material). De suerte que, todo hecho conocido, puede o podrá adjudicarse a alguna categoría o clasificación. Sin embargo, la ciencia se enfrenta al problema de que, las partes de la realidad, se solapan en diversos actos clasificatorios y, la estructura de clases ideada, no siempre es excluyente en el sentido lógico del concepto. En tanto esto ocurre, es cierto que se genera alguna incertidumbre, mas no es menos cierto que, de no existir esa voluntad de análisis y de clasificación, se generaría más ambigüedad y desconcierto cognoscitivo. También, debido a los cambios de orientación y perspectiva, la ciencia se enfrenta a nuevos campos taxonómicos; con lo cual, tiende a reformular, en no pocas ocasiones, los límites clasificatorios. Lejos de entenderlo como un fallo o un error del conocimiento científico, esto atestigua su buena fe para la búsqueda de métodos, procedimientos e interpretaciones cada vez más avezadas, ingeniosas, adecuadas y ajustadas.
LA CIENCIA: SU MÉTODO Y SU FILOSOFÍA Por: Mario Bunge Mientras los animales inferiores sólo están en el mundo, el hombre trata de entenderlo; y sobre la base de su inteligencia imperfecta pero perfectible, del mundo, el hombre intenta enseñorarse de él para hacerlo más confortable. En este proceso, construye un mundo artificial: ese creciente cuerpo de ideas llamado “ciencia”, que puede caracterizarse como conocimiento racional, sistemático, exacto, verificable y por consiguiente falible. Por medio de la investigación científica, el hombre ha alcanzado una reconstrucción conceptual del mundo que es cada vez más amplia, profunda y exacta. Un mundo le es dado al hombre; su gloria no es soportar o despreciarlo, sino enriquecerlo construyendo otros universos. Amasa y remoldea la naturaleza sometiéndola a sus propias necesidades animales y espirituales, así como a sus sueños: crea así el mundo de los artefactos y el mundo de la cultura. La ciencia como actividad (como investigación) pertenece a la vida social; en cuanto se aplica al mejoramiento de nuestro medio natural y artificial, a la invención y manufactura de bienes materiales y culturales, la ciencia se convierte en tecnología. Sin embargo, la ciencia se aparece como la más deslumbrante y asombrosa de las estrellas de la cultura cuando la consideramos como un bien en sí
mismo, esto es como una actividad productora de nuevas ideas (investigación científica).
Tratemos de caracterizar el conocimiento y
la investigación científicos tal como se los conoce en la actualidad. 2. Ciencia formal y ciencia fáctica No toda la investigación científica procura el conocimiento objetivo. Así, la lógica y la matemática (esto es, los diversos sistemas de lógica formal y los diferentes capítulos de la matemática pura) son racionales, sistemáticos y verificables, pero no son objetivos; no dan informaciones acerca de la realidad: simplemente, no se ocupan de los hechos. La lógica y la matemática tratan de entes ideales; estos entes, tanto los abstractos como los interpretados, sólo existen en la mente humana. A los lógicos y matemáticos no se les da objetos de estudio: ellos construyen sus propios objetos. Es verdad que a menudo lo hacen por abstracción de objetos reales (naturales y sociales); más aún, el trabajo del lógico o del matemático satisface a menudo las necesidades del naturalista, del sociólogo o del tecnólogo, y es por esto que la sociedad los tolera y, ahora, hasta los estimula. Pero la materia prima que emplean los lógicos y los matemáticos no es fáctica sino ideal. Por ejemplo, el concepto de número abstracto nació, sin duda, de la coordinación (correspondencia biunívoca) de conjuntos de objetos materiales, tales como dedos, por una parte, y guijarros, por la otra; pero no por esto aquel concepto se reduce a esta operación manual, ni a los signos que se emplean para representarlo. Los números no existen fuera del cerebros, y aún allí dentro existen a nivel conceptual, y no a nivel fisiológico. Los objetos
materiales son numerables siempre que sean discontinuos; pero no son números; tampoco son números puros (abstractos) sus cualidades o relaciones. En el mundo real encontramos 3 libros, en el mundo de la ficción construimos 3 platos voladores. ¿Pero quién vio jamás un 3?. FILOSOFÍA DE LA CIENCIA Para hablar de una filosofía de la ciencia no basta con tener una visión panorámica de lo que es filosofía y de lo que es ciencia. Tampoco es suficiente el seguimiento histórico de las opiniones y conceptos emitidos por los pensadores del pasado. Es necesario ubicarse en el pensamiento actual de los científicos más avanzados y respetar sus conceptos sobre lo que ellos consideran como ciencia, y es necesario entender que el dominio de la filosofía son los conceptos universales y abstractos que nunca pueden llegar a ser objeto de la ciencia. La Filosofía de la Ciencia puede entenderse de muy diversas maneras: La filosofía de la ciencia es la rama de la filosofía que tiene por objeto estudiar el saber científico desde un enfoque general y humano; en el sentido de cómo afecta a las personas y cómo componen el conocimiento acumulado, tanto históricamente como en el conjunto socio-cultural de la humanidad. Subsidiariamente, se ocupa de los métodos de investigación y de obtención de datos científicos; por lo que, muchas veces, se usa como sinónimo de epistemología.
En general, la Filosofía de la Ciencia, investiga la naturaleza del conocimiento científico y la práctica científica. Se ocupa de saber, entre otras cosas, cómo se desarrollan, evalúan y cambian las teorías científicas, y de saber si la ciencia es capaz de revelar la verdad de las "entidades ocultas" (o sea, no observables) y los procesos de la naturaleza. Son filosóficas las diversas proposiciones básicas que permiten construir la ciencia. En el presente estudio abarcamos el significado de "filosofía de la ciencia" en dos direcciones:
La filosofía de la ciencia como una disciplina independiente de una Teoría General del Conocimiento (gnoseología y epistemología), que pretende aclarar y dilucidar el discurso científico, en una labor de divulgación y de adaptación de los conceptos complejos de la ciencia a la inteligibilidad general del conocimiento.
La filosofía de la ciencia como una taxonomía de disciplinas y saberes científicos, haciendo hincapié en las particularidades cognoscitivas de cada uno y en las diferencias metodológicas de cómo obtienen el conocimiento. Como tal, agrupamos en esta expresión de referencia, lo que podemos llamar filosofía de las ciencias.
Precursores: Para Aristóteles la ciencia era el conocimiento cierto al cual se llega por medio del descubrimiento de sus causas. Esta definición tuvo
vigencia en Europa occidental durante siglos, hasta que fue rechazada por la nueva filosofía natural que nacía en los siglos XVII y XVIII. Después de sus conquistas en Europa, partiendo de España, y en Asia hasta la India, los árabes comenzaron a interesarse tanto por las civilizaciones de Occidente como por las de Oriente, a tanto que manifestaron la ambición de heredar la aportación grecorromana. AlManzor (712-775 d. C.) fue el primer califa que estimuló esta ambición, pues hizo traducir al árabe todos los libros de los griegos y fundó en Bagdad una especie de universidad, que comprendía una importante biblioteca y un observatorio astronómico. Durante varios siglos, el idioma árabe fue considerado como la lengua de la ciencia, y las gentes de diferentes países de Europa iban desde muy lejos a Bagdad para beber en las fuentes de la ciencia antigua salvaguardada por los árabes. EL MANEJO DE LA COMPLEJIDAD "Hay más cosas en el cielo y sobre la tierra que en toda vuestra filosofía" (William Shakespeare) "El Tao que puede ser expresado no es el Tao eterno. El nombre que puede ser nombrado no es el nombre eterno." (Lao-Tse) Una de las encrucijadas de la filosofía de la ciencia que mayor enjundia significativa tiene para la humanidad: cómo demonios hace la ciencia para manejar y procesar una realidad compleja e interactiva de difícil acceso más allá de la percepción directa de las cosas. Para ilustrar convenientemente este epígrafe seguiremos un procedimiento que vamos a llamar hipótesis de trabajo (un supuesto o una simulación
llevada hasta sus últimas consecuencias con el fin de extrapolar ciertas conclusiones; en vez de seguir un método expositivo). Trabajemos, por ende, con la siguiente hipótesis: Tenemos que resolver el problema del origen del universo y las fuerzas que lo mueven, así como decir por qué la humanidad está donde está y de dónde ha salido el conjunto de hechos que componen la realidad, condensarlo en una teoría que podamos llevar en nuestros cerriles cerebros y que lo entienda cualquier sujeto por muy tonto que sea. Esa teoría, por increíble que parezca, existe; y además lo hace desde tiempos inmemoriales: ¡Dios! Y es que nunca se dijo tanto con tan poco... El monoteísmo -la existencia de un sólo Dios para todos igual- es el gran triunfo de la síntesis religiosa y de la facilidad para transportarlo en nuestras limitadas mentes. Dios explica el origen del universo, proporciona a los hombres un vínculo y proyecto de vida, desvelando la naturaleza de las cosas y el fin de su creación y evolución. La belleza de la idea monoteísta radica en su simplicidad y economía de esfuerzos cognoscitivos. El gran conflicto de esta hipótesis es que, hasta hoy, no se ha logrado demostrar la existencia de Dios más allá del pensamiento humano. Por lo tanto, la ciencia, no puede aceptar esta explicación como válida en virtud de que, las pruebas que podemos obtener, ni verifican ni falsean tal presupuesto hasta el día de la fecha. Tanto la revelación, los milagros, las profecías, como la idea misma de Dios como creador de toda realidad y gran juez de la vida y de la muerte,
carecen de replicaciones experimentales y de condiciones uniformes accesibles y disponibles para procedimientos científicos conocidos. Tampoco se puede medir ni escalar, no tiene clasificación posible ni es susceptible de probabilizar su ocurrencia, no se puede deducir más allá de su aceptación como principio prior, resulta imposible objetivizar semejante ente y, siendo como se pretende, un sistema "perfecto", resulta paradójica -a nuestros ojos, al menos- nuestra imperfección para hacerlo cognoscible, aun formando parte de su perfección explicativa. Es verdaderamente sorprendente que, la mejor y más sencilla explicación del mundo que ha generado el pensamiento humano, sólo pueda ser aceptada o rechazada en orden a la creencia de su existencia extramental. La única prueba medianamente científica que podemos argüir en su favor, es por reducción al absurdo: si no tienes otra mejor, acéptala hasta que la encuentres... Cuando surgió la idea monoteísta (hace más de 3000 años), desde luego, la ciencia, carecía de los argumentos, las pruebas y los avances tecnológicos que tiene hoy. La interpretación de la idea de Dios (es decir, de cómo la entienden los hombres) ha ido limitándose en cuanto la ciencia, paulatinamente, ha ido demostrando y probando la poca fiabilidad y estabilidad de los argumentos religiosos. Cosas que hoy nos parecen triviales, durante siglos, la tradición religiosa las ocultaba: la circulación de la sangre, la esfericidad de la tierra o que los hombres se pueden gobernar a sí mismos independientemente de Dios... Sin embargo, la existencia o no de
Dios, no se ha podido contrastar hasta ahora. De ahí, que sigan vigentes sus postulados. No obstante, desde un punto de vista de la filosofía de la ciencia hemos de considerar la improbabilidad de su acontecer, no porque podamos refutarla, sino en base a que, cada paso que damos, no encontramos pruebas de su existencia (y ya hemos dado muchos, aunque quizás, insuficientes). La ciencia no explica todo. Esto es un hecho que hay que aceptar. Si bien, a lo largo de la historia, cada vez más, ha ido dando explicaciones y descripciones más potentes, más cualificadas y más abundantes
sobre
el
mundo
y
lo
que
en
él
sucede.
La
aspiración holística y global no pertenece al concepto de ciencia en sí, sino de quien lo define; pues si algo ha demostrado ciencia, es que sus presupuestos no son inmutables y sí dinámicos. Las limitaciones de la ciencia, para la filosofía de la misma, lejos de considerarse un error, es una fuente de adaptación y de ajuste, de constructivismo
cognoscitivo
que
optimiza
su
eficacia.
Así,
la complejidad del mundo, para la ciencia no es una solución del tipo "total" y absoluta, sino que es un problema a resolver por partes (partes interconectadas, si se quiere). La fuente de su insolubilidad estriba en cómo organizamos el conocimiento que, aspira a conocer todo por definición -el arché de los presocráticos, se reduce a eso, a descubrir el engranaje funcional del mundo-. Derivado de lo anterior, hemos de decir que, la ciencia, también genera incertidumbre; pues al plantear problemas para los que no tiene solución, ratifica lo que desconoce y la posibilidad de su propio
error. Dicha posibilidad -la meta-análisis, a veces no es contemplada y queda sesgada por los grandes avances científicos que se sostienen para defender a la ciencia frente a otro tipo de conocimientos. A semejante consideración, se le añade la direccionalidad ética de la ciencia; hoy, más que nunca, discutida y discutible. La complejidad de la realidad puede estar ligada al desorden, al caos o al azar. Pero también, podemos considerar a la complejidad enlazada a una contradicción lógica; ya que no se puede lograr una certeza absoluta en la elaboración de una ley, una teoría, un sistema de medida o cualquier considerando científico; pero se quiere construir un sistema ausente de contradicciones. La superación del enigma parece apuntar a la interdisciplinariedad de la ciencia y en examinar la realidad bajo un enfoque multidimensional. A sabiendas de que no podemos escapar a cierta incertidumbre, lo mejor es aceptarla y, entender al mundo como un contexto estable /inestable en un sentido asociado y que organizan a aquel. En dicho contexto, los procesos estocásticos -de causas y efectos- son productos y producidos; de suerte que, unos hechos consecuentes en una parte de la realidad, pueden ser antecedentes en otra: el mundo se auto-organiza en su propia entropía. Las partes están en el todo del mismo modo que, el todo, está representado de algún modo, en sus partes componentes. La ciencia, a la fecha, no puede plantearse paradigmas simplifica dores del mundo, porque se ha percatado que eso mismo es lo que reduce su perspectiva. No puede sustituir a la perfección sistémica de la idea de Dios, pero convive y relaciona mejor su imperfección con los
hechos que procesa del mundo. Si la idea de ciencia no es perfecta se debe, en parte, a que el mundo -a sus ojos- resulta imperfecto. ¡Toda una lección de humildad! ¿ES LA "FILOSOFÍA DE LA CIENCIA" CIENCIA?
Resulta evidente que si es filosofía no es ciencia. Eso no es óbice para que la filosofía de la ciencia no tenga en consideración a los presupuestos científicos. Es más, parte de ellos para elaborar toda su especulación. La diferencia entre ambas es el uso de un lenguaje de contrastación empírica sistemática. La filosofía es un sistema de significados donde la comprobación es relativa a su accesibilidad metodológica; mientras que, para la ciencia es un paso netamente necesario. La filosofía atiende a razones suficientes (racionalidad potencial), pero la ciencia busca razones necesarias (racionalidad existencial): sólo si existe, es ciencia. La posibilidad de existir no es competencia científica. Empero la ciencia se basa en su alto poder predictivo sobre sucesos que ha estudiado y formalizado. ¿Por qué entonces decimos que no trabaja sobre sucesos no-existentes, si las predicciones, independientemente del sistema en que se formulen, se realizan sobre fenómenos futuros cuya certeza presente no existe? La ciencia sólo realiza una clase de predicciones fundamentadas en la probabilidad de ocurrencia. Cuanto mayor es esa probabilidad, mayor es su validez científica. Superando el 90% de ocurrencia, el contenido de una proposición puede considerarse precientífica. En
terrenos experimentales sin un gran volumen de replicación, el porcentaje de ocurrencia puede bajar ostensible mente (al 60-70%). Y aunque supere porcentajes aceptables, el sistema significativo de la ciencia tampoco los valida así como así. No se puede prescindir de algunos aspectos de control cognoscitivo: precisión, establecimiento de
la
variabilidad
/invariabilidad,
deducibilidad,
axiomatización,
contrastación, valor práxico, distinción observación, información intensiva, conceptualización inequívoca, clasificación, condicionalidad, aplicabilidad, verosimilitud, diferenciación y existencia demostrable. La ciencia tiene
ocasión
de
considerar
la
necesidad
de
una filosofía específica por lo que significa la libertad como condición para su desarrollo. Muchas veces se ha criticado su excesiva dependencia de la política, de lo militar y de lo económico, por lo que aparecen en su horizonte las siguientes aspiraciones:
Autonomía metodológica e interventiva
Neutralidad
Objetividad
Desgraciadamente, los científicos no han tenido siempre la misma coherencia ética y estética que guía su coherencia estructural cognoscitiva. Hay veces que, lo que se llama ciencia, dictamina increíblemente sobre lo que es necesario y lo que no; porque la comunidad científica, ni tan siquiera el conjunto de la sociedad, decide las líneas que ha de seguir la ciencia para su progreso y evolución. Generalmente, la investigación científica es guiada por proyectos para generar beneficios económicos o por intereses políticos para
ofertar al electorado (en el mejor de los casos). La obligación impuesta a muchos científicos de guardar silencio sobre sus descubrimientos, secuestra al conocimiento y a la libre circulación y contrastación de ideas. Se hace, así pues, provechoso que la ciencia admitiese presupuestos deontológicos y éticos en su quehacer cotidiano, no siempre ponderados de manera armónica para la humanidad. La sociedad tiene la responsabilidad de que el conocimiento revierta en sus miembros de forma efectiva, actualizada y sensata. Renunciar a tal derecho, es dejar en manos de unos pocos, la información privilegiada. La educación y la formación científica de las personas, a buen seguro, abundarán en la reducción de las diferencias socioeconómicas y tecnológicas que existen entre las distintas poblaciones. No olvidemos tampoco, el compromiso que tenemos con el sostenimiento del planeta que habitamos y que compartimos con otras especies y seres vivos. La ciencia se enfrenta a problemas de poca tradición en su historia; sin embargo, la superación científica y la resolución de aquellos han de favorecer aspectos como los señalados.
Autor de esta página: Carlos Moreno Rodríguez (2002).