Mujeres empoderadas

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EDITORIAL

Mujeres Empoderadas Autora: Mónica Cabrejos Vasallo © Derechos de autor registrados: Empresa Editora Macro EIRL © Derechos de edición, arte gráfico y diagramación reservados Empresa Editora Macro EIRL Dirección general: Isabel Ramos T to Diseño de portada: Alessandra Bonilla Zapata Diagramación: Ka a Valverde Espinoza Ilustración: Salvador Castañeda Paredes Edición a cargo de: © Empresa Editora Macro EIRL Av. Paseo de la República N° 5613, Miraflores, Lima, Perú   E-mail: proyectoeditorial@editorialmacro.com

Teléfono: (511) 748-0560

Página web: www.editorialmacro.com Primera edición digital: junio 2016 Disponible en: macro.bibliotecasenlinea.com

ISBN N.° 978-612-304-297-4 ISBN digital N.° 978-612-304-461-9 Prohibida la reproducción parcial o total, por cualquier medio o método, de este libro sin previa autorización de Empresa Editora Macro EIRL.


A todas las mujeres que vencieron sus miedos y emprendieron el camino


Índice Prólogo

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Presentación

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Primeras decisiones profesionales

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Estereotipos, prejuicios y discriminación

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Acoso sexual

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Empoderamiento femenino

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La maternidad y la sociedad

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Mujeres jefe - Mujeres alfa

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Mujeres vs. mujeres

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La belleza femenina

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Las mujeres, el amor y los príncipes azules

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Instrucciones para el cambio

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Prólogo La misión de emprender, la tarea de concretar un proyecto o sueño personal y conver rlo en una idea de negocio es una proeza altamente valorada hoy en día, pero para ella no solo se requiere de capital económico y conocimientos técnicos: es preciso armarse de coraje, habilidades interpersonales, confianza en sí misma y contar con la entereza suficiente para superar prejuicios, contra empos y frases desalentadoras. Sucede especialmente con nosotras. Es por eso que como fundadora de Editorial Macro he invitado a la comunicadora social Mónica Cabrejos para la creación de este libro, que sin duda aportará a jóvenes y adultos a encender esa fuerza interior que impulsará sus proyectos, que solo esperan una chispa de empoderamiento para salir adelante. Publicar un libro sobre empoderamiento femenino está lejos de ser un hecho

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aislado: ya lo enfa za la organización ONU Mujeres –el ala de las Naciones Unidas dedicada a promover la equidad de género– que ha creado un listado de siete principios del empoderamiento femenino bajo el slogan equality means business, vale decir, que la igualdad y la inclusión de las mujeres en la vida económica es esencial para construir sociedades y economías más fuertes y sustentables. Empoderarse mejora la calidad de vida no solo de nosotras, sino también de nuestras familias y la comunidad entera. Invitamos a todas nuestras lectoras a empoderarse a través de las palabras de Mónica y a nuestros queridos lectores, a comprender el valor de encontrarse con mujeres empoderadas en su camino. Sinceramente, Isabel Ramos T to Gerente general Editorial Macro

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Presentación Siempre exis rán situaciones en las que no sabremos cómo afrontar el hecho de ser mujeres, por ejemplo, la pérdida de un ser querido, lidiar con los hijos adolescentes, la menopausia, la jubilación, el divorcio, el aborto natural o el escuchar una frase machista y discriminatoria en la calle. Siempre habrá nuevas situaciones por experimentar, nuevas emociones, afectos, retos y nuevos temores. No nos capacitan para enfrentar este nuevo contexto social con coraje y conciencia plena de nuestra feminidad, porque las únicas pautas que existen y predominan para desenvolvernos han sido impuestas sobre criterios diseñados por los hombres. La religión, la polí ca, las leyes, la economía y la sexualidad, vistas desde la óp ca masculina, por muy profesional que pueda ser, jamás se acercará a las necesidades femeninas.

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Lo ideal es comprender que las mujeres no debemos vivir ávidas de aprobación por sa sfacer a otros mediante la sumisión, la obediencia y el desempeño cabal de exigencias asignadas y prejuiciosas de la sociedad. El ejercicio eficaz y sa sfactorio en cada uno de los roles y etapas de nuestra vida nos hará expertas en manejar nuestra feminidad. Conciliar la vida familiar, laboral y social es el equilibrio de vida que toda mujer anhela. Mujeres empoderadas es un libro concebido para servir de impulso a todas las mujeres emprendedoras que, pese a las barreras y dificultades, han decidido vivir con plenitud.

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CapĂ­tulo

1 Primeras decisiones profesionales




La verdadera vocación

El primer conflicto existencial de todas las mujeres es “¿Qué quiero hacer con mi vida?”. La sociedad nos va preparando inconscientemente (con historias, fábulas, mitos y leyendas urbanas) para cumplir el siguiente programa:

- casarnos; - tener hijos; - vivir felices por siempre; - estudiar algo, cualquier cosa, lo que sea. Así, cuando el edicto matrimonial sea publicado en el diario, aparecerán los nombres y apellidos de la novia; línea abajo, la profesión.

Ustedes, amables lectoras, pensarán en este momento que el orden prioritario en el plan de vida opcional de una adolescente en pleno siglo XXI ha cambiado; sin embargo, lamento contradecirlas. Todavía muchas mujeres eligen –de manera voluntaria– como única profesión ser esposas y madres.

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Tengamos en cuenta que en La noamérica aún muchas familias de bajos recursos económicos des nan el presupuesto de la educación solo para los varones. Entonces resulta ‘natural’ y ‘espontáneo’ el hecho de que muchas mujeres crean tener como única opción futura casarse y tener hijos. ¿Qué ocurre con la gran can dad de mujeres con pensamiento emprendedor, que deciden ejecutar otros roles en la sociedad, además de ser madres y esposas? Estas mujeres decididas retan a la convención social y se enfrentan a dis ntas barreras durante su desarrollo personal, social y profesional. La primera gran dificultad consiste en convencer al entorno cercano que estudiar, trabajar y ser mujer son tres acciones que no se repelen entre sí, al contrario, se pueden desarrollar en paralelo sin que una trasgreda el espacio de la otra.

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Mariela Cuando Mariela, una chica joven y muy

decidida, informó a sus padres que había decidido ser ingeniera civil, ambos se opusieron. Las razones que alegaba el padre eran netamente sexistas. Consideraba que su primogénita estaba equivocada al escoger una carrera –según su pensamiento– exclusiva para hombres. Pese a los esfuerzos por convencer a su padre que estaba equivocado (ya que los ingenieros civiles no necesitan mayor fuerza física para cumplir con sus labores), gastó mucho tiempo y energía en conseguir la venia paterna. Mientras Mariela peleaba por un derecho fundamental, como es la libertad de elección, su padre la contradecía con argumentos tóxicos. Aducía que era una profesión dura y exclusiva para el ‘sexo fuerte’. Admitía que en Europa o Estados Unidos podían existir ingenieras civiles, pero que en nuestro mundo latino eso era prácticamente imposible. Además, si consideraba la posibilidad de que su hija rompiera el molde y se convirtiera en una profesional en la ingeniería civil, le advertía

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que su vida iba a ser un infierno, ya que tendría que sacrificarse el doble, pues señalaba que una mujer, para triunfar, debía ser doblemente talentosa y eficiente, respecto del promedio masculino. Asimismo, insistía el padre en que Mariela terminaría ganando menos dinero que un varón de su misma profesión, y que no debía olvidar el hecho de renunciar completamente a su vida personal (matrimonio y descendencia). Y todo para que finalmente nadie reconozca el sacrificio, porque socialmente siempre sería una intrusa en un espacio reservado para varones. Los días y las noches de lucha familiar duraron meses, hasta que finalmente la decisión de Mariela se impuso por justicia. Aunque el padre aceptó, siempre tuvo la seguridad de que su ‘delicada’ hija declinaría tarde o temprano, ya que consideraba que su elección profesional no era más que una ocurrencia. Cada inicio de año universitario, él esperaba que Mariela desistiera. El primer año de carrera lo consideró un capricho, el segundo lo entendió como rebeldía juvenil, el tercero lo halló obstinado, al cuarto ya sentía a su hija vencida y llegado el quinto –con resignación– se rindió ante un bachillerato tangible.

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Luego vino la especialización. Mariela, después de siete años de estudios, demostró su verdadera vocación y convicción. Vocación por la ingeniería y convicción de convertirse en una mujer profesional. A lo largo de ochenta y cuatro meses de formación (entre estudios, prácticas preprofesionales y profesionales) le tocó luchar incansablemente contra sus propios temores y contra un padre que, pese a ser su sustento económico, fue el primero en desanimarla y oscurecerle el camino cuando las cosas no resultaban simples, con frases como ‘‘Las mujeres solo sirven para la cocina’’, ‘‘Preocúpate por el futuro hasta que consigas esposo’’, ‘‘Búscate un buen marido para que te mantenga’’ o ‘‘Si sigues así te quedarás sola’’. Y un sinfín de comentarios que hubieran desalentado al soldado más valiente en plena batalla. Pese a todo, Mariela logró romper la primera barrera que tenemos que enfrentar las mujeres cuando decidimos emprender una carrera en cualquier rubro profesional o giro de negocio.

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El padre de Mariela y su entorno familiar no son un caso a pico en nuestro entorno hispano contemporáneo. El pensamiento arcaico de que las aulas, las universidades y los libros son solo para varones, todavía subsiste agazapado bajo el disfraz de una falsa equidad de género. Las mujeres que leen son peligrosas, tulo de una obra del escritor alemán Stefan Bollman, no es gratuito. Mediante un paseo por numerosas piezas de arte, el autor muestra la estrecha relación entre los libros y las mujeres de época; puesto que hemos estado relegadas a un segundo plano social, intelectual y profesional. El sexismo no nos permi a acceder a la educación y nosotras no hacíamos mucho por cambiar las cosas. En la historia de la humanidad, la contribución femenina en filoso a, polí ca, religión, ciencia o matemá ca ha sido escasa o nula; primero, porque la sociedad no permi a nuestro aporte cultural y social; y, segundo, porque nos acostumbramos a perder dócilmente frente a los varones sin siquiera resis r. Afortunadamente los empos y las leyes han cambiado. En la actualidad, muchas mujeres como Mariela se han rebelado ante el

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cruel estereo po femenino que nos encasillaba como adornos domés cos. Con la libertad que nos otorgan nuestros derechos universales, debemos decidir emprender el primer gran reto de nuestra vida adulta, decidir si queremos estudiar, trabajar, iniciar un negocio, empresa o cualquier meta a la que nos lleve nuestra inquietud vocacional. El machismo es una tara social que nos ha impedido, a lo largo de la historia femenina, desarrollarnos plenamente. Sin embargo, el machismo no se transmite solo de hombres a mujeres; sino también de mujeres a mujeres, y esta es la forma más eficiente de castración mental que nosotras mismas podemos impar rnos. No es una cues ón de odio ancestral de po mís co porque la malvada Eva le dio de comer el fruto prohibido a Adán; el machismo es una cues ón de ganadores y perdedores, a nosotras (como género) siempre nos tocó perder, nos tocó ceder y postergarnos en todos los aspectos. Pero ya es hora de formar mujeres ganadoras, poderosas, emprendedoras y listas para recibir el reconocimiento social por nuestro aporte al mundo.

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Muchas veces perdemos la batalla antes de emprenderla porque la damos por perdida, sin siquiera intentar algo. No nos conformemos con ser la gran mujer que está detrás de ese gran hombre, como reza el refrán. Es el empo justo para que grandes hombres miren a su lado y encuentren grandes mujeres, con la misma capacidad intelectual, gerencial, empresarial, polí ca y espiritual para trabajar en busca de una sociedad mejor, más inclusiva, justa y menos opresiva con nosotras. En América La na aún prevalece la creencia errónea de la supremacía masculina como un ente intangible y omnipresente en el orden social de género, pues nuestros hombres han sido criados por madres relegadas al campo domés co, han convivido con hermanas cuya aspiración máxima era conseguir un buen par do. Por ello, cuando asumen su rol de ‘jefe de familia’ repiten el mismo patrón con sus hijas y esposas. Desde presidentas como Cris na Fernández (Argen na), Michelle Bachelet (Chile) y Dilma Rousseff (Brasil) hasta maquinistas; pasando por escritoras –como la nobel de literatura 2013, Alice

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Munro– periodistas, gerentas1, empresarias, psicólogas, maestras, bailarinas, choferes, legisladoras, etc. Cada día son más los terrenos sociales y profesionales que son conquistados por mujeres emprendedoras, quienes nos han demostrado que si tú te propones promover alguna acción trascendente, depende de , mujer, alcanzar tus obje vos. Tienes dos caminos para elegir en la vida: el primero consiste en emprender tu vía al éxito y, el segundo, en quedarte quieta en tu zona de confort bajo la excusa del infortunio gené co (haber nacido con los cromosomas XX y no con XY en una sociedad diseñada para ver triunfar a los hombres). Las mujeres emprendedoras convierten el miedo en oportunidades.

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«Gerente» y «gerenta» son términos válidos, según la Real Academia Española (RAE), para designar el puesto que recae en una mujer; será ella misma quien decida cómo prefiere que la llamen: la gerente o la gerenta.

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Una mujer debe poder decir, y sin sentirse culpable, ¿quién soy y qué quiero de la vida? – BeƩy Friedan – Escritora



Capítulo

2 Estereotipos, prejuicios y discriminación




Discriminación laboral

La discriminación es la forma de violencia más cruel que un ser humano puede cometer contra otro, ya sea por mo vos de diferencia en el color de la piel, raza, religión, cultura o sexo. En este texto vamos a referirnos a la discriminación de género. En la actualidad no existen discriminadores misóginos confesos ni autorreconocidos públicamente, esto por dos razones preponderantes:

- Porque es ilegal en nuestras sociedades. - Porque la misoginia produce rechazo social. La mayoría de discriminadores usan como excusa la broma, el sarcasmo, el prejuicio, la preocupación o el estereo po para segregar a las mujeres. Cuando decimos que es una forma cruel de violencia es porque se trata de una violencia pasiva

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y asolapada; es decir, se manifiesta disfrazada de joda para tener un sustento coloquial, simple y co diano. Con la sonrisa dibujada en el rostro y con el buen ánimo de diver rse, la exclusión comienza entre carcajadas y no termina ni siquiera cuando el chiste malsano menoscaba la autoes ma de la víc ma. Toda discriminación sienta sus bases en la construcción de roles, conductas, capacidades y acciones propias que limitan los campos que ene una mujer para desarrollarse, principalmente en el aspecto profesional y social. Iden ficar una conducta discriminatoria por género, en el ámbito laboral, es muy di cil, ya que cuando se trata de un tema que implique tomar decisiones, siempre se tendrá como excusa perfecta la libertad de elección subje va sobre quién, qué o cómo se realizarán determinadas ac vidades en una empresa u organización. Esto, aunque las verdaderas razones para la toma de decisiones sean manejadas en voz baja y bajo siete llaves en el entorno de confianza del responsable. Nunca se encontrará en un documento oficial

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razones explícitas que atañen a la condición de género, pues no se pueden sustentar, van en contra de los derechos humanos universales y son punibles. Toda mujer alguna vez en su vida ha sufrido algún po de discriminación por mo vos de género. La creencia más enraizada y jamás sustentada es la inferioridad de capacidades –intelectuales y emocionales– para afrontar un reto profesional que no tenga que ver con la fuerza sica, altura o masa corporal. Indudablemente existen diferencias entre hombres y mujeres en el plano sico, mas no en el intelectual.

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Marina Marina es una abogada de treinta y dos años,

soltera, egresada de una universidad de prestigio y posee una especialización en derecho penal. Trabaja desde hace más de ocho años en un bufete y su carrera ha ido en ascenso, debido a la dedicación que le pone a cada caso. Su historia familiar es atípica, pues su madre falleció cuando ella era niña; su padre fue quien la crio de manera independiente, rozando a veces con la torpeza. Este hecho hizo que Marina sea aguerrida, luchadora y segura de sí misma. Considera que su capacidad personal y profesional es ilimitada, siempre y cuando dependa íntegramente de la dedicación que ella pueda poner en cada reto que le toque afrontar. Sus primeros casos fueron como asistente legal, se encargaba de los trámites, visitas a los procesados en prisión y del seguimiento de los casos. No firmaba escritos ni litigaba; sin embargo, su dedicación y proactividad hicieron que, en menos de seis meses en la firma, fuera abogada titular y se encargara de juicios de

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importancia media. Marina aguardaba la llegada de un caso significativo, de relevancia pública y de complejidad procesal, para tener la posibilidad de convertirse en socia del bufete y ganar un porcentaje por cada caso que represente el estudio de abogados. Consideraba haber demostrado su capacidad, entrega y dominio en su profesión, como para dejar de ser una asalariada y compartir las ganancias con porcentajes más justos. En la misma posición profesional en la firma, junto a Marina, habían tres caballeros para el campo penal y dos damas para el civil; luego estaban los socios de la firma. El caso que la consagraría llegó al bufete y todo indicaba que Marina sería la elegida para afrontarlo. La esposa de un cliente del estudio había atropellado y matado a un peatón cuando conducía su automóvil a excesiva velocidad; la presión de la opinión pública podía complicar aún más la suerte judicial de la irresponsable mujer. A mitad de la noche, Marina y un compañero tuvieron que hacerse cargo de la situación debido a la premura que exigía el evento fatídico,

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hasta que su superior decidiera asignar a uno de los dos como responsable del caso. Al día siguiente, la firma designó a un abogado para llevar el caso. Contra todo pronóstico, Marina fue nombrada abogada asistente por su manejo y experiencia. Sería ella quien se encargaría de intercambiar información con la procesada, monitorear el asunto, revisar las estrategias legales para aminorar en lo posible la condena. Lo único que no tendría bajo su responsabilidad era negociar extraoficialmente con los deudos de la víctima, tampoco sería la vocera oficial. La razón por la que no logró llevar el caso de manera pública fue porque (según su jefe y el esposo de la acusada) debido a su condición femenina sería menos rígida a la hora de negociar la reparación civil, y temían una supuesta falta de reacción ante la fiereza de la prensa. Como bien lo habíamos mencionado líneas arriba, la discriminación de género sienta sus bases en la construcción de roles y conductas designadas para una mujer. Esto fue lo que sucedió con Marina. El cliente y su jefe tomaron una decisión que la excluía del

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caso, ya que se basaban en un estereotipo discriminatorio, según el cual por ser mujer sería más sensible, más delicada y con menos escrúpulos que un varón. Asimismo, también dudaban de su capacidad de desenvolverse en público. Ambos profesionales estaban en igualdad de condiciones para afrontar el reto, tanto Marina como su compañero tenían la misma experiencia en el ámbito penal y las mismas habilidades sociales. Inmediatamente después de la designación del caso, Marina empezó a cuestionar sus capacidades y pidió las razones por las que no se le designó el caso a ella. Como suele pasar cuando se trata de discriminación de género, simplemente le informaron que fue una decisión que buscaba el máximo beneficio para su cliente. Muchos dirán que en cuestión de toma de decisiones laborales no existe discriminación, pero en el caso de Marina prevaleció la existencia del estereotipo y prejuicio: elementos primordiales para la exclusión.

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Estereotipos y prejuicios

Un estereo po es la imagen o idea aceptada comúnmente por un grupo con carácter inmutable. Son las ideas preconcebidas y aceptadas socialmente, las cuales designan determinadas caracterís cas asociadas a una condición, que en este caso es la condición de ser mujer. Las caracterís cas de sensible, delicada y de pocos escrúpulos van asociadas a la condición femenina, que en algunos casos, como el de Marina, son determinantes para dejar a alguien fuera de la competencia laboral. No obstante, en otra situación dichas caracterís cas podrían ser favorables, aun así esto no dejaría de ser discriminatorio. De los estereo pos surgen los prejuicios, que son las opiniones que se forman acerca de alguien sin realmente conocerlo. En el caso mencionado anteriormente, dieron por sentado que Marina era sensible, delicada y muy considerada sin haber evaluado sus antecedentes profesionales.

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Pero los prejuicios son el pretexto perfecto para la discriminación inmediata, son la manera de dominación social más efec va, ya que mientras más prevalece un prejuicio es aceptado como una verdad absoluta, cuando en realidad no es así. No obstante, es la forma más conveniente para atribuir caracterís cas discriminatorias a determinadas personas y/o grupos sociales.

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Estereotipos laborales de género más comunes

Los estereo

pos y prejuicios que existen contra las mujeres son la base para la discriminación de género. He aquí una lista de las más comunes, crueles y nocivas ideas preconcebidas sobre nuestro género.

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AS GUAPAS SON TONTAS

Esta es una constante contra nosotras. Cuando una mujer guapa compite por un puesto de trabajo ene la desventaja de su apariencia sica, pues la imagen de la mujer inteligente y compe va que se maneja en las ficciones, la publicidad y los medios de comunicación es la de alguien poco agraciada, de aspecto áspero y rechazada por el sexo opuesto, razón por la cual se conviró en una mujer competente, ya que no ha podido conquistar a un hombre y dedicarle todo su empo. La novela colombiana Yo soy Be y, la fea –que ha tenido versiones en todo el globo, recientemente en Rusia– juega con dicha creencia. Un estereo po sirve muchas veces de argumento

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para una producción de cine o televisión, medios por los cuales se propaga.

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AS SOLTERAS SON M˘S EFICIENTES

Se ene la creencia de que una soltera será mucho más eficiente en el trabajo que una mujer casada y con hijos; nuevamente, la idea de que el mundo de una mujer gira íntegramente alrededor del esposo y los hijos es reitera va. En muchos ámbitos laborales prefieren contratar mujeres solteras porque se cree que ellas –al disponer de todo su empo– tendrán mayor entrega a la hora de cumplir sus labores.

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ESTINADAS A SERVIR A UN HOMBRE

Los espacios de dirección, gerencia o liderazgo generalmente recaen en varones. La razón es la falsa creencia de que la mujer es perfecta para atender a un hombre. Los puestos de secretaria, asistente de oficina o espacios administra vos son reservados para mujeres, a razón de supuestas caracterís cas innatas de género que se trasladan desde la co dianidad, ya que se sobreenende que hemos sido criadas para desempeñar el rol de administradoras del hogar.

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AS MUJERES SON INESTABLES

Existe una re cencia en contratar mujeres para puestos de trabajo que requieren una capacitación constante, pues se asume que una vez casadas o después de embarazadas abandonarán el trabajo. Además, se considera que las mujeres son altamente emocionales; por tanto, la mayoría de sus decisiones serán más de orden emocional que racional.

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AS MUJERES SON MENOS INTELIGENTES QUE

LOS VARONES

Este estereo po no solo nos resta capacidad intelectual, sino que nos califica como ineptas en todos los campos del conocimiento. Siempre estamos asociadas con las tareas domés cas, la maternidad y el hogar; por tanto, muchas mujeres desisten de la idea de estudiar carreras como matemá ca o sica. Por ejemplo, la Universidad de Princeton aceptó a su primera estudiante de ciencias recién en 1975.

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Estereotipos sociales de género más comunes

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AS RUBIAS SON TONTAS

La industria del cine popularizó este estereo po, que fue implantado desde la propaganda de la Segunda Guerra Mundial. Ejemplos: Desde Marilyn Monroe hasta Reese Witherspoon en Legalmente rubia. La idea ha permanecido vigente gracias a que ha sido reforzada por los medios de comunicación. Seas rubia natural o teñida, lo seguro es que siempre te creerán tonta.

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AS DIVORCIADAS SON MUJERES F˘CILES

Se cree que una mujer porque está divorciada accederá a tener una relación ocasional más rápidamente que una mujer que nunca estuvo casada. Esto se debe a la falsa idea de que cuando una mujer ya disfrutó de una vida sexual ac va y se acostumbró a la presencia de un compañero en su vida, di cilmente podrá volver a estar sola y feliz. Lo cierto es que, según el consejero en sexualidad Ian Kerner, tanto hombres como mujeres ven atrac vo el sexo después del divorcio por tener carácter de novedad (los divorciados creen que su vida sexual ha sido afectada en el matrimonio). 41


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UJERES AL VOLANTE , DESASTRE CONSTANTE

Indiscu blemente este estereo po ha sido creado, reforzado y propagado por los varones. Dicen que somos distraídas, que no respetamos las señales de tránsito o que simplemente el conducir no es cosa de mujeres. Lo único cierto es que hay tan buenas conductoras mujeres como varones, y si bien ha sido una tarea desempeñada por mucho empo de manera exclusiva por ellos, en la actualidad hay cada vez más mujeres al volante.

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OLTERONA : AMARGADA E INFELIZ

¿Cuándo dejas de ser soltera para ser solterona? Después de los 35 eres ya una solterona y, por ende, amargada, solitaria, triste y sin capacidad de amar. Algunos las consideran defectuosas; otros las ven como tentación. No encajan en ningún grupo social al no estar emparejadas y hasta las miran con lás ma, incluyendo su propia familia. Lo único cierto es que la felicidad o la desdicha personal de una mujer no es intrínseca al hecho de contraer matrimonio o no. Con seguridad hay más solteras felices que casadas felices, pero la sociedad parece ignorar esto.

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Triste realidad en cifras

Las cifras son alarmantes, en marzo de 2011 la alta comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Navi Pillay, aseguró en su discurso por el Día Internacional de la Mujer, que el sector femenino integra cerca de dos tercios de los 759 millones de adultos analfabetos en el mundo; e incluso en Estados con alta tasa de educación, los ingresos de las mujeres son inferiores a los de los hombres pese a que desempeñan el mismo trabajo. Cifras que nos demuestran que realmente estamos lejos de la igualdad de oportunidades para las mujeres. En marzo de 2014, la úl ma edición del informe Panorama Laboral, publicado por la Oficina Regional de la OIT (Organización Internacional del Trabajo), recalcó que la tasa de par cipación de las mujeres en la fuerza laboral de América La na y el Caribe llegó a 49.5 %, inferior a la de los hombres, con un 71.3 %.

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El portal Trabajando.com realizó una encuesta en marzo de 2014 a una muestra de más de ocho mil personas (entre hombres y mujeres) en países como Argen na, España, Perú y México para saber sus opiniones sobre la equidad de género y la par cipación de la mujer en el mercado laboral. Un arrollador 90 % de los encuestados manifestó estar de acuerdo con la igualdad. Pese a que un 90 % de los consultados afirmaba avalar la equidad de género, cuando se les preguntó si la mujer era discriminada en el mercado laboral –en los cuatro países– el 80 % de los encuestados reconoció que sí. Cabe resaltar que el país con mayor índice de discriminación laboral fue Perú, con un 88 %. En España, el 46 % de los sondeados reconoció que las mujeres reciben salarios más bajos en comparación con el sexo opuesto, mientras que en Argen na el 35 % aceptó que existen ofertas laborales exclusivamente para varones. Asimismo, se aceptó (en Perú con un 40 % y en México con un 31 %) que hay pocas mujeres en cargos direc vos.

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Podremos hablar de igualdad de oportunidades entre varones y mujeres cuando más mujeres no se permitan la autodiscriminación al adaptarse a los roles rígidos y preestablecidos para la mujer. Las mujeres debemos trazar el futuro de nuestra sociedad e involucrarnos de manera ac va y directa en los cambios de ideología. La verdadera igualdad se logrará cuando las oportunidades de demostrar las capacidades y talentos vayan más allá del género, y se revalorice drás camente el rol de la mujer en el desarrollo social. Sin igualdad de género no hay democracia.

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La discriminación es la única arma que tienen los mediocres para sobrevivir – Anónimo –



CapĂ­tulo

3 Acoso sexual




El juego del poder: Acoso sexual laboral

Claudia Cuando Claudia, soltera y ejecutiva de ven-

tas de una empresa aseguradora, aceptó ese puesto, jamás imaginó lo que podía suceder. Ella tenía una reputación excelente como vendedora de pólizas de seguros, su cartera de clientes era enorme y cuando cambió de compañía se los llevó a casi todos. Antes de ejecutarse el cambio de compañía, tuvo una reunión con su futuro jefe para conocer a su nuevo equipo de trabajo en un ambiente más informal. Durante la reunión intercambiaron ideas, proyectos e inquietudes de esta nueva etapa laboral. Su contrato terminaba a finales de diciembre y ella empezaría en la nueva compañía en la quincena de enero, ello con el fin de dejar todos sus pendientes al día. Luego de haber firmado su nuevo contrato, Claudia tuvo pocas cosas que resolver con Martín, su nuevo jefe. Sin embargo, una noche recibió una llamada de este fuera del

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horario de oficina, ella creyó que había surgido alguna eventualidad y atendió la llamada. En el mismo tono coloquial de siempre, él le propuso ir al cine aquella noche. Claudia agradeció la invitación pero le indicó que era inadecuado tener una salida social antes de siquiera iniciar sus labores, ya que eso podría ser malinterpretado y podría poner en tela de juicio sus méritos por haber sido contratada para un puesto superior al que tuvo antes. El tema aparentemente no tuvo mayor repercusión y pasó inadvertido, cuando Claudia empezó sus funciones notó que todo su equipo de trabajo, bajo el mando de Martín, estaba conformado por varones y mantenían una relación horizontal con el jefe, salvo en algunas ocasiones en las que él hacía notar su jerarquía con gritos para ejecutar una orden. El viernes, después de su primera semana de trabajo, Claudia recibió la invitación para ir de copas con todo el grupo, cuando ella declinó la invitación, su jefe fue muy claro: “Claudia, la única forma de ganarte la confianza del equipo es emborrachándote con nosotros”. Con mucha cortesía Claudia rechazó la oferta asegurando que tenía planes para esa noche.

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Pero a partir del lunes las cosas fueron cambiando para ella en la oficina. Martín aducía que sufría de un trastorno bipolar de personalidad, razón por la cual a veces ni siquiera contestaba el saludo o tenía reacciones iracundas con su grupo. Era difícil lidiar con él en los asuntos de trabajo, en algunas ocasiones Claudia sentía que él no la consideraba lo suficientemente buena para satisfacer sus demandas laborales. Cuando Martín estaba de buen humor gastaba bromas con todos y en especial con ella, halagaba su belleza y la piropeaba. Claudia no sabía exactamente cómo reaccionar, pues cuando no sonreía ante los halagos de su jefe, luego recibía gritos, malos tratos y obligaciones imposibles de cumplir; o, peor aún, la excluía de las tareas y la aislaba del grupo. Durante el primer año, Claudia supo sobrellevar la situación con amabilidad y buen humor porque Martín no tenía suficiente poder. Antes de que se inicie el segundo año y se hable de la renovación de contrato, le explicaron que la compañía tenía algunas variaciones en el área administrativa, por tanto se crearía una empresa independiente de la aseguradora, pero que seguirían vendiendo para ellos.

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Harían esto con el fin de tercerizar la contratación del personal y liberar carga en la administración. Martín sería el dueño de esa nueva empresa, todo el equipo se mantendría, las comisiones de venta serían un poco más altas y aparentemente todo seguiría igual, salvo que legalmente serían empleados de Martín y no de la aseguradora. Todos aceptaron la propuesta ante la posibilidad de quedarse sin empleo de manera intempestiva, y el segundo año se inició bajo el mando absoluto de Martín. Como era previsible, la situación se agravó, pues él seguía demandando el tiempo libre de Claudia a reuniones sociales, ella seguía negándose educadamente. Sin embargo, su jefe cambió de estrategia; primero, ya no la piropeaba sino que hacía comentarios sobre un supuesto sobrepeso; luego, aludía su poca capacidad para las ventas, le quitaba clientes de su cartera para dárselos a otros vendedores y trataba de inutilizarla en todo momento. Además la enfrentaba abiertamente por sus constantes rechazos para compartir fiestas con el grupo, y en especial con él. En una ocasión, Claudia se sintió tan abrumada por la situación con su jefe que decidió propiciar

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una conversación para aligerar la tensión entre ellos, pero la charla se inició con una expresión tan agresiva como “¿Eres consciente, Claudia, de que yo soy ahora el dueño de la compañía donde trabajas?”. Y terminó con: “Me encantaría saber cómo eres cuando te excitas, debes ser muy fogosa”. Ambas frases fueron dichas en el mismo tono, siempre entre risas y bromas intermitentes, lo cual dejaba en duda cuáles eran las verdaderas intenciones del jefe. Luego de esta peculiar conversación, ella evitaba estar a solas con él para evitar que llegue a mayores y que el enfrentamiento entre ambos sea irremediable. Pese a lo incómoda de la situación laboral, Claudia se enamoró de un compañero de la misma aseguradora, pero de otro grupo de trabajo; cuando Martín se enteró de la nueva relación amorosa de Claudia, su bipolaridad se agravó con ella y las cosas fueron de mal en peor. Ella mantuvo distancia absoluta y soportó estoicamente todos los desplantes inimaginables. Le quitó el saludo, la excluyó de todas las reuniones de grupo, prácticamente no le dirigía la palabra; la situación laboral se volvió insostenible en la

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oficina, los compañeros de trabajo mantenían con ella una relación cordial y amistosa cuando el jefe no los veía, caso contrario evitaban su presencia. Días antes de que termine su contrato, Martín le comunicó que no se lo renovaría, aduciendo bajo rendimiento, pese a que sus cifras de ventas estaban en azul. Los compañeros de Claudia se hicieron los de la vista gorda y prefirieron no opinar sobre el tema, tampoco se animaron a defenderla o hacer causa común ante la injusticia. Claudia, luego de enterarse de que no le renovarían el contrato, lamentó no haber tomado una decisión más drástica para enfrentar el acoso sexual del que fue víctima. Tiempo después, consiguió nuevo trabajo y afortunadamente, las cosas allí marchan bien, pero le costó tiempo recuperar su autoestima profesional. La empresa de Martín ha dejado de brindar servicios para la compañía, el cese del contrato fue unilateral por parte de la empresa aseguradora, los motivos reales se desconocen. Claudia y su novio conviven desde hace un año.

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AS REGLAS DEL JUEGO

Podríamos definir el acoso sexual como toda conducta agresiva –verbal o sica–, cuya intención es forzar un comportamiento sexual. Para hablar de acoso sexual en el espacio laboral, debe exis r una caracterís ca elemental: una relación de poder entre la víc ma y el acosador. Si no hay jerarquía u orden de superioridad no hay acoso, pues este consiste en hacer requerimientos sexuales no consen dos por la víc ma, bajo presión o amenaza de perjudicar su trabajo o sus oportunidades de empleo. Un aspecto común y reitera vo en casos de acoso sexual laboral es que los hechos son di ciles de probar, ya que están sujetos a interpretación, salvo que sean abiertamente expresos. Además, los posibles tes gos –que también son trabajadores bajo el mando del mismo jefe– temen declarar a favor de la víc ma para no perder su empleo. Las formas de acoso suelen ser asolapadas, al punto que consiguen confundir a la víc ma, haciéndola dudar de las verdaderas intenciones del superior y, en otros casos, convir éndola en responsable de errores que jamás come ó.

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Una de las principales ventajas que ene el acosador es el empo que toma la víc ma para iden ficar con claridad que está siendo acosada. Al igual que con la discriminación de género, el acosador u liza generalmente la broma para darle a conocer sus requerimientos; aunque también existen casos más dramá cos donde el acosador impunemente demuestra su poderío laboral, maltratando psicológicamente a la víc ma, y en casos extremos emplea la violencia sica. No hay formas específicas en las que pueda darse el acoso sexual, pues todo dependerá de la profesión, el ámbito en el que se produce y las personalidades de los involucrados. Lo que es seguro es que la mayoría de mujeres víc mas de acoso sexual laboral sufre un revés en su autoes ma personal y profesional, ya que luego de su nega va al requerimiento, se ejerce presión y daño psicológico, lo cual suele terminar en cuesonamientos nocivos como “¿Qué hice yo para que él pensara que estaría dispuesta a aceptar sus requerimientos?”, “¿De qué manera propicié la situación?”, “¿No merezco ser valorada profesionalmente?”, “No debo ves rme así para no provocar a los hombres”, entre otros.

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Obviamente no existe alguna excusa para validar una situación de violencia psicológica de género en el trabajo ni en ningún otro ámbito. La víc ma nunca propicia la situación, no provoca al acosador ni con sus ac tudes ni con su forma de ves r, pues la conducta del abusador no es causada por una mujer provocadora, sino más bien por sus propios demonios personales relacionados con la baja es ma, debilidad e inseguridad personal. Al no ser capaz de solucionar estos problemas ene que recurrir a su posición para validarse ante sí mismo como un ser superior y valioso, lo que le lleva a incurrir en un abuso de poder. A razón de esto, el acosador crea las condiciones de trabajo para disminuir, humillar y desvalorizar a la víc ma, para que una vez atemorizada y convencida de su vulnerabilidad, acceda a sus peciones sexuales.

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UÉ HACER SI ERES V¸CTIMA

Iden ficar una situación de acoso sexual laboral no es sencillo, pero generalmente se dan condiciones elementales como insinuaciones sexuales de manera verbal o sica, proposiciones

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o requerimientos sexuales a cambio de mantener el puesto de trabajo, tác cas de humillación y presión para quebrar la nega va y ataques a la reputación de la víc ma. Todo ello con el fin de ridiculizarla profesionalmente con comentarios que, además, dañan su salud psíquica; esto con la intención de agotar su voluntad y, finalmente, sa sfacer sus deseos. El acoso sexual es un problema que afecta a la dignidad de las mujeres trabajadoras. Ser víc ma de ello no es una situación sencilla ni agradable de sobrellevar, pues la víc ma es humillada en su condición de mujer y degradada a su mínimo valor profesional, por ello es preciso saber cómo reaccionar ante una situación de acoso sexual en el trabajo. Iden ficar el maltrato psicológico de parte del acosador es un proceso que toma empo y, generalmente, la víc ma toma conciencia de ello cuando el daño ya está hecho. Primero debes tener el valor de creer en y en la jus cia, la mayoría de las víc mas de acoso sexual laboral posponen la denuncia por el temor de no tener una versión creíble y comprobable de la situación.

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Entonces, en primera instancia, debes acudir a ins tuciones que brinden asesoría a víc mas de acoso sexual laboral para que recibas orientación y apoyo, y así puedas entender en su real magnitud la situación que estás atravesando. Después deberás buscar un abogado laboralista para que te ponga al tanto sobre la legislación que protege tus derechos laborales, él será quien te oriente en la toma de decisiones sobre las acciones legales que se deben considerar. La recopilación de pruebas es probablemente lo más complicado en todo proceso; sin embargo, es de suma importancia para demostrar obje vamente el acoso del que estás siendo víc ma. Necesitarás contar con tes gos presenciales o con otras víc mas del mismo acosador para reforzar tu versión. Otras pruebas también son relevantes, como correos electrónicos, escritos en Post-it, diálogos en WhatsApp, mensajes de voz y demás donde se exprese el requerimiento de favores sexuales o la insinuación de los mismos en un contexto de abuso de poder. Grabar en imagen y sonido una

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escena de acoso, por tu propia cuenta, también es un método eficaz. Además, debes pasar por un examen psicológico que corrobore la situación de estrés y perjuicio al que has sido some da a través de conductas nocivas y hos gamiento en tu centro laboral. Independientemente de la acción que decidas tomar, debes saber que comenzarás a sen rte insegura de misma, de tu desempeño laboral y el desánimo será una constante. Puedes llegar a sen r al bajos en tu salud sica, producto de la ansiedad y el estrés emocional que genera una situación como esta. Tomar la decisión de denunciar al acosador y/o iniciar un proceso legal es importante, porque al quedarte callada serás cómplice silenciosa de tu vic mario.

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¿Qué pasa en las calles? Acoso sexual callejero

Palabras subidas de tono, silbidos estridentes, gestos obscenos, miradas insinuantes y roces impropios describen las situaciones de acoso sexual callejero que vivimos las mujeres cada día. Las cifras son alarmantes; por ejemplo, según cifras oficiales del gobierno mexicano a la fecha (2014), solo en Ciudad de México el 65 % de mujeres ha sido víc ma de algún po de violencia en la vía pública. En Brasil la ONG Ac on Aid reveló, según encuestas, que el 44 % de mujeres habría sufrido acoso sexual en el transporte público. Mientras que hasta agosto de este año, en Bogotá fueron detenidas 129 personas por acosar a mujeres, según las cifras de la policía colombiana. Al igual que sucede con el acoso sexual laboral, las víc mas de acoso callejero generalmente optan por no denunciar, debido a ello las cifras oficiales no reflejan la verdadera situación que viven las mujeres en La noamérica cada vez que salen a la calle.

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El lugar más común donde ocurre este po de vejaciones suele ser en el transporte público, puesto que resulta mucho más fácil disimular las intenciones de los acosadores. Generalmente durante las horas pico aprovechan la mul tud para pasar desapercibidos o tener como pretexto la poca distancia de los cuerpos dentro del metro o autobús. Algunos países como Brasil y México intentan proteger a las mujeres del acoso sexual separando vagones exclusivos para mujeres. Esta es una medida que puede cambiar la forma del problema pero no el fondo. La ministra de Trabajo peruana Ana Jara –del despacho de Trabajo y Promoción– propuso, ante el incremento de denuncias de acoso callejero en la capital peruana, el uso de agujas, jeras y clavos para defenderse de los acosadores, pues el Estado aún no ene una polí ca de prevención ante este po de agresión. Probablemente estemos tan acostumbrados al acoso callejero hacia las mujeres que ni siquiera nos inmutamos al escuchar una grosería, un gesto o un tocamiento indebido.

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Dado que en muchos casos no se puede comprobar el acoso (debido a que es sorpresivo e inmediato), casi siempre la víc ma no ene capacidad de reacción y prefiere callar. Aún en nuestras sociedades (en las cuales persiste el machismo) no se desarrolla un sen miento de solidaridad ni conciencia con las víc mas de acoso sexual, laboral o callejero; sin embargo, alzar tu voz de protesta ante una situación de abuso de esta naturaleza es el único gran paso que puedes dar para frenar a los acosadores. La única gran solución ante este po de violencia sexual contra la mujer es la denuncia y la condena pública al acosador. Los acosadores (de mujeres) buscan disminuirnos, humillarnos al someternos sexual y socialmente; solo nosotras mismas tenemos el poder de no permi r que esta situación con núe. El silencio de las víc mas solo protege a los perver dos.

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No deseo que las mujeres tengan más poder que los hombres, sino que tengan más poder sobre sí mismas – Mary Shelley – Escritora y filósofa británica



CapĂ­tulo

4 Empoderamiento femenino




Empoderamiento

Luego de leer los tres primeros capítulos de este libro, probablemente las lectoras estén indignadas de solo recordar alguna mala experiencia relacionada con los temas que se han tocado; sin embargo, considero que el hecho de ser mujeres y de enfrentarnos a aspectos sociales tan rígidos, constantes e injustos contra nuestra esencia femenina, nos debería transformar en seres más fuertes, resistentes y poderosos. Es un hecho palpable que el sistema social ha sido diseñado para que funcione a conveniencia de los varones, en los ámbitos de la religión, la polí ca y la economía. Esto no es algo muy di cil de aceptar; si no fuese así la discriminación y la violencia de género no serían temas primordiales y perentorios para organizaciones como la ONU (Organización de Naciones Unidas) o la OIT (Organización Internacional del Trabajo), ya que esto genera un mundo desigual y convierte a las mujeres en una población vulnerable y abusada. Sin embargo, existe la posibilidad de transformar esta

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situación y conver rla en un ac vo para la población femenina. La posibilidad de cambio radica en el empoderamiento femenino. Al escuchar una frase tan potente, la primera idea que se nos cruza por la cabeza es la de una mujer ataviada de un vesdo de látex negro, lá go en mano, some endo a un hombre; pero el empoderamiento femenino es un concepto mucho más profundo y nos lleva más allá del some miento del sexo opuesto. Por el contrario, nos conduce a la verdadera y ansiada igualdad de género. Deberíamos empezar por entender el concepto de empoderamiento. El término no se encuentra en el diccionario de la Real Academia Española (RAE), por ser importado del inglés empowerment. Entonces, podemos decir que ene que ver con tomar el poder o el control de algo. Significa otorgar, hacerse dueño, conferir poder y fuerza. Mientras algunos teóricos en enden el empoderamiento como un producto, otros lo califican como un proceso; incluso hay quienes dicen que es un instrumento o simplemente un enfoque, pero

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el empoderamiento llevado al campo filosófico de la existencia del ser humano viene a ser ‘la libertad de elección y acción del individuo’. Cuando un individuo profesa su libertad de acción ene, por consecuencia, mayor control sobre su vida. Así, en pleno uso del empoderamiento de sí mismos, sus recursos y capacidades se logran extender de manera ilimitada en todos los aspectos. El empoderamiento existe en el nivel organizacional, polí co, económico, sociológico e individual, que es justamente el nivel que nos interesa profundizar.

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Antecedentes del poder

Mientras las mujeres crecemos –en el sen do biológico, de niñas a adultas– nos narran cuentos. No solo son historias para hacernos dormir, son fábulas sociales diseñadas con el único fin de moldear nuestra conducta. A través de ellas nos crean falsas e imposibles expecta vas de vida; luego, cuando no podemos alcanzarlas, nos generan un desánimo colec vo y una eterna sensación de insa sfacción de género. Nos insertan un chip para programarnos a buscar la ‘perfección’. Si no somos ‘perfectas’, no somos mujeres valiosas. Debemos ser admirables sicamente, maravillosas hijas, novias, esposas, madres, nueras, abuelas. Mejores amigas y perfectos miembros honorables de la sociedad. Adecuadamente sufridas, abnegadas, sacrificadas, sumisas, obedientes y, además, mujeres entregadas a propiciar la felicidad de nuestros seres amados. Menuda responsabilidad.

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Debemos ser como las princesas de los cuentos; es decir, delgadas, bellas, dis nguidas, glamurosas, serenas, refinadas, sosegadas. Con las medidas esté cas de concurso, el peinado perfecto, la ac tud equilibrada y ningún aspecto hormonal exacerbado. Nos enseñan que cuando seamos aceptadas socialmente por nuestra perfección, recién seremos mujeres plenas, sa sfechas y realizadas. Entonces, las mujeres crecemos con un hábito eterno de ‘ser’ y no de ‘hacer’. Todo en nuestra vida está dedicado a otros; es decir, para sa sfacer a los padres, al novio, al esposo, a los hijos, al jefe, a la sociedad, pero nunca para sa sfacernos a nosotras mismas. Y como no podemos ser todo lo que la sociedad demanda de nosotras, desarrollamos la costumbre de resaltar nuestros desperfectos. Al verbalizar nuestros defectos –para ser perfectamente humildes– nos vamos disminuyendo ante nosotras mismas. Al rechazar los conceptos de insufrible entrega y búsqueda de perfección, surgirá el empoderamiento femenino.

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Poderosamente mujeres

El empoderamiento femenino es el proceso ínmo que ha de realizar cada mujer para alcanzar el control de su vida. Es la toma del poder en todos los aspectos integrales como ser humano (emocional, mental, sico y espiritual), para equilibrar su proceder en la vida, lo cual las llevará a completar su autonomía y realización personal, tomando como base sus valores femeninos. Es el poder de responsabilizarse conscientemente de su vida, sus actos, sus errores y aciertos. Es el absoluto poder de amarse como ser humano, independientemente, de no ser perfecta, es el poder de entender la condición femenina sin cues onamientos. Este proceso de empoderamiento empieza cuando tomas conciencia de que tu vida te pertenece, y se inicia un proceso de reconocimiento, es mación y aceptación de misma. Es una revalorización de nuestra autonomía individual, de

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nuestra iden dad como personas; esto se basa en el sen do de individualidad. Consiste en sincerarnos –con nosotras mismas y los demás– sobre quiénes somos realmente, qué queremos y qué no queremos en nuestra vida. Es una situación bastante simple en teoría, pero muy complicada para ponerla en prác ca, dada la presión social que existe sobre las mujeres. El empoderamiento femenino es el gran acto responsable que cada mujer decide para su vida, para luego aplicar el cambio en la conciencia de otras mujeres. Cuando una mujer cambia el tedioso hábito de ‘ser’ por el de ‘hacer’, el proceso de empoderamiento comienza y el cambio se manifiesta en el hecho de aceptarse, quererse, respetarse y desarrollarse en todos los espacios de nuestra feminidad.

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Ámbitos del empoderamiento femenino

Existen tres ámbitos de vital importancia en los que las mujeres debemos trabajar necesariamente debido a que están relacionados entre sí: el individual, las relaciones humanas y el ámbito social.

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NDIVIDUAL

Magaly Magaly es casada, tiene dos hijos y una ascendente carrera como agente de bienes raíces, los dos aspectos de su vida, personal y profesional, funcionan bien a pesar de las responsabilidades que ambos exigen. Al comienzo de este año la agencia de Magaly dio el gran paso; más allá de comisionar por ventas o alquileres de inmuebles, tomó el riesgo de comprar casas antiguas, arreglarlas y venderlas nuevamente pero con una ganancia de hasta el 200 %, dependiendo de la inversión. Los negocios para Magaly se han incrementado y las responsabilidades también, ahora ella

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tiene que viajar al interior del país para evaluar las posibilidades de compra, los riesgos y todo lo que conlleva la nueva carga del negocio. En el matrimonio de Magaly las cosas marchan bien, pero este año también tocó tomar decisiones personales. Su esposo debía viajar para realizar una especialización profesional, ella tuvo que decidir si mudarse con toda la familia y dejar su trabajo, o tomar la responsabilidad de continuar el año escolar de sus hijos y proseguir con sus asuntos profesionales de los bienes raíces. Ambos decidieron que lo mejor para todos era seguir sus vidas de acuerdo a lo planificado, mientras él hacía la especialización fuera del país. Los niños no perderían el año escolar, Magaly supervisaría los proyectos de la agencia y continuaría la vida familiar hasta que su esposo regrese. Él encontraría los tiempos para visitarlos y todos sacrificarían algunos aspectos para luego disfrutar los logros que la especialización profesional del marido traería como retribución a los esfuerzos de la familia, por ejemplo: tener una mejor posición económica y profesional, y más oportunidades a futuro.

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El empoderamiento en el ámbito individual significa confiar en sí misma, tener un elevado concepto de nuestras capacidades y la autoes ma saludable. Sen rnos capaces de poder luchar con el quehacer diario sin que nadie se haga cargo de nuestras obligaciones, responsabilizarnos de nosotras en todos los aspectos: emocional, económico y moral. Sabernos capaces de poder tomar decisiones personales para nuestro bienestar, sin necesidad de sacrificar algún aspecto de nuestra vida. El empoderamiento individual significa asumirse con absoluta confianza a sí misma.

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N LAS RELACIONES HUMANAS

Edith Para celebrar el cumpleaños de Julia, la jefa

de Edith, el departamento a cargo organizó un almuerzo fuera de la empresa. Todo el grupo estaba sumamente agradecido con Julia por diversas razones, pero en especial porque ese año hubo reducción de personal y ella peleó por mantener a todos en sus puestos convirtiéndolos –gracias a su motivación– en piezas fundamentales para la empresa.

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Los treinta y cinco empleados a su cargo, entre hombres y mujeres, se reunieron para acordar los términos de la celebración. Habían cotizado la recepción en un restaurante con espectáculo, que incluía una ronda de cóctel para todos, el almuerzo (de tres platos) y bebidas no alcohólicas para los invitados (cuarenta en total) por un precio justo, el cual dividieron en partes iguales para costear el agasajo. Cuando reunieron el dinero surgió una inquietud entre todos, no habían considerado tragos extras, además del brindis, dentro del presupuesto. En ese momento a una de las empleadas más antiguas del grupo se le ocurrió endosarles el gasto adicional a los caballeros del grupo, aduciendo que era de ‘buena educación’ que sean los varones quienes paguen el licor para todos. La mayoría de los caballeros presentes aceptaron con su silencio la propuesta, las damas daban por descontado que sería la manera correcta de hacer la repartición de costos, pero Edith intervino en el acuerdo. Edith –conocedora de la excesiva debilidad por la cerveza de alguna de sus compañeras con las que alguna vez había salido a un karaoke–

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buscó una solución salomónica: cada uno debería hacerse cargo de los tragos que tomó en la reunión, pues no era correcto transferir el pago de las bebidas a los varones del grupo para que las mujeres consuman sus tragos gratis durante toda la velada, aduciendo un acto de caballerosidad. Alguna quiso salirse con la suya con la idea del happy hour, pero al final prevaleció la idea de Edith.

La influencia de Edith en el grupo y en la forma de relacionarse con sus compañeros de trabajo es un ejemplo del empoderamiento aplicado a las relaciones humanas. La capacidad para influir en la naturaleza de la relación, validarnos mediante la autoridad, pero no por la jerarquía sino por los principios. Este es el verdadero poder para relacionarnos aser vamente con nuestro entorno.

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OCIAL

Marita Marita es dirigente vecinal de un barrio mar-

ginal en la periferia de la ciudad, se encarga de organizar a las mujeres de la zona con el único fin de unir recursos económicos y preparar una ‘olla común’, para luego vender los platos de comida que estén al alcance de la gente de bajos recursos. Su labor la inició hace varios años atrás, cuando llegó a tomar un terreno abandonado en la zona. Sin trabajo, madre soltera y sin la posibilidad de laborar fuera de casa (si abandonaba la invasión del terreno lo perdía) tuvo la iniciativa de organizar a otras mujeres en las mismas condiciones que ella para sacar adelante a sus familias. Con el pasar del tiempo y pese a la poca ayuda social recibida, esta idea de hacer la ‘olla común’ ha ayudado a emplear a muchas mujeres de la zona. Si bien la ganancia es poca, el hecho es que pueden alimentar a sus familias. Con algunas donaciones que Marita consiguió de las empresas privadas, el grupo de mujeres fue implementando un comedor en el local que les cedió el gobierno de su municipio. En la actualidad,

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dicho comedor alimenta a más de cien familias y lo más importante es que la idea de Marita ha sido imitada en zonas donde se vive una situación semejante. Tal ha sido el impacto social de la iniciativa que hasta la televisión local ha llegado a la zona para hacer un reportaje sobre las ‘ollas comunes’ y la singular manera de hacerle frente a la falta de recursos. Marita es madre soltera de tres hijos varones, quienes van a la escuela por la mañana y, por la tarde (luego de hacer los deberes) le ayudan con la limpieza del local donde funciona el comedor. Su compromiso, más allá de la manutención de sus tres hijos, es con la comunidad. Pese a que Marita ha rechazado la oportunidad de tener algún cargo político, por elección popular, no ha dejado de intervenir políticamente para lograr sus fines sociales. En más de una ocasión ha participado como dirigente vecinal en reuniones con legisladores para presentar proyectos de ley en favor de madres solteras como ella, para prevenir el pandillaje juvenil o endurecer las penas contra los violadores de mujeres; y también para exigir mayor presencia del Estado en la zona

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a través de escuelas, centros de salud y lugares de esparcimiento. Independientemente de los logros, se ha empoderado socialmente.

Como hemos podido ver en los tres ejemplos anteriores, el empoderamiento femenino no depende del estatus social o económico, tampoco ene que ver con el grado profesional o el estado civil de las mujeres. Tiene que ver con el control de nuestras vidas, la toma de decisiones, la autoridad y el poder individual que ejercemos sobre nosotras mismas en cualquier ámbito. Está relacionado ín mamente con la independencia económica, emocional y social con la que vivamos, con el compromiso personal adquirido, con la autonomía psicológica y con el propósito de buscar la sa sfacción en todo nivel. Las mujeres empoderadas dejamos de ser individuos pasivos para ser sujetos ac vos de desarrollo.

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L EMPODERAMIENTO FEMENINO Y LA SOCIEDAD

La autora del libro Mujer empoderada2, Elvira Sánchez Muliterno, define el empoderamiento femenino así en su texto: Una mujer empoderada es aquella que ha realizado el proceso de conocerse, de romper sus barreras internas y de reconexión con en su verdadera esencia. Dando lugar este proceso a una mujer que se conoce, que vive desde su auten cidad, sin copiar los modelos de poder establecidos y que vive su feminidad sin estereo parla. En defini va, una Mujer Empoderada es aquella que accede a su poder basándose en su verdadera esencia.

Con el empoderamiento femenino las mujeres nos conver mos en entes de cambio, de desarrollo y de influencia social. Con la independencia personal lograda eliminaremos la desigualdad de género, pues con nuestras acciones privadas y/o públicas obligaremos a modificar las estructuras sociales que propician la subordinación femenina. Una mujer empoderada es aquella que ene valor por sí misma, ene la potestad de elegir quién 2

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SÁNCHEZ MULITERNO, Elvira. Mujer empoderada: Nuevas claves para expresar el autén co poder de tu feminidad. Madrid: Lo que no existe, 2012.


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quiere ser, toma sus propias decisiones y admite sus debilidades. Conoce sus fortalezas y no duda en u lizarlas para lograr sus metas; posee gran confianza en sí misma y en sus capacidades. Una mujer empoderada no busca el poder para someter a un hombre ni para ser superior a él, una mujer empoderada solo posee el control absoluto de su vida, es la versión mejorada de sí misma. Es una mujer emprendedora, cuya mejor empresa es vivir su vida plenamente, en absoluta libertad y con el control de sus decisiones. Una mujer empoderada le conviene a su comunidad, a su país, al sistema democrá co. Les conviene a sus hijos, a su esposo. Les conviene a los hombres. Una mujer empoderada es el ac vo más valioso para la sociedad, porque representa la juscia, el beneficio, la igualdad y el desarrollo.

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Empoderar a las mujeres es empoderar a toda la comunidad – Michelle Bachelet – Presidenta de Chile



CapĂ­tulo

5 La maternidad y la sociedad




Maternidad, la verdadera revolución

Siempre

he creído que la verdadera razón por la que los hombres nos miran con tanta desconfianza (desde el punto de vista social) es por nuestro don de la maternidad. Aquel regalo divino de crear, albergar y mantener la vida dentro de nuestro cuerpo por nueve meses les causa un sen miento de inferioridad. Sin ellos, nosotras estaríamos incompletas para llevar a cabo nuestra maternidad, pero no les basta para sen r igualdad o relevancia en el proceso de la procreación. Pese a que la maternidad es un milagro maravilloso de la naturaleza, la sociedad cada día desanima a más mujeres a conver rse en madres. La razón es porque consideran a la maternidad como una traba para el desarrollo social y personal de la mujer. A cada momento te hacen saber que converrte en madre te desarraiga del mercado laboral, te agota, consume y limita; te impide realizar tu

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vida profesional. Además, afirman que transformará tu relación de pareja en un desastre y te pospone como mujer en todo sen do. La sociedad moderna ha deshumanizado la maternidad para conver rla en un supuesto lastre en la vida de las mujeres. Cuando una mujer decide ser madre su vida se de ene, pero no porque debe suspenderse, sino porque sus prioridades cambian y debe replantearse el hecho de afrontar la inmensa responsabilidad de cuidar de otro ser humano totalmente indefenso. La maternidad nos empodera porque nos otorga las armas para pelear una nueva revolución. La naturaleza en cada vida nueva que llega a través de nosotras, nos otorga el poder de formar en ella una visión diferente a la de los adultos. Desde la crianza de nuestros hijos podemos hacer una revolución social para establecer nuevos paradigmas basados en la igualdad y el respeto, para erradicar falsas creencias, como la inferioridad de género.

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Nuestra maternidad es una revuelta pacífica y silenciosa que debemos librar las mujeres desde nuestros hogares, con armas como el respeto, el amor y los valores. Así cambiaremos los modelos actuales, construiremos para la nueva generación espacios más equita vos y lograremos cambios en el pensamiento social.

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Cuando decides ser madre

Ser madre es una experiencia indescrip ble, solo quienes la han vivido en carne propia pueden entender su magnitud. Luego del embarazo y la lactancia muchas mujeres deciden postergar –con toda razón y jus cia– su carrera profesional, en busca de lo mejor para el nuevo integrante de este mundo.

Jessica Este es el caso de Jessica, gerente de marke-

ting de una empresa de electricidad que opera en 180 países. Cuando salió embarazada, luego de conseguir un reemplazo, decidió renunciar para dedicarle toda su atención a la bebé. Aprovechando el año sabático profesional, ella y su esposo decidieron darle un hermanito a la pequeña Daniela. Luego de que su último hijo cumpliera un año, ella decidiría reincorporarse al mercado laboral con rapidez.

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Antes de que Danielita cumpliera un año, Jessica logró embarazarse y tuvo a Joaquín, quien nació con problemas respiratorios, los cuales obligaron a Jessica a tomarse más tiempo del planificado inicialmente. Luego de cuatro años dedicados a sus dos hijos, Jessica decidió volver a trabajar. Su experiencia profesional la hacía una fuerte candidata para ocupar una gerencia de marketing, jefatura de producto o un cargo similar en alguna empresa; sin embargo, sus expectativas fueron muy altas respecto a lo que sucedió. Hay que advertir que durante esos cuatro años, Jessica hizo un diplomado online para mantener actualizados sus conocimientos; esto, más su excelente currículo y recomendaciones, la hacía una profesional apta para ocupar el puesto que ella deseaba. Cada vez que se entrevistaba para un nuevo trabajo todos preguntaban por el tiempo que había dejado de ejercer. Jessica al comienzo respondía con absoluta confianza que tomó cuatro años de su vida para dedicarse a ser madre, e iba narrando la historia del nacimiento de sus hijos y los problemas

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bronquiales ya controlados en el pequeño Joaquín. Sin embargo, luego de dar las explicaciones, la oportunidad se cerraba. Cuando los posibles empleadores veían que su amor de madre afloraba al hablar de sus hijos, en lugar de tomarlo como una cualidad lo interpretaban como un defecto y declinaban la decisión de contratarla. Tardó casi un año en reinsertarse en una compañía y lo hizo en un puesto de supervisora, muy por debajo de la jerarquía que había tenido en su último empleo.

Conver rse en madre es un inconveniente para la igualdad de oportunidades profesionales, el mundo laboral cas ga a una mujer que decide postergarse profesionalmente durante un empo para dedicarse a la maternidad, como en el caso de Jessica. Los empleadores prefieren contratar a mujeres jóvenes y solteras, no a madres de familia, debido a la falsa creencia de que estas úl mas son menos eficientes en comparación con las solteras. La sociedad nos cas ga, discrimina, segrega y prejuzga por cumplir con el rol de la maternidad. 98


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Para Jessica no fue cosa sencilla reinsertarse en el mundo laboral, pese a todo logró conciliar su rol materno con el profesional, pero tuvo muchos problemas con los horarios de trabajo. Por ejemplo, al ser supervisora de ventas y no gerente, Jessica tenía un horario laboral establecido tanto para llegar a la oficina como para salir, pero encontraba dificultades porque su jefe programaba diligencias fuera del horario. Reuniones después de las seis de la tarde (hora de salida), comidas y otras ac vidades que Jessica debía cumplir para mantener su puesto. Entonces entró en una constante preocupación al cues onarse sobre el hecho de que su rol de profesional intervenía en el empo que les debía dedicar a sus hijos. Jessica pidió a su jefe consideración con el horario pactado, esa ac tud fue interpretada como falta de espíritu de colaboración y fue relegada en su accionar. Al cabo de unos meses renunció para crear su propia agencia de promoción y medios. Su intención era seguir aportando económicamente en el presupuesto familiar y, por supuesto, dedicarle empo a la crianza de sus hijos.

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Ser madre y ser una mujer trabajadora serán roles compa bles siempre y cuando la sociedad nos ayude a que ambos sintonicen. La idea de la maternidad consagrada con una mujer relegada a la cocina y consumida en el cuidado de sus hijos es una imagen equivocada. Una mujer moderna puede ser tan buena madre como las de antes y una excelente profesional. Este año Hirukide, Federación de Asociaciones de Familias Numerosas de Euskadi (España), a propósito de celebrar el día de las madres en España, presentó un video tulado Ser madre es un plus3, en el cual grafican lo severo que es el mundo laboral para las mujeres que son madres, pero además hacen una acertada analogía de las bondades que ene la maternidad en la madurez profesional y personal, realizando así un llamado de conciencia a los empleadores que catalogan a las mujeres madres como trabajadoras de segundo orden, más por un estereo po que por una realidad. En el material audiovisual de Hirukide se plantea una semejanza entre lo que aprende una mujer 3

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Puede ver el video en la siguiente dirección web: h ps://www.youtube. com/watch?v=zqSISPX4PEE


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durante la maternidad y las caracterís cas que debe tener un excelente trabajador. Por ejemplo, para contratar a una mujer, independientemente de la formación profesional, se buscan algunas capacidades personales como asumir riesgos, dotes de esfuerzo y sacrificio, organización de recursos, proac vidad, mo vación personal y de grupo; además, capacidad de ges ón e inteligencia emocional y liderazgo. Ser madre no está ni reconocido ni valorado en nuestra sociedad, puesto que se asume como un valor intrínseco al cual una mujer des na su existencia. Sin embargo, debemos entender que la maternidad es una decisión personal. Si tú has decidido ser madre, pues disfruta al máximo ese milagro de la naturaleza, no permitas que la sociedad ningunee tu potencial ni que te obligue a ser una madre disminuida, desvalorizada frente a misma y a los tuyos. Tampoco te sientas culpable de tu éxito si eres, en simultáneo, una madre y una mujer exitosa en el ámbito profesional.

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Cuando decides ser madre soltera

Natalia Natalia se sorprendió al mirar el resultado de

su examen de embarazo, decía en letras mayúsculas: POSITIVO. Tenía apenas veinticinco años y estaba haciendo el internado de psicología para graduarse. El padre del bebé era un compañero de la universidad con quien había salido durante los últimos dos años. Apenas recibió la noticia del laboratorio citó a David en la cafetería de la universidad para darle la noticia. Este rechazó la idea de tener un hijo y aseguró que tenía un conocido médico que podía ‘evitar’ ese nacimiento. Natalia se opuso radicalmente ante la idea de provocarse un aborto y no pudieron conversar con tranquilidad. Ella afrontó su maternidad sola (con el apoyo de sus padres) y David se dio por desentendido cuando nació su hijo.

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A pesar de lo difícil de la situación, con el transcurrir del tiempo las cosas para Natalia se fueron acomodando, pues con el crecimiento del bebé, su graduación y un nuevo empleo ella iba logrando sacar adelante a su hijo, asumiendo un doble rol: el de madre y padre. Natalia logró por la vía legal el reconocimiento de la paternidad de David y una pensión por alimentos, pero jamás pudo obligar el cariño ni la asistencia moral para su hijo.

Así como Natalia, muchas mujeres toman la decisión de ser madres solteras, independientemente de las circunstancias de sus embarazos, ellas enfrentan un gran desa o al asumir la crianza de sus hijos y la conducción de una familia sin el apoyo de una pareja o esposo. El reto de alimentar, proteger, formar, educar y amar a un hijo en solitario nunca ha sido ni será tarea fácil para una mujer; más aún en una sociedad que agravia, prejuzga y señala a las madres solteras como mujeres liber nas e irresponsables.

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Las madres solteras además de tener responsabilidades económicas, morales, y sociales también enen que afrontar la discriminación propia y la de sus hijos cuando estos empiezan a crecer. Por ejemplo, hay muchos colegios católicos que no permiten el ingreso de niños de madres solteras; además, ellas deben también luchar contra mitos que las desfavorecen, como el que asegura que el hijo de una madre soltera tendrá una mala conducta en la adolescencia, o aquel que las señala como madres asfixiantes y sobreprotectoras. Para muchos una madre soltera nunca será suficientemente buena madre para la crianza de un hijo. Sin embargo, ellas son mujeres decididas, quienes han aceptado un doble compromiso al enfrentar un embarazo y formar a un hijo solas. Cada madre soltera afronta doble tarea domés ca, además de las responsabilidades laborales, ya que están en desventaja con las madres que trabajan pero que comparten la carga domés ca con el padre. Dado el aumento de hogares monoparentales, cada día se les va otorgando el valor real a cada

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mujer que asume, por dis ntas causas (divorcio, viudez, abandono), la responsabilidad de ser madre y padre. Doble reconocimiento para las madres solteras que trabajan, se esfuerzan y aman por par da doble a sus hijos.

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Cuando decides NO ser madre

Rosa Rosa tiene 38 años, es periodista y ha decidido no ser madre. Siempre fue muy independiente y a razón de su carrera no ha logrado una situación estable en sus relaciones románticas. Cuando bordeaba los treinta salió embarazada pero lamentablemente perdió al bebé. No volvió a intentarlo y, por el contrario, cada día ve más lejana la posibilidad de concretar su maternidad. El primer hijo, el cual perdió, fue concebido para satisfacer las demandas familiares y sociales, pero la oportunidad no se dio. La pérdida de aquella criatura fue un duro episodio para ella, pero llegada la madurez decidió no ser madre porque en realidad nunca lo quiso. El principal argumento de Rosa es que su vida le gusta tal como está. Asegura que no siente la falta de hijos y considera una tontería la idea de tener un bebé para sentirse realizada. ‘‘Traer un hijo al mundo sin la verdadera convicción de querer dedicarle tu

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tiempo por amor es una irresponsabilidad’’, sentencia Rosa. Reconoce que no ha sido fácil explicar ni defender su postura frente a la maternidad, en más de una ocasión ha tenido que enfrentar rumores sobre su sexualidad por el hecho de no ser madre y no tener pareja. Asegura que cuando en la revista donde trabaja circuló entre sus compañeros el rumor de que era lesbiana, en primera instancia sintió rabia, pero luego entendió la naturaleza del comentario. Rosa dedujo que el hecho de no ser madre por decisión propia no cabía en algunas mentes cerradas, que conciben la maternidad como el único camino a la realización personal de las mujeres. La presión social existe sobre quienes valientemente deciden llevar la contraria, pues para muchos una mujer sin hijos no tiene un lugar social validado. Es considerada un ser egoísta, ególatra y digna de lástima por su poca capacidad de amar. Son las propias congéneres quienes cuestionan severamente a las mujeres que deciden no ser madres. Es que resulta difícil desterrar el mito

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que sostiene la idea de que toda mujer tiene el instinto maternal intrínseco en su ser; y digo equivocado porque lo único realmente objetivo es que la naturaleza nos dio un aparato reproductor (que a veces funciona y otras no), pero el instinto maternal es algo personal y va de la mano de los intereses personales de cada una mujer. Rosa dice que cada vez que es confrontada sobre las razones de su no maternidad, ella escucha las razones de otros sobre tener hijos, como el deseo personal de ser padre o madre, y considera que eso sí es egoísmo, ya que tener un hijo es una decisión para toda la vida, en la que se involucra el compromiso de amar y cuidar a alguien.

Cada día hay más mujeres que postergan su maternidad por diversas razones personales y/o profesionales, más allá del egoísmo. Si tú has decidido no ser madre, pues disfruta al máximo de tu vida y tus empos, no permitas que la sociedad ningunee tu potencial y te obligue a ser una mujer disminuida, desvalorizada por no encajar en el molde. La decisión de no ser madre es tan válida como elegir serlo.

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La maternidad no se trata de llevar nueve meses y dar a luz seres sanos de cuerpo, sino darlos a luz espiritualmente. Es decir, no de vivir junto a ellos, con ellos, sino ante ellos. Creo más que todo en la fuerza del ejemplo – Victoria Ocampo – Escritora argenƟna


CapĂ­tulo

6 Mujeres jefe Mujeres alfa




Mujeres jefe

Las mujeres fuertes y directas son percibidas como autoritarias, problemá cas, agresivas y suelen ser incomprendidas; a diferencia de los varones, quienes son considerados líderes y hombres de carácter, con capacidad para llevar las riendas de cualquier empresa. A pesar del camino recorrido por las mujeres en busca de la igualdad de oportunidades laborales, aún queda un largo trecho por recorrer. Por ejemplo, si una mujer defiende enérgicamente su opinión ante un grupo de compañeros de trabajo, inmediatamente es percibida como mandona y conflic va; no ocurre lo mismo si se trata de un varón que defiende sus argumentos con apasionamiento, pues este será percibido como alguien seguro, inteligente y visionario.

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Mirtha Mirtha, directora creativa de publicidad, li-

dera un equipo de publicistas en una importante agencia de la ciudad. Durante los dos primeros años de trabajo se compenetró de maravilla con el equipo, pero cuando fue ascendida como jefe de grupo las cosas cambiaron. Dos de sus antiguos compañeros sintieron que el ascenso no era justo y empezaron a marcar su distancia con ella. Cada vez que Mirtha exponía frente a los clientes, estos dos compañeros trataban de hacerla trastabillar y poner en evidencia cualquier posible defecto de la campaña. Como no pudieron dañar su lado profesional atacaron su parte más vulnerable: su feminidad. Corrieron el rumor que desde su ascenso se volvió autoritaria, impositiva y controladora con el personal bajo su mando. Fueron hasta la oficina del gerente para quejarse del carácter conflictivo y pidieron que se les cambie de grupo. Los problemas se hicieron más frecuentes, el ambiente relajado que debe

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dar paso a grandes ideas creativas se volvió tenso y todos estaban a la defensiva. La capacidad de liderazgo de Mirtha fue entendida como una actitud agresiva y su don para guiar al grupo, como arbitrariedad.

Mujeres alfa

El concepto de ‘mujer alfa’ nació en Estados Unidos para iden ficar a un segmento de la población femenina, quienes se caracterizaban por ser independientes, dirigentes y jefas en sus hogares y trabajos. Mujeres ac vas, exitosas, independientes y seguras de sí mismas. El término ‘alfa’ simboliza el principio de todo por ser la primera letra del alfabeto griego. En el mundo animal se le llama alfa al jefe de la manada, que puede ser macho o hembra, sin dis nción; es quien lidera al grupo por ser el o la más fuerte, por

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MUJERES EMPODERADAS

poseer mejores habilidades para la supervivencia y por su valen a. Si llevamos dicho concepto al mundo femenino, ene el mismo valor y significado: se u lizará para designar a la mujer con capacidad de liderazgo. Las mujeres alfa, por su innata condición de líderes, siempre serán consideradas mujeres extrañas debido a los roles pasivos autoasignados y a los estereo pos sociales. Una mujer alfa puede parecer alguien dominante por su par cularidad; sin embargo, es alguien con mentalidad flexible, capaz de permi r la paridad de roles domés cos con su esposo, de dividir las responsabilidades económicas del hogar, dedicar empo a su familia y ser tan sensible como cualquier otra mujer. A pesar de ser vista como una persona arbitraria, es justa y solidaria, convencida de la igualdad de oportunidades y obligaciones. El empoderamiento femenino ha contribuido a liberar las condiciones alfa de muchas mujeres pues les ha otorgado el control de sus vidas; por ende, de sus capacidades. Este fortalecimiento

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de sus condiciones personales y profesionales ha facilitado que la mujer pueda avanzar en ámbitos laborales, que op mice sus recursos; además, le ha permi do capacitarse ilimitadamente en el ámbito profesional, convir éndola en un elemento de alta compe vidad laboral. El acceso a la educación superior, los logros legisla vos y la creación de polí cas públicas a favor de las mujeres han ayudado a la transformación del enfoque ac vo y par cipa vo de las mujeres en la sociedad, permi endo ver a más mujeres alfa en acción.

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Características de una mujer alfa

ŸI

NDEPENDENCIA

La mujer alfa es independiente sobre todas las cosas, puede cuidar de sí misma, su familia, su trabajo, pero también necesita de un hombre para compar r la vida. Tiene responsabilidades económicas y personales compar das con la familia, ella disfruta de tener una posición con poderío económico, pues ello le permite refrendar su independencia.

ŸS

EGURIDAD

Tener seguridad en sí misma es la caracterís ca fundamental y determinante de una mujer alfa. Debe amarse con defectos y virtudes, con fortalezas y debilidades. Una mujer alfa se siente segura de sus capacidades, es decidida y determinada en todos los espacios de su vida. Nunca se conformará con menos de lo que ella está segura de merecer, desde una pareja idónea para su es lo de vida hasta sus logros profesionales.

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ŸA

MBICIŁN

Para una mujer alfa el cielo es el límite, lucha por sus sueños y obje vos enérgicamente. Ella buscará el camino para alcanzar sus metas, llevará al máximo sus capacidades y fortalezas para llegar a la cima de su profesión. Una alfa es una mujer absolutamente dueña de su des no.

ŸA

SERTIVIDAD

Una persona con aser vidad logra establecer un vínculo comunica vo posi vo con su entorno. Por tanto, puede comunicar sus pensamientos e intenciones y defender sus intereses sin agredir a su interlocutor ni quedar some da a una voluntad ajena a la suya. Una mujer alfa es aser va porque destaca su influencia y ejerce el control sobre su entorno, pero sin llegar a ser agresiva. Es fuerte, decidida y sabe expresar lo que necesita o desea de la manera correcta. Ubicándose en el punto medio entre la pasividad y la agresividad. La aser vidad ene que ver con factores emocionales, las mujeres con buena autoes ma enen una mayor facilidad para comunicarse aser vamente.

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ŸG

RAN ATRACTIVO

Una mujer para ser atrac va no ene que tener las medidas de una reina de belleza. El atrac vo de las alfa radica en su ac tud, en su seguridad en sí mismas y su autoes ma. Las mujeres alfa no se sienten disminuidas frente a nadie, pues conocen su valor real más allá de la belleza exterior. Una mujer alfa camina, juega y mueve su cuerpo adueñándose del espacio, no para provocar sino porque ene la libertad de mostrar toda la magnitud de su feminidad. Una alfa antes de querer agradar a otros, se preocupa por agradarse a sí misma, aceptarse y quererse. Es dueña de sí y se siente cómoda en su piel, es por eso que resulta tan atrac va.

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El hombre idóneo para una mujer alfa

En la actualidad más mujeres aceptan con naturalidad que enen una personalidad fuerte, asumen su carisma como un atrac vo y disfrutan de su confianza en sí mismas. Tienen opiniones claras, no se in midan y sus decisiones son determinantes. Estos atributos estaban permi dos socialmente para los hombres, pero con la lucha por la igualdad de oportunidades más mujeres han desarrollado sus rasgos alfa, y esto les complica la búsqueda del amor; por esto, la mayoría de mujeres alfa son solteras o divorciadas. Los hombres no saben cómo convivir con mujeres líderes, compe vas, independientes (económica y emocionalmente hablando) y luchadoras netas, pues ellos enen la creencia de que esos roles o comportamientos están determinados exclusivamente para el sexo masculino. Las perciben como rivales, como una amenaza y no como compañeras, ya que ambos desempeñan el mismo rol en la relación. La compa bilidad en las relaciones

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amorosas es el punto más complicado en la vida de una mujer alfa. Algunos dicen que las mujeres alfa no pueden tener éxito en la profesión sin sacrificar el aspecto personal, pero para poder triunfar en ambos aspectos deben encontrar el equilibrio. En cualquier relación –cual fuese su naturaleza– el secreto del éxito está en la compa bilidad de caracteres. Una mujer alfa no puede comparr el liderazgo de la relación porque es altamente compe va en todo aspecto; sucede exactamente lo mismo con un hombre alfa. La terapeuta y escritora norteamericana Sonya Rhodes, en su libro The Alpha Woman Meets Her Match (Las mujeres alfa pueden encontrar pareja), asegura que se cae en un error al buscar una pareja igual de ambiciosa; más bien recomienda a las mujeres alfa elegir a un hombre con pensamiento flexible, que sea capaz de apoyar y respetar a su mujer, un varón que no se sienta amenazado frente al ímpetu de una alfa. A este po de hombres los denomina «hombres beta» porque poseen suficiente seguridad para no sen rse disminuidos ante el éxito de su mujer.

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La personalidad de la mujer alfa es vehemente, determinada y de éxito, puede amilanar a los hombres que crecieron acostumbrados a pensar que debían tener más logros que ellas y que interpretan equivocadamente el éxito de su pareja como un fracaso personal. Es natural que sea uno de los miembros de la pareja quien lleve la autoridad de la relación, pero si ambos poseen el mismo po de personalidad las diferencias serán irremediables. Los hombres beta también son estereo pados por la sociedad como débiles o ‘pisados’, y las mujeres alfa serán también cues onadas por enamorarse de hombres que probablemente ganen igual o menos que ellas. En realidad, los hombres beta son hombres sólidos, seguros de sí mismos y con capacidad de desarrollarse en cualquier ámbito. En lugar de renunciar a tus caracterís cas de mujer alfa, lo ideal es buscar un hombre que sea tu complemento. Hombres comprensivos y responsables que no sientan miedo ni temor al ver que sus mujeres brillan. La virtud de un hombre beta es que ellos no validan su éxito comparándolo con el de su pareja.

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Todas las mujeres podemos ser alfa

Paula Paula es ahora una mujer alfa. Después de

una difícil ruptura amorosa con el padre de sus hijas decidió ser ella misma. Su historia es realmente inspiradora.

Luego de una relación de ocho años y medio que acabó mal, Paula conoció a quien sería el padre de sus hijas: Omar. Todo empezó como un juego pero al cuarto mes de salidas quedó embarazada de su primera hija. Tenía 29 años y sintió gran alegría al enterarse. Esto sirvió para que la relación entre Omar y ella se formalice y conformen una familia. Dos años después de la llegada de Camila, volvió a salir embarazada, todo parecía tomar su propio rumbo. Habían formado una familia, a pesar de que Omar era seis años menor.

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Las niñas iban creciendo, demandaban cada día más gastos y Paula debía esforzarse para que su empresa –dedicada a la exportación de conservas– progrese. Se dedicaba a trabajar arduamente mientras que Omar se hacía cargo de las niñas, y ella apoyaba en las labores domésticas de acuerdo a sus tiempos. Los esfuerzos de Paula dieron sus frutos y la empresa tomó un buen rumbo, asegurándoles el desarrollo económico. Pero mientras la empresa crecía a pasos agigantados, la relación de Paula y Omar se venía abajo. Ella descubrió que Omar le era infiel y esto sirvió para que Paula replantee su estilo de vida. Cuando le increpó su infidelidad, él aseguró que todo era culpa de ella por haber descuidado su relación y dedicarse íntegramente al trabajo. Tanto era el amor de Paula por su familia que le hizo una propuesta a Omar para salvar la relación. Le daría la dirección de la empresa, ella se ocuparía exclusivamente de las niñas; a cambio, él terminaría su aventura amorosa. Omar no aceptó.

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Ante la negativa, Paula ofreció vender la empresa e iniciar una nueva vida en otro país, con diferentes posibilidades de trabajo para ambos, pero con la familia unida. Olvidaría la indiscreción de su marido y seguirían adelante. Omar volvió a negarse. Paula descubrió que la razón de la negativa de Omar era que ya no quería seguir a su lado, y contra eso no podía hacer nada. Le ofreció unos días más para que evaluara su decisión final, pero prevaleció su negativa. Sin más por hacer, Paula y Omar se separaron. En la actualidad, ellos mantienen una excelente relación –de padres y amigos– por el bien de sus hijas. Ella sigue dirigiendo su empresa con mucho éxito en el mercado extranjero. Cuando Paula mira el pasado y habla de la propuesta que le hizo a su ex para mantener a su familia unida, asegura que a ella ya no le interesaba él como hombre, solo pensaba en el bienestar de sus hijas. De acuerdo a lo inculcado socialmente, ella asumía que el jefe de familia debía ser el varón y estaba dispuesta a sacrificar sus sueños profesionales y personales para criar adecuadamente a las niñas.

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Paula siempre tuvo las caracterís cas de una alfa, pero por las enseñanzas inculcadas postergó tomar el control de su vida. Estuvo dispuesta a vender su empresa para que su pareja no se sienta relegada e insegura, pero en el fondo ambos sabían que sería un error permanecer juntos. La relación de Paula y Omar fracasó, no porque ella era una alfa sino porque ambos no eran compa bles. Todas las mujeres poseemos caracterís cas de alfa, pero solo algunas se atreven a hacerlas públicas sin temor a ser juzgadas por la sociedad o por su pareja. Para relacionarse adecuadamente en el plano sen mental, hombres y mujeres deben ser capaces de autovalorarse y valorar al otro sin que las caracterís cas de fuertes, inteligentes y líderes sean concebidas como vulnerabilidad ni entendidas bajo el concepto de amenaza y/o ni disminución de la propia es ma. Muchos hombres aún no en enden que tener como compañera a una mujer cohibida y trabada en su crecimiento personal no los convierte en mejores personas, al contrario; pero prefieren ese po de relaciones porque se sienten menos inseguros, sosteniendo así su falta de validación social y personal.

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El día que una mujer pueda no amar con su debilidad sino con su fuerza, no escapar de sí misma sino encontrarse, no humillarse sino afirmarse, ese día el amor será para ella, como para el hombre, fuente de vida y no un peligro mortal – Simone de Beauvoir – Escritora y filósofa francesa



CapĂ­tulo

7 Mujeres vs. mujeres




El verdadero enemigo de una mujer

Puede parecer inverosímil que muchas mujeres manifiesten sen rse atacadas por otra mujer, cuando se supone que los verdugos históricos de la feminidad son los varones. Sin embargo, muchas mujeres encuentran en sus congéneres oponentes sociales más agresivos con los que lidiar. Es más dicil lidiar con ellas que con los varones. Son inquietantes las razones por las que una mujer cri ca, juzga y se irrita ante la presencia de otra, quien en ‘teoría social’ debería ser una aliada y no una contrincante. Muchos aseguran que esa ferocidad asolapada es la mera compe vidad de género y que la mejor manera de ganar la competencia es atacando la reputación. En toda conversación entre mujeres –ya sea en el ámbito social, recrea vo o profesional– nunca falta algún comentario malintencionado que va en contra de otra mujer. Muchas creen que atacando el honor de otra mujer se logra desmerecer cualquier cualidad, mérito o gracia.

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Los comentarios suelen ser desalmados, implacables y maliciosos, dentro de una corte femenina se des la tanto veneno como lo hace una víbora antes de morder. Este po de mujeres a las que les encanta juzgar la vida de sus pares, jamás estarán contentas con el accionar individual de su víc ma. Nunca estarán a gusto; las decisiones, conductas o pensamientos de las otras las irrita. He aquí una escueta lista de crí cas que suelen hacerse entre mujeres:

vs

Si sale con alguien es de moral dudosa, si decide mantenerse soltera es insatisfecha y amargada. Si se pasa de copas es una alcohólica, si no bebe alcohol es una fingida.

vs

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Si es madre y tiene una vida social activa, la juzgan por abandonar a sus hijos; si no sale la catalogan como mujer t iste.

vs


Si sale con amigos es una mujer fácil, si sale con amigas es lesbiana.

vs

Si es divorciada o separada es una robamaridos en potencia; si es soltera también.

Si tiene un cuerpo espectacular está operada; si no, es una descuidada. vs

vs

Si luce una piel lozana dirán que usa bótox, si tiene marcas de expresión dirán que es mayor de lo que dice.

Si engorda es porque está deprimida; si adelgaza es porque se aspiró la grasa del cuerpo.

vs

vs

vs

Si es profesional y trabaja duro es una feminista a ultranza, si no trabaja es una mantenida.

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Lo único cierto es que a este po de mujeres jamás les sa sface ninguna de las conductas de su víc ma, siempre tendrá alguna razón para cri carla, juzgarla, humillarla y lapidarla. Aquello que despierta la envidia malsana es un mecanismo de defensa, el cual se ac va cuando una se siente amenazada por aquellas mujeres que poseen diferentes ac tudes, expecta vas y/o es los de vida. Esto hace que ellas mismas se cues onen sobre su feminidad, inteligencia y autonomía. Ante la falta de confianza no encuentran mejor manera de defenderse que vejando, humillando y ridiculizando a otras mujeres, sin darse cuenta que destruyen su propia esencia. Si nosotras luchamos por la igualdad, por oportunidades y contra el machismo, debemos evaluar la ac tud que tenemos hacia nosotras mismas, hacia nuestro género y nuestra perspec va social. El verdadero enemigo de una mujer es la discriminación, la violencia y la falta de oportunidades.

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Envidia y rivalidad entre mujeres

Por qué tanta agresividad entre mujeres

Cuando una mujer se siente amenazada por otra, inmediatamente opta por tener una ac tud hos l. Las mujeres seguras, independientes y atrac vas suelen ser los principales blancos de esa hos lidad tan femenina. En la actualidad, la competencia femenina va más allá, recae principalmente en las presiones existentes sobre las mujeres, como por ejemplo los estándares de belleza, las normas de conducta y las expecta vas que la sociedad ene en el rol femenino. La envidia y la competencia entre mujeres no es otra cosa que la inseguridad de una mujer ante la idea de que otra puede obtener todo lo que desea;

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esta es una reacción común ante el propio conflicto de negarse dicha posibilidad para sí misma. Gran problema en el momento de sincerar sus anhelos y necesidades, pues el recelo también es muestra de frustración ante la falta de confianza en sí mismas. El reconocimiento es uno de los mo vos por los que las mujeres compe mos entre nosotras, pues necesitamos ser valoradas socialmente. Y cuando escuchamos que otra mujer es reconocida, inmediatamente tratamos de desmerecerla con el fin de disminuir o eliminar dicha notoriedad. También rivalizamos para disfrazar nuestras carencias emocionales, psicológicas o sicas. Es un sistema de autodefensa inmediato e inconsciente. Finalmente, también compe mos no para ser mejores, sino para ser diferentes. Esta es la razón más saludable de la rivalidad entre mujeres, pues nos ayuda a autoafirmarnos como individuos. En una sociedad que está constantemente confrontando mujeres contra mujeres es imposible no sen r envidia o rivalidad hacia otra; lo intere-

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sante será reconocer el sen miento nega vo, analizar las razones y reflexionar sobre el porqué de la competencia. Asimilar la envidia y el deseo de rivalizar nos hará ver los mo vos de nuestra inseguridad. Aceptar nuestros miedos nos permi rá sincerar nuestras debilidades y trabajar en ellos para encaminar nuestros propios deseos.

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¿Todas para una y una para todas?

Nos hemos criado bajo la premisa de la unión, la solidaridad y la semejanza entre mujeres. Todas deben ser unidas y para lograrlo deben pensar y comportarse de la misma manera. Muchas mujeres dejan fluir su verdadera personalidad e individualidad, por ende, se crean diferencias que van desde el pensamiento y la forma de ves r hasta el modo de afrontar las relaciones con el sexo opuesto. La premisa de unión e igualdad entre mujeres se va desintegrando por sí sola. Cada vez que una mujer se empodera a sí misma, destruye el ideal de solidaridad en conjunto porque esta falsa idea de unión forzada exige que todas, absolutamente todas las mujeres, quieran lo mismo para sus vidas. Lo cual es imposible. Algunas querrán ser madres; otras no. Unas querrán ser profesionales, con cartón bajo el

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brazo; otras querrán trabajar desde ya sin necesidad de estudios. Algunas mujeres querrán relaciones convencionales; otras, relaciones abiertas. Es absurdo creer que todas queremos lo mismo, por tanto la idea de la unidad por obligación resulta forzada. Algunas malas interpretaciones del concepto de feminismo creen que la solidaridad a ultranza entre mujeres debe ser preponderante para ganar la batalla contra la misoginia, pero el feminismo en esencia es la paridad de género. Ni superioridad ni inferioridad: igualdad de oportunidades. Es una idea errada aquella que dice que las mujeres debemos unirnos solidariamente y unificar pensamientos, creencias y conductas. El único aspecto fundamental en el que todas las mujeres debemos coincidir es en la búsqueda de igualdad de oportunidades; en todos los demás ámbitos que atañen a nuestra existencia femenina, seremos absolutamente libres para desenvolvernos bajo el criterio personal.

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La constante ambigüedad de esa comunión exigida crea un conflicto de competencia entre féminas; algunas mujeres se perturban ante las diferencias y se sienten amenazadas ante el inminente individualismo. La eterna rivalidad o competencia femenina no es más que el esfuerzo inconsciente por gritar que no sabemos lidiar con las diferencias, que nos senmos amenazadas y vemos a otras mujeres como sinónimo de peligro. Las mujeres, desde la perspec va del género, estamos viviendo un proceso en la transformación de roles socialmente asignados. Vamos dejando de vivir al servicio y bajo la orden de otros para vivir por derecho propio, como entes individuales, pero sin perder nuestra conexión con la sociedad. Todos los procesos de cambio son dolorosos y conflic vos, es por eso que en esta gran transformación buscamos el apoyo y la venia social para lograr la independencia y el desarrollo ideal.

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Nuestra relación –entre mujeres– debe seguir siendo confiable, equilibrada y serena. Las diferencias no nos vuelven enemigas; por el contrario, nos obligan a respetarnos más, a exteriorizar sin miedo a ser juzgadas, a ser quienes realmente somos. Estamos creando nuevas maneras para relacionarnos entre nosotras, pero también con el mundo. Aceptar las diferencias de opinión en los asuntos privados y profesionales fortalecerá el hecho de reconocernos con libertad absoluta.

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La envidia es una declaración de inferioridad – Marlene Dietrich – Actriz alemana



CapĂ­tulo

8 La belleza femenina




Los estándares de belleza y los medios de comunicación

La belleza es un término abstracto relacionado estrechamente a la esté ca, ambos conceptos son subje vos ya que están relacionados con la propia percepción de ciertas caracterís cas que provocan una sensación de placer al observador. El concepto de belleza y sus elementos van enlazados a nuestros sen dos; por ejemplo, la forma al tacto, la apariencia sica y el movimiento a la vista, y la voz al oído. La idea de belleza siempre será producto de la interpretación. La belleza es subje va. Entonces, si la belleza está sujeta a la interpretación, y no existe una beldad estándar, ¿por qué nos preocupa tanto a las mujeres ser ‘bellas’? Somos capaces de recurrir a cremas, cosmé cos, tratamientos, cirugías y cualquier recurso (aunque sea doloroso en extremo) para obtener un poco más de la supuesta hermosura. Tener y procurar belleza sica preocupa sobremanera a las mujeres, vivimos en una búsqueda constante por alcanzar el ideal de perfección sica.

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Existe una gran presión social y mediá ca por alcanzar los cánones de belleza establecidos. A través de los medios de comunicación nos bombardean con estereo pos de belleza femenina a pica, prefabricada y ajena a la realidad. Es un problema existencial para las mujeres ser percibidas como bellas, debido a que cumplir con el estándar de belleza establecido es imposible porque es irreal. El obje vo parece ser plás ca como Barbie, y perder la naturalidad que nos provee ser de carne y hueso en el intento. Algunas de las beldades de la publicidad, el cine y la televisión son mujeres que han sido modificadas en un laboratorio (consultorio y/o quirófano), donde sus rasgos sicos, naturales y caracterís cos han sufrido una transformación para obedecer a lo que los medios perciben como belleza. El retoque digital en las publicaciones tampoco es un misterio. Por ejemplo, para que hoy en día una sonrisa sea considerada bella no basta con que sea espontánea, honesta y saludable. Debe tener los incisivos frontales cinco milímetros más largos que los otros para resaltar; además, los dientes

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deben ser blancos como la nieve. Para conseguir una sonrisa publicitaria, los odontólogos someten a la paciente (o víc ma por lo doloroso del tratamiento) a una ortodoncia prolongada para alinear los dientes, si fuese necesario; luego, a un blanqueamiento dental mediante aplicación de un láser que desgasta el esmalte natural para conver r en blanquísimos los otrora dientes mate. Terminan el tratamiento con la colocación de dos fundas de porcelana en los incisivos frontales, previo desgaste de los dientes naturales. Un largo, doloroso y costoso tratamiento para alcanzar el estándar de belleza de una sonrisa de acuerdo a los cánones preestablecidos. En la década de los sesenta, cuando la modelo Twiggy Lawson era el ícono de la belleza femenina, bastaba con que las sonrisas tuviesen los dientes alineados, completos y que transmi eran dulzura. En la actualidad, la sonrisa debe tener medidas exactas para ser catalogada como bella. Lamentablemente, la maniquí Twiggy también sentó un mal patrón en la belleza femenina: el de ser extremadamente delgada para posar ante el lente.

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Los criterios de belleza son reforzados mediante los medios de comunicación, y trasmi dos por emporios cuyo mercado es la moda, la esté ca, la mujer. Las ficciones en televisión, la publicidad y el cine estereo pan la belleza de las mujeres, así como también los roles a representar de acuerdo al ‘grado de belleza’. Para citar un ejemplo, en el cine los personajes buenos son las mujeres más bonitas y dulces, mientras que los roles de malas son representados por mujeres muy sexys, como Demi Moore en Los ángeles de Charlie o Angelina Jolie en Maléfica. La bondad y la maldad siempre han estado enfrentadas en el cine, las ‘bellas’ y las ‘feas’ también. Recibimos tanta información, que inconscientemente aceptamos el patrón para clasificar la beldad de las mujeres, pero debemos entender que el ideal de belleza varía de acuerdo a la cultura y a la sociedad; además, obedece a los intereses económicos de una industria que mueve can dades exorbitantes de dinero a través de la creación de modelos. Hemos recibido tantas ideas equivocadas de perfección sica, que al momento de percibirnos a nosotras mismas afectamos nuestra

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propia es ma y disminuimos el valor de nuestra verdadera hermosura. No es extraño que en la actualidad trastornos alimen cios, como la bulimia y la anorexia, tengan tantas víc mas en chicas adolescentes y mujeres jóvenes, quienes son más vulnerables a la agresiva exposición del ideal de belleza impuesto por los medios. Estas chicas, al mirarse al espejo y compararse con el modelo de hermosura ‘reglamentario’, no sa sfacen sus expecta vas, creando así una frustración consigo mismas. Ellas dejan de aceptarse para dar paso al cas go sico y psicológico con la esperanza de lograr sen rse bellas y aceptadas. Los estándares de belleza no son una verdad absoluta, han sido creados para representar ideales volubles y no perdurables en el empo. En la actualidad la hermosura de una mujer está representada por un cuerpo delgado, saludable y esbelto, pero a comienzos del siglo pasado las mujeres bellas tenían curvas redondas, pechos generosos, caderas amplias, talles fuertes y grasa en el vientre bajo, pues se rendía tributo a la fer lidad; ello

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con el fin de incrementar el índice de natalidad. Pero hoy en día una mujer como la anteriormente descrita sería considerada obesa, enferma, con los triglicéridos al tope por el exceso de grasa; sería catalogada como una mujer de un estrato socioeconómico bajo y calificada como descuidada en su apariencia personal. En nuestros empos las mujeres para ser descritas como bellas deben ser espigadas, altas, con apariencia depor va, tener la tez bronceada (pese a conocerse el daño que los rayos ultravioletas causan en la piel) y tener medidas múl plo de tres: 90-60-90. En el rostro se busca una nariz pequeña, ojos grandes, labios carnosos, mentón refinado, cabellera abundante, senos firmes, caderas discretas pero glúteos torneados y, por supuesto, aparentar la menor edad posible. Biológicamente es imposible envejecer sin que todo ello produzca cambios sicos. Nuestro cuerpo se transforma y madura; es una locura pretender llegar a los cuarenta con las caderas de una púber. Cuando enfrentamos la realidad contra estos estándares de belleza es lógico que muchas mu-

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jeres dejen de sen rse atrac vas, seguras y bellas. Nos sen mos discriminadas esté camente y eso se refleja en la baja autoes ma y falta de seguridad en la belleza real y verdadera. Las mujeres siempre hemos buscado resaltar nuestra belleza por coquetería, queremos ser más atrac vas, seguimos la moda y las tendencias de es lo, pero debemos entender que los cánones de belleza son creados con el fin de vendernos un eslo de vida; mas no una realidad. Nos esforzamos por cumplir con el ideal de belleza, por tener un cuerpo soñado por todos, imitando alguna foto de modelos de catálogo o afiches de avenida. La belleza de catálogo es producto del Photoshop y de la ficción, no corresponde a las mujeres reales porque esa belleza es falsa.

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Cirugía estética: la constante búsqueda de la perfección

Las tendencias de la moda van más allá de la ropa, el maquillaje, el peinado, los zapatos y el eslo. Ahora incluyen la cultura sica traducida en la forma de tener los senos (forma redonda, la de gota es de la década pasada), el vientre plano, un trasero pulposo y la erradicación absoluta de cualquier célula adiposa acumulada en la cintura, la cadera o las piernas. Antes la cirugía esté ca estaba reservada para las reinas de belleza, las modelos o las actrices; sin embargo, ahora el hecho de que una mujer recurra a una intervención esté ca es una prác ca común. Pese a ser algo usual, muchas niegan, en público, sus ‘retoques’. La razón de la nega va es el temor al rechazo y a la crí ca por no ser bellas de manera natural. Accedemos a pertenecer a un estándar de belleza ajeno a la realidad porque los golpes mediácos pegan tan fuerte en nuestra mente, y en la

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idea perentoria de la perfección sica, que muchas mujeres después de los treinta y cinco años comienzan a parecerse unas a otras, a pesar de no tener correspondencia gené ca de parentesco: frentes es radas y brillantes, pómulos sobresalidos, mandíbulas drama zadas, sonrisas sin expresión, gestos vacíos y cuerpos exagerados. Mujeres suspendidas en un empo imaginario niegan su existencia real por cumplir el requisito indispensable de belleza y juventud con la esperanza de ser aceptadas socialmente. Mientras las mujeres luchan por perennizar la belleza y la lozanía, los hombres envejecen con tranquilidad. Les engorda la barriga, la cabeza va quedando sin cabello, mientras que los vellos pululan en las orejas y llevan sus arrugas con gracia y las canas con el orgullo de George Clooney. Las mujeres no toleramos la idea de envejecer, pues aún persiste en nuestra mente la noción de la mujer objeto: mientras más nuevo es (o aparenta ser) mejor es su rendimiento. En la vida real ocurre todo lo contrario, una mujer experimentada, con el pasar del empo, adquiere mayor atrac vo y madurez que en sus años

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mozos. Las marcas de expresión y las canas solo son el reflejo de su presencia en la vida. Un implante de mamas, una liposucción, una rinoplas a o un li ing facial deberían significar la posibilidad de corregir un detalle sico no grato, con la cual se realce la belleza natural, no deberían ser sinónimos de transformar mujeres reales en seres vulnerables ante su propia imperfección. Recurrir al cirujano para borrar las líneas de expresión, buscando rostros insensibles y cuerpos sin edad calculable, es un crimen al buen gusto. Las mujeres debemos vivir sin miedo a envejecer, porque el buen escote de alguien de veintitantos siempre será superado por la seguridad y actitud de una mujer de cuarenta y tantos. Las cirugías plásticas deben ser un aporte para reforzar la belleza propia de cada mujer; así pues, no deben ser un indicio de que sentimos vergüenza por haber vivido nuestros años. Una mujer debe llevar sus defectos, sus años y su experiencia con dignidad.

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La belleza de la mujer se halla iluminada por una luz que nos lleva y convida a contemplar el alma que habita el cuerpo, y si aquella es tan bella como esta, es imposible no amarla – Sócrates – Filósofo griego


CapĂ­tulo

9 Las mujeres, el amor y los prĂ­ncipes azules




Mónica Cabrejos Vasallo

No sabemos con exac

tud de dónde proviene la idea de que el amor, en cues ones de pareja, debe ser inagotable, que todo lo puede, que todo lo perdona, que todo lo soluciona. Si es amor verdadero, puede superar cualquier obstáculo, debe ser capaz de disculpar defectos, hábitos nocivos, vicios y men ras; tan sufrido como para superar soledades, desprecios, infidelidades, maldades, malos tratos y vejaciones en el amor propio. Se le adjudican capacidades ajenas a la humanidad, a través de las cuales se pretende manipular a las mujeres en nombre del amor. Digo esto porque muchas veces cuando la batalla de dominio está perdida y las mujeres no se dejan someter, se recurre a la trillada sentencia de “Si me amaras, dejarías todo por mí”. Se teje una serie de falsas ideas, magnificando la capacidad femenina de amar, que lo único que hace es dañarnos y crearnos un conflicto de intereses personales. Para aprender a relacionarnos saludablemente en el plano amoroso debemos conocer las verda-

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MUJERES EMPODERADAS

des sobre el amor y sus mitos. Luego tendremos la capacidad de relacionarnos de manera román ca y saludable para establecer vínculos que nos soporten durante nuestro quehacer co diano.

Falsas ideas sobre el amor

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L AMOR VERDADERO ES INMORTAL

El amor, por muy verdadero y puro que sea, no es inmune a los golpes. Si lo hieres, maltratas, menosprecias e ignoras, indiscu blemente no va a resis r. Se debilitará por el maltrato, creará senmientos nega vos de rencor y resen miento, y terminará por ex nguirse. Ningún corazón enamorado puede soportar la no correspondencia. Bajo esta premisa del amor verdadero y resistente, las mujeres dudamos en abandonar una relación nociva, no correspondida o desigual en cues ones de entrega. Es una men ra que el amor verdadero lo puede todo, lo perdona todo y lo resiste todo. El amor verdadero vivirá el empo que los involucrados en la relación lo cuiden, alimenten, respeten y

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correspondan de manera saludable. Caso contrario, se conver rá en un amor enfermizo, dañino y perverso.

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L AMOR VERDADERO ES ETERNO

‘‘Se casaron y vivieron felices para siempre’’. Para derribar la idea de este final de telenovela imaginario hay que establecer que la felicidad se mide por el grado de sa sfacción personal, que cambia y da mayor o menor preponderancia a algunos aspectos en determinadas etapas de la vida. Esperar que a los cincuenta años vayamos a querer las mismas cosas que cuando teníamos vein cinco es falso. La vida cambia, nosotras cambiamos y no se puede vivir feliz por siempre. Las personas cambiamos de formas de pensar, de ver la vida, de sen r; nos desarrollamos y crecemos espiritualmente. Todos estos cambios nos hacen querer cosas diferentes. En un matrimonio, relación, convivencia o noviazgo, la co dianidad traerá sus problemas y sus alegrías en el día a día. Pueden exis r parejas con tal grado de compa bilidad que su unión les dure

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hasta la muerte, pero no es un requisito único del amor, de los matrimonios ni de las relaciones. La eternidad es un concepto muy abstracto porque nosotros somos seres mortales, esperar que una unión dure más de lo que nosotros duramos es imposible. El amor no es eterno. Lo recomendable es no resis rse a la idea del final, sino aferrarse a que el amor durará todo el empo que se le defienda.

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L AMOR VERDADERO NO RAZONA , SOLO SIENTE

‘‘Un corazón enamorado es terco, incoherente e intransigente’’. Falso, y otra vez falso. Ese no es un corazón enamorado, es un corazón encaprichado, enfermizo y obsesionado, que no quiere entender razones salvo salirse con la suya. No entender razones y poner todas tus energías en conquistar un imposible, no es algo amoroso, es enfermizo. Se puede llegar a situaciones extremas de obsesión en los que se piensa todo el día en la persona amada, se hacen llamadas telefónicas y envían mensajes a cada instante. Estos no son síntomas de enamoramiento, son síntomas de

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enfermedad. Le siguen las ideas obsesivas de control, de supuestas infidelidades, y aparecen conductas enfermizas, como vigilar, registrar objetos personales y sus comunicaciones. Un deseo insistente por saber todo sobre lo que hace el otro miembro de la pareja nos invade, y en el nombre del amor se le prohíbe a la razón ingresar en los asuntos del corazón. Nuestra mente y nuestro corazón deben trabajar a la par en las cues ones amorosas porque hay una correspondencia congruente entre ambos. No pueden funcionar de manera independiente cuando se trata de amor. Los sen mientos nacen y se alimentan de nuestra razón, que nos dice quién es bueno o malo para nosotros. El amor no es eterno, no es inmortal y en ende razones. Debemos iden ficar cuáles son las menras que nos impiden renunciar a lo que erróneamente calificamos como ‘amor verdadero’. Si alguien nos causa dolor, mor fica, angus a y enloquece no es amor.

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Buscando al príncipe azul

No existe un patrón de búsqueda para la relación ideal. Nadie puede aventurarse a estandarizar el amor ni las relaciones, pero lo que sí se puede asegurar es que existen factores que toda relación debe tener para que pueda triunfar: elementos como la pasión, la in midad y el compromiso. Exactamente en ese orden. Una relación de pareja sin pasión no podría exisr, porque la pasión es la atracción sica y mental que siente el uno por el otro, también se refiere al deseo sexual. La in midad es esa conexión entre ambos, que los une y acerca a nivel emocional. Es lo que te hace confiar en el otro, la complicidad de mostrarse tal cual, con total franqueza y sin temor al rechazo. Esta es la base de toda relación, si no existe in midad autén ca no podrán construir nada como pareja. Luego está el compromiso, aquella predisposición de amar a esa persona a través del empo y permanecer a su lado. Es el motor de toda unión

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permanente. Ninguna relación de pareja puede darse sin estos tres aspectos fundamentales. Al comienzo, cuando ambos aún no se conocen, toda relación se basa en la pasión, pero luego se desarrolla la verdadera in midad. En esta primera fase es en donde las mujeres, narco zadas por el efecto pasional, idealizamos el amor y nos resis mos a la idea de que la etapa pasional solo es eso: una etapa del enamoramiento y que luego se transformará. Por ejemplo, cuando una pareja decide unirse en matrimonio demasiado pronto, la base de esa unión será el amor pasional, pero con el transcurrir del empo se hallarán unidos en medio de la nada porque su único vínculo fue la pasión. También existe la posibilidad de que una pareja unida solo por la pasión pueda desarrollar los demás factores, siempre que exista compa bilidad de caracteres y compartan el obje vo de formar una unión duradera. La construirán sobre la base de la confianza, la in midad y luego el compromiso porque ambos desean lo mismo para sus vidas, como tener hijos, comprar inmuebles y compar r sus vidas.

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Sin embargo, en este punto –el del compromiso– las mujeres siempre estamos dispuestas a comprometernos hasta que la muerte nos separe. Este es el momento más complicado en las relaciones, que ambos busquen y lleguen al mismo nivel de compromiso. ¿Por qué los hombres no quieren comprometerse con la misma facilidad que las mujeres? La respuesta es muy sencilla, a nosotras nos educaron para que el principal obje vo de nuestra vida adulta sea encontrar a la pareja ideal. “Tu media naranja aparecerá en cualquier momento y debes estar lista para atraparla”. El mundo nos predispone a buscar el ideal del amor (el cual es una falsedad) y nos crea una gran expecta va que nos condena a la desdicha amorosa, porque cuando hemos coincidido por fin con un hombre que es compa ble con nosotras, seguimos con la insa sfacción burbujeando en nuestra alma. Es que nos enseñaron que el hombre ideal será un príncipe apuesto, de modales finos, considerado, fiel, leal, simpá co, protector, delicado, inteligente, millonario, buen bailarín, buen amante

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y que con su sola presencia perfecta llenará cada rincón de nuestro ser. Tanto los hombres como las mujeres somos humanamente imperfectos. Con suerte encontrarás un hombre simpá co y trabajador, que esté dispuesto a crecer junto a a lo largo del empo. ¡Disfrútalo! No lo cues ones, no lo enfrentes con el ideal del marido perfecto que alentaron los cuentos de infancia. Es hora de asumir que los príncipes azules no existen, los hombres son tan humanos y defectuosos como nosotras. Ellos están mucho más dispuestos a convivir con las imperfecciones, pues no los educaron para buscar una princesa a quien amar, sino a una mujer para pasar la vida juntos. El ideal de perfección lo perseguimos en todo lo concerniente al amor y las relaciones. Les ponemos a ellos la valla muy alta e imposible de superar, por eso vivimos incompletas, aun estando en pareja. Dejemos de buscar personajes azules y empecemos a disfrutar plenamente de nuestros compañeros, que no son príncipes ni héroes, son humanos con visos de imperfección.

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El amor no necesita ser perfecto, solo necesita ser verdadero – Marilyn Monroe – Actriz estadounidense



CapĂ­tulo

10 Instrucciones para el cambio




Mónica Cabrejos Vasallo

A lo largo de este libro hemos hecho un recorrido por los caminos que solemos transitar las mujeres en dis ntos ámbitos. Todavía queda mucho por andar para conseguir la igualdad de oportunidades que tanto deseamos. En estas páginas hemos analizado, reflexionado y comprendido nuestra verdadera esencia femenina, también hemos iden ficado a nuestros verdaderos enemigos, desterrando el mito sexista que coloca a los hombres como nuestros únicos verdugos sociales. La mayoría de las veces nuestros principales opresores somos nosotras mismas, quienes reprimimos (por temor, vergüenza o costumbre) la verdadera libertad de acción que nos corresponde. Nuestra tarea individual y colec va es validar nuestra presencia en los diferentes roles, etapas y ámbitos de la vida. No será tarea sencilla reeducar nuestros pensamientos, conductas y la forma de relacionarnos con nuestro entorno, nos queda mucho por hacer si realmente ansiamos un cambio personal, familiar y social. Para ello es importante reconocer que la responsabilidad recae únicamente sobre nosotras.

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El camino del cambio empezó con la incorporación de la mujer al trabajo, durante la Primera Guerra Mundial, para sus tuir a los hombres; luego vino la astucia de las mujeres ‘sufragistas’ en Inglaterra, que a mediados de la década del cincuenta (1954) lograron el derecho a votar en todas las elecciones y en igualdad de condiciones que los hombres, sin discriminación alguna. Los obje vos de la revolución se han cumplido, las mujeres hemos conquistado espacios polí cos, económicos y profesionales muy importantes; sin embargo, seguimos sin endo la opresión social sobre nuestras cabezas. Ello se debe a que muchas mujeres aún no han iniciado la gran transformación individual. La igualdad de oportunidades y la no subordinación deben ser nuestra prioridad social, y solo nosotras forjaremos el verdadero cambio. Con el fin de abrir los cerrojos mentales que no nos permiten vivir en pleno goce de nuestra libertad, les planteo algunas sugerencias de cambio en el pensamiento y la conducta co diana, las cuales podrían modificar el sen do de nuestras vidas.

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Podemos ser fuertes y sensibles

Existen muchos significados para la palabra «fuerte», probablemente el que más nos asuste sea la acepción de robusto, corpulento y de grandes capacidades sicas. Pero «fuerte» también significa que posee carácter firme, que no se deja doblegar con facilidad. Está relacionado a la intensidad de sus acciones y pasiones. Es alguien poderoso, ac vo y con fuerza para convencer. Es ser capaz, diestro o abundante. Todas las mujeres somos fuertes por naturaleza, de gran espíritu, intensas en nuestros amores y pasiones, diestras en nuestros talentos, pero sobre todo resistentes por naturaleza. No dejamos de ser femeninas por ser fuertes, al contrario, tener fortaleza de espíritu es nuestra marca dis n va. «Fuerte» no es incompa ble con «sensible», no hay incongruencia entre ambos términos, porque la sensibilidad no está relacionada a la debilidad sica ni a la falta de carácter, no ene que ver con la fragilidad sino con la capacidad de sen r. Está re-

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lacionada con la posibilidad de tener sen mientos hacia los demás, con la empa a y con la capacidad de conmoverse. Las mujeres por naturaleza somos fuertes y sensibles, no en vano podemos estar varias horas en trabajo de parto, sufriendo dolores sicos agudos y olvidar todo el sufrimiento para detenernos a contemplar al bebé que acaba de nacer. Somos fuertes cada vez que mostramos templanza de carácter sin ser duras cuando se trata de consolar a alguien. Ser fuerte y sensible es parte de nuestra dualidad femenina. Usemos nuestra fuerza interna para luchar por nuestros sueños y contagiemos al mundo con nuestra sensibilidad.

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Feminismo y hembrismo no son lo mismo

Muchas mujeres sienten pudor y/o vergüenza de reconocer públicamente que son feministas, porque confunden el verdadero significado de «feminismo» y con el radical «hembrismo». El hembrismo es la discriminación que ejercen las mujeres contra los varones, es una forma de manifestar una superioridad de género que ene como fin reprimir, dominar y subyugar a los hombres. Es una corriente sexista que surgió para hacer frente al machismo. Tiene la misma preponderancia social discriminatoria y vejatoria que la misoginia. El hembrismo abarca conductas, prác cas y ac tudes des nadas a menospreciar el valor social y cultural de los hombres. A diferencia del hembrismo, que cree en la superioridad del género femenino sobre el masculino, y del machismo (que sos ene lo contrario), el feminismo es una forma de pensamiento que defiende la igualdad de oportunidades para ambos géneros. La Real Academia Española (RAE) lo

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define como un ‘‘Movimiento que exige para las mujeres iguales derechos que para los hombres’’. El feminismo es igualdad no superioridad. El feminismo no es exclusivo de las mujeres, feministas pueden ser hombres y mujeres (al igual que machistas), pero casi siempre son las mujeres las defensoras de esta búsqueda de igualdad; sin embargo, en los úl mos empos muchos personajes mundialmente conocidos se han comprome do con la causa, como por ejemplo: Gerard Butler, Bradley Cooper, el polifacé co Ben S ller o el cantante Jus n Timberlake, también Ashton Kutcher, Ryan Gosling –el ‘an -macho-alfa’–, Jon Hamm y el actor y director Mark Ruffalo, quien es uno de los más comprome dos con el feminismo. En La noamérica aún son escasos los ac vistas varones a favor del feminismo, como el actor peruano Jason Day o el presidente boliviano Evo Morales, quien promulgó hace poco la Ley Integral para Garan zar a las Mujeres una Vida Libre de Violencia. El feminismo no solo es un asunto que concierne a las mujeres, también atañe a los hombres

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que buscan reducir la brecha diferencial entre géneros. Los hombres pueden ser feministas, defensores de la igualdad de oportunidades, de la equidad de género, porque un hombre verdadero no valida su condición masculina al oprimir la libertad de las mujeres; al contrario, se reafirma como varón promoviendo la independencia y autonomía de ellas. Un hombre puede ser feminista y ser más varón que cualquier machista.

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Sí existen diferencias entre ambos sexos

Negar las diferencias entre varones y mujeres sería igual que negar nuestra existencia. Ambos somos diferentes en muchos aspectos, dis ntos sica y psicológicamente. Por ejemplo, las mujeres tenemos mayor habilidad para socializar, nuestra intuición y emo vidad está muy desarrollada, nuestra capacidad verbal es predominante, somos detallistas y nos esmeramos con cualquier tarea que emprendemos. Mientras que los hombres son más pragmá cos en todo aspecto, incluso el emocional; su predominancia es sica y sus capacidades de verbalizar son limitadas. Son de naturaleza lógica, obje va y enen mayor interés por los hechos concretos. La situación puede complicarse cuando hombres y mujeres nos relacionamos en el ámbito personal e intentamos desconocer las diferencias. Nosotras peleando porque ellos razonen como mujeres y ellos sin entender de qué se trata.

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No es imposible llevarnos bien entre hombres y mujeres, sin dejar que uno eclipse al otro. Mantener nuestra esencia y convivir sa sfactoriamente es la mejor opción, el quid del asunto está en reconocer las diferencias y reconciliarnos con ellas, en lugar de exigir supremacía o preponderancia de género. Las diferencias son nuestras caracterís cas inherentes, las cuales no se pueden cambiar ni suprimir, solo hay que reconocerlas, tolerarlas y respetarlas para lograr un equilibrio en la relación –de cualquier po– sin afectar la autonomía personal. Construir vínculos saludables basados en la tolerancia y el respeto de las diferencias es el reto de toda relación hombre-mujer.

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¿Los hombres deben darnos un trato especial? “

Un hombre debe ceder el paso, abrir la puerta

del auto, pagar la cuenta y caminar para el lado exterior de la acera, debe ser un caballero con la dama”. En realidad tanto el hombre como la mujer deben ser amables, educados, respetuosos y tener buenos modales. Ambos debemos ser corteses de manera recíproca. Muchas mujeres consideran de pésima educación que un varón no cumpla a cabalidad con la prác ca sexista de la caballerosidad; sin embargo, es un asunto personal aquello de tener modales tradicionales. Preste atención, si alguien necesita ayuda (ya sea varón o mujer) y el otro lo ignora, no es que no sea un ‘caballero’ o una ‘dama’, simplemente se trata de una persona desconsiderada y con cero espíritu de colaboración. Mujeres, desterremos la falsa idea de que ellos nos enen que tratar siempre de manera especial. Que un hombre sea atento, que esté pendiente de cedernos el asiento en el transporte, que nos

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ofrezca ayuda para cargar la bolsa en el supermercado o nos ceda el paso en el cruce vehicular no significa que esté obligado a hacerlo por su condición masculina. Hacerlo o no dependerá exclusivamente de su decisión y educación personal. Algo similar sucede con el asumir tácitamente quién pagará la cuenta. Si bien muchas mujeres nos hemos hecho cargo de nuestra economía, siempre entramos en conflicto cuando hay que pagar. Las mujeres más independientes –a veces exageradas– aseguran que cada uno de los involucrados debe asumir el costo de su consumo. Las machistas a ultranza, y por conveniencia, aseguran que ellos enen la obligación de pagar las cuentas porque son hombres y hacer eso es de caballeros; sin embargo, los buenos modales indican que quien invitó o propuso la idea de salir deberá pagar. Pero si ya hay confianza entre ambos y son varias las ocasiones de reunión, lo ideal es que cada uno se haga cargo de sus gastos. Reglas de educación, mas no reglas sexistas.

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Ellos también lloran

Los hombres lloran, sufren, se deprimen con la misma intensidad que las mujeres. Usualmente reprimen estas emociones por temor a ser juzgados como débiles, sienten tristeza, angus a, dolor y son sensibles. Esconden todas sus emociones relacionadas al desconsuelo porque estas son interpretadas como fragilidad o falta de carácter. No sucede nada si un hombre lagrimea, chilla o lloriquea en público o en privado, cuando muere su perro o cuando un amigo se va del país, si pierde el trabajo o por un drama en el cine. Si las emociones son genuinas deben aflorar y debemos aceptarlas con la misma naturalidad con la que aceptamos la euforia, la alegría o la felicidad. Los hombres lloran, se frustran, fallan y sienten miedo; pueden ser débiles, cobardes y ernos sin que esto afecte su temple ni su condición masculina. Se pueden emocionar hasta las lágrimas viendo a su hijo dar los primeros pasos, al igual que nosotras. Pueden ser compasivos, em-

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pá cos y sensibles sin alterar sus caracterís cas masculinas. Pueden ser buenos amigos y buscar una amistad sincera con una mujer, hacerse cargo de los hijos, cambiar pañales, lavar platos, cocinar y limpiar. Solo necesitan tener la costumbre de hacerlo y asumirlo como parte de su quehacer co diano. Eliminemos de nuestro vocabulario expresiones como “Él no puede hacer esto porque es hombre”. Ellos pueden hacer todas las tareas domés cas con precisión y destreza, solo la falta de costumbre no se los permite. Ofrecer disculpas, decir te quiero o llorar no les quita masculinidad ni valor, más bien les suma coraje y encanto a esos hombres que hacen la diferencia.

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La belleza verdadera

Gastamos

empo, dinero y energía en cul var la belleza sica, podemos pasar horas en la peluquería o en el gimnasio embelleciendo nuestra figura. Todo esto puede darte una apariencia atrac va, pero no debemos olvidar que esa imagen es solo una parte externa de la verdadera belleza, la cual consiste en tener la ac tud correcta para afrontar al mundo. Tolerar, respetar y ser compasivas ante las diferencias nos ayuda a relacionarnos mejor con nuestro entorno; quererse y trabajar en nuestras debilidades fortalece nuestra belleza real. Admi r nuestra naturaleza imperfecta nos hará la vida más sencilla. La belleza real brota del interior y se refleja en una mirada que proyecta tranquilidad, confianza y sa sfacción. Un espíritu perturbado por la envidia, la angus a, el rencor o el resen miento también se proyecta hacia el exterior.

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Anhelamos el cabello lacio si somos onduladas; si somos lacias queremos ser crespas. Ocurre lo mismo con el aspecto emocional, si estamos casadas deseamos estar solteras y si estamos solteras sufrimos por no hallar a nuestro complemento amoroso. Siempre andamos tras el ideal de todo, pero no aceptamos con ac tud posi va ni lo que somos ni lo que tenemos. Esto nos genera un estado emocional de insa sfacción perenne que nos produce infelicidad e intranquilidad. Aceptemos aquello que no se puede cambiar, disfrutemos lo que nos toca vivir y guardemos energías para los momentos de lucha. Esforcémonos por tener felicidad y sa sfacción en nuestras vidas, porque ello se traducirá en belleza sica. No hay mujer más atrac va que una mujer feliz.

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El matrimonio y los hijos no son un impedimento

Siempre

que alguien no quiere hacer algo pone una excusa. En el caso de las mujeres, el pretexto favorito es el matrimonio y los hijos. “Dejé de trabajar porque mi marido me lo pidió”, “Dejé los estudios porque salí embarazada”, “Ahora soy madre de dos niños y el empo no me permite seguir con mi carrera”, “No tengo empo para nada más que para dedicarme a mi hogar”. Son frases tan usuales. Al ser madre las prioridades de vida cambian y las mujeres se agotan en la labor, pero abandonar los sueños personales usando como pretexto la maternidad solo es señal de miedo. Basta con remontarnos al empo de nuestras bisabuelas, aquellas épocas en las que las mujeres no accedían a muchos métodos an concep vos y podían llegar a tener diez o doce hijos. A esas mujeres les alcanzaba el empo y las ganas para

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todo. Para atender al marido, cocinar dos veces al día, limpiar la casa, lavar la ropa de toda la familia (a mano porque no exis a lavadora), ayudar a los muchachos en las labores de la escuela y, además, algunas se daban abasto para trabajar. Su vida era una labor constante entre criar hijos, parir a los nuevos y atender al marido. Siempre les alcanzaba el empo y el ánimo para luchar por su familia. La mayoría de las veces preferimos no salir de nuestra zona de confort y nos resulta más grato entregarle a otro la responsabilidad y el control de nuestra vida. Siempre seremos parte primordial del eje familiar, olvidémonos de sen r culpa por salir a trabajar, por triunfar y ser exitosas profesionalmente. Casarnos y/o tener hijos no significa renunciar a los otros ámbitos de la vida que son ajenos a la familia; al contrario, emprender una vida familiar nos entrega más responsabilidades con nuestra descendencia, nuestro compañero y con nosotras mismas. Nuestra naturaleza verdadera es fuerte en esencia. Los empos han cambiado y las condiciones son muy favorables para lograr nuestros

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obje vos, incluso con mayor facilidad que en otras ĂŠpocas. Entonces, no usemos de pretexto a nuestros padres, maridos o hijos; no los culpemos injustamente de ser nuestros opresores. Renunciemos a la culpa, a la jus ficaciĂłn y a la excusa. Asumamos el control de nuestras vidas, seamos responsables de nosotras mismas sea cual sea el camino que hayamos decidido emprender.

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Para liberarse, la mujer debe sentirse libre, no para rivalizar con los hombres, sino libre en sus capacidades y personalidad – Indira Gandhi – Estadista india


Querida lectora: Si has llegado hasta el final de este material es porque muchas veces te ha dolido ser mujer; erróneamente entendida como un ser limitado, débil e inferior. Ser mujer no es fácil, ser una mujer empoderada es más difícil aún, pero no imposible. No pretendo hacer una oda a la victimización femenina; por el contrario, soy sincera, realista y auténtica al buscar guiar a más mujeres a desarrollar sus capacidades integrales. Me refiero a no crear límites de ningún tipo al momento de elegir qué queremos hacer con nuestra vida. El empoderamiento femenino representa una amenaza a la falsa soberanía social, simbolizada en roles y estereotipos que nos van coactando la libertad de acción individual. ¿Cómo un proceso tan íntimo y personal como el empoderamiento puede representar una amenaza social? La falsa creencia dice que una “mujer empoderada” busca someter a los hombres a merced de su voluntad; y eso es falso. Una mujer empoderada en su feminidad busca emprender su vida, sus acciones y sus sueños partiendo del conocimiento de sí misma y de la confianza en sus capacidades. El empoderamiento femenino no involucra a otros solamente te involucra a ti misma; empoderarse es la búsqueda personal de la comprensión de tu ser, de reconocer


tu legitimidad y de vivir alejada de los estereotipos de una aparente feminidad. Ninguna mujer empoderada busca someter a otro porque reconoce la fuerza y la independencia que posee, además respeta la individualidad porque aprecia la suya como un valor supremo. Muchas mujeres no encuentran la forma correcta de gestionar su vida (profesional, personal o emocional), desean empoderarse pero temen la ira social y sus consecuencias. Temen por sus parejas, por sus familias, por sus trabajos y por el qué dirán los demás de ellas cuando su comportamiento no se ajuste al modelo dañino hasta hoy establecido. Solo puedo decir que el camino hacia el empoderamiento es mucho más sinuoso antes de emprenderlo. ¿Sabes por qué? Porque la libertad nunca duele, nunca castiga ni maltrata. Es tiempo de empoderarte, de emprender y de decidir cómo quieres vivir. Con cariño,


EDITORIAL


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