Revista de Estudios de Juventud. Nº 81. Jóvenes y participación política: investigaciones europeas

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La participación política juvenil, tema al que está dedicado este nuevo número de la Revista, es una de esas cuestiones de las que, a primera vista, parece que ya está casi todo dicho y que sólo es posible certificar una vez más los pronósticos pesimistas que sobre el particular se extienden en la opinión pública. Sin embargo, según se profundiza en sus características y evolución, prestando atención a los diferentes contextos en los que tiene lugar, sorprende la complejidad que encierra, la dificultad de establecer conclusiones definitivas en uno u otro sentido y, sobre todo, lo poco que a veces sabemos de por qué y cómo participan políticamente los y las jóvenes en esta sociedad de la globalización.

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Jóvenes y participación política: investigaciones europeas

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Jóvenes y participación política: investigaciones europeas Coordinadores Jorge Benedicto y Andreu López Blasco


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Director Gabriel Alconchel Morales Coordinación del número Jorge Benedicto y Andreu López Blasco Diseño Gráfico Pep Carrió / Sonia Sánchez Antonio Fernández Ilustraciones Raquel Marín Catálogo general de publicaciones oficiales http://www.060.es Edición © Instituto de la Juventud Redacción Observatorio de la Juventud en España Servicio de Documentación y Estudios Tel. 91 363 78 09 Fax 91 363 78 11 E-mail: estudios-injuve@migualdad.es Biblioteca de Juventud C/ Marqués del Riscal, 16 Tel. 91 347 77 00 E-mail: biblioteca-injuve@migualdad.es

ISSN: 0211-4364 NIPO: 208-08-005-2 Impresión: ARTEGRAF, S.A. Las opiniones publicadas en este número corresponden a sus autores. El Instituto de la Juventud no comparte necesariamente el contenido de las mismas.

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ÍNDICE

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EL TEMA | pág. 5 Introducción | pág. 7 1. “La juventud frente a la política: ¿desenganchada, escéptica, alternativa o las tres cosas a la vez? | pág. 13 Jorge Benedicto (UNED, España)

2. Continuidades y rupturas en la experiencia política juvenil | pág. 31 Anne Muxel (CEVIPOF, París, Francia)

3. “Votamos y después sufrimos”. Opiniones de la gente joven sobre participación: resultados de una encuesta | pág. 45 Reingard Spannring (Universidad de Innsbruck, Austria)

4. Trayectorias de Participación Política de la juventud europea: ¿Efectos de Cohorte o Efectos de Ciclo Vital? | pág. 67 Antonio M. Jaime Castillo (Universidad de Granada, España)

5. ¿Desafección y uniformidad? Participación política juvenil en el Reino Unido | pág. 95 Martha Wörsching (Universidad de Loughborough, Reino Unido)

6. Significados y formas de la participación política juvenil en Italia | pág. 113 Marco Bontempi (Universidad de Florencia, Italia)

7. ¿Apatía política? evolución de la implicación política de la juventud española desde los años 80 | pág. 133 Gema García-Albacete (Univ. Autónoma de Madrid, España; Univ. de Mannheim, Alemania)

8. ¿Quién cuenta con Europa? – Un análisis empírico de las actitudes de las generaciones jóvenes en Alemania | pág. 161 Wolfang Gaiser; Martina Gille; Johann de Rijke y Sabine Sardei-Biermann (Instituto Alemán de la Juventud, Munich)


9. La participación electoral de la juventud europea, el caso de las elecciones al Parlamento Europeo de 2004 | pág. 179 Araceli Mateos Díaz (Universidad de Salamanca, España)

10. Jóvenes de familias inmigrantes y su interpretación de la participación política. Un estudio comparado entre griegos, italianos, turcos y alemanes | pág. 197 Andreu López Blasco (Grupo de Investigación AREA, Valencia, España)

NOTA METODOLÓGICA. Tres sondeos de la Encuesta de Juventud del DJI: un estudio de replicación | pág. 211 Johann de Rijke (Instituto Alemán de la Juventud, Munich)

MATERIALES | pág. 219

COLABORACIÓN | pág. 229


EL TEMA

J贸venes y participaci贸n pol铆tica: investigaciones europeas


EL TEMA

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La participación política juvenil, tema al que está dedicado este nuevo número de la Revista, es una de esas cuestiones de las que, a primera vista, parece que ya está casi todo dicho y que sólo es posible certificar una vez más los pronósticos pesimistas que sobre el particular se extienden en la opinión pública. Sin embargo, según se profundiza en sus características y evolución, prestando atención a los diferentes contextos en los que tiene lugar, sorprende la complejidad que encierra, la dificultad de establecer conclusiones definitivas en uno u otro sentido y, sobre todo, lo poco que a veces sabemos de por qué y cómo participan políticamente los y las jóvenes en esta sociedad de la globalización

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Los habituales juicios negativos que los adultos hacen de la participación política de los y las jóvenes actuales, comparándola con una hipotética situación anterior en la que los comportamientos participativos parecían ser la norma y no la excepción como ocurre ahora, no suelen basarse la mayor parte de las veces en evidencias sistemáticas de la implicación de unas generaciones y otras. Por el contrario, constituyen mas bien un síntoma del desconcierto y desorientación con que los adultos se enfrentan a unos procesos de cambio que no sólo afectan a las nuevas generaciones que se incorporan a la esfera pública sino también –y de forma muy intensa– a ellos mismos. Estos procesos de cambio, que están modificando profundamente la relación de los ciudadanos con lo político, se manifiestan de forma amplificada entre la juventud debido a su situación vital de búsqueda y definición de una identidad personal y social. La incertidumbre propia de las transiciones juveniles, la resistencia a establecer compromisos duraderos o la tendencia al presentismo que caracteriza la implicación juvenil en los asuntos colectivos a veces no permite ver que lo que realmente se está transformando es la posición relativa que la política ocupa en la vida social y, paralelamente, la relevancia que los ciudadanos conceden a las actividades que allí se desarrollan. De esta manera, el estudio de las pautas predominantes de participación política de los jóvenes puede proporcionarnos elementos interesantes para entender mejor las transformaciones sociopolíticas que se están produciendo, sus interrogantes y contradicciones, en unas sociedades que asumen la democracia como un dato más de su estilo de vida. El objetivo de los científicos sociales debe ser, pues, poner en marcha dispositivos investigadores, adecuados a la complejidad del tema que se trata de analizar, que permitan monitorizar con la mayor precisión posible los cambios en las actitudes y comportamientos juveniles en el ámbito de lo político y proporcionen claves explicativas para comprender su naturaleza y significados. Para desarrollar esta tarea la primera dificultad a la que hay que hacer frente es la perspectiva analítica que habitualmente se utiliza en la investigación sobre la participación política, cuyos presupuestos no se adaptan a las características que este fenómeno adopta en las actuales sociedades líquidas, por utilizar la terminología de Bauman. Los enfoques tradicionales que utilizaba la ciencia política basados en cuantificar el número de actividades políticas que llevaban a cabo los ciudadanos y establecer tipologías en función, precisamente, del tipo y cantidad de acciones realizadas se han quedado obsoletos en las condiciones estructurales de cambio constante, incertidumbre y desaparición de modelos de referencia que caracterizan a nuestras sociedades. Una situación en la que, en primer lugar, no existe un consenso sobre qué actividades cabe calificar de políticas y cuales no, en la que los límites

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tradicionales que identificaban y separaban los distintos ámbitos de la vida social se han disuelto o, por lo menos, se han alterado profundamente. Y, en segundo lugar, los patrones claros y predecibles en los comportamientos políticos de los ciudadanos se están viendo sustituidos, de manera cada vez más frecuente, por pautas discontinuas en la que se mezclan irrupciones esporádicas, casi volcánicas, en la esfera pública con etapas de aparente apatía y desinterés. La investigación en participación política debe, por consiguiente, integrar esta nueva situación, prestando atención no sólo a quién participa y cómo lo hace (la participación como acumulación de actividades individuales), sino sobre todo a cuestiones clave como qué significa participar políticamente para el ciudadano, cuales son las motivaciones que le llevan a hacerlo o a abstenerse y los contextos de significación y experiencia en los que se insertan las distintas formas de participación (la participación como fenómeno colectivo). Solamente profundizando en todos estos aspectos, en cómo se interrelacionan ambas dimensiones, podremos ir comprendiendo mejor el lugar que la participación política ocupa hoy en las democracias contemporáneas y la importancia que tiene para los propios ciudadanos.

La segunda dificultad tiene que ver con la especificidad de la participación política juvenil, la cual sigue unas pautas no siempre coincidentes con las predominantes entre la población adulta, debido a la distinta naturaleza que el hecho de participar y movilizarse con otros tienen entre los y las jóvenes, que están en un proceso constante e ininterrumpido de definición de la propia identidad. La importancia de la socialidad, la dimensión expresiva de la acción juvenil, la búsqueda de nuevas formas de comunicación, son sólo algunos de los componentes que convierten la participación de la juventud en la esfera pública en un tema mucho más complejo de lo habitual. Pero entre todos ellos quizás la principal fuente de complejidad en estos momentos viene provocada por el creciente desprestigio que las significaciones explícitamente políticas, es decir aquellas que identifican o reducen lo político a la lógica institucional, tienen entre una gran mayoría de jóvenes, al tiempo que se debilita la separación entre la esfera social y política, la esfera pública de la privada. Estas circunstancias provocan que buen número de las prácticas juveniles, especialmente aquellas en las que la gente joven se siente más identificada, corren el riesgo de ser excluidas del ámbito de nuestra preocupación investigadora o por lo menos de no ser comprendidas en toda su significatividad. Y esto es tanto mas grave si tenemos en cuenta que estas prácticas constituyen los principales instrumentos que aquellos utilizan para incorporarse e intervenir en el ámbito de los asuntos colectivos, superando el estrecho círculo de sus intereses privados individuales y avanzando en el proceso de transición a la vida adulta.

Con este planteamiento de fondo se ha concebido este número monográfico, dirigido a ofrecer al lector un panorama lo mas variado posible de las investigaciones que se hacen sobre este tema en los diversos países europeos. Como ocurre en tantos otros temas, la comparación europea, entendida tanto en el sentido de investigaciones que contrastan entre si varios casos nacionales como en el sentido de estudiar por separado diferentes contextos nacionales, nos permite valorar en su justa medida lo que hay de singular y específico en las pautas participativas de la juventud española –por poner el ejemplo mas cercano–, fruto de nuestra cultura

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política nacional y tradiciones históricas, y lo que no es mas que manifestación específica de un fenómeno que posee rasgos similares en el contexto mas amplio de la Europa democrática. Sin duda, las coincidencias son mucho mayores que las diferencias y es que, al fin y al cabo, nos enfrentamos a los mismos problemas en un entorno cada vez más globalizado. Esta es la idea que anima a diferentes investigadores europeos a llevar adelante proyectos transnacionales de índole comparativa, que en el campo de la participación política juvenil tienen en EUYOUPART –political participation of young people in Europe– development of indicators for comparative research in the European Union su más reciente e importante exponente. Esta investigación financiada por el V Programa Marco de la Comisión Europea, englobaba a ocho países (Austria, Finlandia, Eslovaquia, Alemania, Gran Bretaña, Francia, Estonia e Italia), y se proponía un doble objetivo: a) metodológico, mediante la definición de indicadores cuantitativos, comparables a nivel europeo, que puedan suponer un punto de referencia para la futura investigación comparada sobre la participación política juvenil; b) analítico, mediante la recogida de datos relevantes que permitan analizar y comprender los comportamientos participativos de la juventud, en tanto que elemento fundamental para atisbar el futuro de la democracia en Europa. La mayor parte de los autores que participan en este monográfico utiliza, de manera más o menos directa, los planteamientos y/o resultados de EUYOUPART como punto de partida para sus respectivos trabajos. En algunos casos se han utilizado otras investigaciones internacionales como la Encuesta Europea de Valores, la Encuesta Social Europea o el European Electoral Study. Además de resaltar esta vertiente comparativa, el otro foco de interés a la hora de plantear este monográfico ha sido responder a los problemas que plantea hoy la investigación sobre la participación política juvenil, en unas sociedades inmersas en un proceso creciente de desinstitucionalización, en las que lo político ha perdido la centralidad de la que gozaba en épocas anteriores y muchos jóvenes ya no se hacen adultos cumpliendo una serie de etapas preestablecidas, entre las cuales estaba el convertirse en un ciudadano que cumplía con sus obligaciones políticas participativas. Todos los autores se han enfrentado, de una forma u otra, a la pregunta sobre qué es participación política y sobre cómo analizar la actividad política juvenil. Una lectura atenta de los trabajos que componen este monográfico permitirá apreciar coincidencias bastante apreciables en los diagnósticos y en las propuestas. Aunque le corresponde al lector sacar sus propias conclusiones, de manera provisional y orientativa puede decirse que se coincide en resaltar la necesidad de superar las definiciones institucionales de la participación política, la vinculación de los análisis de la participación con los grandes procesos de cambio que están transformando la relación ciudadano-política en nuestras sociedades desarrolladas y la importancia de seguir profundizando en lo que significa para las personas jóvenes participar en la vida social y política, pero no como un hecho aislado, sino como un componente mas de su experiencia vital. Los artículos que a continuación encontrará el lector pueden dividirse en cuatro grandes bloques. En el primero de estos bloques, formado por los artículos de Benedicto y Muxel, se aborda de una manera genérica las

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grandes transformaciones de la relación entre jóvenes y política. A manera de introducción a la temática del monográfico, en el artículo de Benedicto se ponen en duda, mediante diferentes evidencias empíricas, las impresiones negativas que se suelen utilizar al hablar de la vida política de los jóvenes, sosteniendo por el contrario que la realidad es mucho más compleja. Las identidades políticas de los y las jóvenes de la segunda modernidad se caracterizan por su carácter híbrido e inestable en el que mezclan referencias a diferentes mundos políticos. La directora del CEVIPOF francés, Anne Muxel, por su parte examina los elementos de continuidad y los signos de ruptura que se detectan en la relación de las nuevas generaciones europeas con la política en comparación con sus mayores. El peso de los anclajes políticos familiares contrasta con la necesidad de los jóvenes de experimentar nuevas formas de relación con la política.

El segundo de los bloques está dedicado al análisis de la participación política de la juventud europea, en concreto al por qué toman la decisión de participar o no y a cómo participan. Reingard Spannring, participante en el equipo investigador de EUYOUPART, utiliza en su artículo los resultados cuantitativos y cualitativos de la investigación comparativa para explicar la baja participación política de los jóvenes europeos a partir de los cambios que se están produciendo en las condiciones estructurales en las que se desarrolla la política. La aparente apatía juvenil no haría más que reflejar su frustración ante el funcionamiento del sistema político, en el que no encuentran respuesta a sus necesidades de un entorno que ofrezca más seguridad y menores dosis de riesgo. El profesor de la Universidad de Granada Antonio Jaime compara, a partir de los datos de tres oleadas de la EVS, las diferencias en las pautas de participación de quienes eran jóvenes en las tres últimas décadas en Europa y la evolución de las trayectorias de cada una de estas generaciones. Además de concluir que prima el efecto del ciclo vital sobre el efecto generacional cuando se quieren explicar las distintas tasas de participación a lo largo del tiempo, se resaltan los cambios que parecen estarse produciendo en el ciclo de la participación no convencional, que provoca que ya no sea un fenómeno casi exclusivamente juvenil, como ocurría en los años setenta, habiéndose convertido, por el contrario, en una forma de participación propia también de edades maduras.

El tercer bloque agrupa los análisis de casos nacionales, en concreto el caso británico, el italiano y el español. Martha Wörsching presenta el debate británico sobre la participación política juvenil, resaltando la creciente preocupación que existe en el Reino Unido por la juventud y, más en concreto, por su bajo interés en la política formal y su escasa participación electoral. Para explicar estos hechos, la profesora Wörsching hace especial hincapié en la desfavorable situación de los jóvenes británicos en el sistema social y político, en sus experiencias de desigualdad y exclusión social, así como en la falta de poder de la juventud ante la toma de decisiones públicas. Del caso italiano se ocupa Marco Bontempi que trata de explicar el mantenimiento de niveles significativos de participación por parte de los jóvenes italianos junto a la transformación de los significados y las formas predominantes. La lógica de la participación juvenil se explicaría en buena medida por la perdida de centralidad del sistema político dentro de la vida social y el cambio en el significado de las categorías políticas. Por último, Gema García Albacete estudia la implicación de los jóvenes españoles en comparación con la de los adultos y a lo largo del tiempo, utilizando para

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ello abundantes evidencias empíricas procedentes de los estudios del Centro de Investigaciones Sociológicas. La manida tesis de la apatía política de la juventud española no se confirma o, por lo menos, cabría afirmar que los jóvenes son tan apáticos como los adultos. En el lado contrario de la balanza habría que situar la conclusión de que las nuevas generaciones, socializadas en democracia, no muestran una mayor propensión participativa que las generaciones de la transición, lo cual demostraría, como concluye la autora, que la propia experiencia democrática no fomenta por sí sola la implicación de los ciudadanos y que deberían ser las instituciones las encargadas de buscar mecanismos para promover una ciudadanía más activa. El cuarto bloque de artículos está dedicado a la relación de los y las jóvenes con la Unión Europea. Los investigadores del Instituto Alemán de la Juventud analizan en su artículo las actitudes de los jóvenes alemanes hacia la unificación europea, poniendo de manifiesto la conciencia generalizada de la importancia que tiene el experimento europeo y la creciente repercusión que ejerce sobre sus vidas. Pero sin duda el resultado más interesante de la investigación que aquí se presenta es la vinculación existente entre la situación personal de los jóvenes y el desarrollo de una conciencia europea: las situaciones de desventaja afectan negativamente a la imagen de Europa entre la juventud. En el siguiente artículo Araceli Mateos se ocupa de una forma de participación política específica y concreta como es la participación electoral y para ello se selecciona la única actividad en la que los jóvenes europeos expresan de manera explícita su pertenencia a una comunidad política, las elecciones al Parlamento Europeo. El sentimiento de pertenencia y el orgullo de ser ciudadano europeo son las variables que mejor explican la participación juvenil en las elecciones de 2004. El último artículo corre a cargo de Andreu López Blasco y se ocupa de un segmento de la población juvenil que cada vez tiene más importancia en las sociedades europeas, como es el de los y las jóvenes inmigrantes. A partir de los resultados de una investigación alemana en la que se comparan las orientaciones políticas de jóvenes de familias alemanas con las de jóvenes de familias inmigrantes, López Blasco resalta las semejanzas en las opiniones democráticas, la confianza en las instituciones e incluso en las formas de participación de los jóvenes adultos, independientemente de su origen familiar. Las diferencias, sin embargo, se acentúan por los más elevados déficits educativos y laborales que soportan jóvenes de origen inmigrante. El monográfico se cierra con una nota metodológica dedicada a explicar las características de la Encuesta Alemana de Juventud y las interesantes posibilidades que se derivan de la utilización de una estrategia de investigación replicativa, por medio de la cual se pueden analizar los recursos, las opiniones y los comportamientos de los y las jóvenes en el contexto de los cambios sociales que se vienen produciendo en la última década. Jorge Benedicto y Andreu López Blasco

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Jorge Benedicto . Departamento Sociología II. UNED.

DOCUMENTOS

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La juventud frente a la política: ¿desenganchada, escéptica, alternativa o las tres cosas a la vez? (1)

En este artículo se discute la necesidad de superar las visiones simplistas y reduccionistas sobre la vida política de los jóvenes que tanta difusión tienen en nuestras sociedades actuales, introduciendo una perspectiva mas compleja de la situación, en la que tengan cabida las nuevas condiciones en que los jóvenes viven hoy su juventud y la pluralidad de significados que confluyen en sus universos políticos. Para ello, tras revisar críticamente algunos de los presupuestos teóricos y analíticos en los que se basan estos diagnósticos negativos, en un segundo momento, se reflexiona sobre cómo se es joven en la modernidad tardía y como se forman sus experiencias vitales dentro de la dialéctica entre integración y autonomía que preside la dinámica social de la juventud. Algunas evidencias empíricas de las actitudes políticas de los jóvenes, españoles y europeos, ponen de manifiesto las variadas relaciones que los diferentes grupos de jóvenes mantienen con el ámbito político y, por extensión, la complejidad de la vida política juvenil que no permite seguir manteniendo argumentaciones unidimensionales (tanto sean favorables como negativas para los propios jóvenes). En vez de seguir discutiendo sobre si la juventud actual está desenganchada, si es escéptica o, por el contrario, es alternativa habría que empezar a pensar en que la mayoría de los jóvenes son las tres cosas a la vez. Palabras clave: Relaciones jóvenes-política, dinámica social de la juventud, universos políticos, actitudes políticas.

La habitual percepción negativa de la vida política juvenil

(1) Este texto fue preparado con ocasión de la participación en las jornadas “Jóvenes y compromiso ciudadano en homenaje a Carlos Martínez Cobo” organizadas por la Fundación Pablo Iglesias. Agradezco a la Fundación su autorización para publicarlo en este monográfico

Parece obligado que cualquier reflexión sobre jóvenes y política comience haciendo mención a la habitual y reiterada visión negativa de la relación que los jóvenes mantienen, por lo menos en las tres o cuatro últimas décadas, con la política, entendida en términos generales. La imagen del joven pasivo y desinteresado de todo lo que ocurre en el ámbito político ha adquirido tal fuerza en el discurso social que se ha convertido en una de las señas de identidad de la juventud contemporánea. Esta percepción, que a veces parece casi unánime entre la opinión pública, también tiene su correlato en la investigación académica, en la que predominan los análisis sobre la desafección y el desinterés político juvenil o sobre la baja predisposición a participar en la vida política de las sociedades democráticas, utilizando los canales e instrumentos institucionales diseñados a tal efecto. Sin embargo, si antes de aceptar como evidentes las conclusiones a las que suelen llegarse, nos preguntamos por los presupuestos que las sostienen y el tipo de análisis que se realizan, algunas de estas ideas pueden empezar a ser puestas en duda. La sociología de la juventud, sobre todo tras la popularización de las perspectivas postestructuralistas, ha insistido en los últimos años en la pluralización de los caminos que llevan a los jóvenes a la vida adulta y en la

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diversidad interna que caracteriza a la condición juvenil en la sociedad actual. Sin embargo, ambas características no están presentes en la gran mayoría de explicaciones que se construyen para comprender la vida política de los jóvenes, sus discursos, intereses, comportamientos, etc. Se ponga donde se ponga el énfasis, el argumento de fondo suele ser común. La gran mayoría de los jóvenes parece relacionarse con el mundo de la política de una forma uniforme, distante y desconfiada, encerrados en una maraña de factores estructurales e institucionales que escapan de su capacidad de decisión. De la metáfora, tan utilizada actualmente para referirse a la juventud de este inicio del siglo XXI, del joven que navega en un mar de incertidumbre, negociando su propio camino entre oportunidades y riesgos, pasamos en el terreno de lo político a la imagen de un joven que asume pasivamente un universo político de significaciones negativas y pesimistas. De este escenario solamente se escaparía una pequeña minoría, expuesta a unos procesos de socialización muy específicos. Nos encontramos, por consiguiente, con un claro predominio de las argumentaciones genéricas, en las que el factor principal de diferenciación interna del colectivo juvenil es la edad, bien entendida en términos evolutivos como etapa del ciclo vital, o como criterio generacional. En ambos casos, la heterogeneidad social, cultural, ideológica de los jóvenes y de sus procesos de incorporación al espacio público juega un papel secundario como factor explicativo de las posiciones políticas de las nuevas generaciones, las cuales tienden a ser valoradas desde posiciones más morales que sociopolíticas. En esta misma línea de análisis también hay que subrayar la habitual ausencia de una perspectiva intergeneracional que permita entender los rasgos de la vida política juvenil en relación a lo que piensan y hacen los ciudadanos del resto de generaciones. Los jóvenes parecerían, en este sentido, estar aislados del contexto social y político en el que se construyen las relaciones entre las diferentes generaciones. Profundizando un poco más en la crítica de los presupuestos sobre los que se sostienen buena parte de las explicaciones académicas sobre las posiciones políticas de los jóvenes, conviene prestar atención a tres aspectos que considero fundamentales. En primer lugar, el enfoque predominante en la investigación dentro de este campo está basado en una concepción de la politización de raíz individualista que concibe la juventud como una etapa de inestabilidad e indefinición y la política como el ámbito de expresión y contraste de los intereses individuales. Desde este punto de vista, el desinterés juvenil hacia las cuestiones políticas encuentra una cierta justificación, en tanto en cuanto sería el correlato obligado a su situación periférica en el entramado social. Conforme los jóvenes vayan realizando su transición a la vida adulta e integrándose socialmente irán definiendo unos intereses específicos que les llevarán a interesarse por los temas que se discuten en el espacio de la política, ya que las decisiones que allí se adopten empezarán a afectar a sus intereses. En último término, la politización queda reducida a un fenómeno básicamente individual, influido por una serie de factores externos, que se traduce en una serie de comportamientos explícitos (Benedicto 2004a). En consonancia con esta posición, la mayor preocupación de los especialistas se dirige a cuantificar las actividades que se realizan en vez de poner el énfasis en los contenidos y significados de la implicación política de los jóvenes. En segundo lugar, demasiadas veces se olvida el contexto de transformación de las actitudes políticas en las sociedades desarrolladas que lógicamente

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afecta a todas las generaciones, tanto a los adultos como a los jóvenes. Los ciudadanos de nuestras sociedades democráticas se relacionan con el ámbito político desde premisas bien diferentes de las que predominaban en décadas anteriores. Si en los años 50 o 60 existía un clima de confianza generalizada en las instituciones representativas y en las autoridades correspondientes, décadas después una de las constantes en todas las democracias es el deterioro de la confianza en líderes y partidos, junto al incremento del escepticismo en los resultados del sistema político, todo lo cual está en la base de la desafección política que caracteriza la coyuntura actual (Pharr y Putnam 2000). Esta necesidad de tener en cuenta las nuevas condiciones sociales, institucionales, culturales en las que se desarrolla la vida política también está presente en el tercero de los aspectos que quiero destacar. Los ciudadanos, en general, y las nuevas generaciones más en particular son partícipes de experiencias de lo político que ponen en cuestión los significados y las expresiones tradicionales, mientras que aparecen nuevas formas de relación que, en ocasiones, son interpretadas equivocadamente como un rechazo o un abandono de los compromisos colectivos. La transformación del modelo predominante de implicación política juvenil puede ser un buen ejemplo de cómo cambian las formas de politización al hilo de los cambios que también se producen en la experiencia social y colectiva de los jóvenes. La crisis del modelo de activismo militante de base partidista y su sustitución por formas muy diversas de implicación, de carácter más bien puntual y episódico, en múltiples campos (desde los mas tradicionales de actividad política hasta los vinculados a temas de solidaridad cívica u otros relacionados con nuevos espacios de expresión juvenil), refleja en buena medida los propios rasgos culturales de buena parte de la juventud actual (individualismo, orientación al consumo), así como la estrecha interrelación que existe con sus experiencias e intereses más cotidianos (Funes 2006). Antes de seguir, por tanto, hay que reflexionar brevemente sobre cómo se es joven en la modernidad tardía y sobre los procesos dinámicos que dan forma a sus experiencias vitales y alientan sus caminos hacia la vida adulta. Solamente sabiendo más sobre cómo viven los jóvenes su juventud podremos empezar a entender algo mejor como se plantean su relación con el mundo de los significados y las expresiones políticas.

La dinámica social de la juventud: entre la integración y la autonomía La tradicional interpretación de la juventud como un periodo de transición en el que tiene lugar un complejo proceso de cambios que permiten a los jóvenes alcanzar el estado adulto nos ha acostumbrado a entender la juventud desde una perspectiva lineal y evolutiva, con un principio definido en términos negativos y un final definido en términos positivos. El principio de la transición sería la situación del niño o adolescente, dependiente en todos los aspectos de su vida de su familia de origen y/o de las instituciones sociales. El final correspondería, en cambio, al joven emancipado que se convierte en adulto gracias a la independencia económica, residencial y afectiva que ha adquirido. En términos mucho convencionales podríamos describir la transición a la vida adulta como el proceso al final del cual el joven abandona la casa de los padres y crea un nuevo hogar, gracias a su

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participación en el mercado de trabajo obtiene los ingresos suficientes para llevar una vida independiente y empieza a vivir de forma mas o menos estable con su pareja, creando una nueva unidad familiar. En esta visión lineal y evolutiva, que según Bontempi (2003) se corresponde con la condición juvenil propia de la primera modernidad, la emancipación representa la culminación de la transición a la vida adulta, el reconocimiento social como individuo liberado de dependencias, capaz de gestionar sus proyectos vitales y de asumir sus responsabilidades como miembro de la comunidad. A través de la emancipación, el joven deja de serlo para convertirse, socialmente, en adulto y ciudadano, dos términos que se hacen equivalentes. El énfasis que ponen muchos sociólogos en los acontecimientos que definen la emancipación juvenil, tales como el tener un trabajo remunerado, una casa propia, una nueva relación familiar e incluso llegar a tener hijos, oculta o, por lo menos, dificulta darse cuenta del verdadero objetivo de estos procesos que no es otro que conseguir la integración de las personas en la organización social, estableciendo el lugar social a partir del cual desarrollar su proyecto biográfico. Lo significativo, desde este punto de vista, no es, por tanto, la liberación de las dependencias originales sino el destino al que se llega y el trabajo de adaptación que exige a los jóvenes para conseguirlo. La etapa de la juventud se puede interpretar, por tanto, como el proceso de adquisición por parte de los jóvenes de los recursos necesarios para integrarse en la organización social y asumir nuevas dependencias y responsabilidades. Como afirman Garrido y Requena (1996: 15) “socialmente, y siempre desde esta perspectiva, el comportamiento de los jóvenes se puede interpretar como una incorporación o integración a formas de vida que les preceden y que les exigen una adaptación o acomodo (…) Así, cuándo un joven se integra, deja de ser joven. Pero al tiempo que lo hace incurre en compromisos de tanto o mas peso que los que mantenía cuando se limitaba a depender de su familia de origen”. Este cambio de énfasis desde la emancipación hacia la integración supone, a mi juicio, reorientar el debate desde la preocupación por el momento temporal de la emancipación juvenil hacia las condiciones de integración de los jóvenes en el mundo de los adultos. Así, por ejemplo en España, al igual que en otros países europeos sobre todo del Sur de Europa, se discute muy a menudo sobre el retraso en la edad que los jóvenes abandonan la casa familiar y las repercusiones tanto sociales como políticas que ello supone. Bien es verdad que, según los datos de Eurostat, en países como España o Italia hay que esperar hasta los 30 y 31 años respectivamente para afirmar que el 50% de los varones ya no vive con sus padres; por el contrario en Gran Bretaña, Alemania o Francia esta edad se adelanta a los 24 años. Sin embargo, el que los jóvenes se vayan antes o después del hogar familiar nos dice poco sobre sus dificultades para llevar adelante transiciones exitosas, sobre el carácter estratégico que para muchos jóvenes actuales tiene la permanencia en la casa familiar como forma de acumulación de capital social o sobre los problemas que en determinados colectivos sociales –especialmente mujeres de baja cualificación– implica un rápido abandono de ese hogar familiar. La nueva dinámica de la juventud en la modernidad tardía, con sus procesos transitorios y el incremento de la incertidumbre y los riesgos, exige reducir la centralidad de la emancipación, entendida como liberación de exigencias y obligaciones externas, sino queremos, como advierte López

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Blasco (2005), correr el peligro de que muchos jóvenes, sobre todo los que están en situación mas desventajosa, queden descolgados de las instituciones sociales que, de esta manera, tienden a liberarse de ellos. Lo importante, por tanto, será analizar cómo influyen en cada caso las condiciones estructurales en sus procesos de emancipación familiar, en las diferentes decisiones que adoptan y en el tipo de integración social que alcanzan. En resumen, una de las formas de pensar la juventud es desde la perspectiva de la integración en el mundo de los adultos, de la adaptación a las exigencias de una organización social en la que el joven busca su lugar social, asumiendo una serie de responsabilidades personales y colectivas. A pesar de la creciente importancia que la condición juvenil tiene en el desarrollo biográfico de las personas y de que tendemos a pensar en el mundo juvenil y en el mundo adulto como dos momentos contrapuestos dentro del recorrido vital, no podemos olvidar que la presión por lograr una forma u otra de integración en el mundo de los adultos siempre está presente en las decisiones y comportamientos de las nuevas generaciones en los más diversos campos de su vida. Tanto en el mundo del trabajo como en el de las relaciones afectivas o en el de la política es posible rastrear esa tendencia a adaptarse a los imperativos del orden social para así integrarse en las mejores condiciones posibles, incorporándose como otro miembro más de la comunidad. Pero la necesidad de integrarse en el mundo adulto no es más que una de las caras de la juventud, la otra es la conquista de la autonomía, de la capacidad y competencias necesarias para gestionar sus proyectos vitales. Las transformaciones iniciadas en los años 80 y profundizadas en las décadas posteriores han puesto de relieve la necesidad de manejar una visión más compleja de la juventud en la que estructura y agencia mantienen relaciones de influencia recíproca. Como de manera muy gráfica lo han expuesto Evans y Furlong (1997), las metáforas de los nichos, los senderos o las trayectorias utilizadas para designar los procesos de transición a los roles adultos dejan paso en los años 90 a la metáfora de la navegación. Con esta nueva metáfora se hace referencia a la necesidad que tienen hoy los individuos de valorar los riesgos y las oportunidades existentes para lograr negociar su propio camino en un mar lleno de incertidumbre. La relación entre factores estructurales y factores individuales se convierte, así, en la clave para entender como se desarrollan los trayectos biográficos de los jóvenes y su profunda diversidad. La ruptura de la linealidad de las transiciones y su sustitución por recorridos inciertos, vulnerables y reversibles (Walter et al. 2002) junto al alargamiento del periodo necesario para conseguir la integración definitiva en el mundo adulto ha transformado la condición juvenil. En vez de hablar de un periodo transitorio, con unos objetivos claramente definidos, la juventud se convierte en una condición vital, en una etapa fundamental en el desarrollo biográfico de los individuos en la que se acumulan experiencias y se ensayan nuevos tipos de relaciones, nuevas estructuras valorativas y nuevos comportamientos, tanto en el ámbito personal como en el colectivo. Acudiendo nuevamente a Marco Bontempi (2003: 31), podemos afirmar que “mas que una condición de moratoria, típica de los procesos de transición, ahora la juventud asume, de manera en cierto sentido paradójica, las características de un fenómeno que encuentra en sí mismo los presupuestos de su propio desarrollo y definición”.

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Las nuevas condiciones en que los jóvenes viven sus vidas y sus procesos de transición han permitido establecer una distinción clave entre independencia (entendida en términos de situación material) y autonomía (entendida en términos de competencia y capacidad). Se trata de dos procesos diferentes que en los momentos actuales siguen lógicas también diferentes. El paso de la dependencia a la independencia económica que en momentos anteriores constituía el paso previo para la conquista de la autonomía individual, en la sociedad actual no supone un requisito para el desarrollo de un sujeto autónomo, capaz de tomar decisiones y de realizar las elecciones más convenientes para su futuro. Por el contrario, en el entorno incierto en el que se mueven hoy los jóvenes proliferan las situaciones de semi-independencia, en otros casos la independencia económica es algo transitorio y reversible debido a las continuas entradas y salidas del mercado de trabajo y, por último, también nos encontramos con bastantes jóvenes que, aún siendo dependientes económicamente de su familia de origen, han ido conquistando importantes niveles de autonomía y libertad individual en terrenos significativos de su vida como las relaciones afectivas, las pautas de consumo, los estilos de vida o los comportamientos colectivos, etc. La construcción y conquista de la autonomía, entendida como capacidad de manejar los proyectos vitales, se convierte, pues, en el objetivo principal de este amplio periodo del curso vital. Así lo corroboran los propios jóvenes, los cuales, según diferentes investigaciones (Arnett 1997; Westberg 2004), consideran que llegar a ser adulto tiene que ver con la adquisición de la responsabilidad sobre las propias decisiones y no con haber finalizado las diferentes transiciones (laboral, residencial y familiar), excepto cuando se llegan a tener hijos. Pero lo que resulta fundamental de entender es que este proceso de conquista de la autonomía se realiza en la actualidad dentro del contexto de relaciones de dependencia en que los jóvenes desarrollan sus vidas y que, indudablemente, está condicionado por los factores estructurales que pueden convertir las oportunidades en riesgos y viceversa. La importancia que esta búsqueda de la autonomía tiene en la vida de los jóvenes convierte, además, a la juventud en un periodo de frecuente experimentación. El alargamiento del periodo de dependencia familiar, la relativa ausencia de responsabilidades y, sobre todo, la pluralidad de situaciones vitales que observan a su alrededor lleva a los jóvenes a ensayar y desarrollar nuevas formas de relaciones sociales, nuevos planteamientos y pautas de actuación en los mas diversos campos de la vida como el consumo, el trabajo, la política o la vida familiar. Esta experimentación, en bastantes ocasiones, no se plasma en resultados significativos quedándose limitados a ser la característica distintiva de una minoría de jóvenes, pero en otras ocasiones constituye la semilla de importantes procesos de cambio que explican algunas de las profundas transformaciones de la vida social a las que estamos asistiendo en estos últimos años. Las nuevas formas de convivencia familiar, la aceptación activa de comportamientos como la homosexualidad, las distintas formas de consumo político o la utilización masiva de las TICs como instrumento de relación interpersonal son algunos ejemplos de fenómenos que empezaron siendo elementos distintivos de subculturas juveniles minoritarias –la mayoría de ellos transgresores en una u otra forma de las normas sociales mayoritarias– para posteriormente empezar a generalizarse en la sociedad, provocando una profunda reformulación de los sistemas de valores y las pautas de comportamiento predominantes en nuestras sociedades.

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Integración y autonomía constituyen, pues, dos dimensiones imprescindibles para entender la dinámica social de la juventud, tanto en general como en los diferentes campos en los que los jóvenes desarrollan sus vidas. El análisis de la relación dialéctica de ambos elementos en cada momento histórico, los factores que presionan a favor de la importancia relativa de uno u otro elemento y cómo se articulan entre si en los diferentes contextos sociales, culturales y políticos proporciona una información fundamental para comprender cómo se es joven en cada circunstancia y el ritmo de cambio al que está sometida la condición juvenil.

Sobre las actitudes políticas de los jóvenes (españoles) Como ha debido quedar claro, esta doble perspectiva de integración y autonomía también debe resultar de gran utilidad cuando se aborda el análisis de la vida política de los jóvenes. La tensión para integrarse en el mundo político de los adultos junto a la búsqueda de expresiones políticas novedosas, acordes con los contextos de experiencia y acción en los que los jóvenes viven, configuran un espacio multiforme en el que adquieren sentido las variadas relaciones que los diferentes grupos de jóvenes mantienen con el ámbito político (Muxel 2001). Es, precisamente, en este espacio de persistencia y cambio en donde hay que situar las actitudes que los jóvenes expresan sobre la actividad política que se realiza de acuerdo a los procedimientos establecidos institucionalmente y sobre aquel otro tipo de actividad política que utiliza canales y formas no reguladas institucionalmente, pero que en las últimas décadas se ha convertido en una expresión “normalizada” de la presencia de los jóvenes en el ámbito de las decisiones públicas, así como de sus preferencias y demandas. Contrariamente a lo que a primera vista podría parecer, cuando se empiezan a analizar las evidencias disponibles se observa que las actitudes políticas juveniles no se rigen por un patrón único de rechazo y desinterés hacia la labor de las instituciones y de las autoridades y ni mucho menos puede hablarse de despolitización como un rasgo inequívoco de la juventud actual. La situación, sin duda, es bastante más compleja de lo que a veces se quiere hacer creer, a partir de un superficial examen de los resultados de los sondeos de opinión pública. Según bastantes especialistas (Norris 2002) estaríamos asistiendo a una disminución de la implicación política formal de la juventud que, sin embargo, se vería compensada por la expansión significativa de su presencia en otro tipo de actividades políticas no convencionales, pero mas acordes con su forma de experimentar la vida colectiva, como los movimientos de protesta, la participación en organizaciones voluntarias, la utilización de Internet como instrumento de activación política, etc. Todo ello, no obsta, para admitir que las cuestiones políticas tienden a ocupar una posición secundaria dentro de las preocupaciones vitales de una mayoría de jóvenes, tal y como corresponde a esta etapa de la modernidad caracterizada por intensos procesos de individualización y por el declive de las principales instituciones de socialización. La necesidad de no dejarse empujar por las apariencias y de reconocer la complejidad de la situación parece evidente, pero conviene corroborarlo acudiendo a los datos. El caso español es un buen exponente de esta complejidad y de la inutilidad de los diagnósticos simplificados a la hora de valorar la vida política de los jóvenes. Aunque soy consciente de que las

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opiniones políticas expresadas por los jóvenes en sondeos de opinión no son más que un pálido reflejo, simplificado, de su compleja vida política, y dejando claro que no es mi intención realizar un análisis en profundidad de las actitudes políticas de los jóvenes españoles, a continuación resaltaré algunos de sus rasgos mas distintivos para comprobar empíricamente la afirmación anterior sobre la inexistencia de un patrón único o predominante de rechazo hacia lo político, tal y como nos quieren hacer ver muchos medios de comunicación y lideres de opinión. Cualquier análisis, por somero que sea, que se haga sobre este tema debe tener en cuenta el contexto sociopolítico en el que estas actitudes adquieren sentido. Por una parte, estamos hablando de las primeras generaciones socializadas completamente en democracia. Se trata de jóvenes que empiezan a incorporarse a la vida política cuando el sistema democrático ha adquirido ya un grado de estabilidad considerable, el sistema de partidos se configura definitivamente en torno a dos grandes partidos, uno de centro izquierda y otro de centro derecha, de manera similar a otros países europeos y cuando el Estado de bienestar, construido durante la década de los 80, comienza a dar resultados evidentes (protección social, universalización de la educación y de la sanidad). Pero por otro lado, esta generación juvenil se ha socializado en una cultura política con unos niveles de desafección institucional muy considerables y donde los comportamientos participativos no tienen incentivos suficientes para romper la tradición de pasividad y antipoliticismo heredada de la dictadura. Además, la vida política española en los últimos diez años ha pasado por momentos complicados debido a los escándalos de corrupción de mediados de los 90, las tensiones territoriales o el alto grado de enfrentamiento político de los últimos años del gobierno del PP y los actuales del gobierno socialista. (Benedicto 2004b; Morán 1997)

(2) En concreto la mayoría de los datos que a continuación se comentan proceden del sondeo realizado por el Instituto de la Juventud en colaboración con el CIS en el primer trimestre de 2005 titulado “Participación y Cultura Política” (los datos marginales del sondeo y un resumen de las conclusiones pueden consultarse en las páginas del Observatorio de la Juventud en España dentro de la pagina web del INJUVE, http://www.injuve.mtas.es/). Para los datos de población general, y por razones eminentemente comparativas, se ha utilizado el estudio 2575 del CIS realizado en 2004 y titulado “Ciudadanía y Participación” (CIS 2004)

Junto a estas circunstancias específicamente derivadas de la historia y la política española, no se puede olvidar la enorme importancia del espacio de significaciones culturales en el que se mueve la vida política de los jóvenes en las democracias occidentales. Porque si algo caracteriza al caso español es su rápida incorporación a las tendencias ideológicas y culturales predominantes en el occidente europeo. Cuando se comparan los datos, tanto de los jóvenes como de los adultos españoles, con los procedentes de otros países de su entorno aparecen, como es lógico, algunos rasgos específicos en aspectos determinados pero las semejanzas son mucho mayores (Bonet, Martín y Montero 2006). Los jóvenes españoles pueden mostrar menos interés por determinados temas que la mayoría de europeos o pueden manifestar actitudes más reformistas ante el orden social existente, pero, en general, puede decirse que viven sus vidas políticas desde coordenadas muy parecidas al del resto de jóvenes de los otros países europeos (Bettin 2001).

(3) Toda la información detallada sobre el proyecto, así como los principales resultados del mismo pueden consultarse en http://www.sora.at/EUYOUPART.

De manera muy resumida, se pueden resaltar cuatro rasgos básicos en las actitudes políticas de los jóvenes españoles, de acuerdo con los datos procedentes de diferentes sondeos del Instituto de la Juventud y del Centro de Investigaciones Sociológicas (2). Para comprobar las semejanzas y diferencias con el entorno europeo se utilizarán datos de la investigación comparativa internacional EUYOUPART (Political Participation of Young People in Europe - Development of Indicators for Comparative Research in the European Union) (3) en la que se han recopilado datos de ocho mil jóvenes de 15 a 24 años pertenecientes a ocho países de la Unión Europea, entre los que no estaba España.

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El primero de estos rasgos es la centralidad y legitimidad que posee la democracia en los universos políticos de los jóvenes. A pesar de las deficiencias en el funcionamiento del sistema político que se han puesto de manifiesto en estos años y de los problemas que han ido apareciendo –y a los que antes me refería– la democracia como forma de gobierno goza de un elevado grado de legitimidad entre los jóvenes: 8 de cada 10 jóvenes entre 15 y 29 años consideran que es preferible a cualquier otra forma de gobierno, solo un 5% admite soluciones autoritarias (se mantiene constante en todos los grupos de edad) y el 11% manifiesta su indiferencia. Lo más interesante es la escasa importancia que las soluciones autoritarias tienen no solo entre los jóvenes actuales sino también entre las anteriores generaciones. Desde principios de los 90 la distribución de las opiniones no presenta variaciones significativas, manteniéndose una distribución muy similar a la que aparece en la población adulta (del Moral 2003). Además, según varias investigaciones realizadas, la legitimidad de la democracia no está asociada ni a la posición social del entrevistado ni tampoco a la satisfacción con el funcionamiento de la democracia. Este último resultado es especialmente significativo porque una de las preocupaciones habituales entre los especialistas cuando se estudian los regímenes salidos de procesos de transición es la posible deslegitimación del sistema democrático como consecuencia de un incremento del descontento social. A estos datos podemos unir los de otros indicadores referidos a la legitimidad con que cuentan otros componentes del sistema democrático como los partidos políticos, la importancia que se concede al Parlamento o la consideración del voto como un deber cívico. En todos los casos, esta opinión favorable no impide que se realice una fuerte crítica a su funcionamiento. Precisamente la distancia que separa ambos planos es una de las características de la cultura política española y que se puede explicar, en parte, por las raíces culturales en la que se sustenta la democracia en España. La principal inquietud puede venir, sin embargo, por la indiferencia que determinados grupos de jóvenes, especialmente los menores de edad, muestran respecto a la democracia, que además se repite en muchos otros indicadores. Así, 3 de cada 10 menores de edad se muestran indiferentes o no contestan respecto a la forma de gobierno preferida. Es verdad que estamos ante un evidente efecto del ciclo vital, que convierte al grupo de 15 a 17 en el sector juvenil mas desvinculado de lo que pasa en la esfera pública (este porcentaje se reduce al 18% entre los de 21 a 24 y al 10% entre los de 25 a 29). A primera vista, parece que la mayoría de edad sigue manteniendo su carácter de rito de paso que activa aquellos mecanismos que hacen posible la politización. Sin embargo, deberíamos reflexionar mas sobre este tema por la repercusión que puede tener en temas como el aprendizaje cívico o las estrategias de socialización. Conforme la juventud se extiende, la entrada se retrasa y, en consecuencia, los menores de edad son progresivamente desplazados hacia una posición mas cercana a la subordinación de la infancia que a la de transición que define a la juventud. El segundo rasgo a destacar es la importancia de la desafección política entre la juventud española. Cuando hablo de desafección me refiero al predominio de una actitud de distanciamiento cognitivo y afectivo respecto a todo aquello que se califica explícitamente como político o que los jóvenes le atribuyen ese significado. Esta actitud se expresa a través de múltiples síntomas, entre los que se encuentra el desinterés, la ineficacia y la impotencia. Pues bien, los jóvenes españoles manifiestan estos síntomas de

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desafección política en grado elevado y bastante por encima de la media europea. Por ejemplo, si nos centramos en el indicador más habitual, el interés político, las nuevas generaciones españolas se distinguen por el escaso interés que manifiestan hacia las cuestiones políticas (cuadro 1). Solo el 22% dice estar muy o bastante interesado por estos temas mientras que la media de los países participantes en EUYOUPART se sitúa en el 37% e incluso países como Gran Bretaña, donde los indicadores de politización juvenil son sorprendentemente reducidos, el porcentaje de interesados llega al 30%.

Cuadro 1. Interés político entre los jóvenes españoles y europeos

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España

78

37

EUYOUPART

64

30

Gran Bretaña

Interes Desinteres

70

51

Alemania

49

36

Francia

64

43

Italia

0%

10%

20%

57

30%

40%

50%

60%

70%

80%

90%

100%

Estas bajas tasas de interés político parecen tener, como era de esperar, algo que ver con el ciclo vital, sin embargo la mejoría entre los grupos de más edad tampoco es espectacular porque entre los jóvenes de 21 a 24 el interés se sitúa en el 28%. La explicación, sin embargo, rebasa el ciclo vital porque según los datos de una reciente encuesta del CIS a la población mayor de 18 años, sólo el 32% dice estar muy o bastante interesado en la política. Es evidente, por tanto, que la política –por lo menos tal y como se define socialmente– no implica personalmente a una buena parte de los jóvenes, tal y como se deduce del hecho de que sólo una pequeña minoría trate de persuadir o convencer habitualmente a su circulo mas inmediato. La comparación con Italia y Francia es muy significativa. Si más de la mitad de los jóvenes italianos y el 36% de los franceses tratan de convencer políticamente a sus amigos o familia, menos de un tercio de los españoles dice hacerlo frecuentemente o a veces, frente a un 47% que no lo hace nunca. La posición secundaria de las cuestiones políticas en la vida de la mayoría de los jóvenes españoles parece bastante evidente. Esta falta de interés parece tener bastante que ver con la escasa receptividad que los jóvenes perciben en las instituciones políticas y en los políticos. Tanto las instituciones como sus responsables, en opinión de muchos jóvenes, no responden de manera eficaz a las necesidades y demandas de los ciudadanos en general y de ellos en particular: alrededor de un 30% dice que “ningún partido defiende los intereses de los jóvenes”. Nuevamente las diferencias con el resto de la población no son significativas.

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En el cuadro 2 se observa que un porcentaje similar de jóvenes y adultos cree que “a los políticos no les preocupa lo que piensa la mayoría de la gente”, lo que demuestra que la ineficacia política externa está relacionada con una diversidad de factores como la herencia de la dictadura, el tipo de vida política que se configura tras la transición y la práctica democrática desarrollada durante estos años. En cambio, cuando analizamos la eficacia política interna, aquella relacionada con la competencia y capacidad política que el individuo se atribuye a si mismo, si se observan diferencias, pero en este caso a favor de las nuevas generaciones (cuadro 2). En efecto, este es uno de los pocos indicadores actitudinales en los que los jóvenes muestran mayor politización que los adultos. Este resultado confirma además una evidencia que venia repitiéndose en los últimos años y es que conforme la cultura democrática va asentándose y desarrollándose los ciudadanos valoran más su capacidad como actores políticos, especialmente entre las nuevas generaciones.

Cuadro 2. Eficacia política entre jóvenes y adultos

A los políticos no les preocupa (todos)

21

71

A los políticos no les preocupa (jóvenes)

23,2

71,5

eficacia ineficacia

40

La política es tan complicada (todos)

La política es tan complicada (jóvenes)

56

50

0%

20%

46,8

40%

60%

80%

100%

Fuente: Jóvenes 15-29 años: INJUVE 2005; Población 18 años y más: CIS 2004.

El tercer rasgo a mencionar tiene que ver con la participación y las transformaciones que se observan en el repertorio de actividad política de los jóvenes. Tradicionalmente, uno de los rasgos más distintivos del caso español respecto a los otros países europeos era la escasa implicación política de los españoles que se traducía en un grado muy reducido de participación en actividades políticas (Benedicto 2004b). La visión limitada de la participación en la cultura política española y los pocos espacios que la estructura institucional deja para la participación de los ciudadanos han explicado hasta ahora el escaso activismo político en la sociedad española (Morán 1997). Sin embargo, en los últimos años se viene observando un crecimiento espectacular de lo que tradicionalmente hemos denominado participación no convencional y, sobre todo, de aquellas actividades que llevan incorporado un componente de protesta, hasta el punto de que según los datos de la Encuesta Social Europea (2002-2003) los españoles son –después de los luxemburgueses– los europeos que mas participan en manifestaciones (Ferrer 2005). Pues bien, esta transformación se hace especialmente significativa entre las nuevas generaciones. Si se comparan los datos obtenidos en el Estudio de Juventud del 2004 con los resultados obtenidos en la Encuesta Social Europea, los jóvenes entre 15 y 29 años realizan más actividades políticas de

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protesta que el conjunto de la población y sólo son superados cuando se trata de actividades convencionales como contactar con un político. Pero donde se observa la magnitud de este tipo de activismo político es cuando se compara con otros casos, como el italiano o el francés, que suelen puntuar más alto en prácticamente todos los indicadores de politización. Los datos del cuadro 3 hablan por si solos: mas de la mitad de los jóvenes españoles dicen haber participado en manifestaciones y casi un 40% haber firmado una petición, mientras que menos de un 10% reconocer haber contactado alguna vez con un político. Los jóvenes italianos, por su parte, muestran un mayor equilibrio en su repertorio de actividad política. Las actividades de protesta y las más convencionales como participar en mítines aparecen bastante similares. En cuanto a los franceses, contrariamente a lo que podría pensarse, muestran un grado de activismo político más reducido. Este nuevo tipo de activismo que ha irrumpido en la vida política española plantea, sin embargo, muchas interrogantes que la investigación tendrá que ir desvelando. En este sentido es fundamental profundizar en las motivaciones que llevan a gran parte de los jóvenes a preferir este tipo de participación a otros que hasta ahora habían gozado de mayor aceptación social. En este sentido habrá que evaluar en que medida las actividades de protesta, como las que han proliferado últimamente, constituyen un instrumento expresivo que utilizan los jóvenes para mostrar su implicación en los asuntos de la comunidad en la que viven, al tiempo que se construyen como ciudadanos. No hay que olvidar que, como recuerda a menudo Salvador Giner, “las frecuentes protestas ciudadanas contra decisiones gubernamentales, que llegan a ser altamente movilizadoras, no están compuestas por ciudadanos activos en sentido estricto” (2005, p. 19)

Cuadro 3. Activismo político de los jóvenes españoles y europeos 60

50

40

30

20

10

0 Italia

Contactar con un politico

Asistir a un mitin

Firmar una peticion

Francia

Boicotear productos

España*

Asistir a una manifestacion

Donar dinero

Discusion politica en Internet

Fuente: España (INJUVE 2005); Otros países (EUYOUPART 2005). Jóvenes 15-24 años.

El cuarto rasgo que quiero destacar es el predominio de una concepción de la ciudadanía bastante despolitizada, en la que los significados más explícitamente políticos son sustituidos por una concepción difusa de la solidaridad y el respeto a las normas como base de la vida cívica. Una investigación cualitativa que llevé a cabo a principios de esta década con jóvenes entre 16 y 18 años ya apuntaba claramente en esta dirección (Morán

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y Benedicto 2003), los datos cuantitativos de encuesta sirven para corroborarlo. Cuando se les pidió, en el sondeo del INJUVE que venimos utilizando, a los jóvenes de 15 a 29 años que valoraran la importancia de distintas conductas “para ser un buen ciudadano”, una gran mayoría valoró por encima del resto aquellas conductas que proponían ser solidarios con la gente del propio país y del resto del mundo, seguidas de aquellas que proponían cumplir las normas establecidas (no evadir impuestos y obedecer las leyes). Entre un tipo y otro de conductas se intercalaba la importancia de “tratar de entender a la gente”, una actitud que según confirman análisis posteriores tiene tanto un componente relacionado con la solidaridad como con la dimensión política como base de la convivencia democrática. En un segundo plano se sitúan las obligaciones de contenido político más explícito y entre ellas el voto se considera más importante que la participación en asociaciones (cuadro 4) (4). Si se profundiza un poco más en estos datos y se les compara con los del conjunto de la población española, aparecen diferencias importantes, ya que los adultos en general conceden más importancia al cumplimiento de las normas que a las conductas solidarias, al tiempo que también conceden más importancia a las obligaciones políticas, sobre todo el voto. Aunque no se dispone de suficiente información para saber si estamos ante un verdadero cambio generacional, el hecho cierto es que hoy por hoy jóvenes y adultos parecen partir de premisas diferentes cuando se plantean la naturaleza de la vida cívica: los adultos desde el orden social y los jóvenes desde la solidaridad. Entre las nuevas generaciones las obligaciones políticas como campo privilegiado de expresión de la condición de ciudadano han dejado paso a la obligación de reforzar los lazos de solidaridad con los otros miembros de la comunidad. A fuer de simplificar en demasía, podría decirse que si antes ser ciudadano implicaba respetar el orden y participar políticamente ahora, para los jóvenes, ser ciudadano implica ante todo ser solidario con los otros.

Cuadro 4. Valoración de las normas de ciudadanía (4) Según los resultados de un análisis factorial realizado se pueden distinguir tres dimensiones, de acuerdo con las valoraciones que hacen los jóvenes de las diferentes conductas: la dimensión de la solidaridad donde se engloban los ítems que aluden específicamente a este tema mas el referido al consumo ecológico; la dimensión del orden social donde se incluyen los ítems referidos al mantenimiento de las normas y la obligación militar en caso de necesidad y, por último, la dimensión política donde se incluyen los ítems referidos a votar, participar en asociaciones y mantenerse informado. El ítem que alude a la comprensión de las posiciones de los otros se engloba tanto en la dimensión de la solidaridad como en la política.

7,00

6,12 6,00

5,95

5,88

5,86 5,81

5,69 5,29

5,00 4,61

4,00 4,00 3,41

3,00

2,00

1,00 Ayudar a la Ayudar a la gente nuestro gente del país mundo

Tratar de entender a la gente

No evadir impuestos

Obedecer leyes

Consumo ecológico

Votar

Mantenerse Participar en Servir en el informado asociaciones Ejército

* Los colores de las barras reflejan las tres dimensiones subyacentes que se comentan en la nota 3

Fuente: INJUVE 2005. Jóvenes 15-29 años.

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Los complejos universos políticos de los jóvenes La pregunta inmediata que surge es: ¿estos resultados corroboran nuestra argumentación inicial sobre lo inadecuado de los diagnósticos negativistas, resaltando, por el contrario, la complejidad de la vida política juvenil? La respuesta parece que tiene que ser positiva si atendemos al hecho de que cada uno de los rasgos seleccionados apunta en una dirección opuesta, lo que, cuando menos, confirma la necesidad de abandonar la visión tradicional sobre unos jóvenes mayoritariamente desinteresados de lo que pasa a su alrededor, como si todo lo que rebasara el estrecho margen de sus intereses inmediatos individuales lo consideraran fuera de su incumbencia. Como demuestran los datos españoles y los de otros países europeos, a los jóvenes les preocupan muchas cuestiones de índole colectiva que constituyen el sustrato de la discusión pública (O’Toole, Marsh y Jones 2003; Muxel 2001). No obstante, esta postura es también compatible con el hecho de que exista un alto grado de rechazo, en ocasiones, y en otras de escepticismo respecto a los discursos e instrumentos de la política al uso, esto es la política mas institucionalizada, que es la que concentra la atención de los medios de comunicación y los sondeos de opinión (Megías 2005). Según donde pongamos el énfasis, construiremos una visión u otra de la vida política de los jóvenes: se puede insistir en las evidencias de apatía y desinterés juvenil por la actividad política, corroborando así la tesis de la creciente despolitización de los jóvenes y los pronósticos pesimistas sobre su falta de compromiso colectivo; también es posible resaltar la semejanza de las posiciones escépticas de los jóvenes con las de los adultos, ofreciendo en ese caso una visión mas normalizada de la juventud actual; o, por el contrario, se pueden subrayar los indicios de que los jóvenes viven la política y lo político de una forma diferente a la de los adultos, prestando atención a nuevos temas y utilizando nuevos instrumentos y canales para expresar sus intereses y preocupaciones (Benedicto y Luque 2006). Sea cual sea la posición discursiva a la que nos apuntemos siempre aparece en el fondo el debate entre aquellos que creen que los jóvenes con sus estilos de vida y sus actitudes ante el mundo que les rodea estarían convirtiéndose en una generación despreocupada, desenganchada de lo colectivo y los que, por el contrario, creen que los jóvenes poseen un tipo de politización diferente, alternativa a la de generaciones anteriores. Un debate que amenaza con convertirse en uno de esos enfrentamientos estériles a los que estamos acostumbrados en las ciencias sociales. Muchos son los aspectos que se discuten: cuestiones metodológicas sobre la forma de recoger los datos de la polémica, planteamientos opuestos sobre el funcionamiento de nuestro sistema democrático o valoraciones dispares de las actitudes y comportamientos de los jóvenes. Sin embargo, es muy difícil decantarse por completo por alguna de las posiciones, porque cada una de ellas refleja una parte de la compleja realidad juvenil. En todas las dimensiones que podamos analizar, encontramos evidencias en uno y otro sentido, reflejo, en buena medida, de esas tendencias hacia la integración y la autonomía a las que antes me refería y que aparecen entrelazadas en la vida política de los jóvenes. Esta estrategia analítica de contraponer unas visiones a otras o la también muy habitual de construir tipologías de jóvenes según la forma predominante en que se enfrenten a los temas políticos no conduce a ningún sitio, porque en el primer caso se olvida la complejidad de las evidencias empíricas (como hemos comprobado en el caso español) que impide un

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diagnostico claro en un sentido u otro y en el segundo caso se extreman de tal manera las diferencias entre unos tipos de jóvenes y otros, olvidando las tendencias culturales homogeneizadoras que atraviesan la condición juvenil en las sociedades contemporáneas. Desde mi punto de vista, resulta más fructífero pensar en estas posiciones como distintas culturas políticas en las que las nuevas generaciones de las democracias europeas están insertas (la de la apatía y el cinismo político, la del escepticismo democrático y la de la redefinición de la política). Unas culturas políticas que, a pesar de que remiten a estructuras significativas en ocasiones contrapuestas, coexisten en los contextos de experiencia y actividad de los ciudadanos. Y son los propios ciudadanos, en este caso los jóvenes, los que combinan sus significaciones y los usan para comprender los acontecimientos y actuar en la esfera pública. Mientras en la sociedad moderna la incorporación de los jóvenes a la sociedad seguía unas pautas institucionales bien establecidas y como consecuencia sus identidades reproducían los cleavages de la sociedad política adulta, en esta segunda modernidad, donde las transiciones han perdido las certezas anteriores, la situación es bien distinta. Las identidades políticas de los jóvenes se caracterizan por su carácter híbrido e inestable en el que mezclan referencias a diferentes mundos políticos, incluso entre aquellos que poseen identidades mas definidas. De esta manera, es habitual encontrarse entre los jóvenes activistas un discurso de negación del carácter político de su actividad, entre los jóvenes militantes en partidos políticos una crítica intensa a la actividad institucional de los adultos o una reivindicación de la competencia cívica juvenil entre jóvenes apáticos y desinteresados por las cuestiones colectivas. Para entender bien esta idea de unos universos políticos en los que se entremezclan los significados, los símbolos, los discursos de diferentes culturas políticas hay que abandonar la concepción mentalista de creencias privadas y valores internalizados que explican las opiniones y comportamientos de los individuos. Por el contrario, hay que tener en cuenta, como sostienen Lichterman y Cefaï (2006: 393) que “la cultura estructura la forma en que los actores crean sus estrategias, perciben su campo de acción y definen sus identidades y solidaridades”. En vez de seguir hablando exclusivamente de valores, actitudes y opiniones hay que referirse a representaciones compartidas sobre la sociedad política, códigos culturales que organizan los discursos públicos, vocabularios políticos, narrativas, así como a las prácticas cotidianas de los actores en el mundo de lo colectivo. Pero la acción de las culturas políticas no se produce en un vacío social, sino que se inscribe en lugares y momentos concretos, en escenarios sociales y políticos que les dan forma y las singularizan. De ahí que cuando hablemos de las culturas políticas de los jóvenes no se pueda dejar de pensar en la influencia que las condiciones vitales de los jóvenes, su búsqueda de integración y autonomía tiene sobre la forma en que definen, se oponen y redefinen lo que conciben como político. En suma, los jóvenes desarrollan sus experiencias, forman sus opiniones y realizan diferentes tipos de acciones alrededor de estos diversos conjuntos de significados políticos, apropiándose de ellos en función de sus circunstancias vitales. No hay que olvidar que los jóvenes suelen vivir en varios mundos a la vez, con lógicas diferentes, y que combinan estas lógicas

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de manera singular para formar sus universos políticos, a partir de los cuales explican, argumentan y justifican su relación con lo político. En vez de seguir discutiendo sobre si la juventud actual está desenganchada, si es escéptica o, por el contrario, es alternativa habría que empezar a pensar en que la mayoría de los jóvenes son las tres cosas a la vez.

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Anne Muxel . Directora de Investigación del CEVIPOF (Francia)

DOCUMENTOS

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Continuidades y rupturas de la experiencia política juvenil

Para delimitar la relación de los jóvenes con la política en la Europa de hoy, es preciso esclarecer los efectos de la edad, en el sentido del posicionamiento en el ciclo de vida; los efectos del periodo en el que viven, vinculados al contexto histórico y político que afecta a todos los grupos de edad; los efectos de la generación, que definen una especificidad para las actitudes y los comportamientos políticos de los jóvenes y, por último, los efectos de las culturas nacionales propias de cada país. La finalidad del presente artículo es examinar las similitudes y las diferencias existentes entre las jóvenes generaciones y sus mayores, así como identificar los rasgos más característicos de su relación con la política. Cabe identificar determinados elementos de continuidad y ciertos signos de ruptura en la dinámica generacional; por lo que respecta a la continuidad, cabe destacar el decisivo peso de los anclajes políticos familiares, una cierta permanencia en las disposiciones políticas tanto de los jóvenes como de sus mayores y un nivel de politización relativamente estable, además de una desconfianza idéntica con respecto a la clase política y la persistencia de una adhesión a los valores y engranajes de la democracia representativa. En cuanto al cambio, puede señalarse el significativo descenso de la identificación partidaria, una relación más problemática con el voto, una mayor movilidad de las opciones políticas y electorales y, finalmente, una propensión a la protesta, sobre todo a través del uso de la manifestación. Palabras clave: Experiencia política, jóvenes, socialización familiar, dinámica generacional.

Enfrentados al mismo tiempo a la necesidad de identificarse con sus mayores y de innovar, la relación de los jóvenes con la política se construye a través de una tensión identitaria entre herencia y experimentación. La herencia prioriza la lógica de la identificación y transmite la huella de las referencias y señales utilizadas hasta la fecha, pero también el reconocimiento de una filiación política y, por tanto, una continuidad intergeneracional. La experimentación, por su parte, introduce la posibilidad de la ruptura y modela los saberes como prácticas políticas a partir de la singularidad propia de cada generación y de cada individuo. A través de esta interacción surgen los aprendizajes, a partir de los que se podrán articular las opiniones, así como las opciones electorales o partidarias. A ello se une el propio rol de la coyuntura política e histórica, la especificidad de las culturas nacionales en la que se inscribe toda socialización política. En toda Europa y, en general, en el conjunto de las sociedades industriales avanzadas, la participación política de los jóvenes suele cuestionarse y es sospechosa de presentar carencias, insuficiencias o incluso fallas con respecto al comportamiento de las generaciones anteriores. A menudo se hace referencia a los jóvenes, si no como malos ciudadanos, al menos como

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unos ciudadanos más problemáticos que sus antecesores. Su relación con la política ocupa los debates de un modo recurrente y suscita con frecuencia una cierta inquietud, por no decir unos diagnósticos alarmantes y relativamente pesimistas en relación a la buena salud de las democracias occidentales. El crecimiento regular de la abstención, particularmente acusado en el caso de los jóvenes, así como un significativo descenso de su identificación partidaria, alimentan la idea de una cierta despolitización de la juventud y, en el futuro, una amenaza para las instituciones políticas garantes de la democracia representativa. Pero, ¿qué hay de verdad en ello? ¿Cómo interpretar la relación actual de los jóvenes con la política? ¿Siguen compartiendo las diferentes generaciones los elementos y las referencias constitutivos de una misma cultura política? O bien, ¿acaso la politización de los jóvenes obedece a otros modelos, a otras formas de expresión diferentes de las heredadas de sus mayores? Y ¿cuál es el peso que ejercen las culturas nacionales?

1. Una herencia familiar vigente en todo momento No todas las familias tienen necesariamente la misma capacidad para organizar una transmisión; la socialización política puede atajar el camino, construyéndose dentro de una lógica de oposición o de reacción, o incluso a través de referencias que no sean explícitamente políticas. La familia, no obstante, proporciona las primeras referencias (o las primeras carencias de ellas) y, por consiguiente, desempeña un papel decisivo en la formación de las opciones políticas posteriores. Esta influencia decisiva puede parecer paradójica, dado que asistimos por un lado a una verdadera individualización de la vivencia familiar (de Singly, 1996) y, por otro, a una crisis relativamente profunda de la representación política (Perrineau, 2003). Es preciso, sin embargo, rendirse a la evidencia de que la política sigue siendo el factor que mejor resiste en la esfera de la transmisión de valores entre generaciones. En Francia, la división entre izquierda y derecha continúa estructurando la pertenencia ideológica. Uno de cada dos jóvenes (49%) reconoce que continúa la tradición de izquierda o derecha transmitida por sus padres. Si se añade a esta cifra el 22% de personas que se definen como apolíticas, reproduciendo la misma ausencia de elección que sus padres, que no son ni de izquierdas ni de derechas, cabe concluir que casi las tres cuartas partes de los jóvenes (71%) pueden considerarse herederos políticos (Muxel, 2001).

(1) Encuesta EUYOUPART financiada por la Comisión Europea en 2004 sobre la participación política de los jóvenes con edades comprendidas entre los 15 y los 25 años (n=8.000); se encuestó a jóvenes de ocho países (Francia, Alemania, Gran Bretaña, Italia, Finlandia, Austria, Eslovaquia y Estonia). Los resultados del estudio están disponibles en el sitio web de EUYOUPART.

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Desde una perspectiva europea, estas proporciones varían según los países; no obstante, las filiaciones de izquierda o de derecha no aparecen, en conjunto, tan marcadas como en Francia. Solamente un tercio (33%) de los jóvenes europeos encuestados en ocho países de la Unión declararon pertenecer al mismo ámbito político de derecha o izquierda que sus padres, mientras apenas la mitad de ellos (47%) no se declara ni de derechas ni de izquierdas, como sus padres. Esto significa que, en total, cerca de siete de cada diez jóvenes (70%) siguen una tendencia de continuidad política intergeneracional. (1) En todos los países se observa una estrecha relación entre el nivel de politización de los padres y el de sus hijos. Cuanto más alto es dicho nivel de politización, más politizados se muestran los propios jóvenes; cuanto más bajo, más despolitizados parecen, a su vez, los jóvenes.

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Entre los jóvenes que han crecido en un contexto familiar politizado, se observan unas actitudes más positivas con respecto a la política: el 80% de ellos declaran tener interés por la política (mientras que, en el caso de aquellos jóvenes cuyos padres presentan un bajo nivel de politización, esta proporción es de solamente un 14%) y el 29% se declaran próximos a algún partido (un 7% en caso de politización débil de los padres). Su opinión acerca de la eficacia de la acción política es más favorable (40% frente a 16%) y se muestran más confiados en relación a las instituciones políticas (un 21% confían en ellas, frente al 9% entre aquellos cuyos padres presentan una politización débil). El entorno familiar establece, por tanto, una serie de predisposiciones políticas cuyo impacto se verifica en los comportamientos que se adoptarán. De este modo, el 83% de los jóvenes cuyos padres están politizados ejerce su derecho al voto (porcentaje que solamente llega al 37% en el caso de aquellos cuyos padres tienen un menor nivel de politización). Este efecto se verifica asimismo en el caso de la participación política no convencional: un 36% de los jóvenes cuyos padres están politizados ya han participado en una manifestación, lo que solamente ha hecho el 7% de quienes tienen padres escasamente politizados.

Tabla 1. Tipos de filiación política y relación con la política de los jóvenes europeos Se Muy Ya ha encuentra Forma parte interesado/a Ya ha participado próximo/a de una en la votado en una a un asociación política manifestación partido

Cree que la acción política es muy eficaz

Tiene una confianza elevada en las instituciones políticas

Filiación de derechas

52

37

75

17

54

30

26

Filiación de izquierdas

57

31

74

40

56

38

16

Filiación apolítica (ni de izquierdas ni de derechas)

25

8

50

10

42

19

11

Total muestra

37

17

59

19

48

25

14

Fuente: Encuesta EUYOUPART (2004).

Según la orientación ideológica de los padres y los diferentes tipos de filiación política, se aprecian diferencias tanto en las actitudes como en los comportamientos políticos de los jóvenes. El perfil político de quienes se presentan como herederos de izquierdas o de derechas no es el mismo que el de aquellos que no pueden enmarcarse en una continuidad ideológica. Los primeros presentan opciones políticas más estructuradas y comportamientos más afirmados, mientras los segundos se muestran más distantes, menos interesados en la política, menos implicados. Un 52% de los jóvenes que declaran una filiación política de derechas y un 57% de quienes expresan una filiación de izquierdas manifiestan que la política les interesa. En el caso de aquellos que declaran que no son ni de izquierdas ni de derechas, como sus padres, este porcentaje cae al 25%. Asimismo, una filiación política de izquierda o de derecha garantiza las condiciones de una participación política más firme: el 75% de quienes dicen ser de derechas y el 74% de quienes dicen ser de izquierdas como sus padres participan en las elecciones, mientras esta proporción disminuye hasta un 50% en el caso de

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aquellos que declaran una filiación apolítica. Los jóvenes herederos de izquierdas son portadores de una cultura protestataria claramente más afirmada que los jóvenes herederos de derechas: un 40% de ellos han participado ya en una manifestación (mientras este porcentaje es de un 17% en el caso de los jóvenes con filiación política de derecha y de un 19% en el conjunto de la muestra). Los primeros son siempre más contestatarios y creen en mayor medida en la acción política, mientras los segundos parecen menos protestatarios y otorgan una confianza mayor a las instituciones políticas.

2. La necesidad de experimentar En Europa, en general, el contexto político ha experimentado una profunda transformación. Han surgido numerosas referencias y modelos; los jóvenes se enfrentan a las carencias de los sistemas políticos, en cuyo seno sus afiliaciones e identificaciones son más aleatorias, menos firmes. Las significaciones asociadas a la derecha o la izquierda han tenido la oportunidad de recomponerse a lo largo de la evolución que ha experimentado la propia coyuntura política; además, los retos o las expectativas presentes en el intervalo de una generación, que separa a los jóvenes de sus padres, ya no coinciden necesariamente. Pero, sobre todo, se observa actualmente un debilitamiento generalizado de las identificaciones políticas, ideológicas y de partido. En Francia, como en otros muchos países europeos, la división entre izquierda y derecha no deja de debilitarse, pese a que continúa estructurando numerosos desafíos que forman parte del debate social y político (como la orientación de las opciones de los electores). De acuerdo con las cifras de la segunda ola del Barómetro Político francés (septiembre de 2006), un 34% de los franceses (y un 39% de los jóvenes con edades comprendidas entre los 18 y los 30 años) no reconocen ser ni de izquierdas ni de derechas. (2) Y este debilitamiento se constata además en buena parte de los países de Europa. Entre los jóvenes europeos con edades comprendidas entre los 15 y los 25 años que fueron encuestados en los ocho países que abarcaba la encuesta Euyoupart, más de la mitad (un 55%) manifestaron no estar situados políticamente a la izquierda ni a la derecha.

(2) Barómetro Político francés, elaborado por el CEVIPOF, de marzo de 2006 a febrero de 2007. Los resultados del estudio pueden consultarse en el sitio web del CEVIPOF.

En la actualidad, tan sólo la mitad de los europeos de la Unión se declara próximo a un partido político (un 50%, y el porcentaje se reduce hasta el 41% en el caso de los jóvenes de 18 a 24 años). (3) Para un creciente número de personas, las referencias que permiten seleccionar opciones (de naturaleza electoral, principalmente) no se constituyen tanto en función de una adhesión y del reconocimiento de una simpatía como en función de una oposición o de la expresión de una voluntad de separación política. Las opciones electorales suelen surgir a partir de esta forma de “politización negativa”, aunque el alcance y las consecuencias de este hecho varían según las diferentes generaciones.

(3) Encuesta posterior a las elecciones europeas de 2004, Eurobarómetros, Comisión Europea, julio de 2004.

Los grupos de edad adultos y, en particular, aquellos en los que se encuentran los padres de los jóvenes de hoy, forjaron sus primeros aprendizajes políticos en un universo en el que los marcadores ideológicos, la separación entre izquierda y derecha y las grandes referencias de la relación de fuerzas política a escala internacional estaban claramente establecidos. Esto no es así en el caso de los jóvenes. En este sentido, domina la experimentación política. Contrariamente a lo que vivieron sus

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mayores (quienes, orientándose cada vez más hacia formas de reivindicación autónomas y espontáneas, conservan la memoria de los modos de actuación o de compromiso tradicionales), dan sus primeros pasos en política y realizan sus primeras elecciones sin contar con referencias de las que puedan servirse fácilmente. Su socialización política resulta, de hecho, más experimental; buscan escapar de los esquemas de los partidos políticos y los sindicatos, centrándose en mayor medida en actuaciones puntuales, concretas y determinadas. Por otra parte, una serie de valores que diferenciaban las apuestas de las familias políticas de izquierda y derecha se han convertido en patrimonio común. Los derechos humanos, la solidaridad, la democracia, la economía de mercado, la lucha contra el desempleo o incluso el problema de la inseguridad, por ejemplo, son en la actualidad referentes transversales y temas de movilización utilizados por la mayor parte de las fuerzas políticas. Así, los jóvenes de hoy experimentan la necesidad de realizar una transición entre diversos universos de referencias, diferentes culturas políticas. Se enfrentan a una gran variedad de parámetros y tablas de lectura a fin de descifrar su entorno, que resulta de una enorme complejización del mundo político y social.

3. Una relación cada vez más crítica con la política Si se analiza a escala europea, la relación de los jóvenes con la política muestra, en comparación con la de sus padres, el impacto de las diferencias y especificidades nacionales más que la distancia existente entre ambas generaciones. Ante un espejo semejante, las actitudes de los jóvenes, con frecuencia, no hacen sino amplificar los rasgos que caracterizan la relación de los europeos con sus instituciones y sus organizaciones políticas, así como con respecto a la esfera de la actividad política en general. Es cierto que su interés por la política continúa siendo relativamente débil, aunque en numerosos países las diferencias son tenues. Asimismo, los vínculos de partido parecen distendidos y, salvo en el caso de Suecia, el número de jóvenes que se declaran próximos a un partido político ha disminuido. Entre los jóvenes y sus padres existe una brecha de, al menos, diez puntos en promedio. Y resulta evidente que las identificaciones partidarias son notablemente más débiles entre las generaciones jóvenes. Sin embargo, la relativa similitud del sentimiento de competencia política resulta sorprendente, pues parece que en la mayoría de los casos este sentimiento está incluso más afirmado entre los jóvenes que en los grupos de edad más avanzada. En muchos casos, la desconfianza política es perfectamente comparable, y las variaciones observadas se deben más a los contextos nacionales que a la existencia de unas auténticas brechas generacionales.

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Tabla 2. Relación con la política Alemania

España

Francia

Gran Bretaña

Italia

Países Bajos

Polonia

Suecia

Está muy o bastante interesado/a en la política: 18-30 años Total Diferencia

51 64 -13

20 21 -1

31 40 -9

46 52 -6

23 33 -10

65 66 -1

30 40 -10

55 57 -2

Piensa a menudo que la política es demasiado complicada: 18-30 años Total Diferencia

29 26 +3

38 43 -5

43 44 -1

43 41 +2

37 40 -3

30 32 -2

43 44 -1

34 27 +7

No confía en los responsables políticos: 18-30 años Total Diferencia

33 32 +1

46 38 +8

27 32 -5

22 28 -6

29 31 -2

10 12 -2

49 48 +1

13 15 -2

Se siente próximo/a a un partido político: 18-30 años Total Diferencia

33 48 -15

35 50 -15

37 50 -13

33 48 -15

37 45 -8

49 58 -9

16 29 -13

70 69 +1

Fuente: European Social Survey 2003.

Según los países, en cambio, aparecen determinadas diferencias más flagrantes que recuerdan el peso de los contextos históricos y nacionales sobre la relación que los individuos pueden entablar con la política. Se observa una clara fractura entre los países del norte y los del sur de Europa. Dicha brecha refleja las especificidades debidas a las culturas religiosas de estas regiones europeas, el protestantismo en el norte y el catolicismo en el sur, que ejercen una poderosa influencia sobre las culturas políticas. En los países del norte de Europa, el nivel de politización es más elevado y la implicación política de los ciudadanos demuestra ser más intensa. En los países del sur, por su parte, la esfera política parece más alejada de la población, que le concede una legimitidad menor. Así, el nivel de interés por la política es claramente más elevado en los Países Bajos, Suecia y Alemania, al tiempo que alcanza sus valores más bajos en España e Italia. Francia ocupa una posición intermedia y no se distingue por una participación particularmente elevada. Cuatro franceses de cada diez (40%) declaran estar interesados en la política, mientras el porcentaje disminuye a tres de cada diez (31%) en el caso de los jóvenes. La gran mayoría expresa, por tanto, un relativo desinterés. Igualmente, el sentimiento de competencia política vuelve a ser más afirmado en los tres países anteriormente citados (Alemania, Países Bajos y Suecia), en los que la educación cívica y política se ha desarrollado de manera importante, no solamente de un modo precoz en el entorno escolar sino también a través de dispositivos orientados al conjunto de la población. Los países en los que el nivel de confianza en los responsables políticos parece más elevado son Países Bajos y Suecia. En Polonia, un país que ha sufrido durante muchos años importantes crisis políticas, pero también en España, la desconfianza alcanza su nivel máximo, tanto entre los jóvenes como entre el conjunto de la población. De nuevo, los responsables políticos

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franceses son objeto de un nivel de desconfianza intermedio en relación al panorama europeo en su conjunto. Finalmente, las identificaciones partidarias parecen claramente más sólidas en los países que, por otro lado, registran un elevado nivel de politización, así como de competencia y confianza políticas. En los Países Bajos y, principalmente, en Suecia, una amplia mayoría de los ciudadanos declaran sentirse próximos a un partido político (el 58% y el 69%, respectivamente). En Suecia, incluso, no se detecta regresión alguna de los vínculos de partido entre las jóvenes generaciones. Se trata, sin duda, de un caso raro en Europa: siete de cada diez jóvenes suecos declaran sentirse próximos a un partido político. En el caso de los jóvenes franceses, esta proporción apenas supera un tercio del total (37%).

4. Los jóvenes, frente a la decisión electoral En el periodo particular de los años de juventud, la entrada en política no se puede describir sino como una fase de construcción identitaria y de transición. Esta etapa específica de la socialización política se ve fuertemente sometida a las condiciones de adquisición de los estatus y roles sociales adultos. Del latín morituri, que significa el hecho de acordar un plazo, la idea de moratoria responde con elevada precisión a las características de este proceso. De este modo, se tarda más tiempo en alcanzar un estatus profesional duradero, y teniendo que hacer frente a dificultades mucho mayores; se entra en la conyugalidad y en la paternidad/maternidad a una edad más cercana a la treintena que a la veintena y se permanece durante más tiempo en casa de los padres. Este retraso y esta desconexión de los umbrales de entrada en la vida adulta tienen consecuencias sobre las actitudes y los comportamientos políticos, y se observa la existencia de una demora en el inicio de la participación electoral de los jóvenes. La especificidad de esta moratoria electoral en los años de juventud se explica por la enorme densidad de las experiencias, de los arbitrajes y las negociaciones a las que se enfrentan los individuos (Muxel, 2001). El desfase entre la adquisición de un derecho objetivo a los 18 años y su ejercicio real resulta del trabajo de ajuste y de negociación identitaria entre el acervo de la herencia y de los aprendizajes iniciales (sobre todo en el ámbito familiar) y la experimentación que caracteriza los primeros pasos tanto en la vida adulta como en la política. Según las circunstancias biográficas y los itinerarios de inserción profesional, esta moratoria resulta más o menos acentuada, y esta situación de “fuera de juego” de la decisión electoral no tiene el mismo significado. Los jóvenes desempleados son los que presentan un retraso mayor, y su abstencionismo está estrechamente vinculado a los factores sociológicos correspondientes a su situación. En cambio, el nivel de integración política de la juventud estudiante continúa siendo más elevado, si bien se observa un crecimiento de la intermitencia del voto que varía en función de su disponibilidad objetiva, pero también de sus ideas políticas. Los efectos propios de la coyuntura política acentúan y modulan en mayor o menor medida, según los escrutinios, la amplitud de este retraso. En la actualidad, la parte estrictamente política de los motivos de la abstención está cada vez más marcada y refleja una dificultad de reconocimiento y aceptación de la oferta de los partidos. El abstencionismo político, ya sea por falta de identificación, oposición a la oferta electoral o expresión de un descontento, ha aumentado significativamente en los últimos años, sobre

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todo entre el electorado joven. Con frecuencia, los jóvenes electores se muestran dubitativos hasta el último momento y más volátiles en sus opciones.

Tabla 3. El voto y la abstención en las elecciones europeas de 2004 (%) Votó

Siempre votó de esta manera

No votó

Se decidió algunos días antes de las elecciones o

Se decidió algunos días Nunca vota

el mismo día

antes de las elecciones o el mismo día

18-24 años

35

31

30

39

25-39 años

48

23

21

31

40-54 años

51

17

16

37

55 y más años

60

15

18

32

Total

52

19

21

38

Fuente: Encuesta posterior a las elecciones europeas de 2004, Flash Eurobarómetro 162, elaborado por EOS Gallup Europe, junio 2004.

La decisión electoral, con independencia de si desemboca en voto o en abstención, se ve sometida, por consiguiente, a contingencias que son cada vez más difíciles de prever y controlar. En la dinámica de las generaciones, parece imponerse un nuevo modelo de comportamiento electoral caracterizado por una importante volatilidad. El análisis a escala europea de la participación en las elecciones europeas pone de manifiesto diferencias significativas entre los jóvenes y sus mayores. Aunque el 60% de los votantes de 55 o más años reconocen ser fieles a sus votos anteriores, este porcentaje cae hasta el 35% entre los jóvenes de 18 a 24 años y al 48% entre los votantes con edades comprendidas entre los 25 y los 34 años. Los jóvenes electores se muestran perplejos: mientras el 15% de los votantes de 55 y más años reconocen haber decidido su voto algunos días antes de las elecciones o el mismo día de la votación, esta cifra se duplica con creces (31%) en el caso de los jóvenes de 18 a 24 años (Muxel, 2005). En la dinámica de las generaciones, el perfil de la decisión electoral y de la expresión democrática en general se ve modelado por otros usos y costumbres. El estudio del voto y la participación electoral de los jóvenes en Europa pone de relieve importantes diferencias intergeneracionales. Los jóvenes se distinguen por un posicionamiento de izquierdas claramente más marcado que el de sus mayores, y por opciones electorales que, a menudo, favorecen más a la izquierda moderada. Por tanto, una parte importante de la juventud europea se inclina más bien hacia el terreno de la izquierda política. Pese a que la importancia otorgada al voto en la panoplia del buen ciudadano es ampliamente mayoritaria en el seno de las jóvenes generaciones, sigue siendo no obstante inferior a la que otorga el resto de la población. Finalmente, la participación de los jóvenes en las últimas

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elecciones legislativas fue, de nuevo, inferior a la del resto del electorado. En determinados casos, las diferencias resultan particularmente importantes como, por ejemplo, en España y Gran Bretaña, países en los que sólo votó un 45% de los jóvenes (frente a un 72% y un 67% del conjunto del electorado, respectivamente). En Francia, la diferencia de participación entre los jóvenes y sus mayores también es importante (-17 puntos), aunque una gran mayoría de los jóvenes de 18 a 30 años acudió a votar (58%).

Tabla 4. Opciones políticas y relación con el voto Alemania

España

Francia

Gran Bretaña

Italia

Países Bajos

Polonia

Suecia

Posicionamiento político de izquierdas: 18-30 años Total Diferencia

69 62 +7

79 67 +12

68 58 +10

46 44 +2

56 54 +2

47 42 +5

49 49 -

60 53 +7

Es importante votar para ser un buen ciudadano: 18-30 años Total Diferencia

64 73 -9

41 55 -14

77 83 -6

54 67 -13

61 72 -11

72 75 -3

65 73 -8

83 85 -2

Votó en las últimas elecciones nacionales: 18-30 años Total Diferencia

65 78 -13

45 72 -27

58 75 -17

45 67 -22

71 85 -14

74 81 -7

48 62 -14

77 82 -5

Votó a la izquierda moderada en las últimas elecciones nacionales 18-30 años Total Diferencia

61 54 +7

49 50 -1

69 58 +11

77 70 +7

30 33 -3

42 39 +3

61 69 -8

57 57 -

Fuente: European Social Survey 2003.

A estas diferencias generacionales se unen los aspectos específicos de cada país, que interfieren en la relación que los jóvenes establecen con las elecciones. Francia y España y, en menor medida, Alemania y Suecia, son los países en los que aparece una orientación más marcada de las jóvenes generaciones hacia la izquierda. En España se observa un fuerte anclaje en este sentido, que define las ideas de casi ocho de cada diez jóvenes (79%). Suecia es el país en el que se da la mayor asociación entre el voto y el ejercicio de la ciudadanía por parte de los jóvenes: el 83% de los jóvenes suecos consideran que es importante votar para ser un buen ciudadano. Francia se sitúa en segunda posición, pues un 77% de los jóvenes franceses comparten la opinión anterior. El voto, por tanto, sigue encontrándose en el corazón de la concepción francesa de ciudadanía. En cambio, la importancia otorgada al voto aparece notablemente atenuada en España: solamente el 55% de los españoles (y, de ellos, el 41% de los más jóvenes) consideran que un buen ciudadano debe votar. Finalmente, Polonia y Gran Bretaña se distinguen por un débil nivel de participación en las elecciones legislativas, mientras los Países Bajos, Suecia, Alemania e Italia

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registran elevadas tasas de participación, incluso entre el electorado joven. La movilización electoral de los jóvenes franceses resulta más escasa, pero no llega a niveles tan reducidos como los observados en el seno de la juventud española o británica.

5. El uso de la protesta A pesar de que el voto siempre ha gozado de una amplia consideración como herramienta útil y eficaz por parte de las jóvenes generaciones, no es ya el único medio de expresión democrática. Se han investigado otras formas de participación y se observa una ampliación de los usos cívicos y ciudadanos, así como una creciente legitimidad de los mecanismos de protesta. La participación política no convencional está en alza en todos los países europeos. Mientras solamente un 17% de los europeos había tenido la ocasión de participar en al menos dos acciones de protesta en 1981, en 1999 esta proporción ascendía a un 28% (Bréchon, 2005). Este fenómeno es, ante todo, generacional: las generaciones de más edad son menos protestatarias, las del baby boom lo son bastante más, pero aquellas que están llegando actualmente a la edad adulta confirman esta tendencia. En Francia, uno de cada dos jóvenes ha participado en una manifestación en la calle. Entre las dos vueltas de las elecciones presidenciales de 2002, una cuarta parte de los jóvenes salió a la calle para protestar por la presencia de Jean-Marie Le Pen en la segunda ronda del escrutinio (25% frente al 9% del conjunto de la población) (Muxel, 2002). Con la individualización de las prácticas y las normas, los comportamientos políticos se recomponen hoy a partir de un repertorio de actuaciones más amplio y diversificado, en cuyo seno la participación en acciones de protesta ocupa un lugar cada vez más importante y adquiere, al mismo tiempo, una legitimidad creciente. Esta redefinición de la participación política resulta particularmente visible en el caso de las jóvenes generaciones. En Francia, la adhesión a la manifestación se afirma más entre los más jóvenes: el 68% de los jóvenes con edades comprendidas entre los 18 y los 24 años (frente al 48% de las personas de 65 y más años) declaran que para la democracia es extremadamente o muy importante que la gente se manifieste. Uno de cada dos jóvenes (51%) que consideran el voto como un elemento fundamental del buen funcionamiento democrático, opina asimismo que el uso de la manifestación es extremadamente o muy importante. Apenas algo más de un tercio de las personas mayores de 50 años (34%) otorga la misma importancia a estas dos formas de expresión democrática (Grunberg y Muxel, 2002). A través de la protesta, los jóvenes ejercen un auténtico activismo político (Becquet, Linares, 2005). La variedad de temas que son objeto de movilización colectiva muestra que, lejos de ser indiferentes o de centrarse en las preocupaciones específicas de su condición, se involucran en numerosos problemas que conciernen al funcionamiento y la organización de la sociedad. La lucha contra el racismo, el apoyo a la población inmigrante y a los sin papeles, manifestaciones contra el Frente Nacional… no faltan ocasiones para salir a la calle, y con frecuencia los jóvenes llevan la iniciativa de las actuaciones en las empresas. Desde hace veinte años, los movimientos estudiantiles se han opuesto a la mayor parte de las tentativas de reforma del sistema de formación y de los dispositivos vinculados al

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empleo que emanaban tanto de los gobiernos de izquierdas como de derechas, consiguiendo siempre la retirada de las propuestas gubernamentales. Lejos de oponerse, la participación convencional (el voto) y la no convencional (la manifestación) se encuentran estrechamente relacionadas y, a menudo, se refuerzan mutuamente. El desarrollo de la participación no convencional en las sociedades europeas, por lo general de naturaleza protestataria, no debe considerarse como un modo de participación política opuesta al ejercicio electoral. Podría temerse una especie de oposición entre democracia representativa y democracia participativa, en particular cuando esta última se carga de connotaciones protestatarias. No es éste el caso: los ciudadanos valoran tanto la participación protestataria como la convencional, aunque se detectan diferencias significativas entre los diversos países europeos.

Tabla 5. Implicación y formas de participación política Alemania

España

Francia

Gran Bretaña

Italia

Países Bajos

Polonia

Suecia

Ha participado en una manifestación en los últimos 12 meses: 18-30 años Total Diferencia

18 11 +7

25 17 +8

25 18 +7

6 4 +2

18 11 +7

3 3 -

2 1 +1

8 6 +2

Podría participar en un grupo político: 18-30 años Total Diferencia

28 28 -

12 10 +2

13 15 -2

30 27 +3

14 16 -2

21 20 +1

21 19 +2

36 34 +2

Forma o ha formado parte de una asociación: 18-30 años Total Diferencia

16 18 -2

19 18 -3

16 18 -2

6 9 -3

9 8 -2

18 23 -5

6 6 -

22 25 -3

Ha firmado alguna petición en los últimos 12 meses 18-30 años Total Diferencia

32 31 +1

33 24 +9

40 35 +5

43 40 +3

15 17 -2

22 23 -1

8 7 -1

45 41 +4

Ha boicoteado determinados productos en los últimos 12 meses: 18-30 años Total Diferencia

26 26 -

10 8 +2

30 27 +3

19 26 -7

5 8 -3

10 10 -

5 4 +1

39 33 +6

Fuente: European Social Survey 2003.

El impulso protestatario de las jóvenes generaciones no es idéntico en todos los países europeos. En los del sur de Europa, Francia, Italia y España, así como en Alemania, se observan las diferencias más significativas entre los grupos de edad más jóvenes y el resto de la población (+7 y +8 puntos). Pero Francia y España son los países en los que el uso de la manifestación goza de mayor popularidad. La cuarta parte de los jóvenes españoles y una proporción idéntica de los franceses declara haber participado en una

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manifestación en la calle a lo largo de los doce últimos meses. En otros lugares, como en Polonia o Países Bajos, la cultura protestataria es bastante más escasa (por no decir inexistente) y los jóvenes no adoptan comportamientos específicos. Las peticiones de firmas y el uso del boicot a determinados productos conciernen en su mayor parte a la población joven. Los jóvenes que firman un mayor número de peticiones son los suecos (45%); en Gran Bretaña y Francia, un número no despreciable de jóvenes practica también este tipo de acción política (el 43% y el 40%, respectivamente). En cambio, sólo un 8% de los jóvenes polacos se encuentra en el mismo caso. Por último, el boicot es una práctica política que cuenta con un amplio seguimiento en Francia en comparación con los países vecinos: el 30% de los jóvenes franceses declaran haber boicoteado determinados productos a lo largo del último año. Pero son los jóvenes suecos quienes más utilizan esta vía de protesta (39%), mientras los italianos o polacos apenas se sirven de este modo de expresión política (5% en ambos casos). El resto de formas de participación o compromiso político no registran diferencias significativas entre los jóvenes y sus mayores. La implicación en organizaciones políticas o asociativas no concierne sino a una minoría de jóvenes, pero dicha implicación no es mayor entre los grupos de más edad. El número de efectivos de los partidos políticos, así como de los sindicatos, ha sufrido una importante erosión a lo largo de los dos últimos decenios. En muchos países, la proporción de la población que pertenece a un partido o sindicato es inferior a un 5 ó 6%. Mientras, hace veinte años, una cuarta parte (en torno a un 25%) de la población activa trabajadora de Francia mantenía un compromiso sindical, en la actualidad apenas alcanza a un 8% de dicha población. Y las tasas de afiliación son todavía inferiores entre los jóvenes asalariados. El número de militantes de los partidos políticos siempre ha sido relativamente escaso (en Francia, alrededor de un 4-5%), y la proporción de jóvenes en ambos terrenos es muy reducida (entre el 1% y el 2%). Más allá de las tasas de afiliación (a menudo muy bajas) de este tipo de organizaciones, se aprecia una progresiva desaparición de la figura emblemática del militante, sobre todo en las organizaciones de izquierdas (Ion, Franguiadakis y Viot, 2005); los jóvenes tienen una imagen relativamente negativa de estas organizaciones, que suscitan en ellos un impulso de adhesión muy pobre. En Suecia, Gran Bretaña y Alemania se aprecia una mayor disposición a implicarse en grupos políticos, mientras en Francia dicha disposición sigue siendo débil: sólo un 13% de los jóvenes declara que podría participar en un grupo de este tipo. En cambio, las asociaciones que revisten un carácter de compromiso social o político y organizan las reivindicaciones de los “sin” (sin hogar, sin papeles, sin trabajo), o que incluso focalizan la atención de los poderes públicos en los derechos humanos y las cuestiones humanitarias, ofrecen un mayor atractivo y suscitan una confianza más elevada. Las asociaciones pueden responder mejor que los partidos a la demanda de llevar a cabo actuaciones concretas, así como a la exigencia de eficacia y resultados y, por tanto, a las expectativas que pueden tener las jóvenes generaciones de hoy en materia de compromiso. No obstante, son muy pocos los que pasan a la acción, sobre todo de un modo duradero. La adhesión a una asociación es, en términos generales, una práctica poco extendida. En Gran Bretaña, Italia y España, muy pocos individuos practican el compromiso asociativo. En Francia, el nivel de dicho compromiso parece similar al que se registra en Alemania y España.

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Existe, por tanto, una crisis de las mediaciones políticas que refuerza las demandas de democracia directa y la expresión protestataria de los ciudadanos; este fenómeno se observa de un modo aún más manifiesto entre las jóvenes generaciones.

Llegados al final de esta mirada al horizonte de la relación de los jóvenes con la política en Francia y en Europa, y de las transformaciones de sus formas de participación política, cabe identificar una serie de elementos de continuidad y ciertos signos de ruptura en la dinámica generacional. Por lo que respecta a la continuidad, cabe destacar el decisivo peso de los anclajes políticos familiares, una cierta permanencia en las disposiciones políticas tanto de los jóvenes como de sus mayores, y un nivel de politización relativamente estable, además de una desconfianza idéntica con respecto a la clase política y la persistencia de una adhesión a los valores y engranajes de la democracia representativa. En cuanto al cambio, puede señalarse el significativo descenso de la identificación partidaria, una relación más problemática con el voto, una mayor movilidad de las opciones políticas y electorales y, finalmente, una propensión a la protesta, sobre todo a través del uso de la manifestación.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS Becquet V. y de Linares C. (eds) (2005), Quand les jeunes s’engagent. Entre expérimentations et constructions identitaires, Paris, L’Harmattan Bréchon P. (2005), “Générations et politique en Europe occidentale”, in Olivier Galland et Bernard Roudet (eds), Les jeunes Européens et leurs valeurs, Paris, La Découverte Grunberg G. y Muxel A. (2002) “La dynamique des générations”, in Gérard Grunberg, Nonna Mayer et Paul Sniderman (eds), La démocratie à l’épreuve. Une nouvelle approche de l’opinion des Français, Paris, Presses de Sciences Po Ion J., Franguiadakis S. y Viot P. (2005), Militer aujourd’hui, Paris, Autrement Muxel A. (2001), L’expérience politique des jeunes, Paris, Presses de Sciences Po Muxel A. (2002), “La participation politique des jeunes: soubresauts, fractures, ajustements”, Revue française de science politique, vol.52, N°5-6, octobre-décembre 2002 Muxel A. (2005), “Les abstentionnistes: le premier parti européen”, in Pascal Perrineau (ed), Le vote européen 2004-2005. De l’élargissement au référendum français, Paris, Presses de Sciences Po Perrineau P. (2003), Le désenchantement démocratique, Paris, Editions de l’Aube De Singly F. (1996), Le soi, le couple, la famille, Paris, Nathan

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Reingard Spannring . Universidad de Innsbruck (Austria).

DOCUMENTOS

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“Votamos y después sufrimos” Opiniones de la gente joven sobre participación (1): resultados de una encuesta

Este artículo presenta y analiza los resultados cualitativos y cuantitativos del estudio comparativo “EUYOUPART: Political Participation of Young People in Europe - Development of Indicators for Comparative Research in the European Union”, financiado por la Unión Europea y realizado entre 2002 y 2005. El estudio tiene como objetivo interpretar los datos obtenidos a través de debates en grupo y entrevistas en profundidad con jóvenes de 15 a 25 años de Alemania, Austria, Eslovaquia, Estonia, Finlandia, Francia, Italia y el Reino Unido. Se pone en duda la perspectiva institucional de un número considerable de investigaciones generales sobre participación introduciendo las percepciones sobre política y participación de los mismos jóvenes. Los resultados muestran que los motivos de la reducida participación son muy complejos y no pueden atribuirse únicamente a la alienación política. Son, más bien, un reflejo de las condiciones de lo político en la época actual, condiciones caracterizadas por la economización de la política, la disolución de los límites tradicionales de la política con respecto al territorio, los temas, los objetivos y los métodos, así como la deconstrucción de las ideologías tradicionales y la despolitización del público. Palabras clave: Participación política, investigación comparativa, EUYOUPART, imagen de la política.

Introducción

(1) Este artículo es un resumen de dos capítulos del libro “Youth and Politics in Europe”, editado por Spannring, R.; Ogris, G. y Gaiser, W. (2008) Opladen: Barbara Budrich (2) Por ejemplo, el Consejo Europeo (http://www.coe.int/t/e/cultural_ co-operation/youth/2._Priorities /participation.asp#TopOfPage) y la Comisión Europea (http://ec.europa.eu/youth/policies /active_en.html) [accedido el 15 de Octubre de 2007]

Generalmente, los jóvenes tienen una imagen negativa de nuestra sociedad. En muchas ocasiones, se les considera fuente de conflictos o portadores de problemas o déficit. Los jóvenes son vistos como vagos, apáticos y egocéntricos. En el contexto de la participación política se les acusa de falta de compromiso social y político. Gran cantidad de autores han remarcado que los jóvenes están hartos de la política, la consideran irrelevante y aburrida y tienen pocos conocimientos sobre las instituciones y procesos políticos. En las investigaciones sobre participación, el declive observado en el apoyo político y la participación política durante las últimas décadas se ha atribuido en gran medida al cambio generacional (ver Putnam, 2000), que supone la sustitución de viejos valores y comportamientos por otros nuevos cuando se sucede una generación a otra. Los informes sobre políticas se hacen eco de la preocupación de que este desarrollo pueda poner en peligro el futuro de la democracia y se han puesto en marcha programas para mejorar la educación ciudadana y fomentar la participación de los jóvenes en comunidades. (2) Sin embargo, los resultados de las investigaciones y sus interpretaciones son controvertidos. Obviamente, los resultados de los estudios empíricos están muy influidos por la definición del concepto de participación política.

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Normalmente, la participación política se divide en formas democráticas representativas (votar, ser miembro de organizaciones políticas) y formas democráticas directas (iniciativas ciudadanas, peticiones, etc.). También se pueden distinguir según el grado de institucionalización, el estatus legal y su reconocimiento público (Schultze, 1998). Este último criterio se expresa en nociones de participación convencional o no convencional o nueva y vieja política. Las últimas décadas han visto cambios considerables con respecto al comportamiento político en las democracias occidentales. El más considerable, el declive de las formas tradicionales de participación política, mientras han ganado terreno las formas no convencionales y que suponen un reto para las elites. Algunos autores tienden a apoyar una tesis de declive general (ver Norris, 1999; Pharr/Putnam, 2000), otros (ver Stolle/Hooghe, 2005) han criticado la focalización exclusiva de estas valoraciones en las formas de participación tradicional, dejando de lado muchos de los nuevos métodos de participación, estilos de expresión política, los nuevos temas en el ámbito de la política y sus objetivos. Especialmente en las investigaciones de juventud se ha puesto mucho interés en las numerosas formas de participación de los jóvenes (Roker/Player/Coleman, 1999), como la protección de los animales (Wilkinson, 1996), actividades a nivel local (Riepl/Wintersberger, 1999), acciones directas espontáneas, voluntariado (Hackett, 1997) y nuevas formas de protesta política, como la “fiesta-protesta callejera” (Brúnzel, 2000), que entrelaza política y cultura. La separación analítica y empírica de la esfera social y política se abandona cada vez más con el objetivo de capturar una imagen más adecuada de la participación. Participación significa capacidad para crear y dar forma al entorno social. Obviamente, esta definición –aunque de utilidad para permitir la inclusión de muchas formas marginales, emergentes o subversivas de participación en estudios cualitativos– representa un problema para la investigación de encuestas, ya que extiende y difumina los límites de la participación política, haciendo virtualmente imposible la demarcación analítica y proporcionando unos datos empíricos sin una distribución estadística significativa. Los conceptos y las evaluaciones de la participación política dependen de diferentes concepciones de la democracia y de modelos explicativos para las actitudes y comportamientos. La concepción empírica de la democracia se basa en la representatividad y el gobierno democrático de la elite: no es el gobierno de las personas, sino el gobierno de los políticos con consentimiento de las personas. Por tanto, votar es la forma crucial de participación ciudadana y sirve para instalar un sistema de gobierno que funcione. La participación política se limita a actividades legales de los ciudadanos, que “están, más o menos, dirigidas a influir sobre la selección del personal de gobierno y/o sobre las acciones que éstos toman” (Verba/Nie/Kim, 1978:46). La aproximación empírica considera a los ciudadanos espectadores y consumidores de la política y teme el daño que puede ocasionar al funcionamiento y la estabilidad del sistema una participación excesiva de las masas. La concepción normativa de la democracia, por el contrario, considera la participación un objetivo y un valor en si misma. No es tanto el funcionamiento del sistema y sus instituciones lo que se sitúa en primer plano, sino los procesos de toma de decisiones, que involucran a los individuos de tal forma que sus necesidades e intereses se ponen en el centro de las decisiones. Por tanto, es deseable un reforzamiento de las formas de democracia directa. La participación activa supone discusiones, toma de decisiones y acciones conjuntas (Barber, 1984). Además, los efectos de la participación política van más allá de la esfera

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política, ya que incrementan la autoestima de los ciudadanos, las habilidades sociales y políticas, así como su integración política y social (Schultze, 1995; citado en Hoecker, 2006). Desde esta aproximación, los peligros para la democracia se encuentran en el posible aislamiento de los políticos elegidos y, como consecuencia, en un aumento de la desafección política. También se encuentran diferencias entre los modelos que explican la participación política. La forma y extensión de la participación política se encuentra bajo la influencia de un gran número de factores localizados en el campo de tensión entre la estructura y la agencia. El modelo socioeconómico estándar (Verba/Nie, 1972) mantiene que, en el nivel educativo individual, el estatus ocupacional y los ingresos son recursos que fomentan la participación política convencional. La desigual distribución de estos recursos en la sociedad tiene como consecuencia la marginalización de individuos de estatus socio-económico bajo en los procesos políticos. De manera similar, se ha argumentado que las actitudes subjetivas hacia la política reflejan el sentimiento de competencia política y eficacia interna y determinan la percepción del espacio de acción individual, que es un prerrequisito para la participación. La eficacia interna depende en gran medida del conocimiento y la información, a la que les es más difícil acceder a los individuos de estatus socio-económico bajo. La participación también está enmarcada en estructuras institucionales y oportunidades para la participación inherentes al sistema político. Entre estas destacan los factores situacionales, como por ejemplo los eventos que generan preocupación y acción pública. El vertido de petróleo en la costa española en Noviembre de 2002 y la subsiguiente “apasionada respuesta de la sociedad en general” (3) son un ejemplo. Las estructuras de oportunidades institucionalizadas como, por ejemplo, las organizaciones juveniles, los parlamentos juveniles y los consejos de juventud también fomentan o limitan la participación dependiendo de su accesibilidad y calidad (Riepl/Wintersberger, 1999). La falta de respuesta del sistema político a las necesidades y los intereses articulados de los ciudadanos llevan a un déficit en la eficacia externa que se asocia con la desafección política (Almond/Verba, 1963; Montero/Gunther/Torcal, 1997).

(3) World Wild Life Fund: http://www.panda.org/news_facts /newsroom/crisis/spain_oil_spill /index.cfm (accedido el 24 de Septiembre de 2007)

Las perspectivas a largo plazo con respecto a la participación ponen de relieve la influencia de las cambiantes condiciones económicas, sociales y políticas y los consiguientes cambios en las actitudes y expectativas hacia las instituciones políticas. Inglehart (1977, 1997) argumenta que la experiencia de crecimiento sostenido y relativa paz en Europa después de la Segunda Guerra Mundial, así como el aumento de los niveles educativos, han llevado a nuevas formas de participación política a través del desarrollo de valores y actitudes post-materialistas. El periodo de posguerra, en el que se cubrieron generalmente las necesidades materiales básicas, permitió centrarse en asuntos como la auto-realización, la calidad de vida, la elección de un estilo de vida y la participación, que se introdujeron en la esfera política. Los postmaterialistas son críticos con la naturaleza jerárquica y estructurada de la democracia representativa contemporánea, están más dispuestos a articular sus sentimientos a través de protestas y otras formas de acción directa y a favorecer las estructuras políticas de participación, la toma de decisiones colectiva y los procesos de construcción de consensos. Además, expresan mayor confianza en las instituciones que ponen énfasis en la participación y la representación de los intereses públicos. Las fuentes de legitimación son la participación y la inclusión, más que la autoridad jerárquica (Dalton,

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2004). El cambio en los valores amplió los límites de la política introduciendo nuevos temas como la liberación de las mujeres y la protección del medio ambiente y aumentando el número de instrumentos políticos a disposición del ciudadano. Los procesos de globalización y de alejamiento de la tradición han cambiado el contexto en el que tiene lugar la política. La globalización deconstruye las estructuras tradicionales y reconstruye unas nuevas, con el efecto de que las tradiciones ya no se aceptan como algo legítimo per se, ahora se tienen que explicar, discutir y justificar. Ya no hay un alineamiento predefinido con grupos de interés o una confianza “natural” en las instituciones. Antes, la legitimidad de las instituciones políticas era en parte una consecuencia de la tradición, ahora estas instituciones están abiertas al escrutinio público y a las críticas (Giddens, 2004: 94). Al mismo tiempo, los riesgos y la incertidumbre, como el calentamiento global, la polución del medio ambiente, la sobrepoblación, las enfermedades relacionadas con la alimentación y los problemas de la economía global, son cada vez más numerosos y no responden a los medios tradicionales de solución de problemas y a los mecanismos de estados-nación individuales (ibid: 78 y siguientes). Como resultado, las políticas nacionales convencionales tienden a cubrir solo algunas de las preocupaciones y las ansiedades de los ciudadanos, mientras no tienen recursos para enfrentarse a muchos otros problemas globales. Los movimientos globales y las actividades locales, las redes estructuradas de forma indirecta y los comportamientos individualistas pueden observarse como una respuesta a la escasez de medidas políticas nacionales a través de la apertura de “espacios públicos de diálogo” y de presionar a la política convencional, así como a las prácticas sociales y económicas (ibid: 111). Los procesos de globalización y racionalización económica crean un dilema en los estados-nación entre sus políticas de localización industrial y sus crisis fiscales. Este dilema limita la habilidad de los estados de bienestar en el uso de recursos para construir y dar forma a la sociedad, en particular en el aspecto de asegurar la integración de todos los ciudadanos, y pueden tener como consecuencia crisis de mando y legitimación (Habermas, 1973). Las, al parecer, inevitables crisis de la economía, que los estados de bienestar ya no pueden amortiguar, contribuyen a una despolitización global, donde la influencia política sobre las condiciones sociales ya no parece posible (Felgitsch, 2006). La mayor parte de los estudios comparativos a gran escala tratan la cuestión de la participación política a través de los ojos de las instituciones políticas y las necesidades del sistema democrático y la colocan en el marco de las tesis de individualización. Por el contrario, este artículo interpreta los resultados de un estudio cuantitativo sobre la base del significado de la política y la participación revelados por los jóvenes en su propio discurso.

(4) www.sora.at/euyoupart; (accedido el 24 de Septiembre de 2007)

Los datos presentados a continuación fueron generados como parte del proyecto de investigación “EUYOUPART: Participación política de los jóvenes en Europa – Desarrollo de indicadores para la investigación comparativa en la Unión Europea”, que fue llevado a cabo entre 2003 y 2005 y financiado por el 5º Programa Marco de la Comisión Europea. (4) Durante el transcurso del proyecto de investigación se realizaron un total de 41 entrevistas individuales cualitativas con jóvenes políticamente activos y 225 con jóvenes no activos en 38 grupos de discusión en ocho países europeos (Austria,

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Estonia, Finlandia, Francia, Alemania, Italia, Eslovaquia y el Reino Unido), así como una encuesta comparativa a un total de 8030 jóvenes de 18 a 25 años. Aunque los datos de la encuesta generalmente muestran bajas tasas de participación, los resultados cualitativos no apoyan la idea comúnmente extendida de que los jóvenes son simplemente demasiado egocéntricos y desinteresados. Más bien muestran que sus patrones de participación reflejan las complejas y difíciles condiciones de la política contemporánea.

La imagen que tienen los jóvenes de la política y su relación con ella Antes de centrarnos en la participación de los jóvenes y en sus opiniones sobre ésta, vamos a echar un vistazo general a sus relaciones con la política. A grandes rasgos, esta relación se puede caracterizar por tres dimensiones: eficacia externa, eficacia interna y cultura política. La primera categoría, la eficacia externa, se refiere a las convicciones sobre la capacidad de respuesta de las autoridades e instituciones políticas ante las necesidades de los ciudadanos (Almond/Verba, 1963; Gabriel, 1995; Montero/Gunther/Torcal, 1997). La segunda, la eficacia interna (o en términos mas realistas la falta de eficacia interna), incluye la percepción subjetiva del individuo de que no conoce suficientemente la problemática y de que no puede acceder a y procesar la información adecuada. La eficacia interna también está influenciada por la falta de experiencias positivas con la participación, que proporcionarían el sentimiento de mayor poder, de competencia para participar realmente en la política. Con respecto a la tercera categoría, los comentarios sobre ausencia de cultura política revelan la insatisfacción con la eficiencia del sistema político. Solo algunos jóvenes ciudadanos comprometidos con la política comentan actividades concretas de gobierno, mientras que la mayoría de los jóvenes ofrecen una evaluación vaga del sistema, sobre la base de su percepción de los procesos políticos que les transmiten los medios de comunicación. La crítica articulada más frecuente por los entrevistados se refiere a la ausencia de eficacia externa. Los jóvenes critican la distancia entre los políticos y el electorado. Los políticos no parecen saber o preocuparse por saber las necesidades reales de los ciudadanos. Aparecen problemas y se toman decisiones en el contexto de una estructura de poder que excluye al hombre de la calle. Aquellos que se benefician de esta estructura de poder no son solo los políticos, también su clientela política y los grupos de presión en la economía. Además, los jóvenes perciben una desventaja particular en el sentido de que los asuntos a los que se refieren los políticos (adultos) no tienen nada que ver con las vidas de los jóvenes, con sus problemas o ideales: “Están muy alejados de nuestras necesidades”.

(5) Los datos de la encuesta muestran que votar en elecciones tiene las tasas más elevadas de efectividad de todas las formas de participación: van del 65% en Alemania al 37% en Estonia (Spannring, Ogris y Gaiser, 2008)

Otra dimensión de la eficacia externa es la evaluación del impacto que puede tener el individuo en los procesos políticos. Para todas las formas de participación tratadas a continuación, la tasa de eficiencia es muy baja. Incluso votar, como forma relativamente eficiente de participación (5), es visto con escepticismo: “Y al final todos parecen estúpidos, porque salió todo de forma muy diferente a como habían prometido (los políticos)”. Este sentimiento no se concentra solo entre los jóvenes políticamente no activos, también es compartido por los jóvenes políticamente activos, que están considerablemente desilusionados en este sentido.

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El sentimiento de distanciamiento y desconfianza se multiplica por la falta de eficacia interna. Muchos de los jóvenes entrevistados expresan su falta de comprensión y familiaridad con respecto a los procesos y las instituciones políticas. Algunos achacan el déficit al contenido y los métodos inadecuados de la educación en ciudadanía en las escuelas o a la falta de oportunidades para la toma de decisiones en el marco del sistema educativo. En el contexto de la información política, muchos jóvenes critican a los medios de comunicación por ser más bien superficiales en sus informaciones y poco objetivos. Existen dudas sobre el nivel de fiabilidad de los medios de comunicación y sospechas de que los mismos medios son actores políticos con sus propios intereses (Muxel y Riou, 2004). Por un lado, la falta de información es la consecuencia de una falta de competencias en el ámbito de los medios de comunicación y el conocimiento político que es necesario para acceder, procesar, comprender y juzgar las noticias políticas. Especialmente aquellos jóvenes con bajos niveles educativos y un entorno socio-cultural pobre se encuentran en una situación de desventaja en lo referente a información política. Por tanto, parte de este problema puede ser mitigado con la mejora de la información que reciben los jóvenes, de su educación política y de sus posibilidades reales de participación. Por otro lado, una parte del problema lo causan los mismos políticos, que dan respuestas vagas o parciales que se adaptan a sus estrategias de competición política más que a ofrecer a los votantes una información completa sobre sus objetivos políticos y estrategias. Las críticas de los jóvenes a la cultura política predominante se basan en gran medida en la percepción de una falta de eficiencia para resolver problemas. Los procesos de toma de decisión se caracterizan por ser competitivos, juegos de poder y conflictos más que por la colaboración y la resolución de problemas de forma constructiva. El elemento potencialmente productivo en los conflictos políticos no puede ser reconocido y desaparece detrás del deseo de procesos pacíficos y armoniosos. Una de las razones para la reticencia a los conflictos se puede encontrar en los continuos enfrentamientos políticos y, como contraste, la falta de posiciones políticas claras sobre los asuntos relevantes. De hecho, muchos jóvenes que critican la falta de ideales socio-políticos o su sacrificio en nombre de alcanzar el poder se refieren a este aspecto. Un joven austriaco, activista ecologista, por ejemplo, se refirió a la decisión del Partido de los Verdes en Alemania de apoyar la guerra en Afganistán, algo totalmente contrario a su posición inicial y que ofendió a las bases del partido, incluido el joven entrevistado. La autenticidad y la fidelidad a unos principios son de la mayor importancia para los jóvenes ciudadanos y el criterio más importante para evaluar a los políticos. En la política real, la esperanza de ideales y la confianza de los jóvenes hacia sus políticos se ven constantemente frustrada. Como consecuencia, la confianza en los políticos es generalmente muy baja. Un asunto que afecta a casi todas las formas de participación política son las “dudas generalizadas” de los jóvenes. Consiste en negarse a tomar partido por una idea política o ideología sin una distancia crítica. Los jóvenes reconocen que las personas y las ideas no se pueden categorizar como “buenas” o “malas” y que el mundo no es “blanco” o “negro” (Paakkunainen, 2004). Los argumentos políticos y las ideas siempre generan contraargumentos o visiones diferentes. Las ideologías y las verdades políticas son desacreditadas y acusadas de ser un intento para legitimar la dominación, la intolerancia y la violencia. Esta duda generalizada evita en muchos casos

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que se apoye alguna decisión política e incluso, si el contra-argumento no es conocido por el individuo, se espera un “sí, pero…”. Atrapados en este relativismo negativo, la posibilidad de reconstrucción positiva de una política que no se base en verdades universales, sino en la participación de los individuos en un proceso común de construcción política y social (Felgitsch, 2006) no es algo que se encuentre a su disposición.

La participación política de los jóvenes En este apartado se van a presentar e interpretar los resultados de la encuesta EUYOUPART, teniendo en cuenta la opinión de los jóvenes sobre participación. Las formas de participación que se tratan son aquellas que normalmente se utilizan en los estudios sobre participación: compromiso político, elecciones, participación en organizaciones políticas tradicionales y en nuevos movimientos sociales, comunicación política y protesta, así como consumismo político.

Compromiso político El compromiso político se mide normalmente con “interés por la política”, “seguimiento de la política en los medios de comunicación” y “discutir sobre política” con amigos y familiares. Los niveles más altos de interés por la política (muy interesados y bastante interesados) se encuentran en Alemania (50.5%), Italia (43%) y Austria (42%); los niveles más bajos en el Reino Unido (29.6%), Estonia (29.3%) y Eslovaquia (27.8%) (ver Gráfico 1).

Gráfico 1. Interés por la política según país (en porcentaje)

Reino Unido

Eslovaquia

3,5

2,7

25,1

Italia

8,9

Alemania

34,1

9,6

Francia

40,9

5,9

29,9

4,0

Finlandia

Estonia

26,1

30,6

2,0

Austria

27,3

10,2

0,0

31,8

10,0

20,0

30,0

Muy interesados

40,0

50,0

60,0

Bastantes interesados

Fuente: Euyoupart 2004.

Seguir la información política en los medios de comunicación todos los días o casi todos los días es una práctica extendida en Alemania (66.3%) y en Italia (64.9%). Estonia también muestra un porcentaje elevado en este aspecto (55.5%). Los jóvenes del Reino Unido son los que menos se interesan por las noticias políticas (24.8%).

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Las tasas más altas en lo que se refiere a discutir sobre política se encuentran otra vez en Italia, seguida por Alemania y Austria. El 60% de los jóvenes italianos discute sobre política con sus padres por lo menos a veces y el 43% con sus madres. Con los amigos (62%) y los compañeros de trabajo (55%) también se discute sobre política con frecuencia. En Alemania y Austria, se discute sobre política sobre todo con los amigos, los compañeros de trabajo y los profesores. En Estonia, los profesores tienen un papel relevante en este sentido: Son incluso más importantes que los amigos y los compañeros de trabajo. La complejidad del compromiso político de los jóvenes no se puede medir con simples distribuciones estadísticas y coeficientes de correlación para la edad, el género, la educación y los valores. De hecho, la claridad con la que los datos reflejan el estado actual del sistema político es normalmente subestimada y no debería, por tanto, dejarse al margen de nuestro análisis. Entre los jóvenes políticamente no activos, el interés por discutir sobre política es más bien bajo. Para la mayoría, es algo abstracto y poco familiar, cargado de una imagen negativa que provoca ansiedades si se presenta como tema de discusión. Esto señala una falta de conocimientos sobre el sistema político y refleja una ausencia de práctica a la hora de hablar sobre política. Sin embargo, el interés también depende de la percepción de los jóvenes de que la política realmente importa. Del mismo modo, el desinterés refleja la desconexión entre las experiencias diarias de los jóvenes y los temas que se tratan en la política: “Siento más bien poco por cualquier partido o gobierno”. Esto no significa que los jóvenes sean inmunes a los problemas sociales y políticos. Los jóvenes reconocen la injusticia y la desigualdad, pero muchas veces les es difícil expresar sus sentimientos y percepciones o no son capaces de vincular estos problemas a la esfera política, conectándolos a la posibilidad de buscar soluciones políticas. Una joven secretaria, por ejemplo, se queja del hecho de que su descanso para comer en el trabajo es demasiado corto como para ingerir una alimentación adecuada, por lo que tiene que recurrir a la poco saludable comida rápida. El debate público no le ofrece las herramientas necesarias para pensar de forma más general en las condiciones laborales y como podrían llegar a cambiarse. La ausencia de articulación y discusión pública sobre conflictos de intereses convierte a la sociedad más en algo dado de antemano que en un producto de los procesos socio-políticos. Por tanto, el problema permanece en el nivel individual (ver Evers y Nowotny, 1987; Böhnisch, 2006). Lo que sí es visible es una “gestión política” desapasionada, que se ocupa predominantemente de reformas fiscales, gestión fiscal y recortes en los programas sociales. Los “grandes asuntos” presentados por los políticos no son percibidos como tales por los jóvenes: “…en conjunto, las noticias sobre política que se ven son, en realidad, irrelevantes para uno mismo. Por ejemplo, los recortes en las pensiones. ¿Por qué todos se ponen a quejarse? Por un lado, puedo entenderles, pero por otro, no es un cambio tan grande. No sé cuanto reciben de menos, creo que 40 euros por año, o algo así. Eso no es mucho”. En comparación, muchos jóvenes muestran fuertes sentimientos hacia temas amplios como los derechos civiles, el racismo, la protección del medio ambiente y la paz. Les impulsa una profunda creencia ética (IARD, 2004): “Es una forma de impulso, de motivación ética – es una consecuencia, creo, de que el mundo que tienes delante de ti no funciona de la forma que debería. Cambiar una realidad esencialmente injusta e incorrecta, no da igual”.

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Para los jóvenes con menos conocimientos políticos, la ausencia de un debate socio-político que creara lugares para compartir sus vagos sentimientos, un medio para darles una voz, parece ser un factor decisivo para el desinterés político. Algunos de los jóvenes más interesados en política y más activos se tropiezan con la falta de eficiencia. Expresan su resignación y desamparo ante el hecho de que la política tenga un impacto tan fuerte y que ellos no tengan posibilidad de influir en los procesos de toma de decisión. Esto produce una enorme frustración y, en algunos casos, puede llevar al abandono: “…Habrá por lo menos diez temas que no puedo aceptar de ningún modo, desde las cuotas para las matriculas universitarias hasta la ingeniería genética y Dios sabe que más, la guerra de Irak, por ejemplo, pero no creo que pueda cambiar nada, bueno, supongo que hay suficientes temas que simplemente he dado por perdidos, si, así es como lo veo.”

Participación en el sistema democrático representativo Participación en elecciones Votar se considera generalmente la actividad política más destacada de los ciudadanos en un sistema político democrático. También se menciona de manera frecuente entre los jóvenes como manifestación de buena ciudadanía. Sin embargo, y a pesar de que los jóvenes lo consideran un deber moral, otros factores tienen más peso para tomar la decisión de votar. Los jóvenes articulan gran número de dilemas, que surgen en el contexto de la desafección e insatisfacción discutidas con anterioridad. En lo que respecta a la eficacia interna, los dilemas existen entre la demanda de ser un votante informado y la falta de conocimientos e información: Muchos jóvenes no se sienten suficientemente informados como para participar, pero sin los conocimientos apropiados las distintas opciones no tienen ningún significado, por lo que la falta de información impide la participación de los jóvenes (Waechter y Riegel, 2004): “Antes de estar obligado a poner una cruz al lado de alguna cosa vieja, prefiero no votar.” Los efectos de la falta de conocimientos políticos para la participación de los jóvenes en las elecciones, tan presentes en las narraciones de los jóvenes, se puede explicar por el menor impacto de otros factores de motivación como el deber cívico, la pertenencia a un grupo social y la integración en estructuras sociales formales. Howe (2006) encuentra evidencias empíricas de que incluso aquellos que no tienen familiaridad con asuntos políticos tienden a votar si les afecta el sentido de deber cívicos, ya que sienten la obligación de acudir a votar. Cuanto menor es el sentido de deber cívico, más depende la decisión de participar en las elecciones de la eficacia política interna. Otro dilema es destacado por los jóvenes con respecto a la eficacia externa. En el contexto de las elecciones, la eficacia externa se refiere a la ausencia de opciones reconocibles, lo que muchas veces significa una polarización poco pronunciada entre los partidos políticos, la ausencia de temas de interés propuestos por los políticos y la incapacidad para evaluarles después de que se hayan celebrado las elecciones. Por estos motivos, votar se considera meramente jugar aceptando las reglas del juego democrático o incluso una obligación molesta (Sloam, 2004), antes que una oportunidad para influir realmente en la política. La reacción de algunos jóvenes es votar a partidos extremistas como voto de protesta o no votar en absoluto: “La

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abstención es una forma de votar, se entiende como un voto diferente; es para mostrar que no nos interesa nadie.” Por lo tanto, el voto inválido y no votar por protesta son formas de expresión política. Aunque los niveles son generalmente bajos, las dos estrategias parecen haber sido mejor acogidas entre los austriacos, franceses e italianos que entre sus iguales en otros países: el 12% de los jóvenes franceses, el 8% de los jóvenes italianos y el 7% de los jóvenes austriacos en alguna ocasión ha hecho uso del voto en blanco. En lo referente a no votar como forma de protesta, las proporciones son 8%, 5% y 9%, respectivamente. La participación real en la elecciones nacionales generales se sitúa entre el 95% (Italia) el 83% (Alemania), el 80% (Austria) y el 72% (Eslovaquia) en el margen superior y el 47% (Reino Unido) en el margen inferior. En todos los países, la participación a nivel europeo es marcadamente inferior que a nivel nacional. La participación en las elecciones al Parlamento Europeo en 2004 fue relativamente alta en Italia (85%), Austria (58%), Alemania (56%) y Francia (52%) y muy baja en el Reino Unido (25%) (ver Gráfico 2).

Gráfico 2. Proporción de personas con derecho a votar que hicieron uso de este derecho en las últimas elecciones generales nacionales y en las elecciones al Parlamento Europeo en 2004 25,3

RU

46,9

Eslovaquia

47,7 72,1 84,7

Italia

94,8 55,8

Alemania

83,1 52,0

Francia

61,6 39,5

Finlandia

58,7 36,8

Estonia

59,9 57,6

Austria

79,8

0,0

10,0

20,0

30,0

40,0

nacional

50,0

60,0

70,0

80,0

90,0

100,0

europea

Fuente: Euyoupart 2004.

Los motivos para la no participación mencionados con anterioridad son incluso más destacados a nivel europeo. La complejidad del sistema político, la falta de claridad en lo relativo a los temas electorales, así como una estructura de poder que convierte la participación ciudadana y la influencia real en una ilusión, debilitan los recursos motivacionales y cognitivos de la participación: “Elegimos los gobiernos [nacionales] y van a los encuentros de ministros. Y hay una Comisión que de algún modo decide sobre prácticamente todos los temas. Pero nosotros tenemos poco que decir. A parte de votar en las elecciones al Parlamento de la UE cada cuatro años,

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aunque este parlamento en principio tiene muy pocas competencias. Pueden hablar un poco…”. (6) La politización de la Unión Europea como precondición para la identificación y movilización es no solo una demanda de los expertos en el tema (por ejemplo, Magnette, 2003), sino también de los ciudadanos europeos jóvenes políticamente activos. Demandan una europeización de los medios de comunicación y de las instituciones políticas como partidos políticos o sindicatos, así como el desarrollo y debate público de asuntos “europeos”. La generación de interés público y movilización política se centra en una clara deliberación de temas basada en el reconocimiento de conflictos social y políticos: “Espero que si, por ejemplo, hay una reducción masiva de puestos de trabajo, la gente empiece a crear más redes, me refiero a una verdadera red europea. Así las personas podrían aprender a luchar juntas por sus derechos y, al mismo tiempo, desarrollar una conciencia política que les abra los ojos”. (7) Por supuesto, el desarrollo superior de una sociedad civil europea activa se puede fomentar a través de unos procesos políticos abiertos e inclusivos en los que diferentes definiciones de problemas, aproximaciones ideológicas y opciones estratégicas se hagan visibles y accesibles para una gran parte de la ciudadanía.

Ser miembro de un partido La pertenencia a un partido se considera generalmente, a parte de votar, como una de las formas más importantes de participación política, ya que ofrece uno de los canales más importantes para integrar los intereses ciudadanos en los procesos formales de toma de decisiones. Las ideas y visiones que no tienen representación a través de estas estructuras formales son escuchadas y consideradas en contadas ocasiones. La falta de aceptación y utilización de los partidos políticos y sus secciones de juventud dejan a los políticos al margen de la cuestión de cómo reforzar políticamente a los jóvenes de forma sostenible. Las formas alternativas de participación política como las manifestaciones, los boicoteos o las expresiones culturales de la juventud pueden tener alguna incidencia en la toma de decisiones políticas o el cambio social, pero no proporcionan derechos políticos comparables a la pertenencia a un partido político para dar forma a las políticas que se desarrollan, ya que este último aspecto se basa en la posición especial de los partidos políticos dentro de las constituciones y la estructura de las autoridades políticas. A través de su pertenencia a partidos políticos, los ciudadanos pueden influir en la selección de las elites políticas en todos los niveles y en el contenido de los programas de los partidos (Wiesendahl, 2006). Sin embrago, son precisamente las estructuras y procesos en y entre los partidos lo que desanima a los jóvenes a involucrarse. La mayor parte de los entrevistados, incluidos los jóvenes políticamente activos, formula un conjunto de argumentos contra la idea de unirse a un partido político.

(6) Cita de Spannring, Wallace y Datler, 2004 (7) Cita de Spannring, Wallace y Datler, 2004

La razón principal para no unirse a un partido es que los jóvenes no han decidido cuál es su partido político de preferencia o rechazan tomar una decisión definitiva. En muchos casos no votan por el mismo partido en cada elección, así que unirse a uno tiene aún menos sentido: “Bueno, los partidos… y temas. Quiero decir que todos los partidos tienen temas que son más o menos interesantes de algún modo. ¿Por qué me debería restringir a uno?”. Los jóvenes prefieren permanecer flexibles y autónomos para ser capaces de dar y retirar su apoyo cuando sienten que es necesario. Aunque se sientan cercanos a un determinado partido, mantienen una distancia crítica. Los

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asuntos políticos no son blancos o negros, sino que hay diferentes perspectivas de aproximarse a cualquier problema. Esta actitud ambivalente hacia los partidos y las ideologías, o “objetividad”, se basa en el reconocimiento de que no hay una verdad infalible. Las categorías claras de “enemigos” y la idea de “o lo uno o lo otro” ya no son creíbles (Paakkunainen, 2004). Muchos jóvenes rechazan apoyar a un partido a menos que estén completamente de acuerdo con sus planteamientos. Tienen miedo de que su opinión no sea considerada y se pierda en el proceso de formación de opiniones o de que tengan que someterse a la disciplina de partido. En ambos casos no tienen control sobre las actividades del partido. El resultado puede violar su principio de lealtad con los propios valores y la responsabilidad para con sus actividades y opiniones. Ser miembro de un partido es, además, considerado como un elemento que obstaculiza la comunicación abierta con miembros de otros partidos, ya que los partidos anteponen el comportamiento estratégico y los juegos de poder a la solución de problemas. La mayoría de los jóvenes no considera la pertenencia a un partido político como un medio adecuado para lograr algo en la comunidad: “Es más bien…si quieres hacer algo de forma conjunta, como por ejemplo construir un skate-park. Si hubiera sido miembro de un partido político, a lo mejor el otro partido se hubiera opuesto porque yo soy un miembro del partido contrario.”. Otra reserva mencionada por entrevistados no activos es la dificultad (que esperan) para acceder a una organización e integrarse en la organización en términos de igualdad con los adultos, no solo como esclavos para distribuir publicidad o colocar posters. Del mismo modo, un gran número de jóvenes políticamente activos subraya la importancia de haber sido reconocidos como iguales por los miembros adultos de sus organizaciones. Por tanto, las expectativas de los jóvenes no se pueden seguir satisfaciendo a través de organizaciones políticas de masas, que usan a sus miembros como soldados de partido para ejecutar tareas, programas y objetivos dictados por la cúpula del partido (ver Inglehart, 1977). Tampoco pueden encontrar un hogar para sus deseos de actuar en los partidos, que se nutren cada vez más y más de profesionales de la política y tienen dificultades para integrar a los jóvenes en sus procesos políticos (Hooghe, 2003). Los jóvenes políticamente activos expresan abiertamente su decepción con respecto a la frustración de sus demandas y sus experiencias de nula efectividad. Los jóvenes no activos citan en muchos casos la anticipación de la frustración como un motivo para no involucrarse. Estas reservas son el trasfondo de las bajas tasas de afiliación de los jóvenes a organizaciones políticas tradicionales. La pertenencia a organizaciones juveniles vinculadas a un partido se sitúan entre el 6% en Austria y el 0.3% en el Reino Unido. La afiliación directa a un partido es algo más baja y se encuentra entre el 4% (Austria e Italia) y el 1% (Francia, Eslovaquia y el Reino Unido). Los sindicatos muestran unas tasas parecidas a las de los partidos políticos, excepto en Alemania, donde los sindicatos tienen el doble de miembros (4%), y Finlandia, donde este porcentaje se triplica (15%) (ver Gráfico 3). La afiliación a organizaciones profesionales se sitúa debajo del 2% en todos los países (no incluido en el gráfico). Este nivel particularmente bajo se asocia al hecho de que la mayor parte de los jóvenes no han alcanzado todavía un estatus profesional elevado en su carrera laboral, lo que daría sentido a la integración en una asociación profesional.

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Gráfico 3. Afiliación a organizaciones políticas “tradicional” según país (en porcentajes) 0,6

RU

1,9 0,3 1

Eslovaquia

2,5 1 4

Italia

2,7 3,4 2,3 4

Alemania 1,8 1 Francia

1,3 1 2

Finlandia

15,2 3,2 1,8

Estonia

1,2 3,7 3,6

Austria

6,7 6,2 0

2

4

6

8

Org. juveniles de part. pol.

10

Sindicatos

12

14

16

Part. políticos

Fuente: Euyoupart 2004.

La participación en las actividades de las organizaciones juveniles y el voluntariado muestran unas tasas incluso menores que la afiliación a organizaciones políticas. Por un lado, esto señala hacia un estilo pasivo de afiliación. Por el otro, puede sugerir que es prácticamente imposible ser activo y voluntario sin ser un miembro de la organización. El resultado es el mismo en los partidos políticos y en los sindicatos, las tasas de actividad y de voluntariado son incluso mucho más bajas que las tasas de afiliación. En lo que se refiere al trabajo en los partidos, el apoyo en las campañas electorales está poco extendido entre los jóvenes. La proporción más elevada de activistas en partidos políticos se da en Italia (13%), Finlandia (11%) y Eslovaquia (10%). La más baja, en el Reino Unido (3%). En comparación, intentar convencer a otros para que voten por un candidato o partido es una actividad mucho más extendida, especialmente en Italia (34%), Alemania (26%), Finlandia (25%) y Austria (25%). Otra vez el Reino Unido muestra el porcentaje más bajo (5%). En general, y en términos de trabajo para los partidos, el Reino Unido muestra un nivel total de apoyo bajo a los partidos durante las campañas electorales, y las acciones para cambiar esta tendencia son escasos. Estonia y Francia parecen seguir el mismo patrón, aunque menos pronunciado. También hay países con tasas altas en las dos dimensiones del trabajo para los partidos, como Italia y Finlandia. En otros, como Alemania y Austria, el trabajo para los partidos no tiene lugar a través del apoyo en las campañas, sino más bien a través acciones para convencer de forma informal a los votantes. Por último, el patrón de Eslovaquia parece invertido: hay un nivel relativamente elevado de apoyo en las campañas electorales, pero unos esfuerzos por convencer mediocres.

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Pertenencia a Organizaciones No Gubernamentales A pesar de que muchos jóvenes con niveles educativos bajos no consideran a las ONG como posibles actores políticos, son reconocidas y bienvenidas como tales por jóvenes con niveles educativos más altos y/o políticamente activos. Sin embargo, expresan el mismo escepticismo que en el caso de los partidos políticos, es decir, critican la falta de control sobre los movimientos de las organizaciones. Además, las estructuras y los procesos de dinámica de grupos son criticados en el sentido de que las opiniones y actividades del individuo se restringen demasiado: “Abandoné determinados grupos porque me di cuenta que en el microcosmos de los grupos estudiantiles, las asociaciones, los centros sociales, había una tendencia a recrear estructuras que pertenecen en realidad a otra tradición, digamos que a la del partido de Stalin, en un sentido vertical…cuando lo que se intentaba era crear un situación horizontal de participación colectiva”. Estos problemas se reflejan en bajas tasas de afiliación. La pertenencia a organizaciones pacifistas va del 0.3% en Alemania al 2.8% en Austria. Las organizaciones de derechos humanos y ayuda humanitaria atraen a entre el 1% (Eslovaquia) y 6% (Austria) de los entrevistados. De forma parecida, las organizaciones medioambientales y los grupos de protección de los animales representan entre el 1% (Eslovaquia) y el 7% (Austria) (ver Gráfico 4).

Gráfico 4. Afiliación a “nuevas” organizaciones políticas

RU

1,3

0,6

2,1

1,5

1,3 1,2 1,1

Eslovaquia 0,7

4 3,2 3,3

Italia 2

3,6 Alemania

3,9

1,8

0,3 1,6 Francia

1,8

2

0,9 2,2 2,2

Finlandia

3,3

1,1 0,4 Estonia 0,4

1,2 0,7

Austria

6,1

2,8 0

1 pacifista

2 derechos hum.

3

4 org. medioambient.

5

6

7

7,2

7

8

Derechos/protección de animales

Fuente: Euyoupart 2004.

Es interesante comprobar que las tasas de participación en actividades de la organización y el voluntariado no son siempre más bajas que las tasas de afiliación. Dependen del país y del tipo de organización. En Austria, por ejemplo, estas tasas son siempre más bajas que las de afiliación. Por el contrario, los jóvenes en Finlandia, Alemania, Italia y Eslovaquia tienden a ser más sujetos activos que solo miembros, especialmente en las organizaciones pacifistas, de derechos humanos y medioambientales. Estos resultados sugieren diferentes estructuras organizativas, con algunas oportunidades de

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participar de forma activa y espontánea y no solo usando las contribuciones de los miembros para dejar actuar a los profesionales.

Comunicación, acción y protesta política Teniendo en cuenta las reservas expresadas por los jóvenes con respecto a las formas tradicionales de participación, no es sorprendente que los actos individuales y espontáneos de expresión y comunicación política alcancen parcialmente tasas más altas entre los jóvenes que la participación continua en organizaciones políticas y movimientos sociales. En Austria, Finlandia, Alemania e Italia, por ejemplo, alrededor del 10% de los entrevistados han contactado alguna vez con un político. En todos los países, excepto Estonia y el Reino Unido, más del 5% de los jóvenes han recogido firmas o donado dinero. Los jóvenes austriacos (11%), estonios (17%), finlandeses (16%) y alemanes (11%) han contribuido a alguna discusión sobre política en internet y alrededor del 11% de los entrevistados en Austria, Finlandia, Francia, Alemania e Italia han escrito una carta o un e-mail de contenido político. La participación en manifestaciones legales muestra grandes diferencias según el país, con valores entre el 4% y el 46%, al igual que ocurre con las huelgas (entre el 1% y el 55%). Estas diferencias parece que están vinculadas a la cultura política nacional. Italia es un ejemplo destacado de protestas políticas, con un 46% y un 55% de los jóvenes participando en manifestaciones y huelgas, respectivamente. Los jóvenes franceses también parecen dispuestos a participar en manifestaciones y huelgas (26% y 23%, respectivamente), mientras que los alemanes participan en manifestaciones (28%), pero no en huelgas (5%). Las tasas de participación más bajas se encuentran en Estonia y Eslovaquia, así como en el Reino Unido (ver Gráfico 5).

Gráfico 5. Protestas legales 0,7

RU

3,6 4,6 5,7

Eslovaquia

55,1

Italia

46,4 5,4

Alemania

27,7 23,2

Francia

25,5 5,4

Finlandia

9,9 4,4

Estonia

6,1 11,1

Austria

17 0

10

20

30 manifestación legal

40

50

60

huelga

Fuente: Euyoupart 2004.

Las formas violentas o ilegales de participación, como pintar un graffiti en las paredes, participar en un evento político donde se dañan propiedades,

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enfrentamientos violentos con la policía o con oponentes políticos, la ocupación de casas abandonadas o bloquear las calles, son acciones muy raras. Ninguna de estas actividades supera el 5%. La única excepción es Italia, donde las tasas se sitúan alrededor del 5%. Los actos espontáneos de protesta política están más en línea con los principios de los jóvenes y su actitud de “sí, pero”. Estos actos expresan los sentimientos morales y políticos de los jóvenes y su sinceridad. No requieren de un compromiso con otras personas u organizaciones y, al mismo tiempo, ofrecen una experiencia de grupo con personas afines. Además, permiten actuar por un valor universal sin vender “paquetes ideológicos completos” (IARD, 2004): “Quiero decir, para mí no es un problema acudir a una marcha, mientras que, digamos, unirme a un partido si que puede ser algo más complejo”. Sin embargo, incluso las manifestaciones pueden poner en peligro los principios de los jóvenes. Una buena causa puede esconder falsas motivaciones. En alguna medida, los jóvenes expresan miedos que reproducen las preocupaciones de los adultos en relación a las manifestaciones y, en particular, a la participación de los jóvenes en éstas (ver Thies-Morse/Hibbing, 2005). Se cuestiona la sinceridad del compromiso de los jóvenes y se sospecha que muchos “van a la manifestación porque no quieren ir al colegio y prefieren pasárselo bien”. Sin embargo, la preocupación más frecuente se refiere a la organización de manifestaciones por grupos extremistas, con el intento de abusar del evento en beneficio propio, traicionando así el ideal original o el objetivo de la manifestación. El uso de violencia es generalmente considerado algo inaceptable por los jóvenes, ya que es incompatible con su principio de tolerancia. Sin embargo, como han observado Anne Muxel y Cecile Riou en Francia, esta aproximación distingue entre jóvenes con niveles educativos más altos y jóvenes de extracciones sociales más bajas y poco nivel educativo. Para estos últimos, las manifestaciones son el único camino para comunicarse con los que toman las decisiones. Por el contrario, los estudiantes valoran más el diálogo, algo que se deriva de su acceso potencialmente más sencillo a las autoridades políticas (Muxel y Riou, 2004). Hay unanimidad entre los jóvenes en lo que se refiere a la poca efectividad de las manifestaciones, pero también de las peticiones de firmas o los referéndums. Para algunos, este es un motivo para no participar, aunque no desalienta a otros, en la medida en que es más una cuestión de autoexpresión, auto-determinación y lealtad a las propias convicciones morales: “No es una manifestación que va a parar la guerra; solo queríamos demostrar que no estábamos de acuerdo”. Consumismo político Según Giddens (1994), la política de la vida se refiere a la defensa de los estilos de vida. La política de la vida puede ser individualista en sus objetivos, pidiendo el respeto de los otros para los ideales propios e intentando imponerse a las concepciones normativas del entorno. La política de la vida también puede asociarse a valores y temas más universales, como la protección del medio ambiente o la igualdad social, que se expresan en las prácticas diarias: “Lo que es personal, es político…”. En un mundo del “sí, pero”, un mundo sin verdades absolutas, donde las ideologías y la movilización masiva son sospechosas y las formas de participación poco

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efectivas, el deseo de “salvar el mundo” se transfiere a las actividades personales con el objetivo de respetar los propios ideales privados. Como mucho, se intenta influir en el entorno social más inmediato. En la actualidad, muchos activistas políticos no muestran su desaprobación participando en manifestaciones; muchas protestas no van dirigidas ni siquiera a las autoridades políticas en el contexto nacional, sino a grandes corporaciones o instituciones políticas internacionales o extranjeras. Estas protestas toman la forma de campañas de boicot de los consumidores, como por ejemplo los boicots a productos de Shell o Nike o el boicot a los productos franceses en América por su oposición a la resolución del Consejo de Seguridad de la ONU a favor de la intervención militar en Irak. En los boicots, los ciudadanos usan su poder de compra para influir en las prácticas institucionales y de mercado que consideran injustas. Junto a otras formas de participación política, los boicots se usan cada vez más como herramienta política y ejemplos del pasado como el de Nestlé muestran que pueden tener éxito (Stolle/Hooghe/Micheletti, 2005). Aunque parece fructífero centrarse en formas de participación que no se corresponden con el diseño tradicional de la democracia representativa en los límites de los estados-nación, hay dificultades metodológicas asociadas a problemas para realizar mediciones, en particular en lo que se refiere a la cuestión de cómo distinguir entre boicoteadores que actúan por razones políticas y éticas y aquellos que no. Un estudio cualitativo de los consumidores de productos orgánicos muestra que los motivos y conceptos políticos involucrados pueden oscilar de manera importante. Los motivos de estos boicoteadores van del egocentrismo, el exocentrismo, la intervención reflexiva hasta la ambivalencia y sus actitudes hacia la esfera política incluyen la indiferencia, el oportunismo, el fundamentalismo o la orientación reformadora (Lorenz, 2006). Por tanto, la relación entre temas de estilo de vida y el poder de las corporaciones internacionales es muy difusa, así como la relación entre la crítica social y el consumo crítico (Lamla, 2006). A pesar de estas dificultades, la participación en boicots se ha añadido a la lista de formas de participación usadas en la investigación de encuestas (por ejemplo, la Encuesta Global de Valores y la Encuesta Social Europea), donde sirven de indicador para el consumismo político. En el ámbito de la encuesta EUYOUPART no fue posible analizar en profundidad el comportamiento, las motivaciones y la frecuencia, como sugieren Stolle, Hooghe y Micheletti (2005), pero la formulación de dos preguntas intentaba analizar su contenido político :”Durante los último 12 meses, ¿cuántas veces ha boicoteado determinados productos por razones políticas, éticas o medioambientales?”. Los datos revelan que en la mayoría de los países el consumismo político está más extendido que las manifestaciones y las huelgas. Las tasas más elevadas de boicot se dan en Finlandia (el 27% de los entrevistados boicotea determinados productos, mientras que el 32% compra determinados productos por motivos políticos), seguida por Italia (18% y 23%, respectivamente), Austria (17% y 20%), Alemania (13% y 15%) y Francia (11% y 12%). En Estonia y Eslovaquia, la proporción de jóvenes que boicotean determinados productos se sitúa por debajo del 10%, mientras que la proporción de jóvenes que compran conscientemente determinados productos es más alta (13% en Estonia y 21% en Eslovaquia). Los jóvenes del Reino Unido son los que menos se decantan por estas actividades (ver Gráfico 6).

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Gráfico 6. Consumismo político 4,5 5,1

RU

20,5

Eslovaquia 8

22,6

Italia

17,7 14,6

Alemania

13,3 12,2 11,4

Francia

32,3

Finlandia

26,7 12,8

Estonia

5,2 20,2

Austria

16,7 0

5

10

15

boicot

20

25

30

35

compras

Fuente: Euyoupart 2004.

En las entrevistas cualitativas de EUYOUPART, la compra de productos determinados por motivos políticos es mencionada por los jóvenes menos interesados en política, pero con una conciencia política y social muy acentuada: “Como persona individual creo que no puedo cambiar el mundo, pero sí lo puedo cambiar para mí. El ejemplo más simple es el aluminio. Para el hogar nunca compro papel de aluminio o latas de aluminio. No las compro nunca. Incluso aunque no tenga repercusión, yo tengo la conciencia limpia”.

Conclusión La mayor parte de los estudios cuantitativos sobre participación se centran en el impacto de variables como la edad, la educación, el género, la generación, el capital social y los valores. Se ha demostrado que todos estos factores influyen en la participación y señalar los déficit en algunos grupos de individuos puede producir resultados relevantes para las políticas, ya que se abren posibilidades para mitigar estos déficit: el conocimiento político puede incrementarse con mayor educación en ciudadanía, el capital social puede reforzarse mediante el apoyo de programas y asociaciones juveniles, las habilidades políticas pueden fomentarse a través de proyectos de participación para jóvenes a un nivel más local. Aunque no se puede negar el mérito de estos esfuerzos, el mero hecho de que los análisis empíricos solo muestren relaciones moderadas (por ejemplo, Dalton, 2004) sugiere que la desafección política y la falta de participación tienen motivos más profundos. Los resultados cualitativos analizados en este artículo refuerzan esta hipótesis. Cualesquiera que sean los déficits de los jóvenes, sus perspectivas sobre el sistema político y las posibilidades de participación reflejan la estructura de poder entre la economía y los estados-nación y entre el sistema político y los ciudadanos. Tanto si las expectativas de los jóvenes con respecto al sistema democrático se acercan a una concepción empírica o a una concepción normativa de la

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democracia, en ambos casos estarán frustrados. Una proporción importante de jóvenes, especialmente los de niveles educativos más bajos, querría que la elite política asumiera la responsabilidad de proteger el bienestar de la gente, evitándoles los riesgos e incertidumbres de la sociedad postmoderna, con sus inseguridades materiales y socio-psicológicas. Sin embargo, los estados de bienestar no pueden cumplir este deseo, ya que están atrapados entre las demandas de la economía global y sus propias crisis fiscales. Son incapaces de desarrollar y construir visiones políticas y sociales y de articular e integrar las demandas de los desfavorecidos. Por tanto, los puntos centrales que determinan el conflicto permanecen excluidas del debate público (Böhnisch, 2006), mientras las continuas discusiones sobre nimiedades de los políticos, difundidas por los medios de comunicación, no responden a las necesidades de los ciudadanos. La grieta entre ciudadanía y políticos tiene como consecuencia la desafección política, que tiene efectos obvios sobre la participación. Los jóvenes con una fuerte conciencia ética o una identidad política son favorables a introducir más elementos derivados de la concepción normativa de la democracia, con la participación como medio de controlar y reducir las relaciones de poder y como vehículo para la auto-determinación y realización de los ciudadanos. Sus expectativas de co-determinación se frustran, en primer término, por la falta de eficacia de sus propias actividades y esfuerzos, con las que esperan crear una voluntad socio-política para dar forma a la sociedad según criterios éticos y sociales. Esta esperanza choca con un público despolitizado y con la gestión política: “Me pone enfermo cuando los adultos dicen que los jóvenes somos apáticos. La cuestión es, yo no soy apático. Si la campaña electoral es una cuestión de caras y todo el mundo acepta el marco y nadie se atreve [a proponer cambio], entonces no estoy harto de la política, sino de lo que está pasando”. (8)

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(8) Cita de Spannring, Wallace y Datler, 2004

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Antonio M. Jaime Castillo . Departamento de Sociología. Universidad de Granada.

DOCUMENTOS

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Trayectorias de participación política de la juventud europea: ¿Efectos de cohorte o efectos de ciclo vital?

Las diferencias en las pautas de participación política de jóvenes y adultos obedecen a dos tipos de factores causales (Bennett, 1997). De una parte, existe un efecto cohorte, el cual es un reflejo de los diferentes contextos en los que se produce el proceso de socialización política de cada generación. De otra parte, existe un efecto ciclo de la vida, según el cual, las pautas de participación política van cambiando a lo largo de la vida, lo que llevaría a una convergencia entre generaciones. No obstante, a nivel empírico, resulta complejo distinguir la magnitud de ambos efectos. En este trabajo se realiza un ejercicio de comparación utilizando las tres oleadas de la EVS (Encuesta Europea de Valores) en 1980, 1990 y 2000. El objetivo es doble. En primer lugar, se pretende comparar las diferencias en las pautas de participación de los que eran jóvenes en las tres últimas décadas en Europa (efecto de cohorte). En segundo lugar, se pretende estudiar la evolución de las trayectorias de participación política de los jóvenes en cada una de estas tres cohortes a lo largo del tiempo (efecto de ciclo vital). La comparación de estos resultados nos permitirá distinguir hasta qué punto las explicaciones tienen que ver con los contextos de socialización política de las generaciones o con los procesos de transición de la juventud a la vida adulta. Palabras clave: Participación política, socialización, jóvenes, cohorte, ciclo vital.

Introducción Tanto en medios académicos como extra-académicos parece instalada la idea de que existe una crisis de participación política en Europa, impulsada principalmente por la falta de participación de los más jóvenes (Bennettt, 1997; Delli Carpini, 2000; Putnam, 2000). Al mismo tiempo, sin embargo, numerosos estudios empíricos apuntan en la dirección contraria, señalando que los niveles de participación política de los jóvenes no han experimentado un retroceso significativo en las últimas décadas, o en todo caso se ha producido una transformación de las pautas participativas (Funes, 2006; Morales, 2005; Stolle y Hooghe, 2005). La clave de la cuestión estriba en dos problemas implícitos en este debate. En primer lugar, ¿qué entendemos por participación política? Y en segundo lugar, ¿con quiénes podemos comparar a las generaciones jóvenes a la hora de evaluar sus niveles de participación política? Una posible estrategia analítica consistiría en comparar los niveles de participación de los jóvenes actuales con las cohortes de más edad. No obstante, esta comparación resulta de utilidad limitada porque las diferencias entre cohortes en un momento del tiempo pueden deberse a factores diferentes de la edad, ya los jóvenes difieren de sus contemporáneos adultos en múltiples variables asociadas a la edad. Otra estrategia analítica consistiría en comparar los niveles de participación de los jóvenes actuales con los jóvenes de otros periodos. Esta alternativa tiene

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ventajas con respecto a la primera, dado que comparamos individuos en los mismos tramos de edad. Sin embargo, también plantea problemas porque los jóvenes de diferentes periodos históricos pueden tener características diferentes y los contextos históricos en los que viven tampoco son homogéneos. En este trabajo se parte de la idea de los individuos siguen trayectorias participativas a lo largo de la vida, de modo que las pautas de participación en un momento concreto del tiempo son el producto tanto de factores generacionales (dependientes de su contexto histórico) como del momento del ciclo vital en el que se encuentra cada individuo. De esta forma, se pretenden estudiar tres generaciones diferentes de jóvenes europeos para comparar la evolución de sus pautas de participación política a lo largo del tiempo. Para llevar a cabo este análisis, me centraré en un tipo específico de participación política, la denominada participación política no convencional ya que en ella los jóvenes tienen una presencia significativamente mayor, como muestran numerosos estudios (Norris 2003; Stolle y Hooghe, 2005). Este ejercicio nos permitirá extraer algunas lecciones importantes sobre los factores que influyen sobre las decisiones de participación política de diferentes cohortes a lo largo del tiempo. El enfoque del trabajo es esencialmente comparativo y tiene como marco de referencia los países de Europa, aunque se prestará una especial atención al caso español por razones que luego se harán evidentes. Los datos analizados aquí desmienten que se esté produciendo una crisis de participación política juvenil en las últimas décadas en Europa, si se contempla la participación política desde un punto de vista general, no reducido a las formas participativas tradicionales. La juventud europea ha reducido su implicación en formas tradicionales de participación política o lo que Inglehart y Catterberg (2002) llaman participación dirigida por las élites. Sin embargo, en compensación, la participación política juvenil se orienta hacia formas llamadas “no convencionales”, las cuales serán el objeto central de análisis en este trabajo. En lo que sigue, este trabajo se organiza de la siguiente forma. En la próxima sección, se presenta una panorámica del debate en torno a la evolución de la participación política en las sociedades occidentales en las últimas décadas, haciendo especial referencia a la evolución de la participación política juvenil. La sección tercera está dedicada a exponer la metodología analítica seguida en el desarrollo del trabajo. En la siguiente sección se analizan los principales resultados obtenidos de los análisis. La siguiente sección está dedicada al análisis de las generaciones de jóvenes españoles, en la que se analizarán las circunstancias específicas de la evolución de la participación política juvenil en España, teniendo como telón de fondo el proceso de transición y consolidación democrática. Y por último, el trabajo se cierra con un epígrafe de conclusiones generales.

Jóvenes y participación política. La tesis de la alineación política juvenil Como ya se ha mencionado en la introducción, es lugar común la idea de que los jóvenes están alienados de la política y que la participación política cae conforme se va produciendo el reemplazo generacional en las sociedades occidentales. No obstante, existen numerosos interrogantes ante esta afirmación. La primera cuestión es la de dar una definición precisa del

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propio concepto de participación política. A pesar de ser uno de los conceptos centrales de la Sociología y la Ciencia Políticas, numerosos autores dan definiciones bastante diferentes del concepto. En una definición ya clásica, Verba y Nie (1972) señalaban que la participación política se refiere a los actos “legales” de ciudadanos privados dirigidos a influir en la elección de los gobernantes o en las acciones que éstos hayan de tomar. Esta definición parece excesivamente estrecha, desde el punto de vista contemporáneo, puesto que excluye formas de participación ilegales o alegales (como las acciones de protesta), al igual que tampoco contempla formas de participación pasiva, tales como la desobediencia civil. Barnes y Kaase (1979), plantearon una definición más amplia de la participación política, que incluiría todas las actividades voluntarias de los ciudadanos individuales dirigidas a influir directa o indirectamente las decisiones políticas en los diferentes niveles del sistema político. Barnes y Kaase incluyen explícitamente dentro de su definición las acciones de protesta como formas de participación política, a las que denominan formas de participación “no convencional”. No obstante, y de forma contemporánea a los autores anteriores, Booth y Seligson (1978) daban una definición más extensiva de la participación política abarcando todos aquellos comportamientos que afectan o tratan de influir sobre la distribución de los bienes públicos. Los bienes públicos son producidos en gran parte, pero no exclusivamente, por los gobiernos. Así pues, a diferencia de Barnes y Kaase, Booth y Seligson no limitan la participación política a las acciones dirigidas hacia las autoridades del sistema político, al tiempo que eliminan el requisito de la intencionalidad política de la participación. Dentro de su concepto se incluyen todas aquellas acciones (o inacciones) que tienen un impacto sobre la organización social. Por ejemplo, Booth y Seligson consideran las huelgas obreras formas de participación política, mientras que Barnes y Kaase no las considerarían como tales. Elaborando sobre las definiciones precedentes, Conge (1988) propone la siguiente definición: “participación política es cualquier acción (o inacción) de un individuo o una colectividad de individuos que intencional o no intencionalmente se oponen o apoyan, cambian o mantienen alguna o algunas características de un gobierno o una comunidad” (Conge, 1988: 246). El problema de definición de la participación política no se plantea en términos exclusivamente terminológicos, ya que el concepto tiene una dimensión histórica que varía de un contexto socio-político a otro. Las formas típicas de participación política evolucionan de una etapa a otra y, consecuentemente, diferentes generaciones pueden adoptar diferentes canales de participación como forma de expresión política, dependiendo también de las alternativas disponibles. En este sentido, señala Norris (2003) que en las sociedades contemporáneas emergen múltiples formas de implicación cívica que suplantan a las que eran usuales en las sociedades tradicionales. La participación política parece haber evolucionado y se ha diversificado a lo largo del tiempo, en términos de los agentes de acción colectiva, las formas de expresión y los destinatarios de la participación política (aquellos a quienes se pretende influir). La mayoría de los estudios que señalan un declive en la participación política juvenil están centrados en formas tradicionales de participación o lo que Inglehart (1996) denomina “participación orientada por las élites”, tales como la afiliación a partidos políticos. Sin embargo, ello no implica

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necesariamente un paralelo declive en otras formas de participación política, sino más bien una sustitución o cambio en las estrategias de participación. Inglehart niega expresamente que la erosión de la confianza en las instituciones políticas tradicionales pueda formar parte de un fenómeno más amplio de alienación política. Afirma que quienes defienden tales argumentos se centran exclusivamente en formas de participación convencional, como el descenso tendencial de la participación electoral. A juicio de Inglehart no puede hablarse de un descenso de la participación política en las sociedades occidentales en las últimas décadas. En contrapartida, el público occidental se ha implicado crecientemente en formas de participación no convencionales que desafían directamente a las élites. En opinión de Inglehart, el público occidental ha dado la espalda a las burocracias de partido y a otras formas de participación política de signo oligárquico, que tuvieron un papel central en la movilización política de las masas durante la modernidad. Como efecto del proceso de individualización, la sociedad contemporánea conduce a una erosión del respeto por la autoridad entre la ciudadanía pero, al mismo tiempo, genera un incremento en el apoyo a la democracia como forma de gobierno. Lo que observamos en muchos casos es una contradicción entre el dinamismo participativo de la sociedad y la apatía y desconfianza hacia la instituciones políticas tradicionales (Benedicto, 2004). Según señala Dalton (1988; 2000), las sociedades post-industriales se caracterizan por una gran disponibilidad de información política, que se traduce en unas mayores habilidades cognitivas e ideológicas de los ciudadanos. La consecuencia es una transformación en las formas de movilización política, de forma que los antiguos agentes de movilización (principalmente los partidos) se hacen menos importantes y empiezan a ser sustituidos por una movilización autónoma o no dirigida. Esto es producto fundamentalmente del incremento en los niveles educativos de la población, que hace que una mayor proporción de ciudadanos sean capaces de formarse una opinión política independiente sin la necesidad funcional de recurrir a los partidos para que orienten sus decisiones. Las tesis de Inglehart y Dalton coinciden en señalar una relación positiva entre desarrollo económico y participación política. Mayor nivel de desarrollo se traduce en una abundancia de recursos económicos y cognitivos que incrementan la participación política, si bien dicha participación se produce de forma autónoma. Esto hace que la distinción entre formas de participación política convencionales y no convencionales se haya hecho poco útil en el contexto actual, dado que las formas no convencionales se han hecho habituales en la mayoría de los países occidentales (Morales, 2005). Este es el motivo por el que este trabajo se centra en formas de participación política “no convencional”, con el fin de comprobar hasta qué punto se está produciendo ese cambio en las estrategias participativas de la juventud europea. Una interpretación diferente a la de Inglehart y Dalton es la que propone Van Deth (2000) para quien el desarrollo económico no conduce a un incremento genérico de la participación política. Para Van Deth, un incremento de los recursos produce simultáneamente un incremento de las alternativas de acción disponibles. La juventud contemporánea dispone de más recursos cognitivos para comprender la política que las generaciones precedentes, pero ello no significa necesariamente que otorguen una mayor importancia a la política. Esas habilidades cognitivas pueden emplearse en otros usos y, por tanto, la movilización política puede decaer. Para Van Deth

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esto es precisamente un signo de la democratización plena. En la medida en que no existen graves conflictos políticos en las sociedades contemporáneas, la gente puede dedicarse a otras actividades más apetecibles. El argumento de Van Deth supone, de hecho, llevar más lejos la argumentación de Inglehart. Para este último, el tránsito desde las sociedades de la escasez a las sociedades opulentas de Occidente lleva a que la gente deje de preocuparse por las cuestiones materiales y se interese más por los problemas políticos (los valores post-materialistas). Van Deth, sugiere que existe una etapa “post-política” en la que la política se hace poco relevante. Ello no supone una crisis de la democracia sino precisamente una consecuencia del éxito de la democracia en la resolución de los problemas políticos. Otra cuestión importante tiene que ver con lo que la juventud entiende por política. Henn, Weinstein y Wring (2002) argumentan que la idea de falta de participación política juvenil tiene su origen en una concepción estrecha de la política, la cual afecta tanto a la población general como a los propios científicos sociales. Actividades que no son consideradas habitualmente como participación política pueden tener un significado y una orientación políticas (Funes, 2006). Bhavnani (1994) señala que la mayoría de los trabajos publicados sobre participación política juvenil contribuyen a difundir un concepto de la política excesivamente ligada al comportamiento electoral. Su investigación empírica muestra que la juventud toma parte en numerosos tipos de actividad política, a pesar de que esas actividades son habitualmente tildadas como no políticas por los estudiosos y por la propia sociedad. White y otros (2000), llaman la atención igualmente sobre el hecho de que cuando se invita a hablar sobre política a los jóvenes en sus propios términos (ampliando así la concepción de la política), aparece un mayor interés por las cuestiones políticas del que reflejan los estudios cuantitativos. Por otra parte, los datos muestran que la representación de las generaciones jóvenes en determinadas formas de acción política es mayor que la de sus mayores. Los trabajos de Parry, Moser y Day (1992) señalan que los jóvenes británicos de entre 18 y 29 años participan más que las generaciones más mayores en manifestaciones, aunque la relación era la inversa en otras formas de participación. Y Caínzos (2006) llega a la misma conclusión para el caso de los jóvenes españoles. En fechas más recientes, en un estudio comparativo de varios países occidentales, Norris (2003) ha hallado también una mayor presencia de las generaciones jóvenes en lo que la autora denomina “acciones orientadas a causas concretas”, que son aquellas que más interés suscitan en las cohortes más jóvenes. Norris (2003) interpreta estos cambios en las formas de participación política juvenil a partir de dos dimensiones básicas: el repertorio de acciones disponibles y las agencias a través de las cuales se produce la participación. Por lo que se refiere al repertorio de acciones, Norris distingue entre acciones orientadas al ciudadano y acciones orientadas a causas concretas. Las acciones orientadas al ciudadano son aquellas a través de las cuales los individuos utilizan los canales de participación de la democracia representativa en el estado-nación. Ejemplos típicos son la participación electoral o la colaboración con los partidos. Todas tienen en común la intencionalidad de influir en el sistema político desde un punto de vista general. En las últimas décadas, estas actividades participativas siguen siendo importantes, pero ha aparecido un nuevo tipo de acciones orientadas

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a causas concretas, cuyo objetivo son cuestiones específicas de la agenda política. Un ejemplo típico son las acciones de protesta o las manifestaciones. Una nueva forma de movilización política más esporádica, pero con una mayor implicación emocional. Un aspecto importante de estas nuevas formas participativas, según Norris (2003), es que el objeto político en torno al que se produce la movilización se ha ampliado considerablemente, desdibujando los límites entre lo social y lo político, al tiempo que la división entre público y privado también se hace borrosa. Es lo que Bang y Sorensen (2001), entre otros, han llamado “informalización” de la política. Las nuevas formas participativas se dirigen hacia los actores políticos tradicionales, como los gobiernos, los Parlamentos o los partidos políticos, pero también hacia otros actores de las esferas pública o privada, y con frecuencia desbordando los límites del estadonación. Al mismo tiempo que se ha producido un cambio en el repertorio de las formas de acción política, también han cambiado los agentes o las formas de organización de la participación política. Las agencias tradicionales de participación política, tales como partidos o sindicatos, respondían al modelo de organización burocrática weberiana, con una estructura centralizada y unos límites más o menos definidos. Por el contrario, las nuevas agencias de participación, como los nuevos movimientos sociales, se caracterizan por unos límites más fluidos y difusos y una organización más descentralizada. También llama la atención Norris (2003) sobre el hecho de que han cambiado los destinatarios o los objetivos de la participación. De acuerdo con las teorías clásicas de la democracia, los representantes políticos son responsables ante los ciudadanos. Y por tanto, la participación política se dirige a influir (o tiene como destinatarios) a los representantes políticos en el marco del estado-nación. Sin embargo, las tendencias contemporáneas de globalización y descentralización hacen que se amplíen los destinatarios de la participación política. Así por ejemplo, las organizaciones de derechos humanos o los movimientos anti-globalización. Los análisis empíricos sugieren que este cambio, tanto en las formas como en las agencias de participación y en los destinatarios de las acciones, se debe fundamentalmente a las nuevas estrategias participativas de las generaciones jóvenes. Puede trazarse una divisoria, según la cual, las generaciones de edad más avanzada están más representadas en las formas de participación orientadas al ciudadano y a través de agencias tradicionales, mientras que las generaciones jóvenes participan a través de acciones orientadas a causas concretas y a través de los nuevos movimientos sociales. No obstante, se plantean numerosos problemas a la hora de analizar la relación empírica entre la edad y la participación política. Básicamente, podemos distinguir dos tipos de efectos: un “efecto generacional” y un efecto “ciclo vital”. Pero a la hora de comparar datos procedentes de diferentes momentos del tiempo, surge un efecto adicional, conocido como “efecto periodo”: las diferencias observadas pueden ser la consecuencia del contexto político en el que se recogen los datos. Un momento episódico de mayor agitación política puede hacer que se incremente la participación en todas las edades o en un tramo concreto de edad. Y cada uno de estos efectos tiene, como es lógico, diferentes implicaciones para entender y explicar el cambio social y político (Norris, 2003). La primera de las explicaciones, la del “efecto generacional”, parte de la idea de que la socialización política primaria ejerce una influencia diferencial

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sobre cada generación. El enfoque generacional es antiguo en Sociología (Funes, 2005). Según Mannheim (1952), la vivencia de los acontecimientos políticos está mediada por la estructura social, por lo que un mismo acontecimiento tendrá significados muy diferentes para diferentes generaciones. Así pues, el “efecto generacional” es debido a las experiencias compartidas por un grupo que nace en un periodo de tiempo concreto (Mannheim, 1952). La evidencia acumulada desde los años cincuenta del siglo pasado sugiere que las condiciones del contexto social y político en las que se socializan diferentes generaciones afectan a las pautas de participación política. Esto se debe fundamentalmente a la enorme relevancia atribuida al proceso de socialización política primaria, la que se produce en la infancia y la adolescencia (los años impresionables, según Mannheim). Las teorías tradicionales sobre la socialización política sugieren que las actitudes políticas básicas se adquieren a edades relativamente tempranas (en la familia o la escuela, principalmente), y dichos hábitos y actitudes tienden a solidificarse conforme transcurre el tiempo, lo cual genera diferencias persistentes entre generaciones. A pesar de que las creencias adquiridas en la socialización primaria no son inamovibles los estudios de socialización política revelan que las actitudes que se adquieren a edades tempranas son relativamente estables aún después de llegar a la vida adulta. Si bien el efecto diferenciador de la socialización de cada una de las generaciones políticas es algo comúnmente reconocido por la literatura sobre participación política, el problema se plantea aquí a la hora de identificar cuáles son las condiciones concretas en las que unas generaciones se hacen más participativas que otras, cuestión sobre la que no existe un acuerdo generalizado. Inglehart (1990) sostiene que el cambio social y político es consecuencia de los cambios económicos. Conforme se incrementa el nivel de desarrollo económico, se pasa de valores materialistas a valores post-materialistas. La difusión de los valores post-materialistas es para Inglehart la causa directa del incremento de las formas de participación política “no convencional”. No obstante, Jackman y Miller (1996), entre otros, han criticado el planteamiento de Inglehart tildándolo de determinismo económico-cultural, para llegar a la conclusión de que los vínculos causales establecidos por Inglehart son el producto de asunciones “ad hoc” y de las debilidades metodológicas inherentes al planteamiento. Desde planteamientos igualmente culturalistas, otros autores objetan también que la tendencia hacia valores individualistas en las sociedades occidentales puede tener un efecto de atomización social y de ruptura con la comunidad, provocando una disminución de la participación política (Henn, Weinstein y Wring, 2002). Por su parte, Osgerby (1998) señala que las crisis económicas de los años setenta y ochenta dieron lugar a un panorama juvenil marcado por la precariedad laboral y la inseguridad económica. Al mismo tiempo, se ha producido un debilitamiento de las estructuras familiares y de los vínculos comunitarios (Henn, Weinstein y Wring, 2002) que hacen que las vidas de los jóvenes actuales estén caracterizadas por una combinación de riesgo e incertidumbre en relación a numerosas elecciones vitales. La consecuencia es que la transición desde la juventud hacia la vida adulta se ha hecho más problemática (Furlong y Cartmel, 1997), al tiempo que más prolongada y más individualizada (Miles, 2000). Henn, Weinstein y Wring (2002) y Williamson (1997) interpretan que las preocupaciones fundamentales de los

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jóvenes contemporáneos en las sociedades europeas giran en torno a los problemas de inseguridad en el corto plazo y esta inmediatez de la vida juvenil hace que el tiempo disponible para la política sea muy limitado. En este mismo sentido, Megías (2005) sostiene que la juventud actual se enfrenta a un largo periodo vital caracterizado por la indefinición. El tiempo desde que los jóvenes abandonan la infancia hasta que llegan a la madurez se ensancha considerablemente y en él se ven obligados a desempeñar roles conflictivos de niños y adultos. La política, como algo característico de los adultos, queda así relegada fuera del mundo juvenil. Otros autores han llamado la atención sobre otras posibles explicaciones para interpretar las diferencias intergeneracionales en el ámbito de la participación política. Goerres (2006) entiende los atributos sociales compartidos por una cohorte como la probabilidad compartida por los miembros de una generación de adquirir determinadas características. Así, una generación política no estaría determinada únicamente por la historia política compartida, sino también por las tendencias sociales y económicas que se producen en su entorno. Un ejemplo típico es la educación. Las probabilidades de alcanzar un mayor o menor nivel educativo dependen de la generación de pertenencia del individuo particular. O por mejor decir de la estructura de oportunidades que se dan en cada periodo histórico. Así pues, aceptando que exista una correlación entre educación y participación política, la extensión de la educación en las últimas décadas, debería provocar un incremento de la participación en las últimas generaciones jóvenes (Leighly, 1995). La explicación del “ciclo vital” se basa en la idea de que las personas van adquiriendo experiencia participativa a lo largo del tiempo. En un estudio ya clásico, Milbrath y Goel (1977) sostenían que existe una relación curvilínea entre edad y participación política, de forma que ésta última se incrementa con la edad hasta alcanzar un máximo en la edad madura y luego disminuye gradualmente en la vejez. Sin embargo, la participación en acciones de protesta parecía ser un fenómeno esencialmente juvenil, de manera que una vez trascurrida la juventud estas acciones políticas eran poco frecuentes en la población madura y anciana. Conforme los individuos van pasando por (y desempeñando) diferentes roles sociales, adquieren diferentes recursos participativos (Steckenrider y Cutler, 1989). Particular importancia tienen las transiciones vitales, en la medida en que suponen cambios importantes en la red social del individuo. Así por ejemplo, elementos como el matrimonio o entrar en el mercado de trabajo han sido analizados como factores que afectan positivamente a la participación política. En general, el incremento y la diversificación de las redes sociales, que se produce típicamente en la madurez intermedia, están asociados con niveles más elevados de participación política. Posteriormente, en la etapa anciana tiende a producirse una disrupción de las redes sociales preexistentes y esto explicaría el descenso de la participación política en esas edades. Si bien el enfoque de las transiciones entre roles sociales parece haber sido dominante en la interpretación de los efectos de “ciclo vital”, es importante tener en cuenta que los roles sociales asociados con el ciclo vital no son los mismos para todos los individuos (Goerres, 2006). Por ejemplo, no todas las personas se casan o encuentran un trabajo o lo hacen a la misma edad. En cualquier caso, existen regularidades en el proceso de maduración que explicarían las diferencias por grupos de edades. La consecuencia es que los efectos del “ciclo vital” son más estables y persistentes que los efectos de

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cohorte. Sin embargo, la construcción social del ciclo vital también puede cambiar a lo largo del tiempo, en el transcurso de una generación a la siguiente. Los cambios demográficos que se han producido en las sociedades occidentales en las últimas décadas (descenso de la natalidad, incremento de la esperanza de vida,…) han tenido efectos importantes sobre los estilos de vida. Por este motivo, las pautas de participación política a lo largo del ciclo vital se pueden ver sometidas a variación a lo largo del tiempo, lo cual añade una complicación adicional al análisis.

Metodología A nivel empírico, existe un problema adicional cuando se pretende comparar la evolución de las formas de participación política, puesto que las variables relevantes no siempre están disponibles para diferentes periodos de análisis. En este trabajo se analizan las formas de participación política no convencional, según la clasificación clásica de Barnes y Kaase (1979). La hipótesis de partida es que esa “convencionalización” de las formas no convencionales de participación política ha sido impulsada fundamentalmente por la implicación política de las generaciones jóvenes. Los datos analizados provienen de la EVS (European Values Study o Encuesta Europea de Valores), un estudio comparativo sobre los valores de los europeos que tiene su origen en los años setenta del siglo pasado y ha sido replicado en varias ediciones. Resulta de interés a los fines aquí propuestos tanto por su dimensión comparativa como por la amplitud temporal de las variables. A pesar de que las fechas de recogida de los datos varían ligeramente de unos países a otros, disponemos de información a principios de la década de los años ochenta, a principios de la década de los años noventa y en torno al año 2000. Esto es, tres réplicas de la encuesta con una periodicidad de unos diez años en el conjunto de Europa. Si bien la mayoría de los autores establecen el intervalo entre generaciones en torno a los 15 años, ello no supone un problema esencial, en la medida en que el objetivo aquí no es establecer diferencias generacionales en términos absolutos, sino investigar las pautas diferenciales de participación entre cohortes sucesivas. Las variables en las que se centra el análisis son las siguientes: firmar una petición, asistir a manifestaciones legales, participar en huelgas, participar en boicots y ocupar edificios o fábricas. Se ha descartado la participación electoral al tratarse de una forma de participación tradicional en la que las tasas de participación son notablemente más altas en términos generales. Al mismo tiempo, tampoco se considera la participación en diferentes tipos de organizaciones porque el enfoque está centrado en la realización de acciones concretas de contenido político. Otra precisión importante es respecto de la forma de codificar la información. En el cuestionario original de la encuesta se pregunta a la persona si efectivamente ha tomado parte en alguna de las acciones políticas mencionadas, si podría hacerlo o no lo haría nunca. La segunda de las opciones (podría hacerlo) indica una cierta intencionalidad, pero sigue siendo una “no participación”. Por este motivo, aquí al hablar de jóvenes que participan políticamente me referiré exclusivamente a los que han participado efectivamente, agrupando a los que podrían hacerlo y nunca lo harían en el grupo de los que no participan. Con el fin de testar las hipótesis que se han esbozado en la sección precedente, se utiliza un enfoque agregado sobre el conjunto de los datos en

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las tres ediciones de la EVS. Las variables dependientes que se analizan son la participación en cada una de las acciones políticas no convencionales citadas. Como técnica de análisis se utilizará la regresión logística binaria, a través de la cual se calcula el impacto que tiene cada una de las variables explicativas sobre la probabilidad de participar en cada una de las acciones participativas. No obstante, dado que las acciones participativas que se analizan son numerosas también se utiliza una medida resumen que es el total de acciones en las que participa un individuo concreto. Para calcular el impacto de las variables explicativas sobre el número de acciones en que participa un individuo se utilizará una regresión de Poisson. En todo caso, y a pesar de la aparente complejidad de las técnicas de análisis empleadas, la interpretación de los resultados tiene un significado intuitivo aprehensible. El problema metodológico esencial a la hora de estudiar las diferencias de participación política por edades consiste en distinguir las diferencias debidas al ciclo vital de las diferencias generacionales y de los efectos de periodo (esto es, las diferencias debidas al momento contexto concreto en el que se recogen los datos). La metodología aquí empleada se basa en la comparación entre cohortes y grupos de edad en cada uno de los puntos de análisis. Analíticamente, cada observación se corresponde con un individuo que pertenece a un grupo de edad y a una generación específicos, que ha sido observado en un momento concreto del tiempo. ¿Cómo medir el impacto de cada una de estas variables sobre la participación en el nivel individual? Para ello se introducen tres grupos de variables. El primer grupo de variables mide el hecho de que la observación pertenezca a cada una de las oleadas de la encuesta (1980, 1990 y 2000), tomando la edición de 1980 como categoría de referencia. Estas variables miden el efecto periodo. Así por ejemplo si el efecto periodo de 1990 es positivo (en términos estadísticos), ello se puede interpretar como que la participación política fue más elevada en 1990 con respecto a 1980 para todos los grupos de edad. El segundo grupo de variables refleja la pertenencia a un grupo de edad concreta (los grupos de edad se han definido en intervalos de cinco años), tomando como punto de referencia el intervalo de 15 a 20 años. Este grupo de variables mide el efecto “ciclo vital”. Si el efecto de pertenecer a un determinado tramo de edad es positivo estadísticamente ello significa que las personas que pertenecen a ese grupo de edad tienen una participación más alta con respecto al grupo de 15 a 20 años. El tercer grupo de variables se construye por la combinación de las dos anteriores (el efecto periodo y la pertenencia a un tramo de edad), representando el efecto multiplicativo del grupo de edad y el periodo. En términos puramente estadísticos, ello nos permite comparar la participación de un grupo de edad concreto con respecto al mismo grupo de edad en la edición de 1980. Así pues, el efecto generacional es un efecto residual que se obtiene descontando el efecto periodo y el efecto de ciclo vital. Dicho de otra forma, la probabilidad de que una persona tome parte en una determinada acción política es una función de la influencia del momento del tiempo en el que se ha tomado la medida (efecto periodo), más el efecto de pertenecer a un determinado grupo de edad (efecto ciclo vital), más el efecto de formar parte de un grupo de edad en un momento concreto del tiempo (el efecto generacional). Aparte de estos tres grupos de variables se incluye un cuarto grupo que recoge la influencia de los países. Si bien el hecho de vivir en un país u otro debería ser, en principio, independiente del efecto de la edad sobre la participación política, las diferencias de participación por países son notables, por lo que

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resulta importante controlar el efecto potencial de los países sobre las tasas de participación. No obstante, la metodología descrita no permite conocer las causas de las diferencias observadas. Dicho de otra forma, el hecho de que las diferencias de participación entre las generaciones más jóvenes y las generaciones maduras se deba (hipotéticamente) al efecto de ciclo vital, no nos permite identificar o conocer de forma directa cuáles son los hitos relevantes dentro del ciclo vital que pueden explicar esas diferencias. Es por este motivo, que, en una segunda fase, se incorporan nuevas variables explicativas con el fin de obtener una explicación de las diferencias entre generaciones o entre diferentes periodos del ciclo vital. Para ello se introducen como factores explicativos una serie de variables que recogen el impacto de las transiciones vitales, aparte de otras variables de control, con el fin de evitar relaciones causales espúreas. Dos variables tienen una importancia particular: la posición en el mercado de trabajo y el estado civil. Como hipótesis de partida, esperamos encontrar que la participación política aumente con el ingreso en el mercado de trabajo y con la llegada al matrimonio, como formas típicas de emancipación en las sociedades occidentales. Igualmente se incluye la educación como variable explicativa, dado que esperamos hallar que las habilidades políticas cognitivas estén relacionadas con el grado de instrucción. Y también otras variables a las que se hará referencia más adelante. Como última cuestión metodológica, ha de hacerse referencia a las limitaciones inherentes al enfoque analítico que aquí se emplea. En primer lugar, los datos que se analizan no recogen una muestra continua en el tiempo. Es decir, los individuos entrevistados en cada edición de la encuesta no son los mismos. Por ello cabría la posibilidad de que las diferencias de participación entre individuos de diferentes periodos se debieran a las diferencias en las características de esos individuos. Sin embargo, puede decirse que el peligro es relativamente menor en la medida en que los individuos que entran en las diferentes muestras han sido seleccionados con criterios equivalentes y, por tanto, deberían compartir características similares desde el punto de vista muestral. La segunda objeción que se puede plantear se refiere a la importancia que tenga la coyuntura o el momento preciso en el que se recogen los datos. Desde el punto de vista cuantitativo resulta difícil precisar si el efecto periodo, tal y como aquí se define, mide un contexto generalizado de mayor o menor actividad política o puede estar reflejando la presencia de movilizaciones políticas en relación a eventos muy específicos. De la misma forma, si tales acontecimientos afectaran a un grupo de edad en mayor medida que a los demás, sería posible que el efecto generacional estuviese contaminado por variaciones episódicas en la participación política de ese grupo de edad. Por último, la interpretación del “efecto generacional” no es necesariamente unívoca. Aunque dicho efecto recoge las diferencias entre individuos que pertenecen al mismo tramo de edad en diferentes momentos del tiempo (descontado el efecto periodo), por su propia definición, también recoge las diferencias entre individuos que pertenecen a diferentes tramos de edad en un mismo momento del tiempo (descontado el efecto ciclo vital). Esto es, el efecto generacional también se podría interpretar como una variación en las pautas del ciclo vital entre diferentes momentos del tiempo. No obstante, como ya se ha señalado, podemos asumir razonablemente que la construcción social del ciclo vital sea más estable que otras diferencias que

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se producen en el curso de una generación a la siguiente, a pesar de que se analizarán casos concretos en los que la respuesta no es siempre clara. En suma, y a pesar de estas limitaciones metodológicas (inherentes, por otra parte, a cualquier proceso de investigación), este enfoque sigue resultando útil para identificar los efectos de periodo, de los efectos del ciclo vital y los efectos generacionales.

Trayectorias de participación política de la juventud europea Antes de entrar en la cuestión de la participación política, hemos de prestar atención al grado de implicación política. Aquí se consideran dos variables específicamente: el grado de interés por la política y la frecuencia con la que se habla de política. En la variable de interés por la política se distingue entre quienes tienen interés (mucho o bastante) y quienes no tienen interés (poco o ninguno). En la variable de discusión política se distingue entre quienes hablan de política (con frecuencia o esporádicamente) y quienes no discuten temas políticos (nunca o casi nunca). Utilizando el esquema metodológico desarrollado en la sección precedente podemos extraer una serie de conclusiones respecto a la evolución de la implicación política en estas últimas tres décadas. Los resultados se presentan en la tabla 1 (ver anexo). A pesar de que esperaríamos que la evolución de ambas variables fuese pareja en el tiempo, los análisis revelan algunas diferencias importantes entre el interés por la política y la frecuencia con la que se habla de cuestiones políticas. En términos generales, hay un efecto periodo negativo para la frecuencia con la que se habla de política, como se aprecia por el signo negativo asociado a década 1990 y 2000 (con respecto a la década de 1980). No obstante, sólo este último es significativo. Es decir, existe una tendencia a la reducción de la frecuencia de discusión, pero la reducción es únicamente significativa en la última década. Sin embargo, aunque la frecuencia de discusión política haya disminuido en términos generales, los datos de interés por la política muestran el patrón contrario. A pesar de que sólo disponemos de datos para esta variable en 1990 y 2000, se observa que el efecto periodo entre ambas décadas es de signo positivo.

Figura 1. Discusión política 90.0 85.0 80.0 75.0 70.0

1980

65.0

1990

60.0

2000

55.0 50.0 45.0 40.0 15-19

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Al analizar la influencia del ciclo vital sobre el interés por la política y la frecuencia de discusión, las diferencias en la evolución de ambas variables tienden a evaporarse. En ambos casos se observa que el grupo más joven (el de los que tienen entre 15 y 19 años) es el grupo con menor interés por la política y el grupo que menos habla de cuestiones públicas. Así se desprende del hecho de que el efecto de pertenecer a cualquier otro grupo de edad sea positivo y significativo en el caso de ambas variables. Solo hay una excepción: los mayores de 65 años discuten de cuestiones políticas menos que los jóvenes de 15 a 19 años. No obstante, esto tampoco significa que el incremento del interés por la política sea lineal con la edad. El hecho de que el grupo de comparación sea el de los más jóvenes (por conveniencia técnica) hace que las diferencias de participación vayan referidas a este grupo. Sin embargo, del valor de los coeficientes estimados se deduce que la relación entre interés por la política y ciclo vital es curvilínea, como revelan estudios precedentes (Milbrath y Goel, 1977). Así por ejemplo, según los datos analizados aquí, la frecuencia de discusión política en el grupo de 20 a 24 años vendría a ser parecida al grupo de 45 a 49 años y superior a todos los grupos de edad más avanzada. En el caso del interés por la política, la relación con la edad no forma una curva tan marcada, pero presenta el mismo efecto de ciclo vital. Las generaciones más jóvenes tienen un menor grado de interés con respecto a las generaciones maduras, al tiempo que el interés vuelve a bajar en las generaciones ancianas.

Figura 2. Firmar peticiones 70.0 65.0 60.0 55.0 50.0

1980

45.0

1990

40.0

2000

35.0 30.0 25.0 20.0 15-19

20-24

25-29

30-34

35-39

40-44 45-49

50-54 55-59

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También hay un efecto generacional en la discusión sobre cuestiones políticas, aunque es más confuso en el caso del interés por la política. Quienes tenían más de 40 años en 1990 o 2000 (con alguna excepción) tienden a discutir más de política que quienes estaban en esos tramos de edad en 1980. En la mayoría de los casos el incremento es significativo. Sin embargo, curiosamente, no existen diferencias significativas entre los grupos jóvenes entre 1980, 1990 y 2000. ¿Cómo pueden interpretarse estos datos? En primer lugar, resulta claro, a partir de los datos, que el interés y la frecuencia de discusión política entre jóvenes no ha variado sustancialmente a lo largo de estas décadas, una vez que se descuenta la tendencia negativa para el conjunto de la población. O dicho de otra forma, se ha producido una reducción general de la discusión política, pero esta no es achacable (al menos exclusivamente) a las nuevas generaciones jóvenes. En segundo lugar, el efecto generacional en los mayores de 40 años en las décadas de 1990 y

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2000 con respecto a 1980 parece discutible. Una interpretación más plausible es que el ciclo vital de la discusión política ha cambiado ligeramente entre estas décadas. Mientras que en la década de 1980 el máximo de discusión política se encontraba a una edad más temprana, conforme va pasando el tiempo, el máximo se retrasa a edades más tardías. Por lo que se refiere al interés por la política, el patrón es más confuso aún. El efecto generacional también está presente en las edades más avanzadas en 2000, pero la dirección no es uniforme, como se desprende de la presencia de signos positivos y negativos. Lo más plausible nuevamente parece ser una evolución en el patrón del ciclo vital del interés por la política.

Figura 3. Participar en boicots 20.0 18.0 16.0 14.0 12.0

1980

10.0

1990 2000

8.0 6.0 4.0 2.0 0.0 15-19

20-24 25-29 30-34 35-39 40-44 45-49 50-54 55-59 60-64

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La primera pregunta que se desprende de estos datos es hasta qué punto las diferencias de interés por la política se traducen en diferentes pautas de participación política y más concretamente en participación política no convencional. En principio, esperamos que, dada la correlación entre interés y participación, los grupos de edad con más interés sean también los más participativos. No obstante, el análisis de los datos revela, en primer lugar, que existen importantes diferencias según el tipo de acción política de que se trate. En segundo lugar, y a pesar de la tendencia descrita hacia una reducción general de la frecuencia de discusión política, existe una nota común a todas las acciones de participación política y es que el efecto periodo es positivo y significativo, si bien la tendencia no es tan clara en el caso de la ocupación de edificios y fábricas. Es decir, la participación política no convencional se incrementa en el conjunto de la población entre 1980 y 2000, lo cual vendría a confirmar las tesis de Inglehart y Catterberg (2002) en el sentido de que, más que una crisis de participación política estamos ante un cambio en las estrategias de participación, que se desplaza desde formas participativas orientadas por las elites a un nuevo tipo de participación autónoma o abiertamente desafiante con respecto a las élites. Como puede verse, también la media de acciones no convencionales en las que participa un individuo se incrementa de forma significativa en este periodo. Por otra parte, en todos los casos se observa un efecto de “ciclo vital”, que configura un patrón claro de participación en acciones no convencionales a lo largo de la vida: mayor participación en la madurez temprana y menor

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participación en la primera juventud y madurez avanzada. En cualquier caso, si comparamos el ciclo vital de la participación política con el interés se observa claramente que las generaciones jóvenes participan en acciones no convencionales con mayor intensidad de lo que predice su nivel de discusión política, lo que vuelve a plantear la cuestión en torno a la definición de lo que es o no es política para los jóvenes.

Figura 4. Asistir a manifestaciones 40.0 35.0 30.0 25.0

1980

20.0

1990 2000

15.0 10.0 5.0 0.0 15-19

20-24 25-29 30-34 35-39 40-44 45-49 50-54 55-59 60-64

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A pesar de ello, los picos máximos de participación por edades varían notablemente de unas acciones participativas a otras. La firma de peticiones es relativamente estable a lo largo de la vida. Es cierto que quienes más participan de esta forma se encuentran en el grupo de edad que iría de 20 a 34 años, pero las diferencias con los grupos de mayor edad son relativamente pequeñas. Pero es igualmente cierto que el grupo de 15 a 19 es uno de los que menos participa en este tipo de acciones. De forma interesante también, la participación en huelgas crece desde el grupo más joven hasta el grupo de 45 a 49 años, pero a partir de esas edades la participación es similar al grupo de 15 a 19 años. Como resulta lógico, la mayor participación en este tipo de acción política se concentra en los años centrales de la vida laboral, aunque el grupo más activo es el de 25 a 29 años.

Figura 5. Participar en huelgas 12.0 10.0 8.0 1980 1990

6.0

2000 4.0 2.0 0.0 15-19

20-24 25-29 30-34 35-39 40-44 45-49 50-54 55-59 60-64

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Por el contrario, participar en boicots, asistir a manifestaciones y ocupar edificios o fábricas (aún siendo ésta última una acción política poco frecuente) son acciones típicamente juveniles. Son los jóvenes que están entre 20 y 30 años los que más participan en este tipo de acciones, lo cual no incluye al grupo más joven de 15 a 19. Pero no es menos cierto que por encima de 30 años la participación se reduce de forma drástica. En este tipo de acciones “no convencionales” asistimos a un ciclo vital muy corto en el que el máximo de participación se alcanza a edades tempranas. Y a partir de ahí, la participación se reduce de forma brusca en las generaciones maduras y los ancianos. No estamos pues ante el ciclo vital típico de las acciones convencionales en el que el máximo de participación se produce en la madurez para luego descender en la etapa anciana, sino ante formas de participación que son típicamente juveniles. Lo eran en la década de los años setenta y ochenta, pero lo siguen siendo en la actualidad. Esto se refleja también en el número de acciones “no convencionales” en las que participa un individuo concreto. El mayor número de acciones participativas se concentra en el tramo de 15 a 39 años, siendo el tramo de 25 a 29 años el más activo. Es decir, la mayor participación política “no convencional” se alcanza en lo que podríamos llamar los límites de la juventud, en el comienzo de la transición hacia la edad madura.

Figura 6. Ocupar edificios o fábricas 10.0 9.0 8.0 7.0 6.0

1980

5.0

1990

4.0

2000

3.0 2.0 1.0 0.0 15-19

20-24 25-29 30-34 35-39 40-44 45-49 50-54 55-59 60-64

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Ahora bien, cabe preguntarse si la participación juvenil en estas acciones crece o disminuye con el tiempo. El análisis de los coeficientes estimados (ver tabla 1 en anexo) muestra que las diferencias generacionales no son consistentes en ninguno de los casos. Las tasas de participación no convencional no han variado sustancialmente en el tiempo como consecuencia del reemplazo generacional. Hay una única excepción que es la asistencia a manifestaciones. Al igual que en los datos analizados por Caínzos (2006) se constata que los jóvenes se manifiestan más que cualquier otro grupo de edad. Pero aquí se observa igualmente que los grupos de entre 40 y 54 años tienden a incrementar su asistencia a manifestaciones entre 1980 y 2000. ¿Se está produciendo un efecto generacional en este caso? Parece poco probable. Lo más plausible, al igual que ocurría en el caso del interés por la política, es que el ciclo vital de la participación en este tipo de eventos se esté alargando. Que quienes comenzaron a manifestarse en los años setenta y ochenta sigan haciéndolo durante más tiempo. Este patrón se traslada estadísticamente al número de

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acciones de participación política llevadas a cabo, dado que la asistencia a manifestaciones es la más habitual entre las acciones no convencionales. Otra cuestión importante a analizar son las diferencias por países. Si bien la perspectiva de este trabajo es de carácter general, conviene reseñar que el panorama europeo de la participación política juvenil dista mucho de ser homogéneo. En primer lugar, el interés de los jóvenes en la política es mucho mayor en los países nórdicos y del centro de Europa. En países como Noruega o Alemania, la proporción de jóvenes entre 15 y 29 años que están interesados por la política supera el 80 % en las diferentes oleadas de la encuesta. Por el contrario, el interés es notablemente menor en los países del sur de Europa. En países como España o Francia, la proporción de jóvenes de la misma edad interesados por la política está apenas por encima del 50 %. Esto se corresponde con el patrón de diferencias habitual para el conjunto de la población, por lo que el menor interés de los jóvenes del sur de Europa en relación a los del norte no constituye una gran sorpresa. El patrón se repite al analizar las formas de participación política, en donde se percibe claramente que la participación es notablemente superior en los países nórdicos a los países del sur de Europa. Aún a pesar de las notables diferencias que se ponen de manifiesto en el análisis comparativo de los datos, los patrones descritos aquí con carácter general, en cuanto a la primacía del efecto de ciclo vital sobre el efecto generacional, se corresponden con lo que ocurre en los países concretos. Los datos de los diferentes países analizados muestran que, en el conjunto de Europa, no puede hablarse, en ningún caso, de un descenso de la participación política del tipo “no convencional” entre las generaciones jóvenes de 1980 y los jóvenes actuales. Antes al contrario, se observa un incremento de la participación en este tipo de acciones por parte de la población general, que también afecta a la población juvenil. Una vez constatado que el ciclo vital es la principal explicación de los cambios en los niveles de participación política a lo largo de la vida, pasaré a discutir los hitos concretos del ciclo vital que guardan alguna relación aparente con los niveles de participación. Los modelos discutidos hasta ahora se complican ligeramente al añadir otro grupo de variables que pretende captar el impacto de las transiciones de la juventud a la vida adulta. Los resultados de la estimación aparecen en la tabla 2 (ver anexo). Del mismo modo, la edad entra aquí como una variable continua por razones técnicas (para evitar un número excesivo de variables), pero se añade un término adicional que es la edad al cuadrado, precisamente para captar esa relación curvilínea que se ha puesto de manifiesto entre la edad y la participación política. En cualquier caso, la interpretación de los efectos tiene el mismo sentido intuitivo. Una primera lectura de los resultados obtenidos muestra que las transiciones vitales tienen un impacto sobre el interés y la participación política no convencional, aunque la dirección del dicho impacto no siempre coincide con lo esperado. La primera de estas transiciones es el acceso al mercado de trabajo. Tomando como referencia el grupo de los que trabajan a tiempo completo, los jubilados, las amas de casa, y los desempleados tienen menos interés por la política y discuten menos de asuntos públicos. Por el contrario, los estudiantes son el grupo que más se interesa por la política, aún descontando el efecto de la variable edad, que también está incluida en el modelo. De forma correlativa, una variable que sí afecta

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positivamente al interés es la educación. A mayor número de años de educación, suben tanto el interés como la discusión política. Sin embargo, la inserción en el mercado de trabajo no es una variable que incremente necesariamente el interés por los asuntos políticos, al menos en comparación con la situación de estudiante. Aunque estar fuera del mercado de trabajo en cualquier otra situación (jubilación, paro,…) sí es un factor de que debilita el interés. En este sentido, Morán y Benedicto (2003; 2007) llaman la atención sobre la dificultad de convertirse en ciudadanos que experimentan los jóvenes contemporáneos en Europa. Esto se debe fundamentalmente a los impedimentos para alcanzar la autonomía personal a través del acceso al mercado de trabajo, que era la trayectoria típica de emancipación en las sociedades occidentales. La consecuencia es una coexistencia entre la dependencia económica familiar y formas de autonomía social y cultural en la esfera de los estilos de vida. Y por tanto, el trabajo está dejando de ser un espacio central para el desarrollo de la ciudadanía juvenil. Otra transición vital importante para los jóvenes es la entrada en el matrimonio o la formación de una familia independiente. Los datos reflejan, sin embargo, que el efecto de esta variable es relativo. No se puede decir que los solteros tengan menor interés que quienes se encuentran casados o en situación de convivencia estable, aunque sí es cierto que viudos, separados y divorciados tienen menor interés por la política y hablan menos sobre estos temas que quienes están casados o en convivencia estable. Por tanto, tampoco se puede decir sin más que el proceso de emancipación, a través de la creación de una familia propia, sea un factor decisivo en el incremento del interés por las cuestiones políticas. Si lo es, sin embargo, el hecho de tener una vida autónoma. Aquellos que viven con sus padres tienen menor interés y menor frecuencia de discusión. En el ámbito de la participación, las relaciones causales siguen un patrón similar al interés político. Si bien la significación de los efectos puede variar de una acción participativa a otra, se constata en términos generales que la situación en el mercado de trabajo es una variable relevante para la participación política. Especialmente, las amas de casa (y en algunos casos también los jubilados) tienen tasas de participación significativamente inferiores a quienes tienen un trabajo a tiempo completo. No obstante, la principal diferencia se produce con respecto a los estudiantes, quienes destacan en todos los casos como el segmento de población con mayor nivel de participación. La autonomía o independencia sí es un factor que favorece todas las acciones de participación política. Quienes viven en casa de sus padres participan menos en cualquier actividad política no convencional. Sin embargo, el estado civil se revela nuevamente como una variable ambigua. Es más, según los datos, los solteros participan en un número total de acciones participativas significativamente superior a los casados. La conclusión que se extrae es que las transiciones a la vida adulta no sólo no favorecen la participación no convencional, sino que la pueden debilitar. El ser estudiante, una condición típicamente juvenil, parece ser el factor que tiene un efecto más constante (y de signo positivo) sobre las distintas formas de participación, si bien es cierto que la autonomía personal con respecto a la familia de origen también favorece la participación.

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La evolución de la participación política de la juventud española a lo largo del tiempo Como ya se ha mencionado, más allá de las semejanzas en los patrones de participación política juvenil en Europa, también existen diferencias notables en cuanto a los niveles de participación por países. El caso español resulta especialmente llamativo para el análisis de las diferencias entre generaciones recientes en la participación política. La primera generación analizada que llegaba a la vida política adulta en 1980 es la generación que vivió en su infancia y adolescencia el final de la dictadura franquista y el proceso de transición política a la democracia. La segunda generación nació en las postrimerías del franquismo y vivió su infancia durante el proceso de transición política, pero es posible que la vivencia de los acontecimientos de la transición tenga un impacto limitado sobre esta generación. Por último, la generación de jóvenes de 2000 es una generación que nació en el periodo democrático y, por tanto, carece de memoria directa de la dictadura. La comparación entre estas tres cohortes permite así un entendimiento de cómo han evolucionado las pautas de participación política desde un contexto no-democrático a la democracia plena. En este sentido, son numerosos los estudios a nivel español que se han preguntado sobre el grado en el que la evolución de las pautas de participación política en España vienen explicadas por factores más o menos generalizables en el contexto occidental o por razones de carácter idiosincrásico (Ferrer, Medina y Torcal, 2006; Montero y Torcal, 1998; Morales, 2005; Torcal y Montero, 1999). En esta sección se tratará de aportar algo de luz sobre esta cuestión en el caso específico de las formas de participación “no convencionales”. Como punto de partida, cabe plantear dos hipótesis alternativas. De una parte es posible pensar que, la participación política sea menor en la generación de la transición política, dado que su socialización política primaria se produce en un contexto de prohibición de las principales manifestaciones de participación política. Por este motivo, la participación debería ser mayor en las generaciones posteriores, que ya han sido socializadas en un contexto político abierto. Morales (2005) señala que la participación podría crecer como consecuencia del proceso de maduración y desarrollo de la democracia, el cual haría posible el aprendizaje e internalización de las nuevas formas de participación política. Sin embargo, la interpretación contraria es igualmente plausible. Los jóvenes de la transición podrían ser más participativos en términos “no convencionales”, en la medida en que las formas de participación convencional no eran posibles dentro de los límites de la dictadura. Desde este punto de vista, la participación juvenil debería decrecer en las generaciones posteriores, puesto que estas nuevas generaciones encuentran disponibles otras formas de participación a través de los cauces institucionalizados. La metodología seguida para contrastar estas hipótesis es la misma que se ha explicado en la sección tercera, con la diferencia de que los datos se refieren exclusivamente al caso español. Los resultados se presentan en la tabla 3 (ver anexo). La primera conclusión que se extrae del análisis de los datos es que la evolución del interés por la política entre los jóvenes españoles, desde la década de los años setenta hasta nuestros, días es bastante similar a la que se ha descrito para el conjunto de Europa. Se observa en primer lugar que también se ha producido en España una caída en la frecuencia de discusión política, aunque no en el interés por la política. Del mismo modo, las diferencias por edades en cuanto al interés y la

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discusión se explican fundamentalmente por un efecto de ciclo vital. El interés crece en la juventud temprana hasta llegar al máximo en la edad madura; y luego tiene tendencia a decrecer durante la etapa anciana. La comparación entre las pautas de evolución de la participación política de la juventud española sí se diferencia ligeramente con respecto a la evolución del conjunto de Europa. A diferencia de lo que ocurría en el conjunto de Europa, donde la participación “no convencional” había experimentado un crecimiento tendencial en las tres últimas décadas, en España no se aprecian signos de ese crecimiento, ya que el efecto periodo es no significativo en la mayoría de las acciones participativas, aunque de signo negativo en muchos casos. En lo que sí comparten los jóvenes españoles una pauta similar a los europeos es en la importancia del ciclo vital para explicar la diferencia de participación por grupos de edad. La participación no convencional es más intensa en la juventud, y concretamente, hacia el final de la juventud. A partir de ahí este tipo de participación tiende a reducirse. No obstante, las diferencias por grupos de edad tienden a ser más pequeñas en el caso español, y no siempre significativas. Sin embargo, esto último puede ser una consecuencia de disponer de muestras más pequeñas para el caso español. Más confuso resulta el impacto del reemplazo generacional. A tenor de los resultados no existen diferencias generacionales dignas de reseñar en la medida en que la mayoría de los efectos asociados a las generaciones son no significativos. Respecto de las variables de trayectoria vital que influyen sobre la participación política puede afirmarse igualmente que sus efectos son poco significativos en el caso español, como puede observarse en los datos presentados en la tabla 4 (ver anexo). La educación es una variable que tiene un efecto positivo tanto sobre el interés como sobre la participación. No obstante, tanto la situación en el mercado de trabajo como el estado civil, tienen un impacto débil sobre la participación. En algunos casos ser estudiante afecta significativamente a la probabilidad de participar pero no se da en todas las formas de participación. El estado civil tampoco incide sobre la participación, aunque vivir con los padres es un factor que desanima la participación no convencional. En resumen, puede decirse que las pautas de evolución de la participación juvenil en España siguen las que se producen en el resto de Europa, hasta cierto punto. Lo más destacable es que, a diferencia de Europa, en España no se ha producido un incremento general de participación política no convencional, máxime teniendo en cuenta que los niveles participativos en España son bastante bajos comparados con los europeos. Si bien el periodo de la transición dio lugar a un incremento del interés por la política, en las décadas posteriores este interés se fue disipando y no se convirtió en un motor de participación política para las nuevas generaciones de jóvenes posteriores a la transición. Por otra parte, los datos revelan que las diferencias generacionales son relativamente pequeñas, como también han puesto de manifiesto estudios precedentes (Ferrer, 2006; Morales, 2005). Esto resulta especialmente llamativo, puesto que el país ha vivido un proceso de cambio social, económico y político muy intenso en estas tres últimas décadas. No obstante, los datos sugieren más bien una continuidad en los niveles de participación política no convencional en España. Lo cual tampoco puede llevar a la conclusión de una uniformidad total entre generaciones. A pesar

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de que a nivel cuantitativo la “cantidad” de acciones “no convencionales” no ha experimentado una variación elevada a lo largo del periodo, parece lógico pensar que el significado atribuido a la participación por los propios actores sea diferente. Morales (2005) apunta que en el caso español existen dos “generaciones cívicas”, la de la década de los sesenta y la de los setenta. No obstante, mientras la primera está más orientada hacia la participación política convencional, la segunda está más representada en acciones política de tipo no convencional. En todo caso, la conclusión más plausible al analizar el caso español es que la evolución de las pautas de participación juvenil en España corre paralela al resto de Europa y las sociedades occidentales en general. En cierta forma esto sería un reflejo de la convergencia social, económica y política que experimenta el país en las tres últimas décadas. Aún así, las diferencias en los niveles de participación por países tienden a mantenerse, estando España, al igual que el resto de países del sur de Europa, en los niveles participativos más bajos.

Conclusiones El objetivo de este trabajo ha sido analizar las variaciones de las tasas de participación de los jóvenes europeos en las tres últimas décadas, tratando de diferenciar entre los cambios debidos al reemplazo generacional y los que se deben al ciclo vital. La primera conclusión que se extrae de los datos es que, en ningún caso puede hablarse, de un declive de la participación política juvenil, al menos en lo que se refiere a participación “no convencional”, que es la que se ha analizado aquí. Por el contrario, los datos muestran una tendencia al crecimiento de la participación “no convencional” en las tres últimas décadas en Europa, a pesar de que simultáneamente el interés por la política y la frecuencia con la que discuten cuestiones políticas ha descendido. Algunos autores hablan de que se está produciendo un proceso de informalización en las pautas de participación política. Se pasa de formas de participación a través de instituciones tradicionales como los partidos tradicionales hacia formas más flexibles e individuales de implicación política (Band y Sorensen, 2001; Stolle y Hooghe, 2005, Topf, 1995). La segunda conclusión fundamental que se extrae del análisis llevado a cabo es que las diferencias de participación por grupos de edad se deben fundamentalmente a un efecto de ciclo vital, en comparación con el efecto generacional. La participación se incrementa a lo largo de la juventud hasta la madurez y luego desciende durante la etapa anciana. No obstante, se ha hallado también que el ciclo de la participación no convencional es bastante corto. El máximo de participación se alcanza a edades relativamente tempranas (hacia el final de la juventud) y comienza a reducirse durante la madurez. Al mismo tiempo, los datos parecen indicar que el ciclo vital de la participación evoluciona ligeramente a lo largo del tiempo. Y la novedad está precisamente en que, mientras la participación “no convencional” era un fenómeno casi exclusivamente juvenil en los años setenta, con el paso del tiempo, aquellas generaciones de jóvenes (ahora en la edad madura) tienden a alargar el periodo de participación política. No se ha encontrado, sin embargo, un patrón claro que permita explicar los efectos de ciclo vital a partir de las transiciones vitales juveniles. Con todo, ser estudiante y vivir de forma independiente parecen factores que afectan positivamente a la participación. Sin embargo, el estado civil no tiene un efecto claramente definido y en algunos casos, el hecho de estar casado o en situación de

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convivencia estable puede ser un factor negativo en relación a la participación política. Por lo que se refiere al caso español específicamente, puede decirse a rasgos generales que las pautas de evolución de la participación juvenil en el periodo analizado son similares a las que se han descrito para el conjunto de Europa. Aún así existen algunas salvedades que merecen ser tenidas en cuenta. En primer lugar, las tasas de participación en España son notablemente inferiores a la media europea, como ocurre en otros países del sur de Europa. Por otra parte, en España no se observa una tendencia clara a un incremento de la participación no convencional y las diferencias intergeneracionales son relativamente pequeñas, a pesar del proceso de cambio social y político vivido en España en las últimas décadas. En cualquier caso, los factores que explican las pautas de participación de los jóvenes españoles no parecen ser muy diferentes de las del resto de Europa.

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Jóvenes y participación política: investigaciones europeas

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Anexo Tabla 1. Efectos de ciclo vital y de cohorte sobre interés y participación política en Europa Discusión política

Interés político

Firmar peticiones

Boicots

Manifestarse

Huelgas

Ocupar edificios

Total

15-19 años 20-24 años

0.334***

0.37***

0.509***

0.534***

0.253**

0.716**

0.498*

25-29 años

0.541***

0.438***

0.641***

0.782***

0.499***

1.359***

0.617**

0.476***

30-34 años

0.64***

0.53***

0.533***

0.423**

0.084

0.949***

0.347

0.3***

35-39 años

0.671***

0.607***

0.439***

0.389*

-0.002

0.835***

-0.17

0.228***

40-44 años

0.414***

0.553***

0.242*

-0.286*

0.707**

-0.746*

0.042

-0.036

0.322***

45-49 años

0.395***

0.53***

0.189

-0.006

-0.424***

0.531*

-0.307

-0.01

50-54 años

0.203*

0.863***

0.178

-0.633**

-0.69***

0.321

-1.328**

-0.138*

55-59 años

0.25**

0.347***

0.134

-0.316

-0.503***

0.369

-0.808*

-0.067

60-64 años

0.188

0.797***

-0.027

-0.511*

-0.691***

0.426

-0.588

-0.17**

0.655***

-0.43***

-0.937***

-1.094***

-0.263

-0.911**

-0.507***

65 años y más

-0.293***

1980 1990

-0.12

2000

-0.342***

20-24 años - 1990

0.302**

0.069

20-24 años - 2000

0.115

25-29 años - 1990

0.02

25-29 años - 2000

0.125

30-34 años - 1990

0.133

30-34 años - 2000

0.237

35-39 años - 1990

0.115

35-39 años - 2000

0.35**

40-44 años - 1990

0.303*

40-44 años - 2000

0.659***

45-49 años - 1990

0.293*

45-49 años - 2000

0.683***

0.518***

0.353

0.337**

1.078***

0.753***

0.584***

0.596***

1.13***

-0.167 -0.16 -0.09 -0.047

-0.135

-0.191

-0.104

-0.8**

-0.248*

-0.321

-0.262*

-1.294***

0.152

-0.249***

-0.127

-1.456***

-0.92**

-0.359***

-0.408*

-0.57***

0.246

0.212

-0.038

0.088

-0.167

-0.41 -1.053***

0.109

0.338

0.386**

-0.203

0.15

0.071

-0.551

0.214

0.368

0.396**

-0.366

0.199

0.377**

0.699**

0.502***

-0.349

0.119

0.155

0.355*

-0.221

0.3*

0.379**

0.585*

0.609*** -0.281

50-54 años - 1990

0.367**

50-54 años - 2000

0.754***

-0.013

55-59 años - 1990

0.183

55-59 años - 2000

0.743***

60-64 años - 1990

0.121

60-64 años - 2000 65 años y más 1990 65 años y más 2000

0.622*** 0.366*** 0.717***

-0.427***

0.14

Constante

0.545***

-0.276**

-0.784***

0.204 -0.207

-0.051

0.035 -0.184**

1.455*** -0.031 1.465*** 0.6 0.847* -0.037

0.413*

-0.332 -0.141

0.98*

0.127

-0.426

0.841

0.468** -0.053

-0.174**

-0.896**

0.673***

0.587*

-0.155*

0.758*

0.504

-0.057

0.099

-0.352

1.097*** -0.134

0.15 -0.19

-0.494***

0.509***

-0.982***

0.034

0.197

0.306***

-0.077

0.13

0.585***

0.687**

-0.226

0.067

-0.403***

-0.511

1.838***

-0.118

0.403

-0.643

0.317

0.127* -0.037 0.17* 0.2** 0.13 0.219** 0.142 0.266*** -0.066 0.156* -0.1

0.46

0.335*

-0.601

0.044

0.081

0.142

0.252

-0.253

0.741

0.081

0.392 -3.219***

0.38* -2.265***

-0.335

-0.46

-5.225***

-5.089***

0.157* -0.792***

Fuente: EVS (1980, 1990, 2000). Elaboración propia. Nota: Las casillas muestran los valores de los coeficientes logit estimados. Los asteriscos denotan el nivel de significación respectivamente: *** p < 0.001; ** p < 0.01; * p < 0.05. Además de las variables incluidas en la tabla se incluye también el efecto de los países para controlar su influencia sobre la participación.

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Tabla 2. Factores que afectan a la participación política en Europa Discusión política Edad Edad2

0.076***

Interés político

Firmar peticiones

0.066***

0.044***

Boicots

Manifestarse

Huelgas

Ocupar edificios

Total

0.158***

0.075***

0.144***

0.142**

0.053***

-0.002***

-0.001***

-0.002***

-0.002***

-0.001***

-0.455

0.294*

-0.001***

-0.001*** -0.001***

1990

-0.455

0.333*

0.164

1.327**

0.341

0.893

2000

-1.01***

0.138

1.086*

0.135

1.064*

Edad - 1990

0.006

0.01

-0.081**

-0.013

-0.039

0.001

-0.01

Edad - 2000

0.024

0.021

-0.069*

-0.006

-0.055

-0.075

-0.011

Edad2 - 1990

0

Edad2 - 2000

0

1980

0.002 0

1.056

0.343**

0

0.001**

0

0

0

0

0

0.001**

0

0.001

0.001

0**

Hombre Mujer

-0.457***

-0.564*** -0.031

-0.271***

-0.263***

Vivir con padres Vivir independiente

-0.189***

-0.147*** -0.256***

-0.443***

-0.292*** -0.143*

Casado Viudo, separado, divorciado -0.246*** Soltero Años educación

-0.016 0.111***

Trabajo tiempo completo Trabajo tiempo parcial 0.011 Autónomo

0.075

-0.138***

-0.362***

-0.168***

0.024

0.134*

0.197**

0.053

0.02

0.023

0.046

0.303***

0.216***

0.128*

0.375***

0.095***

0.094***

0.078***

0.063***

0.068***

0.038***

0.043***

0.034***

-0.051

0.058

0.086

0.052

0.053

-0.029

-0.037

-0.261***

-0.603***

-0.075

-0.013

-0.063

-0.063

-0.46***

-0.829*** -0.658***

-0.199***

-0.115**

Ama de casa

-0.432***

-0.336*** -0.472***

0.167***

-0.459***

-0.154***

Jubilado Estudiante

-0.005

-0.56***

0.265***

0.198***

Desempleado

-0.288***

-0.365*** -0.181***

Otros

-0.251**

-0.252**

Constante

-1.894***

-2.633*** -2.294***

-0.228**

0.337*** 0.026

-0.179*

0.296*** -0.08 -0.019

0.106

-0.177

-0.238**

-0.161

-6.049***

-4.236***

-7.16***

0.073 -0.241* 0.369** -0.821*** 0.48***

0.025 -0.1*** -0.009 -0.403*** 0.167***

0.384***

-0.032

0.306

-0.121**

-7.494***

-1.811***

Fuente: EVS (1980, 1990, 2000). Elaboración propia. Nota: Las casillas muestran los valores de los coeficientes logit estimados. Los asteriscos denotan el nivel de significación respectivamente: *** p < 0.001; ** p < 0.01; * p < 0.05. Además de las variables incluidas en la tabla se incluye también el efecto de los países para controlar su influencia sobre la participación.

Jóvenes y participación política: investigaciones europeas

91


Tabla 3. Efectos de ciclo vital y de cohorte sobre interés y participación política en España Discusión política

Interés político

Firmar peticiones

Boicots

Manifestarse

Huelgas

Ocupar edificios

Total

15-19 años 20-24 años

0.599*

1.006**

25-29 años

0.86***

0.594***

30-34 años

0.453

0.754***

0.304

0.83

35-39 años

0.564*

0.65***

0.094

0.785

40-44 años

0.192

45-49 años

0.274

50-54 años

-0.34

1.435***

0.458 1.045***

1.064*

0.209

0.37

0.945

0.374**

1.722***

0.668**

0.793

1.23

0.728***

-0.425

0.003

0.913

0.088

-0.515

-0.225

0.37

-0.026 -0.164

-0.016

0.714

-0.597*

-0.063

-0.499

0.921**

0.288

0.761

-0.471

-0.194

0.147

-0.063

0.158

0.212

0.534

-0.37

-0.535

-0.298

55-59 años

-0.209

60-64 años

-0.149

-0.148

1.148***

-0.011

0.227

65 años y más

-0.857***

-0.276

-0.775*

-1.054***

0.99

-0.405

-0.565

-0.347

-0.081

0.256

-0.781*

-0.614

-0.141

-0.283

-0.153

-1.908***

-1.534**

0.048

-1.076***

1980 1990

-0.938***

2000

-1.052***

20-24 años - 1990

-0.261

20-24 años - 2000 -0.08 25-29 años - 1990

-0.235 0.466 -0.719

30-34 años - 1990

0.408

30-34 años - 2000

0.361

35-39 años - 1990

0.14

35-39 años - 2000

0.13

40-44 años - 1990

0.212

40-44 años - 2000

0.838*

45-49 años - 1990

0.174

45-49 años - 2000

0.545

50-54 años - 1990

0.345

50-54 años - 2000

0.982**

55-59 años - 1990

0.106

55-59 años - 2000

0.845*

60-64 años - 1990

-0.027

60-64 años - 2000 65 años y más 1990 65 años y más 2000

0.405 0.627

Constante

0.771***

0.308

-0.174

-0.099

-0.053

-0.03

0.048

-0.455

-0.365

0.086

0.051

-0.65

0.052

-0.718

0.166

-0.094

0.069

-0.409

0.038

0.276

-0.867

-0.388

-0.901

-0.325

-0.29

0.248

-0.551

-1.548

-0.535

-0.363

-0.117

-0.537**

0.593

0.154

0.738*

0.53

0.164

0.257

0.013

0.629

0.356

-0.087

0.663

0.471

0.814*

0.795

1.166

0.556**

0.475

0.433

0.755

0.677

0.339

0.369

0.292

-0.403

0.276

-0.107

1.533

0.185

0.615

0.506

0.698

0.741

2.127

-0.187

0.108

0.015

-0.065

0.487

0.434 -1.017**

-0.082 -0.606 0.864* -1.148** 0.899*

-0.34

-0.172

-0.21

-0.182

25-29 años - 2000 -0.093

-0.117

0.199

0.291

-0.075

0.46* 0.177

0.507* 0.014

0.006

-0.046

0.357

0.613

0.137

-0.523

-0.947

0.138

-0.92

0.671

-0.269

-0.478

-0.676

0.415

-0.519

-0.145

-0.118

-0.09

-1.206

-0.591

-0.123

0.244

-0.325

-0.111

-0.894

0.126

0.627

1.322

-0.639

-0.959

-0.338

-2.346*

-0.35

0.238

0.062

-0.072

0.047

-0.683

0.416

0.62

0.628

0.202

-0.796

-1.806***

-1.386***

-3.146***

0.456 -0.766***

0.003 -0.692**

1.266

0.011

0.23

0.081

0.343

0.067

0.159

-2.495***

-3.902*** -0.551***

Fuente: EVS (1980, 1990, 2000). Elaboración propia. Nota: Las casillas muestran los valores de los coeficientes logit estimados. Los asteriscos denotan el nivel de significación respectivamente: *** p < 0.001; ** p < 0.01; * p < 0.05.

92

REVISTA DE ESTUDIOS DE JUVENTUD

≥ junio 08 | nº 81


Tabla 4. Factores que afectan a la participación política en España Discusión política

Interés político

Firmar peticiones

Boicots

Manifestarse

Huelgas

Ocupar edificios

0.21***

0.431***

0.184***

0.282**

1.198**

-0.003***

-0.004**

Edad

0.084

0.075***

Edad2

-0.001*

-0.001***

-0.003*** -0.006***

-0.02**

Total 0.197*** -0.003***

1980 1990

-1.13

2000

-1.527

Edad – 1990

-0.018

Edad – 2000

-0.001

Edad2 – 1990

0.001

Edad2 – 2000

0

0.095 0.075*** 0

1.689

3.605*

1.267

2.639

14.428**

1.51**

2.036*

3.739*

1.016

3.478*

13.923*

1.824***

-0.126*

-0.287**

-0.108

-0.226*

-1.088**

-0.126***

-0.137*

-0.295**

-0.096

-0.249*

-1.085**

-0.138***

0.002*

0.004**

0.002

0.003*

0.018**

0.002***

0.002*

0.004**

0.002

0.003*

0.019**

0.002***

-1.016***

-0.234**

-0.579***

-0.622*** -0.275***

-0.323**

-0.407*

-0.76**

-0.207

Hombre Mujer

-0.493*** -0.333***

-0.177*

Vivir independiente

-0.178

-0.287*

-0.268*

Casado Viudo, separado, divorciado

-0.287**

-0.16

Soltero

-0.199

Vivir con padres

Años educación

0.082***

-0.386*

-0.256***

0.163

0.525*

0.101

0.444*

0.053

0.362**

0.226

0.251*

0.04

0.003

0.141 0.146*

0.075***

0.086***

0.081***

0.074***

0.066***

0.056***

0.046***

Trabajo tiempo completo Trabajo tiempo parcial 0.219

-0.201

0.015

0.409

0.162

0.142

-0.092

0.056

Autónomo

0.03

-0.126

-0.092

0.145

-0.251*

-0.119

-0.324

-0.128*

Jubilado

-0.142

-0.244

Ama de casa

-0.436*** -0.559***

Estudiante

-0.035

0.233

0.122

0.287

0.186

Desempleado

-0.163

-0.375**

-0.037

0.215

0.174

Otros

-0.942**

-0.688

-0.411

0.409

Constante

-0.747

-3.549***

-5.827*** -10.07***

-0.226 -0.543***

0.382 -0.03

0.11

-0.089

0.586

-0.011

-0.727**

-1.387**

-0.564***

-0.122

0.637*

0.156**

0.338

0.773**

-0.527

0

0

-4.543***

-6.924*** -20.2***

-0.631***

0.095 -0.571 -3.849***

Fuente: EVS (1980, 1990, 2000). Elaboración propia. Nota: Las casillas muestran los valores de los coeficientes logit estimados. Los asteriscos denotan el nivel de significación respectivamente: *** p < 0.001; ** p < 0.01; * p < 0.05.

Jóvenes y participación política: investigaciones europeas

93



Martha Wörsching . Universidad de Loughborough (Reino Unido).

DOCUMENTOS

5

¿Desafección y uniformidad? Participación política juvenil en el Reino Unido

Este artículo analiza las investigaciones cualitativas más recientes sobre participación política de los jóvenes en el Reino Unido, prestando especial atención a los motivos que explican el poco interés por la política formal –en comparación con otros países europeos–. Después se evalúan las formas de política informal en relación a un concepto más completo de ciudadanía. A continuación, el artículo examina las críticas a la definición de “lo político“ y a la metodología utilizada en muchas investigaciones cuantitativas, que parecen ignorar las experiencias sociales de los jóvenes. Se ofrecen ejemplos de estudios más cualitativos que analizan lo que entienden los jóvenes por ciudadanía y sus experiencias de exclusión de la toma de decisiones públicas, en un contexto de desigualdad social en el Reino Unido, donde los jóvenes que forman parte de minorías étnicas y los jóvenes de clase trabajadora son especialmente vulnerables a la marginación.

Palabras clave: Participación política, Reino Unido, investigaciones cualitativas, experiencias sociales juveniles, exclusión social.

Introducción En la actualidad, en los medios generalistas del Reino Unido, los niños y jóvenes son retratados como un grupo muy problemático y socialmente perjudicial. Existe una extendida moral del pánico en lo que se refiere a los jóvenes que aparecen en los titulares, sobre todo en el contexto de la criminalidad violenta en las calles, el consumo excesivo de alcohol, los embarazos de adolescentes y la problemática de los sin techo. La inquietud sobre los jóvenes en el Reino Unido y su relación con las generaciones anteriores también se refleja en un informe publicado por un grupo de estudios de izquierdas, el Institute for Public Policy Research (Instituto de Investigaciones de Políticas Públicas). El director de este centro, Nick Pearce, asegura: “[Los jóvenes] no están aprendiendo como comportarse, como avanzar en la vida”. Según Pearce, hay una “desconexión creciente” entre adultos y jóvenes en el Reino Unido, ya que los jóvenes se socializan principalmente en su grupo de iguales, sin una interacción positiva entre las diferentes generaciones (BBC Online, 2006). Más recientemente, el informe “Pobreza infantil en perspectiva: Un panorama del bienestar infantil en los países ricos” realizado por UNICEF en 2007 ha impulsado un gran debate en los medios de comunicación, ya que los resultados presentados en el informe parecen apuntar un serio fracaso de las políticas públicas aplicadas en el pasado: El Reino Unido terminó en el tercer puesto por la cola de 21 países industrializados en cinco de seis categorías –bienestar material; salud y

Jóvenes y participación política: investigaciones europeas

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seguridad; bienestar educativo; relaciones; comportamientos y riesgos; y bienestar subjetivo– situándose finalmente en el último puesto, solo por delante de los Estados Unidos. Los Países Bajos, Suecia, Dinamarca y Finlandia coparon los primeros puestos. (Knight, 2007). En el momento de su publicación, el informe alarmó al gobierno laborista de Gordon Brown, que puso en marcha planes dirigidos a conseguir jóvenes “más sanos, felices y mejor educados” (Curtis, 2007). La preocupación por la relativa falta de bienestar de los jóvenes británicos por un lado, y su comportamiento disruptivo por el otro, también han llevado a plantear preguntas sobre por qué esta generación parece estar poco comprometida con la política o en qué medida están preparados para ejercer su papel como ciudadanos activos (Henn, 2002; Henn and Weinstein, 2004; Kimberlee, 2002; O’Toole, Lister, Marsh, Jones, McDonagh, 2003; White, Bruce and Ritchie, 2000). En la actualidad, el interés de los jóvenes por la política parece muy bajo. De hecho, los sondeos de opinión sugieren que en el Reino Unido “el término y la palabra “política” tienen un efecto extremadamente desmotivador entre los jóvenes” (Make Space Youth Review, 2007: 92). Por lo tanto, no sorprende que la clase política en el Reino Unido se muestre seriamente preocupada por la escasa participación de los jóvenes en las elecciones y su bajo nivel de interés general por la política convencional. Estos factores son temidos ya que pueden socavar la legitimidad del mismo sistema político. Como se dice en un estudio sobre participación política de los jóvenes: El gobierno está…preocupado. En 1997, se encargó el Informe Crick, Educación para la Ciudadanía y Enseñanza de la Democracia en las escuelas, que recomendaba que la educación para la ciudadanía fuera obligatoria para todos los alumnos de secundaria, con el objetivo de superar los problemas del declive de la participación política y cívica de los jóvenes (O’Toole et al.; 2003:45) Desde entonces, la participación de los jóvenes en las elecciones ha seguido en declive, mientras “las especulaciones de los medios de comunicación y el debate académico ha continuado analizando la alienación de los jóvenes con respecto a la vida política en el Reino Unido” (White et al., 2000:1). Este texto se centrará en varios estudios recientes para analizar la participación política de los jóvenes en el Reino Unido, cómo se definen políticamente, qué motivos hay para su desafección hacia la política formal y en qué medida desconfían de los políticos y los partidos; también se analizarán sus actitudes hacia asuntos políticos de ámbito más general, actitudes que pueden interpretarse como una forma de compromiso cívico. Además, se planteará si la desigualdad social experimentada por un gran número de jóvenes y sus sentimientos de falta de poder público y marginación son responsables de la alienación política de los jóvenes.

Jóvenes y política en el Reino Unido, ¿un caso especial? En comparaciones internacionales, la participación electoral en el Reino Unido, sea en elecciones nacionales, locales o europeas, es relativamente baja en todos los grupos de edad. Según la Comisión Electoral, hay evidencias claras de que la participación electoral en el Reino Unido está en declive entre la población total. Por ejemplo, en las elecciones generales de 2001, el número de abstencionistas superó al de votantes laboristas, partido

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≥ junio 08 | nº 81


que finalmente se alzó con la victoria. En las elecciones generales de 2005, solo el 61.4% de los ciudadanos con derecho a voto acudió a votar; esta participación fue algo mayor que en 2001, pero un 10% más baja que en 1997, año este último en el que la participación supuso ya de por si un mínimo histórico (Comisión Electoral, 2005). Sin embargo, según la Comisión Electoral, los datos de participación de los jóvenes –con edades comprendidas entre los 18 y los 24 años– se sitúan un 50% por debajo de la participación de personas de más edad; según Mori, solo el 37% de los jóvenes votaron en 2005, lo que representa un 2% menos que en el año 2001 (Comisión Electoral, 2005). Los expertos que trabajan para la Comisión Electoral creen que no votar es el resultado de una falta de compromiso político más amplia y que una parte del electorado se muestra escéptica sobre la eficacia de votar en cualquiera de las diversas elecciones (ibid). Sin embargo, esta falta de compromiso con respecto a la política parlamentaria parece especialmente acentuada entre los jóvenes. Si se considera que hay una participación mucho más elevada entre los grupos de edad más avanzada, podría esperarse que con el paso del tiempo los jóvenes de hoy también aprendan a interesarse por votar. Por desgracia, los investigadores son menos optimistas. Estos identifican “el comienzo aparente de un efecto de cohorte entre los grupos de edad jóvenes que conduce a un hábito de no votar en edades más avanzadas”, y del mismo modo asumen que “esto supone un riesgo muy real de que, en el futuro, será incluso más difícil movilizar y aumentar la participación” (Comisión Electoral, 2005). De este modo, el poco interés de los jóvenes por los procesos de la política formal y su reducida participación –como indicador de la creciente “irrelevancia” de la política para grupos cada vez más numerosos de la población británica– pueden ciertamente alarmar a todos los que ven erosionada la legitimidad de la democracia representativa. También se producen serias discusiones sobre si reducir la edad para votar de los 18 a los 16 años podría instalar un sentimiento más activo de ciudadanía entre los jóvenes, convirtiéndoles en algo más que solo “ciudadanos en ciernes” (Marshall, 1950), en “ciudadanos del hoy”, lo que podría llevar a una participación social y política más activa. De hecho, nos podríamos preguntar por qué los jóvenes en el Reino Unido son considerados responsables de sus actos ante la justicia desde los 10 años –incluso se pide reducir esta edad desde algunos tabloides–, son competentes sexualmente a la edad de 16, pero no son políticamente maduros hasta los 18 (Mathews et al., 1999). Las discusiones académicas sobre participación política y ciudadanía de los jóvenes arrojan algo de luz sobre este asunto desde diferentes perspectivas, pero no proporciona soluciones simples a la clase política, que ve a los jóvenes como apáticos y esquivos. Según el estudio internacional EUYOUPART que comparó la participación política de los jóvenes en ocho países europeos –Austria, Estonia, Finlandia, Francia, Alemania, Italia, Eslovaquia y el Reino Unido– los jóvenes en el Reino Unido parecen estar más alejados de la vida política institucional que cualquier otro grupo de edad, y también más que los jóvenes de la mayor parte de los otros países europeos. Este hecho sugiere que puede haber factores específicos que conducen a los jóvenes en el Reino Unido a niveles de compromiso especialmente bajos. El estudio, coordinado por el Institute for Social Research and Analysis de la Universidad de Viena, Austria, consideró tanto la participación dentro como

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fuera del sistema democrático representativo. Se centró en variables sociodemográficas, de actitud y comportamiento para identificar el grado de participación y las motivaciones. Aunque el estudio subraya en su introducción que existen límites para la realización de comparaciones, dadas las diferencias en la terminología, las estructuras de oportunidad y la cultura política en los ocho países, aún así es posible identificar diferencias claras en lo que se refiere a participación política entre los distintos países –y, en general, el Reino Unido no sale demasiado bien parado en las comparaciones–. El estudio muestra el nivel de politización de los jóvenes en gráficos que sitúan a Italia y Austria en el cuadrante superior izquierdo, correspondiente a una actitud más progresista y contestataria; en contraste, el Reino Unido se sitúa en el lado opuesto y se asocia a niveles de politización débiles (EUYOUPART, 2005:106). De forma similar, en relación a la politización de los padres, el Reino Unido es “con mucho el país con el nivel más bajo de politización. El mismo tipo de socialización política débil se puede observar en Estonia, Eslovaquia y Finlandia” (ibid., 109). Preguntados sobre su confianza en las organizaciones e instituciones políticas, la muestra perteneciente al Reino Unido refleja un bajo nivel de confianza en los partidos, solo el 6% de los encuestados parece confiar en ellos, mientras el 9% dice confiar en los políticos, el 12% confía en el gobierno británico y en el Parlamento Europeo, seguido por un 18% que confía en el parlamento del Reino Unido, el 33% en Greenpeace y el 35% en Amnistía Internacional. Por tanto, las instituciones pertenecientes a la política formal son peor valoradas que las organizaciones informales. En comparación con otros países europeos, el estudio muestra que los niveles de confianza más bajos en los partidos políticos se encuentran en Eslovaquia y en el Reino Unido (ibid., 130). De forma interesante, a nivel europeo, todos los países muestran un nivel de confianza general mayor en la Comisión Europea que en sus propios gobiernos nacionales, con la excepción de Italia y el Reino Unido, donde la situación se da a la inversa (ibid., 135). En el estudio también se asegura que en el Reino Unido “un número no desdeñable de jóvenes no se vale de los medios de comunicación de masas para informarse sobre política” (ibid, 188) y añade: “Un número significativo de jóvenes en el Reino Unido (61%), en Eslovaquia (53%), Italia (53%) y Francia (46%) siente que la política es demasiado complicada para entenderla” (ibid., 229). En el resumen de este estudio se hace referencia a que los jóvenes en Italia muestran las tasas de participación más elevadas en elecciones, mientras que en el Reino Unido muestra las más bajas. También se mantiene que “cuanto mejor educados están los jóvenes, más elevada será su tasa de participación y la importancia que otorgan a sus votos” y se añade que en “Estonia y en el Reino Unido, el ser miembro de un partido político, así como la participación y el voluntariado, son algo poco común (ibid., 244). En el apartado específico de este estudio sobre el Reino Unido se señala también que los jóvenes están poco interesados en la política institucional y se implican mucho más en grupos de protección del medio ambiente o de derechos de los animales que en partidos políticos y sindicatos (Moore y Longhurst, 2005). En su resumen, el informe concluye que menos del 30% de los jóvenes en el Reino Unido se interesan por asuntos políticos, y el interés que existe se centra generalmente en eventos nacionales, prestando poca atención a la política a nivel europeo (Moore y Longhurst, 2005:32). “Más de un tercio de los jóvenes británicos (35%) siente que la política es un juego conducido por hombres mayores, con la gran mayoría de los jóvenes

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(75%) definiendo “la política” como discusiones llevadas a cabo en el parlamento.” (ibid, 32). Sin embargo, los autores ven señales de optimismo: “Los jóvenes creen con firmeza que ser activo políticamente es importante si el mundo ha de convertirse en un lugar mejor, y muy pocos creen que no tiene sentido cambiar el estatus quo.” (ibid., 32). La reducida participación en las elecciones y el rechazo a la política formal también se analiza en muchos otros estudios (por ejemplo, Henn y Weinstein, 2004 o Kimberlee, 2002). Un estudio cualitativo de White et al., financiado por la Fundación Joseph Rowntree explora las opiniones políticas y el comportamiento de los jóvenes, analizando las posiciones de jóvenes de edades comprendidas entre los 14 y los 24 años y que provienen de diferentes entornos sociales. Como dicen los autores, su objetivo no es proporcionar evidencias estadísticas, sino mostrar como los mismos jóvenes evalúan su interés por la política. El estudio demuestra que los diferentes grupos de jóvenes no son uniformes en su actitud hacia la política y se debaten los factores por los que los jóvenes se apartan de la política. Según los autores, la investigación muestra que los jóvenes en el Reino Unido sienten, primero, que la política no es accesible ni interesante, segundo, que los políticos no son sensibles a sus demandas y, tercero, que no hay suficientes oportunidades que les permitan acceder a los procesos políticos. Más concretamente, cuando se pregunta “¿Qué te aleja de la política?”, los autores perciben que para los jóvenes “la política tiene poca relevancia en nuestras vidas” y que la política es “para personas más mayores y responsables, cuyas vidas se ven afectadas por la política” (White et al., 2000:15); sienten que no tienen conocimientos suficientes sobre la política e incluso el lenguaje les es ajeno. El estudio también confirma la falta de confianza en los políticos y el sentimiento extendido entre los jóvenes de que los políticos no se interesan por sus opiniones y preocupaciones (ibid., 16). El estudio se basa en entrevistas en profundidad con los jóvenes, y éstas muestran que se sienten “sin poder y excluidos de los procesos políticos” (ibid., 34). Generalmente, los entrevistados señalan que no hay oportunidades suficientes para participar en los procesos políticos. Especialmente los más jóvenes creen que no hay ninguna forma de participación hasta que no sean lo suficientemente mayores como para votar. Incluso cuando los jóvenes reconocían que había oportunidades para participar en los procesos políticos, por medios convencionales, como votar o a través de lobbies, o por medios menos convencionales, como foros de la juventud, sentían que les faltaban conocimientos sobre los procesos de participación. Para ellos, la política es un sujeto complejo y extraño que les resultaba difícil de comprender. (ibid., 35). También aseguran que sólo se escucha la opinión de los que tienen dinero, mientras que la de los demás es rechazada por políticos, por irrealista y poco madura (ibid., 35). Según White et al., la poca motivación de los jóvenes para participar en las elecciones también se debe a su falta de confianza en los políticos y al hecho de que se sienten ignorados. De forma interesante, otras razones por las que sienten que no tiene sentido votar son “que un partido difícilmente podrá ganar bajo unas condiciones en las que otro partido es dominante” y que “parece haber demasiadas similitudes entre el partido conservador y el laborista”; también creen que no hay

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posibilidades para cambiar algo o cambiar el modo en que se gobierna el país” (ibid., 39). Para dar una respuesta mejor a las necesidades de los jóvenes, según los jóvenes, los políticos deberían “abandonar la pompa y la ceremonia, quitarse las pelucas y las togas” (ibid., 42), y podrían representar a los jóvenes mucho mejor si pertenecieran a un espectro más amplio de la sociedad en términos de edad, género, grupo étnico y clase. Debería haber nuevas oportunidades de participación para los jóvenes, poniéndoles en contacto más cercano con los políticos, reduciendo la edad para votar, dándoles poder para que tomen sus propias decisiones y dejándoles controlar más aspectos de sus propias vidas. De este modo, podrían aprender responsabilidad cívica practicándola. Algunos jóvenes nos advirtieron que la creación de nuevos foros de juventud podría levantar unas expectativas entre los jóvenes que, si no se cumplen, conducirían a mayores cotas de cinismo y apatía. White et al. sugieren que los jóvenes podrían desarrollar un mayor interés por la política cuando en la medida en que se hagan mayores y cambien sus circunstancias vitales, pero opinan que “la edad a la que esto se activa es ahora más tardía, como consecuencia del entorno económico y social cambiante en el que viven en la actualidad los jóvenes” (ibid., 44). Según White et al., los asuntos que preocupan a los jóvenes cubren, de hecho, un gran campo de la agenda política, aunque ellos mismos no lo perciban. Los autores también creen que hay evidencias de que muchos de los jóvenes ya se han implicado en una serie de actividades que se pueden definir como políticas, como participar en una manifestación o firmar una petición, aunque ellos mismos se vean como excluidos de la política. Se sugiere que uno de los factores importantes que impiden que los jóvenes se interesen más por la política es la imagen que tienen de la política como algo institucional y partidista. La educación para la ciudadanía en la escuela es percibida como un paso adelante para superar esta situación, pero los autores también creen que solo funcionará si de verdad se da poder a los jóvenes en su vida diaria, dentro de la familia, en la escuela y en la comunidad local. Así escucharán y responderán a sus propias necesidades, lo que les permitirá ensayar su papel de ciudadanos. Muchos de los datos previos son difundidos en el estudio de Mahendran y Cook (2007:5), en el que se asegura que “los jóvenes en el Reino Unido muestran niveles más bajos de compromiso y participación política.” en comparación a otros estados miembros de la Unión Europea, y son los que probablemente menos participen en las elecciones al Parlamento Europeo. Sin embargo, mantienen que los jóvenes que viven en un hogar con recursos y tienen padres con educación superior estarán más interesados en la política. Además, creen que la exposición temprana a conversaciones sobre temas políticos tiene una influencia importante en el eventual interés de los jóvenes por este tema (Mahendran y Cook, 2007:109). También aseguran que “generalmente, los jóvenes (de 15 a 24 años) declaran saber menos sobre la UE que personas mayores. El 43% dice que no sabe absolutamente nada sobre la misma…Cuando se les pregunta algo concreto para comprobar sus conocimientos, este desconocimiento se hace visible. Por ejemplo, en 2005 solo el 22% de los jóvenes de 15 a 24 años sabía que el Reino Unido ocupaba la presidencia europea, en comparación con el 62% entre los mayores de 55”. (Mahendran y Cook, 2007:15).

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El sistema político en el Reino Unido, ¿un factor de desmotivación? Si se compara la participación política de los jóvenes en el Reino Unido con la de los jóvenes en otros países, no es demasiado atrevido considerar las características institucionales especiales del sistema político y la cultura política en la que se socializa a los individuos como un factor fundamental. A pesar de la reciente devolución de poder político a Escocia y Gales, el Reino Unido es un estado muy centralizado, donde la toma de decisiones tiene lugar en gran medida en Londres. Los años de gobierno de Thatcher significaron un reducción de la toma de decisiones a nivel local, lo que junto a la desregulación neoliberal, ha reducido de manera considerable el control sobre las instituciones democráticas. La mayoría simple en el sistema electoral británico presiona hacia un sistema bipartidista, lo que significa que, por un lado, los partidos pequeños tienen pocas posibilidades de influir en los procesos democráticos, mientras que, por otro lado, los votantes no se animan a votarlos, ya que sería como desperdiciar el voto. Según investigaciones de la Comisión Electoral hay fuertes vínculos entre la participación y la percepción de la gente sobre la importancia de su voto, es decir, si su voto marcará la diferencia de alguna manera. El estudio realizado después de las elecciones generales de 2005 identificó personas a las que les resultaba difícil decidir por quién votar, en parte por un alineamiento político débil, pero también por las similitudes percibidas entre los principales partidos (Comisión Electoral, 2005). La percepción de que el voto de una persona no establece ninguna diferencia puede ser especialmente fuerte entre los jóvenes que no han tenido ninguna experiencia positiva de influencia sobre los asuntos públicos. También, y en contraste con la gente mayor que todavía puede identificarse con las diferencias ideológicas fundamentales de los dos partidos principales que existían en el pasado, los jóvenes de hoy en día viven en una cultura donde tanto los laboristas como los conservadores se sitúan en el centro político. Ha tenido lugar una homogeneización populista de la política, en la que los dos partidos grandes intentan modernizarse a si mismos para ganarse la atención de los votantes. Ciertamente, los laboristas de Blair no han abandonado la senda liberal iniciada por Thatcher en términos de política económica, incluso su sucesor Gordon Brown creyó necesario expresar su admiración por Lady Thatcher poco después de convertirse en primer ministro. Las políticas de partido del pasado parecen dar un giro de 180º cuando el líder de la oposición, David Cameron, intenta llamar la atención sobre cuanto ha cambiado el partido conservador, introduciendo en su agenda temas medioambientales y sociales. Además de la falta de definición ideológica de los partidos políticos, uno de los motivos por los que los partidos y los políticos en el Reino Unido han perdido la confianza del electorado en general es el hecho de que el sistema bipartidista ha llevado, en las últimas décadas, a una larga etapa de gobierno conservador primero (1979-1997) y de gobierno laborista después (1997 hasta la actualidad), propiciando de esta forma gran potencial para la corrupción y los escándalos personales. No es sorprendente que el electorado en su conjunto, aunque especialmente los jóvenes, cuestione la habilidad de los políticos para incorporar alternativas políticas reales en una cultura política dominada por el

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populismo, donde los políticos se enfrentan entre ellos y basan sus declaraciones públicas en los resultados de encuestas o en opiniones de grupos de presión. Esta trivialización y personalización de la política puede interpretarse como una reacción al tabloidismo de los medios en el Reino Unido, aunque también es activamente fomentada por los mismos políticos y sus “analistas” en la prensa. La poca confianza de los jóvenes en los partidos y los políticos podría, de hecho, interpretarse también como una reacción “política”, así como abstenerse podría interpretarse como una elección positiva, especialmente cuando los no votantes se comportan como ciudadanos activos participando en otras actividades políticas (Todd/Taylor, 2004). Si la centralización, el sistema bipartidista sin alternativas reales y la trivialización de la política da la impresión a los jóvenes de que son dirigidos desde los centros de poder, entonces esta circunstancia también es atribuible al hecho de que el Reino Unido no tiene una constitución escrita que haga más transparente y controlable la distribución de los poderes políticos. Muchos de los procedimientos que se utilizan en Westminster son aplicados de forma arcaica, y la pompa en la apertura de las sesiones parlamentarias es una reconstrucción de costumbres medievales con características feudales que no tiene mucho que ver con expresiones de gobierno democrático. No solo sorprende a los jóvenes que “el gobierno de su Majestad” deba publicar sus nuevas políticas a través de una declaración leída por la Reina. Y las “reformas” más recientes de la Cámara de los Lores sólo han subrayado, aún más, el anacronismo y la falta de legitimidad democrática de esta institución que –igual que los edificios del Parlamento– se remonta al siglo XIX. Es difícil imaginar que la obligatoriedad de los estudios de ciudadanía en la escuela, incluyendo “el desarrollo de los valores británicos y la identidad nacional” (Woodward, 2007), haya conseguido convencer a los jóvenes en general de que podrían tomar la palabra en el sistema institucional.

La joven sociedad británica: ¿sin poder real o desinteresada? De este modo, los mismos jóvenes no parecen creer que su opinión cuente demasiado. Las investigaciones sobre las opiniones de los jóvenes que votan por primera vez muestran que no sienten que puedan influir en el proceso de toma de decisiones (Henn y Weinstein, 2003; Henn, Weinstein y Hodgkinson, 2007; Make Space Youth Review, 2007). Otros estudios concluyen que “…hay un reconocimiento creciente de que, en del Reino Unido, los jóvenes no son respetados o escuchados con la seriedad que merecen…en contraste con el Reino Unido, en Europa…existen evidencias de un trabajo efectivo de protección, marcos nacionales para la coordinación de los asuntos relacionados con la juventud y estructuras de participación bien establecidas que operan en los niveles más cercanos al problema. En una escala internacional aún más amplia hay datos que evidencian que los Artículos de la Convención sobre Derechos del Niño se están ampliando con el objetivo de incorporar a los jóvenes de todo el mundo. Sugerimos que el Reino Unido debe aprender mucho de estas experiencias y hasta que eso ocurra, los jóvenes serán en gran parte invisibles en los procesos de creación de políticas a todos los niveles”. (Matthews, Limb y Taylor, 1999: 10-11).

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Entonces, ¿qué es lo que hace que los jóvenes queden excluidos en este país más que en otros países? Antes de considerar esta cuestión, es importante analizar algo más las percepciones que los jóvenes tienen sobre si mismos y sobre su rol como ciudadanos. Un estudio empírico de tres años de duración con jóvenes de 16 a 23 años trató de estudiar la forma en la que éstos entendían su condición de ciudadanos (Lister et al., 2003). Los participantes fueron distribuidos según su estatus de “insider” o “outsider”, representando por un lado a los jóvenes con empleos estables y titulaciones superiores y, por otro lado, a las personas con pocas o ninguna cualificación y un largo historial de desempleo (ibid., 236). Los investigadores identificaron cinco modelos de ciudadanía en las discusiones: a) el estatus universal b) independencia económica respetable c) participación social constructiva d) contractual-social e) derecho de participación Estos modelos no eran mutuamente excluyentes. En general, el análisis mostró que el modelo universal era dominante, pero durante el transcurso del estudio se fue haciendo menos importante, mientras se ponía más énfasis en los modelos de independencia económica respetable y de participación social constructiva, “con su invocación a la responsabilidad económica y cívica” (ibid., 239). Las discusiones sobre el significado de la ciudadanía mostraron a los participantes como un grupo muy responsable. Los autores concluyen que “A los jóvenes les pareció mucho más fácil hablar sobre las responsabilidades que sobre los derechos y cuando identificaban derechos, estos eran más de tipo civil que político o social…Pocos veían los derechos de seguridad social como algo incondicional. Los jóvenes también tendían a dar mucho valor a la participación social constructiva en las comunidades locales. Esta participación representaba para muchos la esencia de la buena ciudadanía y era uno de los dos modelos más vinculados a la responsabilidad, que emergió como factor importante de las discusiones generales sobre los significados de la ciudadanía. (ibid., 2003:251)…Los modelos basados en los derechos liberales y en la participación política civil republicana no ocupaban un puesto destacado en las discusiones. Esto sugiere que han absorbido mensajes políticos sobre ciudadanía activa y sobre responsabilidades por encima de derechos (aunque no el modelo contractual-social promovido por el nuevo laborismo) que se han convertido en modelos cada vez más dominantes durante las últimas décadas en el Reino Unido. De forma similar, la imagen de los jóvenes del ciudadano de primera clase se deriva del ciudadano exitoso promovido por el thatcherismo y en cierta medida también por el nuevo laborismo: económicamente independiente, con dinero, su propio hogar y una familia. Para algunos de los que son clasificados como “outsiders”, esto significaba que ellos mismos se identificaban con la definición de “ciudadanos de segunda clase”, por debajo de todos los demás”. (ibid, 251).

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Según Lister et al., el carácter potencialmente divisorio y excluyente del modelo de independencia económica entra en conflicto con el modelo universal más inclusivo: “En lugar de enfrentarse a las divisiones de clase, el respetable modelo de independencia económica de ciudadanía las refuerza.” (ibid., 251). De este modo, muchos de los “outsiders” se ven a sí mismos como “ciudadanos de segunda clase”, sin voz en la vida pública. Sería sorprendente que los jóvenes británicos –fueran criados en áreas más privilegiadas o más empobrecidas, segregados así en instituciones educativas que reflejaran el estatus más o menos privilegiado de sus padres (ver, por ejemplo, Curtis, 2007ª; Meickle, 2007; Palmer, 2007; Russel, 2007)– fueran inmunes a la ideología dominante, donde tanto el éxito como el fracaso se ven como el resultado de “elecciones racionales individuales”, en lugar de desventajas o ventajas estructurales. Los “ganadores” en el camino hacia la respetable independencia económica pueden, de este modo, sentirse también reforzados a la hora de expresar sus opiniones políticas, mientras que los “perdedores” sienten que merecen ser excluidos. Como expresa Louise Vincent en una crítica a las ideologías dominantes actuales en la educación: “La elección individual del consumidor y la satisfacción, más que el mundo de las ideas políticas, las comunidades y las relaciones sociales, son la medida que se toma para valorar el éxito.” (Vincent, 2004:106). Así, la participación en la toma de decisiones públicas no es algo que los jóvenes en el Reino Unido experimenten repetidamente en su vida diaria en el ámbito de la educación, la formación y el (des-)empleo y, por tanto, no es sorprendente que vean la toma de decisiones políticas como algo que corresponde a las elites, un rol al que pocos aspiran (Todd y Taylor, 2004), especialmente si tenemos en cuenta que sus experiencias con la política son más bien como la de objetos pasivos de las políticas del gobierno.

Jóvenes y desigualdad social en el Reino Unido Esto también sugeriría que los jóvenes que están creciendo en el actual clima neoliberal son conscientes de las fuerzas divisorias que hay en la sociedad, donde demasiado pronto los jóvenes son seleccionados como “insiders” y “outsiders”, “ganadores” y “perdedores”, y esto sucede generalmente dependiendo del entorno social del que provienen. Una investigación financiada por la Fundación Sutton Trust asegura: “Las comparaciones internacionales de movilidad intergeneracional muestran que el Reino Unido, como los Estados Unidos, se encuentra en la parte baja de las comparaciones internacionales de movilidad. Además, la movilidad intergeneracional se ha reducido en el Reino Unido, mientras que al mismo tiempo se incrementaba la desigualdad de los ingresos. La fuerza de la relación entre los logros educativos y los ingresos familiares, especialmente en el acceso a la educación superior, está en el centro de la poca movilidad en el Reino Unido”. (Blanden et al., 2005:3). Un informe más reciente del mismo equipo confirma, otra vez, que los jóvenes con capacidades que provienen de un entorno pobre se retrasan en su desarrollo en los primeros años de escolarización (Curtis, 2007b). Desde los años 90, la pobreza infantil en el Reino Unido se ha triplicado y, a pesar de los esfuerzos del gobierno laborista para revertir esta tendencia, no se ha

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podido hacer más que frenar este aumento. La pobreza infantil se mide como la proporción de niños/as en hogares con ingresos inferiores al 60 por ciento de la media de ingresos totales. La pobreza infantil está dificultando claramente el desarrollo de los niños y, por supuesto, refleja la pobreza en la que se hace mayor el joven; en muchos casos, es un reflejo de la pobreza de la madre, es decir, de la mujer –o el hecho de que en un país con un estado de bienestar en erosión tener hijos supone un riesgo real de pobreza para todos menos para los que se encuentran en una situación económica cómoda. Según un informe reciente de Middleton y Sandu sobre pobreza infantil, “alrededor del año 2000 el Reino Unido tenía la tasa de pobreza infantil más elevada de la Unión Europea” (Middleton y Sandu, 2006). Los autores también identifican una clara correlación entre pobreza infantil y falta de logros educativos, es decir, el potencial para la exclusión educativa y también social como resultado de la pobreza. Sin embargo, a pesar del hecho de que las estadísticas oficiales muestran que más de 3 millones de niños se encuentran en una situación de pobreza en el Reino Unido, las investigaciones realizadas por el Departamento de Trabajo y Pensiones muestran que la población en general cree que hay “muy poca pobreza” y existe la opinión de que “los pobres son responsables de su situación” (Wintour, 2007). Por tanto, a pesar de las evidencias que muestran que el Reino Unido es en general un país rico, pero en el que muchos de sus habitantes –muchos niños y jóvenes adultos– se encuentran en una situación de privación y marginación, no existe una conciencia general de esta situación. Muchos de los jóvenes han sido pobres toda su vida, ya que crecen en una sociedad que es mucho más desigual que en la mayoría de los países europeos. Esto también se refleja en la desigualdad de los ingresos medidos a través del coeficiente de Gini, que muestra que entre los países de la Unión Europea, sólo en Lituania, Letonia, Polonia –tres países del antiguo bloque soviético– y Portugal –un país todavía caracterizado por la falta de desarrollo de los sectores económicos secundario y terciario– existe una desigualdad mayor en los ingresos que en el rico y desarrollado Reino Unido (Poverty Organisation, 2007). Las propias estadísticas del gobierno lo evidencian: “La desigualdad en los ingresos se sitúa en los niveles más altos en términos históricos –el gran aumento que tuvo lugar en la segunda mitad de los años 80 no se ha revertido.” (Nacional Statistics Online, 2007). Como resultado de la reestructuración económica y las políticas neoliberales desde los años 80, el Reino Unido se ha convertido en una sociedad polarizada. La misma fuente informa: “La tasa de participación masculina en el mercado laboral ha caído, muchas veces en hogares sin ninguna otra persona con ingresos. Simultáneamente, ha habido un aumento de la participación femenina en los hogares con más de un ingreso. Esto ha acentuado la polarización entre hogares con dos ingresos y hogares sin ningún ingreso…” (ibid.) El proceso de desindustrialización en el Reino Unido, que se ha impulsado durante las últimas décadas, ha tenido como consecuencia una polarización geográfica entre distintas áreas que compiten por las nuevas economías del sector servicios –especialmente en el sureste de Londres, pero también en otras grandes ciudades– y las áreas de producción industrial del pasado, que se encuentran en declive y donde las oportunidades de empleo se han hecho muy escasas. Pero también hay polarización en las áreas urbanas, con

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desempleo elevado y empleos muy lucrativos, lo uno al lado de lo otro, en las grandes ciudades, donde los inmigrantes pobres y los británicos pobres viven en unas condiciones que recuerdan al siglo XIX. La Comisión para la Igualdad Racial advierte: “El ritmo del cambio en el Reino Unido durante los últimos años ha removido muchas cosas, y a hecho que mucha gente se proteja a través del fortalecimiento de lazos étnicos y religiosos. La solidaridad entre los diferentes grupos se ha reducido y las tensiones entre la gente han aumentado” (CRE Report, en Travis, 2007). La segregación entre comunidades ricas y comunidades pobres es también un resultado de las políticas de vivienda de gobiernos anteriores, especialmente problemáticas para los jóvenes. El incremento extraordinario de los precios de la vivienda en las últimas décadas tiene como resultado una sobrepoblación y un incremento de los sin techo, aunque están especialmente afectados los jóvenes. En un país en el que poseer una casa era la norma para la mayor parte de la población, los jóvenes que se encuentran en la educación o la formación se ven obligados a vivir con sus padres o tienen que pagar precios excesivos por una vivienda sobrevalorada. Cada vez más, los jóvenes de clase media tienen la suerte de que los padres pueden apoyarles durante el comienzo de su vida laboral y comparten los gastos de la vivienda, mientras que para los jóvenes de las clases bajas se hace cada vez más difícil llegar a ser propietarios de una vivienda (Sampson, 2007). Esta desigualdad social está desmotivando y marginando a muchos jóvenes y si las investigaciones sobre el comportamiento político muestran que los jóvenes mejor educados y aventajados tienen más probabilidades de participar en las elecciones y creen que pueden tener voz en los procesos políticos, es porque se refleja el hecho de que son capaces de acceder a oportunidades para lograr una vida independiente dentro del sistema existente. Este sistema les permite convertirse en ganadores. Por otro lado, los grupos marginados no son capaces de imaginarse cómo pueden ejercer poder político real dentro de un sistema que les enfrenta constantemente a su falta de poder.

¿Políticas para los jóvenes? Entonces, ¿qué se puede hacer en una sociedad desigual para superar la “apatía política” y la marginación de los jóvenes? Durante los últimos diez años, el gobierno se ha visto presionado a desarrollar políticas dirigidas a la inclusión social de los jóvenes con el objetivo de promover su transición a la ciudadanía adulta. Sin embargo, como asegura Alan France en un artículo que se centra en las políticas más recientes dirigidas a los jóvenes, el debate está muy influido por la cruzada moral liderada por los medios, que ve a los jóvenes como un factor de pánico para la población adulta (France, 2007b). Se enfatizan los valores centrales como la autoestima, la independencia económica, el respeto y la responsabilidad, con el objetivo de crear “buenos ciudadanos” que sean capaces de ser responsables de sus familias y comunidades (Home Office, 2006). Se han introducido varias iniciativas políticas y programas en la educación, la formación y el empleo con el objetivo de dirigirse a los jóvenes socialmente excluidos. Al mismo tiempo, el nuevo laborismo ha condicionado las ayudas y los beneficios al trabajo, como parte de su nuevo “contrato social” (France, 2007b). El clima político en el que se desarrollan las políticas, determinado por los medios más

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conservadores, queda perfectamente reflejado en un artículo del Sunday Telegraph: En él, los autores comentan una investigación financiada por la Prince’s School Charity y llevada a cabo por el Centre for Economic Performance de la London School of Economics sobre el comportamiento de los jóvenes que abandonan la educación y tampoco tienen un empleo, los llamados NEETs –Not in Education, Employment or Training (No en la Educación, el Empleo ni la Formación). El informe dice que esta “generación perdida” le cuesta al país 3.65£ billones al año– suficiente para financiar un recorte considerable de impuestos sobre la renta. De hecho, las propias estimaciones del gobierno muestran que cada NEET nuevo que abandona la educación a los 16 años le costará al contribuyente una media de 97.000£ durante toda su vida. Otros datos estiman un coste de más de 300.000£ (Henrie y Goslett, 2007). Por tanto, la derecha política tradicional ve a los jóvenes simplemente en términos de peligro para el erario público o coste para el contribuyente, pero no como ciudadanos de presente o futuro con una voz propia. La población adulta espera que las políticas de juventud sean instrumentos de control y disciplina para los jóvenes, lo que se hace evidente en la forma en que la idea del voluntariado y la “ciudadanía activa” se discute, por ejemplo, en el Daily Mail, donde se da la bienvenida a los planes del gobierno de la siguiente forma: “El primer ministro Gordon Brown quiere promover planes que refuercen la ciudadanía responsable, los servicios comunitarios y el voluntariado y ya se ha iniciado la creación de grupos organizados de cadetes en las escuelas estatales.” (Clark, 2007). Por lo tanto, y según France, las políticas del nuevo laborismo se dirigen a superar la exclusión y se caracterizan por una agenda moral muy pronunciada que “acusa a la víctima”, mientras los temas de desigualdad estructural o falta de recursos económicos son ignorados. “Muchos de los factores de riesgo identificados como “causales” están relacionados con fracasos del individuo y, por tanto, los problemas se perciben como algo relacionado con la mala educación de los padres, mala influencia de los grupos de iguales y falta de interés en la escuela (France, 2007b: 5). Esta individualización de los problemas también significa que los individuos, las familias y las comunidades enteras son patologizadas y vistas como necesitadas de intervenciones coercitivas. Como dice France “las políticas sociales en la educación han adquirido una función reguladora y disciplinaria para aquellos que se sitúan fuera de los parámetros de la aceptabilidad social de las clases medias.” (ibid., 7). Esto, unido al compromiso del nuevo laborismo con la línea dura de la ley y el orden hacia los jóvenes, ha llevado al crecimiento de las unidades dedicadas a la criminalidad juvenil y ha dado nuevos poderes a los juzgados para encerrar a los jóvenes de edades inferiores a los 15 años, y también se han ampliado los poderes para crear Ordenes de Detención y Formación para jóvenes entre 12 y 17 años (ibid.: 1011). Según France, las políticas del gobierno para promocionar la participación social a través del voluntariado, las actividades de tiempo libre y los deportes se basan en una agenda orientada hacia la empleabilidad de los jóvenes, con el objetivo de proporcionar al mercado laboral un capital humano adecuado. Cuestionando la efectividad de este tipo de políticas para superar la exclusión, France mantiene que “hay evidencias históricas que muestran que la participación en estas áreas de la vida social siempre ha sido impulsada por las desigualdades entre diferentes clases, géneros y grupos étnicos” (ibid., 14). La idea que el gobierno tiene sobre la “buena

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ciudadanía” se basa, por tanto, en valores que reflejan un orden moral que es blanco, masculino, anglo-sajón y de clase media. “Para ser incluidos, los jóvenes no solo tienen que aceptar y conformarse con estos valores, también tienen que actuar en consonancia. Actuar fuera de la “normalidad” se convierte en un “problema” (ibid., 15). Las políticas para promocionar las formas de participación, mientras se asegura que se está dando poder a los jóvenes, también incorporan formas de control social. Como mantiene France, el “tema del poder entre adultos y jóvenes, y entre políticas, practicas profesionales y jóvenes raramente se tiene en cuenta en debates sobre participación” (ibid., 17). Los jóvenes siguen siendo objetos pasivos de las políticas y no sorprende que esta objetivización no les anime a experimentar con la participación política propia, a sentir que sus acciones tienen un efecto positivo en el contexto público que va más allá de su vida privada e individual. Entonces, ¿que habría que hacer? En un estudio que trata de analizar porqué los jóvenes en el Reino Unido se alejan de la política, los investigadores se fijan en los efectos relativos de la situación socio-económica y el capital social para valorar el potencial de políticas que podrían aumentar la participación social (Henn et al., 2007). La investigación se basa en una encuesta a nivel nacional con jóvenes que votaban por primera vez. El complejo estudio, que consideraba la participación política, el apoyo al proceso democrático, la eficacia política y la percepción sobre partidos políticos y políticos profesionales llegaba a la conclusión de que las políticas del gobierno para movilizar el capital social podían impulsar una participación más cívica, mientras que las medidas para mejorar los factores socio-económicos en general parecen ser lo que se necesita para establecer una diferencia real en términos de participación. De hecho, las recomendaciones son sorprendentemente directas, aunque suponen un reto para un gobierno que trata de agradar a los lectores del Daily mail: Unas políticas que tengan éxito en expandir la participación educativa, reducir las diferencias de clase social y exclusión social, regenerar los vecindarios y comunidades, reforzar las redes locales en las comunidades y promover la cohesión social, además de fomentar el voluntariado y la auto-ayuda, lo que contribuiría, por lo menos, a limitar la tendencia hacia el alejamiento de la política en el Reino Unido (Henn et al., 2007: 475-6).

Conclusión Como ha demostrado este análisis de las más recientes investigaciones, los jóvenes británicos están menos politizados que la mayor parte de los jóvenes en la UE, no suelen participar en las elecciones, tienen una confianza limitada en los partidos y políticos profesionales, no se interesan demasiado por la UE y generalmente se muestran escépticos sobre la política institucional y formal. Sin embargo, se interesan más por asuntos de política general y creen que ser políticamente activo es importante si el mundo debe convertirse en un lugar mejor. Pero no ven como pueden marcar la diferencia en el mundo político. Su alienación de los procesos de política formal se puede explicar en términos del mismo sistema –con sus procedimientos arcaicos y absurdos y su falta de verdaderas alternativas– no motivando la participación de los jóvenes, para los que la toma de decisiones políticas es una ocupación para la elite, pero no una parte de su vida diaria, donde podrían

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experimentar con sus propias ideas políticas y aprender procesos democráticos. La percepción de ser ignorados por los políticos está particularmente acentuada entre los jóvenes más desfavorecidos en una sociedad en la que hay una desigualdad material extrema y donde gran parte de los jóvenes han crecido en un ambiente de pobreza relativa. Los gobiernos pasados y el actual, inspirado por políticas liberales, también han intensificado la experiencia de alienación y falta de poder de los jóvenes, especialmente cuando las políticas que tratan de mitigar la exclusión han convertido a los jóvenes y niños en objetos, con el claro objetivo de contener, disciplinar y controlar. Por lo tanto, parece que el problema no se encuentra en los jóvenes, sino en los que detentan el poder en esta realidad socioeconómica. Dar poder a los jóvenes para que participen más en la política es una tarea difícil en una sociedad que se está volviendo cada vez más polarizada y fragmentada.

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Marco Bontempi . Universidad de Florencia (Italia).

DOCUMENTOS

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Significados y formas de la participación política juvenil en Italia

En este artículo se discuten las condiciones de la transformación de la participación política juvenil en la Italia contemporánea, a la luz de las investigaciones realizadas sobre este tema en los últimos años. En un contexto en que la participación juvenil se caracteriza por alcanzar niveles significativos, pero al mismo tiempo por formas que no sitúan a las instituciones representativas y a los actores políticos tradicionales en el centro de la idea de política, la lógica de la participación juvenil sólo puede comprenderse si se tienen en cuenta algunas cuestiones clave. La primera tiene que ver con las trasformaciones de los significados de la participación como consecuencia de la movilización cognitiva, y en particular de la importancia del capital social para el estudio de la participación juvenil. Un aspecto importante de este cambio es el de los significados de las categorías políticas y de su elaboración en un contexto social en el que la centralidad corresponde a las relaciones de la esfera privada (familiares y del grupo de pares). La segunda concierne a las modalidades de la participación que demuestran un persistente interés para la política, pero al mismo tiempo utilizan una concepción de política que no se corresponde con la de las generaciones adultas. El tercer aspecto importante de la participación política en Italia está relacionado con las políticas que promueven la participación de los jóvenes mediante instrumentos institucionales.

Palabras clave: Significados de la participación, capital social, formas de participación, Italia, políticas de juventud.

Introducción Las trayectorias de transición a la vida adulta, respecto a las cuales ha sido definida la juventud en la literatura sociológica durante los últimos decenios, están en la actualidad sometidas a profundas transformaciones que afectan, de modo sustancial, a la forma, hasta hoy consolidada, de la relación entre roles adultos y condición juvenil. Desde el punto de vista estructural, lo que en el pasado era la transición a la vida adulta asume cada vez más los rasgos de un abanico de formas posibles de transición: una pluralización de las trayectorias que comporta, desde el punto de vista del individuo, un proceso de individualización y de privatización de la condición juvenil. En este contexto entran en crisis dos presupuestos fundamentales del concepto tradicional de juventud: que ésta se definiese como paso de la condición de dependencia a la de autonomía y de la incompetencia a la competencia. Para ambos presupuestos el elemento clave era la confrontación con los roles adultos y en consecuencia la definición de la juventud por sus diferencias respecto de los adultos. En el último decenio las transformaciones de la condición juvenil han hecho cada vez menos adecuada esta definición, intensificando formas y recorridos en los que se entrecruzan condiciones diferentes, y que en el pasado resultaron mutuamente incompatibles. En la situación actual, “nos encontramos con constantes movimientos de ida y vuelta desde una posición a otra y con la

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proliferación de situaciones intermedias de semi-independencia y semiautonomía. La consecuencia mas inmediata de estos fenómenos es que el status de adulto ya no es útil para analizar la incorporación social de los jóvenes” (Benedicto y Morán, 2007: 604). Este cambio tiene consecuencias importantes para la sociología de la cultura política juvenil. En efecto, el campo de la política expresa, a veces sin mediación, una lógica de las relaciones intergeneracionales que mantiene la asimetría entre roles adultos y jóvenes como un presupuesto de la acción política. El análisis sociológico de la actividad política juvenil debe por tanto replantearse sus categorías conceptuales a través de un desplazamiento de su enfoque desde los roles y las funciones a los significados y formas de la acción política. La cuestión clave es el estudio de las condiciones de posibilidad a partir de las cuales pueden desarrollarse los significados y las formas de la acción política juvenil. Condiciones que, según una adecuada perspectiva constructivista, pueden ser indagadas en las interrelaciones entre procesos institucionales, construcciones de las identidades y prácticas sociales. De acuerdo con esta perspectiva, las investigaciones recientes sobre la participación política juvenil ponen en evidencia cada vez más los límites de las categorías analíticas tradicionales –como por ejemplo la distinción entre formas convencionales y no convencionales de participación política– y, al mismo tiempo, señalan transformaciones que sólo pueden ser comprendidas adecuadamente si son contempladas desde una perspectiva que enfatice el análisis de los significados y presupuestos semánticos de la acción política juvenil. El debate sobre estas transformaciones está abierto y se caracteriza por aproximaciones diferentes. Algunos estudiosos han propuesto análisis de la participación política a la luz de las teorías del capital social. Las posibilidades interpretativas de estos enfoques son interesantes aunque tienen limitaciones teóricas significativas, ya que excluyen del campo categorial tanto el estudio de las semánticas como dimensiones subjetivas relevantes, como es el caso de la experiencia de la participación política. Un análisis más sistemático, aun respetando los límites de espacio de un artículo, parece sin embargo necesario, dada la relevancia del tema para el estudio de las formas de participación política juvenil.

Capital social, movilización cognitiva y participación política juvenil Capital social es una imagen con la que en la investigación sociológica se hace referencia a dimensiones de carácter simbólico y valorativo, que son puestas en relación con la propensión hacia comportamientos considerados socialmente positivos y deseables, en los cuales es posible detectar una integración eficaz entre las motivaciones individuales y los fines colectivos, como por ejemplo en las formas de participación política. Es con este significado con el que algunos han hablado del capital social como “pegamento social” (Van Deth y otros, 1999: XV), o como “lubrificante del la cooperación” (Putnam, 1993: 201). Coleman (1990) ha definido el capital social como un conjunto de características cualitativas de las redes sociales que son precondiciones para la acción de los individuos. Según esta perspectiva el capital social no pertenece al individuo, pero está disponible para el individuo y para la consecución de sus objetivos. De acuerdo con las

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tesis de Bourdieu, Coleman subraya que el capital social tiene que ver con recursos socio-estructurales que constituyen a su vez el espectro de posibilidades de acción de los individuos. Con un significativo desplazamiento de perspectiva, Putnam (1993: 196) ha definido el capital social como “la confianza, las normas que regulan la convivencia, las redes de asociacionismo cívico, elementos que mejoran la eficiencia de la organización social promoviendo iniciativas tomadas de común acuerdo”. La definición de Putnam permite pensar el capital social ya sea como un bien público, respecto a las dimensiones de obligación, de confianza y a nivel de asociacionismo, ya sea como un bien privado, porque de sus beneficios también pueden disfrutar sujetos diferentes de aquellos que han invertido en él. En particular, la estructura de las relaciones sociales reviste una importancia especial para la configuración de los efectos del capital social. Si Coleman ha explicado que el efecto del capital social es positivo cuando las relaciones sociales son múltiples y generan el cierre de la red de relaciones, Putnam (2000) ha puesto en evidencia que el capital social puede tener efectos positivos o negativos precisamente en función de la estructura de las relaciones sociales. Las redes generan efectos positivos cuando crean un “efecto puente” (bridging) que pone en relación individuos con características sociales y culturales diferentes, mientras que los efectos negativos son mayores en el caso de redes que crean cierre (bonding) entre individuos similares; ciertamente no se trata de dos formas opuestas sino más bien de grados de intensidad diferente. Para Putnam la relación entre capital social y participación política está claramente definida en la medida en que el primero es precondición de la segunda: las prácticas asociativas están relacionadas con la confianza entre ciudadanos y en las instituciones y con los niveles de información e interés por la política. Un aspecto problemático de esta relación viene dado por la concepción del capital social como una propiedad de la colectividad y como tal capaz de promover actitudes y comportamientos en los individuos: se trata de una circularidad lógica que no permite distinguir de manera adecuada el nivel colectivo del individual. Así, como se ha señalado acertadamente, “el capital social es simultáneamente causa y efecto: genera efectos positivos, como el desarrollo económico, la seguridad del ambiente social y la participación política, y es generado por los mismos efectos que produce” (Portes, 1988: 19). Pero esta lógica causal es sólo una de las posibles direcciones de la relación entre capital social y participación. Por ejemplo, Ronald Inglehart (1990) ha conjeturado una configuración diferente. La participación social no es concebida como un requisito previo de la participación política, sino como una dimensión paralela a la participación política tradicionalmente entendida. La posibilidad de pensar la participación política como no derivada o causada por la participación social está vinculada al reconocimiento de la importancia de la movilización cognitiva, es decir, de la extensión cada vez mayor que han tenido durante estos decenios en las sociedades occidentales la instrucción y la información, de la que se han beneficiado en primer lugar las jóvenes generaciones. Entre las consecuencias más relevantes de la movilización cognitiva puede señalarse un importante cambio en los canales de socialización política y en particular en la adquisición de la competencia política. La disponibilidad de recursos culturales y de un amplio abanico de fuentes de información favorece una adquisición individualizada de las cualificaciones necesarias para orientarse

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en la complejidad de la política, hace obsoleta la función de socialización y “alfabetización” política tradicionalmente desempeñada por los partidos y al mismo tiempo crea las condiciones de formas de movilización política no convencionales, es decir, en las cuales no son esenciales los medios y significados característicos del sistema político-institucional. Desde esta perspectiva de reconocimiento de la relevancia de la movilización cognitiva para la participación política juvenil, Jan van Deth (2000) ha ofrecido una estimulante contribución al debate, que constituye también una revisión de la tesis de Inglehart. Según Van Deth, un aumento del interés por la política no comporta necesariamente un incremento de la “relevancia de la política”. El concepto de “relevancia de la política pretende poner en primer plano una dimensión hasta hoy olvidada del debate sobre la relación entre capital social y participación política: se trata de la importancia subjetiva de la política, es decir, de la construcción social de los significados que la constituyen como ámbito de la acción política y de su colocación en el horizonte de valores y significados que el individuo comparte con los miembros del propio grupo. La variación de la relevancia de la política está fuertemente vinculada con la intensidad de la movilización cognitiva: frente a una pluralidad de fuentes, canales y formas de conocimiento, información y acción social, el ámbito de la política se encuentra –sobre todo para las jóvenes generaciones– en una posición de menor relevancia respecto al pasado, incluso cuando el individuo muestra un elevado nivel de interés político. Esto sucede porque el aumento de recursos incrementa tanto el nivel de autonomía individual como la probabilidad de emprender acciones alternativas a las políticas. En este contexto la acción política puede ser considerada importante, pero al mismo tiempo aparecer como subjetivamente no interesante: para individuos dotados de elevados recursos sociales y cognitivos un bajo nivel de implicación en la acción política no se acompaña necesariamente de un bajo nivel de confianza intersubjetiva, ni de una participación asociativa reducida (Alteri y Raffini, 2007). En otras palabras, la pérdida de relevancia de la política puede ser un indicador no sólo de crisis, sino también de la afirmación plena de la democracia como espacio institucional de la actuación social de los individuos. En este sentido algunas investigaciones (Bettin Lattes, 2001; Buzzi,Cavalli y de Lillo, 2002) han puesto de relieve la tendencia por parte de los jóvenes en Italia a considerar la democracia como algo que “se da por descontado”. Dar por descontada la democracia significa que no se considera necesario renunciar a las propias posiciones e intereses particulares para procurar conciliarlos con un sistema de valores colectivos colonizado por las semánticas y los actores del sistema político tradicional, pero sin que ello suponga reducir la importancia del ordenamiento político y de su funcionamiento. Este tipo de cambio de la cultura política pone de manifiesto –en este sector específico de la vida social– las transformaciones de los roles, de los significados y de las identidades que atraviesan todo el cuerpo social. Un aspecto importante de la lógica del cambio social contemporáneo consiste precisamente en esto: dentro de cada sistema social (económico, político, científico y cultural) se producen posibilidades y desarrollos cuya gestión ya no puede ser controlada sólo por el sistema dentro del cual ha sido generada la innovación. Por ejemplo, la genética nace como desarrollo del sistema científico y tecnológico, pero se expande a través de las funciones del mercado (sistema económico), solicita tomas de

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posición morales (sistema cultural) y requiere formas de regulación política y normativa (sistema político). Una consecuencia importante de esta lógica del cambio es que pone en crisis la función de eje del mismo que ha desempeñado el sistema político (instituciones representativas, partidos, clase política) a lo largo de todo el siglo XX. En estas circunstancias es importante considerar que la pérdida de “relevancia de la política” no es solamente la consecuencia de la desilusión, sino un efecto de cambios más profundos, frente a los cuales el horizonte semántico de la política ya no encuentra en las instituciones políticas tradicionales el centro de elaboración de los significados para la actuación social y la palanca para la transformación de la sociedad. Esto ocurre porque el cambio político-social puede desarrollarse al margen de procesos de transformación activados en otros ámbitos de la vida social (Beck, Giddens y Lash 1998) y sólo en un segundo momento afectando al sistema políticoinstitucional. Estas transformaciones acentúan la dimensión de gestión en el trabajo político como consecuencia de la mayor complejidad de la sociedad. Dicho en otras palabras, el ámbito de la política pierde relevancia en el horizonte de significados y como “palanca del cambio social”, pero al mismo tiempo se manifiesta como un elemento imprescindible de la vida social. Es por ello por lo que las instituciones políticas democráticas no son puestas en cuestión y, sobre todo entre los jóvenes, asumen el significado de una realidad cuya existencia ya no es contemplada como algo a defender o por lo que luchar, sino que puede ser dada por descontada, de la misma manera que otras formas y funciones institucionales presentes en la sociedad (Bontempi y Pocaterra 2007).

La participación política de los jóvenes italianos en algunas investigaciones recientes

(1) Se trata de una investigación promovida por la Comisión Europea, específicamente dedicada al estudio de la participación política juvenil en ocho países europeos: Italia, Francia, Alemania, Austria, Reino Unido, Finlandia, Eslovaquia y Estonia. El trabajo de campo se llevó a cabo en noviembre de 2004. Para una interpretación general de los datos, véase Bontempi y Pocaterra (2007).

De los datos de la encuesta Euyoupart (1) se desprende un interés de los jóvenes italianos por la política mayor que el manifestado por sus coetáneos de otros países europeos: el 43%, mientras la media europea se sitúa en el 37%. Lo mismo ocurre con el nivel de confianza en las instituciones europeas: el 29% de los jóvenes italianos confían en la Comisión Europea, frente a una media del 22,5%. Sin embargo el interés por la política no es incompatible con un juicio muy crítico acerca de las prácticas a menudo asociadas a los comportamientos de algunos miembros de la elite política: en efecto, cerca del 40% de los jóvenes italianos considera que la política significa promesas vacías y el 27% asocia el significado de corrupción a la práctica política. La actitud frente a la política es un indicador interesante del proceso de redefinición de su significado para los jóvenes. Los datos del VI Rapporto sulla condizione giovanile in Italia (Buzzi, Cavalli y de Lillo, 2007) muestran una fractura dentro de los jóvenes italianos en su actitud hacia la política: el 42% se declara interesado o comprometido, mientras el 57% expresa el rechazo de la política. Como puede verse en el cuadro 1 –que compara dos encuestas recientes basadas en muestras representativas a nivel nacional– el grupo de jóvenes comprometidos de manera activa es muy minoritario y representa aproximadamente la décima parte de los que se informan de cuestiones políticas pero sin participar activamente. El otro grupo (mayoritario) está constituido por quienes guardan distancia respecto a la política. En la

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articulación interna de este grupo hay diferencias significativas que se deben a la inclusión, en una de las dos encuestas, del item “la política no me interesa”. Los efectos de esta posibilidad de respuesta merecen particular atención. El juicio de rechazo vinculado al descontento con la política resulta fuertemente redimensionado, al igual que se reduce significativamente el grupo de los que no se consideran capacitados para seguir la política. Es sabido que en la investigación social la manera de formular los items puede influir incluso de manera relevante en la articulación de los datos, sin embargo la comparación pone de relieve que la afirmación del propio desinterés por la política no está relacionada con un sentimiento de falta de competencia política, y mucho menos todavía con formas de rechazo neto, sino que se debe a la poca importancia que tiene la política para el propio horizonte de significados; en otras palabras, a su baja relevancia.

Cuadro 1. Actitud hacia la política (%) 2004*

2003**

3,8

3,5

Estoy al corriente de la política pero sin participar activamente

38,3

35,9

Pienso que la política se debe dejar a personas más capacitadas que yo

34,5

16,1

La política me disgusta

23,1

5,2

-

39,3

Me considero políticamente comprometido

La política no me interesa

Fuente: *De Luca (2007: 291); ** Loera y Ferrero Camoletto (2004: 46).

Frente a esta actitud crítica respecto a los políticos, los jóvenes italianos manifiestan una concepción de la política que podríamos calificar como alta, es decir constituida por un campo de significados que, como puede observarse en la figura 1, se condensan en medida relevante sobre las dimensiones ideales que caracterizan el compromiso político. Si bien se mira, las tres respuestas que recogen la mayor cuota de consensos señalan orientaciones de significado diferentes: en efecto, si construir un mundo mejor denota una concepción fuertemente idealizada del compromiso político, precisamente a causa de la identificación de las propias ideas con su presunta validez universal, los otros dos items remiten en mayor medida a una percepción diferente de la posición personal respecto a las de otros y al mismo tiempo expresan la idea del compromiso personal como elemento cualificante de la actividad política. La dimensión instrumental del compromiso político parece tener también un contenido más formativo (aprender cosas útiles) que oportunista (conocer personas importantes y hacer carrera).

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Figura 1. Ser políticamente activos significa… construir un mundo mejor 100 es inútil tratar de cambiar las cosas

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no poder cambiar las cosas pero intentarlo

60 40

prefiero hacer otras cosas en el tiempo libre

cambiar aquello con lo que no se está de acuerdo

20 0

tengo poco tiempo para ser activo políticamente

aprender cosas útiles

estoy demasiado comprometido para se activo políticamente

conocer personas influyentes

es importante para hacer carrera

Fuente: Colloca (2007: 47), datos relativos a los italianos.

La dinámica de desplazamiento de los significados que estructuran el campo de la acción política aparece de modo todavía más evidente en el análisis de las formas de participación política de los jóvenes italianos. La tipología del cuadro 2 muestra sin ningún género de dudas que los que no participan de ninguna manera constituyen un grupo indiscutiblemente minoritario de jóvenes. Además se manifiesta de modo significativo la tendencia a combinar formas de participación convencional (voto) con formas de participación no convencional, incluyendo las radicales: casi el 45% de los jóvenes encuestados señala esta disponibilidad. Dicho en otras palabras, a diferencia de cuanto a menudo superficialmente reflejan los medios de comunicación, por parte de los jóvenes italianos no sólo hay disponibilidad a participar, sino sobre todo cuestionamiento del límite tradicional entre los diferentes tipos de participación política. Debe destacarse que la lógica que asocia los diferentes tipos de participación no excluye la forma clásica del voto, si bien podría decirse que de manera que la participación electoral adquiere un significado diferente del tradicional, se convierte en un instrumento junto a otros para expresar la propia posición. Las interpretaciones de esta redefinición de significados pueden ser diferentes: por una parte algunos sostienen que la asociación del voto con prácticas no convencionales indica que para los jóvenes italianos el sistema político tradicional sigue siendo relevante (Ferrero Camoletto y Loera, 2006); por otra, si colocamos estos datos en el más amplio contexto europeo, es posible deducir que la tendencia a combinar prácticas tipológicamente diferentes es compartida por una parte mayoritaria de los jóvenes europeos y que tal combinación está fuertemente relacionada con el cambio de los significados de la participación política. Cambio en el sentido de una participación “más caracterizada por el hecho de tomar partido, a través de determinadas prácticas de acción a las que se les atribuye también cierto valor autoexpresivo, que por el de formar parte y por tanto sentirse identificados con un grupo y solidarios con los otros participantes. Una motivación para actuar que parece depender de un “saber contextual dependiente de los temas” que tiene como correlato un fuerte pragmatismo y un sentido profundo del valor de la inmediatez (Habermas, 2006: 85-92), por lo cual se interviene en la escena política, casi exclusivamente, para afirmar

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preocupaciones particulares, esencialmente aquellas que expresan mejor la propia subjetividad […] La frontera entre participación convencional y no convencional es extremadamente lábil, cada vez con más frecuencia atravesada por procesos de transformación, por lo que hay formas de participación heterodoxas que al mismo tiempo pueden ser legitimadas o aceptadas socialmente, Sobre todo entre las jóvenes generaciones la familiaridad con algunas formas de participación, y su recurrencia, puede hacerlas resultar tan institucionales como la afiliación a un partido o la participación electoral” (Colloca, 2007: 46).

Cuadro 2. Tipos de participación política juvenil (%) (2) Ninguna participación

15,5

Sólo participación no convencional

18,8

Sólo voto

20,8

Voto y participación no convencional moderada

20,8

Voto y participación no convencional radical

23,1

Fuente: *De Luca (2007: 291); ** Loera y Ferrero Camoletto (2004: 46).

(4) Los datos relativos a los otros países de la encuesta son: Eslovaquia 44%; Finlandia 41%, Reino Unido 40%, Estonia 37%.

Como se sabe, un factor relevante en el desarrollo de las formas de participación política está constituido por la socialización política familiar. Es interesante observar que mientras la casi totalidad de los jóvenes italianos (94%) se reconoce en los valores transmitidos por los padres y el 70% comparte el juicio sobre la sociedad formulado por sus propios padres, cuando se consideran las posiciones políticas de sus padres el 48% se diferencia de ellos. En la relación familiar lo relevante no son tanto las identidades políticas como el nivel de interés por la política y las conversaciones políticas entre padres e hijos. Cuando ambos padres están interesados o no interesados la transmisión se produce de modo mucho más fuerte que cuando uno está interesado y el otro no. Esto significa que, al igual que el interés, la falta de interés también puede ser transmitida (Ferrero Camoletto y Loera, 2006: 178-179) (3). Dicho en otras palabras, más que la identidad parece estar en juego la relevancia de la política en el horizonte de los valores y significados familiares. No cabe duda de que los padres politizados tienen motivos para orientar más a los hijos hacia valores y temas relacionados con la comunidad y también con la afirmación del Sí; sin embargo otro aspecto importante viene dado por el diálogo entre padres e hijos y por las posibilidades de hablar sobre temas de interés político. A este respecto hay que destacar el intenso nivel de comunicación política familiar de los jóvenes italianos. Casi dos italianos de cada tres (64%) afirman que hablan de política al menos con uno de sus padres y con una frecuencia más que ocasional. Los datos de la encuesta Euyoupart señalan que son precisamente los italianos quienes más hablan de política con sus padres; a un nivel ligeramente inferior pero todavía ampliamente mayoritario se sitúan también los jóvenes alemanes (60%) y los austriacos (54%). Un poco por debajo de la mitad de la muestra se encuentran después los jóvenes franceses (46%) (4). En conjunto en estos cuatro países se da seguramente una mayor politización de las relaciones familiares que en los

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(2) La tipología deriva del cruce de tres dicotomías: a) en caso de que hoy hubiera elecciones, disponibilidad al voto válido frente a abstención o voto nulo; b) disponibilidad frente a no disponibilidad a formas de participación política no convencional moderada; c) disponibilidad frente a no disponibilidad a formas de participación política no convencional radical (no autorizada y/o violenta), Ferrero Camoletto y Loera (2006: 167). (3) Entre los hijos de ambos padres no interesados el 86% no está interesado y el 14% está interesado; entre los hijos de ambos padres interesados el 61% está interesado y el 39% no lo está; entre los hijos que tienen un padre no interesado y otro interesado el 38% está interesado y el 62% no.

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otros. Además, de otros datos se deduce que son precisamente los jóvenes de estos países los que muestran niveles de politización y de participación política más elevados. Aun en un contexto de modelos familiares diferentes, y por tanto de modalidades diferentes de relación entre padres e hijos, quizás sea la cultura política democrática tradicional de participación lo que desempeña un papel en el mantenimiento de niveles elevados de comunicación política intrafamiliar. En una época en que las formas tradicionales de identificación política pierden su eficacia, las relaciones familiares, por su específica conformación, representan en todo caso una posibilidad de elaboración de puntos de vista o de juicios sobre la realidad social y política que son “políticos” aun cuando comportan juicios negativos sobre la política y sobre los políticos o incluso el rechazo de las lógicas y de las prácticas del sistema político, como la posición ideológica o la participación en manifestaciones. El caso italiano requiere ser contextualizado teniendo en cuenta al menos dos factores que actúan en la socialización a los significados políticos en familia. El primer factor se refiere a la profunda fractura que se ha abierto en las formas de transmisión de la cultura política durante los años noventa, con las consecuencias del escándalo conocido como Mani pulite. La “explosión” del sistema político y de los vínculos entre valores, identidades y pertenencias políticas ha configurado una situación en la cual los jóvenes no encuentran una correspondencia entre los significados y valores políticos de los padres y los actores y las dinámicas del sistema político-institucional. Las investigaciones de aquel periodo han sacado a la luz que la televisión ha desempeñado un papel en la socialización política mucho mayor que en el pasado reciente. El segundo factor se refiere precisamente al papel de la televisión en la información política. De la encuesta Euyoupart se deduce que son precisamente los jóvenes italianos los mayores “consumidores” de información política televisiva. A la luz de estos dos elementos podemos comprender por qué la intensidad particularmente elevada de las conversaciones políticas familiares no está asociada necesariamente con la confianza hacia la política y los políticos. Estas transformaciones acentúan algunas dimensiones cuya relevancia ya ha sido demostrada más de una vez en las investigaciones sobre socialización política. La importancia creciente de la autonomía individual como valor-guía de las relaciones familiares refuerza el papel de la socialización política familiar, transformándola. De distintas maneras, la familia parece suministrar a los jóvenes italianos sobre todo, más que las identidades valorativas y políticas, los esquemas cognitivos y las condiciones de competencia comunicativa a partir de los cuales los jóvenes manifiestan sus propias formas de interés por la política y de participación política, aun a través de una articulación y una complejidad proporcionales a la variedad de las relaciones y de las experiencias extrafamiliares. En este sentido parece sociológicamente más oportuno considerar la llamada “crisis de valores” no como un fenómeno externo que se impone a los individuos, sino como una condición relacional y comunicativa a la que recurren los individuos para expresar el malestar percibido al contrastar criterios para juzgar la realidad social. Se trata de un malestar que puede ser observado en términos argumentativos tanto al nivel micro de las relaciones interpersonales como al nivel macro de los contextos institucionales. A nivel de las relaciones interpersonales, la “crisis de valores” se manifiesta en la dificultad de tener que considerar que aquellos con quienes se está en relación permanente –en familia o entre amigos– no comparten

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nuestros juicios y opiniones y que este hiato requiere un trabajo continuo de argumentación y justificación de los juicios formulados y de las acciones llevadas a cabo. Lo que en estas circunstancias es experimentado como malestar por el individuo no es la desaparición de los valores, sino el declive de las formas de compartir un determinado valor o conjunto de valores. En un sentido sólo aparentemente paradójico podemos decir que la “crisis de valores” es consecuencia no del fin, sino de la multiplicación de valores. Además, es la pluralidad de valores lo que obliga a recurrir a argumentaciones racionales a fin de obtener consenso para las propias justificaciones. La pérdida de peso de los argumentos institucionalizados, y por ello mismo reconocidos como válidos por todos, descarga sobre las espaldas del individuo la necesidad de la incierta búsqueda del consenso a través de argumentaciones racionales, de aquí el malestar. Así pues, el punto de vista experiencial y comunicativo nos muestra como, más allá de la “crisis de valores”, puede observarse un doble proceso de racionalización de las maneras de compartir los valores y de individualización de su elaboración. En este deslizamiento hay un desplazamiento desde el contenido a la forma cognitiva del valor que es gran relevancia para comprender la cultura política de los jóvenes italianos. El conocimiento asume los rasgos de la competencia cognitiva y el énfasis se desplaza desde el contenido identitario a la relevancia de la política y a las posibilidades de elegir y combinar las formas de participación política. Si observamos este fenómeno desde el punto de vista del nivel macrosociológico de las instituciones políticas, lo que aparece es una doble tendencia: por un lado una acentuación de las lógicas procedimentales de elaboración de las decisiones respecto a la referencia a criterios de valor. Las formas de legitimación de las decisiones institucionalizadas hacen referencia a versiones racionalizadas de los valores, como la tolerancia de la diferencia, antes que a formas tradicionales de afirmación de una identidad a través del valor. Por otro lado se desarrolla de modo cada vez más relevante una tendencia a promover la participación política juvenil a través de formas abiertas que ponen en primer plano la experiencia, antes que la elaboración de identidades políticas. Es de esta nueva modalidad de lo que conviene ocuparse ahora.

Promoción de la participación política juvenil y relaciones intergeneracionales Como ha puesto ya de relieve una notable literatura teórica y empírica, en la fase actual de la modernidad la pertenencia y las identidades colectivas se estructuran a través de una multiplicidad de vínculos, cada uno de los cuales, a menudo, más sutil respecto al pasado. Pero pluralidad de vínculos significa multiplicidad de identidades y también multiplicación de las separaciones, de las formas de no compromiso, pero sin que sea la falta de compromiso lo único que defina la identidad. Lo que constituye el rasgo específico de las identidades colectivas contemporáneas y de su elaboración a través de la participación no es ni el compromiso ni la falta de compromiso: es la posibilidad de elegir entre los dos. Como se ha señalado, en las nuevas prácticas de participación activadas por los “individuos individualizados”, “la desafiliación (désaffiliation), la no pertenencia (désappartenance) deberían ser siempre posibles […] el sujeto moderno busca el equilibrio entre compromiso y falta de compromiso” (F. de Singly, 2003: 69).

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El compromiso y la participación que se caracterizan por el hecho de ser elegidos movilizan un tipo de identidad procesual y abierta que se construye en relaciones sociales y en formas de comunicación reflexivas, es decir cuyos contenidos también incluyen el modo en que estas mismas relaciones y comunicaciones son desarrolladas. Desde este punto de vista, la participación es, en primer lugar, social, es decir orientada a la calidad de las relaciones y a las posibilidades de expresión de las peculiaridades individuales, que no encuentran espacio en la forma clásica de participación política. Así entendida la participación se parece mucho a la socialización, es decir a un proceso que es constitutivo del vínculo social y que es desarrollado por los individuos de maneras que también son no conscientes, por el simple hecho de formar parte de redes de relaciones sociales. Pero lo que distingue las nuevas formas de participación y de compromiso de la socialización es que éstas son promovidas por las instituciones y como tales consisten en políticas de intervención orientadas sobre todo hacia los jóvenes. Se trata de tipos de participación que pretenden modificar los procesos de construcción social de los significados y de la identidad juvenil. Los jóvenes son invitados a desempeñar roles de acción y de propuesta en ámbitos decisionales y de elaboración compartidos con los órganos de gobierno del territorio. Es un desplazamiento de perspectiva –al que sin embargo no siempre corresponde un cambio real– en el que las desigualdades en la construcción social de las identidades colectivas son concebidas como un proceso social y relacional cuya modificación comporta una implicación directa de los roles, tanto adultos como juveniles, y una actitud reflexiva de los actores en el desarrollo de las acciones (decisiones a tomar, proyectos a realizar). A diferencia de las formas tradicionales de participación –orientadas al cambio en la distribución del poder y, por tanto centradas, en la relación asimétrica entre los que ejercen la autoridad y los jóvenes, en cuanto “externos” a los roles decisionales– el proceso de construcción de los significados sociales es continuo y sin un final definitivo y la participación en este proceso es necesariamente personal y circunscrita a intervenciones/proyectos y tiempos definidos. Estas nuevas formas de participación llevan consigo una concepción de la ciudadanía y de su ejercicio que se caracteriza por un desplazamiento de perspectiva en el que la preeminencia de las instituciones políticas sobre la sociedad cede el paso a la comunidad y a las dinámicas sociales que se desarrollan en la vida cotidiana y que también son públicamente relevantes como posibilidad de expresión de las particularidades individuales. Sin quitar nada a los aspectos jurídicos y normativos tradicionales, este desplazamiento conduce, por un lado, a redefinir la ciudadanía a partir de la experiencia que se puede hacer de ella; y por otro, en cuanto actividad promovida por las instituciones de gobierno local en el marco de las políticas juveniles sobre el territorio, deviene un instrumento de relegitimación de las instituciones políticas y de su relación con la sociedad civil. Como criterio de referencia para los procesos de transmisión de valores y conocimientos, la atención prestada a la experimentación permite superar la asimetría de roles y la correspondiente reducción de la ciudadanía a la forma de los principios y de las normas característicos, por ejemplo, de la instrucción cívica tradicional. El segundo aspecto de esta concepción de la ciudadanía se refiere al papel que desempeñan en Italia las instituciones políticas locales –a los diferentes niveles– en la promoción de la participación social como parte de las

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políticas juveniles. El carácter fragmentado y plural de las iniciativas llevadas a cabo nos ofrece la posibilidad de observar distintas concepciones de la participación y de las nuevas formas de compromiso juvenil, oscilando al menos entre tres concepciones diferentes de la participación: desde las intervenciones explícitamente orientadas a “volver a implicar a los jóvenes en la política” y a reafirmar la importancia de las instituciones como lugar de síntesis de la vida colectiva, hasta formas lo más posible desinstitucionalizadas de cooperación entre adultos y jóvenes y de diálogo entre instituciones y sociedad, pasando por formas de “promoción tutelada” de la autonomía de los jóvenes. En Italia la participación de los jóvenes en los procesos de toma de decisiones es promovida esencialmente a través de los Consejos de la juventud (Consigli dei Giovani) y de los Forum. Los primeros funcionan a nivel municipal y constituyen formas de relación de los jóvenes con las instituciones de gobierno de la ciudad, en particular con la Corporación municipal (Consiglio comunale). Los segundos, dirigidos sobre todo a las asociaciones juveniles o que se ocupan de los jóvenes, se desarrollan con criterios organizativos diferentes y pueden articularse a varios niveles territoriales: municipal, provincial y regional. Además en 2004 se constituyó el Forum Nazionale Giovani.

(5) No hay datos oficiales sobre la difusión de estas formas de participación, sin embargo puede decirse que además de los 500 Consejos activos en 2001, otros 250 han sido anteriormente puestos en funcionamiento y disueltos, lo que pone de manifiesto las dificultades a las que tienen que hacer frente. Sólo en la región del Lazio entre 2006 y 2007 se han constituido 38 nuevos consejos de la juventud en otros tantos municipios.

Como ocurre también en otros países europeos, las formas organizativas de los consejos de la juventud pueden ser diferentes. En Italia los consejos se han desarrollado según dos concepciones diferentes de la participación juvenil que corresponden a los dos modelos de referencia elaborados, uno por la Asociación “Democrazia in Erba” (C. Pagliarini, 1996; V. Baruzzi y A. Baldoni, 2003), el otro por un contexto de reflexiones iniciadas en Italia por el urbanista Francesco Tonucci (1996) y después desarrolladas de modo independiente por el “Centro psicopedagogico per la Pace” de Piacenza (Cosolo Marangon, 2000).

(6) A nivel nacional ha sido en mayo de 2006 cuando se ha creado por primera vez en Italia el Ministero per le Politiche Giovanili e delle Attività Sportive, che tiene entre sus objetivos la constitución de un Consiglio Nazionale dei Giovani y la promoción de los Consigli dei Giovani a nivel local con la misma estructura. Además, mediante ley de febrero de 2007, se ha creado la Agenzia nazionale per i giovani. El 28 de abril de 2007 se celebró el primer Incontro Nazionale dei Consigli dei Giovani. Se trata de iniciativas cuyo impacto concreto todavía no puede ser valorado a causa del poco tiempo que llevan funcionando.

El primer modelo se caracteriza por la importancia que se le da a las instituciones políticas representativas en la promoción de la participación. Los consejos de la juventud son organizados en estrecha relación con el consejo municipal de adultos, que es su promotor y la referencia directa. Los consejos acogidos a este modelo en toda Italia son cerca de quinientos, en su gran parte en ciudades con menos de 25.000 habitantes (5). A éstos hay que añadir también algunos “Parlamenti regionali dei giovani”, por ejemplo en Toscana y en Piamonte, que están constituidos a través de un sistema de elecciones de jóvenes representantes de las escuelas superiores de la región (6). Los consejos municipales de la juventud se ocupan de los jóvenes hasta los 16-18 años (en algunos casos hasta los 25) y son instituidos por el Ayuntamiento: el 60% de los consejos están organizados según las mismas reglas que el Consejo de adultos: elección de los miembros y organización en comisiones de trabajo que prevén la existencia de cargos internos y una jerarquía formal entre los miembros. En algunos casos el Consejo es presidido por un Sindaco joven, en otros por un adulto que puede ser el alcalde de la ciudad, el concejal de juventud o un responsable del sector. Los temas de trabajo son escogidos sólo por los adultos en el 50% de los casos, por adultos y jóvenes conjuntamente en el 20% de los casos, y el 30% restante exclusivamente por los jóvenes. El método de trabajo reproduce el de las instituciones políticas, con reuniones organizadas a partir de un orden del día, intervenciones estructuradas sobre la base de turnos y actas de las reuniones. Se celebran encuentros conjuntos del Consejo de la juventud con

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la Corporación municipal durante los cuales los jóvenes hacen propuestas y formulan demandas a los adultos sobre las políticas juveniles. Los Parlamentos regionales de la juventud están estructurados de manera similar, teniendo como referente el Consejo regional. Así pues, este modelo se basa en una concepción de la participación que viene definida ante todo como aprendizaje de los procedimientos y de las dinámicas de la confrontación político-institucional. A los jóvenes se les ofrece la posibilidad de tener una “experiencia política como condición educativa” (Baruzzi, 2003, 60): la participación no constituye un fin en sí mismo, sino que es entendida como un medio para la educación de los jóvenes en el ejercicio de la política. En este intento de “hacer vivir” a los jóvenes la experiencia de la Corporación municipal se reafirman algunos significados identitarios de carácter tradicional, todavía arraigados: los jóvenes son invitados por los adultos a participar en las dinámicas institucionales en cuanto no competentes y por tanto externos a ellas. Las expectativas educativas ligadas a este modelo de los consejos ponen de manifiesto la importancia que se confiere a la dimensión cognitiva de la adquisición de competencias políticas como medio para expresar las propias ideas y como proceso de formación que debería favorecer un interés renovado por la política. Aunque esta orientación se apoya en el hecho de que los jóvenes implicados tienen una edad entre 8 y 16 años, la concepción de la participación como educación sigue siendo un elemento fundamental de este modelo. Sin embargo en esta actitud hay un fuerte riesgo de elaborar una educación para la ciudadanía como imitación de los adultos por parte de los jóvenes. En efecto, la construcción social de los significados es un juego complejo de relaciones entre roles y entre personas y la forma asimétrica de la relación entre adultos y jóvenes que es típica de este modelo puede condicionar de manera relevante los significados de la experiencia de participación; ocurre así porque, como se ha señalado acertadamente, “en la mayor parte de los proyectos elaborados de este modo son los mismos jóvenes los que, adecuándose a las expectativas de los agentes, orientan espontáneamente la comunicación hacia esta forma tecnificada e impersonal. Por tanto, los objetivos de la comunicación y la semántica son definidos de modo sustancialmente unilateral por el mundo adulto” (Dreossi, 2003: 290) y la participación de los jóvenes se reduce a confirmar los significados elaborados por los adultos. En el segundo modelo de consejos los jóvenes son concebidos como posibles portadores de un punto de vista diferente al de los adultos. Esta diferencia es asumida como presupuesto de la participación que se pretende promover. En Italia los consejos de la juventud inspirados en este segundo modelo son una clara minoría en relación con los que siguen el primero. No hay datos disponibles al respecto, aunque para hacerse una idea puede decirse que son pocas decenas en toda Italia. Los rasgos organizativos están orientados a potenciar las posibilidades de expresión personal de los jóvenes que forman parte de ellos. Habitualmente los consejos son constituidos a partir de proyectos elaborados por asociaciones y compartidos por la escuela y las instituciones locales. No hay elecciones y la participación es libre. En este caso el objetivo no es reproducir las dinámicas de los lugares institucionales de confrontación política, sino constituir “un organismo en el que los jóvenes puedan hacer oír su voz respecto a los problemas del territorio, en particular respecto a los problemas que les afectan” (Cosolo Marangon, 2000: 33). Este modelo requiere que los adultos que han puesto

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en marcha el Consejo se comprometan en él como animadores, con el doble objetivo de formar un grupo de jóvenes que pueda trabajar en temas autónomamente elegidos y que pueda presentar propuestas y proyectos al propio interlocutor institucional (a menudo la Corporación municipal). No estando organizado el Consejo interiormente de manera jerárquica, en la fase inicial el animador tiene la función de favorecer el conocimiento mutuo de los jóvenes que participan en el mismo y de crear un contexto de relaciones de confianza y de colaboración. A continuación viene la fase de definición de los temas de trabajo, que se desarrolla a través de algunos paseos por el barrio a fin de recoger observaciones y elementos de reflexión sobre el estado del territorio y las condiciones de vida. A partir del análisis de estas observaciones y de la discusión en común se elige el tema o los temas sobre los que se va a organizar el trabajo del Consejo, constituyéndose comisiones si es necesario. Posteriormente el trabajo común debe conducir a la formulación de algunas propuestas y proyectos (por ejemplo la recuperación de un área urbana degradada mediante la realización de lugares de encuentro o de juego para jóvenes y niños) que al final serán presentados formalmente en un encuentro con los administradores locales y/o con la Corporación municipal. En algunos casos la realización de los proyectos ha requerido la modificación de algunos aspectos a través de un trabajo de revisión en el que han participado tanto los jóvenes como los administradores. A diferencia del primer modelo, en el cual la participación es concebida como aprendizaje de los procedimientos de las instituciones políticas, en el segundo modelo el énfasis se pone en la comunidad, y la participación de los jóvenes se desarrolla como práctica de cuidado de la propia comunidad mediante iniciativas que incluyen entrar en relación con las instituciones del Gobierno local y con asociaciones que forman parte de la sociedad civil. La relación entre adultos y jóvenes también se plantea en un marco de cooperación, si bien respetando las diferencias de los roles respectivos. En este sentido las instituciones locales son consideradas el interlocutor de los consejos juveniles no porque constituyan el centro de la vida colectiva, sino en cuanto parte, importante, de la comunidad. La experiencia política que adquieren los jóvenes a través de los consejos inspirados en este modelo es sin duda menos procedimental y está más orientada al desarrollo de relaciones sociales de cooperación entre individuos que comparten la pertenencia a la misma comunidad y un interés por la calidad de vida en su interior. Una forma de promover la participación juvenil diferente de los consejos de la juventud son los Forum juveniles. Dirigidos a jóvenes de 18 a 30 años y articulados a niveles territoriales e institucionales diferentes (municipales, provinciales y regionales), los foros llevan a cabo básicamente dos funciones: representación de las asociaciones juveniles o que se ocupan de los jóvenes y organización de iniciativas y proyectos. Muchas leyes regionales prevén la constitución de foros como interlocutores de los diferentes niveles de gobierno del territorio y en los últimos años en Italia se está produciendo una difusión creciente de estas formas de participación. Habitualmente los foros son financiados por el Ayuntamiento, lo que permite organizar acontecimientos, encuentros y manifestaciones; en su relación con las instituciones los foros desarrollan la función de interlocutores para la definición de las políticas de juventud. Esta función se lleva a cabo mediante la organización de encuentros periódicos –aunque sólo sea una vez al año–

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de carácter consultivo en los que participan sobre todo exponentes del mundo asociativo para elaborar, discutir y aprobar documentos de orientación y debatir con los responsables de las políticas juveniles en las instituciones. De manera similar, pero a un nivel más elevado, el Forum Nazionale Giovani, fundado en 2004 por cuarenta asociaciones, incluyendo muchos movimientos juveniles de los partidos, tiene como finalidad representar a Italia en los encuentros internacionales de los órganos de participación y el papel de interlocutor del Parlamento y del Gobierno para las cuestiones relacionadas con las políticas juveniles. Dicho en pocas palabras, parece que puede afirmarse que los jóvenes que participan en estas iniciativas son un segmento muy reducido del mundo juvenil y, sobre todo a los niveles más elevados de representación, constituyen un estrato “en formación” de la futura clase dirigente, ya sea en el ámbito asociativo o en el político. Así pues, en términos generales podemos observar que, en las prácticas de participación a las que se ha hecho referencia, la participación puede ser promovida de manera asimétrica o bien de manera compartida entre adultos y jóvenes. Esto es particularmente evidente tanto por lo que se refiere a las modalidades comunicativas como a la construcción social de los roles y de los significados. La forma comunicativa asimétrica que más fácilmente es asumida en la promoción de la participación es la de la educación. En estos casos la participación constituye un instrumento de la educación que tiene como finalidad, de manera más o menos consciente, la transferencia de competencias que se considera que pueden “completar” las identidades juveniles. Por el contrario, la participación según la forma comunicativa compartida tiene dos rasgos innovadores importantes. El primero es el carácter reflexivo de la comunicación: la participación es movilizada ya en la comunicación, “a través de la reflexión sobre el concepto mismo de participación, por su problematización explícita en el ámbito del proyecto” (Cuconato 2004: 110). De esta manera las condiciones de la participación ya no se dan por descontado, permitiendo la expresión de las peculiaridades individuales y subjetivas en el contexto de la participación. El segundo rasgo innovador, fuertemente relacionado con el primero, se refiere a la consideración de los jóvenes como individuos competentes que pueden contribuir de modo original al desarrollo de procesos sociales de interés colectivo. Este segundo aspecto comporta que los adultos sean capaces de escuchar lo que los jóvenes pretenden decir y también de tomarse en serio la participación de los jóvenes para la definición comunicativa de su papel de adultos. En la construcción social de los roles y de los significados, en la relación entre adultos en cuanto actores político-institucionales y jóvenes en cuanto actores de la sociedad civil, el carácter asimétrico de la relación asigna un papel fundamental a las instituciones político-representativas. Desde esta perspectiva es el “centro” institucional quien se “abre” a los jóvenes para colmar la distancia que le separa de sus prácticas sociales y de su estilo de vida, y que elabora las políticas juveniles como instrumentos de producción de consenso y de formas de legitimación por parte de sectores de la sociedad cada vez menos interesados en las lógicas de la política institucional. La asimetría de roles adultos/jóvenes viene así a estructurar las relaciones entre instituciones y sociedad civil, vinculando la competencia política a las lógicas institucionales y, a través de éstas, a los roles adultos. Es así como puede entenderse la constitución de los foros en tanto que interlocutores de las instituciones locales responsables de las políticas

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juveniles. Los jóvenes son incluidos, en cuanto jóvenes, a través de una forma institucionalizada de representación del mundo juvenil. Dicho en otras palabras, las instituciones se muestran abiertas a reconocer la especificidad de los jóvenes, pero sólo a condición de poder definir “los jóvenes” en términos de interlocutores de los roles adultos, es decir, una vez más como “diferentes” de los adultos y de sus roles y en consecuencia como “incompletos”, “incompetentes” y “necesitados de formación”. Si consideramos el otro modelo, de manera similar a cuanto ya se ha dicho a propósito de la comunicación, también en la construcción de los roles y de los significados institucionales la relación compartida resulta ser aquella posibilidad que se abre en el momento en que la asimetría entre los roles no impide el reconocimiento del valor de la participación de aquellos que son por definición externos a las instituciones. Ello requiere un cambio de lógicas, en las cuales el actor político-institucional ya no desempeña el papel de decisor de forma directa, sino que consigue transformar la decisión en un proceso en el que participan los destinatarios de la decisión, haciéndose promotor, garante y defensor del proceso (Bobbio, 2002). Ello significa que la elaboración de las políticas juveniles junto con los jóvenes mismos ya no puede llevarse a cabo convocando a los jóvenes a la mesa de las instituciones, sino que cambia convirtiéndose en una actividad que es desarrollada dentro de un sistema de relaciones paritarias entre actores diferentes. Viene así delineándose una perspectiva de desarrollo de las políticas juveniles en el marco de un sistema descentrado, es decir privado de un centro político-institucional tradicional y hecho posible por la misma participación de los jóvenes. Se trata de un cambio radical que hace posible una nueva configuración institucional en la cual las instituciones cooperan con los jóvenes para identificar y hacer frente a sus problemas junto a ellos. Hay que subrayar que este cambio no disuelve la especificidad de las instituciones, sino que las reconduce a un nivel de intervención ulterior y más abstracto. De hecho, en el trabajo de cooperación para la elaboración y realización de las políticas juveniles las instituciones locales continúan comprometidas en el “apoyo, servicio y promoción de quien contribuya a generar bienestar público; mantienen el principio de subsidiariedad en relación con la sociedad civil; garantizan la calidad de los servicios y el acceso universal a los mismos” (Prandini, 2004: 50). En conclusión, consideradas desde una perspectiva general, las condiciones y las formas de la participación política juvenil en Italia muestran los signos de un intenso proceso de transformación, tanto en lo que se refiere a las lógicas y modalidades preexistentes como también –más en profundidad– en cuanto a la estructuración de la semántica de la política y de los significados de las categorías políticas. Dicho brevemente, a un cambio de carácter estructural parece asociarse un cambio de carácter más específicamente cultural que requiere un replanteamiento críticamente equipado de las claves interpretativas habitualmente utilizadas. En clave sociológica, el problema de la distancia de los jóvenes respecto a la política requiere ser repensado a partir de elementos y datos que muestran como tal cuestión puede ser comprendida en su complejidad sólo a través de un trabajo de investigación que, poniendo en el centro el análisis de los significados de la política y de las formas de la participación política, permita desplazar la atención desde la dimensión político-institucional de la política hacia el ámbito de la conducta política juvenil y de las relaciones de esta conducta con los roles institucionales (Muxel, 2003; Benedicto y Morán, 2007).

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Gema M. García-Albacete . U. Autónoma de Madrid / U. de Mannheim.

DOCUMENTOS

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¿Apatía política? Evolución de la implicación de la juventud española desde los años 80 (1)

Es frecuente encontrar referencias a la “apatía política” de la juventud española, pero diversas investigaciones han mostrado que, en comparación con el resto de la población, los y las jóvenes españoles no son tan diferentes. Este artículo complementa estudios anteriores al incluir una doble perspectiva comparada: analizamos la implicación política de los jóvenes en comparación con la de los adultos y a lo largo del tiempo. Los resultados muestran la necesidad de hacer matizaciones a la hora de caracterizar la implicación política de la juventud española. Por un lado, es cierto que votan menos y se alejan de los partidos políticos, pero por otro lado, diversos indicadores como el interés por la política y la frecuencia con que discuten sobre asuntos políticos desmienten la tesis de “apatía política”, o al menos, no parece que vayan a ser más apáticos que el resto de la población. En segundo lugar, ofrece evidencia de las limitaciones que supone considerar a la juventud como un grupo homogéneo, dado que tanto sus actitudes como formas de participación son distintas cuando consideramos grupos de edad más limitados.

Palabras clave: implicación política, juventud y política, actitudes políticas, participación política, ciclo vital. (1) Esta investigación ha sido posible gracias a la “Ayuda a la Investigación Sociológica” concedida por el Centro de Investigaciones Sociológicas, Ministerio de la Presidencia, en la convocatoria 2006 (resolución BOE 6 de marzo 2006). Cuyo título original es: “Jóvenes españoles y política: análisis y reflexión metodológica a partir de las encuestas del CIS”. (2) Entre otras, podemos destacar las actividades promovidas por el Consejo de Europa desde 1997 que culminaron con la declaración del año 2005 como “Año Europeo para la Ciudadanía a través de la educación” por parte del Consejo de Ministros de Europa. Dicha declaración, así como los informes referentes a las actividades llevadas a cabo por la Comisión Europea durante el año 2005 pueden consultarse en: http://www.coe.int/T/E/Cultural _Cooperation/education/E.D.C/ Junto a ésta, la Unión Europea también se ha hecho eco de la necesidad de promover una ciudadanía activa entre los jóvenes europeos (Comisión Europea, 2003).

Introducción La preocupación por el alejamiento de la juventud, de la que se han hecho eco diversas instituciones y medios de comunicación, ha dado lugar a numerosas iniciativas nacionales e internacionales (2). Se ha constatado el descenso en el interés por la política de los ciudadanos y ciudadanas más jóvenes, su desafección hacia las distintas instituciones democráticas y su apatía respecto de los modos tradicionales de participación. Paralelamente, se ha llamado la atención sobre la necesidad de matizar estos resultados e ilustrarlos en función de un cambio cultural más generalizado y que estaría afectando a toda la sociedad. En el contexto español, la introducción de una nueva asignatura “Educación para la Ciudadanía y los Derechos Humanos” en la Ley Orgánica de Educación incide, asimismo, en el fomento de los conocimientos y habilidades democráticas de los ciudadanos más jóvenes y ha supuesto un debate en la sociedad española en torno a la necesidad de fomentar los valores y la participación democrática de nuestros jóvenes. Como veremos, pese a la relevancia que ha adquirido la relación de los ciudadanos y ciudadanas más jóvenes, las investigaciones existentes presentan una gran fragmentación en sus planteamientos e incluso una importante diversidad en sus conclusiones. En este trabajo queremos contribuir a completar la laguna existente en la identificación de fortalezas y debilidades de la implicación política de la juventud española. Para ello,

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hemos analizado las actitudes y comportamientos políticos de los y las jóvenes españolas a partir de los datos de encuesta disponibles mediante la comparación de los indicadores habitualmente utilizados en la investigación de ciencia política. Utilizamos una doble perspectiva comparada: a través del tiempo y en comparación con los adultos en cada punto del tiempo. El esquema que sigue este trabajo es el siguiente. Primero, presentamos un resumen de las investigaciones que se han realizado en ciencia política sobre las actitudes y comportamientos políticos de los ciudadanos más jóvenes, tanto en España como en otros países. En segundo lugar, se incluye una reflexión sobre la metodología utilizada en los estudios sobre juventud en España, haciendo especial énfasis en las muestras y datos disponibles, y en la adecuación de dichos datos a las necesidades que plantea el estudio de la edad. En tercer lugar, presentamos y discutimos los resultados de los análisis que se han llevado a cabo sobre actitudes y participación política de la juventud española.

¿Qué sabemos de la relación de los jóvenes con la política? En los siguientes párrafos intentaremos presentar un breve resumen de las principales investigaciones realizadas (3). En primer lugar, atenderemos a los datos que nos ofrecen respecto a las actitudes y formas de implicación política de los jóvenes en otras democracias occidentales. En segundo lugar, resumiremos los trabajos que han estudiado esta relación en España. Presentaremos los datos que se han ofrecido sobre las actitudes políticas y formas de participación de los jóvenes españoles, diversas interpretaciones encontradas en la literatura y la contribución que este trabajo quiere ofrecer.

(3) El resumen bibliográfico que aquí se presenta no pretende ser una revisión exhaustiva de la literatura, por el contrario, se trata de ofrecer información sobre trabajos realizados en otros países. La intención es que nos ayuden a identificar ciertas hipótesis y nos permitan interpretar los resultados de este trabajo. Una revisión más rigurosa puede encontrarse en (Martin & Garcia, 2006).

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Se ha encontrado evidencia empírica del descenso en la participación electoral de los jóvenes en un buen número de democracias occidentales (Blais, Gidengil, y Nevitte, 2004; Ellis, Gratschew, Pammett, y Thiessen, 2006; IDEA, 1999; Saha, Print, y Edwards, 2005) En cuanto a sus actitudes hacia la política se ha confirmado que, en comparación con generaciones anteriores, los jóvenes son más desconfiados del gobierno y de sus conciudadanos, están menos interesados en la política y los asuntos públicos, su conocimiento de las instituciones políticas y del proceso democrático es deficiente, consumen menos información política y están menos dispuestos a la participación ciudadana, tanto en las elecciones como por otros canales (S. E. Bennett, 1997; Delli Carpini, 2000; Pirie y Worcester, 1998, 2000). Asimismo, se ha identificado a las generaciones más jóvenes como protagonistas del descenso en el compromiso cívico, el cual –de acuerdo con los proponentes del capital social– es un elemento clave para el funcionamiento y rendimiento de los gobiernos democráticos (Putnam, 2000). Estos resultados corresponden a trabajos realizados en Estados Unidos, Gran Bretaña y Canadá. En el contexto europeo continental, el proyecto EUYOUPART ha indagado en las actitudes de la juventud hacia la política en ocho países europeos. Sus conclusiones apuntan a una gran diversidad –tanto en los niveles de implicación psicológica con la política, como en las formas y niveles de participación– en función del país que se analice. El escenario que plantean estos trabajos nos ofrece un perfil de las nuevas generaciones en una misma dirección: no están interesados por la política,

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desconfían de las instituciones políticas tradicionales –y especialmente de los partidos políticos–, están menos dispuestos a la participación convencional, y sobre todo, al voto. La conclusión de estos trabajos podría resumirse en un incremento de apatía política entre los jóvenes. Apatía que afectaría a las dos dimensiones de análisis que proponemos en este trabajo: actitudes y comportamiento. ¿A qué se debe se debe este cambio? Diversas –e incluso discordantes– interpretaciones se han ofrecido. Desde aquellos que afirman que no estamos atendiendo a una crisis de implicación política ciudadana de la mano de las nuevas generaciones (Gauthier, 2003; Henn, Weinstein, y Forrest, 2005; Kovacheva, 2005; O’Toole, Lister, Marsh, Jones, y McDonagh, 2003). A los que interpretan el cambio en términos del efecto que han tenido las transformaciones sociales en los cambios de valores y los hábitos participativos de la ciudadanía en países postindustriales (W. L. Bennett, 1998; Inglehart, 1990) y la aparición de nuevas formas de participación e implicación política (Michele Micheletti, Follesdal, y Stolle, 2004; M. Micheletti y Stolle, 2005) Además, no se ha descartado que siga vigente la interpretación clásica de los estudios de participación política. La juventud participa de forma diferente debido a la etapa del ciclo vital en la que se encuentran. A medida que se incorporen en la vida adulta sus niveles y modos de implicación política se asemejaran al resto de la población. Diversos estudios ya mostraron que su participación es diferente a la de los adultos (Barnes y Kaase, 1979; Jennings y van Deth, 1989; Kaase, 1986; Milbrath, 1965)

(4) Existen otros trabajos además de los incluidos aquí, por ejemplo, Amando de Miguel (2000) ha analizado el cambio que ha experimentado la sociedad española durante los últimos cuatro decenios a través de dos encuestas, la primera, realizada en el periodo 1958-65 y la segunda en 199899. Este estudio se diferencia del que aquí se propone en su objetivo: la comparación de dos muestras, y por lo tanto, la comparación de dos generaciones de jóvenes situadas en dos sistemas políticos distintos y en la diferencia temporal de sus muestras.

Por último, algunos autores han apuntado a causas concretas. Entre ellas, la desconfianza de los ciudadanos y ciudadanas más jóvenes hacia los partidos políticos es un tema recurrente en la literatura. El papel de la “agencia” en la movilización política ha sido largamente estudiado. La gente participa en política no sólo por quienes son, sino también como resultado de las opciones políticas y los incentivos que se les ofrecen (Verba, Schlozman, y Brady, 1995) Los partidos políticos cumplen una función fundamental como canales de participación política, mediación y movilización. Sabemos que el descenso de la afiliación e identificación partidista es una tendencia generalizable en las sociedades democráticas, particularmente acusado entre los más jóvenes (Dalton, 2000:31) Algunos autores han planteado la hipótesis de que los partidos políticos están fallando a la hora de promover estímulos que movilicen a los más jóvenes (Henn et al., 2005). La profesionalización de los partidos, y la importancia de los medios de comunicación estarían detrás de este fallo. Las campañas políticas y de marketing cada vez más especializadas y dirigidas específicamente a los grupos de votantes claves, habrían dejado fuera a los votantes más jóvenes. La consecuencia de esta línea argumentativa sería que los profesionales de la política, junto con los medios, han fomentado que los jóvenes perciban a los partidos políticos y a otras instituciones democráticas como alejadas e irrelevantes para su vida personal.

¿Y en España? Son muchos los estudios que afirman que la mayoría de la población joven en España no está interesada en la política y su nivel de compromiso ciudadano es muy bajo (INJUVE, 2003, 2005a, 2005b; Valls, 2006) (4). En

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los últimos veinte años se han incrementado los sentimientos de desconfianza, indiferencia e irritación hacia la política, y de manera especial, hacia la clase política (INJUVE, 2005b) Algunos estudios nos ofrecen un cuadro más extenso y complejo de la relación de los jóvenes con la política (Megías, Rodríguez, Megías, y Navarro, 2005). Este tipo de estudios son muy útiles a la hora de comprender cómo se relaciona la juventud española con la política, pero han de ampliarse si queremos sacar conclusiones sobre su importancia. Dado el alto grado de desafección política y la poca disposición de los españoles a la participación ciudadana, cabe pensar que la juventud no esté demasiado implicada en política, pero si lo esté en comparación con el resto de los y las ciudadanas españoles. Los indicadores de legitimidad del sistema democrático en España muestran una gran estabilidad pero, pese a los extraordinarios cambios ocurridos en los ámbitos sociales, educativos, económicos y, sobre todo, políticos, también se ha mantenido el alto grado de desafección política (5) (Bonet, Martín, y Montero, 2004; Montero et al., 1998) Si bien la tesis de la desafección como rasgo cultural de la sociedad española es la más extendida, algunos autores ya encontraron un cambio en las actitudes de los ciudadanos españoles durante los años 80. Justel (1992) puso énfasis en el efecto que la transición a la democracia tuvo en el cambio de actitudes de los españoles, apuntando el efecto de la educación en el aumento de la implicación ciudadana durante esos años y pronosticando que, a medida que las nuevas cohortes se incorporen a la sociedad civil, tendría lugar un importante aumento de los niveles de conocimiento político y del grado de eficacia política de los españoles, o más exactamente, ya estaba teniendo lugar. Efectivamente, a medida que pasa el tiempo y empieza a ser discutible el término “Nueva democracia” aplicado a España, cabe esperar que la incorporación de nuevas generaciones, educadas ya en democracia, implique un cambio en esta pauta cultural (Martín y García, 2005). Por el contrario, diversos estudios muestran que no existen indicios de que las nuevas generaciones, aquellas que se han socializado –e incluso nacido– en democracia, estén más implicadas con la política que generaciones anteriores. Como señala Martín (2004) cuando se analizan el interés por la política y las pautas de participación de las cohortes más jóvenes, y se comparan con las que caracterizaban a las cohortes más mayores a la misma edad, se observa una pauta clara: su interés por la política es menor que el de las generaciones más mayores (6).

(6) Moral (2003) ha llegado a la misma conclusión en cuanto al interés por la política de los jóvenes.

Los sentimientos de desafección hacia la política, o el cinismo, han sido entendidos frecuentemente como una posible razón del descenso en el activismo político (Norris, 2002). Efectivamente, los niveles de participación política en España son bajos en comparación con otros países europeos. Sin embargo, se ha puesto de manifiesto que participan más de lo que cabría esperar de dicha desafección, si bien recurren a modos de participación no convencionales. Los niveles de participación en actividades no convencionales, particularmente asistir a manifestaciones, son medios-altos indicando la existencia de un importante potencial para la movilización política (Ferrer, 2005; Ferrer, Medina, y Torcal, 2007; Fraile, Ferrer, y Martín, 2007) El análisis de los determinantes de la participación de los jóvenes españoles en manifestaciones, sin embargo, ha puesto de manifiesto que no se trata tanto de la juventud, sino de un grupo específico, los y las estudiantes,

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(5) Estos autores entienden la desafección política como un conjunto de actitudes cuyos síntomas serían: desinterés, ineficacia, desacuerdo, cinismo, desconfianza, alejamiento, frustración, rechazo, hostilidad y alienación hacia la esfera política y sus instituciones (Montero, Gunther, & Torcal, 1998:25).

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los que realmente se manifiestan en mayor medida que el resto de la población (Caínzos, 2006). Por su parte, Morales (Morales, 2005) se ha preguntado si existe una crisis participativa en España, llegando a la conclusión de que los datos no sostienen que los jóvenes estén participando menos que generaciones anteriores, tanto en actividades políticas como en asociaciones, en todo caso participan más. Si bien los ciudadanos, especialmente los más jóvenes, parecen preferir colaborar con las organizaciones que defienden objetivos menos políticos. En general, las investigaciones existentes apuntan a que la juventud no es tan distinta del resto de la población en cuanto a sus pautas de participación política (Ferrer, 2006). Mediante esta breve revisión hemos querido mostrar la fragmentación y en algunos casos, lo contradictorio de muchas de las conclusiones a las que se ha llegado: si por un lado se han encontrado evidencias de que las nuevas generaciones cada vez están más alejadas de la esfera política y la participación ciudadana, la contextualización de la juventud dentro de la sociedad española, ha llamado la atención sobre la precipitación de dichas conclusiones, manifestando que no hay razones para alarmarse. Este trabajo quiere incluir otra perspectiva comparada a la descripción de la relación entre la juventud y la política. Si queremos entender hasta qué punto su implicación política es diferente hemos de compararla con la de las generaciones anteriores cuando tenían la misma edad.

Algunas consideraciones metodológicas sobre el estudio de la edad Al estudiar la relación entre la edad y la cultura o comportamiento político debemos tener en mente diversas complicaciones metodológicas. Entre ellas, en el análisis empírico de datos de encuestas, el mayor desafío consiste en distinguir e identificar tres efectos: el efecto de ciclo vital, el efecto cohorte y los efecto periodo. Idealmente, la identificación de estos tres efectos requeriría de datos tipo panel recogidos en distintos momentos en el tiempo sobre los mismos individuos, y que además cubran un periodo largo de tiempo. En segundo lugar, como veremos a lo largo de este articulo, la discontinuidad de las encuestas existentes limita enormemente la posibilidad de comparar y estudiar la evolución de actitudes y comportamientos políticos. Por último, los estudios representativos de la juventud raramente incluyen indicadores que permitan estudiar sus niveles de participación política más allá del voto (7). Lo cual implica trabajar con muestras representativas de la población, que habitualmente no cuentan con un número de casos suficiente para distinguir entre grupos de edad. Por ello, hemos tratado de combinar encuestas representativas de la población española con encuestas específicas de juventud.

(7) Una excepción interesante es la encuesta realizada en 1994 “Valores y diferencias generacionales” CIS2105 y CIS2107 porque permite comparar población adulta y población joven (entre 15 y 24 años)

Igualmente, ha de atender a una serie de limitaciones conceptuales. La primera tiene que ver con la delimitación de la juventud como etapa del ciclo vital. Frecuentemente, la definición de los jóvenes en los estudios de participación política tiene un cierto componente arbitrario, se considera jóvenes a todos aquellos entre 18 y 29 años, o entre 18 y 25, o entre 15 y 24. La definición, suele estar limitada por el tamaño de las muestras disponibles. En este trabajo hemos tratado de evitar tratar a los jóvenes como una categoría homogénea, por varias razones. En primer lugar, sabemos que la participación política está

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relacionada con el ciclo vital del individuo y, por lo tanto, agrupar en una misma categoría jóvenes entre 18 y 29 años podría estar escondiendo importantes diferencias. No podemos presuponer que jóvenes que aún se encuentran en su etapa formativa tengan las mismas actitudes y disposición hacia la participación, que aquellos que ya llevan varios años incorporados plenamente al mercado laboral. Del mismo modo, cabe pensar que la implicación de los jóvenes que recientemente han adquirido la plenitud de derechos políticos como el voto es distinta de aquellos que ya han tenido la oportunidad de participar en diversas elecciones.

(8) Entre estos estudios deben destacarse: Martín (2004) Morales (2005) y Montero, Gunther y Torcal (1998) (9) En este sentido, tras la generación X se ha identificado a la generación “del milenio” en Gran Bretaña. (10) En España, un estudio reciente ha identificado y dotado de contenido a dos generaciones entre la juventud española socializada en democracia: Generación X (aquellos nacidos entre 1972 y 1980) y Generación Y (nacidos entre 1981 y 1988) (Fraile et al., 2007) (11) En un primer acercamiento a los datos de encuesta disponibles en el Banco de Datos del CIS (Centro de Investigaciones sociológicas) se examinaron dos tipos de bases de datos. Por un lado, encuestas representativas de la población y, por otro, estudios representativos de los jóvenes realizados en puntos cercanos en el tiempo y que permitieran completar los anteriores. En ambos casos, se utilizó como criterio que los estudios incluyeran el mayor número posible de indicadores de participación y de actitudes políticas. El proceso de selección de los indicadores, así como las limitaciones que se encontraron se explican con más detalle en un informe anterior a este artículo (García Albacete, 2006)

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La segunda razón tiene que ver con el dinamismo del propio concepto. ¿Significa lo mismo ser joven hoy que hace veinte años? Dada la prolongación de la etapa de juventud, cabe pensar que no. Las transformaciones de esta etapa son significativas: la extensión del periodo formativo y por lo tanto el retraso en la incorporación del mercado de trabajo, la flexibilización del mercado laboral, etc. Tampoco las condiciones en que se han socializado los jóvenes de hoy son las mismas que las que les tocó vivir a los jóvenes de generaciones anteriores. En el caso de España, generaciones anteriores adquirieron derechos políticos mucho más tarde que los jóvenes de hoy. Otra diferencia, especialmente relevante en el ámbito de los estudios de participación política, es el nivel educativo, el porcentaje de jóvenes con niveles educativos superiores, es mucho mayor que el de generaciones anteriores. Por otra parte, si bien no nos proponemos –en el marco de este trabajo– hacer un estudio de generaciones, los datos que a continuación se presentan sí podrían servir para indagar en la posible definición de nuevas generaciones de cara a futuras investigaciones. En los trabajos realizados hasta ahora en España, que han utilizado el enfoque generacional (8), la generación más joven incluye habitualmente a los jóvenes que se han socializado o han nacido en democracia. Este hecho se debe tanto al ámbito temporal que cubren dichos trabajos como a la las limitaciones de los datos disponibles. Según pasan los años tendremos que enfrentarnos a la identificación de nuevas generaciones, como se ya se ha hecho en otros países (Pirie, 1998) (9). Por ejemplo, si consideramos a los jóvenes que tienen hoy entre 18 y 29 años, todos ellos han nacido y crecido en democracia, pero se han socializado políticamente con una diferencia de diez años, no podemos presuponer, por tanto, que los acontecimiento que han tenido lugar durante su socialización sean los mismos, ni que les haya afectado de la misma forma (10). Otra debilidad de algunos estudios sobre jóvenes y política es que habitualmente se centran en actitudes o en comportamientos, y muchas veces, tanto valores como actitudes y comportamientos se han puesto bajo la misma etiqueta de “apatía política” Aunque la relación entre actitudes y participación política puede ser ambigua, no pudiendo distinguir qué es causa y qué es efecto –o precisamente por ello– cabe pensar que existan diferencias entre jóvenes y adultos tanto en unas como en otras. Por ello, y una vez más destacando el carácter descriptivo de este trabajo, hemos decidido analizar tanto actitudes como modos de participación.

Consideraciones sobre los datos y diseño del estudio Tras el examen exhaustivo de diversos estudios de encuesta disponibles (11) se encontró cierta diversidad en la formulación de las preguntas y en las

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categorías de respuesta. Pese a ello, se ha hecho un esfuerzo por poder construir series temporales para varios indicadores (12). La elección de los indicadores, por su parte, pretendía incluir el mayor número posible de actitudes y comportamientos políticos y también se vio limitada por los datos disponibles. En cualquier caso, encontramos indicadores para la mayoría de las dimensiones que nos interesaban, con una excepción importante: los sentimientos de eficacia interna y externa de los ciudadanos. Asimismo, en cuanto a las actitudes hacia las instituciones democráticas, sólo dos de los estudios incluían alguna pregunta al respecto y la formulación de las preguntas no coincidía, por lo que dicha dimensión se ha dejado fuera. La variable independiente de este estudio es, como es obvio, la edad. En la selección de las categorías de edad que utilizamos se han tenido en cuenta tanto las consideraciones metodológicas que ya se han expuesto como algunas limitaciones impuestas por las bases de datos seleccionadas (13). Una forma de superarlas y a la vez evitar tratar la juventud como un conjunto homogéneo, ha sido dividir en cuatro grupos de edad a los jóvenes (15 a 17, 18 a 21, 22 a 25 y 26 a 29 años de edad) de forma que, aunque no dispongamos de datos para todos los grupos a lo largo del tiempo, el significado de los indicadores no se desvirtúe. En cuanto a los adultos, se han englobado en dos grupos, aquellos cuya edad está comprendida entre 30 y 64 años y en segundo lugar los que tienen 65 o más años. Esta última diferenciación quiere controlar la relación entre el efecto de ciclo vital y la participación política que, como sabemos, suele mostrar una relación curvilínea de “U” invertida.

La cultura política de los jóvenes en España ¿Persistencia o cambio? (12) Debido a las diferencias en la formulación de las preguntas la evolución temporal de algunos indicadores ha de interpretarse con cautela. En dichos casos, se ha llamado la atención en este sentido al presentar cada uno de los resultados. En cualquier caso, la comparación entre los distintos grupos de edad para cada punto en el tiempo no se ve afectada por este problema. (13) En concreto, mientras los estudios y sondeos de juventud incluyen a jóvenes entre 15 y 29 años, los estudios del CIS habituales incluyen entrevistados a partir de 18 años. Además, el único estudio que contiene una muestra representativa de jóvenes y una encuesta paralela para el conjunto de la población española está dividido en dos bases de datos, la referente a juventud incluye entrevistados entre 15 y 24 años (CIS nº 2105).

Hemos introducido la importancia de las actitudes políticas para explicar la implicación ciudadana. Almond y Verba (1970) en su seminal estudio de 1963, definieron la “cultura cívica” como el conjunto de orientaciones políticas que mejor contribuyen al funcionamiento y apoyo del sistema democrático. En las siguientes líneas analizamos tres tipos de actitudes: legitimidad del régimen democrático, interés por la política y actitudes hacia los partidos políticos.

Actitudes hacia la democracia: legitimidad Un indicador importante en cualquier estudio de cultura política es la legitimidad del sistema político. Como han mostrado estudios anteriores, el apoyo a la democracia es absolutamente mayoritario en la población española, y presenta una gran estabilidad en el tiempo (Montero et al., 1998). ¿Existen diferencias en la opinión que les merece la democracia como forma de gobierno a los y las ciudadanas más jóvenes en comparación los adultos? La figura 1 muestra que efectivamente el apoyo a la democracia en España ha aumentado en las últimas dos décadas en todos los grupos de edad, pero también muestra diferencias entre los y las más jóvenes. El apoyo a la democracia como preferible a cualquier otra forma de gobierno es mayor a medida que los jóvenes crecen, hasta el grupo de 26 a 29, que se asemeja a los adultos. Especialmente significativa es la diferencia entre los menores de 18 años y el resto de los jóvenes, sobre todo el porcentaje que está de acuerdo

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con que “a las gentes como yo, lo mismo nos da”, esta diferencia es observable para los tres años en que disponemos de datos 1994, 2000 y 2003. Si atendemos a la evolución del sentimiento de legitimidad hacia el sistema político podemos observar cómo el apoyo a la democracia ha pasado a estar inversamente relacionado con la edad en el año 1980, a mostrar una relación curvilínea en forma de “U” invertida. Este cambio se explica no porque los jóvenes apoyen en menor medida la democracia, sino porque el sentimiento de legitimidad del régimen ha aumentado entre los más mayores, y sobre todo, ha disminuido el porcentaje de los que responden “no sabe” o “no contesta”.

Figura 1. Actitudes hacia la democracia como forma de gobierno. Evolución 1980-2003

Fuente: CIS (varias encuestas). Se han utilizado dos encuestas diferentes para los años 1989 (CIS1788/CIS1813), 1994 (CIS 2105/CIS2107) y 2000(CIS2370/CIS2387). La pregunta correspondiente al año 1994, en la encuesta de población adulta (CIS2107) incluye una pregunta diferente al resto de los años, por lo que no se pueden presentar los datos completos.

Podemos concluir, por tanto, que los jóvenes apoyan la democracia como sistema político en la misma medida que los adultos, si bien este sentimiento se desarrolla con la edad. Asimismo, hemos observado que existen diferencias significativas entre los jóvenes, y especialmente entre los menores de 18 años, entre los que alrededor de un 20% sostiene que “para la gente como yo da igual”. Actitudes hacia la política: Interés El interés por la política es el indicador de implicación psicológica de los individuos más utilizado en cualquier estudio sobre cultura política. En este caso analizamos el interés político subjetivo (van Deth, 1989) Como ya han mostrado estudios anteriores, el interés por la política en España es bajo (Martin, 2004; Montero et al., 1998). Los datos disponibles muestran que el

140

REVISTA DE ESTUDIOS DE JUVENTUD

≥ junio 08 | nº 81


porcentaje de entrevistados que se sienten muy o bastantes interesados por la política no supera en ningún caso el 35% (ver Tabla 1). Asimismo, se confirma que los jóvenes tienen menos interés por la política que los adultos, pero también deben hacerse algunas matizaciones. La evolución de este indicador, muestra que el interés por la política de los jóvenes era mucho mayor en los primeros años de la democracia, a finales de los noventa había descendido de forma importante, pero los datos más recientes (correspondientes a laos años 2000 y 2005) muestran cierto incremento para todos los grupos de edad, también para los jóvenes (14). Además, pueden observarse diferencias interesantes entre los grupos de jóvenes. Los jóvenes entre 18 y 21están menos interesados por la política, y la frecuencia es estadísticamente significativa, pero según aumenta la edad su implicación psicológica con la política parece aumentar, de forma que el interés de los jóvenes entre 22 y 29 años no es tan distinto en comparación con el resto de los grupos de edad.

Tabla 1. Interés por la política por grupos de edad (1980 a 2005)

18-21

1980

1989

2000

2005

39,45

17,09

21,43

22,16

res*

4,83

-2,22

-2,66

-2,30

22-25

37,62

24,70

27,23

26,34

res

4,21

1,25

-0,77

-1,08

26-29

37,86

27,92

31,53

27,66

res

3,82

2,43

0,69

-0,67

30-64

25,68

24,09

33,11

34,32

res

-2,72

3,33

4,40

5,69

65 +

12,66

12,83

22,77

21,77

res

-6,99

-5,56

-3,57

-4,38

Total

27,35

22,00

29,42

29,81

N

(3438)

(3345)

(2484)

(2479)

Fuente: CIS (varias encuestas). Los datos reflejan el porcentaje de entrevistados que declara sentirse “muy interesados” o “bastante interesados” por la política. En 1980 se preguntó por los sentimientos que le produce la política, se han sumado los sentimientos positivos: “entusiasmados” e “interesados”. Los porcentajes marcados en negrita indican que el residuo tipificado para esa celda es >1,96 o <-1.96 y por lo tanto se trata de una desviación significativa. *res: residuos tipificados corregidos.

(14) Cabe pensar que el nivel de interés por la política reflejado en el año 2000 podría estar sobrerepresentado dado que se preguntó por “interés en la política nacional” En cualquier caso, los resultados son similares a los correspondientes al año 2005.

Por su parte, la evolución en el tiempo indica que los jóvenes se habían alejado de la política a finales de los años 80, pero apuntan que su interés ha aumentado en los últimos años. Varias interpretaciones podrían utilizarse. Por una parte, puede tratarse de un efecto de ciclo vital, una vez que pasa la juventud, y se integran plenamente en la edad adulta, toman conciencia de las implicaciones que el contexto social y político tiene para su vida. Además, a partir de la edad en que se adquiere la plenitud de derechos políticos como el voto, las actitudes de los jóvenes cambia mediante la

Jóvenes y participación política: investigaciones europeas

141


adquisición de más elementos con los que evaluar las implicaciones de la política. En cualquier caso, esta hipótesis sólo podrá ser validada empíricamente en un posterior análisis de cohortes. Por el momento, estos resultados nos sirven para sembrar ciertas dudas sobre la hipótesis del aumento de la apatía de las nuevas generaciones de ciudadanos y ciudadanas españoles. Actitudes hacia las instituciones: Los partidos políticos. Como cabía esperar, nuestro análisis confirma que el sentimiento de distancia con los partidos políticos en España ha aumentado radicalmente desde los años ochenta en todos los grupos de edad, y esta tendencia es especialmente acusada entre la juventud. En este caso, no encontramos una relación curvilínea con la edad, sino lineal.

Tabla 2. Cercanía y/o identificación con algún partido político

18-21

1980

1989

2000

2005

68,56

49,21

29,38

23,86 -3,35

res

4,08

-2,97

-2,20

22-25

66,13

62,39

34,94

33,51

res

3,25

2,08

-0,49

-0,59

26-29

71,49

62,55

31,96

26,60

res

4,66

1,89

-1,33

-2,65

30-64

56,57

58,26

39,10

37,57

res

-1,29

1,61

3,14

2,50 37,77

65 +

40,40

51,32

34,05

res

-7,87

-2,91

-1,15

1,19

Total

57,43

57,06

36,36

35,50

N

3441

3349

2489

2479

Fuente: CIS (varias encuestas). Los datos reflejan el porcentaje de entrevistados que declara sentirse cercano o identificado con algún partido político. En las encuestas de 1997 y 2005 se trata de una pregunta directa ¿se siente usted identificado con algún partido político? En 1980 se preguntó en qué medida se sentían cercanos a cada uno de los siguientes partidos políticos, las cifras muestran el porcentaje de aquellos que contestaron sentirse cercanos o muy cercanos a alguno de ellos. En 1989 se preguntó de la misma forma pero con cinco categorías de respuesta (incluyendo “ni cercano ni distante”), en este caso se ha sumado también el porcentaje de los que contestaron cercano o muy cercano. Los porcentajes marcados en negrita indican que el residuo tipificado para esa celda es >1,96 o <-1.96 y por lo tanto se trata de una desviación significativa. *res: residuos tipificados corregidos.

En cuanto a las diferencias entre los propios jóvenes, no encontramos una relación tan clara con la edad como con otros indicadores. Aquellos que tienen entre 18 y 21 años son, en cualquier caso, los que más distantes se sienten de los partidos políticos. Pero la relación es más compleja para los siguientes dos grupos de edad, no parece que los jóvenes entre 26 y 29 años se sientan más cercanos a los partidos políticos que los que tienen entre 22 y 25 años, más bien al contrario. Dadas estas diferencias, en este caso, debemos descartar la hipótesis del efecto de ciclo vital, tampoco parece

142

REVISTA DE ESTUDIOS DE JUVENTUD

≥ junio 08 | nº 81


estar claro que se trate de un efecto periodo, dado que los indicadores de todos los grupos de edad no aumentan o disminuyen en el mismo sentido. Podría tratarse de un efecto cohorte, será tarea de futuros análisis dentro de esta investigación, examinar si pueden deducirse diferencias generacionales, y por lo tanto, duraderas en el tiempo, en la distancia de los jóvenes hacia los partidos políticos. De momento, sí podemos profundizar en otras actitudes hacia los partidos políticos que nos ofrezcan pistas para interpretar dichas diferencias (15). En primer lugar, tenemos dos indicadores sobre el papel que juegan los partidos políticos en democracia: los partidos políticos como elemento clave para el funcionamiento de la democracia, y su rol de agentes facilitadores de la participación de los ciudadanos. En segundo lugar, dos actitudes claramente negativas: “los partidos sólo sirven para dividir a la gente” y “los partidos se critican mucho entre sí, pero en realidad todos son iguales”. La gran mayoría de los entrevistados considera, desde los primeros años de la democracia, que los partidos políticos son fundamentales para el funcionamiento de la democracia (ver Tabla 3). Esta actitud muestra gran estabilidad en el tiempo y no muestra diferencias significativas entre grupos de edad. Distinta opinión merece la valoración del rol de los partidos políticos como canales de participación ciudadana. Aunque la mayoría de los entrevistados desde los años 80 valoran positivamente esa función, lo hacen en menor medida que en el caso anterior y de forma distinta de acuerdo a su edad. Las actitudes de los más mayores han pasado de ser las más críticas con el papel de los partidos políticos como cauce de participación a asemejarse a las de los adultos entre 30 y 65 años. Los jóvenes, por el contrario, son ahora los más críticos. Existen diferencias significativas para todos los grupos de jóvenes en los años 1997 y 2005 que apuntan en este sentido. Los datos correspondientes al año 2005 indican, además, que no necesariamente se trata de un efecto de ciclo vital, dado que mientras los jóvenes entre 18 y 21 años y los que tienen entre 26 y 29 años claramente son más pesimistas en este sentido, el grupo de jóvenes intermedio no lo es. Esta es la misma pauta que anteriormente encontramos al analizar los sentimientos de cercanía e identificación con algún partido político. El desencanto con el papel de los partidos como mecanismos de participación podría estar detrás de la distancia de los jóvenes con los mismos.

(15) Investigaciones previas han centrado la atención en los sentimientos antipartidistas en el sur de Europa, mostrando que pueden diferenciarse dos dimensiones actitudinales: antipartidismo reactivo y antipartidismo cultural, que además tienen distintos efectos en la participación política (Torcal, Montero, & Gunther, 2003) Desafortunadamente, la variabilidad de las preguntas que contienen las encuestas que utilizamos no nos ha permitido utilizar estas dos dimensiones. Analizamos, en cambio, cada uno de los indicadores por separado.

Si como vimos el acuerdo con las distintas funciones de los partidos políticos se ha mantenido mayoritario y considerablemente estable durante las dos últimas décadas, la pauta que encontramos al analizar las dos actitudes negativas es bien distinta. De una parte, porque en ambos casos, el porcentaje de los entrevistados que está de acuerdo con que “los partidos sólo sirven para dividir a la gente” y “los partidos se critican mucho entre sí pero en realidad son todos iguales” ha aumentado dramáticamente durante estos años, y lo ha hecho entre todos los grupos de edad de forma casi uniforme (ver Tablas 5 y 6). En segundo lugar porque apenas existen diferencias significativas entre los jóvenes y los adultos, ni entre los propios jóvenes. A modo de conclusión debemos destacar que las actitudes hacia los partidos políticos en España han ido convergiendo hasta ser muy similares entre los distintos grupos de edad. En líneas generales, los datos no parecen apoyar la hipótesis de que los jóvenes rechacen de forma frontal a los

Jóvenes y participación política: investigaciones europeas

143


Tabla 3. Actitudes hacia los partidos políticos: Sin partidos no puede haber democracia

1980

Muy o bastante de acuerdo

Poco o nada de acuerdo

72,82

9,06

18,12

3,81

3,32

-5,49

18-21 res. 22-25 res. 26-29 res.

15,21

-0,70

-6,75

79,44

5,24

15,32

5,68

0,15

-5,95 33,85

61,31

4,84

-2,03

-0,66

2,41

40,62

3,75

55,63

res.

-10,39

-1,34

11,37

N

2151

173

1111

66,14

15,82

18,04

18-21 res.

1,26

1,93

-2,89

65,57

16,77

17,66

1,07

2,55

-3,14

73,21

14,34

12,45

res.

3,62

0,99

-4,82

30-64

66,19

11,55

22,26

res. 26-29

res.

4,51

-1,72

-3,74

42,21

9,70

48,10

res.

-10,70

-2,06

13,56

N

2093

413

822

67,30

23,22

9,48

65+

18-21 res. 22-25

-0,76

3,23

-2,30

70,68

19,28

10,04

res.

0,39

1,73

-2,26

26-29

73,71

14,43

11,86

res.

1,30

-0,44

-1,23

30-64

71,31

15,40

13,28

res.

2,06

-0,18

-2,47

63,28

10,80

25,92

res.

-3,28

-3,11

7,40

N

1731

386

370

67,05

19,89

13,07

65+

2005

4,21

6,84

res.

22-25

1997

80,58

30-64

65+

1989

N.S./N.C.

18-21 res.

-1,80

-0,51

0,36

71,28

19,15

9,57

res.

-0,51

1,92

-1,15

26-29

72,87

19,15

7,98 -1,85

22-25

res.

0,01

1,69

30-64

75,91

15,31

8,78

res.

3,98

0,62

-6,08

65+

66,80

8,95

24,25

res.

-3,42

-4,22

9,23

N

1806

370

303

Fuente: CIS (varias encuestas). Los datos reflejan el porcentaje de las respuestas de los entrevistados. La formulación de las preguntas es ligeramente distinta entre los estudios. En 1989, 1997 y 2005 rezaba “Sin partidos no puede haber democracia”. En 1980 “los partidos son necesarios para que funcione la democracia”, se han considerado como equivalentes funcionales. Fuente: CIS, varias encuestas. Los porcentajes marcados en negrita indican que el residuo tipificado para esa celda es >1,96 o <-1.96 y por lo tanto se trata de una desviación significativa. *res: residuos tipificados corregidos.

144

REVISTA DE ESTUDIOS DE JUVENTUD

≥ junio 08 | nº 81


Tabla 4. Actitudes hacia la democracia: gracias a los partidos políticos, la gente puede participar en la vida política del país

1980

18-21 res. 22-25 res. 26-29

N.S./N.C. 21,35

4,25

2,41

-5,94

64,96

13,81

21,23

4,71

1,80

-6,02 21,70

14,92

3,64

2,24

-5,19

30-64

51,45

10,41

38,14

res.

2005

14,67

63,38

res.

1997

Poco o nada de acuerdo

63,98

res.

65+

1989

Muy o bastante de acuerdo

-1,13

-0,68

1,60

33,09

4,91

62,00

-8,69

-4,27

11,72

N

1794

366

1275

18-21

61,32

20,74

17,93

res.

-0,18

2,22

-1,78

22-25

67,61

20,78

11,61

res.

2,29

2,26

-4,72

26-29

61,74

24,01

14,25

res.

0,00

3,50

-3,14

30-64

65,37

15,27

19,37

res.

4,86

-1,98

-3,95

65+

45,58

11,14

43,28

res.

-8,33

-3,55

12,98

N

2068

550

731

18-21

57,35

33,18

9,48 -0,67

res.

-3,29

4,24

22-25

65,86

29,72

4,42

res.

-0,58

3,25

-3,44

26-29

62,89

29,38

7,73

res.

-1,42

2,72

-1,46

30-64

71,24

19,42

9,34

res.

4,43

-3,01

-2,68

65+

63,79

15,52

20,69

res.

-1,88

-3,56

7,55

N

1679

539

270

60,23

27,84

11,93

18-21 res.

-2,90

2,05

1,76

22-25

69,68

25,53

4,79

res.

-0,07

1,33

-1,85

26-29

62,77

31,38

5,85

res.

-2,22

3,35

-1,31

30-64

72,05

22,33

5,62

res.

2,70

0,88

-5,78

65+

69,98

12,72

17,30

res.

0,04

-5,47

8,07

N

1733

538

208

Fuente: CIS (varias encuestas). Los datos reflejan el grado de acuerdo de los entrevistados ante la frase: “gracias a los partidos políticos la gente puede participar en la vida política del país”. Los porcentajes marcados en negrita indican que el residuo tipificado para esa celda es >1,96 o <-1.96 y por lo tanto se trata de una desviación significativa. *res: residuos tipificados corregidos.

Jóvenes y participación política: investigaciones europeas

145


Tabla 5. Actitudes hacia los partidos políticos: “los partidos sólo sirven para dividir a la gente”

1980

Muy o bastante de acuerdo

Poco o nada de acuerdo

N.S./N.C.

28,50

47,88

23,62

1,86

3,09

-4,81

22,53

57,52

19,95

18-21 res. 22-25 res.

-0,73

6,72

-6,18

26-29

26,28

55,75

17,97

res. 30-64 res.

-1,98

2,13

19,12

59,39

res.

-1,39

-9,57

10,97

N

831

1361

1247

35,26

48,61

16,13

18-21 res.

1,16

0,54

-2,02

25,87

59,71

14,42

res.

-2,72

4,87

-2,87

26-29

30,21

56,46

13,33 -3,04

res.

-0,81

3,22

30-64

33,87

48,34

17,79

res.

2,02

1,64

-4,37

65+

30,89

29,17

39,93

res.

-0,83

-9,03

12,14

N

1089

1576

684

37,44

55,45

7,11

0,42

0,91

-2,06

18-21 res. 22-25

30,52

61,45

8,03

res.

-1,93

2,99

-1,77

26-29

38,66

54,12

7,22

0,77

0,48

-1,92

30-64

33,60

56,46

9,93

res.

-2,88

4,41

-2,58

res.

65+

2005

-6,27 37,65

-0,13

22-25

1997

5,42 38,31

21,49

65+

1989

0,84 24,04

44,83

33,84

21,34

res.

4,34

-8,91

7,45

N

898

1305

284

40,91

47,73

11,36

0,22

-0,99

1,38

42,02

53,19

4,79

18-21 res. 22-25 res.

0,55

0,54

-1,92

26-29

45,21

50,53

4,26 -2,19

1,48

-0,22

30-64

res.

37,22

56,95

5,83

res.

-3,44

6,53

-5,63

65+

45,53

36,18

18,29

res.

2,76

-7,60

8,75

995

1272

212

N

Fuente: CIS (varias encuestas). Los datos reflejan el grado de acuerdo de los entrevistados ante la frase: “los partidos sólo sirven para dividir a la gente”. Los porcentajes marcados en negrita indican que el residuo tipificado para esa celda es >1,96 o <-1.96 y por lo tanto se trata de una desviación significativa. *res: residuos tipificados corregidos.

146

REVISTA DE ESTUDIOS DE JUVENTUD

≥ junio 08 | nº 81


Tabla 6. Actitudes hacia los partidos políticos: “los partidos se critican mucho entre sí, pero en realidad todos son iguales”

1980

18-21 res. 22-25

18,52

-2,27

7,09

-5,83

11,84

67,88

20,39

-0,95

5,61

-5,23

17,37

66,78

16,05

res.

1,66

4,61

-6,07

30-64

14,13

50,98

34,88

res.

0,80

-2,14

1,68

14,14

28,25

57,65

res.

0,29

-11,08

11,49

N

471

1795

1155

47,61

35,32

17,03

18-21 res.

0,16

0,75

-1,10

46,27

42,80

10,84

res.

-0,31

3,80

-4,14

26-29

47,02

39,45

13,48

res.

0,00

2,12

-2,53

30-64

48,53

34,18

17,28

res.

1,75

1,05

-3,48

42,72

20,84

36,48

res.

-2,25

-6,72

10,87

N

1582

1121

648

61,61

32,23

6,16

0,21

0,66

-1,43

57,03

38,55

4,42

-1,33

3,02

-2,59

64,43

30,41

5,15

1,04

0,06

-1,88

30-64

60,88

31,09

8,03

res.

-0,06

1,05

-1,58

65+

18-21 res. 22-25 res. 26-29 res.

65+

2005

N.S./N.C.

72,08

res.

22-25

1997

Poco o nada de acuerdo

9,51

26-29

65+

1989

Muy o bastante de acuerdo

61,42

22,20

16,38

res.

0,24

-4,17

6,34

N

1516

752

220

63,07

30,11

6,82

-0,02

-0,34

0,72

70,21

27,13

2,66 -1,83

18-21 res. 22-25

2,09

-1,27

26-29

res.

65,96

29,26

4,79

res.

0,84

-0,62

-0,51

30-64

62,01

34,13

3,86

res.

-1,35

3,58

-4,39

65+

62,62

25,84

11,53

res.

-0,26

-2,94

6,47

N

1565

775

139

Fuente: CIS (varias encuestas). Los datos reflejan el grado de acuerdo de los entrevistados ante la frase: “los partidos sólo se critican mucho entre sí, pero en realidad son todos iguales”. En el año 1980 la formulación de la pregunta era distinta: “Todos los partidos son iguales”. Los porcentajes marcados en negrita indican que el residuo tipificado para esa celda es >1,96 o <-1.96 y por lo tanto se trata de una desviación significativa. *res: residuos tipificados corregidos.

Jóvenes y participación política: investigaciones europeas

147


(16) Algunas consideraciones sobre la selección de indicadores. La discontinuidad de los estudios han impuesto ciertas limitaciones a nuestro análisis. Por un lado, la formulación de las preguntas tiene distintos límites temporales. La pregunta más habitual pide que los entrevistados indiquen en qué acciones ha participado alguna vez, otros estudios limitan la pregunta a los últimos cinco años o los últimos doce meses. El primer caso plantea una dificultad directamente relacionada con el estudio de la edad, dado que los mayores habrán tenido más oportunidad de participar en distintas acciones simplemente por serlo. En los resultados que presentamos, ese es el caso de todos los estudios con excepción de los datos correspondientes al año 2005. Esto implica, por un lado, que debamos ser muy cautos a la hora de analizar la evolución temporal de los distintos indicadores, pero a la vez, que tengamos más confianza en la representatividad de las diferencias entre jóvenes y adultos para ese último año. En segundo lugar, los datos de los que disponemos no incluyen indicadores de las denominadas “nuevas formas de participación política”, a excepción de la encuesta de 2005. (17) Debe tomarse con cautela, el incremento en la frecuencia con que se discute de política en el año 2000 ya que podría estar sobredimensionado por el tipo de indicador que se utiliza. Mientras en 1980 y 1989 se preguntó por la frecuencia con que discutían sobre política con otras personas, en el año 2000 se realizó la misma pregunta pero especificando tres grupos de personas: amigos, familiares y compañeros de trabajo. Para poder obtener un indicador equivalente, se ha realizado un índice con las tres preguntas. Aunque en principio la información que refleja debería ser la misma, podría ser que parte del incremento se deba al hecho de haber concretado la pregunta a un ámbito específico, este fenómeno se ha encontrado en otros indicadores habituales como el interés por la política.

148

partidos políticos. Sí es importante destacar, que son más críticos en cuanto a la función de los partidos políticos como mecanismos de participación ciudadana. De todas las actitudes que hemos analizado, esta podría ser la causa del mayor distanciamiento de los jóvenes con los partidos políticos, y del hecho de que gran parte de ellos no se identifiquen con ningún partido. En este sentido, sería interesante, en futuras investigaciones, profundizar en la hipótesis del fallo de los partidos como agentes de movilización entre los jóvenes.

La participación política de los jóvenes españoles

(16)

Discusiones políticas Uno de los modos de implicación política que habitualmente se estudian es la frecuencia con que los ciudadanos conversan o discuten sobre política con otras personas. Este indicador se ha tratado de forma desigual por la literatura, mientras algunos lo han considerado incierto al no tener más información sobre lo que la gente considera política (Parry, Moiser, y Day, 1992) otros lo han considerado como un buen indicador de la vitalidad del “homo politicus” en Europa (Topf, 1995a) En nuestro caso consideramos que es un buen indicador de la presencia de la política en la vida cotidiana de los ciudadanos. Además, a falta de datos disponibles para analizar la evolución de otras formas de acción políticas “convencionales”, nos permite completar la información sobre este tipo de comportamiento más allá del voto. Al contrario de lo que hemos visto sucede con el voto, son los jóvenes los que más discuten con amigos, familiares o compañeros de trabajo sobre cuestiones políticas (ver Tabla 7). El tipo de indicadores que utilizamos no nos permite comparar los niveles de participación del año 2000 con los anteriores, debemos conformarnos con interpretar la evolución de las diferencias en cada punto en el tiempo. (17) En este sentido es interesante destacar el cambio que se observa entre los jóvenes, si en el año ochenta eran los jóvenes entre 18 y 21 años los que más discutían sobre política, a finales de los ochenta y en el año 2000 son los jóvenes algo más mayores los que en mayor medida dicen discutir a menudo sobre política, entre 22 y 29 años. También se ha de subrayar el incremento en la frecuencia de discusiones políticas entre los adultos, la diferencia con los jóvenes ha ido disminuyendo, sobre todo en el grupo de 30 a 64 años. Esta evolución puede deberse al incremento del nivel educativo de la población en general que, como se ha demostrado, está relacionado fuertemente con este tipo de acción (Topf, 1995a:66). Estos resultados corroboran los encontrados a nivel europeo, en general, la edad no parece ser un indicador de la frecuencia con que se discute sobre política, mientras que en algunos países, como España y Portugal, los jóvenes llevan a cabo este tipo de actividad más frecuentemente que los adultos (Topf, 1995a).

REVISTA DE ESTUDIOS DE JUVENTUD

≥ junio 08 | nº 81


Tabla 7. Frecuencia con que discute de política con otras personas por edad Edad

1980

1989

2000

18-21

36,50

23,80

58,00

6,4

-1,4

-0,2

34,00

37,20

68,80

5,4

4,3

3,2

34,10

39,90

64,60

res 22-25 res 26-29 res 30-64 res 65 + res Total N

4,9

4,9

1,7

19,10

28,10

62,00

-4,8

1,5

3,6

8,40

12,70

40,30

-7,1

-8,1

-8,3

21,70

27,10

58,70

3340

3321

2285

Fuente: CIS (varias encuestas). Los datos reflejan el porcentaje de entrevistados que declara discutir “a menudo” o “muy a menudo” con otras personas sobre política. el estudio realizado en el año 2000 incluía tres preguntas diferentes “frecuencia con la que habla de política con sus amigos, con sus familiares y con sus compañeros de trabajo” Para obtener un indicador equivalente se ha construido un único índice a partir de las tres preguntas. Los porcentajes marcados en negrita indican que el residuo tipificado para esa celda es >1,96 o <-1.96 y por lo tanto se trata de una desviación significativa. *res: residuos tipificados corregidos.

Participación electoral (18) Como es bien sabido, el voto es la forma más importante de participación política en democracia. Por dos razones fundamentales: por un lado, se trata de la acción política que más ciudadanos llevan a cabo y por otro, es un elemento necesario para la formación de gobiernos, y por lo tanto, para el correcto funcionamiento de los regímenes democráticos (Anduiza, 1999). Además, tiene una gran importancia como legitimadora del sistema político. En palabras de Dalton: “El voto es la actividad que une al individuo al sistema político y legitima el resto del proceso democrático” (citado en Topf, 1995b:26, traducción de la autora).

(18) Para poder analizar la participación electoral en todas las elecciones generales celebradas desde 1982 y con datos recogidos poco después de la celebración de los comicios se ha utilizado los datos correspondientes a los estudios postelectorales del CIS.

De la misma forma, es conocida la relación entre la edad y la participación electoral. Junto con la educación, la edad es probablemente el factor que más habitualmente se utiliza para explicar la participación política en general, y la participación electoral en particular. Un buen número de estudios han mostrado que la participación electoral aumenta con la edad hasta llegar a la madurez y a partir de los 60 o 65 años vuelve a disminuir. Esta relación se interpreta habitualmente en términos de ciclo vital. Los ciudadanos, a medida que maduran adquieren recursos importantes para la participación, estatus, información política, contactos sociales, y desarrollan identificaciones partidistas e ideológicas. Al llegar a cierta edad, la relación entre recursos y participación se invertiría. La participación electoral de los jóvenes, se ha señalado, es especialmente importante. Plutzer (2002) ha mostrado que votar es un hábito que se aprende (o no) durante el periodo formativo de los ciudadanos –es decir, durante su juventud– y ha encontrado

Jóvenes y participación política: investigaciones europeas

149


evidencia empírica de que se trata de un acto en el que la inercia es importante, quien ha votado una vez tiene grandes posibilidades de convertirse en un votante habitual. En países como Canadá y Estados Unidos, se ha señalado que la mayor tendencia de los jóvenes a no votar va más allá de un efecto de ciclo vital. Se trataría más bien, en su opinión, de diferencias generacionales (Blais et al., 2004; Schlozman, Verba, Brady, y Erkulwater, 1999). Otros estudios se han realizado en diversos países (IDEA, 1999) y se han puesto en marcha numerosas iniciativas para fomentar el voto entre los jóvenes: campañas informativas, conferencias, espectáculos, y la utilización de nuevas tecnologías para llegar a los más jóvenes etc. (Ellis et al., 2006) (19) ¿Cómo es la participación electoral de los jóvenes españoles? La relación entre la participación electoral y la edad en España ha pasado de mostrar una forma curvilínea de “U” invertida a ser lineal (ver Tabla 8). Es decir, mientras en los primeros comicios electorales la participación aumentaba con la edad hasta llegar al grupo de 65 años o más, a partir de las elecciones de 1993 la participación de los más mayores es muy similar a la del grupo entre 30 y 65 años. Para todas las elecciones generales analizadas, la participación de los dos grupos de adultos es mayor que la de los y las jóvenes. Entre la juventud ocurre lo mismo, a más edad, mayor participación. Estas diferencias son estadísticamente significativas para todos los grupos, pero como puede observarse, varían de unas elecciones a otras. Se trata por supuesto de un efecto periodo propio del carácter de las elecciones y refleja las variaciones en la participación real en cada uno de los comicios.

Tabla 8. Participación electoral por grupos de edad Participación en elecciones generales

RV 1982

RV 1986

RV 1989

RV 1993

RV 1996

RV 2000

RV 2004

18-21

78,20

76,90

70,27

79,35

77,65

68,10

77,20

res

-4,89

-7,25

-5,83

-4,30

-7,03

-8,95

-6,69

22-25

82,16

77,85

76,80

81,02

82,02

72,54

81,61

res

-3,02

-6,13

-3,17

-3,17

-4,07

-6,81

-4,66

26-29

84,88

82,87

77,35

81,77

81,36

77,97

82,37

-1,53

-1,78

-2,50

-2,46

-4,15

-3,47

-3,52

92,22

88,83

87,27

88,16

90,22

86,64

90,01

res 30-64 res 65 +

(19) Diversas campañas se han llevado a cabo en universidades estadounidenses como “The National Campaign for Political and Civic Engagement”. Otras iniciativas utilizan nuevas tecnologías e instrumentos como blogs y vídeos de descarga gratuita como “Rock the vote” (accesibles en www.rockthevote.com o http://www.rockthevote.ca/)

150

7,01

10,38

7,05

5,15

5,45

5,77

4,77

84,96

83,61

82,19

86,81

92,04

89,46

91,30

res

-2,19

-1,91

-0,65

0,76

4,09

5,64

3,74

Total

83,21

85,33

83,21

85,95

88,01

83,98

88,14

(2349)

(8215)

(3050)

(4934)

(4953)

(5231)

(5363)

79,97

70,49

69,74

76,44

77,88

68,71

75,66

N Participación electoral (a)

Los datos reflejan el porcentaje de entrevistados que declara haber votado en las elecciones generales correspondientes. Los porcentajes marcados en negrita indican que el residuo tipificado para esa celda es >1,96 o <-1.96 y por lo tanto se trata de una desviación significativa. *res: residuos tipificados corregidos. Fuente: Estudios postelectorales del CIS: CIS#2559, CIS#2384, CIS#2210, CIS#2061, CIS#1842, CIS#1542 y CIS#1387. Los datos han sido ponderados en los casos de estudios no proporcionales. (a) Datos oficiales de participación electoral. Fuente: Junta Electoral Central. Ministerio de Interior.

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≥ junio 08 | nº 81


El siguiente gráfico muestra de forma más clara las diferencias en la participación electoral de unas elecciones a otras y permite comparar la desviación en el nivel de participación de cada grupo respecto de la variación en la participación real. Las oscilaciones en el nivel de participación declarado entre elecciones son mayores entre los grupos de jóvenes que entre los adultos. Esta pauta podría indicar, como ya ha sido señalado (Mateos y Moral, 2006; Martín y García, 2006) que la participación de los jóvenes es más dependiente del contexto político en el que se celebren las elecciones, y por lo tanto su movilización. Es interesante la diferencia entre la importante movilización entre los jóvenes en 1993 y la correspondiente en las elecciones generales de 1996, pese al carácter de elecciones de “cambio” de las últimas, los jóvenes se movilizaron más en las anteriores, unas elecciones muy competidas dado que no estaba claro, al contrario que en las anteriores, que el PSOE consiguiera la mayoría suficiente para formar gobierno. Asimismo, ha de hacerse notar la gran movilización de los jóvenes en las elecciones generales de 2004. Uno de las hipótesis que diversos autores han analizado para explicar los resultados de las elecciones generales de 2004 ha sido precisamente la movilización de los grupos dónde habitualmente se encuentra mayor número de abstencionistas, entre ellos, los jóvenes (Sanz y Sánchez-Sierra, 2005).

Figura 2. Diferencias en la participación electoral en cada Elección General respecto de la anterior (1982 a 2004). Grupos de edad

Los datos reflejan la diferencia en el porcentaje de los votantes entre unas elecciones y las anteriores. Elaboración propia. Fuente: Estudios postelectorales del CIS: CIS#2559, CIS#2384, CIS#2210, CIS#2061, CIS#1842, CIS#1542 y CIS#1387. Los datos han sido ponderados en los casos de estudios no proporcionales. (a) Bajo la etiqueta “participación electoral real” se muestra la diferencia de participación según los datos oficiales del Ministerio del Interior.

Jóvenes y participación política: investigaciones europeas

151


La excepcionalidad de los acontecimientos que rodearon las últimas elecciones generales no nos permiten sacar conclusiones sobre si esta movilización puede repetirse en elecciones celebradas en un entorno de “normalidad política”. Por último, no podemos descartar que existan efectos generacionales que a la larga impliquen un reemplazo generacional y por lo tanto un descenso en la participación electoral total. La continuación de este trabajo examinará esta posibilidad. Participación en manifestaciones La participación en manifestaciones es la forma de acción política más numerosa, después de la participación electoral, en cuanto al porcentaje de personas que participan en España. Además, sabemos que los jóvenes participan más en acciones políticas de protesta que los adultos (Barnes, Kaase, y al, 1979; Ferrer, 2005; Kaase, 1986; Milbrath, 1965; Norris, 2003; Parry et al., 1992) La juventud española no es un excepción en este sentido (ver Tabla 9). Los jóvenes participan más en este tipo de protesta y además se ha generalizado entre los adultos. Al igual que otros países, las manifestaciones han dejado de ser un reducto exclusivo de la juventud. En el contexto español ha de señalarse el importante papel que los partidos políticos han tenido en los últimos años en la convocatoria y movilización de los ciudadanos en este tipo de acciones.

Tabla 9. Asistencia a manifestaciones por grupos de edad. 1980 a 2005 Edad

1980

1989

15-17

res 22-25

2000

2005

35,80

24,30

res 18-21

1994*

n.d 42,61

43,51

35,70

42,58

8,38

6,93

n.d

1,58

2,03

45,00

38,91

38,00

40,69

43,09

res

9,32

5,2

n.d

1,05

4,39

26-29

36,12

39,46

35,30

46,04

38,50

res

4,99

4,79

n.d

2,61

2,94

30-64

18,27

24,72

29,50

42,16

31,62

res

-7,56

-3,13

n.d

5,22

3,2

65 + res Total N

4,76

9,84

11,00

17,02

10,93

-8,63

-9,33

n.d

-10,28

-10,05

22,76

26,87

37,51

29,10

3033

3212

(2146 y 2198)

2458

2470

Fuente: CIS (varias encuestas) Los datos reflejan el porcentaje de entrevistados que declara haber participado en una manifestación alguna vez. Los datos de 2005 reflejan, sin embargo, el porcentaje de entrevistados que ha participado en este tipo de acción en los últimos doce meses. *los datos correspondientes a 1994 están construidos a partir de dos encuestas diferentes, una representativa de los jóvenes (entre 15 y 25 años) y otra representativa de la población (a partir de 25 años) por lo tanto no es posible comparar los estadísticos. Los porcentajes marcados en negrita indican que el residuo tipificado para esa celda es >1,96 o <-1.96 y por lo tanto se trata de una desviación significativa. *res: residuos tipificados corregidos.

152

REVISTA DE ESTUDIOS DE JUVENTUD

≥ junio 08 | nº 81


Aunque las diferencias entre los jóvenes y los adultos en este tipo de participación se han reducido en los últimos años, los datos de la encuesta del 2005 –que, recordemos, limita la pregunta referente a participación a los últimos doce meses– pone de manifiesto que las diferencias son todavía muy importantes en todos los grupos de jóvenes, pero sobre todo en los que tienen entre 22 y 29 años. Por último, hemos de señalar, como ya hicimos al tratar los indicadores actitudinales, que en los datos que disponemos para los jóvenes menores de 18 años, su participación es mucho menor. Firma de peticiones La firma de peticiones, al igual que otras formas de participación política de protesta, es más habitual entre los jóvenes que entre los adultos. Pero la edad de los jóvenes que más participan es algo mayor (entre 22 y 29 años) mientras que los entrevistados entre 15 y 21 años participan menos que los adultos en los datos correspondientes a 1994 y 2005. Al igual que en el caso anterior, la diferencia con el grupo de los adultos –si bien significativa– también parece haber disminuido, lo que apuntaría una vez más a la ampliación de los repertorios de acción política de los ciudadanos.

Tabla 10. Firma de peticiones por grupos de edad. 1980 a 2005 1980

1989

15-17

res 22-25 res 26-29 res

2005

20,00

res 18-21

1994***

-7,3 37,46

35,83

34,70

22,99

4,05

2,8

3,4

0,73

46,93

40,37

36,40

28,49

7,71

4,81

3,6

2,68

45,61

41,31

36,70

25,67

6,47

4,58

2

1,7

30-64

23,37

28,52

32,80

23,90

res

-6,18

-0,59

3,5

4,38

12,68

12,25

18,20

6,76

-6,57

-8,94

-5,7

-8,71

27,26

28,93

65 + res Total

20,82

N

Fuente: CIS (varias encuestas) Los datos reflejan el porcentaje de entrevistados que declara haber participado en un huelga alguna vez. Los datos de 2005 reflejan, sin embargo, el porcentaje de entrevistados que ha participado en este tipo de acción en los últimos doce meses. Los porcentajes marcados en negrita indican que el residuo tipificado para esa celda es >1,96 o <-1.96 y por lo tanto se trata de una desviación significativa. *res: residuos tipificados corregidos. ***Los datos referentes al año 1994 están construidos a partir de dos encuestas diferentes, por los tanto, los estadísticos utilizados solo pueden compararse entre 15 años y 25 para los jóvenes y de 26 en adelante para los adultos.

Jóvenes y participación política: investigaciones europeas

153


Otras actividades de protesta Otra serie de acciones de participación de protesta ha sido habitualmente asociada con los jóvenes. Dadas las dificultades para encontrar indicadores idénticos, la siguiente tabla muestra el porcentaje de individuos en cada grupo de edad que ha participado en alguna de las siguientes actividades: realizar pintadas, participar en encierros u ocupar edificios o fábricas, causar daños en el mobiliario público, cortar el tráfico o llevar a cabo acciones violentas (20).

Tabla 11. Otras actividades de protesta (Pintadas, encierros, bloquear el tráfico, causar daños al mobiliario público o utilizar la violencia**) 1980

1989

15-17

res

2005

15,10

res 18-21

1994***

-3 13,30

4,70

19,20

2,80

5

0,4

0,2

1,7

16,60

6,70

22,50

4,30

7,3

2,4

2,7

3,5

12,50

6,20

12,50

1,10

3,9

1,7

1,9

-0,4

30-64

4,20

4,00

10,10

1,30

res

-6,4

-0,5

3

-0,7

0,80

1,80

2,60

0,40

-4,9

22-25 res 26-29 res

65 + res Total N

-4,5

-2,9

6,40

4,20

3900

3187

-2,2 1,40

(2146 y 2198)

2.462

Fuente: CIS (varias encuestas) **Los datos reflejan el porcentaje de entrevistados que declara haber participado en este tipo de acciones alguna vez. Las acciones son distintas para cada estudio: 1980: pintadas, ocupar fábricas o edificios, bloquear tráfico, causar daños. 1989: ocupar fábricas o acciones violentas. 1994: 1980+1989. 2005: dos indicadores: 1 ocupar edificios, encierros, cortar tráfico y 2 hacer pintadas o causar daños Los datos de 2005 reflejan, sin embargo, el porcentaje de entrevistados que ha participado en este tipo de acción en los últimos doce meses. Los porcentajes marcados en negrita indican que el residuo tipificado para esa celda es >1,96 o <-1.96 y por lo tanto se trata de una desviación significativa. *res: residuos tipificados corregidos. ***Los datos referentes al año 1994 están construidos a partir de dos encuestas diferentes, por los tanto, los estadísticos utilizados solo pueden compararse entre 15 años y 25 para los jóvenes y de 26 en adelante para los adultos.

(20) Las preguntas, y el número de acciones que contiene cada estudio son distintos. En 1980: pintadas, ocupar fábricas o edificios, bloquear tráfico, causar daños. 1989: ocupar fábricas o acciones violentas. El estudio del año 1994 incluye tanto las acciones que se preguntaron en 1980, como las de 1989. 2005: dos indicadores: 1 ocupar edificios, encierros, cortar tráfico y 2 hacer pintadas o causar daños. 1989: ocupar fábricas o acciones violentas. El estudio del año 1994 incluye tanto las acciones que se preguntaron en 1980, como las de 1989. 2005: dos indicadores: 1 ocupar edificios, encierros, cortar tráfico y 2 hacer pintadas o causar daños.

Dada la diversidad de acciones que incluyen las preguntas utilizadas en cada punto del tiempo, no podemos sacar conclusiones sobre la evolución del nivel de participación en este tipo de actividades –por ejemplo, la encuesta realiza en el año 1994 incluye mayor número de preguntas, por lo que el nivel de participación es mucho mayor– pero sí nos permite comprobar que son los más jóvenes los más propensos a participar en este tipo de acciones. Además, los datos del año 2005, al estar limitados en el tiempo, nos dan una visión más real de la participación en este tipo de acción según la edad. En

154

REVISTA DE ESTUDIOS DE JUVENTUD

≥ junio 08 | nº 81


efecto, la participación de los jóvenes es mucho mayor que la de los mayores, al menos en los indicadores que incluye dicha encuesta: ocupar edificios, participar en encierros, cortar el tráfico y hacer pintadas o causar daños en el mobiliario público. Además, la participación en este tipo de acción deja de ser significativa a partir de los 25 años. También nos permite afirmar que se trata de un tipo de participación minoritaria, sólo el 1.4% de los entrevistados dicen haber participado. ¿Nuevas formas de participación política? Para completar el panorama de formas de acción política y contrastar empíricamente la hipótesis de que los jóvenes participan en mayor medida que los adultos en nuevas formas de participación hemos analizado tres tipos de acciones, lamentablemente, sólo uno de los estudios que estamos utilizando, el correspondiente a 2005 incluye este tipo de acciones. Los resultados muestran que la participación en tres de las denominadas “nuevas formas de participación” (21) es desigual en función de los grupos de edad, mientras que los jóvenes llevan insignias o pegatinas en mucha mayor medida que los adultos, los resultados son distintos cuando analizamos el consumo o boicot de productos por razones políticas y la utilización de medios de comunicación para denunciar un problema. En el caso del consumo o boicot por razones políticas son los adultos o los jóvenes a partir de 26 años los que más participan, en el caso de los medios de comunicación, la participación es marginal (2.9%) y mayor entre los adultos.

Tabla 12. Nuevas formas de participación política por grupos de edad en 2005

Comprar o dejar de comprar ciertos productos deliberadamente por razones políticas, éticas o medioambientales res* Llevar insignias o pegatinas de apoyo a una campaña

18-21

22-25

26-29

30-64

65 +

Total

N

17,0

19,4

23,5

21,4

5,2

17,8

2468

16,7

2470

2,9

2471

-0,3

0,6

2,1

5,4

-8,3

27,3

27,8

19,8

16,9

7,0

res*

3,9

4,2

1,2

0,4

-6,6

Dirigirse a aparecer en los medios de comunicación para denunciar un problema

1,8

2,1

3,7

3,6

1,2

res*

-1,0

-0,6

0,7

2,5

-2,5

Fuente: CIS (varias encuestas) **Los datos reflejan el porcentaje de entrevistados que declara haber participado en este tipo de acciones alguna vez. Los porcentajes marcados en negrita indican que el residuo tipificado para esa celda es >1,96 o <-1.96 y por lo tanto se trata de una desviación significativa. *res: residuos tipificados corregidos. (21) En cierto modo es cuestionable que este tipo de acciones puedan considerarse “nuevas” pero diversos estudios las han englobado bajo esa etiqueta (Micheletti et al, 2004). En cualquier caso, han encontrado mayor participación de jóvenes en este tipo de acciones.

Conclusiones Con este breve análisis hemos querido indagar en la relación de los jóvenes españoles con la política, en comparación con el mismo grupo de jóvenes desde los años 80. La comparación entre jóvenes y adultos a lo largo del

Jóvenes y participación política: investigaciones europeas

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tiempo ha resultado muy efectiva para mostrar que el vínculo entre los ciudadanos más jóvenes y la esfera política es más complejo, y rico en matices, de lo que a veces se ha indicado. En general podemos decir que, si bien los jóvenes manifiestan interesarse menos por la política y se abstienen en mayor número que los adultos, el resto de indicadores no confirma que los jóvenes sean especialmente apáticos hacia los asuntos púbicos, o al menos, no lo son tanto en comparación con los adultos. En concreto, la evolución del interés que manifiestan por la política y la frecuencia con que discuten sobre temas políticos cuestionan la tesis de que los jóvenes españoles sean cada vez más apáticos políticamente. En el otro lado de la balanza, hemos encontrado evidencia de que el sentimiento de distancia hacia los partidos políticos está aumentando, particularmente entre los jóvenes. También hemos visto que no se trata de un rechazo frontal a esta institución, sino más bien, una visión más crítica que la de los adultos respecto a su papel como agentes facilitadores de la participación ciudadana. Por otro lado, la comparación entre grupos de jóvenes de distintas edades ha mostrado que no deben analizarse las actitudes y comportamientos de la juventud como un grupo homogéneo. Hay una pauta que se repite sistemáticamente: los jóvenes menores de 18 años están más alejados de la política y perciben que tiene menos que ver con ellos. Sin embargo, el resto de los grupos no muestra una pauta clara. Puede tratarse de un indicio de la existencia de efectos cohorte, periodo y ciclo vital. Su identificación y medida requiere de un estudio más sofisticado que el que aquí nos hemos propuesto. Pese a ello, hemos podido intuir un efecto de ciclo vital en actitudes como el interés por la política y el apoyo a la democracia, y en formas de participación política como el voto, las manifestaciones y la realización de otro tipo de acciones de protesta. Sin embargo, tanto en estos como el resto de indicadores no se puede descartar la existencia de diferencias generacionales. ¿Qué implicaciones tienen estos resultados para el funcionamiento de la democracia en España? Dos interpretaciones pueden ofrecerse. Por un lado, parece que los jóvenes españoles, como ya han mostrado otros autores, no son tan distintos políticamente de generaciones anteriores. Por otra parte, dados los bajos niveles de implicación política en España, no deja de ser sorprendente que los jóvenes, con mayores niveles educativos, con más recursos para la participación y cuya socialización política ha tenido lugar en democracia, no muestren una implicación mucho mayor a la de generaciones anteriores. Quizá la propia experiencia democrática no fomente por sí sola la implicación de sus ciudadanos y ciudadanas, y sus propias instituciones deban buscar mecanismos para promover una ciudadanía más activa.

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Wolfang Gaiser, Martina Gille, Johann de Rijke y Sabine Sardei-Biermann .

DOCUMENTOS

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Instituto Alemán de la Juventud, Munich.

¿Quién cuenta con Europa? Un análisis empírico de las actitudes de las generaciones jóvenes en Alemania (1)

Este artículo analiza el estado y las perspectivas que genera el proceso de unificación política y social en Europa, centrando el estudio en las generaciones jóvenes en Alemania. ¿Los jóvenes tienen la impresión de que entienden cómo funciona la política o, por el contrario, consideran que los procesos y las estructuras políticas se mueven por cauces demasiado opacos? ¿Cómo han evolucionado las percepciones de los jóvenes con respecto a Europa y las instituciones europeas? ¿Cómo se desarrollan los sentimientos de pertenencia a Europa? ¿El compromiso con Europa entra en conflicto con la identidad nacional? ¿Qué factores determinan las actitudes hacia Europa? A continuación se analizan estos interrogantes utilizando los datos proporcionados por la Encuesta de Juventud realizada por el Instituto Alemán de la Juventud (DJI). Se analizarán los datos extraídos de tres Encuestas de Juventud llevadas a cabo en 1992, 1997 y 2003. Las encuestas se basan en entrevistas personales con aproximadamente 7.000 jóvenes de entre 16 y 29 años. El análisis pone al descubierto vínculos entre las características demográficas y actitudes de los jóvenes hacia Europa, así como entre otras variables de índole más personal. Los resultados también revelan diferencias considerables: para una parte de las generaciones jóvenes en Alemania, Europa es definitivamente una oportunidad real, mientras que otros, sobre todo aquellos que se enfrentan al riesgo de convertirse en perdedores del proceso de modernización, tienden a ser más reservados con respecto a Europa.

Palabras clave: Unión Europea, jóvenes alemanes, sentimientos de pertenencia, actitudes hacia unificación europea, encuesta de juventud alemana.

Introducción

(1) Este artículo se basa parcialmente en: Gaiser et al., 2006.

El “Proyecto Europeo” no busca solo la armonización económica y la unificación política, también tiene entre sus objetivos la integración social. De modo que no se centra únicamente en armonizar las condiciones de vida y las estructuras políticas, sino también las relaciones mutuas y los lazos entre la población. En este contexto, “la identificación subjetiva de los ciudadanos como individuos y su sentido de pertenencia y solidaridad hacia Europa se puede ver, a nivel individual, como un punto de referencia para la integración europea” (Noll y Scheuer, 2006: 1). Aunque hay elementos que indican que la identificación pública general con Europa no ha crecido, a pesar de la mayor integración política y económica, las generaciones jóvenes, para las que la Unión Europea ha sido una parte natural de la configuración política en la que han crecido, tienden a mostrar una actitud más positiva hacia Europa. Algunos de los resultados son contradictorios: Por ejemplo, cuando fue rechazada la Constitución Europea en sendos referéndum en los Países Bajos

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(2) La Encuesta de Juventud del Instituto de la Juventud alemán (DJI) en Munich es uno de los grandes proyectos de investigación replicativa llevados a cabo en el contexto de los informes sociales del Instituto de la Juventud (página web del proyecto: www.dji.de/jugendsurvey). El Ministerio de Familia, Tercera Edad, Mujer y Juventud apoya esta investigación a través de la financiación del DJI. Hasta ahora, se han realizado tres encuestas: en 1992, 1997 y 2003. En las dos primeras se entrevistó a cerca de 7.000 alemanes de entre 16 y 29 años (Alemania Occidental: alrededor de 4.500, Alemania Oriental: alrededor de 2.500) y en la tercera se llevaron a cabo aproximadamente 9.100 entrevistas con ciudadanos de entre 12 y 29 años, alemanes y no alemanes (Alemania Occidental: aprox. 6.300, Alemania Oriental: aprox. 2.500; ver Gille et al., 2006). En este artículo nos referiremos solamente a los alemanes de entre 16 y 29 años que hay en las tres encuestas. En las dos primeras encuestas la muestra se realizó mediante una selección aleatoria en diversos estratos (ruta aleatoria) y en la tercera se utilizó una muestra de la Oficina del Registro Civil. Las muestras de los años 1997 y 2003 mostraron diferencias relativamente importantes en su composición por edad en comparación con la población total. Por tanto, el análisis de los resultados siempre tenía que controlarse teniendo en cuenta el factor edad. Para evitar sesgos y errores de interpretación, los resultados para las personas de entre 16 y 29 años se han reequilibrado ajustando la distribución por edad a la de la población total.

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y Francia a comienzos de 2005, los jóvenes fueron acusados de euroescepticismo. Pero un análisis más detallado de los resultados revela que esta visión crítica con los jóvenes debe ponerse en perspectiva: aunque una mayoría del 55% de los votantes en Francia y un 62% en los Países Bajos se opuso a la aprobación de la Constitución Europea en los referéndum de 2005 –para consternación de los partidarios del “Si” a la Constitución en todos los países– la proporción de jóvenes franceses que votaron en contra de la Constitución Europea no fue excesivamente grande, con una tendencia de los grupos de mediana edad a votar en contra y un voto favorable extendido entre los mayores de 54 años. Por el contrario, el porcentaje de jóvenes que rechazaron la Constitución en los Países Bajos fue mayor, incluso en comparación con los grupos de mediana edad; el voto favorable, también aquí, se volvió a concentrar entre los mayores de 54 años. Por tanto, no se puede aceptar la afirmación de que la actitud escéptica es generalmente más pronunciada entre los jóvenes. El Eurobarómetro llevado a cabo en 25 estados miembros de la Unión en el verano de 2005 también subrayó el hecho de que los jóvenes forman el segmento más optimista de la población europea. Esta valoración fue confirmada por el hecho de que el 63% de los jóvenes europeos entre 15 y 24 años cree que la pertenencia de su país a la Unión Europea es algo positivo. Si consideramos que la media europea con respecto a esta pregunta es aproximadamente del 54%, el grupo de jóvenes de entre 15 y 24 años tiene, evidentemente, una actitud más positiva hacia Europa que los grupos de edades más avanzadas (Comisión Europea, 2005, p. 96). Esta tendencia, es decir, que las generaciones jóvenes tienen una actitud más positiva hacia el futuro de Europa o hacia el proceso de ampliación que las generaciones mayores, también fue confirmado por dos Eurobarómetros de principios de 2006 (Mayo de 2006; Julio de 2006). En este contexto, uno de los problemas a los que se hace referencia es el hecho de que esta tendencia se aprecia, sobre todo, entre los jóvenes que han superado el bachillerato o tienen un título universitario. Pero, entrando en el detalle, ¿qué actitudes muestran los jóvenes con respecto a Europa? ¿Se ha convertido la UE en algo que se da por supuesto, y cuya importancia, funcionamiento y futuro no se cuestiona y se da por hecho o prevalecen, sin embargo, el desconocimiento y el escepticismo? Y, ¿es posible dividir a las generaciones jóvenes en dos grupos, uno que se siente cercano a Europa y optimista con respecto a su futuro y otro que muestra una actitud más negativa hacia el proyecto europeo? ¿Qué motiva las diferentes actitudes con respecto a Europa? Dada la dificultad de llevar a cabo un análisis tan detallado en términos de nación y juventud a nivel europeo, debido al tamaño de la muestra, se han incluido preguntas adecuadas en la Encuesta de Juventud del DJI. A continuación, y sobre la base de los datos reunidos en la Encuesta de Juventud y de las correlaciones entre variables sociodemográficas y variables de actitud (2), se van a examinar las actitudes de los jóvenes hacia Europa y sus sentimientos de solidaridad, así como su confianza hacia las instituciones europeas. Los cambios en las actitudes de los europeos hacia la comunidad política europea han evolucionado en el contexto de los procesos de unificación europea a largo plazo y se han visto influidos por temas de naturaleza más nacional. El sentimiento de solidaridad de los jóvenes hacia Europa y Alemania se ha desarrollado de forma similar. Lepsius, en sus reflexiones teóricas y sus supuestos sobre tendencias en los procesos que conducen a la

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identidad europea, por ejemplo, llega a la conclusión de que los factores nacionales y europeos que tienen influencia sobre la formación de la identidad están cada vez más entrelazados, incluso cuando la identificación con Europa es mucho menos pronunciada que la identificación con las instituciones nacionales (Lepsius, 2004: 4). Según Lepsius, hasta hace poco, muchos ciudadanos percibían Europa como un simple nivel operativo adicional de los estados nacionales, muy en línea con el estilo europeo de institucionalización. Las crecientes competencias de las instituciones europeas activaron entonces la necesidad de solidaridad a nivel europeo y una identificación europea más pronunciada. A su vez, los estados nacionales como objetos centralizados de identificación política no pierden importancia, ya que la fuerza integradora de la sociedad no se puede sustituir por las nuevas organizaciones europeas. Al mismo tiempo, dice Lepsius, los estados nacionales se europeízan y comienzan a surgir unas elites funcionales y multilingües. Desde otros sectores, sin embargo, se han alzado voces pidiendo precaución ante la idea de que una reducción de la identificación nacional o regional suponga un crecimiento automático de la identificación europea (Westle, 2003). Especialmente Habermas subraya la importancia de los elementos subjetivos, haciendo referencia a elementos relacionados con la actitud, para el futuro desarrollo e integración europea. Además de los procesos políticoestructurales y las instituciones en Europa, para los que la Constitución Europea también habría sido importante, Habermas se refiere a una sociedad civil europea, a unas políticas públicas a nivel europeo y a una cultura política accesible a todos los ciudadanos de la UE como requisitos para las formas supranacionales de la identidad (Habermas, 2001). Según Habermas, el desarrollo de una sociedad de este tipo no se restringe a las formas convencionales de participación política, como votar en las elecciones al Parlamento Europeo (cuya limitada importancia en comparación con las elecciones nacionales se ve reflejada en el trasvase de votos), sino que también incluye formas supranacionales paralelas de participación política poco convencional, que según Habermas podrían verse en las grandes manifestaciones contra la inminente guerra en Irak en un gran número de ciudades europeas en Febrero de 2003. Habermas subraya que no se trata tanto de una cuestión de desarrollo de una identidad europea fuerte que sustituya actitudes y valores orientados hacia la propia comunidad política nacional, sino más bien de la apertura de miras hacia una opinión política supranacional y la formación de una voluntad política con respecto a los asuntos europeos. En términos algo enfáticos: es una cuestión de las condiciones que deben cumplirse para que los ciudadanos sean capaces de extender su solidaridad civil más allá de los límites de sus estados nacionales y, así, lograr la inclusión mutua (Habermas, 2004, p. 76). ¿Qué evidencia empírica se puede encontrar como respuesta a estas tesis y cuestiones relativas al desarrollo de una conciencia europea? En este contexto, la actitud, es decir, el sentimiento de pertenencia a Europa, la orientación europea y la confianza en las instituciones europeas, tiene un papel destacado. De forma general, en el ámbito de las encuestas paneuropeas, los análisis relacionados con la adolescencia y la juventud son posibles solo en una medida limitada al nivel nacional, dado el tamaño de la muestra. Las tres Encuestas de Juventud del DJI (1992/1997/2003) posibilitan un análisis empírico a lo largo del tiempo de un gran número de cuestiones relativas a Europa y a lo que entienden los jóvenes alemanes por

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Europa. (3) Los análisis basados en datos alemanes no son significativos únicamente porque el tema “Europa” se ha colocado en el centro del debate público en el país miembro de la UE con mayor número de habitantes y que, además, ha asumido la Presidencia de la UE en 2007 (ver, por ejemplo, Gaiser et al., 2006), sino también porque las posibles diferencias entre las actitudes hacia Europa en las dos “Alemanias” pueden revelar diferencias de proximidad al “núcleo europeo” (Hübner-Funk y Du Bois-Reymond, 1999). Van Deth (2004: 10 y ss) también se muestra partidario de diferenciar entre Alemania Occidental y Alemania Oriental en los análisis político-culturales, ya que esta aproximación permite examinar la medida en la que determinadas actitudes políticas en Alemania Occidental tienden a corresponderse con aquellas que también se dan en los países de Europa Occidental y qué actitudes que se dan en Alemania Oriental se parecen a las que podemos encontrar en los países del este de Europa. ¿Qué actitudes muestran los jóvenes alemanes del Este y el Oeste con respecto a Europa? ¿Se ha convertido para ellos la UE en algo dado por hecho, cuya importancia para el futuro, funcionamiento e instituciones no se cuestiona y se considera inevitable o prevalecen, por el contrario, la ignorancia y el escepticismo? ¿Hay diferencias asociadas a las cualificaciones educativas? ¿Qué conexión hay entre la solidaridad nacional y supranacional? ¿Es posible discernir constelaciones de condicionantes relevantes para determinadas actitudes hacia Europa? La Encuesta de Juventud de 2003 analiza las actitudes de los jóvenes hacia Europa y hacia las instituciones europeas desde tres perspectivas diferentes. Primero, se examina su familiaridad con Europa, es decir, su comprensión general sobre cómo funciona la Unión Europea, el grado en que les afectan personalmente las decisiones tomadas por el gobierno de la UE y la importancia de Europa para su futuro personal. En segundo lugar, la encuesta se centra en la solidaridad e identificación de los jóvenes con Europa en comparación con la de su propio país. También se pregunta a los jóvenes entrevistados sobre la confianza que otorgan a las instituciones europeas. Los resultados empíricos relativos a estos tres aspectos y a los factores de influencia objetivos (como las cualificaciones educativas, la diferenciación regional entre Alemania Occidental y Oriental) y los factores de influencia subjetivos seleccionados (como el interés por la política y el sentimiento de encontrarse en una situación de desventaja social) se describirán a continuación.

(3) Dado que las entrevistas se realizaron antes de la ampliación de la UE en Mayo de 2004, no se pueden asumir cambios considerables en las relaciones fundamentales entre actitudes hacia Europa y características sociodemográficas y de actitud; véase los resultados relativos a la evolución de las actitudes hacia Europa hasta el año 2006 mencionados con anterioridad.

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Finalmente, el artículo examinará los vínculos entre las diferentes actitudes hacia Europa. Los jóvenes entrevistados tienen entre 16 y 29 años, es decir, un grupo de edad amplio que cubre muchas situaciones en la vida. Además, no se distingue entre distintas etapas de la vida como “juventud”, “adolescencia” o “vida adulta”, algo que, desde el punto de vista de determinados aspectos podría, probablemente, proporcionar diferencias interesantes (Arnett, 2006). En su lugar, nuestro análisis se centra en las características objetivas y subjetivas mencionadas con anterioridad y que vamos a escrutar desde la perspectiva de las actitudes hacia Europa.

Actitudes hacia Europa Las actitudes de los jóvenes hacia Europa son todo menos uniformes (ver Tabla 1). La afirmación (ítem A) “Europa se está haciendo cada vez más

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importante para mi futuro” recibe la puntuación más alta (72% en el conjunto de Alemania), seguido por el ítem B, que se refiere al grado en que los jóvenes se sienten personalmente afectados por las decisiones tomadas por el gobierno de la UE (67%). La mitad de los jóvenes entrevistados (50%) considera que tiene cierto nivel de conocimientos políticos, por ejemplo: entender cómo funciona la Unión Europea. Sin embargo, el hecho de que solo el 5% de los jóvenes entrevistados se situara en la categoría más alta de respuesta (en una escala de 6 puntos), el 18% en la segunda categoría más alta (5 puntos) y el 27% en la tercera (4 puntos) deben tenerse muy en cuenta. Percibir Europa como una comunidad política importante es algo normal para la gran mayoría de los jóvenes. Sin embargo, cuando les preguntamos si se consideran personalmente afectados por las decisiones tomadas por el gobierno de la UE, el 10% de los jóvenes encuestados responde “No sé” (para la formulación de la pregunta, ver ítem B en la Tabla 1). Ésta es también la respuesta de aproximadamente el 5% de los jóvenes cuando se les pregunta si la Unión Europea se está convirtiendo en algo cada vez más importante para su futuro y si entienden cómo funciona (ver ítems A y C, Tabla 1). Especialmente los entrevistados con niveles educativos más bajos son los que no tienen ninguna opinión acerca de estos temas. (4)

Tabla 1. Actitudes de los jóvenes de 16 a 29 años hacia Europa, según género y región, 2003 (en porcentajes)* (4) En la Encuesta de Juventud del DJI, el nivel educativo de los entrevistados que han abandonado ya el sistema educativo general se determina a través del nivel educativo más alto que han alcanzado. Aquellos que aún forman parte del sistema educativo son clasificados según la calificación que quieren alcanzar. Por tanto, es posible que el nivel educativo sugerido por los alumnos de bachillerato sea superior al que realmente alcanzarán. Los cálculos realizados con y sin estos estudiantes muestran que esto no tiene efectos sobre los resultados referidos a las actitudes políticas. El nivel educativo alto se refiere al bachillerato o superior, el medio a la educación obligatoria y el bajo a niveles inferiores a la educación obligatoria. (5) Las correlaciones entre las tres actitudes con respecto a Europa y el interés por la política van de -.30 a -.40 (Spearman) y entre las actitudes con respecto a Europa y el conocimiento de lenguas extranjeras de .10 a .20 (Cramers V).

Mujeres

Oeste Hombres

Total

Mujeres

Este Hombres

Total

Alemania Total

A. Comprendo cómo funciona la Europea

45

58

52

42

49

45

50

B. Las decisiones que toma la Comisión Europea en Bruselas me afectan

65

74

70

57

60

59

67

C. Europa es cada vez más importante para mi futuro

72

76

74

63

64

64

72

Fuente: Encuesta de Juventud 2003 DJI * “Por favor, diga en qué medida se puede aplicar a usted cada una de las siguientes afirmaciones.” La escala de las respuestas va de 1 “No se aplica en nada” a 6 “Se aplica totalmente”. Las puntuaciones 4 a 6 de la escala se identifican como “Se aplica”. “No sé” no se incluye en los cálculos

La proporción de entrevistados que creen que pueden entender cómo funciona la Unión Europea (ítem A) y se sienten afectados por las decisiones tomadas por la Comisión Europea (ítem B) aumenta con la edad, siendo menor el porcentaje de respuestas afirmativas entre las chicas y mujeres jóvenes en todos los grupos de edad. Estas diferencias, determinadas por el género, confirman las tesis que sostienen que las mujeres se interesan menos por la política y consideran que tienen menos conocimientos políticos que los hombres (cf. Gille 2004, Gaiser y de Rijke, 2006). Cuando nos centramos en los factores de influencia, el interés por la política, las cualificaciones educativas y el conocimiento de lenguas extranjeras son más importante que el género (ver abajo: “¿Factores que fomentan las orientaciones europeas?”) (5).

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El hecho de que los adolescentes y jóvenes adultos en Alemania Oriental tengan una actitud más reservada con respecto a Europa, algo evidente cuando se analizan los datos, también se refleja en sus lazos afectivos. Desde comienzos de los años 90 la Encuesta de Juventud del DJI ha recopilado datos sobre identificación subjetiva de los jóvenes con su entorno político y geográfico definido, preguntando acerca de sus sentimientos de pertenencia y solidaridad (ver Tabla 2). Desde 1997 las respuestas muestran una solidaridad creciente tanto con la Alemania reunificada como con la Unión Europea en Alemania Occidental y Oriental. Sin embargo, la solidaridad con Europa se sitúa a un nivel más bajo que la solidaridad con otros territorios.

Tabla 2. Grado de identificación con la Alemania reunificada y con la Unión Europea de los jóvenes de 16 a 29 años en los años 1992, 1997 y 2003 en Alemania Occidental y en Alemania Oriental (en porcentajes)*

Sentido de la solidaridad con

1992

Oeste 1997

2003

1992

Este 1997

2003

La propia parte de Alemania

58

49

50

68

69

69

La otra parte de Alemania**

-

17

25

-

23

34

La Alemania reunificada

53

52

71

54

55

64

La Unión Europea

37

26

40

21

19

31

Fuente: Encuesta de Juventud DJI 1992, 1997 y 2003 * “Se le va a preguntar sobre su sentimiento de identificación con su comunidad o ciudad, los nuevos y viejos estados federados, la Alemania reunificada y la Unión Europea. ¿Son fuertes los lazos con Alemania y sus ciudadanos? ¿Y con los viejos estados federados y sus habitantes? ¿Y con los nuevos estados federados y sus habitantes? ¿Y con la Unión Europea y sus habitantes?” Las opciones de respuesta incluyen: “Siento: lazos fuertes, bastante fuertes, lazos débiles, lazos inexistentes”. ** En 1992 no se formuló esta pregunta.

En lo relativo a los dos aspectos de la solidaridad territorial, es decir, la solidaridad con la Alemania reunificada y con la Unión Europea, es destacable que esta solidaridad es menos pronunciada en el Este que en el Oeste de Alemania. Los jóvenes de los estados federados del Este sienten que tienen más lazos con su propia parte de Alemania, es decir, Alemania oriental, que con la Alemania reunificada, algo que contrasta radicalmente con los Länder occidentales, donde los jóvenes claramente se identifican más con la Alemania reunificada que con su propia parte de Alemania, es decir, Alemania occidental. Esto puede ser consecuencia de las diferentes experiencias históricas vividas por las personas en las dos mitades de Alemania. Hasta la reunificación en 1990, “Alemania” significaba República Federal de Alemania. Después de la reunificación, el sistema institucional, económico y político de Alemania Occidental fue transferido a los nuevos Länder alemanes. Para la gente de los nuevos estados alemanes, que suponen una quinta parte de la población alemana, la situación política y económica cambió de forma drástica: en positivo, en términos de más derechos democráticos y la posibilidad de participación, y en negativo, en términos de una situación económica difícil, que ha desembocado en una tasa de desempleo elevada. Los lazos afectivos con las dos mitades del país, así como con la Alemania reunificada y Europa, están estrecha y positivamente interconectados,

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confirmando así la tesis de las identidades múltiples (6). Esto significa que los diversos compromisos se refuerzan y en modo alguno entran en conflictos entre si. Entre los adolescentes y jóvenes adultos de los nuevos Länder alemanes la identificación con Alemania Oriental es especialmente significativa por motivos históricos y se asocia también a lazos afectivos con la Alemania reunificada. Por tanto, no se puede hablar de una identidad diferenciada entre los jóvenes del Este (ver Sardei-Biermann et al., 2005, Noll y Scheurer, 2006). La solidaridad nacional y europea es más habitual entre los jóvenes interesados por la política. Un sentimiento de desventaja social también es un factor muy importante que determina los dos tipos de lazo afectivo, con Europa y con la Alemania reunificada. Para los jóvenes del Este, el grado en que se sienten relativamente desfavorecidos juega un papel especialmente importante. En los nuevos estados federados el porcentaje de jóvenes entrevistados que sienten lazos fuertes o más bien fuertes con la Alemania reunificada y con Europa es mucho más bajo entre los jóvenes que consideran que reciben menos “de lo que sería justo” de su parte de riqueza social que entre aquellos que creen que reciben lo que es justo (ver Tabla 3). Entre los jóvenes de Alemania Occidental también se da este fenómeno, aunque de forma mucho menos pronunciada. El porcentaje de jóvenes de Alemania Oriental que se sienten desfavorecidos es también mucho mayor (el 52% de los jóvenes del Este frente al 32% de los jóvenes del Oeste considera que recibe mucho menos o algo menos de lo que “sería justo”). De este modo, los sentimientos de relativa privación parecen animar una actitud reservada hacia las comunidades políticas.

Tabla 3. Grado de identificación con Alemania y la Unión Europea en 2003 según diferentes factores de influencia y la diferenciación Este/Oeste (en porcentajes)

Alemania Oeste

Lazos fuertes/más bien fuertes con…* Alemania Unión Europea Unión Europea Este

Interés por la política** Fuerte Medio Bajo

74 75 65

52 41 31

70 67 58

42 32 24

75 66 64

44 32 30

69 61 50

38 27 13

Distribución justa en la vida*** Lo que es justo o más Algo menos de lo que es justo Mucho menos de lo que es justo

Fuente: Encuesta de Juventud 2003 DJI * Ver nota en Tabla 2. ** La pregunta es: “¿Cómo de fuerte es tu interés por la política? Las opciones de respuesta eran: “Muy fuerte”, “Fuerte”, “Medio”, “Poco” o “Nada”. *** La pregunta era: “En comparación con otras personas que viven en Alemania, ¿cree que recibe lo que es justo, más de lo que es justo, algo menos o mucho menos?” Las diferentes categorías de respuesta en este cuadro.

Confianza en las instituciones europeas (6) El coeficiente de correlación (Pearsons r) es .37. Ver B. Westle 2003 (Nota. 3)

Muchos adolescentes y jóvenes adultos –también muchos adultos– siguen sintiéndose alejados de la idea de Europa como región política, como ilustra el hecho de que más de un tercio (37%) de los entrevistados no es capaz de

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ofrecer una respuesta cuando se les pregunta sobre su confianza en instituciones europeas como la Comisión Europea o el Parlamento Europeo. (7) La verdad es que casi uno de cada cinco (16%) jóvenes no es tampoco capaz de decir nada sobre su confianza hacia instituciones nacionales como el Tribunal Constitucional o los grupos de acción civil. (8) En lo que se refiere al parlamento alemán, el 9% de los entrevistados no es capaz de evaluar sus funciones, mientras que solo el 3% de los jóvenes no es capaz de dar una respuesta al ser preguntados sobre cuánto confían en el gobierno alemán. La cámara baja del parlamento alemán (el Bundestag) y el gobierno alemán son las instituciones políticas que ocupan el papel central en los medios cuando éstos dan noticias sobre política y, además, están expuestos de forma continua a las críticas públicas. A continuación, vamos a centrarnos en el nivel de confianza en varias instituciones por parte de los entrevistados que tienen una opinión decidida sobre estos temas – sea negativa o positiva (mucha confianza o ninguna confianza). Los grupos de entrevistados que no proporcionan una valoración son excluidos. Alrededor del 40% de los jóvenes entrevistados expresa gran confianza en instituciones europeas tales como la Comisión Europea y el Parlamento Europeo (ver Gráfico 1), mientras que dan menos confianza a instituciones políticas alemanas como el gobierno o la cámara baja del parlamento (el Bundestag). Solo aproximadamente una tercera parte de los jóvenes confía mucho en estas últimas, aunque el porcentaje de jóvenes capaz de evaluar estas instituciones es mucho mayor. En otros países europeos, los jóvenes también confían más en las instituciones europeas que en las instituciones nacionales, por ejemplo, los jóvenes de 15 a 25 años en Austria, Francia, Italia, Estonia y Eslovaquia, pero no en el Reino Unido (EUYOUPART, 2005, p. 130). La confianza en las instituciones públicas parece aumentar cuanto más alejadas se encuentran estas instituciones de las actividades políticas diarias (Gaiser et al., 2005). Las únicas instituciones que son capaces de ganarse la confianza de la mayoría de los jóvenes son las judiciales, por ejemplo, el Tribunal Constitucional alemán, que ostenta el papel de mediador entre política y leyes, un dominio relativamente alejado de la política. Por tanto, los jóvenes confían bastante en las organizaciones europeas si se compara con el nivel de confianza en las instituciones alemanas, aunque se perciben diferencias considerables en la habilidad de los jóvenes para proporcionar una evaluación.

(8) La mayoría de los jóvenes que no proporcionan una evaluación contesta “No lo sabría decir” y solo una minoría responde “No sé”. Según estimaciones propias, las instituciones europeas no son conocidas por el 6% de los jóvenes entrevistados.

En línea con el aumento evidente y según la edad de conocimientos políticos subjetivos entre los jóvenes (De Rijke et al., 2006), su habilidad para juzgar también aumenta de forma considerable, como se ve en su capacidad para evaluar las instituciones europeas: entre los jóvenes de 16 a 17 años, el 45% es incapaz de proporcionar una evaluación, a pesar de que incluso entre los que tienen entre 27 y 29 años este porcentaje no baja del 30% de los entrevistados. El aumento en la habilidad para juzgar que depende de la edad no resulta, sin embargo, en un porcentaje más elevado de jóvenes que confían mucho en las instituciones europeas. Más bien lo contrario: este porcentaje se recorta ligeramente con la edad. Las mismas diferencias dependientes de la edad también se dan cuando se trata de juzgar instituciones políticas alemanas. Y en relación al género: el porcentaje de hombres y mujeres jóvenes que confían mucho en las instituciones europeas es, a grandes rasgos, el mismo. Sin embargo, las diferencias específicas relacionadas con el género se hacen evidentes en la habilidad subjetiva para juzgar. En este caso, las mujeres son más reservadas que los hombres, algo

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(7) La formulación exacta de la pregunta se puede encontrar en la Nota del Gráfico 1.

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que se encuentra en consonancia con las diferencias específicas de género ya mencionadas en el apartado sobre la valoración propia del conocimiento político subjetivo (De Rijke et al., 2006).

Gráfico 1. Confianza en instituciones alemanas y europeas 2003* (en porcentajes) 100% 90% 27 80% 49 59

60

70%

63 70

60% 50% 40% 73 30% 51 41

40

20%

37 30

10% 0% Parlamento Europeo

Comisión Europea

Gobierno alemán

Mucha confianza

Bundestag

Grupos de acción civil

Tribunal Constituciona de Alemania

Poca o moderada confianza

Fuente: Encuesta de Juventud 2003 DJI: Base: Entrevistados alemanes. N=6326 * La pregunta era: Ahora voy a leer una lista de instituciones y organizaciones públicas, por favor, dígame cuánto confía usted en cada organización o institución. Se tenía que usar una escala de respuestas de 1 “ninguna confianza en absoluto” a 7 “mucha confianza”. Los entrevistados también podían responder “No lo sé juzgar” o “No estoy familiarizado con esta institución”. Las respuestas de 5 a 7 se designan como “mucha confianza” y las de 1 a 4 como “poca o moderada confianza”; las dos categorías “No lo sé juzgar” y “No estoy familiarizado con esta institución” no se incluyen en los cálculos.

Mucha confianza

Poca o moderada confianza

Parlamento Europeo

40,1154548

59,8845452

Comisión Europea

41,4650471

58,5349529

Gobierno alemán

30,341219

69,658781

Bundestag

37,0324597

62,9675403

Grupos de acción civil

50,5902488

49,4097512

Tribunal Constitucional de Alemania

72,6231033

27,3768967

Al igual que con las actitudes políticas en general, las diferencias que dependen del nivel educativo también son notables en la evaluación de las instituciones europeas. La confianza de los jóvenes en las instituciones políticas y su habilidad para juzgar aumentan considerablemente y de forma

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paralela al aumento del nivel educativo. Aproximadamente un tercio de los jóvenes con cualificaciones que permiten el acceso a la universidad o superiores confía mucho en las instituciones políticas. Por el contrario, solo una quinta parte de los jóvenes con un nivel educativo que no supera la educación obligatoria confía mucho en estas instituciones. Como con las actitudes pro-europeas, un mayor conocimiento de lenguas extranjeras y un mayor interés por la política, dos factores que dependen del nivel educativo, suponen una mayor confianza en las instituciones europeas. La confianza en las instituciones europeas está estrechamente vinculada al sentimiento de desventaja relacionado con la propia situación en la vida. Este vínculo es también evidente tanto en lo que se refiere a los lazos con Europa como con el propio país. Menos de uno de cada cinco jóvenes que cree que recibe menos o mucho menos de lo que es justo en comparación con otras personas en Alemania confía en las instituciones políticas, mientras que esta proporción crece hasta aproximadamente uno de cada tres entre los que no se sienten desfavorecidos. Aparentemente, sentirse desfavorecido aumenta las reservas hacia Europa. Aunque el porcentaje de alemanes del Este que expresan su solidaridad con Europa es considerablemente menor que entre los alemanes del Oeste, incluso en el año 2003 (ver Tabla 2), solo hay diferencias menores entre Oeste y Este cuando nos referimos a la confianza de los jóvenes en las instituciones europeas. El porcentaje de jóvenes que confía mucho en las instituciones europeas es solo un 4% más bajo en Alemania Oriental que en Alemania Occidental, al igual que las diferencias en la habilidad subjetiva para juzgar, que son igual de pequeñas. Los datos de la Encuesta de Juventud del DJI permiten analizar la evolución de la confianza puesta en las instituciones europeas gracias a la comparación entre los estudios de 1997 y 2003. El análisis revela que tanto la confianza como la capacidad de evaluación subjetiva han aumentado ligeramente a lo largo de este periodo, particularmente en Alemania Oriental.

Vínculos entre las actitudes hacia Europa, el sentimiento de pertenencia a Europa y la confianza en las instituciones europeas Los tres aspectos de las actitudes de los jóvenes hacia Europa que se tratan en la Encuesta de Juventud de forma conjunta (ver Tabla 1) constituyen una única dimensión de la actitud. (9) Incluyen la concienciación de la importancia de Europa y, de este modo, del proceso de unificación europea, la concienciación de su importancia política y la idea de Europa como entidad política. Así se cubre solo uno de los elementos de las actitudes hacia Europa que podrían ser importantes para una Europa sostenible, por ejemplo, una imagen propia como europeos y un cierto sentimiento de solidaridad cívica (ver Habermas, 2004: 57). Entre los adolescentes y jóvenes adultos estos aspectos de la actitud se pueden tomar como prerrequisitos para que se identifiquen en el futuro con Europa como comunidad política.

(9) Un análisis de la unidimensionalidad revela un coeficiente Cronbach alpha de 0.69 para las tres actitudes hacia Europa.

¿Se pueden combinar las otras dos variables, esto es, los lazos con la Unión Europea y la confianza en las instituciones políticas de la UE, con estas actitudes hacia Europa? La pregunta de si se puede crear una única dimensión a través de las características mencionadas con anterioridad o si es mejor describirlas en dos o varias dimensiones separadas, es el objeto del análisis de componentes principales.

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Gráfico 2. Diagrama de saturaciones factoriales: componentes de las actitudes hacia Europa

sentirse afectado por decisiones de la UE comprension del funcionamiento de la UE

concerned by EU Understanding EU

importancia de la UE para el futuro personal

attached to EU

Identificacion con la UE

trust in EP trust in EC

Confianza en el Parlamento Europeo Confianza en la Comisión Europea

* En la tabla 1, tabla 2 y grafico 1 se encuentra la formulación de cada uno de los items

(10) Conjuntamente, las dos dimensiones explican el 67% de la varianza total; el peso de las variables en estas dos dimensiones según una rotación varimax (formando las coordenadas en el gráfico 2) son las siguientes: Confianza en el Parlamento Europeo .95/.11, Confianza en la Comisión Europea .95/.11, Sentirse afectado por las decisiones tomadas por la UE .03/.82, Comprensión del funcionamiento de la UE .08/.74, Europa es importante para el futuro .23/.73, Sentir solidaridad hacia la Unión Europea .41/.45. (11) Nuestros datos no apoyan empíricamente la teoría de un conflicto entre orientaciones europeístas y sentimientos o actitudes nacionales, algo también analizado por Westle, 2003. Sentirse orgulloso de ser alemán no tiene relación con ninguno de los tres aspectos de la orientación europea (todas las correlaciones se encuentran por debajo de .05). El orgullo nacional es, por tanto, independiente de las actitudes hacia Europa.

El análisis de componentes principales produce, de hecho, una estructura relacional bidimensional entre las características. (10) El gráfico 2 muestra un diagrama de saturaciones factoriales de las variables en dos dimensiones. La proximidad entre los vectores (siendo más precisos: el ángulo entre ellos) se corresponde con las relaciones mutuas o distancias (para la interpretación de los diagramas de saturaciones factoriales, ver Schnell, 1994:168; Tabachnick/Fidell, 1996:675 y ss). Los tres ítems de la actitud hacia Europa están estrechamente relacionados entre sí, formando una única dimensión. En contraste, un elevado nivel de confianza en las instituciones europeas constituye una dimensión independiente. Este nivel de confianza refleja probablemente cómo perciben y evalúan los jóvenes el espacio político más cercano, cuya estructura es definida por estas instituciones y activa –como política a “distancia” de Bruselas o Estrasburgo– otros segmentos de actitud diferentes de los que afectan a la importancia de Europa para sus propias vidas, un factor de una naturaleza más difusa. Por el contrario, un sentimiento de solidaridad parece que incluye sub-aspectos de este vínculo con la UE, como indican las relaciones empíricas más moderadas con las dos áreas identificables de la actitud. En línea con lo mencionado anteriormente, esta posición se sitúa entre los otros dos conjuntos de variables que se ven en el gráfico. Por tanto, es imposible hablar de un complejo homogéneo de “actitudes hacia la Unión Europea”. Por el contrario, es necesario considerar diversos aspectos. (11) La dimensión de las actitudes hacia Europa, que se constituye a través de los siguientes elementos, se examinará a continuación con más profundidad: el grado en el que los jóvenes se sienten afectados por las decisiones de la UE, su grado de comprensión acerca de cómo funciona la UE y su valoración de la importancia de Europa para su futuro.

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¿Factores que fomentan la orientación europea? ¿Qué factores fomentan una posición europeísta? A continuación vamos a analizar algunos de los rasgos considerados como habilidades para enfrentarse, con posibilidades de éxito, a una sociedad moderna cada día más compleja, caracterizada por la globalización económica y la relevancia fáctica del proceso de unificación europea. En este contexto, los aspectos que se mostraron estrechamente interrelacionados en la sección anterior se considerarán actitudes hacia Europa (ver Tabla 1). ¿Qué actitudes y habilidades pueden influir en este tipo de orientaciones hacia la UE? A continuación se van a examinar cuatro características. La primera es el interés por la política. Europa es una entidad política que implica unos mecanismos funcionales complicados y la presencia continuada en los medios de información política. Para los jóvenes que se interesan más por la política general –sin centrarse necesariamente en la política europea o global–, Europa será más importante que para los jóvenes que no se interesan por la política. Un mayor interés por la política es también una consecuencia de niveles educativos más elevados, con jóvenes que han pasado muchos años en instituciones educativas como el instituto o los centros de formación profesional superior. Estas instituciones ofrecen una perspectiva europea en sus planes de estudio y también es más probable que ofrezcan la posibilidad de intercambios directos, como por ejemplo el intercambio entre escuelas y los viajes a otros países europeos. También el hecho de que en estas instituciones se enseñen otras lenguas de forma más intensiva y exhaustiva contribuye a ampliar el horizonte de los jóvenes a través de una perspectiva europea. El conocimiento de varias lenguas debería considerarse una característica adicional, a pesar de estar asociada a la duración de la permanencia en el sistema educativo (Fuss et al., 2004). Por último, aunque no menos importante, la confianza en la capacidad para tomar decisiones propias también debería incluirse entre aquellas características que pueden tener un efecto positivo sobre las actitudes hacia la UE. Esta confianza se concibe como la capacidad de una persona para controlar su vida y la confianza que tiene en que sus acciones y esfuerzos tienen un papel central en la capacidad para controlar el curso de sus propias vida, es decir, la creencia en que se pueden alcanzar las metas y objetivos con ayuda de las habilidades y esfuerzo, con independencia del destino, la oportunidades o la suerte (Jacoby y Jacob, 1999). Esta confianza relativa a la fiabilidad de la capacidad de acción propia también puede fomentar un horizonte más amplio, que incluya a la UE como un aspecto relevante para los intereses y las actividades del individuo – esta es, por lo menos, la tesis que proponemos en este artículo. Vamos a examinar otras dos características, de las que se puede asumir que pueden influir sobre las actitudes de los jóvenes hacia Europa. Primero, a nivel personal, el sentimiento de incertidumbre o desorientación general, que tiende a tener un efecto inhibidor. Es el sentimiento de vivir en un mundo de futuro incierto y es tratado como una consecuencia de los procesos de desintegración, es decir, las desventajas de la individualización según Heitmeyer (Heitmeyer et al., 1995; Heitmeyer, 1997). Como reacción subjetiva a los cambios sociales asociados a la incertidumbre y desorientación y relacionados con la habilidad para planificar y las visiones pesimistas del futuro, este sentimiento también puede interponerse en el camino de una visión abierta hacia Europa y los procesos de desarrollo europeo. El segundo

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(12) Las variables se construyeron de la siguiente forma. Fuerte orientación europea: porcentaje de jóvenes entrevistados que dieron de 4 a 6 puntos en la escala en los tres ítems (ver Tabla 1). Interés por la política: pregunta “¿En qué medida te interesa la política?”: “mucho”, si se optó por la respuesta “mucho” o “bastante”; “moderadamente/poco”, si se optó por la respuesta “poco”, “muy poco” o “nada”. Nivel educativo: “Abitur” significa titulación de acceso a la universidad o superior, “Secundaria” significa nivel educativo básico o intermedio. Habilidad para determinar el curso de la propia vida: media de la suma de 3 ítems (“Me gusta asumir la responsabilidad”, “Me ha dado mejores resultados tomar las decisiones por mi mismo que dejarlas en manos del destino”, “Cuando me enfrento a problemas y obstáculos normalmente encuentro la manera de superarlos con éxito”; Escala de respuesta va de 1 “no se aplica en mi caso para nada” a 6 “se aplica completamente”), “alto”: valores por encima de 5, “moderado/bajo”: valores hasta 5 (esta dicotomía se eligió ya que los valores 1 a 3 recibieron pocas respuestas). Habilidades en lenguas: pregunta: “¿Qué lenguas (además de alemán) hablas tan bien como para mantener una conversación con otros? (10 posibles lenguas), “alto”: más de una lengua adicional, “moderado/bajo”: una o ninguna lengua adicional. Incertidumbre o desorientación: suma índice de uno de los siguientes tres ítems: A: “Hoy en día todo es tan incierto que uno se tiene que preparar para cualquier cosa”; B. “Hoy todo cambia tan rápido que uno no sabe de que fiarse”; C. “La gente estaba mejor antes, porque sabían que tenían que hacer en todo momento”; las opciones de respuesta son: 1=no es verdad en absoluto, 2=no es verdad en cierta medida, 3=es verdad en cierta medida, 4= es verdad. Satisfacción con la democracia: pregunta: “¿En conjunto, estás satisfecho o insatisfecho con la democracia en la República Federal?” – Opciones de respuesta: Muy satisfecho – Bastante satisfecho – Algo satisfecho – Algo insatisfecho – Bastante insatisfecho – Muy insatisfecho – No sé.

aspecto, la valoración de la democracia, se sitúa más bien en un nivel evaluativo. Finalmente, Westle proporciona la evidencia empírica de que la acción democrática y la satisfacción con respecto a los procesos democráticos refuerzan el sentido de solidaridad con la comunidad europea. Westle concluye que la satisfacción de los ciudadanos con la democracia en la UE y en sus propios países es un requisito importante para la identificación con estas dos estructuras políticas (Westle, 2003). Siendo este el caso, este artículo analiza en qué medida la satisfacción con la democracia del propio país refuerza las posiciones proeuropeas. La pregunta de cómo influyen las características mencionadas con anterioridad en las actitudes hacia Europa es analizada a continuación. En este contexto, es más probable esperar que se encuentren interacciones que relaciones causales. El conocimiento de lenguas extranjeras, por ejemplo, no debería interpretarse como una “causa” evidente de una posición más europeísta, ya que también se puede asumir que la concienciación de la importancia de la UE motiva a la gente a aprender lenguas extranjeras.

Tabla 4. Determinantes de las actitudes hacia Europa (Regresión OLS)

Predictores

(Coeficiente estandarizado)

Género (hombres)

.09

Edad

.04

Oeste-Este (Oeste)

.06

Miembro de clubs u organizaciones

.05

Nivel educativo

.15

Conocimiento de lenguas

.09

Interés por la política

.24

Confianza en la capacidad para definir el curso de la propia vida

.13

Desorientación

-.08

Satisfacción con la democracia

.11

Varianza explicada (R2)

.25

Fuente: Encuesta de Juventud 2003 DJI Para las definiciones de las variables, ver Nota 12.

Primero, las asociaciones claras con orientaciones europeas se pueden establecer para todas las características: un pronunciado interés por la política, cualificaciones educativas más elevadas, gran confianza en la habilidad para influir en el curso de la propia vida, satisfacción con la democracia y conocimiento de varias lenguas extranjeras, todos estos elementos tienen una influencia positiva sobre la actitudes hacia la UE (12). La Tabla 4 muestra los coeficientes de regresión estandarizados para la orientación europea en relación con las características mencionadas. Otras variables de control incluyen género, edad, situación vital regional en los viejos y nuevos Länder alemanes y formar parte de clubes o asociaciones. Se puede observar que las características de competencia tienen una influencia importante. La satisfacción con la democracia también ejerce una influencia

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considerable, lo que se puede considerar como la confirmación de la hipótesis de Westle. A continuación, el artículo se centrará, sobre todo, en aquellas características que se pueden ver como competencias que promueven las actitudes europeístas, es decir, las cualificaciones educativas, el interés por la política, la actitud proactiva del propio individuo (la confianza en la capacidad para influir en el curso de la propia vida) y el conocimiento de lenguas extranjeras. Se han comparado los grupos de contraste con el fin de obtener un dibujo simplificado de los efectos conjuntos de estas variables. En el Gráfico 3 estas características se han dicotomizado; el porcentaje de jóvenes con una actitud muy positiva hacia la UE se indica en cada subgrupo definido por estas características o combinaciones de las mismas. La muestra, de este modo, se segmenta según el nivel de las variables, y el porcentaje de jóvenes con una actitud muy positiva hacia la UE se identifica así en cada grupo resultante. Por tanto, cada grupo formado en el nivel inferior de la segmentación se caracteriza por diferentes combinaciones de las variables analizadas. (13)

Gráfico 3. Actitudes hacia la UE, según interés por la política, cualificaciones educativas, confianza en la propia capacidad para tomar decisiones y conocimiento de lenguas (los porcentajes citados se refieren a actitudes positivas hacia la UE) Media total 36

Moderado /bajo 30

Alto 59

Interés por la política

Abitur (=PAU)

Nivel educativo

edu. sec. 47

Abitur (=PAU)

edu. sec. 25

Confianza en la propia capacidad para tomar decisiones

n

Alto 74

Moderado /bajo 60

316

478

Conocimiento de varias lenguas

n

Alto 49 463 Alto 57 142

Moderado /bajo 33 1259

Alto 31

Moderado /bajo 22

764

2027

Moderado /bajo 42 300

Fuente: Encuesta de Juventud 2003 DJI * Para la definición de las variables véase nota 12. (13) La segmentación se realizó utilizando el software “SPSS Answer Tree”. El algoritmo CHAID se utilizó como criterio para las segmentaciones sucesivas, empezando por la celda “Media total” que, sobre la base de chi-cuadrado, selecciona las características más discriminatorias en cada nivel siguiente.

El interés por la política es claramente uno de los rasgos diferenciadores. El 59% de las personas con un interés pronunciado por la política tiene una actitud positiva hacia la UE. Por el contrario, este porcentaje desciende hasta el 30% entre las personas con un interés moderado o pequeño por la política, lo que supone una diferencia de 29 puntos porcentuales. El nivel educativo entra en juego en el siguiente nivel. El 66% de las personas con un

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interés pronunciado por la política y con un nivel educativo que les da acceso a la universidad tiene una actitud positiva hacia la UE, en contraste con el 47% entre personas con niveles educativos intermedios. Los valores correspondientes entre las personas que se interesan menos por la política son claramente más bajos, siendo posible apreciar también un efecto relacionado con el nivel educativo (38% frente 25%, respectivamente). Finalmente, como tercera característica más importante, también se incluye la confianza en la capacidad para controlar la propia vida. Entre las personas que muestran un interés pronunciado por la política y con cualificaciones educativas superiores, este aspecto refuerza todavía más la posición proeuropea. El 74% de aquellos que, además de la combinación de características analizada arriba, presenta mucha confianza en sus propias habilidades para determinar el curso de sus vidas mantiene una posición muy europeísta, mientras este porcentaje se sitúa en el 60% entre los que muestran poca confianza. Las posiciones menos proeuropeas, solo el 22%, se dan en el grupo de jóvenes con poco interés por la política, bajos niveles educativos y poca confianza en sus habilidades para determinar el curso de sus vidas. Es remarcable el dato de que el 49% del grupo con poco interés por la política, pero elevado nivel educativo y confianza en sus habilidades para determinar el curso de su vida mantiene una posición pro-europea, bastante por encima de la media que es del 36%. Las cualificaciones educativas superiores y un elevado nivel de auto-confianza pueden llevar al reconocimiento de la importancia de la UE, incluso entre jóvenes con poco interés por la política. El gráfico también muestra que los niveles educativos bajos entre personas con un interés pronunciado por la política se pueden compensar a través de un nivel elevado de conocimiento de otras lenguas. El 57% de las personas que se encuentran en este grupo tiene una actitud positiva hacia la UE. En otros grupos, el conocimiento de diversas lenguas, que representa el siguiente nivel, no tiene efectos adicionales. En conjunto, el análisis multivariable confirma los efectos de las características analizadas sobre una percepción positiva de la importancia de la UE, donde el interés por la política produce las diferencias más significativas, seguido por el nivel educativo, que es la segunda característica que produce diferencias más pronunciadas y por la habilidad para determinar el curso de la propia vida, que se sitúa en la tercera posición de la lista. Como ya se ha mencionado, estos aspectos deberían entenderse como características, factores que actúan de forma dinámica y se refuerzan mutuamente, aunque no en la medida en que lo harían relaciones causales claramente dirigidas. En este contexto, las combinaciones en los dos márgenes de la escala son 74% (gran interés por la política, nivel educativo alto y confianza en la habilidad para determinar el curso de la propia vida) y 22% (niveles moderados o bajos en cada variable). Sin embargo, es necesario añadir que el número de casos estudiados en los grupos de “nivel elevado” es generalmente menor que el de los grupos de “nivel bajo”.

Resumen y conclusiones Las actitudes con respecto a Europa tienen muchas vertientes y no pueden cubrirse mediante una única dimensión. En este contexto, es necesario distinguir entre las actitudes escépticas hacia la esfera política en un sentido limitado del término y la tendencia hacia posiciones proeuropeas en lo referente a los propios planes de vida. Las actitudes de los adolescentes y

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jóvenes adultos muestran que la mayor parte de los jóvenes en Alemania son conscientes de la importancia de Europa y de los procesos de unificación europea y reconocen la importancia de Europa como entidad política. Sin embargo, la actitud positiva hacia Europa es claramente más pronunciada en Alemania Occidental que en Alemania Oriental, aunque ha aumentado desde 1997. En lo referente a la valoración de las instituciones europeas, sin embargo, un porcentaje considerable de los jóvenes entrevistados no se atreve a realizar esta valoración, confirmando así las frecuentes quejas sobre un déficit de información en lo relativo a los procedimientos institucionales y las posibilidades de participación dentro del contexto europeo. Pero aquellos que sí se atreven a contestar en este punto consideran que las instituciones con sede en Bruselas y Estrasburgo son más creíbles que las correspondientes instituciones alemanas, es decir, el gobierno alemán y la cámara baja del parlamento (Bundestag). Un nivel elevado de interés por la política, un nivel educativo alto, la confianza en las habilidades para determinar el curso de la propia vida y el conocimiento de lenguas extranjeras se asocian a posiciones proeuropeas. Incluso entre los que no se interesan por la política, un nivel educativo alto y la conciencia de que sus propias acciones son eficaces pueden resultar en un nivel de reconocimiento elevado de la importancia de Europa. Sin embargo, un nivel educativo bajo no se asocia necesariamente con una actitud más reservada con respecto a Europa, ya que se puede compensar a través del interés por la política y el conocimiento de otras lenguas. Los resultados que se presentan aquí proporcionan evidencias que confirman el supuesto de un desarrollo de una elite europea funcional y multilingüe como fue formulada por Lepsius. Este supuesto solo se aplica a un determinado porcentaje de la generación de jóvenes, aunque se nos plantea la siguiente pregunta: ¿Qué pasa con los otros, que corren el riesgo de convertirse en perdedores de los procesos de modernización? En este sentido, las personas excluidas de los procesos de inclusión, tanto a nivel político como económico, pueden llegar a enfrentarse a problemas más serios (Blossfeld et al., 2005). La unificación europea es un proceso largo. Mientras las personas de mayor edad han acompañado cada paso de este proceso de unificación, los jóvenes que se hacen mayores en Europa en la actualidad conciben la Unión Europea como un área compleja y dinámica de procesos políticos y acciones individuales. Las competencias y habilidades para aprovechar las oportunidades durante la adolescencia ayudan a comprender y desarrollar una conciencia europea. Por el contrario, el sentimiento de desventaja y la falta de acceso a las posibilidades más amplias de la integración supraregional y supranacional tienen un efecto limitador sobre una imagen positiva de Europa. Por este motivo son también importantes el nivel educativo, particularmente la educación política, y el fomento de competencias individuales para hacer sostenibles las generaciones futuras.

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Araceli Mateos Díaz . Universidad de Salamanca.

DOCUMENTOS

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La participación electoral la juventud europea. El caso de las elecciones al Parlamento Europeo de 2004

En el presente artículo se lleva a cabo un análisis comparado de la participación electoral de los jóvenes europeos ante un proceso electoral que es común para todos ellos: las elecciones al Parlamento Europeo. Para ello, se han utilizado datos del European Electoral Studies de 2004 y como variables independientes explicativas de las diferentes pautas de comportamiento las actitudes que los jóvenes europeos tienen hacia la Unión Europea. El análisis permite resaltar la relevancia del sentimiento de pertenencia y orgullo de ser ciudadano europeo como la variable con mayor poder explicativo de la participación en elecciones europeas.

Palabras clave: Comportamiento electoral, jóvenes europeos, elecciones Parlamento Europeo, sentimiento de pertenencia, ciudadanía europea.

El análisis del comportamiento político de la juventud La participación política constituye un objeto de análisis prioritario al ser reconocida como uno de los elementos centrales de la democracia. A través de las diferentes formas de participación política se identifica el conocimiento y uso de diferentes prácticas (derechos y obligaciones) mediante las cuales los ciudadanos se reconocen como tales. Por ello, los cambios en los patrones de participación adquieren interés, y en ocasiones provocan preocupación, tanto para investigadores como para los encargados de tomar decisiones políticas dadas sus repercusiones sobre la legitimidad del sistema político democrático. Una alteración en el ejercicio de esos derechos y obligaciones en general, o por algún grupo de población en particular, despierta la curiosidad por conocer y explicar los motivos que lo han provocado. Algunas de las causas se han buscado en el cambio en las actitudes hacia la política, y en los cambios sociales y culturales derivados de los procesos de modernización de las sociedades.

Dentro de los diferentes análisis sobre participación política, muchos son los que se centran en la participación electoral de forma exclusiva. Algunos han constatado el descenso de la participación electoral (Blais et al. 2004; Dalton 2007), sobre todo entre la población joven, respecto a la que habían tenido generaciones anteriores y en comparación con el resto de la población. A menudo podemos encontrar incluso afirmaciones en torno a los jóvenes como personas apáticas, indiferentes, desinteresadas o desafectas respecto de la política. Por el contrario, otros análisis han llegado a la conclusión de que los jóvenes sí están interesados por lo que pasa en política, y que toman parte en diferentes formas de participación política

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(O’Toole et al, 2003; Cunningham and Lavallette, 2004; Weinstein, 2004, Stolle y Hooghe 2005). Lo que parece que está cambiando es el tipo de formas de participación, que pasan de ser convencionales a no convencionales. Algunos autores han denominado a estas nuevas formas de participación “cause-oriented styles” (Norris, 2003), “one-off issue politics” (Hoskins, 2003), o “canales de expresión extrarepresentativos” (Torcal, Montero y Teorell, 2006), intentando resaltar con ello las características de ese tipo de actividades o mecanismos a través de los cuales este grupo de población pretende influir en la política. El declive en el interés por (y el uso de) los canales tradicionales de participación no significa que los jóvenes no estén vinculados con la política, sino que simplemente se hace necesario ampliar la definición de participación a nuevas formas de implicación y compromiso político. Hoskins (2003:3) insiste en señalar que la esfera privada y personal de los jóvenes proporciona indicadores de medición de su propia implicación política. Así, por ejemplo, formas de expresión de dicha implicación se manifiestan a través de su ropa, de la música que escuchan o de la comida que ellos compran. De manera que si cambian las formas de participación e implicación también es necesario buscar nuevos indicadores que permitan medirlas. La aparición de nuevas formas de transmisión de información y demandas de la juventud, unido al descenso en el uso de los mecanismos tradicionales o convencionales de participación política divide los análisis en torno a este grupo de población en tres grandes bloques. En primer lugar, aquellos trabajos que, siguiendo los análisis más clásicos en torno a participación política (como el de Milbrath y Goel 1977) tienen por objetivo explicar las diferencias en los patrones de comportamiento de la juventud como grupo de edad específico respecto al resto de población (Quintelier 2007, Goerres 2007). En segundo lugar, los que focalizan la atención al interior del colectivo de jóvenes y buscan las diferencias entre cohortes de edad y entre la adolescencia y la juventud (Krampen, 2000; Smith 1999). Y, en tercer lugar, los estudios cuyo objetivo reside en buscar explicaciones a las diferencias o similitudes en los patrones de comportamiento político de los jóvenes en contextos diferenciados, de ahí los estudios comparados por áreas (Anduiza 2001, Cainzos 2006, Westphal 2006).

(1) Estos dos efectos son comprobados para el caso español en el trabajo de Moral y Mateos (2002) respecto a la participación electoral y el cambio de actitudes de los jóvenes.

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Estos análisis han utilizado muy diversos factores a la hora de explicar las diferencias de comportamiento. Entre otros factores se mencionan, por ejemplo, la aparición y desarrollo de valores postmaterialistas, siguiendo los postulados de Inglehart, derivados de los proceso de modernización, así como del incremento del individualismo (Bennett 1998); la pérdida de importancia de los cleavages tradicionales (la clase social, la religión o el ámbito rural-urbano) a la hora de determinar los niveles de participación política y electoral; la influencia de los medios de comunicación en el incremento del nivel de cinismo y apatía (Pinkleton y Weintraub 2001). Junto a ellos, también se han tenido en cuenta dos tipos de efectos a la hora de profundizar en el análisis de ese cambio de patrón de comportamiento: el efecto generacional (o efecto cohorte) y el efecto de ciclo vital (1), a los que ya se ha hecho referencia en artículos anteriores. El presente artículo, del conjunto de posibles análisis señalados, tiene como objetivo llevar a cabo un análisis comparado de la participación electoral de los jóvenes europeos ante un proceso electoral que es común para todos

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ellos como son las elecciones al Parlamento Europeo. Se trata, por lo tanto, del análisis de un tipo concreto de participación política y respecto a un tipo de elección también específica, donde el incremento de la abstención es llamativo respecto a otras convocatorias. Si bien esta aproximación es parcial, complementa el conjunto de análisis comparados presentados en este monográfico que lo hacen desde aproximaciones distintas. En este caso el interés no reside en conocer nuevas formas de participación política sino en comprender y explicar por qué es baja la participación política convencional. Dada la cantidad de países considerados se ha restringido el análisis comparado a los jóvenes, es decir que la comparación es entre jóvenes de diferentes países de la Unión Europea, y no entre jóvenes y adultos al interior de cada país. Como se detallará más adelante en el apartado de objetivos y datos, las variables explicativas de la participación electoral en este tipo de elecciones se han buscado en las actitudes políticas de los jóvenes hacia lo que representa ser ciudadano europeo y hacia las instituciones europeas, además de otras variables sociodemográficas introducidas como control. A continuación, este artículo se estructura en cuatro apartados. En el primero se destacan las características que hacen de las elecciones al Parlamento Europeo una convocatoria diferente al resto de elecciones, y se presentan algunos de los factores que pueden explicar las diferencias de participación entre países. El segundo de los apartados recoge las características y justificación de los datos y casos utilizados para el análisis que tanto en el tercer como en el cuarto apartados siguientes se realizan. El apartado titulado “Juventud y Unión Europea” tiene como objetivo presentar de forma descriptiva las diferencias de los jóvenes respecto a orientaciones afectivas y evaluativas de sí mismos como ciudadanos europeos y de las instituciones europeas. En el último de los apartados se utilizan esas orientaciones políticas hacia la Unión Europea junto a otros factores específicos de la convocatoria electoral como posibles variables explicativas de la participación en ese tipo de convocatorias.

Elecciones europeas, ¿elecciones de segundo o tercer orden? El Parlamento Europeo es la única asamblea supranacional elegida de forma directa por los ciudadanos de los Estados miembro. Por lo tanto, las elecciones al Parlamento Europeo constituyen el principal canal de participación e influencia directa de los ciudadanos en los asuntos de la Unión Europea. Sin embargo, estas elecciones se caracterizan por la escasa participación de los mismos. Han sido identificadas como elecciones de segundo orden debido a la escasa importancia política que los ciudadanos conceden a lo que en ellas se pone en juego, y al alcance que el elector percibe que tiene su voto en cada una de ellas (Font, 1995:15).

(2) Además esta norma puede a su vez ser diferente de la utilizada para los procesos electorales nacionales.

Este tipo de elección presenta además otro tipo de características que resaltan su peculiaridad frente a otros procesos electorales. En primer lugar, se trata de un proceso que da como resultado un órgano único de representación pero cuyo proceso de selección no ha sido llevado a cabo a través de un sistema electoral común. No existe una normativa electoral aplicable a todos los estados, cada país selecciona a sus representantes mediante normas diferentes (2). El tamaño y tipo de circunscripción, obligatoriedad o no del voto, la compatibilidad o no con un mandato

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nacional, el día de celebración, la fórmula electoral utilizada para el reparto de escaños, el umbral electoral, el carácter bloqueado o no de las listas son algunas de las principales variables que hacen que varíen de país a país. Así, por ejemplo, España tiene una circunscripción única y sistema electoral proporcional, mientras que en países como Bélgica es proporcional con voto preferencial y con circunscripciones regionales (3). La segunda característica relevante para que los ciudadanos puedan conceder un nivel diferenciado de importancia a estas elecciones es que si bien la elección de los representantes se realiza mediante procesos diferentes, los diputados elegidos no se agrupan por nacionalidades sino que lo hacen por grupos políticos. En este caso, su afinidad política es la que determina su capacidad y cuota de poder en la Cámara (4).

Gráfico 1. Participación real total en elecciones al Parlamento Europeo, 2004 100 90 80 70 60 50 40 30 20 10

BE

LU

IT

MT

CY

IE

GR

LT

ES

DK

DE

FR

AT

FI

LV

NL

PT

UK

SE

HU

SI

CZ

PL

EE

SK

0

Fuente: Parlamento Europeo.

(4) En la actualidad existen siete grupos políticos: Grupo del Partido Popular Europeo, Grupo Socialista en el Parlamento Europeo, Grupo de la Alianza de los Demócratas y Liberales por Europa, Grupo Unión por la Europa de las Naciones, Grupo de los Verdes/Alianza Libre Europea, Grupo Confederal de la Izquierda Unitaria Europea, y Grupo Independencia/ Democracia.

Tal y como muestra el gráfico 1 la participación real total en las elecciones al Parlamento Europeo en 2004 fue muy variada por país y con una media total del 47,8%. Lo que permitiría hablar en algunos casos de elecciones de tercer orden. Resultan muy altos los datos de Bélgica o Luxemburgo con un 90% de participación (y voto obligatorio) frente a los de Suecia o Hungría en torno al 40%, y mucho más en los países que entraron ese mismo año a formar parte de la Unión Europea como Eslovaquia o Polonia donde el porcentaje no alcanza el 20%. Estas diferencias tan llamativas parecen responder únicamente al contexto electoral europeo ya que no se aprecian de forma tan notable cuando se comparan otro tipo de elecciones entre países. Rico y Font (2000:215) muestran cómo la participación media en elecciones nacionales no difiere por países como sí lo hace la de las elecciones europeas. Por lo tanto, los factores institucionales mencionados podrían dar cuenta de la variación en los porcentajes de participación, si bien, no son los únicos factores que contribuyen a ello.

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(3) Para una revisión específica de las peculiaridades institucionales en cada país véase http://www.europarl.es/

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En 2004, para el caso español, prácticamente coincidieron las elecciones nacionales y europeas, apenas les separaban dos meses (en marzo las generales y en mayo las europeas) de manera que pese a ese breve lapso de tiempo se justifica lo que sostienen Rico y Font (2000:219) al explicar la baja participación en las europeas frente a las nacionales: “si no ha pasado mucho tiempo desde las últimas elecciones generales, lo que pueda ocurrir en la convocatoria europea pierde interés y la participación se resiente”. Sin embargo, la coyuntura política que rodeó las elecciones generales no fue trasladada al ámbito europeo, no repercutió igualmente en una mayor movilización del electorado para el caso de las europeas. Todo ello hace pensar en que es necesario tener en cuenta otras variables de carácter individual para explicar dicho comportamiento. Las variables de carácter individual consideradas en el presente trabajo tienen que ver con las actitudes ciudadanas hacia la Unión Europea y sus instituciones. Como se verá más adelante, las diferencias entre países y, en concreto entre la juventud, son notables. Las orientaciones hacia la Unión Europea han sido utilizadas como variables explicativas del bajo índice de participación electoral en las elecciones al Parlamento Europeo. Se supone que la no presencia de actitudes favorables (o sentimientos de pertenencia) a la Unión Europea y sus instituciones justificaría la abstención en este tipo de elecciones. Sin embargo respecto a la cuestión de la importancia de actitudes euro escépticas en los niveles de participación existen diferentes aproximaciones (Van der Ejik y Van Egmond 2007:563). Para el caso de la población total hay trabajos que sostienen que no hay evidencia suficiente para llegar a conclusiones concluyentes. Para otros autores como Blondel, Sinnott and Svensson las actitudes hacia la integración europea, el parlamento europeo, los partidos y candidatos presentados en las elecciones europeas de 1994 sí presentan una relación positiva con participar o no en este tipo de convocatoria. El trabajo que a continuación se desarrolla pretende contribuir a este debate, comprobando para el caso de las elecciones de 2004 la relevancia o no de esas variables actitudinales entre los jóvenes europeos. Se espera que los jóvenes más europeístas, con una gran identificación como ciudadanos europeos, mayor confianza en las instituciones europeas sean más participativos que los que no presentan esas actitudes.

Objetivos y datos Los objetivos concretos de este trabajo pretenden ser inicialmente descriptivos de la participación vs abstención de los jóvenes españoles en comparación con los jóvenes europeos en las elecciones al Parlamento Europeo, para pasar a un análisis más explicativo de las diferencias en esas pautas de comportamiento. Las variables independientes a través de las cuales se intenta explicar el comportamiento son individuales y tienen que ver con las actitudes políticas de la juventud hacia la Unión Europea. Los indicadores actitudinales considerados para este análisis tienen en cuenta tanto elementos coyunturales entre los que están el interés y el seguimiento de los temas de campaña electoral en las elecciones al Parlamento Europeo en 2004, como actitudes que tienen que ver con un apoyo específico, y sentimiento de pertenencia, a la Unión Europea. El hecho de combinar aspectos más coyunturales con otros más referidos a la propia Unión Europea podría establecer alguna diferencia respecto al grado de participación electoral.

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La dificultad de encontrar encuestas con muestras amplias y representativas de la juventud a nivel europeo constituye un problema a la hora de poder inferir conclusiones fiables sobre sus actitudes y comportamiento. Siendo consciente de esta limitación, pero ante el interés de iniciar una aproximación al estudio comparado de estos dos elementos para el caso europeo se han utilizado los datos del European Electoral Studies correspondiente a 2004. Se trata de un estudio que fue aplicado en todos los países que eran miembros antes de mayo de 2004 y cuyas preguntas son comparables al ser formuladas de la misma forma para todos los países. Los casos de Lituania y Luxemburgo han sido eliminados de la matriz ya que las muestras en estos países no incluyeron población menor de 30 años, de manera que el número total de casos de estudio asciende a 22, y el grupo de población joven analizado es el de aquellos jóvenes que tienen entre 18 y 30 años. La información específica respecto a cada uno de los países aparece en la Tabla 1.

Tabla 1. Características técnicas del European Electoral Studies de 2004

Sigla

Muestra realizada

Austria

AT

1010

15,2

% Resto de población (+ de 30 años) 84,8

Bélgica

BE

889

16,6

83,4

Gran Bretaña

UK

1500

14,8

85,2

Chipre

CY

500

25,2

74,8 83,2

País

% jóvenes (1830 años)

República Checa

CZ

889

16,8

Dinamarca

DK

1317

16,6

83,4

Estonia

EE

1606

17,9

82,1

Finlandia

FI

900

15,9

84,1

Francia

FR

1406

19,1

80,9

Alemania

DE

596

17,4

82,6

Grecia

GR

500

19,4

80,6

Hungría

HU

1200

13,5

86,5

Irlanda

IE

1154

15,5

84,5

Italia

IT

1553

10,3

89,7

Letonia

LV

1000

23,8

76,2

Holanda

NL

1586

7,4

92,6

Polonia

PL

960

22,5

77,5

Portugal

PT

1000

21,3

78,7

Eslovaquia

SK

1063

25,9

74,1

Eslovenia

SI

1002

19,2

80,8

España

ES

1208

22,8

77,2

Suecia

SE

2100

18,5

81,5

24939

15,9

84,1

Total

NOTA: Malta, Rumanía y Bulgaria no están incluidos en el estudio ya que fue realizado en 2004. Las muestras de Lituania y Luxemburgo no contaban con individuos menores de 30 años.

La juventud y la Unión Europea Este apartado tiene como objetivo presentar de forma descriptiva las semejanzas o diferencias actitudinales de los jóvenes hacia la Unión Europea. Para ello se han escogido cuatro indicadores, dos de ellos hacen referencia a la ciudadanía europea:

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considerarse ciudadano europeo a la vez que de su país y grado de sentimiento europeísta medido a través del orgullo personal de ser ciudadano. Los otros dos indicadores reflejan orientaciones afectivas y evaluativas hacia la Unión europea: confianza en las instituciones europeas y grado de satisfacción con el funcionamiento de la democracia en la Unión Europea. La ciudadanía europea El Tratado de Maastricht en 1992 institucionalizaba la ciudadanía europea para todas aquellas personas que ostenten la nacionalidad de un Estado miembro. Esta ciudadanía es complementaria con la ciudadanía nacional, sin embargo, no todos los europeos se ven a sí mismos como tales. Compartir estas dos ciudadanías, poseer una serie de derechos y deberes no siempre es garantía de que las personas se sientan o se van a sí mismos como tales. En el caso de los jóvenes europeos, y en términos generales, no es muy frecuente que piensen en sí mismos como ciudadanos europeos a la vez que ciudadanos de sus propios países. De hecho, hay un alto porcentaje de ellos que nunca piensa en las dos ciudadanías, resalta el caso del 57% de los jóvenes en Gran Bretaña, el 43% de los jóvenes entrevistados en Alemania, el 53% de los de Holanda o el 68% de los húngaros. En este sentido, los jóvenes españoles no difieren de la tónica general y un 57% sólo algunas veces se ve a sí mismo con dos ciudadanías. Por el contrario, los jóvenes que con más frecuencia se ven como ciudadanos de su país y europeos son los griegos (39%) y franceses (30%), seguidos de los chipriotas (28%), irlandeses, austriacos, italianos y portugueses (en torno al 20%) (Tabla 2). Tener presente esa doble ciudadanía en un mayor número de ocasiones parece estar relacionado en algunos países con sentirse orgulloso de ser ciudadano de la Unión Europea. De esta forma en Grecia (32%), Francia (28%), Irlanda (23%), Italia (24%) y Portugal (23%) residen los jóvenes que más orgullosos se sienten de ser ciudadanos europeos. El caso español sorprende porque casi tres de cada cuatro jóvenes se siente muy orgulloso de ser ciudadano europeo, sin embargo, únicamente un 6% piensa en sí mismo como ciudadano español y europeo. Existe una alta correlación entre los jóvenes que suelen pensar en sí mismos como ciudadanos europeos y de su país al tiempo que se sienten muy orgullosos de ser europeos (Tau_b de kendall: .456** (5)). La antigüedad en la pertenencia a la Unión Europea parece tener una cierta influencia en la interiorización por parte de los jóvenes de la condición de ciudadano a la vez que a sentirse orgulloso de serlo. En este sentido casi seis de cada diez jóvenes en Estonia, Letonia y Eslovenia se sienten poco o nada orgullosos de ser ciudadanos europeos.

(5) Tau_b de kendall: .456 (significativa al nivel 0,01.)

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Tabla 2. Ciudadanía europea Sentirse al mismo tiempo ciudadano europeo y de su país

Sentirse orgulloso de ser ciudadano de la Unión Europea Muy Poco + Bastante + Nada

A menudo

A veces

Nunca

Austria

24,7

36,4

38,3

46,7

50,6

Bélgica

19,6

50,7

29,7

72,6

27,4

Gran Bretaña

14,5

28,6

56,8

51,4

41

Chipre

27,8

57,9

14,3

69,8

27,7

República Checa

8,1

36,9

38,3

34,9

43,6

Dinamarca

15,1

43,1

38,5

58,3

22,9

Estonia

9,4

48,3

40,6

35,8

57,3

Finlandia

18,9

50,3

30,8

46,2

51,8

Francia

29,7

37,9

32,3

81,4

17,4

Alemania

21,8

34,7

43,6

54

40,2

Grecia

39,2

34,0

25,8

62,9

34

Hungría

6,8

24,7

68,5

59,9

31,5

Irlanda

22,9

42,5

34,6

78,2

20,6

Italia

23,7

49,4

24,4

66,6

17,9

Letonia

10,1

47,5

39,9

32,8

57,6

Holanda

5,9

33,9

53,4

31,3

49,1

Polonia

17,6

47,2

32,4

58,3

25,9

Portugal

23,0

64,8

12,2

88,3

11,7

Eslovaquia

14,2

43,3

39,6

45,4

37,1

Eslovenia

18,8

43,2

34,4

38,5

55,2

España

6,2

57,1

33,7

74,3

19,8

Suecia Total

*

*

*

24,9

32,1

17,1

44,2

36,5

53,9

34,6

Texto pregunta: ¿Piensa Ud. en sí mismo no sólo como ciudadano español sino también como ciudadano de la Unión Europea alguna vez? La suma hasta el 100% corresponde al NS/NC * No hay datos al respecto

Confianza en instituciones europeas y satisfacción con la democracia en la UE Un elemento característico de muchos países democráticos es el incremento de actitudes políticas que muestran alejamiento y desvinculación respecto de la política. Esta disminución de la implicación suele venir derivada de una pérdida de confianza de los ciudadanos hacia las instituciones políticas, los partidos y los políticos. Anteriormente se ha mencionado que algunos de los calificativos que reciben los jóvenes están asociados a la presencia de este tipo de actitudes, como es el de apatía, cinismo o desafección. Torcal (2005) identifica al interior del concepto de desafección política dos dimensiones: desvinculación política y desafección institucional. La primera de ellas consiste en la percepción de falta de responsabilidad de las autoridades e instituciones políticas, y la segunda tiene que ver con la ausencia de confianza de los ciudadanos en las instituciones y los políticos. Se sostiene que la desafección institucional es independiente del apoyo que los individuos concedan al régimen político, de manera que no implica crisis de legitimidad democrática. Si esto fuera así para el caso de los jóvenes europeos, estos tendrían una alta desconfianza en las instituciones y se mostrarían más o menos satisfechos con el funcionamiento del sistema político.

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En este caso se cuenta con varios indicadores de confianza institucional. En concreto, con la confianza hacia el Parlamento Europeo, la Comisión Europea y el Consejo de Ministros. Los rasgos que mejor describen los grados de confianza en estas instituciones (Tabla 3) son los de escasa diferencia en la confianza depositada en las tres instituciones y que se trata de un grado medio generalizado de confianza. Únicamente se observan algunos casos donde la desconfianza es mayor que la confianza, como entre los jóvenes ingleses, o los suecos. En el lado contrario, donde la confianza es mayor en estas tres instituciones europeas es entre los jóvenes de Chipre, Hungría, Dinamarca, Portugal y Grecia. Al interior de cada país, no se aprecian grandes diferencias entre instituciones, lo que muestra una imagen muy similar del Parlamento, la Comisión y el Consejo de Ministros de la Unión Europea.

Tabla 3. Confianza media en instituciones de la Unión Europea (desviación típica) Media confianza institucional 4,8

Parlamento Europeo

Parlamento Europeo

Comisión Europea

Austria

4,84 (2,23)

5,00 (2,07)

4,57 (1,95)

Bélgica

5,19 (1,99)

5,07 (2,03)

4,88 (2,02)

5,8

Gran Bretaña

4,65 (2,17)

4,44 (2,02)

4,27 (1,89)

4,4

Chipre

5,95 (1,83)

5,78 (1,68)

5,78 (1,84)

5,8

República Checa

5,18 (2,55)

5,05 (1,51)

4,69 (2,49)

4,9

Dinamarca

5,78 (2,11)

5,49 (2,04)

5,79 (2,05)

5,7

Estonia

5,40 (2,26)

5,40 (2,38)

5,32 (2,39)

5,4

Finlandia

5,22 (1,82)

5,28 (1,94)

5,04 (2,08)

5,1

Francia

5,19 (2,19)

5,27 (2,05)

4,65 (2,22)

5,0

Alemania

5,40 (2,05)

4,85 (1,98)

4,75 (1,88)

5,0

Grecia

5,83 (2,57)

5,89 (2,44)

5,75 (2,28)

5,7

Hungría

5,90 (2,12)

5,82 (2,26)

5,35 (2,18)

5,7

Irlanda

5,09 (2,34)

4,89 (2,24)

4,14 (2,32)

4,6

Italia

5,49 (1,85)

5,43 (1,89)

*

5,4

Letonia

5,17 (2,34)

5,12 (2,40)

4,93 (2,32)

4,9

Holanda

4,97 (1,75)

4,92 (1,77)

5,05 (1,67)

5,0

Polonia

5,11 (2,38)

4,94 (2,23)

4,76 (2,30)

4,9

Portugal

6,49 (2,05)

6,23 (2,07)

6,16 (2,02)

6,2

Eslovaquia

3,57 (2,21)

5,24 (2,73)

5,07 (2,44)

4,6

Eslovenia

5,61 (2,39)

5,78 (2,33)

5,59 (2,37)

5,7

España

5,34 (1,73)

5,35 (1,71)

5,31 (1,66)

5,3

Suecia

3,64 (2,21)

3,62 (2,15)

3,57 (2,18)

3,6

Total

5,15 (2,27)

5,21 (2,20)

5,00 (2,23)

5,1

Texto pregunta: De las instituciones que voy a leerle a continuación, ¿querría decirme si los conoce y en caso afirmativo podría calificarlos de 1 a 10 según la opinión que tenga Ud. de ellos? – Para el caso de España y Suecia el valor mínimo de valoración fue 0. – La suma hasta el 100% corresponde al NS/NC o no valora * En el caso de Italia no hay datos para consejo de ministros UE

Otro indicador que permite medir el grado de legitimidad y de aceptación del sistema político es el grado de satisfacción con el funcionamiento de la democracia. La satisfacción de cualquier persona suele ser el resultado de la operación de restar la calidad o buen funcionamiento percibido de la calidad o funcionamiento esperado. En este sentido, y respecto al ámbito de la

Jóvenes y participación política: investigaciones europeas

187


Unión Europea, en términos generales la satisfacción es mayor que la insatisfacción. Se podría decir por tanto que la valoración del funcionamiento percibido es mayor al esperado respecto al sistema político democrático en la Unión Europea; si bien hay un grupo de países donde sus jóvenes se muestran claramente insatisfechos. Se trata de Gran Bretaña y Holanda, seguidos en menor medida por los de Finlandia y Alemania. Lo más importante es que estas características actitudinales se mantienen a lo largo del tiempo. Estos datos coinciden con los presentados por Anduiza (2001) con referencia a datos de años anteriores a 2004. Los jóvenes italianos, franceses y austriacos están completamente divididos en sus evaluaciones respecto al funcionamiento de la democracia en el Unión Europea. Los españoles se caracterizan por ser los que más satisfechos están, más de siete de cada diez jóvenes españoles se manifiesta muy o bastante satisfecho. Estos dos indicadores: confianza institucional y grado de satisfacción con el funcionamiento de la democracia presentan una alta correlación entre ellos (6), lo que permite definir un perfil de jóvenes que teniendo un alto grado de confianza institucional valoran positivamente el funcionamiento de la democracia en la Unión Europea. Paralelamente no se puede concluir que existe desafección institucional entre los jóvenes europeos, ya que los niveles de confianza hacia las instituciones europeas no es llamativamente baja.

Gráfico 2. Satisfacción con el funcionamiento de la democracia en la UE* 60 50 40 30 20 10 0 AT BE UK CY CZ DK EE FI FR DE GR HU IE

IT LV NL PL PT SK

-10 -20 -30 Texto de la pregunta: En general, ¿diría Vd. que está muy satisfecho, bastante satisfecho, poco satisfecho o nada satisfecho con el funcionamiento de la democracia en la Unión Europea? * Diferencia entre los que están muy y bastante satisfechos y los que están poco o nada. (6) Tau_b de kendall: .288 (significativa al nivel 0,01). Para el cálculo de esta correlación se ha creado un índice agregado de confianza institucional entre la confianza depositada en las tres instituciones consideradas.

188

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SI ES


Los jóvenes y las elecciones al Parlamento Europeo Las elecciones al Parlamento Europeo, como se ha señalado anteriormente, son identificadas como de segundo (e incluso tercer) orden por la importancia concedida por los ciudadanos a lo que en ellas está en juego y por los niveles de participación de la población en ellas. En este apartado se pretende comprobar el interés y seguimiento concreto de las elecciones de 2004 y se plantea un modelo que explica los diferentes niveles de participación entre los jóvenes europeos. Interés y seguimiento de la campaña electoral Las elecciones al Parlamento Europeo en 2004 no despertaron ningún interés llamativo entre los jóvenes españoles, ni entre los europeos, sino más bien todo lo contrario. Más de siete de cada diez jóvenes europeos mostró desinterés por todo lo vinculado a este proceso electoral. La menor diferencia encontrada entre aquellos jóvenes interesados y los desinteresados con estas elecciones fueron los irlandeses y los portugueses donde el porcentaje de unos y otros fue muy similar. Esta falta de interés refleja una de las características que identifican a las elecciones de segundo orden. A esto hay que unirle el escaso seguimiento de la información política en torno al proceso electoral por parte de los jóvenes. En este sentido, los jóvenes españoles destacan frente al resto de europeos por hacer un mínimo uso de los medios más habituales para estar informados sobre política y sobre el proceso electoral como son la televisión y el periódico. Además se trata de uno de los grupos de jóvenes que con menor frecuencia habla sobre este tema con su familia. Dentro de este panorama general de escasa atención a la campaña electoral destacan los jóvenes alemanes, irlandeses, ingleses y austriacos al presentar un patrón un poco más alentador y hacer un mayor seguimiento de las mismas.

Jóvenes y participación política: investigaciones europeas

189


Tabla 4. Interés y seguimiento elecciones Parlamento Europeo

Interés País

Mucho + Bastante

Con frecuencia Poco + Nada

Televisión

Periódico 31,2

Hablar con la familia 26,6

Austria

40,3

59,7

10,4

Bélgica

25,7

74,3

15,5

11,9

15,5

Gran Bretaña

29,7

69,8

17,6

23,1

20,3

Chipre

15,1

84,9

11,1

9,5

11,1

República Checa

12,8

86,6

6,9

11,6

4,1

Dinamarca

33,5

66,5

6,1

10,6

21,2

Estonia

25,3

74,0

4,9

7,7

9,6

Finlandia

31,5

68,5

0,7

9,1

16,1

Francia

26,0

74,0

11,2

13,4

23,0

Alemania

26,0

74,0

32,7

27,8

17,3

Grecia

15,5

84,5

17,5

11,3

20,6

Hungría

25,9

74,1

11,3

10,6

17,4

Irlanda

50,8

49,2

20,1

24,7

35,4

Italia

25,8

60,4

11,0

9,3

29,2

Letonia

22,7

76,5

7,3

6,0

19,6

Holanda

15,3

83,1

6,0

13,6

11,0

Polonia

38,4

61,6

7,9

7,5

14,0

Portugal

48,4

51,6

11,3

13,6

25,8

Eslovaquia

7,6

90,9

1,5

3,3

5,5

Eslovenia

34,4

65,6

2,1

9,4

10,4

España

23,4

75,8

6,9

9,1

6,5

Suecia

40,3

59,7

*

*

*

Total

25,7

74,3

9,5

12,2

16,8

* No se dispone de este dato Textos de las preguntas: a) Recordando los días previos a las elecciones para el Parlamento Europeo, me gustaría que me dijera en qué medida estaba Vd. interesado en la campaña de estas elecciones, ¿diría Vd. que estaba muy interesado, bastante interesado, poco o nada interesado? b) ¿Con qué frecuencia realizó Vd. alguna de estas actividades durante las tres o cuatro semanas previas a las elecciones europeas? ¿Con frecuencia, algunas veces o nunca? – Vio un programa en la televisión sobre las elecciones europeas? – Leyó un artículo en la prensa sobre las elecciones europeas? – Habló con amigos o familiares sobre las elecciones europeas?

Participación y abstención en elecciones europeas La participación electoral media en las elecciones al Parlamento Europeo fue del 47,8% para el conjunto de países. Para el caso español esta participación fue únicamente del 45,1% del censo electoral, la más baja de todas las convocatorias electorales desde el inicio de la democracia. Según los datos de la encuesta utilizada en el presente trabajo un 50,6% de los jóvenes españoles declara haber votado. Esto no significa que los jóvenes votasen más que la población en su conjunto, máxime cuando es conocida la menor participación electoral de los jóvenes respecto de los adultos en todas las convocatorias electorales. Es un hecho conocido que en todas las encuestas electorales la proporción de entrevistados que dice que va a votar o que ha votado suele ser significativamente más elevada que la tasa de participación que realmente se registra en las urnas.

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Los datos de participación y abstención muestran a unos jóvenes europeos con patrones de comportamiento electoral muy diferenciados ante un mismo proceso electoral. Encontramos jóvenes muy participativos, como los de Eslovenia, Eslovaquia y Polonia que declaran una participación por encima del 75%, y unos jóvenes muy abstencionistas, como los italianos, los irlandeses o los holandeses, donde casi ese mismo porcentaje sostiene que no acudió a las urnas en 2004. Para intentar explicar estas diferencias en torno a los patrones de participación y abstención electoral entre los jóvenes europeos en su conjunto se ha llevado a cabo un análisis de regresión logística donde la variable dependiente dicotómica es la participación cuyos valores son: abstención (valor 0) y participación electoral (valor 1). Como variables independientes se han incluido las actitudinales analizadas hasta este momento más algunas variables sociodemográficas, en concreto situación ocupacional (con tres valores: ocupado, parado y estudiante), edad (recodificada en tres intervalos: 18-21, 22-25 y 26-29 años) y una variable dicotómica que refleje si los jóvenes logran ubicarse ideológicamente o no, independientemente de si lo hacen en la izquierda o derecha de la escala (7). Incluir estas variables sociodemográficas permite ejercer un control y ampliar el análisis a otras características individuales de los jóvenes. La edad ha sido recodificada en tres intervalos con la intención de poder testar las diferencias a medida que incrementa la edad de los jóvenes. En el caso de la situación ocupacional se pretende controlar hasta qué punto los jóvenes con situaciones laborales diferenciadas pueden tener un comportamiento más participativo o más abstencionista en una convocatoria de segundo orden. La tabla 5 muestra los resultados de dicho análisis de regresión. De todas las variables incluidas en el modelo, cinco de ellas permiten explicar porqué unos jóvenes europeos deciden votar frente a abstenerse, de manera que puede sostenerse que aquellos jóvenes europeos que tienen interés por temas vinculados a las elecciones, se sienten orgullosos de ser ciudadanos europeos, se ubican ideológicamente y siguen la información política a través de algún medio de comunicación o a través de conversaciones con familiares, tienen una mayor probabilidad de acudir a las urnas que aquellos que no presentan este perfil. Los grupos de edad al interior de los jóvenes no han sido foco de atención específico a lo largo de este artículo pues supondría otro tipo de análisis, si bien, puede sostenerse que la edad de los jóvenes es importante a la hora de explicar su comportamiento electoral. Esta variable ha sido relevante a la hora de entender la participación de la población en términos generales como también lo es a la hora de comprender la de los jóvenes en particular.

(7) Se ha decidido incluir esta variable frente a ubicación ideológica porque en los análisis bivariados esta variable no discriminaba en términos más o menos participativos.

Estos datos ayudan a entender la importancia de variables actitudinales hacia la Unión Europea en el comportamiento electoral. Los jóvenes europeos poseen, como se ha visto a lo largo de todo este artículo, diferencias actitudinales importantes respecto a la Unión Europea y sus instituciones, y algunas de esas orientaciones son las que van a tener un efecto sobre su participación en unas elecciones al Parlamento Europeo. El sentimiento de pertenencia y ciudadanía europeo representa la actitud más relevante en términos de respuesta a la pregunta que está presente a lo largo de todo el texto. A medida que incrementa el sentimiento europeísta de los jóvenes (medido como orgullo de ser europeo), incrementa su participación en elecciones al Parlamento Europeo. Este sentimiento está unido al interés por las cuestiones que tienen que ver con la Unión Europea

Jóvenes y participación política: investigaciones europeas

191


y en concreto con hacer un seguimiento de forma habitual de las noticias e información en torno al proceso electoral. Existe una mezcla entre actitudes más coyunturales, como son el interés por los temas de campaña electoral y el seguimiento de información política electoral en los medios de comunicación, con actitudes más interiorizadas como es el sentimiento u orgullo de ser ciudadano europeo. No todas las actitudes hacia la Unión Europea incluidas en el modelo han resultado tener un efecto positivo sobre la participación electoral. En concreto, el grado de confianza institucional, y podríamos resaltar la confianza en el propio Parlamento Europeo cuya composición es la que resulta del proceso electoral, es una variable que, como se ha visto anteriormente, apenas diferencia por país a los jóvenes, y tampoco es una variable útil para explicar la participación electoral en elecciones europeas. Como tampoco lo es la evaluación que los jóvenes hacen del funcionamiento de la democracia en la Unión Europea.

Tabla 5. Variables explicativas de la participación en elecciones europeas (regresión logística)1 Participación (1) vs Abstención (0) β

E.T.

Sig

,637

,067

,000

Orgulloso ciudadano europeo

,267

,066

,000

Satisfacción democracia

-,008

,074

,912

Ubicarse ideológicamente

,520

,189

,006

(1)

-,059

,114

,606

(2)

,158

,194

,417

(1)

,059

,121

,625

(2)

,360

,127

,005

Seguimiento campaña

,792

,111

,000

Confianza institucional

,009

,027

,731

Doble ciudadanía

,048

,076

,527

-3,798

,303

,000

Interés campaña

Ocupación

,478

Edad

,008

Constante Casos incluidos en el análisis

2224

% casos correctamente predichos

66,9

R 2 de Cox y Snell

,16

R 2 de Nagelkerke

,22

* Interés por la campaña: Ninguno (1), poco (2), bastante (3), mucho (4). Orgulloso de sentirse ciudadano europeo: Nada (1), poco (2), bastante (3), mucho (4). Satisfacción con el funcionamiento de la democracia: Nada (1), poco (2), bastante (3), mucho (4). Ubicarse ideológicamente: No (0), Sí (1). Ocupación: Ocupado (1), Parado (2), estudiante (3). Edad: 18-21 años (1), 22-25 años (2) y 26-29 años (3). Índice seguimiento campaña electoral: escala de 1 a 3. Índice confianza institucional: escala de 0 a 10. Sentirse con doble ciudadanía: 1 (nunca), 2 (a veces) 3 (a menudo). 1

Se ha decidido dejar en el modelo dos indicadores sobre ciudadanía para comprobar cuál de los dos tiene un efecto mayor sobre la participación pese a que entre ellos hay una importante correlación.

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Conclusiones El análisis comparativo de las actitudes hacia elementos relacionados con la Unión Europea y las elecciones al Parlamento Europeo con el comportamiento electoral de los jóvenes en dicho proceso electoral permite extraer algunas conclusiones interesantes. En primer lugar que los jóvenes europeos no presentan un perfil ni actitudinal ni de comportamiento homogéneo ante una misma convocatoria electoral. El proceso electoral a través del cual se eligen los representantes a ocupar puestos en el Parlamento Europeo no despierta un especial interés entre la juventud europea, al igual que lo hace entre la población total como se ha comprobado en otros estudios. Sin embargo, el interés coyuntural por los temas de campaña respecto a las elecciones europeas y el seguimiento de los mismos a través de los medios de comunicación o en conversaciones con familiares tiene un efecto positivo y significativo sobre la participación electoral. Este dato hace llamar la atención sobre la necesidad de que este proceso electoral europeo, los temas de campaña e incluso la información respecto a las funciones de los representantes en el Parlamento Europeo tengan una mayor cobertura en los medios de comunicación. En segundo lugar, los jóvenes europeos no muestran un patrón de desafección institucional. Los niveles de confianza en las principales instituciones europeas y el grado de satisfacción con el funcionamiento de la democracia en la Unión Europea no permiten concluir que ese sea un rasgo característico de sus orientaciones políticas. En tercer lugar, los jóvenes europeos no piensan en sí mismos, a menudo y al mismo tiempo, como ciudadanos de su país y ciudadanos europeos. La identificación como ciudadanos europeos ocupa un segundo plano. Este aspecto constituye uno de los ejes centrales de la baja participación de los jóvenes europeos en las elecciones al Parlamento Europeo y nos alerta sobre las repercusiones que tiene la interiorización de ser ciudadano europeo y estar orgulloso de serlo. El análisis muestra que la variable sentirse orgulloso de ser ciudadano europeo es la que tiene un mayor poder explicativo sobre la participación en elecciones europeas. La identificación, el sentimiento de pertenencia y orgullo de ser ciudadano europeo incrementa la probabilidad de participar en las elecciones europeas. Por ello, uno de los retos ante el descenso de la participación política convencional de los jóvenes en convocatorias europeas es el fomento de la ciudadanía europea entre los jóvenes.

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Andreu López Blasco . AREA (Valencia).

DOCUMENTOS

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Jóvenes de familias inmigrantes y su interpretación de la participación política. Un estudio comparado entre griegos, italianos, turcos y alemanes (1)

Los países receptores de mano de obra extranjera, como en el caso de Alemania, suelen crear la ficción de que los trabajadores extranjeros, después de un cierto período de tiempo, regresarán a su país de origen. Pero la realidad es otra muy distinta: los inmigrantes y sus hijos tienen la voluntad de quedarse. Esta “negación de la realidad” explicaría que, después de más de 30 años de inmigración masiva, en 1997 se haya realizado en Alemania una investigación que analiza las orientaciones políticas de los jóvenes de familias inmigrantes. La investigación compara las orientaciones políticas y la disponibilidad a actuar de los jóvenes que provienen de familias de inmigrantes con las que provienen de familias alemanas. En la comparación se tiene en cuenta las condiciones de vida específicas de la inmigración y las orientaciones políticas que existen en el país de acogida. El grupo de jóvenes de “origen inmigrante” que participan en la investigación (Griegos, italianos y turcos) - se diferencian muy poco en su perfil de migración: Alrededor del 40% de los jóvenes adultos de 18 a 25 años de origen griego, italiano o turco ha nacido en Alemania y siempre ha vivido allí; el 30% han llegado antes de la edad de escolarización y otro 30% después de cumplir los seis años. Las opiniones que manifiestan sobre los principios democráticos, sobre el nivel de aceptación de las organizaciones e instituciones sociales y las diferentes formas de participación política se diferencian claramente según el género, el nivel educativo y laboral.

Palabras clave: Inmigración, orientaciones políticas, participación política, estudio comparado. (1) Este artículo comenta los resultados de la investigación dirigida por A. Weidacher, In Deutschland zu Hause. Polítische Orientierungen griechischer, italienischer, türkischer junger Erwachsenen im Vergleich (En Alemania en casa. Orientaciones políticas de jóvenes adultos griegos, italianos, turcos y alemanes en perspectiva comparada); véase Weidacher (2000). (2) Los Acuerdos se firmaron en 1955 con Italia, 1960 con España y Grecia, 1961 con Turquía, 1963 con Marruecos, 1964 con Portugal. 1965 con Túnez y 1968 con Yugoslavia.

Introducción La República Federal de Alemania, en los años cincuenta, ante la necesidad de mano de obra inicia un proceso de contratación de trabajadores extranjeros en sus países de origen para lo que llega a firmar Convenios bilaterales (2) con los gobiernos respectivos y envía a esos países “Comisiones de contratación (reclutamiento)” cuya función principal era, junto con la firma de contratos, la revisión médica que corría a cargo de médicos alemanes que se desplazaban a los países que habían firmado los acuerdos. La política de inmigración se basaba en la reiteración de que la contratación de mano de obra extranjera era pasajera y que los extranjeros, después de un periodo de tiempo, volverían a sus países de origen y que por tanto la RFA no era un país de inmigración. La afirmación reiterada de la provisionalidad de la permanencia de los trabajadores extranjeros (de ahí la primera etiquetación de los mismos como

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“Gastarbeiter”: trabajador invitado, que después de un tiempo vuelve a su casa) y la afirmación de que la RFA no era un país de inmigración fundamentaron todas las respuestas oficiales a la falta de políticas y medidas relacionadas con los trabajadores inmigrantes. Esta postura oficial llevó consigo que en los primeros años ni se hablara de integración, ¿para qué?, ni de la familia de los trabajadores extranjeros. Durante los primeros años la única decisión política existente era, tras la presión y el acuerdo con el sindicato alemán, que los extranjeros tenían que acogerse al mismo acuerdo salarial que tuvieran los trabajadores alemanes. Pero ya a finales de los sesenta la realidad demuestra que ni la necesidad de mano de obra es pasajera, y que los extranjeros también tienen una familia (fundada en algunos casos en la misma RFA o como consecuencia de la reagrupación familiar) con hijos, que empiezan a necesitar servicios y surgen los problemas derivados de la masificación espacial en los barrios en los que viven mayoritariamente las familias extranjeras. La crisis de 1973/ 74 que afecta también a los extranjeros y empiezan a hacerse visibles los conflictos con la población autóctona, obliga a los partidos políticos a debatir sobre nuevas medidas y decisiones en relación con la población inmigrante (Weidacher y Lopez Blasco, 1982). Desde un principio las respuestas políticas a las nuevas situaciones que surgen con la presencia de las familias extranjeras son reactivas: conforme van surgiendo los problemas. Las respuestas políticas siempre han partido del supuesto de que los inmigrantes, tarde o temprano volverían a sus países. Esta hipótesis ha sido la causa del fracaso de la mayoría de las teorías (integración, aculturación, interacción entre culturas, identidad etc.) o de las políticas sobre la integración social y consecuentemente ha originado un lastre social importante: inversiones económicas en políticas socioeducativas para inmigrantes y sus hijos que no dan los resultados pretendidos porque los objetivos no están claros y el consiguiente aumento de las tensiones sociales, que hacen peligrar la cohesión social. Medidas sociales, educativas, políticas, así como los proyectos de investigación han ido surgiendo como respuesta, como reacción a las dificultades y a los problemas que iban surgiendo (López Blasco, 1983). Mientras tanto, los padres que llegaron como consecuencia de los Convenios bilaterales se han ido haciendo mayores y no vuelven definitivamente a sus países de origen, sus hijos han crecido en Alemania y muchos de ellos/ ellas han adquirido la nacionalidad alemana, muchos de sus hijos/ hijas tienen ahora más derechos civiles como consecuencia de la ampliación de la Unión Europea. Se ha introducido el derecho a votar y a ser votado en elecciones locales para los ciudadanos de los países de la Unión Europea, desde 1994; la reforma del derecho de nacionalidad de 1999 ha abierto, a un número importante de extranjeros, la posibilidad de ampliar su participación política. La investigación que comentamos ahora, la primera sobre este tema, surge después de muchos años de inmigración y en el momento que se hace visible que la participación política de los /las jóvenes extranjeros es posible. El contenido de la investigación se centra en dos temas: • Comparar las orientaciones políticas y la disponibilidad a actuar de los jóvenes que provienen de familias de inmigrantes con las de los alemanes

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• En el examen de las posibles correlaciones entre las condiciones de vida específicas de la inmigración y las orientaciones políticas en el país de acogida

Ciudadanía múltiple o transnacional En muchas ocasiones, tolerar a los extranjeros se limita a hacer referencia a la utilidad de su presencia. En la valoración de los inmigrantes por parte de la población nativa se les clasifica en diferentes categorías: según cercanía cultural de la lengua, el color de la piel y la religión, según cercanía geográfica y el sistema político de su país de origen, etc. También según la calidad de la cooperación política y económica con estos países de origen. En la actualidad la relación de los alemanes con los extranjeros de estados miembros de la Unión Europea no presenta especiales problemas culturales o políticos. Esto también es válido para países de la UE como Grecia, Italia, España o Portugal, de los que hace 30 o 40 años llegó gran cantidad de mano de obra. Los inmigrantes de estos países, pero también los de países que (todavía) no pertenecen a la UE, como Turquía o los países de la antigua Yugoslavia, tienen un trasfondo de inmigración común. Como miembros de la UE, los griegos e italianos no solo tienen un estatus legal diferente, también gozan de un mayor grado de aceptación, como muestran diversas encuestas, entre la población alemana. Los países miembros de la UE están vinculados por objetivos comunes en el campo social, político o económico. A pesar de que los extranjeros que provienen de la UE no tienen acceso absoluto a las instituciones públicas o al derecho de voto, la unión política sí requiere una conciencia de pertenencia y, al mismo tiempo, reconocimiento de la igualdad cultural de las diferentes configuraciones vitales entre los distintos grupos de población. Tanto desde un punto de vista científico como por parte de grupos de presión, las exigencias de igualdad política y cultural se basan sobre todo en los derechos fundamentales establecidos en la Constitución. De este modo, y con referencias a los vínculos étnicos y políticos de la vida en la sociedad actual, el origen, el matrimonio, el cambio de país de residencia cuestionan la idea tradicional de nacionalidad y fomentan el concepto de ciudadanía múltiple o transnacional. En este contexto no se puede pasar por alto que las condiciones para configurar la vida en los campos de las técnicas de la información, la movilidad, la biología humana o la economía se traspasan todas las fronteras nacionales y promueven el desarrollo hacia una sociedad global. Desde este punto de vista, la tesis de que para una sociedad democrática no es suficiente la lealtad de los ciudadanos parece perder fuerza, mientras gana terreno la idea de que un estatus de ciudadanía nacional, pero también múltiple y transnacional, debe promover la solidaridad política y social hacia todos los miembros de la sociedad en la que se vive. También en las democracias modernas gran parte de la población vive como si la política fuera cosa de los representantes pagados por el pueblo y por las instituciones. La responsabilidad por lo compartido, la participación política, es de gran importancia en las sociedades modernas para el desarrollo personal, seguramente igual de importante que las relaciones de pareja y la paternidad/maternidad (Flanagan y Sherrod, 1998). Los políticos e investigadores advierten que la democracia solo es viable a través de la

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solidaridad concreta, “una constitución parlamentaria y las instituciones democráticas no son suficientes”, la democracia debe demostrar su capacidad en las instituciones que son apoyadas por la confianza y el apoyo de los ciudadanos.

Primera investigación sobre las orientaciones políticas de jóvenes inmigrantes y alemanes en Alemania El Instituto Alemán de la Juventud en Múnich realizó en 1997 un estudio que por primera vez analiza las orientaciones políticas de los jóvenes adultos de familias inmigrantes (en el momento en que se lleva a cabo la investigación había en Alemania 7,32 millones de extranjeros). Las cuestiones sobre opiniones políticas y participación activa de jóvenes de origen inmigrante se pusieron por primera vez sobre la mesa en las investigaciones sobre juventud en Alemania en la “Encuesta de extranjeros” llevada a cabo en 1997. Este sondeo se concibió como un apéndice independiente de la investigación sobre orientaciones políticas de los jóvenes alemanes. Desde entonces se ha incluido a los jóvenes inmigrantes en investigaciones representativas de carácter nacional sobre orientaciones políticas (Gille et al., 2006). Y ya no se define solo a los “extranjeros” como grupo de referencia, sino a todos los jóvenes de origen inmigrante (por ejemplo, también a los jóvenes nacionalizados con padres también integrados). Antes como ahora se da el problema de que no todo contexto de migración o todo grupo étnico y político extranjero se puede representar de forma suficientemente representativa en una investigación como para establecer comparaciones válidas desde el punto de vista estadístico entre los distintos grupos. Todos los grupos escogidos para la “encuesta de extranjeros” pertenecían a países de los que en el pasado procedían los “Gastarbeiter” y representaban tres modelos culturales diferenciados, a lo que además se añadía una diferencia importante en lo que se refiere a la posición políticolegal que deriva de la pertenencia o no a un país de la Unión Europea. Había que partir del supuesto de que esta diferente posición político-legal (en combinación con diversos factores culturales) tendría una gran influencia sobre las posibilidades de identificación de los jóvenes. A esto se añade el dato conocido de que la pertenencia a la Unión Europea juega un papel importante en el comportamiento de la población nativa en cuanto al nivel de aceptación de los inmigrantes. En contraposición a estas diferencias significativas en cuanto a las condiciones de partida para las orientaciones políticas de los jóvenes se sitúa una etapa de duración más larga de comunicación socio-cultural de los jóvenes con la sociedad en el país de acogida. Excepto una pequeña minoría, todos tienen planes de quedarse en Alemania. A pesar de este interés existencial común, es necesario analizar las posibilidades y desarrollos de la orientación política y la participación en un contexto de variadas y diferentes condiciones: • Diferente grado de vinculación con el país de origen, tanto política como económica. • A corto plazo condiciones favorables para la organización intra-étnica y protección de las tradiciones propias. • Conservación de tradiciones culturales específicas (interpretación del derecho, relaciones familiares con estructuras diferentes a las del país

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de acogida, comportamientos con respecto a estructuras de autoridad, roles específicos de género). • Conexión de tradiciones culturales con características religiosas del país de origen. • Niveles educativos bajos y poca habilidad en la lengua del país de acogida de los padres; los padres no son capaces de apoyar a sus hijos/as en lo que se refiere a exigencias del sistema educativo. • Falta de aceptación o aceptación muy selectiva por parte de la población nativa (Valoración general negativa de un grupo minoritario por parte de la población) • Posición político-legal diversa de los inmigrantes, posiciones que se interponen en la identificación social y política con la sociedad de acogida y dificultan la participación activa. Los encuestados, griegos, italianos y turcos de 18 a 25 años, representan en Alemania aproximadamente un millón de jóvenes adultos de este grupo de edad. Griegos, italianos y turcos se diferencian muy poco en su perfil de migración: • Una duración del proceso de socialización en Alemania similar • El nivel educativo se diferencia en muy poco • Muestran un nivel de alemán bueno o muy bueno en la misma proporción • En su gran mayoría quieren permanecer en Alemania • Se muestran interesados en una proporción parecida por obtener la nacionalidad alemana Alrededor del 40% de los jóvenes adultos de 18 a 25 años de origen griego, italiano o turco ha nacido en Alemania y siempre ha vivido allí, sobre el 30% ha llegado antes de la edad de escolarización y otro 30% después de cumplir los seis años. Solo el 13% de los turcos (15% de los italianos, 17% de los griegos) muestran interés en volver a su país de origen, mientras el 60% de los jóvenes adultos de los tres grupos quiere permanecer en Alemania. Los jóvenes adultos de los tres grupos muestran un interés parecido por obtener la nacionalidad alemana (alrededor de 1/3 la quiere, 1/3 posiblemente, 1/3 posiblemente no), y esto a pesar de las diferencias en cuanto a cercanía geográfica, cultural o política con respecto a Alemania. Los jóvenes adultos de origen extranjero se diferencian, de forma importante, de los alemanes en su nivel de formación y su origen social. El 93% de los padres de inmigrantes no han terminado la educación obligatoria o tienen un título equivalente a la educación obligatoria, mientras esto es así solo en el 36% de los padres alemanes. La investigación se centraba en la siguiente cuestión: ¿En Alemania en qué medida están políticamente integrados los jóvenes adultos (de 18 a 25 años) de origen inmigrante (países de la UE como Grecia o Italia) en comparación con los jóvenes turcos (país no perteneciente a la UE) y, a su vez, en comparación con los alemanes de la misma edad? ¿Cómo viven la política estos jóvenes?

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Los datos se corresponden con un grupo de 2.500 jóvenes italianos, griegos y turcos clasificados según edad, género, nacionalidad y región donde viven y con otro grupo representativo de 3.500 jóvenes de la Alemania del Oeste y del Este. La muestra de jóvenes extranjeros se caracterizaba por características comunes (de países que en el pasado suministraban mano de obra, una proporción parecida de jóvenes que han nacido y crecido en Alemania, parecidos en cuanto a los planes de permanecer en Alemania y a nivel educativo, una situación político-legal parecida de griegos e italianos, que pertenecen a países de la Unión Europea, frente a los turcos, que no forman parte de la UE) y por diferencias en las tradiciones culturales y la situación político-legal. Junto a un conjunto de preguntas idénticas sobre orientación política, la “encuesta de juventud” contenía preguntas adicionales sobre la situación vital específica de los inmigrantes y sobre orientación sociocultural. Los jóvenes tenían la posibilidad de responder a sus preguntas en su idioma materno. Para identificar similitudes en las características (como formación, situación laboral, estructura familiar, etc.) y los comportamientos (como opinión sobre la democracia, los roles específicos de género, confianza en las instituciones políticas, etc.) no solo se realizaron comparaciones bi-variables de características mediante tablas cruzadas. También se utilizaron métodos multi-variantes como los análisis de correlación no lineales (OVERALS), cálculos analíticos de los factores y procedimientos explorativos (CHAID), con el objetivo de analizar las interacciones de diversos factores sobre los rasgos que tratan de explicarse.

Resultados más importantes La investigación que estamos comentando informa sobre orientaciones políticas, comparando a los jóvenes extranjeros entre ellos y con los alemanes. Todo esto en tres niveles: • ¿Qué opinan de las reglas básicas de la democracia (libertad de expresión, control de los poderes, separación de iglesia y estado, etc.) y la igualdad de género? • ¿Cómo aceptan las instituciones políticas, culturales de gobierno? • ¿Cómo han participado hasta ahora en el campo de la política? A continuación, me gustaría, en primer lugar, reseñar las acciones y las formas más generales de participación política, como la valoración de los principios democráticos, aceptación de las organizaciones y las entidades sociales y participación en acciones políticas (puntos 1, 2 y 3). En segundo lugar (puntos 4 y 5) presento los resultados de la investigación en relación con condiciones fundamentales, que también ejercen su influencia, independientemente de las circunstancias de migración, sobre el desarrollo y la percepción de los intereses políticos, las opiniones, las esperanzas y la disposición a participar. Entre estas condiciones hay que tener en cuenta: • El rol de la formación como base para adquirir las competencias comunicativas y las posibilidades de interacción y como base de orientaciones en los valores y en la percepción de roles específicos de género.

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• La situación laboral y la forma de vida influyen en la forma de percibir los intereses políticos • Sin olvidar la edad y las circunstancias en la que los padres y sus hijos iniciaron el proceso migratorio Opiniones políticas y principios democráticos En general y referido a los jóvenes entrevistados, las opiniones sobre los principios democráticos se diferencian claramente entre las posiciones de los hombres y las mujeres, así como las de los jóvenes y el nivel educativo alcanzado, ya que hay diferencias entre los que han terminado la educación secundaria y los que han abandonado la educación sin ningún título. Sin embargo los jóvenes adultos de origen inmigrante comparten en la misma elevada proporción que los alemanes los objetivos de una sociedad democrática y los principios de igualdad entre géneros. Esto converge con la tesis de que existe una tendencia, hacia la homogeneidad de los objetivos de bienestar social sobre la base de los principios democráticos. La semejanza de opiniones se explica porque los jóvenes adultos comparten las mismas fuentes de información específicas de los jóvenes y el mismo mundo conceptual a pesar de que los alemanes y los extranjeros no disponen de las mismas oportunidades de participación e identificación política. Parecido nivel de aceptación de las organizaciones e instituciones sociales En las preguntas sobre confianza en las instituciones sociales se pueden identificar dos dimensiones: • Confianza en las instituciones políticas, por ejemplo, el parlamento alemán, el gobierno, la justicia, la policía. • Confianza en las “organizaciones solidarias de base democrática” como Greenpeace, iniciativas ciudadanas, sindicatos. El nivel de formación, la satisfacción con las posibilidades de participación política, el género, la región en la que se vive, las tendencias religiosas, los valores en lo que se refiere a la seguridad social o el nivel de realización tienen un papel central para la confianza (abstención o valoración) y las dos dimensiones nombradas anteriormente. Los jóvenes adultos, por ejemplo, con niveles educativos medios o bajos y para los que la religión es de gran importancia en la configuración de su vida se identifican con valores de seguridad social (en menor grado con la realización personal) y muestran gran confianza en las instituciones administradas o dependientes de las decisiones políticas. Esta orientación (igual que el grupo que no responde a esta pregunta) se refuerza entre los jóvenes adultos que ya están casados, que se ocupan de las tareas del hogar y sobre todo entre los que ya tienen hijos. Los jóvenes adultos alemanes y los jóvenes de origen extranjero se comportan de forma parecida en su aceptación de las instituciones políticas, y al expresar sus preferencias por aquellas instituciones en las que pueden confiar: Organizaciones solidarias de base democrática como Greenpeace o iniciativas ciudadanas son valoradas en mayor medida de forma más positiva que otras instituciones y, dentro de éstas, la policía y los juzgados son mejor valorados que el gobierno o los partidos.

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Si se desglosa la estructura de las preferencias se pueden identificar argumentos específicos de cada nacionalidad, que parecen plausibles: Los juzgados y la policía se valoran de forma más positiva entre los alemanes que entre los extranjeros, sobre todo entre los turcos. Los italianos y los turcos valoran la televisión alemana (seguramente como órgano para intereses intelectuales) de forma especialmente positiva. Los griegos y los turcos, que en una proporción mayor son asalariados, muestran más confianza en los sindicatos. Por otra parte, los italianos, que en su mayor parte pertenecen a la religión católico-romana, tienen una mejor opinión de las iglesias cristianas que los griegos, que son en su mayoría ortodoxos, o los turcos, que suelen ser musulmanes. Formas parecidas de participación política En las respuestas a la pregunta en qué acciones políticas han participado hasta el momento los jóvenes adultos, se da una estructura de preferencias parecida: La forma de acción más común de los alemanes también es la más común de los jóvenes adultos extranjeros. Pero también aquí se pueden encontrar diferencias específicas de cada nacionalidad, para las que también existe un motivo plausible: La ventaja lingüística de los alemanes y su mayor nivel educativo –por tanto, también una mayor duración del periodo de formación– favorecen competencias para formas de acción como recoger firmas, trabajar en gremios, discusiones públicas, escribir a los medios y a los políticos… De este modo ya se han mencionado las condiciones fundamentales para las acciones y la participación, que también ejercen influencia, independientemente de las circunstancias de migración, sobre el desarrollo y la percepción de los intereses políticos, las opiniones, las esperanzas y la disposición a participar: Terminar una formación como base para las competencias comunicativas y las posibilidades de interacción y como base de orientaciones en los valores y en la percepción de roles específicos de género. A esto se suman diferentes ocasiones para percibir los intereses políticos dependiendo de la situación laboral y la forma de vida. Esto permite destacar otro resultado importante del estudio Consecuencias especiales de la situación laboral y educativa La situación de los jóvenes inmigrantes puede ocasionar que aumenten las desventajas que van unidas a tener un nivel educativo bajo y una situación laboral desfavorable, situación que también se puede dar entre los jóvenes adultos que se encuentran en situaciones de desventaja educativa y laboral. Ambos grupos –jóvenes con trasfondo inmigrante y jóvenes alemanes con nivel educativo bajo– no se interesan por la política, tienen unas opiniones menos orientadas hacia la democracia, con niveles más bajos de aceptación de las instituciones políticas, así como un menor contacto con la participación política. Abandono escolar prematuro y bajos niveles de conocimiento de alemán son en gran medida problemas de jóvenes adultos que han llegado a Alemania después de su sexto año de vida. El nivel educativo no sólo influye en las oportunidades laborales, también en las competencias comunicativas, la capacidad de desarrollar contactos y la posibilidad de comunicarse. Unido a la inmigración tardía y/o a niveles educativos o lingüísticos bajos está la concepción tradicional de los roles de género, la jerarquía familiar y

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las obligaciones, así como los lazos religiosos. Los jóvenes adultos que han inmigrado a una edad más avanzada están, en mayor medida, trabajando, en paro o se ocupan de las tareas en el hogar. Se encuentran vinculados de forma más estrecha a la familia, se casan antes y en muchos casos ya tienen su propia familia. Estos jóvenes son claramente menos activos políticamente. Por otra parte, los jóvenes de origen extranjero que tienen un nivel educativo medio o todavía se encuentran en el sistema educativo participan activamente en la política, aunque en menor medida que los jóvenes alemanes con un nivel educativo equivalente.

Influencias adicionales de la situación de los inmigrantes que originan las diferencias El estatus legal de los inmigrantes y su grado de aceptación en la sociedad de acogida tienen gran influencia sobre el sentimiento de pertenencia política. La situación legal desfavorable de los turcos, en comparación con los italianos y los griegos, y el menor nivel de aceptación de la población turca despiertan la impresión de que existen dificultades para la integración. Los resultados de la investigación confirman que una parte de los jóvenes turcos forma parte de organizaciones sociales que se rigen fuertemente por la tradición. Esto afecta a los roles específicos de género, a la configuración de la familia, a los lazos religiosos, a la posibilidad de tomar decisiones individuales en lo que respecta a la propia vida, etc. En la investigación también se han analizado una serie de factores que influyen en gran medida en la forma y en el grado en el que los jóvenes se sienten parte de la sociedad de acogida, se sienten aceptados, respetan sus instituciones sociales o participan en acciones políticas. Entre estos factores podemos señalar: • Si los lazos de contacto hacia la familia y con el grupo de iguales del mismo origen son más fuertes o menos. • Qué papel juega en sus comportamientos las tradiciones de su país de origen. • Qué experiencias de discriminación como extranjeros han tenido. • Cómo viven su descontento con la posición legal. • Cómo viven la situación desfavorable en la formación, la dificultad que presenta la lengua y la situación laboral. • Por ejemplo, los jóvenes adultos de origen turco limitan más sus contactos a personas del mismo origen, se casan con alemanes/as en pocas ocasiones y piden unas instalaciones propias para el tiempo libre y la formación. ¿Pero son estas orientaciones la expresión de una separación/segregación voluntaria, o de una organización cultural propia? ¿Son, por el contrario, la consecuencia de la situación laboral? ¿O son sólo una reacción a la discriminación social y legal que les muestra una mayoría de la población?

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La “integración” va más allá de la adquisición de la nacionalidad del país de acogida Los resultados del estudio muestran que el grado de aceptación de las instituciones políticas y la participación política de los jóvenes adultos es, en general, también entre los alemanes, muy reducida. Esta conclusión debería ayudar a relativizar las afirmaciones sobre los modos de comportamiento de los jóvenes de origen extranjero. La baja participación de griegos e italianos, en comparación con la de los alemanes, parece estar condicionada por el hecho de que se definen en el marco político de la UE, así como en la pertenencia étnico-cultural propia. Mientras que para los jóvenes turcos también hay que tener en cuenta no sólo los problemas de la igualdad legal sino también la interacción y la adaptación a las nuevas situaciones de las tradiciones culturales, que por lo general se presenta en la mayoría de los casos como un problema de mayor índole. Las dificultades que tienen los jóvenes turcos de adaptar la nueva situación a su tradiciones culturales aumenta según los niveles educativos: Cuando cuentan con niveles educativos superiores están más descontentos con los derechos y libertades que se les ofrece en el país de origen, a diferencia de la situación en la que viven los italianos y griegos. Aunque el contexto de migración es relativamente parecido, los jóvenes turcos sufren un estatus legal más desfavorable y experimentan un reconocimiento social menor. La comparación con los jóvenes alemanes pone en evidencia que los déficits de formación no solo reducen las posibilidades laborales, sino que también afectan a largo plazo el comportamiento político. Heitmeyer, W. et al. (1997) argumentan, y con razón, que la discriminación legal, así como la exclusión en la formación, la educación, el empleo o la vivienda apoya reacciones de tipo fundamentalista. De los resultados del estudio, sin embargo, no se puede extraer la conclusión que los jóvenes turcos se orienten en su mayoría hacia las formas de pensamiento fundamentalista y que esto sea una consecuencia de la exclusión social. La investigación en la que se basa la publicación de Weidacher (2000), se aleja de forma consciente del concepto del joven inmigrante como un grupo problemático. Los resultados muestran de forma clara que el desarrollo de la capacidad de articulación, de las competencias de orientación y autoestima dependen en gran medida del nivel educativo y de los conocimientos lingüísticos. También muestra que las diferencias en las orientaciones políticas entre los jóvenes no son tanto una cuestión de origen, sino que se explican también a través de los diferentes niveles educativos y de los conocimientos políticos. Como consecuencia del cambio en 1999 de las leyes para la adquisición de la nacionalidad y de las nuevas condiciones que esto implica, la política debe crear oportunidades para el reconocimiento público de tradiciones culturales (sobre todo en el área de la religión). A diferencia de los italianos y griegos, los turcos se encuentran también con el gran problema de la adaptación de sus tradiciones culturales (sobre todo en lo que se refiere a la dimensión religiosa en la vida política y familiar). En relación con este cambio legislativo, las instituciones políticas subrayan la exigencia de conocimientos de alemán. En el estudio, el 75% de los italianos, el 68% de los griegos y el 65% de los turcos afirmaron hablar bien o muy

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bien alemán, o lo que es lo mismo, entienden, leen, hablan y escriben en alemán y en su idioma materno. La valoración propia de estos conocimientos coincidía en la mayoría de los casos con el dominio de alemán que ya habían constatado los mismos entrevistadores. El resto, un 25%-35%, de los jóvenes, que han afirmado que solo hablan bien o muy bien su idioma materno pertenecen casi siempre al grupo de personas que llegó a Alemania en edad escolar o más tarde, que no han ido al jardín de infancia o que han asistido al preescolar en su país de origen, o no tienen ningún certificado que les acredite que han alcanzado un nivel medio o superior y que en muchos casos han abandonado de forma prematura la escuela. Los resultados no dicen nada sobre la competencia en cuanto a vocabulario o gramática, ni sobre que papel tienen estos conocimientos a la hora de seguir estudiando. En la actualidad hay una serie de iniciativas desarrolladas por madres turcas, que con el apoyo de los “consejos municipales de extranjeros” y las “Universidades Populares” crean grupos de trabajo para mejorar sus conocimientos de alemán e informarse sobre las oportunidades (y/o problemas) de formación para sus hijos. ¿Pueden iniciativas de este tipo hacer más por la “integración” que un examen de alemán que se exige para obtener la nacionalidad alemana? Además de la lucha directa contra acciones de tipo xenófobo, ¿no se debería poner el foco sobre aportaciones positivas que ayudan al entendimiento? Las tendencias segregadoras en la sociedad de acogida y entre los propios grupos de inmigrantes se pueden contrarrestar en los medios de comunicación y en la política mediante un entendimiento dinámico de la cultura: La cultura no se desarrolla como de forma independiente frente a otras formas culturales y tradiciones, sino en la capacidad de interacción, y no exige de los inmigrantes que abandonen su identidad anterior, sino que amplíen sus competencias. El desarrollo de una conciencia de pertenencia política y participación política implica que los inmigrantes no sean solo italianos y turcos a los que se permite vivir en Alemania, sino que tras recibir la nacionalidad alemana se les facilite asumir la responsabilidad de una unión social y política para ser aceptados como alemanes. La pregunta central para la pertenencia política y la participación política no es la nacionalidad. Creemos que las preguntas importantes tienen que ver con: • Qué formas hay de entender la identidad nacional. • Qué trato tenemos/ dispensamos a las expectativas de las minorías; qué posibilidades ofrecemos para que puedan organizar su vida social, para que tengan los mismos derechos que la mayoría y puedan satisfacer sus necesidades sociales como grupo poblacional. Para dar respuestas adecuadas a las preguntas que todavía quedan por responder, creemos que habrá que continuar realizando nuevas investigaciones sociológicas que analicen las diferentes formas de entender la formación de una identidad social. También habrá que dedicar más esfuerzos para investigar las expectativas y los problemas que se dan entre la sociedad establecida –la sociedad de acogida– y los diferentes grupos poblaciones de inmigrantes y entre los diferentes grupos de inmigrantes entre sí.

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Perspectivas y preguntas abiertas El coordinador de la publicación (Alois Weidacher) termina la misma preguntándose, en las conclusiones sobre: ¿Qué piensan los jóvenes adultos de la segunda y tercera generación de los inmigrantes sobre su pertenencia política en Alemania? ¿Qué significan para ellos las instituciones políticas o las instituciones democráticas que representan sus intereses? ¿Qué actitud tienen ante los principios centrales de un orden político democrático? ¿En qué ocasiones hacen uso de la cogestión/ participación política? Como hemos reseñado en el apartado anterior las respuestas a estas preguntas vienen determinadas, en gran parte, no tanto por la nacionalidad de los encuestados sino por variables relacionadas directamente, como también ocurre en el caso de los jóvenes autóctonos, con los procesos de socialización y los procesos relacionados con el mismo fenómeno migratorio: El momento en el que inicia el proceso inmigratorio, si pertenece a un país miembro de la UE o proviene de otro país, el estatus social de sus padres, nivel de dominio del idioma del país de acogida, nivel de estudios, los resultados de su transición al mercado laboral, etc. Si se tienen en cuenta estas variables las respuestas de los hijos de inmigrantes se acercan, se asemejan, a las de los jóvenes alemanes con semejantes procesos de socialización (3). Que se acerquen en sus orientaciones políticas a los jóvenes autóctonos y, que no se ponga en primer plano la situación de los grupos problemáticos, no significa que bajo el concepto “procesos de socialización”, perdamos de vista que los jóvenes hijos de inmigrantes tengan que hacer mayores esfuerzos para alcanzar niveles medios y superiores en sus estudios, que provienen en mayor proporción de familias obreras, cuyos padres no han superado los estudios primarios y tienen posiciones laborales bajas (cuándo y en qué edad llegan al país de acogida, influencia de las tradiciones de sus padres y peso de su orientación al grupo étnico). El estudio también constata que los conocimientos del idioma autóctono no sólo es importante para obtener buenos resultados en la escuela o en la vida profesional, sino que sobre todo es importante para comunicarse con la población autóctona, para tener la impresión subjetiva de la pertenencia sino que tiene importancia especialmente para posibilitar la participación política. Las nuevas posibilidades que se abren en un país de acogida, como el caso de Alemania, facilitando la pertenencia legal como un primer paso en dirección a obtener la nacionalidad alemana, puede activar la pertenencia política. Sin embargo, no es suficiente la posibilidad de poder obtener la nacionalidad del país de acogida, si al mismo tiempo no se aprueban medidas para superar algunos aspectos que, en caso contrario, aumentan las desventajas: • Las desventajas ya consolidadas en las ofertas formativas. (3) El acento de la investigación no se ha querido poner en los grupos problemáticos, como jóvenes en paro, drogadictos o pertenecientes a grupos marginados, como se suele hacer cuando se habla de jóvenes extranjeros.

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• Las segregaciones sociales que se forman en las grandes ciudades y que tienen su origen en la etnia a la que pertenecen. • La dificultad de planificar el futuro debido a que se van posponiendo las decisiones en torno a quedarse o volver a su país de origen. • Promocionar una mayor valoración de la “aculturación” como una forma de adquirir más capacidad de actuación, más habilidades en

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diferentes campos socioculturales. Que no se vea como asimilación o como traición a sus orígenes. Esto presupone que la cultura, tanto desde la perspectiva de los inmigrantes como, sobre todo, por parte de la sociedad de acogida no se vea como un cúmulo de elementos identificables como diferentes, sino como el desarrollo de una estructura social, como un proceso dinámico que incluya la disponibilidad para realizar una comunicación social. • Activar una nueva orientación que conduzca a desarrollar una nueva identidad social (identidad nacional) que ayude a eliminar las barreras, estereotipos que la población tiene ante los inmigrantes. Finalmente, si nos preguntamos qué significado le podemos dar a los resultados comentados, tenemos que aceptar que las informaciones obtenidas a través del análisis de las correlaciones investigadas nos han aportado, en realidad, pocos conocimientos nuevos. Su importancia deviene de que los datos de los últimos años confirman el nivel de los obtenidos hace 9 años en la investigación que comentamos en este artículo. La situación del nivel formativo y escolar de los jóvenes extranjeros apenas ha cambiado. Entre los responsables de la educación e incluso de algunos claustros de maestros está muy extendida la idea de que los hijos de los trabajadores, por lo general, lo van a tener muy difícil si se quieren preparar para acceder a niveles medios y superiores del sistema educativo, y que mucho más difícil va a ser para los hijos de familias inmigrantes conseguir los supuestos educativos que les califiquen para acceder a otros niveles educativos. Creo que podemos afirmar que los países tradicionales de inmigración masiva, después de muchos años, continúan sin tener un claro concepto sobre la educación y las medidas de apoyo para los hijos de los inmigrantes con la finalidad de que éstos alcancen un standard más alto de cualificaciones formativas. Para conseguir que la opinión pública y la política esté dispuesta a presupuestar los medios económicos necesarios para que todos los jóvenes alcancen las cualificaciones fundamentales necesarias para participar social y laboralmente en la sociedad actual, habrá que convencer primero a la sociedad en su conjunto y, especialmente a las fuerzas políticas y económicas, de las desventajas, cargas sociales, que provienen de las existencia de los deficits educativos: • La no existencia de cualificaciones profesionales origina grandes costes para los contribuyentes y para la seguridad social. • La economía necesita cada vez menos mano de obra no cualificada. Los alumnos, tanto los extranjeros como los autóctonos que no alcanzan, al menos, la cualificación de la enseñanza obligatoria quedan marcados para toda su vida. La persona que en los primeros pasos de su vida escolar experimenta que no pertenece al grupo de “ganadores”, que no puede mantener el ritmo de las clases, ni alcanzar los objetivos que sí que alcanzan los otros alumnos, queda marcado en su autoestima y en su disposición de alcanzar la integración social. Hay que llamar la atención sobre el hecho que el “quedarse descolgado” en el ámbito escolar no sólo es un problema para el alumno que los experimenta, sino también tiene consecuencias para la sociedad. Al menos,

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por este motivo, hay que exigir más compromiso y más disponibilidad presupuestaria para invertir en una mejor formación para los hijos de los inmigrantes. No se entiende que en la sociedad del conocimiento se continúe aceptando que un cierto número de fracaso es inevitable y que en los ámbitos de la producción y de los servicios se necesita mano de obra no cualificada. El fracaso escolar se ve desde la perspectiva de la persona como algo lamentable, pero desde el lado de la economía como algo útil y como ventajoso para aquellos que están más capacitados. La demanda de mano de obra, poco o nada cualificada, es cada día más regresiva y los ingresos que se obtienen por estas actividades son cada vez más insuficientes para sufragar los costes de la vida. Los costes que originan estas situaciones se transforman en experiencias vitales de impotencia social en los afectados y tienen repercusiones en las relaciones sociales y pueden conducir en los jóvenes de la llamada “segunda y tercera generación” a respuestas agresivas ante la imposibilidad de integrarse en la sociedad en la que, desde hace muchos años viven.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS Akpinar, U.; López Blasco, A. y Vink, J. (1976, 1977, 1980): Pädagogische Arbeit mit ausländischen Kindern und Jugendlichen. München, Juventa Verlag. Flanagan, C.A. y Sherrod, L.R. (1998): “Youth Political Development: An Introduction”, Journal of Social Issues, 54, 3, pp. 447-455. Gille, M., et. a., (2006): Jugendliche und junge Erwachsene in Deutschland. Wiesbaden, VS Verlag für Sozialwissenschaften Heitmeyer, W.; Müller, J.; Schröder, H. (1997): Verlockender Fundamentalismus. Türkische Jugendliche in Deutschland. Frankfurt/Main. López Blasco, A. (2007): “¿Qué necesitamos saber de la juventud inmigrante? Apuntes para la investigación y la política”, en López Sala, A., Cachón Rodríguez, L. (eds.), Juventud e Inmigración. Gobierno de Canarias Dir. Grl. de Juventud,. López Blasco, A. (1983): Sozialisationsprozesse und Identitätskrise spanischer Jugendlicher in der Bundesrepublik Deutschland. DJI Verlag. López Blasco, A et al (ed.) (1979, 1980): Zur Integration der Ausländer im Bildungsbereich. München, Juventa Verlag Weidacher, A. (ed.) (2000) In Deutschland zu Hause. Polítische Orientierungen griechischer, italienischer, türkischer junger Erwachsenen im Vergleich (En Alemania en casa. Orientaciones políticas de jóvenes adultos griegos, italianos, turcos y alemanes en perspectiva comparada). Opladen, Leske + Budrich Weidacher, A. y López Blasco, A. (1982): Ausländerpolitik und Integrationsforschung in der Bundesrepublik Deutschland (Política de extranjeros e investigación sobre integración en la RFA) Eine Darstellung wichtigster Ergebnisse mit Auswahlbibliographie. München DJI Verlag.

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Johann de Rijke Investigador del Instituto Alemán de la Juventud (Munich, Alemania)

NOTA METODOLÓGICA

Tres sondeos de la Encuesta de Juventud del DJI (1): un estudio de replicación

(1) Abreviatura en alemán del Instituto Alemán de la Juventud, Deutsches Jugendinstitut, Munich (DJI) (2) En Alemania se distingue entre el “Informe de Infancia y Juventud” que se realiza en cada periodo legislativo por encargo del Parlamento, cuya gerencia/ coordinación está en el DJI, Munich y todas las otras investigaciones/ encuestas que sobre juventud realizan otros centros de investigación, Universidades, entidades privadas o, como se comenta en este artículo, el mismo DJI de Munich (3) Con la ampliación al grupo de edad de 12 a 15 años en la tercera encuesta, se decidió emplear un cuestionario más corto y parcialmente simplificado con este grupo de edad. Varias preguntas, sobre todo las referentes a orientación política, no fueron utilizadas, otras se realizaron de forma más sencilla. Pero paralelamente se intentaron mantener en la mayor medida posible los elementos comparables con el cuestionario dirigido a los jóvenes de entre 16 y 29 años (Los cuestionarios se pueden descargar desde la página web www.dji.de/jugendsurvey). Sin embargo, en esta nota sobre metodología nos centramos en el grupo de edad de 16 a 29 años, ya que se prioriza la comparación temporal con las Encuestas de Juventud anteriores.

La Encuesta de Juventud (2) del DJI forma parte de los estudios que se enmarcan en el contexto de los Informes Sociales del DJI, un programa de investigación cuyo objetivo es obtener informaciones fiables sobre la situación social y personal de niños, jóvenes y familias en Alemania, basándose en datos empíricos de encuestas que se “repiten” periódicamente. En la Encuesta de Juventud del DJI se trata la situación de vida, los valores, así como las orientaciones políticas y sociales y las actividades de los jóvenes y los jóvenes adultos. Los sondeos regulares y transversales de carácter replicativo permiten analizar los recursos, la orientación y el comportamiento de los jóvenes en el contexto de los cambios sociales. El tamaño, los grupos de edad presentes en la muestra, la definición temática de los elementos clave, la posibilidad de realizar comparaciones con otros estudios sociales generales así como el carácter replicativo, definen y diferencian la Encuesta de Juventud del DJI de otros estudios de juventud realizados en Alemania. Hasta ahora se han realizado tres sondeos en los años 1992, 1997 y 2003. Los sondeos, de configuración amplia y representativa, de la Encuesta de Juventud del DJI incluyeron en los años 1992 y 1997 aproximadamente 7.000 alemanes de entre 16 y 29 años. En la Encuesta de 2003 se ampliaron los márgenes del sondeo: también fueron entrevistadas personas no alemanas siempre que las preguntas se pudieran realizar en alemán. Además, se ampliaron los límites de edad de la muestra, formando parte de ésta también los jóvenes de entre 12 y 15 años (3) (alrededor de 2000 entrevistados). En total, en esta tercera encuesta fueron entrevistadas 9.000 personas (ver también Cuadro 1). Con su carácter replicativo, la Encuesta de Juventud del DJI busca, por un lado, el análisis de cuestiones que no cambian con el paso del tiempo, como por ejemplo la situación de vida, los valores, las opiniones y orientaciones políticas y, por otro lado, complementa estos planteamientos con temas clave específicos en cada encuesta. La primera Encuesta de Juventud (1992), aprovechando la “transición” política en la República Democrática de Alemania y la posterior reunificación alemana, se centró en la valoración de los procesos de transformación política y social. Otro aspecto clave eran las orientaciones políticas y las formas de comportamiento de los jóvenes y jóvenes adultos. La Encuesta de Juventud trató de cubrir una laguna en el campo de la investigación de la sociología de la juventud alemana, asignando un papel central a la relación de los jóvenes con la política. Hasta ese momento, en los estudios de juventud, representativos y horizontales, no se había tratado este tema de forma sistemática.

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En la segunda Encuesta de Juventud (1997) se siguió observando la relación y la postura de los jóvenes con respecto a la política. Se añadieron ámbitos temáticos como la justicia social y la privación relativa, las opiniones sobre la inmigración, la tolerancia hacia la violencia y la concienciación medioambiental. De forma paralela a la Encuesta de Juventud se realizó otro sondeo dirigido exclusivamente a los jóvenes extranjeros (la Encuesta de Inmigración del DJI, ver Weidacher, 2000 (4)). De este modo, fue posible comparar aspectos centrales de la situación vital (por ejemplo, la vivienda, la familia, la escuela, la formación y el empleo), así como la voluntad de participación, los valores o las orientaciones políticas de jóvenes alemanes y jóvenes inmigrantes de tres países de origen diferentes. En la tercera Encuesta de Juventud del DJI (2003) se avanzó en la observación de las condiciones de vida, los valores, las posiciones y las formas de comportamiento de los jóvenes y jóvenes adultos y se centró en la descripción de la estabilidad y el cambio durante el proceso de convertirse en adulto de los jóvenes “reunificados” en la República Federal, basándose en una sólida base empírica. De este modo, es posible revisar empíricamente afirmaciones sobre tendencias que se basaban en la comparación de solo dos sondeos y que, por tanto, podían ser interpretadas como “cambio social” solo con reservas. Con la incorporación del grupo de edad de 12 a 15 años, así como de jóvenes y jóvenes adultos de nacionalidad no alemana, fue posible analizar de forma diferenciada los campos temáticos de la familia de origen, la escuela y el significado de la experiencia de inmigración. El tercer sondeo de la Encuesta de Juventud del DJI permite de este modo presentar la situación vital, las opiniones y orientaciones de las niñas y mujeres jóvenes y de los niños y hombres jóvenes a partir de la reunificación alemana, así como nombrar factores que explican las tendencias de cambio. – Los siguientes campos temáticos fueron incluidos en los tres sondeos: • La situación vital y su valoración (escuela, formación, empleo, situación económica, familia de origen, formas de vida y vivienda, valoración de la situación vital, privación relativa, satisfacción) • Valores y orientación social • Orientaciones de actuación y futuro, anomia • Orientación política, opinión sobre la democracia y Europa • Opinión sobre la inmigración • Participación política y social – Campos temáticos que, según el sondeo, se reforzaron o complementaron: • Primer sondeo 1992: Reunificación alemana, transición política • Segundo sondeo 1997: Concienciación medioambiental, concepción de la justicia, tolerancia hacia la violencia, orientaciones xenófobas

(4) Véase el articulo de Andreu López Blasco en este mismo monográfico en el que se comentan los resultados de esta investigación

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• Tercer sondeo 2003: Familia de origen, escuela, círculo de amigos, trasfondo de la inmigración, conocimiento de ofertas institucionales para jóvenes y jóvenes adultos, aprovechamiento de los medios.

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Visión de conjunto del sondeo La Encuesta de Juventud del DJI está concebida como “estudio de replicación” (Análisis de tendencias, repeated survey), parecido al Proyecto ALLBUS. La característica central de una encuesta de este tipo es: “mismas preguntas, muestras diferentes” (Firebaugh, 1997, p. 1). De este modo se pueden analizar las transformaciones en el nivel del “cambio neto”: cambios en la distribución de las características de la muestra. Solo en los estudios de panel es posible incluir los cambios brutos, lo que permite identificar los cambios individuales. Estrictamente, la replicación tiene que tener en cuenta el contexto del sondeo en sus múltiples facetas (ver Allerbeck/Hoag 1984). Con esto nos referimos a las diferentes posibilidades de llevar a cabo el sondeo (selección de la muestra, proceso de selección, técnicas de sondeo) por parte del instituto de sondeos. También en este punto la recomendación más importante de Allerbeck/Hoag es: “Tómate en serio la replicación”. En las tres Encuestas de Juventud se llevaron a cabo, de manera diferente, diversas modificaciones en la forma de realizar los sondeos (como en los estudios ALLBUS, ver los cuadros en los informes metodológicos, por ejemplo, Arman et al., 2006:8 y ss). El Cuadro 1 (5) contiene los rasgos centrales de los tres sondeos para la Encuesta de Juventud del DJI. Se puede observar que el instituto de sondeos cambió entre el primer sondeo (GFM/GETAS) y el segundo (infas Sozialforschung), manteniéndose en el tercero. Con el cambio de instituto van asociadas normalmente modificaciones considerables en la escala de las entrevistas, parcialmente también reglas distintas para la realización de los sondeos y la configuración de los cuestionarios (también, por ejemplo, en el tratamiento de datos en blanco, algo documentado ampliamente en los informes metodológicos). El proceso de selección cambió entre el segundo y el tercer sondeo: De un diseño ADM (también con variantes específicas de cada instituto en este proceso, que también se describe en los informes metodológicos) se pasó a una muestra suministrada por la oficina de empadronamiento. Sin embargo, en ninguno de los tres sondeos se modificó el método de encuestar: entrevistas orales personales estandarizadas – todavía no se hizo uso del ahora común método de las entrevistas personales asistidas por ordenador (CAPI en sus siglas inglesas) (método también utilizado en ALLBUS).

(5) Descripción detallada de los sondeos: GFM/GETAS Gesellschaft für Marketing-, Kommunikations- u. Sozialforschung - 1992, infas –Institut für angewandte Sozialforschung– Investigaciones sociales 1998, infas 2004

A pesar de los cambios en las modalidades de sondeo, se ha prestado especial atención, con el apoyo y la ayuda de un consejo consultivo, a que para las partes replicativas sea válida la afirmación: “Tomarse en serio la replicación”. De este modo, las Encuestas de Juventud del DJI pudieron contribuir por un tiempo con sus tres sondeos (6) a la “cultura de la replicación” (Diekmann, 2006: 27) en el ámbito de los estudios empíricos de juventud.

(6) El proyecto de las Encuestas de Juventud ya no se lleva a cabo en el DJI.

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Cuadro 1. Sondeos de la Encuesta de Juventud del DJI Encuesta de Juventud DJI 1992

Encuesta de Juventud DJI 1997

Encuesta de Juventud DJI 2003

Población:

Jóvenes/ jóvenes adultos alemanes de 16 a 29 años.

Jóvenes/ jóvenes adultos alemanes de 16 a 29 años.

Jóvenes de 12 a 15 años, jóvenes/ jóvenes adultos de 16 a 29 años.

Procedimiento de selección:

Selección aleatoria en diversos estratos (muestra ADM) de alemanes de 16 a 29 años con residencia en la República Federal de Alemania; 1470 puntos de muestra (945 Oeste / 525 Este); distribución no proporcional de la muestra entre nuevos estados federados y viejos estados federados; ruta aleatoria para la selección de los hogares de referencia; selección de la persona de referencia en los hogares por medio de la llave de selección de números aleatorios.

Selección aleatoria en diversos estratos (muestra ADM) de alemanes de 16 a 29 años con residencia en la República Federal de Alemania; 1050 puntos de muestra (630 Oeste / 420 Este); distribución no proporcional de la muestra entre nuevos estados federados y viejos estados federados; ruta aleatoria para la selección de los hogares de referencia; selección de la persona de referencia en los hogares por medio de la llave de selección de números aleatorios.

Muestra a través del registro de empadronamiento, 245 Ayuntamientos (270 puntos de muestra); distribución no proporcional de la muestra entre nuevos estados federados y viejos estados federados

Método de sondeo:

Entrevista oral estandarizada, tres preguntas abiertas

Entrevista oral estandarizada, dos preguntas abiertas

Entrevista oral estandarizada

Instituto de sondeos:

Gfm / GETAS (Hamburgo)

infas Sozialforschung (Bonn)

Infas, Institut für angewandte Sozialforschung GmbH, Bonn

Pre-testeo:

Febrero/Marzo 1992, n=156, y Junio/Julio 1992, n=54

Febrero 1997, n=156, y Junio 1997, n=65

Marzo 2003, n=142; Junio 2003, n=74

Fase de campo:

Septiembre / Octubre 1992 (8 semanas); 720 entrevistadores/as (454 Oeste / 266 Este); media de Entrevistas/Entrevistador aprox. 10; duración media de las entrevistas aprox. 63 minutos.

Desde mitad de Septiembre hasta final de Noviembre 1997 (10 semanas); 640 entrevistadores/as (403 Oeste / 237 Este); media de Entrevistas/Entrevistador aprox. 11; duración media de las entrevistas aprox. 55 minutos.

Agosto 2003 - Enero 2004 519 entrevistadores/as; media de entrevistas aprox. 18; duración media de las entrevistas: aprox. 48 minutos para los jóvenes de 12 a 15 años, 65 minutos para los jóvenes de 16 a 29 años.

Muestra:

7.090 (Oeste: 4.526, Este: 2.564)

6.919 (Oeste: 4.426, Este: 2.493)

De 12 a 15 años: 2154 (Oeste: 1507, Este: 647); - De 16 a 29 años: 6956 (Oeste: 4800, Este: 2156); total: 9110.

Tasa de retorno:

65,5% Oeste, 66,2% Este

56,5% Oeste, 65,1% Este

De 12 a 15 años: 53,5% Oeste, 58,7% Este; De 16 a 29 años: 46,3% Oeste, 54,9% Este.

Distribución de los grupos de edad El gráfico 1 ofrece un resumen del total de unidades de análisis de los tres sondeos de la Encuesta de Juventud. En los años 1992 y 1997 se incluyó en los sondeos a jóvenes de entre 16 y 29 años de nacionalidad alemana. En el sondeo del año 2003 se amplió el grupo objeto de análisis: fueron incluidos los jóvenes de 12 a 15 años y los jóvenes y jóvenes adultos de nacionalidad no alemana (siempre y cuando se pudiera llevar a cabo la entrevista en alemán). Los tres sondeos de la Encuesta de Juventud son estrictamente transversales, es decir, no son diseños de panel. Por tanto, se pueden comparar grupos de edad en distintos momentos temporales, por ejemplo, los jóvenes de entre 16 y 18 en 1992, 1997 y 2003.

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Gráfico 1. Correspondencias entre los grupos de edad de los tres sondeos de la Encuesta de Juventud del DJI Edad 1990

1992

1997

Edad 2003

2003

alemanes

22 21 20 19 18 17 16 15 14 13 12 11 10 9 8 7 6 5 4 3

29 28 27 26 25 24 23 22 21 20 19 18 17 16

alemanes 29 28 27 26 25 24 23 22 21 20 19 18 17 16

2 1

29 28 27 26 25 24 23 22 21 20 19 18 17 16

35 34 33 32 31 30 29 28 27 26 25 24 23 22 21 20 19 18 17 16

15 14 13 12

15 14 13 12

alemanes

no alemanes

En el gráfico también se aprecia en que medida pueden ser tratados los grupos de edad como cohortes. Así, los jóvenes de entre 16 y 18 años en 1992 se corresponden con los jóvenes de entre 21 y 23 años en 1997 y con los jóvenes de 27 a 29 años, limitado a los jóvenes de nacionalidad alemana, en 2003. En todo caso, estos son los únicos grupos de edad que se pueden encontrar en los tres sondeos. En otros casos solo se pueden comparar otros grupos de edad como cohortes en dos sondeos próximos. Finalmente, la columna de la izquierda permite la definición de las cohortes que han alcanzado una determinada edad en el año de la reunificación. Así es posible identificar grupos de edad cuyo crecimiento ha tenido lugar en el periodo posterior a la reunificación, en contraste con los jóvenes que han crecido durante gran parte de su vida en la antigua República Democrática de Alemania.

Recopilaciones de datos Hay disponibles 3 recopilaciones de datos principales de las Encuestas de Juventud del DJI, además de la complementaria Encuesta de Inmigración (Encuesta a jóvenes italianos, griegos y turcos de edades comprendidas entre los 18 y los 25 años) y algunas preguntas de los temas de las partes replicativas de la Encuesta de Juventud que se incluyen en la Encuesta de Familias del año 2000.

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Después del segundo sondeo, se creó una recopilación de datos conjunta de las dos encuestas que contiene las variables de las preguntas idénticas. Después del tercer sondeo se creó otra recopilación de datos conjunta con las variables que forman parte de las tres encuestas. Las recopilaciones de datos conjuntas son válidas para los jóvenes alemanes entrevistados que tienen entre 16 y 29 años. (7)

Gráfico 2. Recopilaciones de datos de la Encuesta de Juventud del DJI Recopilaciones de datos

Recopilaciones conjuntas Muestra de panel

2004

2003 2003

(7) Las recopilaciones de datos de las Encuestas de Juventud se encuentran disponibles en el Archivo central de estudios sociales empíricos en la Universidad de Colonia (ZA). Están archivados de forma individual y están disponibles de forma conjunta en formato CD-ROM: El CD-ROM “Encuesta de Juventud 1992/1997/2000” contiene la Encuesta de Juventud 1992, la Encuesta de Juventud 1997, la Encuesta de Juventud conjunta (cumulación) 1992 y 1997, así como el sondeo adicional 2000 de la Encuesta de Familias 2000. Para la Encuesta de Inmigración se encuentra disponible el CD-ROM individual “Encuesta de Inmigración 1997 (ver la Tabla “La Encuesta de Juventud del DJI 1992/1997/2000 en CDROM”, ZA-Information 50, Mayo, p. 94-100). La recopilación de datos del sondeo de 2003 está disponible en el ZA desde otoño de 2007. Los datos y las informaciones sobre la Encuesta de Familias hasta el año 2000 se pueden encontrar en formato CD-ROM “La Encuesta de Familias del DJI 1988-2000” en el Archivo central de estudios sociales empíricos en la Universidad de Colonia (ZA) (ver “La Encuesta de Familias 1988-2000 en CDROM”, ZA-Information 53, Noviembre 2003, p. 178-181). Todas las recopilaciones de datos de la Encuesta de Juventud del DJI también se pueden descargar desde la página web del DJI www.dji.de

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Encuesta de Juventud 2003 Alemanes/no alemanes, 12-29

Encuestas de Juventud

n(12-15)=2154, n(16-29)=6956 Total 12-29 n=9110

alemanes, 16-29

Recopilaciones adicionales EUYOUPART 2004 Alemanes/no alemanes 15-24; Panel n= 1037

1992+1997+2003 n=20435

2002 2001 Encuesta de familias 2000 2000 2000

alemanes/no alemanes 16-29 n=2642

1999 1998 1997 1997

Encuesta de Juventud 1997 alemanes, 16-29 n=6919

Encuesta de Juventud 1992 alemanes, 16-29 n=14009

+1997

Encuesta de Inmigración 1996/97 Italianos, griegos, turcos, 14-25 n=3726

1996 1996 1995 1994 1993 1992 1992

Encuesta de Juventud 1992 alemanes, 16-29 n=7090

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REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS Allerbeck, Klaus R./Hoag, Wendy J. (1984): Umfragereplikation als Messung sozialen Wandels. Jugend 1962 – 1983. In: Kölner Zeitschrift für Soziologie und Sozialpsychologie, Jg. 36, S. 755-772 Diekmann, Andreas (2006): Aktuelle Probleme der empirischen Sozialforschung: In: Diekmann, Andreas (Hrsg.): Methoden der Sozialforschung. Sonderheft 44/2004 der Kölner Zeitschrift für Soziologie und Sozialpsychologie, Wiesbaden, S. 8-32 Firebaugh, Glenn (1997): Analyzing Repeated Surveys. Thousand Oaks/London/New Delhi GFM-GETAS (1992): Jugendsurvey “Jugend und Politik”. Methodenbericht zur technischen Organisation und Durchführung, Hamburg Gille, Martina/Krüger, Winfried (Hrsg.) (2000): Unzufriedene Demokraten. Politische Orientierungen der 16- bis 29-Jährigen im vereinigten Deutschland. Opladen Gille, Martina/Sardei-Biermann, Sabine/Gaiser, Wolfgang/de Rijke, Johann (2006): Jugendliche und junge Erwachsene in Deutschland. Lebensverhältnisse, Werte und gesellschaftliche Beteiligung 12- bis 29-Jähriger. Jugendsurvey 3. Wiesbaden Haarmann, Alexander u.a. (2006): Konzeption und Durchführung der „Allgemeinen Bevölkerungsumfrage der Sozialwissenschaften“ (ALLBUS) 2004. Mannheim Hoffmann-Lange, Ursula (Hrsg.) (1995): Jugend und Demokratie in Deutschland. DJI-Jugendsurvey 1. Opladen infas (2004): Methodenbericht zum DJI-Jugendsurvey 2003, vorgelegt von infas Institut für angewandte Sozialwissenschaft GmbH (einschließlich: Ergänzung zum Methodenbericht). Bonn infas Sozialforschung (1998): „DJI-Jugendsurvey 1997“. Methodenbericht. Bonn-Bad Godesberg Rijke, Johann de (2000): Zur Stichprobe des Jugendsurveys. In: Gille, Martina/ Krüger, Winfried (Hrsg.): Unzufriedene Demokraten. Politische Orientierungen der 16- bis 29-Jährigen im vereinigten Deutschland. Opladen, S. 438-448 Weidacher, Alois (Hrsg.) (2000): In Deutschland zu Hause. Politische Orientierungen griechischer, italienischer, türkischer und deutscher junger Erwachsener im Vergleich. DJI-Ausländersurvey. Opladen Datensätze und Informationen zu den Datensätzen (Fragebögen, Dokumentationen, Methodenberichte) unter: www.dji.de/jugendsurvey – Instrumente, Materialien, Daten.

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MATERIALES

Jóvenes y participación política: investigaciones europeas

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MATERIALES

Selección de referencias documentales sobre Juventud y participación política: investigaciones europeas Esta relación está formada tanto por libros, como por artículos de revista o documentos seleccionados en la base de datos de la Biblioteca del Instituto de la Juventud del OBSERVATORIO DE LA JUVENTUD EN ESPAÑA. Caso de estar interesados en alguno de los documentos pueden solicitar copia del material susceptible de reproducción, según la legislación vigente, así como la realización de otras búsquedas retrospectivas, dirigiéndose a: OBSERVATORIO DE LA JUVENTUD. BIBLIOTECA DE JUVENTUD. Marqués de Riscal, 16.- 28010 MADRID. Tel.: 913637820-1; Fax: 913637811; E-mail: biblioteca-injuve@migualdad.es Así mismo puede consultar ésta o anteriores Revistas de Estudios de Juventud, así como las Novedades de la Biblioteca en la página web del Instituto: http://www.injuve.migualdad

Asociacionismo: implicación política juvenil Presencia joven. -- n. 21 (1/2003) Por un lado se presenta la pasividad de muchos políticos a la hora de promover alternativas que incluyan verdaderamente a los jóvenes, esto es, promoción de empleo real, viviendas más baratas, etc., por otro lado, se apunta el resurgimiento de asociaciones de todo tipo, que pueden tener un papel activo en la sociedad y además propugna que este activismo se lleve a las urnas y se haga política en la calle. Funes Rivas, María Jesús De lo visible, lo invisible, lo estigmatizado y lo prohibido / María Jesús Funes Rivas Revista de estudios de juventud. -- n. 75 (diciembre 2006); p. 11-27. Reflexión en torno a la “creatividad política” de la juventud y el teórico rechazo y apatía que sienten los jóvenes hacia la participación política y social. Se analizan determinados proyectos que, siendo especialmente estimulantes para el sector juvenil, son calificados de insignificantes en sus contenidos o en sus formas por el mundo de los adultos. http://www.injuve.mtas.es/injuve/contenidos.downloadatt.action?id=1939308982 Bermejo Acosta, Fernando Democracia electrónica, participación ciudadana y juventud / Fernando Bermejo Acosta Revista de estudios de juventud. -- n. 61 (junio 2003); p. 51-57.

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Se centra en el concepto de democracia electrónica, analiza su plasmación en términos de participación ciudadana y explora la situación de la juventud española frente a los retos planteados por las nuevas posibilidades participativas. La capacidad transformadora de las nuevas tecnologías se plasma en cuatro ámbitos de la participación democrática: el voto electrónico, el acceso a la información, el debate y el activismo político. http://www.mtas.es/injuve/biblio/revistas/Pdfs/numero61/NUM61_4art.pdf Calle Collado, Ángel Democracia radical: la construcción de un ciclo de movilización global/ Ángel Calle Revista de estudios de juventud. -- n. 76 (marzo 2007); p. 55-69. El último ciclo de movilizaciones y protestas contra la globalización forma la parte más visible de nuevos fenómenos que expresan una revolución silenciosa en las formas de entender el activismo político. Hay tres principios desde los que representar el mundo e intervenir en él (Democracia Radical): la búsqueda de “otredades”, la reconstrucción de lo próximo para un mejor porvenir y los mínimos comunes e individuales desde los que repensar la aldea global. http://www.injuve.mtas.es/injuve/contenidos.downloadatt.action?id=1728161189 Desde la esquina de Europa: Análisis comparado del capital social en Andalucía, España y Europa / Jaime Andreu Abela (Coord.); Centro de Estudios Andaluces. -- Madrid: Biblioteca Nueva, 2005. 287 p.: tab., gráf. ISBN 84-9742-498-0 La Encuesta Social Andaluza, basada parcialmente en la Encuesta Social Europea, tiene como objetivo analizar el cambio y la continuidad de las actitudes, atributos y comportamientos políticos. De la explotación de esos datos y del análisis de los resultados obtenidos nace este estudio, para comprobar y comparar con los datos europeos la influencia sobre la sociedad andaluza de los medios de comunicación de masas, la confianza social y política, la actitud hacia los emigrantes, el asociacionismo y sus implicaciones, la participación en el trabajo o la actitud frente a la religión, elementos fundamentales y básicos en la construcción del concepto de ciudadano. Eje temático 2: Políticas Públicas de Juventud: Diálogo 2.3. Participación: ¿Modelos de participación? Nuevas tendencias y formas / Director: David Ortiz Martín. -- [Madrid: Injuve, 2004]. 1 v. (pág. var.). Bibliografía Se presentan diversos documentos sobre participación social en general y de los jóvenes en particular, como base para una ciudadanía democrática. Igualmente se exponen distintas experiencias llevadas a cabo. Mateos, Araceli El comportamiento electoral de los jóvenes españoles / Araceli Mateos, Félix Moral. -- Madrid: Instituto de la Juventud, 2006. 188 p.: cuad., gráf. -(Estudios). ISBN 84-96028-34-8 El cambio de ciclo político de las elecciones generales de 2004, y la posibilidad de que el voto joven hubiera tenido una importancia relevante en este cambio, impulsaron la elaboración de una nueva investigación que completara los hallazgos del estudio anterior de 2001. En esta ocasión se incluye el comportamiento electoral de los jóvenes en las elecciones de 2004 y en las dos convocatorias de elecciones de ámbito nacional que le han seguido: las del Parlamento Europeo de 2004, y las del referéndum de la

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Constitución Europea de 2005. Junto al tipo de participación y orientación del voto, se profundiza en las actitudes y opiniones de los jóvenes. http://www.injuve.mtas.es/injuve/contenidos.item.action?id=1175153700&men uId=2104203924 Megías Valenzuela, Eusebio El discurso de los jóvenes sobre la política / Eusebio Megías Valenzuela Temas para el debate. -- n. 138 (mayo 2006); p. 29-32. ISSN 1134-6574 Los jóvenes ven con desconfianza a los políticos y se interesan por nuevas formas de participación directa donde puedan tener un mayor control de su contribución y exigir responsabilidades de sus aportaciones. Jiménez Sánchez, Manuel El movimiento de justicia global: una indagación sobre las aportaciones de una nueva generación contestataria / Manuel Jiménez Sánchez Revista de estudios de juventud. -- n. 75 (diciembre 2006); p. 29-41. Existe un proceso general de cambio en las pautas de implicación política en las sociedades postindutriales en el que la juventud ejerce un protagonismo fundamental, especialmente evidente en las movilizaciones por la justicia global y las manifestaciones antiglobalización. http://www.injuve.mtas.es/injuve/contenidos.downloadatt.action?id=1431423975 Escenarios para la creatividad política: proyectos juveniles en el Barrio de San Francisco (Bilbao) / Beatriz Cavia… [et al.] Revista de estudios de juventud. -- n. 75 (diciembre 2006); p. 99-119. A partir de un escenario concreto y reducido, un barrio en evolución y disputa atravesado por profundos procesos de transformación urbana, se baraja la hipótesis de que los jóvenes en estas circunstancias posibilitan la emergencia de proyectos políticos y sociales con nuevas formas de construir identidad y sentido. http://www.injuve.mtas.es/injuve/contenidos.downloadatt.action?id=57486540 España, hoy: la ordenación política de la convivencia / José Sánchez Jiménez… [et al.] Sociedad y utopía. -- n. 21 (mayo 2003); p. 125-281. Monográfico Contiene: Democracia y participación política en España (veinticinco años de historia) / José Sánchez Jiménez; Sobre algunas causas de la democracia participativa / Blanca Muñoz; Seis tesis sobre Democracia y Estado. La Unión Europa, por ejemplo / Pedro Chaves Giraldo… Estudia la evolución política de los últimos veinticinco años en España. Algunos artículos versan sobre las causas de la democracia participativa y se plantean tesis sobre conceptos como Democracia y Estado. Otros temas que trata son los supuestos de solidaridad en política nacional y política local. Termina con una reflexión sobre la cultura política y la democracia en España. Cerezo, José Joaquín Jóvenes y política / José Joaquín Cerezo Revista de pastoral juvenil. -- n. 434 (mayo 2007); p. 25-32. ISSN 1577-273-X El desinterés general de la sociedad por la política conlleva riesgos como que la juventud se distancie de los intereses públicos y que su vacío sea ocupado por grupos con motivaciones egoístas.

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Jóvenes y política: El compromiso con lo colectivo / Eusebio Megías Valenzuela (Coordinador). -- Madrid: Instituto de la Juventud; Fundación de Ayuda contra la Drogadicción, 2005. 445 p.: tab., gráf. Bibliogr.: p. 313-316. Apéndice; Anexos. ISBN 84-95248-68-9 Investigación realizada a través de una encuesta y grupos de discusión que, desde la lectura de indicadores cuantitativos y desde el análisis del discurso juvenil, intenta desvelar muchas y muy fundamentales cuestiones relativas a la comprensión de las exigencias sociales, a la participación, al compromiso ciudadano, a la visión de la política y de los políticos, y a la identidad generacional frente a todo ello. http://www.injuve.mtas.es/injuve/contenidos.item.action?id=1712744787&men uId=2036431983 Pajín, Leire Jóvenes y política: nuevas formas de participación / Leire Pajín Temas para el debate. -- n. 138 (mayo 2006); p. 21-22. ISSN 1134-6574 Los jóvenes están marcando la orientación que deben tener las nuevas políticas sociales, y no dudan en poner en marcha las iniciativas en las que creen. Jóvenes, Constitución y cultura democrática / Mª Luz Morán y Jorge Benedicto Revista de estudios de juventud. -- Edición especial (2003); p. 11-217. Monográfico Contiene: La juventud en la constitución española de 1978 / Mª Isabel Álvarez Vélez y Juan Ignacio Grande Aranda; Viajeros sin mapa. Construcción de la juventud y recorridos de la autonomía juvenil en la Unión Europea / Marco Bontempi; La juventud como metáfora de la transición / Carles Feixa… Los 12 artículos que componen este especial monográfico, conmemorativo de los 25 años de Constitución, tratan de reflejar los cambios acontecidos en la sociedad española después de cuarenta años de dictadura. A partir del texto constitucional, los cambios democráticos han ido impregnando a la sociedad de nuevos valores que han marcado un antes y un después en las jóvenes generaciones. http://www.injuve.mtas.es/injuve/contenidos.item.action?id=204160988&men uId=1515512885 Ferrer Fons, Mariona Jóvenes, participación y actitudes políticas en España, ¿son realmente tan diferentes? / Mariona Ferrer Fons Revista de estudios de juventud. -- n. 75 (diciembre 2006); p. 195-206. La juventud y el conjunto de la sociedad española comparten ciertas características comunes en el comportamiento y las actitudes políticas: una visión crítica con las instituciones y actores políticos, bajo nivel de interés y de seguimiento de la información política y altos niveles de desafección política. Las diferencias estriban en que los jóvenes son más propensos a realizar acciones de protesta o consumo político. http://www.injuve.mtas.es/injuve/contenidos.downloadatt.action?id=1570800277 Juventud, políticas y representaciones / Graciela Castro… [et al.] Última década. -- n. 26 (julio 2007); p. 11-177. ISSN 0717-4691. Monográfico Contiene: Jóvenes: la identidad social y la construcción de la memoria / Graciela Castro. Colectivos juveniles: ¿inmadurez política o afirmación de

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otras políticas posibles? / Katia Valenzuela Fuentes. Las representaciones sociales de la política y la democracia / Manuel Cárdenas… [et al.]… Descripción de distintas percepciones que los jóvenes tienen sobre diversos temas relacionados con la identidad nacional, la memoria histórica y las opiniones e identificaciones con la política y la democracia de algunos países latinoamericanos. Campos Arteseros, Herick La criminalización de los jóvenes y su alejamiento de la política / Herick Campos Arteseros, Oscar Blanco Hortet Temas para el debate. -- n. 138 (mayo 2006); p. 45-48. ISSN 1134-6574 La juventud está en un proceso de búsqueda de protagonismo en el entramado social que pasa por encima de los partidos políticos y de las instituciones clásicas de participación ciudadana. Mathieu Breglia, Gladys La investigación sobre la relación de los jóvenes con la política en los Estudios de Juventud de España (1990-2004) / Gladys Mathieu Breglia; dirigida por Francisco Bernete García. -- Madrid: Universidad Complutense, Departamento de Sociología, 2007. VIII, 443 h.: graf., tab.; 30 cm. + Base de Datos en CD ROM Tesis doctoral Univ. Complutense Investigación en la que se analizan los cuestionarios aplicados en los informes y estudios de juventud realizados entre 1990 y 2004, que examina el repertorio de comportamientos, actitudes y opiniones de los jóvenes respecto a diversos aspectos políticos. Robles, Laura La juventud europea y la convención: por una Europa federal y constitucional / Laura Robles, Domenec Ruiz Temas para el debate. -- n. 103 (junio 2003); p. 16-18. ISSN 1134-6574 Documento político que recoge las propuestas de la juventud europea, y que traza las líneas de actuación más importantes de la Convención Europea de los jóvenes. Apuesta por una Constitución de carácter federal para Europa que reconozca y proteja los derechos humanos, que establezca la división de poderes, que asuma el Estado Social en la vertiente más moderna, y los principios innovadores de la democracia participativa. Vallory, Eduard La participació associativa genera implicació política = Participation in Associations Leads to Political Involvement / Eduard Vallory, David Pérez. -Barcelona: Fundació Escolta Josep Carol, 2003. 82 p. -- (Reflexions en veu alta; 4). ISBN 84-607-7862-2 Las inquietudes sociales de las personas integradas en grupos reivindicativos suelen derivar en la creación de formaciones de contenido político que son las verdaderas generadoras de democracia real. Moran, María Luz La participación política de los jóvenes / María Luz Morán Temas para el debate. -- n. 152 (julio 2007)P. 54-57. ISSN 1134-6574 La participación de los jóvenes en política es muy minoritaria en cuanto a afiliación a partidos políticos, pero muestran una buena disposición a colaborar en otro tipo de organizaciones que cubren espacios de atención social relevante.

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Gómez, Javier Los jóvenes y la Constitución europea / Javier Gómez Temas para el debate. -- n. 120 (noviembre 2004); p. 9-10. ISSN 1134-6574 Los jóvenes europeos valoran su Constitución como compendio de una serie de reivindicaciones sociales que permitan una integración de las diversas culturas que la componen y haga posible una mayor profundización en la tolerancia y la solidaridad. Díaz Moreno, Verónica Los jóvenes y sus nuevas formas de participación: más allá de los partidos políticos / Verónica Díaz Moreno Temas para el debate. -- n. 138 (mayo 2006); p. 49-52. ISSN 1134-6574 Los jóvenes de los países de nuestro entorno buscan nuevos cauces de participación social y no dudan en entregarse a causas que consideran justas sin ningún límite de reservas. World Youth Congress (3º. 2005. Scotland) Nothing for us… without us: a youth-led development starter kit / prepared by the 540 delegates who attended the World Youth Congress in Stirling, Scotland, from 29th July to 8th August 2005. -- Edimburgo: The Scottish Executive, 2005. 68 p., 2 discos compactos (CD-ROM). La juventud quiere ser partícipe de los proyectos que se preparan, desde las distintas administraciones, para resolver los problemas que se van presentando. Pero los jóvenes no quieren ser meros receptores sino que desean colaborar en la elaboración de dichos programas juveniles. http://www.scotland2005.org/wyc/files/Actiontoolkit.pdf Parlamento Joven: un espacio de participación juvenil en los ayuntamientos/ Argos Proyectos Educativos S.L. [equipo redactor: Josechu Ferreras Tomé… [et al.]] Revista de estudios de juventud. -- n. 74 (sept. 2006); p. 185-202. El programa Parlamento Joven pretende crear una estructura estable de participación en los ayuntamientos de la provincia de Sevilla, que permita incorporar la perspectiva juvenil en las políticas locales, y un espacio en el que los jóvenes puedan poner en común la visión que tienen de su pueblo o de su ciudad, planteando los problemas que les afectan y las propuestas de mejora que ayuden a resolverlos. http://www.injuve.mtas.es/injuve/contenidos.downloadatt.action?id=1717338040 Participació, política i joves: una aproximació a les pràctiques polítiques, la participació social i l’afecció política de la joventut catalana / Isaac González i Balletbó (coordinador). -- Barcelona: Generalitat de Catalunya, Secretaria de Joventut, 2007. 369 p.: tab., gráf.; 30 cm. -- (Estudis; 22). ISBN 978-84-393-7464-0 Análisis de la juventud catalana en cuanto a las motivaciones de participación en la vida política, por una parte, y asociativa, por otra, y las oportunidades que se le ofrecen desde las instituciones más cercanas. http://www20.gencat.cat/docs/Joventut/Documents/Arxiu/Publicacions/Col _Estudis/estudis22.pdf Caínzos, Miguel A. Participación de los jóvenes españoles en manifestaciones: comparación con los jóvenes europeos y análisis de sus determinantes / Miguel A. Caínzos

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Revista de estudios de juventud. -- n. 75 (diciembre 2006); p. 121-153. Análisis de las pautas y determinantes de la participación de los jóvenes españoles en manifestaciones desde diferentes esquemas: diferencias entre grupos de edad, comparación con la participación de los jóvenes en otros países europeos, distinción entre estudiantes y trabajadores, orientación ideológica y por último, qué difiere a los jóvenes que participan de los que no lo hacen. http://www.injuve.mtas.es/injuve/contenidos.downloadatt.action?id=1996048967 Merino, Rafael Participación y asociacionismo de los jóvenes en Europa: tendencias sociales y retos sociopolíticos / Rafael Merino Pareja Revista Internacional de Sociología. -- n. 43 (enero-abril 2006); p. 193-215. ISSN 0034-9712 La práctica del asociacionismo en Europa está más extendida en los países nórdicos que en los meridionales y las asociaciones que comenzaron como foro de discusión teórica y política tienden a convertirse en gestoras de servicios. Aguilera Ruiz, Óscar Un modelo (transoceánico) por armar: algunas hipótesis acerca del vínculo entre juventud y política / Óscar Aguilera Ruiz Jóvenes: revista de estudios sobre juventud. -- n. 19 (julio-dic.2003); p. 64-81. ISSN 1405-406X. Los indicadores que habitualmente se utilizan para estudiar la relación juventud-política son: el grado de confianza en las instituciones públicas, inscripción en los registros electorales, abstención electoral y percepción de la utilidad del voto. Para analizar los movimientos asociativos juveniles hay que estudiar las especificidades del grupo, los contextos y sus formas organizativas, es decir, la cultura juvenil. Young Europeans: Survey among young people aged between 15-30 in the European Union / by Gallup Organization. -- [Luxembourg]: [Office for Official Publications of the European Communities], [2007]. 26 p.: tab., gráf.; 30 cm. La investigación, llevada a cabo entre enero y febrero de 2007, implicó a 19.000 europeos de entre 15 y 30 años de edad. Este Euro barómetro es la primera encuesta a los jóvenes de los 27 Estados miembro de la Unión Europea. Se revisan los siguientes aspectos de su vida: El significado y el futuro de la Unión Europea; Actividades de ocio y de asociacionismo; Ciudadanía de la Unión Europea; Participación política en la sociedad; Empleo y paro; Autonomía y recursos financieros. http://ec.europa.eu/public_opinion/flash/fl_202_en.pdf

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COLABORACIÓN

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COLABORACIÓN

Colaboran en este número Jorge BENEDICTO Profesor Titular de Sociología en el Departamento de Sociología II de la UNED. Es miembro del Grupo de Estudios sobre Sociedad y Política (UCMUNED) y Director del Posgrado en Juventud y Sociedad de la UNED. Sus intereses investigadores están centrados en el estudio de la cultura política, la dinámica social de la ciudadanía contemporánea y el análisis sociopolítico de la juventud actual. En los últimos años lleva adelante, junto a Maria Luz Morán, un amplio programa de investigación sobre la construcción de la ciudadanía entre los jóvenes Entre sus publicaciones destacan, “Cultural Structures and Political Life. The Cultural Matrix of Democracy in Spain”, European Journal of Political Research 43 (3), 2004; “¿Hacia una política participativa?”, Zona Abierta 106-107, 2004; Aprendiendo a ser ciudadanos (INJUVE 2003); “El protagonismo cívico de los jóvenes: autonomía, participación y ciudadanía”, Documentación Social nº 139, 2006; “La construcción de la ciudadanía democrática en España (1977-2004)”, Revista Española de Investigaciones Sociológicas nº 114, 2006; “Becoming a Citizen. Analysing the Social Representations of Citizenship in Youth”, European Societies 9 (4), 2007. Marco BONTEMPI Profesor de Sociología en la Facultad de Ciencias Políticas “Cesare Alfieri” de la Universidad de Florencia. Desde hace muchos años trabaja en el análisis sociológico de los aspectos simbólicos y culturales del cambio social, tanto desde una perspectiva teórica como por medio de investigaciones empíricas dedicadas, sobre todo, al estudio de la identidad juvenil y de las relaciones entre generaciones en Italia y en alguno países de la Union Europea. Entre sus publicaciones más recientes destacan: “Individualización y transformación de las identidades religiosas y de la cultura política: una perspectiva comparada” en Sistema, n.197-198, mayo, 2007; “Viajeros sin mapa. Construcción de la juventud y recorridos de la autonomía juvenil en la Unión europea” en Revista de estudios de juventud, edición especial Jóvenes, Constitución y cultura democrática, diciembre, 2003; “Autrement modernes. Jeunes et participation politique au sud de la méditerranée” in Breviglieri M. et Cicchelli V. (éditors), Adolescences Méditerranéennes. L’espace public à petits pas, Paris, Agora-Injep/L’Harmattan, 2008; “Expérimenter la citoyenneté: nouvelles formes d’engagement des jeunes?” en Galland, O., Cavalli, A. y Cicchelli, V. (dir.) France et Italie: Deux pays, deux jeunesses ?, Rennes, P.U.R.(en prensa); (con G. Bettin,) (a cura di), Generazione Erasmus? L’identità europea tra vissuto e istituzioni, Firenze, Firenze University Press, 2008. Wolfgang GAISER, Doctor en sociología, licenciado en sociología. Martina GILLE, licenciada en sociología. Johann DE RIJKE, licenciado en sociología. Sabine SARDEI-BIERMANN, Dr. rer. pol., licenciada en sociología.

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Investigadores numerarios en el Instituto de la Juventud alemán (DJI, Munich, Alemania). Entre sus publicaciones conjuntas destacan: (2003): Youth and Democracy in Germany. Journal of Youth Studies, Vol. 6, No. 3, Sept. 2003, p. 295-317. (2006): Culture politique des jeunes Allemands. AGORA débats/jeunesses, no 40 – 2e trimestre 2006, p. 90-106 (2006): Jugendliche und junge Erwachsene in Deutschland. Lebensverhältnisse, Werte und gesellschaftliche Beteiligung 12- bis 29-Jähriger. Schriften des Deutschen Jugendinstituts: Jugendsurvey 3, Wiesbaden: VS Verlag für Sozialwissenschaften. (2007): Changes in the political culture of young Eastern and Western Germans between 1992 and 2003. Results of the DJI Youth Survey. Journal of Contemporary European Studies, Vol. 15, No 3, p. 287-302. (2007): Political Participation of Youth – Young Germans in the European Context. Asia Europa Journal, special Edition: Youth in Asia and Europe, Vol. 5, No 4, pp. 541-555 (online: http://www.springerlink.com/content/h2035p77l0844670/) Gema M. GARCÍA-ALBACETE Licenciada en Ciencias Políticas y de la Administración por la Universidad Autónoma de Madrid, donde también obtuvo su Diploma de Estudios Avanzados (2004) Actualmente es investigadora en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Mannheim, Alemania. Realiza su tesis doctoral en el Centro de Estudios Doctorales en Ciencias Sociales y del Comportamiento de dicha universidad. Su investigación versa sobre la implicación política de los ciudadanos europeos y la existencia de posibles cambios generacionales. Entre sus áreas de interés se encuentran también la educación en valores, el desarrollo de las distintas identidades sociales y los métodos de investigación social. Anteriormente trabajó como técnica de investigación en dos proyectos internacionales: “Religiosidad, Ideología y Voto” (financiado por el Ministerio de Educación) y “Orientations of Young Men and Women to Citizenship and European Identity” financiado por la Comisión Europea. Ha disfrutado de estancias de investigación en la London School of Economics y en la Universidad Central Europea, en Hungría. Además, completó su formación atendiendo a diversas escuelas de métodos de investigación social en las Universidades de Essex y Colonia. Antonio M. JAIME CASTILLO Profesor Titular del Departamento de Sociología de la Universidad de Granada e Investigador del Centro de Estudios Andaluces. Doctor en Sociología y Licenciado en Ciencias Políticas, Sociología y Derecho. Ha realizado estancias en diferentes centros de investigación, como el Norwegian Social Science Data Service (Universidad de Bergen), el Zentral Archiv (Universidad de Colonia), la Universidad de Michigan y la Universidad de Indiana. Sus líneas de investigación se centran en los campos de la Sociología Política, la Sociología Económica y los Métodos Cuantitativos de Investigación. Entre sus últimas publicaciones están “Préférences pour la Redistribution dans l’Europe. Inégalité Sociale, Etat-Providence et Dispositions Fiscales” (Pole Sud, 2008) y “Atribución de la Responsabilidad y Voto Económico. El caso de España” (Trimestre Económico, 2007). Andreu LÓPEZ BLASCO Dr. en Sociología. Lic. en Sociología (Universidad de Munich) y Lic. en Ciencias Políticas y Sociología (Universidad Complutense Madrid). Ha sido

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investigador numerario y profesor en el Deutsches Jugendinstitut de Munich, en el Dept. de Ciencias sociales y económicas de la Universidad Técnica de Munich y en la Universitat de València. Ha tenido responsabilidades políticas en el ámbito local, autonómico y estatal. Cofundador y miembro de la red europea de investigación EGRIS (European Group for Integrated Social Research) y desde 1996, es director científico de un grupo de investigación –AREA– sobre familia y juventud en la Unión Europea. Publicaciones recientes incluyen: (2007) ¿Qué necesitamos saber de la “juventud inmigrante”? Apuntes para la investigación y la política, en: López Sala, A. y Cachón, L. Juventud e Inmigración. Gobierno de Canarias; (2007) coordinación del monográfico “Jóvenes y constelaciones de desventaja en Europa” –Revista de Estudios de Juventud nº 77; (2006) “La familia como respuesta a las demandas de individualización: ambivalencia y contradicciones”, Papers Revista de Sociología nº 79; (2006) “Transitar hacia la edad adulta: constelaciones de desventaja de los jóvenes españoles en perspectiva comparada. Una Proyección hacia el futuro”, Panorama Social: nº 3.; (2005) Informe Juventud en España 2004 (con varios autores); (2003) Contradictions of Inclusion: towards Integrated Transition Policies in Europe. (con McNeish, W. and Walther, A. (eds.) Bristol: Policy Pres. Araceli MATEOS DÍAZ Doctora en Ciencia Política y de la Administración. Profesora Ayudante Doctor en la Universidad de Salamanca. Sus principales líneas de investigación son la metodología, el comportamiento electoral y las actitudes políticas. Entre sus últimas publicaciones vinculadas a la juventud destacan los siguientes libros publicados por el INJUVE y de los que es coautora junto a Felix Moral: Comportamiento electoral de los jóvenes españoles (2006), y El cambio en las actitudes y los valores de los jóvenes (2002) Madrid: INJUVE. Anne MUXEL Socióloga y politóloga, directora de investigación del CEVIPOF (Centro de investigaciones políticas de Sciences Po). Ha trabajado principalmente sobre las cuestiones que atañen a la construcción de las identidades sociales y políticas. Ha dirigido numerosos trabajos sobre la formación de las actitudes y comportamientos políticos, sobre la socialización política en los años de juventud y sobre las clases de vínculos que las jóvenes generaciones establecen con la política, especialmente a través de análisis comparativos a escala europea. Además, ha realizado diversos estudios de análisis electoral, principalmente en lo referente a los significados de la abstención. Sus actividades incluyen asimismo el ámbito más amplio de los fenómenos de transmisión intergeneracional y construcción de la memoria individual y colectiva. Ha publicado numerosos artículos y contribuciones a obras colectivas, así como diversos libros, entre los que destacan Individu et mémoire familiale (1996) publicado en Nathan, Les jeunes et la politique (1996) en Hachette, L’expérience politique des jeunes (2001) en Presses de Sciences Po, Les jeunes d’Europe du sud et la politique. Une enquête comparative France, Italie, Espagne (junto a M.Cacouault, 2001) en las ediciones del Harmattan, y Les étudiants de Sciences Po. Leurs idées, leurs valeurs, leurs cultures politiques (dir.) (2004) en Presses de Sciences Po. Reingard SPANNRING Socióloga. Ha trabajado como investigadora en el Instituto de Estudios Avanzados de Viena y como directora científica e investigadora en el

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Instituto de Estudios de la Juventud austriaco. Desde 2006 es profesora e investigadora en el Instituto de Ciencias Educativas en la Universidad de Innsbruck Leopold Franzens. También ha participado en diversos proyectos de investigación internacionales que incluyen, por ejemplo: “Youth – actor of social change” (2006-2008), “Disadvantaged Youth and Poltiical Strategies. A European Comparison” (2005), “Youth and Political Participation – EUYOUPART” (2002-2005) y “Youth and European Identity” (2001-2004). Sus áreas de investigación centrales están relacionadas con la participación política, las transiciones de los jóvenes de la escuela al trabajo y la educación formal e informal. Martha WÖRSCHING Profesora de estudios europeos y alemanes en el Departamento de Ciencias Políticas, Relaciones Internacionales y Estudios Europeos en la Universidad de Loughborough (Reino Unido). Ha sido miembro del consejo editorial y editora del Journal of Contemporary Studies. Sus publicaciones más destacadas se centran en el ámbito de la cultura, los medios de comunicación y los problemas de género. También ha realizado estudios en el campo de la juventud y los deportes. Su publicación más reciente es “Race to the Top: Masculinity, Sport and Nature in German Magazine Advertising” en Men and Masculinities, volumen 10, número 2, Octubre 2007.

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La participación política juvenil, tema al que está dedicado este nuevo número de la Revista, es una de esas cuestiones de las que, a primera vista, parece que ya está casi todo dicho y que sólo es posible certificar una vez más los pronósticos pesimistas que sobre el particular se extienden en la opinión pública. Sin embargo, según se profundiza en sus características y evolución, prestando atención a los diferentes contextos en los que tiene lugar, sorprende la complejidad que encierra, la dificultad de establecer conclusiones definitivas en uno u otro sentido y, sobre todo, lo poco que a veces sabemos de por qué y cómo participan políticamente los y las jóvenes en esta sociedad de la globalización.

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