TRADUCCIÓN SIMULTÁNEA

Page 1


TRADUCCIÓN SIMULTÁNEA NOVELA EN TRES PARTES EDICCIÓN ESPECIAL DE LA AUTORA NO VENAL

©Inma Cañibano Olivares

Foto y diseño de portada: © Déniz Yuste


May antes de May Estuve dos veces al borde del suicidio. Una de ellas casi lo conseguí, sólo la casualidad y la suerte acudieron al rescate para salvarme la vida. Nadie lo sabe. No creo que nunca se lo diga a nadie. Me avergüenza demasiado haber llegado a ese punto, haberme dejado avasallar hasta ese punto. Dejarme anular hasta ese punto. Vergüenza, humillación, inseguridad, miedo. Miedo a todo. Miedo a mirarme al espejo, a verme, a ver a mis amigos, a conocer gente nueva, a volver a ser yo misma. Perdí mi autoestima. Perdí mucho más que el tiempo que pasé con él, al menos un año más para empezar a recuperarme, varios para volver a reconocerme al caminar. Tuve que llegar al final del túnel, a esa luz que nos llama desde el otro lado al sosiego de la muerte. Tuve que llegar al borde del abismo para que una fuerza misteriosa tirara de mí y no me dejara rendirme. Abrí los ojos entre vómitos. Y abrí los ojos por completo. Resurgí al salir de la ducha. Hice las maletas, dejé aquella universidad, aquella ciudad y, con ellas, dejé abandonada aquella sombra en la que me había convertido. Me pinté los labios. Cerré la puerta. Tiré la llave. 1


Los reinicios de May Las enormes distancias que se mantienen entre las dos costas de Estados Unidos contribuyeron de forma considerable a mantener oculto todo lo que pasó. Y a que pasara por lo que pasé. Ni mi familia ni mis amigos llegaron a estar al corriente ni de una mínima parte, se imaginaban que algo duro me había tenido que ocurrir para que abandonara el máster y, sobre todo, para que me abandonara tanto. Para que llevara meses sin ser yo, sin llamar apenas, sin dejarme ver, contestándoles con evasivas, rehuyendo los encuentros. Mis padres se alegraron de mi vuelta y de que hubiera dejado atrás lo que quiera que fuera. Me abrieron los brazos sin preguntas, dispuestos a escucharme si quería hablar, respetando los silencios que quería guardar. Me ofrecieron su cariño y su apoyo y, cuando me decidí a volver a empezar desde donde lo había dejado el año anterior, les pareció una buena idea que me fuera a pasar de nuevo una temporada estudiando en España. Así que después de salir huyendo, literalmente huyendo, de una relación de abuso de poder y maltrato sicológico que me convirtió en la sumisa intelectual de aquel hombre que me apartó de todo y de todos para convertirme en nada, después de reponerme un poco con la hogareña convalecencia emocional, me dispuse a reiniciarme. Madrid empezó a volverme a la vida. Aquel piso, aquellos vecinos, los bares, las calles, la ciudad, se convirtieron en el

2


primer paso de una particular terapia que me llevaría tiempo y que afronté en solitario, como tantas otras cosas. Retomé los estudios y acepté pequeños trabajos. Traducciones y clases de inglés al principio. Dedicarme a la preparación de actores comenzó después, cuando mi madre me sugirió que les echara una mano con algunos alumnos españoles que habían pasado por su academia y no podían continuar allí, en California, por falta de tiempo o de dinero. La cosa fue bien y empecé a especializarme en dar clases personalizadas de dicción e interpretación en inglés, desplazándome sin problema si me resultaba interesante. Me gustaba lo que hacía y se me daba bien, así que unos me recomendaban a otros y viajaba mucho, me pasaba el tiempo de acá para allá. Fue en una escala de vida y aeropuerto donde conocí a Franck, pero esa es otra historia, un capítulo aparte de otra novela.

Franck y May Demasiados días sin dormir apenas, pesan los viajes y los cambios de cama, acarrea kilómetros de cansancio acumulado. Cuando por fin llegó a su casa después de más de dos meses fotografiando vidas destrozadas, hambre, catástrofes y lágrimas, se derrumbó. Y cuando consiguió rehacerse un poco, se quedó haraganeando, medio tumbado en el sofá mirando película tras película sin conseguir ver entera ninguna de ellas. Había vendido bien los dos reportajes más duros y habían aceptado publicárselos de forma inmediata, aunque a cambio tuvo que comprometerse a realizar una portada para la revista 3


del mismo grupo editorial dedicada a la moda. En cuanto terminara con todo eso pensaba cogerse un par de meses libres para poner un poco de orden en su vida. Terminar de elegir las fotos que publicaría en su próximo libro, por ejemplo. Y luego pasárselas a May para que le pusiera los textos, no entendía por qué ella no se decidía ya de una vez a escribir en serio y dejarse de perder el tiempo con otras cosas que no la llevaban a ninguna parte. El ruido de la puerta le sobresaltó, sería uno de sus amigos de confianza, seguro. Recordó de pronto que no había avisado a nadie de su vuelta, así que alguno vendría a dar una ojeada para comprobar que todo estaba en orden. Cuando vio que era ella, se alegró enormemente. May dio un brinco al ver asomar la cabeza de Franck entre los cojines, su pelo revuelto, sus ojos adormilados, la camiseta y el pantalón negros resaltando las líneas de su cuerpo sobre el color arena de la piel del sofá incitaban a dejarse caer sobre él y dejarse abrazar por ese hombre que bien podía ser modelo de sus propias fotos. Mirar a Franck en reposo es contemplar la belleza de un animal salvaje en su guarida, la tempestad en calma, ese tiempo que parece detenido y sujeto por un cielo plomizo, la quietud poco antes de que estalle la tormenta. Pero Franck tenía una señal de prohibido que ella misma le había colgado desde que una noche tonta, después de muchos vinos, estuvieron a punto de acabar en la cama. Afortunadamente se frenaron en seco convirtiendo la pasión en broma antes de llegar siquiera al primer beso. May no sabía que Franck tuvo un momento de lucidez para darse cuenta de que después de ese primer beso no podría pararse y que no tenía la menor intención de arriesgarse a cambiar en una 4


noche la amistad y el nivel de confianza al que habían llegado. Estaba en un momento de su vida en el que no quería ni podía dar nada más que eso. Y bien sabía que ella tampoco. —No tenía ni idea de que habías vuelto, me has asustado. —Hace un par de días, pero llegué tan agotado que no tenía fuerza para llamar por teléfono. Lo que ves en mis fotos no refleja ni de lejos lo que siento al tomarlas, cada vez llevo peor esa impotencia. Estoy exhausto. May es muy guapa. Con su cobrizo pelo ondulado, sus ojos jaspeados color menta, sus facciones clásicas y un cuerpo largo y elástico, con unas curvas perfectas puestas en el sitio justo que ella trata por todos los medios de esconder bajo la ropa. Su voz grave sorprende con el acento inidentificable del inglés absolutamente aséptico y correcto que usa para los desconocidos. Pero Franck sabe que ella lo puede cambiar por cualquier jerga en cuanto le da la gana, a eso se dedica May, a trabajar con la voz, la interpretación y los idiomas. —Te quedarás hoy aquí conmigo, ¿no? ¿Puedes quedarte? —¡Podrías haberme avisado de que estabas aquí! Tengo cosas que hacer, mañana me voy a Madrid y está todo sin preparar. —Anda, no seas así, tú no tardas ni media hora en hacer la maleta y luego ya tendrás tiempo de dormir durante el vuelo. Quédate, pido algo para comer y nos ponemos al día. Necesito verte y tenerte aquí al lado, por teléfono no es lo mismo. –Vale, vale, no seas llorón… Pero en compensación me encargo de buscar una botella que merezca la pena, una de esas que guardas para tus conquistas o tus amigotes. 5


—O sea, para ti. Lo que no sé es si ponerte entre las conquistas o los amigotes. –Me da igual cómo me califiques mientras me dejes saquearte la cava y coger un vino que me guste —dijo May riendo—. ¿Qué vas a pedir para comer? —No sé, ¿qué te apetece? —Llama a Nadir, que nos mande lo que quiera y que te quite esa cara de hambre que has traído. Le hará feliz saber que estás de vuelta y entero. —Perfecto. Le llamo y voy a darme una ducha a ver si me desentumezco lo suficiente como para ser un aceptable compañero de mesa —dijo Franck. May lo vio levantarse como movido por un resorte, dejando en el sofá los restos de la pereza. Estaba más delgado, ojeroso, con el rostro curtido y afilado sus ojos parecían aún más grandes y rasgados. Le dieron ganas de hacerle una caricia, de pasarle las manos por la frente y borrarle suavemente sus arrugas, de arrastrar el estigma de tristeza que parecía haberse traído con el equipaje. Sin embargo lo dejó pasar sin retenerlo cuando él le dio un suave beso en la mejilla a modo del saludo que aún tenían pendiente. Ese día estuvieron juntos. Al día siguiente, seis de marzo de 2020, May salió con destino a España como tantas veces, como el día en el que se conocieron tras perder los dos el mismo vuelo. No sabían que su despedida habitual no tendría nada de habitual, que tardarían mucho en volver a verse y que todo habría cambiado cuando lo hicieran. 6


Ambos constataron una vez más que todo viaje se emprende a lo desconocido: por bien que conozcas la ruta y el destino al que te diriges, es imposible controlar los imprevistos que aparecen.

May y el contrato Suelo pasar casi la mitad del año en Madrid, allí tengo un piso que heredé de una tía abuela que realmente fue mi verdadera y única abuela durante toda mi vida y hasta el fin de la suya. El resto del año lo reparto entre Nueva York y otros puntos del mapa en los que trabajo y peregrino por los apartamentos que intercambio con amigos tan trashumantes como yo. Cuando llegó la pandemia todos nosotros estábamos con las agendas llenas y el futuro inmediato cargado de proyectos, entonces el reloj se detuvo. A mí me pilló en España y en España me quedé. En la primera etapa, la más dura y de mayor desconcierto, estuve teletrabajando hasta terminar algunas de las cosas que tenía en marcha, otras, irremediablemente, hubo que pararlas sin fecha de retorno. Claro que hubiera podido pasarme unos meses sin trabajar, pero me agobiaba la idea de estar ociosa durante ese tiempo de transición indefinido que habíamos comenzado después del confinamiento más estricto mientras me consumían el aburrimiento y la desidia. Me conozco y sé que cuanto menos tengo que hacer menos hago, me veía devorando series y menús de los restaurantes que para aliviar su cierre habían decidido unirse a la lista de los de comida preparada para llevar. 7


Nos tuvimos que acostumbrar a vivir de otra manera y soñábamos con otra manera de vivir. Hasta los más urbanitas añorábamos una libertad que parecía tener la carta de residencia fuera de las ciudades, así que la idea de irme a trabajar a una finca preciosa resultaba tentadora en sí misma, pero es que además había que sumar un sueldo muy alto que me quedaría totalmente limpio, bonos, la posibilidad de algún que otro viaje y las excelentes referencias del sujeto de mi remodelación, un actor conocidísimo y adorado en su país, aunque, cuando una vez cerrado el contrato por fin pude saber su nombre, para mí resultó ser un completo desconocido. La oferta me llegó a través de una empresa con la que ya había colaborado en otras ocasiones. Mi trabajo consiste en entrenar actores, ensayar con ellos, mejorar su nivel de idioma o trabajar un determinado acento y las peculiaridades de lenguaje del personaje que tengan que interpretar. El contrato que me ofrecían era muy exigente, a la medida de los tiempos y de la considerable suma que me van a pagar, tuve que pasar por un exhaustivo reconocimiento médico, vacunas y la exigencia de confidencialidad absoluta sobre lo que viera y viviera durante la permanencia en compañía de mi pupilo. Antes de firmar, y para que supiera al menos con qué clase de persona tendría que trabajar, tuvieron la deferencia de hacerme llegar un informe sobre su formación, su personalidad fuera de la pantalla, sus costumbres y su falta de adicciones peligrosas, todo ello para acabar de convencerme, aunque el trabajo fuera ya un caramelo de por sí sin necesidad de añadirle mucho. Como broche de cierre a las dudas y preguntas pendientes, existe una tranquilizadora cláusula en la que se nos otorga a ambas partes la posibilidad de renunciar 8


durante los primeros quince días, una especie de periodo de prueba de compatibilidad de caracteres. Por lo demás, es verdad que está el inconveniente de tener que vivir con desconocidos y en una casa extraña, por maravillosa que sea la finca y su entorno. Estar encerrados me obligaría a estar trabajando a tiempo completo siete días a la semana, por más que sobre el papel tengamos horarios y días libres, puesto que al no poder salir de allí estaré disponible y cautiva durante al menos los próximos tres meses. En otras circunstancias quizá hubiera dudado o ni siquiera me lo hubiera planteado, pero ahora, sinceramente, me parecía preferible estar trabajando, bien atendida y en un sitio agradable. Una vez tomada la decisión y firmado el contrato, lo primero que hice fue pedir que me pasaran todo lo que él hubiera hecho y así poder hacerme una idea de su trabajo antes de nuestro primer encuentro. Se me preparó una documentación muy completa que incluía series, películas, anuncios y los reportajes fotográficos de su larga carrera de modelo publicitario en la que seguía aún en activo. A sus treinta y dos, creo, tanto sobre el papel como en la pantalla se veía que estaba en el mejor momento de su trayectoria, mucho más guapo, mucho más sólido y con más carisma. Me lo habían descrito como un actor excelente y resultó ser verdad, supera todos los elogios. Absolutamente camaleónico, fundido con sus personajes, reinventándose físicamente para cada uno de ellos; la verdad es que es bueno hasta en las malas producciones.

9


En la hacienda, fijos, estaríamos viviendo siete personas. Cuatro de ellas se encargarían de la limpieza, cocina, jardinería y mantenimiento, tendríamos un preparador físico multifunción que nos mantendría sanos y en forma de cuerpo y mente, más él, el centro de todo, y yo, que tendría que encargarme del entrenamiento intensivo en inglés americano, de ayudarle a preparar su interpretación y de darle una hora diaria de español, la única en la que se nos permitía abandonar el inglés, idioma oficial y obligatorio en todas las actividades que llevemos a cabo, incluso en las de tiempo libre. Y quedaba bien claro que la confidencialidad es primordial, no podré decir absolutamente nada a nadie, ni dónde ni con quién ni qué estaré haciendo. No podría tener mi móvil ni hacer fotografías, grabaciones o usar redes sociales. Como llevo años diciendo que quiero escribir una novela, esa fue la disculpa que utilicé para familia y amigos, la necesidad de aislarme, no distraerme, imbuirme del ambiente y los personajes. Les dije que sería yo la encargada de llamar de vez en cuando, que no se preocuparan, que estaría aislada pero no sola porque el sitio en el que me alojaré es una especie de retiro con encanto y los responsables tienen mis contactos en caso de emergencia. Necesito estos tres meses para mí, terminé diciendo. Nadie se extrañó mucho, quizá lo hubieran hecho un año antes, sin pandemia de por medio, o si yo no fuera yo, muy independiente y un poco rara. Mi última quincena de libertad la pasé organizando mi ausencia y dejando mi piso en orden para Sigrid, que volvía a tener que trabajar en Madrid durante unos meses. Pero también estuve haciendo un maratón empapándome de las

10


series y películas rodadas por Eric, el nombre por el que me han dicho que llame a mi actor. Eric, según las medidas oficiales de su agencia, es un metro noventa y uno de pura belleza masculina, muy masculina. Todo un tópico nórdico, rubio miel, ojos extraordinariamente azules, cuerpo perfectamente cuidado, perfectamente musculado, del tipo nadador y deportista de aire libre más que del que se machaca con exceso en el gimnasio. Unos hombros, un tórax… Un suspiro que se me escapó mirándolo. Se mueve bien, se mueve muy bien, porque hay hombres que se ponen a caminar y destrozan su atractivo en cada paso. En fin, que aún sin conocerlo personalmente tuve que utilizar todas las dosis de inmunidad que me ha proporcionado trabajar previamente con actores y estrellas varias. Porque, para empezar, no siempre son tan guapos como parecen en pantalla. Y, para continuar, ellos no son sus personajes y si te los crees las decepciones suelen ser enormes. No con todos, es verdad, no voy a ser tan injusta, pero desde luego algunos de los que yo conocía resultaban bastante insulsos y deslavazados fuera de escena. O insoportablemente ególatras. En todo caso, sé mantener la distancia y poner un cristal entre trabajo y vida privada, aprendí desde niña que la vida real no hay que mezclarla más que lo justo con el artisteo, crecí con ello, no me quedó más remedio teniendo un padre actor y una madre que dirige su propia academia de interpretación. Y, ya veis, acabé teniendo mi propia vida profesional vinculada y dependiente del mundo del que se suponía que quería huir. Y la verdad es que lo disfruto muchísimo la mayor parte de las veces.

11


May llega a la hacienda Y llegó el día en el que cogí mi maleta y salí al encuentro del nuevo trabajo y la novela pendiente. Yo misma había añadido ese incentivo. Podía empezar por escribir contando la experiencia, una especie de diario con las dosis de fantasía necesarias para no saltarme la confidencialidad requerida. O, si la cosa no resultaba tan sugerente como parecía sobre el papel, podía ponerme en serio con cualquier otra de las que había bosquejado mentalmente sin llegar nunca a pasar de la intención de ponerme con ellas. La hacienda era espectacular. Me enamoré nada más verla. Rufo, el hombre de oficios múltiples, como el mismo se definió, fue a buscarme y me ilustró con algunos detalles durante el viaje. Me dijo que Eric y Yann habían llegado la noche anterior y les había gustado mucho el sitio, que parecían simpáticos y muy normales, “aunque no les entendemos nada cuando hablan en ese idioma tan raro de ellos, señorita”. Me cayó bien. Educado, agradable y locuaz, buen narrador y poco chismoso, se nota rápidamente cuándo se elige bien lo que se cuenta para hacer un trayecto agradable y lo que se calla por discreción y respeto. Habíamos llegado tras dejar la carretera principal y continuar por un camino rural privado perteneciente a la propiedad. Allí, coronando una colina, en medio de esa enorme finca llena de alcornoques y olivos, distinguí la construcción principal. Quietud. Una buena porción de naturaleza que a través de los años había escapado milagrosamente de las repetidas olas de especulación inmobiliaria y de las plantaciones de placas y molinos de energía verde. A la 12


vivienda se accedía por el lateral en el que se encontraba el garaje, desde allí había una escalera de piedra por la que se llegaba a la parte alta, a la terraza sombreada por glicinias en la que se encontraban ellos, en la que me los encontré yo. Como os he dicho, había estudiado el dossier completo que incluía vistas de mi pupilo con todo detalle y desde casi todos los ángulos (sin desnudos integrales), pero al parecer nada me había preparado lo suficiente para encontrármelo en carne y hueso, así, con esos tonos reflejados por la luz, en ese encuadre, con la postura relajada de alguien que está disfrutando realmente del momento que vive, tan sumido en lo que le rodea, tan olvidado de sí mismo. Aunque él me atrajo como un imán y me atrapó la primera vista, eran dos los hombres que estaban sentados en silencio, a solas con el vino y el atardecer. Daba verdadera pena interrumpirlos. Allí me hubiera quedado mirándolos con la misma tranquilidad con la que ellos veían desaparecer el sol en el horizonte quebrado por la sierra. No estoy acostumbrada a la gente en estado de reposo. Mi lugar de residencia se alterna entre grandes ciudades, trabajo con personas que tienen prisa hasta para no hacer nada y mis amigos se mueven en los mismos círculos concéntricos en los que me muevo yo. Así que la imagen me impacto por lo inusual, por la paz que contagiaba el conjunto. Por su belleza. Parecía que estaban posando para un anuncio. De hecho, hubiera sido perfecta para la promoción de un vino. El encanto no se rompió cuando notaron nuestra presencia, volvieron la mirada sin alterarse y se levantaron al unísono para presentarse y darme la bienvenida. Eric y Yann. 13


El conjunto era hermoso, la casa, el paisaje, ellos. No soy fácilmente impresionable, ya he dicho que estoy acostumbrada desde niña a moverme entre actores y decorados de ensueño, también a ver pasar sin transición del lujo a la supervivencia, pero, puede que fuera por el tremendo cambio que había dado el mundo en los últimos meses, algún extraño resorte había saltado y despertado en mí una sensibilidad desconocida. O puede que se me hubiera olvidado meter en el equipaje un poco de mi cinismo habitual. Lo cierto es que, por el momento, todo resultaba ser pura armonía.

Eric y su versión del contrato La idea me pareció muy buena. Si tenía que aislarme durante una temporada, tener una agenda cargada de actividades lo haría útil y bastante más llevadero. Yo sabía que no me habían identificado, pero en la Organización pensaban que lo mejor era apartarme de la circulación hasta que la operación estuviera completamente cerrada. Pues que así fuera. Al fin y al cabo el rodaje de mi próxima película se había pospuesto unos meses más de lo previsto, lo que me dejaba tiempo para preparar bien mi personaje, de esta forma podría hacerlo holgadamente, sin prisas ni necesidad de las jornadas maratonianas que estaban programadas en un principio. Sí, también soy actor. Empecé como modelo cuando era muy joven, lo que me permitió autofinanciarme una formación exhaustiva para no tener que quedarme en la carrera corta y no siempre afortunada que tuve ocasión de ver en algunos de 14


mis compañeros durante el tiempo en el que me dediqué únicamente al modelaje. Afortunadamente soy de un país pequeño, rico gracias al petróleo y con una industria potente, incluida la cinematográfica, por lo que no me fue excesivamente difícil entrar en el negocio para poder rodar en casa y dejar de estar con la maleta a cuestas entre Europa y Estados Unidos. Todo tiene sus ventajas y sus inconvenientes. En mi caso, la vuelta a mi tierra y el comienzo de mi éxito en las pantallas vinieron aparejados con el reclutamiento por parte de la organización, que vio las posibilidades y quiso rentabilizar mis viajes, los rodajes de comerciales para las firmas que represento y la asistencia a fiestas y otros eventos, para conseguir determinadas informaciones útiles que no se suelen facilitar por particulares, empresas o gobiernos cuando las pides educadamente. Ellos se encargaron de completar el tiempo de formación militar obligatorio en mi país para adiestrarme especialmente. Astucia, inteligencia y sigilo para hacer justicia donde la justicia no llega, ese es el lema de la Organización. Que estuviera Yann, mi amigo desde la infancia, fue definitivo para decidirme a entrar, si es que quería hacerme la ilusión de que hubiera podido elegir. Pero sí, la respuesta es sí, de haber tenido opción, lo hubiera elegido igualmente. El caso es que mi próxima película la rodaré por primera vez en inglés, idioma que hablo sin problema, pero en el que no he interpretado nunca y no me siento lo bastante seguro para hacerlo, por lo que decidimos buscar un preparador, algo que es habitual incluso para los angloparlantes. En principio pensamos que resultaría bastante difícil encontrar alguien lo 15


suficientemente capacitado que quisiera recluirse tres meses con nosotros, pero obtuvimos una gran respuesta, con un número considerable de candidatos al puesto; las circunstancias sanitarias tenían casi paralizada la escena y había muchos profesionales en paro forzoso. De la docena de currículos que preseleccionó la productora para enviarme, el suyo captó mi atención desde el primer momento. Sus informes eran impecables, sus referencias también. Tiene que ser muy inteligente y haberse dedicado casi en exclusiva al trabajo y al estudio, porque, siendo unos años más joven que yo, tiene ya una formación y una experiencia alucinantes. De padre norteamericano y madre española, es perfectamente bilingüe, pero domina dos idiomas más. Ha estudiado en una universidad española y en otra estadounidense, en ambas graduada con calificaciones excelentes. El listado de actores para los que ha trabajado es sustancioso y todos se deshacen en elogios hacia ella. Su madre tiene una academia de artes escénicas y su padre es uno de esos secundarios imprescindibles con una larga y consistente carrera. O sea, que el trabajo le viene de familia, eso me gusta, quiere decir que en el idioma del cine también es nativa, nada la cogerá por sorpresa, no sería de las que se dejan cegar por el brillo de las estrellas. Entre sus aficiones están algunas de las mías, como los coches y las motos. Sorprendente. También eso dice mucho de su carácter. Sin embargo me resulta curioso que quiera venirse a encerrar con nosotros, aunque el contrato es muy generoso, no parece 16


que sea de las que tiene necesidad de dinero. Indagué. No encontramos nada extraño. Será la tónica de unos tiempos que nos están llevando a todos a seguir caminos inesperados. Por su foto parecía una chica agradable, sin más. Sin embargo cuando la vi aparecer tuve claro hasta qué punto no le hacía justicia. Nada ni nadie la podrían cegar, ella brillaba intensamente con luz propia. Recortada en el porche por el contraluz, alta, esbelta, con las curvas en su sitio y una esponjosa melena ondulada color chocolate caliente soberbia enmarcando unos rasgos clásicos. La cara, el cuello, los hombros. Una boca jugosa, perfecta, con labios gruesos, carnosos, bien definidos, los ojos grandes, la nariz recta. La única nota que rompía su apariencia discreta y su forma de vestir para esconderse, pasar desapercibida y disfrazar su belleza, eran los labios pintados de rojo. Y qué labios. De pronto, no sé por qué, la imaginé pintada por Tamara de Lempicka. Incluso oculta tras esa ropa insulsa, esta mujer es pura sensualidad sin ni siquiera moverse. Y pura ignorancia de que la tiene. Oh, dios, ¿por qué me envías la tentación a domicilio?

17


May y su toma de contacto Según el contrato nuestras conversaciones serán siempre en inglés, tengo que mejorar su dicción y su vocabulario, hacer que piense y reaccione en inglés para preparar su gran desembarco en el cine americano. De la pirámide de obligaciones y los cientos de cláusulas me quedé con lo fundamental: estábamos allí por razones de trabajo y Eric era nuestro objetivo común, no debíamos olvidarlo. Me asaeteó a preguntas desde el primer momento. Su inglés era muy correcto y muy británico, un poco encorsetado, excesivamente académico, pero realmente bueno. El de Yann no le iba a la zaga. Obviamente, ambos habían tenido una buena educación, eso se notaba, lo mismo que se notaba que eran inteligentes y estaban acostumbrados a entenderse con la mirada como sólo se entienden los amigos que han crecido juntos. —¿Has visto algo de lo que ha hecho?—me preguntó Yann. —Para seros sincera, hasta hace quince días el nombre de Eric no me decía absolutamente nada, no os ofendáis, ahora ya sé que lleva triunfando más de una década, tiene un sinnúmero de seguidores, hay infinidad de versiones subtituladas y dobladas de todas las series y películas que ha hecho y que en vuestro país es considerado patrimonio nacional; pero yo no había visto nada, lo siento. Sin embargo, después de firmar y antes de venir, he visto todo. Dado el exagerado secretismo con el que se lleva el tema, sabía todas las condiciones salvo su nombre, que tampoco entiendo que la cosa sea para tanto, pero bueno, vuestras razones tendréis. 18


—¡¿Qué has visto todo en un par de semanas?! ¡Eso es imposible! Perdona, pero no me lo puedo creer—dijo Eric. —Me he expresado mal, te he visto a ti en todo, es decir, he estado mando en mano saltándome las partes en las que no intervenías. Leía el resumen del argumento, me hacía una idea del personaje y seguía su evolución en el tiempo. Entiéndeme, lo que me interesaba era ver lo que he visto, saber si eras un verdadero actor o te interpretabas a ti mismo fuera cual fuera el papel. Y te confieso que me pareces un actor increíble, has ido creciendo profesionalmente siguiendo una evolución fantástica. Sin halagos. Es obvio que si todo lo que llevas rodado lo hubieras hecho en inglés, tendrías ya todos los galardones disponibles, estarías acosado por la prensa, te perseguirían las marcas… Los dos comenzaron a reír al unísono. Y a carcajadas. Me encantó la risa de Eric, no se correspondía con ninguna de las que le había visto interpretar, suena tan sana, contagiosa, espontánea, silvestre y fresca como la de un chiquillo… si no fuera porque ese cuello echado hacía atrás mientras ríe no tiene nada de infantil ni los pensamientos que me provoca nada de inocentes. (May, espabila, que apenas acabas de llegar aquí, no puedes pensar en él de ninguna manera que se desvíe ni un ápice de la labor que tienes por delante. May, recuerda, es un actor, un hombre mimado, adulado y enormemente atractivo, condiciones necesarias y suficientes para que cortes de raíz cualquier idea no laboral. Sé profesional. Analízalo. Obsérvalo. Critícalo. Eso, eso es lo único que tienes que hacer aquí). Fue Yann el que se calmó primero. 19


—Es obvio que desconoces lo que pagan las marcas para vestirlo, para que beba y coma sus productos, para que aparezcan sus muebles y complementos en los decorados, para que conduzca sus coches o sus motos. Oh, los norteamericanos, tendéis a pensar que lo que no veis no existe, a ignorar las culturas cinematográficas que no son la vuestra y, sobre todo, la cifra escandalosamente grande de espectadores que tenemos los demás. Te aseguro que lo que se embolsa me marea un poco, menos mal que a él no le pasa lo mismo y ha conseguido mantener la cordura desde que lo conozco, vuelve a ser mi amigo Eric en cuanto no actúa. De hecho, estamos aquí en este momento por una serie de circunstancias que han conseguido lo que la productora lleva años persiguiendo, que protagonice una gran producción estadounidense, con un reparto de actores de habla inglesa de primera línea. Hasta ahora se había negado tajantemente, sin que nada ni nadie pudiera convencerlo. ¿No te han facilitado las audiencias de sus series?, ¿no te han dicho en cuántos países le siguen y en los que es un ídolo de masas? —No, no me lo han pasado, pero lo he buscado yo. Y sí, tienes razón, hay tendencia a pensar que el mundo se acaba dónde acaban ciertas influencias. Disculpadme por mi ignorancia. Pero no olvidéis que una de mis mitades también es de un país pequeño con industria cinematográfica propia En ese momento apareció Gloria para avisarnos de que la cena sería dentro de una hora y que quizá me apeteciera ver mi habitación y darme una ducha y cambiarme de ropa antes de nada. —Sí, muchas gracias Gloria, me encantaría. 20


—Te ha salvado la campana —dijo Eric, otra vez riendo—, cuando Yann se erige en defensor de los valores patrios y de nuestra cultura nacional es como una ametralladora, no se agota ni se le acaba la munición durante horas. El recorrido hasta mi habitación fue todo un descubrimiento, pura clase, elegante, confortable, daba la impresión de haber pertenecido a la misma familia durante varias generaciones y que cada una de ellas hubiera ido poniendo su parte, mejorándola con las cosas que llegaban, manteniendo su pátina. Transmitía la sensación de haber sido vivida, amada por sus propietarios, cada pequeño detalle elegido cuidadosamente y que todo tuviera su porqué, contara una historia. Daba la impresión de que nos acogía como invitados y no meros inquilinos. Me enamoré del interior de la casa como antes lo había hecho ya al verla desde fuera y en la maravillosa finca en la que estaba. Gloria me informó de que nuestras habitaciones estaban en la primera planta, distribuidas por un corredor que vertía sobre el gran recibidor de la entrada principal. Ellos, los dos matrimonios contratados, disponían de viviendas independientes. Lo mío es una especie de suite con una parte habilitada como despacho, una pequeña zona de estar, dormitorio con cama y armarios gigantes y un precioso cuarto de baño perfectamente surtido. Ya me habían avisado de que, salvo que fuera muy maniática o tuviera necesidades especiales, teníamos suministro de todo, ya fuera ropa, calzado o cosmética. Y como les dije que lo único que me resultaba difícil de aceptar sin más eran los perfumes, me preguntaron lo que utilizaba 21


habitualmente y me dijeron que me lo dejarían junto con algún otro para que pudiera probar y dar mi opinión. En los armarios había ya cosas de mi talla. Vaqueros, camisetas, ropa cómoda y de deporte, trajes de baño, vestidos, zapatillas, bailarinas… Nos irían enviando otras cosas en función de lo que pidiéramos o de lo que fuera surgiendo. Me di una ducha y, al no haber deshecho la maleta, me puse uno de los vestidos nuevos que me pareció precioso y apropiado para bajar a cenar. Ellos también se habían cambiado, Eric llevaba una camisa azul marino, un color que por lo que había visto al estudiarlo es de sus favoritos. Los dos uniformados con vaqueros, que, por cierto, me fijé que no eran de la marca de la que Eric es imagen. —¿Una copa de vino antes de cenar? Hemos abierto una botella de manzanilla, mira a ver qué te parece. Nos han dejado una bodega muy bien surtida —dijo Yann—. Mañana, cuando estés más descansada, te haremos los honores de la hacienda para que veas lo bonito que es todo. —¿Os gustan sorprendida.

los

vinos

de

Jerez?

—dije

mirándoles

—Nos gustan los buenos vinos. Y punto. Además, ya sabes de qué fue la última película de Eric, así que aunque no hubiéramos tenido ni idea nos habríamos tenido que documentar —dijo Yann, con un punto afilado en el tono. Estaba claro que era el guardián de su amigo, su protector, se notaba perfectamente que él era el guerrero, con su aspecto de hombre duro, siempre listo para la lucha.

22


—No me malinterpretes, Yann. Ni siquiera es tan común entender de vinos en este país, que, como ya os dije antes, también es el mío, aunque supongo que ya lo sabríais de antemano, que os habréis estudiado con todo detalle mi currículo, mis antecedentes y los de mi familia, al fin y al cabo fuisteis vosotros los que tuvisteis que dar la última palabra para que me contrataran. Vi que Eric escondía una media sonrisa entre la barba mientras me acercaba una copa. Sí, de momento me había tocado en suerte la versión barba corta. Gloria, la mujer de Rufo, con la que ya había conversado un rato cuando me acompañó a la habitación, llegó para decirnos que nos sentáramos a cenar. —Ya saben que nos han dado unos menús diarios para ustedes y que tenemos que atenernos a ellos, sin embargo podemos hacer ligeras modificaciones si lo sugieren o, de forma ocasional, prepararles algún plato que les apetezca especialmente. Nos han dicho que no tienen ustedes alergias ni ningún condicionante ético o religioso, también nos han pasado las cosas que no les gustan en absoluto para que no se las pongamos en las comidas comunes. Hoy les hemos hecho una cena de bienvenida informal, un picoteo con productos y platos tradicionales de la cocina española. Esperamos que les guste. Estaba claro que el jamón, el aceite y el pan les gustaron, desaparecieron de los platos con tanta rapidez que Gloria tuvo que hacer una incursión a la cocina para pedir a Rufo que nos cortara más. Un ibérico exquisito y bien cortado. Ensalada de tomate, atún y cebolla, aceitunas, tortilla, croquetas, patatas 23


bravas… Más que una mesa parecía la barra de una taberna bien surtida. Ellos estaban encantados. La manzanilla había dado paso a un tinto y la conversación estaba centrada en su curiosidad por lo que estábamos comiendo. —Eric —le pregunté— ¿tú sabes cocinar tan bien como parece? Porque comer, ya veo que de verdad te gusta y no es sólo un denominador común impostado que he encontrado en tus papeles, es algo tuyo, se nota que disfrutas con la comida. —Sí, sé cocinar, lo hago bien, me relaja y me ayuda a pensar. Y comer… Bueno, también me gusta. Cuando me preparo para interpretar un personaje siempre imagino su forma de comer, las cosas que prefiere, cómo y dónde lo hace, todo eso dice mucho, me da una base real para construirlo. Claro que según para lo que sea tengo que cortarme un poco; para este, por ejemplo, tengo que estar más delgado que de costumbre. Pero hoy es nuestra bienvenida, la inauguración de esta relación en la que estaremos como mínimo tres meses. Me pregunto si tú estás acostumbrada —acabó diciendo Eric, más para sí mismo que para mí, mientras se lanzaba por enésima vez al plato de caña de lomo que parecía ser una de las cosas que más le estaba gustando. —¿A cocinar? —le pregunté. —No…, bueno, a eso también. A lo que me refiero principalmente es a vivir con otros. Nosotros lo hacemos habitualmente. No compartiendo casa, claro está, pero sí estamos meses compartiendo espacios. Sobre todo en las series largas, con muchas horas de grabación y un grupo relativamente reducido en espacios también reducidos. Eso exige tener mucha capacidad de adaptación a los otros, unas 24


mínimas normas de respeto y convivencia. Dime, ¿estás acostumbrada? —Pues no, para que os voy a engañar. Hace años que vivo sola y es la primera vez que mi trabajo se va a desarrollar sin salir del mismo espacio y con las personas con las que lo comparto. Pero os prometo que soy fácil. Soy ordenada, nada ruidosa, no soy caprichosa y presumo de ser cumplidora de la palabra dada. Y he dado mi palabra de seguir unas pautas de comportamiento que nos faciliten a todos la vida en común. No entendí lo que dijo Yann, ni siquiera sé en qué lengua lo hizo, pero transmitía desconfianza. Y me molestó, aunque traté de disimularlo e hice como si no me hubiera dado cuenta de nada. Alargamos la sobremesa sin aceptar los postres dulces que ofrecía Gloria y continuando con quesos, higos, almendras, nueces y carne de membrillo. Llegué a la conclusión de que el punto de partida era bueno, con hombres que disfrutaban así, el día a día no podía ser difícil. También a mí me decía mucho sobre las personas su forma de comer. Salimos a la terraza para terminar nuestra última botella de vino. Era muy tarde, estábamos cansados y se notaba, pero hacía una noche preciosa y ninguno parecía muy dispuesto a subir a la cama. Nos quedamos sentados, en silencio. Y, curiosamente, el silencio era cómodo.

25


Eric, primeras impresiones Cuando llegó, en esa primera imagen que tuve de ella y que ya ha guardado mi cerebro para siempre, no consiguieron cegarme sus ojos porque apenas los vi un momento, ocultos casi todo el tiempo bajo las gafas de sol. Grandes, jaspeados en verde y castaño, variando las proporciones de color en función de la luz, chispeantes, muy expresivos, analíticos, tan afilados que seguro que matan con mirarte si cruzas por donde ella cree que no debes. Buena conversadora, excelente compañera de mesa, de las que entienden y disfrutan comida y vinos, pelín a la defensiva; lo que aún no sé es si esa punta de agresividad y la coraza que lleva puesta son por nuestra causa, dos desconocidos con los que no sabe a qué atenerse, o resultado de heridas anteriores. Había bajado a cenar con un vestido de estampado selvático lleno de botoncitos, desde el escote hasta el bajo de la falda. Me distraje pensando en si tendría que desabrochárselos todos o bastaría con llegar a la cintura para que cayera sólo: sería súper excitante ir abriendo ese vestido, botón a botón, centímetro a centímetro, descubrir su lencería, sentir su piel filtrada por ella… (Detente, Eric, no sigas por ese camino, mal vamos si desde el primer día se te cruzan imágenes como esa, ¡no es propio de ti!, ¿qué te está pasando?). Elegí mal el momento, porque tuve que rebobinar para saber por qué Yann la estaba fumigando otra vez con semejante chorreo de orgullo patrio, del mismo estilo al que le había administrado cuando, con toda la inocencia y la sinceridad del mundo, nos soltó que no me conocía de nada antes de que la contrataran. A mí también me sorprendió, esa es la verdad, y 26


os mentiría si dijera que no hirió ligeramente mi vanidad, pero en el fondo me gustó esa ausencia de crítica previa a la aceptación del trabajo, convertirme en una página en blanco para que la llenara ella. Y luego me hinche como un pavo cuando, también con toda la naturalidad del mundo, dijo que le parecía un actor excelente. Bien, empezábamos muy bien. No la impresionaba por guapo, pero le parecía bueno en mi trabajo, justo lo que llevo buscando toda la vida. Por seguir sumándole cualidades, se nota que su capacidad de evaluación y síntesis es grande. No le cuesta adaptarse a las situaciones nuevas, es llana y sociable, visitó y se presentó a los empleados por iniciativa propia. Dice lo que piensa sin tapujos y sin miedo a la reacción que cause, lo que es perfecto para alguien que te tiene que educar y limar defectos. Y estaba claro que yo no la deslumbraba en absoluto. Lo dicho, esta mujer es muy peligrosa. Por si no lo tenía claro, vino a certificarlo el calambrazo que sentí cuando me deseó las buenas noches con un par de besos que pasaron rozando mi mejilla. Hasta sentí, o imaginé, que sus botoncitos desfilaron por mi brazo rozándolo despacio.

May, interrogatorios La noche anterior nos despedimos liberándonos del desayuno común, dándonos un poco de espacio para poder adaptarnos, quedamos en reunirnos a las once para organizar horarios y agenda.

27


Al acostarme me costó un poco conciliar el sueño, pero luego dormí tan profunda y plácidamente como no recordaba hacerlo desde hacía tiempo. ¡Qué paz! Bajé a la cocina a por un zumo y estuve un rato de cháchara con Gloria, que me contó el alivio que había supuesto a los dos matrimonios ser contratados para trabajar con nosotros. —La familia propietaria quiere mantener la hacienda, pero sacándole una rentabilidad o por lo menos que no les arruine conservarla en condiciones. Como tienen buenas relaciones, pues ya ve usté, piensan alternar las temporadas en las que lo alquilen con las temporadas en las que vengan ellos. Ustedes son los primeros. Hay mucho que hacer aquí, señorita, mantener las casas, los jardines, el huerto, los caballos… Del campo se ocupan otros, todo lo que tiene que ver con la agricultura es cosa de otros, señorita, bastante tarea tenemos, no se crea; pero el sueldo es bueno y sin gastos, tenemos una casita para cada uno de los matrimonios y eso se agradece, señorita, se agradece tener un poco de independencia. Los cuatro nos llevamos bien, aunque no nos conocíamos de antes, pero cada uno en su casa, así es mucho mejor, ya le digo. —Se defienden bien con el inglés. —Antes de estar aquí, mi marido y yo estuvimos trabajando mucho tiempo para los de la base americana, allí nos conocimos. Aunque le había pedido que me apeara el tratamiento, que se dejara de tanto usted y señorita, me dijo que sus contratos les 28


exigían mantener la distancia y una serie de formalidades en el trato, junto con las consabidas cláusulas de confidencialidad. No dejaban de mosquearme un poco esas normas tan sumamente estrictas. Sí, sí, ya sé lo paranoicos que pueden resultar a veces con este tema en algunos sectores, pero, con todo y con eso, me parecía un poco excesivo. Como quería mantener la promesa de visitar la hacienda con ellos, hasta la hora de la cita subí a mi habitación a disfrutar de las vistas, ver la ropa, organizarme la mesa de trabajo. El tiempo se fue volando. En la reunión teníamos que preparar el horario a tres bandas. Había partes Eric-Yann, Eric-May, franjas comunes para los tres y espacios libres para cada uno. Yann se ocuparía de nuestra salud física y mental, tendría con Eric los entrenamientos de su exhaustiva preparación física y conmigo lo de la puesta a punto, la puesta a punto de una vaga congénita, eso era también obligatorio y tenía que hacer al menos una hora al día. Al mismo tiempo, Yann, si quería, podía asistir a las clases de español que yo daría a Eric tres días por semana. Y sí que quiso. En esa primera reunión Yann llevó la voz cantante, una de sus funciones era la de organizarnos. —Defínete, May, cuéntame en rasgos generales cómo te presentarías, cómo te ves —me dijo con su mirada analítica (se podría hacer toda una clasificación de miradas de Yann). —Soy muy dispersa, muy curiosa, me gusta muchísimo estudiar y aprender cosas nuevas, me gusta compartirlas. 29


Tengo doble personalidad, hay una May muy sociable que necesita salir, conocer gente, viajar, estar con amigos y hay otra que está cómoda recluida y no tiene necesidad de ver a nadie. Ambas son complementarias, se equilibran, se necesitan, no saben estar una sin la otra. Estudié idiomas porque siendo ya bilingüe, por ser mi madre española y mi padre norteamericano, era lo que me resultaba más fácil, soy perezosa para tomar decisiones. Hice Arte e Interpretación por las mismas razones, mis padres son actores, aunque mi madre se dedique en exclusiva a la formación. Así que también me preparé para dedicarme a trabajar con estos seres de otra galaxia, frágiles y caprichosos, vocacionales, oportunistas o empujados por vaya usted a saber qué circunstancias. Me gusta esa parte, sobre todo mi especialidad, la expresión oral, el uso de la voz. Como veis, gracias a la genética y al currículo de mis padres se ha ido forjando el mío. Dicen que he heredado algo de su carisma y que podría ser una buena actriz, que la cámara me quiere, pero me pasa como a mi madre, prefiero pertenecer a la parte del cine que no se ve. Me gusta cantar, pero lo hago fatal, me encanta la música, pero soy una negada, ¡qué le vamos a hacer! Y mi verdadera vocación es escribir, escribo mucho, pero aún tengo pendiente empezar a hacer mi propia literatura, crear mis propios mundos: este es el momento y esta es la oportunidad, también por eso estoy aquí. —¿Novios, novias? —Nada serio hasta el momento. Un amor platónico adolescente me rompió el corazón y… ¡Noooo! —dije 30


riéndome— No, aún no me he cruzado con nadie que haga saltar la alarma. Ellos no necesitaban saber la verdad ni yo tenía por qué contársela. Por primera vez estábamos solos Yann y yo, la evaluación socio psicológica del primer día de encierro voluntario, aunque él ya tenía informes previos, los presentados para evaluar mi validez para el puesto. —Tú ya sabías de antemano casi todo lo que me estás preguntando— le dije después de llevar un rato de interrogatorio— ¿estás tratando de pillarme en algo? —La voz dice muchísimo más que las palabras, tus gestos, tu lenguaje corporal, tu manera de sonreír o reírte a carcajadas me está contando una historia muchísimo más larga. Pero eso ya lo sabes, las voces son tu especialidad e interpretarlas también es mi trabajo, no quiero que te molestes. Todos estamos aquí para trabajar con lo que mejor podemos hacer. —¿Y yo te puedo preguntar qué formación tienes? —¡Claro! Comprendo que te resulte un poco confuso mi puesto. Hice medicina general, luego distintos máster y estudios de posgrado, pero no me acababa de decidir por algo en concreto. Siempre he sido deportista y entrenado con Eric, a los dos nos han gustado casi siempre las mismas cosas. Cuando por razones que no vienen al caso decidí no dedicarme al ejercicio de la profesión médica y tomarme un tiempo para ver por dónde seguiría, Eric me ofreció hacer cobrando lo que veníamos haciendo juntos desde siempre, pero esta vez en serio, en vez de entrenar juntos, entrenarle, 31


encargarme de cuidar su salud y su forma física, lo que voy a hacer aquí. Contratarme a mí supondría tener una persona de su entera confianza al lado y, créeme, en el maremágnum en el que está inmerso eso le hace mucha falta. —Otra cosa que me llama la atención son las excesivas medidas de seguridad que se están tomando, más que para protegerlo de prensa y otras distracciones da la impresión de que le estáis protegiendo de una amenaza real, de algo más peligroso que una portada en bañador con alguna conquista. No me parece que él sea del género paranoico con la pandemia. Su mirada volvió a cambiar, fue una sombra rápida, pero capté lo suficiente como para darme cuenta de que a lo mejor no estaba tan errada y había detrás más de lo que me habían dicho. No me contestó, así que seguí preguntando. —¿Cómo lo vives tú? ¿Cómo vives al lado de una estrella sin quemarte? —En cuanto llevemos unos días juntos te darás cuenta de que Eric deja todo su brillo para la escena. Encarna cada uno de sus personajes a la perfección y luego, a mayores, tiene un personaje recurrente que es el de actor de éxito, amable, carismático y listo para posar con cualquiera que le pida una foto: esa parte la ve como una más de su trabajo. Después vuelve a ser mi amigo, el mismo con el que llevo compartida media vida, está feliz con su suerte y da gracias por ello, pero piensa que no es mérito suyo haber nacido con ese físico espectacular y ser tan inteligente, tiene un coeficiente 32


asombroso, todo eso le parece algo por lo que estar agradecido, no algo de lo que pueda presumir puesto que no se trata de un logro propio. Lo utiliza, saca el máximo provecho de lo que tiene, ya verás que es muy trabajador y muy disciplinado, porque no hacerlo le parece una especie de pecado. Tiene un rollo ético muy peculiar que viene de su educación y su familia, pero eso ya te lo contará él si quiere. —Visualmente, aún no os conozco como para opinar sobre otra cosa, sois como la claridad y las sombras, lo sencillo y lo complicado. A él le he visto en todos esos personajes que siempre tienen algo por lo que hacerse querer, aunque encarne al mismo diablo y ese algo sea mínimo. —Es su guerra, sabes. A Eric le encanta hacer de malo, de feo, de persona en la que se ceben los odios y el espectador tenga ganas de insultar, le gustan porque supone un reto hacer ese tipo de papeles que no tienen nada que ver con él, que ha sido como mucho un poco golfo, pero un golfo encantador. En cambio, las productoras prefieren verlo siempre guapo y, si hace de malo, que sea un malo atractivo, por más inmoral y sucia que lleve el alma. —Cambiando de tema, ¿cómo crees que resultará nuestra estancia? ¿Cómo nos ves conviviendo? —Apuesto por nosotros, sabes. Aposté por nosotros desde el momento en el que envié informe favorable. A Eric lo conozco bien, sé que se adapta fácilmente a cualquier situación y además es un mediador nato, siempre tercia en las situaciones difíciles, suaviza las tensiones sin que la gente se dé cuenta. Y, ya verás, su forma de ser hará que te olvides de que trabajas con un hombre muy atractivo y muy famoso. 33


—Permíteme que lo dude. Pero, no te preocupes, tengo una cierta alergia a los guapos y en este momento a los hombres en general, a los hombres como posible pareja, quiero decir, no como amigos o compañeros. Por cierto, ¿y vosotros?, ¿tenéis pareja, sois pareja? —Ni tenemos ni somos. Eric tuvo una novia de esas de toda la vida que no supo seguirle el ritmo cuando él despegó. Desde entonces, no ha habido nada serio. —Uff, es que no sé qué quieres que te diga, sé por experiencia familiar que tener de pareja a alguien así es dificilísimo, he vivido ese ambiente desde pequeña. El éxito llena de minas una relación y carcome poco a poco el amor, por eso mis padres lo pusieron en primer plano y dejaron en segundo el de sus propias carreras. En ese momento Eric apareció tras llamar ligeramente a la puerta al tiempo que ya estaba entrando por ella. Iluminaba todo a su paso. Su sonrisa ilumina todo a su paso. Realmente es un hombre espectacular, su cuerpo, su cara, su forma de caminar, lo bien que le sienta la ropa, sus espléndidos ojos azules, tan cambiantes, tan intensos. Todo eso que hasta ayer sólo había visto en la pantalla, fuera de ella mejora considerablemente. —Estabais hablando de mí, ¿a qué sí? —Para eso estamos aquí. Eres el rey, el objeto de nuestra veneración y nuestras preocupaciones… ¡Claro que estábamos hablando de ti! Y, por cierto, la próxima vez llamas y esperas a que te demos paso —terminó diciéndole Yann.

34


Eric hizo oídos sordos y se sentó apoyando los codos sobre las rodillas, la barbilla sobre sus manos entrelazadas, mirándonos alternativamente. Llevaba una chaqueta de punto gris con capucha sobre una camiseta negra de cuello pico y unos vaqueros tan desgastados que parecían haber crecido con él. Subía de nivel cualquier cosa que se pusiera encima. —Vengo de dar un paseo, hace un día precioso y esta finca es espectacular. He descubierto una zona de viñedo que no había visto. Hay cuatro caballos, dos motos y tres coches, dijeron que podemos usar lo que hay. Desde luego yo pienso hacerlo. —No sé montar y no tengo ninguna intención de empezar ahora. Pero me apasionan las motos y los coches —les dije. —No es una opción: yo te hago caso, tú me haces caso. Te enseño a montar y tú me enseñas otra cosa que ya se me ocurrirá, aparte de las que ya se espera que hagas. Yann y yo somos buenos jinetes, así que a ti no te va a quedar otro remedio porque se trata de que hagamos cosas juntos y vamos a tener muuucho tiempo que ocupar. Y mucha energía que descargar. Necesitamos cansarnos y desahogarnos. Resulta rara en una chica la afición a pilotar coches y motos. —Mi padre es un fanático de cualquier cosa con motor y yo soy hija única, no tenía un chico a mano, sólo a mí —le contesté medio en broma medio en serio—. ¿Sabes que estamos en el siglo XXI, verdad? Por cierto, también soy buena con la mecánica. Oye, Eric, me estoy dando cuenta de que eres un poco mandón, eso no venía en el informe que me pasaron.

35


—A mí sí me han advertido de que tú lo eres, además de un poco seca, restallante, que saltas en cuanto algo no te gusta y que además puedes ser bastante borde. Y no soy mandón, es que desde adolescente he estado viviendo fuera de casa la mayor parte del tiempo, tuve que aprender a organizar y a organizarme. No nací así. —O sea, que yo soy mandona y tú tienes capacidad de organización, ¡qué bonito! —¡Pero es verdad! Se me da muy bien, soy alfa y tengo un don, ya te darás cuenta. Anda, Yann, díselo tú. Pero Yann había desaparecido sin que nos diéramos cuenta. Eric, sin protocolos, como si me conociera de toda la vida, me cogió la mano y tiró de mí para levantarme. Ambos notamos una sacudida eléctrica. Ambos lo disimulamos. —Venga, perezosa, te voy a dar la primera lección gratis, una de promoción para venderte luego el curso entero. Empezaré por presentarte a los caballos, son muy dóciles, se ve que tienen buena doma para que los usen las visitas sin mucha experiencia, o sea, que son perfectos para ti. Vamos a ver con cuál resultas más compatible. Se habría preparado el personaje, seguro. Me lo imagino pensando en su voz, sus gestos, sus palabras, inventándose a la medida de la situación que íbamos a vivir: un actor recluido preparando una película mientras vivía otra. Así lo habría hecho yo en su caso. ¿Por qué se iba a mostrar sin careta ante una perfecta desconocida que desaparecería de su vida con la misma facilidad con la que había entrado? Y yo me preparé para afrontarlo de la misma manera, trabajaría con un actor y 36


dos representaciones, para una le tendría que preparar, para la otra tendría que prepararme. Soy desconfiada, me han traicionado lo suficiente como para serlo, pero el caso es que luego se me olvida y si estoy a gusto me dejo llevar, cojo cariño fácilmente, me entusiasmo y me gano decepciones en consecuencia. Esta vez no dejaría opción. No me iba a dejar engañar. Me di cuenta de que estaba hablándome de nuevo. —¿Qué es lo que más y lo que menos te ha gustado de mi trabajo? ¿Cuáles crees que son mis puntos débiles? ¿Qué destacarías? —No puedo hablar de tu voz, que para el trabajo que tenemos que hacer juntos es lo más importante. Tu voz es preciosa, no me malinterpretes, me encanta su timbre, con mucha calidez y cambios de matices, pero, como no conozco tu idioma, no puedo decir mucho más de cómo la utilices actuando. Mañana cuando empecemos con la lectura del guion y de otros textos ya te iré diciendo. Por cierto, te he oído cantar en inglés esta mañana y lo haces muy bien. En cuanto al resto… Tus ojos son únicos por su belleza, su capacidad de expresión, por como ríen, por como lloran o se enfurecen. Los gestos, la forma de caminar, tu manera de moverte en función del personaje que interpretas. Y tus manos, la forma de deslizarlas por un brazo, por un cuello, de sujetar con firmeza o dar un puñetazo. Besas bien, acaricias muy bien lo poco que acaricias, pero apenas hay sexo en las imágenes filmadas, se sugiere, se supone, pero se salta. Hay violencia, hay ternura, algunos besos, mucha tensión sexual… y poco sexo. También me gusta esa faceta hogareña que aparece en todas ellas, verte cocinar, comer, recoger, ser parte de una familia parece un hilo conductor en tu carrera y resulta siempre muy natural, no ensayado, sino 37


natural, como si habitualmente lo hicieras fuera de la pantalla. No sé qué más decirte, en general como actor me gustas mucho. —Me cosificas. Con qué frialdad me analizas, es sorprendente. Muy profesional, sí, pero podrías estar hablando del último modelo de coche que has probado. —Mi trabajo tiene que ser así. No puedo dejarme arrastrar por vosotros, los actores sois absorbentes, os alimentáis de las personas que os rodean. —Tu padre es actor. —Mi padre trabaja como actor. Uno de estos días te contaré mi clasificación de los distintos grados de ejercer este oficio. Habíamos llegado a las cuadras y noté que había pasado una corriente fría entre nosotros. Mis palabras le habían molestado. No tengo ni idea de caballos, los he visto en contadas ocasiones de cerca y nunca había tenido el más mínimo interés en que esa situación cambiara. Después de un ritual de iniciación en el que Eric fue tomando mi mano para pasarla por sus lomos y sus cabezas y que me dio la impresión de que no dejaba de ser puro teatro porque ya tenía decidido de antemano elegir para mí una yegua baya de nombre Cordobesa, un precioso ejemplar de raza española. Junto a las cuadras había una zona vallada de entrenamiento que miré con un poco de reparo anticipando lo que me esperaba. Dimos un paseo mientras seguíamos charlando, Eric habla y pregunta muchísimo, es un conversador nato. 38


—¿Qué te ha parecido el guion que tenemos que prepararnos? Tengo entendido que tú también has adaptado algún guion para el cine. —Me gusta bastante, en realidad es una adaptación de una de las series con las que has triunfado en tu país, han americanizado el personaje y para alejarse aún más del original lo han ambientado a mediados del siglo pasado, dejándolo con un margen amplio, un poco indefinido. Creo que te quedará bien esa época, te pega. —Pues aciertas, sobre todo en cuestiones musicales. Además del idioma, tendremos que empaparnos también de la ambientación. —Hay otros personajes en los que encajarías muy bien y aún no has hecho. —A ver, déjame ver… —se paró y sujetó la barbilla entre el pulgar y el índice poniendo cara teatrera de estar pensando, capté la ironía—. Este es un detective, pero he sido un mafioso, un empresario honrado y triunfador, un fracasado, he estado casado, me han engañado y abandonado, he engañado yo, he sido padre, hijo, hermano, pobre, rico, deportista… ¿Qué no he hecho según tú? —No has hecho comedia, hay algún gag en tus películas y estás genial. Ah, y no has hecho una porno —dije riendo— ni siquiera una con la carga suficiente de erotismo explícito. Cuando en tus películas hay romance, eres el rey de los preliminares y los mimos posteriores, pero, no sé por qué, tienes esa faceta sin cubrir. ¿Algún problema ético por tu parte? 39


—No, es un problema de valoración personal, algo que parece que sólo podéis tener en cuenta las mujeres. Vamos a ver si me entiendes, salté a la interpretación captado directamente de la pasarela y el mundo de la moda, no podía permitir que se me marcara como símbolo sexual porque sería una lacra que no podría quitarme nunca de encima. No podía ser un Grey, aparte de que aborrezco el personaje. Ahora ya puedo considerar el componente erótico si viene a cuento, creo que por fin he demostrado que soy algo más que una cara bonita… —Y un cuerpo espectacular. Siguió como si no me hubiera oído. —…que soy buen actor y que soy serio en mi trabajo. Pero, desde luego no será en ésta película. Es la primera en inglés, es mi debut en el cine para una parte del mundo y de la crítica. He estudiado las propuestas despacio y he estado asesorado por mi gente, por las personas en las que confío. Lo he hecho sin prisas, esperando a un director que me guste y un guion que me convenza. Y, como bien sabes, con tiempo para prepararlo a fondo. —Lo conseguiremos, te lo prometo, yo también soy seria y buena en mi trabajo. —Lo sé, te seleccionamos con mucho cuidado, lo sabemos ya casi todo el uno del otro, profesionalmente hablando. —Sin embargo, no dejas de sorprenderme. Pareces tan…, no sé. Tan normal.

40


—Dame tiempo, ni siquiera ha pasado un día, dame una semana y creerás que soy insoportable. O te habré vuelto loca de amor por mí. —Ni lo sueñes, no eres mi tipo, los malos son los que me pierden. Para mí desgracia. —¿Malas experiencias? —Una. Sólo una. Suficiente con una. Dejémoslo, vayamos a ver a Yann y pongámonos a trabajar de una vez. Sé que tú no sabes estar sin hacer nada y a mí el ocio siempre me lleva a pensar tonterías y deprimirme un poco.

Eric, preparando la resistencia ¿Realmente es tan fría como parece? ¡No me lo creo! Es imposible que esos ojazos se limiten a analizar sin hacer aflorar en ella ni un mínimo de las pasiones a las que incitan. “Besas bien, acaricias bien…”. ¡Qué sabrás tú cómo beso! De verdad que me pone malo que hable así, que me trate como si fuera un bicho de laboratorio. Ella no tiene ni idea de lo que es que quieran convertirte en objeto sexual desde los dieciséis mientras estás lejos de tu casa, de tu familia y amigos, sin nadie a tu lado en quien confiar, porque, por mucho que te llamen y traten de apoyarte, a la hora de la verdad estás completamente solo. No sabe lo desagradable que resulta que te toquen con cualquier pretexto, o sin él, que te miren pensando cómo van a utilizarte y hasta dónde te dejarás llevar, hasta qué punto serás capaz de vender 41


tu alma al diablo para conseguir un desfile más, una portada más. Tuve la suerte de caer en manos de una buena agencia, me guiaron, me cuidaron y me protegieron, gracias a ellos sigo teniendo una carrera firme casi veinte años después. A ellos y a haberme centrado en formarme, dedicar el tiempo a estudiar y combinarlo con mucho deporte y artes marciales que me dieron fortaleza y disciplina. Eso me endureció notablemente y me ayudó a soportar y sortear todo tipo de asedios. Veremos a ver si también me ayuda para resistirme a ella. Ni siquiera llevamos aquí un día completo y ya ha conseguido alterar mi equilibrio. ¿¡Será posible?! ¡Ni que no hubiera visto suficientes mujeres en mi vida!

May, ensayando Yann manipulaba su portátil cuando nos acercamos. —Tengo nuestros horarios cuadrados. Con esta base podemos modificar con lo que surja o nos venga en gana. May, montarás con nosotros, como dijo Eric; hasta que tengas un nivel adecuado nos iremos turnando para entrenarte y hacer de ti una amazona, ya verás. Te he puesto el tiempo dedicado a escribir como otra obligación más para que no lo dejes de lado, lo que no impide que lo amplíes con el que te queda libre o con el de las noches de insomnio o inspiración. Por lo que nos has contado, ir adquiriendo una rutina te vendrá muy bien para empezar, si no lo irás dejando como has hecho hasta 42


ahora. Creo que la influencia de nuestra disciplina te vendrá bien. —¿Y de dónde os sale a vosotros dos tanta disciplina? —Bueno, nos educamos juntos hasta que Eric se decidió por el Arte y yo por la Medicina. Él se fue a trabajar y a estudiar al extranjero, yo me quedé, pero nunca perdimos el contacto. Hemos hecho el servicio militar, que en nuestro país es obligatorio. Ambos crecimos como hermanos mayores en familias numerosas y eso te aseguro que condiciona mucho. Tú vienes de culturas muy distintas a la nuestra, eres hija única en un matrimonio peculiar y se puede decir que te han criado para ser independiente, eso también condiciona mucho. Era difícil apartar la mirada de estos hombres, uno oscuro, otro luminoso. Los dos tienen la misma edad, pero Yann parecía ser el encargado de asesorar y proteger a su amigo mucho más allá de las obligaciones de su trabajo. ¿Sería así o estaba sacando un juicio precipitado? Mejor será no dejarme llevar por la intuición. Eric, de momento, parece el bueno. Hasta cuando interpreta el papel de malo, malísimo, hay una especie de halo que guarda y resalta los pocos rasgos de bondad que tenga el personaje, el amor a la familia, la lealtad a los amigos, la protección de los débiles. Siempre hay algo que merece la pena rescatar por más que se cubra de basura. Lo estoy viendo desde la ventana mientras escribo, está en el jardín vestido con camiseta y vaqueros, reclinado en una tumbona, apoyado sobre un brazo, leyendo. Perfecto. Siempre está perfecto. Fuera de la pantalla es incluso mejor, tiene una especie de aura. En cambio yo (salvo aquí, que productora y patrocinadores me han seleccionado todo un vestuario nuevo) 43


parece que acabo de sacar la ropa de un revoltijo del fondo del armario (y generalmente es así), mal combinada y sin dar con la talla adecuada. Por eso casi siempre visto de uniforme, como dice mi madre. Soy impetuosa, irreverente en las relaciones sociales formales, por más que me esmere parece que nunca acierto. Y, la verdad, no es que me esmere mucho. Mi trabajo es el que es y se desarrolla entre bambalinas, yo hago que brillen otros, pongo mis palabras en su boca y trato de que las digan como yo quiero, como espero que sean. Y empieza nuestro primer ensayo. Eric no ha querido que hiciéramos una lectura previa para preparar el personaje, dice que ya lo tiene y prefiere presentarse ante mí siendo él. Aunque yo hubiera preferido tener una charla previa, comentar cómo lo vemos cada uno de nosotros y hacer una especie de bosquejo conjunto. No ha habido manera, dice que prefiere que corrija sobre la marcha, que critique su interpretación o que le añada las peculiaridades que se pueda haber saltado, pero que su método de trabajo es leer el papel en solitario, absorberlo, identificarse con él y, luego, empezar a pulirlo. —Acepto lo que me tengas que decir una vez que me hayas visto, te haré caso y corregiré lo que creas que hay que corregir, no te preocupes, acepto muy bien las críticas. Pero prefiero que no haya indicaciones a priori, que sea todo a posteriori. Tenía razón. En el momento que entra en la habitación que hemos reservado para clases y ensayos, Eric es otro. Lo miro pasmada desde la esquina en la que le estaba esperando. Veo como camina con un paso diferente, una cara diferente, una 44


forma de mirar diferente. Y todavía no ha dicho nada. Está más erguido, más rígido, con un aire un poco marcial, parece aún más alto y ha perdido ese aire de ingenuidad risueña con el que lo he conocido. Ha ganado en madurez, es un hombre que durante los últimos años ha vivido al borde del peligro, se ha enfrentado a tragedias, ha perdido el amor de su vida, le han traicionado y se ha sentido completamente solo, sin poder confiar en nadie. Y ha sabido seguir adelante. Ese es su personaje y es lo que yo estoy viendo en el hombre que acaba de cruzar la puerta. Aparece aflojándose el nudo de la corbata. Camisa blanca, traje gris perla y un Fedora que se quita al entrar y lanza con puntería asombrosa a la lámpara de lectura que hay junto al sillón del rincón. Aparece altivo, con la mirada intensa y sombría. Hasta sus ojos, tan agua caribeña, parecen otros, como si se hubiera puesto unas lentillas para mitigar su brillo y cambiar el color; pero no es así, no las lleva. Se quita la americana y la cuelga en el respaldo de su silla, se sienta y hurga en los bolsillos como buscando algo que no encuentra, hace un gesto de fastidio, sacude la cabeza y por fin me mira y empieza a hablar. Su voz también es otra. No se dirige a mí, está hablando al personaje que le da la réplica, su socio, le pone al corriente de la situación, le cuenta el caso con detalle. Ha empezado por la primera página del guion y, sin necesidad de papeles (no lleva ni una triste cuartilla en la mano, ni una ficha de recordatorio siquiera), actúa. Es magnífico. Es verdaderamente un actor magnífico.

45


Me ha sobrecogido. Me ha cautivado. Ay, dios, está tremendamente atractivo, ese toque duro, canalla y misterioso le queda muy bien, pero que muy bien. —He optado por vestirme como lo hará el personaje para que te hagas una idea del conjunto. ¿Qué te ha parecido, soy creíble? No me has corregido nada. —Ahora volveremos sobre el texto, pero hubiera sido un delito interrumpir tu actuación por tener que pulir el idioma. Ha sido genial. —Vaya, muchas gracias. Me he trabajado mucho el papel, he visto películas de la época y también otras de las que se han hecho últimamente ambientadas entonces. El vestuario no es cosa mía, pero la forma de llevarlo sí y, si te das cuenta, el estilo no lo marca únicamente la moda sino la manera de vestirla y combinarla. —Me gustas con sombrero, me encantan los sombreros, las gorras y cualquier cosa con estilo que se ponga en la cabeza, me da igual en hombres que en mujeres, obviamente siempre que les quede bien y lo sepan llevar, que no es tan fácil. —Yo uso muchas gorras, no me gustan especialmente pero me ayudan a pasar desapercibido. Ahora ya tengo otra razón para ponérmelas. Si el sombrero te lo pusieras tú, me pasaría el tiempo quitándotelo, sería un delito esconder esa melena, tienes un pelo precioso. Me puse roja, seguro, no me veía pero lo noté. Corté por lo sano.

46


—Eres muy amable, pero si te parece dejamos el peloteo de galanterías y nos ponemos a repasar ese texto, tenemos todo un guion por delante, no hemos hecho más que empezar. —Tienes razón, May, esto no ha hecho más que empezar, nos queda mucho por hacer. No sé si fueron imaginaciones mías, pero note un cierto tono malicioso en sus palabras. Bah, seguro que sólo fueron imaginaciones mías.

La salida según May Llevábamos ya quince días aislados. Quince días en los que cada habitación en la que estábamos juntos se convertía en un horno en el que me iba cociendo sin remedio. No había antídoto para esa voz, esa manera de sonreír o de quedarse mirando fijamente sin que sus ojos dejaran translucir ni un pensamiento. En exteriores la situación no era más liviana, ya fuera cualquiera de sus posturas de abandono (daba la impresión de que tiraba su cuerpo de cualquier manera sobre el césped o las tumbonas), fuera montando a caballo o nadando en la piscina, era un despliegue de erotismo, parecía un manual de seducción desencuadernado que dejara volar todas sus hojas. Era una bomba química que estaba aniquilando todas mis defensas. La noche anterior les propuse hacer una escapada, salir a la civilización, sentarnos en una terraza a tomar el aperitivo y después comer en algún sitio discreto. Para eso no habría problema, de algo tiene que servir tener tantos amigos en el 47


gremio. Llamé a Bruno, le expliqué muy por encima mi situación de desaparecida voluntaria y le dije que me reservara una mesa en el privado, que iba con unos amigos extranjeros que estaban aquí por razones de trabajo y eran un poco neuróticos con la pandemia, que no se querían mezclar con nadie. Cuando bajé, Yann estaba solo a la puerta del garaje, me dijo que Eric había salido temprano con la moto y nos esperaba en la ciudad. Nos lo encontramos en la terraza de la que nos había mandado la ubicación, allí, sentado (repantingado, que diría mi madre), pasaba todo lo desapercibido que puede pasar más de un metro noventa de ese cuerpo, pero entre la mascarilla, las gafas de sol y con un tono de pelo bastante más oscuro del habitual asomando bajo la gorra, no era nada fácil de identificar. Había visto imágenes suyas vestido con casi todo, incluida la cazadora Harley que llevaba puesta, desabrochada, con una camiseta de la misma marca que asomaba sus alas al abrirse. Allí estaba, con ese recostado suyo tan característico, con esa tranquila dejadez con la que se dedica a observar o dejar la vista perdida, que nunca sé muy bien lo que hace cuando está tan callado y con las gafas puestas. Me sorprendía siempre lo atentísimo que era. Se levantó al vernos llegar y, con él, muchas miradas: por más que se tape la cara, lo demás no hay manera de esconderlo sin prótesis de rodaje. Lo que yo hubiera dado por ir a la grupa de su moto. Ay, May, sacúdete esa imagen de la cabeza. —Me pregunto de dónde sacas a estos tíos —me dijo Bruno en el aparte que hicimos al llegar al restaurante mientras ellos se 48


instalaban en la mesa y yo me encargaba de comentar el menú y cotillear alguna cosa. —Pues ya ves, un trabajo que me ha salido y que, tal como está el panorama, he aceptado sin rechistar; pero no te puedo decir mucho más, no sé cuánto nos quedaremos por aquí ni por dónde nos desplazaremos, lo llevan todo con mucho misterio, ya sabes cómo son estas cosas. Tú no me has visto, por favor, no me falles, no lo comentes con nadie, y a nadie quiere decir a nadie, ni la los más íntimos, tengo que mantener el secreto por contrato. —Ni una palabra, pero si seguís por aquí repite visita, conviérteme en vuestro restaurante oficial; si lo piensas bien, es la forma de que minimices riesgos, porque cuando llames te puedo avisar de cómo está la cosa, de la gente que hay o de si en las reservas que tengo hay problemas a la vista, ¿trato hecho? —¡Trato hecho! En cuanto al menú, prefieren pescados a carnes, pero no son excesivamente maniáticos. Les gustan los buenos vinos y les gusta tu estilo de cocina, vamos, quiero decir que sé que les van a disfrutar con tu propuesta de muchos pocos, de probar muchas cosas. Al entrar al privado Eric se había quitado las gafas y, para mi sorpresa, había cambiado de color de ojos. Estaba claro que si quería disfrazarse tenía que empezar por ocultar esos increíbles ojos azules. —¡Mírala, ya lo está haciendo otra vez! Me está cosificando, me mira como si fuera un cuadro —dijo Eric a Yann.

49


—¡No es verdad! Simplemente me ha llamado la atención el cambio de pelo y de ojos y ahora, viéndote sin mascarilla y sin gafas, estaba preguntándome si me gusta. —¿Y? —Y sigues estando guapísimo, eso ya lo sabes sin necesidad de que te lo diga yo; para la caracterización también has añadido otro tono de voz, otra forma de mirar y algún tic, como ese que estás haciendo. A ver, cuéntame a quién estás interpretando. —A ejecutivo disfrazado de motero los fines de semana que, a su vez, está tratando de imitar a algún mito cinematográfico del que tiene algún poster carísimo en su carísimo ático. Brando en Salvaje. Estoy imitando algunos de sus gestos, llevo los ojos avellana y el pelo oscuro, como él, soy bastante más alto, pero eso no importa. Y terminó levantándose para hacer un par de poses y un gesto burlón a Yann y otro a mí, interrumpido por nuestras risas antes de que entrara el camarero a preguntarnos por lo que nos apetecía beber. Seguimos donde lo dejamos. —Tienes un aire a Brando, pero más al de Un tranvía llamado deseo, que físicamente es mi favorito, está espectacular y eso que la película me la fastidia Vivien Leigh, a ella no la soporto. —Tú eres un poco maniática, me parece a mí, pero te lo paso porque es un honor que me compares con Brando, nadie lo hace, en su primera época es un icono para mí. 50


—Enamorarse de un actor es lo que tiene, puedes detener el tiempo en su mejor momento y dejarlo ahí. Como a Newman y Redford en El Golpe o Dos hombres y un destino, Steve McQueen en Bullit… —Ya veo por donde vas, te estás quedando en la historia y no te atreves a hablarnos de tus favoritos en activo. —¿Cuáles son los tuyos? Dime al menos un actor vivo al que admires. —Admiro a muchos, pero como me has pedido uno te diré uno del que conozcas bien su filmografía, un galés afincado en California: Christian Bale. Ahora te toca a ti. La llegada de la manzanilla que habíamos pedido como aperitivo me dio pie a cambiar de conversación. —Oye, antes de empezar a beber, ¿cómo lo vamos a hacer con los vehículos? —No te preocupes, luego, vendrán a por nosotros desde la hacienda. Qué pasa contigo, ¿tienes cocineros de confianza en todas las ciudades a las que vas? —Pues en todas no, pero sí en muchas. La pasión por la gastronomía es tradición familiar, no sé si sabéis que mis abuelos tienen una pequeña bodega y yo hice muchas horas enseñándosela a los turistas para sacarme un dinerillo cuando estudiaba. El vino y los restaurantes forman un matrimonio indisoluble, así que de ahí viene la cosa, aunque hay otras historias que siguieron acrecentándola. Es un mundo en el que la gente se relaciona mucho por la asistencia a ferias, 51


congresos y eventos de ese estilo. Tengo una amiga que suele decir que esto del vino más que el sector es una secta. —Pues la familia de Eric se dedica a la hostelería, su padre tienen un restaurante en nuestro país y uno de sus hermanos otro en Canadá —dijo Yann—, de ahí le vienen los conocimientos y la práctica que tiene en la cocina. —Qué interesante, eso no lo sabía. —Hay muchas cosas que no sabes, pero tiempo tenemos para completar lo que viene en los informes —remató Eric.

La salida según Eric Aprovechando que estáis ahí, acércate hasta X y date una vuelta en plan turista a ver qué protección tienen en sus instalaciones. En función de lo que veas, obramos. Ya me parecía a mí que estaban tardando mucho en dar órdenes y sacar partido a la estancia. Hice lo mismo y negocié una salida que nos vendría bien a todos, especialmente a May que no tenía costumbre de estar tanto tiempo encerrada, aunque hay que decir en su honor que se está portando genial, ha encajado con la rutina y con nosotros. Además, mi mejora del inglés es palpable día a día. No me esperaba tanto de ella. Me supera, me tiene loco. La verdad es que estoy verdaderamente enganchado. Es una tortura cada vez que nos rozamos, una prueba tener que dejarla pasar a mi lado sin apoyarla en la pared más cercana y comérmela a besos hasta derretirla o hacerla estallar en llamas. 52


Y luego apagárselas, claro. Porque estamos todo el día juntos y no tengo bastante. No me canso de escucharla, de mirarla, de estudiarla. De contar sus botones y luego desabrochárselos disimuladamente con la mirada (¿por qué casi todo lo que se pone tiene botoncitos?). Estoy como una olla a presión, menos mal que no se oye el pitido de la válvula. Me consumo de deseo. Me pregunto quién le hizo tanto daño. Porque en una mujer como ella no encuentro otra explicación a su inseguridad que la de la traición de un hombre que le hizo creer que no era lo bastante buena. Lo he comentado con Yann (obviamente sin confesarle mi creciente adición) y está de acuerdo conmigo. Tiene toda la pinta de haber sufrido algún tipo de maltrato sicológico. Salí temprano con la BMW y me hubiera encantado llevarla a ella conmigo, pero no podía. Así que hice lo que tenía que hacer, que daría como resultado que o bien Yann o bien yo tendríamos que volver y entrar, porque la vigilancia que tenían era de chiste, en cambio lo que sospechamos que están haciendo no es cuestión de risa. Y con eso no hay forma de acabar a no ser que tomemos nuestras propias medidas. De que nos encarguemos de hacer justicia donde la justicia no llega. Me dio tiempo de dar una vuelta por la ciudad antes de sentarme en una terraza y mandarles la ubicación para que nos encontráramos. Da gusto estar así, tan tranquilo, sin que nadie te reconozca: ventajas de llevar mascarilla. Los vi acercarse y la vi observarme. De hecho me estuvo analizando todo el tiempo hasta que llegamos al restaurante y 53


se deshizo en atenciones con el cocinero y el cocinero con ella, parecían muy amigos y me alegré de las restricciones para abrazos y besos. ¿Celos? Pues parece que sí, ¡¿qué pasa!? La comida fue de diez. Me gusta muchísimo todo que venga del mar y al parecer a Bruno también, probamos algunas elaboraciones curiosísimas contrastando con otros platos en los que pescados y mariscos aparecían tal cual, respetando el producto y tratándolo lo mínimo. Tenemos que repetir.

May y su novela Eric me había pedido que si de casualidad tenía a mano otros guiones en los que encajara, le encantaría trabajar también con ellos, intercalarlos con el que oficialmente estábamos preparando, para así tener una mayor riqueza de matices y vocabulario. Y, sobre todo, para que su interpretación del personaje no se convirtiera en algo demasiado automático. Le preparé unos fragmentos propios, se los pasé, los estudió y ahora nos disponíamos a ensayar con el primero de ellos. Únicamente tengo que escucharlo, no tengo que hacer nada más en esta entrada que él ha de llenar en solitario desde que se ilumine la pantalla. La actriz que interpreta a la madre estará quieta, mirándolo, dejando translucir una sensación de simpatía instintiva, de una ternura que estará achacando en su fuero interno a la empatía que derrocha últimamente con los hombres que por edad le recuerdan al hijo perdido. La cámara apenas la tendrá en cuenta, pero ese par de primeros planos en los que mira y escucha embobada, harán que la escena sea grande y traslade lo que el texto quiere contar. 54


Pero yo no soy esa actriz. Yo estoy aquí para entrenar al actor, para que esté listo cuando en unos meses comience el rodaje de una película que no será esta. Y, sin embargo, en el momento en el que Eric empieza a hablar, inconscientemente, me transformo. Y, cuando termina, un par de lágrimas se escapan de mis ojos sin que me haya dado cuenta. Y, cuando termina, robo la frase, la suelto, me transformo en ella. Antes de darme cuenta, estaba interpretando el texto. Yo era Carola, ya no era May. Pido disculpas por las lágrimas y le digo que no se asuste, que no suelo ir soltando mis emociones a la primera de cambio ni compartiéndolas con cualquiera. Le explico que desde que murió mi hijo muy rara vez lloro en público, pero que su forma de hablar y la pasión que pone al defender su proyecto me lo han recordado mucho. Eric/Max, se acerca despacio a mi silla, me toma de los codos, me levanta y me acurruca contra su pecho, me esconde allí, me abraza y nos quedamos así, abrazados y en silencio. Y eso no aparece en el guion. Suavemente me separa un poco y levanta mi barbilla para mirarme directamente a los ojos y, siendo ya Eric, me pregunta: —¿Eres tú, verdad? Sí, está claro, la autora eres tú. La historia de la que parte, es tu historia. No te voy a pedir que me la cuentes ahora. No te voy a pedir que digas nada ahora. Esto quedará entre nosotros, pero yo necesito saberlo. Tú necesitas que yo lo sepa si quieres que unamos todo lo que saque de mí con lo que quieres sacar de ti.

55


—Sí, lo he escrito yo. Llevaba cinco años tratando de escribir esta novela y era absolutamente incapaz. Empezaba, lo dejaba, unas veces trataba de enfocarlo de una forma más personal y otras menos. Pero seguía siendo incapaz. Sin embargo, al comenzar el confinamiento surgió por sí sola. Es la historia de una madre que ha perdido a su hijo, la madre del que fue mi mejor amigo, y, en cierto modo, es la historia de dos mujeres recordando juntas, ayudándose, tratando de que la vida del que amaron no muera. Una madre sin hijo, un hijo sin madre y los puentes sorprendentes que nos construye la amistad. —Y ahora que ya sé esto, ¿qué opinas?, ¿te parece bien?, ¿responde mi interpretación con la imagen que te habías hecho? —Me pareciste bien desde que empecé a ver la primera de tus series, y eso que era bastante mala y no tenías el carisma que tienes ahora, ni muchísimo menos. No te he dicho nada que no piense, ya estaba encantada contigo cuando llegué aquí. Conocerte no hizo más que reforzarlo. Y, esto… Y después de esto… ¡ni en mis mejores sueños hubiera encontrado a alguien que encarnara el papel como tú! —Te va a resultar muy duro. Eres muy valiente enfrentándote a ello. —Oh, no, más bien al contrario, es una especie de catarsis. Duro resultó seguir adelante, aprender a reír de nuevo, no tener remordimientos por divertirme sin él en las situaciones en las que lo hubiéramos hecho juntos, no tener sentimiento de culpa por aprender a vivir sin él.

56


Eric me pidió que le hablara más detenimiento del argumento, que le contara mi planteamiento general. No encontré razones para no hacerlo, cada vez me sentía más cómoda con nuestras conversaciones, él sabía escuchar, no interrumpía y tenía el don de adivinar las preguntas que hacer y las que guardarse. —Cuando comencé a trabajar con la idea de escribir Doble faz, me metí en un caos que me la quitó de la cabeza al primer intento. Pero volví. Volví para volver a dejarlo una vez tras otra. No podía hacer eso sola. Llamé a Carola no sabiendo si era una buena idea, pero sabiendo que no me perdonaría nunca no intentarlo por todos los medios. Conocí a Carola al poco tiempo de conocer a su hijo y nos caímos bien. Instintivamente. Desde el principio. Y desde el principio comenzamos una relación un poco extraña, ella podía ser mi madre, pero no lo era y por esa razón yo le contaba cosas que nunca contaría a la mía. Teníamos mucho en común, nuestra pasión por el cine y la literatura, la misma necesidad imperiosa de salir y estar con gente que de recluirnos con el teléfono desconectado y no hablar con nadie. Las dos queríamos dedicarnos a escribir pero nunca encontrábamos el momento para ponernos en serio y con dedicación exclusiva. Escribíamos mucho, sí, es verdad, pero no lo que queríamos. Y lo peor del caso es que ambas podríamos hacerlo, pero ambas teníamos una barrera autoimpuesta que nos lo impedía. Nos llamábamos, quedábamos y nos veíamos al margen de mi amistad con su hijo, porque habíamos creado una relación propia que obviamente reforzaba ambas, pero en la que ambas crecían por su cuenta.

57


Alguno de tus papeles ha ido de eso, ¿no?, de pérdidas, de hijos en busca de sus padres y reencuentros al cabo de los años. De hecho me he dado cuenta de la cantidad de literatura que hay sobre el tema, es como cuando te rompes un brazo y de repente te parece que todo el mundo lleva una escayola. ¿Tú qué harías, Eric? ¿Qué hubieras hecho de encontrarte en su caso? —terminé preguntándole como colofón a mí monólogo. Eric cambió de postura y me di cuenta de que realmente se estaba planteando la situación como si fuera suya. Después sacudió la cabeza, como desechando cualquiera de las ideas que se le hubieran ocurrido, y me miró de frente. —Mira, a veces en la mesa de lectura de guiones sí nos hemos planteado situaciones alternativas, pero este no es el caso. Tú estás escribiendo una novela basada en hechos reales, hechos que además te tocan muy de cerca y que ya están, ya están escritos en la parte en la que tú me preguntas. Yo no los conozco, no sé qué hizo, pero sé que ya está hecho. —Tienes razón, pero creo que contártelo me ayudará bastante para ir creando la estructura y tampoco tengo que ser absolutamente fiel a la historia. Me está resultando muy difícil. —Y a mí no sólo me gustará escucharte sino que además lo podemos utilizar como ejercicio de lenguaje, creo que será mucho más efectivo que cualquier otro. Probemos con ello. Si a ti te viene bien, yo encantado, de alguna manera tendré que compensarte todas las horas que te has tragado viendo mis series… ¡Aún no me puedo creer que te lo hayas visto todo!

58


—Pues sí. Y lo que no me creo ni yo es que me hayan hecho aflorar tantos sentimientos. Me he angustiado muchísimo con tanta tragedia, enfurecido con las traiciones, he gritado, he llorado. Me tenías que haber visto insultando a las malas pécoras que aparecen. En fin, que he entendido cómo miles de personas se volvieron adictas. Sinceramente, me ha parecido un gran trabajo por parte de todos los que intervienen, algunos guiones son buenísimos si los analizamos desde el punto de vista de lo que persiguen, conseguir audiencia, captar distintos sectores sociales y franjas de edad. Los actores, admirables; pero no sólo tú, me ha sorprendido lo polifacéticos que sois, cantáis, bailáis, hacéis drama, comedia, todo es magistral. Obviamente hay que juzgarlo pensando en qué es y para qué es, y eso es lo que hago. Es cierto que yo nunca hubiera elegido verlo si no hubiera sido por razones de trabajo y no sé si tengo amigos o amigas que lo hagan, sí es así, no lo confiesan. —No te haces una idea del esfuerzo que requieren, las horas de rodaje de estudio y preparación que exigen, ¡no me dejaban tiempo para nada! Por eso hace un par de años decidí que ya era bastante, que se acabó, mejor películas que duran menos que mis capítulos semanales. —Es lo primero que pensé, ¡tiene que ser agotador! Y para los guionistas tiene que suponer una presión tremenda. —Más aún si tienes en cuenta que, si la audiencia baja, la serie se corta por lo sano, se deje la trama en el punto que se deje. Se crean y se destruyen personajes, se cambia y se altera lo que haga falta para que los telespectadores sigan enganchados. Piensa que los países que lo siguen son muy diferentes, con culturas muy distintas, lo que pone de 59


manifiesto que los sentimientos primarios son iguales, que los problemas básicos de los países desarrollados son los mismos y que las personas amamos y odiamos en cualquier lugar del mundo. Y nos gusta ver que a otros les pasa lo mismo, eso da un poco de miedo, pero también consuelo y esperanza. Miedo me dio a mí. Me di cuenta de que le estaba mirando y escuchando embobada. Me asusté, me levanté de golpe y subí a mi habitación pretextando que quería escribir un rato hasta la cena. . May en la sesión de fotos Habíamos creado una buena rutina de trabajo y nos gustaba, pero ya sabíamos que habría días en los que tendríamos que romperla. Como hoy, que Eric tendrá sesión de fotos para una firma de ropa y complementos. Nos levantamos antes que de costumbre porque habían quedado en venir muy temprano. Y así fue, mientras me estaba vistiendo me llegaron rumores de conversaciones con más voces de las habituales. Me puse presentable, me maquillé ligeramente para las visitas y cuando llegue a la terraza principal me quede paralizada, no me podía creer lo que estaba viendo. ¡Era Franck! Frank, que se había quedado a media conversación, mirándome, sin acabar de creer lo que veía. No fuimos capaces de decir ni una palabra, sin pensar nos fundimos en el abrazo que habíamos tenido que posponer durante el largo tiempo que llevábamos sin poder estar juntos. 60


Mi confidente, mi mejor amigo y también uno de los fotógrafos más reconocidos y más salvajes, de los que se arriesgan para hacer ver las facetas más dolorosas que muestra nuestro planeta, sea por causas naturales o provocadas por los humanos, pero al que también se rifan muchas firmas exclusivas para sus campañas de publicidad, un contraste muy en la línea de su propia personalidad. Franck no tiene nada que envidiar a Eric, los dos son muy altos y muy atractivos, pero tienen bellezas muy distintas. Franck es la belleza del mestizaje, de las razas que para bien o para mal han hecho Norteamérica como es. O al menos eso es lo que dice él, que siempre presume de llevar una parte de sangre cheroqui. Eric es pura idealización romántica del estereotipo vikingo en versión actualizada y civilizada, sobre todo civilizada, porque es un hombre con una elegancia innata. Supongo que nos perdimos uno en el otro hasta que nos volvieron a la realidad. —Vaya, vaya, parece que no van a hacer falta presentaciones —dijo Eric, saliendo por fin de su mal disimulada estupefacción. Sin acabar de separarnos del todo, sólo lo justo para mirarnos y poder mirarles a ellos, Franck tomó la voz cantante. —Bueno, Eric, lo que se me hace extremadamente raro es que May esté aquí y contigo. Y, mirándome con un cierto reproche, continuó.

61


—¿Se puede saber a qué juegas? Desapareces, no dejas dirección a nadie, nos dices que necesitas un tiempo para ti, que por fin vas a escribir en serio y que no quieres distracciones… ¡Y resulta que te encuentro aquí…, con éste! Esto sí que ha sido una sorpresa, May, guapa, porque, por la cara que has puesto, tú tampoco tenías ni idea de que fueras a verme y que sea precisamente yo el que venga a hacer las fotos a tu estrella. De repente vi al hombre más que al amigo. Y vi que Eric me miraba como si me viera por vez primera. Ese sí que es el lenguaje universal para algunos, no hay nada tan efectivo para despertar su atención como el que te vean a través de los ojos de otro, o de lo que creen ver en los ojos de otro. Tenía su gracia. —Está trabajando conmigo —dijo Eric, sin darme tiempo a contestar. Y al igual que tú tiene firmado un contrato de confidencialidad en el que se hace especial hincapié en no revelar nada, ni lo que hace ni el lugar en el que se realiza. Veo que es buena guardando su palabra. Los ayudantes de Franck estaban preparando lo que sería el primer escenario, con las espectaculares vistas desde la terraza como fondo y aprovechando la buena posición del sol a esa hora de la mañana. Por su parte, la representante de la firma, seleccionaba las prendas que se pondría Eric para esa sesión. —¿Podemos quedarnos a veros? —pregunté. —Por mi parte no hay problema —me contestó Franck—, pero sólo vosotros dos, Yann y tú, no el resto del personal que haya en la casa. 62


—Por la mía tampoco —dijo Eric—, pero te advierto que no tengo ningún pudor a la hora de cambiarme de ropa. Y, al mismo tiempo que me guiñaba un ojo, añadió: —Claro que poco te queda por ver que no hayas visto. Y ahí noté (ya me tenía bien aprendidos sus matices de voz) la malicia que llevaba el añadido, la intención de picar a Franck, con el que Eric no tiene ni idea de la relación que tengo, pero me estaba dando cuenta de que entre ambos sí debe haber algo pendiente. O puede que no sea más que el simple y habitual comportamiento de un gallo frente a otro, tanto alfa reunido satura el ambiente de testosterona. —Pues si ya lo tienes todo tan visto, ten algo a mano por si te aburres, porque esto va para largo, ya lo sabes de otras veces. Guarda silencio y mantente lo más quieta posible, no me distraigas —añadió Franck, que seguía usando un tono poco amigable. —¡Prometido! ¿Hace falta que describa la situación? Cambios de ropa, ponte esto, ponte lo otro, mira hacia acá, apóyate aquí, siéntate, levántate… Esas cosas. Yo estaba hipnotizada viéndolos trabajar. Guapos, fuertes, grandes profesionales, impecables en cada movimiento. Franck daba órdenes precisas, con suavidad, a veces sólo con un gesto de la mano o la cabeza. Eric las ejecutaba sin rechistar, con una fluidez increíble hasta en posturas que a mí me parecían de lo más forzadas. Era obvio que se entendían bien. Al menos en este aspecto. También sabía, porque lo hacía siempre, que Franck me 63


sacaría alguna foto en cualquiera de sus giros y cuando no me diera cuenta. Hicieron un primer descanso para relajarse, cambiar de ubicación y comer algo. Fue un rato de conversación general de relleno en el que vi un aparte de Franck con la representante de la firma, cuchicheando primero entre ellos, luego con Eric, hasta que finalmente se acercaron para hablar conmigo. —Nos harías un favor enorme si posaras con él en algunas fotos. No te preocupes, no se verá tu cara y te colocaré para que salgas preciosa, disimularé tus múltiples defectos. —¡Serás idiota! ¿Defectos, yo? Le dije, mientras le lanzaba un derechazo de cine (o sea, falso) que Franck esquivo poniendo cara de pánico, una broma muy típica nuestra. Ya sabes que me quedo quieta, que soy tan manejable para ti como el maniquí de un escaparate. Mientras no se me reconozca, no hay problema, tampoco es la primera vez que lo hacemos. Y aquí le devolví la maldad a Eric, que lo interprete como quiera. —Es para las fotos de atardecer. Y son vaqueros, camisetas, blusas y un par de vestidos de cóctel muy chulos, te va a gustar. Tú déjate llevar, verás que nos queda bien —y, susurrándome al oído, añadió— aunque no me haga ninguna gracia, lo cierto es que os complementáis divinamente. Ya hablaremos luego tú y yo, vamos, si es que te dé la gana contarme de qué va la vaina. Y, de nuevo en voz alta: —Venga, equipo, a la piscina, al señor le toca sesión de ropa de baño. 64


Si cuento como excepción la famosa campaña de D&G que protagonizó David Gandy, al que me acabo de dar cuenta de que mi alumno tiene un aire considerable en apariencia y en estilo cuando el inglés tenía esa edad, tengo que contaros que la mayoría de la ropa de baño masculina me resulta muy poco estimulante, sí me lo parecen los cuerpos en el agua, o saliendo del agua, brillando al sol, dispersando gotitas al sacudir la cabeza. Eric, que nada a diario, aquí sólo utiliza bañadores de competición, de los hidrodinámicos, con tejidos tecnológicos, siempre lisos, siempre en colores neutros, que le llegan hasta la rodilla y se ajustan perfectamente a sus muslos y que, ya veis, esos sí me parecen tremendamente sexis, aunque, lamentablemente para el público que lo sabría apreciar, no son esos con los que ahora le están fotografiando, sino varios bóxer bastante aburridos. Sea en imágenes o al natural, lo he contemplado de casi de todas las formas posibles pero, aunque ya tuviera hecho un boceto mental, hasta hoy aún no le había visto desnudo. Todo un espectáculo. En ese momento me alegré de no ser hombre porque después de saber que de verdad existe alguien así, tiene que costar mucho mirarse al espejo y no tener problemas de autoestima. Sin embargo, lo que más me llama la atención de Eric, no me vayáis a tachar de superficial tan fácilmente, es la naturalidad con la que actúa, haga lo que haga. Me acuerdo que en una de nuestras primeras conversaciones le pregunté cómo se enfrentaba a su espectacular físico, algo que hago siempre con los actores y actrices que destacan por su belleza, ya que sus 65


respuestas me ayudan mucho a conocerlos y afrontar el papel con el que estemos trabajando. —Bueno —me contestó—, mis abuelos tienen unos principios muy sólidos y nos educaron para que supiéramos agradecer los dones como lo que son, algo que nos viene dado, que no es fruto de nuestro esfuerzo. Consideran que es nuestro deber sacar de ellos el mayor provecho posible, porque desperdiciarlos sería pecado. Nos enseñaron también que lo mejor no se ve con facilidad, hay que saber buscarlo y sacarlo a la luz. —“Lo esencial es invisible a los ojos”. —Sí, me sabía El Principito de memoria, era un libro de cabecera en mi infancia. Sé que tú no lo soportas, pero yo ni

siquiera puedo analizarlo, es algo que forma parte de mí, lo relacionó con demasiadas cosas buenas para poder desterrarlo. —¿Te educaron tus abuelos? —Sí, hasta los dieciséis, cuando salí de mi país para estudiar y trabajar como modelo. Yo no soy tan estricto como ellos, al menos no entiendo sus creencias de la misma manera, pero sí sé que en eso tienen toda la razón, no puedo presumir de algo que no me he ganado, tengo que cuidarlo y tratar de mejorarlo, usar el cuerpo como templo para cultivar el espíritu. No siempre lo consigo, pero me gusta esa idea que con distintas palabras ha atravesado siglos, religiones y filosofías.

66


Precisamente esa actitud es su mayor atractivo, porque no es una pose. En estos días lo he visto colándose y ayudando en la cocina, recogiendo su habitación, arreglando las bisagras de un armario, haciendo cosas nada propias de una estrella rutilante y millonaria. Y leyendo cada vez que tiene un hueco libre, tiene libros regados por toda la casa. Creedme, no desperdicia ni cuerpo ni mente, doy fe. Bueno, ya me he distraído lo bastante como para refrescarme de la sofoquina provocada por sus cambios de bañador, sus brazadas lentas, sus ojos insinuantes y la seductora sonrisa que me lanzó en un par de ocasiones al salir de la piscina. ¿Son imaginaciones mías o está coqueteando descaradamente conmigo? Lo que me queda claro es que tiene una actitud distinta a la de días anteriores; digo yo que será porque está en modo actuación para las fotos. En la siguiente sesión entraba yo. Franck hizo un esquema de lo que quería, de la ropa que me tendría que poner y las poses que esperaba. Conozco bien su trabajo, he visto prácticamente todo lo que ha hecho, pero sobre todo le conozco a él, y lo sabe, así que nos hace falta poco para entendernos, le interpreto a la perfección. —¿Y el pelo? —Lo tienes perfecto, sabes que me gusta así, ni se te ocurra peinarte, si hace falta algo te lo harán mis ayudantes ahora cuando te maquillen. A Franck no le gusta trabajar con más de un modelo por campaña. Compensa y resalta sus características especiales con 67


las de no profesionales de su confianza, procurando ocultar las caras para conservar su anonimato, dice que así es mucho más creíble y el producto llega mejor al público al que va dirigido. Eso ya se ha convertido en una especie de firma. Si hay grandes marcas que se lo rifan, por algo será. Y yo, que odio que me hagan fotos, cualquier foto, con él simplemente me dejo llevar. De las previstas había una que me gustaba de antemano. Franck nos la había resumido. —May, estarás apoyada en la baranda, dando la espalda a la cámara y mirando el atardecer, cambie lo que cambie el resto tú te mantienes ahí. Eric, contigo me planteo dos opciones, en una estás junto a May ignorando el paisaje y mirándola a ella, te colocas como te resulte más cómodo, aunque prefiero que para mirarla sólo gires la cabeza, tú ya captas la idea de a lo que quiero dar importancia. En la segunda opción mantenemos el cara y cruz, pero le pasas un brazo por delante y, con la mano en su hombro, la atraes ligeramente hacía ti. Alex, prepara el pantalón negro de raya diplomática con la camisa blanca de piqué, corbata floja, incluso suelta, ya veremos. Para ella tenemos dos opciones, el vestido verde de gasa o el mismo en rojo fuego. Tened previsto el ventilador por si necesito movimiento y no os olvidéis de que lleven también los relojes de la firma. Franck siempre se monta sus propias películas. Todas sus fotos son parte de una secuencia mental que él apenas explica pero que da profundidad y carisma a sus reportajes. Me encantan. Otra de sus ventajas es la rapidez con la que trabaja, no suele tener a los modelos posando durante horas para 68


conseguir su objetivo, salvo que el modelo sea un absoluto inútil, cosa que sucede muy rara vez porque elige muy bien cómo y con quién trabaja. Hicimos unas cuantos posados de prueba para que Franck se hiciera idea de nuestras proporciones juntos y por separado, sentados en la alfombra, reclinados en una tumbona, en las butacas frente a la chimenea y en el dormitorio de Eric, el más grande y el más bonito de toda la casa. Allí sería la foto final, la foto de cierre de campaña, la ropa ha cumplido su cometido y nos ha llevado hasta el borde de la cama. Aún les faltan más, pero en esas ya no estaría yo y estarán ambientadas con luz matinal y desayuno. —De acuerdo, tal y como esperaba dais muy bien juntos, así que allá vamos. A ver cómo os portáis —nos gritó Franck. Por los días que llevamos trabajando, sé que Eric es muy disciplinado, pero con Franck es mucho más que eso, resulta absolutamente dócil, maleable, pura plastilina. En mi imaginación de lo que sería el resultado final, me quedé con la descripción de una escena en la que yo daría la espalda a la cámara, sola, mirando a través del ventanal abierto en el que, en la parte que permanecía cerrada, aparecería el reflejo de Eric dando la sensación de que atravesaba espacio y tiempo para llegar a mí. Fue una sesión rápida y rara. Bastante aséptica salvo en un par de momentos en las últimas fotos del día, el beso en la sien y la lenta caricia de sus manos dibujando mi silueta. Franck dio las instrucciones completas antes de empezar a disparar.

69


—Eric, ve muy, muy despacio, ve deslizando tus manos desde el cuello, siguiendo por los hombros, bajando por sus brazos, para que terminéis con las manos entrelazadas. Estás con una mujer que se va a ir y de la que no quieres despedirte, tratas de alargar el tiempo y transmitirle todos los sentimientos que se han ido despertando a lo largo del día y prevalece uno sobre todos los demás: la deseas. Estáis cerca, pero no pegados, mantened al menos una cuarta de distancia entre ambos, no lo olvidéis, es importante para mi perspectiva. Recuerda, Eric, sólo habrá contacto en el recorrido de tus manos. Sé que de esta secuencia van a salir fotos fantásticas —remató Franck. Conocía perfectamente a qué olía Eric habitualmente y la transformación aromática de cualquier otra cosa que se fundiera con su piel, porque, al contrario que yo, él era fiel a un único perfume; pero Franck siempre pedía que utilizáramos productos de higiene lo más neutros posible para no distraerse. La verdad es que cuando trabaja es bastante maniático, yo lo entiendo porque también tengo el sentido del olfato muy sensible. Así que Eric me envolvió con su propio aroma y descubrirlo me resultó claramente excitante. La suma de sus manos, de las yemas de sus dedos recorriendo mis hombros y mis brazos a ese ritmo exasperadamente lento, deteniéndose a veces, presionando ligeramente en algunos puntos y acompañándolo con su aliento paseándose por mi cuello, me hicieron temer que el vestido ardiera por combustión espontánea. No voy a mentir, durante el último mes hemos tenido roces casuales y absolutamente inocentes (¿inocentes?) que me han 70


hecho despertar pensamientos por los que me condena mi autocensura. Pero nada como esto, tan deliberado y tan largo como esto. Terminamos, nos separamos. Y sentí frío. Franck volvió al salón después de despedir al equipo para que se fueran cuanto antes a descansar, ellos tendrían empezar muy temprano al día siguiente. —Bueno, señora y señores, hemos terminado por hoy, estoy muy satisfecho de los resultados pero no nos ha dado tiempo a hacer el trabajo completo, no contaba con hacer fotos a May, habíamos cancelado las de pareja que aparecían en el proyecto inicial, pero cuando te han visto, a la firma de ropa se le ha ocurrido retomarlas. Creen que ha sido una excelente idea y un tremendo ahorro de molestias, tiempo y dinero. Voy a dar un repaso y si queréis conecto a la pantalla del televisor del salón para verlas juntos antes de que vuelva al hotel. —No hace falta que te vayas al hotel, dije, quédate a dormir aquí y así nos da tiempo a ponernos al día… Uy, perdonad, no me daba cuenta de que no estoy en mi casa, pero a vosotros no os molestara, ¿verdad? —En absoluto —respondieron a dúo. Diremos que le preparen la habitación cuando pidamos la cena. —De acuerdo, de acuerdo, no os voy a decir que no. La verdad es que me apetece que veamos las fotos con calma, nos facilitará la tarea de mañana. Y tengo muchísimas ganas de que tú y yo nos pongamos al día, preciosa —terminó diciendo Franck, mirándome inquisitivamente. 71


Habíamos pedido que nos preparasen una cena de picoteo, hay que ver lo que les gusta a todos ellos lo de comer de tapas. —¡Hum! Estando May por medio siempre hay buenos vinos —dijo Franck mirando las botellas preparadas en la mesa auxiliar. —No he tenido nada que ver, es cosa de estos dos, son auténticos expertos —contesté. —Bueno, nuestra, porque lo pusimos como condición, pero la selección es obra de los propietarios de la hacienda. La casa tiene una bodega propia que podemos ver pero no tocar. Allí nos han dejado una estantería aparte para nosotros y si echamos de menos algo no tenemos más que pedirlo, ¡es genial! Fue una cena cordial, con ese equilibrio que todos nosotros manejábamos bien, el de personas conocidas que se conocen y trabajan juntas. —No hemos tenido tiempo en todo el día para que nos contéis de qué os conocéis vosotros dos, ha sido una verdadera sorpresa —dijo Yann, abriendo el interrogatorio. —¿Qué queréis, la versión larga o la reducida? —preguntó Franck—. Bueno, voy a optar por la reducida y en los próximos días que May os la vaya ampliando si a vosotros os interesa y ella quiere. Veréis, todo empezó porque perdimos la conexión de un vuelo y nos tocó pasar parte de la noche en el aeropuerto y parte en un motel al que nos llevaron a alojarnos. May venía de San Francisco y yo de Chicago, ambos teníamos escala en Nueva York para volar a Madrid, ambos aviones llegaron con retraso, pero el vuelo a Madrid salió a su hora. Yo 72


podría haberme ido a dormir a mi casa, vivo en Manhattan, tengo un apartamento allí, pero era de madrugada, tendría que regresar temprano al día siguiente y, lo fundamental, nos conocimos y empezamos a hablar como si nos hubiéramos estado esperando el uno al otro toda la vida. Al principio fue terapéutico y luego muy divertido, sobre todo cuando llegamos al motel y nos encontramos con una boda en la que nos colamos, bailamos y bebimos hasta por la mañana. Si nos descuidamos, perdemos el vuelo de nuevo. —Entre los mortales que volamos en turista, conocer gente es bastante habitual —continué yo— quizá no se llega al grado de intimidad al que llegamos nosotros, pero sí que es verdad que somos dados a contar a extraños lo que no contaríamos a un amigo. Sabéis de lo que hablo, imagino. Lo que suele ser más raro es que la cosa vaya más allá, puede que al principio te envíes algún correo o algún mensaje, pero son contactos que se suelen perder con la misma facilidad con la que llegan. —No fue nuestro caso— continuo Franck—, el universo conspiró para que nos convirtiéramos en íntimos. En circunstancias normales, nos llamamos con frecuencia, nos intercambiamos los apartamentos, nos vemos siempre que podemos y después de aquel viaje tengo en Madrid mi campamento europeo, últimamente paso más tiempo allí que en Nueva York, ¡me encanta Madrid! Y es muy operativo si tienes que viajar por Europa tanto como yo. ¿Hemos satisfecho vuestra curiosidad? Pues, ale, vamos a ver las fotos, estoy deseando conocer el resultado. No me había perdido ni un minuto de la sesión de fotos, pero fue como si viera todo por primera vez, era mágico. Lo 73


problemático consistía en desechar, ¡eran todas tan buenas! Pero ellos fueron profesionales y lo hicieron. Ahora tocaba seguir con las nuestras. Fue un latigazo, como cuando tocas algo que te da una descarga eléctrica, pero mucho más fuerte que la que sentí la primera vez que Eric me agarró de la mano, no me podía creer lo que estaba viendo, la química que transmitían las imágenes, la que se percibía entre nosotros. Franck había cumplido su palabra, como siempre, en ninguna se veía mi cara (aunque ya os he dicho que las habrá, lo sé porque estaba tirando con más de una cámara con ayuda de Alberto, su asistente, pero esas me las reserva en exclusiva). Los ojos, las manos, el cuerpo de Eric parecían tomar vida, dar movimiento a las fotos fijas. Nunca, a nadie, nunca jamás había visto transmitir tantos sentimientos a través de las imágenes de una campaña publicitaria. O quizá influyera mi forma de mirarlas. Estaba espectacular en cualquiera de ellas, con ese toque un poco canalla que le queda tan bien. A decir verdad, los dos lo estábamos. Vaya, así que esa es la magia que se consigue teniéndolos a uno de cada lado del objetivo, una conjunción planetaria de resultados explosivos e imprevisibles. Yann había abierto una botella de vino y todos teníamos una copa entre las manos. Franck apagó la pantalla, pero seguíamos sin apartar los ojos. Fue Eric el que rompió el hechizo. —Levanta, Franck, déjame darte un abrazo, eres un verdadero genio, te has superado a ti mismo y has sacado lo mejor de mí y mejor que nadie. ¡Son unas fotos fantásticas!

74


—Pero, vamos a ver, ¿vosotros no habíais trabajado antes juntos? —Sí, pero no así, no de una forma tan cómoda —dijo Franck y ambos compartieron una mirada cómplice—. Hemos trabajado juntos, uno junto a otro, no uno frente a otro. Hemos participado en campañas humanitarias, lo hemos plasmado y también hemos ayudado en lo que hemos podido. Es muy bueno cámara en ristre, pero en esos escenarios jamás se deja fotografiar, esa es una de las cosas que me gustan de Eric, no mercantiliza nada de lo que hace de forma altruista. —Pero tú nunca me habías hablado de él —dije. —Bueno, no te lo voy a contar todo— exclamó Franck guiñándome un ojo. Fuera de bromas, Eric lo lleva con absoluta discreción porque no quiere que se utilice para publicitar su imagen y, por otra parte, tú tienes alergia al artisteo, ¡no sé de qué te extrañas! Soy yo el que tengo todas las razones del mundo para sorprenderme viéndote aquí, recluida con ellos, trabajando en amor y compañía con uno de los hombres más deseados del mundo. —¡No te pases! Además a ella ni siquiera le sonaba mi nombre —dijo Eric soltándonos un chorro de esa risa suya tan especial, tan vibrante… tan condenadamente sexi—. Al principio pensé que era una pose, lo confieso, pero ahora que ya la conozco un poco no tengo ninguna duda de que dijo la verdad y no tenía ni idea de mí existencia hasta que la contratamos. Como tampoco tengo duda de que hace lo que dice y que si ha dicho que ha visto todo lo que he rodado desde que empecé, es que lo ha hecho. ¡Merece una medalla! 75


—Sí, pero a ella tampoco le gusta colgarse medallas, por más que se las merezca. En fin, mis queridos modelos, es hora de os vayáis dormir para que estéis guapos y fragantes mañana por la mañana —cortó Franck, en un tono bastante menos amable que sus palabras. —Creí que yo ya había terminado —dije. —¡De ninguna manera, te lo acabo de decir hace un momento! ¿Cómo te nos vas a escapar después de ver cómo quedáis en las fotos? Estarás también en la sesión de mañana. Has visto que tienen toda la ropa de mujer en la furgoneta, la hay de tu talla y todos los implicados están encantados de que participes y así tener cuanto antes la campaña cerrada y lista para su lanzamiento, incluido Eric, que ya ha firmado su consentimiento en el contrato. ¿Tú sabes lo que nos cuesta organizar en estos tiempos? ¡Es de locos! Entre el miedo que hace rehusar a muchos cualquier trabajo y la estupidez de los que se saltan las normas arriesgándose a enfermar, incluso teniendo un contrato firmado y gente que depende de ellos, esto se ha vuelto terriblemente difícil. Bueno, aquí estáis vosotros recluidos, ¡qué os voy a contar! Enseñamos su habitación a Franck y nos despedimos a la puerta de la mía, aunque sabía que no tardaría en tenerlo conmigo para someterme a un interrogatorio en tercer grado. Y así fue. Le conté a grandes rasgos las razones que me habían llevado a aceptar el trabajo y también que se habían esfumado todas las reticencias iniciales.

76


—Has podido ver por ti mismo la belleza y la paz de este sitio. Ellos son encantadores, trabajamos y nos llevamos genial. Además me están enseñando un montón de cosas. Estoy aprendiendo a montar a caballo, ¿te lo puedes creer? —Ten cuidado, May, ten cuidado. No te entusiasmes demasiado y sobre todo no te enamores, ni te enrolles siquiera. Eric es una excelente persona, te lo garantizo, pero su mayor virtud es su mayor defecto. Es absolutamente inconsciente con su atractivo, es nitroglicerina y lo maneja como si llevara material inofensivo, va por la vida como si fuera un tío normal y es cualquier cosa menos normal. Es muy cariñoso, muy tierno, muy amigo de sus amigos, siempre pensando en cómo puede ayudar a los que tiene alrededor y eso confunde y crea unos enredos de los que siempre salen heridos unos u otros. Pero no aprende, no hay manera. Se lo propone, pero no aprende. Tiene un toque de inmadurez emocional. Jamás ha pasado por una relación seria y un revés grave como los que hemos tenido nosotros. Su visión del amor es cinematográfica, se toma la pasión como cualquier otra aventura. —Pues perdona que te diga, Franck, entonces no entiendo que seas precisamente tú quien me haya puesto de pareja en esas fotos. —Porque me he visto obligado a hacerlas, porque figuran en la historia prevista en el contrato, los de la marca te han visto, les has gustado y te han propuesto. Y yo no creí que fueras a aceptar, así, sin planificar ni nada, no es tu estilo. —Pues justo por eso, me has pillado por sorpresa y no me ha dado tiempo a pensar con claridad. 77


—No me ha hecho gracia ponerte a su lado y darle instrucciones de dónde tiene que poner sus manos. Pero bueno, al fin y al cabo os vais a pasar tres meses viviendo juntos, así que esto es lo de menos. Ten cuidado, May, de verdad. —Parece tan perfecto. Lo estudio de continuo, trato de encontrarle algún defecto, algún fallo, pero no lo consigo. No sé, nadie puede ser tan bueno en todo. —Uy, sí, él puede. Él lo es. Te lo garantizo. —¿En todo?—dije riéndome. —Sí, en todo. He podido escuchar a alguna de sus amantes y sabe usar lo que tiene. Y ya has visto todo lo que tiene. No sé a qué hora nos quedamos dormidos, agotados de compartir confidencias, di gracias a que se me había ocurrido poner el despertador. Franck salió pitando a su habitación para darse una ducha y le oí saludar a Eric que pasaba por la puerta de la mía. Vaya. La sesión empezó con distintas fotos de Eric en ropa de casa. Saliendo de la cama, del baño, desayunando, haciendo deporte. —En cualquiera de las fotos estás pensando en ella, que ya se fue —le decía Franck—. Te estás planteando si ha sido el rollo de una noche o algo más. Eso es lo que quiero que se vea en las fotos. Tú, con tu rutina matinal, pensando si esa mujer ha sido para ti sólo otra noche agradable, incluso si han sido unas horas de pasión memorables, pero todo quedó en eso, o si vas a llamarla para intentar volver a verla cuanto antes. Y ahí 78


entra el teléfono, estarás jugando con el teléfono, marcando y colgando, pensándotelo. Te voy a colocar dos campañas en una, tendremos las imágenes de la campaña del móvil con las de la ropa. Recuerda que hay un acuerdo con las dos firmas. Obviamente a ti esto se te pagará aparte, May, no entra dentro del contrato que tengas con ellos, ya me he encargado de negociártelo yo. Esta sesión alcanzó una temperatura inesperada desde el minuto uno. Y no sólo por los escenarios o la ropa, si ayer la actitud de Eric con respecto a mí parecía haber cambiado, hoy era drástica y definitivamente otra. O puede que fueran sólo imaginaciones mías, que fuera el personaje que estaba interpretando el que intentaba seducirme con cada movimiento. Eso será, yo soy hoy su público. El pantalón del pijama caído, las camisetas pegadas, la toalla semi húmeda ciñéndole las caderas. Todo en él era explosivo, su físico y la forma de llevar no llevar la ropa. Pura voluptuosidad. Su cuerpo parecía emitir vapor, de hecho en una de las secuencias sucedía así; sin embargo eran sus ojos los que nos estaban contando las historias de pasión vividas durante la pasada noche, sus dudas, su deseo de repetirlas, su miedo al rechazo o a la decepción de las segundas partes. Una culebrilla recorrió mi columna vertebral cuando, sin levantar del todo la cabeza, levantó del todo la mirada y la fijo en mí. Era un gesto que ya le había visto en la pantalla y en algunas fotos, pero tenerlo así, en directo, sentir que esos ojos se dirigían como torpedos a los míos, fue algo inenarrable. En ese momento me di cuenta de que Franck tenía razón, de que tendría que tener cuidado y no bajar la guardia en ningún 79


momento. Recordé la frase con la que lo había resumido la pasada noche: “Es absolutamente inconsciente con su atractivo, es nitroglicerina y la maneja como si llevara material inofensivo”

Eric y la sesión de fotos Desde que llegó Franck y vi cómo se fundían en un abrazo eterno, el día se convirtió en una mezcla de sentimientos bullendo dentro de mí y los tuve que controlar y redirigir para que me sirvieran en la escenificación del reportaje. Para esas cosas está el método. Y no sólo el de Stanislavski. Sentí celos, intensos, viscerales, irracionales. Me molestó que se conocieran, más aún cuando recordé que Franck me había hablado mucho de una mujer a la que adoraba y con la que mantenía una relación de amistad muy fuerte. Tenía que ser May, naturalmente, claro que es ella. Salta a la vista que están muy unidos, sin embargo ninguno de los dos esperaba encontrarse con el otro, con lo que May ganó muchos más puntos, aunque en mi marcador personal ella haya batido ya todos los records. No tuve ningún pudor en mostrarme total y absolutamente en mi salsa, posando y, aparentemente, dejando que Franck me manejara como a un muñeco. Pero por primera vez utilice todo lo que tengo para intentar seducirla, estaba ante el objetivo de la cámara, pero el único objetivo que me preocupaba era ella. Franck me espabiló, sin saberlo me hizo ver que saldremos de esta cápsula y que si no empiezo a hacer algo puedo perderla en cuanto eso suceda. Vi en él lo que no 80


quiero ser yo, yo no quiero ser su amigo, por muy fiel, íntima y profunda que sea la amistad, no es sólo amistad lo que espero de ella. Por si fuera poco para seguir acrecentando la tensión, Franck me propuso que fuera May la que posara conmigo en las fotos que existían en el proyecto inicial y que se habían desechado por los problemas de la pandemia, tuvo que consultármelo, ya que por contrato tengo que aceptar a mis parejas. Admiro su profesionalidad porque, viendo como la mira, sé lo que tuvo que costarle hacerme la propuesta. Y le dije que sí, claro. Con la alergia que tiene a las cámaras, pensé que ella no accedería, pero, obviamente, Franck la conoce perfectamente y se ve que con él no tiene ese problema. Ya comprobaremos a ver quién la puede captar mejor, porque, aunque May no lo sepa, fotos también la he hecho yo, pero esas son sólo para mí y puede que algún día también para ella, ojalá. En la sesión en solitario me esforcé por exprimir mi atractivo al máximo. Por ella me sentí más seductor y más hombre que nunca, sobre todo cuando llegamos a la sesión conjunta y tuve la opción de acariciar esos hombros y esos brazos por los que llevo suspirando a diario desde que llegó. Pude sentirla muy cerca, besarle en la sien, entrelazar sus manos. Fue mágico, no encuentro otra palabra que lo defina mejor. May estaba espectacular con los dos vestidos, pero con el rojo, por el que por fin se decidió Franck, pensé que iba a hacer saltar en pedazos mis pantalones, que empezaríamos a arder juntos y saldríamos volando como pavesas. Ella lo sintió. Me sintió. Tuvo que sentirme. Después, al ver las fotos proyectadas, me di cuenta de mi forma de mirarla, de lo condenadamente seria que es la 81


situación y de que todos tenían que haber notado que estoy completamente pillado. Pero al parecer Franck es el único que lo tiene claro. Me fastidió que él se quedara a dormir en la hacienda, me dolió, físicamente me dolió que quien se colara con ella en su habitación esa noche fuera él, hicieran lo que hicieran, aunque se limitaran a hablar e intercambiarse sus historias recientes. Y me reventó encontrármelo saliendo de la habitación de May por la mañana. Sinceramente, injustamente, estaba deseando que se largara de una vez y nos dejara tranquilos en nuestra isla particular. Te vas a enterar, pensé al verlo. Desde este momento voy a ir a por todas, no pienso dejar escapar a esta mujer sin intentar que me vea, que al menos valore la opción de ver un poco más allá de los límites que me ha puesto. No voy a ser un cobarde como tú, me la jugaré a todo o nada, me arriesgaré a perderla, pero yo no me conformo sólo con tenerla cerca. Quiero desabrochar todos sus cierres, los de la ropa y, con ellos, poco a poco, los de la armadura que lleva puesta para protegerse el corazón. Así que empecé, sin esperar más. Desde que posé para la primera foto de la mañana. Escuché a Franck soltándome su película de la mujer que se acaba de ir y mis dudas para llamarla, mi duda de si ha sido una pasión fugaz o quiero que continúe. Te equivocas Franck, no tengo ninguna duda: quiero a May conmigo todos los días, a todas horas, en cualquier circunstancia.

82


Ay, amigo, en el fondo no sabes cómo agradezco tu visita, pero lo siento por ti, porque no sólo has conseguido hacerme ver las cosas con perspectiva, sino que me estás facilitando las armas para empezar mi guerra particular. Y la empecé, vaya si la empecé. Noté que May no era inmune, note sus ojos en mis caderas marcadas por la toalla húmeda y caliente, noté sus ojos deseando que se soltara la cinta del pantalón del pijama, noté su mirada intentando soltarla, noté cómo recorría mis hombros y mi espalda. Sentí intensamente su mismo escalofrío al engancharse nuestras miradas. Note que por fin me sentía y no me analizaba.

May, besos y lágrimas Llegó el momento de la despedida de Frank y volvimos a fundirnos en un largo abrazo. Antes de que se fuera le prometí al oído cuidarme mucho y contarle todo, absolutamente todo, que él sea mi conciencia externa, que valore con objetividad, me aconseje, me sujete o me ayude a salir de aquí si llega el caso. Franck volvía a convertirse otra vez en mi ángel de la guarda, de la misma forma que yo había sido el suyo. No sé si fueron las hormonas, lo raro de la situación o el cúmulo de emociones contenidas durante meses sin haber tenido a mi amigo físicamente cerca, sin ese contacto que tanto necesitamos en una cultura como la nuestra, lo cierto es que en el momento en el que Franck arrancó el motor, rompí a llorar como una Magdalena. Ni yo me podía creer que me estuviera pasando, en público, junto a dos hombres con los que mantenía una relación puramente de trabajo y a los que 83


tampoco es que conociera tanto como para compartir mis sentimientos. Subí las escaleras casi corriendo, como en una escena de cualquiera de esas primeras series de Eric cargadas de drama y pasiones desbordadas. Entré en mi habitación y lloré, lloré todo lo que no había llorado durante el último año. Llore sin pensar en nada ni en nadie. Lloré como lloraba en aquellos berrinches infantiles. Respetaron mi llanto. Sentí ruidos en la piscina, sus chapuzones y el rumor de sus conversaciones. Noté como la habitación se iba sumiendo en la penumbra a medida que avanzaba la tarde. Hice un esfuerzo, fui a la ducha, perdí la noción del tiempo bajo el agua caliente, me vestí y me tumbé en la cama hasta que una llamada insistente en la puerta me saco de mi estado de letargo. Era Yann. —May, May, ¿estás bien? ¿Podemos hacer algo? Contesta, por favor, estamos muy preocupados. —Ya se me pasó, estad tranquilos. Ahora mismo bajo. Sabía que ellos no me preguntarían nada, que llenarían el tiempo de la cena con una conversación a prueba de emociones para que no sintiera silencios incómodos. Pero también harían cábalas que probablemente llevarán a confundir la situación y a cambiar la relación entre nosotros. Y como no había nada que ocultar, simplemente decidí contárselo. —Todo lo que Franck y yo os hemos dicho sobre nuestro primer encuentro es verdad. Pero no es toda la verdad. Fue una de esas coincidencias que nos pone en bandeja el destino, 84


no sabemos muy bien si para compensarnos o para ponernos a prueba. En aquel viaje, en aquel aeropuerto, coincidimos dos personas absolutamente destrozadas que seguían viviendo y moviéndose como autómatas, llenando las horas con exceso de trabajo para no pensar, para no morir. Ambos habíamos pasado recientemente por experiencias muy duras. Franck había perdido a su novia en un accidente de tráfico. Estaba muy enamorado, su relación era sólida, vivían juntos, tenían proyectos comunes. Fue demoledor. Sigue siéndolo. En aquellos primeros meses creyó no poder sobrevivir, se había cerrado en banda, huía de su familia, de sus amigos, de los lugares comunes. No hay manera de explicar por qué se abrió con una completa desconocida compartiendo unas horas de espera y aeropuerto. No hay manera de entenderlo a no ser que hayas vivido alguna situación similar, confesarte con alguien a quien no has visto jamás y no esperas volver a ver. Una especie de confesión religiosa. Sin embargo, en nuestro caso, no se quedó en aquel encuentro, seguimos en contacto, nos seguimos viendo. Hay un vínculo muy fuerte entre nosotros, pero ni somos ni hemos sido nunca amantes, es algo impensable, sería una especie de incesto. Nunca podré mirar a Franck de ese modo. Ni él nunca me va a mirar así. Nos ayudamos, compartimos, nos consultamos cosas que jamás diríamos a nadie, es un hecho constatado, es así, lleva siendo así estos años. Y este encuentro inesperado después de nuestra primera separación larga y este volver a separarnos sin saber cuándo nos volveremos a ver, me ha roto. Haberle ocultado que estaba aquí y lo que estaba haciendo, también. Ahora os toca a vosotros guardar el secreto, ni se os ocurra contarle cómo me he puesto porque ya estoy bien y es capaz de dar la vuelta y volver desde donde esté dejándolo todo. No sería la primera vez que lo hace. O que lo hago yo. 85


Me miraban en silencio, respetando la emoción que les había transmitido. —Te agradecemos la confianza, de verdad, no era necesario, no tenías por qué darnos explicaciones. Ahora creo que todos necesitamos una copa, o varías, total, no vamos a madrugar mañana y nos hemos ganado el día libre —dijo Yann levantándose en dirección al bar. A ver, a ver… A situaciones especiales hay que darles dosis de algo especial. Al fin y al cabo, estamos solos, hemos ido ganando confianza, pero no llegaremos a un grado superior hasta que hayamos compartido una borrachera terapéutica. ¿Con qué tendremos una resaca más llevadera? Veo que hay buen vodka por aquí, más de una botella. Voy a por hielo, zumo de naranja, frutos secos y algo más para ir picando. —Pelis, juegos, ¿con qué lo amenizamos?—pregunté—, porque de confidencias creo yo que ya hemos llenado el cupo por hoy. —Todo eso más música, sin duda. Cantaremos. Primero y hasta que lleguemos a un nivel alcohólico razonable, que empiece Eric, que lo hace muy bien y no hay que rogarle, al contrario, disfruta cada ocasión que se encuentra. Luego nos unimos nosotros, porque yo canto de pena. —Pues ya me oirás a mí, con el agravante de que no tengo sentido del ridículo y me sé casi todas las canciones que se os ocurran. —Pues ya tenemos el programa nocturno, que arranque Eric y luego ponemos el karaoke.

86


Y así lo hicimos. Ya conocéis a Eric, le habréis visto cantar mientras desliza sus dedos sobre el piano o una guitarra, aporrear la batería mientras se desgañita, manejar un micrófono mientras baila. Es su voz. Toca él. No le dobla nadie. ¿No os parece asquerosamente completo? Al día siguiente no conseguía recordar mucho. Amanecimos repartidos por el salón, sacados del letargo por Gloria que nos sacudía suave y persistente para que alguno de los tres se hiciera cargo de una llamada de teléfono. —He dicho que estaban ustedes ocupados, pero han llamado ya varias veces e insisten en que es urgente. —Prepáranos algo para reponernos un poco, Gloria, tú conoces bien esas maravillosas fórmulas mágicas quita resacas. Mientras, yo me encargo del teléfono —dijo Yann con la voz pastosa. Pero cuando iba a decirle que cómo pensaba contestar con esa voz, me di cuenta de que la mía ni siquiera era capaz de salir de la garganta. Fue Eric el que se hizo cargo del teléfono y de la situación, otra vez perfecto, fresco como una lechuga, como si no se hubiera metido la misma cantidad considerable de vodka que nosotros y se hubiera mantenido a base de zumos toda la noche. Afortunadamente nos llegaron unos Bloody Mary, picantes y con clamato, que consiguieron resucitarnos un poco antes de ir a la ducha para quitarnos el olor a taberna de las de antes. Todos habíamos fumado, no sé de dónde había salido el paquete de tabaco porque no era mío y a ellos no les había visto con un cigarrillo en ningún momento las semanas anteriores. 87


—Ya os podéis recuperar con rapidez, era la productora de la película avisando de la visita relámpago de uno de los directivos. Lo que no le he acabado de entender muy bien es si viene con una nueva propuesta o simplemente de inspección, a ver cómo nos estamos portando —nos informó Eric a su vuelta. Estaba muy gracioso, despeinado, con un jersey que se había puesto de prisa y corriendo encima de la camiseta, lo llevaba al revés, de cualquier manera, era una delicia verlo con morritos y cara de sueño, no tenía bolsas, ni ojeras, ni mucho menos los ojos rojos y de panda que debía de tener yo con toda la máscara corrida. Y mientras Yann y yo nos movíamos perezosamente camino del comedor, rodeó nuestros hombros y nos acercó hacía él con un abrazo de oso. —Después de una noche como está, después de haberte soportado masacrando algunas de mis canciones favoritas, de haber pecado por tu culpa fumándome en unas horas lo de todos los meses que llevaba sin encender un cigarrillo, después de todo eso, ahora sí que ya puedes decir que has entrado con honores en nuestro círculo, May. Y nos soltó un par de sonoros besos en las mejillas de cada uno. Ah, y prometo olvidar las confesiones que hicisteis de vuestros secretos más oscuros. —No te asustes, May, no dijiste nada, siempre hace la misma broma para inquietar. Te limitaste a estar cantando toda la noche, una detrás de otra, no nos atrevimos a cortarte por miedo a las consecuencias. Pero tienes razón —terminó Yann mezclando exclamación y carcajada—, ¡cantas fatal, nunca había oído a nadie desafinar con tanto entusiasmo! 88


—Ha llegado un correo de Franck con las fotos que ha elegido y algunas alternativas por si queremos cambiarlas —dijo Eric interrumpiendo nuestras risas—, necesita que le contestemos a la voz de ya, dice que hará lo que le dé la gana, pero que le interesa nuestra opinión. Aunque se le debe haber olvidado que yo tengo derecho de veto y a ti te lo puedo prestar si hay alguna que no quieres que se publique. Así que, si te parece, nos damos una ducha, desayunamos, nos ponemos con ello y nos lo quitamos de encima, no siendo que se complique la cosa si se alarga la visita de Mr. T. Pero a ese ni se te ocurra sugerirle que se quede a dormir aquí, May, te lo advierto — añadió Eric medio en broma medio en serio. Aunque inmediatamente se puso serio del todo y me lo repitió silabeando—. No puede quedarse aquí, sé que lo intentará, siempre quiere pasar a un mayor grado de amistad y compadreo, pero no podemos permitirlo de ninguna manera, no quiero que nuestra relación sea más que estrictamente profesional, como tal es muy bueno, pero personalmente no lo soporto. —Vale, vale. Y disculpa que ayer me tomara la libertad de decírselo a Franck, pero… Me interrumpió poniéndome el índice sobre los labios. Y lo dejó allí. ¿Por qué tenía esos dedos tan largos y esas manos tan grandes, tan estilizadas y tan bonitas? Ay, dios, me siento Caperucita. —No quiero oír una palabra más. Franck te habrá contado que nuestra relación va mucho más allá de lo profesional, nos hemos jugado la vida juntos, literalmente, juntos hemos visto 89


demasiadas cosas y también hemos pasado alguna borrachera terapéutica. Ya te imaginas lo que todas esas cosas unen. Si no se lo hubieras dicho tú, lo hubiera hecho yo.

Pero algo en el tono de su voz me hizo preguntarme si estaba siendo sincero. —Lo que me sigue extrañando es que no hubiéramos oído hablar el uno del otro, la verdad; pero bueno, tu obsesión por mantener una estricta confidencialidad irá incluida en todas las facetas de tu vida y Franck es sumamente respetuoso con esos temas. Nos pusimos a ver las fotos. Maldito Franck. Eran fantásticas, de algunas de ellas saltaban chispas. Obviamente Eric es un buen actor y estaba jugando su papel, pero yo no. Yo ya había caído y las fotos no hacían más que ponérmelo de manifiesto. Claro que Eric no tenía por qué saberlo. Había notado la descarga, la atracción, el magnetismo que sentía a su lado; ahora, hace un momento, simplemente con poner un dedo sobre mis labios hizo desplegar todas mis terminaciones nerviosas como puntas de alfileres, pero viéndolo desde fuera era aún más evidente, más palpable si cabe. Estábamos los tres mirando la pantalla, me di cuenta de que Yann nos miraba a nosotros y a ella alternativamente, como preguntándose cuánto había de real o de mera representación. —Para completar puedo poner la escena del beso que rodasteis anoche, ¿os acordáis? —nos dijo.

90


Una cortina se corrió de repente en mi cerebro y dejó al descubierto el recuerdo del beso. Dios, qué beso. ¡Y yo que pensaba que había sido en sueños! La culpa fue del vodka, pero posiblemente en no más de una tercera parte, de las otras dos nos habíamos encargado a dúo. Empezamos hablando de cine, cómo no, luego del sexo en el cine y de la falta de sexo en las películas de Eric, que se encargó de contar a Yann una de nuestras primeras conversaciones, que al parecer se le había quedado grabada y le hacía mucha gracia, y terminó defendiendo la carga erótica que puede haber en un primer beso después de que se haya ido aumentando convenientemente la tensión sexual a lo largo de la trama. De ahí pasamos a rememorar los que nos parecían icónicos en la historia del cine, discutimos porque ellos dijeron que yo daba más importancia a los actores que a las escenas en sí. Luego pasamos a repasar los besos de Eric y desembocamos en la eterna historia de la desvinculación de los sentimientos, con la provocación añadida por su parte de que los profesores nos dedicamos a enseñar porque no somos capaces de actuar. Y entonces entró el tercero en liza, Yann nos dijo que menos teoría y más práctica, que allí teníamos todo lo necesario para hacer una demostración de un beso como es debido, que lo grabaría y juzgaríamos el resultado. A Eric le encantó la idea. —Pero eso es de críos —objeté— eso es lo que decían los chicos en el instituto para sacarnos un beso. —Ya, ya, ya… Escusas, escusas. Eso son escusas, May, nosotros no somos críos y estamos aquí para interpretar, a eso nos dedicamos, ¿no? Yo actúo y tú me corriges y me ayudas a mejorar. Además, quiero recordarte que fuiste tú la que me dijiste que te faltan datos sobre mis aptitudes eróticas, que en 91


mis películas apenas hay sexo y bla, bla, bla… ¡Es sólo una escena que termina con un beso, por dios santo, ni que fuéramos a representar el Kamasutra! —Vale, vale, me rindo —dije levantando las manos—; pero, Yann, lo grabas, lo vemos y lo borras, ¿me das tu palabra? —Naturalmente, eso no tienes ni que decirlo. Haced una escena de primer beso, ese en el que empiezan como pidiéndose permiso para seguir adelante y poco a poco van calentando motores para terminar ahogándose en deseo. May, que comience Eric y te dé la pauta, él en besos falsos seguro que tiene más práctica. —Yann, tú mejor que nadie deberías saber que a Eric no le gusta que le den instrucciones previas —contesté—, él es más de correcciones y críticas posteriores. Y no hace falta que nos ahoguemos, ni en deseo ni en nada. Nos levantamos al unísono y nos situamos frente a frente. Se había afeitado para las sesiones de fotos y su cara aparecía desnuda para mí en un primerísimo primer plano. Pasé los nudillos dibujando su óvalo. —¿Cómo te afeitas ahí? —dije, con el índice en su hoyuelo. —No me vas a distraer con citas cinematográficas, Audrey. Y tampoco voy a interpretar ninguna escena que ya hayan interpretado otros —me contestó Eric afilando la mirada—. Improvisemos. O déjate llevar, como prefieras Puso una mano en mi cuello, apoyó la otra en mi cintura y comenzó a juguetear insinuante deslizando la punta de su 92


nariz a lo largo la mía, después se la llevó a dibujar el lóbulo de mi oreja para terminar hundiéndola entre mi pelo al mismo tiempo que lo hacían sus dedos, a los que dejo allí, enredados junto a la nuca, mientras volvía en busca de mi boca marcando un sendero cálido con su aliento, besándome con delicadeza las comisuras antes de envolver alternativamente cada uno de mis labios con los suyos, haciéndolo con extremada lentitud, con extremada suavidad, para luego cambiar bruscamente el ritmo y atraparlos por entero con apasionada furia. Se me paró el tiempo, la respiración y la capacidad de discernir o razonar. Me estaba ahogando de placer y deseo. Con un beso. De película. Asustada, me separé ligeramente y él soltó la mano de mi cintura para poder acariciarme la cara y repasar mis labios, primero con sus nudillos, luego con la yema del pulgar. Todo iba a cámara lenta. A cámara lenta se movían por su cuenta mis manos por su cuello hasta que una de ellas se escapó para anclarse al ritmo de su corazón. Cuántas veces había imaginado lo que sería acariciar su pecho. Él levantó mi barbilla hasta que me hizo fijar mis ojos en los suyos, nos miramos, nos miramos pidiéndonos permiso, nos lo dimos, y está vez volvió con refuerzos, dejó que intervinieran también sus dientes para evitar una nueva separación, para sujetarme sin fuerza, le bastó con un roce ligero. Nuestras lenguas apenas se movieron, apenas llegaron a rozar los labios del otro cortamos de raíz sus tentativas y se quedaron quietas, era un beso de cine, un beso falso, una prueba, ¿recordáis? Dentro de la nube a la que me había subido, a mí me costó un poco, pero milagrosamente lo hice. Él también. Fue Eric el que, otra vez bruscamente, cortó por lo sano y volvió al contexto cogiéndome la mano de forma teatral y depositando un beso galante y un “Gracias, profe”. 93


Y ahora Yann nos lo estaba poniendo en la pantalla. Era mi primera vez. Quiero decir que era la primera vez que me veía besando a alguien y también en la que alguien me besaba impartiendo el máster de “Seduzca por completo con un beso”. Claro que para dar esa clase magistral no bastan los conocimientos, hay que tener la voluptuosidad y la firmeza de sus labios, el tamaño perfecto de su boca, la temperatura y el aroma de su aliento… Hay que ser él. Trate de quitar leña al fuego. —No está mal para ser mi primera vez, ¿no os parece? —¿Cómo que es tu primera vez? —preguntó Eric mirándome fijamente. —Sí, mi primera vez. En realidad son varias primeras veces: mi primer beso de película, mi primer beso filmado, la primera vez que me veo besando a alguien desde fuera. Se me hace raro. —Bueno, para mí también hay una primera vez, es la primera vez que te beso. Porque era yo quien te besaba, tú correspondías. Espero que por lo menos te haya gustado tanto como a mí, no te creas que me pasa siempre. Me parece que un beso es uno de los actos de amor más íntimos, uno de los más elocuentes, ¡se pueden decir tantas cosas con un beso! A veces es algo que me cuesta muchísimo, pero está claro que no es el caso, me encanta tu boca y me encantas tú, May, así que ahora que hemos perdido la virginidad repetimos ensayo cuando quieras, tengo todo un repertorio listo para que practiquemos —dijo guiñándome un ojo con picardía—. Ya te dije que yo también te enseñaría algunas cosas mientras estuviéramos 94


aquí. Gracias a mis clases de equitación, ya vas progresando adecuadamente, en cuestión de besos, el de ayer estuvo bien, pero podemos hacerlo genial, aún nos queda mucho que mejorar y nuevos estilos que aprender. —Si te soy sincera, y sin querer ofenderos ni a tu ego ni a ti, no me acuerdo de nada; pero ya he visto que lo haces bien de cara al espectador, el actor eres tú, tu actuación es la única que cuenta, así que no será necesario que repitas conmigo. Y bórralo, Yann, acuérdate que quedamos en eso. Me salvó el timbre de la puerta que anunciaba la llegada de Mr. T. Yann se apresuró a recoger todo el material y los tres nos miramos con una sonrisa cómplice, como si fuéramos niños que acaban de cometer una travesura. Pero lo que acabábamos de ver no tenía nada de infantil. Y, pese a lo que había dicho, recordaba todo perfectamente, viéndolo había vuelto a sentir como ardía mi cuerpo y temblaban mis rodillas. No había sido un sueño. Él es un sueño.

Eric, el primer beso Qué no se acuerda de nada, dice. Ja. Y yo voy y se lo creo. La he seguido el juego, claro, el mismo que empezamos anoche los dos con las mismas ganas, agarrándonos al clavo ardiendo de esa disculpa tonta del ensayo y achacando al vodka algo de lo que el vodka no tenía la culpa. Nos moríamos por besarnos, por probar los labios del otro, por poner principio y fin a la situación que veníamos alargando desde que Franck nos puso a jugar con fuego al acercarnos 95


más de lo que nosotros nos habíamos atrevido durante las últimas semanas. Algo con lo que venía soñando desde la primera noche del día en que la conocí. Porque yo he estado guardando férreamente las distancias desde el principio y mira que es difícil hacerlo cuando compartes espacio todo el tiempo, sin escapatoria posible. Podría tener libres las noches si la pared que nos separa impidiera que las imágenes del día se cuelen en mi cama, pero esa pared, en vez de barrera, es una lupa que acrecienta el deseo y me quema sin compasión. He estado forzándome a guardar las distancias porque me pone a cien sin ni siquiera tocarnos, es peor que volver a los diecisiete con una condena de permanente castidad. ¡Será posible que me pase esto a estas alturas! Me moría por besarla desde que llegó a la hacienda, desde el momento en que vi pasear su lengua golosa por sus labios mojados en vino. Es un gesto que repite inconscientemente cuando bebe algo que le gusta, se relame, se mordisquea los labios… y me mata. Me muero por besarla cada vez que la veo tomar un helado o un tiramisú y, mientras se queda pensando o escuchándonos, sin darse cuenta, la cuchara está suspendida en su boca, juega con ella, le pasa la lengua por la parte cóncava y la convexa como si el metal hubiera absorbido el sabor del postre. Me moría por besarla cada vez que me corregía una palabra mal dicha, cada vez que la veía vocalizar, marcarme la pronunciación con sus labios, sujetar entre los dientes el boli con el que siempre está tomando notas, morderse el nudillo 96


del índice izquierdo cuando revisa textos en la pantalla. Cada vez que pronuncia mi nombre. Cada vez que le gasto una broma y me dice “mira que eres bobo”. Cada vez que la veo. Así que me lancé a la excusa como un muerto de hambre a un aperitivo de su comida favorita. Su boca es jugosa, sus labios gruesos, su pasión es tanta y está tan contenida que brota a raudales por cualquier pequeña grieta que se le abra. Me guardé con cuidado la torpeza que pudiera darme el exceso de deseo, saque el autocontrol que llevo siempre cargado en la recamara y actúe con delicadeza, sin asustarla, dejándole que ganara confianza y me dejara llevar el volante, pero que fuera ella quien marcara la dirección, la velocidad y el tiempo. No fue fácil, pero lo hice; por ella haría cualquier cosa. Y resultó. No fue el beso que nos merecemos, pero sí el que nos hará llegar a él. Ahora lo sé. Sé que me desea tanto como yo. La indiferencia erótica de May es tan forzada como la mía. Saberlo me supo a gloria. Hasta el momento en que noté que no podía contenerme más, que la cosa se me estaba yendo de las manos y que ya no había forma humana de mantener el control. Y tuve que cortar por lo sano. Hice una finta, le bese la mano, me senté, apuré la copa de un trago y me serví otra. Afortunada o desafortunadamente no estábamos solos y Yann nos dio una de cal y otra de arena, él, que incitó nuestro beso, 97


se quedó de guardia para qué no fuera más que eso. Y me tiro un cable cuando terminó poniéndose a hablar de no sé qué cosa anodina, así que allí seguimos los tres como si no hubiera pasado nada, cantando, fumando y bebiendo hasta que fuimos cayendo dormidos uno tras otro; el último fui yo que como de costumbre había bebido bastante menos de lo que hice que pareciera, ser actor es lo que tiene, uno se acostumbra a hacer parecer que hace sin hacerlo realmente. Me encargué de colocarla bien, ponerle un almohadón bajo la cabeza, echarle una manta e irme al otro extremo del salón para poder mirarla con perspectiva, no imagino otra forma mejor de quedarme dormido. Bueno, sí, qué bobadas digo, infinitamente mejor será quedarme dormido mirándola cuando esté pegada a mí, teniéndola entre mis brazos, con su cabeza apoyada en mi pecho o donde le dé la gana, que elija ella la parte de mi cuerpo que prefiere como almohada.

May haciendo una escapada Tras las presentaciones oportunas, Mr. T. y yo únicamente nos conocíamos a través de correos y teléfono, me sometió a un interrogatorio del que salí indemne y liberada para retirarme y hacer lo que me pareciera el resto del día, porque me dijeron que ellos tenían reunión para rato. Subí a mi habitación y le dije a Gloria que iría a dar un paseo y luego a dormir, que no bajaría a cenar y que por favor no me molestaran que tenía cosas que hacer y luego quería acostarme pronto para recuperarme de la falta de sueño de la noche anterior; pero la verdad es que después de pasar por mi habitación lo pensé mejor (realmente no pensé en absoluto lo 98


que hacía ni las posibles consecuencias), bajé al garaje por el exterior y con la complicidad de Rufo al que me había ganado desde el primer día y del que exploté esa anárquica solidaridad que nos sale a veces a los españoles frente a las imposiciones y los extranjeros (os recuerdo que mi mitad española es la dominante), cogí una de las motos y me fui a ver a Bruno. Necesitaba moto, carretera, un poco de terraza urbana, ver pasar gente, hablar en español y estar con un amigo. En un par de horas o tres estaría de vuelta. Bruno también es amigo de Franck, conocido al menos. La abuela de Bruno, la Sra. Matilde, es una persona muy querida para mí y adoptó a Franck desde que lo conoció, como hizo conmigo y como suele hacer con los amigos de sus nietos o con sus vecinos solitarios. Ella también fue cocinera profesional, como su nieto, se casó con un francés, se quedó viuda, tuvo un bistró en Paris, lo traspasó cuando se jubiló, se volvió a su Madrid natal y ahora se maneja entre fogones por puro placer y para disfrute de todos los que la conocemos. Le había llamado por teléfono antes de salir y me fiaba completamente de él para guardar mis escapadas, necesitaba un contacto cercano en el exterior de la hacienda para sentirme menos recluida. Aunque seguí sin decirle dónde estábamos alojados y él no sólo no se molestó sino que dijo que era mejor así, que prefería no saberlo. El interior de los restaurantes se había vuelto a cerrar por orden del gobierno correspondiente, así que Bruno estaba libre para una tarde noche de terraceo. —Te quedas a dormir en mi casa y así no tienes que preocuparte, estoy solo, me pillas desparejado, y ten en cuenta que es más fácil que te pesquen si vuelves ahora que si lo 99


haces mañana temprano como si volvieras de dar una vuelta madrugadora. —Tienes razón, además hoy estoy particularmente asfixiada. Ayer tuvimos un día muy intenso en todos los sentidos, con mucho trabajo y muchas emociones. Sobre todo por la impresión de encontrarme allí con Franck. —¡Qué dices! ¿Has estado con Franck? —Pues sí. Y para los dos fue completamente inesperado. Vino para hacer un reportaje con la gente con la que estoy trabajando, pero ninguno sabíamos de la presencia del otro y la sorpresa fue mayúscula. —¿Cómo está? ¡Hace un montón que no lo veo! Desde antes de la pandemia. Bueno, pensándolo bien, desde mucho antes, desde que dejé Madrid para bajarme al sur y montar aquí el restaurante, desde entonces. Me había prometido hacer una escapada y venir a conocer el sitio, pero luego todo se complicó y los planes desaparecieron. Por mi abuela tengo noticias suyas, ya sabes que se adoran, pero, por no preocuparla, a ella le cuenta una parte mínima de las cosas que hace, ya sabes cómo es. —No creas que nos dio tiempo a hablar mucho, porque, como te dije, fue una jornada intensa de trabajo con extraños. —¿Siguen siendo igual de extraños los que me trajiste a comer el otro día? —No, ya no tanto. Son muy agradables, la verdad es que estoy muy a gusto con ellos. 100


—Sé quién es, tengo que decírtelo antes de que continúes hablando. Me lo pareció desde el principio pero no estaba completamente seguro, debería estar penado disfrazar esos ojos con lentillas, pero es muy efectivo para camuflarse. Sabes que no tienes de qué preocuparte, no saldrá de aquí y te aconsejo que si les apetece repetir salida volváis, creo que nos abren otra vez la semana próxima, pero, si no es así, cocinaré para vosotros en mi casa. —¿Y tú de qué lo conoces? —¿Bromeas? —Yo no le conocía de nada, ¿te lo puedes creer? Me contrataron para entrenar a un actor famoso al que yo no conocía de nada. Quedé como una absoluta idiota. —¿No te has parado a pensar en que puede que fuera precisamente por esa una de las razones por lo que te contrataron? Repasa tus entrevistas de selección, seguro que hay alguna pista de lo que te estoy diciendo. Pero no me cuentes más, no quiero saber más de lo que haces ni de lo que estáis preparando, aunque me lo puedo imaginar. Dime sólo si tratado de cerca es realmente la sublimación de lo masculino, si las cámaras no mienten y es la encarnación del hombre perfecto. —Es más, más de todo, más de cualquier cosa que te imagines. Físicamente. De carácter, de trato. Como actor es completísimo, podría hacer un musical sin inmutarse o cualquier película de acción sin necesidad de utilizar un doble. Sus entrenamientos matinales contribuyen al calentamiento

101


global, estoy segura. Es tan excepcional y consigue ignorarlo con tanta naturalidad que da asco. —¿Entonces Franck también lo conoce? —Sí, también por cuestiones de trabajo. Y me ha advertido seriamente para que me proteja de caer víctima de su encanto porque, según él, lo peor es que es un buen tío, pero del tipo de buen tío que va rompiendo corazones sin darse cuenta y luego se empeña en arreglarlo poniendo una tirita y diciendo: “Ah, ¿he sido yo?, ¿cómo es posible que te haya hecho esto?”. Seguro que entiendes lo que quiero decir, tú también te has cruzado con uno de esos. —Bueno, puede que Franck no sea muy objetivo. Te quiere demasiado y es muy protector contigo. Y no digo más para que no te enfades. Bruno tenía cosas riquísimas en casa y tuvimos una cena memorable, llevaba meses sin reír y disfrutar tanto, sin más, sin trascendencia y sin complicaciones. Apenas había amanecido cuando ya estaba yo con la moto de camino para llegar antes de que se levantaran en la casa. Con todo el sigilo posible la llevé hasta el garaje y subí por la escalera exterior que da acceso a las terrazas para entrar a mi habitación desde ellas. Y allí me encontré a Eric, esperándome. —¿Se puede saber de dónde vienes? ¡No tienes idea del susto que me has dado! Franck no sabía nada de ti y a mí no se me ocurría qué hacer ni a quién llamar, porque tampoco era cuestión de disparar las alarmas. 102


—¿Ya te he dicho lo guapo que estás cuando te enfadas? De hecho es cuando más me gustas, ganas atractivo endureciendo las facciones y con la mirada airada, se te quita esa blandura de chico bueno que no rompe un plato. —¡No me desvíes la conversación! ¡No me líes! En serio, May, estaba muy preocupado. Eso es lo me que suele pasar cuando alguien me repite una y otra vez que no me preocupe, que es lo que me decía tu cómplice. O sea, que se lo confías a Rufo para que te tape y a nosotros no nos dices nada. ¿A quién se le ocurre irse así? Y encima estando yo solo… Aunque, por otra parte, casi haya sido mejor así. —¿Y Yann? —Si llega a estar Yann, no respondo de lo que hubiera pasado. Da gracias a que se tuvo que ir anoche con Mr. T. y no volverá en un par de días. Tienen que organizar el rodaje de una historia que vamos a hacer el mes que viene, ver unas localizaciones y unos vehículos. Nada que tenga que ver contigo. Y no, ellos no se han enterado, pedazo de inconsciente. ¡Me sacas de quicio! —Sí que debes estar enfadado si me hablas así —se lo decía sobre todo por el tono que estaba usando. —¡Claro que lo estoy! Confiesa, ¿dónde has estado? —Me escapé a ver a Bruno. —¡¡Bruno!! Pero cómo no se me ha ocurrido pensarlo, ¡soy idiota!

103


—He estado con Bruno y con nadie más, de verdad, me fio completamente de su discreción. Me ha dicho que volvamos a verle y a comer con él ahora que sabe que te gustó su cocina. Es un amigo de siempre, Eric, sé que por amistad no nos traicionaría, pero es que tampoco lo hace con otros clientes famosos, es uno de los valores añadidos por los que la élite va a su local, ya sabes que esta es una zona de turismo de lujo internacional. —Lo que realmente me preocupaba era que te hubiera pasado algo. —También podías haber mirado ese teléfono psicodélico que utilizamos, el irrastreable que deja listado de las llamadas que nosotros hacemos. Yo no tengo otro y eso sí que es un problema si salgo y me pasa algo. —Es que no puedes salir sola, ¿te acuerdas? ¡Por dios santo, May, léete el contrato! —Vale, vale, deja de gritarme tanto y tan temprano. —Vaya, parece que pasaste buena noche y no como la que me has dado a mí. Mira, May, todos tenemos necesidades, no eres la única, pero los demás nos aguantamos. Ya vi con que ojos te miraba el otro día, se ve que te adora. —Sí, sí que lo hace, pero no en el sentido que imaginas. En ese aspecto tienes más posibilidades tú que yo. Por cierto, te descubrió, sabe quién eres, es muy fan. —¡No me digas!

104


—Bueno, para tu tranquilidad y para salvar tu ego te diré que tu actuación fue buena y tuvo que rebobinar, no te hubiera identificado si no te hubieras quedado en camiseta cuando nos sentamos a la mesa en el privado. Me ha dicho que para otra vez, además de cambiarte el color de ojos y esconder tu pelo, tapes bien tu tatuaje y te pongas una prótesis que disimule ese torso tan bien cincelado. Bueno, así que estamos solos —dije cambiando hábilmente de tema ahora que parecía haberse apaciguado—. ¿Seguimos con la agenda habitual o hay cambio de planes? —Agenda habitual. Y sin escapadas nocturnas, en serio. Si te pillan en una salida sin autorización te cargas el trabajo y tienes una penalización importante. Viendo como traías la moto no sería nada raro que te pescaran por una multa de tráfico. Te repito, May, léete otra vez el contrato, si no lo tienes aquí, yo te paso una copia, porque te advierto que estos no se andan con bromas, si pone que tienes que estar con zapatillas blancas los miércoles, por decirte cualquier simpleza, tienes que estar con zapatillas blancas los miércoles. Déjate asesorar por alguien que ha tenido muchos problemas por no dar importancia a los detalles que aparecen en la letra pequeña. Además, me da mucho miedo quedarme solo —añadió al tiempo que hacía el payaso subrayando la frase. —¿Y qué hacemos de las horas que le corresponden a Yann? —Las absorbemos nosotros y vamos adelantando, ¿te parece? Y, si eres buena, esta noche te preparo yo la cena, para que veas que cocino de verdad. Te haré alguno de los platos que más me gustan, ¿hay trato?

105


—Hay trato. Cuando vuelva Yann os llevo a la que nos tiene prometida Bruno. Ahora dame media hora, me ducho, me cambio y bajo a desayunar para ponernos en marcha. ¿Cómo habría sabido a qué velocidad traía yo la moto? Misterio. El caso es que teníamos dos días por delante para avanzar con nuestro trabajo y recuperar el retraso por el tiempo dedicado a la sesión fotográfica. Cuando bajé me lo encontré nadando en la piscina. Aunque me había prometido a mí misma que no dejaría que entre nosotros hubiera nada no profesional, eso no me impedía dejar volar la imaginación y dejarla disfrutar de su cuerpo, así, tal y como está, con lo poco que mantiene oculto resaltado al salir del agua por el bañador deportivo y ese gesto suyo tan característico que hace al sacudirse el pelo. Tiene el pelo un poco largo y yo creo que no es como más le favorece, pero me encanta su pelo un poco largo, no sé si me explico. Me imagino lo que será peinárselo con los dedos y enredarse con él. —Ahora que tengo un respiro y no habrá nada público en un par de meses, tengo que cortarme el pelo —dijo, como si hubiera estado leyéndome el pensamiento— diré a Rufo que me pase la máquina. Por cierto, desde esta tarde tendremos seguridad, así que no te asustes si ves a un par de personas rondándonos, están para protegernos. —¿Protegernos de qué, de quién? —Sí, tienes razón, los de la productora son un poco paranoicos, no te lo voy a negar; pero no hay opción. Ya me parecía que no te habías leído el contrato detenidamente, 106


porque si lo hubieras hecho sabrías que aparece en una de las clausulas. —Más que un actor, pareces un testigo protegido. Entonces una sombra cruzó su cara, no supe interpretarla muy bien, quizá porque verlo así me alteraba más de lo que quería reconocer, quizá porque nunca se me hubiera pasado por la cabeza en la que me estaba metiendo, en la que me había metido. Tuvimos un día de trabajo intenso, apenas interrumpido para el descanso breve del almuerzo; hasta ese momento estuvimos discutiendo sobre una escena que había interpretado que a mí no me había acabado de convencer y de la que él trataba de convencerme a mí utilizando el argumento de que ningún hombre, y menos aún su personaje, reaccionaría como yo quería que lo hiciera y que no pensaba cambiar eso. —Entonces, si te sientes tu personaje, si ya conoces sus reacciones y no vas a hacer caso de lo que yo te diga, dime que pinto yo aquí encerrada contigo. —Anda, no seas gruñona, no me digas que no estás en la gloria con este precioso paisaje, esta magnífica hacienda, tratada como una reina y mimada por todos nosotros. No me digas que no estás feliz conmigo, que me partes el corazón — dijo al tiempo que me pasaba los nudillos por la mejilla haciéndomelos sentir hasta la medula espinal—. Y si te crees muy atrapada, veremos la forma de solucionarlo. Si quieres, mañana madrugamos, ensayamos un par de horas y luego nos vamos a hacer una ruta con el coche, me temo que las motos no las tendremos disponibles durante unos días. 107


Preparó una cena exquisita a cuyo espectáculo tuve el placer de asistir en directo y en primera fila: era infinitamente mejor que como lo había visto en la pantalla. La forma de cortar, de moverse, de llevarse algo a la boca continuamente o de darme a probar casi todo demorando más de la cuenta sus dedos en mi boca… ¡Pero qué sexi resulta ver cocinar a un hombre sexi! Después nos sentamos en el porche un rato, cada uno en una butaca, manteniendo una distancia respetable y una conversación culinaria. Estábamos bastante cansados, esa es la verdad. En mi caso cansada de resistirme al arrasador atractivo de Eric. Por mi parte había agotado el cupo de jugar con fuego, tenía razón Franck, este hombre es una bomba de relojería. Además, está claro que algo ha cambiado entre nosotros, antes ya evitábamos rozarnos, pero ahora lo hacemos con tanto ahínco que se hace demasiado palpable, evitamos mirarnos a los ojos y sin embargo nuestros cuerpos nos tienen imantadas las miradas. Eso a ratos, porque luego parece que a Eric se le olvida y con un movimiento pendular pasa al otro extremo y me provoca acercándose demasiado, cambiando el tono de voz, teniendo gestos casi íntimos y convirtiéndose en la definición de excitante. Con las nuevas imágenes almacenadas durante el día, al llegar a mi cuarto no podía dormir. Me puse a escribir. Si seguía así, seguramente conseguiría avanzar con mi novela lo suficiente como para tomarme en serio a mí misma. El escritorio está colocado frente a una ventana y, al levantar la cabeza, vi a Eric apoyado en una columna de la pérgola fumando un cigarrillo. Al parecer, él tampoco podía dormir. Pensé bajar y acompañarlo, pero me sujetó el miedo a tenerlo cerca, de noche y solos. 108


Eric y sus tribulaciones No podía dormir porque estaba barajando las opciones que tenía en mi mano para manejar los distintos problemas que me habían caído encima. Pero, quizá, lo más urgente fuera tomar la decisión de poner o no poner al corriente a May sobre la realidad, sobre las amenazas que pesan sobre mí y, por lo tanto, sobre todos los que estén compartiendo el mismo espacio. Hacerlo sería tanto como revelar que ser actor es sólo una parte de mi vida. Claro que en todo hay grados, hasta la verdad podría administrarse en las dosis adecuadas para no causar demasiados efectos secundarios. Pero lo que no me parece justo es tenerla expuesta al peligro sin su conocimiento. Aunque, por otro lado, quizá fuera mejor así, o al menos eso es lo que había pensado hasta su escapada de la noche anterior. Realmente me preocupa que ella se haya colado en mi ecuación de una forma con la que no contaba. Lo noté desde que llegó a la casa, desde que nos saludamos por primera vez. Desde entonces lo estoy disimulando. La convivencia no ha hecho más que acrecentar la atracción que ejerce sobre mí: cuanto más la conozco, más me gusta. El beso ha sido un paso decidido hacia el abismo, pero es que los celos desatados por el abrazo de May con Franck me incitaron a comportarme así y, dios, por más consecuencias que traiga, no me arrepiento en absoluto de haberlo hecho. Por ella haría cualquier cosa. Sí, el falso beso falso (en la vida he dado un beso más cierto) de la pasada noche me lo ha confirmado, no había bebido ni la cuarta parte que May o Yann, que a esas alturas tampoco habían bebido gran cosa. Era perfectamente consciente de lo que hacía, sentí cada escalofrío, cada latido, cada palpitar de su cuerpo y de su boca; el tacto de sus labios es increíble, me 109


electriza, tuve que contenerme para no dejar volar la lengua. De haber estado los dos solos la cosa no hubiera terminado ahí, estoy seguro de que no hubiera acabado tan fácilmente. Ahora mi cuerpo obra por mí, sin consultar. Estoy bailando en la cuerda floja, doy un paso adelante, me arrepiento, me impongo cordura y doy dos pasos para atrás. Preparar la cena esta noche ha sido un placer y un tormento, el despliegue de trucos de seducción surgía por su cuenta, May, sin saberlo, me incita a que lo haga, pero lo que de verdad siento por ella es algo mucho más profundo que mera atracción física y eso es lo que me ayuda a contenerme y tener un poco más de sentido común. Bueno, eso y que estuviera el personal en la casa, para que vamos a engañarnos: actuábamos en un territorio común y con tráfico.

May y las confesiones de Eric Cada mañana Eric y Yann entrenan muy duro, llevan a cabo su propia mezcla de artes marciales, boxeo, lucha y también hacen peleas fingidas, como las que vemos en las películas, con unos golpes y unas caídas que asustan mucho. Hoy, al estar solo, Eric se ha marcado un entrenamiento de no sé qué, ya sabéis que estas cosas no son lo mío, pero me recordó una escena de Ocean’s Twelve con Vincent Cassel haciendo capoeira. Por mi parte repetí lo mismo que hacía desganadamente todos los días, un poco de ejercicio variado siguiendo las tablas que me había preparado Yann, pero no he sido yo nunca muy amante del ejercicio formal. Me gusta nadar, me gustan las 110


motos y me está empezando a gustar montar a caballo. Claro que eso me servirá de poco una vez que deje esta casa y vuelva a mi realidad habitual. —Hoy, para desengrasar y tomar distancia con nuestra discusión sobre los distintos puntos de vista que ambos tenemos sobre algunas facetas del personaje, me he preparado un monólogo que no tenías previsto —me dijo Eric— ¿te parece bien? —Desde luego. Además, creo que tienes razón, nos vendrá bien marcar una pausa. Y a mí un poco de texto e interpretación sorpresa y no uno que ya me sepa de memoria. —A ver, te pongo en situación. El personaje es un agente secreto que utiliza como tapadera su faceta de actor, un actor de éxito, atractivo, una de esas personas de las que todo el mundo habla bien y que, a pesar de su triunfo, se hace querer. Tiene una vida privada impoluta, sin drogas, escándalos ni exhibición de amantes; la cuestión del sexo y las fiestas la lleva con mucha discreción. Un par de novias consecutivas, una más real que la otra. Poco más. Un buen chico. Ninguna carnaza que dar para alimentar a los tabloides. —Vamos, como tú. La parte del actor la veo. Sin vicios ni escándalos, cooperante de buenas causas, amado por su público y por sus compañeros. Pero la otra me la tendrás que explicar más. —Bueno, supongamos que el actor sea yo, hagámoslo fácil. Supongamos, para seguir con el paralelismo, que años atrás me ficharan para trabajar con alguna sección de alguna sección de algún organismo secreto internacional por mi movilidad, 111


por la aparente frivolidad e intrascendencia de un trabajo que ayuda a no ser tenido en cuenta en ambientes serios, por mi preparación militar y la preparación física con la que siempre he trabajado. Supongamos que soy bueno con los idiomas, no soy tonto pero puedo parecerlo, tengo don de gentes y facilidad para relacionarme y para que la gente se confíe. Supongamos. Y supongamos que ayudar a conservar la paz mundial, aunque sea en una parte minúscula, me parece una obligación moral, ¿no es eso lo que decimos los modelos? La paz mundial, salvar las especies en peligro de extinción, acabar con la contaminación, pelear por un planeta más limpio, luchar contra el hambre, las drogas y el tráfico humano… Esas cosas. Supongamos que dije que sí, que lo hago y soy bueno en lo que hago. Pero, siempre hay un pero, alguna vez alguien comete un error y alguien se entera y me quiere quitar del medio. Bueno, para protegerlo mientras todo se soluciona, lo apartan sin apartarlo, es decir, se sigue utilizando su faceta de actor para cubrirlo, lo trasladan a un lugar confidencial y fácil de controlar con el pretexto real de preparar su siguiente papel protagonista. Hasta ahí, nada que no pueda gestionar sin problemas. Pero para una película la trama sería demasiado simple, nos faltan ingredientes. Algunos los desconozco todavía, sólo tengo parte del guion, pero te voy a decir en qué intervienes tú, vamos, el papel que tendrás que interpretar tú para darme la réplica. Tu personaje. Una guapa, inteligente, intrépida e indisciplinada profesora de idiomas e interpretación que atraviesa una crisis profesional, que no sabe si seguir por el mismo camino o cambiar su trayectoria, que está harta de actores desde la cuna, pero no puede prescindir de la magia que tiene el cine antes de llegar a la pantalla. Una mujer que quiere ser escritora y, con el aislamiento de su entorno habitual que le exige el contrato, ve 112


una oportunidad para conseguirlo. Una mujer en la que está aflorando un trauma relativamente reciente y reprimido. Compleja, sensible, tierna, con una belleza un poco indómita, como lo es todo en ella. Bueno, pues tu personaje desconoce en la que se ha metido, no sabe que su actor no es sólo un actor, que su compañero entrenador es mucho más que un mero entrenador y que una parte del servicio es bastante más que servicio al uso. A medida que lo escuchaba sentía que sus ojos iban taladrándome, analizando cada una de las reacciones de los míos. Estaba sentado frente a mí, lo suficientemente cerca como para que casi se rozaran nuestras rodillas. Tenía los codos apoyados sobre ellas, la barbilla descansando sobre sus manos entrelazadas, en una de sus posturas favoritas. —No me asusta la muerte, le dije. Mi mejor amigo estaba sano, era joven, fuerte, llevaba una vida tranquila, sin riesgos. Y murió. Murió mientras dormía. La novia de Franck se mató en un estúpido accidente de tráfico mientras el que se suponía que tenía un trabajo de alto riesgo era él. La muerte y el dolor nos llegan sin avisar, no piden permiso, no dan explicaciones. No me asusta que me hayáis puesto en esta situación, pero sí me molestan los engaños y las mentiras. —Nunca quisimos engañarte, hasta ayer no pensábamos que las amenazas pasarán de nuestra propia paranoia, pero la cosa ha cambiado y tenemos razones fundadas para creer que no es así, que hay alguien que está tras de mí. Y ahora me la estoy jugando contándotelo, lo tengo absolutamente prohibido, te pediría que, tomes la decisión que tomes, guardes el secreto y todo quede entre nosotros. Yo sí confió en ti, no sé por qué, estoy siendo muy poco racional, muy poco yo, pero confió 113


plenamente en ti. A veces el instinto o la intuición, o como quieras llamarlo, me ha salvado la vida, esta vez espero que nos proteja a los dos. —Solo por ratificar, esto no es un ensayo, ¿verdad? Te estás traicionando con el texto, desde el inicio pasas inconscientemente de la tercera persona a la primera. —Me gustaría que lo fuera, lo había planteado así para ver como reaccionabas y obrar en consecuencia; pero en esto, como en otras cosas, te has saltado varios capítulos de golpe. Y el caso es que me gusta esa faceta tuya de hacerme eliminar los pasos intermedios. Muy bien, ya está dicho y tienes que tomar una decisión, ¿qué dices, te quedas o lo arreglo para que te vayas? Bueno, espera, no hace falta que me respondas ahora mismo, piénsatelo, me vale con que me contestes esta tarde. Y no te preocupes, seré yo quien rompa el contrato para que no te penalicen y, en cambio, recibas una indemnización sustanciosa. —No necesito pensarlo. Como te acabo de decir hace un momento, creo que la muerte se puede presentar en cualquier sitio y de cualquier manera, un accidente, una catástrofe, una pandemia… Al fin y al cabo esta tiene el aliciente de ser de película y, aunque mi papel es secundario, el protagonista es guapo y me cae bien. —¡Y tú a mí, eres alucinante! —dijo levantándose para coger mi cara entre sus manos y darme un besito en la nariz (¿desde cuándo la punta de mi nariz tenía adosada esa carga erótica con ondas expansivas que llegan hasta el cuero cabelludo y los dedos de los pies?)—. De todas las reacciones posibles es la que menos me esperaba, te lo has tomado bastante mejor que 114


cuando ayer te eché la bronca por escaparte. Tan calmada, tan sobria. La sorpresa me la he llevado yo en vez de llevártela tú. Recuérdalo bien, May, este es nuestro secreto, no deben saber que lo sabes. —No te alegres tan pronto, antes o después me lo cobraré de algún modo, no lo dudes. Demos por terminado nuestro ensayo, ya tienes aliviada tu conciencia que, al fin y al cabo, es de lo que se trataba. El hombre duro saca su corazoncito para proteger a la débil dama, no puede mentir a la joven inocente… En el fondo es eso lo que no te dejaba dormir. Por cierto, muy certera la radiografía de mi personalidad, incluidas las espinas que has escondido entre halago y halago. Y bien, esta confesión tendremos que rematarla de alguna manera. Sabes, hay una terraza preciosa a la que me gustaría llevarte, te encantará, ves el mar desde la mesa, tienen pescados y mariscos deliciosos y si llamo a Bruno se encargará de reservar para que estemos tranquilos, aunque, según él, si no te quitas la gorra y no te pones manga corta para ser más cuidadoso con tu tatuaje, no te reconocerá nadie. ¿Qué te parece? Yo creo que me he ganado otra salida. —¡Me la he ganado yo! Lo he pasado fatal estos días y esta mañana ha sido pura angustia esperando tu reacción al contártelo, me daba miedo que decidieras irte. Únicamente tengo que decírselo a los de seguridad, no te preocupes, son gente de mi entera confianza, no sólo vas a tener Franckies y Brunos tú. Son muy buenos, nos seguirán sin que se note. Dile a Bruno que a ellos les reserve otra mesa con media hora de antelación para no llegar todos a la vez y que él se una a la nuestra. Otra cosa, me gustaría que empezaras a tomarte en serio las tablas de ejercicio que te ha puesto Yann y que 115


además hagas algo de defensa personal, estoy seguro de que te resultará divertido y a mí me dará un poco más de tranquilidad. Eres buena con el deporte, simplemente eres muy vaga, tienes que coger rutinas. Todo ese fatalismo tuyo de que lo que tenga que pasar pasará y la muerte nos llegará a todos en algún momento está muy bien, a mí me ha venido muy bien, pero aunque yo creo firmemente en el destino, sé que hay una parte en la que tenemos obligación de intervenir nosotros. Anda, ahora que ya somos cómplices, hazlo por mí, entrena. Y por hoy es suficiente, basta de sermones, venga, llama a Bruno, arréglate y nos vamos a la voz de ya. Coche. Conduzco yo. Nos seguirán las motos. Me encanta verlo conducir. Llevaba un jersey de cachemira gris pizarra con el cuello en pico. Una de sus manías era subirse continuamente las mangas hasta el codo, el vello sedoso y rubio de sus antebrazos brillaba con el sol y no os imagináis lo que tenía que esforzarme para reprimir la tentación de acariciarlo. Los dos teníamos gafas oscuras escondiendo nuestras miradas de reojo, pero estoy segura de que él notaba la mía del mismo modo que yo sentía continuamente la suya resbalando por mi escote. Me había puesto un mono sin mangas, con un cuerpo cruzado que se abría irreverente al menor descuido dejando asomar mi precioso sujetador de encaje violeta, uno de esos conjuntos lenceros carísimos que te compras en un momento de debilidad y de rebajas. Aparcó y, sin levantarse aún de su asiento, se inclinó a cámara lenta sobre el mío para soltar y colocar el cinturón, que generalmente se atascaba, dijo, y luego abrirme la puerta sin

116


dejar de mirarme, sin pudor. La calidez contagiosa de su aliento subió mi temperatura al punto de ebullición. —No era necesario, Eric, podía hacerlo sola. —Ha sido un placer. Y ya sé que podrías, pero no sería lo mismo —dijo bajándose ligeramente las gafas y guiñándome un ojo—. Déjate mimar de vez en cuando. El restaurante era uno de mis sitios favoritos en las escapadas al Sur. Todos los sabores eran tan auténticos y delicados, tan llenos de mar, que sabía que a Eric, que es puro mar, le encantarían. Y la compañía de Bruno sería perfecta, después de la intensidad de las confesiones nos evitaría tener la tentación de volver a sacar el tema y al mismo tiempo podríamos escapar de una intimidad que se está volviendo cada vez peligrosa. El escaso par de horas que pasamos en el coche haciendo carretera y recorriendo paisajes había sobrecargado de tensión sexual una conversación teóricamente anodina. Todo parecía tener doble sentido. Y, de remate, el numerito de la puerta. —Eric, si quieres te adoptamos, como hace mi abuela con todo el mundo —le dijo Bruno a modo de bienvenida—. Tú para mí no eres más que alguien que viene con mi amiga May, quiero que lo sepas, lo que hagas en tu mundo es cosa tuya, aquí nos olvidamos de todo lo que no entre en una charla normal entre amigos, con sus discusiones y sus risas. Tú déjate llevar, nosotros seremos unos guías excelentes. Comimos, bebimos y charlamos por los codos, como si realmente fuéramos amigos de toda la vida. Lo cierto es que teníamos mucho en común, muchas aficiones en común. 117


—Y aprovechando que hemos llegado a este nivel de confianza, contadme, ¿os habéis acostado ya? —soltó Bruno de sopetón, sin venir a cuento de lo que estábamos hablando. —¿Perdona? —dijo Eric, mirándonos alternativamente y no sabiendo cómo encajar la pregunta, si es que la había entendido bien. —Me has oído perfectamente, no te hagas el tonto. Soy su protector, necesito saber en qué condiciones estás con mi princesa y si tus intenciones son serias. —¡Pero qué dices…, serás idiota! —le contesté, sin dar tiempo a Eric ni de respirar— ¡No te pases y no lo asustes, Bruno, haz el favor! Ni lo hemos hecho ni lo haremos, lo nuestro es una relación profesional y puede que con el tiempo y el camino por el que vamos se convierta en una hermosa amistad —añadí en plan pomposo para darle tono de broma y quitarle importancia—. Que ganas tienes siempre de mandarme a la cama con alguien, no te das por vencido. Pero él siguió a lo suyo, como si no hubiera escuchado más que mí “no” a su pregunta. —¿Y eso por qué? Sois jóvenes, guapos y lo estáis deseando. ¿O también hay una cláusula en el contrato para regularos el sexo? Porque, si es así, con más razón. Y, escucha May, si es por la prudencia que te endosa Franck cada vez que tienes a un hombre deseable cerca, ya te he dicho que en ese aspecto sus consejos son muy interesados. ¡Deja de lanzarme miradas asesinas, haz el favor! Por más que te empeñes en negarlo y por más que él se empeñe en disimularlo, está enamorado de ti desde que te conoce. Tú no, pero él sí. Y ya que hablábamos 118


antes de mi abuela, pregúntale a ella a ver qué opina. En cuanto a vosotros, se palpa la electricidad, ¡lo estoy viendo desde que habéis llegado! Evitáis cualquier roce y, mientras tanto, os estáis comiendo con los ojos. Perdona, Eric, pero es así. La incontinencia verbal me ataca cuando estoy con May, pero también le guardo los secretos como nadie, ella lo sabe. —Es muy atractiva, Bruno, tienes razón, tremendamente deseable, yo no soy Franck, no voy a negar la evidencia. Estoy de acuerdo contigo en todo lo que acabas de decir, en todo — recalcó mirándome—, incluido lo de que Franck oculta y May no quiere ver —terminó Eric la frase al tiempo que chocaban los puños cruzando la mesa, contentos de darse la razón el uno al otro. —Pero, bueno, ¿queréis dejar de hablar de mí como si no estuviera? Y no seas liante, Bruno, que yo sí te conozco y sé que eres capaz de echar gasolina y poner la mecha con tal de provocar una buena hoguera. Nosotros no te la daremos, que lo sepas. Tú mejor que nadie deberías de saber que estoy vacunada para protegerme de los actores y de los hombres guapos. Y él cumple ambas condiciones, a las que hay que sumar que soy su profesora, sería acoso, y él es en cierto modo mi empleador, luego también sería inapropiado por su parte. —Deja de decir bobadas, May, eso no son más que disculpas baratas. Sois dos adultos en los que está claro que no hay ninguna relación de poder ni jerarquía. —¿Qué historia es esa de la vacuna? Dime quién te hizo daño que lo machaco sin piedad y sin dejar rastro —dijo Eric medio en broma medio en serio, no sabría decir que parte ganaba—. ¿Tuviste un mal rollo con un actor? 119


—Tuvo un novio tóxico que duró lo suficiente como para que sus amigos le odiáramos a muerte, pero como May es tan terca, o puede que él la tuviera secuestrada, vete tú a saber, cuánto más se lo decíamos, más se empeñaba en defenderlo y no querer darse cuenta de lo obvio. Pero creo que no era ni guapo ni actor, tenemos que fiarnos de ella que es la única que sabe quién fue; ninguno de sus amigos llegamos a conocerlo, sólo supimos de ese tipo a través de los estragos que causaba. Y todo por teléfono, porque no la veíamos en aquella época. —¿Qué era lo obvio?—preguntó Eric, sin hacer caso de mis señas a Bruno para que dejara el tema y se callara. —Por lo poco que hemos conseguido averiguar uniendo cabos y descifrando lo que se le ha escapado, el tío, bastante mayor que ella, hizo un trabajo de acoso y derribo para engatusarla, se aprovechó de su posición, que fuera la que fuera el caso es que la tenía dominada y atemorizada. May entonces no era May, no sólo era muy joven sino que además estaba pasando una mala racha, su mejor amigo había muerto de repente y todos sus íntimos estábamos lejos, en todos los sentidos. Ella cayó en la trampa y para que no se le escapara y quedársela en exclusiva le hizo luz de gas… —Ya es suficiente, Bruno, por favor. Son suposiciones tuyas, no tienes ni idea de quién ni cómo era él o cómo fue nuestra relación, tú mismo lo has dicho. No quiero que sigamos hablando del tema. —Está bien, May, está bien, tienes razón, a él no lo conozco, pero conozco las consecuencias de su paso por tu vida, ¡no has vuelto a salir con nadie! Eric tiene que saberlo y tú tienes que oírlo y superarlo de una vez. Eres preciosa, inteligente, 120


valiente, buena y no me voy a cansar de repetírtelo a ti y a quien haga falta. —A mí no me hace falta que me lo digas, aunque me encanta escuchártelo —dijo Eric—. Me di cuenta antes de conocerla siquiera, no pienses que contratamos a la primera persona que pillamos. Trabajar y convivir con ella no ha hecho más que superar todas las expectativas. Y lo que nos queda. Por ejemplo, ¿te ha dicho que se está convirtiendo en una magnífica amazona? —¡No me digas! Tiene que ser como un sueño erótico veros a los dos cabalgando juntos— dijo Bruno guiñándonos un ojo con tanta gracia que nos dio la risa, a ellos sobre todo, porque yo tardé en coger el doble sentido. Soy terriblemente mala entendiendo bromas. —Es una pena que tengamos que volver a casa cuando más interesante está la conversación —cortó Eric—. Bruno, ha sido una cena muy divertida y muy instructiva, seguro que repetiremos antes de irnos; pero lamentablemente no estamos de vacaciones, tenemos trabajo y mañana hay que levantarse temprano. Tendré en cuenta tus comentarios sobre chispas, no lo dudes—dijo mientras se daban la mano a ese estilo de los tíos, sus pulgares y sus palmadas en la espalda. Fuimos en silencio hasta el coche, me abrió la puerta y, antes de dejarme entrar, me colocó frente a él y levanto mi barbilla para que le mirara a los ojos. —Deja el pasado en el pasado, May, no te pongas triste. Si no lo haces, si dejas que él condicione tu presente, entonces te habrá ganado una batalla más sin ni siquiera estar contigo. 121


Una de las cosas que voy aprendiendo sobre Eric es que fuera de la casa prácticamente no bebe, aunque aparente lo contrario, se limita a catar. Se acerca muchas veces la copa a los labios sin mojarlos apenas. Controla. Es don Control. Así que cogió el volante sin problema y sólo tuvo manos y ojos para el coche y la carretera. Siguiendo su mirada, vi que las motos nos acompañaban. Puso un pincho de música con una selección propia que nos hizo el silencio cómodo y la imaginación larga. Al llegar a la hacienda quiso desquitarse de tanta frugalidad. —Acompáñame a tomar una copa de verdad, anda. Llevo toda la noche viéndoos beber sin poder seguiros el ritmo, uno también tiene un hígado que maltratar, sé piadosa. —Sí, yo creo que también quiero esa copa. Subo a cambiarme y bajo rápido. —No te cambies, por favor, me encanta como te queda ese mono, tiene un color precioso, es perfecto para ti. Voy a buscar las copas; tú, mientras, siéntate por ahí y disfruta de la noche. —Sí, hace una noche increíble, la gente se vuelve loca con la luna llena, pero a mí me gusta mucho más así, cuando está en menguante, brillante y sutil, dibujada en el cielo como abriendo un paréntesis. — La luna lo abre y nosotros lo cerraremos. Dejaremos este día entre paréntesis, para nosotros solos, al menos hasta que esto termine. Pongo música y en cuanto vuelva sellamos el pacto con un brindis —me dijo Eric, dejándome con un beso en la sien que me resultó tan íntimo y tan claro como si hubiera firmado una declaración de intenciones. 122


May. Nuestra primera vez Bajé al jardín y me fui junto a la piscina, había unas tumbonas enormes y a veces nos gustaba quedarnos allí un rato por la noche, fuera de luces que estorbaran al precioso cielo estrellado. Me tumbe de costado en una de ellas. Cuando Eric volvió con las copas, me incorporó lo suficiente como para sentarse y dejarme apoyada sobre sus piernas. —¿Estás cómoda así? No le contesté, simplemente recompuse la postura para sentirle más y más cerca. Le miré, me sonrió. —Sí, decididamente me encanta esta tela, el color, el tacto, desde que la vi llevo queriendo acariciarla. Mmm, es tan suave como había imaginado —y mientras lo decía, iba pasándome el canto de su mano, dibujando mi contorno, alternando palma y dorso y olvidándola finalmente en el comienzo de la curva que marcaba mi cadera. Me estremecí. Lo notó. —¿Tienes frío? ¿Quieres que entre a buscar algo o que pasemos dentro de la casa? Se te ha puesto carne de gallina. Seguí sin contestarle, no podía, no quería. Simplemente apreté contra mi cuerpo su mano con la mía. Y entonces descubrió que el mono era falso, es decir, en realidad eran dos piezas con una unión oculta que cubría el cinturón y que empezaron a investigar sus dedos hábiles. —Cada vez me gusta más lo que te has puesto hoy, guarda secretos interesantes. Como tú. Tú y tus botoncitos. 123


Dio un sorbo de su vaso de whisky, se inclinó para apoyarlo en el suelo y besarme el hombro de camino. Con una mano empezó a juguetear con mi pelo mientras los dedos de la otra terminaban de liberar los obstáculos que le impedían acceder libremente a la piel de mi cintura, luego dejó que sus yemas se deslizaran recorriéndola desde el final de mi columna, sin dejar de mirarme a los ojos, sin que yo dejara de mirarle a los ojos, sin pedirnos cuentas, dándonos paso, acelerándonos mutuamente. Su mano siguió su camino hacia delante, deslizándose por la cresta del ilión como si fuera su recorrido natural, volviendo a recuperar la línea que le marcaba el cinturón hasta llegar al ombligo y dejarla allí, sobre mi vientre, completamente quieta, como si hubiera encontrado su sitio, dándome calor, abrasándome. Ni me moví. Estaba paralizada. Esperé a que fuera él quien decidiera por dónde avanzar, qué hacer a continuación. Me sentía flotar, era una embarcación anclada en el muelle deseando que soltara todas las amarras. Y a continuación se inclinó, me incorporó, me miró a los ojos, otra vez interrogándome, otra vez pidiendo permiso. Y se lo di colando mis manos bajo su jersey, dejándolas que exploraran a su antojo. Dios, cuánto había suspirado por sentir su piel, por recorrer la geografía de su cuerpo, su firmeza, su calidez. Me conocía cada línea de memoria, había seguido el recorrido de cada gota de sudor en cada entrenamiento, había querido convertirme en el agua en la que se zambullía, en la toalla con la que se secaba, en la cama que le esperaba, en las sábanas 124


que lo envolvían. Entonces Eric me volvió a besar, esta vez sin pretextos, sin medidas de seguridad, sin dejar espacio para el oxígeno o el pensamiento. Un beso intenso, profundo, sin más testigos que nuestras lenguas para contarse todo lo que se habían guardado durante días, unas lenguas dedicadas por fin en exclusiva a descubrirnos los escondites del placer. —No podemos seguir aquí, esto no va a ser rápido, no quiero que lo sea. Vamos a necesitar mucho tiempo y puede aparecer cualquiera de los de la casa —dijo levantándose y levantándome en vilo, pegándome a su cuerpo, volviéndome a besar, llevándome de la mano hasta llegar al interior y luego cogiéndome en brazos como si fuera una pluma mientras respirábamos aceleradamente al unísono y yo me aferraba a su cuello como si tuviera miedo de que alguien me quisiera arrancar de su lado. No preguntó nada. No dijo una palabra en vano. No hubo una caricia en vano. La ropa iba volando a nuestro ritmo, nos íbamos desnudando el uno al otro, nos ayudábamos o nos demorábamos mirándonos como si esa fuera la primera vez que nos viéramos. Eric sujetaba mi impaciencia y la suya. Yo era otra, no me reconocía, estaba saliendo de un letargo sexual y mi excitación llevaba las riendas convirtiéndome en una mujer audaz, segura, que tomaba la iniciativa sin ningún pudor. Hicimos el amor como si nos amáramos, con pasión y sin prisas, como si me sirviera de guía para que no me perdiera, como si me fuera señalando cada detalle para que no me lo perdiera. Maravillosamente lento. Maravillosamente. Daba la impresión de que Eric ya supiera por adelantado lo que me 125


gustaría, de que lo hubiera estado ensayando, pensando bien lo que tendría que hacer, preparándose para reaccionar a mis reacciones. Y al mismo tiempo todo resultaba perfectamente natural, nuestros cuerpos fluían juntos y no dejaban ni un rincón de la habitación sin explorar, dando a cada uno su tiempo antes de llegar a la cama, tiempo para la puerta de la entrada, la del armario, el alfeizar de la ventana, la silla del escritorio, la ducha. Derramamos las horas de deseo almacenado y el colchón flotó sobre ellas convirtiéndose en nuestra isla para el resto de la noche. Pero cuando desperté estaba en mi habitación y estaba sola. Era imposible que no hubiera sido más que un sueño. No, no lo había sido. Mi cuerpo era otro, lo sentía tan distinto que probablemente los órganos hubieran cambiado de ubicación y nada siguiera en su sitio. Mi cuerpo era otro y notaba su vacío. En la mesa, junto al ordenador, encontré un jarrón con un ramo hecho con flores y plantas del jardín. Y una nota: Me ha costado muchísimo decidirme a traerte a tu cama, me hubiera quedado horas mirándote mientras duermes, estás preciosa, pero pensé que te gustaría despertarte sola y tener un rato de intimidad antes de volver a la rutina diaria. Seguro que tú lo quieres así. Cerrar un paréntesis no es poner punto final. Habrá que leer más textos ajenos, pero confío en que ambos podamos volver a escribir los propios. Siempre que tú quieras. Siempre. E.

126


De lo que estoy segura es de que habíamos creado un vínculo especial que mantendríamos a buen recaudo. Ambos tendríamos que demostrar lo que significa ser buenos actores, grandes profesionales. Probablemente él no necesitará mucho esfuerzo. Yo sí.

Eric. Nuestra primera vez May y yo estábamos en el corazón de un tornado que nos arrastraba juntos con fuerza y velocidad crecientes sin que tuviéramos ya posibilidad de huida ni protección ninguna. Lo sabíamos cuando salimos ese día de la hacienda, sabíamos que ese era el día, que esa sería la noche. Habíamos establecido un lenguaje sin palabras que nos iba contando las ganas que teníamos de arrancarnos la ropa, de tocarnos, de comernos a besos, de repasar cada relieve con las yemas de los dedos, de dibujarnos con la punta de la lengua. Todos mis vaqueros me torturaban cuando estaba a su lado. Y sin estarlo. Pero tenía miedo. No al rechazo, no a una respuesta negativa, sabía de sobra que me estaba esperando, que esperaba por mí. Me asustaba su fragilidad, su inocencia, el mal que le hubieran hecho, sus heridas sin cicatrizar. Me asustaba no estar a su altura, no ser el hombre que se merece. Para ella quiero ser un dios y poder hacer milagros. Y, aunque no lo soy, sé que la práctica del Tantra me puede ayudar a parecerlo, a acompasar mi ritmo al suyo, fluir juntos, 127


dejar que nuestros cuerpos se expresen con libertad y sin prisa, a que nuestro primer encuentro sexual no se reduzca sólo a sexo. Seré su guía, sé que ella me dejará serlo en nuestra primera vez. Luego… Luego volará por su cuenta, también lo sé, sólo necesita alguien que le demuestre que puede hacerlo. Quise que empezáramos bajo la luna, con ese olor que desata la noche en el jardín, obligándonos a ir más despacio, a tener que desplazarnos tras autorizarnos la salida. Estaba guapísima con esa luz, con la serenidad de quien ha tomado ya una decisión, con su mirada animándome a seguir adelante. Sus manos se colaron dentro de mi ropa y comenzaron a explorar sin ningún reparo, me acarició la espalda y luego se deslizó por la tableta de mi vientre cerciorándose de que estaba allí. Subió hasta mi pecho, me tocó el corazón. Entré en otra dimensión electromagnética. Fue una absoluta locura. Fue subir al cielo haciendo escalas. Es muy difícil pilotar un cohete y obligarle a hacer paradas. Pero lo hice. Por ella haría cualquier cosa. Queríamos disfrutar de cada paso, ir deshojándonos como a una margarita, ahora te quito esto y te miro y te acaricio y te beso, ahora tú, ahora los dos a la vez. Hubo un momento en el que creí que estallaría como un adolescente. May desabrocho mi cinturón y tiró de él despacio hasta sacarlo por completo, ese ruido del cuero al deslizarse, 128


esa forma de mirarme mientras lo hacía, mientras yo la acariciaba a través del encaje del sujetador con sus pezones a punto de taladrarlo. Esa sonrisa suya con los labios inflamados de deseo. Tenerla así era tener la voluptuosidad personificada en la mujer que amo. La fui llevando a todos los rincones de las fantasías que había tenido con ella en mi habitación. Las mejoró por su cuenta. Desabrochó los botones del 501 con una pericia que nunca me hubiera imaginado (ni seguro que May tampoco). Se veía tan cómoda y tan feliz desnudándome como una niña abriendo regalos de cumpleaños. Acompañó a mis pantalones en su bajada llevándose por delante toda la protección de lo que guardaban dentro, dejándome tan a su merced que me asustó un poco. Por muchas razones no quería que en nuestra primera vez se quedara ahí, mirándome desde abajo, postrada a mis pies, no quería verla así ni mucho menos que así se recordara ella. La incorporé por los codos y acariciando sus brazos. Frunció el ceño interrogante, se lo borré cambiando las tornas. Cuando se deshizo de placer entre mi lengua y mis manos, grito, se deslizó y acabamos rodando por la alfombra entre risas y sin desenredarnos. No voy a poder aguantar más, pensé, como siga así no voy a poder aguantar más sin estar dentro de ella… Pero pude. Me la llevé a la ducha, jugando con ternura y dándonos un respiro antes de llegar a la cama. Porque nuestra primera vez tenía que ser cómodamente en mi gigantesca cama. Y así fue. Y así fue la segunda y la tercera. 129


Porque con May tenía que ir con muchísimo cuidado. Por amor. Por su anterior falta de amor. Porque su única experiencia fue nefasta y tengo que ayudarle a borrar los resultados, a acabar con su falta de confianza, su dolor y sus heridas Todo lo que siguió quedó allí entre nosotros, para nuestros sentidos y nuestros recuerdos, porque, aunque quisiera, os prometo que no tendría palabras para contarlo. Si ni siquiera sé cómo voy a vivir ahora sin respirar con ella.

May. Vuelta a empezar Estábamos de vuelta a la situación que dejamos dos días antes, con ambos esperándome para desayunar, tal y como marcaba nuestro horario. Sí, el paréntesis estaba cerrado. —Tenemos reunión antes de nada — dijo Yann—, hay que introducir alguna cosa nueva y hacer cambios de agenda. May, con Eric tendrás una hora diaria menos porque vais muy bien con lo vuestro (no tenía ni idea de lo bien que íbamos) y teniendo tan cerca el rodaje hay que aumentar la preparación física y la técnica. Por ejemplo, vamos a introducir prácticas de tiro, si te apetece puedes apuntarte tú también, seguro que te gustará. ¿Has tenido alguna vez un arma en las manos? —¡Nunca, ni siquiera un fusil de feria! Pero sí que me gustaría, además siempre he querido saber más sobre armas para estar mejor documentada si es necesario. Fijaos, con lo que me gusta la novela negra y el cine de acción resulta que soy una absoluta ignorante en estos temas. 130


—Pues hay armas preciosas, ya verás, vamos a tener por aquí unas cuantas —dijo Eric mirándome. Te enseñaremos a usar las que sean más sencillas y más adecuadas para ti. —A la tarea entonces —nos animó Yann. Vosotros poneos con lo que os toque ahora y ya me encargo yo de la reorganización y os la paso. De todos modos, tengo que desempacar lo que he traído, subir a la habitación, darme una ducha y hacer unas llamadas, así que me llevará un rato largo. Quedarnos solos no cambió nada. Para Eric parecía que no había cambiado nada. Había elegido un texto muy difícil para repasar, un texto que nos exigiera una especial concentración. Y así lo hicimos, nos concentramos. —Muy buena lectura. ¿Te gusta cómo voy encarrilando la novela? —Sí, aunque no acabo de entender este párrafo, mira, el que te he subrayado —dijo pasándome los folios. Han puesto cámaras en toda la casa salvo en los dormitorios y los baños. Sin audio, pero ten cuidado con lo que dices si les das la cara. Fíjate en mis gestos para saber dónde están. —Me alegro de que me lo digas, yo tampoco estaba muy convencida de mantenerlo ahí. —Por lo demás, me encanta. Estoy deseando leer la continuación, ¿has avanzado mucho? —Sí, ha sido como abrir el grifo de un depósito, está cayendo por su peso, fluyendo libremente. En la sesión de tarde 131


cambiaremos de registro y seguiremos con el guion de tu peli, o sea que te toca hacer de Bond. —¿De Bond? —Mira, pueden llamar a tu personaje como quieran, pero es un Bond a la americana, es una versión del de Sean Connery, quizá añadiéndole algo del Marlowe de Bogart. Pero tú serías un magnífico Bond, atractivo, elegante, duro, un digno sucesor de Daniel Craig que era mi 007 favorito, el más creíble. —¿Era? —Sí, en sus primeras pelis. ¿Te gusta el personaje? —Claro, aunque no puedo decirte que, como espectador, sea de mis favoritos, aunque no me importaría tener algunas de sus compañeras de reparto. ¿A quién ves como chica Bond conmigo? —No sé, no sé, no se me había ocurrido pararme a pensar en ellas. Dame tiempo y te digo. —Yo tengo muy claro a quién elegiría, conozco a una que tiene licencia para matar con la mirada. O mirándola. Y que está súper sexi escapándose en moto a toda velocidad, aunque me cabree reconocerlo. Por su gesto y sus palabras supe que ahí no veían su cara. Me coloqué en su misma posición. —Pero tú, pero tú… ¿se puede saber cómo me viste? Estabas aquí cuando llegué.

132


Yann irrumpió en la sala, repartiendo una carpeta para cada uno. —Aquí tenéis, nuevo horario e información sobre las materias que vamos a incorporar, cada uno la suya. May, estudia la teoría que te he pasado, la he simplificado al máximo y la iremos completando a medida que lo necesites. Pero sí, tienes razón, dedicándote a lo que te dedicas deberías tener más formación en estos temas. Nosotros nos encargaremos de dártela, no tendrás mejores profesores, vas a ver. Pero también te tenemos que mejorar en la preparación física, no te olvides, son complementarias y es una pena que desperdicies tus cualidades por no cultivarlas. —Para poder mandar, primero hay que saber hacer. Frase típica de madre que siempre me ha sido muy útil —les dije. Al final, en vez de cobrar, os voy a tener que pagar yo. —No te preocupes, seguro que te pasaremos la cuenta, aunque no sea precisamente en una moneda en curso, ya se nos ocurrirá algo, ¿no crees, Eric? —Seguro que sí, más de una cosa se nos ocurrirá. De momento nos conformaremos con que nos haga caso, que sea una alumna aplicada y obediente, porque seremos muy exigentes para aprovechar bien su tiempo y el nuestro. Siguieron unos días de trabajo intenso. Centrados ellos, centrada yo. Tenían muchas conversaciones aparte, muchas llamadas de teléfono y una tensión palpable en el ambiente. Eric y yo seguíamos tan alejados como pueden estar dos personas que viven juntas y trabajan mano a mano, sólo 133


algunas miradas escapaban a nuestro control. Y decían más de lo que callábamos. Una noche me despertó una pesadilla y mi grito les despertó a ellos. Entraron como un tornado en la habitación, encendiendo la luz, Yann mirando por todos lados, Eric mirándome a mí. Me sentí avergonzada, como una niña que se cae de la bici o a la que el viento levanta la falda. Seré idiota. —Demasiadas películas de acción, demasiadas armas, demasiada información almacenada en estos días —refunfuñó Eric. ¿Con qué soñabas, te acuerdas? —Alguien me perseguía, y yo corría, corría, me iba quedando sin respiración y se iba acortando la distancia, yo seguía corriendo y de repente ante mi aparecía un acantilado, como el de Quadrophenia, no sé si habréis visto la peli, y yo caía al vacío, sin nada a lo que aferrarme, sin ver el final, un vacío infinito que me asustaba más que la muerte, más que cualquier golpe. —Pues has caído gritando y aquí nos tienes, raudos al rescate. —He debido de gritar con muchísima fuerza por lo que me duele la garganta. Perdonadme por haberos hecho saltar de la cama, por favor. Lo siento muchísimo. —Saltar de la cama en lugar de saltar de cama en cama es un cambio notable para Eric —dijo Yann buscando, quiero creer, aligerar el ambiente con una broma; pero por la cara que puso el protagonista, parece que no le hizo ni pizca de gracia. —Estás empapada en sudor, debe ser por la carrera y el miedo. Déjame que te traiga un vaso de leche tibia con un 134


poco de miel para que te relaje y vuelvas a dormir. Ya me encargo yo, Yann, no hace falta que molestemos a nadie. Tú vuélvete a la cama si quieres, voy a mimar a mi profe para que ella no se quede sin voz y yo sin clases. —Está bien. Hasta mañana. Eric regresó con un gran vaso de leche perfumada con brandy por lo que pude percibir nada más acercármelo a la nariz. Sacó de mi armario una de las camisetas de dormir y me la cambió por la que tenía puesta. Luego se sentó en la cama y me miró en silencio. Cuando acabé, recogió el vaso de mis manos, lo dejó sobre la mesa, me hizo un gesto con la mano que no entendí y se fue hacia la puerta despidiéndose en voz alta al tiempo la abría y apagaba la luz. Le oí abrir y cerrar la suya y un poco después al viento mover la cortina del balcón abierto. —Soy yo, no te asustes—susurró Eric mientras me tapaba la boca con su mano —. Seré tu quitamiedos. Te protegeré. Acurrúcate conmigo y duerme, descansa, no puedo dejarte sola estando como estás. Sé que no nos has contado la pesadilla entera, no hace falta, pero he pensado que nuestro paréntesis no incluye desampararte si me necesitas. A lo mejor tendríamos que hacer paréntesis sucesivos, uno cada día, uno para cada noche. La vida es tan breve, tan tacaña con los buenos momentos, tan escasa en placeres, ¿por qué desperdiciarlos? Si lo hacemos bien, añadiremos al placer el placer de lo prohibido, del secreto guardado a medias, de las vidas dobles y los gestos compartidos. Ya ves, tú tienes pesadillas mientras yo sueño contigo, pared con pared, puerta con puerta. ¿Vamos a dejar que algo nos separe mientras nos consumimos de deseo? 135


Ahora duerme, no te preocupes, no pienses, no sufras, no temas lo inesperado, duérmete aquí entre mis brazos y descansa, mañana nos espera otro largo día de trabajo. Yo te despertaré. —Necesito que me ayudes a dormir antes que a despertarme. Y la cama volvió a convertirse en una isla, apartada de todo peligro, a salvo del mundo, a salvo de todo… De todo menos de él, de sentirme completa y perdidamente atrapada por él.

May. Otra visita de Franck Sonó el teléfono de mi cuarto cuando volvía para descansar un rato después de comer y apenas me había dado tiempo a entrar. Era Franck. No sé si os he dicho que soy muy mala mintiendo, a no ser por omisión, así que para minimizar riesgos me propuse hablar lo menos posible. —¿Qué tal llevas tu encierro voluntario? ¿Estás bien? —Muy bien, trabajamos mucho y estoy aprendiendo un montón de cosas. Y tú, ¿por dónde andas? —No muy lejos de ti. De hecho voy hacía allá. Me han encargado otra serie de fotos de tu pupilo, esta vez para ilustrar unas entrevistas que tiene con varios medios vía correo electrónico. Ya lo han pactado. Él de un lado de la cámara y yo del otro dando de comer a sus fans. El objetivo de mi carrera profesional, fotografiar actores y modelos. —Estás muy gruñón. Tú conviertes en arte cualquiera de las cosas que haces y esto es una fuente de ingresos nada 136


despreciable para financiar todos esos proyectos que en vez de darte dinero te lo absorben. ¡Pero ya lo hemos hablado demasiadas veces! Nada ni nadie te obliga, ¡deja de hacerte la víctima conmigo! Y gracias a ello nos vamos a ver, ¿te parece poco? —Tengo que colgarte. Luego te veo —termino Franck abruptamente, casi al mismo tiempo que Eric se apoyaba en el umbral de mi puerta entreabierta. —Vaya, parece que Franck ha cambiado de idea y viene a hacerme las fotos —dijo mientras bajábamos al encuentro de Yann—. No sabes cómo me alegro, porque, además de que trabajamos bien juntos, no me apetece nada ver a gente nueva pululando por aquí. Pero me sorprende, la verdad, sé que estos días tenía otro trabajo más atractivo y bastante más importante que hacerme fotos a mí. Claro que puede que su orden de prioridades haya cambiado desde que estás tú aquí: viene por verte y para comprobar si te tratamos bien. —Bueno, tenga las razones que tenga, me alegro de que el fotógrafo sea él —añadió Yann—. A mí también me fastidia recibir gente nueva. Eric, ¿eso que llevas ahí es una copia de las entrevistas? Es lo primero que te va a pedir para saber qué es lo que ilustran sus fotos. —¿Puedo verlas? —pregunté. —Claro, pero te advierto que si quieres corregirme es inútil, ya las he enviado. Toma, léelas. —Anda, en esta me mencionas sin identificarme, dices que hay una persona que te ayuda a preparar tu papel en la 137


próxima película y con la que estás haciendo una inmersión total en el inglés americano. —Siempre hablo de la gente con la que trabajo, ¿no has visto mis apariciones en prensa o televisión? —¿También las tienes en un idioma que yo entienda? —Veo que sigues pensando en mí como un actor local, sin repercusión internacional… Ay, cómo me hieres —dijo Eric mientras hacía un gesto de dolor llevándose al mismo tiempo las manos al corazón—. Búscatelas, así me puedes criticar y luego presumir del excelente trabajo que haces conmigo, la diferencia de mi soltura conversando en inglés es espectacular. No, espera, no hace falta que las busques, ven que te las doy, me estoy acordando de que arriba tengo una memoria USB con todas ellas. Subimos. Entramos en su habitación y me besó. —¿Esto es parte de la inmersión en el inglés americano? ¿Ahora se llama así? —Llámalo como quieras, pero tú déjame que siga besándote siempre que pueda. Por cierto, esta noche tendrás que dormir sola. O con Franck. Ha dicho que se queda. —Ya te he dicho que somos amigos, única y exclusivamente amigos. —Y yo te he hablado de dormir, única y exclusivamente de dormir. Me gusta mucho dormir contigo.

138


—A mí me encanta como hueles. Sentir tu pecho es tranquilizador— le dije mientras esta vez era yo quien le esperaba apoyada en la puerta. —Vaya, así que ahora soy tranquilizador —dijo mientras se acercaba a mí y apoyaba sus antebrazos por encima de mi cabeza, acercándome la suya y metiendo la nariz entre mi pelo—. Cómo me gusta tu pelo, tan espeso, tan suave, pero ni su tacto ni su olor me tranquilizan en absoluto. Por ejemplo, ahora, si no tuviéramos que bajar tan rápido, me gustaría enredarme con él y sujetarte la cabeza para que no la perdieras mientras te beso. Me gustaría apartarlo hacia un lado para ver bien tu cuello y comerme ese lunar pequeñito que tienes al llegar a la clavícula. Pero no puedo, porque es de día, porque tenemos que bajar, porque el paréntesis está cerrado, porque estoy oyendo a Yann hablar con alguien que puede ser Franck y aunque el beso que nos diéramos fuera ligero y rápido a ti se te notaría porque no eres tan buena actuando como lo soy yo. —¡Qué modesto! —¿Probamos? Tómatelo como un ejercicio de interpretación recíproco. Entonces, sin darle tiempo a reaccionar, le atraje y uní nuestras caderas, saqué la punta de la lengua y dibujé con ella el contorno de sus labios, muy despacio, mientras le acariciaba la nuca y con la otra mano me dedicaba a deslizar las yemas del índice y el corazón por el interior de su antebrazo izquierdo, desde el codo hasta llegar a la muñeca, agarrarla con suavidad y abrir ese dulce encierro para salir por la puerta y bajar al salón con el pendrive de la mano. 139


Él tardó un poco en poder seguirme. Franck aún no estaba abajo, pero llegó como un ciclón minutos después. Sin apenas saludar, dando órdenes, diciendo que tenía prisa, que no había tiempo que perder y gritándole a Eric qué, cómo y dónde tenía que ponerse. —Aunque total, qué más da, todo el mundo va a adorarte de cualquier manera, tienes un público que está dispuesto a tragar lo que le den— dijo, subrayando sus palabras con un tono bastante borde. Para mi sorpresa, Eric no dijo ni pío, subió, se cambió y se dejó mangonear media docena de veces dejándole a Franck llevar la batuta en todo momento. Y cuanto más dócil estaba Eric, más cabreado parecía Franck. Yo me había mantenido fuera de escena, me había parapetado con Yann en el porche y, aparentemente, no les estábamos prestando la más mínima atención. Aparentemente. —Por muy mal día que tenga Franck, y sea por lo que sea parece que lo tiene, seguro que las fotos son buenas. Por otro lado, aunque Eric tuviera un día nefasto o se empeñara en fastidiar los resultados, estaría seductor y adorable. Fíjate, es como lo que ya hemos hablado de sus pelis —me recordó Yann—, aunque sea el malo y salga feo, el público siempre acaba encontrando una parte buena, algo por lo que seguir queriéndolo. Es innato. Tiene algo innato por lo que la gente de cualquier raza y de cualquier cultura lo quiere.

140


Eric. Otra visita de Franck Oí sonar el teléfono en la habitación de May e instintivamente me fui acercando hasta su puerta que, por lo que vi, estaba entreabierta. Seguro que sería Franck avisándole de su llegada, quién iba a ser si no, era de los pocos que tenía acceso telefónico a la hacienda. Se había enterado del incidente de hace un par de noches, cuando pescamos a un intruso en el jardín intentando acceder al interior de la casa para acabar conmigo y a él le faltó tiempo para venir a ver a May con la disculpa de las fotos. El matón cantó como un jilguero en cuanto lo tuvimos en el garaje; se vio desarmado entre cinco tíos como nosotros, del modelo tipo duro, tamaño armario ropero y con todos los músculos puestos en su sitio. Recitó el vademécum del malo con pelos y señales, sin necesidad de amenazas añadidas, debió de pensar que más vale vida en mano que dinero volando. Sus órdenes eran quitarme del medio, el ordenante fue el empresario mafioso al que yo había desenmascarado y que me había desenmascarado a mí; ahora ya no había posibilidad de que nos diera ningún problema, pero la maquinaria ya había sido puesta en marcha antes de que a él lo hubiéramos puesto fuera de juego y desmantelado por completo su organización, cosa fácil, cortas la cabeza, cortas el suministro de dinero y los mercenarios cambian de patrón con más facilidad que de camisa. Franck llegó como un tornado y me arrinconó en un aparte a la primera de cambio. Estaba hecho una furia y bien pensé que me iba a partir la cara o arrancarme los huevos, con ganas se quedó, pero se limitó a sujetarme contra la pared y llamarme 141


de todo por haber puesto en peligro a su May. No quiero ni pensar como hubiéramos acabado si supiera que su adorada May es mi adorada May y que ahora ella y yo compartimos días y noches. Está claro que lo mismo él que yo estamos completamente colados por ella y tenemos el mismo grado de preocupación por lo que le pueda pasar. Pero de eso no se debe enterar ni Franck ni nadie. —Cuídala, Eric, cuidadla. Te juró que acabo contigo y con todo como tenga el más mínimo rasguño por culpa vuestra. No bromeo, ella no tiene por qué estar expuesta a estos riesgos, es inocente, es buena y es una de las personas que más me importa en este asqueroso mundo que nos ha tocado en suerte. Me dan ganas de llevármela conmigo. —No se iría. Le conté todo poco después de la conversación que tuvimos durante tu primera visita, espero que me guardes el secreto, tú sabes que me salté todas las reglas al hacerlo y ni siquiera Yann está al corriente de que se lo he dicho. No entré en detalles, pero tampoco le escatimé información sobre amenazas y riesgos. Ella eligió quedarse a pesar de que le propuse ser yo quien rompiera el contrato de trabajo alegando cualquier cosa que dejara fuera de dudas su profesionalidad. A ti te mantuve al margen, el día que quieras confesárselo es cosa tuya. —Que se lo hayas contado no te exime de tú responsabilidad sobre ella. —Soy absolutamente consciente, te lo garantizo. Ahora el problema ha pasado, es un asunto concluido, estamos fuera de peligro, aunque vamos a seguir manteniendo todas las medidas de seguridad. Y ella está feliz aquí, disfruta de su 142


trabajo y de las actividades que hacemos, le encanta estar en la hacienda, sé que no se irá. —No te engañes, Eric, nosotros nunca terminamos, lo sabes de sobra. —Digamos que estamos en una pausa indefinida, si lo prefieres. —Lo que tú digas. Pero te repito, por tu propio bien, cuídala. —Te estás olvidando de un pequeño detalle, tú la conoces antes que yo, vuestra relación es anterior a la nuestra. También es mala suerte. —¿Qué es mala suerte? ¿Te parece mala suerte que sea mi amiga? ¡Serás cabrón! —No, me parece mala suerte para ella haberse cruzado con el peligro que podemos suponer cualquiera de los dos. Es una maldita casualidad que hayamos entrado ambos en su vida, ves, ahí está lo que te digo siempre sobre la estupidez de la puñetera ley de probabilidades. ¿Cuántos somos? Un número muy reducido y repartido por el mundo. ¿Cuántas probabilidades tenía alguien como ella de toparse con alguien como nosotros? Y ya ves cómo estamos. Por si tenía poco contigo, ahora también estoy yo. Bueno, y Yann. Pero así son las cosas, no hay vuelta atrás. —Sí la hay, yo puedo alejarme para siempre de la vida de May, ¿estás dispuesto a hacer tú lo mismo? —Sí estás tan dispuesto no sé por qué no lo has hecho antes, por lo que sé lleváis años compartiendo amigos, viajes, 143


intercambiándoos los pisos… ¿O es que como eso era contigo no había riesgo? Es más, conmigo sabe a qué atenerse, yo ya se lo he dicho, ¿acaso lo has hecho tú? La entrada de Yann para ver qué nos estaba llevando tanto tiempo cortó la conversación. En las pocas horas que aún estuvo con nosotros (al final se marchó sin quedarse a dormir) no me dirigió la palabra salvo para que me pusiera esto o lo otro. Yann sabía tan bien como yo la razón de su visita y su cabreo, pero May lo achacó a lo que Franck le había dicho, que a él no le gusta nada hacer este tipo de trabajos fotográficos.

May. Salir huyendo Eric y yo nos comportábamos como si nadie supiera nada: todos lo sabían. Nosotros sabíamos que lo sabían. Era una especie de acuerdo tácito que habíamos asumido sin mediar palabra, guardábamos las apariencias por respeto a los demás. Pasábamos las noches juntos y las llenábamos de pasión y confidencias, no nos limitábamos a tener horas de sexo creativo, hablábamos muchísimo, dormíamos muy poco. Durante el día seguíamos con nuestra rutina, clases, deporte, alguna excursión esporádica y una placentera vida común. Todos disfrutábamos estando allí. Las semanas se iban volando una tras otra. Cuando me paraba a pensarlo, yo estaba cada vez más enamorada y más confusa, no tenía ni idea de qué era lo que había entre nosotros, pero de lo que sí estaba segura era de que, fuera lo que fuera, sólo se daría allí, en ese microclima 144


artificial vivido de un modo artificial, dentro de esa burbuja, en ese espacio y ese tiempo que estaba a punto de terminar. Ninguno de los dos lo mencionábamos. Jamás hablábamos del día después. Y el día después sería pasado mañana. Odio las despedidas, las promesas forzadas y las explicaciones banales, así que decidí por mi cuenta cortar por lo sano. Preparé mi equipaje, bastante más voluminoso que cuando llegué (pesaban mucho las dos camisetas impregnadas de recuerdos que le había robado), aproveche su entrenamiento matinal con Yann y mi complicidad con Gloria y Rufo para que me llevaran hasta la ciudad cuando bajaran a hacer las compras. —Para no tener problemas, les decís que pensabais que ellos estaban al tanto de mi marcha, que yo os dije que ya me había despedido la noche anterior —esgrimí para facilitarles su coartada. —Les va a doler, señorita —me dijo Gloria conteniendo sus lágrimas—, si me duele a mí no le quiero decir nada lo que van a sufrir ellos, señorita May, han sido tres meses muy largos. Pero bien sabe Dios que la entiendo, no crea que no. En fin —suspiró— ojalá que le vaya muy bien y que alguna vez vuelva a visitarnos. —Os voy a echar mucho de menos, ha sido una etapa muy bonita, no la voy a olvidar nunca —dije mientras cambiábamos las maletas de coche, uno de alquiler que pensaba cambiar en cuanto llegara a Madrid, una parada técnica antes de seguir rumbo al norte. 145


Sólo quería salir de allí y pasar a ser un contacto más en su agenda. No quería alargar las cosas ni forzarle a nada. No quería exponerme a estar en medio de un rodaje compartiéndolo y que a mí me llegaran las migajas de su tiempo de sobra. No quería ver como se convertía en un extraño ante mis ojos. Estaba sobradamente preparado, yo ya no le hacía ninguna falta. Sí, ese era el momento de aplicar lo aprendido y desaparecer del mapa. Dejé una nota sobre la mesa de la sala de trabajo. Estos meses han sido un placer y un tremendo aprendizaje. Tengo otro contrato similar al vuestro que, como termina hoy, no me impide salir ya y evitar las despedidas. Odio las despedidas. Seguro que este mundo tan pequeño nos vuelve a reunir en cualquier momento y cualquier parte. Os deseo lo mejor. May.

FIN DE LA PRIMERA PARTE

146


SEGUNDA PARTE

Eric abandonado Fue un mazazo. Ni se me había pasado por la imaginación que hiciera una cosa así. Al principio creí que la nota era general, que no nos atañía a nosotros dos, que habría algo especial sólo para mí, que ella se pondría en contacto conmigo. Tardé días en aceptar la realidad y desengañarme: May había cortado todos los vínculos, se había ido definitivamente. En la faceta profesional tenía asumido que me acompañaría también durante el rodaje, como figuraba en una de las cláusulas de la posible ampliación del contrato que, por nuestra parte, habíamos olvidado firmar, dándolo ya por hecho. Qué estúpidos. Ella había dado por hecho todo lo contrario. En la personal, nunca había pensado en que hubiera un final y mucho menos así, sin una explicación y sin despedidas. No pensaba en nada ajeno cuando estaba con ella, no podía pensar en lo que sería mi vida sin ella. Es verdad que no habíamos hablado del futuro, aunque yo sí hubiera pensado en él. Sí, mientras estuvimos juntos yo soñaba con lo que sería vivir fuera de este encierro, fantástico, pero encierro al fin y al cabo. Nos amamos (o eso era lo que creía yo, que nos amábamos) sin haber tenido verdadera intimidad, nuestro día a día estuvo compartido con otros 147


cuando lo que yo deseaba era que llegara el momento de estar solos, comiendo, discutiendo a gritos o haciendo el amor cuándo y dónde nos viniera en gana. Me rompí. No rompí nada, no pegué un puñetazo en la pared, ni estrellé el frasco de su perfume favorito contra el espejo del tocador, aunque estuve varias veces a punto de hacerlo. No rasgue las vestiduras que se dejó olvidadas en mi armario. No lloré. No grité. Me lo guardé todo dentro y me prometí que no la buscaría. Si ella se quería ir, lo justo era dejar que lo hiciera. Sus razones tendría. Aunque a mí me dejara absolutamente devastado. Mi vida quedó como una pared a la que hubieran despojado de sus cuadros más valiosos, llena de huecos, llena de marcas señalando cada vacío para recordarme lo que un día hubo allí llenándolos, llenándome. Nosotros también dejamos la casa, volamos, cambiamos de continente y empezamos a rodar. Todo seguido. El equipo era genial, estaba a gusto, me trataban bien, sin excesos ni defectos. Mientras yo la echaba de menos cada minuto. Me dolía cada vez que despertaba sin ella. Me costaba dormir sin ella. Pero en mi trabajo era impecable, como siempre, no sólo porque tengo un enorme sentido del deber, sino porque esta vez también lo estaba haciendo pensando ella, todo mi esfuerzo era por ella, para que se sintiera orgullosa cuando me viera en pantalla o cuando alguien le contara lo bien que domino el idioma y el personaje. Podría haber investigado para tratar de averiguar dónde se metía May, pero me parecía indecente aprovechar los medios a mi alcance para interferir en la decisión que libremente había tomado. Claro que todos los días me lo planteaba de nuevo, me planteaba si no era cobarde dejarla alejarse así y no 148


enfrentarme a todo, enfrentarme incluso a ella para que me explicara la razón de haberme abandonado. Porque hay cosas que no se simulan, y menos May. Podría jurar que cuando me dejó estaba tan enamorada de mí como yo a ella, ¡pero sí nos costaba un triunfo despegarnos cada mañana a pesar de saber que seguiríamos juntos durante todo el día y volveríamos de nuevo a nuestra habitación a terminarlo! No había sido únicamente el deseo lo que nos había fundido. Para mí nunca fue sólo deseo. Me abrí por completo con ella, compartí secretos, recuerdos, proyectos, mis sueños de futuro. Por nuestra cama pasaron muchas más cosas que pasión y sexo. El primer impulso fue llamar a Franck, pero luego, pensándolo mejor, obré con astucia y lo hice de forma indirecta, pedí a mi agencia que le convirtiera en mi fotógrafo oficial, me empeñé y lo conseguí, no sin que antes tuviéramos un encontronazo épico. La chispa que hizo explotar la bomba fue su llamada pidiéndome explicaciones sobre lo que yo le había hecho a May para que hubiera vuelto a desaparecer de esa manera. Tuvimos otra bronca monumental que no hizo más que volver a remachar la idea de que lo suyo de amistad tenía una ligera capa, que él estaba tan loco por ella como yo. Pero también puso de manifiesto que estaba igual de perdido y no tenía ni idea de dónde se habría metido, lo cual era exactamente igual de tranquilizador que de inquietante: si tampoco estaba con Franck, ¿dónde demonios estaba? La habíamos enseñado bien, quería desparecer y lo había conseguido. 149


Con dos de mis camisetas y mi gorra Brixton más usada, la que me gustaba tanto… Con la que yo le gustaba tanto a ella.

La carta que May no enviará a Eric Quizá te envíe esta carta algún día. Quizá te cuente lo que me ha costado dejarte, salir huyendo casi con nocturnidad y alevosía. Cogí un tren. Fuiste tú el que me enseñaste la mejor manera de no dejar rastro. Un tren, un billete, pago en efectivo, ninguna identificación y una gorra que no fue la tuya. Aunque sé que todo eso está demás porque no harás nada por buscarme, estoy segura, creo que hasta ese punto te conozco. Pensarás que si me he ido es porque quiero hacerlo y que no tienes derecho a interferir. Pero de Franck no puedo decir lo mismo, después de mi estancia con vosotros no le servirá de nada mi nota tranquilizándole, explicándole que estoy bien, que estaré bien. No respetará mi decisión de aislarme, puede que ni siquiera se la crea. No se fiará de que estoy en condiciones de cuidarme por mí misma. Así que lo de huir es por ti, pero la forma de hacerlo es por él. Un tren, un billete, un destino. Rumbo al norte, buscando otro mar y otros paisajes que me envuelvan. Aunque este mar me diga continuamente el color que tendrán tus ojos ahora que no pueden encontrarse con los míos.

150


Llevo guardado en la memoria todo el tiempo que hemos disfrutado juntos. Cada despertar a tu lado, tu voz cuando te diriges a mí y es únicamente mía, tus voces cuando interpretas. Qué suplicio fue ver mover tus labios sin poder besarlos hasta que nos saltamos juntos todas las barreras. Qué suplicio será verlos desde la distancia sabiendo a lo que saben, sabiendo todo lo que saben. Al mirar por la ventanilla del tren apenas veo el paisaje, sólo vienen a mí imágenes tuyas que insistentemente se reflejan el cristal. Tus hombros, como una fortaleza que me protegía de todo, mi cabeza hundida en tu pecho, tus brazos rodeándome y fundiéndome contigo. He alquilado una casita pequeña y sin papeles. Aún se pueden hacer estas cosas, pagas la fianza, pagas la mensualidad y no hay preguntas. Hace un par de años estuve por aquí buscando localizaciones con un amigo que iba a rodar una película que nunca se hizo. Una pena. Me gustaba aquel proyecto. Él, desde entonces, se dedica a otra cosa, no sé, algo prosaico y lucrativo. Le he perdido la pista, como a tantos otros, pero me había guardado el contacto de la señora de estas viviendas rurales medio piratas. El norte me recibió con tiempo del sur, cielos azul brillante, días calurosos y un paisaje tan distinto que no deja lugar a dudas del cambio, de mi aislamiento y tu lejanía. La señora Ángeles debe de creer que estoy huyendo de una mala relación de pareja por mi secretismo y porque los primeros días no podía disimular mi tristeza ni los ojos 151


hinchados de llorar y llorar. Su casa está casi al lado y me trae cosas de comer, huevos, productos de su huerta o guisos preparados por ella, que también vive sola. Ángeles rondará los sesenta, es soltera y se ha reinstalado en su pueblo después de años de trabajo fuera de aquí, los necesarios para que con sus ahorros de hormiguita pudiera ir comprando y arreglando un par de casas para alquilar a los turistas. Pero en estos tiempos que corren dice que no quiere turistas. Sólo yo, una fugitiva a la que trata de poner bálsamo en unas heridas que no sabe por quién fueron causadas, que no sabe a qué son debidas, pero que nota que son profundas y están abiertas. Aquí la gente no hace preguntas. Eso ya lo sabía, por eso lo elegí. Aquí hay una arraigada tradición de guardar secretos, pasar desapercibidos, esconder o esconderse. No hacerse notar. Hablar de cosas que no te impliquen ni te identifiquen demasiado. Hoy he salido a dar un paseo muy temprano. He subido y subido hasta perder el resuello. Veo la niebla entre las montañas, descansando en el fondo del valle, destilando belleza, brillando al sol. Desde abajo, cuando nos envuelve, puede ser tan mágica como triste. Ayer, mientras estaba sentada en la terraza del bar-tienda y ojeaba distraída una revista, como una puñalada trapera, apareció tu foto. Nuestra foto. Mi melena sobre tu hombro, tu cabeza sobre la mía. Mirando cada uno en distinta dirección. Yo dando la espalda al mundo, tal y como hago ahora. Pasé de página como si me quemara, pero me dio igual, ya me había trasladado al momento que vivimos. 152


Vino a mi encuentro una frase de Cortázar: Si me ves en uno de tus pensamientos, abrázame que te extraño. Te extraño tanto.

May, del Sur al Norte No salí de España, del Sur me fui al Norte, pero esa es otra historia de la que no voy a contar demasiados detalles, hay que guardar en secreto los refugios que merecen la pena por si acaso es necesario volverlos a utilizar. Eso también me lo enseñó Eric: gracias maestro, estarías orgulloso de mí. Allí estuve dos meses sin conectar con nadie, salvo llamadas periódicas a mis padres para que estuvieran tranquilos, pero sin darles mi ubicación porque conozco a mi madre y es incapaz de guardar un secreto cuando no le ve sentido. Y a esto no le veía ningún sentido, me decía que era muy dramática y que podría aislarme y escribir exactamente igual sin necesidad de excluir y preocupar a mis amigos. Si ella supiera… —Hacerlo una vez, vale, hija, pero repetirlo de nuevo me parece excesivo —me dijo—. Pero ya sé, ya sé que una vez que has tomado una decisión no hay forma de que la cambies. Eres tan tozuda como tu padre. Escribí, lloré, lo eché de menos cada hora de cada día, cada minuto de cada noche. Escribí mucho, y no sólo mi novela, escribí todo lo que sentía y no podía contarle. Le busque por redes y noticias, leí las especulaciones que habían hecho sobre 153


las razones de su retiro, del nuestro, en las que se incluía, cómo no, un ingreso por coronavirus. Lo más reciente son los cotilleos sobre el rodaje en el que está inmerso y del que la prensa no tiene nada aún porque lo están llevando con toda la discreción que pueden. No hay fotos, pero utilizan las que tienen de archivo de los actores principales. Y, naturalmente, hay rumores de que la buena sintonía existente entre Eric y la bellísima Z va más allá de las cámaras; ella es florero puro y que conste que no lo digo únicamente por lo que sé que tiene que hacer en esta película, sino porque es lo que hace habitualmente. Eso sí, guapa es guapísima y con fama de ir a romance por estreno, muy bien aprovechados para su propia promoción, por cierto. Me hierve la sangre imaginármelo con ella, no lo puedo remediar. ¡Mira que soy tonta! ¿Qué sentido tiene esta huida si nadie me persigue? ¿Por qué apartarme de la gente que de verdad me quiere? ¿Y por qué me extraño si esto es lo que ya preveía? Yo sabía que él volvería a su vida en cuanto saliera de allí, que aquello no era más que un espejismo, un espejismo tan maravilloso como efímero. Un periodo en el que estuve abducida por Eric viviendo en otro planeta. Así que después de dos meses de escapada sin ningún sentido (salvo el de protegerme de la tentación de correr a su lado), decidí volver a la realidad. Empecé por llamar a Franck y, tras la correspondiente, me ofreció su piso de Manhattan.

154

regañina


—Voy a estar al menos tres meses fuera, utilízalo tú, te vendrá bien vivir de nuevo aquí.

Franck y la vuelta de May Al final no le quedó más remedio que confesarse conmigo. Aunque sólo fuera a medias. Y tuve el buen gusto de no decir “ya te lo dije”, al menos al principio. Quizá porque la vi tan triste que mi cariño pudo más que el enfado que me supuso saber que había caído en la trampa de la que tanto le advertí. —Lo que no entiendo es la razón de que huyeras de esa forma, cortando de raíz cualquier contacto que pudierais seguir manteniendo. De verdad que no lo entiendo. Eric tampoco. Está perplejo. Y muy preocupado. Obviamente no me ha confesado nada de vuestra relación secreta, se ha limitado a hablar de la profesional, de la falta que le hacías aún como apoyo durante el rodaje y de lo bien que habíais trabajado juntos, de lo que os había dado de sí el tiempo y todo lo que había aprendido contigo. En el manejo del idioma es evidente, ya lo habla mejor que un nativo. Sus compañeros están encantados con él, como pasa siempre, y el director no se cree el salto cualitativo que ha dado como actor, incluso interpretando en una lengua que no es la suya, como es el caso. Tú conoces lo exigente que es Bryan y no las tenía todas consigo cuando la productora se empeñó en imponérselo como protagonista. —Entonces, ¿lo has visto? —me pregunto ansiosa. —¡Claro que lo he visto! Me ha estado asfixiando a base de llamadas tontas con cualquier pretexto, algo nada propio de él, 155


que odia hablar por teléfono. He visitado un par de veces el rodaje porque ha conseguido que me nombren su fotógrafo en exclusiva y que yo acepte serlo. Al principio me preguntaba por ti, como sin darle importancia, como si se tratara de mera cortesía. Y yo le contesté la verdad, qué otra cosa podía hacer si estábamos los dos en las mismas. Le dije que no sabía nada de ti, que parecía que te había tragado la tierra pero que estábamos tranquilos porque llamabas a tus padres con frecuencia. Creo que no se creyó que tampoco te comunicaras conmigo. A decir verdad, era difícil asimilar que no me llamarás ni una sola vez y que esperases hasta la semana pasada para empezar a enviarme esos correos escuetos y ridículos. ¿Por qué no me mandaste alguno antes? —¿Por qué? ¡Ya sabes por qué, súper genio del jaqueo! ¿Cuánto hubieras tardado en encontrarme? Ahora, dime, ¿cómo está Eric? —Trabajando muchísimo, tratan de recuperar parte del tiempo perdido y tienen jornadas maratonianas, pero él no tiene problema, está acostumbrado a trabajar de esa forma, es más, da la impresión de que agradece no tener tiempo libre y caer agotado en la cama. Solo. Eso te lo puedo garantizar, es la comidilla del equipo. En su caravana de rodaje tiene un poster de la última campaña publicitaria, esa foto en la que aparecéis ambos, tú de espaldas, él abrazándote y mirando al frente, al infinito, con su cabeza ligeramente apoyada en la tuya. Me encanta como me quedó esa foto, ahí supe que me mentías, que ya había algo entre vosotros aunque tú te empeñaras en negarlo. —Ahí aún no había nada, tus fotos fueron el detonante de lo que pasó después. 156


—Vale, lo que tú digas. Por cierto, tengo las dos caras de esa foto, es decir, tengo en la que él está de espaldas y tú miras al frente, juntas quedan preciosas. Bueno, no te lo iba a mencionar, pero no lo puedo evitar, lo tienes bien merecido, así que te aguantas: ya te lo advertí. Confiaste demasiado en la coraza que creías tener. Ahora no te martirices, era imposible que no pasara, tenías al hombre ideal encerrado contigo y todas las circunstancias se aliaron para que cayeras. Pero, te lo digo y te lo repito una vez más, no entiendo tu reacción, ¿qué vas a hacer? No puedes huir eternamente, estáis abocados a encontraros de nuevo. —No, eternamente no, pero, sí, puedo esperar unos meses, dejar que la situación se enfríe, ganar perspectiva, desengancharme de esta adicción. —No creo que te ayude mucho seguir llevándotelo en el ordenador, sea él o sean sus personajes, lo mismo me da. Tampoco que te recluyas y que no veas a tus amigos o que sigas diciendo que no a todas las propuestas de trabajo. ¡Sal del caparazón! Te estás cociendo en tu propio jugo y eso no es nada sano. —He estado escribiendo mi novela, lo que he dicho es verdad, necesitaba estar sola, sin distracciones. Ahora que ya he terminado volveré poco a poco a la rutina, aunque te confieso que me va a costar, me he vuelto muy selectiva y un poco más ermitaña. Pero estoy aquí contigo, ¿no es cierto? Muchas gracias por la invitación y por dejarme tu apartamento hasta que regreses de donde sea que vayas esta vez a jugarte la vida. Me apetece muchísimo quedarme, disfrutar de N.Y. sin compromisos. Ves, me estoy volviendo como tú, tendré trabajos puntuales indecentemente bien pagados para poder 157


comprarme tiempo para dedicarlo a lo que me dé la gana. Quizá haga algún viaje o quizá me quede por aquí vagabundeando, sin más. —No sé si yo llamaría vagabunda a una mujer con la ropa que tienes en las maletas después de que te las llenaran las firmas que patrocinan a Eric y, dejando falsas modestias, menos aun viviendo en un apartamento como el mío, con estas vistas de Manhattan, esta decoración y estos metros cuadrados. O en el tuyo de Madrid, o con tus padres, o donde sea que vayas cuando vuelvas a la vida activa. —Vale, vale, tienes razón, me encanta tu apartamento y mi ropa nueva, sobre todo porque me han renovado el vestuario y he encontrado un estilo que es el mío sin necesidad de tener que ir de compras. ¿Cuánto les queda de rodaje? —Si todo va bien, y parece que así es, en tres semanas o cuatro habrán terminado. Mientras continúe, Eric no se moverá de allí, seguirás teniendo la protección de muchos kilómetros de distancia y una agenda en la que no le dejan escaparse ni para tomar una copa. —Él no va a buscarme, no necesito esconderme. Además, aunque quisiera, que no es el caso, estará ocupado y muy entretenido con tanta gente alrededor. —Tiene la suerte de que están funcionando muy bien, han encajado todos estupendamente, lo mismo actores que equipo técnico son como una tribu. Por otra parte, sabes que yo no diré nada a nadie, mientras quieras seguir enclaustrada yo te facilito todos los medios a mi alcance. ¿Me vas a dejar leer la novela? 158


—Sí, a tu regreso, cuando esté lista. Ahora estoy en la fase de depuración, composición y puesta en limpio. —Me hubiera gustado quedarme un poco más, que tuviéramos tiempo para hablar y estar juntos, pero tengo que salir esta noche sin falta, no puedo retrasar el trabajo ni el vuelo. Yo hubiera dado cualquier cosa por poder hacerlo y pasar unos días con ella, lo intenté, pero no hubo manera. Quizá fuera mejor así. —Me ha ayudado muchísimo verte y te agradezco la idea de quedarme aquí. La verdad es que necesito urbanizarme de nuevo, ver escaparates, ir a exposiciones, descubrir restaurantes. Lo que aún no me apetece es volver a la rutina. Nueva York siempre ha sido perfecto para perderse y encontrarse. Durante el vuelo tuve tiempo para dar una vuelta a las conversaciones con May. Y la entendía. Entendía que se hubiera enamorado perdidamente de Eric y que al mismo tiempo hubiera salido huyendo para intentar curarse y evitar males mayores. Lo que me había sorprendido es que Eric también se hubiera dejado llevar, no era su estilo; por lo que yo sabía jamás había mezclado trabajo y vida personal, no lo había hecho nunca en ninguno de sus rodajes, aunque se hubieran dado todos los ingredientes necesarios en cada uno de ellos. Le conocía muchos rollos breves, pero ninguna relación seria. Y, cuanto más lo pensaba, más convencido estaba de que Eric también había caído en la misma trampa que May. Una tan antigua e indiscriminada como la vida, esos dos se habían enamorado como adolescentes. Y lo habrían 159


hecho en cualquier parte, en cualquier circunstancia. Sin embargo, respetaba la decisión de May y, con matices, también me parecía que lo más sensato era dejar pasar el tiempo. Si había algo que mereciera la pena, sobreviviría, hicieran lo que hicieran. También entendía sus miedos. May no se había planteado que Eric sintiera por ella nada más que pura atracción física sumada a una buena relación personal debida a la química indudable que había entre ambos y a que estaban en el lugar y el momento indicados para cultivarla. Guapos, cultos, libres, aislados. Pero a May le asustaba todo lo que parecía hacer de Eric un hombre perfecto. La parte que le había enamorado era la que guardaba tras esa avalancha de dones que todos veían, la que le hacía ser tan humano. Si únicamente hubiera conocido la fachada, la del hombre atractivo con un currículum que acomplejaría a cualquiera, la del hombre inteligente, dotado para la música y los deportes, el hombre que conquista cualquier cámara y cosecha fans de un continente a otro, si únicamente hubiera conocido a ese hombre, su coraza hubiera salido reforzada y no se habría quebrado en mil pedazos. Y roto en mil pedazos me ha dejado a mí, que llevo años guardando en secreto lo que siento por ella, disfrazándolo de amistad para no perderla. Fue difícil verla con Eric, ni siquiera soporto imaginármela con él, pero, al mismo tiempo, sé que soy un traidor alojando a May sin hacer una llamada a Eric para tranquilizarlo, rogando para que sigan separados y no vuelvan a reunirse nunca. No puedo evitarlo; no, no puedo evitar haber empezado a pensar en Eric como rival y dejar de verlo como amigo.

Poneos en mi lugar y decidme si no sentiríais lo mismo. 160


May en Nueva York Puede que hubiera atravesado el océano, pero mi corazón seguía en el mismo sitio y seguía machacado. El dolor es a veces casi insoportable. Añoro la vida cotidiana de la hacienda, extraño el trabajo compartido de día y la cama compartida en las noches. Noto un vacío que no consigo llenar con nada, me está martirizando respirar el aire que él no respira. Los síntomas no se han rebajado ni una pizca, no he conseguido volver a dormir bien ni consigo olvidar lo que supone tenerlo a mi lado. Pero lo haré, lo sacaré de mis sentidos y lo dejaré colgado en la memoria como algo tan onírico e irreal como lo fue todo mientras estuvimos allí. Onírico, irreal, imposible, espejismo, sueño, fantasía, inalcanzable. Ese tipo de palabras son las que me golpean el cerebro continuamente, aparecen en mis conversaciones, se cuelan en los párrafos de mis textos; tengo un vocabulario reducido a sinónimos de todo lo que significa Eric para mí. Y me he vuelto dispersa, contradictoria e irracional. Claro que Franck tiene razón, habrá que ir pensando en volver de verdad, no basta con estar aquí. La ventaja de nuestro mundo es que a nadie le extraña mucho que se hagan estas cosas, ni se notan la mayor parte de las veces. El mismo Franck se acaba de ir sin dejar dirección ni fecha de vuelta. Empezaré por agenciarme un teléfono en condiciones y retomar mis contactos poco a poco. Me repito una y otra vez que Eric me habría encontrado de haber querido, pero también que él es demasiado respetuoso para hacerlo. Además, tampoco será tanto el interés y, como 161


me ha dicho Franck, ahora estará terriblemente ocupado para poder dedicarme algo de su precioso tiempo. Comencé a relajarme un poco y a disfrutar de días agradables. El último año había echado mucho de menos esas escapadas a Manhattan y estar sola en esta maravilla de apartamento me permite disfrutarlo a fondo, sentirme parte de la ciudad aunque sea algo ficticio, aunque sentirme parte de algo me resulte imposible por ahora. Me organicé desde mi llegada. Durante el retiro en la hacienda había aprendido a ser más disciplinada, así que no he dejado de salir a correr a diario y ahora aquí he empezado a ir a un gimnasio para practicar una mezcla de cosas, también practico un rato de yoga en casa, en fin, que hago casi lo mismo que con ellos, pero sin ellos. Una mañana, un par de semanas después de mi llegada, al vaciar el buzón, encontré entre la correspondencia un sobre a mi nombre, sin remite. Eran fotos. Fotos que pensé que me enviaría Franck, pero que nada más verlas me di cuenta de que no eran suyas. Eran mías, eran de Eric, era yo vista desde su objetivo. En ninguna de ellas estaba reconocible para otros, no aparecía claramente mi rostro ni nada identificable para alguien extraño. Eran muy bellas. Y me decían que me había prestado atención desde el primer día que nos vimos, incluso cuando yo no creía que lo estuviera haciendo. Sólo había fotos. Sin notas. Sin comentarios. Me dio un vuelco el corazón. Repasé con ellas los espacios vividos durante los meses que pasamos juntos. No pude 162


resistirme y, sin pensarlo, le mandé un mensaje a su móvil (con lo que también le estaba enviando el número del mío). Supongo que esto quiere decir que sabes dónde estoy. Gracias por enviármelas, me han encantado. He conocido otra faceta en la que también eres muy bueno. Dejé el teléfono sobre la mesita de la entrada y salí a la calle. No quería estar pendiente de su respuesta, no quería estar mirándolo cada cinco minutos. Quién sabe que estaría haciendo ahora… Rodando. O enamorando a alguien, dándose o sin darse cuenta, sin ningún esfuerzo. A veces no hay nada más peligroso que lo más inocente. Por esas casualidades de las que había perdido la costumbre, apenas había caminado unos metros cuando me encontré con dos amigos españoles. Fue un milagro que nos reconociéramos al cruzarnos, a pesar de las mascarillas, del tiempo transcurrido y de estar los tres fuera de sitio, porque los tres estábamos recién aterrizados en esta ciudad que no es nuestra. Se nos pasó el día entre copas de vino, risas, llantos y confidencias que consiguieron que no me acordara (casi) del móvil abandonado a su suerte. Como se hizo demasiado tarde para volver al apartamento, me quedé a dormir en el suyo. A la mañana siguiente madrugué y salí antes de que se levantaran y me liaran otro día completo, ellos eran muy capaces de hacerlo y yo muy fácil de convencer. Con el teléfono me esperaba su mensaje. No he querido molestarte, pero hice esas fotos para ti y como me robaste la oportunidad de dártelas directamente no me has dejado otra opción que enviártelas para que veas cómo te veía cuando tú no 163


me mirabas. Puede que no me hubiera sido demasiado difícil saber dónde encontrarte, no lo intenté porque supuse que tendrías tus razones para irte así y seguir adelante con tu vida sin mirar atrás, sin siquiera darnos noticias de cómo estás o interesarte por cómo nos va a nosotros: lo hemos respetado. No tenía ni idea de que estuvieras ahí, lo mandé porque suponía que antes o después verías a Franck, que habréis seguido en contacto y él podría hacértelo llegar. Parece que no me equivocaba. Ya te lo he dicho, respeto tu decisión, no quiero acosarte. Supongo que Franck también se habrá encargado de tenerte al corriente de todo. Mis mejores deseos. Como siempre. E. Me pareció estarlo viendo. Con esa forma tan peculiar que tiene de sentarse en cualquier sitio, como escurriéndose para no destacar, tan relajado. Con sus viejos vaqueros índigo y una camisa blanca, con una de sus favoritas, jugando con la cámara como si la tuviera casualmente en las manos y no supiera donde ponerla. Sus manos. Sus dedos tan largos. Las líneas que dibujan su cuello. La camisa entreabierta en los primeros botones. La frente inclinada, su mirada alerta. Sus ojos. Se proyectó ante mí una imagen intocable, pero más nítida que cualquiera de sus fotografías. Repase las que me había enviado y sentí el momento en que había tomado cada una de ellas, lo vi ahora como no lo había visto entonces. Sentí frío. Sentí aún más intensamente su falta. Sin embargo seguí firme, no sucumbí, no llamé. ¿Eso era mantenerse firme o estar tremendamente asustada? Volví a mi ordenador. Gracias a él había adquirido la fuerza suficiente como para ser capaz de escribir y sacar fuera sentimientos enquistados. Quizá algún día, quizás en un universo paralelo se convierta en guion, se haga una película y 164


Eric sea su protagonista. Al escribir, yo la había visto en imágenes, la novela no sería suficiente para darle la vida que le había dado origen, la vida que la vida había quitado. Al escribirla me convertí en la madre, sentí el gozo, la preocupación el honor, el dolor y el sufrimiento que esa madre había sentido. Y, por otra parte, pensé que ya tenía tema para la novela siguiente. Sería la historia de una mujer que se enamora locamente de un actor y se obsesiona tanto que es incapaz de ver otra cosa que no sea todo en lo que él aparezca, repite una vez y otra vez cada capítulo de cada serie, cada película, busca sus entrevistas, sus fotos, recopila toda la información posible… Hasta que un día… Sí, así comenzará. ¿Y cómo continuaremos nosotros? ¿Continuaremos así, cada uno por su lado? No le había contestado a su mensaje. Y él no había enviado otro. Me propuse organizarme definitivamente en lo más serio. ¿Qué es lo que de verdad me propongo hacer? Seguir escribiendo. ¿No es eso lo que siempre he querido? No hay pretextos que valgan, tengo dinero suficiente para dedicarme a ello en exclusiva, al menos durante unos meses. Tengo una novela ya terminada y los contactos necesarios para publicarla. Y eso es lo que haré. Como me conozco, me hice un horario y una programación. Durante este tiempo que el piso de Franck está a mi disposición trabajaré con la edición y promoción de Doble Faz, me dedicaré única y exclusivamente a escribir y vivir. Una 165


vez que mi amigo vuelva a Manhattan, yo me iré a Madrid, ya veré entonces cómo va la cosa, en qué nos sigue condicionando la pandemia y si necesito retomar o no mi antiguo trabajo. Tomada la decisión, recoloqué los espacios: escritorio frente a la ventana, una mesa auxiliar al lado, habitación, armario. Hasta ahora había estado acampando como una invitada, en adelante esta sería mi domicilio personal y profesional hasta la vuelta de Franck, le encantará, siempre dice que le produce desasosiego imaginarse su piso vacío cuando él no está. Le mandé un mensaje y me contestó de inmediato con una llamada. —¡Cómo me alegro! Es una fantástica noticia saber que vas a por tu obra, la tuya, no más refritos para otros. Y que lo hagas en mi casa me alegra doblemente. Haz los cambios que quieras, úsala como quieras, deja mi habitación cerrada para que no te moleste ni siquiera mi recuerdo y mete allí dentro lo que te estorbe. Siempre quise hacer de ti una aprendiz de neoyorquina, ¡me encanta! Pensé que “lo otro” también tenía que contárselo. —Hace un par de días llegó un sobre a mi nombre, lo encontré en tu buzón, me lo enviaba Eric y tenía una veintena de fotos que me hizo durante el tiempo que compartimos en la hacienda. Muy buenas, por cierto. Le mandé un mensaje escueto dándole las gracias, me contestó con otro. Y ahí ha quedado la cosa. —Yo no le di la dirección ni mucho menos le he contado que estás alojándote en mi casa. 166


—Ya lo sé, no necesitabas decírmelo. La habrá conseguido de su agente o de la productora para la que, por cierto, tú también trabajas; no les habrá sido nada difícil. De hecho, pensé que, conociéndoos, la tendría de antemano. —No, no la tenía, nunca hubo ocasión. Tampoco yo tengo la suya, ya sabes, no somos personas de las que pasan tiempo en casa y reciben visitas. —En su mensaje dice que suponía que aunque yo no estuviera aquí tú sabrías dónde enviármelo. Es lógico que piense eso, eres mi mejor amigo, la persona en la que confío sea para lo que sea… Y por eso no te dije nada, para no ponerte en un compromiso de lealtades. —La mía está clara, me ofende que lo dudes. Eric perdió la confianza que tuviera en mí desde que sabe que nos conocemos, cree que hay algo más de lo que decimos, siempre ha creído que somos más que amigos. —Y lo somos. No como él piensa, pero hay un vínculo muy especial entre nosotros. —¿No te has planteado nunca que yo me pueda sentir atraído por ti de otra manera? —No. Ni se me ha pasado por la imaginación por más que me lo repitan unos y otros. Bueno, aquella noche de hace unos años…, pero fue un descontrol etílico y puramente físico que frenamos a tiempo. —Si hubiera sido algo puramente físico, no lo hubiera frenado a tiempo. Sabes, May, Eric y tú en el fondo sois iguales, tal para cual. Pensáis en los demás como en un reflejo de lo que 167


queréis ver, traducís los sentimientos ajenos para que se ajusten a lo que acomode a los vuestros. Escuché un estampido y se cortó la comunicación. Se me encogió el estómago. Me quedé sin respiración. Por favor, por favor, que no le haya pasado nada… Le odié por dedicarse a poner su vida en peligro, por lanzarse a las cloacas de lo peor que pasaba por el mundo, por… Llegó un mensaje. No te preocupes, se ha cortado la comunicación y ahora no podemos seguir hablando, pero no me ha pasado nada. Te llamaré cuando pueda. Disfruta del apartamento y de la ciudad, con eso me harás feliz. Bss. Se me saltaron las lágrimas. La vida era generosa poniendo en mi camino hombres tan especiales. Sonó el teléfono y lo cogí sin mirar pensando que sería él de nuevo. —Franck, ¿qué ha pasado?, ¿de verdad estás bien? —Soy Eric, ¿qué pasa con Franck?—dijo la voz que más quería y más temía escuchar. —Estaba hablando con él, se oyó un estruendo y se cortó la comunicación. Pero me ha enviado un mensaje tranquilizándome. Y tú, ¿cómo estás?—le dije como una idiota, como si fuera una llamada de lo más normal, como si nada hubiera pasado desde la última vez que nos vimos. — Muy bien, claro que si no fuera así tampoco lo sabrías, se ve claramente que no te despierto el mismo grado de interés que 168


Franck ni necesitas una comunicación tan fluida. También estoy en medio de tiros, persecuciones y bombazos, pero en mi caso todo es mentira, todo falso. Y el rodaje va bien, de hecho va muy bien, todo el mundo está satisfecho. —¿Tú también? ¿Estás contento? ¿Es lo que esperabas? —Esperaba tenerte aquí conmigo, viéndome, criticándome, ayudándome. Me has dejado solo. Ni estoy ni contento ni satisfecho. —Nuestro contrato era para prepararte hasta que empezaras la película y que pudieras hacerlo tan bien que no necesitaras de mí ni de nadie para sentirte seguro con el personaje y con el idioma, que nada te hiciera sentir primerizo. Así ha sido. Me fui cuando terminé el encargo a la perfección. Esos son los comentarios que me llegan, encandilas, gesticulas, enamoras y hasta maldices como un nativo. Y no me mientas, tú nunca estás solo. —¡¡¿Tú qué sabes cómo estoy?!! ¡¿Y qué sinsentido es este de hablarme de contratos?! Lo nuestro no estaba en el contrato, cambiamos los términos, ¿te acuerdas? —dijo levantando mucho la voz, casi gritando, para luego continuar silabeando, mordiendo las palabras, triturándolas. Nunca me había hablado así, me paralizó, cerré mis oídos y dejé de escucharle todas esas cosas que no quería oír, todo ese dolor y ese enfado que transmitía diciéndolas. —Perdona, May, perdóname, te juro que no quería hablarte en ese tono, no tengo ningún derecho, ni siquiera sé si te estoy interrumpiendo, puede que incluso estés acompañada. Bonita música, por cierto. 169


— Ya sabes dónde estoy y no hay nadie aquí, el dueño del piso está vivo de casualidad y muy lejos, ni siquiera estamos en el mismo continente. Y nunca traería extraños a una casa que no es mía. —¿Soy un extraño? —No digas tonterías, Eric. No sé qué eres exactamente, pero extraño es la última palabra que pasaría por mi mente. En ese momento no sé qué me pasó, se me bloqueó el cerebro, noté un crujido en el pecho y se rompió la presa con todos mis sentimientos retenidos, me desboqué, las palabras empezaron a brotar sin pasar por ningún filtro. —Siento tu olor desde aquí, siento tu calidez a través del teléfono. Noto la punta de tu nariz resbalando por la mía. Con las fotos que me enviaste, percibí tu presencia detrás de la cámara en cada una de ellas, vi tu piel tostada contrastando con tu camisas claras, olí tus camisetas gastadas y deformes, esas que son casi transparentes y tendrías que tirar, tus preferidas, vi tus ojos de mar, tranquilos o tempestuosos, tu manera de hacerme sentir cada poro y ser consciente de cada centímetro de mi piel cada vez que dejabas pasear tu mirada por mi cuerpo sin que tuvieras siquiera necesidad tocarme para hacerme vibrar, para hacerme desearte. Me calle de golpe, me di cuenta de que le estaba diciendo todo lo que debía callar, pero ya era tarde para arrepentimientos inútiles. Él me había oído y me estaba hablando en un tono de voz que trasmitía un enfado contenido y muy mal disimulado.

170


—¡¿A qué juegas!? ¡¿Por qué estás diciéndome eso ahora!? Jamás has hablado así estando conmigo. ¡¡Cada vez te entiendo menos!! ¿Por qué te fuiste? Sé que cuando me dejaste no tenías ningún trabajo ni ninguna intención de cogerlo. —No había nada que dejar, Eric. Estuvimos juntos porque se dieron unas circunstancias determinadas, pero fuera de aquella cápsula estamos años luz. Quiero guardarme ese maravilloso tiempo que compartimos, quiero dejarlo ahí, sin estropear. Tú has vuelto a tu vida, yo estoy reconstruyendo la mía. —Nunca pensé que fueras tan cobarde… ¡¡Lo que pasa es que tienes miedo!! Tienes miedo a enfrentarte a la realidad conmigo. A lo que tienes miedo no es a que lo nuestro sea un rollo ocasional sino a todo lo contrario, a que sea más, mucho más que eso. Has cogido miedo a enamorarte, May. Tienes miedo a estar enamorada de mí. Lamentablemente yo ya no tengo elección, he caído; claro que eso ya te lo dije, pero tú no me creíste. —Te sobra gente que me sustituya, tienes miles de personas que te siguen y te admiran y yo sé que en vivo y en directo eres infinitamente mejor de lo que pareces. Eres demasiado perfecto, ¡me abrumas! Yo no soy más que el juguete que te han quitado de golpe y por eso quieres que te lo devuelvan, hasta que cuando lo tengas de nuevo pierda todo su interés. Me colgó. Me dejó con la palabra en la boca y me colgó. Y yo dejé el móvil como si me quemara, lo guardé en el cajón del escritorio, me cambie me puse las zapatillas y salí a correr.

171


Corrí hasta que me cansé y entonces busque una terraza y me senté a tomar una cerveza. El mundo había cambiado, pero tampoco se notaba tanto visto desde aquí. Cómo había cambiado el mío, sólo lo notaba yo. Tras su llamada siguieron unos días insulsos y monótonos en los que me instalé en la rutina programada. Franck me envió un correo para tranquilizarme y decirme que estaba bien pero que se trasladaba a una zona en la estaría sin poder comunicarse conmigo. Ya sabes, si no tienes noticias, son buenas noticias. Bss. Con esa frase terminaba su correo. Maldito loco. Este tipo de conducta me hacía preguntarme si no llevaba buscando desde hace tiempo un suicidio inducido. Maldito loco querido.

May. El reencuentro Durante días resistí sin mirar fotos, ver películas o leer una sola línea relacionada con Eric. Casi. El pensamiento era otra cosa, ese jugaba en una constelación a la que yo no tenía acceso por más que intentará adormecerlo a base de distracciones. El viernes por la noche mis amigos españoles me invitaron a una cena en su casa, una pequeña fiesta para celebrar no recuerdo qué. No tenía razones para negarme y no lo hice. Gradualmente seguía intentando volver a la vida activa. —Ponte guapa, ya sabes, nada demasiado formal, nada vulgar. 172


Recordé que tenía guardado todo un vestuario estupendo, así que decidí sacar algo del armario en el que estaba recluido. Había cosas muy bonitas, la verdad. Elegí el vestido de gasa verde esmeralda con escote profundo en el pecho y que dejaba la espalda prácticamente desnuda, con sólo unos tirantes anchos hasta la cintura. Ya me lo había puesto para unas fotos que luego no se utilizaron en la campaña comercial porque Franck se decidió por las que me hizo con el mismo modelo en rojo. No tuve ni que pensar, lo completé con los botines y la chaqueta de un verde muy oscuro con las que venía combinado. Me quedaba genial, es evidente lo que mi cuerpo ha agradecido la fidelidad diaria al ejercicio. Ropa y maquillaje ayudaron a ponerme el ánimo casi en modo salida y desconexión. Casi. En la fiesta estábamos dos españoles y medio: mis anfitriones y mis genes maternos, los más fuertes, según mi padre. Del resto no conocía a nadie, eso me gustó porque cumplía con las expectativas de abrir mi agenda a otros aires. Artistas, escritores, periodistas y un par de profesionales liberales de los que uno no sabe bien si trabajan en inversiones, son abogados o políticos, pero que tienen en común ese afán de mezclarse con gente “de la Cultura” para buscar esa pátina intelectual que les haga olvidar por un rato lo que son y lo que hacen. Extras. Se habló de rodajes, exposiciones, estrenos, conciertos. Se chismorreó de gente conocida y de las consecuencias de la pandemia a corto y largo plazo. Era inevitable que la cena a base de tapas y vinos españoles me recordara aquella con la que me recibieron Yann y Eric el primer día que llegué a la hacienda. 173


Me emocionó reencontrarme con el jamón, la tortilla de patata, las croquetas y la ensaladilla rusa. Se me hizo un nudo en la garganta. Entre conversaciones y risas, soledad y vacío se hicieron presentes, podría haber echado de menos muchas cosas, la casa de mis padres y su amor contagioso, mis amigos dispersos, mi barrio madrileño, pero era su falta la que anegaba todas las demás ausencias. Faltaba él y me faltaba todo. Con él había tenido albergado el universo dentro de mi corazón. Eric fue mi Aleph, en él encontré mi sitio, me trasladé al lugar en el que pasado, presente y futuro se superponen. Ay, Eric, después de conocerte no sé cómo sobrevivir sin ti. Fui una invitada socialmente aceptable, no dejé traslucir mi estado de ánimo, seguí conversaciones y repartí sonrisas a tiempo, pero espero que nadie me pregunte con quién ni de qué estuve hablando. Se acercaba la media noche y con ella la hora de irnos cuando sonó mi teléfono. Era Eric, como respondiendo a una invocación. —Por el sonido de fondo supongo que estás en una fiesta. No quiero interrumpirte. —Estaba a punto de volver a casa, si me das media hora te llamo en cuanto llegue, ¿será muy tarde para ti? —Si no lo es para ti, quiero pensar que para mí tampoco lo sea. Y colgó. Por segunda vez me colgó el teléfono. Gélido. Críptico. Cínico. Duro. Podía catar su voz a ciegas.

174


Afortunadamente salimos todos a la vez y las despedidas se simplificaron. Greg se ofreció para compartir taxi y llevarme a casa que, según me dijo le quedaba de paso a la suya. Al bajar del coche me quedé petrificada. Esa Perfecto era inconfundible, el hombre que la llevaba puesta y estaba fumando un cigarro junto a la entrada de mi bloque de apartamentos también, por más que la Peaky que llevaba puesta y su cabeza inclinada me impidieran ver su cara. —¿Te pasa algo, te sientes mal? —me dijo Greg, que se había bajado del coche para abrirme la puerta y, en teoría, despedirse. —No, no, en absoluto. —Puedo acompañarte arriba, si quieres, hasta que estés segura dentro de tu casa y así de paso podemos tomar una última copa. Estaba empezando a ponerse insistente, así que le corté, sin más. —Mira, no, no vivo sola y, además, no me apetece. De hecho estoy viendo a uno de mis vecinos fumando un cigarrillo a la puerta, creo que me uniré a él para hacer lo mismo y charlar un rato antes subir. Muchas gracias por traerme, en todo caso. Incluso dando la espalda a Eric, mientras estaba despidiendo a Greg, notaba su mirada azul clavándome aguijones. Al girarme levantó lentamente la cabeza, se despegó de la pared y tiró su cigarrillo al cenicero de la entrada. Crucé sintiendo el acero de su mirada. Nos quedamos frente a frente sin decir nada. Sin tocarnos. Abrí el portal, subimos en el ascensor, abrí 175


la puerta del apartamento y dejé el bolso colgado en el perchero de la entrada, como si fuera una vuelta a casa habitual, como si no lleváramos meses sin vernos, como si no pasara nada. Fui hacia el frigo para beber un vaso de agua, a ver si así conseguía despegar mi boca absolutamente seca, incapaz de abrirse ni decir una palabra. Eric me siguió en silencio, dejó que bebiera y, cuando hube dejado el vaso sobre la encimera, me dio la vuelta, me levantó la barbilla sujetándola con el índice y el pulgar haciéndome mirarle directamente a los ojos aún sombreados por la visera. —Ahora repíteme eso del juguete. Puede que después de todo no hayas sido tan buena profesora como yo pensaba y haya entendido mal los matices del idioma. Repítemelo. Necesito oírtelo decir y ver qué cara pones. Necesito ver que crees lo que dices. Su tono era tan tenso como la cuerda de un violín. Estaba serio, firme, con la mirada escondiéndose tras una cortina de hielo y un rictus indefinible por toda expresión. Nunca le había visto así. Daba un poco de miedo y al mismo tiempo estaba increíblemente atractivo recubierto con esa armadura, frío, sin dejarme ver ni una sola vía de acceso. Y sin barba. Su cara desnuda no dejaba lugar a dudas del volcán que bullía bajo la máscara de hierro. —No puedo, Eric, no puedo. Así no puedo hablar. Contigo tan cerca y tan de sorpresa no puedo ni pensar. Mientras se lo decía, levanté la mano para acariciarle la cara, pero no me dejó. —NO, ni se te ocurra tocarme —dijo bruscamente al tiempo que sujetaba mi muñeca y la apartaba de sí—, no quiero nada 176


que nos distraiga, tenemos que hablar y dejar las cosas claras. No quiero tus caricias si me vas a despedir, no he volado cuatro mil kilómetros para eso. Te lo repito —silabeó—, quiero escucharte mientras te veo, quiero que me expliques por qué me dejaste de la forma que lo hiciste, cosa que entiendo aún menos si es que de verdad sientes algo por mí, como tú dices y como yo creo. En fin, dadas tus dificultades de comunicación en vivo y en directo, voy comenzar por decirte lo que yo pienso, para simplificar las cosas y que te quede bien claro. Yo sí quiero estar contigo sean cuales sean las consecuencias, dure lo que dure, digan lo que digan. Desde que te fuiste he tenido tiempo de volver a analizarlo detenidamente, ¿no te parece? Además, he valorado todo ello, y aquí te cito, estando fuera de la cápsula y en mi ambiente habitual. Pues bien, quiero seguir haciendo todo lo que hacíamos juntos y hacer muchas cosas más. Quiero viajar contigo, enseñarte los sitios que me gustan, presentarte a mis amigos, llevarte a conocer mi tierra, pero que tú seas mi patria, estar donde tú estés. Y que hagas lo mismo por mí. Quiero discutir y que nos reconciliemos. Quiero cocinar para ti, porque te encanta verme, porque disfrutas comiendo. Quiero despertarte por la mañana, remolonear en la cama, contarte mis problemas y escuchar los tuyos, enseñarte cosas nuevas, aprender juntos, verte leer, verte escribir, contemplarte cuando estás absorta como si el mundo desapareciera en torno a tu teclado. Y quiero que ser actor, con toda esa faceta mediática que te asusta tanto, vaya pasando a un segundo plano después de esta película, o de la tuya, si es que la hacemos, que yo creo que la haremos. Ya le he dedicado demasiado tiempo a esto, quiero otros asuntos que no me hagan sentir que estoy trabajando continuamente, que tengo que estar representando un papel cada vez que salgo a la calle. Llevo ya demasiadas horas invertidas ante las cámaras, va 177


siendo el momento de hacer un cambio drástico. Pero, para terminar de dejarte todo claro, no voy a dejar esas otras actividades que ya conoces y que suponen riesgos. Y ahora te escucho —concluyó Eric. —Me culparán a mí, todo el mundo va a decir que soy yo la que te ha hecho abandonar tu carrera. ¿Tú sabes lo que estás diciendo? —¡¿Con eso es con lo que te has quedado de todo lo que te he dicho!? Mi familia y mis amigos más íntimos saben que lo llevo pensando desde hace un par de años. Esta película es un desafío que tenía pendiente, quería rodar acción al estilo americano y en inglés. Pero la vida es demasiado breve y tiene mucho que ofrecer para seguir limitándome. Tú has llegado para reafirmarlo. Contigo o sin ti, mi decisión está tomada. Tenerte cerca es un regalo, sí, pero no eres un juguete. Y tampoco te estoy pidiendo un compromiso a perpetuidad, simplemente que probemos, que no ahoguemos esto sin dejarlo nadar hasta saber dónde nos lleva. Se había sentado en una de las banquetas de la barra de la cocina, apartándose de mí mientras hablaba. Ni siquiera se había quitado la gorra o la cazadora, como si fuera a levantarse de un momento a otro y a largarse de nuevo. —¿Quieres tomar algo? Seguramente estarás cansado del viaje, anda, ponte cómodo. —He pasado por el hotel antes de venir, reservé una habitación, no me quedaré aquí, no te preocupes, pero una copa no me vendrá mal. 178


Le preparé un escocés con unas gotas de agua y me puse otro para mí. Franck tenía un bar bien surtido y yo me había encargado de reponer y añadir un par de cosas. El malta, por ejemplo, porque él es más de bourbon. Dejé la botella a su lado. —¿Quieres emborracharme para poder aprovecharte de mí? Por fin un cambio de gesto, una ligera sonrisa, un levantamiento de ceja, una pequeña broma para liberar una pizca de la tensión con la que me estaba ahogando. —Exactamente en eso estaba pensando. De hecho, deberías haber controlado mis movimientos para ver si añadía algo a la copa. Puede que lo haya hecho. —No me vas a distraer, lo sabes, me conoces lo suficiente como para saber que nada me aparta de un objetivo. Ah, perdón, que no es así, tu actitud y tus comentarios han puesto de manifiesto que estaba equivocado y no me conoces en absoluto. Yo me he abierto para ti, pero tú no te has molestado en mirar dentro. —Ya está bien, deja de castigarme. —Castigarte, dices… ¿tú te escuchas? Me abandonas sin decir adiós ni dejar rastro, sin una dirección, sin una llamada, ni siquiera te has molestado en mandar un miserable mensaje en estos meses. ¡¡Me dejaste tirado!! Y te recuerdo que encima he sido yo el que se ha molestado en dar el primer paso y buscarte. Respeté tu decisión, guardé las distancias que habías marcado, pero ya no aguantaba más, necesitaba tender un cabo y dejar que fueras tú quien eligiera que hacer con él. ¿Y tú qué hiciste? Dar la vuelta a la tortilla para que pareciera que 179


me habías dejado para hacerme un favor, para facilitarme la tarea de dejarte. Habla de una vez, por favor, no soporto más esta situación. Dime que no quieres estar conmigo, dime cara a cara que soy un… No pude más. Era demasiado. Era demasiado ver rogar a mi sueño para que le dejara poder serlo. Me acerqué. Su aliento olía a turba y marejada, el whisky combina a la perfección con Eric. —Tienes razón, soy cobarde, salí huyendo de ti y de mis sentimientos. Y ha sido una verdadera tortura. No puedo arrancarme lo que sea que haya entre nosotros. Si tú quieres, yo quiero, sigamos, pero no hagamos planes ni promesas, sigamos como comenzamos, sin más. —Esa es mi pregunta, ¿seguimos donde lo dejaste? No te pido nada más que eso, seguir juntos, seguir conociéndonos y disfrutando de lo que sentimos. La única promesa que quiero, el único compromiso que te pido es que hagamos lo que hagamos de ahora en adelante no vuelvas a desaparecer sin despedirte, no necesitarás darme explicaciones, no te las pediré, pero no vuelvas a irte sin más… No podría soportarlo de nuevo. —Prometido. ¿Puedo besarte ya? —¡De ninguna manera! Terminaré mi copa y me iré a dormir a mi hotel para dejar que reposes tu respuesta y darte un margen por si quieres huir de nuevo. —Esto tiene que ser una broma… ¡Llevo meses sin verte! 180


—Decisión tuya, no mía. Y seguía tan serio, sin quitarse la cazadora. Me estaba poniendo enferma con esa cazadora puesta. —Al menos quédate un rato más y el tiempo que estés aquí ponte cómodo, haz el favor, pareces una visita de cumplido, estás consiguiendo que me sienta fatal. Entonces vio el piano. Se quitó la cazadora, la gorra y se sentó en la banqueta. No podía resistirse a la música, a escucharla, a crearla, a cantar. Y yo no podía resistirme a él cuando cantaba con esa voz tan hermosa, tan profunda. —No sabía que Franck tocara. —No toca el piano, toca la guitarra y bastante mal. Este apartamento se lo dejó su abuela y el piano estaba en él, es de las cosas que ha conservado. Llevaba un suéter sobre una camiseta y uno de sus infalibles vaqueros. Sabéis que no es algo subjetivo, se ponga lo que se ponga, todo le queda bien, es perfecto. Y quiere estar conmigo. ¿Comprendéis que no me lo pueda creer? Yo también me quité la chaqueta. Esperé que hiciera efecto. Jugó con las teclas sin tocar nada definido, habló sin mirarme. —Conozco ese vestido, te lo pusiste para una sesión de fotos conmigo. Estás increíblemente guapa y sé a lo que juegas, pero soy duro cuando estoy enfadado. Y estoy muy enfadado. Vas a tener que esforzarte más y durante más tiempo. ¿De dónde venías? 181


—El otro día me encontré con dos amigos españoles que ahora viven aquí y hoy me han invitado a cenar con un grupo de gente variopinta, pero toda con el mismo sesgo, arte y cultura, sabes a lo que me refiero. Pero ha estado bien, quizá porque llevaba mucho tiempo sin conocer caras nuevas. —Por lo que supongo que eran conocidos con los que has pasado tu periodo desaparecida. Y siéntate de una vez, ahora sí que me estás poniendo nervioso dando tantas vueltas alrededor y sin parar un momento. Siéntate, relájate y escucha. Te la he traducido para que puedas entenderla. Y empezó a tocar una canción que le había oído cantar en distintos tonos, algunas veces muy triste, otras con un tinte de melancolía, otras de pasión. Siempre en su idioma. Siempre cuando estaba solo. Era una canción antigua, de esas que tratan de guerras largas y complicados caminos de regreso, esos temas universales repetidos en cada cultura del mismo modo que se repite la historia, los problemas y los sentimientos. Pero en su voz todo sonaba nuevo, único y distinto. Y sí, hablaba de lo mismo, de un rey al que sus soldados abandonan dándole por desaparecido después de vencer la última batalla, la definitiva. Él, desarrapado, herido y desorientado, vaga en solitario buscando la ruta de vuelta a casa. En su camino se encuentra muchas cosas que le atraen, que tratan de retenerlo y no dejarle ir, pero nada lo consigue, nada le atrapa, nada le complace. Únicamente quiere regresar. Sin embargo, cuánto más lo intenta, más lejos y más perdido se siente. Hasta que un día cae exhausto y un desconocido le auxilia, le lleva a un pabellón de caza para que descanse, lo 182


cuida, le da de beber, de comer, todo sin mostrarle su cara ni decir una palabra. Cuando se encuentra mejor, casi repuesto, le regala un caballo y le muestra el camino a seguir para llegar a su destino. En agradecimiento, él le da lo único que le queda, un anillo que cuelga de su cuello con una tira de cuero. En su reino, todos le reciben con el amor que le profesan, le agasajan y presumen de cómo han mejorado todo durante su ausencia sin perder nunca la fe en que un día regresaría, para que, cuando ese día llegara, todo estuviera listo para recibirlo con honores. Sin embargo, una vez conseguido el objetivo, una vez en el añorado hogar, nota que le falta el aire, que ningún manjar sabe como las frutas que saciaron su hambre, ningún licor como el agua fresca que bebió con sed. Tiene que casarse y le traen las más bellas princesas para que elija una esposa, pero no es capaz de decidirse, ninguna le despierta el más mínimo deseo. Hasta que llega ella, una doncella que viene a entregar los presentes de su padre para la celebración, no es ni siquiera una de las candidatas. Pero hay algo distinto en su porte, algo en su mirada que le despierta recuerdos viejos y deseos nuevos. Y dice a todos que sólo ella será su mujer. En la noche de bodas, tras retirar sus ropajes, contempla su belleza… y descubre en su cuello el anillo que un día él le dio. —Me ha costado mucho conservar su sonoridad y el sentimiento que me transmite, lo he hecho para ti, es mi regalo, el envoltorio para tu anillo. No te asustes, como comprenderás no te estoy pidiendo matrimonio, únicamente te pido que me escuches y nos des tiempo para estar juntos. Se levantó, fue a su cazadora y saco un anillo, un aro de filigrana, sin ninguna piedra, que colgaba de un cordón de seda. Se acercó hasta mí y me lo puso en el cuello 183


acariciándolo, dejando sus manos sobre mis hombros. Era todo increíble, el anillo, la forma de dármelo, ese pedir algo sin pedir nada. Él. —Es un regalo, no quiere decir otra cosa que lo que tú decidas que quieres escuchar, es un recordatorio de lo que significas para mí, de que ya te había buscado antes de conocerte y de lo que supuso encontrarte. Te has convertido en la única mujer que despierta mi deseo, todos mis deseos. Sólo quiero que estés a mi lado, nada más. Y se quedó parado, de pie, mirándome. —¿Es que ahora tampoco piensas besarme? —le pregunté anhelante. —No. Te lo dije. Deja de intentar seducirme con esos ojos, ese pelo y ese escote. No te haces ni idea de la fuerza de voluntad que tengo. Me voy a dormir a mi hotel, te veré mañana. Me levanté de golpe y me aferré a sus brazos. Me había quitado los botines y, descalza, me sentía indefensa y diminuta a su lado. —Te lo dije —repitió— necesito que tengas las cosas claras y necesito que lo pienses despacio y detenidamente antes de decirme nada. Es tarde, estás cansada y te he sorprendido sin dejarte tiempo para reaccionar. Sabes perfectamente que no seriamos capaces de quedarnos en un beso ni tú ni yo, no quiero confundirte ni confundir las cosas. Descansa, mi amor, te despertaré mañana. —Llévate unas llaves y así vendrás cuando quieras. 184


—No madrugaré mucho, así que duerme tranquila, ya es muy tarde. Y se fue. No me podía creer que hubiera venido. No podía creerme que se fuera. Puse el despertador y me acosté dispuesta a seguir sus instrucciones, dormir y despertarme fresca, dejar reposar lo dicho y lo sentido para volver a verlo a la luz del día. Aunque, ¿a quién quería engañar? Mi decisión estaba ya tomada. Soñé, más que un sueño parecía como si me estuvieran pasando en un video de YouTube, Los mejores momentos de Eric y May, un resumen de lo vivido juntos en la hacienda. No dormí mucho, pasé de la cama a la ducha y dejé que el agua corriera mientras buscaba las palabras necesarias para traducir mis sentimientos. Qué tontería, basta decir sí y que me deje besarlo de una vez. Sí, seguiremos juntos. Sí, es verdad, tengo que confesártelo, cada minuto sin ti me ahogo, el paladar se vuelve corcho, todo me sabe a nada, todo es insulso, todo es gris. Sí, quiero estar contigo donde tú vayas, allá donde decidamos ir. Y no me importa cuánto dure, hasta por un solo día más merecería la pena arriesgarse a volver a sentir la inmensa angustia que me genera el miedo a perderte. Ahora ya sé lo que es vivir sin ti sabiendo lo que es vivir contigo. Me envolví en el albornoz y salí a la cocina para poner una cafetera. Y allí estaba él, enredando con su Tablet en la encimera. —Dijiste que no madrugarías. 185


—¿Tú sabes qué hora es, dormilona? ¡Son más de las diez! No sé si prepararte un desayuno o esperar a que te vistas y que salgamos a comer. Quizá sea lo mejor. —Podemos preparar algo aquí. —He mirado tu frigorífico. No podemos. Por no tener no tienes ni huevos para un revuelto. —También puedo pedir algo. O bajar un momento a comprarlo. Aquí cerca hacen unos bagels buenísimos, me encantan los de salmón. —Vale, vale. Bajo yo mientras terminas de vestirte y pones la cafetera, sabes que odio esos cafés que sirven en cartón, así que ni se te ocurra decirme que los traiga. Dime dónde voy a por los bagels. Y vístete para salir después, porque no nos vamos a quedar aquí. Volé por la casa, eligiendo la ropa, peinándome, poniéndome un poco de maquillaje y de perfume, preparando café. Todavía no me había dado ni un beso ni nos habíamos rozado. —Me gustas con la Peaky —dije al verlo entrar de nuevo por la puerta. —Pero te gusta más Cillian Murphy, eso lo sé —bromeó. —Es muy sexi, tú no ruedas escenas eróticas. —Ah, en eso estás desfasada, preciosa, en cuanto me has dejado solo, me he lanzado. —¡No te creo! 186


— Claro que no. Pero hay algunas escenas interesantes en la peli. Te he traído algunos cortes en un pincho súper confidencial para que lo veas cuando me haya ido y luego me llames para darme tu opinión. Obviamente, todo condicionado a lo que decidas hacer, si eliges caminar juntos o por separado. —Sería capaz de decirte que sí, sólo por ver qué has hecho. —¿Vendrás al preestreno? Me encantaría que me acompañaras, te debo una parte importante de mi interpretación. Será aquí, en N.Y. y será un acto pequeño, como marca la pandemia. También me gustaría pasar unos días contigo y conocer esto de tu mano, las veces que he estado ha sido por trabajo y sin tiempo para nada más. Sé que a ti te gusta mucho, estaría bien que me enseñaras por qué. —¡Estás loco si piensas que voy a ir a un acto así contigo! Tú ven cuando quieras y visitamos lo que quieras. O me voy yo allí hasta que puedas moverte. —Espera, espera, olvidé decirte que aún no he terminado y que, contestes lo que contestes, quiero terminarlo solo, no quiero que vengas. Quiero hacer lo poco que me queda cuanto antes y sin ti. Aquí tienes un buen sitio de trabajo y estás cogiendo el ritmo, no lo cortes. Nuestro punto de partida en público sería la presentación neoyorquina, hasta entonces lo mantendremos en privado, pero nos veremos siempre que pueda escaparme. —Yo no quiero que sea público. —Ya me lo imagino, pero yo no quiero esconderlo como si fuera una aventura. Hazme caso por una vez, será mucho 187


mejor que se sepa, nos molestaran menos si hacemos de ello algo natural y lo mostramos como lo que es. No quise seguir discutiéndolo, si tenía tomada una decisión era tarea inútil y la verdad es que a mí me faltaban argumentos. —¿Cuándo tienes el vuelo? —le dije al ver que se había traído la bolsa de viaje. Me contestó con otra pregunta. —¿Salimos a dar un paseo? Me apetece caminar, aunque no lo creas no conozco Central Park más que de pasada desde un coche. Y hace un día precioso. —Ya veo que lo que quieres es salir y no quedarte conmigo en casa a solas, charlando tranquilamente de todo lo que tenemos que pendiente. O estás medicándote o sí que tú fuerza de voluntad está hecha de acero. —Sí que lo está, pero no quiero seguir poniéndola a prueba, así que estoy seguro de que vamos a hablar más y mejor si estamos en sitios públicos. Salgamos. Ah, espera, que te he traído unas botas nuevas, comodísimas y muy bonitas, te van a encantar, te llegaron cuando ya te habías ido. Póntelas, te van bien con lo que llevas puesto. Mientras lo hacía, Eric sacó una cámara de su bolso, se la colgó y esperó pacientemente hasta que estuve lista, porque yo estaba tan nerviosa que daba vueltas buscando llaves, bolso, teléfono, mascarilla, mirándolo todo como si fuera la primera vez que lo veía. 188


Uno de los lujos del apartamento de Franck es estar muy cerca del Parque, así que, si no lo conocía, estaba en lo cierto, es una visita obligada. Y a mí, ahora que lo hacía a diario, no me cansaba, al contrario, cada vez me gustaba más. —Sabes, me he dado cuenta de que Franck y tú tenéis mucho en común, por ejemplo, tenéis pisos que os los han regalado. —Bueno, a Franck se lo dejó su abuela y el mío de Madrid me lo dejó una hermana de la mía que fue mucho más que una abuela para mí, ya te contaré. Tienes razón, no me había parado a pensarlo. En eso ambos hemos tenido muchísima suerte, no quiero ni pensar el precio de mi piso en Madrid y el de Franck ya ni te cuento. Él seguramente se lo podría permitir, pero no lo haría. Yo, de ninguna manera, ni aunque me ayudaran mis padres que viven bien pero tampoco manejan las cifras astronómicas que ganas tú. Me encanta mi piso madrileño, estoy deseando llevarte y que lo conozcas y que me conozcas a mi allí, en mi salsa. —Ah, vaya, hacemos planes —dijo levantando una ceja. —Sí, sí y sí, ¿cuántas veces quieres que te lo diga? ¡Lo sabías de antemano cuando has venido! —No te creas que lo tenía tan claro, me resultas difícil de interpretar, eres muy hermética, no dejas aflorar los sentimientos. No te dejas llevar, en algunas cosas tienes un autocontrol férreo, para que luego digas del mío. Sinceramente, todavía no estoy seguro de que no te vuelvas a esfumar en cuanto me dé la vuelta, hasta me extraña haberte encontrado esta mañana y que ayer no salieras pitando en cuanto me fui. ¿Sabes qué es lo que más me ha dolido de todo? 189


—Que me fuera sin despedirme y que no diera señales, sé que con lo protector que eres estarías muy preocupado. No lo volveré a hacer, te lo prometo. —Sí y no, es decir, claro que me dolió que te fueras así, pero sé que ahora eres una mujer fuerte y te sabes cuidar perfectamente, no eres la May que conocí, de esa si hubiera temido lo peor. Lo que verdaderamente dolió, y aún lo sigue haciendo, es que tuvieras esa idea de mí, de nosotros, que no me conozcas lo suficiente como para saber que mis decisiones son firmes y no me dedico a jugar con los sentimientos. —Lo sé, cariño, lo sé. Me mentí a mí misma porque tengo miedo, me da muchísimo miedo perderte. —Qué me maten si te entiendo, me dejas antes para no sufrir perdiéndome después. Lógica pura. ¿Y no te has planteado que puedas ser tú la que se canse? Eres más joven, eres muy inteligente, vas a triunfar como novelista o como te dé la gana, te estás poniendo cada día más guapa… Y ya tienes otros hombres esperándote. —¡Eres idiota! Estás en la estratosfera, nadie tiene opciones estando tú. Ni siquiera en ese momento me besó, ¡con lo bonito que nos hubiera quedado un beso apasionado en medio de Central Park! Desde que salimos llevaba su brazo por encima de mis hombros, era la primera vez que caminábamos de esa manera y nos adaptábamos divinamente, la sincronización de nuestros pasos es perfecta. De hecho, era la primera vez que caminábamos juntos, solos, abrazados en medio de la gente. Y 190


lo estábamos haciendo sin preocuparnos por nada ni por nadie. Central Park tenía una luz como no había visto nunca. Eric hablaba sin parar desde el momento en que salimos del apartamento. Me habló de los compañeros de rodaje, de que había tenido un doble y no le habían dejado hacer a él mismo sus escenas de riesgo como era su costumbre. —Ninguna, ¿te lo puedes creer?, ni siquiera las de un riesgo pequeñito. Y ELLA es un encanto, muy buena profesional y muy atractiva, hemos tenido mucha química, ya lo verás— añadió Eric observando de reojo mi reacción. Aunque yo seguía mirando al frente, notaba su mirada y conocía perfectamente su voz, cada inflexión, cada matiz. No os olvidéis de que me había pasado tres meses educándole, no se me escapa un acento. Él siguió alabándola, describiéndome escenas y contándome detalles. Yo, muda: iba dado si creía que le iba a decir algo o a dar alguna muestra de los celos que me clavaban astillas por dentro. —¿Has pensado ya dónde me vas a llevar a comer? Porque digo yo que habrá que comer algo después de esta caminata, del desayuno no me queda ni el recuerdo. —¿Qué te apetece? ¿Algo formal, algo informal? Ya que quieres uno de mis días puramente neoyorquinos, hay una hamburguesería que me encanta, también tienen otras cosas, más estilos de carne y menús vegetarianos. La comida está muy buena y las cervezas también. —Perfecto para hacerme a la idea de cómo vives. ¿Cuánto tiempo estará Franck fuera de aquí? 191


—Dos meses más como mínimo, eso si no le surgen imprevistos. Tiene una hoja de ruta muy larga que terminará pasando unas semanas en mi casa de Madrid. —¿Has tenido el piso vacío todo este tiempo? —No, que va. Está una amiga que se quedará hasta la próxima semana y cuando ella lo deje voy a aprovechar para que lo pinten y hagan un par de arreglos que se necesitan. La empresa a la que he encargado las reformas es de confianza y una de mis vecinas se encargará de controlármelo todo, bueno, la conoces, al menos de oídas, porque es la abuela de Bruno. Lo tenía pendiente y voy a poder pagarlo gracias al dinero que he ganado trabajando contigo, alguna ventaja tenías que tener. —¡Serás malvada! Menos mal que por teléfono me dices lo que verdaderamente sientes. Y tu cuerpo me lo dice también, él no me engaña, que lo sepas. Oye, tendremos que ir organizándonos una agenda conjunta e ir cuadrando fechas. —Se me hace rarísimo estar hablando de esto, así, como si fuera lo más normal. —Es lo más normal. Al amor los inconvenientes le tienen que venir de fuera, no porque se le pongan desde dentro, desde dentro tenemos que luchar por él con todo lo que tengamos a nuestro alcance. Mira, May, cuando nos enrollamos, ¿se dice así?, siempre me suena rara esta expresión, en fin, cuando nos enrollamos te juro que lo único que me planteé fue que no quería dejarte pasar por mi vida sin más, que no quería perderte. Me dejé llevar, llegaste como una fuerza irresistible por la que me dejé arrastrar porque sabía que lo nuestro no se limitaba a una mera atracción sexual. Disfruté de cada 192


momento. Me limite a ir conociéndote y queriéndote cada vez más. Cuando me dejaste me di cuenta de que no lo habíamos vivido del mismo modo. Yo estoy enamorado de ti, ni se me pasó por la imaginación que llegara un fin con el fin de nuestro trabajo. No sé cómo explicarte esto. No sé si me vas a creer. He estado con muchas mujeres, no tantas como se pueda pensar, pero sí, con muchas. Salvo un primer amor casi adolescente que duró unos años, nunca me había enamorado. Incluso aquello, mirándolo con perspectiva, no sé si podría calificarse más que de un pálido reflejo del amor, el tiempo hizo ver que no estábamos hechos el uno para el otro, que no había verdadera conexión y teníamos distintos caminos por delante. Durante todo el paseo Eric se había comportado como un turista total, parándose para tomar fotos a lo que le parecía, incluyéndome a mí, aunque no me dejó que yo le hiciera ni una, ni juntos ni por separado. Me dejó claro que era él quien estaba a cargo de hacer el reportaje gráfico del día y dirigir dónde y cuántas escenas rodaríamos. Mientras la conversación iba adquiriendo un tono más íntimo, seguíamos paseando, abrazados, sin mirarnos, con la vista al frente. Sus palabras me hacían aflorar mil emociones, eran un revulsivo para la contención de sentimientos con la que me había llegado a sentir tan cómoda. Me costaba arrancar a hablar, pero había llegado el momento de hacerlo. —Yo sí estuve enamorada. O eso creía, que para el caso es lo mismo. Creía que teníamos planes y que pensábamos en un futuro en común, hizo que me ilusionara con ello. Creí que era amor, el primero, el primer hombre con el que estaba. Y lo creía eterno. Dejé todo para vivirlo, no sabes hasta qué punto 193


me entregué y me cambió. Pero no lo era, no sé lo que era aquello, nada bueno desde luego. Me utilizó. Me traicionó. Me hizo mucho daño y me costó muchísimo salir del pozo. Contigo no quiero planes a largo plazo. Sí quiero ir construyéndolos día a día, pensando en los sitios que queremos ver, las cosas que queremos hacer juntos o por separado. —Yo no estaría tan seguro de que eso de lo que hablas fuera nada parecido al amor, la descripción se ajusta más bien a un síndrome de Estocolmo. No puedo imaginarte enamorada de alguien así. Tú no me has hablado de ello, he conocido retazos de la historia por casualidad y por otros, espero saberla por ti cuando estés lista. Tampoco puedo jurar que yo no te falle, soy humano, pero sí te aseguro que no seré capaz de traicionarte nunca ni de poner límites a tu libertad, por más me cueste. No soy ni traidor ni represor, lucho contra ellos, tú lo sabes. Bien, acepto que no quieras planes y que hagamos cosas por separado, claro está, pero uno al lado del otro, apoyando cada uno los proyectos del otro, ¿no te parece? —Eso es, eso me gusta. Juntos hasta por separado. Hoy te vas y yo me quedo, pero estaremos muy cerca uno del otro aunque estemos a 4.000 km. de distancia. —No tengas miedo al futuro, amor mío, el destino está escrito, pasará lo que tenga que pasar, pero lo viviremos juntos. Y mientras decía palabras que a mí no me salían, me acurrucó en su pecho envolviéndome por entero con su abrazo, reteniéndome así, al ritmo de nuestras respiraciones agitadas, besándome la coronilla, hundiendo su nariz en mi melena y en mi cuello, parando el tiempo un poco antes de volver a la 194


posición inicial, recolocarse la mascarilla y seguir caminando como si no hubiera soltado ese “amor mío” en un tono que me puso a hervir la sangre. —Venga, vamos a por nuestras hamburguesas, un montón de patatas fritas y un par de cervezas gigantes, luego ya veremos la forma de quemar las calorías. —Me alucina lo tranquilo que eres y la facilidad que tienes de pasar de un tema a otro sin transición. —¿Tranquilo? No soy nada tranquilo, soy actor, mi trabajo me ha costado aprender a actuar y ser tan bueno —me dijo en tono de burla y guiñándome un ojo—. Tengo dominio de los tiempos, los calculo a la perfección. —Entonces no sé por qué no me dices de una vez a qué hora te vas. —Porque no quiero tenerte mirando el reloj continuamente y contando las horas que nos quedan, por eso. Prométeme que hoy te vas a dejar llevar, aunque tengas que llevarme tú donde yo quiera ir, estoy perdido, aquí no conozco nada. —A mí me está encantando el reencuentro con esta ciudad. Es más, he vuelto a sentir el mismo hechizo que la primera vez que vine, cuando, como a todo cinéfilo, me parecía estar paseando por los escenarios de muchas de mis películas favoritas. —Pues tendremos que ver esas películas que te gustan, ¿te das cuenta que apenas hemos visto cine juntos salvo lo obligado por razones de trabajo? —me dijo mientras me sujetaba la puerta para entrar a comer. 195


Tenerlo comiendo frente a frente era una gozada, estaba poniendo una cara de satisfacción como si llevara semanas de ayuno. Anoche la ropa y mis nervios no me dejaron apreciarlo, pero ahora, viéndolo sin cazadora, me di cuenta de que había perdido peso, aunque seguía con todos los músculos en su sitio como la camiseta señalaba. —Estás escuálido, ¿no has comido bien? —No, no he comido bien y no he dormido bien, pero eso ha sido perfecto para mi personaje de hombre duro y un poco amargado. Ves, al final va a resultar que me hiciste un favor al dejarme, al menos profesionalmente hablando, porque personalmente he estado hecho una mierda, he tenido que estar representando más fuera de cámara que dentro. —Prometo mimos con intereses— le dije inclinándome hacia él y acariciándole los antebrazos que me dejaban libres sus mangas subidas hasta el codo. Me dejó. Se estremeció cuando deslice las yemas de los dedos desde el hueco del codo a la muñeca, un gesto que sé que le encanta. Me miró intensamente. —Te dije que si queríamos hablar teníamos que permanecer en sitios públicos. Y tenemos mucho de lo que hablar. En lo de los antebrazos estábamos cuando llegaron Iñigo y David, mis amigos españoles, que últimamente parecían tener el don de la ubicuidad. Aunque recordé que la culpable era yo por haberles recomendado el sitio. —Hola, hola, ¡qué gusto verte! ¿Lo pasaste bien ayer? Hemos intentado hablar contigo, pero no ha habido manera, ahora ya 196


vemos que has debido estar muy ocupada, menos mal que no ha sido con Greg, no me hubiera gustado nada. Hice las presentaciones y les invitamos a sentarse a nuestra mesa. —Oye, que no queremos molestar— dijo Iñigo, sin ninguna intención de dejar de hacerlo y como colofón a un intercambio de frases corteses. —No nos molestáis en absoluto, nosotros no tardaremos en irnos y dejaros el sitio para vosotros solos, además, no hay nada libre, así que es una jugada perfecta, no marees. De hecho, os han dejado pasar porque me habéis visto y habéis dicho que estáis conmigo, no me mientas Iñigo, que lo haces muy mal. —Perdona Eric —dijo Iñigo pasándose al inglés—, nos dejamos llevar por la pasión y el idioma, estamos siendo muy mal educados. Eric, el zorro, no dijo que su nivel de español era más que suficiente para llevar perfectamente una conversación informal (gracias a mí, todo hay que decirlo, que cuando empezamos lo hablaba más bien regular). Así que él seguía aparentemente atento a la conversación de Iñigo, pero sin perder un detalle del interrogatorio que me estaba haciendo David. Una andanada de preguntas típicas de amigo típicamente curioso. —Dime, ¿estás saliendo con este tío?, ¿ya lo conocías de antes y tenéis un rollito ocasional? ¡Confiesa! Y sé quién es, que lo sepas. 197


Preguntas a las que contestó Eric directamente, dejándonos a los tres literalmente boquiabiertos, a ellos por una razón, a mí por otra. —Sí, estamos juntos y va en serio, no soy ningún “rollito”, pero aún no lo sabe nadie, así que os agradeceríamos mucho que nos guardarais el secreto. May quiere ser ella la que se lo cuente a su familia y a sus amigos y a mí me pasa lo mismo, no nos gustaría que se enteraran por terceros, ¿nos haríais ese favor? Es muy importante para nosotros, sobre todo para ella, le haríais mucho daño filtrándolo. Y sí, soy probablemente quien crees que soy: el novio que May tiene oculto. —Eric —intervine—, Iñigo es periodista, de información económica, pero periodista, creo que es justo que lo sepas. Pero también es cierto que son buenos amigos y sabrán guardar un secreto, seguro que no quieren empezar a fallarme ahora —dije mirándoles a los ojos alternativamente—. En serio, no digáis nada hasta que lo hayamos hecho nosotros. —No diremos nada, no te preocupes, no diremos nada de nada, ni siquiera te hemos visto hoy, ni tenemos idea de con quién estás. Aunque, saber, lo sabemos, sabemos perfectamente con quien estás desde que nos sentamos y lo vimos así, de cerca. Os damos nuestra palabra, callaremos, solo cotillearemos entre nosotros; pero, ahora bien, Eric (con retintín el Eric), queremos recompensa. —Negociadlo con May, ella es la jefa, yo mando muy poquito (poquito lo dijo en español poniendo unos labios muy graciosos, me encanta Eric cuando habla en español, teníamos que trabajarlo más ahora que ya había terminado de rodar en 198


inglés). Y de verdad me llamo Eric, es mi primer nombre, aunque se me conozca por el segundo. —Y a ver, almas cándidas, ¿cómo pensáis mantener esto en secreto? —Porque Eric sólo ha venido a pasar el día, se va dentro de un rato y no nos volveremos a ver en una temporada (fruncimiento de ceño por parte de Eric). No es tan reconocible cuando quiere y menos aún con la mascarilla puesta. Y tampoco es tan famoso aquí, me parece a mí. —No, qué va, nada famoso y menos aún en los círculos en los que te mueves y con la campaña de lanzamiento que se espera de lo que está rodando con tanto misterio por parte de la productora para que resuene más cuando se dé a conocer… Sarcasmo, May, es sarcasmo, entérate, que a este tío le sigue medio mundo y te lo has quedado tú. Tú, la que nos has dicho a todos que te has pasado los últimos meses trabajando en tu novela en una especie de retiro espiritual, ¡me río yo de tus retiros! La carcajada fue general en nuestra mesa, pero el partido de la pantalla gigante captaba la atención del resto del restaurante. Nos despedimos de mis amigos bajo la amenaza susurrada por David de que tenía que contarle todo, todo, todo. —Creo que nos podemos fiar de esos dos —me dijo Eric ya en el ascensor, subiendo al apartamento. —Sí, claro que sí, son serios, los conozco desde hace años y no harían algo que me dañara. Saben por lo que he pasado, todos mis amigos más cercanos saben que pasé por una muy mala 199


relación, aunque ninguno tenga detalles, así que se imaginan lo que me habrá costado empezar de nuevo. —¿Y Franck? ¿Cuándo vas a decírselo a Franck? —me dijo Eric mientras yo abría la puerta. —Franck ahora está muy lejos. Me miró diciéndome mucho sin decirme nada. —Bueno, déjame darme una ducha, apesto a fritos y hamburguesa. Te invitaría a acompañarme, pero… —Pero se ve que no has entrado en el cuarto de baño todavía, la ducha es minúscula, no sé cómo Franck aún no la ha cambiado. La bañera es grande —le dije poniendo mi mejor cara de inocencia, no se dio por aludido—. Dúchate, anda, dúchate, ya veo que seguimos con el voto de castidad. Salió con una camiseta y unos pantalones de yoga holgados, con un cordón que no dejaba que se deslizaran por sus caderas y del que me encantaría tirar, lo hubiera hecho meses atrás, ahora, tal y como estaba, no me atrevía; en algunas cosas era como empezar de cero y él lo estaba haciendo adrede, lo sé, me iba a hacer pagar el tiempo perdido. Se medio sentó medio tumbó en el sofá y mientras me desvestía le oí hablar por teléfono en esa indescifrable lengua suya. Parecía discutir y luego soltó una carcajada sarcástica con la que cortó la conversación, porque acto seguido pasó a hablar en inglés y en otro tono, pero me sentí incómoda y, sin pararme a escuchar ni una palabra, me metí bajo el agua y me quedé dejándola correr sobre mí, de la misma forma que corrían los pensamientos a todo gas en mi cabeza. 200


Cuando salí estaba absorto, sujetando el teléfono con una mano y con su Tablet en la otra. Sobre la mesa, dos copas junto a un cubo con hielo y una botella de champagne. Me vio y me hizo señas para que me sentara a su lado. —De acuerdo, de acuerdo, eso es todo, entonces. Hasta pronto. Acto seguido, soltó la Tablet y apago el teléfono. Sí, apagado. —Bien, preciosa, por hoy está acabado lo pendiente, ahora sí que soy todo tuyo, en cuerpo y mente. —¿Hasta qué hora? —Hasta la que tú quieras. —¿Cuándo tienes el vuelo? —¿Qué vuelo? —me dijo mirándome con una sonrisa taimada y esa forma que tiene de medio guiñar un ojo mientras levanta al mismo tiempo la ceja correspondiente— Oh, dios…, cómo me gusta verte recién salida de la ducha, con el pelo mojado y con ese olor tan tuyo inundándolo todo, ¿cómo he podido sobrevivir sin ti? He estado usando tu gel como un gilipollas y confieso que tengo un frasco del perfume que te dejaste sólo por sentirte un poco más cerca, aunque nada huele lo mismo fuera de tu piel. Y además tú no eres de un solo perfume, es más, hoy llevas uno que ni conozco. —¡Eres de lo que no hay! —le grité, quedándome sólo con su primera frase. —Eso me lo dicen mucho. —¡No te vas hoy, me has tomado el pelo! 201


—Bueno, eso no es exactamente así. No sabía bien si me iría o me quedaría, todo dependía de ti, y aunque no me has dicho que me quede sé que estás deseando que lo haga, pero me hubiera encantado que me rogaras, que suplicaras que no me fuera, que me pidieras que rompiera todos mis compromisos para pasar unas horas más contigo. Lo sé, lo sé, sé que lo deseas aunque no me lo digas, ¡deja de poner ya esas caras! Pero no puedo alargar mi estancia mucho más, así que no nos dará tiempo. —¿A qué no nos dará tiempo? —A hacer todas las tareas que tenemos pendientes, ¿a qué va a ser? —Llevo meses sin estar contigo. —Mira, May, no me hagas hablar y no hagas que me vuelva a salir todo el enfado acumulado, por favor. Tenemos mucho que organizar. De momento voy a abrir el champagne que ya estará lo suficientemente frío. ¿Frío?, pensé, frío estás tú. Se había abierto, me había hablado de amor y de planes, me había dicho que quería compartir su vida conmigo. Pero físicamente estaba muy tibio, más cercano a la temperatura del champagne que de la mía. No me había dado más que besos tiernos, en el pelo, en las manos, en las muñecas, en la frente, en la mejilla. El Eric con el que conviví ya me hubiera recorrido con su boca y con sus manos hasta hacerme perder la noción del tiempo y el espacio, hasta hacerme perder el conocimiento. Brindamos. Di un trago largo a mi copa. 202


Él volvió a su Tablet y me saco el calendario. —Ya te he dicho que tengo que volver y rematar las cosas pendientes. Algunas entrevistas, fotos promocionales, comerciales, cosas de esas, tú sabes. No me queda para mucho, pero en lo que esté no me dejarán libre para nada. Me he escapado y no están muy contentos, pero he podido manejar la situación. Por cierto, el que no está nada contento contigo es Yann. Ni tampoco conmigo después de que me haya venido a verte sin avisarle. En fin, que he pensado que a ti te vendrá bien este tiempo antes de que nos reunamos definitivamente. No quiero que comencemos allí en medio de todo el maremágnum y sin un sitio propio. De hecho, ni yo quiero estar allí. Le quité la Tablet de las manos y me acurruqué en su pecho, cogí su brazo y me lo pasé por encima de los hombros metiendo el mío bajo su camiseta, ¡qué gusto sentir otra vez su piel, su latido, su tibieza! Pero se levantó como movido por un resorte, dejándome con mi equilibrio perdido en el sofá. Rellenó las copas y esta vez fue él quien dio un trago largo. —¿Pero a qué estás jugando? ¿Qué haces? —le pregunté. —Levantarme para no dejarme engatusar, May, no voy a dejar que me seduzcas y te aproveches de mí. —Oh, pobrecito… —Volví a sentarme bien y una sombra me cruzo por la imaginación—. ¿Te acuestas con ella? —¿Quéééé? ¿Qué si me acuesto con quién? ¡¿De qué me hablas?! —me dijo totalmente perplejo, con aire de no saber 203


realmente de qué le estaba hablando; pero reaccionó en seguida—. Ah, ya, ya sé por dónde vas. ¿Por qué me preguntas eso justo ahora? ¿Importaría? Te recuerdo que me dejaste y hasta ayer estaba libre y sin ningún compromiso. Era un solar vacío y abierto a sugerencias. —¿Te acostaste? —¡Claro que no! ¿Cómo puedes preguntarme eso? Ni aunque tú no existieras lo habría hecho. —Me dijiste que había mucha química. —Ante la cámara, sólo ante la cámara. Y lo exageré para picarte. Desde que te conozco no he estado con nadie más, me tienes ocupado todo el cerebro y toda mi libido. Nunca te di por perdida, desde el principio pensaba luchar por ti, por nosotros, convencerte, recuperarte. No he llegado a conocerte tanto como me gustaría, pero sí lo suficiente como para saber qué tengo que tener paciencia, respetar tus decisiones, esperar, darte espacio y separarnos de la faceta que nos unió. Después de que te fueras como te fuiste no podía buscarte para llevarte allí, no podía ponerme a trabajar contigo porque tú pensarías que te necesitaba únicamente por eso y que mis sentimientos serían fugaces y secundarios, utilitarios, que durarían el mismo tiempo que el rodaje de la película. Tú lo verías como una prórroga a la hacienda. Algo sí que te conozco. Y ya que nos examinamos, ¿qué has hecho tú? —¿Yo? Tampoco he estado con nadie. —No tengo ni idea de dónde ni con quién pasaste esos dos meses. Pero sí sé que desde tu vuelta has estado con Franck al menos en una ocasión. 204


—No sé cómo quieres que te diga que sólo somos amigos, muy buenos amigos. Tú dices que no te acuestas con compañeras de rodaje, yo no me acuesto con amigos. —Franck está enamorado de ti, no lo quieres ver y él no te lo dice por miedo a perder lo que tenéis. —No seas absurdo, estoy harta de ir desmintiéndolo, y, aunque así fuera, el amor es cosa de dos y yo no lo siento. —No soy absurdo, es que sé reconocer a un rival cuando lo veo, en eso sí funciona el instinto masculino. Y te diré que Franck llegó a la hacienda como mi amigo y salió completamente cambiado. Él captó lo que había entre nosotros antes que tú. —También es casualidad que tuvierais que conoceros. —Mira, vamos a dejarlo, es una discusión inútil. No tenemos mucho tiempo y quiero que nos quedemos solos, que echemos de la habitación a todos los que vienen a molestarnos con recuerdos o a sembrarnos dudas. Yo confío en ti. Tú tienes que hacerlo en mí. No podemos empezar nada si no existe confianza mutua, necesito que exista esa confianza como base. Es lo único que te pido. —Estás tan serio, tan distante. —Parece mentira que me digas eso, no me había abierto ni sincerado tanto en mi vida, no me había sentido nunca así, tan seguro de lo que quiero y al mismo tiempo tan vulnerable. Parece que estoy en mi primera cita.

205


—Entonces, tú, que eres un clásico, no pensarás besarme hasta la segunda, pero, siendo estrictos, la primera la tuvimos ayer. Sigo pensando que estás castigándome. De repente se acercó, metió las manos entre mi pelo, se quedó mirándome a los ojos, me levantó del sofá y me besó y me besó y me besó y me besó. Repartió sus besos por mi cara y mi cuello y finalizó anclando sus labios en los míos, absorbiéndome, como si yo tuviera todo el oxígeno que quedaba sobre la tierra. Luego me cogió en brazos, con la misma facilidad que lo hace siempre y que no dejará de asombrarme nunca. Así me llevó hasta mi habitación y me deposito suavemente sobre la cama. —Quiero que me dejes tomar las riendas y hacerte el amor despacio, minuciosamente, quiero recorrer todos los rincones por los que te he estado soñando, ese será tu castigo, estarte quietecita y tener paciencia para dejarme rodar a cámara lenta. Y mientras lo decía besaba mis brazos, mis hombros, el hueco de mi codo, iba desabrochándome los botones de la camisola con una mano y me sujetaba las manos por encima de mi cabeza con la otra. Me soltó un momento para sacarse la camiseta y luego deslizó sus labios por el hueco de mis pechos hasta bajar al ombligo. No tardé en estar gimiendo entregada por completo a descubrir esos deseos con los que satisfacía los míos. Mi cuerpo sentía su voz, la voz que tanto amo, tan sensual, tan capaz de conquistarme con un susurro. Su aliento corría libre entre su boca y mi cuerpo. 206


—Te he echado tanto de menos…, tenía tanto miedo de perderte…, de no volver a verte…, de haber pasado por tu vida sin dejar rastro. Tenía miedo de haberme enamorado del cometa Halley. No, no hables. No me contestes. Si no me has hablado durante más de ochenta y ocho días, podrás aguantar algunos minutos, ¿no crees? O puede que sea algunas horas, ¿quién sabe? Tú no me interrumpas, ahora estoy rindiéndote culto, haciéndote una declaración de amor, una más, una demostración de mi amor por ti, postrándome ante ti, dejándote una ofrenda. Pero no fui capaz de quedarme en silencio y quise contestarle. Subió de nuevo hasta llegar a mis labios diciéndome “calla, anda, calla”. Y me calló con un beso diferente a todos los que me había dado antes, ¿de dónde saca tantos besos? Tiene una fábrica de besos en su boca y un diseñador trabajando en exclusiva para hacerlos cada vez más profundos, a cual más sensual, siempre eternos. Mis manos, liberadas de pronto, pudieron por fin recorrer su espalda, recordar sus hombros, acariciar sus brazos; pero la libertad duró sólo mientras nos dio la vuelta para tumbarse boca arriba sentarme a horcajadas sobre él y entrelazar sus dedos con los míos. Paró en seco y me miró a los ojos. —¿Cómo has podido torturarnos tanto, cómo has podido aguantar ochenta y ocho noches sin tenerme así, contigo? Has sido muy cruel. Voy a dedicarte un repertorio nuevo, voy a desplegar en abanico tus treinta sentidos con mis treinta para que no te falten recuerdos cuando no esté, para que te sobren las razones para desearme y ni se te pase por la imaginación la idea de escapar de nuevo de mí, de escapar de lo que hay entre nosotros. 207


Entonces vio nuestro reflejo en los espejos del armario de la habitación. —No había visto eso, fíjate si me ciegas que no me había dado cuenta de que esta habitación tuviera una pared cubierta de espejos. ¿Te das cuenta de lo bien que encajamos? Estás preciosa desnuda, arrebolada, despeinada, voluptuosa. Te vuelves más hermosa cuando estás conmigo. Te ilumino, me iluminas, juntos nos inundamos de luz, no lo niegues. Ahora me tocaba a mí cerrarle la boca y seguir buscando el placer. Me solté, me dejó. Deslicé por su cadera la cintura de sus pantalones y él terminó arrancándoselos para volver a enredar sus piernas con las mías. —Quiero tenerte ya, del todo, ven— le dije. —Espera, aún tienes que tener un poco más de paciencia, espera. —No puedo más. —Yo sí —fue su respuesta. Pero no pude más. Me deshice entre sus dedos ágiles y su lengua sabia. Grité y él cubrió mi boca con su mano, me acarició los labios, dejó que le mordiera, me besó los ojos y fue entonces cuando empezó a entrar, despacio, muy despacio, desmontándome por dentro. Su lentitud es divina, su resistencia increíble. Nunca me había hecho el amor tan exageradamente despacio, sujetando su placer, multiplicando el mío. Con Eric, cada vez que creía haber llegado al extremo de lo posible, se superaba a sí mismo y me hacía superarlo a mí con él. 208


Una gota cayó sobre mi boca, la lamí, levanté los ojos y vi su frente cubierta de sudor, sus ojos me miraban, me sonrió justo antes de alinearse, acelerar de golpe su ritmo y llegar los dos juntos a otro nivel más allá de la gloria. Fue una noche larga y corta, fue una declaración de principios, una extensa carta de amor, un poema, una exhibición de lo que podíamos tener juntos y nos estábamos perdiendo, de lo que era capaz de dar, de lo que me iba a pedir, de lo que esperaba que construyéramos juntos. Perdí la noción del tiempo, no sé cuándo me dormí completamente agotada. Completamente feliz. Al despertar, ya no estaba. Volví a sentir miedo y frío. Retome la rutina para conservar la cordura. La rutina es una coraza que siempre me funciona, poner horas a las tareas, llenar de tareas las horas, sin huecos en blanco, sin espacios libres. Tomé un zumo, salí a correr, paré a desayunar y volví a casa. No habría pasado ni media hora cuando llamaron a la puerta y me llegó un ramo de flores variadas, coloridas, raras. Y una nota, mal escrita, con los renglones torcidos: Sigo sin tener una flor para ti (¿por qué vas a tener sólo una?, ¡qué tontería!), tampoco un color o un apelativo cariñoso (me gusta May, me sabe a ti cada vez que lo digo en voz alta, no necesito otro aunque no tengo ni idea de donde sale, ya me lo contarás algún día con el resto de las cosas que tengo en lista de espera). Tengo cuadernos en 209


blanco para llenar, muchas preguntas, muchas cosas que aprender, muchas que averiguar. Tengo razones para casi todo y hasta tengo razones para compartir incluso ese “casi” contigo, para buscarle sentido y soportar juntos los sinsentidos. Te amo. Eric. Para que luego diga que la literata soy yo. Pasó el día sin mensajes y sin que sonara el teléfono, con su olor inundándolo todo, la cama, la casa, hasta mi piel lo conservó resistiéndose a la ducha, al gel o el perfume. Iñigo me llamó para preguntarme si ya se había ido “mi centauro”, si estaba sola y me apetecía salir a dar una vuelta y a cenar juntos, sin gente. Al parecer tenía que visitar el restaurante de un amigo al que David no soportaba. —Vente, que a ti se te da bien lo de la gastronomía y él lo que busca son opiniones críticas de gente de confianza. Me estaba arreglando cuando me llamó mi padre. —May, hija, no sé si te acuerdas del cumpleaños de tu madre. Le estoy organizando una pequeña fiesta, vente, le darías una alegría tremenda y a mí también, claro. ¡Hace tanto que no estamos juntos! Faltan quince días, te da tiempo a hacerte un hueco en la agenda. Te mando el billete. —Me encantaría, papa, pero prefiero ir antes o después, sabes que odio las fiestas. —No es una fiesta, fiesta, es una celebración en casa, de poco más de una docena personas, todos íntimos, es lo que ella quiere. Así que escápate un par de días para pasarlos con nosotros, es el mejor regalo que le puedes dar, la pandemia no 210


le ha sentado bien, ha perdido amigos y ha cogido un poco de miedo a todo. Tampoco está en el mejor momento de su vida, échale una mano, de mujer a mujer. —¿Estáis bien? ¿No me ocultas nada? —Sí, hija, claro que estamos bien, pero te echamos muchísimo de menos, tener llamadas no es lo mismo que verte y, como te he dicho, tu madre no lleva nada bien estos tiempos que corren. Puede que nos estemos haciendo mayores en el peor momento posible. Y no es sólo que hayan muerto amigos, es que muchos de ellos lo están pasando muy mal, sabes que en este mundo nuestro se vive muy al día y el parón de trabajo ha sido criminal. A nosotros nos ha servido para hacer un repaso y plantearnos dar más importancia a lo importante, plantearnos muchas cosas de cara al futuro, a lo que nos quede de futuro. ¿Tú cómo estás? Ves, eso es lo que más nos preocupa, no nos cuentas casi nada, no sabemos si de verdad estás bien o sólo nos dices que estás bien… ¡No te vemos! —Estoy bien, papá, muy bien. Estoy empezando a caminar firme de nuevo, tengo ilusiones, planes, escribo mucho, por fin sé lo que quiero… Y estoy enamorada. Muy enamorada. —¡Qué alegría me das, hija! Por fin Franck y tú os habéis decidido a aclarar las cosas, me encanta Franck, es un hombre cabal y además te adora. —No es Franck, papá. Y tú eres la primera persona a la que se lo digo. De hecho es la primera vez que lo digo en voz alta. Aún estoy haciéndome a la idea de que esto va a salir adelante, sobre todo porque él se ha empeñado en que así sea.

211


—Pues tráetelo y nos lo presentas, eso a tu madre le hará feliz, está muy agobiada por ti y tu empecinamiento en aislarte. —Se lo consultaré para ver si está libre en esas fechas. Sé que le encantaría, si por él fuera echaría un pregón para que todo el mundo sepa que estamos juntos. Y no me hagas preguntas, si puede irá y lo conoceréis, si no es así, prometo que os lo contaré todo con detalle. De momento guárdame el secreto, que quede entre nosotros. Ya te digo que aún no se lo hemos dicho a nadie. Ni a Franck siquiera. —No le va a gustar nada, te lo anticipo. Pero te guardaré el secreto en cualquier caso, no será la primera vez que tenemos un secreto a medias, es un gran regalo tener tu confianza y no quiero perderla defraudándote, nunca lo he hecho conscientemente, ¿lo sabes, verdad? Siempre he respetado tus decisiones, hija, y tienes la seguridad de que puedes contar conmigo para lo que sea. —Lo sé, papá, me da mucha tranquilidad que estéis ahí siempre para lo que necesite. Muchos besos y cuenta con que iré al cumpleaños de mamá. Adoro a mi padre. Profesionalmente es un poco como Eric, aunque nunca haya llegado a su nivel de estrellato, separa perfectamente su trabajo de su vida privada, quizá por eso no ha tenido un carrera de protagonista, pero sí la de secundario constante y coherente que sigue manteniendo ya bien cumplidos los sesenta. Apenas colgué, volvió a sonar el teléfono. —¿Qué tal tu día, ya me echas de menos, has llorado mi ausencia? 212


—Bueno, aún no ha acabado, voy a salir a cenar con Iñigo. Y sí, te echo muchísimo de menos. Y sí, he llorado con las flores y la nota y el frío que siento cuando te vas. Justo estaba hablando con mi padre hasta hace un momento, ha llamado para recordarme el cumpleaños de mi madre y lo que le gustaría que fuera, va a hacerle una fiesta íntima, únicamente con personas muy cercanas. Ah, también le he dicho que estoy enamorada, sin más datos, y me ha dicho que lleve al afortunado. —Anda, resulta que estás enamorada y yo sin saberlo. ¿Y me dirás de quién? —De un tipo raro, feo y muy raro. Te lo presentaré y hasta puede que te caiga bien. —¿Te das cuenta de lo parca que eres con las palabras de amor? Escribes mucho, las dices en diferido o de carambola, me dices que has dicho, pero no me las dices a mí. —De lo que me doy cuenta cada vez que hablo contigo es de que he sido una excelente profesora, manejas el idioma mejor que si fuera tuyo. Dame tiempo, Eric, necesito tiempo para soltarme, para hacerme a la idea de que a ti puedo mostrarte todo sin miedo. —Te quiero, te echo de menos y me quedaría horas hablando contigo, pero ahora te voy a dejar en paz para que te pongas preciosa y salgas a cenar con Iñigo. ¿Oye, qué pasa, tú sólo tienes amigos? No conozco a ninguna amiga tuya. —Ni creo que te las presente, no quiero riesgos.

213


—Recuerda que el celoso soy yo y no me quejo de que siempre tengas algún hombre cerca. Llámame luego cuando vuelvas a casa, así me cuentas y hablamos ya tranquilos, desde la cama. Acuérdate de que aunque vuelvas tarde y yo me acueste pronto, tengo tres horas menos que tú. —Con ese tono de voz que me lo dices ya estoy deseando volver. ¡Qué peligro, hasta a distancia tienes peligro! —Cuelga, ya. O mejor cuelgo yo, que no sé si sabes que odio hablar por teléfono. Y colgó. No os he contado mucho de Iñigo, salvo nuestros encuentros casuales de las últimas semanas y que nos conocemos desde hace tiempo. Iñigo tiene dos pasiones profesionales, los números y la gastronomía, ambas en las más amplias acepciones de sus respectivos términos. Como además escribe bien y tiene buenos contactos, colabora con diversos medios para dar rienda suelta a ambas y que ambas le solucionen la vida. Con su nombre y apellidos escribe en prensa económica de medios de prestigio, con seudónimo escribe crítica y reportajes gastronómicos. Nos conocimos hace años, en nuestra etapa universitaria, cuando yo trabajaba en la bodega familiar para conocerla desde dentro y sacarme un dinerillo, por esa época Iñigo ya hacía viajes con viñedos como como destino. Los que disfrutan de verdad del mundo del vino, adentrándose en sus entresijos, buscando viñas y raíces, saberes ancestrales y proyectos innovadores, no lo disocian del resto de placeres gastronómicos. Nos conocimos en California, lugar de origen de mi familia paterna y nos hemos seguido viendo sobre todo en España, en las temporadas en las que 214


hemos vivido allí los dos, o en alguno de los destinos a los que el trabajo o el ocio nos llevan, como nos pasa ahora.

May en la fiesta de cumpleaños Llegué unos días antes del cumpleaños de mi madre. Volver a casa es regresar a ser hija, a dejarse mimar, reñir y tratar como si el tiempo se hubiera detenido. Entrar en mi habitación es viajar a una etapa sin miedo al futuro, sin temores ni grandes problemas. No ha habido cambios desde que la dejé para ir a la universidad y los regresos se convirtieron visitas escasas y ocasionales, Allí había sido feliz. Mis padres siempre han hecho todo lo que está en sus manos para que sea feliz. Me han apoyado en cada una de mis decisiones, estén o no de acuerdo, me han consolado tras cada error o cada fracaso, lo cual no quiere decir que me libre de sus críticas o sus broncas. Adoro a mis padres, tan distintos entre sí, amándose tanto. Comenzaron unos días plácidos, de largas conversaciones y muchas risas. Me veían cambiada, cargada de vida, alegre y como nueva, estaban encantados y deseando conocer al hombre que lo había conseguido, el mismo que me llamaba a diario, más de una vez. Yo seguía hermética, sin contarles nada por miedo a contar más de la cuenta, guardando mi secreto hasta que lo vieran en carne y hueso. Fuera cuando fuera, había cambiado de idea y decidí no decírselo hasta que lo conocieran. Quería ver su reacción al tenerlo cara a cara.

215


Eric me llamó la misma mañana del cumpleaños para decirme que finalmente le sería imposible acudir, las cosas se le habían complicado y no tenía forma de escaparse. —Ten paciencia, cariño, nos falta muy poco. Si en vez de quedarte únicamente al cumpleaños, alargas tu estancia unos días, puede que encuentre un hueco para ir allí antes de que vuelvas a Nueva York. ¿Qué te parece? No te lo puedo garantizar al cien por cien, pero las probabilidades son altas y, aunque yo no vaya, esos días en familia os vendrán bien después de estar tanto tiempo sin veros. —Tienes razón, ya lo había pensado. A mí también me apetecen mimos y ya que tú no me los quieres dar… —No seas así, en la vida se me ha hecho tan largo el fin de un rodaje, ¡se me está haciendo eterno! Y no estoy a gusto, esto que rodea mi trabajo no es lo mío, cielo, cada vez menos. Cuídate, déjate cuidar y disfruta todo lo que puedas. —Te extraño muchísimo, amor mío. —Perdona, ¿cómo has dicho? Repítemelo para que lo grabe. —Es verdad que me sigue costando expresar en voz alta lo que siento, al contrario de lo que haces tú, que derrochas gestos y palabras de amor continuamente y continuamente parecen recién inventadas. Eres actor, estás acostumbrado después de tanta serie. —Jamás me vuelvas a decir eso. Jamás. Es injusto y sabes que no es cierto. Y colgó. 216


La fiesta es muy íntima, tal como mi padre había prometido. Pocos y bien avenidos, dijo mi madre, que cuando habla en español tiene tendencia a recurrir a refranes y frases hechas. Me han regalado un vestido precioso para esa noche, inspirado en los mantones de manila y con un profundo escote en pico tanto en el pecho como en la espalda. A mi madre y a mí nos encantan los escotes. Me peiné con un moño para completar el homenaje a nuestra sangre española, la que había enamorado a mi padre cuando aquella joven estudiante llego con su beca a la UCLA. Pesé a todos los pronósticos, su matrimonio duraba ya casi treinta años. Llamé a Eric, pero no me cogió el teléfono. Le dejé un mensaje diciéndole lo que se estaba perdiendo, antes, durante y después de la fiesta. No te enfades, amor mío, sé que es injusto y que no es cierto. Perdona. Es que me abruma no poder estar a tu altura y poder traducir en palabras lo que te quiero. ¡Siento tanto que no estés aquí! Llevo un vestido precioso, con muchíííííísimo escote y botoncitos en un costado, ¡te encantaría! También tengo un moño para deshacer. ¡Me muero por estar contigo! Nunca me perdonaré haber perdido tanto tiempo sin ti, ahora cuento los días para poder besarte de nuevo, ¡se me está haciendo larguísimo! Te extraño tanto… Hay vinos de la bodega de mi abuelo, de los que hace él y de los que colecciona y le robamos. Ah, y también jamón ibérico cortado en vivo y en directo. No hubo respuesta por su parte. Tiene que estar muy enfadado. Estábamos empezando a disfrutar del aperitivo antes de pasar al interior para la cena, teníamos una tarde que presagiaba una 217


noche espléndida y todos los ingredientes para que lo fuera. Menos él. El ambiente era tan animado como suele ser cuando se reúnen amigos que tienen mucho recorrido juntos y a los que les encanta festejar sin testigos. Uno de los empleados del catering vino a llamar a mi padre y se lo llevó, imaginé que para algún detalle final. A los pocos minutos vi que todos volvían la vista hacía el porche que comunicaba la casa con el jardín interior en el que estábamos, hice lo mismo segura de que llegaba alguna sorpresa preparada para el cumpleaños. Y claro que era una sorpresa. Eric caminando junto a mi padre. Traje azul marino con una raya diplomática muy tenue en azul más clarito, del mismo que su camisa, sin corbata, dejando ver ese cuello que me volvía loca. Me quedé paralizada y seguro que con la boca abierta. Mi madre, que nos miraba alternativamente a mi padre y a mí, me susurro, ¿tú sabes de qué va esto, hija? No me dio tiempo de contestarla antes de que llegaran a nuestro lado y Eric tendiera la mano presentándose en español y felicitándola. —Señora, encantado de conocerla. Es un placer compartir la fiesta de cumpleaños con ustedes y poder felicitarla personalmente. Entonces se volvió y me besó. Nos besamos. Un beso corto, rápido, dulce, apenas nos rozamos los labios y sin embargo la sensación fue la de una descarga eléctrica, tanto que pensé que empezarían a salir fuegos artificiales a nuestro alrededor.

218


—Estás preciosa —me susurró al oído— eso y el mensaje borran los restos del enfado, no me mires así de preocupada. No me hubiera perdido estar aquí contigo por nada del mundo. Da gracias a que estás rodeada, eso te libra de que te quite ese vestido aquí y ahora. Oh, no, espera, tiene que resultar increíble hacerte el amor con esa maravilla puesta. Siguió hablando, sin explicaciones, sin transición —Ah, he traído un detalle para tu madre, es un cuadro que he hecho con un retrato tuyo, le encantará, ya lo verás. Lo he dejado con los otros regalos, tu padre me ha dicho que los abrirá después de la cena. Y con la naturalidad con la que acostumbra a hacer todo, me dejó junto a mi padre para, acompañado de mi sonriente madre, irse presentando a cada uno de los invitados con un “Soy Eric, el novio de May”. Teníais que haber visto las caras de estupefacción, no sé si porque yo tuviera un novio o porque el novio fuera él. —Así que siguiendo la tradición materna —me dijo mi padre con un guiño y un beso—. Tengo que confesarte que hemos hecho trampa, Eric me llamó hace unos días para avisar de que venía, que quería conocernos y darte una sorpresa. Tu madre tampoco lo sabía, ella no hubiera podido disimular y yo no hubiera disfrutado viendo la cara que ha puesto. Todo en la cena fue una delicia, los platos, la conversación, la sobremesa, la música. Él. Teníamos por costumbre dejar los regalos para las doce de la noche, momento en el que empezaba el día en el que mi madre cumplía años. Mi padre le había comprado un chal, nunca 219


tenía suficientes chales ni suficientes pendientes, eran sus complementos favoritos y también los míos, he heredado sus gustos en muchas cosas. No me voy a parar en los otros regalos, ni siquiera en el que le había comprado yo, porque entre Eric y mi padre nublaron el brillo de los demás. A mi madre se le saltaron las lágrimas, se emocionó viendo mi retrato. Era increíblemente bueno, estaba hecho a partir de una foto que Eric me había tomado cuando estábamos en la casa, una que no me había mandado y que yo no había visto. —Me alegro de que te guste, Mara, a mí me encanta, es ella tal como yo la veo, tal como es cuando cree que no la miran, cuando está tan abstraída que da miedo sacarla de su mundo —le dijo Eric. —Yo me alegro de que hayas sabido verla y reflejarlo tan bien. Teniendo en cuenta lo difícil que resulta hacerle fotos, aún tienes más mérito. No te haces idea de las ganas que tenía de tener un buen retrato de mi hija, en el último creo que tenía quince años. Otra de las tradiciones de los cumpleaños familiares era que, a partir de ese momento, seguían las copas y la música, empezábamos a cantar, a bailar y a hacer el ridículo ayudados por la subida del nivel de alcohol. —Doy por sentado que te quedarás esta noche con nosotros, ¿no es así, Eric? Imagino que ni se te habrá pasado por la imaginación otra cosa, prepararé la habitación de invitados. Y no me miréis con esas caras, que no tengo intención de separaros, pero la cama de May es de juguete para tu tamaño, usad ese cuarto cuando estéis juntos. La verdad es que May 220


debería cambiarse ahí definitivamente y dejar el de adolescente que ya le queda pequeño, sí, eso haré, voy poner un buen escritorio para que trabaje cuando venga, un… —Vale, mamá, vale, ya lo hablaremos, ahora no es el momento. Mi padre y Eric habían escapado ya y, de vuelta al jardín, compartían risas y copas con el resto de invitados. Había una guitarra (qué peligro) y mi padre se puso a destrozar una balada: en la falta de dotes musicales y de sentido del ridículo somos iguales, ambos desafinamos con el mismo entusiasmo. Los invitados se fueron marchando a medida que avanzaba la noche y, cuando ya estábamos los cuatros solos, Eric empezó a cantar en español una de las canciones favoritas de mi madre (mi padre debía habérselo chivado) y con su hermosa voz llenó la noche dejándonos boquiabiertos. Una vez más. Terminó besándome en la sien y preguntándoles. —¿Lo estoy haciendo bien, estoy ganando puntos para que aceptéis mi candidatura a posible yerno? —No vas mal, sólo con verla tan feliz ya te hemos dado un bonus— dijo mi madre medio llorando, medio riendo. Venga, vamos, ya he tenido bastantes emociones por hoy, vosotros id a la cama que es lo que estáis deseando. Buenas noches, queridos. Mañana tendréis tiempo de contarnos detalles, tengo un montón de preguntas para cada uno de los dos. Sí, estaba deseando estar con él, no me gustaba nada este hacer el amor intermitente al que nos obligaba la separación forzosa que se me estaba haciendo larguísima. 221


—Estoy deseando saber en qué queda este precioso vestido sin ti, pero no te lo quites todavía, ya te dije que quiero hacerlo yo, no me robes el placer de desnudarte. Antes de hacerlo, quiero notar su tacto, la suavidad de la seda, el relieve de sus bordados, notar su caída por tus hombros, ver como se desliza por tu cadera… Dicho y hecho, hablaba y actuaba en consecuencia, hablaba con ese timbre de voz que por sí solo eriza mi piel, hablaba y era todo manos a cámara lenta, labios escribiendo las palabras en mi piel con sus ojos entornados afinando y cargando de erotismo la mirada. La cama del cuarto de invitados era enorme, pero para él todo se quedaba pequeño. Hasta yo me sentía pequeña a su lado. Físicamente pequeña. Emocionalmente gigante, poderosa, querida, deseada, enaltecida hasta niveles que parecían no tener fin. Desperté tarde y, claro, como de costumbre, él ya no estaba. Temí que se hubiera ido, pero no, me lo encontré mano a mano con mi madre en la cocina. Después de la noche pasada yo tenía muchas preguntas en mente, preguntas sobre la cicatriz reciente que cruzaba su espalda, por ejemplo. Pero mi madre y él se estaban sometiendo mutuamente a un tercer grado, un quid pro quo de infancias, adolescencias, estudios, familia. Lo sé, porque me quedé escuchando antes de entrar y hacerme visible. Estaba tiznado, sucio y pringoso. Para comérselo. —¿Se puede saber por qué tienes esa pinta? ¿Qué has estado haciendo? 222


—Ha estado desmontando con tu padre el motor de una de esas chatarras a las que él llama clásicos, su última adquisición con la que, tal y como está, tiene entretenimiento para meses —contestó mi madre. —Sí que te estás tomando en serio eso de ganar puntos— le dije dándole un beso en los labios, casi el único espacio de su cara que tenía limpio. —Pues ya verás cuando me ponga a cocinar, me volveré imprescindible. Subo a darme una ducha y a ponerme presentable, espero que al menos me preparéis un desayuno rico. Unos huevos revueltos con cosas estarían bien. —¿Huevos revueltos con cosas? —Sí, con muchas cosas, y que no falte algo de ese chorizo que tenéis por ahí. —Hija, no sé cómo lo has conocido ni de dónde lo has sacado, pero, ¿es de verdad?, ¿es así de verdad? ¡Es un hombre increíble! Un cuerpo espectacular, pero un carácter aún más espectacular. —¿Tú ya lo conocías? —¿Cómo actor y modelo? ¡Claro que lo conocía! ¿Tú no? —Pues no. Cuando me contrataron para trabajar con él no tenía ni idea de quien era. Y luego nos enrollamos, pensé que para él era sólo eso y salí huyendo. Me alejé sin despedirme ni dejar contacto, desaparecí, estuvimos casi tres meses sin comunicarnos hasta que fue a buscarme y me convenció de 223


que para él esto no es una aventura ni algo que se tome a la ligera. De hecho dice que estaba seguro desde el principio. —Hija, no hace falta más que miraros para ver que destiláis amor por cada poro. Se palpa en el ambiente, lo contagiáis. —Qué bonito eso que estabas diciendo, Mara, te referías a nosotros, ¿verdad? Sí, tienes razón, estoy loco por ella y May, aunque se niegue a confesarlo, también lo está por mí. Lo sé. Sé que soy el hombre de su vida. Y me abrazó hasta dejarme sin aliento. Fueron unos días de una vida familiar que yo no disfrutaba desde hace demasiado tiempo y que desconocía vivida así, con mi propia pareja, creando el embrión de una familia dentro de otra, como dijo Eric. Porque de esas cosas también hablamos, del deseo de Eric de crear una familia conmigo, sin prisas, pero con el pensamiento puesto en un futuro juntos. Y de ese futuro también hablamos, de qué queríamos para nuestras carreras profesionales, de qué retos nos planteábamos. El paraíso se quebró bruscamente volviéndonos a la realidad. A Eric le llamaron para algo urgente y yo volví a N.Y. para seguir escribiendo y, además, para empezar a trabajar con la editorial que publicaría mi primera novela. Ya no quedaba mucho para la gala del preestreno de su peli, a la que por fin accedí a acudir convencida por todos de que lo mejor sería no andar con tapujos y evitar las especulaciones. Desde ahí, desde ese punto, partiría formalmente nuestra nueva vida en común. En los días pasados en casa de mis padres hubo algunas nubes, dos en realidad. Por un lado, yo aún no había dicho nada a Franck, (ni a ninguno de mis amigos objetaba yo, salvo 224


Iñigo y David que lo habían descubierto por casualidad). Por otro, la cicatriz de Eric, que me había mal explicado en principio y, luego, cuando saque el arma de la sinceridad y la confianza mutua que el mismo había esgrimido como fundamento de nuestra relación, confesó que siempre había estado sobre la mesa su intención de continuar con “su otro trabajo” y que yo no había puesto objeciones, es más, sabía de sus riesgos y le había dicho que no tenía miedo, que podíamos morir de cualquier modo en cualquier momento. Terminó con un “Sabes de sobra que no te puedo contar detalles”. Mis padres quedaron en venirse conmigo a la fiesta para arroparnos, el mundo de Eric era también su mundo, pero, en la parte pública, nunca había sido el mío, ellos me protegieron al principio y luego fui yo la que me encargué de mantenerme siempre detrás de cualquier cámara. Y la cosa en sí misma no es que me preocupara demasiado, quiero decir, que no me asustaba tener que aparecer en público, ni que ropa ponerme, ni cómo peinarme o comportarme, eso venía dado, me elegirían todo, me pondrían guapa y de comportarme ya me encargaría yo, a la nueva yo no le asustan ya esas cosas. Lo que sí me preocupaba era la repercusión que pudiera tener en la carrera de Eric nuestra aparición en público como pareja y, en consecuencia, mi forzosa salida del cómodo anonimato. —Sabes lo que pienso sobre mi carrera y su futuro, pero, aunque no fuera así, nunca la antepondría a mi vida privada, a la vida de verdad. No des importancia a cosas que no la tienen. —Yo no estoy preparada, Eric, iré, pero no contigo. 225


—¿Es tu última palabra? —Lo es. Deberías valorar que simplemente asistir a estas historias es un reto para mí, déjame ir paso a paso, por favor. —Vale, tú mandas, no te voy a insistir para que hagas lo que no quieres. En cuanto a Franck… Todo resultaba demasiado complicado teniéndolo tan lejos. Una distancia ciclópea en kilómetros y en circunstancias. Le mande un correo pidiéndole que me llamara en cuanto tuviera posibilidad. Le aclaré que no pasaba nada grave, que solo quería contarle algunas cosas. Me contestó a las pocas horas. Si lo que quieres contarme es que estás enamorada de Eric, que él lo está de ti, que vais a emprender un camino juntos y bla, bla, bla, no necesitamos hablar, eso ya lo sé. Sabía que pasaría desde el primer día que os vi, desde que te advertí contra él, más por celos que por razones objetivas, lo confieso. Y ya vi lo mal que lo pasabais mientras estuvisteis separados. No necesitamos hablar. No quiero hablar de esto contigo ahora. Nos veremos a mi vuelta como si nada hubiera cambiado, aunque haya cambiado todo. Sigue en mi apartamento hasta que dejes N.Y., me ofendería que no lo hicieras así, a cambio yo iré al tuyo de Madrid, seguiremos nuestros planes a no ser que me digas lo contrario. Seguiremos nuestros planes, nuestra vida y sobre todo nuestra amistad, me mataría perderte. Yo también te quiero mucho, May, no como tú me quieres, no como has creído que yo te quería.” Esto quedaría entre nosotros dos, sería una traición decírselo a nadie y mucho menos a Eric: una cosa es lo que él suponga y 226


otra bien distinta que yo se lo confirme. Sé que Franck confía plenamente en que yo guardaré su poco clara y extraña declaración como uno más de nuestros secretos, no necesitaba decírmelo, nos conocíamos lo suficiente para saber lo importante que es nuestra amistad. Y sigo sin creer que haya más que eso. Me quedaré en tu piso, sola, hasta que deje N.Y., espero que disfrutes de Madrid en el mío. Ojalá podamos vernos pronto, hablar cara a cara, seguir confesándome contigo. Hay lazos muy fuertes entre nosotros, nada ni nadie va a romperlos si nosotros no queremos. Y no queremos. Bss.

May en el preestreno Se pone guapísimo cuando está celoso. Trata de dominarse, intenta disimularlo, pero es tremendamente celoso. Lo considera una debilidad y no le gusta nada. Como no he querido que nuestra relación se haga pública, al menos de momento, y desde luego no en este día tan importante para él, ha sumado ese factor a la ecuación, así me lo ha dicho; no sé por qué tiene esa afición de hablar con términos matemáticos. En la presentación de la película y la fiesta posterior estaré acompañada por mis padres. Ellos se alojan en el mismo hotel que Eric, pero yo al final me decidí por encontrarlos directamente en el coqueto teatro en el que se proyecta. Íñigo también estará gracias a un pase de prensa y una invitación a la fiesta posterior (de nada, Íñigo). Él se ocupó de 227


buscarme maquillador y peluquero, vino a casa con una pareja de amigos suyos que se encargaron de vestirme, maquillarme y transformarme en una diva de los cincuenta; siguiendo la inspiración del vestido y de la película, me maquillaron y me peinaron lista para matar a mi novio de la impresión. Iñigo es uno de esos tipos de rasgos poco canónicos y que tan atractivos resultan, tipo Adrian Brody, Adam Driver o Tomer Sisley, con una capacidad de seducción por encima de los patrones de belleza al uso. Siempre hemos tenido una relación excelente y lo hemos pasado muy bien juntos, pero desde que estamos en N.Y. somos compañeros de exilio, como él dice. Yo creo que más que la ciudad nos han unido las circunstancias de los últimos tiempos, los amigos de verdad estamos más cerca y más necesitados de apoyo que nunca desde que la pandemia nos obligó a alejarnos y aislarnos tanto. Para empezar, llegamos tarde. No tarde al principio de la proyección sino a la entrada de los actores y su posado, ya estaban en plena sesión de fotos cuando nos unimos al grupo con el que estaban mis padres. —¡¿Qué has hecho con nuestra hija, dónde la has metido?! Si no te estuviera viendo con mis propios ojos no me creería que eres tú, May, cielo, ¡estás espectacular! ¿Qué te parece, Robert, qué te parece como está tu hija? —¡Escultural! Me encanta verte así y que hayas dejado de esconder lo guapa que eres. Y no lo digo sólo por esta ropa, ¡es todo! Ayer llevabas unos simples vaqueros y una blusa y también estabas genial, hasta caminas diferente. ¿Ya te ha visto Eric? 228


—No, no, ahora mejor que esté centrado en fotos y entrevistas, es una noche muy importante para él. —Una noche que le hubiera gustado compartir contigo y que a ti no te ha dado la gana —dijo mi madre—. ¡Mira que eres cabezota, hija! No le ha gustado nada de nada venir solo y que vengas por tu cuenta. Allá tú, tú sabrás lo que haces, pero ese hombre es único y está loco por ti, así que mira a ver, piensa que el amor no se cuida por sí mismo ni se mantiene del aire. —Mamá, ¿tú crees que es el momento de echarme una bronca? —Nada, nada, allá tú, yo ya te lo he dicho. Veremos ahora que tal aguantas que se le acerquen todas las mujeres que le rondan, veremos. Para los demás él es un hombre libre, todos creen que no está con nadie porque no le dejas decir que está contigo… ¡Dylan, pero que alegría que estés aquí! Mira May, querida, ya tienes un acompañante más acorde a tu edad. Dylan y yo nos abrazamos y guardamos las preguntas para luego, porque, afortunadamente, para ayudarme a escapar de los sermones de mi madre, en ese momento vinieron a decirnos que teníamos que ir ocupando nuestras butacas para que cuando entrara el elenco estuviéramos ya sentados. Eric seguía sin verme, para eso ya me había encargado yo de colocarme en puntos estratégicos en los que permaneciera fuera del alcance de su vista. Únicamente le mandé un mensaje diciéndole que no me había vuelto atrás, que estaba en la sala y que nos veríamos en la fiesta. No me contestó. Previamente yo no había visto nada de la película, Eric al final cambió de opinión y no me dejó el pendrive prometido.

229


Naturalmente me sabía todos sus diálogos, pero no imaginaba como habría quedado el conjunto. La película era magistral, alternaba muy bien los ritmos, no todo se basaba en su acción trepidante y muy bien conseguida. Eric estaba genial, tal como me había dicho había logrado crear una imagen dura que me recordó la mejor etapa del cine negro americano. Te creías el personaje, se había convertido en un gran actor, en un actor atemporal, clásico. Nos conquistó a todos, a mí y a todos los asistentes que estallaron en aplausos al terminar la proyección, la ovación fue calurosa y unánime, subieron al escenario, saludaron varias veces y continuaron aplaudiéndoles hasta que lo abandonaron para dar una pequeña rueda de prensa. Las restricciones habían convertido estas cosas en algo más íntimo y confortable. Tras salir de la sala, por fin pude hablar con Dylan Wilder, un inversor, productor ocasional, hermano de una de mis mejores amigas… Y un arquetipo de hombre californiano. —¿Qué has hecho con mi amiga May? ¡Confiesa! —¿Qué pasa, viene esa frase dentro de la bolsa promocional que nos han regalado a la entrada? Pues que poco originales han sido. —En serio, May, estás cambiadísima. Vamos, que por fin eres tú, déjame decirte que estás preciosa, luego nos hacemos una foto y se la mandamos a mi hermana. ¿Qué tal te va? Te hemos echado muchísimo de menos y tengo un montón de novedades que contarte. ¿Estás quedándote en N.Y.?

230


—Sí y además estoy pensando en pasar más tiempo aquí, dividir el trabajo entre Madrid y Nueva York. —Pues tenemos que organizarnos para cenar y ponernos al día, yo me quedaré durante toda esta semana y parte de la próxima, voy a llamar a Cristina a ver si tiene un hueco y se une a nosotros, le vamos a dar una alegría tremenda, ya verás. Nos tenía muy preocupados tanto tiempo sin noticias tuyas, llamamos a tus padres y nos dijeron que estabas en pleno proceso creativo, que por fin te has tomado en serio dedicarte a escribir. Se ve que la decisión te ha sentado bien, de verdad que estás espectacular. Pero, dime, ¿por qué estás aquí, tienes alguna relación con esta película? Lo sentí antes de oír su voz, ¡qué manía tiene de aparecer detrás de mí cuando menos lo espero y sin hacer ningún ruido! —La tiene, Dylan, claro que la tiene, May es la responsable de mi preparación para el personaje, ¿no te lo ha dicho? —Apenas nos había dado tiempo de empezar a hablar, Eric. Enhorabuena, por cierto, tanto la película como tú estáis genial, me alegro muchísimo de haber invertido en ella, va a ser todo un éxito. Pero no me había enterado de que se te hubiera contratado a ti para prepararlo, May… O sea, que fuiste tú la que estuviste tres meses recluida con él… Vaya, vaya. —Enhorabuena, Eric —dije—, estoy de acuerdo con Dylan, ¡estás realmente impresionante! La película me ha gustado muchísimo, supera con creces lo que me había imaginado.

231


Eric no tenía la cara de acuerdo a las circunstancias, no parecía estar rebosante de alegría y felicidad. Me estaba repasando de arriba abajo y de abajo arriba, sin ningún disimulo. —Parece que ya os conocíais —dijo Eric sin dirigirse a ninguno de los dos en particular y sin hacer caso de nuestras enhorabuenas. —May y mi hermana pequeña son amigas desde adolescentes, las he visto crecer y hoy, sinceramente, me ha dejado sin aliento; siempre ha sido muy guapa pero ahora está absolutamente espectacular y no lo digo únicamente por el impresionante vestido que lleva puesto, ha cambiado ella, su físico, su manera de moverse, ¡está radiante! —Sí, de eso ya me había dado cuenta durante los pasados meses, pero la verdad es que también a mí me deja sin palabras ver cómo está esta noche. Mis padres llegaron en ese momento y dieron a Eric todos los abrazos que yo aún no le había dado. Alguien lo reclamó y volvió a desparecer entre los invitados. Él sí que estaba espectacular, tan espectacular y tan cómodo con su esmoquin como con el resto de la ropa, le da igual lo que sea, todo lo lleva con la misma soltura y el mismo estilo, tiene siempre la mezcla exacta de elegancia y naturalidad, se ponga lo que se ponga, esté donde esté. El viste a la ropa, le da vida y personalidad propia. Seguimos saludando y cambiando de grupos mientras los implicados continuaban con fotos y entrevistas. Coincidí con Marco, un actor español afincado en L.A. al que yo había dado clase hacía un par de años y al que mi madre había ayudado a 232


dar sus primeros pasos en el proceloso mundo de los casting después de que alguien le sacara de España con promesas de papeles estelares y luego le utilizara y le abandonara con la misma rapidez. En la academia de mi madre solían aparecer y desaparecer jóvenes cargados de ilusión y ganas de triunfo a los que no bastaban sus dotes y sus ganas para salir airosos. A Marco le había ido bien, es guapo, listo y buen actor, aunque de momento siga encasillado en papeles como el que hace en esta película, de malo y de hispano. Nos dio mucha alegría encontrarnos y nos hicimos una escapada a la terraza para disfrutar de las vistas, fumar un cigarro y cotillear a gusto. —¿Conoces al protagonista? Es un actor y un compañero excelente, es incansable y muy serio trabajando, muy bromista y divertido en los descansos del rodaje por lo que me han dicho, aunque en este, la verdad, entre la pandemia y el ritmo que hemos llevado, nos ha dado tiempo para poca fiesta. ¿Sabes que hubo dudas de que fuera gay? Al principio, como no sabíamos que tenía pareja, nos extrañó esa manera de rechazar a una detrás de otra, porque tuvo cola, empezando por la actriz principal. —¿Por qué tenéis esa manía de pensar que un tío es gay si está bueno y no se tira a cualquiera que se le ponga en bandeja? Vaya, así que tiene pareja. —Sí, nos lo dijo él, aunque no nos dijo quien, dicen que es una actriz francesa. Como estaba de espaldas a la puerta, no vi llegar a Eric. —¿Tú también te has escapado a fumar? Déjame que te presente a mi amiga May —dijo Marco al verlo. 233


—No es necesario, ya nos conocemos. Ha sido mi preparadora para la película. —¡Vaya! Ahora podré presumir de que fue mi profe antes que la tuya, aunque por desgracia para mí la cosa sólo quedara en eso y en esta bonita amistad —dijo Marco guiñándome un ojo—. Ahora voy dentro a seguir promocionándome, que es a lo que he venido, luego os veo. —Mmm, qué gusto, creí que no conseguiría tenerte cinco minutos para mí— dijo mientras, después de darme otro de esos tiernos besos en la sien que tanto nos gustan, se mantenía frente a mí a más distancia de la que acostumbramos y me miraba detenidamente de arriba abajo antes de clavar sus ojos en los míos—. ¿De verdad te ha gustado la película? —Sí, es brillante, estás brillante. Será un éxito. Después de esto no dejarán que te vayas. Noté vibrar mi móvil y lo saqué del bolsito en el que apenas cabía nada más. Mensaje de Franck. Estás preciosa, pero esa no eres tú. Enhorabuena por vuestro lo que quiera que sea, dile a Eric que es un cabrón afortunado. ¿Estás en N.Y.?, le respondí. No, estoy aquí. Me puso como pie de foto de un campo de refugiados. Eso no es justo, Franck, ni propio de ti. 234


Al menos déjame el derecho de estar cabreado. Eric me miraba interrogante y yo dude entre enseñarle el teléfono o no hacerlo. No lo hice. Lo guardé, no debería haberlo sacado. —Te ha cambiado la cara, ¿tienes frío?—me preguntó con voz neutra. —Un poco. Será mejor que vayamos dentro, tampoco es muy educado que nos quedemos aquí y te tenga en exclusiva, esta noche es tuya, tienes que dejar que te adoren otros. —Cambia de tema, pero no te vas a escapar. Ya me contarás luego qué o quién te ha puesto triste. Me cargaría gustoso a cualquiera que te hiciera daño. Pero en ese momento salió un grupo que acaparó a Eric facilitándome la huida y volví al interior sin esperarlo. Dentro el ambiente se iba relajando. La prensa se había ido a la sala que tenían habilitada fuera y subía el tono de las conversaciones y las risas una vez pasados los primeros nervios. Corría el champagne del patrocinador, pero de alguna parte habían salido ya copas más fuertes. Marco se estaba acaramelando con una rubia a la que no identifiqué. Mi padre estaba por un lado, mi madre por otro y yo me encargué de huir de Eric para dejarlo moverse y que se acercaran todos los que querían felicitarlo. Me decidí por el grupo de mi padre que estaba whisky en mano con la esperanza de que me consiguiera otro. Y así fue. Mi padre es de los que nunca te dirá lo que debes hacer. A mí me mira y me lee, me pasa desde que era pequeña y él no ha 235


perdido sus dotes por más que pasen meses sin vernos, por más que yo haya crecido, vivido e introducido variantes en mi vida. Me mira y me lanza un cabo, un salvavidas, una señal o una advertencia. O simplemente pone el cartel de “Estoy aquí para ti, no te olvides”. Me rodeo por la cintura y me acercó a su pecho. La música y la ambientación de la fiesta estaban basadas en la película, mediados del siglo XX, desde el particular punto de vista del cine americano. Mi padre me tomó de la mano y me llevó al centro de la pista donde otras parejas ya se habían animado a hacer lo mismo. Canta fatal, pero baila muy bien. Ambos bailamos bien, ¡nuestras horas de clases nos ha costado! Cuando era niña me encantaban los musicales y con mi nulo sentido del ritmo, mi falta de habilidad congénita y mi ausencia total de sentido del ridículo, intentaba emular a los grandes clásicos, los que más me gustaban, con sus vestidos vaporosos, sus chaqués o sus saltos por la calle de charco en charco. Fue mi padre el que me convenció que todo lo que no tenía de ritmo lo tenía de fuerza de voluntad y de inteligencia. —No te preocupes, María, bailarás. Puede que no todo, pero aprenderás a bailar todo lo que tiene pasos de por medio. Yo lo hice. Tú lo harás —me dijo entonces—. Y yo presumiré bailando contigo. Además, no se trata de ganarnos la vida con ello, sólo queremos divertirnos Ahora, por fin, estaba presumiendo. Tantos años después, estaba presumiendo de hija en su hábitat laboral. No hablamos entre nosotros, bailábamos disfrutando de hacerlo. No nos dejaron solos en la pista, ni muchísimo menos, pero para mi madre y para Eric no contábamos más que nosotros, 236


noté que se habían colocado de forma que, sin parecer descorteses, pudieran mirarnos. Eric, sorprendido. Mi madre, encantada. Perdí de vista a Eric durante un par de minutos, lo vi salir de la sala y, al volver, fue a buscar a mi madre para imitarnos. Con el cambio de canción, cambiamos de pareja. Y no fue lo mismo. Me olvidé de tener que llevar el paso. Me limité a dejarme llevar. Era la primera vez que bailábamos juntos, era otra de las sensaciones que aún no habíamos probado. Encajábamos. No sentía el suelo, sólo la música, sólo su cuerpo y sus manos conduciéndome, su aliento, su calidez. Y su cabreo. No hablamos ni una sola palabra. Cuando terminó la canción, Dylan vino a buscarnos. Ahora apenas se nota nuestra diferencia de edad, más o menos la misma diferencia que tengo con Eric, pero cuando su hermana y yo éramos unas tontas quinceañeras, él ya estaba terminando la universidad y era nuestro héroe, nuestro protector, nuestro acompañante, nuestra coartada. —Tengo el honor de tomarte el relevo, Eric, te están buscando para que salgas a hacer una entrevista y además yo aún no he bailado con May, ¡hace tanto tiempo que no lo hacemos! Eric siguió caminando sin volver la cabeza y vi como alguien de la organización salía a su encuentro. Volví a perderlo. —No me contestes si no quieres, pero no me mientas —me susurro Dylan—, ¿hay algo entre vosotros? —Sí, lo hay. Eric quería haberlo hecho público esta noche, pero yo prefiero mantenerlo en privado. 237


—Ahora entiendo las miradas asesinas, fue intensa antes, cuando se acercó a saludar, pero esta última, uff, esta última ha sido demasiado evidente, menos mal que no hay cámaras. Tú no has visto la cara que ha puesto. —No, pero le conozco lo suficiente como para imaginármela. Y no me ha dirigido la palabra mientras bailábamos. —Yo en su lugar haría lo mismo, qué hombre no querría estar presumiendo de tener una mujer como tú a su lado. ¿Por qué no quieres que se sepa? —Porque quiero seguir teniendo vida privada, salir a la calle y que nadie me conozca, esas cosas. —Eric es un hombre discreto, tiene bien separadas las facetas, no te va a arrastrar a nada de eso, su historial de prensa está absolutamente focalizado en lo profesional, salvo un par de esos rumores y especulaciones que aparecen siempre con las coprotagonistas en cualquier lanzamiento. Por el contrario, te convertirás en objetivo si te empeñas en querer ocultarlo. Terminó la canción y nos acercamos a la mesa en la que estaba mi padre, pero Dylan no interrumpió la conversación. —¿Lo saben ellos?—dijo señalando con un movimiento de cabeza. —Sí, estuvo en el cumpleaños de mi madre. —Si quieres saber mi opinión, la del hermano postizo y la del amigo, me parece un hombre de una pieza, os doy la bendición sin dudar. 238


Y, bromeando, se inclinó para darme un beso en la frente y un enorme abrazo, pero se soltó bruscamente, se separó de mí y dirigió la vista a mi espalda. Volví la cabeza y vi dirigiéndose hacia nosotros al Eric más peligroso, al de la cara de póker y mirada congelada. —Creo que no es momento para darle la enhorabuena por tenerte a su lado, mejor me voy y os dejo espacio. No te olvides de mandarme tu número de teléfono nuevo y te llamaré para quedar. Ah, y si aceptas un consejo, yo que tú le sacaría a bailar o le sacaría de aquí, pero ya puedes hacer algo que suavice la noche que le estás dando. A Eric le habían cortado el paso dos personas a las que yo no conocía, aproveché para acercarme y sacarle a bailar sin darle opción a un no, él nunca me rechazaría delante de desconocidos. Me condujo a la pista por la cintura, seguía sin decir una palabra. Sonaba All I Have To Do Is Dream. Me pegué a su cuerpo, le acaricié la nuca y le susurré al oído mis mejores palabras de amor, ataqué directamente a su talón de Aquiles. Cantó un par de versos con los Everly Brothers, parecían elegidos para él, para nosotros: sueños, música, labios y vino una mezcla perfecta en la voz de Eric. Y luego continúo sin transición, ya sin cantar. —Eres una bruja, haces de mí lo que quieres, me disuelvo en ti como un terrón de azúcar en algo caliente… ¿No te importa que nos vean bailar así?—me acercó aún más, hizo el baile aún más íntimo, como si él no fuera el centro de la noche, como si

239


no tuviéramos a nadie alrededor. Era una provocación por su parte, puede que una venganza. —No me importa en absoluto. Ya no. Nunca más. —¿Sabes que has estado a punto de provocarme un infarto con ese vestido, esos zapatos y ese peinado? ¿Lo sabes, verdad? —¿Te gustan? ¿Te gusto? —Sí en este momento, así, cuando ya estás conmigo. No tanto cuando te veo en los brazos de otro. Sabes que te mereces un castigo grande y varios pequeños por todo lo que me has hecho pasar esta noche. La música había cambiado, a Eric parecía darle igual, seguía hablando, seguíamos bailando. —No has venido conmigo, no has estado conmigo, ni siquiera me has saludado al llegar, ni siquiera me has dado un par de inocentes besos de enhorabuena. Me las vas a pagar. —Lo siento, me cuesta asimilar todo esto, aparecer en público contigo por primera vez justo en un evento así me parece demasiado, me supera. Hoy es tu día, eres el protagonista y tienes que estar a lo que estás. —Exactamente eso es lo que estoy haciendo. —Tendríamos que dejar de bailar, te estoy acaparando. —Tienes razón, tendríamos que dejar de bailar, tendríamos que irnos. —Ya falta poco, cariño, la gente está empezando a marcharse. 240


—Para mí ya se han ido, estamos solos, me muero por besarte y te voy a besar no voy a esperar ni un segundo para hacerlo. Estaba tan abstraída que me dejé llevar por sus palabras y sus labios, no fui consciente de donde estábamos ni de lo que estábamos haciendo. Me besó sin aspavientos, un beso al ritmo de la música, dulce, lento y envolvente, largo. Mágico. Una magia que rompieron los aplausos. No, no estábamos solos. Eric, siguiendo su costumbre, había llegado a un término medio de lo que queríamos ambos, lo había hecho público el día del preestreno, pero ya sin prensa y cámaras presentes. Y lo había dicho todo sin necesidad decir nada. Me cogió de la mano y me llevó hasta donde estaban mis padres. —Bueno, espero que no os haya molestado, pero de ninguna manera podía ocultar nuestra relación ni un minuto más. Y reconoced conmigo que hay que ser de hierro para resistirse a ella, ha venido dispuesta a provocarme y lo ha conseguido. —No fui yo quien eligió el vestido, cariño, lo hicieron por mí. —Ese no es el vestido que me habían enseñado, habrá que hablar con esos asesores para darles… —Eric, cuidado con lo que dices. —…mi más sincera enhorabuena por el cambio. ¡Qué manía tienes con no dejarme terminar una frase! —¿Y ese anillo?—dijo mi madre tirándome de la mano que Eric acababa de soltar y con la que yo iba a coger una copa— ¿De dónde ha salido ese anillo? ¡Antes no lo tenías! 241


—¿Qué anillo?—dije mirándome las manos y descubriendo la preciosidad que llevaba en el anular—¿Cuándo me lo has puesto? —Mientras tú me engatusabas bailando. A ver, resumo. A ti te había asustado mi actitud, temías las consecuencias de la tuya y me sacaste a bailar para que la cosa no fuera a mayores. Te conozco bastante más de lo que crees. Así que yo obro en consecuencia, te acerco aún más a mí, pongo tu mano en mi pecho, mi mano sobre la tuya, jugueteo con tus dedos, te acaricio, te embobas y ¡zas! A estas alturas ya no deberían sorprenderte mis habilidades. Mi madre tenía atrapada mi mano, la mano que llevaba el anillo, un precioso y diminuto arco iris formado con piedras preciosas. —¡Qué cosa tan especial y tan bonita! ¿Quiere decir algo? ¿Os habéis prometido? —Bueno, yo me prometí tener un futuro con ella desde que la vi por primera vez y, aunque se me escapó una temporada, sabía que volveríamos a estar juntos de nuevo. Yo ya estoy prometido y comprometido, Mara, pero para May el anillo no tiene más significado que el que ella le quiera dar. Me lo quité para inspeccionarlo porque imaginé que Eric le habría añadido una inscripción. Sin preguntas. Sin fecha Esta vez fui yo la que me lancé a su cuello y a sus labios.

242


—Si no os importa, me la voy a llevar de aquí antes que hagamos algo más que besarnos. Os comunico que vuestra hija siempre ha querido que hiciera una película erótica y me temo que ahora sólo me dejaría hacerla con ella. —Oye, Eric, ¿tú estás seguro de tus orígenes? De los fríos mares del norte no tienes más que la corteza exterior, querido —dijo mi madre. —Te aseguro que yo antes no era así, es la influencia perniciosa de May. Resulta que ella es contradictoria hasta para eso, no es de las que expresan sus emociones fácilmente, pero me incita continuamente a que lo haga yo. Me susurro un “te quiero” en su idioma, lo único que yo sabía decir y lo único que entendía hasta el momento. Me seguía asombrando lo generoso que era con las palabras de amor. Eric tiene razón, a mí me sigue costando mucho sacarlas, se quedan atrapadas en la garganta, enganchadas ahí, incapaces de liberarse. Volvió a susurrarme de nuevo, ahora dándome una nueva opinión sobre lo que le parecía el vestido, y con ello decidió dar por terminado el momento vida social, de todas formas quedaba ya muy poca gente en la sala, todos repartidos por las mesas altas, apurando conversaciones y copas. —Vámonos ya, demos una última ronda de cortesía y saludos y vámonos —me dijo susurrándome de nuevo. —Deja de susurrarme o dame un abanico, a no ser que quieras ver como el sudor adhiere aún más este vestido a mi piel —le susurre a mi vez. 243


—Ni cortesía ni despedidas ni nada, vámonos, a la voz de ya —me contestó en voz baja. Y ya en un tono normal se dirigió a mis padres—. Nos vamos, os vemos mañana antes de vuestro vuelo. —Hace rato que os habéis ido aunque sigamos viéndoos. Sea lo que sea lo que quiera decir ese anillo, felicidades, hijos, nos encanta veros juntos. Después de los abrazos y los saludos de camino a la salida, ya en la puerta exterior, uno de los encargados de seguridad se acercó a Eric para darle su teléfono. —Aquí tiene, señor, misión cumplida. Espero que esté todo a su entera satisfacción. Como coincidió con el momento de montarnos en el coche que vino a recogernos, no le pregunté nada. Nos habían prohibido el uso de teléfonos en el interior de la sala, no llamadas, no fotos, algo bastante habitual cuando las fiestas públicas cambian a privadas, como había sido el caso, una medida de protección para nosotros… y para las exclusivas concedidas. —Si me enseñas tu teléfono, te enseño el mío. Quiero saber qué fue lo que te hizo cambiar de cara. —¿Y de qué me sirve que me enseñes el tuyo, si la mayoría de lo que te dicen no lo entiendo? —Te aseguro que tiene cosas que te van a gustar. Aunque, pensándolo bien, ¿sabes qué te digo? No hace falta que me enseñes nada, no quiero. Sin preguntas y sin condiciones, al menos trataré que así sea entre nosotros. Pero tú mira esto. 244


Y me pasó su teléfono con fotos y un video de nuestro baile. —¿Cómo lo has hecho? Las medidas de seguridad son tremendas. —Ya, pero ¿quién vigila al vigilante? Uno de los de seguridad ha trabajado conmigo en historias bastante más serias que esta y sabe que estas imágenes son mías y para mí, que no voy a darles otro uso. Confianza, acuérdate de lo que te digo siempre, no hay nada como tener y sembrar confianza. —¡Me encantan, son preciosas, estamos genial! —Tú eres preciosa y esta noche estás espectacular. Además ha sido nuestro primer baile, no podía dejarlo pasar así como así. Es una noche muy especial por muchas razones, pero no hay nada que plasme como esta foto lo feliz que me siento. Ya verás lo que soy capaz de hacer con ella una vez que la mejore, la imprima y la enmarque. Ven, te ayudo a quitarte el vestido, no creo que puedas desenfundarte sola, luego nos duchamos y nos vamos a dormir, tienes que estar cansadísima de estar tantas horas con esos tacones y sin apoyarte en mí. Pero resultó que, según para qué, no estaba tan cansada. Ni él tampoco.

Eric y el preestreno A terca no hay quien la gane: se empeñó en darme un no general. No vendría a vestirse a mi hotel, se quedaría en el apartamento (de Franck) y, salvo de ropa y complementos, 245


que se los suministraría la misma firma para la que hicimos la campaña, ella se encargaría de todo por su cuenta, no quería la ayuda de mi equipo. Quería sorprenderme. Tampoco vendría conmigo y estaría acompañada de sus padres durante la proyección y la fiesta. No quería aparecer como mi pareja, no quería que se supiera que estábamos juntos. No…, no, no y no. A toda propuesta, su respuesta era no. Mejor dejarla y maniobrar a mi manera. Pero ya empezó por llegar tarde y ponerme nervioso, dados sus antecedentes podría pasar de todo, podría no aparecer, hasta podría haberse largado de nuevo. Llegó un mensaje tranquilizador a mi móvil. Está aquí, no se ha ido. Lo que no sé es dónde ni con quién. Localicé a sus padres y también a Iñigo pero a May no conseguí verla hasta que dijeron al público invitado que ocupara sus asientos, entonces apareció acompañada por Dylan (¡¡¿por Dylan?!!), no con sus padres, o con Íñigo, o con cualquier otra persona en la que yo hubiera pensado, tenía que ser él, el típico símbolo del sueño americano, casi un personaje de Marvel, el más rico, el más seductor de todos los hombres que había en el entorno y más allá de ese entorno. Primero Franck, ahora él, ¿será posible? Pues sí, es posible. Y eso no era todo, eso no era ni lo más mínimo en comparación con el vestido que llevaba puesto… No, perdón, no era sólo el vestido, sino cómo estaba con el vestido que llevaba puesto. Un modelo espectacular que no era ninguna de las propuestas que yo había visto con ella el 246


día anterior. Imaginaos que hubieran fundido encajes, gasas y escotes, evidencias y sugerencias, ceñidos y vuelos, que hubieran quitado tirantes, desnudado espalda y destacado su precioso pecho. Y sus piernas. Y su cuello. Y sus hombros. Y su pelo. Imaginaos que la hubieran vestido diseñándolo todo para ella, para rodar una actualizada Dolce Vita y, para mi martirio, sin tenerla a solas conmigo, teniéndola a la vista sin tenerla cerca. Siguiendo con los noes, tampoco estaría sentada conmigo dándome la mano mientras veíamos la peli, así que volví a perderla en la oscuridad de la sala antes de empezar la proyección. Volvió a perderme tener que imaginármela tan sumamente hermosa y tan lejos de mí, aunque apenas nos separaran unos metros. Luego vinieron los aplausos y las entrevistas mientras que los invitados salieron para la fiesta. Cuando por fin conseguí llegar, localicé su espalda de lejos y vi que tenía a Dylan demasiado cerca. Me acerqué esquivando obstáculos y llegué a tiempo de contestar a una pregunta que era el resumen de todas las que Dylan se estaba haciendo: qué relación hay entre ella, la película y yo. Él, que no tiene un pelo de tonto, hizo un dibujo detallado de la situación con ver mi manera de mirarlos. May también me miró y supe que justo en ese momento comenzaba a arrepentirse de no haber sido mi acompañante, de no haber estado conmigo desde el principio de la noche. Empezó a preocuparse y yo me alegré de que, al menos, se diera cuenta. Se acercaron sus padres, tan encantadores como siempre me llenaron de enhorabuenas y de abrazos mientras 247


yo sólo podía seguir pendiente de ella y con ganas de comérmela a besos, de investigar ese nuevo y desconocido perfume que inundaba sutilmente todo a su alrededor. ¿Qué perfume lleva hoy? No lo conozco. Me gusta muchísimo, es excitante, diferente, muy May. No me resistía a preguntárselo cuando alguien vino a interrumpirme alejándome de nuevo. Entonces su padre la sacó a bailar… Pero, ¿qué es esto? ¿May baila? Nunca la había visto, nunca lo hemos hecho. Era justo lo que me faltaba. Como tenía a uno de nuestros agentes infiltrado en la seguridad de la gala, le encargué fotografías y videos de todo lo que hiciera, sobre todo de lo que hiciera conmigo, porque no pensaba dejar pasar ni un minuto más sin tenerla entre mis brazos. Saqué a bailar a su madre para conseguir un intercambio en la pista tan pronto como pudiera hacerlo sin resultar descortés, aunque sé que tengo en su madre a mi principal aliado, me quiere tanto como yo a ella, tanto como ambos queremos a su hija. Al tenerla por fin entre mis brazos no pude decir nada, su cuerpo resaltado por el vestido, el perfume y su pelo semi recogido cayendo en cascada por un lado de su cabeza, me dejaron en éxtasis, sin palabras y sin respiración, ¿será posible que me trastorne de esta manera? Nos interrumpió Dylan que, el muy gilipollas, dijo que venía a tomarme el relevo. ¿El relevo? Ya quisieras tu coger mi relevo, si de algo estoy seguro es de que ella está conmigo incluso cuando no lo está. Cumplí compromisos, me liberé y de nuevo iba en busca de May, encabronado por verla en brazos ajenos, cuando fue ella misma la que me salió al encuentro, tan lista como siempre, abordándome cuando estaba hablando con desconocidos. 248


Sintiendo temblar su cintura la conduje a la pista y nos fundimos con un ritmo que tenía poco del baile que estaban siguiendo el resto de las parejas. Hice el abrazo más estrecho, más intenso, la acerqué a mí hasta que no dejé hueco entre nosotros para nada ajeno, hasta que no hubo espacio más para que me sintiera, más que para sentirla. Lo tenía pensado desde hacía semanas, esta noche colocaría mi anillo en su dedo, con o sin palabras. Sería sin palabras, las que lleva grabadas lo dicen todo, resumen lo vivido, lo pasado y por venir. Qué hermosa está rodeada por mis brazos, con su cabeza apoyada en mi hombro y su mano sobre mi pecho atrapada por la mía. Se le había olvidado todo salvo que estaba conmigo. Nada le importaba ya salvo estar juntos. Sé que si en ese momento le hubiera dicho, oye, May, que hay prensa y muchos desconocidos rodeándonos, me hubiera contestado con un “¿Y a mí qué?” Saqué el anillo y entre caricias lo puse en su anular. Ni se enteró. ¿Cómo se puede amar tanto? ¿Cómo puedo amarla tanto? Y precisamente por eso, ahora tengo que terminar con lo pendiente y volver libre hasta ella. Cuento los días para regresar por completo y no volverla a dejar. Nunca. No volver a dejarla nunca.

May, idas y venidas Eric se quedó a pasar unos días conmigo sin moverse de su hotel, fui yo la que se trasladó allí mientras estuvo, ni él quiso ni yo traté de convencerle de hacer otra cosa. Pero no había 249


acabado con su trabajo y no pudo alargar demasiado la visita, qué ganas teníamos de que terminara de una vez y poder disfrutar por fin de unas vacaciones juntos. Todo fue por sorpresa. Eric se fue. Franck llegó. No contaba en absoluto con que Franck aparecería en N.Y. mientras yo aún estaba en su apartamento. De antemano, Eric me había dicho que dadas las circunstancias (y eso que no conocía todas las circunstancias), teniendo en cuenta que él estaría yendo y viniendo para estar conmigo durante el tiempo que tenía pensado quedarme en la ciudad, de que la había elegido como mi campamento base norteamericano y por lo tanto también sería el suyo, lo mejor sería tener un apartamento para ambos, que su gente se encargaría de eso y seguro que no me defraudaría el cambio. Y claro que lo hicieron, lo encontraron con la facilidad con que se encuentran las cosas cuando reúnes contactos y dinero. Y justo cuando ya tenía todo preparado para conocerlo y mudarme, apareció Franck, sin previo aviso. A no ser que se considere aviso que te manden un mensaje poco antes de llegar. Estoy camino a casa. Si aún sigues allí y si quieres esperarme, nos vemos en un rato. Apareció con un aspecto espantoso, demacrado, agotado y con un humor de perros. Vamos, como siempre que vuelve. —Así que te vas. —Y tú llegas. 250


—Sólo de paso, me ha surgido una historia urgente de la que tengo que ocuparme antes de salir para Europa. No estaba muy seguro de que siguieras aquí. —Lo sabías perfectamente. No mientas, no te pega. —Veo que te vas. —Eso ya lo has dicho y ya te lo había dicho yo. ¿Por qué estamos hablando tan a lo tonto y en este tono? ¿Por qué aún no me has dado un abrazo y no hemos empezado por preguntarnos cómo estamos? Ni siquiera nos hemos dicho todo lo que nos hemos echado de menos, como solemos hacer. —Te he echado de menos cada día, cada hora, como siempre. ¿Eso quieres oír? Ya lo sabes, no te hace falta. Eres tú la que has estado demasiado ocupada y demasiado feliz, así que no creo que hayamos estado jugando en la misma liga de sentimientos. Has estado empezando una nueva vida con tu príncipe azul, rodeada de amor y sofisticación. Lo interrumpí. —Estás siendo injusto, mezquino y muy cruel. —¡¿Qué quieres que te diga!? ¿Qué me alegró por ti? Pero es que no sé si de verdad me alegro, no te veo, no encuentro a mi amiga en esta mujer nueva… NO —alzó la mano y la voz al mismo tiempo—, ni se te ocurra decirme que eres la misma porque dejaste de ser la misma desde el primer minuto en que él entro en tu vida. Y eso para no hablar de que su entrada supone mi salida. Ya ves, te vas de aquí, de mi casa que siempre te ha acogido y que te encanta. Y te vas por él. 251


—Razona, Franck, razona, no sería lógico que me quedara y que Eric viniera a estar aquí conmigo. Ninguno de los dos os sentiríais cómodos. Ni yo tampoco. —Pues mira, en eso no te voy a quitar la razón, me pone malo imaginaros juntos, cada vez lo llevo peor. Pero al menos quédate hasta que me vaya mañana, salgamos, vayamos a nuestros sitios favoritos, hablemos de todo menos de él, despidámonos con buen sabor de boca y un ¡Nos vemos pronto! Dame un día, creo que me merezco al menos eso después de lo que hemos compartido juntos todos estos años, dame hoy para mí, pásalo conmigo. Tú y yo solos, sin teléfonos, sin otros. —Hoy y los días que quieras, no me hables como si la despedida fuera definitiva y estuviéramos dando por terminada nuestra amistad, ¡no me hagas esto! —No, una despedida definitiva no es, pero sé realista, nuestra relación ha cambiado. Puede que si dejamos correr tiempo entre nosotros las cosas se normalicen, pero nunca volverá a ser como antes. Opté por intentar cambiar de tema. Puede que tuviera razón y yo hubiera cambiado, es obvio que mi vida ahora no es la misma, pero él también lo había hecho, o puede que no, que simplemente me estuviera revelando una parte de sí mismo que yo no conocía y él me había ocultado deliberadamente. Apagamos los teléfonos y salimos a la calle. Aparcamos lo pasado durante los últimos meses y volvimos a ser nosotros, los amigos, los confidentes, los que se reían y lloraban juntos con la misma facilidad y la misma falta de pudor. Caminamos 252


hasta hartarnos por nuestros recorridos habituales, bebimos y hablamos sin medida y volvimos al piso de Franck sin saber ni qué hora era. Puso el pincho de nuestras pelis favoritas y nos tumbamos a verlas incapaces de decir ni una palabra más sin que rompiera el encanto de este día robado al tiempo. Cuando me desperté vi mis maletas, las que había dejado preparadas el día anterior listas para cambiar de casa, lista para cambiar de vida. Es verdad que en cierto modo iba cerrando algunas puertas y cambiándolas por otras. Vi también el equipaje de Franck, tal como lo había tirado en la entrada al llegar la víspera, ni siquiera lo había abierto aún. Oí el ruido de la ducha, le oí cerrar el grifo y, pocos minutos después, fresco y renovado, se reunió conmigo. No sería fácil decir adiós, no estaba preparada para arrastrar el equipaje en su presencia, no para escenificar una salida cargada de significado para ambos. Fue mi turno de ganar tiempo en la ducha. Al salir olía a café y sobre la encimera estaba dispuesto el desayuno. Franck me esperaba. Sirvió las tazas, abrió una caja de mis galletas de jengibre favoritas, tomó mi mano y beso con dulzura la palma y la muñeca. —Olvida todo lo que te haya podido decir sobre Eric, olvida todo lo que te haya podido herir, todo lo que te moleste, todo lo que nos aleje. Olvídalo. No voy a dejar que esto termine, nada ni nadie va a romper lo que hemos construido durante estos años. Seguiremos estando el uno junto al otro, estemos donde estemos, estemos con quien estemos. Nunca te olvides de que siempre estaré para ti cuando me necesites. Era el discurso paralelo de dos hombres que corrían también en paralelo a un lado y otro de mi vida. Ese “seguiremos estando juntos estemos dónde estemos”, con distintas 253


palabras, con el mismo significado, se lo había escuchado decir a los dos. —Antes de que te vayas, cuéntame un poco de tus planes de futuro, del sitio en el que pensáis vivir, de esas cosas que se supone que ya tendréis fijadas a estas alturas. Me di cuenta de que Eric y yo no habíamos planeado casi nada en firme. Salvo estar viviendo juntos en cuanto pudiéramos. —Bueno, en principio voy a alargar mi estancia aquí y aquí pensamos fijar nuestra residencia americana, probablemente luego iremos a Madrid, pero no a quedarnos. Mi idea es seguir escribiendo, por lo que realmente no necesito tener un domicilio fijo en ninguna parte. Quiero seguir escribiendo. He cogido el ritmo, me gusta cómo ha quedado mi novela, estoy con la siguiente. —Pero no todo será escribir, últimamente es de lo único que te oigo hablar… en los huecos de conversación que él no llena, claro. Tendrás alguna prioridad más, querrás seguir en contacto tu antiguo ambiente de trabajo, con familia, con amigos. ¿Eric no te ha dicho nada de dónde quiere vivir? ¿No lo habéis hablado? A ver si vais a terminar viviendo en su país. —No, eso ya te garantizo yo que no, su país le ahoga. En cuanto a lo demás… No lo sé, yo le dije que no quería planes, que quiero dejar que las cosas vayan fluyendo a ver qué pasa entre nosotros, cómo estamos juntos, cómo funcionamos fuera de las cápsulas en las que nos hemos movido hasta ahora. Sinceramente, nos queda mucho por hablar. Quiere dejar el cine gradualmente, por lo menos la interpretación, quiere 254


dejar de estar delante de la cámara, no quiere seguir viéndose en pantallas o en marquesinas. —Vaya, eso sí que no me lo esperaba. Un cambio bastante radical ¿no? Me sorprende. Está en el mejor momento de su carrera y con ese físico y esa edad aún le quedan años. Sí, me sorprende, pensé que le gustaba. —Dice que ya lleva demasiado tiempo y que en realidad esto nunca ha sido lo suyo, que le gustaría hacer otras cosas ahora que se lo puede permitir. Eso a ti no debería extrañarte, tú también eres experto en esos temas, dejaste una carrera profesional brillante y millonaria para dedicarte a ir jugando con la muerte a la ruleta rusa con la excusa de la fotografía. En el caso de Eric es algo que ya tenía pensado antes de conocerme, no he sido la causa, créeme. —¿Eso incluye dejar la otra mitad de su doble vida? —¡Lo sabes! —¡Claro qué lo sé! Y sé que te lo ha dicho porque en una de las conversaciones que hemos tenido y no te hemos contado, le avisé que si no te lo decía él te lo diría yo, pero resulta que ya se me había adelantado. Hasta en eso fue rápido. —¡Alucino! Habéis estado hablando de mí a mis espaldas, en plan “de hombre a hombre”, ¡no me lo puedo creer! Y ya puestos a preguntar y aclarar las cosas, ¿sabe que estás aquí? —Yo no se lo he dicho. Hasta que te llamé estando ya en camino, ni yo sabía que vendría, seguí un impulso, dejé un avión y tome otro para venir a estar contigo. ¿Y Eric, dónde está Eric? 255


—En algún sitio exótico, rodando un par de comerciales que tenía pendientes. —Ya. —¿Ya? Ese tono me dice que tú sabes mejor que yo dónde está y qué está haciendo. —Rodando un par de comerciales y robando información a los malos. Jugándose el tipo por algo más que hacer esas carreras con coches o motos que gustan tanto a sus fans. Vamos, lo que acostumbra. Y dudo mucho que también quiera cambiar eso. —No, eso no lo va a cambiar, ya me lo ha advertido. —Lo que me temo es que ellos van a querer reclutarte a ti, eres muy apetecible para hacer de espía, tienes cualidades innatas. —¡No digas bobadas! —No, no bromeo, Y ese va a ser uno de los primeros escollos en vuestro camino de rosas. A ti te convencerán, te sentirás atraída como escritora y cinéfila, saldrá la defensora de causas perdidas que llevas dentro, esa parte aventurera que te has pasado años reprimiendo y que Eric ha sacado a relucir. Te cautivará el riesgo, te lo aseguro. Pero Eric no querrá que te unas a la organización, eso también te lo aseguro. Y lo entiendo, porque yo tampoco querría. Aunque, mirándolo por otro lado, si él sigue, correrás el mismo peligro que si estuvieras dentro. Me acordé de que no había vuelto a encender el teléfono desde que lo apagamos la mañana del día anterior. Franck, que yo supiera, tampoco. Fui a buscarlo y, como era de imaginar, 256


había unos cuantos mensajes y llamadas perdidas. Casi todo de Eric. El último, el primero que leí, estaba escrito con mayúsculas, lo cual quería decir que el autor estaba muy, pero que muy enfadado. ¿POR QUÉ TIENES APAGADO EL MALDITO TELÉFONO? AHORA YA DA IGUAL, SALGO PARA UNA ZONA EN LA QUE ESTARÉ SIN COBERTURA. TE LLAMARÉ EN CUANTO VUELVA SI ES QUE PARA ENTONCES YA TE HAS MOLESTADO EN ENCENDERLO. Tenía que estar enfadadísimo, porque, además, se supone que ayer era el día en el que tendría que haber cambiado de casa y, como mínimo, haberle llamado para contarle lo que me parecía, él se había encargado de todo y estaba esperando con ganas conocer mi impresión. Qué desastre. Los mensajes anteriores iban de menos a más en tono y en preocupación, desde los primeros, moderados, comprensivos. Sé que apagas el teléfono para escribir o que te olvidas de encenderlo o que sales y lo dejas en casa, pero llámame en cuanto puedas, anda. Se lo enseñé a Franck al mismo tiempo que él me enseñaba el suyo: Salgo de viaje un par de días, cosas del trabajo, localizaciones imposibles. He intentado llamar a May pero tiene apagado el teléfono. Tú tampoco pareces estar disponible. Sin comentarios. Llamamos a un taxi y Franck me ayudó con el traslado al nuevo piso, que no estaba muy lejos del suyo, un paseo si 257


fuéramos sin equipaje. Un espacio diáfano con techos altos y grandes ventanales en el que sólo habitaciones y baños tenían apartados propios. Una terraza casi tan grande como el apartamento con unas vistas preciosas. Un sitio increíble, de ensueño. De película, a juego con mi vida actual. Nos despedimos, sin más, como si pensáramos volver a vernos al día siguiente. Sin embargo el tono de los “Llama, escribe, no me dejes sin noticias tuyas…” que intercambiamos al final, marcaban la diferencia de esa despedida. No salí, me dedique a buscar mis huecos y colocar cosas, a ver dibujarse las sombras en el salón, disfrutar de los cambios de luz dejando a la penumbra campar a sus anchas. A disfrutar del maravilloso apartamento buscado por Eric. A intentar comunicarme con Eric. Misión imposible. Cuando me decidí a abrir el ordenador, vi que habían publicado una entrevista y algunas fotos suyas rodando el comercial, en ellas aparecía con la moto protagonista en distintos escenarios y estaba espectacular. La entrevista parecía improvisada, con varios periodistas preguntándole a la vez. Tenía el aspecto de estar muy cansado, lo notaba en la postura, en la voz, en los ojos resaltados por la mascarilla que le cubría el resto de la cara, en la mirada vagabunda, perdida la mayor parte del tiempo. Fuera por lo que fuera, no estaba bien. Continué intentando hablar con él, pero, una de dos, o tenía el teléfono apagado o seguía fuera de cobertura. Opté por mandarle un correo.

258


Eric, cariño, acabo de verte en distintos medios, pareces muy cansado, ven pronto para que pueda mimarte. Ya estoy instalada y esperándote. Me gusta muchísimo el apartamento, es una maravilla, pero hasta el sitio más acogedor parece frío si tú no estás, haces que todo parezca vacío cuando no estás. T.Q. Al día siguiente por la mañana seguía sin tener noticias. Cuando sonó el teléfono, me sorprendió y me asustó un poco ver que la llamada entrante era de Yann, al que no había vuelto a ver desde que estábamos recluidos en la hacienda. —¿Cómo estás? Ya sé que no muy contento conmigo, pero me gustaría que me disculparas. Y si no es por mí, hazlo por él, eres su mejor amigo, su compañero, no podemos permitirnos tener una mala relación entre nosotros. —Ni lo menciones, olvídalo. Reconozco que estuve muy enfadado sufriendo lo mal que lo pasó Eric cuando te fuiste, pero eso ya es historia, estáis juntos, os queréis. Él está loco por ti, nunca le había visto de esta manera, lo único que te pido es que no vuelvas a hacerle daño, por favor, con eso me basta. Pero yo te llamo para decirte que estoy en N.Y., si tienes tiempo y te apetece podemos quedar y vernos, así hablamos con calma, ¿qué me dices? —¡Me encantaría! Vente a casa y pensamos en lo que hacemos, es más, incluso puedes quedarte aquí si te apetece. Te mando la ubicación. —Te lo agradezco. ¿De verdad no te molesto? —¡Qué dices, todo lo contrario! Estoy sola y hay sitio de sobra, así inauguramos el apartamento, ya sabes que me acabo de mudar, ni Eric ha estado todavía. 259


Después de enviar la ubicación me di cuenta de la tontería, seguro que la conocía antes que yo. No tardó mucho en llegar, apenas lo suficiente para darme tiempo a ponerme presentable para recibirlo. Cuando abrí la puerta, nos dimos un abrazo enorme y terminados los consiguientes intercambios de cortesías traté de sonsacarle algo sobre Eric. —Bueno, cuéntame, que te trae por N.Y., pensé que estarías acompañando a Eric, ayer lo vi en una entrevista y parecía muy cansado, pero no sé exactamente dónde está, me mandó un mensaje diciéndome que iban a cambiar de localización y se quedaría sin cobertura. —Pues yo tampoco te puedo contar mucho, la verdad. Pero no te preocupes, el calor y los rodajes son mezclas agotadoras, por eso le habrás visto así, seguro que estará deseando terminar y volver. No creo que tarde. Yo vengo más que nada por despedirme antes de regresar a casa para ver a mi familia y descansar un poco ahora que voy a dejar a Eric en tus manos. Quería charlar contigo a solas, conocer de primera mano qué piensas de lo que vais a hacer o dejar de hacer… Esas cosas. —Fíjate, da la casualidad de que mi mejor amigo también ha estado planteándomelo. Parece que a Franck le preocupa lo mismo que a ti. —Bueno, imagino que a Franck serás tú quien le preocupe. —Yann, no seas así, en este momento preocuparse por uno es preocuparse por los dos. No tengo ni idea de lo que vamos a hacer. Desde que tomamos la decisión de estar juntos apenas nos hemos visto, apenas hemos estado solos y apenas hemos 260


hablado de cuestiones prácticas. Tenemos casi todo por decidir. Pero estará condicionado a lo que Eric quiera hacer con su carrera, lo mío es mucho más fácil. —¿Te ha hablado de dejar el cine? —Sí, pero no creo que le resulte tan sencillo después de esta última película, traerá cola, seguro. También me ha dicho que ya llevaba planteándoselo un par de años. —Así es, cada vez lleva peor la parte promocional que va aparejada con su trabajo. Hay que entenderlo, se ha pasado así media vida, sin parar de estar delante de las cámaras y ser un foco de atención, por más que su vida privada siempre haya sido muy discreta. Quizá sólo necesita un año sabático o algo parecido. Pero es muy terco con sus decisiones, ya lo verás. Los abogados están revisando contratos y cláusulas para tenerlo todo bien claro y ver cómo se gestiona. Lo que nadie quiere es un anuncio de retirada al que le siga uno de vuelta, de hecho, lo mejor sería no anunciar más que sus nuevos proyectos, que la gente se acostumbre a verlo en otras facetas, haciendo otras cosas, eso le permitiría vueltas ocasionales y sería lo mejor para él y para todos. —Estoy de acuerdo contigo. Y en cuanto a mí, sinceramente, no me preocupa mucho planificar futuros, prefiero irlos construyendo. Por si no me hubiera bastado con mi propia experiencia sobre eso de que “El hombre hace planes y Dios se ríe”, la pandemia se ha encargado de enseñárnoslo a todos. El mundo ha cambiado, todos nosotros hemos cambiado aunque parezca que a medida que las restricciones terminan las aguas vuelven al antiguo cauce. Ya nada es lo mismo. 261


Yann cambio de postura, de tono y de mirada. —Bueno, May, después del precalentamiento nos toca poner las cartas sobre la mesa. Hasta ahora Eric era un hombre libre para moverse a su antojo y colaborar al margen de su trabajo con causas que le resultaban interesantes… Lo interrumpí. —No voy a interferir en nada de lo que quiera hacer. —Desde el momento en que estáis juntos estás interfiriendo. Lo estás haciendo desde que te conoció. Pero eso es un tema que no tiene sentido discutir porque la decisión está tomada. Lo que te voy a proponer es que cambiemos los inconvenientes en ventajas, que los convirtamos en sinergias: ayúdanos tú también, entra en nuestra Organización. —¿En qué organización? ¿Haciendo qué? No sé de qué me hablas. —Vamos, May, no nos subestimes… Sabemos que sabes que Eric aprovecha los viajes y, como él dice, no es precisamente para hacer turismo. Conociéndolo, sé que te lo habrá dicho aunque no te haya dado detalles. Y sabemos que si no te lo hubiera dicho Eric, te lo habrá dicho Franck. —Pues sí que sabéis mucho vosotros, seáis quienes seáis. —Ese es nuestro trabajo, conseguir información y manejarla. Eso es lo que hace Eric y si lo hicierais juntos sería la bomba. Tiene sus riesgos, no te vamos a engañar, pero no creo que eso te asuste. Tendríamos que entrenarte, obviamente, darte una especie de cursillo intensivo de formación, nada que no 262


puedas manejar perfectamente, tampoco hace falta que te conviertas en Lara Croft, cuenta más la astucia que la fuerza. —¿Y Eric qué opina de esto? —No le va a gustar nada que te lo haya propuesto, se va a cabrear mucho. Por eso hablo antes contigo, porque vas a tener que ser tú quien le convenza. Piénsatelo, piensa en la ventaja que le supondría tu apoyo y que si tenéis intención de compartir vuestras vidas, mejor será compartir abiertamente todo. Seamos realistas, ¡si ni siquiera estabais juntos y fue incapaz de dejarte al margen y quedarse callado! Tú le trastornas, contigo es otro, le has cambiado. Piénsatelo, habla con él y, con lo que decidas, obramos en consecuencia. Sonó su teléfono y salió a la terraza para hablar. Se quedó de espalda a la puerta, por lo que ni siquiera pude ver sus gestos durante la conversación, pero su habitual aspecto de hombre impasible se había endurecido cuando volvió a entrar. —Vaya, pues resulta que tengo que irme antes de lo previsto, siento que no tengamos más tiempo para charlar. —¿Ha pasado algo? —No, nada serio, complicaciones de última hora en la agenda, temas personales. —¡Qué pena! No tengo nadie que me cuente cosas de Eric y me hubiera encantado pasar horas exprimiéndote. Ojalá que te vaya bien y que no tardemos demasiado en volver a vernos. Y, por primera vez desde que nos conocemos, nos dimos un abrazo que sentí cálido. 263


Quinto día sin noticias de Eric. No me centraba y no había escrito ni una línea. Dediqué parte del tiempo a hablar por teléfono y ponerme al corriente con mis amigos de aquí y de allá. Sigrid había vuelto de Madrid dejando mi piso en manos de los pintores, así que aprovechando que era sábado y ella no trabajaba, quedamos para dedicarnos el día, ir a la peluquería, darnos un masaje y disfrutar una comida rica. En tiempos de cambios siempre le hacía un corte al pelo, pero necesitaba confiar en las tijeras que ejecutaran mi melena y, a falta de conocer a nadie aquí, me dejé llevar por Sigrid. Me encantó mi nuevo yo capilar, no me preguntéis qué hizo porque tampoco es que fuera algo drástico, apenas unos centímetros, un capeado, unos reflejos, unas mechas sutiles y unas manos mágicas, quedé encantada, la melena parecía haber adquirido una refulgente vida propia. Salimos tan contentas después de hacernos de todo y nos fuimos a celebrarlo al nuevo restaurante de un cocinero no tan nuevo, una recomendación de Iñigo. La comida estuvo bien, pero lo único memorable fue tener ese rato de amigas, ponernos al día y al final reírnos con ganas con los de la mesa de al lado que, después de estar intentado captar nuestra atención desde el primer plato, consiguieron tomar el café con nosotras. Qué raro me sigue resultando volver a lo que era habitual antes, cosas tan sencillas como hablar con desconocidos aunque mantengamos las mascarillas puestas la mayor parte del tiempo. Después de tomarnos una copa me dio un ataque de responsabilidad, la mala conciencia por no haber escrito nada en varios días, fue lo que dije, pero sobre todo estaba muerta de preocupación por Eric y no tenía ganas de fiesta, así que no 264


me dejé arrastrar por Sigrid para continuar la tarde hasta la noche. Desde que llegué a casa no solté el teclado, pasé notas, corregí lo escrito, traté de sumirme en la historia con la que estaba. Y seguía sin tener noticias. Estaba muy angustiada y no tenía a nadie a quien llamar. Le mandé un par de mensajes para que cuando tuviera cobertura al menos supiera que no había dejado de pensar en él ni un momento. Yann tampoco estaba disponible y en cuanto a Franck, sinceramente, no me atrevía a decírselo porque lo primero que me contestaría sería que él se había pasado a veces muchísimo más tiempo sin dar señales y yo no me había agobiado tanto y continuaría con su manida frase fetiche: “Ya sabes, falta de noticias son buenas noticias” Pero yo tenía un mal presentimiento. Aunque estuve tentada de quedar con alguien, salir a dar una vuelta y poder distraerme un rato, al final opté por copa, pelis y sofá hasta que consiguiera quedarme dormida. Me desperté muy temprano con el cuerpo hecho un cuatro y dolor de cuello. Vencí la vagancia y salí a desentumecerme con un paseo por el parque, no estaba de humor para carreras. La imagen que me encontré era la de una perfecta e idílica estampa dominical, con familias, niños jugando, parejas retozando y solitarios como yo disfrutando de su estado o intentando cambiarlo, no me hubiera extrañado ver aparecer bailando a Julie Andrews y Dick Van Dyke, como si yo misma estuviera inmersa en otra versión actualizada de Mary Poppins, esta vez rodada y ambientada en Nueva York.

265


Me había cuidado mucho de llevar el teléfono conmigo. Y de que estuviera encendido. Me senté a tomar algo al sol cuando empezó a sonar, por primera vez, por segunda y por tercera. Mi madre. Iñigo. Vera. Así que el café se quedó tibio, aunque me lo tomé de todas formas, estaba en un punto de preocupación tal que todo lo que no tuviera que ver con Eric me dejaba así, como al café, nada me daba ni frío ni calor. Seguía sin ganas de estar con nadie, así que emprendí la vuelta al apartamento con intención de repetir el plan del día anterior, buscando de camino algún sitio en el que comprar algo de comida preparada para matar el hambre. No tengo don ni afición por la cocina, así que cuando estoy sola me alimento a base de ensaladas, congelados y comida preparada. Sonó el teléfono de nuevo, era Yann. —¿Estás en casa? Estoy otra vez por aquí y si no tienes visitas me gustaría pasar a verte. —Y yo encantada de que lo hagas. Ahora me pillas comprando algo para comer, pero no tardo más de media hora en llegar a casa. —Entonces, de acuerdo, voy para allá; pero haz tranquila lo que tengas que hacer, porque a mí me llevará todavía un poco más de tiempo. Nos vemos en un rato. Cuando sonó el timbre y abrí la puerta se me cayó el mundo encima. Lo primero que vi fue una cabeza vendada con un collarín sosteniéndola y un cuerpo enorme que se apoyaba en una muleta y en el hombro de Yann. ¡¿Qué le habían hecho!?

266


—No te asustes, es menos de lo que parece, es para darte pena y que le hagas muchos mimos. Ayúdame a que lo coloquemos ahí en el sofá, que pesa lo suyo. A todo esto Eric no había abierto la boca mientras yo aún no había podido cerrar la mía. —Ha tenido un accidente con la moto. Nada demasiado serio. Tiene la boca dormida por la anestesia que le han tenido que poner para arreglarle una de las averías que se ha preparado y sobre todo está atontado por los calmantes. El collarín es por precaución y en piernas y brazos tiene magulladuras pero no se ha roto más que la cabeza, lo que te digo, nada serio. Es peor el enfado que la avería. —No estoy para bromas, Yann. Cuando ha entrado ni siquiera podía mantenerse en pie y tiene un aspecto horrible, ¡me habéis asustado muchísimo, estoy aterrada! —Has reaccionado muy bien, no te has puesto a gritar ni te has desmayado ni has montado un número, bien por ti. Te estoy diciendo que es más escandaloso de lo grave que es en realidad, estate tranquila. Le va a quedar una pequeña cicatriz que le tapará el pelo, le han hecho pruebas y no tiene ningún peligro, no hay lesiones internas, ha estado en observación y seguiría en el hospital si no se hubiera empeñado en que le trasladáramos aquí, contigo, lo que nos viene bien a todos, no te voy a engañar. Nadie conoce este piso y si actuamos con discreción nadie tiene por qué saberlo. No queremos que lo vean así. Lo habíamos dejado tumbado y nosotros estábamos hablando allí al lado, como si él no estuviera. Cuando lo miré, sus ojos 267


echaban chispas. Me acerqué me senté a su lado, le cogí una mano y besé con dulzura su palma. La retiró como si le hubiera picado una víbora e intentó hablar, pero no pudo. Me había retirado la mano y sus ojos no me decían nada bueno, pero había pedido que le trajeran aquí, o sea, que estaba muy enfadado pero no tanto como para poder evitar querer estar conmigo. —Yo me tengo que ir, May, pero puede moverse por sí mismo, no te agobies. En caso de que se pusiera peor o necesitaras ayuda, que no lo creo, me llamas sin dudar, estaré disponible las veinticuatro horas y hay todo un equipo detrás, tú lo sabes, no estás sola. Ahora lo que hace falta es que descanse, que duerma un poco si puede. Luego que se dé un baño que le alivie los nervios y los dolores musculares, después le aplicas este linimento y que se tome un calmante. La medicación te la dejo también aquí con las indicaciones pertinentes. Y, te repito, ante cualquier duda llámame, sea la hora que sea. No llames a nadie más. Me has dicho que tus conocidos aún no tienen esta dirección, pero, por si te llaman, no recibas visitas al menos hasta que esté más presentable. Ya te aviso, no es un buen paciente, se pone insoportable y terco como una mula. Ponle música a ver si se calma, porque ni la anestesia puede con su cabezonería. Ah, y durante un par de días es preferible que coma a base de líquidos y cosas blandas que no le cueste mucho masticar. Que repose, que no haga ningún esfuerzo, encárgate, ha prometido que se cuidaría si lo dejaba a tu cargo. Una vez que Yann se fue, busqué entre los vinilos del apartamento (ya os he dicho que le encantan los vinilos) y puse Sultans of Swing, dejando preparado Wish you were here para luego. Estaba dormido, no lo fingía, la respiración era 268


regular y tranquila. Afortunadamente tenía el frigorífico bien surtido de verduras así que preparé una buena cantidad de gazpacho para que estuviera listo cuando despertara. Durmió casi seis horas sin sobresaltos. Abrió los ojos muy desorientado, pero fue una sensación inenarrable cuando después de mirar alrededor como preguntándose dónde estaba, me vio y su mirada se prendió en mí como la de un náufrago que avista un barco en medio del océano, viéndolo mirarme así me emocioné y, no pude evitarlo, se me saltaron las lágrimas. —No llores, cariño—me dijo con la lengua estropajosa—no llores, no puedo soportar hacerte llorar. Acércate, anda, no me has dado ni un beso. Ayúdame a incorporarme un poco, tanto rato tumbado no me hace bien a no ser que sea contigo y me temo que de momento no estoy a la altura. —No bromees, no estoy para bromas —le dije entre sollozos. Me acerqué y le besé con suavidad. Las lágrimas seguían fluyendo por su cuenta, ya tranquilas, desahogando el cúmulo de sentimientos acumulados, la ansiedad, el miedo, los días de espera, las ganas de verlo, el susto. El amor. ¿En esto consiste el amor? Puede que sea sentir esta angustia y que te duelan los dolores del otro, la fatiga del otro, la incertidumbre de la espera y el enorme alivio del reencuentro… ¿Será esto el amor? ¿Es la recopilación de todos los sentimientos en uno? Y su idioma, que apenas empiezo a balbucear, seguro que se compone de todo tipo de vocablos, no sólo de los más sublimes sino también, y especialmente, de los más cotidianos, como vendas, pastillas, infusión, tortilla o baño. 269


—Voy a prepararte un baño, te vendrá bien. ¿Puedes moverte? —Sí, sin problema, la figura deplorable que tenía al llegar era más por causa de la anestesia y los calmantes, ahora ya estoy mucho mejor y puedo moverme, no tengo nada roto, la cabeza ya está arreglada. Lo dejé solo mientras le preparaba un baño con sales y hurgaba en la bolsa que le había traído Yann en busca de ropa para que se cambiara. Y ropa era todo lo que tenía, ropa sin estrenar, por lo que vi, lo imprescindible, como cuando preparas para irte a un campamento: camisetas, un par de jerséis, ropa interior, un pijama, pantalones de deporte, dos vaqueros y un par camisas. —Desnúdate aquí mismo, será más cómodo, yo te ayudo, pero dejamos el collarín, por si acaso. Y no empieces a poner caras, antes o después voy a ver la escabechina que te has preparado, así que déjate de remilgos. Más que un accidente de moto parecía que le hubieran molido a palos. Era una tortura verlo. —Te tiene que doler todo, Eric, cariño, estás hecho un cromo. Y te quejabas de que no te habían dejado hacer escenas de riesgo durante el rodaje, pues menos mal, porque si tuvieras que hacer algo ahora con esa pinta no sé cómo se las arreglarían, tendría que ser un maquillaje integral. —Pues no ha sido peor gracias a que llevaba el traje de moto con las protecciones al completo. —¿Y entonces cómo ha sido posible que te rompieras cabeza si llevabas el casco puesto? 270

la


—Ya te lo contaré todo con detalle, que te veo venir con la andanada de preguntas y ahora no estoy con fuerzas, ¿lo entiendes, verdad? —Sí, pero cuando te repongas no te vas a librar del interrogatorio, ¿lo entiendes, verdad? —Cuando me reponga vamos a tener muchas cosas de las que hablar, pero ahora no abuses de mi debilidad, sé buena y ayúdame a llegar al cuarto de baño. Se movía bastante bien, aunque, como os he dicho, su cuerpo era un poema. La ventaja de ser tan grande es que no había peligro de que se deslizara y se me ahogara en nuestra enorme bañera. Y las barras laterales (para las que yo había imaginado otra utilidad) parece que las hubieran puesto pensando en él y sus actuales circunstancias. El tiempo a remojo le sentó bien. Le pasé un albornoz sin dejar que se vistiera, le di un vaso de gazpacho que se bebió como si acabara de hacer la travesía del desierto, repitió, tomó los medicamentos (desechó los calmantes) y todo eso acabó de ponerle, si no a punto, al menos relativamente pasable, listo para aplicarle el linimento. —Me pondré en el banco de ejercicios, el que está en junto al piano, colócalo en ese espacio vacío en el que está la alfombra, ¿puedes? —Sí, perfectamente. —Ahí estaremos cómodos, me vendrá bien un masaje suave, ¿sabrás hacerlo? 271


—Me enseñó Yann mientras estuvimos en la hacienda, ¿ya no te acuerdas? Las prácticas fueron contigo. —Creo que para tu tranquilidad tengo un ataque amnesia selectiva, aprovecha la tregua. Sin hacer caso de sus indirectas (bien sé yo por donde va) comencé a deslizar mis manos con suavidad, con miedo a hacerle daño, y a medida que iba extendiendo la pomada todo se iba llenando de un olor intenso a plantas aromáticas, a bosque, a especias, algo muy agradable y envolvente. Recorrer su cuerpo también es agradable, no lo era verlo así, pero sí saber que podía aliviar un poco de su dolor con mis manos. Boca abajo, con la cabeza entre los brazos cruzados, no podía ver su cara ni él la mía, fue relativamente fácil. Relativamente. Entonces vino la segunda parte, se dio la vuelta y tal como estaba, collarín incluido, se puso a cantar Fever en sordina imitando al Elvis más sensual y haciendo subir la temperatura ambiente, haciéndome subir la fiebre con el ronroneo de su voz. Yo seguía a lo mío, recorriendo cuidadosa su cuerpo malherido, pero añadiéndole ahora un plus de lentitud y una pizca de malicia que se escapaba por las yemas de mis dedos sin poderla controlar. —Eric, no creo que tenga recordarte que no estás para nada, estás literalmente machacado, eres un puro dolor andante. —Yo no puedo hacer gran cosa, pero tú sí. Me estás curando muy bien, sigue por ese camino, no tengas prisa, no te apures, dedícame tiempo y todos esos mimos que me prometiste, aún 272


te falta mucho cuerpo que tratar. Mientras tanto, yo me encargo de irte poniendo la música ambiental —me susurró acariciándome un brazo antes de volver a cantar otra estrofa que esparcía por el salón sol y luna, días y noches, nombres que suenan diferentes en diferentes voces, besos y… Fever. Cambié mi posición en el banco, un banco precioso con patas metálicas en negro y la base forrada en cuero blanco, muy en sintonía con la decoración industrial del apartamento. Ahora, frente a él, me di cuenta de cuál era la única parte de su cuerpo que había salido perfectamente indemne del accidente y, al mismo tiempo, era la que parecía querer llamar más mi atención por no prestarle ningún cuidado. No pude evitar sonreír, sonrisa con la que me correspondió Eric, levantando las manos en señal de rendición y mirando al techo. —Soy inocente, señoría, no me hace ni caso, contigo funciona por su cuenta y la tuya. Anda, se buena con él, no se merece que le hagas un desprecio. —Si te quedas tumbado y prometes no moverte, me haré cargo de agradecerle todas sus atenciones, ¿serás capaz de quedarte quieto?, ¿soportarás sin quejarte la parte más dura del masaje? —Ponme a prueba, pruébame… Y vaya si lo probé. Por primera vez Eric se quedaba completamente quieto, estaba en mis manos y para mi boca. De él había aprendido a no tener prisa, a ir descubriendo el placer en cada una de las reacciones que provocábamos en el otro, a explorar cada recoveco de nuestra particular geografía, a no pasar nada por alto, a saber leernos. Fue una sensación maravillosa poder rendir culto a ese cuerpo malherido que 273


tantas heridas me había curado sin ni siquiera saberlo. Nos quedamos un rato en silencio. Eric seguía tumbado. Yo me había sentado en la alfombra, mi cabeza sobre uno de sus muslos, el menos maltrecho, él peinaba mi melena con una de sus manos, extendiéndola sobre sí, haciendo que le cubriera como una gigante hoja de parra. —Tienes un pelo precioso, le queda bien este corte y lo que sea que te has hecho. —Te has dado cuenta. —No hay nada en ti que se me escape. Salvo tú, que sigues haciéndolo algunas veces aunque me prometieras lo contrario. —Me gusta que te guste mi pelo —dije haciendo caso omiso a su indirecta—. Oye, hablando de gustos, quien haya decorado el apartamento lo tiene exquisito —dije— me encanta. Todo. El apartamento es espectacular, el diseño, las vistas, el edificio en el que está, ¡el alquiler debe ser escandalosamente caro, no quiero ni pensarlo! Y no sé con qué fin se encargó este banco, que en un principio me parecía un poco raro para el piano, pero ya he visto que tiene muchas más posibilidades de las que parecía. —Es un banco de ejercicios multiusos, lo encargué yo, la misma persona que decoró y eligió todo para ti. Es todo tuyo. —¡¿Pero qué estás diciendo!? —Que compré este apartamento pensando en ti, elegí los muebles, los cuadros, la música, el escritorio en el que trabajas… Estaba vacío, así que con la ayuda de un estudio 274


que conozco, lo decoré para ti. Sé que tú odias hacer estas cosas. —Pero si no habías estado nunca, pero si pensaba que lo habíais alquilado ya amueblado, pero… ¡¿Cómo puedes decir que has comprado este apartamento!? —Pero, pero, pero, pero… Deja de poner tanto pero. Puedo y lo he hecho. Y no sabes lo que he disfrutado decorándolo, sabía que te encantaría el edificio, la ubicación, todo. Sé lo que te gusta y a mí me gusta dártelo. Está pensado para ti, tú serás la que tendrá que pasar más tiempo en esta ciudad, te gusta vivir aquí y aquí está la editorial con la que ya traduces y con la que vas a publicar. Considéralo un regalo de cumpleaños, así que ya lo sabes, cuando te canses de mí puedes echarme y traerte a alguien nuevo y menos conflictivo. —¡Todavía falta muchísimo para mi cumpleaños! Pero qué estoy diciendo… Ese no es el punto, ¡no puedes comprar un piso en Manhattan, con vistas al puñetero Central Park y decir que es para mí! —Sigues siendo ilógica: sí puedo, ya lo he hecho. Te lo acabo de decir. Está claro que pasaremos temporadas aquí. Es buen momento para comprar, sobre todo porque ahora tengo dinero y no me gusta que esté guardado en el banco, prefiero invertir en algo sólido. Como nosotros. Cuando estemos en España, tienes tú piso, cuando estemos aquí, también. En mi país también tengo una casa que usa uno de mis hermanos, no pienso volver a vivir allí, me ahogo, es demasiado pequeño, demasiado aislado y me conocen demasiado. Iremos, claro está, pero no a quedarnos. 275


—No voy a preguntarte las verdaderas razones ni tampoco voy a seguir discutiendo lo que ya has decidido, dejo todo anotado para hacerlo esa conversación que tenemos pendiente cuando te recuperes. —No tengo ninguna duda de que lo harás, pero ten en cuenta que será quid pro quo. Ahora, dime, ¿dónde y cómo te gustaría que viviéramos? Sabes, en el fondo este incidente tiene sus ventajas, porque nos va a dejar unos días juntos, a solas y con tiempo para pensar en nosotros. Dime, en serio, ¿cómo te imaginas la casa de tus sueños? —Incidente, dice del accidente… Y has dado el tema apartamento por zanjado. —Está zanjado desde antes de comprarlo. Por eso no te consulté, es mi regalo, aunque no voy a ocultarte que he metido cosas pensadas para mí, como el piano y todo lo que tiene que ver con música, este banco de ejercicios multiusos que lo mismo sirve para el piano que para las pesas y, como acabas de ver, aún tiene más posibilidades por descubrir. Ahora, vamos, muévete y ayúdame a cambiar de posición, haz el favor, que me he quedado como una tortuga sobre su caparazón, ¡no puedo incorporarme! —Sigues cortando el tema. —No, únicamente mientras me visto, me coloco en el sofá, me das otro vaso de ese gazpacho tan rico y me preparas algo de cena, algo sabrás hacer, ¿no? Me acabo de dar cuenta de que yo he cocinado para ti varias veces pero a ti no te he visto hacerlo nunca. Bueno, has hecho el gazpacho, que tampoco es que tenga mucho misterio. 276


No le contesté, demasiado ocupada en ayudarlo a levantarse, vestirse y colocarlo en el sofá rodeado de cojines, como un sultán. El vendaje de la cabeza facilitaba la caracterización. Se lo dije. Se rio, pero la risa se truncó rápido con una mueca dolorida. No tuve valor para seguir con el interrogatorio sin haber pasado por suavizarlo antes con una buena cena. Al contrario de lo que le pasa a Eric, me gusta poco cocinar y nada tener compañía mientras lo hago, pero aquí, con un espacio común de salón, comedor, cocina, por muy grande que sea, que lo es, pensar en que no te vean es casi imposible. Al menos lo tenía recluido en el sofá sin que estuviera zascandileando a mí alrededor distrayéndome y poniéndome nerviosa. Miré el frigo: berenjenas. Berenjenas rellenas de carne picada mezclada con una fritada de tomate cebolla y pimientos, bañadas con una bechamel con pasas de corinto y queso, un plato con el que me luciría, le gustaría y le costaría poco comer. —Si no lo veo no lo creo, sabes hacer algo más que calentar cosas en el microondas… ¡Y está muy rico! Cuánto más te conozco más me gustas, ¡eres una caja de sorpresas! —Y lo que te queda por ver —le dije riendo. —Volviendo al tema que dejamos pendiente, ¿dónde y cómo te gustaría vivir? Me refiero a tener nuestra casa, nuestro hogar, nuestro sitio. Esto es… esto es otra cosa. Y sabes que a mí me ahogan las grandes ciudades. Empiezo yo, si quieres. Me gustaría una finca, no muy grande, en el campo, pero bien comunicada. Con piscina para poder nadar. Que podamos 277


tener caballos y haya un mar cerca. En un país del que conozcamos el idioma, con buen clima y buena situación estratégica. El sur de España, por ejemplo. —Estás describiendo la hacienda en la que nos conocimos, es el lugar perfecto. —Sí, fue en el primer sitio en el que pensé, reúne todas las condiciones, pero no está en venta. Claro que podríamos alquilarla por un tiempo mientras buscamos con calma, ¿a ti que te parece? —Me encantaría. Sí, me encantaría estar contigo allí de nuevo, sin controles ni compromisos. Me entusiasma la idea, tiene todo lo que yo le pediría a una casa para vivir juntos y ya sabes lo que me gusta esa zona con todas las posibilidades que tiene. También es un buen punto de partida para hacer otra cosa que me apetece y seguro que a ti también: viajar sin planes, hacer excursiones, salir en coche o en moto parando donde nos apetezca, ir conociendo restaurantes, probando vinos, disfrutando de la carretera. —Pues no se hable más, ya tenemos un par de cosas resueltas. Ahora vamos con algo un poco más serio, sé que Yann intenta reclutarte y que ya ha hablado contigo. Espero que tu respuesta sea negativa. —¿Por qué, dime por qué si tú no tienes intención de parar? —No es lo mismo. Yo ya estoy dentro, llevo años en esto y tengo una preparación acorde, tú no.

278


—Y eso me lo dices con un collarín, una brecha en la cabeza y el cuerpo que parece que te lo haya pintado un impresionista borracho. —Me caí de la moto, eso le pasa a cualquiera. —Ya. Y yo me lo creo. Y me creo que la cicatriz de tu espalda te la hiciste con un clavo que sobresalía de una puerta. Ya. Lo mismo que creí que entre nosotros el principio básico sería la confianza, como tú mismo dijiste. —Vale, vale. Culpable. Sé buena conmigo. Los últimos meses se ha desbocado todo y apenas hemos tenido tiempo para nosotros, no quería gastarlo en darte explicaciones o tenerte preocupada. Prometo contártelo, pero, por favor, no te involucres tú también. —Vamos a ver, cuando me contéis con detalle qué, para quién y para qué tengo que hacer las cosas, entonces y sólo entonces tomaré una decisión. No, tomaré dos, porque si no me gusta para mí no me gusta para ti y si no me gusta lo que haces y en lo que estás metido a lo mejor tampoco quiero que sigas tú o no quiero seguir contigo. —Yo no puedo dejarlo, no es una opción. —Pues, como bien dice Yann, estando tú, yo ya estoy involucrada. A no ser que opte por dejarte, ¿qué opinas? —¿No estarás hablando en serio? No me martirices, por favor, sólo pensarlo me pongo enfermo. —Ahora eso para mí tampoco es una opción, me has dejado sin defensas, estoy completamente enganchada, soy una 279


Ericadicta. Súper atractivo, rico, listo, encantador y peligroso, ¿quién puede resistirse a ese cóctel? —Se te ha olvidado añadir lo bueno que soy en cuestiones de sexo. —Inconmensurable. Pero aún estás en periodo de pruebas y demostración, ¿no crees? ¿O es que ya me has enseñado todo lo que puedes dar de sí? —Ay, no seas malvada, no hagas esto a mi cuerpo dolorido. Realmente aún tenía un aspecto bastante penoso. Los dos días siguientes los pasó aletargado en un duermevela interrumpido únicamente para comer. Debía estar exhausto, agotado por los meses de rodaje con jornadas interminables completadas por las de su otro trabajo, el que le traía consecuencias externas como las que tenía a la vista marcadas en la piel. Y, forzosamente, otras internas, las que me mantenía ocultas. Tenía acumulados mucha tensión y mucho estrés. El tercer día se levantó visiblemente repuesto, con más energía, aunque aún estuviera bastante maltrecho, lo que pregonaba su manera de moverse, por más que él intentara disimularlo. Yo tenía que terminar una traducción urgente y él se dedicó a ponerse al día con su ordenador, con lo que fuera que tuviera que ponerse al día. Una agradable, desconocida y apacible rutina de vida en pareja. Sonó mi teléfono. Franck. Lo cogí y salí a la terraza para hablar con él. 280


—Dime, preciosa, ¿ya tienes contigo entero y repuesto a tu príncipe encantado? —Sí, está aquí. ¿Tú por dónde andas? —Por aquí, por allá…, qué más da, ¡qué más te da! —No seas crío, Franck, no empecemos de nuevo. Se supone que me llamas para hablar un rato, anda, cuéntame cómo te va. —Bien, salvo porque no consigo mentalizarme de que te hayas liado con él y que ahora esté disfrutando de que le sirvas de enfermera y os pongáis a jugar a las casitas. Perdóname, May, tienes razón, ten un poco de paciencia conmigo, lo intento, intento estar normal, seguir como antes, pero no puedo evitarlo. Es irracional. Y además he sido un idiota. Perdona, de verdad. —Oye, ¿tú cómo sabes que está herido? —A lo mejor porque nos movemos por círculos parecidos, pero son tan cerrados que no trascenderá, no tienes que preocuparte por eso. También he sabido que estás a punto de entrar en el juego, si es que te deja. —No necesitaría pedirle ningún permiso aunque estuviéramos casados y no tengo ninguna intención de hacer ni una cosa ni la otra. —Uy, querida, él es de los que se casa, de los que quiere niños, perro y una casa con jardín. Aunque ha empezado por ponerte un piso de película para que no eches de menos el mío. Dile que ya te tiene a su lado, que tiene lo único que quisiera tener 281


yo, no le hace falta competir. Y te repito, es de los que se casa, antes o después te acabará convenciendo. —Me estoy dando cuenta de que hablas mucho, pero de ti no dices nada, me estoy dando cuenta de que estás siempre al corriente de todo lo que hace Eric, sea público o secreto, y me acabo de dar cuenta de que no podría ser así si no pertenecieras al mismo equipo… ¡Cómo he podido ser tan tonta! —Ah, ¿no te lo había dicho? Se me habrá pasado por alto entre tu desaparición primera, tu enamoramiento y tu segunda desaparición, entre tus compromisos y tus cambios. Se me habrá pasado ponerte al corriente porque sé que tú no piensas más que en él, ¡no te reconozco! —Claro, claro, porque todo el tiempo que pasamos juntos antes de que llegara Eric no cuenta. ¿Sabes lo que te digo? No me parece bien que estemos teniendo esta conversación y hablando de Eric teniéndolo a pocos metros. —Y a mí no me parece bien que sea él el que está ahí contigo, mientras yo estoy aquí, hablando por teléfono y echándote de menos, echando de menos a mi amiga May que se ha convertido en otra. NO, no me cuelgues, que te veo venir. Ten un poco de paciencia con el gruñón, cansado y decaído Franck, con tu pobre amigo solitario. —Cualquiera que no te conozca imaginaría a un tipo que no tiene nada que ver contigo. Dime, ¿cuántas víctimas recientes tiene tu encanto de fotógrafo aventurero? —Con cada una de ellas pensaba en ti, como siempre desde que te conozco. 282


—Primera noticia, y que sepas que eso no me parece ningún halago. Ahora sí que voy a colgar, Franck. Y no te digo lo que estoy pensando porque no encuentro palabras que lo traduzcan. —No me hacen falta, conozco el tono y te conozco a ti, vuelve tu antiguo yo cuando te enfadas. Te quiero, May. Y te quiero así, cuando vuelve la que eras. Y colgó. Años de amistad, horas y horas de conversaciones telefónicas, viajes, vivencias, pisos y preocupaciones compartidas y nunca, jamás, me había dicho cosas así hasta que llegó Eric. ¿Acaso no lo sabía, había necesitado verme con Eric para darse cuenta? Al final resulta que los demás tenían razón y la equivocada era yo. A no ser que todo se resuma en una rabieta de amigo celoso que teme perder atención y privilegios, que eso es lo que realmente me parece a mí. Respiré hondo antes de volver a entrar. Eric había dejado el ordenador, se había sentado en el sofá y disimulaba enredando con su Tablet. Levantó la vista, me miró sin decir nada y volvió a lo que quiera que hubiera elegido para acallarse. Al principio no preguntó ni hizo comentarios, lo que era un mal síntoma y hacía la situación aún menos natural y más forzada. Puse música para que los Platters le dijeran por mí que es el único, que sólo él da sentido a mi mundo y llena mi vida. Me fui acercando a él acompañada de la voz de Tony Williams que en ese momento pasaba de The Great Pretender a Smoke Gets In Your Eyes, preguntándome porqué para él siempre 283


encuentro la respuesta en los clásicos. A Eric le apasionan y se sabe la mayoría de las letras, acompaña al disco con su voz, le resulta dificilísimo resistirse a cantar. Esta vez seguía en silencio, muy serio, viéndome venir. Fui a besarlo y no me dejó, hizo como si no se hubiera dado cuenta y empezó a maniobrar intentando quitarse el collarín. —¿Qué haces? —Ayúdame a quitarme esto y la venda de la cabeza, por favor, ¡me estoy ahogando! Sé que es tontería llevarle la contraría cuando tiene algo decidido, es el hombre más cabezota que conozco, si no se lo quitaba yo se lo quitaría él mismo de cualquier manera. Fui a buscar el botiquín, la pomada especial de silicona, unas tijeras y las instrucciones que me había dejado Yann, que ya se esperaba esto. Comencé cortando el vendaje de la cabeza y retirándoselo con cuidado. El trozo afeitado ponía de relieve la cicatriz, que no tenía mal aspecto ni era tan exagerada como me había imaginado. Tenía razón Yann, cuando le creciera el pelo se la cubriría sin problema. Su precioso pelo. Se lo acaricie suavemente con las yemas de los dedos, sentí su cráneo, besé su coronilla y se me escaparon un par de lágrimas de ternura, de agradecimiento por tenerlo allí, de miedo inútil a lo que ya había pasado, el miedo de perderlo, a que podía haberlo perdido. —No soporto ni un minuto más dándote esta imagen débil y ridícula. —No estás curado porque te haya quitado las vendas y tú puedes parecer cualquier cosa menos débil, estabas súper sexi, 284


me encanta ser tu enfermera, me despiertas pensamientos impuros, nada piadosos. —Y él, ¿qué sentimientos te inspira? Uno para el otro se han convertido en ÉL, evitaban decir sus nombres pero al parecer no se los quitaban de la cabeza. —Los mismos de siempre —contesté. Pero no era verdad, aún no podía definir de qué forma habían cambiado, pero algo había cambiado y quizá me asustaba analizarlo, por eso no lo hacía, lo dejaba correr, trataba de no pensar en ello. Pero desde luego no era amor. —¿Ha estado aquí, conoce nuestro piso? En su tono al preguntármelo le note las ganas de las dos respuestas. Sí, para que Franck hubiera visto con sus propios ojos el nido que me había preparado. No, porque no soportaba una invasión territorial ni siquiera de un minuto, sé que tiene celos hasta de que respiremos juntos en el mismo espacio. ¿Qué decirle? La verdad. Casi toda la verdad. Casi nada más que la verdad. —Sí, me ayudó a traer mis cosas, sin más. —No me habías contado que os hubierais vuelto a ver. —Primero estuviste desaparecido y después no me ha dado tiempo a recordarlo con el susto de verte así y la alegría de tenerte en casa. —O sea que el día antes de que yo desapareciera, como tú dices, cuando te estuve llamando, te estuve mandando mensajes insistentemente y no hubo manera de contactar 285


contigo, ese día lo pasaste con él. Y apagasteis el teléfono para que no os molestara nada ni nadie. Su voz era fría, el tono neutro ponía de relieve todo lo que estaba conteniendo. Recordad que su voz no tiene secretos para mí, puede engañarme con los gestos o las palabras, nunca jamás si se expresa en voz alta, me pasa como al personaje de la Maura en Mujeres al borde de un ataque de nervios. Me daba la impresión de que de un momento a otro el dique se rompería y tendríamos nuestra primera bronca seria. Estaba a punto de comenzar a resquebrajarse. —Sí a todo. Sí vino a verme cuando aún no me había mudado y pasamos un día y una noche juntos, estuvimos por ahí y estuvimos en su apartamento, como hemos hecho cien veces desde que nos conocemos. Sí, tuvimos el teléfono apagado, era una especie de despedida de nuestra relación anterior a ti y que obviamente ha cambiado desde que llegaste y ocupaste mi vida, desde que me enamoré de ti han cambiado las cosas entre Franck y yo. Pero todo eso ya lo sabes. Me pidió un día, un día para decirnos adiós y empezar de nuevo. Me pilló por sorpresa su llegada, no lo esperaba, fue todo muy rápido, muy intenso, y te lo hubiera contado si me hubieras dado tiempo. Sí, parece que todos teníais razón, está enamorado de mí, o más bien cree estarlo, yo pienso que es simplemente una cuestión de celos de amigo que se siente abandonado y los confunde con otra cosa. Por mi parte tengo claro que sigo sintiendo lo mismo, cariño, amistad, lealtad, confianza. Y no quiero perder eso, pero una temporada distanciados nos vendrá bien a todos. Y por último, sí, estuvo aquí, pero ni se sentó siquiera, me ayudó a subir mis cosas, las dejó y se fue. ¿Algo más? 286


—Por ese tono de cabreo creciente, parece que la ofendida eres tú. —¡Es que no hay ofensores ni ofendidos! ¡Es que deberías saber que odio dar explicaciones! ¡Es que pusimos como base la confianza y deberías tener paciencia, darme tiempo y esperar a que sea yo quien te cuente las cosas! —¿Debería ver sin inmutarme su cambio de estrategia y dejarle ir metiendo cuñas entre nosotros? Me doy cuenta de que en lo que a él respecta sigues tan ciega como siempre y no habrá manera de abrirte los ojos. —¡Pero qué dices! Se ha apartado, se ha ido, vamos a dejar de vernos una temporada… No ha intentado nada, no me ha propuesto nada y desde que estamos juntos jamás ha dicho nada en tu contra ¡¿Qué más quieres?! —Entonces no era él con quien acabas de estar hablando por teléfono. —Sí, era él, si es que estamos hablando de Franck, que parece que se ha convertido en innombrable. Llamaba interesándose por ti. —Fíjate, cuanta amabilidad por su parte. Y para informarle sobre mi estado de salud has necesitado salir a hablar con él a la terraza, no podías tener esa conversación aquí. Bueno, ya que no me lo has pasado, imagino que le habrás dado las gracias en mi nombre. La próxima vez le das también mi número de teléfono, creí que lo tenía, lo habrá eliminado sin darse cuenta. —Ese sarcasmo sobra. 287


—Mira, no quiero seguir teniendo esta conversación, no quiero discutir contigo por su causa, no quiero que esté entre nosotros hasta cuando no está y que consiga su objetivo contando con mi colaboración. Se acabó. Disculpa por haberme inmiscuido en tu privacidad, te aseguro que no volverá a ocurrir… ¡¡Pero es que pasasteis más de veinticuatro horas seguidas juntos y desconectados!! Y se levantó con tanto ímpetu que la brusquedad del cambio lo mareó y tuvo que volver a sentarse de nuevo. Le ayudé a acomodarse, le puse un cojín para que tuviera mejor apoyada la cabeza y, como le vi pálido y sudoroso, fui a buscar una toallita para ponérsela en la frente humedecida con el alcohol de plantas que me había dejado Yann, al parecer era bueno para esto y, si no lo era, mal no le haría, al menos perfumaría el ambiente. Incluso con los ojos cerrados y una total lasitud no transmitía sensación de desamparo, más bien daba un poco de miedo, como si se estuviera preparando para un estallido final. Me puse tras él, metí las manos por el cuello de pico de su camiseta y comencé a acariciarle el pecho suavemente, noté que su corazón latía con fuerza y muy rápido, no se correspondía en absoluto con esa apariencia desmayada. Estaba fingiendo. Me arrancó una sonrisa, ¡qué astuto! Así que era eso, con maña y habilidad había conseguido terminar con una pelea que no quería tener… De momento. Viendo que no estaba tan mal, di la vuelta, me senté en el sofá a su lado. Comencé una serie de caricias simulando ser tan inocentes como lo había sido su mareo. —Descansa, cariño, relájate, no te alteres, estás muy débil —le decían mis palabras mientras mis manos buscaban conseguir el resultado contrario. Tienes los labios secos —le decía yo, 288


mientras mojaba mis dedos en su vaso de agua para que ellos se dedicaran a refrescárselos lentamente, a escaparse por su cuenta para explorar el interior de su boca. Eric se dejaba hacer, me seguía el juego impasible con casi todo su cuerpo desmadejado. Casi todo. Casi. Cambié de postura y me senté a horcajadas sobre él, sin apoyarme, mis piernas plegadas (bendito yoga), mis rodillas rozándole a ambos lados de su cadera, con la mía cerca y lejos. Comencé a masajearle el cuello, sólo el cuello. No pudo más. Se quitó el paño de la frente, abrió los ojos y se quedó mirándome fijamente, al mismo tiempo que dedicaba sus manos a colocarme bien, sentada sobre él de tal forma que sintiera cómo estaba el miembro díscolo de su cuerpo, el único que osaba desobedecer su férreo autocontrol, el ácrata. Comencé a besarlo con ansía, con furia y Eric me respondió en el mismo tono, labios, lenguas y dientes se buscaban, se enfrentaban, querían decírselo todo y decírselo ya. Las manos de Eric se habían quedado fijas en mi cintura y ahora me mecían sobre él en un vaivén continuo de ritmo creciente. Mis manos se aferraban a sus hombros para no perder el equilibrio y caerme. Estaba ardiendo, mi cuerpo ardía, nuestras bocas seguían enganchadas en su lucha particular, necesitaba más, quería desnudarme y desnudarlo, pero al mismo tiempo no quería que esa sensación, que esa conexión tan intensa que estábamos experimentando, terminara nunca. Y Eric es el rey en este reino, lo alargaría hasta que me hiciera estallar o necesitara usar el extintor que colgaba junto a la entrada de casa. No pude más, eché mi cabeza hacía atrás al mismo tiempo que soltaba un grito de placer, momento que aprovechó para lamer mi cuello y bajar buscando sus anclajes favoritos, chupando y mordiendo por encima de la camiseta, mientras yo, perdida por completo la paciencia, me la arranqué para dejar la mitad 289


de mi cuerpo con la piel desnuda y libre. A partir de ahí todo fue una locura, nos desbocamos en una carrera frenética, en una demostración de deseo sin medidas de seguridad, sin recato, sin importarnos nada más que darnos placer el uno al otro, fundiéndonos de tal forma que llegó un momento en el que no sabía cuál era su cuerpo y cuál era el mío. Literal. Eric siempre me dejaba completamente satisfecha y extenuada, pero esta vez tenía una intensidad diferente, más primitiva, más salvaje. Era una declaración de principios con la que nos habíamos librado de todo, no estábamos más que él y yo y ahora, sin nadie, sin nada, sin historia, sin secretos. Sin pensamientos. Sin razones. Habíamos sido arrastrados juntos al núcleo de ese tornado que nos es tan familiar y que esta vez había barrido a su paso todo lo que nos era ajeno. Se me olvidó que estaba maltrecho, no tuve el más mínimo cuidado y él tampoco. Caímos del sofá a la alfombra, apartó de una patada la mesa baja cargada de revistas y seguimos allí sin molestarnos en buscar el mullido y la comodidad de la cama. Y sobre la alfombra acabamos y volvimos a empezar una vez tras otra hasta quedar vaciados de todo, saturados de placer y vencidos por el agotamiento. —Hacer el amor contigo es más peligroso que cualquier deporte de riesgo, ahora sí que estoy completamente machacado. —¡¡Oh, dios mío!! ¿Qué hemos hecho? ¡Somos unos inconscientes, estamos absolutamente locos!

290


—No lo cambiaría por nada del mundo, ha sido algo espectacular, único; si pudiera volvería a empezar otra vez ahora mismo, pero es que no puedo ni moverme, vas a tener que ayudarme, me duele hasta el aliento, ahora sí que voy tener que tirar de algún calmante —trató de decirme, pero le interrumpió un ataque de risa tonta mezclada con quejidos—. Es como si tuviera una borrachera orgásmica, me siento rarísimo. A mí lo que me dio fue un ataque de responsabilidad, pero, claro, es que él no se veía como lo estaba viendo yo, hecho un puro moratón y con algunos arañazos añadidos para completar el panorama. Al menos la cicatriz no se había abierto. Fui a prepararle un baño de sales. Si a mí me dolía todo, no quería ni pensar cómo se tenía que sentir él. Era la primera vez que lo veía perder completamente el control y dejar fluir absolutamente libre su deseo. No, yo tampoco lo cambiaría por nada del mundo. Lo bañé como a un bebé y se dejó. Le volví a dar el linimento, un vaso de leche con los calmantes y lo dejé arropado en la cama. Recé a los dioses de los siete mares y a los que protegen a los hombres que saben hacernos felices para que le diera tiempo a recuperarse un poco antes del día en que apareciera Yann y me pidiera cuentas de su estado. Había perdido por completo el sentido del tiempo, tuve que mirar el reloj para empezar a ubicarme.

291


Eric y el incidente Lo advertí. Sabía de antemano que no era una buena idea rodar en la misma frontera para facilitarme las cosas, al contrario, llamaríamos la atención y se complicaría todo. Así fue. Al principio parecía que el plan iba bien. Crucé por la noche por uno de los pasos que ellos mismos utilizaban y pude llegar sin problemas a los almacenes en los que escondían los alijos que les estaban suministrando. Aparentemente no solían tener más que un par de tipos haciendo guardia, así lo habían constatado las observaciones de los drones durante las últimas semanas y así lo confirmé cuando hice mi primera inspección ocular después de haber dejado la moto escondida y seguir a pie la parte que me quedaba. Ahora sólo faltaba buscar el emplazamiento que había localizado de antemano para quedarme a la espera, grabarlo todo en cuanto empezaran a mover la mercancía y así tener pruebas de lo que estaban haciendo. No tenía que hacer nada más que eso. Ni tampoco menos. Yo jamás llevo armas. Por muchas razones. Porque no me gustan. Porque siempre hay otros que tienen más y más grandes. Porque en caso de que te pillen es muy difícil hacer creer que eres un simple turista inofensivo que ha salido de excursión en moto. Y porque en este oficio sigue valiendo más la astucia que la fuerza. Que no las lleve, no quiere decir que no sepa utilizarlas. Había pasado ya más de dos horas esperando cuando empezó a haber movimiento. Llegó un camión del que saltaron varios 292


hombres que se pusieron a cargar la mercancía que tenían preparada en el interior, mujeres muy jóvenes, algunas todavía niñas, listas para repartir por burdeles clandestinos. Malditos bastardos. Luego oí ruido de motores justo a mi espalda. Habían puesto patrullas en las rutas para ver si estaban limpias. Como ya tenía lo que iba a buscar, mandé el aviso para que los interceptaran en el punto que teníamos previsto y emprendí sigilosamente la retirada en busca de mi moto, pero dos de ellos me pillaron antes de llegar y tuvimos una pelea en la que los tres nos llevamos lo nuestro, ahí fue cuando me quité el casco para utilizarlo como arma en la lucha, quedándome sólo con el pasamontañas que ocultaba y protegía mi rostro. Conseguí escapar simulando que caía por un barranco con lo que me dieron por muerto. Afortunadamente no se percataron de que la caída no fue libre ni hasta el fondo (benditos artilugios a lo Batman), tampoco fueron capaces de encontrar mi moto, así que, después de dejar pasar un tiempo prudencial, salí de allí como pude, contacté con Yann y él se encargó de todo. Eso sí, conseguí la grabación que nos interesaba para acabar con ellos definitivamente. Misión cumplida, información recabada y documentada, turno para los ejecutores. Probablemente debería haber hecho caso al médico y haberme quedado un poco más bajo su control, al menos hasta estar un poco más recuperado, pero no podía soportar estar lejos de ella, menos aun con los celos que venían corroyéndome desde la víspera del incidente. Cuando ni Franck ni ella cogieron el teléfono tuve claro que estaban juntos, cuando lo mantuvieron desconectado todo el día y toda la noche, me mató. ¿Qué hacía 293


May a estas alturas aislándose para estar con él? Fue la postura de ella lo que me sorprendió, porque lo que trama Franck lo tengo claro y ya me lo esperaba. Me fui envenenado a la misión, pero eso no me impidió estar alerta, la prueba está en que salí vivo de la que se preparó, estuve centrado al cien por cien y desplegué mis mejores artimañas. Sé que tenemos que tener una conversación pausada sobre el tema de su relación con Franck, pero esperaré a que se me pase un poco la furia que me provoca y que me nubla la toma de decisiones, no obro con cordura, ¡no me reconozco! Me ha trastocado los esquemas de arriba abajo. Me tiene loco. Por eso corté la discusión antes de decir palabras de las que luego me arrepienta; nada consigue borrar después las malas palabras o los malos gestos, se quedan ahí, impregnando los recuerdos, agazapados, esperando para aflorar en cuanto se les deja un resquicio y cuando menos falta hace. La mejor manera de no temerlos es que no se produzcan. Ella es muy lista, se dio cuenta perfectamente de que estaba fingiendo y fue más lista aun cuando dio un vuelco a la situación y cambió mi malestar por deseo. Quién me iba a decir hace unos meses que existía esa May provocadora capaz de jugar con el sexo y conmigo. Cada día es más mujer, más segura, más libre… infinitamente más atractiva. Me tiene abducido. Estoy completa y perdidamente enamorado. Nunca había hecho el amor con todo mi control perdido, sin usar el cerebro, perdiéndome en su cuerpo y mis sentidos. Terminé como si me hubiera pasado una apisonadora por encima, estaba tan machacado que no podía moverme y tenía unos dolores terribles, de los que por otra parte no fui 294


consciente hasta que acabamos agotados, hechos un ovillo sobre la alfombra. Lo volvería a hacer sin dudarlo ni un momento, incluso aunque tuviera que soportar esos dolores elevados a la enésima potencia y aderezados con cualquier tortura que se le ocurriera al más malvado de mis enemigos. Si me paro a pensar, no consigo recordar qué hicimos, no tengo más que un coctel de sensaciones inexplicables y un llegar, y llegar, y llegar y continuar en lo más alto, fundidos los dos en uno, siendo uno. Algo salvaje. Una experiencia espiritual, mucho más allá del placer del sexo. Definitivamente algo único. Sí, lo que tenemos es único y está empezando, nos queda todavía mucho que decir y que hacer, tenemos por delante mucho camino que recorrer.

FIN DE LA SEGUNDA PARTE

295


TERCERA PARTE

Eric y la sociedad secreta —¿Quiénes somos? Gente que triunfa en lo que hace, con mentes brillantes y, en la mayoría de los casos, profesiones que se consideran frívolas, esa es nuestra mayor baza: no nos toman en serio. Ese grupo, al que pertenecemos Franck, Yann o yo y en el que quieren que entres tú, somos los encargados de conseguir pruebas e información sobre personas o empresas que tras su apariencia legal esconden una trastienda apestosa. Llamamos Materia Gris a los senior, los fundadores, algunos de los cuales ocuparon antes nuestros puestos, otros han estado desde el principio trabajando en la planificación, financiación y coordinación de nuestras actividades, con ellos están también las nuevas incorporaciones que no pueden o no quieren estar sobre el terreno. Nuestros asesinatos son económicos y sociales, acabamos con los malos atacando lo que más les interesa, su punto débil, lo que les mueve, lo que les duele. Atacamos su dinero, su poder, su prestigio. Para ello prima la astucia, la inteligencia, la capacidad de engaño, la sutileza. Nuestro encanto. De cara a la galería tratamos de mantener un perfil intermedio en cuestiones sociales y políticas, no llamar la atención por exceso o por defecto. De momento te basta con saber esto, nuestro objetivo es destapar los trapos sucios de malos muy malos con apariencia de buenos o con una protección suficiente como para escapar de la justicia. 296


No hay misión pequeña, no medimos la importancia de la misma por el número de personas a las que afecta, nos tomamos todas muy en serio. No trabajamos ni tenemos vínculos con ningún gobierno, somos una especie de ONG que se autofinancia, va por su cuenta y, fundamentalmente, es resolutiva. Sí que es verdad que hay una parte pública que hace lo mismo que otras oenegés, la parte que tú ya conoces y a la que algunos de nosotros nos encargamos de servir de imagen, pero eso es sólo la punta del iceberg de nuestra Organización, la fachada, si quieres llamarlo así. Resumiendo, digamos que somos personas de distintos países con los ideales genéricos de los superhéroes, aunque no seamos más que simples mortales con algunas aptitudes que hemos desarrollado y sabemos aprovechar. Una vez que entramos, no salimos, al menos hasta ahora nadie se ha ido, hay una especie de cláusula no firmada. Podemos cambiar de posición, pasar de jugar en primera línea a estar en el banquillo, asesorar, documentar, financiar, hay muchas facetas, todas necesarias. Cada misión se propone al equipo que se considera más idóneo y se es libre de aceptarla o, por la razón que sea y que ha de aducir, rehusar llevarla a cabo. Cada uno tenemos nuestras especialidades, a veces obvias, a veces se van descubriendo. En tu caso, llamaste la atención de Yann por razones que para mí son también claras, aunque en mi caso me cegaran otras cosas y no viera, o más bien no quisiera ver, tus posibilidades como agente. A Franck le pasó lo mismo que a mí. Sí, ambos llevamos en esto unos cuantos años, imagino que lo sabrás, dado vuestro nivel de intimidad y confianza, él ya te lo 297


habrá dicho hace tiempo (sé que eso fue un golpe bajo, pero el amigo se lo ha ganado a pulso). Franck fue un niño prodigio de la informática, un hacker mítico, algo sumamente valioso en la Organización. A eso hay que sumar que es un prestigioso fotógrafo, un trabajo genial para utilizar de tapadera. Por eso nos conocíamos y habíamos trabajado juntos. Además, no somos tantos y funcionamos siempre en equipos formados generalmente por los mismos miembros y, aunque no pongamos cara y nombre a cada uno de los integrantes de este “club”, sabemos que contamos con todos ellos en caso de que sea necesario. Para que te hagas una idea, somos como un sólido chifonier, formamos un conjunto debidamente separado y ordenado, pero se abren sin dudar los cajones que haga falta para sacar lo que se necesite. Tendrás que pasar un breve periodo de instrucción intensiva y yo estaré contigo. He puesto esa condición y les ha parecido interesante porque así tendremos un adiestramiento especial como pareja, que es como actuaremos la mayor parte de las veces. —Una pregunta —interrumpió May— cuando se me contrató para trabajar contigo, ¿ya se estaba pensando en esto? —No, no, qué va, en absoluto, no tiene nada que ver. Nuestra vida profesional es completamente independiente. A ti te preseleccionó una empresa que trabaja con la productora de la película, cribaron, me pasaron una docena de currículos y te elegí por tu bilingüismo nativo que lleva aparejada una educación bicultural, mitad europea, mitad estadounidense. Se tuvo en cuenta tu espectacular formación, tu experiencia en este trabajo y las referencias aportadas por otros actores. Y la foto me engañó, si llego a saber que eres tan guapa no te 298


hubiera elegido, te lo digo en serio. ¿Sabes lo que pensé la primera vez que te vi? —¿Qué pensaste? —Oh dios, por qué me haces esto, por qué me traes la tentación a domicilio. También pensé que no tenías ni idea de lo condenadamente atractiva que eres, que tienes luz, una especie de aura. Aunque entonces no brillabas con la misma intensidad, llevabas un velo cubriéndote, te escondías del mundo. Bueno, para terminar con lo del currículo, que si sigo contándote todo lo que se me ocurrió al conocerte no acabaremos nunca, también me pareció muy positivo que fueras hija de gente del mundo del cine y, en la parte más lúdica, tu afición por motos y coches. —Ya ves, mi padre me educó como al hijo que no tuvo, pese a las protestas de mi madre, y ahora que lo conoces ya sabes que le apasiona todo lo que tenga ruedas y motor. Tuve moto a la vez que bicicleta. —Luego están todas las conjunciones inesperadas. Franck siempre hablaba de la misma mujer, aunque estuviera con otras, con muchas, no te estoy revelando nada nuevo. Pero nunca dijo un nombre ni nada que te pudiera identificar, obviamente ahora sé que “ella” eres tú. Cuando hice una investigación rutinaria para comprobar los datos y darte el visto bueno definitivo, entre tus conocidos no apareció el nombre de Franck, tampoco aparecía nada de tu relación con ese profesor que me has dicho. Ahora también sé que En Franck se encarga de ir borrando huellas digitales a tu paso, para protegerte elimina cualquier rastro informático que se vaya dejando, para eso ayuda bastante tu alergia a las fotos y 299


que no compartes vida privada en las redes. Es verdad que me sorprendió un poco que no hubiera novios ni en el pasado ni en el presente, lo achaqué a que tendrías que haber estado completamente centrada en trabajo y estudios para llegar a ese nivel de formación siendo tan joven, pero como entonces no me interesó en absoluto, no profundizamos. —¿Y ahora te interesa? —Sólo si tú quieres contármelo. O para ir en su busca y arrancar los huevos a quien te haya hecho tanto daño. —Sólo si tú quieres contármelo. O para ir en su busca y arrancar los huevos a quien te haya hecho tanto daño. Porque una cosa que tengo clarísima es que cuando te conocí tenías el alma rota, que te habían causado muchísimo dolor y que te habían hecho perder la confianza en ti y en los demás. Para saber eso no necesito que haya investigaciones de por medio, ni que me lo cuentes tú ni que nadie me diga nada. Para saber quién y cuándo sí es preciso que tenga ayuda. —Sabes, me parece que hay cosas que le sucedieron a otra persona, que no era yo, que no pude ser yo. —Ese es un denominador común entre todos nosotros, tuvimos baches en los que caímos y mientras estuvimos ahí nos pasó la vida por encima. Pudo ser directamente o afectar a alguien muy ligado a nosotros, como en mi caso. Yo también tuve una época oscura después de morir mi madre como consecuencia de todo lo que le pasó a mi hermana. Lo realmente importante es salir, cómo salgas y qué hagas desde ese momento. Los dos lo hemos superado y nos ha traído hasta aquí, nos ha unido y seguimos creciendo juntos, eso es lo 300


que tenemos que ver. Y en eso se basa nuestra Organización, en personas que han superado fases difíciles, quieren ayudar a que las superen otros y, lo que es más importante, tratan de impedir que eso se repita eliminando en la medida de lo posible sus causas. No queremos cambiar el mundo, nos conformamos con ir mejorándolo en la medida que podemos: por muy pequeña que parezca la acción que llevemos a cabo, siempre cuenta.

May, tomando decisiones arriesgadas —Entre él y tú no ha habido otros hombres, así que ha sido como si me hubiera bajado de un coche usado de gama baja llevado por un conductor inepto y me hubiera subido en un Shelby o un Bugatti en manos de un piloto avezado. —¿Un coche de carreras? ¡No me digas eso! Me veo más como un todo terreno de última generación, estética depurada, mucha potencia, suspensión neumática, equipamiento de serie, extras exclusivos, alto rendimiento, resistente y bien dotado, ¿no crees? Me dio la risa. Tenía toda la razón. Era una conversación poco compacta, mal hilvanada, en la que yo iba soltando sólo parte de las frases que me venían a la mente y Eric ni me interrumpía ni me hacía preguntas. Llenaba los silencios. Me dejaba hablar. Intercalaba textos. Entendía perfectamente lo duro y lo difícil que me resultaba rememorar esa etapa de mi vida.

301


—¡Y pensar que me convenció de que era frígida! Aunque la cuestión del sexo fue el menor de los problemas. Pero dejémoslo ahora, aún no estoy preparada para hablar de eso. El Universo, o lo que sea, ya me ha compensado de sobra poniéndote en mi camino. —May, cielo, ¿estás bien? Tanto halago seguido se me va a subir a la cabeza, si ahora me dices un “te quiero” me rematas —dijo abanicándose con una revista que tenía a mano, haciendo el payaso y quitando hierro a la situación con esa forma tan suya de hacerme sentir cómoda le dijera lo que le dijera, callara lo que callara. Me lancé a su cuello y le susurré lo que quería oír. —Bueno —continué, volviéndome a sentar de nuevo, pero un poco alejada de sus brazos para poder seguir hablando— realmente, creo que debería ampliar el campo de ensayo, una muestra de dos no es muy representativa… —¡Te voy a dar a ti campo de ensayo!—dijo levantándose, cargándome sobre uno de sus hombros y dándome unos azotes que me hicieron estallar en carcajadas hasta que nos interrumpió el timbre de la puerta. —Veo que ya estás muy recuperado, cariño, pero no te pases, no hagas esfuerzos. ¿Esperamos a alguien?—pregunté. —Imagino que será Yann, vendrá a ver qué tal me cuidas, salvo él y Franck nadie conoce esta dirección, ¿no es así? —No por mí, desde luego; cuando apareciste destrozado aún no me había dado tiempo a dársela a nadie, ni a mis padres siquiera. Vete a la habitación y espera allí, aunque ya estés casi bien, nadie puede verte con esta pinta. 302


Era Yann y venía cargado con varias bolsas. —¿Cómo está nuestro paciente? —Júzgalo por ti mismo, mira cómo sale de su escondite en cuanto te ha oído. —Pero no sale por mí, May, sale en busca de sus encargos. Ya te vale, Eric, menuda lista me has endilgado, mira que eres caprichoso y sibarita, vaya vicio tienes con la buena comida. —Es de los pocos vicios que tengo, así que no te quejes. ¡May! —gritó Eric interrumpiendo mi camino hacía las bolsas—, ¡ni se te ocurra tocarlas! Es sorpresa, ya que tenemos que estar aquí encerrados hagámoslo más llevadero. —Sí, seguro que estás sufriendo mucho, ya veo la cara de amargado que tienes, la mismita que cuando estás conmigo sin tenerla a ella —dijo Yann con sorna—; empiezo a pensar que te partiste la cabeza adrede para poder venir a recluirte aquí. Que no te engañe, May, tú puedes salir a la calle y estar con quien quieras, él es el único que tiene que ocultarse. —Ya, pero no lo voy a dejar solo estando así. —Nunca había tenido claro eso de las almas gemelas hasta que os vi juntos, ¡sois tal para cual, hechos a medida! Por lo menos vuelve a correr, es una pena que no lo hagas ahora que ya tenías cogido el ritmo, se nota que has mejorado muchísimo tu forma durante todos estos meses. ¿Qué has pensado, te unirás a nosotros? —Sí, decididamente sí. Eric me ha contado a grandes rasgos la idea fundamental, pero si estáis vosotros y está Franck, ya es 303


una garantía. Y me apetece mucho lo del entrenamiento, ponerme a prueba, aprender cosas nuevas, superarme. Me habéis acostumbrado a que me gusten los desafíos. —Esa es la razón de más peso, claro, que esté Franck, porque con nosotros no sería suficiente aval —dijo mi hombre, ceñudo y bastante mosqueado. —Eric, para. Creo que a ti también te vendría bien un entrenamiento anti celos. ¿Te das cuenta que desde que nos conocemos casi siempre que hemos estado juntos hemos estado aislados y solos? De ahora en adelante no será así, esperemos que no sea así, que desaparezcan restricciones y mascarillas porque haya desparecido la pandemia. No me puedo creer que tú, precisamente tú, seas el celoso en esta relación, ¿quién puede atreverse a competir contigo? Soy yo la que tendré que pelearme con tus fans y compañeras de reparto. Y soy yo la que tengo que aguantar ver cómo te sobetean en pantalla y contener mi imaginación para que no vaya a más. —Mira cómo cambian las cosas, cuando nos conocimos me achacabas que no hubiera suficientes escenas de sexo en mis películas. —Era porque quería ver más de ti y poder imaginarme cómo hacías las cosas, únicamente por razones de trabajo, no te creas; ahora que te tengo actuando en vivo y en directo ya no me hacen falta. —Eeeeeeh, Yann llamando desde tierra, ¡qué todavía estoy aquí, esperad a que me vaya! Una vez que he entregado mi encargo y he comprobado que estáis bien, me largo, que yo 304


también tengo quien me espera. Os veo dentro de diez días dónde sea que nos manden a entrenar. Cualquier cosa, me llamáis, pero procurad no hacerlo, que necesito estar un poco con los míos y olvidarme de vosotros. Eric, cuídate y haz ejercicios de recuperación y tú, May, encárgate de ello, por favor, no seáis inconscientes. —No te preocupes, haré muuuchos ejercicios de recuperación, May ya se está encargando de motivarme —dijo Eric entre risas. Nos miramos los tres y nos abrazamos estrechamente, con fuerza, con sentimientos difíciles de traducir de otra manera, compartiendo secretos de los que ahora ya formaba parte. Una vez que se fue Yann y para dejar a Eric trastear a gusto con sus bolsas, que era lo único que estaba deseando en ese momento, aproveché para salir a correr, ir recuperando el ritmo y no hacer el ridículo cuando acudiéramos a mi curso preparatorio para ser una buena espía (si Eric me oyera ya estaría frunciendo el ceño y diciéndome que el asunto no tenía nada de broma, pero yo conjuraba mis miedos tomándomelo así). Cuando volví encontré sobre la mesa un par de revistas en las que aparecían fotos de Eric, en algunas solo, en otras conmigo, todas ellas sacadas del tiempo que estuvimos recluidos, exactamente de aquellas que nos hizo Franck como prueba, ligeramente distorsionadas, veladas, que podían estar hechas en cualquier parte: ni siquiera yo identificaba la hacienda en ningún detalle.

305


Titular: “El descanso del guerrero tras el rodaje, unas merecidas vacaciones con su misteriosa novia”. O alguna bobada similar. —¿Y esto? —Convenientemente filtradas para cubrir mi accidente, situarme en otro escenario para el remoto caso de que alguien me pudiera ubicar en las cercanías, todas las precauciones son siempre pocas; te lo he dicho, nuestras armas son la astucia, la inteligencia, los contactos y las habilidades informáticas de tu Franck y otros tan buenos o mejores que él, que las nuevas generaciones nos desbancan en algunos temas. Las fotos y su tratamiento se las debemos también a él que ha tenido a bien sacarte como te gusta para que tu rostro siga sin ser expuesto. Y puede que también para que sigan sin asociarte conmigo — dijo en un susurro sólo para sí que escuche perfectamente. Cambió de tono y volumen de inmediato —. Dúchate, anda, que he preparado un menú de lujo afrodisiaco para celebrar mi cumpleaños. —¡Pero si no lo sabía! ¿Por qué nadie me lo ha dicho? —Porque, como casi todos los hombres que conozco, odio los cumpleaños. No me gusta nada recibir llamadas ni regalos ni nada. Pero este año es muy especial y quiero celebrarlo porque vivir contigo es un regalo, nunca la vida me ha dado nada mejor que poder tenerte a mi lado. —Tu signo y el mío congenian a la perfección. Y digo esta bobada para no ponerme a llorar con las cosas que me dices, que me estás volviendo muy sentimentaloide y eso no es

306


bueno. ¡Feliz cumpleaños, amor mío! —dije lanzándome a sus labios y su cuello. —¡Otro regalito! La roca suelta palabras dulces para mí… Anda, anda, vete a la ducha antes de que me obligues a darte el postre antes de la cena, que me pierdes con esa mezcla entre sudorosa y tierna.

Eric y el adiestramiento Franck también está con nosotros en el adiestramiento. No me lo podía creer. ¿De quién habría sido la brillante idea? Aunque, bien visto, tenía su sentido, todos tendríamos que acostumbrarnos a trabajar juntos con los nuevos parámetros y saber controlar nuestros sentimientos, a tenerlos guardados para no perjudicar la misión que nos sea encomendada. Nuestra rivalidad no puede ser un obstáculo, al revés, habrá que utilizarla y sacarle partido. Pero me cabrea tenerlo cerca (cerca de May), eso sí que no lo puedo evitar, qué queréis que os diga. May aprende con una facilidad pasmosa, parece que toda su vida hubiera estado esperando para llegar hasta aquí. Tiene algunas debilidades, el vértigo es una de ellas y me sorprende su miedo a las alturas siendo alguien que a lo largo de su vida ha tenido que volar con frecuencia; con aviones o helicópteros no hay problema, pero hablarle de ala delta o de lanzarse en paracaídas es conseguir que automáticamente se cierre en banda, se niega con una tozudez con la que no sabemos cómo lidiar. Tiene que superarlo. Podríamos seguir algún método expeditivo, dejarla grogui y que despierte cuando ya esté con 307


uno de nosotros volando en parapente, pero eso es arriesgar su confianza en el equipo, lo consideraría una traición, por lo que sería mucho peor el remedio que la enfermedad. Sin embargo todos estamos seguros de que le encantará en cuanto lo supere. Nos hicieron una sesión de terapia conjunta para enfrentarnos a nuestros miedos ante todos y también para confesar las cosas que más nos molestaban de los otros componentes del grupo, eso que nos resultaría difícil de soportar en circunstancias normales, nada raro, nada tipo tortura diabólica, simplemente situaciones comunes en la convivencia diaria. Cada uno tenía que decir lo propio y lo que pensaba que sacaría de quicio a los demás. El cabrón de Franck dijo que yo no soportaría estar en mi habitación, pared con pared con la suya, mientras May pasaba la noche con él, aunque supiera que no harían otra cosa que estar como los buenos amigos que son desde hace años. Esa fue la prueba de confianza que me pidió, siempre y cuando May estuviera de acuerdo, claro. —¡Qué buena idea! —dijo el gilipollas del instructor (en ese momento te odié, perdóname, tío)—. Surgirán situaciones en las que será necesario que May pase tiempo a solas con otros y tú tendrás que estar frío y centrado, Eric. —Bien, de acuerdo —dije— será bueno que todos accedamos a las pruebas de confianza que nos pidamos. Por ejemplo, yo quiero que May se lance en parapente conmigo y que Franck nos confiese lo que de verdad siente por ella, más que nada para que ambos se enteren, porque los demás ya lo sabemos. ¿Estuve listo, no os parece? Pues no. A estas alturas, y nunca mejor empleada la expresión, May ya sabía el suplicio que 308


supondría para mí pasar una noche entera sabiéndola a solas con él en la habitación de al lado. Irracional, sí, de acuerdo, pero no menos irracional que su miedo a lanzarse conmigo a otra aventura más. Vi cómo ella nos acribillaba con la mirada pasando del uno a otro sin piedad. Luego miró al frente un poco pálida, pero se dirigió al instructor con voz firme: —Lo haré. Mañana mismo lo haré. Seré la primera en cumplir el desafío y esta noche tendré que pensar en cuál es mi propuesta para estos dos putos críos. May, por estilo y por deformación profesional, jamás habla mal y es rarísimo que diga tacos a no ser que esté trabajando algún personaje en el que sean característicos, así que, en función de que se le escape alguno, podéis medir su nivel de cabreo, vocablo que yo me he acostumbrado a utilizar y que ella me corrige continuamente, pero es que a mí me encanta y no encuentro un sinónimo que refleje ese sentimiento con tanta fidelidad. Durante el entrenamiento estábamos en un edificio de los que dispone nuestra Organización para este fin y otros parecidos; teníamos habitaciones separadas, cada una con su baño, tipo hotel, y era una regla no escrita que debíamos mantenernos así, cada uno en la suya, sin visitas a los otros. En todo caso, terminábamos reventados y nos dejaban muy pocas horas de sueño, rotas con frecuencia para prepararnos a estar alerta y reaccionar con rapidez ante imprevistos. May evitó mirarme durante el resto del día y, al ver la cara que tenía por la mañana, me arrepentí con toda el alma por haberla expuesto al pánico que estaba sintiendo mientras nos 309


preparábamos para el vuelo. Me acerqué y le susurré unas palabras tranquilizadoras al oído. —Confía en mí, por favor, confía en mí, abre los ojos y piensa que no es la primera vez que nos lanzamos juntos al vacío. Y nos lanzamos. Ella había estado haciendo todos los entrenamientos previos y estaba preparada. Recé porque reaccionara como yo esperaba y le encantara la experiencia. El día era perfecto, el paisaje increíble y todo fue como la seda. Cuando llegamos a tierra, a la espera de su reacción, el de la cara de pánico era yo. Primero me dio una bofetada que casi me tumba. Y luego saltó a mi cuello, enroscó sus piernas en mi cintura y me besó hasta ahogarme. Prueba superada. Por la noche me tocaría a mí, sería yo quien tuviera que enfrentarme a mis miedos y comérmelos con la misma entereza con la que lo había hecho ella. Intenté dormir. Conté ovejas. Repasé la tabla de multiplicar número a número. Recité las poesías que me enseñaron de pequeño. Canté en sordina mis canciones favoritas. Hice de todo para no pensar, para que no me llegara ni un murmullo, ni una risa, ni el sonido de una respiración. Miraba el reloj y parecía que se hubiera ralentizado, las horas no pasaban, la noche se me estaba haciendo eterna. Me levanté al cuarto de baño a refrescarme y no fue hasta entonces cuando reparé en que, colgando del espejo, pegada con un trozo de cinta adhesiva, estaba el cordón con el primer anillo que le regalé y que nunca hasta hoy se había quitado del cuello. 310


El aro sujetaba un rollito de papel. Lo abrí: Ningún otro hombre existe para mí como tal, todos se difuminan. Ningún pensamiento se libra de tu aroma, ningún espacio de tu presencia. Donde yo esté, sea donde sea, sea con quien sea, allí estás tú. Ningún obstáculo nos separa, ninguna pared nos divide. Porque te amo, todo lo demás se convierte en secundario si no es a la vez tuyo y mío. Te dejo mi anillo hasta mañana, cuídamelo para que vuelvas a ponerlo en su sitio con el mismo amor, la misma fe y la misma libertad con la que me lo diste el primer día. Te amo tanto como para lanzarme a cualquier vacío si es contigo. Confío plenamente en ti, haz tú lo mismo: CONFIA EN TÍ. Lo había firmado con sus labios pintados de mi color favorito, el rojo retro que llevaba el día que la conocí. Me quedé dormido con el sabor de una lágrima dulce que se deslizó hasta mi boca. Ella es un alambique que destila la ternura que yo tenía guardada en los sitios más recónditos.

Franck y el tránsito de May Ella tiene razón, nos estamos comportando como putos críos. Fue una estupidez por mi parte, lo supe desde el momento en que lo dije, Eric pasaría una mala noche, pero la mía no sería mucho mejor, sería tener a May al alcance de la mano pero más alejada de mí de lo que había estado nunca desde que nos conocemos. Mal que bien, me había acostumbrado a la situación que existía entre nosotros, pero era porque ella no estaba con nadie. Desde que está con él se ha convertido en un martirio. No puedo evitarlo. No quiero evitarlo. Por más que sepa que 311


(de momento) la única victoria posible sea seguir manteniendo esta amistad tan especial que siempre nos ha unido y agradecer las ocasiones añadidas que vamos a encontrarnos trabajando juntos. Pero Eric tiene razón, nunca pienso darme por vencido. Y está tan seguro porque somos muy parecidos: él haría exactamente lo mismo. May se negó a compartir mi cama o a utilizarla ella. Tampoco quiso hablar, puso de pretexto que tenía agotado hasta el pensamiento. Se había traído un saco de dormir de los que teníamos para el entrenamiento en campaña, se instaló sobre la alfombra y no tardó ni diez minutos en quedarse dormida, sentí como respiraba plácidamente. A mí me costó un poco más, algunas horas más. Estuve pensando en qué contar al día siguiente. Tampoco sabía con total seguridad cuales eran mis sentimientos por ella sin haber pasado nunca por el test del sexo compartido. Es mi amiga, aunque está claro que no la miro sólo como tal y me atrae enormemente. Sentía celos ahora y la había deseado siempre. Un deseo que va creciendo porque ella lo está haciendo también, es aún más bella y sensual, más segura de sí misma y de lo que quiere. Y está con otro. Y no con otro cualquiera. Cuando la conocí estaba destrozada, con la autoestima por los suelos, dejándose llevar por la vida como se deja un barco de papel arrojado a un riachuelo. Yo no estaba mejor, al contrario, pero nuestro dolor y nuestros sentimientos no tenían el mismo origen. A May la había cazado en la universidad un catedro al menos veinte años mayor que ella, un tipo mediocre disfrazado de 312


erudito, con aires de grandeza, que se alimentaba de sangre joven y cerebros privilegiados a los que fagocitaba ideas y trabajos haciéndolos suyos. Cayó sobre ella como una plaga de termitas. May, a pesar de su madurez intelectual, en realidad era una cría que estaba pasando por una época en la estaba especialmente vulnerable porque en unos meses se le habían acumulado una serie de circunstancias adversas que le fueron golpeando una tras otra sin darle tiempo a asimilarlas y mucho menos a recuperarse; el culmen fue la muerte súbita de su mejor amigo. Recorría los pasillos de la facultad como una zombi, se sentaba horas en la biblioteca, evitaba relacionarse con nadie, cogió miedo a querer por miedo a perder a las personas queridas. Se refugió en los estudios y en su trabajo literario. Estudiar no le había fallado nunca, siempre le daba los resultados esperados, le daba incluso bastante más de lo que pedía. Mr. Nast, como buen depredador, olio la presa. Y vaya presa. Joven, guapa, brillante y desvalida. Sin ninguna experiencia. May nunca había tenido novio, había tonteado con un par de chicos sin pasar a mayores, con tanta literatura y tanto cine como llevaba consumiendo desde pequeña, tenía idealizado el amor, ninguno de los jóvenes con los que trataba se acercaba ni de lejos al hombre de sus sueños. Él se lo imaginó, lo fue contrastando con los trabajos de creación literaria que ella le presentaba y se le fue acercando poco a poco para no asustarla hasta que la tuvo donde quería, tejiendo después en torno a ella una red de la que no pudiera escapar fácilmente. May estaba lejos de casa y ni sus padres ni sus amigos se dieron cuenta de que algo le estaba pasando hasta que ya era 313


demasiado tarde: la había domesticado bien, comía de su mano, lo veneraba. Pero ella es muy inteligente y tal estado de adormecimiento racional no podía durar eternamente. Tardó, pero despertó. Intentó romper la relación en silencio y por las buenas. Pero él no la dejó. ¿Quién se creía ella para abandonarlo? A él no lo dejaba nadie. La amenazó, la chantajeó y contraatacó con todas las armas a su alcance, que eran muchas comparadas con la soledad y la indefensión de May. No voy a entrar en la debacle emocional que supuso para ella, tampoco conozco los detalles, sé que académicamente perdió una beca y un master. Y eso no fue todo, él robó a May lo único bueno que había salido de ese tiempo, su primera novela; se la apropió, la publicó como si fuera suya y gracias a ella consiguió el triunfo que siempre había perseguido, obtuvo prestigio, un premio literario sustancioso y encabezar las listas de los más vendidos, con la consiguiente entrada en el circuito de las conferencias excelentemente pagadas. Su público y su editorial siguen a la espera de que escriba la siguiente. Antes de abrir los ojos, May le había confiado el manuscrito para las correcciones y las críticas. Era su profesor. Era su amante. ¿Quién mejor para una primera lectura? Él no sólo la convenció de que no tendría forma de demostrar que la novela había sido escrita por ella y que nadie la creería, sino que la amenazó con hacerle la vida imposible allá donde fuera si le llegaba el más mínimo rumor de que intentaba hacerlo. 314


May estaba tan devastada que no tuvo ganas de pelear, ni se lo planteó siquiera, sólo quería huir de allí y olvidarlo todo. En la única ocasión en que ella me contó algo de esta historia, muy poco, muy por encima, lo zanjó diciendo que dejó en un contenedor toda esa etapa de su vida, lo cerró y tiró la llave. Pero, y esto lo añado yo, también cerró su corazón a cualquier posible relación que no fuera amistosa. Hasta que llegó Eric, se cargó todos los candados y la liberó de todas las cadenas. O casi. Ahora la situación es bien diferente, se ha convertido en una mujer segura de sí misma que no está sola, tiene su poder y tiene el nuestro, así que este sería un buen momento para retomar el asunto. Voy a hablarlo con Eric a ver qué opina una vez sofoque su primera reacción que será querer salir a por él y arrancarle la cabeza, creo que esa faceta tan temperamental May aún no la conoce, con ella es otro, es increíble lo que cambia cuando está a su lado; pero, al mismo tiempo, creo que, también por ella, por amor a ella, la fiera que sigue llevando dentro se volverá aún más indomable y primitiva. Es el tema perfecto para sacar esta noche, la que May nos ha impuesto que pasemos los dos juntos. Y así lo haré.

315


Franck, prueba de confianza Se quedó rígido y muy pálido, no movió ni un solo músculo mientras me escuchaba y asimilaba la parte de la historia que yo sabía más la que adivinábamos los dos. Cuando terminé, se levantó y pegó un puñetazo a la pared con todas sus fuerzas. Salí a buscar hielo para que metiera la mano antes de que se le pusiera como un tonel, aunque de la herida en los nudillos ya no le salvaba nadie. —Tranquilízate, Eric, tenemos que ser fríos con esto, tratarlo como si fuera una misión más, que es lo que es en definitiva, y a eso nos dedicamos en esta Organización, a aplicar justicia donde la justicia no llega. Vamos a acabar con él. Con él, con su dinero, su prestigio y su carrera. Sacaremos a la luz la verdadera autoría de la novela, demostraremos que se la robó a May. —Nada de lo que hagamos remediara el daño que le hizo ese canalla, nada compensará mínimamente todo lo que le arrebató ni las ilusiones que le destrozó, nada de lo que hagamos borrará los traumas de los que aún no se ha recuperado… ¡NADA! —gritó Eric en sordina, con su voz chirriando como una tiza en un encerado, produciéndome esa misma sensación escalofriante—. Voy a matarlo. De ninguna manera voy a consentir que ese gusano siga con vida. —¿Y qué solucionas con eso? ¿Crees que May se sentirá mejor así? Es puro egoísmo, Eric, lo harías por ti, no por ella. Se sentó sobre la cama, con los brazos apoyados en las rodillas, sujetando su cabeza inclinada, vencido, tratando de controlar la respiración, intentando dominarse. 316


—Tienes razón, Yann, tienes toda la razón. Además, para ese miserable sería demasiado fácil y demasiado rápido. Debe sufrir, pasar por un calvario de humillación y de vergüenza, perderlo todo, quedar expuesto. Permaneció otro rato en silencio y vi como se esforzaba por reponerse hasta que logró hablarme con una cierta calma. —¿Y cómo crees que se lo va a tomar May? No le va a gustar nada que me lo hayas contado y mucho menos que tomemos medidas en contra de ese tipo como si fuéramos caballeros de gesta en defensa de su dama. Tú lo sabes y yo lo sé. —Sí, esta es mi prueba de confianza, Eric, contártelo, porque ambos la queremos y por encima de cualquier posible rivalidad entre nosotros siempre estará ella. No lo ha superado. Contigo ha mejorado muchísimo, pero aún no lo ha superado por completo, es como una espina de pescado que tiene atravesada en la garganta y que no se va a ir sola, tenemos que intervenir y arrancársela. —¿Ha pasado cuánto, tres, cuatro años?, ¿más? Va a ser muy difícil conseguir pruebas. Es imposible que tenga siquiera el mismo ordenador. —Por eso no te preocupes, ya me encargué yo en su día. Sabes que en mí esto del jaqueo es más una enfermedad que un don. Tengo todo el proceso creativo de May, todo, todos los borradores y todas sus correcciones. Tenía la costumbre de enviárselos a sí misma por correo electrónico para guardarlos siempre a mano y no correr el riesgo de perderlos. Esa es la forma más expeditiva y la más sencilla de probar que lo escribió, hay otras, el estilo o la forma de tratar los temas, 317


demostrar que está escrito por una mujer y no por un hombre, pero haremos que no haga falta. Él sólo tiene el manuscrito final, porque ella no se lo dejó leer hasta que lo tuvo terminado. Si May hubiera querido, habría sido facilísimo acusarlo de plagio y ganar, pero no quiso entonces ni tampoco cuando me conoció, me lo contó y se lo propuse. —¿Sabe que tienes todas esas pruebas? —¡Claro que no! Eso sería tanto como confesar que he violado su intimidad, te juro que única y exclusivamente he accedido a lo que tiene que ver con este asunto, tenía que conocerlo a fondo, saber quién le hizo daño, saber hasta qué punto… Espero que me creas. —Sí, te creo. Y naturalmente quedará entre nosotros, no te preocupes. Puedes ser un capullo arrogante que está enamorado de mi novia, pero eres un tío legal. —No sé si estoy enamorado de May, de verdad que no lo sé. Es todo muy confuso. —Déjalo, Franck, dejémoslo, en este momento eso es lo que menos me preocupa, sinceramente. Recopilemos: tenemos pruebas, pero en principio no queremos usarlas, queremos acabar con él y restituir a May lo que es suyo, pero que May no sepa que hemos sido nosotros, ¿cómo lo vamos a hacer? —Mira, como te dije antes, yo he pensado que habrá que tratarlo como un asunto más de la Organización. Plantear el caso, preparar un dossier lo más completo posible y ver las posibles acciones a seguir. Date cuenta que lo que a ese tipo le ha dado dinero y fama es la novela de May, pero el prestigio universitario se lo han dado los trabajos de investigación 318


publicados y, por lo que he averiguado, esos tampoco son suyos, así que, si nos encargamos de todo en conjunto, no pondremos a May en la diana. Lo suyo es que ambos se lo planteemos a los de Materia Gris y que sean ellos los que lo analicen y nos den las pautas a seguir para que lo llevemos nosotros en exclusiva, sin que nadie más lo sepa, ni siquiera los más cercanos, eso se lo tenemos que dejar claro. —¡Maldita sea! —gritó Eric conteniendo la voz de tal forma que le llenó de cristales la garganta—. Nunca pensé que le hubiera tocado pasar por algo tan duro, ahora me explico muchas cosas. Así que desgraciadamente ella también es de los nuestros, también sabe lo que son abusos y, lo que es peor, en su caso en carne propia. Te agradezco mucho que me lo hayas contado. Es una prueba de amistad y de confianza que no voy a olvidar nunca, te lo juro. Eres un hombre de una pieza, me alegro de que te tenga en su vida. —Para serte sincero, yo no estoy tan seguro de alegrarme de que te tenga a ti. Ya sé que básicamente eres un buen tío, que la protegerás e intentarás hacerla feliz por todos los medios, pero esto vuestro va demasiado rápido, has hecho que vaya demasiado rápido y si le haces daño no te lo voy a perdonar. Ella se ha entregado a ti, la has metido en tu vida y en todo lo que tu vida lleva consigo, no creo que seas consciente del cambio que ha supuesto para May. —Desde que la conocí no concibo estar sin ella, nunca había sentido algo así por nadie, pienso en un futuro juntos, no lo imagino de otra manera. Ella no quiere planes y no quiero asustarla con todos los que yo tengo. Déjame que te diga esto, estoy tan convencido como tú de que ha cambiado mucho, que he trastornado y cambiado su ritmo por completo, pero creo 319


que es para bien, ahora es mucho más fuerte y, desde luego, bastante más feliz. —Te juro que si se te ocurre darle un disgusto te mato, o te capo, ya veremos. —Eso lo tengo claro, espero que tampoco me lo deis vosotros a mí, ninguno de los dos. Pero, a lo que vamos, planteamos la operación profesor ya mismo, como lo hemos hablado, y será un secreto entre nosotros dos sin que May lo sepa, al menos hasta que todo haya pasado y entonces, y sólo entonces, decidimos. —¿Qué tal tienes la mano? Anda que ya puedes dar gracias a que las prácticas de artes marciales te han hecho los puños de hierro. Con todo y con eso, un poco maltrecho sí que se ve, van a creer que me has pegado. —Por muy cara dura que seas, necesitarías muchos refuerzos para dejarme así. Diremos que iba a darte un puñetazo y me esquivaste bien. Mira, sabes que te digo, no contaremos nada, que crean lo que quieran. Habíamos quedado en que lo que pasara esta noche quedaría dentro de la habitación y así lo haremos, no daremos explicaciones en absoluto, únicamente contaremos que nuestra confianza mutua ha salido muy reforzada, y esa es la verdad

320


May, aprendiz de espía No hubo manera de sacarles nada a ninguno de los dos, no dijeron ni una palabra de lo que habían hablado o de lo que había pasado esa noche. Se habían aprendido la misma frase para soltarnos a todos: “Ha pasado lo que tenía que pasar, nuestra amistad y nuestra confianza han salido corregidas y aumentadas”. Eric tenía un puño fatal y a Franck no se le veía ninguna señal. Lo cierto es que se notaba una conexión distinta, sea lo que sea lo que haya habido entre ellos está claro que ha sido para bien y yo me alegro de que así sea. En el cursillo me lo pasé genial y, aunque todos me decían que no me tomara las cosas a broma, la verdad es que me resultó muy divertido, salvo por la obligada castidad. Abrir cerraduras, sustraer carteras y devolverlas, llevar y poner micros, entrar en ordenadores, las técnicas de conducción más drásticas que jamás había practicado, mucha moto, mucho coche, el ala delta a la que al final me volví adicta, disfrazarme sobre la marcha… Vamos, un curso de aprendiz de agente especial, pero sin licencia para matar, porque, como se me había advertido, nuestras armas son otras, aunque también sepamos manejar las mismas que los malos. Tendré que seguir formándome, esto sólo ha sido una especie de iniciación para lo que vendrá, porque nuestro aprendizaje es constante y continuo. Sentí que ya me había enganchado a esta mezcla de preparación física y habilidades varias, que nadie tendrá ya que decirme que entrene a diario para conseguir estar en buena forma. Pero en el fondo, sin pensar 321


en sus aplicaciones posteriores, todo ello no era tan distinto de la preparación de un especialista de películas de acción, de un doble o de un buen actor. Y eso es lo que se contaba de cara a la galería. Como decía, otra de las cosas positivas que han salido de allí es el sorprendente cambio en la relación entre Franck y Eric. Después de esas horas juntos de las que no nos han contado nada, han regresado a su primera época y, según ellos, es incluso mejor porque se conocen más y han superado algunas barreras que antes no existían. Como yo, que en definitiva soy un obstáculo que se ha interpuesto entre ellos. Lo cierto es que los he visto hablando mucho, entrenando en pareja, incluso han hecho una salida de un día completo sin que los demás supiéramos ni a qué ni dónde, pero, según me aclararon los demás, eso no tiene nada de raro, puede que se les hubiera encargado algo que resolver y las misiones son estancas para el equipo formado para llevarlas a cabo.

Eric y los preparativos Una vez que lo teníamos decidido, ¿para qué esperar? Ya se había dejado correr demasiado tiempo, así que los dos a dúo se lo planteamos a los M.G. y, una vez que nos dieron el visto bueno, nos reunimos con ellos para planificar la estrategia. Tenemos una norma, el fin justifica los medios siempre que no se causen daños a inocentes terceros, no queremos víctimas colaterales. Con Mr. Nast no tendríamos problemas, no tenía hijos que sufrieran consecuencias por la ruina, humillación y desprestigio de su padre; en cuanto a su secreta pareja actual, la liberaríamos de un depredador antes de que le causara 322


males mayores y a las anteriores les daríamos la venganza que se merecen y unas compensaciones económicas y morales que nos encargaríamos de que se les sirvieran en bandeja sin que supieran de nuestra participación. Y, como guinda del pastel, teníamos la intención de que May asistiera a todo ello en vivo y en directo. Para May, el único que conoce su historia es Franck, pero ella nunca le confesó más que una pequeña parte, ni tampoco le habló de dónde ni cuándo ni con quién fue, por lo que no sospechará nada de que su próxima exposición de fotografía se lleve a cabo en colaboración con la universidad en la que ejerce nuestro enemigo a batir. Naturalmente, nosotros acudiremos a la inauguración oficial.

May, la vuelta a la casilla de salida Casi no nos había dado tiempo a aterrizar en N.Y. cuando llegaron las invitaciones para la inauguración de Franck, una mega exposición en la que va a presentar grandes formatos, tanto de su obra más comprometida como de los trabajos realizados para publicidad, entre los que están las últimas campañas en las que Eric ha sido imagen. Es raro, porque aunque esta no es la primera vez que expone, suele ser muy reacio a presentaciones con grandes lanzamientos, prefiere hacer cosas más íntimas, en salas alternativas y menos rimbombantes, pero al parecer le han convencido por la necesidad de difusión y fondos que tiene la parte visible de nuestra organización, la ONG con las que ambos colaboran 323


públicamente y a la que irán destinados todos los beneficios que se obtengan. Lo que ellos no saben es lo que supone para mí volver allí, volver a enfrentarme con lo que encerré en un armario que no he querido volver a abrir ni siquiera para echar una ojeada. Y no me puedo negar, no puedo hacerlo por partida doble. Por partida triple: por ellos y por mí. No, ya no soy aquella persona frágil que se dejó engañar, que se convirtió en una marioneta, de la que él abusó, la que consintió en mantener una relación oculta durante meses, apartarse de amigos, dejar de tener una vida social sana y normal. Ahora soy otra, sobre todo estos últimos tiempos me han cambiado por completo, en gran parte gracias a ellos. Gracias a mí misma que soy cada vez más yo gracias a Eric. No, no voy a volver a huir ni a volver a dejar por su causa nada de lo que la vida me ofrezca. Si lo veo, bien. Si no lo veo, también. La exposición cuenta con el patrocinio de algunas firmas de motor y de moda, por lo que fueron ellas las que se ocuparon de nuestro alojamiento, ropa y complementos para asistir a la inauguración. No me gusta nada tener que decidir qué ponerme para eventos de cara a la galería, pensar qué será adecuado, cómo combinarlo y todas esas cosas, así que me parece una maravilla dejarlo en manos de especialistas y que se encarguen ellos. Cuando terminaron conmigo me encontré muy contenta con el resultado. No había vuelto a vestirme un poco formal desde el preestreno y se nota que mi cuerpo ha reaccionado muy bien a los esfuerzos que le estoy dedicando, estoy más erguida, transmito más seguridad en mi misma, me siento poderosa, dispuesta a enfrentarme con lo que sea. 324


El vestido era de seda salvaje fucsia, un color que me encanta y resalta mi piel y mi pelo. Muy sexi, con un escote asimétrico recogido en un hombro y dejando el otro al descubierto. Para completar, unos tacones vertiginosos, de esos que, pese a mi altura, ya no tengo ningún problema para llevar, no hay ningún peligro de pasar a estos dos acompañantes, pero, aunque así fuera, sé que ellos son del tipo de hombres a los que no molesta en absoluto caminar al lado de una mujer que les supere en lo que sea, ellos son de los que te empujan a hacerlo. Cuando Eric y Franck llegaron a buscarme, la respuesta de sus miradas fue mucho mejor que la del espejo. Franck soltó un silbido y Eric sonrió como un gato delante de un plato de leche, feliz por tenerlo delante, ansioso por disfrutarlo después. —Vosotros tampoco estáis mal, queridos, voy a presumir de estar con los dos hombres más guapos de la noche, en rubio y en moreno, sois como crema y caramelo. —Si se nos ocurre a nosotros decir algo así, lo tenemos claro, ¿verdad, Franck? Por cierto, amigo, espero que no te olvides de que el protagonista eres tú, nosotros vamos como invitados, no desaparezcas y nos dejes a cargo de la parte aburrida, que te conozco. —No se me ocurriría. Esta presentación es muy importante para el éxito de la exposición y de otros proyectos posteriores, habrá críticos, prensa relevante y otros representantes del mundo de la cultura, me portaré muy bien, pero necesito vuestra ayuda, sobre todo la tuya, Eric, a ti se te dan muy bien estas historias. 325


Elegí ese momento para contarles mi paso por esa universidad y aunque con mayor o menor detalle a los dos les había hablado de mi historia con un profesor, ninguno de ellos sabía su nombre ni que este era el epicentro de su reserva de caza. Ni tampoco se lo diría, al menos hoy. —Estudié un curso aquí, ninguno lo sabéis porque no lo terminé y no aparece en mi currículo, os lo digo porque puede que me encuentre con algún conocido. Es algo que no me preocupa a mí y que tampoco tiene que preocuparos a vosotros—dije observándolos. Se miraron entre ellos y hablo Eric en el tono neutro que elegía para que no se supiera lo que pensaba. —Haz lo que creas oportuno, nos presentas o no, tus razones tendrás para no haber dicho nada de tu paso por aquí. Ahora vámonos, que nos espera el coche y no es cuestión de llegar tarde. No era una entrada de alfombra roja, pero sí una inauguración muy mediática. El código de ropa era cóctel, que unos aplicaban más estrictamente que otros, mis hombres iban perfectos, perfectos para la expectación con la que se les esperaba, a cada uno por una razón profesional, a ambos por su repercusión desde su lado de la cámara. Los organizadores se habían encargado de tener a lo mejor de la prensa y una nube de cámaras revoloteaba a la entrada. Cuando hice intención de retirarme para dejar el protagonismo a los protagonistas, Eric pasó su brazo por encima de mi hombro y Franck por mi cintura, evitando cualquier posible escapada. Abriendo la exposición, justo a la entrada, dos fotos espejo, la cara y la cruz de la misma, en ambas Eric y yo juntos, 326


abrazándonos. En la que yo miraba al frente, Eric estaba de espalda y a la inversa. Por primera vez Franck dejaba ver la cara de la mujer que aparecía en algunas de sus campañas. —Tengo que renovar tus fotos, has cambiado, estás muchísimo más guapa. Y no te enfades conmigo, anda, total, ahora que sales con Eric no te vas a librar de que cualquier imbécil te las haga de cualquier manera, así que por lo menos déjame que en algo sea el primero. —Ya hay alguna del preestreno de la película de Eric. —Sí, pero son posteriores a estas, son bastante peores y, sobre todo, no son tú. Te lo dije, aquella noche no eras tú, por la calle no te reconocen por haber visto en esas fotos, con las mías sí lo harán, serás inolvidable. —Y eso te garantizo que sigue sin gustarme. —Creo que esa ya es una batalla perdida, podrás gestionarlo mejor o peor, pero no volverás a pasar desapercibida. Eric se nos había perdido al entrar. Veíamos sobresalir su cabeza rodeada de un grupo, se movía como pez en el agua entre cámaras y presentaciones. No se permitían las entrevistas a salto de mata para no interferir en la fiesta ni restar protagonismo a la exposición, a la entrada se regalaba un precioso catálogo en el que, según me dijeron, se incluían declaraciones de ambos como promotores de la exposición explicando de las razones que les llevan apoyar esta ONG y a cooperar con ella. Franck y yo seguimos recorriendo la exposición entre saludos, preguntas y explicaciones de las distintas (y fantásticas) 327


fotografías. Y así estaba, copa de vino en mano, sonriente y feliz, con mi amigo sin soltarme para que no me perdiera entre los numerosos invitados, cuando lo vi y a punto estuve de que mi mandíbula cayera al suelo de la estupefacción que me produjo encontrarme con el hombre al que había creído amar, el que marcó tanto mi pasado, el que había tenido tanta influencia en mí y que de repente me parecía tan insignificante y tan vulgar… Soy injusta, no lo es, físicamente no lo es, pero yo ya no podía dejar de ver lo que esconde tras esa atractiva apariencia. A simple vista los años no le han sentado mal, pero esa ropa, por muy cara y exclusiva que fuera, o precisamente por eso, sólo servía para acentuar su mediocridad, parecía disfrazado. Cuando aún no tenía más que su sueldo y se vestía siguiendo su cliché de profesor, tenía una imagen más creíble que intentando pasar por intelectual de éxito. Franck me condujo hacía el grupo en el que estaba mi pasado mientras a mí me parecía que todo iba a cámara lenta, dándome tiempo a rememorarlo. Me presentó a los tres, a Mr. Nast y a las dos importantes editoras con las que estaba, las que habían publicado la novela premiada y las que llevan meses intentando convencerlo para que publique un nuevo libro de fotografía. —May es mi musa y una excelente escritora, es ella la que se encarga de los textos que acompañan mis fotos y también de los que muchas veces las inspiran. Cuando los tenga listos decidiremos con quién publicamos, es que ahora tiene poco tiempo porque están a punto de lanzar su próxima novela y… —También es mi musa —dijo Eric que llegó sin que lo viera y me sorprendió con un beso ligero en la sien, uno de mis favoritos—. ¿Quiénes son vuestros acompañantes? 328


—Justo estaba haciendo las presentaciones, May tampoco los conoce. —Bueno, realmente conozco a los tres —interrumpí—, a ellas por la importancia de sus nombres y el de la editorial que dirigen, al señor porque su nombre aparece en la portada de un novela de éxito y también porque fue mi profesor, aunque probablemente él lo haya olvidado, ha pasado mucho tiempo y muchos alumnos por sus manos desde entonces, seguro que no le será tan fácil recordar mi cara como a mí la suya. —Mucho tiempo, cuando lo dice una mujer tan joven, suelen ser muy pocos años —dijo sonriendo Alice, la mayor de las editoras, una mujer con una madurez espléndida. Me sentía… No sé exactamente como me sentía, es difícil traducir esa sensación única de encontrarte con el enemigo frente a frente y notar como se hunde ante ti, como palidece, pierde pie, se recupera, vuelve a palidecer y denodadamente busca qué decir en una situación para la que no estaba preparado: ver un fantasma del pasado que vuelve encarnado en una mujer que le mira de frente y sin miedo. Aunque por fuerza tendría que haberme visto en las fotos de la entrada, seguramente no pensó que aparecería en carne y hueso frente a él. —¿Así que estudiaste aquí? —preguntó Alice. —Sí, bueno, en realidad sólo estuve haciendo un curso de posgrado que por razones que no vienen al caso tuve que abandonar poco antes de terminarlo. La verdad es que no era algo fundamental para mi currículo y no me he molestado nunca en rematarlo para conseguir el título, me bastó con todo 329


lo que aprendí durante aquellos meses, fue duro, pero muy instructivo tanto para mi trayectoria profesional como para la personal. Él seguía mudo y yo notaba clavadas las miradas del resto del grupo. Di un sorbo a mi copa de vino y me pase la lengua por los labios, como si retocara el color de mi barra, en un gesto que hice inconscientemente y que a Eric le vuelve loco, como me recordó la presión de su mano en mi cintura. —Tienes que hacerle una foto así, Franck, es muy ella, como tú dices. Me volví a Eric y le sonreí mientras volvía a pensar en todo lo había de él en que yo fuera más yo. Y, como me pasa tantas veces, me vi en los ojos de otros, me vi en los ojos de esas dos mujeres seguras de sí mismas, mujeres de las que admiro su trabajo, mujeres como la mujer en la que me voy convirtiendo poco a poco. —Os la robamos un ratito, señores —dijeron ellas, sacándome de la abstracción. Con vuestro permiso, o sin él, vamos a interrogarla y hacerle varias proposiciones deshonestas, ¿nos perdonáis, verdad? Alice y Emily, propietarias de una de las editoriales de mis sueños, estaban a punto de entrar en mi vida para quedarse, me di cuenta perfectamente. A veces no necesitas más que un intercambio de frases para saber las personas que te interesan, a las que tú interesas y que forman parte de tu destino. —¿Son tuyos los dos? ¿Cómo se tiene tanta suerte? Y no te lo digo por el físico espectacular de cualquiera de ellos, sino por 330


el conjunto, son excelentes profesionales, inteligentes, parecen divertidos y te adoran sin pudor ninguno. —Franck es mi amigo desde hace años, nada menos que un gran amigo. Ha sido mi confidente y mi apoyo en épocas bastante menos dulces que esta y conoce a Eric, mi pareja, mucho antes que yo. Somos un triángulo muy potente, pero sólo hay conexión sexual en uno de sus lados. ¿Y qué me decís de vosotras con Mr. Nast? —En nuestro caso no hay más conexión que la profesional, está buscando refrescarla y no lo va a conseguir porque su segunda novela, la que le ha costado tanto tiempo terminar, no llega ni de lejos al nivel de la primera y no se la vamos a publicar. Y otra relación es imposible, porque le gustan jovencitas y a nosotras no nos gustan los tipos como él. Pero no perdamos el tiempo hablando de eso. ¿Ya tienes editorial para tu novela? —Sí, una pequeñita de vuestro grupo, la presenté, les gustó y están trabajando con ella. —¡¿Qué nos dices!? ¡Mira qué casualidad! No sabíamos nada, ni siquiera te conocíamos a ti. Tenemos que leerla antes de que se publique, Alice. —Dios mío, espero que ahora no me la echéis para atrás. —Nunca haríamos eso, aunque únicamente fuera por respeto a los que ya le han dado el visto bueno. Lo que si nos gustaría es ver si podemos aportar algo con una lectura previa. Además hoy nos ha chivado Franck que los textos de sus libros siempre son tuyos, ¡y nos encantan! ¿Pero tú qué has estado haciendo hasta ahora?, ¿dónde te habías metido? 331


—Traduciendo para vosotras, por ejemplo, por esa razón no me resultó difícil que leyeran mi novela en vuestra filial. Me he dedicado principalmente a trabajar con guiones y con actores, a entrenarlos, así conocí a Eric, preparándolo para su primera película en inglés. Ahora voy a centrarme única y exclusivamente en escribir, ha sido lo que siempre he querido y estoy lista para hacerlo a tiempo completo, me he librado del exceso de modestia y del temor al fracaso. —Mira, May, te estamos acaparando demasiado y este no es el momento para ello, te pasamos nuestras tarjetas y cuando quieras nos llamas y fijamos una cita, se me ocurren varias cosas que podemos hacer juntas, ¿te parece? —¿Qué si me parece? Estaba encantada con el mero hecho de conoceros, esto es un extra maravilloso. Nos separamos y vi cómo se acercaban a otro grupo. Yo fui directa a por Mr. Nast, que ya no estaba con mis hombres, que a su vez tampoco estaban juntos. Al ver que me acercaba y quizá temiendo mis comentarios, fue él quien salió en solitario a mi encuentro —No puedo creer que no me hayas reconocido, profesor, imagino que seguimos manteniendo la clandestinidad, a pesar de que yo ya no sea tu alumna y la universidad no pueda ponerte ninguna sanción por saltarte las normas. ¿Sigues coleccionando incautas? —Naturalmente que te he reconocido, aunque estás muy cambiada. Desde que te fuiste no había vuelto a saber nada de ti. Me di cuenta de que sería posible que estuvieras por aquí

332


nada más llegar, cuando te vi en las fotos de la entrada y cuando leí en el catálogo que ellos te presentan como su musa. —Y yo que pensé haberte sorprendido… ¡Qué chasco! Aún no he visto el catálogo, tampoco sabía que fotos se habrían seleccionado para la exposición, pero sí esperaba encontrarme contigo. Claro que si ellos supieran quien eres y lo que me hiciste, tú ya no estarías aquí o no seguirías entero. No te asustes, seguiré callada, ya no cuentas para mí, ni siquiera cuenta el tiempo que perdí contigo. ¿No pensarás que voy a arruinarles a todos la noche ensuciándola por tu culpa? Pero, dime, tengo curiosidad, ¿hubieras venido de haber sabido de antemano que estaría yo? Dime, ¿te alegras de verme? Le costaba hablar y tenía un color ceniciento. Hice una seña a uno de los camareros para cambiar mi copa por otra. Iba a continuar con mi ráfaga cuando Franck se acercó con una chica muy joven, muy bonita y con aspecto de sentirse muy desvalida. Fue como echar la vista atrás y verme a mí misma. Si tenía alguna duda, el paso del ceniciento al lívido más absoluto me confirmó que era una de las que engrosaba la lista de mis sustitutas, probablemente la actual. En el caso de Mr. Nast, el abuso no era una cuestión de diferencia de edad, sino de poder y de la forma que tenía de utilizarlo. No era que él nos sobrepasara en décadas y fuera cátedro, sino en cómo se aprovechaba de su posición para cazar y manipular a sus alumnas, en el continuo maltrato sicológico, la humillación y la opresión a las que nos sometía a sus incautas presas. Yo lo había aprendido con un coste muy alto, podría impartir un curso intensivo de prevención. O escribir un libro contándolo. —Disculpe, profesor, venimos a raptar a May para llevárnosla, tenemos que irnos y su novio también está por ahí buscándola. 333


—Su novio ya está aquí y la ha encontrado —dijo Eric, que, una vez más, apareció súbitamente detrás de mí—. ¿Dónde te habías metido, preciosa? Me estaba volviendo loco tanto rato sin verte. Y, ni corto ni perezoso, me arrebató del grupo, hizo un aparte y se arrancó con un largo beso de película mientras Franck nos disparaba con su cámara. —Sois, sois… sois de lo que no hay. Cualquiera de los dos. —Tienes razón, no encontraras otros iguales, ¿verdad, Eric? Ni tú tampoco, Laura, vente con nosotros a cenar sentados y en condiciones, aquí por hoy ya está todo visto —dijo Franck, siguiendo su estilo, es decir, hablando mientras se movía y nos movía, mezclándolo todo—. Mira May, te presento a Laura, que estudia aquí en la universidad y que ha sido una de las personas que ha colaborado con el montaje de la exposición. He reservado en un sitio que os va a encantar, ya veréis. Y allí dejamos a Mr. Nast con un palmo de narices y sin despedirnos. No os voy a negar que lo disfrute un poquito. Me resultaba tan fácil leer a Laura… Veía su inseguridad, su temor a enfadarle por haberse venido con nosotros a pesar de que, aunque se hubiera quedado, él no hubiera permitido que les vieran juntos, ni la hubiera acompañado, ni la llevaría a cenar ni a tomar una copa ni a ningún sitio público. Él estaría

vendiéndole esa vulgar aventura como algo especial, un amor secreto, misterioso y romántico, sólo para ellos. Sí, conocía demasiado bien lo que Laura estaba sintiendo, a no ser que con el tiempo y la edad el tipo hubiera empeorado. Por eso me volqué con ella, por eso agradecí que Franck nos la 334


hubiera presentado y la hubiera invitado a venir con nosotros y que ella aceptara hacerlo: eso era dar un primer paso. Yo me encargaría de que ese fuera el primer paso para alejarla del monstruo. Franck había optado por una mesa apartada, pero no por uno de los comedores privados de los que el restaurante disponía. No me gustan mucho los reservados, me dan un poco de claustrofobia, y con más motivo en esta ciudad en la que ya estuve oculta demasiado tiempo. La conversación fluyó bien y Laura se veía cómoda y contenta. Le estuvimos preguntando por sus estudios, hablamos de las exposiciones y de lo poco que se cuidan los textos en algunos catálogos. Para este habían seleccionado algunos de los que yo ya tenía listos para el próximo libro de Franck y los habían completado con otros que escribieron ellos a dúo, una preciosa sorpresa; realmente hay una conexión nueva y muy buena entre los dos. Como pensábamos pasar el fin de semana en la ciudad, pedí a Laura que si no tenía planes previstos la mañana siguiente, me acompañara y me pusiera al día. Yo me quedaría sola porque ellos tenían citas de trabajo y entrevistas concertadas a con motivo de la inauguración. Dudó un instante, pero lo aprovechamos para lanzarnos los tres a borrarle cualquier retirada. Nos vendría muy bien estar juntas. Obviamente no pensaba contarle nada de mi relación con Mr. Nast. Pero a ellos se lo tendría que confesar el lunes, en cuanto estuviéramos fuera de allí y mantuvieran la distancia suficiente. 335


Eric, matando demonios Nos miramos el uno al otro, lo miramos a él, la miramos a ella. No nos faltó más que aplaudir su actuación. Fría, valiente, orgullosa, despectiva. Grandiosa. Con una mirada mucho más efectiva y demoledora que los puños que ambos estábamos apretando para no partirle la cara. Y viendo el color y el aspecto derrotado que tenía el tipo al final del evento, en la conversación que mantuvieron ambos en solitario a él no le debía haber ido mucho mejor que en ese primer asalto. Fue arriesgado, Franck, reconozco el fundamento de tus dudas para provocar ese choque de trenes, pero mejor así, ya lo viste, tengo fe absoluta en May, pero si por cualquier causa se hubiera venido abajo, o ese tipo se hubiera puesto insolente o la hubiera tratado de atacar de alguna manera, allí estábamos nosotros, listos para salvar cualquier situación que se presentara. Dejar un posible encuentro al azar era jugar a los dados, demasiadas variables: ¿Volverá a verlo?, ¿cuándo?, ¿dónde?, ¿estará sola?, ¿cómo reaccionará? Mucho mejor hacerlo controlado y sin que ella tenga noticia de nuestra intervención. Por esa razón organizamos allí la exposición, para empezar a matar demonios. La exposición la queríamos hacer de todos modos y desde el principio pensamos dar a May una sorpresa, pero a Franck, que es el que tiene contactos en este país y en este ambiente, se le ocurrió organizarla en el corazón de su pesadilla. Jaqueó todo lo habido y todo lo imaginable y calló mis preguntas con 336


un “Cuanto menos sepas mejor, con uno que delinca vale”. Eligió cuidadosamente la lista de invitados a la fiesta de inauguración y también los colaboradores para su difusión y montaje (allí consiguió meter a Laura, la presa actual de Mr. Nast). Disponíamos de patrocinadores potentes gracias a las firmas para las que trabajamos ambos y encontramos una buena respuesta por parte de la prensa, en la que, sin falsa modestia, usar mi nombre ayudó bastante para que acudieran también otros medios menos elitistas, culturalmente hablando. El proyecto es genial, una exposición con May como inspiración, organizada por nosotros dos y con los beneficios dedicados a una causa que apoyamos los tres. Y eso es lo único que ella tiene que saber. Ah, la escena final, la del beso de película fotografiado por Franck, fotografiado a la vez por Alberto, también la habíamos preparado de antemano, estará en gran formato como broche de cierre a partir de mañana y se agregará al catálogo en forma de postal independiente, ya están preparando una tirada limitada y numerada. Estoy deseando ver qué cara pone May cuando la vea. Por nuestra parte ya tenemos la maquinaria en marcha, el proceso de caída de Mr. Nast ha comenzado. La duda está en si May nos revelará su identidad y si reunirá valor y ganas para contarme los detalles de su relación con él.

337


Franck, caza y captura Esta historia está poniendo de relieve que hay muchas formas de amar y puede que la mía sea más compleja que cualquiera de las posibilidades que se me habían ocurrido hasta ahora. Adoro a May, haría cualquier cosa por ella, la deseo más de lo que desearía, pero cada vez me hace más feliz ver el cambio que ha supuesto Eric para ella y lo bien que están juntos. En definitiva, ¿qué más da cómo se llame lo que yo sienta? Lo importante es lo que ambos seamos capaces de darle y de hacer por ella. De momento, cazar a este depredador nato. Aunque no siempre, y no siempre suficientemente ejemplares y justas, al menos hay posibilidades de conseguir una condena para los violadores o los asesinos, pero, ¿qué castigo tienen estos tipos que se cargan ilusiones y carreras? Aprovechan su posición para tener como sumisas sexuales e intelectuales a personas indefensas que no tienen voluntad de serlo, personas que disponen de muy pocas armas para defenderse del acoso y a las que fuera de ese contexto ellos no tendrían acceso en ningún caso. Las anulan, utilizan su cuerpo y su mente, minan su autoestima, las usan y las desechan con una frialdad pasmosa. Crean traumas difíciles de superar por más horas de terapia que se apliquen, traumas que arrastran sus víctimas y que sufren también, muchas veces sin saberlo, las personas que las rodean. Y les roban un tiempo precioso de sus vidas, un tiempo que debería ser el más disfrutado y cargado de buenos recuerdos.

338


May, caminando con Laura Los meses que estuve viviendo en esta ciudad los pasé haciendo únicamente recorridos escasos y fijos, a clase, a su casa, a la biblioteca… y todos de vuelta a la residencia en la que me alojaba. Pasaba mis horas libres con él, encerrados o, como mucho, desplazándonos a lugares cutres y alejados del ambiente universitario para que nadie nos viera, para que nadie supiera mi relación con él. Cambió mi forma de vestir, eliminó de mis rutinas el escaso maquillaje que utilizaba por entonces, me camufló de gris. Odiaba especialmente la barra de labios, me borraba casi con ferocidad incluso el brillo labial más inocente y anodino hasta que por fin consiguió que me acostumbrara definitivamente a llevar la cara completamente vacia, que no llevara puesta ni siquiera la sonrisa. No, en realidad nunca había vivido en esta ciudad, no tenía amigos en ella, era como si la pisara por primera vez. Me dio la impresión de que para Laura era también así, que había consultado una guía por Internet o quizá le hubiera preguntado a su vecina de cuarto lo qué podía visitar conmigo. Afortunadamente a las dos nos gusta callejear. Eso hicimos y nos vino mejor para empezar a conocernos que si hubiéramos optado por sentarnos en una cafetería desde el principio teniendo que forzar temas para conversar. Nos encontramos un mercadillo y nos divertimos comprando cosas para nosotras y para ellos, con los que habíamos quedado en la exposición para ir luego a comer todos juntos. Ya cansadas y cargadas de bolsas, entonces sí nos sentamos a tomar un café.

339


—Gracias por la cena de ayer, lo pasé muy bien, ¡sois tan normales! —Gracias por lo de normales —le dije riendo—, pero entiendo perfectamente lo que quieres decir. Cuando yo empecé con Eric me asustaba muchísimo pensar en lo que pasaría una vez que acabáramos con la reclusión y el trabajo gracias al que nos conocimos, cuando saliéramos a un mundo en el que teníamos posiciones tan distintas. Salí huyendo, tenía muchísimo miedo a resultar herida, me parecía imposible que alguien así, tan sumamente perfecto, tan triunfador, tan teniéndolo todo, quisiera estar con alguien tan poca cosa como yo. Primer error, mi falta de autoestima. Fíjate, eso es lo mejor que me ha dado Eric, la seguridad en mí misma. Nadie es más o menos que nadie para el amor —continue—, el verdadero amor nos iguala, nos tiene que hacer valientes para defenderlo a capa y espada hasta de nosotros mismos si hace falta. El verdadero amor ha de ser compartido, porque se alimenta, se corrige y crece con el intercambio, da y recibe, fluye, vuela. Es doméstico, porque construye su propio hábitat allá donde va, puede quedarse en el mismo pequeño lugar del universo y atraer hacia sí el universo entero. O no pararse quieto en ninguna parte y llevar todo consigo. Vaya discurso que te estoy dando… —Me encanta escucharte, es precioso lo que has dicho del amor, tendrías que escribirlo —me dijo Laura, con una mirada entre pensativa y triste. —Es mejor vivirlo, te lo aseguro.

340


Aproveché poder confesarme con Laura para ir abriendo una brecha en su coraza e irle infundiendo un poco de valor y muchas dudas sobre lo que yo creía que ella estaría viviendo con Mr. Nast. Las pistas eran inequívocas, tenía que ser mi actual sustituta, iba a una por curso, a ella le daba clase y, además, la forma en la que se miraron en el encuentro de anoche hubiera bastado para confirmármelo. Le fui contando cosas mías esperando irle creando un colchón para que se pudiera lanzar en el momento en el que se creyera un poco más segura. Le hablé de Eric, hay tantas cosas buenas que se pueden contar de él, le hablé de Franck y de cómo me había ayudado su amistad en los malos momentos, de lo bien que nos lo pasábamos juntos en los buenos. Contesté al montón de preguntas que me hizo sobre ellos y noté que Franck la había cautivado, había pasado tiempo con él debido al montaje de la exposición y le atraía especialmente esa mezcla de artista y aventurero. —Me ha tratado tan bien, con tanto respeto. Al principio no me atrevía a opinar, pero él incita a hacerlo a todos los colaboradores por igual, le da igual la edad o la jerarquía. Y me ha parecido un detallazo que haya incluido nuestros nombres en el catálogo agradeciendo y reconociendo nuestro trabajo. —Son como parecen, no hay doblez con ellos. Son personas excepcionales que se comportan como tal, es decir, saben ver y valorar lo que tienen, son generosos porque eso es lo inteligente, los tacaños no saben lo que se pierden. Puede que Franck no sea tan mediático como Eric, pero a nivel profesional es muy valorado y, aparte de que viene de una familia con dinero, por sí mismo y desde que era casi un crío 341


ha ganado y gana muchísimo, fue diseñador de videojuegos, es un superdotado informático. Y como fotógrafo no hace falta que te cuente… ¡Oye, Laura, se nos está haciendo muy tarde! Se me ha pasado la mañana en un vuelo, venga, tenemos que movernos —terminé diciendo, al tiempo que me levantaba y pedía apresurada la cuenta. No hicimos más que entrar a la exposición y Eric, sin darme tiempo a pensarlo, me llevó prácticamente en volandas al fondo de la galería, en la pared desnuda que ayer había ocupado la barra de servicio del cóctel, ahora estábamos los tres, una espectacular foto de Alberto captando el momento en el que Franck disparaba su cámara directa a nuestro beso. —Sois, sois… ¡sois de lo que no hay! —Eso nos lo dicen mucho. Sobre todo tú, es una de tus frases favoritas —dijo Eric entre risas y achuchones. Qué ganas me daban de lanzarme a su garganta y convertirme en vampiresa, qué bien huele…—. ¿Qué, qué te parece, te gusta? Es el cierre perfecto, ¿a qué sí? —Claro que me gusta, me encanta, pero ésta me imagino que no pensaréis venderla. —Oh, sí, claro que sí, salvo las dos de la entrada que ya las había comprado yo de antemano, lo demás está todo a la venta. Y no creo que duren mucho, así que si quieres algo, ya puedes espabilar y hacer tu reserva. —¡Quiero esta! —dije al mismo tiempo que salía como una flecha a pedir que me la guardaran; pero llegué tarde, ya estaba adjudicada—. ¡Condenados idiotas, podíais haberme avisado! Esa foto tenía que ser mía y sólo mía, aunque me 342


gastara todos mis ahorros. Me pregunto cómo podéis ser tan listos y hacer estupideces así. Estaba tan enfadada que no me di cuenta de sus caras hasta que no estallaron en carcajadas. —Te lo dije, Eric, te lo dije. Sabía que reaccionaría así, que se pondría como una fiera y nos gritaría. Erin Brockovich, escena final. —Está claro, la conoces más que yo, me has vuelto a ganar la apuesta. Yo pensé que se enfurruñaría y no nos volvería hablar en un mes. —No me lo puedo creer, encima con apuesta por medio. ¿Pues sabéis lo que os digo? Que puede que quedéis en tablas, porque el enfado inmediato no quita la repercusión posterior. —May, eres consciente de que estamos en medio de la galería, de que hay gente y de que a Laura la tienes asustada, ¿verdad? Si te parece bien nos vamos y seguimos la discusión en otro sitio —dijo Franck, cortando mi perorata—. No te asustes Laura, la sangre no llegará al río, tú vente conmigo, nos vamos adelantando y dejamos que ellos sigan discutiendo el tiempo que les dé la gana, eso les gusta. Eric me llevó al servicio, sin miramientos. Y cerró la puerta. —Me pones a cien cuando te enfadas—dijo mientras me sujetaba contra la pared y comenzaba a besarme sin dejarme hablar— luego me sigues echando la bronca o no me diriges la palabra durante un rato, lo que quieras, pero ahora déjame que coja un poco de oxígeno en tu boca, me dejas sin respiración con ese casi vestido que te has agenciado vete a 343


saber dónde, porque esto no es con lo que has salido esta mañana. Tenía una forma de besar que me borraba el disco duro del cerebro. No podía resistirme a ese recorrido de sus labios moviéndose por mi cara, por mi cuello, por el lóbulo de la oreja. Ay, sus labios, conjugando tiempos lentos y rápidos, dotados del don de la ubicuidad. Y su lengua. Y sus dientes atrapando mi labio inferior, dejándolo escapar despacio, dejando que se escurriera entre ellos, remoloneando con glotonería. ¿Habéis tenido alguna vez un orgasmo con un beso? Pues yo sí. Claro que, hay besos y besos. Bocas y bocas. Duración, intensidad, sabiduría y ganas de dar placer. ¡Ay! (suspiro placentero), Eric, o el arte de besar. —¿Ya estás un poco menos enfadada? Anda, cariño, vamos a ponernos un poco más presentables y a quitarnos esa barra de labios que tenemos repartida medias, que ya nos estarán esperando para comer —dijo sonriente mientras me limpiaba la cara con delicadeza y colocaba frente al espejo mi pelo y su ropa—. No te preocupes, no queda nadie, era la hora de cierre cuando casi te he teletransportado aquí dentro después de agenciarme unas llaves y avisar de que yo me encargaría de conectar la alarma antes de cerrar. Hoy no me quedaba nada de autocontrol en la recamara, me lo tienes agotado, ¡te necesitaba tanto! —Mmmm, no te imaginaba haciendo algo así, colándonos en el aseo en una exposición, ha sido increíble.

344


—Es el único sitio sin cámaras y es limpio, cómodo y hasta bonito, digno de la elegancia de esta sala y de los talonarios que la visitan —dijo dándome un beso dulce en el hombro. Tal y como me había dicho Eric, la galería ya estaba cerrada y utilizamos la puerta de emergencia que daba a un callejón lateral. Él tenía esa cara de no haber roto un plato que se le da tan bien, sin embargo no podía disimular la sonrisa traviesa que parecía que se le había quedado anclada en la boca. En el restaurante nos encontramos a Laura y Franck inmersos en una conversación tan animada que apenas se fijaron en nosotros hasta que se vieron obligados a atender a la camarera cuando llegó a coger la comanda. —Disculpa por mi enfado de antes, Laura, tú no tenías por qué haberme aguantado. No volveré a sacar el tema mientras estemos contigo, no te preocupes. —La verdad es que me hubieras dado un poco de miedo si hubiera estado en el lugar de estos dos —me contestó riendo. —Ellos no me toman en serio, ya ves, hacen apuestas sobre cómo voy a reaccionar. —Sobre todo cuando sabíamos que te estabas enfadando sin ningún motivo porque lo ha comprado Franck para regalártelo y que lo cuelgues donde tú quieras. La idea de encargar la foto para tenerla en la exposición y que luego te la quedaras fue cosa suya. Y, conociéndolo como lo conoces, ya te puedes imaginar que la puesta en escena también, hasta tenía marcas de posición para Alberto y para mí… ¡Si hasta me tuvo ensayando la postura! 345


—Sois, sois… —¡Somos de lo que no hay!—dijeron los dos al unísono llenando el aire de carcajadas. —Cambiando de tema, ¿encontraréis algo que poneros entre ese montón de bolsas que lleváis? Esta noche tenemos una cena con autoridades, prensa, representantes de la universidad y de la ONG a la que donamos los ingresos de la exposición, no sabemos si será muy formal, pero seguro que os querréis poner guapas. —Yo no estoy invitada—dijo Laura. —¿Cómo qué no? ¡No pensaras dejarme solo con estos dos locos empalagosos! —Tengo ropa de sobra, Laura, vente y nos arreglamos juntas, será divertido, últimamente apenas estoy con amigas, echo de menos esos ratos entre mujeres y nosotras lo hemos pasado genial esta mañana. No le dimos opción. Hicimos un intercambio de habitaciones, mientras ellos veían no sé qué partido en la de Franck, nosotras nos dedicamos a nosotras mismas en la nuestra. Parecía como si Franck y Eric estuvieran al tanto de mis planes para apartar a Laura de Mr. Nast y hacerla reaccionar, abrirle los ojos para que vea que hay miles de posibilidades fuera de lo que está viviendo. Como la de tener cualquier conversación en torno a una mesa, salir a callejear, ir de compras, discutir, reírse… ¡Se había reído! Le habíamos arrancado una risa con nuestras bobadas. No pensaba dejarla de la mano.

346


Y no esperaría al lunes, esta noche cuando volviéramos al hotel le contaría todo a Eric, todo, sin dejarme nada fuera. No mentía cuando dije a Laura que echaba de menos algún rato de amigas, estar con la cara embadurnada con cualquier mejunje, probando peinados o haciendo esas cosas en las que nos ponemos feas para estar preciosas, cosas en las que no queremos cerca a ningún hombre conquistable para evitar que luego, en el momento menos adecuado, tenga visiones de una cabeza llena de rulos y una cara verde. Hablamos muchísimo, de nuestras familias, de los amigos que se dejan atrás, de libros, de las películas y las series que más nos gustan. Y nos pusimos guapísimas y muy sexis. Era como tener una hermana un poco más pequeña, al menos como yo me había imaginado que sería tenerla. Cuando bajamos al bar del hotel nos esperaban dos hombres que tampoco estaban mal. Nada mal.

Eric. La cena La bomba está programada para que salte esta noche. Una bomba informática que ha preparado Franck cuidadosamente y con la que el tipejo nos ha facilitado las cosas sin saberlo. Será un estupendo postre para la cena que nos espera y a la que él acudirá como miembro de no sé qué comité de no sé qué departamento. Franck es un genio absoluto, ha vuelto a poner en el ordenador de Mr. Nast todo lo que él creía haber eliminado. Allí están de nuevo los correos intercambiados con sus 347


alumnos, que son justificantes de los trabajos que ha robado y ha presentado como suyos, allí está también el original de la novela de May y una serie de relatos cortos de una tal L.R., que también fueron publicados con la firma de Mr. Nast. Ha optado por quitar lo que tenga que ver con las relaciones con sus alumnas, aunque todas ellas fueran mayores de edad esta universidad tiene una política muy estricta en cuanto a relaciones inapropiadas para evitar el abuso de poder que puede suponer la diferencia de puestos ocupados y la perdida de imparcialidad en las pruebas. El muy gilipollas también tiene muchos correos comprometedores y probablemente esa sea la razón de que los guarde, poder chantajearlas en un momento dado; para que no se vean perjudicadas ni por la investigación ni por nadie, Franck los ha eliminado. Si May sigue así, va a acabar conmigo. Las dos estaban preciosas, es verdad, pero, aparte de que May me ha dejado inútil para cualquier otra, a Laura le falta ese atractivo que da la seguridad en sí misma y la fuerza que ahora derrocha May con cada taconazo con el que repiquetea por cualquier sitio por el que pasa. A Laura se le nota la falta de amor, de mucho amor y sexamor. El pelo recogido en un moño, el vestido azul cobalto, sin mangas, con un discreto escote en barco y la falda bajo la rodilla, le quedaba genial, le daba un aire de chica formal de familia bien, un poco Audrey. Claro que eso fue hasta que llegaron a la barra y, al levantarnos para recibirlas y darle un beso, vi el escote de la espalda, vamos, más bien vi que el vestido no tenía espalda y allí, revoloteando por ella, colgado de una cadena larga con perlitas diminutas intercaladas, estaba mi anillo, nuestro anillo. Y, de remate, llevaba los 348


zapatos salón de Farrutx, los “Egoiste” unos de ante color buganvilla que le había visto en el armario pero no puestos y que llamaban poderosamente la atención sobre esa maravilla de piernas que tiene. —No tienes piedad, ¿te haces una idea de la cena que me vas a dar? —Sí, me la hago, me he vestido para dártela y hacer que tu imaginación vuele. ¿Te gustan mis zapatos? Ya sé lo que te gustan los zapatos. Moda española para pisar con garbo por la vida. Y me he traído un mantón de complemento, ¿qué te parece? —Precioso, muy tú. Estoy viendo a la nueva May, a la que no esconde su belleza como si fuera un crimen. Tu tono y el que marca la elección de la ropa es el de mujer de rompe y rasga. El mantón me recuerda el vestido que te regaló tu madre. —Sí, es del mismo taller al que lo encargó, tengo unos cuantos, todos comprados por ella. Este es un modelo de un tamaño y un diseño muy ponible, depende de saber darle aire y que no parezca que vas de boda. —¿Y en la nuestra que te vas a poner? No me contestó, llegaba el coche para llevarnos al restaurante donde teníamos la cena y ella hizo como si no me hubiera oído. Nos esperaban en una sala en la que se estaba sirviendo un cóctel previo y Franck, que ya les había conocido a todos, fue el encargado de ir haciendo las presentaciones, sin dejar en ningún momento sola a Laura, en la que, aunque parezca 349


mentira, ya se iba notando un poco la transformación que estaba obrando la influencia de May, es como si hubiera empezado a borrarle sombras. Con o sin corbata, los hombres habíamos optado por el socorrido traje. En las mujeres había otro colorido. Bueno, daos cuenta que la moda ha sido y es la que genera muchos de mis ingresos, fijarme es deformación profesional, pero es que además me gusta. Aunque no sé de dónde ha sacado May esos vestidos, ni el que llevaba esta mañana ni el de ahora. A Mr. Nast no lo evitó, pero no le hizo ni caso, es como si se hubiera vuelto transparente para ella. En cambio él estaba imantado, yo creo que ni siquiera había visto a Laura, o puede que no la hubiera reconocido por el cambio de estilo, porque lo último que esperaba era encontrársela allí y, sobre todo, por estar completamente embrujado por May, estoy seguro que no veía otra cosa, por más que intentaba apartar sus ojos de ella, no podía. En la mesa imperial en la que servirían la cena no le quedaría otro remedio que verlas a las dos, frente a él, en todos los sentidos frente a él, incluso aunque ellas aún no supieran hasta qué punto. Nos hicimos los locos y nos saltamos el protocolo para sentarnos con ellas y no dejarlas al lado de cualquiera, pese a que la mayoría parecían deseosos de agradar, lo que no era para menos, porque, entre unas cosas y otras, tanto la universidad como la ONG se llevarían una suma sustanciosa con nuestras donaciones. May tenía del otro lado a un crítico literario, un señor mayor encantador y un poco sordo con el que estaba discutiendo de novelas clásicas llevadas al cine y que se empeñaba en pedir mi opinión profesional cada cinco minutos, lo que me obligaba a inclinarme sobre May para 350


acercarme a él, sin que yo dejara pasar la ocasión de acariciar la preciosa y provocativa espalda de mi novia al tener que apoyarme en el respaldo de su silla para poder hacerlo; como os decía, un señor encantador. Viendo como transcurría la cena y que todo el mundo estaba tan a gusto, pensé que quizá no era buena idea estropear todo lo positivo que nos estaba dando la exposición con un final protagonizado por una noticia sobre ese desgraciado; más bien nos convenía seguir alargando los preliminares del martirio, yo lo estaba disfrutando, la verdad, se le notaba el miedo en los ojos, translucía el temor del que sabe que tiene la espada de Damocles sobre su cabeza, veía en su mirada la incertidumbre de no saber hasta qué punto estamos enterados de su historia con May y qué es lo que estaríamos dispuestos a hacer. NADA en comparación de lo sufrido por ella. Disimuladamente mandé un mensaje a Franck, que, al otro extremo de la mesa, estaba conversando animadamente con Laura y una de las editoras de sus libros. Franck, aborta, lo posponemos. Luego hablamos y buscamos otro momento más apropiado. Me miro, asintió y me llegó la respuesta de inmediato. Ok, estaba pensando lo mismo. Me empieza a preocupar tanta sintonía entre nosotros ;) —¡Os estáis mandando mensajitos, no me lo puedo creer! — me dijo May en una exclamación con sordina— Sois…

351


—…de lo que no hay —dije yo completando su frase favorita y poniendo como punto final un ligero beso en sus labios. Una periodista asistente en representación de un importante medio de difusión internacional nos miró y habló dirigiéndose a May. —Vaya suerte tener a alguien así pendiente de ti, ¿qué se siente teniendo a un hombre tan deseado deseándote? —No te voy a negar lo evidente, y su atractivo va mucho más allá de lo evidente, te lo puedo asegurar —dijo May, traviesa, guiñándole un ojo—, pero lo que me vuelve loca de Eric es su capacidad de trabajo, su afán de superación, la forma en que hace que parezca sencillo lo complicado, lo bien que cocina, cómo canta, la cantidad de cosas que me enseña… Y sobre todo que estar con él me ha hecho más mujer y más valiente. —La suerte es mía —continué yo—, no os hacéis idea de lo que me ha costado convencerla de que me haga caso. Y, por si no lo sabéis, fue May la que empezó enseñándome a mí, a ella le debo este nivel de inglés, entre otras muchas cosas. Os falta conocerla como escritora, pero estáis a punto. Mr. Nast iba cambiando de color con cada frase. —Sí, en poco más de un mes su primera novela estará en la calle, se la publicamos nosotros —dijo Alice—; pero no me puedo atribuir el mérito de haberla descubierto, ha sido una de nuestras filiales con la que May colabora traduciendo. —Realmente no es su primera novela —intervino Franck, mientras, de reojo, vi como Mr. Nast seguía con su cara en plan semáforo— tiene un par de ellas escritas con anterioridad 352


y también son suyos los textos que acompañan mis fotos en los tres últimos libros, lo que ocurre es que hasta ahora nunca ha firmado con su nombre. De hecho May tiene alergia a la fama, quizá por eso le costó rendirse al encanto de Eric, en ese aspecto ella es como yo, preferimos estar del otro lado de las cámaras. Estaba claro que se había abierto el turno de preguntas directas y empezaron a saltar desde todos los comensales de la mesa. —¿Os conocéis desde hace tiempo? —preguntó a Franck la periodista. —Sí, a tres bandas. May y yo somos amigos desde hace unos años, al igual que Eric y yo, pero ellos se conocieron al comienzo de la pandemia y fue un amor instantáneo, soy testigo. —Pero, Eric —continúo la periodista— tú has dicho que te costó trabajo conquistarla. —Sí, así es. Lo mío fue un auténtico flechazo y yo creo que para May también, eso ya os lo dirá ella si quiere, no me necesita como portavoz. Pero teníamos un impedimento contractual y ético, ella era mi profesora y aunque estuviera contratada por la productora de mi última película, yo no dejaba de ser su empleador en cierto modo. Así que lo nuestro se limitó a una cordial e intensa relación de trabajo y, cuando el contrato terminó, se fue y me dejó plantado, desapareció sin darme opción a conquistarla. Luego… Bueno, luego es otra historia que cómo veis ha llegado a buen puerto.

353


En la mesa se oyeron los típicos ¡Qué bonito!, ¡Qué romántico! ¡Parece de novela! —También me costó convencerla de eso, de que el amor es bonito, es romántico y muy simple la mayoría de las veces. Las complicaciones, si es que las hay, tienen que surgir de fuera, no ponerlas nosotros mismos. Y del amor se presume, uno tiene que sentirse orgulloso de la persona amada, estar ahí para ella, para hacerla crecer, para ayudarla, no para ponerle cortapisas o utilizarla. —¿Puedo citarte? —No en esta cena, tienes una entrevista exclusiva cuando quieras. Hoy estamos aquí para que el protagonismo lo tenga la ONG que representamos, espero que lo entiendas. Hemos quedado de antemano en que todo lo que se hablara estaría dentro del contexto de una conversación privada informal entre personas que comparten la misma mesa. Pero, fíjate, lo que te he dicho sí tiene relación con nuestra organización, porque tendemos a pensar en ciertos comportamientos como inapropiados, pero disculpamos con cobardía otros, asumimos con normalidad ciertos abusos de poder en nuestros trabajos o en nuestras relaciones sociales. Para acabar con lo grande siempre hay que ser cuidadoso y empezar con lo que parece más pequeño. —¿Hay muchos abusos en tu profesión?—siguió preguntando la periodista. —No más que en la tuya, pero eso ya lo sabes. Y contesto ya a tu siguiente pregunta antes de que la hagas, aunque también conozcas la respuesta: sí, los hombres también sufrimos acoso 354


y abusos y sí, también hay mujeres que se aprovechan de su poder con los subordinados. En definitiva de eso se trata, es un tema de poder, tener poder es tener la tentación de utilizarlo mal, históricamente ha sido cosa de hombres porque eran los que mayoritariamente lo detentaban, en la actualidad, salvo en algunas culturas, el reparto del poder, y del bien y del mal que conlleva, lentamente se va igualando. —¿Tienes estudios universitarios? —me preguntó el decano— (ya estaban tardando). —Sí, curiosamente May y yo coincidimos en algunas de nuestras titulaciones, aunque las hayamos obtenido en países distintos. He estudiado Historia del Arte y también Artes y Ciencias Cinematográficas y Audiovisuales, eso dentro del ámbito universitario, y, paralelamente, Interpretación, Música e Idiomas en centros especializados. Pero un buen profesional, sea de lo que sea, tiene que estar en formación continua. Acto seguido le tocó el turno a May. —Me han dicho que estuviste haciendo un curso en esta universidad, pero que no lo finalizaste. —Sí, eso es cierto. Tuve que abandonarlo por circunstancias personales, pero le aseguro que lo que aprendí aquí me ha servido para mucho, el título no me interesaba demasiado, me interesaba la formación. Ha sido un placer volver a esta ciudad de nuevo y disfrutar de los cambios. —Nos gustaría mucho que tuvieras un encuentro con alumnos —continuó el decano, aún dirigiéndose a May—, no para hablar de tu faceta de estudiante aquí, sino de tus experiencias de trabajo, de posibles salidas profesionales, de las carencias o 355


ventajas que has ido encontrando en los estudios realizados; si pudieras quedarte hasta el martes, te cedería el tiempo de mi clase y así no habría que cambiar horarios ni programar nada nuevo, ¿qué me dices? —Me encantaría, es algo que debo a estas aulas de las que me fui sin despedirme. ¿Qué opinas, Eric, cómo vamos de agenda? —Vamos bien, o haremos que vaya bien, no te preocupes. A nosotros nos encantará verte, ¿verdad, Franck? —Entonces está hecho —remató el decano. Me encargo de colgarlo mañana mismo en el tablón de anuncios virtual para que estén avisados los alumnos. Y ahí estaba ella otra vez, pisando fuerte, sin miedo a volver a las aulas por las que había pasado como un alma en pena. Las miradas entre Franck y yo no necesitaban palabras. Tenía razón, tanto entendimiento entre nosotros era preocupante. No, no era preocupante, era ella, nuestra conexión es tan especial porque nuestra conexión es ella.

May, poniendo en palabras el pasado Tenía que decírselo ya, tendría que habérselo dicho hace tiempo, me sentía como si le estuviera traicionando. Pero me alegré de esperar a terminar esa cena, porque realmente a mí me daba igual que estuviera sentado frente a mí, no sentía nada por él, NADA, ni siquiera rencor… Quizá sólo un inmenso desprecio. Sin embargo no sé cómo hubiera reaccionado Eric. 356


Yo ya no soy la misma persona, ahora estoy a años luz de aquella María, mi verdadero nombre, por el que casi nadie me llama. No, no voy a darle una importancia y un protagonismo que no tiene. Franck se fue a acompañar a Laura y nosotros aceptamos una última copa con un grupo reducido de rezagados. Eric estuvo afianzando con la periodista el acuerdo sobre la privacidad de los comentarios de la cena a cambio de una entrevista extensa y exclusiva y con el compromiso de contestar a las mismas preguntas. Yo estuve enfrascada hablando de libros con Alice y Emily, con las que Franck y yo fijamos una cita informal para el lunes, dado que nuestra visita se alargaba hasta el martes y ellas también se quedaban a pasar unos días antes de volver a N.Y., donde, en caso de que se confirme la buena sintonía que parece haber, fijaremos una agenda de trabajo. Estando en el taxi camino del hotel, le dije a Eric que tenía que hablar con él. —Pensé decírtelo en la cena, pero me alegro de no haberlo hecho y esperar a estar en privado para poder contártelo con calma. —No me asustes, cariño, ¿bueno o malo? —Ni una cosa ni la otra, sólo es pasado. —Sabes de sobra que soy muy peliculero y ese “tenemos que hablar” nunca augura nada bueno. —Bésame, tonto, bésame, que ni te voy a dejar ni estoy embarazada. 357


—Eso me haría feliz, no sabes bien lo feliz que me haría. —¿Quieres que te deje? —Mírala ella, la artista del escapismo del compromiso verbal. —Ni boda ni niños, ya me encargo yo, que de ti no me fio. —Imagino que bromeas al decir eso, ni por un momento haría algo tan serio sin tu consentimiento. —Eres muy confiado, podría ser yo la que me quedara embarazada para cazarte, ¡menudo partidazo eres! —Puedes cazarme del todo cuando quieras, ya te he dicho que me harás el hombre más feliz del mundo, pero sé que tú jamás harías algo así. Cuando llegamos al hotel no dejé que se cambiara siquiera. —Ven, siéntate y escucha. No me interrumpas, te lo voy a resumir y no será largo. Prométeme que no reaccionarás en plan primitivo. —No puedo prometerte lo que no sé si voy a cumplir. Tú cuéntamelo y luego ya veremos. Y le conté todo de un tirón, me abrí como no lo había hecho nunca con nadie, no omití ni un detalle, ni un solo detalle. Eric estuvo absolutamente callado e inmóvil, sin soltarme la mano que había guardado entre las suyas desde el principio, sin dejar de mirarme, sin mostrar ninguna expresión. —Resumiendo, que vuelves a perder la virginidad conmigo por segunda vez. 358


—¿Cómo dices? —Sí, me has oído bien, has vuelto a perder la virginidad conmigo. En el plano sexual, técnicamente hablando, eras virgen cuando te conocí, puede que te hubieras acostado con él, pero te hubieran extendido un certificado sin problema. Una cosa es querer y otra poder, está claro que él no pudo y tu inexperiencia le cubrió. Y emocionalmente también lo has seguido siendo hasta este momento en el que por fin te has abierto para mí, hasta ahora solo estábamos en los preliminares. Mira, May, lo que hicieras con él no cuenta en ningún sentido, no sabías lo que era placer y, aunque lo del himen es una verdadera estupidez, estoy seguro que lo tenías intacto la primera vez que estuvimos juntos. Tan seguro como las sábanas de mi cama. —Pero qué dices… —Lo que oyes. No lo habíamos hablado, no estabas tú como para comentarte determinadas cosas que además para mí no tienen ninguna importancia, bastante he tenido con tratar de que me aceptaras y me dieras tu confianza; simplemente me llamo la atención, sin más. Ya imaginaba que habría alguna historia detrás. Y cuando tú me dijiste que la había, quedamos en que yo esperaría hasta que estuvieras lista para contarme lo que fuera. Estoy muy orgulloso de ti, cariño, de cómo lo has superado, de cómo has reaccionado al encontrártelo, de todo. No sé si puedo quererte más, pero prometo, eso sí te lo prometo, que seguiré intentándolo. Y no te preocupes por la reacción, ni Franck ni yo le arrancaremos la cabeza ni los huevos, por mucho que nos cueste contenernos, la mejor venganza es que vea lo que eres, la gran mujer en la que te has convertido. 359


Nos quedamos en silencio. Eric, meditabundo, trataba de digerir lo que acababa de contarle mientras seguía sujetando mi mano. Yo dejé caer mi cabeza sobre su hombro, exhausta. —Así que no dejaba que te pintaras los labios… Ahora lo entiendo —comentó para sí mismo antes de volverse hacía mí—. Me llamó la atención el rojo que llevabas como una bandera revolucionaria la primera vez que te vi, sorprendía por contraste con la falta de atención que por entonces prestabas a la ropa que llevabas disfrazándote. —Si no te importa seguimos mañana con el tema, porque ahora se me ha venido el cansancio encima, me ha dado un bajón después de contártelo todo, sólo me apetece meterme en la ducha y acurrucarme en la cama contigo. —Una idea estupenda, yo te desvisto, te ducho y te acuesto, aún te debo muchos días de los que tú me has estado cuidando a mí, ¿me dejas? Llevo toda la cena queriendo investigar ese casi vestido que llevas puesto, ¿de dónde has sacado la ropa de hoy? —De una pareja de diseñadores jóvenes que tienen un puesto en el mercadillo al que he ido con Laura ésta mañana, les he cogido el contacto para visitar su taller, tienen cosas chulísimas, sabía que también te gustarían. —Parece hecho para ti, te quedan como un guante la talla y el estilo. Sólo les falta algún botoncito, acuérdate de decírselo si les encargas cosas, diles que nos gustan los botoncitos. —Vente conmigo, quizá podamos echarles una mano, ¿no crees? 360


—Calla, anda, de eso también puedes hablarme mañana. Ahora déjame que inspeccione a fondo que tal rematan las costuras —decía mientras sus manos, aún sin quitármelo, se internaban a través del escote de mi espalda y me acariciaban la cintura y atravesando despacio el vientre subían hasta mi pecho desnudo—. Este vestido me da muchas facilidades, pero me roba el placer del encaje de tu sujetador, ummmmmm, vaya una cosa por otra… ¿Ducha primero? —Sí, ducha primero, o seremos incapaces de llegar. Me desnudó y me colocó en la bañera, me lavó el pelo, me enjabonó como si fuera una niña, me envolvió en el albornoz y me llevó a la cama. Ni la ducha ni la bañera del hotel se prestaban a malabarismos con un hombre de un tamaño como el suyo, pero esos momentos de caricias y absoluta sensualidad eran otra dimensión del sexo, de un sexo tejido a base de mucho amor y mucha confianza. El sexamor, como él lo llama. —No te duermas, tardo cinco minutos en ducharme, pero no te duermas, te lo advierto, no merezco encontrarme una mujer dormida en mi cama cuando vuelva. Creo que nunca se habrá dado otra ducha más rápida en su vida. En cualquier cama, en cualquier sitio, estar entre sus brazos es tener un planeta propio, un refugio seguro, perder el miedo a marejadas y tormentas. —Te amo tanto —le dije. Pero no fueron las palabras, fue el tono, la intensidad de los sentimientos que me hicieron soltarlo como si fuera aire que hubiera estado conteniendo durante todos los años que estuve sin atreverme respirar. 361


Hicimos el amor con tanta dulzura que temí convertirme en caramelo. Sus caricias me fundían, me daban calor, me volvían maleable, tenían los grados medidos para no quemarme. Las expresiones de su cara eran versos de un poema que crecía cada vez que nos mirábamos a los ojos, deseé tener una cámara a mano para guardar cada una de ellas y llevarlas siempre conmigo. Quizá tendría que volver a retomar la fotografía. Desde que estaba con Eric siempre pensaba en vivir más, en hacer más cosas, en emprender proyectos nuevos.

Eric, siguiendo el programa Me levanté muy temprano y, con la excusa de salir a correr, Franck y yo aprovechamos para recopilar datos y ponernos al día. —Ayer noche May me contó todo e identificó a Mr. Nast ¿Qué hacemos? ¿Seguimos con el plan marcado sin contárselo? ¿Se lo contamos? Estoy perdido, tío. —Creo que deberíamos hacer lo programado, nunca mejor dicho —me contestó Franck. Ayer lo retrasé para mañana, pero no hay que dejarlo más. Tenemos que tratarlo de una forma profesional, por más que nos cueste, pensar en las personas afectadas en el pasado y en las posibles víctimas futuras. La pornografía de preadolescentes que encontré en su ordenador me reafirma en lo anterior. Y ceñirse al plan quiere decir no contar nada a May, son nuestras normas, el equipo que actúa no intercambia información más que con los M.G. Pero es que, además, creo que es lo más sensato para nosotros y para ella. 362


—Estoy de acuerdo al cien por cien. Gracias, Franck, me está ayudando mucho tenerte cerca. —Digamos que yo estoy aprendiendo a tenerte cerca a ti y se me va haciendo más soportable. —¿Qué tal con Laura? —Es un encanto absoluto, me recuerda mucho a May cuando la conocí, quizá por eso me ha causado tanta impresión de cercanía desde el principio; no está tan tocada como estaba ella, creo que la hemos encontrado a tiempo. Pero es demasiado joven para mí y no es mi tipo, si es a eso a lo que te refieres. —No, en realidad no, simplemente quería saber cómo la habías visto y qué te parecía. May dice que la ve como si fuera su hermana pequeña y me comentó lo mismo que tú, ella lo captó sin necesidad de investigar nada, se dio cuenta de que Laura era su actual sustituta con Mr. Nast y, fíjate, sin ponernos de acuerdo, hemos estado trabajando todos en la misma dirección. Es verdad que Laura parece muy joven, o May muy madura, porque lo cierto es que no se llevan tanto. —No se llevan años, se llevan vidas. May ha vivido varías desde que la conozco, ha crecido muchísimo, estoy orgulloso de ella. —Fue lo mismo que le dije ayer. En serio Franck, mordiéndome los celos que no me quito de encima, estoy feliz de que estés cerca. —Pues cuando quieras hacemos un trío… 363


Le lancé un puñetazo en broma porque sabía que lo decía en broma, no por respeto a mí, sino por el respeto que le tiene a ella, pero el humor aligera lo pesado. Aceleramos el ritmo de la carrera de vuelta al hotel y al desayuno; seguro que May seguía durmiendo como un bebé. Era domingo, el lunes una empresa de seguridad informática pondría una denuncia por el presunto tráfico de pornografía encontrado en una de sus revisiones, un entramado en el que llevamos tiempo trabajando para llegar al origen y que se pueda desarmar arrancándolo desde la raíz. En el listado de clientes aparece el nombre de Mr. Nast, lo que le pondrá en el punto de mira de la policía; pero no será por esa razón por la que salte a la prensa, sino porque en el transcurso de la investigación, el departamento de delitos informáticos encontrará en su ordenador todos los trabajos plagiados a sus alumnos y las pruebas de lo que ha hecho, que nada de lo publicado con su firma era verdaderamente suyo. Encontrarán los correos con las quejas y reclamaciones que le enviaron y sus respuestas amenazantes y despectivas. Quiero que quede claro que en ninguno de nuestros casos inventamos nada, no falsificamos pruebas, simplemente las buscamos y las ponemos a la vista. Por fin empezarán a salir a la luz todos sus trapos sucios y, como siempre, haremos llegar la justicia hasta donde la justicia no llega. May convenció a Laura para que nos acompañara de nuevo, creo que se han adoptado mutuamente. Antes de salir, le pregunté si pensaba contarle algo de Mr. Nast. —De ninguna manera, no quiero que piense que esa es la razón de la conexión entre nosotras porque no lo ha sido, es 364


una confesión que no aportaría nada positivo. Lo de toda la verdad no siempre es necesario —dijo con énfasis (y me lo apunté para sacarlo en el improbable caso de que descubriera que le habíamos ocultado nuestra trama)—. Ella ya sabe que fue mi profesor, lo he dicho desde el primer momento en que me lo presentaron en la exposición, pero hemos pasado cientos de alumnos por sus cursos, lleva años en esta universidad, no hay problema en ese aspecto. Sí me ha comentado los rumores que le han llegado de la fama que tiene de apropiarse de los trabajos de los alumnos, al parecer eso es de dominio público, pero nadie hace nada al respecto; ahora, visto con perspectiva, me resulta increíble que ninguno nos hayamos atrevido a denunciarlo. Ya verás como sí, cariño, ya verás como sí se ha hecho algo, pensé mientras me hablaba. Y cambié rápidamente de tema para no tener que seguir mordiéndome la lengua. —Me ha parecido entender que Laura se decanta por la fotografía. —Sí, así es, por eso ha estado con la organización de la exposición de Franck, pero tiene unas asignaturas obligatorias comunes, como la de “Expresión literaria de las artes plásticas”, que, con distintos nombres, es una de las que viene impartiendo Mr. Nast. He pensado convencerla para que se traslade a Nueva York cuando termine el trimestre, me tendrá que ayudar Franck buscándole algún trabajo a tiempo parcial relacionado con lo suyo. No creo que me cueste mucho animarla para que se venga y estemos cerca, pero, sobre todo, para sacarla cuanto antes de ahí. Incluso aunque su relación haya terminado, que no lo creo, necesitará un cambio de aires y una amiga que entienda por lo que ha pasado. 365


—Me parece una excelente idea, será bueno para ambas. Y Franck le encontrará algo sin problema. Por cierto, ya le he dicho quien es en realidad Mr. Nast, sólo eso, el resto imagino que lo sabría antes que yo. —Sí, antes que tú, pero ni la mínima parte de lo que tú sabes ahora, hay cosas que sólo soy capaz de compartir contigo, de lo bueno y de lo malo. —En la salud y en la enfermedad… ¿De verdad que no quieres casarte conmigo? ¡Imagínate cómo serán nuestros hijos! —Estás completamente loco, ¡deja de repetírmelo a diario! —¿Por qué? ¿Qué tiene de raro que quiera tener hijos contigo? Soy un hombre con reloj biológico incluido, ya estoy en mis treinta, me voy haciendo mayor… —¡Mira que eres ganso! Todo ha ido muy rápido, aún me parece un sueño cuando me despierto a tu lado, me parece mentira que me quieras y que me quieras tanto. Mi vida ha cambiado por completo. Tengo que centrarme un poco y acostumbrarme primero a lo que ya tengo. —Vale, vale. Es que la vida es tan corta, se nos ha ido tanta gente. No quiero futuros, quiero ahoras. Pero estate tranquila, nunca vamos a seguir un ritmo que tú no quieras… Bueno, casi nunca, porque por si fuera por ti aún seguiríamos cada uno por un lado. —No me lo vas a dejar de recordar nunca, ¿eh? —No, para que veas que no siempre tienes razón al fiarte de la razón. 366


—Oye —continuó May cambiando de tema—, anoche también quería comentarte una idea que me viene rondando estos días, tener una especie de fundación para ayudar a los jóvenes que tratan de poner algo en marcha, como los diseñadores que encontré en el mercadillo del sábado. Empezar con algo pequeñito y manejable, que pudiéramos ir siguiéndoles los pasos de verdad. Me refiero a una ayuda que sería no tanto de dinero como de asesoramiento y de contactos. Por ejemplo, tú tienes compromisos con algunas firmas y no siempre puedes, pero yo sí y mientras esté contigo también atraeré la atención de la prensa, así que un comentario a tiempo puede dar un impulso, ¿qué opinas? —¿Y mientras esté contigo?, ¿de veras acabas de decir eso? ¡No me lo puedo creer! —dijo mientras me cargaba sobre un hombro, me dejaba en el sofá y empezaba a hacerme cosquillas hasta que creí morir. —Para, para… Es una forma de hablar. —Una forma que no me gusta nada, las palabras nunca son inocentes. —Palabras desterradas por orden de la autoridad competente. Pero, dime, ¿qué te parece la idea? —Me parece una buenísima idea. Es otra forma de luchar contra el uso y el abuso de poder, apoyar a los que empiezan para que no tengan que vender su alma al diablo o renunciar a sus proyectos por falta de impulso para seguir adelante. Lo daremos una vuelta. Pero en un par de meses no me necesitarás, tu imagen tendrá valor mediático propio, tu

367


novela va a ser un éxito, más aún con la editorial que tienes y con Alice y Emily que estarán empeñadas en que lo sea. —Qué me lo publiquen ya me parece un milagro, pero desde que te conozco los milagros ya no me cogen de sorpresa.

May, de vuelta a las aulas Impresionaba estar sentada junto al decano en aquella mesa y mirar desde allí el anfiteatro con las butacas ocupadas por los alumnos, tal como lo había hecho yo hace un mundo y hace nada. La relatividad del tiempo la aprendemos así. Me había preparado un pequeño esquema con los puntos que quería tratar, las adaptaciones literarias en el cine, los guiones, las novelas, la importancia de la especialización en cualquier campo, la traducción, la literatura utilitaria, la publicidad. Les conté con detalle mi propia trayectoria y las cosas en las que había trabajado desde que terminé la carrera. Destaqué la importancia de no despreciar ninguna faceta en las que la palabra es necesaria. Resumí para dejar suficiente espacio a sus propias preguntas. Muchas de ellas, como era de esperar, fueron directas al comienzo de mi relación con Eric, preguntándome sobre cómo y en cuáles de esas facetas había trabajado con él. —¿Es un buen alumno? —preguntó una chica sentada en la tercera fila.

368


—Sí que lo es. Es disciplinado, trabajador y, lo que es más importante, es muy crítico consigo mismo y siempre tiene la mente abierta y ganas de aprender. —¿Te consideras una buena profesora?—pregunto un chico larguirucho que surgió de la parte de atrás. —Sí, creo que en las materias en las que me he especializado lo soy. Y esta pregunta es relevante, tenéis que creer en vosotros mismos para ser efectivos, creer que sois capaces de hacer lo que os proponéis hacer. Seguridad, que no soberbia. En todo caso, quizá tendrías que preguntárselo a las personas con las que he trabajado. Eric, que estaba sentado con Franck en primera fila, levantó la mano para pedir el micrófono. —Aparte de mí, no sé si habrá algún alumno suyo por aquí, pero yo os puedo hablar de mi propia experiencia: es muy buena. No, no os riais —dijo riéndose él también— hablo en serio. Cuando la contratamos no nos conocíamos de nada, la productora y yo estudiamos su currículo junto al de otros muchos candidatos, estudiamos sus referencias, llamé a los actores con los que ya había trabajado y todos se deshicieron en elogios. En mi caso, nos focalizamos en el inglés, sobre todo en la interpretación en inglés americano, ese era el objetivo primordial, prepararme para la película que acabo de estrenar. —¿Por qué elegiste una mujer? —No elegimos una mujer, elegimos a la persona que tenía el currículo más adecuado y más completo.

369


Eric se sentó de nuevo y, en ese momento, vi un ajetreo de móviles y un rumor creciente en la sala. El decano se levantó, pidió silencio y que se siguiera con el turno de preguntas. Pero los murmullos seguían en aumento. Por fin, un alumno pidió la palabra y se levantó micrófono en mano. —Mi pregunta va para cualquiera de los de la mesa. ¿Qué opinión les merece que haya plagios de los trabajos que han sido realizados por alumnos y que luego son publicados por algún profesor firmándolos como propios? Aunque la noticia haya saltado hoy, desde hace años viene siendo vox populi en los pasillos esta universidad. Yo tenía el teléfono en el bolso y el bolso lejos, pero el decano se lo sacó de la americana, lo miró y me lo enseñó. En el transcurso de una operación policial llevada a cabo por diversos delitos informáticos, se han descubierto pruebas fehacientes de la apropiación continuada de trabajos literarios y de investigación que, habiendo sido realizados por alumnos de la Universidad Tal de Tal, eran atribuidos a un miembro destacado del profesorado. Aún no se nos han facilitado más detalles por haberse declarado el secreto de sumario mientras se mantengan abiertas las diligencias. Un poco farragoso, pero el contenido estaba claro. El decano se dirigió al público con voz firme: —Como ustedes saben soy relativamente nuevo en esta universidad y no tengo noticias de que hubiera ninguna denuncia antes de mi llegada. Desconozco los rumores de los que me hablan que, en todo caso, de momento son rumores. Carraspeó antes de continuar: 370


—Si como dice la noticia que acabo de leer es cierto que hay una acusación en firme y pruebas de la misma, tenemos mecanismos propios para tomar medidas sin necesidad de esperar la actuación de la justicia, la cual seguirá su propio camino. Hacer otro tipo de declaraciones hasta no tener más información sería absolutamente irresponsable por mi parte, pero les garantizo que en cuanto salgamos de esta sala me encargaré del tema y, para evitar especulaciones, se lo iremos haciendo saber oficialmente a través de nuestro boletín de noticias. Sonó el timbre que marcaba el cambio de clases, una señal de alivio momentáneo para el decano. —Como ven, no nos da tiempo a más preguntas, con lo que damos por finalizado el coloquio agradeciendo la presencia de nuestra invitada y de todos ustedes. Me despedí de los miembros de la mesa, que estaban visiblemente conmocionados, y bajé en busca de Franck y Eric, con los que saldría directamente desde allí hacia el aeropuerto, alegrándome de que así fuera, porque si la noticia atañía a quien pensábamos muchos de los que estábamos en la sala, no quería que me pillara por allí cerca. ¿Quedaría algún rastro de mi propia novela? No creo que fuera tan estúpido como para haber conservado el borrador que le envié, con los márgenes llenos de notas y con algunas consultas sobre las dudas que me habían surgido. Era mi profesor y mi amante, era la persona que me tenía que haber corregido y ayudado… ¿Cómo me pudo hacer todo el daño que me hizo? ¿Por qué? ¿¡Cómo se puede ser tan despreciable?! Esperé a salir del recinto universitario para preguntar: 371


—¿Qué sabéis? —Lo mismo que tú, ahora intentaremos ampliar la información, pero parece ser que lo estaban investigando por una cosa y les ha saltado esta otra. Has estado genial, por cierto, nos ha gustado mucho tu charla. Durante el viaje Franck y yo aprovechamos para rematar algunos flecos de nuestro trabajo conjunto de fotos y textos con el que realmente estábamos muy satisfechos, listos para darle salida. También habíamos avanzado con Alice y Emily, en cuyas manos habíamos decidido dejarlo. La verdad es que este viaje ha resultado inmensamente provechoso. Eric se pasó el vuelo enfrascado en la lectura de un libro que llevaba forrado con el mismo papel de la librería en la que lo había comprado, tenía costumbre de hacer eso para que nadie fisgoneara sus preferencias literarias. —Qué gusto da llegar a casa. Me lo he pasado bien, la verdad, pero echo de menos este nido que me has preparado con tanto mimo. —Y más mimos que te voy a dar si te dejas. ¿Habrá algo para cenar? Tengo muchísimo hambre. Déjame que mire, yo me encargo. Tú dúchate mientras, si quieres. Sabía que me estaba echando de allí para llamar a alguien e informarse mejor. Dejé la puerta de la habitación entreabierta y pude escucharlo al teléfono, pero, aunque estaba hablando en inglés, no capté nada de lo que decía. Al salir ya tenía organizada una cena rápida y rica, huevos revueltos con verduritas, una bandeja de salmón ahumado y 372


otra de espárragos. Para beber, un vino blanco que escondido entre el hielo no identifiqué. —¿Qué te han contado de nuevo? Ni se molestó en preguntarme por qué suponía que sabría ahora más que cuando entré en la ducha. —A pesar de que aún no se ha hecho público oficialmente, ya se conoce quien es y qué es lo que tenía en el ordenador, no tardará en filtrarse el listado de sus posibles plagios, aunque no el de los auténticos autores. En el caso de tu novela, la editorial ya lo sabe y ha dado orden de retirarla de los puntos de venta poniéndolo en manos de sus abogados para que se encarguen de tomar las medidas pertinentes. —¿Cómo saben el origen de los trabajos? —En la mayoría de los casos hay correos electrónicos que atestiguan cuándo y por quién le fueron enviados, también tiene guardados borradores con notas, creo, no me digas, no sé más detalles —Eric seguía hablando mientras servía la comida y llenaba las copas—. Ya nos iremos enterando, cariño. No te sorprendas tanto —dijo al ver mi estupor— es una especie de asesino en serie de los que necesitan guardar trofeos de las víctimas en una caja, él hacía lo mismo en un fichero de su ordenador. Tú tendrás que pensar cómo lo vas a gestionar. De momento, brinda y disfruta de la cena, anda, que ahora no puedes hacer nada y mañana será otro día. Por ti, mi vida. —Por nosotros —le contesté levantando mi copa—. No sé a qué te refieres con lo de gestionar.

373


—Pues a la que se te va a venir encima cuando se sepa que eres la autora de un libro que ha sido ganador de un premio importante, un éxito de ventas que lleva ya unas cuantas ediciones y que me está gustando muchísimo. Estoy deseando verlo publicado con tu nombre en la portada. —Ah, ese es el libro que leías en el avión. —Sí, lo compré en cuanto me lo contaste. Hay párrafos que me encantaría llevar a la realidad contigo. Teniendo en cuenta la pobreza de tu vida sexual antes de conocerme, no me explico cómo pudiste escribir escenas tan creativas y con tanto lujo de detalles. —Mucha lectura de literatura erótica, mucho cine y mucha imaginación. En la novela que se va a publicar ahora también lo hay, sólo que en este caso ya tengo un cuerpo real con el que fantasear, sé que contigo la realidad puede superar mis fantasías y estoy creando una amplia base experimental de sensaciones. —Si me cuentas tus fantasías, te cuento las mías. Me has recordado aquellas noches en las que te tenía del otro lado de la pared, inalcanzable. Llegaba a la cama cargado de deseo después de haber estado viéndote durante todo el día sin poder tocarte, imaginándome como sería el tacto de tu piel, lo que se sentiría deslizando despacio la palma de la mano sobre tu pecho, mi pierna entre tus piernas, tus piernas rodeando mi cintura, tus manos en mis hombros, tus labios... ¡Ay, tus labios, los viajes que han hecho por mi cuerpo a tus espaldas!

374


Ya te lo he dicho otras veces, May, desde que te conocí sentí que me habían enviado la tentación a domicilio. ¡Qué tortura fue tenerte cerca sin poder tenerte! —Tengo que confesarte que yo también tuve alguna fantasía contigo incluso antes de conocerte en carne y hueso, en aquellas semanas en las que para saber cómo trabajabas me tocó tragarme todo lo que habías rodado. La falta de escenas de sexo me obligó a imaginarme cómo serías en escenas de sexo. —Así que tuviste alguna fantasía… ¿sólo alguna? ¡Anda ya! Viéndonos a todas horas, sabiendo cómo me mirabas y con esa abstinencia obligada, seguro que sería más de “alguna”— me dijo Eric mientras tiraba de mí para llevarme desde la mesa al diván, acompañando a la cubitera y las copas que ya había dejado a mano—. Cuéntame cómo me imaginaste, por favor. —Tú has sacado el tema, así que tú primero. Al fin y al cabo las mías puedes leerlas. —Y antes de llegar yo a ellas, ¿con quién las tenías? ¿Con Franck, con Brad? Ignoré a los que realmente se refería y tiré de cartelera. —Imagino que te refieres al Frank de Transporter, ya sabes lo que me gustan los hombres que dominan el volante, además es luchador y resbaladizo, tiene estilo… Lo que no sé es si hablas de Brad Pitt o Bradley Cooper, cualquiera de los dos me viene bien, pero tendrías que sumar a… —¡Calla, déjalo! Esta pregunta ha sido un error, no quiero saberlo, prefiero no saber el listado de hombres con los que 375


tengo que competir, aunque sea en tu imaginación, y menos aún si son actores, de los que tienes material de sobra y puedes congelar su imagen en el momento de su vida en que te resulten más apetecibles. —Entonces de lo de dedicarme al cine ya ni hablamos. Y yo que me lo estaba planteando… —De sobra sé que te lo han propuesto. Y también sé que has contestado que no vas a hacerlo, así que no lo uses para machacarme. He descubierto que soy súper celoso, antes de conocerte nunca lo había sido y ahora es algo irracional y superior a mis fuerzas; pero no te agobies, cielo, lo superaré. O me los tragaré siempre que haga falta, no seré yo quien te ponga barreras, seré quien te ayude a derribarlas. —Contestando a tu verdadera pregunta, no he tenido fantasías con nuestro Franck, de haber sido así, no lo hubiera dudado, hubiera intentado llevarlas a la práctica, con él no creo que sea tan difícil, sabes bien que es bastante promiscuo. Hubo una noche, una vez que habíamos tomado un montón de vinos…, pero Franck lo cortó antes de llegar a darnos ni siquiera un beso en los labios. Pero deja de ponerte verde —le dije riendo— si no quieres seguir oyendo, habla, cuéntame alguna de las que tuviste conmigo, cuéntame la primera. —La primera fue el mismo día en que nos conocimos. La cosa empezó cuando bajaste a cenar con ese vestido de verdes salvajes lleno de botoncitos desde el escote camisero hasta la mitad de la falda… ¡Dios, ni se te ocurra deshacerte de ese vestido! Fui avanzando por él botón a botón mientras estabas enfrascada escuchando a Yann. 376


—Y yo creyendo que te estabas aburriendo soberanamente, parecías ausente y distraído. Recuerdo que tuvimos que repetirte alguna pregunta sacándote de tu ensimismamiento. —Distraído sí que estaba, te lo aseguro, pero con nada ajeno a la mesa. Sólo contigo. Con la tentación servida a domicilio sentada impávida frente a mí. Como te decía, mentalmente fui avanzando botón a botón, centímetro a centímetro, mi imaginación me había situado detrás de ti, con mi pecho pegado a tu espalda y mis manos explorando dentro de la ropa, acariciando el encaje de tu lencería blanca. ¿Era blanca, verdad? —¡Era blanca! Tú viste algo. —Nada en absoluto. Estabas sentada muy erguida y el escote era muy pequeño, ni siquiera el par de veces que te inclinaste un poco más me dejaste acceso a profundizar nada. Pero pude comprobarlo después en el tendal, lugar que se convirtió en un muestrario interesante desde que llegaste a la hacienda, ¡bendita sea Gloria y su costumbre de no utilizar la secadora! Me parece que la estoy oyendo: “Se estropea y no se solea, Sr. Erik, eso será en su país, aquí no nos hace falta secadora”. Tú y tu lencería, no imaginaba tanta sofisticación debajo de tu ropa, era un contraste enorme. —Sigue, anda, deja de irte por las ramas— la narración de su fantasía me estaba resultando claramente excitante, con esa voz que tan bien sabía utilizar y a la que le iba dando los tonos adecuados para llenarme el interior de culebrillas. —En las ramas también vi tender a Gloria alguna vez… ¡Ayyyyy! —gritó, quejándose por el pellizco que yo acababa 377


de darle—. Vale, vale, que me centro, no me martirices que lo del sado maso no me va en absoluto, ya lo sabes. Continúo. Si te acuerdas, después de cenar salimos al porche y allí, con nocturnidad y alevosía, pude centrarme en tus piernas, hasta donde me dejaba la apertura del vestido, claro, que fue lo bastante como para tener suficientes datos cargados en el disco duro de mi libido y ponerla a funcionar en cuanto me encontré tranquilo y solo. Aquella noche estrenamos la ducha juntos, aunque tú ni siquiera supieras que te habías venido conmigo a mi habitación. En la mesa nos habíamos quedado en que yo iba desabrochando botones despacio y haciendo una primera exploración a las texturas de piel y lencería, así que al llegar arriba, ya sin molestas interrupciones, seguí desabrochando hasta conseguir una abertura suficiente como para que me dejara deslizarte el vestido, que cayó desde los hombros para bailar en corro a tus pies. Estabas tan hermosa con ese encaje blanco contrastando con el tostado de tu piel, tu olor a sol y bergamota, a especias, a sándalo y azahar, a vino. Tus pies seguían aún dentro de las sandalias de tiras, con ellas te lleve en volandas a la cama y te dejé tendida mientras te las quitaba y besaba esos deditos de uñas lacadas en burdeos. ¿Te he dicho ya lo que me gustan tus pies? —Vas muy lento. —Sabes que trato de tomarme mi tiempo siempre que puedo. En mi fantasía no tenía ninguna prisa, te podía tener y podía tenerte para mí solo toda la noche. Y tú decías únicamente lo que yo quería escuchar. —Continúa.

378


—Continúa. Sigue. No pares. Esas palabras eran las que más me repetías. Te está gustando, ¿a qué sí? —Muchísimo, y por lo que veo a ti también. —Recuerda que estamos en una fantasía, no podemos tocarnos mutuamente, deja volar la imaginación y estate quieta, haz el favor. ¡Y calla de una vez, que me distraes! Bien, estabas allí, sobre la colcha, con tu cabeza reposando en la almohada, tu pelo extendido, un brazo flexionado bajo tu cabeza, el otro a lo largo del cuerpo, peinando mi pelo con tu mano. Fui recorriéndote el cuerpo con mis labios, te absorbí, te lamí y te mordí suavemente en los sitios precisos, te escuche gemir, te aferraste a mis hombros, acariciaste mi espalda, me arañaste con tanta habilidad que, sin dejar marcas aparentes, me rompiste todos los esquemas. Me llamabas, repetías mi nombre y suplicabas que no me demorara más, que entrara en ti, ya ves lo acertada que resultó mi intuición al adivinar tus impaciencias. Y cuando por fin hice lo que me pedías, nos fundimos en un baile con el mismo ritmo, cambiándolo al unísono cuando nos parecía, estallando los dos en un orgasmo espectacular. Fue una primera noche apabullante. Y ahora te toca a ti, tengo curiosidad por ver quién tomó la iniciativa. —¿No podemos hacer un intermedio real a lo virtual? —No. Y no vale acortar tu fantasía para terminar antes, te prometo que si es buena vas a tener una noche mejor que esa primera noche que estuviste conmigo sin saberlo, los 379


preliminares están siendo fastuosos, como puedes ver tu misma. Di un sorbo al vino y me relamí mirándolo. Eric rellenó las copas y me amenazó con el dedo. —No hagas trampas, bien sabes cómo me pone ese gesto, pero también tienes pruebas de mi capacidad de resistencia, sobre todo cuando hay tiempo y sé que la espera merece la pena. —Creo que voy a contarte la fantasía que tuve al día siguiente de que me cegaran tus ojos —comencé como si no le hubiera oído—. Fue después de verte en la piscina con el primero de la serie de bañadores deportivos con los que te he disfrutado, esos con los que nunca sales en las fotos, los que te pones para nadar y destacan más que esconden. — ¿Sabes que me propusieron anunciarlos y me negué? Estaba reservándote la exclusiva. Sigue, cariño, perdóname por la interrupción de la publicidad. —Buena decisión. Bien, si me dejas, continúo. Aquel día yo estaba intentando leer reclinada en una de esas tumbonas gigantes que tanto me gustan, llevaba sobre el biquini una camisola ibicenca de un algodón finísimo adornada con una mezcla de calados y puntillas. —No hace falta que la describas, tengo la imagen grabada, es como si te estuviera viendo, tenías el pelo recogido de cualquier manera en una especie de moño descuidado. Y el biquini era azul con topitos blancos. —Con el libro delante y las gafas de sol puestas, las únicas líneas que era capaz de seguir eran las de tus hombros 380


meciéndose en el agua, la fuerza y el ritmo de brazos y piernas, el brillo deslumbrante de tu cuerpo cuando hiciste un descanso y, sin salir del todo de la piscina, te apoyaste con los codos en el bordillo mirando el paisaje de la sierra, dándome la espalda desde el extremo opuesto al que me encontraba yo. Estaba hipnotizada. Sin perder un detalle de cómo saliste con tu propio impulso por el lateral que quedaba a mi izquierda, cómo te sacudiste el pelo rodeándote de un aura de gotas brillando al sol. Todo eso ignorándome, como si estuvieras solo. Luego, al recoger la toalla y secarte la cara, reparaste en mí y te acercaste a saludarme, te sentaste a un costado de mi tumbona y estuviste hablándome de no sé qué, no me enteré de casi nada, estaba demasiado turbada con ese despliegue de pectorales y abdominales que tenía al alcance de la mano, esos mismos a los que yo había puesto delante una enorme señal de dirección prohibida. Esa noche, cuando estuve sola en mi habitación, hice lo mismo que tú, sin que lo supieras te lleve al borde de la piscina privada de mi imaginación. Allí no había peligro de que nadie nos interrumpiera, allí no tenía que frenarme para no acariciar tu cuerpo. Allí tú me deseabas con la misma fuerza que yo. Te inclinaste para darme un beso tierno en la nariz y tu pelo dejó caer unas gotas en mi escote, te quedaste mirándolas y debieron inspirarte porque, acto seguido, las recogiste con la lengua y te tumbaste sobre mí empapando mi blusa, dejándola transparente y adherida completamente a mi piel mientras me sujetabas las manos sobre la cabeza, me regalabas un beso infinito y nuestros cuerpos se limitaban a sentirse, sin moverse apenas. Luego, poco a poco, salías de ese momento híper sensual y letárgico para ir ganando velocidad. Empezabas a acariciarme y me ibas liberando de estorbos, primero la camisola, luego soltaste las tiras del biquini. Jugando, me escapé de ti y me tiré a la 381


piscina. Tú me seguiste de inmediato con uno de esos saltos perfectos con los que te lanzas de cabeza. El agua me volvía tan ligera como audaz, capaz de llegar fácilmente a cualquier punto, capaz de ponerme a tu altura. No tardaste en darme a conocer al único miembro de tu equipo que aún tenías oculto y su actuación y puesta en escena superó todas mis expectativas. Salimos del agua y nos quedamos tumbados al sol, uno junto a otro, mi cabeza en tu pecho, tus brazos envolviéndome hasta que, satisfecha y feliz, me quedé dormida. Y me quedé dormida, de verdad. —Era plenamente consciente de que tus ojos sólo me leían a mí. Y, con ligeras variantes que te explicaré, esa fantasía también la he tenido yo. Tenemos que llevarla a escena, tenemos que volver a la hacienda, estoy un poco harto de tanta ciudad, sabes que esto no es lo mío. Hagamos una escapada, unas vacaciones juntos y solos. Dime que sí, anda, dime que te apetece tanto como a mí. —Sí, me apetece tanto como a ti —le dije sin dejar que mis manos esperaran más para abrir su camisa y soltar el cinturón de sus vaqueros—, pero ahora cumple lo prometido, ¿cómo fue lo que dijiste antes? Ah, sí: “Vas a tener una noche mejor que la primera noche que estuviste conmigo sin saberlo”. —Ven aquí, que te vas a enterar de que no necesito guión. Y me enteré. Con él la realidad volvió a superar cualquier expectativa.

382


Eric. Tiempo de mudanzas Me ahogan las ciudades. Me apetece muchísimo volver a la hacienda, montar a caballo, nadar al aire libre, salir con la moto y, sobre todo, estar a solas con May en el sitio en el que nos conocimos y nos enamoramos. Me puse con ello y me la alquilaron con la condición de que fuera al menos para medio año, exigí y me aseguré de que Rufo y Gloria siguieran a cargo para ocuparse de todo, necesitábamos gente de confianza y a la que no tuviéramos que dar explicaciones. Estoy encantado. Una vez allí trataré con la propiedad con más calma y veré las posibilidades de compra, a pesar de que en un principio se negaban en redondo, ahora, al ser varios herederos, parece que se han dado cuenta de que les genera más problemas que ventajas seguir manteniéndola y ninguno de ellos quiere o puede adquirirla. Sé que May se quedó enganchada de esa casa y esa finca. Y yo sigo pensando que España es la mejor opción para nosotros, estratégicamente, culturalmente y con el clima perfecto para mi gusto. Además, May tiene su piso de Madrid y podemos combinar campo y ciudad. Por otro lado, nos permitiría regular mejor la exposición a los medios de comunicación que inevitablemente saltarán con la noticia en torno a May, aunque no tan drástico, mantendremos el nivel de discreción de la primera estancia. Sin que me lo diga, sé que lo que está rondando por su cabeza es intentar que no se sepa que la novela es suya. Ni la editorial ni yo vamos a permitir que lo haga. Es una parte fundamental de su carrera literaria, es una parte de su vida, es un símbolo de lo que ha tenido que superar para llegar hasta aquí. En ese momento May entró como una tromba. 383


—Me acaba de llamar Alice para decirme que ya les han comunicado que la novela es mía. Siguen sin hacer público el listado de autores, pero están contactando con las partes implicadas y ellos lo están por partida doble, por haberle dado el premio y por ser sus editores. —¿Tienes abogado? Me acabo de dar cuenta de que hay un montón de cosas prácticas que desconozco de ti. —No, no lo tengo, ¿para qué iba a querer yo un abogado? —Mejor no te contesto. Si quieres, en la Organización los tenemos muy buenos y obviamente de plena confianza, con la ventaja de que podemos tirar de ellos en cualquier parte del mundo en la que tengamos necesidad, ¿te parece bien? —Sí, cariño, necesito tu consejo y tu apoyo, todo esto me desborda. —Pues veras lo que vamos a hacer, llamamos, concertamos una entrevista y que te asesoren y se encarguen de todo, incluso puedes firmarles un poder de representación para que tengas que implicarte lo mínimo en todo este asunto. —Estoy pensando en evitar que la novela reaparezca con mi nombre. —Me lo estaba imaginando y me parece un error, eso es absurdo, ni te lo plantees siquiera. Primero y fundamental: es tuya, es tu primera obra. Entiendo que en su día no tuvieras ni medios ni fuerzas para luchar por ella, pero ahora no puedes dejar de hacerlo, es básico que lo hagas, por ti y por otros como tú. Y es muy buena, muy tú, no puedes renunciar a que se conozca tu autoría. 384


—Hay mucho de por medio, no quiero que se piense que lo que me interesa es todo ese dinero que ha generado, o la fama, o qué sé yo. —Es perfectamente lícito, todo eso es tuyo y te lo robaron. Pero si no quieres dinero que venga del pasado, dónalo, haz una fundación para ayudar a los creadores noveles, pon en marcha esa idea que tenías en mente, sería un buen gesto y una forma de enterrar todo lo sucio que te recuerda. Lo ves como si volviera a ti después de haber pasado por él, ¿a qué sí? No es así, te están devolviendo parte de lo que te quitó, ni siquiera todo. Trataba de disimular mi coraje sujetando mi voz en un timbre neutro, porque entrar en el tema era recordar por todo lo que May habría tenido que pasar y, no lo podía evitar, me revolvía y me quemaba por dentro. —Dime, ¿has leído la novela tal como está?, ¿has contrastado si tiene modificaciones a tu original?—pregunté, tratando de seguir manteniendo tono y calma. Imaginaos el esfuerzo. —Sí, la leí cuando se publicó y no tiene modificaciones, está tal cual la escribí. Excepto los nombres, cambió los nombres de los protagonistas. En cualquier caso, he conservado todos mis borradores y tendría que volver a verlo con detalle. —Pues verás, cariño, te propongo un plan, a ver qué te parece. Concierta ese par de reuniones, primero con el abogado, luego con la editorial, deja las pautas marcadas de lo que quieres hacer y, una vez esté todo organizado, nos vamos a la hacienda de vacaciones.

385


—Me gustaría tenerte a mi lado en todo el proceso, que me acompañes en las reuniones siempre que puedas, que me aconsejes y me des tu punto de vista. En estos asuntos me fío más de tu criterio que del mío. No me dejes sola, por favor, no me siento con fuerza ni serenidad para tomar decisiones en esto. —Mira, May, te lo llevo diciendo meses, a mí me tienes para lo que quieras y siempre que quieras, para asesorarte y resolver los problemas o ayudarte a buscar quien pueda hacerlo, en las alegrías y las penas, en la salud y la enfermedad, en la riqueza y la pobreza, para amarte, protegerte y cuidarte todos los días de mi vida. Si me dejas, claro. Si tú quieres. Cásate conmigo. —Sí, quiero. —¿¡Quéééééééé?! —Que sí, que quiero todo eso que me dices y quiero casarme contigo. ¿Qué pasa, pensabas que te iba a decir otra vez que no y ahora te arrepientes de habérmelo preguntado? Me cogió en volandas y comenzó a girarme por todo el salón hasta que cuando pensé que estábamos a punto de caer, me dejó en el suelo y me besó. —Con una condición —le dije cuando por fin pude recobrar la respiración. —Ya me parecía a mí demasiado bueno… Pero sí, antes de que me la digas, quiero que sepas que acepto casarme contigo con todas las condiciones que me pongas.

386


—Quiero que sea en secreto, que sea algo únicamente nuestro. No quiero trajes ni fiestas ni invitados, nada ni nadie que no seamos tú y yo. Sé que para ti es importante que nos casemos, me lo llevas diciendo meses, pero también sé que con o sin firma cumplirás todas tus promesas. —Si tú lo quieres, yo lo quiero. Es más, me parece una idea perfecta, un símbolo de que la verdadera trascendencia de nuestro compromiso es algo exclusivo entre tú yo. —Cuando digo nadie, quiero decir nadie, Eric, ni nuestros padres ni los amigos más íntimos siquiera. —Te doy mi palabra. —Ahora, dime, ¿por qué es tan importante para ti? —Porque tú eres mi vida y si me pasara algo todo quedaría en nada, se volatilizaría lo construido en común. Te prometo cosas que no podré cumplir si no hay documentos que nos unan, no podré estar en la enfermedad o solucionarte problemas o responder por ti, en nuestro caso con el agravante de que tenemos nacionalidades distintas. Quiero que seas quien tenga la última palabra en todo lo que se refiera a mí y quiero que lo mío sea efectivamente tuyo, porque, tal y como estamos ahora, tu familia o la mía estarían por delante de nosotros para decidir sobre uno de nosotros. He tenido gente cercana que se ha visto en esas circunstancias y he visto por todo lo que han tenido que pasar por no tener papeles de por medio. Estamos expuestos a mas riesgos que la mayoría. Tras el accidente de moto volví a pensarlo muy en serio, fue como un aviso más. Nadie me conoce mejor que tú, fuiste en la única persona que pensé cuando creí que moriría y eres la persona 387


que quiero que tome las decisiones en mi nombre si yo no puedo y, sinceramente, cariño, creo que a ti tampoco nadie te conoce como yo, ni siquiera tus padres, por mucho que te quieran. —Me sorprendes, es raro en ti que no suene nada romántico, estás siendo muy pragmático. —Así es. Por eso no me importa en absoluto que sea nuestro secreto, es más, creo que en este caso has sido tú la encargada de añadirle el romanticismo que le falta. Las declaraciones de amor nos las hacemos a diario, de palabra y obra. Hemos llegado a tener confianza plena uno en el otro, aunque nos guardemos nuestros secretillos y alguna parcela privada, eso es sano porque seguimos siendo dos personas distintas. Sabemos que hay respeto mutuo. No necesitamos fiestas públicas, ya tenemos bastantes, a ti no te gustan en absoluto y para mí son sinónimo de trabajo. Pero, dime, ¿por qué ahora?, ¿qué es lo que te ha hecho cambiar de idea y darme el sí? —Porque por fin me siento segura y completa, curada, libre. Y todo ha sido gracias a ti. He perdido los miedos, han sanado las heridas y caído los muros tras los que estaba encerrada. Sé que soy la mujer que quieres, me has convencido, ya no tengo dudas, pero ahora quiero ser la que te mereces y antes no podía ni intentarlo. Ya no concibo estar sin ti, Eric. Además, esto es lo único que me has pedido desde que nos conocemos, no puedo seguir negándotelo. —Esta vez nos hemos cambiado los papeles, tú hablando de sentimientos y yo de cuestiones prácticas, ¡quién lo hubiera dicho hace unos meses! 388


—Tú tienes un enorme sentido práctico y eres muy resolutivo, la diferencia está en que en general te limitas a hacerlo, haces siempre lo que crees que tienes que hacer, sin comentarios y sin discutirlo con nadie. Salvo en cosas en las que yo entro en la ecuación, como tú dices, y ahí no te queda otro remedio que tratarlas conmigo.

May. Volver al punto de partida Me sigue pareciendo increíble la capacidad que tiene Eric de hacer parecer sencillo lo complicado. En diez días habíamos dejado organizado lo referente a la novela para que yo no tuviera que hacer acto de presencia hasta que todo estuviera claro y resuelto, firmé un poder de representación y también un precontrato para cuando el tema de las autorías estuviera definitivamente zanjado y pudiéramos publicarla con mi nombre escrito en la portada, después de hacer una revisión exhaustiva por mi parte y con un prólogo añadido que quiero incluir. Y ya estamos casados. Lo hicimos tal y como dijimos, todo se redujo a un despacho, oficiante, dos testigos y unos papeles firmados debida e internacionalmente legalizados. Sin más. Todo muy aséptico, incluso más que los tramites con la autoría de la novela en los que al menos conocía a la gente de la editorial, es más, con Alicia y Emily había nacido una relación muy cercana desde que nos conocimos en la exposición de fotografía de Franck. El único detalle no burocrático de nuestra boda lo tuve yo, ya veis, me encargué de darle una sorpresa y llevar las alianzas. 389


Para Eric una banda de platino que compré y grabé en Tiffany (un guiño cinematográfico al que no me pude resistir), para mí no tuve que comprar nada, bastó con cambiar de lugar el aro de filigrana que llevaba colgado del cuello, su primer regalo, todo un símbolo. No se lo esperaba (le había dicho que si le veía aparecer con alianzas no firmaba) y se emocionó muchísimo. Tampoco lo celebramos en absoluto, ni siquiera abrimos un vino especial. Cuando llegamos a casa, cenamos y brindamos como hacemos cada día desde que estamos juntos. Cómo explicaros que fui yo la que exigió que fuera sin celebraciones y, sin embargo, me dejó un ligero vacío la carencia de detalles, que ese día fuera uno más, que todo siguiera como si no hubiera pasado nada. En fin, yo y mis contradicciones. Lo más importante es que no tardaremos en salir volando a nuestro paraíso particular, ¡qué ganas tengo de estar allí! Volver juntos al lugar en el que todo empezó. Desde el primer día sentí un vínculo especial con esa hacienda, una sensación de pertenencia, de estar en mi sitio. Si me preguntarán por la casa de mis sueños, sería esta. Aislada, pero bien comunicada, con las ventajas de la civilización cerca, pero inmersa en la naturaleza, en España, en el Sur. Me gusta su arquitectura, su carácter, la distribución, el mobiliario, el tamaño. Todo. Y todo incluso antes de tener un arsenal de razones para enamorarme de ella y de todos los cambios que allí se produjeron, de los momentos vividos a los que pensaba seguir sumando más en el futuro. 390


Eric. Bienvenida a casa Sé que May tiene un lado romántico que aún le cuesta reconocer y dejarme ver, lo considera una debilidad, como les pasa a algunas mujeres de su generación, agravado en su caso por todos los perjuicios causados por su primera y desastrosa experiencia. Sé que tiene alergia al compromiso regulado (a las normas, en general) y especialmente a las bodas, eventos en los que se reúnen varios factores que detesta. Así que comprenderéis que al ver las alianzas me deshiciera como un helado al sol. Para ser un mero trámite, ella lo cargó de simbolismo. Sin embargo, con ese dualismo tan suyo, noté que le entristecía haber cambiado de estado civil sin que hiciéramos nada que remarcara el día. Sus ojos y su sonrisa reflejaban la decepción que sentía porque, en el fondo, aunque ella misma me lo hubiera prohibido terminantemente, esperaba que hubiera desobedecido y hubiera hecho algo. Y lo hice, pero me lo reservaba, ya lo descubrirá a su debido tiempo. Era mi manera de respetar sus decisiones sin acatarlas del todo. Empecé por organizar la llegada a la hacienda. Es una suerte tener de cómplices a Bruno, Rufo y Gloria, a los que obviamente no les dije la verdadera razón de los preparativos, pero tampoco se extrañaron de que quisiera hacer una recepción tan especial a su llegada; ser un actor enamorado es lo que tiene, se asume con facilidad que hagamos cosas así. Dejé la cena en manos de Bruno, indicándole únicamente algunos requisitos básicos. 391


—Quiero que elijas platos que sean muy especiales para ella y que puedas dejar preparados para que cenemos solos, sin interrupciones, que no tengamos que ocuparnos ni de levantarnos de la mesa, tú verás cómo lo organizas. Elije también los vinos para acompañar. Y un sólo postre, Croquembouche, adora los profiteroles y le gustan variados, con distintos rellenos, eso lo dejo en tu mano, pero que tenga una presentación muy bonita, ¿podría ser? Qué sea grande, aunque estemos dos, no importa que sobre, los compartiremos al día siguiente. Ah, y que no tenga frutas escarchadas, a mí me encantan pero May las odia. —Claro qué sí, trabajamos con un maestro pastelero muy bueno, seguro que prepara algo muy especial. En cuanto a la cena, no te voy a consultar, así será una sorpresa para ambos. Iré yo personalmente a montároslo todo, lo voy a organizar en un par de carros auxiliares que estén junto a la mesa para que tengáis los platos al alcance de la mano, salvo el postre, que lo dejaré aparte, cuando vea el sitio te lo digo, pero eso sí que tendrás que levantarte a buscarlo. —Hombre, tampoco es que nos vayamos a quedar clavados en la silla, a lo que me refiero, y creo que me has entendido, es a no tener que estar pendientes de tener las cosas a punto. —Te he entendido perfectamente, no sé lo que tramas o lo que quieres celebrar, pero triunfarás, te lo aseguro. Por cierto, sabrás que ese postre es de los tradicionales para bodas. —Claro que lo sé, como también sé con certeza que nosotros no nos vamos a casar, no hay problema con eso. Son sólo profiteroles, Bruno, no hay más; lo que me gusta es compartir 392


el postre con May, jugar a adivinar de que están rellenos a medida que los vamos comiendo y… —No necesito que me des detalles, Eric, ya bastante tengo yo con mi imaginación calenturienta. —… y que tengan una presentación bonita —terminé la frase entre risas. —En cuanto a no casaros, no hables tan alto, montañas más altas he visto caer, más altas y más sólidas que la que os vamos a preparar de profiteroles. La gente cambia de idea con el tiempo. —Nosotros no, te lo aseguro, no podemos llegar a tener mayor compromiso que el que ya tenemos. Tú lúcete con la cena y hazme fotos de cada cosa que nos prepares, cualquier día quedamos y te cuento como ha ido la cosa hasta donde me permita la censura. Ah, otra cosa más, por favor, imprímeme un menú con el orden que creas que debemos seguir y nos lo dejas allí, ¿vale? —De May conozco bien todos los gustos y todas las manías en lo que a gastronomía se refiere, pero de ti no tengo mucha información, ¿algo que deba tener en cuenta? Intolerancias y alergias ya sé que no tienes, pero de tus preferencias sé más bien poco. —Haz lo que te he dicho, con un menú para complacerla a ella me complacerás a mí, tenlo por seguro. —Vale, vale, Eric, deja de decir cosas así que voy a acabar odiando a May de pura envidia. 393


Una vez que me hube organizado con Bruno, continúe con el resto de los preparativos. También estuve haciendo compras. Entre AP y LP, compré prendas realmente bonitas, May tiene debilidad por la lencería y, qué deciros, es otra de las cuestiones en la que también coincidimos: a ella le gusta ponérsela y a mí que se la ponga. Llevar tantos años trabajando en el mundo de la moda es muy útil en ocasiones como ésta en la que quieres elegir ropa muy especial para ella sin que ella intervenga. Con el vestido lo tuve más difícil, nada me convencía, así que opté por llamar a los diseñadores que May había conocido en el mercadillo y exponerles el batiburrillo de ideas de lo que quería. Me entendieron a la perfección, no necesitamos más que un par de llamadas y media docena de fotos con muestras de tela y bocetos para conseguir un diseño único. Les inspiró la obra original de Cristóbal Balenciaga, del que, como yo, son fervientes admiradores, también el cine de los cincuenta y algunos modelos de Audrey Hepburn y Grace Kelly, otra amante de los botoncitos. Y en vez de “Atrapa a un príncipe”, uno de los modelos que lució la actriz princesa, crearon “Atrapa a un actor”, una maravilla perfecta para el cuerpo y el estilo de May. Nuestros primeros meses juntos estuvieron ambientados a mediados del siglo veinte, nos conocimos gracias a que tuvo que prepararme para una película que transcurría en esa época y, además, a los dos nos gustaban mucho el cine y la música de esas décadas, así que en eso quería que se basara también nuestra cena de celebración y su vestido, algo muy especial, algo tan especial como es todo en ella. 394


May, por fin solos Rufo nos dejó frente a la entrada principal y subió las maletas mientras nosotros saludábamos, yo di un abrazo emocionado a Gloria, que estaba esperándonos en el porche. Eric me llamó la atención sobre los nuevos macizos de flores del jardín y cuando me di la vuelta para entrar por fin en la casa me di cuenta de que estábamos solos. Entonces, me cogió en brazos, me besó y me dijo: —Que cualquier umbral que cruces sea por voluntad propia, que lo hagas conmigo siempre que quieras, que lo hagas sola cuando lo necesites, que nunca temas cruzar ninguno. Quiero estar a tu lado para amarte, respetarte, apoyarte y protegerte todos los días de mi vida. Y juntos atravesamos la puerta, yo en volandas, aferrada a su cuello, feliz y enamorada. Feliz. Sin soltarnos, subimos las escaleras hasta mi habitación y una vez allí, suavemente, me deposito sobre la cama y se sentó a mi lado. —Este es el plan. Me debes mi regalo de cumpleaños, así que para que no te molestaras en pensar me lo he preparado yo. Tenemos toda la casa para nosotros solos y lo vamos a dedicar a llevar a la práctica algunas fantasías pendientes, empezando por las mías, que para eso soy el organizador. Primero, cena romántica, porque nunca hemos tenido una primera cita ni una celebración a solas como es debido. Esta es la noche. Mira al rincón, ahí tienes preparado lo necesario para vestirte para ella.

395


Volví la cabeza y lo vi, allí estaba, colgado en un galán de noche había un vestido precioso. A su lado, sobre el sillón, un despliegue de corsetería espumosa, puro encaje blanco con adornos azules. Salté de la cama como impulsada por un resorte. —¡Qué maravilla de vestido, Eric, cariño, me encanta! ¡Es de Catch Them! —Sí, lo han diseñado especialmente para ti, especialmente para hoy. Lo han bautizado como “Atrapa un actor”, jugando contigo, conmigo, con su propia marca, con el título de la película y el nombre de uno de los vestidos de Grace Kelly en su camino al principado. No sabes lo que me alegra que te guste. Empezamos bien. Tienes una hora para prepararte y bajar a cenar. Voy a mi cuarto a darme una ducha y te espero abajo en la terraza. —¡No me digas que no vamos a compartir dormitorio! —Claro qué sí, pero he pensado que te gustaría mantener el tuyo para tener aquí tu ropa y tus cosas, para estar sola cuando te apetezca o para poder escribir sin que te moleste. El tuyo será tuyo, y el mío de los dos, ¿te parece? —¡Fuera! Haz el favor de salir de aquí que me dan ganas de comerte y no voy a tener tiempo; cuando esté lista te busco. —Recuerda, máximo una hora—me dijo mientras salía por la puerta. El vestido, la corsetería, unas sandalias, unas peinetas antiguas de plata y carey… Se había preocupado hasta del más mínimo detalle. 396


Me duche, me maquillé y me vestí. Nunca antes me había puesto un corsé, este no tenía tirantes y se cerraba con ganchitos en la parte delantera, muy fácil de poner. Y de quitar. El vestido, en crepé de seda hielo con un plumetti plateado, el cuerpo cerrado con botoncitos en la parte delantera y cuello baby pequeñito, sin mangas, dejaba la mitad de los hombros al aire y se ceñía hasta la cintura, a partir de la cual volaba la falda hasta por debajo de las rodillas por la parte delantera alargándose gradualmente hacia atrás (qué mal se me da esto, Eric lo describiría bastante mejor que yo). Me miré al espejo antes de bajar y parecía salida de una película de finales de los cincuenta. O de un cuento. Eric no estaba en la terraza, esperaba jugando con su cámara al final de la escalera. Elegante, sensual, con un traje azul noche y una camisa blanca, con chaleco, sin corbata. —Ni te muevas, espera un minuto y luego empieza a bajar despacio, haz alguna parada, posa para mí. Qué hermosa, qué fuerte, qué segura me sentía cuando Eric me miraba de aquella manera. Fui bajando las escaleras como me había dicho, hice de ello un juego, era fácil, con él todo era fácil. Bajé contoneándome, apoyándome en la balaustrada, abrochándome la hebilla de una sandalia, reclinándome en los peldaños, haciendo pucheros, lanzándole besos… ¿De dónde ha salido esta May que no conozco? Sonaba uno de sus vinilos favoritos, Summertime, con Ella Fitzgerald y Louis Armstrong. Dejó la cámara sobre un mueble. Cogió mis manos, beso las palmas, las muñecas, me abrazó, me soltó. Me miró a los ojos. 397


—No sé ni qué decir. Me supera verte tan guapa. —Yo estoy montada en una nube, me siento como si realmente fuera nuestra primera cita. ¿Piensas ofrecerme una de esas copas que tienes preparadas en la terraza del salón? —Sí, vamos a sentarnos un rato, los atardeceres de esta casa son espectaculares y me recuerdan la primera vez que te vi. Los he echado mucho de menos. —Sé lo que estás haciendo: algo usado, algo nuevo, algo azul… Has olvidado lo prestado. —Pues no, listilla —me dijo a la vez que sacaba un estuche del bolsillo—, lo tengo aquí, es una pulsera que me ha prestado la joyería. —¡¡Oh Dios Mío!! Eso no es una pulsera, es “La pulsera” —Déjame que te ponga lo que te falta, la pulsera por un lado y mi regalo por el otro. —Te parecerá poco todo lo que llevo puesto. —Cariño, hemos quedado que llevarlo es el regalo que tú me haces. Verte es un regalo. Desnudarte será un regalo. Para ti quería algo que lleves puesto a diario y mires continuamente, así que elegí este reloj, ¿te gusta? —¡¿Qué si me gusta!? ¡Claro que sí, pero eso ya lo sabías! ¿Cómo has llegado a conocerme tanto? —Porque te quiero con toda el alma, me enamoré de ti desde el primer momento, aunque tú no me creíste, hasta a mí me 398


costaba creer que hubieras calado tan hondo y tan rápido, pero así fue. Así es. —¿No vamos a hacernos una foto juntos? —No, hoy no. Ya tendremos ocasión de que nos las hagan, pensaré en la persona adecuada, no me parece prudente que sea Franck, no se tragaría ni una palabra de lo que le dijéramos. Y no sería justo, puede que le resulte doloroso o se lo tome mal, yo en su lugar lo haría. O podemos esperar a ir a una fiesta, tu vestido puede servir perfectamente para eso, te lo puedes poner más de una vez, sería una pena que sólo te viera yo, no soy tan egoísta. —A mí me hubiera gustado hacerte una cuando estabas esperándome al final de la escalera, ¡qué forma de mirarme! —Me dejaste literalmente sin respiración, te lo juro. Creí que me iba a dar un infarto. —Podría hacer un catálogo con tus miradas, componen una serie infinita, cuando me parece que ya las he visto todas aparecen los modelos de la nueva temporada. Son como tus besos, tienes un surtido inagotable. Gracias por organizar esto, Eric, amor mío, es un detalle precioso, me parecía extrañísimo que dejaras pasar nuestra boda sin hacerme ni siquiera una cena especial. —Con la cena continuaremos ahora, pero no la he hecho yo, nos la ha preparado Bruno. He cumplido a rajatabla lo prometido, ese día no hice nada de nada, justo lo que tú me pediste, pero no dijiste nada de celebrarlo después. Además, quería que fuera aquí, en esta casa, tú y yo juntos, tú y yo solos. 399


—Pensaba que la había idealizado, pero todavía me gusta más que antes. Tiene algo. —Es así, es verdad. Es como si fuera nuestro sitio, como si nos hubiera estado esperando. Lo sentí desde que llegaste. Es una pena que no esté en venta, no tendríamos que modificar apenas nada para quedarnos a vivir. —Sí, nos va a costar encontrar algo parecido. —No pensemos en eso ahora, ¿te parece que pasemos a cenar? Tengo hambre. —Tú siempre tienes hambre. —Dirías lo mismo si hubieras visto el menú que nos espera. El comedor tenía la mesa pequeña ya puesta y, junto a ella, dos carritos auxiliares con los platos de la cena ya servidos, con una cubitera por un lado y un decantador por otro. La cena organizada por Bruno estuvo muy por encima de sus soles y estrellas, a pesar de la limitación que le supuso tener que dejarlo servido de antemano. Por lo demás, fue esa primera cita que no habíamos tenido. Hablamos muchísimo, nos acariciábamos las manos y nos olvidábamos de soltarlas, nos quedábamos mirándonos embobados. Fue muy romántica y muy tierna. Salimos al porche, era una noche maravillosa en la que no faltaba nuestra luna en la fase adecuada, abriéndonos paréntesis que ahora ya no teníamos necesidad de cerrar.

400


Bailamos, nos mecimos con la música, nos sentimos como si fuéramos una pareja antigua prolongando su abrazo con la disculpa del baile, graduando la pasión, subiendo a un ritmo lento e inexorable la temperatura. Eric se había quitado la chaqueta y, sin dejar de bailar, sin soltarnos, abrí los botones de su chaleco para acariciar su pecho a través de la blancura reluciente de su camisa. Tenía su corazón latiendo en mi mano. Me giró para seguir bailando con sus brazos entrelazados con los míos, mi espalda pegada a su cuerpo, mi vientre y mi pecho a disposición de sus manos, sus labios dibujando la curva de mi cuello. —¿Subimos ya?—susurró tras mordisquearme el lóbulo de la oreja.

Y, sin esperar respuesta, me cogió de la mano y me llevó hasta la puerta de su dormitorio, el nuestro, y por segunda vez en el día volví a cruzar un umbral en sus brazos. No había pétalos ni velas encendidas ni parafernalia que estorbara lo importante, no la necesitábamos, nos bastaba con tener aquella cama abierta y una noche entera esperándonos. Fue el comienzo de unos días realmente maravillosos, una luna de miel para una novia que nunca quiso casarse pero que estaba feliz de haberlo hecho de la forma en que lo habíamos hecho, convirtiéndolo en algo tan especial, tan compartido y tan íntimo como hacer el amor. Durante el fin de semana estuvimos solos y cumplimos la promesa de llevar a la realidad nuestras primeras fantasías en distintas versiones, nuestro deseo se retroalimentaba turnando las escenas a cámara lenta con la pasión compulsiva que nos 401


provocábamos mutuamente y que ahora podíamos permitir que campara a sus anchas en nuestro territorio privado. El lunes Eric tenía que hacer unas gestiones para formalizar su permiso de residencia en España, puesto que ambos seguimos teniendo claro que es el sitio ideal para vivir. Es una lástima que la hacienda no esté en venta, porque, teniéndola en mente, nos va a costar mucho encontrar algo que se adapte a nosotros tan bien. Llamé a Bruno y le invité a venir a visitarnos aprovechando su día de cierre en el restaurante y que tenía que recoger la vajilla que había dejado. Habían pasado algunos meses y más de un cambio desde la última vez que nos vimos, tenía muchas cosas que contarle. —Bueno, bueno, bueno, viéndote no hace falta preguntarte cómo te va, pareces una exhibición de fuegos artificiales, estás toda llena de luces y colores. No me extraña nada teniendo a un hombre como el tuyo con dedicación exclusiva, y esta vez no me refiero a su lujurioso físico y al amor que te tiene y que yo adiviné desde la primera vez que os vi juntos, me refiero a lo que no se ve, a la maravillosa persona que lleva dentro. —¡Cómo me alegra tenerte cerca, Bruno! Te he echado mucho de menos. —Mentirosa, no has echado de menos a nadie, no te hacíamos ninguna falta. Aunque hay que reconocerte que no me has dejado de lado y no me han faltado fotos y correos de vez en cuando desde que volviste de tu escapada.

402


—Pues si todo sale como queremos, nos veremos a menudo porque nuestra idea es buscar algo para quedarnos a pasar largas temporadas aquí. —Sí, ya me lo ha dicho Eric. Por cierto, dime, ¿qué tal resultó la cena? —Espectacular, estaba todo riquísimo, te superaste a ti mismo, fue la velada romántica perfecta. —Esa era la idea que me transmitió Eric, que quería celebrar todas las cosas que no habíais podido hacer antes, tener contigo la primera cita que nunca tuvisteis y hacerlo con la vuelta aquí, al sitio donde empezó todo. ¿Te pusiste muy guapa? —Tan espectacular como tu cena, ya te enseñaré alguna de las fotos que me hizo Eric. Y a ti, ¿cómo te va? —Pues realmente me va como nunca, aunque parezca mentira. Estoy pensando en ampliar o en abrir otro restaurante, no sé muy bien qué hacer. Por un lado sería cómodo comprar y unir el local de al lado, pero no me mola mucho la idea de tener un restaurante tan grande, prefiero abrir otro con otro concepto distinto, haciéndolo en la misma ciudad los desplazamientos no serían un problema porque las distancias no son grandes y ya cuento con un buen equipo para cubrirme en uno cuando esté en el otro. En fin, que no sé, ¿a ti que te parece? —Me gusta más la idea de dos diferentes, el que tienes ya es grande y unir otro le quitaría carácter. También depende de los locales que encuentres y el precio que te pidan, no te endeudes tanto como para que te amargue la vida lo que 403


ahora te hace disfrutar. Háblalo con Eric, tiene bastante vista para esas cosas. —¿Para los restaurantes? Como cliente seguro que ha estado en muchísimos y me puede aportar ideas, es cierto. —No, no te digo sólo como cliente; su familia siempre se ha dedicado a la hostelería, su padre y dos de sus hermanos tienen restaurantes abiertos. Por no hablarte de cómo me cocina. —No dudo de que te cocina muy bien, no hay más que ver esa sonrisa de gatita satisfecha que no te quitas de encima. ¿Me darás de comer aquí o prefieres que o salgamos? —Prefiero salir, si no te importa. Tengo ganas de disfrutar de este ambiente nuestro, no sabes cuánto echo de menos un vino en una barra, unas raciones en una terraza, todas esas cosas. Y más en estos tiempos de pandemia y libertad intermitente. —Eres más española que tu madre. —Eso mismo dice mi padre. Tengo la mitad de la sangre, de mi familia, amigos, estudios y casi la mitad de mi vida. —Y aquí encontraste a tu otra mitad. Venga, vámonos y así te enseño un par de sitios de los que ya he visto, a ver qué te parecen. ¿Se nos unirá Eric luego? —No creo, dijo que no volvería hasta por la tarde. Le mando un mensaje y que nos busque cuando esté libre. Y hasta el momento gin-tonic no apareció mi caballero andante, con gafas de sol, mascarilla y gorra en lugar de 404


yelmo, con una camisa azul marino que le quedaba impecable y sus inseparables vaqueros. —Espero que no seas muy celosa, May, porque serlo con un hombre como el tuyo tiene que ser un martirio. Fíjate como se mueven las cabezas a su paso, es cómo un imán, y eso que lleva la cara tapada, lo que imagino que será una ventaja para vosotros. —Pues sí, lo está siendo, la verdad, nos lo está haciendo fácil. Y en cuanto a los celos, pues sí, creo que soy celosa, pero tampoco he tenido muchas ocasiones de probar hasta qué punto, desde que estamos juntos hemos tenido muy poca vida social. Eric, después de cruzar la plaza asaeteado desde las mesas como un San Sebastián, llegó a nuestro lado y, antes de sentarse, dio una palmada a Bruno y un beso a mí. —Tienes a todos los tíos de alrededor con los ojos clavados en tus piernas. Bruno y yo nos echamos a reír. —¿Qué es lo que me estabas diciendo de celos, Bruno? Pregunta a Eric, que de estas cosas sabe más que yo. —Sí, soy celoso, ¿qué pasa? Atraes más miradas que moscas la miel, cada vez que salimos lo veo. —No sé si te oyes, tío, pero está claro que ni ves ni te ves —le dijo Bruno a Eric, aún entre risas. Si me lo cuentan no lo creo. ¡Vaya dos! Aunque es verdad que May ha pasado de guapa a 405


espectacular, le sientas muy bien a mi amiga, has hecho que libere la diosa que tenía secuestrada bajo su caparazón. —¿Qué habéis hecho sin mí? —Comer, beber y vivir, cariño. Hablar y hablar. Ah, y también hemos ido a ver por fuera dos locales que le interesan a Bruno. ¿Qué tal te ha ido a ti con lo de la residencia? —Objetivo conseguido al cien por cien, ya tengo concedida la residencia en España. Oye, qué es eso de los locales, ¿vas a abrir un sitio nuevo? —Sí, tenía dudas entre ampliar comprando el local de al lado o diversificar creando uno nuevo, May me ha convencido de la segunda opción. —Estoy de acuerdo, tu restaurante ya es bastante grande, ampliar le restaría encanto y te complicaría la vida, no te daría alicientes. Otro sitio, con otro concepto, te aportaría clientes y te haría crecer como cocinero. ¿Necesitas inversores? —Pues sí, ya he estudiado algunas ofertas de las que me han venido haciendo durante estos últimos meses, pero no me acaba de convencer ninguna. —Valóranos a nosotros, nos encantaría estar contigo en esto. —¿Lo dices en serio? —Completamente en serio. Ya te habrá dicho May que nos tendrás por aquí muy a menudo, será nuestro cuartel general. Piénsatelo, Bruno, no hace falta que nos contestes ahora, valora bien, hazlo con calma y compáranos en igualdad de condiciones. 406


—No tengo nada que pensar, es como si me hubiera tocado la lotería sin jugar, no se me ocurre nadie mejor, vosotros podéis aportar mucho más que dinero, vuestro apoyo como amigos y vuestra confianza vale para mí más que nada. ¿Queréis que os ayude con la búsqueda de vivienda? —No, no es necesario, Bruno, ya la tenemos, iba a ser una sorpresa pero me estoy volviendo un poco May, a veces no tengo la paciencia suficiente. —Cómo que ya tenemos casa, ¿por qué no me has consultado nada? Hay veces que tu capacidad resolutiva resulta un poco irritante y… —No necesito consultarte nada, sé de sobra lo que quieres, conozco perfectamente tus gustos. Ya está, así que no se hable más. Me estaba subiendo la temperatura del enfado con rapidez vertiginosa, no sólo por lo que había hecho sino por el tono con el que me lo estaba diciendo, así, en plan machito prepotente. Bruno miraba la cara de uno y la del otro, como si estuviera asistiendo a un partido de tenis entre Nadal y Federer. —Pues sabes que te digo, que puede que te vayas a vivir allí tu solito lo mismo que has tomado esta decisión —le dije mientras hacía ademán de levantarme. —Para, para, espera, cómo me gusta cuando te pones tan fiera, se te ponen los ojos aún más verdes, te salen llamas. Ay, mi preciosa May, ¡qué genio tienes! ¿De verdad crees que iba a comprar una casa sin verla contigo y decidirlo juntos? ¿Tan poco me conoces? 407


— Ni que fuera la primera vez… ¡Aclárate!, ¿has comprado o no has comprado?, ¡me vas a volver loca! —Es exactamente lo que he dicho, he comprado una casa y vas a estar de acuerdo al mil por cien con mi compra. —Deja de jugar, Eric, por favor, o no respondo de que no salga la verdadera fiera que llevo dentro… —Oye, si queréis me voy. —Ni se te ocurra, Bruno, nos vamos a ir, pero los tres juntos y a celebrar la compra. —Eric, de verdad, por muy bonita que sea la casa y por muy bien ubicada que esté, en estas condiciones no me va a gustar a nada, ya te lo aviso de antemano. —La compra no sólo te va a gustar, te va a encantar. Ya te encanta. ¡Hemos comprado la hacienda! —¿¡Quéééé?! Eres, eres, eres… —De lo que no hay, ya lo sé, aunque hace mucho que no me lo decías, por lo menos desde ayer. Haz el favor de besarme y que vean los mirones que el grito es de placer y no porque quieras matarme —dijo mientras se levantaba mirándome con una sonrisa socarrona. —Me he perdido —dijo Bruno—, no tengo ni idea de lo que pasa y me habéis asustado un poco con la discusión. —Eric es un hombre primitivo, Bruno, que no te engañen las apariencias. Es del tipo que sale al bosque temprano para traer comida al hogar o… O del tipo del que te hace realidad las 408


fantasías o del que te lanza para que seas valiente y las hagas tú. O de todos los tipos posibles. —Te lo traduzco, Bruno. Hemos comprado la casa en la que estamos, ¡lo hemos conseguido! —Pero si no querían venderla, ¿cómo lo has hecho?—exclamé sorprendida. —Ay, May, corazón, vaya pregunta más tonta —dijo Bruno—, ¿acaso tienes dudas de su capacidad de seducción? —Si tenía alguna, esto la disipa por completo. —En realidad hubieran terminado vendiéndola dentro de unos años, lo único que he hecho ha sido convencerlos de que hacerlo ahora les evitaría problemas y, para demostrárselo, les he llevado un estudio financiero de sus posibles ganancias y de sus pérdidas. Son varios herederos, ninguno la quería comprar pero les daba un poco de pena desprenderse de una propiedad que ha estado en su familia durante generaciones y que sus padres modernizaron y rehabilitaron. No ha sido el dinero sino la historia que les he contado, saber que la vamos a conservar como está y que no llenaremos la finca de adosados. Ah, Bruno, en la medida de lo posible, nos gustaría seguir manteniéndolo entre nosotros; no vamos a escondernos, pero queremos ser discretos y continuar moviéndonos con libertad. —Gracias por compartir vuestros secretos conmigo, Eric. Ves, por esa razón no puedo imaginar tener mejores inversores. —¿Qué os parece si nos vamos a casa a celebrarlo tranquilos? —No quisiera molestaros. 409


—¡Pero qué dices! Qué no vuelva a oírtelo, has sido nuestro cómplice, el primero en descubrir que nos queríamos y en cierto modo en empujarnos con tus puyas a estar juntos. En aquella cena memorable me lanzaste hacia May, vi que no eran imaginaciones mías y perdí la poca prudencia que me quedaba para mantener mis manos alejadas de ella. Voy a llamar a Gloria para que nos prepare un picoteo, otro día hacemos una cena formal y cocino yo, Bruno, para que veas. No lleves el coche, que habéis estado todo el día por ahí, esta noche te quedas a dormir y te traemos mañana, así vemos juntos los locales. Tú serás nuestro primer invitado. Cuando llegamos no pude evitarlo, lancé un grito con todas mis fuerzas —¡Mi casaaaaaaaaaaa! Después de cenar, ya en la sobremesa, Bruno retomó su vena de casamentero. —Ahora ya podéis casaros y llenarla de niños preciosos, sería un desperdicio genético que no lo hicierais. —Vale, Bruno, no empieces con eso tú también —le dije—, haz el favor, ya te dije esta mañana que no vamos a casarnos. —De hecho, y ya que seremos socios, te pondremos al corriente de lo que hay entre nosotros —dijo Eric, cazándome al vuelo y guiñándome un ojo cómplice a espaldas de Bruno mientras le servía una copa de vino—, para facilitarnos las cosas prácticas hemos creado una sociedad financiera compuesta únicamente por nosotros dos, por May y por mí. Y de lo de casarnos, qué te voy a decir, ya ni me molesto en preguntárselo, me ha salido muy ácrata esta chica. 410


—Venga, vamos a lo que vamos, Bruno, ¿qué idea tienes para el nuevo restaurante? —pregunté. —Una interpretación de la cocina internacional, mi versión de los platos que más me gustan. La carta sería una continua vuelta al mundo culinaria, iría variando con las estaciones, celebraríamos fechas señaladas en otros países, los extranjeros residentes podrían encontrarse con olores familiares cuando sientan morriña… Es algo que llevo dando vueltas desde que estaba trabajando en Madrid, que aparqué cuando abrí aquí y creo que ahora es un buen momento para ponerlo en marcha. —Espero que incluyas algún plato de mi tierra, yo te enseño mis favoritos y tú los interpretas como quieras. Y que sepas que en hostelería he hecho de todo, es el negocio familiar, ¿te lo había dicho? —Me lo contó May esta mañana. Teniendo negocio propio uno pasa por todos los puestos y siempre está disponible para todos ellos, así que te llamaré cuando nos falle un camarero. —Lo mío es más de estar entre fogones, te sorprendería lo bien que me manejo. —De ti ya no me sorprende nada, Eric. —Pues a mí me sigue sorprendiendo —rematé yo. —Llegando a este punto, yo me retiro que ya es muy tarde y tengo que trabajar mañana. —Si te quieres acostar ya, entonces creo que va siendo hora de irnos a la cama nosotros también y puede que, si me deja, la 411


siga sorprendiendo un rato más. Buenas noches, amigo, que descanses, ya sabes que ahora esta también es tu casa. A la puerta de nuestra habitación Eric volvió a cogerme en brazos para cruzar el umbral y me dejó sobre la cama. —Señora, mi señora, ahora sí que está usted en su castillo, en su habitación y en mi cama. Me parece mentira, amor mío, aún me parece un sueño y que voy a despertarme en cualquier momento. Por eso lo paso fatal cuando tenemos que estar separados. —No me van a despegar de ti ni con agua caliente. Uy, hablo como mi madre, y ella ya de por sí tiene frases viejunas de la suya. —Deja a tu madre fuera de la cama, no creo que le gustara ver todo lo que te voy a hacer o lo que se te ocurra hacerme a mí, últimamente estás muy imaginativa. Y muy sexi, no se me olvida como te miraban esta tarde. —En el fondo te gusta, es tu vena troglodita, primero te pones celoso porque me miran y luego llegas y te golpeas en el pecho pregonando: “Esta mujer es mía, yo fuerte, yo poderoso, no tenéis ninguna opción”. Eric se moría de risa viéndome escenificar a una especie de King Kong y entonces se cambiaron las tornas y fue él quien asumió el papel, rehaciendo la escena en la que el gorila va arrancando la ropa de la protagonista y observando pieza por pieza como preguntándose para qué sirve eso. Se cansó pronto de hacer el mono y continuó por otros derroteros. 412


Me despertó temprano. —Tenemos que hablar. —Tres palabras que asustan. —No es nada por lo que preocuparte, al contrario, es para que no tengas que hacerlo. Lo de la sociedad ya lo sabías porque lo firmamos juntos, es nuestro matrimonio económico. Ayer me dejé llevar por el entusiasmo y por la confianza de que estarías de acuerdo porque es tu amigo, pero no volveré a tomar una decisión sin consultarla previamente contigo. —Cariño, no hace falta que me consultes todo y menos cosas así, tú eres el experto en inversiones y tienes buenos asesores, yo no tengo ni idea ni interés en cifras, puedes invertir en lo que quieras, además, estamos hablando de tu dinero. —No, señora, en eso está usted equivocada, no hemos firmado un contrato prenupcial ni hay separación de bienes, ya no hay mío o tuyo. Pero las casas no están a nombre de la sociedad, una cosa son los negocios y otra nuestra vida privada, yo lo vengo haciendo así desde siempre. —¿Era eso de lo que me querías hablar? —Sí, quería aclararlo antes de estar con Bruno y empezar a planificar el negocio. Prometo no molestarte mucho con detalles, pero no quiero que hagamos nada sin que estemos los dos de acuerdo. Estoy pensando también en rehabilitar la bodega de la hacienda para que tener nuestro propio vino, algo más lúdico que otra cosa, siempre he querido hacerlo y a ti eso te viene de familia ¿no te gustaría? 413


—¡Claro qué sí, eso sí que me gustaría muchísimo! Veo que estás pensando seriamente en un futuro aquí. ¿No sientes añoranza de volver a tu país y tener cerca a tu familia? —No, mi país es idílico sobre el papel, pero me agobia un poco que sea así, tan cuadriculado, tan perfecto, tan predecible… ¡y tan frío! Hace mucho frío, cariño, los días son cortos, los inviernos muy largos. Es una isla en todos los sentidos. Iremos, claro que iremos en cuanto no sea tan problemático viajar, sabes que son muy estrictos con el tema de la pandemia. Mi padre y mis hermanos están deseando conocerte y estoy seguro de que cuando la situación se normalice ellos también vendrán a visitarnos muchas veces. —Oye, cariño, ¿te importaría irte tú solo con Bruno a ver los locales? No he escrito nada en los últimos días y no quiero perder el ritmo de trabajo. Y también, ahora que esto es nuestro, quiero darle una vuelta tranquila para hacerme una idea de lo que hay y de si necesitamos cambiar o comprar alguna cosa. Quiero hacerme a la idea poco a poco. —Disfruta de tu casa, cielo, aprovecha para comunicar la noticia a Rufo y Gloria y para tranquilizarlos, que sepan que sus contratos no sufrirán cambios si no es para bien. Vuelvo antes de comer y te cuento lo que hayamos visto. —Otra cosa antes de que te vayas, Eric, has comprado el apartamento de N.Y. y también esta casa, no sé los precios, pero me los puedo imaginar. Ahora estás pensando invertir en el restaurante de Bruno y en hacer mejoras aquí, ¿tanto dinero tienes? Me parecen cantidades muy serias para gastarlas así, sin pestañear. 414


—Tenemos mucho más, no tienes de qué preocuparte, puedes mirar las cuentas, para eso te di todas las claves. Gano sumas considerables, pero sobre todo las invierto muy bien. Además, antes de casarnos vendí el piso que tenía en Londres y que ya no me interesaba mantener. Llevo ganándome la vida desde los dieciséis años y tú misma has podido ver que he trabajado muchísimo, sin descanso. No tengo vicios ni he dilapidado dinero jamás, mi familia es autosuficiente, ganan más de lo que gastan y no me necesitan. Y, por si no lo sabes, mi mujer también es muy trabajadora y no se va a fundir nuestros ahorros en los próximos meses. —Tú mujer no tenía ni idea del partidazo que cazaba, si no se lo hubiera pensado dos veces antes de casarse contigo. —¿Por qué siempre ves mis ventajas como inconvenientes? Mira, vamos a vivir muy bien, nada más y nada menos. Me conoces lo suficiente como para saber que no me gusta ser ostentoso, ni las grandes fiestas, ni todas esas cosas que tanto te asustan. Me gusta darte caprichos, a ser posible íntimos y muy nuestros. Me gusta ayudar a mis amigos cuando lo necesitan y cuando se lo merecen. Míralo así, tenemos dinero y buenas intenciones para gastarlo. Y ya vale de hablar de esto por hoy, dame un besito que está Bruno esperándome para irnos. Recorrí la casa habitación por habitación libreta en mano, pero había poco que cambiar, los propietarios dieron un buen repaso cuando pensaron en alquilarla y, desde entonces, nosotros fuimos los primeros y los únicos inquilinos. Dejé la bodega y las dependencias externas para visitarlas junto a Eric y recalé en la cocina cuando vi que Rufo y Gloria habían vuelto de hacer las compras en la ciudad. 415


—Os tengo que dar una noticia que espero que os parezca bien: Eric y yo hemos comprado la hacienda y queremos que sigáis trabajando con nosotros. —¡Qué alegría señorita May, pero qué alegría! Siempre supimos que ustedes dos acabarían juntos, ya se veía entonces lo enamorados que estaban, que no era una cosa pasajera. Perdone que le diga que disimulaban ustedes muy mal. —Estás perdonada, Gloria —le dije riendo—. Vais a estar aquí viviendo con nosotros, tenéis toda nuestra confianza y lo único que pedimos a cambio es que no la traicionéis, queremos mantener el nivel de confidencialidad que teníamos la primera vez, no queremos que se divulgue de quién es la propiedad, ni quien vive aquí, será nuestra vivienda principal y queremos pasar lo más desapercibidos posible todo el tiempo que podamos. Al final se sabrá, pero si nosotros somos discretos, la prensa también lo será, Eric sabe manejar muy bien esas cosas. —Quede tranquila, señorita, ya vieron en la estancia anterior que nosotros sabemos tener la boca cerrada, ahora que son ustedes nuestros jefes, con mucho más motivo, ¡han sido siempre tan buenos con nosotros! El señorito Eric es una excelente persona, tan educado, siempre tan amable; nos hizo unos regalos estupendos cuando se fue y nos ha llamado un varias veces durante los pasados meses, únicamente para ver si seguimos bien. —Estamos muy contentos teniéndoos aquí, es una ventaja grande, ya nos conocéis, conocéis nuestros gustos y sabéis que no somos de trato difícil. Cualquier cosa que necesitéis o cualquier problema que tengáis, nos lo decís sin dudarlo. De momento seguiremos con la rutina que teníamos la vez 416


anterior, luego, cuando nos hayamos asentado un poco más, ya nos reuniremos para reorganizarnos en lo que haga falta. —Pues que sean bienvenidos y que esta casa les traiga mucha felicidad. —Gracias a los dos, ya brindaremos por ello todos juntos. Una vez organizada con Gloria, me senté en el porche a disfrutar de una manzanilla fresquita y unas aceitunas, era la hora. De repente me dio la risa tonta pensando en lo que había cambiado todo, en todo lo que pensaba cambiar. No me podía creer que esta casa y está vida fueran mías. Que ese maravilloso hombre que estaba acercándose me amara tanto. Acabábamos de empezar juntos una historia y aquí está nuestro punto de partida. Abrí en mi portátil un archivo nuevo y comencé a escribir el primer capítulo.

417


AGRADECIMIENTOS A las personas que han sabido seguir adelante cuando todo las empujaba a rendirse, a las que se debaten a diario para levantar la cabeza ante los que se empeñan en bajársela. A los que me acompañan en el proceloso mundo de las redes sociales, me incitan a escribir con su lectura y mantienen en forma el buen uso de la palabra. A Loreto Déniz Yuste, por su sensibilidad, su inteligencia, su generosidad. Por traducirme perfectamente en su portada. A Susana Gil-Albarellos, profesora titular de Teoría de la Literatura y Literatura Comparada en la Universidad de Valladolid, Licenciada en Filología Hispánica y doctora en Filosofía y Letras, especialista en la relación entre literatura y cine. A ella, mi primera lectora y mi primera crítica, porque sin sus comentarios y su valoración esta novela seguiría guardada en el mismo sitio que tengo otras. A los hombres que nos aman y nos ayudan a ser más mujeres. A Carlos, que me da espacio y tiempo.

A la Literatura, el Cine y la Música, por estar siempre sirviéndome de salvavidas.

418


ÍNDICE

Primera parte………………………………….1 Segunda parte………………………………147 Tercera parte………………………………..296 Agradecimientos………………………….. 418

419


Turn static files into dynamic content formats.

Create a flipbook
Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.