PRÁCTICAS QUE PERJUDICAN UNA BUENA PLANIFICACIÓN DE LA CATEQUESIS La catequesis al estar íntimamente relacionada con la misión evangelizadora de la Iglesia, tiene la tarea de “llevar la Buena Nueva a todos los ambientes de la humanidad y, con su influjo, transformar desde dentro, renovar a la misma humanidad” 1 Es por ello que en la historia de la Iglesia, el modo de organizar, planear y llevar a cabo la catequesis ha ido cambiando. Pues, los contextos culturales, políticos, sociales y religiosos en los que se desarrolla el ser humano, plantean el punto de partida donde será anunciado el Evangelio.
La Iglesia, dirigida por la acción del Espíritu Santo, a través de nuestros pastores, ha luchado por el desarrollo de una catequesis más acorde con los tiempos actuales. Al ser ésta la que pone los cimientos de la fe, deberá desarrollarse de manera sistemática y ordenada 2. Por tanto es indispensable una sana planificación en las que hay que desterrar prácticas que no solo empobrecen el desarrollo de la catequesis sino la obstaculizan para llegar al fin propuesto. Algunas de estas prácticas son:
La improvisación, es una práctica que se guía por puros criterios de intuición, de espontaneidad, de corazonadas o de simples ocurrencias. En ésta práctica, hay una ausencia total de análisis, de reflexión y de organización elemental, en el que la catequesis es sólo un conjunto de sucesos ocasionales y desconectados entre sí.
El centralismo se da cuando, al planificar la catequesis, las decisiones y responsabilidades se concentran en un pequeño grupo de personas y a veces, ni eso; pues en algunas ocasiones, solo una persona es quien decide el caminar y desarrollo de la misma. Esto impide el crecimiento y la maduración de las personas, por la ambición del control los demás pasan a ser simples ejecutores.
La discontinuidad, es otra práctica que se da en una mala planificación. Se piensa que la catequesis es un conjunto de reflexiones que se pueden ofrecer en cualquier momento de la vida, en las que no se necesita de un orden y una continuidad. Esta práctica va muy de la mano con las anteriores ya que las disposiciones carecen de reflexión y generalmente es decidido por una o por muy pocas personas. El resultado de esta práctica hace que el mensaje no sea integral y mucho menos progresivo.
El individualismo en una planificación sucede cuando, las personas se ignoran y caen en la trampa de pensar que lo propio puede caminar y funcionar sin tomar en cuenta a los demás. El catequista dirige su planeación con su propio proyecto, su propia idea, método y recursos. Es una incapacidad 1 Cf. EN 18 2 Cf. CT 22
de caminar en comunión. Su esencia es el egoísmo que anula la apertura del corazón. Ésta práctica no sólo provoca el individualismo sino llega a incitar la división y la rivalidad. La cantidad por la calidad. Creer que el éxito de la catequesis se mide por la cantidad de personas que participan y no por la transformación que se realiza en ellas, es una tentación de algunos catequistas. Por lo tanto la planificación de la catequesis la desarrollan en corto tiempo, en donde se colocan contenidos mínimos, se omiten celebraciones y se pierde la riqueza de formar comunidad. Esto sucede cuando nos olvidamos del propósito y “Abaratamos” el Evangelio. Tenerlo claro y vivo, nos exigirá planear de manera adecuada, justa y ordenada los contenidos, las estrategias, los tiempos, los recursos y todo aquello que nos llevarán a alcanzar los objetivos propuestos.
La inmovilidad, es el estancamiento de actividades, lenguajes, esquemas, ideas gastadas y situaciones que sin cambio alguno, se toman como referencia para la planificación de la catequesis. El fruto de esta planificación es la apatía, la tristeza, la repetición, el desánimo y por lo tanto el estancamiento de la comunidad. No se trata de seguir modas fáciles y mostrar creatividad desbordada sino, mostrar que el Evangelio y el Espíritu tienen fuerza para transformar y capacidad para seducir y dar sentido a la vida de la gente en medio de su diario acontecer.
La dispersión de recursos, medios, tiempo y de personas que se dispone para la catequesis, es un factor que resalta de una catequesis no planificada. El resultado de esto viene a ser la ineficacia y el desgaste. Al no saber lo que se quiere ni a dónde se desea llegar se invierten y gastan recursos irresponsablemente.
En nuestra tarea como catequistas, es importante ayudarnos de las ciencias humanas, para realizar una planificación adecuada. Es decir, que cada paso, cada actividad, en el tiempo justo, con la metodología necesaria de nuestra catequesis, sea orientada con una buena planificación que nos lleve a alcanzar el propósito de nuestro servicio: que las familias acrecienten su amistad con Cristo y se incorporen a la gran familia de Dios que es la Iglesia.