Reflexiones bíblicas y eclesiales en torno a los discípulos misioneros

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Punto de partida1

“Temo que su amor me perjudique… Nunca tendré oportunidad como ésta para llegar a mi Señor ... Déjenme que sea entregado a las fieras, puesto que por ellas puedo llegar a Dios. Soy trigo de Cristo y quiero ser molido por los dientes de las fieras para convertirme en pan sabroso a mi Señor Jesucristo. Antes, atraigan a las fieras, para que puedan ser mi sepulcro, y que no deje parte alguna de mi cuerpo detrás, y así, cuando esté muerto, no seré una carga para nadie.

Les pido perdón. Sé lo que me conviene. Ahora comienzo a ser discípulo”. 2 San Ignacio de Antioquía, Carta a los romanos (4,1ss) .

Permítanme plantear tres preguntas a partir del testimonio de San Ignacio. 1. ¿Qué infundió en Ignacio un seguimiento de Jesucristo tan radical, al punto de que la propia vida terrena se despreciara? 2. ¿Qué es lo que Ignacio ha puesto en primer lugar para que su propia vida se ubicara en el segundo (o a su servicio)? 3. ¿Cuál es la confianza o la fe en que Ignacio vive para entregar su vida de esa forma? ¿Cuál es su comprensión del mundo, de Dios, de la vida?

Propongo una hipótesis de respuesta que intente describir su experiencia religiosa, la lógica interna de su fe y la consecuente entrega de su vida: • Jesús está vivo. • Si creo en Jesús y vivo como Él, terminaré también como Él, resucitado. • Si digo lo que Jesús dijo y hago lo que Él dijo, Dios, el Padre me a va a resucitar como a Él, aunque en el intertanto me maten. 1 Ponencia presentada en el Primer Congreso Misionero Diocesano, Linares, 19 de noviembre. 2 San Ignacio murió en el anfiteatro flaviano hacia el año 109, en tiempos del emperador Trajano. La

carta fue escrita desde Esmirna mientras era llevado prisionero hacia Roma.

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Hacer la experiencia de que, ese que estaba muerto ahora vive, ofrece una respuesta a la pregunta más honda del ser humano acerca del sentido de la vida y la posibilidad de que ese sentido nos ofrezca un marco de referencia desde el cual comprender el mundo, entendernos en él y consagrarnos. 1. El encuentro con Jesucristo vivo, punto de partida del discípulo. El encuentro con Jesucristo vivo fue el acontecimiento que cambió la vida de Ignacio y le abrió un nuevo horizonte de comprensión. Volveré luego sobre la importancia de la experiencia del resucitado. Antes quiero mirar más de cerca este primer encuentro con Jesús en el Evangelio. Las páginas del evangelio abundan en experiencias de encuentro. No todas tuvieron final feliz. En algunas el apego a los bienes no permitió que prosperara la amistad y el seguimiento (joven rico, Lc 18,18ss), en otras generó un seguimiento mediocre, que quería reservarse sólo al ámbito privado, sin los malos ratos de la exposición pública (Nicodemo, Jn 3,1ss). Sin embargo para otras personas significó un vuelco total en su vida, en la comprensión del mundo, de las personas y de Dios. La samaritana encontró por fin en Jesús el amor que le había sido tan esquivo. Después de cinco maridos y una sexta relación trizada, aparece Jesús (el séptimo) y en Él encuentra todo lo necesario para vivir. Ya no volverá a tener sed (Cf. Jn 4,1ss). La mujer con hemorragias, excluida por la ley, pobre y sola, después de ser sanada por Jesús puede rehacerse física y espiritualmente e incluirse nuevamente en medio de su pueblo. Ya no pesan sobre ella las duras prescripciones del judaísmo que la excluían por su impureza. Jesús insiste en que es más importante la inclusión del excluido que la pureza o impureza que recaiga sobre él (Lc 8,42b-­‐48).3 • El discípulo lo es de Jesús: “Pónganse detrás de mí…”. Algo semejante ocurrió con aquellos que se decidieron a dejarlo todo e ir tras Jesús. Con mucho colorido en una escena llena de movimiento Marcos (1,16-­‐20) nos narra la llamada a los cuatro primeros discípulos. Nos cuenta que Jesús llamó primero a Simón y su hermano Andrés, dos pescadores de origen griego, y luego a Santiago y Juan, dos hermanos judíos. La llamada Jesús es amplia, a la misión están convocados todos. La escena ocurre mientras camina alrededor del “mar” de Galilea, confiriéndole a la misión una clara orientación contra el “mal”, contra aquello que se opone a la vida. A renglón seguido el mal se combate al interior de la sinagoga judía, es decir, “fuera de la comunidad cristiana” y también en la casa de Pedro, “dentro de la comunidad”. 3

Las prescripciones del Levítico son durísimas para la mujer durante la menstruación, las que se extienden a la que tenga flujo de sangre varios días fuera del período menstrual o del tiempo normal. En cualquiera de estos casos ella “quedará impura durante siete días. El que la toque quedará impuro… El lugar en que duerma o se siente quedará impuro… El que toque su cama… El que toque un objeto cualquiera sobre el cual ella se haya sentado… El que toque lo que está sobre su cama o su asiento… El que se acueste con ella… quedará impuro”. Cf. Lv 15,19ss.

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Jesús les dice literalmente “ponte detrás de mí” (δευτε οπισο µου), invitándolos a vincularse con su persona, su misión y su destino, al estilo del Dios que se ha hecho como nosotros: desde la periferia, desde abajo, desde dentro. En este sentido Aparecida hace suyo un texto de la primera encíclica de Benedicto XVI: “No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida, y con ello, una orientación decisiva”4 La experiencia de Dios como “en-­‐cuentro” con Cristo tiene un anclaje antropológico que orienta aún mejor acerca de lo que necesitamos hoy. Encuentro alude a lo que puede ocurrir entre dos personas. Así de simple y hermoso. Así de complejo y peligroso. “Cuando el encuentro es tal que ambas personas se constituyen una a partir de la otra, se abre naturalmente a la amistad de terceras personas, constituye una comunidad y permite reconocer la comunidad que, tal vez imperceptiblemente, sostenía y posibilitaba estas relaciones”5. Los discípulos mirándose a sí mismos pudieron comprender que no fue la santidad y la perfección el mérito para iniciarse como seguidores de Jesús, sino el encuentro, la llamada y el deseo de “ponerse tras Él”. Por eso que para los cristianos, antes que el cumplimiento de normas sin mayor discernimiento, prima la disponibilidad a una voluntad de Dios que debe ser buscada a lo largo de una historia de vida, en los trajines del día a día. Es lo que llamamos “conversión permanente”, la que se orienta a un futuro conocido sólo en la esperanza, pero que está sustentado por la fe y anticipado por el amor. • ¿Cómo es efectivamente posible aquel encuentro personal y comunitario con Jesucristo? • ¿Cómo formamos laicos, religiosos, presbíteros, obispos dispuestos y capacitados para encontrarse con las demás personas y sus sueños, dolores, gozos, nuevas formas de pensar y decidir? • El discípulo se hace testigo de la Resurrección Vuelvo ahora sobre el testimonio de Ignacio y la importancia de la Resurrección. 4 DA 12, citando Deus caritas est, 1. La V Conferencia Episcopal Latinoamericana propicia un encuentro

con Jesús fortalecido en su índole comunitaria e inspirado en el que tuvieron sus discípulos: una experiencia personal con él, quien generó con ellos relaciones horizontales de fraternidad y de amistad (DA 132). Hay una mayor conciencia de la necesidad de “recomenzar desde Cristo” (DA 12, 41, 549) como condición indispensable de un cristianismo de fuertes raíces, capaz de encarar los nuevos tiempos y de evangelizarlos. El desafío es diseñar una pastoral que facilite un crecimiento y una fidelidad progresiva de las personas a su vocación, y no más una pastoral que reclame de ellas una perfección inmediata y abstracta (DA 276-­‐285). 5 Costadoat, J. La determinación misionera en Aparecida. En revista Mensaje, octubre 2007.

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Una convicción básica de Aparecida es que no se puede ser misionero si no se es discípulo y que ningún discípulo puede eximirse de su condición misionera6. En la experiencia de los discípulos de Jesús la conversión misionera no ocurrió sin ser antes introducidos en el “qué” del anuncio -­‐la revelación de lo que es el Reino-­‐ y sobre todo, sin tener antes la experiencia de que eso que se anuncia es “cierto, esto es, la resurrección por la cual Dios confirma la obra de Jesús. Por eso Jesús los llama primero para “Estar con Él”, en sentido revelatorio. A su lado descubrirán que Dios “es” y cómo es, y conocerán el sentido y los alcances del Reino. No obstante, será la experiencia de la Resurrección el momento decisivo que transformará a los discípulos en misioneros. La convicción de que la vida tiene la última palabra y no la muerte, que el dolor y el sufrimiento no son definitivos y que a todo el que crea en Jesús e intente vivir como Él el Padre lo resucitará como lo hizo con su Hijo… Esta convicción generó una transformación de los discípulos en misioneros. Antes de esto no entendían (el qué del anuncio-­‐) ni “creían”. Las primeras comunidades dieron testimonio de este impulso discipular y misionero imparable. Por esto mismo Ignacio y tantos otros decidieron libremente entregar su vida, igual como lo hizo Jesús. Los discípulos “hicieron la experiencia del Resucitado”, es decir comprendieron, experimentaron, que el crucificado ahora vivía resucitado7. Esto es sólo posible gracias a la acción del Espíritu Santo. De ahí la unidad entre Pascua y Pentecostés. Sin la gracia del Espíritu, aunque alguien quiera, no lo verá. Al mismo tiempo, quien confiesa que Jesús vive, goza del primer fruto de la acción del Espíritu. He aquí el punto de partida del discípulo misionero. Descuidarlo nos deja a merced de planes, estrategias, iniciativas vacías y erráticas. Si el discípulo no ha comprendido el qué del anuncio y no vive en la fe del resucitado, su misión puede ser, como decían los latinos “flatus vocis”, repetición de verdades, normas, creencias sin conexión con aquello que les ha dado sentido. Por el contario, quien “ha visto al Señor” y por eso puede experimentarlo en las pequeñas trascendencias de cada día, ese es portador de una buena noticia de la cual es testigo. 6 Cf. DA, 11. 7 Es importante notar que el verbo “jorao” (ver, observar, entender, experimentar) aparece en 12 de las

22 ocasiones en que los evangelios dan cuenta del momento en que los discípulos vieron al resucitado –o están imposibilitados de hacerlo-­‐. Al menos en 4 de las restantes el verbo sigue enfatizando la experiencia del que ve: Lc 24,16: “Pero ellos tenían los ojos incapacitados para reconocerlo”; Lc 24,31: “Entonces se les abrieron los ojos y lo reconocieron”; Jn 21,4: “Jesús estaba en la playa, pero los discípulos no reconocieron que era Jesús”; Lc 24,45-­‐46: “Entonces les abrió la inteligencia para que comprendieran la Escritura… que el Mesías tenía que padecer y resucitar…”.

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• • • •

¿Qué espacios posibilitan hoy la experiencia de Cristo vivo? ¿Dónde vemos al resucitado? ¿Cuáles son los signos de la presencia viva de Jesús? ¿Con qué fisonomía o características los lugares de encuentro señalados por Aparecida son realmente espacios de encuentro con Jesucristo? ¿Qué hacemos para recuperar la figura del Espíritu Santo, protagonista de la misión?

2. Discípulos misioneros de Jesús al servicio del Reino de la Vida El contenido del anuncio misionero es el Reino de la Vida ofrecido a todas las personas, especialmente a los pobres y excluidos. Aparecida mira la realidad con los ojos de la fe, ve la necesidad de formar discípulos misioneros y los pone al servicio del Reino de la Vida8. Para Aparecida lo que importa en definitiva es la vida y que esa vida sea más cristiana. Por eso conviene fijarse por dónde va la vida de la gente. Por dónde van sus búsquedas de felicidad. ¿Qué necesita ud. para sentirse realizado?9 1. Ser amado (56%) 2. Satisfacer las necesidades de la familia (47%) 3. Ser respetado (40%) 4. Tener paz interior (33%) 5. Ser responsable (31%) 6. Tener fe (28%) ¿Cuál diría usted que es una motivación importante en su vida?10 Católico De ninguna Total de la religión muestra Tener una familia unida 68% 75% 85% Tener una buena relación de pareja 75% 62% 74% La vida de las personas se convierte en objeto de la misión de los discípulos de Jesús. Por ello, una renovada opción por atender y en algunos casos orientar sus búsquedas, particularmente las de los pobres y excluidos11, necesitará discípulos que sean “abogados de la justicia, defensores de los pobres, ante las intolerables desigualdades sociales y económicas que claman al cielo”12. 8 El capítulo VII de Aparecida orienta la misión de los discípulos al servicio de la vida plena que se nos

comunica en Cristo y el capítulo VIII explicita esta misión hacia el Reino de Dios y la promoción humana. 9 Estudio “Chile3D, Marcas y estilos de vida de los chilenos”. Collect GFK 2011. 10 Estudio Chilescopio. 11 DA, 391-­‐398. 12 Cf. DA, 395.

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Al hablar de discípulos misioneros y su pasión por el Reino, no podemos dejar de reflexionar más ampliamente sobre el contexto donde se vive la experiencia creyente hoy. • Breve mirada a la sociedad chilena Hay un hondo malestar cultural, a veces difuso cuyas causas no siempre son fáciles de identificar y aislar. Aumento en la sensación de inseguridad, incertidumbre, frustración, impotencia. A las personas les resulta cada vez más difícil construir una imagen de futuro que oriente su acción. Esto se debe a la escasez de los elementos con los cuales las personas anticipan y construyen su futuro: expectativas, crítica y deseo13. Carencia de expectativas porque cada vez menos la experiencia y la memoria de las cosas que han ocurrido les ayudan a comprender y discernir las que pasarán. Cada vez nos vemos más sorprendidos y no sabemos cómo reaccionar ante los nuevos acontecimientos. Bajo nivel de análisis crítico, simplemente porque lo consideramos inútil. Nos desanima la consciencia de que cada vez es más difícil cambiar las cosas, especialmente a nivel global que es donde realmente nos importa. Como nunca las personas pueden influir en las pequeñas cosas del barrio y el supermercado, y al mismo tiempo sin medios para incidir en las grandes decisiones sociales. Lo que ocurre nos sorprende cada vez más y, al mismo tiempo, es más difícil cambiar las cosas o hacerlas menos sorpresivas. Crisis de deseo, de sueños o utopías. Hemos visto en los últimos años cómo éstas han sucumbido frente al pragmatismo. Todo esto produce en las personas mucha frustración y altos grados de inseguridad. Sin una visión de futuro la vida se pone cuesta arriba. Es lo que el psiquiatra Víktor Frankl tematizó como el sentido de la vida y el consecuente “achatamiento” que provoca el no disponer de él14. Pues bien, las personas demandan sentido y la dificultad estriba en que hoy la demanda es mayor que la capacidad de las instituciones de otorgarlo. Entre ellas la Iglesia. Las instituciones chilenas están en jaque y por eso no extraña que también la Iglesia, especialmente la jerárquica, sea blanco de reclamos y críticas. • Catolicismo latinoamericano en crisis. 13 La tesis fe presentada por Pedro Güell en la última Semana Teológica de la Arquidiócesis de Santiago,

celebrada en Julio de 2011. El texto de esta conferencia se encuentra disponible en www.iglesia.cl 14 Especialmente interesante resulta releer hoy una de sus obras principales: “El hombre en busca de

sentido”.

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Sin embargo las dificultades no están solamente en la cultura. Me hago eco del diagnóstico que hace Aparecida sobre la experiencia creyente en el mundo actual. Nuestros pastores agradecen a Dios el gran don de la fe cristiana del continente y señalan algunos de sus aspectos positivos: fe profunda, religiosidad popular, compromiso con los pobres, renovación bíblica, catequética y litúrgica, vitalidad de las parroquias y de la vida religiosa, diversas pastorales específicas, el testimonio de los laicos, la riqueza de las diversas comunidades15. Sin embargo el diagnóstico sobre el catolicismo actual es demoledor: la vida cristiana católica se marchita, se ha debilitado y con ella la pertenencia eclesial. Millones de católicos han abandonado la Iglesia y en ella son muchos los bautizados y pocos los discípulos. Entre éstos se advierte distancia –y a veces irritación-­‐ con las orientaciones eclesiales. Disminuyen los bautizos, caen los matrimonios y tienden a desaparecer las confesiones. El documento final habla de clericalismo, individualismo, marginación de la mujer, sacramentalismo con falta de evangelización, desvinculación en los laicos entre la fe y la vida, disminución del clero y de la vida religiosa, materialismo y falta de sentido de la trascendencia, abandono de las prácticas religiosas y de la pertenencia a la Iglesia católica, etc.16 Hay gente que se aleja porque la Iglesia no es capaz de formularle un sentido vital o simplemente no le dice mucho. Hay un componente social en esto. Qué duda cabe. Sin embargo, sería del todo irresponsable e insano, echarle la culpa de esta desafección sólo a las transformaciones sociales. Sobre todo porque ante los enormes cambios culturales quienes formamos parte de la Iglesia estamos al servicio del bienestar, o si se prefiere de la salud/salvación de las personas. Por eso la pregunta que orientó las discusiones al interior del último Concilio cobra una renovada actualidad: considerando las actuales circunstancias de la vida de nuestro pueblo ¿Iglesia, qué dices de ti misma? Al parecer la labor pastoral, la reflexión teológica, las orientaciones eclesiales parecen deficitarias. La argumentación institucional pareciera no ser del todo un espacio donde las personas encuentren sentido para su vida o respuestas a sus preguntas más importantes. Por eso no extraña que el catolicismo chileno en particular, esté viviendo lo que se ha llamado el “Cisma emocional” o “Cisma blanco”, es decir, creyentes católicos nominales que creen, hacen, piensan y sienten en muchas cuestiones de su

15 Cf. DA, 98-­‐99. 16 Cf. DA, 100.

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vida, sobre todo en las más decisivas, de modo discordante con las enseñanzas de la Iglesia17. Algunos ejemplos considerando el 63% de la población chilena que se considera católica18: ¿En qué creen los católicos? • El 93% de los católicos cree en Dios (muestra total 92%) hay un 7% que no. (Encuesta 2010). • Un 39% considera que Dios es una persona con la que uno se puede comunicar (36% muestra total); un 30% considera que es una fuerza impersonal que se puede sentir (Muestra total 29%). • En torno al 63% cree que hay vida después de la muerte. Prácticamente 4 de 10 católicos no cree en esto. El 51% cree que existe el infierno. • El 45% cree en la reencarnación, un 60% en la resurrección19. • Un 54% cree en el mal de ojo (45% evangélicos; 47% ninguna religión), un 38% en la casas embrujadas (39% evangélicos; 28% ninguna religión), el 28% en brujas (30% evangélicos; 31% ninguna religión), un 28% en el karma (16% evangélicos; 29% ninguna religión). • Un 60% cree en la religión20. ¿Qué hacen los católicos? • Rezar (fuera de la Eucaristía u otra celebración): 82% católicos -­‐ 78% muestra total. • Leer la Biblia: 47% católicos – 49% muestra total. • Asistir a Misa a menos una vez al mes: 37% católicos – 37% muestra total; 62% otra religión. • Llevar un amuleto: 16% católicos, 9% evangélicos, 14% ninguna religión. • Un 13% de la población se cambió alguna vez de religión. De este grupo el 42% fue de católico a evangélico, el 26% lo hizo en un momento de enfermedad. El 21% fue de católico a no creyente. • Ante la afirmación “En general trato de dar testimonio de mi fe”: 31% de acuerdo o muy de acuerdo, 52% en desacuerdo-­‐muy en desacuerdo. 17 “El servicio de la esperanza, la diaconía de la confianza, debería ser la gran aportación de la Iglesia a un

mundo cuya herejía principal no es el alejamiento de las creencias cristianas tradicionales, sino la “herejía emocional” es decir, la pérdida de ánimo, el desánimo, el desaliento”. Pedro José Gómez Serrano, citando a José Arregui. En El cisma emocional y sus raíces. Revista Mensaje, enero-­‐febrero de 2007. 18 Encuesta Nacional Bicentenario. Una mirada al alma de Chile. Universidad Católica de Chile-­‐Adimark, 2006-­‐2010. 19 Estudio Chilescopio 2011 – Visión humana. 20 Ibid.

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¿Qué piensan o sienten los católicos? • Un 68% prefiere estar o alabar a Dios a solas antes que como miembro de un grupo. • 43% se siente en general parte de la Iglesia católica. • 37% no le interesa demasiado educar a sus hijos en la fe. • 26% reconoce que la Iglesia católica lo ha alejado más que acercado a Dios. • La creencia de que “El matrimonio es un compromiso para toda la vida” es sostenida por un 73% católico y 70% muestra total para la opción Muy de acuerdo+acuerdo (Encuesta 2008). • El aborto bajo ninguna circunstancia: 53% católico; 54% muestra total (Encuesta 2008) • Cuáles son los valores más importantes en la vida21: 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15 16

Católicos De ninguna religión Total Salud 50% 49% 50% Familia 49% 48% 49% Tranquilidad 37% 36% 37% Seguridad 36% 34% 35% Amor 34% 35% 34% Honestidad 31% 32% 34% Libertad 30% 39% 32% Armonía interior 29% 30% 30% Justicia 27% 32% 29% Logro de objetivos 26% 30% 27% Solidaridad 24% 24% 25% Tolerancia 22% 26% 24% Bienestar económico 25% 21% 24% Autenticidad 23% 23% 24% Fe religiosa 22% 23% 10% Amistad 21% 24% 21% (En negrita algunos valores tradicionalmente asociados al Reino)

El supuesto de que los católicos están catequizados, formados o educados en lo que podríamos llamar la fe de la Iglesia, al menos en lo esencial, no pasa de ser un buen deseo. La práctica de la fe católica disminuye, cae la asistencia a la Eucaristía, la celebración del Bautismo y la Reconciliación22 . La religión ocupa el lugar 12 entre los católicos como tema de interés, después de la música, el cuidado personal, moda y belleza y el bienestar y la vida sana, etc.23 21 Estudio Chilescopio. 22 Asistencia a Eucaristía dominical que no sea matrimonio o funeral: 46% en el 2011, 63% en 2009,

81% en 2008. Datos 2009 para celebración de sacramento de la Reconciliación: 59%. Interesante notar que de todos los que han asistido a la Eucaristía el 66% comulgó. Fuente: “Estudios de hábitos Iglesia Católica”. Colecta KFK, Abril 2011. 23 Chile3D.

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Asistimos a una interrupción de la transmisión de la fe de las generaciones anteriores a las nuevas. Los padres tienen serias dificultades para transmitir la experiencia de fe a sus hijos. Se reconocen como responsables de ello, pero no saben cómo hacerlo24. Cada vez más los cristianos lo serán por opción y menos por tradición. Los discípulos vivimos la fe desde la pertenencia eclesial. Por eso, en tanto católicos conviene que nos preguntemos25: • ¿Por qué en algunos casos somos fuente de alejamiento de Dios? ¿Estamos conectados con los temas o situaciones más relevantes para las personas ofreciéndoles un espacio para que le encuentren sentido? • ¿Cuánto le dice a una persona nuestra liturgia? ¿Nuestros procesos formativos? ¿Nuestro estilo de vida eclesial? • ¿Es la Eucaristía la gran fiesta del pueblo de Dios, el momento culmen de la vida y la fuente de la nueva vida? ¿Es un verdaderamente un espacio sagrado de encuentro con Dios y con los hermanos? La fe cristiana ha penetrado la cultura del continente. El cristianismo ofrece una experiencia religiosa que alimenta y promueve la vida de los pueblos. Pero algo está pasando26. El papa lo señaló con estas palabras, acentuando el origen externo de los problemas: “Se percibe un cierto debilitamiento de la vida cristiana en el conjunto de la sociedad y de la propia pertenencia a la Iglesia católica debido al secularismo, al hedonismo, al indiferentismo y al proselitismo de muchas sectas, de religiones animistas y de nuevas expresiones pseudoreligiosas…”27. Nuestros Obispos, considerando lúcidamente las causas intraeclesiales del desgaste, señalaron: No resistiría a los embates del tiempo una fe católica reducida a bagaje, a elenco de normas y prohibiciones, a prácticas de devoción fragmentadas, a adhesiones selectivas y parciales de las verdades de la fe, a una participación ocasional en algunos sacramentos, a la repetición de principios doctrinales, a moralismos blandos o crispados que no convierten la vida de los bautizados (DA, 12)28. 24 Cf. Evaluación del proceso de aplicación del Primer Año. Catequesis Familiar de Iniciación a la Vida

Eucarística – CFIVE. Instituto Pastoral Apóstol Santiago, CISOC – Universidad Alberto Hurtado. Santiago, agosto de 2011. Disponible en www.inpas.cl 25 Recojo algunas de las preguntas planteadas por Claudio Mundi en el IV Encuentro Nacional de Catequesis Familiar -­‐ CFIVE, INPAS, Septiembre 2011. 26 Cf. DA, 13; 38. 27 DI, 2. 28 DA, 12. El documento de Aparecida enviado a Roma abría el texto con el verbo en tiempo presente: “No resiste…”.

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Reconocer esta crisis es punto de partida para un cambio profundo y desde luego para orientar mejor nuestros esfuerzos evangelizadores, sobre todo de cara a las iniciativas misioneras en marcha. Los estudios no hacen más que confirmar el diagnóstico de Aparecida: muchos bautizados, pocos discípulos. Esta conclusión vuelve a relevar nuestro primer punto: el discípulo misionero es principalmente portador de una experiencia: la de Cristo vivo, resucitado. La evangelización en adelante será como en los primeros tiempos: por contagio, de uno a uno. 3. El rostro de los discípulos misioneros: lo decisivo es el amor. “Señor, tú lo sabes todo, tú sabes que te amo” (Jn 21,17) El evangelio del discípulo amado, cuyas palabras acompañan las ponencias de este encuentro, nos ofrece una pista para fortalecer el discipulado misionero: lo decisivo es el amor.

La figura más destacada en el Evangelio de Juan es la del discípulo, sobre todo en la expresión “el discípulo amado”29. Su nombre permanece en el anonimato haciendo resaltar aún más su condición de discípulo y su característica más propia: el amor. Una breve mirada a su figura puede ayudarnos a visualizar un talante discipular centrado en el amor y en la experiencia creyente. Al mismo tiempo confirma la supremacía de la eclesiología del amor, por sobre la del mérito o jerárquica. El discípulo amado es, al parecer, quien conserva los detalles de su primer encuentro con Jesús: “Fueron pues, vieron dónde vivía y se quedaron con él aquel día. Eran más o menos las 4 de la tarde” (1,39). El evangelio nos irá presentando un bello contraste entre el discípulo amado y Pedro. • El discípulo amado encuentra primero a Jesús. Andrés, su compañero le anuncia a Simón que han encontrado al Mesías y le lleva donde Jesús. Pedro no dice nada y Jesús no le dice “sígueme”. Se lo dirá únicamente después de la resurrección, cuando Pedro confiese su amor por Jesús (21,19), es decir, cuando se haga “discípulo amado”. • Durante la cena de Pascua (13,23-­‐26) quien se encuentra cerca de Jesús es el discípulo amado. Pedro se comunica con Jesús a través de éste. • La noche de la pasión, cuando prenden a Jesús y lo llevan a casa de Anás y Caifás, Pedro y el discípulo siguen a Jesús. El discípulo entra con Jesús en la 29 El cuarto Evangelio no menciona a los apóstoles. El término “apóstol” aparece sólo en 13,16 con el

sentido común (no-­‐técnico) de “enviado”.

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casa del Sumo Sacerdote y Pedro se queda afuera. Luego el discípulo hace entrar a Pedro, sólo que para negar a Jesús tres veces (18,12-­‐27).

Al pie de la cruz sólo hay cuatro discípulos: María, la madre de Jesús, su hermana, María Magdalena y el discípulo a quien Jesús amaba. Pedro está desaparecido. Es el discípulo quien acoge a la Madre de Jesús en su casa (19,25-­‐ 27).

Después de que Jesús muere, no es Pedro sino el discípulo el que da testimonio: “El que lo vio lo atestigua y su testimonio es válido, y él sabe que dice la verdad, para que también ustedes crean” (19,35).

En 20,1-­‐10, después de la resurrección, cuando llega la noticia de María Magdalena acerca del sepulcro vacío los dos corren al sepulcro y el discípulo llega primero. Pedro entró y sólo vio; el discípulo, en cambio, entró, vio y creyó.

El último contraste lo tenemos en el capítulo 21. Cuando Jesús resucitado se aparece y realiza la pesca milagrosa, el texto nos cuenta que “El discípulo a quien Jesús amaba dice entonces a Pedro: Es el Señor” (v.7). Es, pues, el discípulo el primero que reconoce a Jesús y se lo dice justamente a Pedro, estando también presentes los otros discípulos.

Después de comer Jesús se dirige tres veces a Pedro con la pregunta: Simón, hijo de Juan ¿me amas? Jesús quiere saber de Pedro si se reconoce como discípulo. En caso afirmativo, Jesús lo confirma como pastor de la Iglesia. Pedro puede ser pastor, si primero es discípulo. Sólo entonces, después de situarse desde el amor y escuchar de labios de Jesús como glorificaría a Dios muriendo, por primera vez en el Evangelio, el Señor le dice: “sígueme” (21,19).

En Pedro, el discípulo amado, Ignacio y todos los demás discípulos, la experiencia de fe en Cristo vivo que actúa movida por el amor se convierte en un nuevo criterio de pensamiento y de acción que cambia toda la vida del hombre. “El compromiso misionero de los creyentes saca fuerza y vigor del descubrimiento cotidiano de su amor, que nunca puede faltar. La fe, en efecto, crece cuando se vive como experiencia de un amor que se recibe y se comunica como experiencia de gracia y gozo”.30 • ¿En qué se nota un discípulo de Jesús puesto al servicio del Reino? • ¿Qué discipulado facilitará la experiencia de un Dios Padre, de relaciones fraternas y horizontales entre las personas, de bienes compartidos…? A la luz de la centralidad de la experiencia creyente en el resucitado y el impulso que este acontecimiento da a la entrega de la propia vida por amor, me atrevo con tres fisonomías discipulares que pueden encarnarla. No se excluyen, sino que se 30 Porta fide. Carta apostólica en forma de motu proprio del Papa Benedicto XVI con la que se convoca el

Año de la fe, octubre 2011, nº 6-­‐7.

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complementan como aspectos de la experiencia de Jesucristo. -­‐ Por amor el discípulo incluye… “El que cuelga del madero es maldito de Dios”, un cuerpo que, por su impureza, mancha la tierra que Dios nos ha dado31. Así pensaban quienes a la distancia vieron al crucificado. Terminaba una etapa que había comenzado con la encarnación en virtud de la cual Dios se incluyó e implicó con la humanidad de un modo irreversible. El hecho es que el Padre salvó al mundo a través de su Hijo, excluido entre los excluidos: en la periferia de la ciudad, sin poder, desplazado por su impureza, en el más absoluto desamparo. En palabras de Aparecida –y del Salmo 117,22-­‐ Jesús en la cruz es un sobrante, un desechable.32 La razón de esta exclusión se puede observar en la característica más propia del ministerio de Jesús: la inclusión de los excluidos, de aquellos que lo eran en razón de su pureza y de los que lo eran en razón de su pobreza o fragilidad: “En su Reino de Vida, Jesús incluye a todos: come y bebe con pecadores (Cf. Mc 2,16), sin importarle que lo traten de comilón y borracho (Cf. Mt 11,19); toca leprosos (Cf. Lc 5,13), deja que una mujer prostituta unja sus pies (Cf. Lc 7,36-­‐50)…”.33 Al ofrecer tan fácilmente el Reino a los impuros, pobres y pecadores, Jesús entró inevitablemente en conflicto con los responsables de la pureza y santidad de quienes se relacionan con Dios. La práctica de Jesús estuvo orientada por uno de sus pasajes predilectos: “Consuelen, consuelen a mi pueblo dice el Señor…” (Is 40,1ss), despertando en él una pasión desbordante a favor de los excluidos y en confrontación con los opresores que ¡despojan de sus derechos a los pobres, hacen de las viudas su presa y despojan a los huérfanos…! (Cf. Is 40,1ss). De ahí que el cristianismo tenga un componente integrador e incluyente tan extraordinario, el que trasciende el ámbito de lo puro-­‐impuro. La encarnación y la cruz nos recuerdan que Dios salva gratis, que su amor está por sobre los códigos de la pureza-­‐impureza, pues como nos recuerda el relato del juicio final, sólo el amor salva.34 Quien se ha puesto detrás de Jesús incluye, incorpora a quienes no merecen nada ni por sus obras (pecadores) ni por su condición social (pobres). Si pretendemos cerrar los ojos ante las realidades de exclusión intra y extraeclesial, “no somos defensores de 31 Cf. Dt 21,23; Ga 3,13. 32 DA, 65. 33 DA, 353. 34 Cf. Mt 25,31-­‐46.

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la vida del Reino y nos situamos en el camino de la muerte… [Porque] el que no ama, permanece en la muerte”.35 • ¿Cuáles son hoy los excluidos de mi entorno? • ¿Qué me ocurre con ellos? • ¿Cómo incorporarlos? Un talante así, es gracia y tarea. Dice Pablo: “Todo viene de Dios que nos ha reconciliado consigo mismo por medio de Cristo y nos ha confiado el ministerio de la reconciliación. Porque era Dios el que reconciliaba consigo al mundo en Cristo, no teniendo en cuenta los pecados de los hombres, y confiándonos el mensaje de la reconciliación” (2 Cor 5,18-­‐19) -­‐ Por amor el discípulo es compañero de camino… El diagnóstico sobre lo que viven las personas en la sociedad actual, sus búsquedas, sus anhelos, sus amarguras, demandan de nosotros compañía. La Iglesia es sacramento de salvación de un mundo que, en virtud de la encarnación, es sacramento de Dios antes incluso que ella misma. Por ello, los discípulos no contraponemos Iglesia y mundo como si fueran dos cosas totalmente distintas, como si Dios estuviera del lado de la Iglesia y la salvación dependiera más de ella que de Él. El Concilio Vaticano II nos enseña que la Iglesia no es el Reino y que donde quiera que ocurran buenas cosas para el desarrollo humano, el Reino está aconteciendo. Lo decisivo es que ocurre en esa Iglesia de círculos concéntricos que describió tan certeramente el Concilio36. Por ello, los discípulos que acompañan a un mundo que reconocen como carne de su carne y sangre de su sangre, serán el consuelo más tierno que Dios pueda ofrecernos en tiempos en que el presente se eterniza y el futuro se torna incierto. No sabemos bien hacia dónde vamos, qué está ocurriendo. El pasado, los sentidos y las 35 DA, 358; 1 Jn 3,14. 36

LG 14-­‐16. “No podemos olvidar que muchas personas en nuestro contexto cultural, aún no reconociendo en ellos el don de la fe, buscan con sinceridad el sentido último y la verdad definitiva de su existencia y del mundo. Esta búsqueda es un auténtico «preámbulo» de la fe, porque lleva a las personas por el camino que conduce al misterio de Dios. La misma razón del hombre, en efecto, lleva inscrita la exigencia de «lo que vale y permanece siempre». Esta exigencia constituye una invitación permanente, inscrita indeleblemente en el corazón humano, a ponerse en camino para encontrar a Aquel que no buscaríamos si no hubiera ya venido. La fe nos invita y nos abre totalmente a este encuentro”. (Benedicto XVI, Porta fide, nº 10).

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legitimidades que hemos vivido hasta ahora no bastan para explicar y dar sentido a lo que vendrá.

Vivimos tiempos de mucha incertidumbre y una Iglesia compañera, que reconoce que el protagonista es el acompañado, que no tiene recetas, pero que sabe estar y quedarse junto a nosotros cuando la vida se hace difícil, es lo que más necesitamos. -­‐ Por amor el discípulo opta por los pobres… Un discípulo no elude a los pobres, pues ve en ellos a Cristo. Aparecida confirmó la índole cristológica de la opción por los pobres, detallando los que merecen una atención especial. Un cristiano no puede eludirlos si quiere llamarse cristiano. Es una opción “no-­‐optable”. La cercanía con los pobres sintoniza con el Reino de Dios proclamado por Jesús, sobre todo al considerar que nos hallamos en un país injusto y pobre. Con Aparecida decimos que si no hay esperanza para ellos, no la habrá para nadie. El mismo Benedicto XVI, designado en el título más evangélico de su ministerio: “Pater pauperum”, es decir Papa”37, señaló en el discurso inaugural que estamos llamados a ser abogados de la justicia y defensores de los pobres.38 Los discípulos aprendemos de los pobres que no es la riqueza la que buscan, sino condiciones más humanas de vida. Que el antónimo de pobre no es rico, sino digno. Que no se definen por sus carencias, sino por la dignidad que les es propia. Que Dios no los quiere pobres y por ello nos urge de nosotros una respuesta, aunque les ofrece el Reino como compensación. Por último, el discípulo reconoce que el poder de Dios se transparenta mejor en la debilidad y la pobreza y que éstas nos ofrecen mejores posibilidades de fraternidad, en oposición a las estructuras piramidales que oprimen a tantas personas. 4. Apunte final A pesar de las dificultades sociales y de la fatiga de la fe católica, llevamos la Buena Noticia del Evangelio con optimismo, pues estamos convencidos de que si, efectivamente Dios actúa en la historia y su proyecto trasciende al catolicismo, los cambios pueden abrir nuevas posibilidades. “La revitalización de la novedad del evangelio no depende tanto de grandes programas y estructuras, sino de hombres y mujeres nuevos”39. 37 Richard, Pablo. “Será posible ahora construir un nuevo modelo de Iglesia”. En Aparecida, renacer de

una esperanza. Amerindia, 2007. 38 DI, 4; DA 395. 39 DA, 11.

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De Ignacio de Antioquía, San Juan Crisóstomo escribió: «Una vez que en Roma alcanzó el cielo, volvió a nosotros coronado. Si ellos recogieron su sangre, ustedes honran sus reliquias. Si ellos lo vieron vencer, ustedes lo tienen aquí para siempre» (Panegírico de San Ignacio) Cierro con unas palabras del Papa Benedicto XVI, al anunciar en su carta “La puerta de la fe”40 el festejo de los 50 años del Concilio Vaticano II y el Año de la Fe: “Por la fe, María acogió la palabra del Ángel y creyó… Por la fe, los Apóstoles dejaron todo para seguir al Maestro… Por la fe, los discípulos formaron la primera comunidad reunida en torno a la enseñanza de los Apóstoles, la oración y la celebración de la Eucaristía, poniendo en común todos sus bienes para atender las necesidades de los hermanos (cf. Hch 2,42-­‐ 47)… Por la fe, los mártires entregaron su vida como testimonio de la verdad del Evangelio, que los había trasformado y hecho capaces de llegar hasta el mayor don del amor con el perdón de sus perseguidores… Por la fe, hombres y mujeres de toda edad, cuyos nombres están escritos en el libro de la vida (cf. Ap 7,9; 13,8), han confesado a lo largo de los siglos la belleza de seguir al Señor Jesús allí donde se les llamaba a dar testimonio de su ser cristianos: en la familia, la profesión, la vida pública y el desempeño de los carismas y ministerios que se les confiaban. También nosotros vivimos por la fe: para el reconocimiento vivo del Señor Jesús, presente en nuestras vidas y en la historia”.

40 PF, 13.

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