RESUMEN REFLEXIÓN DE LOS GRUPOS Encuentro Arquidiocesano de Formadores 2014 Instituto Pastoral Apóstol Santiago
Área de Formación Teológico Pastoral – Septiembre 2014
RESUMEN REFLEXIÓN DE LOS GRUPOS EN EL ENCUENTRO DE FORMADORES El pasado 13 de septiembre se realizó el X Encuentro de Formadores de la Arquidiócesis de Santiago. Bajo el lema “Dios vive en la ciudad”, reflexionamos sobre la Pastoral Urabana y los desafíos para la formación, ayudados por la siguiente pregunta: “¿Cómo podemos, desde nuestro rol de formadores, colaborar en la formación de laicos realmente evangelizadores de la cultura?” A partir de las reflexiones grupales, se pueden extraer tres núcleos de interés manifestados por la reflexión de los formadores: El primero dice relación con la inculturación. Entendemos este concepto por el esfuerzo evangelizador que busca responder a la naturaleza, historia, inquietudes y manifestaciones culturales, para así anunciar el Evangelio que busca encarnarse en las mismas circunstancias e instituciones sociales de la realidad que lo acoge, reconociendo, valorando y promoviendo todos aquellos rasgos y manifestaciones culturales que permiten la asimilación y la recepción del mensaje evangélico, buscando aquellos lugares de encuentro que permitan una mejor comprensión del núcleo del mensaje evangélico. Este punto hace referencia a elementos centrales como: apertura a los signos de los tiempos, conciencia de la realidad múltiple y de las consecuentes diferencias pastorales, y promoción de la conciencia crítica acerca de la realidad contingente. Estos tres elementos delinean un deseo expresado por los formadores de realizar una labor formativa que surja, responda y se estructure de acuerdo a la realidad de los formandos. En este sentido, la reflexión se relaciona con dos elementos que es necesario diferenciar: el primero es el conocimiento de la realidad, la toma de conciencia de la realidad socio-‐cultural de los formandos y de la Iglesia en la que ellos desarrollarán sus diversos apostolados. Ello en vistas a la pertinencia de los conocimientos a desarrollar y la forma en que éstos se abordan. Es necesario, en este punto, realizar una reflexión acabada acerca del fin mismo de la formación, que si bien no es la mera acumulación de conocimientos, sí requiere de la incorporación de ciertos elementos que les permitirán una valoración de la realidad desde una mirada de fe, asumiendo la realidad propia y circundante. Así, los formadores reconocen la necesidad de incorporar, en su propia formación, elementos de discernimiento de realidad. Además, surge el deseo de comprometerse por estar al tanto de lo que pasa, de las luchas sociales y los debates culturales, en los que todos los miembros de la sociedad se ven envueltos. 2
Área de Formación Teológico Pastoral – Septiembre 2014
El segundo elemento que ya se mencionó en el párrafo anterior, dice relación con la pertinencia de los contenidos y la relación que estos pueden tener con la vida concreta, tanto de los formadores como de los formandos. En este sentido, es necesario decir que de fondo se aprecia una valoración concreta del aporte que los contenidos que se ofrecen en la formación pueden hacer a la vida de los formadores como de los formandos. El segundo núcleo de reflexión apunta a la relación fe y vida de los formandos, es decir, el ámbito testimonial, en cuanto este es valorado por los formadores, como la instancia central del proceso formativo. Este punto contiene varios elementos. El primero dice relación con la relación personal con el Señor Jesús. En varias síntesis se expresa el deseo de que la tarea formativa está fundamentada en la relación personal con el Señor, que según lo expresado reconocen que pasa por la vida de oración. Consiguientemente de esta vida de comunión con Jesús ven surgir la inherente exigencia de coherencia, es decir, en palabras simples, que el formador viva lo que enseña. Es importante destacar este último punto, porque dice relación con un valor profundamente adquirido y es que la verdadera formación cristiana pasa por el anuncio de Jesucristo testimoniado desde la propia experiencia de vida, donde se aprecia que más que una verdad teórica, el encuentro personal con Cristo que se transparenta en la vida, es lo que impacta decisivamente al formando. El tercer núcleo de reflexión se refiere a las prácticas de transmisión de conocimientos y desarrollo de habilidades en las instancias formales en que desempeñan su labor. Acerca de esto, las reflexiones apuntan a renovar las formas metodológicas, de modo que los contenidos adquieran sentido vital para los formandos. Es especialmente importante el llamado que se hace a la autocrítica o autoconciencia acerca de las propias metodologías que cada formador aplica. Se visualiza el desafío de ser capaces de adaptar los contenidos a las realidades culturales y formativas de los interlocutores. En síntesis, los tres núcleos manifiestan una clara conciencia acerca de la importancia de la labor formativa y de la consiguiente responsabilidad que cada formador tiene en la entrega de los contenidos, en su adaptación, en la relación que estos pueden tener con la realidad y, por sobre todo, en la transmisión del contenido esencial de la Buena Nueva: compartir con alegría la experiencia de encuentro con Jesucristo.
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