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TEMA 2
LA COMUNIDAD CRISTIANA, HOGAR DE LA CATEQUESIS
CURSO LOS ÁMBITOS DE LA CATEQUESIS ITEPAL 2013
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La comunidad cristiana, hogar de la catequesis.1 Jesús recorría todas las ciudades y aldeas, enseñando en sus sinagogas, proclamando la Buena Nueva del Reino y toda enfermedad y dolencia. Mt 10,35. La multitud de los creyentes tenía un solo corazón y una sola alma. Nadie consideraba sus bienes como propios, sino Que todo lo tenían ellos en común. Hch 4, 32.
Quisiera invitarlos a profundizar en la importancia de la comunidad eclesial, como lugar donde se desarrolla la catequesis, y como meta a la cual tiende la catequesis. ¿Qué entendemos por comunidad? ¿Compartamos que elementos son necesarios para formar comunidad? o Trabajar en grupos el texto: “La comunidad cristiana como hogar de la catequesis”.2
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Sabemos especialmente por el Nuevo Testamento y por la historia de la Iglesia, que su vida, crecimiento y fecundidad han dependido de su capacidad para el servicio como respuesta al mandato misionero de Jesús: “Vayan por el mundo predicando el Evangelio para formar discípulos”. La presencia del Espíritu iluminó desde el principio a la comunidad cristiana que creó formas variadas para vivir su vocación universal al servicio. Estas formas variadas de servicio, que llamamos ministerios, hicieron comprender a la comunidad que era la única forma de edificarse sí misma y así ser signo creíble del Reino de Dios en el mundo. Son ministerios para la proclamación de la Palabra, el crecimiento de la vida fraterna, la oración y la celebración de los sacramentos, para el ejercicio de autoridad y la conducción del pueblo de Dios y sobre todo para la transformación del mundo y de la historia. Ministerios de los pastores y de los laicos. Ministerios distribuidos en la comunidad entera según el don que el Espíritu concede a cada uno.
Hermanas Catequistas de Jesus Crucificado, curso de formación para catequistas. Nivel avanzado. N: 9. 2 Texto de la Sagrada Congregación para el Clero, DGC n: 253-254.
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El Señor ha querido santificar y salvar a los hombres, no aisladamente, sino constituyendo un pueblo. Ha querido que su revelación al hombre tuviera un lugar a lo largo de la historia de un pueblo que, comunitariamente, tendría la experiencia del Señor y conocería los designios de su voluntad salvífica.3 La catequesis pronto sobresalió entre los ministerios de la Iglesia. Era el paso normal que seguía al primer anuncio de la Buena Nueva para la conversión. Los cristianos debían comprender y aceptar las consecuencias que se desprendían de esa conversión, necesitaban ajustar sus vidas al Evangelio, aprender a seguir a Jesucristo, a celebrar la Eucaristía como hermanos y a vivir en el mundo como testigos del Señor. El ministerio de la catequesis fue muy estimado y reconocido desde el principio en la Iglesia, según nos lo enseñan los Hechos de los Apóstoles y las cartas que ellos mismos dirigían a las primeras comunidades cristianas. De ahí que desde el principio se formara la convicción de que la catequesis es un ministerio que nace de la comunidad y se realiza para la edificación de la misma. En la historia de la Iglesia Latinoamericana y del Caribe la catequesis ha sido considerada de esta manera y así se ha querido practicar, aunque no exenta de dificultades y carencias. Durante cinco siglos la Iglesia ha procurado formar comunidades vivas, que tuvieran a Jesucristo en el centro de su fe. Ha querido educar a nuestros pueblos en los valores del Evangelio para unirlos a los valores de su cultura y formar así la comunidad de los discípulos de Jesucristo. La comunidad cristiana es la realización histórica del don de la “comunión” (koinonia), que es un fruto del Espíritu Santo. La comunidad cristiana es el origen, lugar y meta de la catequesis. De la comunidad cristiana nace siempre el anuncio del Evangelio, invitando a los hombres y mujeres a convertirse y a seguir a Jesucristo. Es esa misma comunidad la que acoge a los que desean conocer al Señor y adentrarse en una vida nueva. Ella acompaña a los catecúmenos y catequizandos en su itinerario catequético y, con solicitud maternal, les hace partícipes de su propia experiencia de fe y les incorpora a su seno. 4 La catequesis busca precisamente introducir al catequizando en esta vida de la comunidad eclesial.
LG9. Cf CT 24.
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Por eso el proceso catequético es un proceso de iniciación y enraizamiento en la comunidad de la Iglesia.
La evangelización siguiendo la pedagogía divina, es tarea comunitaria. Ningún sector de la pastoral por importante que sea, puede atribuirse a la totalidad de la misión evangelizadora. Esta es tarea de todo el pueblo de Dios, sin excepción alguna.
La dimensión comunitaria de la catequesis no es nueva en la vida de la Iglesia. A través de su historia, a veces de manera expresa, a veces tácita, la comunidad eclesial ha sido fuente y agente de la catequesis y la catequesis ha estado siempre orientada hacia la comunidad eclesial. Las promesas de la nueva alianza en Cristo, las enseñanzas del Señor y de los apóstoles, la Palabra de Vida, las fuentes de la gracia, todo esto ha sido confiado y se vive en la comunidad de la Iglesia, en su vida de oración, de escucha de la palabra y las enseñanzas de los Apóstoles. La caridad fraterna vivida, el pan compartido no tienen pleno sentido sino cuando se convierten en testimonio, se hace predicación y anuncio de la Buena Nueva. Así la comunidad eclesial se convierte en todos los niveles en la responsable respecto de la catequesis: tiene la responsabilidad de atender a la formación de sus miembros catequistas, pero también la responsabilidad de acoger a los catequizandos. Al analizar nuestra situación dentro de las catequesis de iniciación cristiana, vemos que en muchos de los casos hay un gran vacío comunitario, por eso es necesario optar por la comunidad, de modo que ella sea en verdad el “origen, el lugar y la meta” de la catequesis. Un principio subrayado con fuerza por la catequesis actual debe animarnos en esta opción: “la catequesis corre el riesgo de esterilizarse si una comunidad de fe y de vida cristiana no acoge a los catequizandos. “El acompañamiento que ejerce la comunidad a favor del que se inicia, se transforma en plena integración del mismo en la comunidad. Para lograr esto, de modo especial la parroquia “sin duda es el lugar más significativo en que se forma y se manifiesta la comunidad cristiana y es el ámbito ordinario donde se nace y se crece en la fe, está llamada a ser una casa de familia, fraternal y acogedora, donde los cristianos se hacen consientes de ser Pueblo de Dios. Se trata de acoger y hacer realidad la llamada del Papa Juan Pablo II y confirmada por los pontífices posteriores en procurar hacer de nuestras comunidades, “verdaderas escuelas de comunión”. En las últimas décadas se han dado en una parte importante de la Iglesia una proliferación de grupos, movimientos y pequeñas comunidades de creyentes que buscan vivir y celebrar su fe comunitariamente.
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Este fenómeno comunitario es uno de los signos teológicos y pastorales más característico de la Iglesia de nuestros días. Esto se debe a 4 exigencias: 1) Vivir la fe en grupo (no en masa). 2) Compartir servicios y ministerios (la Iglesia no se reduce a los sacerdotes). 3) Transformar espacios concretos de la sociedad (lucha a favor de la justicia, el cuidado del medio ambiente). 4) Testimoniar una esperanza de vida y de resurrección (frente a todo germen de muerte).
La catequesis, además de formar creyentes maduros, busca también crear y promover comunidades maduras de fe, es decir: o Comunidades en las cuales se viva profundamente la fraternidad. o Se comparta la fe en Jesucristo. o Se celebre festiva la vida y la fe. o Se viva en comunión eclesial. o Se ejerciten la corresponsabilidad ministerial. o Se adquiera el compromiso evangelizador. o Se realice una acción liberadora en el corazón de la sociedad. Estos son los rasgos básicos de una comunidad cristiana madura que el ministerio de la catequesis se propone construir.
6 Rasgos fundamentales de una comunidad cristiana.
a) Vida fraterna
Para que exista una comunidad eclesial madura es necesario, ante todo, que exista una comunidad realmente “humana”, es decir, de “calidad humana”. De ahí que la comunidad madura en la fe sea aquella que promueve entre sus miembros una vida fraternal, fomentando las relaciones interpersonales profundas, la relación cordial y cálida de todos con todos, la ayuda mutua, la solidaridad y la corrección fraterna. En una comunidad de “talla humana” las personas se valoran por lo que son y no por lo que tienen, saben o pueden hacer. Todos se consideran y se tratan como amigos y hermanos. Todos comparten espontáneamente lo que son, piensan, sienten y viven.
b) Vivencia comunitaria de la fe
La comunidad eclesial madura es aquella en la cual se comparte la fe en Jesucristo a través de la escucha y reflexión de la Palabra de Dios que ilumina y orienta la vida diaria de las personas y de la comunidad. Lo hace a través de la oración y de las celebraciones que hacen presente y actualizan la acción salvadora de Cristo en nuestra vida y en nuestra historia. En un comunidad madura, la vida se vive desde una perspectiva lúcida y festiva, y, en consecuencia, las celebraciones son alegres, creativas, dinámicas, participativas, inculturadas (en su lenguaje, signos y símbolos), educadoras de fe, creadoras de comunidad y generadoras de conversión, compromiso y testimonio.
c) Comunión eclesial
La comunidad madura en la fe es aquella que se siente afectiva y efectivamente integrada a la comunidad parroquial o diocesana. Vive en comunión y diálogo permanente con los que presiden el servicio pastoral de esas comunidades cristianas (obispo, sacerdotes, religiosos, diáconos, laicos). Por lo tanto no son eclesiales ni son maduros aquellos grupos autosuficientes, cerrados, con espíritu de secta, que viven aislados, desinteresados y sin comunicación alguna con su comunidad eclesial inmediata (parroquia) o referencial (Iglesia diocesana, Iglesia universal).
7 d) Corresponsabilidad ministerial
La comunidad eclesial madura está convencida de que el Espíritu Santo los enriquece con una variedad de ministerios y dones que redundan en beneficio de todos. Por eso en su interior se promueven y organizan los diferentes ministerios, carismas y servicios, a través de los cuales sus miembros participan, de forma consiente y responsable, en todas las áreas de la acción pastoral. Es decir en las grandes vertientes de la pastoral: o o o o
El anuncio de la Palabra. Celebración. Servicio. Comunión.
Se contribuye, de esta manera, a la edificación de la comunidad cristiana y al servicio y transformador de la sociedad. En una comunidad madura en la fe, los ministerios se realizan en armonía y colaboración con el ministerio ordenado, el cual es valorado debidamente por sus tareas de animación, coordinación y guía autorizada de la comunidad.
e) Compromiso evangelizador misionero
La comunidad eclesial madura es aquella que ha sido evangelizada y se convierte en evangelizadora. Sus integrantes llegan a una “convicción misionera” y a un fuerte compromiso de compartir y difundir la Buena Noticia que ha llegado a sus vidas Procura anunciar el Evangelio a los que no creen o a los que están alejados de su fe. Anuncia a Jesucristo en todos los ámbitos posibles: o Familia. o Escuela. o Trabajo. o Recreación. o El área de la comunicación. o La economía. o La política. o Las relaciones internacionales. o La investigación científica. La comunidad eclesialmente madura se convierte necesariamente en un “foco de evangelización”. Sus miembros cada día crecen en “responsabilidad, celo, compromiso e irradiación misionera”.
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La acción liberadora en la sociedad La comunidad eclesial madura es aquella que, desde la fe cristiana, tiene una presencia activa, crítica, liberadora y transformadora en el mundo. Ha descubierto en la práctica liberadora de Jesús la misión de anunciar y hacer presente el reinado de Dios en la sociedad. Es sensible y solidaria con los problemas de la humanidad, especialmente con las necesidades de los marginados y de los excluidos de la mesa de la vida.
Tiene una conciencia crítica ante las situaciones y problemas sociales. Denuncia proféticamente lo que se opone al Evangelio.
Orienta a sus miembros al compromiso social en los diferentes campos y ambientes de la sociedad. Una comunidad realmente madura en la fe es aquella que tiene conciencia de su vocación histórica y se convierte en signo de la presencia liberadora de Dios en la historia.