Hogar El Principito, una estrella de esperanza en la noche más oscura

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A FONDO EL EVANGELIO DEL AMAZONAS

Hogar El Principito, una estrella de esperanza en la noche más oscura JOSÉ LUIS FRANCO. INSTITUTO BARTOLOMÉ DE LAS CASAS. LIMA. FOTO: MIGUEL ARREÁTEGUI

L

a visita del papa Francisco a Puerto Maldonado, capital del Departamento de Madre de Dios, ha sido una de las más comentadas de su viaje a Perú. Habló alto y claro sobre problemas como la contaminación medioambiental provocada por la minería ilegal y otras que afectan a los pueblos indígenas que ocupan estas áreas desde hace siglos. Pero también puso el énfasis en otra gran devastación: la trata de personas, que afecta sobre todo a los más jóvenes por hallarse en situación de mayor vulnerabilidad. Según cifras oficiales, el 60% son menores de edad. Y esta región lidera el número de víctimas, a causa del abandono de menores y la prostitución infantil. La situación la conoce muy bien el sacerdote Xavier Arbex, responsable del Hogar El Principito para niños y jóvenes en situación de vulnerabilidad, uno de los lugares elegidos para ser visitados por el Papa. “Los niños llegan al hogar –nos explica el P. Xavier– por cuestiones de peligro moral (abusos de padrastros, por ejemplo), abandono (muy frecuente: él o ella se va del hogar y deja a la otra parte sin la posibilidad de cuidar de ellos y, a la vez, de trabajar), orfanato, extrema pobreza (niños mendigos), padres en la cárcel o madres en la prostitución”. Problemática, esta última, muy relacionada con la minería ilegal, pues en torno a los campamentos mineros hay bares y clubes nocturnos donde se ejerce este negocio ilícito. 16 VIDA NUEVA

Francisco saluda al P. Xavier Arbex en presencia del obispo de Puerto Maldonado, David Martínez de Aguirre

En este contexto, los pequeños residentes se han convertido en “los descartables” supervivientes de todos los males que sufre la región. Resulta por ello alentador que Bergoglio los haya visitado, que la Madre de Dios sea conocida no solo por la deforestación y la minería ilegal, sino porque hay un espacio para la esperanza, como el pionero Hogar El Principito, surgido hace más de 20 años. Allí, Francisco ha pronunciado uno de sus discursos más conmovedores a los niños y jóvenes de los pueblos originarios, cuya valentía, pese a las heridas que arrastran y duelen mucho, les hace compartir con sencillez su testimonio. Y eso justamente es lo que les convierten en una luz de esperanza –como decía El Principito– en “las estrellitas que iluminan en la noche”.

A los jóvenes, procedentes de las comunidades nativas, que ayer se llenaron de amor en esta casa y que hoy, “con tristeza, ven la destrucción de los bosques”, Francisco les pidió que no se conformen con lo que está pasando. “No renuncien al legado de sus abuelos, no renuncien a su vida ni a sus sueños”, les dijo, sabiendo que los jóvenes sueñan a lo grande. Les exhortó a que “no se conformen con ser el vagón de cola de la sociedad, enganchados y dejándose llevar”. Por eso, les estimuló a que “devuelvan al mundo lo que aprenden, porque el mundo los necesita originales, como realmente son, no como imitaciones”. Y subrayó que, en nuestras ciudades, los jóvenes de los pueblos originarios tienen mucho que aportar en el reto del cambio, “enseñándonos un estilo de vida que se base en el cuidado y no en la destrucción”. Las palabras del Papa nos hacen entender, como en El Principito, que “los ojos no siempre saben ver, hay que buscar con el corazón”. Por ello, su presencia no solo tuvo un matiz de denuncia, sino de anuncio y esperanza. Según el P. Xavier, esta visita –que al principio les pilló por sorpresa a los menores, pero que luego prepararon con algunas actividades– “ha sido para los niños de menos de 10 años como un Pápa Noel espiritual. Pero, para los adolescentes, que han entendido los discursos, ha sido una gran emoción, un aliento, una buena onda, definitivamente. Alegría, mucha vida….”.


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