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Pilar González de Frutos: Los actuarios, pieza fundamental del engranaje asegurador

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y dictadores

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Los actuarios, pieza fundamental del engranaje asegurador

Pilar González de Frutos // Presidenta de UNESPA

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La Unión Española de Entidades Aseguradoras y Reaseguradoras, UNESPA, es la asociación profesional del seguro. Esta es la descripción que hacemos de nosotros mismos “hacia afuera”. Pero si tuviese que hacer una descripción “hacia dentro”, creo que la mejor forma de hacerla sería decir que UNESPA viene a ser una reunión de abogados y actuarios. En eso nos parecemos mucho, como no podía ser de otra manera, al Cuerpo de Inspectores de Seguros del Estado.

Escribir estas líneas se me hace bastante difícil. Cuando te piden un artículo, se te puede atascar por dos razones: la primera, que realmente no sepas qué decir. La segunda, que lo que quieres decir se te haga tan evidente, tan de cajón, que te cueste encontrar las palabras para sacar esas ideas tan evidentes fuera de tu cabeza. La dificultad de este es de las del segundo tipo. Para mí, la importancia de la profesión actuarial para el seguro y para UNESPA es algo tan evidente que me cuesta ponerlo por escrito. Mi primera tentación es escribir que es algo evidente, y punto.

Aprender de seguros, algo que muchos o todos nosotros hemos tenido que hacer en algún momento de nuestra vida profesional, es entender que el seguro tiene elementos que ninguna otra actividad tiene. Si has aprendido antes la legislación mercantil general, aquí te contarán, en el primer día, que el seguro tiene leyes propias. Si has invertido tiempo de tu formación en entender un balance bancario, aquí te explicarán, el segundo día, que el balance de seguros se parece, pero solo un poco. Y así todo. El seguro se parece a algunas cosas y se distingue de todas; y eso que lo distingue de todo lo demás es, precisamente, aquello que dominan los actuarios. Hasta ese punto son necesarios. Los actuarios tienen las llaves de las puertas a partir de las cuales la historia se pone interesante.

Interesante quiere decir, también, compleja. Después de muchos años representando al sector asegurador, para mí es claro que la gran dificultad que afrontamos frente a terceros es nuestra complejidad. De cara a esos terceros, hablemos de Administración, de partidos políticos, de cualquier otra tipología de interlocutor, el seguro suele tener el problema de ser capaz de explicarse. Diversas realidades, que otros sectores económicos pueden aspirar a que sus interlocutores conozcan por referencias y conocimientos diversos, deben ser explicadas en nuestro caso a causa de nuestras especificidades.

Eso plantea varios problemas. Puedo citar, en este terreno, los surgidos en algunos casos cuando el legislador ha querido crear una obligación de aseguramiento, y en UNESPA hemos tenido que trabajar duro para explicarle que debía colaborar con nosotros para que dicha obligación estuviese formulada en la ley de forma técnicamente adecuada. O las muchas horas de explicaciones que tuvimos que invertir, durante el diseño del entorno Solvencia II, para convencer a muchas personas de que Solvencia II no podía ser Basilea con otro nombre, porque el seguro y la banca se parecen, pero no son iguales.

Foto: iStock.com/metamorworks

Cuando la defensa de los intereses del seguro transita por ese tipo de lugares, la colaboración técnica es algo crítico. Necesitamos de los actuarios para hacer eficientes nuestros mensajes y nuestros argumentos. Y este es un terreno en el que la ayuda constante y generosa por parte del Instituto nunca nos ha faltado. Aunque pueda haber quien lo piense, lo cierto es que el actuario está muy lejos de ser un profesional encastillado en sus conocimientos que, por lo tanto, desdeña la necesidad de explicarse y relatarse. La profesión actuarial ha evolucionado cómo ha evolucionado el sector al que sirve, y eso quiere decir que ha adoptado muchas habilidades comunicacionales específicas de las que nosotros nos beneficiamos.

En este sentido, resultan muy de agradecer y son muy loables las diversas iniciativas que, desde la profesión actuarial, se han desplegado en pro de un desarrollo técnico y desapasionado de algunas polémicas con una fuerte carga sentimental, como pueda ser la que rodea a todo el universo de las necesidades en materia de previsión social. La voz de los actuarios es siempre una voz que sitúa los debates exactamente donde deben estar, es decir, en la valoración desapasionada de la situación y de las alternativas disponibles. Es obvio, en todo caso, que no siempre su voz es todo lo escuchada que debería; pero los esfuerzos en este sentido de la profesión y de su Instituto son algo que valoramos mucho.

Así las cosas, que otra cosa puedo decir que, para nosotros, la representación corporativa de la profesión actuarial es un compañero de viaje tan amable y cómodo como necesario, crítico en ocasiones. La voz experta de la profesión actuarial es algo sin lo que no podríamos abordar algunos de los principales objetivos que nos planteamos. Y, al final del proceso, lo que se produce es una interpenetración, una comprensión mutua, un mutuo enriquecimiento, en el que todos cambiamos para mejor.

Sólo espero que esta relación mutua fructifique en los próximos 80 años como lo ha hecho en los que ahora dejamos atrás. Por el bien de todos, pero, sobre todo, del principal beneficiario de nuestro entendimiento, que no es otro que la colectividad asegurada. n

La voz de los actuarios es siempre una voz que sitúa los debates exactamente donde deben estar, es decir, en la valoración desapasionada de la situación y de las alternativas disponibles

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