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PSYCHE: Nov - Dic 2022

FRAGILIDAD O FORTALEZA: VULNERABILIDAD.

Por: Mary Zayat Hanono

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Hace poco viví una experiencia que me hizo pensar en lo vulnerables que somos ante la vida: recibí los resultados de un lunar que me extrajeron y revisó patología. Había ido a consulta con una dermatóloga por una cuestión estética, sentada en su consultorio, esperando que me aplicara Botox, recordé que tenía ya mucho tiempo sin revisar mis lunares - para mi era común hacerlo una vez al año - le pedí que lo hiciera y me respondió: “Ay mija, otro día vienes con calma porque ya tengo paciente esperando afuera”, le insistí pues ya había pasado mucho tiempo, accedió e inmediatamente, me dijo que me lo extraería.

Pasaron diez días...

Anteriormente me habían quitado varios lunares y no me causaba angustia, no habían resultado malignos. Esta vez, el resultado de patología informaba que tenía un melanoma y que se debía hacer una escisión mayor Lo leí una y otra vez Tenía noción de lo que estaba leyendo, sin embargo, me negaba a creerlo.

Inmediatamente contacté a la doctora quien me confirmó: tenía cáncer de piel. Más tarde supe que se encontraba en una fase temprana por lo que solamente se requería de hacer una escisión mayor. Pero ese día el mundo se me derrumbó. Fue entonces cuando comprendí lo frágiles que somos ante la vida, que está construida por instantes y que de un minuto a otro todo cambia, el miedo se apoderó de mí. Me descubrí vulnerable.

Siempre me he considerado una mujer fuerte pero ahora era distinto. No podía más que pensar en mi esposo, en mis hijos y en mis padres. Me di cuenta de que no hay nada garantizado. Yo no me quería morir. Y aunque era consciente de que estaba en una fase inicial, mi mente me llevó a pensar en fatalidades. También pensé en lo mucho que me falta por disfrutar, por hacer, por sentir, por vivir. Me reproché por perder el tiempo en banalidades y discusiones absurdas, hice una revisión de mi vida en términos de madre, esposa, hija, hermana y amiga

Comencé a recibir infinidad de llamadas de personas cercanas, familiares y amigos en su mayoría, pero también de personas con las cuales había tomado distancia por que la vida nos llevó por distintos caminos. Me sentía conmovida y agradecida por las muestras de cariño. Aunque me mostraba fuerte, cuando terminaba las llamadas, me invadía una angustia terrible, lloraba inconsolablemente y no entendía por qué, si solamente estaba recibiendo afecto y palabras reconfortantes. Fue hasta que me llamó una amiga que empecé a comprender algunas cosas: con ella no me pude contener, lloré y se me quebró la voz, y me dijo: “No, tú no puedes llorar, no me gusta sentirte débil, tú siempre has sido fuerte.”

Me di cuenta que mis sentimientos la confrontaban, no podía mostrarme vulnerable incluso cuando yo no me sentía “fuerte”, me estaba muriendo de miedo por dentro. Sentía miedo a no estar para la gente que quería, miedo a no realizar mis metas, a no cumplir con mis promesas, a no realizarme profesionalmente o ver a mis hijos crecer, etc. Esta experiencia me hizo reflexionar, ¿qué es lo que nos lleva a esconder lo que sentimos? ¿Cuándo y con quién ocultamos nuestras emociones? ¿Acaso es malo mostrarse al mundo tal y como somos? Dentro de nosotros existe la necesidad de ser auténticos, de vivirnos con lo que realmente sentimos, pensamos o queremos Al mismo tiempo necesitamos sentirnos aceptados, queridos, pertenecientes a nuestra familia, nuestro grupo y a nuestra comunidad. A veces empatar estas dos necesidades simultáneamente parece difícil. Mostrarme tal cual soy en un momento conlleva el riesgo a que me juzguen o me rechacen, a que digan que mis emociones o pensamientos no son los “adecuados”.

Ser auténtica, mostrar quién soy, qué siento, implica siempre un riesgo, la incertidumbre de cómo reaccionarán los otros, la posibilidad de ser rechazada o no comprendida cuando me muestro auténticamente, es una experiencia profundamente humana. Creo que todos la hemos sentido

En ocasiones al experimentar esta dualidad, escondemos nuestros pensamientos, emociones o acciones. Expresarnos puede ser difícil porque nos puede poner en este lugar vulnerable.

La vulnerabilidad se ha estudiado desde distintas disciplinas. Todas ellas han arrojado un común denominador: una persona es vulnerable cuando existe algún tipo de amenaza.

Vulnerabilidad viene de la palabra en latin “vulnerabilis”, con las raices “vulnus” que significa herida y “abilis” significa posibilidad Expresa la alta posibilidad de ser lastimado.

Al recibir mi diagnóstico experimenté una enorme fragilidad, lo contingente de la vida, la posibilidad de ser herida en mi cuerpo, mi tranquilidad, mis planes de vida. Mi vida se veía amenazada. Me sentí vulnerable. Pero también me sucedió al expresar a otros lo que estaba sintiendo.

Brené Brown, investigadora y profesora de la Universidad de Houston, ha pasado varios años estudiando este último tipo de vulnerabilidad. Ella la define como: “el núcleo de la vergüenza y el miedo y de nuestra lucha por la dignidad; pero también es donde nace la creatividad, la pertenencia y el amor.”

Ella habla sobre la vulnerabilidad como una medida de coraje que permite a las personas ser vistas y comprendidas por las personas que son importantes dentro de su vida. Para ella todo tiene origen en la conexión.

Brown nos recuerda que la conexión con los demás es una necesidad prioritaria.

Es la razón por la cual estamos aquí, es lo que le da propósito y significado a nuestras vidas. Por otro lado, la vergüenza es el miedo a la desconexión, o en otras palabras a ser rechazados, donde si nos exponemos o nos abrimos por completo, podemos ser desmerecedores de tal conexión Según la autora, la vulnerabilidad se asocia a una serie de estados emocionales desafiantes como el miedo al rechazo y al abandono; o al miedo a decepcionar a otros o el sentir vergüenza.

Todos hemos sentido vergüenza y ella deviene de un sentido de insuficiencia. No somos suficientemente buenos, fuertes, flacos, inteligentes, rápidos, etc., y ello nos hace sentir una “vergonzosa vulnerabilidad”. El punto es que para que las conexiones sucedan es necesario permitirnos ser vistos como en realidad somos. Dentro de su investigación Brené Brown denota a un grupo de personas a las que llama “wholehearted” o “genuinas”

Estas personas tienen un gran sentimiento de amor y pertenencia y se creen merecedoras de ambas. Tienen un sentido de “coraje”, de valentía, de contar su historia desde el corazón.

Tienen el coraje de ser imperfectos pero también la compasión de ser amables con ellos mismos primero y después con los demás. Logran establecer una conexión como resultado de su autenticidad, por mostrarse al mundo tal y como son. Abrazan por completo su vulnerabilidad y piensan que aquello que los hace vulnerables también los hace hermosos. Las personas genuinas tienen un gran sentimiento de amor y pertenencia y se creen merecedoras de ellas.

¿Cuándo nos sentimos vulnerables? Podemos serlo en diferentes momentos de nuestra vida, por ejemplo: cuando debemos tomar riesgos que pueden terminar en rechazo, cuando hablamos de errores que hemos cometido, cuando compartimos información personal que normalmente mantenemos privada, cuando sentimos pena, miedo o dolor, cuando volvemos a conectar con alguien de quien nos habíamos alejado o simplemente cuando somos honestos en lo que necesitamos dentro de una relación, incluyendo los límites y las expectativas.

¿Cuáles son los regalos de la vulnerabilidad? Brené explica que la vulnerabilidad es donde nace la creatividad, el placer, la autenticidad y el amor Una vez que bajamos la guardia, nos podemos mostrar al mundo tal y como somos en realidad Al permitirnos ser nosotros mismos dejamos de tratar de complacer a los demás, nos volvemos empáticos con nosotros mismos e intentamos comprender mejor a los demás. Desde esa doble empatía logramos compartir nuestros sentimientos y si el otro toma el riesgo de hacer lo mismo, experimentamos una profunda conexión. Sentirse vulnerable es también sentirse vivo, es estar dispuesto a amar. Mostrarnos vulnerables también es una señal de coraje y valentía.

Nos volvemos mas resistentes y valientes cuando aceptamos quienes somos realmente, cuando abrazamos nuestra experiencia con todas nuestras emociones.

Se nos ha inculcado que la vulnerabilidad es un signo de debilidad Desde pequeños se nos exige “ser fuertes” y por consecuencia, esconder nuestras emociones. ¡No llores!, ¡tienes que ser más fuerte!, ¡no les demuestres que tienes miedo!, ¡no seas débil!, escuchamos mientras crecemos.

Equiparar la vulnerabilidad con debilidad nos ha llevado a reprimir nuestras emociones, a estrechar nuestra experiencia de vida y desconectarnos de los demás.

Cuando terminé la llamada con mi amiga, donde me pidió que fuera “fuerte”, decidí abrirme ante un grupo de terapia. Ahí logré expresarme, me sentí comprendida, se mostraron empáticos y también se abrieron, desnudando su alma Pude expresarme ampliamente y perdí el miedo al juicio, conecté con cada uno de ellos

Más que nunca, entendí que gracias a esta experiencia me permití mostrarme vulnerable, reconocer mis emociones y expresarlas, me abrí a recibir amor, cuidado y cariño de las personas importantes en mi vida. Reconocí la importancia de dejar de pretender que siempre soy fuerte como una fachada que me impedía apoyarme en los demás porque pensaba que esa era mi función, ser el apoyo y el sostén de mi familia, de mi esposo y de mis hijos. Permitirme ser vulnerable no me hizo más frágil, por el contrario, en ella descubrí una nueva fuerza, la capacidad de abrazar mi experiencia de vida con todas sus emociones La posibilidad de conectar con otros al compartir mis emociones, a compartir quien soy

PARATULIBRERO

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