LA SOCIABILIZACIÓN EN LA LIMA DEL SIGLO XXI

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PREÁMBULO

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La modernidad ha suscitado cambios drásticos en la manera de vivir del hombre. Nuestras maneras de relacionarnos han cambiado. Nuestras ciudades han cambiado. Nuestros hábitats han cambiado. Tras la vorágine que se impuso a partir de la modernización de nuestras sociedades, algunas han marcado la pauta y otras han debido de seguirles el paso. La manera de concebir la ciudad a partir de la modernidad ha marcado un derrotero lleno de imposiciones, geometrías inertes y control. La modernidad nos ha producido ciudades hostiles y deshabitadas, con poca posibilidad para la interacción y el intercambio. Las ciudades del siglo XXI están marcadas por la fragmentación, la velocidad, la virtualidad, la globalización y la hibridación cultural. En la gran mayoría de las ciudades estas características han causado un efecto incisivo en el tejido urbano y en la colectividad. Lima no es la excepción. El pronóstico para el habitar urbano no es muy esperanzador. Si bien la revolución digital, a diferencia de la industrial, es más accesible por naturaleza, las faltas de equidad de las distintas sociedades pueden generar ciudades absolutamente disgregadas. Sin embargo, se pueden generar espacios para el renacer de la habitabilidad urbana. Espacios en los que la socialidad genere intercambio cultural, libertad de expresión, vivencias urbanas diversas para devolverle a la sociedad civil el poder que le corresponde como agente del habitar urbano. El espacio público es el ámbito en el que se deben generar estas oportunidades para los ciudadanos. Sin embargo, en la Lima actual el espacio público es aún incipiente.

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La modernidad y la ultra‐modernidad no son fenómenos dispares. La ultra‐modernidad se traduce en la acentuación y exageración de las características de la modernidad. Los agentes principales de la modernidad: el capitalismo, la industrialización y la sociedad civil se han transformado a partir de la hegemonía del capitalismo y las repercusiones de la industrialización. El gran ausente es la sociedad civil. El capitalismo ha embebido todos los ámbitos del quehacer humano. Se ha inmiscuido en la ciudad, en el espacio público, en los imaginarios urbanos. La industrialización y sobre todo, la racionalización de las ciudades, nos han dejado con espacios vacíos, la ciudad se ha convertido en un lugar de paso, una herramienta más para el trabajo. La calle ha dejado de ser habitada y vivida, solo se utiliza para trasladarse de un lugar a otro. La especialización del espacio que generó la excesiva fragmentación en los usos del entorno urbano, ha separado tanto nuestras ciudades que se han tornado poco humanas: “…la vida cotidiana moderna ya no se organiza en espacios regidos por la proximidad peatonal” (Vega‐Centeno, 2003). Están pensadas para la máquina, no para el peatón. 1.1. MOVILIDAD Y VELOCIDAD Las ciudades del siglo XXI están organizadas a partir de la movilidad y la velocidad. Entender que el territorio de una ciudad actual ha dejado de definirse por distancias, y ha cedido ante la variable (capitalista) del tiempo, es muy importante. Quienes habitamos en ciudades tan grandes como Lima, sabemos bien que los kilómetros lineales nada tienen que ver con la gran cantidad de minutos que se utilizan para recorrerla para realizar las actividades de nuestro día a día. La organización (y el diseño) de una ciudad deben contemplar necesariamente los recorridos que deberán

La ciudad como red. Vista nocturna de Huamanga, Ayacucho. Fuente: Fotografía del Autor.

1.2. REDES Y COMPLEJIDAD La ciudad del siglo XXI está organizada en redes interconectadas. Redes de movilización, de intercambio económico, cultural y de información. Redes que componen una organización muy diferente a aquella que la modernidad proponía (absolutamente racional). En consecuencia, el uso del espacio urbano también se ha complejizado: “La intensificación de tramas nodales no anula, entonces, la posibilidad de desarrollo de la presencia de permanencias en la ocupación del espacio y tampoco el espacio virtual aparece como dimensión de la interacción social que anule la necesidad de construir referentes ligados a espacios concretos. Esta parece ser una necesidad humana que no se puede soslayar con las innovaciones tecnológicas con las que nos confrontamos” (Vega‐Centeno, 2003).

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LA CIUDAD DE LA MODERNIDAD Y LA ULTRA‐MODERNIDAD

hacer sus habitantes para vivir en ella; para vivirla. Las tendencias urbanas desde el punto de vista de la sostenibilidad promueven cada vez más confluir distintos usos en pequeñas porciones de territorio. La movilización de las personas compone redes de desplazamiento interconectadas a lo largo del territorio. Esto produce, entre otras cosas un tejido diverso al urbano, una maraña de conexiones viales que tienen que ver más con el tiempo que con la distancia y por tanto con la noción de lugar.


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“These interstitial spaces of connectivity within individual buildings extend through urban space to produce a multi‐layered structure of extraordinary complexity and utility.” Traducción del autor.

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que este tomaría es una tarea bastante difícil, al ser el ser humano, un ente tan subjetivo como lo son sus decisiones. 1.3. TECNOCIENCIA La innovación tecnológica ha evolucionado a pasos agigantados. Desde el punto de vista del capitalismo, ya no somos nadie, si por ejemplo no tenemos acceso a tarjetas de crédito para comprar online, o si no contamos con perfiles en sitios electrónicos para que podamos ser reconocidos (o mejor dicho rastreados). ¿Hasta qué punto estos accesos y la permanente disponibilidad de la que nos hacen capaces los distintos aparatos que nos hacen creer que necesitamos, son realmente necesarios? ¿Hasta qué punto se nos permitirá, en un futuro no muy lejano, decidir si quiero o no quiero estar imbuida en esta conexión sin límites? Parece ser que poco a poco vamos renunciando a la facultad de poder decidir por nosotros mismos si nos insertamos o no es te este mundo digital, ya que al parecer resulta sospechoso que algunos no formen parte de este sistema, que abre las puertas a la posibilidad de que se sepa siempre, en cualquier momento, que está uno haciendo, con quien y en donde. El ser humano, dentro de su gran capacidad técnica y su obsesión por el conocimiento, ha llegado a un nivel tal de desarrollo, que en este momento es posible pensar en hombres o mujeres que lleguen a vivir doscientos o trescientos años. La tecnociencia de la que disponemos ahora, hace que esta afirmación no sea más una fantasía bíblica, sino una posibilidad. Sin embargo, hay otras urgencias de las que los avances tecnológicos no deben distraernos. Perdemos el tiempo en desarrollar tecnologías que, por ejemplo, nos pueden llevar a una virtual inmortalidad pero aun no hemos consolidado nuestra manera de ser mortales. Deberíamos abocar toda la ciencia y técnica que tenemos a nuestra disposición para llevar a la humanidad en conjunto al desarrollo. ¿Cómo podemos avocarnos a innovaciones

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Esta transformación de la morfología de la ciudad (de buscar homogenizar los comportamientos – y por tanto los espacios – y hacer énfasis en la idea de movimiento), nos lleva a entender el territorio como una confluencia de flujos, de distintas densidades y distintos tiempos, que hacen la ciudad contemporánea un espacio cada vez más etéreo. Sin embargo, aún sumergidos en lo que Vega‐Centeno denomina redes nodales, tal vez estemos construyendo un territorio más consolidado (a la manera de un verdadero tejido urbano, que entrelaza centros de diferentes jerarquías sólo con la actividad humana). “Estos espacios intersticiales de conectividad ente los edificios se extienden a través del espacio urbano para producir una estructura de múltiples capas de extraordinaria complejidad y utilidad” (Gandy, 2005).1 Las ciudades se han convertido en una realidad complejísima de variables: variables morfológicas o físicas y variables subjetivas. Estas variables se superponen a manera de capas en la estructura urbana. Para poder entender esta red de variables se puede reducir a la ciudad a su unidad mínica: el espacio y la acción: “La acción y el espacio son indivisibles. La acción se apoya en el tipo de espacio. “El espacio apoya este tipo de acción. Ambos forman una unidad, un patrón de acontecimientos en el espacio” (Alexander, 1979). La complejidad está en que la unidad mínima espacio‐acción se multiplica n veces y todo depende de las decisiones de los actores: los habitantes de la ciudad. Confrontar al ciudadano con el espacio y predecir las acciones


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“Los edificios más recientes están dotados con helipuertos privados que permiten a unos cuantos privilegiados (cada vez más numerosos) vivir en la ciudad de manera completamente desconectada, pasando de un lugar cerrado a otro también cerrado (residencia, trabajo, ocio), evitando pasar por los espacios públicos abandonados a los ciudadanos comunes y corrientes” (Musset, 2007). Este fragmento extraído de un texto que compara las ciudades actuales (sobretodo sudamericanas) con aquellas ciudades de la ciencia ficción (como Coruscant2) revela el miedo e incertidumbre que pueden producir la inestabilidad de la morfología urbana: “…nutre los sentimientos colectivos de paranoia, al conformar una geografía del miedo basada en la estigmatización de lugares específicos” (Musset, 2007). Esta sensación influye, evidentemente en el estado de ánimo de la colectividad y repercute en las formas de uso del espacio urbano más cercano a ella: el espacio público. Este vivir en un entorno que cambia constantemente, al que hay que seguirle el paso diariamente, no es algo para lo que el ser humano está preparado, aún. Procesos constantes de des‐ territorialización y re‐territorialización son el marco en el que se mueven nuestras urbes. Nos encontramos pues, frente a varios procesos paralelos que tienen que ver con retroceder y volver a caminar. La des‐territorialización implica la ausencia de vínculos de identidad con los lugares, determinada en gran parte por la globalización y este nuevo mundo totalmente accesible; la re‐territorialización, en En la saga de películas de la Guerra de las Galaxias, Coruscant es uno de los planetas más poblados de la galaxia (es un planeta del tipo ecumenópolis, o sea es una ciudad que cubre el planeta entero). Fue la sede del gobierno de la llamada Antigua República, del Imperio Galáctico, y en última instancia de la Nueva República. Aparece en los episodios I, II, III y en la edición especial del VI.

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tecnológicas superficiales, cuando aun tenemos problemas, como sociedad global, que cargamos como resultado de nuestra precaria modernidad?: el hambre, la contaminación, la falta de equidad, la pobreza, la falta de educación, etc. “La meta del proyecto tecnocientífico actual no consiste en mejorar las miserables condiciones de vida de la mayoría de hombres; en cambio, parece atravesado por un impulso insaciable e “infinitista” que ignora explícitamente las barreras que solían delimitar la proyecto científico prometeíco” (Sibilia, 2009). El potencial tecnológico, sin embargo nos abre puertas, desde el punto de vista de la interacción social, que hasta hace un tiempo no contemplábamos. Las redes sociales, la conectividad inmediata tienen gran potencial para despertar en la sociedad civil un sentido de colectividad. Además, el potencial de la conectividad en el espacio urbano, es sumamente sugerente. Debemos buscar hacer ciudades que a partir de esta nueva idea de conexión virtual, aumenten la conexión física. Es decir, el potencial del trabajo en conjunto puede generar cambios positivos en el uso del espacio público y el despertar de la colectividad. 1.4. TRANSFORMACIÓN CONSTANTE Haciendo referencia a la postmodernidad, la post‐metrópolis (Soja, 2000) se define como aquel espacio urbano actual caracterizado por el nuevo modo de vivir, pero que aún carga con pedazos del pasado. Esta post‐metrópolis también tiene que ver con la reestructuración y la remodelación de los espacios urbanos. Es un concepto que aun se está elaborando, pues los cambios se siguen dando. Los cambios producen ansiedad. Una época marcada por los cambios, como lo es la nuestra, genera incertidumbre. Tan es así que alguno teóricos han llegado a prefigurar el pronóstico de la ciudad del siglo XXI a un panorama bastante desconcertante:


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“Cuando las calles de una ciudad ofrecen interés, la ciudad entera ofrece interés” (Musset, 2007).

La morfología de las ciudades modernas ha repercutido enormemente en la falta de intercambio cotidiano en nuestras ciudades. Las ciudades ya no son más un espacio de encuentro, no propicia lo encuentros entre las personas. Por lo menos no para las personas del siglo XXI, ya que a partir de las características de la post‐metrópolis (ciudad de la ultra‐ modernidad), está diseñada para acentuar la individualización de sus habitantes. Estas nuevas características, que han transformado nuestras ciudades, convocan a la arquitectura a pensar en una nueva manera de afrontar el diseño del entorno urbano, en especial el espacio público, que es el lugar con vocación para el encuentro y el intercambio cultural. 2.1. DIACRONÍA DEL ESPACIO PÚBLICO El espacio público a lo largo de la historia, fue siempre un lugar de encuentro: el ágora de la Grecia clásica propicia el cultivo físico e

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GEOMETRÍA Y SOCIABILIZACIÓN

intelectual de los atenienses, las calles orgánicas de la ciudad de la Edad Media era modelada por el uso mismo de sus habitantes, las plazas del Renacimiento eran acogedoras para los peatones, ya que por su escala conformaban espacio intermedios entre los grandes vacío de la ciudad y las áreas de encuentro para las personas. A partir de la modernidad y de la consecuente racionalización de las ciudades, éstas dejaron de ser “humanas”. “Cuando el espacio se fue devaluando en virtud del movimiento, los individuos gradualmente perdieron la sensación de compartir el mismo destino que los demás” (Sennett, 1997). La ciudad dejo de ser pensada para los peatones, para pasar a servir a la máquina (el nuevo paradigma de la modernidad), y por ende, el espacio público perdió poco a poco su carácter de lugar de intercambio, encuentro e identificación. La geometría heredada de la ética protestante (Senneth, 1991), que a la vez se heredó de los babilonios, egipcios y romanos, fue la geometría ideal para diseñar las ciudades de la modernidad, de un nuevo comienzo. Una retícula ortogonal, que se contradecía con el tejido orgánico de la ciudad medieval y del renacimiento. Se superponía sobre la topografía sin el menor respeto por el entorno. La racionalización y las necesidades de dominación y control, llevadas al extremo. Esta cuadrícula, se implantaba en el territorio y podía extenderse ad infinitum, esta posibilidad de extensión ilimitada acentuaba la nulidad del espacio como tal. Se anularon los centros públicos, no hay noción de nodos, ni de aglomeración. No se tenía necesidad de encuentro, de interacción. El ritmo de vida actual, propicia el desplazamiento constante de las personas y esto lleva al aumento de espacios inertes, que no sirven para el encuentro, sino que sirven únicamente para la movilización de las masas. La tecnología con la que contamos actualmente nos permite prescindir del espacio

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contraparte, suscita nuevas formas de identificación y ocupación de los espacios. Esta reubicación de los espacios, de los centros y de los poderes nos lleva a pensar en el torbellino del que hablar Marshall Bermann (1982), en cuanto a que la modernidad diluye todo lo sólido o todo aquello en lo que pensábamos asentarnos, en lo que nos sentíamos seguros. Es preciso pues, encontrar nuevos cimientos, que no tengan que ver con el capital o con el desarrollo tecnológico, que son la columna vertebral de la búsqueda del hombre hoy en día. Debemos volver a buscarnos, en el hombre y sus subjetividades como ser humano podemos encontrar nuestros nuevos cimientos.


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comportamientos y por su capacidad de estimular la identificación simbólica, la expresión y la integración culturales” (Borja, 1998). Se debe entender el espacio público “a modo de escenario donde cada ciudadano produce espacio a partir de sus observaciones y recorridos, donde él también representa un papel, donde la ciudad se encuentra representada en reglas, símbolos, imágenes y por supuesto, en las observaciones y experiencias con las que cada ciudadano la refleja y la recorre” (Iregui, 2007). El espacio público es el espacio para intercambio, para el encuentro y para interacción. Existen diversas definiciones sobre lo que significa el espacio público. Para efectos de este ensayo, se ha elegido la definición pluri‐ dimensional del arquitecto Juan Tokeshi:  La dimensión físico‐territorial: El espacio público es un espacio visible y accesible. Tiene un carácter de centralidad, es decir es reconocible por el grupo de personas que lo utilizan cotidianamente o es identificable como parte de su entorno por aquellos, que si bien no lo utilizan cotidianamente, lo reconocen como un espacio que los podría acoger sin resistencia.  La dimensión política: El espacio público es el espacio del diálogo entre el poder político y la ciudadanía. El poder político es el propietario jurídico del espacio público y faculta su uso. La ciudadanía ejerce el uso del espacio, ejerciendo su derecho y otorgándole el carácter cultural propio del grupo de personas que con él se identifican.  La dimensión social: Se define el espacio público como el escenario del anonimato, es decir es el espacio en que todos son iguales, donde no se debe justificar el origen o condición social.

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urbano. Hace posible relacionarse o conectarse con las personas a través de medios virtuales, ya no hay necesidad de salir a la calle. “La historia ha demostrado las virtudes de estos elementos hasta tal punto que, para la mayoría de la gente, las calles y las plazas constituyen la verdadera esencia del fenómeno “ciudad”. Esta sencilla relación y el uso lógico de las calles y las plazas – calles basadas en el trazado lineal del desplazamiento del ser humano y plazas basadas en la capacidad del ojo para inspeccionar una superficie – se han adoptado de nuevo en los últimos años” (Gehl, 2006). Cuando privamos a las personas de un espacio urbano que invite a la interacción, les estamos privando de uno de sus derechos fundamentales como ciudadanos. La ciudad, y sobre todo el espacio público son una necesidad para socialidad inherente en los seres humano. La morfología de estos espacios debe estar pensada a escala humana. El error más grave de la ciudad moderna es dejar de pensar en la ciudad para el hombre y volcarla hacia la máquina. El peligro de la post‐metrópolis es el mismo: olvidarse del hombre como centro de la ciudad y embeberse en la tecnología y en el individualismo y fragmentación que ésta puede generar. Sin embargo, la tecnología también puede jugar un rol humanizador del espacio urbano. Debemos, por ello, entender su potencial para revestir los espacios públicos con la misma conectividad que ésta nos proporciona. 2.2. ESPACIO PÚBLICO “El espacio público supone pues dominio público, uso social colectivo y multifuncionalidad. Se caracteriza físicamente por su accesibilidad, lo que le hace un factor de centralidad. La calidad del espacio público se podrá evaluar sobre todo por la intensidad y la calidad de las relaciones sociales que facilita, por su fuerza mixturante de grupos y


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“¿Qué necesitamos los seres humanos para nuestra realización más plena? Necesitamos, por ejemplo, caminar, ver gente, estar con gente. Y la ciudad debe tener características que propicien ese contacto con otros” (Gehl, 2006). Los vacíos enormes, de gran escala, propiciados por la utopía urbana de la modernidad, son pues espacios deshumanizados. Se deben propiciar escalas

intermedias, para que el ser humano pueda reconocerse en la ciudad. Estas escalas intermedias tienen que ver con los bordes, con los ángulos de visualización, con los elementos polivalentes, finalmente, con devolverle a la ciudad su carácter humano. “El espacio público ha pasado de ser el lugar de encuentro y socialización a transformarse en uno de simple tránsito entre uno y otro punto de la ciudad; su diseño parece más orientado a optimizar los flujo de producción de un sistema decididamente capitalista que se expande sin resistencia aparente, que a satisfacer los deseos de bienestar y recreación de los ciudadanos” (Iregui, 2007). Por las características expuestas de la post‐ metrópolis, entendemos que el espacio público corre el gran peligro de desaparecer para convertirse en espacio de infraestructura urbana. Nuestras ciudades cada vez necesitan más de espacio que sirvan a la movilización y el desplazamiento, al intercambio económico. La tecnología nos propone realizar cada vez más actividades desde una conexión a la red. La figura del peatón va perdiendo importancia. Los desplazamientos humanos ya no son excusa para el encuentro, se propicia el individualismo sobre la interacción social. Para propiciar este intercambio, la ciudad debe convertirse en el espacio de neutralidad, en el que todos somos iguales. Si el capitalismo ha pasado a gobernar todas nuestras actividades, esta igualdad no se puede dar libremente. La lógica del capitalismo intensifica les desigualdades: “La imposición de lógicas derivadas del actual modelo económico –que pasa por alto criterios mínimos como planificación o sostenibilidad‐ sobre los procesos de nuestras ciudades ha marcado con mayor intensidad una huella que es patente en ellas desde el mismo momento en el cual fueron fundadas: la desigualdad” (Takano y Tokeshi, 2007).

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La dimensión económica: En la idiosincrasia peruana, las plazas y calles son escenario tradicional de comercio, sin olvidar que esta actividad comercial genera conflicto en torno a su dinámica.  La dimensión cultural: El espacio público es el espacio de la identificación con el pasado de toda la ciudad. Expresa los orígenes y las identidades comunes. ¿Qué pasa entonces cuando el origen y el pasado no convergen? Es evidente que el contexto de la Gran Lima no es unívoco. Las diferencias entre Lima Centro y Lima Periférica y los modos de apropiación del espacio público son puntos clave para poder proponerle a Lima un verdadero escenario para la interacción y el intercambio cultural. 2.3. PANORAMA URBANO DEL SIGLO XXI “…La ciudad tensa el sistema nervioso humano al extremo” (Johnson, 2003). La morfología de las ciudades determina el uso de las mismas. Si la ciudad está pensada para el automóvil, las personas no se sentirán más parte de ella y será percibida, como sucede con Lima Metropolitana, como un espacio hostil. ¿Qué tipo de encuentros puede propiciar una ciudad hostil? ¿Qué tipo de intercambios sociales? ¿De qué manera se puede hacer ciudad en un espacio que no te invita a utilizarlo?

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Una ciudad sin espacio de encuentro, es una ciudad muerta. Cuando los habitantes no tienen el espacio para manifestarse o para apropiarse de la ciudad, la ciudad ha dejado de servir al ser humano. Es preciso devolver la ciudad a sus habitantes. 2.4. LO VIRTUAL vs. LO TANGIBLE Los límites entre lo tangible y lo tangible, entre lo físico y lo virtual se han ido diluyendo (Sibilia, 2002), el mundo ya no será cartesiano nunca más, en la ciudad cyborg (Gandy, 2005) se diluyen los límites entre mente y cuerpo, material y virtual. “El concepto de cyborg puede, en este sentido, ser considerado dentro de un proyecto intelectual para “rematerializar” la ciudad y establecer conexiones sustantivas entre el cuerpo, la tecnología y el espacio”3 (Gandy, 2005). Rematerializar la ciudad, quiere decir en este caso, devolver su sentido físico y táctil a partir del potencial tecnológico de este tiempo. Lo que necesitan nuestras ciudades no es vaciarse de vida, sino todo lo contrario. Para devolverle el sentido a la ciudad, debemos devolvérsela a sus habitantes. Lo cual se puede lograr sin satanizar el desarrollo tecnocientífico, sino incorporándolo a esta tarea. “La ciudad cyborg es ampliamente percibida como una ciudad post‐ metabólica en la cual el intercambio de información ha suplantado el papel del intercambio material y se convierta en la dinámica dominante detrás de la conformación del espacio urbano”4 (Gandy, 2005).

Imaginémonos recorrer una ciudad en la que a cada paso podemos percibir información útil y práctica para facilitar su recorrido. La ciudad misma es una fuente de información. La infraestructura física está complementada por infraestructura virtual y de esa manera percibimos datos de clima, tráfico, eventos, acumulación de personas, etc. A partir de esta información podemos tomar decisiones informadas con respecto a nuestros recorridos. “…la ciudad es a la vez una entidad tangible, sino también una construcción relacional de modo que no podemos separar la una de la otra”5 (Gandy, 2005). Sin embargo se mantiene clara una idea: la conectividad virtual no podrá reemplazar al espacio físico tangible. Lo que debe pasar es que la ciudad se adapta a estas nuevas tecnologías y las incorpore en la infraestructura urbana, para de este modo complementar lo tangible con lo virtual y viceversa. A partir de esta idea de complementariedad, se desliga un concepto que algunos autores denominan identidad digital, que está íntimamente relacionado con el potencial del reciente fenómeno de las redes sociales. Volcar ese potencial de identificación de una red con este gran potencial de conectividad a un espacio físico tangible, es una de las tantas puertas que nos abre la tecnología. El espacio público se volverá nuevamente el escenario de la interacción social, dejarnos nuestras casas u oficinas para volver a las calles. “Asociar una identidad digital un lugar (barrio, calle) de residencia abrirá nuevas fronteras a las dinámicas de comunicación de escala local e hiper‐local catalizando nuevos procesos de identificación con los

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become the dominant dynamic behind the shaping of urban space. Traducción del autor. 5 The city is both a tangible entity but also a relational construct so that we cannot disentangle the one from the other. Traducción del autor.

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The cyborg concept can in this sense be enlisted into an intellectual project to “rematerialize” the city and establish substantive connections between the body, technology and space. Traducción del autor. 4 The cyborg city is widely perceived as a post‐ metabolic city in which the exchange of information has supplanted the role of material exchange to


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IDENTIDAD E INTERCULTURALIDAD

“Mediante el concepto de espacio social, nos aproximamos, entonces, a un enfoque del ámbito de lo local referido a un colectivo humano circunscrito a un espacio delimitado. Partiendo de este enfoque antropológico, Augé define este espacio como lugar, como territorio que permite a un colectivo la afirmación de una identidad” (Vega‐Centeno, 2003). Aquello a lo que vega Centeno se refiere como lugar, es el espacio de identificación, un espacio que podemos asociar a algún tipo de referente personal que, por mínimo que sea, podemos relacionar con algún aspecto importante en nuestras vidas. Un lugar es un espacio con significado. Las ciudades tienen una carga subjetiva sustancial. Están conformadas ellas mismas por seres de gran subjetividad: los seres humanos. No podemos entender el fenómeno urbano únicamente desde el punto de vista morfológico (físico), ya que siempre habrá un complemento no tangible (lo meta‐físico, o aquello que está más allá de los físico). Este elemento no tangible es tan importante como el morfológico, ya que la subjetividad de las personas determinará sus decisiones y son estas dicisiones las que determinan el uso del espacio público. Estas decisiones son el encuentro entre la vida y el espacio en la ciudad: “el patrón total, espacio y acontecimientos juntos, es un elemento cultural” (Alexander, 1979). Esta parte no tangible está comprendida por la cultura, la identidad, los imaginarios urbanos y demás variables que se desprendan del factor humano de la ciudad. 3.1. LA NOCIÓN DE PERTENENCIA

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Desde el punto de vista del espacio público, los factores de identidad y cultura son fundamentales. Si consideramos el ejemplo del París de la post‐revolución francesa, entendemos que si una sociedad no se identifica con un determinado hecho, el espacio público no funciona: luego de la revolución francesa, las autoridades de la ciudad de París pretendieron movilizar a la población en diversas actividades de tipo procesional. Cuando la gente era dirigida, la procesión marchaba como estaba planificada, pero cuando llegaba el momento de usar las plazas y calles de manera espontánea, las personas se desorientaban, se aburrían o simplemente se retiraban a sus casas. Y es que para utilizar el espacio público es fundamental identificarse con él, de alguna manera, no necesariamente directa: “Generalmente será preciso que tengan un significativo denominador común: un trasfondo común, intereses comunes o problemas comunes” (Gehl, 2006). La identidad se genera a partir del reconocimiento de los otros, ya que esta relación con los demás es clave para el autodescubrimiento y la autoafirmación, por eso la identidad está ligada intrínsecamente a la colectividad. La sociedad alimenta mi identidad. Es por ello que para que una ciudad sea vivida, para que sus espacios públicos vuelvan a la vida, es necesario consolidar la identidad de la colectividad que la habita. Además, le hecho de vivir en sociedad nos hace capaces de tolerar y respetar las decisiones de los otros: nos hace civilizados, en el sentido de ejercer la civilidad. La noción de civilidad proviene del latín civitas, que quiere decir ciudad, esto quiere decir que la civilidad es la capacidad de una persona para vivir en una sociedad urbana, lo cual implica la capacidad de respetar a lo demás, de sociabilizar, de concertar. Así pues la incivilidad dificulta la convivencia, ya que puede generar

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espacios públicos del barrio donde vivimos o trabajamos” (Di Siena, 2010).


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noción de identidad vinculada al lugar en que viven” (Vega‐Centeno, 2003). Se podría decir, a partir de esto, que las acciones, la magnitud y la repetición de las mismas pueden llegar a conformar un espacio sin necesidad de la existencia física del mismo. La sola acción por el hecho de realizarse cotidianamente define tanto la identificación con el lugar como los límites espaciales de esta identidad. El espacio público por lo anterior, debe ser capaz de servir para múltiples actividades cotidianas, debe ser versátil y a la vez familiar. De poder adaptarse a las diferentes actividades y a la vez ser percibido como igualmente confortable para todas ellas: “Tal vez para conseguir revitalizar e incluso rehabilitar cualquier barrio de cualquier ciudad sea suficiente el hecho de crear atmósferas adecuadas en el espacio público mediante la introducción de lo cotidiano como herramienta que permite su modificación, que es adaptable a las situaciones cambiantes e imprevisibles del devenir de toda ciudad” (González y Muñiz, 2010). 3.3. HIBRIDACIÓN CULTURAL La identidad se alimenta también del intercambio cultural, por el mismo hecho que esta tiene que ver con el reconocimiento de los otros, a partir de un encuentro cultural las identidades se afianzan y se alimentan. El intercambio cultural no hace más que enriquecer a la colectividad. “Pertenecer” es fundamental para el individuo, para el ser humano como ser social que es por naturaleza. Desde una perspectiva ética, se prefiguraba la globalización como una fuerza con la capacidad de anular las diferencias, en el sentido de desaparecerlas y diluirlas. Ahora entendemos que mientras más globales somos, más enraizados con nuestra cultura y nuestras tradiciones podemos ser. La globalización, bien llevada, nos invita a realzar lo local, para poder compartirlo con el mundo.

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violencia, abusos e inseguridad. La ciudad debe ser capaz de enseñarte eso: “El entorno urbano debe ser “civil” para que sus habitantes puedan aprender las difíciles destrezas de la civilidad” (Bauman, 2008). Además de aprender a convivir entre iguales, las ciudades deben ser el germen para el desarrollo de la identidad colectiva, que es la que reafirma la identidad individual. Para lograr esto se debe despertar en cada uno de los habitantes la noción de colectividad, de pertenecer a un grupo y la capacidad para identificarse con algún grupo se relaciona directamente con los hábitos. “El hecho de compartir el espacio físico con otros actores abocados a una actividad semejante añade importancia a la acción” (Bauman, 2008). Cuando los ciudadanos se encuentran unos con otros, realizando las mismas actividades en el espacio público, más allá de que la actividad sea compartida o no, ésta se torna más importante. La acción, entonces, se liga al espacio, y el espacio conecta a las personas mediante la acción. Identificar estas acciones comunes que puede ir desde sentarse a leer en una banca, salir a jugar a la calle, regar las plantas, o arreglar una bicicleta; es determinante para entender el tipo de espacios públicos que necesita tal o cual sociedad. 3.2. COTIDIANEIDAD Así como relacionar las mismas acciones es importante, también lo es la constancia con que se realizan. Identificar las acciones más comunes, las más repetidas, nos dará un claro panorama del espacio a proponer. “Las interacciones se hacen constantes en un espacio delimitado por la práctica cotidiana (…,) la referencia constante a un espacio delimitado permite generar una


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inmediato”6 (Mitchell, 1998; en Gandy, 2005). Hay que considerar que ahora ya no se diseña una ciudad para cuerpos limitados, con una capacidad sensorial limitada (como es la nuestra), y enmarcada en contenedores espaciales diferenciados; sino que el diseño de la ciudad ahora tiene que ver con cuerpos electrónicos (o más bien electronizados) capaces de registrar estímulos sensoriales a grandes distancias, o en pequeñísimas densidades y en muchas direcciones, una especie de tecnología omnipresente, pero que a la vez está condenada a un punto fijo, que le impide una movilización o desplazamiento considerables. Lo contradictorio de esta nueva manera de hacer ciudad es que se va estructurando en recintos limitados y al mismo tiempo híper conectados entre sí. Los ciudadanos modernos tienen una fuerte carga de individualización. La ciudad cyborg de Gandy, tiene nuevas maneras de vivir las experiencias colectivas, a partir de los nuevos significados.

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LIMA: ¿CIUDAD DEL SIGLO XXI?

Las características de las ciudades del siglo XXI se dan de manera distinta en Lima Metropolitana. Por la historia de su formación Lima presenta una complejidad particular ya que no todos los sectores de la ciudad se han desarrollado de la misma manera, y mucho menos en el mismo momento. En cuanto a la movilidad, es ya redundante decir que Lima carece de sistemas eficientes

Architects have been concerned with the skin‐ bounded body and its immediate sensory environment… (sic) now they must contemplate electronically augmented, reconfigurable, virtual bodies that can sense and act at a distance but that also remain partially anchored in their immediate surroundings. Traducción del autor.

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Esta colectividad y este pertenecer repercuten en el uso del espacio urbano. La acción y el espacio son indivisibles, la acción se apoya en el tipo de espacio (morfología) y ambos forman una unidad, un patrón de acontecimientos. La ciudad no es más que una red compleja de decisiones individuales interconectadas. Entenderla de esta manera nos permite entender su carácter, su esencia. Este conjunto de decisiones se convierten en patrones de conducta repetidos. Los patrones de conducta se estructuran a partir de reglas simples, que pueden (y suelen) tener grandes repercusiones en el entorno urbano. Es clave para el arquitecto, que es el encargado de juntar la vida con el espacio, entender de esta manera la ciudad: a partir de los patrones que las mismas personas van generando, como si de una ciudad medieval se tratara, en donde la morfología era modelada por el uso. Pues bien, nuestra tarea no es tan sencilla, ya que las variables que debemos contemplar en el siglo XXI, son muchas más y están mucho más interconectadas unas con otras, generando redes en un sistema urbano complejísimo. Sin embargo es posible, ya que las herramientas con las que contamos también han evolucionado y nos proporcionarán la información necesaria para poder hacerlo. Debemos pensar las ciudades a partir de la interculturalidad, el nuevo potencial social del siglo XXI. 3.4. IDENTIDAD Y VIRTUALIDAD “Los arquitectos se han preocupado por el cuerpo humano que está limitado por la piel y su entorno sensorial inmediato, ahora deben contemplar cuerpo virtuales, potenciados y electrónicamente reconfigurables que pueden sentir y actuar a distancia; sino que también deben permanecer anclados a su entorno


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la que se ven sometidos es la misma, aunque por distinto lapsos de tiempo. Es cierto que el Metropolitano y ojalá el Tren eléctrico, han aliviado un poco estas demoras, pero es evidente que los flujos que recorren las arterias de la ciudad las saturan y por tanto el tema de la velocidad se presenta en momentos específicos de día y en zonas muy particulares, lo cual no es suficiente para catalogar a Lima como una ciudad veloz, todo lo contrario. La fragmentación es una característica fundamental de Lima, tanto desde el punto de vita morfológico, como desde el aspecto histórico‐cultural. Lima es una ciudad fragmentada tanto por su organización física y vial (como lo podrían ser diversas ciudades en el mundo), pero particularmente por su realidad cultural. El proceso migratorio y de sub‐ urbanización periférica produce el Lima realidades muy diversas. Esto, sumado al reciente boom de los centros comerciales como polos de atracción “fragmenta a la ciudad en

En el aspecto económico sin embrago, la ciudad presenta una mayor homogeneidad que hasta hace unos años, cuando aún la periferia se consideraba un sector económicamente inferior. Si bien esta realidad persiste en gran parte de la periferia, han surgido focos de desarrollo económico sustancial en diversos sectores de la misma. Esto se traduce en los ya mencionados mega centros comerciales (sobre todo en Lima Norte) como lo son Mega Plaza y el Plaza Norte, en el Callao tenemos el Aventura Plaza, en Lima Sur el Plaza Lima Sur y hacia el este el Mall Aventura Plaza Vitarte. “Como hace algunos años ya no es tan cierto asociar de manera absoluta a la ciudad popular con el territorio de la pobreza urbana. El mapa metropolitano de pobreza se ha desconcentrado teniendo

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“islotes” de consumidores en medio de un creciente mar de guettos de pobreza, articulados entre sí más allá de la contigüidad territorial” (Ávila, 2003).

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para la movilización masiva de sus habitantes. Los recientes proyectos culminados como son el Metropolitano y el tren eléctrico, además de no estar conectados a un sistema integral (todavía, o por lo menos eso esperamos), parecen estar concebidos para una Lima de hace 10 o 20 años. Las grandes vías como son la Vía Expresa, Panamericana, Circunvalación, Javier Prado, La Marina, parte de la Carretera Central, Brasil, Abancay, Alfonso Ugarte, Arequipa, etc. generan un efecto incisivo en el tejido urbano. Uno de los efectos más críticos de estas arterias tiene que ver con el peatón y como se accede al transporte público: los paraderos no están pensados de manera integral. Para acceder de un sistema vial a otro, en la mayoría de los casos es necesario caminar grandes distancias, lo cual hace que la movilidad no sea menos eficiente aún. En la periferia, sin embargo la movilidad se hace menos fluida, por la misma topografía. La avenida Túpac Amaru, en Lima Norte, se distingue por ser una de las pocas arterias de una escala considerable por su amplitud. Es importante recalcar que en la periferia, las arterias comprenden una gran berma central (generalmente un arenal) que podría ser potenciado para el uso público a partir de las lógicas de la periferia, como son: le mercado, el comedor, los juegos infantiles. Incluso se podrían incorporar sistemas de compostaje y reciclaje de residuos inorgánicos, que conforman una parte importante de las actividades periféricas. Por esto, Lima está marcada por la movilidad y el desplazamiento de sus habitantes. Es una ciudad altamente recorrida, que se encuentran en movimiento permanente. La velocidad está intrínsecamente relacionada con extensión de la ciudad de Lima. La población se ve en la necesidad de recorrer inmensas distancias diariamente para acudir a sus centros educativos o laborales. Si bien para la población periférica esta distancia es evidentemente mayo que para aquellos que viven en los distritos céntricos, la congestión a


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Por lo anterior, podemos afirmar que si bien existen grandes diferencias culturales y morfológicas en la Gran Lima, podemos considerar, hoy, que todos sus habitantes son ciudadanos urbanos, es decir, que se manejan dentro de una estructura urbana cotidianamente, ya no son más extraños al sistema urbano, ya no son más inmigrantes: “Han transcurrido ya tres generaciones descendientes de aquellos primeros migrantes y hoy día debemos decir a ciencia cierta, que quienes actualmente la habitan son limeños y son urbanos” (Takano y Tokeshi, 2007). Desde el punto de vista de la conectividad y la revolución digital es pertinente considerar que si bien la revolución industrial no fue capaz de llegar a todos los sectores de la población (y en el sentido global se entiende que Perú no llego a desarrollar una industria per se), la revolución digital si tiene la facultad de inmiscuirse en los más diversos sectores económicos por su accesibilidad. Si bien no llegamos a la modernidad por la industria, se podría decir que podemos alcanzar a la ultra‐ modernidad por la conectividad. Tanto Lima Centro como Lima Periférica cuentan con conexiones a la nube del internet. En Lima Centro estas conexiones son privadas y se están incorporando al los espacios públicos. Tanto a los libres como por ejemplo el Parque Kennedy, como a los comerciales como son los cafés urbanos. En la periferia abundan las llamadas cabinas de internet (que son también comunes en provincia y en cualquier ciudad con alta actividad turística). Esta posibilidad de conectarse a la nube de gran parte de la población inserta a Lima dentro del tema post‐ metropolitano de la virtualidad.

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LA MORFOLOGÍA DE LA CIUDAD LA CIUDAD PLANIFICADA VS. LA CIUDAD IMPROVISADA

El proceso de crecimiento urbano en Lima tuvo un punto de quiebre importante a partir de los años 40 con la migración masiva de habitantes del interior del país por el conflicto interno. Estos inmigrantes se afincaron en las zonas exteriores de la ciudad, en las topografías más complejas, construyendo lo que llamábamos las barriadas. Este gran grupo de personas huyó de una realidad violenta y marcada por la falta de equidad. En gran parte esta situación tuvo que ver con el terrorismo que azotó las regiones andinas y amazónicas. Cuando los eruditos en el tema hablan de reparaciones civiles, se han propuesto acciones penales, de indemnización, de restitución y simbólicas. Pero no se ha pensado nunca en acciones de corte urbano. La población que llegó a Lima y abandonó su lugar de nacimiento y al hacerlo tuvo que renunciar a sus costumbres, alejarse del grupo humano al que pertenecía. Cuando consideramos que estas personas enfrentaron cosas que las personas de la capital apenas percibieron con el ataque de Tarata y los cortes de luz,

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Lima, es una ciudad aún en formación, por lo tanto presenta más oportunidades de las que percibimos. Es una ciudad joven que, sobre todo en la periferia, presenta la posibilidad de proponer espacios y arquitectura más pertinentes. Hacia ahí es hacia donde debemos mirar también las futuras generaciones de arquitectos. Lima Central también tiene carencias y defectos, que deben ser subsanados, pero estos aspectos urgen en la periferia. Debemos asumir nuestras ciudad como una oportunidad, un lugar donde todavía queda mucho por hacer y eso debe ser una motivación.

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ahora grandes zonas con una población económicamente emergente donde se vuelve clave la aparente constitución de una nueva clase media” (Takano y Tokeshi, 2007).


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Parque Kennedy, Miraflores. Fuente: Cuenta Hillmer de Flicker.

En la periferia sin embargo, hay una carencia de estos elementos polivalentes. El referente principal de mobiliario urbano es la banca y la pérgola. Las plazas, que por su extensión no son consideradas de gran escala, por su simpleza y poca ambigüedad, no le proponen al peatón distintas opciones. Limitan la actividad. Las calles Las calles y vías deben presentar opciones para los peatones. Si bien ya se ha mencionado la falta de conexión con la ciudad y el peatón de las arterias de la ciudad, en Lima central las vías se han volcado a servir al automóvil. Existen algunos ejemplos importantes de vías peatonales que generan vida alrededor de las mismas, del Jirón de la Unión hasta el malecón de Miraflores. No es necesario, en este aspecto, generar una estadía. La fluidez de los recorridos ya evidencian su eficacia. En la periferia no existen vías para el tránsito peatonal. Tampoco ciclovías, que si se presentan en el sector céntrico de la ciudad. Sin embargo, la berma central se es utilizada como tal en muchos casos, por su amplitud. Resulta curioso e interesante como la generación de

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“Si la ciudad es un lugar de encuentro por excelencia, más que cualquier otra cosa, la ciudad es su espacio público peatonal… La cantidad y la calidad del espacio público peatonal determinan la calidad urbanística de una ciudad… un espacio público es bueno cuando en el ocurren muchas actividades no indispensables, cuando la gente sale al espacio público como un fin en sí mismo, a disfrutarlo” (Gehl, 2006). La ciudad de Lima es una ciudad de muchas maneras hostil. Si bien un factor importante tiene que ver con la movilidad y el individualismo, también tiene que ver con la morfología del espacio urbano. Con criterios fundamentales de diseño. Los vacíos de gran escala no son acogedores para el ser humano. El peatón necesita de espacios intermedios. Necesita poder tener un registro visual de aquel espacio al que se va a enfrentar. Necesita también, ver gente en esos espacios para sentir que puede recorrerlos con tranquilidad. Las plazas En Lima central podemos apreciar plazas de la época republicana, como por ejemplo la Plaza San Martín en el centro de Lima, que si bien por su extensión pueden parecer impersonales, la presencia de elementos polivalentes le presentan al peatón oportunidades de estadía variadas y opciones para decidir. Las arquerías que bordean la plaza mayor representan un límite flexible, desde el cual el peatón puede tener un registro de los que sucede en el vacío y decidir si accede a él o si permanece en esa especie de limbo que

genera este espacio intermedio. Otro ejemplo puede ser el parque Kennedy de Miraflores, que presenta una variedad importante de mobiliario urbano que permiten al usuario observar diversas actividades y personas.

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entendemos que la retribución hacia ellos nunca será suficiente. ¿Por qué no proponer espacios en donde ellos puedan volver a pertencer? Parte importante de la incorporación a una sociedad tiene que ver con la morfología. La forma de la ciudad es la manera en que esta te acoge o te repele:


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Conexiones y Bordes Como se camina una ciudad es determinante en la calidad del espacio público. Los límites entre un espacio y otro deben proveer descansos o estaciones. La ciudad que se puede percibir a pie, es la ciudad que mejor se vive. En Lima periférica, a diferencia de Lima centro, en muchos casos los límites se presentan en la misma plaza, por un tema topográfico. Cuando se deben subir escaleras, los espacios dejan de convocar a la acción. Gran parte de las plazas en la periferia están sesgadas por necesarias escaleras para conectar los pronunciados desniveles. En el caso de los bordes entre la vivienda y el afuera, resulta mucho más útil proveer a la viviendas de pequeños espacios intermedios en el exterior, antes que un gran vacío alejado de las mismas. Casos como la residencial San Felipe o Matute, generan estos vacíos intermedios, que a la manera de las arquería de la plaza mayor, le dan la opción a sus habitantes para realizar actividades en el afuera, sin alejarse de la vivienda, con la consecuente oportunidad para encontrarse e interactuar con las personas que por allí circulen.

La losa deportiva debe complementarse con otro tipo de infraestructuras. Parque de llantas en Manchay. Fuente: Fotografía del autor.

Una nueva tipología de espacio público, presente tanto en Lima centro como en la

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Berma Central en Tablada de Lurín. Fuente: Fotografía del Autor.

En la periferia esta noción de espacio exterior se vuelca hacia la calle directamente, es decir se utilizan las, a veces inexistentes, veredas para sacar las mesas (de la misma manera que se hace en las provincias costeras) o hasta las piscinas inflables en verano. La calles es de todos, y todos la comparten. Equipamiento Lima Centro cuenta con diversos tipos de equipamiento urbano, en ese sentido se puede decir que está bien abastecida de comercio local, centros de salud, centros deportivos, culturales, etc. En Lima Periférica se han suscitado unas pocas tipologías indispensables en el espacio público. Una de ellas es en salón comunal, donde se dan las reuniones de la junta vecinal. El comedor popular, que alberga al comité del Vaso de Leche. Uno de los espacios más recurrentes es la losa deportiva, presente en toda la periferia presenta una oportunidad importantes para proponer complementos en estos espacios altamente utilizados por la población (que en su mayoría es masculina). “Si bien el deporte es vital para mantener la vida de los distintos barrios, y alrededor de él se generan una serie de actividades y apropiaciones distintas del espacio urbano, no podemos decir en ningún caso que una cancha de fútbol suple todo el equipamiento necesario” (Takano y Tokeshi, 2007).

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vías arteriales en la periferia, con un exagerado espacio central cuya vocación convencional suele estar dirigida a albergar vegetación – que en el caso periférico es casi inexistente por la aridez de los suelos – puede resultar una oportunidad para una nueva manera de circulación peatonal, capaz de albergar tantas actividades como una plaza central.


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IDENTIDAD Y SUBJETIVIDAD LIMA CRIOLLA VS. LIMA PROVINCIANA

“El espacio público es indispensable, o por lo menos muy necesario, para desarrollar el proceso de socialización de los pobres y los niños. Y de los recién llegados a la ciudad. En los espacios públicos que se expresa la diversidad, se produce el intercambio y se aprende la tolerancia. La calidad, la multiplicación y la accesibilidad de los espacios públicos definirán en buena medida el progreso de la ciudadanía” (Borja, 1998). La inserción del colectivo provinciano en la realidad urbano limeña implicó un proceso de marginación y redefinición del mismo. El sólo hecho de tener que cambiar su idioma o su vestimenta determinó una renuncia a parte de su identidad. En un primer momento los inmigrantes pudieron recrear diversas manifestaciones culturales propias de sus lugares de procedencia (ceremonias, danzas, música,

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Graffiti en el Averno, Jirón Quilca. Fuente: Fotografía del autor.

fiestas, etc.) que se tradujeron en una sistemática manera de insertarse en la capital y sobrevivir. Pero, para fines de los 90, este dinamismo perdió fuerza y la identidad propia del “campo” fue diluyéndose y mezclándose con la realidad urbana. Hoy Lima es fruto de la hibridación cultural de este encuentro. Paradójicamente desde su fundación Lima ha sido producto del mestizaje repetidamente. Convergen hoy en nuestra capital lo moderno con lo tradicional y como en el otras ciudades del Perú, lo global con lo local, pero sobre todo lo formal con lo informal. El centro histórico se vuelve una especie de núcleo de esta convergencia. Alrededor de él se despliega la carga cultural tanto criolla como provinciana. Las muestras de las diversidades subjetivas que componen el imaginario urbano de la Gran Lima son diversas. Desde las actividades cotidianas, recreativas, religiosas, hasta la manera de asumirse como parte de una ciudad inserta en el siglo XXI, marcado por la globalización y la tecnociencia. Uso del espacio público Tanto en el centro como en la periferia, los habitantes de esta ciudad ocupan los espacios urbanos de manera masiva, allí donde los haya. La gente si tienen necesidad de salir a la calle, de encontrarse, de pasear, de movilizarse. Sin embargo en lima periférica se encuentran tintes colectivos más pronunciados por la misma necesidad de auto‐organización de la población. En estos espacios, la sociedad se encuentra más compenetrada, con la colectividad como con sus tradiciones. En Chaclacayo por ejemplo, se siguen festejando las yunzas como eventos que marcan los eventos más importantes de la colectividad. En Lima centro se evocan remanentes culturales tradicionales, como por ejemplo el carnaval de Barranco, hoy organizado y difundido a través de las redes sociales, que convoca a gente de los distintos distritos centrales.

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periferia es el skatepark, que además resulta sugerente morfológicamente para plantear diversas situaciones. Junto con esta actividad emergente, aparecen también manifestaciones urbanas consideradas de alguna manera más subterráneas como el graffitti, que forma parte de la expresión cultural, pero que también puede generar una imagen física de la ciudad.


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Desplazamientos en la ciudad Los habitantes de Lima Centro suelen recorren un porcentaje mucho menor del territorio total de la ciudad; a diferencia de los habitantes de Lima Periférica que tienen la necesidad de atravesar la Gran Lima para realizar sus actividades cotidianas. Se podría decir, por esto, que ellos conocen una mayor parte de la nueva Lima. Presencia Ciudadana La periferia la han hecho y construido sus habitantes. Mal que bien, la consecuente identificación con el lugar hace que hagan de la necesidad virtud y mediante la organización colectiva (muy propia de los andes peruanos) resuelvan sus problemas. En la Lima central, los problemas son de las autoridades, y a ellos se le culpa por todas las deficiencias de la ciudad. Las actividades culturales de Lima centro tienen un tono aristocrático y regularmente exclusivo (entiéndase excluyente), el ejemplo más cercano es la reciente inauguración del Remodelado Estadio Nacional. En Lima periférica, en cambio, la convocatoria (y la responsabilidad) es para todos, las actividades tienen fines inclusivos. El cuidado del espacio público es igual de incipiente. Se puede encontrar poco respeto por los demás, como por el espacio urbano en ambos escenarios. Desde la basura en la calle, los claxon, los gritos de la gente que maneja,

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El carnaval toma las calles de Barranco. Fuente: Facebook carnaval de Barranco.

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etc. en general Lima es una ciudad hostil. Tal vez esto se deba a esta confrontación entre realidades: uno se sienten excluidos y evitados y los otros se sienten invadidos. Distracciones La música, la televisión, la radio, el internet, todos tienen presencia tanto en Lima Centro como en Lima Periférica. Sin embargo es evidente que el producto que se consumo no es el mismo. La música chicha, el reggaetón y la cumbia se han infiltrado en los encuentros sociales de Lima Centro, así como la importada del extranjero también ha encontrad seguidores en Lima Periférica. La televisión tiene sus puntos de encuentro y divergencia. Algunos programas como Magaly TV y Al Fondo hay sitio, tienen rating en todos los segmentos. Sin embargo los programas de humor son mucho más visto en Lima Periférica, mientras que el acceso a la televisión digital y por cable provee a la población de Lima Centro de otras alternativas, a las que, aun contando con el servicio en algunos casos, la periferia podría renunciar por un tema de gusto exclusivamente. Imaginarios Los miedos a la inseguridad son los mismos en ambos sectores. Lima es una ciudad peligrosa tanto en zonas de la Periferia como en el Centro. Las respuestas sin embargo, son diferentes: en Lima centro el miedo se traduce en consumo de tecnología para protegerse o en la contratación de servicios. Al carecer de esta posibilidad en la periferia, la respuesta usual es la organización colectiva y en algunos casos, los habitantes llegan a tomar la justicia en sus propias manos. Los recuerdos en la Lima central tienen que ver con la Lima que alguna vez fue, con jironear, con el champus y el arroz con leche. En Lima periférica necesariamente le recuerdo los lleva a su tierra natal, a las costumbres y tradiciones que les transmitieron sus padres o abuelos.


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Permeabilidad Las personas que se encuentran en la calle en Lima Centro, pocas veces se saludarán o intercambiarán palabras. El Lima Periférica, al haber compartido más actividades, las personas se conocen más, hay más vida de barrio. La apertura a los habitantes del otro sector es un igualmente reducida. En Lima central hasta hace unos años esta situación se daba por discriminación. En la Periferia, por desconfianza. La situación de ensimismamiento se ha reducido considerablemente en los últimos años, nuestras sociedades se han ido abriendo poco a poco a aquellos que son diferentes. Esto podría deberse a que Lima, en general, se ha visto invadida, por la globalización, por culturas de otras partes del mundo, lo cual hace que se explore la posibilidad de apertura hacia los demás con mayor facilidad.

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Imagen elaborada por un niño de Manchay para un proyecto de Diseño Participativo. Fuente: Fotografía de Natalia Cárdenas.

Lo que nos une Lo que definitivamente genera una identidad colectiva en toda la Gran Lima, es la comida. La genialidad reciente del conocido cheff Acurio, ha logrado un impulso conjunto hacia la misma dirección. Resulta sorprendente y sugerente para potenciar el uso del espacio público, como todos los sectores sociales de Lima (y el Perú) sienten que algo tan cotidiano como la comida puede generar un impulso tan fuerte hacia la identidad y la sensación de pertenencia. Un plano en el que volvemos a ser todos iguales es el virtual. En la red no hay distinción de ubicación ni procedencia, pues este referente queda eliminado. La tecnología de la conectividad ha llegado (con las carencias propias de cada sector) a homogenizar los accesos a la información de ambos sectores. Este es otro aspecto en el que el espacio público debe explorar nuevas posibilidades. Finalmente, una actividad a la que se avocan tanto Lima Periférica como Lima Central es el consumo. Si bien consumir, no determina la identificación necesaria con una sociedad, si permite que las personas se sientan un poco más parte de algo. Sin embargo, la posibilidad de los centros comerciales como espacios urbanos totalmente democráticos queda anulada por su misma naturaleza: para participar, es necesario pagar, lo cual anula su posibilidad como espacio público totalmente accesible.

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Sin embargo los niños comparten los mismos deseos para la ciudad. La imagen que tienen ellos de la ciudad ideal es muy parecida. Una ciudad en la que puedan salir a jugar, en la que puedan trepar árboles y montar bicicletas. En esa generación es en donde Lima puede encontrar finalmente el encuentro verdadero y un futuro promisorio.


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PALABRAS FINALES La vocación de toda ciudad es llamar a la unidad. Y será muy difícil llegar a la unidad sin puntos de encuentro. El ser humano necesita sociabilizar con otros seres humanos. Necesita el contacto físico (carnal si se quiere) de los griegos (seguramente sin la desnudez a que estos estaban acostumbrados). Pero es fundamental generar estos espacios de encuentro físicos, para devolverle a la sociedad civil el espacio de acción y de interacción que ha perdido. El espacio público de una ciudad es el espacio de la interacción, de la cultivación de la identidad. Los espacios públicos, desde que la modernidad asomaba, han dejado de ser concebidos para los ciudadanos de a pie. En algunos casos funcionan y en otro ni siquiera existen. La necesidad de un espacio público vivo para las colectividades urbanas es imperante. Tanto las ciudades como los ciudadanos, necesitan para subsistir, de esta interacción. El espacio público se ha visto deshumanizado, por todas las características de la ciudad ultramoderna: la velocidad, la fragmentación, la globalización. Estas características han propiciado que las ciudades

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(en mayor o menor medida) convoquen a la individualización. Las personas prefieren interactuar desde la comodidad de su hogar on‐ line con otras personas en sus hogares. Ya no parece ser necesario salir a la calle, ya que el encuentro se puede dar tranquilamente desde una laptop. La situación de Lima Metropolitana es tan diversa y compleja que los aspectos morfológicos y subjetivos se traducen en realidades muy diversas. El potencial de enriquecimiento social y cultural a partir de nuestro mestizaje particular, debe orientarse a consolidar una identidad colectiva basada en la diversidad. Se podría suponer que morfológicamente hablando, las personas responden de la misma manera a los estímulos físicos que el espacio urbano les presenta; pero necesariamente la carga cultural que cada habitante trae consigo, hace que en algunos casos la respuesta sea diferente. Si partimos de de la idea que la ciudad es una red de decisiones interconectadas que responden a la morfología diversa que se presenta, la mejor opción para proponer espacios públicos es la polivalencia y la escala intermedia. Estos es, la inserción de elementos en los vacíos urbanos deben servir para diversas actividades o situaciones y las escalas deben acercarse más al peatón que a la maquina, y al diversificarse ofrecer diferentes opciones espaciales, para diversos tipos de agrupación de personas. La versatilidad se adaptaría a nuestra realidad marcada por la complejidad y la hibridación cultural. Sin embargo la neutralidad propia de la modernidad, no es capaz de convocar e incorporar las subjetividades propias de nuestra realidad. Es preciso empapar los espacios públicos de cada contexto con las cargas culturales propias de cada uno de ellos, para afianzar la idea de pertenencia y así generar en Lima el dinamismo y en enriquecimiento que el intercambio de culturas de nuestra realidad puede propiciar.

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BIBLIOGRAFÍA


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