BRUNO ROSARIO CANDELIER
POESÍA MÍSTICA DEL INTERIORISMO ANTOLOGÍA DE LA LÍRICA TEOPOÉTICA Y PROTOMÍSTICA
ATENEO INSULAR INTERNACIONAL SANTO DOMINGO 2007
Colección “En la interior bodega” no. 6 Dirigida por Bruno Rosario Candelier
Poesía Mística del Interiorismo Por Bruno Rosario Candelier
Primera Edición, 2007 Derechos Reservados
Ateneo Insular Internacional Santo Domingo, República Dominicana 2007
I ORIENTACIÓN ESPIRITUAL Y ESTÉTICA BRUNO ROSARIO CANDELIER REVELACION DE LA CONCIENCIA MÍSTICA “Feliz aquel que adquirió la riqueza del divino saber”. (Empédocles de Agrigento) “¡Oh llama de amor viva/que tiernamente hieres/de mi alma en el más profundo centro!/ Pues ya no eres esquiva,/ acaba ya, si quieres;/ ¡rompe la tela de este dulce encuentro!” (San Juan de la Cruz, Llama de amor viva). “Hay en mí un transparente abismo,/ante mis ojos velados por la niebla./ Y paso con rapidez, como un arroyo,/sin tocar el fondo de mi hondura”(Karol Wojtyla, Poesías). Los seres humanos vinimos al mundo con singulares dones y compartimos la Creación con millones de criaturas, y en virtud de nuestra vida consciente tenemos atributos especiales que se manifiestan con el don del lenguaje, el poder de reflexión, la capacidad del amor y el talento para la creación. Con esos atributos constituimos una porción singular en la totalidad de lo viviente. Todo lo que existe tiene una naturaleza y una razón de ser en el concierto del Universo. Cuando descubrimos que somos parte sustancial del Cosmos adviene un sentimiento de identificación con lo existente, que lo experimentan de un modo especial los niños, los primitivos y los místicos. Se trata de una participación con el ser de las cosas que se
expresa en una actitud emocional de empatía, integración y colaboración con la Naturaleza y en su progresión culmina en la unión con la Divinidad. Y cuando descubrimos que hemos sido creado a imagen suya nace un sentimiento de gozo por el vínculo divino subyacente en nuestra interioridad. Ese sentimiento tiene una connotación mística. La mística entraña la búsqueda de lo divino. Es la mística el estadio más alto de la conciencia trascendente y aparece cuando la sensibilidad se abre a los efluvios del Universo. Las tres vertientes principales de la realidad (realidad objetiva, realidad imaginaria y realidad trascendente) que la literatura convierte en modos de ficción (mimética, mítica y metafísica), sustancian el proceso de la creación. Pues bien, inspirado en la existencia de los diversos modos de conocimiento, podemos hablar de tres niveles de percepción: 1. La percepción sensorial, fundada en los diferentes datos percibidos por los sentidos, se realiza a través de la captación de los colores, olores, sabores, sonidos y las texturas de las cosas. La dimensión sensorial alienta la comprensión estética de lo viviente. 2. La reflexión teorética, fundada en la contemplación de lo real, se manifiesta a través de un proceso intelectual e imaginativo mediante el cual nuestra inteligencia formaliza las ideas que elabora de las cosas convirtiendo en conceptos e imágenes la representación de lo existente. La reflexión teorética alienta la cosmovisión de la realidad o la fabulación de lo existente. 3. La aprehensión noética, fundada en la captación intuitiva de las cosas, se canaliza a través de los datos intangibles que capta la intuición formalizando la dimensión interior, esencial y trascendente de lo real. La aprehensión noética aporta los datos indispensables para la creación artística y científica.
La experiencia mística se vincula con la percepción noética de lo real puesto que el sentimiento de lo místico es una expresión de la dimensión trascendente de la sensibilidad. Los poetas y los místicos trabajan con la intuición. Los poetas elaboran su creación con los datos que capta la intuición y los místicos precisan de la intuición para captar la dimensión profunda de lo real desde la vivencia de su contemplación espiritual, y ambos procesos, el del poeta y el del místico, son indispensables para la creación de la poesía mística, fraguada en el ámbito de la trascendencia y la espiritualidad. La operación poética roza el misterio, vivencia que se realiza desde el hondón de la sensibilidad profunda. Como la creación poética entraña una operación creativa en la dimensión de la realidad trascendente, a ese nivel se llega no sólo con los sentidos físicos sino con los sentidos metafísicos, siendo la poesía mística el grado más sutil de creatividad al que tienen acceso los teopoetas, razón por la cual tienen que acudir a los símbolos para comunicar el estado inefable de la realidad sublime. Vivir el ámbito trascendente de la experiencia teopática es una de las vivencias supremas de la conciencia humana. En virtud de la percepción noética los teopoetas, como los niños, los primitivos y los místicos, aprehenden la verdad directa o, lo que es lo mismo, tienen una percepción de lo existente no mediatizada por la razón. Eso es lo peculiar de la percepción intuitiva de las cosas, nivel de aprehensión que, en virtud de su cercanía con la zona irracional de las percepciones trascendentes supone una percepción noética, vocablo formado del original griego νουσ [nous], que alude al mundo interior de la conciencia, al estado puro de la percepción intuitiva de las cosas. Lo que existe bajo el velo de lo intangible -concepto que los antiguos griegos llamaban αλετεια [aletheia], palabra
con la cual definían la verdad, que literalmente significa ‘sin velo’- es la Realidad Sutil, plena y rotunda que concita la búsqueda del místico. El ámbito de la trascendencia es el espacio interior en el que se mueven contemplativos, metafísicos y místicos. La búsqueda metafísica es una operación intelectual centrada en la exploración del sentido. La búsqueda mística es una vivencia espiritual centrada en la unión con lo divino. Se trata de dos motivaciones diferentes, lo que establece la diferencia entre la poesía metafísica y la poesía mística. Para emprender la búsqueda mística hay que descender, como hacen los espirituales, hasta la nada misma, despojándose la persona de convenciones y prejuicios con el proceso denominado κενοσισ [kénosis], ‘anonadamiento’, ‘rebajación’ o ‘anulamiento’, que es un despojamiento espiritual concebido para superar el egoísmo, la vanidad y la apetencia subalterna, condiciones requeridas para acceder a la puerta del Misterio, con humildad y actitud limpia, como han hecho los místicos de Occidente desde los tiempos presocráticos y los iluminados del Oriente desde los antiguos taoístas, y como lo han testimoniado en sus creaciones los visionarios, los santos, los contemplativos y los teopoetas. Un texto inspirado en la mística oriental, aludiendo a la conciencia de esa realidad profunda, consigna: Cuando buscas conocerlo, no puedes verlo. No puedes cogerlo pero tampoco puedes perderlo. Al no ser capaz de obtenerlo, lo obtienes. Cuando estás silencioso, Él habla; cuando tú hablas, Él guarda silencio.
La gran puerta está completamente abierta para las almas sensibles y ninguna multitud impide el paso. La percepción de las cosas puede generar diferentes actitudes ante la misma realidad, pero hay algunas manifestaciones sensibles, como la belleza, o algunas cogitaciones interiores, como la verdad, que despiertan sentidos especiales y, a veces, iluminan la inteligencia profunda. Probablemente la percepción de la belleza está en la antesala de la percepción de lo divino mismo, y fue Platón quien dijo que el sentimiento de la belleza culmina en Dios. Se trata, en esencia, de sentir en la belleza otra dimensión, la del pensamiento trascendente que reclama una hondura interior en atención a la realidad esencial de lo viviente. Es propio de la mística inspirar un sentimiento de apertura hacia la realidad trascendente, sentimiento que comienza con una identificación entrañable con lo real, valorando en su belleza sensorial lo esencial de lo existente, con una cordial ponderación del valor y el sentido de cada cosa, criatura o elemento. Ese sentimiento provoca una conciencia de sí mismo, una conciencia de la otredad y una conciencia de la Energía Superior del Universo que se aprecia en la misma Creación. Es una triple conciencia que llena la vida de los iluminados, los visionarios, los santos y los contemplativos y que los teopoetas asumen como la sustancia y la razón de sus creaciones. Más que centrarse en su propio yo, la conciencia del místico se centra en el ser de las cosas, marginando el egoísmo y los intereses personales, propiciando un sentimiento de unidad e integración con lo viviente y sobre todo estableciendo un vínculo de amor con las personas, las criaturas y las cosas.
El Misticismo prohijó el cultivo de los valores más altos del espíritu, como la ternura cósmica, el amor universal, la belleza sublime, la unión armoniosa, el apego a la verdad, el sentimiento de la belleza, así como la valoración de la soledad, el silencio y la contemplación. Desde luego, la gracia mística es un don, como lo es la vida, el lenguaje, el amor, la reflexión y la creatividad. El esplendor del mundo ha sido asumido por esta corriente espiritual para explicar no sólo la percepción estética sino la valoración cósmica y la vocación mística que despierta en nosotros el esplendor de la Creación, como han enseñado los sabios, los iluminados y los místicos, desde Platón hasta Karol Wojtyla, pasando por San Francisco de Asís, Jalal-ud-in Rumi, San Juan de la Cruz, Santa Teresa de Jesús, Rabindranath Tagore, Evelyn Underhill, Pierre Teilhard de Chardin y Thomas Merton, entre otros espirituales de las diferentes culturas que exaltan la Naturaleza como expresión de lo sagrado, centrando en el amor a lo divino la visión mística del mundo. La vivencia de la realidad, cuando es intensa y profunda, da lugar a diversos estados de conciencia y variados modos de compenetración con lo viviente. Son múltiples las vibraciones de lo real en la conciencia, desde la simple percepción de los colores y los sonidos, hasta la intuición de los fluidos sobrenaturales que percibe verdades universales. Por eso podemos hablar del sentido estético, el sentido cósmico y el sentido místico, tres estadios de la sensibilidad profunda que tienen una alta significación en el proceso de la creación literaria. La conciencia mística se desarrolla cuando se ha despertado la sensibilidad trascendente. Además de la sensibilidad para lo sensorial, que capta los datos percibidos por los sentidos físicos, tenemos la capacidad para sentir, mediante los sentidos metafísicos, los datos de la realidad
trascendente a través de sus efluvios sobrenaturales. El desarrollo de la sensibilidad trascendente es un grado superior de nuestra capacidad de comprensión. Y está en la base de las grandes creaciones humanas, como la poesía mística, la música culta, el arte sacro, la teología espiritual y la filosofía. La conciencia mística, que es el estadio superior de la conciencia, requiere en el sujeto que la desarrolla una buena dotación física, disposición moral, sentimiento de ternura, pureza de alma y una honda inclinación religiosa. Siendo la conciencia espiritual el más alto grado de la sensibilidad trascendente, funda una escala de percepción, interpretación y valoración ascendente -sentido estético, sentido cósmico y sentido místico-. Es importante desglosar esos tres aspectos. 1) El SENTIDO ESTÉTICO, fundado en el goce sensorial que inspira la percepción de la belleza en fenómenos, criaturas y elementos, desde los datos del paisaje hasta el esplendor de lo viviente, genera un sentimiento de atracción y deleite, es decir, una sensación de fruición originaria. El sentido estético suele desbordar su cauce ordinario alcanzando otros peldaños de la sensibilidad, como el sentimiento cósmico y el sentimiento místico basados en la Fuerza Espiritual que los trasciende, y uno de los postulados de la sabiduría mística es ver en la belleza de la Creación la expresión de la Divinidad, que se hace presente en la Creación del Mundo y la valoración de su Creador. Por eso dijo Platón que el sentimiento de la belleza suele culminar en Dios. De hecho, cuando el filósofo griego reflexionaba sobre el sentido de la belleza y el misterio escribió páginas memorables. En el Fedón, el pensador ateniense consignó: De la Belleza, vuelvo a repetir que la vimos allí, resplandeciente, en compañía de las formas celestiales, y, al
venir a la tierra, la hallamos también aquí, resplandeciente de claridad, a través de la más clara apertura de los sentidos. Pues la vista es el más penetrante de nuestros sentidos corporales, aunque no sea vista por ella la sabiduría. Su hermosura nos habría extasiado si hubiera habido una imagen visible de ella, y las demás ideas, si tuvieran equivalentes visibles, serían igualmente hermosas. Mas es este el privilegio de la Belleza, que, siendo la más hermosa, es también la más palpable a la vista. Ahora bien, quien no ha sido recientemente iniciado, o quien ha sido corrompido, no se eleva con facilidad fuera de este mundo hasta la visión de la verdadera Belleza en el otro… Pero aquel cuya iniciación sea reciente, y que ha sido espectador de muchas glorias en el otro mundo, queda asombrado cuando contempla un rostro o una forma de semejanza divina, que es la expresión de la Divina Belleza, y en seguida le recorre un estremecimiento, y una vez más el viejo asombro se apodera de él… (1).
En “Animal de fondo ante la Cruz del Sur”, el poeta español Juan Ramón Jiménez se sintió inspirado ante la contemplación de La Cruz del Sur en uno de sus viajes por América, y la belleza a que alude se ha interpretado como un símbolo de la Belleza Absoluta, que es la conciencia mística entrevista ya en su infancia de Moguer, y que en esta vivencia espiritual se le revela en la sensibilidad estética: La Cruz del Sur se echa en una nube y me mira con ojos diamantinos mis ojos más profundos que el amor, con un amor de siempre conocida. Estuvo, estuvo, estuvo en todo el cielo azul de mi inmanencia; eran sus cuatro ojos la conciencia limpia, la sucesiva solución de una hermosura que me esperaba en la cometa,
que yo remontaba cuando niño. Y yo he llegado, ya he llegado, en mi penúltima jornada de ilusión del dios consciente de mí y mío, a besarle los ojos, sus estrellas, con cuatro besos solos de amor vivo; el primero, en los ojos de su frente; el segundo, el tercero, en los ojos de sus manos y el cuarto, en ese ojo de su pie de alta sirena. La Cruz del Sur me está velando en mi inocencia última, en mi volver al niño dios que yo fui un día en mi Moguer de España. Y abajo, muy debajo de mí, en tierra subidísima, que llega a mi exactísimo ahondar, una madre callada de boca me sustenta, como me sustentó en su falda viva, cuando yo remontaba mis cometas blancas; y siente ya conmigo todas las estrellas de la redonda, plena eternidad nocturna (2). 2) EL SENTIDO CÓSMICO, fundado en la identificación con la Naturaleza que inspiran el encanto y el misterio de la Creación, genera un sentimiento de compenetración con lo viviente. La primera señal de esa valoración desata el sentido cósmico, sobre el cual escribió Teilhard de Chardin: Llamo sentido cósmico a la afinidad, más o menos confusa, que nos liga psicológicamente al Todo que nos envuelve. La existencia de este sentimiento es indudable y tan antigua aparentemente como el origen del pensamiento. El sentido cósmico debió nacer tan pronto como el hombre se encontró frente a la selva, el mar, las estrellas. Y desde entonces se
manifiesta su huella en todo lo que experimentamos de grande y de indefinible, en el arte, la poesía, la religión (3).
El sentimiento que concita el esplendor del Cosmos es fuente de inspiración en autores con sensibilidad espiritual y estética, como fray Luis de León, creador de poemas memorables por la pureza de su lírica y la hondura de su mística, según revela en “Noche serena”: Cuando contemplo el cielo de innumerables luces adornado, y miro hacia el suelo de noche rodeado, en sueño y en olvido sepultado, el amor y la pena despiertan en mi pecho un ansia ardiente; despiden larga vena los ojos hechos fuente, Olarte, y digo al fin con voz doliente: Morada de grandeza, templo de claridad y hermosura, el alma que a tu Alteza, nació, ¿qué desventura la tiene en esta cárcel baja, escura? ¿Qué mortal desatino de la verdad aleja así el sentido, que de tu bien divino, olvidado, perdido sigue la vana sombra, el bien fingido? El hombre está entregado al sueño, de su muerte no cuidando,
y con paso callado el cielo vueltas dando las horas del vivir le va hurtando. ¡Oh! despertad, mortales; mirad con atención en vuestro daño: las almas inmortales hechas a bien tamaño ¿podrán vivir de sombras y de engaño? ¡Ay! Levantad los ojos a aquesta celestial eterna esfera, burlaréis los antojos de aquesta lisonjera vida, con cuanto teme y cuanto espera (4). 3) EL SENTIDO MÍSTICO, fundado en la búsqueda de lo divino, adviene con la convicción de que toda la Creación es obra del Creador a quien llamamos Dios, y que otras culturas identifican con los nombres de Tao, Brahman, el Eterno o el Absoluto. Como somos una creación divina, encarnamos un vínculo espiritual con el Creador del Mundo. Esa conciencia despierta el sentido místico, que fundamenta el más alto nivel espiritual en el ser humano. Se trata de una percepción igualmente universal que inspira un sentimiento generado en la apelación entrañable que sienten las criaturas hacia la Belleza y el Misterio de la Creación y la grandeza de su Creador. En efecto, cuando la belleza intensifica el deleite que proporciona su esplendor sensorial, se hace pasión en la conciencia, y ese sentimiento se impregna del encanto de la belleza en su expresión cósmica y se contagia del misterio de lo divino en su expresión trascendente, que es la Belleza Suprema.
En su magistral estudio sobre el Misticismo, Evelyn Underhill presenta una descripción fascinante sobre el sentido místico, sugiriendo al mismo la existencia del sentido estético y el sentido cósmico que despierta el sentimiento de la belleza y el asombro del misterio. Estas son sus palabras: En el curso de su vida, la mayoría de las personas han conocido esas horas platónicas de iniciación, en las que el sentido de la belleza se ha elevado de un sentimiento placentero a una pasión, y un elemento de extrañeza y de terror se ha mezclado con su deleite. En esas horas, el mundo ha parecido estar cargado de una nueva vitalidad, de un esplendor que no pertenece a él, sino que se vierte a su través, como se vierte la luz a través de un vitral, la gracia a través de un sacramento, procedente de la Belleza Perfecta que ‘resplandece en compañía de las formas celestiales’, más allá de la pálida apariencia. En tales estados de intensificada conciencia, cada brizna de hierba parece preñada de sentido y se convierte en fuente de luz maravillosa: ‘una pequeña esmeralda en la Ciudad de Dios’ (5).
Por eso, además del sentido estético y el sentido cósmico, aflora el sentido místico, que San Juan de la Cruz alude en un “saber no sabiendo” de “un no sé qué” plasmado con una hermosura cautivante en su “Cántico espiritual” a través de símbolos inspirados en elementos de la Naturaleza: ¿Adónde te escondiste, Amado, y me dejaste con gemido? Como el ciervo huiste habiéndome herido; salí tras ti clamando, y eras ido. Pastores, los que fuerdes allá por las majadas al otero,
si por ventura vierdes aquel que yo más quiero, decilde que adolezco, peno y muero. … ¡Oh bosques y espesuras, plantadas por la mano del Amado! ¡Oh prado de verduras, de flores esmaltado! Decid si por vosotros ha pasado. Mil gracias derramando pasó por estos sotos con presura, y, yéndolos mirando, con sola su figura vestidos los dejó de hermosura. ¡Ay!, ¿quién podrá sanarme! Acaba de entregarte ya de vero; no quieras enviarme de hoy más ya mensajero que no saben decirme lo que quiero. Y todos cuanto vagan de ti me van mil gracias refiriendo, y todos más me llagan, y déjame muriendo un no sé qué que quedan balbuciendo. Mas ¿cómo perseveras, ¡oh vida!, no viviendo donde vives, y haciendo porque mueras las flechas que recibes de lo que del Amado en ti concibes?
Descubre tu presencia, y máteme tu vista y hermosura; mira que la dolencia de amor, que no se cura sino con la presencia y la figura. ¡Oh cristalina fuente, si en esos tus semblantes plateados formases de repente los ojos deseados que tengo en mis entrañas dibujados! (6). Cada uno de los sentidos enfocados tiene un fundamento y funda una conciencia. El sentido estético, base de la conciencia estética, entraña la percepción y la valoración de los datos sensoriales de las cosas, así como el gozo ante la belleza y el esplendor de lo viviente. A su vez, el sentido cósmico, base de la conciencia cósmica, genera la convicción de nuestra coparticipación en la esencia común de lo viviente. Esta conciencia nos enseña el concepto de que estamos hechos de la misma sustancia del Universo en virtud de nuestro vínculo con la Totalidad. Y en tal virtud, genera un sentimiento de empatía y compenetración con lo existente y una valoración del sentido de fenómenos y cosas. Y el sentido místico, la base de la conciencia espiritual, implica la fe en la existencia de la Energía Superior del Universo, de cuya fuente procede todo lo existente. Y desde luego, inspira el sentimiento de unión y amor por lo viviente y la cordial valoración de lo sagrado, que concita la búsqueda de lo divino. El sentido místico, aliado del sentimiento de lo divino, proviene de la intuición de que la Creación del Mundo es obra de Dios y de que nosotros somos a imagen de Dios y en consecuencia la belleza y el
misterio de la Creación despiertan no sólo la sensibilidad estética y la sensibilidad cósmica sino también la sensibilidad mística, desplegando el más alto peldaño de la sensibilidad espiritual que, con el disfrute de la Creación, sentimos que todo lo creado procede del Creador que inspira gracia, aliento y entusiasmo. José María Pemán canaliza ese sentimiento en “Canto a la Eucaristía” de esta manera: En la nada sin nombre, cuando nada existía, como el temblor posible de un venidero día, existía el Amor. ¿Por qué quiso el Señor, que todo lo tenía, buscar la compañía de este hermano menor? Salirse el río de la fuente; aceptar este riesgo del “otro”; esta inminente llegada del pecado; darle nombre y figura al aire desplomado de perfil y rigor, sólo pudo ser obra del Amor. Sólo el Amor podía plantearse a sí mismo esta querella: reñir esta porfía, dar leyes a la estrella, complacerse en el día y hacer la libertad para luchar con ella… ¡Sólo el Amor podía! Amor se puso a herrar con su mano encendida el desbocado potro de la vida (7). La convicción del origen divino de la Creación alienta el sentido místico y el sujeto contemplador percibe el mundo
como expresión o creación de la Divinidad, sentimiento que inspira el gozo de sentir el mundo en su vínculo divino, lo que genera el sentimiento místico potenciado por el sentido estético y el sentido cósmico ante el valor de lo creado, y esos tres sentidos amuchan la fruición espiritual del alma produciendo un entusiasmo desbordante, que se manifiesta en canto jubiloso como lo expresan los creadores de la lírica mística, sintiendo un aliento gozoso y arrebatador bajo el impulso del sentimiento de lo divino en el corazón humano. El sentimiento místico no requiere haber vivido la experiencia del éxtasis divino ya que se puede incluso experimentar con el despertar de la conciencia espiritual y para comunicarlo no es necesario mencionar a Dios sino dar cuenta de lo que siente el corazón ante su influjo cautivante, como lo hace Clara Janés en su hermosa obra poética. En su habitual manera de escribir su creación teopoética, es decir, en forma indirecta y simbólica fundada en elementos naturales, la destacada poeta española anhela descorrer el velo que oculta la Presencia infinita: Quítate el velo, oh alba amada, y deja ver en toda plenitud las rosas y despierta el rocío en mis dormidos miembros. La boca del amor es una copa presta a absorber la transparencia y a escanciarla (8). El estado de la contemplación, propicio al sentimiento místico, mediante el concurso del silencio y la gracia, alumbra el interior de la persona humana que experimenta la necesidad de la iluminación espiritual. Carl J. Jung
descubrió que la tendencia espiritual conocida como Misticismo es una inclinación natural del espíritu humano, y esa disposición de la sensibilidad la vincula entrañablemente a la fuente del inconsciente colectivo, que es el manadero de las verdades universales (9). Quien ha desarrollado la conciencia mística se convence de que somos uno con la Totalidad del Universo y de que tenemos un destino común que a todos nos aguarda, y esa convicción propicia seguridad y armonía, y el deseo de potenciar la energía creadora hacia la comprensión de lo viviente y la unión con lo divino mismo, como lo alcanza la creación teopoética (10). La presencia divina en el Cosmos es una intuición del alma a través de lo viviente de la Naturaleza. El creyente siente y sabe que la Naturaleza toda es una manifestación de lo divino, una presencia viva de lo divino o una creación de la Divinidad. Los individuos y los pueblos que mantienen sus creencias ancestrales y alientan una visión del mundo fundada en la percepción y la ponderación de los valores trascendentes recrean las formas arquetípicas en las que los creyentes confían y fundan sus vidas. En “Oda a Francisco Salinas”, fray Luis de León testimonia ese sentimiento que embriaga el alma cuando finca su vida en lo que realmente vale y trasciende (11): El aire se serena y viste de hermosura y luz no usada, Salinas, cuando suena la música extremada, por vuestra sabia mano gobernada. A cuyo son divino mi alma, que en olvido está sumida, torna a cobrar el tino
y memoria perdida, de su origen primera esclarecida. Y como se conoce, en suerte y pensamientos se mejora; el oro desconoce que el vulgo ciego adora, la belleza caduca, engañadora. Traspasa el aire todo hasta llegar a la más alta esfera, y oye allí otro modo de no perecedera música, que es de todas la primera. Ve como el gran maestro, a aquesta inmensa cítara aplicado, con movimiento diestro produce el son sagrado con que este eterno templo es sustentado. El sentimiento místico activa la inclinación contemplativa. Partiendo de que algo grande mora en nuestro interior, el poeta interiorista madrileño, José Félix Olalla, canaliza en versos henchidos de emoción sagrada la hermosura entrañable que envuelve al alma con la fruición de lo divino en “Ventana del Monasterio” (12): Si vas a ser silencio ensaya ahora frente a este parteluz de la ventana, recuerda lo que importa que recuerdes esa extraña faz, esa presencia extraña.
Si vas a ser, no vayas lejos de ti; como un recinto sagrado tus entrañas son esencia verdadera, son el centro que el tiempo purifica y adelgaza. Siéntete prójimo con el hombre próximo, abraza al forastero de mañana; son tus hermanos porque tú eres fruto de una mano que te hace y que te llama. Ventana del Monasterio, desde fuera las aves vuelan y cantan alabanzas, dentro los monjes se esfuerzan y trabajan. Ventana del Monasterio, hacia fuera la belleza de las cosas necesarias; dentro, la hermosura que cabe en las palabras. La experiencia trascendente alienta la obra lírica con el aporte de una visión espiritual de la realidad, y esa visión enriquece la experiencia creadora del poeta. Desde luego, cuando la experiencia mística alcanza el grado de compenetración del sujeto con la Esencia divina es imposible testimoniar con la palabra el acto mismo de esa experiencia ontológica, que es lo que se llama una experiencia religiosa. Porque se trata de una experiencia de vinculación espiritual que anula la conciencia de sí mismo en virtud de la compenetración que experimente el sujeto humano con la Energía Superior del Cosmos. El sentimiento de la mística desencadena una pasión sagrada. Si la experiencia teopática ha sido transformante, es irreversible y permanente el cambio en la persona que la experimentó. Los seres humanos creamos diversas pasiones que dan cuenta de nuestras inclinaciones, proyectos y
anhelos. Podemos hablar de tres grandes pasiones que incendian el corazón de los mortales: La pasión estética, que se manifiesta en la sensación originaria de sentir la belleza del mundo al experimentar el encanto de lo viviente, despierta sensaciones de deleite en la sensibilidad y la conciencia generando el placer estético. Esa experiencia tiene lugar desde la primera etapa de la niñez ante la sensación que entraña conocer el esplendor sensorial de lo existente. La pasión erótica, que despierta el placer de los sentidos, da lugar a la sensación que generan las delicias sensuales, que se intensifica con el placer carnal y el posterior advenimiento del amor. Eros está en la base del placer sensual y también impulsa la curiosidad del saber, el anhelo de superación y el deseo de vivir. La pasión mística, que adviene con la sensación de sentir la llama de lo divino en la sensibilidad profunda, se convierte en la más alta apelación del espíritu. Esta pasión interior, grávida y sagrada, genera la capacidad de sentir en el espíritu, vivencia que entraña el estadio espiritual de la conciencia trascendente. Las tres pasiones citadas alumbran valiosas obras literarias, filosóficas, teológicas y artísticas. En su experiencia con lo viviente el místico intuye que la vida, en tanto producto de Dios, es eterna por el vínculo directo con la Potencia divina. Es una manera de descubrir, mediante la revelación ontológica, que el Ser se le revela en su plenitud viviente. Esa conciencia de lo real conlleva una elevación moral y una iluminación interior que supera el miedo a la muerte, propicia la liberación interior y alienta el apego a lo que realmente vale y permanece. En tal virtud, el místico descubre el sentido de la sabiduría, las verdades poéticas, los efluvios sutiles, la voz universal y las revelaciones trascendentes.
Quien tiene abiertas las antenas de sus sentidos interiores y ha desarrollado su sensibilidad trascendente comienza a ver el mundo de una manera edificante y luminosa. Valora las sensaciones originarias, ve en lo viviente el fluir secreto de la Vida, y todo le parece original con su frescura prístina, sintiendo que cada día es una bendición divina y percibiendo lo peculiar de cada cosa, fenómeno o elemento. Todo lo viviente fluye con sus sensaciones primarias y con el encanto originario de sus manifestaciones primordiales. Nace así un sentimiento puro y auténtico de identificación con lo viviente, y con la apelación de lo sagrado adviene un júbilo entrañable en alabanza porque las cosas son. El místico aprecia en todo lo existente una expresión de lo divino y ese sentimiento es índice de que se tiene una auténtica conciencia de lo real. Y se pondera el sentido y el valor de lo existente. El sentimiento místico de pertenencia a la Totalidad, con la convicción de que formamos parte del Universo, que es creación divina, y de que lo divino mismo mora en nosotros, desata el sentido del amor y la piedad, el anhelo de unión con lo viviente y el júbilo entrañable, que el místico vive intensa y entrañablemente. El sentimiento místico de sentir el mundo como expresión de lo divino genera una empatía de amor y de piedad con su ternura cósmica. Y un vínculo entrañable con todo lo viviente. Ese sentimiento puede expresarse con el lenguaje poético con que se comunican las demás vivencias y pasiones, pero el hecho místico por excelencia, que es el éxtasis, precisa del lenguaje de la experiencia mística, es decir, del uso de símbolos y parábolas fundadas en elementos naturales. La teopoética, expresión lírica y estética de intuiciones místicas, canaliza con el lenguaje de los símbolos el sentido de la voz interior, la sabiduría infinita y las revelaciones de la conciencia.
Es importante que enfoquemos los motivos místicos concurrentes en las grandes creaciones de inspiración teopoética: 1. El sentimiento de la belleza como vínculo divino. Rainer María Rilke, el famoso lírico alemán, alude a la experiencia mística, que arranca de la vivencia estética como se puede apreciar en los siguientes versos: “Un árbol se irguió entonces./ Oh elevación pura./ Orfeo canta./ Árbol esbelto en el oído./ Todo enmudece./ Mas del total silencio/ surge un principio, la señal, el cambio./Dios puede hacerlo./ Pero ¿puede esperar un hombre/ penetrar la angosta lira y seguir?/ Su sentimiento es discordia. /Los Templos de Apolo /no se encuentran donde se intersectan/ dos caminos del corazón./Ya que la canción, como la enseñáis, no es deseo, /ni pretensión de algo finalmente alcanzado; /canción es existencia./ Para el dios descansado./Pero ¿cuánto debemos existir?/ Y ¿necesita Él que la tierra y los cielos existan para nosotros?/Es más que estar enamorado,/ aunque tu emocionada voz / haya abierto tu boca tonta así: /aprende a olvidar aquellos éxtasis fugaces./Muy diferente es el aliento /de la verdadera canción /Un aliento puro. Una sacudida divina./ Un soplo”(13). 2. El sentimiento de identificación con la expresión estética, cósmica y mística de lo viviente. Miguel de Unamuno, el gran creador español, sintió la conmoción ante la presencia de lo viviente, según dice en “Un cementerio de lugar castellano”: Corral de muertos, entre pobres tapias, hechas también de barro, pobre corral donde la hoz no siega, sólo una cruz, en el desierto campo señala tu destino.
Junto a esas tapias buscan el amparo del hostigo del cierzo las ovejas al pasar trashumantes en rebaño, y en ellas rompen de la vana historia, como las olas, los rumores vanos. Como un islote en junio, te ciñe el mar dorado de las espigas que a la brisa ondean, y canta sobre ti la alondra el canto de la cosecha. Cuando baja en la lluvia el cielo al campo baja también sobre la santa yerba donde la hoz no corta, de tu rincón, ¡pobre corral de muerto!, y sienten en sus huesos el reclamo del riesgo de la vida. Salvan tus cercas de mampuesto y barro las aladas semillas, o te las llevan con piedad los pájaros, y crecen escondidas amapolas, clavellinas, magarzas, brezos, cardos, entre arrumbadas cruces, no más que de las aves libres pasto. Cavan tan sólo en tu maleza brava, corral sagrado, para de un alma que sufrió en el mundo luego, sobre esa siembra, barbecho largo! Cerca de ti el camino de los vivos, no como tú, con tapias, no cercado, ya riendo o llorando, rompiendo con sus risas o sus lloros el silencio inmortal de tu cercado (14). 3. El sentimiento de valoración de lo sagrado por su condición divina. El poema “Revelación”, de la escritora interiorista Ofelia Berrido, ilustra lo que experimenta el
alma ante la inexplicable subyugación que imanta los sentidos bajo el arrebato de la Belleza y el Misterio (15): Aquel día… Aquel instante imposible de medir experimenté la diafanidad del Universo. No vi Tu imagen ni oí Tus palabras, pero Te aprehendí. En aquella Luz nunca antes vislumbrada, en aquella intensa claridad, en aquella naturaleza en su esplendor, en aquella felicidad en la cual me convertí, Te sentí. Aquel rapto de paz y de goce me cerró las puertas de la duda y me abrió el camino de la fe. 4. El sentimiento de exaltación y alabanza de lo divino mismo. Se trata de una inclinación espiritual que experimentan los místicos que los induce a disfrutar la vivencia de lo sagrado, como lo experimentó Karol Wojtyla en su lírica mística: Ver así dentro de uno mismo, nadie se atrevería. Él, Él sabía todo en otra forma, sin apenas levantar los ojos. Él, gavilla de sabiduría. Como ese pozo, desde donde da en el rostro la claridad del agua, Él tenía un espejo, sí, como ese pozo, de brillos profundos. Él no tenía por qué salir de sí mismo, ni aún levantar la vista.
Me veía. Me tenía en Él. Me conocía profundamente, sin esforzarse, haciendo que surgiera en mi interior la vergüenza, el pensamiento largo tiempo escondido. Como si hubiese vibrado al ritmo de mis sienes, Él llevaba sobre sí mi fatiga inmensa, en forma tan dulce. Sus palabras eran simples. Con ellas me rodeaba como un rebaño de ovejas. Su voz hacía surgir en mí pájaros dormidos que dejaban el nido. Sabía completamente mi secreto, mi falta. ¡Cómo debía herirte todo, cómo debía pesarte! (Ese manar de pensamientos, esa losa de plomo que cae). Tú callas -pero yo sé-, yo que discerní tus palabras, que mi sufrimiento de ese instante no era de la magnitud del tuyo. El amor quisiera vivir hoy ese dolor, quitártelo, extenderlo, como cinta cortante. Demasiado tarde: Hoy todo dolor que de Ti proviene, al avanzar se transforma en amor. ¡Qué hallazgo, qué bueno saberlo! Sin embargo Tú ni siquiera alzaste la vista, me hablaste con esos ojos en los que se reflejaba la claridad profunda del pozo (16). 5. El sentimiento de júbilo por el encanto de la Creación. Es la entonación jubilosa que manifiesta la lírica en su expresión jocunda en virtud de lo creado con el Creador del Mundo, como canta Víctor Hugo en “Éxtasis”:
Yo estaba junto al mar, una noche de estrellas. Ni una nube en el cielo, ni en el mar una vela. Mis ojos escrutaban, fijos, el más allá. Los bosques y los montes y toda la natura eran interrogantes, en confuso murmullo, las estrellas del cielo, las olas de la mar. Las estrellas de oro, legiones infinitas, con sus voces distintas de miles armonías decían, inclinando su luciente esplendor, e igualmente las olas, que nadie ha domeñado decían, encrespando la espuma de sus crestas: -¡Es el Señor, es nuestro Señor Dios! (17). Evelyn Underhill sostiene que la necesidad de lo divino, que en todo ser humano existe, se hace consciente en el místico. En su obra fundamental ya citada la famosa autora inglesa afirma que esta disciplina del espíritu despierta la dimensión más valiosa del ser humano, que es la espiritualidad y su vínculo divino. Su fina capacidad de penetración mística le inspiró decir: “Allí donde el filósofo argumenta y el poeta intuye, el místico experimenta” (18). La mística es sin duda la tendencia espiritual más elevada que puede alcanzar el desarrollo de la conciencia humana, puesto que encierra el más alto estadio de la espiritualidad. De ahí que el estado místico propicie la desaparición de miedos y angustias, el temor a la muerte o a las adversidades, la supresión del sentimiento del pecado, las ambiciones materiales, el deseo de poder, de fama y de riqueza y desde luego alienta también la vocación de servicio, el amor a la verdad, la dedicación al bien y la valoración de la belleza, la unión y la armonía. El místico es un hombre veraz, auténtico, sencillo, respetuoso y amable. En virtud de esas atribuciones, las cualidades del místico se
cifran en la búsqueda de vida interior, pureza de espíritu y anhelo de perfección, que plasma en su vida, sus ideales y en su obra, encauzándola hacia el bien de los demás. Por eso la mística entraña una auténtica experiencia transformante basada en el amor, la verdad, la belleza, el bien y la virtud. Y por eso mismo la mística es la opción predilecta del Interiorismo, ya que la condición espiritual, interna y divina, es la faceta más entrañable de la naturaleza humana. El despertar de la conciencia a la realidad divina, que entraña la vida superior de la conciencia, es la culminación del desarrollo espiritual humano. La convicción de que constituimos una creación singular en la Creación del Mundo, en virtud de nuestra coparticipación en la esencia divina, es la razón de este privilegio que es la vida con un sentido trascendente para el destino final que nos aguarda. Encuentro del Movimiento Interiorista Colina Mística del Santo Cerro 28 de julio de 2007. Notas: 1. Platón, Fedro, 250. 2. Juan Ramón Jiménez, “La Cruz del Sur”, en J. García López, Antología de la Literatura Española y Universal, Barcelona, Editorial Teide, 1967, 8ª. edición, p.226. 3. Teilhard de Chardin, Yo me explico, Madrid, Taurus, 1996, p. 151. 4. En Miguel de Santiago, Antología de poesía mística española, Barcelona, Verrón Editores, 1998, p.56. 5. Evelyn Underhill, La Mística: Naturaleza y desarrollo de la Conciencia Espiritual, Ávila, España, Centro Internacional de Estudios Místicos-Trotta, 2006, p.35.
6. San Juan de la Cruz, “Cántico espiritual”, en Obra completa, Madrid, Alianza Editorial, Edición de Luce López-Baralt y Eulogio Pacho, 1999, T. II, pp. 14-15. 7. Ibidem, p.197. 8. Clara Janés, Diván del ópalo del fuego, Murcia, España, Editora Regional de Murcia, 2005, 2ª. edición, p. 24. 9. Claire Myers Owens, “La experiencia mística: hechos y valores”, en La experiencia mística, Barcelona, Kairós, 1992, 5ª. ed., p. 136. 10. Carl Jung, Psicología y Religión, Barcelona, Juman, 1964, p. 184. 11. En Miguel de Santiago, Antología de poesía mística española, p. 63. 12. José Félix Olalla, Colección particular, Madrid, Fur Printing, 2002, p. 65. 13. Rilke, Sonetos. Citado en La experiencia mística, p. 191. 14. Miguel de Unamuno, “En un cementerio de lugar castellano”, en Los titanes de la poesía universal, México, Diana, 1964, p. 302. 15. Inédito. Cedido por la autora al suscrito en abril de 2007. 16. Karol Wojtyla, Poemas, México, Edit. Jus, 1990, p. 54. 17. J. García López, Antología de la literatura española, Barcelona, Teide, 1967, p. 154. 18. Evelyn Underhill, La Mística, citado, p. 38.
BRUNO ROSARIO CANDELIER El LENGUAJE DE LA LÍRICA MÍSTICA La experiencia de lo inefable La expresión lírica mística está formada por dos palabras de origen griego que constituyen dos singulares manifestaciones del poder creador del espíritu humano. LÍRICA viene de λιρικα, [lyrica], que a su vez procede de λιρα, [lyra], ‘instrumento musical’ que inventaron los antiguos griegos para acompañar la expresión sonora, cantarina y apasionada de los sentimientos ardientes de la sensibilidad, siendo lírica el término adecuado para expresar la creación del aliento individual de las emociones entrañables. La lírica va asociada al canto, y el canto al júbilo, que es la expresión inherente al sentimiento místico, razón por la cual es natural que estas dos expresiones de la sensibilidad confluyan, por su vínculo espiritual y estético, en la lírica mística. La palabra mística viene del verbo griego µιειν [miein]. En la lengua de los helenos miein significa ‘cerrar la boca’, actitud que el hombre asume ante la emoción que produce el misterio, el asombro por lo desconocido o el arrobo frente a lo sobrenatural. El término mística comprende los rasgos de ´secreto´, ´sagrado´ y ´oculto´, razón por la cual es también el mismo étimos de base de los vocablos MITO (de µιτοσ [mythos] ´narración fabulosa´, ´leyenda´, ´palabra narrante´), MISTERIO (de µιστεριον [mysterion], ´secreto´, ´enigma´, ´ceremonia para iniciados´) y MÍSTICA (de µιστικα, [mistica] ‘relativo a los misterios religiosos’, ‘unión divina’, ‘lo sagrado’), todos emparentados lexicológica y
semánticamente entre sí. El conocimiento secreto, vinculado a la divinidad, subyace en el trasfondo conceptual del término mística cuyo contenido espiritual, interno y sublime, conlleva una experiencia esencialmente inenarrable. Para aproximarnos a la significación profunda de esa vivencia singular de la sensibilidad, los contemplativos han tenido que acudir a voces figurativas, comparativas y simbólicas para comunicar la fruición de ese singular don divino ya que se trata de “una experiencia que transfigura y enajena a quien la padece” (1). La experiencia mística, en tanto fenómeno de conciencia, permite al contemplativo trascender la experiencia común y compenetrarse con la fuerza que lo apela a lo divino, y la reflexión de ese acontecimiento prohijó el Misticismo, la corriente espiritual más alta de la sabiduría humana. De hecho todos los pueblos del mundo, en sus diferentes razas y culturas, tienen una dimensión contemplativa y mística. Y desde luego, también tienen sus sabios y sus místicos. Prevalido de empatía espiritual y de ternura cósmica, el místico desarrolla una amorosa comprensión del mundo y en virtud del sentimiento que lo embriaga hace de su vida un testimonio de la presencia transformante de la divinidad. La mística tiene esencialmente una connotación espiritual por el vínculo divino que comporta. Por esa razón se puede hablar de mística teológica, como la concebía el Pseudo Dionisio Areopagita; mística naturalista, como la entendían William Wordsworth o Ralph Waldo Emerson; mística contemplativa, como la han practicado San Juan de la Cruz y los contemplativos con vocación teocéntrica. A pesar de la condición inefable del fenómeno místico, desde San Pablo los iluminados del espíritu han dicho que no hay lenguaje capaz de verbalizar la experiencia arrobadora, pero casi todos han hallado la manera de
plasmar esa vivencia inefable. En una de sus cartas habla el apóstol Pablo de un hombre que “fue arrebatado al Paraíso y oyó palabras inefables que el hombre no puede decir” (II Cor, 12,4). Con su sensibilidad el hombre se instala en un ámbito del Universo y entra en sintonía con sus efluvios peculiares. Con el propósito de hacer sensible lo que conmueve su interior, acude al lenguaje para expresar lo que vive entrañablemente y entonces se vale de signos y de símbolos con la intención de plasmar su percepción y su comprensión de lo existente. Entonces todo el Universo se vuelve un símbolo que sus palabras tratan de descifrar para el entendimiento y la valoración de lo viviente. Ahí radica el sentido de la creación poética y el valor de la lírica mística, que es la más alta forma de la creación humana. Movido por el interés de comunicar lo que su sensibilidad concita, el hablante acude a la palabra para darle forma y sentido a su visión del mundo, y los poetas contemplativos descubrieron que el lenguaje poético es el más apropiado para aproximarse a la expresión de la experiencia mística y se han valido de la lírica mística para darle hondura y esplendor a sus vivencias entrañables. El poeta místico hace sensible, mediante el lenguaje de las imágenes y el recurso de los símbolos, las vivencias espirituales que su intuición concibe y su imaginación recrea para hacer sentir en el espíritu la experiencia sublime que su sensibilidad atrapa con la voz universal y sus efluvios trascendentes. La fuerza de lo viviente que imanta de poder y de gracia la creación de los místicos, estimula los centros ocultos de la sensibilidad trascendente y motoriza el ideal sutil que se anida en los espíritus superiores. El resultado es la lírica mística. El problema lingüístico y expresivo de la lírica mística ha sido desde luego triple: primero, la dimensión espiritual de
la vivencia contemplativa, que oscurece y complejifica el contenido trascendente de ese estado singular de la conciencia humana; segundo, la condición inefable de la experiencia extática, que se vuelve esencialmente incomunicable y por tanto indescriptible; y tercero, la connotación interior del fenómeno contemplativo, que en principio es personal, individual e intransferible. Darle forma literaria a esa vivencia subjetiva y entrañable ha sido históricamente, en todas las lenguas y culturas y en todas las tendencias contemplativas, un reto intelectual, espiritual y estético que han tenido que asumir y resolver contemplativos y poetas en las altas esferas de la creación literaria. El propósito no deja de ser intelectualmente estimulante y literariamente retador por el hecho de que en el cultivo literario la veta de la τεοποιεσισ [theopoiesis] ‘lírica mística’ o ‘poesía centrada en lo divino’ entraña la espiritualización de la palabra en el grado supremo de la virtud lírica con el valor traslaticio de las figuraciones simbólicas y las imágenes comparativas. La experiencia mística comporta un fenómeno de conciencia en el que el yo del sujeto trasciende los límites de la experiencia ordinaria y el lenguaje lógico se vuelve incapaz de traducir racionalmente las vivencias de ese estado indescriptible. La lírica mística salvó parcialmente la cuestión creando un código lingüístico mediante el cual el sujeto contemplativo puede canalizar estética y espiritualmente lo que concita su sensibilidad en ese estado singular de la conciencia humana. Hay en la lírica mística una necesidad espiritual que hizo posible el aliento creador con el anhelo de comunicar esas vivencias singulares y esa misma necesidad ha hecho que el alma se desborde en
expresión de gozo y la voz lírica del sujeto contemplativo irrumpa con el tono jocundo del júbilo místico. El protagonista de ese combate lírico y estético es el poeta. En virtud de su talento creador el poeta ha recibido un don especial y tiene una conciencia estética y espiritual más consciente y persuasiva que la de los demás mortales y prevalido del lenguaje, la intuición y la pasión, vislumbra el ´flechazo lírico´, atrapa el torrente emocional y recrea el poder espiritual de la palabra con su hechizo y su talante. Por eso dije que la lírica mística es la más alta forma del talento creador y la más hermosa huella de lo divino en lo humano. La vocación mística entraña un sentimiento de identificación con lo viviente en virtud de la coparticipación cósmica propia de la sensibilidad empática del contemplativo, fenómeno que encierra un sentimiento de compenetración con lo existente, del que suelen disfrutar iluminados, contemplativos y poetas. La mística enseña a sentir apasionadamente el mundo y a expresarlo en forma jubilosa dotando al lenguaje de la fuerza expresiva capaz de comunicar la pasión divina con un alto grado de identificación y entrega. Por esa razón no todos los poetas reciben la gracia de la lírica mística, para la cual es necesario compartir, en el hondón de la sensibilidad, lo que llamo el ´cuadro de la experiencia teopática´. Es necesario hacer aquí una advertencia. No es necesario ser místico para escribir poesía mística. Es cierto que la poesía mística es la más alta dimensión de la lírica trascendente, y que la creación de la poesía extática requiere la vivencia de la experiencia teopática. Ahora bien, expresar el amor a lo divino, el sentimiento de lo sagrado, la visión de la Naturaleza como expresión de la deidad, la ternura hacia criaturas y elementos por su vínculo cósmico o el júbilo por la creación del mundo y de la vida, que es lo propio de la
mística, es una virtud que requiere el desarrollo de la sensibilidad trascendente, la conciencia espiritual y la intuición estética. Una cosa es ser místico y otra cosa diferente es tener la capacidad para escribir poesía mística. El místico procura las virtudes de la pureza y la perfección, que se cifra en la santidad, pero la realidad enseña que hasta los pecadores e impíos pueden merecer la gracia mística, y si tienen el don de la intuición poética, pueden escribir poesía mística, que en tal virtud se distingue de la poesía metafísica, puesto que no se queda en la búsqueda del sentido o en la dimensión trascendente de las cosas, según pauta la metafísica, sino que expresa el amor a lo divino. Podemos, en consecuencia, consignar que la poesía mística tiene dos vertientes: a) la protomística o premística, fundada en el sentimiento de lo divino, y b) la mística extática o arrobadora, fundada en el éxtasis místico o experiencia teopática. Con el siguiente decálogo formalizo el ´cuadro teopático´ de la conciencia mística en los siguientes términos: 1. Teofanía de la Naturaleza en la que elementos, fenómenos y criaturas naturales (los astros, la lluvia, los montes, los pájaros, los ríos, etc.) inspiran una visión deificante de los cosas. 2. Participación de hierofanía sobrenatural mediante la cual ciertos objetos y criaturas se contagian de una ´aureola sagrada´ por lo cual se perciben como portadores de poderes trascendentes. 3. Deificación de la experiencia vital en la que determinados dones, como la intuición, el lenguaje o el amor, o determinados poderes, como hablar en lenguas, profetizar o curar, se impregnan del aliento sobrenatural. 4. Revelaciones enigmáticas y misteriosas presentadas en ceremonias rituales o de iniciación con la implicación de
la presencia de espíritus cósmicos, ´visiones´, raptos o señales prodigiosas. 5. Significación de modelos ejemplares, paradigmas o arquetipos metafísicos con valores trascendentes, como la Creación o el fin del mundo. 6. Divinización del lenguaje y otras manifestaciones humanas como la ´poesía a lo divino´ en la literatura española o la concepción teocéntrica de la antigua Grecia, donde había un Dios para cada actividad humana, como el Dios del amor, el de la sabiduría, el de la guerra, etc. 7. Contemplación interior y transferencia carismática mediante el arrebato, trance o éxtasis como el pasaje bíblico de la transfiguración que vivieron Juan y Pedro en presencia de Jesús o el arrebato que experimentan iluminados, místicos y santos. 8. Participación del creador con empatía teopática en la gestación de una cosmovisión deificante en la que el poeta, prevalido del lenguaje, la intuición y la pasión sagrada de la embriaguez divina hace germinar el poder verbal con el auxilio de los estratos profundos de la psique humana y de la tradición teopoética. 9. Comunión ontológica con la fuerza espiritual del Cosmos mediante la contemplación del Universo de lo viviente concebido como expresión o creación divina. 10. Vocación de trascendencia espiritual en oposición a la soledad vacía, el desamor o el sinsentido en el que se potencia el gozo de sentir el sentimiento de lo divino mismo. Esos diversos aspectos de la vivencia teopática pueden ser llevados a la creación poética.
El lenguaje de la experiencia mística Los místicos de diferentes culturas y tendencias espirituales han dado testimonio de la insuficiencia del lenguaje humano para comunicar la experiencia extática. Platón, Pablo de Tarso, Agustín de Hipona, Dante Alighieri, Juan de la Cruz, entre otros contemplativos occidentales, y Chuang-Tzu, Yalaluddin Rumi, Ibn el Arabi y Rabindranath Tagore entre los orientales, han lamentado la pobreza de nuestro lenguaje para decir lo indecible de la vivencia transformante. La lírica mística no pretende hacer comprender el sentido de la vivencia extática, en sí misteriosa e inefable, sino hacer sentir la naturaleza peculiar de esa gracia divina y sobre todo hacerla sentir en el espíritu. Cuando San Juan de la Cruz dice que en la experiencia mística el contemplativo se siente espiritualmente integrado en “Dios por participación” está enfatizando la comunión con la Esencia Divina en el alma humana. En el instante en que el contemplativo vive el gozo de la unión divina en virtud del amor místico que lo envuelve, se siente separado del mundo, y aunque reconoce la torpeza del lenguaje para decir lo que interiormente experimenta, lo mueve el impulso de compartir esa singular vivencia del espíritu. En tal virtud se siente poseído por la magia de la creación y su corazón está lleno de luz y de amor. En un hermoso y esclarecedor ensayo sobre el tema, escribe Luce López-Baralt: “A pesar de que comprenden que su desesperado intento comunicativo será en vano, los místicos han intentado sin embargo sugerir algo de su trance teopático, sirviéndose de unas aproximaciones simbólicas que resultan igualmente enigmáticas en cualquier época y en cualquier lengua: el Todo y la Nada, el mísero cuerpo de arcilla que sin embargo contiene todas las esferas del
Universo; ´la música callada´ y ´la soledad sonora´ de San Juan de la Cruz; el ´rayo de tiniebla´ del Pseudo Dionisio Areopagita; la ´luz negra´ de Simnani; ´la noche luminosa´ y ´el mediodía oscuro´ de Sabastari; la ´esfera cuyo centro está en todas partes y la circunferencia en ninguna´ y el Aleph circular en el que Borges vio el Universo entero, y a sí mismo...” (2). En la lírica mística la palabra se imanta del poder que le insufla el aliento espiritual de lo divino y el teopoeta impregna a su creación la fuerza del contenido trascendente. El sentido simbólico de la lírica mística se potencia con el uso de los recursos literarios que contribuyen a reforzar el poder sugeridor de lo sublime. Entre esos recursos se destacan, además de los símbolos, la onomatopeya, la repetición, la antítesis, la paradoja, la disyunción y la aliteración (3). Cuenta la Madre Magdalena del Espíritu Santo, que admirada por las bellas y profundas palabras del Cántico espiritual de San Juan de la Cruz, le preguntó al iluminado carmelita si Dios le daba las hermosas palabras que tanto comprendían y adornaban, a lo que el poeta abulense le contestó: “Hija, unas veces me las da Dios, y otras las busco yo” (4). Afirmaba el ilustre carmelita que la “sabiduría espiritual” está al alcance del alma: “(...) y esta es la causa porque Dios le da las visiones, formas, imágenes y las demás noticias sensitivas e inteligibles espirituales; no porque no quisiera Dios darle luego en el primer acto la sabiduría del espíritu, si los dos extremos, cuales son humano y divino, sentido y espíritu, de vía ordinaria pudieran convenir y juntarse con un solo acto” (5). No es difícil reconocer que esas visiones e imágenes a que alude el místico carmelita las reciben los poetas contemplativos. Según Luce López-Baralt, San Juan de la
Cruz es el primero en advertir el misterio de sus versos oníricos, que el santo carmelita llamaba “dislates”, y que admite su difícil comprensión lo mismo para él, que para sus lectores (6). El propio San Juan había dicho que “lo que Dios comunica al alma (...) es indecible”, y que “no hay cómo poder decir algo de ello”, que “no hay nombre acomodado para poder nombrar aquello” (Subida del Monte Carmelo, 24, 4), y entonces, como los visionarios de la contemplación, estos poetas descubren en los símbolos, con sus múltiples sentidos traslaticios, una vía para superar la insuficiencia del lenguaje ordinario. Al respecto, escribió el santo poeta en su prólogo al Cántico Espiritual: “Por haberse, pues, estas canciones compuesto en amor de abundante inteligencia mística, no se podrán declarar al justo, ni mi intento será tal, sino sólo dar alguna luz en general [...].Y esto tengo por mejor, porque los dichos de amor es mejor dexarlos en su anchura, para que cada uno de ellos se aproveche según su modo y caudal de espíritu, que abreviarlos a un sentido a que no se acomode todo paladar” (7). El sujeto poético que se anida en la persona mística vence la dificultad expresiva y logra para el propósito místico lo que el lenguaje vedaba al contemplativo: comunicar lo incomunicable mediante la vía de la lírica mística. De nuevo nos auxilia la ilustre boricua con su valiosa exégesis mística: “A través de estas liras de improbable intelección racional, revivimos sensaciones equívocas, contradictorias, intensamente misteriosas, como las que viviría el santo en su unión transformante” (8). La contemplación de la Naturaleza, así como la emoción de la belleza y la vivencia de la verdad, despiertan en el ser humano la necesidad expresiva y en el místico el sentimiento de lo eterno, y el torrente de creación teopoética
se manifiesta con destellos de lo divino en un brote del lenguaje lírico, estético y simbólico. En la vivencia mística el contemplativo, al contemplar la Naturaleza puede caer en el estado de gracia en que el contexto desaparece y siente que su alma flota en un espacio desconocido, habitado por la propia esencia que no es otra que la Divinidad de Dios en él, experimentando una sensación desconocida pero fascinante que invita a quedarse allí, invadido por una presencia invisible pero sensible al espíritu y el alma se eleva a un estado sublime de sosiego, ternura, fascinación y placidez... y cuando regresa de ese trance místico, el ambiente sigue como antes. Entonces quienes experimentan fascinantes sensaciones cósmicas contemplando la noche o la montaña o la lluvia y sintiendo que los elementos le besan y la tarde se vuelve jardín apasionado que invita a sentir la vida, acariciado por una fuerza misteriosa del Cosmos en todo su esplendor y los sentidos se extasían hasta el grado de sentir que se confunde con los pájaros, las flores o el viento o la lluvia y despiertan sus silencios y el aire le cobija con su luz y se vuelve canto y aroma, atracción y fuego en la tarde, la lluvia o el monte... van experimentando sensaciones y vivencias que los prepara para sentir la llamarada divina. Los místicos han sido personas que han tenido experiencia profunda de la Divinidad. Algunos poemas han surgido de una experiencia mística escritos por lo general con imágenes naturales, con imágenes del Cosmos. La psicología diría que esas experiencias místicas son estados alterados de conciencia. Sin embargo, muchos han experimentado esos estados especiales bajo la vigilia, sin sospecha de un estado patológico, bajo el hechizo de una Presencia arrobadora, en un estado de gracia que provoca esa experiencia de amor, sintiéndose el sujeto posesionado por una fuerza que le hace sentirse libre de cualquier dolor corporal, en que todo pierde
importancia excepto el valor sublime que en ese momento se vive con gozo, sosiego y armonía y la sensación de sentirse mimado, casi tocado por esa Presencia trascendente. Hay quienes han aprendido a disfrutar la soledad, el contacto con la Naturaleza, a contemplar sin tiempo el cielo, las estrellas, la música de los pajarillos o el fluir del viento o de la lluvia y saben escuchar el aliento de las cosas o respirar el olor de los montes y hay quienes sintonizan con las flores y los luceros en una coparticipación en la Energía Espiritual del Cosmos. En mi novela El sueño era Cipango, Aurora revela sus vivencias contemplativas: “Mi gran mundo era una ventana, que por cierto daba a la calle y a través de la ventana yo veía un árbol y me concentraba en él hasta intentar, en mi juego de niña, hacerme un poco como la hoja, ser incluso la hoja, y lograba una plena identificación, y desde el punto de vista de la hoja, cuando en invierno le caía nieve yo sentía el frío, o cuando llovía yo sentí que la gota de agua resbalaba por mi espalda, o si se posaba un pajarillo yo jugaba con él porque yo era la hoja, y podía ver todo lo que pasaba frente a casa. Y en eso consumía horas enteras viendo el mundo como lo podría ver una hoja, una simple hoja, ¿no es maravilloso, Juan Francisco?” (9). Ponderamos el valor espiritual y el valor literario de las obras de los poetas místicos que nos sirven de modelo. Plutarco, en La deidad personal de Sócrates (50-125), advirtió que existía un idioma especial para los poetas: “De hecho, [existen] las ideas de cada quien, expresadas a través del medio de la voz que sentimos en la oscuridad para entenderlas, mientras que las ideas de las deidades traen luz con ellas por lo que iluminan a quienes las perciben. Las ideas de las deidades no necesitan verbo ni nombres: éstos pertenecen a las relaciones humanas que permiten que la
gente vea las imágenes y reflejos de las ideas; mas las únicas personas que entienden las ideas en sí son aquellas -como dije- que admiten una luz divina particular” (10). La theopoiesis, que es la poesía inspirada en la experiencia mística, nos ofrece una imagen sagrada, hierofánica y numinosa del mundo en la que la energía creadora se siente copartícipe del aliento espiritual del Cosmos, mediante la que el poeta se siente insuflado, como creía William Blake, del poder creador de la Divinidad, tal como lo han sentido los teopoetas de diferentes culturas y tendencias, como Jalalud-din Rumi, San Juan de la Cruz, Thomas Merton o Karol Wojtyla. Y esa rica producción lírica, en la que la presencia de Dios es determinante, da lugar a conformar lo que podríamos denominar el lenguaje de la mística, cuyos rasgos sintetizo a continuación: 1. Uso de imágenes y símbolos que expresen la vivencia de un hecho esencialmente inefable. San Juan de la Cruz, el iluminado místico español y excelso teopoeta de la lírica universal, acudió al lenguaje de la poesía para encauzar con sus imágenes el singular fenómeno de la vivencia mística, como confirma en uno de sus Romances: “Este ser es cada una /Y éste solo las unía/ en un inefable nudo/ que decir no se sabía...”. La estrofa de la Llama de San Juan de la Cruz sirve de ilustración: ¡Oh llama de amor viva, que tiernamente hieres de mi alma en el más profundo centro¡ Pues ya no eres esquiva, acaba ya, si quieres; ¡rompe la tela deste dulce encuentro! (11).
2. Utilización del lenguaje del amor humano para expresar el trance emocional de la vivencia theopática. La fuerza intangible del amor transfigura a quien lo vive, y si se trata del amor divino, subyuga el corazón y la conciencia de quien se halla arrebatado de la dolencia divina, como les acontece a los místicos cuyo lenguaje de amor expresa la unión espiritual con lo divino como lo sabe emplear Santa Teresa de Jesús cuando escribe (12): Esta divina prisión del amor con que yo vivo ha hecho a mi Dios cautivo, y libre mi corazón; y causa en mí tal pasión ver a Dios mi prisionero, que muero porque no muero. 3. Recurso del balbuceo contemplativo y contradictor para catalizar las corrientes irracionales y sujetivas distantes del pensamiento y la reflexión (13). El gran lírico puertorriqueño Francisco Matos Paoli nos brinda el ejemplo del poeta místico que se siente un “enorme quetzal de la nada en su azul aridez de vuelo” cuando canta, en Canto de la Locura, lo que estremece su sensibilidad porosa al misterio de lo Eterno. Guiado por las enseñanzas del Poverello de Asís da cuenta de su comunión de amor con lo viviente y expresa, en arrebato de contemplación, la epopeya interior de un estado de iluminación, asumiendo como resistencia el dolor y la humillación, la renuncia y el apocamiento en medio de su alucinación extrapolante: En la recapitulación, la perla de la concha nos desnace
El extraño es el mar: este escenario móvil de corales, esta muriente pesantez de algas. Pero el Solo me obliga a declinar. Yo busco en la perla muda que no tiene salmos el último rumor de los ahogados. Y no sé lo que es coexistencia más allá del límite que ignora, porque el Solo reduce la aureola. me deja sin aliento, sin medida, me estrella contra el mar agazapado de nostalgia.(...) Que no me busquen en el penúltimo verdor de las horas. Ya para mí la vida degüella sus espejos trasnochados y no hay rumor posible en los eneros cuando la alondra imanta su propia sombra azul que no es azul (14). 4. Empleo de términos y conceptos de la Naturaleza, como monte, noche llama, ciervo, paloma, etc, para connotar un sentido místico con valor simbólico. La visión panteísta de ver en el mundo la expresión de lo divino convierte a las cosas en símbolos de la inefable bondad de Dios, como decía Leo Spitzer (15), lo que podemos comprobar en la lírica de Rilke, que aprecia la presencia sobrenatural de lo divino en objetos y criaturas: Eres el futuro, vasta aurora, sobre los llanos de la Eternidad. Eres el canto del gallo tras la noche del tiempo, el rocío, los maitines, y la doncella, el forastero, la madre y la muerte... Eres la forma cambiante...
Eres la más honda sustancia de las cosas (16). La vivencia de la contemplación interior, cuya actitud orante revela Rilke en el Libro de las horas, subraya la presencia de la fuerza que lo imanta a lo divino: “Apágame los ojos, puedo verte; /ciérrame los oídos, puedo oírte;/ y aun sin pies puedo andar en busca tuya; /sin boca puedo conjurarte./ Ampútame los brazos y te agarro/ como con una mano, con el corazón mío./ Detén mi corazón y latirá el cerebro;/ y si arrojas el fuego en mi cerebro,/ Te llevaré sobre mi sangre... (17). 5. Uso y creación de términos antitéticos y paradójicos, como “estar sin estar”, “soledad sonora”, “entender sin entender”, “rayo de tinieblas”, etc, contraste de sentidos que expresan el estado alterado de conciencia propio de la experiencia mística. El ver la ´luz´ en la ´sombra´, el ´todo´ en la ´nada´, la ´vida´ en la ´muerte´, etc, es una forma de acentuar la dimensión de lo sobrenatural, que registra la literatura española, pautada por una tendencia mística, como dijera Dámaso Alonso (18). El “Soneto al Cristo Crucificado”, del fraile agustino mexicano Miguel de Guevara, es un buen ejemplo: No me mueve, mi Dios, para quererte el cielo que me tienes prometido, ni me mueve el infierno tan temido para dejar por eso de ofenderte. Tú me mueves, Señor, muéveme el verte clavado en una cruz, y escarnecido; muéveme ver tu cuerpo tan herido;
muévenme tus afrentas y tu muerte. Muéveme, al fin, tu amor, y en tal manera, que aunque no hubiera cielo, yo te amara, y aunque no hubiera infierno te temiera. No me tienes que dar porque te quiera, pues aunque lo que espero no esperara, lo mismo que te quiero te quisiera (19). 6. El místico construye con términos de la lengua ordinaria el lenguaje ´anormal´ de su estado irracional al contemplar, y vivir interiormente, el asombro de lo inefable. Karol Wojtyla acude al pozo de la Samaritana en su “Cántico del esplendor del agua” y evocando la voz del Maestro, de que “Quienquiera que beba de esta agua volverá a tener sed, pero el que bebe del agua que yo le daré no tendrá sed jamás” (Jn 4,13), posa su mirada en la fuente primordial contrastando el brillo del agua en los ojos que “reflejaba la claridad profunda del pozo”, y subraya con emoción lo que sus versos sugieren: Desde aquel entonces, del fondo de ese pozo del que vine a sacar un cubo de agua, el esplendor se ha fijado en mis pupilas. He sacado de él tantos conocimientos, he descubierto un vació inmenso, el mío, en el reflejo de ese pozo. Todo está bien. Yo no sabía tenerte en mí. Pero tú ahí permaneces, como en el reflejo del pozo permanecen las flores y las hojas recogidas por mis ojos asombrados, llenos de luz, un poco tristes (20).
7. El estallido lírico del lenguaje místico es el resultado del impulso irrefrenable de la vivencia del contemplativo en su interior profundo que le hace comunicar el torrente emocional de su experiencia mística. Los versos encendidos de amor de Annemarie Schimmel cuyas vivencias espirituales y estéticas la condujeron a la creación teopoética inspirada en el Sufismo se impregnan de una inmensa ternura cósmica al expresar el encanto y el misterio de la apelación sublime que su sensibilidad apresa y expresa en “Maulana habló”: Mawlana habló:El amante teje seda y brocado de lágrimas, oh amado, para un día extender la alfombra bajo tus pies. ¿Sólo de lágrimas, Mawlana? Cada suspiro forma la urdimbre del tejido infinito del amor. Con cada hálito tejo el brocado de tu nombre, letras doradas inscritas en la túnica de seda de mi sangre. ¡Oh, qué vestidos he dispuesto para ti trenzando la aurora encendida y la temprana seda verde de la primavera, terciopelo bordado de estrellas, lana leve como la pluma! Cada pensamiento, amado, es ornato de tu nombre, y entreteje en el telar las cúpulas de turquesa del Irán, con hilo teñido en la hondura de un mar cuajado de perlas. Cada latido toca el tambor del amor primordial. Cada aliento es la flauta de la esperanza imposible. Cada copa se llena de ti (21). 8. El lenguaje del júbilo místico a través del cual el creador comunica su fruición interna que manifiesta en términos gozosos y en un tono jubiloso, en tanto percibe y
valora el mundo como templo de la Divinidad. Fray Luis de León, la voz más pura de la lírica española, en su reboso espiritual de contemplación mística, estima a Dios como el Centro de la Armonía Universal y al mundo como “la gran cítara que suena en Sus manos” (22): El aire se serena y viste de hermosura y luz no usada, Salinas, cuando suena la música extremada, por vuestra sabia mano gobernada. A cuyo son divino mi alma, que en olvido está sumida, torna a cobrar el tino y memoria perdida, de su origen primera esclarecida. Y como se conoce, en suerte y pensamientos se mejora; el oro desconoce que el vulgo ciego adora, la belleza caduca, engañadora. Traspasa el aire todo hasta llegar a la más alta esfera, y oye allí otro modo de no perecedera música, que es de todas la primera. Ve cómo el gran Maestro, A aquesta inmensa cítara aplicado, con movimiento diestro
produce el son sagrado con que este eterno templo es sustentado (23). 9. El lenguaje de expresión amorosa y empática con el cual el místico testimonia su sentimiento de identificación y coparticipación entre criaturas y elementos en forma rotunda y entrañable. Como dijera Evelyn Underhill, allí “donde el filósofo argumenta y el artista intuye, el místico experimenta” (24). La forma empática de coparticipación, vivencia propia del místico, se hace una en el lenguaje de los teopoetas, como el ejemplo de Kabir en la cultura hindú, cuya expresión afirma la conciencia interna y mística del mundo y apuntala el ideal universal del Misticismo oriental: Cuéntame, oh cisne, tu antigua historia. ¿De qué tierra vienes, oh cisne, y a qué orilla vas? Oh cisne, ¿en qué playa reposarás y qué es lo que buscas? ¡Oh cisne, despierta ya, levántate y sígueme! Hay un país donde no existe sufrimiento ni duda, donde no se conoce el terror de la muerte. Allí los bosques están siempre en primavera y el viento trae la fragancia de su aroma: “El soy Yo”. Allí la abeja del corazón está profundamente sumergida y no desea otra alegría (25). 10. Conformación de un lenguaje emocional a través del cual provoca el sentimiento de coparticipación empática con lo que el místico siente, sufre o goza en su vínculo espiritual y trascendente. La creación de Yalaluddin Rumi, el exquisito poeta persa, aboga por la anulación de sí
mismo para abrir en su ‘interior bodega’ el espacio al Amado supremo al sentir que la vocación sublime está en su unión con el Absoluto: “Feliz momento aquel en que nos sentamos en el palacio, tú y yo./ Con dos formas y dos semblantes, pero con una sola alma, tú y yo./ Los colores y luces de la alameda y la voz de los pájaros otorgan la inmortalidad cuando penetramos en el jardín, tú y yo./ Las estrellas del cielo vendrán a contemplarnos, y nosotros se las mostraremos a la misma luna, tú y yo./ Y nos fundiremos en el éxtasis, y no seremos más seres individuales, jubilosos y a puerto seguro del necio lenguaje humano, tú y yo./ Todos los pájaros de brillante pluma del cielo se morderán de envidia el corazón, en el lugar donde reiremos, tú y yo./ He aquí la mayor de las maravillas, que sentados aquí en el mismo escondrijo, vivimos al mismo tiempo en el Irak y en Khorasán, tú y yo” (26). Creación y experiencia teopática El lenguaje de las imágenes canaliza la experiencia intuitiva y con ella las ondas sublimes de la realidad absoluta que trasciende los sentidos. El lenguaje de las imágenes y los símbolos es el adecuado para la transmisión de la vivencia mística, que por su naturaleza es trascendente, superracional y sublime; y en tal virtud escapa al lenguaje lógico o racional. Más aún si se trata de la experiencia mística, que en su esencia es trascendente, y como tal misteriosa e indecible, y que el lenguaje de la creación poética la hace parcialmente comunicable con su formalización simbólica. Los iluminados y contemplativos normalmente son personas que han tenido profundas experiencias místicas. Muchos viven y experimentan la experiencia inefable de la dolencia divina, y los dotados con
el don de la poesía han plasmado en sus poemas una experiencia de la que han participado en un estado especial, con una sensación de suavidad y plenitud, bajo unas condiciones que no sabrían describir y paralizados por una fuerza de imantación, logran contemplar algunas cosas, por lo general perciben imágenes de luz, y algunos sienten que vuelan entre nubes y asombro, y aunque no siempre logran divisar el horizonte, a veces perciben destellos que les seducen por las hermosas imágenes del Cosmos… No sabrían decirlo, pero lo sienten como pequeños detalles de Dios, quizá no siempre su cuerpo está preparado para vivir esas singulares experiencias, y lo que llama la atención es el hecho de que siempre es una vivencia involuntaria. En su estado alterado de conciencia, el contemplador parece vivir fuera del espacio y del tiempo, y luego intenta evocar lo contemplado, que es lo que hace el poeta cuando escribe esas singulares vivencias del espíritu, en las que hay una revelación del misterio de Dios en lo cotidiano; lo demás son cosas especiales, que también ocupa la atención de los contemplativos. Esas experiencias místicas hacen sentir a quien las vive, disfruta o padece, como en otro estado, bajo el hechizo de una Presencia inefable y las cosas tienen otra apariencia, ´alteradas´ por la transfiguración de lo divino, y el contemplativo experimenta un singular estado de gracia que provoca esa experiencia de amor y trascendencia, sintiéndose poseído por una fuerza que transporta al sujeto fuera de sí mismo en la que todo pierde importancia excepto el valor sublime que en ese momento se vive con sosiego, armonía, dulzura y emoción bajo la sensación de sentir una Fuerza Superior. El lenguaje reclama encontrar las palabras adecuadas y la manera más auténtica para describir esa realidad inexplicable y divina que sólo desde la esencia de Dios en lo profundo del ser humano se puede experimentar.
Cuando se piensa en el lenguaje de la mística llegamos a creer que todo el Universo es lenguaje, porque todo él está envuelto en una ola mística, y todo el Universo es un símbolo o una imagen de lo divino mismo; dicho de otro modo, la mística se percibe en todo, aún en las cosas inanimadas, porque tienen la fuerza y el poder que da vida a lo que parece inanimado. Esa energía viva y renovadora lo llena todo. San Pablo decía que la Creación entera gime y espera expectante su liberación y esa liberación la da la mística al sentir el ser en todas sus dimensiones, despojado de toda atadura. Toda la Creación connota un aura mística pero no todos saben percibir esa dimensión que envuelve al mundo. Todo lo existente, todo lo creado, proyecta un lenguaje, que expresa su dimensión peculiar, su valor singular y entrañable. Contemplando la Creación puede el alma percibir esa dimensión singular de lo viviente, esa dimensión mística del mundo. El silencio contemplativo es la clave para acceder a ese costado interior de lo existente, sustrayéndose de todo ruido, distracción y angustia. Si la razón de la Presencia es comunicar un mensaje, esa percepción la capta el alma, en la que los sentidos interiores entienden de manera distinta a lo que comúnmente captan los sentidos corporales y alcanzan mayor capacidad de captación y entendimiento; no hay limitaciones cuando se experimenta ese estado de gracia o de posesión del misterio que arrebata, todo es posible, todo es alcanzable y todo es relativo aún la muerte misma, razón por la cual el místico deja de temerle a la muerte, porque el sujeto experimenta el profundo deseo de quedarse allí donde sigue habiendo vida, pero brota una fuerza de la plenitud que se percibe con la convicción de lo que experimenta. En el interior del sujeto contemplativo se desvelan imágenes y verdades, que luego forman parte de las convicciones que funda su ideal de vida
porque le han sido reveladas. Como se trata de una vivencia espiritual es difícil perfilar el lenguaje que exprese esa vivencia trascendente. La mística ofrece una opción de vida para vivir con pasión cada momento y con plenitud cada experiencia, conducida por la Energía Espiritual del Universo. El elemento objetivo y sensorial de la realidad creada y el elemento subjetivo y trascendente de la realidad sutil que el símbolo místico plantea, enlaza lo visible y lo invisible en la creación teopoética. Vinimos al mundo con dones maravillosos, como el lenguaje que nos sirve para nombrar las cosas, el poder para sintonizar los efluvios trascendentes y la capacidad para comunicar las vivencias entrañables. La intuición mística conlleva una mirada profunda, que es una mirada de amor, a través de la cual valoramos una señal o una expresión de lo divino. La historia recoge la experiencia de grandes guías, iluminados y pensadores, como la de Moisés ante la zarza ardiente cuya llama le dio valor para conducir al pueblo israelita hacia su liberación; la de Pitágoras, que en contacto con lo viviente percibió la armonía interior del Universo; la de Albert Schweitzer, que vio en un relámpago de luz el sentido de la vida, así como Henry David Thoreau abandonó la vida urbana para buscar la autocomprensión en los bosques valdenses; y Pascal, mediante la visión de un fuego y una cruz ardiente modificó su concepción filosófica y su vida, o la de Francisco Matos Paoli que en un rapto de locura sintió el fulgor de lo divino. Vivir en comunión entrañable con la Energía Espiritual del Universo conlleva un alto desarrollo de la sensibilidad trascendente, lo que significa la posesión de una conciencia cósmica y una conciencia espiritual, o lo que es lo mismo, la comprensión del sentido físico y el sentido metafísico del Cosmos que se manifiesta en la captación y la valoración de
la dimensión armónica, telúrica, erótica y divina de la Naturaleza. La poesía mística busca la expresión de lo inefable para lo cual ha de entrar en sintonía con lo sobrenatural y lograr una valoración de lo espiritual mediante la creación de imágenes y símbolos trascendentes. Para escribir una experiencia mística, que supone una situación evocada puesto que el momento mismo de la vivencia es inexpresable, hay que acudir a imágenes y símbolos, y los mejores creadores de esas vivencias sublimes suelen ser poetas, que acuden a menudo a imágenes sensuales y eróticas. Los teopoetas hablan en estado de gracia y sienten desde su alma y su cuerpo ya que no puede separarse una cosa de la otra y cuando viven esa experiencia no sienten sólo sensaciones corporales sino sosiego y dulzura en el alma, que es lo que se llama fruición, aunque esas experiencias se tienen desde la propia condición corporal en una sensación de plenitud y subyugación. En las vivencias místicas por lo general al contemplativo acompaña una luz y se percibe una energía espiritual y el cuerpo tiene la sensación de paz y plenitud, y al regresar se vuelve a la normalidad. El poeta místico es la persona capaz de darle forma y sentido a esas vivencias singulares. Y se distingue porque: a) Tiene una conciencia espiritual del Universo. b) Asume el mundo con sus criaturas y fenómenos como una manifestación de lo divino. c) Posee una sensibilidad trascendente para sintonizar los efluvios sublimes. d) Se siente parte entrañable de la Totalidad en un vínculo íntimo y profundo con el ser del mundo. e) Se expresa en forma abierta y gozosa ante todo lo viviente. La sensibilidad estética y espiritual comporta el desarrollo de poderes especiales que plasma la palabra y que conlleva los siguientes aspectos: 1. Contemplación de la Naturaleza. 2. Sentimiento de identificación sensorial, afectiva,
intelectual, imaginativa y espiritual con lo existente. 3. Valoración de las cosas con el criterio de que todo tiene un valor y un sentido. 4. Captación de la fuerza espiritual de lo existente. 5. Desarrollo del poder de la creatividad para testimoniar la propia percepción del mundo, canalizar la necesidad de expresión espiritual y formalizar nuestro contacto con el Universo. Esa sensibilidad profunda desarrolla el sentimiento espiritual de la Naturaleza, que busca: 1) Recuperar la relación con lo natural: con la montaña, el bosque, la lluvia, la noche, las estrellas... 2) Restaurar el sentido estético de las cosas. 3) Establecer el vínculo espiritual con lo existente. 4) Procurar el espíritu de lo viviente: El espíritu de la lluvia, del viento, de los bosques, de la noche... 5) Ver el mundo como expresión sagrada de la Divinidad. Los estados místicos de conciencia, que son estados alterados de la sensibilidad profunda, comprenden: 1. Estado involuntario de ensimismamiento profundo en el que el contemplativo experimenta un rapto interior, embriagador y arrobante. 2. Comprensión iluminada de la realidad en la que la intuición capta y expresa una revelación súbita de fenómenos y cosas con una cabal comprensión de su significado interior y sagrado. 3. Expresión de una vivencia inexplicable en la que la condición misteriosa y sublime del fenómeno teopático lo convierte en un hecho de conciencia formalmente individual, espiritual y profunda. 4. La hondura interna y mística de la pasión teopática, que entraña el encuentro con la Divinidad, hace del fenómeno místico una vivencia inefable. 5. La condición inefable de esa gracia divina se canaliza mediante los recursos simbólicos de la lírica mística.
La mística extraña una actitud vitalista y luminosa por la alegría que genera la comunión con la Totalidad. El místico pone a latir su corazón con el latido del mundo en una sintonía de identificación y ternura: ausculta la vibración interna de la materia, capta los fluidos de las cosas y a su través siente la presencia divina. Su vocación mística aflora y revela: 1) Una sensibilidad trascendente en virtud de la cual las potencias interiores se despliegan para sentir las vivencias entrañables del espíritu. 2) Sed de sabiduría espiritual por la cual el sujeto disfruta el conocimiento de los misterios y la percepción de lo sagrado. 3) Afinidad universal hacia lo viviente mediante la cual la persona experimenta una cordial actitud de compenetración empática hacia criaturas y elementos. 4) Simpatía interior por los valores permanentes con una disposición intelectual, estética y espiritual hacia las verdades profundas, la belleza sublime y el bien supremo. 5) Identificación con lo divino en virtud de lo cual el contemplativo siente la presencia de la Energía Superior desde el hondón de su sensibilidad con un sentimiento de participación deificante. Los contemplativos de las diferentes tendencias espirituales enseñan, lo mismo en su poesía que en su vida, que la mística es una experiencia luminosa que insufla la gracia divina para sentir y vivir espiritualmente el mundo. Y la Theopoiesis ha sido el más elocuente testimonio de esa gracia transformante. Bruno Rosario Candelier Encuentro del Movimiento Interiorista Constanza, República Dominicana, 25 de julio de 2004. Notas: 1. José Frank Rosario, “Mística y literatura”, en Bruno Rosario Candelier, El Movimiento Interiorista, Moca, Ateneo Insular, 1995, p 54.
2. Luce López-Baralt, “Oh quanto é corto il dire”, inédito, p. 6. Luce LópezBaralt, San Juan de la Cruz y el Islam, Madrid, Hiperión, 1990, pp. 79ss. 3. Cfr. Emilio Orozco, Poesía y Mística, Madrid, Guadarrama, 1959, p. 191. 4. Cfr. M. Magdalena del Espíritu Santo, “Relación de la vida de S. Juan de la Cruz”, en P. Silverio de Santa Teresa, Obras de S. Juan de la Cruz, Burgos, 1929, T. I, Apéndice V, p. 325. Ver también Vida y obras de San Juan de la Cruz, Madrid, BAC, 1960, p. 186. 5. San Juan de la Cruz, Obra Completa, Madrid, Alianza Editorial, Edición de Luce López–Baralt y Eulogio Pacho, 1999, T. I, p.233. 6. L. López-Baralt, Prólogo a San Juan de la Cruz, en Obra Completa, p. 12. 7. Cfr. Prólogo de San Juan de la Cruz al Cántico Espiritual, p. 7. 8. Luce López-Baralt, Prólogo Obra Completa de S. Juan de la Cruz, p.34. 9. Bruno Rosario Candelier, El sueño era Cipango, Moca, Ateneo Insular, 1998, p. 127. 10. Citado por Fredo Arias de la Canal, Antología de la poesía cósmica de Marta de Arévalo, México, Frente de Afirmación Hispanista, 2003, p. VII. 11. San Juan de la Cruz, Obra Completa, citado, pp. 50 y 68. 12. Santa Teresa de Jesús, Obras Completas, Madrid, BAC, 1954, T. II, p. 956. Otros teopoetas, como San Juan de la Cruz, son más explícitos en el lenguaje del amor, incluso erótico, como el Cántico espiritual. 13. Cfr. G. Bataille, La Literatura y el Mal, Madrid, Taurus, 1971, p.47. 14. F. Matos Paoli, Canto de la Locura, en Primeros Libros Poéticos, Río Piedras, Puerto Rico, Qease, 1982, p.304. 15. L. Spitzer, Lingüística e Historia Literaria, Madrid, Gredos,1968, p. 248. 16. En Leo Spitzer, Ob. cit., p. 248. 17. R. M. Rilke, Cartas del Vivir, Barcelona, Obelisco, 2000, p. 58. 18. Cfr. Dámaso Alonso, Poesía Española, Madrid, Gredos, 1971, p. 227. 19. Fr. Miguel de Guevara, “Soneto al Cristo Crucificado”, en Vicente Gómez Bravo, Lyra Hispana, Madrid, Razón y Fe, 1958, p. 109. 20. Karol Wojtyla, Poemas, México, Jus, 1990, p. 57. 21. A. Schimmel, “Ruiseñores bajo la nieve”, en Luce López-Baralt-Lorenzo Piera, El Sol a Medianoche, Madrid, Trotta, 1996, p. 235. 22. Dámaso Alonso, Poesía Española, citado, p. 176. 23. Fray Luis de León, “A Francisco Salinas”, en Miguel de Santiago, Antología de Poesía Mística Española, Barcelona, Verón Edit., 1998, p. 63. 24. Evelyn Underhill, La Mística: Naturaleza y desarrollo de la Conciencia Espiritual, Ávila, España, CIEM-Trotta, 2006, p. 51. 25. Kabir, Mira Bai y Guru Nanak, Poesía Mística de la India, Barcelona, Visión Libros, 1979, p. 16. 26. Yalaludin Rumi, “Sol de Siraz”, en Luce López-Baralt, Asedios a lo Indecible, citado, p. 127.
BRUNO ROSARIO CANDELIER POETICA INTERIOR Cuando el hombre se inclinó sobre la superficie del agua para beber, se produjo un hecho que repite toda criatura pensante en circunstancias diferentes y es el de abrevar el misterio de la propia imagen, y esa contemplación del yo exterior da lugar a la meditación del propio ser y con ella la del ser que reflexiona sobre el mundo y lo que emana de su propio ser interior y su destino, proceso que lo vivieron y testimoniaron pensadores de la talla de Platón, Agustín de Hipona, Dante Alighieri, San Juan de la Cruz, Rainer María Rilke, León Tolstoy, Rabindranath Tagore, Nikos Kazantzakis, Francisco Matos Paoli y muchos otros iluminados, pensadores y estetas. La creación literaria, como imagen del hombre y del mundo que la inspira, es una obra de ficción fundada en un lenguaje imaginario, artístico y multívoco, y en unos principios susceptibles de reflexión y formalización. La elección de un modo de ficción, así como de un lenguaje y unos temas, forman parte de los principios estéticos que integran el núcleo generador de la creación. Por tanto, todo creador se ampara en una poética, aunque no sepa explicar sus rasgos distintivos, lo que equivale a reflexionar sobre la escritura en sí como pauta estética que orienta la creación en su sesgo noético o dirección teorética de la práctica fictiva, creadora o crítica. La Poética Interior presta su atención a la íntima urdimbre humana como prototipo ideal con vocación trascendente. Y orienta su vocación estética hacia la potenciación de la virtud lírica que orilla un cauce creador por donde fluyan, junto a la belleza y el pensamiento, a la forma artística y el contenido trascendente, los efluvios interiores de los humanos y las
cosas, sin olvidar el postulado clásico del dulce et utile, pautado por Horacio en su Arte Poética que integra en la creación el placer y el saber, inconmutables en cualquier arte, tiempo y cultura. La estética interiorista finca su meta en el cultivo de la realidad trascendente, la expresión de lo que impacta el interior de la conciencia y el lenguaje de la intuición con énfasis en el cultivo de la mitopoética, la metafísica y la mística. Buscamos, en consecuencia, asumir la compenetración del hombre y la naturaleza en una relación armónica como lo pautaba el espíritu helénico, vinculándola a la Modernidad, que entraña la inmersión en la subjetividad, para lograr la integración del ideal clásico y el espíritu moderno, en esa conexión del yo con el mundo mediante la creación de los valores que trascienden. Si un creador no simpatiza con el lirismo del lenguaje o la sequedad del concepto, puede poetizar el pensamiento, buscando la belleza del concepto, o la verdad de la imagen que lo funda en una creación hecha según el prototipo ideal del arte literario. Decía Aristóteles que la poesía crea imitando la Naturaleza, pero esa afirmación del pensador de Estagira ha tenido una interpretación equívoca. El filósofo griego hablaba de µιµεσισ πηισεοσ, mímesis phíseos (Phys, II, 8), expresión helénica que significa ‘imitación de la Naturaleza’, tesis que se ha entendido de dos maneras: a) que la poesía crea una imitación de la Naturaleza, y b) que la poesía crea a imitación de la Naturaleza. En el primer caso, entraña una concepción mimética del arte, y en el segundo, una concepción mítica o mitificante. Un arte mimético, pues, supone reflejo, imitación o reproducción de la Naturaleza, y un arte mítico, entraña una fundación, invención o fabulación de la imaginación al modo como crea la Naturaleza. Por una inadecuada traducción del original griego, o del pensamiento del filósofo, los críticos
han atribuido al autor de la Poética griega una conceptuación mimética del arte, cuando debieron atribuirle una concepción mitificante que dé cuenta del sentido originario del concepto que entraña ποιεσισ, o poiesis, ‘creación’. En griego poiesis significa creación, y en cualquier lengua, creación es generación, producción o invención de algo concebido o fundado en virtud de un poder generativo, y por tanto se distingue de la mimesis, mera reproducción, reflejo o imitación de lo existente. La verdadera poesía implica una creación de forma y contenido. Por tanto, hay creación cuando se produce o genera algo que antes no existía como entidad estética. Por ende, la µιµεσισ πηισεοσ o mimesis phíseos ‘imitación de la naturaleza’, no subraya lo mimético del arte sino su carácter poético, fundacional, generador, como rasgos distintivos de la ficción que funda su propio fabular, generando una creación que nace de una ενεργεια, energueia, ‘energía’, es decir, fuerza o potencia creadora que funda su hacer productivo. Y fue también Aristóteles quien habló de ενεργεια o energueia (De anima, libro II, cap. 1), y estableció la existencia de dos modos de hacer: un hacer productivo que funda su propia técnica, anterior a toda técnica aprendida, como fue para Esquilo la técnica de la tragedia griega, o un hacer productivo que aplica una técnica previamente elaborada, como es el caso de los creadores que se amparan en la tradición artística. Aunque estamos con Platón cuando afirma que el poema no es sólo un producto de una técnica o saber pericial sino de una inspiración divina (Rep. 533 E), una suerte de gracia poética, el creador de hoy tiene que nutrirse de la gran tradición universal para auxiliar el don de la creación con el aporte formal de los grandes creadores literarios, pues su arte debe reflejar las conquistas válidas que vienen de un pasado fecundante.
Desde luego, los creadores que pretenden fundar un arte en correspondencia con la naturaleza afirman la concepción del poema como producto artístico al modo mimético, y a menudo propone el placer intelectual como sustituto del placer estético. Y acontece que el poeta, como creador de imágenes artísticas o mundos imaginarios, no puede ver el mundo como lo ve el científico, ni debe ser la meta del poeta fusionar la ciencia al arte, pues ambas disciplinas, la ciencia y el arte, tienen criterios, métodos y objetivos diferentes, y en consecuencia, el artista no debe igualar su imagen del mundo a la del científico, sino plasmarla como artista, que traduce sus intuiciones en imágenes sensoriales y articula su emoción a elementos de la naturaleza para hacer sensibles sus conceptos. Es propio del poeta pensar en imágenes, y del científico, en conceptos. La fusión de la emoción y el concepto, mediante el concurso de la intuición artística, distingue al poeta del pensador o del científico y por eso aceptamos el ideal griego de la sofrosyne que establece el equilibrio entre el concepto y la emoción, o la razón y el sentimiento, y por eso postulamos, con Jorge Luis Borges, la búsqueda de imágenes eternas, que son aquellas que se fundan en la verdad poética, la voz personal y la voz universal. La recuperación del ideal clásico, con fundamento mítico, metafísico o místico, persigue potenciar las imágenes eternas, las que sobreviven al paso del tiempo, puesto que el sentido de lo clásico entraña la búsqueda de lo permanente sin los extravíos conceptuales o formalistas (sociologizantes y experimentalistas) y esa reafirmación de los valores clásicos, combinados con la búsqueda de lo trascendente, articula el aliento emocional al temblor que emociona y arrebata, cuando en la búsqueda del ser interior mediante el lenguaje
de la intuición, se plasma lo más auténtico de la condición humana, la realidad y la vida. De esa manera procuramos una nueva sensibilidad artística que potencie el aliento trascendente en la expresión estética: una Poética Interior, que asuma los valores establecidos de la Clasicidad y la Modernidad desde la Mística, la Mitopoética o la Metafísica con los temas perdurables de las inquietudes humanas, con la Creación Primordial como modelo, con las formas valederas de las imágenes arquetípicas. Una poética trascendente que procure inteligir la propia voz interior, recreando las formas arquetípicas de imágenes y símbolos, articulando el murmullo silente de la interioridad y la trascendencia. Esta Poética Interior, que los Grupos Literarios del Ateneo Insular asumen como su ideario estético, presenta estos principios artísticos: 1) Expresión interior de la condición humana y del ser de lo existente, con profundización en la realidad trascendente y los prototipos ideales que recrean las formas arquetípicas en las que el creyente (el hombre primitivo de una manera, el hombre cristiano de otra) confía para vivir. 2) Búsqueda del sentido prístino, a la manera de los presocráticos, en comunión entrañable con la energía de la naturaleza, y búsqueda del sentido trascendente, a la manera de los místicos, con la convicción religiosa que ve en las criaturas del Universo, desde la diminuta hormiga hasta el astro refulgente, una porción de la Totalidad. 3) Inmersión en la subjetividad para recrear la percepción personal y auténtica, testimoniando la experiencia vivencial, el contacto directo con el mundo, el acontecimiento que es la vida desde la propia e intransferible individualidad. 4) Creación mitopoética, metafísica y mística en procura de la realidad trascendente para potenciar los valores permanentes, profundizar la vida y su más alto sentido y
generar una transformación auténtica, genuina y profunda, abriendo nuevos horizontes con una conceptuación densa y diáfana, que tome en cuenta la realidad humana, la realidad natural y la realidad sobrenatural. 5) Atención a los valores literarios establecidos de la literatura universal, de la Clasicidad y la Modernidad, acentuando la armonía de la inteligencia y la sensibilidad, sin reducir la obra a la razón o a mera técnica, y sin extrapolar sus sentidos básicos a una inmediatez sociologizante o a simples referencias filosóficas o superficiales juegos verbales. 6) Reflexión aunada al cultivo de la belleza como ideal estético que procura la plenitud de las facetas humanas para lo cual el entorno cultural de nuestra realidad ha de servir de base para la visión universal de nuestras creaciones. 7) Visión estética con fondo conceptual, profundo y diáfano en una expresión que potencie la multivocidad del arte con una relación transparente que capte y valore la idiosincrasia de los personajes, las acciones y el paisaje, privilegiando los valores espirituales inherentes a la condición humana. 8) Aprecio y cultivo de las imágenes eternas en una creación equilibrada donde los temas y las formas reflejen la gracia de la belleza y la frescura del pensamiento trascendente. 9) Ponderación de la obra literaria que nutre y acreciente el desarrollo de la sensibilidad trascendente en procura de la vida interior para potenciar los valores espirituales, el cultivo del espíritu creador y el crecimiento de la conciencia mediante el desarrollo de la mitopoética, la metafísica y la mística. 10) Cultivo y promoción de la obra literaria que vigorice el valor de la vida y la trascendencia, el aliento de la esperanza y el sentido de la superación interior, potenciando una creación de lo permanente, despojada de los elementos
anecdóticos y transitorios, enfatizando los asuntos sustanciales y valederos, trasmutando la materia deleznable y angustiosa en sustancia valedera para el arte. El cultivo de los valores literarios ha de potenciar la valoración de los ideales humanos esenciales y el conocimiento del fondo inédito de nuestro mundo interior y el fondo metafísico de lo viviente, acogiéndonos a la valoración de la belleza y el misterio con la fuerza de nuestra interioridad en una obra que transmute, mediante el lenguaje de la intuición y los sentidos interiores la mutante realidad en inmutable realidad estética. La opción preferencial por la mística, la metafísica y el mito no constituyen una coyunda que ahogue la sensibilidad o comprima el talante personal, sino un punto de partida y una orientación que encauza hacia derroteros creadores aquello que nos individualiza como seres históricos concretos en una cultura determinada, cuyo respeto y crecimiento mantenemos, junto al esmero del lenguaje y el estilo, la valoración de las Humanidades o el uso apropiado de los recursos de la escritura y las técnicas de composición, que serán vehículos y no fin en sí mismos, para potenciar la búsqueda de las verdades profundas, el pensamiento trascendente y la belleza sublime, con las pautas inveteradas de comportamiento y el sentido de lo trascendente en nuestra búsqueda de lo divino. Inquirir por la voz de la presencia viva del Cosmos, el sentido de lo existente o el encanto sutil de lo sagrado y articularlo a una creación de carácter arquetípico será la pauta para dar con la voz personal y auténtica. Para ello hurgaremos en las fuentes donde brota la energía creadora, el impulso interior, la ternura universal y sus cautivantes efluvios trascendentes, enfocando la interioridad del ser y sus resonancias espirituales.
La Poética Interior procura inteligir el sub-iectum de las cosas, es decir, el interior del ser y del acontecer; intenta auscultar la propia subjetividad para captar el susurro del subconsciente y la sustancia de sueños, visiones y utopías, y presta atención especial al dictado superior de la Revelación. Con el propósito de captar el sentido oculto de cosas y fenómenos hay que leer dentro de ellas (intus legere) para percibir cuanto atesora el mundo sensible y escuchar la voz del ser y su sentido interior y trascendente. El creador motivado en la Poética Interior buceará en el fondo metafísico de la condición humana y de lo viviente para apreciar la energía soterrada que anima interiormente la vida y abordará también la intrahistoria y el fondo de los acontecimientos en busca de la faceta escondida y la imagen inédita para articular la visión interior y trascendente. Los creadores de la Poética Interior afirmarán sus facultades intuitivas para curcutear el interior del lenguaje y desde el fondo semántico del verbo atrapar el sentido escondido o el significado profundo del mundo y de la vida para afinar los sentidos físicos y metafísicos con los cuales percibimos y plasmamos, en una expresión diáfana y abierta, una concepción honda y multívoca. El creador interiorista abordará cuantos medios y procedimientos le sirvan a su elevado propósito para lo cual enfatizará: a) la humanización del contorno natural con imágenes afines; b) la ponderación de la dimensión espiritual del entorno material mediante figuraciones pertinentes; c) la vivificación de objetos inanimados mediante imágenes y figuraciones pertinentes; d) asunción del fondo intangible de la realidad mediante la intuición y la imaginación; e) creación de la imagen interiorista elaborada con datos sensoriales y términos que aluden a la realidad trascendente.
A ese fin procurará la palabra, la imagen o el símbolo que pongan en sintonía nuestro ser con el ser del mundo y así poder apreciar la dimensión interna, esencial y trascendente, de lo existente. De ahí la oportuna reflexión, interiorización y contemplación en coloquios silentes y armoniosos con la Totalidad para atrapar el lenguaje inarticulado del ser, su secreto susurro o su eco sonoro y elocuente en comunión entrañable con la Energía Espiritual de lo viviente. Volver a nuestras raíces literarias, con el aliento de su sentido originario, no significa petrificarnos en el pasado sino renovarnos hacia el porvenir puesto que buscamos el camino idóneo para encauzar nuestras potencias interiores, por lo cual decimos que la visión del mundo antiguo, especialmente la cultura griega y la cristiana, no sólo enriquecen nuestra percepción del mundo moderno sino que alientan con su dimensión cultural, interna y mística, el ideal que nos inspira para renovar nuestra visión del mundo mediante el testimonio de nuestra creación. La validez de una estética se refleja en la obra que la encarna, y valiosos autores de nuestro país, como Domingo Moreno Jimenes, Manuel del Cabral o Manuel Valerio, o de la literatura universal, como San Juan de la Cruz, Rabindranath Tagore, Nikos Kazantzakis, Francisco Matos Paoli o Karol Wojtyla, al tiempo que abrazaban el ideal griego, el de la Clasicidad, sintonizaban con la íntima subjetividad, propia de la Modernidad, y de un modo especial, con la realidad trascendente, con la que afinaron de un modo ejemplar y fueron nuestros precursores en su búsqueda y cultivo. De esta manera podemos lograr la belleza del pensamiento en la imagen que lo funda, y la presencia de la otra belleza, la del pensamiento trascendente, la de la ardiente interioridad que cada ser humano descubre al contacto, siempre personal,
inédito y fecundo, con el mundo circundante, o la belleza del misterio o del milagro asombroso de la creación que se repite con cada articulación de nuestro íntimo susurro con el rumor de lo viviente. Buscando la porción entrañable en nuestra interioridad y en la del Cosmos penetraremos en el sentido de los acontecimientos históricos o en nuestras invenciones literarias. La Poética Interior se nutrirá de lo mejor de la tradición clásica y moderna para hacer de la narración, el poema o la crítica un prototipo ideal de humanismo, de tal modo que las palabras, con su virtualidad creadora, remonten el vuelo hacia lo trascendente para hacer de nuestra vida y de nuestra obra el paradigma que idearon nuestros antepasados y que repetirán los que nos sucedan en el porvenir. (Ponencia de Bruno Rosario Candelier presentada como Manifiesto Literario del Interiorismo en el Primer Congreso del Ateneo Insular, celebrado en Moca, República Dominicana, el 29 de diciembre de 1990).
PEDRO JOSÉ GRIS MISTICA Y CREACION LITERARIA Huelga reiterar, pisando inexpresivos lugares comunes, que la vivencia mística deviene en comprensión interior y solitaria del sentido de la presencia de la Divinidad en todas las cosas. Bajo el arrobo de la alegría mística, el poseído contempla la realidad como si la estuviera soñando. Así, se ha especulado, se abandonaban los dioses amando con la mirada lo que amaban. Acontece en verdad, un sueño: la experiencia eternamente instantánea de que se vivencia un tiempo de olas interiores; un transcurrir de las cosas hacia sí mismas; un oleaje esencial que en su despliegue no agota distancia, una visiónalucinación de la luz de las cosas, que en el baño de su propia luz ya saben estar presentes en su presentarse. No hay más hondo misterio. Sin embargo, la experiencia mística, extasiada en el misterio de la exacerbación de todas las comprensiones, culmina en lo incomunicable. Por eso es inefable. Los acontecimientos de este evento interior tan sólo se asemejan a sí mismos; es por ello que el lenguaje prosaico o informativo, construido sobre planos de similitudes rasas y temporales, los empobrece hasta la incomunicación. Compete a la poesía, a la lengua de imágenes autárquicas, totales de sentido, calcar en su forma y discurrir los reflejos posibles, inefables y hechos de silencios, de la vivencia mística. "Este ser es cada una/ y este sólo las unía/ en su inefable nudo/ que decir no se sabía" (San Juan de la Cruz, "Romance I"). En tanto la contemplación mística adviene como vivencia física de la eternidad, tales son los ritmos de la gran poesía universal. El lenguaje no poético, por el contrario, resulta de
una experiencia del tiempo humano usual, transcurrir solitario, sucesión mensurable ordenada en la distancia. Extraña eternidad, la mística, que se vive como forma esencial del tiempo, como inconmensurable devenir bajo claridades in-mensurables. La poesía proviene de la contemplación de la vivencia; la mística, de la vivencia de la contemplación. La poesía es expresión; la mística, denso silencio. Agotadora distancia las separa. Basta comprobar que la mística, siempre, hace a los hombres santos; la poesía, a veces los torna monstruosos, y si no los hace, los deja ser. Como contemplación de la vivencia, la poesía es fundamentalmente nostálgica. La mística, como vivencia contemplativa, es conciliación absoluta y presencia, trascendencia de los profundos planos humanos de la evocación y ámbito único que eleva al agraciado hasta el grado cero del espíritu, que entonces no se vincula ni se desvincula de la angustiante simbiosis existencia y vida. La contemplación poética, no obstante, se encuentra circunstancialmente con la mística cuando el iluminado, transfigurado de los estados de dicha vividos, o sumido en su evocación, hace poesía, poetiza con su particular memoria. San Juan de la Cruz nos donará los más luminosos ejemplos de sus anhelos de retorno: "En una noche oscura/con ansias en amor inflamada/¡Oh dichosa ventura!/salí sin ser notada,/estando ya mi casa sosegada" (San Juan de la Cruz, "La Noche Oscura"). Y en la canción entre el alma y el esposo, la nostalgia por el estado de gracia vivenciado se transfiguró en urgencia amorosa y apremio: "Pastores los que fuerdes/allá por las majadas al otero/si por ventura vierdes/aquel que yo más quiero/decidle que adolezco, peno y muero" (...)/(...) "Descubre tu presencia/y máteme tu vista y hermosura:/mira
que la dolencia/de amor, que no se cura/sino con la presencia y la figura". Pero la poesía, la verdadera, la que permanece, aún no tenga definido su aliento místico, participa mediante vinculaciones graduales, del estado contemplativo que la sumerge en el anhelo místico. Ambas dichas, aún la poética se escenifique en el dolor, se originan en las revelaciones e intuiciones con que nos perfecciona, a veces momentáneamente y de manera impersonal, la actitud contemplativa. Ese es el gran sentido de la poesía mística. Pedro José Gris. Natural de Santiago de los Caballeros, República Dominicana, nació el 12 de abril de 1958. Licenciado en Filosofía y Letras por la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra, de Santiago, formó parte del Grupo Literario que orientaba el Dr. Bruno Rosario Candelier en esa prestigiosa universidad santiaguense. Ha publicado poemas, estudios de opinión y ensayos en la prensa nacional. Autor de Las Voces (1982), obtuvo el Premio Casa de Teatro en Cuentos (1991). Creador de resonancias clásicas, en su creación la belleza del mundo se desdobla en reflexión, espiritualidad y sentimiento. Su lírica, impregnada de hondura mitológica y destellos cósmicos, refleja la búsqueda de lo trascendente amparada en planteamientos filosóficos y reflexiones metafísicas. Bordea el miedo, la nostalgia, la angustia existencial, el dolor y el amor. Corteja la poesía pura, y aunque el misterio y la muerte lo anonadan, la apelación de lo Eterno lo concita. Miembro Fundador del Ateneo Insular y Signatario del Movimiento Interiorista.
ROBERTO FERNANDEZ-VALLEDOR LA MISTICA EN LA CREACION INTERIORISTA De los estudios que teoriza sobre la estética interiorista se desprenden dos puntos importantes: El Interiorismo no constituye una camisa de fuerza para el escritor y los vehículos adecuados para su expresividad son el mito, la mística y la metafísica. De aquí se deduce que esta corriente literaria dominicana prefiere la libertad estructural a lo formal u homogéneo. Podemos observar que todos los trabajos enfatizan un aspecto muy concreto de la visión del mundo que los singulariza: la interioridad del ser humano. El énfasis reside, pues, básicamente en el plano de las ideas. Al explicar la estética del Interiorismo, María José Rincón señala como causas que generan un movimiento poético: las circunstancias vitales similares, el elemento aglutinador y la comprensión cercana de la historia, la tradición y la creación interior.1 Concuerdo con los planteamientos que esta autora hace en su trabajo. Sin embargo considero que el Interiorismo es más que un movimiento poético, representa una actitud literaria producto de una postura ante la vida y una valoración de la trascendencia. Me parece oportuno, para poder penetrar la esencialidad del escritor interiorista, determinar el perfil que lo caracteriza. Propongo los siguientes rasgos, consciente que voces más autorizadas pueden hacerlo mejor:2 • es una persona preocupada por lo cultural; • cultiva cualquier género, aunque predomina la poesía; • tiene interés en divulgar lo cultural y lo literario; • defiende los valores trascendentes; • considera al ser humano un ser espiritual; • cree en la Divinidad o lo Absoluto;
Percibo el Interiorismo no como grupo monolítico y homogéneo, sino de apertura estética. Allá sin haberlo indagado, me atrevería afirmar que sus cultivadores en política piensan distinto, en su concepción de la Divinidad, fe o credo religioso difieren, y no digamos de gustos estéticos, literarios o aspectos por el estilo. Entonces, ¿qué los une?, ¿qué fuerza cohesiona a personas tan heterogéneas, como se desprende de sus antologías? El que todos tienen una inquietud por la trascendencia, en toda la amplitud del vocablo, y el Ateneo Insular les sirve de cohesión. Pero esta trascendencia no es sólo una comunión con la Divinidad, sino también con la naturaleza y la sociedad. No están aislados, como tampoco lo estaban los místicos; de hecho, creo que podríamos denominarlos Apóstoles de la cultura. El Ateneo Insular los aglutina en una correspondencia de intención: lo literario. Están conscientes de sus inquietudes y han podido formular unas líneas estéticas de las cuales cada vez van cobrando mayor conciencia, porque comenzaron intuitivamente.3 En una palabra, son humanistas no sólo por la cultura, sino por lo que implica este concepto en la valoración de la persona. Considero pertinente preguntarnos, ¿por qué el mito, la mística y la metafísica? ¿Qué les dicen estos recursos o conceptos a un escritor o a un ser humano de los umbrales del nuevo milenio? En una sociedad racionalista y tecnificada, de increíbles avances espaciales y cibernéticos, de extraordinarios logros en la medicina, el comercio y el gobierno... ¿qué sentido tiene un poema o un relato interiorista? No olvidemos que esta misma sociedad está sumida en una pérdida de la fe y un ansia consumista, donde los grandes centros comerciales se han convertido en catedrales idolátricas de lo superfluo, en las cuales el materialismo despersonaliza al individuo; asimismo,
vivimos en una sociedad corroída por la violencia y la corrupción. En fin, en una sociedad que valora más el tener que el ser. Entonces comprenderemos el sentido, no ya estético, sino social que tiene el Interiorismo, al fundamentar su creación en el valor de la persona y la trascendencia humana. Si bien la literatura no resuelve los problemas, si alerta a la sociedad sobre el acontecer vital. Este es otro aspecto que percibo del Interiorismo, además de ser levadura cultural lo que caracteriza a los signatarios de esta corriente esteticista, su filosofía de la vida tiene una función social muy clara. He indicado que el énfasis de este movimiento reside más en las ideas que en las estructuras y esto nos remite a un problema gnoseológico, porque con ello pretende romper los moldes estrechos del racionalismo para darle libertad o ampliar los horizontes a la mente creadora. Bruno Rosario Candelier, el fundador del Ateneo Insular y creador del Movimiento Interiorista, lo explica: "A la creación mitopoética se llega cuando se cree en la presencia viva del mundo; a la metafísica, cuando interrogamos el sentido de las cosas y fenómenos; y a la mística, cuando sentimos y afirmamos la presencia de lo divino.4 Para ilustrar lo expuesto, lo concretizaré en un nombre: Francisco Matos Paoli, poeta puertorriqueño muy admirado por los dirigentes del Ateneo Insular y quien está estrechamente vinculado al Movimiento Interiorista. En su obra emplea magistralmente el mito, la mística y la metafísica como vehículos de su alma poética. Estoy consciente que, debido a su fecundidad lírica,5 resulta complejo sintetizar esta afirmación. Entre otros recursos y símbolos, mitifica la figura de Don Pedro de Albizu Campos, a quien considera uno de los personajes más sobresalientes en la historia de Puerto Rico; para lograrlo lo
cristifica en el sentido patriótico, no teológico. Un santo laico lo llama, con lo cual conjuga el nacionalismo Albizu con el catolicismo.6 Muchos poemas de Matos Paoli son de auténtica exaltación mística en los que plasma su experiencia religiosa y sus profundas creencias en lo Absoluto. Asimismo, su obra está permeada por sus inquietudes metafísicas y plantea los interrogantes existenciales del individuo. Todo esto sin olvidarse que es un poeta inserto en una realidad político social muy concreta.7 La mística en el Interiorismo Entre los recursos propugnados por el Interiorismo, deseo trazar unas escuetas consideraciones sobre la mística, a fin de dilucidar la forma e intencionalidad con que el escritor la emplea. Desde sus orígenes griegos hasta nuestros días, la mística ha ido enriqueciendo su significado. Primero exclusivamente religioso, luego filosófico, más tarde literario, hasta encontrarlo en nuestros días en el campo político e ideológico. Sin embargo, qué es mística sino callar y experimentar. A los grandes místicos no les ha interesado hablar o escribir, sino vivir intensamente. Si escribieron fue con cierta reticencia, conscientes de lo inadecuado de la palabra para comunicar la experiencia, ya que, como indica el Padre Luis de la Puente: "Conocemos mejor la dulzura de la miel gustando un poco de ella que haciendo grandes discursos de la misma", a lo cual añade San Juan de la Cruz: "Sólo quien por ello pasa lo sabrá sentir, más no decir". En un principio se identificó el vocablo con las ceremonias religiosas del paganismo.10 La iglesia cristiana no lo incorporó a su teología hasta el siglo V, debido al matiz
pagano que poseía. Su inclusión como adjetivo se debe al escritor medieval denominado Falso Dionisio quien tuvo una influencia decisiva en autores posteriores, sobre todo en San Juan de la Cruz, que recurren a él como a una autoridad.11 En la concepción religiosa del término coinciden todas las creencias.12 como "experiencia o vivencia". Popularmente se identifica la mística con lo religioso. A veces una simple poesía de tema religioso se califica de mística. De hecho el Diccionario contribuye a la ambigüedad conceptual cuando define el término: "Que incluye misterio o razón oculta [...] que se dedica a la vida espiritual". Y el vocablo místicamente lo considera sinónimo de: figuradamente, misteriosamente o espiritualmente. Como apreciamos, esta imprecisión da pie a múltiples interpretaciones. Pero también encontramos la mística desvinculada del concepto religioso que significa cualquier ideal que se tenga; o sea "una visión del mundo y de la historia que impulsa al hombre a obrar orientando su acción".13 Y en la actualidad, además, se habla de una mística en lo político. Asimismo, en los años hippies de los sesenta se asoció la mística con las drogas psicodélicas. Según ciertos autores, mediante este tipo de drogas un sujeto no familiarizado con la mística o la religión puede tener experiencias de esta naturaleza. Ellos lo califican de un misticismo artificial o provocado que no es propiamente religioso.14 Desde el punto de vista gnoseológico, representa la dimensión trascendente del conocimiento. Para Ortega y Gasset: "El místico es el que ve más que los demás, pero eso que ve es incomunicable." Y añade que Goethe concibe la mística como un conocimiento "total" de lo oculto.15 Argimiro Ruano, a su vez, advierte que: "Artistas y filósofos han de resignarse a la verdad fragmentaria, retenida en imágenes, reflejada, figurada o simbolizada en lo que no es.
La detención del filósofo en esta encrucijada es pura actitud mística. Pensar y ser (Descartes), o pensar-siendo (Husserl), nos aclaran la advertencia insistente del místico que advierte tantas veces que no se han de tomar las cosas dichas como se dicen, sino sólo que se dicen como se puede.16 En el Interiorismo, la mística constituye una búsqueda de lo Absoluto y una forma de extroversión del yo interior, alentado por su experiencia trascendente, con el inconveniente que se debe plasmar en forma artística elementos o situaciones inexplicables. Esto contribuirá, a su vez, al desarrollo de la expresividad lírica, pues la poesía o escritura mística, aunque desnuda la interioridad humana, es fundamentalmente una poesía o escritura racional, reflexiva, razonada, debido a que busca el lenguaje adecuado para explicar la experiencia. En otras palabras, quiere plasmar objetivamente lo que se experimenta subjetivamente. Escolios a un poema interiorista Si nos atenemos al contenido temático de la última antología interiorista17 abundan más los temas metafísicos, luego los mitopoéticos y, en menor medida, los místicos. Como muestra de lo expuesto hasta aquí, analizaré el delicado poema de dieciséis versos "Esta sed" de Tulio Cordero, en el cual subyace el aliento místico. La forma en que está concebido el mismo admite diversas interpretaciones, con ello pretendo ilustrar cómo la mística enriquece el caudal literario. Si lo leemos literalmente, descubriremos a una persona sedienta en busca de agua. Sin embargo, podemos realizar diferentes lecturas del mismo: Mística o espiritual en la que se transformaría en una súplica a Dios para saciar la sed de infinito en el ser humano; alegórica que podríamos identificar con la búsqueda de un
amor que calme el fuego interior de la persona, o también con la indagación de la verdad para sosegar el intelecto humano y considero que aún con esto no se agota el caudal interpretativo. De todas las lecturas prefiero la espiritual porque posee mayor fuerza poética y una decisiva afirmación existencial. Asimismo, pretendo sustentar la aseveración de Bruno Rosario Candelier cuando se refiere al autor en los siguientes términos: "Su lírica contiene imágenes cautivantes con destellos místicos ".18 El poema resulta una exégesis del pasaje evangélico en el cual Jesús dialoga con la Samaritana (Juan 4:1-30), pero que el autor lo adecua para que el lector pueda aplicarlo a su vida. En esencia es una búsqueda de lo Absoluto, partiendo de la afirmación agustiniana: "Señor, nos has hecho para ti y nuestro corazón no descansará hasta que esté en ti" La voz poética que el lector puede apropiarse, se dirige a un receptor innominado, el cual sería Dios en mi apreciación mística. La primera estrofa habla de un manantial donde se realizaría su encuentro con la Divinidad y la urge para que llegue pronto. Es importante notar que tanto el primer verso como el tercero denotan cierta duda - no existe plena seguridad del encuentro -, debido al condicional y la forma perifrástica verbal. Sin embargo, el imperativo del quinto verso implica la esperanza de que el ansiado encuentro se realice: Si es cierto que en este manantial has de venir a encontrarme entonces date prisa
La tercera estrofa explica la razón de su escepticismo, o mejor, de su lucha interior por creer: ha bebido en muchos lugares en los cuales no ha podido calmar su sed. En el fondo está planteando el problema de la fe que implica no un convencimiento pleno, sino una confianza en aquél o aquello que se cree. Si estuviéramos racionalmente convencidos de nuestras creencias, no necesitaríamos espacio para la fe. Esta era la lucha agónica unamuniana que soslaya nuestra sociedad, porque para muchos Dios no constituye un problema. Resulta fundamental resaltar el símbolo del manantial en contraposición al pozo que se menciona más adelante, ya que implica un contraste entre el agua viva o corriente de la que hablan las Sagradas Escrituras con el agua estancada de un pozo.19 Afirma que el manantial donde se realizará el encuentro es de agua pura, vivificante, que calmará su sed. Cuando Jesús habla con la Samaritana le atribuye un sentido espiritual al agua que le ofrece, pues sacia la sed de infinito en el ser humano: "[...] quien beba del agua que yo le voy a dar nunca más tendrá sed; porque esa agua se le convertirá dentro en una fuente que salta dando una vida sin término" (Juan 4:14). Como vemos existe una diferencia entre el pasaje joánico y la primera estrofa. El manantial es lugar de encuentro en ésta, mientras Jesús explica que su agua dará "una vida sin término", con lo cual el poeta sigue la línea de la mística clásica. En San Juan de la Cruz, la fuente o manantial también es lugar de encuentro: “¡Oh, cristalina fuente,/si en esos tus semblantes plateados/formases de repente/los ojos deseados,/que tengo en mis entrañas dibujados!”20 Aunque en otros versos podría identificarse, además, la fuente con el amado: “Qué bien sé yo la fonte que mana y corre,/aunque es de noche./Aquella eterna fonte está
escondida,/qué bien sé yo do tiene su manida/aunque es de noche”.21 La persona se encontrará con la Divinidad en el manantial. ¿Qué deberá hacer? El poeta no entra en disquisiciones teológicas o metodológicas para lograrlo, le interesa que se realice el encuentro, lo que para muchos místicos es unión... Fijémonos que no ofrece ningún proceso, parece sugerir que debe ser mediante el amor, dejarse seducir por el corazón amado. El lector deberá experimentar su propio encuentro, como la voz poética experimenta el suyo. La segunda estrofa explica literalmente por qué necesita a la Divinidad: Carece de un cántaro para recoger el agua. Pero podría beber directamente del manantial, tomando el agua entre las manos. Sin embargo, esto saciará su sed momentáneamente y al proseguir el camino, que podemos interpretar como la vida, volverá a sentir sed, porque no ha podido llevarla consigo: “Cántaro no tengo/ y me dan miedo/estos montes inhóspitos/y estas bestias hambrientas”. La voz poética alude a la necesidad de esa agua para saciar la sed de la vida, pero descubre ahora otra razón: tiene miedo; anhela una compañía para continuar hasta su destino. El Cristianismo define la vida como un camino, un peregrinaje que comienza el día que nacemos y finaliza con el encuentro con el Padre. También insiste en que durante el peregrinaje se encontrarán múltiples escollos y enemigos. Es muy significativa la imagen de la fiera que presenta San Pedro en su primera epístola: "Vuestro adversario, el Diablo, ronda como león rugiente, buscando a quien devorar" (5:8). Por tal razón, el cuarto verso nos habla de "montes inhóspitos" y "bestias hambrientas". San Juan de la Cruz también recurre a esta persecución para indicar la búsqueda en la vida - apreciemos que no hay sosiego hasta el encuentro -, pero contrario al poema que comento, no tiene
miedo a nada en ese rastreo del amado: “Buscando mis amores,/iré por esos montes y riberas,/ni cogeré las flores,/ni temeré las fieras,/y pasaré los fuertes y fronteras”. La tercera estrofa explica cómo ha sido su vida. Ha bebido en muchos pozos, ha tomado su agua y no le han calmado su sed, pero desconocía este manantial donde se encuentra con la Divinidad. Hasta ahora la voz poética ha probado el placer, el poder, la riqueza y tantas otras cosas que el corazón humano busca para saciarse, pero no ha encontrado sosiego, porque lo ha hecho fuera de Dios. La última estrofa formula la petición. Toda la fuerza del poema reside en el primer verso de esta estrofa, curiosamente el más corto del poema, con tan sólo dos sílabas métricas: "Ven". En ese imperativo está presente la necesidad de redención de la voz poética, que se traduce en la sed que aumenta, por eso lo declaran en forma doble los dos últimos versos que dan título al poema: “Y esta sed se hace honda (Esta sed no se calma)”. Son cuatro estrofas polimétricas de arte menor que siguen la estructura del sentido: se duda, se afirma, se confiesa y, al final, se pide. La súplica final "ven" está unida a la primera estrofa: "date prisa". De esta forma establece una correlación en todo el desarrollo poético. Carece de signos de puntuación porque así manifiesta mejor la vehemencia de la petición. Es un abrir el corazón a la Divinidad para que lo sosiegue. Desde el punto de vista del lector, esta ausencia de comas y puntos permite una adecuación mejor de los sentimientos con las ideas. Si nos fijamos no es un poema muy elaborado, tiene la difícil sencillez de los profundos sentimientos líricos. El alma poética nos invita a una búsqueda interior y a un encuentro con la Divinidad muy a tono con el ministerio sacerdotal del autor. Este poema es muestra de que en lo
formal estético la mística ayuda a la creación literaria interiorista y en lo filosófico propicia una búsqueda del sentido de la vida en medio de una sociedad materializada. Coda A la vez que propulsa una renovación estética en las letras dominicanas, el Interiorismo deja unas huellas profundas en la sociedad, propugnando el valor del ser humano, afirmando la trascendencia y defendiendo los valores del espíritu. En el fondo, sustenta los eternos valores universales que encontramos en la literatura de todos los tiempos. Ahora, con una perspectiva moderna enriquece la creación literaria, respetando la individualidad. En la medida en que esta corriente profundice y se afiance en sus principios, contribuirá no sólo al florecimiento literario dominicano, sino universal. Notas: 1
María José Rincón. "Estética del movimiento interiorista", La Creación interiorista: Antología del Ateneo Insular (Ateneo Insular: Moca, 1997)153. 2 Para formular estas consideraciones me atengo a las antologías publicadas consciente de que, corno toda antología, constituyen fragmentos de la producción general de los autores; también a la obra de Bruno Rosario Candelier que conozco mejor. 3 Fernando Cabrera considera que, pese a los planteamientos estéticos del Interiorismo, todavía resulta difícil hallar el sello distintivo entre la producción literaria de su entorno; pero entiende que posiblemente se debe a la "mocedad del movimiento" (Antología, 166). Considero válido este aspecto, pero también creo que la heterogeneidad contribuye
a ello, porque el Interiorismo no se rige por normas sino por principios. 4 Bruno Rosario Candelier. "Filosofía del Interiorismo", La creación interiorista, 43. Este autor amplía más detalladamente: "El Interiorismo, pues, propugna por la auscultación de la interioridad del hombre y las cosas, propósito que se propone alcanzar mediante una de las siguientes vías: el mito como expresión del lenguaje del yo profundo o la búsqueda de los orígenes o como expresión de la sacralidad del Cosmos, según la pauta griega; la mística, como contemplación y búsqueda de lo Absoluto, según la pauta de la mística española; y la metafísica, como búsqueda del sentido, según la tradición universal en el ámbito de la literatura o simplemente explora la interioridad humana y la interioridad de los acontecimientos y fenómenos. "Los ideales de la poética interior", Antología, 31. 5 Francisco Matos Paoli ha escrito aproximadamente ciento setenta poemarios, de los cuales sólo ha publicado una ínfima parte, unos sesenta. 6 No olvidemos que Don Pedro vio mucha semejanza entre el caso político puertorriqueño con el de la católica Irlanda, y estableció un estrecho vínculo ideológico y cultural entre el catolicismo y la independencia de Puerto Rico. 7 Uno de los estudios más complejos de este importante poeta, nominado en varias ocasiones para el Premio Nóbel de Literatura, es el de Javier Ciordia Mugureza: Entre el delirio y el orden: Preámbulo a Francisco Matos Paoli (Universidad de Puerto Rico: Ponce, 1994). 8 P. Luis de la Puente. Meditaciones de los misterios de nuestra Santa Fe (Poblet: Buenos Aires, 1945)1,11. 9 San Juan de la Cruz. "Subida al Monte Carmelo", Obras completas (Monte Carmelo: 1945)1.
10
San Agustín. La Ciudad de Dios (BAC Madrid, 1964) Libro II, cap VIII; Libro X, cap. XXI. Además de lo relativo a los dioses del paganismo, también les atribuye un sentido alegórico en el Libro XVI, cap. XXXVII cuando explica el "simbolismo místico de Esaú y Jacob". Asimismo lo emplea como algo incomprensible o misterioso: "se nos interna con profundidad mística la Trinidad [...] Libro XI, cap. XXIII, 2. 11 San Juan de la Cruz, “Subida al Monte Carmelo”, Libro II, cap. VIII, 6; Noche oscura, Libro II, cap V, 3. 12 Las religiones universales -hebrea, cristiana, mahometana y budista, entre otras- han tenido místicos notables. 13 Paul Surgy. Las grandes etapas del misterio de la salvación (Nova Terra; Barcelona, 1965) 12. Para este autor se puede hablar de una mística nazi o marxista, según sean los principios que rigen a estas ideologías. 14 R.E.L. Masters and Jean Houston, The Varieties of Phychodelic Experience (Dell Publishing: New York, 1966) Chap. IX "Religious and Mystical Experience". 15 José Ortega y Gasset. Obras completas (Revista de Occidente: Madrid, 1961) V, 455,2208. 16 Argimiro Ruano. La mística clásica: Teoría de lo literario en San Juan de la Cruz (Ed: Río Piedras, 1971, p.196). Asimismo, señala que: "La intuición o velocidad de mentalización de que carece el filósofo llevan al místico hasta la inefabilidad". Lógica y Mística (Cuadernos de Artes y Ciencias: UPR, Mayagüez, 1970) 39. 17 Esta antología muestra la producción de unos 54 poetas, 11 narraciones y 32 ensayos, la mayoría de éstos últimos explican los fundamentos de este movimiento. Como ya destaqué, según lo publicado se percibe el Interiorismo más como corriente poética. 18 Bruno Rosario Candelier, La creación interiorista, 171.
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Entre otros muchos pasajes, véase: Gen 26:19; Lev. 14:5, 15:13; Jer 2:13, 17:13; 4:10ss. 20 San Juan de la Cruz. Obras Completas, 800. 21 San Juan de la Cruz. Obras completas, 809. 22 San Juan de la Cruz. Obras completas, 799. Roberto Fernández-Valledor. Destacado ensayista puertorriqueño, profesor emérito del Recinto Universitario en Mayagüez de la Universidad de Puerto Rico. En la actualidad reside en su pueblo natal de Moca, Puerto Rico. Autor de valiosos estudios sobre las letras caribeñas, promotor cultural, editor e intelectual de una sólida formación académica y alta espiritualidad. Ha impartido conferencias y charlas en diferentes centros académicos nacionales e internacionales y ha participado en congresos literarios con ponencias escritas con rigor, erudición y hondura. Es uno de los grandes intelectuales caribeños.
JOSÉ FRANK ROSARIO LITERATURA, CREACIÓN Y MÍSTICA Debemos aclarar desde un principio que el objetivo de este trabajo no es hablar de literatura mística, sino de la implicación de la mística en la literatura. Por tanto, nos limitaremos a hacer, en primer lugar, una exploración del término mística; después, cómo se establece la relación entre la experiencia mística y el quehacer literario, especialmente en lo que respecta al lenguaje; por último, mencionaremos algunos autores, situación actual de la mística en literatura y algunas diferencias de ésta con la metafísica, con la que tantas veces se le confunde. El término mística comportó desde siempre la connotación de secreto, desconocido, profundo, tanto si se aplicaba a un conocimiento, reservado a algunos, como alguna iniciación ritual incomunicable a extraños, dentro de un determinado culto. Tanto en uno como en el otro caso, tenía una nota religiosa: el conocimiento secreto por excelencia es el que se refiere a la divinidad. Al pasar el tiempo, el término pasó a dominio del ambiente profano. Actualmente se le usa como sustantivo y como adjetivo, y en ambos usos mantiene todavía su significado de algo arracional o suprarracional en relación a una cosa, a un conocimiento intelectual o espiritual, o simplemente a una idea, añadiéndosele frecuentemente una acentuación emotiva e incluso sentimental, en virtud de la cual, un ideal se admite como algo implícito o inviolable (mística de un partido político, mística del comunismo, del racismo, etc.). El concepto de mística, y el término como tal, pasaron a Occidente por medio del Cristianismo, tomamos de la escuela de Alejandría, que fundaba sus estudios en Platón.
La escuela en cuestión tomó del maestro de Aristóteles unas ideas que han permanecido en la mística de hoy, aunque evolucionados: la divinidad es trascendente a nuestra inteligencia; sin embargo, puede tomar ciertos conocimientos de la divinidad, lo que, aun siendo oscuros, son reales y permiten a los privilegiados penetrar en la esfera de la divinidad. Es esta la razón por la que el conocimiento místico no se puede expresar de la misma manera que el conocimiento racional; al contrario: sólo puede ser expresado mediante imágenes y símbolos, lo que a su vez lo hace intransferible al lenguaje cotidiano. La causa es la siguiente: el lenguaje místico no trata de explicar algo que ha acontecido en el ámbito espacio-temporal, sino de transmitir una experiencia. Y no una experiencia humana, simplemente, ya de por sí incomunicable, sino una experiencia que se produce al entrar el ser humano en contacto con lo divino, por definición infinito e inabarcable. Quien trate de transmitir una vivencia mística tiene que hacer acopio de metáforas, de términos paralelos, figuraciones; tiene que exprimir la imaginación para ensamblar un cuerpo de ideas que debe ajustarse a un sentimiento, a una emoción, a una experiencia que transfigura y enajena a quien la padece. Nosotros podemos hablar de tres tipos de místicas: la cristiana, la no cristiana y la natural, llamada también premística. La mística cristiana cree en un Dios Único, con el cual el hombre es capaz de comunicarse, pero no con el esfuerzo de la voluntad humana, exclusivamente, sino por pura benevolencia divina. El hombre se dispone física y espiritualmente y Dios, si lo juzga conveniente, ejerce su influjo sobre el alma, beneficiándola y haciéndola, cada vez más, aspirar a su presencia. Esta presencia produce una transformación en el amor, en el corazón de cada ser humano que es paciente de
esta experiencia. Las religiones no cristianas, como la del pueblo musulmán, o de las varias que existen en la India, buscan una comunicación divina mediante el despojamiento de sí y mediante técnicas físicas programadas y realizando ejercicios de concentración mental. En estos casos, no se necesita una relación de amor humano-divina ni se busca ejercer ninguna virtud. La diferencia con la cristiana es que mientras esta concibe una actitud pasiva del hombre y es Dios quien actúa completamente en la no cristiana es el hombre quien hace todo el esfuerzo y es Dios quien espera pacientemente a que el hombre le alcance, y alcanzando una experiencia mística intelectual, no afectiva, como en la cristiana. Un tercer modo es el de aquellos que buscan no a Dios, sino el tocar su propia e íntima autenticidad, por medio de vacío. El interior del hombre, en este caso, se purifica mediante una drástica negación en todos los aspectos, casi vaciándose de toda operación particular y toda multiplicidad fenoménica, eliminando todo pensamiento originado desde afuera. En realidad, la persona se anonada, se aniquila, mediante el vacío. Como consecuencia, eliminada perturbación o movimiento del alma, se encuentra en contacto con lo trascendente, en una situación en la que sobrepasa el tiempo y el espacio, un sentido de hallarse por encima de las categorías del bien y del mal. Aquí podemos citar a Sidharta, de Hernann Hesse y su búsqueda ansiosa de la perfección, sólo posible al entrar en contacto con el Atman, mediante el Om, el Absoluto. Más que una religión -de hecho no lo es- este método del vaciamiento del yo es una filosofía. Su medio normal para alcanzar el éxtasis es el vacío, y es, este vacío, su objeto también. Queda como un acto de esfuerzo puramente humano, en el Dios, como ser personal comunicable, queda aparte. Esta es la metodología del yoga, del zen, etc. El
vacío buscado por las dos corrientes distintas a la cristiana, para hallar a Dios dentro de sí, en una actitud más bien inmanente, permanece en el área de lo natural, como fenómeno intelectual cercano a lo psicológico y más dentro de la metafísica que la mística, puesto que se busca el conocimiento absoluto más que una experiencia efectiva. A las dos se le llama premística, es decir, una experiencia natural mediata de una presencia de inmensidad. El lenguaje de la mística en los últimos siglos ha marcado la experiencia y el estilo de los místicos del siglo XVI, por ser el que mejor ha logrado adecuarse a la manifestación conceptual de la experiencia de Dios, especialmente el de San Juan de la Cruz, quien indiscutiblemente, a juicio de la casi totalidad de los críticos, supo estructurar perfectamente un puente de palabras para pasar por él, con un lenguaje dolorosamente trabajado, los efluvios de su experiencia de lo divino. Lo inefable quedó fijado en él con imágenes y metáforas, haciendo posible asomarnos, al menos a aquellos que ya dijimos es incomunicable de por sí. El vocabulario, la técnica formal, la composición de las figuras literarias en él, como en todo místico, chocan con barreras que son difíciles de sobrepasar. Una de ellas es la ya mencionada de lo difícil que resulta comunicar una experiencia; otro es el manejo de la lengua ordinaria, a partir de la cual se ha de “construir” el lenguaje “anormal” del místico: Una tercera barrera es la cercanía de la psicología y la metafísica, que pueden desvirtuar el acto puramente místico. A pesar de esas barreras, siempre presentes, el que ha de expresar su experiencia siente un impulso irrefrenable que no puede ser contenido en el interior y habla, escribe, comunica su impresión de aquello trascendente que le sobrepasa, inunda, rebosa y desborda completamente. El místico, en esta situación, sólo tiene dos alternativas: estalla o escribe.
Para salvar la barrera y a la vez expresar su experiencia, el místico crea un lenguaje especial. Cada palabra es elegida con cuidado, respondiendo a un interés concreto. Se recurre a los símbolos, para que el lector no solo comprenda sino que también sienta lo que el místico siente. En San Juan de la Cruz abundan símbolos como noche, llama, belleza, amado, paloma, ciervo vulnerado, casa sosegada, etc. Son frecuentes también las personificaciones, las exclamaciones de asombro o dolor, y la figura privilegiada de la mística clásica: la paradoja. Así se explica el “ver sin ver”, “oír sin oír”, “soledad sonora”, “entender sin entender”, etc. Veamos estos ejemplos de San Juan de la Cruz: “En una noche oscura/con ansias en amores inflamadas,/¡oh dichosa ventura!/salí sin ser notada,/estando ya mi casa sosegada”. (Noche Oscura, est. 1). “Nuestro lecho florido/de cuevas de leones enlazados,/en púrpura tendido/de paz edificado/de mil escudos de oro coronado” (Cántico Espiritual, est. 24). En todos los místicos hubo y hay una trayectoria común: la de la visión de la magnificencia e inconmensurabilidad de lo divino, que rompe con el equilibrio propiamente humano, y expresado contra toda razón o lógica. Este lenguaje se vuelve la lógica de lo ilógico, puesto que proviene de una experiencia que remueve las entrañas del que la sufre, y despertando una sed de lo inefable ya entrevisto, que no cesará nunca más, y no pudiendo colmar su ansiado objeto, expresa frases y queja desgarradoras: “¡Descubre tu presencia/y máteme tu vista y hermosura/mira que la dolencia/de amor, que no se cura/sino con la presencia y la figura!” (Cántico, estrofa 11). Recordemos que la mística cristiana se fundamenta en la práctica de las virtudes teologales y morales, puesto que para ésta la contemplación no es más que una ejercitada vida de amor. Hay un
presupuesto religioso, profundamente teológico, que permea toda esta relación hombre-Dios. Después del siglo XVI, contrario a lo que se cree, no ha desaparecido, al menos, la actitud mística, aunque no se cultive tanto la literatura mística. Desde finales del siglo XIX y a lo largo de todo el siglo XX, especialmente hasta los años cincuenta, se discutió mucho sobre la experiencia mística, como experiencia, como literatura y como ciencia. Recordemos a nombres reconocidos universalmente como Blondel, Maritain, Gilson, Maréchal, Ruibial, Baruzzi, etc. De manera especial se ha estudiado a Blas Pascal, cuyo Pensamientos son una especie de testamento. Su “Memorial”, publicado en 1740, es la prueba de una conversión profunda a Dios, después de una experiencia de Cristo, profunda y transformante. Una diferencia del escritor místico actual con el de la época clásica es que su visión de Dios está difuminada, no es un Dios concreto, a menudo es una seudo mística, ya que no se nota el dato experimental. Además, en los últimos tiempos, no hay un autor que sea radicalmente y exclusivamente místico. Los autores que conocemos como tales han escrito una o dos obras de esta vertiente; otras veces, no poseen más que algunas poesías. Pero ellos, sin embargo, denotan la presencia de alguna experiencia mística. Esto lo decimos a contrapelo de tantos estudiosos que toman por mística lo que no lo es. Este es el momento de comentar que la mística no consiste en comentar una experiencia tenida de frente a lo divino, no es hablar de lo místico, exponer ideas relacionadas en relación a fenómenos espirituales: la verdadera poesía mística es aquella que expresa la visión de lo inefable, eliminando toda explicación o razonamiento acerca de ello. Quien contempla lo divino arrobado, gozoso o pletórico de
un incontenible deja brotar lo que siente en palabras, frases, a veces incoherentes, o quejas. Es decir que un poema místico es la plasmación de una experiencia mística. Actualmente es difícil encontrar poesía mística al estilo clásico, dentro del Cristianismo. Es más abundante la que se relaciona con una mística natural, que no se basa en el encuentro con un Dios personal, pero sí con la inmensidad de lo divino, presentido en lo insondable, en lo oscuro, en lo misterioso. Hay en nuestros días una búsqueda universal de los orígenes de las cosas, no para explicarlas como haría la metafísica, sino para sentirlas, abrazarlas en un gesto existencial, queriendo abrazar el cosmos y su creador. Es el ansia de encuentro con el infinito, evidenciable en la perfección, variedad inmensa y bondad de las cosas. No sería extraño que el cielo, en una noche absolutamente clara y tachonada de estrellas en un despliegue innombrable y único, remueva las entrañas, reclamando al autor de tanta maravilla; o sobre un avión, a diez mil metros de altura, entre el cielo y el mar, atraídos por el vacío, se despertase, en quien observa, un azoramiento del alma y un deseo de lanzarse hacia aquello inconmensurable, sin límites, en una experiencia única, irrepetible, fijando ese recuerdo en el centro del corazón. Estos estados provocan, a menudo una actitud mística, transformable en un poema de valor si quien sufre la experiencia domina la escritura. Podríamos citar algunos poemas de Pedro Salinas en los que encontramos este rasgo imprevisible de lo inmenso; también en Juan Ramón Jiménez, en un libro titulado Eternidades: diversos poemas de la obra Desolación de Gabriela Mistral, en el que se encuentran los famosos “Sonetos de la muerte”; León Felipe, que en medio de la barahúnda de su producción social y política ha producido
otros, de corte místico como los titulados “Regad las sombras” y “Anunciando”; Miguel de Unamuno, etc. Otra nota importante, un llamado más bien, es el de no confundir la mística con la metafísica, muy cercanas en su concepción, pero netamente diferenciables. Repetimos que la metafísica busca el cómo, el por qué y el para qué de las cosas, siguiendo su definición clásica del meta tá phisica (más allá de lo físico). La mística no tiene nada que ver con la lógica, la reflexión o el conocimiento sistemático, ya que su única función es la de asombrarse mediante la vivencia de una visión beatífica. Hay que tener cuidado al momento de clasificar, ya que ambas tienen en común el hecho de que parten del hombre y una cierta afinidad en la terminología. En fin, la poesía mística expresa la experiencia mística, sea cristiana, no cristiana o del tipo yoga o zen; en todas ellas existe el elemento fundamental, aunque en distintos niveles: contemplación del Dios personal, en su Inmensidad o en su Infinidad, en su Absolutez, como prefieren los orientales, que intuye la grandeza e imponencia del ser superior, marcado el paso por el asombro al descubrir lo inefable. Así que quedan mudos los sentidos, se dilata el espíritu, para luego poder transmitir, utilizando la palabra, y rumiando dolorosamente: “Y todos cuantos vagan/de ti me van mil gracias refiriendo/y todos más me llegan/y déjame muriendo/un no sé que quedan balbuciendo” (Cántico Espiritual, est. 7). (Ponencia de José Frank Rosario al Segundo Congreso del Ateneo Insular, celebrado en San Francisco de Macorís, República Dominicana, el 28 de diciembre de 1991). José Frank Rosario (Moca, República Dominicana, 1948). Poeta, narrador y ensayista. Se formó en la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra, y en la Orden de los Carmelitas Descalzos. Miembro Fundador del Ateneo Insular y signatario del Movimiento Interiorista.
TULIO CORDERO UN PUNTO DE VISTA INTERIOR Una tarde húmeda abandonaba Él una aldea, rodeado de gentes hambrientas. Un ciego exaltado interrumpió el cortejo: “¡Maestro; Maestro!”. Y Él: “¿Qué quieres que haga por ti?”. Y el ciego: “¡Que vea, Señor, que vea!”. En la introducción que Tomás Carlyle hace a la Divina Comedia, dice: “El hombre bien dotado será el que vea el punto esencial, y deja aparte todo lo demás como superfluo”. Entre el polvo y el barullo, aquel ciego supo distinguir la voz esencial. Y vio. Ver un poco, tan sólo un poco y me basta. Pero yo no sé por qué insistir. El que ve no hace más que sufrir. A más luz más dolor. La ceguera aparta del camino, donde la sombra, dulce y mansa, anestesia los bríos del alma. Y esto parece bueno. La luz, en cambio, es una condena. Una condena a amanecer eternamente contando los caracoles que las espumas iniciales donan. Una condena a hurgar en los resquicios semidesnudos de más allá del alma. Una condena a descubrir nuevas luciérnagas y repartir doquiera claridades. Una condena a no dormir jamás… Mirad lo que en mi caso ha sucedido. Mozuelo era yo escaso de pan y flores cuando quise adivinar de dónde los caminos interiores venían. Porque eran hartas las noticias del viento. Y un día cualquiera de los primeros verdores de adolescencia, me desperté con las ganas irresistibles de deletrear el aleteo nervioso de una libélula o de otear en el horizonte cualquier leve sonrisa recostada en una ventana triste. Y brotaron en manojos las palabras que fueron los versos primeros. Así nacieron Latido Cierto y Si el alba se tardara.
Pero otro día tuve la suerte de tropezarme con Bruno Rosario Candelier, esbelto él, con mirada cálida y discreto hablar y me habló de lo que yo ya buscaba, que él y un grupo selecto de iniciados, “interioristas” ellos, parecían ya haber encontrado. No me detuve yo para esperarte ni tú para encontrarme y fue así como sucedió asidos de polen de pétalos y alas. No me lo dijo pero me lo insinuó: “Tú eres de los nuestros”. Y entonces sentí que recorría este lago ancho en mi propia barca. Seguí escribiendo mis breves ensayos en los periódicos y en mis afanes pedagógicos y brotó de este ambiente, del Interiorismo hablo, La sed del junco, pequeño manifiesto en donde puedo afirmar, finalmente, que “La ira de esta noche se ha calmado (…). Después de tantas lunas tormentosas/ estos vientos/ por fin/ transitan suaves (…). ¡Descanse este velamen y venga el gozo pleno! Ahora sólo busco/ no buscar ya más nada”. Esto último, por supuesto que no es cierto. No, si añado: Esta sed se hace honda/ Esta sed no se calma. La “sed” es un preexistente omnívago: la sed está antes que el agua y se ahonda en ella. Por eso existir es desear. La sed es de luz, que la oscuridad es mucha aún. A tientas, toda moción adquiere su semántica en esta búsqueda, la búsqueda “del punto esencial”, que Carlyle dice. A esto se suma este otro deseo de caminar hacia la transparencia total; de simplificar la palabra hasta el silencio. En la espera, con Alfonsina Storni, de algún día “tener el alma fresca, limpia; (y) ser como el lino que es
blanco y huele a hierbas” (Alfonsina Storni, Antología Poética, Losada, Buenos Aires, 1983). “¡Que vea, Señor, que vea!”. INVITACIÓN Adentro, debajo de la piel del alma, puedo encontrar una razón para cuidar a un niño, arrancarle al cielo una estrella y ponerla al lado de sus sueños. Adentro, allá donde se guardan las lágrimas, puedo adivinar un hilo de luz y oler la sombra suave del jazmín que duerme su última fatiga. Y puedo aromar con su cansancio la rabia de los cactus y el hambre de las fieras. Adentro debajo de la piel del alma, puedo despertar mi muerte e invitarla a una copa de vino en el jardín que cuido. (Si quieres, puedes venir conmigo…, debajo de esta piel de mi alma). Tulio Cordero. Nace en San Juan de la Maguana en 1957. Se ordena sacerdote por la Congregación de los Padres
Paúles en 1984. Licenciado en Filosofía y en Teología de la Espiritualidad por la Universidad Teresianum de Roma. Ha sido profesor de Teología, párroco y misionero. Actualmente sirve como misionero en Papúa, Nueva Guinea, Oceanía. Ha publicado los poemarios: Latido cierto, Si el alba se tardara y La sed del junco. Fundó el Grupo Literario “Aída Cartagena Portalatín” del Ateneo Insular en Santo Domingo. Este sacerdote paulino, poeta interiorista y creador místico, tiene una obra densa y caudalosa en imágenes y símbolos deícticos de lo divino que lo halla reflejado en el rocío, las cascadas, el viento, los cañaverales, la paloma y las espigas en una visión de lo natural percibido como expresión de lo sobrenatural mediante el impacto emocional que el emisor de los versos humaniza haciendo de la theopoiesis el centro de su vocación creadora y el núcleo de su vivencia espiritual para convertir la lírica en una fuente de expansión del más hondo sentir.
JUAN MIGUEL DOMÍNGUEZ PRIETO LA VOZ QUE NOS TRASCIENDE Carta a Teodoro Rubio sobre su vinculación interiorista Desde la pasada primavera, y, plenamente, desde el verano, en que accedí como en una gran seducción fraterna, al Interiorismo, vengo en mí escuchando -profunda interpelación- lo urgente que nos es varar en una costa de obediencia. Todo lo que es del Espíritu tiene entidad, y lo que sopla no se verá constreñido, sino liberado -nunca mejor que en obediencia-, pues es el mismo Dios que nos hace irrepetibles y Quien, en el poeta, orillando la única Verdad, permite irrepetible el Canto. Por eso, no temo dar mi fíat a adentrarme en las “ínsulas extrañas” -que será cantar dentro del sol de la Canción que ya había-, pues la Poética Interior busca que el poeta sintonice en sí “la voz de su ser, su íntimo susurro, silente o elocuente”, como ha dicho Bruno Rosario Candelier. Creo que el Interiorismo es una vía con entidad, justamente por no ser en esencia un “movimiento de manifiesto” (que construye lo entrañable antes del latido). Traigo a la memoria: “Me sedujiste y me dejé seducir” (Jn20, 7). Y dice el Profesor Bruno Rosario Candelier que “la estética interior fue concebida para personas con vida interior”. En esta invitación a conformarnos desde hoy como hermanos de una sola Poética, la Poética Interior, existe un nombre querido. San Juan de la Cruz es patrono del Ateneo Insular, y en él, en sus poetas, sigue alambicando la variada savia que canta en el fondo con voz unánime: “¿Adónde te
escondiste, Amado?”, pues el Interiorismo nace verdaderamente de una necesidad (“privilegiar en la creación literaria la contemplación de lo trascendente”, dijo Rosario Candelier), y crece y es vigorosa vía en la medida de una búsqueda (la de todo sentido prístino -en comunión entrañable con la Naturaleza- y la del sentido trascendente en el espacio íntimo que es la realidad trascendente), donde están:“…los ojos deseados /que tengo en mis entrañas dibujados!”. Así, la búsqueda lo es yendo al interior real; y el hallazgo comulgable lo será allí para el obediente escriturador (*) interiorista, “que abreva el misterio de la propia imagen” (Bruno Rosario Candelier: “Poética Interior”), y, con ella, “el acontecimiento de la vida desde la propia e intransferible percepción; y llega a ser la interioridad proyectada, desde sus “efluvios espirituales y trascendentes”. “Los ojos deseados” no son, de esta manera, pseudocreación imaginativa; no son “yo”, aunque en mí estén. Son hallazgo; me atrevo a decir, son un instante de la voz de la Magdalena: “Rabbuní –Maestro”. El hallazgo, que puede ser creativamente inmediato por gracia de una Revelación (ver, en el citado trabajo, p. 23), no traiciona la necesidad de vivir en la búsqueda que decía este ideal -cultivable en mitopoética, metafísica y mística-. Pues en las ínsulas extrañas (“espacio espiritual entrañable” que llevamos dentro), un día puede ser mil años, y mil años, un día. Es magno el don de la palabra; y, acaso, no más que marginal, el buscar, para el hallazgo de la Hermosura (pues con su paso, gratuitamente, Él va dejando de Ella vestida a la tierra); pero cuán amoroso, lanzarse dentro a leer la escritura de la voz que nos trasciende. Estudiaremos para llevarlo a cabo si damos hoy cada uno nuestro pláceme. Fraternalmente, os abraza, Juan Miguel Domínguez Prieto.
Guadalajara, España, diciembre de 2002. _____________________ 1 Pongo “escriturador” en el sentido que puede tácitamente advertirse de escritor obediente (no romántico cantor del yo; no creador de lo imaginable), que transcribe -con su voz propia, sí- sólo cuando halla de la “presencia y la figura”; y hace “escritura” de ello (a la manera de los autores bíblicos, aunque no necesariamente en su estadio inspirado). Carta del poeta Juan Miguel Domínguez Prieto a Bruno Rosario Candelier sobre el Interiorismo: Guadalajara, MMIV, veinte de octubre, con los campos velando, en el sueño de la mies, artesas de Su caricia. Adelantadamente. Muy caro y cálido Dr. Bruno Rosario Candelier: Con todo afecto y consideración -pues se pretende decir, cantar, en el Corazón del Todo-, guardo la presea del encuentro. Él otorgaba la armonía de sus dones esa tarde; y Vd. los trajo hasta nuestro corazón -Aedo de Su misterio y Su cadencia-. Quisiera alabar Su Nombre valiéndome de las gracias de mi reconocimiento. La gratitud, así, abre sus abriles con la memoria no sólo de las orientaciones conversables, sino al toque de esta elocuente, tierna evocación: la silenciosa ternura de su oído. Quien escucha de verdad, parece irse, por uno, a la interior bodega. Porque, ¿Adónde iremos, Señor? Tú tienes palabras...Y Vd. creo que escucha, raro don, con el asombro de amarLe. Vivo pensando aún en la respuesta mediante la vía del misticismo. Qué bella didascalia en torno de la musicalidad. De las cosas que le mando, una es especialmente dádiva de confidencia: el poema Ágape, hosanna, útero, Eloí,
transcrito de la oración, directamente desde el alma, después de echarse a danzar para Él. Toledo no me es lugar ajeno a estas gracias. Las glosolalias no suelo enseñárselas a nadie. Guardaré en una carpeta lo que no considere en el momento. Gocemos en comunión de la palabra, muy fraternalmente. Y que ella, por gracia del Espíritu, venga a hospedarse en la nuestra, pequeña como en su pesebre de sol. Respetuosa cercanía de Juan Miguel Domínguez Prieto. (Así el corazón se echa a danzar y cantar ante el Amado). NIRMALA: Sáns. Pureza/Ágape, hosanna, útero, Eloí/Talitha qumi, ven, effete, ave,/adore, crea, espere, cante, alabe/Amor, Caná, lamá sabachtaní. /Laudamus Rabbuní amén Nórmala/espiga Esposo Agua lave crea /Paloma, Padre llave cananea/Pneuma Brisa Elí Orbe Magdala./Ágape danza flauta vuelta Vid/aloe desierto Luz Ramá Raqueles/nacer tercer shemá y Máryam Aire/y tú, Belén, y Juan y Miryam mieles/Ángeles peces ichthys mirra jaire/Nirmala hosanna al Hijo de David!).
Juan Miguel Domínguez Prieto (Madrid, 1963), poeta y escritor interiorista residente en Guadalajara, España, donde ejerce la docencia literaria, hace vida familiar y cultural y realiza el doble llamado de su talento creador en su dimensión estética y espiritual en comunión mística con el Universo. Doctor en Filología Románica por la Universidad Complutense de Madrid, ha hecho de la escritura su modo de creación mediante la cual testimonia su vocación contemplativa y su entusiasmo lírico bajo la inspiración divina. Su producción poética, desde Iconos de agua viva hasta La luz lateral, está impregnada del aliento de lo sagrado, que en sus versos brota en forma natural, prístina y pura, del ánfora interior de su alma extasiada por el esplendor de lo celeste. Es el más alto cultor interiorista de poesía mística que en el país ibérico sigue los ideales del Interiorismo.
JOHANNA GOEDE GALÁN MÍSTICA, POESÍA Y TRASCENDENCIA Vivimos en un mundo de límites y superficies donde sólo vemos lo que palpamos con nuestros cinco sentidos pero, detrás de esos cinco sentidos existen los sentidos internos que son los responsables de que “veamos” lo que no vemos haciéndonos únicos e irrepetibles. Ellos nos hacen captar los aspectos de otra realidad, de esa otra realidad que no todos captan haciéndonos ver que existe, que hay algo trascendente. El hombre, inquieto por naturaleza, quiere buscarle explicación a todo y se afana por develar el misterio de sí mismo. Precioso trabajo; regresar a su origen. Devolverse. Caminar sus huellas hasta encontrarse. Encontrarse a sí mismo. Conocerse a sí mismo como nos dejara dicho Sócrates. Conocerse a sí mismo es un viaje retrospectivo hasta llegar, desde esta individualidad a otra más única, a la absoluta. Hablar de Realidad Trascendente es hablar del alma, es hablar de Dios, pero ¿quién es Dios? Nadie sabe quien es Dios y lo dice santo Tomás de Aquino: “Como es imposible saber la naturaleza de Dios, es imposible hablar de Dios”. Cierto, Él escapa a todo razonamiento. Sin embargo somos a imagen y semejanza de Él. Entonces, ¿qué nos quiso decir Sócrates con su “Conócete a ti mismo”? Claro, nos dio la llave para llegar a Él, a la realidad trascendente. Una llave y una puerta: nosotros. Pero para intentar abrir esa puerta que somos tenemos que librarnos de toda teología, de toda creencia adquirida y usarla como guía, como llave para abrir la puerta de nuestro conocimiento, de nosotros mismos. Libre de todo, que como nos dice el sacerdote hindú Tony de Mello, la verdadera libertad está por encima de las leyes, razas,
palabras, idiomas. Buscar a Dios y encontrarlo a través del alma. Buscar a Dios y dejarlo pasar a través de nuestra poesía. Poesía, no eres de este plano o, ¿eres el lazo que nos une? Dios, alma, arte. Verdad y ficción, realidad e imaginación, son los dos extremos de la balanza del arte que hay que saber equilibrar, nos dice Flérida de Nolasco. Pero hablemos de la poesía, vehículo que nos une a todos con el Todo y al hablar de poesía tengo que citar a Rabindranath Tagore, poeta místico por excelencia que en su inmensidad nos dice: “La verdad parece vulgar cuando está demasiado vestida”. Cierto pero sólo cuando e nuestra ignorancia le queremos dar explicación a lo inexplicable, pero al poeta se le está permitido y más que permitido se espera de él una verdad vestida, envuelta en gasas de ilusión, en cascadas de magia, en túnicas de irrealidad. El poeta es un dios, un creador, un arquitecto de imágenes. Todo el género humano está compuesto por la misma estructura orgánica: tejido sanguíneo, tejido óseo y tejido muscular, pero ese tejido sanguíneo, óseo y muscular, unido entre sí por lazos indivisibles está a su vez más sutil e indivisiblemente ligado a otro más importante, a otro que es primario porque es la vida. Es un algo intangible y como tal es lo opuesto a lo que somos exteriormente. Así como tenemos un cuerpo que es palpable, también estamos constituidos por otro que, humanamente es impalpable. Como nos hemos podido dar cuenta desde nuestro nacimiento, habitamos un mundo de dualidades: día-noche; frío-calor; blanco-negro; bueno-malo y, nuestro cuerpo, tampoco está exento de esas cualidades. Si nos dedicamos a observarnos dentro de nosotros, encontraremos que donde termina lo explicable se inicia lo inexplicable como si uno nos llevara de la mano al encuentro con el otro.
Somos un círculo, una recta o un punto constituido por dos fuerzas iguales. Lo mismo que somos fuera somos por dentro. Todo es grado de densidad, y justamente ese punto nos hace pensar, y a muchos descubrir, que si estudiamos nuestro interior le encontraremos explicación al plano palpable. Que no es el reflejo del otro. El micro-cosmos espejo del macro-cosmos. También sabemos que existe una fuerza que lo mueve todo; algo superior a nuestra inteligencia, algo que se escapa a nuestro entendimiento y que todos poseemos, una fuerza matriz y motriz por la que fuimos y estamos creados llamada amor. ¿Qué es amor? Es una palabra que existe en todos los idiomas pero imposible de explicar. Entrar a fondo en su análisis produce pavor y nos enfrenta con el límite del conocimiento. El teorizador llega a la fórmula doctrinal movido por un afán exasperado de coincidir con la realidad. A este fin usa infinitas precauciones, una de ellas la de mantener en rigurosa unidad y cohesión la muchedumbre de sus ideas. Así se expresa Ortega de Stendhal. Pero lo real es formidablemente uno, conclusión a la que, a su tiempo llegamos, como diría Parménides. Del amor se ha escrito y teorizado hasta la saciedad. Que si es la atracción de dos cuerpos; que si una explosión física, pero de lo que sí estamos seguros de estar constituidos por ella. Entonces, como todos la poseemos, llegado el momento en que ciertas coordenadas cerebrales se sitúan en planos superpuestos, podemos sintonizar con esa fuerza intangible y llevarla de manera personal al mundo literario. Es algo como un gozo explosivo de dimensiones incalculables o, un movimiento estático en forma de espiral de iguales circunferencias evolutivas; es un sentirse ser la creación o la partícula más ínfima e indivisible: ser el Todo o ser la Nada e impregnar de esas vibraciones a esos estados de conciencia. Teresa de Jesús dice en su poesía: “Aquesta
divina unión/del amor con que yo vivo/hace a Dios ser mi cautivo, /y libre mi corazón;/más causa en mí tal pasión/ver a mi Dios prisionero,/que muero porque no muero”. Un hermosísimo soneto de Miguel de Guevara, escrito en siglo XVI, que por su belleza y su profundidad me hace traerlo a este momento: “No me mueve, mi Dios, para quererte/el cielo que me tienes prometido/ni me mueve el infierno tan temido/para dejar por eso de ofenderte./Tú me mueves, Señor, muéveme el verte/clavado en esa cruz y encarnecido,/muéveme ver tu cuerpo tan herido,/muéveme tus afrentas y tu muerte/ muéveme, en fin, tu amor, y en tal manera/que aunque no hubiera cielo yo te amara,/y aunque no hubiera infierno, te temiera./No me tienes que dar porque te quiera,/pues aunque lo que espero no esperara,/lo mismo que te quiero te quisiera”. El autor se sintió unido verdaderamente a su yo divino, fundiéndose con el Uno. Según nuestros antecesores quedamos atrapados en un éxtasis de mundos alcanzados al adentrarnos en la obra de Rabindranath Tagore: “Me he sentado, esta mañana, en mi balcón para ver el mundo. Y él, caminante, se detiene un punto, me saluda, y se va. Para quien sabe amar, el mundo se quita su careta de infinito. Se hace tan pequeño como una canción, como un beso de lo eterno. Noche oscura; tu belleza es en mí como la de la mujer amada cuando ha apagado la lámpara”. A medida que entramos en el sutil mundo de la lectura nos encontramos con tantos hombres y mujeres que se han asomado a sus horizontes interiores: San Juan de la Cruz, Fray Luis de León, Sor Juana Inés de la Cruz, Calderón de la Barca, Miguel de Unamuno y otros iluminados. Ahora bien, no cometamos el error de rechazar lo que creemos que es incomprensible o inexplicable; dejémonos llevar hacia nuestro propio universo, adentrémonos con detenimiento,
dediquémosle tiempo y atención a nuestro fluir y verán que un día cualquiera, sin explicación posible, nos toparemos con lo inexplicable y lo comprenderemos. Que igual a la abeja, ese insecto pequeñito e inmenso crea la miel y la cera, el hombre, con todos sus adelantos y grandes laboratorios, se ve incapacitado de reproducirla, libemos todos, de esa flor intangible que mora dentro de nosotros y dejemos que la miel divina llene los panales de nuestros corazones y de nuestras obras. (Ponencia de Johanna Goede al Segundo Congreso del Ateneo Insular celebrado en San Francisco de Macorís el 28 de diciembre de 1991). Johanna Goede Galán. Natural de Puerto Plata, ha escrito una obra impregnada de su pasión interior, que es el sentimiento de lo Eterno con belleza y verdad. Poeta y narradora interiorista, Miembro fundadora del Ateneo Insular. Cultiva en sus creaciones su visión de la realidad trascendente, con aliento cósmico y destellos místicos. Publicó el poemario Romance con la muerte, la narración Aún no sé qué nombre ponerle y El libro de Alamín, entre otros opúsculos de haikús y de narración para niños. Tiene una alta espiritualidad y una sabiduría mística que va destilando en su obra.
II TEXTOS DE AUTORES INTERNACIONALES JUAN MIGUEL DOMÍNGUEZ Nació en Madrid, España, el 20 de noviembre de 1963. Reside en Guadalajara donde ejerce la docencia literaria y realiza su vocación en comunión mística con el Universo. Doctor en Filología Románica por la Universidad Complutense de Madrid, con la escritura testimonia su inclinación contemplativa, su talento intuitivo y su entusiasmo lírico. Ha publicado Iconos del Agua Viva, 1996; Noite Escura de San Juan de la Cruz, 1998; La víspera, el paso y la memoria, Rev. «Piedra del Milano», nº 5, Guadalajara, 1997. A Área de Relixión na LOXSE, (Traducción al gallego del original de Mª Jesús Bescansa y Carlos Esteban), 1999; Traducción de la obra de Carlos Díaz, Diez palabras claves para educar en valores, 2005. Colaboraciones en El Correo Gallego, El Ideal Gallego, Huelva Información, El Decano de Guadalajara (con la Sección «Pastores, los que fuerdes»). La luz lateral, 1998. Su producción poética está impregnada del aliento de lo sagrado, que brota del ánfora interior de su alma iluminada. Su lírica mística lo convierte en paradigma del Interiorismo. Integrante del Grupo Interiorista “Gerardo Diego”, del Ateneo Insular en Madrid, abrazó los ideales interioristas por la afinidad de su sensibilidad espiritual con la estética de este movimiento literario. TEMBLOR DE LA BLANCURA Antes de entrar, de antiguo, un aire de majada,
para guardar rebaños y la vista infinita. Junto al silencio, estuvo la mirada perdida de pastores -¿y encontrada mirando para lirios?-. No está escrita en su limpia quietud, en la oblación inmóvil de sus años, en su ensimismamiento sin contiguo mundo: la infinitud está ahí, total y recogida -olvido de lo hermoso-. A un Omega con lirio está mirando siempre el que apacienta. Tendrá también la Madre su martirio en pacer escondida y en la mirada atenta. Y toda infinitud se hará el Esposo. HOSANNA (Para instrumentos de agua. Fascículo de voces).
Toma el hosanna, los salmos de agua. Padre y gran ternura, alégrate; y Espíritu, que la primavera está; que, alondra, he regresado del exilio. Oh ser nada ahora: cegueral que con amor de mayo ama tu alba de ojos claros,
alondra en gozo tuya, Señor, en el nido sola. Cantarás en el lirio que casa tu nombre a la contemplación, Elí; en la noche que me quiso cordera transparente y descalza. Serviam. Ayay, ya se oyen tus pasos, vírgenes; listo está el pan del desposorio y todo suena: sólo Tú eres santo, canto, a quien los lirios corresponden. Alquibla Por mirar en sí el cerezo, lo perdiste como asiento de las orientaciones: fragmento de isla a su sol. Ya perdido en tu vista, adolescente, aún llegaría el cerezo a ser sefarad en tu boca. Qué piel blanca suya aturdía, qué blancura, tus ojos no descubiertos. No con la belleza del cerezo llegaría a avistarse la tierra de tus ojos, no con los fragmentos que lograbas decir: blancura, luz que hiende, no con sus fragmentos: rama, mundo. En la rama, la orientación a su luz abría acompañamientos: blancura. Pero el sol es el nombre, siempre. Lo intuye la rama. Para decir Jerusalén, llegar a ver donde las flores se abrían, esta gracia de tu destierro.
Fragmenta I Buen desafuero fue el de la noche lenta desnudadora de las aves en el mismo quicio que de tu mirada hiciste. Qué largo olvido sin saberse tus ojos la escogida y escogedores, sí, de luz sólo en los fragmentos que el gusto paralizaba. Y qué dolor, el olvido aún no isla. Tu ser y no los vuelos cedaceaba incompleta la blancura. Entonces, la conciencia germinó la noche, lirios acromados para un futuro vaso enseñador de los tactos, desnudos de la vista. Una labrada luz Quien es la luz se hace muy temprana -como si precisase pequeñez-, hora apenas de orvallo tan descalza. De adelgazar, parece añadidura o un cincelar la luz. Se adviene a nada desposando su casi en lo desnuda. Tu anihilarte es ir hasta la vista de la Madre, Profundo Corazón, petrificando llama en la visita: y el Cerro, por curar, se representa; que dolencia de amor con la figura bálsamo halla y ella es balsamera.
Saciarte, en un hogar, de su semblante -casa ¿de pan? y llama al mismo tiempo-, de flor de las heridas que me abren. Y cerrarlas con noche que se inmola -blancura de un alud del infinito-, que soy morena, hijas, pero hermosa. Tu infinitud se colma de la fonte esposa a esposa -tu agua inagotada-, gota a gota de gracia, goce a goce. Sólo, un manar del alba: albor sellado, un instante presente de Presencia, y en él, amén y Santo y Santo y Santo. Te dejas entrever en el boscaje Escribo abedul porque suenas Tú detrás de las hojas. Porque Tú te asomas del álamo limpio, escribo la luz. Escribo y escribo: me escribes palabras en hoja da acacia. Tú escribes mañanas con la cara al aire tras la encina azul. Carta para enviar muchas veces Tu caricia, Padre, me sabía a que tenías a mano praderas de recostarse.
En silencio y en el cuarto, cuando subías la sábana, me tapabas con hojas de robledal. Tu palabra era tierna y era fuerte. Y me dejabas estar como el muérgano al lado de tu liquen. De nuevo, tengo sed. Y otra vez caben todas las fuentes en tu vaso. Lugar del valle De día, te dé las aves, de día, los valles. En tu cara, la mirada contiene un valle profundo. Y en la claridad te lava. En sus ramas, se despiertan olores nuevos de tierra, bandadas del nuevo mundo. De día, te dé las aves, de día, los valles.
TEODORO RUBIO Nació en Casanova -Peñaranda de Duero, Burgos, España-, el 13 de diciembre de 1958. Licenciado en Teología por la Universidad Pontificia de Salamanca y Doctor en Filología Hispánica por la Universidad Complutense de Madrid. Ejerce la docencia y ha participado en coloquios y recitales en Madrid, New York, México, Santo Domingo y Puerto Rico. Ha obtenido varios galardones, como el “Blas de Otero”, el Premio Villa de Aranda, el de Poesía Mística “Martín Descalzo”, el Botijo de Oro de Palencia, el de Poesía Mística “Fernando de Rielo”, entre otros. Coordinador del Grupo “Gerardo Diego”, del Ateneo Insular en Madrid. Ha publicado Araña en tu silencio, 1989; Herida la palabra, 1991; Murmullos de Brisamar, 1992; Arañando tu niebla, 1996; Luminosa andadura, 1999; La Oquedad de tu distancia, 2001; Fría desnudez del calendario, 2001; Elegía de Otoño, 2003; Tu mano todo el día, 2007. El sentimiento de lo Eterno atraviesa su lírica bajo el fulgor de la gracia iluminada. Proyecta un vínculo entrañable entre su sensibilidad, empática y abierta, y la naturaleza, múltiple y sugerente, y ese vínculo fecundo se manifiesta en la energía telúrica que lo engarza a la tierra y la fuerza espiritual que lo eleva al cielo. De ahí que siente el mundo como expresión de lo divino, con la consecuente iluminación espiritual para vivir y disfrutar la gracia de la vida, del amor y de la creación, triple don que despierta, en los creadores interioristas, la pasión mística que revela su poesía. SI RESONARA TU VOZ Hoy, cuando el sol devuelve su natural esencia, en los vértices de mi ventana
y el aire escribe con sus audibles notas el pentagrama de los álamos, los pájaros ponen su música en su quietud y en su vuelo acrecienta mi sed de soledad. Los impulsos sucesivos de la ropa tendida en las cuerdas de mi terraza me hacen pensar en Ti que tantas veces has mecido tu sonrisa entre la sombra de mi tristeza. Como una llama intensa no ceso de pronunciar Tu nombre y de envolver con mis latidos el anverso de mi desesperanza. Si pudiera coser con una aguja en mi piel, las melodías del pasado; si en el crepúsculo resonara Tu voz entre los temblores de la arboleda y el canto agónico del río; si la brisa fugaz de Tu retorno apagara las ascuas de mi melancolía, me sentaría almohadillando mi cansancio y sin tropezar en el escalón de los recuerdos mi júbilo pararía el reloj de los olvidos. ES UN LIRIO TU VOZ Es para mí tu voz sabiduría, como en el templo fue la sementera, y la sal y la luz en la pradera, alimento y salud del que sufría. Siete palabras sólo en tu agonía y una gota de amor en tu ribera, como nace al desierto una palmera
a mi ocaso le nace el mediodía. Es un lirio tu voz, es un lucero que despunta en el alba de una cuna y atardece en la cima de un madero. Es el agua de paz, que nos convierte, es la antorcha, mi amor, es la fortuna, que debemos legar hasta la muerte. EN LA NOCHE DEL RECUERDO ¡Oh Garizim! ¡Oh Moab! sin rastro de humeantes calaveras de hálitos floridos, sin un germen de ambrosía venidera. ¡Oh Gelboé, acequia seca de héroes vencidos en la noche del recuerdo! A ti conjuro esta sed de luz, que me tortura, que me conduce a la desazón de mi sentido. A tus lomos habito desterrado. Beduino, moro en esta estepa, en este inmisericorde anonadamiento, en esta diagonal agonía de la tierra. ¡Oh, Esencia vital de tanta duda, espero hallarte en el silencio, en la brisa, en el insecto, sin ocultar Tu rostro! Cara a cara, sin más ofrenda que mi senectud de corazón, sin más consuelo…, porque Tú vendrás sin esperarte.
Eres “luz de caminos sinuosos”. Beduino, he poblado la calvicie de estos montes, dunas empedradas en las huellas de antiguos moradores, de anhelantes senderos lastimosos. Amasado de esta tierra me ofreciste, moldeaste los “nortes” de mis huesos, la médula y la sangre de mi entraña; y sentí Tus manos apretarme, segar la maleza de mi senda, y adelgazarme con tantos brotes de sosiego. ¡Oh pasión! anhelo en una alcuza el licor exprimido de tu fuente, la fértil alborada que me dicte Tu presencia en las noches que te llamo. LLAMA VIVA “Es fuerte el amor como la muerte” (Cantar de los Cantares, 8, 6). Si supiera escribir como te quiero, una voz gritaría a cada instante, al dorso del renglón emborronando el perfil de las sílabas, las tildes como una tempestad, como un latido, como un eco que imprime las palabras con esa rapidez que los relojes retornan la memoria y nos desvelan. Si supiera escribir como te quiero el mar sería el verso último escrito sin corregir aún de sus erratas, y el cielo el corazón de donde nacen
las palabras. Los puntos y las comas, y el amor, que no sabe de equilibrios, tampoco de finales imposibles. Minutos junto a ti voy recorriendo kilómetros de amor que han desnudado los contornos espesos del camino. Minutos compartiendo las escarchas, deshojando los pétalos al tiempo, en cada primavera. Sentirte cerca, dentro sosegando la fiebre a mi horizonte. Sentirte como lluvia que te moja y, a la vez, como el fuego que te abrasa. Sentirte como un pájaro en su asombro de volar, como el trigo que se entrega en manos delicadas como nieve. Sentir la lentitud de tus caricias siempre como un volcán estromboliano. Saber que seguirás siendo el acento de las palabras llanas del poema, que juntos crearemos cada otoño. Cuando caigan las hojas de la rama que sostiene esta vida como un péndulo grabaremos el sello del cariño que juntos procuramos ofrecernos y seremos memoria, llama viva porque es fuerte el amor como la muerte.
CRÓNICA DE ESTE DÍA A Marta y Emiliano en su boda
Sábado, dos de julio. Sonreía la tarde. Un corazón samaritano se acercaba, entre el fuego del verano, a la fiesta de amor. Amanecía el redondo color de la alegría, porque Marta, feliz, con Emiliano se casaba. ¡Misterio!, ¡amor cristiano!, ¡dos almas y una sola biografía! ¡Abrid la puerta cuando Cristo asoma y convertid el cartesiano axioma en cristiano fin: “amo, luego existo”! Amar es vaciarse y que comparta con Emiliano el corazón de Marta, y entre los dos, el corazón de Cristo.
GONZALO MELGAR DE CORRAL Nace en Madrid en 1962. Graduado en Enfermería y Licenciado en Antropología Cultural por la Universidad Autónoma de Madrid. Desde 1993 es Profesor Titular de Enfermería en la Universidad de Castilla La Mancha. En 1998 comienza su carrera literaria al integrarse al Movimiento Interiorista del Ateneo Insular del cual es representante en Toledo, España. En 1999 publica poemas en la Revista Hermes de Poesía de Toledo. Ganó el primer premio del III Concurso de Poesía de la Asociación Cultural “Ricardo Brasal” de Toledo. En el 2001 Bruno Rosario Candelier publica en El Interiorismo algunos de sus poemas. En 2002 se incorpora a la Tertulia del Café de Oriente “Gerardo Diego” de Madrid. La revista Orar publicó poemas suyos. Creador de una lírica simbólica y mística, expresa la emoción anonadante ante el Misterio mediante las imágenes que potencian el caudal de la creación teopoética, veta que empalma con su sensibilidad espiritual y su entusiasmo lírico preñado de belleza sutil y ternura mística. Con un sentimiento de anonadamiento nostálgico, su devoción por la Belleza sublime, prevalido del influjo sanjuanístico y la gracia espiritual, se aúna en su creación protomística para hacer de la apelación interior la fuente que alienta su vocación de Eternidad. NADO EN LA LUZ Nado en la luz pero soy sólo sombra. Dado a la oscuridad en claridades que desde alrededor lanzan sus rayos al núcleo oscuro, negro, de mi fondo.
Así, ya rodeado de tus ondas de luz, más sombra soy y más profundo me explora mi mirada y disecciono la víscera secreta palpitando. Negro agujero y agujero negro, cuásar oscuro de materia opaca donde no dan a luz, a oscuridades vienen a dar las gotas que destilas. Luz, sobre todo luz, a Ti te imploro: sálvame de tu luz que me hace oscuro. Camino largo de la luz en que ando, donde es mi sombra, atrás, rémora negra. Dos barracudas largas me retienen, según se cae la tarde, ellas se alargan y he de arrastrarlas para andar. Camino con morenas eléctricas que muerden mis pies y que al cerrar sus fauces cierran circuitos crueles de tensión. Elevo mis manos al ocaso. En cada dedo adherido un tentáculo se tensa: tira hacia atrás mi mano un pulpo oscuro, telúrico, abisal. Monstruos sombríos únicos viejos compañeros míos del envés de mi faz iluminada. TRATADO DE LA LUZ Sólo la luz es luz si un mundo encuentra donde incendiar partículas, ponerlas a danzar en su música callada*
como insectos de luz, ninfas aladas. Y es que, si pasa a su través, revela el himen de las alas de la abeja que la luz es volar y fragmentada, traslúcida, transida, atravesada, deviene luz en vuelo y vuelo en vida. También mi periferia se ilumina y encendida y gloriosa transparenta como un dedo ante el sol. Pero proyecta sombra también porque es mi fondo opaco, refractario al calor: himen intacto. La del alba La del alba tendida: horizontales caminos a una luz punto de fuga. Dulce y rayada estancia en la que el alma es mosca en el cristal, que en invisibles convenciones humanas rebotando, vive sujeta, refrenado el vuelo. Y sufre al componer, aunque confusa, fragmentaria, grisácea, descompuesta y al otro lado del dolor, la imagen de un jardín el la luz, inalcanzable. JUAN MIGUEL DOMÍNGUEZ PRIETO Ser Juan y ser Miguel como tú quiero. Ser como Juan, “discípulo amado”; reclinar sobre el Pecho mi cabeza. Y ser Miguel para configurarme
con Él y en Él hacerme “a Él parecido”. Y así cantar, en esta tesitura: sabiéndome cantado cuando canto. Dejarte hacer la voz; dejarte, dócil, rehacer entero hasta acabar no siendo ni el sentir, ni la voz, ni la persona que tú pudiste ser y ser “a imagen”. Buscar la vibración de Su presencia, Voz ajena que está – tú balbuceas – hablándote a ti, por ti a nosotros, con un timbre de Amor, no a ti debido sino de Ti tomado – Amor – de Ti (que hoy callas). Es esta tu pasión… que resucita. Yo así quisiera arder y ser no siendo. Y no decir de mí, ni de Él: dejarme ser y decir… cantar como la vida: Con temblor de universos, de cosmos y de estrellas, de montañas – mi Amado –, de mares y trigales, de corrientes, de fuentes, de ruiseñor, de grillo, de zumbido de insecto suspendido en el aire, de rumor de una brisa levísima en la sombra, de crujido de hojilla sobre un suelo en silencio… Ser poeta y no ser y serlo todo como tú, que no eres casi, apenas, (como todos nosotros) más que nada. Ser como tú, “Miguel por Juan” cantando: polvo en la luz dejando iluminarme, vocado a ser, ardiendo en la poesía, habitante del Ser que es la Palabra.
FRAY EMILIO RODRÍGUEZ GONZÁLEZ Nació en Villar de Adralés, Asturias. Licenciado en Teología, periodista, pintor y poeta, pertenece a la Orden de los Dominicos. Cultiva las artes con la pasión mística de su sensibilidad espiritual imprimiendo la impronta personal que atestigua su espíritu inquieto y sensible. En Salamanca promovió la creación poética a través de tertulias literarias y con la fundación de la revista Papeles del martes. Integrante del Grupo de El Escorial, del Movimiento Interiorista del Ateneo Insular en España, ha publicado los siguientes libros de versos: Pregunto por el silencio, 1977. Marea de bolsillo, 1983. Como árboles que andan, 1984. El canto funeral de la distancia, 1989. Horas menores, 1990. Jardines recortables, 1994. Cantata de Galmaz, 1995. Un horizonte escrito, 1996. Parquelagos, 1996. De espaldas a la luna, 1997. Absorta luz, 2002. Inventario de todo lo que huye, 2003. Interior de humo, 2005. De los premios recibidos por su creación premística, cabe destacar el ADEMAR (Salamanca, 1964), Flor Natural en los Juegos Florales Universitarios (Pamplona, 1968), GUADIANA (Ciudad Real, 1982), BOTÓN CHARRO (Salamanca, 1984) y Primer Premio en las III Justas Poéticas de Villa de Baltanás (Palencia, 1997). Su obra poética ausculta la vertiente esencial y trascendente de las cosas que pasan, como una manera de testimoniar, con sentido estético y simbólico, la nostalgia de lo Eterno. CIMIENTO DE LAS HORAS “Mirad el árbol de la cruz” (Liturgia del Viernes Santo)
I El árbol que es la vida y es la muerte, conforma el espacio de nuestras ascensiones, que sorprende y bendice los días carenciales. Mirad el origen de los frutos que elevan y coloran los mejores paisajes. Del morir y el vivir son señales las hojas, del vivir hacia dentro y también del aliento que culmina en el salto de subida a las luces. Si el mirar nos enseña a encontrar los caminos, esta mirada ahora nos acerca a otros límites, a las cotas más altas, en ascensos de calma. La noche se construye con maromas y besos, es un rosal cansado de acumular belleza, para crecer despacio, para tejer guirnaldas. Por dentro van los gestos, las palabras del duelo, y también van los ríos, plateados suspiros. Delgada red que sube con nuestros ojos dentro. De las pisadas nacen los sonidos y los días que construyen la historia apilando miradas, juntando los desvelos por encima del miedo. II Volvemos de un desierto, de un espacio agotado, y son tus ramas arcos llamando a nuestros ojos. Lugar de toda calma, a donde regresamos para buscar silencios que habíamos perdido. Todo es cansancio y noche, huracán desatado
que traspasa los sueños de los días mejores. No nos quedan palabras, y el canto sin sonido regresa a las gargantas para quedarse anclado. Nuestra mirada esquiva se prende de tus brotes, y todos los silencios vuelven a ser gritos. Las palabras gastadas regresan encendidas y por los pies nos crecen raíces y certezas. Todo viene y se va, menos este cansancio, germinador y claro como los días pequeños que ya configuraban todos nuestros senderos. Todo se mueve y gira, como un jinete loco. Nos queda la mirada y el surco de los dedos marcando muescas vivas en la espalda del tiempo. Con esta luz andamos, sentimos y volvemos a torturar los campos, buscando lo que fueron tesoros de nostalgia, el pan y la almohada. Seguimos en la ruta que fue nuestro cimiento. ECOS DISTANTES 1 De la montaña llega un cálido rumor… ángeles lentos. 2 Una luz en la noche entre los árboles. Alguien pregunta. 3 Lamento muy lejano. La noche cruje o se agitan los muertos.
4 Cuánto silencio tiembla en el contorno de una mirada. 5 Momento de tensión: el día y la noche disputando el horizonte. 6 Vienes de dialogar con los ausentes. Hay niebla en tu mirada. 7 Un papel en el aire se marcha lejos. Carta del cielo. 8 La garza que navega el cielo pálido: dibujo de la muerte.
MARÍA DEL CARMEN SOLER Natural de La Rioja, España, nació el 8 de octubre de 1939. Reside en Barcelona, donde cursó sus estudios hasta el tercer año de Farmacia. En abono a su sensibilidad espiritual ha estudiado Teología y Mística en centros culturales. Fundó el Grupo Literario “Juan Ramón Jiménez” del Ateneo Insular en Barcelona y es co-fundadora del Grupo “Amics dels Ángels”, que organiza un Certamen Poético. Ha publicado Definiciones, De la tierra la huella, del vuelo el ala (con Lina Font). Los poemas del viento, Ciego de tanta luz, Desde lo azul, Hablando amor, Paso a Dios (con Lucila González Auñón). Amo, luego soy. Paisaje interior. ¿Sueños son? 2000. Palabras mudas (2001), Alfa y Omega (2004), Imágenes de belleza (2007). Poemas suyos están incluidos en Las mejores poesías de la Literatura Española (Barcelona, 1991) y en El Ideal Interior (República Dominicana, 2005). Cuando conoció el Interiorismo abrazó esta doctrina estética con una identificación estética y espiritual. Su sensibilidad espiritual se expresa en una lírica con aliento jubiloso impregnado del acento de lo divino. Su amor místico se traduce en un anhelo de crecimiento interior que se hace visible en su devoción por los ángeles. Canaliza su fe a través de su lírica teopoética haciendo de la palabra un testimonio edificante, y de su sensibilidad estética, una expresión de ternura trascendente. NO ESTAMOS SOLOS He caminado montes y valles por escondidos senderos. Me he asomado a los espejos
del agua entre lo verde. He ocultado mi sombra para contemplar a los pájaros. He pisado peñascos y maleza, tomillo y jaras. No estamos nunca solos. Muchos años ha, voy caminando con La Poesía a cuestas. LA PALABRA A mi hija Sonia La palabra fue dicha: AMOR, fue repetida, fue escrita y fue entendida, y fue infinitas veces recitada. La palabra fue oída: AMOR. Es imposible que el Sol salga de nuevo y las estrellas se asomen a mirarnos las noches que ellas quieren sin pensarla. Alguien ya dijo: AMOR. No puede ser lo mismo, el antes y el después de pronunciarla. DEJARSE ENCONTRAR No busques la VERDAD porque ella, si le dejas, sabrá buscarte a ti; pero no tengas prisa porque la armonía es enemiga de cualquier impaciencia. Algunas veces las palabras
se encierran en sí mismas y es inútil intentar comprenderlas, pero debes saber que puedes llegar a estar “del otro lado”, atravesado por el SER. La persona finita pasando al infinito pierde su finitud. Donde sale el “YO”, entra Dios, dice el Maestro Eckhart, y yo te digo: tu vida puede ser como música de violín interpretada por manos expertas. Entrégale a Dios la partitura y ensaya tus vivencias las veces necesarias hasta que sepas convertirlas en melodías. LOS MÍSTICOS Les llaman por su nombre y se despiertan. No hay palabras que digan lo que sienten en sí. La experiencia de Dios abre su corazón al infinito donde late al compás de la Unidad. ¿Quién puede comprenderlos? Sus ojos quedan ciegos para lo cotidiano. ¿Cómo explicar la verdadera Luz? Cierran sus ojos y sus labios para vivir con pasión el Misterio. No son capaces de explicar el AMOR.
SOLEDAD El hombre debe permanecer en soledad para comprender que nunca está solo. Dios está siempre a su lado con el oído atento a sus quejas. LA VOZ Me interpela una voz desde la lucidez de unas palabras. Palabras que se clavan en mi pecho. Palabras que son dardos que me alcanzan. Un verso es el que incita otro poema nuevo. Mis poemas se esconden en páginas ajenas. Son otros los que escriben palabras con amor que dan vida a mis versos. OJOS DE POETA Te miraré, Dios mío, con mirada distinta, con ojos de poeta. Ojos de niño grande que sólo ven belleza aunque todo el paisaje refleje oscuridad. Te miraré, Dios mío. A través de otros ojos que se llenan de luz cuando te nombran. Escucharé tu voz en las palabras
que escriben los profetas. LETRAS DE LUZ Las estrellas, según dijo Quevedo, son las letras de luz del Universo. Las estrellas, misterios encendidos, llenan con sus preguntas las dudas de la noche. Para escapar del propio laberinto hay que saber buscar la luz de LA PALABRA. MARZO INVITA A SOÑAR Marzo invita a soñar la primavera. La luz del Sol nos busca, a mí y al limonero. Son nuevos sus caminos alargando la tarde. Sus rayos acarician con dulzura los nuevos frutos verdes y la triste figura, que se sienta a su lado. Necesita del Sol el limonero, como yo necesito su presencia, como todos los seres la precisan después de la aventura del invierno. Ambos hemos sobrevivido a la tormentas, al cielo gris de enero, a la helada mañana del mes loco.
Dios nos dirá algún día, a mí y al limonero, qué espera de nosotros. LOS OJOS DEL ALMA Aunque ciega me quede podré seguir mirando con los ojos del alma. Me ha sido dado el veros: montaña, mar, gaviota, y la luz que os rodea permanecerá en mi interior y me pertenecerá para siempre. MAÑANA Mañana estaré sola con el agua, en esa hora del amanecer que a casi nadie parece importarle. Mañana, el agua y yo dialogaremos, mientras el mar se peina los primeros rayos de sol. Mañana mismo, estoy segura de que mañana, las olas querrán explicarme cuántos siglos hace que conocen el eco de mis pasos.
JOSÉ NICÁS MONTOTO Nació en Gijón, Asturias, el 31 de diciembre de 1954. Doctor en Filología por la Universidad Complutense de Madrid, y ejerce la docencia de filosofía y lenguas clásicas en el Colegio “La Inmaculada Concepción”, de San Lorenzo de El Escorial (Madrid), localidad en que despliega la labor de orientación literaria bajo la inspiración del Interiorismo. Ha publicado las siguientes obras: La lira de Orfeo, 1966; Océanos de Dilmun, 2002; Revisión del texto, léxico, traducción y comentario de “Los Fenómenos de Arato” de Germánico (tesis doctoral), Madrid, Universidad Complutense, Servicio de Publicaciones, 2006. Siguiendo los ideales interioristas del Ateneo Insular, creó el Grupo Interiorista de San Lorenzo del Escorial. Fue galardonado con el Premio de Poesía “Blas de Otero” en 1987. Su formación literaria y su vocación espiritual hacen de su creación poética una fuente en que confluyen los valores filológicos de estirpe grecolatina, el buen decir de la mejor tradición hispánica y su inquietud intelectual a favor de la creación metafísica desde la vertiente de la belleza y el misterio. Sus poemas connotan el aliento de la poesía trascendente con una veta interior imbricada a la fuente clásica afín a su sensibilidad estética con la que impregna su poder creativo y su talento estético. La belleza de su lírica, fundada en la hondura del pensamiento, proyecta su carismática personalidad con el influjo literario de los grandes creadores universales y la misma Biblia. EL ILUMINADO Levantó su mirada, hasta entonces perdida, y vio la creación de una manera nueva:
sus ojos recorrieron cada línea del brumoso paisaje con sorpresa, sin intentar establecer distancias, siendo nervio en los nervios de las hojas y zumbador sonido en el vuelo de abejas. Su sangre se hizo miel y un amor infinito hacia todos los seres lo poseyó del todo: una furtiva araña, creyéndolo una estatua, se detuvo a su lado y, al ver que estaba vivo, se emborrachó un momento de la paz de su rostro. La contempló un momento, y él también se hizo araña, y pájaro cantor surcando los espacios, y acariciante brisa, y ladrido de perro, y nieve en la montaña. ¿Cuánto tiempo pasó? ¿Cien mil vidas acaso? Se levantó, por fin, y caminó sin rumbo, con la seguridad de aquel que sabe que todos los caminos al infinito llevan. La planta de sus pies acarició la tierra sintiendo su contacto, sin pedir otra cosa, sin pisar una hormiga, sin quebrar un arbusto. Llegado ante un arroyo, sus manos, hechas vaso, llevaron a su boca la límpida corriente, y gozó cada gota, y también se hizo arroyo. Un caminante, al poco, lo saludó a su paso, y él también fue saludo, y acogida, y reposo, siendo todas las cosas sin ningún enemigo. Prosiguió su camino, ¿o se paró? ¡Qué importa! Era ya todo igual. Y para siempre supo que, si hubiera otra vida o viniera la muerte, también se uniría a ellas, sin atarle el futuro, sin atarle el pasado: con la suave alegría del que ve cada instante un regalo del mundo y también para el mundo él se sabe un regalo.
INVOCACIÓN AL SOL ¡Ojo de las deidades del destino, espectador -quién sabe si impasiblede las grandes desgracias que acontecen a los pobres mortales bajo el cielo! Saludo cuando sales, con mis himnos sagrados, a ti, gran vencedor de las tinieblas, que avientas los fantasmas de los bosques antiguos y mandas a su tumba a las humanas larvas, para que sólo a ti, liberador del miedo, levante manos puras y te ofrezca mis dones. También cuando te escondes y el dragón invisible vivifica las fuerzas de los monstruos primeros, un lúgubre lamento se escapa de mis labios y te pide anhelante no demores tu vuelta, para que los demonios que duermen en mi mente huyan ante tu luz y torne la cordura. Ilumina mis pasos para que no tropiece y, cuando hayas quemado con tus llamas divinas nuestra humana impureza inevitable, recógenos contigo; que en tu carro de fuego recorramos, cual dioses, el espacio infinito. CONTEMPLANDO TUS OLAS Siempre encuentro la paz contemplando tus olas, y muy especialmente si las encrespa el viento o una fuerza escondida que, bullendo en su seno, las levanta con furia y estrella contra el muro o rompe sibilantes contra las escolleras. Mas en ese batir, que vivifica el aire
y que ensancha mi pecho, solapándose, percibo una Presencia que se escapa al gris mecanicismo de lo inerte y me invita a fundirme en su fondo salino con algo que no es paz, ni quietud, ni sosiego. Yo no sé Quién promueve esa extraña llamada ni por qué se interesa por mí precisamente, pero sé que me quiere, tal como soy ahora, para, ante su contacto, devorar mis recuerdos, vaciar mi mente entera de recuerdos del pasado, y, dejándome vivo, sin rastro de conciencia e indiferente a todo, en ráfagas de espuma, sin jamás sentir nada -y esto es lo que me aterra-, mirar desde la cresta de sus olas el eterno espectáculo de la vida que pasa. NOSTOS ¡Dulce quietud y tarde en que la vida me llama con su fuerza sosegante y callada y desliza en el alma, como orvallo, el calor agradable de una mano tendida! Me saludas en todo y te percibo -con variados matices- en retorcidos troncos, en la fuente que mana como ofrenda gratuita, o el constante rumor del mar inagotable: incluso las personas no hieren mi mirada y amistades y afectos se vislumbran posibles. Yo soy uno con todo y el todo me recoge como un marco infinito en que me difumino, con ese amor que soy y me traspasa, para llegar a ti, feliz y amable, rico en saber y en vidas como vuelvo.
JOSÉ FÉLIX OLALLA Nació en Madrid el 13 de octubre de 1956. Es farmacéutico, está casado y tiene cuatro hijos. Desde 1991 escribe la página bibliográfica de la revista cultural Pliegos de Rebotica y desde 2003 es Presidente de la Asociación Española de Farmacéuticos de Letras y Artes. Forma parte del Grupo Literario “Gerardo Diego” del Ateneo Insular en Madrid. Ha publicado el libro de divulgación Una dosis de salud (Madrid, 2003) así como cuentos y trabajos sobre poetas contemporáneos. Su obra poética está constituida por los siguientes libros: Ciudad pasajera, Barcelona, Vientos del pueblo, 1981; Doble luna de Marte, Madrid, Adonais, 1985; Los pies del mensajero, Madrid, Arbolé, 1991; En el tiempo intermedio, Vigo, Cardeñoso, 1994 (Premio Mario Ángel Marrodán); Después de nosotros, Barcelona, Seuba, 1997 (Premio Villa de Martorell); Colección particular, Madrid, Arte Infantas, 2002; El canon de medicina, Córdoba, Arca del Ateneo, 2006 (Premio Juan Bernier); Cerca de tu memoria, Guadalajara, Gatoverde, 2007(Premio Ayuntamiento de Cúllar Vega). Abrazó el Interiorismo en virtud de su afinidad espiritual y estética con los ideales místicos de este movimiento de espiritualidad y trascendencia. Fecunda es su trayectoria, edificante su escritura y valiosa su poesía. Su lírica destila el sentimiento de lo divino mismo con el incendio del gozo perdurable, como canta en su poesía. UNA PRESENCIA DISCRETA 1 Señalar con piedra blanca
el día que llegaste a mi presencia, proclamar que Tu silencio era solo una larguísima espera y dirigirte otra vez a mis adentros Dios de la luz interna que a mi arbitrio me empuja con sus remos. 2 Eran bravos los alfiles de tu armada que vinieron a mi casa a reprenderme pero yo ya estaba a solas con la muerte temida en lo temprano y meditada. Cumplida era mi edad y era la tarde tan dudosa como una encrucijada: tú tendiste la red y yo no pude escapar de esa palabra enamorada. 3 Huir de ti y volver a tu presencia para alejarte luego y regresarte, no querer verte más aunque me aguarde el celoso empeño de volverte. Huir de ti y saber que el amor puede borrar toda huella y toda suerte de la más triste hazaña que dejaste. 4 Amor que se renueva a cada instante para llenar el vacío de la ausencia, amor que conoce una figura incierta en mis pasos romeros, caminantes. Solo será verdad si de verdad provoca un incendio de gozo perdurable que nos ponga a la vida boca a boca. 5
Fueron ecos de Ti las voces rotas que escuché por las lágrimas robadas pero quién puede salir de la emboscada que prepara el destino a quemarropa. Eran ecos de ti pero dudaban los hombres abatidos por sus cosas que me hicieron saltar las alambradas. 6 El mal y la fortuna prisioneros, cautivos de las armas que se velan; cuanto de ellos aprendí yo lo perdiera en alumbrar mis quejas a los cielos y cuando al final me creo liberado de todo lo que es ajeno y traicionero, el mal y la fortuna son mis dueños, el mal y la fortuna mis tiranos. 7 Qué tristeza no verte aunque me ampares... saber que perdí el pulso y el sentimiento es barro de la carne. Qué tristeza no verte, quedarse con tu nombre entre los labios cuando los recursos no valen de repente. 8 Entonces mis pensamientos procuraban alejarse de Ti, emanciparse, arquero escondido que derribas las humildes defensas de la sangre. Así mis ideas remontando su inverosímil vuelo, desvariaban, Oh cordial enemigo, hermano, Padre… 9
Feliz intensidad de esta mañana en que alejado de Ti, te recupero y me encuentro firme tras el duelo con que Dios mueve sus labios y me llama. Duelo a muerte los dos, veo su mano brotar y el escalpelo me dibuja un icono en la ventana. 10 Si todo lo que un día se conciba tú lo recoges en tus manos albas, si todo lo que anhelo Tú lo salvas, libérame también de las heridas. Líbrame Señor de la mentira que oscurece la muerte y la desgrana, que niega la salvación y que rechaza los extraños laberintos de la vida. 11 Demos importancia al trance pues sepamos que nos separa de él un gran abismo y que los gozos y las honras que tuvimos son campanas y esquilones de sus manos. No nos pese la suerte que vivimos; todo será sorpresa y por si acaso él se ocupará de vernos con agrado desde su rostro y su perfil divinos. 12 Ni miremos de lejos esta meta ni sintamos el vértigo tampoco. No hacemos pie en las aguas y la suerte se reparte entre zarzas poco a poco. Dios nos ama alejándose, Dios espera que terminemos el telar, que hilemos todo
lo que el tiempo dispuso hasta la muerte. 13 Tan sencillamente como se respira en el puro latir de una mañana, yo degusto el sabor de cada hora y las cosas se ordenan en mi alma. Mis velas izo a sotavento, vuelvo al frente la mirada, tan sencillamente como se respira desde la entraña de fuera hasta la entraña. 14 Aquella madrugada suavemente cuando el tedio caía de mi lado en la sierra de Burgos, en la estepa, vi al alba abalanzarse de repente. Gozo y silencio supe del paisaje; inequívocamente vi su mano lista para ungir con aceite mi presente. 15 Uno Dios y múltiple en nosotros, Dios propio en las ajenas voces, mar océano azul en que confluyen las torrenciales aguas de las gentes; tal hermosura expresa, tales dones de ángeles discretos que nos deben el rosario cercano de las preces, el canto luminoso en sus acciones. 16 Pues oía la palabra y nuestra historia soterrada en la trama de los cantos y escuchaba una voz entre los salmos que ensalzaban sus días de memoria. Era clara esa voz y sin embargo
unos ensanchaban las filacterias y nosotros extendíamos los flecos de los mantos. 17 En las arenas limpias del litoral estaba la huella de su dedo; ascuas encendidas sobre las que sopla un calmado viento, magma candente, mineral del centro, arquitectura posible que dio vida a los cuerpos. 18 No has puesto un dique al tiempo, no querías que las aguas se estancaran en tu ausencia; cuando zarpan los barcos y parten los tranvías el tiempo es tu aliado, la cadencia precisa que nos preparas para asegurar el encuentro de tu mano. 19 Carne del amor, huesa del día, luna del espíritu en las ramas, la vieja piedra del altar donde ponía toda la infancia lista y recordada. Memorias del amor de mi memoria; pensar que todo fue así, que tú allí estabas y no pasó el vacío a nuestra historia. 20 Víspera de ti, vive el ahora, Solamente de ti que es quien nos vive, fontana del ayer, yo también quise que el mañana de ayer fuera el ahora. Y el mañana no llega, nunca llega que el tiempo es quien nos roe y quien nos mora,
fontana del ayer y todo ahora. CARMEN RIAZA Natural de Madrid, España, nació el 2 de enero de 1946. Coordinó el Grupo Literario “Pedro Salinas”, del Ateneo Insular en la capital española. Licenciada en Filosofía y en Ciencias de la comunicación de la Universidad Complutense de Madrid, ha sido profesora de la Escuela de Formación Profesional “Albardar” en Sevilla, en el COU del Colegio “Juan Jorge” de Madrid y Directora del Centro “Valdez Perales”, en el barrio Peña Grande de Madrid. Afiliada al Opus Dei en España, se ha consagrado al servicio social. Textos suyos se han publicado en el diario Patria, de Granada, en El Correo de Andalucía, de Sevilla, y en Ecopress, de Madrid. Publicó el poemario Verbo Amar (1992). Cultora de una lírica mística rebosante de ternura y piedad, crea una poesía fincada en el lenguaje del amor y en los recursos simbólicos para fundar la búsqueda de lo divino, la pasión que la embriaga y la enaltece. DENSO EL AIRE DE NARDOS Y JAZMINES Furtivos ojos requieren paraísos perdidos; buscan, tras rejas y cancelas selladas, huella y recuerdo del paraíso que soñaron y no existe: Era aquel una estela larguísima de sauces y rosales, pérgolas de madreselvas y avenidas abiertas al infinito azul, tan alto,
arcos de acacias, abedules y silencios. Furtivo también, el corazón implora -en su oscura maraña de latidos, de deseos y amargas horas, de borbotones y caídas al vacío y gozos-, busca y persigue -embravecidoparaísos y oasis: ansía atardeceres indeclinables de amor, densa la voz y denso el aire de nardos y jazmines. Después, cuajados el espíritu y el cuerpo, mi amor es esta plenitud requiere saber que nadie nos vencerá jamás: tampoco la espada de luz de un ángel en la puerta. Mágico rey que vivías Me asomaba al corazón de las rosas por si estabas Tú. Y algunas noches vigilaba los altos pétalos del lirio, por si vivías, transcurrías en el corazón amarillo de los ríos. Cambié entonces mi paz por una andadura larga; abandoné mis sueños recostados en los divanes del hogar, por caminar tras el viento. Hoy, esta larga tempestad de deseos, crecida con el fuego del tiempo, ha engrandecido mi esperanza: en cada rosa tu ausencia he comprobado y, a la vez, Tu huella:
una leve señal de que existías, obtuve la certeza de Tu ser más allá de las rosas, de las amapolas y lirios. Ellas, las flores, sólo adornaban tu paso y tu regreso. Tú eras el Señor, mágico Rey que vivías en todos los aromas; Tú dabas sentido y fin a su historia callada de semillas enterradas, de lluvias, estíos y frutos. Eras Tú, lo supe -después de andar y andarSeñor del paraíso perdido y reencontrado. Pero existes… Ha transcurrido un gran dolor, una noche sobre el corazón, una sombra amarga. Sin horizonte he caminado días y he llorado noches. Ahora emerge de su lejanía, de la distancia y el silencio una luz sin tiempo. Pregunto y requiero: ¿por qué duelen el silencio y la palabra, la flor y las olas altas, el corazón, la voz y el pensamiento?
Quizá si amara con otra sangre y deseo, con una pausa, o si dejara de levantar el alma a las estrellas… Pero existes, y has pronunciado mi nombre sobre el universo. Todo instante me era cruel Me dolía la cabeza de tu universo porque el mío -interiorestaba lleno de tristeza. Contemplaba tu mar, tus flores, tus luces en cada hora diversas, y el corazón lloraba. Sólo la noche y el silencio Traían alguna paz. Mis esperanzas se habían retirado, yo no las encontraba y el tiempo transcurría muy lento. Todo intento de conduelo fracasaba, todo instante me era cruel, no sabía dónde dejar el corazón, al abrigo de qué, bajo qué amparo y mirada. Esperaba tu voz.
GONZALO SÁNCHEZ TERÁN Nació en Madrid en 1971. Diplomado en Derecho por la Universidad de Comillas. Labora en tareas sociales y ha visitado varios países hispanoamericanos, entre ellos Chile, Ecuador, Perú, República Dominicana y toda Europa. Ha sido premiado por la Casa Cervantes de Valladolid, y reconocido por la Tertulia del Café de Oriente de Madrid. Obtuvo una mención de honor de la Academia CastellanoLeonesa de Poesía 1998 por su poemario Miróbriga. Ama la poesía y ejerce la creación literaria como una labor de minería, con hallazgos de yacimientos de luz a favor del alma y el destino último del hombre. Abrazó el Interiorismo por afinidad intelectual y estética. BIENAVENTURADOS He puesto la primera piedra de muchos desiertos. He emprendido travesías a los puertos más distantes de mi corazón y he acumulado fabulosas pobrezas, relatos de escarabajos bocarriba y rastros de humo herido. He fundado dinastías de regicida, he recibido más besos que golpes y más golpes que vergüenza por evitarlos y he mordido las uñas del mar. He creído en Dios. Creo en Dios. Aunque él mismo me jurara que no existe no le creería. Dos derechos inviolables tiene el hombre: morir y soñar con la inmortalidad. He colgado un columpio de la viga más alta del firmamento pero me he dado impulso con los pies en la arena más estéril de mi tierra. He reconocido al hambre en la manera de partir
el pan y al silencio porque ha hecho correr la voz de que me besa en los trasteros y me hunde la lengua hasta la garganta. He entregado las sobras de mi almuerzo, arroz y pollo, a una anciana pordiosera de Quito. Todavía llevo en la boca el sabor de esa comida. He echado simientes de jacinto en el hoyo que dejó la rodilla en tierra de los arqueros y he mirado crecer la hierba verde por las hendiduras de los meridianos. He convivido con el dolor de mis hermanos, ya sabéis, personajes secundarios, papel y paja para que la jarra de cristal labrado llegue intacta, sin un rasguño. Todo cuanto he visto cabe en una ceguera. Regresé a España como quien sujeta con las manos una taza de café recién hecho. En los astilleros de Galicia vi botaduras de planetas y aprendí a llamar a cada gota de lluvia por su nombre de pila. Bajo un nopal de Alicante, deletreando los pechos agraces y sumando los ángulos del pubis escaleno de las muchachas, di lectura a la antología de la luz. Sentado a las afueras de un monasterio de Álava imaginé una aurora de panaderías y gentes felicitándose en las calles por vivir, demasiado real para ser la realidad. Sobre las paredes de una habitación de Madrid dibujé el mapamundi de la ausencia pangea de la princesa y las facciones del olvido. Allá, en Mallorca, el Verbo se hizo sujeto y saltamos tanto en las playas que a punto estuvimos de hacer volcar la isla. Por los olivares de Andalucía, ¡yo!, por los olivares de Andalucía, cantando los himnos de las aves migratorias como un profeta maniatado entre las llamas. Bajando las calles de Barcelona, la tarde era tan hermosa que fue imposible encontrar disculpa alguna para no ser feliz, faros para las tinieblas. Y aquel cuarto de hostal en
Salamanca donde mis dedos se doctoraron en su carne, a cuya puerta llamaba gimiendo el ángel de la espada ardiente para suplicarnos regresar al Paraíso vacío. Así volví, quimérico, humano, equivocado, divino, como un perro ladrándole al océano. Es grande la ventura del que tras hallar el paso a través de las vértebras de una mujer empuña nuevamente la aldaba de su casa. El que después de haber estado solo en muchas tierras comprende que en una está su soledad, esperándole, sin otra tarea que la de hacerle compañía. Aquél que una mañana de primavera, en lo más alto de un monte de encinas, habiendo sido largos años extranjero en su vida, encuentra todos los trenes que ha perdido. Quien tuvo que escribir, palabra por palabra, el silencio de los continentes del cielo en las paredes del agua y ahora escucha callado los recitales que el pasto ofrece a los insectos. Grande es la ventura del que puede volver a un lugar como el sol de mayo, para ganancia de arboledas y trigales y condecorar los valles de flores. Y llega y comparte la mesa con su hermano y ríe: la risa es un poema que obtuvo el primer premio literario que los dioses convocaron al principio de los tiempos. Y mira por la ventana, cosido al cielo, el castillo de Ciudad Rodrigo como haciendo del horizonte un lugar habitable y no una metáfora del desaliento. Y toma un libro de Neruda y entiende que el universo es tan solo un resumen de su Obra. Y ve a sus padres junto al fuego y está lloviendo sobre el campo y todo sucede como el sonido de unos párpados al abrirse. Y descubre que su boca ha frutecido de bienaventuranzas. Bienaventurados los que aman, porque Dios cree en ellos. Bienaventurados los que saben que la belleza del pozo reside en la cantidad de agua y no en la forma del brocal.
Bienaventurados los que se detienen a apartar troncos y rocas del sendero en vez de orillarlos y los que dejan mapas en los albergues que abandonan. Bienaventurados los que sueñan con un mundo mejor y más bienaventurados aún los que trabajan por él, porque tienen a la luz de su parte. Bienaventurados los que en frágiles embarcaciones bogan a contracorriente, porque sólo ellos alcanzarán los manaderos. Bienaventurados los poetas en gerundio, las lenguas muertas que se desgañitan, los que naufragan en la calma y tropiezan en los salones del palacio. Bienaventurados los que piensan que la alegría es un topónimo, porque no habrá leyes ni ejércitos que les destierren del júbilo. Bienaventurados los que leen la obra recostados en un árbol del parque frente al teatro, alejados de los protagonistas y de los que aplauden. Bienaventurados los que despiertan, acuden a su labor, hacen el bien y hallan descanso en la noche, porque ellos son los herederos universales del Tiempo. Sí, bienaventurados los que viven.
JOSÉ MARÍA MUÑOZ QUIRÓS Natural de Ávila, España, nació en 1957. Licenciado en Filología Hispánica por la Universidad de Salamanca, profesor de Lengua y Literatura en el Centro Asociado de la UNED de Ávila y del Centro “Gran Duque de Alba”. Cofundador de los Juglares de Fontiveros “San Juan de la Cruz” y creador de una lírica impregnada de hondas percepciones interiores. Ha publicado En una Edad de Voces (1982), Ternura Extraña (1983), Razón de luna (1984), Ritual de los Espejos (1991), Mar habitable (1993), Ávila (1994), Dibujo de la luz (1999) y Antología Poética (2003). Ha obtenido premios y galardones por su obra literaria, como el del Ateneo de Salamanca, el “Jorge Marique” y el “Vicente Alexandre”, de Madrid. Animador cultural en su comunidad, apasionado y nostálgico, explora en su lírica la belleza del mundo y el sentido de lo trascendente desde la huella cultural de la tradición mística abulense y desde su fecunda interioridad con la herencia de la tradición literaria española que recrea y enaltece. CLARIDAD Demasiada belleza ahora que salgo hasta la tarde y todo se estremece, ahora que se desnuda el horizonte en un gris infinito y en un rosa eternamente débil como un labio, y los pájaros vuelven y se cuelgan en su pasión de altura hasta que al alba vuelve a volar la vida. Demasiada claridad cuando es ya casi la noche
en los chopos y el viento, cuando tiemblan las horas como un junco y se desnuda el milagro del sol para extinguirse inmenso en las riberas de la tarde. No es posible otra luz, no hay más silencio creador y furtivo que nos bañe en claridad mayor, en más belleza, en más ebria razón para unos ojos plenos de ese vivir. No es ya posible otra encendida sombra que dibuje la incógnita del ser más en el fondo que en esa emanación de lo baldío. Es este instante solo, es esta clara posesión de la vida, cuando un débil instante se hace azul y luego deja una estela en el gris de cada cosa, un resplandor mayor en sus entrañas donde la claridad se hace penumbra. Es este instante solo como el eco de una voz que sonó clara y lejana preñada de pasión que ahora culmina. Demasiada belleza, demasiada para que en el dolor de estar ausente la claridad no cese y nunca vaya mudada hasta cesar del todo y muera abandonando el fruto de la tarde en unas manos nuevas sobre el mundo. ¿Hasta cuándo esa frágil voladura de perderse y morir? ¿En qué retina volverá a ser la luz más infinita que en esta perdición sobre los ojos que ahora escapan sin más a otra ladera? ¿Es esta claridad siempre la misma
cuando nos llena el alma hasta colmarla de una plena pasión de luz sin forma? No habrá otra tarde igual. ¿Quién me asegura que cuando sueñe hacia esa luz no vuelva a ser la misma claridad? El día escapa ya en mis ojos y en el alma permanece hasta el fin el desconcierto de un solo instante en su pasión hallado, de una prisión fugaz en su belleza. LA PALABRA EN EL FUEGO La palabra es enigma cuando el fuego recibe la inocencia, cuando vuelve al origen primero que en la llama reconoció la presencia del misterio. Alguien, en su temblor, miró las formas que en el fuego se extinguen, que caminan hacia los muros con sus pasos leves de esclavitud y tiempo. El fuego sólo limpia la desnudez de los senderos que recorren las cosas, las transforma de existencia precisa y luego vuelven al seno de la llama donde quedan amarradas al mundo. La palabra se origina en el fuego; nace y nombra la exactitud del caos del universo y recibe en sus signos la promesa del amor y la muerte. Tras la noche el azul del silencio da respuesta a los sueños que cesan, al delirio del tiempo incontenible que descorre su tempestad de miedo y de ceniza,
el poso de la llama y el rescoldo que avivó con sus manos la inocencia. La palabra es enigma cuando el fuego purifica la escarcha de los nombres y define en el fondo de los días la luz más necesaria, la más firme fecundidad del agua y de la tierra. ¿De qué caudal el fuego es la corriente que conduce al inicio de las cosas? ¿Quién devuelve en sus manos el destino de lo que fue de nuevo levantado para mayor bondad y más belleza? La desnudez del alma es alma sólo, temblorosa pasión que nunca encuentra más allá de la llama otra caricia. ¿Cuándo desnudará cada palabra en su esencial sonido lo que nombra? Sólo el inicio de la vida es pura materia de cristal, infancia exacta, llameante luz de espacios revividos. ¿De quién vendrá ese amor de lo intocado, de lo intacto quemante que destruye un nuevo rumbo hacia la luz sin sombras? Es el fuego y sin más, desnudo es todo, prisionero en la voz que pone el nombre, quien designa en las sombras la palabra para que nazca, al fin, cosa en la cosa, para que muera, al fin, llama en su llama.
JUAN DRAGO Natural de Rociana del Condado, Huelva, España, nació el 21 de enero de 1947. Poeta, crítico literario y novelista, ganó el Premio Michael Madhusudan en 1992, otorgado en Calcuta, La India, y el Premio Internacional de Poesía “Antonio Machado” en 1999, en Colliure, Francia. Dirige las Colecciones “Enebro” y “Hojas de Zenobia” de su ciudad natal. Redactor de la Revista Con dados de Niebla y Director de publicaciones de la Fundación “Odón Betanzos Palacios”. Miembro de la Asociación de Escritores y Artistas Españoles, ha publicado los poemarios: Cartas a nadie, Cantos del llamado, De la luz en el agua, Ámbito de la diosa y Corona de silencio. La novela Diván de las mensajeras y el estudio Odón Betanzos y la literatura en Huelva. Escritor de resonancias clásicas, cultiva una literatura con raigambre mística. En su creación ausculta el lenguaje del yo profundo y la voz honda del Cosmos con sus susurros intangibles. Afiliado al Movimiento Interiorista, escribe para testimoniar su entrañable apelación espiritual, intelectual y estética. DE LA SED Y EL HORIZONTE Esta sed en la proa de la lengua, cuando el silencio de tu ausencia estalla, es un corcel abismándose oscuro por sílabas de sal y llamas sin retorno. Esta sed la he sentido de súbito entre las muchedumbres, en un rincón de agua, y he salido a encontrarte allende las arterias que a ti me convocan. Y algo me dice que mi corazón lleva el galope de
miríadas de astros. De allá, no sé yo cómo, algo viene conmigo. Si me detengo, cocea, me relincha. Si me pronuncio, de otro costado rozo otra luz -no sabéis-. Otra cañada. ¿No veis conmigo cómo baja el estambre entre un rumor de sépalos, cómo el rocío del alma quiere tocar tu voz, apenas mía? Tu voz que apura mi horizonte final, la claridad más última que mi horizonte alcanza. Y asciendo, y tú desciendes, y nos hacemos casi unidad hermosa. Y es mi horizonte tu horizonte, allá donde comienzas, dolor, por que yo anhele tu claridad insinuada. Tu música lecho donde todas las aguas sonríen bajo unos pies desnudos, inefables. DE LA LLAMADA Desta hermosa ceguera, deste rumor sangrante -yo lo sé-, deste pozo infinito con un brocal de astros, aguardo la música que arriba a algunos plexos como leche de diosa y los levanta, y ellos no saben a dónde ir, y son llamados de entre los hombres por un susurro. Lo sé. Acaso seas tú de los que no escucharon nunca este oboe de fuego que se desborda a mis sentidos en una comezón. De todos los caminos me llega, no a la vez, pero ¿a dónde acudir?, acaso girar sobre uno mismo, contar las piedrecillas de los senderos,
beber deste charco del gamo con sus anémonas terribles y sus huellas de cabra, -La mogueriza humilde, las abejas y tú, que tu música orientas para que yo la oiga-. *** Locura mía ya hecha a ti por cima de toda conveniencia. Tócame, no me abandones sangrando esta agua del alma de los sueños. Todos los poros de mi cuerpo están abiertos porque los poros de mi ser te anhelan. Ya presentido en mí desde aquel día en que, yo niño, llamaste al pecho mío desde mi espalda. Y no pude volverme, oh emoción, tuve tu aliento a nardo enamorando las fibras de mi garganta. *** Cuando destila el rocío liberando el ánima de la noche sé que existes, cuando la pagaza escinde la piel del estuario y cae la lluvia mansa sobre el collar de los llamados. Hermoso que te das peldaños de símbolos. Jazminero desnudo, alba flor entre las aguas de los anochecidos. Jamás el hombre tendrá la marisma como un potro, como el águila se deja poseer de una térmica inefable y se abandona, y olvida su comida, yo lo sé, así lo tienes todo y me llamas al tiempo de los ignotos apetitos, a ser para edificarte sobre las ardientes brumas del sur, entre tu música
que es la inocencia del mundo, sabiendo que esta lluvia, sobre este pinar, tiene el silencio más claro, el ámbito en que largamente te derramas sobre las criaturas que no lo saben, y sí. De las tentaciones del caminante Desde las riberas me llamaban voces de hierba luisa y lirio. Agua de nardo me hacía llegar el destino para los pies heridos, hondos cantos de pájaros desde los lunarios. Cuántas veces, entre la fronda, puse mi boca contra una boca negroinfinita. Toqué los senos emanantes del polen, poseí un aura de tomillo y mosto. Y un caramillo -oh pasión mía- me regresaba, me regresaba contra mi cuerpo. Ojos hermosos felonamente inauguraban las galerías de mi tristeza. Ojos hermosos que prometían. Y me llamabas desde la tierra caliza con soles dentro; bajo los arenales latiendo, como el corazón de un pájaro desde la noche, así como una playa en persistencia de olas extrañas. Di, que me quieres, que no me dejas gozar la hora entre las fuentes, que conduces mis piernas allende los sedientos que beben agua de jazmín junto a la noche. Océanos de noches he nadado entre los vientos, rubio desdén, llamante mío. Tiré las llaves de la casa por ti, de cada habitación hice una senda.
LUIS HERNÁNDEZ Nació en Madrid, España, en 1931. Sacerdote de la Orden de San Agustín y poeta del Movimiento Interiorista. Dirigió la revista de la Escuela Agustiniana (LEA), que edita su Orden religiosa en la capital española. Ejerció la labor pastoral en la Parroquia Santa María de la Esperanza, de Madrid, y el magisterio en el Colegio Agustiniano de la urbe matritense. Autor del poemario Nudos del viento (1990), es el creador de una obra poética con sentido estético, simbólico y místico. Escribe para ponderar los valores permanentes, potenciar la vida interior y apuntalar la vocación contemplativa. Con sus ojos puestos en el más allá desde el hondón de su sensibilidad trascendente este sacerdote-poeta crea una poesía ardiente y luminosa con un recio y acendrado sentido espiritual, solazado en clara hondura mística. En su lírica amorosa el paisaje recobra, con acento neomachadiano, el encanto de lo viviente que bajo su dejo remeda susurros de eternidad. BUCÓLICAS DEL ATARDECER I Por el viento movida, zarandeada y lacia, la copa del árbol que regaste yace rota a los pies de los retoños. Un vendaval fue, una ventisca de nieve y de locura. ¡Qué frío entra por las rendijas de la noche! Entre la espesa nube -casi tierra-, parpadea la luz que dejaste olvidada en la alacena.
II Hoy ha nevado en la cumbre. Llueve y nieva también sobre los troncos. Y yo recojo una a una las lágrimas que penden de sus hojas ¡Madrid, enternecido y frío! Las verdes praderas y colinas, el musgo entre las piedras el arroyo que trasiega su frescura, se han borrado bajo el pasmo de la nube. Un gorrioncito triste picotea en el camino. Subiré sobre sus alas leves para llegar allá donde la nube expira y el azul naufraga en la luz inaccesible. III Sobre una enhiesta columna de blanquísimo mármol, una paloma posa su plumaje de nieve. Nunca volveré a ver la inquieta melodía de su pico, la dulce curvatura de su pecho, su constante mirar. ¿Hacia dónde? ¡Del alba tórtolas que fuisteis volando hacia la cumbre donde los recentales oprimen las ubres de sus madres, y las águilas planean entre los riscos! Los árboles no crecen ya en tanta altura. Sobre una mata olorosa y tierna ha posado sus pies la paloma blanca, la tórtola del alba.
IV Casi una locura fue aquel paseo largo por el sendero verdecido y leve, hermoso como dicen sería el paraíso. Sendero que no lleva. ¿Por qué cortar la flor con que se adorna? He de dejar intacta su belleza y al camino real irán mis pasos. No sentiré el aroma de las flores, pero las pisadas, -firmes y largas pisadas de caminante expertoretumbarán en la bóveda interior donde cada día entono el canto interminable de los días. Bucólica con figura Si en los alcores el viento de la mañana es frío; si en el río una maleza detiene la corriente que salta entrechocada sobre el cauce y los musgos del húmedo ribazo; si la luna se sienta; si el sol, enternecido, acaricia la piel de las nereidas, sólo el pastor que baja la pendiente es capaz de sentir los rumores del alba, el dolor de la tierra, la ternura del aire ya en la cumbre, donde las nubes juegan a aureolas. Sólo el pastor contempla la blancura
del infinito llano. Tan sólo él escucha melodías del viento sobre los tiernos brotes. En el húmedo regato En el húmedo regato del camino un ruiseñor quedó la tarde entera repitiendo canciones traídas por el aire de la estepa; adornos del barroco pajaril, mordentes y grupitos en cadencia, dictado musical donde la especie ostenta la finura del arte. De la llanura llega el canto de la brisa sobre el trigo, la suave percusión del roce de las hojas, el lamento del búho. Una alondra, suspendida cual lámpara del cielo, enamora a los vientos con su endecha. En la cumbre se levanta el rumor de los rebaños. (El pajarillo entrena sin parar junto al arroyo). Sólo el pastor escucha, sólo el pastor se entera de un ruiseñor que entona melodías del aire en primavera.
CLARA JANÉS Nace en Barcelona. Realiza los primeros estudios en su ciudad natal y en Pamplona la carrera de Filosofía y Letras. Tiene además una Maestría en Letras por la Universidad de la Sorbona, de París. Cultiva la poesía, la novela, la biografía y el ensayo y se distingue como traductora de poesía. En 1997 ganó el Premio Nacional de Traducción. Entre sus obras de creación poética destacan: En busca de Cordelia y Poemas rumanos (1975), Libro de alienaciones (1980), Vivir (Premio Ciudad de Barcelona, 1983), Kampa (1986), Lapidario (1988), Rosas de fuego (1996), La indetenible quietud (1998), Arcángel de sombra (1999, Premio Ciudad de Melilla, 1998), Paralajes (2002), Los secretos del bosque (Premio Jaime Gil de Biedma, 2002), Luz de Oscura Llama, 2002; Roses of Fire, 2004; Diván del ópalo de fuego, 2005. En prosa el ensayo Cirlot, el no mudo y la poesía imaginal (1996) y La palabra y el secreto (1999), el de recuerdos de la mocedad Jardín y laberinto (1990), el de relatos Espejos de agua (1997), las novelas Los caballos del sueño (1989), El hombre de Adén (1991) y la biografía La vida callada de Federico Mompou (Premio Ciudad de Barcelona, 1975). Su lírica tiene el mérito de cantar la belleza de la Creación, que asume como expresión de lo divino mismo desde la belleza sutil con un hondo simbolismo místico y una hermosa devoción teopoética. ROSAS DE FUEGO Y adormece la luna -magnolia denudatacon un velo de sueño
la corona de esferas; y despierta del orbe el nevado silencio en el único punto de unidad en el vacío. Piedras en transparente espera, yerbas sumisas, bestias hacia las cuales tienden los astros sus escalas de luz de plata engalanadas, la plenitud incorporan de la primavera y ascienden hacia el mudo clamor. Recuerda el alma por fuerza de ese acento, y en vuelo vertical, como la alondra, canta. Un viento esparce el oculto perfume del ser inmarcesible. Espejo de agua, reflejo del reflejo que los ojos albergan en su lago, al alcance exterior de los sentidos… ¡Cómo descienden en su ascensión los árboles despojados de cuerpo! ¡Cómo se eleva en las simas el vacío ensartado por el vuelo de un ave con las nubes! El amor me recubre, sostiene el agua clara en mi conciencia. Mi ser en sombra,
sometido a mansedumbre, brilla, que toda sombra ya hacia el Ser regresa. Los ojos del amado me contemplan. Y al amanecer en las venas del alma el renovado don inscribe toda cosa. Crece un árbol y su copa asciende a la desnudez misma, en tanto la corriente se lleva hacia la nada el aluvión de arcilla. Uno son todos los caminos, una y plural la música. El mar arrastra por el cielo perfume de naranjos en flor. Inmóvil peregrino a las tierras de Layla. Como una fuente oculta canto. Como una mano oculta cumplo los versos del poeta. El cielo ha borrado sus indicios. En blanco firmamento, entre rosáceas nubes, la luna blanca asciende. Ni un vencejo distrae el incesante dar y recibir en el vacío de la luz, túnica que desnuda de lastre los sentidos. El alma que la acoge se eleva en su envoltura
a la espera de las rosas de fuego que arranca el alba al corazón del astro, para en ellas arder sin consumirse. Oculto amado, agua de lluvia, aliento que mi tierra vivifica, fuego y aura desbordando en mis gestos, nada más necesito, teofanía es ya mi transparencia. Clara, Clara es mi nombre, cada día crece mi amor. El poeta medita… No es espejismo la belleza que sostiene el amor en el desierto. Si en el vacío la despliegan los ojos, dentro del alma anida como ameno paraje de verdor que se extiende invadiendo mullido el cuerpo entero y desata la fuente purísima donde bebe la ausencia tornando en acto la posibilidad absoluta.
PEDRO ZACARÍAS SÁNCHEZ TÉLLEZ Nace el Málaga el 5 de noviembre de 1959, pero pasó la niñez en Tánger (Marruecos). Su estancia en aquel mágico lugar bañado por el mar y la luz, más la convivencia de razas y culturas, dejaron una huella en su espíritu. En 1972 se traslada con su familia a Barcelona donde obtiene la Licenciatura en Filología Hispánica por la Universidad Central. Desde adolescente escribe poemas que musicaba con una guitarra consiguiendo dos premios del concurso Folk del Centro Juvenil Provenzal. Trabaja de Auxiliar Administrativo en la Fundación Angelina Macia de Borrell. En 1999 gana el Concurso de Poesía Amics dels Angels. Miembro del Grupo Literario “Juan Ramón Jiménez”, del Ateneo Insular en Barcelona, su lírica destila los fluidos cósmicos que atraviesan su sensibilidad y hacen de su creación una expresión dulce, armoniosa y cálida en consonancia con la fecunda savia de la naturaleza, que siente como expresión de la Divinidad. UN PAISAJE INTERIOR Mi alma dormita entre las cáscaras de un existir vacío. ¿Qué cristal, isla y sueño, y qué alquería al sol han de volver a las frases gastadas?. Es el amor, fuerza de la verdad, altar blanco del nombre, el que alumbra la vela. Letra que vuelve a caminar entre las negaciones, al puesto de la vida, donde la hechura de la palabra recompone el acento. Brillan pueblos pequeños en los páramos rojos
y el sentido de la edad y el sentido del espíritu asoma, noble, en la mirada. Al fin el argumento, puerto de soledad para abrirse a la luz. Y quema la ignorancia que aquí lo condujo, demudada la faz, al pantanal cerrado de la fiebre. Y está escrito en el alma que una voz poblará su sistema interior, resolviendo en acuerdos su lágrima. Poesía para el amor con su heroico cantar, brisa que absuelve al poeta de esa hendidura informe que desdora su alma cristalina y que ahoga sus corrientes... Otras voces, más allá del incendio, en la pleamar del sueño, en la órbita azul de los caminos, engrandecen su espíritu. Ha querido llegar, por la falda del monte, a este puesto ideal. Resuelve su corazón su historia y se regala tiempo. Abrirse a las promesas del mar es expresar anhelos. Es volver al fuerte de todos los caminos y reanudar la vida. ¿Cuánto vale mi valencia aquí? ¿Qué dulce fruta es ahora mi pecho? La edad del alma en las almenas del día. La torre y sus divisas. El lento cauce de las voces vestidas. Clara lectura del sueño en la palabra.
Las herramientas para obrar un azul en las vertientes provienen de Dios. ¡Qué delicadas manos engrandecen el verbo! El sueño en su tumba se puebla de amaneceres. Cristales ufanos llaman a la puerta del poeta que desde la hondonada, desde el pozo terrenal, escucha como se yergue el día. Bella epístola canta en las marinas. Desciende un rayo de luz sobre las cuadernas del corazón y se van cerrando las heridas. Dios es árbol y letra. Su voz induce al alma a ser camino. Y el poeta se alegra con la paz que le procura este elixir supremo, alma de ese cristal dulcísimo que hace de él criatura alada. Y el Verbo, que no es tormenta sino heroico metal ahuyenta al miedo y cubre con sus alegres mantos los nombres. Verdea la ciencia del corazón y gusta de infinitas islas en el ojo palpitante del espíritu. Baila el sueño. Y en su saliva cálida acaece de nuevo el sentimiento. Vuelve el latido. Tiempo que acuña espacios y honduras en la sangre. Y será la palabra que yace trastornada la que resolverá el envío. Piedra de soledad en la garganta, atrapando al amor, descubriendo pájaros en la mente dormida, expresando a su paso el hondón de la vida
y los pasos alegres del hombre. Vuelve el corazón a sus pastos lejanos. Trae con él el verano. Perdurará el amor en el lugar del descanso y saldrá a caminar la compañía. Sal que ejercita el verso. Verso, semilla y tabla blanca. En las nubes señeras que adornan con su altura la paz de los sueños.
MARCO MARTOS Natural de Piura, Perú, nació en 1942. La condición de poeta define la vida y la actividad literaria de Marco Martos. Desde 1965 emergió al escenario literario con Casa Nuestra en una voz lírica con nuevo acento en la lengua castellana. Los libros Cuadernos de quejas y contentamientos (1969), Donde no se ama (1974), Carpe Diem (1979), El silbo de los aires amorosos (1989), Cabellera de Berenice (1990), Muestra de arte rupestre (1990), Leve reino (1996) y El Mar de las Tinieblas (2001), confirman la frescura, la fuerza y el talento de un artista de la palabra. Obtuvo el Doctorado en Letras por la Universidad de San Marcos, Lima, donde ejerce la docencia literaria y dirige el Decanato de Humanidades. Director de la Academia Peruana de la Lengua, cultiva la lírica mística con el entusiasmo de su sensibilidad espiritual y el aliento de su fecunda vena creadora. Seguidor de San Juan de la Cruz y los grandes místicos de la literatura española, hace de la poesía el centro de sus apelaciones entrañables y de la mística, la veta de sus aspiraciones ideales. Se identificó con el Interiorismo por su afinidad espiritual y estética con el movimiento literario hispanoamericano creado por Bruno Rosario Candelier. NOCHE OSCURA Como ojo de agua, como quietud, como noche, como ojo de agua en la quietud de la noche, como espera, como terrible espera en medio de las dunas bajo el sol de fuego, como nada, como todo, como incertidumbre en la mañana brumosa,
como negación, como miedo, como vacío acongojado, como simplicidad venturosa, como límite, ahí donde el desierto advierte las palmeras, como azul del mar que se junta al cielo. --¿Por qué el día es tan largo? ¿Por qué un minuto se parece a otro? ¿Por qué en la oscuridad llueve fuego? Nadie contesta mis preguntas, nadie dice nada en su hielo. Permanezco solo en lo más alto de la escollera tiritando en las ventiscas bajo la rosa de los vientos. Sin Dios los caminos anchos se tornan estrechos, la libertad, servidumbre, el descanso, trabajo, se confunden la guerra y la paz, alegría y tristeza, angustia y felicidad, la grandeza se vuelve vanidad y todo alivio, aflicción de espíritu. --Dos caminos se ofrecen al piadoso en el bosque de los sentidos y de la inteligencia. Uno medita sobre Dios y sus poderes, y otro simplemente lo contempla. El primero se explica en los púlpitos,
el segundo ni siquiera sabe su nombre. Escojo el camino menos transitado. Esa es la única diferencia. No importa que Dios no se manifieste, no importa que no responda a mis reclamos, Dios es incomprensible, su providencia, infinita, para mi amor desesperado. Dios es superior a todas las criaturas y no puede el alma mirarle, salvo en la oración que la empina por encima del común de los humanos. De un modo sencillo, suave, quieto, conoce el alma la verdad eterna, no necesita ni discusión ni reflexión como el ave que está en el aire no se pregunta nada sobre el espacio en que se mueve. --Estar conforme con Dios es yugo suave que da una serenidad interior, luz divina, secreta senda, suma felicidad de la perfecta paz. Anhela a Dios mi corazón huraño, anhela a Dios el que nada desea, el más simple quiere que Dios lo vea, anhela a Dios el hombre más extraño. Más se le quiere en medio del desierto que caminando en la ciudad dorada,
entre la dunas en blanca alborada, oyendo pájaros en su concierto. --San Francisco hablaba con el lobo, pues el Señor aquello permitía, sigue el camino, santa tu porfía, pronuncia la oración, deja tu adobo. Mira en lo alto a las lucientes estrellas, parpadean olvidando querellas. No creas que la oración tenebrosa, seca en su fe, muy seca en su ignorancia, no destila para Dios su fragancia, pues en la noche oscura abre la rosa. Cuidado pone Dios en el pimpollo que nace en medio del mismo desierto, más hermoso le parece lo incierto, la flor más temblorosa del cogollo. Así el pimpollo, lumbre delicada, cambia muy levemente oscura noche, derrama sus olores con derroche, impregna de alegría la alborada. El alma, un leño que se va quemando. Dios, el fuego, al que se va sumando. La luz hermosa que crece en el alma, es también árbol de sabiduría, flor del amor más santo. Dios se fía, del ser iluminado, le da calma. Sin presente, pasado ni futuro, el hombre en Dios consigue ser más puro.
FRAY PABLO DE JESÚS Nació en Boston, Estados Unidos de América, en 1942. Presbítero, educador y poeta místico, reside en Medford, Massachussets. Se consagró sacerdote en la Congregación del Divino Maestro. Cultiva la vida monástica, poética y contemplativa que alterna con su tarea intelectual y pastoral. Profesor de Teología y Espiritualidad en la Universidad de Harvard, donde se doctoró en Filosofía y Letras. Dicta conferencias, escribe poesías y vive místicamente el mundo fincado en el estudio, el amor y la creatividad. Con honda erudición y alto sentido del Humanismo trascendente, su lírica está impregnada de las ondas sublimes de los fluidos intangibles, a cuyo través procura la voz personal y la voz universal para dar con la presencia sutil de lo divino mismo, motor y sustancia de su vocación sagrada y su creación poética. Su obra teopoética revela el triple don de su talante interior: la gracia estética, la gracia sacerdotal y la gracia contemplativa expresadas en una poesía que conjuga la pureza, la belleza y el misterio con sentido espiritual y estético. Abrazó el Interiorismo y forma parte del Grupo “Thomas Merton”, del Ateneo Insular en los Estados Unidos de América. Sus poemas, hermosos y cautivantes, son verdaderos paradigmas de belleza, hondura y espiritualidad. EL PAVO REAL (A Bruno Rosario Candelier)
Ahora que está pasando la noche y que está sonando el canto desgarrador del pavo real enamorado, cae la lluvia de la negrura íntima, refresca hasta los poros de mi alma,
y en la cama del amor, por fin apaciguado, duermo contigo, Oh Altísimo, duermo dentro de Ti. DESCUBRIMIENTO (A Jarrizon Quevedo) Descubrí dentro de mi corazón una rosaleda donde lo que florecía eras Tú Descubrí dentro de mis ojos un lirio del campo cuya sencillez eras Tú Descubrí dentro de mi mano un girasol cuya robustez eras Tú Cuando respiras en mí, vivo Cuando fluyes en mis venas, me despierto Cuando tu linfa abre el apetito de mi sangre, me vivifico Porque penetras las paredes de mis labios con el umbral del Verbo tuyo, devengo inseparable del rosetón que besa el sol de Tus fuegos. DICE LA ROSA Ya no es tiempo de enamorarme, dice la rosa. He llegado a ser el mismo amor.
EIDOS * Inspiran miedo los hombres a quien Dios ha amado. Se acuerdan de lo que ha pasado, pero no se acuerdan si fue un sueño o éxtasis de amor dentro de este cuerpo luminoso prestado. Las imágenes que han adorado, ¿son de Él, o son imágenes de carne que Él mismo ha creado? Cuando caminan por la calle, ¿van de la mano con Él, o con seres cuya belleza sólo es visible a la luz de otro Sol? En la soledad del despertar -¿o es ahora que estoy soñando?cuando el corazón y los ojos se vacían, busco en cada rayo de sol, en el calor del desierto que aloca la pasión desconocida, en el mar que quema mis labios con visión, a este abrazo que prendió fuego al eidos de Su amor. * (Eidos, ‘imagen’, en griego; de ahí la palabra ídolo). ME DEJO SEDUCIR Me respiras vivo, me extingues muerto, pero nunca pierdes el ritmo
de tu aliento. Soy lamparilla donde parpadea una llamita que llena el vaso de luz alimentada por la cera de Tu carne y sostenida por la mecha de Tu espíritu. Pero, ¿dónde va el fuego cuando se apaga? Hay siempre fuego en la piedra, hay siempre fuego en la cereza, hay siempre fuego en mi vaivén. Vivo cuando vivo, y cuando muero, siempre vivo en Tu fuego, porque me has seducido y me dejo seducir. LA LARGA SOMBRA No se puede impedir a los petirrojos que canten la primavera, ni a la lluvia que lave el polvo de la sed elemental, corriendo por las venas una vez que las aguas hayan sido separadas de los continentes de los vivos. No se puede impedir a las rosas que hechicen a Layla, belleza de la noche, a Majnún, locura divina, ni a las espinas que hieran la sangre de los amantes insaciables
una vez que hayan saboreado la sal de este amor tremendo que ilumina el sol. ¡Oh Eros! bello serpiente negro, nos infiltras con el conocimiento del bien y del mal, de la luz y de la sombra, de la vida inextinguible y de la muerte madura, ya no te puedo impedir que abrace la noche con sus sonambulidades, porque es la hora del amar. . . ¡Más oscuro el cielo, más brillan las estrellas! Es la hora en que nada me puede impedir que me entregue a tu Luz, oh Señor mío, porque ya respiro dentro de tu pecho, ya he perdido la larga sombra de mi ser. LUCES TRÉMULAS La plata del mar riela a través del manglar, la magia del manglar riela a través de la plata del mar, cada uno luciendo más allá de la dualidad NADAR Soy el río y tú el agua profunda y negra ¿pero quién nada dentro de quien?
¿NO ES ÉSTA TU BELLEZA? ¿No es ésta tu belleza de la oscuridad? Esas apariciones que de súbito lucen sin anunciarse y que pasan en el momento en que se aprieta el nudo de nuestro corazón en la lucidez del sol y de la mente, clarificadora de las imprecisiones, del anhelo que todavía tiene nombre, ¿no es ésta tu belleza de la claridad? Te dejas adivinar a través de esas perlas negras y lucecitas, porque al revelarTe con una sola chispa de Tu Ser, caeríamos estrellados en esta tierra que has pisado con la carne de Tus pies.
MARÍA DE LOS ÁNGELES LÓPEZ ALFARO Natural de Macuelizo, Santa Bárbara, Honduras. Maestra diplomada en Español, Matemáticas y Ciencias Naturales. Ha publicado los libros de poesía Primicias literarias(1997), Horizonte que me toca (2000) y Voz en el agua (2002). Miembro del Grupo Interiorista del Ateneo Insular en San Pedro Sula y de la Asociación Sampedrana de Escritores. Una secreta añoranza concita su anhelo interior y una vocación de amor le alienta el más hondo sentido de la vida, que plasma en una lírica metafísica con aliento sensorial, cósmico y místico. Asume la Naturaleza como expresión simbólica de lo divino, que apela su sensibilidad espiritual. ÉXTASIS El espacio está abierto como ventana Mi peso es ligero como página blanca. La intimidad de la noche sin el grito de la penumbra rompe los pilares que aprisionan mi existencia. Arribo al espacio como ícaro seguro de sus alas. Quiero encontrar la ruta que acalla el estallido del rayo. Mi ser se hunde en la masa de éter, en un océano de luz. Una belleza infinita se conjuga con la eterna esencia. El amor se acrisola con el canto místico que redime del barro. Una música celeste hizo eco en el mar y su aura azul ungió a los lirios y besó mi sueño. MI NOMBRE ES ALGUIEN Busco el agua que sacia la sed que huye de los ángulos del tiempo
que tocan la nada y la noche. Al encontrarla, se acerca y se aleja como si no quisiera quedarse. Cuando se aleja lo hace con demora. Entonces siento que mis ojos se acercan a los montes con fieras. Pero al acercarse moja mi forma de barro y limpia mi sombra. Entonces mi nombre es alguien. Sobre mis ojos Siento pasos de misterio en el silencio. No estoy sola. Siento un huésped cerca que escarba mi ruta de sombras. Quito mi ropaje de algas y lo veo subido a mi ventana. Derrite un alba como río que lleva aroma de flores. Se abren sus pétalos. Vuelven a crecer para luego cerrarse. Absorben trozos de infinito. La noche levantó su silencio. Olfatea el misterio con temblor. Dos flores están sobre mis ojos. No siento mis alas Hay un alba de silencio que es un sol de espera un desmundo que deshoja el misterio del divino aposento. Una música celeste hizo eco en el mar esa aura azul ungió a los lirios y besó mi sueño. Una voz Es una voz que empuja mis pasos diciéndole a mi corazón que ande mis ojos se van con la penumbra que se pierde y mis sienes se encierran en el calor del aire. Es una voz de fuego, es una voz de amor que besa mi piel de lejos.
TERESITA HERNÁNDEZ Nació en La Habana, Cuba, el 6 de abril de 1945. Graduada del Instituto Superior Pedagógico “Enrique José Varona”. Ha trabajado como especialista literaria y en la promoción del movimiento autoral en toda la nación. Coordinadora nacional de los talleres literarios. Segunda Presidenta de la Sociedad Cubana Amigos del Libro. Obtuvo el Premio Memoria 1998, que auspicia el Centro Cultural Pablo de la Torriente Brau. Prologuista de los libros Talleres Literarios 1986, 1987 y 1988. Ha publicado la antología La décima siempre, La Habana, 1996; En las serenas márgenes, antología poética de Serafina Núñez, 1998. Cinco puntas para una estrella, México, 1999, con una ponencia suya. Fundadora y promotora del Memorial Manuel Cofiño en el Museo Histórico de Diez de Octubre. Ha sido jurado en diferentes concursos y premios nacionales. Fue Jefa del Gabinete de Dirección de la Academia Cubana de la Lengua, con sede en el Centro Cultural “Dulce María Loynaz”. Representante del Movimiento Interiorista en Cuba, en su lírica ausculta el misterio de lo eterno con el anhelo de atrapar su sentido profundo en la onda de la espiritualidad que la dota de energía luminosa. POLVO DE ESTRELLAS Ese no es mi espacio. Las voces no mitigan la ausencia de razón. Enajena al caminar la brisa, vuelvo a la encrucijada. Otra vez la Voz dicta el verbo.
Estrecho es el paso hacia la cima. Necesito implorar. Como saeta cruza el universo, el cosmos se mueve a la deriva. Cae el polvo en el crepúsculo. ÁNGELES DE MÁRMOL En el silencio mudo, el recuerdo deja caer su péndulo en la distancia. Como ráfagas, los ángeles de mármol llegan al abismo de la soledad, instalan la nueva morada, donde habitan inmortales. Verdad La sonrisa es la ternura de la vida llena de luz, asomándose. Viento, ensancha el horizonte en todos los caminos, para que en este tiempo no seamos otros.
ÁNGEL DARÍO CARRERO Natural de Santurce, Puerto Rico, nació en el 1965. Sacerdote de la Orden de San Francisco de Asís. Es teólogo asesor de la Confederación Latinoamericana de Religiosos (CLAR). Profesor del Centro de Estudios de los Dominicos del Caribe y de la Universidad Central de Puerto Rico. Asesora a grupos cristianos en varios países de América Latina y el Caribe. Preparó, con Isabelita Freire, la antología del poeta Francisco Matos Paoli, Así mi hermano Francisco de Asís. Es autor de Nuevos areópagos, nuevos retos para la vida religiosa de América Latina y el Caribe, Apuntes éticos para la ciudadanía boricua, Renovar nuestra opción por los pobres y excluidos (con J.B. Libanio y Margot Bremer). Colabora en El nuevo día. Ha publicado en las revistas Comunidad, Inculturación y Testimonio. Nidia Caro y Danny Rivera han musicalizado y cantado sus poemas. Textos suyos aparecen en Antología de la literatura puertorriqueña del siglo XX, de Mercedes López-Baralt (San Juan, 2001). Autor de una lírica mística en la que expresa el sentimiento de lo divino desde lo cotidiano y circundante, a lo que le asigna un valor trascendente procurando la hondura de lo simple. Su lírica conlleva un proceso esencialmente místico: va de lo simple a lo profundo; de la criatura al Creador; de lo humano a lo divino, con un peculiar sentido de armonía trascendente. LA ETERNIDAD Me quedo unos minutos aguardando la eternidad y toco -irremediablemente-
el tiempo. El dolor me avisa que no ando lejos de mí mismo que el viaje aún no termina que la lucha no es pasajera que tal vez la eternidad está sembrada en la planta más silvestre y que mi dolor sea lo más sagrado de este ser de muerte. Creado Tú a mí no me creaste de la consabida nada a ti se te acabó la nada cuando tocó mi turno y, del mar que serpenteaba sobre la tierra, comenzaste a crearme y yo me solté a destiempo de tus manos eternas. Me perdí en las sales del siglo y aún no regreso. Vago como una idea tuya inexplorada. Metáfora abandonada por la Madre. Sombra sobre el agua Cada vez que doy conmigo me comprendo más y más: soy un relato de tu ausencia. Cambio de país como de ropa y mi cuerpo es el mismo que vaga sin ti cada mañana. Cuando me siento sobre el olvido anclado en una silla de palabras, tu silencio hiere el frío. Y la luz se adelgaza como sombra sobre el agua.
Quién es allí Rompo contra mis rodillas las imágenes que vuelan nocturnas en torno a mí. Todas ellas ocultan tu verdad, te des fi gu ran. Desbordas mi ser como un mar en el vientre de la mano. ¿Quién es allí? ¿Dónde es ayer? ¿Cuándo eres Tú? Prefiero Las luces no engañan a la ciudad que duerme en mí: sigue larga la noche. Un hambre que no es de alimento muerde mis entrañas. Te busco en el furor de la tempestad. Duermes sobre el agitado mar: en tu reino hay siestas. He probado tantos ropajes para esta desnudez que prefiero hundirme en tus sueños. Y no puedo verte Te mueves por las calles nocturnas y yo apenas sufro el sol de la tarde. Vas en una silla devorada por la multitud y no puedo verte. Te desvaneces en la cópula de luces y noches. Hay muchos árboles
que cubren las espaldas de tu frente. Amarga la pena: gustar del mismo cielo y vagar hoy en mi propia ciudad confundido lĂĄgrima en cuna sombra del tiempo arruga en la piedra estallido de nadas estribillo de todos. Tarde sin rosas Un rumor es lo que me queda entre tantas palabras adormecidas sobre un siglo de masas. Una sombra de ti sobre la colina que no tiene nombre porque el mar no la acecha. Una huella sobre la arena caliente, un aliento sobre mis huesos, con los que aĂşn camino. Un aroma que invade una tarde sin rosas como la nuestra.
DAVID ESCOBAR GALINDO Natural de El Salvador, San Salvador, donde reside y hace vida profesional, académica, social y literaria. Director de la Academia Salvadoreña de la Lengua. Poeta, abogado y escritor centroamericano, se distingue en su país por el cultivo, con altura y seriedad, de la lírica mística, fundada en el sentimiento de amor a lo divino en virtud de su sensibilidad espiritual y estética y la onda intensiva de su vocación contemplativa. Ejerce un magisterio literario a través de la prensa nacional con artículos sobre diversos temas de su especialidad. Ha participado en varios encuentros lingüísticos y literarios, entre ellos el Congreso de la Asociación de Academias de la Lengua Española, celebrado en Medellín, Colombia, y el Congreso Internacional de la Lengua Española celebrado en la ciudad colombiana de Cartagena de Indias, en marzo de 2007. Ha publicado varios libros de poesía, en los que fragua el aliento trascendente desde la hondura interior de su conciencia mística. Para este valioso poeta salvadoreño, la fuente de sus inspiraciones creadoras y la clave de su ascetismo místico está cifrado en Dios, tema y motor de sus inquietudes espirituales y fuente nutricia de su obra literaria. El aliento de la cultura clásica permea sus composiciones poéticas a la luz de los valores excelsos del espíritu. DIOS DE DIOSES Llevo a Grecia dormida en la espesura de este bosque de llamas en que habito. Soy un griego nostálgico y proscrito, que florece en profética clausura.
Por las islas egeas se aventura mi memoria en un viaje manuscrito; sin embargo, la urgencia de infinito me confina en un Dios y en su criatura. Y así acólito soy que el vino apura en el banquete mágico y fortuito al que Sócrates, ebrio, me conjura. Y al mismo tiempo escancio en otro rito la esencia de esta diáfana mixtura que funde a Grecia en Gracia sin detrito. DIOS ENUNCIADO Recurro a la palabra, mi herramienta. Me la enseñaste Tú, Dios expresado. Pero no es la palabra lo sagrado: lo sagrado es la sed que la alimenta. Tu palabra en mi oído se fermenta, y sólo a mi palabra encomendado voy haciendo el camino, acribillado por los silencios que tu voz alienta. Solo estoy con un eco desterrado, y en mi propio destierro me doy cuenta de que es otro el idioma del pasado. Y cargando con esa impedimenta, una sola palabra cruza el vado: la que calla sin miedo en la tormenta.
OFICIO DE HUMILDAD Cultivas mi humildad, Dios que lo puedes todo desde que hiciste de la Nada tu jardín interior. Yo, a la callada, me sumerjo en la sal de tus mercedes. Sé que en esta experiencia me concedes la única memoria refinada. Y después, en conciencia edificada con despojo del ser, junto mis redes. Estoy en Galilea remontada, frente a tu vivo mar. Desde otras sedes me hablan las voces de la sed porfiada. Y por oficio de humildad accedes a ser de nuevo el Dios de agua salvada en el pozo filial de mis paredes. DIOS EN PENUMBRA Aguardo en el umbral. Los fuegos vivos me acompañan, anuentes. A la orilla de esta espera descalza, se arrodilla mi solar aflicción de ojos cautivos. La Unidad de Cuidados Intensivos es en este minuto el sol que brilla. Ahí adentro, en ingrávida capilla, mi madre duerme, entre ángeles furtivos.
De pronto, en la orfandad del entresueño, me incorporo y camino sin moverme, ya sin temor al tránsito que tarda. Allá al fondo, otra luz tiembla en su leño, y hacia ella dirijo el ansia inerme, de la mano de mi Ángel de la Guarda.
MÓNICA GALLEANO LEHMANN Poeta y narradora oriunda de la Provincia de Santa Fe, Argentina. Estudió la carrera de Letras en la Universidad Nacional de Córdoba y allí se integró a los talleres literarios y publicó sus primeras creaciones que dio a conocer en su poemario Romper aguas, en 1991. En 1994 crea el Taller Literario “Café Tortoni” y luego edita La noche entera (Córdoba, 1995). Poeta del amor y de las apelaciones que sacuden la sensibilidad espiritual y estética, asume la palabra como testimonio y expresión de la dolencia que desmaya los sentidos. De su obra dijo su compatriota Julio Castellanos: “Poética del amor, lo es también de doloridas y entrañables interrogaciones” para significar las inquietudes que emergen a la superficie del sentido. La huella del amor, con la fecunda carga de las pasiones irredentas, traspasa la poesía de esta poeta argentina que escribe y testimonia su ardiente sensibilidad con la fuerza lírica de una Safo rediviva y el acento emocional de su pasión profunda, herida de ternura y fulgor bajo el alero del aliento que encandila y arrebata. DEVOCIÓN Digo que no es mío este encarnizado amor que me navega. Digo que no es mío Devoto se adhiere al filo de la orilla. Digo que no es mío Su profundidad
me roba el pensamiento Que no es mío. Me besa. Que no, no, no. Pero Él explora todas las puertas. UNA GOTA DE CIELO No supe el origen de esta gota de cielo y de este húmedo sosiego. No advertí el soplo del paso que eternamente deja una huella en mi corazón. CREPUSCULAR Atardece… Mis pasos enloquecidos van tras ese último rayo que me había prometido la Eternidad. GRITO DEL ALMA Grita, grita el alma en mi morada y el huracán de mi aliento vulnera con sus gemidos las casas de los dormidos.
III TEXTOS DE AUTORES DOMINICANOS FREDDY BRETÓN MARTÍNEZ Natural de Canca La Reina, Moca, Provincia Espaillat, Rep. Dominicana, nació en 1947. Sacerdote diocesano, aúna a su carisma pastoral el singular don de vivir mística y poéticamente el mundo y tiene la gracia de sentirlo como expresión sagrada en virtud de la sabiduría espiritual que fluye de su alma iluminada. Su testimonio creativo, canalizado desde la visión cristiana y teológica, proyecta en su obra poética el don del amor con la alegría de encauzar un servicio edificante y la emoción de promover la llama del Espíritu. Ordenado presbítero en 1977, ha ejercido el ministerio sacerdotal y la docencia en Santo Domingo y Santiago. Obispo de la Diócesis de Baní desde 1998. Es el primer poeta dominicano en publicar un libro de inspiración mística. Ha publicado: Libro de las huellas (1985), Bandera de algún viento (1991), Voces del polvo (1993), La máscara del tiempo (1995), El apellido Bretón en la República Dominicana (2003), Entre la voz y el fuego (2007). Su obra poética revela la belleza de la lírica, el misterio de la trascendencia y la llama del amor divino a cuyo través imprime una fecunda huella espiritual con valores simbólicos, místicos e interioristas en virtud de la impronta sublime de su vocación contemplativa. SAMARITANA Cargada de agua inútil satisfecha
junto a la corriente se sienta la sed. El manantial con las plantas maltrechas le pide de beber. ‘‘¿Cómo tú, siendo un pozo me pides de beber?” Y ella no comprende que el pozo va sediento de su sed. Cuando me dio de su agua por los aires volé dejé olvidado el cántaro mil sedientos busqué. Y ahora voy sedienta de su sed. LA CENA A la mesa del mundo se ha sentado el Maestro rodeado de los suyos los suyos que son nuestros: la piedra, el polvo, el trueno, los corderos y el lobo. Entre mar y montañas por manteles, el prado. Y a la luz de sus ojos el pan grande y dorado, y el amor entre todos. CANCIÓN DE HOY PARA MAÑANA Ahora es el mañana.
Mira, si no, los resplandores como surgen: como bandadas de sueños se levantan multiplicándose en los prismas diminutos del rocío. Ahora es el mañana, justo ahora. Aferra bien tus manos a la esperanza nueva a la aurora que nace de luz no anochecida. Suelta tu corazón que vuele alto sin que le falte el compás de su latido a la tierra que pisas o a la materia que se transforma entre sus dedos. Levanta el pie que no es hora de piedras ni de batir el fango. ORACIÓN PARA PEDIR INCENDIO Incéndiame de amor, te lo suplico. No quiero arder con llama pasajera. Arda mi corazón -mi pobre casa: quiero oírlo crepitar cual pino viejo. Quema tanta basura, la escoria que amontono en mis adentros. Quisiera levantarme renovado sin los viejos temores que aposento. No quede en pie madero alguno: lo quiero todo calcinado. Vuelen ardientes las astillas de mis antiguos sueños de leyes torpes que dictó el pasado. Quiero que estalle todo, que reviente hasta el último cimiento y que así pueda volver aprisa
a la nada que me regale el fuego. Y cuando se hayan dispersado mis cenizas y del viento no cuelgue ni el olvido, ¡que hablen las mil bocas de la piedra! ¡Que se levante la pared bruñida! GIRASOL Gira, girasol en el cuadrante infinito de tus rumbos sin calcular los grados ni las horas muévete en la precisa dirección de los mil vientos. No te desveles por saber si el ecuador está cerca o está lejos: ignora meridianos, disloca paralelos. Que nadie te señale nortes: invéntate tus puntos cardinales. Busca la luz y gira: por cada rayo un sueño un latido por partícula de luz. Abre tus poros y deja que ella invada tus caminos que asalte tus meandros que muerda y aniquile tus tinieblas. Corra transfigurada tu savia bienherida. Abre tus pétalos y gira. Prodiga claridades reparte a manos llenas el oro de tus soles. HACIA LA FIESTA Padre de la armonía: yo sé bien que tu voz divaga por el mundo.
Te canta suavemente la brisa en los pinares, o en los vientos que rozan las rocas de la altura. Padre del Universo, del que soy parte mínima: preste yo mi voz a tus cantares, como lo hace la fuente o el arroyo en las piedras; que no sólo a las aves les fue encomendado cantar tus maravillas. Sea todo mi ser el instrumento en que hagas resonar tus melodías. TORMENTA Tiempo claro, Señor pero en mi alma se aprestan las señales de tormenta. No te duermas, mi Dios, mira que traigo las velas rotas y el timón anda un poco descompuesto. Ay Señor que atizas tu sol desde tan lejos para que yo tenga el calor sin el que muero. Ay Señor que pones ante mí el ave en vuelo, con la que sueño, y haces crecer y dar el fruto al árbol bueno. Ay Señor que viajas en la luz y hasta el confín cobras tributo; eres fulgor, amor en pleno, y hostil, a veces te pago como un bruto.
ESA MUCHACHA Esa muchacha, Señor que tú creaste, caoba recia que talló tu mano diestra no torcerá el designio con que tú me marcaste. Esa muchacha en flor -fragancia indiscutidano variará el trayecto del pulso en su latido. Su voz me conmovió; por un momento vi el asalto a mis dominios. Pero aspiro a otra flor de hálito infinito y por ella contengo mi voz y mis sentidos. Mi ruta seguirá como tú la has trazado. No la habrá de nublar una nube huidiza ni la habrá de quebrar lo que muere en la brisa.
TULIO CORDERO Nació en San Juan de la Maguana, Rep. Dominicana, en 1957. Sacerdote y poeta místico perteneciente a la Congregación de los Padres Paúles. Crece y se educa en Santo Domingo. Estudió Filosofía en Medellín, Colombia, y Teología en el Seminario Pontificio Santo Tomás de Aquino, de la capital dominicana. Se ordenó sacerdote en 1984. Licenciado en Filosofía (Santo Domingo, PUCMM, 1986) y Doctor en Teología de la Espiritualidad (Roma, Teresianum, 1992). Fue profesor de Teología en el Seminario Pontificio y en la Escuela de Formación Religiosa de los Dominicos. Dirigió la Parroquia San José Obrero en Santo Domingo. Abrazó el Movimiento Interiorista y fundó el Grupo Literario “Aída Cartagena” del Ateneo Insular en Santo Domingo. Coordina el Grupo de Sacerdotes Poetas del Movimiento Interiorista. Ha publicado los poemarios Latido Cierto, Si el alba se tardara y La sed del junco. Su formación teológica, su bondad sacerdotal y su vocación contemplativa le inspiran una cordial simpatía por el Humanismo Trascendente. Su poesía, esencialmente mística, proyecta imágenes cautivantes con destellos divinos. Para este poeta místico la Naturaleza es expresión visible del Creador del Mundo, a cuyo servicio ha consagrado su carisma sacerdotal, su don poético y su estro místico. ESTA SED Si es cierto que en este manantial has de venir a encontrarme entonces date prisa
Cántaro no tengo y me dan miedo estos montes inhóspitos y estas bestias hambrientas Tú sabes que yo sé de muchos pozos pero ignoraba el tuyo Ven que mis manos se abrasan y esta sed se hace honda Esta sed no se calma Pródigo Es porque a veces te olvido que me sabe a vacío el instante. Me palpo polvo sin el hálito preciso, bestia feroz o gorrión frágil. Carencia envilecida o nada galopante. Tú, te haces el que no ve ni nada sabe. Y yo, abismado a tu semblante riente, me veo como Tú eres. Y vuelvo a ser el lirio que se abre. Grato Escozor Pero había en mi corazón Algo así como fuego ardiente… Y aunque yo trabajaba por ahogarlo, no podía. (Jeremías 20,9)
No cesas de insistir a pesar de tu ausencia.
-Las cosas revelan lo que son al lado de tus sombras-. Cruje la hojita seca que el viento manso arrastra y balbuce algo de Ti que no alcanzo a descifrar. -Hay dolores suaves y dulces que no te dejan sestear la vida, cosas de las que tu no puedes despojarte con tan sólo un conjuro. Te vuelves en el envés del pétalo y eclipsa con agitado aroma mi retina. -Ya te dije una vez que, en cierto modo, es mejor tenerte lejos. Por Ti en mí palpita esencialmente todo: Los colores seductores de tu ausencia. Los rumores enloquecedores de tus pasos. Los interludios de los que se desangran sin razón. Y si, como de costumbre, vuelvo a tu pecho, entonces mis manos se hacen mansas. Me das lo que no daña y espantas mis letargos. ¡Ah, es tan molesto estar despierto! Ascesis Piedras desnudas de los riscos. Árboles videntes. Ríos orantes y cigarras roncas. Musgos asidos a un ábrego de muerte. Luna escondida. Flautas y vihuelas de noches secretas.
Chatarras mudas. Cantos y visiones luminosas. Musgos, flautas, riscos, lunas. Y mansa calma, cortina gris de detrás de lo asible… Callad de una vez por todas, o hablad y explicadme. O tal vez salvadme de esta sombra feroz, de esta sustancia abismal, de estos ríos traviesos en donde las bestias con ángeles de fuego danzan. ENCUENTRO Admito que han habido tardes turbadas por crepúsculos ausentes. Que una voz tosca ha herido tantas veces estos capullos palabreros. Que aquella mano violenta -que impuso el silencio a mi hermanohizo que el pabilo de nuestra lámpara temblara de frío. Y que tanto dolor, tanto quejido inocente han amenazado con secar mi última lágrima. Pero llegaste… (te juro que no estaba en acecho
cuando cruzaste el umbral de mi mirada) …y sonrió de nuevo la tarde. Se irguió la palabra vulnerada. Y los ojos de mi niño despertaron albeados como mañana en gracia. Y otra lágrima gozosa anegó estos sueños. Por favor, permanece aquí. Lo deseo ardientemente. A veces la noche y sus espejos Sobre el pináculo de este día cuelga su halo el azul. Se postra. Todas las gotas de agua en mil fuentes salpican. Y el miedo se repliega. ¿Eres Tú que te acercas? Tarde la vida en esta esquina bosteza. Y tiembla la llama azul de la vela en la mesa. ¿Eres Tú que te asomas? Espejo que son los vientos… jadea la brisa y se espanta. ¡Tardaste tanto! ¡Tardaste tanto! Un ángel duerme en la puerta que nadie toca. Espera. Dime, ¿eres Tú que bienes a buscarme? Pura como piedra en el arroyo va la noche. A medio vestir la luna calla. Grillos se despiertan.
Viento zarandea puertas que no abre. Viento alguna flor desnuda. Canto de cristal la noche es. Cada cosa está en el mismo lugar donde la dejara el viento. Duerme la noche. (Era necesaria esta quietud para despertar los sueños). Espera la luna que esa nube pase para acercar su lumbre y desnudar bosques donde ya nadie va. Luz espera para reunir los pétalos que el viento nocturno ha de dispersar. Poema 8 Agua que albea mi pecho, Tu voz. Fuego que se deslíe sobre el mar, Tu aliento. Flor que acaricia el oído de esta noche, Tu mirada. Bates cabe mí tus alas y respiro. Y si estoy aquí -después de temblar toda una noche en el acantiladoes porque sé que me amas. Ya no puedo ocultarte más el sendero que lleva a mi morada.
JOSÉ FRANK ROSARIO Nació en Moca, República Dominicana, en 1948. Narrador, poeta, ensayista y educador residente en New Jersey, USA. Se formó en la Orden de los Carmelitas Descalzos y en la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra. En su pueblo natal ejerció la docencia, hizo vida cultural y orientó círculos literarios, ayudando a forjar la promoción literaria de los ’70. Autor de una literatura trascendente, recrea vivencias impregnadas de saludables referencias bíblicas, alusiones al mundo cultural grecolatino desde la perspectiva espiritual de su cosmovisión cristiana. Su carisma personal y su creación literaria hacen de este valioso escritor dominicano un modelo del ideal interiorista. Fue premiado en el Concurso de Cuentos de Casa de Teatro. Miembro Fundador del Ateneo Insular y Signatario del Movimiento Interiorista. Su lírica premística es densa, con reboso de Humanismo, cultura y espiritualidad. Su narrativa ausculta la interioridad de sus personajes desgarrados por apelaciones profundas, que contrapone al verdadero sentido de la vida. Escritor de sólida formación intelectual, la exaltación de los valores trascendentes articula su visión de la vida, la historia y el mundo. Su lírica expresa la dimensión interna y mística de lo viviente con un valor simbólico y estético de extraordinaria calidad y hondura. QUISE ARDER AÚN MÁS Quise arder aún más en el estallido de Su ser omnipotente,
deshacerme en frenética dulzura a Sus pies, con lágrimas de amor que me valieran estar en Su presencia… Como un címbalo que tañese desde arriba me fue alzando la quietud. Paz meridiana que por exacta ennoblecía mis huesos y hacía infinita mi finitud de hombre. Y fue de nuevo la voz: "Carne abatida, ¿qué ves?" "Señor, no puedo abrir mis ojos…" "No debes abrirlos. Mira tan solo…" Y miré. Vi descolgarse el alba primera como un sueño de agualuna: a mis pies un río de inocencia absoluta corría en parpadeo tierno de estrellas diurnas. Entretejía su zigzag sobre piedras esmeraldas bajo el ala tierna del aire. Y más ríos y riachuelos y la inmensa llanura verde y sobre el fondo los bosques y el sol detrás de las montañas emergiendo del Ser y su distancia. Todo intocado. "Voz desmayada, ¿qué sientes?" "Me arrebata lo que veo…" Fue entonces cuando la luz iridiscente de Su gloria empezó a anegar todos los espacios transformándolos en auroras repetidas por todos los rincones ¡Qué pálido el paisaje primero ante esta luz extrema fosforada completa! ¡Cómo no sumergirme y morir en ese albor que todo lo traspasaba!
Y oí la voz suave hasta el exceso y sonreída: "¿Entiendes ahora?" "Entiendo, pero no entiendo…" "Que eso te baste. No has visto con tus ojos, no has sentido con tu carne, ¿qué esperabas?" "¿Por qué perece la materia en su espejismo si ha sido en su gracia tocada por Tu hermosura?" "Ese paisaje de la tierra que te ata y que te enferma no es más que el resplandor de mi esplendor. Es la huella de mis pasos, simple oficio de mis manos…" "Aún así es pura su belleza…" "No podía ser de otra manera. La belleza infinita crea rasgos de hermosura en su paso por las cosas…" "¡Pero no son la Hermosura!" "Ahora comprendes…" "No sé cómo, pero entiendo…" "Porque estás viendo con el corazón. Ahora puedes ver lo intangible, la verdad…" "¿La verdad?" "Si, la verdad. Ella es más fuerte que el amor…" "No es posible…" "Sí es posible. Sin la verdad todo lo demás se hace inauténtico. Hasta el amor. Soy la verdad…" 'Y el camino y la vida… Pero la razón del amor…" "El amor es lo más fugaz entre todo lo que pasa.
¿A dónde irá a parar tu amor por las cosas cuando esas cosas ya no estén? El amor ha de servir para amar la verdad. Así se ata a lo que se mantiene indefectible como sentido y dirección. Debes aprender a leer mi paso por la tierra…" "Te han revestido tanto con palabras, te confunden tanto con la imagen… Lo único que nos queda es tu Metáfora…" "Me conduce la elocuencia, pero el hombre solo entiende de palabras… Elegí ese camino: la palabra me desnuda…" "La palabra, sin embargo, es inasible…" "La mía, no es simple palabra, es Verbo, es acción. Lo que hace y lo que se hace, lo que atrae y revierte lo que une y separa. Es visión de la visión…" "Visión que permanece en la penumbra de la carne, atada a la caducidad que no termina. ¿Por qué unir la transparencia sin orillas a lo pervertido sin remedio de la carne?" "Hay blancura inmaculada en ciertas flores que se mecen dentro de pútridos pantanos… …la palabra fue misión de levantar desde la nada. ¿No es más loable la acción de rescatar cuando lo caído está en el fondo último del desatino? La verdad no puede no amar si es fiel a sí misma. Eso he buscado,
amor. Es lo que he dado, aunque recorra los caminos de la vida disfrazado de perdón…" "Te has unido a la carne irremediablemente y no hay quien te desate. El hombre es tu palo de martirio…" "Así lo he querido. El amor es la flecha que dispara el arco. Te trasciende. Quien está en el amor está en mí…" "Es nuestra certeza. Pero tanto dolor y terror sobre la tierra…" "He conocido el dolor mejor que nadie. He sido también en la visión. He probado el acíbar, la sed y el vinagre, la oscuridad, la incomprensión, el terror de ser solo en el abandono absoluto de una cruz… y el extravío en la anonadación sin salida cuando verdaderamente era el todo. El poderío total se quebró en un segundo y me hice completamente hombre… carne abatida, mira, ¿qué ves? "Una moneda…" "Dos superficies de correspondiente igualdad y a la vez distintas unidas por un borde que separa y que no existe." "Explícame, Señor, para que entienda…"
"Somos tú y yo. La visión y cada hombre. La visión en sí misma, puesto que se rompieron los límites. Lo infinito y la materia… doblegado sobre mí mismo acogí lo que se acaba…" "Te arrastraron a la locura de la muerte…" "A la locura del amor… si sigues el rastro de la sangre podrás descifrar mi paso por la historia…" Oscuridad total en medio de la luz que se renueva. Los ángeles elevan en sus voces un cántico que crispa la carne. El cielo con sus mil moradas se estremece. Saltan se desbordan los serafines golpeando con sus pies de terso mármol el suelo de nubes. Palmadas. Júbilo. Espejos o diamantes: luces que tiemblan se resuelven en destellos que ciegan. Y el humo que sube olor a incienso intenso desnudo desquiciante que enajena que enloquece que transporta…
FAUSTO LEONARDO HENRÍQUEZ Nació en La Vega Real, República Dominicana, el 20 de noviembre de 1966. Sacerdote paúl y poeta místico, actualmente realiza su doble ministerio, pastoral y literario, en la ciudad centroamericana de San Pedro Sula, Honduras. Estudió bachillerato en Nueva York, Filosofía en el Seminario Pontificio Santo Tomás de Aquino de Santo Domingo, y Teología en Barcelona. Ha publicado varios libros: Claridades (1994), Sucesiones (1995), La seducción del aire (1999), La otra latitud (1999), La isla presentida (2005). Es un entusiasta promotor cultural que asume la obra literaria como vía de ascenso humanizante y trascendente. Es Dirigente Internacional del Ateneo Insular. Formó en Honduras los grupos literarios “Oscar Acosta” y “Los Novísimos”, promoviendo los ideales estéticos del Interiorismo de cuya Comisión Intelectual es integrante. Ha impartido clases de Ética Profesional y de Teología en la Universidad Católica de Honduras. Su lírica expresa la búsqueda del estadio primordial de lo viviente que intuye como fuerza espiritual del Cosmos mediante la cual canaliza el sentido de lo Eterno desde la perspectiva cristiana de su fe religiosa. Y en su apelación intelectual, testimonia el amor místico, desarrollando una empatía cósmica con vocación contemplativa a favor de los más altos valores del espíritu. AVECILLA ENAMORADA I Dulzura Infinita, ¿por qué te me escondes? ¿Por qué Tu rumor de lluvia en la arboleda me seduce y subyuga? Palpas mi cuerpo con tus manos de aire y verdor. Silbas
en un pájaro, te miro y vuelas. Herida secreta dejas a tu paso. Dulzura Eterna, en esta vasija agrietada no vas a hallar más que huesos secos, Dolor enmohecido, pedazos de llanto. ¿Por qué tratas de salvar la brizna de mi humanidad? ¿Por qué alumbras mi nada con tu sonrisa? Vencido, caigo en tu luz. II ¿Qué tengo yo para que pongas tu mano sobre mi aliento y mi carne sin corteza ni niebla? Escrutas con tu mirada el lienzo de mi vida y orillas mi lecho de barro con tus impalpables brazos que me estrechan con divina ternura. En el ámbito en que nos hallamos Ni es noche ni es día, aquí el rumor es Paraíso y nada más. II A ti, luz sin llanto ni maldad, Te abrí mi casa. Quédate y abre las ventanas. Mañana, cuando decidas irte con tus pies albos, avísale al leve viento de la arboleda, que sueñe, Que tarde en venir. En ti yace el fin como plenitud de río. Estate aquí, en esta casa de absoluta quietud, para que nos descubran asidos al infinito, al pan, las libélulas. IV Estaba mi alma recogida balbuciendo plegarias al Padre. Pródiga
ante Él se halló, incólume, y en su regazo de fuego la introdujo en un gesto de amor puro e inefable, y ella, ebria, tan sólo Abbá sabía murmurar. La gracia era toda claridad y la humana caída resurrección. La avecilla, acurrucada en el Seno Materno, ascendía los límites reservados a la aurora. al abrir los ojos sólo la huella de un abrazo quedó impregnado en mi interior. V Del altar el pan: ácima divinidad en frágil sombra. Celajes blancos atestiguan tus huellas en la naditud. Garganta de Dios: Orfeo caribeño, zorzal de fuego. VI ¡Ave, Cirio! Faro en llamas enciende la leña de mis huesos, alegra el zorzal en la madrugada. Que tenga luz en esta noche, que muerte me sobra en la carne. Ay, Cirio, bájame de la cruz este llanto, apura el vino en mi resucitada boca. Gime la noche apoyada en mi ventana y en ella miro al otro que soy: Gota de fuego que retorna a su esencia. VII La avecilla de mi jaula revolotea en cada rincón, se asienta, de pronto. Oigo el gemir de una perdiz, elegía que el aire recrea
en un constante rito de seducción. En mi cuerpo la sangre, como un arroyo, me recuerda que soy otro, otra llama, otra esencia, barro que esgrime la vida en sus manos. Canta de nuevo la perdiz, habla de mi pasión por ella. Y sale de mi jaula, la avecilla enamorada. VIII Extraño tus manos dando forma originaria a mi humanidad, a mis huesos petrificados por la sal. Añoro tus dedos sobre la piel de barro que me envuelve. Recuerda mi primer latido, mi primera noche y tus desvelos. Barro, beso y cielo se hicieron en mí. IX Abeja celeste, pon en mis labios la miel del misterio. Si pruebo esa miel conoceré el rocío de tu amor. Déjame acceder, aunque sea un instante a tu casa. La amargura se levanta como un muro entre tu divinidad y mi alma. Abejita divina, zumba en mi colmena, y pícame. X Oh cruz, cuelgas el cielo en tu horizonte.
Inmóvil, sin aire, soportas el vástago de Nazaret. Miradas clavadas en ti sepultan en sus párpados el fruto maduro de la Trinidad. La Palabra sangra, se contrae, gime, ungida de abandono. Palabra con espinas, sed y herida, péndulo de las tres, oráculo del abismo. Oh cruz invicta, dolor de Dios, garra del hombre, alzada redención. Prendes la Divinidad de amargos clavos. Madero, tu culpa de salva. Escándalo vertical, asombro de ángeles, silencio del Padre, abrazo de amor, dolor y eternidad. Cruz: Vergüenza mía, acunarte en vil reposo. Jesús: Háblame, madero, que si cierras tu boca el sol se apaga. C: Tiemblo de espanto, me paralizo al verte prendido a mí como una fruta expuesta a los pájaros. J: El dolor me pesa más que la muerte. Sufro más por las miradas duras, que por la burla de esas piedras. C: Tengo miedo a tu muerte, al eclipse de tus ojos, no expires en mí. J: En ti llevo toda la noche y sus agonías, La tristeza del agua, la esperanza de la noche sin luna. C: Duele tu dolor, tus clavos en mí; tu sangre habla y baña mi miseria. J: Retienen mis pies alianza con el cielo y la tierra y con mis alas los abrazo, unidos por el amor y la sangre. C: ¿Por qué te izo? ¿Por qué te sostengo como si acabaras de nacer? Oh insondable verdad sin razón, mira, la tarde asustada. J: Expiro, sostén tu aliento, y mi cuerpo.
XI Sentado aquí, reflexivamente, al borde de la vida, sustentado por un aliento más fino que mi voz, pienso en lo que hay en ese abismo impenetrable donde te escondes. Es ese abismo insondable, profundo e irrastreado el que provoca que mi pluma ausculte la inteligencia de los entes que balbucean la presencia de otra latitud, la que persigo con un desespero y agonía que me causa ensoñación y vértigo. ¿Por qué persistes en ocultarte a mis ojos? ¿Cómo es que te escabulles entre las hojas? ¿Qué pretendes, que muera sin haber atrapado el lienzo de tu mirada? XII En el patio, contemplativo, el árbol mira la cruz de la iglesia. Cada día vengo a escuchar sus elegías ocultas entre los follajes; a ellos viene, por las noches, beoda, la taciturna claridad urbana, pidiendo asilo. Doy fe de que mágicos cuerpos alados, de rodillas, se han transformado en eco o en litúrgicos rezos de luz. He visto tórtolas besando religiosamente el suelo, adorando la cruz de la iglesia.
JUAN FRANCISCO BARRANCO Oriundo de Guaucí, Moca, República Dominicana, cultiva la literatura con un sentido trascendente, afín al ideal interiorista de la creación que asume y respalda. Cultor de la palabra, su búsqueda mística se expresa en la valoración de las tendencias espirituales y estéticas que han hecho de lo divino el centro de sus apelaciones entrañables. Identificado con la mística naturalista de inspiración cristiana, concibe la creación poética como una expresión estética en que la dimensión de la belleza cifre lo divino mismo en la hondura del pensamiento trascendente. Sus inquietudes intelectuales, morales, estéticas y espirituales le inspiran un ideal de vida fundado en la verdad y la belleza sublime a favor del cultivo del espíritu. Forma parte del Grupo Literario “Octavio Guzmán Carretero”, de Moca. FRAGUA DE UN FULGOR Pronuncio Tu Nombre, Padre, bajo esta fragua de lirios que imanta el crepúsculo de oro con tu Lumbre. Dónde, dime, rumor de lo celeste, alientas este hechizo insumiso, fulgor que el alma implora como un rito. Desde el resplandor del alba este canto mío viene del origen buscando Tu secreta llama, la gracia que mana de Tu Esencia, primor que el púrpura arrebata. Llama que desata el furor de la mañana, primor que incendia rosas y geranios,
acento que la calandria remeda con Tu soplo. Tu aliento fragua el rubor de los claveles y enciende el oro de los maizales. Y los nardos, ¡ay los nardos!, se enredan al fuego de Tu paso. PASTOR DE LA TARDE Al guardar su rebaño el pastor ha visto a través de los últimos rayos de luz un fulgor de crisantemos en delirante llama. El pastor, arrebatado en su tino, recordaba las soleadas tardes de verano y la sombra sutil con el púrpura herido bajo el rumor de insurrectos resplandores. Evocó la lumbre de nardos azules, amarillos o lilas en las horas sombrías. Y vio cómo el sol se hundía en la altiva montaña. El pastor no sabía si era un celaje de lumbre lo que sus ojos veían. La tarde triscaba el último suspiro del incendio del cielo fatigando el antojo de crisantemos y anturios. Una hilera de redondos gladiolos chamuscaba el camino. Y un celaje atravesaba el horizonte infinito. El pastor seguía en su interior turbado. Una estela de luz aguarda el cauce preciso para incendiar el alma con su llama. Había conocido muchas tardes doradas. Y había palpado otras tantas sombrías. Pero nunca un crisol de púrpura enredado en la sombra con el crepúsculo herido. El pastor entendió lo que la luz sugería. Aunque el extraño fulgor era misterioso y sombrío, presintió lo que nunca había sentido.
ROSA DE LUMBRE Soplo de piedra, polen de estrellas, fulgor de claveles y jazmines, primor de lirios y azahares. Oculta Lumbre, esculpes la aurora, heraldo de lo Eterno. Ánfora sagrada, fragua de trinos y esplendores, Tu llama enciende esta lira insumisa. Callada Lumbre, útero de gracia, cómo surcar estos fluidos insonoros que tu llama enciende en mi costado y cómo hilar, di, la lila de este canto bajo el rumor que Te nombra. Por Ti la sombra sorprendida, la llama que ‘recrea y enamora’ el rubor de amapolas y geranios, la blanca piedad de los jazmines. La certeza de esta llama con el gozoso sentir que Tú inspiras, secreta Lumbre, ánfora de gracia, con este ritmo interior, intenso y hondo. Polen de piedra, flor de rocío, polvo de las estrellas, imagen vicaria de la Luz que imanta mariposas en la sombra. Aquí cincelo estos versos que arrullan Tu costado. Aquí retengo el sentido mismo de lo Contemplado. LLUVIA DE NARDOS Rosa del oro purísimo y nostálgico, fervor con que reclama la llama irredenta
esta estirpe iluminada bajo esta luna de Moca. El celaje de lirios evocan este fervor de lumbre. Tiemblan los geranios bajo la lluvia. (Una alondra suspira por el oro de la tarde). Un clavel remeda el fulgor de la aurora y una rosa encendida evoca Tu lumbre. Las lilas arrebatan llamas al crepúsculo en finísimas briznas de oro y trino. Agraciada flor del viento, azul que se bebe el otro azul bajo la inspiración de Tu costado alienta esta noche de luna bajo el misterio de lo Eterno. TODO Todo se vincula con el Todo. La nada con el todo anonadado. La misma nada que lo niega todo deviene en todo con el Todo entrelazado. POSESIÓN Aquí estoy sereno, acordado en Tu lumbre, poseído. En este paisaje sutil fluye, inmensa y extasiante, la Presencia que enciende y arrebata.
IKI TEJADA Natural de Moca, nació el 27 de diciembre de 1961. Graduado en la PUCMM de Arquitecto, poeta y animador cultural. Fundó la agrupación “Rincón del Arte” y se integró al Grupo Literario “Octavio Guzmán Carretero”, del Ateneo Insular en Moca dirigido por Bruno Rosario Candelier. Miembro fundador del Ateneo Insular y Signatario de la Poética Interior, ha hecho del arte y la palabra el testimonio vivo de su aliento creador. Poemas suyos han aparecido en las diferentes antologías del Ateneo Insular (Poética Interior, 1992; El Movimiento Interiorista, 1995; La Creación Interiorista, 1997; El Interiorismo, 2001; El ideal interior, 2005). Su poemario Un latido en el bosque ganó el Premio Nacional de Poesía en el 2000. Sus poemas enfocan la realidad sensorial desde una perspectiva cósmica y mística. Posee una afinada intuición de lo trascendente y tiene una imaginación fresca, luminosa y sensual. Hace una sublimación de la angustia vital y sus conflictos inherentes para lograr de sus poemas, espejos de su contemplación interior, un estado de placidez armoniosa en comunión con la Fuerza Espiritual del Universo. UN SOPLO DE TU MANO Señor un soplo de tu mano me ha derribado y tu voz extensa me duele como la tierra Señor déjame encontrar tu cuerpo enamorado
Si los narcisos agrupaste con un te quiero déjame volverte y acariciarte y levantarte y en un abrazo de tus labios renacer tu carne incesante y abrasante no dejes solo azucenas en mis manos ya mi piel quiere saber de tu calor y tus ahogos y de tu amor en el mío en tantas cosas que pretendo. DIOS A William Blake ¡Oh Dios! que te abres como luz y en el cielo puedes mirarte dime qué pecho y en que ojo ardió el deseo de tus ojos qué cuerpo amaestrado enjugó tus pies tus manos ciñó a tu corazón inmortal llamas verdeantes qué celosa lanza osó romper tu pavoroso equilibrio tu cabellera dormida en los trigales dime qué fuego qué pecho ojo o luz te toma en los precipicios de la noche
FONDO DE CAYENAS BLANCAS Eres fondo pálido holocaustos de cayenas blancas te ciegan En un montón de palmeras desapareces el mundo ternuras lanzas no cesas ensordece las tardes tu cuerpo de viento Voz que te afirma en el vacío del aire agonizas reclamando sacrificios y cae todo en ti ME INCLINO Me inclino Señor huele como en tus aposentos alto el pino lleno de secretos de tocar la tierra Ebrio de brisas de lluvia sale de su sueño a la caza de tu cielo Gotea el perfume de una oración Abrazo fresco la sombra olorosa de su corazón junto a su mudez montaraz florezco y sin ansia me inclino Señor hacia Tus vientos de espacio y destino ENTREGA DOLIENTE Señor Oigo una música
que se forma en lo callado de abiertas lejanías toco en el viento estremecido su dolor conocido de penas y me entrego doliente a su paisaje oscuro y salvaje me derrumbo suplicante desnudo y sudo un descanso santo a orillas esta sed nacida en un suceder pasos y de voces que no cesan de atravesar abismos ímpetus de vivos o de muertos VACIO A Dayana Una sedosa quietud de muslos abiertos como un soplo de alas de aves en desbanda me cruza triste Señor nazco en su silencio me nacen vértigos y fríos en desnudes de vuelos y abrazos floréceles deshojados venciendo el corazón me deshago en la negritud ciega de estas horas en que muero en apretados goces que no alcanzo Cruzo Señor como un niño apagado buscando la grieta fecunda y surjo vacío sin nombre.
SALLY RODRÍGUEZ Nació en Estancia Nueva, Moca, República Dominicana, el 19 de octubre de 1957. Licenciada en Filosofía y Letras por la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra de Santiago, formó parte del Grupo Literario que en esa prestigiosa institución orientaba Bruno Rosario Candelier. Profesora universitaria, ha publicado poemas en diversos Suplementos Culturales y ha trabajado en el sector cultural. Miembro fundadora del Ateneo Insular y Signataria de la Poética Interior. Su poemario Luz de los cuerpos (1985), le abrió un sitial de distinción en las letras nacionales. Con voz original y auténtica, explora a través de los sentidos su presencia en el mundo. Tiene la gracia sensual de la belleza y la gracia estética de la poesía. Su lírica proyecta una sensibilidad empática y recrea un lirismo erótico fundado en la mejor tradición poética, para confluir en la visión trascendente que postula el Interiorismo. Apelada por el esplendor de lo viviente, estremecida por la belleza y el misterio, sacudida entre reclamos de sensualidad y pureza, se encabritan su ternura y su conciencia, y su talante responde al llamado de lo Eterno. RUMOR PURÍSIMO De repente me despiertan campanas desde Ti y me asomo de golpe al misterioso Ser. Me recorren campanas con violenta ternura Tú me llamas de prisa y late el corazón de la mañana. Abro mis ojos y en mis manos
un fragmento de Ti se ha deslizado. Es un rumor purísimo con alas que resplandece intocable tiembla fugaz luego se escapa. NOCHE Estoy al final de la noche Una espantosa belleza me hiere Es demasiado para mis ojos Que morirán mañana Estoy llorando por no saber qué hacer con el presuroso río y esa luna clavada en su soledad. REGRESAR AL ROSTRO Resurgir del fondo de mi abismo después de tantos siglos. Apartar la maraña todas las hojas secas mientras mi corazón se acelera con el hallazgo de un rostro dibujado siempre en mí. Encontrarnos después de las mareas para latir en una sola voz en un solo fuego callado que suave asciende en la fiesta de un vuelo de regreso al Rostro primigenio infinito.
INCESANTE CORAZÓN Una bandada de hojas amarillas levantó el viento y quedó descubierto el corazón dibújame acostada otoño adentro espalda que se extiende en oleaje puro de Tus manos el incesante corazón ya no huye dibújalo en Tus manos mar adentro. PRIMERA ORACIÓN Levantarte y dejar que circulen los ángeles Esparcir la primera oración en cada hoja y su sombra rasgar el olor de la lluvia álzate nuevo en un rito de vaporosos cálices despertar con temblores de campanas porque el silencio está dentro y con la vida late. DENTRO CAE LA NIEBLA Dentro un caballo incesante deja su polvareda sus fulgores. Dentro cae la niebla y se abre blanquísimo el silencio las olas. Los dedos en la forma de un loto despiertan y empiezan a gemir mientras la savia circula con la inocencia que arde y muerde. El animal está tocando con sus ojos mi tacto Y los míos se encienden con su lengua.
DANZA LLUVIOSA El sonido de un arpa se desliza lluvioso en ángeles que dedicadamente me tocan. Vienen entidades del viento y me crecen los brazos en esta danza de ofrecer el más íntimo gesto en besos en besos ¿a quién? ¿ante quién me desnudo? ¿Quién me acoge y me esconde muy dentro mientras la música cae a cántaros? ENTRADA AL BOSQUE Desde estas montañas contemplo el esplendor de la tierra La verde humedad oscuramente llega Siento frío me abrazo me acuesto en la hierba y cabalga la mirada sobre los cuerpos. ROSTRO CON NOCHE Y PAJAROS Rostro mirando la tierra rostro en el agua cubierto de agua Rostro abierto alzándose Desde las entrañas mismas Confusión Rostro con noche y pájaros buscándose siempre Cánticos que se yerguen en el humo asciende hacia Dios.
PEDRO JOSÉ GRIS Natural de Santiago, República Dominicana, nació en el 1958. Pensador, ensayista y poeta. Miembro fundador del Ateneo Insular y Signatario de la Poética Interior. Cultiva una poesía donde la belleza lírica y la densidad del pensamiento se funden en la expresión estética bajo el caudal de fecundas vivencias metafísicas. Con aliento clásico y efluvios cósmicos plantea la búsqueda del sentido horadado por la nostalgia y el horror vacui cuya razón lo apela bajo el hechizo del misterio. Con un cálido sentimiento panteísta, en “Oda al Padre” revela una experiencia protomística donde el sujeto lírico se identifica emocional y espiritualmente con criaturas y elementos para compartir la vivencia de lo prístino desde la compenetración sensorial hasta la dispersión de los sentidos en un abrazo cósmico pleno de sensualidad, encanto y hondura interior. Autor de Las Voces (1982), le asiste la iluminación que se adensa con su formación intelectual, su vocación literaria y su cosmovisión profunda, edificante y luminosa. ODA AL PADRE Del vaho de la tierra palpitante de noche asciende vaporoso jugo letal de angustia y turba mi cabeza, en su origen de sangre primigenia, esa extensión inmensa de sangre y de criaturas subterráneas… El gris, acerado sentimiento, me obliga a entrar al agua
a refrescar un poco la existencia. En un baño de espadas disueltas en luna líquida y en agua he empezado a nacer de nuevo desnudo en la sal, en la consumación de la blancura. La vida se vierte meditabunda, se pierde, se perfuma, se embriaga… La noche es un aroma de muy viejos rosales y un viento muy sabio de adolescentes labios que besan, que besan, que besan… La tarde, simplemente, se hace olvido… El mar, el mar, el Padre de estos seres, impasible y orgánico enciende misterioso sucesivo alborozo de silencio… Nada más que vivir la vida se presiente… La tarde lentamente nos suma a su memoria, es decir, a su luz, a su música, a sus rosas… Y más allá del tiempo, de la sucesión misteriosa del oleaje, la eternidad resplandece en su hondura intangible! ¡Hacia Ti convergen la inmediatez del tiempo, la agonía del agua, el soplo de la luz en la nada perfecta, más allá de la forma y de la belleza! ¡Epifanía pura de cristales de instantes! ¡Marejada del Uno mágico y derramado en cristales eternos! ¡Oleaje esencial sin distancia, sin tiempo! Oh Mar, oh Padre de los Siglos, Padre de estos seres vibrantes
que ahora toco en mi dispersión, en su fluir viviente, en su latir cósmico. ¡Oh Mar, oh Padre mío, mío desde la noche, desde la sal, desde la consumación de la blancura! Oh dicha de este hijo en tus noches extrañas desde que escuchan vuelos, donde el Padre medita el abismo que acecha a todo hombre… y desde su meditación se elevan truenos. Oh Padre, sosegad la noche hasta hacerla imagen del pasado. Oh Padre, sosegad esta visión de sangre que me abruma; abre Tu inmensidad, mira sangrar mi cuerpo herido en tu dolor, en tu Belleza, ahogado en tu clarísima tristeza… Oh vasta tumba azul donde los siglos mueren. EL AZAR DEL SER Empezar a subir Alguien sufre Alguien sufre El Ser se abre a su posibilidad sangrienta a su agotado horizonte El sufrimiento dispersa el Ser lo abre al paraíso todo el dolor es la apertura
(el dolor clausura el ser) La apariencia es paisaje donde el Ser es fuente de apariencias El dolido lo involucran en espirales de llanto ¿Por qué llora lo que Es? Ay, decidme, por qué la negación lo afirma ¿Acaso llora para escaparse? Hacia dónde Hacia qué El horizonte se equiorigina El Ser se lanza a su sangriento crepúsculo de llanto Ahora toca arrepentirse Decir sueño sufro soy violentar la trama donde una araña urde los confines de velar arrebatar Si en el fondo la nostalgia funda el advenir carente de toda furia y triste sin sentido el sentido se anula hasta los tiempos sido es adveniente El devenir es la gran apariencia del dolido y el tiempo lo disgrega el ser habita éxtasis cubre donde todo azar en plenitud y jugo la plenitud exige vacíos ceñir la errancia fornicar la muerte la muerte desde el origen hasta el horizonte.
CARMEN PÉREZ VALERIO Natural de Santiago, Rep. Dominicana, nació el 7 de marzo de 1958. Licenciada en Educación por la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra, ha laborado en la administración docente, la promoción editorial y la difusión cultural. Integrante de la Generación del ’90, promueve actividades artísticas y literarias. Dirigió el Ateneo “Los Amantes de la Luz” en la ciudad cibaeña. Dirigente Nacional del Ateneo Insular, integra la Comisión Intelectual del Movimiento Interiorista y participa con entusiasmo creador en los Encuentros Literarios de los poetas insulares. Refleja una intuición fincada en la herencia cultural de esencias trascendentes. Poseedora de un fino instinto crítico, cultiva los valores espirituales en su creación poética. Autora del poemario Rumor cotidiano (2003), aplica el ideal interiorista en la creación. Su poesía refleja el dolorido sentir que atraviesa la esencia del Universo en una visión lírica impregnada del espíritu celeste, hondura espiritual y la amorosa onda de los efluvios sutiles escanciando la llama de lo divino que refleja su alma llena de ternura, piedad y armonía con todo lo viviente. DANZA INFINITA Te busco en unos pasos que envejecen en la danza infinita del viento en el oleaje del Padre donde están tus huellas que ya no marcan el regreso.
HILANDO TU ROSTRO Me sorprendo entre rocas elevadas sobre voces hilando Tu rostro en la confusión y el delirio. Emerjo en surcos y anocheceres en el perdón que gravita el viejo tronco suspendido Espacio latente de olvido por donde corre el éxtasis y la espera. EBRIA DE EXISTENCIA El arpa se detiene en el rugir de tus maderos. Mis años olvidan el cántico de tus sienes que llenó las ánforas del viento -rumor de vida, fluir del silencioLas amapolas proclaman Tu retorno desangradas sobre la purísima vestimenta que me arropa ebrias de existencia. CABALGANDO EL SUEÑO Hay sueños en los ojos de este mar
de esta arena que me desdibuja Me abrazo a la humedad Avanzo deshecha en espuma en gotas derramadas Soy mar susurrado en coral cabalgando el sueĂąo primigenio de la Luz Retengo voces en los contornos del caracol y nacen lunas -rostros antiguos, duendes hilandobajo este rumor cotidiano. PRESENCIA Una gota Te contiene y me contiene. Asida a la sombra donde te has ido Oh mar Su clamor me abarca en eterna presencia. CUMBRES DE AMAPOLA Esa multitud que habito me posee. La vida brota en vĂŠrtices. Crezco y me diluyo en superficie sin reconocerme. No hay edad en estas rocas
Solo murallas sobre ella -la ciudadDeshabitada sin palabras. Alguna huella me recuerda el camino en Tu geografía inexplorada Ascendiendo y descendiendo cumbres de amapola. EN VIGILIA El río y la noche cómplices anónimos de su muerte me suman al tropel aferrada al último recuerdo de la luz En el temblor de los espejos fluyo hacia el Alba y permanezco en vigilia Cuán lejos estoy de la mañana. HACIA LA ESPIGA Bajo el naranjo hacia la espiga transita la luna Lejano Verbo murmurado en notas de cáliz El amor permanece varado en plenitud de siglo
GUILLERMO PÉREZ CASTILLO Natural de Puerto Plata, República Dominicana, nació el 10 de junio de 1940. Licenciado en Educación, ejerció el magisterio en su ciudad natal. Coordinador del Ateneo Insular en Puerto Plata, ha sido galardonado con premios de poesía por la Sociedad Cultural “Renovación”, de Pto. Plata. Dirigió la “Página Literaria” de El Porvenir, de la ciudad atlántica. Ha publicado opúsculos de poesía y cuentos elaborados artesanalmente, como Origen del pez espina y Por estos caminos. Con la aparición del Movimiento Interiorista, abraza sus postulados estéticos y renueva su carrera literaria que asume con profesionalidad y hondo sentido de la belleza y el misterio. Su obra fusiona huellas de la tradición cultural y la nueva sensibilidad introducida por la Poética Interior. Creador de cautivantes intuiciones líricas, tiene una fértil imaginación trascendente. La búsqueda del sentido, bajo la onda de una inspiración premística, articula sus creaciones a través del impacto que lo real produce en la conciencia, consignando el tono empático de su lírica y el significado profundo de su visión del mundo, cuyo último sentido concita su sensibilidad espiritual y estética. MAGDALENA Y EL POZO Rondas, que era sombra todavía. Atrapada, ardiente, esculpida. Fisión de luz, tarda la calma. El ánfora posada en el vacío. El cántaro sediento en el deseo. La sed de otra sed con la que andaba.
SAGRADA LLAMA Dame tu luz, Amado, arbola este jardín y déjame libar el cáliz, tu aposento sagrado, la humedad de Tu pecho… Desnúdame al amor. Colúmpiame a Tu ser. Vivir quiero contigo esta pequeñez de muerte. En tu alcoba de miel, baño de llamas, lirios de lunas, mi huerto es un manto desierto, cálido atardecer de cálices. ¿Por qué te vas?¿Por qué me dejas, tangida soledad de brumas en esta niebla solitaria y frágil? Canto de piedra Antes de que fueras tiempo camino desandado encontró en Ti la piedra su morada. Transfiguración Por la hendidura frágil encendida unos ojos finísimos de un céfiro me entrampan, me empozan en la pared. Soy yo el que ocurre, el que se disipa. Sólo que no estaba y he vuelto.
Canto de Unción Abierto hacia la luz sobre las aguas está el loto en su quietud ungido. Oh flor amada, desde el lodo te yergues a lo celeste… Loto Entre rizos del agua, laguna silente, antro de oscuridad, eludiendo la iniquidad del lodo, emerges mística para besar la luz. Imprecación En éxtasis de luna, óleo exorcizado sobre un cielo pastel, el tambor habla a los dioses y el agua cae. Reedición Transcribo del color esta intimidad: la mariposa es un vuelo de la mirada. Mis ojos divagan este rapto furtivo. Es un lapsus de lo intangible esta sombra. Canto de luz Una gota de rocío
herida por la luz se agobia. Muerta al fulgor se exhuma en el espacio en que encontró la llama. Canto de sombra Por donde anda un ciego la estrella que se pierde, el cristal que se apaga. Hay una noche honda, vacía como un eco, una herida en la luz como una flor abierta. Un espejo quebrado donde él solo se mira. Canto iluminado Donde un pájaro canta hay una flor de luz, un tambor que ha tañido el corazón del mundo. No hay otra voz que pueda conjugar el silencio en el espacio-eco de su canción dormida. Un pájaro revierte la herida que lacera la ausencia de una rosa. Es un grito en la llama, una lanza cegada de azules extensiones donde un ángel reposa un aliento de nubes que tuvo sus tinieblas.
JAIME TATEM BRACHE Natural de Salcedo, República Dominicana, nació el 9 de mayo de 1962. Licenciado en Psicología, posee una Maestría en Gerencia y Productividad por UNAPEC y estudios de Filosofía y Letras por la UASD. Ha participado en seminarios de formación académica, profesional y literaria. Ha obtenido galardones literarios, entre ellos el del Concurso Literario de Salcedo, y del Concurso de Cuentos de Casa de Teatro. Dirigió el Departamento de Ciencias Sociales de UNAPEC y ha sido profesor universitario. Ha publicado en revistas y periódicos diversos estudios, cuentos y poemas. Autor de La otra cara del sueño (2004) y de Rituales de la lluvia (2006), emerge al escenario literario nacional con una expresión vigorosa, original y auténtica. Explora el sentido de la Creación, desde los meandros de la memoria y la pasión, haciendo de la palabra un testimonio edificante y elocuente de la sensibilidad arraigada en la energía espiritual del Cosmos canalizando la voz de la tierra, la voz personal y la voz universal de los fluidos metafísicos. Dirigente del Ateneo Insular y cultor interiorista, cultiva una lírica con hondura interior en la que canta la presencia finita de lo viviente como expresión infinita de lo Eterno. ESCULTURA DE TUS MANOS Llego del abismo y encuentro el sonajero agitado por la brisa que viene de Tu voz. Su sonido, asombro en la mañana, espanta las sombras aladas de los sueños y nos abriga con la cálida presencia de un latido.
Siento fluir dentro de mí la levedad del mundo; pero el ruido del tiempo no me deja dormir. Anegado de aire blanco, de paisajes superpuestos y transparencia, en espíritu, camino hacia tu Templo de sangre sentida con espinas. Subo las escaleras que llevan hacia Ti. Junto a estos libros, con reliquias y risas esculpidas está el Universo, escultura de tus manos; y desde un óleo: saltan las ranas en el charco, cantan los grillos su silencio, dibujan los cocuyos garabatos de luz en las tinieblas, hablan tus dedos con el fuego y un ángel escribe un milagro de campanas. NEBULOSA EN ESPIRAL Levanto mi cuerpo de la tierra y recorro hecho polvo los caminos que quiebran el abismo y las raíces. Voy hacia los signos antiguos de tu canto. Transformado en lluvia, caigo en la cascada, estruendo blanco, y atravieso la cueva donde moran las ciguapas. Entro al Templo donde anidan las voces de la arena y me convierto en luz;
me convierto en brisa y en la levedad que viene de la niebla; me convierto en el pálido ruido del agua y en la raíz dormida del silencio… Oh Espiral Feroz, nebulosa de Amor creadora del mundo. Oh Espiral Feroz, nebulosa de Amor que erizas las espinas. Oh Espiral Feroz, nebulosa de Amor que nos redimes con los sueños, la Colina y el poema. ACCIÓN DE GRACIAS Dad gracias en todo (1ª Tesalonicenses 5:18)
Gracias, Señor, por haberme permitido nacer en la Tierra y en todos los lugares del universo, que sabemos una ilusión, un sueño Tuyo del cual espero despertar un día, cuando cese el tiempo. Gracias por la madrugada cuya biografía es el Cosmos y es nada. Gracias por las visiones y los sueños y por los libros que ya no escribiré. Gracias por el amor que alguna vez me deparaste bajo el cielo de Haití y por aquel momento en el paraíso donde una mujer y yo inventamos la lluvia. Gracias por aquella tarde en que soñé montañas volando y por las piedras
y los libros y los días. Gracias porque en Ti sigo siendo el niño que corre por las mañanas en pos de las plumas del pavo real y las pompas de jabón. Gracias por el gozo y los trigales soñados junto a Ruth y por la interminable historia de la Creación que pronto verá su fin. Gracias por el olvido y por permitirme ser (a mí que alguna vez quise jamás haber sido). Gracias por los ríos y por el sol que son yo mismo y por la ciguapa encontrada en mi voz y sus delirios. Gracias por permitirme vivir siete años bajo el agua, en un palacio encantado, y por el dorado peine acariciando mi silencio y su cristal. Gracias por las voces, los demonios y los fantasmas que atormentaron mi infancia -que fue la del mundoy no me abandonan. Gracias por la casa en la que deshacen los caminos y por su techo agujereado y por la lluvia, cuyo corazón late en un pájaro inmortal que murió mañana. Gracias, Señor, por este poema, donde el Verbo separa la luz y las tinieblas, y por haberme permitido protagonizar este asombro: MI VIDA ENTERA.
CARMEN COMPRÉS Oriunda de Moca, República Dominicana, nació en 1945. Encarna la representación poética de la impronta ancestral de su prestante familia. Estudió con las Madres Salesianas en Moca y las Monjas Mercedarias del Colegio Sagrado Corazón de Jesús en Santiago, donde reside, hace vida social y cultural. Sus poemarios Será otro azul (1997) y Poema y variaciones (2007) han recibido elogiosos comentarios y estudios en la prensa nacional e internacional. Miembro del Ateneo Insular y cultora del Movimiento Interiorista, tiene una fina intuición y una sabiduría espiritual que enriquece su vocación humanizante y su sensibilidad trascendente, atesorada con su experiencia de vida y su talante estético, lo que le permite abrir un costado de expresión que ahonda en la belleza y el misterio, desde la angustia creativa de su pasión vital hasta el aliento de la voz universal que su intuición atrapa con su rica vertiente erotizante en una hondura estética y simbólica afín al ideario interiorista que asume y potencia con su lírica. PRIMERA LUZ ¡Siénteme aquí! Donde los pájaros dejaron el nombre primero de la luz Ya es invierno Descalzo vuélvete ¡Lánzate al precipicio! Que a través de este júbilo puedas salvar distancia porque cerca está el cielo
Donde quieta la noche amarte pueda todavía Donde por alcanzarte sentí crecer temblor de gozo en río de trinos rodando por la vasta tierra. SOMBRA LIGERA Ah sombra del vuelo Temida forma de lo oculto Tus alas sobre mí despliegan Lámpara clamorosa que sordamente incendia …que huye Yo sufrí tu esplendor en una larga procesión de goces. HORA DE LA ALTA LUNA No te asombra la voz transfigurada de las aguas Anuncian ola naciente los mares del delirio Hora de la alta luna vagarosa en paisajes Manantial de sendas me incendian aliento de luciérnagas.
MIGUEL ÁNGEL DURÁN Nació en La Vega Real, República Dominicana, el 25 de mayo de 1957. Ingresó en el Seminario Salesiano de Jarabacoa, donde cursó los estudios secundarios. Inspirado en las lecturas de los clásicos grecolatinos y españoles, se despertó su inclinación literaria. Obtuvo el primer premio del Concurso Mariano en 1975 organizado por los Padres Salesianos. Médico en ejercicio, comparte la docencia universitaria, el cultivo de la música y la creación poética a la que llega motivado por el Padre Mario Borgonovo, poeta místico entre los sacerdotes de Don Bosco. Ha ganado galardones en los Concursos de Radio Santa María. Forma parte del Grupo Interiorista del Ateneo Insular en su ciudad natal y escribe una lírica inspirada en el sentimiento del amor a lo divino, combinando en su creación poética la apelación espiritual y estética de su sensibilidad trascendente por lo cual afina con el ideal interiorista. BÚSQUEDA En los templos sagrados, en las ermitas del mar, en mi noche oscura Te busqué. Como búho en sombra, como viento silbante, como grillo inquieto Te busqué. Y cual lobo que refleja la luz en sus ojos vagando sin destino bajo el alba, bajo el sol, bajo la luna respiré en la fronda la fragancia de Tu esencia.
PALOMA Quieres volar sobre las olas, saborear la transparencia del cristal. Mojada de silencio te enredas en la brisa. Quieres abrazar las delicias con tus alas navegar cielo adentro hacia la altura. Todo queda en tu querer. PRIMICIAS Primor de tu boca que me besa. Otra noche clara esta noche. Mi paloma dentro y tú en extremo perseguido. Viento de luz, agua viva que se albea. Mi vacío se llena si Tú estás. EN TU TABOR ¿De qué Tabor me hablas? ¿De los ríos de Tu fuente o la frescura que despiertan los arroyos? Tu tibio sol no es mi sol en esta tempestad, porque vivo el tormento de la duda. Lozano árbol en mi campiña, agua fresca, tu pecho: sufro tu sed cuando bebo del pantano. Conoces el bálsamo de mis labios, y no siento el beso de tu boca. Bésame con tus besos, antes de que se ahuyente este momento: Entera vivencia de hermosura.
JOHANNA GOEDE Natural de Puerto Plata, Rep. Dominicana, nació en 1955. La creación literaria de esta poeta interiorista está atravesada por el aliento espiritual que su sensibilidad, honda y caudalosa, canaliza en su obra. Su lírica refleja el vínculo cósmico de su empatía universal en su ardiente apelación sensorial, imaginativa y espiritual. Autora de Romance con la muerte (1989), Aún no sé qué nombre ponerle (1991), El libro de Alamín (1994) y El rosa de la rosa (2005), Nube de caramelo (2006) y Las maripositas de Salcedo (2007). Engarza a su palabra el hondo sentido en una expresión que vierte encanto y misterio con hondura interior. La intuición estética enriquece su sensibilidad espiritual bajo el fulgor de lo viviente. En sus versos fluye su gracia interior y el arrullo sutil de su pureza lírica canalizando en la frescura de lo natural un simbolismo puro para gozo de quienes pueden percibir el mundo en su misteriosa gestación de maravillas. Prevalida de la sensibilidad afín a los fluidos cósmicos, canaliza el trasfondo espiritual de sus percepciones entrañables mediante las cuales sugiere el sentido de lo Eterno. Sus creaciones proyectan, desde la vertiente del lenguaje del yo profundo, destellos místicos. Su lírica está calzada por una veta interior con sabor sensual en la que confluyen sensualidad, ternura y espiritualidad. CAMINO Yo, que vengo caminando sin comprender comprendo que avanzando regreso
Este todo de la nada esta nada que lo tiene todo me conjuga verdades ancianas una sola sólo una multiplicada panes peces vino la única ley que me prolonga en cada aurora eternizándome Este camino que me adentra la individualidad que quiero creer me lleva de la mano a mí misma y me unifica sin espacio a lo que yo soy de siempre Y yo que vengo caminando de la mano contigo no Te busco porque Te tengo. Eclipse de sol En un punto instantáneo y eterno el astro rey juntó las manos cerró los ojos y el universo escuchó de sus labios Hágase Señor tu voluntad. Fragmentos Tiembla la tierra dentro de mi cuerpo: nace el mundo. Un caracol asciende por mis venas: el mar no se detiene.
Abro la ventana, miro el infinito: ¿O te miro a Ti? Una amapola en el pecho: el corazón que se sale. Mis sueños desparramados en tu cuerpo: Muerte invertida. Interior Cada vez que miro hacia dentro para contemplar el mundo: Te encuentro. Unión Yo he venido cabalgando a través de vidas para buscarte… toma el tiempo que quieras que yo soy el tiempo… Plegaria Si en la mística impaciencia de tus manos descubres el huidizo temblor de una tarde adormecida devuélvete en ti mismo y hazla de nuevo amanecer.
Entrega Abre con lentitud la puerta de la eternidad palpando cada rincón del universo. Despacio muy lento navegando en cada ¡ay! que enmarca vida escribe con tu tinta de espuma el futuro de tu espacio y hazme llorar antes del regreso. Mujer Mujer, puerta por donde dejas entrar al universo, eres la unión con todos los mundos, túnel místico de la creación palpable; misteriosa y elegida, eres la salida de la otra dimensión al misterio de la vida. Señor Te busco dentro de mí y te encuentro. Te busco, fuera, y más te encuentro. Pero, ¿cómo eres que no te veo?
EDUARDO TAVÁREZ JUSTO Natural de Montecristi, República Dominicana, nació el 27 de agosto de 1935. Profesor, animador cultural y poeta místico. Miembro del Grupo “Chery Jimenes Rivera”, del Ateneo Insular en Montecristi, escribe poemas según los cánones de la retórica tradicional con el grave acento seráfico a lo Fray Luis de Granada y Santa Teresa de Jesús. Cultor de la religiosidad mística con hondo sentido trascendente y cálida ternura cósmica. Escribe inspirado en la lírica de los clásicos españoles. Publicó Voces del alma (Santo Domingo, 2006), poemario escrito con devoción espiritual. En su creación escancia el néctar sublime del ideal contemplativo con la belleza sutil y la pureza lírica de la expresión ascética. Siente en el hondón de su alma el gozo de vivir y crear para el Eterno. PASTOR DE ALMAS Tierno pastor, que a mí, Tus silbos lanzas y en aire perfumado, hasta mí llegan. Las mieles de Tus ojos -suaves danzasendulzan la quebrada, e igual la riegan. El tono de Tus notas cariñosas ofrece refrigerio a Tus ovejas. Las hierbas de Tus prados y las rosas cautivo a mí me tienen, en Tus rejas… De amores campesinos, que me inspiran al ritmo alado, de Tu verso blando. Violetas y azucenas, que me miran ¡Envidia sienten, si me ven soñando!
Después de aquel encuentro, mis pupilas de noche al prado salen a buscarte. El redil luce en calma, sólo filas de arroyos lastimeros, buscan Tu arte. Tambores en el cielo Clara fuente de luz, que amor parece sonríe, cristalina, junto al lago. Temblar, comienza, a ratos, y más crece El frío alrededor, cual negro mago. Estrofas, que recojo, en libros de oro me brindan las estrellas poetisas y se oyen melodías, que en un coro al alma la blanquean, con sus misas. Un jade, hecho de luna parturienta se mezcla con los ojos de un lucero. La brisa arisca con sabor a menta se cuela en los cabellos de febrero. Corriendo, asustadiza, rauda estrella se olvida de parar en ancho espacio. Me dicen que un romance, y la querella hacen que corra, con su pelo lacio. ¡Tambores en el cielo, en desconcierto conminan a las ninfas a ausentarse! ¡El viento y su rugir, a campo abierto obligan, a este verso, a desgranarse!
EMENEGILDA ENCARNACIÓN Nació en San Juan de la Maguana, sección Barranca, República Dominicana, el 13 de abril del 1966. Residió en Santo Domingo desde niña junto a sus padres y hermanos. Licenciada en Educación, Mención Desarrollo Agrícola y Rural por la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD). Desde 1991 reside en Higüey junto a su esposo y sus tres hijos. En el 2004 se inicia en el Grupo Literario del Ateneo Insular que en la ciudad oriental preside Mónica Galleano Lehmann, integrándose al Movimiento Interiorista de cuyos encuentros literarios es entusiasta participante. Ha publicado en “Pasión Latina” de su grupo literario. Poemas suyos aparecen en la Antología de poetas de la Provincia La Altagracia (2005) de Isael Pérez. Tiene una honda espiritualidad que su lírica traduce en una ferviente devoción hacia el Creador del Mundo. Bajo la inspiración del sentimiento de lo Eterno escribe y vive interiormente la llama sagrada que alienta su poesía, su vida y su fe. SECRETA APELACIÓN Se acostó a mi lado la noche y murmuró susurros a mi oído. Hizo ruidos, golpeó puertas y se hizo sensible. Desveló conmigo la nada en su quietud de tiempo. Eras Tú llamando a mi costado.
NOCHE YA Quiero llegar a Tus abismos y sentir el aliento que en mí vibra. Enredarme en tu espesura y palpar el Misterio que me incita. Del manantial de Tu regazo, allí donde se complacen los durmientes, andar sin pies, sin luz, y escuchar los susurros de la Aurora que me llama a Tu morada. HUÉSPED DE AMOR Misterioso huésped, inquietas mi ser, despiertas mi vida, trasciendes mis entrañas que ceden sumisas. Más allá del misterio y la cordura tocaste mi puerta y aquí estoy. COLINAS DE ALIENTO Llenas de colores mi estancia, cautivas mi ser con Tu fulgor. Estos bosques albergan el silencio. Esta colina me revela la perfección del Universo.
GRACIELA PÉREZ Oriunda de Santo Domingo, nace el 2 de diciembre de 1967. Licenciada en Educación, con un Diplomado en Didáctica de las Artes, mención Danza. Reside en La Vega, donde ejerce la docencia artística y pertenece al Grupo Literario “Federico García Godoy”, del Ateneo Insular en la ciudad cibaeña. Ha realizado presentaciones para funciones teatrales y comparsas estudiantiles en la Escuela de Bellas Artes y la Regional de Educación en La Vega. Tiene una fina sensibilidad estética y una honda vocación espiritual, que combina en sus creaciones poéticas con un dejo de ternura y piedad que reclama su alma apacentada en el rocío de lo Eterno. AMOR CLAREANTE Vivo y me hago indigna en tus brazos Amor clareante de mi espacio En la entrega de tu Verbo penetrando la angostura de mi ser. Y busco Tu Amor en su mirada Tu Voz en su acento Tu Fuerza en su abrazo. !Estoy lleno de Ti porque mi corazón Te siente.
NOCHE DE LUNA Se viste la mañana con la niebla y el rocío convidándome al calor de tu regazo. La luna teje sus rayos en el pináculo de mi piel Las sendas plateadas susurran la mirada llena donde se bebió la vida. Vuelvo a Ti la mirada cuando tengo tensa la vida ¡Quítame los miedos, Señor! Enséñame a amar. La llama de la luz bajó para besarme deslizando su Verbo por la sórdida conciencia rompiendo la noche sin estrellas. Envuelta está la risa en Tu frescor El vuelo del ave en tu mirada desbrozando el presente planeando el fulgor del cielo en el amanecer de la conciencia. INMERSIÓN Me he sumergido en Tu profunda transparencia y Tu calidez baña mi interior. !La brisa no deja de mecerse en mis brazos ni el sol de llenarse de mi luz
Es mi danza quien mueve la brisa Es mi hoguera la que enciende el sol. He hurgado en el mar un vestido de encajes, espumas y azul para vestirme con tu Amor. No quiero el apagado sol en mis ojos cuando el flamboyán tapiza la tierra ni la aurora del monte en este sequedal !Rómpame tu Verbo este dolor! Acúnese en este corazón la alegría de ser para Ti. !Siéntame en tu regazo, Amor y géstame porque hoy no soy! CLARIDAD Me gusta la niebla descendente allegándose al bocal del monte Yo también me diluyo en su abrazo Se está rompiendo el vestido que en todo tiempo amamantó mi alma del cuido de mi madre su gozo...su sendero...me llevó a escondidas explorando el vientre en cuyas aguas me perdí viviendo en la oscuridad. LA ESPERA Me estoy velando No quiero perderte, Amor Navego por mares de angustias
Tu Verbo espera en silencio. Redímeme y mi gozo cantará en la voz de Tu ser. He salido viento para mojarme en la lluvia... y ahora me estoy vistiendo de corolas. Toco Tu puerta Quiero habitar Tus adentros Se hizo el silencio en mí La Naturaleza me habla con Tu voz. Retuviste la lluvia en tus manos para lavar mis adentros.... El alma vestida de soledades, fríos y silencios se calmó al sentirte agua fresca. Tinaja mía es Tu boca fresca y verde donde mi piel desnuda reposa de sus andanzas Voy de la luz a la sombra y de mi sombra a Tu Luz.
OFELIA BERRIDO Nació en Santiago, República Dominicana. Estudió en los Estados Unidos de Norteamérica. Viajó a México, Venezuela, Costa Rica, Rumania, España y Francia, conociendo su cultura, su mística y su literatura. Ha publicado artículos periodísticos y laboró en varios programas de televisión como comunicadora, siendo la primera mujer en dar noticias por dicho medio. Habla español, inglés y francés. Doctora en Medicina por la Universidad Autónoma de Santo Domingo, se especializó en Ginecología y Obstetricia en la Escuela de Residencias Médicas de la Maternidad Nuestra Señora de la Altagracia. Tomó cursos de especialización en la Universidad de Río Piedras, Puerto Rico y en el Hospital John Hopkins, de Baltimore, USA. Busca en el interior del hombre la raíz de sus fortalezas, sus debilidades, sus alegrías y sufrimientos en pos de las respuestas a las preguntas vitales de la existencia. Una necesidad de comunicación con el poder del Universo fecunda su sensibilidad espiritual y se siente atraída por la Energía Cósmica, concitándole el origen de los secretos de la vida, lo Absoluto, que busca como una necesidad espiritual y estética. Cultora de la narrativa, publicó la novela mística El Sol Secreto (Santo Domingo, 2006). Como un ángel de la Creación o un ser de luz, disfruta la pasión de lo divino en virtud del don espiritual que embellece su alma y nutre su sabiduría. Cautivada por la Potencia del que Es, vive y goza la fruición de lo divino. REVELACIÓN Aquel día…
Aquel instante imposible de medir experimenté la diafanidad del Universo. No vi Tu imagen ni oí Tus palabras pero te aprehendí. En aquella luz nunca antes vislumbrada, en aquella intensa claridad, en aquella naturaleza en su esplendor en aquella felicidad en la cual me convertí. Aquel rapto de paz y de goce me cerró las puertas de la duda y me abrió el camino de la fe. ILUMÍNAME Luz blanca, diáfana y pura, luz que envuelve y santifica, paz y vibración transformadora Energía cósmica divina energía dadora de vida sálvame de esta oscuridad de este sufrimiento que sitia el alma Con tu rayo de fuego vivo cura el corazón de los dolidos y líbranos del yugo de la materia inerte que ata y engaña como la mente. El JARDÍN Imagen de lo real
Visión sublime de lo eterno Instante sagrado sin tiempo ni espacio Me salvó de la locura me liberó de la ignorancia y edificó mi fe. Señales dolorosas Me das señales dolorosas y aquí estoy, rebelde, padeciendo esta aflicción el entender no aminora mi sorpresa el sentir tu Presencia no suprime mi temor. Ahora que encuentro la paz me arrebatas todo cuando por fin disfruto el mundo, lo pierdo por manojos veo cómo la muerte asecha pasiva y la encuentro en todas partes casi dormida Recibo Tus señales una y otra vez veo Tus huellas y no sé que hacer… Huyo despavorida no me preparo para la muerte sigo en este mundo de la forma atada a las pequeñeces Me niego a abandonar esta realidad que asfixia y mata y por cumplir con lo sagrado sigo aprisionada inmersa en esta nada De espalda a la realidad inefable me apego a esta experiencia
abandonar lo inacabado duele y terminar nunca se puede He olvidado la preparación del viaje y no sé hasta cuando ignorarlo puedo pues por doquier recibo Tu llamado La vida se ha tornado dulce y me niego a partir pero Tú me reclamas, Padre y siento tu forma de insistir Siento que estás aquí, cerca muy cerca y no sé porqué tiemblo como la hoja última del invierno que abatida por cualquier soplo en un instante cae y perece Es hora de cesar de entregarme sin reservas y descansar, como si fuera esta vida eterna. UNO Tú eres yo, y yo soy Tú Flor violeta espigada y sutil Estrella esplendorosa de blanca cola que desde lo alto enciendes la aurora Montaña nevada que viertes tus lágrimas en el río radiante que a la llanura se asoma Mar atrevido que abraza la arena mientras el Sol majestuoso se eleva para despertar al mundo Cosmos infinito, casa de dioses, inseparable energía, interconexiones del Todo: Somos Uno.
DANIEL BARUC Daniel Baruc Espinal Rivera nació en Sánchez, Samaná, República Dominicana, el 23 de abril del 1962. Licenciado en Filosofía por la Universidad Católica Madre y Maestra, y Licenciado en Ciencias Religiosas por el Seminario Pontificio Santo Tomás de Aquino de la capital dominicana. Reside en Acapulco, México. Ordenado sacerdote católico romano en 1989 en Monterrey, fue recibido como sacerdote católico anglicano en 1996. Ha publicado A imagen y semejanza del fuego, 1990, Premio Nacional Ángela Figueras; Ceremonia en torno a una ausencia, 2004; Espejos del Sur, 2005; y Piedad frutal, 2006. Tiene inéditos libros de cuentos, teatro y novela. Abrazó el ideario estético del Movimiento Interiorista. Su poesía revela la formación intelectual de inspiración teológica y la inclinación mística de su sensibilidad espiritual y estética, signada por la llama de lo Eterno. LLENO DE CIELO Estoy lleno de cielo, por los ojos una avalancha verde fluye, resbala muy adentro en la memoria y todo ese paisaje ya perdido regresa hasta la piel, busca su aroma, encuentra sus cartílagos de niebla y bendice con fuego las esquinas boreales del silencio. Estoy lleno de cielo en este instante,
sólo el lento discurrir de la luz sobre las cosas, entreabre puertas al amor cerradas. UNA ES LA VIDA Una es la vida y una la palabra. Una la herida, la noche, la manzana. Una la mar con todos sus abismos. Una la carne con todas sus hogueras. Una la luz con su dosel de sombras. Una la muerte que viene con su séquito. Una la tempestad de la mirada. Una la flor abierta de la sangre y la cariátide lúcida del beso, y la vorágine indómita del vientre, y la doble pleamar de la semilla en donde vida y muerte se confunden. Una es la eternidad y siempre fluye. SOLO DIOS Sólo Dios, sólo Dios puede apagar el fuego, Refundar los paraísos interiores deshechos, sacar de los añicos del ser la imagen primigenia,
devolver la ternura perdida y la memoria a la ciudad que arde. Sólo Dios puede hacerlo y nunca es tarde. Ojalá no tengamos que volver a mirar a Sodoma y Gomorra bajo llamas. RETRATO EN SEPIA Montañas grises con sus barbas verdes de pinos y olivares; hay blancas cataratas y águilas reales que despiden al sol en el ocaso con sus vuelos de luz en equilibrio. Casas lejanas, trémulas, perdidas en bosques de neblina y humo de quemadas jacarandas, en donde campesinos olorosos a tierra quizás rezan el Ángelus y despiden el día con sonrisas discretas. Todo es imponente y a la vez sencillo: Dios está como siempre entretenido: moviendo el engranaje del día y sus compuertas. BÚSQUEDA No me quiero apoyar en lo caduco, en lo que muere, en lo que no resiste el agridulce paso del reloj. Por eso busco a Dios y en Él me encuentro,
entre sus aguas transparente nado a ese abismo de luz de donde vengo. TRAVESÍA Voy caminando aromas en tu busca, cansando sotos, desandando arteros atajos de penumbras en que faltas. El mar me dice que le diste música de fondo y melodía de salitre; el cielo, que le diste el espejo en que se miran los charcos matinales y las rosas. los caminos me enseñan la dichosa pleamar con que pasaste por ellos, como a tientas, y la tarde la rumorosa sábana de niebla que la ondea como si fuera un beso. Voy caminando aromas en tu busca: Amado tierno, no me dejes solo en esta travesía de penumbras.
RAMÓN ANTONIO JIMÉNEZ Natural de Naranjo Dulce, San Francisco de Macorís, Rep. Dominicana, nació el 17 de enero de 1962. Licenciado en Educación por el CURNE de la Universidad Autónoma de Santo Domingo. Profesor en su paraje natal, publicó Melancolía (1984), Crónica circular (1997) y Apología del Insomnio (2001). Desde la publicación de su hermoso poema de amor “Aeternum vale”, en el Suplemento Cultural “Coloquio” de El Siglo, en 1990, nuestro poeta dio un salto a la metafísica, tendencia que combina con el aliento romántico de inspiración mística en textos preñados de un ardiente lirismo con ternura entrañable. Receptor de efluvios trascendentes, sublima angustias y temores, y en sus creaciones hace una fusión de procedimientos surrealistas, simbolistas e interioristas. Miembro Fundador del Ateneo Insular y Signatario de la Poética Interior, concibe la poesía como instrumento del contenido espiritual que lo trascienda. Asume la lírica para expresar y hacer sentir en el espíritu la gota de Eternidad que anhela. DELIRIO DEL MÍSTICO (A Bruno Rosario Candelier, porque lo he visto contemplar lo trascendente).
La mañana es toda silencio y transparencia En este camino donde Tu voz me busca sin cesar
Sólo lo que no es a los ojos existe Sólo lo intangible a la forma es eterno Sin Tu nombre los árboles entristecen hasta morir sumergidos en la vaguedad de un mar remoto en un delirio silencioso de espejos verdes. AL UNO (A Iky Tejada) La oscuridad poblaba el espacio absurdo del vacío y las ideas se agazapaban tras el silencio del primer instante Aún no existían formas donde el dolor inventara el llanto y ya éramos todos en la Unidad Absoluta de Tu nombre en la augusta vastedad de Tu sueño En ti convergen todas las rutas posibles desde los primeros pasos de la aurora hasta la acuarela nostálgica de la tarde. Agazapado estás en la identidad de los sueños en los límites de este barro que piensa En ti medita la soledad del árbol y el espejo que el agua piensa cuando contempla los rituales del tiempo. SALMO No tejía el pájaro su vuelo sobre las cumbres ni había llegado la flor a mirar con asombro la mañana ni los corales cifraban los días desde su invicto silencio
y ya eras polen embriagado más allá del cauce de los orígenes. ANELSA VÁSQUEZ Oriunda de Nagua, República Dominicana, recibió el influjo de la onda marina que asume y alienta su sensibilidad trascendente. Se graduó de Ingeniería Química en la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra, de Santiago de los Caballeros, donde se integró, en su etapa de estudiante, al Grupo Literario que en esa prestigiosa universidad orientaba Bruno Rosario Candelier. Autora del poemario Los últimos toques de la espuma (1986) y Criaturas de luz (2000), ambos de inspiración metafísica con su lirismo dentro. Miembro del Ateneo Insular y seguidora del ideal interiorista, en su lírica fluye la ternura y el amor por lo viviente como expresión mística de su sensibilidad trascendente. POR LOS SIGLOS DE LOS SIGLOS Estoy desnuda en la playa persiguiendo la pureza del sol en mi espalda en la brisa blanca reluciente como una mano de plata en la hoguera infinita. Qué extraña sensación de lluvia prematura me rodea al contacto de la espuma tersa, virginal abrazando mis pies a un brazalete de burbujas. Anhelo esta eternidad rodeada de blancura
que mi paso la ahondara hasta la imperecedera inocencia de su huella de nieve o al menos hasta el descanso en la caverna sagrada de la arena. Estoy desnuda, la brisa me viste de una gasa transparente el sol me peina de dorado y el agua calza mi tobillo tibio. La boca se me llena de palomas parece una jaula marina acariciando los picos de la belleza en la suavidad divina de estas aves sin dioses mas con alas. Qu茅 mudo temblor callado y trata de hacer erupci贸n a cada momento en que el misterio se revela ante los ojos infantiles como una ola. Las horas crecen sin yo notar las dimensiones de su edad madura cambia su camisa de trigo por un manto de negrura impecable la luna se acuesta en mi seno yo en el de los astros el de las luces condensadas en altos bombillos celestes abismales. Nadie conoce el mar como mi piel ella sabe su olor de memoria se duerme en las esponjas y despierta en un lecho de algas. Nadie como ella lo ha tenido tan de cerca vibrando ni ha estado tanto tiempo
hablándole del mundo de la tierra de sus increíbles museos y flores. El mar es otro mundo distinto al de los huesos el de la transparencia de seguro la luna en licuados círculos azules emergió nocturna de los predios del agua. Estoy aquí y parece que nunca dejaré de estarlo una hora abarca la otra el día tiene efímera vigencia en los relojes y solo el mar es permanente. Aquí prevalece intacta la vida llena de gaviotas negras y amarillas que me tocan sin sentirlo mientras yo camino con mi alma de aleta por los siglos de los siglos. Pagodas Orientales Si atravesé a zancadas una distancia inagotable que manaba para vivir un solsticio de enero en cuerpo y valle tras esa línea azul donde el mundo parece ahogarse enloquecido. Y escuetamente me fui a las pagodas donde el golpe abierto de los ídolos humilla mi ateísmo me arroja hacia una fiebre vetusta donde el olor de las tiaras el wimana humeante las mantapas de mi ilusión simulan un hombre abierto de brazos
buscando el sendero eterno entre unos dioses helados. -¿He de formular mis preguntas ahora en este recinto que madura en la llovizna del tiempo. He de preguntar si la muerte…no, no es eso si la vida…no es eso es que un escaso territorio me agotaba. A las seis me despertaba a explorar un territorio carcomido en todos lados por el olor a santuario del agua que nunca se podría mis manos se extendían y con cuatro dedos abarcaban su orientación que siempre era la misma. Era tan pequeña la isla de los indios que me dejé tragar por un espacio milenario sobre una carretera curva que el asfalto detallaba hasta caer en el regazo de los brahmas penetrar sus pirámides monasteriales temblando, desconocida por esas paredes orientales. Y no preguntaba…no era eso es que debía volver sobre mis pasos a la orilla de las garzas para contarles de Tanjore, Bali y sintieran esa corriente pagana mezclándose en sus aguas, luego nos iríamos todos sin sembrar las crestas de murallas a fundirnos con un universo indisoluble. Un día moriremos todos como lagartos pegados a un mismo tronco robusto nos iríamos caminando por un solo sendero de abismo
por una misma ruta hacia un destino común.
RAMÓN FARI ROSARIO Oriundo de Moca, República Dominicana, nació en 1982. Licenciado en Filosofía por el Seminario Pontificio Santo Tomás de Aquino de la capital dominicana. Formó parte del Grupo Literario del Ateneo Insular en Moca. Cultor del ideal interiorista, cultiva una poesía impregnada del aliento cósmico en cuya manifestación ausculta la presencia de lo divino que expresa mediante pertinentes formas simbólicas. Con su palabra ahonda en el sentido de lo viviente y le inquieta la pregunta por el sentido desde la onda de la creación teopoética. Publicó el libro Cuentos profanos (2007) con el que testimonió su voz original y auténtica. En su lírica fluye una misteriosa llama de amor por la belleza y el misterio desde la valoración de la verdad poética que cautiva su sensibilidad espiritual y estética. PALABRAS Sólo sé murmurar palabras en estrofas de silencio en canciones olvidadas bajo la noche sin tiempo. Sólo sé murmurar palabras, trueque de versos verticales por el esplendor de las albas por la plenitud de los ideales. Yo sólo sé murmurar palabras y en el acento de mi expresión,
la Palabra: Cristo. RESURRECCIÓN (Un instante antes) Como la travesía del capullo la noria azul desde el radio del árbol traspasando el aliento el hierro muerto lacerado quieto y acrisolado en dulce pensamiento por barrotes de espinas bajo sinuosos trueques y cepos de ironías. (Un instante después) Rumor en la piedra silencio en la sombra viento en la tela hallazgo en la caverna utopía en los sentidos anhelo en las horas sigilo en las campanas destello en el alba candor en la mirada es Tu resurrección ¡Resurrección! ¡El horizonte, el arpa y la canción! Senderos indelebles 1 He perdido el rastro de las amapolas por estas inhóspitas laderas de la borrasca. 2 Siento el abandono de las huellas en los indelebles senderos del polvo. Todo se me hace presencia en el agua que murmura en las entrañas de las rocas en el grito de la tierra en el barro blando de este pecho atravesado por un aliento devorador. 3
He perdido mi sombra mientras buscaba mi cuerpo en los soslayados relámpagos de la luz. BÁRBARA MORENO Nació en Santiago de los Caballeros, Rep. Dominicana, el 4 de diciembre de 1964. Licenciada en Filosofía y Letras por la PUCMM, realizó un Doctorado en Literatura Francesa en la Universidad de París, Francia, en 1998. Tiene Post-Grado en Literatura Contemporánea. Publicó su tesis doctoral El recorrido poético de Domingo Moreno Jimenes, el gran Poeta Nacional de quien es su nieta. Ha participado en la escenificación de obras dramáticas y siguió cursos de teatro en Bellas Artes. Fue profesora de Francés en el Instituto Evangélico y en la Alianza Francesa de Santiago. Seguidora del Movimiento Interiorista, su poesía refleja un cálido aliento a través del cual proyecta un hondo sentimiento de ternura y piedad hacia las cosas con bello lirismo y vocación de trascendencia. La amorosa estela de compenetración con lo viviente, al modo premístico en su expresión estética, es su forma de sentir el Mundo como obra divina. Actualmente reside en Alemania. NATURALEZA Bien dispuestas, las hojitas leves se mueven con silbidos recién estimuladas en la rama grande, hurgadora, pasajera, numerosa ¡Oh impulso derramante y enredado del viento!, pariente sumergido, inextinguible que de pronto surges, que desatas tenaz tus lamentos y desapareces bebiendo siempre de la altura, escondido y sin pautas.
Las hojitas, resbalando junto a la compañía de un te quedas o un te vas de la brisa que las acerca retozonas, que las separa sin adiós luz insondable de los primeros tiempos, vertida sin sentido con galopante suavidad y encanto levantándose en torcida solemnidad al porvenir y como reclinado del mal tiempo. Las hojitas, en medio del tiriteo que las une, respondiendo congregadas, formidablemente con su aserradero de felicidad condescendiente pero llega la noche y sus vestigios amoratados e irresueltos las cubre de pronto pero llega la noche y la cordillera de sombras decrépitas y sordas del paisaje se adueña sin miedo ni preguntas del verde limpio sin respuestas una y otra vez, arropadas de misterio, una y otra vez del misterio curvo, aplastante desbocado, aullante, sin temporalidad. pero llega la noche y el desborde de entusiasmo las desvía a la impredecible luz de los relámpagos que las dispara encendidas que las dispara implacablemente a llanura de escalofríos que un vuelo abundante las atraviesa como racimos de tiempo sin desvelo, ¿y el infatigable manantial de clorofilas? La hojitas, sumidas al rodar de la intemperie, al desfile inmaculado de las horas que con celo las sacude la noche que en fin las acaba sin permiso... UN ARBOL
Alguien reposa bajo el arrullo de sombras del viejo roble pinchado de incógnitas Alguien siente con ahínco sus fragmentos anaranjados, rojizos, amarillentos y púrpura del naciente crepúsculo pero siguen fieles sus ramas pero siguen fieles sacudiendo con decoro algún verde olvidadizo siguen fieles a la intermitencia del otoño, arrastrando de puntillas su errabundo ondeo y su ser al aprieto galopante del temporal y su ser coronado, determinándose, y su ser entre revuelto, indeciso, azotado. Cada primavera: ¿mecerán sus hojas con descuido el relámpago desatado de su fecundidad naciente? ¿Entregarán al caminante su saludo cotidiano? ¿Murmurarán al aire su virtud de combate y con rocío? ¿Ofrecerán, atravesadas de certeza, sus brazos vaporosos de novedad? ¿Acariciarán con descuido las cavernas de nuestras metas y la frondosidad de nuestras dudas? ¿Nos rozarán con sus sueños descubiertos, como de soplo? Las hojitas, descifrando al viento, su ideal silvestre suspendido, ¡Oh su cúpula sutil y recortada!, ¡Oh sus destellos errantes en la madrugada, ¡Oh sus promesas sin protocolos, indulgentes, colgadas a su interminable milagro de paz! TODAVIA EL MAR
Desde tiempos incorregibles, oscuros, inconcebibles sigue el mar con sus pasos mojados de sal, visitando sin tropiezos la arena blanca sin tiempo avanzando siempre, golpeando con furia lo desconocido arrastrando sus constelaciones de dudas, de algas, de preguntas retrocediendo sin respuestas siempre andando con su cristal de espejo a cuestas mojado en su delirio de corales, de peces, de perfumes, convencido en su magnitud creciente, galopante, solemne el mar confundido como yéndose en su misión de búsqueda y de huida y su garganta como sus sueños, interrumpidos, estallantes, despiertos siempre, el mar airado y como yéndose atento a los abismos del hombre, el mar, endurecido por la envoltura de su capa llegando siempre, llegando otra vez y otra vez a musitarnos su rezo de caracoles, su música de despedida y sus recuerdos de otras espumas formadas de tantas otras espumas deshechas bajo la pulsación oceánica de las dudas mayores de otras espumas formadas y al instante anuladas sin contemplaciones ni penas, pero el mar, con su despilfarro de aguas sigue ansioso jugueteando con su vientre de espumas rodando transparente en la rueda incansable de la vida, y de otras espumas ¡pum! ¡perdidas para siempre!
ARGELIA AYBAR Natural de Santiago de los Caballeros, República Dominicana, procede de una familia con ancestros literarios. Miembro del Grupo Literario “Domingo Moreno Jimenes”, del Ateneo Insular en su ciudad natal. Tiene un doctorado en Medicina con especialidad en Patología. Escribe narraciones y poemas. Ha presentado ponencias en coloquios médicos y literarios. Ha publicado libros en el área de la investigación médica. Ha sido galardonada en certámenes de literatura. Publicó los poemarios Desde la sombra (1995) y Estaciones del ángel (2005). Su creación poética, en la que orilla la dimensión metafísica con ternura celestial, presenta pasajes donde confluyen su experiencia de vida, la angustia existencial y el anhelo de un ideal redentor. Devota de los ángeles, las figuras celestiales rondan su vida y su lírica y encienden su corazón con la llama del amor puro y sagrado, que su lira expresión en su creación poética. En su poesía late una visión tierna y amable con evidente vocación interiorista. SIN EMBARGO TE NOMBRO Espejo donde lo terrible se contempla: una voz, un lastimero canto. Sin embargo te nombro, breve luz nacida para herirme. Ángel suicida,
surges en el abismo de la noche. Entre el sueño y el murmullo de rosas consteladas caminas hacia el cuerpo que no soy. Me descubres, haces culto en mi cruz multiplicada, trashumas en mis carnes con las manos del deseo. En los techos de esta soledad hablas con lengua surcada de sables. Me crece el milagro de sobrevivir. Oro al Dios de los humanos. En Él reposa el don de salvación. Me aliento con sólo evocarlo. INFINITO EL ABISMO Este Ángel me seduce. Busco la forma de eludir su magia pero sus destellos se han adentrado en mi pecho, se han adueñado de mi cuerpo. En silencio invoco al Dios que conozco, hago un hueco en mis labios, alcanzo a pronunciar un padrenuestro porque pensarte ya no puedo. Tu voz ha inundado mis palabras. Infinito el abismo se crea. Tú me quemas con sólo nombrarte, en mi cuerpo te dilatas y el Misterio aflora.
BERNIZA CALDERÓN Nació en Santo Domingo, República Dominicana, el 16 de mayo de 1986. Su familia procede de Yamasá, Provincia de Monte Plata, donde se crió y estudió hasta el bachillerato. Graduada de Doctora en Medicina, preside la fundación Madre Teresa de Calcuta. Cultiva la poesía y la narrativa con un sentimiento de amorosa empatía hacia lo viviente. Tiene una sensibilidad empática y fecunda que le permite ver el mundo como una manifestación sagrada, actitud que plasma en su creación poética. Vinculada al Movimiento Interiorista por simpatía intelectual y afinidad estética, forma parte del Grupo Literario “Leonor de Ovando”, del Ateneo Insular en la capital dominicana. La pasión por los valores trascendentes amucha su sensibilidad con fulgores de lo Eterno. Y en su alma fluye, con el encanto de la Creación, la llama fecunda y cautivante del amor sutil. DANZAS DE ARMONÍA Silueta dibujada en cantos de poeta se mueve en un vaivén con intenso furor y el viento, al son de mis estrofas, dibuja una canción. Soplo, instante mar, arena sol y tierra. Los versos que proclaman lo sublime del Ser danzan al evocar
sentir vibrar y estrechan en un canto la bendición de amar. Canto, poesía, aire, voz, danza y cuerpo. Las burbujas danzantes flotan en mi balcón y siembran una armonía floreciendo en mi oído las musas de su voz. Las notas de una flauta un pez me susurró y en sonetos de gracias lo canta un ruiseñor. REINICIO DEL TIEMPO Las faldas de la noche son más que un torbellino de palabras y mustio el instante capturó el corazón. Y discurrió. El tiempo se detuvo. Narró en el calvario una imagen eterna y contó los segundos de una historia de amor. Tictac, dijo el reloj con clavos imantados marcando las vivencias del tiempo. Se sentó en el ocaso mirando a un Mesías cumpliendo su misión. Y cobró vida aquello que la época en todas sus andanzas había desvanecido. Sacrilegio eternal del santo sacramento. Padre en tus manos encomiendo mi Espíritu y brotó el arco iris de una nueva Aurora.. Aún subsiste la promesa. Se cambiaron los sueños con la santa palabra y al fin con un costado que manó sangre y agua se entintó el corazón de una historia de amor. Se expresaron los sueños, amantes prisioneros.
Misión del gran iluminado: el Mesías
VALENTÍN AMARO Nació en Gaspar Hernández, Provincia Espaillat, República Dominicana, en 1969. Es administrador de empresas. Posee una especialidad en Gestión y Educación Superior por la Universidad Católica Santo Domingo. Sus poemas han sido publicados en diarios y revistas del país y el extranjero. Es miembro del Ateneo Insular y cultor interiorista. En el temblor de las visiones es su primer libro de poesía, con dos impresiones, la primera por Ediciones Ángeles de Fierro y la segunda hecha por la Sociedad Internacional de Escritores y Obsidiana Press de West Virginia. Coordina el “Círculo Creativo de la República”, de la Biblioteca República Dominicana. Integrante del Ateneo Insular en la capital dominicana, su poesía está impregnada de un aliento cósmico en el que la persona lírica ausculta la Presencia infinita que concita su sensibilidad y su conciencia. Cultor del Movimiento Interiorista, coordina el Grupo Literario “Franklin Mieses Burgos”, del Ateneo Insular en Santo Domingo. EN LA FRÍA ESTACIÓN DEL PADRE Desde la fría estación del barro el ave rasga su memoria te grita en el oscuro de su eterna soledad en el sórdido errar de sus alas Ya un azar de lluvias terminó la errancia el deambular agreste su acoso innumerable
Padre, sorprende a veces la comodidad del cieno el sufrible desdén de los ojos la mano sin temblar y la indoblegable columna a pesar del polvo HOY TE VI DESCENDER EN UNA LÁGRIMA Hoy te vi descender en una lágrima mientras los hombres morían de ausencias Vino luego un batir de alas y no paré el llamado de oscuros sollozos Ahí estabas, Padre inefable y prístino inescrutable Entonces vi mis ojos en tus ojos y fue más alto el grito, era la carga heredada de siglos -turbio misterio de irredentas presenciasNo hubo palabra sólo Tu mano aferrando mi frente y así dormí volviendo luego a la vida EN LAS AGUAS “Déjame seguir parasitando en tu costado abierto hasta el alba más alba” (Loyola)
Dudas y sombras en la Senda Angosta asidos a tus vestiduras
con la mirada cansada en tu mirada Ladeados por el viento andamos mi Dios en esta tierra de muertos que entierran a sus muertos Y en el silencio de las noches ebrias la pregunta eterna como gota de agua en la piedra como el mar sobre los arrecifes Señor, ¿a quién iremos? ESPERANDO Señor aquí otra vez los anfibios de tu ancha pecera Si, otra vez caminando los errantes soñadores recogiendo el polvo de los días largos y las noches sin fin Otra vez, Los escuálidos saltamontes las hormigas ansiosas un poquito menor que tus ángeles en tu solitario bosque Pero aquí, Señor! esperándote
mil preguntas en los bolsillos y las sombras de las dudas a cuestas DESTIERRO A la memoria del gran poeta dominicano Franklin Mieses Burgos
Desplomándose un ángel El mar vidente errante presagia los tiempos De la sal alguien en la fría vorágine en la incertidumbre de las lilas eleva cantos tristes Huir quiere pero golpea su miedo el arrecife un coral sus duras trenzas El ángel se duerme se sabe solo, vacío, derrotado, perdido Y allá, indiferente alguien sigue cantado coros tristes…
BLAS JIMÉNEZ Natural de Santo Domingo, capital de la República Dominicana, nació en 1949. Poeta, ensayista, promotor cultural, conferencista y estudioso de la cultura negra. Autor de amplia proyección internacional, estudió en el Instituto Superior de Agricultura de Santiago y en la Universidad A & M de Tejas, donde obtuvo la Licenciatura en Ciencias Agrícolas. Ha participado en congresos literarios en varios países del Caribe, Latinoamérica, África y Europa. Publicó los poemarios El Nativo, Caribe africano en despertar, Aquí… otro español en sueños, Exigencias de un cimarrón y otros. Miembro del Ateneo Insular en Santo Domingo, cultiva una poesía en versos dolientes y entrañables con una definida visión del mundo fundada en el sentido cultural de la africanidad y su correspondiente identificación emocional, intelectual y espiritual con la Negritud desde sus raíces africanas. Prevalido del talante espiritual de la cultura negra, asume su inveterada tradición con la fuerza ancestral impregnada de la vibración de la tierra, los fluidos cósmicos y el aliento espiritual del Cosmos. ACEPTACIÓN Cuando escuché que la palabra democracia tenía varios significados, me dije socialista. Cuando escuché que la palabra socialista tenía varios significados,
me dije nihilista. Cuando descubrí mi soledad, me dije negro. Cuando descubrí mi negritud, me hice hombre. Cuando descubrí mi humanidad, acepté ser lo que soy aceptando las diferencias en el mundo. Y cuando descubrí que todo forma parte del Todo acepté sumiso mi destino. TU SON CARIBE Residuos históricos, sudores sin edades, interminables gotas en trópico húmedo, como Lamouth en el estrellato. Chorros de gotas caen como centellas, como los hombres en su descenso a la tierra. En un nunca despertar del perenne letargo en tu son caribe. Se siente pegado a la piel como lapa húmeda y caliente. Todo puede suceder en la noche. Todo puede ser en el delirio de la desesperación. Con la piel pegada al color, con la vibración de la tierra con los secretos fluidos del Universo, tu son sigue
llenando la distancia.
MINERVA HERNÁNDEZ Natural de Santo Domingo, República Dominicana, nació el 23 de julio de 1964. Licenciada en Mercadeo por Unapec. Integrante de la corriente neocatecumenal de la Iglesia Católica, participa en las actividades religiosas de este organismo para-eclesial para fortalecer su vida interior y su espiritualidad mediante las convivencias cristocéntricas como un paso importante para la consolidación de su fe y la vivencia de la llama del amor sublime. Seguidora del Movimiento Interiorista, forma parte del Grupo Literario “Franklin Mieses Burgos” del Ateneo Insular en la capital dominicana. Fervorosa militante de los encuentros literarios de los interioristas, participa en la vida literaria de esta organización de escritores con su actitud fraterna y solidaria, alentando con su entusiasta presencia su compromiso humanizante. Su creación poética refleja la impronta de su sensibilidad trascendente, que privilegia el disfrute de la vida, testimoniando su visión del mundo con un sentimiento de amor a lo divino. LA VIDA VERDADERA Recorro los caminos con un manojo de sueños enlazados, viendo el fulgor de luces que se apagan en grises torbellinos de silencios.
Como un lobo en acecho, como una mariposa en desbandada, renuevo mi esperanza en un viaje sin retorno hacia la vida verdadera. OTRA VEZ LA LLUVIA Mis mañanas inundadas por tus lluvias, caen a raudales recorriendo el sendero de hermosas amapolas que mojan soledades. Palpitas en los hechos, surges en el silencio, abrazas mi soledad dulcemente.. ¡Otra vez la lluvia inundando el presente del sendero! Ha humedecido el recorrido de la vida y sus acontecimientos. TÓCAME Oh Jesús, tócame con tus manos clavadas, que suelten mis amarras. Navegue el mar de la vida, sin que se adhiera la carne a mi alma. Camine por el rumbo que me lleve hacia Ti. Que mis pies no descansen, que no sienta el cansancio del camino. Oscile mi corazón con el flujo de sangre, completando la vida que me diste al morir, en una cruz clavado por mí!
OSCAR DE LEÓN SILVERIO Natural de Palmar Abajo, Villa González, Santiago de los Caballeros, Rep. Dominicana, nació el 10 de abril de 1953. Graduado en Derecho por la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra, formó parte del Grupo Literario que en esa prestigiosa institución orientaba Bruno Rosario Candelier. Allí recibió las orientaciones literarias más cónsonas con el desarrollo de la creación poética; allí compartió sus primeras creaciones, que publicó en el poemario Por la ruta del dolor (1990); allí evidenció su generosidad y altruismo, cultivando al mismo tiempo los valores del espíritu mediante el humanismo trascendente. En su creación poética, agraciada con destellos sublimes, refleja la búsqueda del sentido en la dimensión de lo real trascendente, ámbito de la interioridad y la escritura que motivan sus inclinaciones intelectuales, estéticas y metafísicas, como se aprecia en Nostalgia de lo Eterno (1997). Miembro fundador del Ateneo Insular y signatario de la Poética Interior, es autor de una línea signada por el hallazgo de la intuición lírica y la verdad metafísica en una vigorosa voz cargada de hondas reflexiones. AQUEL SILENCIO ¿Será tu voz, oh Dios mío, aquel silencio que rutila en el abismo? El primer oficio del polvo fue crear al hombre. Dios en todas partes permanece extraviado
habitándonos. Desde entonces, ¡oh huella! ¿Eres tú el alma del polvo? PRESAGIO El río no sabe el destino de las piedras que bajan ni el ojo conoce el misterio de la alegría que da lágrimas. EL LENGUAJE DEL AMOR Si aún no he soñado con latir en otra liviandad. Por qué, muerte, vienes presurosa a escalarme. No he decidido mi rostro en el vacío. No he decidido el sollozo ni la breve longitud del grito. Busco horizontar mi cadáver sin atropellar la cruz. Qué abandono falta a mi destino. En su aliento primitivo procuro vivir sin los días para ser el mismo. ¡Oh porvenir! Hacia dónde nacerán mis pasos. Aquellas palabras sin rumor escarpadas en el latido ¡Sabedlo! El latido es el lenguaje del amor. Soy el río que otros sueñan vencido en el umbral de las distancias Retorno a la aventura en hombros de la noche
correteando a Dios entre las brumas.
ROSALBA ESCAÑO Nació en Moca, República Dominicana, el 29 de junio de 1982. Licenciada en Contaduría Pública por la Universidad Tecnológica de Santiago (UTESA). Ha ganado premios en concursos literarios locales. Su interés por la literatura empieza en su adolescencia cuando comienza a producir cuentos infantiles, que luego la llevaron a explorar diferentes géneros creativos. En su camino intelectual conoce el Ateneo Insular recibiendo de Bruno Rosario Candelier, quien ha sido su mentor, orientaciones para el cultivo de la creación literaria con nuevos conocimientos. Miembro del Grupo Literario “Octavio Guzmán Carretero”, del Ateneo Insular en Moca, su poesía refleja el costado interior de sueños y nostalgias con el aliento ardoroso y sensual de su sensibilidad estética concitada por el encanto de lo Eterno. AUN TE SIENTO Es la noche el nido donde cobijas Tu aliento junto al mío y remueven los árboles el aroma de los azahares. Son las estrellas espías de hondos sueños, siempre ignorantes ante el silencio. Sólo tu Presencia podrá descifrar las líneas de un poema incendiado por la llama sutil. El canto del ruiseñor puede despertar
el sueño anhelado. La luna es protagonista del encanto. Alcahueta escapada de la mirada de Dios. Ojos llenos de la noche. Me detengo en un espacio denso y sensible combinando los colores del espectro. No es utopía esta sensación del alma. Es la Naturaleza desprendiendo sus encantos. Es el mar jugando a naufragar frente a la tormenta. Y yo te siento como el aliento esencial de mi corazón. Encuentro el aire tibio como el sol de primavera. Y florece tu rostro ante mí. El invierno es otoño que sacude mis latidos, el viento es un desafío para mantenerme alerta. Espera el puerto a sus barcos detrás del infinito, y estás ahí. Tus ojos vuelven a abrirse con su faro de luz. El corazón danza a ritmo de un tambor. Mi voz sonríe. La noche escapa por la ventana y duerme en un abrazo la inocencia de una niña que sueña. Se levanta con los rayos de tu mirada para vivir. El día es feliz. Tu Aliento es una playa para recorrerlo siempre. Y hoy te siento. Tan cerca como el sol cuando abraza la luna en un eclipse. Como los peces cuando tejen en sus aguas… Reza la noche sus primeros sueños y una vez más te siento…
ROBERTO JOSÉ ADAMES Natural de Constanza, Provincia de La Vega, República Dominicana, nació el 7 de junio de 1969. Poeta, escritor y abogado, diplomado en Psicología Forense, con Post-grado en Derechos Humanos y Derecho Internacional. Dirigente Nacional del Ateneo Insular y cultor del Movimiento Interiorista. Publicó el poemario Antología del Suicidio (2001). Una selección poética de su obra figura en la Antología de Poetas Latinoamericanos, auspiciada por uruguayos. Coordinador del Grupo Literario “Manuel del Cabral” del Ateneo Insular en Constanza, es un líder cultural en su comunidad. Su creación poética revela una angustia metafísica y una apelación trascendente que lo induce a indagar el sentido de las cosas con una simbología interior derivada de su inclinación onírica y su intuición ontológica. Su sensibilidad espiritual y estética afina con el ideario interiorista que profesa. PLEGARIA INFINITA Desde mis sentidos hasta la Palabra peces antiguos danzan su extravío y entre puertas derretidas emergen llantos desde cada rincón y un río que se bebe su encanto y espejos y espadas y un remar de breas
en retorno hacia el círculo y justo allí detrás del musgo agazapándose la nada o la vergüenza. LA NOCHE La noche un pájaro en un ala el horizonte en la otra el vuelo: gimnástico movimiento del azar. En mis pasos se han roto los espejos y al pisar la tierra la noche se ha vuelto eternidad. POEMA Mi indivisible eternidad es interrogada por el umbral de un espejo líquido Y líquido es el Verbo y líquidas las aguas donde aleteaba Su nombre.
ÁNGEL RIVERA JULIAO Nació en Hato Mayor, Rep. Dominicana, en 1951. Su mocedad transcurrió en Montecristi y reside en Puerto Plata donde labora como médico y participa como literato en el Grupo Literario “Virginia Elena Ortea”, del Ateneo Insular. Su sensibilidad empática, ardiente y caudalosa, experimenta un vínculo entrañable con criaturas, fenómenos y elementos. Poeta contemplativo y amoroso, intuye los fluidos del Cosmos con la visión de la Poética Interior y el entusiasmo lírico de su sensibilidad trascendente. Publicó Ángel de luz, Memoria de la sal y Fragile, poemarios donde ausculta los efluvios sutiles con sus vivencias e intuiciones. Su vocación espiritual y su empatía universal impregnan su creación poética del sentido trascendente, y con esa cosmovisión refuerza su intuición estética y el ideario interiorista. En sus poemas refleja la gracia que imanta su corazón a la fuerza más pura del mundo desatando la más honda de las apelaciones y la más sublime de las pasiones. Su poesía proyecta belleza literaria, fulgor lírico y hondura interior bajo el aletazo del Misterio. Un ángel de luz anida en su corazón lleno de amor. SIMBLÉRESIS DE LA NOCHE(*) La tarde cuece un pan oscuro con levadura de sombras al fuego del ocaso. Resina de nubes,
cáscara de niebla, velos de rocío, negra, muy negra, la noche viene. Olor a incienso y almizcle trae la neblina. Hogueras pequeñitas encienden las luciérnagas y el verde se vuelve gris entre las hojas. Un vino de estrellas empieza a llenar las copas de los lirios. Es la noche. La honda noche que no alcanzan a descifrar mis ojos. La noche inmensa que se desborda esparciendo sus cenizas hasta formar un manto. La espesa noche cóncava y azul, mansa y podrida, cerca y distante. La noche, sombra del día, la que se muerde a sí misma en su negror y en su densa vastedad se pierde. La gran noche a los pies del mundo, gemido y bostezo de la tierra en su sopor. Alfombra de hollín y humo, polvo de los días que pasan, sublimación del sueño de las cosas. Noche derramada en haces de miedo, en pétalos de cuarzo, constelación de anís. Pero nunca, nunca tan oscura ni tan gris como este dolor que a mi ser desnace.
*Simbléresis, ‘estremecimiento lírico bajo una conmoción espiritual’, término acuñado por el poeta dominicano Ángel Rivera Juliao.
VIAJE HACIA LA LUZ Voy a mis laberintos de cal y sangre donde húmedas claridades horadan imágenes buscando las formas donde asirse. Navegando los espejos, quebrantando soledades y tedios hilvanan risas en la pared del llanto para que sean lámparas los ojos, una fiesta de luciérnagas el sueño, un despertar la muerte. Me retiro a estas claridades donde la luz atrapa las presencias, el silencio se desnuda en la contemplación del alma y regresa a la esencia del origen. Entonces polvo, reconozco definido en mis huesos Tu olor a tiempo, Tu rastro vivo en la heredad de la carne, en las cenizas del barro, en las formas imprecisas de la nada. En estas claridades de ángeles inquietos el dolor es apenas una oscura semilla en los surcos abiertos de la carne. Toda sombra es un olvido de la luz,
la imposible negación de las presencias, el inexacto silencio, la insondable soledad del misterio. Enciendo mis lámparas adentro como se incendian los espejos ante los cuerpos. HUÉSPED PRIMIGENIO No estoy solo. Alguien hilvana silencios en la rueca de mis carnes. Puebla de alas y luciérnagas mis manos, me incendia de ternuras, borda de mariposas mis sentidos. Vuela en el espacio de mi sangre. Siento en mis deseos su temblor de ave, su aliento cósmico florecido y la llama de sus ojos apagados. Alguien me viste de rosas desnudas y en las noches difíciles ostenta una lámpara encendida. Es una huésped primigenio de angelical arboladura. Un polen ancestral de infinita Presencia.
LEÓN DAVID Pseudónimo de Juan José Jimenes Sabater, nació en La Habana, Cuba, el 25 de junio de 1945. En la capital cubana primero y después en Caracas, Venezuela, recibió formación escolar y universitaria. Con el retorno de sus padres al país, se establece en Santo Domingo. Se graduó de Licenciado en Letras en la Universidad de los Andes, de Mérida, Venezuela. Vivió en Madrid y París, donde estudió el arte dramático. Poeta, narrador, dramaturgo, ensayista, crítico literario y profesor universitario, ha publicado Parábola de la verdad sencilla, Adentro, Narraciones truculentas, Guirnalda, entre otros. Premio Nacional de Poesía, dirigió el Departamento de Letras de la UASD y la Escuela de Arte Dramático de la Dirección General de Bellas Artes. Poeta de la Clasicidad, explora los meandros profundos de la condición humana y ausculta el fondo entrañable de la vida revelando verdades poéticas con una sabiduría fundada en lo trascendente. Su voz lírica explora la hondura del ser en su dimensión espiritual y estética. Miembro de la Academia Dominicana de la Lengua y del Ateneo Insular, cultiva una poesía impulsado por los altos valores del espíritu. EL HERALDO Estirpe del apremiado viento, espigado linaje del maíz, raza fecunda de la tierra, germano de la casta montaña adalid del silencio en el temblor de un párpado en vigilia,
hijo del agua, vástago de la estrella, engendro sideral de la nostalgia, fruto de luz que alumbra la semilla, eterno prisionero del batir de tus alas, de la sed que te habita, del hambre que te arrastra, del fuego que te escuece y te consume, del segundo que inhóspito te alcanza… ¿No escuchas los clarines a lo lejos? ¿No escuchas como brama la distancia? Soy el heraldo de los tiempos nuevos, tañe en mi voz tu voz con las campanas, traigo aroma de selvas en mi aliento, ola, yodo y salitre en la garganta, en mi pecho germinan las palomas y brotan manantiales de mi alma. En el desierto mudo, ardiente, arisco, tiembla el oasis fresco de mis aguas; como el musgo mis sueños van trepando mientras se cubren de pájaros tus ramas; forjado estoy de cumbres y torrentes, de feroz estampida en la sabana, ruge en mi sed la torpe muchedumbre y te descubres hombre en mi palabra… Soy el heraldo de los tiempos nuevos; muere la noche, se gesta la mañana, se fecunda de grillos la espesura, se llenan de promesas las crisálidas, los caracoles cantan en la espuma una canción de arena entre las algas. Yo soy el mensajero de la vida, de la vida que corre y se le escapa: detenla en tus arterias amorosas,
alimenta tu tronco con su savia. AYERIM VILLANUEVA Nació en la ciudad de San Felipe de Puerto Plata, República Dominicana, el 21 de enero de 1987. Estudiante universitaria, cultiva la canción y la poesía con la ardiente pasión de las vivencias entrañables y el fervor entusiasta de su visión fresca, original y prístina. Integrante del Ateneo Insular en la capital dominicana, donde reside y trabaja, hace uso de la palabra y de su sensibilidad espiritual y estética para testimoniar su percepción singular de lo viviente con el toque de ternura y sensualidad de su sensibilidad empática y el aliento estético de su numen creativo. Esta joven poeta siente y disfruta el don de la vida y el esplendor del mundo como una gracia divina que canta en su creación. Forma parte del Grupo Literario “Franklin Mieses Burgos”, del Ateneo Insular en Santo Domingo. CÓMO DECIR LAS COSAS QUE NO SE DICEN Cómo decir las cosas que no se dicen con palabras cual si fuere un lenguaje privado único inmarcesible de los que la madre naturaleza nos ha heredado cómo no decir Amor por ti soy, por ti la tierra y las estrellas los cubitos y el clavel, la pipa tierra y los marchantes del verdor Cómo decir las cosas que no se dicen con palabras cual si el muerto engendrara la lengua que calla y calla y calla como se acalla en la montaña desierta con el viento que por la ventana se adentra a lo que yace impalpable
en las ruinas de mi esfera con restos de virginidad con lonjas de perversidad insaciable con frutos de manzana galáctica Cómo decir las cosas que no se dicen con palabras cual si fuere estatua de calles coloniales que dicen hablan como tú, como yo, dicen las palabras en el aire, en el aire se leen las palabras en los muros de era en los muros que tienen una vida en la historia de usureros que en sus ojos yacen en la historia de los perros que en sus ojos nace en el olor de tu entrañable cabellera, sí, tu pelo de canas alegres. Basta el silencio, basta la mirada, basta el sentir y la palabra en su amasijo transpirado por la sombra de la rosa, por las cavidades de la vida y el paladar del útero sideral del ser PODRÍA PERDERME SIN TI Podría perder mi ruta en el camino, no llegar a Ti, pero estás ahí; contigo todo es diferente. Podría no escuchar Tu voz, perder mis tímpanos en los disturbios de la vida, perder el habla en un silencio inconcluso, extasiarme en el poniente, pero Tú estás ahí, como el poema en el aire, siempre en todo, siempre Tú. Podría en silencio hablarle al viento de Ti, y pedirle que encienda este amor sacrosanto. Tú eres el Amor que hace posible que todo sea en el Universo. Unas veces Te me acercas. Entonces Te veo en la transparencia que me arrebata. Podría afirmar que verdaderamente, en esta noche sin luna, el Amor viene a mí y se desmayan mis sentidos. En el curso acelerado de mi sangre
el Amor se ha posado en mí, me ha encontrado al fin. GENOVEVA DEL ORBE Nació en Santo Domingo, el 1º. de noviembre de 1965. Graduada en Educación, mención Filosofía y Letras, por la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra, de Santiago. Tiene una especialidad en Lingüística Aplicada. Poemas suyos se han publicado en Kronos (revista virtual española), Ikaria Virtual, Poetry.com (Página virtual). Ha colaborado en la redacción de textos educativos de la PUCMM, donde es profesora de Español. Formó parte del Grupo Literario que en la PUCMM orientaba Bruno Rosario Candelier. Tiene un sentido místico del mundo, que aprehende en su escritura y en su vida, reflejo de una amorosa onda de empatía espiritual y estética. Afiliada al Movimiento Interiorista, cultiva el arte con devoción gozosa y entrañable. QUIEBRO Quiebro el estrecho silencio de mi garganta Deslizo la verdad en mi ser Campanas al viento celebran mi alegría en el templo de mis adentros Camino descalza, siento mis pies, destapo el pomo de mi angustia abrazo el sol de mi esencia. Fulgura la que Es. Aroma del buen día
A tu lado aroma de rosas olor a tierra mojada plegaria por Tu presencia Gozo de tenerte lluvia de mi soledad acompañada de Ti tantas aromas traes a mi vida que mi alma se disipa en Tu canto Tu mano es mi soporte seguir tus pasos mi destino cada hoja una señal en mi camino Contigo Señor todo es primavera y no cabe exaltación en mí, pues me colmas con Tu paz en las aromas de mi día contigo a mi lado. Quiero ser luz Esa que brilla por Ti en el firmamento. Quiero ser el aire que Te nombra, el libro de versos que canta tu Belleza, La mañana que anuncia tu alba primordial. Quiero ser la flor que atrapa tu mirada, la que embriaga con su fragancia mi alcoba Llena de sosegada calma contaría las estrellas en el firmamento. Sólo devoción me inspiras y no cabrían tantas alegrías por contar, pues la vida es un cielo lleno de azul, suave es esta cuenta de amarte. Quiero que me ames en los amaneceres, en cada instante, bajo la lluvia, tras un adiós sin miedo ámame. Sólo un pétalo sería capaz de viajar a tu ventana
y llenar de aroma tu decisión de amarme. Paciente espero Tu amor. CARMEN FELIPE Nació en Bonao, República Dominicana, el 16 de julio de 1958. Reside en Puerto Plata donde ejerce su carrera de Psicología, forma su hogar y hace vida social y literaria. Conforma la Familia Poética de Puerto Plata con su esposo y sus hijas. Ha mostrado un cordial interés por la literatura mística y el cultivo de la espiritualidad. Ha ganado algunos premios en poesía, como el del concurso “Por tu País Primero”, de la Sociedad Renovación de la ciudad atlántica. Es miembro del Grupo Literario Emilio Prud’homme del Ateneo Insular en esa comunidad norteña. Su creación poética ausculta un sentido trascendente y le atrae la búsqueda de lo divino. Con una sensibilidad fecundada en la llama del amor puro, esta entusiasta creadora tiene el don de la intuición mística y la gracia de un corazón limpio, y su alma, llena de luz, vibra con la onda sutil del Universo concitada por la ternura infinita. FUENTE SECRETA En las profundidades de Tus aguas habitan tesoros ocultos que aún mis ojos no pueden ver, destellos fulgurantes ante los cuales se inclinan mis sueños y mi alma se despliega, como un loto de infinitos pétalos. Como una gota en la anchura de Tu mar, la fuente secreta de mi alma
quiere brotar, trascender y volar, hasta fundirse con Tu océano… REVERENCIA En lo alto de la montaña contemplo la inmensidad del cielo, el crepúsculo se desvanece en la silueta de los árboles y vislumbro la noche… Poco a poco aparecen las estrellas, todo se cierne sobre mí, me acoge, es ilimitado, eterno… Mi consciencia se pierde en el espacio, me inunda un sentimiento de reverencia ante la grandeza del Universo… Siento Tu presencia en el alma del paisaje… En ese instante, soy consciente de Mí misma… CONTEMPLACIÓN Mi pensamiento se desvanece en el fulgor de la noche y se convierte en rocío al despertar el alba… Soy una nube que vuela adonde no existe el tiempo... Floto en una inmensa morada entre la tibia claridad de tu aliento y el resplandor de la aurora… ¡Oh....Misterio infinito!
Vislumbro Tu presencia cuando las flores irradian los efluvios de un infinito amanecer… Gota de luz multiplicada en mil colores... …Manto de infinita paz... LA VERDAD La verdad es agua que brota de Tu fuente primigenia, cae, me moja, me toca, me convierte en río que serpentea caminos ignotos entre la luz y la sombra entre la duda y la fe entre el bien y el mal… En el instante en que me acerco a ella muere la muerte y florece la vida desaparecen las tinieblas y encuentro la luz se suprime la nada y me fundo en el Todo trasciendo el fin, silencio de eternidad… FULGOR DE LA AURORA Esta mañana quise verte y Te asomaste en el fulgor de la aurora derramada en el mar en el canto de las aves y el murmullo del riachuelo… Sentí tu aliento en el perfume de una rosa,
en la sonrisa y el asombro de un rostro inocente... Esta mañana descubrí Tu amor en todo lo creado, que todo el universo cabe en un instante... y que en Ti, un solo instante es toda una eternidad… BÚSQUEDA Soy una gota en eterno fluir que Te busca incansable donde no existe el tiempo Sólo para encontrarme Sólo para encontrarTe...
ARSENIO DÍAZ Oriundo de Puerto Plata, República Dominicana, nació en el 1965. Graduado de Arquitecto por la Universidad Tecnológica de Santiago. Dirigente Nacional del Ateneo Insular, coordina el Grupo Literario “Emilio Prud’homme”. Apasionado de las artes y cultor del Movimiento Interiorista, cabeza de una familia de poetas bajo la inspiración de la belleza primordial. Su lírica atrapa ondas intangibles con amorosa onda de empatía espiritual. En su creación un temblor metafísico presagia la verdad que le da sentido a la vida bajo los efluvios suprasensibles con huella de lo eterno. PLENITUD Te busco entre las burbujas de la perpetua danza del mar, en el mudo blancor de las olas que rodando en plenitud de lirios ascienden hacia un éxtasis de cielo. Me asomo a la pureza de Tu fuente y escancio Tu dulzura. Te contemplo y me siento instante en la infinitud de Tu vuelo. Entonces mi vida atrapa Tu llama como pétalos que esplenden su aroma al rocío en su albura intangible. En este umbral de sueños me alucinan paisajes interiores donde escucho Tu voz.
Te encuentro en la paz que florece y transmuta mi alma… JUANA ESCORBORT Oriunda de Higüey, Rep. Dominicana, nació el 3 de febrero de 1956. Licenciada en Derecho y Diplomada en Psicología Infantil. Autora de los libros Vivencias del corazón (versos, 2003) y Vivencias infantiles (Cuentos, 2004), escribe bajo la inspiración del amor y la vivencia de lo divino que alienta su vida. Miembro del Ateneo Insular en la capital dominicana, cultiva también el arte de la pintura con devoción espiritual y estética. AMOR Fuego que enciende y arrebata. Inagotable, eterno cuando quiere. Todo lo entiende. Todo lo abrasa. Llega con su llama de vida y no muere. TU MIRADA Atiza mis entrañas y alumbra mi camino. Luz de luna en mi noche serena. Si me falta caminar no puedo. ONDA INTANGIBLE Efluvios de umbrosa espuma que mece cual viento y besa dejando un sabor extraño:
Inmóvil en el horizonte y caracoles enterrados en la arena. BELKIS TORRES Nació en Mao, provincia Valverde, Rep. Dominicana, el 2 de febrero de 1977. Cursó la Licenciatura en Educación, Mención Letras, en el Centro Universitario Regional del Noroeste (CURNO/UASD). Miembro del Grupo Literario “Juan de Jesús Reyes”, del Ateneo Insular en Mao, cuya línea estética acoge en sus escritos. Ha publicado en la Revista Literaria “La Espiga”, órgano de su comunidad. Escribe bajo el impacto sensorial y la ternura angelical de su alma limpia y cándida en una lírica sensual impregnada de un hondo sentimiento cósmico y un sereno aliento místico afín al ideal interiorista que profesa. LA VOZ DEL MAESTRO Pareció haber ascendido del aula un incienso santo aromado de flores y mirra celestial No es más que la dulce voz del Maestro que se cuela con hálito de amor y luz entre nosotros. Pensé requerir un vaso de alcanfor, un ramito de azahar y místicos designios para adornar su mesa. En instantes interpreto al Señor acariciando nuestras almas con la tierra sagrada que tocó en Jericó. No creí ungirme en las aguas claras de esa gracia inmensa ni tropezar tal santidad.
No sé cómo sentí esta voz que todo lo transforma con luminosa llama. AGUA DULCE Soy la mujer de agua dulce, el río que va corriendo entre ramas de azahares. Agua que suspira por uno de tus besos. Soy fuente desbocada que el follaje sostiene. Agua transparente, lluvia perfumada. Soy tu flor del sueño, burbuja de la nada. Agua de la luna, agua que es espejo. De ella mana el alma gotas para el Universo. ODA POÉTICA ¡Oh poesía…lirio en mi interior ¿Qué has venido a buscar? Luciérnaga nocturna, amiga de la nada. No entristezcan tu sonrisa las lluvias desdibujadas de esta humilde muchacha. Oh, poesía, manto sagrado que con mano invisible posas sobre mi ser. Arcoiris de rosas, lluvia de luz llorando sobre el techo. Noche ciega y callada mujer de la esperanza caminas en los jardines de mi alma.
SÉRVIDO CANDELARIA Natural de Miches, Provincia de Higüey, Rep. Dominicana, nació el 28 de marzo de 1956. Licenciado en Educación, Mención Letras, por la Universidad Central del Este. Poeta, narrador, profesor y animador cultural. Ejecuta un proyecto de desarrollo cultural en su pueblo natal para crear las bases de la tradición literaria en ese poblado esteño. Miembro dirigente del Ateneo Insular, es el poeta interiorista del Este de la República que asume la palabra como un don divino mediante el cual da cuenta de lo viviente como testimonio de la Creación en la que somos y estamos como una gracia del Creador del Mundo. El esplendor de lo viviente concita su lira y su entusiasmo, que su poesía formaliza con encanto. TORRENTE Una cañada de luz despeña al monte y sus chorros cortan la cantera negra del lecho. Y yo en el espejo mis deseos palpo ansiando la estela que toque mi frente, que me transfigure, que se haga asequible, que tiemble en mis manos, que se posesione de todo mi ser. Quizás así pueda abrir un camino entre la espesura
que orilla el Sendero. REFLEXIÓN A veces, cuando las tinieblas me llaman hacia sus claros abismos, asciendo a Ti para encontrarme. PRETENSIÓN Desando la vereda tendida ante mis pies. He sido rico en falsas pretensiones mientras llevaba mi bagatela de existencia. Ahora, nada entre el todo, renazco en la penumbra del ocaso y transito las fragancias del fango. En abismo de transparente corteza flotará mi hamaca en llamas sobre el risco. Y aunque ciego, atraparé el rocío con qué apagar la sed que el agua no sacia. RETORNO Escucho el estruendoso silencio de una partitura etérea. La vida se ha ido con pausada prisa a diluirse en una cruz que se agiganta. Y en la gruta barrida por el viento, la esperanza alienta
el regreso cada vez más lejano. ÍNDICE GENERAL I. ORIENTACIÓN ESPIRITUAL Y ESTÉTICA -Bruno Rosario Candelier: Revelación de la conciencia mística….13 -Bruno Rosario Candelier: El lenguaje de la lírica mística………..31 -Bruno Rosario Candelier: Poética Interior………………………..59 -Pedro José Gris: Mística y creación literaria……………………....69 -Roberto Fdez-Valledor: La mística en la creación interiorista…....73 -José Frank Rosario: Literatura, creación y mística………………..87 -Tulio Cordero: Un punto de vista interior…………………………95 -Juan Miguel Domínguez Prieto: La Voz que nos trasciende……..99 -Johanna Goede: Mística, poesía y trascendencia………………...103 II. TEXTOS DE AUTORES INTERNACIONALES -Juan Miguel Domínguez Prieto: Temblor de la blancura……….109 -Teodoro Rubio: Si resonara tu Voz………………………………115 -Gonzalo Melgar de Corral: Nado en la Luz……………………..121 -Fray Emilio Rodríguez González: Cimiento de las horas...……..125 -María del Carmen Soler: No estamos solos……………………..129 -José Nicás Montoto: El Iluminado……………………………….135 -José Félix Olalla: Una presencia discreta………………………...139 -Carmen Riaza: Denso el aire de nardos y jazmines……………...145 -Gonzalo Sánchez-Terán: Bienaventurados………………………149 -José María Muñoz Quirós: Claridad…………………………….153 -Juan Bravo: De la sed y el horizonte……………………………..157 -Padre Luis Hernández: Bucólicas del atardecer……….……...…161 -Clara Janés: Rosas de fuego……………………………………...165 -Pedro Sánchez Téllez: Un paisaje interior………………………..169 -Marco Martos: Noche oscura…………………………………….173 -Fray Pablo de Jesús: El pavo real……………………………......177 -María de los Ángeles López Alfaro: Éxtasis…………………….183 -Teresita Hernández: Polvo de estrellas…………………………..185 -Ángel Darío Carrero: La Eternidad……………………………...187 -David Escobar Galindo: Dios de dioses…………………………191 -Mónica Galleano Lehmann: Devoción………………………….195 III. TEXTOS DE AUTORES DOMINICANOS
-Mons. Freddy Bretón Martínez: Samaritana……………………197 -Tulio Cordero: Esta sed…………………………....………..……203 -José Frank Rosario: Quise arder aún más…………………….….209 -Fausto Leonardo Henríquez: Avecilla enamorada…………........215 -Juan Francisco Barranco: Fragua de un fulgor……………….…221 -Iky Tejada: Un soplo de Tu mano………………………………..225 -Sally Rodríguez: Rumor purísimo………………………………..229 -Pedro José Gris: Oda al Padre…………………………………....233 -Carmen Pérez Valerio: Danza infinita……………………….......237 -Guillermo Pérez Castillo: Magdalena y el pozo…………...…….241 -Jaime Tatem Brache: Escultura de tus manos……………….......245 -Carmen Comprés: Primera Luz………………………………….249 -Miguel Ángel Durán: Búsqueda………………………………….251 -Johanna Goede: Camino……………………………………........253 -Eduardo Tavárez Justo: Pastor de almas………………………..257 -Emenegilda Encarnación: Secreta apelación…………………....259 -Graciela Pérez: Amor clareante………………………………….261 -Ofelia Berrido: Revelación……………………………………....265 -Daniel Baruc: Lleno de cielo…………………………………….269 -Ramón Antonio Jiménez: Delirio del místico………………......273 -Anelsa Vásquez: Por los siglos de los siglos…………………....275 -Ramón Fari Rosario: Palabras……………………………..…....279 -Bárbara Moreno: Naturaleza…………………………………....281 -Argelia Aybar: Sin embargo Te nombro………………………..285 -Berniza Calderón: Danza de armonía……………………….......287 -Valentín Amaro: En la fría estación del Padre…………………..289 -Blas Jiménez: Aceptación………………………………………..293 -Minerva Hernández: La vida verdadera…………………………295 -Oscar de León Silverio: Aquel silencio………………………….297 -Rosalba Escaño: Aún Te siento………………………………….299 -Roberto José Adames: Plegaria infinita………………………....301 -Ángel Rivera Juliao: Simbléresis nocturna………………….......303 -León David: El heraldo…………………………………………...307 -Ayerim Villanueva: Cómo decir lo que no se dice con palabras...309 -Genoveva del Orbe: Quiebro…………………………………….311 -Carmen Felipe: Puente secreto…………………………………..313 -Arsenio Díaz: Plenitud…………………………………………....317 -Juana Escorbort: Amor…………………………………………..318
-Belkis Torres: La voz del Maestro………………………………..319 -Sérvido Candelaria: Torrente…………………………………....321
COLOFÓN Esta obra de Bruno Rosario Candelier, POESÍA MÍSTICA DEL INTERIORISMO, se terminó de imprimir en los Talleres de Editora Búho, Santo Domingo, República Dominicana, el 6 de octubre de 2007.
BRUNO ROSARIO CANDELIER Oriundo de Moca, República Dominicana, nació el 6 de octubre de 1941. Doctor en Filología Hispánica por la Universidad Complutense de Madrid y Licenciado en Educación por la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra, de Santiago de los Caballeros, institución a la que pertenece. Director de la Academia Dominicana de la Lengua y Miembro Correspondiente de la Real Academia Española. Creador del Movimiento Interiorista y Presidente del Ateneo Insular, es un orientador, forjador y animador de la cultura y las letras. Ha inspirado la creación de numerosos Grupos Literarios en diferentes poblaciones dominicanas y extranjeras. Conferenciante en coloquios, congresos y seminarios de temas culturales, lingüísticos y literarios. Ha participado en congresos nacionales e internacionales con ponencias de su especialidad. Ha merecido reconocimientos de instituciones nacionales e internacionales. Premio Internacional del Instituto de Cultura Hispánica, de Madrid, Premio Siboney y Premio Nacional de Ensayo. Ha publicado los siguientes libros: Lo Popular y lo Culto en la Poesía Dominicana (1977), Un Texto, un Análisis y una Entrevista (1979), Ensayos Críticos (1982), La Imaginación Insular (1884), Ensayos Literarios (1986), La Creación Mitopoética (1987), Tendencias de la Novela Dominicana (1988), La Narrativa de Juan Bosch (1989), Ensayos Lingüísticos (1990), Valores de las Letras Dominicanas (1991), Poética Interior (1992), El Movimiento Interiorista (1995), El Camino del Poder (1996), La Creación Interiorista (1997), La Búsqueda de lo Absoluto (1997), El Sentido de la Cultura (1997), El Sueño Era Cipango (1998), Coloquio Literario (2000), El Interiorismo (2001), La Ficción Montonera (2003), Lenguaje, Identidad y Tradición en las Letras Dominicanas (2004), La Creación Cosmopoética (2005), La garra del estrés (2006). En Poesía Mística del Interiorismo publicamos una muestra de la lírica teopoética de los creadores españoles e hispanoamericanos que aplican en su creación literaria el ideario espiritual y estético del Movimiento Interiorista confirmando la validez de esta tendencia artística, ratificando el alcance internacional de este movimiento literario y reiterando la importancia de la lírica mística en las letras universales.