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Arquitectura en escala
1. Grupo de arquitectos gestores de la fau, um (c. 1957). Integrantes: (de abajo hacia arriba y de izq. a der.) Enrico Tedeschi, César Jannello, Carlos Manuel Azzoni, Michel Giraud, Juan Carlos Rogé, Daniel Ramos Correas, Carles Vallhonrat, Gerónimo Emilio Tomba, Jacques Washington Caspi y Manuel Fanohe, reunidos en la casa del último.
Arquitectura en escala
San Juan, destruida. «Toda la ayuda que se dé será poca», titula el diario Crítica de Buenos Aires. Es pleno verano de 1944 y en sus calles se respira desolación. Más de 5000 personas mueren a causa de un terremoto de 7,4 grados en la escala Richter a 20 kilómetros al norte de la capital. La zona queda en ruinas.
La tragedia ocupa las primeras planas del país y, en Cuyo, desencadena un proceso refundacional. Con el fin de levantar la trama urbana, en San Juan se crea un Consejo de Reconstrucción. Entre sus acciones, la entidad programa un concurso de planes maestros del que participan equipos de todo el mundo, incluido el grupo Austral, integrado por los discípulos nacionales de Le Corbusier.
Como reflejo local de una tendencia globalizada,el discurso moderno se abre paso a través de cuantiosas propuestas. El éxito de la convocatoria reside en la oportunidad inédita que representa para los profesionales de la época planificar una ciudad casi desde cero, algo impensado para otras urbes donde la consolidación edilicia es una realidad tangible. En la memoria colectiva mendocina rebrota el recuerdo del terremoto de 1861, motivo del traslado estratégico del centro urbano desde la Ciudad Vieja hacia la Ciudad Nueva en 1863 y causal de una lenta, pero sostenida, transformación urbana.
A su vez, el reciente desastre exige un replanteo sobre el quehacer constructivo en esta porción del Cinturón de Fuego del Pacífico, mientras que alerta sobre la falta de legislaciones adecuadas. La preocupación se materializa en congresos y reuniones,
como las 3ªs Jornadas Argentinas de Arquitectos, organizadas por la División Mendoza de la Sociedad Central de Arquitectos (sca), donde se expone la problemática de la edificación en zona sísmica y la necesidad de avanzar en normativas.
En el plano académico, el hecho aflora graves interrogantes sobre la idoneidad de los técnicos y la ausencia de un centro de formación, lo que desata una intensa campaña en busca de uno. Tras la entrega a Eva Duarte de Perón de un petitorio firmado por más de 10000 alumnos y 100 instituciones, en 1950 se abre la Escuela de Arquitectura en la Facultad de Ingeniería, Ciencias Exactas, Físicas y Naturales (ficefyn) de la sede sanjuanina de la uncuyo (la Universidad tiene bases en Mendoza, San Luis y San Juan hasta 1973; luego, las dos últimas se independizan).
Por sus aulas circula gran parte del elenco que cambia la manera de pensar la arquitectura del oeste argentino, al menos hasta el nacimiento de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad de Mendoza (fau, um), orquestada por Enrico Tedeschi en 1961. Previo a ambas iniciativas, la región solo posee los cursos nocturnos de la apba mendocina, que otorga el título de Dibujante de la Construcción.
A propósito, la instauración del establecimiento en San Juan no transcurre sin turbulencias. A mediados de los años 50 y motivada por la insistente demanda, la uncuyo pretende trasladar a Mendoza el Departamento de Arquitectura (ex Escuela) de la ficefyn. En rechazo, las paredes de la provincia vecina aparecen empapeladas con una «a» minúscula y la leyenda «Arquitectura en San Juan», situación que moviliza la opinión pública a favor de la resistencia estudiantil y logra frenar la mudanza.
El caudal de arquitectos que aterriza en San Juan y en Mendoza desde otras latitudes, ya sea para educar o trabajar, es significativo. De los 15 que ejercen en Mendoza en 1930, se pasa a cerca de 50 en 1958. Los hermanos Manuel y Arturo Civit, Juan Carlos Rogé, Daniel Ramos Correas, Raúl Panelo Gelly, César Jannello, Colette Boccara, Enrico Tedeschi, Jorge Vico, Arístides Cottini, Augusto Miret, Gerardo y Carlos Andía, Carles Vallhonrat y Juan Brugiavini son apenas una porción del fértil escenario. La mayoría se forma en las escuelas de Arquitectura de la Universidad de Buenos Aires (uba), la Universidad Nacional de Tucumán (utn) y la Universidad Nacional de Córdoba (unc), por lo que tienen contactos aceitados con referentes de la talla de Amancio Williams, Eduardo Sacriste, Jaime Roca, Ernesto Lapadula y Osvaldo Pons, por mencionar algunos.
Esta efervescencia, manifiesta en la independencia que alcanza la arquitectura y su consolidación disciplinar, alienta el armado de una agrupación profesional para mejorar las condiciones laborales e influir en asuntos de interés social. Así se forma en 1953 la División Mendoza de la sca, que –sin sede física propia– es presidida en mandatos sucesivos por Miret, Jannello, Rogé y Ramos Correas. Con alto perfil público, lleva a cabo jornadas y charlas, a su vez que incentiva la mecánica de los concursos estatales para la confección de obras arquitectónicas y urbanísticas de relevancia. En 1959 y con dirección de Aniceto Puig en su ciclo fundacional, deviene en la Sociedad de Arquitectos de Mendoza (sam), un ente crucial para la redacción del Código de Edificación de la Ciudad de Mendoza impulsado por la Municipalidad de la Capital.
2. Fachada interna de la Casa BoccaraJannello (1952). Vivienda unifamiliar de carácter moderno. Su frente es austero y tiene pocas aberturas. El inmueble se desarrolla hacia el interior del terreno. Calle Clark 479, Ciudad de Mendoza. Proyecto arquitectónico: Colette Boccara y César Jannello. 3. Taller Colbo (1955). Construido en el fondo del lote de la Casa BoccaraJannello para la fabricación de piezas cerámicas. Realizado con materiales del desarme de la Feria de América. Proyecto arquitectónico y productivo: Colette Boccara y César Jannello.
4. Planta baja de la Casa Tedeschi (1954). La vivienda unifamiliar se destaca por la interconexión de los espacios comunes y su diálogo con el patio central. Está equipada con mobiliario moderno, como el asiento bkf de Antonio Bonet, Juan Kurchan y Jorge Ferrari Hardoy y las sillas modelo A de César Jannello. Calle Clark 445, Ciudad de Mendoza. Proyecto arquitectónico: Enrico Tedeschi. 5. Divisor neoplástico de la Casa Tedeschi (1954). Hormigón coloreado y estructura metálica. Pieza realizada in situ con molde de yeso perdido. Diseño: José Carrieri.
Pese al clima de renovación que vive la arquitectura, e incluso cuando este toma fuerza, sería engañoso decir que solo hay una tendencia. La producción todavía cuenta con líneas pintoresquistas que se resisten a la llegada del racionalismo y el organicismo que reinan en Europa y ee.uu.
Sin embargo, el punto de unión entre estas corrientes es la interdisciplinaridad para resolver desde los ambientes hasta los objetos de uso. En las primeras casas internacionalistas conviven el mobiliario neoclásico y art déco, proveniente de firmas de Buenos Aires, con el moderno, desarrollado localmente.
La vivienda que Le Corbusier proyecta para la familia Errázuriz en el balneario chileno de Zapallar, al borde del océano Pacífico, se erige como una referencia del estilo moderno-regionalista en el sudoeste americano. Para su delineamiento, incorpora los puntos que dicta en la conferencia «Una célula a escala humana» en Buenos Aires días antes de la primera reunión con el cliente. Es decir, aplica en ella una solución universal, basada en paradigmas contemporáneos, pero resuelta con materiales del lugar: muros de piedra, columnas de madera, hormigón y tejas de barro.
Allí se visualiza el principio genérico e industrialista de «machine à habiter» o «máquina para habitar» con el que el franco-suizo define una casa: la belleza de un espacio se cimenta en su practicidad, fruto del ensamble de elementos y funciones, como si se tratase del montaje de un avión o un auto. Si bien no se construye, sus planos son expuestos en 1935 en el Museum of Modern Art (moma) de Nueva York, junto a una selección de obras del maestro de la arquitectura.
Arquitectos como Ramos Correas o sociedades como la de Ernesto Schiffrin y el proyectista-constructor Pedro Ribes encaran en Mendoza obras hoteleras, del tipo chalé californiano, con la concepción de un diseño transversal que engloba los elementos fijos, las aberturas, la iluminación y el mobiliario. Con reminiscencias coloniales, el ornamento se despliega sobre la carpintería y la herrería. El medio social –y más todavía el aristocrático– es reticente al despojo formal, dado que su gusto está regido por la exteriorización del valor arquitectónico.
Los nuevos vecinos, en cambio, jóvenes profesionales seducidos por los postulados de Frank Lloyd Wright, Ludwig Mies van der Rohe y demás autores repasados en las revistas Nueva Visión, Nuestra Arquitectura, L’Architecture d’Aujourd’hui y Arts and Architecture, cultivan a través de sus construcciones un giro en los modos de ser y parecer locales.
En 1952, y en una brusca ruptura con los patrones del contexto, Jannello y Boccara proyectan su casa. Un plano casi ciego sobre la calle Clark de la Ciudad de Mendoza domina un lenguaje introvertido, que en el interior muta para abrirse en su totalidad hacia el jardín. La estructura y los paneles móviles de las salas la convierten en una vivienda versátil, equipada con sillas, mesas, lámparas, camas y cuchetas diseñadas por ellos.
En contrapunto con la geometría de los muebles, del ambiente central cuelga una lámpara rústica, hecha a partir de una rama de espinillo seco. Los pisos y la vajilla de gres cerámico son autoría de Boccara, quien tiene su taller en el fondo del lote, construido en 1955 con materiales de la Feria de América, comprados una vez finalizado el evento.
Frente a esta, en la esquina de las calles Clark y Granaderos, Tedeschi edifica su vivienda en el mismo año. La residencia del arquitecto y urbanista ítalo-argentino también permanece sobria en el exterior. Puertas adentro, la zona de estar abraza el patio. Una constante en los planteos de Tedeschi es la minuciosa atención prestada a los factores bioclimáticos, para los que contempla cerramientos específicos –en este caso, persianas corredizas–.
Como muestra de la filtración del arte en las escenas cotidianas, la división virtual entre recintos está consumada por un tabique de hormigón armado y morfología neoplástica, fabricado in situ por José Carrieri. El lugar se completa con las sillas A de Jannello y el asiento bkf del grupo Austral, que actúan como esculturas para usar.
En un efecto expansivo y dentro de una circunferencia que abarca apenas pocas cuadras, afloran inmuebles del mismo corte. Casas como la proyectada por Jannello para el oftalmólogo Luciano Álvarez Noqué (c. 1950) incorporan bóvedas romanas, arcos de medio punto y amplios postigos a un renovado paisaje habitacional en la Ciudad de Mendoza. El asiento bkf, el sillón Versión moderna de un mueble popular de Williams y una lámpara de pie de Jannello son parte del equipamiento de sus salas.
En la Casa Degiorgis (1957), emplazada en la calle Sargento Cabral del mismo departamento, Panelo Gelly formula losas planas y volúmenes puros de piedra y ladrillo visto, alivianados con aberturas moduladas geométricamente.
Nodos de vinculación laboral, como la Escuela y posterior Departamento de Arquitectura de la uncuyo, la división Mendoza de la sca, la sam y la Dirección Provincial de Arquitectura, propician las coproducciones entre sus miembros. De estas surgen, por ejemplo, la Casa Hidalgo en San Juan –delineada en 1954 por Tedeschi, Vallhonrat y Jannello– y la Casa Díaz-Araujo en la Ciudad de Mendoza –realizada en 1958 por los dos primeros–.
La intervención de Abdulio Giudici en la última lo hace partícipe esencial del proyecto: en su fachada exterior, el artista aprovecha el ritmo estructural para componer un mural cromático; en el interior, propone un separador de figuras romboidales, similares a las generadas en los estudios geométricos de su serie de cuadros; y para el patio, que funciona como conector de espacios, realiza un friso circular. El avance de la decoración en los proyectos arquitectónicos se repite con su trabajo para la fachada del local de la Agrícola Giménez, proyectado por Panelo Gelly.
En lo que refiere a la integralidad proyectual, vale detenerse en el arquitecto Gerardo Andía, quien se forma en la unc luego de abandonar la carrera de Ingeniería en la facultad sanjuanina. Priman en su labor el organicismo, las líneas wrightianas, las extensas superficies vidriadas, el uso de materiales de la zona y la concepción total del equipamiento. A la Casa Andía-Malisani, ideada para sus padres en la Ciudad de Mendoza en 1952, le siguen más de 120 viviendas, encomendadas por las familias Titarelli (1957), Budán (1966), Curto (1967), Aguilar (1970), Herrera (1970) y Arizu (1971), entre otras.
Su propia casa-estudio, construida en 1958 en Guaymallén, deslumbra por su articulación funcional y la constante interacción entre el interior y el entorno, generada con muros de piedra y ventanales por los que entra la vegetación circundante.
6. Fachada exterior de la Casa Díaz-Araujo (1958). La elección de los colores para el frente del edificio enfatiza la modulación estructural, que alterna planos y ventanas. Calle 9 de Julio 650, Ciudad de Mendoza. Proyecto arquitectónico: Enrico Tedeschi y Carles Vallhonrat. Aplicación cromática: Abdulio Giudici. 7. Patio interior de la Casa Díaz-Araujo (1958). Friso circular exterior y panel divisor interno: Abdulio Giudici. Sillas modelo A: César Jannello.
8. Croquis ambientado del interior de la Casa Titarelli (1958). Concepción general del espacio con influencia wrightiana y equipamiento moderno. Calle Infanta Mercedes de San Martín 645, Ciudad de Mendoza. Proyecto arquitectónico y diseño de mobiliario: Gerardo Andía.
La habilidad con la que maneja las técnicas del grafito, la tinta y la acuarela se advierte en cada uno de sus croquis ambientados, muestras de su agudeza para definir los detalles. Con sus trazos y su rigurosidad cromática, configura desde los sillones hasta los artefactos eléctricos.
Cuando boceta, en ocasiones recibe consejos de José Poli, un conocedor de las problemáticas constructivas de los muebles y las posibilidades de la madera. La fructífera relación que entabla con diferentes carpinteros y herreros viabiliza la elaboración a medida del mobiliario y los objetos planteados en sus perspectivas. Reconocido por su pedagogía y su minuciosidad, consigue que estos repliquen con exactitud juegos completos de estar, de comedor y de dormitorio.
Talleres con artesanos capaces de resolver cualquier encastre y terminación son cruciales para materializarlos. La prolijidad de los tapizados, la perfección de los laqueados y las variaciones en las tonalidades de los lustres –grisáceas, rojizas, azuladas y con la veta a la vista– dan cuenta de la destreza de la mano de obra.
A diferencia de piezas industrializadas o fabricadas en tiradas más grandes, como las de la empresa Only, los diseños de Andía conservan una impronta manual. Tan alta es su calidad formal y tecnológica, que muchos pasan de ser únicos a producirse en series cortas y comercializarse en las mueblerías a pedido de los clientes que buscan actualizarse.