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CON SABOR A HISTORIA

Las epidemias que azotaron a México en el Siglo XVI La mortífera viruela

La mortífera viruela, traída a la Nueva España por un africano anónimo que venía en la tripulación de Pánfilo de Narváez, se ensañó con las poblaciones indígenas provocando una mortandad espantosa. A esta llamada “gran lepra” sucedió la “pequeña”, el sarampión, que también ocasionó el despoblamiento de los nativos de estas tierras que carecían de defensas biológicas ante estas enfermedades traídas por los conquistadores.

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En el año 1545, una epidemia asoló Tlaxcala, la cual se manifestaba con fuertes hemorragias nasales y calenturas que en un dos por tres los arrastraban a la tumba. Más grave y virulenta que ésta fue la epidemia de "matlazahuatl" o tifus exantemático, que devastó una gran porción del territorio de Nueva España entre 1576 y 1578. La mortandad entre la población aborigen fue masiva, no así entre la de origen ibérico. Otras epidemias se desataron en 1588 y 1595, y así a todo lo largo de los siglos XVII y XVIII.

Al mismo tiempo que la labor evangelizadora y la construcción de templos y monasterios, aparecieron desde épocas tempranas dispensarios a un lado de estos. Sin embargo, la creación de hospitales no fue obra exclusiva de las órdenes religiosas.

A finales del siglo XVI eran aproximadamente 150 hospitales y en el siglo siguiente su número aumentó, debido a la llegada de nuevas congregaciones religiosas como los betlemitas (Orden de los Hermanos de Belén).

En la benéfica tarea intervinieron los reyes, virreyes, cabildos, los indios principales y algunos acaudalados filántropos, lo que fue un factor determinante en la creación y conservación de los múltiples nosocomios que se dispersaron, proporcionando su atención y ayuda, en buena parte del territorio del Virreinato.

A todas estas calamidades hicieron frente los hospitales que ya existían entonces o que se fundaron exprofeso para contrarrestar la mortalidad que causaron las epidemias. De las comunidades hispánicas de ultramar fue la de Nueva España la de mayor tradición hospitalaria durante los tres siglos que duró la dominación española.

Al principio, el sostenimiento de los hospitales quedaba a cargo del fundador quien lo dotaba de renta y casa, los enseres y los muebles necesarios para su funcionamiento. Cuando su fundador fallecía, el mantenimiento recaía en las finanzas reales o en algún patronato, que podía estar constituido por la sucesión del mismo benefactor o bien de algún otro rico y pudiente filántropo.

En el siglo XVIII surgieron nuevas y eficientes instituciones hospitalarias para todas las clases sociales y, además, se establecieron hospitales militares para cuidar a soldados y marinos. Asimismo, se remozaron los nosocomios que databan del siglo XVI que estaban en ruinas y resultaban inadecuados para la labor que desempeñaban.

En los lejanos tiempos del siglo XVI, con frecuencia se daba el caso que los dispensarios y nosocomios no sólo cuidaban enfermos, sino que servían de albergue para viajeros y caminantes o asilo de desvalidos, de ahí la importancia de su actividad. El Primer Concilio Provincial Mexicano, reunido en el año de 1555, captó los alcances y beneficios de esta labor en favor de los indios pobres de los pueblos y forasteros que solicitaban sus servicios y, por supuesto, de los enfermos y convalecientes.

Las epidemias, como la viruela, sarampión y tifoidea, eran fenómenos esporádicos. Lo rutinario de los nosocomios novohispanos era la prestación de servicios regulares, especializándose cada uno en el tratamiento de ciertos padecimientos en los centros hospitalarios en la capital de la colonia y en las principales ciudades provinciales.

México, primer país libre de rabia

Lleva 14 años sin casos de hidrofobia L a rabia es una enfermedad vírica aguda mortal que afecta al sistema nervioso central, y que se transmite al ser humano normalmente por la saliva a través de mordeduras o arañazos de animales domésticos o salvajes que están infectados. Hasta en el 99 por ciento de los casos por rabia, el virus se transmite por perros domésticos.

México se ha convirtido en el primer país del mundo, en recibir la validación por parte de la Organización Mundial de la Salud (OMS), por haber eliminado la rabia transmitida por el perro como problema de salud pública; su director general, el doctor Tedros Adhanom Ghebreyesus, felicitó a México por “este maravilloso logro” y expresó su esperanza de que muchos otros países sigan su ejemplo. “Eliminar la rabia no ocurre por accidente”, dijo, quien explicó que para lograr este hito “se necesita determinación política, una planificación cuidadosa y una ejecución meticulosa”.

Desde 2006, en México no se han registrado casos de rabia humana transmitida por perro, por lo que se considera que esta enfermedad está erradicada en nuestro territorio, afirmó Juan José Pérez Rivero, académico de la Facultad de Medicina Veterinaria y Zootecnia (FMVZ) de la UNAM.

En el marco del Día Mundial de la Rabia, que se conmemora el 28 de septiembre, fecha donde se recuerda el aniversario luctuoso de Louis Pasteur, químico francés que ideó la pasteurización y desarrolló las vacunas, entre ellas la primera contra la rabia, Pérez Rivero dijo que este avance es resultado de las estrategias de control del programa Prevención y Control de la Rabia Humana, que implementa dos semanas de vacunación antirrábica y la esterilización de animales domésticos de manera gratuita, así como la atención médica a personas expuestas al virus y los esquemas de inmunización antirrábica.

Dentro de esta conmemoración, la doctora María GuadalupeLópez Huerta, infectóloga adscrita al área de Epidemiología del Hospital Regional “1° de Octubre”, del Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado (ISSSTE), destacó que gracias a las acciones de vigilancia y control permanentes emprendidas por el sector Salud, que abarca la vacunación canina en todo el país, es como se ha contribuido a erradicarla.

Detalló que el perro es responsable de la transmisión del virus hasta en un 99 por ciento de los casos, por medio de mordeduras o arañazos, y el resto proviene de animales salvajes como el zorrillo, coyote, zorro o murciélagos hematófagos (que se alimentan de la sangre). La enfermedad puede desarrollarse en un periodo que va de una semana a tres meses; o bien, hasta un año.

Entre los primeros síntomas que se desarrollan, se encuentra fiebre y dolor de cabeza, acompañados por sensación de hormigueo o quemazón en el sitio de la mordedura o arañazo, señaló López Huerta.

Si el cuadro de rabia progresa, el paciente puede sufrir ansiedad, irritabilidad, hidrofobia (espasmos musculares dolorosos en la faringe tras escuchar el ruido del agua), aerofobia (contracciones en la cara o muecas producidas por el roce del aire), parálisis muscular que inicia en el sitio de la herida, saliva abundante y deshidratación.

Asimismo, y como medida de prevención, la doctora López recomendó la vacunación preventiva de tres dosis en un lapso de 28 días, a personal de laboratorio, veterinarios, manipuladores de animales o investigadores que, por su profesión, se exponen a agentes que pueden ser transmisores de la rabia.

El ISSSTE exhorta a la derechohabiencia y a la población en general a participar de manera activa en el cuidado de sus mascotas, por medio de la vacunación antirrábica, para mantener la incidencia en cero por ciento de este padecimiento.

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