Las guerreritas no se vencen

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Semilleros de Investigaci贸n IDIPRON 2015 Portada: Laura Lemus

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ELIZABETH GARCÍA

LAS GUERRERITAS NO SE VENCEN

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Introducción Decidí contar mi vida para que aquellos que la lean y sean padres no confíen tanto en los hijos hombres. Si sus hijas

les comentan de un abuso sexual de parte de un

hermano, no las ignoren que no les pase lo que me pasó a mí, que mi mamá no me creyó. Es algo que le marca la vida por siempre. Es algo que nadie merece y menos un niño o niña que son inocentes de la vida, son angelitos que dios nos da para cuidarlos, amarlos y protegerlos de las cosas malas de la vida. Lo que sentí haciendo mi autobiografía fue rabia, porque me daba cuenta de tanto daño que me hizo mi hermano durante tanto tiempo, que nunca pensé sentir esa rabia tan grande después de tanto tiempo, me di cuenta de que lo sigo odiando. También sentí deseos de matar a mi hermano pero antes de matarlo, torturarlo que sintiera un poco de dolor como el que yo sentía cuando ese cerdo abusaba de mi de la peor forma, sin compasión. Así mismo sentía deseos de llorar porque se me vinieron todos los recuerdos de un pasado oscuro que he tratado de dejar atrás pero no he podido. Pero al mismo tiempo me desahogué en medio del papel y el lápiz. Fue un proceso muy fuerte pero al mismo tiempo

me sentí liberada. Después de tanto tiempo tuve la

oportunidad de desahogarme y sacar mucho dolor que me hacía sentir frustrada. Me gustaría invitarlos a que lean mi autobiografía, es una historia real y espero sirva para que ni sus hijos ni ningún niño pase por cosas similares a las que me pasó a mí. Es un trabajo que hice con mucho esfuerzo y cariño.

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La Muerte de mi Hermano En 1994 mataron a mi hermano Oscar, mi mamita María vio cuando lo mataron. Desde su muerte todo cambió. Mi mamita maría se entregó al licor y mi mamita abuelita, que era la que nos cuidaba, se enfermó. Yo era muy pequeñita, tenía 4 años. Mi mami se entregó tanto al licor que nos descuidó; llegaba muy borracha y nos maltrataba. Mi mamita abuelita lo único que hacía era llorar. Ya no era lo mismo. Ella se había vuelto muy agresiva con todos nosotros, incluso le pegaba a mi mamita abuelita y debido a tantos estropeos tres de mis hermanos se fueron de la casa; dos hombres y una mujer. Mi hermana se llama Josefina, cuando se fue tenía 14 años; el otro se llama Andrés, él tenía 10 años y Ernesto que tenía 8 añitos. Quedamos tres en la casa; mi hermano John de 19 años, Crisanto de 13 años de edad y yo que para ese entonces tenía 5 años. Yo era la que hacia el oficio de la casa y cuidaba las chivas que tenía mi mamita abuelita pues mi hermano Crisanto no lo hacía, sólo dormía y empezó a consumir pegante, marihuana y chupaba la gasolina de los galones que mi mamá compraba para cocinar. Yo cuidaba a mi mamita abuelita y no estudiaba porque mi mamita María me decía que si yo estudiaba quien iba hacer lo de la casa, que tenía que aprender a ser una mujer de la casa porque cuando consiguiera mozo, él barría conmigo la casa por cochina. Me dijo que el estudio no servía de nada. Me sentía tan aburrida que solo quería morirme. Extrañaba a mi hermano Oscar; extrañaba las caricias que él me hacía, siempre con mucho respeto. Entonces, intenté quitarme la vida y no lo logré; yo era tan solo una niña de 5 añitos que estaba viviendo cosas de un adulto. Decidí cortarme las venas con un cuchillo y mi abuela no sabía qué hacer. Yo ya estaba mareada cuando llegó mi hermano Enrique y le dijo a mi mamá “¡Mami! ¡Mami! La niña se está muriendo por culpa de ustedes” y ella contestó: “Déjela que se muera esa perra”. Entonces, mi hermano me bajo para la droguería Bernal en Juan Rey, donde me cogieron cuatro puntos en la muñeca. No me pude morir. Mi hermano John me entró a estudiar pero era muy poco lo que iba al estudio porque no había quien se quedara en la casa cuidando a mi mamita abuelita y quien hiciera el oficio. Pasaron dos meses y no volví al colegió. Mi hermano ya no sabía nada de mis otros hermanos, que me hacían mucha falta. Mi mamá decía que “la buena vida cansa y la mala amansa”, ella esperaba que volvieran. Yo sólo quería irme pero me daba mucho miedo que me pasara algo malo en la calle; además no quería dejar a mi mamita abuelita pues ¿Quién la iba a cuidar si ella no se podía parar ni al baño? El Día que Marchitaron mi Vida Año 1997. Siendo un día como cualquiera hice mis oficios le di la comida a mi mamita abuelita, le aparte la comida a mi mamita María y a mis 2 hermanos. Cuando terminé de hacer mis cosas, siendo más o menos las 7:30 de la noche me senté en mi cama a jugar con las muñecas y a mirar TV. A las diez de la noche llegó Crisanto y se sentó a 5


mi lado. No se me pasó por la mente lo que era capaz de hacerme. Se quedó mirándome y me comenzó a tocar. Cuando me fui a parar, me cogió a la fuerza y tapo la boca. Me comenzó a besar, yo comencé a llorar. Él me decía que me callara o me daba una puñalada; yo solo podía llorar. Le dije que no me fuera hacer nada, que yo era la hermana, me dijo: “Eso a mí qué me importa”. Me bajo mi ropita interior y comenzó a abusar de mí. Yo le decía: “No me haga eso que eso me duele.” Él me decía: “cállese y disfrute más bien”. Me dolía mucho pero eso a él no le importaba, cuando ya había terminado de hacer lo que quiso conmigo se paró y se fue, dejándome vuelta mierda, ensangrentada… me dolía todo mi cuerpo. A eso de las doce de la noche llegó mi mamá María y yo le dije lo que había pasado, ella no me creyó. Me llamó mentirosa, dijo que su niño no era capaz de hacer eso y que yo era una perra chismosa. Yo era una niña que hasta ahora iba a cumplir los 7 añitos. A Crisanto no le basto con quitarme lo más hermoso de mi vida que era mi virginidad, sino que lo volvió hacer cuantas veces se le daba la gana hasta que me cansé y tomé la decisión de irme de mi casa a la edad de 8 años. Empecé durmiendo en los montes y en los andenes de las casas. Pedía plata a las personas y comida. Así dure aproximadamente 7 meses. Estando en la calle distinguí a un niño llamado Esteban, él tenía 11 años. Él me daba comida que sacaba de las canecas. Me preguntó que porqué yo viva en la calle; yo le respondí que no tenía familia aquí en Bogotá, él me preguntó: “¿y adónde vive su familia monita deme un número de teléfono y los llamamos?" Yo le dije que no lo sabía. A él se le hacía raro que yo me alejara cuando él se me acercaba, lo miraba con mucho miedo; me decía: “No se asuste que yo no le voy a hacer nada, todo bien monita”. Cuatro meses después, él me dijo que lo acompañara al centro que tenía que venir a hacer unas vueltas, vinimos al centro y él se puso a vender unas cosas. Yo me le perdí, vi la oportunidad de no volver a ese barrio. No le volvería a ver la cara a mi familia, los odiaba y no quería saber nada de ellos. Lo único que me dolía era haber tenido que dejar a mi mamita abuelita. Vi muchos cambuches y casas pasando por los lados de la calle del cartucho, una señora me dijo: “Una niña tan bonita que hace por aquí” Yo le respondí: “Estoy perdida” Ella me dijo: “Yo te ayudo, ven te llevo a la policía para que llamen a tu mamita”, ella me dijo eso y yo salí corriendo. Comencé a dormir en las calles del centro de Bogotá, pidiendo plata y comida en los restaurantes. Distinguí a un saya del cartucho al que apodaban Roberto, él preguntó mi nombre, yo se lo di; preguntó por mi familia, yo respondí que no tenía. Él me dijo: “Venga conmigo y le doy comida” Le dije: “No, gracias” Él me dijo: “Yo no le voy a hacer nada, tranquila”. Me fui con él. Aunque había dicho que no me iba a hacer nada, me daba miedo, pero tenía mucha hambre. En ese momento yo no sabía que él vendía estupefacientes. Llegué con él y todos me miraban. Me dio comida y dormida. Al otro día, estaba un niño más grande que yo tenía más o menos 13 o 14 años, él estaba fumando algo en un papel. Yo no sabía nada de drogas. Me dijo: “¿Quiere?” Yo le dije: “¿Qué es eso?” Él me dijo: 6


“Cigarro, ¿quiere?, eso la ayuda a relajarse y a no pensar en lo malo que le ha pasado en esta perra-sucia vida” Le dije: “Nunca he fumado” Él me dijo: “Pruébelo y verá que le gusta.” Insistía: “Eso al comienzo le da miedo a uno, pero a lo que ya se acostumbre le sigue gustando tanto que después no quiere dejarlo”. Probé y me dio mucho mareo y veía que la gente volaba, era chistoso, me hacía reír mucho. Lo que ese muchacho me dijo así fue, al comienzo me dio miedo pero después no quería dejarlo hacia lo que fuera por consumir. Ya no quería nada más sino consumir. Pedía plata y no comía nada sino que bajaba al cartucho a consumir. Roberto me decía: “Se está tirando la vida monita y no aguanta” Yo le decía: “Mi vida se la tiraron hace rato.” Él me preguntó: “¿Qué fue lo que le hicieron que usted habla con tanto dolor y rabia hacia su familia?” Le respondí: “Yo no tengo familia, ya no tengo nada, solo rabia contra esa gente”. Ya viviendo en la calle durante un año y medio consumiendo de toda clase drogas en el año 1998 me reencontré con Esteban, él era uno de los muchachos que vendía drogas en el ‘San Ber’, Las Cruces y en diferentes lados de Bogotá. Cuando me vio no me reconocía ni yo a él, pero como a los dos meses él me pregunto el nombre, yo le dije como me llamaba y él me dijo: “Su nombre me suena” Yo le respondí: “¿Usted no es Esteban?” Él me dijo: “Sí, y usted, ¿De dónde es?” Yo le dije: “Yo soy la nenita a la que usted le sacaba comida” Él dijo: “¿A lo bien mami?, ¿Es usted?” Le dije que sí, ¿Cómo me iba a reconocer si yo estaba toda cochina, sin bañarme, consumiendo? La Caída y la Salida de un Infierno Teniendo 9 años ya yo estaba entregada al vicio, sacaba papeletas de bazuco, marihuana y pepas. Me endeudé bastante con los jíbaros y no tenía cómo pagar. Las ansias aumentaban y yo hacía lo que fuera por obtenerlo, robaba, no me importaba hacerle daño a los demás; pensaba en mi vicio. Los sayas me estaban buscando para matarme. Un día llegué a encontrarme con uno de ellos, me cobró, y yo le dije: “No tengo plata” Él me respondió: “Yo le tengo uno, vamos se baña y le compro ropa y se pone bien linda mami”, yo le copié. Me fui con él sin saber que él tenía negocio con niños. Llegando, había un hombre feo alto y el saya le dijo: “Ya se la preparo” Me entró a una pieza y me dijo: “Ese hombre que usted ve, a él le gustan las niñas y los niños” Yo le contesté: “No, yo no voy a hacer eso” Él me dijo: “No, es que no es que quiera, sino que le toca, o ¿qué cree que la ropa era regalada? Además, usted me debe mucha MEDICINA”, refiriéndose a las drogas. Yo le respondía que no iba a hacer eso, pero a ese hombre no le importaba nada solo su plata. Así no quisiera, él me obligó, me dio dos pepas que para que no sintiera nada e hiciera lo que ese señor me dijera; todo lo que dijera. Me tomé las pepas y entonces, me entró a una pieza donde estaba ese viejo. Hasta ahí me acuerdo. No recuerdo nada de lo que paso esa noche. Siendo el otro día, me desperté desnuda, adolorida, el viejo ya no estaba ahí. Yo solo podía llorar. Cuando fui a salir me di cuenta que la puerta estaba con llave: no podía 7


salir. Empecé a gritar, lloraba y no sabía qué hacer. Estaba desesperada. El saya entró y me dijo: “Cálmese que no es nada del otro mundo, eso es lo más normal” Yo le respondí: “¡Cómo no es usted! ¡Déjeme salir!” Y me responde todo cínico: “No, usted de aquí no sale, le tengo 5 clientes más” Yo lloraba y le decía: “Yo hago lo que quiera, pero eso no. Le vendo las drogas, no sé, lo que usted quiera menos eso” Me dijo: “No. Eso es lo que yo quiero que haga, no es lo que usted quiera y ya se calma. Otro grito y le meto su tiro; Ahorita se baña, se viste y come algo para que se recupere y a lo que llegue cliente le aviso y le doy la pepa”. Llegando la noche, llegó el “cliente”, como él los llamaba, ese señor lo entró a la habitación en la que yo estaba. Me tomé la pepa como me lo había dicho el saya. No me acordaba de nada solo me dolía el cuerpo y la cara; me mire al espejo y tenía mi cara toda golpeada y el cuerpo con moretones. No sabía qué hacer pero en uno de esos días de dolor y tristeza de haber sido explotada sexualmente más de 30 veces, llegó Esteban, el niño que me había dado de comer y ya era un joven de 14 años, él entró, se quedó mirándome y le dijo al saya:“¿Qué pasa con ella?¿Por qué la tienen así?” El saya le contesta: “Es que me debe una plata de drogas y no voy a perder”. Esteban sacó plata y le dijo que él pagaba la deuda para que me dejara ir. Dándole la plata el saya dijo que sí. Ya pasando los días Esteban me llevó a la casa de él, le robé unas cosas para venderlas o cámbialas por drogas y a lo que me fumé la plata, me escondía pensando que él me iba a matar. Esteban me buscaba por todo lado, me preguntaba y nadie le decía nada. Una noche salía de la olla de Juan Rey y me lo encontré. Apenas me vio pegó la carrera y me cogió; me asuste y él me dijo: “No se asuste que no le voy a hacer nada mami” Me abrazó y me dijo: “Pensé que le había pasado algo mi mona” Yo le dije:“¿No me va a hacer nada por lo que le robé?” Él se rio y me dijo: “No mami, yo la quiero mucho y eso no es nada”. Me llevó de nuevo a la casa de él, sin importarle que lo volviera a robar. Me quedé esa noche en su casa. Él vivía solo, tenía solo una cama. Bajó un colchón y me dijo: “Quédese en la cama que yo me quedo en el colchón.” Yo lo volví a robar y él me perdonaba una y otra vez, no le importaba que lo robara. A Esteban solo le importaba que no me pasara nada. Él era mi amigo, mi hermano, me respetaba me daba ropa y comida, era un re-bacan conmigo. En uno de esos días le pregunté: “¿Usted por qué hace eso por mí? ¿A cambio de qué?” Me responde: “A cambio de nada mami, solo quiero que esté bien. Usted me cae re bien ¿sabe eso? y siempre voy a estar ahí, en la buena y en la mala”. Del Amor al Odio En 1999, teniendo nueve años, ya habiendo pasado por tantas cosas y andando en entre ladrones y vicio, distinguí a un muchacho llamado Oscar, me lo presentó Esteban, mi mejor amigo o como le decía: ‘el socito’. Oscar tenía más o menos 15 años y nombraba mucho a un hermano llamado Andrés. Yo me le escapé a Esteban y volví a las calles, no me dejaba ver de él, sabía que se iba a poner muy triste y me iba a llevar 8


para su casa; yo no quería porque no él me dejaba consumir. Yo solo pensaba en el bazuco, la marihuana, pepas y perico, las ansias de fumar no me las aguantaba. Andaba desesperada por el consumo. Pasaron dos años sin que él me viera. Cuando yo lo veía pasar, me escondía. Hasta en el año 2001, como para el mes de marzo, llegó Esteban y me vio. Yo no lo había visto cuando me cogió por la espalda, lo vi y me dio mucha alegría pero también miedo. Ese día conocí al famoso Andrés, el hermano de Oscar. Me cayó re mal por ser tan malmirado. Cuando me lo presentaron, me dijo: “¿Qué hace nenita?¿Por qué estás por aquí?, Ven te compro ropa y te bañas.” Me fui con ellos y me compró ropa, me bañé, y cuando ya estaba cambiada, me dijo Andrés: “Una niña tan bonita ¿qué hace por aquí, y solita?” Yo no le contestaba nada, me daba mucha pena. Esteban me dijo: “Usted se va conmigo para la casa.” Le respondí: “No, yo me quedo.” Andrés me dijo: “No, vamos mami, yo le compro la droga pero no se quede por aquí solita”. Me fui con ellos. Llegamos a la casa de Esteban e hicimos comida, comimos y yo me salí a fumar. Esteban salió atrás mío pensando que me le iba a volver a escapar. Él no consumía nada de eso, ni Andrés, solo cigarrillo, de ahí nos entramos. Pasando los días Esteban me enseñó a manejar fierro, cómo se cargaban las armas. Ya salíamos todos a robar y vender drogas. Yo les cargaba todo lo que era armas y drogas. Él me decía: “Nunca se deje de nadie mami, que si se tiene que hacer romper el cuero lo hace”. El 8 de junio del mismo año Andrés se quedó mirándome y me dijo: “Qué mami, ¿quiere ser mi novia?” Yo le dije: “¡Ja! ¿Qué le pasa niño?”. Él me llevaba chocolatinas y peluches era muy detallista. Él tenía trece años y yo tenía once. Ya el 3 de agosto del año 2001 me volvió a decir que si quería ser su novia y yo le dije que sí. Todo comenzó como un juego de niños solo nos dábamos besitos y ya. Andrés era muy lindo conmigo, para él yo era su bebé, su reinita, su amor. Él era tan especial, tan detallista, que con el pasar del tiempo lo fui queriendo y pasé de ser su noviecita a ser su mujer. Ahí todo cambió; lo lindo se convirtió en un dolor más en mi vida. Cuando me fui a vivir con él, empezó a pegarme constantemente y me dejaba encerrada en la casa, era muy celoso. Para ese momento yo sentía que ya yo no lo quería, lo amaba, era todo para mí. En el año 2002 nos fuimos a vivir a la casa de la mamá de Andrés. Ella era muy bonita conmigo, me defendía de él. Con el pasar de los días, estando bien donde mi suegra, él llegó una noche a la casa y me dijo que nos íbamos a vivir a otro lado porque no le gustaba vivir con la mamá. Yo no me quería ir a vivir sola con él porque sabía que me iba a volver a cascar y no iba a haber nadie que me defendiera. A pesar de mi deseo, nos volvimos a ir a vivir los dos solos. En ese mismo año llegó y me metió un cabezazo que me rompió el tabiqué; cuando intenté correr, me dio un puño por la espalda que me mando al piso. Me paré teniéndome de la pared y me fui para la cocina, allí, cogí un cuchillo y cuando él me fue a dar otro cabezazo, yo le di 4 puñaladas y salí 9


corriendo. A penas crucé la puerta, él pegó un tiro. Si no hubiera salido me habría matado. Después de esto, me fui para donde mi amiguito Esteban llorando. Lo llamé, le decía que lo había matado, él se rio y me preguntó: “¿A quién mató, mami? ¿Qué paso? Dígame. ”Yo le dije que a Andrés. Esteban me dijo: “¿Qué pasó, mi reina? Tranquilícese, ya voy y miro a ver qué pasó.” Cuando el bajó a mirar me lo estaban sacando en una ambulancia. Preguntó cómo estaba Andrés y me dijo que no lo había matado, que solo lo había herido, que me relajara y que no llorara. Esteban me dijo: “Ya no llore, ¿Ese pirobo lloraba cuando le pegaba? No la quiero ver llorando por ese hp.” Lo trataba de lo peor, me decía: “Yo nunca le pegué a pesar de todo lo que usted me robaba y ese perro sí. Eso era lo que ese perro hp quería; para que la respete y afine y no la vuelva a tocar”. Andrés duró un mes en el hospital. Yo tenía mucho miedo de lo que pudiera pasar cuando saliera. Esteban me decía que me relajara, que él se paraba por mí. Andrés salió un lunes del hospital y el miércoles yo iba bajando cuando él subía. Apenas lo vi me dio alegría y sentí ganas de salir corriendo a abrazarlo. Entonces, me acordé de lo que le hice y me dio mucho miedo. Él se quedó mirándome y me dijo: “Venga le digo” Yo le dije: “Venga usted que es el que me necesita”; enseguida subió y se puso a llorar, me dijo que me amaba, que volviera con él, que nunca más me volvería a pegar. Yo lo quería mucho y volvimos. Todo era bonito, como cuando comenzamos, él era todo cariñoso, amoroso, ya no me pegaba ni me dejaba con candado. Salíamos juntos y trabajábamos los dos, bueno, si a eso se le puede llamar trabajo… nosotros robábamos en el centro y en el norte. Cargábamos drogas de la ele a otros lados de Bogotá, empezamos a trabajar con armas y con cosas muy pesadas. Él me compraba cosas y era un amor conmigo. Así duró desde el 2002 hasta el 2004. Una noche llegó todo borracho y me volvió a cascar, claro que ya no me dejaba como antes, yo le respondía. En ese mismo año, a mis catorce años, quedé embarazada. Yo lo quería tanto que le perdonaba todo para que siguiéramos juntos y esta noticia era una razón más para seguir con él, así se consiguiera otras nenitas. Una tarde saliendo de la casa donde vivíamos los dos, llegó la policía y me requisó, me encontró un revolver de calibre 38. Entonces, me llevaron para la fiscalía y por ser menor de edad me condenaron a ocho meses en un centro de detención para menores. Para mí fue muy duro estar allá, recién entré me dieron una pela ni la más dura, solo por robarme unas zapatillas. Fueron ocho meses de infierno. Andrés me visitaba, pero no era lo mismo que la libertad; yo solo quería salir de ese infierno. Pasados los ocho meses, salí y me encontré con la sorpresa que mi marido o sea, Andrés, estaba con otra nenita. Apenas los vi a los dos, me llené de mucha rabia y la apuñalé solo por celos. Yo adoraba mucho a mi marido. Mi cuñado Oscar me preguntaba por qué había hecho eso, que viera como había vuelto a esa china y que me estaban buscando ya. Al pasar los 10


días, Andrés me buscó y me dijo que volviéramos, yo lo amaba mucho y volvimos. En esa reconciliación quedé en embarazo. De ahí, seguí delinquiendo. Pasado un mes no me llegaba el periodo, entonces me asusté y le dije a mi cuñado que tenía miedo, él me dijo: “¿Por qué reina?” Yo le contesté: “Creo que estoy embarazada.” Él me miró y me dijo: “¿Qué mami, luego no se estaba cuidando?” Le dije: “No, su hermano no me deja.” Él me dijo: “Pues si está, ¿ya qué se puede hacer, mami?”. Me acompañó al médico y me sacaron la prueba que salió positiva. Yo me puse muy feliz porque yo sí quería tener un bebé del hombre que yo amaba. Andrés no sabía nada y cuando llegué a la casa él estaba ahí; me preguntó dónde estaba y yo le dije que en el médico. Saqué y le entregué la prueba de embarazo. La miro y lloro; me dijo: “¿A lo bien?” Yo le respondí que sí, que Oscar me había acompañado. Andrés me abrazó y me dijo: “¡Que chimba amor, me vas a hacer papá!”. Los dos estábamos muy contentos. Él se volvió un amor, todos los días me acariciaba la pancita. Fueron pasando los días y yo ya tenía cuatro meses. Un día, mi marido se agarró a pelear con un muchacho del barrio. Subió mi cuñado y golpeó duro en la puerta, cuando salí, él me dijo que bajara que Andrés iba a matar un muchacho. Salí corriendo. Cuando llegué vi a mi esposo que le estaba dando puñaladas a un chino. Yo intenté meterme para que no le siguiera dando puñaladas, entonces la novia del chino al que Andrés le estaba dando puñaladas me metió 4 patadas en el estómago y me dejó en el piso. Mi cuñado le dijo a Andrés: “Mire, la china está sangrando.” Yo solo decía: “¡Mi bebé, mi bebé!” Me desmayé y no supe de más. Cuando desperté en el hospital y fui a tocar a mi bebé y ya no estaba. Miré para el lado y Andrés estaba ahí, llorando. Le dije: “Andrés, ¿Mi bebé? ¿Qué paso que no lo siento?” Él me miró y se atacó a llorar. Yo le dije: “¡Respóndame!¿Qué pasó?” Él salió y llamó al doctor, el doctor entró y me dijo que lo sentía mucho pero que el bebé no había aguantado los golpes, había muerto. Yo empecé a llorar y a gritar, le decía a Andrés: “¡Todo por su hijueputa culpa!” Él me decía que lo perdonara, que él quería ser papá “y más con la mujer que yo amo.” Me dijo: “Encuentro a esos perros y los mato, los mato. Se lo juro que lo de mi hijo no se queda así”. Salí del hospital llegué a la casa donde pagábamos arriendo y vi la cunita, la ropa que ya le había comprado el papá, y solo pude llorar. Yo no quería comer, después de esto entré en una depresión muy fuerte. Él se entregó más al trago, lloraba y cogía la ropa que le había comprado. El doctor también nos dijo que yo había quedado estéril, no podía tener niños. Con esa noticia, yo no le veía sentido a mi vida, pues lo que yo más quería era ser madre. Seguí delinquiendo, cargando drogas. Mi esposo se volvió más agresivo, manteníamos agarrados. Él no se aguantaba nada con el hermano, peleaba y tomaba más que de costumbre. Siempre decía que por la culpa de él yo había perdido a mi hijo, que no quería seguir viviendo. Así fueron pasando los días y los meses.

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El Día más Feliz de mi Vida A mis 16 años tuve un retraso pero nunca pensé que podía quedar en embarazo pues el doctor me había dicho que no podría tener hijos nunca más. Así que no me asusté. La situación con mi esposo cada día era peor, en ese momento peleábamos más que de costumbre. Yo le conté a mi amigo Esteban sobre el retraso porque le tenía mucha confianza y mi cuñado no estaba en Bogotá. Él me dijo: “Mami, vamos al médico, ¿Qué tal que sea algún problema grave y usted confiada?, o quien quita que dios le haya hecho un milagrito y esté embarazada” Yo le dije: “¡Qué embarazada ni que mierda! y más como estamos de bien con Andrés. No, chino, ahorita no sería bueno.” Él me dijo: “¿Y si está qué? No pensará abortar” Le contesté: “No, tan marica yo no soy de esas. Pero sé que ya nunca voy a tener la dicha de ser mamá.” Él insistía que fuera al médico y con tanta insistidera, decidí ir y le pedí que me acompañara. Me mandaron a hacer la prueba de embarazo. Fuimos los dos al otro día para recoger los resultados, él los recibió y los leyó. Me miró y me dijo: “Mami, está embarazada.” Yo lo miré y le dije: “Bah, no hable lo que no es, bobo.” Me dice: “Ay, que sí, mire mami, positivo.”; yo cogí el examen y lo miré: ¡Era positivo! Yo solo lloraba de la alegría, pero también de tristeza porque ya las cosas habían cambiado con mi esposo. Yo no le iba a decir nada a Andrés, pero se enteró porque llegó a donde vivíamos y escuchó cuando yo le estaba contando a un amigo al que le decíamos el paisa. Él me dijo: “¿Qué, el último de enterarme era yo?” Yo lo miré y le dije: “¿De qué habla, mijo se embobó o qué?” Me miró y me dijo: “Sí, hágase la marica y verá ¿Qué creé, que no escuche que está embarazada?” Yo le dije: “¿Qué habla papi? Si usted sabe que no puedo tener hijos.” Se puso todo rabón, me cogió duro del brazo y me dijo: “Yo sé lo que escuché, no me crea marica. Usted está embarazada y es mío.”Lo miré y le dije: “Sí estoy”. Él se puso muy feliz, me abrazó, me besó y me dijo: “Mami, me hace el hombre más feliz dándome lo más hermoso de la vida que es un hijo”. Andrés no se cambiaba por nada. Ahí mismo llamó a mi suegra y le dijo que iba a ser papá, que dios le había hecho el milagrito, que su mujer había quedado embarazada. Toda la familia se puso muy contenta, menos mi cuñado Oscar. Él me llamo al otro día y me dijo que por qué era tan boba, que cómo me trataba Andrés y antes embarazada. Yo le dije: “Ay, Oscar ¿Usted no entiende que yo amo y adoro a su hermano? No sea así con él que él dijo que va a cambiar” Oscar se rio y me dijo: “Sí, claro, siga pensando que los santos sudan. Ese pecueca de Andrés nunca va cambiar, siempre va a ser así de cerdo con las mujeres. Pero bueno, esa es la vida que usted quiso y la felicito por mi sobrino. Sobra decir que cuenta conmigo para lo que necesite, mami. Usted sabe que yo la quiero mucho, mi reina.” Con esta última frase se despidió. Cuando yo tenía dos meses de embarazo golpearon a la puerta, era Esteban, mi amiguito de toda la vida. Él entró llorando y muy triste. Le dije: “¿Qué pasó, papi? Cuénteme, ¿y Andrés dónde está?” Él me miro y me dijo: “Mami, va a tomar las cosas 12


con calma piense en el bebé, ¿si, mami?” Le dije: “Ay, ya dígame ¿Qué le pasó a Andrés lo mataron o qué? Dígame.” Me dijo: “Ay mi mona hermosa, a Andrés lo cogieron y lo tienen en Paloquemao para judicializarlo”. Yo me puse a llorar, no sabía qué hacer. Decidí llamar rápido a mi suegra para decirle. Después de hablar con ella me fui para el juzgado de Paloquemao; pregunté por él y no me dejaron entrar a verlo. Solo pude hablar con el juez que tenía el caso, me dijo que él tenía 6 órdenes de captura, por asesinato, atraco, tentativa de homicidio… dijo que lo iban a trasladar para la cárcel Modelo de Bogotá. Mi cuñado Oscar, al enterarse de que habían cogido al hermano y que yo estaba sola y embarazada, se vino rápido para Bogotá. Él llegó donde yo vivía y me dijo: “Mami, no se preocupe por nada que no está mi hermano pero estoy yo y nada le va a hacer falta. Ni a usted ni a mi sobrino”. Así fue, él se hizo cargo de todo. De igual manera yo salía a trabajar. Aunque a ellos no les gustaba de a mucho, me dejaban. Con lo que yo me ganaba trabajando pagaba arriendo y cada ocho días iba a visitar a mi esposo en la cárcel. Cuando yo entraba a las visitas, él estaba esperándome en la reja y me subía de una para la celda. Yo no podía mirar a ningún recluso porque me la montaba. Andrés me salía con cuentos, por ejemplo que le decían que yo salía a farrear así embarazada, y que tenía cuento con Esteban. Para él estas eran razones suficientes para cascarme y tratarme como lo peor. Algunos días, me decía, señalando a mi bebé: “Ay, no le casco porque tiene algo que es mío y no la mato por mi hijo. Si no, ya la hubiera matado; no me importa quedarme aquí el resto de mi vida pero yo cabrón suyo, no soy” Yo le lloraba y le decía que yo con Esteban no tenía nada, que quién le decía eso, que era pura mierda, pero él no me creía. Él me llamaba todos los días y si no le contestaba se enojaba, cuando le contestaba me decía: “¿Qué muy ocupada con el mozo o qué, mi reina? No quiero visajes raros.” Yo le decía: “No, si estaba trabajando.” Él me respondía: “¿Qué, cómo está mi bebe hermoso?” Yo le decía: “Bien, creciendo, amor” Él me decía: “¿Y sí está comiendo bien y cuidándose?” Yo le decía: “Sí, claro, Oscar está muy pendiente de mí” Me decía: “Ah, bueno. Pero ojo, ¿no? porque usted sabe que mi hermano siempre ha estado muy tragado de usted” Yo le decía: “No, tranquilo, él sabe que yo lo amo a usted, papi, tranquilo.” Me decía: “Sí, más le vale. No sea que me toque matarlos a los dos”. El 7 de mayo cumplí los diecisiete años. Mi esposo ya llevaba como 4 meses en esa cárcel. Mi cuñado le había comprado todo a mi bebe, la cuna, la ropa, los pañales… y me consentía mucho la pancita. El 14 de agosto del año 2006, nació mi hermoso bebe. Yo me sentía la mujer más feliz del mundo y Oscar, que siempre estaba ahí, fue el que me llevó al hospital. Cuando nació mi bebé, él, fue el primero que lo alzó; le dio un beso en la frente y lloró de felicidad. En el hospital pensaron que él era el papá, una enfermera dijo: “Primer papito que llora cuando nace el hijo.” Él entregó el niño a la enfermera y salió. Se fue, y al otro día volvió al hospital. Yo era la mujer más feliz del mundo. Cuando tuve a mi hijo en mis brazos y mi cuñado había llegado, me dieron la 13


salida y nos fuimos para la casa. Él era todo lindo con mi bebé, no se cambiaba por nada. Durante la dieta, yo no podía ir a la cárcel a visitar a mi esposo, pero lo llamaba al celular que él tenía. Le conté que ya había nacido el bebé y que era un niño, cuando yo le dije eso se puso a llorar y me decía:“¿De verdad mami?¿Ya nació mi bebé? y usted, ¿Cómo está?, Tiene que cuidarse mucho, no salir a la calle porque le puede dar una recaída.” Pero a mí no me gustaba quedarme en la casa, así que pasé la dieta esa y me puse a trabajar juiciosa. Oscar como siempre pendiente de mí y del bebé. Ya pasando los 40 días en la dieta, volví a visitarlo a la cárcel. Él me subió y me encerró en la celda, me cascó, que porque supuestamente yo dejaba al niño solo. Yo solo podía llorar y le decía:“¿Qué va?, si yo ni salgo, no sea mal hablado que ni salgo, solo a trabajar y ya.” Pero él era muy cerrado, no me creía nada, no me escuchaba. Con el pasar de los días, mi cuñado me daba más consejos para que me alejara de Andrés. Las últimas veces que fui a visitarlo, le llevé fotos del bebé, él lloraba y me decía que lo cuidara mucho. No quiso que se lo llevara a la cárcel, me decía: “No quiero que mi hijo me vea en medio de celdas, solo dígale quién es el papá y cuídelo mucho que cuando salga de esta yo lo voy a cuidar mucho.” Y me decía: “Perdóneme por no estar en estos momentos pero pronto estaremos los tres y seremos una familia.” Al final de la visita, se paró de la cama y se quedó mirándome; sacó y me dio una cachetada y comenzó con el mismo tema de que yo tenía cuento con Esteban, pero ese día me acuerdo tanto que le dije: “Esta es la última vez que me ve acá, porque nunca más volveré ya me mamé de sus golpes y sus groserías. Usted solo cree en lo que le dicen otros, entonces que los que les dicen tantos chismes, le marchen como yo lo he hecho durante este año.” Cuando le dije eso, el miró y me dijo: “Sabe qué, hp, se lo juro que si usted no vuelve y salgo y veo que tiene otro, que le puso papá a mi hijo, los mato a los dos. Y usted sabe que lo que hablo lo cumplo.” Lo miré y le dije: “Haga lo que quiera. Ya no le tengo miedo y para morir nací, o es que me le tengo que aguantar sus estropeos, sus malas palabras. No mijo, ¡la chimba! me fui de mi casa por tantas maricadas. Ya no más, mi rey. Haga lo que quiera, no le copeo de nada. Afuera lo voy a estar esperando para que me mate.” Estaba saliendo y me cogió del pelo, y me dijo: “¿Qué parte de que usted es mía y de ningún otro hp no ha entendido?” Le contesté: “Ya le dije, haga lo que quiera. Ya se acabó la marica que siempre estuvo ahí para que solo me diera en la geta y por un mozo que ni tengo. ¡Ábrase, ya no más! ¡Poco hombre, guaricha! Entonces me tengo que seguir aguantando que me trate como se le dé la gana solo porque no me mate, que mentira, mi viejo. Ya no más.” En ese momento pitaron para las salidas de las visitas, así que yo cogí la maleta y me fui. Él, llorando, salió al pasillo y me decía: “No me deje, aquí adentro no puedo buscarla”.

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¿Por qué me Metí con ese Hombre? A mí me dolía el alma sentía morirme pues estaba dejando al hombre que yo amaba al papá de mi hijo, pero sabía que si seguía así, más adelante él me podía matar y yo ya tenía en quien pensar, en mi bebé. Así fue, no volví así me estuviera muriendo por visitarlo. Yo le giraba plata, las cosas de aseo se las enviaba con una nena que tenía el marido allá en el mismo patio de Andrés, y ella me hacía el favor. Pero yo me mantuve en mi decisión, no iba a visitarlo. Sí, me dolía mucho pero tenía que hacerlo. Ya no solo por mí, sino por mi hijo. Mi cuñado Oscar me decía: “Mami, por fin abrió los ojos y reaccionó, de tantos golpes.” Andrés llamaba todos los días y preguntaba mucho por el bebé y me decía que volviéramos, que fuera a las visitas. Yo le decía que era mejor así. Seguí trabajando y Oscar me ayudaba mucho, Esteban también. Un día cuando Andrés llamó, me dijo que fuera, que le iba a enviar el carro al niño, el de los cumpleaños. En esa semana mi niño cumplía el año y por eso él me hizo ir. Fui ese domingo y apenas llegué, subimos a hablar en la celda. Le llevé comida, y bueno, cosas de aseo, todo lo que él necesitaba. Lo vi, y sentí una gran alegría, sentí ganas de abrázalo y besarlo, pero no se lo demostré. Él se quedó mirándome y me abrazó, me decía: “Mami, perdóneme, ¿sí? Me ha hecho mucha falta, yo la amo. Mire que aquí ya he cambiado. Yo solo cuento con usted mami.” Yo le decía: “Pero usted siempre dice lo mismo y nunca cambia. Yo ya no le creo.” Él me decía: “Deme una oportunidad y selo demuestro, mami, que sí he cambiado.” Yo le dije: “Yo lo pienso a ver qué pasa.” Y me dijo: “¿Viene el otro domingo?” Le dije: “No, usted sabe que el niño ya cumple un año y Oscar y Esteban le van a hacer la piñata. Es obvio que yo tengo que estar en el ‘happy’ de mi príncipe y más que es su primer añito.” Me dijo: “Lo sé, por eso aquí le tengo el regalo a mi hijo.” Le envío un carro que hizo en la cárcel y me pidió perdón, yo no le pude decir que no porque lo adoraba así que volvimos una vez más, pero ya bajo mis reglas. Él las aceptó y así fue, yo seguí yendo a visitarlo como siempre todos los domingos a la cárcel pero ya no era lo mismo, él me había hecho cambiar mucho; se daba cuenta de mi actitud hacia él, así no me dijera nada. Yo planificaba con la inyección a escondidas porque no quería hacerlo sentir mal o empezar otra vez con la peleadera. Un domingo en la visita, mi esposo me preguntó: “Amor, ¿tú te estás cuidando? Dime la verdad, no vaya a haber ningún problema.” Yo le dije: “La verdad, sí, con la inyección.” Él me dijo: “No te sigas cuidando, igual solo estás conmigo, ¿o hay alguien por ahí con quien esté chimbeando?”Le dije: “No, qué le pasa mijo.” Me dijo: “Por eso, deje de planificar que yo me cuido. Todo bien mami que con mi hijo tenemos, yo tampoco quiero dejarla embarazada y menos estando yo aquí guardado.” Yo de imbécil dejé de planificar que para que él no me fuera a poner dilemas y le creí que él se iba a cuidar. Mi hijo cumplió los 2 añitos y yo ya tenía 2 meses de embarazo de mi segundo bebe pero no lo sabía; no había prestado atención al retraso hasta que se me hizo raro después de dos meses. Fui y saqué una cita médica 15


general, yo todo me imaginaba menos que estuviera de nuevo embarazada. No sentía ningún síntoma de embarazo. Mi esposo me llamaba todos los días pero yo no le decía nada. Él me preguntaba cómo estaba y yo le decía que bien. Me hicieron exámenes de todo y decidí comentarle a Andrés que había estado en el médico, pero no le dije el porqué. Cuando reclamé los resultados y oh sorpresa, la prueba de embarazo me había salido positiva. En ese momento no lloraba de felicidad sino de tristeza, embarazada otra vez. Yo no sabía qué hacer, así que llamé a Oscar y le dije que bajara a donde yo vivía, él bajó. Yo lo miraba y lo miraba, cuando saqué los exámenes y se los entregué, él me miró y me dijo: “¿A usted qué le pasa? ¿Por qué no se siguió cuidando?” Me puse a llorar. Él, como siempre todo lindo, me abrazó y me dijo: “No llore mami, ya qué se puede hacer; ya para delante, mami. Va a ser una princesa, mami y va a ser la reina de la casa. Ya, mami, usted sabe que cuenta conmigo. ¿Le va a decir a mi hermano o qué va a hacer, mami? Yo le dije: “Sí, papi, yo le digo. Es mejor.” Él me dijo: “Sí mami, hágalo. Le dice el domingo a ver con qué sale.” Se llegó el domingo y entré como de costumbre. Él se quedó mirándome todo raro, yo le pregunté: “¿Por qué me mira así todo raro?¿Qué pasó?” Ya él me dijo: “No mi vida, solo me doy cuenta que la estoy perdiendo y que no quiero perderla porque yo la amo, amor.” Yo le dije: “¿Qué le da, mi rey? Si yo estoy aquí firme, como siempre.” Él me dijo: “Sí, amor, pero ya no eres esa niña que me decía palabras bonitas y sé que es por mi culpa, por todo lo que le hecho, mami. No sabe cuánto quisiera que volviera a ser lo que era antes.” Le dije: “Ay, ya Andrés. Yo tengo algo que decirle y no sé cómo lo vaya a tomar, papi, solo quiero que sepa que a pesar de todo lo bueno y lo malo que nos ha pasado yo a usted lo amo; y que mientras usted ha estado aquí yo no he estado con nadie más.” Él me dijo: “¿Qué pasó, mami? Hábleme que me está asustando, mami.” Le dije: “Ay… no sé cómo decirle.” Me dijo: “Ay, ya amor, dígame ya ¿sí? Por favor no me azare más.” Lo miré y le dije: “Es que estoy embarazada.” Él me miro y me dijo: “Ah, ¿Es eso, mami? pensé que era algo grave.” Lo miré y le dije: “Ah, ¿No le parece grave?, ¿No va a decir nada?” Me responde: “¿Y qué quiere que le diga? Yo ya sabía, amor, me he sentido con muchos mareos, vómito y un hp sueño, mami.” Le dije: “¿Ah, sí? Andrés, ¿No se da cuenta que usted está en una cárcel y que ya tengo un hijo? Me dijo: Sí, lo sé, pero yo me di cuenta que la estaba perdiendo y yo no la quiero perder, amor. Perdóname, pero es lo único que se me ocurrió, mami. Perdone, ¿sí? Mire el lado bueno que los dos son míos, no de otro perro, mami.” Yo le dije: “Sí, lo sé, pero yo no quiero más hijos. Ya con mi ratón tengo, no sé qué hacer.” Él me miró y me dijo: “Tome las cosas como quiera, pero solo le digo que ni se le ocurra abortar.” Yo lo mire y le dije: “No tengo corazón para hacer una cosa de esas y usted más que nadie lo sabe que detesto esa palabra.” Él me abrazó y me decía: “Ya mami, si es una niña, va ser igual de hermosa a la mamá.” Ya pasando los meses él se portaba todo cariñoso, cada vez que yo llegaba a las visitas me tenía chocolates y le hacía cosas en madera al niño. 16


A los 4 meses me hicieron la ecografía y salió que era una niña. Él me llamó y le di la noticia. Se puso a llorar por teléfono y me decía: “Cuídese mucho, mami.” Mi cuñado Oscar me compraba muchas frutas, estaba pendiente de mi hijo y hacía el papel del papá, pero en el embarazo de mi hija ocurrió un problema y no aguante los nueve meses así que ella nació a los 6 meses y dos semanas. Mi cuñado fue el que me llevó al hospital. Nació mi hijita y fue bebé canguro. Oscar la vio nacer, lloró viendo el parto y no le importó que tuviera sangre, así la cogió y la besó, así como lo hizo con mi hijo cuando nació. Se puso muy feliz. A mí me dieron salida pero dijeron que mi bebe se tenía que quedar, así que mi cuñado habló con el director para que nos entregaran la niña. Le dijo que nosotros la criábamos en el pecho. Mi cuñado hizo todos los papeleos para que nos la entregaran y así fue, nos entregaron la niña. Él fue el que se la metió en el pecho para salir del hospital. No podía ir a visitar a Andrés porque primero que todo estaba mi hija, que era mi cangurita. Mi cuñada fue con una amiga a la cárcel y se la presentó a mi esposo, él, bien perro que era, se la cuadro. Si me llamaba, era para tratarme mal y decirme que yo no iba era por quedarme con el mozo. Cuando volví, me encontré con la sorpresa de que el señor tenía a la moza ahí, adentro, la sacó de la celda y le dijo: “Ella es mi esposa.” Me quedé afuera solo porque la nenita le dijo: “No me deje sola que usted me dijo que a lo que saliera de aquí nos íbamos a vivir los dos.” Él la cogió del cabello y la entró, le empezó a dar pata; yo me metí a defenderla y me dio un puño… se había vuelto peor de porquería, ya no le importaba nada. Ese día vi que iba a matar a esa nena y yo le dije:“¿Qué le pasa se volvió muy loco o qué, mijo? Yo no le tengo miedo, hágale, ¿o solo quiere que le tengan miedo?” y me decía: “Sí, porque usted es la culpable que me dejo de visitar y me quitó el derecho de ver mis hijos así fuera en fotos.” Yo le dije que si quería que dejara a mi hija sola, que ella había nacido antes de tiempo y yo no la iba a dejarla solo por ir a verlo. Le dije que primero estaban mis hijos, que él sobraba: “Mi rey, se lo digo ya no soy la misma boba de antes que usted cogía y le daba y solo llorar… ya no.” Él me cogió del cabello y después a patadas y puños, yo no me dejé, le volví mierda la cara. Los guardias se dieron cuenta, lo sacaron de la celda y lo llevaron al calabozo. Él me decía: “¿Si ve lo que hizo?, ¿Por qué me hace eso? Aprovecha que la amo y que es la mamá de mis hijos, todo bien.” Me trataba de lo peor. Me enteré que lo tuvieron seis días en calabozo y le quitaron las visitas durante dos meses como castigo por ser agresivo con la mujer. Durante esos dos meses me llamaba, preguntaba por los niños y me decía: “Todo bien mamita, que de aquí yo salgo y que me llegue a dar de cuenta que está con otro pirobo, la mato y se lo pico, se lo juro que no la dejo con nadie. No copeo que sea la mamá de mis hijos.” Yo le decía: “Haga lo que quiera, yo a usted no le tengo miedo.” Aunque me dolía el alma cada vez que me trataba así; entonces, yo solo fumaba cigarrillo y tomaba tinto. Mi cuñado Oscar, me abrazaba y me decía: “No llore mami, que Andrés no se merece que usted llore, mami.” Yo le decía: “Yo amo a su hermano y él me trata tan 17


mal… no entiendo si yo nunca le he fallado siempre he estado ahí, firme y él eso no lo ve. Además verlo con esa vieja me dolió aunque no se lo demostré, yo me sentía morir.” Él me decía: “Sí mami, lo sé. Pero cuántas veces no se lo dije, mami, que no se metiera con Andrés, pero no me hizo caso, mami.” Yo le decía: “Sí, lo sé. Pero en el corazón quien manda, papi no fue mi culpa haberme enamorado de él ni seguirlo amando.” Mi cuñado me decía: “Sí mami, pero él nunca va a cambiar, eso es seguro mami, que el muere así mami y usted matando mente por lo que él le hace. Mire, mis sobrinitos son lo más hermoso que dios nos dio, mami y usted sabe, mami, que yo sola no la dejo por mis sobrinos y por usted, lo hago. Lo que sea si me toca matar lo hago. Con tal que ustedes estén bien, mami.” Yo lo miraba y pensaba: Si así fuera Andrés conmigo todo sería perfecto. Pero no, Oscar y Andrés no parecían hermanos en nada. Así fue pasando el tiempo y Andrés se volvía cada vez más guache, no le importaba nada. Él quería estar peleando a toda hora en la cárcel que para que lo mantuvieran en el calabozo, para mantener aislado de todos. Un día fue mi cuñado a visitarlo y cuando entró, no lo conocía. Andrés estaba todo barbudo, más flaco. A mi cuñado le tocó preguntar por él y otro recluso lo llevó. Oscar me contó que él lo vio y lo abrazó, los dos lloraron, Oscar por ver a su hermano así y Andrés de la alegría que le dio ver visita. Hablaron mientras almorzaban y mi cuñado le preguntó por qué estaba así, qué era lo que le pasaba, él le dijo: “Mis hijos, ¿Cómo están? y mi mujer, ¿Cómo está?, ¿Me mandó fotos de los niños? Hace rato que no veo como están, si están más grandes.” Oscar le dijo: “Bien papi, los niños creciendo y la monita, bien, trabajando y como siempre guerreándola por los chamos, y sí, ella le envió una foto de los niños.” Mi cuñado me contó que a lo que la cogió se puso a llorar y decía: “Me los tiene bien lindos, nunca en mi vida me arrepentiré de que ella se la mamá de mis hijos, en lo único que no me equivoqué fue en escoger la madre de mis hijos.” Oscar le decía: “Sí manito, eso es muy cierto, pero ella está muy dolida por cómo la trata usted cuando la llama y no aguanta que sea así con ella.” Andrés le decía: “Ah, papi, yo sé que ella está con el perro del Esteban, ese man siempre ha estado tragado de ella y ahorita tuvo la oportunidad. Aprovechó porque yo estoy aquí en este hueco, pero ese pirobo cree que yo me voy a quedar acá y se equivoca porque muy pronto estaré afuera y me lo fumo por haberse metido con mi mujer.” Oscar le decía: “No marica, ellos dos nada. El chino sí ha estado pendiente de la china pero no tienen nada, y de igual manera Esteban siempre ha estado pendiente de ella. No sea terapia Andrés, la china es seria en eso, no tiene a nadie. Ahora falta que diga que también conmigo y ahí sí, de malas, porque yo a mi monita no la dejo sola, mijo y que hablen lo que quieran, sobra. Pero yo a Elizabeth, la adoro, siempre la he amado y usted lo sabe Andrés que si me hice a un lado fue por usted.” Mi esposo le contestó: “Sí, lo sé, socio pero aquí yo metido qué voy a saber lo que ella hace o deja de hacer.” Oscar le decía: “¡Qué va! usted se cree con derechos sobre ella y no es así, papa. Usted sabe que nadie es dueño de nadie y si la mona se consigue otra persona, está libre de hacerlo. Usted qué va hacer 18


nada, mi rey, que ella sea feliz y yo soy feliz.” Cuando comenzó la salida de las visitas, Andrés le dijo a Oscar: “Dígale a mi mujer que venga que quiero verla y hablar con ella.” Oscar llegó a la casa y me dijo: “Mami, vaya y lo visita ¿sí?, me duele ver a mi hermano así. Yo sé que si usted va, él alza el ánimo.” Yo le dije: “Ahí vemos… ¿Para qué voy? Para que me trate mal y me dé en la geta, tiempo sobra, papi, yo le dije que cambiara esa forma y él no hizo caso.”

Salida y Muerte Cuando salió Andrés de la cárcel ya mi hijo tenía 8 años y la niña 6 añitos. Nunca lo habían visto en persona, solo en fotos. A pesar de que yo les inculcaba mucho quien era el papá, no lo querían. Ellos lo veían como un extraño y él se sentía muy mal porque veía que los niños querían más a Oscar que a él. Esto era muy fuerte para él porque eran sus hijos. Así comenzaron las discusiones. Decía que todo era por mi culpa porque según él, yo nunca yo les había hablado de él. Mis hijos le decían a él, Andrés y al tío, ‘papá’. Yo sabía que era demasiado duro para él pero yo qué podía hacer. Lo que yo le dije fue: “Gánese los niños, sáquelos al parque, juegue con ellos; haga lo que ha hecho su hermano y va ganando amor con ellos.” Él lo hizo y se ganó el amor de los niños, pues el Andrés que yo había conocido: guache y grosero; estaba cambiando, ya no era así conmigo. Ahora era más amoroso, dejó de tratarme mal. Me decía constantemente que me amaba, que lo perdonara por todo el daño que me había hecho, por cada golpe. Yo, a pesar de todo, lo que él me había hecho lo quería mucho, lo seguía amando igual que antes. Pero aunque lo amaba me daba mucho miedo que él me dijera palabras bonitas para darme dulce y después me volviera a cascar. Ya yo no estaba para eso, tenía que pensar en mis hijos que iban a ver si me cascaba y me trataba mal. A los dos meses de haber salido me dijo que formáramos un hogar los cuatro, con los niños, yo le dije: “Me da miedo que su cambio sea por una temporada y después siga igual que antes.” Él me dijo: “No mami, yo ya he reflexionado este tiempo en la cárcel y me di de cuenta todo el daño que había hecho, y más que la estaba perdiendo a usted, amor. Eso es suficiente para cambiar. Yo no quiero perder a mis hijos ni a mi esposa, son las tres personas que más amo en mi vida. No me niegue la oportunidad de que estemos los cuatro.” Yo le decía: “Entiéndame Andrés, que usted fue el que hizo que yo no creyera en usted, ¿cuántas oportunidades no le di? y siempre era lo mismo, cambiaba dos meses y después llegaba a cascarme, a tratarme mal.” Con el pasar de los días yo me di cuenta del cambio que él estaba teniendo y me decidí a darle una última oportunidad. Él se estaba portando juicioso, bueno, eso pensé. Una noche le dije: “Amor, ¿y en qué está trabajando?” Él me dijo que en una empresa de seguridad, yo le respondí: “¿y cómo se llama la empresa?, ¿Solo de día y entra tarde?” Él salía a las 8 de la mañana y llegaba a las 11 o 12 de la noche. Él me dijo: “Ah, mami, es que así son los turnos de esa chimbada. Pero no mami, juicioso como te lo 19


prometí.” Yo le creí como una estúpida, no me di cuenta que él estaba andando con gente muy pesada y que todas las promesas se habían quedado como siempre en palabras. Para darme cuenta de con quiénes él estaba andando de nuevo, fue gracias a mi cuñado Oscar y mi amigo Esteban que llegaron a mi casa. Me saludo mi cuñado y Esteban me dijo: “¿Qué hace, mi reina?, ¿Su marido qué, a dónde anda, mami?” Yo lo miré y con una sonrisa de alegría y le dije: “Está trabajando juicioso, papi.” Esteban me dijo:“¿Sí? ¿Y en qué, mami?” Le dije: “En una empresa de vigilancia.” Mi cuñado me miró y me dijo: “Qué sí, mami. Sobre todo Andrés trabajando honradamente, que mentira.” Esteban me miró y me dijo:“¡Mi madre que usted es la más estúpida que yo he visto!” Le dije:“¿Qué le pasa, mijo? ¡Respete! Me miró de nuevo y me dijo: “Andrés está robando y vendiendo marihuana, bazuco, pepas y de todo en la letra, mami.” Yo le respondí:“¿Qué le pasa? Usted es para que yo lo deje, y no yo no lo voy a dejar. Él me prometió que iba a cambiar y yo le creo.” Mi cuñado me miró y me dijo: “Ay mami, usted parece que no conociera a mi hermano, lo que es y que él ni por usted ni por los niños va a cambiar.” Yo no le creía nada, quería creer en mi esposo, en el hombre que yo amaba, no en Esteban ni en mi cuñado. Pensaba que era envidia o celos de ellos. Pero de igual forma, me dejaban con la duda. Un día llegó Andrés a la casa, le serví la comida como siempre y cogí la maleta que para sacar el famoso uniforme. Me encontré con la sorpresa de que tenía era 5 fierros y un paco de marihuana, 3 de pepas y 5 de bazuco cripi. Lo llamé y le dije:“¿Qué es esto?¿Qué le pasa?¡¿No era que iba a cambiar? y trayendo esa mierda aquí a la casa, donde están sus hijos!” Me dijo: “Ah mami ya me descubrió, yo quise cambiar pero no pude. Ya yo estoy metido hasta el cuello en esta mierda.” Yo me ofendí mucho. Lo trate muy mal y lo cachetee. Él solo me miraba y me decía: “Perdóneme, mami. Pero qué hago, si me salgo me matan.” Yo le dije: “Y si se queda también. Mis hijos son los que van a sufrir si le pasa algo, ¿y yo dónde quedo, Andrés?,¿Por qué usted nunca ha entendido que yo lo amo y que si le pasa algo, lo matan o lo que sea, yo me muero?¿Por qué me hace esto a mí y a los niños? No sea egoísta con sus hijos y conmigo que soy la que más lo ama.” Yo lloraba diciéndole eso y él solo me miraba. Lo trataba muy mal y él me miraba, lloraba, me decía: “Perdón mami, perdóneme. No sé qué hacer estoy entre la espada y la pared, no sé qué hacer. Yo los amo a los tres, son lo más lindo que tengo en mi vida y no quiero hacerles más daño, pero si me salgo de toda esta mierda me matan.” Oscar llegó y se dio cuenta de todo lo que estaba pasando, le dijo: “Ah, yo no sé manito pero es mejor que se vaya para otro lado donde no lo conocen. Hágale marica, váyase con la china y los niños. Andrés me miro y me dijo: “¿Se va conmigo o qué?” Yo ya estaba inscrita en lo de IDIPRON y le dije:“¿pero qué hago si sale lo de IDIPRON?” Me dijo: “Yo me quiero ir pero con mis hijos y usted ¡pero como se le dio por estudiar!” Yo lo miré y le dije: “Ah, entonces la culpa es mía, ¡que mentira mi viejo! Yo le he marchado hasta más no poder, he hecho todo lo que usted ha querido ¿y ahora también 20


tengo que dejar a un lado la oportunidad de estudiar por correr al lado suyo? No mi rey, y me cansé.” Oscar le dijo: “Ah, papa le figuró que se quede porque ¿Qué se va a hacer?, la china tiene toda la razón ella siempre ha hecho lo que usted ha querido y la china tiene el derecho de estudiar. Yo sí la apoyo en lo bueno que ella haga.” Fueron pasando los días. Yo no me separe de él porque lo adoraba y de igual manera, yo lo conocí así. Además, era el papá de mis hijos. Pero yo quería estudiar, y no me fui por quedarme aquí en Bogotá para estudiar. Era una buena oportunidad que nos ofrecía el IDIPRON a todos los jóvenes de Bogotá. Mi marido me decía que para qué iba a estudiar. Yo le decía que yo quería, que no fuera egoísta. Mi cuñado me apoyaba en que estudiara. Pasando el año 2014, Andrés tomó la decisión de que nos quedábamos en Bogotá. Al comienzo me decía que esa mierda para qué, que no me pusiera a chimbear en el estudio, pero no le hice caso. El 28 de febrero nos llamaron de IDIPRON para las convocatorias, yo quedé seleccionada. El 3 de febrero ingresé al proyecto de JOVENES EN PAZ. Yo seguía con mi hogar, los cuatro vivíamos en la misma casa y él ya no me pegaba ni me trataba mal, pero los malos pasos no los dejaba. Fueron estos los que lo llevaron a la tumba. El día 23 de mayo del año 2015, saliendo de la UPI que me corresponde para mis académicos, me llamó mi cuñado Oscar para avisar que habían matado a Andrés. Yo no supe de mí, solo sé que salí corriendo y crucé la calle. No sabía cómo decirles a mis hijos que les habían matado al papá, pues en el poco tiempo que habían compartido, mis hijos lo llegaron a adorar. Iba llegando a mi casa con mi cuñado cuando mis hijos salieron a la puerta, y lo primero que me preguntaron fue: “Mami, ¿y mi papaíto a qué horas llega?” No sabía qué decirles. Lo único que hice fue abrazarlos y decirles que el papito era un angelito para el cielo, que papito dios lo necesitaba, que ahora él desde el cielo nos iba a cuidar, que nos veía pero nosotros a él no. Mi hijo me decía que era una mentirosa, que me odiaba: “Usted nos quiere alejar de mi papito”, Mi hija decía que era mentira, que él les había dicho que el domingo los iba a llevar al parque y que nunca iba a dejarnos solos otra vez. Yo solo lloraba, no sabía qué hacer, solo viendo a mis hijitos así me sentía morir. Mi cuñado lloraba. Los abrazaba y les decía: “No mis angelitos, es verdad, el papito está en el cielo al lado de papito dios.” Yo me sentía muerta en vida viendo a mis hijos así, y sabiendo que habían matado al amor de mi vida, que nunca más lo iba a volver a ver. Esto era muy fuerte para mis hijos y para mí. Pocos días después del entierro, los niños dejaron de comer y me tocó ponerlos en manos de psicólogo. Así fueron pasando los días, yo tenía que sacar fuerza de donde no tuviera para darles fuerza a mis hijos. El dolor de la partida de Andrés y el estrés, me tenían vuelta mierda. Quería volver a fumar marihuana, las ansias me estaban matando, pero sabía que si yo probaba eso, volvía a recaer y me preocupaban mis hijos. Así que busqué ayuda y hablé con la psicóloga de mi UPI, ella me escuchó y me entendió. Pude desahogarme. Fue más fuerte el amor por lo más hermoso que tengo en la vida: mis hijos, y no recaí. Yo 21


pensaba que ya, eso paraba ahí. Mi cuñado Oscar se encargó de sacar a mis hijos de ese dolor, los sacaba a los parques. Me ayudaba y me decía: “No está mi hermano pero estoy yo, mami. Todo bien que yo le voy ayudar en lo que más pueda, mami. Siempre voy a estar ahí, mami nunca la voy a dejar sola, mami.” Él sacaba a los niños a pesar del dolor que el sentía, que era demasiado grande. Siempre tenía una sonrisa para los sobrinos y para mí. Era el payasito de la familia. Él nos hacía reír. Me decía: “Uno se puede estar muriendo pero nunca hay que demostrarlo, cuñis. Las guerreritas no se vencen, mami y usted la ha guerreado mucho, no se ha vencido y no se va a vencer. Yo nunca la voy a dejar sola, como siempre, ahí estaré mami.” Y así era. Pero tampoco cumplió la promesa de estar siempre ahí, también se fue y me dejó sola. Un golpe más de tantos que he tenido desde niña. Era 15 de octubre, mi cuñado Oscar salía de una frutería, llevaba cuatro ensaladas para mis dos hijos, para mi mamita y para mí. Le pegaron dos tiros, uno en el pecho otro en el estómago. Mi suegro me llamó y me dijo lo que había pasado. Yo estaba comiendo y boté ese plato para salir corriendo, pero ya se lo habían llevado para el hospital de La Victoria. De ahí, lo trasladaron para el hospital del Tunal, yo salí de ese hospital a las cuatro dela mañana. Sin razón llegué a mi casa a fumar cigarrillo, tomar tinto y llorar. A las 7:30 de la mañana me fui para mi extramural; salí del extramural para el hospital a visitarlo, él estaba todo entubado. Yo lo miraba y lo tocaba, le lloraba diciéndole: “No me deje sola, papi, por favor” A él solo se le escurrían las lágrimas. Salí de ahí y estando en mi casa me llamó Esteban y mi cuñada, me dijeron que Oscar había muerto a los 10 minutos que yo salí.

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