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Villarrobledo
Curso 2012-2013
Este cuento ha sido elaborado por los alumnos de 6º de primaria de:
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C.E.I.P. Virgen de la Caridad. C.E.I.P. Giner de los Ríos. C.E.I.P. Jiménez de Córdoba. C. C. Nuestra Señora del Carmen
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H
ace muchos, muchos años, tuvo lugar una historia que nunca podremos olvidar. Eran tiempos muy difíciles en los que las gentes vivían bastante aisladas a lo largo y ancho de los campos que ellos cultivaban con mucho sacrificio. Había mucha pobreza y miseria, lo poco que producían sus sombríos huertos no era suficiente para alimentar a toda la familia. Allí trabajaban todos, desde los más pequeños hasta los abuelos. Por esta razón, los niños no podían ir a la escuela, no se relacionaban con nadie. Estaban como aislados del mundo y eran muy temerosos con todo lo que era desconocido para ellos.
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Durante las largas noches de invierno junto al fuego, los abuelos solían contar historias de miedo que alimentaban la superstición y curiosidad de todos. La que más les gusta oír era la de las sombras del bosque. Esta misteriosa historia ocurrió en el bosque que hay cerca de nuestra aldea. Mi madre nos la contó a mi hermano y a mí cuando éramos niños. El bosque era oscuro y tenebroso, y no se podía ver ni el principio ni el final. En sus entrañas, donde nadie se atrevía a entrar, un lugar frío y desconocido, había mucha maleza y una espesa niebla que nunca desaparecía.
Se rumoreaba que en el corazón del bosque habitaba una extraña criatura que asustaba, capturaba y se alimentaba de las personas que osaban explorarlo. Nadie sabía cómo era pero algunos decían que por la noche habían visto aparecer su sombra cerca de la aldea.
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Un día frío de otoño apareció un comerciante de ropas y sombreros por el pequeño pueblo. Las gentes del pueblo estañan
sorprendidas porque hacía mucho tiempo que ningún comerciante pasaba por allí. Todo el mundo estaba encantado con las prendas que vendía, por lo que el comerciante estuvo vendiendo hasta las primeras horas de la tarde.
Después tenía decidido ir a vender su mercancía
al pueblo vecino, que estaba situado a muchos kilómetros. Como ya era tarde no tenía más remedio que atajar por el camino que atravesaba el bosque, quería llegar antes del anochecer. Los vecinos del pueblo le advirtieron que no era buena idea atajar el bosque, ya que en el bosque habitaba
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una extraña criatura que asustaba y se alimentaba de las personas que osaban atravesarlo.
El comerciante les dijo que eso solo eran supersticiones inventadas, para que siguieran aislados en aquel pequeño pueblo. Así que cogió su caballo y su carro con la mercancía y se adentró en el bosque.
Cuando el valiente comerciante emprendió su aventura adentrándose en el frondoso y mágico bosque, comenzó a tener alguna dificultad, unos ruidos empezaron a inquietarlo, no sabía su procedencia… todo su cuerpo echó a temblar, pero su mente seguía sin creer en las ridículas supersticiones, que un rato antes, le habían contado los
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aldeanos. El comerciante siguió avanzando en su camino, creyendo que su dirección era la correcta, pero la espesa y densa niebla que se había formado, le impedía seguir su destino. Los caballos comenzaban también asustarse y los tornillos de la rueda delantera se tambaleaban. En ese preciso instante el comerciante bajó del caro, para comprobar que era lo que estaba sucediendo y que tanto le inquietaba. Su corazón latía a máxima velocidad, sus ojos percibían unos destellos rojizos y el ambiente estaba impregnado de un aroma ácido, sin duda los aldeanos llevaban razón, allí había algo…¡¡Un vestido negro con botones rojos!!!, de los que él vendía.
No era una criatura monstruosa la que hacía temblar el carro, sino una de sus prendas que se había liado en la rueda. En ese preciso instante, si por arte de magia fuera, la tupida niebla comenzó a
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desvanecerse y permitió a nuestro comerciante ver una pequeña cabaña que tenía luz encendida en la ventana.
Se acercó a la casa y vio la puerta entornada, con la esperanza de encontrar a alguien que pudiese prestarle ayuda con la rueda de su carro. El comerciante dijo: -¿Hay alguien por ahí?, ¿me pueden prestar ayuda?, un silencio inmenso como una eternidad invadió el corazón del comerciante…, de repente una gran sombra se acercaba por detrás y… ¿Qué hace usted en mi casa?, ¿cómo ha llegado hasta aquí si no me visita nadie?, el comerciante respondió: -buenas tardes, amable caballero, iba dirección al pueblo vecino a vender mi mercancía y he tenido una avería en la rueda porque se ha liado en la rueda una de mis prendas, ¿podría ayudarme a arreglarlo?, el caballero respondió: - sin duda, pero ¿no sabe lo peligroso que es este bosque?.
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El comerciante respondió: - eso son sólo mitos, yo soy bastante valiente para cruzar el bosque, a lo que el caballero responde: - eres un atrevido intentándolo, porque yo que vivo por aquí cerca siempre oigo algunos ruidos, así que no te lo recomendaría, de todas formas te acompañaré, pero antes vayamos a mi taller para que te arregle la rueda. Los dos siguieron caminando, está muy lejos este taller, ¿no crees?, dijo el comerciante. El caballero respondió: - Sí, es verdad, será mejor que nos volvamos. -
No, dijo el comerciante.
Cuando llevaban un rato caminando se había hecho de noche oyeron un ruido y vieron una sombra, el caballero se paró y dijo: - Va a ser mejor que volvamos, ya te lo he dicho. Y otra vez le contestó: - ¡que no, sigamos!. Al final sólo era un gato y continuaron su camino.
Media
hora más tarde vieron detrás de un árbol alguien que se movía y era una mujer, el comerciante dijo: - ¿tú qué haces aquí? (dirigiéndose a la mujer), ¿ella qué hace aquí? (dirigiéndose al caballero), ella es mi madre, respondió el caballero.
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- Siéntate, te voy a contar algo, Dijo la mujer. “Yo no tenía mucho dinero, nací deformada y la gente se reía de mí, me alimentaba de lo que mi hijo me daba cuando vendía su ropa. Un día, me quitaron la casa, entonces decidí hacerme una pequeña choza en el bosque y plantar algunas cosas para sobrevivir, sólo teníamos el dinero que ganaba mi hijo y decidimos contarle a la gente que aquí había un monstruo para que no me robaran. Éste es el motivo por el que estoy aquí. No te preocupes, te voy a ayudar en todo, dijo el comerciante. Llevaron a la pobre anciana a una residencia, le dieron comida y le dejaron dormir.
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Su hijo, al final consigui贸 un trabajo, compr贸 una casa y se llev贸 con 茅l a su madre.
Desde entonces, los habitantes de ambos pueblos pasaban de un lado a otro del bosque.
Fin