Homenaje al Profesor D. Jaime Gómez Herrero
Recital poético a cargo de los alumnos de CULTURA CLÁSICA - 3º y 4º E.S.O. LATÍN - 1º Bachillerato GRIEGO – 1º Bachillerato LATÍN – 2º Bachillerato GRIEGO – 2º Bachillerato I.E.S. Juana de Pimentel Arenas de San Pedro, Ávila. 18.06.2007
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ÍNDICE I - POESÍA GRIEGA Hesíodo, Teogonía 1-20.
PMG 698. PMG 848. PMG 891 PMG 897 Escolios atribuidos a los siete sabios, E-29. Píndaro, Olímpica II 61-67. Píndaro, Olímpica IV 1-9 Píndaro, Olímpica X 16. Píndaro, Nemea I 1-12. Píndaro, Nemea VI 1-7. Sófocles, Antígona 332-375 Calímaco, Himno I, 1-3 (...) 91-96 Calímaco, Himno II, 1-12
II – POESÍA LATINA Virgilio, Bucólica IV, 1-17. Virgilio, Geórgica II, 475 y ss. Virgilio, Eneida II.Catulo, Carmina CIX. Horacio, Carminum I 11. Horacio, Carminum I 14. Horacio, Carminum II 14. Séneca, Medea. Marcial X 47.
III – ECOS DEL MUNDO CLÁSICO C.P. Cavafis, Ítaca ( 1911). José Nicás Montoto, Enseñando a los hombres a ser griegos. 2
I - POESÍA GRIEGA
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Comencemos nuestro canto por las Musas Heliconíadas que habitan la montaña grande y divina del Helicón, donde en torno a la sombría fuente y al altar del muy poderoso Cronión con sus delicados pies danzan. Tras haber bañado su suave piel en el Permeso, o en la Hipocrene, o en el divino Olmeo, en la cima del Helicón organizan bellos coros que llenan de placer y sobre sus pies flotan. Desde allí, cubiertas por abundante bruma, de noche, al avanzar, dejar oír su hermosa voz, mientras celebran a Zeus, portador de la égida; a la venerable Hera argiva, que con sandalias de oro camina; a Atenea, de ojos verdes, hija de Zeus, portadora de la égida; a Febo Apolo; a la flechadora Ártemis; a Posidón, que recorre la tierra sacudiéndola; a la venerable Temis; a Afrodita, de vivos ojos; a Hebe, coronada de oro; a la bella Dione; a Eos; al gran Helio; a la brillante Selene; a Letó; a Jápeto; al astuto Crono; a Gea; al espacioso Océano; a la negra noche y al sagrado linaje de los demás sempiternos Inmortales. Hesíodo, Teogonía 1-20.
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Zeus, comienzo de todo, guĂa de todo, te envĂo este comienzo de mis himnos. PMG 698.
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Llegó, llegó la golondrina Que trae la bella estación, El bello año, Con el vientre blanco, Con la espalda negra. Saca tarta de fruta De tu rica casa Y una copa de vino Y un cestillo de queso; El pan candeal la golondrina Y el de sémola ... No los rechaza. ¿ Nos vamos o nos la llevamos? Si das algo ... Pero si no, no lo toleraremos; Llevémonos la puerta o el dintel O la mujer sentada dentro. Es pequeña, fácilmente la llevaremos en brazos. Pero si nos das algo, te llevarías también algo importante: Abre, abre la puerta a la golondrina: Pues no somos viejos, sino niños. PMG 848.
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... Desde tierra hay que estudiar el rumbo, si uno puede y tiene arte para ello. Pero cuando se estĂĄ ya en alta mar hay que capear segĂşn las circunstancias. PMG 891.
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Conociendo, compaĂąero, la historia de Admeto, sĂŠ amigo de los buenos y mantente lejos de los malos, sabedor de que escasa gratitud hay en los hombres viles. PMG 897.
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Nunca las muchas palabras han sacado a la luz una sentencia sensata: busca una sola cosa que sea sabia, una sola excelente. AsĂ harĂĄs callar las lenguas de palabras infinitas de los charlatanes. Escolios atribuidos a los siete sabios, E-29.
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Iguales siempre sus noches, iguales sus días, bajo la luz del sol se ganan los buenos una existencia libre ya de fatigas, sin tener que perturbar la tierra con el vigor de sus manos, ni el agua de la mar en busca de su magro sustento, sino que en compañía de los favoritos de los dioses, aquellos que se precian de cumplir sus juramentos viven una existencia sin lágrimas, mientras que los demás sufren padecimientos insoportables de ver. Píndaro, Olímpica II 61-67.
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Supremo auriga del trueno de carrera infatigable, Zeus. Tus hijas, las Horas, en el curso de su ronda me enviaron, al son del canto acompañado de la muy variada forminge, como testigo de las competiciones más excelsas. Cuando los amigos tienen éxito, los bien nacidos muestran de inmediato su alegría ante una grata nueva. Pues bien, hijo de Crono, que dominas el ventisquero del Etna, cepo del horrible Tifón de cien cabezas, acoge, en nombre de las Gracias, a este cortejo de un vencedor en Olimpia, (...) Píndaro, Olímpica IV 1-9.
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Leedme, allí donde está escrito en mi ánimo, el nombre del hijo de Arquéstrato, vencedor en Olimpia, pues del dulce cantar que le debía me olvidé. Así que tú, Musa, junto con Verdad, hija de Zeus, evita con tu mano alzada el agravio que le supone al huésped la acusación de estar mintiendo. Píndaro, Olímpica X 16.
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Respiro venerable del Alfeo, retoño de la gloriosa Siracusa, Ortigia, lecho de Ártemis, hermana de Delo. De tí se alza un dulcísono himno para engrandecer el elogio de los corceles de huracanada carrera en honor de Zeus del Etna. Me incitan el carro de Cromio y Nemea a uncir un canto de alabanza a sus gestas triunfales. Merced a los dioses se asentaron los fundamentos de este himno a través de las divinas hazañas de aquel varón. En el éxito reside el culmen de la gloria absoluta y la Musa gusta de traer a la memoria las grandes competiciones. ¡Siembra pues un resplandor para la isla que el Señor del Olimpo, Zeus, concedió a Perséfone! Píndaro, Nemea I 1-12.
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Una es la familia de los hombres, una la de los dioses, pues por una sola madre alentamos unos y otros. Mas nos separa un poder enteramente desigual; porque lo humano nada es y el cielo de bronce, en cambio, permanece por siempre como sólida morada. Con todo, en algo nos acercamos a los inmortales, bien sea por la grandeza de la inteligencia, bien por la condición corporal, aunque no sepamos hacia qué meta trazada por el destino –en el día o en la noche- hemos de correr. Píndaro, Nemea VI 1-7.
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Estrofa 1ª
Muchas cosas asombrosas existen y, con todo, nada más asombroso que el hombre. Él se dirige al otro lado del blanco mar con la ayuda del tempestuoso viento Sur, bajo las rugientes olas avanzando, y a la más poderosa de las diosas, a la imperecedera e infatigable Tierra, trabaja sin descanso, haciendo girar los arados año tras año, al ararla con mulos. Antistrofa 1ª
El hombre que es hábil da caza, envolviéndolos con los lazos de sus redes, a la especie de los aturdidos pájaros, y a los rebaños de agrestes fieras, y a la familia de los seres marinos. Por sus mañas se apodera del animal del campo que va a través de los montes, y unce al yugo que rodea la cerviz al caballo de espesas crines, así como al incansable toro montaraz. Estrofa 2ª
Se enseñó a sí mismo el lenguaje y el alado pensamiento, así como las civilizadas maneras de comportarse, y también, fecundo en recursos, aprendió a esquivar bajo el cielo los dardos de los desapacibles hielos y los de las lluvias inclementes. Nada de lo por venir le encuentra falto de recursos. Sólo del Hades no tendrá escapatoria. De enfermedades que no tenían remedio ya ha discurrido posibles evasiones. Antistrofa 2ª Poseyendo una habilidad superior a lo que se puede uno imaginar, la destreza para ingeniar recursos, la encamina unas veces al mal, otras veces al bien.
Será un alto cargo en la ciudad, respetando las leyes de la tierra y la justicia de los dioses que obliga por juramento. Desterrado sea aquel que, debido a su osadía, se da a lo que no está bien. ¡Que no llegue a sentarse junto a mi hogar ni participe de mis pensamientos el que haga esto! Sófocles, Antígona 332-375.
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En el momento de las libaciones, ¿a quién celebraremos sino a Zeus? ¿A qué dios sino a él, que siempre es grande y es rey siempre, vencedor de los Pelagones y juez de los Uránidas? ..... Salud, Cronida, a tí, el más alto de los dioses, fuente de todo bien y de toda prosperidad. ¿Quién podría cantar tus hazañas? Ni ha nacido ni nacerá; pues, ¿quién sería capaz de cantar las hazañas de Zeus? Salud, oh padre, salud una vez más. Concédenos virtud y riquezas. Una felicidad sin virtud no hace prosperar a los hombres, ni una virtud privada de riquezas. Concédenos virtud y felicidad. Calímaco, Himno I, 1-3 (...) 91-96
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¡Cómo se agita la rama del laurel de Apolo! ¡Cómo se agita su morada entera! Lejos, lejos de aquí todo malvado. Ya golpea Febo las puertas con su bello pie. De pronto, la palmera Delia se inclina dulcemente -¿no lo ves?- y el hermoso canto del cisne se esparce por el aire. ¡Abríos vosotros mismos, cerrojos de las puertas! ¡Girad, llaves! El dios no está lejos. Y vosotros, jóvenes, preparaos para el canto y para la danza. Apolo no se muestra a todos, sino solamente al que es bueno. Quien lo ve, ése es feliz, y quien no lo ve, desgraciado. Te veremos, oh Flechador, y no seremos nunca desgraciados. Calímaco, Himno II, 1-12
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II – POESÍA LATINA
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Musas de Sicilia, cantemos algo más grande. No a todos gustan los vergeles y los tamarindos humildes. Si cantamos a las selvas, sean las selvas dignas de un cónsul. Ya ha llegado la última edad que anunció la profecía de Cumas. La gran hilera de los siglos empieza de nuevo. Ya vuelve también la virgen, el reino de Saturno vuelve. Ya se nos envía una nueva raza del alto cielo. Únicamente, a ese niño que nace, con quien terminará por fin La edad de hierro y surgirá la edad de oro para todo el mundo, Tú, casta Lucina, ampáralo: ya reina tu Apolo. Justamente en tu consulado, el tuyo, Polión, llegará tal gloria Del tiempo y empezarán a marchar los grandes meses. Bajo tu guía, si alguna huella del pasado queda, se borrará, Liberando a las tierras de su miedo eterno. Él tendrá la vida de los dioses y verá a los héroes mezclados Entre los dioses, y él, a su vez, será visto por ellos. Y gobernará el orbe pacificado por las virtudes de su padre. Virgilio, Bucólica IV, 1-17.
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En cuanto a mí, lo primero y antes que nada, que las dulces Musas, Cuya religión practico, víctima de su gran amor, me den acogida Y me señalen los caminos del cielo y las estrellas, Los diferentes eclipses del sol y las fatigas de la luna; De dónde proviene el temblor de la tierra, cuál es la fuerza Que hincha los mares profundos cuando rompen sus barreras Y por qué descansan de nuevo sobre sí mismos; Por qué los soles de invierno se apresuran tanto a bañarse En el Océano, o qué demora alarga las noches lentas. Mas si la sangre fría que circula por mi corazón me impide Acceder a esta parte de la naturaleza, hagan mi delicia Los campos y los ríos que riegan los valles; Pueda yo amar sin gloria las aguas y las selvas. Virgilio, Geórgica II, 475 y ss.
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El silencio reinaba. Todos los ojos dependían De él; todos los rostros, en tensión, expectantes, Aguardaban su voz. Y el padre Eneas, desde su alto lecho, Comenzó: `Más allá de las palabras está, reina, El dolor que me ordenas renovar: cómo los Dánaos Arrasaron la opulencia troyana y el lastimoso reino, Deplorables escenas que yo mismo viví y sufrí. ¿Cuál de los Mirmidones o de los Dólopes, Qué soldado del inflexible Ulises podría, Al evocar aquellos hechos, no dar cauce a las lágrimas? La húmeda noche se precipita ya desde el cielo Y los astros ponientes invitan al descanso. Pero si es tan grande tu deseo de conocer Nuestras desgracias y de escuchar, en breve Relato, el trance último de Troya, hablaré, Aunque mi alma se horrorice ante semejante recuerdo Y quiera refugiarse en el llanto y no en las palabras. Rotos por los diez años de guerra y por el hado Adverso, los caudillos Dánaos construyeron Un gran caballo …´ Virgilio, Eneida II.
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Me prometes, mi vida, que este amor nuestro Nunca se apagarรก y no tendrรก fin, Dulce y feliz, perpetuo entre nosotros. Grandes dioses, haced que cumpla su promesa Y que de corazรณn haya hablado, y con sinceridad, Para que conservemos durante toda nuestra vida Este sagrado pacto de amor eterno. Catulo, Carmina CIX.
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No pretendas saber, pues no está permitido, El fin que a mí y a ti, Leucónoe, Nos tienen asignados los dioses, Ni consultes los números Babilónicos. Mejor será aceptar lo que venga, Ya sean muchos los inviernos que Júpiter Te conceda, o sea éste el último, El que ahora hace que el mar Tirreno Rompa contra los opuestos cantiles. No seas loca, filtra tus vinos Y adapta al breve espacio de tu vida Una esperanza larga. Mientras hablamos, huye el tiempo envidioso. Vive el día de hoy. Captúralo. No fíes del incierto mañana. Horacio, Carminum I 11.
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¿Te llevarán al mar, oh nave, nuevas olas? ¿Qué haces? ¡Ay! No te alejes del puerto. ¿No ves cómo tus flancos están faltos de remos Y, hendido el mástil por el raudo Ábrego, Tus antenas se quejan, y a duras penas Puede aguantar tu quilla sin los cables Al cada vez más agitado mar? No tienes vela sana, ni dioses A quienes invocar en tu auxilio, Y ello por más que seas pino del Ponto, Hijo de noble selva, y te jactes De un linaje y de un nombre inútil. Nada confía el marinero, a la hora del miedo, En las pintadas popas. Mantente en guardia, Si es que no quieres ser juguete del viento. Tú que fuiste inquietudes para mí Y eres ahora deseo y cuidado no leve, Evita el mar, el mar que baña Las Cíclades brillantes. Horacio, Carminum I 14.
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¡Ay, ay, Póstumo, Póstumo, Fugaces se deslizan los años Y la piedad no detendrá Las arrugas, ni la inminente vejez, Ni la indómita muerte! No, amigo, ni aunque inmolases cada día Trescientos toros al inexorable Plutón, El que retiene al tres veces enorme Gerión y a Ticio en las tristes aguas Que habremos de surcar todos cuantos Nos alimentamos de los frutos de la tierra, Seamos reyes o pobres campesinos. Vano será que nos abstengamos Del cruento Marte y de las rotas Olas del ronco Adriático; Vano que en los otoños hurtemos Los cuerpos al dañino Austro. Hemos de ver el negro Cocito Que vaga con corriente lánguida, Y la infame raza de Dánao, Y al Eólida Sísifo, condenado A eterno tormento. Habremos de dejar tierra y casa Y dulce esposa; y de todos estos Árboles que cultivas ninguno, Salvo los odiosos cipreses, Te seguirá a tí, su dueño efímero; Y un sucesor más digno que tú Consumirá el Cécubo que guardaste Con cien llaves y teñirá Las losas con el soberbio vino, El mejor en las cenas de los pontífices. Horacio, Carminum II 14.
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Audaz en demasía quien primero los mares Traidores sobre tan frágil navío surcó Y, las tierras propias a sus espaldas viendo, Confió la vida a brisas inconstantes; Quien, cortando las superficies con rumbo dudoso, Fue capaz de librarse a un leño débil -entre los caminos de la vida y de la muerte límite trazado demasiado tenue-. Nadie aún las estrellas conocía Y de los astros con que se pinta el éter Nadie hacía uso; aún a las Híades lluviosas Esquivar sabía embarcación ninguna, Ni las luces de la Cabra Olenia, Ni los Carros de las Osas que sigue Y dirige pausado el anciano Boyero; Ni aún el Bóreas, ni aún el Céfiro Nombre tenían. Séneca, Medea.
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Éstas son, mi querido Marcial, Las cosas que hacen una vida más feliz: Bienes no logrados con sudor, sino heredados; Un campo generoso, un hogar encendido; Pleitos, nunca; galas, pocas; una mente tranquila; Fuerzas apropiadas, un cuerpo sano; Una sencillez discreta, amigos semejantes; Comidas ligeras, una mesa sin complicaciones; La noche sin vino y libre de inquietudes; Un lecho alegre y, no obstante, casto; Un sueño que haga cortas las tinieblas; Desea ser lo que eres, no prefieras nada; Y no temas el día supremo, ni lo ansíes. Marcial X 47.
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III – ECOS DEL MUNDO CLÁSICO
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Cuando emprendas el camino a Ítaca Pide que el camino sea largo, Lleno de aventuras, lleno experiencias. No temas a los lestrigones ni a los Cíclopes, O al colérico Poseidón, Seres tales jamás hallarás en tu camino, Si tu pensar es elevado, si selecta Es la emoción que toca tu espíritu y tu cuerpo. Ni a los Lestrigones ni a los Cíclopes Ni al salvaje Poseidón encontrarás, Si no los llevas dentro de tu alma, Si no los yergue tu alma ante tí. Pide que el camino sea largo. Que sean muchas las mañanas de verano En que llegues -¡con qué placer y alegría!A puertos antes nunca vistos. Detente en los emporios de Fenicia Y hazte con hermosas mercancías, Nácar y coral, ámbar y ébano Y toda suerte de perfumes voluptuosos, Cuantos más abundantes perfumes voluptuosos puedas. Ve a muchas ciudades egipcias A aprender, a aprender de sus sabios. Ten siempre a Ítaca en tu pensamiento. Tu llegada allí es tu destino. Mas no apresures nunca el viaje. Mejor que dure muchos años Y atracar, viejo ya, en la isla, Enriquecido de cuanto ganaste en el camino Sin aguardar a que Ítaca te enriquezca. Ítaca te brindó tan hermoso viaje. Sin ella no habrías emprendido el camino. Pero no tiene ya nada que darte. Aunque la halles pobre, Ítaca no te ha engañado. Así, sabio como te has vuelto, con tanta experiencia, Entenderás ya qué significan las Ítacas. C.P. Cavafis, Ítaca ( 1911).
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¿De quién llevas la sangre que fluye por tus venas? ¿Del juguetón minoico que despreció murallas, Porque pensó que el cielo, de brisas apacibles, Le concedió los mares por segura defensa, O del griego sensual, cuya lasciva mano Acarició los vientres de desnudos efebos, En tanto que su mente volaba a las regiones, Antes jamás holladas, del dios del Pensamiento? O, por cerrar la lista, tal vez del veneciano Ávido de comercio, o de implacables turcos, Porque todos llevamos, pese a que lo neguemos, Un resabio en potencia de lo que nos oprime. ¿Y por qué no de todos? Porque si no en la carne, En espíritu, al menos, heredaste las ansias De libertad del negro, hacinado en bodegas Del esclavista barco desgajador de seres, O del último héroe de los griegos de antaño Que murió defendiendo las murallas De la egregia ciudad de Constantino. ¡Qué importa si no somos o nunca fuimos griegos O judíos, llevados con burdos sambenitos A la faltal hoguera! Sí, los cuerpos perecen, Pero queda la sombra del espíritu eterno, Cuya impronta no muere y se transmite A las generaciones venideras. No se perderá nada. ¡Oh, llévame contigo, y recojamos juntos Los restos de ceniza de Sodoma y Gomorra Y, en redoma de plata, el último suspiro Del postrer Constantino, para mostrar al mundo Que aún le queda la esperanza! Que todos estos hechos Sólo son episodios de una lucha infinita Por la que, al fin, un día, el hombre será libre. Y cuando esto suceda, desde la India a España, Recorreremos juntos el reino del espíritu, Enseñando a los hombres a ser griegos. José Nicás Montoto, La lira de Orfeo.
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Referencias bibliográficas. Antología de la poesía latina. Selección y traducción de Luis Alberto de Cuenca y Antonio Alvar. Alianza Editorial, Colección Libro de Bolsillo 865. Madrid, 1981. Virgilio, Bucólicas. Geórgicas. Introducción, notas y traducción de Bartolomé Segura Ramos. Alianza Editorial, Colección Libro de Bolsillo 808, Madrid, 1981. Hesíodo, Teogonía, Trabajos y Días, Fragmentos. Introducción, traducción y notas de Mª Ángeles Sánchez Martín. Alianza Editorial, Colección Libro de Bolsillo. Madrid. Lírica griega arcaica (Poemas corales y monódicos, 700-300 a.C.) Introducciones, traducciones y notas de Francisco Rodríguez Adrados. Editorial Gredos, Biblioteca Clásica Gredos 31. Madrid, 1980. Píndaro, Epinicios. Edición de Pedro Bádenas de la Peña y Alberto Bernabé Pajares. Alianza Editorial, Colección Libro de Bolsillo 1055. Madrid, 1984. Sófocles, Tragedias. Introducción de José S. Lasso de la Vega. Traducción y notas de Assela Alamillo. Editorial Gredos, Biblioteca Clásica Gredos 40. Madrid, 1981. Calímaco, Himnos, epigramas y fragmentos. Introducciones, traducción y notas de Luis Alberto de Cuenca y Prado y Máximo Brioso Sánchez. Editorial Gredos, Biblioteca Clásica Gredos 33. Madrid, 1980. C.P. Cavafis, Poesía completa. Introducción, traducción y notas de Pedro Bádenas de la Peña. Alianza Editorial, Colección Alianza Tres 93. Madrid, 1983 (3ª edición). José Nicás Montoto, La lira de Orfeo. Ediciones Clásicas, Madrid, 1996.
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Agradecimientos A cuantos Profesores y alumnos con su participación han hecho posible la celebración de este acto académico, cultural y sobre todo humano en reconocimiento a la trayectoria de nuestro compañero y Profesor de Latín, D. Jaime Gómez Herrero. Al Profesor de Inglés, D. José Manuel GarcíaSantalla que se ha ocupado de la proyección durante este acto.
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Selecci贸n de textos , elaboraci贸n de la presentaci贸n digital y coordinaci贸n del acto: Irene-Florencia Agudo del Campo, Profesora de Griego.
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Escultura de Trajano. Itálica, Sevilla.
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