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desTAcAdO Génser González desTAcAdO

Cuando llegó el hermano Enrique Alfaro, quien había sido mi alumno en 1978, me invitó a que trabajara con él de nuevo en la Nocturna. Regresé muy contento. Una anécdota curiosa fue que este hermano decidió dejar la congregación marista para hacerse sacerdote y concluidos los trámites y estudios nos invitó a su ordenación. Con el profesor Enrique Ramírez, otro profesor, mi esposa y yo emprendimos el viaje para Santa Ana, El Salvador, donde sería la ceremonia en la Catedral de Santa Ana, pero desayunando en Barberena, me di cuenta que no llevaba mi DPI, por lo que desistimos de seguir y nos regresamos con mi esposa. Los otros dos siguieron. Lo chistoso fue que después nos enteramos que el profesor Quique y su compañero tampoco lograron llegar a Santa Ana, pues una vez pasada la frontera los pararon en un retén de rutina y ya no los dejaron continuar porque los papeles del carro no estaban al nombre de quien lo conducía. Total, que nada para ninguno de los que deseábamos estar con el (ex hno.) padre Enrique.

El siguiente director de la Nocturna fue Ricardo Ortiz, otros lo conocerán con su otro seudónimo, ”El Feo”, quien había trabajado como profesor de ciencias naturales y biología en el Liceo por la mañana a través de muchos años, fue el último director de la Nocturna. Nos quedan las visitas a la Virgen del Rosario en el mes de octubre, digo nos quedan, porque el Liceo Nocturno fue cerrado hace tres años, pero los profesores continuamos con esa ya tradición.

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Anécdotas y experiencia vividas por la mañana en el Liceo hay muchas, algunas hilarantes, otras tristes y otras felices. Aquí algunas, van sin fechas ni orden: Cuando en el día de la caravana lanzaron una bomba lacrimógena a la cancha de basquetbol y después de lagrimear por un buen rato y con la nariz que nos picaba por el humo, me animé a ir a recogerla envolviéndola con un trapeador mojado.

Otra: en el laboratorio de física un día se reventó una manguera y prendió fuego el extremo roto y la manguera serpenteaba como dragón que echaba fuego de un lado a otro. Los patojos en lugar de cerrar la llave de paso del gas, se hicieron a un lado con gran alboroto. El profesor Víctor, quien estaba próximo, cerró el paso del gas.

De diferente índole: viví cómo se transformó el anfiteatro con gradas de cemento semicirculares en sala de proyecciones con butacas de plástico. El cambió de las antiguas mesas de madera de los laboratorios de física y de química en las actuales de concreto. En tres distintas ocasiones vi la piscina vacía.

Por primera vez en la historia del Liceo se da un director que no era hermano marista (2010): El Ingeniero Carlos Navajas (exalumno) y surge la figura de Rector: el hermano Jesús León. Cuando llegué al colegio, había dos comunidades de hermanos. Una en primaria y otra en secundaria. En total eran nueve hermanos. En primaria había cinco o seis profesoras y en secundaria no había profesoras. Hoy, tenemos directora, en primaria hay un solo profesor varón con grado y dos profesores de educación física, el resto son mujeres. En secundaria no había profesoras, hoy de cerca de cincuenta docentes, solamente quince somos varones.

Era costumbre que para el día del “Maestro” los hermanos o los padres de familia, nos invitaran a un almuerzo. En una ocasión el almuerzo fue en “La Barraca de Don Pepe”, que quedaba por donde hoy se venden los famosos “shucos”. El menú era “paella”. Cuando entramos estaba una gran paella en el centro de una mesa, adornada con variedad de carnes y camarones y almejas. Se hizo el protocolo y la oración y se nos indicó que hiciéramos fila para servirnos. Un profesor (“Pusey”) se colocó de primero con su plato vacío, en espera. Empezó a servirse y cuando el segundo se iba a servir, ya no había ni un solo camarón y vimos el plato de Pusey con el volcán de camarones.

No cabe duda que las pelotas de futbol son un cebo para asumir riesgos. Estuve presente en dos caídas espectaculares desde el techo, del entonces gimnasio del colegio. La primera estaba yo en la cancha de futbol, que era casi del doble de largo de la actual, cuando escuché un ruido de algo que se quebraba y cuando volteé a ver, un alumno caía. Escuché enseguida el golpe cuando se estrelló contra el suelo, salí corriendo hacia el lugar y pude ver, sin dar crédito, algo insólito: León Chahín, apellidos del alumno, robusto, sin llegar a gordo, se levantó, se palpó la cabeza, el pecho y las costillas y al instante, se desmayó. Vinieron los bomberos y se lo llevaron al hospital. A los dos días estaba de regreso como si nada. En la otra ocasión, muchos años después, estaba en el patio central cuando la bulla de que alguien se había caído del techo del gimnasio. Acudí con prisa al lugar de los hechos. No había nada que hacer de mi parte. El muchacho estaba tendido en el suelo en una grotesca posición y sangraba. Igual, llegaron los bomberos, se lo llevaron al hospital, pero ya no volvió al colegio sino hasta varios meses después, aún recuperándose de las múltiples fracturas sufridas. Sin embargo, sí asistió a la fiesta de bachilleres, cuando todavía se hacía en agosto.

El fallecimiento en un accidente automovilístico de alumnos de quinto bachillerato del Liceo, recién concluida su presentación de Seminario. No puedo recordarlo sin dolor.

El colegio no siempre fue cerrado como ahora. El parqueo de la décima avenida estaba abierto a la calle. Había espacio para automóviles de profesores y de alumnos, inicialmente estos eran más y se pagaba a una persona para que los cuidara. Un día iba para afuera ya a la hora de salida cuando entró corriendo un alumno todo asustado diciendo que unos hombres se habían llevado a su papá. Eso, pienso, aceleró la construcción del muro perimetral y la creación de las rotaciones, para evitar se repitiera otra situación semejante. Porque antes los alumnos que no usaban los buses amarillos eran recogidos por los padres o por buses particulares, en la calle.

La rotación de la calle Mariscal Cruz y la de Primaria hicieron merma cuantiosa en los flamantes campos de futbol, principalmente en el de secundaria. Al de primaria le llegó su gran disminución casi en seguida, cuando se construyó el gimnasio Don Chofo. Pero la debacle mayor la sufrió el campo de secundaria cuando edificaron la torre de estacionamiento.

Los edificios de primaria han ido creciendo. Hacia el norte hasta finalizar con el salón Marista y hacia el oriente concluyendo con la preprimaria y primer ciclo. Lo que era preparatoria hoy es carpintería y herrería.

Donde antes era la antigua cafetería de Secundaria, que luego pasó a ser, por un tiempo, una especie de salón de teatro y de reuniones hoy están los salones de expresión artística.

No puedo, ni quiero, pasar por alto hacer una mención de la capilla con sus frescos y vitrales y la Buena Madre. Aunque la imagen es de la Inmaculada Concepción, dominando todo el recinto desde detrás del altar y que tanto añoran muchos exalumnos. Desde fuera no se puede imaginar tanta magnificencia. Es realmente una joya.

Vuelvo a las personas... Allá a principios de los ochentas, nos vimos involucrados por el hermano Hilario Martínez en la creación del Proyecto Educativo del Liceo Guatemala. Su elaboración fue un hito en la educación guatemalteca, pues era el primero que se realizaba en Guatemala, y por guatemaltecos. Una vez elaborado fue modelo para otras instituciones. Fuimos pioneros.

Tuve la dicha, la fortuna, el honor, el privilegio, de conocer personalmente a uno de los hermanos fundadores de la obra marista en Guatemala: el hermano Rodolfo Rodríguez, “Don Chofo”, quien a sus noventa años todavía era capaz de subir las gradas de dos en dos y tan tranquilo. Obra suya son los libritos “Cantemos” que se daban a cada alumno para que participara en múltiples actividades, principalmente religiosas (había misa en la capilla todos los domingos), no digamos las famosas “1000 vitaminas de alegría”. Era un cantor con voz excepcional y me pidió una vez que cantara para él el himno del colegio y lo grabó, porque me dijo lo necesitaba para algo y no había encontrado quien lo hiciera bien y habiéndome oído cantar pensó que yo lo hacía como a él le gustaba. Le pregunté el porqué de no hacerlo él y me respondió que la voz a su edad ya no era igual. Generaciones y generaciones de alumnos y profesores del Liceo lo recordamos. En su memoria el nuevo gimnasio del colegio lleva el nombre “Don Chofo.”

Antes he mencionado la tienda, pero no había mencionado a quien la regentaba. Me refiero a un españolito, que, residiendo en Guatemala, conquistó y se casó con una guatemalteca y solicitó tiempo después la administración de la tienda escolar del Liceo Guatemala. Don Paco y doña Alis. Don Paco también ya nos precedió camino al cielo. Doña Alis es quien ha quedado a cargo de tan útil y necesario servicio para los alumnos y también para los profesores. Ambos ya viejitos eran buenos conversadores y con un don muy especial para tratar a los alumnos. Ellos estaban en secundaria.

Del lado de primaria teníamos a doña Adelita, tía de otro hermano muy apreciado por quienes lo conocemos, el Hno. Ismael. Doña Adelita también ya fue llamada por el Señor y de seguro que en cielo se reirá de mí cuando recuerde la ocasión en que me tocó pagar lo consumido por mis hijos en su tienda durante el mes. Llego y le pregunto: “¿cúanto le debo?” y ella saca su cuaderno y me dice que eran Q860,00. Me quedé de una pieza y le pregunto con asombro “¿Por qué?”. Ella tranquilamente me muestra su cuadernito y me dice: “Es que el niñito de en medio, el delgadito, pide y además invita a sus amiguitos. Y yo digo: ‘pobrecito’ y entonces le doy lo que me pide.” Ni qué decir, tuve que pagar y decirle a doña Adelita que ya no le diera nada de la tienda cuando su cuenta pasara de Q40.00. La cosa era que de los Q860.00, este mi patojo había gastado casi Q750.00 y entre los otros tres y yo, el resto. ¡Ay doña Adelita!

Habíamos celebrado con gran alegría los 75 años de la presencia marista en Guatemala. Hubo caminata desde el colegio a la Catedral, llevando pancartas, gritando vivas, animados con gran entusiasmo durante todo el camino por el hermano Alberto Olano. Todavía sentíamos la alegría de lo celebrado cuando nos enteramos que el hermano Olano había fallecido, víctima de un fortuito incidente cuando regresaban al colegio él, su hermano y otros amigos después de un paseo por 4 Grados Norte. El hermano Alberto tenía un carisma especial para tratar a los jóvenes y animarlos a vivir su cristianismo con alegría. Los nuevos salones construidos donde eran el comedor y la cocina de la residencia de los hermanos llevan su nombre.

Cuando llegué al colegio por primera vez, ya estaba en la portería, abriendo la puerta para dejar entrar al colegio y en los últimos tiempos, además, encargado de reproducir los exámenes, circulares y otros documentos que se utilizaban para llevar adelante la educación de los alumnos. Se sabía el nombre de muchísimos alumnos y de muchos exalumnos, no importara la promoción a la que pertenecieran. Fui a su funeral en La Antigua Guatemala, porque éramos amigos. A uno de mis hijos, el último varón que tuve en el colegio, le tocó cargar el féretro bajo una llovizna pertinaz por las calles empedradas, desde la salida del templo próximo al cementerio San Lázaro, y por los recovecos del mismo cementerio. Todos quienes lo conocimos recordamos con cariño a Mario Guerra.

Otro personaje fue Urbano, de ojos claros, gran jugador de futbol, siempre amable. Le costaba decir no. Lo recuerdo llegando al colegio en bicicleta. En varias ocasiones, saliendo yo de la nocturna, lo encaminaba por la Reforma o hasta cerca de su casa en la zona 14. No gozó mucho de su tiempo de jubilado, pues enfermó y se lo llevó el Señor para el cielo. Allá estará echándose colazos en bicicleta sin riesgo de ser atropellado o armando una chamusca.

Recién de vuelta al colegio, participamos en la marcha para celebrar la canonización de San Marcelino Champagnat. Habían pasado 44 años desde su beatificación y nos fue costando un poco cambiar los finales tradicionales de nuestras oraciones, de: “Beato Marcelino Champagnat” a “San Marcelino Champagnat”. Toda la familia Marista estuvo de fiesta ese mes de abril de 1999.

La promoción 2020 tiene el privilegio de ser la primera promoción en la cual la mayoría de sus integrantes han estado juntos a lo largo de 14 años. Se estrenaron en el Liceo Guatemala como el primer grupo que cursaba Pre-kínder y por supuesto estrenando instalaciones construidas específicamente pensando en ellos. Estrenaron también uniforme, un conjunto de pants, chumpa y pantaloneta de altísima calidad. Sospecho que algunos, particularmente mujeres, todavía lo conservan, porque crecieron y no les dio tiempo a destruirlo o simplemente porque no pudieron por más que quisieron.

Continúa leyendo las memorias del profesor Génser en el enlace: https://n9.cl/profgenserlg

Un camino largo e inmenso que culmina justo en el año de tu graduación. Experiencias inolvidables junto a tus compañeros de promoción y de otras promociones, interpretando un sin fin de marchas y melodías unidos todos; no solo por un mismo establecimiento, nuestro amado Liceo Guatemala, si no por una sola pasión.

La Banda está conformada desde el primer gastador hasta el último escolta, atravesando a cada valioso miembro dentro de los distintos e icónicos pelotones de la Banda, Pífanos, Trompetas, Liras y Xilófonos, Tripletas, Bombines, Tripletas, Redoblantes, Cajas y Bombos o Marcadores, los cuales en conjunto hacen resonar a cada estudiante, ex alumno, padres de familia y personas ajenas a nuestro colegio, de nervios y emoción al presenciar a la Banda del Liceo Guatemala. Las escuadras con sus elegantes pasos, Escoltas, Banderín, Gastadores y Banderas, resaltan la belleza del paso al ser presenciadas.

La Banda del Liceo Guatemala iniciaría con sus ensayos teniendo el primero un 19 de febrero del presente año... año el cual no se esperaba que fuera apático para todos pero desde ese primer ensayo, lo dimos todo demostrando así nuestro amor al formar a los nuevos integrantes que formarían las filas de la Banda continuando así con este legado de ya 64 años de historia. Posteriormente, el 29 de febrero tendríamos nuestra primer convocatoria con los padres de familia para presentar a todo el equipo de trabajo conformado por los Comandantes Generales, Comandantes de pelotones y escuadras y nuestros instructores.

Antonio Bayer, José Pablo Méndez, Percy Guerra, Sebastián Vásquez, Lobsang Méndez, Rodrigo Guzmán, Johan Escobar, Pablo Figueroa, Sebastián Trujillo, Pedro Meoño, Alfredo Rivera, Flavio Salazar, Mario Sánchez y Carlos Acosta conformarían el equipo de trabajo para la Banda 2020 destacándose entre las demás bandas, por poner en práctica los valores Maristas que nuestro establecimiento nos ha inculcado, a través del ejemplo de nuestro Padre Champagnat, en cada uno de los estudiantes pertenecientes a la Banda.

La logística que hay detrás de todo esto es muy estricta y puntual ya que cuenta con una organización excelente que gracias al trabajo de los instructores, apoyo de los comandantes y dedicación de los demás integrantes, la Banda del Liceo Guatemala es catalogada como la mejor banda tradicional de Guatemala según el ranking de la Dirección General de

Educación Física (DIGEF), somos poseedores del traje de gala más vistoso, del mejor Festival de Bandas y entre otros muchos títulos.

Nuestro Festival de Bandas estaba destinado a realizarse el día sábado 1 de Agosto de 2020 el cual fue llevado de manera virtual siendo así la única y primer banda en elaborar un Festival Virtual de Bandas a través de un video en el cual mucha gente colaboró para su realización tales como Ex Comandantes Generales, ex alumnos, nuestros Comandantes Generales 2020, instructores, nuestra Directora Magdalena Obiols y Hermano Rector Balbino Juárez. Haciendo mención a estos últimos, sin ayuda de ellos y del consejo nada hubiera sido posible. Nuestra Banda es la más activa de todas gracias al apoyo brindado por nuestro colegio que nunca nos cerró las puertas y estuvieron anuentes a nuestras actividades.

La Banda es una escuela de vida, es un proceso que tiene una duración de 5 años en los cuales los instructores y cargos forman el carácter de muchos jóvenes a través de valores como responsabilidad, disciplina, constancia, orgullo, civismo y entre otros, para que el día de mañana estos sean personas de bien, que aporten cosas positivas dentro de nuestra sociedad. La Banda no es solamente marchar y tocar tu instrumento, es más que eso y salir a representar a tu colegio y a tu patria un 14 y 15 de septiembre luego de todo un año de trabajo... no tiene palabras para ser descrito.

Promoción 2020; en el año 2016 daría inicio una etapa de nuestra vida la cual ahora ha llegado a su fin, una promoción conformada por 40 estudiantes dentro de las filas de la Gloriosa Banda del Liceo Guatemala, forjadores de un legado de 64 años el cual trasladamos ahora a la Promoción 2021. Juntos iniciamos y juntos nos vamos, ahora siendo parte del otro lado como ex alumnos unidos al Líder y Leyenda del cual siempre seremos parte. Carlos Acosta y Mario Sánchez, sin su apoyo nada hubiera sido posible, continúan ahora como mentores de una nueva promoción, lista para salir a demostrar quiénes somos nosotros, Construyendo el Futuro, Forjando la Historia.

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