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ESCENA

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Fanzine de la muestra estatal de teatro / 04 de agosto 2016

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Foto: Juan Casanova

quí todavía cabe la capacidad de asombro, el niño interno se aferra a ella y la abraza a su costado. Quiere jugar, descubrir, existir; así como existe también la necesidad de arrancarse –aunque sea a ratitos– al adulto impositivo que piensa que todo cabe dentro de un maletín de negocios, allí en el “mundo real”. El amor por la lectura y la diversidad, en dos puestas en escena de El Relajo Teatro. Esta conversación es con Juan Carlos Valdez, director. Dentro de la propuesta de El Relajo para la Muestra Estatal de Teatro que consiste en tres obras, dos de ellas –infantiles– están bajo tu dirección, ¿cómo es ese trabajo? Se trata de diversificar lo que venimos haciendo. Nosotros iniciamos con obras de teatro para abarcar temas que se nos iban presentando o por interés propio, siempre dentro de lo que llamamos teatro social. También con el tiempo nos fuimos expandiendo para tratar temas ya no por un interés temático, sino por un interés creativo. Ya a partir de esa apertura es que se generaron proyectos como Niñas de la guerra, que está en la Muestra Estatal de Teatro. La estética de El Relajo Teatro busca el contacto directo con el público; adoptamos la idea de que la actriz y su personaje están presentes en escena. No solo existe el personaje como tal, sino la actriz como actriz, por eso en la obra mencionamos los nombres de Nayeli (Sedano) y Rosa (Vilà) porque sabemos que están presentes en escena como actrices en una dualidad que, como director, me interesa mucho mantener, explorar y explotar en las obras. Rosa Vilà, con su experiencia en obras de teatro para niños nos enseñó mucho sobre ritmos, sobre contacto con el público y creo que eso se nota mucho en la obra resultante. Luego viene La voz de los libros, que es un proyecto en el que se busca fomentar la lectura a través del teatro, con un evento en el que se estimula el interés y el gusto de los niños por ciertas obras de la literatura universal, en este caso La vuelta al mundo en 80 días de Julio Verne; Moby Dick de Herman Melville y Los tres mosqueteros de Alejandro Dumas, donde al final del evento teatral, se les entregará el libro, haciéndolo algo redondo. En el caso de La voz de los libros, les presentamos a los niños ciertas obras, una perspectiva de la época del autor, sus intereses cuando era niño o cuando fue creciendo, o de aquel chispazo que le provocó que escribiera la obra, además de algunas escenas que considero importante resaltar y les dejamos picados para al final entregarles los libros; el proyecto nació así, con ese esquema.

Quitarse la adultez: La voz de los libros y Niñas de la guerra ¿Cómo es que se expone tanta información dentro de una obra teatral? La dramaturgia buscaba hacer una exposición para los niños, generar un contacto directo como el que hacemos en El Relajo, mostrándoles detalles que parecen datos duros, aburridos, pero el truco es cómo los presentamos. Si lees el texto de la obra está lleno de datos: fechas, nombres, hechos muy puntuales, incluso cronológicos, podrías decir que es una exposición o una conferencia; la diferencia es que los presentamos de una manera muy dinámica, con muchos cambios y viendo a esos actores no tanto como personajes, sino como actores, aquí no decimos nuestros nombres a diferencia de Niñas de la guerra, pero sí somos eso que no está muy bien explicado en escena, donde simplemente los niños nos ven como adultos que están jugando a crear personajes ahí mismo en escena, con objetos, posiciones corporales, un vestuario, un elemento de utilería, y eso es suficiente para crear al personaje. ¿Consideras difícil al público infantil? Lo consideraba difícil porque no tenía a qué enlazarme. Lo que aprendí del nuevo teatro para niños y jóvenes fue que el punto para conectar, es que la visión de la obra sea la visión juvenil o infantil según sea el caso, que la perspectiva desde donde está vista la obra sea esa, ahí fue donde pude entender cuál era mi trabajo como director, como dramaturgo y como actor. La dificultad está en quitarte esa necesidad de hablar desde el lado adulto, que eso sí es difícil; dejar de lado esa visión impositiva de que las cosas son así, para comenzar a hablar desde una perspectiva más infantil, observadora, más analítica, llena de profundidad y de decisiones. Pero finalmente infantil, que no es ni más sencilla ni mas complicada, sino simplemente diferente, con su propio lenguaje. Dejé de decir que era difícil al hacer el ejercicio de quitarme la adultez. ¿Qué es ser dramaturgo? Por un lado, soy como un organizador de ideas, los procesos que he vivido con El Relajo creando obras, han sido englobando la idea general o varias ideas que se quieren poner en la obra y ordenarlas de manera en que podamos seguirlas. Ahora con los nuevos proyectos que pronto iniciarán sus procesos de montaje y funciones, ya voy más por el lado de la provocación de sensaciones; cómo tocarás al público, qué sensaciones vas

a activar, qué vamos a provocar. Todo esto puede ser indefinible, pero creo que en esta evolución como dramaturgo que llevo, después de considerarme una especie de organizador, ahora creo que estoy muy interesado en que las sensaciones que se producen generen por sí mismas interés; averiguar qué es lo que le provocan al público las situaciones planteadas en las obras. ¿Es posible, a través del teatro, decirle al público qué sentir o es trabajo del espectador decidirlo? Creo que va por ahí: el público decide qué sentir. Con cierta dificultad, los dramaturgos hemos ido superando la necesidad de hacer que el público sienta exactamente lo que queremos que sienta, porque finalmente eso se vuelve limitante. Si provocar sensaciones específicas es nuestro objetivo, corremos el riesgo de decepcionarnos porque el público no reaccionó como queríamos, como si ellos estuvieran obligados a cumplir nuestras expectativas. La idea es a través de situaciones que nosotros elegiremos qué tan fuertes, álgidas son, el público responda con cierta intensidad pero que la palabra indefinible sea la que más encaje ahí. Por ejemplo, cuando hablamos de Niñas de la guerra, generalmente el diálogo se va hacia el tema de la justicia y la injusticia, la tolerancia y la intolerancia, el miedo y la confianza, pero creo que hay ciertos matices que la gente se lleva para explicarlos por sí mismos en su fuero interno. Creo que ahí está lo rico; sin decirles qué sentir, los dejamos que ellos procesen hechos y que decidan qué reflexión les queda de la obra. Creo que es una de las búsquedas de las nuevas maneras de hacer teatro y nos estamos adhiriendo un poco a eso, es un forma de aprender y de liberarte de ciertas limitantes o de adquirir nuevas libertades.


ESCENA

Fanzine de la muestra estatal de teatro / 04 de agosto 2016

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Edición: Carlos Sánchez Corrección: Rosy Orozco Diseño: Argelia Juárez

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as dudas que no resuelve la carrilla de los compas, ser un morro común y un poco corriente, vivir el drama telenovelesco que resulta la adolescencia. La comedia es el punto de partida para hablar en serio: Se dicen muchas cosas del sexo, una obra para hablar del despertar de la sexualidad adolescente. Conversamos con Óscar Fernández, director. ¿De qué va Se dicen muchas cosas del sexo? Es una obra para adolescentes y adultos que habla de la responsabilidad sexual: lo que deben hacer los jóvenes, lo que viven en la adolescencia, la mala o la buena información que tienen. El personaje central se llama Goyo, es un jovencito de quince años que está a punto de perder su virginidad; casualmente sus padres lo dejan solo en casa y él junto con los cuates de la secundaria arma un plan para que pierda la virginidad y se una a los “hombres” de la secundaria. A partir de allí la gente va a descubrir una serie de temas y peripecias, es una comedia de enredo en la que están implícitas esas ideas de la sexualidad. ¿Es posible, a través del teatro, aleccionar, mandar algunas pistas, guiños, a los jóvenes? ¡Sí, cómo no! El teatro de alguna manera, precisamente en tiempos como los que estamos viviendo, puede dar información al espectador, porque ven la situación de alguien e inmediatamente entran en la ficción y se identifican o tienen ya algunas respuestas o reacciones. Por ejemplo, hay un mensaje que aparece donde los chavos se cuestionan sobre lo que les han enseñado sus padres sobre el sexo, entonces es un guiño a los papás, una invitación a empezar a hablar con sus hijos al respecto, lo dicen ellos abiertamente. Aparece también la carrilla –a la que “agringadamente” le hemos empezado a llamar bullying- de los chamacos, donde se molestan unos a otros respecto a su virginidad. En la adolescencia las hormonas te confunden y en este caso el personaje empieza a discernir sobre satisfacer su cuerpo o ser una persona más

responsable. Después aparecen ciertos personajes producto de la imaginación de Goyo, que también forman parte de este sentido didáctico de la obra.

Se dicen muchas cosas del

sexo

La frase impresa en tu camiseta: “Lo que no se hace en ensayo, no se hace en escena”: ¡Exacto! Por eso ensayamos mucho. Nosotros cuando fuimos seleccionados para la Muestra, a pesar de que la obra ya se había estrenado y ya teníamos una temporada, seguimos ensayando, porque cada día es un encuentro con el personaje. Estando en eso, encontramos una versión de esta obra muy guarra, leperada tras leperada, para nivel adulto; ensayando también nos salió una versión más tranquila, casi infantil. Puedes generar ese tipo de cosas en los ensayos, siempre se evoluciona, si vas a un ensayo donde no va a suceder nada, estás perdiendo el tiempo. Se deben hacer ensayos en los que le encontremos algo nuevo a la obra, tal vez el ritmo, algún guiño de un personaje, en esta obra no ha sido la excepción. Necesitamos ensayos vivos, donde se entregue el actor al personaje y se busque lo nuevo. ¿Qué es el teatro? Para mí lo es todo, porque por el teatro dejé de ser abogado, yo llevaba esas dos vidas: el teatro y la abogacía. De repente me empezó a caer mal ese mundo de leyes en cuanto a corrupción y temas afines, y me decidí por denunciar a través del teatro. Mi primera etapa fue de denuncia, de grilla, luego me empecé a amargar resultado de tratar esos temas y empecé a trabajar la comedia; con cursos en el sur del país encontré mi estilo de trabajo escénico. Desde ese momento el teatro es mi vida, me dan trabajo en la universidad como

maestro y ya voy a cumplir mis treinta años en esto, me costó trabajo y casi un divorcio. ¿Es cierto que el género comedia puede ser el más difícil? Sí, lo es. El actor debe manejar muy bien su cuerpo, el timing interno para saber cuándo decir un chiste. El entrenamiento incluye saber cantar, imitar, acrobacia, a diferencia del de un personaje de tragedia que busca encontrar lo interno, de corazón, de sufrimiento, generar la complejidad de los seres humanos. En este caso la complejidad va hacia lo que va a vivir el personaje en la comedia, donde sí hay emociones; lo que hay que acentuar son los vicios del personaje, en este caso, las ganas de tener sexo. Se debe crear un actor cómico, tener sentido del humor es fundamental. Si un actor de la comedia no desarrolla un sentido del humor y no se divierte a sí mismo, es difícil que divierta y convenza al público. Y con divertirse a sí mismo no me refiero a estarse riendo y haciendo payasadas o como a veces en la comedia ranchera que digas una mala palabra y la gente se ría, no se trata de eso: las malas palabras se te van a salir pero de manera auténtica, precisa, como parte de la dinámica del personaje, pero no porque las tengas que decir a fuerza; eso no es comedia. Queremos dejar claro que no nomás la comedia norteña se ve en Sonora, hay mucho más que eso. ¿Qué se espera de la Muestra Estatal de Teatro? Esperamos que el espectador goce las obras y que goce todo lo que sucede en la Muestra, que es para eso; los veredictos son mero trámite. Aquí lo bueno es que la gente disfrute y hacer público. Por eso es importante apoyar estos eventos que hace el Instituto en los diferentes espacios, motivar los espacios escénicos. En estos momentos de crisis que vive el país, el teatro es un remedio esencial y más si lo ofreces así como en la Muestra: gratuito o a un precio módico, para que por supuesto sobreviva el teatro. La idea es estar enamorados del teatro; si puedes ganar dinero con ello, qué bueno y si no, no importa. Hacemos teatro por vivirlo. (Por Astrid Arellano)

Se dicen muchas cosas… del

teatro E

n pleno desarrollo de la Muestra Estatal de Teatro 2016, que se organiza desde el Instituto Sonorense de Cultura y tiene como sede la Casa de la Cultura de Sonora, se avizoran diversas conclusiones. No solo basta destacar el número de montajes que se ofertan a los espectadores, no solo los talleres de capacitación, los cuales desembocarán en la presentación de un ejercicio el próximo sábado 6 de agosto. Ni qué decir de la calidad de algunas de las propuestas escénicas. O por ejemplo cómo no destacar la presencia de Los Bocanegra, esta compañía de teatro que además de presentar dos montajes sus integrantes conducen los talleres: Detonar el drama, el actor lo es todo (impartido por el actor y dramaturgo Luis Eduardo Yee; Dirección escénica, impartido por Ricardo Rodríguez y Producción escénica, impartido por Rebeca Trejo. Y por ahí se va el elenco. Algo que también sorprende y maravilla, es la respuesta del público y su asistencia. Por ejemplo, la noche del miércoles 3 de agosto, le tocó el turno a Caja Negra Teatro con la obra Se dicen muchas cosas del sexo, de los escritores Antonio y Javier Malpica. Noche de teatro universitario donde la asistencia del público no fue la excepción. Abarrotada la sala y sumergidos en la propuesta actoral. Sonaron palmas, fluyeron carcajadas. Dentro de una escenografía convencional, no apostándole nadita al riesgo: las habitaciones allí, sala, comedor, incluso un baño donde es constante el deseo de la masturbación. Jóvenes, actores en ciernes, presos de sus ansias de novilleros, con la intención de comerse a bocanadas el mundo. Gesticular, gritar, decir, mirar al público intentando encontrar la aprobación en sus desplantes. El público, claro, sí, cómo no: aplausos y sonrisas. La dramaturgia, aparentemente sin rebúsqueda discursiva, ¿o sí?, intentando nomás describir las peripecias de un joven-adolescente con la necesidad de contacto sexual.

Foto: Juan Casanova

Una pieza que le apuesta a complacer, a hacer reír. Una apuesta que de facto alcanza su objetivo. Debe ser porque la sociedad está siempre alimentando el deseo de ejercer el buen humor como un antídoto a lo que nos desbasta. O bien: pobrecitos espectadores, vienen desde sus jornadas laborales, desean divertirse, tener un buen colofón para el final del día. Así las cosas en este ejercicio diverso de propuestas dramáticas. (Carlos Sánchez)


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