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ISCsonora

abril 2017

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Edición: Alejandra Olay, Marreyna Arias, Rosy Orozco / Captura: Samantha Leyva / Diseño: Argelia Juárez / Fotografía: Juan Casanova

UNA FIESTA

PARA TODOS Por Hayde Lachino

L

a modernidad hizo del artista un genio y de su trabajo creativo una realidad superior. En la pieza de arte, nos decía Hegel, quedaba plasmada la perfección del espíritu humano. El artista entonces es el ser creativo por excelencia que es capaz de crear cosas más perfectas que la naturaleza. El resto de los seres humanos podemos alcanzar la perfección del espíritu mediante la contemplación de las obras de arte. En el caso de las artes escénicas, el espectador tiene que sentarse en la oscuridad de la sala a descifrar el discurso de un autor. El espectador solo puede contemplar las obras de un hombre tocado por una gracia divina, un genio que se vive a sí mismo con una singularidad, de ahí la necesidad constante de aparecer ante los otros como diferente. El artista es la total realización de la modernidad que descubre el prestigio del individuo. El sujeto es el centro del universo y el artista es un lugar relevante diferente al resto de los individuos, algo así con un centro en el centro. Esta idea del artista como el centro del proceso creativo, fue puesto en problema por movimientos vanguardistas como el fluxus o prácticas como los happenings y el performance. Sin embargo, será la literatura en voz de Roland Barthes, la que proclame en voz alta la muerte del autor. Una muerte que ya se venía anunciando desde mucho tiempo antes, en obras en donde no es posible identificar si el que habla es el autor, el personaje o quien lee. Para Barthes, matar al autor es permitir que sea el lenguaje en sí mismo el que haga su performance y no el yo del autor que nos indicaría cómo leer y cómo interpretar el texto. Hace tiempo que en las artes escénicas el autor va muriendo poco a poco. Hay escrituras coreográficas que ya no crean piezas a través de las cuales solo habla el autor; por el contrario, generan dispositivos. En decir, un marco de acción, con reglas claras a través de las cuales la obra se realiza. En los dos polos que conforman el hecho escénico: la escena y la sala de espectador, la muerte del autor significa

trasladar el peso que tiene la escena hacia una nueva relación con el espectador. A la muerte del autor le corresponde también la muerte del espectador. Lo que aparece son los actuantes. Party es un dispositivo escénico que participa de la idea de la muerte del autor y fue conceptualizado por Daniela Pérez, Iara Solano y Sammy Metcalfe, quienes, en esta ocasión, contaron con la colaboración de estudiantes de la licenciatura en Artes Escénicas de la Universidad de Sonora. Aquí la obra se realiza a través de la participación del espectador-actuante junto con todo el colectivo de estudiantes y artistas que la conforman. Las instrucciones que se dan antes de entrar a la sala, son las reglas del juego que hacen posible que el dispositivo escénico funcione. Aquí hay un cambio importante de perspectiva. Ya no hay una oscuridad que nos invite a la contemplación pasiva de la obra, las nuevas formas del arte solo se pueden realizar en la medida en que se interactúa con ellas. Ya no hay obra, hay una experiencia, la representación se diluye y da paso a una realidad de la que se participa. El espectador-actuante es también autor. Party en una celebración personal y una fiesta colectiva. Los ojos se cubren para hacer posible la introspección, un viaje por la memoria personal y los afectos, en donde las imágenes surgen de ese archivo personal que nos es propio y al mismo tiempo colectivo. Unos audífonos aíslan a los participantes de los sonidos del exterior para escuchar una pieza sonora que es un recorrido por nuestra biografía sonora personal, una cultura musical compartida que nos recuerda que lo personal siempre es social, colectivo. La pieza es lo que cada quien hace, es una invitación a bailar. Adentro y afuera se diluyen. La imágenes interiores, que emergen ante los estímulos que llegan a través del sonido y del sutil contacto con otros, forman parte de la pieza; el afuera cruza los cuerpos y propicia la memoria emocional. Lo social se hace memoria personal a través de la música pop

que todos hemos escuchado, pero que adquiere una significación íntima al detonar recuerdos que solo pertenecen a cada uno individuo. Así hay tantas fiestas posibles como recuerdos que surgen en cada uno de los participantes. Party nunca es la misma, porque esa es la virtud de los dispositivos: otorgan un marco para la acción pero no la condicionan. Cada espectador-actuante puede modificar la experiencia, hacer suyo el espacio. Aquí aparece la acción del nosotros. El autor somos todos. El viaje culmina con un momento que contiene la mayor potencia poética y política. Al destaparse los ojos, el espectador-actuante ve frente a sí a un grupo de personas que están bailando con los ojos cubiertos, son aquellos que lo han cuidado en su viaje interior para que no se lastime o tropiece en el espacio. La invitación es ahora a bailar con ellos, en parejas. El filósofo, Byung-Chul Han, dice que hoy ya no es posible el amor porque queremos amar solo a quienes se parecen a nosotros mismos. Es Narciso que se busca a sí mismo en otros cuerpos. Este querer amar solo a quienes son un reflejo de nosotros, está matando la posibilidad del amor mismo y de la acción política. Porque amar es ir al descubrimiento de un otro diferente y la política es dialogar con un otro también diferente para lograr acuerdos. Amar entonces es dialogar, cuidar lo común, descubrir al otro, es decir, un acto político que se da en la vida íntima. Party cierra la experiencia con un encuentro de cuerpos: hay que bailar con otro que nunca hemos visto en una danza íntima, amorosa, cercana, sensual. Es posible el encuentro, compartir el mundo, cuidar nuestros cuerpos y nuestros afectos. ¿Acaso no hay aquí la potencia de otras posibles relaciones humanas? Los dispositivos escénicos pueden ser también el marco para ensayar relaciones y acciones sociales más amplias, de ahí la potencia de la danza.


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Un Desierto Para la Danza ISC

SLEEP

WALK COLLECTIVE

CREA

EXPERIENCIAS ÍNTIMAS La sensación de saber que tú eres distinto, que eres individual y que la gente también es distinta, con sus propias experiencias y sensaciones. Sammy Metcalfe

Por Marreyna Arias

C

harlamos con Sammy Metcalfe sobre el trabajo de Sleepwalk Collective, que crea experiencias escénicas entre España y Reino Unido, y obliga a no ser solo un espectador.

Platícanos sobre la participación que van a tener en UDPD25 Estamos aquí para hacer una pieza que se llama El entretenimiento creada entre 2011 y 2012; es nuestra segunda pieza. Es muy bonito volver a hacerlo aquí, porque no lo hemos hecho mucho en los últimos años, es una pieza muy importante para nosotros. Es acerca del entretenimiento en el siglo XXI, de nuestra relación con la tecnología, con la comunicación en masas, con la globalización. Un producto fundamental en la pieza era la pregunta: ¿qué tipo de utopía queremos ahora mismo?, porque a mí me parece que la única ofrecida es una utopía capitalista, de comprar cosas, salir a comprar, ‘si quieres ser feliz compra’. Tengo la sensación de que hemos perdido la idea de otras utopías posibles y por eso la pieza es un intento a pensar más acerca de otras cosas. La crearon en 2011… para el 2017 ¿Crees que tu idea ha cambiado? Es una pieza muy poética en la forma de composición. Una idea interesante para nosotros era cómo entrar en un sueño donde no hay necesariamente lógica, ni un viaje narrativo concreto, sino que es más una serie de sensaciones e ideas y por eso a veces es difícil recordar la experiencia de crearlo y qué estábamos pensando en ese momento. Cuando volvemos a hacerlo, es un misterio para nosotros. Temáticamente es muy abierto en las ideas y las conclusiones. Tiene un formato teatral porque todo el público tiene puestos cascos y hay una mezcla de sonido pregrabado y en directo, que se mezcla para crear una experiencia muy íntima, sensorial y extraña; un sentido de aislamiento. No es como la experiencia teatral donde eres parte del público; los cascos te dan la sensación de estar en el centro del espectáculo y esto deja espacio para que el público haga su propia interpretación. No hay una forma fija de entender el trabajo y cada vez que lo hacemos la experiencia es un poco diferente también para nosotros. No sé si mis ideas acerca del tema han cambiado, la tecnología está cambiando tan rápidamente ahora mismo que es siempre difícil, pero queremos ofrecer la posibilidad de en esos 40 minutos sentarse y pensar en el mundo que estamos viviendo ahora, con todos esos cambios tecnológicos y en qué queremos de él.

¿Cuáles son los temas que les gusta abordar en sus coreografías? Eso también está cambiando constantemente, es importante como artista intentar cambiar tus ideas y preocupaciones, o renovarlas en forma continua y por eso me cuestiono mucho qué es el placer, qué es la percepción, qué está pasando cuando observamos algo o escuchamos algo, cómo es nuestra relación física con el mundo. La experiencia de sentirte solo dentro de un grupo también es algo central en nuestro trabajo, especialmente en el contexto en el que estamos trabajando, que está entre España e Inglaterra y entre estos dos idiomas. También hay mucha preocupación por la necesidad de crear experiencias comunitarias, en el teatro hay un grupo donde están todos juntos y para mí funciona al revés: es la sensación de saber que tú eres distinto, que eres individual y que la gente también es distinta con sus propias experiencias y sensaciones. Es bonito sentirse parte de algo, pero no somos siempre una masa, no estamos todos de acuerdo. Es importante recordar que todo mundo tiene sus propias experiencias y que son distintas a las nuestras. ¿Qué significa para ti participar en este festival? Es un placer para nosotros, tenemos muchas ganas de presentarnos aquí. En un nivel personal es mi primera vez en México y yo he esperado venir aquí. La programación está muy bien, es muy buena. Ahora sí que tengo ganas de empezar y con todo. ¿Tienen giras y en qué están trabajando? Estamos justamente antes de un pequeño descanso, pero en el último año hemos montado nuestra pieza más grande, somos solo tres en la compañía y a veces dos estamos en gira, que significa que podemos ir a muchos sitios. Esta pieza es la más grande que hemos hecho en nuestra gira en Inglaterra, estuvimos el mes pasado trabajando en Brasil con otras piezas; es nuestra primera colaboración con otra compañía de danza. Los últimos años han sido muy intensos, ya tenemos casi once años trabajando juntos y por eso estamos dispuestos a tener un pequeño descanso para preparar la próxima pieza. Esto es el fin de la gira; es un sitio muy bonito para terminar.

AVATARES Y TRASCENDENCIA DEL CUERPO DE LA DANZA EN SONORA Por: Aldo Siles El cuerpo a lo largo de la historia de la humanidad, ha sido una entidad poco o nada comprendida; sin embargo, como objeto, es lugar común de constantes idealismos. Lo cierto es que el cuerpo es una construcción social. Decir que nuestras estructuras (lenguaje e instituciones) son también formas estructurantes, es reconocer que el cuerpo se nombra y por tanto aparece ante nosotros como lo ya hecho: se ha convertido en una entidad naturalizada y a su vez jerarquizada y fragmentada. No obstante, el ejercicio –de pensar y hacer– a través de la danza, ha posibilitado a muchos individuos que dependiendo de su cultura o la actividad que realizan dentro de ella, hayan acrecentado o reducido dicha fragmentación hasta contraponerla o conciliarla. En el caso de la danza contemporánea en Sonora, la cultura del cuerpo no está exenta de haber pasado por un proceso de asimilación y adaptación. Por un lado, la incorporación de las innovaciones técnicas y estilos de movimiento; por otro, respecto al desarrollo de los procesos creativos de sus coreógrafos. Estos elementos, sin lugar a dudas marcaron los fundamentos para el crecimiento y evolución de nuestra danza, hasta la concreción de la Muestra Internacional Un Desierto para la Danza. No obstante, se tiene que reconocer que antes hubo que sortear connotaciones socioculturales en torno del uso del cuerpo, para hacer posibles las nuevas expresiones a través del arte: esencialmente, modificar aquellas percepciones que lo hacían ver como un objeto pecaminoso que por tanto debía ser invisibilizado. Es decir, el cuerpo no debía ser objeto de exhibición pública. A pesar de los avatares sorteados, hoy la danza contemporánea goza de una aceptación más o menos generalizada, como también es verdad que en la sociedad sonorense existe un espectacular hedonismo hacia el cuerpo como nunca antes visto. Ambos escenarios de cambio son resultado de una nueva visión del mundo que flexibilizó los grandes correlatos de la modernidad (tradicional): Un Desierto para la Danza es resultado del carácter de sus protagonistas que a fuerza de pasión y sobre todo, de devoción profesional, construyeron un espacio para asumir el cuerpo no ya solo como un instrumento, sino como una forma vital desde el cual tanto creadores como intérpretes interpelan conscientemente que no tenemos un cuerpo sino que “somos un cuerpo” y gracias a este se ha de constatar la (mi) existencia. Los veinticinco años de Un Desierto para la Danza, han posibilitado la formación de un público más acucioso de las producciones artístico-estéticas, tanto nacionales como internacionales, al ser testigos anuales de aquellos grupos y compañías que exponen sus más íntimas preocupaciones y necesidades de expresión, por medio de una simbólica del cuerpo, que exige la necesaria decodificación del cuerpo hecho emoción y motor de una racionalización posible; el intento por transitar en la fugaz trascendencia –en el aquí y ahora–, para ahondar en los límites de la subjetividad y la irracionalidad, de quien se atreve a mirar con asombro los despliegues infinitos de la carne en movimiento perpetuo o en dramática y aparente inmovilidad. Como fuere, desde la nostalgia evoco no solo los afanes producidos por el hacer de la danza profesional y la magia que provoca la seducción de quien percibe el trabajo arduo de los cuerpos puestos en situación, sino ante todo hago evidente la necesidad de llevar a cabo procesos de investigación que den cuenta, a través de sus protagonistas, cómo piensan y sienten el cuerpo de la danza, como un intento de sacudir la memoria, pero sobre todo, de recuperar lo que nos hace únicos y de lo que somos capaces de hacer.

LAS FRASES DE LA PIZARRA Amplía mis horizontes estéticos como público y creador.


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