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ISCsonora

28 de abril 2017

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Edición: Alejandra Olay, Marreyna Arias, Rosy Orozco / Captura: Samantha Leyva / Diseño: Argelia Juárez / Fotografía: Juan Casanova

RETRO. EL COREÓGRAFO COMO CURADOR E HISTORIADOR

UNA FIESTA

PARA TODOS Por Hayde Lachino

que mejor le acomode). Así, a nadie le interesa volver a montar las coreografías “viejitas”, ¡qué flojera! Entonces, ¿cómo es posible comprender lo que hoy pasa, las razones del presente? ¿Cómo es posible analizar el trabajo de un artista si no hay puntos de referencia? Los museos, las salas de concierto, las salas de cine lo tienen claro. Hacer la retrospectiva de un artista es constatar las preguntas que se ha hecho en su trayectoria creativa, encontrar las piezas que fueron punto de quiebre que los llevó a otros lados, la forma en que lo real incide en la obra y también, cómo el arte contribuye a la construcción de ciertos imaginarios sociales. Esto es, hacer historia de la danza es estudiar la forma en que el mundo atraviesa la obra de arte. Quiatora Monorriel celebra sus 25 años de existencia con RETRO y hacen un trabajo de curaduría que permite ver cuáles han sido sus obsesiones, sus preocupaciones estéticas, a través de una mirada retrospectiva en donde establecen un relato de sí mismos: los artistas vanguardistas que son. Aquí se buscó resaltar el carácter experimental de todo su trabajo, ese punto en donde no se parecen a nada de lo que se hace en la danza mexicana. Pero se podrían hacer otros tantos relatos posibles de su obra: su manera de trabajar el humor, las influencias de la cultura pop, el vínculo de su trabajo con la plástica, con el cine, con el rock, las posibilidades son múltiples. Ellos han elegido una. Por ello Nietzsche dirá que “no hay hechos, sino interpretaciones”. Benito y Evoé interpretan su propia historia, en el sentido de establecer una narrativa posible de sí mismos. El ejercicio de visitar el pasado de la danza desde una posición vital tendría que ser un asunto mucho más frecuente. Sería necesario poder ver lo que se ha hecho, a través de procesos curatoriales que pongan en tensión y en relación las obras para que aparezcan nuevos sentidos. En RETRO el pasado aparece como un hecho vivo. No se trata de sacar del baúl de los recuerdo las coreografías viejitas, sino por el contrario, permite dibujar un territorio en donde pararse para comprender una trayectoria. Para hacer esta retrospectiva contaron con un grupo de bailarines que reinterpretaron sus obras (Marcela Armenta, Estefanía Iglesias, Mario Lagarda, Cristina López, Andrea Lisi Mayoral, Jorge Motel, Kenia Noriega y Javier Tapia), solo la obra final fue interpretada por Benito Gonzáles y Evoé Sotelo y ello abre un campo de problemas importantes con relación al archivo y a la reposición. Cuando se tiene un trabajo tan personal, me refiero en específico a las obras que crearon Benito y Evoé para interpretar ellos mismos y que tiene su fundamento en sus particulares formas de moverse, en una gestualidad propia, en esas sutilezas que hacen la diferencia, ¿cómo es posible reactualizar eso en otros cuerpos? No se trata solo de aprender la coreografía, el ejercicio es más complejo. Si el video y el cine no pueden capturar la complejidad de la relación escena-espectador, tampoco la reposición necesariamente recupera aspectos sutiles de los cuerpos originales para los cuales y a partir de los cuales, fue concebida y creada una pieza. ¿Qué operaciones y estrategias habría que habilitar para hacer posible que la copia, en este caso, no traicione al original y lo torne difuso? Está claro que no hay respuesta simple. Se presenta un problema serio para quien quiere hacer historia de la danza, para quien busca recuperar la memoria a través de la reposición.

Por Hayde Lachino

N

ecesitamos hacer algo para volver a ver las cosas que otros han hecho en la danza. Nada suficientemente sólido puede crecer, germinar si no hay un suelo que lo nutra, que le dé soporte para elevarse con firmeza. El ejercicio de la memoria es un reconocimiento de todo el pasado que es presente, de la acción de hombres y mujeres que hicieron el mundo en el que hoy vivimos.

sibilidad de ver las cosas desde muchos lugares posibles. Quien no tiene referentes temporales se vuelve un punto, toda referencia comienza en sí mismo y se agota ahí también, y como punto no se desplaza, no puede, no tiene un horizonte hacia el cual transitar, tampoco puede incidir en su presente, porque sin memoria, sin historia no hay nada que le indique que se puede avanzar en alguna dirección.

Sin proponérselo, se establece un interesante diálogo crítico entre el trabajo de Takao Kawaguchi con About Kuzuo Ohno y RETRO de Quiatora Monorriel en torno al trabajo que reencarna las obras del pasado. Ojo que digo reencarnar, es decir, volver a hacer cuerpo la danza. Habitar el pasado para volverlo presente. ¿Cómo se hace posible habitar una pieza que no se reduce a pasos, sino que contiene una poética absolutamente personal basada en cierto manejo del peso, de la gestualidad, del cuerpo? El asunto es realmente interesante y problemático.

Dicen que quien no conoce la historia está condenado a repetir los errores del pasado. Yo digo que quien no conoce la historia se queda hueco, transita por el mundo como pura piel, un cuerpo sin densidad, vacío y condenado a no comprender nada. Porque la historia nos da la posibilidad de trazar líneas que se fugan hacia todos los tiempos y entonces nos abren la po-

La danza de nuestros días se agota por la existencia de tantos puntos. Nuestra historia, como campo disciplinar, es un hecho polvoroso que, en el mejor de los casos, está guardado en libros que casi nadie lee y casi siempre, se vive como historia vergonzosa, se condena a la gente de danza del pasado por no haber sido suficientemente ……………. (ponga usted la palabra

En un asunto marginal al debate que se abre, que es el que realmente importa, yo me quedé pensando en la pertinencia o no de las entrevistas que acompañan esta retrospectiva, quizá se podrían abreviar. Siento que son reiterativas y a veces los entrevistados (yo por ejemplo), suenan-sonamos un poco pretenciosos y en lugar de apoyar la escena se ven-nos vemos infumables… pero para otros que no conocían el trabajo de Quiatora Monorriel les parecieron pertinentes porque aportan elementos de comprensión.


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Un Desierto Para la Danza ISC

BENITO CLAUDIA GONZÁLEZ

LAVISTA Dialogar con el otro significa también dialogar contigo mismo

“A Quiatora Monorriel siempre le ha interesado cuestionar los límites de la coreografía, la danza y el arte” Por Marreyna Arias

Por Carlos Sánchez

L

uego de nueve años de ausencia de Un Desierto para la Danza, Delfos (Mazatlán, Sinaloa), regresa con la coreografía EsMedianoche, variedades nocturnas, donde “el desnudo de las almas y los cuerpos viven a través de una voz que no es la suya y, en ello, la paradoja de la existencia”. EsMedianoche… es construida bajo el concepto y dirección de los coreógrafos Marcela Sánchez Mota y Octavio Zeivy. Sobre las aristas, los por qué y qué es la danza, conversamos con Claudia Lavista, codirectora de Delfos. --Claudia, hoy regresa Delfos a Un Desierto para la Danza, ¿qué representa para ustedes bailar en esta edición, la número 25? --Muchas cosas. Este es un festival al que le tenemos mucho cariño, es un festival que durante muchos años estuvimos visitándolo casi cada año o cada dos años, crecimos junto con el Desierto. Delfos también cumple 25 años este año, así que estamos compartiendo cumpleaños y un cuarto de siglo como historia. Este es un festival que ha sido muy importante no solo en el noroeste, sino en el país. Ha sido un referente, la danza en Sonora es un referente; lo que pasa aquí siempre baja al resto del país, entonces venir a este festival es muy interesante porque hay un público, por un lado un público que ha seguido el festival estos 25 años y por otro lado, un público joven que nace todo el tiempo, por el trabajo que hacen la lágrima, Antares, Quiatora, los grupos nuevos, los chavos que han salido de la Universidad. Siempre que uno viene a este festival sabe que se encontrará con un público crítico, pero también con un público muy entusiasta y muy ávido de ver qué está pasando en el resto del país; qué está pasando en el resto del mundo con la danza. Entonces estamos además justo comenzando la celebración de nuestros 25 años, aquí. --Después de nueve años de haber venido, con aquella pieza que incluye un cuadro donde la música es el Bolero de Ravel y en cuanto a cómo se ha transformado la danza, lo comento como espectador, parecería ser que cada vez se baila menos. Dame tu punto de vista sobre esa transición. --Yo creo que no es que se baile menos, la historia de las compañías, al igual que la historia de un festival es la historia de las preguntas que te haces. Por ejemplo ayer que veíamos el trabajo de Quiatora, esta recopilación de veinticinco años de trabajo, lo que era muy lindo de ver era justamente las preguntas que se iban haciendo ellos y si yo pienso en el caso de Delfos, pues también, lo que nos hemos preguntado escénicamente hablando ha sido muy diferente, ha ido variando. Nosotros siempre hemos tenido dos realidades, una es el trabajo que

hacemos al interior de la compañía, que básicamente ha estado liderado por Víctor Manuel Cruz y por mí, pero también Omar Carrum y Xitlali Piña han hecho mucho trabajo en la compañía, entonces digamos, nosotros cuatro, bajo la dirección de Víctor y yo, hemos estado haciendo nuestro propio laboratorio de investigación, pero también desde el principio de la compañía hemos invitado a coreógrafos a trabajar con nosotros, hemos hecho mucho trabajo de colaboración, con artista visuales, fotógrafos, editores, cineastas, con otros coreógrafos, escenógrafos, vestuaristas. Alrededor de Delfos ha habido una gran colaboración, básicamente porque nos interesa dialogar, y dialogar con el otro significa también dialogar contigo mismo y decir ‘bueno, dónde estoy ahorita, qué me interesa, qué me pregunto, cómo me veo en la escena, cómo veo la escena, cómo reconfiguro mi propia visión de esa escena’. Entonces, lo que presentamos hace nueve años en Un Desierto para la Danza se llamaba Rincones de luz, que justamente incluía obras de estos cuatro coreógrafos que te menciono y efectivamente era un trabajo muy físico, muy bailado, con un gran despliegue de fisicalidad, pero también con un gran despliegue de profundidad dentro de esa fisicalidad. Lo que vamos a ver ahora es totalmente distinto, por muchas razones, una es porque está dirigido por Marcela Sánchez Mota y Octavio Zeivy, que son directores de Foco alAire producciones, los invitamos hace dos años a comenzar un laboratorio con nosotros, de máscara corporal, que es lo que ellos trabajan, pero sobre todo una investigación que han hecho de la máscara corporal, la voz como máscara, es la creación de personajes, de universos en donde les robamos la voz a los cantantes, literalmente y a través de este trabajo de laboratorio que hicimos, la intención es que esa voz ya no le pertenece al cantante, ahora le pertenece a estos personajes que nosotros fuimos configurando a lo largo del laboratorio. Lo que van a ver hoy es un trabajo que está en los bordes, es difícil definirlo porque sí es danza, pero no es exactamente eso y también podría ser teatro de revista y también podría ser un programa de televisión que la gente está viendo en vivo, pero todo esto con una gran carga de crítica a la banalidad del espectáculo, a lo barato: nos venden un espectáculo como si fuera la gran cosa y en realidad uno se da cuenta que está hecho con cartón. Compramos las cosas y nos las venden y uno las acepta. Podría ser esta coreografía un poco de teatro, pero tampoco lo es. Es danza porque todo está hecho desde el cuerpo. Nosotros no trabajamos desde las lógicas actorales o teatrales en su formalidad, trabajamos desde lo corporal, desde el cuerpo y desde el cuerpo se van encontrando estos personajes. Entonces si la danza es cuerpo, espacio, tiempo, movimiento, lo que van a ver hoy en la noche: es danza.

Benito: UDPD llega a 25 años al igual que Quiatora Monorriel, ¿cómo inicia esta aventura? Empezamos juntos, crecimos juntos, así que estamos muy contentos por eso. Nosotros vivíamos en el DF, en noviembre del 92 nos había ido muy bien en el premio INBA-UAM, presentamos dos obras como un grupo novel, ahí fue cuando nos presentamos por primera vez como Quiatora Monorriel y como quedamos finalistas, de ser prácticamente desconocidos, nos sentimos muy alentados, nos becaron a Nueva York para hacer una residencia a inicios del 93 y eso nos motivó aún más, regresamos, hicimos una serie de coreografías y nos hicieron la invitación del grupo Espiral, que era el anfitrión en ese entonces, para venir a presentar esos trabajos aquí. La primera función fue en Nogales antes de llegar a Hermosillo, fue catastrófica esa presentación en Nogales (ríe), porque no teníamos experiencia de cómo pasar de una coreografía a otra, el vestuario se nos atoraba, salíamos con la lengüeta de fuera, le decías al bailarín ‘todavía no’ y se lanzaba, pero ya llegamos a Hermosillo y ahí nos fue mejor. Así que sí tenemos muy gratos recuerdos de nuestra primera participación en el Desierto para la Danza. Como grupo también han sido anfitriones de este festival, platícanos de esa experiencia Muy padre, en realidad han sido pocas las ocasiones porque por muchos años estuvimos en el DF (ahora Ciudad de México). Pero las ocasiones que nos ha tocado ser, que si mal no recuerdo han sido tres, ha sido una labor muy padre, nos hemos sentido también muy apoyados por el equipo del Instituto Sonorense de Cultura, porque realmente nosotros solos para hacer todas las gestiones resulta imposible. Este ejercicio de curaduría que yo lo llamaría más como una selección, porque una curaduría como tal requiere posibilidades económicas mayores, ha sido muy rica. Creo que siempre hemos tratado de dar una visión amplia de lo que es la danza, porque hoy en día las visiones acerca del arte y de la danza son muy diversos, muy variados. Ha sido muy interesante encontrar el contacto directo, incluso con algunos de ellos se han creado amistades que han perdurado y qué mejor que eso. Ha habido algunos grupos que han vuelto. ¿Cuáles son los acontecimientos que más te han marcado en este Festival? Vernos crecer como grupo y ver crecer al Festival. Ir caminando juntos, aunque no estuvimos presentes durante muchos años, estamos muy ligados a la evolución del desierto, siempre hemos estado pendientes. Hemos visto cómo se ha multiplicado y cómo ha diversificado su visión, nosotros también hemos complejizado más nuestra propuesta, tratando de abarcar diferentes líneas de investigación de lo que hacemos. Esta cuestión del grupo anfitrión me ha parecido muy afortunado, es decir que diferentes visiones, intereses en la danza, tengan cabida y voz, que puedan dar su punto de vista a través de la selección de grupos, talleres, maestros, me parece muy afortunado no solo para la muestra

sino para el público y para los que nos dedicamos a esto que no somos pocos. ¿A Quiatora Monorriel, qué le preocupa y qué le ocupa? Realmente no me preocupa nada (ríe). Como persona sí me preocupan muchas cosas, pero como artista no me preocupa nada, en todo caso mi interés es poder crear una propuesta sólida y compartirla. Quizá ahí podría ir un poco la preocupación: el siempre buscar un enlace con el público, la posibilidad real de presentarse que en ocasiones es muy complicado llegar al espectador, lo entiendo, hoy cada vez es más complicado salir de casa, hay muchas cosas como el Netflix y redes sociales, hay muchas otras cosas que antes no estaban. ¿Cómo seducirlos y decirles vengan al teatro?, en el teatro es más interesante la cosa. Eso de alguna manera podría ser la preocupación. Y nos ocupa la coreografía: a Quiatora Monorriel siempre le ha interesado cuestionar los límites de la coreografía, la danza y el arte; esa siempre ha sido nuestra premisa desde que iniciamos y lo seguimos manteniendo, siempre a través de cuestionamientos coreográficos y de indagaciones creativas que nos han llevado a buscarle por todas partes. No estamos cerrados a una sola forma de hacer danza, hemos experimentado muchas, las hemos vivido en carne propia y eso creo que ha sido muy importante, el poder diversificarnos para indagar más a fondo en límites de la danza, de la coreografía, del arte, hacerse esas preguntas constantemente para mí implica evolución, implica moverse hacia adelante; ese ha sido nuestro objetivo y ese seguirá siendo definitivamente. ¿Cómo ha sido esta experiencia de montar este programa retro? Ha sido de los programas más interesantes que hemos hecho por la recopilación de trabajos y por la producción; ha sido una locura. Son 12 líneas de las que hay que estar pendiente, desde las cuestiones más simples de producción hasta lo más importante que es la interpretación de la coreografía. Ahorita tenemos un equipo de chavos muy padre, todos de la licenciatura en Artes de la Unison. Fue complicada esta selección porque tenemos un repertorio muy amplio, pero nos enfocamos sobre todo en las obras que son memorables o importantes como directores de Quiatora Monorriel, las obras que siguen latiendo, que para nosotros es importante compartir de nuevo, porque hay mucho público nuevo que no conoce nuestro trabajo. Tenemos la fortuna también de tener en nuestro programa muchas obras cortas, esto nos ha permitido acercarnos al pasado y elegir desde nuestro primer trabajo en 1992 hasta uno de los últimos que hicimos que fue Ato Bomba de 2014. Aunado a esto, hilvanamos un video a manera de documental vivo, de todos nuestros trabajos coreográficos, con testimonio de gente que ha estado cerca. Entonces es muy divertido asomarnos a los primeros trabajos, pasar por el lado más oscuro, hasta los últimos años.

LAS FRASES DE LA PIZARRA Es una vitrina donde el público de aquí puede ver en vivo lo que se hace en muchos países y punto de encuentro para la gente de danza.


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