9 fanzine udpd2017

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ISCsonora

mayo de 2017

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Edición: Alejandra Olay, Marreyna Arias, Rosy Orozco / Captura: Samantha Leyva / Diseño: Argelia Juárez / Fotografía: Juan Casanova

EL FESTIVAL

COMO DISPOSITIVO Por Hayde Lachino

S

i tuviera que elegir una imagen que sintetizara lo que significó para mí el festival Un Desierto para la Danza (UDPD25), me decidiría por el Danzaroke que se llevó a cabo en el Parque La Ruina, ahí se sintetizan, de manera poderosa, las intenciones que cruzaron la curaduría del grupo anfitrión, la lágrima. Para quienes lean esto y se perdieron de la experiencia, les cuento: en una gran pantalla al aire libre se proyectaron videoclips de cantantes y grupos de los más diversos, desde Sopa de caracol de Banda Blanca, hasta Single Ladies de Beyoncé, además de fragmentos de coreografías de varios de los grupos que participaron en la programación del teatro; la idea fue invitar al público a copiar los pasos y bailar. Ahí vimos a gente de todos los colores, sabores y edades, bailar por el simple placer de bailar. Aunque el grupo más nutrido lo conformaron bailarines, estudiantes y maestros de danza, no faltaron muchos otros que se sumaron. Si desde adentro fue un goce, desde afuera resultó emocionante, divertido y conmovedor. Un enorme espacio, lleno de gente saltando, girando, moviendo la cadera y todos al mismo tiempo levantando la mano, acostándose en el piso, imitando poses sensuales o intentando repetir las coreografías de la pantalla. Una multitud que se autoorganiza, en donde el juego es la más poderosa invitación a conformar una comunidad efímera. Y eso es un festival, un espacio efímero en donde se hacen posibles los encuentros, los diálogos. No se trata solamente de ver danza, se trata de estar juntos. El arte como provocación para romper nuestra rutina y abrir un espacio que se sale de las lógicas habituales, en donde predominan la competencia y el individualismo para dar paso a un estar juntos disfrutando de ver y hacer danza. Desde el primer día se dejó en claro que este sería un festival

para intervenir y participar; en este sentido la palabra clave fue dispositivo. Por todos lados se habilitaron espacios de participación que multiplicaron las voces y las presencias. Se pudo escribir en las pizarras, echarse un palomazo antes de la función, ver las presentaciones de cada noche o asistir a talleres. El diseño de las actividades y la selección de grupos dejó atrás la lógica de la programación, para intentar establecer una narrativa a través de las obras que se pudieron ver, la cual nos habla de los desplazamientos que atestigua la danza, tales como la problematización de cierta noción de autor como generador del sentido total de la obra, que entra gradualmente en desuso en ciertos sectores de la escena mexicana, para dar paso al autor como el que habilita las reglas del juego y la obra surge como resultado de las interacciones entre los intérpretes o de las relaciones del público con la misma. En esta narrativa, también aparece el otro como uno de los problemas en los que reflexiona desde hace varias décadas la escena contemporánea, rompiendo la cuarta pared, ese muro simbólico que separa la escena de la sala de butacas; sacando la danza de los teatros y finalmente proponiendo una activa participación del espectador en la obra como protagonista del suceso. Todas estas formas de buscar una y otra relación estuvieron presentes en las diferentes obras que se presentaron. En términos generales, un festival de danza sirve para acentuar el carácter de obra artística a aquello que hacen los coreógrafos y bailarines; casi siempre, en México, los festivales suelen programar en función de obras que se encuentran inscritas en estéticas más o menos validadas y estables. Resulta interesante leer en la selección de piezas que se hizo para UDPD25 de este año, una actitud iconoclasta, es decir, estéticas y posturas que

parecen destruir la idea de la danza y que sin embargo amplían el propio concepto de la danza, con lo cual lejos de destruirla la fortalecen y expanden su campo de acción. Esto es significativo en el contexto mexicano, en donde la tendencia es la poca experimentación e interés por los problemas que se plantean en el campo del arte. Sin duda, las escuelas de danza son, en gran medida, responsables de ello. Casi todas siguen ancladas en la vieja idea de que arte es igual a lo bello, o de que la técnica es igual a la danza. Hermosillo es un caso aparte, la labor de la Universidad de Sonora deja huella importante que se traduce en jóvenes coreógrafos e intérpretes por demás interesantes que entienden la creación como una constante pregunta e investigación, lejos de fórmulas que tienden a homogeneizar. UDPD25 pasó del festival como exposición de compañías a un espacio de encuentros y diálogos. La importancia de esto radica en que en el diálogo se generan nuevas posibles acciones, nuevas posibles relaciones que redunden en otras tantas posibilidades de comprender y hacer la danza. Porque estos encuentros generan transmisión de conocimientos, más allá de los espacios pedagógicos como talleres, son los diálogos que se dan en espacios paralelos al festival, en las comidas, las pláticas previas a las funciones, en las reuniones por las noches, en todos ellos se fortalecen las relaciones y se discute, de manera relajada, lo visto, lo que se piensa, lo que se siente. Espacios que nos hacen mucha falta cotidianamente. Se siente que UDPD25 está mutando, en respuesta lógica a los cambios que se verifican en la sociedad mexicana y en la propia danza. Por lo pronto en su edición veinticinco, el festival lo fue para todos y ese carácter inclusivo hay que celebrarlo. UDPD25 permitió ver danza, hablar de danza, aprender de la danza y también bailar. En síntesis, ser feliz.


H

ermosillo, Sonora, 30 de abril de 2017.- Luego de tres semanas de presentaciones, talleres, charlas y reflexiones, llegó a su fin la edición 25 de la Muestra Internacional Un Desierto para la Danza, el pasado domingo 30 de abril.

La jornada inició con un video sobre el equipo humano que hace posible la realización de la Muestra y se reconoció a los técnicos que han participado durante estos 25 años, para luego cerrar el ciclo de presentaciones de danza contemporánea con el grupo Antares, bajo la dirección de Miguel Mancillas. La ceremonia de clausura fue presidida por Mario Welfo Álvarez Beltrán, director general del Instituto Sonorense de Cultura; Joaquín Robles Linares, coordinador general de Casa de la Cultura de Sonora y Adriana Castaños, directora fundadora y coreógrafa de producciones la lágrima, grupo anfitrión. Castaños explicó: “Los invisibles sobre los que nos montamos para que este festival se lleve a cabo año con año son un equipo que ha funcionado, se han hecho muégano y ha hecho que las cosas funcionen; ellos sí se avientan palomazos diarios, porque cada día hay una cosa nueva que resolver; no están frente al público, no están en el escenario, pero todos los hemos visto; los grupos sin ellos no somos nada. Hoy queremos reconocer esa labor, a gente que ha hecho que este teatro sea este espacio de posibilidades que nos permite abrir una ventana, abrir una puerta o cerrarla”.

EN LA CLAUSURA DE UDPD25

Jesús Maldonado León, iluminación

‘INVISIBLES’

Hugo Francisco Anguiano González, sonido

Un Desierto Para la Danza ISC

RECONOCEN A LOS

www.undesiertoparaladanza.gob.mx

Fue así que se hizo entrega de reconocimientos por su contribución a la escena sonorense a Fabián Alejandro Solano Moreno, jefe de foro; Hugo Francisco Anguiano González, sonido; Jesús Maldonado León, iluminación y Jesús Rafael Gámez Moreno, tramoya. Por su parte, Álvarez Beltrán expresó: “Es responsabilidad del Instituto Sonorense de Cultura apoyar y respaldar foros de tal magnitud y también generar estrategias para que más ciudadanos amplíen sus horizontes estéticos, se sientan parte de algo más grande y abran sus ojos a un mundo que hasta el momento les es ajeno, tal como lo expresaron quienes vinieron a este Desierto en las Frases de la pizarra”. Con 36 eventos en Hermosillo y las subsedes de Cajeme y Cananea, del 5 al 30 de abril se presentaron 12 grupos de Alemania, Brasil, Canadá, España, Japón, México y Reino Unido; se realizaron cinco talleres, una charla y la edición del Fanzine. UDPD se realizó con el respaldo de la Secretaría de Cultura, a través de la Red Nacional de Festivales de Danza, conformada por los festivales de Ensenada, Tijuana, Mexicali y Mazatlán, y el apoyo de la Alianza para el futuro Alemania-México, el Ministerio Federal de Relaciones Exteriores, Instituto Goethe, el Ayuntamiento de Cajeme, el Parque Tamosura de Cananea, el Ayuntamiento de Hermosillo, a través del IMCA, Universidad de Sonora, Musas, Escena Ballet, Parque La Ruina y el programa Alas y Raíces a los Niños de Sonora.

Jesús Rafael Gámez Moreno, tramoya

Fabián Alejandro Solano Moreno, jefe de foro


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