La actitud del General Mariano Ignacio Prado en la guerra del Perú con Chile de 1879

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LA ACTITUD DEL GENERAL MARIANO IGNACIO PRADO EN LA GUERRA DEL PERÚ CON CHILE DE 1879 (*) JOSÉ VARALLANOS

NOTA PRELIMINAR La historia es permanente ejemplo y experiencia en la vida de los hombres y de los pueblos; y bien merece revisarla en sus capítulos para tenerla siempre presente y no olvidarla. En particular el historiador, previo estudio de documentos auténticos, de la disertación lógica, del concepto jurídico y el


conocimiento de la vida social, debe revisar los actos de los personajes a quienes el odio o el prejuicio político han tratado de mancharlos; tal el caso del General Mariano Ignacio Prado a quien se le tilda de "traidor" de la Nación en la Guerra con Chile de 1879. Precisamente nosotros esclarecernos a nuestro juicio, la actitud del General Prado, actor de la infausta Guerra del pasado siglo, y nos pronunciamos obligados como estamos por ser el ponente natural de esta ciudad, en defensa de otro huanuqueño y de la verdad histórica. De otro lado, emitimos nuestro juicio en actitud libre, sin dependencia alguna; en el último concepto de la historia como justicia; y por ello en muchas páginas discrepamos de los historiadores de oficio u oficialistas de la Guerra con Chile, los que, si no han ocultado, han distorsionado la verdad y la dimensión moral de los personajes, en beneficio; de una clase social o grupo gobernante, y en el temor de perder una posición social, económica o de un cargo burocrático. Finalmente, esta ponencia son páginas del libro inédito La Guerra con Chile y Huánuco, que es la ampliación del Capítulo V del libro IV de nuestra Historia General de Huánuco, editada en Buenos Aires hace precisamente 30 años a la fecha. Entremos al tenor de nuestra ponencia. El 2 de Agosto de 1876 el General Mariano Ignacio Prado Ochoa, natural de la ciudad de Huánuco, asumió al poder como Presidente Constitucional de la República, sucediendo a don Manuel Pardo. El nuevo mandatario halló a la nación en plena crisis económica, razón por la que se había suspendido el pago de los intereses de la deuda externa y paralizado la construcción de los ferrocarriles a cargo de Meiggs. Situación que se agravó por los abusos en la expropiación de las salitreras de Tarapacá, la baja de la venta del guano debido a la competencia al Estado Peruano por la Casa Dreyfus y Freres Cía, o la "Manipulación Othendor" en que traficaba Nicolás de Piérola; y los gastos que realizó la caja fiscal para debelar los


movimientos revolucionarios, particularmente los del nombrado Piérola, el inquieto ex-seminarista y abogado, "decano' de los conspiradores peruanos". Pues, este político que, en 1874, encabezara. en Moquegua, un movimiento armado contra el régimen de Pardo, a fines de 1876 capitaneó una segunda rebelión para tomar el poder, previa campaña de ataques a Prado en su periódico La Patria, siendo vencido por el General La Cotera en el combate de Yacango y desterrado a Chile; y en un golpe audaz sus partidarios se apoderaron del "Huáscar", recorriendo el litoral chileno donde se hallaba Piérola que se embarcó y a bordo de la nave rebelde enarboló la insignia de Presidente de la República. Declarada pirata por el Gobierno de Prado, el "Huáscar" fue atacado por los buques ingleses "Shah" y "Amathystt" al mando del Almirante Horsey; logrando fugar de ser apresado gracias a la neblina y entregándose, finalmente, al Jefe de la escuadra peruana estacionada en Iquique. No antes de haberse refugiado Piérola en Valparaíso (julio, 1877) donde fue protagonista de una violenta pasión amorosa por María Lebrano, la sin par viuda del fotógrafo francés Garraudi. Terminó luego declarándose "prisionero del gobierno de Prado", quien lo amnistió; retornando a Lima, de Chile, en febrero de 1879, e invitado por el Presidente formara parte del Gabinete como Ministro, en la política de unificación nacional, lo rechazó; solicitando, en cambio, se le designara Jefe del "Batallón Guardia Peruana", que lo obtuvo, en los meses que sucedieron a la iniciación del conflicto internacional del 79. En esta difícil situación financiera y de inestabilidad política, Chile que, desde antes de 1874 venía reorganizando su ejército y adquirido nuevos barcos de guerra, así como armamentos modernos, con un meditado plan militar invadió el litoral boliviano de Antofagasta (14 de febrero, 1879). Al mediar la cancillería limeña ante la de Santiago, alegando la existencia de un tratado secreto de alianza ofensiva con Bolivia, Chile declaró la guerra al Perú el 5 de Abril de 1879, siendo su Presidente don Aníbal Pinto.


En realidad, el plan madurado por Chile era apoderarse de las ricas salitreras de Atacama y Tarapacá en las que gran número de ciudadanos chilenos, ingleses y alemanes eran accionistas o propietarios de las compañías explotadoras del mineral, pretextando haber sido nacionalizado por el Gobierno Peruano y el cobro de un impuesto de 10 centavos de peso por exportación de cada quintal de salitre, decretado por el Congreso Boliviano. Empero Chile o la oligarquía y clase gobernante puso en marcha el plan bélico alentado, financiado y apoyado por Inglaterra y otras potencias europeas, cuya tesis política internacional sostenía que, en una época de liberalismo económico, "el Perú había impuesto restricciones al libre comercio y establecido el monopolio" o, mejor, que Chile emprendía una "guerra justa", y no de conquista como efectivamente lo era. Desde otro punto de vista, las miras de Chile hacia el Perú, venían desde que Portales apareciera como Ministro en la vida política de aquel país (1829) y que culminó en la declaración de guerra a la Confederación Perú-Boliviana por el Presidente Prieto (22 de diciembre, 1836). Alegábase por los políticos chilenos "temer por la seguridad e independencia" de aquella nación en tanto persistiera dicha confederación que no era otra cosa que el resurgimiento de un Virreynato sobre las bases indias como que el gobernante boliviano descendía de caciques. En esta ocasión, un segundo ejército expedicionario Chileno compuesto de 5,000 hombres al mando del General Manuel Bulnes, desembarcó en el Perú; engrosado por "los voluntarios peruanos" como Ramón Castilla y Agustín Gamarra y alentados por intelectuales como Felipe Pardo y Aliaga con su antiserranismo y su antiindianismo. Tomada y ocupada Lima, y derrotado Santa Cruz en la batalla de Yungay, aquel ejército se paseó triunfalmente por el territorio peruano enterándose de su riqueza y posición geográfica. Desde entonces se acarició una nueva invasión al Perú o el siempre codiciado país por Chile; deseo que se fortaleció cuando, en 1838, comenzó la explotación del salitre en Antofagasta y Tarapacá. +++++++++


La lucha comenzó con una campaña marítima en la que, el "Huáscar" al mando del Contralmirante don Miguel Grau interfirió las operaciones de la poderosa escuadra chilena: bombardeando puertos, capturando barcos el transporte "Yungay" con tropas a bordo, hundiéndolos la corbeta "Esmeralda" en el combate de Iquique (21 de mayo 1879). Y burlando el bloqueo de nuestras costas, escoltando a nuestros pequeños barcos llevó tropas y armas a Arica, Tacna e Iquique. Hasta que, rodeado por toda la escuadra chilena con los acorazados "Cochrane", "O'Higgins", "Blanco Encalada", fue abatido en el combate de Punta Andamos (8 de octubre, 1979). Y sólo después de la muerte del heroico y caballerezco marino y la captura del monitor de su mando, pudieron desembarcar en las playas peruanas, sin tropiezo alguno, las tropas chilenas. Apenas iniciadas las hostilidades, dejando en Lima al Vice-Presidente General Luis La Puerta, el Presidente Prado como Director Supremo de la Guerra, partió en campaña al sur o teatro de las operaciones; embarcándose en el Callao (16 de Mayo, 1879) en el transporte "Oroya" y desembarcando el 29 de dicho mes en Arica. De este puerto, semanas después, pasó a Iquique por Pisagua, e inspeccionó el Ejército de Tarapacá o Primer Ejército que debía enfrentarse al enemigo concentrado en Antofagasta y fuerte de 10,436 unidades de las tres armas. Con el título de Comandante General del Ejército aliado de 7,500 soldados y compuesto por las divisiones peruanas y las primeras bolivianas llegadas a Tacna al mando del Presidente de Bolivia General Hilarión Daza (abril 30, 1879), Prado preparó la resistencia o el plan de operaciones de Tarapacá. Con Cuartel General Aliado en Arica, fortificó dicho puerto como base naval así como el de Pisagua; nombrando al General Luis Bendía como Jefe del Ejército del Sur y al Coronel Belisario Suárez Jefe del Estado Mayor. Mientras en Lima, el Ministro de Guerra, General Luis La Cotera, y la Junta Consultiva organizaban un Segundo Ejército de Línea, con batallones al mando de los coroneles José Manuel Pereyra, Armando Zamudio y otros jefes, paralelamente se constituía la Guardia Nacional o Ejército de Reserva,


cuerpo con batallones que formaban, armaban y mandaban ciudadanos distinguidos y pudientes, con títulos provisionales de coroneles, mayores y capitanes, etc. En idéntica forma se procedió en las capitales de departamentos, organizando cuerpos de milicianos, de reserva. En tanto, los chilenos desembarcaban y tomaban Pisagua (2 de noviembre, 1879 en cuya defensa sucumbió casi toda la guarnición peruana de 900 hombres. Enfrentados, semanas después, los ejércitos chileno y peruano en las cercanías de Iquique y que al retirarse las tropas bolivianas por la Quebrada de Camarones, sin combatir, en franca traición, por orden de Daza, el ejército peruano sufrió la derrota de San Francisco o Dolores (19 de noviembre, 1879). Aunque pocos días después los fatigados, hambrientos y sedientos soldados peruanos - la mayoría andinos que luchaban en tierras costeñas desérticas e inhóspitas - obtenían el triunfo (29 de noviembre, 1879); acción en la que el Coronel Andrés A. Cáceres fue el héroe de la bélica jornada. A pocas semanas del desastre de San Francisco, el General Daza, depuesto por su ejército que desconoció su autoridad, se dirigió a Arica y se embarcó con destino a Europa. Al retornar del viejo continente y pretender dirigirse a Sucre para explicar su conducta, fue muerto por un oficial, de un tiro por la espalda, en el pueblo de Ayuni, al pisar tierra boliviana (27 de febrero, 1893). Así terminó sus días aquel "soldado mandón" calificado de traidor por dinero recibido de Chile, como afirman sus compatriotas e historiadores. Dícese de Daza, que- al enterarse haber sido depuesto expresó: "ya me fregaron". ++++++++++++ Vuelto a Lima después de más de 6 meses de permanencia en el Sur (17 de mayo a 2 de diciembre 1879), en ejercicio de sus funciones de Presidente, Prado nombró al Contralmirante Lizardo Montero, natural de Huancabamba, Piura, como a Comandante del Ejército del Sur. Días seguidos, autorizado por Resolución Legislativa y acuerdo del Consejo de Ministros, encargando antes por Decreto el mando de la Nación al Primer Vice-Presidente, General Luis La Puerta, que presidiera el Gabinete en su estancia en los campos del Sur, se


trasladó al Callao, acompañado de los Ministros de Estado, autoridades políticas y militares, y se embarcó en el vapor "Payta", rumbo a Panamá, Estados Unidos y Europa. Llevando en su compañía como a sus ayudantes a tres jóvenes militares, los tenientes Gálvez, Zuleta y Tezanos Pinto, y en la cartera 3,000 libras esterlinas que le había girado el Ministro de Hacienda José María Químper, como todo capital para sus gastos de viaje y estadía en el extranjero. El mismo día en que partía, lanzó un pequeño manifiesto a la Nación, explicando las razones de su viaje (2). En efecto, en Congreso Extraordinario, la Cámara de Senadores, en sesión del 5 de mayo de 1879, bajo la presidencia del Senador Losé A. Garcia y García, a solicitud del Consejo de Ministros, sin "debate y por unanimidad", fue "concedida la autorización respectiva para que el Presidente de la República pueda mandar las fuerzas de mar y tierra, y además salir del territorio nacional, si fuese necesario" (3). Aunque preparado con reserva oficial dadas las circunstancias por las que atravesaba el país, la finalidad del viaje de Prado, investido de su carácter de Presidente de la República, era !a compra de navíos de guerra para enfrentar a la escuadra enemiga, dueña ya de nuestro mar y traer armamentos para nuestro ejército. Viaje necesario y exigido desde comienzos del confIicto con Chile por los jefes militares y navales como Graú, Montero, Cáceres y otros que veían que "perdido el dominio del mar, estaba perdida la guerra para el Perú". En una carta que le escribiera el Héroe de Angamos al Contralmirante Montero, le dice: "El Presidente Prado ha dado mil pruebas de su patriotismo y puede darnos una más viajando al extranjero sin que el enemigo sospeche". En el Plan de Prado en su visita a Estados Unidos, estaba considerado; solicitar la mediación del gobierno americano, la compra del acorazado "Stevena Batteery" en los astilleros de Brooklin y activar el "envío de los 25,000 fusiles Peabody y ametralladoras Gatlin adquiridos por intermedio de la casa Grace y el comisionado General Canevaro con los giros de 150,000 y 180,000 libras esterlinas librados por el Ministro de Hacienda Quimper y en su estadía en Panamá, proceder a la remisión de los cajones de fusiles retenidos en aquel puerto, entonces colombiano, por la ineficaz gestión e


ineptitud de los comisionados peruanos y el espionaje del enemigo. En Europa, solicitar la ayuda del Emperador de Alemania y resolver la traída del acorazado francés "Le Glorie", adquirido por Nicaragua para el Perú y el acorazado turco "Jelhz Bolend" comprado por el Japón para nuestro país, cuyas entregas obstaculizaban los propios comisionados peruanos que "no actuaban de concierto y las competencias y rivalidades entre ellos" y la política de desprestigio del Perú emprendida y sostenida tenazmente por los ministros plenipotenciarios chilenos Carlos Morla Vicuña, Luis A. Lynch y Guillermo Blest Gana, que tales compras eran fraudulentas ante los gobiernos de París y Londres. Sumábase a esta campaña la que ejercían los hermanos Augusto y León Dreyfus mediante su abogado el prominente político francés Grevy, esclarecido chilenófilo. (¿Cuál era la razón de la actitud de los Dreyfus?). La Casa Dreyfus, la del nefasto negocio del guano que Piérola contrató siendo Ministro de Hacienda del gobierno de Balta, se había convertido en enemiga declarada del Perú por haber ordenado el Presidente Prado liquidar sus cuentas (31 diciembre 1877); resultado al fin de la operación que dicha entidad debía al Perú 650,000 libras esterlinas pertenecientes al tesoro nacional, y en cuyos turbios manejos andaba Piérola. Es más, este caudillo en su diario La Patria ataca a Prado y conspira, secuestra al "Huáscar", como hemos visto, lanzando un manifiesto desde Valparaíso. En otro renglón, el gobierno de Prado tenía resuelto terminar con tan voraz firma francesa que tantos daños causaba al erario nacional; y cuya defensa lo realizaban sus testaferros peruanos como Domingo Derteano y Guillermo Schel. Prado contaba para abonar la compra de tales elementos de guerra, con el crédito que nuestros agentes financieros en París, los peruanos Rosas y Goyeneche, contrataron con la firma francesa Le Credit Industrial, con la garantía y entrega del guano de las islas de Chincha y antes que cayera en manos de los chilenos; excluyendo a los antiguos acreedores, arreglar con los tenedores de bonos y pagar los empréstitos impagos. Pero Piérola al usurpar el poder desconoció el convenio que sólo esperaba la rúbrica de Prado; al contrario, actuando como agente de dicha firma, reconoció que el Perú debía


a la Dreyfus 4 millones de libras esterlinas y privándose de fondos para sostener la guerra. Al marcharse Prado, Nicolás de Piérola Flores , natural de Camaná, desconoció Ia autoridad del Vice-Presidente La Puerta y Gabinete constituido por 5 Ministros, contándose entre ellos al General La Gotera y al Dr. José María Químper. Apoyado por el Coronel Pablo Arguedas que desacató las órdenes del Ministro de Guerra La Cotera, y al mando del "Batallón Guardia Peruana", cuya Jefatura le concediera Prado, como tenemos dicho, Piérola atacó y tomó Palacio de Gobierno, dejando un saldo de numerosos muertos de las tropas del orden. Asumiendo el poder que era su obsesión y al que aspiraba llegar por cualquier medio; dándose el título de Jefe Supremo de la República, por decisión propia, de "caudillo predestinado", se proclamó Dictador (21 de diciembre, 1879). Título de mando éste refrendado, en sesión, por el cuerpo edilicio o Concejo Municipal de Lima, presidido por don Guillermo Seoane, arguyéndose por los cabildantes "la avanzada edad o invalidez del Vicepresidente" invocando que bajo el gobierno del Dictador, se llegue a un "triunfo rápido y completo sobre el enemigo extranjero". Como todo legítimo dictador concentró en su persona el Poder Legislativo y el Ejecutivo; terminó con la libertad de prensa clausurando periódicos y mandando a la cárcel a los directores de El Comercio, La Patria, La Opinión Nacional y otros por discrepar, en sus columnas, de las medidas apresuradas que tomaba al margen de todo derecho de guerra o de paz y de la autoridad judicial. Llamándose "Protector de la Raza Indígena", organizador de la vida nacional y reorganizador del ejército, Piérola dictó y luego promulgó varios decretos y al conocer la solicitud de Prado de ingresar al Perú "para defender la patria como un simple soldado",' dictó el decreto de 22 de mayo de 1880, rubricado por su Secretario y Ministro de Guerra Coronel Miguel Iglesias, por el que Prado, dice su texto: "queda privado de sus títulos y derechos de ciudadano del Perú y condenado a degradación militar pública tan pronto como fuera


hallado". Juzga el dictador para la dación del decreto no exento de odio que destila la pasión política, "la ignominiosa conducta del General Prado durante la campaña con Chile, y terminando con la vergonzosa deserción y fuga" (4). Sobre la conducta y viaje de Prado, la historia juzga que fue un error político y es caso grave, como lo sostuvo Químper, ausentarse del Perú en tiempo de guerra nacional, sembrando desaliento en las masas populares y dando oportunidad para tomar el poder a conspiradores como Piérola —"ese temido hombrecillo de la perita melodramática y del mechón de pelos arremolinados sobre la comba frente"; ese conspirador temerario e infatigable que no dejó un minuto de reposo a los gobiernos de Pardo y Prado. Pero Prado "no desertó ni fugó", no abandonó el Perú en acto de traición, como ha venido repitiéndose por sus enemigos políticos, por los historiógrafos mal informados y el trivial comentario público. Para calificar de "Traidor” a un ciudadano debe antes haber sido juzgado por un tribunal de justicia civil o militar, según sus hechos y fuero, o declarado tal por el Congreso tratándose de un Presidente de la República. Pero Mariano Ignacio Prado no fue juzgado ni condenado por tribunal civil o militar alguno porque no entregó ningún secreto de guerra ni se pasó a las filas del enemigo; no negoció con él, menos faltó lo previsto en la ley constitucional ni en los reglamentos o código militar vigente entonces. Por eso, el alto tribunal de la historia que juzga con serenidad e independencia, lejos del tiempo sucedido y de todo interés partidarista o pasión política, no puede tomar en cuenta un decreto concebido, redactado y promulgado por un usurpador de la Presidencia en plena guerra nacional, por el abogado Nicolás de Piérola Flores. +++++++++++++ En cuanto al "tesoro que condujo" para la compra de armamentos y "se quedó con él"; según sostiene la tradición del vulgo, documentos irrefutables dados a conocer últimamente por el escritor Guillermo Thorndike y el doctor Ignacio Prado Pastor, desvirtúan tales aseveraciones, y cabe, al respecto, un ligero recuento (5). Producida la declaración de guerra de Chile al Perú y


conocedor el pueblo peruano de la crisis económica por la que atravesaba el país, se pensó en la colaboración de las entidades privadas y de la ciudadanía toda para sufragar el costo de la guerra; naciendo así las donaciones. Para la recepción y administración de los donativos, por Decreto de Presidencia, dictada por el propio Prado (7 de abril, 1879), se nombró una Junta Administradora conformada por 25 miembros de los más notables ciudadanos de Lima, presidida por el Arzobispo Pedro J. Tordoya, la que daba cuenta al Ministerio de Hacienda y Comercio. A esta Junta Nacional enviaban también las donaciones, ya en dinero o en joyas, de las capitales de departamento y provincias de la República. Ante la pérdida del Huáscar en Angamos, a iniciativa de don Melitón Porras, se corrió una colecta para la adquisición de un navío que supliera al heroico buque abordado y capturado por los chilenos, así como para la compra de armamentos para proseguir la guerra. A tal efecto para la recepción de donativos se instaló en Lima el Comité presidido por Monseñor Roca y Boloña e integrado por miembros visibles de la banca , el comercio y terratenientes como don José Vicente Oyague, Aurelio Denegri, Bartolomé Fiaari y otros. Hasta el 3 de noviembre de 1879, la Junta había recibido 18,000 donaciones consistentes en joyas de piedras preciosas, monedas de oro y plata, objetos diversos de porcelana, servicio de hogar, candelabros y hasta botones de plata, letras de cambio, acciones de Banco y cinco inmuebles. Las especies de oro y plata se fundieron en láminas y barras, y los objetos se vendieron en subasta pública. Para trasladar este tesoro de 375 kilos de plata, 15 kilos de oro y 13,000 libras esterlinas a Europa, al puerto de El Havre, Francia, y que se condicionaron en numerosos baúles y bolsas, se designó a don Julio Pflucker, conocido hombre de negocios, dueño de ingenios de azúcar en el norte y asiduo viajero a Europa. Pflucker, con el cargamento camuflado como de su propiedad particular para burlar el espionaje enemigo, partió del Callao en un vapor de la línea Inglesa, ruta al sur del estrecho de Magallanes, con escala en Valparaíso, días antes que se embarcara Prado llegando el conductor del tesoro a París en mediados de febrero. Allá se puso en contacto con Rosas y Goyeneche para la venta del


oro y la plata e invertirlo en la compra programada. Pero el Dictador, ya en el poder, había reemplazado a nuestros agentes diplomáticos en París, con Toribio Sans y su pariente Carlos de Piérola. Pflucker se negó a entregar el tesoro convertido ya en 300,000 libras esterlinas, a los delegados de Piérola; pero ante la presión que aquellos ejercieron mediante un abogado francés y apoyo diplomático, el portador del tesoro terminó por ceder, entregándolo bajo constancia. Que "el oro y la plata procedentes de las joyas erogadas, fue vendido en Londres por Augusto Espinoza, agente de Piérola", como lo afirma Chirinos Soto (6). También los agentes del dictador por orden de éste, compraron vestimenta militar y armas de sistema francés pero sin dar cuenta al Ministerio de Hacienda encargado del empleo de las donaciones y colectas públicas, pues no aparecen en los anales de dicho Ministerio en fecha ni año alguno. Tratándose de erogaciones y donaciones, el propio Dictador solicitó, en 27 de Junio de 1880, al Arzobispo Francisco Orueta y Castrillón, ordenara a las autoridades eclesiásticas "entregar" los objetos que formaban los tesoros de las iglesias y conventos de Lima; a lo que dicho alto prelado accedió, nombrándose como a representante del Gobierno a don Antonio Bentín y ordenando se depositara en la Casa de Moneda. Y a base y garantía de este "tesoro" se hicieron algunas operaciones de crédito con el Banco de Londres, México y América del Sur; vendiéndose, finalmente, en subasta pública semanas antes que el ejército chileno ocupara Lima. El "Fugitivo Presidente", no condujo ni se apropió de dinero o tesoro procedentes de las erogaciones y donaciones patrióticas de los peruanos de todas las clases sociales. Al contrario, nos dicen instrumentos y relatos testificales de su falencia monetaria que Prado, en su largo destierro en París (1879-1887), sufrió y soportó estrechez económica. En una carta a Manuel Barinaga, íntimo de Iglesias, le decía: "Nunca tomé del tesoro ni un peso más de mi sueldo, no hice con alguien arreglo, combinaciones o negocio... faculto a quien quiera que me afrente lo contrario". De haberse apropiado el tesoro o importe de las erogaciones, el Dictador que presumía de moralizador, le


habría abierto investigación y condenado a la faz de la nación, en su sed de venganza y odio al enemigo político. El Consejo de Ministros, bajo el gobierno de Cáceres por Decreto de 11 de Diciembre de 1885, denegó el absurdo decreto del gobierno de facto de Piérola; restituyendo al General Mariano I. Prado todos sus títulos, honores y brindándole todas las garantías para su retorno al país de la expatriación política que sufría por capricho de un Dictador. Y la historia ha restituido en su sitial de Héroe del Combate del Dos de Mayo y Patriota, como honesto gobernante del Perú, al hijo distinguido de la vieja ciudad de Huánuco cuna también de sus antepasados que lucharon por la Emancipación. ++++++++++++ La obra de Piérola como "reorganizador", "restaurador" y "moralizador" consistió en nombrar como autoridades políticas y administrativas a sus adictos; clausurar periódicos como El Comercio, La Opinión Nacional y otros, poniendo en prisión a sus directores, intervenir en la función del Poder Judicial, sustituir a muchos militares de carrera con representantes de la oligarquía limeña y provinciana. Aparecieron así numerosos coroneles con títulos expedidos por aquel Jefe Supremo del Ejército como se proclamaba. En tanto el Dictador cimentaba su ilegal gobierno, el Ejército aliado PeruanoBolivia no fue vencido por el Chileno en la sangrienta batalla de Tacna o del Alto de la Alianza (26 de mayo, 1880), en que el Coronel Bolognesi, por su Estado Mayor, pronunciara la célebre frase "pelearemos hasta quemar el último cartucho", al solicitar la rendición de la plaza por el jefe Chileno General Manuel Baquedano, sucumbiendo en la acción el viejo soldado, junto con Alfonso Ugarte y otros héroes. (*) Ponencia presentada por el Dr. José Varallanos al 'Primer Encuentro Internacional de Investigadores de Historia y Arqueología de Huánuco" y publicada en KOTOSH , Publicación del Instituto NACIONAL DE Cultura, Departamental Huánuco .Año XIV/No. 14/Noviembre de 1989. Págs. 16-22.


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