Der Prinz der Nacht

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STUDIA HERMETICA

SHJ III Studia nยบ 1, 2013 Hermetica Journal

Suplemento literario: Der Prinz der Nacht ISSN: 2174-0399


STUDIA HERMETICA JOURNAL SHJ, ISSUE III, nº 1, 2013 SHJ FEATURES: ISSN 2174-0399. Year of publication: 2011. Publisher: José Iván Elvira Sánchez. URL : http://studiahermeticajournal.com/ Contact: adocentyn@outlook.com Place of publication: Granada (Spain). Periodicity: Irregular. Director: José Iván Elvira Sánchez. Assistant Director: Francisco García Bazán. Scientific Board: Mar Rey Bueno, Miguel López Pérez, Francisco de Mendonça Jr. Languages: English, French, Spanish, Italian and Portuguese.

Studia Hermetica Journal (SHJ) is a free online journal devoted to the study of Hermetism and other ancient philosophical currents, like Middle Platonism, Neoplatonism, or Theurgy. In general terms, we focus our inquiries on Late Antiquity and the reception of these ancient opuses in Renaissance and Modern Times. In addition, SHJ is opened to the rest of the fields normally involved in the so called Western Esotericism, such Christian Theosophy, Mysticism, Masonry, Rosicruacianism, as well as History of Alchemy, Astrology, and Magic, or Occultism. Date of the current publication: April 8th, 2013.

REVISTA LITERARIA STUDIA HERMETICA / STUDIA HERMETICA LITERARY JOURNAL La revista online Studia Hermetica tendrá como anexo la siguiente revista literaria, publicada o no al mismo tiempo que el boletín científico. Su publicación, por lo tanto, será de carácter irregular y de propósitos exclusivamente artísticos. En dicha revista se publicarán cuentos, poemas, relatos y novelas originales de escritores interesados en los temas tratados en nuestra publicación online, con especial referencia a las filosofías místicas, herméticas y ocultistas. El estilo y el formato de los escritos es libre y la extensión de los mismos podrá variar entre 1 y 20 páginas. Las novelas tendrán una publicación periódica. Se aceptarán trabajos escritos en inglés y en español.

ISSN: 2174-0399

Studia Hermetica online Journal has the following literary addenda, published at the same time of the scientific bulletin or not. Therefore, its publication will have an irregular periodicity and it shall be delivered exclusively attending to artistic purposes. The journal includes tales, poems, stories and novels, originally created by writers interesting in the matters which we use to deal in our online publication, with special reference on mystical, hermetic and occultist philosophies. The style and format of those writings are free and their maximum length must cover 20 pages (and their minimum, one single page). Consequently, the novels will be published periodically. We accept writings in English and Spanish languages.

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BOLETÍN LITERARIO DE STUDIA HERMETICA: DER PRINZ DER NACHT SHJ, ISSUE III, nº 1, 2013

ISSUE III, nº 1, 2013 INDEX LITTERA ELVIRA SÁNCHEZ, J. Iván, Der Prinz der Nacht ............................................................. 2-19

LITTERA

José Iván Elvira Sánchez Der Prinz der Nacht1 Categoría: Relato. Introducción: Este relato, inspirado en la memoria de Ludwig II, Nietzsche y Wagner, conmemora los cinco primeros años de Studia Hermetica, y en él he pretendido combinar todos aquellos conceptos que considero esenciales para este proyecto que desarrollo desde hace ya un lustro: arte y belleza, heterodoxia, noche, filosofía y mística. Realidad y fantasía, unidas e inseparables en las experiencias de vivir y soñar.

“Es de noche; sólo ahora despiertan todas las canciones de los amantes. Y también mi alma es la canción de un amante”. Friedrich Nietzsche, Also sprach Zarathustra.

I El príncipe melancólico se mesó sus alborotados cabellos y miró en derredor; todo estaba cambiando repentinamente, como sucedía a veces, y su viejo amigo se prestaba a emprender una melodía de sangre y gloria, ejecutada sobre un radiante y 1

“El Príncipe de la Noche”.

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BOLETÍN LITERARIO DE STUDIA HERMETICA: DER PRINZ DER NACHT SHJ, ISSUE III, nº 1, 2013 sonriente piano marfileño. Mientras, una miríada de estrellas caducas precipitábanse en ocaso para retornar a su más tierna juventud, titilando con brío renovado. “Parece que seine Majestät Der Mond2 despierta pronto… Se prevén grandes acontecimientos, Freund von mir3”. El otro caballero parecía no escuchar, absorto en la composición fantástica que de entre sus dedos se escurría y perfumaba el ambiente con dulces ribetes de sangre negra. El príncipe melancólico sonreía de placer y lágrimas cálidas asomaron a sus orondos y sonrojados carrillos; y de pronto se sintió renacer, como la misma noche que esperaba desenvolverse, con ese fulgor que sólo algunos locos aún por nacer sabían y debían reflejar en lienzos de melifluo placer. Su volumen y congoja decrecían, y se sorprendía cándido y valiente, dispuesto y atento a sus propios pensamientos; armado de la alegría que conduce a los soñadores a perderse en sus laberintos. Se enjugó las lágrimas sin dilación, y se descubrió revestido del azul de los valientes. Era príncipe y caballero, y en modo alguno tornaría a beber la bilis traicionera que esos mediocres le proporcionaban. II La noche que amaba se le aparecía clara y serena, de un profundo azul batiente y anhelante. “Hoy tendré una nueva coronación, porque mi madre así lo ha dispuesto. Se percibe en el tejido envolvente de la noche, donde veo sin necesidad de la arrogancia del Vater Sonne4. Callan las almas en perpetua revolución, como leí en los libros de los antiguos, y ahora aguardan… a esa hora sin tiempo en la que Ella decide a quiénes abrir las puertas sagradas de Valhalla5”. Su viejo amigo abrió los ojos, como avisado ante el apremiante discurso de su príncipe, y a pesar de su gesto adusto, se clareó en su rostro una fugaz sonrisa; la sonrisa de aquellos que ya nada temen ni desean. Una serenidad antinatural y fascinante se leía en su mirada, y fue percibida y recibida por el príncipe azul con desenfrenada euforia. Era feliz como sólo los que comprenden la melancolía de la noche lo podían ser; de manera absorta y contenida, a punto de estallar el torrente de lágrimas y dejarse morir por la eternidad. Esbozó a su vez nuestro príncipe una leve sonrisa en respuesta, y repentinamente comprendió que su amigo no podía dejar de tocar la melodía emprendida. Una melodía familiar que envolvía las mil estancias del castillo

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Voz alemana: “Su Majestad la Luna”. “Amigo mío”. 4 “Padre Sol”. 5 La “Morada de los muertos”, en la tradición nórdico-germana. 3

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BOLETÍN LITERARIO DE STUDIA HERMETICA: DER PRINZ DER NACHT SHJ, ISSUE III, nº 1, 2013 con un eco enrarecido e hipnótico. “Te he añorado y guardado luto, y sólo ahora, cuando las almas se precipitan en violenta caída, vuelves a mí. Mil veces loada sea meine Mutter6…” El caballero sencillo sostuvo la mirada de su príncipe y continúo otorgando vida al marfileño instrumento: una nota derivaba a la otra, en un torrente interrumpido y una cascada ascendente. Los silencios se tornaban sonoros y las melodías quedas y sordas, abovedados por formas invisibles, enmarcados por la cálida brisa de la noche azul. Habló el pianista, con voz ronca y soñadora: “Un amigo os manda sus más gratos recuerdos, seine Majestät7. Él no os comprendía, al parecer, pero se ha vertido en su alma un torrente de luces… y al fin os respeta y ríe. Desde aquí aún puedo escuchar sus carcajadas”. El príncipe pareció sorprenderse y su gesto rezumó curiosidad. “¿Y a qué debo el honor?” Su pianista se limitó a seguir tocando. “Él afirmaba que todos los dioses se habían muerto de risa, pero no contaba con que vuestras divinidades vivían aún”. El príncipe pareció escandalizado: “Nos preguntamos a qué dioses aludía vuestro caro amigo…”. Ahora el pianista amplió su sonrisa: “A todos aquellos que no reían, a los que no bailaban. A todos los que enfermaban y hacían enfermar…” El príncipe azul pareció divertido con la respuesta, y jugueteando con sus cabellos, se limitó a reír como lo haría un niño: “Entonces, si tales dioses no han muerto, ¡deberían apresurarse a hacerlo!” El pianista asintió por respuesta, y continuó con su letanía. “Se enfadó conmigo, hace ya algún tiempo, por rendir homenaje al Rey Arturo y a Parsifal… Ach mein Gott!8, pero os indignéis aún y aguardad a sus razones, dado que en el fondo, aun sin ser consciente de ello, hablaba de seine Majestät en sus obras, por mediación de un dicharachero sabio persa que en todo os anunciaba”. El príncipe quedó turbado, cercado por pensamientos poco gráciles, densos, como la misma niebla que paulatinamente se iba haciendo dueña del valle. “Lo que decís urge respuestas inmediatas… ¿Me anunciaba a mí, decís? ¿De qué manera?” El pianista asintió con seriedad. “Eso afirmo, Majestät, porque mi estimado loco y perdido amigo amaba a los creadores que se alejaban para disfrutar de la soledad de los bosques, y aquellos que hacían juramento de eterna afirmación al soñar y al hacer realidad tales sueños. A los que, volviendo a ser niños, se liberaban de toda la pesada carga de sus 6

“Mi Madre”. “Su Majestad”. 8 “¡Dios mío!” 7

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BOLETÍN LITERARIO DE STUDIA HERMETICA: DER PRINZ DER NACHT SHJ, ISSUE III, nº 1, 2013 mayores. Aquellos Helden9 que aplastaban con sus botas a los cientos de insanos plebeyos que pretendían su muerte y reclusión”. En oyendo estas palabras, el príncipe pareció complacido y sereno: “Vuestro amigo merece alcanzar perpetua memoria entre las generaciones de hombres venideras. Nos, por el contrario, no podríamos aún negar ni siquiera la más nimia de las formas divinas; un mundo sin la majestad de los santos, sin vuestra música, por ejemplo, no es más que un cadáver putrefacto del que habría que huir indecorosamente. Y Nos sentimos y deseamos la vida por encima de todas las cosas”. El pianista de conspicuo rostro asintió: “Aquel estimado y colérico compañero, a quien echo tanto de menos, no podía sino afirmar la revolución de todas las cosas; gustaba de representarse un mundo en eterno cambio, donde las almas no eran más que gotas de agua en un océano infinito. Por otro lado, guerreras y amantes y bellas gotas, o al menos algunas de entre ellas”. El príncipe reflexionaba profundamente sobre las palabras del pianista, y éste prosiguió con su excurso, tras una breve pausa: “De este modo, el hombre no era más que la posibilidad de algo más lejano y más grande: Personalidad, yo, y alma, no eran más que los vacuos conceptos y los astutos artificios de las moscas… El libre albedrío consistiría, sencillamente, en la posibilidad de crear y de procrear”. Ludwig ahogó una carcajada: “Ahora, por el contrario, no veo dónde radica la nobleza de su filosofía; antes bien se me antoja vana, apenas plebeya. Los hombres grandes lo son por el mero hecho de vivir y morir entre los pequeños… La única explicación al mundo es su belleza misma, y por ende debe existir una casta de hombres superiores que la admire y la promueva… De otro modo, si nos hubiésemos doblegado a la voluntad de esos zarrapastrosos de München, los negros humos de las factorías y de las industrias inglesas ya nos hubieran consumido a todos. Por fortuna, los bávaros aún resisten y confían en su Príncipe”. Richard asintió gravemente, como recordando; por un momento pareció degustar unas palabras largo tiempo impresas en ciertos libros blancos. “Majestät, os otorgo la razón toda; yo humildemente trato de articular divinos sonidos; y en cuanto a qué dioses queden adscritos… eso ya no me incumbe. Mas no era así para mi caro amigo, me temo, cuya fiera sabiduría trató de destruirlo todo para, según dijo, edificar algo nuevo y provechoso, algo más saludable. Y ni siquiera pensaba en los hombres presentes 9

“Héroes”.

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BOLETÍN LITERARIO DE STUDIA HERMETICA: DER PRINZ DER NACHT SHJ, ISSUE III, nº 1, 2013 mientras filosofaba a martillazos (a éstos los daba ya por perdidos), sino más bien en los futuros”. El príncipe pareció abandonarse a una honda meditación, y al punto habló más para sí mismo que para su digno contertulio: “¿Y qué representan para Nos los hombres del futuro?, no acierto a ver otra cosa mas que rebaños y pastores; ya sea aquellos que orgullosos portan hoces y martillos, o bien enormes banderas uniformadas, desprovistas de escudos reales… No, ninguno de esos mundos será como los nuestros; ninguno solo sabrá jamás de Nos, porque seremos por siempre un enigma para todos ellos. Ninguno conoce el verdadero sentido de la soledad, ni tan siquiera de la manufactura y la fantasía, así como del regocijo y la congoja, dones todos reservados a los verdaderos hijos de la noche”. Y Ludwig apartó la mirada de su amigo y retornó al valle, turbado y lacerado por miles de insectos venenosos; Der Mond se mostraba en su esplendor, dominando y dando la bienvenida a sus invitados. Entonces el pianista se sumió en un profundo y silencioso trance, dedicándose a su arte con renovada pasión. III El príncipe melancólico se sentía viejo y cansado; cobarde y pusilánime… No pudo hacer frente a los que pretendían robarle su honor, y no había logrado izar el estandarte de la exhausta estirpe de los Wittelsbach por sobre las cabezas de sus enemigos, tal y como predijo alguna sibila escondida, durante un lejano sueño de la niñez. No había podido penetrar entre las grietas de la morada de los cisnes, y extraer la espada de Lohengrin10… Pero no se rendiría tan fácilmente; enseguida palpó con su diestra el tahalí y comprobó que ningún ardiente o helado filo yacía para darse muerte o ejercerla sobre otros, y bajó la mirada hacia lo más profundo de la hondonada, cabizbajo y doliente. ¿Podría la luna librarle de una dolorosa muerte si decidía descender en rauda caída? Apartó de sí tales pensamientos y creyó percibir una nueva claridad en los cielos. La melodía cesó y el pianista se incorporó, grave y atento. Sus ojos se clavaron en la espalda del príncipe, y éste los sintió llamear. La escena fue súbitamente interrumpida por un enorme fulgor que estalló en el cielo, y que con monstruoso y ensordecedor estruendo se precipitó hacia la falda de la 10

Héroe de la mitología germana, identificado con el Caballero del Cisne.

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BOLETÍN LITERARIO DE STUDIA HERMETICA: DER PRINZ DER NACHT SHJ, ISSUE III, nº 1, 2013 colina donde asentábase desde hacía siglos el castillo de Hohenschwangau, cuyo entrañable recuerdo aún latía en el corazón del Rey. Lo que una vez amó como niño y caballero, comenzaba a ser amenazado por las llamas de un incipiente incendio. ¡Horror! La noche había escupido una bola de fuego desde sus más ardientes alturas, y ahora consumía la materia prima de sus más tiernos sueños. Mas no acontecería de ese modo mientras se mantuviera firme, y pese a estar desarmado dio un paso al frente con gallardía, y dispúsose a clamar el grito de su estirpe: Mein Lieber Schwan!11 De improviso seis cisnes gigantes emergieron del valle en rauda ascensión, arrastrando el principesco trineo de oro y zafiro, y graznando en dirección a la balconada, en la que Ludwig convertíase ya en el Schwanenritter12, en el Caballero del Cisne que retorna. Se desvistió, y dando la bienvenida a los cisnes y a su otrora vehículo níveo, recibió del pico de uno de las aves los ropajes que anunciaban su nueva y vieja condición. Y espléndido y magnífico como en realidad era, se mostró ante las profundidades. “He aquí vuestras enseñas, seine Majestät, os harán falta para hacer frente a los grandes peligros que os aguardan allí abajo”, le susurró Richard con suma suavidad, apresurándose a alcanzar el estandarte y el escudo a su soberano. “Os lo agradezco, sois divino en cuerpo y alma, y nunca olvidaré que Neu Hohenschwangau Schloss13 fue concebido para vos… Volved a Nos, os lo rogamos. Por vos hemos vivido y seguro moriremos, y a vos debemos nuestra visión”. Richard sonrió, y se permitió dar un beso en la mejilla del Schwanenritter. “Partid ahora, mi divino König, poco más puedo hacer ya por honraros”. Ludwig-Lohengrin se disponía a contradecirle, pero se contuvo ante la tierna mirada de su amado maestro. “Marcho ya para consumar mi destino, Meister14”. Y diciendo esto se precipitó al vacío, montado en su trineo, en pos de lo desconocido. Le habló la luna, como hablaría una madre a su hijo: “Ludwig, es mi deseo que seas el Príncipe de la Noche, y que me representes ante el mundo cambiante de los hombres con hechos y palabras. Condúcete hacia el lago y extingue el fuego del cielo. Desciende y somete al dragón de las profundidades”. Ludwig sonrió complacido y se

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“Mi querido cisne”. “El caballero del cisne”. 13 “Nuevo castillo de Hohenschwangau”. En realidad, el nombre que Ludwig II le dio a lo que conocemos actualmente por Neuschwanstein. 14 “Maestro”. 12

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BOLETÍN LITERARIO DE STUDIA HERMETICA: DER PRINZ DER NACHT SHJ, ISSUE III, nº 1, 2013 elevó en su sitial: “Mein lieber Mond15, no te fallaré. Desde siempre has sido mi único amor verdadero, y mi única soberana”. Y el trineo siguió descendiendo, dirigiéndose hacia las aún lejanas llamas. Nuestro príncipe cubrióse los ojos y trató de asirse al trineo volador, aturdido por la imposible velocidad y el torrente gélido del viento desatado en semejantes alturas, pero no pudo aguantar el terrible traqueteo y acabó por precipitarse sobre el bosque iluminado. Y si no fuera porque su más fiel cisne logró desasirse de las riendas y acudió en su ayuda, allí habría perecido; con premura el ave magnífica lo depositó en la misma orilla del lago, en un pequeño claro, donde una doncella yacía indefensa y prisionera. ¡Era Elsa! IV Ludwig contempló atónito la huida de los cisnes, y recogiendo su escudo y su estandarte caídos, se dispuso a socorrer a la bella. Porque ante sí tenía a una doncella noble y majestuosa, que junto a la orilla del Lago de los Cisnes contemplaba el reflejo de su propio rostro, suspirando. Enormes y lustrosos cabellos la aprisionaban a las raíces de los árboles cercanos, y la herían hasta el punto de no poder moverse; a pesar de ello, su penosa mirada acertó a girarse: “Águila”, dijo enternecida la doncella. “…Por fin has regresado a mí, tal y como Der Mond predijo. Pero veo que no eres el Príncipe de la Noche, y nada puedes hacer por rescatarme. Porque sólo un caballero efectivamente ataviado con los plúmbeos aceros del cielo será capaz de cortar los cabellos que me atan a mi propio reflejo, eternamente difuminado y malogrado por el paso de los años en soledad y eterna tristeza”. Ludwig recogió el pesado escudo y se dirigió hacia la beldad del lago, atormentado por la culpa; Elsa: princesa robada y amante. Traicionada y prisionera de su propio orgullo. “Aún no te sientas en el Pfauenthron16, mi tierno y querido Ludwig, y no puedes salvarme”. A pesar de todo, nuestro príncipe acertaría a tirar de los extensos tirabuzones de la princesa, ignorando sus alaridos de dolor. “¡Ay! ¡Así no lo conseguirás, idiota! Debes conocer y consumir el misterio del fuego que cayó del cielo. Sólo así podrás liberarme de esta tortura”. Nuestro príncipe retrocedió, humillado. “¡Te salvaré, aguarda un poco más, doncella Cisne!” Ludwig se preguntaba qué era aquello que había caído del cielo, y por qué amenazaba a todo lo que una vez quiso. Pero tales 15 16

“Mi querida luna”. “Trono de pavo real”.

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BOLETÍN LITERARIO DE STUDIA HERMETICA: DER PRINZ DER NACHT SHJ, ISSUE III, nº 1, 2013 preguntas quedaban ahogadas por el reflejo de las llamas, que progresivamente se encaramaban sobre las copas de los árboles, entre violentos crepitares. Y Ludwig decidió encarar el fuego escudo en ristre, desesperado y sudoroso, directo hacia el cerco llameante de Hohenschwangau, mientras cientos de criaturas boscosas buscaban refugio en el interior de las aguas tibias del Schwansee17. “¡Ludwig, deteneos!” Detúvose y miró en derredor, sin acertar a reconocer a nadie capaz de proferir tales palabras. “¡Descúbrete! ¿Quién detiene el paso firme del Caballero del Cisne?” Nuestro príncipe tan sólo obtuvo una carcajada gutural por respuesta. “¿Paso firme, decís?… Antes bien sois un patizambo que se dirige a una muerte segura…” “¡Descubríos, os lo ordeno!”, chilló patéticamente Ludwig. La voz del bosque contestó: “Yo únicamente rindo pleitesía a Der Mond. Elevad la mirada y me encontraréis”. Y aquél, encandilado por el fulgor del incendio cercano, tan sólo pudo atisbar una lechuza posada en una rama. “¿Acaso sois una lechuza parlante?”, inquirió atónito nuestro príncipe malogrado. La lechuza ignoró su absurda pregunta y continuó: “Si continuáis hacia el castillo, moriréis asfixiado y carbonizado, pero si tomáis el sendero de la gruta escondida, hallaréis al menos un digno final, a manos del dragón subterráneo”. El príncipe dirigió una mirada torva hacia la criatura nocturna, y contestó: “¿Acaso el incendio que amenaza al castillo y a sus habitantes no fue provocado por el dragón que descendió de los cielos, y que ahora campa a sus anchas por estos bosques?” La lechuza se tapó sus grandes ojos con las alas, y ululando decidió emprender vuelo, abandonando al torpe Ludwig a su suerte. V Ludwig se hallaba perdido en el bosque, enclavado entre el sendero que ascendía a las llamas crecientes, y aquel otro que descendía a la Gruta del Cisne. Y tras un breve cavilar decidió tomar la ruta descendente hacia las profundidades de la tierra, acordándose del mandato de Der Mond. Y desarmado como estaba, se dirigió veloz hacia su destino, descendiendo más y más hasta que alcanzóle la noche; no obstante, nuestro caballero estaba bendecido desde su nacimiento con el don de ver y habitar en la oscuridad, y sus ojos refulgieron azules. “Dunkelheit18”, susurró Ludwig. “Dunkelheit”.

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El “Lago de los Cisnes”. “Oscuridad”.

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BOLETÍN LITERARIO DE STUDIA HERMETICA: DER PRINZ DER NACHT SHJ, ISSUE III, nº 1, 2013 Ludwig convocaba a las llamas fatuas, a las Feen19, las hadas profundas que danzaban al son de las almas muertas. Y allí las vio, iluminando nuevamente los senderos umbríos con glaucos ojos, como pequeños fuegos fatuos que escoltaron a nuestro príncipe hasta la misma boca de la gruta. Ludwig les agradeció su asistencia en virtud de un antiguo pacto entre mundos, y en virtud de su misma nobleza, y les instó a que abandonaran la región entre aullidos que expelieran a los viajeros errantes. Nadie debía acercarse al castillo mientras el fuego del cielo causaba estragos. La boca de la gruta, que se aparecía ante los viajeros en forma de una siniestra cabeza de cisne bostezando, exhalaba una leve bocanada de hedor putrefacto, alertando de los peligros que allí moraban. Ludwig se apresuró a adentrarse con paso firme pero sigiloso, manteniéndose oculto tras su escudo; a medida que avanzaba, la gruta se hacía más grande e iluminada, y las luces acabaron por entremezclarse: verduzcas y azuladas, violáceas y escurridizas. Lo cierto es que pronto convergieron hacia una gruta mayor, quizás el subterráneo salón de un Oberherr20 largo tiempo olvidado, y que se hallaba anegada por un lago sin fondo, cuyo espejo reflejaba el techo mismo de la cueva, creando la ilusión de estar ante un abismo terrible e insondable. Ludwig hallábase ya en la orilla, triste y apartado. “Mein Lieber Schwan!”, prorrumpió, y al tiempo una de sus criaturas cruzó las aguas turbias tirando de una suntuosa barcaza. Montó sin dilación, cual Lohengrin sin espada, y dispúsose a continuar su loca aventura contra la criatura subterránea. La galería se fue apagando, a medida que su curso se arrastraba lentamente; Ludwig estaba inquieto, y su pulso parecía delatarle en el silencio mismo, y al fin su cisne cicerone intuyó la cercanía del peligro y huyó patéticamente, ante la atónita mirada del tembloroso Caballero del Cisne, que al punto se preparó para resistir un embate invisible… Mas sólo las gotas que se desprendían de las estalactitas evidenciaban la realidad misma del sonido, en mitad de aquel recóndito lugar: una barcaza varada en el interior del silencio y de la quietud. El Schwanenritter comprendió que debía lanzarse al agua y desafiar a los cangrejos ciegos de las profundidades, y así lo hizo, volcándose sobre su escudo y salvavidas (extrañamente, flotaba).

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“Hadas”. “Gobernante”.

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BOLETÍN LITERARIO DE STUDIA HERMETICA: DER PRINZ DER NACHT SHJ, ISSUE III, nº 1, 2013 Un burbujeo le alertó del peligro que emergía de las profundidades, y ahogó un grito cuando sintió cómo sus piernas eran atrapadas por una mole irresistible; El Rey de los bávaros se hundió en el torbellino del dragón subterráneo, y finalmente se ahogó. VI “Ludwig, soy yo; mírame”. El príncipe creyó haber muerto en las profundidades de la gruta, presa de la fuerza inconmensurable del draco, pero sobrevino lo inesperado. Abrió finalmente los ojos, y se descubrió exhausto y empapado, pero ileso; hallábase en mitad de una gruta mucho más oscura que las anteriores, que despedía un olor azufroso e insalubre, ferroso y cerrado. Un hedor que las narices más agudas eran tardas en ignorar, y que sumió a Ludwig en un ataque de tos. ¿Quién le hablaba? “¡Otto!, ¡hermano!”, acertó a decir nuestro príncipe cuando pudo reconocer a su salvador. Otto asintió. “Querido Ludwig… Ahora vivo aquí, en las profundidades de la gruta que tanto visitábamos cuando éramos niños, ¿te acuerdas? Nunca nos atrevimos a adentrarnos demasiado, pero como puedes comprobar, sus estancias son infinitas” Ludwig asintió, recordando los bellos momentos en los bosques, en el lago, y las almenas de las torres, y esbozó una sonrisa. “Otto, como Lohengrin he arribado a tierra, pero carezco de la espada que pueda dar muerte al dragón subterráneo que nos oprime… ¿Cómo he llegado aquí?” Otto pareció divertido y reconfortado ante la confusión de su hermano. “El dragón me suele traer cosas, ¿sabes, Ludwig?, y ahora te ha arrastrado hacia mí, sano y salvo”. Los príncipes se incorporaron y se internaron en la gruta con premura. “Der Mond me ha ordenado que venza al dragón del valle, Otto. No puedo fallarle. ¿Acaso es tu aliado?” Éste negó con la cabeza. “Nos ignoramos, sencillamente. Le he visto muy pocas veces; es un reptil escurridizo y muy feo, cubierto de escamas y apenas dotado de unas alitas concebidas antes para nadar que para surcar los cielos”. Ludwig pareció aún más contrariado. “Entonces, él no pudo provocar el incendio que amenaza al castillo y a Elsa…”. Otto le miró horrorizado: “¡Un incendio!… Me temo que nuestro draco carece de aliento para eso, pero has hecho bien en bajar a buscarle, ya que a pesar de no ser apto para provocar ígneo aliento, sí le veo capaz de sofocar el incendio que amenaza a la superficie. Sólo tendrás que saber recompensarle”. Los hermanos siguieron su despreocupada conversación, ascendiendo paulatinamente, mientras el hedor se hacía más y más acusado. Otto se giró sobre sí mismo, con un gesto repentino y violento. “El

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BOLETÍN LITERARIO DE STUDIA HERMETICA: DER PRINZ DER NACHT SHJ, ISSUE III, nº 1, 2013 dragón está justo detrás de nosotros…” Dos estrellas gélidas les contemplaban, envueltas en una cavidad de hielo, en lo más hondo del túnel que serpeaba en lontananza. Al punto les llegó un siseo infantil, que devino en peligroso zumbido cuando se supo el draco observado. Ambos príncipes oyeron cómo pesados y viscosos pasos se aproximaban, y entonces le vieron: un cuello largo dejaba paso a una cabezota repleta de dientes de sierra, afilados como puñales; dos ojos mortuorios y fijos en ellos, coronados por sendos cuernecitos en forma de caracola; su corpachón tenía el color de un pez mustio y opaco, recién muerto. Sus garras se arrastraban por el frío suelo con extraña determinación, cuyo aterrador cénit lo constituía el chapoteo de su barrigota al enfrentarse con la fricción de las rocas; su cola era larga y marchaba desganada, a la zaga del grotesco y abotargado conjunto. Pese a todo, el draco inspiraba ternura antes que temor, y simpatía antes que odio. Ludwig fue el primero en hablar: “Yo os saludo, Drachen21. Desde tiempo inmemorial nuestro linaje ha ejercido sus reales derechos sobre este valle y lo que bajo él yace dormido, y ahora venimos en son de paz y amistad para pediros que intervengáis a nuestro favor, pues los árboles se queman, así como el símbolo de nuestra infancia”. El dragón emitió un ruido sibilino, mezclado con un bufido, al que siguió una sacudida de cabeza. Se burlaba de nuestro aterido príncipe, de eso no cabía dudar, y éste, naturalmente, se enfureció. Otto, temiendo el desastre que se avecinaba sobre su hermano, intervino providencialmente: “Dragón, yo os prometo aquello que más deseáis; compañía, riquezas y moradas sin fin. ¡Yo os prometo todo el pescado del Lago de los Cisnes!” Ante semejante ofrecimiento, nuestro draco no pudo sino pegar un bote, animado por la gula y la satisfacción apetitosa, provocando un temblor en la galería toda, y entonces, girándose torpemente sobre sí mismo, emitió un significativo ademán. “¡Sigámosle!” VII Ambos príncipes corrieron tras el draco gordo, que les condujo dando tumbos hasta la salida, en la que les aguardaba una curiosa comitiva de cisnes y un trineo, dispuestos a transportar a Ludwig-Lohengrin hacia su destino. Cuando contemplaron las aves níveas al engendro se asustaron y huyeron, pero los gemidos desesperados de Ludwig les hicieron desistir de su cobardía. Y en fin, una vez reunida la extraña 21

“Dragón”.

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BOLETÍN LITERARIO DE STUDIA HERMETICA: DER PRINZ DER NACHT SHJ, ISSUE III, nº 1, 2013 congregación, Otto se hizo con la palabra, solemne: “Hermano, ¿acaso no recuerdas la historia que nos relataba unsere Mutter22, al calor del fuego de invierno?… Nuestro Vater23 Maximiliano expulsó al Drachen del lago, castigándole a morar para siempre en las catacumbas del valle, dado a que en un arrebato de glotonería éste infligió severos daños a una de las embarcaciones reales, y a que… a que devoró algunos cisnes añosos, muy queridos por nuestro común progenitor (las aves se estremecieron al oír esto, y el draco bajó la mirada, abochornado…). Ahora, al conducirle a sus añoradas aguas, no hacemos más que redimirle y prestarle un gran favor”. Y parecía cierto, porque andaba el reptil vivaracho y feliz, probablemente imaginando su inminente festín. Mas otro peligro continuaba abatiéndose: el fuego se propagaba con rapidez, y durante las horas perdidas en la caverna arrastróse ante las puertas mismas del castillo… ¿Y qué había sido de Elsa? ¿La habrían alcanzado ya las llamas? El joven príncipe se precipitó sobre el trineo, y tirando de su hermano, quiso apartarle de la entrada. “¡Detente, Ludwig!”, ordenó categórico Otto: “¿Cómo puedes pensar que en esa penosa condición en la que te encuentras, medio desnudo y empapado, serás capaz de hacer frente a los peligros que te aguardan allende el sendero umbrío? ¿Dónde está la armadura que te define como el justo Schwanenritter, así como tus armas y defensas?” Y era cierto. Hallábase oculto su arsenal de caballero: su escudo, perdido en las aguas turbias del subterráneo, y en cuanto a la noble armadura y el filo de su estirpe, ¿quién podía decirlo? Como quiera que sea, la cómica frustración del melancólico llegó pronto a su fin, porque fueron los cisnes de la caverna quienes, conociendo el regreso de su paladín, se apresuraron a portar el cofre sagrado a su destinatario, que durante generaciones, desde la lejana victoria contra los húngaros, había permanecido visible solamente para aquellos a quienes los hados divinos colocaron ante semejante gloria. Sin dilación, Lohengrin-Ludwig armóse con ayuda de Otto, ante la irónica y gulosa mirada del dragón. Y pertrechado de este mortífero modo que os imagináis, el Caballero del Cisne se dispuso a emprender la peligrosa subida hacia las llamas; en cuanto a su escudo, no tuvo que lamentar mucho más su carencia, porque otro cisne rezagado lo traía sonriente entre sus alas. ¡Ahora sí, los hermanos estaban prestos a hacer frente a sus enemigos, cualesquiera que estos fueran! “Otto”, susurró Ludwig, contenido. “…No puedo 22 23

“Nuestra madre”. “Padre”.

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BOLETÍN LITERARIO DE STUDIA HERMETICA: DER PRINZ DER NACHT SHJ, ISSUE III, nº 1, 2013 moverme… El hierro que ahora me envuelve es un grávido escombro. ¡Empújame al vehículo y sostenme en él!” VIII La bella Elsa yacía moribunda en la orilla del lago, turbada por los vapores del lago y el apabullante incendio. Estaba próximo su final, víctima y prisionera de su reflejo y de sus extensos bucles castaños, cuando pudo sentir cómo un enorme corpachón se sentaba a su vera, en la orilla del lago, y comenzaba a sorber el líquido elemento con la avidez de un sediento ejército: “Glub-glub-glub-glub…” El lago entero parecía que decrecía en volumen, al mismo ritmo que se hinchaba la panza del draco, que una vez saciado, se volvió hacia las lenguas de fuego, y reuniendo todo el aire que pudo en sus pulmones, exhaló un poderoso soplido que sonó y tuvo el efecto mismo de un devastador vendaval. Los crepitantes árboles se torcieron nuevamente, pero esta vez en la dirección contraria al fuego, y en unos instantes la princesa estuvo a salvo. Las primeras llamas habían sido derrotadas. Entretanto arribó el trineo, y sobre él, los príncipes. “¡Cisnes, colocaos tras la cola del Drachen y esperad a que consuma el fuego para avanzar! Debemos conocer el origen de este colosal incendio y salvar el castillo. Y así lo hicieron, aguardando a que una y otra vez, el dragón regresara desde el lago con el fin de apaciguar las llamas con su frío aliento, hasta que finalmente alcanzaron las murallas, donde comprobaron cómo una legión de hombres pertrechados con cubos de agua y mangueras, pugnaban por no quemarse. Otto entornó la mirada y frunció el ceño en dirección a las almenas: “¡Mira, Ludwig! El comandante de la soldadesca es el malvado Graf24 Karl Theodor von Holnstein, quien ha reunido aquí a cientos de húsares para marchar sobre Neu Hohenschwangau25 y derrocarte; hemos de detenerlo antes de que pueda reaccionar”. El Caballero del Cisne elevó como pudo la espada en dirección a su abyecto enemigo. “¡Ahora deteneos, cisnes, pues he de trabar singular combate contra mis enemigos”. Y Ludwig descendió de su espléndido trineo, ayudándose de Otto, quien en adelante le serviría de fiel soporte. “Otto, empújame con todas tus fuerzas, pues he de dispersar a esta grey de malnacidos traidores”. Y así lo hizo su fiel hermano, en unísono grito de 24 25

“Conde”. “Nuevo Hohenschwangau”.

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BOLETÍN LITERARIO DE STUDIA HERMETICA: DER PRINZ DER NACHT SHJ, ISSUE III, nº 1, 2013 batalla. Pero el Graf von Holnstein habíase percatado de la llegada del König Verrückt26, y ordenaba ya a sus hombres que reemplazaran sus cubos por sables. “¡Prestaos a capturar al infeliz, mis valientes. Mirad cómo se aproxima a su total perdición!” Y con funestas carcajadas, así se mofaba de nuestros príncipes; y disponíase ya a dar la orden de ataque cuando atisbó al draco, quien retornaba ahíto de peces, plasmando en su dentada testa lo más parecido a una sonrisa. No merece la pena describir el desbocado horror que invadió al Graf y a sus húsares todos, quienes buscaron refugio atropelladamente en los vetustos corredores de la plaza. ¡La victoria de Ludwig era clamorosa! Ambos hermanos detuvieron su paso, exhaustos y jadeantes. Ludwig habló al fin: “Drachen, hoy nos has servido bien, y por eso te conmino a que vuelvas a las profundidades del Lago de los Cisnes, y mores allí el tiempo que desees, ¡pero no te atrevas a dañar a quienes te dan cobijo y alimento, o serás confinado nuevamente a las galerías subterráneas del valle”. El draco al parecer estuvo de acuerdo, y a trompicones se deslizó por la pendiente, torciendo los árboles que se interponían en su camino, y dejando una sinuosa estela de tierra batida tras de sí, hasta que todo el valle se hizo eco del monumental chapuzón (de hecho, no se volvería a ver al reptil hasta más de un siglo después, en similares circunstancias). Ludwig sacudió su cabeza y acertó a susurrar antes que hablar: “Ahora, hermano mío, te ruego que me ayudes a desembarazarme de esta infernal escombrera, o acabaré por desvanecerme”. Otto asintió, sosteniendo una desconfiada mirada sobre las almenas. En realidad, el malvado Graf no había sido derrotado por completo, y una vez convencido de la desaparición del dragón y de la total extinción del incendio, aún persistiría en su traición. IX Ludwig debía encontrar la fuente del incendio y convertirse en el Príncipe de la Noche, y clavando sus pupilas en la claridad de Der Mond y su séquito, ordenó a sus cisnes que le elevaran sobre el humeante y brumoso valle. Habíase despedido de su hermano Otto, que afirmó preferir la soledad de las grutas subterráneas a la compañía pegajosa de los hombres, quienes, según afirmó también, le tomarían por loco y le encerrarían otra vez a la menor oportunidad. Esto apenó a nuestro príncipe melancólico, pero nada pudo hacer por convencerle de que retornara con él a Neu Hohenschwangau. 26

“Rey Loco”.

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BOLETÍN LITERARIO DE STUDIA HERMETICA: DER PRINZ DER NACHT SHJ, ISSUE III, nº 1, 2013 Ahora debía de librar de sus ataduras a Elsa, pero no antes de hallar el misterio del Pfauenthron. Recordó un viejo manuscrito y sonrió. Abajo, cercado por un negro malpaís de muerte yacía una roca humeante; una enorme piedra del cielo regular. Un círculo perfecto. Ludwig ordenó a sus aves el descenso, posándose a una distancia prudente del armatoste, y colocando sus piececitos en el suelo con suma cautela; el menor ruido le hubiera aniquilado de terror, a decir verdad. No obstante, avanzó: un Rey ataviado con harapos y arrastrando el filo de Lohengrin por sobre las cenizas del otrora foco principal del incendio. De algún modo supo que el Meteorit debía drenar su carga sin dilación, o estallaría en mil pedazos de cristal; y de algún modo así lo hizo. El cascarón se quebró y una manita asomó en su cresta, y luego una cabeza rechoncha y barbiluenga, y luego un cuerpecillo; una especie de criatura corta y siniestra descendió penosamente, ignorando a Ludwig. Carraspeó atronadoramente y miró en derredor; una vocecilla insinuante y perversa se decidió a intervenir: “¿Quién eres tú, insolente…? ¿Cómo osas acercarte a mi vehículo lunar?” Y el Zwerg27 sacudió sus manos ante la retahíla de títulos y epítetos que nuestro melancólico príncipe enumeró, a colación de su atrevida interpelación. “Ya, ya… Ya sé: sois el Rey Cisne o el Príncipe Luna. ¿Qué más me da? ¿Qué deseáis? Esa vieja chocha no me envía a tierra salvo por una buena razón…” Ludwig estaba rojo de ira, pero conteniendo su furia atronadora se sentó y suspiró: “Deseo hallar el enigma de la noche y del pavo real, y sé bien que tú, enano mezquino, podrás darme una respuesta”. El Zwerg sonrió sardónicamente: “¿Cómo me llamo?… Nunca realizo encargos para gente desconocida. Enunciad mi nombre” Ludwig se incorporó y le miró desafiante: “Vos sois Alberich; y si forjasteis en otro tiempo piezas terribles, podréis ahora entronizarme en el abanico purpúreo del pavo real”. El enano palideció, y retornó al interior del huevo valiéndose de un sencillo y certero salto; al punto emergió nuevamente, ataviado con un completo utillaje de preciosos y llamativos colores, y con él otros enanos, cada uno aportando su ciencia y su destreza sobre la materia celeste. Comenzaron por picar la roca con profusión, ante la atónita mirada de nuestro Príncipe. Después siguieron con sus trabajos orfebres, y más y más enanos se sumaron a la gesta cuando fue el turno de modelar su talla última. Tras un tiempo que pareció eternidad pero fue poco más que breve murmullo, un trono

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Enano.

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BOLETÍN LITERARIO DE STUDIA HERMETICA: DER PRINZ DER NACHT SHJ, ISSUE III, nº 1, 2013 comenzó a recortarse, y pronto, muy pronto, Ludwig se adelantó y sentó, nimbado por las lustrosas colas de tres majestuosos pavos reales, que exuberantes y eróticos dieron la bienvenida al soberano. Ludwig pareció complacido cuando contempló cómo su cuerpo se revestía de la intimidad de la noche. Ataviado con las galas de un príncipe, tornábase azabache el azul. Su coronación como Príncipe de la Noche era completa, y esta vez sí, podría salvar a Elsa y dirigir sus huestes contra los acantonados en el castillo de Hohenschwangau. E hizo ambas cosas, pero la princesa libertada no recobró mas que una sonrisa amarga y una mirada altiva: “Ludwig, me liberas pero no deseo más que vivir en la duermevela de las estrellas, sobre tus castillos y palacios. Parto ahora para reencontrarme con mis ancestros”. Y Ludwig, cabizbajo y espléndido, no pudo sino contemplar a la beldad descendiendo hacia el lago, perdiéndose para los bávaros. Iracundo, el príncipe desplegó a un ejército de criaturas nocturnas contra sus enemigos, y a él acudieron levas de toda Baviera. Buenos, saludables y valientes súbditos dispuestos a entregar la vida por su Rey, y al horrísono se arrojaron hacia la victoria, cuando la hora del lamentable despertar sonó. X El doctor Bernhard von Gudden y se detuvo a un paso de la carretera, junto al coche en el que el Conde de H. aguardaba el desenlace. La policía había acordonado todas las salidas del castillo, y dispersado a los supuestos aliados del demente. Llovía con profusión y sin piedad, y una furiosa tormenta se desencadenaba sobre ellos, amenazando con arruinar toda la operación. ‒Y dígame, doctor, ¿cree que es probable que trate de huir? ‒Sin lugar a dudas, Su Excelencia. ‒Permaneceremos atentos, pues. El Rey ya despertaba de sus sueños, confuso. ‒Prinz der Nacht…‒Había caído dormido sobre el escritorio, y el vino se había derramado, pringando y anegándolo todo. Sentía un regusto anisado en su paladar, y su aliento pestilente le acuchilló las sienes. Acertó a levantarse, bamboleante, y finalmente cayó estrepitosamente. Un peso muerto, un cuerpo rechoncho y un rostro desfigurado. Era inútil resistirse; había pedido que le trajeran veneno, pero ninguno de sus leales sirvientes estaba dispuesto a que le acusaran de alta traición. Se hallaba solo y maltrecho, como acostumbraba. La sangre había

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BOLETÍN LITERARIO DE STUDIA HERMETICA: DER PRINZ DER NACHT SHJ, ISSUE III, nº 1, 2013 atraído a los lobos sedientos, y ya no podía sino aguardar a que le prendieran, o algo peor. Se asomó a la balconada y contempló las luces de las linternas; recordó a su maestro y amigo, y una lágrima se deslizó a lo largo de su sonrojada mejilla. Súbitamente, uno de sus sirvientes hizo acto de presencia: ‒¿Su Majestad ordena algo antes de que emprendamos los preparativos del viaje? ‒Soñé con algo hermoso, Wilhelm… Soñé que yo era Lohengrin, y que era de nuevo inocente y joven. Soñé con que renacía en la misma profundidad de la noche, recibiendo el trono del mundo sombrío ‒el sirviente no respondió, y se dispuso a ordenar el desaguisado orquestado sobre el escritorio; obviamente se había acostumbrado a sus letanías. Ludwig volvió a mirar en derredor, y nada había cambiado. Los cimientos del castillo eran firmes y robustos; su belleza era apabullante en lontananza. Había logrado su propósito de elevar a Der Mond la belleza de los cisnes, pero sólo él era capaz de apreciarla. “Baviera será más poderosa y más conocida que nunca, y mi linaje, el linaje del cisne, habrá sido quien lo logre”, pensó. Decidió que ya era suficiente; e inició su largo descenso, ante la atónita mirada de todos y cada uno de sus leales. ‒Majestad, ¿adónde os dirigís? ¿He de remitir una nueva carta a las autoridades y a los periódicos? Aguardad, y veréis cómo el pueblo se alzará en armas por vuestra causa. Pero Ludwig II von Bayern estaba agotado, y se disponía a la muerte. Salió en dirección a la calesa real, con toda la parsimonia y dignidad que pudo reunir, calándose hasta los huesos en mitad de la tempestad. El doctor von Gudden abrió los ojos de puro asombro cuando le vio, y su corazón comenzó a latir violentamente: ‒¡Aguardad! ¿No es ese el Rey? ¡Hombres! ¡A él, que no escape! *** ‒Majestät, dejadme deciros que habéis elegido una noche espléndida para pasear. Estoy muy orgulloso de vuestros progresos, y creo que en breve podréis retornar a vuestros castillos, si así os place, y si el Príncipe Regente da su consentimiento.

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BOLETÍN LITERARIO DE STUDIA HERMETICA: DER PRINZ DER NACHT SHJ, ISSUE III, nº 1, 2013 Ludwig no pareció escucharle; sus ojos soñadores se elevaron para contemplar el cielo, y descendieron al lago por última vez. Creyó ver cómo el reflejo de su madre quedaba roto por el batir de las alas de un cisne negro y suspiró, se diría que aliviado. Entretanto, tres hombres embozados avanzaban hacia el Rey y su médico con mortal determinación, pistola en mano. ‒Estoy de acuerdo, doctor. Una noche inmejorable para dejarse morir en brazos de la luna. ‒Von Gudden le miró inquieto, y se apresuró a cambiar de conversación.

FIN.

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