Edgar Allan Poe

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Selecci贸n de Poesias

Academia Gotica precursora de la literaruta negra.


Ehenis eventur, vellest, quid magni aut lit laborrum quam vene porent duciis erorest, omnis sus as doloribus aliquibero bla ipidunt litiorest, que lab ipsapisit ipienem eatquuntion recuptat prorerunt qui to test aut quia comnis eariore, quam volorias dolut dunte moleceperae voluptas rae porisci qum erior simin prorere poriati ossunditent es nobite sunt pro molores nimuscidus am sime ex et fugitiatio. Nam re volorestis doluptur? Volliqui acitibea simuscim quunt aliatiaseturem hil moluptata quam quas cores sequam faccatur sit lam dolendi dolenit iumquam volupta estruptat vendis et volecearunt, corem et mo mintem expel exped que autemod maximi, quatat aut audam rehendae. Nessiti urionsedi consequo debis voluptur? Atus escimusam que laturi cus volestis eum fugit fugiamet arunditatur? Qui untior aut voluptatur? Borro et qui cuptae..


“Para mí la poesía no ha sido un propósito, sino una pasión.”



MARIO

1 3 5 7

La Durmiente. El Valle de la Inquietud. El Lago. Espíritus de los muertos. Cancion. Las Campanas. Al Rio.

Un Pean.

11

Solo. El Cuervo.

4 6

8 10

Sueño dentro de un Sueño.

9

2



Pr贸logo Tae nemporatiis alis di aut ratur alit eribus mi, aut rectorrorum quis et laccus invenda voluptaquiae dolor aperspit arum ipsum liqui sed utempor eperitios ma dit aut as acerit labo. Ut et in rerum eossitibus natquis tiorerum nihicil lutest, etur, nes dunde sunt que parumet volorem volorae. Ma corro blabore perendu sdanimil eicium nem voluptas molest voluptatis si verunt apitia dionsequi repratatis eat abor ressit, velluptias nobit eum sint aliciat vero intur samusdae. Orem. Im nonsenis necum dendi offictur mosam, sit ipsus min prae mossin earumet in explabo rerciae nonsequi odis il iuntentio beaquae sequasperum exeritiis enis iumquodi is res doluptate nonet. et magnimus derferuptat la prae id qui berum inverfernam sum eos et fugia id quodissumqui si nonsed et odisque plandis secerferem quassimet velent etur ma nost, sitatas maximusdam estrum il mincien dicietur, quam a eat facium vent, consercietu lor aut ut lia doloratum. commoleni fugiaec erchiciam.



Introducci贸n Tae nemporatiis alis di aut ratur alit eribus mi, aut rectorrorum quis et laccus invenda voluptaquiae dolor aperspit arum ipsum liqui

Tae nemporatiis alis di aut ratur alit eribus mi, aut rectorrorum quis et laccus invenda voluptaquiae dolor aperspit arum ipsum liqui

sed utempor eperitios ma dit aut as acerit labo. Ut et in rerum eossitibus natquis tiorerum nihicil lutest, etur, nes dunde sunt que parumet volorem volorae. Ma corro blabore perendu sdanimil eicium nem voluptas molest voluptatis si verunt apitia dionsequi repratatis eat abor ressit,

sed utempor eperitios ma dit aut as acerit labo. Ut et in rerum eossitibus natquis tiorerum nihicil lutest, etur, nes dunde sunt que parumet volorem volorae. Ma corro blabore perendu sdanimil eicium nem voluptas molest voluptatis si verunt apitia dionsequi repratatis eat abor ressit,

velluptias nobit eum sint aliciat vero intur samusdae. Orem. Im nonsenis necum dendi offictur mosam, sit ipsus min prae mossin earumet in explabo rerciae nonsequi odis il iuntentio beaquae sequasperum exeritiis enis iumquodi is res doluptate nonet.

velluptias nobit eum sint aliciat vero intur samusdae. Orem. Im nonsenis necum dendi offictur mosam, sit ipsus min prae mossin earumet in explabo rerciae nonsequi odis il iuntentio beaquae sequasperum exeritiis enis iumquodi is res doluptate nonet.

et magnimus derferuptat la prae id qui berum inverfernam sum eos et fugia id quodissumqui si nonsed et odisque plandis secerferem quassimet velent etur ma nost, sitatas maximusdam estrum il mincien dicietur, quam a eat facium vent, consercietu

et magnimus derferuptat la prae id qui berum inverfernam sum eos et fugia id quodissumqui si nonsed et odisque plandis secerferem quassimet velent etur ma nost, sitatas maximusdam estrum il mincien dicietur, quam a eat facium vent, consercietu

lor aut ut lia doloratum. com- lor aut ut lia doloratum. commoleni fugiae cmoleni fugiaec moleni fugiaec erchiciam. erchici , ati bea aligenis Essed.



"La muerte de una mujer hermosa es, sin duda, el tema mĂĄs poĂŠtico del mundo."



1

La Durmiente.

A medianoche, en el mes de junio, permanezco de pie bajo la mística luna. Un vapor de opio, como de rocío, tenue, se desprende de su dorado halo, y, lentamente manando, gota a gota, sobre la cima de la tranquila montaña, se desliza soñolienta y musicalmente hasta el universal valle. El romero cabecea sobre la tumba; la lila se inclina sobre la ola; abrazando la niebla en su pecho las ruinas se van a dormir. Parecido a Leteo, ¡mira!, el lago parece que se entrega a un sueño consciente y no despertaría por nada del mundo. ¡Toda la belleza duerme! Y ¡mira dónde reposa Irene, con sus destinos! ¡Oh, ilustre señora!, ¿cómo puede estar bien esta ventana abierta a la noche? El aire travieso, desde la cima de los árboles, pasa riendo a través de la reja. Aires incorpóreos, revoltoso brujo, entran y salen de tu aposento revoloteando, y mueve el dosel de las cortinas tan caprichosamente -tan temerariamentepor encima de la cercana y orlada cobertura bajo la cual tu alma adormecida reposa escondida, que, sobre el suelo y por las paredes abajo, ¡como fantasmas las sombras suben y bajan! ¡Oh, querida señora!, ¿no tienes miedo? ¿Por qué y qué estás tú soñando aquí? ¡Seguro que vienes de allende lejanos mares, atraída por este jardín! ¡Extraña es tu palidez! ¡Extraño tu vestido! ¡Extraña, sobre todo, la longitud de tu trenza, todo ese silencio solemne!

¡La señora duerme! ¡Oh, que pueda su dormir que permanece, ser tan profundo que el cielo la tenga bajo su sagrada protección! Este aposento se preparó para otra más santa, esta cama para otra más melancólica. ¡Rezo a Dios para que repose con los ojos cerrados para siempre, mientras los pálidos amortajados fantasmas pasan! ¡El amor mío duerme! ¡Oh, que pueda ella dormir, tan profundamente como largo sea tu sueño! ¡Que los gusanos se deslicen hacia ella suavemente! En lo profundo del bosque, oscuro y viejo puede aparecer algún alto cofre para ella, algún cofre que se abra frecuentemente su negra tapa como unas alas, triunfantes, sobre los pináculos de los palios, de los grandiosos funerales de su familia -algún sepulcro, remoto, solitario, contra cuya tapa ella ha tirado muchas piedras distraídas en su niñez-. Alguna tumba de cuya chirriante puerta ella no pueda forzar nunca más un eco, temblando al pensar, ¡pobre niña de pecado!, que eran los muertos que gemían dentro.



2

El Valle de la Inquietud. Una vez sonrió un silencioso valle donde nadie habitaba; se habían ido las guerras, confiando a las estrellas de suaves ojos cada noche, desde sus azules torres, la vigilancia sobre las flores, en medio de las cuales todo el día la roja luz del sol descansaba perezosa. Ahora cada visitante confesará la inquietud del triste valle. Nada es allá inmóvil, nada salvo el aire que cavila sobre la mágica soledad. ¡Ah! ¡Ningún viento mueve aquellas nubes, que susurran a través del sin sosiego cielo, inquietamente, desde la mañana hasta la noche, sobre las violetas allí yacen en incontables tipos para el ojo humano, sobre los lirios que allí se agitan y lloran sobre una desconocida tumba! Ondean: de sus fragantes cabezas el eterno rocío se derrama gota a gota. Lloran: de sus delicados tallos lágrimas perennes descienden como joyas.



3 En la primavera de mi juventud era mi destino buscar un lugar del ancho mundo que no pudiera amar menos, tan hermosa era la soledad del apartado lago, rodeado de negras rocas, y altos pinos que se elevaban alrededor. Pero cuando la noche había extendido su manto sobre aquel lugar, como encima de todo, y el místico viento pasaba murmurando una melodía, entonces, oh entonces, me despertaba al terror del solitario lago.

El Lago. Pero el terror no era espanto, sino tembloroso deleite, un sentimiento que ninguna riqueza me podría hacer decir ni sobornar a definir, ni el amor, aunque fuera el tuyo. La muerte estaba en aquella ola venenosa, y en su golfo un ajustado sepulcro para el que desde allí podía traer solaz a su solitaria imaginación, cuya solitaria alma podía hacer un Edén de aquel oscuro lago.



4

Espíritus de los muertos.

I

IV

Tu alma se encontrará sola a sí misma en medio de oscuros pensamientos de las piedras de la tumba gris. Nadie, entre toda la multitud, espía en tu hora de secreto.

Ahora hay pensamientos que tú no prohibirás. Ahora hay visiones que no desterrarán. No pasarán de tu espíritu jamás, como gotas de rocío de la hierba.

II Sé silencioso en esa soledad, que no es tristeza de estar solo, pues entonces los espíritus de la muerte que estuvieron en la vida antes que tú, están de nuevo en la muerte a tu alrededor. Y su voluntad habrá de subyugarte: no te muevas. III La noche, aunque clara, fruncirá el ceño, y las estrellas no mirarán hacia abajo, desde sus altos tronos en el cielo con luz como esperanza dada a los mortales. Pero sus rojos ojos, sin rayo parecerán para tu cansancio como una quemadura y una fiebre que se adheriría a ti para siempre.

V La brisa, la respiración de Dios, está quieta, y la niebla sobre la colina tenebrosa, tenebrosa, todavía intacta, es un símbolo y una señal de cómo se sostiene sobre los árboles un misterio de misterios.



5

Cancion. Te vi en tu día nupcial, cuando un ardiente rubor te cubrió, aunque la felicidad se extendía a tu alrededor. El mundo era todo amor ante ti: Y en tus ojos comenzaba a crecer una luz (por cualquier razón) era todo lo que en el mundo mi dolorosa visión de la belleza podía captar. Aquel rubor, quizás, era verguenza de virgen, tal como bien puede pasar, aunque su brillo ha levantado una más feroz llama en el pecho de él, ¡ay! Quien te vio en aquel día nupcial, cuando aquel profundo rubor te cubriera, aunque la felicidad a tu alrededor se extendiera y todo el mundo fuera amor ante ti.



“Los que sueñan de día son conscientes de muchas cosas que escapan a los que sueñan sólo de noche.”



6

Las Campanas.

I

III

Escuchad las campanas de los trineos. ¡Campanas de plata! ¡Qué mundo de diversiones anuncia su melodía! ¡Cómo tintinean, tintinean, tintinean, en el aire helado de la noche! Mientras las estrellas que centellean por todo el cielo parecen parpadeantes con cristalina delicia; guardando el compás, compás, compás, como en un rúnico ritmo, en el campanilleo que surge tan musicalmente de las campanas, campanas, campanas, campanas, campanas, campanas, campanas, del sonar y repicar de las campanas.

Escuchad las sonoras campanas de alarma. ¡Campanas de bronce! ¡Qué historia de terror cuenta ahora su turbulencia! En el sobresaltado oído de la noche, ¡cómo chillan su espanto! Demasiado asustadas para hablar, sólo pueden chillar, chillar, fuera de tono, llamando clamorosamente a la misericordia del fuego, en una loca discusión con el sordo y frenético fuego, que sube más arriba, más arriba, más arriba, con su desesperado deseo, y un resuelto esfuerzo ahora -ahora ponerse, o nunca, al lado de la pálida cara de la luna. ¡Oh, las campanas, campanas, campanas! ¡Qué historia cuenta su terror de desesperación! ¡Cómo rechinan, chocan y rugen! ¡Qué horror vuelcan en el pecho del aire palpitante! El oído comprende completamente, por el tañido, y el rechinar, cómo se abate e hincha el peligro; el oído distingue claramente en el doblar y en el balancear cómo se abate e hincha el peligro por la fatiga o el aumento de la ira de las campanasde las campanasde las campanas, campanas, campanas, campanas, campanas, campanas, campanas, ¡en el clamor y estrépito de las campanas!

II Escuchad las dulces campanas nupciales. ¡Campanas de oro! ¡Qué mundo de felicidad su armonía anuncia en el fragante aire de la noche! ¡Cómo transmiten por doquier su delicia! Más allá de las fundidas notas de oro y todas en armonía qué líquida canción flota para la tórtola que escucha, mientras se regocija con la luna. Oh, de las sonoras celdas, ¡qué borbotón de alegría surge voluminosamente! ¡Cómo se dilata! ¡Cómo resta en el futuro! ¡Cómo dice la gran alegría que excita el balanceo y el tañido para la tórtola que escucha, mientras se regocija de las campanas, campanas, campanas, de las campanas, campanas, campanas, campanas, campanas, campanas, campanas, al ritmo y repique de las campanas!



7 ¡Hermoso río! en el resplandor, límpida corriente de cristal, errante agua. Eres un emblema del brillo, de belleza, de no escondido corazón, la juguetona sombra de arte en la hija del viejo Alberto;

Al Rio. pero cuando ella mira en tu ola, que reluce entonces, y tiembla, pues, entonces, el más bonito de los arroyos se parece a su adorador; ya que en su corazón, como en tu arroyo la imagen de ella profundamente yace, el corazón de él que tiembla ante el rayo de luz de los ojos de ella que indagan el alma.



8

Sueño dentro de un Sueño. ¡Toma este beso en tu frente! Y, en el momento de abandonarte, déjame confesarte lo siguiente: no te equivocas cuando consideras que mis días han sido un sueño; y si la esperanza se ha desvanecido en una noche o en un día, en una visión o fuera de ella, ¿es por ello menos ida? Todo lo que vemos o parecemos no es más que un sueño en un sueño. Yo permanezco en el rugido de una ribera atormentada por las olas, y aprieto en la mano granos de arena de oro. ¡Qué pocos y cómo se escurren entre mis dedos al abismo, mientras lloro, mientras lloro! ¡Oh Dios!, ¿no puedo yo estrecharlos con más ceñido puño? ¡Oh, Dios!, ¿no puedo salvar ni uno, de la despiadada ola? ¿Todo lo que vemos o parecemos no es más que un sueño dentro de un sueño?



9

Un Pean.

I

VI

¿Cómo será leído el rito del entierro? ¿La solemne canción cantada? ¿El réquiem para las más bella muerta, que haya muerto tan joven?

Pero ella se ha ido arriba, con la joven esperanza a su lado, y yo estoy embriagado con el amor de la muerta, que es mi novia.

II

VII

Sus amigos están contemplándola, en su vistoso féretro. ¡Y lloran! ¡Oh!, deshonrar la belleza muerta, con una lágrima!

De la muerta de la muerta que yace toda perfumada aquí, con la muerte en los ojos, y la vida en el cabello.

III

VIII

Ellos la amaban por su riqueza la odiaban por su orgullo. Pero ella creció con salud feble, y ellos la aman, pues murió.

Así en el ataúd recio y largo yo golpeo. El susurro enviado por las grises cámaras a mi canción será el acompañamiento.

IV

IX

Ellos me dicen (mientras hablan de su “costosa mortaja bordada”) que mi voz se está volviendo débil, que no debería cantar de ningún modo.

Tú bien moriste en el junio de tu vida, pero no moriste demasiado bella no moriste demasiado pronto, no con demasiada calma en el aire.

V

X

¡Oh, que mi tono debiera adecuarse a tan solemne canción tan lastimera, tan lastimera, que la muerta no sintiese agravio.

Por eso, para ti esta noche no elevaré un réquiem, pero te llevaré en tu vuelo, con un peán de antaño.



10

Solo. Desde el tiempo de mi niñez, no he sido como otros eran, no he visto como otros veían, no pude sacar mis pasiones desde una común primavera. De la misma fuente no he tomado mi pena; no se despertaría mi corazón a la alegría con el mismo tono; y todo lo que quise, lo quise solo. Entonces -en mi niñez- en el amanecer de una muy tempestuosa vida, se sacó desde cada profundidad de lo bueno y lo malo el misterio que todavía me ata: desde el torrente o la fuente, desde el rojo peñasco de la montaña, desde el sol que alrededor de mí giraba en su otoño teñido de oro, desde el rayo en el cielo que pasaba junto a mí volando, desde el trueno y la tormenta, y la nube que tomó la forma (cuando el resto del cielo era azul) de un demonio ante mi vista.



“A la muerte se le toma de frente con valor y después se le invita a una copa.”



11

El Cuervo.

Una vez, al filo de una lúgubre media noche, mientras débil y cansado, en tristes reflexiones embebido, inclinado sobre un viejo y raro libro de olvidada ciencia, cabeceando, casi dormido, oyóse de súbito un leve golpe, como si suavemente tocaran, tocaran a la puerta de mi cuarto. “Es -dije musitando- un visitante tocando quedo a la puerta de mi cuarto. Eso es todo, y nada más.”

Ahora, mi ánimo cobraba bríos, y ya sin titubeos: “Señor -dije- o señora, en verdad vuestro perdón imploro, mas el caso es que, adormilado cuando vinisteis a tocar quedamente, tan quedo vinisteis a llamar, a llamar a la puerta de mi cuarto, que apenas pude creer que os oía.” Y entonces abrí de par en par la puerta: Oscuridad, y nada más.

¡Ah! aquel lúcido recuerdo de un gélido diciembre; espectros de brasas moribundas reflejadas en el suelo; angustia del deseo del nuevo día; en vano encareciendo a mis libros dieran tregua a mi dolor. Dolor por la pérdida de Leonora, la única, virgen radiante, Leonora por los ángeles llamada. Aquí ya sin nombre, para siempre.

Escrutando hondo en aquella negrura permanecí largo rato, atónito, temeroso, dudando, soñando sueños que ningún mortal se haya atrevido jamás a soñar. Mas en el silencio insondable la quietud callaba, y la única palabra ahí proferida era el balbuceo de un nombre: “¿Leonora?” Lo pronuncié en un susurro, y el eco lo devolvió en un murmullo: “¡Leonora!” Apenas esto fue, y nada más.

Y el crujir triste, vago, escalofriante de la seda de las cortinas rojas llenábame de fantásticos terrores jamás antes sentidos. Y ahora aquí, en pie, acallando el latido de mi corazón, vuelvo a repetir: “Es un visitante a la puerta de mi cuarto queriendo entrar. Algún visitante que a deshora a mi cuarto quiere entrar. Eso es todo, y nada más.”

Vuelto a mi cuarto, mi alma toda, toda mi alma abrasándose dentro de mí, no tardé en oír de nuevo tocar con mayor fuerza. “Ciertamente -me dije-, ciertamente algo sucede en la reja de mi ventana. Dejad, pues, que vea lo que sucede allí, y así penetrar pueda en el misterio. Dejad que a mi corazón llegue un momento el silencio, y así penetrar pueda en el misterio.” ¡Es el viento, y nada más!


De un golpe abrí la puerta, y con suave batir de alas, entró un majestuoso cuervo de los santos días idos. Sin asomos de reverencia, ni un instante quedo; y con aires de gran señor o de gran dama fue a posarse en el busto de Palas, sobre el dintel de mi puerta. Posado, inmóvil, y nada más.

Mas el Cuervo, posado solitario en el sereno busto. las palabras pronunció, como virtiendo su alma sólo en esas palabras. Nada más dijo entonces; no movió ni una pluma. Y entonces yo me dije, apenas murmurando: “Otros amigos se han ido antes; mañana él también me dejará, como me abandonaron mis esperanzas.” Y entonces dijo el pájaro: “Nunca más.”

Entonces, este pájaro de ébano cambió mis tristes fantasías en una sonrisa con el grave y severo decoro del aspecto de que se revestía. “Aun con tu cresta cercenada y mocha -le dije-. no serás un cobarde. hórrido cuervo vetusto y amenazador. Evadido de la ribera nocturna. ¡Dime cuál es tu nombre en la ribera de la Noche Plutónica!” Y el Cuervo dijo: “Nunca más.”

Sobrecogido al romper el silencio tan idóneas palabras, “sin duda -pensé-, sin duda lo que dice es todo lo que sabe, su solo repertorio, aprendido de un amo infortunado a quien desastre impío persiguió, acosó sin dar tregua hasta que su cantinela sólo tuvo un sentido, hasta que las endechas de su esperanza llevaron sólo esa carga melancólica de “Nunca, nunca más.”

Cuánto me asombró que pájaro tan desgarbado pudiera hablar tan claramente; aunque poco significaba su respuesta. Poco pertinente era. Pues no podemos sino concordar en que ningún ser humano ha sido antes bendecido con la visión de un pájaro posado sobre el dintel de su puerta, pájaro o bestia, posado en el busto esculpido de Palas en el dintel de su puerta con semejante nombre: “Nunca más.”

Mas el Cuervo arrancó todavía de mis tristes fantasías una sonrisa; acerqué un mullido asiento frente al pájaro, el busto y la puerta; y entonces, hundiéndome en el terciopelo, empecé a enlazar una fantasía con otra, pensando en lo que este ominoso pájaro de antaño, lo que este torvo, desgarbado, hórrido, flaco y ominoso pájaro de antaño quería decir graznando: “Nunca más,”


En esto cavilaba, sentado, sin pronunciar palabra, frente al ave cuyos ojos, como-tizones encendidos, quemaban hasta el fondo de mi pecho. Esto y más, sentado, adivinaba, con la cabeza reclinada en el aterciopelado forro del cojín acariciado por la luz de la lámpara; en el forro de terciopelo violeta acariciado por la luz de la lámpara ¡que ella no oprimiría, ¡ay!, nunca más!

“¡Profeta! exclamé-, ¡cosa diabólica! ¡Profeta, sí, seas pájaro o demonio! ¡Por ese cielo que se curva sobre nuestras cabezas, ese Dios que adoramos tú y yo, dile a esta alma abrumada de penas si en el remoto Edén tendrá en sus brazos a una santa doncella llamada por los ángeles Leonora, tendrá en sus brazos a una rara y radiante virgen llamada por los ángeles Leonora!” Y el cuervo dijo: “Nunca más.”

Entonces me pareció que el aire se tornaba más denso, perfumado por invisible incensario mecido por serafines cuyas pisadas tintineaban en el piso alfombrado. “¡Miserable -dije-, tu Dios te ha concedido, por estos ángeles te ha otorgado una tregua, tregua de nepente de tus recuerdos de Leonora! ¡Apura, oh, apura este dulce nepente y olvida a tu ausente Leonora!” Y el Cuervo dijo: “Nunca más.”

“¡Sea esa palabra nuestra señal de partida pájaro o espíritu maligno! -le grité presuntuoso. ¡Vuelve a la tempestad, a la ribera de la Noche Plutónica. No dejes pluma negra alguna, prenda de la mentira que profirió tu espíritu! Deja mi soledad intacta. Abandona el busto del dintel de mi puerta. Aparta tu pico de mi corazón y tu figura del dintel de mi puerta. Y el Cuervo dijo: Nunca más.”

“¡Profeta! exclamé-, ¡cosa diabólica! ¡Profeta, sí, seas pájaro o demonio enviado por el Tentador, o arrojado por la tempestad a este refugio desolado e impávido, a esta desértica tierra encantada, a este hogar hechizado por el horror! Profeta, dime, en verdad te lo imploro, ¿hay, dime, hay bálsamo en Galaad? ¡Dime, dime, te imploro!” Y el cuervo dijo: “Nunca más.”

Y el Cuervo nunca emprendió el vuelo. Aún sigue posado, aún sigue posado en el pálido busto de Palas. en el dintel de la puerta de mi cuarto. Y sus ojos tienen la apariencia de los de un demonio que está soñando. Y la luz de la lámpara que sobre él se derrama tiende en el suelo su sombra. Y mi alma, del fondo de esa sombra que flota sobre el suelo, no podrá liberarse. ¡Nunca más!



“El Ăşnico medio de conservar el hombre su libertad es estar siempre dispuesto a morir por ella.â€?



Biografia. Edgar Allan Poe (Boston, Estados Unidos, 19 de enero de 1809 – Baltimore, Estados Unidos, 7 de octubre de 1849) fue un escritor, poeta, crítico y periodista romántico1 estadounidense, generalmente reconocido como uno de los maestros universales del relato corto, del cual fue uno de los primeros practicantes en su país. Fue renovador de la novela gótica, recordado especialmente por sus cuentos de terror. Considerado el inventor del relato detectivesco, contribuyó asimismo con varias obras al género emergente de la ciencia-ficción.2 Por otra parte, fue el primer escritor estadounidense de renombre que intentó hacer de la escritura su modus vivendi, lo que tuvo para él lamentables consecuencias.3

Por motivos económicos, pronto dirigió sus esfuerzos a la prosa, escribiendo relatos y crítica literaria para algunos periódicos de la época; llegó a adquirir cierta notoriedad por su estilo cáustico y elegante. Debido a su trabajo, vivió en varias ciudades: Baltimore, Filadelfia y Nueva York. En Baltimore, en 1835, contrajo matrimonio con su prima Virginia Clemm, que contaba a la sazón trece años de edad. En enero de 1845, publicó un poema que le haría célebre: “El cuervo”. Su mujer murió de tuberculosis dos años más tarde. El gran sueño del escritor, editar su propio periódico (que iba a llamarse The Stylus), nunca se cumplió.

Murió el 7 de octubre de 1849, en la ciudad de Baltimore, cuando contaFue bautizado como Edgar Poe en ba apenas cuarenta años de edad. La Boston, Massachusetts, y sus pa- causa exacta de su muerte nunca fue dres murieron cuando era niño. Fue aclarada. Se atribuyó al alcohol, a recogido por un matrimonio adin- congestión cerebral, cólera, drogas, erado de Richmond, Virginia, Fran- fallo cardíaco, rabia, suicidio, tuberces y John Allan, aunque nunca fue culosis y otras causas.5 adoptado oficialmente. Pasó un curso académico en la Universidad de La figura del escritor, tanto como su Virginia y posteriormente se enroló, obra, marcó profundamente la littambién por breve tiempo, en el eratura de su país y puede decirse ejército. Sus relaciones con los Al- que de todo el mundo. Ejerció gran lan se rompieron en esa época, de- influencia en la literatura simbolista bido a las continuas desavenencias francesa y, a través de ésta, en el con su padrastro, quien a menudo surrealismo, pero su impronta llega desoyó sus peticiones de ayuda y mucho más lejos: son deudores suyacabó desheredándolo. Su carrera os toda la literatura de fantasmas literaria se inició con un libro de po- victoriana y, en mayor o menor meemas, Tamerlane and Other Poems dida, autores tan dispares e impor(1827). tantes como Charles Baudelaire,

Kafka,8 H. P. Lovecraft, Ambrose Bierce, Guy de Maupassant, Thomas Mann,9 Jorge Luis Borges, Clemente Palma, Julio Cortázar, etc. El poeta nicaragüense Rubén Darío le dedicó un ensayo en su libro Los raros. Poe hizo incursiones asimismo en campos tan heterogéneos como la cosmología, la criptografía y el mesmerismo. Su trabajo ha sido asimilado por la cultura popular a través de la literatura, la música, tanto moderna como clásica, el cine (por ejemplo, las muchas adaptaciones de sus relatos realizadas por el director


Obras Selectas Cuentos

“Metzengerstein”, 1832. “Manuscrito hallado en una botella” (“MS. Found in a Bottle”), 1833. “El Rey Peste” (“King Pest”), 1835. “Berenice”, 1835. “Ligeia”, 1838. “La caída de la Casa Usher” (“The Fall of the House of Usher”), 1839. “El hombre de la multitud” (“The Man of the Crowd”), 1840. “Un descenso al Maelström” (“A Descent into the Maelström”), 1841. “Los crímenes de la calle Morgue” (“The Murders in the Rue Morgue”), 1841. “La máscara de la Muerte Roja” (“The Masque of the Red Death”), 1842. “El pozo y el péndulo” (“The Pit and the Pendulum”), 1842. “El retrato oval” (“The Oval Portrait”), 1842. “El escarabajo de oro” (“The Gold Bug”), 1843. “El misterio de Marie Rogêt” (“The Mystery of Marie Roget”), 1843. “El gato negro” (“The Black Cat”), 1843. “El corazón delator” (“The Tell-Tale Heart”), 1843. “La caja oblonga” (“The Oblong Box”), 1844. “La carta robada” (“The Purloined Letter”), 1844. “El entierro prematuro” (“The Premature Burial”), 1844. “El demonio de la perversidad” (“The Imp of the Perverse”), 1845. “La verdad sobre el caso del señor Valdemar” (“The Facts in the Case of M. Valdemar”), 1845. “El sistema del Dr. Tarr y el profesor Fether” (“The system of Dr. Tarr and Prof. Fether”) 1845 “El barril de amontillado” (“The Cask of Amontillado”), 1846. “Hop-Frog”, 1849

Novela

La narración de Arthur Gordon Pym (1838)

Ensayo y crítica

“Filosofía de la composición” (“The Philosophy of Composition”) (1846) “El principio poético” (“The Poetic Principle”) (1848) Eureka (1848) “Charles Dickens” “Longfellow” “Hawthorne” “Criptografía” “Arabia pétrea” Marginalia (1844-49)


Poesía

“Tamerlane” (“Tamerlane”) (1827) “A...” (“A...”) (1827) “Sueños” (“Dreams”) (1827) “Espíritus de los muertos” (“Spirit of the Dead”) (1827) “Estrella del anochecer” (“Evening Star”) (1827) “Un sueño” (“A Dream”) (1827) “El día más feliz, la hora más Feliz” (“The Happiest Day, The Happiest Hour) (1827) “El lago: A ...” (“The Lake: To ...”) (1827) “Al Aaraaf ” (“Al Aaraaf ”) (1829) “Soneto a la Ciencia” (“Sonnet To Science”) (1829) “Solo” (“Alone”) (1829) “A Elena” (“To Helen”) (1831) “La ciudad en el mar” (“The City in the Sea”) (1831) “La durmiente” (“The Sleeper”) (1831) “El valle de la inquietud” (“The Valley of Unrest”) (1831) “Israfel” (“Israfel”) (1831) “El Coliseo” (“The Coliseum”) (1833) “A alguien en el paraíso” (“To Someone in Paradise”) (1834) “Himno” (“Hymn”) (1835) “Soneto a Zante” (“Sonnet to Zante”) (1837) “Balada nupcial a ...” (“Bridal Ballad to ...”) (1837) “El palacio encantado” (The Haunted Palace) (1839) “Soneto del silencio” (“Sonnet-Silence”) (1840) “Lenore” (“Lenore”) (1843) “Tierra de sueños” (“Dream Land”) (1844) “El cuervo (“The Raven”) (1845) “Eulalie, una canción” (Eulalie, A Song”) (1845) “Ulalume” (1847) “Un sueño en un sueño” (“A Dream Within a Dream”) (1849) “Annabel Lee” (1849) “Las campanas” (“The Bells”) (1849) “A mi madre” (“To My Mother”) (1849)


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