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10º Hermandad de la Daga Negra
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Dedicado a ti: Ha pasado tanto tiempo, demasiado, desde que has tenido un hogar
Los vivos y los muertos, son todos iguales simplemente todos buscan su hogar. LASSITER
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ARGUMENTO
En los rincones más oscuros de la noche en Caldwell, Nueva York, un conflicto como ningún otro ruge. La ciudad es el hogar de un grupo de hermanos nacidos para defender a su raza: los vampiros guerreros de la Hermandad de la Daga Negra -e irreconocible como el líder de los vampiros que una vez fue- Tohrment está físicamente demacrado y triste más allá de la desesperación. Cuando empieza a ver a su amada en sus sueños, atrapada en un frío y aislado infierno, Tohr se vuelve a un egoísta ángel caído con la esperanza de salvar a la que ha perdido. Cuando se le dice que él debe aprender a amar a otra para liberar a su ex compañera, Tohr sabe que están todos condenados... Excepto que entonces, una mujer con una historia sombría comienza a llegar a él. En el contexto de una guerra que asola con los lessers, y con un nuevo clan de vampiros que compiten por el trono del Rey Ciego, Tohr lucha entre el pasado enterrado, y un muy caliente, futuro lleno de pasión..., pero ¿puede su corazón dejarla ir y liberarlos a todos?
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Glosario de Términos y Nombres Propios
Ahstrux nohtrum (n.) Guardia privado con licencia para matar que es nombrado para ese puesto por el Rey. Puede ser hombre o mujer. Ahvenge (v.) Acto de mortal retribución típicamente llevado a cabo por el ser querido de un macho. Attendhente (n.) Elegida que sirve a la Virgen Escriba de una manera particularmente cercana. Black Dagger Brotherhood – La Hermandad de la Daga Negra (pr n.) Guerreros vampiros altamente entrenados que protegen a los de su especie contra la Sociedad Lessening. Como consecuencia de la selección genética de su raza, los Hermanos poseen una inmensa fuerza física y mental, así como una extraordinaria capacidad regenerativa –pudiendo recuperarse de sus heridas de una manera asombrosamente rápida. Normalmente no están unidos por vínculos de parentesco, y son introducidos en la Hermandad mediante la propuesta de otros Hermanos. Agresivos, autosuficientes y reservados por naturaleza, viven separados del resto de los civiles, manteniendo apenas contacto con los miembros de otras clases, excepto cuando necesitan alimentarse. Son tema de leyenda y objeto de reverencia dentro del mundo de los vampiros. Sólo pueden ser muertos por heridas muy serias, por ejemplo, un disparo o puñalada en el corazón, etc. Blood Slave – Esclavo de sangre (n.) Hombre o mujer vampiro que ha sido subyugado para cubrir las necesidades alimenticias de otro vampiro. La costumbre de poseer esclavos de sangre fue suspendida hace mucho tiempo, y recientemente fue prohibida. Chrih (n.) Símbolo de muerte honorable, en la Antigua Lengua. The Chosen – Las Elegidas (pr n.) Mujer vampiro que ha sido criada para servir a la Virgen Escriba. Se las considera miembros de la aristocracia, aunque se enfoquen más en asuntos espirituales que en temporales. Su interacción con los hombres es
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prácticamente inexistente, pero pueden emparejarse con Hermanos por orden de la Virgen Escriba para propagar su especie. Algunas poseen el don de la videncia. En el pasado, eran usadas para cubrir las necesidades de sangre de los miembros no emparejados de la Hermandad, y esa práctica ha sido reinstaurada por los Hermanos hace poco. Cohntehst (n.) Conflicto entre dos machos compitiendo por el derecho de ser el compañero de una hembra. Dhunhd (pr n.) Infierno. Doggen (n.) Constituyen la servidumbre del mundo vampírico. Tienen antiguas tradiciones conservadoras sobre cómo servir a sus superiores y obedecen un solemne código de comportamiento y vestimenta. Pueden caminar bajo la luz del sol pero envejecen relativamente rápido. Su media de vida es de aproximadamente unos quinientos años. Ehros (n.) Una Elegida entrenada en materia de artes sexuales. Exhile dhoble (pr. n.) El gemelo malvado o maldito, es el que nace en segundo lugar. El Fade (pr n.) Reino atemporal donde los muertos se reúnen con sus seres queridos para pasar juntos el resto de la eternidad. First Family – Familia Principal (pr n.) Compuesta por el Rey y la Reina de los vampiros y su descendencia. Ghardian (n.) Custodio de un individuo. Hay varios grados de ghardians, siendo el más poderoso el de una hembra sehcluded, también llamado whard. Glymera (n.) El núcleo social de la aristocracia, equivalente aproximadamente al ton del período de la regencia en Inglaterra.
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Granhmen (n.) Abuela. Hellren (n.) Vampiro macho que se ha emparejado con una hembra. Los machos pueden tomar a más de una hembra como compañera. Leahdyre (n.) Una persona de poder e influencia. Leelan (adj. n.) Adjetivo cariñoso que se traduce como el/la más querido/a. Lhenihan (pr. n.) Bestia mítica conocida por su potencia sexual. En slang moderno se refiere a un macho de un tamaño preternatural y gran resistencia sexual. Lessening Society (pr. n.) Orden u organización de asesinos reunida por el Omega con el propósito de erradicar las especies vampíricas. Lesser (n.) Humanos sin alma, miembros de la Lessening Society, que se dedican a exterminar a los vampiros. Permanecen eternamente jóvenes y sólo se les puede matar clavándoles un puñal en el pecho. No comen ni beben y son impotentes. A medida que transcurre el tiempo, su piel, pelo y ojos, pierden pigmentación hasta que se vuelven completamente albinos y pálidos, hasta los ojos empalidecen. Huelen a talco de bebés. Cuando ingresan en la Sociedad –introducidos por el Omega– se les extrae el corazón y se conserva en un tarro de cerámica. Lewlhen (n.) Regalo. Lheage (n.) Un término respetuoso que usan los que son sometidos sexualmente refiriéndose al que los domina. Lys (n.) Herramienta de tortura usada para extirpar los ojos. Mahmen (n.) Madre. Usado de ambas formas para identificarlas y cariñosamente. Mhis (n.) El enmascaramiento de un ambiente físico dado; la creación de un campo de ilusión
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Nalla (hembra) o Nullum (macho) (adj.) Amada/o Needing period – Período de celo (pr n.) Período de fertilidad de las mujeres vampiro. Suele durar dos días y va acompañado de un fuerte deseo sexual. Se produce, aproximadamente, cinco años después de la transición femenina y, posteriormente, una vez cada diez años. Durante el período de celo, todos los machos que estén cerca de la hembra responden, en mayor o menor medida, a la llamada de la hembra. Puede ser un momento peligroso ya que puede provocar conflictos y reyertas entre machos que compitan, especialmente cuando la hembra no está emparejada. Newling (n.) Una virgen. El Omega (pr n.) Ente místico y malévolo que quiere exterminar a la raza vampírica por el resentimiento que tiene hacia la Virgen Escriba. Existe en un reino atemporal y posee enormes poderes, aunque no el de la creación. Phearsom o Pherarsom (adj.) Término que se refiere a la potencia de los órganos sexuales del macho. La traducción literal sería algo como «digno de penetrar a una mujer». Princeps (n.) El rango más alto de la aristocracia vampírica, sólo superado por los miembros de la Familia Principal o por las Elegidas de la Virgen Escriba. Es un rango que se tiene por nacimiento, sin que pueda ser concedido con posterioridad. Pyrocant (n.) Término referido a la debilidad crítica que puede sufrir cualquier individuo. Esta debilidad puede ser interna, como por ejemplo una adicción, o externa, como un amante. Rahlman (n.) Salvador. Rythe. (n.) Rito por el que se intenta apaciguar a aquel/lla cuyo honor ha sido ofendido. Si el rythe es aceptado, el ofendido escoge arma y golpeará con ella al ofensor, que acudirá desarmado.
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The Scribe Virgen – La Virgen Escriba (pr n.) Fuerza mística consejera del Rey, guardiana de los archivos vampíricos y dispensadora de privilegios. Existe en un reino atemporal y tiene enormes poderes. Se le concedió el don de un único acto de creación que fue el que utilizó para dar vida a los vampiros. Sehclusion (n.) A petición de la familia de una hembra el Rey puede conferirle este estado legal. Coloca a la hembra bajo la autoridad exclusiva de su whard, que generalmente es el macho mayor de la familia. Su whard tiene el derecho de determinar su forma de vida, restringiendo a voluntad toda interacción que ella tenga con el resto del mundo. Shellan (n.) Vampiro hembra que se ha emparejado con un macho. Las mujeres vampiros no suelen emparejarse con más de un compañero debido a la naturaleza dominante y territorial de estos. Symphath (n.) Subespecie del mundo vampírico caracterizada, entre otras peculiaridades, por su habilidad y deseo de manipular las emociones de los demás (con el propósito de un intercambio de energía). Históricamente, han sido discriminados y durante ciertas épocas, cazados por los vampiros. Están cercanos a la extinción. Tahlly (n.) Un término cariñoso, flexiblemente traducido como «querida». The Tomb – La Tumba (pr n.) Cripta sagrada de la Hermandad de la Daga Negra. Utilizada como emplazamiento ceremonial así como almacén para los tarros de los lessers. Las ceremonias allí realizadas incluyen iniciaciones, funerales y acciones disciplinarias contra los Hermanos. Nadie puede entrar, excepto los miembros de la Hermandad, la Virgen Escriba, o los candidatos a la iniciación. Trahyner (n.) Palabra usada entre machos que denota mutuo respeto y afecto. Traducida libremente como «querido amigo». Transition – Transición (n.) Momento crítico en la vida de un vampiro en el que él o ella se transforman en adulto. Después de la transición, el nuevo vampiro debe beber sangre del sexo opuesto para sobrevivir y, a partir de ese momento, no pueden
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soportar la luz del sol. Suele producirse a la edad de veinticinco años. Algunos vampiros no sobreviven a este momento, especialmente los machos. Previamente a la transición, los vampiros son débiles físicamente, sexualmente ignorantes e incapaces de desmaterializarse. Vampire – Vampiro (n.) Miembro de una especie distinta a la humana. Para sobrevivir deben beber de la sangre del sexo opuesto. La sangre humana los mantiene con vida, aunque la fuerza que les otorga no dura mucho tiempo. Una vez que superan la transición, son incapaces de exponerse a la luz del sol y deben alimentarse obteniendo la sangre directamente de la vena. Los vampiros no pueden transformar a los humanos con un mordisco o a través de una transfusión, aunque en muy raras ocasiones pueden reproducirse con miembros de otras especies. Pueden desmaterializarse a voluntad, pero para ello deben estar calmados, concentrados y no llevar nada pesado encima. Son capaces de borrar los recuerdos de los humanos, siempre que dichos recuerdos no sean lejanos. Algunos vampiros pueden leer la mente. La esperanza de vida es mayor a los mil años, y en algunos casos incluso más larga. Wahlker (n.) Un individuo que ha muerto y vuelto a la vida desde el Fade. Se les otorga un gran respeto y son reverenciados por sus tribulaciones. Whard (n.) Equivalente al padrino o a la madrina de un individuo.
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PRIMAVERA
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Capítulo 1
—¡El cabrón se escapa por el puente! ¡Es mío! Tohrment esperó un silbido como respuesta y, cuando llegó, salió disparado detrás del lesser. Sus shitkickers salpicaron varios charcos con fuerza, las piernas se movían como pistones y cerró los puños con fuerza. Pasó contenedores de basura y coches de mierda, dispersó ratas e indigentes y saltó por encima de una barricada y de una moto. Las tres de la mañana en el centro de Caldwell (Nueva York) ofrecía bastantes obstáculos como para seguir con la puta fiesta. Desafortunadamente, el imbécil del asesino que iba delante de él lo estaba llevando en una dirección que no le gustaba nada. Cuando ambos llegaron a la vía de entrada dirección oeste del puente, Tohr quería matar al loco… naturalmente. A diferencia de la cantidad de privacidad que se podía encontrar en el laberinto de callejones alrededor de los clubes, en el río Hudson el tráfico estaba garantizado, incluso a estas horas. Bueno, claro, el puente levadizo Herbert G. Falcheck no iba a estar lleno de coches, pero sí que habría alguno, y Dios sabía que hoy en día cada humano al volante tenía un maldito iPhone. Había una norma en la guerra existente entre los vampiros y la Sociedad Lessening: mantener la puta distancia con los humanos. Esa raza de orangutanes erguidos y cotillas era una complicación a la espera de entrometerse y lo último que alguien necesitaba era la confirmación generalizada de que Drácula no era un producto de ficción y los zombis no eran solamente una serie de televisión que no estaba mal. Nadie quería aparecer en la primera línea de cualquier telediario, periódico o revista. Internet no era un problema. No existía ninguna credibilidad ahí. Este principio secreto era lo único en lo que el enemigo y la Hermandad de la Daga Negra se habían puesto de acuerdo, la única deferencia que se respetaba por ambas partes. Así que, sí, los lessers podían, digamos… apuntar a tu shellan
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embarazada, dispararle en la cara y dejarla por muerta, llevándose no solo su vida, sino también la tuya propia, pero que Dios nos librara de alborotar a los humanos. Porque eso estaría mal. Por desgracia, este hijo de puta con poco sentido de la orientación y piernas mecánicas no había recibido el memorándum. Nada que una daga negra en el pecho no pudiera arreglar. Mientras un gruñido se elevaba por su garganta y los colmillos se le alargaban en la boca, Tohr profundizó y tocó una reserva de odio de alto octanaje, rellenando su propio tanque de gasolina y renovando al instante sus energías decaídas. Habían pasado muchas cosas desde la pesadilla donde su Rey y sus Hermanos venían a decirle que su vida estaba acabada. Como macho emparejado, su mujer era el corazón que latía en su pecho, y, en la ausencia de su Wellsie, era un fantasma de lo que una vez había sido, una forma sin sustancia. Lo único que lo animaba era la caza, la captura y matar. Y el saber que podría levantarse a la noche siguiente y encontrar más a los que derribar. Más que ahvenging su muerte, bien podría estar también en el bendito Fade con su familia. Francamente, lo último sería preferible, y quién sabe, a lo mejor esta noche tenía suerte. Quizás en el calor de la lucha sufriría una herida mortal y catastrófica y sería liberado de su carga. Un macho solo podía tener esperanza… El estruendo de la bocina de un coche seguido de un coro de chirriantes neumáticos fue el primer signo de que el Capitán Complicación había encontrado lo que estaba buscando. Tohr llegó a lo alto de la rampa justo a tiempo para captar un rápido vistazo del asesino rebotando en el capó de un Toyota corriente. El impacto paró en seco al sedan, no ralentizó al lesser en lo más mínimo. Como todos los lessers, el cabrón era más fuerte y más elástico de lo que había sido como mero humano, la aceitosa sangre negra del Omega le daba un motor más grande, una suspensión más firme y un mejor manejo, y también mejores neumáticos de carreras en este caso. Sin embargo, el GPS era una verdadera mierda. El asesino saltó de encima del coche hasta el pavimento como un especialista profesional y, naturalmente, siguió corriendo. No obstante, estaba herido y aquel olor tóxico suyo a polvos de talco era más pronunciado. Tohr fue hacia el coche justo cuando un par de humanos abrían las puertas, salían atropelladamente y comenzaban a sacudir los brazos como si algo estuviera en llamas. —¡DPC! —gritó Tohr mientras los pasaba corriendo— ¡en persecución!
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Esto los calmó y ayudó a controlar la situación. Estaba virtualmente garantizado que se volverían cotorras y contarían la experiencia con toda clase de detalles Kodak, y era perfecto, ya que cuando todo hubiera acabado, él sabría dónde encontrarlos para poder borrarles la memoria y coger sus teléfonos móviles. Mientras tanto, el lesser parecía estar acelerando el ritmo para llegar a la acera… no era su mejor movimiento. Si Tohr hubiera estado en la posición del tonto del culo, habría cogido aquel Toyota e intentado alejarse… —Oh… vamos… —Tohr apretó los dientes. Aparentemente, el objetivo del cabronazo no era la acera, sino el borde del puente. El asesino subió y saltó la valla que bordeaba la vía peatonal y aterrizó en la estrecha cornisa al otro lado. Siguiente parada: el río Hudson. El lesser miró hacia atrás y, bajo el resplandor rosado de la luz de sodio, su expresión arrogante era la de un chico de dieciséis años que acabara de beberse un pack de seis cervezas delante de sus amigos. Todo ego. Sin cerebro. Iba a saltar. El hijo de puta iba a saltar. Gilipollas. Aunque el jugo del Omega les diera a los asesinos todo aquel poder, no quería decir que las leyes de la física no significaran nada para ellos. La pequeña cita de Einsteini de que energía es igual a masa por aceleración se iba a seguir aplicando… así que cuando el imbécil llegara al agua se iba a hacer pedazos, logrando un daño estructural sustancial. El cual no lo mataría pero lo incapacitaría de manera brutal. Los cabrones no podían morir a menos que se les apuñalara. Y podían pasar una eternidad en un purgatorio de descomposición. Buena suerte gilipollas, jódete. Y antes del asesinato de Wellsie, Tohr probablemente lo hubiera dejado pasar. En la escala proporcional de la guerra, era más importante envolver las mentes de los humanos en una maldita manta de amnesia y volver para ayudar a John Matthew y Qhuinn, que aún estaban gestionando el negocio en el callejón. ¿Ahora? No había vuelta atrás. De una forma u otra, él y este asesino iban a tener un comité de bienvenida. Tohr saltó por encima del guarda-raíles, golpeó la pasarela y saltó sobre la valla. Enganchando los eslabones con un clawhold, pasó la parte inferior de su cuerpo por encima y aterrizó con las shitkickers sobre el parapeto. La adusta bravuconería del lesser decayó un poco mientras empezaba a retroceder. —¿Qué, pensabas que tengo miedo de las alturas? —dijo Tohr en voz baja—. ¿O que ese metro y medio de alambrada me va a mantener alejado de ti?
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El viento bramaba con fuerza contra ellos, pegándoles las ropas al cuerpo y silbando contra las vigas de acero. Lejos, muy lejos por debajo, las negras aguas del río no eran más que un vago y oscuro tramo, como un espacio de aparcamiento. Y lo iban a sentir como asfalto también. —Tengo una pistola —aulló el lesser. —Entonces sácala. —¡Mis amigos están de camino a por mí! —Tú no tienes ningún amigo. El lesser era un recluta nuevo, su pelo, ojos y piel aún no habían empalidecido. Desgarbado y agitado, era probablemente un drogadicto que sufría de cerebro frito, que era sin duda la razón por la que se había dejado engañar para unirse a la Sociedad Lessening. —¡Saltaré! ¡Por mis cojones que salto! Tohr palmeó el mango de una de sus dos dagas y retiró la negra hoja de la funda que colgaba de su pecho. —Pues deja de cotorrear y empieza a volar. El lesser parecía estar de los nervios. —¡Lo haré! ¡Juro que lo haré! Una ráfaga de aire los golpeó desde otra dirección, barriendo el largo abrigo de cuero de Tohr por encima del vacío. —No me importa. Te mataré aquí arriba, o ahí abajo. El lesser miró otra vez sobre el borde, dudó y entonces se soltó, saltando hacia el borde y encontrando nada más que aire, a la vez que movía los brazos en círculos como si estuviera intentando mantener el equilibrio para caer de pie. Lo que probablemente conseguiría desde esta altura era clavarse los huesos de las piernas en la cavidad abdominal. Sin embargo, mejor que tragarse su propia cabeza. Tohr volvió a meter su daga en la funda y se preparó para su propio descenso. Respiró hondo, y luego… Cuando se lanzó por el borde y sintió la primera ráfaga de antigravedad, la ironía del salto de puente no estaba ausente. Había pasado tanto tiempo deseando que su muerte llegara, rezándole a la Virgen Escriba para que se llevara su cuerpo y lo enviara con sus seres queridos. El suicidio nunca había sido una opción, si tomabas tu propia vida no podías entrar en el Fade… y esa era la única razón por la que no se había cortado las muñecas, comido el cañón de una pistola, o… saltado desde un puente.
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En el descenso se permitió disfrutar la idea de que esto había llegado, que el impacto que vendría en un segundo y medio iba a ser el final de su sufrimiento. Todo lo que tenía que hacer era reposicionar la trayectoria para estar en caída libre, luego no protegerse la cabeza y dejar que lo inevitable sucediera: desvanecimiento, posible parálisis y muerte por ahogamiento. Salvo que ese tipo de irse-para-siempre no podía ser el suyo. Quien fuera que convocara a estas cosas tendría que saber que, a diferencia del lesser, él tenía una salida. Calmó su mente y se desmaterializó de la caída libre… en un momento la gravedad lo tenía en un abrazo mortal, y al siguiente no era nada más que una nube transparente de moléculas que irían en cualquier dirección que él quisiera. Justo después, el asesino llegó al agua no con el ¡splash! de alguien que se ha lanzado a una piscina, o el de alguien que se ha tirado desde un trampolín. El hijo de puta era como un misil al llegar a su objetivo y la explosión se manifestó como un sonoro estallido mientras litros de agua del río Hudson se alzaban contra el aire fresco. Tohr, por otro lado, decidió tomar forma de nuevo en lo alto del gran soporte de hormigón a la derecha del lugar del impacto. Tres… dos… uno… Bingo. Una cabeza se asomó por el punto de entrada aún burbujeante. No había brazos moviéndose en un intento de coger oxígeno. Ni piernas pataleando. Ni gritos ahogados. Pero no estaba muerto. Podías arrollarlos con el coche, golpearlos hasta que tu propio puño se fracturara, arrancarles los brazos y/o piernas, hacer lo peor que quisieras… y aún seguirían vivos. Los cabrones eran las garrapatas del inframundo. Y no había manera de que él no acabara mojado. Tohr se quitó su abrigo, lo dobló con cuidado y lo dejó dentro de la unión donde la parte superior del soporte encontraba la amplia base acuática. Entrar en el agua con eso puesto era una receta para ahogarse, y además tenía que proteger su pistola y su móvil. Con un par de saltos, de manera que pudiera coger suficiente impulso para lanzarse al agua, se tiró de cabeza con los brazos levantados por encima, las manos juntas y el cuerpo recto como una flecha. A diferencia del lesser, su entrada fue elegante y suave incluso aunque se hubiera arrojado a la superficie del Hudson desde unos cuatro metros de altura. Fría. Fría de cojones.
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Después de todo era finales de abril en el norte del estado de Nueva York, lo que significaba que aún faltaba un buen mes para que hiciera una temperatura remotamente agradable. Mientras exhalaba por la boca y daba brazadas para salir a la superficie, comenzó a nadar con un potente estilo libre. Cuando llegó a donde estaba el asesino, lo agarró por la chaqueta y empezó a arrastrar el peso muerto hasta la orilla. Donde acabaría con este. Para poder ir en busca del siguiente.
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Mientras Tohr dejaba el puente, John Matthew vio pasar su propia vida delante de sus ojos, tan seguro como si fueran suyas las shitkickers que habían dejado tierra firme para lanzarse al vacío. Él estaba en la orilla bajo la vía de salida cuando ocurrió, en proceso de acabar con el lesser que había estado persiguiendo. Por el rabillo del ojo vio caer algo desde la asombrosa altura que tenía el puente encima del río. No tenía sentido al principio. Cualquier lesser con media neurona sabría que esa no era una buena ruta de escape. Pero entonces todo se había vuelto mucho más claro, demasiado. Una figura estaba de pie en el borde del puente con un abrigo de cuero envolviéndole como una mortaja. Tohrment. Noooooooo, había gritado John aunque no hacía sonido alguno. —Hijo de puta, va a saltar —soltó Qhuinn por detrás de él. John se lanzó hacia adelante, para lo que iba a servir, y gritó en silencio mientras que lo más cercano a un padre que había tenido saltaba. Más tarde John meditaría que momentos como este tenían que ser lo que la gente decía de la muerte en sí… mientras sumabas uno-tras-otro la serie de acontecimientos que se estaban desplegando, añadiendo además a la ecuación cierta destrucción, tu mente se pondría en modo de presentación y te enseñaría episodios de tu vida como siempre la habías conocido: John sentado en la mesa de Tohr y Wellsie aquella primera noche tras haber sido adoptado en el mundo vampírico… La expresión del rostro de Tohr cuando los resultados del análisis de sangre habían anunciado que John era hijo de Darius… Ese momento de pesadilla cuando la Hermandad había llegado para decirles a ambos que Wellsie se había ido… Luego venían imágenes del segundo acto: Lassiter trayendo a un marchito Tohr de donde fuera que hubiera estado… Tohr y John finalmente perdiendo la cabeza por el asesinato… Tohr trabajando poco a poco en ponerse más fuerte… La propia shellan
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de John apareciendo con el vestido rojo que Wellsie había llevado en su propia boda con Tohr… Joder, el destino era una puta mierda. Tenía que entrometerse y estropear el jardín de rosas de todo el mundo. Y ahora se estaba llevando otros parterres también. Salvo que entonces Tohr se desvaneció abruptamente. En un momento estaba en plena caída libre, y al siguiente, había desaparecido. Gracias a Dios, pensó John. —Gracias, niño Jesús —dijo Qhuinn en voz baja. Un momento después, al otro lado de un soporte, una flecha oscura se deslizó dentro del río. Sin una mirada o palabra entre ellos, Qhuinn y él salieron disparados en esa dirección, llegando a la rocosa orilla justo cuando Tohr había salido a la superficie, agarrado al asesino y empezado a nadar. Al mismo tiempo que John se ponía en posición para ayudar a arrastrar al lesser a tierra, sus ojos se posaron en el rostro pálido y adusto de Tohr. El macho parecía muerto incluso aunque estaba técnicamente vivo. Lo tengo, dijo por señas John mientras se inclinaba, agarraba el brazo que tenía más cerca y sacaba del río al empapado asesino. La cosa cayó sobre el suelo en un montón y daba la perfecta impresión de un pez con los ojos sobresaliendo, la boca abriéndose y pequeños chasquidos viniendo de la garganta abierta. Pero como fuera, Tohr era lo importante, y John miró al Hermano de arriba a abajo mientras emergía del agua: los pantalones de cuero estaban pegados como Super Glue a sus piernas, que eran delgadas, la camiseta era como una segunda piel en su pecho flaco, el corto pelo negro con aquella franja blanca seguía de punta aunque estuviera empapado. Los ojos azul oscuro estaban fijos en el lesser. O ignorando aplicadamente la mirada fija de John. Probablemente ambos. Tohr bajó el brazo y agarró al lesser por la garganta. A la vez que descubría sus colmillos que eran brutalmente largos, gruñó: —Te lo dije. Entonces sacó su daga negra y empezó a apuñalarlo. John y Qhuinn tuvieron que retroceder. Era eso o llevarse un baño de pintura.
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—Podría darle simplemente en el maldito pecho —murmuró Qhuinn—, y terminar con esto. Pero el matar al asesino no era el objetivo. Era la profanación. La hoja negra y afilada penetró cada centímetro de carne… menos el esternón, que era el interruptor que acabaría con la diversión. Con cada cuchillada, Tohr exhalaba con fuerza, con cada sacudida, el Hermano inhalaba profundamente, era el ritmo de la respiración lo que dirigía la truculenta escena. —Ahora ya sé cómo hacen la lechuga triturada. John se pasó la mano por el rostro y esperó que ese fuera el final del comentario. Tohr no ralentizó el ritmo. Solo se paró. Y entonces se escoró hacia un lado, sosteniéndose con una mano que apoyó en esa porquería aceitosa. El asesino estaba…. bueno, triturado, sí, pero Tohr aún no había acabado. Sin embargo, no lo ayudarían. A pesar del obvio cansancio de Tohr, John y Qhuinn sabían que no debían entrometerse con el final del juego. Ya habían visto esto antes. Y el golpe final tenía que ser de Tohr. Tras unos momentos de recuperación, el Hermano se volvió a enderezar, sujetando la daga con las dos manos y levantándola por encima de la cabeza. Un grito ronco salió de su garganta mientras enterraba el cuchillo en ese punto en el pecho de su presa que quedaba ileso. Mientras aparecía una brillante luz, la trágica expresión del rostro de Tohr se iluminó, un cómico dibujo que reflejaba sus rasgos retorcidos y horrorosos, capturados por un momento… y una eternidad. Él siempre clavaba la mirada abajo en la luz, aunque el sol temporal fuera demasiado brillante como para quedárselo mirando. Cuando estuvo hecho, el Hermano se desplomó como si su columna vertebral se hubiera vuelto masilla y su energía hubiera desaparecido. Claramente necesitaba alimentarse, pero ese tema, como muchos otros, era tarea imposible. —Qué hora es —consiguió decir entre respiraciones. Qhuinn le echó un ojo a su reloj Suunto. —Las dos de la mañana. Tohr alzó la mirada desde el suelo manchado al que había estado mirando y clavó su mirada enrojecida en la parte del centro de la ciudad de la que habían venido. —Qué tal si volvemos al complejo —Qhuinn sacó su teléfono móvil—. Butch no está lejos… —No —Tohr se impulsó y se sentó sobre el culo—. No llames a nadie. Estoy bien… solo necesito recuperar el aliento.
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Y una mierda. El tío no estaba más cerca de estar bien de lo que estaba John en este momento. Aunque, indudablemente, solo uno de ellos estaba empapado a tan solo diez grados centígrados. John llevó las manos al campo de visión del Hermano. Nos vamos a casa ahora mismo… Flotando en el aire, como una alarma al sonar en una casa totalmente en silencio, el olor a polvos de talco les entró por la nariz a cada uno de ellos. El hedor hizo todo lo que ese intento por recuperar el aliento no hizo: puso a Tohr de pie. La previa desorientación se había ido, joder, si le hubieras dicho que aún estaba tan mojado como un pez, probablemente se habría sorprendido. —Hay más —gruñó. Al tiempo que empezó a andar, John maldijo al maníaco. —Vamos —dijo Qhuinn—. Empecemos a correr. Va a ser una noche larga.
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10º Hermandad de la Daga Negra
Capítulo 2
—Tómate algún tiempo libre… relax… disfruta de ti misma… Mientras Xhex murmuraba a una audiencia de muebles de época, salió de la habitación y entró en el cuarto de baño. Y de vuelta otra vez. Y otra vez más dentro de mármol-landia. En el baño que compartían ahora John y ella, pasó junto al profundo jacuzzi. Cerca de los grifos de bronce, había una bandeja de plata con todo tipo de lociones y pociones y mierdas de cursilerías. Y eso no era ni la mitad. ¿Por los lavabos? Otra bandeja, está llena de perfumes de Chanel: Cristalle, Coco, Nº5, Coco Mademoiselle. Luego estaba el hermoso cesto de mimbre con cepillos para el pelo, unos con cerdas cortas, otros con cerdas finas y otros con púas de metal de mierda. ¿En los armarios? Una línea de botes de esmalte de uñas OPI, con las suficientes variaciones de rosa chupapollas para darle una hemorragia nasal incluso a una Barbie. También quince tipos de crema diferentes. Gel. Laca. ¿En serio? Y no había empezado con el maquillaje Bobbie Brown. ¿Quién diablos pensaban que se había trasladado aquí? ¿Una de esas locas Kardashian? Y respecto a esto último… Cristo, no podía creer que ahora conociese a Kim, Kourtney, Khloe, Kris; el hermano, Rob; el padrastro, Bruce; las hermanas pequeñas Kendall y Kylie; además de los diversos maridos, novios, y ese chico Mason… Encontrando sus propios ojos en el espejo, pensó, bueno, no era esto interesante. Se las había arreglado para volarse los sesos con la E! Entertainment Television. Desde luego era menos sucio que una escopeta de cañón recortado, y los resultados eran los mismos. —Esa mierda debería venir con una etiqueta de advertencia. Mientras miraba fijamente su reflejo, reconoció el pelo negro cortado al rape, la pálida piel, y el duro y firme cuerpo. Las uñas cortas. La absoluta falta de maquillaje.
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Incluso tenía su propia ropa puesta, la camiseta negra sin mangas y los pantalones de cuero, un uniforme que había utilizado cada noche durante años. Bien, excepto un par de noches atrás. Entonces había llevado algo completamente diferente. Quizá ese vestido era el motivo por el que todas esas cosas que te hacían parecer un estereotipo de mujer habían aparecido después de la ceremonia de emparejamiento: Fritz y los doggen debían haber asumido que había pasado página. O eso, o era todo parte del reciente comité de bienvenida estándar a una nueva shellan emparejada. Apartando la vista, se llevó las manos hasta la base de la garganta, hacia el diamante grande y cuadrado que John le había comprado. Fijado en fuerte platino, era la única joya que jamás se hubiese imaginado llevar: resistente, sólido, capaz de soportar una buena pelea y permanecer en su cuerpo. En este nuevo mundo de Paul Mitchell, y Bed Head y cosas apestosas de Coco, al menos John todavía la comprendía. ¿Y el resto de ellos? ¿Podías llamarlo “educación”? No era la primera vez que había jugado a la profesora con un grupo de machos que pensaban que sólo porque tenías tetas, pertenecías a una jaula dorada. ¿Alguien intentaba convertirla en el carbonerillo de la glymera? Simplemente miraría a través de los barrotes de oro, pondría una bomba en la base del lugar y colgaría los restos humeantes en una lámpara de araña en el vestíbulo. Encaminándose a la habitación, abrió el armario y sacó el vestido rojo que había llevado durante esa ceremonia. El único vestido que se había puesto… y tenía que admitir que había disfrutado con la forma en que John se lo había quitado con los dientes. Y sip, seguro, las noches ganduleando por ahí habían sido estupendas… el primer descanso que había tenido nunca. Todo lo que habían hecho era tener sexo, alimentarse el uno del otro, comer comida maravillosa y repetir con ratos de sueño. Pero ahora John había vuelto a salir al campo… mientras que ella no comenzaría a luchar hasta mañana por la noche. Eso eran sólo veinticuatro horas, un retraso no un callejón sin salida. Entonces, qué demonios ¿cúal era su problema? Tal vez todo el ñiqui-ñiqui sólo estaba desencadenando su zorra interior sin una buena razón. No estaba encerrada, nadie la iba a hacer cambiar, y ese accidente de coche de los Kardashian en la maratón de la caja tonta era por su propia culpa. ¿Y lo de la basura de la belleza? Los doggen sólo estaban intentando ser agradables de la única forma que sabían hacerlo. No había muchas hembras como ella. Y no es porque fuese medio symphath… Frunciendo el ceño, giró la cabeza alrededor.
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Dejando caer el satén de sus manos, fue hacia la rejilla emocional que había fuera en el pasillo. Con sus sentidos symphath, la estructura tridimensional de tristeza y pérdida y culpa era tan real como un edificio hacia el cual podrías conducir, echar un vistazo o caminar a través de él. Desafortunadamente, en este caso, no había fijación para el daño de los soportes, o el agujero del tejado, o el hecho de que el sistema eléctrico no estaría operativo nunca más: Por mucho que experimentara las emociones de una persona como si fuesen propiedad privada, no había trabajadores subcontratados para venir y reparar lo que estaba mal, no había fontaneros ni electricistas o pintores para esta mierda. El dueño de la casa tenía que realizar sus propias mejoras en lo que estaba roto, estropeado y hecho polvo; nadie podía hacerlo por ellos. Cuando salió al pasillo de las estatuas, Xhex sintió un temblor atravesando su propia casita. Por otra parte, la figura vestida con una túnica y que cojeaba frente a ella era su madre. Dios, todavía parecía raro decirlo, aunque sólo fuera en su cabeza… y eso no se aplicaba realmente en muchos niveles, ¿no? Ella se aclaró la garganta. —Buenas tardes… eh… No parecía correcto soltar un mahmen o mamá o mami. No’One, el nombre que había dado la hembra, tampoco era cómodo. Por otra parte, ¿cómo podías llamar a alguien que había sido abducida por un symphath, forzada violentamente a concebir y luego atrapada por la biología para llevar el resultado de la tortura? Primer nombre y apellido: Yo y Siento. Segundo nombre: Lo. Mientras No’One se movía nerviosa, la capucha que llevaba puesta cubría su cara. —Buenas tardes. ¿Cómo os va? El inglés salía con dificultad a través de los labios de su madre, sugiriendo que la hembra lo habría hecho mejor hablando en la Antigua Lengua. Y la reverencia que hizo, la cual era totalmente innecesaria, fue desigual, probablemente por cualquiera que fuese la herida que causaba su irregular manera de andar. La esencia que salía de ella no tenía nada que ver con Chanel. A menos que recientemente hubiesen añadido una línea Tragedia. —Estoy bien. —Prueba con inquieta y aburrida—. ¿Adónde vas? —A recoger la sala de estar. Xhex se tragó una dolorosa mueca de no-vayas-allí. Fritz no dejaba que nadie moviese un dedo en la mansión excepto los doggen… y No’One, a pesar del hecho de que había venido aquí para atender a Payne, estaba alojada en una habitación de
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invitados, comía en la mesa con los Hermanos y era aceptada como la madre de una shellan emparejada. No era una criada a ningún nivel. —Sip, eh… qué te parecería... —¿Hacer qué? Se preguntó Xhex. ¿Qué podían hacer ellas dos juntas? Xhex era una guerrera. Su madre… un fantasma con sustancia. No había mucho terreno en común allí. —Está todo bien —dijo No’One suavemente—. Esto es incómodo… Un trueno rugió a través del vestíbulo de abajo, firme como si las nubes se hubiesen formado, los relámpagos destellasen y la lluvia hubiese empezado a caer. Cuando No’One retrocedió, Xhex miró sobre su hombro. Qué diablos era… Rhage, alias Hollywood, alias el más grande y guapo de los Hermanos, saltó desde el balcón del segundo piso. Mientras aterrizaba, la rubia cabeza se disparó en su dirección, los ojos verde azulados en llamas. —John Matthew ha llamado. Nos necesitan a todos listos en el centro. Coge tus armas y nos encontramos en la puerta principal en diez minutos. —De puta madre —siseó Xhex y chocó sus palmas. Cuando se giró hacia su madre, la hembra estaba temblando y tratando de no demostrarlo. —Está bien —dijo Xhex—. Soy buena luchando. No saldré herida. Palabras agradables. Excepto que no era por eso por lo que la hembra estaba preocupada, no: Su rejilla mostraba miedo… de Xhex. Que estúpida. Dado que ella era una mestiza symphath, No’One pensaría antes en “peligro” que en “hija”, por supuesto. —Te dejaré sola —dijo Xhex—. No te preocupes. Mientras caminaba deprisa hacia su habitación, no pudo ignorar el hecho de que su pecho la estaba matando. Por otra parte, tampoco podía ignorar la realidad: su madre nunca la había querido. Y todavía no lo hacía. Y quién podía culparla.
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Bajo el borde de la capucha de su toga, No’One observaba a la alta, fuerte y despiadada hembra que había dado a luz corriendo para luchar contra el enemigo. Xhexania no parecía perturbada ante la idea de que se enfrentaría a los mortales lessers: de hecho, esa expresión desdeñosa que había mostrado tras oír la orden del Hermano sugería que lo haría con gusto.
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Las rodillas de No’One se debilitaron mientras pensaba en lo que había traído al mundo, esta hembra con fuerza en el cuerpo y venganza en su corazón. Ninguna hembra de la glymera respondería de tal manera, pero claro, a ellas nadie les preguntaría. Sin embargo, el symphath estaba dentro de su hija. Queridísima Virgen Escriba… Y aún así, mientras Xhexania se había girado, había habido una expresión rápidamente escondida en su rostro. No’One se apresuró cojeando por el pasillo hacia la habitación de su hija. Al llegar frente a la pesada puerta, llamó suavemente. Pasó un momento antes de que Xhexania abriera. —Hey. —Lo siento. No hubo ninguna reacción. Eso mostraba… —¿Por qué? —Sé lo que es no ser querida por tus padres. No quiero que tú… —Está bien —Xhexania se encogió de hombros—. No es que no sepa de dónde vienes. —Yo… —Escucha, tengo que prepararme. Entra si quieres, pero estás advertida: no me estoy vistiendo para ir a tomar el té. No’One dudó en el umbral. Dentro, la habitación daba muestras de estar bien aprovechada: la cama estaba deshecha, los pantalones de cuero tirados encima de las sillas, dos pares de botas desperdigados por el suelo, un par de copas de vino sobre una mesa que había en la esquina y al lado de la chaiselongue. Todo alrededor, el olor a auténtico macho emparejado, oscuro y sensual, se percibía en el aire. Ligado a la misma Xhexania. Se escucharon una serie de clics y No’One desvió la mirada hacia la jamba. Cerca del armario, Xhexania se estaba poniendo alguna clase de arma de aspecto peligroso. Era totalmente competente, deslizándola en la pistolera que tenía bajo el brazo y cogió otra. Y luego las balas y un cuchillo… —No te vas a sentir mejor por mí si sigues ahí de pie. —No vine por mí. Eso puso fin al movimiento de sus manos.
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—Por qué, entonces. —Vi la mirada en tu rostro. No quiero eso para ti. Xhexania alargó las manos y sacó una chaqueta negra de cuero. Mientras se la ponía, maldijo. —Mira, no pretendamos que ninguna de las dos quería que naciera, ¿vale? Te absuelvo, tú me absuelves, éramos las víctimas, bla, bla, bla. Tenemos que dejar claro eso y seguir caminos separados. —¿Estás segura de que eso es lo que quieres? La hembra se quedó paralizada, luego entrecerró los ojos. —Sé lo que hiciste. La noche de mi nacimiento. No’One retrocedió. —¿Cómo…? Xhexania señaló su propio pecho. —Symphath, recuerdas —la luchadora salió a la luz, su forma de andar era como si estuviera acechándola—. Eso significa que entro en la gente… así que puedo sentir el miedo que tienes ahora mismo. Y el arrepentimiento. Y el dolor. Con solo quedarte ahí de pie estás volviendo de nuevo a donde todo ocurrió… y, sí, sé que te clavaste una daga en el estómago antes de tener que afrontar un futuro conmigo. Así que, como he dicho, ¿qué tal si tú y yo simplemente nos esquivamos la una a la otra y nos evitamos líos? No’One levantó el mentón. —Pues sí, eres una mestiza. Las oscuras cejas de Xhex se alzaron. —¿Perdona? —Sientes solamente una parte de lo que siento por ti. O quizás es que no quieres saber, por tus propias razones, que habría deseado preocuparme por ti. A pesar del hecho de que la hembra estaba envuelta en armas, de repente pareció vulnerable. —En tu brusca auto-protección, no cortes nuestras vías de comunicación — susurró No’One—. No tenemos que forzar la cercanía si no está ahí. Pero no le cortes el camino si hay alguna posibilidad. Quizás… quizás debieras decirme esta noche si hay alguna pequeña manera de que pueda ayudarte. Empecemos ahí… y veamos qué sale. Xhexania se alejó y caminó alrededor, su duro y prieto cuerpo parecía más el de un macho, y su vestimenta igual. Incluso su energía era masculina. Se paró cuando
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estuvo delante del armario y, después de un momento, tiró de la falda del vestido rojo que Tohrment le había dado para la noche de su boda. —¿Has limpiado el satén? —preguntó No’One—. Y no estoy sugiriendo que lo hayas ensuciado. Sin embargo, las telas finas deben cuidarse para poder preservarse. —No tengo ni idea de cómo empezar con eso. —¿Me permites, entonces? —No hace falta. —Por favor. Permíteme. Xhexania alzó la mirada, y, en voz baja, dijo: —¿Por qué en nombre de Dios querrías hacerlo? La verdad era tan simple como tres palabras, y tan compleja como el lenguaje entero. —Eres mi hija.
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Capítulo 3
De vuelta en el centro de Caldwell, Tohr se deshizo del frío, los dolores y el agotamiento que lo envolvía y se puso de nuevo en modo persecución: el aroma de sangre fresca de lesser era como cocaína en su organismo, llamándole y dándole la fuerza para seguir adelante. Detrás de él, escuchó a los otros dos pisándole los talones y supo perfectamente que no estaban buscando al enemigo… sino intentando llevarle de vuelta a la mansión con un poco de jodida buena suerte. El amanecer sería la única cosa que podría hacerlo. Además, cuantas más aniquilaciones hiciese, más posibilidades tenía en realidad de dormir una o dos horas. Cuando giró en la esquina de un callejón, sus shitkickers patinaron hasta detenerse. Frente a él, siete lessers estaban rodeando a un par de guerreros, pero los del centro no eran Z y Phury o V y Butch o Blaylock y Rhage. Eso era una guadaña en una de las manos izquierdas. Una enorme guadaña perfectamente afilada. —Hijo de puta —murmuró Tohr. El macho con la hoja curvada tenía los pies plantados en el pavimento como si fuese un dios, su arma preparada, su desagradable rostro sonriendo con anticipación como si estuviera a punto de sentarse para una buena comida. Cerca de él, un vampiro al que Tohr no había visto durante eones no tenía nada que ver con el chico que había conocido una vez en el Antiguo País. Parecía como si Throe, hijo de Throe, hubiese caído en malas compañías. John y Qhuinn se detuvieron a cada lado de él, y el último miró por encima del hombro. —Dime que no es nuestro nuevo vecino. —Xcor. —¿Nació con esa jeta o alguien lo hizo por él?
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—Quien sabe. —Bueno, si se supone que eso es un arreglo de la nariz, necesita un nuevo cirujano plástico. Tohr miró a John. —Cancélalo. ¿Disculpa? Hizo señas el chaval. —Sé que has enviado un mensaje a los Hermanos en casa. Diles que era un error. Inmediatamente. —Cuando John empezó a discutir, él cortó la conversación—. ¿Quieres que haya una guerra sin cuartel aquí? Llama a la Hermandad, él llamará a sus bastardos, y de repente seremos bolas contra la pared sin ningún tipo de estrategia. Manejaremos esto nosotros mismos, hablo muy en serio, John. He tratado con esos tipos antes. Tú no. Cuando la firme mirada de John se encontró con la suya, Tohr tuvo la sensación, como siempre, de que ya habían estado juntos en estas situaciones hacía mucho, mucho tiempo y no sólo en los últimos meses. —Tienes que confiar en mí, hijo. La respuesta de John fue vocalizar una maldición, cogió su teléfono y empezó a golpear las teclas. Y en ese momento, Xcor captó que había visitantes. A pesar del número de lessers delante de él, empezó a reírse. —Son los malditos Dagas Negras, y justo a tiempo para salvarnos. ¿Queréis que nos arrodillemos? Los asesinos giraron en redondo… gran error. Xcor no perdió un momento, golpeando con un barrido circular, dio a dos de ellos en la parte baja de la espalda. Ese fue su tiro de gracia. Mientras el par caía al suelo, los otros se dividían en dos bandos, la mitad dirigiéndose hacia Xcor y Throe, y la otra mitad apuntando hacia Tohr y sus chicos. Tohr dejó salir un rugido e hizo frente al ataque con las manos desnudas, saltando hacia delante, bloqueó al primer asesino que tuvo a su alcance. Fue a por la cabeza, agarrándola con fuerza antes de levantar la rodilla y romperle la jodida cara. Luego giró la cosa alrededor y tiró el cuerpo laxo con la cabeza por delante dentro de un contenedor Dumpster. A medida que el zumbido se desvanecía, Tohr se enfrentaba al siguiente de la línea. Hubiese preferido haber ido más con los puños, pero no iba a hacer más gilipolleces: en el otro extremo del callejón, siete principiantes nuevos estaban cayendo como serpientes de un árbol, chorreando por la parte delantera de una alambrada metálica.
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Desenvainó ambas dagas, asentó sus botas en el pavimento y calculó una estrategia ofensiva para los nuevos visitantes. Tío… se podría decir lo que quisieras sobre la ética de Xcor, habilidades sociales y su idoneidad para la revista GQ; el hijo de puta podía luchar. Estaba balanceando su guadaña alrededor como si pesase menos de medio kilo y tenía un don para juzgar las distancias… los trozos de los lessers estaban volando por todo el lugar, manos, una cabeza, un brazo. El bastardo era increíblemente efectivo y Throe tampoco era incompetente. Contra toda posibilidad, y la alternativa de cada una de ellas, Tohr y su equipo adoptaron un ritmo con los bastardos: Xcor dirigía el primer asalto hacia los cuchillos que esperaban al principio del callejón, mientras su teniente mantenía la segunda oleada en su lugar para que nadie pudiera bloquearle. Después, Tohr, John y Qhuinn derribaban la marea, uno por uno los otros asesinos fueron enviados a la carnicería… recién descuartizados. Mientras al principio había sido exhibición, ahora era trabajo. Xcor no estaba haciendo ningún movimiento ostentoso con su gran hoja; Throe no estaba saltando alrededor; John y Qhuinn estaban en la zona. Y Tohr estaba muy ocupado con la venganza. No eran más que nuevos reclutas… por lo tanto no eran como asesinos que ofrecían mucho en materia de habilidades. Sin embargo, en número total, eran tantos que la marea podría convertirse… Un tercer escuadrón apareció por encima de la valla. A medida que aterrizaban uno tras otro en el campo de la retribución, Tohr se arrepintió de su orden a John. Había sido la venganza la que hablara. Joder con la mierda de evitar un enfrentamiento entre la HDN y la Banda de Bastardos. Había querido salvar a las piezas para él mismo. ¿El resultado? Había puesto las vidas de John y Qhuinn en peligro. Xcor y Throe… podían morir esta noche, mañana, un año más tarde, en cualquier momento. Y él, bien, podía saltar de un puente de mil formas diferentes. ¿Pero sus chicos…? Valía la pena salvarles. John era un hellren ahora. Y Qhuinn tenía toda una vida por delante. No era justo llevarlos a una tumba prematura por su deseo de morir.
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Xcor, hijo de un sire desconocido, tenía a su amante en las manos. Su guadaña era la única hembra de la que alguna vez hubiese cuidado, y esta noche, mientras se enfrentaba a lo que había comenzado como siete enemigos, y luego había crecido a catorce, y más tarde aumentó a veintiuno, ella le devolvió su lealtad con una representación incomparable.
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Cuando se movían juntos, era una extensión no sólo de sus brazos, sino de su cuerpo, sus ojos y su cerebro. No era sólo un soldado con un arma; juntos, eran una bestia con mandíbulas enormes. Y mientras trabajaban supo que esto era lo que había perdido. Esto era el por qué había cruzado el océano hasta el Nuevo Mundo: para encontrar una nueva vida en una nueva tierra que todavía estuviese llena de los viejos y dignos enemigos. Sin embargo, a su llegada, sus ambiciones habían identificado un objetivo aún más elevado. Y eso significaba que los otros vampiros de este callejón estaban en su camino. Al otro lado del callejón, Tohrment, hijo de Hharm, era algo digno de ver. A pesar de lo mucho que Xcor odiaba admitirlo, el Hermano era un guerrero increíble, esas dagas negras que giraban captando la luz ambiente, esos brazos y piernas cambiando de posición más rápido que un latido, el equilibrio y la ejecución… totalmente perfectos. Si hubiese sido uno de los machos de Xcor, el Hermano bien podría tener que haber sido asesinado para que Xcor pudiera mantener su posición de líder: era un principio básico del liderazgo eliminar a quienes presentasen un desafío potencial a la primera posición… aunque tampoco era como si su banda fuesen unos incompetentes, después de todo uno también tenía que eliminar a los débiles. El Bloodletter le había enseñado eso y mucho más. Al menos algunas cosas habían probado no ser mentira. Sin embargo, nunca habría sitio para los gustos de Tohrment en su Banda de Bastardos: este Hermano y su calaña no se rebajarían a visitar los bajos fondos para una comida compartida, mucho menos para una asociación profesional. Aunque se uniesen brevemente, esta noche. Mientras la lucha avanzaba, Throe y él encajaron en una unidad con los Hermanos, concentrando lessers en pequeños grupos dentro de la línea de dagas, tras lo cual eran despachados al Omega por los otros tres. Dos Hermanos, o candidatos a la Hermandad, estaban con Tohr y ambos eran más grandes que él… de hecho, Tohrment, hijo de Hharm, no era tan fornido como había sido una vez. ¿Quizá estaba recuperándose de una herida reciente? Cualquiera que fuese el motivo, Tohr había escogido sabiamente a sus respaldos. El de la derecha era un macho enorme, el tamaño del cual probaba que el programa de cría de la Virgen Escriba había tenido un punto. El otro era más ancho y alto que Xcor y sus machos, lo que quería decir que no era pequeño. Ambos luchaban sin problemas ni indecisión, sin mostrar miedo. Cuando finalmente estuvo hecho, Xcor respiraba con dificultad, sus antebrazos y bíceps entumecidos por el esfuerzo. Todos los que tenían colmillos estaban en pie.
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Todos los que tenían sangre negra en las venas habían desaparecido, habiendo sido devueltos a su diabólico creador. Los cinco permanecían en sus posiciones, las armas aún en la mano mientras resollaban, los ojos vigilando cualquier signo de agresión desde el otro lado. Xcor miró a Throe e inclinó ligeramente la cabeza. Si habían llamado a otros de la Hermandad, este no era el tipo de enfrentamiento del que podrían salir con vida. ¿Si atacaban esos tres? Él y su soldado tenían una oportunidad, pero habría heridas. No había venido a Caldwell a morir. Había venido para ser Rey. —Estaba deseando verte de nuevo, Tohrment, hijo de Hharm —declaró. —¿Te marchas tan pronto? —contraatacó el Hermano. —¿Crees que me inclinaré ante ti? —No, eso requeriría clase. Xcor sonrió con frialdad, sus colmillos destellando mientras se alargaban. Su temperamento estaba dominado por su autocontrol, y el hecho era que ya estaba empezando a trabajar sobre la glymera. —A diferencia de la Hermandad, nuestros humildes soldados trabajan realmente durante la noche. Por eso en vez de besar el anillo de una antigua costumbre, vamos a buscar y eliminar más enemigos. —Sé porqué estás aquí, Xcor. —En serio. ¿Lees la mente? —Vas a hacer que te maten. —Tal vez. O quién sabe si será al revés. Tohrment sacudió la cabeza lentamente. —Considera esto una advertencia amistosa. Vete por dónde has venido antes de que se ponga en marcha la rueda que te lleve a una tumba prematura. —Me gusta dónde estoy. El aire es fresco en este lado del océano. Por cierto, ¿cómo está tu shellan? La corriente de aire frío que avanzó era lo que quería: Un pajarito le había dicho que la hembra Wellesandra había sido asesinada en la guerra un tiempo atrás, y él no estaba por encima de utilizar cualquier arma que tuviese para arrojarla al enemigo. Y el golpe había sido bueno. Inmediatamente, los sujetalibros a cada lado del Hermano, intervinieron y lo agarraron. Pero no habría pelea o discusión. No esta noche.
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Xcor y Throe se desmaterializaron, dispersándose en la fría noche primaveral. No le preocupaba que los siguiesen. Aquel par se iba a asegurar de que Tohr estuviese bien, lo que quería decir que iban a disuadirle de un apresurado y furioso capricho que posiblemente podría llevarles a una emboscada. No tenían ninguna forma de saber que ellos no podían acceder al resto de sus tropas. Él y Throe recuperaron sus formas en la cima del rascacielos más alto de la ciudad. Él y sus soldados siempre habían tenido un punto de reunión de tal manera que la banda pudiese reunirse de vez en cuando durante la noche, y esta azotea elevada no era sólo fácilmente visible desde todos los sectores del campo de batalla, parecía apropiada. A Xcor le gustaba la vista desde arriba. —Necesitamos teléfonos móviles —dijo Throe sobre el estruendo del aire. —¿En serio? —Ellos los tienen. —¿El enemigo, quieres decir? —Aye. Ambos enemigos. —Cuando Xcor no dijo nada más, su mano derecha murmuró—: Tienen formas de comunicarse… —Que nosotros no necesitamos. Si te permites depender de lo externo, se convierten en armas contra ti. Lo hemos hecho bastante bien sin tecnología durante siglos. —Y esta es una nueva era en un nuevo lugar. Las cosas son diferentes aquí. Xcor miró sobre su hombro, cambiando la vista de la ciudad por la de su segundo al mando. Throe, hijo de Throe, era un buen ejemplo de reproducción, todo rasgos perfectos y cuerpo atractivo que gracias a las lecciones de Xcor, ahora no era simplemente decorativo, sino útil: para ser sinceros, él había madurado bien a lo largo de los años, ganándose finalmente el derecho a reclamar su sexo como el de un macho. Xcor sonrió fríamente. —Si las tácticas y métodos de los Hermanos son tan exitosas, ¿por qué la raza fue atacada? —Las cosas ocurren. —Y a veces son el resultado de errores… errores fatales. —Xcor reanudó su estudio de la ciudad—. Podrías considerar con qué facilidad pueden ocurrir estos errores.
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—Todo lo que estoy diciendo… —Ese es el problema con la glymera… siempre buscando la salida más rápida. Pensé que te había sacado a golpes esa tendencia años atrás. ¿Necesitas que te lo refresque? Cuando Throe cerró la boca, la sonrisa de Xcor se hizo más grande. Centrándose en la extensión de Caldwell, supo que aunque la noche era oscura, su futuro era en realidad brillante. Y allanaría el camino con los cuerpos de la Hermandad.
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Capítulo 4
—¿Dónde diablos han encontrado a todos esos reclutas? —preguntó Qhuinn mientras caminaba alrededor de la escena de lucha, sus botas golpearon a través de la sangre negra. John apenas escuchó al tipo aunque sus oídos estaban funcionando bastante bien. Con la marcha de aquellos bastardos, estaba clavado al lado de Tohr. El Hermano parecía haberse recuperado de esa innecesaria patada en los huevos que Xcor acababa de clavarle, pero aún era tieeeeempo de descanso. Tohr se limpió las hojas en los muslos. Hizo una profunda inspiración. Parecía sacado de un jodido interior de mierda. —Ah… la única cosa que tiene sentido es Manhattan. Necesitas una gran población. Con un montón de malas semillas en la periferia. —¿Quién diablos es este Fore-lesser? —Una pequeña mierda, por lo último que he escuchado. —Justo en los callejones del Omega. —Aunque inteligente. Justo cuando John iba a empezar con toda la cosa de Cenicienta-convertida-encalabaza, su cabeza se disparó alrededor. —Más —dijo Tohr con un gruñido. Sip, pero ese no era el problema. La shellan de John estaba en los callejones. Inmediatamente, todo se fue de su mente, se fue por el desagüe. ¿Qué demonios estaba haciendo ella fuera? Estaba fuera de rotación. Debería estar en casa… A medida que el dulce hedor de la fragancia de lesser entraba en su nariz, una profunda convicción interior desgarró su pecho: Ella no debería estar aquí, en absoluto. —Tengo que coger mi abrigo —dijo Tohr—. Quédate aquí e iré contigo. Ni. Lo. Sueñes.
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En el momento en que Tohr se desmaterializó de vuelta al puente, John se largó, sus shitkickers machacando el asfalto mientras Qhuinn gritaba algo que terminaba con, “¡Tú, chupapollas!” Lo que le faltaba, a diferencia de las diversiones salvajes, locas y maníacas de Tohr, esto era importante. John atravesó el callejón, disparado hacia una calle lateral, cruzó de un salto dos filas de coches aparcados, tomando precipitadamente un desvío… Y allí estaba ella, su compañera, su amante, su vida, cuadrándose contra un cuarteto de lessers frente a una pensión abandonada… flanqueada por un enorme y gritón traidor rubio. Rhage nunca debería haberla reclutado. John había dicho refuerzos… seguro como la mierda que no había querido decir su Xhex. Y en segundo lugar, les había dicho que se quedasen en casa a petición de Tohr. Qué coño hacían ellos… —¡Hey! —les llamó Rhage alegremente. Como si los estuviese invitando a una fiesta—. Solo pensamos que podríamos tomar el aire esta noche en el boniiiiito centro de Caldwell. Bien. Este era uno de esos momentos en los que ser mudo jodía. Tú, gilipollas… Xhex giró la cabeza para mirarle… y fue cuando sucedió. Uno de los lessers estaba acunando un cuchillo, y el hijo de puta tenía tanto un buen brazo como un buen objetivo: la hoja voló por el aire, golpeando sobre el blanco. Hasta que se encontró con una parada repentina… en el pecho de Xhex. Por segunda vez en una tarde, John gritó sin hacer un sonido. Mientras su cuerpo avanzaba hacia delante, Xhex se volvió hacia el asesino con una expresión de rabia estrechando sus facciones. Sin perder un segundo, agarró la empuñadura y arrancó el arma de su propia carne… ¿pero cuánto tiempo le durarían sus últimas fuerzas? Había sido un golpe directo… ¡Santo Dios! Ella iba a tratar de encargarse del bastardo. Incluso herida, iba a ir a por él con uñas y dientes… y matarse a sí misma en el proceso. El único pensamiento que se disparó a través de la mente de John era que no quería estar como Tohr. No quería recorrer ese tramo del infierno en la tierra. No quería perder a su Xhex esta noche, mañana por la noche, ni ninguna noche. Jamás. Abriendo la boca, rugió todo el aire de sus pulmones. No fue consciente de desmaterializarse, pero estuvo dónde ese lesser tan rápido que pareció un fantasma, y rehacerse era la única explicación. Cerrando la mano sobre la garganta de esa cosa, empujó al pedazo de mierda derribándolo y dejó que le siguiese su propio peso.
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10º Hermandad de la Daga Negra
Cuando golpearon el suelo, le dio un cabezazo en la cara, aplastándole la nariz y posiblemente rompiéndole el pómulo o una cuenca del ojo. No se detuvo ahí. Mientras la sangre negra salpicaba sobre él, desnudó sus colmillos y desgarró al enemigo con los dientes mientras lo mantenía en el suelo. El instinto de destrucción estaba afinado y enfocado con tal precisión que habría tenido que seguir hasta que estuviese masticando el suelo… pero entonces su lado racional le lanzó un hola-qué tal-nos-vemos. Necesitaba evaluar las heridas de Xhex. Sacando una daga, levantó el brazo en alto y le cerró los ojos al asesino. O lo que quedaba del par de globos saltones del lesser. John enterró la hoja tan fuerte y profundamente, que después de que se apagase el destello y la explosión, necesitó sujetarlo con las dos manos y tirar con todo el cuerpo entero para sacar el arma del asfalto. Gateando alrededor, rezó por ver a Xhex… Ella estaba más que sobre los pies. Estaba atacando a otro más del cuarteto… incluso aunque había una creciente mancha roja en su pecho, y su brazo derecho colgaba flojo. John casi perdió la cabeza. Dando un salto, lanzó su cuerpo entre su compañera y el enemigo, y mientras la empujaba fuera del camino, recibió un golpe destinado a ella… un sólido swing con un bate de béisbol que hizo que le sonasen campanas en la cabeza y por un momento le hizo perder el equilibrio. Exactamente el tipo de cosa que la habría golpeado de pleno y habría puesto “pagado” a su ataúd. Con un movimiento rápido, restableció el equilibrio, y luego capturó con ambas manos el segundo intento de convertirlo en un homer. Dio un puñetazo rápido hacia delante y golpeó al lesser en la cara con su propio bateador de Louisville, dándole al muerto viviente en una fracción de segundo una demostración de melodías en la cabeza. Era el momento de la dominación. —¡Qué demonios! —le gritó Xhex cuando obligó al asesino a tirarse sobre el suelo. No había una buena manera de comunicarse, teniendo en cuenta que sus manos estaban cerradas sobre la garganta del lesser. Por otra parte, no les iba a ayudar que ella supiese lo que tenía en mente. Con una rápida puñalada, John envió al asesino de vuelta al Omega y se levantó. Su ojo izquierdo, el que había sido golpeado con el bate, estaba empezando a
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hincharse y podía sentir su latido en la cara. Mientras tanto, Xhex todavía estaba sangrando. —No me vuelvas a hacer eso otra vez, nunca —siseó ella. Él quería darle un golpecito en la cara con el dedo, pero si lo hacía, no podría hablar. ¡Entonces no luches cuando estás lesionada-herida-dolida! Cristo, ni siquiera podía comunicarse, sus dedos se atascaban sobre las palabras. —¡Estaba perfectamente bien! Joder, estás sangrando… —Es una herida superficial… ¡Entonces por qué no puedes levantar el brazo! Ambos se estaban acercando el uno al otro, pero no de buena manera, adelantando las mandíbulas, sus cuerpos se encorvaron agresivamente. Y cuando ella no le respondió al último disparo, supo que había supuesto correctamente… supo, también, que estaba sufriendo. —Puedo cuidar de mí misma, John Matthew —bufó ella—. No te necesito vigilando sobre mi hombro porque soy una hembra. Habría hecho lo mismo por cualquiera de los Hermanos. Bueno, en general lo habría hecho. Así que no pongas esa mierda feminista en mí… —¡¿Mierda feminista?! Tú eres la única que está hablando sobre tu sexo, no yo. Los ojos de ella se estrecharon. —Oh, de verdad. Aunque parezca extraño no estoy convencida. Y si crees que defenderme por mi misma es una maldita declaración política, entonces te has vinculado con la maldita hembra equivocada. ¡Esto no tiene nada que ver con que seas una hembra! —¡Y una mierda si no lo es! Con aquel comentario, ella inhaló profundamente, como si le recordara que su aroma de emparejamiento era tan fuerte que destruía incluso el hedor de toda la sangre de lesser esparcida alrededor. John desnudó sus colmillos e hizo señas, Es sobre tu estupidez causando un riesgo en el campo de batalla. La boca de Xhex cayó abierta… pero entonces, en lugar de contraatacar, sólo permaneció de pie frente a él.
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Abruptamente, cruzó su brazo sano sobre el pecho y se centró sobre el hombro izquierdo de él, sacudiendo la cabeza lentamente adelante y atrás. Como si estuviese arrepentida no solo de lo que había pasado hacía un minuto, sino de haberse unido a él en primer lugar. John maldijo y fue a rodearla, sólo para encontrarse que todo el mundo en los callejones —y eso sería Tohr, Qhuinn, Rhage, Blaylock, Zsadist y Phury—, estaba contemplando el show. Y que lo sepas, cada uno de los machos tenía una expresión que sugería que hubiesen estado realmente, verdaderamente, por completo y absolutamente contentos de que la última declaración de John no hubiese salido de su bocaza. ¿Os importa? Señaló John echando fuego por los ojos. En ese momento, el grupo empezó a dar vueltas alrededor, mirando hacia el cielo oscuro, hacia el pavimento, al otro lado de las paredes de ladrillo del callejón. Un murmullo masculino flotaba sobre la brisa maloliente, como si fuese una convención de críticos de cine discutiendo sobre lo que acababan de proyectar. A él no le importaban sus opiniones. Y en este momento de rabia, tampoco le importaba la de Xhex.
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De vuelta en la mansión de la Hermandad, No’One tenía el vestido de emparejamiento de su hija en los brazos… y un doggen plantado frente a ella frustrando su búsqueda de indicaciones para llegar a la lavandería del segundo piso. El primero era bienvenido, lo último no. —No —dijo ella otra vez—. Yo cuidaré de esto. —Señora, por favor, esto es una cosa fácil de… —Por lo tanto dejarme atender el vestido no será un problema para ti. Entonces el doggen inclinó un poco más la cara y se rindió hasta cierto punto, era una maravilla que no tuviera que levantar los ojos para encontrar los suyos. —Quizá… Yo tan sólo debería consultarlo con el Jefe Perlmutter… —Y quizá yo debería decirle lo servicial que has sido mostrándome los suministros de limpieza… y lo mucho que aprecio tu buen servicio hacia mí. Aunque su capucha estaba levantada y le protegía la cara, el doggen pareció captar su intención con suficiente claridad: no iba a ceder. Ni ante este miembro de la plantilla ni ante ningún otro. Su única opción era lanzarla sobre su hombro y llevársela… pero eso nunca ocurriría. —Yo estoy…
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—A punto de mostrar el camino, ¿no? —Ah… sí, señora. Ella hizo una inclinación con la cabeza. —Gracias. —Podría coger la… —¿Delantera? Sí, por favor. Gracias. Él no tenía que sostener el vestido por ella. O limpiarlo. O colgarlo. O reentregarlo. Esto era entre su hija y ella. Con un abatimiento digno de un náufrago, el sirviente giró y empezó a caminar, llevándola a lo largo del corredor que estaba marcado por hermosas estatuas de mármol de machos en varias posiciones. Luego pasó a través de unas puertas batientes al final, giró a la izquierda, y atravesó otro conjunto de puertas. En este punto, todo cambió. La alfombra sobre el suelo de madera noble ya no era una Oriental, sino una de un sencillo y bien aspirado crema. No había arte sobre estas prístinas paredes cremosas y las ventanas no estaban cubiertas con grandes caídas de color con flecos y borlas, sino con pesadas piezas del algodón del mismo color pálido. Habían entrado en la parte de los criados de la mansión. La yuxtaposición había sido la misma en la mansión de padre: Un criterio para la familia. Un criterio para el servicio. Por lo menos había oído que era así. Nunca había ido a la parte de atrás de la casa cuando había vivido en ella. —Esto debería ser… —el doggen abrió un par de puertas—… todo lo que ha solicitado. La habitación era del tamaño de la suite que había tenido en la propiedad de su padre, grande y espaciosa. Excepto que no había ventanas. No había una magnífica cama con un juego de muebles hechos a mano. Ni alfombras bordadas en colores melocotón, amarillo y rojo. Ni armarios llenos de diseños de París o cajones de joyas o cestos con cintas de pelo. Aquí era donde pertenecía ahora. Especialmente cuando el doggen describió los diversos artilugios blancos como lavadoras y secadoras, y luego detalló el funcionamiento de las tablas de planchar y las planchas. Sí, las habitaciones de los sirvientes eran su hogar más que las de los invitados, y lo habían sido desde que se había… encontrado a sí misma en un lugar diferente.
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De hecho, si pudiese convencer a alguien, cualquiera, de que le diesen una habitación en esta parte de la mansión, sería preferible. Sin embargo, desgraciadamente, como la madre de una de las shellans emparejada con uno de los principales guerreros de la casa, se le concedía un privilegio que no merecía. El doggen empezó a abrir alacenas y armarios, mostrándole toda clase de equipamientos y mejunjes descritos de diversas formas como vapores y quitamanchas y planchadores… Después de acabar el tour, ella examinó alrededor y se levantó torpemente sobre su pie bueno para dejar la parte superior de la percha del vestido sobre un pomo. —¿Hay alguna mancha de la cual sea consciente? —preguntó el doggen mientras ella repasaba la cenefa. No’One procedió a revisar cada centímetro cuadrado de los extensos bajos, el corpiño y las mangas ranglan. —Sólo hay esto que yo pueda ver. —Ella se agachó cuidadosamente vigilando no poner demasiado peso en su pierna débil—. Aquí, donde el dobladillo roza el suelo. El doggen hizo lo mismo y examinó el ligero oscurecimiento de la tela, sus pálidas manos tan seguras, el ceño fruncido por la concentración en lugar de confuso. —Sí, lavado en seco manual, creo. Él la llevó al lugar más alejado de la habitación y le describió un proceso que fácilmente iba a llevarle horas. Perfecto. Y antes de que ella le dejase marchar, insistió en que se quedase para el primer par de tratamientos. Como eso le hizo sentir más útil, funcionó para ambos. —Creo que estoy preparada para continuar sola —dijo finalmente. —Muy bien, señora. —Él hizo una reverencia y sonrió—. Bajaré y procuraré tener preparada la Última Comida. Si necesita algo, por favor llámeme. Por lo que había aprendido desde su llegada, eso requería un teléfono… —Aquí —dijo él, sobre los números—. Marque “asterisco” y “uno” y pregunte por mí, Geenley. —Has sido de gran ayuda. Ella apartó la mirada con rapidez, no queriendo ver como se inclinaba ante ella. Y no intentó respirar profundamente hasta que la puerta se cerró tras él. Ahora sola, puso las manos en sus caderas y dejó la cabeza inclinada durante un momento, la presión en el pecho hacía difícil llenar sus pulmones. Cuando había venido aquí esperaba luchar… y lo hacía, pero no con las cosas que había previsto.
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No había considerado qué difícil sería existir en una casa aristocrática. De hecho, la casa de la Primera Familia. Al menos cuando había subido con las Elegidas, habían sido otros ritmos y reglas, sin nadie por debajo de ella. ¿Aquí? La gente de elevada posición le había privado de oxígeno durante mucho tiempo. Querida Virgen Escriba, tal vez debería haberle pedido al sirviente que se quedara. Al menos la necesidad innata de serenidad le había dado un golpe en la autoestima. Sin nadie de quien esconderse, no obstante, luchó por respirar. La túnica iba a tener que irse. Cojeando hacia las puertas, fue a cerrarlas pero se encontró con que no tenían cerrojo. No era lo que había esperado. Abriéndola un poco, asomó la cabeza y verificó dos veces el largo pasillo. Todos los sirvientes debían estar abajo preparando comida para la gente de la casa. Aún más importante, no había manera de que nadie salvo un doggen estuviese en esta parte de la mansión. Estaba a salvo de otros ojos. Agachándose, aflojó el lazo de su cintura, retiró la capucha de encima de su cabeza y luego se despojó del peso que soportaba cada vez que estaba en público. Ah, glorioso alivio. Extendiendo los brazos hacia arriba, estiró los hombros y la espalda, luego movió el cuello de un lado a otro. Su última pretensión fue levantar la pesada trenza de su cabeza y colocársela sobre el hombro, aliviando un poco la tensión de la nuca. Salvo por la primera noche que había venido a la casa y se había enfrentado a su hija —así como al Hermano que había tratado de salvarla tanto tiempo atrás— nadie había visto sus facciones. Y nadie lo haría a partir de ahora. Desde esa breve revelación, siempre había estado cubierta y seguiría de esa manera. Una prueba de identidad había sido un mal necesario. Como siempre, bajo la ropa llevaba un simple vestido de tubo de lino que había hecho ella misma. Tenía unos cuantos, y cuando se volvían demasiado delgados, los reciclaba como toallas para secarse. No estaba segura de donde encontraría aquí la tela para reemplazarlos, pero ese no era un problema. Con el fin de refrescarse para no tener la necesidad de alimentarse, iba con regularidad al Otro Lado, y entonces podría obtener lo que necesitase. Los dos lugares eran tan diferentes. Y sin embargo, en cualquiera de los dos, sus horas eran iguales: infinitas, solitarias… No, no totalmente solitarias. Ella había venido a este lado para encontrar a su hija, y ahora que lo había hecho, iba a… Bien, esta noche iba a limpiar este vestido.
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Acariciando el fino tejido, no pudo detener los recuerdos que estallaban, como un géiser, sin ser bienvenidos. Ella había tenido vestidos como este. Docenas de ellos. Habían llenado el armario de sus alojamientos nocturnos, esas habitaciones maravillosamente equipadas que habían tenido puertas francesas. Las cuales habían demostrado ser menos que seguras. Mientras sus ojos se empañaban, luchó para detener el pasado. Había estado de paso por ese agujero negro demasiadas veces para contarlas… —Deberías quemar esa túnica. No’One giró alrededor tan rápido, que estuvo a punto de arrancar el vestido de la mesa de trabajo. En la puerta había un macho enorme con el pelo rubio-y-negro. Verdaderamente, era tan grande que llenaba las jambas dobles, pero esa no era la cosa más increíble. Él había aparecido con un destello. Por otra parte, estaba cubierto de oro, aros y clavos marcando sus orejas, sus cejas, sus labios, su garganta. No’One se lanzó a por lo que normalmente la cubría y él permaneció de pie tranquilamente mientras ella se rodeaba con la túnica. —¿Mejor? —dijo él suavemente. —¿Quién eres tú? Su corazón latía tan deprisa que las tres palabras salieron con rapidez. Ella no estaba bien con machos en espacios cerrados, y él era muy macho. —Soy un amigo tuyo. —¿Entonces por qué no nos han presentado todavía? —Algunas personas dirían que eres afortunada por haberlo estado evitando — murmuró—. Y me has visto en las comidas. Ella supuso que lo había hecho. Como de costumbre, mantenía la cabeza gacha y los ojos en el plato, pero sí, en la periferia, había estado allí. —Eres muy hermosa —dijo él. Había dos cosas que le impedían por completo entrar en pánico: primera, no había especulación en su profunda voz, ni pasión masculina, nada que le hiciese angustiarse; y la segunda, él había cambiado de posición, recostándose contra la jamba… dejándole espacio para salir corriendo si tenía que hacerlo. Como si supiera lo que la ponía nerviosa.
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—Te he estado dando algo de tiempo para instalarte y orientarte —murmuró él. —¿Por qué harías algo así? —Porque estás aquí por una razón muy importante, y voy a ayudarte. El brillo del macho era pálido, sus ojos sin pupilas se mantenían sobre los de ella, aunque su cara estaba en la sombra… como si no estuvieran solo mirándola por fuera, sino por dentro. Ella dio un paso atrás. —No me conoces. Al menos esa era una verdad tan sólida que podía plantar sus pies en ella: incluso si quien quiera que fuera hubiera sido conocido de sus padres, su familia, su linaje, no la conocía. Ella no era quien había sido una vez: el secuestro, el parto, su muerte había dejado la pizarra limpia. O la había roto en pedazos, más exactamente. —Sé que puedes ayudarme —dijo él—. ¿Qué hay sobre eso? —¿Estás buscando una sirvienta? Difícil de imaginar, dada la cantidad de personal de esta casa… pero eso era irrelevante. No quería servir a un macho de ninguna forma íntima. —No. —Ahora sonrió, y ella tuvo que admitir que él parecía un poco… amable—. Sabes que tu falta no tiene porque hacer que seas servil. Ella levantó la cabeza un poco más alta. —Todo trabajo es honorable. Ese era un hecho que ella había eludido antes de que todo cambiase. Querida Virgen Escriba, había sido una mocosa mimada, sobreprotegida y sin conocimientos. Y desprenderse de aquellas feas ropas ceremoniales adornadas de autoestima fue la única cosa buena que había salido de todo esto. —No sostengo lo contrario. —Él ladeó la cabeza, como si la estuviese imaginando en un sitio diferente, con ropas diferentes. O quizá solo era un cuello estirado, quien lo sabía—. Tengo entendido que eres la madre de Xhex. —Soy la hembra que la trajo al mundo, sí. —He escuchado que Darius y Tohr la dieron en adopción después de que naciese. —Lo hicieron. Ellos me dieron refugio durante mi convalecencia. —Se saltó la parte en la que cogía aquella daga y la usaba sobre su propia carne: ya había hablado demasiado con este macho.
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—Sabes, Tohrment, hijo de Hharm, ha pasado mucho tiempo mirando en tu dirección durante las comidas. No’One retrocedió. —Estoy segura de que estás equivocado. —Mis ojos funcionan muy bien. Como los de él, aparentemente. Ahora ella rió, el fuerte y corto arranque saliendo de su garganta. —Puedo asegurarte que no es porque yo le guste. El macho se encogió de hombros. —Bien, los amigos pueden no estar de acuerdo. —Con el debido respeto, no somos amigos. No te conozco… De repente, la habitación se inundó de un brillo dorado, la luz tan suave como la mantequilla y deliciosa, y ella sintió que su piel picaba por el calor. No’One dio un paso más atrás cuando se dio cuenta de que no era una ilusión óptica cortesía de toda la joyería que llevaba. El macho era la fuente de iluminación, su cuerpo, su cara, su aura era como un montón de fuego. Cuando él le sonrió, su expresión fue como la de un hombre santo. —Mi nombre es Lassiter, y te diré todo lo que necesites saber sobre mí. Soy primero un ángel y segundo un pecador, y no llevo aquí mucho tiempo. Nunca te haré daño, pero estoy preparado para hacerte sentir bastante jodidamente incómoda si tengo que hacerlo para llevar a cabo mi trabajo. Me gustan las puestas de sol y los largos paseos por la playa, pero mi hembra perfecta ya no existe. Ah, y mi pasatiempo favorito es molestar a la gente de mierda. Supongo que he sido criado para sacar a la gente de sus casillas… probablemente por todo lo de la resurrección. La mano de No’One se movió sigilosamente y mantuvo su túnica junta con una fuerte presión. —¿Por qué estás aquí? —Si te lo digo ahora, sólo lucharías contra ello con uñas y dientes, pero déjame decirte que creo en los círculos completos… simplemente no he podido ver en el que estamos hasta que has venido. —Él le hizo una pequeña reverencia—. Cuida de ti misma… y de ese hermoso vestido. Con eso, se fue, alejándose, llevándose el calor y la luz con él. Desplomándose hacia atrás contra el mostrador, le llevó un momento darse cuenta de que le dolía la mano. Mirando hacia abajo, la observó desde la distancia, viendo los nudillos blancos y la rígida carne contra las solapas de la túnica como si fuese la extremidad de otra persona.
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Siempre era así cuando miraba alguna parte de su cuerpo. Pero al menos podía mandar sobre su carne: Su cerebro le ordenó a la mano que estaba unida al brazo que se aferraba al torso, que se soltase y relajase. Cuando obedeció, miró hacia atrás, hacía donde el macho había estado. Las puertas estaban cerradas. Excepto… que él no las había cerrado, ¿no? ¿Todavía estaba aquí? Ella se precipitó y miró fuera, en el pasillo. En todas direcciones… allí no había nadie.
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Capítulo 5
Después de casi doscientos años de haber estado emparejado, Tohr estaba bastante familiarizado con la forma de argumentar entre los luchadores tercos y las mujeres de mal genio. Y qué ridículo era tener un ataque de nostalgia por la forma en que John y Xhex estaban lanzándose miradas airadas el uno al otro. Dios, su Wellsie y él habían tenido unos cuantos buenos asaltos durante su tiempo juntos. Solo una cosa más que lamentar. Después de reactivar su exhausto cerebro, dio un paso entre aquel par, imaginándose que la situación necesitaba una inyección de realidad. Si hubiera sido entre otros dos, no hubiera desperdiciado su aliento. El romance no era asunto suyo, tanto si iba bien como mal, pero era John. Era… el hijo que una vez había esperado tener. —Tiempo de volver al complejo —dijo—. Vosotros dos necesitáis tratamiento. —¡No te metas! ¡No te metas! Tohr estiró la mano y pellizcó a John por la nuca, retorciendo aquellos tendones hasta que el macho se vio obligado a mirarlo. —No seas un gilipollas con esto. Oh, vamos, está bien para ti ser un gilipollas… —Déjalo, chaval. Eso es un privilegio de la edad. Ahora cállate y súbete al condenado coche. John frunció el ceño como si acabara de notar que Butch había llegado con el Escalade. —Y tú —dijo Tohr en un tono más suave—. Haznos a todos un favor y deja que atiendan ese hombro. Después, puedes llamarlo jodido imbécil, caraculo o cualquier otra cosa que se te ocurra… pero ahora mismo, esa herida tuya está volviendo a cerrarse de tres o cuatro malas formas. Necesitas ver a nuestros cirujanos
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rápidamente, y eres una hembra razonable, sé que veras las ventajas de lo que te estoy diciendo… Tohr levantó su índice y se lo clavó a John en la cara. —Sube. Arriba. Y no, ella se va a trasladar solita al complejo. ¿Verdad, Xhex? No va a subir en ese SUV contigo. Las manos de John empezaron a moverse, pero se detuvieron cuando Xhex habló. —Vale, iré ahora al norte. —Bien. Vamos, hijo —Tohr empujó a John en dirección al SUV, listo para agarrarlo por el corto cabello si tenía que hacerlo—. Tiempo para un pequeño paseo. Tío, John estaba tan cabreado que se podía freír un huevo en su cabeza. Te.Jo.Des. Tohr abrió la puerta del pasajero y empaquetó al luchador en el asiento de delante como si fuera un saco de dormir o una bolsa de palos de golf, o quizás una bolsa de alimentos. —¿Puedes ponerte el cinturón de seguridad como un chico grande… o tengo que hacerlo por ti? Los labios de John se elevaron, los colmillos al descubierto. Tohr solo sacudió la cabeza y apoyó un brazo sobre la pintura negra de la carrocería del SUV. Joder, estaba mortalmente cansado. —Escúchame… como macho que ha estado en tus botas con esta clase de cosas como un millón de veces, ahora mismo vosotros dos necesitáis algo de espacio. Esquinas separadas, un poco de tranquilidad… luego podéis explicaros toda la mierda y… —su voz enronqueció—. Bueno, el sexo de reconciliación es fantástico, si los recuerdos sirven. La boca de John formó un par de variaciones de joder. Luego golpeó la cabeza contra el respaldo. Dos veces. Nota mental: Fritz tenía que revisar los daños en el asiento. —Confía en mí, hijo. Vosotros dos vais a hacer esto de vez en cuando, y tú también deberías empezar a manejar esto con racionalidad ahora. Me llevó unos cincuenta años jodiéndola peor aún y descubrí una forma mejor de manejar las discusiones. Aprende de mis errores. La cabeza de John se levantó y empezó a vocalizar. La amo tanto, moriría si le ocurriera algo a e… Cuando se paró de golpe, Tohr respiró profundamente a través del dolor de su pecho. —Lo sé. Confía en mí… lo sé.
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Cerrando la puerta de un golpe, dio la vuelta por el lado de Butch. Cuando la ventanilla bajó, habló en voz baja. —Conduce despacio y toma la ruta larga. Vamos a intentar que ella entre y salga de cirugía antes de que él llegue. Lo último que necesitamos es tenerlo encima del culo de Manny en el sala de cirugía. El poli asintió. —Oye, ¿quieres un paseo de vuelta? No pareces muy caliente. —Estoy bien. —¿Estás seguro de lo que significan esas dos palabras? —Ajá. Te veré más tarde. Cuando se apartó, vio que Xhex se había ido, y supo que había una buena probabilidad de que hubiera hecho lo que se le había dicho que hiciera. Aunque estaba tan cabreada como John, era dudoso que fuera estúpida con su salud, o su futuro. Las hembras, después de todo, no eran solo el sexo más bello, sino el más razonable. Que era la única razón por la que la raza había sobrevivido este tiempo. Mientras el Escalade se deslizaba como una serpiente, Tohr anticipó toda la diversión que Butch iba a tener de camino a casa. Difícil no sentir pena por el pobre bastardo. Yyyyyyyyyyyyyyyy luego él se encaró con su galería de tontos. Parecía que el poli de Boston no sería el único en echarle la bronca, y bastante seguro, cada uno de los machos le lanzaría una frase. —Tiempo de volver al centro de entrenamiento. —Necesitas tratamiento. —Eres un macho razonable, y sé que apreciaras las ventajas de lo que te estoy diciendo. —No seas un idiota. Rhage se apuntó a la regurgitación con cuatro palabras. —Apártate.Que.Me.Tiznas. Jodido infierno. —¿Habéis planeado esto? —Sí, y si tú luchas contra nosotros —Hollywood mordió su Tootsie Pop de uva— lo haremos otra vez… solo que esta vez con los pasos del baile. —Ahórramelo.
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—Bien. A menos que accedas volver a casa conmigo, nosotros bailaremos los pasos —para probar su intención, el imbécil unió las palmas tras la cabeza y empezó a hacer algo obsceno con sus caderas. Lo que iba apoyado sobre una serie de sonidos —. Uh-huh, uh-huh, ohhhh, yeeeeeeeaaaah quién es tu papaíto… Los otros miraron a Rhage como si le hubiera crecido un cuerno en medio de la frente. Nada raro. Y Tohr sabía que, a pesar de su ridícula diversión, si no cedía, todos ellos patearían tan rápido su culo, que estaría escupiendo shitkickers. Algo nada raro. Rhage giró en redondo, sacó el culo para atrás, y empezó a dar palmadas en su contoneante culo-de-oro como si fuera masa de pan. ¿La única ventaja? Cualquier mierda que estuviera declamando era amortiguada. —Por el amor de la Virgen Escriba —murmuró Z— sácanos de esta miseria, y vamos a la condenada casa. Alguien más metió baza. —Sabes, nunca pensé que hubiera ventajas en ser ciego… —O sordo —O mudo —añadió alguien. Tohr miró alrededor a la periferia, esperando que algo que oliera como un sándwich de carne de tres días saltara de las sombras. No hubo suerte. Y lo siguiente que supo fue Rhage en modo robot. O breakdance. O un “Twist and Shout”ii sobre sus traseros. Sus hermanos nunca lo olvidarían.
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Una hora y media… Costó una hora y treinta puñeteros minutos volver a casa. Por lo que John pudo calcular, la única manera de que el viaje costara tanto era si Butch había dado un rodeo alrededor de Connecticut. O quizás Maryland. Cuando finalmente pararon delante de la gran mansión, no pudo esperar a que el Escalade estuviera aparcado… o siquiera redujera la velocidad. Abrió la puerta y saltó mientras el SUV todavía estaba en marcha. Aterrizando con una carrera deslizante, subió los escalones de piedra llegando hasta la entrada principal de un solo salto, y después irrumpió en el vestíbulo, metiendo su cara con tanta fuerza en la cámara de seguridad, que casi rompió la lente con la nariz.
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La enorme puerta de bronce se abrió con bastante rapidez, pero una mierda si podía decir quién hizo los honores. Ni el increíble vestíbulo con los colores del arco iris con sus columnas de mármol y malaquita y su elevado techo pintado lo impresionaron. Ni lo hizo el mosaico de azulejos sobre el suelo mientras cruzaba en una carrera desesperada, o las voces de quién-demonios-sabía que gritaban su nombre. Golpeando la puerta que se ocultaba bajo la gran escalera, se abrió camino por el túnel subterráneo que conectaba con el centro de entrenamiento, estampando los códigos de paso tan brutalmente que se preguntó si no rompería los teclados. Entrando a través del fondo del armario de la oficina, giró alrededor del escritorio, disparándose a través de las puertas de cristal, y… —La están operando ahora —anunció V desde unos cincuenta metros. El Hermano estaba esperando fuera de la puerta de la sala de exploración principal, un clavo-de-ataúd entre los dientes, un encendedor en la mano enfundada en un guante. —Serán otros veinte minutos más o menos. Mientras el shhhh-ch se elevaba, una pequeña llama hizo su aparición y V llevó el fuego hasta la punta de su cigarrillo. Cuando exhaló, el aroma del tabaco turco flotó despacio por el pasillo. Frotándose la dolorida cabeza, John se sintió como si estuviera metido en un metafórico tiempo muerto. —Va a estar bien —dijo V con un chorro de humo. Ahora no había razón para apresurarse, y no solo porque ella estaba sobre la mesa. Era bastante condenadamente obvio que a V lo habían dejado fuera en el pasillo como un tope viviente y respirando: John no iba a entrar en aquella habitación hasta que el Hermano le dejara. Probablemente inteligente. Dado su humor, él habría sido perfectamente capaz de derribar la puerta al estilo de los dibujos animados, no dejando nada más que la silueta de su cuerpo en el panel… y naturalmente, eso era lo último que todo el mundo quería en mitad de una fiesta-de-escalpelo. Despojado de un objetivo, John arrastró su arrepentido culo hasta el Hermano. Te dejaron aquí, ¿no? —Nah. Solo el tiempo para un cigarrillo. Ya. Vale Acomodándose contra la pared más cercana al macho, John estuvo tentado de golpear la parte posterior de su cabeza contra el cemento, pero no quiso arriesgarse a hacer ningún ruido.
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Era demasiado pronto, pensó. Demasiado pronto para ser expulsado fuera de otro más de sus procedimientos. Demasiado pronto para que ellos dos estuvieran peleándose. Demasiado pronto para la tensión y la ira. ¿Puedo intentar con uno de esos? dijo por señas. V elevó una ceja, pero no intentó convencerlo de que fuera sensato. El Hermano solo sacó una petaca y algunos papeles de cigarrillo. —¿Quieres hacer los honores tú mismo? John negó con la cabeza. Por una parte, aunque había observado el proceso de enrollado de V incontables veces, nunca había intentado nada parecido antes. Por otra, no creía que sus manos estuvieran lo bastante firmes. V se hizo cargo de las cosas por el momento, mientras le daba el clavo-de-ataúd, le dio un golpecito a su encendedor. Ambos se inclinaron. Justo antes de que John conectara el cigarrillo con la llama, V le advirtió. —Una advertencia. Eso pega fuerte, no aspires demasiado… Santa hipoxia, Batman. Los pulmones de John no solo rechazaron la arremetida: sufrieron un ataque. Y mientras escupía sus bronquios, V le quitó el artefacto atacante. Atento… lo que quería decir que pudo apoyar las palmas sobre los muslos mientras se inclinaba sobre ellos y tenía arcadas. Cuando las estrellas desaparecieron de sus ojos llenos de lágrimas, miró a V… y sintió que sus pelotas se marchitaban e hibernaban en su bajo vientre. El Hermano había tomado el enrollado-a-mano de John y lo había añadido al suyo, aspirando de ambos al mismo tiempo. Genial. Como si no se sintiera ya como un marica. V sostenía ambos entre el índice y el dedo medio. —¿A menos que quieras dar otro viaje? Cuando John sacudió la cabeza, él hizo un gesto de aprobación. —Buena opción. Una segunda calada y tu siguiente parada sería la papelera… y no para lanzar tu Kleenex, verdad. John dejó que su culo se deslizara por la pared hasta que el suelo de linóleo subió y capturó su rabadilla. ¿Dónde está Tohr? ¿Ya ha llegado a casa? —Sip. Lo envié a comer. Le dije que no le estaba permitido bajar hasta que tuviera una declaración jurada de que se había tragado una comida completa con postre —V
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dio otra calada y habló sobre el fragante humo—. Casi tuve que llevarlo allí arriba yo mismo. Está allí por ti, de verdad. Casi consiguió matarse esta noche. —Lo mismo se podría decir de todos nosotros. Es la naturaleza de nuestro trabajo. Sabes que con él es diferente. Todo lo que consiguió de vuelta fue un gruñido. Mientras el tiempo pasaba y V fumaba como un tío grande, John se encontró queriendo preguntar la impreguntable. Tambaleándose en el borde del decoro, la desesperación finalmente lo envió por encima. Silbando con suavidad para que V lo mirara, utilizó las manos con cuidado. Como muere ella, V —mientras el Hermano se tensaba, John habló por señas—. He escuchado que algunas veces ves esas cosas. Si supiera que será a una edad avanzada, podría manejar esta mierda de ella en el campo de batalla mucho mejor. V sacudió la cabeza, sus cejas oscuras bajaron sobre los ojos diamantinos, el tatuaje de su sien cambió de forma. —No deberías hacer ningún cambio en tu vida basado en mis visiones. Son solo destellos de un momento en el tiempo… podría ser la próxima semana, el próximo año o tres centurias desde ahora. Ocurren sin contexto, no cuándo y dónde. Con la garganta cerrada, John se echó atrás Así que muere violentamente. —No he dicho eso. ¿Qué le ocurrirá? Por favor. Los ojos de V se alejaron de forma que estuvo mirando fijamente a través del pasillo de cemento. Y en el silencio, John estaba a la vez aterrorizado y hambriento por saber cualquier cosa que el Hermano estuviera viendo. —Lo siento John. Una vez cometí el error de contarle a alguien esta información. Lo tranquilizó a corto plazo, de verdad que lo hizo, pero… al final, fue una maldición. Así que, sí, sé de primera mano que abrir esa lata de gusanos no lleva a nadie a ningún lugar —echó un vistazo sobre el hombro—. Divertido, mucha gente no quiere saber, ¿cierto? Y creo que es bueno y la forma en que se supone que debe ser. Por eso no puedo ver mi propia muerte. O la de Butch. O la de Payne. Demasiado cercanos. Se supone que debemos vivir la vida a ciegas… que es como no se da la mierda por supuesta. La porquería que veo no es natural… y no es cierta, chico.
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John sintió que un gran zumbido se establecía en su cabeza. Sabía que lo que el tipo decía tenía sentido pero estaba estremeciéndose con la necesidad de saber. Una mirada a la mandíbula de V, no obstante, le dijo que estaría ladrándole al árbol equivocado si persistía en el asunto. No iba a responderle nada. Excepto, quizá, un puñetazo. Aún así, era horrible permanecer al borde de tal conocimiento, sabiendo que estaba ahí fuera en el mundo, un libro que no podría, no debería ser leído… que sin embargo él se estaba muriendo por tenerlo en sus manos. Solo era… toda su vida estaba allí dentro con la Doc Jane y Manny. Todo lo que era, y sería siempre, estaba sobre aquella tabla, apagada como una luz, siendo reparada porque el enemigo la había herido. Cuando cerraba los ojos, veía la locura en la cara de Tohr mientras el Hermano atacaba a aquel lesser. Sí, pensó, ahora sabía desde su médula cómo se sentía exactamente el macho. El tormento te obligaba a hacer alguna bonita cabronada.
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Capítulo 6
Arriba, en el comedor principal, los alimentos que Tohr estaba comiendo con los demás eran únicamente textura, no tenían sabor. De igual forma, la conversación que tenía lugar alrededor de la mesa era únicamente sonido insignificante. Y las personas sentadas a ambos lados eran como bosquejos en dos dimensiones, nada más. Sentado junto a sus hermanos, sus shellans y los invitados de la mansión, todo lo que le rodeaba era como un vago y distante borrón. Bueno, casi todo. Solo una cosa en la vasta habitación le causaba alguna impresión. Más allá de la porcelana y la plata en el extremo más lejano, tras los ramos de flores y los curvos candelabros, una figura envuelta en una túnica estaba sentada, inmóvil y en actitud autosuficiente, precisamente en el asiento opuesto a él. Llevaba la capucha puesta y lo único que asomaba desde debajo de los ropajes de la mujer eran un par de delicadas manos que, de cuando en cuando, cortaban un pedazo de carne o tomaban un poco de arroz con el tenedor. Comía como un pájaro. Era silenciosa como una sombra. Y no tenía ni idea de por qué estaba aquí. La había enterrado en el Antiguo País. Bajo un manzano, porque tenía la esperanza de que las fragantes flores la aliviaran en la muerte. Dios sabía que en el final de su vida no lo había tenido fácil. Y, sin embargo, estaba viva de nuevo. Había venido del Otro Lado con Payne, la demostración de que cuando se trataba de la Virgen Escriba y la concesión de bendiciones, todo era posible. —¿Más cordero, señor? —preguntó un doggen desde detrás de su codo. Tohr tenía el estómago cerrado como un puño, pero aún sentía las articulaciones débiles y la cabeza ida. Decidió que comer era mejor que pasar por la tortura de alimentarse, así que asintió. —Gracias.
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Mientras le rellenaban el plato con carne y aceptaba más arroz pilaf, miró a su alrededor, a los demás, tan solo para tener algo que hacer. Wrath estaba sentado a la cabecera de la mesa, el Rey presidiendo sobre todo y todos. Se suponía que Beth debía sentarse en el sillón de la cabecera opuesta, pero en vez de ello, y como de costumbre, estaba sentada en el regazo de su hellren. También como de costumbre, Wrath se preocupaba más de hacer los honores a su hembra que de comer: aunque en la actualidad estaba ya completamente ciego, alimentaba a su shellan desde su plato, levantando el tenedor y manteniéndolo en alto para que ella inclinara la cabeza y aceptara lo que él le ofrecía. Lo orgulloso que se mostraba de ella, el placer que encontraba en cuidar de ella, la maldita calidez que existía entre ellos, transformaba su áspero y aristocrático rostro en algo casi tierno. Y, de vez en cuando, descubría sus largos colmillos, como si estuviera deseando que se quedaran a solas para hundirse en ella… de varias formas. No era el tipo de cosa que a Tohr le venía bien ver. Miró a otro lado y pilló a Rehv y Ehlena sentados uno junto al otro, haciéndose arrumacos. Y Phury y Cormia. Y Z y Bella. Rhage y Mary… Frunciendo el ceño, recordó como la Virgen Escriba salvó a la hembra de Hollywood. Había estado al borde de la muerte, cuando fue salvada para concedérsele una larga vida. Abajo, en el hospital, ocurría lo mismo con Doc Jane. Muerta, pero devuelta a la vida, con solo buenos años por delante para ella y su hellren. Los ojos de Tohr se concentraron en la figura con la túnica frente a él. La ira hervía en su tenso estómago, aumentando la presión: esa aristócrata caída en desgracia, que ahora se hacía llamar No’One, también estaba de vuelta, habiendo recibido el don de una nueva vida por la jodida madre de la raza. ¿Pero su Wellsie? Muerta y desaparecida. Nada más que recuerdos y cenizas. Para siempre jamás. Empezando a cabrearse en serio, se preguntó a quién tenías que chupársela o sobornar para conseguir ese tipo de dispensa. Su Wellsie había sido una hembra de valía, igual que estas otras tres… ¿por qué a ella no? ¿Por qué cojones él no podía ser como esos otros machos, esperando con alegría el resto de su vida? ¿Por qué no había tenido piedad con él y su shellan cuando más la necesitaban…?
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Estaba mirándola. No… estaba mirándola fijamente. Desde el otro lado de la mesa, Tohrment, hijo de Hharm, miraba fijamente a No’One con ojos duros y furiosos, como si lo molestara no solo su presencia en la casa, sino también el mismísimo aire que respiraba y hasta el latido de su corazón. La expresión que tenía no favorecía sus rasgos. De hecho, había envejecido tanto desde la última vez que le vio, incluso aunque los vampiros, especialmente los de linaje fuerte, aparentaban encontrarse a mediados o finales de los veinte hasta justo antes de morir. Y ese no era el único cambio que se había operado en él. Sufría de una persistente pérdida de peso: no importaba la cantidad de comida que ingiriera en la mesa, no tenía suficiente carne sobre los huesos, tenía el rostro marcado por los pómulos hundidos, la mandíbula demasiado afilada y los ojos hundidos y rodeados de sombras por encima y por debajo. Sin embargo, cualquiera que fuera su enfermedad física, no le impedía luchar. No se había cambiado para la comida y sus húmedas ropas estaban manchadas de sangre roja y aceite negro, los recordatorios viscerales de en qué ocupaban sus noches todos los machos. Por lo menos, se había lavado las manos. Se preguntó dónde estaría su compañera. No había visto evidencias de una shellan… ¿quizás había permanecido solo todos estos años? Si hubiera tenido una hembra, con toda seguridad hubiera estado aquí para apoyarle. Ocultó aún más la cabeza bajo la capucha y colocó el cuchillo y el tenedor a un lado de su plato. No tenía más apetito de comida. Tampoco estaba hambrienta de ecos del pasado. Sin embargo, estos últimos no eran algo que pudiera rechazar educadamente… Tohrment era tan joven como ella cuando pasaron todos esos meses juntos en aquella cabaña fortificada del Antiguo País, refugiándose del frío del invierno, la humedad de la primavera, el calor del verano y los vientos del otoño. Habían pasado cuatro estaciones contemplando como su vientre se hinchaba con una vida, todo un ciclo de calendario en el que él y su mentor, Darius, la habían alimentado, dado cobijo y cuidado. No se trataba de cómo tenía que haber transcurrido su primer embarazo. Ni de cómo se suponía que tenía que haber vivido una hembra de su procedencia. No se trataba de nada que el destino que ella esperaba tener le hubiera proporcionado jamás. En cualquier caso, fue muy arrogante por su parte dar nada por hecho. Y no hubo vuelta atrás, seguía sin haberla. Desde el instante en que fue capturada y arrancada
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de su familia, fue marcada para siempre, igual que si le hubieran tirado ácido a la cara o quemado su cuerpo hasta dejarla irreconocible o perdido miembros o la vista o el oído. Pero eso no era lo peor de todo. Ya era suficientemente malo que hubiera sido mancillada sin más, ¿pero por un symphath? ¿Y que el estrés hubiera desatado su primera necesidad? Había pasado esas cuatro largas estaciones bajo ese tejado de paja sabiendo que tenía un monstruo creciendo en las entrañas. Ciertamente, ya hubiera perdido su respetabilidad social si la hubiera raptado un vampiro y hubiera privado a su familia de lo más valioso de ella: su virginidad. Antes de su secuestro, como la hija del leahdyre del Consejo, era un artículo de gran valor, del tipo que se mantiene a buen recaudo y se muestra solo en ocasiones especiales, para ser admirado como una joya de importancia. De hecho, su padre había estado negociando su apareamiento con alguien que le hubiera proporcionado un nivel de vida más alto aun que en el que había nacido… Con terrible claridad, recordó como estaba arreglándose el cabello cuando se oyó el suave clic de la puerta francesa. Dejó el cepillo sobre el tocador. Y entonces, alguien que no fue ella, abrió el cerrojo… Desde entonces, en los momentos de tranquilidad, a veces imaginaba que esa noche había bajado a sus aposentos subterráneos con su familia. No se encontraba bien, probablemente era un síntoma previo de su período de necesidad… y se había quedado arriba porque allí había más distracciones para su inquietud. Sí… a veces fingía que les había acompañado al sótano y, una vez allí, finalmente le había hablado a su padre sobre la extraña figura que aparecía frecuentemente en la terraza de su habitación. Se hubiese salvado a sí misma. Hubiera salvado de su ira al guerrero que tenía enfrente… Había usado la daga de Tohrment. Justo después del parto, le quitó repentinamente el arma. Incapaz de tolerar la realidad de lo que había traído al mundo, incapaz de seguir viviendo con el destino al que había sido condenada, había apuntado la hoja a su propio estómago. Lo último que oyó antes de que la luz la reclamara fue a él gritando… El chirrido de la silla de Tohr al retirarse la sobresaltó, y todos se quedaron en silencio alrededor de la mesa, todos pararon de comer, todos se detuvieron y todas las conversaciones se interrumpieron mientras él abandonaba la habitación.
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No’One tomó su servilleta y se limpió la boca por debajo de la capucha. Nadie la miró, como si a todos ellos les hubiera pasado inadvertida su fijación con ella. Pero desde el lado opuesto, el ángel de cabello negro y rubio estaba mirándola fijamente. Desviando la mirada de la suya, vio a Tohrment saliendo de la sala de billar al otro lado del recibidor. En cada mano llevaba una botella de algún líquido oscuro y su rostro serio era lo más parecido a una máscara mortuoria. Cerró los párpados y buscó en lo más profundo de su interior, intentando encontrar la fuerza que iba a necesitar para abordar al macho que acababa de marcharse tan bruscamente. Había venido a este lado, a esta casa, a arreglar las cosas con la hija que había abandonado. Sin embargo, alguien más merecía una disculpa. Y a pesar de que las palabras de arrepentimiento eran su objetivo final, iba a comenzar por el vestido: se lo devolvería tan pronto como terminara de limpiarlo y plancharlo, con sus propias manos. Era algo tan insignificante en comparación. Pero una debía comenzar por algún lado y el vestido era claramente una antigüedad de generaciones, perteneciente a su línea de sangre, que le había prestado a su hija para que lo llevara, ya que no tenía otra familia. Seguía ocupándose de Xhexania después de todos estos años. Era un macho de valía. No’One hizo una salida más discreta, pero la sala se quedó en silencio una vez más cuando se levantó de su asiento. Manteniendo la cabeza baja se marchó, pero no a través de la arcada como él, sino por la puerta del mayordomo que conducía a la cocina. Cojeó por delante de los hornos, los mostradores y los ocupados y desaprobadores doggen y subió por la escalera de atrás, la que tenía simples paredes blancas y escalones de pino. —Era de su shellan. La suave suela de cuero de su zapatilla chirrió cuando se dio la vuelta. Abajo del todo, el ángel estaba de pie en el primer escalón. —El vestido —dijo—. Era el que Wellesandra llevaba la noche de su emparejamiento hace casi doscientos años. —Ah, entonces se lo devolveré a su compañera… —Está muerta. Un escalofrío le recorrió la espalda. —Muerta…
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—Un lesser le disparó en la cara —sus ojos blancos no parpadearon ante el jadeo de No’One—. Estaba embarazada. No’One se apoyó en el pasamanos al tambalearse. —Lo siento —dijo el ángel—. No se me da bien lo de endulzar la mierda y necesitas saber en lo que te estás metiendo si vas a devolverle eso. Xhex tendría que habértelo dicho… me sorprende que no lo hiciera. Ciertamente. Aunque no es que hubieran pasado mucho tiempo juntas… y tenían muchos asuntos propios sobre los que discutir para andar dando rodeos. —No lo sabía —dijo por fin—. Los recipientes de ver del Otro Lado… nunca… Claro que no estaba pensando en Tohrment cuando acudió a ellos, estaba preocupada y concentrada en Xhexania. —Las tragedias, como el amor, ciegan a las personas —dijo él, como si pudiera leer su arrepentimiento. —No se lo voy a llevar —negó con la cabeza—. Ya he hecho suficiente daño. Obsequiarle con el… vestido de su mujer… —Es un gesto bonito. Creo que deberías devolvérselo. Puede que ayude. —¿De qué manera? —dijo aturdida. —Recordándole que ella se ha ido. No’One frunció el ceño. —Como si lo hubiera olvidado. —Te sorprenderías, rubia. La cadena de los recuerdos debe ser interrumpida… Yo digo que le lleves el vestido y permitas que lo acepte. No’One intentó imaginarse la escena. —Qué cruel… No, si estás tan interesado en torturarlo, puedes hacerlo tú mismo. El ángel levantó una ceja. —No es tortura. Es la realidad. El tiempo pasa y necesita continuar. Rápido. Llévale el vestido. —¿Por qué estás tan interesado en sus asuntos? —Su destino es el mío. —¿Cómo es eso posible? —Confía en mí, yo no lo decidí. El ángel se quedó mirándola, como retándola a descubrir alguna falsedad en su afirmación.
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—Discúlpame —dijo ella con brusquedad—. Pero ya he hecho suficiente daño a ese buen macho. No tomaré parte en nada que lo dañe. El ángel se frotó los ojos como si le doliera la cabeza. —Maldita sea. No necesita mimos. Necesita una buena patada en el culo… y si no consigue una pronto va a rezar por volver al agujero de mierda en el que está ahora. —No entiendo nada de esto… —El infierno es un lugar con muchos niveles. Y el lugar a donde se dirige va a hacer que este período de agonía parezcan simples pinchos bajo las uñas. No’One se echó atrás y tuvo que aclararse la garganta. —Desde luego, no tienes el don de la palabra, ángel. —En serio. No me digas. —No puedo… No puedo hacer lo que deseas. —Sí que puedes. Tienes que hacerlo.
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Capítulo 7
Cuando Tohr asaltó el bar de la sala de billar, no se había molestado en fijarse en qué botellas se llevaba. Sin embargo arriba, en el rellano del segundo piso, se dio cuenta de que en la mano derecha llevaba una de las Herradura de Qhuinn, y en la izquierda... ¿un Drambuie? Bueno, vamos, puede que estuviera desesperado, pero aun así tenía papilas gustativas, y esa mierda era un asco. Cruzando a zancadas hasta el salón al final del corredor, intercambió este último por un buen y anticuado ron, tal vez haría cuenta de que el tequila era Coca Cola y se los tomaría juntos. En su cuarto cerró la puerta, rasgó el sello hermético del Bacardi, abrió el gaznate y tragó el licor. Pausa para tragar y respirar. Repetición. Yyyy... otra vez… y una vez más desde el principio. La línea de fuego desde los labios hasta las entrañas era de algún modo agradable, como si se hubiera tragado un relámpago, y mantuvo el ritmo constante, tomando aire cuando tenía que hacerlo, como si estuviera nadando en estilo libre en la piscina. La mitad de la botella se había terminado en unos diez minutos y aún estaba parado justo dentro de la habitación. Lo que suponía, era bastante estúpido. Al contrario que emborracharse, lo cual era absolutamente necesario. Dejó todo el alcohol en el suelo y manoteó las shitkickers hasta que pudo quitárselas. Pantalones de cuero, calcetines y camiseta sin mangas siguieron el mismo destino. Cuando estuvo desnudo entró al baño, abrió el agua de la ducha y se metió dentro con ambas botellas en las manos. El ron le alcanzó mientras duró la rutina del champú y el jabón. Cuando comenzó con el ciclo de enjuague, abrió la botella de Herradura y comenzó con ella. No fue hasta que salió de la ducha que comenzó a sentir los efectos, remodelando los bordes cortantes en su temperamento y haciendo aflorar los primeros indicios del olvido. Incluso aunque la marea llegaba para llevárselo, siguió bebiendo al mismo ritmo, mientras entraba chorreando a la habitación.
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Quería bajar a la clínica y ver qué pasaba con Xhex y John, pero sabía que ella iba a estar bien, y ellos iban a tener que resolver la mierda por su cuenta. Por otro lado, estaba de un humor de perros, y sabía Dios que ya habían tenido suficiente de eso alrededor y entre ellos en el callejón. No necesitaban que añadiera más leña al fuego. Dejó que el edredón secara su cuerpo. Bueno, eso y el calor que se filtraba poco a poco a través de las rejillas de la ventilación en el cielo raso. El Herradura duró un poco más que el ron… probablemente porque en su estómago ya no quedaban asientos libres entre todo el alcohol y la abundancia de la cena. Cuando se acabó el tequila dejó la botella sobre la mesita de noche y estiró sus miembros cómodamente, lo cual no fue difícil. En este momento lo podrían haber empacado dentro de una caja de FedEx y se hubiera sentido igual de bien. Cerró los ojos, la habitación comenzó a girar muy despacio, como si la cama estuviera justo sobre un desagüe y todo se fuera lentamente por el sumidero. Vaya… considerando lo bien que estaba funcionando esto, iba a tener que recordar este medio seguro de evasión. El dolor en su pecho no era nada más que un débil eco, sofocada el ansia de sangre, sus emociones eran plácidas como una encimera de mármol. Incluso cuando dormía no llegaba a alcanzar esta clase de alivio… El golpe en la puerta fue tan ligero, que pensó que era solo el latido de su corazón. Pero entonces se repitió. Y se volvió a repetir. —Maldito y jodido infierno... —Levantó la cabeza de la almohada y bramó—: ¡Qué! Cuando no recibió respuesta, se puso de pie. —Vaya. Sip, bueno… hola. Sosteniéndose sobre la mesita, tiró al suelo la botella vacía de Herradura. Guau. Su centro de gravedad ahora estaba repartido entre el dedo meñique de su pie izquierdo y la parte externa de su oreja derecha. Lo que significaba que su cuerpo quería ir en dos direcciones a la vez. Llegar a la puerta fue como ir patinando sobre hielo. Montado en un carrusel de caballitos. Con un helicóptero como casco. Y el pomo era un blanco móvil, aunque era un misterio cómo aquella puerta estaba moviéndose de un lado al otro en su marco y sin romperse. Dando un tirón, la abrió de par en par y ladró: —¡Qué! Allí no había nadie. Pero lo que vio hizo que se despejara.
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Al otro lado de la galería, colgado de uno de los candelabros de latón se hallaba, la cascada roja del vestido de emparejamiento de su Wellsie. Miró a la izquierda y no vio a nadie. Luego miró a la derecha y vio… a No’One. Hacia el extremo más lejano del corredor, la hembra vestida con su túnica se marchaba tan rápido como le permitía la cojera, su cuerpo delicado desplazándose con torpeza bajo aquellos pliegues de áspero paño. Probablemente podría haberla alcanzado. Pero, mierda, obviamente le había dado un susto de muerte a esa hembra, y si había sido incapaz de mantener una conversación en la mesa a la hora de la cena, ahora se encontraba aún más in-noapto. Vaya. Incluso se estaba inventando palabras nuevas. Y además, estaba con el culo al aire. Fue zigzagueando por el corredor y se quedó de pie frente al vestido. Obviamente había sido limpiado con cuidado y preparado para guardarse, las mangas estaban rellenas de papel de seda, la percha que lo sostenía era una de esas que tienen un relleno acolchado para el canesú. Mientras miraba el vestido, el efecto del alcohol hacía parecer como si la falda se moviera con la brisa, con la tela color rojo sangre meciéndose de un lado a otro, el tejido captando la luz y reflejándola hacia él en varios ángulos. Excepto que era él el que estaba en movimiento, ¿no? Estirándose, descolgó la percha del candelabro donde había sido colgada y se llevó el vestido dentro de su habitación, cerrando la puerta detrás de ambos. Tendió el vestido sobre la cama, disponiéndolo en el lado que siempre había preferido Wellsie, el más alejado de la puerta, y arregló con cuidado las mangas y la falda, haciendo los mínimos ajustes hasta que estuvo en la posición perfecta. Luego, hizo que las luces se apagaran. Se tendió de costado, acurrucado en la cama, poniendo la cabeza en la almohada opuesta a donde se hubiera apoyado la cabeza de su Wellsie. Con mano temblorosa, rozó el satén del canesú acolchado, sintiendo las ballenas insertadas en la tela, el diseño del vestido concebido para realzar las suaves curvas del cuerpo de una hembra. No era tan bueno como su torso. Igual que el satén no era tan bueno como su cuerpo. Y las mangas no eran tan buenas como sus brazos. —Te extraño… —Acarició el pliegue del talle del vestido, donde hubiera estado su cintura, donde debería haber estado—. Te extraño tanto...
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Pensar que ella había llenado una vez este vestido. Había vivido dentro de él por un breve tiempo, nada más que el disparo de una cámara de una velada en la vida de ambos. ¿Por qué no podían traerla de vuelta sus recuerdos? Se sentían lo bastante fuertes, lo bastante poderosos, un conjuro para convocarla a que rellenara mágicamente el vestido. Excepto que solo se encontraba viva en su mente. Siempre con él, por siempre fuera de su alcance. Eso era lo que la muerte era, se dio cuenta. La gran contadora de cuentos. Y justo como si estuviera releyendo un pasaje en un libro, recordó el día de su ceremonia de unión, el modo en que estaba de pie, tan nervioso, a un lado de sus hermanos, jugueteando con la túnica de raso y el cinto enjoyado que llevaba. Su padre de sangre, Hharm, aún debía recapacitar, la reconciliación que había llegado al final de sus días todavía a un siglo de hacerse realidad. Pero Darius había estado allí, el macho le echaba un vistazo cada uno o dos segundos, sin duda porque había estado preocupado de que Tohr fuera a desmayarse como un imbécil. Lo que también lo preocupaba a él. Y entonces había aparecido Wellsie.… Tohr deslizó la palma de la mano por la falda de satén. Cerrando los ojos se imaginó el calor dentro de ella, su carne viviente ocupando el vestido una vez más, su aliento expandiendo y contrayendo los confines del canesú, sus largas, largas piernas sosteniendo la falda por encima del suelo, su cabello rojo cayendo en rizos hasta el encaje negro de las mangas. En su visión, ella era real y estaba entre sus brazos, alzando la mirada hacia él bajo sus pestañas mientras bailaban el minué con los demás. Ambos habían sido vírgenes esa noche. Él se había portado como un torpe. Ella había sabido exactamente qué hacer. Y fue prácticamente así como habían continuado las cosas a lo largo de su vida en pareja. Aunque se había vuelto condenadamente bueno en el sexo, condenadamente rápido. Habían sido ying y yang, y sin embargo exactamente los mismos: él había sido un sargento con la Hermandad, ella el general en casa, y juntos, lo habían tenido todo… Tal vez por eso era por lo que había sucedido, pensó. Había sido demasiado afortunado y la había tenido a ella, y la Virgen Escriba había tenido que igualar el marcador. Y ahora estaba aquí, vacío, exactamente como el vestido, porque lo que los había llenado a ambos, a él y a este vestido, se había ido.
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Las lágrimas brotaban de sus ojos en silencio, del tipo que se escurre hasta empapar la almohada, viajando por encima del puente de la nariz y cayendo libres para gotear una tras otra como la lluvia desde el borde de un tejado. Su pulgar se deslizó yendo y viniendo sobre el satén, como si estuviera acariciando su cadera, como había hecho cuando habían estado juntos, y cambió la pierna de posición de modo que quedara por encima de la falda. Sin embargo, no era lo mismo. No había un cuerpo debajo, y la tela olía a limón, no como su piel. Y después de todo, estaba solo en esta habitación, que no era la de ellos. —Dios, cómo te echo de menos… —dijo con voz quebrada—. Cada noche. Cada día… Desde el otro lado del oscuro dormitorio, Lassiter permanecía de pie en el rincón, al lado de la cómoda alta, sintiéndose como la mierda mientras Tohr le susurraba al vestido. Restregándose la cara, se preguntó por qué… por qué demonios, de todas las formas en las que podía haberse liberado del Between, tenía que ser de éste modo. Esta mierda estaba empezando a afectarle. A él. Al ángel a quien le importaba una mierda lo que le pasara a los demás, el que debería haber sido perito de seguros o abogado especialista en casos de daños personales, o cualquier otra cosa en este mundo donde joder la vida de los otros fuera un recurso valioso en el cumplimiento de su trabajo. Nunca debería haber sido un ángel. Eso requería un conjunto de aptitudes y destrezas que no tenía, y que no podía fingir. Tiempo atrás, cuando el Creador se le acercó con una oportunidad para redimirse, había estado demasiado enfocado en la idea de liberarse como para pensar en los pormenores de la tarea. Todo lo que había escuchado era algo por el estilo de: “Ve a la Tierra, vuelve a encarrilar a este vampiro, libera a esa shellan, bla, bla, bla” Después de lo cual, sería puesto en libertad para ocuparse de sus asuntos en vez de quedarse atascado en la tierra de ni-aquí-ni-allí. Parecía ser un buen trato. Y en el principio lo fue. Era cuestión de aparecer en el bosque con una Big Mac, alimentar al pobre bastardo, arrastrarlo de vuelta aquí… y luego, esperar hasta que Tohr estuviera lo bastante fuerte físicamente como para comenzar el proceso de seguir adelante. Buen plan. Solo que entonces se encontró en un callejón sin salida. Al parecer, “seguir adelante” significaba más que solo luchar contra el enemigo. Había empezado a perder las esperanzas, a punto de tirar la toalla… cuando de pronto esa hembra No’One apareció en la mansión, y por primera vez, Tohr enfocó su atención de verdad en algo.
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Que fue cuando se hizo la luz en su Cabeza de Mármol: “seguir adelante” iba a requerir otro nivel de participación en el universo. Seguro. Estupendo. Excelente. Conseguir que follaran al tipo, genial. Entonces todos ganaban… muy especialmente, el mismo Lassiter. Y, mierda, al instante en que había visto a No’One sin aquella capucha, había sabido que iba en la dirección correcta. Era increíblemente hermosa, la clase de hembra que hacía que incluso un macho que no estaba interesado en nada de eso, se pusiera un poco más derecho y metiera la tripa. Tenía la piel blanca como el papel y un cabello rubio que le llegaría hasta las caderas si no lo llevara trenzado. Los labios rosados, los ojos de un adorable color gris, el tinte se sus mejillas era como el del interior de una fresa, era demasiado espléndida para ser real. Y claramente, era perfecta por otras razones: ella quería reparar sus faltas, y Lassiter había asumido que con algo de suerte, la naturaleza seguiría su curso y todo iría acomodándose como para que… ella terminara cayendo en la cama del Hermano. Seguro. Estupendo. Excelente. Excepto que, lo que fuera que fuese este… ¿despliegue… a medio camino? No era ni excelente, ni estupendo, ni seguro. Esta clase de sufrimiento era como un profundo desfiladero, un purgatorio en sí mismo para alguien que no había muerto. Y una mierda tenía el ángel idea alguna de cómo sacar al Hermano fuera de allí. Francamente, ya estaba teniendo suficientes problemas solo haciendo de testigo. Y a propósito de eso, no había planeado que el tipo se ganara su respeto. Después de todo, se trataba de una misión, no estaba aquí para volverse el compinche del factor clave de su liberación. El problema era que, cuando la esencia amarga de la agonía del macho se elevaba a través de la habitación, era imposible no compadecerse por él. Hombre, es que no podía soportarlo. Esfumándose hacia el corredor, caminó solo por la galería de las estatuas hacia donde comenzaba la gran escalera. Plantando el culo en el primer escalón, se quedó escuchando los sonidos de la mansión. Abajo, los doggen estaban haciendo la limpieza después de la Última Comida, sus alegres comentarios sonaban como música de cámara en un segundo plano, Bibbidi-Bobbidi-Boo. Detrás de él, en el estudio, el Rey y la Reina estaban… “trabajando”, por así decirlo, la esencia de vinculación de Wrath saturaba el aire mientras la respiración entrecortada de Beth era apenas audible. El resto de la casa se encontraba en un relativo silencio, los otros Hermanos, sus shellans y los demás huéspedes se habían retirado a descansar… o a hacer otras cosas, en la misma línea de la pareja real.
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Alzando la mirada, se concentró en el techo pintado, que se encontraba muy por encima del suelo de mosaicos del vestíbulo. Por encima de las cabezas de los guerreros, representados sobre sus temibles corceles iracundos, el cielo azul y las nubes blancas eran algo ridículo… después de todo, los vampiros no podían luchar durante el día. Pero, sea como fuera, ésa era la belleza de representar la realidad en vez de vivirla: Cuando tenías el pincel en la mano, eras el dios que querrías que rigiera tu vida, capaz de seleccionar y elegir de entre el catálogo de bienes de la fortuna y el mazo de cartas del destino, para tu prolongado y sostenido beneficio. Escudriñando entre las nubes, aguardó a que la figura que buscaba apareciera, y pronto lo hizo. Wellesandra se hallaba sentada en una vasta y desolada planicie, un interminable páramo gris salpicado de grandes peñascos, donde un viento inclemente soplaba sobre ella desde todas direcciones. No le estaba yendo tan bien como cuando la vio por primera vez. Bajo la manta gris que tenía sujeta sobre el pequeño y sobre sí, había empalidecido, su cabello pelirrojo se había vuelto de un tinte opaco, su piel se tornaba macilenta, sus ojos ya no eran de ningún tono discernible de castaño jerez. Y el bebé en sus brazos, arropado en su diminuto envoltorio, ya no se movía tanto como antes. Esta era la tragedia del Between. A diferencia del Fade, no se suponía que fuera para siempre. Era una estación de paso hacia un destino final, y para cada uno era un poco diferente. Lo único igual era que si te quedabas demasiado tiempo, no podías salir. No habría gracia eterna para ti. Solo te deslizabas a una transición hacia la inexistencia eterna, como en el Dhund, sin ninguna otra oportunidad de librarte alguna vez del vacío. Y estos dos estaban llegando el límite de sus fuerzas. —Lo estoy haciendo lo mejor que puedo —les dijo—. Solo resistid… condenado infierno, solo resistid un poco más.
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Capítulo 8
Lo primero que hizo Xhex cuando recuperó la conciencia fue buscar a John en la sala de recuperación. No estaba en la silla al otro lado del lugar. Ni estaba en el suelo, apoyado en la esquina. Ni en la cama junto a ella. Estaba sola. ¿Dónde diablos estaba? Oh, sip, seguro. ¿Él se había abalanzado sobre ella en el campo, pero luego la había dejado aquí? ¿Ni siquiera había vuelto para la operación? Con un gruñido, consideró rodar sobre su costado, pero con todas las vías intravenosas en el brazo y los cables en el pecho, decidió no luchar contra los enchufes. Bien, y luego estaba el feliz acontecimiento de que alguien había hecho una gran perforación en su hombro. Unas cuantas veces. Acostada allí con una expresión de enfado en la cara, todo en la habitación le molestaba. El soplo de calor desde el techo, el zumbido de las máquinas detrás de su cabeza, las sábanas que parecían papel de lija, la almohada dura como una roca y el colchón demasiado blando… ¿Dónde coño estaba John? Por el amor de Dios, podría haber cometido un error emparejándose con él. Lo de amarle era lo que era… no cambiaba eso, y ella no querría que lo hiciese. Pero debería haber sido más lista que hacer las cosas oficiales. Aunque los roles de género tradicionales de los vampiros estaban cambiando, gracias en gran medida a Wrath aflojando las Antiguas Leyes, aún había una cantidad de mierda patriarcal rodeando a las shellans. Podías ser una amiga, una novia, una amante, una compañera de trabajo, un mecánico de coches, y esperar que tu vida fuera tuya, joder. Pero ella se temía que una vez que tu nombre estaba en la espalda del macho —y peor, de un macho guerrero de pura raza— las cosas cambiaban. Las expectativas variaban.
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Tu compañero empezaba a plantarse frente a tu cara y a pensar que no podías cuidarte por ti misma. ¿Dónde estaba John? Harta, se levantó de un empujón desde las almohadas, se quitó las vías y bloqueó el extremo para que el suero, o lo que quiera que fuese eso, no goteara por todo el suelo. Después silenció el monitor cardíaco detrás de ella, y entonces arrancó las pegatinas de su pecho con la mano libre. Mantuvo su brazo derecho inmovilizado contra las costillas… sólo necesitaba caminar, no ondear una bandera. Al menos no llevaba un catéter. Poniendo los pies sobre el linóleo, se levantó con cuidado y se dio a sí misma un reconocimiento por ser una pequeña paciente tan buena. En el baño se lavó la cara, se cepilló los dientes y utilizó el retrete. Cuando volvió afuera, esperaba ver a John en una de las dos entradas. Nop. Yendo alrededor del extremo de la cama, se tomó las cosas con calma porque su cuerpo estaba torpe por las drogas, la operación y el hecho de que necesitaba alimentarse… aunque, vaya mierda, eso de conseguir la vena de John era la última cosa en la que estaba interesada. Cuanto más tiempo se mantuviese alejado, menos querría ella ver su culo peludo. Maldita sea. En el armario, abrió los paneles de las puertas, se deshizo de su bata y se puso un pijama médico… el cual, por supuesto, no era de su talla sino de tamaño-macho. Y eso no era una metáfora. Mientras se vestía con dificultad con una mano, maldijo a John, a la Hermandad y al rol de las shellans, de las hembras en general… y especialmente a la camisa y los pantalones, mientras luchaba con una sola mano por enrollar los bajos que se amontonaban alrededor de sus pies. Mientras caminaba hacia la puerta, ignoró aplicadamente el hecho de que estaba buscando a su compañero, y en cambio se centró en las canciones que iban a través de su cabeza, pedazos de versiones a capela tales como los felices éxitos de los Top 40, como “Qué le Daba Derecho A Él Para Sacarla del Campo”, “Como Diablos Podía Haberla Dejado Sola Aquí” y la siempre-popular “Todos los Hombres son Idiotas”. Lalalala. Abriendo la puerta de un tirón, ella… Al otro lado del pasillo, John estaba sentado en el duro suelo, las rodillas levantadas como palos de una tienda de campaña, los brazos cruzados alrededor del
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pecho. Los ojos de él encontraron los suyos en el momento en que apareció… no porque mirase en su dirección, sino porque había estado enfocado en el espacio que ella ocuparía mucho tiempo antes de que apareciese realmente. La perorata en su cerebro se silenció: parecía que hubiese estado a través del infierno y hubiese traído las llamas del salón del diablo con las manos desnudas. Descruzando los brazos, dijo por señas, Pensé que te gustaría tu privacidad. Bien, mierda. Allí iba él, arruinando su mal carácter. Arrastrando los pies, se dejó caer a su lado. Él no la ayudó, y ella supo que lo estaba haciendo con un propósito… una forma de honrar su independencia. —Supongo que esta es nuestra primera pelea —dijo ella. Él asintió. Lo odio. Toda esta cosa. Y lo siento… Yo sólo… No puedo explicar qué me pasó, pero cuando te vi herida, me rompí. Ella exhaló larga y lentamente. —Estabas de acuerdo con que luchase. Justo antes de que nos emparejáramos dijiste que estarías bien con esto. Lo sé. Y aún lo estoy. —Estás seguro de eso. Después de un momento, él asintió otra vez. Te amo. —Yo también. Quiero decir, a ti. Ya sabes. Pero realmente él no le había respondido, ¿no? Y ella no tenía la energía para seguir más allá. Ambos estuvieron simplemente sentados en el suelo, en silencio, hasta que finalmente ella estiró el brazo y tomó su mano. —Necesito alimentarme —dijo toscamente—. Tú… Sus ojos se dispararon hacia los de ella y su cabeza se inclinó. Siempre, vocalizó. Ella se levantó sobre sus pies sin ayuda de él y le tendió la mano libre. Cuando tomó su palma, ella convocó su fuerza y lo levantó. Luego lo guió a la sala de recuperación y cerró las puertas con su mente cuando él se sentó en la cama. Él estaba restregándose las palmas contra los pantalones de cuero como si estuviese nervioso, y antes de que ella pudiera cruzar hacia él, John saltó. Necesito una ducha. No puedo estar cerca de ti así… cubierto de sangre. Dios, ella ni siquiera se había dado cuenta de que aún llevaba la ropa de lucha. —Está bien.
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Intercambiaron sitios, ella dirigiéndose al borde del colchón y él yendo al baño para abrir el agua caliente. Dejó la puerta abierta… así que cuando él se quitó la camiseta sin mangas, vio sus hombros encogerse y girar. Su nombre, Xhexania, no sólo estaba tatuado, sino tallado con hermosos símbolos que le cruzaban la espalda. Cuando se agachó para quitarse los pantalones de cuero, su culo hizo una estupenda aparición, sus fuertes muslos flexionándose mientras plantaba una pierna y luego la otra. Cuando entró en la ducha salió de su campo de visión, pero volvió apenas un poco después. Él no estaba excitado, se dio cuenta. Primera vez que ocurría. Especialmente cuando ella estaba a punto de alimentarse. John se envolvió una toalla alrededor de las caderas y metió el extremo en su cintura. Cuando se giró hacia ella, sus ojos solemnes hicieron que ella se pusiera triste. ¿Te gustaría que me pusiese un albornoz? ¿Qué diablos les había pasado?, pensó. Y por el maldito amor de Dios, habían atravesado demasiado sólo para conseguir lo que debería ser de lo bueno lo mejor, como para cagarla. —No. —Ella sacudió la cabeza y se secó los ojos—. Por favor… no… Mientras él se le acercaba, mantuvo la toalla justo donde estaba. Cuando estuvo frente a ella, se arrodilló y levantó la muñeca. Toma de mí. Por favor, déjame cuidar de ti. Xhex se inclinó y le apretó la mano. Pasando el pulgar una y otra vez sobre su vena, sintió que la conexión crecía entre ellos una vez más, ese lazo que había sido cortado en el callejón se anudaba, una herida se cerraba. Extendiendo el brazo, agarró con firmeza su nuca y llevó su boca hacia la de ella. Besándolo lentamente, a conciencia, ella separó las piernas, haciendo sitio para que él avanzara, sus caderas encontraron el lugar que era suyo y sólo suyo. Cuando la toalla chocó contra el suelo, su mano fue al sexo de él… y se encontró con que se había endurecido. Justo como lo quería. Acariciándolo, ella curvó su labio superior, exponiendo los colmillos. Luego, inclinando la cabeza hacia un lado, pasó una punta afilada por su cuello. Su enorme cuerpo se estremeció… por lo que ella repitió el movimiento, esta vez con la lengua. —Sube a la cama conmigo.
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John no perdió el tiempo, llenando el espacio que ella había dejado libre cuando se echó hacia atrás para hacerle sitio a él. Mucho contacto visual. Como si ambos estuviesen familiarizándose de nuevo el uno con el otro. Tomando su mano, ella la puso en su cadera mientras rodaba sobre él, y cuando sus cuerpos entraron en contacto, él la sujetó más cerca y su esencia de vinculación llameó. Ella había intentado mantener las cosas lentas y suaves. Pero sus cuerpos tenían un plan diferente. La necesidad tomó las riendas y se hizo cargo, y ella golpeó su garganta con una poderosa estocada, tomando lo que necesitaba tener para sobrevivir y ser más fuerte… y también marcarlo a su manera. En respuesta el cuerpo masculino corcoveó contra el suyo, la erección quería ir dentro de ella. Mientras ella tomaba grandes sorbos de su vena, luchó para quitarse el pijama… pero él se ocupó de eso por ella, agarrando la cintura y tirando de los pantalones con tanta fuerza que la tela se rasgó limpiamente, sonando al rasgarse. Y entonces su mano estuvo donde ella deseaba que estuviera, moviéndose contra su centro, deslizándose y resbalando, atormentando y luego entrando en ella. Moviéndose ella misma contra sus largos y penetrantes dedos, encontró un ritmo que le garantizaba que ambos se correrían, sus gemidos compitiendo en su garganta con la sangre que estaba bebiendo con alarmante velocidad. Después de su primer orgasmo, se movió —con ayuda de él— y se sentó a horcajadas sobre sus caderas. Necesitaba estar relativamente quieta para mantenerse trabada en su garganta, pero él se encargó de la parte del funcionamiento de las cosas, bombeando contra ella, acercándose y retirándose, creando la fricción que ambos querían. Cuando se corrió por segunda vez, tuvo que retirar la boca de su carne y gritó su nombre. Mientras él palpitaba profundamente dentro de ella, Xhex dejó de moverse y absorbió la sensación del golpeteo y las sacudidas, tan familiar y a la vez tan nuevo. Jesús… qué expresión tenía él… sus ojos firmemente cerrados, sus dientes al descubierto, los músculos de su cuello tensándose, todo mientras una veta de delicioso color rojo salía de las marcas de pinchazos que ella aún tenía que lamer para cerrar. Cuando sus párpados finalmente se abrieron, ella se quedó mirando fijamente la extática neblina en aquellos ojos azules suyos. Su amor por ella no era sólo emocional, había un componente físico innegable en ello. Esa era la forma cómo funcionaban los machos vinculados.
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Quizás no había podido detenerse a sí mismo en ese callejón, pensó. Tal vez era la bestia dentro del caparazón civilizado, el animal que formaba parte de los vampiros, que separaba a la especie de esos humanos aguados. Bajando lentamente ella le besó el cuello, lamiendo las heridas cerradas, saboreando el gusto que se adhería al interior de su boca y a la autopista de su garganta. Ya podía sentir el poder corriendo desde su estómago, y esto era sólo el principio. Cuando su cuerpo absorbiese lo que él le había dado, se sentiría simplemente más y más fuerte. —Te amo —dijo ella. Con esto lo empujó contra las almohadas de forma que estuviera sentada en su regazo, su excitación empujando incluso más profundamente dentro de ella. Empujando su nuca con la mano libre, lo llevó hacia su vena y lo mantuvo en el sitio. Él no necesitó más impulso que ese… y el dolor que vino con el mordisco fue una dulce punzada que la llevó directamente de vuelta sobre el borde de la liberación, su sexo empujándolo dentro de otro orgasmo, moviéndose contra su eje, apretándolo, tirando de él. Los brazos de John se cerraron alrededor de ella, y verlos por el rabillo del ojo le hizo fruncir el ceño. Eran enormes extremidades musculadas que, a pesar de lo fuerte que era ella, podían levantar más, golpear más fuerte y dar un puñetazo más rápido. Eran más grandes que sus muslos, más gruesos que su cintura. De hecho, sus cuerpos no estaban creados igual, ¿no? Él siempre iba a ser más poderoso que ella. Una realidad, por supuesto. Por mucho que alguien pudiera hacer una presa de banco no era un factor determinante cuando se trataba de las aptitudes en el campo, no era la única manera de juzgar a un luchador. Ella era tan precisa como tiradora, tan buena con una daga e igual de feroz y tenaz cuando se enfrentaba a la presa. Simplemente tenía que hacer que él lo viese. La biología era una cosa. Pero hasta los machos tenían cerebro. Cuando el sexo finalmente terminó, John se tendió al lado de su compañera, absolutamente saciado y soñoliento. Posiblemente sería buena idea gorronear un poco de comida, pero no tenía la energía ni la inclinación. No quería dejarla. Ni en este momento. Ni diez minutos después. Ni mañana, la próxima semana, el mes siguiente… Cuando ella se acurrucó contra él, John agarró una manta de la mesa de al lado y los cubrió a ambos con ella, a pesar de que la combinación del calor de sus cuerpos los mantenía bastante calentitos.
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Él fue bien consciente de cuando se quedó dormida… su respiración cambió y su pierna se sacudía de vez en cuando. Se preguntó si ella, en sus sueños, le estaba pateando el trasero. Él tenía mierda en la que trabajar, eso seguro. Y nadie con quién hablar de ello… no era como si pudiese pedirle a Tohr nada más que los consejos que le había dado esta noche sobre la marcha. Y las relaciones de todos los demás eran perfectas. Todo lo que veía siempre en la mesa del comedor era felicidad, parejas sonrientes… difícilmente el grupo de referencia que estaba buscando. Sólo podía imaginarse la respuesta: ¿Estáis teniendo problemas? ¿De verdad? Eh, eso es extraño… ¿tal vez podrías llamar a la radio o alguna mierda? Lo único que cambiaría sería que esto fuera pronunciado por alguien con perilla, un par de gafas envolventes, un abrigo largo de visón, un Tootsie Roll en su bocaza… Aunque tenía este momento de paz. Y él y Xhex podrían construir sobre eso. Iban a tener que hacerlo. “Estabas de acuerdo con que luchase. Justo antes de que nos emparejáramos dijiste que estarías bien con esto”. Y realmente lo había estado. Pero eso fue antes de ver cómo le hacían un corte justo en frente de él. El punto era… por mucho que le doliera admitirlo… que lo último que quería ser, era el Hermano que había admirado más. Ahora que tenía a Xhex completamente, la idea de perderla y ponerse en los zapatos de Tohr era lo más aterrador a lo que se había enfrentado nunca. No tenía ni idea de cómo el Hermano se levantaba de la cama cada noche. Y francamente, si no hubiera perdonado ya al tipo por alzar el vuelo y desaparecer justo después, lo haría ahora. Pensó en aquel momento cuando Wrath y la Hermandad vinieron a ellos en grupo. Él y Tohr estaban aquí en la oficina, en el centro de entrenamiento, con el Hermano llamando a casa una y otra vez, esperando, rogando por algo más que la voz del contestador… En el pasillo fuera de la oficina, había grietas en los enormes muros de hormigón… a pesar de que las malditas cosas eran de cemento de medio metro de grosor: La liberación de la energía de Tohr a través de su ira y su dolor fue tan grande que literalmente se había volado a sí mismo a sólo Dios sabía dónde, sacudiendo los cimientos subterráneos hasta que se agrietaron.
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John todavía no sabía a dónde fue. Pero Lassiter lo había traído de vuelta en mal estado. Todavía estaba en mala forma. Tan egoísta como era, John no quería eso para sí mismo. Tohr era la mitad del macho que había sido una vez, y no sólo porque hubiera perdido peso, y aunque nadie había mostrado lástima delante de la cara del tipo, todos y cada uno de los guerreros la sentía tras las puertas cerradas. Era difícil saber cuánto tiempo más iba a aguantar el Hermano por ahí con el enemigo. Se negaba a alimentarse, por lo que se estaba debilitando, a pesar de todo cada noche que iba al campo de batalla, su necesidad de venganza se fortalecía y lo consumía más. Iba a conseguir matarse. Fin. Era como triangular el impacto de un coche contra un roble: un simple asunto de geometría. Sólo seguías todos los ángulos y trayectorias y ¡boom! Ese era Tohr, muerto en el asfalto. Aunque, mierda, él probablemente respiraría por última vez con una sonrisa, sabiendo que finalmente iba a estar con su shellan. Quizá por eso John estaba tan estresado sobre el tema de Xhex. Él era cercano a otra gente en la casa, a su medio hermana, Beth, a Qhuinn y Blay, a los otros Hermanos. Pero Tohr y Xhex eran sus pilares… ¿y la idea de perderlos a ambos? Jooooooder. Pensando sobre Xhex en el campo de batalla, sabía que si ella estaba allí fuera, en aquellos callejones, luchando con el enemigo, sería herida de nuevo. Todos ellos lo eran de vez en cuando. De la mayoría de heridas se libraban por los pelos, pero nunca sabías cuando la línea iba a ser cruzada, cuando un simple combate mano-amano se te escaparía y te encontrarías rodeado. No era que dudara de ella o de sus capacidades… a pesar de ese disparo que había salido de su boca esta noche. Eran las posibilidades lo que no le gustaba. Más pronto que tarde, si tirabas los dados una y otra vez, te acercarías a sacar dos unos en la jugada. Y en el gran esquema de las cosas, su vida era más importante que un guerrero más en el campo. Tendría que haber pensado sobre esto un poco más antes de soltar el, Sip, seguro, estoy firme contigo luchando… —¿En qué estás pensando? —preguntó ella en la oscuridad. Como si lo que estaba golpeando su cerebro la hubiese despertado.
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Cambiando de lugar, puso su cabeza cerca de la de ella y la sacudió una y otra vez. Pero estaba mintiendo. Y ella probablemente lo sabía.
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Capítulo 9
La noche siguiente, Qhuinn estaba en el rincón más alejado del estudio de Wrath, apoyado en la confluencia de dos paredes de color azul pálido. La habitación era enorme, de unos doce metros de largo por doce de ancho, tenía un techo lo suficiente alto para provocarle una hemorragia nasal. Pero el espacio se estaba estrechando. Por otra parte, había una docena o así de personas grandes metidas entre el remilgado mobiliario francés. Qhuinn conocía esa mierda francesa. A su madre muerta y desaparecida le había gustado ese estilo, y antes de haber sido repudiado por su familia, le había dado la paliza hasta la náusea sobre no sentarse en su cosa-de-mierda de Luis. Al menos era un área en la que no había sido objeto de discriminación en su propia casa… ella solo había querido que se aparcaran en esos delicados asientos ella y su hermana. A su hermano y él no se les había permitido. Nunca. Y su padre había sido tolerado con una mueca, probablemente solo porque había pagado por las cosas un par de cientos de años antes. Como fuera. Al menos el puesto de mando central de Wrath tenía sentido. La silla del Rey era tan grande como un coche, y probablemente pesaba tanto como uno, sus tallas toscas y elegantes lo designaban como el trono de la raza. Y el enorme escritorio frente a él tampoco encajaba exactamente para una chica. Esta noche, y como de costumbre, Wrath parecía el asesino que era: silencioso, intenso, mortal. El básico anti-vendedora-Avon. A su lado, Beth, su reina y shellan, estaba compuesta y seria. Y al otro lado, George, su perro lazarillo, tenía el aspecto de… bien, como de postal. Pero claro, los golden retriever eran así: pintorescos, bonitos y acariciables. Más Donny Osmond que un oscuro señor. Por otra parte, Wrath más que compensaba por eso. De repente, Qhuinn bajó sus ojos disparejos a la alfombra Aubusson. No tenía necesidad de ver quien estaba de pie en el lado lejano de la reina.
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¡Oh, joder! Su visión periférica estaba trabajando demasiado bien esta noche. El puto de su primo, su soplapollas trajeado Montblanc-por-el-culo primo Saxton el Magnífico estaba de pie junto a la reina. Parecía una combinación de Cary Grant y algún modelo de un maldito anuncio de colonia. No es que Qhuinn estuviera amargado. Porque el chico estaba compartiendo la cama de Blay. Nah. No. No, en absoluto. El mamón… Con una mueca de dolor, pensó que tal vez debería cambiar ese insulto por algo un poco más lejano a lo que ellos dos… Dios, ni siquiera podía ir por allí. No si quería respirar. Blay también estaba en la habitación, pero el chico permanecía lejos de su amante. Siempre lo hacía. Ya sea en estas reuniones, o fuera de ellas, nunca estaban más cerca de un metro. Lo cuál era la única gracia salvadora de vivir en la misma casa que la pareja. Nadie les veía jamás con los labios juntos o ni siquiera tomados de la mano. Aunque... no era como si Qhuinn no se encontrara despierto durante el día de todos modos, torturándose a sí mismo con todo tipo de Kama Sutra de mierda… La puerta del estudio se abrió y Tohrment entró arrastrando los pies. Tío, parecía como si lo hubieran arrojado de un coche en marcha en la autopista, sus ojos eran como dos agujeros de meadas en la nieve, su cuerpo se movía con rigidez mientras se acercaba para detenerse al lado de John y Xhex. Con su llegada, la voz de Wrath cortó la reunión, callando a todo el mundo. —Ahora que todos estamos aquí, voy a enlatar la mierda y lanzársela a Rehvenge. No tengo nada bueno que decir sobre todo esto, así que él será más eficiente en resumirlo. Mientras los hermanos empezaban a murmurar, el enorme cabrón con su peinado mohawk apoyó el bastón en el suelo y se puso de pie. Como de costumbre, el mestizo estaba vestido con un traje negro a rayas, Dios, Qhuinn estaba empezando a despreciar todo lo que tuviera solapas, y un abrigo de visón para mantenerle caliente. Con sus tendencias symphath bajo control, gracias a los chutes regulares de dopamina, sus ojos eran de color violeta y en su mayor parte, malvados.
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En su mayor parte. En realidad no era alguien a quien quisieras de enemigo, y no solo porque, como Wrath, fuera el líder de su pueblo: su trabajo diario era ser el Rey de la colonia symphath al norte. Las noches las pasaba aquí con su shellan, Ehlena, viviendo la vida vampira. Y nunca se encontraban las dos. Huelga decir que era un activo de gran valor para la Hermandad. —Hace varios días, se envió una carta a todos los jefes de los linajes restantes. — Buscó en su visón y sacó una hoja doblada de lo que parecía ser antiguo pergamino —. Correo lento. Escrito a mano. En el antiguo idioma. La mía tardó un tiempo en llegar porque fue al gran campamento del norte, en primer lugar. No, no tengo ni idea de cómo consiguieron la dirección, y sí, me han confirmado que todo el mundo tiene una. Equilibrando el bastón contra el delicado sofá donde había estado sentado, abrió el pergamino con las puntas de sus dedos, como si no disfrutara de la sensación de la cosa. Luego, en voz baja y profunda, leyó cada frase en el antiguo idioma con el que había sido escrita. Mi viejo y querido amigo: Le escribo para informarle de mi llegada a la ciudad de Caldwell con mis soldados. A pesar de que hace tiempo coincidimos en el Viejo País, los graves acontecimientos de los años anteriores en esta jurisdicción nos han hecho imposible permanecer, con toda la buena conciencia, donde habíamos establecido nuestro domicilio. Como tal vez haya oído hablar de las relaciones en el extranjero, nuestros grandes esfuerzos han erradicado a la Sociedad Lessening de la patria, haciéndola segura para que nuestra raza justa prospere en paz y seguridad allí. Claramente, es ahora cuando traigo el brazo fuerte de protección a este lado del océano, la raza de estos lares ha sufrido pérdidas insostenibles, pérdidas que quizá podrían haberse evitado si hubiéramos estado aquí antes. No pido nada a cambio de nuestro servicio a la raza, aunque me gustaría tener la oportunidad de reunirme con usted y el Consejo. Aunque solo sea para expresar mis más sinceras condolencias a todos los que han resistido desde los ataques. Es una lástima que las cosas hayan llegado a esto, el comentario es triste sobre ciertos segmentos de nuestra sociedad. Con mis mejores respetos, Xcor Cuando Rehv acabó, dobló el papel y lo desapareció. Nadie dijo nada. —Esa fue mi reacción, también —murmuró con sequedad.
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Esto abrió las puertas, todo el mundo habló a la vez, las maldiciones fluyeron ricas y pesadas. Wrath cerró el puño y lo golpeó sobre la mesa hasta que la lámpara saltó y George fue a esconderse bajo el trono de su amo. Cuando por fin se restableció el orden, fue como controlar a un semental, una tregua endeble, más como una pausa en el corcoveo y el encabritamiento que una verdadera calma. —Entiendo que el hijo de puta estaba anoche —dijo Wrath. Tohrment habló. —Nos enfrentamos a Xcor, sí. —Así que esto no es una falsificación. —No, pero fue escrito por otra persona. Él es analfabeto. —Yo le enseñaré a leer al hijo de puta —murmuró V—. Recopilando la Biblioteca del Congreso en su culo. Cuando los gruñidos de aprobación amenazaron con convertirse en más arrebatos, Wrath golpeó su escritorio de nuevo. —¿Qué sabemos acerca de su equipo? Tohr se encogió de hombros. —Suponiendo que ha mantenido a los mismos, son un total de cinco. Tres primos. Esa estrella porno de Zypher… Rhage carraspeó a eso. Claramente, incluso a pesar de que estaba muy felizmente emparejado, se sentía como que la leyenda sexual de la raza era él, y solo él. —Y Throe estaba con él en el callejón —restó importancia Tohr—. Mirad, no voy a mentir, está claro que Xcor está haciendo teatro contra… Cuando no terminó la declaración, Wrath asintió. —Mí. —Eso nos implicaría a nosotros. —Nosotros… —Nosotros… Más voces de las que podías contar pronunciaron la simple palabra, viniendo de cada rincón de la sala, de cada sofá, de cada plano liso de la pared contra la que alguien estaba apoyado. Y ahí estaba el asunto. A diferencia del padre de Wrath, este Rey había sido primero un luchador y un Hermano, por lo que los vínculos que se habían formado no eran los de algún artefacto o deber prescrito, sino por el hecho de
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que Wrath se había mantenido al lado de ellos en el campo y había salvado sus culos personalmente en un momento u otro. El Rey sonrió un poco. —Agradezco el apoyo. —Él tiene que morir. —Cuando todo el mundo miró a Rehvenge, este se encogió de hombros—. Simple y llanamente. Dejémonos de mierda sobre protocolo y reuniones. Vamos a quitarlo de en medio. —¿No crees que eso es un poco sediento de sangre, comedor de pecados? — preguntó Wrath arrastrando las palabras. —De un Rey a otro, que sepas que te estoy enseñando el dedo medio en estos momentos. —Y lo hacía, con una sonrisa—. Los symphaths son conocidos por la eficiencia. —Sí, y puedo sentir de dónde vienes. Desafortunadamente, la ley establece que tienes que cometer un atentado contra mi vida antes de que pueda enterrarte. —Ahí es hacia dónde va esto. —De acuerdo, pero nuestras manos están atadas. Mi orden de asesinar a lo que parece un hombre inocente no va a ayudarnos ante los ojos de la glymera. —¿Por qué debes tú estar asociado con la muerte? —Y si ese hijo de puta es inocente —dijo Rhage—, yo soy el puto conejo de Pascua. —Oh, qué bien —bromeó alguien—. Te llamaré Saltitos Hollywood a partir de ahora. —Bestia saltitos —lanzó otro. —Podríamos ponerte en un anuncio en el Cadbury y ganar un poco de dinero. —Tíos —ladró Rhage—, el punto es que él no es inocente y que yo no soy el conejo de Pascua… —¿Dónde está tu cesta? —¿Puedo jugar con tus huevos? —Salta, tío grande. —Iros a tomar por culo. ¡En serio! Mientras varios comentarios eran lanzados como gelatina en una guerra de comida, Wrath tuvo que golpear el escritorio otra vez o dos. Era obvio de donde venía su humor: la tensión era tan alta que si no soltaban un poco de vapor, la mierda iba a ser seria rápidamente. Eso no quería decir que la Hermandad no
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estuviera centrada, en todo caso, todos se sentían igual que Qhuinn, como si les hubieran dado un puñetazo en el estómago. Wrath era la estructura de la vida, la base de todo, la estructura viviente y que respiraba de la raza. Después de los brutales ataques de la Sociedad Lessening, lo que quedaba de la aristocracia había huido de Caldwell a sus hogares seguros fuera de la ciudad. Lo último que necesitaban los vampiros era una mayor fragmentación, especialmente en la forma de un derrocamiento violento del gobernante legítimo. Y Rehv tenía razón: ahí era a dónde iban. Joder, incluso Qhuinn podía ver la ruta: primer paso, crear dudas en las mentes de la glymera sobre la capacidad de la Hermandad para proteger a la raza. Segundo paso, llenar el "vacío" en el campo con los soldados de Xcor. Tercer paso, crear aliados en el Consejo y agitar la ira y la falta de confianza contra el Rey. Cuarto paso, destronar a Wrath y capear la tormenta. Paso cinco, emerger como el nuevo líder. Cuando el orden en el estudio se restableció finalmente, Wrath parecía categóricamente peligroso. —Al próximo bocazas gilipollas que me haga golpear mi escritorio otra vez, le arrojaré a la mierda. —Con eso, se agachó, recogió al encogido retriever de cuarenta kilos, e instaló a George en su regazo—. Estáis asustando a mi perro y me está cabreando. Cuando el animal apoyó la gran cabeza cuadrada en el hueco del brazo del Rey, Wrath le acarició todo ese pelaje sedoso y rubio. Era absolutamente incongruente, el enorme vampiro de aspecto cruel calmando a ese hermoso y tranquilo perro, pero los dos tenían una relación simbiótica, confianza y el amor tan espeso como la sangre en ambos lados. —Ahora, si estáis listos para ser razonables os diré lo que vamos a hacer —dijo el Rey—. Rehv va a frenar al tipo durante tanto tiempo como le sea posible. —Sigo pensando que deberíamos clavarle un cuchillo en el ojo izquierdo — murmuró Rehv—, pero ante la alternativa, tenemos que contenerlo. Quiere ver y ser visto, y como leahdyre del Consejo, puedo darle evasivas, hasta cierto punto. Su voz en los oídos de la glymera no es lo que necesitamos. —Mientras tanto —anunció Wrath—, voy a salir y reunirme personalmente con los jefes de las familias, en su propio terreno. Ante esto, hubo una explosión en la sala, con independencia de su advertencia. La gente saltó de sus asientos, levantando las manos de la daga. Mala idea, pensó Qhuinn, de acuerdo con los demás. Wrath les dejó hablar durante un minuto, como si hubiera esperado esto. Luego retomó el control de la reunión.
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—No puedo esperar apoyo si no lo gano, y no he visto personalmente a algunas de esas personas en décadas, si no en siglos. Mi padre se reunía con gente todos los meses, si no todas las semanas, para resolver disputas. —¡Tú eres el Rey! —ladró alguien—. No tienes que hacer una mierda… —¿Veis esa carta? Es el nuevo orden mundial, si no respondo de forma proactiva, me estoy socavando a mí mismo. Mirad, hermanos, si estuvierais en el campo, a punto de enfrentar al enemigo, ¿os engañaríais con el paisaje? ¿Os mentiríais a vosotros mismos sobre el trazado de las calles, los edificios, los coches, o si hace calor o frío, llueve o está seco? No. Entonces, ¿por qué debería mentirme sobre que la tradición es algo que puede darme protección en un tiroteo? En tiempos de mi padre... esa mierda era un chaleco antibalas. ¿Ahora? Es una hoja de papel, chicos. Tenéis que saberlo. Hubo un largo período de silencio, y entonces todo el mundo miró a Tohr. Como si estuvieran acostumbrados a recurrir a él cuando la mierda se volvía pegajosa. —Tiene razón —dijo el Hermano con brusquedad. A continuación, se centró en Wrath—. Pero tienes que saber que no vas a hacer esto solo. Necesitas tener a dos o tres de nosotros contigo. Y los encuentros y saludos tienen que escalonarse en período de meses, atibórrales demasiado y parecerás desesperado, pero además, no quiero que nadie se organice para dar un golpe. Los sitios deben ser preseleccionados por nosotros y... —Se calló para echar una mirada alrededor—. Tienes que ser consciente de que vamos a ser de gatillo fácil. Dispararemos para matar cuando tu vida esté en la línea, tanto si se trata de una hembra como de un macho, un doggen o el cabeza de familia. No vamos a pedir permiso, o herir solamente. Si puedes vivir con esos términos, te dejaremos hacer esto. Nadie más podría haber establecido esas reglas y salir sin cojear después: el Rey daba las órdenes a la Hermandad, no a la inversa. Pero este era el nuevo mundo, como Wrath había dicho. El macho en cuestión apretó las muelas durante un momento. Luego soltó un gruñido. —De acuerdo. Cuando una exhalación colectiva golpeó las ondas, Qhuinn se encontró mirando a Blay. Oh, demonios, hablando de la zona de vórtice, por esto evitaba al tipo como a la peste. Solo una mirada y estaba bloqueado, todo tipo de reacciones le pasaron por encima, hasta que la habitación giró un poco. Sin ninguna razón, los ojos de Blay se elevaron y encontraron los suyos. Fue como ser golpeado en el culo con un cable de alta tensión, su cuerpo sufría espasmos hasta el punto que tuvo que esconder la reacción tosiendo mientras miraba hacia otro lado.
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Eso para ser tan sutil como un cráter. Sí. Fantástico. —... y mientras tanto —estaba diciendo Wrath—, quiero averiguar dónde se alojan esos soldados. —Yo puedo encargarme de eso —habló Xhex—. Sobre todo si les golpeo durante el día. Todas las cabezas se giraron hacia ella. A su lado, John se puso rígido de pies a cabeza, y Qhuinn maldijo entre dientes. Hablando de enfrentamientos... excepto que ¿ese par no acababa de tener uno de esos? Tío, a veces estaba realmente contento de no tener relaciones. No de nuevo, pensó John para sí mismo. Por la gran puta, ¿acababan de llegar a un acuerdo y ahora esto? Si había pensado que luchar codo con codo con Xhex era un problema, la idea de que tratara de infiltrarse en la Banda de Bastardos en su propio terreno le puso al borde de un ataque. Mientras dejaba caer la cabeza contra la pared, se dio cuenta de que todo el mundo y el perro le miraban fijamente. Literalmente, incluso los ojos marrones de George estaban fijos en su dirección. —Me estáis tomando el pelo —dijo Xhex—. ¿Me estáis tomando el puto pelo? Incluso después de que hablara, nadie la miró. Se trataba de John: era evidente que, como era su hellren, buscaban su aprobación, o no, acerca de lo que había lanzado. Y John no podía moverse, atrapado en el cenagal frío entre lo que ella quería y donde no quería él que terminaran. Wrath carraspeó. —Bueno, eso es una amable oferta… —¿Amable oferta? —escupió ella—. ¿Como si te invitara a cenar? Di algo, se dijo él. Levanta las manos y dile… ¿Qué? ¿Que él estaba a bordo con ella para encontrar seis machos sin conciencia? ¿Después de lo que Lash le había hecho? Y si era capturada y... Oh, Jesús, se estaba viniendo abajo. Sí, ella era dura, fuerte y capaz. Pero era tan mortal como cualquiera. Y sin Xhex, él no querría estar en el planeta en absoluto. Rehvenge enganchó el bastón y se levantó. —Tú y yo vamos a hablar…
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—¿Perdóname? —ladró Xhex—, ¿Hablar? ¿Como si fuera la única que necesita un reajuste mental? Sin ánimo de ofender, pero muérdeme, Rehv. Este grupo necesita que yo haga lo que pueda para ayudar. Cuando todos los otros machos en la habitación comenzaron a mirarse sus shitkickers y mocasines, el Rey symphath sacudió la cabeza. —Las cosas son diferentes ahora. —Cómo. —Vamos, Xhex… —¿Estás loco? ¿El hecho de que mi nombre esté en su espalda, me convierte de pronto en una prisionera o alguna mierda? —Xhex… —Oh, no, no, puedes mandar a la mierda ese tono de ser razonable. —Fulminó con la mirada a los hombres, y luego se centró en Beth y Payne—. No sé cómo vosotras soportáis esto… yo no lo hago. John estaba tratando de pensar en qué podía decir para evitar la colisión, pero era una pérdida de tiempo. Los trenes ya habían entrado en contacto por las locomotoras y había metal retorcido y piezas humeantes por todas partes. Sobre todo porque Xhex marchaba hacia la puerta como si estuviera preparada para clavar las garras solo para demostrar su punto. Cuando iba a seguirla, ella le clavó con una dura mirada. —Si vas a venir detrás de mí por cualquier otra razón que dejarme ir tras Xcor, mejor que te quedes donde estás. Porque perteneces a este grupo anacrónico de misóginos. No a mi lado. Levantando sus manos, gesticuló, no es malo el deseo de mantenerte a salvo. —Esto no es sobre seguridad, se trata de control. ¡Gilipolleces! Fuiste herida hace menos de veinticuatro horas… —Bien. Tengo una idea. Yo quiero mantenerte a ti a salvo, así que ¿por qué no dejas de luchar? —Miró a Wrath por encima del hombro—. ¿Me vas a respaldar, mi señor? ¿Y vosotros, grupo de tontos? Vamos a ponerle la falda y las medias a John, ¿de acuerdo? Vamos, respaldad mi culo. ¿No? ¿No creéis que sería "justo"? El temperamento de John se encendió y... no tuvo la intención de hacer lo que hizo. Simplemente sucedió. Estampó la bota, creando un ruido atronador, y señaló directamente a... Tohr. Silencio. Incómodo. Horrible.
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Del tipo que él y Xhex no solo habían sacado su ropa sucia delante de todos, sino que él se las había apañado para cubrir la cabeza de Tohr con todos sus calcetines sudorosos y camisas sucias. ¿En respuesta? El Hermano simplemente cruzó los brazos sobre el pecho y asintió con la cabeza, una vez. Xhex sacudió. —Tengo que salir de aquí. Tengo que aclarar mis ideas. John, si sabes lo que te conviene, no me sigas. Y exactamente así, se fue. Entonces, John se frotó la cara, empujando las palmas tan fuerte que sintió como si estuviera reorganizando sus rasgos. —¿Qué tal si todos os marcháis por esta noche? —dijo Wrath en voz baja—. Quiero hablar con John. Tohr, quédate. No hubo necesidad de pedirlo dos veces. La Hermandad y los otros salieron como si alguien estuviera en el patio robándoles los coches. Beth se quedó atrás. Lo mismo hizo George. Mientras las puertas se cerraban, John miró a Tohr. Lo siento mucho… —No, hijo. —El macho dio un paso hacia delante—. Yo tampoco quiero que estés donde yo estoy. El Hermano abrazó a John, y John fue con él, derrumbándose en el cuerpo una vez grande… que no obstante logró sostenerlo. La voz de Tohr fue firme en su oído: —Está bien. Te tengo. Todo está bien... John ladeó la cabeza y contempló fijamente la puerta por donde había salido su shellan. Quería ir tras ella con cada fibra de su ser, pero esas fibras también eran las que les estaban destrozando. En su mente entendía todo lo que ella decía, pero su corazón y su cuerpo se regían por algo separado de todo aquello, algo más grande y primordial. Y lo estaba reemplazando todo. Era un error. Una falta de respeto. Pasado de moda de una manera que nunca pensó que podría ser. No creía que las mujeres debieran ser confinadas, creía en su compañera, y quería que... Estuviera a salvo. Punto. —Dale tiempo —murmuró Tohr—, iremos tras ella, ¿de acuerdo? Tú y yo iremos juntos.
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—Buena idea —dijo Wrath—, porque ninguno de los dos va a salir esta noche al campo. —El Rey levantó las palmas para cortar la discusión—. ¿Está claro? Eso calló a ambos. —Entonces, ¿estás bien? —preguntó el Rey a Tohr. La sonrisa del hermano no fue cálida en lo más mínimo. —Ya estoy en el infierno, la mierda no se va a poner más caliente solo porque él me esté usando como ejemplo de donde no quiere estar. —¿Estás seguro de eso? —No te preocupes por mí. —Es más fácil decirlo que hacerlo. —Wrath movió la mano, como si no quisiera ir más allá—. ¿Hemos terminado? Mientras Tohr asentía y se volvía hacia la puerta, John hizo a la Primera Familia una reverencia y fue tras el macho. No tenía que apresurarse. Tohr le estaba esperando en el pasillo. —Escúchame… es importante. Lo digo en serio… Yo solo... lo siento, gesticuló John. Todo. Y… mierda, echo de menos a Wellsie. Realmente la echo de menos. Tohr parpadeó por un momento. Luego, en voz baja, dijo: —Lo sé, hijo. Sé que tú también la perdiste. ¿Cree que Xhex le hubiera gustado? —Sí. —La sombra de una sonrisa golpeó su dura cara—. Solo la conoció una vez, y fue hace mucho tiempo, pero estaban bien, y si hubiera habido tiempo... se habrían llevado bien. Y joder, en una noche como esta podríamos haber utilizado el respaldo femenino. Muy bien, gesticuló John, mientras trataba de imaginar cómo acercarse a Xhex. Al menos podía adivinar a dónde iría: de vuelta a su propia casa en el río Hudson. Ese era su refugio, su espacio privado. Y cuando se presentara en la puerta de su casa, solo podía rezar para no le echara a patadas. Pero tenían que resolver esto de alguna manera. Creo que será mejor que vaya solo, dijo John. Esto, probablemente, va a ponerse feo. Ponerse más feo, pensó. —Bien. Solo que sepas que estoy aquí si me necesitas.
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No era ese siempre el camino, pensó John cuando se separaron. Casi como si tuviesen siglos conociéndose el uno al otro, en lugar de simplemente unos años. Por otra parte supuso que eso era lo que sucedía cuando te cruzabas con alguien que era realmente compatible contigo. Te sentías como si hubieras estado con ellos desde siempre.
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Capítulo 10
—Yo lo haré. Cuando No’One habló, el grupo de doggen junto al que se había colado a hurtadillas se dio la vuelta como una bandada de pájaros, todos a la vez. En la modesta habitación para el personal había machos y hembras entre los reunidos, cada uno vestido apropiadamente para su papel ya fuera éste cocinera o asistente, panadero o mayordomo. Los había encontrado cuando había salido a andar sin rumbo, y ¿quién era ella para no sacar ventaja de semejante oportunidad? El que estaba al cargo, Fritz Perlmutter, parecía que se fuera a desmayar. Por otra parte, él había sido el doggen de su padre todos aquellos años atrás y había tenido especialmente problemas cuando ella se había identificado con un papel servil. —Mi estimada señora... —No’One. Mi nombre ahora es No’One. Por favor, dirígete única y exclusivamente así. Y como he dicho, me encargaré de lavar los suelos en el centro de entrenamiento. Donde quiera que estuviera eso. De hecho, la noche anterior con aquel vestido había sido en cierto modo una bendición, la tarea de sus manos trabajando, dándole algo en qué concentrarse, haciendo que las horas pasaran rápidamente. En otro tiempo había sido igual en el Otro Lado, sus trabajos manuales eran la única cosa que la calmaba y daba estructura a su existencia. Cuánto había añorado tener un propósito. En verdad había ido allí para servir a Payne, pero la hembra no quería nada de eso. Había ido allí para intentar conectar con su hija, pero la hembra estaba recién emparejada, con distracciones de suma importancia. Y había ido allí para buscar algún tipo de paz, solo para volverse loca por la inactividad desde su llegada. Y eso tenía prioridad sobre su casi-disputa con Tohrment antes, aquella mañana. Al menos él había tomado el vestido. Había desaparecido de donde ella lo había colgado cuando él había contestado a su llamada con ese brusco...
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Abruptamente, notó que el mayordomo la estaba mirando expectante, como si hubiera dicho algo que requiriera una respuesta. —Por favor, llévame allí —dijo ella— y enséñame mis deberes. Dado el modo en que su viejo y arrugado rostro se hundió más incluso, dedujo que aquella no era la respuesta que había estado esperando. —Ama... —No’One. Y tú, o uno de tu equipo, me lo podéis mostrar ya. Todo el grupo reunido parecía preocupado, como si los posibles rumores sobre cielos derrumbándose se hubieran hecho realidad de golpe. —Gracias —dijo al mayordomo—. Por tu ayuda. Reconociendo claramente que no iba a ganar, la cabeza del doggen se inclinó. —Pero por supuesto que lo haré, am... ah, No... mmm... Cuando no pudo decir su nombre correctamente, como si el título apropiado de “ama” le hiciera arder todo el trayecto de la tráquea, se compadeció de él. —Eres de mucha ayuda —murmuró—. Ahora, guíame. Después de despedir a los demás, la sacó de la sala del personal, a través de la cocina y al vestíbulo a través de otra puerta que era nueva para ella. Mientras procedían, recordó su yo anterior y más joven, la altanera hija de un linaje con recursos económicos que se había negado a cortarse la carne del plato, o a cepillarse el cabello, o a vestirse sola. Qué desperdicio. Al menos ahora que no era nadie y no tenía nada, tenía claro cómo pasar las horas provechosamente: trabajando. El trabajo era la clave. —Entramos por aquí —pronunció el mayordomo mientras sostenía la puerta abierta bajo la gran escalinata—. Permítame proveerle los códigos. —Gracias —contestó, memorizándolos. Mientras seguía al doggen hacia el largo y estrecho tubo de un túnel subterráneo, pensó que sí, si iba a quedarse en aquel lado, necesitaba ocuparse con trabajos, aunque eso ofendiera al doggen, a la Hermandad, a las shellans... mejor eso que la prisión de sus propios pensamientos. Salieron del túnel por la parte trasera de un armario y pasaron a una sala cuadrada que tenía un escritorio y cajoneras metálicas y una puerta de vidrio. El doggen se aclaró la garganta. —Éste es el centro de entrenamiento y las instalaciones médicas. Tenemos aulas, un gimnasio, vestuario, sala de musculación, zona de terapia física y piscina, así como otras comodidades. Hay personal que se encarga de la limpieza a fondo para
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cada sección. —Eso fue dicho con severidad, como si no le importara que fuera la invitada del Rey, no la iba a dejar entorpecer su horario—. Pero la doggen que se encargaba de la lavandería ha ido a la cama a reposar, porque es la mitte doggen y ya no es seguro para ella estar en pie. Por favor, es por aquí. Mientras él mantenía abierta la entrada de vidrio, entraron en un pasillo y se dirigieron a la sala con doble puerta que estaba equipada idénticamente a la que había utilizado la noche anterior en la casa principal. Durante los siguientes veinte minutos recibió un curso intensivo de cómo funcionaban las máquinas y luego el mayordomo revisó con ella un mapa de las instalaciones para que supiera cómo recoger los cestos y dónde devolver lo que había lavado. Y entonces, después de un tenso silencio y un todavía más tenso adiós, estuvo felizmente a solas. De pie en mitad del lavadero, rodeada por lavadoras y secadoras y mesas donde doblar la ropa, cerró los ojos y respiró profundamente. Oh, la encantadora soledad, y el afortunado peso de los deberes cayendo sobre sus hombros. Durante las siguientes seis horas no tuvo nada en qué pensar excepto en toallas blancas y sábanas: encontrarlas, ponerlas en las máquinas, doblarlas y devolverlas a sus sitios. No había espacio para el pasado o las lamentaciones. Solo trabajo. Agarrando un cesto con ruedas, arrastró el receptáculo de tela azul hasta el pasillo y empezó a hacer sus rondas, comenzando por la clínica y regresando a la lavandería cuando ya no le quedaba espacio en el transporte. Después de meter la primera carga en una lavadora de tambor grande, salió de nuevo, pasando por los vestuarios y encontrando una montaña de ropa blanca. Le llevó dos viajes recoger todas aquellas toallas e hizo una pila con ellas en el centro del lavadero, junto al desagüe en el suelo de cemento gris. Su parada final la llevó hasta el lado más alejado a la izquierda, recorriendo todo el corredor hasta la piscina. Mientras iba, las ruedas de su carrito hacían un ligero sonido silbante y sus pies se movían de manera desigual, el apoyo sobre el mango del cesto le daba algo de equilibrio y le ayudaba a ir más rápido. Cuando escuchó música saliendo de la zona de la piscina, aflojó el paso. Luego se detuvo. Los retazos de notas y voces no tenían sentido porque todos los miembros de la Hermandad y sus shellans habían salido esa noche. ¿A menos que alguien hubiera dejado la música después de que hubieran acabado su rato en el agua? Entrando en una antesala diminuta y redondeada alicatada con mosaicos de machos atléticos, se golpeó con una pared de calor y humedad tan pesada que fue como si diera un paso hacia una cortina de terciopelo. Y todo alrededor, ese olor
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extraño y químico en el aire que la hacía preguntarse con qué trataban el agua: en el Otro Lado todo había estado siempre permanentemente fresco y limpio, pero sabía que no era el caso de la Tierra. Dejando el cesto esperando en la entrada, caminó hacia un espacio grande y parecido a una cueva. Alargando la mano tocó los azulejos calientes de la pared, recorriendo con los dedos el cielo azul y los campos verdes, pero pasando por alto todos los machos con taparrabos, con sus arcos de lazo, sus equipos de esgrima y sus poses de correr. Le encantaba el agua. La flotabilidad, el alivio del dolor en la pierna mala, la sensación de breve libertad... —Oh… mi... —jadeó al girar la esquina. La piscina era cuatro veces el tamaño del baño más grande del Otro Lado y su agua brillaba en pálido azul, probablemente por las baldosas que recubrían su profundo fondo. Líneas negras la recorrían a lo largo, denotando calles, y había números por el borde de piedra, marcando claramente la profundidad. Arriba el techo estaba abovedado y cubierto con más mosaicos, y había bancos contra las paredes, proveyendo sitios para sentarse. Haciendo eco la música sonaba más alto, pero no demasiado, y la melancólica tonada poseía una agradable resonancia. Dado que estaba sola, no pudo resistirse a ir hacia allí y probar la temperatura con su pie desnudo. Tentador. Tan tentador. Pero en vez de ceder, se concentró de nuevo en sus deberes, regresando a su cesto y arrastrándolo junto a un gran cesto de mimbre para luego transferir ropas húmedas que pesaban tanto como su cuerpo. Después se giró para continuar, se detuvo y miró fijamente al agua de nuevo. No había manera de que el primer turno de lavado hubiera acabado su ciclo. Le quedaban por lo menos otros cuarenta y cinco minutos según lo que informaba la lavadora. Comprobó el reloj que colgaba de la pared. Tal vez solo unos minutos en la piscina, decidió. Le iría bien aliviar el dolor de la parte inferior de su cuerpo y no había nada que pudiera hacer en lo que tenía que ver con su trabajo en el ratito siguiente. Agarrando una de las toallas limpias y dobladas, volvió a revisar la antesala. Fue más allá y miró al corredor. No había nadie. Y ahora era el momento de hacer esto: el personal estaría concentrado en limpiar la segunda planta de la mansión, como debían hacer entre la
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Primera y la Segunda Comida. Y no había nadie recibiendo tratamiento en la clínica, al menos por el momento. Tenía que hacerlo rápido. Cojeando de vuelta al extremo poco profundo, se desató la túnica y bajó la capucha, desnudándose hasta quedar en ropa interior. Después de una breve duda, se quitó también la camisola de lino… tendría que recordar traerse un recambio consigo si quería volver a hacer esto otra vez. Mejor mantener la modestia. Mientras doblaba sus cosas, deliberadamente miró su pantorrilla retorcida, recorriendo las cicatrices como cuerdas que formaban un feo mapa en relieve de montañas y valles en su piel. En otro tiempo su pierna izquierda había funcionado perfectamente y había sido tan bonita como las muchas que un artista podía haber dibujado. Ahora era un símbolo de quién y qué era, un recordatorio de su caída en desgracia que la había hecho menos persona... y con el tiempo, una mejor. Por fortuna había una barandilla cromada en las escaleras, y se agarró para tener equilibro mientras entraba lentamente en el agua cálida. Bajando, se acordó de la trenza y le dio vueltas y más vueltas a la gran longitud en lo alto de su cabeza, metiendo el extremo suelto para que el moño se quedara en su sitio. Y luego... se deslizó. Cerrando los ojos de felicidad, se dejó ir sobre la ingravidez, como si el agua fuera una templada brisa moviéndose por su piel, el cuerpo sujeto amablemente sobre las apacibles manos de la piscina. Mientras nadaba hacia el centro, descartó su resolución de no mojarse el cabello y se giró sobre su espalda, moviendo las manos en círculos para mantenerse a flote. Por un breve momento se permitió sentir algo, abrir la puerta a sus sentidos. Y fue... bueno.
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Dejado en la mansión aquella noche, Tohr estaba fuera de la lista, confinado en casa y con resaca: un triple acierto de mal humor si alguna vez había visto uno. Las buenas noticias era que con casi todos fuera o encargándose de sus propios asuntos, no tenía que imponer su toxicidad a nadie más. Con eso en cuenta, se dirigió al centro de entrenamiento vestido con nada más que su bermuda-bañador. Como había oído que la mayoría de las resacas estaban causadas por la deshidratación, decidió no solo ir a la piscina y sumergirse en ella, sino llevarse algo de líquido de repuesto consigo. Y qué sano era. ¿Qué había agarrado? Ah, bien, vodka…. le gustaba justo así y, hey, parecía agua.
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Deteniéndose en el túnel, bebió un poco del Goose de V y tragó... Joder. El sonido de las shitkickers de John resonando en el suelo, como si de algún tipo de campana celestial se tratara, era algo que jamás olvidaría. Igual que el dedo del niño señalándolo. Hora de otro trago... y, hey, de otro más. Mientras reanudaba su camino hacia lo que probablemente iba a ser una fiesta del ahogado, reconoció que era un cliché andante: había visto a sus hermanos en este plan de tanto en tanto, vagando por ahí con cara agria y confusa, con mala actitud y una botella de algo noqueador pegada a las palmas. Antes de que Wellsie le hubiera sido arrancada él nunca había comprendido de verdad los por qué. ¿Y ahora? ¡Uff! Hacías lo que tenías que hacer para que pasaran las horas. Y las noches cuando no podías salir y luchar eran las peores... a menos, por supuesto, que estuvieras enfrentándote a un brillante y feliz día de no hacer nada. Que era incluso más espantoso. Mientras salía de la oficina y se dirigía de cabeza a la piscina, se sintió feliz de no tener que fingir la expresión de su cara, o vigilar su lenguaje, o calmar su humor. Empujando la puerta de la antesala, su presión sanguínea bajó cuando la cálida y bienvenida oleada de humedad cayó sobre él. La música también ayudaba: desde el sistema de altavoces U2 llenaba el ambiente, la antigua The Joshua Tree resonaba alrededor. El primer indicio de que algo iba mal fue la pila de cestos en el extremo menos profundo. Y tal vez si no le hubiera estado dando al alcohol, habría sumado dos más dos antes de... Flotando en el centro de la piscina, una hembra estaba bocarriba sobre el agua, sus pechos desnudos brillaban, sus pezones tiesos en el aire cálido, la cabeza echada hacia atrás. —Joder. Difícil saber qué hizo más ruido: su bomba con J o la botella de Goose golpeando el suelo de baldosas... o el chasquido de agua en el medio cuando No’One se levantó de golpe y balbuceó, cubriéndose a sí misma mientras intentaba mantener la cabeza por encima del agua. Tohr dio media vuelta y se puso las manos sobre los ojos... Con el giro se cortó el talón de su pié desnudo con los cristales rotos y el dolor le hizo perder el equilibro... no es que necesitara mucha ayuda para eso, gracias a su fiestecita del besuqueo con el vodka. Estiró una mano con fuerza para no estamparse sobre el suelo de baldosas, y acabó cortándose también la palma derecha.
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—Puta mierda —gritó, apartándose de los fragmentos rotos. Mientras él rodaba sobre la espalda, No’One se salió del agua y se puso rápidamente la túnica sobre su piel desnuda, aquella larga trenza oscilando suelta mientras se colocaba la capucha en su sitio. Con otra maldición, Tohr levantó la mano para comprobar la herida. Genial. Justo en el centro de la mano de la daga, de cinco centímetros de largo, y la cabrona tenía un par de milímetros de profundidad. Solo Dios sabía lo que se había hecho en el pie. —No sabía que estabas aquí —dijo sin levantar la vista hacia ella—. Lo siento. Con el rabillo del ojo captó a No’One acercándose, sus pies descalzos aparecían y desaparecían bajo el dobladillo de su túnica. —No te acerques más —bramó—. Hay cristales por todas partes. —Ahora mismo vuelvo. —Vale —murmuró mientras levantaba el pie para echarle un vistazo. Fantástico… más larga. Más profunda. Sangrando más. Y todavía quedaba un trozo de botella dentro. Con un gruñido agarró el pequeño triángulo de cristal y tiró para sacarlo fuera. La sangre en la esquirla era roja como el colorete, y giró la pieza de lado a lado observando la luz jugando sobre ella. —¿Pensando en encargarse de la cirugía? Tohr echó un vistazo a Manny Manello, DM, cirujano humano, hellren emparejado de la gemela de V. El tipo había ido con un maletín de primeros auxilios así como su actitud de yo-gobierno-al-mundo, firma de la casa. ¿Qué pasaba con los cirujanos? Eran casi tan malos como los guerreros. O los reyes. El humano se arrodilló junto a él. —Estás goteando. —No me digas. Justo cuando se estaba preguntando dónde andaba No’One, la hembra llegó con una escoba, un cubo de basura con ruedas y un recogedor. Sin mirarlo a él o al humano, empezó a barrer con mucho cuidado. Al menos se había puesto zapatos. Jesucristo... había estado condenadamente desnuda de verdad.
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Mientras Manello le hurgaba y pinchaba la mano herida y luego se la dormía y la cosía, Tohr observó a la hembra por el rabillo del ojo… no la miraba directamente. Especialmente no después de... Jesús... condenadamente desnuda de verdad. De acuerdo, hora de dejar de pensar en eso. Concentrándose en su cojera, notó que era mucho más pronunciada y se preguntó si se habría hecho daño con las grandes prisas de salir de la piscina y vestirse. La había visto frenética en otra ocasión. Pero solo en una... Había sido la noche que la habían rescatado de aquel symphath. Él había matado al bastardo. Le había disparado a su captor directamente a la cabeza, haciéndole caer como una piedra. Luego Darius y él la habían metido en un carruaje y se habían dirigido a la casa de su familia. El plan había sido devolvérsela a ellos. Devolverla a su sangre. Dársela a aquellos que por toda la obligación deberían haberla ayudado a curar. Excepto que cuando habían llegado cerca de aquella imponente mansión, ella había saltado del carruaje aunque los caballos estaban yendo a toda prisa. Y jamás olvidaría su aspecto con aquel camisón blanco, cruzando un campo velozmente, corriendo como si estuviera siendo perseguida aunque la parte de la captura había acabado. Ella había sabido que estaba embarazada. Por eso había huido. En aquel entonces también tenía la cojera. Aquel había sido su único intento de escapar. Bueno, hasta el de después del parto, el que había funcionado. Dios... él había estado nervioso cerca de ella durante los meses que permanecieron juntos en casa de Darius. Tenía cero experiencia con hembras de valor: seh, claro, había crecido rodeado de ellas mientras había estado con su madre, pero aquello había sido de niño, cuando era pretrans. En el momento en que pasó por su transición había sido arrancado de su hogar y lanzado al pozo flotas-o-te-ahogas del campo de entrenamiento del Bloodletter… donde había estado demasiado ocupado intentando mantenerse vivo como para preocuparse por las putas. Ni siquiera había conocido a Wellsie en persona en aquel momento. Su promesa hacia ella había sido una obligación que su madre había asumido por él cuando tenía veinticinco años, antes de que ella incluso hubiera nacido... Dando un tirón, siseó, y Manello miró hacia arriba apartando la mirada de su aguja e hilo. —Lo siento. ¿Quieres más lidocaína?
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—Estoy bien. La capucha de No’One cambió de posición bruscamente mientras echaba un vistazo. Después de un momento, regresó a su trabajo de escoba. Tal vez fue el alcohol asentándose, pero de repente no le importó una mierda seguir fingiendo. Se permitió mirar abiertamente a la hembra mientras el buen doctor acababa con la palma. —Sabes, voy a tener que traerte una muleta —murmuró Manello. —Si me dices lo que necesitas —dijo suavemente No’One—, lo traeré para ti. —Perfecto. Ve a la sala de equipamiento al final del todo del gimnasio. En la habitación de Terapia Física, encontrarás la... Mientras el tipo le daba instrucciones, No’One asentía, con aquella capucha suya moviéndose arriba y abajo. Por alguna razón, Tohr intentó dibujar su rostro, pero era borroso. No la había visto en condiciones desde hacía centurias… aquel breve vistazo justo antes no contaba porque había sido desde la distancia. Y cuando había hecho su revelación ante Xhex y él antes de la ceremonia de emparejamiento, había estado demasiado sorprendido para prestarle plena atención. Pero era rubia, eso lo sabía. Y siempre le habían gustado las sombras… o al menos así había sido en la cabaña de Darius. Tampoco entonces había querido ser contemplada. —De acuerdo, va bien —dijo Manello mientras inspeccionaba su trabajo de reparación—. Vamos a vendar esto y a por el siguiente. No’One regresó justo cuando el cirujano estaba fijando el extremo de la venda. —Puedes mirar si quieres. Tohr frunció el ceño hasta que comprendió que Manello se estaba dirigiendo a No’One. La hembra estaba quedándose detrás, y tan seguro como si aquella capucha suya fuera un rostro con expresiones, podía decir que estaba preocupada. —Aunque solo una advertencia. —Manello se movió hacia abajo—. Esta es peor que la de la mano… pero la palma es más importante porque es con lo que pelea. Mientras No’One dudaba, Tohr se encogió de hombros. —Puedes ver lo que quieras, asumiendo que tu estómago lo soporte. Ella dio un rodeo y se quedó tras el doctor, cruzando los brazos dentro de las mangas de su túnica así que parecía algún tipo de estatua religiosa. Solo que estaba muy viva: cuando él parpadeó mientras estaba la aguja con la anestesia, pareció encogerse sobre sí misma. Como si el que él tuviera dolor la afectara.
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10º Hermandad de la Daga Negra
Tohr apartó los ojos durante todo el tiempo. —De acuerdo, ya estás —dijo Manello un tiempo después—. Y antes de que preguntes, te daré un “pch, probablemente”. Dado lo rápido que os curáis, deberías estar bien para mañana por la noche. Por el amor de dios, sois como los coches: os dan una paliza, os vais al mecánico, y lo siguiente es que estáis de vuelta a la carretera. Los humanos necesitan un tiempo malditamente largo para superar las cosas. Hum-hum, vale. En realidad Tohr no estaba listo para incluirse en territorio Dodge Ramiii. El agotamiento que estaba arrastrando consigo significaba que tenía que alimentarse... y aquellas heridas relativamente menores podían tardar un poco en repararse. Aparte de aquella única sesión con Selena, no había tomado de la vena desde... Nop. No iba a ir ahí. No necesitaba abrir aquella puerta. —Nada de caminar con este pie —ordenó el cirujano mientras se quitaba los guantes—. Al menos hasta el amanecer. Y nada de nadar. —Sin problemas. —Especialmente con lo último. Después de lo que acababa de ver flotando en medio de la maldita piscina, puede que no volviera a la piscina nunca más. A cualquier piscina, ya puestos. Lo único que salvaba aquel encontronazo con ella de ser un total desastre era que no había habido nada sexual de su parte. Sí, había estado sorprendido, pero eso no significaba que quisiera... ya sabes, ligársela o alguna mierda de esas. —Una pregunta —dijo el doctor mientras se levantaba y le tendía la mano. Tohr aceptó la palma y se sorprendió un poco al encontrarse puesto sólidamente sobre sus pies. —¿Qué? —¿Cómo ha sucedido? Tohr miró hacia No’One… quien rápidamente apartó la mirada, girando su cuerpo entero en dirección contraria. —Se me resbaló la botella de la mano —murmuró Tohr. —Ah, bueno… los accidentes suceden. —El tono de si-claro sugería que el tipo no se lo creyó ni durante un momento—. Llámame si me necesitas. Estaré en la clínica el resto de la noche. —Gracias, tío. —Sí. Y entonces... No’One y él se quedaron solos del todo.
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Capítulo 11
Mientras No’One observaba irse al sanador, se encontró queriendo alejarse de Tohrment. Parecía como si, en ausencia de cualquier otro implicado, de repente él estuviera más cerca. Y fuera mucho, mucho más grande. En el silencio que resultó, ella tuvo la sensación de que deberían estar hablando, pero su mente estaba nublada. Mortificada ni siquiera se aproximaba, y ella tenía la intuición de que si solo pudiera explicarse, quizás si pudiera hacer que ese sentimiento desapareciera. Mientras tanto, demasiada de la forma física de él se mostraba para su comodidad. Él era tan alto... centímetros y centímetros, treinta centímetros más alto que ella. Y su cuerpo no era esbelto como el suyo. A pesar de que estaba más delgado de lo que recordaba de antes y mucho más ligero que sus Hermanos, todavía era más ancho y más musculoso de lo que cualquier macho miembro de la glymera jamás había sido... ¿Dónde estaba su lengua? pensó ella. Y, sin embargo, incluso mientras se preguntaba eso, lo único que podía hacer era medir la brutal anchura de sus hombros y los imponentes contornos de su amplio pecho, y aquellos largos y brutalmente musculosos brazos. No obstante, no era porque le considerara atractivo. Se sintió abruptamente asustada de todo ese poder físico... Tohrment fue el que dio un paso atrás con una mueca de repugnancia en el rostro. —No me mires así. Sacudiéndose, recordó que éste era el macho que la había liberado. No alguien que le hubiera hecho daño alguna vez. O que lo haría. —Lo siento... —Escucha, y quiero dejar esto claro. No estoy interesado en nada de ti. No sé qué clase de juego estás jugando... —¿Juego? Su poderoso brazo salió disparado cuando señaló a la piscina.
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—Yacer esperando a que yo bajara aquí... No’One retrocedió. —¿Qué? Yo no le estaba esperando ni a usted ni a nadie más... —Tonterías... —Lo comprobé primero para asegurarme de que estaba sola... —Estabas desnuda, allí flotando como una especie de puta... —¿Puta? Sus voces rebotaban alrededor como balas, cruzando sus caminos cuando se interrumpían el uno al otro. Tohrment inclinó el torso hacia delante. —¿Por qué viniste aquí? —Trabajo como lavandera... —No al centro de entrenamiento... a este maldito complejo. —Quería ver a mi hija... —Entonces, ¿por qué no has pasado algo de tiempo con ella? —¡Está recién emparejada! He tratado de ponerme a disposición... —Sí, lo sé. Pero no para ella. La falta de respeto en aquella voz profunda le hizo desear encogerse, pero su injusticia le dio agallas. —Yo no tenía ningún modo de saber que iba a entrar aquí. Pensé que todos se habían ido para la noche... Tohrment acortó la distancia entre ellos. —Voy a decir esto sólo una vez. Aquí no hay nada para ti. Los machos emparejados de esta casa están vinculados a sus shellans, Qhuinn no está interesado, y yo tampoco. Si has venido buscando un hellren o un amante, no estás de suerte... —¡No quiero un macho! —Su grito lo silenció pero eso no era apenas suficiente—. Diré esto sólo una vez. Me mataría a mí misma antes de aceptar nunca a otro macho en mi cuerpo. Sé por qué me odia, y respeto sus razones, pero no le quiero a usted o a cualquier otro de su opinión. Jamás. —Entonces empieza por conservar tu maldita ropa puesta. Ella lo habría abofeteado si hubiera podido alcanzar tan alto. La palma de su mano incluso comenzó a hormiguear.
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Pero no saltó para borrar la terrible expresión de su rostro por la fuerza. Levantando la barbilla, dijo con tanta dignidad como pudo: —En el caso de que haya olvidado lo que el último macho me hizo, le puedo asegurar que yo no lo hice. Si decide creerme o prefiere engañarse, ése no es mi problema... o mi preocupación. Cuando pasó cojeando por delante de él, ella lamentó por una vez que su pierna no fuera la que había sido antes: el orgullo estaba mucho mejor servido con un paso uniforme. Cuando llegó a la antesala, se volvió a mirarle. Él no se había girado del todo, así que ella se dirigió a sus hombros... y al nombre de su shellan, que estaba grabado en su piel. —Nunca me acercaré a esa agua otra vez. Vestida o desnuda. A medida que se tambaleaba hacia la puerta, temblaba de pies a cabeza, y no fue hasta que sintió el golpe frío del aire en el pasillo que se dio cuenta que había dejado el cubo de basura con ruedas, la escoba eléctrica y su vestido detrás. No iba a volver a por ellos, eso era seguro. En la lavandería se abrazó a sí misma y se apoyó contra la pared tras las puertas. De repente, sintió que se asfixiaba y se arrancó la capucha de la cabeza. De hecho, su cuerpo estaba caliente y no era debido a la capa pesada que llevaba. Un fuego interno había arraigado y utilizaba su intestino para encenderlo, y el humo caliente de ese fuego llenaba sus pulmones desplazando el oxígeno. Era imposible conciliar al macho que había conocido en el Viejo País con el que ahora veía. El antiguo había sido torpe, pero nunca, jamás, irrespetuoso, un alma amable y gentil que de alguna manera se destacó en sus esfuerzos brutales en la guerra... mientras conservaba su compasión. Esta copia actual no era más que una cáscara amarga. ¿Y pensar que había asumido que preparar ese vestido sería de algún beneficio? Ella habría tenido mejor suerte moviendo la mansión con la mente.
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Tras la cabreada salida de No'One, Tohr decidió que, salvo por el hecho de que John Matthew no se las había apañado para cortarse en la mano y el pie hasta ahora esta noche, parecía que Tohr y el chico tenían mucho en común: por cortesía de sus temperamentos ahora los dos estaban vestidos con el uniforme de Capitán Idiota... que incluía, sin coste adicional, la capa de la desgracia, los botines de la vergüenza y las llaves del Joderlamóvil.
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Cristo, ¿qué había salido de su boca? En el caso de que haya olvidado lo que el último macho me hizo, le puedo asegurar que yo no lo hice. Con un gemido, se pellizcó el puente de la nariz. ¿Por qué demonios pensaría, durante un segundo siquiera, que la hembra tendría algún interés sexual en un macho? —Porque asumiste que se siente atraída por ti y eso te dejó helado. Tohr cerró los ojos. —Ahora no, Lassiter. Como era natural, el ángel caído no prestó ninguna atención a la cinta verbal de LÍNEA POLICIAL - NO PASAR. El idiota de pelo rubio-y-negro se acercó y se sentó en uno de los bancos, poniendo los codos sobre las rodillas de sus pantalones de cuero, con sus extraños ojos blancos fijos y serios. —Es hora de que tú y yo tengamos una pequeña charla. —¿Sobre mis habilidades sociales? —Tohr negó con la cabeza—. No te ofendas, pero prefiero seguir el consejo de Rhage... y eso es mucho decir. —Alguna vez has oído hablar del Between. Tohr giró con torpeza sobre su pie bueno. —No estoy interesado en una clase de fracciones. Gracias. —Es un lugar muy real. —Como lo es Cleveland. Detroit. El hermoso centro de la ciudad de Burbank. — Había sido fan de Laugh-In en los años sesenta. Para matarlo—. Pero tampoco necesito saber acerca de ellos. —Es el lugar donde está Wellsie. El corazón de Tohr se detuvo en su pecho. —¿De qué demonios estás hablando? —Ella no está en el Fade. Vale. Muy bien. Probablemente debería contestar a eso con “¿De qué coño estás hablando?”. En cambio, todo lo que podía hacer era contemplar al tipo. —No está donde piensas que está —murmuró el ángel. A través de la boca seca, se las arregló para decir: —¿Estás diciendo que está en el infierno? Porque esa es la única otra opción. —No, no lo es.
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Tohr respiró hondo. —Mi shellan era una hembra de valía y está en el Fade... no hay ninguna razón para pensar que estaría en el Dhund. En cuanto a mí, por esta noche he terminado de saltar a la garganta de la gente. Así que voy a salir por esa puerta de ahí —señaló en dirección a la antesala sólo para ser práctico— y vas a dejar que me vaya. Porque no estoy de humor para esto. Apartándose, comenzó a andar cojeando, usando la muleta que No’One había traído. —Estás bastante condenadamente seguro de algo sobre lo que no sabes una mierda. Tohr se detuvo. Cerró los ojos otra vez. Rezó una oración por una emoción, cualquier emoción, aparte del impulso de matar. No hubo suerte. Miró por encima del hombro. —Eres un ángel, muy bien. Así que se supone que debes ser compasivo. Acabo de acusar a una hembra que fue violada hasta ser fecundada de ser una puta. ¿De verdad crees que ahora mismo puedo estar dándole vueltas a todo lo de mi shellan? —Hay tres lugares en el más allá. El Fade, donde los amados se reúnen. El Dhund, donde van los injustos. Y el Between... —¿Has oído lo que acabo de decir? —... que es donde las almas se quedan atrapadas. No se parece a los otros dos... —¿Te importa? —... porque el Between es diferente para cada uno. En este momento, tu shellan y tu hijo están atrapados por tu culpa. Por eso he venido... estoy aquí para ayudarte y ayudarles a llegar a donde pertenecen. Mierda, éste era un buen momento para tener un pie jodido, pensó Tohr, porque de repente no tenía sentido del equilibrio en absoluto. Eso o el centro de entrenamiento estaba girando sobre el eje de la casa. —No lo entiendo —susurró. —Tienes que seguir adelante, amigo mío. Deja de aferrarte a ella para que pueda irse... —No existe el purgatorio, si eso es lo que sugieres... —¿De dónde coño te crees que vengo? Tohr enarcó una ceja.
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—De verdad quieres que responda a eso. —No es gracioso. Y lo digo en serio. —No, estás mintiendo... —¿Alguna vez te has preguntado cómo te encontré en aquellos bosques? ¿Por qué me he quedado por aquí? ¿Te has preguntado por un momento por qué pierdo el tiempo contigo? Tu shellan y tu hijo están atrapados y me enviaron aquí para liberarlos. —¿Hijo? —Tohr respiró. —Sí, ella llevaba un niñito. Las piernas de Tohr se aflojaron debajo de él en ese momento... por suerte, el ángel saltó hacia adelante y le agarró antes de que rompiera algo. —Ven aquí. —Lassiter lo llevó hasta el banco—. Aparca y pon la cabeza entre las rodillas... tu color se ha ido al diablo. Por una vez, Tohr no presentó batalla, dejó que su culo bajara y se dejó ser pretzelado1 por el ángel. Cuando abrió la boca y trató de respirar, se fijó por ninguna razón en especial que las baldosas en el suelo no eran de un azul agua liso, sino tenían motas multicolores de blanco y gris y azul marino. Cuando una mano grande comenzó a hacer círculos en su espalda, se sintió extrañamente consolado. —Un hijo... —Tohr levantó un poco la cabeza y se pasó la palma por la cara—. Yo quería un hijo. —Ella también. Él miró bruscamente. —Nunca me lo dijo. —Guardó silencio porque no quería que se te hinchara demasiado el pecho por tener dos machos en la casa. Tohr se echó a reír. O tal vez fue un sollozo. —Ella haría eso. —Sí. —Así que la has visto. —Sí. No lo lleva bien, Tohr. De repente, se sintió como... 1
Un pretzel es un tipo de galleta o bocadillo horneado, y retorcido en forma de lazo.
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—Voy a vomitar. —Que era mejor que llorar—. ¿El purgatorio? —El Between. Y hay una razón por la que nadie sabe sobre eso. Si sales, entras en el Fade... o el Dhund, y tu experiencia de dónde has estado es olvidada, un mal recuerdo que se desvanece. Y si tu ventana se cierra, estás allí atrapado para siempre, así que no es como si presentaras algún informe sobre el paisaje. —No entiendo... ella vivió una buena vida. Era una hembra de valía que fue llevada demasiado pronto. ¿Por qué no entraría en el Fade? —¿Has oído lo que he dicho? Por ti. —¿Por mí? —Levantó las manos—. ¿Qué coño hice mal? Vivo y respiro... No me suicidé y no voy a... —No la has dejado marchar. No lo niegues. Venga, mira lo que acabas de hacer a No'One. La interrumpiste desnuda, sin falta alguna de su parte, y le arrancaste la cabeza porque pensaste que te quería seducir con un caso de caliente-y-mojada. —¿Y de alguna manera está mal que no quiera ser comido con los ojos? —Tohr frunció el ceño—. Además, cómo diablos sabes exactamente qué ha pasado. — Sinceramente no pensarás que estás siempre solo, ¿verdad? Y el problema no es No’One. Eres tú... no quieres sentirte atraído por ella. —Yo no me siento atraído por ella. No lo hago. —Pero está bien si te sientes así. Ese es el asunto... Tohr se le acercó, agarró la parte delantera de la camisa del ángel, y acercó sus cabezas. —Tengo dos cosas que decirte. No creo una palabra de lo que me estás diciendo, y si sabes lo que es bueno para ti, no dirás una puta palabra más sobre mi compañera. Cuando Tohr lo soltó con un empujón y se puso de pie, Lassiter maldijo. —No tendrás un para siempre con esto, compañero. —Mantente alejado de mi habitación. —¿Estás dispuesto a apostar su eternidad contra tu cólera? ¿De verdad eres tan arrogante? Tohr lanzó una mirada feroz por encima del hombro... pero el hijo de puta se había ido: No había nada más que aire en el banco donde el ángel había estado. Y era difícil discutir con eso. —Lo que sea. Jodido paranoico.
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Capítulo 12
Cuando Xhex entró en el Iron Mask, sintió que estaba dando un paso atrás en el tiempo. Durante años había trabajado en clubes como este, arrancando las malas hierbas en medio de personas desesperadas como estas, con los ojos bien abiertos en busca de problemas… como ese pequeño nudo de tensión que se había formado adelante. Justo enfrente de ella, dos tíos se pusieron en guardia para pelear, un par de gilipollas Góticos haciendo de todo menos escarbar en el suelo con sus New Rocks. Justo al lado, una calientabraguetas con el cabello blanco y negro, escote con purpurina y un puñetero atuendo con correas de cuero negro con hebillas se veía bastante satisfecha de sí misma. Xhex quería darle una colleja y mandarla a su casa solo por esa actitud. Sin embargo, el verdadero problema no era esta cabeza hueca con tetas, sino los dos trozos de carne que estaban a punto de saltar el uno sobre el otro, a lo Dana White. La preocupación no era tanto lo que hicieran a sus respectivas narices o mandíbulas, eran las otras doscientas personas que básicamente estaban comportándose. Cuerpos masculinos volando hacia atrás en una docena de direcciones diferentes podrían sentar de culo a un montón de espectadores y, ¿quién necesitaba eso? Ella estaba a punto de intervenir cuando se recordó que éste ya no era más su trabajo. Ya no era responsable de estos tontos del culo, de sus libidos y celos, de sus tráficos y actividades con drogas, de sus hazañas sexuales… Yyyyyyyyyyyy de todos modos, aquí estaba Trez “Latimer”, cuidando de eso. Los humanos del gentío veían al moro, simplemente como uno de ellos, solo que más grande y agresivo. Sin embargo, ella conocía la verdad. Ese Sombra era mucho más peligroso de lo que cualquiera de los homo sapiens pudiera haber imaginado. Si él hubiese querido, podía haber rajado sus gargantas en un abrir y cerrar de ojos… y luego arrojado los cadáveres encima de un asador sobre el fuego, cocinarlos durante un par de horas y cenárselos con una mazorca de maíz y una bolsa de patatas fritas. Los sombras tenía una única manera de deshacerse de sus enemigos.
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Un antiácido, ¿el siguiente? Cuando la mole de Trez les llamó la atención, la dinámica del escenario cambió al instante: la putita barata le echó una mirada y pareció olvidar los nombres de los dos tíos a los que había provocado hasta aturullarlos. Mientras tanto el par de idiotas borrachos se enfriaron un poco, dieron un paso atrás y revaluaron la situación. Buen plan… estaban a un segundo de distancia de tenerla revaluada a la fuerza por cuenta de ellos. Los ojos de Trez se encontraron con los de Xhex durante un instante y luego él se concentró en sus tres clientes. Cuando la hembra trató de acercársele de manera furtiva, parpadeando y ostentado sus tetas, le causó el mismo efecto que un bistec a un vegetariano. Trez estaba vagamente asqueado. Sobre el fragor de la música, Xhex solo atrapó unas palabras aquí y allá, pero podría haber adivinado el libreto bastante bien. No seas imbécil. Déjalo así. Primera y única advertencia antes de que seas considerado persona non grata. Al final de eso, Trez prácticamente tuvo que despegarse la arpía con una palanca… de alguna manera, ella se había injertado en su brazo. Quitándosela de encima con un: —No puedes hablar en serio —él se acercó—. Hola. Por supuesto que esa sonrisa lenta y sexy de él era el problema. Y la voz profunda no ayudaba. Ni ese cuerpo. —Hola. —Ella le devolvió la sonrisa—. ¿Problemas femeninos otra vez? —Siempre. —Él echó un vistazo a su alrededor—. ¿Dónde está tu hombre? —No está aquí. —Ahhhh. —Pausa—. ¿Qué tal tú? —No sé, Trez. No sé por qué estoy aquí. Yo solo… Estirando el brazo pesado, le rodeó los hombros y la atrajo contra él. Dios mío, él olía igual, una combinación de Gucci Pour Homme y algo que era totalmente suyo. —Vamos, nena—murmuró—. Pasemos a mi oficina. —No me llames “nena”. —Perfecto. ¿Qué tal Buttercupiv? Ella deslizó un brazo alrededor de su cintura, recostó la cabeza sobre su pectoral y comenzaron a caminar juntos. —¿Te gustan tus bolas dónde están?
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—Sí. Sin embargo, no me gusta el aspecto que tienes. Te prefiero llena de energía y cabreada. —Yo también, Trez. Yo también… —¿Entonces estamos bien con Buttercup? ¿O tengo que ponerme más duro contigo? Sacaré mi “parte Sombra” si tengo que hacerlo. En la trastienda del club, cerca de los vestuarios donde los “bailarines” se ponían y cambiaban sus ropas de calle, la oficina de Trez tenía una puerta como un refrigerador de carne. Dentro había un sofá de cuero negro, un escritorio grande de metal y un baúl con cantos de plomo cubierto con una manta que estaba atornillado al suelo. Eso era todo. Bueno, además de las órdenes de compra, recibos, mensajes de teléfono, ordenadores portátiles… Parecía que hacía un millón de años desde que había estado rodeada de todo esto. —Supongo que iAm no ha estado aún aquí —dijo señalando el desorden sobre el escritorio. El gemelo de Trez nunca lo habría tolerado. —Él está en la cocina de Sal hasta la medianoche. —El mismo programa, entonces. —Si no se estropea… Mientras se acomodaban, él en su silla tipo trono, ella en el sofá, a Xhex le dolía el pecho. —Habla conmigo —dijo Trez, con el rostro oscuro serio. Apoyando la cabeza sobre la mano y cruzando el tobillo sobre la rodilla, ella jugaba con los cordones de su shitkicker. —¿Qué pasaría si te dijera que quiero recuperar mi antiguo trabajo? En su visión periférica, lo vio echarse un poco atrás. —Pensé que estabas peleando con los Hermanos. —Yo también. —¿Wrath no está precisamente cómodo con una hembra en el campo de batalla? —John no lo está. —Mientras Trez maldecía, ella resopló con fuerza—. Y como yo soy su shellan, lo que él dice es lo que vale. —Él en verdad te miró a los ojos y… —Oh, él hizo más que eso. —Cuando un gruñido amenazador se filtró en el aire, ella hizo un gesto con la mano—. No, nada violento. Sin embargo, la discusión… las discusiones no fueron una fiesta.
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Trez se recostó. Tamborileó los dedos en el desorden delante de él. Le clavó la mirada. —Por supuesto que puedes volver… me conoces. No estoy obligado por ninguna noción vampírica de propiedad… y la nuestra es una sociedad matriarcal, así es que nunca he entendido la misoginia de las Viejas Costumbres. Sin embargo, estoy preocupado por ti y John. —Lo resolveremos. —¿Cómo? No tenía ni idea. Pero ella no iba a permitirse el miedo de que no fuesen capaces de una mayor credibilidad por decirlo de algún modo—. No puedo sentarme en esa casa sin hacer nada y no quiero poner los ojos encima de esa pandilla. Mierda, Trez, debería haber sabido que esta cosa del emparejamiento era una mala idea. No estoy hecha para eso. —Parece que tú no eres la que crea el problema. A pesar de que entiendo lo que le está pasando. Si algo le sucediera a iAm, me volvería puñeteramente loco… así que no es una buena idea que él y yo luchemos uno al lado del otro. —Lo haces de todos modos. —Sí, pero somos estúpidos. Y no es que salgamos buscando cuerpo a cuerpo cada noche… tenemos trabajos de oficina que nos mantienen ocupados y solo si algo nos encuentra nos encargamos de ello. —Él abrió una gaveta del escritorio y le arrojó un juego de llaves—. Hay una última oficina vacía por el pasillo. Si ese detective de homicidios del DPC viene de nuevo por Chrissy y ese novio suyo muerto, nos encargaremos de ello si tenemos que hacerlo. Entretanto, te repondré en la nómina. Es buen momento… podría necesitar algo de ayuda organizando a los gorilas. Pero y quiero decir esto… no hay obligación a largo plazo. Puedes dejarlo cuando quieras. —Gracias, Trez. Ambos se miraron a través del escritorio. —Va a salir bien —dijo la Sombra. —¿Estás seguro? —Positivo.
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Como a una manzana y media de distancia del Iron Mask, Xcor estaba parado al abrigo de una sala de tatuajes, el resplandor rojo, amarillo y azul de su cartel de neón se le metía en ojos y en nervios. Throe y Zypher habían entrado en el establecimiento hacía aproximadamente diez minutos. Pero no por tinta.
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Por todo lo que era sagrado, Xcor habría preferido que sus soldados estuvieran en cualquier otro lugar en una misión de cualquier otro tipo. Desgraciadamente, uno no podía negociar con la necesidad de sangre… y ellos todavía no habían encontrado una fuente confiable para eso. En el apuro en que se encontraban, las hembras humanas servirían, pero la fuerza no duraba mucho tiempo y eso significaba que la búsqueda de víctimas era casi tan frecuente como la de alimentos. Es más, apenas habían estado aquí durante una semana, y ya podía sentir la histéresis en su carne, allá en el Viejo Mundo, habían tenido a las hembras vampiros apropiadas a las que habían pagado por el servicio. Aquí, en la actualidad no tenían ese lujo y él temía que pasaría un tiempo antes de que lo tuvieran. Aunque si se convertía en rey, el problema estaría resuelto. Mientras esperaba, se balanceaba sobre las botas, su chaqueta de cuero hacía un sutil chirrido. En la espalda, oculta en su funda, pero lista para usarse, su guadaña estaba tan impaciente como él. Algunas veces podría jurar que la cosa le hablaba: Por ejemplo, de vez en cuando, un ser humano pasaría por el agujero del callejón en el que él estaba, tal vez fuera un solitario caminando rápidamente a grandes pasos o una mujer holgazaneando mientras trataba de encender un cigarrillo en el viento, o un grupito de juerguistas. Cualquiera que fuera la variante, sus ojos los seguían como presas, observando la manera en que sus cuerpos se movían y donde podrían estar ocultando las armas y cuantos saltos le llevaría interponerse en su camino. Y durante todo el rato, su guadaña le murmuraba al oído, urgiéndolo a pasar a la acción. Allá en el tiempo del Bloodletter, los humanos habían sido más escasos y menos robustos, buenos para la práctica de tiro y como fuente de sustento… lo cual era el motivo de como esa raza de ratas sin cola había acabado con tantos mitos de vampiros. Sin embargo, ahora los roedores se habían apoderado del palacio de la tierra, convirtiéndose en una amenaza. Era una lástima que no pudiera trabajar en Caldwell apropiadamente. Asumir el control no solo del gran Rey Ciego y de la Hermandad, sino también de los homo sapiens. Su guadaña estaba lista, eso era seguro. Casi la sentía hormiguear en su espalda, implorando ser usada con esa voz que era más sexy que cualquier cosa que sus oídos hubieran escuchado de una hembra. Throe salió de la tienda y entró en el callejón. Inmediatamente, los colmillos de Xcor se alargaron y su polla se endureció, no porque estuviera interesado en tener sexo, sino porque eso era lo que su cuerpo hacía. —Zypher está terminando con ellos en este momento —dijo su teniente.
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—Bien. Cuando una puerta de metal se abrió en el callejón, ambos metieron las manos en sus guardapolvos de cuero y agarraron sus armas. Pero solo era Zypher… con un trío de damas, todas las cuales eran tan atractivas como basura junto a un plato de comida. Ya sabes mendigos, elegir y todo eso v. Además, cada una tenía el requisito más importante: un cuello. Al acercarse, Zypher estaba sonriendo abiertamente, pero teniendo cuidado para no mostrar los colmillos. Con su acento, arrastrando las palabras dijo: —Estas son Carla, Beth y Linda… —Lindsay —gritó la que estaba más lejos. —Lindsay —se corrigió él, estirando la mano y acercándola—. Chicas, os presento a mi amigo… y este es mi jefe. El soldado no se molestó con los nombres… ¿por qué derrochar aliento? Sin embargo, a pesar de la presentación inadecuada, parecían excitadas: Carla, Beth y Lin-no importa-que-coño sonreía a Throe, toda luz verde en los ojos… hasta que miraron a Xcor. Si bien él estaba prácticamente en las sombras, un luz de seguridad había sido accionada por el movimiento sobre la puerta por la que ellas habían salido y claramente no les gustaba lo que veían. Dos de ellas bajaron los ojos al suelo. La otra estaba atareada jugando nerviosamente con la chaqueta de cuero de Zypher. El intrínseco rechazo no era una reacción inaudita. De hecho, ninguna hembra le había mirado jamás con aprobación o atracción. Por fortuna, a él no podría importarle menos. Antes de que el silencio pudiera resultar incómodo, Zypher dijo: —De todos modos, estas bellas damas están a punto de ir a trabajar… —Al Iron Mask —dijo en voz alta Lin-lo que sea. —… pero ellas han acordado reunirse aquí con nosotros a las tres. —Cuando salgamos —agregó una de ellas. Cuando el trío cayó en una serie de risitas nerviosas y pícaras, Xcor no estaba más interesado en ellas de lo que ellas estaban en él. De hecho, sus aspiraciones eran mucho más elevadas que los gustos de Zypher. El sexo, como beber sangre, era una función biológica inconveniente, y él era demasiado inteligente para caer alguna vez en esa mierda del romance.
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Si uno estaba decidió a ir por ese camino, la castración era más fácil, menos dolorosa e igual de permanente. —Entonces, ¿tenemos una cita? —dijo Zypher a la mujer. La que prácticamente se había metido en sus ropas murmuró algo que le hizo bajar la cabeza. Cuando Zypher frunció el ceño, no fue difícil imaginar el quid del asunto, y la mujer no se veía demasiado infeliz por su repuesta. Ella ronroneó. No obstante, eso era lo que hacían las gatas callejeras no esterilizadas, supuso Xcor. —Es una cita —dijo el vampiro, echando una mirada a Throe—. He prometido que vamos a cuidar de estas tres muy bien. —Tengo lo que necesitamos. —Está bien. Bueno. —Él dio un manotazo al culo de una, luego al de la otra. A la tercera, la mujer tratando de meterse en su abrigo, se inclinó y la besó con fuerza. Más risitas nerviosas. Más miradas tímidas que no eran del todo por el hecho que se trataba de prostitutas rumbo a ser pagadas. Justo cuando estaban yéndose, cada una de las mujeres se volvió para mirar a Xcor, sus expresiones sugerían que él era como una enfermedad a la que pronto estarían expuestas. Se preguntó quién iba a conseguir la pajita más corta cuando todos ellos volvieran a reunirse… porque seguro como que el día era largo y las noches siempre demasiado cortas, iba a tener una de ellas. Simplemente costos extras en este tipo de situaciones. —Delicados especímenes de virtud —dijo Xcor secamente, cuando estuvo a solas con sus soldados. Zypher se encogió de hombros. —Ellas son lo que son. Y serán lo bastante buenas. —Procuro encontraros hembras adecuadas —dijo Throe—. Sin embargo, no es fácil. —Quizás necesitas intentarlo con más fuerza. —Xcor levantó la mirada al cielo—. Ahora pongámonos a trabajar. Estamos perdiendo el tiempo.
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Capítulo 13
¿Puta? ¿Puta? Mientras No´One se lanzaba hacia el Otro Lado y entraba en el Santuario donde había pasado siglos, no podía entender ni la palabra ni la furia en su cabeza. Abajo, en el centro de entrenamiento, la ropa limpia jamás fue doblada con tal saña, y cuando terminó sus deberes, permanecer en la mansión durante las horas del día no había sido posible. Este era su otro único destino. Y de todas maneras era el momento de venir para refrescarse. De pie en el campo de coloridas flores, tomó grandes bocanadas de aire… y rezó para que la dejaran tranquila. Las Elegidas eran un agradable grupo de hembras sagradas y merecían algo mejor de lo que tenía que ofrecer incluso a una transeúnte casual… por fortuna la mayoría estaban en el Otro Lado con el Primale. Levantándose la túnica, comenzó a caminar, marchando a través de los perpetuamente florecidos tulipanes con sus gordos sombreros de colores vibrantes como joyas. Siguió caminando hasta que su pierna herida comenzó a protestar. Y aun así continuó con su paseo. El precioso territorio de la Virgen Escriba estaba limitado en sus cuatro costados por un denso bosque y salpicado con edificios y templos de estilo clásico. No’One conocía cada techo, cada pared, cada sendero, cada charca... y ahora, en su furia, hizo un amplio círculo alrededor de todo eso. La rabia la animaba, dirigiéndola hacia… nada ni nadie. Y aun así, no obstante, explotó. ¿Cómo podía él, que la había visto sufrir, llamarla así? Había sido una virgen a quien le había sido violentamente arrebatado el regalo que tenía intención de dar al que hubiera sido emparejada. ¡Puta!
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Sin embargo, Tohrment no era el macho que había conocido una vez… y cuando se le ocurrió esa idea, llegó a la conclusión de que en cierto modo eran iguales. También ella tenía que liberarse de la antigua encarnación de sí misma, pero a diferencia de él, su imagen actual era una mejoría. Después de un tiempo la pierna le dolía tanto que tuvo que reducir la velocidad… y luego detenerse. El dolor era un gran esclarecedor, haciendo que el ambiente donde estaba actualmente reemplazara al que había dejado abajo pero que seguía con ella. Estaba de pie frente al Templo de las Escribas Recluidas. Estaba desocupado. Tal como estaban los otros edificios. Mientras observaba los alrededores, la profunda verdad de la quietud le invadió. El paisaje estaba completamente desierto. Era como si, en un golpe de ironía, el vibrante color que finalmente había llegado aquí no sólo hubiera reemplazado al blanco dominante, sino espantado toda vida. Recordando el pasado, cuando había habido mucho que hacer, se dio cuenta que en realidad, había ido al Otro Lado no sólo a buscar a su hija, sino para encontrar otro lugar donde pudiera ocuparse hasta el agotamiento para no tener que pensar demasiado. Aquí no tenía nada que hacer. Queridísima Virgen Escriba, se iba a volver loca. Abruptamente, una imagen de los hombros desnudos de Tohrment, hijo de Hharm, lleno su mente hasta quedar cegada por ellos. WELLESANDRA El nombre estaba grabado a lo ancho de su musculatura en el Antiguo Idioma, la marca de una verdadera unión de cuerpos y almas. Después de tener algo como eso y que le fuera arrebatado por el destino, sin duda alguna estaba tan arruinado como ella misma. Y al principio también había estado enfadada. Cuando había llegado aquí después de su muerte y le fueron mostrados sus deberes por la Directrix, su entumecimiento se había desvanecido, revelando un torrente de ira. Sin embargo no hubo nada contra lo que pudiera descargarse excepto consigo misma... y lo había hecho durante décadas. Al menos hasta que se dio cuenta del “por qué” de su destino, el propósito detrás de su tragedia, el motivo de su salvación. Se le había otorgado una segunda oportunidad para que pudiera nacer de nuevo en un rol de servicio y humildad, y aprender de los errores de su antigua vida. Empujando la puerta del templo para abrirla, cojeó hasta la inmensa sala, donde estaban las filas de escritorios, rollos de pergaminos y las brillantes plumas de aves.
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En cada puesto, en el centro del espacio de trabajo, había un cuenco de cristal redondo lleno tres cuartos de agua tan pura que era casi invisible. Verdaderamente, Torhment estaba sufriendo como lo hizo ella, tal vez acababa de comenzar el viaje que ella sentía como si hubiera completado hacía demasiados años como para contarlos. Y a pesar de que su furia era una emoción fácil de sentir al enfrentar su injusta acusación, el entendimiento y la compasión eran las más difíciles, las más valiosas posturas a tomar… Había aprendido eso del ejemplo que daban las Elegidas. Aunque entender requería conocimiento, pensó, observando fijamente uno de los cuencos. Mientras daba un paso hacia delante, estaba intranquila por la búsqueda que iba a comenzar, y escogió un puesto alejado, alejado y al fondo, lejos de las puertas y ventanas emplomadas de tamaño catedral. Una vez sentada, no encontró polvo en la superficie del escritorio, ni un diminuto resto dentro o sobre el agua, ninguna tinta seca en las botellas… a pesar del hecho de que había pasado mucho tiempo desde que la habitación había estado llena de hembras buscando acontecimientos sobre la raza allá abajo y registrando la historia que aparecía frente a sus amables ojos. No´One levantó el cuenco, sosteniéndolo con sus palmas, no sus dedos. Con un movimiento apenas perceptible, comenzó a hacer girar el agua, imaginándose la espalda de Tohrment tan claramente como pudo. Muy pronto, la historia comenzó a desarrollarse, contada en imágenes en movimiento que estaban atadas con vivos colores y animadas por el amor. Nunca antes había pensado en buscarlo a él o a su vida con los cuencos. Las pocas veces que había venido aquí había sido para revisar el destino de su familia y el curso de la vida de su hija. Ahora, sin embargo, sabía que habría sido demasiado doloroso para ella buscar a los dos guerreros que le habían dado refugio y la habían protegido. En su último y más cobarde acto, los había traicionado a ambos. En la superficie del agua, observó a Torhment con una hembra pelirroja de gran estatura… estaban bailando un vals, ella usaba aquel vestido rojo, él estaba sin túnica presumiendo de la fresca cicatriz que deletreaba su nombre en la Antigua Lengua. Él estaba tan feliz, incandescente incluso, su amor y emparejamiento lo hacían brillar como la Estrella Polar. Hubo otras escenas que le siguieron, moviéndose a través de los años, desde cuando todo había sido nuevo para ellos hasta la comodidad que viene con la
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familiaridad, desde pequeñas residencias a otras más grandes, desde los buenos momentos donde reían juntos hasta los momentos difíciles cuando discutían. Era lo mejor que la vida tenía para ofrecer a cualquiera: una persona para amar y ser amado, con quien tallas tus propósitos en el roble del eterno paso del tiempo. Y entonces otra escena. La hembra estaba en una cocina, una adorable y brillante cocina, de pie frente a un fogón. Había una sartén en el fuego, algún tipo de carne cocinándose, y tenía una espátula en su mano. Sin embargo no estaba mirando hacia abajo. Observaba fijamente al espacio delante de ella, sus ojos desenfocados mientras el humo comenzaba a elevarse. Tohrment apareció, apresurándose por la entrada, gritó su nombre y tomó una pequeña toalla y aproximándose a una lámpara en el techo restregó la tela una y otra vez vigorosamente mientras parpadeaba como si le dolieran los oídos. En la cocina, Wellesandra regresó su atención y apartó la sartén ardiendo de la espiral caliente. Comenzó a hablar, y a pesar de que no había sonido incluido con las imágenes, estaba claro que estaba disculpándose. Después de que todo estuviera ordenado, calmado y nada en llamas, Tohrment se apoyó sobre la encimera, se cruzó de brazos y habló por un momento. Luego guardó silencio. Pasó mucho tiempo antes de que Wellesandra contestara. En las anteriores imágenes sobre su vida ella siempre parecía ser fuerte y directa… ahora su expresión era insegura. Cuando terminó su réplica, apretó los labios y sus ojos se mantuvieron sobre su compañero. Los brazos de Tohrment se desdoblaron gradualmente hasta que colgaron laxos a sus costados, su boca se volvió laxa también, su mandíbula desenganchándose hasta caer abierta. Sus ojos parpadearon repetidamente, abriendo y cerrando, abriendo y cerrando, abriendo y cerrando... Cuando se movió finalmente, fue con la gracia de alguien que se ha roto todos los huesos del cuerpo: se tambaleó a través de la distancia que los separaba y cayó de rodillas ante su shellan. Levantando sus manos temblorosas, le tocó el vientre mientras las lágrimas llenaban sus ojos. No dijo ni una palabra. Sólo acercó a su compañera hacia él, sus grandes y poderosos brazos envolvieron su cintura y su mejilla mojada terminó descansando en su útero. Sobre él, Wellesandra comenzó a sonreír… radiante, en realidad.
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Debajo de su felicidad, sin embargo, el rostro de Tohr estaba moldeado con líneas de terror. Como si supiera, incluso entonces, que el embarazo del que ella se regocijaba era la muerte para los tres… —Pensé que te encontraría de este lado. No’One giró de repente, el agua dentro del cuenco le salpicó la túnica y echó a perder la visión Tohrment permanecía en la entrada como si su invasión a la privacidad de él lo hubiera llamado para proteger lo que era suyo por derecho. Su mal humor se había disipado, pero aun con la ausencia de la ira, su rostro demacrado no se acercaba a lo que acaba de ver de él. —He venido a disculparme —dijo. Ella bajó el cuenco muy cuidadosamente, observando cómo la superficie agitada del agua se calmaba y el nivel se elevaba a como había estado, reponiéndose de una reserva desconocida e invisible. —Me imaginé que debía esperar a que me tranquilizara un poco… —He estado observándote —dijo ella—, en el cuenco. Con tu shellan. Eso le cerró la boca. Poniéndose de pie, No’One alisó su túnica aunque se sentía como siempre lo hacía, piezas de tela recta sin formas. —Entiendo por qué estas de pésimo humor y te enfadas rápidamente. Está en la naturaleza de un animal herido atacar incluso a una mano amigable. Cuando alzó la mirada, él estaba frunciendo el ceño tan profundamente que sus cejas formaban una sola línea. No era exactamente una bienvenida para una conversación. Pero era el momento de aclarar el ambiente entre ellos, y al igual que al desbridar una herida infectada, cabía esperar que doliera. A pesar de eso, la infección tenía que ser eliminada de la carne. —¿Hace cuanto tiempo que falleció? —Asesinada —dijo después de un momento—. Ella fue asesinada. —¿Cuánto tiempo? —Quince meses, veintiséis días, siete horas. Tendría que mirar un reloj para los minutos. No’One caminó hacia las ventanas y observó hacia el brillante césped verde. —¿Cómo te enteraste de que te había sido arrebatada? —Mi Rey. Mis hermanos. Vinieron a mí… y me dijeron que le habían disparado.
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—¿Qué pasó después de eso? —Grité. Me desmaterialicé hacia algún lado, cualquier otro lado. Lloré durante semanas solo en el desierto. —¿No realizaste una ceremonia de Fade? —No regresé durante casi un año —maldijo y se restregó el rostro—. No puedo creer que me estés preguntando esta mierda, y no puedo creer que te esté respondiendo. Ella se encogió de hombros. —Es porque fuiste cruel conmigo en la piscina. Te sientes culpable, y yo siento que me debes algo. Lo último me hace audaz, lo primero afloja tus labios. Él abrió la boca. La cerró. La abrió de nuevo. —Eres muy inteligente. —En realidad, no. Es obvio. —¿Qué viste en el cuenco? —¿Estás seguro de que quieres que te lo diga? —Todo eso ronda mi cabeza en un interminable círculo. No habrá ninguna noticia nueva, sea lo que sea. —Te dijo que estaba embarazada en tu cocina. Caíste al suelo frente a ella… estaba feliz, y tú no lo estabas. Mientras él palidecía, deseó haber compartido otra de las escenas. Y luego la sorprendió. —Es raro… pero supe que eran malas noticias. Demasiada buena fortuna. Ella deseaba uno con tanta desesperación. Cada diez años discutíamos sobre eso cuando tenía su necesidad. Finalmente, llegó al punto en el que iba a dejarme si no estaba de acuerdo con intentarlo. Fue como escoger entre recibir una bala o una hoja… de cualquier manera, supe… de alguna forma que la iba a perder. Usando la muleta, cojeó hacia una silla, la sacó y se sentó. Mientras maniobraba incómodamente su pie herido, ella se dio cuenta que tenían otra cosa en común. Se acercó a él lentamente y de manera dispareja y se sentó en el escritorio a su lado. —Lo siento mucho. —Cuando él pareció un poco sorprendido, se encogió de hombros de nuevo—. ¿Cómo puedo no ofrecer condolencias frente a tu pérdida? La verdad, después de veros juntos, no creo que alguna vez pueda olvidar lo mucho que la amaste.
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Después de un momento, murmuró con voz quebrada. —Pues ya somos dos. Mientras percibían el silencio, Tohr observó fijamente a la pequeña y encapuchada figura sentada tan tranquila a su lado. Estaban separados por un metro y medio, cada uno sentado en uno de los escritorios de las Escribas. Pero parecía que estuvieran más cerca que eso. —Quítate la capucha para mí. —Como No’One dudó, él insistió—. Has visto lo mejor de mi vida. Quiero ver tus ojos. Sus pálidas manos se levantaron y temblaron ligeramente mientras retiraba lo que le cubría su rostro. No lo miró. Probablemente no podía. Con un enfoque imparcial, él valoró los espectaculares rasgos de sus facciones. —¿Por qué usas eso todo el tiempo? Ella respiró profundo, la túnica se elevó y cayó de tal manera que fue obligado a recordar que probablemente seguía desnuda debajo de ella. —Dímelo —exigió. Mientras ella cuadraba sus hombros, pensó que a cualquiera que creyera que esa hembra era débil le esperaba una sorpresa. —Este rostro —señaló su mandíbula perfectamente angulada y sus altas y sonrojadas mejillas— no es lo que soy. Si las personas lo vieran, me tratarían con una deferencia que sería inapropiada. Incluso las Elegidas lo hicieron. Lo cubro porque si no lo hago, estaría propagando una mentira, e incluso si solo me pesa a mí, eso es suficiente. —Tienes una manera tranquila de poner las cosas. —¿La explicación no es suficiente? —Lo es. —Cuando fue a colocársela de nuevo, él estiró el brazo y puso la mano sobre su brazo —. Si prometo olvidar tu aspecto, ¿la mantendrías bajada? No puedo juzgar tu humor muy bien si te escondes, y en caso de que no lo hayas notado, no estamos hablando del clima exactamente. Mantuvo una mano sobre la mitad de la capucha, como si no pudiera dejarla ir. Y luego lo miró a los ojos, tan directamente que él retrocedió. Era la primera vez que realmente lo miraba, se dio cuenta. Nunca antes. Hablando con la misma franqueza, dijo:
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—Sólo para que seamos completamente claros el uno con el otro, no tengo ningún interés en ningún macho. Estoy sexualmente asqueada de tu clase, y eso te incluye a ti. Él se aclaró la garganta. Tiró de su camiseta sin mangas. Se removió en la silla. Entonces respiró profundo y aliviado. No’One continuó. —Si te he ofendido… —No, para nada. Sé que no es personal. —Realmente no lo es. —Para ser honesto, hace las cosas… más fáciles. Porque yo me siento de la misma manera. Ante esto, ella realmente sonrió un poco. —Vaya par que estamos hechos ¿no? Estuvieron en silencio por un tiempo. Hasta que él habló de repente. —Sigo enamorado de mi shellan. —¿Por qué no lo estarías? Era adorable. Se sintió sonreír por primera vez desde… hacía mucho tiempo. —No era solo su apariencia. Era toda ella. —Puedo decirlo por el modo en que la mirabas. Estabas embelesado. Él levantó una de las plumas y observó la fina y afilada punta. —Dios… Estaba tan nervioso esa noche en la que nos emparejamos. La quería demasiado, y no podía creer que fuera a ser mía. —¿Fue arreglado? —Sí, por mi mahmen. Mi padre no se interesaba por ese tipo de cosas... o por mí, para el caso. Pero mi madre se encargó de todo de la mejor manera que pudo, y era inteligente. Sabía que si tenía a una buena hembra, estaría establecido de por vida. O al menos… ese era el plan. —¿Tu mahmen sigue viva? —No, y me alegro que no le esté. No le habría gustado… nada de esto. —¿Y tu padre? —También está muerto. Me repudió hasta que se acercó a la tumba. Unos seis meses antes de que muriera me mandó a llamar… y yo no habría ido si no fuera por
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Wellsie. Me obligó, y estuvo en lo correcto. Me reclamó formalmente en su lecho de muerte. No entiendo por qué era tan importante para él, pero ahí lo tienes. —¿Y Darius? No lo he visto por los alrededores. —Fue asesinado por el enemigo. Justo antes de Wellsie —cuando ella jadeó y se llevó la mano a la boca, él asintió—. Ha sido un infierno, en realidad. —Estas completamente solo —dijo en un susurro. —Tengo a mis hermanos. —¿Los dejas entrar? Con una risa corta, sacudió su cabeza. —Estás hecha un hacha con la retórica, ¿lo sabías? —Lo siento, yo… —No, no te disculpes —colocó la pluma en su lugar —. Me gusta hablar contigo. Al escuchar la sorpresa en su propia voz, rió con aspereza. —Vaya, estoy ganando muchos puntos contigo hoy, ¿verdad? —Golpeando sus piernas para dar por finalizada la conversación, se levantó con ayuda de la muleta—. Escucha, también vine aquí para hacer una investigación. ¿Sabes dónde está la biblioteca? Maldita sea si puedo encontrarla. —Sí, por supuesto —mientras se levantaba, se deslizó de nuevo la capucha sobre la cabeza—. Te llevaré. Cuando pasó por delante de él, frunció el ceño. —Estas cojeando más de lo normal. ¿Te has hecho daño? —No. Cuando me muevo mucho, duele. —Podemos encargarnos de eso abajo, Manello es… —Gracias, pero no. Tohr levantó la mano y la detuvo antes de que saliera por la puerta. —La capucha. Déjatela quitada, por favor. —Cuando no respondió, él dijo—: No hay nadie aquí excepto nosotros. Estás a salvo.
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Capítulo 14
Cuando John Matthew se paró a orillas del río Hudson, a unos quince minutos al norte del centro de Caldwell, se sintió como si estuviera a miles de kilómetros de todo el mundo. A su espalda, tenía la brisa imperante además de una pequeña cabaña de caza, que si no se supiera lo que era, lo descartarías como algo que no valía ni el esfuerzo de llamar a la puerta. Sin embargo el lugar era una fortaleza: paredes reforzadas con acero, un tejado impenetrable, ventanas a prueba de balas… y suficiente armamento en el garaje para que la mitad de la población de la ciudad viera a Dios de cerca y en persona. Había asumido que Xhex vendría aquí. Había estado tan convencido que ni se había molestado en rastrearla. Pero no estaba… Un destello de faros a la derecha le hizo girar la cabeza. Un coche bajaba por el camino y lentamente se acercaba a la cabaña. John frunció el ceño cuando escuchó el motor: quedo, profundo, un ronquido formidable. No era ni un Hyundai ni un Honda. No podía ser una Harley, demasiado suave. Lo que coño fuera estaba serpenteando y no se detuvo hasta llegar al final, donde había sido construida aquella pedazo de casa. Unos momentos después, las luces empezaron a encenderse en la mansión, la iluminación se vertió desde sus terrazas curvas y enseguida de sus tres buenas plantas. La puñetera cosa parecía una nave espacial a punto de despegar. No era asunto suyo y de todos modos era hora de irse. Con una imprecación muda, dispersó sus moléculas y apuntó directamente al sobaco de Caldie, aquel trecho de bares, clubs de striptease y tiendas de tatuajes alrededor de la calle Trade.
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El Iron Mask había sido el segundo club de Rehvenge, unas instalaciones de baile, sexo y drogas creadas para satisfacer la demografía gótica a la que no daba servicio su primer establecimiento, el ZeroSum, que había estado más en la onda de la chusma Euro-pija. Había cola para entrar, siempre la había, pero los dos gorilas, Big Rob y Silent Tom, le reconocieron y le hicieron pasar por delante de todos los demás. Cortinas de terciopelo, sofás profundos, luces negras… mujeres vestidas de cuero negro con maquillaje blanco y extensiones de cabello que les llegaban al culo… hombres apiñados en grupos planeando estrategias sobre cómo echar un polvo… música depresiva con letras que te hacían pensar con cariño en tragarte una bala. Pero quizás era solo su estado anímico. Y ella estaba allí. Podía sentir su sangre en Xhex y se dirigió a través de la multitud, apuntando a la señal. Cuando llegó a la puerta sin cartel que conducía a la parte solo para el personal del club, Trez salió de las sombras. ¡Cómo no! —¿Cómo vamos? —dijo la Sombra ofreciendo la palma de la mano. Los dos se dieron una palmada y apretón de manos, chocaron los hombros y se dieron golpecitos en la espalda. —¿Estás aquí para hablar con ella? —Cuando John asintió, el tipo abrió la puerta —. Le di la oficina junto al vestuario a mi lado. Regresó… solo está comprobando los informes del personal… La Sombra se detuvo de golpe, pero había dicho suficiente. Jesucristo… —Esto, sí, ha vuelto —farfulló el tipo, como manteniéndose muyyy al margen de esto. John lo eludió y echó a andar a grandes pasos por el pasillo. Cuando llegó a una puerta cerrada, no vio un cartel con su nombre, pero se preguntó cuánto tiempo tardaría. Y llamó a la puerta, aunque ella tenía que saber que estaba allí. Cuando ella lo invitó a entrar, él se coló… Xhex estaba en el extremo más alejado, inclinada y tirando de algo en el suelo. Cuando alzó la vista con una mirada feroz, se congeló, lo cual le dijo que, de hecho, no se había dado cuenta de que él había llegado. Fantástico. Estaba tan metida en un su nuevo antiguo trabajo, que ya se había olvidado de él.
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—Eh… hola. —Mirando hacia abajo de nuevo reanudó lo que estaba haciendo, tirando de… Sacó de repente un alargador de debajo del archivador y el extremo de dientes afilados salió volando. Antes de que rasgara algo y le diera a ella de pleno, él saltó hacia delante y lo agarró, llevándose el golpe, el aguijón de dolor prendió en su caja torácica. —Gracias —dijo ella mientras John se lo tendía y daba un paso atrás—. Estaba atascado allí atrás. Así que… ¿ahora estás trabajando aquí? —Sí. Lo estoy, no creo que sea razonable otra opción. Y —sus ojos se endurecieron —, si intentas decirme que no puedo… Dios, Xhex, esto no es lo que somos. Gesticuló una y otra vez sobre el escritorio que los separaba. Esto no es nuestro. —En realidad, supongo que sí, porque estamos aquí ¿no? No quiero impedir que luches… —Pero lo haces. Y no finjas otra cosa. —Xhex se sentó en la silla de oficina, se reclinó y un chirrido se elevó—. Ahora que tú y yo estamos vinculados, los Hermanos, incluso tu Rey, siguen tu ejemplo… no, espera. No he acabado. —Cerró los ojos como si estuviera exhausta—. Déjame decir esto. Sé que me respetan, pero respetan el privilegio de un macho vinculado sobre su shellan. Esto no es específico de la Hermandad… es la auténtica estructura de la sociedad vampírica, y sin duda es porque un macho vinculado es un animal peligroso. No puedes cambiar eso y yo no puedo vivir de este modo, así que sí, aquí estamos. Puedo hablar con ellos, hacerles… —No son la raíz del problema. John sintió el repentino impulso de dar un puñetazo a la pared. Puedo cambiar. Bruscamente, los hombros femeninos cayeron y sus ojos, aquellos ojos grises, del color metálico de un arma, se hicieron más duros. —No creo que puedas, John. Y yo tampoco, pero no voy a sentarme en casa cada noche y esperar que vuelvas al amanecer. No te estoy pidiendo que lo hagas. —Bien, porque no voy a volver a la mansión. —Mientras John notaba que se le iba la sangre de la cabeza, ella se aclaró la garganta—. Sabes, todo este asunto de la vinculación… sé que no puedes evitarlo. Estaba cabreada cuando me fui, pero he
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estado pensando en ello desde entonces y… Mierda, sé que si pudieras sentir diferente, ser diferente, lo harías. Aunque la realidad es que podemos desperdiciar otro miserable par de meses averiguándolo y aprendiendo a odiarnos el uno al otro en el proceso… yo no quiero eso. Tú no quieres eso. Así que has terminado conmigo, dijo con señas. ¿Es así? —¡No! No lo sé, quiero decir, ¡joder! —Levantó las manos—. ¿Qué más voy a hacer? Estoy tan frustrada contigo, conmigo, con todo… ni siquiera estoy segura de que lo que digo tenga sentido. John frunció el ceño, encontrándose en el mismo lugar peliagudo que ella. ¿Dónde estaba el término medio? Hay más para nosotros que esto, gesticuló. —Quiero creerlo —dijo ella con tristeza—. En serio que quiero. En un impulso, él rodeó la mesa y se cernió sobre ella. Agarrando el reposabrazos giró la silla hacia él y le tendió ambas manos, ofreciéndoselas. Sin exigencias. Sin agresividad. Ella lo elegiría o no. Tras unos instantes, Xhex puso las manos en las suyas y cuando tiró de ella hacia arriba no luchó contra él. Deslizando los brazos alrededor de ella, la acercó… y luego moviéndose con poder, la inclinó desequilibrándola, sujetándola en sus poderosos brazos para que no cayera al suelo. Taladrándola con los ojos, juntó sus labios una vez, brevemente. Cuando no lo abofeteó ni le pateó en los huevos o le mordió, bajó la cabeza y se apoderó de su boca como es debido, asediándola para que se abriera a él. Cuando Xhex lo hizo, unió su cuerpo al de ella y la besó para sacarle toda esa mierda. Una de las manos masculinas acabó en su culo y lo apretó, la otra se cerró sobre la nuca. Cuando salió un gemido de la garganta femenina, supo que había demostrado tener razón. Aunque no tenía una solución inmediata a la situación del macho vinculado, supo que esta conexión entre ellos era algo seguro, en un mundo que de pronto parecía lleno con quizá-no. Detuvo el beso, la volvió a dejar donde había estado sentada y fue hacia la puerta. Envíame un mensaje cuando quieras verme otra vez, dijo por señas. Te estoy dando tu espacio, pero que lo sepas: Esperaré eternamente por ti.
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Suerte de la silla, pensó Xhex mientras la puerta se cerraba tras John.
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Sí, ¡guau! Aunque la cabeza estaba embotada, su cuerpo estaba tan fluido y relajado como el aire cálido. Ella todavía lo deseaba, como él había demostrado. Encajaban juntos… al menos de ese modo. Santo infierno, y como encajaban. Mierda. ¿Y ahora qué? Bueno, una idea… sería mandarle un mensaje para que volviera, se encerraran juntos y se soltaran indebidamente en su nueva oficina. Hasta echó mano del teléfono. Sin embargo, al final, escribió algo totalmente distinto. Lo resolveremos. Lo prometo. Al dejar el teléfono, supo que era decisión de John y ella encontrar su futuro… resolviéndolo desde los bajíos rocosos e implacables del transcurso del tiempo de un modo que encajara con las necesidades de ambos. Había asumido que sería luchar hombro a hombro con él y la Hermandad, lo mismo que él. Tal vez aquel era todavía el modo. Tal vez no. Mientras miraba su oficina, no estaba segura de cuánto tiempo estaría allí… El golpe en la puerta que la interrumpió fue uno solo, pero fuerte. —Sí —gritó. Big Rob y Silent Tom entraron, con el mismo aspecto de siempre… como si estuvieran a punto de dejar caer de cabeza a algún figura por mal comportamiento. Y por mucho que estuviera concentrada todavía en John, era bueno tener que enfrentarse a los asuntos habituales. Se había pasado muchas noches asegurándose de que el club funcionara como la seda. Esto podía hacerlo. —Cuéntame —dijo ella. Con naturalidad, Big Rob se mostró servicial. —Hay un nuevo fulano en la ciudad. —¿En qué línea de negocio? El tipo se dio golpecitos en un lado de la nariz. Drogas. Maravilloso… pero apenas una sorpresa. Rehv había sido el rey durante una década y ahora que había salido de escena… La oportunidad como la naturaleza, odiaba el vacío, y el dinero era un gran motivador.
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Grandioso. Los bajos fondos de Caldwell ya eran como una mesa de tres patas en el infierno; no necesitaban más inestabilidad. —¿Quién es? —Nadie lo sabe. Ha venido de fuera, como de ninguna parte, y le acaba de comprar en polvo medio millón a Benlois, en efectivo. Ella frunció el ceño. No era que dudara de las fuentes de su gorila, pero eso era mucha mercancía. —Eso no significa que lo vayan a vender en Caldwell. —Acabamos de recoger esto de un altercado en el lavabo de hombres. Big Tom le arrojó un paquete de celofán sobre la mesa. La cosa estaba presentada en el formato habitual de seis gramos, excepto por un pequeño detalle. Llevaba estampado un sello en tinta roja. Joder… —No tengo ni idea de lo que es eso escrito. Por supuesto que no. Era un carácter en la Antigua Lengua, uno que no tenía equivalente en inglés. Normalmente estaba estampado en documentos oficiales y representaba la muerte. La pregunta era… ¿quién estaba intentado ocupar el lugar de Rehv que resultaba ser de la raza? —El tipo del que obtuviste esto, ¿lo dejaste marchar? —le preguntó. —Está esperándote en mi oficina. Xhex se levantó y rodeó el escritorio. Clavándole la uña a Big Tom en el brazo con un rápido puñetazo, le dijo: —Siempre me gustaste.
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10º Hermandad de la Daga Negra
Capítulo 15
Arriba en el Santuario, No'One condujo a Tohrment a la biblioteca y esperaba dejarle con sus investigaciones, fueran estas cuales fueran. Sin embargo, cuando llegaron a su destino, él le abrió la puerta y le indicó que pasara delante. Por supuesto, atravesó el umbral. El templo de libros era largo, estrecho y alto, construido casi con las dimensiones de un folio de pie sobre su extremo. Por todas partes, los volúmenes encuadernados en piel, llenos con la cuidadosa caligrafía de generaciones de Elegidas, estaban colocados en estantes de mármol blanco por orden cronológico, las historias que allí había eran relatos no ficticios de vidas vividas hacía mucho, y presenciadas tras la pantalla trasparente del agua. Tohrment se quedó de pie un momento, sosteniéndose con la muleta mientras mantenía en alto el pie vendado. —¿Qué estás buscando? —preguntó ella mientras miraba los estantes más cercanos. La visión de los volúmenes la hacía preguntarse por el futuro de recordar el pasado. Con las Elegidas explorando el mundo real, no estaban registrando mucho, si acaso algo. Esta larga tradición bien podría perderse. —La otra vida —replicó Tohrment—. ¿Alguna idea de si hay una sección al respecto? —Creo que las crónicas están ordenadas por año, no por tema. —¿Alguna vez has oído hablar del Between? —¿De qué? Él rió con un filo duro mientras se adelantaba cojeando y empezaba a inspeccionar los estantes. —Exactamente. Tenemos el Fade. Tenemos el Dhund. Dos extremos opuestos que asumía que eran las únicas opciones cuando mueres. Estoy buscando alguna evidencia de que hay otra opción. Maldita sea... sí... están por orden cronológico, no por tema. ¿Es diferente en algún otro lado?
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—No que yo sepa. —¿Algún sistema de índice? —Sólo por década, creo. Sin embargo, no soy experta. —Mierda, podría llevar años revisar todo esto. —Tal vez debas hablar con una de las Elegidas. Sé que Selena era escriba... —Nadie tiene que saber esto. Es sobre mi Wellsie. La ironía de esa frase pareció pasársele por alto. —Espera... hay otra habitación. Conduciéndole por el pasillo central, le llevó a la izquierda, a lo que era esencialmente una bóveda. —Este es el lugar más sagrado... donde las vidas de los Hermanos son guardadas. Las pesadas puertas resistieron la invasión, al menos cuando ella intentó abrirlas. Sin embargo, ante la fuerza de Tohrment, se avinieron a revelar una habitación alta y estrecha. —Así que se nos guarda aparte —dijo él secamente mientras inspeccionaba los nombres de los lomos—. Mira esto... Sacó uno de los volúmenes y abrió el lomo. —Ah, Throe... padre del actual Throe. Me pregunto lo que pensaría el viejo de con quién se acuesta su hijo. Mientras volvía a colocar el volumen, ella no hizo ningún intento de mirarle directamente, el ceño de Tohr estaba fruncido en concentración, sus dedos fuertes aunque refinados manejaban los libros con cuidado, con el cuerpo inclinado sobre los estantes. Su pelo oscuro era espeso y lustroso, y cortado muy corto. Y esa veta blanca de delante parecía destacar... hasta que pensó en sus ojos cansados y obsesionados. Oh, esos ojos suyos. Azules como los zafiros del Tesoro... e igual de preciosos, suponía. Se dio cuenta de que era muy guapo. Curioso, el hecho de que estuviera enamorado de otra le hacía posible evaluarle a ese nivel: sintiendo lo que sentía por su shellan, él era... seguro. Hasta el punto de que ya no se sentía avergonzada de que la hubiera visto desvestida. Nunca la tendría en cuenta en el plano sexual. Sería una violación de su amor por Wellesandra. —¿Hay algo más aquí? —dijo, inclinándose mientras se balanceaba sobre la muleta—. Sólo veo... biografías de Hermanos...
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—Aquí, permíteme ayudarte. Juntos lo revisaron todo y no encontraron referencia a ningún volumen relacionado con cielo o infierno. Sólo Hermano tras Hermano tras Hermano... —Nada —masculló él—. ¿De qué coño sirve una biblioteca si no puedes encontrar nada en ella? —Tal vez... —Agarrando el borde de un estante, ella se inclinó torpemente hacia abajo, repasando los nombres. Finalmente, encontró lo que estaba buscando—. Podríamos buscar el tuyo propio. Cruzando los brazos sobre el pecho, Tohr pareció prepararse —Ella estaría ahí, ¿no? —Era parte de tu vida y tú eres el tema. —Sácalo. Había varios que trataban de él y No'One sacó el más actual. Abriéndolo, pasó de largo la declaración de linaje del principio y revisó las varias páginas que se centraban en su pericia en el campo de batalla. Cuando llegó a lo que se había escrito por último, frunció el ceño. —¿Qué dice? En el Antiguo Idioma, leyó en voz alta la fecha y luego la anotación: —En esta víspera, perdió a su shellan emparejada, Wellesandra, que estaba embarazada, en la Tierra. Subsiguientemente, se desligó de la sociedad comunal de la Daga Negra. —¿Es eso? —Sí. Giró el libro para que pudiera leerlo él mismo, pero él golpeó el aire con la mano. —Jesús, yo quedo en ruinas y eso es todo lo que escriben. —Tal vez estuvieran siendo respetuosas con tu pena. —Apartó el libro—. Seguramente sea mejor mantenerlo en privado. Él no dijo nada más, sólo se quedó allí, apoyado en la muleta que lo mantenía en pie, sus ojos enfadados se fijaron en la puerta. —Háblame —dijo ella suavemente. —Puta mierda —mientras se frotaba los ojos, el cansancio irradiaba de él—. La única paz que tengo en medio de toda esta pesadilla es que mi Wellsie está en el Fade con mi hijo. Eso es lo único que me mantiene en pie. Cuando me pongo como loco, me digo a mí mismo que ella está segura y mejor ser yo el que atraviese la pena que ella... mejor ser yo el que la echa de menos aquí en la tierra. Porque, oye, se supone
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que el Fade es todo paz y amor, ¿no? Solo que entonces viene ese ángel y empieza a hablar de una especie de Between... y ahora, de repente, mi único consuelo se... ¡puf! ¿Y lo mejor de todo? Nunca he oído hablar del lugar y no puedo verificarlo... —Tengo una idea. Ven conmigo. —Cuando él solo clavó su mirada en ella, vio que no estaba dispuesta a aceptar un no por respuesta—. Ven. Tirándole del brazo, le arrastró fuera de la bóveda y de vuelta al edificio principal de la biblioteca. Luego se internó entre los estantes, tocando las fechas de los volúmenes, localizando los más recientes. —¿En qué día ella...? —Cuando Tohrment le dio de nuevo el mes y el día, extrajo el volumen apropiado. Mientras lo ojeaba, sentía la presencia de él irguiéndose sobre ella... y no era amenazadora. —Aquí... aquí está. —Oh... Dios. Qué. —Sólo dice... sí, lo mismo que estaba anotado en tu volumen. Se perdió desde la tierra... espera un momento. Volviendo atrás, luego adelante, trazó la historia de otras hembras y machos que habían muerto en esa fecha. Fulano de tal pasó al Fade... pasó al Fade... pasó al Fade... Cuando No'One volvió a levantar la mirada hacia él, sintió un momento de auténtico terror. —De hecho, esto no dice que esté allí. Es decir, en el Fade. —¿Qué quieres decir...? —Sólo dice que se perdió. No dice que esté en el Fade.
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Profundamente en el frío y arenoso corazón de Caldwell, Xcor perseguía a un lesser solitario. Atravesando la hierba muerta e irregular de un parque, se movía silenciosamente tras el no muerto, guadaña en mano, el cuerpo envenenado listo para atacar. Era un extraviado, uno que se había separado de la manada a la que él y su Banda de Bastardos habían atacado antes. La cosa estaba obviamente herida, su sangre negra dejaba un rastro que era, como se había demostrado, eminentemente obvio. Él y sus soldados habían matado a todos sus colegas allá en el callejón, luego se habían llevado algunos recuerdos por orden de Xcor, y él se había separado para
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buscar a este desertor solitario. Throe y Zypher, entretanto, habían vuelto a la tienda de tatuajes para organizar a las hembras para la alimentación y los primos habían vuelto al campamento base para atender sus heridas de guerra. Tal vez, si las mujeres eran despachadas con la adecuada celeridad, podrían encontrar otro escuadrón de enemigos antes del amanecer... aunque escuadrón no era la palabra adecuada. Demasiado profesional. Los actuales reclutas no se parecían en nada a los del Antiguo País allá en el apogeo de la guerra, frescos tras sus inducciones, estos ni siquiera habían palidecido, y no parecían bien organizados o capaces de trabajar en equipo durante un combate. Más aún, sus armas eran mayormente de la variedad callejera: cúters, navajas de resorte, bates... si tenían armas, las pistolas eran imprecisas y con frecuencia fallaban. Era un ejército de pacotilla cuya fuerza parecía descansar principalmente en el número. ¿Y la Hermandad no podía con ellos? Menuda deshonra. Volviendo a concentrarse en su presa, Xcor empezó a acortar distancias. Hora de acabar este trabajo. Alimentarse. Volver a salir. El parque en el que habían entrado estaba río abajo, y más bien demasiado iluminado para el gusto de Xcor. Demasiado a campo abierto también: punteado de mesas de picnic y grandes bidones de doscientos litros para recoger la basura, no ofrecía gran refugio ante ojos curiosos, pero al menos la noche era lo bastante fría para llevar a los humanos con algún sentido a quedarse en casa. Siempre podía haber transeúntes por ahí, por supuesto. Afortunadamente, tendían a quedarse en sus propios mundos, y si no, nadie les prestaría atención. Adelante en el camino, el lesser estaba en una senda pavimentada que, en vez de conducirle a la seguridad, acababa de llevarle a su final... y él estaba listo para ese acto final. Estaba empezando a escorar de lado a lado, un brazo estirado inútilmente para mantener el equilibrio que seguía siendo elusivo, el otro cerrado sobre su sección media. A este paso, iba a caer al suelo pronto y donde estaba la gracia de eso... Un sollozo penetró a través de los sonidos amortiguados de la noche. Luego otro. Estaba llorando. La maldita cosa estaba llorando como una hembra. La oleada de rabia de Xcor se elevó tan rápido que casi se ahogó. Bruscamente, volvió a enfundar su guadaña y sacó su daga de acero. Antes había sido una cuestión de negocios, ahora era personal. A su voluntad, las luces de la acera en los palos de cuellos largos comenzaron a apagarse una por una delante y detrás del asesino, la oscuridad se cerró hasta que finalmente, a pesar de su debilidad y dolor, notó que había llegado su hora.
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—Oh, joder... no... —La cosa giró en medio de la iluminación de la última farola—. Cristo, no... Su cara estaba rematadamente blanca, como si estuviera maquillado, pero no era porque hubiera sido un asesino el tiempo suficiente para volverse pálido. Joven, sólo dieciocho o veinte, tenía tatuajes alrededor del cuello y hacia abajo por los brazos, si la memoria no le fallaba, había sido bastante competente con un cuchillo... aunque durante el mano a mano había resultado obvio que era más instinto que entrenamiento. Estaba claro que había sido un agresor en su encarnación previa, su muestra de fuerza inicial había probado que estaba acostumbrado a oponentes que retrocedían después de un primer golpe. Sin embargo, la hora de su fuerza y ego había pasado y esas patéticas lágrimas probaban lo que era en el fondo. Cuando la última luz, la que estaba sobre él, se apagó, gritó. Xcor atacó con fuerza brutal, lanzando su enorme peso al aire y aterrizando sobre la cosa mientras la empujaba hacia atrás sobre la hierba. Apretándole una palma contra la cara, enterró el cuchillo en el hombro y se apartó, desgarrando tendón y músculo, rompiendo a través del hueso. Un golpe de aire caliente explotó cuando el lesser gritó de nuevo... probando nuevamente que incluso el no-muerto tenía receptores de dolor. Xcor se inclinó y puso su boca contra el oído del macho. —Llora para mí. Llora... llora fuerte hasta que no puedas respirar. El bastardo aceptó las indicaciones y se lanzó a ello, llorando abiertamente con grandes sollozos roncos de aire y exhalaciones temblorosas. Reinando sobre la función, Xcor absorbió la debilidad a través de sus poros, refrenándola, sosteniéndola con fuerza en sus propios pulmones. El odio que sentía iba más allá de la guerra, más allá de esta noche y este momento. En lo más profundo de su alma y médula, su disgusto le hacía desear desgarrar y trocear al antiguo humano. Pero había un fin más apropiado para esto. Dándole la vuelta a la cosa para ponerlo sobre el estómago, introdujo ambas rodillas entre sus muslos apretados, y le separó las piernas como si fuera una hembra a punto de ser follada. Alzado sobre el cuerpo postrado, le empujó la cara contra la hierba. Y luego se puso a trabajar. No más alzar el cuchillo en alto y apuñalar. Ahora era momento para la precisión y el movimiento meticuloso de su daga. Mientras el lesser luchaba patéticamente, Xcor le cortó el cuello de la camiseta sin mangas, luego se puso la hoja entre los dientes y desgarró la tela en dos, exponiendo
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los hombros y la espalda de la cosa. Había allí un tatuaje de una especie de escena urbana realizado con respetable competencia, la tinta hacía alarde de un gran efecto sobre la superficie lisa de la piel... al menos donde la sangre negra y aceitosa no nublaba la imagen. Los jadeos llorosos y ásperos hacían que la imagen se distorsionara y reasumiera su forma, deformándose y recobrándose, como si fuera una imagen en movimiento pobremente ocultada. —Qué pena arruinar esta pieza —dijo Xcor con un hablar arrastrado—. Debe haber llevado mucho tiempo hacerlo. También debe haber dolido. Xcor puso la punta de la hoja en la nuca de la cosa. Atravesando la piel, profundizó incluso más, hasta llegar al hueso. Más llanto. Volvió a poner la boca en la oreja del cabrón. —Sólo estoy revelando lo que todo el mundo puede ver. Con un golpe seguro y firme, condujo el cuchillo más abajo, trazando la ordenada pila de vértebras mientras su presa chillaba como un cerdo. Y luego movió la rodilla a la parte de atrás de las piernas del asesino, le plantó una palma en la parte carnosa del hombro... y extendió el brazo para sujetar la parte alta de la espina dorsal. Lo que ocurrió cuando aplicó toda su fuerza en su meta no fue nada que un humano pudiera soportar. El lesser, sin embargo, permaneció animado, aunque después la respiración ya no era posible para él y no sería capaz de volver a tenerse en pie: su infraestructura interna, lo que había definido su postura y su movilidad, su altura y contorno, ahora colgaba en la mano de Xcor. El asesino todavía estaba llorando, rezumaban lágrimas en sus ojos. Xcor se recostó hacia atrás, y respiró pesadamente por el esfuerzo. Estaría bien dejar a esta criatura débil aquí en su estado actual, su destino sería ser un desperdicio invertebrado para siempre, y se tomó un momento para disfrutar del sufrimiento e imprimir esta visión de castigo en su mente. Rememorando a través de los años, recordó estar en una posición similar. Reducido a pura emoción, caído en tierra, desnudo y degradado. Tienes tan poco valor como tu cara. Lárgate. El Bloodletter había sido fríamente despectivo, sus subordinados eficientes y despiadados: Habían aferrado los brazos y piernas de Xcor y le habían llevado a la boca de la caverna del campamento de guerra... donde había sido desechado como si estuvieran retirando excremento de caballo.
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Sólo y en la fría nieve blanca de invierno, Xcor había yacido allí donde había aterrizado de forma muy parecida a este asesino, incapacitado, a merced de otros. Sin embargo, él había estado boca arriba. Desde luego, esa no había sido la primera vez que había sido expulsado. Empezando por la hembra que le había dado a luz, luego pasando por el último orfanato en el que había estado, tenía una larga lista de rechazos. El campamento de guerra había sido su última oportunidad de encontrar alguna comunidad y se había negado a ser expulsado de sus confines. Había tenido que ganarse su vuelta soportando el dolor. E incluso el Bloodletter había quedado impresionado con lo que había probado poder resistir. Las lágrimas eran para los jóvenes, las hembras y los machos castrados. Lástima que la lección se hubiera malgastado en este pedazo de... —Has estado ocupado. Xcor levantó la vista. Throe había salido de la nada, sin duda materializándose en la escena. —Las mujeres están listas —exigió Xcor bruscamente. —Es la hora. Xcor se esforzó por reunir su fuerza. Tenía que ocuparse de este lío... no iba a dejar ningún cadáver retorcido atrás para que los humanos lo encontraran y extrapolaran sobre esto hasta que les explotara la cabeza. —Hay un lavabo allí. —Throe señaló al otro lado del césped—. Termina con esto y vamos a lavarte. —¿Como si fuera un bebé? —Xcor fulminó a su lugarteniente con la mirada—. Creo que no. Vuelve con las putas. Estaré allí pronto. —No puedes traer tus trofeos. —¿Y donde sugieres que los deje? —Su tono sugería "en tu culo" como opción, al menos desde su punto de vista—. Ve. Throe lo desaprobaba y disentía, pero no obstante... y por protocolo... asintió y desapareció. Dejado a su aire, Xcor dedicó a la profanada carcasa una última mirada. —Oh, arréglatelas sólo. La urgencia de castigar la debilidad le dio energías para apuñalar a la cosa a través del pecho. En el instante en que la punta de acero penetró, hubo un pop, una llama.... y luego nada excepto una mancha en la hierba donde el lesser había yacido.
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Poniéndose en pie, tomó la columna vertebral de su presa y la metió en la mochila del hombro con sus otros trofeos. No cabía, un extremo sobresalía por la parte superior del cierre. Throe tenía razón sobre el grotesco saco de recuerdos. Maldita sea. Materializándose en lo alto del cobertizo del baño, dejó sus trofeos bajo los conductos del sistema de ventilación y se dispuso a entrar dentro, donde estaban los lavabos y retretes. Estaba bastante seguro de que el lugar olía a falso aire aromatizado, pero nada era capaz de penetrar el hedor empalagoso a la carne podrida de su presa. Las luces activadas por movimiento se encendieron cuando se movió por ahí, creando una neblina fluorescente. Los lavabos eran de acero inoxidable y rudimentarios, pero el agua estaba fría y limpia, e, inclinándose, hizo cuenco con las manos y se salpicó la cara una vez. Dos. Otra vez. Que estúpido malgastar tiempo en limpiarse, pensó. Esas prostitutas no recordarían nada. Y no era como si lavarse fuera a mejorar la belleza de sus rasgos. Por otro lado, mejor no asustarlas de entrada: arrastrarlas de vuelta era tan aburrido. Cuando alzó la cabeza, se vio a sí mismo en las crudas sábanas de metal que se suponía eran espejos. Aunque el reflejo era apagado, tomó nota de su fealdad y al instante pensó en Throe. A pesar de que el soldado salía a luchar cada noche, su hermosa faz parecía fresca como una margarita, su aspecto educado ensombrecía la realidad de que había salpicaduras de sangre en su ropa y había resultado arañado y magullado. Xcor, sin embargo, podía descansar dos semanas seguidas, comer bien y alimentarse de cada puta Elegida, y todavía parecería igual de repulsivo. Se enjuagó la cara una vez más. Luego buscó alrededor algo que usar como toalla. Todo lo que parecía haber eran máquinas de aire caliente para secarse las manos fijadas a la pared. Su guardapolvo de cuero estaba asqueroso. La camiseta negra suelta de debajo igual. Dejó las instalaciones con el agua fría goteándole por la barbilla, reapareciendo en lo alto del tejado. Su bolsa no estaba lo bastante segura aquí, e iba a tener que dejar su guadaña y su abrigo en alguna parte muy segura. Mientras el agotamiento le acosaba, pensó... que puñetera molestia sangrienta, todo esto.
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Capítulo 16
En lo alto, por encima del caos de Caldwell, en la silenciosa biblioteca de mármol de las Elegidas, Tohr tenía un grito en la cabeza que era tan fuerte que le sorprendía que No'One no se tapara los oídos del estruendo. Estiró la mano. —Dame eso. Tomando el volumen, obligó a sus ojos a concentrarse en las letras en la Antigua Lengua que habían sido tan cuidadosamente escritas. Wellesandra, emparejada con el Hermano de la Daga Negra Tohrment, hijo de Hharm, hija de sangre de Relix, pasó desde la tierra esta noche, llevando con ella a su bebe no nacido, un hijo de unas cuarenta semanas. Leyendo el breve pasaje sentía como si todo el evento hubiera ocurrido hacía apenas un momento, su cuerpo sumergido en ese viejo y familiar río de pena. Tuvo que repasar los símbolos un par de veces antes de poder concentrarse no sólo en lo que estaba allí, sino en lo que no. Ninguna mención al Fade. Escudriñó los otros párrafos, buscó las anotaciones de otros pasos. Había varias… Pasó de la tierra al Fade. Pasó de la tierra al Fade. Pasó de la… volvió la página… la tierra al Fade. —Oh, Dios... Cuando un ruido chirriante resonó, no levantó los ojos. Pero abruptamente No'One empezó a tirar de su brazo. —Siéntate, por favor, siéntate. —Tiró con más fuerza—. Por favor. Él se dejó llevar al taburete que ella había arrastrado para atrapar su peso. —¿Hay alguna posibilidad —dijo con una voz gutural—, de que simplemente se hayan olvidado de ponerlo?
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No hubo necesidad de que No'One, o cualquier otra persona, respondiera a esa pregunta. Las Elegidas recluidas habían tenido un trabajo sagrado, algo que no estropeaban. Y esa clase de "oops" sería uno grande. La voz de Lassiter llegó desde su puerta interior: Por eso he venido… estoy aquí para ayudarte, para ayudarla a ella. —Tengo que volver a la mansión —murmuró. El siguiente movimiento fue ponerse de pie, pero no salió bien. Entre una repentina debilidad en su cuerpo y el jodido pie, se estrelló contra una de las pilas, el contorno de su hombro provocó una ola en los libros cuyos lomos estaban tan cuidadosamente arreglados. Yyyyyyyyyyyyyy luego fue un caso de suelo inclinándose en dirección contraria y lanzándolo por el aire. Algo pequeño y suave se puso en el camino de su caída... Era un cuerpo. Un diminuto cuerpo femenino con caderas y pechos que de pronto quedaron impresos en él de manera sorprendente, incluso en el descontrol. Al instante, la visión de No'One en esa piscina, su cuerpo desnudo reluciente y húmedo, explotó como una mina terrestre en su cerebro, la detonación fue tan grande que afectó a todo lo que le había estado conduciendo. Todo sucedió muy rápido: el contacto, el recuerdo… y la excitación. Por debajo de la bragueta de sus pantalones de cuero, su pene empujó en toda su longitud. Sin disculpa. —Deja que te ayude a volver a la silla —la oyó decir desde una gran distancia. —No me toques. —La empujó. Se alejó a trompicones—. No te me acerques. Estoy… perdiendo… Forcejeo fuera de los montones, no podía respirar, no podía… soportarse... a sí mismo.... Tan pronto como estuvo libre de la biblioteca, corrió fuera del Santuario, devolviendo su cuerpo desleal a su dormitorio de la mansión. Todavía estaba erecto cuando llegó allí. Mierda. Bajando la mirada al botón de la bragueta, trató de encontrar otra explicación. Tal vez tenía un coágulo. Un coágulo en la polla… o tal vez... mierda... No había manera de que pudiera sentirse atraído por otra hembra. Era un macho emparejado, maldita sea. —Lassiter —miró alrededor—. ¡Lassiter!
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¿Dónde coño estaba ese ángel? —¡Lassiter! —bramó. Cuando no hubo respuesta, ni explosión a través de la puerta, estuvo atascado solo… con su erección. La rabia le hizo cerrar la mano en un puño. Con un giro despiadado, se golpeó donde contaba, clavándose en los cojones… —¡Joder! Era como ser golpeado con una bola de demolición y su rascacielos se derrumbó, el dolor lo hizo doblarse tan rápido que se comió la alfombra. Mientras sufría arcadas y trataba de ponerse de rodillas, al mismo tiempo que se preguntaba si no se había provocado algún daño interno serio, una voz seca se filtró entre todos los auch-auch-auch. —Mierda, eso debe doler. —La cara del ángel entró en su línea de visión acuosa—. En el lado positivo, es probable que puedas cantar la parte de Alvin en un CD de Navidad. —Qué... —Era difícil hablar. Pero luego fue difícil respirar. Y cada vez que tosía, se preguntaba si sus pelotas se le habían subido hasta la garganta—. Cuéntame... En Between… —¿Quieres esperar hasta que no estés hipóxico? Tohr estiró una mano y agarró el bíceps del ángel. —Cuéntame, hijo de puta. Era una verdad universal entre los hombres que cada vez que veías que un tipo recibía en los huevos, experimentabas una inyección de dolor fantasma en tu propio juego de croquet. Mientras Lassiter se agachaba junto al cuerpo retorcido del Hermano, sintió unas cuantas náuseas, y se tomó un momento para acunarse lo que colgaba entre sus piernas… sólo para tranquilizar a los chicos de debajo de que por muy iconoclasta como fuera, algunas cosas eran sagradas. —¡Cuéntame! Impresionante que el tipo todavía pudiera reunir la energía para gritar. Y, sí, no existía la opción de quizá-más-tarde-después-de-que-te-recuperes con un hijo de puta que podía golpearse de esa manera. Tampoco había ninguna razón para endulzar la mierda. Naturalmente. —El Between no es ni jurisdicción de la Virgen Escriba ni del Omega. Es territorio del Creador, y antes de que preguntes, sería el creador de todas las cosas. Tu Virgen
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Escriba, el Omega, todo ello. Hay un par de maneras de acabar allí, pero en su mayor parte es porque tú no dejas ir o porque alguien no te deja ir. Cuando Tohr se quedó en silencio, Lassiter reconocido las señales de cerebro frito y se apiadó del pobre hijo de puta. Colocando una mano sobre el hombro del Hermano, dijo suavemente: —Respira conmigo. Vamos, lo haremos juntos. Solo respira un minuto… Permanecieron allí durante mucho más tiempo, Tohr se encorvó por las caderas, Lassiter se sintió como una tabla. En su larga vida, había visto el sufrimiento en todas sus formas. Enfermedades. Desmembramiento. Desencanto a escala épica. Mirando a su mano extendida, se dio cuenta de que se había desprendido de todo. Templado por la sobreexposición y la experiencia personal. Separado de cualquier misericordia. Tío, era el ángel equivocado para el trabajo. Una situación cojonuda para ellos dos. Tohr levantó los ojos, tan dilatados que si Lassiter no hubiera sabido que eran azules, habría dicho que eran negros. —¿Qué puedo hacer...? —gimió el Hermano. Oh, tío, no podía soportarlo. Bruscamente, se levantó y se acercó a la ventana. Afuera, el paisaje estaba iluminado discretamente, los jardines lejos de resplandecer en su estado naciente. De hecho, la primavera era una fría y cruel incubadora, el calor del verano a meses de distancia. A toda una vida. —Ayúdame a ayudarla —dijo con voz ronca Tohr—. Eso es lo que me dijiste. En el silencio que siguió, no tuvo nada. Ninguna voz. Ningún pensamiento. Y ello a pesar del hecho de que a menos que se sacara algo del culo, se dirigía de vuelta a un infierno hecho a medida, sin ninguna esperanza de escapar. Y Wellsie y su hijo atrapados en los suyos. Y Tohr atascado en el suyo. Había sido tan arrogante. Nunca se le había ocurrido que no fuera a funcionar. Cuando se le había acercado, había sido frívolo, confiado y preparado para las consecuencias… que había sido absoluta libertad para sí mismo. Una lucha que nunca se le había ocurrido. El concepto de fracaso no había estado cerca de su pantalla de radar.
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Y nunca había esperado que le importara lo que le pasó a Wellsie y Tohr. —Dijiste que estabas aquí para ayudarme, para ayudarla a ella. —Cuando no hubo respuesta, la voz de Tohr bajó—. Lassiter, estoy de rodillas. —Eso es porque tienes tus pelotas en el diafragma. —Dijiste… —Tú no me crees, recuerdas. —Lo vi. En los libros del Otro Lado. Ella no está en el Fade. Lassiter miró hacia los jardines y se maravilló de lo cerca que estaban de la vida, a pesar de lo marchitos y decrépitos que parecían, estaban a punto de estallar y cantar a la primavera. —¡Ella no está en el Fade! Algo le agarró, le hizo girar y le golpeó el culo contra la pared con tanta fuerza, que si hubiera tenido sus alas, se le habrían desprendido —¡Ella no está allí! La cara de Tohr estaba retorcida en un facsímil de sus rasgos y mientras una de sus manos le agarraba por la garganta, Lassiter tuvo un momento de claridad. El Hermano podría matarle, aquí y ahora. Tal vez así era cómo terminaría en el Between de nuevo. Un par de disparos a la cabeza, luego tal vez el cuello roto y ¡puf! Has fallado. Hola, nada infinita. Curioso, ni siquiera había considerado volver. Probablemente debería haberlo hecho. —Es mejor que abras tu puta boca, ángel —gruñó Tohr. Lassiter trazó los rasgos de ese rostro una vez más, midió el poder en ese cuerpo y tomó la temperatura de la rabia. —La amas demasiado. —Es mi shellan. —Era. Maldito seas, era. Hubo un instante de silencio. A continuación una grieta, un espectáculo de luces y un montón de dolor. También un poco de oscilación por las rodillas, no es que fuera a admitirlo. El muy cabrón le había noqueado. Lassiter empujó al tipo para apartarlo, escupió sangre en la alfombra y pensó en devolver el golpe. Aunque a la mierda las peleas. Si el Creador iba a reclamarle,
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entonces El Propósito Final iba a tener que venir a por él, Tohr no iba a mandarle por correo aéreo. Hora de sacar la mierda de esta habitación. Mientras se dirigía hacia la puerta, la maldición murmurada detrás de él fue ignorada fácilmente. Sobre todo teniendo en cuenta que se estaba preguntando si uno de sus ojos estaba colgando de su nervio óptico. —Lassiter. Joder, Lassiter… Lo siento. El ángel se dio la vuelta. —¿Quieres saber cuál es el problema? —Señaló justo a la jeta del tío—. Tú eres el problema. Lo siento, perdiste a tu hembra. Siento que seas suicida. Siento que no tengas nada por lo que levantarte de la cama… o meterte en la cama. Siento que tengas un forúnculo en el culo, dolor de muelas y una puta infección en el oído. Estás vivo. Ella no. Y que te aferres al pasado os está poniendo a ambos en el Between. Lanzado, se dirigió hacia el hijo de puta. —¿Quieres la letra pequeña? Bien, aquí está, maldito. Ella se está desvaneciendo… y no en dirección al Fade. Y tú eres la razón por la que está pasando. Esto —hizo un gesto en torno al cuerpo fibroso del macho, su pie y mano vendadas—, es por lo qué está allí. Y mientras más te aferres a ella, a tu antigua vida y a todo lo que perdiste, menos oportunidades tienes de ser libre. Tú tienes el control aquí, no ella, ni yo… así que a ver cómo te golpeas otra vez a ti mismo la próxima vez, gilipollas. Tohr se pasó una mano temblorosa por la cara, como si estuviera tratando de quitarse arena del rostro. Y entonces, se agarró la parte delantera de su camiseta sin mangas, justo sobre el corazón. —Simplemente no puedo parar... porque su cuerpo lo hizo. —Pero estás actuando como si hubiera sucedido ayer y presiento que esto no va a cambiar. —Lassiter se acercó a la cama donde estaba el vestido de emparejamiento. Agarrando el satén en el puño, lo arrastró por la larga falda y lo sacudió—. Esto no es ella. Tu enojo no es ella. Tus sueños, tu dolor de mierda... nada de eso es ella. Ella se ha ido. —Lo sé —respondió Tohr con brusquedad—. ¿Crees que no lo sé? Lassiter empujó hacia delante el vestido, el raso caía como una lluvia de sangre. —Entonces, ¡dilo! Silencio. —Dilo, Tohr. Déjame escucharlo. —Ella está…
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—Dilo. —Ella está… Cuando nada salió, negó con la cabeza y arrojó el vestido sobre la cama. Murmurando en voz baja se dirigió otra vez a la puerta. —Esto no va a ninguna parte. Desafortunadamente, lo mismo se aplica para ella.
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Capítulo 17
Mientras el amanecer se aproximaba, Xhex puso fin a su primera noche de vuelta a sus viejas botas. La paz de estas horas había sido buena, el Ping-Pong natural de apañárselas con una puñetera carga de gente en un espacio cerrado con alcohol en la mezcla haciendo que el tiempo pasara bastante deprisa. Además era bueno ser Alex Hess, jefa de seguridad una vez más… su propia hembra, incluso si el nombre que utilizaba ante los humanos era falso. Y era alucinantemente fantástico no tener a la Hermandad respirando en su cuello. Lo que no era tan caliente era el hecho de que todo se sentía apagado, como si la vida hubiera sido nivelada preparándola para que vinieran los camiones del pavimento. Nunca había oído de hembras haciendo la vinculación afectiva. Pero como de costumbre, eso no quería decir que no fuera una excelente mentirosa. Y en lo fundamental, sin John a su lado, todo parecía ser solo un gran y estrepitoso mehvi. Una rápida comprobación de su reloj le dijo que quedaba una hora de verdadera oscuridad. Mierda, deseó haber llegado en su moto así podría apagar el faro delantero y rodar a través de las sombras a una velocidad ridícula. Sin embargo la Ducati estaba guardada bajo llave en su garaje. Se preguntó si había una regla contra que las shellan montasen. Probablemente no… En tanto ella fuera a la amazona, vistiera una armadura metálica y tuviera un casco hecho de kevlar reforzado antideslizamiento, probablemente le dejarían dar unas pocas vueltas alrededor de la fuente que había frente a la casa. Vroom-vroom. Condenado ñiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii. Dejando su oficina, la cerró con la mente de manera que no tuviera que preocuparse por las llaves… —Hey, Trez —dijo cuando su jefe salió desde el vestuario de señoras—. Iba a ir a buscarte.
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La Sombra estaba metiéndose la almidonada camisa blanca dentro de los pantalones negros, y parecía un poco más relajado de lo habitual. Un segundo después, una de las “trabajadoras” salió de detrás de la puerta con un brillo en ella como si hubiera sido bien utilizada. Lo cual probablemente no estaba lejos de la verdad. Al menos su expresión despistada le dijo a Xhex que Trez estaba manteniendo las cosas ocultas. Pero aún así… no deberías alimentarte donde trabajas. Las complicaciones podían presentarse. —Te veré mañana por la noche —dijo la mujer con una sonrisa chiflada—. Llego tarde. Me reuniré con mis amigos. Después que la chica saliera de la parte privada, Xhex miró a Trez. —Deberías utilizar otras fuentes. —Es conveniente y soy cuidadoso. —No es seguro. Además, puedes revolverle la cabeza. —Nunca uso a la misma dos veces —Trez pasó un brazo alrededor de ella—. Pero ya basta de mí. ¿Sales? —Sí. Juntos, anduvieron sin prisa a la puerta que había utilizado la mujer. Dios… otra vez todos los viejos tiempos, como si nada hubiera ocurrido desde la última vez que habían cerrado juntos. Y sin embargo Lash había ocurrido, John había ocurrido. El emparejamiento había… —No voy a insultarte ofreciéndote escoltarte a tu casa —murmuró Trez. —Así que te gustan tus piernas tal y como están, uhuh. —Ajá. Llenan muy bien mis pantalones —abrió la puerta para ella, el aire frío se precipitaba como si intentara alejarse de sí mismo—. Que quieres que le diga si me da un toque. —Que estoy bien. —Menos mal que mentir no es un problema para mí —cuando ella fue a discutir, la Sombra solo puso los ojos en blanco—. No desperdicies tu aliento ni mi tiempo. Ve a casa y duerme algo. Quizás las cosas estén mejor mañana. Como réplica, le dio un rápido abrazo, y dio un paso en la oscuridad. En lugar de desmaterializarse hacia el norte, paseó a lo largo de Trade Street. Toda estaba en modo cerrado: los clubs estaban escupiendo sus pocos y últimos clientes… que parecían tan atractivos como un chicle masticado, el local de tatuajes estaba
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apagando la señal de neón, el restaurante Tex-Mex ya había bajado las puertas metálicas. La mierda crecía más sórdida mientras ella seguía, todo era más melancólico y más cutre hasta que llegó a la extensión de largos bloques de edificios abandonados. Con el deterioro de la economía, los negocios estaban desapareciendo como calles muertas, y los inquilinos eran menos y más alejados entre… Xhex paró. Olisqueó el aire. Miró a la izquierda. El inconfundible aroma de un vampiro macho flotó desde un edificio desierto. AFLH o Antes de la Fiesta Loca de la Hermandad, lo habría perseguido…, entrado, comprobado para ver si alguno de ellos necesitaba ayuda, descubriendo que estaban haciendo los Hermanos. Ahora simplemente lo dejó pasar, caminando hacia delante con la cabeza bien alta. Ellos no querían su ayuda… no, probablemente eso no era exacto. Habían parecido cómodos con ella hasta que John había tenido problemas. Era más bien que no se sentían cómodos con ella… Unos dos bloques más adelante, una enorme figura dio un paso adelante en su camino. Ella se detuvo. Hizo una profunda respiración. Sintió un hormigueo en los ojos. Sobre la brisa que flotaba hacia ella, el inconfundible aroma de vinculación de John era una especia sombría que aniquilaba la peste de la ciudad y la horrible punzada de su infelicidad. Comenzó a caminar hacia él. Rápido. Más rápido… Ahora estaba corriendo. Él la encontró a medio camino, cayendo en una carrera tan pronto como la vio acelerar el ritmo, y chocaron el uno contra el otro. Difícil saber que boca encontró a la otra, o que brazos fueron estrechamente ceñidos, o quién era el más desesperado. Pero entonces, en esto eran iguales. Rompiendo el beso, ella gruñó. —Mi cabaña. En el segundo que él asintió, ella estaba fuera de allí y lo mismo él… y se materializaron en la casa de ella. No esperaron a estar dentro. Él la folló estando de pie, contra la puerta, en el frío……
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Fue todo tan rápido y frenético, ella se arrancó los pantalones hasta que tuvo una pierna libre, él rompió los botones de su bragueta. Luego ella estaba ampliamente abierta y trabada en sus caderas y él estaba hundido hasta las pelotas en su interior. Él golpeó dentro de ella tan fuerte que la cabeza de Xhex golpeó contra la puerta como si estuviera intentando irrumpir en su propia casa. Y luego él la mordió en un lado del cuello… pero no para alimentarse, sino para mantenerla en su sitio. Se sentía mucho más grande dentro de ella, estirándola hasta el punto que estaba forzando su capacidad. Ella necesitaba aquello. En este momento, esta noche, lo necesitaba salvaje, descontrolado y un poco doloroso. Demonios, sí, ella lo necesitaba… y eso fue exactamente lo que tuvo. Cuando él llegó, sus caderas se trabaron con las de ella, la erección disparó una tormenta muy dentro de ella, espoleando su propio orgasmo. Y después estaban en la cabaña. Sobre el suelo. Las piernas de Xhex separadas y la boca de John sobre su sexo. Le mantenía las piernas sujetas con las manos, y su todavía erecta polla sobresalía de la cremallera, cayó sobre ella con una lengua furiosa, golpeándola, penetrándola y tomando lo que quería. El placer era insoportable, una clase de agonía que la hacía echar atrás la cabeza y retorcerse sobre el suelo, las palmas le resbalaron sobre el linóleo mientras forcejeaba para no desplazarse hacia atrás… El orgasmo la atravesó con tal violencia que mientras gritaba su nombre, luces brillantes atravesaron su visión. Y él no se aplacó en lo más mínimo. Cuando el ataque continuó, estuvo bastante segura de que en algún momento la mordería en la parte interna de la pierna, en la articulación donde la gruesa vena bajaba para nutrir su mitad inferior. Pero había mucho más que succionar, demasiado que liberar, demasiado… todo lo que sabía o cuidaba. Cuando John se detuvo por fin y levantó la cabeza, estaban en la esquina más lejana, casi dentro del salón. Oh, vaya cuadro. La cara de su compañero estaba enrojecida, la boca brillante e hinchada, los colmillos tan largos que no podía cerrar la mandíbula… y ella estaba igualmente fuera de sí, la respiración áspera y el sexo latiendo con su propio ritmo. Él todavía estaba erecto. Jodidamente malo que ella apenas tuviera energía para parpadear… porque él merecía una buenísima retribución. Salvo que él parecía saber exactamente que estaba pensando ella. Levantándose entre sus piernas abiertas, se agarró y empezó a frotarse. Con un gemido, ella se arqueó y giró las caderas.
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—Córrete sobre mí —dijo a través de los dientes apretados. John se masturbó, la palma cerrada sobre el grueso eje, un sonido chasqueante se elevó mientras él bombeaba. Los gruesos muslos ampliamente abiertos mientras abría más las rodillas para mantener el equilibrio, los músculos de su brazo sobresalían con un fuerte relieve mientras él iba más rápido y más fuerte. Y luego estaba ladrando algo de forma silenciosa, su cuerpo rígido mientras chorros calientes salpicaban su sexo. Solo la idea de ella misma húmeda y pringosa era casi suficiente para hacerla correrse de nuevo. ¿Pero qué le pasaba al verlo haciéndoselo? La hizo saltar el límite otra vez.
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—Va a necesitar doscientos extras si se lo hace a él. Xcor permanecía a un lado durante las negociaciones con las putas, asegurándose de permanecer en las sombras… especialmente ahora que Throe había alcanzado la parte complicada de acomodarlo a él. No había razón para recordar lo que él parecía para elevar más el precio. Solo dos de las tres chicas habían aparecido en esta casa abandonada de Trade Street, pero aparentemente la número tres estaba en camino… aunque por cortesía de su retraso, le había tocado la pajita más corta: él. No obstante sus amigas estaban preocupándose por ella… a menos, por supuesto, que intentaran conseguir una parte del aumento. Después de todo, las buenas putas, como los buenos soldados, tendían a cuidar de sí mismas. Bruscamente, Zypher dio un paso hacia la mujer con la que estaba haciendo el trato, claramente preparado para utilizar sus habilidades psíquicas para conservar sus activos financieros. Cuando el vampiro deslizó un dedo a lo largo de la clavícula de la chica, ella pareció entrar en trance. No era un juego mental por parte de Zypher. Las hembras de ambas razas no podían contenerse cerca de él. El vampiro se inclinó hasta el oído femenino y habló en voz baja. Luego le lamió la garganta. Detrás de él, Throe estaba como siempre silencioso, ojo avizor, paciente. Esperando su turno. Siempre el caballero. —De acuerdo —dijo la mujer sin aliento—. Solo cincuenta más… En aquel momento, la puerta se abrió de par en par.
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Xcor y sus soldados metieron las manos en los abrigos, buscando sus armas, preparados para matar. Pero era solo la prostituta que llegaba tarde. —Hola chicas, hooooooolaaaaaaa —les dijo a sus amigas. De pie en la puerta con una chaqueta suelta sobre sus ropas de puta, y el mal sentido del equilibrio de un borracho, estaba obviamente colocada, la cara bañada con la expresión flipada de los recién drogados. Bien. Sería más fácil manejarla. Zypher dio una palmada. —Nosotros haremos los negocios. Una risita tonta llegó de la que estaba más cercana a él. —Adoro tu acento. —Entonces puedes tenerme. —¡Espera, yo también! —una risita tonta de la otra—.Yo también adoro tu acento. —Tú vas a ocuparte de mi compañero soldado… mi amigo. Que va a pagarte ahora mismo. Throe dio un paso adelante con el dinero, y cuando él lo repartió en las ansiosas palmas, las putas parecían más pendientes de los dos hombres que del dinero. Un cambio en el papel profesional que Xcor estaba dispuesto a jurar que no ocurría muy a menudo. Y luego se produjo el emparejamiento, con Throe y Zypher conduciendo a sus presas a esquinas separadas, mientras lo dejaban con la puta que estaba confusa. —¿Así que vamos a hacer esto? —dijo ella con una sonrisa experta. En realidad, el hecho de que sus ojos estuvieran ensombrecidos por las drogas hacía que su expresión fuera casi real. —Ven conmigo. —Él extendió la mano fuera de la oscuridad. —Oh, me gusta —ella se acercó, exagerando el movimiento de las caderas—. Suenas como…no sé cómo. Cuando puso la palma sobre la suya, tiró de ella hacia él… excepto cuando ella se echó atrás. —Oh…e…um…vale. Volviendo la cara a un lado, se frotó la nariz, y luego se la pellizcó como si no pudiera aguantar su olor. Lógico. Costaba más que un enjuagado con agua quitarse el olor de la sangre de lesser. Naturalmente, Throe y Zypher se habían tomado un
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momento para lanzarse a casa y lavarse. Él, sin embargo, se había quedado para luchar. Dandis. Ambos. Por otra parte, sus mujeres no estaban buscando ya un escape. —De acuerdo, está bien —dijo ella con resignación—. Pero nada de besos. —Sería incapaz de sugerir tal cosa. —Solo para que lo tengamos claro. Cuando los gemidos empezaron a levantarse, Xcor bajó la mirada a la humana. Su cabello estaba suelto alrededor de los hombros, parecía tosco y tirante. Su maquillaje era pesado y estaba corrido en la línea de los labios y la esquina de un ojo. Su perfume era dulce y… Xcor frunció el ceño, mientras capturaba un aroma desagradable. —Ahora, escucha —dijo ella—, no me mires así. Es mi política y tú puedes… La dejó divagar mientras estiraba una mano y levantaba una parte del rubio enredo, exponiendo su garganta… Nada más que piel suave. Y por otra parte… Ah, sí. Allí estaban. Dos pinchazos justo sobre la yugular. Ya había sido utilizada esta noche por uno de su clase. Y aquello explicaba la confusión y el perfume que su nariz estaba captando Xcor dejó caer el pelo donde había estado. Luego dio un paso atrás. —No puedo creer que seas tan tiquismiquis —le soltó—. Solo porque no quiera besarte… no voy a devolverte el dinero, sabes. Un trato es un trato. Alguien estaba teniendo un orgasmo, los sonidos de placer tan ricos y lujuriosos que la sinfonía transformaba, por un breve tiempo, el abandonado edificio en un boudoir propiamente dicho. —Pero por supuesto deberías devolverme el dinero —murmuró él. —Sabes qué, jódete, puedes tenerlo de vuelta —le tiró el fajo—. Hueles como una cloaca y eres tan feo como un pecado. Mientras los billetes rebotaban en su pecho, él inclinó brevemente la cabeza. —Como deseéis. —Jódete. La presteza con que ella cambiaba de dicha a bicha sugería que este tipo de humor oscilante no era raro en ella. Una razón más para mantener las cosas profesionales entre él y la hembra del sexo… Cuando se inclinó a recoger el dinero, ella echó el pie atrás y trató de pegarle una patada en la cabeza.
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No era inteligente. Con todo su entrenamiento como guerrero y los años de experiencia en combate, su cuerpo se defendía sin que su mente consciente diera ninguna orden: la puta fue enganchada por el tobillo, desequilibrada y estrellada contra el suelo. Y antes de que fuera consciente de haberse movido, la había volteado sobre el vientre y había puesto aquel frágil cuello contra su fuerte codo. Después de lo cual estuvo preparado para romperlo. No hubo más agresiones por parte de ella. Ahora lloriqueaba y rogaba. Inmediatamente se detuvo, liberándola de un salto, luego la ayudó a arrastrarse de espaldas contra la pared. Estaba hiperventilando, el pecho subiendo y bajando tan fuerte que fácilmente podía romper sus falsas tetas contra las copas del brassiere. Mientras se cernía sobre ella, pensó en cómo habría manejado la situación la Hermandad. Aquel macho no la habría dejado pasar la proposición del no-besar… habría tomado lo que quería en sus términos, y al diablo con lo mucho que podría haberla herido. E incluso la habría matado. —Mírame —ordenó Xcor. Cuando aquellos ojos abiertos de par en par y neuróticos se elevaron hasta él, borró la memoria de haber estado aquí, poniéndola en trance. De inmediato su respiración se calmó, el cuerpo suelto reasumió la calma relajada, sus manos frenéticas y bruscas se inmovilizaron. Reunió el dinero y se lo puso en el regazo. Se lo merecía por todos los hematomas que iba a tener por la mañana. Luego con un gemido, Xcor se agachó y se recostó contra la pared próxima a ella, estirando las piernas y cruzándolas por los tobillos. Tenía que ir a recoger su mochila de trastos y la guadaña al rascacielos, pero por ahora estaba demasiado exhausto para moverse. Sin embargo, nada de alimentación para él esta noche. Ni siquiera con la hipnosis. Si tomaba de la vena de la mujer que estaba junto a él, era capaz de matarla: estaba cruelmente muerto de hambre, y no sabía cuánto la habían sangrado. Por lo que él sabía, su chifladura era por tensión baja. Al otro lado, observó a sus soldados follando, y tuvo que admitir que el ritmo de sus cuerpos era erótico. Bajo diferentes circunstancias, imaginó que Zypher habría fusionado a las dos parejas en un gran nido de piernas y brazos, pechos y manos, pollas y mojadas aberturas. No aquí, sin embargo. La habitación estaba inmunda, era insegura y fría. Apoyando la cabeza contra la pared, Xcor cerró los ojos y siguió escuchando. Si se dormía, y sus soldados cuestionaban si se había alimentado, simplemente utilizaría las consecuencias de otro vampiro para explicar su preocupación.
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Y habría tiempo para clavar sus dientes en otra fuente más tarde. En realidad, odiaba alimentarse. A diferencia de la Hermandad, no se emocionaba imponiéndose sobre hombres y mujeres… y Dios sabía, ninguno de ellos habría venido voluntariamente a él. Suponía que le debía la vida a las prostitutas. Cuando alguien más tuvo otro orgasmo otra vez, esta vez uno de sus soldados… Throe, si tenía que adivinar, se imaginó a sí mismo con una cara diferente, una cara atractiva, una linda cara que convocara a las mujeres en lugar de hacerlas gritar. Quizás estuviera moviendo su propia columna. Pero eso era lo bonito de sus pensamientos íntimos. Nadie debía conocer tus debilidades. Y una vez habías terminado de darles vueltas, podías tirarlos al cubo de basura mental al que pertenecían.
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Capítulo 18
Qhuinn nunca había sido bueno esperando. Y eso era cuando la mierda iba bien. ¿Teniendo en cuenta que acababa de mentir por partida doble sobre dónde estaba John Mathew? No era un campista feliz. Mientras holgazaneaba en la puerta oculta de la gran escalera, de manera que pudiera sumergirse en el túnel si cualquiera llegaba, tenía la mejor vista del recibidor que se podía tener. Lo cual significaba que cuando la puerta del vestíbulo se abrió, tuvo el globo ocular lleno de su favoritísima pareja: Blay y Saxton. Debería de haber sabido que con su suerte no podría ser de otro modo. Blay sostenía el paso abierto, como el caballero que era, y cuando Saxton pasó, el cabronazo lanzó una prolongada y lánguida mirada por encima del hombro. Tío, ese tipo de «mirada» era peor que ese par besuqueándose en público. Sin duda habían salido para una agradable comida y habían vuelto a casa de Saxton para un jueguecito del tipo de los que eran difíciles de tener en la mansión. La completa privacidad no era algo que pudieras encontrar si apostabas por los alrededores del complejo... Cuando Blay se quitó el abrigo Burberry, el cuello de su camisa abotonada de seda se abrió ampliamente, y mostró una pequeña marca en el cuello... Y en la clavícula... Y solo Dios sabía dónde más tenía... De repente, Saxton dijo algo que hizo que Blay se sonrojara, y la risa ligeramente tímida y reservada que le siguió hizo que a Qhuinn le entraran unas malditas ganas de vomitar. Genial, así que la zorra era un humorista, y a Blay le gustaban sus bromas. Fantástico. Yuupiii. Dicho esto, Saxton fue escaleras arriba. Blay, en cambio, se volvió...
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Mierda. Qhuinn giró en redondo y arremetió contra la puerta, las manos luchando para liberar el cerrojo. —Hola. Las manos de Qhuinn se inmovilizaron. Su cuerpo se inmovilizó. Su corazón... se inmovilizó. Esa voz. Esa voz suave y profunda que había oído casi toda su vida. Enderezando la columna, jodida la idea de escapar, se giró y encaró a su antiguo mejor amigo como el macho que era. —Hola. ¿Pasaste una buena noche? Mierda, quería retirar eso. ¿Y si el tipo no la había tenido? —Sí, ¿y tú? —Claro. Bueno. John y yo salimos. Ahora ya ha vuelto, y vamos a ir a machacarnos a la sala de pesas. Se está cambiando. Difícil saber si era la mentira o la quemazón en el pecho lo que le estaba haciendo ser tan parlanchín. —¿No vas a la Última Comida? —Nah. Silencio súbito al fondo. El tema de ¡Jeopardy! Una bomba nuclear... Qhuinn ni siquiera habría notado la nube atómica en ese punto. Dios, los ojos de Blay eran tan puñeteramente azules. Y... bendita mierda, ambos estaban realmente a solas. ¿Cuándo fue la última vez que ocurrió eso? Oh, sí. Justo después de que Blay se hubiera enrollado con su primo por primera vez. —Así que te quitaste los piercings —dijo Blay. —No todos. —¿Por qué? Quiero decir... siempre te habían... gustado, ya sabes... —Supongo que no quiero ser definido más de ese modo. Cuando las cejas de Blay se levantaron, algo de Qhuinn quiso hacer lo mismo. Había esperado que alguna otra cosa saliera de su bocaza. Algo como «Meh», o «Qué más da» o «Aún lo llevo donde importa, no te preocupes». Después de eso, podía sujetarse y recolocarse el paquete, y resoplar como si tuviera las pelotas del tamaño de su cabeza. No le extrañaba que Saxton pareciera atractivo.
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—Así que, errr... —dijo. Luego aclaró la garganta—. Así que... ¿Cómo están yendo las cosas con… vosotros chicos? Pie para un segundo viaje de esas cejas pelirrojas a los cielos. —Estoy bien. Estamos... ah... bien. —Genial. Err... Un momento después, Blay dio una rápida mirada por encima del hombro, hacia la puerta del interior de la despensa del mayordomo vii. Claramente era el inicio de una retirada. Hey, cuando te vayas, quiso decir Qhuinn, ¿me harías un favor? Creo que mi ventrículo izquierdo está en el suelo, así que no lo pisotees al salir. Gracias. Genial. —¿Te encuentras bien? —susurró Blay. —Sí. Voy a ir a entrenar con John. —Ya había dicho eso. Joder. Esto era un desastre total—. Así que ya ves. ¿Dónde ibas? —Voy a... conseguir algo de comida para Sax y para mí. —Tampoco vais a la Última Comida. Supongo que tenemos eso en común. — Alguien agarró los pompones y vitoreó al equipo. Hurra—. Así que, errr, pásalo bien. Pasadlo, quiero decir... Al otro lado del recibidor, la puerta del vestíbulo osciló ampliamente y John Matthew entró. —Hijo de puta —rezongó Qhuinn—. El cabronazo por fin llegó. —Pensé que dijiste que estaba... —Le estaba cubriendo. Para los dos. —¿No estabais juntos? Espera, si te pillan sin estar con él... —No fue mi elección. Créeme. Mientras Qhuinn iba directo hacia «Míster Independencia», Blay estaba junto a él. John echó un vistazo al par y su expresión de ahh-satisfacción se convirtió en un espectro, tan cierto como si alguien le hubiera pateado el trasero con un palo del nueve. —Tenemos que hablar —siseó Qhuinn. John echó una rápida mirada alrededor, como si estuviera buscando un búnker para saltar a su interior. Vaya, perfecto, jodida mala suerte para él, el vestíbulo estaba vacío de muebles, y el puto mudo no podía saltar lo suficiente lejos como para alcanzar el comedor. Qhuinn, te iba a llamar...
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Qhuinn agarró al tipo por la nuca y le empujó con la cara por delante a la tierra del billar y las palomitas. Justo al traspasar el umbral, John se liberó y fue disparado al bar. Pilló una botella de Jack y desgarró el tapón de la botella. —¿Crees que es una jodida broma? —Qhuinn se golpeó con el dedo la lágrima tatuada bajo su ojo—. Se supone que tengo que estar contigo cada segundo de la noche y el día, imbécil. He estado mintiendo por ti los últimos cuarenta minutos... —Cierto. Lo ha hecho. Cuando Blay elevó la voz desde atrás, fue una sorpresa. Y una de las agradables. Fui a ver a Xhex, ¿vale? Ahora mismo, ella es mi prioridad. Qhuinn levantó las manos. —Genial. Así cuando V apuñale mi pecho a modo de carta de despido, tú aún podrás sentirte bien contigo mismo. Gracias. —John, no puedes tomarte a cachondeo cosas como esta. —Blay dio la vuelta a la barra y agarró un vaso, como si tuviera miedo de que su colega fuera a chuperretear toda la botella—. Dame eso. Él tomó la bebida, sirvió una dosis saludable, y... Se la tomó él mismo. —¿Qué? —dijo entre dientes cuando consiguió fijar la vista—. Ten, hazlo bajar, si quieres. John dio un trago y luego miró al vacío. Después de unos segundos, empujó el Jack en dirección a Qhuinn. Poniendo los ojos en blanco, Qhuinn dijo por lo bajo: —Al menos este es el tipo de disculpa que aceptaré. Mientras tomaba la botella, se dio cuenta de que hacía siglos desde que los tres habían estado juntos. De vuelta a antes de sus transiciones, ellos habían pasado cada noche después del entrenamiento en la vieja habitación de Blay, en casa de los padres del chico, dejando pasar las horas jugando a video juegos, bebiendo cerveza y hablando del futuro. Y ahora que los tres estaban finalmente donde habían querido estar, cada uno había tirado en una dirección diferente. Por otra parte, John estaba bien. El tipo estaba ahora debidamente emparejado, así que por supuesto su atención estaba en algún otro lado. Y Blay estaba pasando una temporada de fábula con Saxton la Zorra. Qhuinn era el único suspirando por los Buenos y Viejos Tiempos. —Jodido infierno —murmuró hacia John—. Vamos a olvidarlo...
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—No —le cortó Blay—. Esto no está bien. Deja de decir chorradas John... vas a dejar que él vaya contigo. No me importa que vayas a estar con Xhex o no. Se lo debes. Qhuinn dejó de respirar, centrando todo lo que tenía en el macho que había sido su mejor amigo y su nunca-amante... y en el para-siempre que nunca iba a suceder. Incluso después de todas las cosas que habían pasado entre ellos, y de todas las cagadas por su parte, las cuales eran legendarias, Blay todavía le guardaba las espaldas. —Te quiero —dejó escapar Qhuinn en silencio. John levantó las manos y dijo por señas. Yo también te quiero. Y lo siento un montón. Esta cosa entre Xhex y yo he... Bla, bla, bla. O bla, bla, bla en el caso del LSA. Qhuinn no estaba oyendo una mierda. Mientras John seguía y seguía explicando la situación, Qhuinn estuvo tentado de interrumpir para pescar no solo lo que había dicho, sino a quién se lo había dicho. Salvo que en todo lo que podía pensar era en Blay yendo con Sax, y en ese puñetero sonrojo. Le llevó todo lo que tenía en él mirar a John y soltar algo. —Podemos trabajar en ello, ¿está bien? Simplemente déjame seguirte... No miraré, lo prometo. John estaba haciendo algunas señas. Qhuinn asentía. Entonces Blay comenzó a apartarse, dando un paso atrás y luego otro, luego un tercero. Más conversación. Blay hablando. Y entonces el macho se volvió y salió a grandes pasos. Para conseguir comida. Para ir arriba con Saxton. Un silbido bajo le hizo sacudirse y centrarse en John. —Claro. Seguro. John frunció el ceño. ¿Quieres tener un ticket de aparcamiento grapado en la frente? —¿Qué? Lo siento, tenía la sensación que no me estabas haciendo caso. Supongo que tenía razón. Qhuinn se encogió de hombros. —Míralo de esta forma, ya no sentiré que te enfrío la polla nunca más. Oh, bien. Punto para ti. Pero Blay tiene razón. No lo haré de nuevo.
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—Gracias, tío. ¿Una copa? —Claro. Buena idea. Una genial. —Dio la vuelta alrededor de la barra del bar—. De hecho, cogeré mi propia botella.
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Capítulo 19
—Ella está muerta. Al sonido de la voz masculina, Lassiter miró por encima del hombro. Al otro lado del dormitorio, Tohr estaba de pie en la puerta, sosteniéndose en las jambas. Lassiter dejó el forro polar que había estado empaquetando. La rutina de la maleta no era porque pudiera llevarse esta mierda con él, sino más bien, porque parecía justo ordenar sus cosas para la convocatoria que se avecinaba: después de que fuera aspirado de nuevo al Between, el personal iba a tener que deshacerse de las ropas que había usado y las pocas cosas que había acumulado. El Hermano entró y los encerró juntos. —Ella está muerta. —Cojeó y se sentó en el diván—. Ahí está, lo he dicho. Lassiter bajó el culo a la cama y miró al tipo. —Y crees que eso es suficiente. —¿Qué coño quieres de mí? Él se echó a reír. —Por favor. Si hubiera estado dirigiendo este programa, la habrías tenido de vuelta hace meses y yo me habría ido echando leches hace mucho tiempo. Tohr rió con un poco de sorpresa. —Oh, vamos, hombre —murmuró Lassiter—. No quiero follarte. Eres demasiado plano, como una tabla y otra cosa, yo soy un hombre de tetas. Y otra, eres un buen tipo. Te mereces algo mejor que esto. Ahora Tohr le miró francamente sorprendido. —Oh, joder. —Lassiter se levantó y se dirigió de nuevo a los cajones abiertos de la cómoda. Sacó un par de pantalones de cuero, los desdobló y luego los dobló de nuevo.
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Se suponía que tener las manos ocupadas ayudaba a que el cerebro se centrara. Sin embargo, no funcionaba del todo bien. Tal vez debería golpearse la cabeza contra la pared. —¿Vas a alguna parte? —preguntó el Hermano después de un rato. —Sí. —¿Renuncias a mí? —Te lo dije. Yo no hago las reglas. Me van a sacar y va a ser más pronto que tarde. —¿Sacar a dónde? —A dónde estaba. —Se estremeció, a pesar de que fuera un movimiento femenino. Pero una eternidad de aislamiento era un infierno para un tipo como él—. No es un viaje que tenga ganas de hacer. —¿Estarías donde... está Wellsie? —Te lo dije, el Between de cada uno es diferente. Tohr se puso la cabeza entre las manos. —No puedo desconectar simplemente. Ella era mi vida. ¿Cómo diablos… —Puedes empezar por no tratar de castrarte a ti mismo con un puño cuando tienes una erección por otra hembra. Cuando el Hermano no dijo nada, Lassiter tuvo la sensación de que el tipo estaba roto en pedazos. Y sí, vaya si eso no hacía las cosas difíciles. Dios. Maldita sea. Lassiter sacudió la cabeza. —Soy el ángel equivocado para este trabajo, de verdad. —Nunca la engañé. —Tohr inhaló con fuerza por la nariz, la aspiración del todo masculina, mientras seguía sorbiendo—. Otros machos… incluso los emparejados, es decir, miran a las hembras de vez en cuando. Tal vez follan un poco al otro lado. Yo no. Ella no era perfecta, pero era más que suficiente para mantenerme satisfecho. Diablos, ¿cuando Wrath necesitó a alguien para mantener un ojo sobre Beth antes de que se emparejaran? me envió a mí. Sabía que no iba a seducirla, no solo por respeto a él, sino porque no iba a estar interesado en lo más mínimo. Nunca he tenido, literalmente, un instante en que haya pensado en nadie más. —Lo has hecho esta noche. —No me lo recuerdes. Bueno, al menos se enfrentaba. —Por eso estoy a punto de iniciar mi viaje de ida a la Tierra de Nunca-regresar. Y tu shellan se queda donde está.
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Tohr se frotó el centro de su pecho, como si le doliera. —¿Estás seguro de que no he muerto e ido ya al Between? Porque segurísimo que se siente como lo que has descrito. Sufrimiento, pero no el Dhund. —No lo sé. Tal vez algunas personas no son conscientes de que están allí… pero mi directiva fue clara como una campana, y fue, que la dejaras ir para que pudiera seguir adelante. Tohr dejó caer las manos como si estuviera acabado para el mundo. —Nunca pensé que iba a ser algo peor que su muerte. No puedo alcanzar a comprender que algún curso de los acontecimientos duela más —renegó—. Debería haber sabido que el destino es sádico y tiene una inventiva infinita. Imagina, follar a una hembra consigue que la que amo vaya al Fade. Una ecuación fabulosa. Malditamente fantástico. Esa no era ni la mitad, pensó Lassiter. Pero, ¿por qué plantearlo ahora? —Tengo que saber algo —dijo el Hermano—. Como un ángel, ¿crees que ciertas personas están malditas desde el principio? ¿Que algunas vidas están simplemente malditas desde la primera casilla? —Creo que... —Mierda, no iba a profundizar tanto. Esto no era él—. Yo… ah, creo que la vida se rige por una serie de probabilidades que se despliegan sobre las cabezas de todos los bastardos que respiran y viven en el planeta. La casualidad es injusta por definición, y el azar. —Entonces, ¿qué pasa con ese Creador tuyo? ¿Es que no juega un papel? —Nuestro —murmuró—. Y no lo sé. No creo mucho en nada. —¿Un ángel que es ateo? Lassiter rió un poco. —Tal vez por eso sigo metiéndome en problemas. —No. Esa parte es porque puedes ser un verdadero gilipollas. Ambos rieron entre dientes. Luego se sentaron en silencio. —Entonces, ¿qué va a ser? —preguntó Tohr—. Honestamente, ¿qué diablos va a querer el destino de mí ahora? —Lo mismo que cualquier empresa. Sangre, sudor y lágrimas. —Eso es todo —dijo secamente Tohr—. Y yo que pensaba que podría ser un brazo o una pierna. Cuando Lassiter no respondió, el Hermano sacudió la cabeza. —Escucha, tienes que quedarte. Tienes que ayudarme.
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—No está funcionando. —Voy a esforzarme más. Por favor. Después de una eternidad, Lassiter sintió que su cabeza asentía. —Está bien. Muy bien. Lo haré. Tohr exhaló largo y despacio, como si se sintiera aliviado. Mostró lo que sabía, que todavía estaban en problemas. —Sabes —dijo el Hermano—, no me gustaste la primera vez que te conocí. Pensé que eras un idiota. —El sentimiento era mutuo. Aunque no la parte de idiota, y no era personal. No me gusta nadie, y como he dicho, realmente no creo en nada. —¿Aun así vas a quedarte para ayudarme? —No lo sé... supongo que solo quiero que tu shellan lo consiga. —Se encogió de hombros—. Al final de la jornada, los vivos y los muertos son todos los mismos. Todo el mundo está buscando un hogar. Además... no sé, no eres tan malo. Tohr volvió a su habitación algún tiempo después. Cuando llegó a su puerta, se encontró su muleta apoyada contra los paneles. No'One había vuelto a él. Después de que la hubiera dejado en el Otro Lado. Recogiéndola, entró en su habitación... y medio esperaba encontrarla desnuda en la cama, lista para algo de sexo. Lo cuál era completamente ridículo… a demasiados niveles como para contarlos. Aparcándose en el diván, miró fijamente el vestido que Lassiter había manejado con tanta rudeza. El fino satén estaba arrugado en ondas, el desorden creaba un despliegue maravilloso y brillante sobre la cama. —Mi amada ha muerto —dijo en voz alta. Mientras el sonido de las palabras se desvanecía, algo quedó estúpidamente claro de repente: Wellesandra, hija de sangre de Relix, nunca iba a llenar ese corpiño de nuevo. Nunca se iba a poner esa falda por encima de su cabeza y retorcerse en el corsé, o liberase los mechones del pelo de los lazos de la espalda. No iba a buscar los zapatos a juego, o molestarse porque había estornudado justo después de ponerse la máscara de pestañas, o preocuparse por si iba a derramarlo sobre la falda. Estaba… muerta. Qué irónico. Había estado llorándola todo este tiempo, y, sin embargo fallaba en el punto que era más evidente. Ella no iba a volver. Jamás.
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Se levantó, cruzó y recogió con cuidado el vestido. La falda se negó a obedecer, se le deslizó de las manos y cayó al suelo, haciendo lo que quería y tomando el control de la situación. Exactamente como su Wellsie siempre había hecho. Cuando lo tuvo un poco sujeto, llevó el vestido al armario, abrió las puertas dobles, y colgó el glorioso peso en la varilla de latón. Mierda. Iba a verlo cada vez que fuera allí. Soltándolo, lo movió al otro lado, así estaba en la oscuridad detrás de los dos trajes que nunca llevaba y las corbatas que le habían comprado, no su compañera, sino Fritz. Y luego cerró el armario con fuerza. De vuelta en la cama, se acostó y cerró los ojos. Seguir adelante no implicaba sexo, se dijo. Simplemente no lo hizo. Aceptar la muerte, dejarla marchar para salvarla, eso podía hacerlo sin el beneficio de... cualquier tipo de ese asunto de la hembra desnuda. Después de todo, ¿qué iba a hacer? ¿Ir a los callejones, encontrar una puta y follarla? Eso era una función corporal, como respirar. Era difícil ver cómo eso iba a ayudar. Tumbado quieto, trató de imaginar palomas siendo liberadas de las jaulas, aguas brotando de las presas, el viento soplando entre los árboles, y... Joder. Era como si el interior de sus párpados estuviera jugando al maldito Discovery Channel. Pero entonces, justo cuando iba a la deriva, las imágenes cambiaron, desplazando al agua, al perezoso azul verdoso del agua que no tenía corriente. Calma. Agua caliente. Rodeada de aire húmedo… No estaba exactamente seguro de cuando se quedó dormido, pero la imagen se convirtió en un sueño que comenzó con un pálido brazo, un encantador pálido brazo que flotaba sobre el agua, un agua azul verdosa que no tenía corriente. Calma. Caliente… Era su Wellsie en la piscina. Su hermosa Wellsie, sus senos asomaban mientras flotaba, su tenso estómago, las caderas arqueadas y el sexo desnudo lamido con la humedad. En el sueño, se vio irrumpiendo en la piscina, bajando los cortos escalones, el agua empapando sus ropas… De repente, se detuvo y se miró al pecho. Sus dagas estaban sujetas. Sus armas bajo los brazos. Su cinturón de munición atado a las caderas.
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¿Qué demonios estaba haciendo? Si esta mierda se mojaba era inútil… Esa no era Wellsie. Santa mierda esa no era su shellan.... Con un grito, Tohr se enderezó, liberándose del sueño. Golpeándose los muslos con las manos, esperó encontrar cuero mojado. Pero no, nada de esto había sido real. Sin embargo, su excitación estaba de vuelta. Y un pensamiento, al que se negaba a dar crédito y sacar a la superficie, apestaba en el fondo de su mente. Mientras miraba hacia su sexo y maldecía, su fuerte longitud le hizo pensar en las innumerables veces que lo había utilizado para el placer, la diversión... y la procreación. Ahora sólo quería que se relajara y se quedara así. Recostándose contra las almohadas, la tristeza le embargó como un peso físico mientras reconocía la verdad que el ángel había mencionado. En efecto, no había dejado ir a su Wellsie a ningún nivel. Él... era el problema.
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VERANO
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Capítulo 20
Desde la posición estratégica detrás de los prismáticos, la mansión al otro lado del río Hudson parecía enorme, una maciza pila sobre pila de plantas que se asentaba con audacia sobre un acantilado rocoso. En cada uno de los niveles, las luces brillaban a través de los cristales como si no tuviera paredes sólidas. —Todo un palacio —comentó Zypher en la brisa densa y templada. —Aye —vino una respuesta desde la izquierda. Xcor dejó caer los prismáticos de sus ojos. —Demasiado al descubierto bajo la luz del día. Esto es un asador en ciernes. —Quizás equipó el sótano —dijo Zypher—, con más de aquellas bañeras de mármol… Dado el tono de su voz, el soldado se estaba imaginando a féminas de distintas clases en el agua con espuma, Xcor le disparó una mirada fulminante antes de reanudar la vigilancia. Pero qué desperdicio. Assail, el hijo de uno de los Hermanos más importantes que habían existido nunca, pudo haber sido un luchador, un guerrero, quizás incluso un Hermano, pero la descarriada Elegida de su madre le había obligado a ir por otro camino. Aunque se podría discutir que si el bastardo hubiera tenido los huevos, habría forjado su destino en otras empresas que aquellos jueguecitos en bañeras de mármol. Sin embargo, tal como estaban las cosas, él era simplemente otro desecho inútil de la especie, un guaperas con nada de provecho que hacer con sus noches. Aunque todo aquello podría cambiar esta noche. Bajo estos cielos nublados, contra el telón de fondo de los relámpagos, este macho era importante, al menos por un breve período. Concedido, las circunstancias de su relevancia podrían costarle la vida, pero si los libros de historia cumplían sus propósitos, bien podría ser recordado por jugar un pequeño papel en el enorme punto de inflexión de la raza.
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No es que él supiera nada de esto, por supuesto. Bien pensado, nadie esperaba que el cebo fuera consciente de estar atrayendo a los tiburones. Escrutando los terrenos ondulados una vez más, Xcor decidió que la falta de árboles y arbustos era el resultado del proceso de desbrozado previo a la construcción. Sin duda un aristócrata querría jardines cuidados, el hecho de que aquello hiciera más difícil deslizarse cerca de la casa no era la clase de asunto que Assail tuviera en cuenta. Las buenas noticias eran que aunque seguramente hubiera acero en la estructura de la casa, como parte de las vigas de apoyo, fijaciones de los suelos y los travesaños del tejado, al menos uno podría entrar y salir a través de todo aquel cristal. —Ah, sí, aquí está el orgulloso propietario —gruñó Xcor a la figura de un macho entrando a grandes zancadas en el elegante salón. Ni siquiera las cortinas ocultaban su presencia. Era como si fuera un hámster en una jaula. El macho se merecía morir por ser así de estúpido, y además, en la espalda de Xcor, su guadaña empezó a tararear un cántico fúnebre. Xcor incrementó el aumento de los prismáticos. Assail estaba sacando algo del bolsillo de su pecho, un puro. Y lógicamente, el encendedor era de oro. Seguramente pensaba que el fuego, como la carne envasada, solo venía de las tiendas. Iba a ser un placer matarle. Junto a los demás que pronto aparecerían por allí. De hecho, el Consejo de la glymera se había negado a contestar a Xcor y a su Banda de Bastardos. Ninguna invitación a la reunión. Ningún recibimiento por parte de su leahdyre Rehvenge. Ni siquiera una respuesta oficial a la carta que les fue enviada en primavera. Al principio, aquello lo había frustrado hasta el punto de la violencia. Pero luego un pajarito había empezado a piar en su oído, y había mostrado otro camino. A menudo, la mejor arma en una guerra no era una daga, una pistola o incluso un cañón. Era algo invisible y letal… aunque no gas venenoso. Era algo completamente ingrávido y aún así con una gravedad más allá de la medida. Información. La información, sólida y corroborada proveniente de una fuente en el interior del campo enemigo, era una poderosa bomba atómica. De hecho, su misiva al Consejo había sido recibida, y lo que era más, había sido tomada en serio. El gran Rey Ciego, aunque sin decir nada, había comenzado
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inmediatamente reuniones con los cabeza de familia de todos los linajes restantes… en persona y en sus lugares de residencia. Un movimiento atrevido en tiempos de guerra… y demostraba que el desafío de Xcor tenía una base real: un rey no arriesgaba su vida de esta manera a menos que hubiera perdido el contacto con sus súbditos y fuera obligado a volver a contactar. En retrospectiva, aquello era incluso mejor que una reunión con el Consejo. Había un número limitado de miembros fuera, y todos ellos tenían domicilio conocido. Wrath ya había mantenido audiencia con la mayoría y gracias al pajarito, Xcor, sabía perfectamente quién estaba fuera. Cambiando el enfoque, evaluó el tejado. Las terrazas. La chimenea del lado más próximo. De acuerdo con la fuente de Xcor, Assail había regresado en primavera, asumiendo la propiedad de este colador de casa, y… aquello era todo lo que los aristócratas sabían. Bueno, aparte de la notable excepción de que el macho no había traído a nadie con él: ni familia, ni personal ni shellan, y que se atendía él mismo. Ambas cosas eran inusuales para un miembro de la glymera, pero quizás estaba esperando ver cómo iban las cosas en este nuevo entorno antes de traer a los de su sangre con él y entretener a otros de su clase… Había existido un hermano menor ¿no? También mimado por aquella descarriada Elegida de madre que tenían. ¿Quizás una hermanastra de mala reputación? Por detrás, Xcor oyó a sus soldados estirarse, sus prendas de cuero crujiendo, sus armas cambiando de posición. En el cielo, las nubes de tormenta seguían soltando fogonazos de luz, con la base retumbante del trueno permaneciendo, hasta ahora, a lo lejos. Debería haber asumido desde el mismo principio que acabaría así: Si quería a Wrath fuera del trono, iba a tener que hacerlo él mismo. Confiar en la glymera para algo más que infundados delirios de grandeza había sido un error. Al menos él tenía al suyo dentro del Consejo. En el período subsiguiente, cuando las cosas se liaran, iba a necesitar el apoyo. Afortunadamente, había más gente de acuerdo con él que gente en desacuerdo: Wrath no era nada más que una figura decorativa y mientras en tiempos de paz aquello se toleraba, en esta época de guerra y conflictos era intolerable. Las Viejas Costumbres podían mantener a aquel varón donde no pertenecía durante mucho tiempo. Entretanto, Xcor esperaría el momento adecuado y golpearía con contundencia. Era el momento de que el reinado de Wrath fuera relegado a una nota a pie de página pronto olvidada.
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—Odio esperar —farfulló Zypher. —Esta es la única virtud que importa —soltó Xcor en respuesta.
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En el vestíbulo de la mansión de la Hermandad, todo el mundo estaba reunido para salir por la noche, los machos pululando alrededor del pie de la enorme escalera, con las armas brillando en sus pechos y caderas, las cejas tensas sobre ojos fríos, sus cuerpos andando con pasos cortos como aquellos sementales cuyas pezuñas no podían ser inmovilizadas. Desde las sombras en el exterior de la despensa del mayordomo, No’One esperaba a que Tohrment bajara y se uniera a ellos. Normalmente estaba entre los primeros, pero últimamente se rezagaba más y más… Allí estaba, en el extremo del rellano de la segunda planta, vestido de cuero negro. Mientras bajaba, se agarró de la barandilla con indiferencia. A ella no la engañaba. Se había debilitado más que nunca en los últimos meses, el cuerpo consumido, hasta que estuvo claro que solo sus ansias de venganza lo animaban. Estaba hambriento de sangre. Y aún así evidentemente se negaba a ceder a aquella exigencia de la carne. Así que ella esperaba nerviosa, observando al principio y al final de cada noche: Cada atardecer esperaba que él bajara por fin renovado. Y antes de cada amanecer, se encontraba rezando para que volviera vivo. Querida Virgen Escriba, él… —Pareces una mierda —dijo uno de los Hermanos. Tohrment ignoró el comentario mientras se acercaba para quedarse al lado del enorme y joven macho con el que se había emparejado Xhexania. Los dos eran un equipo, por lo que ella podía decir, y estaba agradecida por ello. El más joven tenía que ser de pura raza, a pesar de su nomenclatura, y ella había oído muchas alusiones a sus proezas en el campo de batalla. Además, ese luchador en concreto nunca estaba solo: detrás de él, tan fiel como un reflejo, había un soldado de aspecto realmente peligroso, con iris de diferentes colores y una evaluación de su mirada sugería que era tan inteligente como fuerte. Tenía que creer que ambos intercederían si Tohrment estuviera en peligro. —¿Disfrutando de la vista? Yo no. Ella siseó y se dio media vuelta, el dobladillo de la túnica revoloteó. Lassiter había llegado por la despensa sin que ella se enterara y estaba ocupando el umbral abierto,
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con el cabello rubio y negro y sus piercings de oro captando la luz del aplique sobre su cabeza. Sus ojos sabios eran siempre algo de lo que escapar pero al menos en este momento aquella mirada blanca no estaba sobre ella. Cruzando los brazos sobre el pecho y metiendo las manos dentro de las mangas de la túnica, No’One reanudó su observación de Tohrment. —En verdad, no sé como todavía está luchando. —Ya es hora de dejar de andar de puntillas a su alrededor. Ella no estaba del todo segura de lo que significaba aquello, pero probó suerte. —Aquí hay Elegidas que están disponibles para la alimentación. ¿Seguramente podría utilizar a una de ellas? —Joder, eso supondrías. Estaban de acuerdo, su atención osciló por un instante cuando Wrath, el Rey Ciego, apareció en lo alto de las escaleras y bajó hacia los reunidos. También iba vestido para la guerra y su amado perro no estaba con él… ahora lo guiaba su reina, los dos con una sincronización tal que se movían con la misma postura, manera de andar y desenvoltura. Tohrment había tenido aquello una vez, pensó ella. —Desearía que hubiera algún modo de ayudarle —susurró—. Haría cualquier cosa por verle con apoyo en vez de solo en su sufrimiento. —¿Lo dices en serio? —vino una respuesta sombría. —Por supuesto. Lassiter puso el rostro en su línea de visión. —¿Lo dices realmente en serio? Ella iba a retroceder un paso pero se encontró bloqueada por el quicio de la puerta. —Sí… El ángel tendió la mano hacia ella para agarrarla. —Júralo. No’One frunció el ceño. —No comprendo… —Sostienes qué harías cualquier cosa. Quiero que lo jures. —Ahora aquellos ojos blancos ardían—. Hemos estado estancados desde la primavera, y no tenemos un
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tiempo infinito para recordar. Dices que quieres salvarle, y yo quiero que te comprometas a ello… sin importar lo que cueste. De repente, como si el recuerdo hubiera sido colocado a propósito en su mente (quizás por el ángel, lo más probable por su conciencia) ella recordó aquellos momentos después del parto de Xhexania, cuando su dolor físico y su angustia mental habían sido lo mismo, el balance finalmente igualado mientras la agonía en su corazón por todo lo que había perdido se hacía manifiesta en su interior… Incapaz de soportar sus cargas, había tomado la daga de Tohrment de su funda y la utilizó de un modo que lo hizo gritar. El grito ronco de Tohrment fue lo último que ella había oído. Alzó la mirada hacia el ángel, no era estúpida, ni tampoco una ingenua. —¿Estás sugiriendo que lo alimente? —Sí. Lo hago. Ya es hora de llevar esto al siguiente nivel. No’One tuvo que armarse de valor antes de volver a mirar a Tohrment. Pero cuando asimiló el débil cuerpo masculino, llegó a una decisión: Él la había enterrado… así que seguramente ella podría obligarse a aceptarlo en su vena para darle la vida. Suponiendo que él estuviera de acuerdo en tomar lo que se le ofrecía. Suponiendo que ella pudiera hacerlo. Es más, incluso en el caso hipotético, su cuerpo temblaba ante el pensamiento, pero su mente rechazaba la repuesta de la carne. Esto no era un interés masculino en nada que viniera de ella. De hecho, él sería el único macho al que podría alimentar sin peligro. —La sangre de una Elegida debería ser más pura —se oyó decir. —Y no la conseguimos por ninguna parte. No’One movió la cabeza, negándose a leer entre líneas aquella afirmación. Entonces cogió la mano del ángel. —Serviré a sus necesidades de sangre si viene a mí. Lassiter hizo una reverencia siempre de un modo tan leve. —Me ocuparé de esa parte. Y voy a hacer que lo mantengas. —No tendrás que hacerlo. Mi promesa es sagrada.
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Capítulo 21
De pie en el vestíbulo con sus Hermanos, Tohr tuvo una mala sensación sobre la forma en que iba a ir la noche. Por otra parte, se había despertado de aquel sueño sobre Wellsie y el bebe, el mismo que había tenido de vez en cuando, pero solo lo entendía de verdad desde que Lassiter había provisto el contexto. Ahora sabía que ambos estaban en el Between, acurrucados bajo una sabana gris en el medio de una tierra gris oscuro que era fría e inflexible. Estaban alejándose gradualmente en la distancia. La primera vez que había tenido la visión, habría sido capaz de distinguir cada uno de los cabellos de la cabeza de su shellan… y las medias lunas blancas en las puntas de las uñas… y la forma en que las fibras ásperas de la sábana capturaban la extraña luz ambiental… También los contornos del pequeño bebé que acunaba contra su corazón. Ahora, pensó, ella estaba a unos metros, el gris espacio entre ellos era algo que él intentaba cruzar, pero era incapaz de cubrirlo. Y exactamente tan alarmante, ella había perdido el color, cara y cabello tintados ahora con el gris de la prisión donde estaba atrapada. Naturalmente, había estado loco cuando se había despertado. Joder, había hecho todo lo que podía para avanzar en los últimos meses: guardado el vestido. Bajado a la Primera y Última comidas. Intentado el puñetero yoga, la gilipollez trascendental e incluso entrado en Internet para buscar etapas de dolor y otras mierdas de psicólogos. Había intentado no pensar en Wellsie conscientemente, y si su subconsciente eructaba un recuerdo, él lo sofocaba. Cuando le dolía el corazón, pintaba aquellas jodidas palomas blancas liberadas de jaulas, y malditos estallidos, y estrellas fugaces, y un puñado de otras burradas metafóricas que iban en posters motivacionales. Y todavía tenía aquel sueño en sombras de gris. Y todavía estaba Lassiter aquí. No estaba funcionando…
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—¿Tohr? Con nosotros —ladró Wrath. —Sip. —Asegúrate —después de un momento, las gafas envolventes de Wrath se volvieron hacia el resto del grupo—. Lo hacemos así. V, John Matthew, Qhuinn, y Tohr conmigo. Todos los demás en el campo, listos para acudir como respaldo. Hubo un grito de asentimiento de los Hermanos, y luego todos estaban desfilando por el vestíbulo. Tohr fue el último en atravesar la puerta, y justo cuando pasaba por las puertas, algo lo hizo pararse y mirar sobre el hombro. No’One había dado un paso fuera de algún lugar, y permanecía de pie sobre el borde de la representación del manzano en el suelo, su capucha y túnica la hacía parecer una sombra que de repente hubiera llegado a la 3-D El tiempo se enlenteció y luego se detuvo en seco cuando se encontraron sus ojos, algo extraño lo empujó dejándolo donde estaba parado. En el transcurso de los meses desde la primavera, la había visto en las comidas, se había obligado a hablar con ella, le había retirado sillas y ayudado a servirle como hacía con las otras hembras de la casa. Pero no había estado a solas con ella, y nunca la había tocado. Ahora, por alguna razón, se sentía como si la estuviera tocando. —¿No’One? —dijo Sus brazos se revelaron fuera de las mangas y las manos retiraron la capucha que cubría su cara. Con gracia, se descubrió ella misma. Sus ojos eran luminosos y un poco asustados, sus rasgos tan perfectos como habían sido antes, en la primavera en el Santuario. Y más abajo, la garganta era una columna de piel perfecta y pálida… la cual se tocó ligeramente con las yemas de los dedos temblorosos. Salido de ningún sitio, el hambre lo golpeó con fuerza, la necesidad reverberó a través de su cuerpo, alargando sus colmillos, separando sus labios… —¿Tohr? ¿Qué cojones? La aguda voz de V rompió el hechizo, y con una maldición, él miró por encima del hombro. —Ya voy. —Bien. Porque el Rey está esperándote, ¿sabes? Tohr lanzó una mirada atrás hacia el foyer, pero No’One se había marchado. Como si nunca hubiera estado.
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Frotándose los ojos, se preguntó si se lo había imaginado todo. ¿Se había agotado hasta el punto de la alucinación…? Si estaba viendo cosas, no era por cansancio, le señaló una parte de él. —No digas otra palabra —murmuró mientras pasaba cerca de su Hermano—. Ni una maldita cosa. Cuando V empezó a hablar entre dientes, obviamente era una letanía de todos los fallos de Tohr, reales e imaginados… para lo que servirían. Al menos aquella mierda estaba manteniendo ocupada la boca del jodido mientras ambos se acercaban a zancadas hacia Wrath, John Matthew y Qhuinn. —Listo —anunció Tohr. Ninguno de ellos necesitaba verbalizar sobre-su-jodido-tiempo. Sus expresiones eran bastante llamativas. Segundos después, los cinco se materializaron sobre el agitado césped de una casa tan grande que se podía guardar un ejército allí. Trágicamente, solo el propietario estaba en la residencia, porque aquello era todo lo que quedaba de su línea de sangre. Habían estado en tantas casas como esta en los últimos meses. Demasiadas. Y las historias eran siempre las mismas. Familias diezmadas. La esperanza desaparecida. Aquellos dejados detrás sobreviviendo, no viviendo. La Hermandad no daba por supuesto que aquellas visitas fueran bienvenidas, aunque, naturalmente, nadie rechazaba al Rey. Y no se arriesgaban: con sus armas en las manos, la formación que adoptaban mientras se aproximaban a la puerta era con Tohr frente a Wrath, V en retaguardia, John junto a la mano de la daga del Rey y Qhuinn al otro lado. Dos encuentros más como este y se podrían tomar un pequeño respiro… Que se estrellara a continuación probaba que estar muerto podía ocurrir en un instante. Bruscamente, el mundo empezó a girar, la antigua y destartalada casa se retorció y giró tan seguro como si hubiera batidoras de huevos por cimientos. —¡Tohr! —ladró alguien. Y una mano lo agarró. Alguien más renegó. —¿Le han disparado? —Hijodeputa… Con un juramento, Tohr los alejó a todos y recuperó el equilibrio. —¡Por Cristo! Estoy bien…
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V se metió tan rápido en su parrilla que el bastardo estaba prácticamente dentro de su nariz. —Vete a casa. —Has perdido la cabeza… —Aquí eres una responsabilidad. Estoy llamando al refuerzo. Tohr estaba listo para discutir, pero Wrath solo sacudió la cabeza. —Necesitas alimentarte, Hermano mío. Ya es tiempo. —Layla está preparada —añadió Qhuinn—. He estado asegurando su permanencia en este lado. Tohr los miró a los cuatro y supo que estaba perdido. Cristo, V ya tenía el teléfono en el oído. También supo que en algún nivel ellos tenían razón. Pero, Dios, no quería enfrentar esa ordalía otra vez. —Vete a casa —ordenó Wrath. V se guardó el teléfono. —El TELL de Rhage es… bingo. Mientras Hollywood aparecía, Tohr renegó un par de veces. Pero no podía luchar con ellos… o su realidad. Con todo el entusiasmo de alguien haciendo frente a la amputación de un miembro, volvió a la mansión… para encontrarse con la Elegida Layla. Joder.
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A través de los binoculares, Xcor observó al venerable Assail entrar a zancadas a la enorme cocina y detenerse en la ventana que encaraba en la dirección de los bastardos. El macho aún era atractivo como el pecado, con su cabello oscuro, brutalmente negro y la piel bronceada. Los rasgos eran tan aristocráticos, que en realidad parecía inteligente… aunque aquello era lo que ocurría con la glymera. Con frecuencia la gente con hermosos semblantes y cuerpos en forma eran erróneamente asumidos por los demás como dotados con cerebros a juego. Cuando el vampiro incurrió en alguna clase de actividad, Xcor frunció el ceño y se preguntó si no estaba viendo cosas. Desafortunadamente… no. Parecía que de hecho el macho estaba revisando el mecanismo de algún arma como si acostumbrara a
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hacerlo. Y después de que acomodara el arma bajo aquella chaqueta negra de traje perfectamente cortada, sacó otra y realizó los mismos movimientos. Extraño. ¿A menos que el Rey le hubiera advertido que podía haber problemas en la visita? Pero no, sería tonto. Si fueras el asiento de poder de la raza, no querrías aparecer bajo sitio. Especialmente si lo estuvieras de hecho. —Está saliendo —anunció Xcor mientras Assail parecía dirigirse al garaje—. No va a encontrarse con Wrath. Al menos no esta noche… y desde luego no aquí. Vamos a cruzar el río. Ahora. En un segundo, se desmaterializaron, reasumiendo sus formas en el grupo de pinos al límite de la propiedad. Había estado equivocado sobre el diseño del paisaje. Había parches circulares sobre el césped donde la hierba estaba creciendo de nuevo, y aquí, alrededor de la parte trasera de la casa, había apilado cuidadosamente un montón de no simples troncos, sino árboles enteros. También un hacha enterrada en un tocón, y una sierra de arco… y madera serrada recién cortada para quemar. Así que el macho tenía algún doggen, al menos. Y aparentemente un respeto por qué importante era no proporcionar cobertura para un ataque. ¿A menos que la eliminación hubiera sido por la vista? No había mucho más que bosque en esta parte de la casa. De hecho, Assail no parecía ser el aristócrata medio, pensó Xcor con una sonrisa forzada. La cuestión era por qué. La puerta del hueco de aparcamiento más cercano a la casa empezó a elevarse sin ruido, su ascenso desencadenó una siempre creciente piscina de luz. Además, un poderoso motor aceleró, y luego alguna variación de chasis pegado al suelo, negro brillante se deslizó hacia fuera marcha atrás. Mientras el vehículo se detenía en punto muerto y la puerta empezaba a descender, resultó claro que Assail estaba esperando pacientemente que la casa estuviera asegurada antes de dejarla. Y luego cuando salió, no fue rápido, y no fue con las luces encendidas. —Lo seguiremos —ordenó Xcor, cerrando los binoculares y asegurándolos en su cinturón. Desmaterializándose a intervalos, fueron capaces de rastrear al macho río abajo hacia Caldwell. La persecución no presentaba desafíos después de todo: a pesar de
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estar al volante de lo que parecía ser un coche deportivo de mucha velocidad, Assail no parecía tener ninguna prisa… lo cual, bajo otras circunstancias, para Xcor habría apuntado a que el macho era el típico aristócrata con nada mejor que hacer que estar guapo en un asiento de cuero. Pero quizás no así en este caso… El coche se detenía en todas los semáforos en rojo, esquivó la autopista y penetró en los callejones y calles del centro con la misma falta de presteza. Assail fue a la izquierda, luego a la derecha… izquierda de nuevo. Todavía más vueltas, hasta que estuvo en la parte más vieja de la maraña de la ciudad, donde los bloques de oficinas eran ruinosos, y las misiones y las cocinas de caridad que servían a los sin-techo eran más comunes que los negocios lucrativos. No se podía tomar una ruta más tortuosa. Xcor y su Banda de Bastardos se mantenían sobre él apareciendo brevemente de tejado en tejado, una práctica que empezaba a ser complicada mientras las condiciones se degradaban. Excepto cuando el coche se detuvo en un estrecho callejón entre una casa de vecinos que había sido tapiada y la desmoronada estructura de un edificio sin ascensor. Cuando Assail salió, aspiró su puro, el humo dulce fue llevado por las corrientes de aire hasta la nariz de Xcor. Durante un momento Xcor se preguntó si habían sido arrastrados a una trampa… y como él fue por su arma, sus soldados hicieron lo mismo. Pero luego un enorme sedán hizo un gran giró y rodó hasta la callejuela. Mientras se detenía ante él, la preferencia de Assail para elegir aquél sitio empezó a aclararse. A diferencia del recién llegado, el vampiro había aparcado al principio de un cruce de cuatro vías, así que podía ir en cualquier dirección. Inteligente si uno quería escapar. Del otro coche salieron humanos. Cuatro de ellos. —¿Estás solo? —preguntó el de delante. —Aye. Como tú pediste. Los humanos compartieron miradas que sugerían que la conformidad del macho era una locura. —¿Tienes el dinero? —Aye. —¿Dónde está?
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10º Hermandad de la Daga Negra
—En mi posesión —el inglés del macho era similar al de Xcor, con un fuerte acento, pero ahí terminaban las comparaciones. Aquel era un acento de clase alta llegado allí, no un áspero acento regional—. ¿Tienes mis cosas? —Claro, las tenemos. Déjanos ver la pasta. —Después de que revise lo que me has traído. El humano habló sacando su arma y apuntando al pecho del vampiro. —No es así como vamos a hacer esto. Assail liberó una bocanada de humo azul e hizo girar el cigarrillo entre las puntas de los dedos. —¿Has oído lo que he dicho, gilipollas? —ladró el humano mientras los tres que estaban detrás de él desaparecieron las manos bajo las chaquetas de sus trajes. —Aye. —Esto se va a hacer de la manera que nosotros queramos, gilipollas. —Eso sería a la manera “Assail”, amable señor. —Jódete. Dame la pasta. —Hmm. Desde luego. Tal como ha solicitado. Bruscamente los ojos del vampiro atraparon los del humano y después de un momento, la automática en su rolliza palma empezó a vibrar apenas ligeramente. Frunciendo el ceño, el tipo se centró en su mano, como si le estuviera enviando una orden. —No obstante, así no es como yo hago los negocios —murmuró Assail. La boca de aquella pistola empezó a moverse gradualmente, alejándose del vampiro y moviéndose en un amplio círculo más y más lejos. Con un pánico creciente, el hombre agarraba su propia muñeca, como si estuviera luchando con otro, pero nada de su esfuerzo hizo variar la cambiante trayectoria. Mientras la pistola era gradualmente girada hacia su propio operador, los otros hombres comenzaron a gritar y moverse de un lado a otro. El vampiro no dijo nada, no hizo nada, permaneciendo absolutamente calmado y controlado mientras congelaba a los tres en sus lugares, bloqueando sus cuerpos pero no sus caras. Oh, aquellas expresiones de pánico. Bastantes encantadoras. Cuando la pistola subió hasta la sien del hombre, Assail sonrió, destellando los blancos dientes que brillaban en la oscuridad. —Permitidme enseñaros cómo hago yo los negocios —dijo en voz baja. Y entonces el humano apretó el gatillo y se disparó él mismo en la cabeza.
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Mientras el cuerpo caía al asfalto y el sonido del disparo hacía eco alrededor, los ojos de los hombres restantes se abrieron de par en par horrorizados incluso mientras sus cuerpos permanecían inmovilizados. —Tú —dijo Assail al más cercano al sedán—. Tráeme lo que he comprado. —Y…y…yo… —el hombre tragó con fuerza—. No trajimos nada. Con la digna altanería de un rey, Assail contestó. —Lo siento, qué has dicho —No trajimos nada. —Y por qué no. —Porque íbamos a… —el hombre tuvo que tomar otra bocanada de aire y tragar con fuerza—. Íbamos a… —¿Ibais a llevaros mi dinero y dejarme muerto? —Cuando no hubo replica, Assail negó con la cabeza—. Puedo ver el valor en eso. Y no dudo que entenderéis lo que debo hacer ahora. Mientras el vampiro aspiraba su puro, el hombre que había hablado empezó a reposicionar su propia pistola, la boca terminó en su sien. Uno por uno, sonaron tres disparos más. Y luego el vampiro se paseó por encima y apagó su puro en la boca muerta del primero que había caído. Xcor se reía bajito mientras Assail volvía a su vehículo. —¿Lo seguimos?—preguntó Zypher. Esa no era la cuestión. Había lessers para luchar aquí en la zona centro, y no había razón para preocuparse de si Assail estaba sacando dinero de las adicciones de los humanos. Además, quedaba un montón de noche para utilizar. Y todavía habría un próximo encuentro entre el macho y el Rey. —Aye —replicó Xcor—. Pero solo Throe y yo. Si hay una reunión con Wrath os encontraremos. —Por eso necesitamos los nuevos móviles —dijo Throe—. Más rápidos, mejor coordinación. Xcor apretó los dientes. Desde su llegada al nuevo mundo, había permitido que Throe contratara un solo móvil y no varios: los sentidos del olfato y oído de un luchador, su instinto afilado por entrenamiento y práctica, el conocimiento de su enemigo y de él mismo, eso no venía con una factura mensual, la necesidad de recargas, o la amenaza de ser dejado de lado o perdido o robado. Ignorando el comentario, Xcor dio una orden.
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—El resto de vosotros marchaos y encontrad al enemigo. —Cuál —dijo Zypher con una risotada campechana—. Hay un número creciente de los cuales elegir. Desde luego. Assail no se estaba comportando como un aristócrata. Estaba actuando como un macho que estaría intentando construir alguna clase de imperio propio. Era totalmente posible que este miembro de la glymera fuera de la clase de vampiros de Xcor. Lo que quería decir que probablemente debiera ser eliminado en algún momento… y no simplemente como un daño colateral. Solo había sitio para un rey en Caldwell.
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Capítulo 22
Cuando Tohr tomó forma en la mansión de la Hermandad, estaba cabreado con el mundo. De un humor de perros. Como una serpiente de cascabel loca. Abriéndose paso hacia el vestíbulo, rezó para que Fritz abriera la cerradura con el remoto y no hiciera la ruta personal. Nadie necesitaba verle así… Sus oraciones fueron contestadas cuando la puerta interior cedió y entró en el vestíbulo con una audiencia de nadie. En todo el primer piso, la casa estaba en silencio, los doggen aprovechaban la oportunidad de atender los dormitorios de arriba antes de comenzar los preparativos de la Última Comida. Mierda. Probablemente necesitaría mandarle un mensaje a Phury sobre donde estaba Layla… Por algún instinto repentino y muy emocionante, giró la cabeza sobre el extremo de la columna vertebral, enfocando los ojos en el comedor. Alguna pista interior le dijo que entrara, el impulso le llevaba a través de los arcos, más allá de la larga mesa brillante... y al otro lado de la puerta batiente de la cocina. No'One estaba en el mostrador cascando huevos en un recipiente de cerámica. Sola. Ella se detuvo a mitad de cascar otro huevo, levantó la cabeza encapuchada y se giró para mirarle. Por alguna razón, el corazón de Tohr empezó a latir con fuerza. —¿Te imaginé? —dijo él. —¿Perdón? —¿Te imaginé en el vestíbulo antes de irme? No'One bajó lentamente la mano, el huevo salvado de la rotura. Temporalmente. —No. No lo hiciste. —Quítate la capucha.
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No era una pregunta, sino una exigencia… del tipo que Wellsie nunca hubiera soportado. No’One, por el contrario, le obedeció solemnemente. Y allí estaba ella, revelada ante sus ojos, la masa de cabello rubio terminaba en el inicio de esa trenza gruesa, las mejillas pálidas y los ojos luminosos, su rostro.... —Le dije a Lassiter… —carraspeó—. Lassiter me pidió que te alimentara. —Y tú dijiste. —Sí. De repente, él la imaginó en la piscina, flotando sobre la espalda, completamente desnuda, con la penetrante lengua del agua lamiendo su piel caliente. Por todas partes. Tohr extendió una palma y se apoyó en un armario. Era difícil saber qué le desequilibraba más: la súbita necesidad de estar en su garganta, o su total desesperación al pensar en ello. —Todavía estoy enamorado de mi shellan —se oyó decir. Y eso seguía siendo el problema: toda las soluciones del mundo, todo esa mierda de girar-página-y-dejarla-ir no había cambiado sus emociones en lo más mínimo. —Lo sé —respondió No'One—. Y me alegro. —Debería utilizar a una Elegida. —Se acercó un paso. —Lo sé. Y estoy de acuerdo. Su sangre es más pura. Dio otro paso hacia adelante. —Tú provienes de un buen linaje. —Provenía —dijo crudamente. Cuando la frágil extensión de sus hombros empezó a temblar muy ligeramente, como si hubiera sentido su hambre, el depredador en él despertó. De repente, se encontró queriendo saltar por encima de la isla donde ella estaba de pie, sólo para poder... ¿Hacer qué? Bueno, eso era evidente. Aunque su corazón y su mente no eran nada más que una pista de patinaje vacía, congelado y plano como la mierda, el resto de él estaba vivo, su cuerpo palpitaba con un propósito que amenazaba con masacrar las buenas intenciones, el decoro adecuado... y su proceso de duelo. A medida que daba más pasos para acercarse a ella, tuvo el horrible pensamiento de que esto era lo que Lassiter había querido decir con dejar ir: en este momento,
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había dejado a Wellsie atrás. No era consciente de nada más excepto la menuda hembra delante de él que luchaba por permanecer quieta mientras era acechada por un Hermano. Sólo se detuvo cuando estaba a no más medio metro de distancia. Miró más allá de su cabeza inclinada, sus ojos fijos en el pulso frágil de la vena yugular. Ella estaba respirando tan fuerte como él. Y cuando inhaló, captó un aroma. No era miedo. Querida Virgen Escriba, estaba enorme. Cuando No'One estuvo al abrigo del gran guerrero que se cernía sobre ella, sintió el calor que emanaba del enorme cuerpo como si estuviera delante de un fuego furioso. Y sin embargo... no se quemaba. Y no tenía miedo. Se calentó en un lugar tan profundo, tan enterrado dentro de ella, que no lo reconoció de inmediato como parte de su estructura interna. Todo lo que sabía con certeza era que él iba a tomar su vena dentro de un momento y ella iba a permitírselo… no porque el ángel se lo hubiera pedido, no porque lo hubiera prometido y no porque quisiera compensar algo del pasado. Ella... quería que lo hiciera. Cuando un siseo escapó de él, supo que Tohrment había abierto la boca para exponer sus colmillos. Ya era hora. Y no se había subido la manga. Se aflojó la parte superior de su vestido, lo abrió hasta los hombros y ladeó la cabeza. Ofreciéndole la garganta. ¡Oh, cómo le latía el corazón! —Aquí no —gruñó—. Ven conmigo. Agarrándola de la mano, tiró de ella hacia la despensa y entraron. La habitación abarrotada y estrecha estaba llena de estanterías con coloridas latas de frutas y verduras, el aire inmóvil y cálido olía a granos recién molidos y a la dulzura seca y pastosa de la harina. Cuando la luz del techo se encendió y la puerta se cerró, ella supo que habían sido dispuestos así por él. Y entonces él la miró mientras sus colmillos se alargaban aún más, las dobles puntas blancas asomaban por debajo de su labio superior, sus ojos brillaban. —¿Qué debo hacer? —preguntó ella con voz ronca. Él frunció el ceño.
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—¿Qué quieres decir? —¿Qué puedo hacer… por ti? —El symphath había tomado lo que había querido y al infierno con ella. Y su padre, naturalmente, nunca había permitido que ningún macho se alimentara de ella. Había una cierta manera de que… De repente, pareció que Tohrment salía del vórtice, algo le sacudió de vuelta a una conciencia diferente. Y, sin embargo, su cuerpo permanecía totalmente comprometido, cambiaba su peso de una bota a la otra, cerrando las manos y abriéndolas, cerrando… y aflojando. —¿Nunca has... —Mi padre me estaba reservando. Y cuando fui secuestrada... Nunca antes he hecho esto correctamente. Tohrment se llevó una mano a la cabeza como si tuviera un dolor dentro de él. —Escucha, esto es… —Dime qué hacer. Mientras él clavaba los ojos en ella otra vez, No’One pensó que su nombre era muy apropiado. Mira que atormentado estaba. —Necesito esto —dijo él, como si hablara para sí mismo. —Sí, lo necesitas. Estás tan demacrado que me duele por ti. Salvo que él iba a detener esto, pensó cuando su mirada se volvió apagada. Y sabía por qué. —Ella es bienvenida en este espacio —dijo No'One—. Trae a tu shellan a tu mente. Deja que tome mi lugar. Cualquier cosa que le ayudara. Por la gran bondad de Tohrment hacia su yo anterior y las crueles maquinaciones del destino contra él, ella haría cualquier cosa para que esto saliera bien. —Puedo hacerte daño —respondió él con dureza. —No es peor de lo que ya he sobrevivido. —¿Por qué... —Deja de hablar. Deja de intentar pensar. Haz lo que debes para cuidar de ti mismo. Hubo un silencio largo y tenso. Y entonces la luz se apagó, la pequeña habitación quedó en sombras, con la única iluminación que entraba a través de los paneles de vidrio blanquecino de la puerta. Ella jadeó.
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Él respiró más fuerte. Y luego un brazo la rodeó por la cintura y tiró de ella hacia adelante. Cuando golpeó el muro de su pecho, fue como si hubiera sido arrojada contra una roca y extendió las manos a ciegas para agarrarse a algo… Los músculos de sus brazos era suave y cálida, piel fina sobre los músculos duros. Tiró. Tiró de su trenza. Luego estiró… y su cabello se soltó, el cuero cabelludo se vio libre de los tirones y de la atadura, la liberación llevó su cabeza hacia atrás. Una mano grande se deslizó entre sus cabellos, enredándose, tirando hacia abajo. Y mientras su cuello se estiraba aún más, su columna vertebral se vio obligada a seguirle hasta que estuvo levantada del todo por la fuerza masculina. Desorientada y desequilibrada, perdió momentáneamente su propósito como le había pasado a él antes de que la oscuridad hubiera sido forzada. Buscando su rostro, ella lo encontró. Pero no había nada ahí. No podía ver sus rasgos, no podía encontrarle en el cuerpo masculino contra el que estaba apoyada. Instantáneamente, su rostro se convirtió en nada más que planos y ángulos anónimos. Y su cuerpo ya no era el de Tohrment, el Hermano que había intentado salvarla, sino el de algún extraño. Sin embargo, no había vuelta atrás, no podía deshacer el giro de la rueda que había desatado. Su agarre, sus brazos, su cuerpo se tensó aún más, hasta que fue aplastada contra él. Y cuando se puso rígida, él bajó la cabeza, un gruñido emanó de lo más profundo de su caja torácica, un olor oscuro y rico se filtró en su sensación de miedo. Hubo otro siseo, seguido de un arañado que se inició en la clavícula y fue subiendo. El pánico la abrumó. La presencia de Tohr, su dominio sobre ella, el hecho de que no podía verle bien, todo lo relacionado con la experiencia le hizo rememorar el pasado, y comenzó a luchar. Que fue cuando él golpeó. Con violencia. No'One gritó y trató de apartarlo, pero sus colmillos ya estaban hundidos profundamente, el dolor dulce, como una picadura de abeja. Y luego, la succión, la poderosa succión que estaba acompañada por el salvaje temblor del cuerpo de Tohr. Algo duro sobresalía de sus caderas. Presionaba contra su vientre.
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Usando todas sus fuerzas, intentó liberarse de nuevo, pero sus esfuerzos fueron una brisa leve en contraposición a los vientos huracanados. Y entonces... su pelvis comenzó a moverse contra ella, girando, la excitación empujaba contra su túnica, buscando un modo de entrar mientras la tomaba profundamente, gruñidos de satisfacción se alzaban en el aire a su alrededor. Él ni siquiera sintió su sobresalto, tan consumido como estaba. Y la mente consciente de ella no podía liberarse del hecho que ella había querido esto de él. Mirando hacia el techo, recordó otras veces que había luchado en vano, y rezó, como lo había hecho entonces, porque esto pasara pronto. Querida Virgen Escriba, qué había hecho... El cuerpo contra el de Tohr entregó todo lo que había para dar, sangre, aliento y carne. Y malditos fueran los dos, pero él tomó, tomó con fuerza y avidez, bebiendo profundamente y queriendo más que sólo su vena. Quería el núcleo de esta hembra. Quería estar en su interior mientras bebía de ella. Y esto era cierto incluso cuando él era sumamente consciente de que no era su Wellsie. Su pelo no se sentía igual… el de No'One caía liso, no en gruesos rizos. Su sangre no tenía el mismo sabor… el rico sabor contra su lengua y el picor contra su garganta eran completamente diferentes. Y su cuerpo era más delgado y más delicado, no robusto y poderoso. Sin embargo, la deseaba. Su dejado-de-la-mano-de-Dios miembro estaba rugiendo sin excusa, listo para tomar, tomar y... poseer también. Por lo menos sexualmente. Mierda, esta bola de fuego de deseo y necesidad no era ni parecida a la pálida alimentación anémica que había tomado con la Elegida Selena. Esto era lo que debía ser, este abandono, este desprendimiento de la piel civilizada para revelar hasta la médula al animal. Y maldito fuera, él iba por ahí. Recolocando a No'One, dejó que su sujeción alrededor de la cintura cayera hasta que la estuvo agarrando por la parte baja de la espalda, luego la cadera… y luego el culo. Bruscamente, la empujó contra los armarios de cristal, los paneles de las puertas repiquetearon. No era su intención ser rudo, pero era imposible luchar contra la necesidad. Y peor aún, en los recovecos de su mente, no quería hacerlo.
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Levantó la cabeza y soltó un rugido que hirió incluso sus propios oídos y luego la mordió de nuevo, su control se quebró ante el festín para sus sentidos hambrientos. El segundo mordisco fue más alto y más cerca de su mandíbula, y la succión se hizo aún más intensa, la alimentación se extendió rápidamente a las fibras de sus músculos, fortaleciéndole, restaurándole, devolviéndole toda la fuerza física una vez más. La succión... a la mierda, la succión… Cuando por fin levantó la cabeza, estaba borracho de ella, su mente giraba por razones diferentes a las de la sed de sangre. Lo siguiente sería el sexo y de hecho miró a su alrededor en busca de una cama. Excepto... que estaban ¿en la despensa? ¿Qué demonios? Cristo, ni siquiera podía recordar cómo había sucedido todo esto. Sin embargo, estaba seguro de que no quería desangrarla, así que bajó la cabeza a su garganta. Sacando la lengua, le acarició la columna donde se había clavado dos veces, sintiendo terciopelo y saboreándola, oliéndola… El olor que entró en su nariz no era un perfume comercial. Y no era la excitación exuberante de una mujer, como había sentido al principio. Estaba aterrorizada. —¿No'One? —preguntó mientras la sentía temblar por primera vez. Con un grito ronco, ella comenzó a sollozar, y en su sorpresa, se quedó momentáneamente paralizado. Luego, mientras la sensación retornaba, sintió con toda claridad las uñas que se le clavaban en los brazos, su delicado cuerpo tratando de liberarse. La soltó de inmediato… No'One se estrelló contra el armario de la esquina y luego fue hacia la puerta, tiró de la manilla, haciendo repiquetear con tanta fuerza el cristal opaco que estuvo a punto de romperse. —Espera, déjame que… En el instante que abrió la cerradura ella salió volando, atravesó la cocina y salió por el otro lado como si estuviera corriendo por su querida vida. —¡Mierda! —salió tras ella—. ¡No'One! No le importaba que le oyeran mientras la llamaba una vez más, su voz resonó por los altos techos del comedor mientras esquivaba la larga mesa y luego se disparaba al vestíbulo.
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Mientras ella atravesaba la representación del manzano en el suelo, recordó la noche que habían tratado de llevarla de vuelta a casa de su padre, su camisón flotando tras ella, convirtiéndola en un fantasma mientras corría por el prado a la luz de la luna. Ahora su túnica se extendía detrás mientras se dirigía a las escaleras. El pánico de Tohr creció tan alto que se desmaterializó para perseguirla, tomando forma a medio camino y sin embargo, todavía no delante de ella. Continuando con su persecución a pie, la siguió más allá del estudio de Wrath y bajando por el pasillo a la derecha. En el instante que ella llegó a la habitación donde se alojaba, se arrojó dentro y cerró la puerta. Él llegó a los paneles de madera, justo a tiempo para oír girar la cerradura. Mientras la sangre femenina fluía por su organismo, dándole el poder que había estado desaparecido, el apetito por la comida que no había tenido, y el cerebro más lúcido conectado a la espina dorsal que hubiera tenido en años, recordó todo lo que no había hecho durante el tiempo que había estado en su garganta. Ella se había entregado voluntaria y generosamente, y él había tomado demasiado, demasiado rápido, en un cuarto oscuro donde podría haber sido cualquiera excepto el único al que ella había accedido a alimentar. La había asustado. O peor. Girando, apoyó la espalda contra la puerta y dejó que sus rodillas se doblaran hasta que tocó el suelo con el culo. —No me jodas... puta mierda. Dios lo condenara. Oh, espera, eso ya había sucedido.
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Capítulo 23
Justo antes de la hora de cierre en el Iron Mask, Xhex estaba en su oficina y sacudió la cabeza hacia Big Rob. En el escritorio entre ellos había tres paquetes más de cocaína con el símbolo de la muerte en ellos. —¿Me estás tomando el pelo con esta mierda? —Se la he quitado a un tipo hace diez minutos. —¿Lo has retenido? —Dentro de los límites de lo que es legal. Le he dicho que estaba haciendo trabajo administrativo. No le he dicho exactamente que era libre para irse… afortunadamente, está tan bebido que no está preocupado por sus derechos civiles. —Déjame ir a hablar con él. —Está dónde los quieres. Ella se encaminó hacia fuera y giró a la izquierda. La sala de interrogatorios estaba en el extremo del pasillo y no tenía un cerrojo en la puerta… la última cosa que necesitaban era un problema con el DPC. Crear más que problemas: dado lo que pasaba bajo este techo cada noche, la policía era conocida por husmear de vez en cuando. Abriendo la puerta, maldijo en voz baja. El tipo sentado a la mesa estaba desplomado sobre sí mismo, la barbilla apoyada sobre el pecho, los brazos colgando y las rodillas saliendo hacia fuera por los lados. Estaba vestido como un dandi desfasado en un estilo retro-futurista victoriano, luciendo un traje negro de corte ajustado y una camisa blanca con un cuello alto de encaje… y, por supuesto, algo que estaba pasado de rosca. En primer lugar, el tejido. Por otro lado, el hecho de que nada de esto estaba hecho a mano. Y los botones… Pero esto era lo que pasaba cuando a los humanos les gustaba fingir que hacían una incursión en la historia. Conseguían mierda equivocada cada vez. Cerrando la puerta sin hacer ruido, caminó hacia él en silencio, cerrando un puño… y estrellándolo contra la mesa para despertarlo. Oh, mira, tenía un pequeño bastón para completar el conjunto. Y una capa.
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Mientras el tipo oscilaba hacia atrás y se balanceaba sobre dos patas de la silla, ella cogió el bastón de ébano sobre la marcha y dejó que la gravedad decidiese qué hacer con el humano… Qué. Mono. En su boca abierta había dos colmillos de porcelana, como protecciones que habían sido pegados en sus caninos. Suponía que eso le hacía sentir todavía más como Frank Langella. Se sentó justo cuando él aterrizó en el suelo sobre la espalda, y estudió la calavera de plata en la cima del bastón mientras él se arrastraba desde el suelo, enderezando su estúpido disfraz además de la silla, y se aparcaba otra vez. Cuando se alisó el pelo negro azabache, aparecieron las raíces de color marrón ratón. —Sí, te vamos a dejar ir —dijo ella antes de que preguntase—. Y, siempre y cuando me digas lo que quiero saber, no meteré a nuestros amigos del DPC. —Está bien. Sí. Gracias. Al menos no fingía tener acento inglés. —¿Dónde has conseguido la coca? —Levantó una mano cuando él abrió su hocico —. Antes de que me digas que era de tus amigos y que sólo lo estabas guardando para ellos, o que pediste prestado el abrigo y esto estaba en los bolsillos, la policía no va a creer esa gilipollez más que yo… pero te garantizo que escucharán la mentira. Hubo un largo silencio durante el cual lo miró fijamente. Incluso se había puesto lentillas rojas para hacer que pareciese que sus iris estaban brillando. Se preguntó si él incluso había tratado de desmaterializarse a través de la pared. Estaba dispuesta a ayudarle a intentarlo. —Hice la compra en la esquina de Trade y la Octava. Hace más o menos tres horas. No conozco el nombre del tipo, pero normalmente está allí cada noche entre las once y las doce. —¿Sólo vende la mierda marcada con este símbolo? —Nooo. —El tipo parecía relajado, su acento de Jersey se hacía más fuerte—. Él mueve casi cualquier cosa. Atrás en la primavera, a veces yo no podía conseguir la coca. Pero, no lo sé, el pasado mes o así la ha tenido cada vez. Es lo que me gusta. ¿La rutina de Drácula era su rebelión contra el VBG?, se preguntó. —¿Por qué nombre es conocido eso? —dijo ella. —Daga. Se adapta a lo que soy. —Cuando señaló hacia su atuendo, el anillo del meñique con una piedra roja atrapó la luz—. Soy un vampiro. —De verdaaaaaad. Pensaba que no existían.
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—Oh, somos muy reales. —Él le echó una ojeada, sus ojos iban de Donjuán—. Podría presentarte a alguna gente. Meterte en el aquelarre. —¿Eso no es para las brujas? —Tengo tres esposas, ¿sabes? —Suena como que hay una multitud en tu casa. —Estoy buscando la cuarta. —Una oferta agradable, pero estoy casada. —Cuando dijo las palabras, el pecho le dolió—. Felizmente, debería añadir. No estaba segura en beneficio de quién lo había añadido. Dios, John… El golpe en la puerta fue suave. —Si —dijo ella sobre el hombro. —Tienes una visita. En el momento en que la respuesta golpeó sus oídos, su cuerpo volvió a la vida y de repente estuvo preparada para hacer pasar a este truco-o-trato a través de la puta puerta de cabeza. John llegaba temprano esa noche, lo que estaba bien para ella. —Hemos acabado —declaró, poniéndose en pie. El humano se levantó, sus fosas nasales ensanchándose. —Dios, tu perfume es… maravilloso. —No traigas esta mierda a mi casa de nuevo, o la próxima vez no vamos a tener ninguna conversación. ¿Está claro? Al abrir la puerta, fue golpeada por la esencia de vinculación de su compañero: aquellas especias oscuras se dispararon por el pasillo… Y allí estaba él, en el otro extremo, de pie en toda su altura fuera de su oficina. Su John. Cuando su cabeza giró hacia ella, la saludó con la barbilla y sonrió, sus ojos parecían los de un diablillo. Lo cual significaba que estaba más que preparado para ella. —Eres hermosa —respiró el farsante mientras daba un paso adelante. Ella estaba a punto de sacarlo de en medio cuando John vio al pequeño hijo de puta. Eso no le sentó bien.
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Su macho vinculado bajó el pasillo como rondando una presa, sus shitkickers lo suficientemente ruidosas como para ahogar el latido sordo del propio club. Su amigo con el sombrero y la capa todavía estaba concentrado en ella, pero eso no duró. Cuando llegó una carga de cerca de ciento cuarenta kilos, una acelerada fuerza de la naturaleza acercándose a él, realmente se encogió sobre sí mismo y se refugió detrás de Xhex. Varonil. Sip. Realmente todo un semental. John se paró en la puerta y bloqueó toda vía de escape, esos hermosos ojos azules suyos absolutamente agresivos mientras miraba ferozmente al humano por encima del hombro de ella. Dios, quería follárselo, pensó ella. Con un movimiento casual, hizo las presentaciones. —Este es mi marido, John. John, este ya se iba. ¿Cariño, quieres acompañarle fuera? Antes de que el farsante pudiese responder, John descubrió sus colmillos y dejó salir un siseo. Era el único sonido que podía hacer además de silbar, pero fue mejor que las palabras… —Oh, mierda —murmuró Xhex mientras se apartaba bruscamente. El aspirante acababa de mearse encima.
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John estaba más que feliz de sacar la basura. Estúpido humano, ¿mirando así a su hembra? El bastardo tenía suerte de que John estuviese tan cachondo. De lo contrario, se habría tomado el tiempo necesario para romperle una pierna o un brazo sólo para dejarlo claro. Agarrando al tipo por la nuca, se llevó a la fuerza al hijo de puta de mirada lasciva hacia la salida de la parte trasera, abrió la puerta de una patada y lo arrastró hacia el aparcamiento de atrás. Alguna versión de “Oh, Dios, por favor no me hagas daño” salió de su boca, y por una buena jodida razón. Sólo el velo más delgado de sentido común evitaba que John lo asesinase. Como no había forma de ordenarle al tipo que lo mirase, John giró de posición alrededor, lo agarró por los hombros y lo levantó hasta que sus bonitos zapatos de charol colgaron en el aire. Encontrando los ojos que tenían algún tipo de falso color rojo en ellos, John hizo entrar en trance al fantoche y limpió los recuerdos de esos colmillos que habían sido
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mostrados. Entonces… bueno, estuvo tentado de implantar una pequeña cancioncilla sobre como los vampiros existían de verdad y venían tras él. Una buena dosis de paranoia inducida podría darle un rápido final a esta farsa que el jodido estaba viviendo. Por otra parte, el esfuerzo no merecía la pena. Especialmente no cuando en este momento podría estar dentro de su hembra. Con una última sacudida, dejó ir al tipo, enviándolo a una carrera a muerte. El jodido estaba escuálido, el ejercicio le iría bien. Cuando John dio la vuelta hacia al club, vio la Ducati de Xhex aparcada junto al edificio bajo la luz de seguridad, y maldita sea… Se la imaginó a horcajadas sobre toda esa potencia, tendida sobre la máquina, acelerando la moto en una Autopista de la Muerte… Caminó majestuosamente hacia la puerta y la encontró abierta, con ella aguantándola. —Pensé que ibas a arrancarle la garganta —dijo, arrastrando las palabras. Estaba totalmente excitada. Cuando John se acercó a ella, no se detuvo hasta que sus pechos estuvieron contra el torso, y Xhex no se movió en lo más mínimo… lo cual, naturalmente, hizo que se excitase aún más. Dios, para empezar, ella era caliente, pero esta separación voluntaria que los sacudía estaba haciendo que estuviese aún más desesperado por estar con ella. —Quieres venir a mi oficina —dijo ella con un gruñido—. ¿O lo hacemos aquí fuera? Cuando sólo movió la cabeza como el capullo estúpido que era, ella se rió. —Qué te parece dentro, así no asustamos a los niños. Sí, para la mayoría de humanos el sexo no implicaba la extracción de sangre. Mientras ella guiaba el camino, él miraba sus caderas balanceándose y se preguntó si de hecho era anatómicamente posible que la lengua de una persona se arrastrase por el suelo. En el momento en que estuvieron encerrados juntos, estuvo sobre ella, besándola con fuerza mientras sus manos hacían rápido el trabajo de levantarle la camiseta. Cuando los dedos de ella se clavaron en su pelo, él se inclinó y lanzó una plegaria de agradecimiento porque nunca se molestase en llevar sujetador. Con un pezón succionado en su boca y una mano metida desde atrás entre sus piernas, la acomodó encima del papeleo de su escritorio. El siguiente movimiento fue para quitarle los pantalones de cuero, y luego se abalanzó y la penetró.
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Una follada rápida y frenética, del tipo que reorganizaba el mobiliario y probablemente llamaba la atención a eso mismo, era siempre la táctica de apertura. La segunda vez era más lenta. La tercera era esa mierda sensual que lograba una toma con un objetivo borroso en las películas. Era su forma típica de manejar un banquete: hartarse para tranquilizarse, concentrarse en los favoritos, rematar con un delicado aperitivo… Se corrieron a la vez, él inclinándose sobre ella, ella envolviéndole con las largas piernas alrededor de sus caderas, ambos sosteniéndose tan estrechamente como podían. Entre las sacudidas de la liberación, se le ocurrió levantar la cabeza y alzar la vista. Al otro lado del lugar había un archivador y una silla extra… y por alguna razón, notó por primera vez que la pared estaba hecha con bloques de hormigón y pintada de negro. Las mismas cosas que había mirado durante el último par de meses. Y nada de eso había sido registrado. Ahora, sin embargo, el hecho de que no fuera la casa de ella, o de él, le golpeó duro. Ella no lo había invitado a volver a su casa en el río desde que habían tenido esa primera sesión de órdago después de su separación. Xhex tampoco había ido a la mansión. Cerrando los ojos, intentó reconectar con lo que su cuerpo todavía estaba haciendo, pero todo lo que consiguió fueron vagas sensaciones latiendo bajo su cinturón. Abriendo los párpados, quiso mirarla a la cara, pero estaba arqueada hacia atrás y todo lo que pudo ver fue la punta de su barbilla. Y algunas tarjetas de fichar. Para sus porteros. Quienes podrían estar justo fuera de la puerta, escuchándoles. Mierda… esto era sórdido. Estaba teniendo una aventura ilícita… con su propia compañera. Al principio había sido tan excitante, como si estuvieran citándose de la forma que no habían hecho cuando habían empezado juntos la primera vez. Y había asumido que siempre sería tan divertido. Excepto que habían existido sombras todo el tiempo, ¿no? Apretando los parpados, se dio cuenta de que más bien quería hacer esto en una cama. En su cama de emparejados. Y no era porque él fuese tradicional, echaba de menos que ella durmiese a su lado. —¿Qué pasa, John?
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Él entreabrió los párpados. Debería haber sabido que se daría cuenta de donde estaba él… dejando de lado las habilidades symphath, lo conocía como nadie más lo hacía. Y ahora, mientras él se encontraba con sus ojos grises como el metal de un arma, una punzada de tristeza se le clavó en el pecho. Aunque realmente no quería hablar sobre ello. Tenían demasiado poco tiempo juntos. La besó larga y profundamente, imaginando que era el mejor tipo de distracción para ambos… y funcionó. Cuando la lengua de ella encontró la suya, empezó a moverse dentro de Xhex otra vez, las largas estocadas le llevaron hasta el borde y luego lo aliviaron hasta el final. El ritmo era lento pero inexorable, y él también fue arrastrado a un lugar donde su cabeza se calmó. La liberación fue una suave oleada esta vez, y él capeó el temporal con una especie de desesperación. Cuando hubo pasado, como todos los orgasmos, se volvió extremadamente consciente del distante y sordo zumbido de la música, y el golpeteo de los tacones en el pasillo, y el sonido lejano de un teléfono móvil. —¿Qué está mal? —dijo ella. Cuando él separó sus cuerpos, se dio cuenta de que ambos estaban casi completamente vestidos. ¿Cuándo fue la última vez que habían estado totalmente desnudos? Jesús… había sido durante ese período de felicidad después emparejamiento. Lo cual parecía un recuerdo lejano. Tal vez de otra pareja.
de
su
—¿Todo bien con Wrath esta noche? —preguntó mientras se subía los pantalones —. ¿Es eso lo que pasa? Su cerebro luchó por enfocarse, pero afortunadamente, sus manos estaban trabajando muy bien, y no sólo para abrochar el botón de su bragueta. Sip, la reunión fue bien. Aunque difícil de juzgar. La glymera es todo apariencias. —Mmm. —Ella nunca tenía mucho que decir sobre las cosas que implicaban a la Hermandad. Por otra parte, habida cuenta de su postura sobre que ella luchara, le sorprendió que sacara el tema de su trabajo en lo más mínimo. ¿Cómo te está yendo a ti esta noche?, dijo por señas. Ella recogió algo que había estado tirado en la mesa, una pequeña bolsa. —Tenemos un nuevo repartidor de droga en la ciudad. Cogió lo que ella le lanzó, frunciendo el ceño ante el símbolo estampado en el celofán.
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¿Qué demonios? Esto es… la Antigua Lengua. —Ajá, y no tenemos indicios de quién está detrás de esto. Pero te prometo que lo voy a averiguar. Déjame saber si puedo ayudarte. —Yo me encargo. Lo sé. El silencio que se alargó hasta resonar, sirvió para recordarle donde estaban… y donde no. —Tienes razón —dijo ella abruptamente—. No te he llevado a mi casa a propósito. Es suficientemente duro que tengas que dejarme aquí. Podría quedarme contigo. Podría mudarme y… —Wrath nunca lo permitiría… y con razón, debo añadir. Eres un activo muy importante para él, y mi cabaña difícilmente es tan segura como la mansión. Además, ¿qué coño haríamos con Qhuinn? Él se merece una vida, también… y al menos dónde tú estás tiene alguna autonomía. Días alternos, entonces. Ella se encogió de hombros. —¿Hasta que deje de ser suficiente? John, esto es lo que tenemos… y es más de lo que consigue mucha gente. No crees que Tohr moriría por ser capaz de… No es suficiente para mí. Soy codicioso, y eres mi shellan, no sólo un ligue. —Y yo no puedo volver a la mansión. Lo siento. Si lo hago, terminaré odiándoles… y a ti. Me gustaría fingir que puedo estar completa lejos de esta mierda de la lucha, y ser todo “Como desees”, pero no puedo. Hablaré con Wrath… —Wrath no es el problema. Siguieron tu ejemplo. Todos ellos. Cuando no contestó, ella se acercó a él, puso las palmas en su rostro y lo miró a los ojos. —Esta es la forma como tiene que ser. Ahora vete para que pueda cerrar. Y vuelve a mí mañana a primera hora. Ya estoy contando los minutos. Lo besó con firmeza. Y luego se alejó y salió de la oficina.
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Capítulo 24
No’One despertó con un enorme y horrorizado grito, del tipo que acompañaba a un asesinato sangriento. Necesitó un momento para darse cuenta de que ella estaba haciendo ese sonido, su boca completamente abierta, su cuerpo rígido, sus pulmones ardían cuando exhalaba. Afortunadamente, había dejado las luces encendidas, y miró frenéticamente las paredes cubiertas de papel toile del dormitorio y las cortinas y la colcha. A continuación, se concentró en su túnica… sí, tenía la túnica puesta, no un camisón fino. Había sido un sueño. Un sueño… No estaba en un sótano en la tierra. No estaba a merced del symphath… —Lo siento. Jadeando, se recostó contra el cabecero acolchado. Tohrment estaba de pie justo dentro de la habitación, con la puerta cerrada detrás de él. —¿Estás bien? —dijo. Ella tiró de la capucha para ponerla en su lugar, escondiéndose debajo —Yo… —los recuerdos de lo que había pasado entre ellos le hacía difícil pensar claramente—. Estoy… bastante bien. —No puedo creerlo —dijo él con voz ronca—. Dios… lo siento mucho. No hay excusa para lo que hice. Y no me acercaré a ti nunca más. Lo juro… La angustia de su voz mordió en ella tan certera como si fuera la suya propia. —Todo está bien… —Una mierda lo está. Incluso te provoqué una pesadilla…
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—Lo que me despertó no fuiste tú. Fue… de antes —dijo, respirando hondo—. Es extraño, no he soñado con lo… que me sucedió… nunca. He pensado en ello a menudo, pero cuando duermo, sólo tengo oscuridad. —¿Y ahora? —él apretó los dientes. —Yo estaba de vuelta en el subterráneo. En el sótano. El olor allí abajo… querida Virgen Escriba, el olor. —Envolviéndose con sus brazos, sintió la corriente de aire tan clara como si estuviera otra vez detrás de aquella áspera puerta de roble—. Depósitos de sal… Había olvidado los depósitos de sal. —¿Perdón? —Había depósitos de sal allí abajo para los animales… por eso mis cicatrices se quedaron grabadas. Siempre me había preguntado si tal vez él había usado algún tipo de poder symphath o algo para alterar mi piel. Pero no, había depósitos de sal, y carnes en salazón. —Sacudió la cabeza—. Me había olvidado de ellos hasta ahora. He olvidado tantos detalles precisos… Cuando una maldición medio gruñida salió de él, ella levantó la mirada. La expresión de Tohrment sugería que lamentaba no poder matar a ese symphath otra vez… pero lo ocultó, como si no quisiera trastornarla. —Creo que nunca te dije que lo sentía —dijo en voz baja—. En aquel entonces, en la casa de campo con Darius. Él y yo lamentamos mucho lo que habías… —Por favor, no hablemos más sobre el tema. Gracias. En el incómodo silencio que siguió, su estómago gruñó. —Deberías comer —murmuró ella. —No tengo hambre. —Tu ba… —Se puede ir al diablo. Levantando la mirada hasta su figura, ella estaba asombrada por la diferencia en él: incluso después de tan poco tiempo, el color había vuelto a su rostro, su postura era más erguida, sus ojos mucho más alertas. La sangre era una cosa tan poderosa, pensó ella. —Te alimentaré otra vez. —Como él la miraba como si hubiera perdido el juicio, ella levantó la barbilla y encontró su mirada—. Da por seguro, lo haré otra vez. Por ver esta mejoría en él en tan poco tiempo, soportaría esos momentos de terror de nuevo. Siempre estaría atrapada por su pasado, pero oh, el cambio en él: su sangre le había liberado de su fatiga… y eso le mantendría vivo fuera, en el campo. —¿Cómo puedes decir eso? —su voz era brusca hasta el punto de chasquear.
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—Es simplemente el modo en que siento. —La obligación no debería llevarte tan lejos como a tu infierno personal. —Esa es mi elección, no la tuya. Sus cejas se arquearon con dureza. —Fuiste un cordero para el sacrificio en aquella despensa. —Si eso fuera cierto, no estaría respirando en este momento, ¿verdad? —¿Te ha gustado el sueño que has tenido? ¿Te has divertido con él? —Cuando ella retrocedió, él se acercó con paso airado a las ventanas cerradas y se quedó mirando fijamente como si pudiera ver a través de ellas al jardín—. Eres más que una criada o una puta de sangre, lo sabes. Con la altivez apropiada ella le informó. —Servir bien a los demás es una tarea noble Mirando por encima de su hombro, sus ojos encontraron los de ella a pesar de la capucha. —Pero tú no lo haces para ser noble. Estás bajo esa túnica, ocultando tu belleza y tu posición social para castigarte. No creo que esto tenga algo que ver con alguna especie de veta altruista. —No me conoces ni sabes mis motivaciones… —Estaba excitado. —Ante eso ella parpadeó—. Tenías que haberlo sabido. Bueno, sí, ella lo supo. Pero… —Y si estoy en tu vena otra vez, eso va a pasar. Otra vez. —Sin embargo, no pensabas en mí —indicó ella. —¿Eso marcaría una diferencia? —Sí. —Estás segura de eso —dijo él con sequedad. —No hiciste nada al respecto. Y una alimentación no va a ser suficiente… tú debes saberlo. Ha pasado demasiado tiempo para ti. Ya has llegado bastante lejos, pero pronto vas a necesitar más. Cuando él soltó una maldición, ella levantó la barbilla una vez más, poco dispuesta a echarse atrás. Después de un largo momento, él negó con la cabeza. —Eres tan… rara. —Tomaré eso como un cumplido.
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Desde el otro lado del dormitorio, Tohr apartó la mirada de No’One y tuvo que respetar la mierda que salía de ella… aunque estuviera claro que estaba chiflada: Estaba completamente erguida, a pesar del hecho de que tenía marcas de mordiscos en el cuello, que se había despertado gritando y que se enfrentaba a un Hermano. Cristo, cuando había oído ese grito, casi había derribado la maldita puerta. Las visiones de ella con otro cuchillo de algún tipo, provocándose un gran daño, le había lanzado a la acción. Pero todo lo que había encontrado era ella en el centro de la cama, ajena a cualquier cosa menos lo que sucedía en su cabeza. Depósitos de sal. Jodido infierno. —Tu pierna —dijo él suavemente—. Cómo ocurrió. —Él me puso un grillete de acero en el tobillo y me encadenó a una viga. Cuando él… vino a mí… el brazalete se me clavó. Tohr cerró los ojos ante las imágenes. —Oh, Dios… Él no estaba seguro de qué decir después de eso. Se quedó allí de pie, impotente, triste… lamentando que tantas cosas no hubieran sido diferentes en sus vidas. —Creo que sé por qué estamos aquí —dijo ella bruscamente. —Porque gritaste. —No, quiero decir… —Ella se aclaró la garganta—. Siempre me he preguntado por qué la Virgen Escriba me llevó al Santuario. Pero Lassiter, el ángel, tiene razón. Estoy aquí para ayudarte, como me ayudaste tú hace tiempo. —No te salvé, por lo que recuerdo. No al final. —Sin embargo, lo hiciste. —Él negó con la cabeza cuando ella le interrumpió—. Yo solía verte dormir… allá en el Viejo País. Siempre estabas a la derecha del fuego, y dormías de lado frente a mí. Me pasaba horas memorizando el modo en que el resplandor de la turba jugaba sobre tus ojos cerrados, tus mejillas y tu mandíbula. De repente, pareció que la habitación se replegaba sobre ellos, cada vez más estrecha, más pequeña… más caliente. —¿Por qué? —Porque no te parecías al symphath en absoluto. Tú eras oscuro y él era pálido. Tú eras corpulento y él era delgado. Tú eras amable conmigo… y él no lo fue. Tú fuiste lo único que impidió que me volviera completamente loca.
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—Nunca lo supe. —No quería que lo supieras. Después de un momento, él dijo en tono grave: —Siempre planeaste quitarte la vida. —Sí. —¿Por qué no hacerlo antes del nacimiento? —Joder, él no podía creer lo sinceros que se estaban poniendo. —No quería maldecir a la criatura. Había oído los rumores sobre lo que pasaba si tomabas el asunto en tus propias manos, y estaba dispuesta a aceptar las consecuencias para mí. ¿Pero el niño no nacido? Venía al mundo con tanta tristeza para empezar, pero al menos podría hacer de su destino lo que pudiera. Y, sin embargo, ella no había sido maldecida… tal vez debido a sus circunstancias… Dios sabía que ella había sufrido bastante en su camino a la salida. Tras aquel comentario, él negó con la cabeza otra vez. —Acerca de la alimentación. Aprecio tu oferta, de verdad. Pero de alguna manera, no puedo imaginar que una repetición de esa escena escaleras abajo nos vaya a hacer algún bien a cualquiera de los dos. —Admite que te sientes más fuerte. —Dijiste que no habías soñado con aquella mierda desde que ocurrió. —Un sueño no es… —Es suficiente para mí. Aquella barbilla suya se levantó otra vez, y maldito si ese hábito no era… bueno, no atractivo, no. No, no era atractivo. En realidad. —Si pude sobrevivir a los acontecimientos —dijo ella— puedo soportar los recuerdos. En ese momento, mirando fijamente su muestra de voluntad desde el otro lado de la habitación, él sintió un vínculo con ella, tan seguro como si una cuerda los hubiese unido corazón con corazón. —Ven a mí otra vez —anunció ella—. Cuando tengas necesidad. —Ya veremos —dio por concluido el asunto—. Ahora, ¿estás… bien? ¿Aquí en este dormitorio, quiero decir? Puedes cerrar la puerta con llave… —Estaré bien, si vienes a mí otra vez. —No'One…
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—Es el único modo que tengo de hacer las cosas bien contigo. —No tienes que hacer nada bien. Honestamente. Dándose la vuelta, se dirigió a la puerta, y antes de salir, la miró por encima del hombro. Ella estaba contemplando sus manos entrelazadas, con la cabeza encapuchada inclinada. Dejándola con la poca paz que ella tenía, llevó su estómago gruñón a su habitación y se desarmó. Estaba realmente muerto de hambre, su apetito de comida escavaba un pozo sin fondo en el bajo vientre… y aunque hubiera preferido ignorar la demanda, no tenía opción. Pidió a Fritz que subiera una bandeja, y pensó en No'One, y se lo dijo al doggen para asegurarse que ella recibía algo de comer también. Luego llegó el momento de la ducha. Después de abrir el grifo, se desnudó y dejó la ropa en el suelo de mármol allí donde cayó. Estaba en el proceso de pasar por encima del montón cuando se contempló en el largo espejo sobre los lavabos. Incluso para su ojo indiferente, era obvio que su cuerpo se había recuperado, los músculos apretados bajo la piel, los hombros hacia atrás donde debían estar en vez de hundidos en el diafragma. Lástima que no se sintiera mejor sobre la recuperación. Entrando en el espacio acristalado, se quedó de pie bajo el chorro, extendió los brazos, y dejó que el agua corriera por su piel. Cuando cerró los ojos, se encontró de nuevo en la despensa, en la garganta de No'One, trabajando su vena. Debería haber tomado su muñeca, no su garganta… de hecho, por qué no había… De repente, el recuerdo le inundó por completo, los sabores y olores y la sensación de esa hembra contra él detuvieron sus pensamientos e intensificaron sus sentidos. Dios, ella había sido… como un amanecer. Abriendo los ojos, bajó la mirada a la erección que se había dado a conocer con la primera imagen. Su pene estaba proporcionado al resto de él… lo que significaba que era largo, grueso y pesado. Y capaz de funcionar durante horas. Cuando dio un tirón demandando atención, temió que la excitación fuera como el hambre en su tripa: que no se iría a ninguna parte hasta que hiciera algo al respecto. Sí, cómo no. No era algún posttrans con una erección permanente y una mano peluda. Podía elegir si se hacía una paja o no, ¡por Dios!… y eso sería un gran NO. Cogiendo la pastilla de jabón, se enjabonó las piernas, y deseó ser V… no, no con las velas negras y esa mierda. Pero por lo menos si tuviera la mente de ese vampiro, podría pensar en, digamos, la estructura molecular del plástico, o la composición química de la pasta de dientes fluoruro, o… cómo la gasolina impulsaba a los coches.
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O supuso que podía pensar en petimetres… que, dado que no se sentía atraído por ellos, bien podría llevarle a un desinflamiento misericordioso. El problema era que sólo era Tohrment, hijo de Hharm… así que se quedó bloqueado tratando de recordar cómo hacer las galletas Toll House: no sabía una mierda sobre nada, le importaba un bledo los deportes, y no había leído un periódico o mirado las noticias de TV en años. Además, se trataba de la única maldita cosa que sabía cómo hacer… ¿qué les ponías? ¿Mantequilla? ¿Criscoviii? ¿Masilla? Cuando no se le ocurrió nada, empezó a preocuparse de que su canal Cocina no sólo fuera incompetente, sino que no iba a hacer una mierda por su estúpido mango. Le dio otra oportunidad. Y sólo pudo recordar cómo abrir la maldita bolsa de patatas fritas. Erecto, con las caderas rígidas, y desesperado, cerró los ojos… y pensó en su Wellsie, desnuda y en su cama. En su sabor y sensación, en todas las maneras que habían estado juntos, en todos los días pasados entrelazados y jadeando. Agarrándose a sí mismo, fijó las imágenes de su compañera en la primera fila de su mente, cubriendo todo lo que tenía que ver con No'One. No quería a esa otra hembra en este espacio, debería ocuparse del asunto, lo que no quería hacer, pero pondría bien los malditos límites del juego. Segurísimo que no podía elegir su destino, pero sus fantasías estaban totalmente listas para aprovecharlas. Acariciando su eje, trató de recordar todo sobre la bella pelirroja: la forma en que su cabello había lucido sobre el pecho de él, el brillo de su sexo desnudo, como sus senos habían alcanzado su punto máximo cuando ella estaba de espaldas. Sin embargo, sólo eran parte de un libro de historia, y las ilustraciones se habían descolorido… como si su mente hubiera robado la tinta de las páginas. Perdió la concentración, abrió los párpados y pasó al “hola cómo estás” de su mano envuelta en aquella cabrona excitación, intentando bombear algo, lo que fuera. Era como exprimir una máquina de Coca-Cola… sin conseguir nada. Bueno, excepto por el vago picor donde la piel se ceñía a la punta. —Maldita sea. Dejando caer la mala idea, se puso a trabajar con el jabón, pasando la barra sobre el pecho y bajo las axilas. —¿Mi señor? —Fritz llamó del otro cuarto—. ¿Necesitará alguna otra cosa? Él no iba a pedir porno al doggen. Era puaajjj a tantos niveles.
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—Ah, no, gracias, Fritz. —Muy bien. Que tenga un bienaventurado sueño. Sí. Claro. —Tú, también. Después de que la puerta exterior se volviera a cerrar, Tohr se enjabonó la cabeza como suponía que todos los machos hacían: Sacas un montón de esa mierda, te lo restriegas por el pelo como si trataras de eliminar la mancha de una alfombra, y luego te quedas de pie bajo la ducha para siempre porque has usado demasiado de lo que fuera que Fritz te había comprado. Más tarde, decidiría que habría sido mejor mantener los ojos abiertos. Tan pronto como cerró los párpados para que no le entrara espuma en los ojos, el chorro caliente bajó por su torso golpeándole en las manos, y la urgencia para llegar al orgasmo regresó aun más fuerte que antes, su polla palpitaba, sus huevos se apretaban… Al instante, volvía a estar abajo en la despensa, con la boca en la suave garganta de No'One, succionando y tragando hasta llenar su vientre, sus brazos apretándola con fuerza contra su cuerpo… Tu shellan es bienvenida aquí. Sacudió la cabeza ante el sonido de la voz de ella en su oído interno. Pero entonces comprendió que esa era la respuesta. Reorganizándose, le dijo a su cerebro que las imágenes eran de su Wellsie. Que el sentimiento, la sensación, el olor, el sabor… eran de su Wellsie, no de otra hembra. No era un recuerdo. Era su compañera volviendo a él… La liberación fue tan repentina, que en realidad retrocedió, sus ojos se abrieron por completo, su cuerpo se sacudió no por el orgasmo sino por la sorpresa de que, sí, de hecho, en efecto tuvo uno en la VR, no en algún paisaje de ensueño. Mientras se acariciaba y montaba la cima, se miró correrse, su sexo haciendo lo que se supone que hacía, expulsando chorros que golpeaban la mojada pared de mármol y el cristal de la puerta. La visión era menos erótica que biológica. Sólo era una función, comprendió. Como respirar y comer. Sí, se sintió bien, pero también lo hacía respirar profundamente: en este vacío de emoción, en esta ducha solitaria, en realidad sólo eran una serie de eyaculaciones que escupía a través de la próstata.
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Los sentimientos daban sentido al sexo, tanto si se trataba de una fantasía o era con tu compañera… o si estabas con alguien que no te gustaba mucho, en realidad. O no quieres querer, señaló una voz interior. Cuando su cuerpo hubo acabado, temió que fuera una situación de primer round, porque todavía estaba todo tan erecto como había estado cuando comenzó. Pero al menos no se sentía como si hubiera engañado a su compañera. De hecho, no sentía nada en absoluto, y eso era bueno. Enjuagándose, salió, se secó con una toalla… y se llevó el trozo de toalla con él al dormitorio. Estaba bastante seguro de que después de comer, las cosas iban a ponerse sucias cuando se acostara, y no por algún tipo de indigestión. Pero estaba… bien. Tan bien como podría estar alguna vez, supuso. El sexo que había tenido con su compañera había sido monumental, demoledor, transformador... como fuegos artificiales. Esta mierda era tan sexy como un resfriado. Mientras no pensara en… Se detuvo y se aclaró la garganta, aunque no estaba hablando en voz alta. En tanto no pensara en nadie más de ideología femenina, él estaría bien.
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Capítulo 25
La noche siguiente, Xcor permanecía de pie en el profundo hueco de la entrada de un edificio de ladrillos en el corazón del centro de la ciudad. Retranqueado casi un metro, el espacio formaba una especie de ataúd, proporcionándole tanto sombras para ocultarse, como dónde ponerse a cubierto de balas perdidas. Se encontraba solo y estaba total y completamente cabreado mientras hacía un estudio del área sin perder de vista el elegante coche negro que había seguido hasta aquí. Levantando el antebrazo, miró el reloj. Otra vez. ¿Dónde estaban sus soldados? Había llegado aquí después de separarse del grupo para seguir a Assail, pero antes de marcharse, le había dicho a los otros que se encontraran con él después de haber terminado su primera ronda de combate… una tarea de localización que no debería haberles sido difícil. Todo lo que tenían que hacer era un reconocimiento tejado-a-tejado en la parte de la ciudad donde era más común el tráfico de drogas. Para nada difícil. Y aun así, estaba aquí solo. Assail se encontraba todavía dentro del edificio de enfrente, probablemente teniendo trato con más de la misma clase que había matado la noche anterior. El establecimiento de negocios donde había entrado era en apariencia una galería de arte, pero Xcor era anticuado, no ingenuo. Toda suerte de bienes y servicios podían ser subcontratados desde cualquier tipo de establecimiento “legítimo”. Fue casi una hora más tarde cuando el otro vampiro finalmente reapareció y la luz sobre la entrada posterior fue captada por su denso cabello negro y sus facciones de depredador. Aquel coche de suelos bajos en el que deambulaba estaba aparcado a un lado y mientras caminaba a su alrededor, un anillo de algún tipo relució en su dedo meñique. Moviéndose como lo hacía, vestido como estaba de negro, parecía… exactamente un vampiro. Siniestro, sensual y peligroso.
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Haciendo una pausa ante la puerta del coche, metió la mano dentro de la chaqueta para sacar las llaves... Y se volvió con una pistola para enfrentarse a Xcor. —¿Honestamente piensas que no sé que estás vigilándome? Aquella pronunciación era tan del viejo mundo, tan marcada, que el acento prácticamente convertía las palabras en un lenguaje extranjero… o lo que hubiera sido uno si Xcor no estuviera tan íntimamente familiarizado con el dialecto original. ¿Dónde estaban sus jodidos soldados? Cuando Xcor se adelantó, tenía una semiautomática propia, y no fue sin satisfacción que observó al otro macho retroceder ligeramente cuando cayó en la cuenta de quién era. —¿Esperabas a un Hermano, quizás? —dijo Xcor, arrastrando las palabras. Assail no bajó el arma. —Mis asuntos son míos. No tienes ningún derecho a seguirme. —Es de mi incumbencia todo lo que yo determine que lo sea. —Tu manera de hacer las cosas no funcionará aquí. —¿Y qué “maneras” son esas? —Aquí hay leyes. —He oído que así es. Y estoy bastante seguro de que has infringido varias en tus esfuerzos. —No me refiero a las leyes humanas. —Como si fueran del todo irrelevantes… y al menos podían coincidir en eso. —La Antigua Ley estipula que... —Estamos en el Nuevo Mundo, Assail. Nuevas reglas. —¿Según quién? —Yo. El macho entrecerró los ojos. —¿No nos estamos sobrepasando? —Llega a tus propias conclusiones. —Entonces mantendré mi posición. Y ahora debería despedirme, a menos que planees dispararme. En cuyo caso, te llevaré conmigo. —Levantó la otra mano. En ella llevaba un pequeño dispositivo manual negro—. Solo para asegurarme de que nos entendemos, la bomba que está conectada al chasis de mi coche explotará si se contrae mi pulgar… que es precisamente la clase de contracción automática que ocurriría si me pones una bala en el pecho o en la espalda. Ah, y acaso debería
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mencionar que la explosión tiene un radio que incluye de sobra el lugar donde estás parado y la detonación es tan eficaz que no serás capaz de desmaterializarte fuera del área con la suficiente rapidez. Xcor rió con genuino respeto. —Sabes lo que dicen de los suicidas ¿no es así? Que no entran al Fade. —No es suicidio si me disparas primero. Es defensa propia. —¿Y estás dispuesto a ponerlo a prueba? —Si tú lo estás. El macho parecía completamente indiferente con la elección, en paz con vivir o morir, despreocupado de la violencia y el dolor… y sin embargo tampoco desconectado el asunto. Habría sido un soldado excepcional, pensó Xcor. Si no hubiera sido castrado por su mami. —Entonces —murmuró Xcor— tu solución es recíproca autodestrucción. —¿Qué va a ser? Si Xcor hubiera tenido su respaldo en su puesto, habría tenido una mejor manera de manejar esto. Pero no, los bastardos no estaban por ningún lado. Y un principio fundamental al entrar en conflicto era que, si te enfrentabas con un enemigo que estaba a tu mismo nivel, que estaba bien provisto y armado de valor, entonces no entablabas batalla… te retirabas, reagrupabas y volvías a luchar bajo circunstancias más favorables para tu propia victoria. Además, tenían que mantener vivo a Assail, lo suficiente como para que el Rey pudiera ir a verlo. Sin embargo, nada de esto le sentó bien. Y el humor de Xcor, que en un principio ya era sombrío, se volvió absolutamente negro. No dijo nada más. Simplemente, se desmaterializó a otro callejón situado a un kilometro, dejando que su partida hablara por sí misma. Mientras retomaba forma junto a un quiosco de periódicos cerrado, estaba furioso con sus soldados, la cólera por la confrontación con Assail se transfirió y magnificó al pensar en los machos. Iniciando la búsqueda por su cuenta, fue de un edificio abandonado a un club, luego a un salón de tatuajes y a un bloque de apartamentos, hasta encontrarlos en el rascacielos. Cuando tomó forma, todos estaban allí, holgazaneando como si no tuvieran nada mejor que hacer.
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La violencia sustituyó la sangre de sus venas, abriéndose paso por su cuerpo, hasta el punto en que empezó a sentir el zumbido de la locura en los confines de su cráneo. Era la sed de sangre, por supuesto. Pero conocer el origen del problema no hacía nada para moderar sus emociones. —¿Dónde demonios estabais? —demandó, con el viento batiéndose a su alrededor. —Dijiste que te esperáramos aquí... —¡Os dije que vinierais a buscarme! Throe se llevó las manos a la cabeza. —¡Maldita sea! Todos necesitamos teléfonos, no solo… Xcor se abalanzó sobre el macho, agarrándolo del abrigo y arrojándolo contra una puerta de acero. —Cuida. Tu. Tono. —En esto llevo la razón… —No vamos a volver a discutir sobre esto. Xcor se apartó de un empujón, alejándose del macho, su gabán sacudido hacia un lado por el sofocante viento huracanado que soplaba sobre la ciudad. Throe, sin embargo, no iba a dejarlo estar. —Podríamos haber estado donde querías que estuviéramos. La Hermandad tiene tel… Se dio media vuelta. —¡Que se joda la Hermandad! —¡Habrías tenido más suerte haciendo eso si tuviéramos medios de comunicación! —¡La debilidad de la Hermandad está en sus muletas tecnológicas! Throe negó con la cabeza, todo aristócrata-que-sabía-lo-que-convenía-hacer. —No, ellos miran hacia el futuro. Y no podemos competir con ellos si vivimos en el pasado. Xcor cerró las manos. Su padre, más bien el Bloodletter, directamente hubiera arrojado al hijo de puta desde la azotea del edificio, por su insolencia e insubordinación. Y Xcor incluso se adelantó dando un paso hacia el macho. Salvo que, pensó con fría lógica. Había un modo más provechoso de manejar esto. —Salimos al campo de batalla. Ahora.
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10º Hermandad de la Daga Negra
Mientras sostenía la mirada directa de Throe, había una y solo una respuesta aceptable y los demás lo sabían, a juzgar por el modo en que desenfundaron sus armas y se dispusieron para dar batalla al enemigo. Y, ah sí, Throe, siempre el dandi que apreciaba el orden social, incluso en situaciones militares, naturalmente hizo lo mismo. Aunque, había otras razones por las cuales acataba las órdenes por encima y más allá de afinidades y consensos: era por aquella deuda que creía estaría pagando por siempre. Era por su compromiso con los otros bastardos, que había crecido con el paso del tiempo y era mutuo, hasta cierto punto. Y, por supuesto, era por su queridísima hermana difunta, quien, de algún modo, estaba todavía con él. Bueno, en sentido práctico, ella más bien estaba con Xcor. Cuando asintió con la cabeza, sus soldados y él viajaron en una espuma de moléculas, lanzándose hacia la red de callejones de la ciudad. Mientras lo hacían, Xcor recordó aquella noche hacía tanto tiempo, cuando un refinado gentilmacho se le aproximó en una sórdida parte de Londres con un propósito letal. El convenio para arreglar esa solicitud había sido bastante más complejo de lo que Throe había contemplado. Conseguir que Xcor matara a aquel que había deshonrado a su hermana había requerido mucho más que solo los chelines que llevaba en los bolsillos. Había requerido de su vida entera. El ir pagando esa deuda lo había convertido en alguien que era mucho más que un miembro de la glymera que de casualidad llevaba un nombre de Hermano: Throe había vivido a la altura del legado de su sangre, superando ampliamente cualquier expectativa. Superando ampliamente toda expectativa. En verdad, Xcor había cerrado el trato para usar al macho como un ejemplo de debilidad ante los demás. Se suponía que Throe iba a ser un humillante fracaso en contraste con los verdaderos soldados, un subyugado, un mariquita llorón que iba a terminar roto con el tiempo y luego moldeado para servirlos. No era así como habían terminado. Abajo al nivel del suelo, el callejón en el que tomaron forma era repugnante y pegajoso por el calor del verano y mientras sus soldados se desplegaban en abanico detrás de él, abarcaban los confines de una pared de ladrillo a la otra. Ellos siempre cazaban juntos como una manada, a diferencia de la Hermandad, permanecían juntos. De modo que todos vieron lo que pasó después.
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10º Hermandad de la Daga Negra
Desenvainando una de sus dagas de acero, Xcor empuñó el mango con fuerza. Se dio la vuelta hacia Throe. Y le abrió al macho las tripas de un tajo. Alguien gritó. Varios maldijeron. Throe se encorvó sobre la herida... Xcor tomó al macho del hombro, retiró el arma y volvió a apuñalarlo. El olor a sangre fresca de vampiro era inconfundible. Sin embargo, era necesario que hubiera dos fuentes de sangre, no una sola. Envainando su daga, empujó a Throe hacia atrás, haciendo que el macho cayera cuan largo era en el suelo. Luego tomó de la vaina una de las navajas de Throe y pasó el borde afilado por la cara interna de su propio antebrazo. Pasando la herida sobre toda la parte superior del cuerpo de Throe, forzó luego la daga ensangrentada en la mano del soldado. Entonces, se puso de cuclillas y sostuvo la mirada del macho con ojos despiadados. —Cuando la Hermandad te encuentre, te recogerán y atenderán tus heridas y vas a averiguar dónde viven. Vas a decirles que te he traicionado y quieres luchar de su lado. Vas a congraciarte con ellos y a encontrar un modo de infiltrarte en su domicilio. —Agitó un dedo frente al rostro del macho—. Y debido a que estás tan jodidamente comprometido con el intercambio de información, vas a decírmelo todo a mí. Tienes veinticuatro horas y luego tú y yo nos vamos a reunir… o los restos de tu dulce hermana van a alcanzar un deshonroso final. Los ojos de Throe saltaron de sus órbitas en su rostro pálido. —Sí, yo la tengo. —Xcor se inclinó aun más, hasta que estuvieron cara a cara—. La he tenido todo el tiempo con nosotros. Así que escucha lo que te digo: no olvides con quién yace tu lealtad. —Tú… bastardo… —En eso tienes razón. Tienes hasta mañana. En la Cima del Mundo, a las cuatro a.m. No faltes. Los ojos del macho se encendieron al encontrar su mirada y el odio que vio en ellos era suficiente respuesta: Xcor tenía las cenizas de la fallecida del macho y ambos sabían que si él era capaz de enviar a su segundo al mando a las entrañas de la bestia, tirar aquellos restos hechos polvo dentro de un contenedor de basura, en un retrete inmundo o en la canasta freidora del McDonald, no sería nada especial para él. La amenaza de todo aquello era, sin embargo, más que suficiente para encadenar a Throe. Y justo como hiciera en otra época, así también se sacrificaría ahora por quien había perdido.
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10º Hermandad de la Daga Negra
Xcor se levantó de un salto dándose la vuelta. Sus soldados estaban de pie hombro con hombro, un muro amenazante que se enfrentaba a él directamente. Pero no le preocupaba una insurrección. Cada uno de ellos había sido criado, si uno podía llamarlo así, por el Bloodletter… enseñado por aquel sádico macho en el arte del combate y del castigo. Si estaban sorprendidos, solo debería ser de que Xcor no hubiera hecho esto antes. —Regresad al campamento por el resto de la noche. Tengo una reunión a la que acudir, si vuelvo para encontrar que alguno de vosotros se ha marchado, le daré caza y no lo dejaré herido. Acabaré la faena. Se marcharon sin mirar a Throe, o en realidad, tampoco a él. Prudente elección. Su furia era más cortante que el filo de las dagas que acababa de usar.
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Cuando dejaron a Throe abandonado, solo en el callejón, este apoyó la mano abierta contra sus abdominales, ejerciendo presión para reducir la pérdida de sangre. Aunque su cuerpo estaba incapacitado por el dolor, su visión y oído preternaturalmente agudos se enfocaron en el entorno: los edificios que se inclinaban sobre él eran altos y sin luces. Las ventanas eran angostas y tenían cristales gruesos ondulados. El aire olía a carne asada, como si no se encontrara lejos de un restaurante especializado en el asado a la parrilla. Y allá en la distancia, escuchó las bocinas de los coches, el sonido de los frenos de un autobús y la risa estridente de una mujer. Todavía era temprano en la noche. Cualquiera podía encontrarlo. Amigo. Enemigo. Lesser. Hermano. Al menos, Xcor le había dejado con la daga en la mano. Con una maldición, se dio vuelta girando sobre el costado e intentó incorporarse... Y vaya si aquello no resolvió el problema de que todo se registrara con tanta intensidad y volumen. Con un nuevo y violento embate de agónico tormento, el mundo se retiró, la bomba que estalló en sus entrañas fue de tal magnitud que se preguntó si algo no se le habría roto. Moviéndose con cuidado, regresó a donde había estado, pensando que Xcor bien podría haberse equivocado. Quizás este callejón sería su ataúd, en vez de encontrarse servido en bandeja a la Hermandad. En efecto, mientras yacía tendido en su sufrimiento, se dio cuenta de que debería habérselo esperado. Se había acostumbrado a encontrarse a gusto en presencia de aquel macho, del mismo modo que un entrenador de tigres podía volverse
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descuidado. Había dado por sentado ciertos patrones de comportamiento, encontrando en ellos un equivocado sentido de seguridad y previsibilidad. En realidad, el peligro no se había disipado, sino que había aumentado. Y tal como había sido desde el primer instante con Xcor, él permanecía atrapado por las circunstancias que los habían reunido. Su hermana. Su pura y hermosa hermana. La he tenido todo el tiempo con nosotros. Throe gimió, pero no debido a sus heridas. ¿Cómo había conseguido Xcor hacerse con las cenizas? Había asumido que su familia había realizado una ceremonia apropiada, encargándose de ella como correspondía. ¿Y cómo podría haber sabido que no era así? No se le había permitido ver a su madre o a su hermano una vez que había cerrado el trato, y su padre había fallecido diez años antes. Era una injusticia sin nombre: uno hubiera esperado, que aunque fuera en la muerte, ella tuviera la paz que se merecía. Después de todo, el Fade había sido creado para almas tan luminosas y encantadoras como ella había sido. Pero sin haber tenido la ceremonia... Queridísima Virgen Escriba, podía habérsele negado la entrada. Esta era una nueva maldición que pesaba sobre él. Y sobre ella. Contemplando el cielo, del cual no podía ver casi nada, se quedó pensando en la Hermandad. Si lo encontraban antes de que muriera, y si lo acogían, como Xcor había asumido, haría lo que se requería de él. A diferencia de los otros en la Banda de los Bastardos, él vivía según su propio juramento de lealtad, que no era ni para el Rey, ni para Xcor, ni para sus camaradas soldados, aunque, en realidad, había comenzado a volverse hacia aquellos machos. No, su lealtad era para alguien más… y Xcor lo sabía. Que era por lo cual ese déspota había hecho tiempo atrás el esfuerzo de reunir alguna garantía adicional para evitar que Throe lograra desvincularse de... Al principio asumió que el hedor en la brisa cálida venía del contenedor de basura, resultado del cambio de dirección del viento, que llevaba el olor de algún desecho de comida abandonado. Pero no, el horrible bouquet tenía ese revelador dulzor. Levantando la cabeza, miró a lo largo de su cuerpo y a través de metros y metros de pavimento. Al final del callejón, aparecieron tres lessers.
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10º Hermandad de la Daga Negra
Sus risas anunciaban su sentencia de muerte, y aun así se encontró sonriendo, incluso cuando unos destellos apagados indicaron que habían desenvainado unos cuchillos. La idea de que el destino hubiera frustrado el plan de Xcor parecía ser una nota perfectamente aceptable con la que partir. Excepto por su hermana… ¿cómo podría ayudarla si estaba muerto? Mientras los asesinos se aproximaban, supo que lo que iban a hacerle haría que el dolor en su estómago pareciera nada más que un golpe en el dedo del pie. Pero tenía que pelear y lo haría. Hasta el último latido de su corazón y el éxodo final de su aliento, lucharía con todas sus fuerzas por la única cosa por la que valía la pena vivir.
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Capítulo 26
Maldita fuera, pero Tohr notaba una diferencia en sí mismo. Por mucho que odiara admitirlo, mientras John, Qhuinn y él se dirigían a sus cuadrantes en el centro de la ciudad, se sentía más fuerte, más ágil... lúcido como un hijo de puta. Y sus sentidos estaban de vuelta: se acabaron los problemas de equilibrio. Su visión era perfecta. Y su audición era tan buena que podía captar el roce de las patas de las ratas mientras trataban de refugiarse en los callejones. Nunca te dabas cuenta de lo espesa que era la niebla hasta que se levantaba. La alimentación era sin lugar a dudas poderosa, especialmente teniendo en cuenta su tipo de trabajo, y sí, claramente necesitaba una nueva profesión. Contable. Recogedor de pelusas. Psiquiatra de perros. Cualquier cosa donde sentaras tu culo toda la noche. Por otra parte, no podría ahvenge a su Wellsie haciendo nada de eso. Y después de todo lo que había sucedido la noche anterior, desde lo que había pasado en la despensa, hasta lo que se había hecho a sí mismo después de irse por fin a la cama, se sentía como si tuviera cosas por las que compensarla. Cristo, el hecho de que No'One le hubiera dado tanta fuerza le hizo pensar que el recuerdo de Wellsie de alguna manera había sido violado. Manchado. Erosionado. Cuando se alimentó de la Elegida Selena, no le había molestado tanto, tal vez porque todavía había estado en el modo neurosis de guerra... probablemente debido a que no se había excitado en lo más mínimo, antes, durante o después. Joder, estaba tan preparado para luchar esta noche. Y menos de tres manzanas más adelante encontró lo que buscaba: el olor de lessers. Mientras él y los muchachos empezaban a correr silenciosamente no sacó ninguna de sus armas. Con el humor que le dominaba, el mano a mano era lo que buscaba y si tenía suerte… El grito que cortó a través de los sonidos apagados del tráfico distante no fue hecho por una hembra. Bajo y entrecortado, sólo podía haber salido de una garganta masculina.
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A la mierda el acercamiento silencioso. Echando a correr, se disparó girando la esquina de un callejón y chocó contra un muro de olores que no tuvo problemas en procesar: sangre de vampiro, dos tipos, masculinas. Sangre de asesino, un tipo, fétida y desagradable. Efectivamente, más adelante, había un vampiro sobre el asfalto, dos asesinos de pie y un lesser dando tumbos alrededor, después de obviamente haber sido golpeado en la cara. Lo que explicaba el grito. Esa era toda la información que necesitaba para continuar. Saltando hacia delante, se envió a sí mismo volando y bloqueó a uno de los lessers, atrapando al hijo de puta rodeando su cuello con el brazo y lanzándolo como una tarta por el aire. Mientras la gravedad se encargaba del asunto y estrellaba la cara del enemigo contra el pavimento, la tentación fue matarle de una paliza… pero con alguien herido en el centro del callejón se trataba de una situación de emergencia. Sacó una de sus dagas, se la clavó al cabrón en el pecho y restableció su posición de combate antes de que el flash se desvaneciera. Más a la izquierda, John se estaba encargando del lesser con la fuga en la mejilla, clavándole de nuevo de vuelta a su impío creador. Y Qhuinn se había encargado del número tres, balanceándolo y lanzándolo de cabeza contra una pared. Con ningún enemigo más con quien participar, al menos por el momento, Tohr corrió hacia el macho caído. —Throe —suspiró mientras se fijaba en el tipo. El soldado estaba de espaldas, agarrándose el estómago con la mano que no estaba sobre su daga. Mucha sangre. Mucho dolor, dada la expresión torturada. —¡John! ¡Qhuinn! —gritó Tohr—. Mantened los ojos bien abiertos en busca de compañía de la variedad de los Bastardos. Mientras conseguía un silbido y un "Recibido" en respuesta, se puso en cuclillas y le buscó el pulso. La oscilación que encontró no era una buena señal. Tumbándole con cuidado, se encontró con un par de ojos azul cielo. —¿Me vas a decir quién te ha hecho esto? O déjame jugar al preguntas y respuestas por mí mismo. Throe abrió la boca, tosió un poco de sangre y cerró los ojos. —Vaaaale, voy a adivinar que tu jefe. ¿Cómo voy? —Tohr levantó la mano del tipo y echó un vistazo a la herida intestinal. Y sobre las heridas—. Sabes, nunca perteneciste a ese cabrón. No hubo respuesta, pero el chico no estaba frío, su respiración era demasiado rápida. El jadeo indicaba la clase de dolor que no solo llegaba con la conciencia.
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Aunque fuera lo que fuera Xcor era la única explicación. La Banda de Bastardos siempre luchaba en escuadrón y nunca dejarían a un soldado atrás… a menos que Xcor se lo hubiera ordenado. Por otra parte, ¿dos tipos de sangre de vampiro? Tenía que haber sido un conflicto de daga contra daga. —¿Qué ha pasado? ¿Vosotros dos os pusisteis a discutir que tomar para la Última Comida? ¿Código de vestir? ¿O fue algo más serio? ¿Homer contra Pedro Picapiedra? Hizo un rápido trabajo desarmando al soldado, quitándole dos armas buenas y útiles, un montón de munición, varios cuchillos, un trozo de cable de asfixiar y… —Ten cuidado —ladró cuando Throe levantó el brazo. Agarrándolo con facilidad, le forzó a bajarlo sin apenas esfuerzo—. Los movimientos rápidos van a hacerme terminar el trabajo que Xcor comenzó. —Hoja en la espinilla… —fue la respuesta con voz ronca. Tohr registró el pantalón y, hola, más metal. —Por lo menos te mantenía bien abastecido —murmuró Tohr mientras sacaba el móvil y marcaba el número del complejo. —Tengo una situación —dijo cuando V respondió. Después de un rápido intercambio con su Hermano, él y Vishous decidieron llevar al hijo de puta al centro de entrenamiento. Después de todo, el enemigo de tu enemigo puede ser tu amigo... bajo las circunstancias adecuadas. Además, el mhis que rodeaba el complejo podría emborronar cualquier cosa, desde los GPS a Santa Claus. No había manera que la Banda de Bastardos pudiera encontrar al tipo si eso resultaba ser una trampa. Diez minutos más tarde, Butch llegó con el Escalade. Throe no tenía mucho que decir sobre que le levantaran, le transportaran y le tumbaran en el asiento de atrás: el hijo de puta por fin estaba fuera de combate. La buena noticia era que eso significaba que no era una amenaza inmediata… pero sería un beneficio devolverle a la vida. ¿Moneda de cambio? ¿Fuente de información? Una base... Las opciones de uso eran interminables. —Justo la clase de pasajeros que me gustan —dijo Butch mientras se volvía a sentar detrás del volante otra vez—. Ninguna posibilidad de que vaya a tratar de dar órdenes desde el asiento de atrás. Tohr asintió con la cabeza. —Voy contigo…
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El primer disparo que se escuchó salió del cuarenta de John, y Tohr volvió a entrar de inmediato en el modo de lucha cerrando de golpe la puerta del Escalade, al mismo tiempo que iba por su propia arma. El segundo disparo vino del enemigo, quienquiera que fuese. Se lanzó para cubrirse detrás del SUV a prueba de balas, pero aún así Tohr golpeó el panel lateral para avisar al poli que se largara echando leches. Throe era demasiado valioso como para perderlo por algo tan aburrido como un escuadrón de lessers. Peor aún, podrían ser los Bastardos. Mientras el Hermano pisaba el acelerador, Tohr se quedó con el culo al aire, pero se encargó de eso rápido, se agachó y rodó para convertirse en un objetivo en movimiento al que sería difícil acertar. Las balas le siguieron, excepto que el tipo con el dedo en el gatillo no sabía cómo guiar a la presa… el repiqueteo sobre la acera se acercaba a él, pero no lo suficientemente rápido. Y cuando se acercó al Dumpster, se tiró detrás de la cosa y se dispuso a devolver el fuego, tan pronto como supiera dónde estaban sus chicos. Silencio en el callejón… No, eso no estaba bien. Algo chorreando, como si se filtrara del vientre de hierro de la enorme papelera de reciclaje le hizo fruncir el ceño y echar un vistazo hacia abajo. No era el contenedor de basura. Mierda. Le habían dado. Como un ordenador ejecutando un análisis, miró en su cuerpo e identificó las fuentes de los daños. Torso, lado izquierdo, en las costillas. Parte superior del brazo, parte inferior, diez centímetros bajo el estómago. Y... eso era todo. Ni siquiera había sentido los disparos y no estaba drenado por ellos, ni por el dolor ni por la pérdida de sangre. Maldita fuera la alimentación… era como echar combustible para aviones en tu tanque. Y, por supuesto, ayudaba que las balas no hubieran acertado nada importante, solo rasguños superficiales. Sacó la cabeza por el lateral del Dumpster pero no pudo ver a nadie en el callejón, aunque podía sentir asesinos por todas partes, cubriéndose. Al menos no olía nada de sangre fresca que no fuera la suya. Así que John y Qhuinn estaban bien, gracias a Dios. La calma que siguió le puso de los nervios. Especialmente mientras seguía.
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Joder, alguien tenía que poner esta lucha de nuevo a toda velocidad. Butch se dirigía de vuelta con una bomba de tiempo en su bodega de carga, y Tohr quería estar allí cuando el hermano llegara al complejo. Más del tema de ¡Jeopardy! De la nada, esa espantosa escena de la despensa le golpeó de nuevo, el hambre, la lucha de No'One y la reacción que atravesó su cuerpo. La gran garra de la ira le mordió en el trasero, arruinando su concentración, sacándole de la lucha y poniéndole exactamente donde no quería estar. Mientras su cerebro se revolvía y su pecho ardía, tenía ganas de gritar. En su lugar, optó por otra forma de forzar su mente a otra parte. Poniendo ambas armas delante de él, saltó de detrás del contenedor de basura. Hablando de pararrayos. Los gatillos fueron disparados. El plomo salió volando. Y él era el objetivo. Cuando su hombro golpeó hacia atrás supo que le habían dado de nuevo, pero no le prestó ninguna atención. Se concentró en la fuente, descargó ambas semis en la esquina oscura, disparando ronda tras ronda mientras caminaba hacia adelante. Alguien estaba gritando pero no podía oírlo, no lo oía. Estaba en piloto automático. Era... invencible.
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Cuando entró la llamada para el personal médico, No'One estaba en la sala de exploración del centro de entrenamiento, entregando un montón de ropa recién doblada que venía directamente de la secadora y todavía estaban un poco caliente. En el escritorio, Doc Jane se inclinó hacia el teléfono. —¿Él está qué? ¿Puedes repetir eso? ¿Quién? ¿Y lo traes aquí? En ese momento, la puerta del pasillo se abrió de golpe y No'One dio un involuntario paso atrás. Los Hermanos Vishous y Rhage llenaron la habitación… mientras irrumpían, los luchadores estaban serios, sus ojos oscurecidos, las cejas bajas y los cuerpos tensos. Tenían dagas en la mano derecha. —Espera, sí, están aquí. ¿Cuál es tu TELL? Bueno, si, estaremos listos para él. — Jane colgó y miró a los hombres—. Supongo que vosotros estáis al cargo de la seguridad.
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—Malditamente cierto. —Vishous asintió con la cabeza hacia la mesa de operaciones—. Así que no puedo ayudarte. —Porque vas a tener un cuchillo en la garganta de mi paciente. —Cierto. ¿Dónde está Ehlena? La conversación floreció mientras Doc Jane comenzaba a reunir material y personal, y en el caos que siguió, No'One rezó porque nadie la viera. A quien iban a traer… Como si Vishous le leyera la mente, miró en su dirección. —Todo el personal no esencial tiene que salir del centro de entrenamiento… El teléfono de escritorio sonó de nuevo con un toque estridente y la sanadora Jane se lo llevó al oído una vez más. —¿Hola? ¿Qhuinn? ¿Qué…? ¿Qué? ¿Ha hecho qué? —Los ojos de la mujer se dispararon a su compañero, sus mejillas pálidas—. Dime la gravedad ¿Y necesita transporte? ¿Tienes…? Gracias a Dios. Sí, me ocuparé de ello. Colgó el teléfono y habló con voz hueca. —Tohr está herido. Varias veces. ¡Manny! —gritó—. ¡Tenemos otro en camino! ¿Tohrment? Vishous maldijo. —Si Throe le ha metido una sola bala… —Se puso en la línea de fuego —cortó Jane. Todo el mundo se congeló. Mientras No'One apoyaba una mano en la pared para no caerse, Rhage dijo suavemente: —¿Perdona? —No sé mucho más. Qhuinn solo ha dicho que salió a descubierto, levantó las dos cuarenta y… caminó hacia la lluvia de disparos. El otro médico, Manuel, llegó volando por la otra puerta. —¿A quién tenemos ahora? Hubo más conversación en ese punto, las voces profundas se mezclaban con el tono más alto de la hembra. Llegó Ehlena, la enfermera. Dos Hermanos más. No'One se hundió en la esquina del armario de suministros, quedando fuera del camino mientras miraba al suelo y rezaba. Cuando un par de enormes botas negras interrumpieron su línea de visión sacudió la cabeza sabiendo lo que le diría.
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—Tienes que irte. La voz de Vishous era firme y segura. Casi amable, lo que era algo nuevo. Levantando la barbilla, miró a esos ojos diamantinos fríos. —En verdad, tendrás que matarme y arrastrar mi cuerpo fuera de aquí si quieres que me vaya. El Hermano frunció el ceño. —Mira, estamos trayendo algo peligroso… Un sutil y repentino gruñido pareció sorprender al macho. Tonto, pensó ella, teniendo en cuenta que él estaba haciendo… No, él no lo hacía. Lo hacía ella. Esa advertencia salía de su propio pecho, irrumpiendo de sus propios labios. Cortando el sonido, pronunció: —Me quedaré. ¿En qué sala vas a tratarle? V parpadeó, como si estuviera atónito y no conociera la sensación. Después de un momento, miró por encima del hombro a su compañera. —Ah, Jane… ¿dónde vas a ocuparte de Tohr? —Justo aquí. Throe está pasando a nuestra segunda sala de urgencias… menos puertas, así que menos riesgo de fuga. El Hermano se dio la vuelta y se alejó, pero fue sólo para conseguir un taburete y llevárselo a ella. —Esto es en caso de que te canses de estar de pie. Luego, la dejaba quedarse. Querida Virgen Escriba, quién caminaba hacia el fuego enemigo sin protección, se preguntó. La respuesta, en lo que se refería a ella, hizo que se le agarrotaran las tripas: alguien que quería morir en el cumplimiento del deber. Eso era. Quizá sería mejor si Layla le alimentaba. Menos complicado… no. No menos. La Elegida era increíblemente hermosa, sin ninguna deformidad. Sí, él había indicado que no quería a nadie de manera sexual, pero la determinación de un macho podía ser puesta a prueba por una hembra que tenía ese aspecto. Y esa respuesta le mataría. No'One era mejor para él. Sí, eso era cierto. Ella se ocuparía de sus necesidades.
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Mientras continuaba justificando las cosas para sí misma, el hecho de que la idea de él en la garganta de la Elegida rubia la pusiera curiosamente violenta no era nada que quisiera examinar muy cerca.
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Capítulo 27
Throe se despertó en un vacío. No veía, tampoco oía, no tenía ninguna sensación en su cuerpo, como si la oscuridad circundante lo hubiera reclamado por completo. Ah, entonces esto era Dhund, pensó él. Lo contrario del luminoso Fade. El tenebroso lugar donde aquellos que habían pecado en la tierra eran encerrados para la eternidad. Este era el infierno del Omega, y por cierto, hacía calor. Su estómago estaba en llamas… —No, estás equivocado. Ese lesser también recibió un disparo desde lo alto. Alguien más estaba en la escena. Los sentidos de Throe volvieron con rapidez, sacándole del vacío con la misma certeza con que el sol sale sobre el paisaje… sin embargo, tuvo mucho cuidado de no alterar la respiración, ni moverse. Ese macho no era uno de sus compañeros soldados. Y tampoco lo era el segundo que habló. —¿De qué hablas? —Cuando me acerqué para apuñalarlo de vuelta al Omega, él estaba acribillado a balazos, algunos de los cuales solo podrían haber sido disparados desde una posición ventajosa encima de él. Te estoy hablando de la parte superior de su cráneo, de sus hombros, esa mierda era un desastre. —¿Alguno de nuestros muchachos allá arriba? —No que yo sepa. Una tercera voz dijo. —No. Todos estábamos a ras del suelo. —Alguien más liquidó al hijo de puta. Seguro que Tohr metió algo de plomo en él, pero eso no fue todo… —Cállate. Nuestro invitado está volviendo en sí.
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Con la treta acabada, Throe abrió los ojos. Ah, sí. Esto no era el Dhund… pero estaba puñeteramente cerca. La totalidad de la Hermandad de la Daga Negra forraba las paredes de la habitación en la que estaba, los machos le clavaban la mirada agresivos hasta la médula. Y eso no era todo. Había algunos otros con ellos, a todas luces, soldados… además de esa hembra, la que había matado al Blodletter. Además el gran Rey Ciego. Throe enfocó la atención en Wrath. El macho llevaba puestas gafas oscuras, pero aún así, la mirada arrolladora detrás de esas lentes se sentía muy evidente. Por cierto, el vampiro más importante del planeta estaba como había sido siempre, un luchador enorme con la astucia de un maestro estratega, la expresión de un verdugo y un cuerpo lo suficientemente fuerte como para rematar ambas consideraciones. Tenía un nombre apropiado. Y Xcor había elegido un adversario muy, muy peligroso. El Rey dio un paso al lado de la cama. —Mis cirujanos salvaron tu vida. —No lo dudo —dijo Throe con voz áspera. Adorada Virgen Escriba, tenía la garganta lastimada. —Así que del modo en que yo lo veo, en condiciones normales, un macho de valía tendría una deuda conmigo. Pero teniendo en cuenta con quien compartes la cama, las reglas normales no se aplican. Throe tragó un par de veces. —Mi primera lealtad, mi única… lealtad… es para mi familia… —Una puñetera familia —masculló el Hermano Vishous. —Mis relaciones de sangre, lo son. Mi… amada hermana… —Pensé que estaba muerta. Throe fulminó con la mirada al luchador. —Lo está. El Rey se interpuso entre los dos. —Basta, basta, basta… éste es el trato. Cuando estés bastante bien, vas a ser puesto en libertad, serás libre para salir y decirle al mundo que mis muchachos y yo somos tan compasivos y justos como la jodida Madre Teresa, a pesar de que tu jefe es… —Era. —Lo que sea. En pocas palabras, eres bienvenido a permanecer de una sola pieza…
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—A menos que hagas estallar la mierda —intervino Vishous. El Rey miró de manera furiosa al Hermano. —… siempre y cuando actúes como un caballero. Incluso te traeremos a alguien para alimentarte. Cuanto antes salgas de aquí, mejor. —¿Y si quisiera pelear a vuestro lado? Vishous escupió en el suelo. —Nosotros no aceptamos traidores… Wrath volvió los ojos de repente. —V. Cierra tu puta boca. O te vas al pasillo. Vishous, hijo del Blodletter, no era el tipo de macho al que alguien le hablaba de ese modo. Excepto, al parecer, Wrath. En este caso, el Hermano con los tatuajes en el rostro, pervertida reputación y la mano de la muerte, hizo exactamente lo que se le había dicho. Cerró la puta boca. Lo que decía mucho acerca de Wrath. ¿Verdad? El Rey volvió la cabeza. —Pero yo pondría atención en enterarme quién te hirió. —Xcor. Las fosas nasales de Wrath se ensancharon. —¿Y te dejó por muerto? —Aye. —En algún nivel, él todavía no podía creerlo. Lo cual lo señalaba como un estúpido—. Aye… lo hizo. —¿Esa es la razón por la que ahora eres leal a tu propia sangre? —No. Eso siempre ha sido cierto. Wrath asintió con la cabeza y cruzó los brazos sobre el pecho. —Tú dices la verdad. —Siempre. —Bien, buena cosa que les abandonaras ahora, hijo. La Banda de los Bastardos está pateando un nido de avispas del tipo de las que no se marcharan sin más. —En verdad… no hay nada que pueda decir que tú ya no sepas. Wrath se rió con suavidad. —Un diplomático. Vishous interrumpió con:
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10º Hermandad de la Daga Negra
—Intenta animal muerto… La mano de Wrath se disparó hacia arriba en el aire, el diamante negro del anillo del Rey brilló. —Que alguien saque esta boca de este cuarto. O lo haré yo. —Me voy. Después de que el Hermano se marchara, el Rey se frotó la frente. —Bien. Basta de hablar. Te ves como la mierda… ¿dónde está Layla? Throe comenzó a negar con la cabeza. —No tengo ninguna necesidad de sangre… —Gilipolleces. Y no vas a morir bajo nuestra vigilancia de manera que Xcor pueda acusarnos de asesinarte. No voy a darle ese tipo de arma. —Cuando el Rey echó a andar hacia la puerta, Throe por primera vez notó que había un perro junto al macho… llevando un arnés que Wrath aferraba. ¿Era realmente ciego?—. Huelga decir que esto va a ser presenciado… Oh, hola, Elegida. El cerebro de Throe dejó de funcionar cuando una visión entró en el cuarto. Una completa… visión. Alta, de cabellos y ojos hermosos, vestida con una túnica blanca, era sin duda una Elegida. Era bellísima, pensó. Un amanecer que vivía y respiraba… un milagro. Y ella no estaba sola, como era apropiado para una joya semejante. A su lado, Phury, hijo de Ahgony, era un muro de protección, su rostro tenso con tanta fuerza, que parecía como si tal vez ¿ella fuese suya? Incluso tenía una daga negra en la mano… aunque estaba discretamente sostenida junto al muslo, sin duda para que la hembra no lo viera y se alarmase. —Te voy a dejar para esto —dijo Wrath—. Pero si yo fuera tú, me cuidaría. Aquí mis chicos, están un poco nerviosos. Después de que el gran Rey Ciego se marchase con su perro rubio, Throe se quedó a solas con los Hermanos, los soldados… y esa hembra. A medida que avanzaba por la habitación, su sonrisa era una fuente de paz y femineidad en medio de la parafernalia vil de guerra y muerte, y si él no hubiese estado acostado, se habría hincado de rodillas de admiración. Había pasado tanto tiempo desde que había estado alrededor de una hembra de valía. En verdad, se había acostumbrado demasiado a las mujeres de la calle y a las prostitutas, a quienes trataba como damas por costumbre, no por corresponder. Los ojos de Throe se llenaron de lágrimas. Ella le recordaba lo que su hermana debería haber sido.
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10º Hermandad de la Daga Negra
Phury dio un paso delante de ella, bloqueando la vista cuando se inclinó y puso los labios justo en el oído de Throe. A la vez que le apretaba el bíceps hasta que este gritó de dolor, el Hermano gruñó en voz baja. —Te pones duro y te castraré tan pronto como ella salga. Bien… si eso no era claro como el cristal. Y una mirada rápida en torno a la habitación sugirió que Phury no sería el único que vendría detrás de él. Los otros Hermanos se disputarían trozos de su esqueleto muerto si él se excitaba. Enderezándose en toda su altura, Phury sonrió a la hembra como si no estuviera sucediendo nada de qué preocuparse. —Este soldado está muy agradecido por el regalo de tu vena, Elegida. ¿Verdad? El “gilipollas” no fue dicho. Y el apretón de nuevo presionando en el brazo de Throe era encubierto y enfático. —Siempre estoy agradecido, su Gracia —exhaló él. En ese momento, la Elegida sonrió a Throe, robándole el aliento. —Si puedo ser útil, incluso en una pequeña medida, a un macho de valía como usted, soy dichosa. No hay mayor servicio para la raza que luchar contra el enemigo. —Yo puedo pensar en al menos uno más —dijo alguien en voz baja. Cuando Phury le hizo señas para acercarse a la cama, Throe solo pudo quedarse con la mirada clavada en el rostro de la hembra, su corazón luchaba por decidir si latir acelerado o detenerse por completo. Y mientras se imaginaba qué sabor podría tener ella, trató de no lamerse los labios… de seguro eso estaría incluido en la lista de actividades prohibidas. También recordó con severidad a su sexo que permaneciera flácido o perdería a sus dos estúpidas mejores compañeras. —No soy digno —le dijo en voz baja a ella. —Puñeteramente cierto —gruñó alguien. La Elegida miró con el ceño fruncido por encima de su hombro. —Oh, pero sin duda lo es. Alguien que esgrime un puñal con honor contra los lessers es digno. —Ella volvió la mirada hacia él—. Señor, ¿puedo servirle ahora? Oh… maldita sea. Sus palabras fueron directamente a su polla. Poniendo el tronco erecto de inmediato, el cual se engrosó instantáneamente hasta la punta que no tardó en escocer de necesidad. Throe cerró los ojos y rogó por fuerza. Y mala puntería para los Hermanos. Ninguna de las cuales era probable le fuese concedida… La muñeca de ella estaba cerca de sus labios… él podía olerla.
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10º Hermandad de la Daga Negra
Los ojos llameantes se abrieron de repente y vio la vena frágil a corta distancia… y, que la misericordia de la Virgen Escriba lo salvase, en lo único que podía pensar era en extender la mano hacia ella, acariciar la mejilla suave… Una daga negra le obligó a bajar el brazo. —Sin tocar —dijo Phury de manera tenebrosa. Bien... si eso era todo por lo que el Hermano estaba preocupado, obviamente no se había percatado del asunto debajo de la cintura. Y lejos de estar de acuerdo en hacerse castrar, Throe no haría nada para que eso sucediera… por lo que no era bueno tocar. Sin tocar estaba bien para él…
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Mientras Tohr yacía en la cama, se despertó con el pensamiento de que era un poco temprano para dormir. ¿No debería estar peleando? ¿Por qué estaba… —Trae a Layla aquí tan pronto como sea posible —ladró una voz masculina—. No podremos operar hasta que su presión sanguínea suba… ¿Qué decía?, se preguntaba Tohr. ¿Quién tenía la presión arterial mal…? —Ella estará aquí TPCSP —llegó una respuesta muy lejana. ¿Estaban hablando de él? Nah, no podía estar… Cuando abrió los ojos de repente, la lámpara industrial colgando directamente sobre su cara, aclaró las cosas con rapidez. Este no era su dormitorio, esto era la clínica en el centro de entrenamiento. Y ellos estaban hablando de él. Todo volvió en un instante. Él saliendo de detrás de aquel contenedor de basura. Su cuerpo siendo acribillado, mientras avanzaba, abriendo fuego. Él disparando hasta quedar encima de la forma apestosa y caída de aquel asesino. Después de eso, se había tambaleado de un lado a otro, como un palo apenas clavado en el suelo. Luego las luces se habían apagado. Con un gemido, se empujó hacia arriba, pero su palma resbaló sobre el acolchado de la camilla. Supuso que estaba sangrando… La cara bien parecida de Manello apareció de pronto en su línea de visión, reemplazando a lo brillante y reluciente de la lámpara. Vaya… mira esa expresión. El bastardo lucía como alguien que acababa de conseguir entrada para Disneylandia. ¡Sorpresa! —No deberías estar consciente.
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—Esto está mal, eh. —Tal vez un poco peor. Sin ánimo de ofender, pero ¿en qué coño estabas pensando? —El buen cirujano se volvió y corrió hacia la puerta, asomando la cabeza hacia el pasillo—. ¡Necesitamos a Layla aquí! ¡Ya! En ese momento, hubo alguna conversación pero él no podía seguir nada de eso y no porque estuviera herido. A pesar de todas sus pupa-pupa, su cuerpo tenía una monumental opinión acerca de quién iba a alimentarse… y en lo que al se refería, tan preciosa como la Elegida era, no iba a ser de ella. Y fue una sorpresa darse cuenta por qué. Quería a No’One. Si bien no era justo… —Yo lo haré. Cuidaré de él. Ante el sonido de la voz de No’One, Tohr apretó los dientes y sintió que una oleada lo atravesaba. Al volver la cabeza, miró por entre las mesas rodantes con el instrumental quirúrgico… y allí estaba en el rincón más alejado, la capucha en su sitio, el cuerpo quieto, las manos agitándose bajo las mangas de la túnica. En el instante en que la vio, sus colmillos se alargaron, y su cuerpo llenó su propia piel, el entumecimiento residual se alejó y dejó al descubierto todo tipo de sensaciones: el dolor a un lado del cuello y debajo del brazo, el hormigueo en la punta de los caninos nítido como si él ya hubiera atacado, el hambre en sus entrañas… por ella. La inanición en su polla… por ella. Mierda. Rápidamente disimuló la excitación tirándose la cortina quirúrgica alrededor y sosteniéndola delante de sus caderas. —Vale. No deberías ser capaz de levantarla —masculló Manny. ¿Lo era? Oh, bueno, míralo… ¿Y en cuanto a la segunda dosis de sorpresa del doctor? Estupendo tipo, pero él estaba siendo un humano tonto del culo cuando se trataba de la cosa de la alimentación. ¿Con este tipo de hambre por esta hembra en particular? Mierda, Tohr era Superman, capaz de levantar un Hummer mientras, con la mano libre hacía malabares en el aire con un Smart. Sin embargo, él estaba preocupado por No’One. La última vez había sido una falla épica. Excepto que al otro lado del cuarto, ella le hizo un gesto de asentimiento con la cabeza, como si supiera con exactitud lo que a él le preocupaba y de todos modos, estuviera lista para llegar hasta el final. Por alguna razón, el coraje de la hembra le hizo picar los ojos.
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—Déjanos —le dijo al cirujano sin mirar al hombre—. Y no dejes entrar a nadie hasta que te llame. Maldijo y masculló. Todo lo cual ignoró. Y cuando por fin oyó la puerta cerrarse, tomó control firme de sus instintos, el saber que estaba a solas con ella atemperaba todos los impulsos para alimentarse. No iba a lastimarla o a volver a asustarla. Y punto. La voz aflautada de No’One cortó a través del silencio. —Estás sangrando tanto. Oh, joder, ellos no deberían haberle limpiado aún. —Se ve peor de lo que es. —Entonces deberías estar muerto. Él se rió un poco. Luego un poco más… y culpó de semejante estupidez a la pérdida de sangre. Porque nada de esta mierda era gracioso. Cuando se frotó la cara, golpeó una parte en carne viva y tuvo que recostarse… lo que le hizo preguntarse si podría estar en problemas… y no del tipo sexual. ¿Cuántas balas tenía adentro? ¿Qué tan cerca había estado de morir? Sin intención de ofender, pero ¿en qué coño estás pensando? Quitándose de encima todo, él extendió la mano y le hizo señas. A medida que ella se acercaba, su cojera se hacía más pronunciada y cuando llegó a la mesa, apoyó la cadera contra el borde como si su pierna estuviera molestándola. —Deja que te traiga una silla —dijo él haciendo ademán de levantarse. Su mano delicada lo echó para atrás. —Yo lo haré. Al verla cojear a lo largo del recorrido, fue obvio que ella estaba dolorida. —¿Cuánto tiempo has estado de pie? —Un rato. —No deberías haberte quedado. Ella acercó el taburete y gimió cuando cargó su peso sobre los pies. —No hasta que supiera que estabas en casa a salvo. Ellos dijeron… que entraste en la línea de fuego. Dios, deseaba poder verle los ojos. —No es la primera vez que he hecho algo estúpido. ¿Como si de alguna manera eso hiciera las cosas mejor? Idiota.
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—No quiero que mueras —susurró ella. Dios. Maldita sea. La sincera emoción en esas palabras lo dejó perplejo. Cuando el silencio volvió a gobernar, él se quedó con la mirada clavada en la sombra formada por la capucha, pensando en ese momento cuando había salido caminando de detrás de ese Dumpster. Luego volvió más hacia atrás en su memoria… —¿Sabes qué? He estado cabreado contigo durante años. —Cuando ella pareció respingar, él moderó el tono—. Simplemente no podía creer lo que te hiciste. Habíamos llegado tan lejos, tú, yo y Darius. Éramos una especie de familia y creo que en cierto modo siempre he sentido como que tú nos traicionaste. Pero ahora… después de haber perdido todo lo que tengo… entiendo el por qué. Realmente lo entiendo. Ella bajó bruscamente la cabeza. —Oh, Tohrment. Él extendió la mano y cubrió la de ella. Salvo que entonces él se dio cuenta que la suya estaba ensangrentada y manchada, una horrible parodia contra la pureza de su piel. Cuando comenzó a apartarse, ella se la agarró y las mantuvo unidas. Él carraspeó. —Sí, supongo que entiendo por qué lo hiciste. En aquel momento, no podías ver a nadie excepto a ti misma. No estabas lastimando a las personas a tu alrededor… estabas poniendo fin a tu propio sufrimiento porque simplemente no podías soportarlo un minuto más. Se hizo un largo silencio y luego ella dijo en voz baja. —Cuando avanzaste hacia esas balas anoche, estabas tratando de… —Eso tuvo que ver exclusivamente con la lucha. —¿En serio? —Sí. Solo estaba cumpliendo con mi trabajo. —Teniendo en cuenta las reacciones de tus Hermanos, ellos parecen pensar que esto no está en la descripción de tus obligaciones. Levantando la mirada, él captó el reflejo de ambos en los contornos de acero de la lámpara de cirugía, él tendido y sangrando, ella acurrucada y encapuchada. Sus rasgos y siluetas estaba distorsionados, torcidos, las siluetas retorcidas por la superficie despareja donde se reflejaban, pero la imagen era precisa en más de un sentido: sus destinos habían sido tales como para hacerlos grotescos.
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Curiosamente, sus dos manos entrelazadas era lo más nítido de todo, esa imagen estaba siendo captada sin distorsiones. —Odié lo que te hice anoche —barbotó él. —Lo sé. Pero eso no es motivo para suicidarte. Cierto. Tenía motivos de sobra para eso en alguna otra parte. De repente, No’One se bajó la capucha e instantáneamente él se concentró en su garganta. Mierda, él deseaba esa vena, la que corría tan cerca de la superficie. El tiempo de hablar se había terminado. El hambre estaba de regreso y no se trataba solo de biología. Él quería volver a estar en su carne, bebiendo no solo para curar sus heridas, sino porque le encantaba el sabor de ella, la sensación de esa piel delicada en su boca y el modo en que sus colmillos la perforaban profundo y le permitían tomar una parte de ella en él. Bueno, tal vez había mentido un poquito acerca de aquella lluvia de balas. Absolutamente había odiado lastimarla… pero esa no era la única razón por la que había avanzado hacia todo ese plomo. La verdad era que ella estaba invocando a gritos algo de él, cierto tipo de emoción y esos sentimientos estaban empezando a poner en marcha engranajes dentro de él que estaban oxidados y gruñones por falta de uso. Eso lo aterrorizaba. Ella lo aterrorizaba. Y sin embargo, mirando su rostro tenso en este momento, se alegraba de haber regresado vivo de ese callejón. —Estoy feliz de estar aún aquí. El suspiro que ella exhaló fue manifiesto alivio. —Tu presencia ayuda mucho y eres importante en este mundo. Eres muy importante. Él se echó a reír de manera torpe. —Me sobreestimas. —Tú te subestimas. —Ídem —murmuró él. —¿Perdón? —Sabes exactamente lo que quiero decir. —Él puntualizó eso con un apretón en su mano y cuando ella no contestó dijo—: Me alegro de que estés aquí. —Yo me alegro de que tú estés aquí. Es un milagro.
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Sí, probablemente ella tenía razón. Él no tenía idea de cómo había salido de esta con vida. No había llevado un chaleco. Tal vez su suerte estaba cambiando. Un poco tarde en el juego, por desgracia. Clavándole la mirada, se sintió atraído por sus preciosas facciones, desde sus ojos color gris paloma a sus labios rosados… a la elegante columna de la garganta y al pulso que latía debajo de su preciosa piel. Bruscamente, la mirada de ella se dirigió a su boca. —Sí —dijo—. Te alimentaré ahora. La excitación y la fuerza bruta resurgieron en su cuerpo, haciéndole subir las caderas bruscamente y resolviendo ese problema de presión arterial del cirujano. Pero todo el desenfreno salvaje era aún una operación cancelada. La parte de él que quería cosas de ella, cosas que ella no iba a estar cómoda dando a nadie… cosas que eran todo sobre lo que había estado haciendo en la ducha y en su cama a solas durante el día… no estaba consiguiendo una oportunidad aquí. Además, su mente y su corazón no estaban interesados en nada de esa mierda, y esto era otro de los motivos por los que ella era perfecta para él. Layla bien podría excitar su cuerpo, No’One nunca lo haría. Y existían peores traiciones para su shellan que desear lo inalcanzable. Al menos con No’One y gracias a su alto control, esos impulsos siempre serían solo una fantasía, una fantasía inofensiva e inalcanzable de masturbación que no tenía más sustancia en su verdadera vida que la pornografía en Internet… Que Dios te ayude, señaló una vocecita, si alguna vez ella quiere que se lo devuelvas. Muy bien. Pero mientras ella parecía dudar, él estaba seguro de que eso nunca iba a suceder. Con voz gutural, él le dijo: —No tengo prisa. Y conoces esto, las luces se quedarán esta vez… y tomaré de tu muñeca solo lo que tú quieras darme.
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Capítulo 28
Cuando No’One se sentó junto a Tohrment, se escuchó a si misma diciendo una vez mas —Sí… Queridísima Virgen Escriba, algo había cambiado entre ellos. En lo importante, en el aire cargado que separaba sus cuerpos, algún tipo de calor se estaba esparciendo, las corrientes de electricidad le calentaban la piel de dentro afuera. Era totalmente diferente a cuando había estado con él en la oscuridad de la despensa, forcejeando contra el eterno dominio del pasado. Tohrment maldijo en voz baja. —Mierda, tendría que habérmelas limpiado primero. Como si no fuera nada más que una encimera sobre la que se había vertido algo, o un revoltijo de ropa que necesitaba ser lavado. Ella frunció el ceño. —No me preocupa lo que pareces. Respiras y tu corazón late… eso es todo lo que me importa. —Tienes unas expectativas muy bajas para los machos. —No tengo expectativas para los machos. Para ti, sin embargo, si tienes salud y seguridad ya estoy en paz. —Maldita sea —dijo él en voz baja—. En realidad no quiero… pero te creo. —Es la verdad. Mirando sus manos entrelazadas, ella pensó en lo que él había dicho… sobre el pasado, sobre la familia improvisada que los tres habían formado en el Viejo País. Sobre como ella la había hecho añicos para todos, incluyendo a su hija. Además, siempre había visto la resurrección que se le había dado como una oportunidad para hacer penitencia por haberse quitado la vida, pero sí, se dio cuenta de nuevo, ahora había otro propósito para servir.
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Había herido a este macho, pero también se le había dado la oportunidad de ayudarlo. Era el principio fundamental de la Virgen Escriba sobre el trabajo: todo trazaba un círculo completo de forma que el equilibrio pudiera ser mantenido. Asumiendo que ella pudiera ayudarlo, claro. Con una sensación de propósito, bajo la mirada a su cuerpo… o lo que podía ver del mismo bajo los paños estériles. Su pecho estaba cubierto de músculos, una cicatriz en forma de estrella marcaba un pectoral y los abdominales perfectamente delineados. Por encima, había un número de cardenales de los que no quería imaginarse las causas y unos pequeños agujeros redondos que la asustaban. Pero lo que ocurría por debajo de la cintura capturó su mirada. Estaba levantando la sábana azul en la zona sobre sus caderas como si escondiera algo, brazo y mano tensándose mientras ella miraba fijamente. —No te preocupes por eso —dijo con una voz gutural. Está excitado, pensó ella. —No’One, ven… mírame a los ojos. No mires abajo. La temperatura se disparó aún más en la habitación, hasta el punto en que ella consideró quitarse la túnica. Y bruscamente, como si él pudiera leerle la mente, su pelvis se arqueó… sensualmente. —¡Oh, joder!... No’One, no, tienes que irte. Una extraña anticipación se abrió paso por sus venas, haciendo que su cabeza zumbara y su estómago se sintiera vagamente enfermo. Y hasta ahora ella no tenía conocimiento de no alimentarlo, si acaso quería la boca de él sobre ella más incluso. Con aquel pensamiento, ella llevó la muñeca hacia sus labios. El siseo fue rápido, el mordisco veloz, el dolor dulce como el pinchazo de un centenar de pequeñas agujas. Y luego… él estaba succionando, la boca cálida y húmeda encajando, como sellada contra su piel y estirando de ella rítmicamente… Él gimió. Desde el fondo de la garganta, gimió de placer, y mientras lo hacía, el corazón le saltó a ella en el pecho y luego latió incluso más rápido. Más de aquel calor, insidioso y doloroso, floreció en la capa interna de su piel, su mente se volvió confusa y su cuerpo lánguido. Como si Tohr sintiera el cambio, gimió de nuevo, levantando la cabeza y estirando el cuello, hinchó el pecho y los ojos se le pusieron en blanco. Luego empezó a hacer sonidos lloriqueantes, la súplica no del todo acorde con su enorme tamaño, los sonidos lastimeros se elevaban repetidamente desde su garganta, alternando con los tragos.
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Con las luces encendidas y la posibilidad de retirar el brazo, el pánico flameó brevemente, antes de desvanecerse por completo. Solo había demasiado de Tohrment para que lo confundiese con alguien más, y la habitación bien iluminada donde estaban no tenía nada en común con aquella bodega enterrada: todo era brillante y limpio, y este macho en su vena… era un completo vampiro y nada si quiera remotamente symphath. Cuanto más aumentaba el alivio, más consciente estaba. Las caderas de él se movían todo el tiempo. Abajo la sábana pronto sería arrastrada, bajo la copa que formaban sus palmas, la pelvis estaba girando. Y cada vez que lo hacía, los abdominales se tensaban… y aquellos sonidos crecían un poco más altos. Él estaba profundamente excitado. Incluso terriblemente herido, su cuerpo estaba listo para el acoplamiento… desesperado por él, si la forma en que se movía era una indicación… Al principio, ella no entendía el hormigueo que la llenaba, entumeciéndola e hipersensibilizándola al mismo tiempo. Quizás era el hecho de que lo había alimentado dos veces en menos de un día… Pero no. Mientras las manos de Tohrment se tensaban de nuevo delante de sus caderas, mientras se agarraba más fuerte a través de la sábana, estaba claro que su sexo pedía atención y se estaba forzando el mismo a darle algo… El chispear se volvió incluso más intenso cuando se dio cuenta de que se estaba frotando el mismo. Los labios de No’One se separaron cuando la respiración empezaba a ser difícil, y bajo su túnica, el calor se intensificaba incluso más alto y se centraba en su bajo vientre. Queridísima Virgen Escriba, ella estaba… excitada. Por primera vez en su vida. Como si él pudiera leerle la mente, disparó los ojos hasta los suyos. La confusión estaba en ellos. Y una espeluznante oscuridad que parecía estar cerca del miedo. Pero había algo más que calor, había mucho más… Mientras ella encontraba su brillante mirada, una de las masculinas manos se levantó y subió por su pecho. Cuando él le tocó el brazo, no fue para mantenerla quieta o sujetarla, sino para acariciarle la piel con suavidad y lentamente. Respirar empezó a ser imposible. Y a ella no le preocupó. Los dedos masculinos corriendo ligeramente sobre su piel eran intoxicantes, arrastrándola más cerca de la llama que no podía ver. Cerrando los ojos, se permitió
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volar lejos de cualquier inquietud o preocupación, hasta que no sintió nada más que las sensaciones de su cuerpo. Además, mientras ella lo alimentaba, se estaba alimentando ella misma, la parte más secreta de su alma se nutría por primera vez… Finalmente lo escuchó lamer y se dio cuenta de que él había acabado. Quería pedirle que continuara. Suplicárselo, era más adecuado. Levantando los pesados parpados, ella no pudo enfocar los ojos y aquello parecía solo apropiado. El mundo estaba confuso y así estaba ella… débil y confusa, con miel en las venas y algodón llenándole la cabeza. Sin embargo Tohrment estaba al revés. Parecía agudo como una hoja, sus músculos tensándose ahora, no solo en las caderas sino en todo su cuerpo, desde los bíceps a los abdominales… incluso los pies bajo la sábana de veían rectos. Su otra mano, la que había estado acariciándola, volvió a bajar a su cintura. —Creo que sería mejor que te fueras. Su voz era tan profunda, que ella frunció el ceño mientras intentaba descifrar las palabras. —¿He hecho algo mal? —No, pero yo voy a… —apretó los blancos dientes mientras las caderas se movían arriba y abajo bajo la sábana—. Tengo que…¡joder! Y entonces fue cuando lo que quería decir empezó a estar claro. —No’One por favor… tengo que… no puedo aguantar mucho más… Su enorme cuerpo estaba tan hermoso en esta particular agonía. Incluso aunque estaba ensangrentado, herido y lleno de hematomas, había algo innegablemente sexual sobre la forma en que apretaba los dientes y se arqueaba sobre la mesa. Por un momento, su pesadilla con el symphath amenazó con volver, el terror trató de agarrarse al borde de su consciencia. Pero cuando Tohrment se quejó y se mordió el labio inferior, aquellos largos y blancos caninos desgarraron la suave piel rosada. —No quiero irme —dijo ella con aspereza. La cara de él se retorció, otra maldición salió de sus labios. —Quédate y vas a tener un show endiablado. —De…demuéstramelo.
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Eso atrajo su atención, sus ojos le hablaron, su cuerpo se congeló. Mientras parpadeaba, no hubo otro movimiento. En un tono áspero, él soltó: —Voy a hacerme llegar. ¿Sabes lo que eso significa? ¿Orgasmo? Gracias a la Virgen Escriba por la silla, pensó No’One. Porque entre aquella voz grave, su embriagadora voz y la erótica manera en que se estaba sujetando, ni siquiera su pierna buena tenía fuerza para soportar el poco peso que ella tenía. —No’One ¿entiendes? La parte de ella que había despertado dio respuesta. —Sí, lo entiendo. Y quiero observarte. Él sacudió la cabeza como si intentara discutir. Excepto que luego no dijo nada más. —Alíviate a ti mismo, guerrero —le dijo. —Oh Jesús. —Ahora. Cuando ella se lo ordenó, la esclavitud pareció descender sobre él: bajo su cintura, bajo la sábana, una de sus rodillas subió hacia el cuerpo, sus piernas se abrieron ampliamente mientras su puño aseguraba aquel lugar vital que definía a tan excepcional macho. Lo que ocurrió a continuación desafiaba la descripción. Él se trabajó contra la ahuecada sábana, girando las caderas, apretando, su cuerpo cobró velocidad… Oh, los sonidos: desde la aspereza de su respiración a los gemidos y el chirrido desde debajo de la mesa. Este era el animal macho en las garras de la pasión. Y no había retorno. Para ninguno de ellos. Más rápido. Mayor presión con las manos, hasta que su pecho resaltó, la anatomía parecía esculpida, más que hecha de carne, Y luego maldijo en una explosión de respiraciones y sacudidas contra el apretón que mantenía sobre su sexo. Sus espasmos la hicieron agarrarse su propio pecho y respirar jadeando, como si lo que le estaba ocurriendo a él fuera replicado bajo su propia forma. Además ¿Qué milagro era este? Tohrment parecía tener dolor, y aun así no mostraba evidencia de querer que aquello que lo atormentaba acabara… si cabe, él lo reanudó, moviendo sus caderas incluso más. Hasta que estuvo hecho.
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En el tiempo que siguió, el único sonido en la habitación eran sus respiraciones, al principio bastante altas, luego tranquilizándose más y más, hasta que fueron relajadas. Cuando los acrecentados sentidos de No’One retrocedieron, su mente llegó más lejos y lo mismo pareció suceder con él. Relajando las manos desde debajo de sus caderas, reveló una humedad sobre la sábana que no había estado allí antes. —¿Estás bien? —dijo él con voz áspera. Ella abrió la boca. Había perdido la voz, todo lo que pudo hacer fue asentir con la cabeza. —¿Estás segura? Era tan difícil poner en palabras lo que estaba sintiendo. Ella no estaba amenazada, estaba segura. Pero tampoco estaba… bien. Estaba dando vueltas e inquieta. Dentro de su cabeza. Fuera de ella. —Estoy tan… confusa. —¿Sobre? Las heridas de balas en su carne le habían zarandeado la cabeza. Este no era el momento de hablar. —Déjame llamar a los sanadores. Necesitas que te atiendan. —Tú eres más importante que eso. ¿Estás bien? Dada la línea obstinada de su mandíbula, estaba claro que no iba a ceder. Y sin duda si ella se iba a buscar al cirujano, él la seguiría y dejaría un rastro de sangre que no tenía para desperdiciar. Se encogió de hombros. —Es solo que nunca había esperado… Cuando no fue más lejos, la realidad de su situación volvió a ella. Aquella excitación, aquella satisfacción que él había encontrado… había sido por su shellan, ¿no? Ella le había dicho que Wellesandra era bienvenida entre ellos y él había dejado bien claro que no quería a nadie salvo aquella hembra: mientras él parecía estar centrado en ella, con toda probabilidad solamente había proyectado la imagen de alguien más. No tenía nada que ver con ella. Lo que realmente no debería haberla molestado. Era, después de todo, exactamente lo que le había dicho que quería. Así que ¿por qué se sentía tan curiosamente desanimada?
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—Estoy bien —enfrentó su mirada—. Te lo juro. Ahora ¿puedo por favor traer a los sanadores? No podré respirar de verdad hasta que ellos se ocupen de ti. Él entrecerró los ojos. Pero luego asintió. —Vale. Ella sonrió con frialdad y se dio la vuelta. Solo cuando llegó a la puerta, le habló. —No’One. —¿Si? —Quiero devolverte el favor. Vaya si aquello no hizo que la hembra se detuviera sobre sus huellas. También hizo que el corazón de Tohr se helara. Mientras No’One seguía de pie en la puerta dándole la espalda, él no pudo creer que aquello hubiera salido de su boca… pero era la condenada verdad, y, estaba determinado a continuar con eso. —Sé que vas a Santuario a ocuparte de tus necesidades de sangre —dijo— pero eso no puede ser suficiente. No esta noche. He tomado demasiado de ti en las últimas veinticuatro horas. Cuando ella no replicó, él capturó su aroma y tuvo que contener un gruñido de respuesta en la garganta. Él no estaba seguro de si ella lo sabía en su cabeza, pero su cuerpo lo tenía claro: quería que él pudiera proveerla. Mal. Excepto… Dios ¿En que se estaba metiendo? ¿Iba a alimentar a otra que no era su Wellsie? Que Dios te ayude si alguna vez ella quiere que se lo devuelvas. No, no, noooooo, esto no era sobre el sexo. Era sobre preocuparse por ella después de que ella le había permitido su vena. Era solo sangre… lo cual era bastante perturbador, y lo jodía mucho. Asegúrate de eso, le disparo una vocecita. Exactamente como lo estaba sobre joderse solo otra vez, el fakakta sermón de Lassiter volvió a él: tú estás vivo. Ella no. Y tú dependencia del pasado os está dejando en Between. Tohr se aclaró la garganta. —Quiero decir. Quiero estar ahí para ti ahora. Es simple biología… ¿De verdad? Exigió la voz.
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A la mierda… —¿Perdón? —dijo ella, disparando una mirada sobre el hombro y las cejas hacia el techo. Genial, así que ni estaba hablando solo consigo mismo. —Mira —dijo él— ven después de que me hayan parcheado un poco. Estaré en mi habitación justo después. —Podrías estar más herido de lo que piensas. —Bah, he estado aquí antes. Montones de veces. Ella se recolocó la capucha. —Necesitaras tu fuerza para recobrarte. —Me has dado más que suficiente para dos de nosotros. Ven conmigo… quiero decir… —mierda. Joder—. Ven a mí. Hubo una larga pausa. —Traeré al sanador. Cuando No’One salió, dejó caer la cabeza…y cuando golpeó la dura almohada de la camilla, el sordo golpe reverberó en su cráneo. La punzada se sintió bien. De manera que lo hizo de nuevo. Manello entró a grandes pasos en la sala de exploración. —¿Vosotros dos habéis terminado? El tono del tipo estaba libre de todo sarcasmo, algo que Tohr hubiera apreciado más si no hubiera caído en la cuenta de que él había eyaculado en la sábana. —Vale, déjame trabajar, gran hombre —el cirujano chasqueó un par de guantes especiales de látex. —Hice una radiografía mientras estabas frito, y, estoy contento de informarte que solo tienes dos balas dentro. Pecho y hombro. De manera que voy a atacar, voy a hacer una plomo-ectomia y luego te suturaré las otras heridas de entrada y salida. Un caramelo. —Necesito limpiarme primero. —Ese es mi trabajo, y confía en mí, tengo suficiente agua destilada para arrastrar toda esa sangre seca y aun podría lavar un coche después. —Ya... um… no estoy hablando de esa clase de porquería. Freno en las ruedas chirriantes. La expresión de Manello fue de relajada a resueltamente profesional, era obvio que el mensaje había sido recibido. —Suena bien. ¿Qué te parece otra sábana?
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—Sí. Gracias —condenada mierda. Estaba sonrojado. Eso o también le habían disparado en la cara y solo ahora se estaba dando cuenta. Cuando una sábana limpia cambió embarazosamente de manos, no se miraron el uno al otro... y luego Manello estuvo estudiadamente ocupado sobre un carro de material quirúrgico, comprobando las agujas e hilo, tijeras y paquetes estériles que habían sido puestos allí. Asombroso como el sexo podía convertir a dos machos completamente crecidos en adolescentes. Tohr se arregló y le dijo a su erección lo que podía hacer. Desafortunadamente, su polla parecía estar hablando otro idioma, porque la cosa seguía tan dura como una palanca. ¿Quizás era sorda? Estaría encantado de tener una sesión de calentamiento de puños con ella. Tirando la sábana sucia en el suelo, se cubrió con la limpia. —Yo, eehh, estoy listo. Las buenas noticias era que al menos no había sido golpeado en la pierna, así que Manello iba a estar por encima de la cintura. —Bien —dijo el doc mientras volvía—. Ahora creo que vamos a manejar esto localmente, y, cuantas menos drogas mejor. De manera que preferiría darte una dosis y no dejarte completamente frito, ¿vale? —No te preocupes Doc. Solo hazlo. —Me gusta tu actitud. Y vamos a empezar con el de la parte alta del pecho. Esto podría picar mientras te duermo… —Joooooooooooooooder —Lo siento. —No puedes hacer nada —bueno, otro que le clavaba una estaca y lo sujetaba a la mesa. Cuando Manello continuó con su trabajo, Tohr cerró los ojos y pensó en No’One. —No tengo que quedarme aquí abajo después de esto, ¿verdad? —¿Si fueras un humano? Absolutamente. Pero esta mierda ya se está curando. Maldita sea, sois asombrosos. —Entonces puedo volver a la mansión. —Bueno, si… al final —hubo un resonante ¡bonk!.. Como si el tipo hubiera dejado caer una de las balas de plomo en la batea—. Creo que Mary quería charlar contigo primero.
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—¿Por qué? —Solo quiere, sabes, revisarte Tohr centró la mirada en el tipo. —¿Por qué? —¿Te das cuenta de lo afortunado que eres al no terminar…? —No necesito “hablar” con ella, si eso es lo que estás insinuando. —Mira, no voy a meterme en medio de esto. —Estoy bien… —Conseguiste que te dispararan esta noche . —Gajes del oficio… —Gilipolleces. Tú no estás “bien” y necesitas “hablar” con alguien. Tonto del culo. Con el “bien y el “hablar”, el humano gesticuló con las manos, marcando comillas en el aire a pesar del hecho de que sus dedos estaban ocupados sujetando instrumental. Tohr cerró los ojos frustrado. —Mira, iré con Mary cuando pueda… pero justo después de esto voy a estar ocupado. En respuesta, el cirujano revisó todos los tipos de territorio de salud mental, muchos de los cuales fueron interrumpidos por repetidos “joder”. No era problema de Tohr, pensó.
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Capítulo 29
Hacia el este, en plena zona rural de Caldwell, Zypher estaba sentado en silencio, sobre su cama, en la litera de arriba. Lejos de estar solo, en los alojamientos del sótano de la Banda de Bastardos también estaban los tres primos, cada uno tan hábil en la conversación como él, pero asimismo no inclinados a permitírselo. No había un movimiento verdadero entre ellos. Ni sonidos, a excepción de los susurros de su cuchillo de tallar, mientras lo hundía en la madera blanda una y otra vez. Nadie dormía. Mientras el amanecer despuntaba sobre la tierra y reclamaba su iluminado dominio, el pensamiento colectivo era igualmente asimilado, el peso de las acciones de su líder recaían pesadamente sobre ellos. No era del todo incomprensible que Xcor hubiera apuñalado tan brutalmente a Throe por su insubordinación. No era increíble que después les hubiera ordenado al resto alejarse y que su compañero soldado fuera abandonado para que lo matara el enemigo. Y aun así, de algún modo no podía entenderlo. Y sin duda ninguno de los demás podía. Throe siempre había sido el pegamento que unía, un macho de valía con más honor que todo el resto juntos... además de un dominio de la lógica, por lo que le habían encajado el rol de mediador con Xcor: Throe estaba generalmente en primera línea con su frío y calculador líder, la única voz que podía comunicarse con el macho... bueno, normalmente. También fue el traductor entre todos ellos y el resto del mundo, el único con acceso a internet, el que había encontrado esta casa e intentaba conseguirles hembras de la raza para alimentarles, el único que coordinaba los gastos y los sirvientes. También era bueno con la tecnología.
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Excepto que Xcor había chasqueado el látigo, y ahora... si los asesinos no habían atrapado a Throe en aquel callejón, los Hermanos bien podrían haberle matado por principios. Aunque, pronto iba a haber un precio sobre todas sus cabezas. Era solo cuestión de tiempo... Examinando su talla, pensó que era una mierda, no se parecía más a un pájaro que cuando había sido una gruesa rama de arce. Además él no tenía arte en las manos, los ojos o el corazón. Esto solo era una manera de pasar el rato, mientras no estaba ocupado durmiendo. Además, deseaba que hubiera una hembra por allí. Follar era su mejor talento y había sido famoso por pasarse horas entre las piernas de una criada con gran resultado. Desde luego que podría utilizar la distracción. Lanzando el trozo de madera a los pies de su litera, examinó la hoja. Tan pura y afilada, capaz de mucho más que malinterpretar a una horrible golondrina. Al principio no le había gustado Throe. El macho había llegado a la Banda de Bastardos en una noche lluviosa y con aspecto de estar fuera de lugar: un pobre chico entre asesinos a sueldo, en el exterior de una casucha en la que sin duda no habría guardado ni un caballo. Desde su sombrero de copa a sus zapatos perfectamente pulidos, todos ellos habían despreciado cada centímetro de él. Y entonces Xcor les había hecho sacar pajitas a ver quién tenía la más corta para darle una paliza el primero. Zypher había ganado, sonreía mientras hacía crujir los nudillos y se preparaba para darle la masculinidad del macho a su ego real en una bandeja de plata. Throe se había revuelto con el primer par de puñetazos que le llegaron, sin armarse con la defensa adecuada y absorbiendo los golpes en su cabeza y estómago. Pero antes de lo que todos esperaban, algo hizo clic en él, su postura cambió y sin ninguna razón aparente, alzó los puños rellenando con su cuerpo aquellas extravagantes ropas de un modo totalmente distinto. El giro había sido... nada menos que extraordinario. Zypher había seguido peleando con el macho, lanzando combinaciones de puñetazos que eran abruptamente parados... y, poco después, devueltos, hasta que él mismo tuvo que incrementar sus esfuerzos. Aquel señorito había estado aprendiendo, allí y en aquel mismo momento, a pesar de que sus ropas elegantes quedaron hechas trizas, a pesar de quedar empapado por la lluvia y su propia sangre.
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Durante la mismísima primera pelea, y en cada una de las sucesivas, había demostrado una asombrosa habilidad para asimilar. Entre el puñetazo inicial que le había sido lanzado, al momento cuando al final había aterrizado sobre su culo por el agotamiento, había evolucionado más como luchador que los soldados que habían pasado años en el campamento de guerra del Bloodletter. Todos permanecieron en pie rodeando a Throe mientras estaba sentado en el fango, con el pecho subiendo y bajando, con su bonito rostro magullado y el sombrero de copa perdido hacía mucho. De pie sobre el macho, Zypher escupió la sangre de su boca... y entonces se inclinó para ofrecerle la mano. Al señorito todavía le quedaba mucho por demostrar, pero no había sido ningún lacayo durante aquella pelea. De hecho, siempre había probado no ser un lacayo. Era extraño sentir lealtad alguna hacia alguien de la aristocracia. Pero Throe se había ganado el respeto en repetidas ocasiones. Y hacía mucho que era uno de ellos, aunque aquello hubiera acabado en cierta medida esta noche. Zypher giró su cuchillo una y otra vez, la luz de la vela sobre la hoja era hermosa, tan bonita como cuando caía sobre la piel del interior del muslo de una hembra. Xcor había utilizado una de estas para lo que estaba destinado: cortar, herir y matar, ¿pero su blanco? Considerando todo lo que Throe hacía por ellos, en su rabia, su líder había hecho más mal que bien. Es más, el hambre de sangre de Xcor lo estaba haciendo voluble. Y con una mente como la suya y planes como los que tenía, no era una buena combinación… A Zypher le cosquilleó la parte posterior del cuello, una de las arañas que vivía con ellos le cruzó la nuca con sus ocho patas. Estirando la mano con una imprecación, se restregó la piel destruyendo al bicho. Seguramente debería intentar dormir algo. En verdad, había estado esperando el regreso de Xcor, pero el amanecer hacía rato que había llegado y el macho no había vuelto. Tal vez estaba muerto, la Hermandad lo había atrapado estando solo en el exterior. O quizás uno de aquellos encuentros clandestinos que tenía con ese miembro de la glymera se había ido al traste. Zypher se sorprendió al ver que no le importaba. De hecho, prefería esperar que Xcor no regresara jamás a casa de nuevo. Era un gran cambio en su manera de pensar. De vuelta a cuando la Banda de Bastardos se había juntado por primera vez en el Viejo País, habían sido un grupo de mercenarios, cada uno por su lado. El Bloodletter había sido el único capaz de unirlos: aquella máquina de matar, que no había tenido humanidad para atemperar ninguno de sus impulsos, había sido el macho más despiadado que jamás caminara
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en las botas de un soldado, y ellos lo habían seguido individualmente como símbolo de libertad y fuerza en la guerra. Después de todo, no había modo que la Hermandad de la Daga Negra apresara jamás a cualquiera de ellos. Con el paso del tiempo, los vínculos habían crecido. A pesar de cómo pensaba Xcor, los soldados que habían luchado bajo su mando habían desarrollado lealtades... y se habían extendido incluso al antiguo aristócrata, Throe. —¿Vasablar con él? —preguntó Syphon, en voz baja desde abajo. Syphon y él habían compartido literas durante eones, con Zypher siempre en la de arriba. Era lo mismo con las hembras y las mujeres, y formaban una buena pareja. Syphon podía mantener el ritmo: en la cama, en el suelo, contra una pared... igual que en el campo de batalla. —Aye. Si vuelve a casa. —Nome matarési no vuelve. —El acento irlandés era marcado en aquella voz profunda, poniendo un giro distinto en las sílabas. Y era igual en los primos del macho—. No deberíaber hecho eso. —Aye. —No tienesque hacerle frente tú solo. —No, me ocuparé de esto. El gruñido que llegó en respuesta sugería que tenía apoyo disponible al instante y quizás lo necesitara. Xcor era un luchador tan feo como lo era como amante. —Malditas arañas —farfulló Zypher mientras se golpeaba de nuevo la nuca. —Deberíamos haber hecho algo —dijo alguien en la oscuridad. Fue Balthazar. Y un estruendo de ayes ondeó a través de la luz de las velas. —No nos sentaremos ociosamente de nuevo —anunció Zypher—. Y no lo haremos desde ahora. Suponiendo que el cabrón volviera. Lo cual, si no lo hacía no sería por repensárselo o por lamentar lo que había hecho. Xcor no. Era tan tajante como sus hojas. Sin embargo una cosa estaba clara: Si Throe estaba muerto, Xcor iba a tener un motín entre manos. Mierda, también podría ser cierto sin importar que el soldado viviera. Nadie iba a poner las cabezas en el tajo en la búsqueda del trono por alguien que no honraba los vínculos de... Zypher se dio un manotazo en la nuca tan fuerte que alguien comentó:
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—Si prefieres un flogger, los tenemos. La humedad en la palma de su mano hizo que la sacara hacia el frente. Sangre. Sangre roja. Un montón. Maldición, la cabrona debía haberle mordido. Levantando la otra mano, investigó la zona, explorando con la yema de los dedos. Una gota le dio en el dorso de la muñeca. Alzando la vista hacia las vigas del piso sobre él, su mejilla atrapó la siguiente que cayó a través de una pequeña rendija en el suelo de madera. Estaba fuera de su litera con los cuchillos en ambas manos antes de que cayera otra. Los demás se pusieron en alerta en el acto, ni siquiera hicieron una pregunta… simplemente verle listo para luchar los sacó de sus camas y llamó su atención. —Estás sangrando —susurró Syphon. —No soy yo. Alguien está arriba. Zypher inhaló en un intento de captar un olor, pero todo lo que pudo oler fue la fetidez del moho adherido al húmedo subterráneo. —¿Podría la Hermandad habernos entregado de vuelta a Xcor? —susurró alguien. En cuestión de segundos, las pistolas fueron comprobadas y los blindajes de las armaduras atados a los torsos. —Yo voy primero —anunció Zypher. No se lo discutieron… aunque, ya estaba al pie de las robustas escaleras y empezando a ascender. Los otros le siguieron, y aunque todos juntos pesaban tranquilamente un total de media tonelada, subieron sin hacer ni un ruido, ni chirridos ni crujidos en la madera vieja revelando lo que se traían entre manos. O mejor dicho, entre pies. Al menos hasta que llegaron arriba. Las tres últimas tablas estaban mal colocadas a propósito para delatar cualquier infiltración. Se las saltó desmaterializándose directamente en la puerta reforzada con acero que estaba trabada en una estructura de acero metida entre cuatro paredes que tenían una malla de acero incrustada en el yeso. No había manera de que nadie pudiera entrar o salir con facilidad. Con cuidado, tiró suavemente del cerrojo de acero y giró el tirador. Luego abrió lentamente medio centímetro. El olor a sangre fresca se precipitó en su nariz y senos nasales, tan denso que saboreó el dulce metal en el fondo de su garganta. Y reconoció la fuente.
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Era Xcor. Y no había nada ni nadie más con él: ni la fetidez lesser, ni la oscura especia de un vampiro macho, ni la patética colonia de un humano. Zypher hizo una señal para que los demás permanecieran atrás. Iba a necesitarles para salvar el culo si su nariz le había informado mal. Abriendo la puerta con un rápido y silencioso empujón, salió a la oscuridad artificial creada por los tablones y cortinas que cubrían todas las ventanas… Al otro lado de las baldosas desportilladas de la cocina y el polvoriento parqué de la entrada, en el extremo más alejado del salón, bajo el círculo de luz color miel de una vela... Xcor estaba sentado en un charco de sangre. El soldado todavía iba vestido con sus ropas de lucha, su guadaña y pistolas a su lado en el suelo, las piernas extendidas, los brazos desnudos y ensangrentados descansando en sus muslos. Tenía una daga de acero en la mano. Se estaba haciendo cortes a sí mismo. Una y otra vez con la hoja de su cuchillo de matar, se estaba cortando sus fibrosos y fuertes brazos de tal modo que goteaban en demasiados tajos para contarlos. Pero eso no era lo más chocante. Había lágrimas en el rostro del macho. Bajándole por las mejillas, cayendo de su mandíbula y barbilla, mezclándose con lo que goteaba desde su carne. Las palabras, roncas y bajas, fluían. —...maldito mariquita... llorando, despreciable mariquita... para... para... hiciste lo que tenías que hacer con él... maldito mariquita... Parecía que alguien más había desarrollado un vínculo con Throe. Es más, su líder era abyecto en su miseria y arrepentimiento. Zypher lentamente salió marcha atrás por la puerta y la cerró de nuevo. —¿Qué? —exigió Syphon en la oscuridad. —Tenemos que dejarle solo. —¿Entonces Xcor está vivo? —Aye. Y sufriendo por su propia mano, por la razón correcta... derramando su sangre por quien ofendió tan mortalmente. Hubo un gruñido de aprobación y entonces todo el mundo se giró y descendió. Era un comienzo. Pero quedaba un largo trecho todavía por recorrer para recuperar su lealtad. Y tenían que enterarse de lo que le había pasado a Throe.
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Sentado sobre el duro suelo, en un charco de su propia sangre, Xcor se debatía entre su entrenamiento a manos del Bloodletter y su... corazón, suponía. Curioso que a esta edad descubriera que de hecho tenía uno de esos, y era difícil considerar este descubrimiento como una bendición. Parecía más una medalla de fracaso. El Bloodletter le había enseñado bien los requisitos de un buen soldado, y los sentimientos, excepto la cólera, la venganza y la avidez, no formaban parte de aquel léxico: Lealtad era algo que exigías a tus subordinados y si no te la ofrecían a ti y solo a ti, te deshacías de ellos como armas en mal funcionamiento. El respeto era dado exclusivamente en respuesta a la fuerza de tu enemigo y simplemente porque no querías ser derrotado por una infravaloración del contrario. El amor estaba asociado solo con la adquisición y la defensa satisfactoria de tu poder. Clavando de nuevo la hoja del cuchillo teñida de rojo en su piel, siseó cuando el dolor ardió por sus brazos y piernas, haciendo que su cabeza zumbara y el latido de su corazón oscilara. Cuando la sangre fresca manó, rezó para que se llevara de su cuerpo el confuso embrollo de arrepentimiento que lo había reclamado poco después de abandonar a Throe sobre aquel asfalto. ¿Cómo podía haberse torcido tanto todo esto…? El caos, de hecho, había empezado cuando no se fue de aquel callejón. Después de haber enviado a sus hombres lejos de Throe, tenía la intención de hacer lo mismo... pero había acabado escondiéndose en el tejado de uno de los edificios, permaneciendo oculto mientras vigilaba a su soldado. Ostensiblemente, se dijo a sí mismo que había sido porque quería asegurarse de que los Hermanos encontraran a su segundo al mando, no la Sociedad Lessening, porque la información que necesitaba era sobre el antiguo enemigo no el último. Excepto que mientras observaba a Throe retorciéndose de dolor sobre el asfalto, con los miembros levantados en ángulos extraños mientras buscaba el alivio reposicionándose, la realidad de un orgulloso guerrero incapacitado e indefenso le había calado. ¿Por qué razón había provocado tal agonía? Cuando las ráfagas de viento dieron contra Xcor, despejándole la cabeza y enfriando su cólera se había dado cuenta que sus acciones le sentaban de un modo incómodo. Insoportable. Cuando llegaron los asesinos, había sacado su arma, listo para defender al mismo macho del que se había deshecho. Pero Throe dio un formidable primer golpe... y luego habían llegado los Hermanos y actuado como era previsible, despachando a
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los lesser con facilidad, recogiendo a Throe y poniéndole en la parte trasera de un vehículo negro. En ese instante, Xcor decidió no seguir al SUV. Y la razón de tal elección fue un anatema comparado con sus acciones previas. Throe sería tratado con gran competencia en la guarida de la Hermandad. Se dijera lo que se dijera sobre cómo los cabrones preferían el lujo, sabía que tenían acceso a una atención médica superior. Eran la guardia privada del Rey, Wrath no los proveería con nada menos. Si él los seguía, con la idea de infiltrarse en el complejo, seguramente lo descubrirían y lucharían con él a lo largo del camino, en vez de darle a Throe la ayuda que necesitaba. Además, Xcor permanecía alejado por la razón equivocada, una mala razón, una razón inaceptable… a pesar de todo su entrenamiento, se encontraba a sí mismo eligiendo la vida de Throe por encima de la ambición: su ira le había llevado en una dirección, pero su arrepentimiento lo había dirigido en otra. Y el último fue el que salió victorioso. El Bloodletter sin duda se revolvería en su tumba. Tomada la decisión, él y sus intenciones habían languidecido en los restos de la noche cuando el tiroteo iluminó el callejón incluso antes de que el vehículo en el que estaba Throe tuviera la oportunidad de irse. Mientras recuperaba el sentido, hubo una breve tregua... y entonces Tohrment, hijo de Hharm, salió al centro del callejón, evitando ponerse a cubierto, transformándose en un blanco para los lessers recién llegados mientras descargaba sus armas en ellos. Era imposible no respetar aquello. Xcor había ido directamente a por el asesino que había comenzado el contraataque sobre el Hermano… y aun así mientras las balas del enemigo habían dado en el macho, Tohrment seguía avanzando con los dos cañones, sin inmutarse, inquebrantable. Un disparo a la cabeza y lo liquidarían para siempre. Motivado por algo que se había negado a nombrar, Xcor se dejó caer sobre el vientre, serpenteó sobre el borde del edificio y extendido su propia arma, vaciando el cargador sobre el lesser que estaba a cubierto, poniendo fin a cualquier posibilidad de muerte del Hermano. Había parecido un premio apropiado para tal clase de coraje. Entonces se había desmaterializado fuera de la zona y caminado por las calles de Caldwell durante horas, las enseñanzas del Bloodletter golpeando en su puerta interior, exigiendo entrar y así poder extinguir la sensación de que lo que le había hecho a Throe estaba mal.
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Sin embargo el arrepentimiento se había intensificado, ampollándose bajo la piel, redefiniendo su relación con su soldado... tanto como el macho que una vez había llamado Padre. La noción que tal vez no estuviera cortado por el mismo patrón que el Bloodletter le había dolido. Especialmente dado que lo había mandado a él y a sus bastardos a una carrera de confrontaciones con el Rey Ciego… y la ejecución de aquel plan iba a requerir la clase de fuerza que solo provenía de la crueldad. De hecho, era demasiado tarde para retirarse de aquella carrera, incluso si quisiera… lo cual no hacía. Todavía tenía la intención de derrocar a Wrath, por la simple razón que el trono era para el que lo consiguiera, sin importar lo que las Antiguas Leyes o la tradición ciega dictaba. Pero cuando se trataba de sus soldados y su segundo al mando... Volviéndose a concentrar en sus brazos, la costumbre y una búsqueda ciega de sí mismo le tuvo una vez más aplicando la hoja en su carne, arrastrando la punta hacia arriba contra su lado cortante y así el daño sería desigual, no limpio, y adecuadamente doloroso. Cada vez se hacía más difícil encontrar piel sana. Siseando entre los dientes apretados, rezó para que el dolor llegara a su núcleo. Necesitaba hurgar en sus emociones del modo en que la recordada voz del Bloodletter nunca había fallado al hacerlo, fortaleciéndole, ofreciéndole una mente despejada y un corazón frío. Sin embargo no estaba funcionando. El dolor solo se intensificó en su corazón, amplificando la traición que él había hecho a un buen macho, con un alma buena y que le había servido tan bien. Resbalando en su propia sangre, nadando en su propia tortura, volvió a aplicar la hoja una y otra vez, esperando que llegara la vieja y familiar claridad… Y cuando no lo hizo, se encontró a sí mismo llegando a la conclusión de que si alguna vez tenía la oportunidad, dejaría libre a Throe, por fin y para siempre jamás.
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Capítulo 30
Mientras Tohr yacía solo en su cama, no tenía conciencia de nada más que del latido de su miembro. Bueno, de eso y del olor a flores recién cortadas que provenía del pasillo, ya que Fritz estaba en su ronda floral del mediodía. —¿Esto es lo que quieres de mí, ángel? —preguntó en voz alta—. Vamos, sé que estás aquí. ¿Es esto lo que quieres? Para enfatizar la pregunta, metió la mano por debajo de las sábanas y la deslizó por su pecho y su abdomen hasta que llegó a la parte delantera de sus caderas. Mientras se agarraba con los dedos, no pudo dominar el atroz arqueamiento de la espalda o el gemido que nacía en su garganta. —¿Dónde coño estás? —gruñó, sin saber exactamente a quién le estaba hablando en la oscura habitación. A Lassiter. A No’One. A las misericordiosas Parcas… si es que había alguna, claro. En el fondo, no se podía creer que estuviera esperando a otra hembra y el hecho de que la inestable balanza que existía entre la urgencia y la culpabilidad se estuviera inclinando rápidamente hacia esta última era un… —Si dices mi nombre mientras estás haciendo eso, voy a vomitar en mi propia boca. La voz de Lassiter era ronca e incorpórea y venía del rincón más alejado de la habitación donde estaba la chaise-longue. —¿Es esto a lo que te referías? —Dios, ¿era de verdad él?, se preguntó Tohr. Hambriento, impaciente. Malhumorado porque estaba a punto de explotar. —Es una dirección mejor que cuando te metiste en una ducha de balas. —Se escuchó un sonido como de arrastrar los pies—. Eh, sin ofender, ¿pero te importa poner las manos donde pueda verlas? —¿Puedes hacer que ella venga a mí? —El libre albedrío es lo que es. ¿Y las manos, cabrón? Si no te importa. Tohr sacó los dos brazos y se sintió obligado a decir:
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—Quiero alimentarla, no follármela. No pondría a No’One en esa situación. —Te sugiero que la dejes pensar a ella y hacer lo que quiera con el sexo —el tío tosió un poco. No era nada nuevo, hablar de «follar» era raro entre machos si estos se estaban refiriendo a hembras de valía—. Podría tener sus propias ideas. Tohr recordó la forma con la que ella le había mirado en la clínica, cuando estaba hecho una mierda. No había tenido miedo. Había parecido cautivada. Y él no estaba seguro de cómo manejar eso… Su cuerpo se arqueó por sí solo, como diciendo: Y una polla, colega. Cuando se escuchó otra tos, Tohr se río ligeramente. —¿Tienes alergia a las flores? —Sí. Eso es. Voy a dejarte ahora, ¿vale? —Hubo una pausa—. Estoy orgulloso de ti. Tohr frunció el ceño. —¿Por qué? Cuando no hubo ninguna respuesta, quedó claro que el ángel ya se había ido. Una suave llamada a la puerta hizo que Tohr se irguiera, y apenas sintió el dolor de sus heridas. Sabía exactamente quién era. —Pasa. Ven a mí. La puerta se abrió con un crujido y No’One se adentró en la habitación, encerrándolos dentro a uno con el otro. Cuando escuchó el clic del pestillo de la cerradura, su cuerpo encerró a su mente: iba a alimentarla… y, que Dios los ayudara, a follársela si ella lo dejaba. Por un breve instante de lucidez, pensó que debería decirle que se fuera y así evitarles a los dos las repercusiones que pudieran traer sus acciones una vez que el sexo se hubiera enfriado, sus cabezas aclarado… y dos personas aprendido que los cócteles Molotov que habían parecido ser una idea tan divertida y emocionante para preparar y lanzar en realidad habían diezmado sus paisajes. En cambio Tohr extendió una mano hacia ella. Después de un momento, ella alzó las suyas y se quitó la capucha. Mientras él memorizaba de nuevo su rostro y su figura, vio que no se parecía en nada a su Wellsie. Era más pequeña y su cuerpo más delicado. Sus colores agradables en vez de vibrantes. Correcta en vez de tajante.
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No obstante, le gustaba. Y era mucho más fácil, de un modo extraño, que fuera tan diferente. Menos probabilidades de que alguna vez remplazara en su corazón a su amada con esta hembra. Aunque su cuerpo estuviera excitado, era el marcador de conexión menos importante. Machos con la clase de linaje que él tenía y cuando gozaban de buena salud y estaban bien alimentados, tal y como él estaba ahora, podían ponerse duros incluso con un saco de patatas. Y No’One, a pesar de la definición que ella tuviera de sí misma, era muchísimo más atractiva que unos tubérculos… Dios, el romanticismo se palpaba increíblemente bien aquí, ¿eh? Ella se acercó lentamente, su cojera apenas se notaba, y cuando llegó al borde del colchón bajó la mirada hacia su pecho desnudo, sus brazos, su abdomen… e incluso fue más abajo con los ojos. —Estoy excitado otra vez —dijo él con voz gutural. Y a la mierda con él, pero se pensaría que se lo había mencionado para advertirla. ¿La verdad? Tohr estaba deseando que esa mirada volviera, la que había ocupado su semblante cuando él se había dado placer hasta correrse... Y, que casualidad… ahí estaba: calor y curiosidad. Nada de miedo. —¿Debería beber de tu muñeca desde aquí? —preguntó ella. —Súbete a la cama —gruñó. Ella puso una rodilla encima del alto colchón y entonces de una forma rara intentó hacerlo con la otra. Sin embargo, su pierna mala la hizo desestabilizarse y se cayó hacia delante. Tohr la cogió fácilmente, sujetándola por los hombros y evitando que se cayera de cara. —Te tengo. Y no había ahí doble sentido. Deliberadamente, él la puso sobre sí de manera que estuviera suspendida encima de sus pectorales. Joder, no pesaba nada. Pero bueno, tampoco es que ella comiera mucho. Él no era el único que necesitaba alimentarse apropiadamente. Entonces dejó de moverse para darle tiempo a ajustarse. Él era grande y estaba jodidamente excitado, y ya la había asustado más que suficiente. En lo que a él concernía, ella podía tomarse todo el tiempo del mundo para asegurarse de que sabía quién estaba con ella... De forma abrupta, su aroma cambió, transformándose en una embriagadora fragancia de despertar femenino. En respuesta, sus caderas se balancearon bajo las
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mantas y ella inclinó la cabeza por encima del hombro para ver cómo su cuerpo reaccionaba. Si hubiera sido un caballero, habría escondido la reacción y se habría asegurado de que esto solamente se tratara de devolverle a ella el servicio que le había ofrecido a él. Pero se sentía ahora mismo mucho más macho que caballero. Con esto último, la bajó y apoyó sobre su pecho, colocándola de manera que su boca estuviera pegada a la yugular.
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Piel. Piel cálida y masculina contra sus labios. Piel de vampiro cálida y limpia que era bronceada y no pálida. Que olía a especias, a fuerza y a… algo tan erótico que su cuerpo había vuelto a ponerse en ese estado volcánico. Mientras respiraba, su olor —aquel olor a macho— le produjo una reacción sin precedentes. Al instante todo se volvió instinto, los colmillos le salieron de la mandíbula superior, los labios se abrieron y la lengua salió como si tuviera la intención de saborearlo. —Bebe, No’One… Sabes que quieres. Muérdeme… Tragó saliva con fuerza a la vez que se retiraba de encima de él y se encontraba con sus ojos abrasadores. Había demasiadas emociones que descifrar en ellos, y lo mismo pasaba con su voz y su expresión. Esto no era fácil para él, al fin y al cabo, esta era su habitación marital, donde no cabía duda de que había estado con su pareja cientos de veces. Y aun así él la deseaba. Era obvio por la tensión de su cuerpo, por la erección que ella podía ver incluso debajo de las mantas. Conocía la complicada encrucijada en la que él se encontraba, dividido entre contradicciones, a ella le pasaba igual. No’One quería esto, pero si se alimentaba de él ahora las cosas progresarían y no estaba segura de si estaba preparada para ver dónde los llevaría eso a ambos. Pero ella no iba a retroceder, ni él tampoco. —¿No quieres que beba de tu muñeca? —le preguntó con una voz que no se parecía nada a la suya propia. —No.
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—Entonces, dónde me quieres —no era una pregunta. Y, queridísima Virgen Escriba, ella no tenía ni idea de quién era la que le estaba hablando de esa forma: en voz baja, seductora, exigente. —En la garganta —sus palabras sonaron incluso más bajas y Tohr gimió cuando sus ojos volvieron a fijarse en el punto donde él deliberadamente la había colocado antes. El poderoso guerrero quería que ella lo usara. Mientras yacía contra las almohadas, su inmenso cuerpo parecía estar en aquel extraño cautiverio que ella había visto antes, prisionero de unos amarres invisibles que eran, no obstante, imposibles de romper para él. Sus ojos permanecieron en los de ella al mismo tiempo que ladeaba la cabeza a un lado y exponía su vena… por el lado contrario al que ella estaba. De esa forma tendría que estirarse por encima de su pecho una vez más. Sí, pensó, ella también quería eso… pero antes de que hiciera alguna clase de movimiento, le dio a su fuero interno la posibilidad de alarmarse. Lo último que quería era alterarse y perder el control en medio de esto. Nada salió de su interior. Por una vez, el presente estaba tan vivo y era tan cautivador que el pasado no era siquiera un eco o una sombra en su mente… en estos momentos estaba totalmente limpia de recuerdos. Y tenía muy claro lo que quería. No’One estiró el brazo y su propia barbilla mientras atravesaba la imposible extensión de su torso. Su tamaño era casi una broma, la yuxtaposición de sus cuerpos absurda… y aun así no estaba asustada. Los abultados músculos de su pecho y sus anchos hombros no eran nada por lo que sentirse amenazada. Apenas servían para aumentar el hambre que tenía por beber de su vena. Su cuerpo se arqueó hacia arriba cuando ella se tumbó encima de él y oh, el calor. El calor ardía a través de su piel y magnificaba la necesidad de su cuerpo como un fuego lento que se convertía en un descontrolado fervor. Había pasado mucho tiempo desde que había mordido a un macho. Y antes en su pasado más antiguo lo había hecho solo bajo la estricta supervisión no solo de su padre, sino también de otros machos de su estirpe: además, detrás de todo ello, había habido un sentimiento ceremonial y biológico atemperados por la sociedad y las expectativas sociales. Ella nunca había estado excitada. Y si el buen caballero que ella había usado lo había estado, sabiamente no había mostrado ninguna muestra de ello. Esto estaba siendo todo lo que las antiguas experiencias no habían sido. Esta era cruda y salvaje… y muy sexual.
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—Bebe de mí. Él se lo ordenó al mismo tiempo que apretaba la mandíbula, alzaba el mentón y exponía mucho más su garganta. Cuando ella bajó la cabeza, se sacudió de cabeza a los pies y mordió sin gracia alguna. Esta vez, el gemido salió de ella. Su sabor era como nada que pudiera recordar: un bramido arrollador en la boca, en la lengua, en la garganta. Su sangre era mucho más pura y fuerte de las que ella había tenido, y oh, ese poder suyo. Era como si la potencia de su cuerpo de guerrero se vertiera dentro de ella, transformándola en mucho más de lo que nunca había sido antes. —Bebe más —él le urgió con voz ronca—. Bébetelo todo… Ella hizo como él ordenaba, reajustó el ángulo de su cabeza de manera que su boca estuviera colocada incluso más perfectamente. Y mientras bebía con un gusto renovado, se encontró extremadamente consciente del peso de sus pechos mientras se aplastaban contra su torso. Y del dolor en su vientre que sin importar lo mucho que bebiera parecía solamente volverse más agudo. Y de la lánguida naturaleza de sus piernas… que parecía que todo lo que querían hacer era abrirse. Para él. El cambio total de su tensa rigidez fue tan completo que pareció irreversible, ¿y qué importaba? Estaba tan consumida que no le importaba nada más que lo que estaba ahora obteniendo.
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Capítulo 31
Tohr tuvo un orgasmo apenas después del primer golpe de No’One. No había pausa en las contracciones de sus pelotas o en las rítmicas sacudidas de su erección o en la explosión que estalló en la cabeza de su polla mientras se estremecía bajo las sábanas. —Jodeeeeer… No’One… Ella asintió contra su garganta como si supiera lo que acababa de pasar y para qué le estaba pidiendo permiso él. Llegó tan lejos como para cogerle la muñeca y meterle la mano bajo las sábanas. No hizo falta pedirlo dos veces. Extendiendo las piernas comenzó a acariciarse a un ritmo que se ajustaba al de las succiones en su vena. Y mientras se aliviaba de nuevo y su pene se sacudía como loco, Tohr llevó su mano más abajo, se agarró el saco y apretó con fuerza. Placer y dolor pasaron a ser un espejo de feria, el distorsionado reflejo de uno se enfrentaba al del otro amplificándolo todo desde sentir los colmillos hincados en su cuello hasta las explosiones en su bajo vientre. Esa sensación de dejarse ir, de poner a un lado el dolor con el que lidiaba noche y día era un puto alivio. Era un lago temporalmente derretido y libre de su capa helada, se deleitó en su franqueza con ella, en la forma en que se permitía yacer debajo de su pequeño cuerpo, capturado y sujeto con su ligero peso y su poderoso mordisco. Había pasado mucho tiempo desde que había sentido algo bueno bien adentro de su helada alma. Y porque sabía que todas sus cargas lo estarían esperando cuando este idílico amanecer desapareciera, se metió mucho más en situación y se vistió con todas las sensaciones. Cuando No’One finalmente retrajo sus colmillos, el dibujo de su lengua sobre la herida del cuello para cerrársela lo hizo correrse una vez más: el cálido y húmedo arrastar sobre su piel se trasladó a la parte inferior de su cuerpo, a su erección, que se sacudía y lanzaba más de lo que ya cubría su vientre y empapaba las sábanas.
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La miró a los ojos mientras el orgasmo lo alcanzaba se mordió el labio inferior y echó la cabeza hacia atrás… de forma que ella supiera exactamente qué era lo que estaba haciendo. Y entonces fue cuando supo… que ella también quería sentir lo mismo. Su delicioso aroma se lo dijo. —¿Me vas a dejar que te haga sentir bien? —le dijo Tohr con voz ronca. —Yo… no sé qué hacer. —¿Eso es un sí? —Sí… —susurró ella. Tohr rodó sobre un costado y la depositó sobre el colchón con delicadeza. —Todo lo que tienes que hacer es tumbarte aquí… yo me encargaré de todo. La facilidad con la que obedeció fue una grata sorpresa y una rápida motivación, en lo que a su libido se refería, a querer desnudarla, montarla y correrse encima de ella. Pero no iba a ocurrir. Por muchas razones. —Iré despacio —gruñó, preguntándose a quién de los dos se estaba dirigiendo. Y entonces pensó… joder, sí, iba a ir despacio. No estaba seguro de poder recordar qué se le hacía a una hembra… Como de la nada, una sombra cruzó su mente, salió de su cabeza y se interpuso entre ellos, oscureciendo a su vez el momento. Con gran dolor, Tohr se dio cuenta de que no podía recordar exactamente cuándo Wellsie y él habían estado juntos por última vez, si hubiera conocido su futuro, habría prestado muchísima más atención a muchas más cosas. Sin duda, había sido una de esas sesiones cómodas y poco memorables, aunque profundas en el fondo, en su cama de matrimonio estando ambos medio despiertos y felices de tener cotidianamente… —¿Tohrment? El sonido de la voz de No’One lo trajo de vuelta a la realidad, amenazando con estropear por completo lo que estaba ocurriendo en el presente. Pero entonces pensó en Lassiter… y en su shellan, que estaba en ese inframundo gris, atrapada en ese espacio desolado y polvoriento. Si se paraba ahora, nunca iba a volver a este momento, a esta posibilidad, a esta situación de nuevo ni con No’One… ni con nadie más. Iba a quedarse permanentemente atrapado en el camino por culpa de su dolor… y Wellsie nunca se liberaría.
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Maldita sea, como con tantas cosas en la vida, uno tenía que atravesar los obstáculos y este era uno de los grandes. Tampoco iba a durar para siempre. Había pasado más de un año guardando luto y compadeciéndose de sí mismo, y aún le quedaban décadas y siglos por delante para seguir con ello. Durante los siguientes diez minutos, quince, sesenta o los que esto durara, necesitaba estar únicamente en el aquí y ahora. Únicamente con No’One. —Tohrment, podemos pa… —¿Puedo aflojarte la túnica? —La voz sonó muerta para sus propios oídos—. Por favor… déjame verte. Cuando ella asintió, él tragó saliva con fuerza y llevó su temblorosa mano al nudo de la prenda. Este se soltó apenas casi sin ayuda y entonces los pliegues se liberaron del vestido de tubo que la cubría. Su erección se sacudió vigorosamente ante la visión de su piel apenas oculta a sus ojos, sus manos… su boca. Y esa reacción le dijo que desafortunada… o afortunadamente… sí que podía hacerlo. Iba a hacerlo. Deslizando la mano por su cintura, se detuvo. Wellsie había tenido un cuerpo tan exuberante, lleno de curvas y fuerza femenina que a él tanto le había encantado. Pero No’One no era así. —Tienes que comer más —dijo con severidad. Cuando las cejas femeninas se arquearon y ella pareció retraerse, quiso darse un puñetazo en la cabeza. Ninguna mujer necesitaba oír sus defectos en momentos como este. —Eres muy hermosa —dijo mientras los ojos exploraban la fina tela que cubría sus pechos y sus caderas—. Solo me preocupo por ti. Eso es todo. Cuando ella se relajó de nuevo, se tomó su tiempo acariciándola a través de la sencilla cobertura de lino que llevaba puesta y colocándose encima de su vientre. Esa imagen de ella flotando en la cristalina agua de la piscina, con los brazos abiertos, la cabeza echada hacia atrás y sus pezones duros, lo hizo gemir. Y le dio una dirección específica. Pasando la punta de los dedos por su cuerpo, de abajo a arriba, Tohr rozó la parte inferior de su pecho. El siseo que No’One soltó y el repentino arco que formó su espalda le dijeron que el contacto era más que bienvenido. Pero no había ninguna prisa. Ya la había tenido en la despensa y aquello no iba a volver a ocurrir otra vez.
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Con lánguida facilidad, Tohr siguió subiendo hasta que su dedo índice le pasó por encima del pezón. Más siseos. Más arqueamiento. Más exploración. Su cuerpo estaba rugiendo, su polla presionando contra el cubrecama, contra su autocontrol, contra el tempo. Pero estaba manteniendo las cosas bajo control allí abajo… y mierda iba a seguir de esa forma. Esto era para ella, no para él, y la forma más rápida para cambiar las tornas sería su propio cuerpo desnudo en cualquier lugar cerca del de ella. Dios, tenía que ser la sangre de No’One en su cuerpo. Sí, eso era. Esa era la causa de su loca urgencia por aparearse… Cuando No’One estuvo sacudiendo las piernas encima del edredón y hubo agarrado el antebrazo de Tohrment con sus uñas, fue cuando él acunó el pecho entero con su mano, cambiando el índice por el pulgar mientras la acariciaba. —¿Te gusta? —dijo arrastrando las palabras mientras ella jadeaba. La respuesta que al fin le dio no fue más que un puñado de sonidos, pero bueno, toda esa tensión erótica era lo que le daba la verdadera respuesta. A ella le encantaba cómo se sentía. Rodeándole la pequeña espalda con el brazo, la levantó delicadamente hasta su boca. Tuvo un momento de indecisión antes de aferrarse a ella, pero solo porque no podía creer todavía que estuviera de verdad haciéndole esto a alguien: nunca se le hubiera ocurrido que tendría cualquier clase de vida sexual fuera de los recuerdos, pero aquí estaba, cercana y personal, por así decirlo, con esa conexión eléctrica chispeando, con su cuerpo desnudo y excitado, con su boca a punto de saborear a alguien diferente. —Tohrment… —ella gimió—. No sé qué estoy… —No pasa nada. Te tengo… te tengo. Dejó caer la cabeza hacia delante y, abriendo los labios, rozó su pezón sobre el vestido, yendo arriba y abajo, arriba y abajo. A modo de respuesta, No’One enredó los dedos en su pelo, sintiéndose bien contra su cuero cabelludo arañándolo y pegándole tirones. Joder, ella olía fantásticamente bien, su aroma era más suave y cítrico que el de Wellsie… pero aún así era gasolina en sus venas. Un lametón le hizo sentir la raspadura de su prenda y el comienzo del paraíso, así que la lamió otra vez. Y otra vez. Y otra vez. Succionándolo dentro de su boca, tiraba ligeramente de su pezón hacia arriba, y establecía un ritmo. Y mientras que ella se agarraba a él con más fuerza, Tohr movía
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las manos por todo su cuerpo, estudiando sus caderas y la parte exterior de sus muslos, su vientre y su pequeña caja torácica. La cama crujió sutilmente, el colchón cedió debajo de él a la vez que se acercaba más a ella… y juntaba las partes inferiores de ambos cuerpos. Ya era hora de subir las cosas de nivel.
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Esto era por lo que las hembras ponían esa mirada en los ojos cuando pensaban en sus parejas. No’One finalmente entendió porqué, cuando un hellren entraba en una habitación, su shellan se enderezaba ligeramente y ponía esa sonrisa secreta en sus labios. Esta era la causa de las miradas compartidas entre dos medias naranja de la especie. Este era el porqué de la urgencia de celebrar la ceremonia de emparejamiento; los invitados comían y bailaban y la casa se cerraba durante todo el día. Esto era porqué las parejas felizmente casadas a veces no bajaban a la Primera Comida. O a la Última Comida. O a cualquier comida entre esas dos. Este festín de sensaciones era la máxima sustentación para la especie. Y algo que ella nunca había pensado que llegaría a conocer. ¿La razón por la que podía disfrutarlo? A pesar de la frenética urgencia en ambos cuerpos, Tohr estaba siendo muy cuidadoso con ella. Incluso aunque estaba obviamente excitado, y ella también, no se precipitaba: su autocontrol era un conjunto de barras de acero sobre sus instintos colectivos de apareamiento, su degustación y su tempo tan pausado y tan inofensivo como la graciosa caída de una pluma en el aire. Más bien la estaba volviendo loca, en realidad. Pero sabía que era por su bien. Tan frustrada como estaba, sabía que esta era la única forma correcta por la que no había posibilidad alguna de confundir con quién estaba o si quería esto… La sensación de su boca húmeda contra el pecho la hizo gritar y arañarle el cuero cabelludo. Y eso era antes de que empezara a succionarla. —¿Abrirás las piernas para mí? —dijo alrededor de su pezón. Los muslos le obedecieron antes de que sus labios pudieran formular una respuesta, y la risotada que ella obtuvo como réplica fue un profundo ruido de satisfacción dentro de su pecho. Tampoco desperdició nada de tiempo. Al mismo tiempo que volvía a cerrar su boca sobre su seno, Tohr le deslizó la palma de la mano hacia la parte superior de los muslos y la deslizó hacia el interior.
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—Levanta las caderas para mí —dijo antes de lamerle el pezón un poco más. Obedeció inmediatamente, tan abandonada por la anticipación que no pudo comprender por qué se lo había pedido. Pero entonces sintió una suave caricia alrededor de las piernas. Su vestido tubo. Tohr estaba levantando el vestido…. El tacto de su mano volvió, acariciando la parte superior de su muslo y yendo hacia abajo… antes de volver hacia el interior una vez más. Oh, la falta de barreras. Como si no hubiera sido lo bastante bueno ya. A modo de respuesta, su pelvis se arqueó y se tensó, pero no llegó a ninguna parte en lo que a urgirle a Tohr para que se moviera hacia el calor que finalmente reclamaría. En verdad, bajo sus maniobras de distracción, la anticipación en su sexo cambió a algo más tenso, la penetrante sensación en una afilada necesidad, el dolor del cual se parecía mucho más a las succiones que él le había dado a su vena. El primer contacto con su vagina no fue nada más que una entrega que la tuvo gritando y pidiendo más. El segundo fue un lento cambio. El tercero… Ella lanzó su mano hacia abajo y cubrió la de él, empujándola contra su calor. El gemido que Tohr dejó escapar fue inesperado y sugirió que el tacto de ella lo haría llegar al orgasmo también… sí, No’One podría decir por la forma en que su cuerpo se estaba sacudiendo que se había vaciado otra vez, sus caderas agitándose bajo las mantas de una forma que la hizo pensar en la penetración. Penetración repetida y vigorosa. —Tohrment… —su voz salía entrecortada, su cerebro estaba en blanco, su cuerpo era el único que tenía algo claro. Fue un rato después cuando pudo contestarle con algo más que el sonido de su respiración irregular. —¿Estás bien? —Ayúdame. Necesito… Él le rozó el pecho con los labios y apartó la mano. —Me ocuparé de ello. Te lo prometo. Solo aguanta un poquito más. No’One no sabía cuánto «más» podría aguantar antes de que su cuerpo explotara. Pero entonces, Tohr le enseñó que había grados mucho más altos de frustración. Al final, la fricción empezó justo como todo lo que había hecho: lenta y ligera, una provocación más que un roce en condiciones. Pero gracias a la Virgen Escriba, eso no se quedó ahí. Mientras él sutilmente aumentaba la presión sobre la parte superior de su sexo, ella recordó el modo en que se había dado placer a sí mismo en la clínica, sus
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manos se habían movido de arriba a abajo, su cuerpo había creado una fricción hasta que algo se sacudió y el placer llegó al máximo… El orgasmo fue más poderoso que nada que ella hubiera sentido nunca: ni siquiera el dolor que había sentido a manos del symphath se acercaba al placer que se movía a través de la parte inferior de su cuerpo, reverberando hacia su torso, y llegando como ecos a las puntas de los dedos de los pies y de las manos. Ella conocía la tierra. También el Santuario. Pero esto… era el cielo.
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Capítulo 32
Mientras No’One tenía un orgasmo, la polla de Tohr se liberó de nuevo, la sensación de su sexo resbaladizo, las caderas sacudiéndose y su voz gritando lo puso como una motoooo: estaba húmeda, estaba abierta, estaba lista para él. Era exquisita. Y mientras se frotaba contra la mano masculina, quiso su boca sobre ella y la lengua en su interior para así poderse tragar lo que él le había dado. De hecho, si no hubiera estado tan estrechamente aferrada a él, se habría movido a la posición de inmediato, bajando por su cuerpo y encontrándola con los labios. Pero de momento no iba a ir a ninguna parte. No hasta que sus cabalgadas se acabaran y sus músculos hubieran desbloqueado sus huesos. Excepto que… ella no lo dejaba ir. Incluso después de que su liberación hubiera pasado, los brazos femeninos se quedaron de un modo increíble sujetos al cuello de Tohr. Cuando ella empezó a temblar, él sintió cada estremecimiento. Al principio se preguntó si era la pasión resurgiendo pero rápidamente fue obvio que no era el caso. No’One estaba llorando sin hacer ruido. Cuando intentó apartarse, simplemente lo agarró con más fuerza, metiendo la cabeza contra su pecho y enterrándose en él. A todas luces, no tenía miedo de él, ni le había hecho daño. Pero, Dios, aún así… —Shh… —le susurró mientras le ponía su gran mano en la espalda y empezaba a moverla en círculos con tiernas caricias—. Está bien… En realidad, era una mentira. No estaba seguro si todo estaba bien. Especialmente cuando empezó a sollozar con ganas. Dado que no había nada que pudiera hacer excepto permanecer con ella, dejó caer la cabeza cerca de la suya y sacó de un tirón el edredón de sus piernas para taparla y mantenerla caliente.
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Ella lloró una eternidad. Él la habría sostenido incluso más tiempo que aquel. Era extraño… proporcionarle a No’One un lugar estable lo estabilizaba a él, dándole un propósito y una concentración que eran tan fuertes como habían sido las sexuales solo momentos antes. Y en retrospectiva, debería haber sabido que esto iba a suceder. Lo que acababa de pasar era probablemente la primera y única experiencia sexual que ella jamás había consentido. ¿Una hembra de valía proveniente de una familia de alto linaje? De ninguna manera le habría sido permitido ni siquiera sostener la mano de un macho. La violencia de aquel symphath era todo lo que ella había conocido. ¡Maldito fuera! Quería matar de nuevo a aquel cabrón. —Yo no… sé por qué… lloro —dijo al final, las palabras se escabullían entre sus fuertes exhalaciones. —Te tengo —susurró—. Tanto tiempo como haga falta, te tengo. Pero las emociones fueron pasando, su respiración se calmó y el lloriqueo no tan frecuente. Todo se acabó después de una última inhalación temblorosa. Luego se quedó quieta igual que él. —Háblame. —Él siguió acariciándole la espalda—. Cuéntame cómo estás. Ella abrió la boca como si tuviera la intención de contestar pero entonces solo negó con la cabeza. —Bueno, pienso que eres muy valiente. —¿Valiente? —se rió—. Que poco me conoces. —Muy valiente. Esto no debe haber sido fácil para ti y es un honor para mí que me dejaras… hacer lo que te hice. El rostro femenino adoptó una imagen de confusión. —¿Y por qué? —Conlleva una gran confianza, No’One, en especial para alguien a quien le ha pasado lo que a ti en su pasado. Con el ceño fruncido pareció replegarse en sí misma. —Hey —le dijo, poniéndole el índice bajo la barbilla—. Mírame. —Cuando lo hizo él resiguió su rostro suavemente—. Desearía tener algo filosófico o conmovedor o… cualquier cosa… para ayudarte a poner esta mierda en perspectiva. No la tengo y lo siento. Aunque sé esto. Hace falta verdadero valor para romper con el pasado y tú lo has hecho esta noche.
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—Entonces supongo que ambos tenemos valor. Los ojos de él se apartaron. —Sí. Hubo un período de silencio como si el pasado les hubiera succionado a ambos toda la energía. De pronto ella preguntó: —¿Por qué las secuelas son tan incómodas? Me siento tan… alejada de ti. Él asintió, pensando. Sí, el sexo puede ser así de raro, aún si no había complicaciones de la manera en que ellos lo hacían: aunque no llegaras al final, la terrible cercanía compartida parecía convertir la vuelta a la normalidad en distancia a pesar del hecho de estar acostados uno al lado del otro. —Ahora debería volver a mi habitación —dijo ella. Se la imaginó yendo por el pasillo y pensó que parecía demasiado lejos. —No. Quédate aquí. Bajo la luz tenue pudo verla frunciendo el ceño de nuevo. —¿Estás seguro? Alargó la mano y le apartó un rubio mechón fugitivo de la trenza. —Sí. Lo estoy. Se miraron el uno al otro durante muchísimo rato, y de algún modo… quizás fue la mirada vulnerable en los ojos femeninos, tal vez la línea de su boca o tal vez que le estaba leyendo la mente… supo exactamente lo que ella se estaba preguntando. —Sabía que eras tú —le dijo en voz baja—. Todo el rato… Sabía que eras tú. —¿Y eso está… bien, por usar tu expresión? Recordó a su compañera. —No te pareces en nada a Wellsie. Cuando oyó que ella se aclaraba la garganta se dio cuenta de que había hablado en voz alta. —No, lo que quiero decir es… —No tienes que dar explicaciones. —La sonrisa triste de ella estaba tan llena de compasión—. De verdad no tienes. —No’One… Ella levantó la mano.
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—Las explicaciones no son necesarias… por cierto, las flores aquí dentro son magníficas. Nunca he olido un ramo igual. —En realidad están en el pasillo. Fritz los cambia cada dos días. Oye, ¿puedo hacer algo por ti? —¿No has hecho bastante? —respondió ella. —Me gustaría traerte algo de comer. Las elegantes cejas femeninas se arquearon. —No desearía que te molestaras… —Pero tienes hambre ¿no? —Bueno… sí… —Estaré de vuelta en un minuto. Salió del colchón con rapidez, e inconscientemente se preparó para que el mundo se inclinara como un loco. Pero no hubo mareos, ni necesidad de recuperar el equilibrio, ni mierda de giros. Su cuerpo estaba pletórico mientras rodeaba los pies de la cama. Los ojos de No’One cayeron sobre él y la expresión de su rostro lo paró en seco. Aquella especulación había vuelto a sus ojos. El hambre también. No había considerado que jamás iba a haber una repetición cuando sucedió. Pero dado el modo en que ella lo miraba… la respuesta parecía ser un gran “sí”, por lo menos desde el punto de vista de ella. —¿Te gusta lo que ves? —le preguntó con una voz muy grave. —Sí… Buueenoo, si eso no lo había puesto duro: por debajo de la cintura su polla se volvió a lanzar en posición de firmes… y maldita sea si ella no clavó los ojos y observó el espectáculo. —Hay otras cosas que quiero hacerte —le gruñó—. Esto podría ser solo el principio. Si tú quieres. Ella abrió los labios y bajó los párpados lentamente. —¿Tú lo quieres? —Sí, lo quiero. —Entonces diría… sí, por favor. Asintió una vez hacia ella como si hubieran llegado a alguna clase de acuerdo. Entonces tuvo que obligarse a alejarse de la cama.
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Yendo hacia el armario, sacó unos vaqueros y fue hacia la puerta. —¿Algo en concreto? —le preguntó antes de irse. No’One negó lentamente con la cabeza, con los párpados todavía bajos, la boca todavía abierta y las mejillas todavía ruborizadas. Joder… ella no tenía ni idea de lo tentadora que parecía en aquella enorme y arrugada cama, su túnica tendida a un lado del colchón, su peinado de punta en blanco trastocado por los mechones rubios, su aroma tan fuerte y seductor como siempre. Tal vez la comida podía esperar. Especialmente cuando él se dio cuenta de que se le veían las piernas en medio del edredón enmarañado. Sí, tenía planes para ellas. Planes de la clase “sobre los hombros”… De pronto, ella tiró de las mantas sobre la pierna lisiada, escondiéndola de él. Tohr avanzó enseguida hacia No’One y con resolución volvió a poner el edredón donde había estado. Resiguiendo las mal curadas heridas con las yemas de los dedos y encontrándose de pleno con su mirada. —Eres preciosa. Cada centímetro de ti. No pienses ni por un instante que hay algo mal en ti. ¿Nos entendemos? —Pero… —Nope. No voy a escucharlo. —Inclinándose posó los labios sobre la espinilla, pantorrilla y tobillo, resiguió las cicatrices y las acarició—. Preciosa. Toda tú. —¿Cómo puedes decir eso? —susurró, parpadeando para contener las lágrimas. —Porque es la verdad. —Enderezándose, le dio un último apretón—. No te ocultes de mi, ¿vale? Y después de alimentarte, creo que voy a tener que demostrarte lo serio que soy. Aquello la hizo sonreír… y después reír un poco. —Esa es mi chica —dijo en voz baja. Excepto… mierda, ella no era suya. ¿Qué puñetas había salido de su boca? Obligándose a volver hacia la puerta, salió al pasillo, la cerró dentro y… —¿Qué coño? —Levantando la parte inferior de la pierna inspeccionó la planta de su pie desnudo. Había pintura plateada en él. Echando un vistazo a la alfombra, encontró un rastro de… pintura plateada dirigiéndose por el pasillo hacia la galería de la segunda planta. Con una imprecación se preguntó cuál de los doggen estaba trabajando en aquella parte de la casa. Lo bueno es que las manchas ponían contentos a los pobres bastardos, por lo demás Fritz iba a enfadarse.
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Siguiendo la hilera de gotas hasta la parte superior de la enorme escalera, bajó hasta el recibidor con ellas. El desastre iba directamente al vestíbulo. —Sire, buenos días. ¿Necesita algo? Tohr se giró hacia Fritz, que venía del comedor con el abrillantador de suelos. —Hey, sí. Necesito algo de comida. Pero ¿qué ha pasado con la pintura? ¿Tus chicos han hecho algo obsceno en la fuente de fuera? El mayordomo se acercó arrastrando los pies y frunció el ceño. —Nadie está pintando en ninguna parte del complejo. —Bueno, alguien está emulando a Miguel Ángel. —Tohr se puso en cuclillas y pasó un dedo por uno de los charquitos. Espera un minuto… no es pintura. Y la mierda olía a flores. ¿Flores frescas? De hecho, era el olor que había en su habitación. Cuando sus ojos salieron disparados hacia la puerta del vestíbulo, pensó en la lluvia de balas en la que se había metido. Y se preocupó que después de todo un milagro no hubiera sido la razón por la que no estaba muerto. —Ve a por Doc Jane, inmediatamente —le ladró al doggen.
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Ah, síiiiiiiiii, pensó Lassiter mientras se rodaba sobre la piedra caliente y empezaba a tomar el sol con el culo al aire. Esto es lo que pasa… Considerándolo todo, había sido un buen día para que le dispararan Bueno, más bien, noche. Pon la estación. Gracias al Hacedor era verano: Acostado en los peldaños de la parte frontal de la mansión, los brillantes megavatios de julio le pegaban fuerte encima, los rayos sanaban su cuerpo lleno de balas. ¿Sin él? Seguramente habría muerto de nuevo, el cual no era el modo en que quería reunirse con su jefe. En efecto, la luz del sol era para él lo que la sangre era para los vampiros, una necesidad de la que él realmente disfrutaba. Y mientras se bañaba en ella el dolor se desvanecía, su fuerza volvía… y pensó en Tohr.
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10º Hermandad de la Daga Negra
Qué tonto del culo, hacer un movimiento como ese en el callejón. ¿En nombre de todo lo que era sagrado en qué había estado pensando el cabronazo? Daba igual. De ningún modo iba a dejar a ese capullo meterse en todo aquel tiroteo sin protección. Los dos habían llegado demasiado lejos para cagarla justo cuando estaban haciendo progresos. Y ahora, gracias a él convirtiéndose en un alfiletero Tohr y No’One estaban teniendo sexo. Así que todo no estaba perdido. Sin embargo, estaba pensando seriamente en darle un puñetazo a ese Hermano en las pelotas como venganza. Por una parte, aquella mierda escocía como una hijaputa. Por otra parte, ¿y si hubiera sido diciembre? Tal vez no lo habría hecho… El sonido de la pesada puerta principal abriéndose hizo que levantara y girara la cabeza. Doc Jane, esa fantástica sanadora suya, salió disparada como si hubiera planeado tener que correr cierta distancia. Se detuvo derrapando para no tropezar y caerse sobre él. —¡Estás aquí! Oh, mira, traía su caja de diversión con ella, la pequeña cruz roja significaba suministros de emergencia. —Mal momento para ponerse moreno —murmuró ella. Él descansó la cabeza volviéndola a bajar, con la mejilla posada sobre toda aquella piedra cálida. —Solo estoy tomando mi medicina como un buen paciente. —¿Te importa si te examino? —¿Me matará tu compañero si me ves desnudo? —Estás desnudo. —No estás mirando mi lado comercial. —Cuando ella justo se cernió sobre él sin más comentarios, Lassiter farfulló—: Bueno. Vale… pero no me tapes el sol. Lo necesito más de lo que te necesito a ti. Ella puso la caja al lado de su oreja y se puso de rodillas. —Sí, V me contó un poco sobre como funcionas. —Apuesto a que sí. Sabes que él y yo hemos tenido nuestros más y nuestros menos. —El HDP incluso le había salvado la vida una vez, lo cual había sido un milagro dado lo mucho que se odiaban el uno al otro—. Tenemos nuestra historia.
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—Lo mencionó. —Sus palabras fueron dichas como distracción, como si estuviera revisando sus agujeros—. Tal vez te haya quedado algo de plomo, ¿te importa si te doy la vuelta? —El plomo no importa. Mi cuerpo lo asimilará… siempre que obtenga la luz solar suficiente en mis hombros. —Todavía estás sangrando mucho. —Va a estar bien. Y él estaba empezando a pensar que no era una mentira. Después de todo lo que había pasado: se había mantenido invisible y escondido en el asiento del pasajero del Mercedes que había llevado a Tohr a la clínica. En el instante en que llegó al centro médico, robó algunas vendas y sacó su culo hecho una momia así no se desangraría por todo el lugar. No había existido razón para apresurarse al exterior, no había sol disponible en aquellas horas, o al menos no lo bastante para marcar la diferencia. Además, pensó que simplemente se iría andando. Nope. Fue poco después de subir a aquella habitación con Tohr cuando reconoció que estaba en problemas. Respirar se hacía difícil. El dolor se intensificaba más. La visión empezó a emborronarse. Afortunadamente, el sol ya se había levantado completamente para entonces. Y de todos modos él tendría que haberse ido para cuando No’One apareciera… —Lassiter. Quiero verte por delante. —Eso es todo lo que las chicas dicen. —¿Esperas que yo te dé la vuelta? Porque lo haré. —A tu compañero no le va a gustar. —¡Cómo si eso fuera a preocuparte! —Cierto. En realidad merece la pena el esfuerzo. Con un gemido él metió las manos dentro del brillante charco plateado de sangre debajo de él y se desplomó como la media res que era. —¡Guau! —soltó ella. —Lo sé, ¿vale? Dotado como un caballo. —Si te portas bien de verdad, y sobrevives a esto, te prometo que no se lo contaré a V. —Lo de mi tamaño Ella se rió un poco.
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—No, que pensaste que te miraría de manera no profesional. ¿Puedo vendarte estas? —Lo tocó levemente en los pectorales—. Aunque deje las balas dentro tal vez reducirían el sangrado. —Mala idea. El sol y una superficie es de lo que se trata. Y voy a estar bien. Siempre y cuando no se nuble. —¿Deberíamos conseguirte una tumbona? Ahora se rió, lo cual le hizo toser. —No, no… tiene que ser auténtico. —No me gusta el sonido de esa tos. —¿Qué hora es? —La una y veintiséis. —Ven en otros treinta minutos y mira como estamos. Hubo un período de silencio. —Vale. Lo haré. Tohr querrá un… —le sonó el teléfono y contestó con—, justo estaba hablando de ti. Ajá, estoy con él, y está… mal, pero dice que se está encargando él mismo. Por supuesto me quedaré con él, no, estoy bien de suministros, y llamaré en otros veinte minutos. Bueno, diez. —Hubo una larga pausa y entonces ella respiró profundamente—. Es, esto, es un montón de disparos. En su pecho. — Otra pausa—. ¿Hola? Hola, Tohr… Oh, bien, pensaba que te había perdido. Sí… no, escucha, tienes que confiar en mí. Si pienso que está en peligro, lo entraré a rastras en el vestíbulo pateando y gritando. Pero para ser franca, estoy viéndole sanar mientras hablamos… Puedo ver sus hematomas internos desvaneciéndose ante mis ojos. Vale. Si. Adiós. Lassiter no hizo ningún comentario de todo aquello, solo permaneció donde estaba con los ojos cerrados y el panel solar de su cuerpo camino a la curación. —Así que tú eres la razón por la que Tohr salió de ese callejón con vida — murmuró la buena doctora tras un rato. —No sé de lo que estás hablando.
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Capítulo 33
—Lo siento, amigo, pero sólo conseguiste una comida. Eso es lo que me han dicho. Mientras Throe permanecía acostado en la cama a la que había sido atado, sin sorprenderse por la respuesta del doctor humano a su pregunta. La fortaleza en un prisionero no funcionaría a favor de la Hermandad. El problema era que no se estaba recuperando demasiado bien y más sangre ayudaría. Por supuesto… si iba a alimentarse, no sería una encantadora coincidencia que consiguiera ver a esa Elegida una vez más antes de irse. Ella estaba cerca. Podía sentirla… —De hecho, creo que se han hecho planes para tu partida inminente. La noche caerá muy pronto. ¿Qué pasaría si simplemente se negara a moverse? No, eso seguramente no retrasaría la caída de la Hermandad. Solo lo tratarían como cualquier otra variedad de desperdicios. El cirujano humano salió poco después, por cierto ¿cómo era que utilizaban a un humano?, y entonces estuvo solo de nuevo. Cuando se volvió a abrir la puerta, ni se molestó en abrir una rendija los párpados. No era la Elegida… El clic de metal con metal cerca de su oído captó su atención. Abriendo de golpe los ojos bien abiertos, clavó la mirada en el cañón de una magnum 357. El dedo enguantado de Vishous estaba pegado al gatillo. —Arriba, arriba. —Si me expulsas ahora —dijo con voz débil—, no voy a conseguirlo. En esto decía la verdad. Habiendo sobrevivido con el débil sustento de las hembras humanas durante tanto tiempo como había hecho, no estaba en posición de curarse de heridas así de serias por sí mismo tan rápido.
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Vishous se encogió de hombros. —Entonces te entregaré a Xcor en una caja de pino. —Que tengas suerte con eso, tío. No te diré dónde encontrarle. —Aunque no por Xcor. No quería que sus amigos soldados, o para ser más exactos, sus antiguos camaradas, fueran atacados de improvisto—. Puedes torturarme si lo deseas. Pero no escapará nada de mis labios. —Si decido torturarte, saldréis tú y el lote completo, confía en mí. —Sigue… El cirujano se interpuso entre ellos. —Vaaaale, vamos a relajarnos antes de que tenga que ir a por mí aguja y coser de nuevo. Tú —señaló con la cabeza a Throe—, cállate de una puta vez, a este chico no hace falta que lo alienten cuando se trata de derramar sangre. ¿Y en cuanto a soltarlo? —Se centró en el Hermano—. Mi paciente tiene razón. Mira sus constantes vitales… está colgando por un hilo. Pensaba que todo el asunto era asegurarnos de que viviría. Conclusión: va a necesitar otro chute en la vena. Eso o una semana o dos de recuperación. Los helados ojos del Hermano cambiaron hacia las máquinas que pitaban y destellaban detrás de la cama. Cuando el soldado maldijo en voz baja, Throe sonrió para sí mismo. El Hermano se fue sin decir ni una palabra. —Gracias —le dijo Throe al sanador. El hombre frunció el ceño. —Solo es mi opinión clínica, créeme, estoy deseando de que te vayas de una puta vez de mi territorio. —Me parece justo. Una vez más dejado a solas, esperó con anticipación. Y ya que nadie entró durante un rato le dijo que los Hermanos estaban discutiendo sobre su destino. Seguramente una discusión de lo más animada. Cuando al fin la puerta fue abierta de un tirón, hinchó las fosas nasales y agitó la cabeza hacia un lado… allí estaba ella. Tan bonita como un sueño. Tal celestial como la luna. Tan real como podía ser. Flanqueada por los Hermanos Phury y Vishous, la Elegida le sonrió dulcemente… como si fuera completamente inconsciente de que aquellos machos estaban preparados para desmembrarle si hacía mucho más que estornudar en su dirección.
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—Sire, ¿me dijeron que necesitaba más? Lo necesito todo de ti, pensó mientras asentía con la cabeza. Acercándose a la cama, ella fue a sentarse a su lado, pero Phury enseñó los colmillos por encima de la cabeza de la mujer y Vishous le apuntó sutilmente a la ingle con aquella pistola. —Aquí —dijo Phury, desviándola hacia una silla con delicadeza—. Estarás mucho más cómoda aquí. No era del todo cierto, ya que ahora tenía que levantar el brazo hacia él. Aún así la voz del Hermano era tan relajada y encantadora que hizo que la afirmación pareciera ser verídica. Mientras levantaba el brazo, Throe quiso decirle que era hermosa, que la había echado de menos y que la veneraría si le daba la oportunidad. Pero quería la lengua en la boca, no cortada y machacada en el suelo. —¿Por qué siempre me miras de esta manera? —dijo ella. —Eres tan hermosa… Por encima del hombro de la mujer, Phury enseñó de nuevo los colmillos, su rostro transformándose en ni más ni menos que en violencia total. A Throe no le importó. Estaba obteniendo otro sorbo de ambrosia y aquellos dos machos no harían nada verdaderamente horrible delante de la bella Elegida. La cual ahora mismo se ruborizó intensamente… y eso no la hizo más que mucho más deslumbrante. Cuando la Elegida se estiró hacia delante y puso la muñeca en la boca de él, los brazos de Throe tiraron de las cadenas que lo ataban y ella tuvo un momento de confusión cuando oyó el ruido. Sin embargo, no se veía nada por encima de las mantas, todo estaba disimulado debajo de lo que lo mantenía caliente. —Es el somier —dijo en voz baja. Ella sonrió de nuevo y recolocó la muñeca sobre su boca. Abrazándola con los ojos, clavó con tanto cuidado como pudo, no quería hacerle ni el más mínimo daño y mientras bebía, le miraba el rostro, memorizándolo para así guardarlo cerca de su corazón. Porque esta era seguramente la última vez que la vería. Es más, estaba dividido entre agradecerle a la Virgen Escriba porque hubiera entrado en su vida esta hembra aunque fuera por un instante, y aún así ver aquellos dos encuentros fortuitos como alguna clase de maldición.
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Ella iba a quedarse con él, se temía. Persiguiéndole tan seguro como un fantasma… Se acabó demasiado pronto y estaba retirando sus colmillos de su carne fragante. La lamió una vez, dos, acariciándola con la lengua… —Vale, ya basta —Phury la recogió de la silla sonriéndole con calidez verdadera —. Ahora vete a buscar a Qhuinn, vas a necesitar algo de fuerza. Esto era cierto, pensó Throe con una punzada de culpa. De hecho ella tenía un aspecto pálido y parecía ligeramente mareada. Bien pensado, ella le había alimentado dos veces en otras tantas horas. Deseó que su nombre fuera Qhuinn. Phury la escoltó hasta la puerta y la hizo salir con palabras amables en la Vieja Lengua. Luego se giró… y se aseguró de que la cerradura estuviera en su sitio. El puño le vino volando desde el lateral y dada su breve impresión de cuero negro, sin duda era del Hermano Vishous. Y el crujido resultante sonó tan alto que fue como si un leño se hubiera partido por la mitad. Bien pensado, él siempre tuvo una mandíbula sólida. Mientras las campanas de la catedral sonaban en la cabeza de Throe y escupía sangre, Vishous dijo en tono grave: —Eso es por mirarla como si te la estuvieras follando con la mente. Al otro lado de la habitación, el Hermano Phury hizo otro tanto cerrando el puño y empezó a golpearlo en la mano abierta de su mano libre. Mientras se acercaba le dijo en un tono muy peligroso: —Y este es para asegurar que no prosigues con esa brillante idea. Throe les sonrió a ambos. Cuanto más le golpearan más seguro era que tuviera que alimentarse de nuevo. También estaban en lo cierto: él quería estar con ella… aunque “hacer el amor” era un término muchísimo mejor. Y aquellos momentos con la hembra eran muy valiosos le hicieran lo que le hicieran…
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Arriba en la mansión, Tohr estaba sentado en el último escalón de la gran escalera, con los codos en sus rodillas dobladas, la mejilla en un puño y el móvil al lado mirando hacia arriba.
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Tenía el culo dormido. De hecho, después de estar sentado donde estaba durante… ¿cuánto tiempo? ¿cinco horas?, seguramente tendría que ir a lo de Doc Jane para extraer quirúrgicamente las fibras de la alfombra de su trasero… El emisor del control de seguridad soltó un bip, y se levantó de golpe, acercándose a zancadas al panel y verificando dos veces la pantalla, abrió el cerrojo de la puerta. Lassiter entró solo, seguramente porque Doc Jane había vuelto al Pit. El ángel estaba en cueros… y puñeteramente bien. Sin agujeros de bala, ni cicatrices, sin contusiones. —Sigue mirándome así y después mejor me invitas a cenar. Tohr fulminó con la mirada al ángel. —¿En qué coño estabas pensando? Lassiter negó con el dedo. —Tú, de todo el mundo, no necesitas preguntarme eso. No sobre anoche. Con aquella declaración, y totalmente despreocupado sobre la desnudez, Lassiter entró paseando tranquilamente en la sala del billar y se dirigió al bar. Las buenas noticias eran que por lo menos mientras estaba detrás de aquello sirviéndose el licor, su estibador y aquellas dos boyas no estaban a plena vista. —¿Escocés? ¿Ginebra? ¿Burbon? —preguntó el ángel—. Yo me preparo un Orgasmo. Tohr se frotó el rostro. —¡No puedes estar diciendo esa palabra delante de mí cuando estás meneando el trasero en cueros! Aquello desencadenó una retahíla de: —Orgaaaaaasmoo, orgaaaaasmoo, orgaaaaasmoo —con la melodía de la Quinta de Beethoven. Afortunadamente, la gilipollez afrutada que el jodido puso en su vaso cortó el coro cuando se la tragó de golpe. —Ahhhh… —sonrió el ángel—. Creo que me preparé otro. ¿Te apetece uno? O ya has tenido bastante esta noche. Una rápida imagen mental del pecho de No’One en su mano hizo que su polla brincara de pleno por el plan. —Lassiter, sé lo que hiciste. —¿Afuera? Sí, el sol y yo nos llevamos bien. Es el mejor médico y sin copago. ¡Yuju!
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Más bebida. Lo cual sugería que la bravata había sido un poco forzada. Tohr se aparcó en uno de los taburetes. —¿Por qué coño te pusiste delante de mí? El ángel estaba a punto de prepararse el número tres. —Te diré lo mismo que a Doc Jane, no tengo ni idea de lo que estás hablando. —Tenías heridas de bala por todas partes. —¿A sí? —Sí. —¿Puedes demostrarlo? —Lassiter dio una vueltecita con los brazos arriba—. ¿Puedes demostrar que estuve herido alguna vez? —¿Por qué lo niegas? —No es una negativa si no tengo ni puta idea de por qué me estás dando la tabarra. Con otra encantadora sonrisa, le volvió el trasero. Y entonces inmediatamente empezó a prepararse el número cuatro. Tohr sacudió la cabeza. —Si vas a ponerte como una cuba, por qué no lo haces como un hombre de verdad. —Me gusta el sabor de la fruta. —Eres lo que bebes. El ángel levantó la mirada hacia el reloj. —Mierda. Me he perdido Maury. Pero he grabado Ellen. Lassiter fue y se estiró sobre el sofá de piel, Tohr se consideró afortunado que el cabrón al menos tuviera la decencia de cubrirse con una manta el paquete. Cuando encendió la televisión y Ellen DeGeneres apareció bailando con una fila de amas de casa, fue evidente que la conversación no estaba en la lista de quehaceres del ángel. —Sencillamente no entiendo por qué lo hiciste —farfulló Tohr. Era tan raro en él, siempre pensando en sí mismo. En ese instante, No’One apareció en los arcos de la sala. Vestida con la túnica y la capucha puesta, pero Tohr la vio desbrochada y desnuda, y su cuerpo se insufló de vida. Mientras se deslizaba del taburete e iba hacia la hembra, juraría que Lassiter murmuró:
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—Ese es el por qué. Acercándose a la hembra dijo: —Ey, ¿recibiste la comida? —Sí —susurró ella—. Pero me preocupé cuando no volviste. ¿Qué pasó? Él le echó un vistazo atrás a Lassiter. El ángel parecía haberse desmayado, con la respiración acompasada y el mando a distancia descansando sobre su pecho en una mano laxa, la bebida goteando gotas de condensación sobre el suelo a su lado. Pero Tohr no confió en el aspecto inconsciente. —Nada —dijo bruscamente—. No pasa… nada. Vamos arriba y descansemos. —¿Estás seguro? —dijo ella mientras él la guiaba con un sutil contacto en los hombros. —Sí —Y en serio que iban a descansar. De pronto estaba agotado. Lanzó un último vistazo sobre el hombro mientras se dirigía al vestíbulo. Lassiter estaba exactamente donde había estado… excepto que había un atisbo minúsculo de sonrisa en su rostro. Como si todo hubiera valido la pena, en tanto Tohr y No’One estuvieran juntos.
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Capítulo 34
Mientras transcurría la noche, Throe caminaba por las calles de Caldwell, solo, desarmado, vestido con un pijama quirúrgico… y más fuerte de lo que había estado desde que había llegado al Nuevo Mundo. La paliza a manos de dos de los Hermanos se había curado casi de inmediato y la Hermandad le había soltado poco después de aquella segunda alimentación. Todavía tenía unas cuantas horas antes de que tuviera previsto reunirse con Xcor y pasó el tiempo con sus pensamientos, caminando con las zapatillas de correr que habían sido un regalo del enemigo. Durante su estancia con la Hermandad, no había descubierto nada de donde estaban ubicadas sus instalaciones. Había estado inconsciente cuando lo llevaron al complejo… y encerrado en una camioneta sin ventanas cuando se había marchado. Después de viajar algún tiempo, sin duda gracias a una ruta indirecta, había sido depositado junto al río y abandonado a su suerte. Naturalmente, la camioneta no tenía matrícula y ninguna característica distintiva. Y él había tenido la sensación de estar siendo vigilado… como si hubieran estado esperando para ver si trataba de seguirla mientras se alejaba. No lo hizo. Se quedó donde estaba hasta que se marcharon… y luego había comenzado a deambular. La brillante maniobra de Xcor había conseguido ganar nada. Bueno, aparte de salvar la vida de Throe. Lo poco que él había descubierto acerca de la Hermandad no era nada que no pudiera haber sido supuesto: sus recursos eran vastos, a juzgar con la cantidad y la sofisticación del equipamiento médico con que había sido tratado, el número de personas que había visto u oído caminando por el vestíbulo era impresionante, la seguridad era tomada muy en serio. De hecho, la suya parecía ser una comunidad completa, oculta a los ojos de humanos y lesser por igual. Todo tenía que estar bajo tierra, pensaba él. Bien custodiado. Camuflado para dar la apariencia de no ser nada en particular, incluso durante las redadas, cuando mucho de los hogares de la raza habían sido encontrados y aniquilados, no había habido rumores de que el hogar del Rey hubiera sido golpeado.
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Así que el plan de Xcor había dado pocos frutos desde el punto de vista de Throe, excepto animosidad. Y por un momento él dudó si acudiría a la cita con su ex líder o no. A la larga sabía que semejante rebelión quedaría en nada. Xcor tenía algo que Throe quería… lo único que en verdad quería. Y mientras esas cenizas fueran retenidas por el macho, no había nada que hacer, excepto rechinar los dientes, agachar la cabeza, y continuar. Era, después de todo, lo que había estado haciendo durante siglos. Excepto que él no cometería el mismo error dos veces. Solo un idiota no se acordaría de este recordatorio visceral de cómo estaban en verdad las cosas entre ellos. La respuesta era recuperar los restos de su hermana. ¿Y tan pronto como lo hiciera? Echaría de menos a sus compañeros soldados de la misma manera que anhelaba a su familia, pero se retiraría de la Banda de Bastardos… a la fuerza si fuera necesario. Entonces quizás echara algunas raíces en alguna otra parte de los Estados Unidos… no regresaría a su Viejo País. Podría estar muy tentado de volver a frecuentar su linaje y eso no sería justo para ellos. Hacia el final de la noche, alrededor de las cuatro de la madrugada a juzgar por la posición de la luna, se desmaterializó hacia la azotea del rascacielos. No tenía armas para protegerse… pero no tenía intenciones de luchar. Por lo que le habían enseñado, su hermana no podía entrar en el Fade sin la ceremonia correcta, así que tenía que vivir el tiempo suficiente para darle sepultura. Sin embargo, tan pronto como lo hiciera… En lo alto, por encima de las calles y otros edificios de la ciudad, en la estratosfera curiosamente silenciosa donde no había bocinas, ni gritos, ni fragor de camiones de reparto llegando temprano, el viento era fuerte y tonificantemente frío a pesar de la humedad en el aire y de la temperatura cálida. Arriba, un trueno retumbó y un relámpago pasó por la parte baja de los nubarrones, prometiendo un comienzo de día mojado. Cuando había iniciado su viaje con Xcor, él había sido un gentilmacho, bien instruido en el fino arte de guiar a una hembra por la pista de baile… en lugar de entrar en combate cuerpo a cuerpo. Pero ya no era lo que había sido. Como correspondía, él se mostraba abiertamente, sin cobardía o excusas, los pies afirmados y los brazos a los lados. No había debilidad en la línea de la barbilla ni en el contorno de su pecho o en el ángulo recto de sus hombros y nada de miedo en su corazón a lo que podría salirle al encuentro. Todo eso era a causa de Xcor: Throe, técnicamente había nacido macho, pero no fue hasta que se había puesto a malas con aquel luchador que él, realmente había aprendido a vivir de acuerdo a su género.
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Él siempre se lo debería a los soldados con los que había estado durante tanto tiempo… Desde detrás de las maquinarias, una figura dio un paso adelante, el viento atrapando un largo abrigo y colándose libre por un cuerpo pesado y mortífero. El instinto y el entrenamiento anularon la intención cuando Throe se dejó caer en una posición de combate, dispuesto a enfrentarse a su… Cuando el macho dio un paso al frente, la luz del dispositivo de iluminación encima de la puerta de la azotea atrapó su cara. No era Xcor. Throe no relajó su postura. —¿Zypher? —Aye. —Súbitamente, el soldado se tambaleó hacia adelante y luego echó a correr para cerrar la distancia entre ellos. Antes de que Throe se diera cuenta, estaba rodeado por un tosco abrazo, metido en unos brazos tan fuertes como los suyos y contra un cuerpo tan grande como el propio. —Estás vivo —dijo el soldado con un suspiro—. Estás vivo… Torpemente al principio y luego con una extraña desesperación, Throe se agarró del otro combatiente. —Aye. Aye, lo estoy. Con un brusco empellón, fue empujado hacia atrás y contemplado de pies a cabeza. —¿Qué te hicieron? —Nada. Esos ojos se estrecharon. —Sé sincero conmigo, hermano. Y antes de que contestes uno de tus ojos todavía está amoratado. —Ellos me proveyeron de un sanador y una… Elegida. —¡¿Una Elegida?! —Aye. —Tal vez debería conseguir que me apuñalen. Throe se echó a reír.
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—Ella era… como nada en esta tierra. Cabellos rubios, piel y rostro etéreos, a pesar de que vivía y respiraba. —Creí que habían sido inventadas. —No sé… tal vez lo he idealizado. Pero ella era exactamente como las describen los rumores… más adorable que cualquier hembra que tus ojos alguna vez hayan mirado. —¡No me tortures más! —Zypher sonrió brevemente y luego recobró su seriedad —. Estás bien. No era una pregunta… era una exigencia. —En casi todo me trataron como a un invitado. —Efectivamente, excepto por los grilletes y la cagada a palos… aunque dado que estaban protegiendo la virtud de una gema preciosa, él tenía que decir que aprobaba lo que le habían hecho—. Pero aye, estoy recuperado por completo gracias a sus sanadores. —Él miró a su alrededor—. ¿Dónde está Xcor? Zypher negó con la cabeza. —Él no va a venir. —Así que entonces tú debes matarme. —Extraño que el macho le encargara una tarea con la que seguramente disfrutaría a otro. —Mierda, no. —Zypher descargó un lado de la mochila—. Debo darte esto. De adentro de la mochila, sacó una caja de latón grande y cuadrada con marcas ornamentales e inscripciones. Throe solo pudo clavar los ojos en aquello. No la había visto desde hacía siglos. De hecho, no había sabido que había sido quitada a su familia hasta que Xcor le había amenazado con eso. Zypher carraspeó. —Él me dijo que te dijera que te libera. Tu deuda con él está zanjada y te está devolviendo a tu muerto. Las manos de Throe temblaban muchísimo… hasta que recibieron el peso de las cenizas de su hermana. Luego se pusieron firmes. Mientras él permanecía de pie allí, en el viento y la llovizna, noqueado e inmóvil, Zypher se paseaba casi en un círculo cerrado, las manos en las caderas y los ojos en la grava que cubría los paneles del techo del rascacielos. —Él no ha sido el mismo desde que te fuiste —dijo el soldado—. Esta mañana lo encontré cortándose hasta el hueso por el duelo. Los ojos de Throe se dispararon hacia el macho que conocía tan bien.
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—¿De veras? —Aye. Así lo hizo durante todo el día. Y esta noche, ni siquiera ha salido a luchar. Está de regreso en el refugio, sin moverse. Y ordenó a todo el mundo, excepto a mí que se largaran y luego me dio esto. Throe acercó aún más la caja a su cuerpo y la abrazó con fuerza. —¿Estás seguro que soy la causa de semejante malestar? —preguntó fríamente. —Sin ninguna duda. En realidad, en su corazón él no es como el Bloodletter. Quiere serlo… y es capaz de hacer mucho contra otros, más de lo que yo, personalmente, puedo. Pero tú, nosotros… somos su clan. —La mirada de Zypher estaba llena de franqueza—. Deberías regresar con nosotros. Con él. No volverá a actuar así… esas cenizas son la prueba. Y todos te necesitamos… no solo por todo lo que tú haces, sino por lo que has llegado a ser para nosotros. Han pasado solo veinticuatro horas y estamos jodidos sin ti. Throe levantó la vista hacia el firmamento, hacia la tormenta, hacia los cielos violentos y alborotados. Después de haber sido condenado por las circunstancias una vez, él no podía creer que incluso considerase la posibilidad de ser condenado por su consentimiento. —Todos nosotros estaremos incompletos sin ti. Incluso él. Throe tuvo que sonreír un poco. —¿Alguna vez pensaste que dirías algo semejante? —No. —La risa que flotó sobre las ráfagas de viento era profunda—. No acerca de un aristócrata. Pero tú eres más que eso. —Gracias a ti. —Y a Xcor. —No estoy seguro de estar listo para darle algo de crédito. —Ven conmigo. Velo tú. Rencuéntrate con tu familia. Por muy dolido que estés esta noche, estás tan perdido sin nosotros como nosotros sin ti. En respuesta, Throe solo pudo quedarse con la mirada clavada en la ciudad, en sus luces como la de las estrellas que se eclipsaban en lo alto. —No puedo confiar en él —se escuchó decir. —Esta noche te ha concedido tu libertad. Sin duda, eso significa algo. —Si continuamos, todos nos estamos enfrentando a nuestra sentencia de muerte. Vi a la Hermandad… si eran formidables antes en el Viejo País, eso no es nada comparado con sus recursos de ahora. —Así que viven bien.
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—Viven muy bien. No los podría encontrar aunque lo deseara. Y tienen grandes instalaciones… son una fuerza a tener en cuenta. —Él volvió a mirar—. Xcor estará decepcionado de lo que me he enterado… que es de nada. —Él dijo que no. Throe frunció el ceño. —No entiendo. —Él manifestó que no desea saber nada de eso. Nunca recibirás una disculpa suya de manera directa, pero te ha dado la solución para los problemas que te enredan, y no aceptará información de ti. Un momento de furia lo atravesó. ¿Entonces para qué había sido todo eso? Excepto que… quizá Xcor no había considerado que se sentiría como lo hizo. Y Zypher tenía razón, la idea de no estar con esos machos era... como la muerte. Después de todos estos años, ellos eran todo lo que él tenía. —Si vuelvo, podría ser un riesgo para la seguridad. ¿Qué pasa si he hecho un pacto secreto con la Hermandad? ¿Qué pasa si ellos están aquí? —Él señaló a su alrededor—. ¿O tal vez esperando en cualquier otra parte para seguirme? Zypher se encogió de hombros con absoluta indiferencia. —Hemos estado tratando de encontrarnos con ellos durante meses. Tal reunión sería bienvenida. Throe parpadeó. Y luego se echó a reír. —Vosotros estáis todos locos. —¿No debería ser nosotros? —De repente, Zypher negó con la cabeza—. Nunca nos traicionarías. Incluso si odiases a Xcor con todo tu ser, nunca nos pondrías en peligro al resto de nosotros. Eso era cierto, pensó él. En cuanto a odiar a Xcor… Se quedó con la mirada clavada en la caja en sus brazos. A través de los años, había habido muchas veces que se había maravillado por las vueltas y los giros de su destino. Y parecía que esta noche iba a volver a maravillarse de su suerte. Él había estado inseguro de ir en contra de Wrath, pero ahora que había visto a la hembra Elegida, más bien le gustaba la idea de arrebatarle el trono, encontrarla y reclamarla como suya. ¿Sediento de sangre? Si, sin duda… su anterior personalidad nunca habría pensado de esa manera. Pero esta nueva personalidad se había acostumbrado a
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tomar lo que quería, la capa de civilización se había vuelto raída después de años sin cuidar de sus delicadas fibras. Si pudiera acercarse a Wrath, podría encontrarla de nuevo. De repente, sintió que su boca se movía y oyó su propia voz en el viento. —Va a tener que permitirme comprar teléfonos móviles.
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Xcor permaneció en la casa durante toda la noche. El problema era el daño en sus antebrazos. Odiaba el hecho de que aún tuvieran que cicatrizar, pero era lo bastante inteligente para saber que apenas los podría usar. De hecho, solo agarrar la cuchara para tomar la sopa estaba resultando difícil. Una daga contra un enemigo, sería imposible. Y luego estaba el riesgo de infección. Era la puñetera cosa de la sangre. De nuevo. Tal vez si se hubiera tomado un tiempo para alimentarse desde lo de aquella puta allá en… Parcas, ¿había sido en primavera? Frunció el ceño, había añadido una adquisición preocupante, una que daba como resultado una suma excesivamente grande. No era de extrañar que estuviera en una situación difícil… y a Dios gracias que no estaba completamente loco por sangre. ¿O lo estaba? Recordando lo que había hecho con Throe, era difícil no juzgar sus acciones por ese pasado condenatorio. Con una maldición, bajó la cabeza, el agotamiento y un extraño tipo de tedio se instalaron sobre sus hombros… La puerta de atrás de la cocina se abrió, y teniendo en cuenta que era demasiado pronto para que sus soldados regresaran, sabía que era Zypher con la información actualizada de la partida de Throe. —¿Estaba bien? —preguntó sin levantar la vista—. ¿Él salió sin inconvenientes? —Estaba y lo hizo. Xcor alzó la mirada rápidamente. Throe en persona estaba en la arcada, alto y orgulloso con los ojos alerta y el cuerpo fuerte. —Y él retorna sin inconvenientes —finalizó el macho en un tono sombrío. Xcor inmediatamente volvió a concentrarse en su sopa y parpadeó con fuerza. Desde una enorme distancia, observó como la cuchara en su mano se movía derramando su contenido. —Zypher no te lo dijo —masculló de manera gruñona.
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—¿Qué soy libre? Aye. Lo hizo. —Si quieres pelear, dejaré de lado mi comida. —No sé si serías capaz de hacer otra cosa que alimentarte en este momento. Malditas camisetas sin mangas, pensó Xcor mientras giraba sus brazos así el daño era menos visible. —Sería capaz si fuera necesario. ¿Dónde están tus botas? —No lo sé. Ellos se llevaron todo lo que tenía. —¿Te trataron bien? —Bastante bien. —Throe avanzó, las tablas crujían bajo sus pies—. Zypher me dijo que no querías saber nada de lo que había visto. Xcor se limitó a negar con la cabeza. —También dijo que nunca conseguiría una disculpa de ti. —Se hizo un largo silencio—. Quiero una. Ahora. Xcor apartó la sopa y se encontró registrando las heridas que se había infringido, recordando todo ese dolor, toda esa sangre… que se había secado marrón sobre las tablas del entarimado debajo de él. —¿Y luego qué? —dijo con voz áspera. —Tendrás que averiguarlo. Bastante justo, pensó Xcor. Sin gracia… no es que él tuviera ninguna de todos modos… se puso de pie. En toda su estatura, estaba demasiado inestable por muchas razones como para enumerarlas, y la sensación de desequilibrio empeoró cuando encontró los ojos de su… amigo. Mirando a Throe a la cara, dio un paso adelante y extendió su palma. —Lo siento. Dos sencillas palabras dicha en voz alta y clara. Y éstas no fueron lo bastante efectivas. —Me equivoqué al tratarte como lo hice. No soy… tan parecido al Bloodletter como pensé… como siempre he querido ser. —Eso no es malo—dijo Throe en voz baja. —Cuando se trata de alguien como tú, yo estaría de acuerdo. —¿Y los otros? —Los otros también. —Xcor meneó la cabeza—. Sin embargo, llegaría hasta allí.
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—Así que tus ambiciones no han cambiado. —No. Mis métodos sin embargo… nunca serían los mismos. En el silencio que siguió, él no tenía ni idea de lo que iba a recibir a cambio: una maldición, un puñetazo, una miserable discusión. La inestabilidad que lo golpeaba era más que justa. —Pregúntame si quiero volver junto a ti como un macho libre —exigió Throe. —Por favor. Vuelve y tienes mi palabra… aunque valga menos que un centavo… que se te concederá el respeto que te mereces desde hace mucho tiempo. Después de un momento, su palma fue engullida. —De acuerdo entonces. Xcor dejó escapar un suspiro tembloroso, uno nacido del alivio. —Todo bien, entonces. Soltando la mano del soldado, se inclinó, recogió su tazón de comida casi sin tocar… y le ofreció lo poco que tenía a Throe. —Me permitirás transformar las comunicaciones —dijo el macho. —Aye. Y eso fue todo. Throe aceptó la sopa y se acercó al lugar donde él había estado sentado. Sentándose en el suelo, puso la caja de latón en el lado más alejado de él y comenzó a comer. Xcor se unió a él sobre la mancha de sangre que había derramado durante el día y en silencio, terminaron su reunión. Pero no estaba terminada, al menos no por parte de Xcor. Su pesar continuaba en él, la pesadez de la carga de sus acciones lo había cambiado para siempre, como una herida que hubiera dejado una marca y cicatrizado mal. O más bien, en este caso… cicatrizado bien.
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OTOÑO
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Capítulo 35
No’One despertó en medio de un terremoto. Bajo ella el colchón saltaba, la gran fuerza de la turbulencia lanzó las almohadas de tal forma que hizo que las sábanas volaran y el aire frío se deslizó contra su piel… Su conciencia rápidamente redefinió la causa del caos. No era ningún movimiento de tierra sino Tohrment. Se debatía junto a ella como si luchara contra lazos que lo ataran a la cama. Su enorme cuerpo temblaba incontrolablemente. Había tenido aquel sueño de nuevo. Del que se negaba a hablar y por lo tanto tenía que ver con su amada. La luminosidad desde el cuarto de baño capturó su cuerpo desnudo cuando él aterrizó sobre los pies, los músculos tensos de su espalda formaban profundas líneas de sombras, las manos cerradas en puños, las piernas rígidas como si estuviera a punto de saltar. Mientras él recuperaba el aliento y se orientaba, el nombre tallado en su piel, en un grácil arco, se expandía y contraía, casi como si la hembra estuviera viva aún. WELLESANDRA Sin decir una palabra Tohrment se dirigió al baño, cerró la puerta cortando la iluminación y a ella. Yaciendo en la oscuridad, ella escuchó el agua correr, una rápida mirada al reloj de la mesita le indicó que era casi hora de levantarse, aun así se quedó donde estaba. ¿Cuántos días había pasado en esta cama suya? Un mes al menos. No, dos… ¿Quizá tres? El tiempo había dejado de tener significado, las noches flotaban en una fragancia parecida a brisa de verano. Suponía que él era su primer amante. Excepto… que él se había negado a tomarla por completo. Además, después de tanto tiempo juntos, él no le permitía tocarlo, no dormía bajo las sábanas con ella. Ni la besaba en la boca. Tampoco se unía a ella en la bañera ni la piscina, o se fijaba en sus vestidos… y él no la abrazaba cuando dormían.
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Aun así era generoso con sus sensuales talentos, llevándola una y otra vez a ese lugar de dicha transitoria, siempre tan cuidadoso con su cuerpo y sus liberaciones. Y ella sabía que lo complacía a él también: la reacción de su cuerpo era demasiado poderosa para esconderla. Era como si codiciosamente deseara más. Pero no lo tomara. A pesar de todo el alocado calor que inspiraban uno en el otro, a pesar de que se alimentaba libremente de ella y ella hacía lo mismo de él, ella se sentía… estancada. Atrapada en un lugar que carecía de finalidad. Incluso, aunque ella había encontrado estructura en sus noches trabajando en el complejo, alivio y anticipación cada alba cuando él volvía saludable y fuerte, ella se sentía… empantanada. Impaciente Desdichada. A causa de lo cual, finalmente había solicitado que un visitante acudiera al complejo esa tarde. Al menos con ello podría avanzar hacia algún lado. O por lo menos lo esperaba Escapando del capullo de calidez que había creado, tembló aun cuando la calefacción funcionaba. La temperatura variable era algo a lo que aún debía acostumbrarse en este lado… y era lo único que extrañaba del Santuario. Aquí había veces en las que se sentía acalorada y otras en las que tenía frío. Lo cual era más frecuente ahora que septiembre había llegado y con él las heladas tempranas. Mientras se ponía la túnica, sentía los pliegues fríos y temblaba dentro del pesado abrazo de la tela. Se aseguraba de estar vestida siempre que estaba fuera de la cama. Tohrment nunca había dicho mucho pero ella tenía la sensación de que lo prefería así: a pesar de que él parecía disfrutar al sentirla, sus ojos evitaban su desnudez y apartaba la mirada, al igual que cuando estaban en público… aun cuando sus Hermanos sabían que permanecía con él. No'One tenía la sensación, pese a que él dijera que sabía quién era la que le daba placer, que trataba de encontrar a su shellan en su cuerpo, en las experiencias juntos. Cualquier recuerdo de lo contrario sería duro para él. Deslizando los pies en sus mocasines de cuero, dudó antes de marcharse. Ella odiaba que él estuviera in extremis, pero nunca le hablaría de ello. De hecho, últimamente él no hablaba mucho cuando ella estaba cerca, incluso cuando sus cuerpos se comunicaran en cualquiera que fuera el lenguaje que usaban. Así pues, nada bueno saldría de su tardanza, especialmente viendo el humor en el que estaba. Obligándose hacia la puerta, se colocó la capucha, asomó la cabeza y miró a ambos lados antes de salir al corredor, dejándolo encerrado a solas. Como siempre, ella se marchó sin ruido.
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—Lassiter —siseó Tohr frente al espejo del baño. Cuando no hubo respuesta, salpicó su rostro con agua fría una vez más—. Lassiter Cuando cerró los ojos, él vio a su Wellsie en aquel paisaje gris. Estaba todavía más lejos de él, lejana a la distancia… aún más difícil de alcanzar que nunca mientras se sentaba tan quieta sobre aquellas losas de piedra gris. Ellos seguían perdiendo consistencia. —Lassiter, ¿dónde coño estás? El ángel finalmente hizo su aparición en el borde del Jacuzzi, con una caja de galletas de chispas de chocolate Freddie Freihofer en una mano y un vaso grande de leche en la otra. —¿Quieres una? —dijo, ingiriendo la carga de calorías—. Ellos tienen razón acerca del frigorífico, son mucho mejor heladas. Tohr miró al tipo. —Me dijiste que yo era el problema. —Cuando todo lo que el ángel hizo fue seguir masticando, tuvo el impulso de alimentar al bastardo con la caja entera—. Ella aún está aquí, casi a punto de desaparecer. Lassiter colocó su infantil cena a un lado, quizás porque había perdido el apetito. Después simplemente sacudió la cabeza, Tohr tuvo un momento de pánico. —Si estás mintiéndome ángel, voy a matarte. El otro macho puso los ojos en blanco. —Ya estoy muerto idiota. Y quizá deba recordarte que tu shellan no es la única a quien intentó liberar… mi destino es el suyo, recuérdalo. Así que si fallas, yo fallo por lo que no intentó joderte. —¿Entonces por qué coño todavía ella está en ese horrible lugar? Lassiter levantó las manos. —Mira tío, va a llevar más que un par de orgasmos, debes saber eso. —Jesucristo, no puedo dar mucho más de lo que soy. —Realmente —Lassiter entrecerró los ojos—, ¿estás seguro de eso? Cuando sus miradas chocaron, Tohr desvió la suya… y evaluó toda la privacidad que asumió habían tenido No´One y él. Joder con aquello, habían tenido cientos de orgasmos juntos así que… —Sabes tan bien como yo cuanto no has hecho —dijo el ángel suavemente—. Sangre sudor y lágrimas, es lo que va a costar.
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Bajando la cabeza, Tohr se frotó las sienes, sintiendo que iba a ponerse a gritar. Puta mentira. —Vas a salir ésta noche, ¿no? —el ángel murmuró— Así que cuando regreses ven a verme. —Estás conmigo de todos modos, ¿O no? —No sé de qué estás hablando, encuéntrame después de la Última Comida. —¿Qué vas a hacer conmigo? —Dices que buscas ayuda… bien, voy a dártela. El ángel se puso de pie y caminó sin prisa hacia la puerta del baño, entonces regresó y tomó sus jodidas galletas. —Hasta el amanecer, amigo. Dejado solo, Tohr consideró brevemente los meritos de golpear el espejo, pero se imaginó que quizás pondría en riesgo sus oportunidades de salir a encontrar algunos lessers que matar. Y ¿en este momento?, esa perspectiva era lo único que lo mantenía en su propia piel. Sangre. Sudor. Lágrimas Maldiciendo, tomó una ducha, se afeitó y volvió a la habitación. No´One ya se había marchado, probablemente para poder llegar a la Primera Comida separada de él. Ella hacía lo mismo cada noche, a pesar de ello su espectáculo de discreción no engañaba a nadie. Sabes tan bien como yo cuánto no has hecho. Maldito infierno, Lassiter probablemente tenía un punto… y no acerca de todo ese asunto sexual. Mientras pensaba en eso, comprendió, que nunca se había explicado a No´One. Así que no había forma de que supiera que había tenido de nuevo la pesadilla, él saltaba de la cama como si fuera una tostada y su mal humor era como un anuncio de neón en la habitación. Pero nunca hablaba del tema con ella. Nunca le daba la oportunidad de preguntar. En realidad no hablaba con ella de nada. No de su trabajo afuera en el campo. No de sus Hermanos. Tampoco de la interminable lucha que el Rey sostenía con la glymera. Y había tantas otras distancias que mantenía… Sacó de su armario un pantalón de cuero y se deslizó en él y… La cintura se atascó en sus muslos. Y cuando intentó subírselo, se quedó donde estaba. Subirlo era más difícil que dividir una mosca en dos mitades.
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¿Qué coño? Maldito pedazo de mierda Sacó otro. Y ocurrió lo mismo, sus piernas eran demasiado grandes para él. Repasando su armario, revisó todas sus ropas de lucha. Ahora que lo pensaba, las cosas habían estado tirantes últimamente. Chaquetas que constreñían sus hombros. Camisas rasgadas bajo las axilas al final de la noche. Conspiración de los músculos. Mirando por encima de su hombro, captó su reflejo en el espejo del vestidor. Infiernos, estaba… de vuelta al tamaño que había tenido una vez. Era raro que no se hubiera dado cuenta hasta esa noche, pero su cuerpo con un esquema de alimentación regular había saltado a su tamaño anterior. Sus hombros acordonados por los músculos, los brazos abultados, el estómago ondulado, sus piernas poderosamente musculadas. No´One era la responsable de eso. Era su sangre en él haciéndolo fuerte. Dándose la vuelta, tomó el teléfono de al lado de la cama y ordenó otro par de pantalones en una talla más grande, luego se sentó en la silla. Sus ojos miraron dentro del closet El vestido de emparejamiento aún estaba ahí, arrimado hasta atrás, donde lo había puesto cuando tomó la resolución de seguir adelante. Lassiter tenía razón: No había llevado las cosas tan lejos como podía. Pero, Dios, ¿Tener sexo con alguien más? ¿Como sexo de verdad? Sólo había estado con su Wellsie Mieeeerda… esta pesadilla se estaba volviendo cada vez más "pesada". Pero, Dios, esa visión con la que había despertado, la de su shellan aun más lejos… aun más desvanecida… sus exhaustos ojos torturados y el gris del paisaje. El golpe en la puerta fue demasiado fuerte para tratarse de Fritz —Adelante. John Matthew se asomó por el marco, el chico estaba vestido para la lucha, sus armas listas y el ánimo sombrío. —¿Saldrás temprano? —dijo Tohr No, cambié turnos con Z, sólo quería que lo supieras. —¿Qué ocurre? Nada
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Que mentira. La verdad salía por entre los bordes afilados de las palabras del chico. Sus manos formaban la LAS con duras esquinas en las letras. Y no miraba nada que no fuera el suelo. Tohr pensó en la desordenada cama tras él y el hecho de que No´One había dejando uno de sus vestidos de tubo en la silla junto a la cómoda. —John —dijo— …escucha. El chico no lo miró. Se quedó quieto en la puerta abierta, cabizbajo y con el ceño fruncido, el cuerpo tenso para escapar. —Entra un minuto y cierra la puerta. John se tomó su tiempo y cruzó los brazos cuando lo hizo, cerrándose. Mierda. Por dónde comenzar. —Creo que sabes lo que ocurre aquí con No´One. No es mi asunto respondió en señas. —Mentira —al menos eso le consiguió algo de contacto visual… demasiado poco, ya que rápidamente se estancó con la revelación. ¿Cómo explicar lo que ocurría?—. Es una situación complicada. Pero nadie está tomando el lugar de Wellsie. —Mierda ese nombre—. Quiero decir que… ¿La amas? —¿A No´One? No. Entonces qué coño hacéis aquí. No, no respondas a eso. John caminó alrededor, con las manos en las caderas. Las armas captaban la luz en sutiles flashes. Puedo imaginarlo. De una forma triste, Tohr pensó que su rabia era honorable. Un hijo protegiendo la memoria de su madre. Dios, eso dolía. —Tengo que seguir adelante —susurró roncamente— no tengo opción. Una mierda no la tienes, pero como dije no es asunto mío. Debo irme. Más tarde… —Si crees por un momento que tengo una fiesta aquí, estás equivocado. He escuchado como suena. Sé exactamente cuanta diversión tienes. Cuando se marchó, la puerta se cerró con un estruendo. Fantástico. La noche se volvería mejor y alguien iba a perder una pierna. O la cabeza.
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Capítulo 36
En términos generales, el olor de la sangre humana no era tan interesante como la de un lesser o un vampiro. Pero era igualmente reconocible y algo a lo que debía prestar un poco de atención. Cuando Xhex pasó una pierna por encima de su Ducati, olfateó el aire otra vez. Definitivamente humano, proveniente desde el oeste del Iron Mask. Comprobando su reloj, vio que tenía un poco de tiempo antes de conocer-ysaludar, y mientras que en el curso normal de los negocios no causaría ningún tipo de lío que implicara a humanos, ni siquiera disparar desde el coche, a la luz de los acontecimientos actuales en el mercado negro, bajó de la moto, cogió la llave y se desmaterializó en aquella dirección. En los últimos tres meses había habido una avalancha de asesinatos en el centro de la cuidad. Bueno... eso era obvio. Pero en lo que no estaba interesada era en las descuidadas pandillas relacionadas con tiroteos, o los dedos de gatillo por el calor de la pasión, o los borrachos que tienen accidentes y se dan a la fuga. Su grupo entraba en el cuarto gran apartado... los relacionados con las drogas. Excepto que no en su forma común y corriente. Las muertes eran todas suicidios. Los intermediarios se estaban limitando ellos mismos a izquierda y derecha... y en realidad, ¿cuál era la probabilidad de que tantos de esos hijos de puta desarrollaran una conciencia al mismo tiempo? A menos, claro, que alguien estuviera poniendo un aditivo moral en el sistema de agua de Caldwell. En cuyo caso Trez estaría fuera del negocio a un par de niveles diferentes... y no lo estaba. La policía humana estaba desconcertada. Las noticias en los medios de comunicación habían pasado a nacionales. Los políticos estaban excitados y preparando su campaña electoral. Incluso había tratado de hacerse un poco Nancy Drewing ix, pero su cronometraje siempre había sido de la variedad día/tarde, dólar/corto.
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Por otra parte, ya sabía la respuesta a muchas de aquellas preguntas humanas: el símbolo de la muerte en Lenguaje Antiguo en aquellos paquetes era la clave. Y caramba... cuantos más tipos se comían sus propias balas, más sellos de esos habían aparecido. Ahora, incluso comenzaban a encontrarse en el envoltorio de la heroína y el éxtasis, no sólo de la cocaína. El vampiro en cuestión, quienquiera que fuera él o ella, poco a poco estaba reclamando su territorio. Y después de una ajetreada temporada de verano, influenciando en la basura humana para que se eliminaran ellos mismos del patrimonio genético, habían logrado matar a todo un grupo demográfico en el negocio de la droga: todo lo que quedaba eran los minoristas de las esquinas de la calle... y Benloise, el pez gordo de los proveedores. Cuando tomó forma detrás de una furgoneta aparcada, estaba claro que había llegado a la escena justo después de que hubiera pasado todo: había dos tipos que imitaban charcos de lodo en el asfalto, tendidos boca arriba con la mirada perdida. Los dos tenían armas en las manos y agujeros en la parte delantera de sus cerebros, y el coche en el que los RIP’s habían llegado todavía estaba parado, con las puertas abiertas y el vapor elevándose de su tubo de escape. Sin embargo, nada de eso era lo que le preocupaba. En lo que estaba realmente interesada era en el macho vampiro que entraba en un elegante Jaguar, su cabello negro destelló azul en la luz del techo de una arcada. Supuso que su ratio día/dólar estaba en alza. Con un cambio rápido, volvió a tomar forma delante del coche, y gracias a que él no había encendido las luces, ella echó un buen vistazo a su rostro con el resplandor del salpicadero. Bueno, bueno, bueno, pensó, cuando su cabeza se levantó de golpe hacia ella. La risa lenta que salió del macho pertenecía a las noches de verano: profunda, cálida... y peligrosa como un rayo cayendo. —La bella Xhexania. —Assail. Bienvenido al Nuevo Mundo. —Había oído que estabas por aquí. —Igualmente. —Ella señaló con la cabeza a los cuerpos—. Tengo entendido que has estado realizando un servicio público. El vampiro adoptó una expresión diabólica, una que tuvo que respetar. —Me das crédito donde no puede ser pagado. —Ah-huh. Claro. —¿No puedes decirme que te preocupas por estas ratas sin colas?
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—Me preocupa que tu producto ha estado en mi club. —¿Club? —Las cejas elegantes alcanzaron su punto máximo sobre aquellos ojos fríos—. ¿Trabajas con humanos? —Es más como mantenerlos en la línea. —Y no apruebas las drogas. —Cuanto más se encuentran bajo su influencia, más molestos son. Hubo una larga pausa. —Te ves bien, Xhex. Pero siempre lo hiciste. Ella pensó en John y en el modo en que había manejado a aquel aspirante a vampiro hacía un par de meses. Sería un escenario diferente con Assail... John tendría mucha más diversión con un rival más digno y Assail era capaz de cualquier cosa... Con una punzada de dolor, repentinamente se preguntó si su compañero se molestaría siquiera en luchar por ella ahora. Las cosas eran diferentes entre ellos y no en el buen sentido. Todos aquellos propósitos de verano de mantenerse en contacto y relacionarse, se habían desvanecido en la rutina de sus empleos nocturnos, aquellos estallidos cortos de verse el uno al otro parecían crear más distancia de la que curaban. Hasta ahora, en el tiempo frío del otoño, sus visitas eran más tensas, menos frecuentes. Menos sexuales, también. —Qué pasa, Xhex —dijo Assail suavemente—. Puedo oler el dolor. —Sobrestimas tu nariz... y tu alcance, si piensas que puedes hacerte cargo de Caldwell tan rápido. Estás tratando de llenar unos zapatos enormes. —Tu jefe, Rehvenge, quieres decir. —Exactamente. —¿Eso significa que vendrás a trabajar para mí cuando termine de limpiar la casa? —No en tu vida. —¿Y en la tuya? —Él atenuó aquello con una sonrisa—. Siempre me has gustado, Xhex. Si alguna vez quieres un trabajo de verdad, ven a buscarme... No tengo problemas con los mestizos. Yyyyyy vaya si esa cancioncilla no le daba ganas de darle una patada en los dientes. —Lo siento, me gusta donde estoy.
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—No, según tu olor, no te gusta. —Cuando él puso en marcha el motor del coche, el sutil gruñido predecía todo tipo de caballos bajo el capó—. Te veré por ahí. Con un gesto casual, él se cerró dentro, aceleró el motor y arrancó sin encender las luces. Mientras ella contemplaba los muertos que había dejado atrás, pensó que bueno, al menos ahora tenía un nombre, pero hasta ahí llegaban las buenas noticias. Assail era el tipo de macho al que no le dabas la espalda ni por un instante. Un camaleón sin conciencia que podía tener mil caras diferentes para mil personas diferentes... sin que nadie conociera nunca al verdadero. Por ejemplo, no creía ni por un momento que él la encontrara atractiva. Era sólo un comentario para desconcertarla. Y había funcionado, sólo que no por la razón que él quería. Dios, John... Esta mierda entre ellos estaba matándolos, pero estaban estancados. Incapaces de hacer que las cosas funcionaran, incapaces de dejarlas pasar. Era un desastre. De vuelta a su moto, montó, se puso las gafas de sol para protegerse los ojos y se fue. Mientras se dirigía fuera del centro de la ciudad, pasó volando por delante de una flota de coches patrulla del DPC con sus luces intermitentes y las sirenas resonando, que iban tan rápido como sus neumáticos los llevaban hacia el lugar donde ella acababa de estar. Que os divirtáis, chicos, pensó. Se preguntó si ya tendrían un protocolo para suicidios múltiples. Se dirigió al norte, hacia las montañas. Habría sido más eficiente desmaterializarse, pero necesitaba despejarse la cabeza y no había nada como ir a ciento treinta por un camino rural para conseguir tu cráneo limpio como una patena. Con el aire frío volviendo a empujar sus Aviator en la nariz, y la chaqueta de motorista formando una segunda piel sobre sus pechos, aceleró el motor aún más y se tumbó sobre la moto, convirtiéndose una con la máquina. Mientras se acercaba a la mansión de la Hermandad, no estaba segura de por qué había accedido a esto. Tal vez era sólo por la sorpresa de la petición. Tal vez quería encontrarse con John. Tal vez estaba... buscando algo, cualquier cosa, que fuese un cambio de esta niebla de tristeza en la que vivía. Por otra parte, tal vez el hecho de que iba a reunirse con su madre significaba que la mierda sólo iba a empeorar. Aproximadamente quince minutos más tarde, se desvió de la carretera y se encontró de golpe con el mhis que siempre estaba allí. Disminuyendo la velocidad,
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así no chocaría con un ciervo o un árbol, poco a poco subió la cuesta de la montaña, deteniéndose en la serie de puertas que eran similares a las que llevaban a la entrada del centro de formación. Apenas hubo un retraso en cada una de las cámaras de seguridad, la estaban esperando. Después de pasar por la última barricada y comenzar la amplia curva que llevaba al patio, el corazón se le bajó a las tripas. Maldición, la enorme casa de piedra todavía tenía el mismo aspecto. Pero vamos, ¿cómo habría cambiado en absoluto? Podría haber una ducha de bombas nucleares a lo largo de la costa nordeste y el lugar seguiría siendo sólido. Esta fortaleza, las cucarachas, y los Twinkies. Todo eso se quedaría. Aparcó la Ducati más allá de los escalones de piedra que llevaban a la puerta principal, pero no desmontó. Mirando las jambas arqueadas, los enormes paneles tallados, las gárgolas de mirada ceñuda con cámaras en sus bocas... no había alfombra de bienvenida a la vista. Entrar por su cuenta y riesgo era el punto. Una mirada rápida a su reloj le dijo lo que ya sabía: que John ya habría salido esa noche, luchando en la zona de la ciudad que ella acababa de dejar... Xhex giró la cabeza hacia la izquierda. La rejilla emocional de su madre estaba en la parte de atrás, en los jardines detrás de la casa. Eso estaba bien. No quería entrar. No quería caminar por el vestíbulo. No quería recordar lo que había estado vistiendo, pensando, soñando cuando se había estado emparejando. La estúpida fantasía de que la vida iba a ser así. Desmaterializándose al otro lado de la barrera de setos, no tuvo ningún problema para orientarse. John y ella habían paseado aquí fuera en primavera, agachándose bajo las florecientes ramas de los árboles frutales, respirando el olor olvidado de la tierra fresca, abrazados para protegerse del frío que sabían no tardaría en llegar. Tantas posibilidades en aquel entonces. Y considerando dónde se encontraban ahora, parecía de alguna forma adecuado que todo el calor del verano se hubiera ido, aquel período vital de floración perdido por completo. Ahora las hojas estaban en el suelo, las ramas estaban desnudas otra vez y todo estaba a punto de caerse. Bueno, esta noche no estaba para una tarjeta de Hallmark. Concentrándose en la rejilla emocional de su madre, fue por el lado de la casa pasando por las puertas francesas de la sala de billar y la biblioteca.
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No’One estaba abajo en el borde de la piscina, una figura inmóvil destacada por el resplandor azul del agua que aún no se había vaciado. Wow... pensó Xhex. Algo importante había cambiado en la hembra y fuera cual fuera el cambio, había alterado gran parte de su superestructura emocional. Su rejilla emocional estaba revuelta, pero no en el mal sentido, más bien como una casa a la que se habían efectuado extensas renovaciones. Era un buen comienzo, una transformación positiva que probablemente tardaría mucho tiempo en llegar. —Bravo, Tohr —murmuró para sus adentros Xhex. Como si la hubiera oído, No'One miró por encima del hombro... y entonces fue cuando Xhex se dio cuenta de que la capucha que siempre estaba subida, estaba bajada, la parte de arriba del cabello rubio liso de su madre sugería que estaba trenzado, con el largo extremo metido bajo la túnica. Xhex esperó a que el miedo iluminara la rejilla emocional. Y esperó. Y esperó... Santa mierda, algo había cambiado realmente. —Gracias por venir —dijo No’One cuando Xhex se acercó. Aquella voz era diferente. Un poco más profunda. Más segura. Había cambiado de muchos modos. —Gracias por invitarme —contestó Xhex. —Tienes buen aspecto. —Como tú. Deteniéndose delante de su madre, consideró la forma en que la vacilante luz de la piscina se dibujaba en la cara absolutamente encantadora de la hembra. Y en el silencio que siguió, Xhex frunció el ceño, la información desbordaba por sus receptores sensoriales, rellenando el cuadro. —Estás atascada —dijo, pensando que era un poco irónico. Las cejas de su madre se elevaron. —De hecho... lo estoy. —Es curioso. —Xhex miró al cielo—. Yo, también. Levantando la mirada hacia la hembra fuerte y orgullosa enfrente de ella, No’One sintió la más extraña conexión con su hija: mientras los agitados reflejos de la piscina jugaban sobre sus rasgos duros y severos, los ojos gris acero contenían una frustración nerviosa similar a la suya. —Así que tú y Tohr, eh —dijo Xhex en tono casual. No’One se llevó las manos hasta su caliente rubor.
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—No sé cómo responder a eso. —Tal vez no debería haber sacado el tema. Es sólo... sí, te preocupa. —En realidad, no. —Mentirosa. —Sin embargo, no había acusación. Ni censura. Sólo la declaración de un hecho. No’One se giró de nuevo hacia el agua y se recordó que como medio symphath, su hija sabría la verdad aunque no le dijera una palabra. —No tengo ningún derecho sobre él —murmuró, mirando la superficie agitada de la piscina—. Ningún derecho sobre algo de él. Pero no es por eso que te pedí que vinieras... —¿Quién lo dice? —¿Perdona? —Quién dice que él no es tuyo. No’One negó con la cabeza. —Ya sabes todos los por qué. —No. No los sé. Si le quieres y él te quiere... —Él no lo hace. No... en todos los sentidos. —No’One se pasó la mano por el pelo aunque ya estaba apartado de su cara. Querida Virgen Escriba, su corazón latía tan fuerte—. No puedo... no debería hablar de esto. Le parecía más seguro no pronunciar una sílaba a un alma... sabía que a Tohr no le gustaría que se especulara sobre él. Hubo un largo silencio. —John y yo no estamos bien. No’One echó un vistazo rápido, levantando las cejas ante la franqueza de su hija. —Yo... me lo había preguntado. Has estado mucho tiempo fuera de aquí, y él no parece feliz. Yo había esperado... un resultado diferente. A muchos niveles. Incluso entre ellas dos. Y, en efecto, era verdad lo que Xhex había dicho. Todos estaban estancados... que no era exactamente el acuerdo que uno desearía. Sin embargo, aceptaría cualquier punto en común que se presentara. —Creo que lo de Tohr y tú tiene sentido —dijo Xhex de pronto, mientras empezaba a pasear por el borde de la piscina—. Me gusta. No’One arqueó las cejas otra vez. Y volvió a examinar la norma de no hablar.
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—¿De verdad? —Es un buen macho. Estable, fiable... una maldita tragedia lo que le sucedió a su familia. John ha estado preocupado por él durante mucho tiempo... sabes, ella fue la única madre que tuvo John. Wellsie. —¿Alguna vez la conociste? —No formalmente. Ella no era del tipo que solía pasar el rato donde yo trabajaba, y Dios sabe que yo nunca habría sido bienvenida donde estaba la Hermandad. Pero conocía su reputación. Una tía dura... muy franca, una hembra de valía en ese sentido. No creo que la glymera fuera una gran admiradora de ella, y el hecho de que a ella no le importara era otra cosa para recomendarla, en mi opinión. —La de ellos fue una historia de amor verdadero. —Sí, por lo que he oído. Francamente, me sorprende que él haya sido capaz de seguir adelante, pero me alegro de que lo hiciera... te ha hecho mucho bien. No’One respiró hondo y olió hojas secas. —No tiene otra opción. —¿Perdona? —No es mi historia para decirlo, pero basta con decir que si pudiera elegir otro camino, cualquier otro, lo haría. —No entiendo lo que quieres decir. —Cuando No’One no dio explicaciones, Xhex se encogió de hombros—. Puedo respetar los límites. —Gracias. Y me alegro de que hayas venido. —Me sorprendió que me quisieras aquí... —Te he fallado demasiadas veces para contarlas. —Cuando Xhex retrocedió visiblemente, No’One asintió con la cabeza—. Cuando llegué por primera vez aquí, me sentí abrumada por tantas cosas, perdida, aunque hablaba la lengua, aislada, aunque no estaba sola. Sin embargo, quiero que sepas que eres la verdadera razón por la que vine... y esta noche, es el momento de que te pida perdón. —¿Por qué? —Por abandonarte desde el principio. —Jesús... —la hembra se frotó el pelo corto, su cuerpo poderoso se estremecía donde estaba, como si tuviera que obligarse a no huir—. Ah, escucha, no hay nada por lo que pedir perdón. No pediste ser... —Tú eras una niña, recién nacida al mundo, sin una mahmen que cuidara de ti. Te abandoné para que te valieras por ti misma cuando podías hacer poco más que llorar en busca de calor y socorro. Yo... lo siento tanto, hija mía. —Se puso la mano en el
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corazón—. Me ha llevado demasiado tiempo encontrar mi voz y mis palabras, pero sé que he practicado esto durante horas en mi cabeza. Quiero que lo que te digo sea correcto, porque todo ha estado mal entre tú y yo desde el primer día... y es todo causa mía. Fui tan egoísta y carecí de coraje y... —Para. —La voz de Xhex estaba tensa—. Por favor... sólo para... —... me equivoqué al darte la espalda para siempre. Me equivoqué al esperar tanto tiempo. Me equivoqué acerca de todo. Pero esto. —Dio con el pie en el suelo—. Esta noche te revelo todas mis faltas, para que también pueda prometerte mi amor, por imperfecto e inoportuno que sea. No merezco ser tu madre, o llamarte hija, pero quizás si podamos formar una especie de... amistad. Puedo entender si esto también es inoportuno y sé que no tengo ningún derecho a exigir nada de ti. Sólo sé que estoy aquí y mi corazón y mi mente están abiertos para aprender quién eres... y lo que eres. Xhex parpadeó una vez y luego permaneció en silencio. Como si lo que le había dicho hubiera venido de una mala frecuencia de radio y se vio obligada a extrapolar el significado. Después de un momento, la hembra habló con brusquedad. —Soy una symphath. Ya lo sabes, ¿verdad? El término “mestizo” no significa una mierda cuando la otra “mitad” es devorador de pecados. No’One levantó la barbilla. —Eres una hembra de valía. Eso es lo que eres. No me importa para nada la composición de tu sangre. —Me tenías miedo. —Tenía miedo de todo. —Y tienes que ver a ese... macho en mi rostro. Cada vez que me miras, tienes que recordar lo que te hizo. Ante eso, No’One tragó con fuerza. Suponía que esa parte era cierta, pero también era lo menos importante para avanzar: era más que el momento para hacer esto por su hija. —Eres una hembra de valía. Eso es lo que veo. Nada más... y nada menos. Xhex parpadeó otra vez. Un par de veces. Después más rápido. Y luego se lanzó hacia adelante, y No'One se encontró envuelta en un abrazo fuerte y seguro. No dudó ni un momento en devolver el gesto de afecto. Cuando se aferró a su hija, pensó que sí, en efecto, el perdón se expresaba mejor a través del contacto. Las palabras no podían dar matiz a la sensación de posesión que
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había evitado en un momento de gran agonía, de tener su sangre en su contra, de sostener a la hembra, aunque sólo fuera brevemente, a quien tan egoístamente había agraviado. —Mi hija —dijo con una voz que se quebró—. Mi bella y fuerte... digna hija. Con mano temblorosa, acunó la nuca de Xhex y giró el rostro de la hembra a un lado, de modo que la sostenía sobre el hombro como haría con un bebé. Después, con caricias suaves y delicadas, alisó el corto cabello. Era imposible decir que estuviera agradecida por algo que el symphath le había hecho. Pero este momento alejó el dolor, este momento vital cuando sintió como si el círculo que había comenzado a ser dibujado en su matriz se hubiera completado finalmente, dos mitades que habían permanecido largo tiempo separadas, llegando a unirse de nuevo. Cuando Xhex finalmente se apartó, No’One jadeó. —¡Sangras! —Alargando las manos hasta la mejilla de su hija, limpió las gotas rojas con sus manos—. Iré a buscar a la doctora Jane... —No te preocupes por eso. Es sólo... sí, no hay de qué preocuparse. Es la forma en que... lloro. No’One puso la mano sobre la cara de su hija y sacudió la cabeza con asombro. —No eres para nada como yo. —Cuando la hembra apartó la mirada bruscamente, dijo—: No, eso es bueno. Eres muy fuerte. Tan poderosa. Me encanta eso de ti... Me encanta todo sobre ti. —No puedes decir eso en serio. —Tu lado symphath... es una especia de bendición. —Cuando Xhex comenzó a discrepar, No’One la cortó—. Te da una capa de protección contra... cosas. Te da un arma contra... cosas. —Tal vez. —Definitivamente. —¿Sabes una cosa? Nunca estuve enfadada contigo. Quiero decir que entiendo por qué hiciste lo que hiciste. Trajiste una abominación al mundo... —Nunca uses esa palabra a mi alrededor —vociferó No’One—. No cuando se refiera a ti. ¿Queda claro? Xhex se echó a reír de una manera gutural, levantando las palmas como defensa. —Está bien. Está bien. —Eres un milagro.
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—Más bien una maldición. —Cuando No’One abrió la boca para discutir, Xhex la cortó—. Mira, aprecio todo… esto. De verdad que sí... quiero decir, es realmente amable de tu parte. Pero no creo en mariposas y unicornios, y tú tampoco deberías. Sabes qué he sido durante los últimos... Dios, ¿tantos años como puedo recordar? No’One frunció el ceño. —Has estado trabajando en el mundo humano, ¿no? Creo que lo oí por casualidad en algún momento. Xhex levantó las manos pálidas, flexionando los dedos como garras y relajándolos. —He sido una asesina. Me han pagado por cazar personas y matarlas. Hay sangre por todo mi cuerpo, No'One... y tienes que saberlo antes de que vayas a planear cualquier tipo de rencuentro bonito y prometedor para nosotras. Una vez más, me alegro de que me pidieras que viniera aquí y estás más que totalmente perdonada por todo, pero no estoy segura de que tengas una imagen realista de mí. No’One metió los brazos en las mangas de su túnica. —¿Te... dedicas a esa práctica ahora? —No para la Hermandad o mi viejo jefe. ¿Pero con el trabajo que tengo en este momento? Si tuviera que volver a esa clase de habilidad, lo haría sin vacilar. Protejo lo que es mío y si alguien se interpone en mi camino, haré lo que tenga que hacer. Así es como soy. No’One estudió esos rasgos, esa expresión dura, ese tenso y musculoso cuerpo que era más parecido al de un macho... y vio lo que estaba detrás de la fuerza: había vulnerabilidad en Xhex, como si esperara ser rechazada, excluida, hecha a un lado. —Creo que eso está bien. Xhex realmente brincó. —¿Qué? No’One levantó la barbilla una vez más. —Estoy rodeada por machos que viven según esas reglas. ¿Por qué debería ser diferente para ti porque seas una hembra? En realidad, estoy muy orgullosa de ti. Es mejor ser el agresor que el agredido... Prefiero tenerte de esa mentalidad que de cualquier otra. Xhex exhaló un suspiro tembloroso. —Dios... maldición... no tienes ni idea de cuánto necesitaba oír eso en estos momentos. —Me complacerá repetirlo, ¿si tú quieres?
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—Nunca pensé que... bueno, da igual. Me alegro de que estés aquí. Me alegro de que me hayas llamado. Me alegro de que... Cuando la oración no fue terminada, No’One sonrió, una luz radiante y brillante se encendió dentro de su pecho. —Yo también. Tal vez, si tienes... cómo dicen ellos, ¿tiempo libre? ¿Podríamos quedarnos juntas unas horas? Xhex empezó a sonreír un poco. —¿Te puedo preguntar algo? —Cualquier cosa. —¿Alguna vez has montado en una moto? —¿Qué es eso? —Vayamos a la parte delantera de la casa. Déjame enseñártela.
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Capítulo 37
Tohr volvió al final de la noche con dos dagas sucias, sin munición y una fisura en su pantorrilla derecha que le hacía renquear como un zombi. Putas llaves de tuerca. Así y todo, devolvérsela a ese lesser en concreto había sido bastante divertido. Nada como lijar la cara de tu enemigo para animarte. El asfalto era su amigo. Había sido una dura noche de lucha para todos ellos, hasta bien tarde también… ambas cosas eran buenas. Las horas habían pasado volando y aunque apestaba como carne estropeada por toda la sangre negra y su nuevo par de pantalones iba a tener que ser cosido por un lado, se sentía mejor que cuando había salido. Pelear y follar, como siempre decía Rhage. Eran los dos mejores estabilizadores de humor que existían. Qué lástima que el hecho de que estuviera más relajado no significaba que algo fuera diferente. La misma mierda estaría esperándolo cuando volviera a casa. Atravesando el vestíbulo, empezó el ritual de desarmarse, desabrochando su pistolera del pecho, la del hombro y su canana. El olor a cordero asado con romero recién hecho inundaba el vestíbulo y un rápido vistazo al comedor le mostró que el doggen había puesto la mesa adecuadamente, la plata relucía, el cristal brillaba, la gente ya había empezado a reunirse para la Última Comida. No’One no estaba entre ellos como normalmente era el caso. Subiendo las escaleras a la carrera, no podía negar la excitación que se endurecía más y más cuanto más subía. Pero la erección no le hacía exactamente feliz. Sabes tan bien como yo cuánto no has hecho. Cuando llegó a su puerta, agarró el pomo y cerró los ojos. Entonces, obligando a los paneles a abrirse, dijo: —¿No’One? Su turno debería haber terminado hacía una hora… Fritz había insistido en que necesitaba algo de tiempo para preparase para la cena, algo a lo que se había opuesto
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al principio, pero parecía que últimamente le había sacado provecho, ya que el Jacuzzi estaba siempre mojado cuando él volvía después de luchar. Esperaba no pillarla en la bañera. Quería una ducha y no sabía cómo manejar a los dos desnudos en el baño. Sabes tan bien como yo... —Cierra. El. Pico. —Dejó caer las armas y empezó a quitarse la camiseta sin magas y las shitkickers—. ¿No’One? ¿Estás aquí? Frunciendo el ceño, se asomó al baño y se encontró con un conjunto de nadie. Ninguna fragancia en el aire. Ni gotas de agua en la bañera. Ni toallas fuera de sitio. Qué raro. Con la mente distraída, volvió al pasillo, llegó a la gran escalera e hizo buen uso de la puerta oculta de debajo. Mientras atravesaba el túnel subterráneo se preguntaba si ella estaría en la piscina. Esperaba que no. Su polla rezaba que sí. Por el amor de Dios, ya no sabía en qué coño pensar. Excepto... que ella no estaba flotando, ni desnuda ni de ninguna otra manera, en la superficie. Y no estaba con las lavadoras y secadoras. Ni en la sala de pesas, ni en el vestuario o en el gimnasio apilando las toallas. Ni tampoco en la zona de la clínica colocando las batas limpias en la estantería. No estaba... allí. Tardó la mitad de tiempo en su viaje de vuelta a la mansión saliendo al trote y cuando llegó a la cocina, todo lo que encontró fue un maldito montón de doggen preparando la cena a toda marcha. Extendiendo sus sentidos por primera vez, descubrió que... no estaba en ninguna parte de la mansión. Un sorprendente pánico lo atravesó, haciendo que su cabeza zumbara… No, espera, eso era el sonido de... ¿una moto? El estruendo del sonido grave no tenía sentido. A menos que Xhex hubiera vuelto a casa por alguna razón… lo cual eran buenas noticias para John… No’One estaba fuera, frente a la casa. Ahora mismo. Rastreando su sangre en las venas de ella, atravesó corriendo el vestíbulo, salió disparado por el recibidor y... se detuvo de golpe en el primer escalón de la entrada.
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Xhex estaba en su Ducati, la chupa negra de cuero encajaba perfectamente con la moto. ¿Y justo detrás de ella? No’One estaba compartiendo el asiento con la capucha bajada, su cabello un lío encrespado y su sonrisa tan brillante como el sol. La expresión le cambió cuando ella lo vio, tensándose. —Hey —dijo él, sintiendo que el ritmo cardíaco empezaba a normalizarse. Tras él, notó a alguien que salía del vestíbulo. John. Xhex echó un vistazo a su compañero y asintió, pero no apagó el motor. Mirando por encima del hombro, dijo: —¿Estás bien, mamá? —Sí, muy bien. —No’One bajó con torpeza, la túnica le bajó hasta los pies como si estuviera aliviada de haber acabado la vuelta—. ¿Te veré mañana por la noche? —Claro. Te recogeré a las tres. —Perfecto. Las dos mujeres compartían una sonrisa que era tan agradable y él casi la jode: algo, de alguna manera, había pasado entre ambas... y si no podía tener a su Welsie y a su hijo de vuelta... bien, querría que No’One encontrara a su verdadera familia. Parecía que se había dado un paso en la buena dirección. Mientras No’One subía los escalones, John cambió el puesto con ella, yendo hacia la moto. Tohr quería preguntarle dónde habían ido, qué había hecho, qué habían dicho. Pero se recordó que a pesar de los arreglos de cama, no tenía derecho a nada de aquello. Lo que le decía exactamente lo lejos que no habían llegado, ¿verdad? —¿Te has divertido? —le dijo mientras retrocedía y le sujetaba la puerta abierta. —Sí, me divertí. —Se recogió el dobladillo de la túnica y entró cojeando en el vestíbulo—. Xhex me llevó en moto... ¿o es motocicleta? —Cualquiera va bien. —Trampa mortal. Moto donante. Cualquier cosa—. Aunque la próxima vez ponte un casco. —¿Un casco? ¿Cómo uno de hípica? —No exactamente. Estamos hablando de algo un poco más resistente que terciopelo con una tira en la barbilla. Te conseguiré uno. —Oh, gracias. —Se alisó los mechones de cabello rubio que flotaban por toda la parte superior de su cabeza—. Fue tan…excitante. Como volar. Al principio estaba asustada, pero ella fue más lenta. Aunque después, aprendí a amarlo. Íbamos muy deprisa.
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Bueno, aquello no le haría querer la mierda en una bolsa el resto de su vida. Y por una vez, se encontró deseando que ella tuviera miedo. Aquella Ducati no era nada más que un motor con un puto asiento atornillado encima. Una caída de espaldas y aquella delicada piel suya no sería sino pintura roja para la carretera. —Sí… es genial. —Mentalmente, empezó a darle una charla sobre seguridad que giraba en torno los fundamentos de la energía cinética y términos médicos como hematoma y amputación—. ¿Lista para comer? —Estoy hambrienta. Con todo ese aire fresco. En la distancia, oyó el rugido de aquella moto saliendo disparada y entonces John se acercó con el aspecto de un muerto. El chico fue directamente a la sala de billar, y diez a uno, que no iba a por un puñado de asado-a-la-miel, sin embargo no hablaría con él. Ya lo había dejado malditamente claro al principio de la noche. —Venga —dijo Tohr—. Vamos a sentarnos. El barullo habitual de conversaciones en torno a la mesa se silenció cuando ellos traspasaron los arcos, pero estaba demasiado concentrado en la hembra caminado delante de él para importarle. La idea de que ella hubiera estado en el mundo exterior y sola, rugiendo en la noche con Xhex, la hacía parecer… distinta. La No’One que conocía nunca habría hecho algo así. Y, mierda… por alguna razón, su cuerpo se animó ante el pensamiento de ella con otra ropa que no fuera esa túnica, a horcajadas en esa moto, con el cabello libre de aquella trenza y adentrándose en la noche. ¿Qué aspecto tendría en vaqueros? Uno bueno… de la clase que se pegaba al culo de una hembra y hacía que un macho quisiera montar pero no precisamente una moto. De pronto, se la imaginó desnuda y de pie contra la pared, con las piernas abiertas, el cabello suelto y las manos acunando sus pechos. Como un buen chico, él estaba de rodillas con la boca en su sexo, lamiendo con la lengua aquel lugar que conocía tan bien con sus dedos. La estaba chupando. Sintiéndola contra su rostro mientras ella se arqueaba y tensaba… El gruñido que provino de él fue lo bastante alto para hacer eco en la sala silenciosa. Lo bastante fuerte para atraer la cara sorprendida de No’One por encima del hombro. Lo bastante fuerte para hacerle sentir como un idiota integral. Para cubrir sus huellas, realizó un trabajo elaborado al sacarle la silla de la mesa. Como si la mierda fuera neurocirugía.
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Cuando No’One se sentó, la excitación femenina se deslizó hacia su nariz y casi tuvo que estrangularse a sí mismo para evitar que otro gruñido saliera vibrando de su pecho. Se aparcó en su silla con la erección extremadamente ceñida detrás de la cremallera, y aquello estaba bien. Tal vez se cortaría el suministro de sangre y la zorra se desinflaría, excepto… bueno, basándonos en la teoría del anillo de pene, lo contrario seguramente sería cierto. Fantástico. Cogió su servilleta, la sacudió de su pliegue elaborado y… Todo el mundo estaba mirándolos, a él y a No’One. La Hermandad. Sus shellans. Incluso los doggen que ya habían empezado a servir. —¿Qué? —farfulló, mientras posaba el damasco sobre su regazo. Yyyyy allí fue cuando se dio cuenta de que no llevaba camisa. Y No’One no se había subido la capucha. Era difícil saber quién estaba obteniendo más atención. Seguramente ella, ya que la mayoría de la gente no la había visto sin el rostro cubierto… Antes de darse cuenta, su labio superior se curvó sobre sus colmillos alargados y miró a los ojos a cada uno de los machos, siseándoles bajo y de modo desagradable. A pesar del hecho de que todos ellos estaban felizmente vinculados. Eran sus Hermanos y no tenía derecho a ser territorial. Muchas cejas se arquearon. Un par de ellos pidieron otro trago de lo que estuvieran bebiendo. Alguien empezó a silbar como el que no quiere la cosa. Cuando No’One rápidamente se puso la capucha, torpes conversaciones sobre el tiempo y los deportes brotaron. Tohr simplemente se frotó las sienes. Era difícil saber que le estaba provocando el dolor de cabeza. Había tanto para elegir. Al final, la comida pasó sin ningún incidente más. Bien pensado, fuera de una pelea de comida o un fuego en la cocina, era difícil imaginar cual habría sido un digno segundo acto a su representación de serpiente de cascabel ante la Hermandad. Cuando terminaron, No’One y él salieron casi corriendo del comedor, pero no por la misma razón, evidentemente. —Ahora tengo que ir a trabajar —dijo ella mientras se acercaban a las escaleras—. Estuve fuera toda la noche. —Puedes ponerte al día al anochecer.
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—No estaría bien. Cuando se encontró a punto de decirle que debería ir a la cama, se dio cuenta de que en los últimos meses No’One solo había pasado tiempo con él: Sí, claro, ella trabajaba, pero lo hacía sola y en las comidas permanecía callada. Pensándolo bien, cuando estaban arriba, estaban casi-follando o durmiendo. Así que ella en realidad no interactuaba tampoco con él. —¿A dónde fuisteis Xhex y tú? —A todas partes. Al río, a la ciudad. Él cerró los ojos brevemente ante el trozo de “a la ciudad”. Y luego tuvo que preguntarse porque nunca la había llevado a ninguna parte. Cuando estaba fuera de la rotación, estaba abajo en el gimnasio o leyendo en la cama, esperando a que ella acabara. Nunca cayó en la cuenta de hacer algo con ella en el mundo exterior. Eso es porque la has estado escondiendo lo mejor que has podido, le señaló su conciencia. En fin, ella siempre estaba trabajando. —Eh, espera un minuto, ¿por qué no libras una noche? —le exigió frunciendo el ceño mientras sacaba las conclusiones. Mierda, qué coño estaba haciendo aquel mayordomo, haciendo trabajar a esta hembra como una esclava. —Oh, las tengo pero nunca las hago. No me gusta quedarme sentada sin hacer nada. Tohr se frotó la ceja con el pulgar. —Si me perdonas —susurró ella—, bajaré al centro de entrenamiento y empezaré ahora. —¿Cuándo terminarás? —Seguramente hacia las cuatro de la tarde. —De acuerdo. —Cuando ella se apartó, él le puso una mano en el brazo—. Ah, escucha, si entras en el vestuario durante el día, siempre llama y anúnciate, ¿vale? Lo último que alguien necesitaba era a ella echándole un vistazo a uno de sus Hermanos desnudos. —Por supuesto. Siempre lo hago. Mientras desaparecía doblando la esquina la observó marchar, su forma renqueante tenía una dignidad innata que él de repente sintió que no la había honrado. —Tenemos una cita, ¿recuerdas? Echando un vistazo a la derecha, él negó con la cabeza hacia Lassiter.
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—No estoy de humor. —Y una mierda. Vamos, lo tengo todo preparado. —Mira, no te ofendas, pero ahora no soy una buena compañía… —¿Y cuándo lo eres? —En serio no… —Bla, bla, bla. Cierra el pico y pon el culo en marcha. Cuando el ángel lo agarró y tiró de él, Tohr cedió en la pelea y se dejó subir a rastras por la escalera, por el pasillo de las estatuas y salieron por el otro lado. Pasaron de largo su habitación, la de los chicos y la suite de Z, Bella y Nalla. Pasaron por los aposentos del personal. Frente a la entrada del cine. Tohr paró de golpe. —Si es otro de tus maratones de Beaches, voy a Bette-arte el culo hasta que no puedas sentarte. —¡Ah, mírate! Intentando hacerte el gracioso. —En serio, si te quedara algo de compasión, me dejarías ir a la cama. —Tengo cacahuetes y M&M. —No son lo mío. —Pasas cubiertas de chocolate. —Noo. —Cerveza Sam Adams. Tohr entrecerró los ojos. —¿Fría? —Heladísima. Tohr cruzó los brazos sobre el pecho y se dijo a sí mismo que no estaba haciendo pucheros como un niño de cinco años. —Quiero Milk Duds. —Los tengo. Y palomitas. Con una maldición, Tohr abrió la puerta de un tirón y subió por la cueva tenuemente iluminada de rojo. El ángel lo hizo todo perfecto una vez subieron allí: el prometido surtido palaciego en platos hondos. Sam Adams con otras de reserva en el suelo en un cubo con hielo. Un despliegue vergonzoso de calorías con, siii, una caja amarilla de Milk Duds y las malditas palomitas. Se sentaron uno junto al otro y sacaron los reposapiés.
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—Dime que no es una película de los cincuenta de educación sexual —refunfuñó Tohr. —Noo. ¿Palomitas? —dijo el ángel mientras le daba al play y le ofrecía un cuenco —. Con extra de mantequilla… de las buenas, de plástico. No esa porquería auténtica de caca de la vaca. —Estoy bien ahora mismo. En la pantalla, empezó una película de estudio con un montón de créditos. Y luego dos viejos sentados en un sofá. Hablando. Tohr tomó un trago de su cerveza. —¿Qué coño es esto? —Cuando Harry encontró a Sally. Tohr bajó la botella de cerveza de su boca. —¿Qué? —¡Cállate! Después de ésta, vamos a ver un episodio de Luz de luna. Después Algo para recordar, la antigua, no esa estupidez con Warren Beatty. Luego La princesa prometida… Tohr le dio al botón con la cadera y enderezó la silla. —Vale. De acuerdo. Que te diviertas… Lassiter le dio a la pausa y le sujetó el hombro con una mano dura. —Siéntate de una puta vez. Observa y aprende. —¿El qué? ¿Lo mucho que odio las comedias románticas? Por qué simplemente no lo estipulamos y me dejas marchar. —Vas a necesitarlo. —¿Para mi segunda carrera como mariquita? —Porque tienes que recordar cómo ser romántico. Tohr negó con la cabeza. —No. Nope. No va a pasar… Mientras tomaba el tren de “por encima de mi cadáver”, Lassiter seguía negando con la cabeza. —Compañero, tienes que recordarlo si es posible. —Y una mierda lo haré… —Estás estancado, Tohr. Y mientras tú puedes tener mucho tiempo para desperdiciar, Wellsie no tiene este lujo.
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Tohr se calló. Se volvió a sentar. Empezó a arrancar la etiqueta de su cerveza. —No puedo hacerlo, tío. No puedo fingir sentir… de esa manera. —¿No te gustaría en cierto sentido tener sexo con No’One? ¿Cuánto tiempo planeas seguir cómo estás? —Hasta que desaparezcas. Hasta que Wellsie esté libre y tú te vayas. —¿Y de momento como te va? ¿Te gustó el sueño con el que despertaste hoy? —Las películas no van a ayudar —le dijo después de un momento. —¿Qué más vas a hacer? ¿Pajas en tu habitación hasta que No’One vuelva del trabajo y luego masturbarte a su lado? Oh, espera, déjame adivinar, caminar sin norte. Porque no es como si no lo hubieras hecho antes. —Lassiter empujó el cuenco que le había ofrecido a la cara de Tohr—. ¿Qué mierda te cuesta quedarte aquí conmigo? Cierra el pico y cómete tu mitad de las palomitas, gilipollas. Tohr aceptó lo que estaba en su parrilla solo porque era eso o acabar con Orville por todo su regazo. Una hora y treinta y seis minutos después, tuvo que aclararse la garganta cuando Meg Ryan le dijo a Billy Crystal que lo odiaba en medio de una fiesta de Fin de Año. —“Y la salsa a un lado…” x—dijo Lassiter mientras se levantaba—. La respuesta a todo. Un minuto después, un joven Bruce Willis apareció en pantalla y Tohr envió una oración de gracias. —Esto es mucho mejor. Aunque necesitamos más cerveza. —Lo pillo. Una caja de cervezas después y habían volado dos episodios de Luz de Luna, incluyendo el de Navidad donde los actores y el equipo cantaban con los protagonistas en la última escena. Lo cual no le hizo aclararse la garganta de nuevo. En serio. No. Luego intentaron pasar a Algo que recordar. Por lo menos hasta que Lassiter tuvo compasión de ambos y empezó a darle al botón de avance rápido. —Las chicas dicen que esto es lo mejor —refunfuñó el ángel, mientras le daba de nuevo al botón y lo que estaba en pantalla empezó la actuación rápida—. Tal vez esta fue un error. —Amén a eso.
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Vale, la peli de la princesa no apestaba, esa mierda era divertida a trozos. Y, sí, estuvo… fenomenal cuando la pareja se juntaba al final. Además le gustó Colombo en el papel del abuelo. Pero en realidad no podía decir que algo de esto le fuera a convertir en un Casanova. Lassiter le echó un vistazo. —Todavía no hemos acabado. —Sólo sigue dándome cerveza. —Pide y recibirás. El ángel le tendió una fría y desapareció en la sala de control para cambiar los DVD’s. Cuando volvió donde estaban sentados la pantalla se iluminó con… Tohr salió disparado de su asiento. —¡Qué coño! Cuando el corpachón de Lassiter se interpuso en la proyección de la pantalla, un gigantesco par de pechos sacudiéndose cubrieron su rostro y torso. —Aventuras en el MILFy Way. Un verdadero clásico. —¡Es porno! —¡Bah! —Vale, no voy a aguantar hasta el final contigo. El ángel, todavía levantado, se encogió de hombros. —Solo quería asegurarme de que sabes lo que te estás perdiendo. Los gemidos sonaron a través del sistema de sonido mientras aquellas tetas… aquellas monstruosas tetas parecían estar pegándole a Lassiter en la bocaza… Tohr se tapó los ojos ante el horror. —¡No! ¡No lo hagas! Lassiter paró la película y los sonidos desaparecieron. Una rápida comprobación entre los dedos le indicó que estaba parada, no en pausa, afortunadamente. —Solo intento hacerte comprender. —Lassiter se sentó y abrió una cerveza, parecía cansado—. Tío, esta mierda de ángel… joder, es tan difícil influir en algo. Nunca tuve problemas antes con el libre albedrío, pero por la mierda del amor, desearía poder el Yo sueño con Jeannie para que llegaras donde necesitas estar. — Cuando Tohr hizo una mueca, el ángel farfulló—. Aunque está bien. Te llevaremos allí de algún modo. —De hecho, estoy encogiéndome ante una visión de ti con un disfraz rosa de harén.
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—Hey, que tengo un culo fantástico, te lo haré saber. Bebieron cerveza durante un rato hasta que el logo de Sony empezó a aparecer en puntos aleatorios en la pantalla. —¿Has estado alguna vez enamorado? —preguntó Tohr. —Una vez. Nunca más. —¿Qué pasó? —Cuando el ángel no contestó, Tohr lanzó un vistazo—. ¿Oh, así que está bien para ti hurgar en mis trapos sucios, pero no puedes devolver el favor? Lassiter se encogió de hombros y abrió otra cerveza. —¿Sabes lo que pienso? —No a menos que me lo digas. —Creo que deberíamos intentar con otro episodio de Luz de Luna. Tohr soltó una larga y lenta exhalación y tuvo que estar de acuerdo. No era una mierda ver películas con el tipo, hablar sobre el diálogo mientras bebían Sam Adams e ingerir comida basura. De hecho, no podía recordar la última vez que simplemente… había pasado el rato. Por supuesto, debía haber sido con Wellsie. Si tenía un respiro, siempre lo pasaba con ella. Dios, cuantos días habían desperdiciado, toqueteándose tontamente frente al televisor, viendo reposiciones, películas malísimas del cable y telediarios aburridos. Se cogían de las manos o ella se tendía sobre su pecho o él jugaba con su pelo. Qué pérdida de tiempo, pensó. Pero cuando habían estado en aquella absorbente zona de minutos y horas, había sido… una especie de sencilla y tranquila felicidad absoluta. Una cosa más que lamentar. —¿Y algo posterior en la carrera de Willis? —dijo abruptamente. —¿Jungla de cristal? —Ponla y yo iré a por otra tanda a la máquina de palomitas. —Trato hecho. Cuando los dos se levantaron y fueron hacia la parte trasera, él hacia las chucherías y la barra de bebidas, Lassiter hacia la cabina de control, Tohr detuvo al tipo. —Gracias, tío. El ángel le dio un golpe en el hombro y luego estaban más o menos en la sección Yipi-ka- yei hijo de puta.
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—Solo hago mi trabajo. Tohr observó la cabeza rubia y negra del ángel atravesar la puerta entrecerrada. El puto libre albedrío estaba bien. ¿Y en cuanto a No’One y él? Era duro pensar en lo que vendría después. Mierda, la primera vez que había conectado con ella, directamente se había despellejado al recorrer por todas esas emociones solo para poder aceptar su vena, ofrecerle la suya y estar con ella en la medida que estaba. ¿Y si llevaba esto más lejos? El siguiente nivel iba a hacer que esa mierda pareciera un paseo por el parque.
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10º Hermandad de la Daga Negra
Capítulo 38
Eran las doce del mediodía cuando el dispositivo móvil de Xcor sonó, y el suave repiqueteo lo despertó de su ligero sueño. Con un movimiento poco mañoso, cazó y pescó alrededor buscando el botón verde, y después de golpearlo, se puso la cosa en la oreja. En la práctica, odiaba las malditas cosas. En términos prácticos, eran un adelanto increíble, uno que le hacía preguntarse porque había sido siempre tan reacio. —Aye —exigió. Cuando una voz áspera le contestó, sonrió bajo la leve luz de las velas del sótano—. Gracias gentilmacho. ¿Qué precio tienes este día, Elan? —¿Qué… que…?—el aristócrata tuvo que ordenarse respirar mas—. ¿Qué me has enviado? Su fuente en el Consejo tenía una voz un poco alta normalmente, el cuidadoso paquete que obviamente acababa de ser abierto elevó el tono del macho a la estratosfera. —Prueba de nuestro trabajo —mientras respondía, las cabezas empezaron a levantarse de los camastros, su Banda de Bastardos despiertos, escuchando—. No quiero que pienses que hemos sobreestimado nuestra eficacia… o, la Virgen Escriba nos proteja, siendo mentirosos con respecto a nuestras actividades. —Yo…yo… ¿Qué se supone que voy a hacer con… esto? Xcor puso los ojos en blanco. —Quizás alguno de tus sirvientes pueda empaquetarlo y compartirlo con tus compañeros del Consejo. Y luego imagino que tu alfombra deberá ser limpiada. Dentro de la caja de envíos de noventa por noventa que había enviado, Xcor había puesto algunos de los recuerdos de sus asesinatos, todo tipo de trozos y pedazos de lessers: brazos, manos, esa columna vertebral, una cabeza, parte de una pierna. Los había estado guardando, preparándolos para el momento adecuado para sorprender al Consejo… y probar que el trabajo se estaba haciendo.
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El riesgo era que la naturaleza grotesca de su “regalo” fuera un tiro por la culata y ellos fueran vistos como salvajes. La recompensa potencial era que él y sus soldados serían vistos como efectivos. Elan se aclaró la garganta. —De hecho, habéis debido estar… bastante ocupados. —Me doy cuenta de que es horripilante. Pero la guerra es un asunto horripilante de la que vosotros sois los meros beneficiarios, no participantes. Debemos salvaros —“Hasta que no seáis útiles”— de esos disgustos. Me gustaría señalarte, sin embargo, que eso no es más que una pequeña muestra de los muchos que hemos matado. —¿De verdad? El toque de temor reverencial era gratificante. —Aye. Debíais estar seguros de que luchamos cada noche por la raza, y somos altamente eficaces. —Sí, claramente, lo sois… y estipularía que no necesito más “pruebas”, de cualquier forma. Diría, sin embargo, que voy a llamarte más tarde esta noche. La cita final con el Rey ha sido programada. —¿Oh? —Llamé a los miembros del Consejo porque he convocado una reunión para esta tarde… manteniéndolo informal, por supuesto, así que no hay requerimientos del proceso para incluir a Rehvenge. Assail ha indicado que no puede asistir. Obviamente debe tener una audiencia con el Rey… o vendría a mi casa. —Obviamente —dijo Xcor alargando las palabras. O tal vez, obviamente no. Dados los pasatiempos nocturnos de Assail, los cuales se habían intensificado desde el verano, él estaba bastante ocupado—. Te agradezco la información —Cuando lleguen los otros, mostraré esta… exhibición —dijo el aristócrata. —Hazlo. Y diles que estoy listo para reunirme con ellos en cualquier momento. Solo llámame… soy tu sirviente en esto como en todas las cosas. De hecho —se detuvo para conseguir un efecto—, será un honor asociarme con ellos bajo tu presentación… y juntos, tú y yo podemos asegurarnos de que entiendan adecuadamente el estado vulnerable en que están bajo las reglas del Rey Ciego, y la seguridad que tú y yo podemos proporcionarles. —Oh sí, por supuesto… sí —el gentilmacho mejoró con toda aquella verborrea… lo cual era precisamente por lo que estaba siendo utilizado—. Y estoy muy agradecido por tu franqueza. Asombroso cuan equivocado estaba el cálculo.
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—Y gracias por tu apoyo, Elan. —Cuando Xcor colgó el teléfono, echó un vistazo a sus soldados y luego se centró en Throe—. Después del atardecer, nos fundiremos sobre la propiedad de Assail otra vez. Quizás lleguemos a algo esta vez. Mientras los otros gruñían su disposición para ayudarlos, él levantó su teléfono en silencio… y le hizo una inclinación con la cabeza a su segundo al mando.
*
*
—Señor, hemos llegado. La puerta está cerrándose tras nuestro vehículo. Cuando la voz de Fritz llegó a través del intercomunicador del monovolumen, el informe del mayordomo no fue una noticia nueva, aunque Tohr no podía ver nada de donde estaban desde su aventajado puesto en la parte trasera. —Gracias, Fritz. Tamborileando con los dedos sobre el suelo del Duraliner, aún estaba zumbando por todas aquellas cervezas que había tomado con Lassiter, y su estómago era un abismo agrio gracias a aquella maratón de mantequilla de plástico y Milk Duds. Otra vez, quizás las náuseas fueran más por donde habían estado. —Señor, es libre de soltarse usted mismo. Tohr se movió como un cangrejo por las dobles puertas y se preguntó por qué demonios se estaba haciendo esto a sí mismo. Después que Lassiter y él hubieran finalizado su homenaje a John McClane, el ángel había despegado para ir a caer con estrépito y Tohr había… encontrado esta gran idea, sin razón aparente. Abriendo la puerta… dio un paso en su oscurecido garaje y la cerró detrás de él. Fritz bajó su ventanilla. —Sire, quizás deba esperar aquí. —No, vete. No voy a exponerme hasta la puesta del sol. —Asegúrese que las cortinas están cerradas dentro. —Sí. Ese es el protocolo y confío en mi doggen. —¿Quizás podría entrar y hacer una doble comprobación? —En realidad eso no es… —Por favor sire. No me envíe a casa para enfrentar a su Rey y sus Hermanos sin que yo sepa que está seguro. Difícil discutir con eso. —Esperaré aquí.
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El doggen se apresuró a sacar sus viejos huesos desde detrás del volante y se encaminó a través del camino con notable velocidad… probablemente porque estaba temiendo que Tohr cambiara de idea. Cuando el mayordomo se deslizó en la casa, Tohr deambuló por allí, inspeccionado su viejo cortacésped, los rastrillos, la sal para el camino de salida. El Stingray convertible había sido alojado en el garaje de la mansión… tras la noche en que había ido a buscar el vestido de ceremonia de Wellsie para Xhex. No había querido volver aquí para dejar el vestido después que fuera limpiado y planchado. No estaba seguro de querer estar aquí ahora. —Todo está seguro, sire. Tohr dio la vuelta desde el espacio vacío donde había estado aparcado el Corvette. —Gracias Fritz. No tenía que esperar a que el mayordomo se fuera antes de entrar… había demasiada luz de sol al otro lado de las puertas del garaje. De manera que con un gesto final, se tranquilizó y entró en el recibidor trasero. Cuando las puertas se cerraron de golpe tras él, lo primero que vio en el lavadero fue sus abrigos de invierno. Las malditas parkas estaban todavía colgando de sus perchas, la suya, la de Wellsie y la de John. La de John era pequeña, porque solo había sido un pretrans por entonces. Parecía que las malditas cosas estuvieran esperando que ellos volvieran a casa otra vez. —Pues buena suerte —murmuró. Preparándose, siguió andando y entró en la cocina que había sido el sueño de Wellsie. Respetuosamente, Fritz había encendido las luces y el choque de verlo todo por primera vez desde las muertes hizo que Tohr se preguntara si no habría sido mejor entrar en la oscuridad: las encimeras que habían elegido juntos, la inmensa nevera Sub—Zero que ella había amado tanto, y aquella mesa que habían comprado online en 1stdibs.com y el juego de anaqueles que le había puesto para sus libros de cocina… todo aquello era como una exposición, brillante y limpia como el día que había sido instalado-entregado-montado. Mierda, no había cambiado nada. Todo estaba exactamente como la noche que ella había sido asesinada, el doggen mantenía a raya el polvo y poco más. Caminando hacia el escritorio empotrado, se obligó a levantar un post-it con su letra manuscrita sobre él.
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Martes: Havers—revisión 11.30. Dejó caer el cuaderno y retrocedió, cuestionándose seriamente su salud mental. ¿Por qué había venido aquí? ¿Podía sacar algo bueno de esto? Deambulando, atravesó el salón, la biblioteca y el comedor haciendo un circuito por las habitaciones comunes de la planta baja… hasta que sintió que no podía respirar, hasta que el zumbido alcohólico iba más allá de su visión y sentido del olfato y que su audición era insoportablemente aguda. Por qué estaba… Tohr parpadeó cuando se encontró frente a una puerta. Había trazado un círculo completo, volviendo a la cocina. Y ahora permanecía de pie ante la bajada al sótano. Ah, mierda. Esto no… no estaba preparado para esto. La verdad era que Lassiter y sus películas tontorronas habían hecho más mal que bien. Todas aquellas parejas en la pantalla… aunque estaban ideadas como instrumentos de ficción, algunas se habían filtrado en su cabeza, y disparado toda clase de cosas. Ninguna de las cuales había sido sobre Wellsie. En lugar de eso, había estado pensando en aquellos días con No’One, los dos tensos con todas aquellas sábanas entre sus cuerpos, ella mirándolo como si quisiera mucho más de lo que le estaba dando, él conteniéndose por respeto a su fallecida… y quizás porque era un jodido cobarde en su corazón. Probablemente trozos de ambos. Dado lo que estaba organizando ruido en su cabeza, había tenido que venir aquí. Necesitaba los recuerdos de su amada, imágenes de su Wellsie que quizás había olvidado, una poderosa sacudida del pasado para competir con lo que sentía como una traición en el presente. Desde una vasta distancia, observó su mano estirándose y sujetando el pomo de la puerta. Girándolo a la derecha, empujó el pesado y amplio panel de acero pintado. Cuando el movimiento activó las luces que recorrían la escalera, fue golpeado con un montón de crema: los escalones descendentes estaban enmoquetados en un suave color ante y las paredes pintadas igual, todo relajante y sereno. Esto había sido su santuario. El primer escalón fue el equivalente a saltar desde el borde del Gran Cañón. Y el número dos no fue mucho mejor. Todavía se sentía así cuando llegó al último y no quedaba nada más que bajar.
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El sótano de la casa seguía la distribución de la planta alta, aunque solo dos tercios del espacio estaba acabado con una suite principal, un gimnasio, una lavandería y una mini cocina completa, y el resto del espacio como almacén. Tohr no tenía idea del tiempo que permaneció allí de pie. Al final, sin embargo, caminó hacia delante, hacia la puerta cerrada donde se dirigía… El hecho de que la abriera a un negro agujero parecía absolutamente correcto… Miiiieeeeerdaaaa, todavía olía como ella. Su perfume. Su aroma. Dio un paso dentro, se encerró y se preparó mientras golpeaba el interruptor de la pared, subiendo gradualmente las luces del techo. La cama estaba hecha. Como por sus manos. Aunque ellos tenían sirvientes, era la clase de hembra a la que le gustaba hacer las cosas por sí misma. Cocinar. Limpiar. Doblar la ropa limpia. Hacer su cama al final de cada día. No había una mota de polvo en ninguna de las superficies, ni en los tocadores, el de él y el de ella, ni en las mesitas de noche, el suyo con el despertador, el de ella con el teléfono… ni en el escritorio con el ordenador que habían compartido. Maldita sea, no podía respirar. Para tomarse un pequeño respiro de su crisol, fue al baño con la idea de normalizar los requerimientos de oxigeno de su cuerpo. Debería haber sido más listo. Ella también estaba en todo el espacio alicatado, exactamente como estaba en toda la casa. Abriendo uno de los armaritos, sacó un dosificador de su crema de manos y leyó la etiqueta, detrás y delante, algo que nunca había hecho cuando ella había estado viva. Hizo lo mismo con una de sus botellas de champú de reserva, así como un bote de sales de baño que… si, olía exactamente como lo recordaba, limón verbena. De vuelta al dormitorio. Hacia el armario… No estuvo seguro de cuando ocurrió el cambio. Quizás fue mientras repasaba sus suéters clasificados en sus espacios. Quizás fue mientras contemplaba sus zapatos en orden, marchando ordenados sobre los estantes inclinados. Quizás fue mientras repasaba sus blusas en las perchas, o no, sus pantalones… o quizás las faldas de sus vestidos. Pero al final, en el silencio, en su dolorosa soledad, en su perenne dolor… se dio cuenta de que todo era basura.
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Su vestuario, su maquillaje, sus artículos de tocador…. La cama que había hecho, la cocina en la que había cocinado, la casa que había convertido en su hogar. Era solo basura. Y al igual que no iba a llevar su vestido de emparejamiento de nuevo, nunca iba a regresar para reclamar nada de esto. Había sido suyo y lo había llevado, usado y necesitado cada parte… pero no era ella. Dilo… di que ha muerto. No puedo. Tú eres el problema. Nada de lo que había hecho en su proceso de duelo la había traído de vuelta. Ni la agonía de rememorar, ni beber sin sentido, ni las lágrimas débiles e inútiles de resistirse a otra hembra… ni evitar este lugar, ni las horas sentado a solas con un agujero vacío en el pecho. Ella se había ido. Y eso quería decir que esto era solo basura en una casa vacía. Dios… nada de esto era lo que había esperado sentir. Había venido aquí a emparedar a No’One. ¿En lugar de eso? Todo lo que había encontrado era una colección de objetos inanimados sin más poder para transformar donde estaba él que el que podían tener de andar y hablar por sí mismos. Además, considerando donde estaba Wellsie, la idea de que había estado buscando una forma de parar la conexión con No’One era una locura. Debería estar regocijándose por la idea de estar pensando en otra hembra. En lugar de eso, se sentía como si fuera una maldición.
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Capítulo 39
De vuelta a la mansión de la Hermandad, No'One se sentó sobre la cama que compartía con Tohrment, la túnica estaba tirada sobre el edredón junto a ella, la enagua le cubría la piel. Silencio. Esta habitación estaba silenciosa sin él. ¿Dónde estaba? Cuando había regresado aquí de su trabajo en el centro de entrenamiento, había imaginado que lo encontraría esperándola, caliente y quién sabe si durmiendo sobre el edredón. En cambio, las sábanas estaban colocadas, las almohadas ordenadas en la cabecera, el edredón extra, el que él usaba para calentarse, todavía doblado a los pies del colchón. No había estado en la sala de pesas, la piscina o el gimnasio. Tampoco había estado en la cocina cuando ella se detuvo brevemente para recoger un refresco. O en la sala de billar o en la biblioteca. Y tampoco había aparecido para la Primera Comida. El picaporte giró y ella saltó… sólo para lanzar un profundo suspiro de alivio. Su sangre en el cuerpo del guerrero anunciaba su llegada, incluso antes de que su aroma alcanzara su nariz o su cuerpo llenara el umbral. Seguía sin camisa. Y sin botas. Y su mirada era oscura y desolada como los pasillos del Dhund. —¿Dónde has estado? —susurró. Él la miró a los ojos y sin contestar fue al baño. —Llego tarde. Wrath convocó una reunión. Mientras caía el agua, recogió su túnica y se la pasó por los hombros, sabiendo que él no se sentía cómodo si ella estaba desnuda fuera de la cama, en cualquier forma de desnudez. Pero ésa no era la causa de su estado de ánimo, ya había estado así antes incluso de mirar en su dirección. Su amada, pensó ella. Tenía algo que ver con su amada.
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Y ella probablemente debería dejarlo en paz. Pero no lo hizo. Cuando salió, tenía una toalla envuelta alrededor de las caderas y se fue directamente al armario sin echarle ni una mirada. Apoyando una palma en la jamba de la puerta, abrió y se inclinó, el nombre sobre sus hombros quedó iluminado bajo la lámpara de techo sobre él. Excepto que él no sacó ninguna ropa. Bajó la cabeza y se quedó quieto. —Hoy fui a casa —dijo de repente. —¿Hoy? Como… ¿durante las horas de luz? —Fritz me llevó. El corazón de No’One latía con fuerza ante el pensamiento de él expuesto a la luz del sol, espera, ¿no habían vivido juntos aquí? —Teníamos nuestro propio lugar —dijo—. No nos quedábamos aquí con todos los demás. Así que esta no era la habitación de compañeros. O su cama. Cuando él no dijo nada más, ella añadió: —¿Qué... encontraste allí? —Nada. Absolutamente y jodidamente nada. —¿Había sido vaciado de tus cosas? —No, lo dejé todo tal como estaba la noche que murió. Abajo los platos que están limpios en el lavavajillas, el correo en el mostrador, el rímel que dejó fuera antes de quitárselo por última vez. Oh, qué agonía para él, pensó ella. —Fui allí en busca de ella, y todo lo que conseguí fue una exhibición del pasado. —Pero tú nunca estás lejos de ella, tu Wellesandra siempre está contigo. Respira en tu corazón. Tohrment se dio la vuelta, los ojos entrecerrados, intensos. —No como solía ser. De repente, ella se enderezó bajo su mirada. Jugueteó con el borde de su túnica. Cruzó las piernas. Las descruzó. —¿Por qué me miras de esa manera? —Quiero follarte. Es por eso que volví a casa.
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Mientras la cara de No'One registraba una descarga de alto voltaje, Tohr no se molestó en templar la verdad con palabras bonitas ni disculpas o cualquier tipo de fanfarria. Estaba demasiado harto de todo: luchar contra su cuerpo, discutir con el destino, pelear con una inevitabilidad a la que se había estado negando a ceder durante demasiado tiempo. De pie frente a ella, estaba desnudo de una forma que no tenía nada que ver con la falta de ropa. Desnudo y cansado... y hambriento por ella… —Entonces puedes tenerme —dijo ella en voz baja. Mientras esas palabras se hundían, él se sintió palidecer. —¿Entiendes lo que digo? —Has sido bastante contundente. —Se supone que tienes que decirme que me vaya al infierno. Hubo una breve pausa. —Bueno, no tenemos que seguir adelante. Sin rencor. Sin rogar. Sin decepción, era todo acerca de él y dónde él estaba. ¿Cómo podía ser ella tan... amable?, se preguntó. —No quiero hacerte daño —dijo, sintiéndose como si quisiera devolverle el favor. —No lo harás. Sé que todavía estás enamorado de tu compañera y no te culpo. Lo que tuviste con ella es el amor de una-vez-en-la-vida. —¿Y tú? —No tengo ninguna necesidad o deseo de ocupar su lugar. Te acepto tal como eres, de cualquier manera que elijas venir a mí. O no, si ese es el modo en que debe ser. Tohr maldijo cuando parte de su dolor se calmó de forma inesperada. —Eso no es justo para ti. —Sí, lo es. Estoy feliz simplemente con pasar tiempo contigo. Eso es suficiente… y más de lo que jamás podría haber esperado de mi destino. Estos últimos meses han sido una alegría complicada que no hubiera cambiado por nada. Si tiene que terminar, por lo menos he tenido lo que hice. Y si va más lejos entonces soy más afortunada de lo que merezco. Y... si te pone de alguna manera en paz, entonces he servido a mi único propósito. Cuando se quedó en silencio, esa dignidad tranquila le mató, realmente lo hizo. Y fue con una sensación de irrealidad absoluta que se acercó a ella, se agachó y le tomó la cara entre las palmas de las manos.
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Frotándole la mejilla con el pulgar, la miró a los ojos. —Eres… —su voz se quebró—. Eres una hembra de valía. No'One puso las manos sobre las gruesas muñecas, su tacto suave y ligero. —Escucha mis palabras y cree en ellas. No te preocupes por mí. Cuida tu corazón y tu alma primero… eso es lo que más importa. De rodillas frente a ella, se abrió paso entre sus piernas, llenando el espacio que creaba con su cuerpo. Como siempre con ella, se sentía torpe y a gusto estando tan cerca. Con los ojos, trazó su rostro, ese rostro bello y amable. Y luego se concentró en los labios. Moviéndose lentamente, se inclinó hacia delante, no muy seguro de qué demonios estaba haciendo. Nunca la había besado. Ni una sola vez. Aunque sabía todo sobre su cuerpo, no sabía nada sobre su boca, y mientras sus ojos se encendían, era obvio que ella nunca había esperado esa intimidad. Inclinando la cabeza hacia un lado, cerró los párpados... y acortó la distancia hasta que se encontró todo un mundo de terciopelo. Suavemente, castamente, apretó y retrocedió. No era suficiente. Bajando de nuevo, se unió a su boca, rozando y recorriéndola. Luego rompió abruptamente el contacto y se empujó para ponerse de pie. Si no paraba ahora, no lo haría y ya llegaba tarde a la reunión con Wrath y sus Hermanos. Además, no se trataba de una sesión de sexo rápido. Era más importante que eso. —Tengo que vestirme —le dijo—. Me tengo que ir. —Y yo estaré aquí cuando vuelvas. Si quieres que esté. —Sí quiero. Girándose, no perdió tiempo en ponerse la ropa o recoger sus armas, tan pronto como atrapó su chaqueta de cuero, tuvo toda la intención de salir por la puerta. En su lugar, se detuvo y la miró. Ella tenía los dedos sobre los labios, los ojos muy abiertos y llenos de asombro... como si nunca hubiera sentido nada ni siquiera tan cerca de lo que acaba de tener. Regresó a la cama. —¿Fue tu primer beso? Ella se ruborizó del rosa más hermoso, bajó los ojos tímidamente a la alfombra.
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—Sí. Por un momento, lo único que pudo hacer fue mover la cabeza ante todo por lo que ella había pasado. Luego se inclinó. —¿Vas a dejar que te dé otro? —Sí, por favor... —suspiró. La besó más tiempo esta vez, demorándose en su labio inferior, incluso lo cortó suavemente con uno de sus colmillos. Ante el contacto, el calor estalló entre ellos, especialmente cuando la atrajo contra su cuerpo, abrazándola con más fuerza de la que debería dado cuántas armas colgaban de su torso. Antes de que la tomara de pie, se obligó a devolverla a la cama. —Gracias —susurró él. —¿Por qué? Todo lo que pudo hacer fue encogerse de hombros, porque gran parte de su gratitud era demasiado complicada para darle voz. —Supongo que por no tratar de cambiarme. —Nunca —dijo—. Ahora mantente a salvo. —Lo haré. En el pasillo, cerró la puerta en silencio y respiró hondo... —¿Estás bien, Hermano? Se sacudió y miró a Z. El hombre iba vestido para luchar, pero venía por el pasillo desde la dirección opuesta de su suite. —Ah, sí, seguro. ¿Y tú? —Fui enviado a buscarte. Vale. Pillado. Y se alegraba de que fuera Z. Sin duda, el tipo era bien consciente de su jodido estado de ánimo, pero a diferencia de algunos de los otros, *tos*Rhage*tos*, nunca se entrometería. Juntos, bajaron por el pasillo y entraron en el despacho del Rey, llegando justo cuando V decía: —No me gusta esto. ¿El vampiro que nos ha jodido durante meses de repente llama de la nada y dice que está listo para vernos? Assail, pensó Tohr, mientras se acomodaba contra las estanterías.
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Mientras sus hermanos murmuraban diferentes variaciones sobre el no-tancaliente tema, metió baza en el juego y estuvo completamente de acuerdo. Demasiado para ser una coincidencia. Desde detrás del gran escritorio, la expresión de Wrath era fría como la piedra y sólo con esa mirada en su cara calmó la habitación: él iba, con o sin el resto de ellos. —Joder —se quejó Rhage—. No puedes decirlo en serio. Maldiciendo en voz baja, Tohr pensó que bien podría cortar la etapa de discusiones: dado el empuje de la mandíbula de Wrath, los Hermanos iban a perder cualquier concurso de voluntad. —Usarás chaleco antibalas —dijo al Rey. Wrath le enseñó los colmillos. —Cuándo no lo hago. —Sólo tenía que aclararlo. ¿A qué hora quieres salir? —Ahora. Vishous encendió un cigarrillo enrollado a mano y sopló el humo. —Joder, es correcto. Wrath se levantó, agarró la correa de George, y dio la vuelta al trono. —Quiero solamente un escuadrón regular de cuatro. Vamos allí con demasiadas armas y va a parecer que estamos nerviosos. Tohr, V, John y Qhuinn estarán en primera línea. Tenía sentido. Rhage con su bestia era una incógnita. Z y Phury técnicamente estaban esta noche fuera de la rotación. Butch necesitaba estar en modo de espera con el Escalade. Y Rehv no estaba en la habitación, lo que significaba que su trabajo diario como Rey de los symphaths le había llevado al norte de nuevo. Oh, ¿y Payne? Dado su aspecto, fácilmente podía freír los circuitos de Assail, convirtiéndole en demasiado estúpido como para hablar. Como su gemelo, tendía a causar una gran impresión en el sexo opuesto. Todo el mundo estaría a un mensaje de distancia, y sin embargo, Wrath tenía razón: si llevaban a toda la jodida familia iban a enviar el mensaje equivocado. Mientras todos salían y golpeaban la gran escalera, había todo tipo de quejas, y abajo, las armas fueron examinadas y las fundas apretadas una muesca más. Tohr lanzó una mirada a John. Qhuinn estaba más pegado al culo del chico que un par de pantalones y eso era bueno ya que era obvio que todo no estaba aún bien en el mundo de John: olía a su aroma de vinculación pero parecía como muerto.
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El Rey se inclinó y habló con George un momento. Luego agarró a su reina y la besó a fondo. —Estaré en casa antes de que te des cuenta, leelan. Mientras Wrath caminaba entre la multitud y desaparecía en el patio sin ayuda, Tohr se acercó a Beth, le tomó la mano y le dio un apretón. —No te preocupes por nada. Voy a traerlo de vuelta tan pronto como termine… de una sola pieza. —Gracias… Dios, gracias. —Lo rodeó con los brazos y lo abrazó fuerte—. Sé que está a salvo contigo. Mientras ella se agachaba para consolar al ansioso retriever, Tohr se dirigió a la puerta, frenando cuando se unió al atasco de tráfico de los Hermanos en el vestíbulo. A la espera de pasar, miró hacia el balcón del segundo piso. No'One estaba al inicio de las escaleras, de pie, con la capucha bajada. La trenza tenía que irse, pensó para sí mismo. Un pelo tan hermoso como el suyo estaba destinado a captar la luz y el brillo. Levantó la mano para saludar y después de que ella hiciera eco de la despedida, se escabulló y salió a la fría noche. Permaneciendo cerca, pero no demasiado de John, esperó a que Wrath diera el visto bueno, y luego se desmaterializó con el Rey y los chicos a una península sobre el río Hudson, al norte de la cabaña de Xhex. Mientras Tohr volvía a tomar forma en medio del borde del bosque, el aire era refrescantemente frío y olía a hojas caídas y a las rocas húmedas de la costa. Más adelante, la mansión de época de Assail era una verdadera obra maestra, incluso desde la parte trasera de los garajes. La estructura palaciega tenía dos plantas principales, con un porche que la rodeaba, todo lleno de ángulos y ventanas para proporcionar la mayor cantidad de vistas del agua posible. Un lugar idiota para que viviera un vampiro. ¿Todo ese cristal a la luz del día? Aunque, qué se podía esperar de un miembro de la glymera. La casa había sido investigada antes, como cada uno de los otros lugares para las reuniones, por lo que estaban familiarizados con el diseño del exterior y V había irrumpido e inspeccionado el interior también. Informe: no había mucho allí dentro y era evidente que no había cambiado. Bajo las luces que brillaban en los techos, había un montón de nada en el departamento de muebles. Era como si Assail viviera en una vitrina ofreciéndose él mismo. Y, sin embargo, al parecer el hombre había hecho un par de cosas inteligentes. De acuerdo con V, todos esos paneles de cristal estaban enhebrados con finos alambres
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de acero, de la manera del sistema desempañador de las ventanillas de un coche, de modo que no había manera de desmaterializarse dentro o hacia fuera. También había limpiado el césped que rodeaba el lugar, de modo que si algo o alguien se acercaba, sería como cazar patos. Sabiendo aquello, Tohr dejó que sus instintos y sentidos vagaran... y hubo un total de nada golpeando la pantalla de su radar. Nada que no se suponía que tuviera que moverse lo hacía: solo ramas de árboles y hojas en la brisa, un ciervo a unos trescientos metros de distancia, su Hermano y los chicos detrás de él. Al menos hasta que un coche se acercó por el estrecho camino pavimentado. Jaguar, adivinó Tohr por el sonido del motor. Sí, tenía razón. Un XKR negro. Con ventanas laterales tintadas. El convertible de morro largo pasó, se detuvo en la puerta del garaje más cercano a la mansión, y luego entró suavemente cuando los paneles se elevaron. Assail, o quienquiera que fuese al volante, no apagó el motor ni salió del coche inmediatamente. Esperó a que la puerta se cerrara de nuevo detrás de él, y mientras lo hacía, Tohr notó que no había cristales allí. La mierda también era una sombra que apenas sobresalía por el borde del resto de la casa. Lo mismo en las otras cinco plazas. Había añadido esas puertas después de mudarse, pensó Tohr. Tal vez el hijo de puta no era un idiota total. —Bueno, iré a la puerta delantera. —Los ojos de diamante de V brillaron—. Os haré una señal… u oiréis ese grito ligero como el de una niña. De cualquier manera, sabéis que hacer. Yyyyyy se marchó, se desmaterializó alrededor de la esquina de la casa. Sería mejor tener los ojos puestos en él, pero Wrath era la parte más importante de esto, y la línea de árboles a la espalda era la única cobertura que iba a tener. Mientras esperaban, Tohr sacó su arma, y también lo hicieron John Matthew y Qhuinn. El Rey tenía sus cuarenta, pero su conjunto se quedó donde estaba. Demasiado defensivo para tenerlo con una pipa en la mano. Sin embargo, ¿su guardia personal? Parte de la descripción del trabajo soplapollas. Deseó una vez más, que pudieran dejar al Rey en casa durante el proceso previo al partido, pero Wrath había tirado esa idea por la ventana hacía meses. Muy irritante, sin duda, teniendo en cuenta que, a diferencia de su padre, había sido un luchador antes de tomar posición del trono, eran momentos jodidos como este los que te hacían querer arrancarte la piel. El teléfono móvil de Tohr sonó tres tensos minutos después: puertas de la cocina por el garaje.
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—Nos quiere en la puerta de atrás —dijo Tohr, guardándolo—. Wrath, a unos cuarenta y cinco metros en línea recta. —Roger a eso. Los cuatro se desmaterializaron y reaparecieron en el porche trasero en formación de flanqueo que proporcionaba la mayor protección posible a Wrath: Tohr estaba justo delante del Rey, John a su derecha y Qhuinn a su izquierda. V asumió de inmediato la parte trasera. Y justo en ese momento, Assail abrió la puerta.
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10º Hermandad de la Daga Negra
Capítulo 40
La primera impresión que tuvo Tohr de su anfitrión era que Assail no había cambiado nada. Todavía era lo bastante grande para ser un Hermano, con el pelo tan oscuro que hacía que V pareciera rubio. Y sus ropas eran, como siempre, formales y perfectamente cortadas. También era tan cauteloso como siempre, la mirada perspicaz y encubierta… viendo demasiado, capaz de demasiado. Otro buen añadido al contenido. No. El aristócrata sonrió de una forma que no alcanzaba sus ojos. —¿Me imagino que Wrath está en el centro de todos esos cuerpos? —Muestra algo de un jodido respeto —espetó V. —Los cumplidos son el condimento de la conversación —Assail se dio la vuelta, dejándolos atravesar las jambas ellos mismos—. Solo son admitidos… Wrath se desmaterializó justo en el camino del tipo, moviéndose tan rápido que se encontraron cuerpo contra cuerpo. Desnudando unos colmillos largos como dagas, el Rey gruñó en voz baja. —Vigila tu boca, hijo. O haré que te sea imposible lanzar más mierda alrededor. Assail dio un paso atrás, entrecerrando los ojos como si estuviera leyendo las estadísticas vitales de Wrath. —No eres como tu padre. —Tampoco tú. Desafortunadamente. Mientras V atravesaba la puerta, Assail metió la mano en el bolsillo interior… e inmediatamente aparecieron cuatro cañones de armas apuntadas a su cabeza. Mientras se inmovilizaba, sus ojos fueron de arma en arma. —Iba a sacar un puro. —Yo lo haría despacio si fuera tú —murmuró Wrath—. A mis chicos no les importaría dejarte tirado dónde estás.
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—Menos mal que no estamos en mi salón. Adoro esa alfombra —lanzó una mirada a V—. ¿Seguro que quieres hacer esto en el lavadero? —Sí, puta, lo estoy —dijo con esfuerzo Vishous. —¿Ventana-fobia? —Estabas a punto de encenderte un puro —dijo Wrath—. O de tenerlo encendido. Qué te parece si resolvemos esto primero y luego hablamos sobre tu casa como-uncolador. —Me gusta la vista. —Lo que podría ser la causa de que yo acabe de pie ante tu tumba —declaró V mientras movía la cabeza hacia la desaparecida mano del tipo. Ladeando una ceja, Assail sacó un largo Cubano y puso empeño en enseñárselo a todos. Luego metió la mano en el bolsillo lateral, sacó un encendedor de oro y lo levantó hacia la bien armada galería de tiro. —¿Alguien quiere unirse a mí? ¿No? Cortó el extremo y lo encendió, aparentemente despreocupado de que su cabeza aún estuviese en el punto de mira. Después de un par de bocanadas, siguió: —De manera que quiero saber algo. —No me des una oportunidad como ésa —murmuró V. —¿Es por eso por lo que me llamaste por fin? —preguntó Wrath. —Sí, es por eso —el vampiro hizo rodar el puro adelante y atrás entre el pulgar y el índice—. ¿Tienes intención de cambiar las leyes concernientes al comercio con humanos? Inclinándose a un lado, Tohr hizo un rápido reconocimiento de lo que podía ver del resto de la casa… lo cual no era mucho: una cocina moderna, un resquicio del comedor, un salón en la esquina más alejada. Al no captar movimiento en las vacías habitaciones, se concentró de nuevo. —No —dijo Wrath—. Estipulado que los negocios permanezcan bajo el radar, puedes hacer lo que quieras. En qué clase de comercio estás. —Al por menor. —¿De qué? —No importa. —Si no me contestas, voy a asumir que drogas o mujeres —Wrath frunció el ceño cuando no hubo réplica—. Así que cuál es.
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—Las mujeres dan demasiados problemas. —La mierda de la droga es difícil de mantener bajo el radar. —No de la forma en que yo me ocupo de las cosas. V metió baza. —Así que tú eres la razón por la que los intermediarios se han estado seleccionando ellos mismos en los callejones. —Sin comentarios. Wrath frunció de nuevo el ceño. —¿Por qué sacar esto a relucir ahora? —Déjame decir solo que he tropezado con alguien demasiado interesado en las fiestas. —Sé mas especifico. —Bueno, uno de ellos mide sobre metro ochenta. Pelo oscuro cortado a cepillo. Su nombre rima con sexo, y un cuerpo construido para eso. Oh no, no lo harías, pensó Tohr… El siseo que llegó de John hizo que todas las cabezas se giraran. Y mira por donde, los ojos del tipo estaban apuntados sobre Assail como si, al menos en su mente, ya estuviera rajando la garganta del macho. —Te pido perdón —dijo en tono cansino Assail—. No sabía que la conocías de alguna manera. Tohr gruñó en nombre de su hijo… aunque estuvieran distanciados. —La conoce bastante más que un poco gilipollas. De manera que puedes meterte por el culo esa especulación y mientras estás en eso mantente lejos de ella. —Ella es la que vino a mí. Geeeeeniiiiiiaaaaaal. Eso sentó como una bala de plomo… Antes de que la mierda se saliera de su cauce, Wrath levantó la mano. —Me importa una mierda lo que hagas con los humanos… establecido que tú limpias cualquier chapuza. Pero si estás marcado, te las apañas solo. —Qué pasa con nuestra especie interfiriendo con mi comercio. Wrath sonrió un poco, su cara cruel mostraba una absoluta falta de humor. —¿Ya tienes problemas defendiendo tu territorio? Adivina qué. No puedes tener lo que no puedes mantener. Assail inclinó la cabeza.
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—Bastante justo… El sonido de un cristal haciéndose pedazos llegó desde detrás de ellos, atravesándolo todo, comprimiendo el tiempo lentamente: disparo. Con una poderosa embestida, Tohr saltó por el aire, su enorme cuerpo voló sobre las baldosas españolas, su objetivo: Wrath. Mientras el rat-tat-tat-tat-tat de una lluvia de balas golpeaba la parte trasera de la casa, él placó al Rey contra el suelo, cubriendo a su Hermano con tanto de su cuerpo como era posible. Todos los demás, incluido Assail, golpearon igualmente el suelo y se arrastraron buscando cobertura en las diferentes paredes. —Mi señor, ¿estás herido? —siseó Tohr en el oído de Wrath mientras golpeaba enviar sobre el teclado. —Quizás el cuello —fue la respuesta gruñida. —Quédate quieto. —Estás encima de mí. Exactamente, dónde piensas que voy a ir. Tohr retorció la cabeza para clavar la mirada en donde estaba cada cuerpo. V estaba sobre Assail, la mano apretada sobre la garganta del tipo y al arma apretada sobre la sien de su anfitrión. Y Qhuinn y John estaban tumbados de espaldas a cada lado de donde ellos habían llegado, cubriendo tanto la salida como la entrada a la cocina. La brisa fría que atravesaba el cristal roto del panel de la puerta no proporcionaba ningún aroma concreto, y eso probaba quien era: los asesinos hubieran apestado el lugar dado el viento predominante y que el disparo llegó desde el norte. Eran Xcor y su Banda de Bastardos. Pero, vamos, como si no lo supieran ya. Aquel único disparo tenía que haber venido de un rifle, y tenía que haber sido dirigido a Wrath a través de aquellos jodidos cristales de la puerta… y había pasado mucho tiempo desde que la Sociedad Lessening había demostrado alguna astucia en sus ataques. —Se supone que ibas a mantener este encuentro en privado, vampiro —dijo V en un tono mortífero. —Nadie sabía que estabais aquí. —Entonces asumiré que ordenaste un asesinato tú solo. Iba a disparar al hijodeputa, pensó Tohr sin preocuparse. Exactamente aquí y ahora. Assail se mantenía frío, cuadrando al Hermano de forma que la boca del arma estaba ahora señalando al centro de su frente.
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—Jódete… eso es por lo que quería hacer esto en el salón. Ese cristal es a prueba de balas gilipollas. Y P.D., estoy herido, loco. El macho levantó el brazo y mostró su goteante mano derecha, la que había estado sujetando el puro. —Puede que tus amigos tengan mala puntería. —Esto no fue mala puntería. Yo también era un blanco… Más balas rociaron la parte trasera de la casa, encontrando su camino a través del hueco de la puerta. Condenado infierno, el panel térmico era bueno para los inviernos de Nueva York pero no valía una mierda para detener al mejor Remington. —¿Cómo lo llevas? —susurró Tohr en el oído de Wrath mientras comprobaba en el móvil la respuesta de sus hermanos. —Bien. ¿Tú? —salvo que el Rey tosió… y joder, hubo un estertor en sus pulmones. Estaba sangrando en algún punto a lo largo de su árbol respiratorio… Moviéndose tan rápido como un suspiro, Assail se liberó del apretón de V y corrió a través de la parte de atrás del lavadero, dirigiéndose a una puerta que tenía que desembocar en el garaje. —No me dispares. ¡Tengo un coche en el que puedes llevártelo! Y voy a apagar todas las luces de la casa. Cuando todo estuvo oscuro, Vishous de materializó sobre el tipo, tirándolo y machacándole la cara contra los azulejos. —Ahora voy a matarte… —No —ordenó Wrath—. No hasta que sepamos qué pasa. En las sombras, V apretó los dientes y miró con ferocidad al Rey. Pero al final no apretó el gatillo. En lugar de eso, acercó la boca al oído de su anfitrión y gruñó. —Piénsatelo dos veces si vas a alguna salida otra vez. —Entonces hazlo tu mismo —esto sonó como Etoce haslo tu mism. Vishous miró a Tohr, los ojos de uno fijos en los del otro. Cuando Tohr hizo un sutil asentimiento, el otro Hermano maldijo… luego estiró la mano y abrió de golpe la puerta del garaje. Las luces automáticas aún estaban encendidas desde que Assail había llegado a casa antes y Tohr captó la visión de cuatro coches: el Jaguar, un Spyker, un Mercedes negro. Y una van negra sin ventanillas laterales. —Coge el GMC —gruñó Assail—. Las llaves están en el contacto. Está todo blindado.
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Como todo estaba en silencio fuera, John y Qhuinn empezaron a moverse rodando a través del cristal roto, estableciendo un ritmo firme y alternante, solo para estar seguros de que nadie podía intentarlo y materializarse dentro. Mierda, su munición no iba a durar tanto. Tohr maldijo la falta de opciones, también el hecho de que no había recibido respuesta de la Hermandad… —Tenemos esto —dijo Qhuinn, sin girarse desde la puerta—. Pero necesitamos a los otros Hermanos aquí antes de intentar levantarlo. —Ya los he alertado —murmuró Tohr—. Están en camino. Al menos esperaba que lo estuvieran. La voz de Assail se elevó a través de los disparos. —Toma la maldita van. Joder, no os estoy jodiendo. Tohr clavó al tipo con ojos duros. —Si has sido tú, te desollaré vivo. —Yo no he sido. Dado que no había más garantías que ser hechas, Tohr rodó de encima de Wrath y ayudó al Rey a ponerse en cuclillas. Mierda… sangre a un lado del cuello. Un montón. —Mantén la cabeza baja, mi señor, y sigue mi ejemplo. —No lo digas. Moviéndose tan rápido como se atrevió, Tohr se desplazó a través del suelo, conduciendo al Rey hasta la pared para que Wrath pudiera poner la mano sobre ella y orientarse él mismo. —La lavadora —dijo Tohr, empujándolo hacia afuera para evitar la cuadrada máquina—, secadora. La próxima puerta a dos metros. Metro y medio. Metro. Escalón. Mientras iban hacia Assail, el macho los estaba observando. —Jesús, está ciego de verdad. Wrath se paró en seco y desenvainó su daga, apuntándola directamente a la cara del tipo. —Pero mi oído funciona muy bien. Probablemente Assail se hubiera echado atrás, pero estaba atrapado entre una dura pared, una bala y una afilada punta… sin demasiado espacio en la habitación para maniobrar.
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—Sí, de alguna forma. —Esta reunión ha terminado —dijo Wrath. —No tengo nada más. —Lo sé. Vigílate a ti mismo, hijo… si se demuestra que esta pequeña visita tiene tus huellas cerca, tu próxima casa será en una caja de pino. —No lo será. Te lo juro… soy un hombre de negocios, pura y simplemente. Sólo quiero que me dejen solo. —Greta cabrona Garbo —escupió V mientras Tohr urgía a Wrath a moverse otra vez. En el garaje propiamente dicho, Tohr se desplazó de lado con el Rey sobre el suelo pelado, rodeando los otros vehículos. Cuando llegaron a la van, la comprobó por fuera. Luego abrió las dobles puertas traseras y empujó al más poderoso vampiro del planeta allí dentro como si fuera una pieza del equipaje. Mientras volvía a cerrar los paneles se tomó un momento para respirar profundo. Luego, voló alrededor del lado del conductor y entró. La luz interior se encendió un momento después de que se sentara, y sí, las llaves estaban justo donde Assail había dicho. Y, sí, se habían hecho variaciones importantes en el vehículo: dos tanques de combustible, barras de seguridad reforzaban la caja, cristales gruesos, cuyo tamaño sugería que eran a prueba de balas. Había una partición deslizante que separaba la parte trasera de la delantera, y él la abrió lo bastante como para poder controlar al Rey. Con su audición a toda marcha, el gotear de la sangre del Rey en la van parecía tan alto como los disparos que lo habían causado. —Estás mal herido, mi señor. Todo lo que llegó desde su espalda fue aquella tos. Joder.
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John estaba listo para matar. Mientras permanecía de pie al lado de la maldita puerta trasera, los desarrollados músculos de sus piernas estaban crispados y el corazón le latía salvaje en el pecho. Su pistola, sin embargo, estaba firme como una roca. La Banda de Bastardos había iniciado el ataque desde donde la Hermandad habría empezado: en la parte más lejana del prado, en el bosque detrás de la casa.
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Maldito disparo, pensó. Aquella primera bala había perforado los paneles de cristal de la puerta e ido directo a por la cabeza de Wrath, aunque había un cierto número de personas de pie rodeándolo. Demasiado cerca. De alguna forma demaaaasiiiiado cerca. Aquellos tipos eran auténticos profesionales… lo que quería decir que tenían que estar preparándose para un segundo combate… y no desde el ángulo que estaba tan bien guardado. Mientras Qhuinn seguía presionando su gatillo con un lento y constante movimiento, John se reclinó y miró a través del arco de la cocina. Silbando bajito, captó los ojos de Qhuinn y asintió en aquella dirección. —Roger a eso. —John, no vas a salir ahí solo —dijo V—. Vigilaré la puerta trasera al tiempo que a nuestro anfitrión. —¿Qué pasa si vienen a través de la brecha? —preguntó Qhuinn. —Los pillaré de uno en uno. Difícil discutir con el tipo. Especialmente mientras el Hermano apuntaba su segunda arma directo a través de donde Qhuinn y John habían estado disparando. Aquello fue el final de cualquier otra convocatoria. John y Qhuinn adoptaron una posición lado a lado y se largaron juntos. Usando la luz de la luna como guía, corriendo a través de la cocina equipada profesionalmente, y tiraron de cada puerta que pasaban. Cerrada. Cerrada. Cerrada. El salón, el comedor y las habitaciones de la familia resultaron ser una enorme extensión, del tipo de un campo de futbol que hubiera sido convertido en una impresionante casa. Las buenas noticias eran que había columnas ornamentadas a intervalos regulares que soportaban el techo sobre la extensión, y Qhuinn y él las utilizaron para cubrirse mientras entraban como una flecha, comprobaban las puertas correderas de cristal y se zambullían debajo de nuevo. Todo estaba cerrado: mientras ellos recorrían la circunferencia de la enorme habitación, mierda, estaba tenso como un arco. Pero Dios, todo aquel cristal… Parándose en seco, niveló el cañón de su arma hacia una parte, se volvió dos veces para hacerle una señal a V… y disparó un tiro de prueba. Nada de cristales rotos. Ni siquiera una grieta. El panel de cuatro por dos simplemente capturó la bala y la detuvo, como si no fuera nada más que un chicle PYBM Assail no había mentido. Al menos no sobre esto.
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Desde la parte trasera de la casa, la voz de su anfitrión llegó distante pero clara. —Cierra y bloquea la puerta en la parte de debajo de las escaleras del primer piso. Rápido. Roger a eso. John dejó que Qhuinn barriera los baños y la oficina mientras el batía los pies sobre una escalera de mármol blanco y negro. Bastante seguro, metido en la pared, había un panel de acero reforzado a prueba de fuego que cuando lo sacabas olía a pintura fresca, como si hubiera sido instalado recientemente. Tenía dos cerrojos, uno con el que se podía aislar la parte de arriba de las escaleras y otro para hacer lo mismo en la parte de abajo. Mientras lo ponía en su sitio y lo aseguraba, tuvo que sentir algún respeto por cómo había manejado Assail las medidas de seguridad. —Este lugar es una fortaleza —dijo Qhuinn mientras salía de otro baño. ¿Bodega? Vocalizó John de manera que no tuvo que reenfundar su arma. Como si le leyera la mente, Assail gritó. —La puerta del sótano está cerrada. Está en la cocina en la segunda nevera. Retrocedieron en la dirección en la que habían empezado, localizando otro de aquellos trabajitos de acero que resultó que ya estaba deslizada en su sitio y echado el cerrojo. John comprobó su teléfono, y vio el mensaje de texto que Rhage había enviado: Pla dr ctr— p all TPCSP Joder, respiró mientras le mostraba rápidamente la pantalla a Qhuinn. —Voy a salir —anunció el tipo mientras corría hacia una de las correderas—. Cierra la puerta detrás de mí… John arremetió contra el guerrero, enganchándolo. Una mierda lo harás vocalizó. Qhuinn se soltó del puño de acero. —Hay un jodido grupo esperando lo que ocurra y Wrath tiene que ser llevado a la clínica —mientras John maldecía en silencio, Qhuinn sacudió la cabeza—. Sé razonable compañero. Tú eres el respaldo de V con Assail y vosotros dos tenéis que mantener el interior seguro. De la misma manera, esa van tiene que ponerse en movimiento porque el Rey está sangrando. Necesitas dejarme salir y dejar que pueda asegurar el área… no podemos disponer de nadie más. John maldijo otra vez, su mente revolvía buscando otras opciones.
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Al final, le dio una palmada a su mejor amigo en un lado del cuello y cruzaron los índices juntos durante un breve momento. Luego lo dejó ir y cerró la condenada puerta aunque casi lo mató hacerlo. En última instancia, su primera obligación era salvar al Rey, no a su mejor amigo. Aquí la misión crítica era Wrath, no Qhuinn. Además, Qhuinn era un hijo de puta mortífero, de pies rápidos, bueno con un arma, genial con un cuchillo. Tenía que confiar en aquellas habilidades. Y el bastardo estaba en lo cierto: estaban profundamente necesitados en esta situación. Con un asentimiento final, Qhuinn se deslizó por la puerta de cristal, y John cerró y pasó el pestillo tras él… dejando al macho a su propia suerte. Al menos la Banda de Bastardos probablemente asumiría que todo el mundo estaba en la casa y permanecía allí… ellos tenían que saber que el respaldo estaría de camino, y en muchas situaciones, las personas esperaban que los refuerzos llegaran antes de presentar un contraataque. —¡John! ¡Qhuinn! —llamó V—. ¡Qué demonios está pasando ahí! John trotó de vuelta al lavadero. Desafortunadamente, no había forma efectiva de comunicar sin perder su arma… —Mierda, Qhuinn está ahí fuera solo, ¿no? Assail se rió en voz baja. —Y yo que pensaba que era el único con ganas de morir.
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Capítulo 41
Exactamente después de que Syphon apretara el gatillo de su rifle de larga distancia, el primer pensamiento de Xcor fue que el macho bien podía haber matado al Rey. De pie en el refugio del bosque, estaba sorprendido de la puntería de su soldado. La bala había flotado hasta el otro lado del césped, fracturado el panel de vidrio de la puerta… e hizo caer al suelo al Rey como si fuera un saco de arena. O eso, o el Rey había escogido parapetarse. No había forma de saber si la desaparición fue una reacción defensiva o el colapso de un macho herido gravemente. Quizás ambas eran ciertas. —Abrid fuego —ordenó a la moderna radio de su hombro—. Y asumir posiciones secundarias. Con una precisión experta, sus soldados entraron en acción, el sonido zumbante de las armas de fuego proporcionándoles cobertura mientras todos excepto Throe y él corrían en varias direcciones. La Hermandad llegaría en cualquier momento, así que había poco tiempo para cerrar las escotillas y prepararse para el conflicto. Buena cosa que sus soldados estuvieran bien entrenados… De repente, la casa se oscureció… inteligente. Les hacía más difícil aislarlos como blancos, aunque dado el modo en que todos los vidrios excepto el de la puerta trasera tenían resistencia a las balas, parecía como si Assail fuera mucho más estratega que la media de la indecisa glymera. A pesar de las bombas lapa. En la tregua que siguió, Xcor tuvo que asumir que si el Rey estuviera vivo y completamente ileso, Wrath se desmaterializaría a través de la entrada de la puerta trasera, saldría del área, y los otros atacarían. Si el Rey estaba herido, se resguardaría y esperaría a que llegaran los demás miembros de la Hermandad y le proveyeran de
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cobertura para la huída. ¿Y si el Rey Ciego estuviera muerto? Permanecerían con su cuerpo para protegerlo hasta que los otros llegaran aquí… Una pistola sonó en el interior. Un disparo, el fogonazo del cual se presentó por la izquierda. Estaban examinando el cristal, pensó él. Así que o Assail estaba muerto o no confiaban en él. —Alguien está saliendo —dijo Throe a su lado. —Dispara a matar —ordenó Xcor hacia su hombro. No había ninguna razón para arriesgarse por una captura: alguien que luchara al lado de la Hermandad estaría entrenado para soportar la tortura, y por tanto no sería un buen candidato para reunir información. Es más, esta situación era un barril de pólvora a punto de explotar, y reducir el número de enemigos era el objetivo más importante, tomar prisioneros no lo era. El fuego de armas resonó cuando sus bastardos trataron de derribar a quienquiera que hubiera partido, pero naturalmente el luchador se desmaterializó así que era poco probable que lo hubieran herido… La Hermandad llegó de repente, los enormes luchadores tomando posiciones por todo el exterior de la casa, como si lo hubieran estudiado con anterioridad. Se intercambiaron disparos, con Xcor dirigiéndose hacia el par en el tejado mientras los suyos se centraban en las oscuras sombras, trasladándose alrededor de los porches así como hacia cualquiera que pudiera surgir de detrás de los bosques. Necesitaba interponerse en el camino de cualquier vehículo que tratase de escapar de la casa. —Iré a cubrir el garaje —dijo a la radio—. Mantened las posiciones. Dando un vistazo por encima de su hombro a Throe, le ordenó: —Apoya a los primos en el norte. Cuando su soldado asintió y partió, Xcor se agachó e hizo lo mismo, cambiando de posición a la carrera, ya que estaba demasiado nervioso para desmaterializarse. Si trataban de sacar a Wrath en vehículo por estar herido, Xcor tenía que ser quien tuviera la satisfacción de evitar que el Rey escapara… y terminar el trabajo si era necesario. El garaje, por tanto, era su posición más ventajosa: los Hermanos tendrían que apropiarse de uno de los vehículos de Assail ya que parecía que habían llegado sin ninguno… y Assail ofrecería la ayuda. No tenía lealtad a ningún grupo en particular… ni a la Banda de los Bastardos, ni al Consejo, probablemente ni siquiera al Rey. Pero no querría cargar con el precio de la vendetta de algún otro contra Wrath.
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Xcor se situó tras una roca enorme que se asentaba al borde de la plaza asfaltada tras la casa. Sacando un tira pequeña y convexa de metal que estaba pulida para una alta refracción, posicionó el espejo sobre la roca para poder tener una visión de cualquier cosa que estuviera tras él. Y entonces esperó. Ah, sí. Justo otra vez… Mientras los disparos continuaban resonando, la puerta del garaje más lejana a su derecha se abrió, la protección que ofrecía desapareciendo panel a panel. La furgoneta que se retiraba no tenía ventanas en la parte trasera, y él estaba dispuesto a apostar que, como la casa, sus flancos eran impenetrables para cualquier cosa que no fuera un misil antiaéreo. Era completamente posible, por supuesto, que esto fuera una artimaña. Pero no iba a perder la oportunidad en el caso de que no lo fuera. Moviendo rápidamente los ojos hacia arriba, comprobó sus espaldas, luego volvió a enfocarse en la furgoneta. Si se interponía en su camino, podría conseguir un disparo en el bloque del motor a través de la rejilla frontal… El ataque que vino desde atrás fue demasiado veloz. Todo lo que sintió fue un brazo bloqueándole alrededor de la garganta y su cuerpo siendo transportado hacia atrás. Cambiando instantáneamente a modo de autodefensa cuerpo a cuerpo, evitó que el macho le rompiera el cuello sacudiendo la mierda fuera del luchador con un codazo en las tripas, y luego aprovechó el momentáneo aturdimiento para revolverse. Tuvo el breve atisbo de unos ojos disparejos… y luego fue todo lucha. El macho atacó con tal ferocidad que los puñetazos eran como si le llovieran coches. Afortunadamente tenía un equilibrio y reflejos excepcionales y agachándose, cogió al macho por los muslos y le placó duramente. A horcajadas sobre esa enorme parte inferior en el suelo, saltó arriba y trabajó la cara del luchador hasta que hubo sangre no sólo en sus nudillos, sino también volando por los aires. Su posición de superioridad no duró mucho. A pesar de que posiblemente el soldado no podía ver con claridad, atrapó de algún modo una de las muñecas de Xcor y se aferró a ella. Con fuerza bruta, tiró atrás, llevó a Xcor dentro de alcance, y le propinó un cabezazo tan fuerte que por un momento el mundo se volvió rojo incandescente, tan cierto como si los árboles alrededor de ellos tuvieran fuegos artificiales por hojas y ramas. Un cambio repentino en la gravedad le indicó que estaba siendo volteado, a no ser que lo fastidiara. Detuvo la inercia lanzando su propia pierna y clavando la bota en el suelo. Mientras se tensaba contra el gran peso sobre su pecho, vio la furgoneta negra irse por la entrada de vehículos, chirriando como alma llevada por el diablo.
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La rabia ante la oportunidad perdida con el Rey le dio fuerza extra, y se alzó sobre sus pies con el macho haciendo de cortina en sus hombros, un chal de soldado. Desenvainando su cuchillo de caza, apuñaló hacia atrás los alrededores de su propio torso, y supo que había alcanzado algo, dada la resistencia y la maldición. Pero entonces ese agarre alrededor de su cuello regresó, desafiando sus vías respiratorias, haciéndolas luchar incluso más duramente por oxígeno La gran piedra que había usado de cobertura trasera estaba más o menos a un metro, y se dirigió a ella, las botas pisoteando torpemente a través del césped. Girándose, estampó al macho una… dos… A la tercera, justo cuando estaba a punto de desmayarse, el agarre se aflojó. Con desorientación que lo entorpecía, se liberó justo cuando una bala silbó por su cabeza, tan cerca que sintió una línea de calor en su cabellera. Tras él, el soldado cayó sobre la hierba, pero eso no estaba terminado, y un rápido vistazo alrededor al tiroteo que se había entablado le dijo que si él y sus bastardos se quedaban demasiado tiempo habría bajas catastróficas. Y sí, se llevarían con ellos a varios de la Hermandad, pero sólo a un coste tremendo para su propio número. Su instinto visceral le decía que Wrath ya se había ido. Y maldita sea, aún si la mitad de la Hermandad estaba en el interior o por los alrededores de la furgoneta, y con el Rey siendo trasportado fuera seguro que algunos estaban siguiendo de cerca al vehículo, habrían todavía un montón de Hermanos de sobra en los márgenes del río para hacer un daño vital a él y a sus machos. El Bloodletter se habría quedado y luchado. Él, sin embargo, era más inteligente que eso. Si Wrath estaba mortalmente herido, o si ese era su cadáver, Xcor iba a necesitar a su Banda de Bastardos para la segunda fase de su golpe de estado. —Retirada —espetó a la pieza de su hombro. Llevó atrás su bota de combate y pateó el cuerpo en el suelo de ese hijo de puta de ojos disparejos, para asegurarse de que el macho permaneciera donde estaba. Luego cerró los ojos y se obligo a calmarse… calma… calma… La vida y la muerte dependían de si podía conseguir el correcto estado mental… Justo cuando otra bala zumbaba por su cráneo, sintió como si tuviera alas… y volara.
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—¿Cómo lo estamos llevando por allí atrás?
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Tohr gritó la pregunta mientras forzaba a la furgoneta a tomar otra curva más de la carretera. El PDM cogió la curva como si fuera una mesita de café de patas cojas, bamboleándose de un lado a otro, que hasta incluso él sintió un poco de náuseas. Wrath, mientras tanto, estaba jugando a la canica-en-un-bote-de-cristal en la parte trasera, balanceándose y sacudiendo los brazos para sujetarse. —¿Alguna oportunidad… —Wrath dio un bandazo en la otra dirección y tosió algo más—… de que puedas… bajar la velocidad de este autobús? Tohr miró por el espejo trasero. Había dejado la mampara abierta para así poder echarle un ojo al Rey, y con el resplandor del salpicadero, Wrath estaba blanco como una sábana. Salvo por donde la sangre manchaba la piel de su garganta. Esa era roja como una cereza. —No reduciremos… lo siento. Si la suerte estaba de su lado, la Hermandad estaría manteniendo completamente ocupada a la Banda de Bastardos en la casa, pero quién cojones sabía. Y él y el Rey estaban en el lado incorrecto del río Hudson con unos buenos veinte minutos de conducción frente a ellos. Y sin respaldo. Y Wrath… mierda, realmente no parecía estar bien. —¿Cómo lo llevas? —gritó Tohr de nuevo. Hubo una gran pausa en ese punto. Demasiado larga. Apretando los dientes, trianguló la distancia hasta la clínica de Havers. Joder, estaba equidistante… así que salió disparado hacia esas instalaciones con la esperanza de encontrar a alguien, cualquiera con entrenamiento médico no iba a costar demasiado tiempo. De algún lugar, Lassiter apareció en el asiento del pasajero… justo de la nada. —Puedes bajar la pistola —dijo el ángel secamente. Mierda, había descargado su subidón en el tipo. —Yo cogeré el volante —ordenó Lassiter—. Apáñatelas tú con él. Tohr estaba fuera del cinturón de seguridad y haciendo el cambio de conductor en un latido, y cuando el ángel lo sustituyó, estaba claro que el tipo estaba completamente armado. Bonito toque. —Gracias, tío. —Sin problemas. Y aquí, permíteme arrojar algo de luz sobre el sujeto. El ángel empezó a resplandecer, pero sólo hacia la parte trasera. Y… maldita sea… cuando pasó a través de la mampara, lo que vio en la dorada iluminación fue la
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muerte sobre cuatro pezuñas yendo a por el Rey. La respiración de Wrath era superficial y a bocanadas, los nervios del cuello tensos por el esfuerzo que estaban realizando para conseguir bajar el oxígeno hacia los pulmones. Ese disparo en el cuello estaba comprometiendo las vías respiratorias por encima de la nuez de Adán. Con un poco de suerte sólo la habría inflamado; en el peor de los casos, estaba sangrando por una arteria y ahogándose en su propia sangre. —¿Cuánto falta para el río? —espetó hacia Lassiter. —Puedo verlo. Wrath se estaba quedando sin tiempo. —No reduzcas. Por nada. —Entendido. Tohr se arrodilló al lado del Rey y se quitó su propia chaqueta de cuero. —Voy a ver si puedo ayudarte, mi Hermano… El Rey agarró su brazo. —No… pasa… nada… No… te… vayas… a… mear…en… los… bóxer. —No llevo, mi señor. —Y no estaba siendo paranoico sobre el daño que estaban afrontando. Si el Rey no conseguía ayuda con lo de la respiración, iba a morir antes de que nadie enderezara lo que fuera que estuviera mal. Poniéndose en acción, abrió a tirones el abrigo del Rey, quitó la parte frontal del chaleco de Kevlar y… se tranquilizó ligeramente al no encontrar nada en ese pecho enorme. El problema estaba en la herida del cuello, y sí, una inspección de cerca sugirió que la bala estaba alojada por las inmediaciones. Sólo Cristo sabía lo que estaba mal. Pero estaba bastante seguro de que si podía abrir un punto de acceso de aire por debajo de la herida, tendrían una posibilidad de luchar. —Wrath, voy a conseguir que respires. Y por favor, por el amor de tu shellan, no luches contra mí sobre si estás en problemas. Necesito que trabajes conmigo, no contra mí. El Rey buscó a tientas su cara con la mano, finalmente encontrando las gafas y apartándolas de un manotazo de su camino. Cuando esos ojos verde vivo, increíblemente hermosos, se trabaron en los de Tohr, fue como si pudieran ver. —¿Tohr? ¿Tohr? —Parpadeando, parpadeando desesperadamente mientras el Rey trataba de conseguir aire—. ¿Donde… estás? Tohr capturó la mano que agitaba y la apretó con fuerza. —Estoy justo aquí. Vas a dejar que te ayude con tu respiración, ¿vale? Asiente para mí, mi Hermano.
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Cuando el Rey lo hizo. Tohr gritó en alto a Lassiter. —Mantenlo estable hasta que te diga. —Entrando en el Puente justo ahora. Al menos tenían un camino recto. —Verdaderamente estable, ángel. ¿Está claro? —Roger a eso. Desenfundando una de sus dagas, la puso en el suelo enmoquetado al lado de la cabeza de Wrath. Entonces se despojó de su equipo de agua y lo dejó aparte. Tomando el tubo de plástico flexible que serpenteaba desde la pieza de la boca hasta la bolsa, la sacó, la estiró y la cortó por los dos extremos. Luego sopló y vació el agua de su interior. Se inclinó hacía Wrath. —Voy a tener que hacerte un corte. Mierda, la respiración estaba incluso peor, nada más que problemas. Tohr no esperó por consentimiento o siquiera reconocimiento. Palpó por su cuchillo y, con la mano izquierda, sondeó la zona suave y flexible entre los extremos de las clavículas del Rey. —Prepárate —dijo con la voz quebrada. Era una maldita vergüenza que no pudiera esterilizar la hoja, pero incluso si hubiera tenido una hoguera por la que pasarla, no habría tenido tiempo para lo de enfriarla. Esas bocanadas a trompicones estaban siendo cada vez más superficiales en vez de más profundas. Con una silenciosa plegaria, Tohr hizo exactamente lo que V les había enseñado: presionó la punta punzante de su daga a través de la piel hacia el duro túnel de la tráquea. Otro pequeño rezo… y entonces cortó profundamente, pero no demasiado. Inmediatamente después, empujó el tubo hueco y flexible dentro del Rey. El alivio llego rápido, el aire silbando fuera con un pequeño pitido. Y justo después, Wrath aspiró una verdadera bocanada, y otra… y otra. Plantando una palma en el suelo, Tohr se centró en mantener el tubo justo donde estaba, sobresaliendo por la parte de delante de la garganta del Rey. Cuando la sangre empezó a escurrirse por los alrededores del lugar, abandonó la rutina del apuntalamiento para ceñir la piel alrededor del plástico salvador, manteniendo el sello lo más tenso posible. Esos ojos ciegos con sus iris punteados le encontraron, y había gratitud en ellos, como si hubiera salvado la vida del tipo o algo.
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10º Hermandad de la Daga Negra
Pero todavía tenían que ver eso. Cada sutil irregularidad que se transmitía a través de la suspensión de la furgoneta ponía a Tohr de los nervios, y todavía estaban demasiado lejos de casa. —Quédate conmigo —murmuró Tohr—. Quédate justo aquí conmigo Cuando Wrath asintió y cerró los ojos, Tohr le echó un vistazo al chaleco de Kevlar. La maldita cosa estaba diseñada para proteger órganos vitales, pero no era una garantía de estar a salvo. Y con respecto a lo último, ¿cómo demonios se las había arreglado para conseguir sacar la furgoneta de allí? Alguien les debía de haber cubierto… sin lugar a dudas uno de los Hermanos llegando justo a tiempo —¿Puedes conducir algo más rápido? —exigió Tohr. —Estoy pisando el pedal a fondo. —El ángel miró atrás—. Y no me importa por encima de qué tenga que pasar.
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10º Hermandad de la Daga Negra
Capítulo 42
No'One estaba abajo en el centro de entrenamiento, empujando un contenedor lleno de ropa blanca limpia para las camas de recuperación, cuándo ocurrió de nuevo. El teléfono sonó en la sala de exploración principal, y luego ella oyó a través de la puerta abierta a Doc Jane hablando rápida y mordazmente… y usando el nombre de Tohr. Lo que comenzó como una vacilación se convirtió en una parada en seco, sus manos se tensaron en el borde de metal del contenedor, su corazón palpitando con fuerza mientras el mundo se inclinó salvajemente, haciéndola girar y girar… En el extremo más alejado del vestíbulo, la puerta de cristal de la oficina se abrió y Beth, la reina, entró patinando en el vestíbulo. —¡Jane! ¡Jane! La sanadora sacó la cabeza fuera de la sala de exploración. —Estoy hablando por teléfono con Tohr ahora mismo. Lo traen de inmediato. Beth corrió como un bólido por el pasillo, su pelo oscuro flotaba detrás de ella. —Estoy lista para alimentarle. Le llevó un momento hacerse cargo de las implicaciones. Tohr no, no era Tohr, Tohr no… Querida Virgen Escriba… gracias… ¡Pero Wrath… el Rey no! El tiempo se convirtió en una goma elástica, estirándose interminablemente, los minutos pasaron lentamente arrastrándose mientras la gente de la familia comenzaba a llegar… pero luego repentinamente, una extensión terminal fue alcanzada y ¡zas! todo se convirtió en un borrón. Doc Jane y el sanador Manuel salieron corriendo de la sala de exploración, con una camilla rodando entre ellos, un maletín negro con una cruz roja repiqueteando colgada del hombro del varón. Ehlena estaba a la derecha de ellos, con más equipo en sus manos. Y también estaba la reina.
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10º Hermandad de la Daga Negra
No'One se deslizó por el vestíbulo siguiendo su estela, corriendo sobre las puntas de sus zapatillas de cuero, atrapando la pesada puerta de acero que salía al parking y abriéndose paso con dificultad antes de que se cerrara. En la cuneta, una furgoneta con ventanillas tintadas chirrió al pararse, con el vapor rizándose desde su tubo de escape. Voces —apuradas y profundas— salieron al aire cuando las puertas traseras del vehículo se abrieron de pronto y Manuel el sanador saltó adentro. Luego Tohr salió. No'One se quedó sin aliento. Estaba cubierto de sangre, manos, pecho, caderas, todo manchado de rojo. Pero por lo demás parecía bien. Tenía que tratarse de Wrath. Querida Virgen Escriba, el Rey… —¡Beth! Entra aquí —gritó Manuel—. Ahora. Después de que Tohr ayudara a la reina a entrar, se quedó junto a las puertas abiertas con las manos en las caderas, el pecho subía y bajaba rápidamente, la mirada desolada enfocada en el tratamiento del Rey. No'One, entretanto, deambulaba en la periferia, esperando y rezando, sus ojos iban adelante y atrás, de la expresión terrible e inmóvil de Tohr, hasta el negro hueco de la furgoneta. Todo lo que ella veía del Rey eran sus botas, toscas, de suela gruesa y negras, sus huellas serían lo bastante intensas como para hacer surcos en el cemento armado… al menos cuando un macho tan grande como él las llevaba puestas. Ojalá que él volviera a caminar derecho. Abrazándose, deseó ser una Elegida, una hembra sagrada que tuviera línea directa con la Virgen Escriba, alguna forma de acercarse a la madre de la raza con una dispensa especial. Pero ella no era nada de eso. Todo lo que podía hacer era esperar con los otros en el círculo que se había formado junto a la furgoneta.… No había forma de saber cuánto tiempo trabajaron con el Rey en aquel vehículo. Horas. Días. Pero finalmente Ehlena reposicionó la camilla con ruedas tan cerca como fue posible y Tohr volvió de un salto a la parte de atrás. Wrath fue sacado por su leal Hermano y depositado sobre las sábanas blancas… que no permanecerían tan prístinas por mucho tiempo, temió ella, mientras evaluaba el cuello del Rey: el rojo ya se estaba filtrando a través de las capas de gasa a un costado. El tiempo era primordial… pero antes de que pudieran comenzar a rodar adentro, el gran macho atrapó la camisa arruinada de Tohr y luego comenzó a señalar su garganta. Cerró bruscamente la mano en un puño y luego abrió su palma hacia arriba como si él sujetara algo.
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10º Hermandad de la Daga Negra
Tohr asintió y miró a los doctores. —Tenéis que intentar sacar la bala. Tenemos que tener esa cosa… es la única forma de que seamos capaces de probar quién hizo esto. —¿Y qué ocurre si compromete su vida? —preguntó Manuel. Wrath comenzó a sacudir la cabeza y a señalar con el dedo otra vez, pero la reina se impuso. —Entonces la dejaréis donde está. —Cuando su compañero la miró, ella se encogió de hombros—. Lo siento, mi hellren. Estoy segura de que tus Hermanos estarán de acuerdo… tienes que sobrevivir por encima de todo. —Está bien —gruñó Tohr—. La evidencia es lo menos importante, además, ya sabemos a quién culpar. Wrath comenzó a mover la boca, pero no hubo palabras, porque… ¿había un tubo asomando de su garganta? —Bien, me alegro de que esté decidido —masculló Tohr —. Lo tenéis, ¿no? Los sanadores asintieron y todos se fueron con el Rey, la Reina permaneció a la derecha de su macho, hablándole en voz baja y urgente mientras trotaba a su lado. Ciertamente, mientras atravesaban las puertas hacia el centro de entrenamiento, los ojos de Wrath, de un verde pálido y encendido, estaban centrados, aunque desenfocados, en su cara. Ella le estaba manteniendo vivo, pensó No'One. Esa conexión entre los dos lo sostendría tanto como cualquier cosa que los médicos estuvieran haciendo.… Tohr, entretanto, también permanecía con su líder, pasando de largo sin mirarla siquiera. Ella no le culpó. ¿Cómo podía ver él cualquier otra cosa? Volviendo a entrar en el corredor, se preguntó si no debería intentar volver al trabajo. Pero no, no había ninguna posibilidad de eso. Sencillamente siguió al grupo hasta que todos ellos en tropel, incluyendo a Tohr, desaparecieron en el quirófano. Sin osar entrometerse, ella se quedó afuera. No había pasado mucho tiempo antes de que se le hubiera unido el resto de la Hermandad. Tan trágicamente. Durante la siguiente hora, los horrores de guerra fueron demasiados evidentes, los riesgos para la vida y las extremidades se pusieron de manifiesto por las lesiones que presentaban ellos mismos cuando los Hermanos volvieron del campo de batalla poco a poco.
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10º Hermandad de la Daga Negra
Había sido un tiroteo rabioso. Al menos, eso fue lo que dijeron a sus compañeras, todas reunidas para confortarlos, caras ansiosas, ojos horrorizados, corazones aterrorizados mantenían a las parejas apretadamente juntas. Las buenas noticias eran que todos y cada uno de ellos volvieron a casa, los machos, y la única hembra, Payne, todos regresaron a salvo y consiguieron ser atendidos. Sólo para preocuparse por Wrath. El último en llegar estaba entre los más malheridos excepto por el Rey, hasta el punto que al principio, ella no reconoció quién era. La corona de pelo oscuro y el hecho de que John Matthew lo estuviera llevando, la informó de que probablemente era Qhuinn… pero nadie podría saberlo con seguridad si se guiaban por la cara. Había sido golpeado severamente. Mientras el macho era conducido al segundo quirófano, ella pensó en el amasijo mutilado de su pierna y rezó porque la sanación que lo esperaba a él, a todos ellos, no fuera, para nada, como había sido la suya. El amanecer finalmente llegó, aunque ella sólo lo supo porque vio el reloj en la pared. Destellos de los diversos dramas que habían tenido lugar cuando las puertas del quirófano se abrían y cerraban, y finalmente, los que estaban siendo tratados fueron dejados en salas de recuperación, o les permitía marcharse por su propio pie de regreso a la casa principal… aunque ninguno se fue. Todos se reacomodaron como ella contra las paredes del corredor, permaneciendo en vigilia no sólo por el Rey, sino por sus compañeros de batalla. Los Doggen trajeron comida y bebida para aquéllos que podían comer, y ella ayudó a pasar bandejas cargadas con zumos de fruta, café y té. Ella trajo almohadas para aliviar los cuellos tensos, mantas para mitigar la sensación del duro suelo y pañuelos de papel… aunque nadie estaba llorando. La naturaleza estoica de estos machos y sus compañeras era una clase de poder en sí mismo. Pero ella sabía, a pesar de su tolerancia, que estaban aterrorizados. Incluso otros miembros de la familia habían llegado: Layla, la Elegida. Saxton, el abogado que trabajaba con el Rey. Rehvenge, quien siempre la ponía nerviosa si bien él nunca había sido nada excepto perfectamente educado con ella. Al amado sabueso del Rey no se le permitió entrar en el quirófano, pero fue confortado por todos y cada uno. El gato negro, Boo, se enredaba alrededor de las botas estiradas y caminaba suavemente sobre los regazos y era mimado de paso. La mañana pasó. La tarde. El anochecer.
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10º Hermandad de la Daga Negra
A las cinco cero siete, Doc Jane y su compañero, Manuel, finalmente aparecieron, quitándose las mascarillas de sus caras exhaustas. —Wrath está tan bien como se puede esperar —informó la mujer—. Pero como fue tratado en el campo, tenemos por delante veinticuatro horas para esperar una infección. —Pero podéis encargaros de eso —exclamó el Hermano Rhage—. ¿Verdad? —Podemos encargarnos de sacarle la mierda —dijo Manuel con un asentimiento —. Va a salir adelante… ese duro bastardo no lo hará de ninguna otra manera. Un brusco grito de guerra salió de la Hermandad, su respeto, su adoración y su alivio eran bien evidentes. Y mientras No'One dejaba salir su propio suspiro de alivio, se percató de que no era por el Rey. Era porque ella no quería que Tohr soportara más pérdidas. Esto era… bueno. Gracias fueran dadas a la Virgen Escriba.
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Capítulo 43
Al principio, Layla no podía comprender lo que estaba mirando. Un rostro, sí, y uno que ella se suponía que conocía por la forma. Pero las facciones que lo componían estaban distorsionadas hasta tal punto que no habría sido capaz de identificar al macho si no lo hubiera conocido tan bien —¿Qhuinn? —susurró mientras se acercaba a la cama del hospital. Le habían dado puntos, unas pequeñas líneas de hilo negro le bajaban entrecruzadas por la frente y a través de la mejilla, su piel estaba brillante por la hinchazón, el pelo ahora estaba enredado por la sangre seca, su respiración superficial. Mirando hacia las máquinas que había sobre la cama, no oyó sonar ninguna alarma, no vio ninguna luz intermitente. ¿Eso era bueno, no? Se sentiría mejor si él le contestara. —¿Qhuinn? En la cama, su mano se giró y produjo un tenso crujido al revelar su palma ancha y lisa. Ella puso la suya encima y lo sintió apretar. —Así que estás ahí —dijo a duras penas. Otro apretón. —Tengo que alimentarte —gimió ella, sintiendo su dolor como propio—. Por favor... abre la boca para mí. Déjame aliviarte... Cuando él accedió, hubo un chasquido, como si las articulaciones de su mandíbula no funcionaran adecuadamente. Resaltando su propia vena, ella llevó la muñeca hasta sus labios amoratados y partidos. —Bebe de mí...
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10º Hermandad de la Daga Negra
Al principio, fue evidente que tenía dificultad para tragar, así que ella lamió una de las marcas de pinchazo, cerrándola para ralentizar el flujo. Cuando él cobró impulso, ella se mordió otra vez. Le alimentó durante tanto tiempo como él le permitió, rezando porque su fortaleza volviera a él y fuera transformada en una fuerza sanadora. ¿Cómo había ocurrido? ¿Quién le había hecho esto? Dado el número de extremidades envueltas en gasa que había fuera en el vestíbulo, era obvio que la víspera los lessers habían lanzado una fuerza brutal a las calles de Caldwell. Y Qhuinn ciertamente se había enfrentado a los miembros más rudos y ruines de las fuerzas enemigas. Así era él. Resuelto, siempre dispuesto a ponerse en la línea de fuego... hasta el punto en que a ella le preocupaba esa veta vengativa suya. Había una línea muy fina que distinguía el coraje de la imprudencia mortal. Cuando él acabó, ella cerró sus heridas y acercó una silla, sentándose una vez más a su lado con la palma de la mano contra la de él. Fue un alivio observar la transformación milagrosa de las lesiones en su cara. A este paso, pronto no serían sino heridas superficiales, apenas perceptibles al llegar la mañana. No importa qué daño tuviera internamente, sería solventado de igual manera. Él iba a sobrevivir. Sentándose con él en silencio, pensó en ellos dos, y en la amistad que había brotado desde su mal dirigida adoración. Si algo le ocurriese a él, ella llevaría luto como por un hermano de su propia sangre, y no había nada que no hiciera por él, más aún, tenía la clara sensación de que lo mismo era igualmente verdad a su favor. Ciertamente, él había hecho mucho por ella. Le había enseñado a conducir, a pelear con sus puños, a disparar un arma y a manejar toda clase de equipos informáticos. Le había mostrado películas y la había expuesto a la música, le había comprado ropas que eran distintas a la túnica blanca tradicional de las Elegidas, se tomaba tiempo para contestar sus preguntas sobre este lado y la hacía reír cuando lo necesitaba. Había aprendido mucho de él. Le debía mucho. Así que parecía... ingrato… sentirse disconforme con su suerte. Pero últimamente había experimentado una ironía extraña: cuanto más se exponía, más vacía sentía su vida. Y por mucho que él empujara en diferentes direcciones, ella todavía consideraba su servicio a la Hermandad como la cosa más importante que podría hacer con su tiempo...
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10º Hermandad de la Daga Negra
Cuando Qhuinn intentó recolocarse, renegó por la incomodidad y ella extendió la mano para calmarle, acariciando hacia atrás el pelo fibroso. Solo le funcionaba un ojo y se alzó hacia ella, la luz detrás del azul era exhausta y agradecida. Una sonrisa estiró sus labios y ella le acarició le mejilla estropeada solo con la punta de los dedos. Era extraño, esta cercanía platónica que compartían... era una isla, un santuario, y la apreciaba tanto o más que a cualquier calidez que alguna vez hubiera sentido por él. El enlace vital también la hacía consciente de cuánto sufría él, observando a su amado Blay con Saxton. Su dolor estaba siempre presente, recubriéndolo como lo hacía su propia carne y atándole de igual manera, definiendo sus curvas y sus rectas. Eso la hacía sentir resentimiento hacia Blay a veces, si bien no era quién para juzgar: si había algo que ella había aprendido, era que los corazones de otros solo eran conocidos por ellos mismos... y Blay era, en su corazón, un macho de valía... La puerta se abrió detrás de ella y por encima de su hombro el macho de sus pensamientos apareció como convocado por sus cavilaciones. Blaylock no estaba indemne, pero estaba mucho mejor que el macho que había en la cama… al menos por fuera. Internamente era una cuestión completamente distinta: todavía completamente armado, parecía mucho, mucho más viejo que su edad. Especialmente mientras asimilaba el estado de su camarada de armas. Se paró brevemente nada más entrar en la habitación. —Quería saber cómo tú... él... está... Layla reenfocó la atención en Qhuinn. Su ojo sano estaba clavado en el macho pelirrojo, y la mirada que le devolvió el otro ya no la atormentó… bueno, no en el sentido que ella quería para sí misma. Deseaba a este soldado para Qhuinn. Verdaderamente lo hacía. —Entra —dijo ella—. Por favor... ya hemos terminado. Blay fue lento en acercarse, y sus manos fueron enganchándose al azar... en su pistolera, en su cinturón, en la correa de piel que rodeaba la parte superior de su muslo. Mantuvo su compostura, sin embargo. Al menos hasta que habló. Entonces su voz temblaba. —Eres un estúpido hijo de puta. Las cejas de Layla bajaron a una mirada furiosa, si bien Qhuinn apenas necesitaba que alguien como ella lo defendiera.
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10º Hermandad de la Daga Negra
—Ruego tu perdón. —Según John, él salió de aquella casa y se metió en medio de la Banda de Bastardos. Solo. —¿Banda de Bastardos? —Los que trataron de asesinar a Wrath esta noche. Este estúpido hijo de puta se encargó de salir y meterse en medio de ellos, él solo, como si fuera una especie de superhéroe… fue un milagro que no resultara muerto. Ella inmediatamente transfirió su mirada a la cama. Evidentemente, la Sociedad Lessening tenía una división nueva, y la idea que él se hubiera expuesto de ese modo hacía que tuviera deseos de gritarle. —Tú... estúpido hijo de puta. Qhuinn tosió un poco. Luego un poco más. Con una punzada de miedo, ella saltó. —Traeré a los doctores... Pero Qhuinn se estaba riendo. No sofocándose hasta morir. Se rió rígidamente al principio y luego cada vez más, hasta que la cama tembló debido a la hilaridad que solo él veía. —Yo no le veo la gracia a esto —replicó ella. —Ni yo —cortó Blay—. ¿Qué diablos te pasa? Qhuinn sencillamente continuó riéndose, divirtiéndose con solo la Virgen Escriba sabía qué. Layla miró a Blay. —Creo que tengo ganas de pegarle. —En estos momentos sería redundante. Espera hasta que esté mejor, luego dale. De hecho, yo te lo sujetaré. —Hacer... lo... correcto... —gruñó Qhuinn. —Estoy de acuerdo. —Layla se puso en jarras—. Blay tiene toda la razón... te daré de puñetazos más tarde. Y tú me enseñaste exactamente dónde se debe golpear a un macho. —Estupendo —masculló Blay. Después de que todos quedaran en silencio, la forma intensa en que los machos clavaban los ojos el uno en el otro hizo que su corazón se aligerara. ¿Quizá podrían ponerse de acuerdo ahora?
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—Me adelantaré y comprobaré a los demás —dijo ella rápidamente—. Para ver si algún otro requiere alimentación... Qhuinn extendió la mano y atrapó la de ella. —¿Tú? —No, estoy bien. Fuiste más que generoso la semana pasada. Me siento muy fuerte. —Ella se inclinó y besó su frente—. Tan solo descansa. Te comprobaré más tarde. Al pasar cerca de Blay, ella dijo suavemente: —Hablad vosotros dos. Le diré a todo el mundo que os dejen. Cuando la Elegida se fue, Blay solo pudo quedarse mirando con incredulidad a la parte trasera de esa cabeza perfectamente peinada. Cuando había entrado en el cuarto, la conexión entre Qhuinn y esa hembra le había dado un puñetazo en las tripas: todo ese contacto visual, ese sostener la mano, la forma en que ella curvaba su cuerpo elegante hacia él... la forma en que ella y solo ella lo sustentaba. Y ahora... parecía como si ella quisiera que él estuviera solo con Qhuinn. Tenía poco sentido. Si alguien tenía motivos para mantenerlos separados, era ella. Centrándose de nuevo en el macho, él pensó: Dios mío, esas heridas eran difíciles de mirar, aunque estuvieran en proceso de curación. —¿Contra quién ibas? —preguntó ásperamente—. Y no te molestes en discutir... hablé con John tan pronto como llegué a casa. Sé lo que hiciste. Qhuinn levantó una mano inflamada y formó una X. —¿Xcor? —Cuando el tipo asintió, hizo una mueca como si el movimiento hiciese que le doliera la cabeza—. No... vale, no te esfuerces. Qhuinn desechó la preocupación con su clásica e incorregible manera. En un tono áspero, dijo: —Stoy bien. —¿Qué te hizo salir contra él? —Wrath... resultó herido... conocía el ego de Xcor: él tenía que ser... —una profunda inspiración, una que vibró durante todo el camino— ...el tipo que impidiera salir al Rey. El bastardo tenía que ser incapacitado... o Wrath nunca podría... —Haber salido vivo de allí. —Blay se frotó la nuca—. Santa mierda... salvaste la vida del Rey.
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—No... mucha gente... lo hizo. Vale, él no estaba tan seguro de eso. De regreso a lo de Assail, había habido un caos total, el tipo de desmadre que fácilmente cortaba ambos caminos: hacer que la Banda de Bastardos no huyera en desbandada poco después de que la Hermandad llegase, habría dejado importantes pérdidas por ambos lados. Viendo a Qhuinn, él tuvo que preguntarse en qué estado estaría Xcor. ¿Se parecería a esto? El bastardo estaría por lo menos igual, probablemente peor. Blay se estremeció, consciente de que había estado a los pies de la cama en silencio. —Ah... Mucho tiempo antes, toda una vida antes, nunca había existido silencios entre ellos. Pero... entonces eran unos críos. No machos que habían pasado su transición. Diferentes normas de comportamiento, supuso. —Creo que debería irme —dijo. Sin salir. Esto fácilmente podría haber pasado de una forma tan diferente, pensó. La habilidad de Xcor para matar era bien conocida… no por Blay personalmente, pero había oído las historias del Antiguo País. Además, por Dios, ¿alguien con los cojones suficientes no solo para hablar de ir contra Wrath, sino para meterle de verdad una bala al Rey? Mortífero o estúpido. Y lo último no contaba en este caso. Qhuinn fácilmente podía haber sido golpeado por mucho más que múltiples puños. —¿Puedo traerte algo? —dijo Blay. Aunque, vaya, el tipo no podía comer, y ya había sido alimentado. Layla se había encargado de eso. Tío, si él era brutalmente honesto consigo mismo —y parecía como si brutalmente fuera la palabra del día— había veces en que estaba resentido con la Elegida, aunque eso era un desperdicio colosal de emociones. Él no tenía derecho a enfadarse, especialmente dado que él y Saxton tenían un acuerdo muy regular. Especialmente dado que nada iba a cambiar por parte de Qhuinn. Casi te mueres esta noche, quiso decirle. Estúpido hijo de puta, casi te mueres... ¿y entonces qué habríamos hecho nosotros? Y no “nosotros”, como refiriéndose a la Hermandad. Ni siquiera “nosotros”, como él y John. Más bien como... “yo”. Mierda, ¿por qué seguía volviendo a este rincón con este macho?
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J.R. Ward
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10º Hermandad de la Daga Negra
Sencillamente era demasiado estúpido. En particular mientras estaba frente al tipo, mirando como aparecía más color en el rostro magullado, su respiración se volvía menos penosa y los hematomas se decoloraban aún más... todo gracias a Layla. —Mejor me voy —dijo, sin marcharse. Ese único ojo, el azul, tan solo siguió mirándolo. Sanguinolento, con un corte cruzando la ceja por encima de él, no debería haber podido enfocar. Pero lo hacía. —Tengo que irme —dijo Blay finalmente. Sin marcharse. Maldito fuera, no sabía qué diablos estaba haciendo... Una lágrima escapó de ese ojo. Fluyendo a lo largo del párpado inferior, se acumuló en la esquina exterior, formó un círculo de cristal y se hizo tan gruesa que no pudo sostenerse en las pestañas. Liberándose, serpenteó hacia abajo, perdiéndose en el pelo oscuro de la sien. Blay quiso patearse su propio culo. —Mierda, deja que traiga a Doc Jane... debes de sentir dolor. Vuelvo enseguida. Qhuinn pronunció su nombre, pero él ya se marchaba dando media vuelta. Idiota. Estúpido tonto del culo. El pobre macho estaba allí sufriendo en una cama de hospital, pareciendo un extra de Hijos de la anarquía2, lo último que necesitaba era compañía. Más analgésicos, eso era lo que necesitaba. Corriendo por el pasillo, encontró a Doc Jane conectada a la computadora central de la clínica, introduciendo notas en informes médicos. —Qhuinn necesita un chute de algo. Vendrá usted rápido, ¿verdad? La hembra lo hizo, revolviendo en un anticuado maletín de médico y regresando hacia la sala con él. Mientras ella estuvo dentro, Blay les dio algo de privacidad, paseando de un lado a otro frente a la puerta. —¿Cómo está? Deteniéndose y girando sobre un pie, él trató de sonreír a Saxton, y falló. —Él decidió ser un héroe... y creo que verdaderamente podría haberlo sido. Pero, Dios...
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Hijos de la anarquía (Sons of Anarchy) es el título de una serie de televisión estadounidense sobre
la vida de un club de moteros (N. de la T)
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10º Hermandad de la Daga Negra
El otro macho se adelantó, moviéndose elegantemente en su traje a medida, sus mocasines Cole Haan resonaron con suavidad, como si fueran demasiado refinados para hacer mucho ruido… incluso en el linóleo. Él no pertenecía a la guerra. Nunca lo haría. Nunca sería como Qhuinn, saltando desde la seguridad hacia lo peor de una batalla, yendo contra el enemigo con sus manos desnudas como garras para derribar a un agresor y servirse sus pelotas para almorzar. Esa era probablemente parte de la razón por la que Saxton era más fácil de tratar. Nada de extremos. Además el macho era inteligente, refinado y divertido... tenía unos modales adorables y montones de experiencias en lo mejor de la vida... siempre bien vestido.... Era fantástico en la cama... ¿Por qué sonaba como si estuviera tratando de convencerse a sí mismo de algo? Mientras explicaba que había bajado al campo, Saxton se detuvo muy cerca, su colonia de Gucci era un perfume tranquilizador. —Lo siento tanto. Debes de estar hecho polvo con todo esto. Yyyyyy el macho era un santo. Un santo desinteresado. ¿Nunca estaba celoso? Qhuinn no era así. Qhuinn era celoso y posesivo como el infierno... —Sí, lo estoy —dijo Blay—. Completamente destrozado. Saxton alargó el brazo y tomó su mano, dándole un sutil apretón y luego retirando su palma caliente y suave. Qhuinn nunca era tan discreto en nada. Era como una banda de música, un coctel Molotov, un toro en una tienda de porcelana al que no le importaba qué estropicios dejaba a su paso. —¿Lo sabe la Hermandad? Blay se sacudió. —¿Perdona? —¿Lo que hizo? ¿Lo saben? —Bien, si han oído hablar de ello, no ha sido por él. John parecía molesto y yo le pregunté, así fue como escuché la historia. —Deberías hablar con Wrath... con Tohr... con alguien. Él debería recibir reconocimiento por esto, aunque no es su estilo preocuparse por esa clase de tonterías. —Lo conoces bien —murmuró Blay.
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10º Hermandad de la Daga Negra
—Lo hago. Y te conozco a ti igual de bien. —La expresión de Saxton se volvió tensa, pero sonrió de todas formas—. Tienes que cuidar de él en esto. Doc Jane salió de la habitación y Blay se giró. —¿Cómo está? —No estoy segura... ¿exactamente qué pensabas que iba mal? Él estaba descansando cómodamente cuando entré. Bien, mierda, no iba a decir que el macho había estado llorando. Pero el hecho era que Qhuinn nunca habría mostrado esa clase de debilidad a menos que sufriera un fuerte dolor. —Supongo que lo interpreté mal. Por encima del hombro de Jane, Blay acertó a notar la forma en que la mano de Saxton repasaba las gruesas ondas rubias esculpidas sobre su frente. Fue una cosa muy extraña... Sax podría estar relacionado mediante la sangre con Qhuinn pero, por el momento, se parecía mucho a cómo se vio Blay durante años. Una vez más, el amor no correspondido era el mismo, sin importar las facciones que reflejaran la emoción. Mierda.
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10º Hermandad de la Daga Negra
Capítulo 44
Al final del pasillo, Tohr se sentó en una silla al otro lado de la cama de hospital donde Wrath había sido tendido. Probablemente era hora de irse. Había estado un rato. Por el amor de Dios, incluso la reina se había quedado dormida en la cama junto a su compañero. Suponía que era bueno que a Beth la tuvieran sin cuidado los mirones. No obstante, ellos habían llegado a un acuerdo años atrás, lo que demostraba lo que una maratón Godzilla haría por una relación. En la esquina, en una enorme cama redonda Orvis de color marrón claro, George se desperezó del ovillo en que había estado y levantó la vista hacia su dueño. Al no tener respuesta, bajó la cabeza y suspiró. —Él va a estar bien —dijo Tohr. Las orejas del perro se plantaron y dio dos golpes con su cola peluda. —Sí. Te lo prometo. Siguiendo el ejemplo canino, Tohr se reacomodó y luego se frotó los ojos. Joder, estaba agotado. Todo lo que quería hacer era acostarse en una cama de perro como George y dormir durante todo un día. El problema era, que aunque el drama había terminado, su glándula suprarrenal chillaba cada vez que pensaba en esa bala. Cinco centímetros a la derecha y habría acertado en la yugular, apagando la luz de Wrath para siempre. De hecho, según la Doc Jane y Manny, donde ese plomo se había alojado por pura casualidad, había sido el único sitio “seguro”… suponiendo que el tipo estuviera con alguien que pudiera, ah, prestar atención, hacer una traqueotomía en una van en movimiento con nada más que un trozo de cañería hueca y una daga negra. Jesucristo… ¡qué noche! Y gracias a la Virgen Escriba por ese ángel. ¿Sin Lassiter presentándose para conducir? Él se estremeció…
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—¿Esperando a Godotxi? Los ojos de Tohr se clavaron bruscamente en la cama. Los párpados del Rey estaban bajos pero abiertos, su boca ladeada en una media sonrisa. La emoción llegó densa y rápida, inundando los neurotransmisores de Tohr, robándole la voz. Y Wrath pareció entender. Abriendo la mano libre, le hizo señas, aunque no podía levantar el brazo. Los pies de Tohr se sintieron torpes cuando se levantó y se acercó a la cama. Tan pronto como estuvo a tiro, se arrodilló junto a su Rey, tomó esa gran palma, la volteó… y besó el gigantesco diamante negro que destellaba en el dedo de Wrath. Luego, como un mariquita, puso la cabeza sobre el anillo y los nudillos de su Hermano. Todo pudo haberse perdido esta noche. Si Wrath no hubiese sobrevivido… todo habría cambiado. Cuando el Rey volvió a apretar su mano, Tohr pensó en la muerte de Wellsie y volvió a sentir pavor. Darse cuenta que todavía había otros para perder no era tranquilizador en lo más mínimo. En todo caso, hacía que el batido de ansiedad en sus tripas se agitara más rápido. Uno pensaría que después de la muerte de su shellan él estaría exento del pozo de pena. Sin embargo, parecía que tenía un pozo más profundo esperándolo impaciente. —Gracias —murmuró Wrath con voz ronca— por salvarme la vida. Tohr levantó la cabeza y lo negó. —No fui solo yo. —Fuiste muchísimo tú. Estoy en deuda contigo, Hermano mío. —Tú habrías hecho lo mismo. Ese tono autocrático patentado salió. —Estoy. En. Deuda. Contigo. —Entonces cómprame una Sam alguna noche y estaremos empatados. —¿Estás diciendo que mi vida vale apenas seis dólares? —Tú subestimas ampliamente lo mucho que amo una cuello largo…—Una gran cabeza de perro rubio se abrió paso a empujones por debajo de su axila. Bajando la mirada, dijo—: ¿Ves? Te dije que estaría bien. Wrath se rió un poco y luego hizo una mueca como si doliera.
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—Ey, chico grande… Tohr se salió del medio así amo y perro podían volver a relacionarse… entonces terminó por levantar el fardo de más de cuarenta kilos de pelaje color dorado e instalarlo junto al Rey. Wrath posiblemente sonreía mientras miraba a un lado y al otro, entre su shellan que dormía, y su perro dispuesto a ser su enfermera. —Me alegro de que sea nuestra última reunión —espetó Tohr. —Sí, me gusta irme con una explosión… —Ya no puedo permitirte hacer mierdas como esta nunca más. Te das cuenta de eso, ¿no? —Tohr clavó la mirada en los antebrazos del Rey, recorriendo esos tatuajes rituales que explicaban con detalle su linaje—. Necesitas estar vivo al final de cada noche, mi señor. Las reglas son diferentes para ti. —Mira, he recibido disparos antes… —Y eso no va a volver a suceder. No ante mis ojos. —¿Qué diablos se supone que significa eso? ¿Vas a encadenarme en el sótano? —Si es necesario se hará. Las cejas de Wrath descendieron y su voz se elevó. —Eres un verdadero gilipollas, lo sabes ¿no? —No es una cuestión de personalidad. Y es obvio o no se te hubieran metido los bóxers en la raya del culo. —No estoy usando nada —bromeó el Rey con otra sonrisa—. Estoy desnudo aquí abajo. —Gracias por esa imagen. —Sabes que técnicamente no me puedes ordenar hacer una mierda. Wrath tenía razón, no se le puede decir al líder de la raza una puñetera cosa. Pero como Tohr se sentía responsable de los ojos ciegos del macho, él no hablaba con el gobernante de todos ellos, estaba hablando con su Hermano. —Hasta que Xcor esté neutralizado, no vamos a correr riesgos contigo… —Si hay una reunión del Consejo, entonces voy. Y punto. —No la habrá. No al menos que nosotros queramos que haya… ¿y en este momento? Nadie te necesita en ninguna parte excepto aquí. —¡Joder mierda! Yo soy el Rey… —Cuando Beth frunció el ceño dormida, bajó la voz—. ¿Podemos hablar de esto más tarde?
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—No hay razón para hacerlo. Ya hemos terminado el tema… y cada uno de los Hermanos está conmigo en esto. Tohr no apartó los ojos cuando él lo fulminó con una furiosa mirada y, a pesar de que esos ojos estaban ciegos, fue lo suficientemente fuerte como para abrirle un boquete hasta la parte posterior del cráneo. —Wrath, mira lo que está a tu lado—dijo con voz ronca—. ¿Quieres dejarla sola? ¿Quieres que tenga que llevar luto por ti? Jódenos a todos… ¿qué pasa con tu Beth? Era una bajeza asquerosa jugar la carta de la shellan, pero en una batalla cualquier arma… Wrath maldijo y cerró los ojos. Y Tohr supo que había ganado cuando el macho volvió su rostro hacia el cabello de Beth y aspiró profundamente como si estuviera oliendo su champú. —¿Estamos de acuerdo? —exigió Tohr. —Vete a la mierda —murmuró el Rey contra su amada. —Bueno, me alegro de que esté resuelto. Después de un momento, Wrath volvió a echar una ojeada. —¿Me sacaron la bala del cuello? —Lo hicieron. Todo lo que necesitamos es el rifle que la acompañaba. —Tohr acarició la cabeza cuadrada de George—. Y eso fue hecho por la Banda de Bastardos… Xcor es el único que intentaría algo así. —Tenemos que encontrar donde viven. —Son cautelosos. Listos. Se va a necesitar un milagro. —Entonces empieza a rezar, Hermano mío. Empieza a rezar. Tohr volvió a repetir el ataque en su mente. El descaro había sido fantástico e impresionante… y sugería que Xcor era capaz de cualquier cosa. —Voy a matarlo —dijo en voz baja. —¿Xcor? —Cuando él asintió con la cabeza, Wrath dijo—: Creo que vas a tener que ponerte en fila para el trabajo… asumiendo que podamos relacionar al tirador. Las buenas noticias son que como jefe de la BdB, él puede ser responsabilizado por las acciones de sus combatientes, así que mientras uno de sus soldados sea el gatillo de ese rifle, le podremos atrapar. Mientras Tohr rumiaba mierda, aquella cuchillada le tensaba las tripas a un nivel insoportable.
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—Dijiste que me debías un favor… bueno, esto es lo que quiero. Quiero que la muerte de Xcor quede en mis manos y en las de nadie más. —Tohr… —Cuando él se quedó con la mirada clavada hacia el frente, Wrath se encogió de hombros—. No puedo dártelo hasta que tengamos pruebas. —Pero puedes disponer que si él es responsable, entonces es mío. —Está bien. Es todo tuyo… si tenemos la prueba. Tohr pensaba en las expresiones de los rostros de los Hermanos en el pasillo. —Tienes que hacerlo oficial. —Oh, vamos, si yo digo… —Sabes como son. Cualquiera de ellos que se cruce con ese gilipollas lo despellejará como a una uva. Ahora mismo ese macho tiene más blancos pintados en el culo que un campo de tiro. Además, una proclamación no tomará mucho tiempo. Wrath cerró los parpados por un instante. —Vale, vale… dejemos de discutir el asunto y ve a traer un testigo. Tohr se dirigió a la puerta, asomó la cabeza fuera de la habitación y por pura casualidad, a la primera persona que vio… fue a John Matthew El chico estaba aparcado junto al otro lado de la sala de recuperación, el trasero en el piso junto a un preocupado Blaylock, las manos sobre la cabeza como si hubiera una alarma de incendios estallando en su cráneo. Excepto que él levantó bruscamente la cabeza y preguntó con señas, ¿Wrath sigue bien? —Sí. —Tohr recorrió el pasillo con la mirada mientras Blay murmuraba una oración de agradecimiento—. Él va a estar bien. —¿Buscas a alguien? —Necesito un testigo. Yo lo haré. Tohr levantó las cejas. —De acuerdo. Gracias. Cuando John Matthew se puso de pie, un crujido fuerte sonó, como si su espalda estuviera jugando al HATM quiropráctico. Y cuando él cojeó, Tohr se dio cuenta que el muchacho había sido herido. —¿Doc Jane ha echado un vistazo a eso? John se agachó y levantó la pernera del pijama quirúrgico que llevaba puesto. Su pantorrilla estaba envuelta en una gasa blanca.
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—¿Bala o daga? —preguntó Tohr. Bala. Y sí, ellos la guardaron también. —Bueno. ¿Cuál ha sido tu parte, Blay? —Solo una herida superficial en el brazo. ¿Eso era todo?, pensó Tohr. Porque el jodido se veía un poco apagado… por otra parte, había sido un día y una noche largos para todos. —Me alegro, hijo. Volveremos enseguida. —No voy a ninguna parte. Cuando John se acercó a la puerta abierta de par en par, Tohr se hizo a un lado, y luego lo siguió adentro. —¿Cómo estás, hijo? —preguntó Wrath cuando el muchacho se aproximó a él y se agachó para besarle el anillo. Cuando John hizo señas, Tohr tradujo. —Él dice que está bien. Dice que… si no es ofensa, tiene algo que él y Blay necesitan que tú sepas. —Sí, claro. Dispara. —Él dice que… estaba con… Qhuinn en la casa… después de que te dispararan, antes de que la Hermandad llegase… Qhuinn salió solo… ah, Blay habló con el tío hace apenas un rato. Blay dijo que…Qhuinn le contó que había entablado combate con… Xcor para que, espera, John, más despacio. Gracias… entablado combate con Xcor para que tú pudieras escaparte en la camioneta… Beth se movió, sus ojos se abrieron, sus cejas se fruncieron como si percibiese el sentido de la conversación. —¿Hablas en serio? —espetó el Rey. —Él se enfrentó a… Xcor… mano a mano —Santa mierda, pensó Tohr. Había oído que el muchacho se había ido por allí, pero eso era todo. Wrath silbó entre dientes. —Ese es un macho de valía, sí señor. —Espera, John, déjame entender. Mano a mano… así Xcor, quien estaba esperando para atacar la camioneta, fue neutralizado… Él, es decir John, quería saber si hay algún tipo de reconocimiento oficial que… tú puedas darle a Qhuinn. Algo para reconocer su servicio muy por encima de lo esperado. Y P.D. —Tohr habló por sí mismo— ¿yo personalmente? estoy muy de acuerdo con eso —agregó Tohr. Wrath se quedó callado por un momento.
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—Lo siento, déjame entenderlo bien. Qhuinn salió en cuanto los Hermanos llegaron, ¿verdad? Tohr volvió a traducir. —John dice que no. Fue solo, indefenso y sin protección antes de que ellos llegaran. Qhuinn dijo… que tenía que hacer todo lo posible para asegurarse de que estuvieras bien. —Ese idiota tonto del culo. —A mí me parece más bien un héroe —dijo Beth de improviso. —Leelan, te despertaste. —Wrath se volvió de inmediato centrado en su compañera—. No quería molestarte. —Créeme, solo escuchar tu voz es el cielo… puedes despertarme con ella en cualquier momento. —Ella besó su boca con suavidad—. Bienvenido de nuevo. Tanto Tohr como John estuvieron muy ocupados mirando el suelo mientras las tiernas palabras eran intercambiadas. Luego el Rey volvió a estar online. —Qhuinn no debería haber hecho eso. —Estoy de acuerdo —murmuró Tohr. El Rey fijó su atención en John. —Sí, está bien. Haremos algo para él. No sé qué… pero este tipo de mierda es heroica. Estúpida, pero heroica. —¿Por qué no lo conviertes en un Hermano? —intervino Beth. En el silencio que siguió, Wrath se quedó boquiabierto y fue una reacción tipo únete-al-club… la mandíbula de Tohr imitó el modelo y lo mismo hizo la de John. —¿Qué? —dijo la Reina—. ¿No se lo merece? ¿No ha estado siempre allí para todo el mundo? Y él ha perdido a toda su familia… sí, vive aquí, pero a veces, tengo la impresión que siente que no pertenece al lugar. ¿Qué mejor modo de agradecerle y decirle que sí lo hace? No conozco a nadie que dude de su coraje en el campo de acción. Wrath carraspeó. —Bueno, según las Antiguas Leyes… —A la mierda las Antiguas Leyes. Tú eres el Rey… puedes hacer lo que quieras. Más silencio del tipo ni-el-vuelo-de-una-mosca se extendió, eliminando incluso los sonidos del sistema de aire acondicionado que soltaba aire caliente por los conductos de ventilación del cielorraso.
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—¿Qué piensas, Tohr? —preguntó el Rey. Mientras Tohr miraba a John, le llamó la atención lo mucho que deseaba otorgarle el honor a lo más parecido a un hijo que había tenido. Pero era de Qhuinn del que estaban hablando. —Pienso que… sí, que podría ser una buena idea —se oyó decir—. Creo que Qhuinn debería ser reivindicado y los Hermanos rendirle honores… mierda, esta noche no es la única vez que ha descollado. Es un luchador estelar, pero más que eso, él se ha apaciguado tremendamente en el último año. Así que, sí, creo que ahora podría manejar la responsabilidad, lo cual no es algo que podría haber dicho en cualquier otro momento. —Está bien, voy a considerarlo, leelan. Es una maravillosa sugerencia. —El Rey volvió mirar a Tohr—. Ahora, sobre ese favor. Acércate, hermano mío, y arrodíllate… ahora mismo tenemos dos testigos, lo que es aún mejor. Cuando Tohr obedeció y aferró la mano real, Wrath proclamó en la Antigua Lengua: —Tohrment, hijo de Hharm, ¿estás preparado para proscribir en ti y solo en ti, la muerte de Xcor, hijo de padre desconocido, que dicha muerte se produzca por tus manos y solo tus manos en represalia por un atentado mortal contra mí esta noche… si puede ser demostrado que dicho atentado se debió a una orden directa o indirecta de Xcor? Colocando su mano libre sobre el corazón que latía acelerado, dijo con absoluta seriedad. —Estoy muy preparado, mi señor. Wrath miró a su compañera. —Elizabeth, hija de sangre del Hermano de la Daga Negra Darius, emparejada conmigo, tu Rey, ¿aceptas ser testigo de mi otorgamiento, que me digno legar este asunto a este macho, transmitiendo la descripción de este momento a todos los demás y colocando también tu marca en el pergamino para conmemorar esta proclama? —Cuando ella contestó afirmativamente, él consideró a John—. Tehrror, hijo de sangre del Hermano de la daga Negra Darius, también conocido por los nombres de John y Matthew, ¿aceptas ser testigo de mi otorgamiento, que me digno legar este asunto a este macho, transmitiendo la descripción de este momento a todos los demás y colocando tu marca en el pergamino para conmemorar esta proclama? Tohr tradujo el LSA. —Sí, mi señor, acepta. —Entonces, por el auténtico y cierto poder que poseo, legado a mí a través de mi padre, por este medio te ordeno, Tohrment, hijo de Hharm, ponerte en camino y realizar la ahora obligación real de merecido castigo en mi nombre, si está bien sustentado por la prueba
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necesaria, regresando a mí en el futuro con el cuerpo de Xcor, hijo de padre desconocido, como un servicio a tu Rey y a tu raza. Tu compromiso es un crédito para tu línea de sangre, pasada, presente y futura. Una vez más, Tohr se inclinó hacia el anillo que había sido usado por generaciones de la línea de sangre de Wrath. —Yo estoy, en esta y en todas las cosas, a tus órdenes, mi corazón y mi cuerpo solo pretenden obedecer exclusivamente tu autoridad. Cuando levantó la mirada, Wrath estaba sonriendo. —Sé que traerás a casa a ese bastardo. —Lo tienes, mi señor. —Ahora, sal echando leches de aquí. Maldición, los tres necesitamos dormir un poco. Varios adioses fueron intercambiados y luego Tohr y John salieron al pasillo, en un silencio embarazoso. Blay se había quedado dormido fuera de esa sala de recuperación, pero no estaba descansando… tenía un profundo ceño fruncido en su rostro, como si estuviera ensimismado pensando incluso en medio de su sueño REM. Un golpe ligero en su antebrazo hizo que Tohr enfocara la atención en John. Gracias, dijo el muchacho por señas. —¿Por qué? Por apoyar a Qhuinn. Tohr se encogió de hombros. —Tiene sentido. Mierda, ¿el número de veces que ese tío se ha lanzado a la batalla a tiro limpio? Se lo merece… y la postulación a la Hermandad no debería ser por linaje, sino por mérito. ¿Crees que Wrath lo hará? —No sé… es complicado. Mucha historia versada en las Antiguas Leyes tendría que ser reformulada. Estoy seguro de que el Rey hará algo por él… Pasillo abajo, No’One salió de una puerta, como si hubiera sido atraída por el sonido de su voz. En el instante en que la vio, perdió el hilo de sus pensamientos, todo él concentrado en su figura vestida con una túnica. Jodido infierno… estaba demasiado en carne viva para estar cerca de ella, demasiado hambriento de contacto que reafirmara la vida, demasiado reacio a tomar buenas decisiones. Que Dios los ayudara a los dos, pero si él caminaba hacia ella, iba a tomarla.
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Por el rabillo del ojo, vio que John estaba diciendo algo por señas. Le tomó hasta la última gota de su auto-control forzar su cabeza hacia el muchacho. Ella estaba preocupada por ti. Ha estado esperando aquí afuera con nosotros… creía que habías sido herido. —Ah… bien, mierda. Ella te ama. Bueno, bueno, si eso no lo hizo querer cagarse en los pantalones. —Naa, ella solo es… tú sabes, una persona compasiva. John carraspeó, si bien sus manos estaban llevando la conversación. Supongo que no sabía que ibas tan en serio. Pensando en lo turbado que el muchacho había estado, Tohr hizo un gesto con la mano desechando el comentario. —No, quiero decir, no es un gran trato. Palabra. Sé a quién amo y a quien pertenezco. Excepto que el desaire no se sentía bien, no en su lengua, no en sus oídos... y no en el centro de su pecho. Lo siento por… ya sabes, la pérdida anterior, dijo a través de las señas John. Es sólo que… Wellsie es la única madre que tuve y… no sé. La idea de tú con alguien más me da asco… a pesar de que eso no es justo. Tohr negó con la cabeza y bajó la voz. —Nunca te disculpes por preocuparte por nuestra hembra. Y en cuanto a lo del amor, tengo que decirlo de nuevo. A pesar de lo que parezca desde afuera, amaré a una y sola a una hembra por el resto de mi vida. No importa lo que haga, con quien esté, o la apariencia de las cosas, puedes estar absolutamente seguro de esta mierda, hijo. ¿Quedó claro? El rudo abrazo de John era difícil de aguantar… porque decepcionar al chico hubiera sido como asesinarlo y era difícil no preocuparse por hacerlo de nuevo. También era difícil porque las creencias de Tohr eran sinceras y honestas… así como el destino de Wellsie. ¿No lo eran? Dios, ¿nunca iba a encontrar una salida a este lío? Cuando ese pensamiento terrorífico se le ocurrió, desvió los ojos y recorrió con la mirada el camino hacia la figura pequeña e inmóvil de No’One.
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Detrás de ella, Lassiter dio un paso y solo le clavó la mirada, la decepción en el rostro del tipo tan evidente, que estaba claro que había oído parte de lo que él había dicho. Tal vez todo.
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Capítulo 45
Mientras Tohr se acercaba hacia No’One, John siguió ocupándose de su trocito de linóleo en el exterior de la habitación de Qhuinn. En algún nivel, no quería ver al Hermano yendo por el pasillo hacia aquella otra hembra. Parecía básicamente incorrecto, como si una de las leyes del universo hubiera decidido funcionar al revés. Mierda, comparando con su propia vida, la idea de que alguna vez hubiera otra hembra para él aparte de Xhex era un anatema: a pesar de que vivía en una agonía constante sin ella, todavía la amaba tanto, que estaba asexual. Aunque… ella todavía estaba viva. Y no se podía discutir que aquella relación no había sido buena para Tohr. Había recuperado el tamaño que había tenido cuando John lo conoció por primera vez, enorme, duro y fuerte. Y vamos, no se había metido en la trampa mortal de un tiroteo o saltado de un puente en, digamos, meses. Qué suerte que Qhuinn hubiera tensado la cuerda en eso. ¡Bien! Además, era injusto no aprobar a No’One; ella no era una cabeza hueca… callada. Sin pretensiones. Y de buen ver. Había tantas candidatas peores en el mundo exterior. Puritanas adineradas. Del tipo estirado de la glymera. Vacías, de pechos grandes y risas tontas. Dejando caer la cabeza contra la pared de cemento, cerró los ojos mientras oía a la pareja hablando. Bastante pronto las voces se pararon y supuso que se habían largado e ido seguramente a la cama. Vale, no iba a ir por allí. Abandonado en su triste soledad, oyó la suave respiración de Blay y el esporádico cambio de postura de extremidades, manteniendo con resolución su mente apartada de Xhex. Gracioso, su período de esperar y preocuparse parecía como en los viejos tiempos… él y Blay esperando a Qhuinn.
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Tío, tenían suerte de que el tipo hubiera vuelto con vida… Mientras su memoria escupía imágenes de aquella mansión en el río, vio a Wrath aterrizando en el suelo y a V con la pistola apuntando a la cabeza de Assail… y a Tohr yendo a escudar con su cuerpo al Rey. Luego Qhuinn y él fueron a buscar por la casa, discutiendo al lado de aquella puerta corredera de cristal… peleando porque su mejor amigo saliera a la noche, sin protección y solo. Tienes que dejarme hacer lo que pueda. Los ojos de Qhuinn habían sido decididos y absolutamente impertérritos, porque conocía sus aptitudes, sabía que podía salir de una situación AveMaría xii y dar una paliza de cojones, sabía que aunque había una posibilidad de que no volviera a casa, él era lo bastante fuerte y seguro de sus habilidades de lucha y que haría todo lo posible para disminuir aquel riesgo. Y John le había dejado ir. Aunque su corazón hubiera estado gritando, su cabeza zumbando y su cuerpo listo para bloquear la salida. Aunque no hubiera nuevos reclutas lesser allí fuera, pero sí la Banda de Bastardos, que estaban muy bien entrenados y tenían mucha experiencia, brutales como el demonio. Aunque Qhuinn fuera su mejor amigo, un hombre que le importaba en este mundo, alguien cuya pérdida le convulsionaría de por vida… Mierda. John se puso las palmas de las manos delante de la cara y se dio un buen pulido. Excepto que por mucho que se frotara nada iba a cambiar la revelación que se le acercaba sigilosamente, desagradable e innegable. Vio a Xhex en aquella reunión con la Hermandad en la primavera, cuando ella se había ofrecido a encontrar la guarida de Xcor. —Yo puedo ocuparme de eso… especialmente si puedo golpearles durante el día. Ella había tenido la mirada dura completamente lúcida, segura de sí misma y sus capacidades. Gente me necesitáis para hacer lo que soy capaz. ¿Y cuando había sido su mejor amigo? No le había gustado, pero se había hecho a un lado y dejado que el macho hiciera lo que tenía que hacer por el bien común… aunque suponía un peligro mortal. ¿Y si le hubiera pasado algo y moría? Dejaría a John hecho polvo... pero aquel era el código del soldado, el código de la Hermandad. El código de los machos. Perder a Xhex sería muchísimo peor, por supuesto, porque era un macho vinculado. Pero la realidad era que al intentar salvarla de un destino violento, la había perdido completamente: no les quedaba nada, ni pasión, ni conversación, ni un pequeño contacto cordial. Y todo porque su veta protectora había tomado el mando.
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Todo había sido culpa suya. Se había emparejado con una luchadora, y luego le dio un ataque cuando el riesgo de daño se transformó de hipotético a real. Y Xhex tenía razón… ella no lo quería a él muerto o en manos del enemigo y aún así le permitía salir cada noche. Ella le dejaba hacer lo que podía para ayudar. Ella no permitía que sus emociones detuvieran a John de ejecutar su trabajo… ¿y si lo hubiera hecho? Bien, entonces tendría que haberle explicado con paciencia y amor que había nacido para luchar, que tenía mucho cuidado y... ¿Más de lo de la sartén y el cazo? Además, ¿cómo se habría sentido si alguien hubiera visto el ser mudo como una limitación del nivel de lucha? ¿Cómo hubiera reaccionado si le hubieran dicho, a pesar de todas sus otras calificaciones y habilidades, a pesar de su talento natural e instintos, que por no poder hablar no le permitían ir a la batalla? Ser una hembra no era una incapacidad en ningún sentido de la palabra. Pero él lo había tratado como tal, ¿no? Había decido que como ella no era un macho, a pesar de todas sus calificaciones y habilidades no podía salir al conflicto. Como si los pechos de pronto hicieran la mierda más peligrosa. John reanudó el frotamiento, su cabeza empezaba a latir por la presión. Su lado vinculado le estaba arruinando la vida. Bórralo... le había arruinado la vida. Porque no estaba seguro, sin importar lo que hiciera ahora, de que pudiera lograr que Xhex volviera. Sin embargo, estaba seguro de una cosa. De pronto, pensó en Tohr y ese juramento. Y supo lo que tenía que hacer.
*
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Cuando Tohrment fue hacia ella, No’One se quedó sin respiración: Su enorme cuerpo oscilaba de lado a lado al ritmo de su paso, con los ojos ardientes clavados en ella como si quisiera consumirla de algún modo vital. Estaba listo para copular, pensó ella. Queridísima Virgen Escriba, él iba a tomarla. Quiero follarte. La mano femenina fue al lazo de su túnica y fue una sorpresa darse cuenta que estaba preparada para abrirse las ropas en ese momento. Aquí no, le dijo a sus dedos. En algún otro lugar, aunque...
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No hubo pensamientos de ese symphath, ni ansiedad sobre si dolería, ni ninguna sensación de que ella pudiera lamentarlo. Solo había el eco de una paz en medio de la necesidad acuciante de su cuerpo, este hombre era lo que ella quería, esta unión era lo que ella había esperado con tanta paciencia. Ambos estaban preparados. Tohrment se detuvo delante de ella, con el pecho subiendo y bajando y los puños cerrados. —Voy a darte la oportunidad de alejarte de mí. Ahora mismo. Abandona el centro de entrenamiento, yo me quedaré. Su voz era rara, tan baja y profunda que las palabras eran apenas comprensibles. Por otra parte, las de ella, fueron muy claras. —No me apartaré de ti. —¿Entiendes lo que estoy diciendo? Si no te vas… voy a estar dentro de ti en un minuto y medio. Ella levantó la barbilla. —Te deseo en mi interior. Un enorme gruñido se alzó desde él, la clase de sonido que, si ella lo oyera en otro contexto, la habría aterrorizado. ¿Pero cara a cara con este magnífico hombre excitado? Su cuerpo respondió con una laxitud maravillosa, más que preparado para aceptarle. No fue tierno cuando la cogió y la levantó, balanceando las piernas de ella en alto y atrapándolas en la curva de su brazo. Y no fue lento cuando se dirigió hacia la piscina, como si la idea de conseguir una cama apropiada en la enorme casa fuera sencillamente demasiada molestia. Mientras caminaba a grandes zancadas con ella apresada como un premio, lo miró a la cara. Él tenía las cejas hacia abajo, la boca abierta mostrando los colmillos y el tono de piel intenso por la anticipación. Él quería esto. Lo necesitaba. Y no había vuelta atrás. Nada que ella no hubiera elegido. Adoraba el modo en que la hacía sentir en este momento. Aunque suponía que era traicionero aceptar como un cumplido la desesperación con la cual tomó posesión de ella. Todavía estaba enamorado de su compañera fallecida. Bien pensado, él no la quería… y aquello era suficiente. Aquello era, tal vez, todo lo que podría obtener… y aún así, como le había dicho, muchísimo más de lo que jamás había pedido.
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A su voluntad, la puerta de cristal de la entrada a la piscina se abrió para ellos, y mientras se cerraba lentamente a su paso, ella oyó pasar el cerrojo. Luego viajaron con rapidez a través de la antesala y giraron la esquina hacia la piscina propiamente dicha, la calidez de aquel denso y húmedo aire hizo que su cuerpo languideciera aún más. En una secuencia coordinada, las luces de arriba se atenuaron y el brillo azul verdoso de la piscina ganó en intensidad, lanzando una iluminación aguamarina sobre todas las cosas. —No hay vuelta atrás —dijo Tohrment, como dándole la última oportunidad para acabar con esto. Cuando ella simplemente asintió, él gruñó de nuevo y luego la puso sobre uno de los bancos de madera, acostándola de espaldas. Fue fiel a su palabra. No esperó ni dudó, se arqueó sobre ella y fundió sus bocas, llevando su pecho hacia el de ella y posicionando las piernas entre las de la mujer. Rodeándole la nuca con los brazos No’One lo sujetó cerca mientras los labios masculinos se movían contra los suyos y su lengua entraba en ella. El beso fue soberbio y devorador, hasta el punto de que ni se dio cuenta que le estaba desatando el lazo de la túnica. Y entonces las manos masculinas estuvieron sobre ella. A través del vestido de lino, las manos quemaban mientras le acariciaba los pechos y seguía más abajo. Abriendo los muslos aún más para él, se subió el ceñido vestido y obtuvo lo que quería, su contacto directamente a su centro, masajeándola, trayéndole aquel filo de liberación… pero sin ir más lejos. —Quiero besarte —gruñó él contra su boca—. Pero no puedo esperar. ¿Ella pensaba que la estaba besando? Antes de que pudiera contestar, él le levantó las caderas y se hizo cargo con ruda urgencia del frente de sus pantalones de cuero. Y entonces algo caliente y romo estaba topando… golpeando… deslizándose en ella. No’One se arqueó y gritó su nombre, entonces fue cuando él la tomó: mientras la voz femenina hacía eco en el techo alto, el cuerpo masculino la reclamaba, empujándose en su interior, hasta el fondo, duro y aún así suave como el satén. La cabeza de Tohrment cayó a su lado mientras estaban unidos, y entonces dejó de moverse totalmente, lo cual era bueno: La sensación de estiramiento y acomodación de su tamaño rayaba el dolor, aunque ella no lo hubiera cambiado por nada en el mundo.
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Gimiendo en lo más profundo de su garganta, Tohr empezó a moverse, al principio lentamente, luego a más velocidad, las caderas masculinas balanceándose contra las suyas mientras la agarraba por la parte exterior de los muslos y los apretaba. Con la enorme oleada de pasión superándolos a ambos, cada sensación se magnificaba, la mente femenina a la vez totalmente presente y completamente arrastrada por el viento por el modo en el que él la dominaba sin hacerle daño. Cuando el ritmo estuvo casi al límite del control, No’One se aferró a él como si le fuera la vida, su forma física planeando aunque estaba clavada debajo de él, su corazón haciéndose añicos y recomponiéndose en el mismo instante en que el placer de repente se fusionó y luego se rompió. Además, su orgasmo hizo que su centro lo apretara y soltara en un ritmo alterno, la liberación completamente diferente de cualquier otra de las que hubiera tenido antes, más intensa, de más duración. Y aquello pareció lanzarlo más allá del límite y en sus propias contracciones salvajes, su pelvis empujando y luego moviéndose bruscamente contra ella. Pareció durar una eternidad, pero como cualquier vuelo que uno tomaba, al final se abstuvieron de la libertad del cielo y volvieron a la tierra. La conciencia fue una gradual y perturbadora carga. Él todavía estaba vestido igual que ella, la túnica todavía le cubría los hombros y brazos. Y se le estaba clavando el banco en los omóplatos y la parte posterior de la cabeza. El aire en torno a ella no era tan cálido como había sido la pasión. Qué extraño, pensó ella. Aunque antes ya habían compartido mucho, ahora mismo aquellos momentos les fueron arrebatados siendo sustituidos por una enorme separación. Se preguntaba cómo se sentiría él… Tohrment levantó la cabeza y se la quedó mirando. No había ninguna expresión particular en su rostro, ni dicha, ni pena, ni culpa. Simplemente la miraba. —¿Estás bien? —dijo él. Como su voz parecía haberla abandonado, ella asintió, aunque no estaba segura de lo que sentía. Físicamente su cuerpo estaba bien… de hecho, seguía dando la bienvenida a la presencia en lo más recóndito de su interior. Pero hasta que supiera cómo estaba él, no podía atestiguar nada más. La última hembra con la que había estado había sido su shellan. Y seguramente aquello estaba en su mente en aquel tenso silencio.
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Capítulo 46
Tohr se quedó congelado donde estaba, suspendido sobre No’One, con la erección todavía sepultada en su cuerpo, y su sexo contrayéndose por seguir adelante incluso cuando él apostaba un bloqueo a su lujuria. Esperó a que su conciencia comenzara a gritar. Se preparó para una desolación aplastante por haber estado con otra hembra. Él estaba… preparado para algo, cualquier cosa que saliera de su pecho: desesperación, cólera, frustración. Todo lo que recibió fue la sensación de que lo que acababa de pasar era el principio, no un final. Desplazando sus ojos a la cara de No'One, exploró sus rasgos, buscando cualquier indicación de que él la había intercambiado por su shellan, sondeo sus conexiones internas en busca de señales de alarma… preparándose para alguna gran explosión. Todo lo que sintió fue una sensación de corrección. Alzando la mano, le apartó de la cara un mechón de pelo rubio echándolo hacia atrás. —¿Seguro que estás bien? —¿Y tú? —Sí. Estoy como… quiero decir, realmente estoy… bien. Me imagino, que estaba preparado para todo menos para esto, ¿acaso tiene algún sentido? La sonrisa que floreció en la cara de ella fue similar al brillo del sol, la expresión, transformó sus rasgos en una belleza tan resplandeciente, que le robó completamente el aliento. Tan amable. Tan compasiva. Tan acogedora. Él no habría sido capaz de hacer esto con nadie más. —¿Te importaría si lo intentamos otra vez? —dijo él con voz suave. Las mejillas femeninas se ruborizaron de un rosa intenso.
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—Por favor… El tono de su voz hizo que su polla saltara dentro de ella, su calor resbaladizo y apretado lo acariciaba, haciéndole estar listo para rugir y comenzar el martilleo de nuevo. Salvo que no era justo pedirla que yaciera sobre ese banco duro. Metiendo los brazos por debajo de ella, la sostuvo cerca de su pecho y dejó que sus fuertes muslos hicieran el trabajo de levantarles a ambos. Cuando estuvieron de pie, la besó otra vez, inclinando la cabeza y empleando la boca sobre la suya mientras la agarraba del culo y se preparaba para comenzar a moverse. Usando sus brazos, la levantó arriba y abajo sobre su excitación, besando lo que podía de su garganta y sus clavículas mientras la penetraba desde un ángulo diferente, más profundo. Ella era increíble, envolviéndole, abrazándole estrechamente, la fricción hacía que deseara morderla sólo por saborearla. Más rápido. Aun más rápido. La túnica oscilaba salvajemente, y No’One debía odiar el aleteo tanto como él, porque de improviso se deshizo de ella, liberándola de sus hombros y dejándola caer en las baldosas. Cuando los brazos volvieron alrededor de su cuello, ciñó su abrazo, lo cual a él le pareció estupendo. Hincándole los dedos, Tohr se acercó más y más hasta el tope… y lo mismo que No’One. Los sonidos que ella hacía, esos gemidos increíbles, su maravilloso olor aflorando, su trenza golpeando… Abruptamente, redujo la velocidad y enganchó el lazo que aseguraba el trenzado de su pelo, arrancándolo y liberando la melena. Sacudiendo las ondas gruesas de su confinamiento, las atrajo sobre sus hombros y los de ella, cubriéndoles a ambos. Algo de aquella perdición le condujo a su propia perdición: dos bombeos más tarde su cuerpo se lanzó al vacío, la liberación tomó el control de todo hasta que él maldijo en una exhalación explosiva. Mientras se precipitaba a través del placer, la apretó con fuerza y metió la cara dentro de todo ese pelo rubio, aspirando, oliendo el delicado champú que ella usaba. Mierda, el olor de ella lo avivó aún más, hasta que su orgasmo repentinamente se volvió del tipo «juego brusco», atormentando su cuerpo, lanzando su equilibrio por los suelos, dejándole temporalmente ciego. Debió haber sido lo mismo para ella porque desde la distancia, la oyó gritar su nombre mientras cerraba las piernas alrededor de sus caderas, fusionándolos a ambos. Increíble. Absolutamente increíble. Y él cabalgó el placer mientras duró, por ambas partes. Cuando finalmente se sosegó, la cabeza de No'One cayó sobre su
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hombro y su cuerpo se derrumbó contra su pecho con su adorable cuerpo tan flojo como su adorable cabello. Sin invitación, una de sus manos encontró la espina dorsal de la hembra y la siguió hacia arriba hasta la base del cuello. Mientras su respiración se tranquilizaba, él sólo… la sostuvo. Antes de darse cuenta, los estaba meciendo a ambos de un lado a otro. Ella no pesaba casi nada en sus fuertes brazos, y Tohr tuvo la sensación de que podría haberlos mantenido enlazados el uno contra el otro… para siempre. Finalmente, ella susurró: —Debo ser pesada. —En absoluto. —Eres muy fuerte. Vaya, eso era bueno para su ego. De hecho, si ella le golpeaba con algo así otra vez, se iba a sentir como si pudiera hacer pesas con un autobús urbano. Con un avión a reacción aparcado en su tejado. —Debería limpiarte —dijo él. —¿Para qué? Okay, era sexy. Y eso le hacía desear hacerle… otras cosas. Todo tipo de cosas. Por encima de su hombro, divisó la piscina, y creyó que la eficiencia era realmente la madre de la invención. —¿Y si nos damos un chapuzón? No’One levantó la cabeza. —Podría quedarme así... —¿Para siempre? —Sí. —Sus ojos estaban medio cerrados y resplandecían con una luz azul verdosa —. Para siempre. Mientras la miraba, pensó… que ella estaba tan viva. Las mejillas arreboladas, los labios hinchados a los que había prestado atención, el pelo exuberante y un poco salvaje. Ella era vital y caliente y… Tohr comenzó a reírse. Ah, por todos los demonios, no tenía ni idea de por qué… no había nada de gracioso, pero de repente se estaba riendo como un lunático. —Lo siento —se las arregló para decir—. No sé cuál es el problema.
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—No importa. —Ella le sonrió radiante, mostrando sus delicados colmillos y sus parejos dientes blancos—. Es el sonido más hermoso que he oído nunca. Alcanzado en un impulso que no entendía, soltó un grito de alegría y arrancó en dirección a la piscina, echando una zancada larga, después otra y, luego, una tercera. Con un salto formidable, los envió a ambos volando dentro de la tranquila fuente de luz aguamarina. Aterrizaron en el agua caliente como uno, suaves e invisibles brazos los acogieron en un cojín templado, aislándolos del tirón opresivo de la gravedad, evitándoles cualquier clase de duro aterrizaje. Cuando su cabeza se hundió, encontró la boca femenina y la reclamó, besándola bajo la superficie mientras plantaba los pies y se impulsaba hacia arriba para conseguir aire… En el proceso, su polla encontró su centro otra vez. Ella estaba justo allí con él, enlazando aquellas piernas suyas alrededor de sus caderas una vez más, haciendo eco de su ritmo, devolviéndole los besos. Y eso estaba bien. Era… correcto. Un rato más tarde, No’One se encontró desnuda, mojada y estirada en el lateral de la piscina sobre una cama de toallas que Tohrment había arreglado para ella. Él estaba arrodillado a su lado, su ropa mojada se adhería a sus músculos, tenía el pelo reluciente y los ojos intensos mientras contemplaba su cuerpo. Una inseguridad repentina la sobrevino, enfriándola. Sentándose, se cubrió. Tohrment capturó sus manos y suavemente se las colocó a los costados. —Estás arruinándome la vista. —¿Te gusta… ? —Oh, sí. Me gusta. —Se inclinó y la besó profundamente, deslizando la lengua en su interior, haciendo descender su espalda con cuidado de modo que estuviera recostada una vez más—. Mmmm, esto es de lo que hablo. Cuando él se retiró un poco, No’One le sonrió. —Me haces sentir… —¿Qué? —Descendió la cabeza y rozó con los labios su garganta, su clavícula… la punta de su seno—. ¿Hermosa? —Sí. —Eso es lo que eres. —Le besó el otro pezón y lo succionó dentro de la boca—. Hermosa. Y creo que deberías deshacerte de esa maldita túnica para siempre.
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—¿Qué llevaré? —Te conseguiré ropa. Toda la ropa que quieras. O podrías sencillamente ir desnuda. —Delante de los demás… —El siseo encrespado que salió de él fue con mucho el mejor elogio que le habían dado jamás—. ¿No? —No. —Entonces a lo mejor en tu dormitorio. —Bien, a eso puedo darle mi apoyo. Sus labios vagaron hacia abajo y hacia el costado, hasta recorrer sus costillas con un colmillo. Entonces atravesó su vientre con besos suaves y perezosos. No fue hasta que llegó aún más lejos, demorándose en su cadera para luego pasar rozando muy cerca su sexo, cuando se dio cuenta de que él tenía un objetivo. —Abre las piernas para mí —la incitó con voz profunda—. Déjame ver la parte más hermosa de ti. Déjame besarte donde quiero estar. Ella no estaba segura del todo de lo que le estaba sugiriendo, pero se encontraba impotente para negarle cualquier cosa cuando él usaba aquel tono con ella. Como en una bruma, subió una rodilla, separando los muslos… y supo cuándo la miró, porque él gruñó de satisfacción. Tohrment se trasladó entre sus piernas y las extendió, separándolas a cada lado con las manos y abriéndola aún más. Y luego sus labios estaban sobre ella, calientes, sedosos y mojados. La sensación de suave sobre suave fue el saque inicial a otro orgasmo, y él lo aprovechó, entrando en ella con su lengua, chupándola, encontrando su ritmo y tomándola más profundo. Las manos femeninas se enterraron en su oscuro pelo mientras ondulaba las caderas. Y pensar que no le había gustado el sexo… Qué poco había sabido todo lo que había por descubrir. Él era demoledoramente atento y minuciosamente detallista en sus exploraciones, tomándose su tiempo a menos que la llevara a las alturas del placer. Y cuando él finalmente alzó su boca, sus labios estaban resbaladizos y enrojecidos, y se pasó la lengua sobre ellos mientras la miraba con ojos entornados. Entonces se levantó y la agarró de las caderas, inclinándolas hacia arriba. Su erección era imposiblemente gruesa y larga, pero ya sabía que encajaba perfectamente en ella. Y él lo hizo otra vez.
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Esta vez No’One prestó más atención a mirarle que a sentirle. Alzándose sobre ella, él se movió de aquella manera poderosa y potente tan suya, dándoles placer a ambos cuando curvaba las caderas arriba y abajo, moviéndose dentro y fuera de ella. Su sonrisa era oscura. Erótica. —¿Te gusta mirarme? —Sí. Oh, sí… Eso fue todo lo lejos que llegó cuando otra ola de liberación coronó la cima y asumió el control de sus pensamientos, su charla, su cuerpo… su alma, dejándola en blanco. Cuando finalmente se calmó y de nuevo fue capaz de concentrarse, reconoció la tensión en la cara de Tohrment, la tirantez alrededor de su mandíbula y sus ojos, el bombeo de su pecho. Él no había encontrado su liberación aún. —¿Quieres mirar? —preguntó él con los dientes apretados. —Oh, sí… Se retiró de su cuerpo, su excitación estaba como habían estado antes sus labios, brillante e hinchada. Con una gran mano él se agarró y con la otra apoyó su peso contra el suelo de modo que pudo estirarse sobre el laxo y abierto cuerpo femenino. Girando los hombros, la proveyó de toda una visión mientras se movía arriba y abajo, con aquella cabeza roma apareciendo y desapareciendo dentro y fuera de su puño. Su respiración se volvió más fuerte y más áspera mientras le mostraba cómo era para él. Cuando llegó el momento, su grito resonó en los oídos de No’One y la cabeza del macho se disparó hacia atrás, adelantando la barbilla mientras exponía sus colmillos y siseaba. Entonces con pulsos rítmicos, él roció chorros que golpearon el sexo de No’One y su bajo vientre, haciendo que se arquease como si la satisfacción hubiera sido suya. Cuando él finalmente se aflojó, ella extendió sus brazos. —Ven aquí. No hubo vacilación alguna cuando él obedeció, acercando su pecho al de ella antes de girar de lado para amortiguar su peso. —¿Tienes calor suficiente? —murmuró él—. Tu pelo está mojado. —No me importa. —Se acurrucó contra su cuerpo—. Estoy… perfecta. Un ruido de aprobación surgió de la garganta de Tohr. —Eso eres… Rosalhynda.
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Ante el sonido de su antiguo nombre, se echó hacia atrás con brusquedad, pero él la abrazó estrechamente. —No puedo seguir llamándote No’One. No después de… esto. —No me gusta ese nombre. —Entonces otro. Al mirarle fijamente a la cara, ella tuvo la clara noción de que él no iba a ceder en esto. Y que tampoco iba a referirse a ella tal como había elegido hacía mucho, mucho tiempo… cuando esa palabra representaba lo que sentía ser. Sin embargo, tal vez él tenía razón. De repente ella ya no se sentía nadie. —Necesitas un nombre. —No puedo elegir —contestó consciente de un fuerte dolor en su corazón. Tohr miró al techo. Enrollando un mechón del pelo femenino alrededor de uno de sus dedos. Hizo un chasquido con la lengua. —El otoño es mi estación favorita del año —dijo él al cabo de un rato—. No es que yo esté tonteando o algo así… pero me gustan las hojas cuando se tornan rojas y anaranjadas. Son hermosas a la luz de la luna, pero más concretamente, se trata de una transformación imposible. El verde de la primavera y el verano son sólo una sombra de la identidad auténtica de los árboles, y todo ese color cuando las noches se vuelven frías es un milagro cada vez que pasa. Es como si compensaran la pérdida del calor con todo su fuego. Me gusta el Otoño… —La miró fijamente a los ojos—. Tú eres así. Eres hermosa y ardes llena de colorido, y ya es hora de que salgas a la luz. Así que digo… Autumn. En el silencio que siguió, ella fue consciente de una quemazón en los rabillos de los ojos. —¿Qué pasa? —preguntó él con urgencia—. Mierda… ¿No te gusta? Podría escoger otro. ¿Lihllith? ¿Qué tal Suhannah? ¿Y Joe… ? ¿Fred? ¿El jodido Howard? Ella le puso la mano en la cara. —Me encanta. Es perfecto. Seré conocida de aquí en adelante por el nombre que me has dado y la estación del año cuando las hojas arden… Autumn. Levantándose, presionó sus labios contra los de él. —Gracias. Gracias… Cuando él asintió con la cabeza solemnemente, ella le envolvió en sus brazos y le abrazó con fuerza. Ser nombrada era ser reclamada, y la hizo sentir… renacida.
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Capítulo 47
Pasó un buen rato antes de que Tohr y Autumn emergieran de nuevo de los confines calientes y húmedos de su piscina. Joder, él nunca iba a volver a entrar en aquel lugar sin pensar que era «de ellos». Mientras mantenía abierta para ella la puerta del profundamente, relajado. Autumn… el nombre perfecto perfectamente encantadora.
corredor, respiró para una mujer
Andando uno al lado del otro, siguieron juntos, camino de la oficina, sus pies dejaban huellas mojadas, porque los pantalones húmedos que había estrujado volvían a estar goteando por los dobladillos. Ella, por su parte, no dejaba rastro alguno, ya que su túnica estaba seca. La última vez que ella iba a llevar esa maldita cosa. Mierda, su pelo se veía bien, todo suelto en torno a sus hombros. Tal vez podría conseguir que perdiera también la trenza. Cuando salieron al túnel, le pasó el brazo alrededor, atrayéndola contra él. Ella encajaba bien. Era más pequeña que… Bueno, Wellsie había sido mucho más alta. La cabeza de Autumn quedaba más baja a nivel de sus pectorales, sus hombros no eran tan anchos y su paso era desacompasado, mientras que el de su compañera había sido suave como la seda. Pero ella encajaba. De manera diferente, sí, pero la cerradura y la llave de sus cuerpos encajaban, eso era innegable. Al aproximarse a la puerta que conducía a la mansión, se quedó atrás y la dejó subir primero las escaleras. Arriba, la alcanzó y pasó por delante, introdujo el código y abrió paso al vestíbulo, manteniendo abiertos los pesados paneles para que ella pasara. Cuando pasó, él preguntó: —¿Hambrienta? —Famélica.
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—Entonces ve arriba y déjame servirte. —Oh, puedo conseguir algo en la coci… —¡No! Ni lo pienses. Yo te sirvo. —La acompañó hasta la base de la magnífica escalera—. Sube y métete en la cama. Yo llevaré la comida. Ella vaciló en el primer escalón. —Realmente no es necesario. Él negó con la cabeza al pensar en todo el ejercicio que habían realizado junto a la piscina. —Es muy necesario. Y me vas a dar el gusto de hacer desaparecer esa túnica y de encontrarte metida desnuda entre las sábanas. Su sonrisa se inició tímida… terminó espectacular. Y luego giró sobre sí misma y le mostró su espalda. La visión del contoneo de sus caderas mientras ascendía le puso duro. Otra vez. Apoyando una mano en el pasamanos tallado, tuvo que mirar hacia abajo, a la alfombra, y serenarse… Una grosera maldición le hizo volver en sí. Mala palabra, momento oportuno… Atravesó a zancadas el mosaico de un manzano en flor, fue hacia la sala del billar. Lassiter estaba en el sofá, concentrado en la gran pantalla sobre la chimenea. Aunque Tohr estaba medio desnudo y medio mojado, caminó decidido, poniéndose entre el ángel y la TV. —Escucha, yo… —¡Qué coño! —Lassiter comenzó a hacer gestos como si sus manos estuvieran en llamas y tratara de apagarlas agitándolas—. ¡Quítate de en medio! —¿Funciona? —exigió Tohr. Más maldiciones, luego el ángel se levantó por un lado en un intento de llegar a la pantalla. —Sólo dame un minuto… —¿Ella está libre? —siseó—. Sólo dímelo. —¡Ajá! —Lassiter señaló la caja tonta—. ¡Cabronazo! ¡Ya sabía yo que eras el padre! Tohr luchó contra el impulso de meterle a tortazos algo de sentido común al hijo de puta. ¿El futuro de su Wellsie estaba en juego y este mamón estaba preocupado por las pruebas de paternidad de Maury?
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—Me estás vacilando. —No, va totalmente en serio. El muy bastardo tiene tres niños de tres hermanas… ¿qué clase de hombre es? Tohr se dio un tortazo en su propia cabeza en lugar de la del ángel. —Lassiter… venga, tío… —Mira, todavía estoy aquí, ¿no? —masculló el tipo mientras silenciaba el sonido y saltaba arriba y abajo ante la escena de Maury—. Mientras esté todavía aquí, hay trabajo que hacer. Tohr se dejó caer en una silla. Apoyo la cabeza en su mano, apretando las muelas. —Joder, no lo comprendo. El destino quiere sangre, sudor y lágrimas… bien, me he alimentado de ella, hemos… eh, sudado, seguro. Y te aseguro que he llorado bastante. —Las lágrimas no cuentan —dijo el ángel. —¿Cómo es posible? —Sólo lo es, amigo. Estupendo. Fantástico. —¿Cuánto tiempo más tengo para conseguir liberar a mi Wellsie? —Tus sueños son la respuesta a eso. Mientras tanto, te sugiero que vayas a alimentar a tu hembra. Entiendo por tu pantalón mojado que le diste a ella un estupendo entrenamiento. Las palabras, Ella no es mía, se alzaron automáticamente por su garganta, pero las refrenó en la esperanza de que el mantenerlas dentro ayudaría de alguna manera. El ángel sólo sacudió la cabeza de un lado a otro, como si fuera perfectamente consciente tanto del sentimiento que había quedado sin expresar… como del futuro que era aún desconocido. —Maldita sea —dijo entre dientes Tohr mientras se ponía de pie y se dirigía a la cocina—. Maldito sea yo.
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Aproximadamente a cincuenta kilómetros de distancia, en la granja de la Banda de Bastardos, el sonido de resuello vagaba por el aire del sótano, rítmico, desigual, lastimero. Mientras Throe miraba ensimismado la luz de la vela, no se sentía bien respecto a dónde estaba su líder.
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Xcor había estado en un infierno de combate cuerpo a cuerpo hacia el final de la confrontación en la casa de Assail. Se había negado a decir con quien, pero debía de haber sido un Hermano. Y naturalmente, no había tenido ninguna asistencia médica desde entonces, no es que ellos tuvieran mucho que ofrecer en tal sentido. Maldiciéndose a sí mismo, Throe cruzó los brazos sobre el pecho y trató de recordar la última vez que el macho se había alimentado. Queridísima Virgen Escriba… ¿Había sido allá en la primavera con aquellas tres prostitutas? No era de extrañar que no se curara… y no lo haría hasta que fuera mejor alimentado… El resuello cambió a una tos severa… entonces empezó de nuevo a un ritmo más lento, más doloroso. Xcor iba a morir. Aquella espantosa conclusión había estado alboreando con un vigor implacable desde que aquel patrón de respiración había cambiado hacía unas horas. Para sobrevivir, el macho necesitaba una de dos cosas, preferentemente ambas: el acceso a servicios médicos, suministros y personal del tipo que disfrutaban los de la Hermandad, y la sangre de una hembra vampiro. No había manera de conseguirle lo primero, y lo último había resultado ser un desafío durante los últimos meses. La población de vampiros en Caldwell aumentaba despacio, pero desde los asaltos, las hembras se habían vuelto incluso aún más escasas. A pesar de eso, tenía que encontrar una que quisiera servirlos aun cuando él era capaz de pagar magníficamente. Aunque… considerando la condición de Xcor, a lo mejor ni siquiera eso podría ser suficiente. Lo que necesitaban era un milagro… De manera espontánea, una imagen de esa espectacular Elegida de la cual se había alimentado en las instalaciones de la Hermandad le vino a la mente. Su sangre, ahora mismo, sería un salvavidas para Xcor. Literalmente. Salvo que, obviamente, esto no era factible en muchos sentidos. En primer lugar, ¿cómo iba a ser capaz de llegar a ella? Y aun si pudiera contactar, ella sabría indudablemente que él era… el enemigo ¿O no? Ella le había llamado a la cara soldado de valía… tal vez la Hermandad le había ocultado su identidad para resguardar su delicada sensibilidad… No más sonidos. Nada. —¿Xcor? —llamó en voz alta mientras se sentaba derecho con premura—. Xcor… En ese momento, hubo otra ronda de toses y luego la respiración trabajosa se reanudó. Queridísima Virgen Escriba, no tenía ni idea de cómo los demás dormían con todo esto. Pero bueno, habían estado luchando durante tanto tiempo sin otra cosa que la sangre humana que el sueño era su única posibilidad para cualquier clase de recarga.
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Sin embargo, la adrenalina de Throe había anulado ese imperativo desde las dos de la tarde, después de lo cual había comenzado su vigilia sobre el proceso respiratorio de Xcor. Cuando alcanzó su teléfono móvil para comprobar la hora, se esforzó por concentrarse en los números en la pantalla, su mente estaba frenética. Desde aquel incidente entre ellos en el verano, Xcor había sido un macho diferente. Todavía autocrático, exigente, y lleno de cálculos que podrían sobresaltar y abrumar…, pero su mirada era diferente cuando contemplaba a sus soldados. Estaba más conectado con todos ellos, sus ojos abiertos a algún nuevo nivel de relación, de la cual no parecía haber sido consciente antes. Una lástima perder al bastardo ahora. Frotándose los ojos, Throe finalmente consiguió leer la hora: cinco treinta y ocho. El sol estaba probablemente descendiendo el horizonte, el crepúsculo sin duda apareciendo en el cielo al este. Sería mejor esperar a que la oscuridad llegara realmente, pero no tenía más tiempo que perder, sobre todo porque no estaba seguro de lo que estaba haciendo. Cambiando de postura en su litera, se levantó en toda su estatura, cruzó el lugar y sacudió el montón de mantas bajo las cuales estaba Zypher. —Lárgate —masculló el soldado—. Todavía tengo treinta minutos… —Necesito que saques de aquí a los demás —susurró Throe. —¿Sí? —Y debes quedarte atrás. —¿Debo? —Voy a tratar de encontrar una hembra para alimentar a Xcor. Eso atrajo la atención del soldado: la cabeza de Zypher se alzó, en el otro extremo. —¿De verdad? Throe se movió hasta los pies de la litera para poder quedar cara a cara. —Asegúrate de que él se queda aquí, y estate preparado para conducirle a mis coordenadas. —Throe, ¿Qué hay de ti? Sin responder, se alejó y comenzó a ponerse el cuero sobre su persona, le temblaban las manos a consecuencia del peligroso estado de Xcor… y por el hecho de que si su plegaria era contestada, estaría en la compañía de aquella mujer otra vez.
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Echando un vistazo abajo a sus prendas de combate, vaciló… Querida Virgen Escriba, desearía tener algo con lo que vestirse además del cuero. Un bonito traje de lana con una corbata. Zapatos apropiados con cordones. Ropa interior. —¿Dónde coño vas? —preguntó Zypher bruscamente. —Eso no importa. Lo que encuentre es lo único importante. —Dime que llevas armas. Throe hizo nuevamente una pausa. Si por la razón que fuera le salía el tiro por la culata, bien podría necesitar armamento. Pero no quería asustarla… esto asumiendo que pudiera llegar a ella de alguna manera y conseguir que viniera a él. Una hembra tan delicada como era… Algunas cosas camufladas, decidió. Un arma o dos. Algunos cuchillos. Nada que ella pudiera ver. —Muy bien —murmuró Zypher mientras comenzaba a comprobar sus armas. Escasos minutos más tarde, Throe subió del sótano y abrió con ímpetu la puerta exterior de la cocina… Siseando y levantando los antebrazos, se vio obligado a retroceder de un salto al oscuro interior de la casa. Con los ojos escocidos y lagrimosos, maldijo y fue hacia el fregadero, haciendo correr el agua fría y se salpicó con ella la cara. Se le hizo eterno hasta que la pantalla de su teléfono le informó que el intento de salida era más seguro, y esta vez, abrió la puerta con mucha menos bravuconería. Ah, el alivio de la noche. Lanzándose fuera de sus confines, aterrizó sobre la buena tierra y se llenó los pulmones con el aire frío y húmedo del otoño. Cerrando los ojos todavía palpitantes, se concentró en su interior y se hizo desaparecer desde la casa, fundiendo sus componentes moleculares al norte y este hasta que tomó forma de nuevo en un prado señalado en el centro con un arce voluminoso con las hojas en llamas. De pie ante el gran tronco, bajo el amparo de las hojas rojas y doradas, contempló el paisaje con sus agudos sentidos. Este sitio bucólico estaba lejos, lejos del campo de batalla del centro de la cuidad y ni siquiera cerca de cualquier complejo de los Hermanos o puesto avanzado de la Sociedad Lessening, al menos que él supiera. No obstante, para estar seguro de su lectura respecto a este sitio, esperó, tan inmóvil como el gran árbol detrás de él, pero ni mucho menos tan sereno, estaba preparado para entablar batalla con cualquiera o con lo que fuera. Sin embargo, nadie ni nada se topó con él. Aproximadamente treinta minutos más tarde, se agachó para sentarse con las piernas cruzadas sobre la tierra, entrelazó las manos y se acomodó.
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Era perfectamente consciente del peligro de la empresa en la que se había embarcado. Pero en algunas batallas, tenías que hacer tus propias armas, aunque corrieras el riesgo de que te estallaran en la cara: había un grave peligro en esto, pero si había una cosa con la que podías contar, en lo referente a la Hermandad, era con una anticuada protección de sus hembras. Él había tenido la mandíbula para demostrarlo. De manera que confiaba en el hecho de que, si realmente contactaba con la Elegida, ella no sabría su auténtica identidad. Además estaba obligándose a desterrar cualquier culpa ante la posición en la cual la estaba poniendo. Antes de cerrar los ojos, miró alrededor otra vez. Había ciervos en la alejada linde del prado por el bosque entre los árboles, sus delicadas pezuñas rozaban las hojas caídas, sus cabezas se balanceaban mientras vagaban sin rumbo fijo. Un búho se quejó a la derecha, el ulular se transportó por encima de la luz y la fría brisa hasta sus oídos despiertos. A lo lejos delante de él, en un camino que no podía distinguir, un par de faros se desplazaban lentamente, probablemente un camión de granja. Nada de lessers. Ni Hermanos. Nadie salvo él. Bajando los párpados, visualizó a la Elegida y recuperó aquellos momentos cuando su sangre entró en él, reviviéndolo, llamándole de vuelta desde el umbral sobre el que su vida había temblado. La vio con total claridad y se concentró en su sabor y su olor, la auténtica esencia de quien era ella. Y entonces imploró, imploró como nunca antes, ni cuando había vivido una vida civilizada. Imploró con tanta fuerza, con sus cejas apretadas y su corazón palpitando que no podía respirar. Imploró con una desesperación que dejó una parte de él preguntándose si esto era para salvar a Xcor… o simplemente para poder verla de nuevo. Imploró hasta que perdió el hilo de sus palabras y todo lo que quedó era un sentimiento en su pecho, una aullante necesidad que sólo podía esperar que fuera una señal lo suficientemente fuerte para que ella respondiera, si es que ella en efecto la captaba. Throe continuó así mientras pudo, hasta que quedó entumecido y frío, y entonces, exhausta, su cabeza colgó ya no como reverencia, sino por cansancio. Se mantuvo hasta que el persistente silencio a su alrededor invadió su búsqueda… y le dijo que tenía que aceptar el fracaso.
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10º Hermandad de la Daga Negra
Cuando finalmente volvió a abrir los ojos, se encontró con que la luz de la luna se había colado por debajo del dosel bajo el que estaba sentado, la opuesta al sol había llegado para su turno nocturno de vigilancia sobre la tierra… Su grito resonó fuerte mientras se ponía de pie de un salto. Esta luna no era la causa de la luz. Su Elegida estaba ahí ante él, su ropa era de un blanco tan brillante que parecía irradiar su propia iluminación. Las manos de ella se extendieron hacia adelante como para calmarle. —Siento asustarte. —¡No! No, no, es estupendo… T-tú estás aquí. —¿No me convocaste? —Pareció confusa—. No estaba segura de que mi presencia fuera requerida. Yo… simplemente tuve el impulso de venir aquí. Y aquí estás tú. —No sabía si funcionaría. —Bien, lo hizo. —En eso, ella le sonrió. Ay, dulce Virgen Escriba en el gran cielo, ella era hermosa, su pelo enrollado en lo alto de su cabeza, su figura tan esbelta y elegante, su olor… ambrosía. Ella frunció el ceño y miró hacia abajo, a sí misma. —¿No estoy correctamente cubierta? —¿Perdón? —Me miras fijamente. —Ah, en efecto, estoy… Por favor perdóname. He olvidado mis modales, porque eres demasiado encantadora para que mis ojos te abarquen. Esto la hizo retroceder muy ligeramente. Como si no estuviera acostumbrada a elogios, o tal vez él la había ofendido. —Lo siento —dijo él, antes quiso maldecirse. Su vocabulario iba a tener que ampliarse más allá de las disculpas. Rápido. Y ayudaría si no se comportara como un colegial en su presencia—. No quiero decir ninguna descortesía. Ahora ella sonrió otra vez, un despampanante despliegue de felicidad. —Te creo en eso, soldado. Supongo que simplemente estoy sorprendida. ¿De que él la encontrara atractiva? ¡Madre mía…! Recuperando su pasado como miembro bien educado de la glymera, Throe se inclinó respetuosamente. —Me honras por tu presencia, Elegida.
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—¿Qué te trae aquí fuera? —Quería… bien, no deseaba arriesgarme a herirte mientras te convenzo para un favor de gran peso. —¿Un favor? ¿De verdad? Throe hizo una pausa. Ella era tan ingenua, tan gozosa de haber sido convocada, que su culpabilidad se multiplicó por diez. Pero era la única salvadora que Xcor tenía, y esto era la guerra… Mientras luchaba con su conciencia, se le ocurrió que había una manera de compensarla sin embargo, un voto que él podría tomar a cambio del regalo, si ella decidía concederlo. —Te pediría… —Se aclaró la garganta—. Tengo un camarada que está gravemente herido. Va a morir si no… —Debo ir a él. Ahora. Muéstrame dónde está y seré de ayuda para él. Throe cerró los ojos y no pudo ni respirar. De hecho, hasta sintió la amenaza de las lágrimas. Con voz enronquecida dijo: —Eres un ángel. No eres de esta tierra en tu compasión y bondad. —No malgastes bonitas palabras. ¿Dónde está tu compañero combatiente? Throe sacó su teléfono y envió un mensaje de texto a Zypher. La respuesta que recibió fue inmediata, y el plazo para la llegada ridículamente corto. A menos que, por supuesto, el soldado hubiera metido ya a Xcor en el vehículo y estuviera preparado para arrancar. Era un macho de tal valía. Cuando Throe se metió el móvil en el bolsillo, se concentró en la Elegida una vez más. —Está viniendo en este mismo momento. Debe ser transportado en un vehículo, ya que no está bien. —¿Y luego le llevaremos al centro de entrenamiento? No. Difícilmente. Jamás. —Debes ser suficiente para él. Está más debilitado a causa de la poca alimentación que por estar herido. —¿Esperaremos aquí, entonces? —Sí. Esperamos aquí. —Hubo una larga pausa y ella comenzó a agitarse como si estuviera incómoda—. Discúlpame, Elegida, si sigo mirándote fijamente.
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—Oh, no hay necesidad de pedir perdón. Estoy sólo abochornada porque es raro que retenga la atención absorta de alguien. Ahora fue él quien retrocedió. Sin embargo, los Hermanos sin duda atendían a cualquier macho en su presencia como hicieron con él. —Bien, permíteme persistir —murmuró él suavemente—. Puesto que eres todo lo que puedo ver.
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Capítulo 48
Qhuinn apareció por la puerta oculta bajo la imponente escalera aquella noche alrededor de las seis de la tarde. Su cabeza todavía estaba un poco aturullada, andaba arrastrando los pies y le dolía el cuerpo por todas partes. Pero, vaya, estaba en pie, tenía movilidad, y estaba vivo. Las cosas podrían ser peores. Además tenía un objetivo. Cuando Doc Jane había entrado para examinarle ahora mismo, le había dicho que Wrath había convocado una reunión de la Hermandad. Por supuesto, también le había informado de que él estaba fuera de la rotación y que tenía que quedarse en cama, en la clínica, pero, ¿cómo iba a perderse el resumen de lo que había ido mal en donde Assail? Ni hablar. Ella había hecho todo lo posible por persuadirle de lo contrario, naturalmente, pero al final, había llamado y le había dicho al Rey que esperara a uno más. Cuando llegó al tallado pilar del pasamanos, pudo oír a los Hermanos hablando en el primer piso, aquellas voces fuertes y profundas, se tapaban las unas a las otras. Claramente, Wrath no había llamado al orden todavía… lo que significaba que tenía tiempo para agarrar una bebida del surtido de alcohol antes de subir. Porque, obviamente, eso era exactamente lo que necesitabas cuando, para empezar, te estabas tambaleando sobre las patas. Después de una concienzuda valoración, decidió que la distancia hasta la biblioteca era más corta que hasta la sala de billar. Las viejas costumbres le llevaron hacia las puertas de roble, se quedó helado tan pronto como llegó al arco de entrada. —Santa mi… Había al menos cincuenta libros de la Antigua Ley atestando el suelo, y eso, no era ni la mitad. Sobre la mesa de caballete bajo las ventanas de cristal emplomado, más volúmenes encuadernados en cuero habían sido resquebrajados al abrirlos y estaban con sus tripas expuestas como soldados muertos a tiros en un campo de batalla. Dos ordenadores. Un portátil. Papeles legales.
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Un crujido desde arriba le hizo alzar los ojos. Saxton estaba en la escalera corredera de teca, alcanzando un libro del estante superior cerca de la moldura del techo. —Buenas noches, primo —dijo el tipo desde su percha elevada. Justo el macho que necesitaba ver. —¿Qué estás haciendo con todo esto? —Pareces bastante recuperado. —La escalera crujió otra vez mientras el macho descendía con su premio—. Todos sin excepción han estado preocupados. —Na, estoy bien. —Qhuinn se acercó a las botellas de licor alineadas sobre la tapa de mármol de la cómoda abombada—. Entonces, ¿en qué estás trabajando? No pienses en él con Blay. No pienses en él con Blay. No pienses en él… —No sabía que eras un hombre de jerez. —¿Eh? —Qhuinn miró hacia abajo a lo que se había servido. Joder. En medio del sermoneo, había cogido la botella que no era—. Oh, ya sabes… me arreglo bien con esto. Para demostrar el argumento, se sacudió el licor… y casi se ahogó cuando el dulzor le pegó en la garganta. Se sirvió otro, sólo para no parecer la clase de idiota que no sabía ni lo que se estaba sirviendo en su propio vaso. Okey, vomitivo. El segundo fue peor que el primero. Por el rabillo del ojo, vio instalarse a Saxton en la mesa, la lámpara de cobre delante de él moldeaba el más que perfecto brillo de su cara. Mieeerda, era como salido de un anuncio de Ralph Lauren, con su chaqueta de tweed color crema y su pañuelo plegado y ese conjunto de camisa con cuello de botones y chaleco de punto que mantenía su jodido hígado calentito. Mientras tanto, Qhuinn hacía gala de: pijama de quirófano del hospital, pies descalzos. Y jerez. —Así que, ¿se trata del gran proyecto? —preguntó otra vez. Saxton le echó una mirada con una luz extraña en los ojos. —Se podría decir que es un asunto de cambios. —Ohhhh, materia supersecreta del Rey. —En efecto. —Bien, buena suerte con ello. Parece que tienes bastante para mantenerte ocupado un rato.
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—Estaré con esto durante un mes, tal vez más. —¿Qué haces, reescribir entera la maldita ley? —Sólo una parte. —Tío, me haces amar mi trabajo. Preferiría pegarme un tiro antes que hacer papeleo. —Se sirvió un tercer puto jerez y luego trató de no parecer demasiado zombi mientras se dirigía hacia la puerta—. Que te diviertas. —Y tú con tus esfuerzos, querido primo. Estaría arriba también, pero no me han dado demasiado tiempo para realizarlo. —Lo conseguirás. —En efecto. Lo haré. Mientras Qhuinn saludaba con la cabeza y luego subía la escalera, pensaba… Bien, al menos aquel intercambio no había sido demasiado malo. No había imaginado nada de tipo pornográfico. O entretenidas visiones de estar golpeando al hijo de puta hasta que sangrara por todas y cada una de sus preciosas fibras. Progreso. Yupi. En la segunda planta, las puertas dobles del estudio estaban abiertas de par en par y él hizo un alto mientras echaba un vistazo a la extensión de la congregación. Puta mierda… todo el mundo estaba allí. No sólo los Hermanos y los luchadores, sino que también ¿las shellans… y el personal? Había literalmente cuarenta personas en el estudio, empaquetadas como sardinas en torno al mobiliario amariconado. Aunque, tal vez tenía sentido. Después del ataque de aquel puñetero francotirador, el Rey estaba de vuelta detrás de su escritorio, sentado en su trono, prácticamente resucitado. Algo que garantizaba una celebración, supuso. Antes de entrar en el fregado, fue a tomarse otro pelotazo de jerez, pero un tufillo a mierda en su nariz y su bocio lo canceló. Inclinándose de lado, tiró la cosa en el tiesto de una planta, dejó el vaso en la mesa de pasillo y… En el instante en que le vieron atravesar la puerta, se callaron. Tan cierto como si hubiera un mando a distancia para el cuarto y alguien hubiera silenciado la escena. Qhuinn se quedó inmóvil. Se miró por si estaba enseñando algo indecente. Miró a su espalda por si acaso había subido las escaleras alguien importante. Luego miró en torno al cuarto, preguntándose qué se había perdido… En la ausencia enorme y tremenda de sonido y movimiento, Wrath se agarró al brazo de su reina y gruñó mientras se levantaba. Él tenía una venda alrededor del
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cuello y parecía un poco pálido, pero estaba… vivo y lucía una expresión tan intensa que Qhuinn sintió que estaba siendo físicamente rodeado. Y entonces el Rey se puso la mano en la que llevaba el anillo de diamante negro de la raza en su propio pecho, justo en el centro, directamente sobre su corazón… y despacio, con mucho cuidado, con la ayuda de su shellan, se dobló por la cintura. Para inclinarse ante Qhuinn. Mientras toda la sangre abandonaba la cabeza de Qhuinn y se preguntaba qué coño estaba haciendo el vampiro más importante del planeta, alguien comenzó a aplaudir despacio. Plas. Plas. ¡Plas! Otros se unieron, hasta la totalidad de la congregación, desde Phury y Cormia, hasta Z y Bella y el bebé Nalla, Fritz y su personal… Vishous y Payne y sus compañeros, Butch y Marissa y Rehv y Ehlena… le aplaudían con lágrimas contenidas en sus ojos. Qhuinn se abrazó a sí mismo mientras su mirada dispar rebotaba de un lado para otro. Hasta que se posó en Blaylock. El pelirrojo estaba a mano derecha, aplaudiendo como el resto, sus ojos azules brillaban de emoción. Aunque, él sabría lo mucho que esto significaba para un jodido chico con un defecto congénito cuya familia no había querido tenerle cerca por la vergüenza y la desgracia social. Él sabría lo duro que era aceptar la gratitud. Sabría lo mucho que Qhuinn quería escapar de la atención… aun cuando estaba conmovido, más allá de toda medida, por este honor que no merecía. En medio de todo lo que no podía manejar, él sólo miró a su viejo y querido amigo. Como siempre, Blay era el ancla que le impedía ser arrastrado.
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Mientras Xhex se preparaba a través del mhis en su moto, encontró difícil de creer que estaba viajando a la mansión bajo orden real: Wrath mismo había extendido la «invitación», y pese a lo iconoclasta que era, ni se le ocurrió hacer oídos sordos de una orden directa del Rey. Mierda, sentía náuseas.
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En principio, cuando vio el mensaje de voz, supuso que John estaba muerto, que lo habían matado en el campo. En cambio, un rápido AveMaría para él había sido contestado inmediatamente. Corto y dulce. Sólo ¿Vienes @ anochecer? Eso fue todo lo que ella recuperó, incluso después de decir que sí y haber esperado algo más de él. Así que sí, tenía ganas de vomitar porque, probablemente, esto iba de John poniendo fin oficialmente a lo de ellos. El equivalente vampírico del divorcio era raro, pero las Antiguas Leyes posibilitaban una salida legalmente. Y como era natural, para gente del nivel social de John -a saber, eso del hijo de sangre de un Hermano de la Daga Negra-, el Rey era el único que podría darles la dispensa para separarse. Esto tenía que ser el final. Mierda, efectivamente iba a vomitar. Dando la vuelta delante de la mansión, no aparcó la Ducati al final de la fila ordenada de coches chupagasolinas, SUVs, y furgonetas. No… dejó la moto directamente al pie de la escalera. Si esto iba de decreto de divorcio real, iba a ayudar a John a acabar con la miseria de ambos, y luego ella… Bien, iba a llamar Trez y decirle que no podía ir al trabajo. Luego se iba a encerrar a cal y canto en su cabaña y llorar como una chica. Durante una semana o dos… Qué estúpido. Todo esto entre ellos era tan jodidamente estúpido. Pero ella no podía cambiarle a él, y él, no podía cambiarla a ella, así que, ¿qué coño les quedaba? Habían pasado meses desde que habían tenido algo que no fuera distancia e incómodo silencio entre ellos. Y la tendencia no revertía, el agujero negro se hacía sencillamente más profundo y más oscuro… Mientras subía los escalones hasta las magníficas puertas dobles, se estaba rompiendo por la mitad, haciéndose pedazos como si sus huesos se hubieran vuelto frágiles y colapsaran bajo el peso de sus músculos. Pero siguió avanzando, porque eso era lo que hacían los luchadores. Seguían adelante más allá del dolor y eliminaban su objetivo… y segurísimo que ella y John mataban algo esta noche, algo que había sido tan precioso y raro que estaba avergonzada de ambos por no encontrar una manera de nutrirlo en medio del mundo frío y duro. Dentro del vestíbulo, no se acercó inmediatamente al ojo de la cámara. Nunca había sido una hembra de clase alta, sin embargo se encontró pasándose las yemas de los dedos por debajo de los ojos y revolviendo con la mano su pelo corto. Un reajuste rápido de su chaqueta de cuero -y de su columna- y se dijo que a por ello. Había pasado por legiones de cosas peores que esto.
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Por puro orgullo, podría ordenarse algún autocontrol durante los diez o quince minutos siguientes. Tenía el resto de su vida natural para perder su maldita calma en privado. Con una maldición, apretó el botón de llamada y retrocedió, obligándose a mirar a la cámara. Mientras esperaba, se colocó de nuevo la chaqueta. Sus botas pisotearon con decisión. Verificó dos veces que sus armas estaban bien enfundadas. Jugó con su pelo. Bien, qué coño. Inclinándose de lado, le dio a aquel botón otra puñalada. Los doggen aquí eran de alto nivel. Tocabas el timbre y te contestaban en unos momentos. Al tercer intento, dudó sobre cuántas veces más iba a tener que pedir… La puerta interior del vestíbulo se abrió de improviso de par en par, Fritz parecía mortificado. —¡Mi señora! Siento tanto… Una fuerte cacofonía acalló lo que fuera que el mayordomo dijo y ella frunció el ceño al mirar más allá del anciano. Sobre la cabeza blanca del doggen, en lo alto de la magnífica escalera, había una tremenda muchedumbre enorme arremolinada yendo sin rumbo aparente, como si una fiesta acabara de arruinarse. Tal vez alguien acababa de decirles a todos que se había emparejado. Buena suerte con eso, pensó. —¿Un gran anuncio? —preguntó caminando por el vestíbulo y se preparó para las noticias felices de otro. —Más bien un reconocimiento. —El mayordomo aplicó su peso, tal como estaba, en el cierre de la puerta—. Permitiré que los demás le informen. El dedicado mayordomo de siempre… discreto hasta la médula. —Estoy aquí para ver… —A la Hermandad. Sí, lo sé. Xhex frunció el ceño. —Pensaba que era a Wrath. —Bueno, sí, por supuesto al Rey también. Por favor suba al estudio real. Cuando ella cruzó el suelo de mosaico y comenzó su ascenso, saludó con la cabeza a la gente que bajaba… las shellans, el personal que ella conocía, la gente con la cual había vivido unas pocas semanas, pero que se habían convertido, en tan breve tiempo, en una especie de familia para ella.
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Iba a perderlos casi tanto como a John. —¿Señora? —preguntó el mayordomo—: ¿Está bien? Xhex forzó una sonrisa y supuso que ella había soltado probablemente una especie de maldición. —Bien, perfectamente. Cuando llegó al estudio de Wrath, había tal beneplácito en el aire, que prácticamente tuvo que apartar la mierda para entrar en el cuarto: Los Hermanos estaban hinchados como pavos por el orgullo, todos… excepto Qhuinn, que estaba tan ruborizado que se había convertido en un fuego artificial como una candela romana. John, sin embargo, parecía reservado… no la miró en absoluto, sino a algún punto intermedio justo frente a él. Desde detrás del escritorio, Wrath se concentró en ella. —Y ahora a los negocios —anunció el Rey. Mientras las puertas se cerraban detrás de ella, no tenía ninguna puta pista de lo que estaba haciendo. John seguía negándose incluso a mirarla… y, mierda, el Rey tenía una herida en el cuello, asumiendo que él no hubiera decidido que la gasa blanca en la garganta era una especie de última moda. Todo el mundo se quedó callado, se calmaron y se pusieron serios. Oh, joder, ¿Es que tenían que hacer esto delante de toda la Hermandad? Aunque, ¿qué más podría haber esperado? El pensamiento grupal era tan dominante en esta piña de machos que, por supuesto, todos querrían estar presentes cuando las cosas llegaran a su fin. Ella permaneció decidida. —Acabemos con esto. ¿Dónde firmo? Wrath frunció el ceño. —¿Disculpa? —Los papeles. El Rey echó una mirada a John. Volvió la vista. —Esto no es la clase de cosa que reduciré a un papel. Nunca. Xhex miró a su alrededor y luego reenfocó en John, leyendo su rejilla emocional. Él estaba… nervioso. Afligido. Y resuelto de un modo tan potente, que por un momento se sintió estúpida. —¿Qué demonios está pasando aquí? —exigió ella.
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La voz del Rey era fuerte y clara. —Tengo una asignación para ti… si estás interesada. Si tengo algo bien claro es que puedes disparar con una notable habilidad. Asumiendo que estés abierta a ayudarnos. Xhex se quedó mirando a John pasmada. Él era el responsable de esto, pensó. Fueran las que fueran las ruedas que estaban girando en esta habitación, él las había puesto en movimiento. —¿Qué has hecho? —le dijo directamente. Eso consiguió que él la mirara directamente. Levantando las manos, gesticuló: hay límites de lo que podemos hacer. Te necesitamos para esto. Al mirar a Rehv, recibió un montón de solemnidad dirigida a ella… y nada más. Ninguna censura, nada de «no se permiten chicas». Y lo mismo del resto de los machos en el estudio: allí no había nada más que la tranquila aceptación de su presencia… y de sus capacidades. —¿Qué es exactamente lo que quieres de mí? —le preguntó lentamente al Rey. Mientras el macho hablaba, ella siguió mirando a John oyendo cosas como la Banda de Bastardos… un intento de asesinato… su guarida… un rifle. Con cada frase dicha, sus cejas se alzaban más y más alto. Vale, entonces no iba de venta de pastelitos o alguna mierda parecida. Iba de localizar el corazón del enemigo, infiltrándose en su esfera segura y sustraer cualquier armamento de largo alcance que pudiera haber sido usado para tratar de matar a Wrath la noche anterior. Así proporcionaría a la Hermandad, si todo salía según lo esperado, la prueba que necesitaban para condenar a Xcor y sus soldados a muerte. Xhex se puso las manos en las caderas… para no empezar a frotárselas con regocijo. Esto le venía como anillo al dedo. Una proposición imposible respaldada por un principio que ella podría apoyar: la venganza sobre alguien que te había jodido. —Entonces, ¿Qué piensas? —preguntó Wrath. Xhex miró fijamente a John, deseando que la mirara otra vez. Cuando él no lo hizo, releyó su rejilla emocional: Él estaba aterrorizado, pero decidido. Quería que ella lo hiciera. Pero, ¿por qué? ¿Qué demonios había cambiado? —Sí, es algo en lo que estoy interesada —se oyó decir a sí misma. Cuando las profundas voces masculinas gruñeron con aprobación, el Rey cerró un puño y dio un golpe en el escritorio.
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—¡Bueno! Bien hecho. Sólo hay una cosa. Una pega. Naturalmente. —Trabajo mejor sola. No quiero cuatrocientos kilos de niñera sigilosa a mi alrededor y siguiéndome. —No. Vas por tu cuenta… sabiendo que tienes todos nuestros recursos como respaldo si los necesitas o quieres. La única restricción es que no puedes matar a Xcor. —Ningún problema, le dejaré vivo para el interrogatorio. —No. No puedes tocarle. Nadie puede hasta que analicemos la bala. Y luego si encontramos lo que creo que encontraremos, le corresponde a Tohr matarlo. Por proclamación oficial. Xhex echó un vistazo al Hermano. Jesucristo, parecía totalmente diferente, como si fuera un pariente más joven y sano del tipo que ella había conocido desde que mataran a Wellsie. Y considerando cómo estaba ahora… Xcor tenía una tumba ya cavada con su nombre. —¿Qué pasa si tengo que defenderme? —Tienes permiso para hacer todo lo que sea a fin de garantizar tu seguridad. De hecho, en ese caso… —El Rey giró sus ojos ciegos en la dirección de John—. Te animo a que te lleves cada arma que tengas para tu propia defensa. Lectura: Usa ese lado tuyo symphath, compañera. —Pero de ser posible —añadió Wrath—, retírate con tanta tranquilidad como sea viable y con Xcor todavía en este mundo. —No debería ser un problema —dijo Xhex—. No tengo que tocarle a él ni a ninguno de los otros. Puedo dedicarme sólo al rifle. —Bien. —Mientras el Rey sonreía mostrando sus colmillos, los demás comenzaron a hablar precipitadamente—. Perfecto… —Espera, no me he comprometido a nada todavía —dijo ella, cerrándoles la boca a todos al tiempo que echaba un vistazo a John—. Todavía… no.
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Capítulo 49
—Suéltame, zopenco —parloteó Xcor al sentirse alzado de nuevo. Estaba más que hecho polvo a cuenta de ser maltratado: lo levantaron de su litera donde estaba descansando. Lo metieron en el vehículo. Lo llevaron a otra parte. Y ahora lo molestaban de nuevo. —Casi estamos —le dijo Zypher. —Déjame en paz… —Esto, supuestamente, debería haber salido como una exigencia. En cambio, sonó como un niño a sus propios oídos. Ay, cómo deseaba su antigua fuerza, para así poder haberse movido libremente y sostenido sobre sus propias piernas. Pero aquel tiempo había pasado. En efecto, se había ido… y tal vez, acabado. Su condición extrema no era el resultado de alguna herida en particular a raíz de aquella lucha con aquel soldado… era la culminación de todas ellas, las heridas cubrían su cabeza y su abdomen, la agonía era algo más bien como el latido de su corazón, una fuerza que existía y persistía en su interior, sobre la que no tenía ningún control. Al principio, había luchado contra la marea según la teoría masculina de echarbalones-fuera. Sin embargo, su cuerpo tenía reservados otros planes para él y más influencia y voluntad que su mente. Ahora se sentía como si estuviera poseído por este manto lúgubre de desorientación y agotamiento… Repentinamente, el aire que respiraba era frío y límpido, arrojando algo de sentido en él. Esforzándose por enfocar los ojos, fue recibido por un prado, un prado ondulante que se elevaba hasta converger en un árbol otoñal magnífico. Y allí… sí, allí bajo las ramas fundidas en rojo y amarillo estaba Throe. Junto a quien se hallaba una figura delgada con un vestido blanco… una hembra. ¿A menos que estuviera teniendo visiones?
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No, no estaba teniéndolas. Cuando Zypher lo llevó más cerca, ella se volvió más definida. Ella era… incalculablemente hermosa, con piel pálida y pelo rubio enroscado en lo alto de su cabeza. Era vampira, no humana. Era… sobrenatural, su forma desprendía una iluminación, una tan brillante, que eclipsaba a la de la luna. Ah, entonces esto era un sueño. Debería haberlo adivinado. Después de todo, no había ninguna razón para que Zypher le llevara a una zona de tierras de labranza, arriesgando sus vidas para tomar un poco de aire fresco. Ningún motivo para que cualquier hembra esperara su llegada. Ninguna posibilidad de que alguien tan hermoso como ella estuviera ahí fuera sola en el mundo. No, esto era sólo producto de su delirio y por lo tanto se relajó en los brazos de hierro de su soldado, reconociendo que todo lo que su subconsciente había expulsado no iba a importar en absoluto, y muy bien podría dejar que las cosas se desarrollasen. A la larga, se despertaría y tal vez esto era un signo de que finalmente se había instalado en un sueño profundo y sanador. Además, cuanto menos luchara, más podría concentrarse en ella. Oh… qué belleza. Oh, virtuosa beldad, del tipo que convertía a reyes en siervos y a soldados en poetas. Esta era la clase de hembra por la que valía la pena luchar y morir, sólo para contemplar durante un momento su rostro. Qué lástima que sólo fuera una visión… El primer signo de que algo no iba fue que ella pareció desconcertada ante su aspecto. Aunque, su mente estaba probablemente buscando algo de realismo. Él ya era horrendo ileso, pero ¿golpeado y hambriento? Estaba de suerte si ella no retrocedía encogida y llena de horror. En realidad, ella se llevó las manos a las mejillas y sacudió la cabeza de un lado a otro hasta que Throe intervino como para proteger su delicada sensibilidad. No es que le hiciera desear un arma. Este era su sueño. Si ella iba a ser protegida, él se encargaría de esto. Bueno… dando por hecho que pudiera levantarse. Y que ella no saliera huyendo. —Está desfallecido —la oyó decir. Sus ojos se movieron trémulamente en respuesta al sonido puro y dulce. Aquella voz era tan perfecta como el resto de ella y se concentró con fuerza, tratando de conseguir que su cerebro la hiciera decir algo más en su sueño.
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—Sí —dijo Throe—. Se trata de una emergencia. —¿Cuál es su nombre? Xcor habló en este punto, creyendo que debería ser él quien hiciera su propia presentación. Lamentablemente, todo lo que le salió fue un graznido. —Túmbale —dijo la mujer—. Tenemos que hacer esto con celeridad. La hierba suave y fría se elevó hasta encontrar su cuerpo roto, amortiguándole como si la palma de la mano de la tierra fuera una manopla de lana. Y cuando volvió a abrir las puertas de acero de sus ojos, llegó a verla arrodillarse a su lado. —Eres… tan hermosa —eso fue lo que dijo. Lo que salió de su boca no fue nada más que gárgaras. Y de repente, tenía dificultad para respirar, como si algo hubiera reventado en su interior, ¿quizás a consecuencia de tanto movimiento? Salvo que esto era un sueño, así que, ¿qué importaba? Cuando la mujer alzó la muñeca, él extendió una mano temblorosa y la detuvo antes de que ella pudiera perforarse la vena. Sus ojos se encontraron. En la periferia, Throe otra vez acortó la distancia, como si le preocupara que Xcor hiciera algo violento. No a ella, pensó. Nunca a esta gentil criatura de su imaginación. Aclarándose la garganta, habló tan claramente como pudo. —Preserva tu sangre —le dijo a ella—. Hermosa, preserva lo que te hace vital. Él estaba demasiado acabado para alguien como ella. Y era cierto no simplemente porque estuviera mal herido y probablemente muriéndose. Incluso en su imaginación, ella era con mucho demasiado buena para estar siquiera cerca de él. Cuando Layla cayó de rodillas, encontró difícil hablar. El macho tendido ante ella estaba… bien, seriamente herido, sí, desde luego. Pero él era más que esto. A pesar de que estaba en el suelo y claramente indefenso, él era… Poderoso era la única palabra que le vino a la mente. Tremendamente poderoso. No podría decir casi nada de sus rasgos a causa de la hinchazón y las contusiones, y lo mismo en el caso de su pigmentación debido a toda la sangre seca. Pero en cuanto a forma física, aunque parecía no ser tan alto como los Hermanos, era así de ancho, y de amplios hombros, con brazos brutalmente musculosos.
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¿Quizás el contorno de su cuerpo era la base de la impresión que tenía de él? No, el luchador que la había convocado a este prado era de igual tamaño, como lo era el macho que entregó al herido aquí a sus pies. Este soldado caído era simplemente diferente de los otros dos… y de hecho, ellos le mostraban deferencia de manera sutil con sus movimientos y sus ojos. En efecto, este no era un macho con el que se jugara, más bien, como un toro, capaz de aplastar cualquier cosa en su camino. A pesar de eso, la mano que la tocaba era ligera como una brisa e incluso menos confinante… tenía la clara impresión de que no sólo él no la estaba manteniendo aquí, sino que quería que ella se fuera. Sin embargo, no pensaba abandonarle. De un modo extraño, ella estaba… atrapada… mantenida cautiva por una mirada azul intenso, que incluso en la noche y a pesar de que él era completamente mortal, parecía tener el fulgor del fuego. Y bajo aquel escrutinio, su corazón se aceleró y sus ojos se aferraron a él como si éste fuera, simultáneamente, indescifrable y susceptible de su entendimiento… De él salían sonidos, guturales e incomprensibles debido a sus heridas, urgiéndola a proseguir con premura. Necesitaba que lo lavaran. Atendieran. Cuidaran hasta su recuperación, una cuestión de días, quizás semanas. Sin embargo, aquí estaba, en este campo, con estos machos que obviamente sabían más sobre armas que sobre curación. Ella miró al soldado que conocía. —Debes llevarle para que lo curen después de esto. Aunque consiguió un asentimiento con la cabeza y una afirmación como respuesta, sus instintos le dijeron que era una mentira. Machos, pensó burlonamente, eran demasiado duros para su propio bien. Volvió a centrarse en el soldado. —Me necesitas —le dijo. El sonido de su voz pareció ponerle en una especie de embeleso, y ella lo aprovechó. Si bien estaba debilitado, Layla tenía la clara sensación de que él tenía poder más que suficiente en su cuerpo para impedirle que le llevara su vena hasta la boca. —Shhh —dijo ella, alargando la mano y apartándole hacia atrás el pelo corto—. Descansa, guerrero. Tal como proteges y sirves a aquellos como yo, permíteme que yo te devuelva tu servicio.
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10º Hermandad de la Daga Negra
Era tan orgulloso… podía decirlo por el empuje severo de su barbilla. Y sin embargo, pareció escucharla, dejó caer la mano de su antebrazo, su boca se separó, como si él fuera suyo para que lo mandara. Layla se movió rápido, se dispuso a aprovechar la rendición relativa, porque sin duda él se replegaría pronto de la sumisión. Mordiéndose la muñeca, rápidamente le llevó su brazo hasta los labios, las gotas caían una tras otra. Cuando él aceptó su regalo, el sonido que hizo fue realmente… impresionante: un gemido enlazado con infinita gratitud y, en su opinión, pavor infundado. Oh, cómo se aferraban aquellos ojos a los de ella, hasta que el campo, el árbol, los otros dos machos se desvanecieron, y todo lo que sabía era el macho al que estaba alimentando. Compelida por algo, sobre lo que era reticente a discutir, bajó el brazo… hasta que la boca masculina rozó su muñeca: Esto era algo que nunca había hecho con los otros machos, hasta este punto ni siquiera con Qhuinn. Pero quería saber cómo se sentía, la boca de este soldado sobre su piel… Se hizo el contacto inmediato, aquel sonido que él había proferido regresó, y entonces él formó un sello alrededor de los puntos gemelos. No le hizo daño, incluso siendo tan grande, tan privado de alimento como estaba, no la saqueó. En absoluto. Él extrajo con cuidado, manteniendo siempre su mirada penetrante sobre ella como si estuviera velándola, a pesar de que era él quien necesitaba de protección en su estado actual. El tiempo pasó y Layla supo que él estaba tomando mucho de ella, pero no le importó. Se habría quedado para siempre en este prado, bajo este árbol… unida a este guerrero valiente que casi había dado su vida en la guerra contra la Sociedad Lessening. Podía recordar haber sentido algo como esto con Qhuinn, esta sensación increíble de llegar a un destino, aún cuando no hubiera sido consciente de estar viajando. Pero esta atracción dejó lo que una vez había experimentado con aquel otro macho en vergüenza. Esto era épico. Y no obstante… ¿por qué debería confiar en tal emoción? Puede que esto sólo fuera una versión más vigorosa de lo que había sentido por Qhuinn. O tal vez así era simplemente cómo se cercioraba la Virgen Escriba de la supervivencia de la raza, biología por encima de la lógica. Haciendo a un lado tales pensamientos blasfemos, se concentró en su trabajo, su misión, su bendita contribución que era su única oportunidad de servir ahora que el papel de Elegida había quedado tan menguado.
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10º Hermandad de la Daga Negra
Proveer de sangre a machos de valía era todo lo que quedaba de su vocación. Todo lo que tenía en su vida. En vez de pensar en sí misma, de cómo se sentía, tenía que agradecer a la Virgen Escriba el haber venido aquí a tiempo para cumplir con su deber sagrado… y luego tenía que volver al complejo para encontrar otras oportunidades de ser útil.
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10º Hermandad de la Daga Negra
Capítulo 50
—¿Qué ha cambiado, John? En el dormitorio que Xhex y él habían compartido una vez, John se acercó a las ventanas y sintió cómo el frío flotaba por el aire a través del cristal transparente. Más abajo, los jardines estaban bañados por la iluminación de seguridad, el falso resplandor lunar hacía que el cemento de resina de alrededor de las losas de pizarra de la terraza pareciera fosforescente. Contempló el paisaje pero no había mucho que mirar. Todo había sido preparado para el invierno, las camas de flores envueltas en cubiertas de malla, los árboles frutales embolsados, la piscina vaciada. Las hojas erráticas de los arces y robles del linde del bosque se deslizaban a través de la hierba segada y en descomposición, que como ellas estaba sin hogar y en busca de refugio. —John. ¿Qué demonios pasa? Al final, Xhex no se había comprometido, y no la culpaba. Un giro de ciento ochenta grados era desconcertante, y la vida real segurísimo que no venía con cinturones de seguridad o air bags. ¿Cómo explicarse? se preguntó él mientras se debatía buscando las palabras. Finalmente, se giró en redondo, levantó las manos, y señaló: Tenías razón. —¿Sobre qué? Eso sería todo, pensó mientras comenzaba a hacer gestos. Anoche, observé a Qhuinn salir para meterse en el terreno de los mamones, solo. Wrath estaba caído, estábamos luchando, la Hermandad no había venido aún como apoyo… las balas estaban por doquier. La Banda de Bastardos nos había rodeado, y se nos estaba acabando el tiempo debido a la herida del Rey. Qhuinn… mira, él sabía que estaba mejor fuera de la casa, sabía que si podía asegurar el garaje, seríamos capaces de sacar a Wrath. Y… sí, esto casi me mata, pero le dejé salir ahí. Él es mi mejor amigo… y le dejé ir. Xhex se acercó y se sentó lentamente en una silla.
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10º Hermandad de la Daga Negra
—Por eso el cuello de Wrath estaba vendado… y Qhuinn estaba… Él fue a por Xcor, uno contra uno, y dio a Wrath la mejor oportunidad de sobrevivir. John sacudió la cabeza mirándola. Y de nuevo, le dejé salir ahí afuera porque… yo sabía que él tenía que hacer lo que pudiera. Era lo correcto en esa situación. John se paseó de un lado a otro, luego se situó a los pies de la cama, apoyando las palmas de las manos en las piernas, frotándolas de arriba abajo. Qhuinn es un buen luchador… es fuerte y decidido. Un bateador nato. Y gracias a que hizo lo que hizo, Wrath vivirá, así que sí, Qhuinn hizo lo correcto, aunque fuera peligroso. Él la examinó. Tú eres igual. Necesitamos ese rifle para declarar la guerra a los Bastardos, Wrath tiene que tener la prueba. Eres un cazador que puede salir a la luz del día, ninguno de nosotros puede hacerlo. También tienes tus habilidades symphath si el asunto se vuelve crítico. Eres la persona adecuada para el trabajo… aunque, el sólo pensamiento de tenerte cerca de ellos me aterroriza, eres la adecuada para enviar a dondequiera que ellos estén. Hubo una pausa larga. —No… sé qué decir. Él se encogió de hombros. Por eso no te expliqué nada de antemano. También es que estoy harto de conversar. De algún modo, es sólo hablar por hablar. Las acciones son las que cuentan. La constancia es lo que vale. Cuando ella se frotó la cara como si le doliera la cabeza, él frunció el ceño. Yo pensaba… que esto te haría feliz. —Sí. Claro. Es estupendo. —Se puso de pie—. Lo haré. Por supuesto que lo haré. Voy a tener que estar pendiente de las cosas para Trez, pero comenzaré esta noche. John sintió que los receptores de dolor en su pecho se encendían como una red de poder, lo cual le dijo lo mucho que había esperado esta rama de olivo. Había esperado que esto los reconciliara. Un Ctrl+Alt+Del que reinicializara su sistema. Él silbó para atraer sus ojos. ¿Qué pasa? Yo creía que esto cambiaría las cosas. —Oh, está claro que ya lo han hecho. Si no te importa, voy a salir. —Como su voz se atascó, se aclaró la garganta con una tos—. Sí, ve a hablar con Wrath. Dile que sí, que estoy dentro.
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10º Hermandad de la Daga Negra
Mientras iba hacia la puerta, parecía estar totalmente trastornada, sus movimientos eran forzados y rígidos. ¿Xhex? Gesticuló, lo cual no consiguió nada, porque ella se había dado vuelta alejándose. Él silbó otra vez, luego saltó del colchón y la siguió por el pasillo. Extendiendo la mano, le tocó el hombro, porque no quería ofenderla agarrándola. —John, sólo déjame ir… Él se interpuso delante de ella y perdió el aliento. Los ojos de Xhex brillaban con lágrimas rojas no derramadas. ¿Qué pasa? Hizo gestos desesperadamente. Xhex parpadeó rápido, negándose a dejar caer algo en sus mejillas. —¿Crees que voy a ponerme a saltar de alegría porque ya no estés unido a mí más? Él retrocedió tanto que casi se cayó. ¿Perdona? —Yo no sabía que esto podría terminar, pero en tu caso, claramente esto tiene… ¡Y una mierda! Estampó los pies en el suelo porque tenía que hacer algo de ruido. ¡Estoy completa y jodidamente unido a ti! ¡Y esto va completamente sobre nosotros, porque quiero estar contigo otra vez, porque esté contigo o no, esto sigue siendo lo que hay que hacer! ¡Tú eres la persona adecuada para el trabajo! Ella pareció momentáneamente sorprendida, solamente sus párpados se movían. Entonces se cruzó de brazos y alzó la mirada hacia él. —¿Vas en serio? ¡Sí! Él se obligó a no saltar arriba y abajo otra vez. Dios, sí… joder, sí… lo he pillado todo. Sí. Ella apartó la mirada. Miró hacia atrás. Tras un momento, dijo bruscamente: —He… odiado no estar contigo. Yo, también. Y lo siento. Cuando él respiró hondo, su corazón se aligeró lo bastante como para no sentirlo abriéndose brecha a través de su esternón. No creo que pueda luchar nunca a tu lado. Es como esperar que un cirujano opere a su esposa. Pero no voy a interponerme en tu camino… ni nadie más tampoco. De entrada, tenías razón, has estado luchando por más tiempo del que has estado conmigo, y deberías ser capaz de hacer lo que quieras. De verdad que no puedo estar allí, aunque… quiero decir, mira, si pasa, pasa, pero me gustaría evitarlo si podemos.
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10º Hermandad de la Daga Negra
Mientras los párpados femeninos caían un poco, tuvo la sensación de que ella le estaba escaneando de la manera en que lo hacía su otro lado, y cuadró los hombros bajo el escrutinio: Él sabía lo que tenía en su mente, su corazón, y su alma. Solamente tenía el amor por ella. Quería su regreso. No tenía nada que esconder. Y aquellas palabras que acababa de soltar no eran sólo algo que había pensado largo y tendido, sino que sabía que podría vivir con ellas. No se trataba de algo dicho sin pensar por un tipo recién emparejado que cree que la vida va a ser una brisa sólo porque tiene a la muchacha de sus sueños en sus brazos y un futuro tan brillante que tenía que ponerse a la sombra. Ahora, mientras hablaba, lo hacía como un macho que había vivido durante meses sin su compañera; que había sufrido por el extraño valle de la muerte que surgía de saber que la que amabas estaba en el planeta, pero no en tu vida; un macho que había emergido del otro lado del infierno con un nuevo entendimiento de sí mismo… y de ella. Estaba listo para encontrarse con la vida real cara a cara… y el compromiso. Sólo rezó para no ser el único. Cuando Xhex alzó la mirada a John, se encontró parpadeando como una idiota. Hay que joderse, no había esperado nada de esto: la llamada personal de Wrath, la oportunidad que le presentaron… y definitivamente tampoco lo que John le estaba diciendo ahora. Sin embargo, él era completamente sincero. No era una estratagema deliberada para recuperarla en su vida, aunque ya lo sabía sin necesidad de leer su rejilla. No era el estilo de John. Él quería decir cada palabra. Y todavía estaba unido a ella, gracias a Dios. El problema era… que ella ya había estado antes con él en esta esquina del ring. Había estado lista para una buena racha de dichosa normalidad. ¿En cambio? La relación más importante que había tenido fracasó estrepitosamente. —Seguro que no vas a tener ningún problema con que yo entre en dondequiera que ellos vivan y que tal vez luche directamente con ellos. Sin respaldo. Si algo te pasa, voy a ser Tohr. Derechito. Cien por cien. Pero el miedo a esto no va a conseguir que trate de mantenerte en casa. —Eras bastante inflexible respecto a que donde Tohr está no es un lugar donde tú quieras estar.
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10º Hermandad de la Daga Negra
Él se encogió de hombros. Pero mira, ya estoy en ello si no estamos juntos. Después de que fueras herida, creo… creo que tenía la idea de que si pudiera conseguir simplemente que no lucharas, entonces estaría a salvo de lo que él estaba pasando. Que no estaría expuesto a esa mierda porque tú no serías apuñalada o… bueno, algo peor. Pero vamos, el centro de la cuidad de Caldwell no es el lugar más seguro del planeta, y no trabajas precisamente con niños en ese trabajo para Trez. Es más, estoy en todo contigo…ya sea en la vejez, el autobús número diecinueve o una bala del enemigo… te pasa algo y estoy jodido. Xhex entornó los ojos. Podía leer su rejilla, pero no cada parte de su cerebro, y antes de que ella se abriera hasta él otra vez y se despertaran sus esperanzas, era crítico saber que él había reflexionado este asunto detenidamente. —¿Y después? Supón que consigo el rifle y lo devuelvo aquí y resulta ser el arma que fue usada, ¿y si yo quiero ir tras ellos? Wrath no es mi Rey, pero me gusta el tipo, y la idea de que alguien tratara de cargárselo me pone de mala uva. La mirada de John no vaciló, llevándola a creer que, de hecho, él había considerado aquel desenlace. Mientras no esté en la rotación contigo, estaré bien. Si tengo que entrar como refuerzo… bien, es lo que hay, y nos ocuparemos de ello. Yo me ocuparé de ello, corrigió. Sólo no quiero estar en el mismo territorio al mismo tiempo que tú si podemos evitarlo. —¿Y si yo quiero mantener mi trabajo con Trez? Permanentemente. Eso es asunto tuyo. —¿Y si quisiera seguir quedándome en mi cabaña? Realmente no tengo derecho a exigir algo en este punto. Era, por supuesto, todo lo que ella había querido oír: ninguna restricción sobre su persona, libre para elegir, libre para ser iguales. Y, Dios, quería estar en todo esto. Estar apartada de él había sido el período más jodido de oscuridad que había atravesado jamás. Pero la cuestión era, que estaba acostumbrada al sufrimiento crónico. Lo único peor que esto sería que tendría que aclimatarse a esta clase de infierno de nuevo. Y no creía que pudiera pasar por ello… No hago esto para «hacer las paces» contigo, Xhex. Quiero esto… joder, sí, realmente quiero esto. Pero así es como espero que sean las cosas de aquí en adelante. Y como dije, las palabras no significan una mierda. Así que, ¿qué te parece si te pones a trabajar y vemos lo que pasa? Déjame demostrarte con acciones lo que te he dicho ahora. —Eres consciente de que no puedo pasar por otro de tus desmadres. No puedo… es demasiado duro.
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10º Hermandad de la Daga Negra
Estoy tan jodidamente arrepentido. Mientras gesticulaba, articulaba también las palabras, la vergüenza en su cara la mordió en el pecho. Tan arrepentido… no estaba preparado para cómo reaccionaría porque nunca había considerado las ramificaciones hasta que estuve metido hasta las rodillas en ellas. Lo manejé mal, y me gustaría que me dieras la oportunidad de hacerlo mejor. Pero a tu ritmo, a tu elección. Ella retrocedió un millón de años atrás a Lash y aquel callejón, cuando John le había dado su venganza, había permitido que ella fuera la que matara a su propio enemigo personal. Y lo había hecho a pesar del asunto de macho vinculado, que sin duda le había hecho a John querer destrozar a aquel avieso hijo de puta. Él tenía razón, pensó. Las buenas intenciones no siempre salían bien, pero él podría demostrar cómo iban a ser las cosas con el transcurso del tiempo. —Bien —dijo ella con voz ronca—. Probemos. ¿Vienes conmigo a ver a Wrath? Cuando John asintió con la cabeza una vez, ella se colocó junto a él. Juntos bajaron al estudio del Rey. Cada paso que daban parecía inestable, aunque la mansión era sólida como una roca. Sin embargo, ella sentía como si el terremoto que había estado sacudiendo su vida como una licuadora se hubiera parado de repente, y no confiaba en su equilibrio o la firmeza de lo que había debajo de sus pies. Antes de llamar a las puertas cerradas, se giró hacia el macho que se había hecho tallar su nombre en su espalda. La asignación que ella estaba a punto de aceptar era peligrosa, algo vital para Wrath y la Hermandad. Pero las implicaciones en su propia vida, y la de John, parecían aún más significativas. Acercándosele un paso, puso sus brazos alrededor del cuerpo masculino y esperó. Cuando él le devolvió el abrazo, encajaron exactamente igual a cómo siempre lo hacían, como una mano en el guante. Maldición, esperaba que esto saliera bien. Ah, y sí, ¿echar mano a Xcor y su banda de fanáticos? Un plus estupendo.
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Capítulo 51
La realidad de que la hembra de blancas vestiduras no había sido un sueño llegó gradualmente a Xcor, más bien como niebla aclarándose a la vista para revelar los contornos y conceptos ocultos anteriormente desde la memoria inmediata. Estaba en la parte trasera de la furgoneta, descansando en el asiento delantero que le había sostenido desde su guarida, la cabeza recostada en la carnosa curva interna del codo, las rodillas flexionadas y cruzadas una encima de la otra. Zypher no estaba tras el volante esta vez. Throe estaba conduciendo. El macho había estado en silencio desde que dejaron la pradera. Poco característico, también. Mientras Xcor miraba fijamente hacia adelante, trazaba el sutil patrón en la imitación de piel de la tapicería del asiento de Throe. Era un trabajo complicado, dado que la única luz que tenía era desde los instrumentos del panel frontal. —Entonces, ella era real —dijo pasado un rato. —Aye —llegó la calmada respuesta. Xcor cerró los ojos y se preguntó cómo era posible que una hembra como aquella realmente existiera. —Era una Elegida. —Aye. —¿Cómo te las apañaste para eso? Hubo una larga pausa. —Me alimentó cuando la Hermandad me tuvo bajo custodia. Le dijeron que era un soldado, no me identificaron como su enemigo para ahorrarle preocupaciones. —No deberías de haberla utilizado —gruñó él—. Es una inocente en todo esto. —¿Qué otra opción tenía? Estabas muriéndote.
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10º Hermandad de la Daga Negra
Empujó ese hecho fuera de la mente, centrándose en su lugar en la revelación de que eso que era una leyenda, de hecho vivía y respiraba. Y servía a la Hermandad. Y a Throe. Por alguna razón, el pensamiento de su soldado tomando de la vena de esa hembra hizo que Xcor quisiera rodear el reposacabezas, y romperle el cuello al macho. Salvo que los celos, por muy injustificados que fueran, eran solo uno de sus problemas. —Nos has comprometido. —Ellos nunca la utilizarán como localizador —dijo Throe en tono grave—. ¿Una hembra Elegida? ¿Entrando en guerra de algún modo? Los Hermanos están demasiado anclados en el pasado, y ella es de lejos demasiado valiosa. Ellos nunca la llevarán al campo de batalla. Pensando más detenidamente en las cosas, decidió que probablemente Throe tenía razón… esa hembra era inestimable de demasiados modos como para contarlos. Además, su Banda de Bastardos se ponía en camino cada tarde en cuanto rompía la noche... estaban lejos de ser blancos fáciles. ¿Y si encontraban a los Hermanos? Volverían a entablar batalla. Él no era un gatito para correr ante su enemigo… mejor tener planeado un ataque, pero eso no era siempre posible. —¿Cuál es su nombre? —exigió. Más silencio. Mientras esperaba respuesta, la reticencia le dijo que tenía razones para estar celoso, al menos en un aspecto. Claramente su segundo al mando se sentía del mismo modo que él. —Su nombre. —No lo sé. —¿Cuánto tiempo la has estado viendo? —No lo he hecho. Contacté con ella únicamente en tu nombre. Recé para que viniera y ella lo hizo. Xcor inhaló larga y lentamente, sintiendo las costillas expandirse por primera vez sin dolor desde que se había enfrentado al guerrero de ojos dispares. Era la sangre de ella en él. De hecho, menudo milagro era ella: la sensación de ahogarse en su propio cuerpo se había aliviado, el golpeteo de la cabeza aliviado, el latido de su corazón establecido en un ritmo firme. Y todavía el poder lo recorría, alejándolo del borde, lo que no presagiaba nada bueno para él y sus soldados. ¿Y si eso era lo que la Hermandad disfrutaba a intervalos regulares? Entonces eran más fuertes no sólo en virtud de su línea de sangre, sino por su alimentación.
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10º Hermandad de la Daga Negra
Al menos eso no los hacía imbatibles. El disparo de Syphon había probado que incluso el Rey de sangre pura tenía puntos vulnerables. Pero eran incluso más peligrosos de lo que había pensado. Y en cuanto a la hembra… —¿Vas a convocarla otra vez? —preguntó a su soldado. —No, nunca. Ninguna vacilación en ello, lo cual sugería que era o una mentira o una promesa. Por el bien de ambos, esperaba más bien que fuera lo último… Oh, pero qué estaba pasando. Se había alimentado de ella una única vez, y no era suya… y nunca lo sería, por demasiadas razones para enumerarlas. De hecho, volviendo a pensar en el modo que incluso la puta humana había reculado ante él en la fuente, sabía que alguien tan puro y perfecto como la Elegida no querría tener nada que ver con alguien de su apariencia. Throe, en cambio, podría tener una oportunidad… salvo, por supuesto, que él no era un Hermano. Él estaba, sin embargo, enamorado de ella. Sin duda ella era utilizada para esto. Xcor cerró los ojos y se concentró en su cuerpo, sintiéndolo curarse, realinearse, reanimarse. Se encontró deseando que el mismo rejuvenecimiento pudiera ocurrir en su cara, su pasado, su alma. Naturalmente mantenía para sí mismo ese ruego impotente. Por un lado, era una imposibilidad. Por otro, era una fantasía pasajera impartida por la visión de la hermosa hembra… a quien sin lugar a dudas le había causado repulsión. En verdad, no había redención para él en su futuro. Había dado un golpe tremendo contra la Hermandad y ellos irían tras él y su Banda de Bastardos con todas las fuerzas que pudieran reunir. Tomarían también otras acciones: si Wrath había muerto sin descendencia, estarían peleando por ocupar el trono con el macho con la relación de sangre más cercana que pudieran encontrar. A no ser que el Rey estuviera colgando del borde de la muerte con la punta de los dedos. ¿O que quizás se hubiera repuesto gracias a toda esa tecnología médica que habían cultivado en el complejo? Por lo general, pensamientos como esos lo habrían consumido, la falta de respuestas enroscándose hacia arriba por las tripas y provocándole paseos sin fin si no estaba luchando. Ahora, no obstante, ante las secuelas lógicas de la alimentación, las cavilaciones no eran más que distantes chillidos de urgencia que no iban más allá y que fracasaban en excitarlo.
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10º Hermandad de la Daga Negra
La hembra bajo el coloreado arce era a lo que le estaba dando vueltas. Mientras recuperaba sus rasgos de la memoria, se dijo que se permitiría esa única noche de distracción. No estaba en condiciones de luchar, incluso con su regalo, y sus soldados estaban fuera llevando adelante la misión contra los lessers, así que todavía se estaban haciendo algunos progresos. Una noche. Y luego desde la puesta de sol hasta la madrugada, iba a arrojarla a un lado así como había hecho con sus fantasías y pesadillas, volviendo así al mundo real de la batalla una vez más. Una única noche. Eso era todo lo que le concedería a esta diversión de imaginación sin futuro. Asumiéndolo, un hilo de voz le indicó que Throe mantendría su palabra y que nunca más la buscaría.
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Capítulo 52
—¿Una más? Cuando Tohr volvió sus atenciones hacia la bandeja de plata con comida, No’One quiso declinar la oferta. Es más, se recostó contra los almohadones de la cama, estaba llena. Y sin embargo, cuando él se volvió hacia ella con otra fresa madura sujeta por la suave corona verde, encontró la fruta demasiado tentadora para resistirse. Abriendo los labios, esperó, como había aprendido a hacer, que él le llevara la comida. Varias de las brillantes y rojas bayas habían fracasado en cumplir sus rigurosos requisitos y habían sido apartadas a un lado y al borde de la bandeja. Lo mismo había valido para algunos de los trozos de pavo recién cocinado, así como partes de la ensalada verde. Sin embargo el arroz, había pasado del todo la criba, al igual que las deliciosas rebanadas de pan. —Aquí —susurró él—. Ésta es una buena. No’One le vio observarla mientras aceptaba lo que la proveía. Estaba centrado particularmente en su consumo… de un modo que era a la vez conmovedor y fuente de fascinación. Había escuchado de machos haciendo esto. Había captado vistazos de sus padres en este tipo de ritual, su madre sentada a la izquierda de su padre en la mesa del comedor, él inspeccionando cada fuente, cuenco, vaso y taza antes de que fuera enviado en su dirección por él personalmente, más que por el servicio… proveyendo los alimentos que eran de calidad suficientemente buena. Había asumido que la práctica era un curioso remanente de otra época. No lo era. Este lugar privado aquí con Tohrment daba pie a intercambios como ése. De hecho, podía imaginar eones atrás, en las cavernas, a un macho regresando con algo recién matado y haciendo lo mismo. La hacía sentirse… protegida. Valiosa. Especial. —¿Una más? —preguntó de nuevo. —Conseguirás que engorde.
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10º Hermandad de la Daga Negra
—Las hembras deberían tener carne en los huesos —sonrió de modo distraído mientras recogía una baya gorda y fruncía el ceño ante ella. Cuando sus palabras resonaron, no las tomó como si quisiera decir que pensaba que no hacía falta estar a la moda. ¿Cómo podría ella, cuando él no había hecho más que seleccionar la comida perfectamente buena y descartar lo que consideraba no era lo suficientemente valioso para ella? —La última, entonces —dijo ella suavemente—, y luego declinaré todas las ofrendas. Estoy llena a reventar. Él lanzó la fresa a un lado con el resto de las rechazadas y enganchó otra, y mientras le hacía de todo a la pobre cosa excepto gruñirle, el estómago de él liberó un alarido de vacío. —Debes necesitar comer también —indicó ella. El gruñido que recibió en respuesta era o de aprobación a regañadientes de una segunda fresa o bien por estar de acuerdo… probablemente lo primero. Mientras ella mordía y masticaba, él dejó descansar los brazos en el regazo y le miró fijamente la boca como si estuviera preparándose para ayudarla a tragar si tuviera que hacerlo. En ese tranquilo momento, ella pensó en cómo él había cambiado desde el verano. Era mucho más grande… increíblemente también, su una vez corpulento cuerpo era ahora absolutamente gigantesco. Y aún así, no se había hinchado de modo poco atractivo, los músculos expandidos hasta límites desconocidos sin ninguna capa de grasa sobre ellos, su forma agradable a la vista en proporciones. La cara había permanecido delgada, pero ya no estaba demacrada y la piel había perdido esa palidez grisácea que no había reconocido hasta que el color floreció de nuevo en sus mejillas. El mechón blanco, sin embargo, continuaba en su pelo, evidencia de por todo lo que él había pasado. ¿Con cuanta frecuencia pensaba en su Wellesandra? ¿Estaba incluso ahora dándole vueltas? Por supuesto que lo estaba. Mientras le dolía el pecho, encontró difícil respirar. Siempre había tenido afinidad por él, sus receptores de dolor se disparaban cuando estaba al borde de la muerte tan seguro como si su pérdida fuera la propia. Aunque ahora, ella tenía un tipo de agonía diferente tras su esternón. Quizá era porque ahora estaban aún más cerca. Sí, eso era. Estaba condoleciéndose por él a un nivel incluso más profundo.
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10º Hermandad de la Daga Negra
—¿Lista? —dijo él ladeando la cara a un lado, la luz de la lámpara golpeó con dulce amabilidad. No, estaba equivocada, pensó mientras arrastraba otra bocanada en su interior. Esto no era conmiseración. Esto era algo totalmente diferente a preocuparse por el sufrimiento de otro. —¿Autumn? —dijo él—. ¿Estás bien? Contemplándole, sintió un repentino escalofrío hormiguear en la piel de sus antebrazos y pasar rozando sus hombros desnudos. Bajo la calidez del cubrecama, su cuerpo vibró en su propia piel, enfriándose y luego enrojeciendo de calor. Que era lo que pasaba, suponía, cuando tu mundo se ponía patas arriba. Querida Virgen Escriba… estaba enamorada de él. Se había enamorado de este macho. ¿Cuándo había ocurrido? —Autumn —su voz creció en fuerza—. ¿Qué está pasando? El “cuando” no podía ser identificado, decidió. El cambio había ocurrido milímetro a milímetro, el motor del cambio guiado por intercambios entre ambos, grandes y pequeños… hasta que, parecido al modo en que la encantadora noche caía y tendía su reclamo sobre el paisaje de la tierra, lo que empezó como imperceptible culminó en lo innegable. Se puso en pie como un rayo. —Traeré a Doc Jane… —No —dijo tendiéndole la mano—. Estoy bien. Simplemente cansada y saciada por la comida. Por un momento, él le dirigió su mirada “fresil”, ese ojo exigente, entrecerrado y fijo. Pasó claramente la criba, sin embargo, cuando él se dejó caer atrás. Forzando una sonrisa en los labios, ella señaló a la segunda bandeja, la única que todavía tenía la tapadera de plata sobre los platos. —Deberías comer ahora. De hecho, quizás deberíamos conseguirte algo de comida recién hecha. Él se encogió de hombros. —Ésta está bien.
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10º Hermandad de la Daga Negra
Hizo estallar las fresas que no habían sido lo suficientemente buenas para ella en el interior de su boca mientras destapaba la comida, y luego, comió todo lo que había dejado a un lado de la bandeja de ella, así como todo lo que había en la propia. Que desviase su atención era algo bueno. Cuando hubo terminado con su comida y con los restos de la de ella, tomó las bandejas y los soportes y los puso fuera en el pasillo. —Vuelvo en seguida. Con eso, desapareció en el baño y pronto el sonido de agua corriendo llegó hasta ella. Acurrucándose sobre el costado, contempló las cortinas cerradas. Las luces se apagaron y entonces su silencioso y suave caminar llegó cruzando la alfombra. Hubo una pausa antes de que se subiera a la cama… y por un momento, se preguntó si él había leído su mente. Pero sintió una fresca brisa contra ella y se dio cuenta de que había levantado el cubrecama. Por primera vez. —¿Va bien que me una a ti? Súbitamente, ella parpadeó para contener las lágrimas. —Por favor. El colchón se hundió y entonces dejó caer su desnudo cuerpo contra el de ella. Mientras la recogía entre los brazos, ella fue voluntariamente y con sorpresa hacia él. Ese extraño y ambiental fresco pasó a través de ella de nuevo, trayendo una sensación de aprensión. Pero entonces fue calentada, incluso quemada… por la piel de él contra la suya. Él nunca debía saberlo, pensó ella mientras cerraba los ojos y descansaba la cabeza contra su pecho. Nunca jamás debía saber que lo que latía dentro de su corazón era por él. Lo arruinaría todo.
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INVIERNO
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Capítulo 53
Cuando Lassiter se sentó al pie de la gran escalinata, miró hacia el techo pintado, unas tres plantas por encima de él. Entre las figuras de guerreros a lomos de sementales, buscó entre las nubes pintadas y encontró la imagen que estaba buscando, pero no quería ver. Wellsie aparecía aun más lejos en la escena, su forma aun más compacta, mientras se encogía dentro de ella misma, en ese campo de rocas grises. En verdad, él estaba perdiendo la esperanza. Pronto estaría tan lejos que sería imposible verla. Y entonces, todo habría terminado: ella estaría acabada, él estaría acabado… Tohr estaría acabado. Había creído que No’One era la respuesta. Y, ¿sabes qué? A principios del otoño, llegó a estar convencido de que todo se había arreglado. La noche después de que Tohr por fin se llevara a la cama como es debido a esa hembra, ella se presentó en la cena sin la capucha y sin esa horrible túnica: llevaba un vestido, un vestido azul aciano que le quedaba demasiado grande, pero igualmente precioso, con el pelo suelto sobre los hombros, como una cascada rubia. Ambos tenían ese aspecto que solo se consigue cuando dos personas se han pasado horas matándose a polvos. Hizo las maletas en ese momento. Espero en su habitación. Se paseó por ella durante horas, esperando que el Hacedor le convocara. Cuando el sol se puso de nuevo, lo achacó a un retraso administrativo. Cuando volvió a amanecer, empezó a preocuparse. Después, empezó a resignarse. Ahora, estaba en modo pánico… Allí, con el culo plantado, contemplando la figura imaginaria de una hembra muerta, se encontró preguntándose lo mismo que Tohr se preguntaba tan a menudo. ¿Qué más quería conseguir el Creador con todo esto? —¿Qué estás buscando?
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10º Hermandad de la Daga Negra
Cuando esa profunda voz le interrumpió, miró al macho en cuestión. Obviamente, Tohrment había salido de la puerta oculta bajo la escalera, venía vestido con unos pantalones cortos de correr y una camiseta de tirantes, el sudor resbalaba por su piel y su cabello oscuro. Aparte del abundante sudor post-ejercicio, el tío tenía una pinta estupenda. Pero eso era lo que les ocurría a estos cuando estaban bien alimentados, bien follados y no estaban heridos. Sin embargo el Hermano perdió algo de ese aspecto sano y lozano cuando sus ojos se encontraron. Lo que le sugería que tenía la misma preocupación que él, justo bajo la superficie, siempre latente, una preocupación crónica. Tohr se acercó y se sentó, secándose la cara con la toalla. —Cuéntame. —¿Sigues soñando con ella? No hacía falta usar el nombre propio de “ella”. Entre ellos, era la única hembra que importaba. —La última vez hace una semana. —¿Qué aspecto tenía? Como si no lo supiera. Joder, si estaba mirándola ahora mismo. —Más lejano —Tohr se quitó la toalla de alrededor del cuello y la retorció entre los puños—. ¿Estás seguro de que no está simplemente desvaneciéndose hacia el Fade? —¿Te pareció que estaba contenta? —No. —Pues ahí tienes tu respuesta. —Hago todo lo que puedo. Lassiter le miró y asintió. —Sé que lo haces. Estoy completamente seguro. —Así que tú también estás preocupado. Nada que contestar a eso. Los dos permanecieron sentados en silencio, uno junto a otro, con los brazos apoyados en las rodillas y, frente a ellos, un muro de ladrillos metafórico, que les impedía ver algún horizonte. —¿Puedo ser sincero contigo? —dijo el Hermano. —Por descontado.
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—Estoy aterrorizado. No sé qué es lo que estoy pasando por alto en todo esto —se frotó la cara con la toalla de nuevo—. No duermo mucho y no tengo claro si es porque me da miedo lo que pueda ver… o lo que pueda no ver. No entiendo como ella lo soporta. La respuesta más corta era que no lo hacía. —Hablo con ella —murmuró Tohr—. Cuando Autumn está dormida, me siento en la cama y me quedo contemplando la oscuridad. Le digo… Cuando la voz del tipo se quebró, Lassiter sintió ganas de gritar… y no porque pensara que Tohr era un mariquita. Sino más bien porque le dolía tanto escuchar esa agonía en su voz… Mierda, debía de haber desarrollado una conciencia o algo así en algún momento del último año. —Le digo que aun la amo, que siempre la amaré, pero que he hecho todo lo posible para… bueno, no para llenar su vacío, porque nadie puede hacer eso. Pero por lo menos intento vivir algún tipo de vida… Mientras el macho continuaba hablando en tono triste y suave, a Lassiter repentinamente le aterrorizó la posibilidad de que, de alguna manera, podía haberle asesorado mal, de que… mierda, no sabía. Podía haberla cagado, haber dicho algo erróneo, haber enviado a este pobre y afligido bastardo en una dirección incorrecta. Repasó todo lo que sabía sobre la situación, desde el principio, reconstruyendo su evolución paso a paso, hasta el punto en el que estaban. No pudo encontrar ningún fallo, ningún tropezón. Los dos lo habían hecho lo mejor que habían podido. En definitiva, parecía que ese era el único alivio que podía encontrar, aunque apestara. La idea de haber hecho daño, aunque fuera inadvertidamente, a este macho de valía era muchísimo peor que su versión del purgatorio. No tendría que haber aceptado esto jamás. —Joder —suspiró cerrando sus ojos doloridos. Habían llegado tan lejos, pero era como si estuvieran persiguiendo un blanco móvil. Cuanto más corrían, cuanto más allá viajaban, más lejano parecía el final. —Simplemente tengo que intentarlo con más fuerza —dijo Tohr—. Es la única respuesta. No sé qué más puedo hacer, pero tengo que ir más allá de alguna forma. —Sí. El Hermano se volvió hacia él. —Sigues aquí, ¿no?
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Lassiter le lanzó una mirada. —Si me estás hablando a mí, eso es un sí. —Vale… Eso está bien —el Hermano se puso en pie—. Entonces aun tenemos algo de tiempo. Yuju. Fantástico. Como si eso fuera a cambiar algo.
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En el exterior de su cabaña privada, Xhex estaba sola junto a la orilla del Hudson, con las botas hundidas en la blanca nieve y expulsando nubes de vapor a través de la nariz, que se alejaban por encima de su hombro. El resplandor del atardecer, de color melocotón y rosado, se derramaba sobre el helado paisaje que estaba detrás de ella, reflejando sus colores en las perezosas olas del centro del canal. No quedaba mucha agua en el río: el hielo se estaba formando en las orillas y cerrándose hacia el interior, amenazando con estrangular la superficie mientras el frío se iba incrementando con el avance de la estación. Sin que ella lo ordenara, sus sentidos symphath lanzaron los tentáculos invisibles, crepusculares a sondear el fino y helado ambiente. No esperaba ningún acierto, pero estaba tan acostumbrada a mantenerse receptiva tras este último par de meses que había encontrado esta faceta de su necesidad de estirarse y extenderse hacia el exterior, aunque solo fuera para ejercitarse. No había encontrado la guarida de la Banda de Bastardos. Aún. La persona perfecta para el trabajo, ¿eh? Francamente, toda esta mierda estaba empezando a resultar embarazosa. Pero claro, las razones para manejar todo esto con mucha cautela eran demasiadas para contarlas: se jugaban mucho de ella al ponerlos en su punto de mira, tan silenciosa y discretamente como fuera posible y, al menos el Rey y los Hermanos lo entendían. John también había ofrecido todo su apoyo a la misión. Paciente. Dispuesto a discutir sobre cualquier punto o a no sacarlo a colación en absoluto cuando ella estaba en la mansión… cosa que, tal y como habían resultado las cosas, ocurría de forma regular: entre ver a su madre, informar a la Hermandad y al Rey o incluso pasar el rato, solía andar por allí dos o tres veces a la semana. Aun así, cuando se trataba de John, las cosas nunca habían ido más allá de una comida educada. Aunque la miraba ardientemente.
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Ella sabía lo que John estaba haciendo. Estaba manteniendo su palabra, manteniéndose apartado hasta que ella se infiltrara en la BdB, para poder probar que hablaba en serio cuando dijo lo que dijo. Pero, por extremadamente estúpido que pudiera parecer… ella quería estar con él. Y no en plan estar con él separados-poruna-mesa-de-comedor. Para ellos, suponía una mejora con respecto al verano y al otoño, eso seguro… pero aun no lo suficiente. Recuperando la concentración, continuó registrando los alrededores sin motivo aparente, hasta que la oscuridad cayó rápidamente sobre todo lo que la rodeaba. En el cielo, la luz se apagó a la manera de finales de diciembre, o sea, que la condenada luz se desvaneció como si estuviera huyendo, perseguida por el frío. Hacia su izquierda, en la mansión de la península, las luces se encendieron un tanto repentinamente, como si Assail tuviera contraventanas en la parte interior de los cristales. En un momento la propiedad estaba a oscuras y al siguiente parecía un estadio de futbol. Ah, sí, el gentilmacho Assail… ¿no? El poder del tipo en el mundillo de la droga de Caldwell era casi seguro, con nadie más de importancia aparte del suministrador de los peces gordos Benloise. Lo que no acababa de entender era quienes componían la tropa de los vampiros. No podía estar gestionando un negocio de esa envergadura por sí mismo y, a pesar de ello, nunca había nadie entrando y saliendo de su casa aparte de él. Aunque, ¿por qué querría a sus socios en su espacio privado? Un poco más tarde, un coche se abrió paso por el camino en dirección al exterior. Ese Jaguar suyo. Vaya mierda, ese cabrón debería invertir en un Range-Rover blindado. O en un Hummer como el de Qhuinn. El Jag era rápido y al hijo de puta le sentaba bien, pero vamos. Un poquito de tracción con toda esta nieve nunca era mala idea. El deportivo redujo la velocidad hasta detenerse al acercarse a ella, el humo del tubo de escape salía en volutas y brillaba bajo las luces rojas traseras haciendo figuras que un mago invocaría en el escenario. Se abrió una ventanilla y una voz masculina dijo: —¿Disfrutando de la vista? Sintió la tentación de mostrarle el dedo corazón, pero lo mantuvo oculto mientras cruzaba los montones de nieve hacia él. En este punto, Assail no estaba considerado como “sospechoso” per se… en realidad había ayudado a la Hermandad a sacar a Wrath de allí cuando frustraron el intento de asesinato. Pero aun así, el ataque había tenido lugar en su casa y ella se preguntaba de dónde sacaba Xcor la financiación:
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Assail ya tenía dinero antes de decidir convertirse en rey de la droga y las guerras requieren pasta. Especialmente si estás intentando luchar contra el Rey. Concentrando su lado symphath en el macho, leyó su rejilla emocional y vio un buen montón de… bueno, lujuria, de entrada. La deseaba, pero estaba dispuesta a apostar a que ese deseo no se reducía específicamente a ella. A Assail le gustaba el sexo con chicas. Vale. Entendido. Sin embargo, bajo ese subidón de testosterona, encontró un ansia de poder que era curioso. Sin embargo, no se trataba de derrocar al Rey. Era… —¿Leyéndome la mente? —dijo él lentamente. Si supiera con quien estaba hablando… —Te sorprendería saber lo que puedo averiguar sobre la gente. —Así que sabes que te deseo. —Te recomiendo que no sigas por ahí. Estoy emparejada. —Eso he oído. Pero, ¿dónde está tu hombre? —Trabajando. Cuando sonrió, las luces del salpicadero reflejaron sus facciones, destacándolas y haciéndole incluso más atractivo. Pero no era solo un niño bonito: había un toque de maldad en esos ojos ardientes suyos. Un macho peligroso. Aunque aparentara no ser más que un acicalado miembro de la glymera. —Bueno —murmuró—, ya sabes lo que dicen. La distancia es el olvido… —Dime una cosa. ¿Sueles ver a Xcor por algún sitio? Eso le hizo callar. Y bajó los párpados. —No tengo ni idea —dijo después de un momento— de por qué me preguntas eso. —Oh, vamos. —Ni idea. —Sé lo que ocurrió en tu casa en otoño. Hubo otra pausa. —Nunca hubiera creído que la Hermandad mezclaba los negocios con el placer — como ella se limitó a mirarle, él se encogió de hombros—. Bien, francamente, no
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puedo creer que sigan buscándole. De hecho, me sorprende que ese bastardo siga respirando. —Así que le has visto últimamente. Ante eso, su rejilla se encendió en un sector en particular: obstrucción. Estaba escondiéndole algo. Ella sonrió fríamente. —¿No es cierto, Assail? —Escucha, voy a darte un consejo gratuito. Ya sé que vas toda vestida de cuero y eres una chica dura y una mujer del mundo de hoy, pero no te interesa tener nada que ver con ese tío. ¿Has visto la pinta que tiene? Estás emparejada con un chico guapo como John Matthew, no necesitas… —No voy buscando follarme a ese bastardo. Su lenguaje deliberadamente soez le hizo parpadear. —Por supuesto. Y, esto… bien por ti. Por lo que a mí respecta, no le he visto. Ni siquiera la noche en que tendió la emboscada a Wrath. Mentiroso, pensó ella. Cuando Assail volvió a hablar, lo hizo en voz muy baja. —Deja en paz a ese macho. No quieres cruzarte en su camino… tiene menos compasión que yo mismo. —Así que piensas que deben ser los chicos grandes los que se encarguen de él. —Eso mismo, cariño. Cuando metió la directa en el Jaguar, ella dio un paso atrás y se cruzó de brazos. Qué jodidamente típico. ¿Por qué piensan los tíos que por tener polla y pelotas son los únicos que tienen fuerza? —Ya nos veremos, vecino —dijo Xhex despacio. —He dicho en serio lo de Xcor. —Oh, puedo decir que lo has hecho. Él sacudió la cabeza. —Muy bien. Es tu funeral. Viéndole marchar, ella pensó: Pronombre incorrecto, colega. Jodido pronombre incorrecto…
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Capítulo 54
Autumn estaba profundamente dormida cuando tuvo compañía en la cama, pero incluso en su sueño profundo, casi doloroso, ella supo de quien eran las manos que encontraron su piel, que viajaron por sus caderas y subieron por su estómago. Supo con exactitud quien le acunó los pechos y la dio la vuelta. Por sexo. El aire frío le golpeó la piel cuando las mantas fueron apartadas y por instinto separó las piernas, preparándose para recibir al único macho que siempre aceptaría en su interior. Estaba lista para Tohrment. En las últimas semanas parecía que siempre estuviera lista para él. A mano… como habría dicho Tohr. Como él estaba siempre listo para ella. Su gran guerrero encontró su camino entre los muslos, extendiéndolos más aún con sus caderas… no, ahora esas eran sus manos, como si hubiera tenido un plan y luego hubiera cambiado de idea. Su boca la encontró, cerrándose sobre ella, luego lamiendo. Con los ojos todavía cerrados y su mente en ese confuso mundo de las tinieblas que no era estar dormido, ni despierto, el placer era tan intenso que ella corcoveó y se revolvió contra su lengua, entregándose a él con todo lo que tenía mientras Tohr chupaba, incitaba y penetraba… Salvo que no había ningún orgasmo para ella. Por más que él le diera placer. Por más que ella se esforzase en capturar la liberación, no podía dejarse ir, el placer se agudizaba hasta el punto de agonía… y aún así no podía encontrar el clímax, incluso cuando el sudor perlaba su piel y el aliento se cortaba en su garganta. La desesperación le hizo agarrar la cabeza de él y presionarla con más fuerza contra ella. Salvo que entonces él desapareció.
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Esto no era diversión sino una pesadilla, pensaba ella mientras gritaba ante su rechazo. Un sueño muy doloroso con matices eróticos… Tohrment regresó, y esta vez todo su cuerpo estaba contra el de ella. Deslizando los brazos bajo sus rodillas, él la abrió ampliamente mientras la hacía doblarse como una pequeña y tensa pelota bajo su gran cuerpo. Y entonces él entró, duro y rápido. Esta vez ella se corrió. En el mismo instante en que él la llenó con su enorme pene, el cuerpo de la hembra respondió con una explosión enorme, de órdago, el orgasmo fue tan violento que ella se mordió su propio labio con ambos colmillos. Cuando la sangre le inundó la boca, él desaceleró sus estocadas para beberla a lengüetazos. Pero ella no lo quería despacio. Usando los brazos de él para empujarse contra sus propias piernas, Autumn encontró su propio ritmo contra su pene, montándolo, follándolo… hasta que pronto se halló de nuevo al filo del orgasmo. Sin avanzar. En un principio, había sido tan fácil para ella conseguir lo que necesitaba cuando se apareaban. Sin embargo, últimamente, era cada vez más difícil… Mientras ella se tensaba contra él, bombeándose a sí misma más y más rápido, la frustración la volvió salvaje. Lo mordió. En el hombro. Lo marcó. Con las uñas. La combinación debería haberlo hecho detenerse y exigir un comportamiento más civilizado. En lugar de eso, con su sangre manando encima de ella, dejó escapar un rugido tan poderoso que se oyó un crujido en la habitación, como si algo se hubiera soltado de la pared. Entonces él se corrió. Y gracias a la dulce Virgen Escriba por su orgasmo. Cuando se clavó en ella y su erección se sacudió violentamente, ella finalmente alcanzó ese escurridizo viaje, su cuerpo se meció contra él, el cabecero golpeando ruidosamente. Alguien estaba gritando. Ella. Hubo otro estruendo. ¿La lámpara…? Cuando finalmente se calmaron, Autumn estaba empapada por todas partes, latiendo entre sus piernas, floja al extremo de no tener huesos. Una de las lámparas al
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lado de la cama se había caído de la mesa y cuando ella miró enfrente, vio que el espejo sobre el tocador tenía rajado el cristal. Tohr levantó la cabeza y le clavó la mirada. A la luz del cuarto de baño ella vio el daño en su hombro. —Oh… queridísimo… —Se puso una mano en la boca horrorizada ante la herida abierta—. Lo siento mucho. Él se echó una mirada y frunció el ceño. —¿Bromeas? Cuando él volvió a mirarla, estaba sonriendo con un orgullo masculino que no tenía absolutamente ningún sentido. —Te he lastimado. —Ella quería llorar—. Te he… —Shh. —Le apartó un mechón húmedo de la cara—. Me encanta. ¡Mierda, me encanta! Aráñame. Lastímame. Muérdeme… está todo bien. —Estás… como una cabra. —Para usar una expresión coloquial que a ella le había llamado la atención. —Aún no he terminado es lo que soy… —Excepto que cuando él fue a moverse dentro de ella, Autumn respingó. Al instante, él se quedó inmóvil. —Mierda, esto fue bastante duro. —Fue maravilloso. Tohrment sostuvo su gran pecho sobre los brazos y se retiró tan lenta y cuidadosamente que ella apenas lo sintió. Sin embargo, comenzó a acalambrarse en alguna parte dentro. ¿O tal vez era otro orgasmo? Difícil de saber, cuando su cuerpo estaba tan desbordado por la sensación. De cualquier manera, el delicioso desgaste y desgarro era algo bueno. Estaban tan familiarizados el uno con el otro ahora, tan a gusto con el apareamiento y la increíble intensidad que lograron era el resultado de la falta de barreras, de la libertad… y la confianza que compartían. —Deja que te prepare un baño para limpiarte. —Eso está bien. —Le sonrió—. Descansaré aquí mientras te duchas. Luego haré lo mismo en un momentito. En verdad, ella no confiaba en sí misma para estar desnuda en el cuarto de baño con él. Corría el riesgo de morderle el otro hombro… y tanto como ella apreciaba su carta blanca a las dentelladas, preferiría de lejos no usar la libertad de acción.
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Tohrment salió del enredo de mantas y la miró con atención durante algunos momentos. —¿Seguro que estás bien? —Lo juro. Finalmente, él asintió con la cabeza y se giró… —¡Tu espalda! —Parecía como si un gato lo hubiera arañado, grandes rayas rojas le bajaban por torso y columna. Él se miró por encima del hombro mordido y sonrió más orgulloso aún. —Se siente genial. Voy a pensar en ti cuando esté fuera esta noche, cada vez que ellos me tiren. Mientras desaparecía por el cuarto de baño, ella negaba con la cabeza. Los machos eran… bueno, tíos locos. Cerrando los ojos, retiró las sábanas y abrió sus brazos y piernas. El aire de la habitación estaba fresco, quizá incluso frío, pero en las secuelas ella tenía su propia caldera, los remanentes de pasión prácticamente humeaban por sus poros. No obstante, mientras Tohrment se duchaba, el rubor gradualmente se desvaneció, al igual que las palpitantes secuelas de la cópula. Y entonces, al fin, ella encontró la paz que había estado buscando, su cuerpo se desperezó, la tensión y el dolor se aliviaron. Con un estiramiento que se sentía mucho mejor por su desnudez, sonrió al techo. Nunca había conocido tal felicidad… De la nada, ese extraño escalofrío que ella había sentido una y otra vez desde la caída volvió sobre ella, una premonición que podía sentir pero no definir, una advertencia sin contexto. Helada ahora, ella tiró las mantas a su alrededor. Sola en la cama, se sentía acosada por el destino de manera tan vívida como si estuviera en un bosque por la noche con los lobos que podía oír pero no ver pisando suavemente en torno a los árboles. Listos para atacar de golpe. En el baño, Tohr se secó y se inclinó hacia el espejo. La marca del mordisco en su hombro ya estaba comenzando a sanar, la piel tejiéndose sobre los pinchazos, sellando todo muy bien. Muy mal… él quería que las heridas se quedaran por un tiempo. Era un orgullo estar marcado así.
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Sin embargo, decidió usar una camiseta manga corta Hanes en lugar de una sin mangas debajo de la chaqueta. No había razón para que sus hermanos lo vieran. Esta mierda era privada… entre él y Autumn solamente. Maldita sea... era una hembra increíble. A pesar de la tensión nerviosa subyacente en él, a pesar de esa conversación con Lassiter en la escalera, a pesar del hecho de que había comenzado a tocarla solo porque había sentido como que debería, al final y como de costumbre, había sido todo sobre sexo, sexo en bruto y vapuleante: Autumn era como un torbellino que giraba en torno a él, el poder erótico que tenía sobre su cuerpo lo succionaba, y luego lo hacía dar volteretas por el aire… antes de volver a reclamarlo. En ese sentido, era triste decirlo pero él había cambiado. Le dolía admitir que, a veces, cuando yacía allí después, ambos recobrando el aliento y enfriando el sudor, ese viejo y conocido dolor se agudizaba al punto de una daga detrás de su esternón. Él no suponía que alguna vez fuese a perder esa sensación. Y sin embargo, cada amanecer, la buscaba y la tomaba… y tenía toda la intención de hacer lo mismo en otras doce horas. Al salir del baño, la encontró todavía en la cama. Ella se había hecho un ovillo hacia la ventana y estaba tendida de lado con las sábanas arremolinadas a su alrededor. Él la vio desnuda. Absolutamente. Malditamente. Desnuda. La imagen hizo que su cuerpo se pusiera duro al instante, su sexo perforaba desde sus caderas. Y como si ella presintiera su excitación, gimió en un ronroneo erótico y se estremeció. Extendiendo una mano hacia atrás, ella retiró lo que la cubría y movió la pierna de arriba, exponiendo su sexo brillante. —Oh, mierda —gimió él. Su cuerpo se acercó sin pensar o decidir, yendo tras ella con tal concentración que ni siquiera habría matado a alguien que se interpusiera en su camino: solo los habría pisoteado y esperado para cometer asesinato cuando hubiera acabado de atender sus asuntos con ella. Trepando al colchón, se agarró la polla con la mano y la penetró desde atrás, directo a su núcleo. Fue cuidadoso cuando se introdujo, por si acaso todavía estaba dolorida y luego esperó, suspendido encima de ella para asegurarse que lo volvía a desear tan pronto.
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Cuando todo lo que ella hizo fue gemir su nombre de satisfacción, dejó que sus caderas comenzaran a bombear. Resbaladizo, suave, caliente… La tomó sin pedir disculpas y le gustó la libertad de hacer eso. Ella aún era de estatura pequeña, pero era más fuerte de lo que parecía, y en los últimos meses él había aprendido a dejarse ir, porque sabía que a ella también le gustaba así. Moviendo una de sus manos hacia la cadera femenina, le cambió el ángulo del cuerpo, así podía meterse aún más profundo. Y, por supuesto, existía otro beneficio sumado a esta posición: podía verse entrar y salir de ella, observar el borde del glande aparecer antes de adentrase profundamente, solo para volver a salir casi por completo de nuevo. Ella estaba rosada e hinchada y él duro y brillante gracias a ella... —Mierda —ladró cuando comenzó a correrse otra vez. La cabalgó mientras se corría, sintiendo el orgasmo de ella con el de él, su sexo se cerraba sobre él, como un puño. Y él miró el show hasta que sus ojos se cerraron… lo cual estaba bien, porque todavía la podía ver en el interior de sus párpados. Después que terminó, casi se derrumbó sobre ella, pero se sostuvo a tiempo. Dejando caer la cabeza, encontró con la boca la parte alta de la columna vertebral femenina y, se aprovechó de la proximidad, para pasar rozando sus labios por su piel. Sabiendo que debería darle un descanso, se obligó a retroceder despacio y retirarse. Aunque cuando lo hizo, tuvo que apretar los dientes ante la vista de cuán lista seguía estando para él. Plantando las manos en sus nalgas perfectas, él la separó para su lengua. Mierda… su sabor mezclado con el de él, la sensación de su sexo suave, sin un solo vello contra su boca… Cuando Autumn comenzó a removerse, como si estuviera en el borde, pero sin conseguir lo suficiente, Tohr se lamió tres dedos y los deslizó dentro mientras continuaba bebiendo a lengüetadas de ella. Eso surtió efecto. A la par que ella gritaba su nombre y se sacudía contra su cara, él sonreía y la ayudaba a atravesar los espasmos que la atormentaban. Y después fue hora de detenerse. Y punto. Durante la última semana, poco más o menos, él había estado todo el tiempo sobre ella… lo cual era el motivo por el que hoy se había obligado a ir al puñetero gimnasio. Se veía cansada y ¿la causa? Ella insistía en trabajar durante las noches y él no había podido dejarla sola durante el día… Autumn se dio vuelta, así que estaba tendida sobre su vientre, luego apartó su rodilla y arqueó la espalda. Por más.
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—Jesús —gimió él—. ¿Cómo voy a dejarte? —No lo hagas —dijo ella. Sin preguntar dos veces. Él volvió a tomarla desde atrás, levantándole las caderas, aferrándoselas y posicionando su pelvis así podía conseguir penetrarla profundo. Tohr terminó con un brazo alrededor del abdomen femenino y su peso equilibrado sobre la otra mano, follándola, penetrando hasta que sus cuerpos se golpeaban y la cama volvió a hacer ese ruido. Se corrió con una maldición, su semen brotaba violentamente de él como si no hubiera tenido sexo en meses. Y todavía la deseaba. En especial mientras ella encontraba su orgasmo. Después que las cosas se tranquilizaron, él los acurrucó sobre el colchón, haciendo cucharita mientras la abrazaba contra él. Abriéndose paso acariciante con la nariz por debajo de su cabello hasta el cuello, estaba preocupado por la forma en que la estaba tratando en la cama. Como si ella supiera que necesitaba un poco de tranquilidad, extendió una mano hacia atrás y le acarició el cabello. —Se siente maravilloso. Tal vez. Pero él se sentía mal por las exigencias que depositaba en el cuerpo de la mujer. —¿Me dejas prepararte un baño ahora? —Oh, eso sería maravilloso. Gracias. De regreso en el cuarto de baño, se acercó al jacuzzi, profundo y amplio, abrió el grifo y luego alcanzó las sales del armario. Mientras comprobaba la temperatura del agua y hacía un pequeño ajuste, se dio cuenta que le gustaba cuidar de ella. También se dio cuenta de que había encontrado un montón de maneras de hacerlo. Buscaba excusas para llevarla al piso superior y darle de cenar en privado. Le compraba ropa por Internet. Se detenía en Walgreens y CVS para conseguir sus revistas favoritas como Vanity Fair, Vogue y The New Yorker. Se aseguraba de que siempre hubiera galletas Pepperidge Farm Milanos aquí arriba en caso de que tuviera deseo. Y no era el único en cuidar de ella y mostrarle cosas nuevas. Xhex venía a la casa a verla al menos una o dos veces por semana. Juntas, salían al cine local y veían películas. O se dirigían a la mejor parte de la ciudad así Autumn podía ver las casas bonitas. O atacaban los establecimientos o tiendas nocturnas… donde compraban cosas con el dinero que Autumn se ganaba trabajando. Agachándose, probó el agua, volvió a ajustar la temperatura y le consiguió algunas toallas.
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Por su parte, lo volvía un poco irascible que ella estuviera afuera con los humanos locos, los violentos lessers y los inseguros vientos del destino. Pero, después de todo, Xhex era una asesina de ley y él sabía que protegería a su madre si a alguien se le ocurría estornudar en su dirección. Además, cada vez que madre e hija salían, Autumn siempre regresaba con una sonrisa en la cara. Lo que a su vez ponía una en la de él. Cristo, habían llegado muy lejos desde la primavera. Eran casi dos personas diferentes. ¿Entonces qué más había? Moviendo la mano a través del agua burbujeante de la bañera, se preguntaba con desesperación qué mierda estaba olvidando…
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Capítulo 55
Dos noches más tarde, Xhex se despertó envuelta en una extraña convicción. Como si se hubiera tragado el despertador durante el día y el cacharro hubiera empezado a sonar dentro de su estómago. Intuición. Ansiedad. Terror. Y esta mierda no tenía botón de repetición de alarma. Fue a darse una ducha sin dejar de sentirse acosada por la sensación de que había fuerzas, invisibles y desconocidas, que se estaban uniendo entre sí, que el escenario iba a cambiar, de que las piezas de ajedrez de varias personas se iban a mover por manos distintas a las suyas y a posiciones que no eran parte de sus propias estrategias. La preocupación siguió con ella durante el corto trayecto al centro de Caldwell; persistió mientras empezaba la jornada en el Iron Mask. Incapaz de soportarlo por más tiempo, se quitó los cilicios y salió a la ciudad horas antes de lo normal. Y mientras se desmaterializaba de azotea en azotea, buscando a los Bastardos, tuvo la sensación… de que esta noche era la noche. ¿Pero de qué? Con esa pregunta a la espalda, tuvo especial cuidado de mantenerse lejos del lugar donde los Hermanos estaban luchando. El hecho de que se hubiera comprometido a evitar encontrarse con ellos era probablemente el factor que más había influido en su retraso en encontrar ese rifle. La Banda de Bastardos salía al exterior todas las noches, pero como las escaramuzas con la Sociedad Lessening tendían a ocurrir únicamente en las zonas más desoladas de la ciudad, era difícil acercarse lo suficiente, manteniendo a la vez las distancias con John y la Hermandad. Sí que percibía algunas rejillas mentales que eran nuevas en su repertorio, pero era difícil aislar quien era Xcor… Y aunque eso ya era para nota, porque solo necesitaba que uno de aquellos soldados metiera la pata, resultara herido y hubiera que llevarlo
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de vuelta a la guarida en un coche que ella pudiera rastrear, ella quería conocer íntimamente a su objetivo principal. Conocer sus secretos desde dentro. El hecho de no haber conseguido nada hasta el momento la estaba volviendo loca. Y a los Hermanos tampoco les tenía precisamente encantados, aunque por un motivo diferente: ellos solamente querían cargarse a los otros guerreros, pero Wrath se lo había fastidiado: primero necesitaban el rifle, así que el Rey había declarado intocable al grupo de traidores renegados, hasta que consiguiera la prueba que necesitaba. En buena lógica, la proclama tenía sentido: no iba a salir nada bueno si les asesinaban a todos y luego intentaban tranquilizar a la glymera con algo en plan “pero es que ellos dispararon antes”. Pero aguantarlo una noche tras otra era duro. Al menos tenían algo a su favor: no era probable que el rifle hubiera sido destruido. A la BdB le gustaría conservar esa mierda como un trofeo, sin duda. Sin embargo, ya era hora de acabar con esto. Y a lo mejor esta historia de la premonición que tenía en la cabeza significaba que por fin lo iba a hacer. En ese punto, y siguiendo la teoría de que hacer lo mismo una y otra vez esperando un resultado distinto era de locos, decidió dejar de buscar a Xcor. No, esa noche iba a perseguir a Assail… y, qué te parece, localizó su huella en el distrito de los teatros… en la Galería de Arte Benloise, naturalmente. Se trasladó rápidamente al nivel de la calle, donde tuvo una panorámica completa del cóctel que se estaba celebrando en las instalaciones. Como la gente del artisteo era perfectamente capaz de vestir de cuero y considerarlo ropa de trabajo, se coló dentro. Calor. Gente apiñada. Una cacofonía de voces egocéntricas. Jesús, en un lugar como este no había quien distinguiera los sexos. Todo el mundo era amanerado y llevaba las uñas pintadas. A dos pasos de la puerta le ofrecieron rápidamente una copa de champán, como si los creídos con ínfulas de Warhol funcionaran a base de Veuve Clicquot. —No, gracias. Cuando el camarero, un chico guapo vestido de negro, le hizo una leve inclinación de cabeza y se dispuso a marcharse, Xhex estuvo a punto de impedírselo, solo por la compañía. Sí, guau, había tanta ceja arqueada y tanta nariz apuntando hacia arriba que llegabas a preguntarte si estos tipos se aprobaban siquiera a sí mismos. Y con una rápida mirada al “arte” de alrededor, supo que su madre y ella iban a tener que venir
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10º Hermandad de la Daga Negra
aquí… solo para que Autumn llegara a captar lo tremendamente horribles y excesivos que podían llegar a ser algunos tipos de formas de expresión personal. Estúpidos humanos. Con completa determinación se abrió camino a través de los presentes, girando aquí y allá mientras evitaba a otros camareros. No se molestó en ocultar su rostro. Rehv había llevado todos sus negocios por sí mismo o con Trez y iAm, así que nadie iba a reconocerla. Y encontró el camino a la oficina de Benloise bastante rápido. Era tan jodidamente obvio: dos gorilas vestidos como los camareros, pero sin bandejas, permanecían a cada lado de una puerta semi-oculta practicada en la tapicería que cubría la pared. Assail se encontraba en la segunda planta. Podía percibirle con claridad… Pero llegar hasta él iba a llevarle lo suyo: era complicado intentar desmaterializarse en espacios desconocidos. Probablemente había una escalera en el extremo más lejano de la zona vigilada, pero a ella no le apetecía aparecer agujereada como un queso suizo tomando forma allí en medio. Además, siempre podía atrapar al tipo a la salida. Lo más probable era que hubiera entrado por la parte de atrás y que se marchara de la misma manera: era cauteloso y su visita no estaba relacionada con el alucinante arte. Bueno, mejor, es difícil mirar unos bastoncillos de algodón pegados a un bol de Tupperware montado sobre la taza de un wáter y ver algo distinto a basura. Se dirigió más hacia el interior del edificio, se coló por una puerta de acceso exclusivo para el personal y se encontró en un almacén, con el suelo y las paredes de cemento, que olía a polvo de tiza y pinturas de cera. En lo alto había luces fluorescentes colocadas en el techo sin cubrir y el cableado y las instalaciones eléctricas atravesaban las vigas como túneles de topos en un prado. Los escritorios habían sido movidos hacia atrás y los archivadores retirados a un lado. El centro de la sala quedaba libre, como si introdujeran con regularidad grandes instalaciones desde el callejón trasero. Las puertas dobles que había enfrente eran de acero y tenían un sistema de alarma de seguridad. —¿Puedo ayudarle? No era una pregunta. Se dio la vuelta. Uno de los gorilas la había seguido y estaba allí de pie con los pies separados y la americana abierta, como si llevara una pistola.
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Xhex puso los ojos en blanco y agitando la mano lo puso en trance temporal. Luego, le insertó en la mente la idea de que no ocurría nada inusual y lo envió de vuelta a su puesto… donde le contaría al culo gordo de su compañero que, de hecho, no ocurría nada inusual. Con estos homo sapiens no hacía falta física cuántica. Pero, solo para asegurarse, se cargó las cámaras de seguridad mientras avanzaba hacia las puertas traseras. Mierda. Una mirada al cableado de los paneles de acero bastó para que decidiera no ir más allá y arriesgarse a un incidente en el que tuviera que intervenir la policía. Si quería salir al callejón se lo iba a tener que ganar. Soltó un juramento y volvió hacia la fiesta. Le llevó unos buenos diez minutos abrirse camino a través de todos los presentes, de gusto cuestionable y ego innegable, y tan pronto como salió al aire nocturno, se desmaterializó al tejado y caminó hasta el lado opuesto. El coche de Assail estaba aparcado en el callejón de abajo, mirando hacia fuera. Y ella no era la única que estaba mirándolo. Santa… mierda… Xcor estaba entre las sombras, también esperando al macho. Tenía que ser él… quienquiera que fuera tenía el núcleo cerrado hasta tal punto que quedaba poca superestructura que leer: por hábito o trauma, o probablemente por algo de ambos, las tres dimensiones se habían encogido sobre sí mismas hasta formar una masa tan nudosa y apretada que a Xhex le resultaba imposible llegar a captar el más leve resquicio de emoción. Mierda, se había encontrado con huellas como esta de cuando en cuando. Normalmente significaban problemas serios, porque el individuo era capaz de cualquier cosa. Por ejemplo, se habría necesitado exactamente esta clase de núcleo amarrado para tener las pelotas de ir por el Rey. Este era su objetivo. Lo sabía. Y ahora que lo había localizado en esa enmarañada rejilla, retrocedió, desmaterializándose hasta la azotea de un edificio alto a una manzana de allí. No quería que, por acercarse demasiado, el hijo de puta se asustara, y desde esta situación aún tenía una línea de visión clara del Jag. Mierda, si su radar tuviera un mayor alcance… con su lado symphath conseguía un alcance de más o menos dos kilómetros, pero eso si lo forzaba. Solo podía encontrarse a corta distancia si quería que sus instintos fueran fuertes. ¿Y si Xcor se desmaterializaba a mucha distancia? Lo iba a perder…
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Mientras esperaba se preguntó sobre la conexión entre Xcor y Assail. Desafortunadamente para ese aristócrata, si estaba poniendo en marcha la insurrección, aunque fuera indirectamente, se iba a encontrar en el punto de mira. No era un buen lugar. Una media hora más tarde, Assail emergió de la parte trasera de la galería y miró a su alrededor. Sabía que el otro macho estaba allí… e hizo algún tipo de comentario justamente hacia el punto donde se encontraba Xcor. La fría brisa y el ruido de fondo de la ciudad cubrieron el sonido de cualquier intercambio entre los dos, pero ella no necesitaba doblaje para captar lo esencial: las emociones giraban alrededor hasta que tuvo que aprobar el disgusto y desconfianza que él sentía hacia quien quiera que fuera la persona con la estaba hablando. Naturalmente, el macho encerrado en sí mismo no reflejaba nada. Y entonces Assail se marchó. Y lo mismo hizo la otra rejilla. Ella rastreó a la segunda.
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Como tantas cosas en la vida cuando las miras en retrospectiva, lo que le ocurrió a Autumn sobre las once de esa noche tenía sentido. Hacía meses que los síntomas estaban allí, pero como ocurre frecuentemente, cuando se trata de la propia vida uno malinterpreta las señales, la posición de la aguja de la brújula, confundes una cosa con la otra. Hasta que te encuentras con un destino que no tiene nada que ver con el que tú hubieras elegido y del que no puedes huir. Estaba abajo, en el centro de entrenamiento, sacando un montón de sábanas calientes de la secadora, cuando la tormenta estalló. Después, mucho después, toda una vida después, recordaría con claridad la sensación de suave calor en el pecho, la calidez que se abrió camino desde sus entrañas e hizo que la frente le rompiera a sudar. Siempre recordaría como se volvió a un lado y dejó las esponjosas y blandas sábanas sobre el mostrador. Porque cuando dio un paso atrás, la necesidad la golpeó por segunda vez en su vida. En principio, solo notó como si aun llevara las sábanas encima, el calor permaneció, junto con una sensación de pesadez en el vientre, como si aun fuera cargada con ellas.
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Cuando el sudor comenzó a resbalarle por el rostro echó una mirada al termostato de la pared, pensando que no estaría funcionando bien o que lo habían programado demasiado alto. Pero no, decía 21 grados. Se miró a sí misma con el ceño fruncido. Aunque no llevaba más que una camiseta y un par de lo que llamaban “pantalones de yoga”, era como si llevara puesta la parca que usaba para salir con Xhex… Sintió un calambre que le atenazó el bajo vientre y se cerró como un puño alrededor de su útero, dejándole las piernas fláccidas, hasta que no tuvo más remedio que dejarse caer al suelo. Eso estuvo bien, por lo menos temporalmente. El cemento estaba frío y ella se estiró sobre él… hasta que la siguiente crisis la atrapó. Apretándose la pelvis con las manos se hizo una bola y se tensó, echando la cabeza atrás, intentando escapar de lo que fuera que había tomado control de su cuerpo. Y entonces comenzó. Su sexo, que había estado latiendo un poco desde que Tohr y ella habían estado juntos para esos apareamientos violentos e intensos antes de que él se marchara, estableció su propio latido, su interior estaba rogando por lo único que le proporcionaría alivio. Un macho… El ansia sexual la azotó con tanta fuerza que no hubiera podido mantenerse en pie aunque hubiera tenido que hacerlo, no podría haber pensado en nada más aunque hubiera elegido hacerlo, no podría haber dicho nada inteligible aunque hubiera querido. Era muchísimo peor que cuando había ocurrido con el symphath. Y era por su culpa… completamente por su culpa… No había estado yendo al Santuario. Habían pasado… Queridísima Virgen Escriba, habían pasado meses desde que se había quedado en el Otro Lado para regular su ciclo. De hecho, no había necesitado procurarse sangre porque Tohr la había estado alimentando y ella no quería renunciar a un solo momento junto a él. Tenía que haber sabido que esto iba a pasar… Rechinando los dientes, jadeó a través de otra crisis. Entonces, justo cuando cedió y estaba a punto de gritar pidiendo ayuda, la puerta se abrió de par en par. El Doctor Manello se detuvo en seco, su rostro en una máscara de confusión. —¿Qué coj…? Se encorvó contra la jamba de la puerta, cubriéndose repentinamente la parte delantera de sus caderas con las manos.
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—¿Estás bien…? Mientras la ansiedad se incrementaba de nuevo, captó una fugaz imagen de él perdiendo el control donde se encontraba, pero entonces cerró los párpados y apretó los dientes y, por un momento, se perdió. A cierta distancia, le oyó decir: —Déjame que vaya a por Jane. Buscando el frescor del suelo, Autumn se puso boca arriba, pero como no podía estirar las rodillas, no conseguía suficiente contacto con la superficie. Volvió a tumbarse de lado. Luego boca abajo, aunque hubiera querido recoger las piernas contra el pecho. Empujó el suelo con las manos, intentando recuperar el control sobre sus sensaciones y cambiar de postura. Intentó arquearse, respirar, estirar los brazos, o los muslos, para buscar alivio. No había nada que hacer. Estaba en el centro de la jaula de un león, los inmensos dientes de la necesidad se clavaban en ella, le arrancaban la carne, sacudían sus huesos. Era la culminación de esos cálidos destellos que había confundido por picos de calor, de esos escalofríos que había achacado a la premonición, de esos leves accesos de náusea por los que había culpado a la comida. Esto era el agotamiento. El hambre. Probablemente el ardiente sexo que había estado teniendo con Tohrment al final. Mientras gemía, oyó su nombre y pensó que alguien debía estar diciéndole algo. Pero hasta que el anhelo cedió, no pudo abrir los ojos y ver que sí, que de hecho no estaba sola. Doc Jane estaba arrodillada junto a ella. —Autumn, ¿puedes oírme? —Yo… La pálida mano de la sanadora le retiró algunos rubios mechones de la cara. —Autumn, creo que es tu necesidad… ¿estoy en lo cierto? Autumn asintió hasta que llegó una nueva oleada de hormonas, aislándola de cualquier cosa distinta a la arrolladora necesidad de liberación sexual. Que su cuerpo sabía que solo podía provenir de un macho. Su macho. El macho que amaba. Tohrment… —Vale, vale, lo llamaremos…
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Autumn estiró una mano y aferró el brazo de la otra hembra. Obligó a sus ojos a ver y exigió ásperamente a la sanadora: —No lo llames. No le pongas en esa situación. Le mataría. ¿Servirle en su necesidad? Nunca lo haría… el sexo era una cosa, pero él ya había perdido un hijo… —Autumn, cariño… eso es elección suya, ¿no crees? —No lo llames… no te atrevas a llamarlo…
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Capítulo 56
Qhuinn odiaba las noches libres. Las aborrecía por completo. Mientras se recostaba en la cama mirando un televisor que no estaba encendido, se le hizo evidente que no había estado viendo nada desde hacía cerca de una hora. De todas formas, agarró el control remoto y escogió un canal que solo parecía emitir un montón de puñeteros rollos para no cambiar mucho. Maldita sea, solo había unos cuantos kilómetros que podías correr en el gimnasio. Solo una cierta cantidad de páginas que podías visitar en Internet. Un número limitado de viajes que podías subir y bajar a la cocina… Sí, y eso último era especialmente verdadero, dado que Saxton todavía estaba usando la biblioteca como su oficina personal. Esa “cosa supersecreta del Rey” siempre lo estaba jodiendo. Eso o se estaba distrayendo mucho. Junto a cierto pelirrojo… Bueno, no vayas por ahí. No. Qhuinn volvió a echar una mirada a su reloj. Once en punto. —Jodida mierda. Siete horas y media para la noche de mañana eran una eternidad. Volviendo los ojos a la plana pared de enfrente, estaba dispuesto a apostar que John Matthew estaba al lado, encerrado en la misma rutina. Tal vez ellos deberían salir y tomar una copa en algún lado. Aunque, meh. ¿De verdad quería hacer el esfuerzo de vestirse sólo para beber una cerveza rodeado de un montón de humanos borrachos y calientes? En otro momento, eso lo habría puesto cachondo. Ahora, la perspectiva de todo ese patético deseo inducido por el alcohol lo deprimía muchísimo. No quería estar en la casa. No quería estar afuera. Cristo, para el caso, ni siquiera estaba seguro de que quisiera estar peleando. La batalla solo parecía un trozo un poco más interesante de vacío.
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¡Ah, coño, por el amor de Dios!, ¿Cuál era su problema…? El teléfono sonó a su lado y él lo agarró sin ningún interés. El texto no tenía sentido: Todos los machos permanezcan en la casa principal. No entrar en las instalaciones de entrenamiento. Gracias, Doc Jane. ¿Eh? Él se levantó, agarró una bata y se acercó a lo de John. El golpe fue inmediatamente contestado con un chiflido. Asomando la cabeza, encontró a su amigo en la misma posición en la que él había estado… excepto que la pantalla del plasma estaba encendida. 1000 Ways to Die en el canal Spike TV. Bonito. —¿Has pillado el texto? ¿Cuál? —El de la Doc Jane. —Qhuinn sacó su móvil—. ¿Alguna idea? John lo leyó y se encogió de hombros. Ni idea. Pero yo ya me he ejercitado. ¿Tú? —Sí. —Él se paseó por el cuarto—. Tío, soy yo o el tiempo avanza lentamente. El chiflido que le llegó en respuesta era un sí inmenso. —¿Quieres salir? —preguntó con todo el entusiasmo de alguien que ofrece un viaje a un salón de manicura. El movimiento en la cama atrajo sus ojos: John estaba de pie y se dirigía a su armario. Atravesando su espalda, profundo en la piel, el nombre de su shellan estaba tallado en la Antigua Lengua: XHEXANIA Pobre bastardo… Mientras el macho se ponía una camisa negra con botones en el cuello y cubría su culo desnudo con cuero, Qhuinn se encogió de hombros. Supuso que iban a tomar una cerveza. —Iré a vestirme y enseguida vuelo. Al salir al pasillo él frunció el ceño… y siguió un impulso apremiante hasta el rellano abierto que daba al vestíbulo. Inclinado sobre la baranda bañada en oro, llamó: —¿Layla? Mientras el nombre hacía eco, la hembra salió del comedor.
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—Oh, hola. —Su sonrisa era automática y vacía, el equivalente expresivo de una pared en blanco—. ¿Cómo te encuentras? Él se echó a reír. —Me estás dejando pasmado con toda esa feliz alegría, alegría. —Lo siento. —Ella pareció recobrarse de su distracción—. No quise ser grosera. —No te preocupes por eso. ¿Qué estás haciendo aquí? —Él negó con la cabeza—. Lo que quiero decir es, ¿fuiste convocada? ¿Alguien había vuelto a casa herido? Blay, por ejemplo… —No, no tengo nada que hacer. Estoy enrollándome como tú dirías. Ahora que lo pensaba, desde la caída, ella había estado haciéndolo bastante, solo dando vueltas en la periferia, merodeando como si estuviera esperando algo. Estaba distinta, pensó de repente. Él no podría explicarlo pero últimamente ella había cambiado. Solemne. Menos rápida para sonreír. Seria. Para ponerlo en términos humanos, supuso que había sido una niña desde que la había conocido. Ahora estaba empezando a parecerse a una mujer. No más ojos abiertos de par en par de asombro ante todo lo que este lado tenía para ofrecer. No más brillante entusiasmo. No más… Mierda, ella se veía muy parecida a John y a él. Agotados por el mundo. —Oye, ¿quieres venir con nosotros? —le preguntó. —¿Fuera? Al igual que en… —John y yo vamos a tomar un trago. Tal vez dos. Tal vez más. Creo que deberías venir con nosotros. Después de todo, la miseria ama la compañía. Ella se cruzó de brazos. —¿Es tan obvio? —Sigues siendo hermosa. Layla se echó a reír. —Estás siendo encantador. —Damisela en apuros, ya sabes cómo es. Ven con nosotros… vamos a matar el tiempo. Ella miró a su alrededor. Luego se levantó el vestido y subió por las escaleras. Cuando llegó arriba, lo miró a los ojos. —Qhuinn… ¿puedo preguntarte algo?
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10º Hermandad de la Daga Negra
—Siempre y cuando no sean las tablas de multiplicar. Soy malísimo en matemáticas. Ella se rió un poco, pero rápidamente perdió la frivolidad. —¿Alguna vez pensaste que la vida sería tan… vacía? Algunas noches siento como si pudiera ahogarme en el vacío. Jesús, pensó él. Sí, lo hacía. —Ven aquí —le dijo. Cuando ella dio un paso hacia él, él la acercó de un tirón aún más, encerrándola contra su pecho y apoyando la barbilla sobre su coronilla. —Eres una buena hembra, ¿lo sabías? —Estás siendo encantador de nuevo. —Y tú todavía estás en apuros. Ella se relajó en sus brazos. —Eres muy bueno para mí. —Tú para mí, más. —Sabes que no eres tú. Ya no suspiro por ti. —Lo sé. —Él le frotaba la espalda como lo haría un hermano—. Así que dime que vienes... pero estás advertida. Podría tener que conseguir que me digas a quién estás añorando. La forma en que ella se echó hacia atrás y evadió sus ojos le dijo que, sí, había un macho involucrado y no, ella no diría nada voluntariamente. —Voy a necesitar algo de ropa. —Probemos en el cuarto de huéspedes. Creo que allí encontraremos algo. —Él le rodeó los hombros con un brazo y la guió por el pasillo—. En cuanto a ese Juan Nadie tuyo, prometo no golpearle… a menos que te rompa el corazón. De ser así podría tener que hacer algún trabajo dental en el hijo de puta. ¿Quién mierda podría ser? se preguntaba. Todo el mundo en la casa estaba emparejado. ¿Tal vez era alguien que había conocido en el norte, en el gran campamento de Phury? ¿Pero quién dejaría entrar al tío? ¿Podría ser uno de las Sombras? Hmm… esos bastardos eran machos de valía, sin duda, el tipo de cosa que sí podría hacer dar vueltas a la cabeza de una hembra. Joder, él deseaba que fuera otra cosa, por su bien. El amor era difícil, incluso si estaban involucradas buenas personas.
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En la habitación de huéspedes, le encontró unos vaqueros y un polar negros. A él no le gustaba la idea de Layla en alguna minifalda de pesadilla… no solo porque ofendería su delicada sensibilidad, sino porque no necesitaba al Primale haciendo cualquier cosmética odontológica en él. Cuando salieron, John esperaba en el pasillo, y si él estaba sorprendido por la compañía de la Elegida, no mostró ninguna reacción. En lugar de eso, fue amable con Layla, vocalizando una pequeña charla con ella mientras Qhuinn se ponía algo de ropa. Unos diez minutos más tarde, los tres se desmaterializaron hacia el centro de la ciudad… no a los bares, ni él ni John estaban interesados en escoltar a una Elegida al interior del Screamer o del Iron Mask. En lugar de eso, fueron a parar al distrito de los teatros, a un lugar de postres que estaba abierto hasta la una de la mañana y servía licor junto con cositas de chocolate recubiertas con lo que sea, coronadas con bla, bla, bla sobre un lecho de ajá escalfado, sí. Las mesas eran pequeñas, al igual que las sillas y ellos se sentaron delante de la salida de emergencia en la parte trasera, acomodándose mientras la camarera continuaba parloteando sobre las especialidades, ninguna de las cuales era apetitosa. Gracias a Dios, la elección de la cerveza fue breve y precisa. —Dos Black and Tans para nosotros —dijo él— ¿Y para la dama? Cuando miró a Layla, ella negó con la cabeza. —No puedo decidirme. —Pide lo que te apetezca. —Está bien… comeré crème brûlée y un moon pie. Y un capuchino, por favor. La camarera sonrió mientras escribía en su libreta. —Me encanta tu acento. Layla inclinó la cabeza graciosamente. —Gracias. —No puedo ubicarlo… ¿francés y alemán? ¿O… húngaro? —En este instante esas cervezas serían geniales —dijo Qhuinn con firmeza—. Tenemos sed. Cuando la mujer se marchó, él miró de arriba a abajo a los otros comensales, captando marcas en sus rostros y olores, escuchando la conversación, preguntándose si se avecinaba un ataque. Enfrente, John estaba haciendo lo mismo. Pues, sí, era tan relajante sacar a una Elegida al mundo.
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—No somos muy buena compañía —le dijo a Layla después de un rato—. Lo siento. —No estoy bien tampoco. —Ella le sonrió a él y luego a John—. Pero estoy disfrutando de salir de la casa. La camarera regresó con la orden y todos se apartaron de la mesa mientras vasos, platos, tazas y platillos eran acomodados. Qhuinn atrapó su gran vaso tan pronto como reinó la calma. —Así que cuéntanos sobre él. Puedes confiar en nosotros. A través de la mesa, John se veía como si le hubieran metido una mano en el culo, especialmente cuando Layla se sonrojó. —Vamos. —Qhuinn tomó un largo trago de Black and Tan—. Es obvio que se trata de un macho y John no dirá nada. John la miró y habló por señas, luego le enseñó el dedo medio a Qhuinn. —Él dice, obvio, que es mudo —tradujo Qhuinn—. Y si tú no sabes lo que fue ese gesto final, entonces no voy a ser yo el que te lo diga. Layla se echó a reír y agarró el tenedor, agrietando la dura cubierta de la crème brûlée. —Bien, de hecho he estado esperando para volver a verle. —¿Así que por eso estabas dando vueltas? —¿Está mal por mi parte? —Dios, no. Eres bienvenida siempre, ya lo sabes. ¿Quién es el afortunado tío? O el tío muerto, según… Layla respiró de manera profunda y vigorizante y comió dos bocados de su primer postre… como si la cosa fuera un refresco V&T. —¿Me prometéis que no se lo diréis a nadie? —Con la mano en el corazón, prefiero morir y toda esa mierda. —Él es… uno de vuestros soldados. Qhuinn bajó su vaso a la mesa. —¿Perdón? Ella levantó su taza y bebió del borde. —¿Recordáis cuando ese combatiente entró en el centro de entrenamiento allá por el otoño… el que había luchado con vosotros contra los lessers? ¿El que estaba malherido y lo estabais cuidando?
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Mientras John se enderezaba alarmado, Qhuinn se tragaba su bagaje de puñeteros infiernos y sonrió con suavidad. —Oh, sí. Lo recordamos. Throe. El subteniente de la Banda de Bastardos. Santa mierda, si ella creía que estaba enganchada con él, ellos tenían un problema enorme. —Yyyyyyyyyyyy —urgió él, obligando a su voz a permanecer ecuánime. Buena cosa que él se hubiera bajado la Guinness… estaba tan tenso como para estrujar el vaso. Además, asumía que la mierda podría empeorar. Throe no iba a ser capaz de acercarse a ella… —Él me llamó. Layla comenzó a picar un poco de su moon pie y puñetera buena cosa: él y John habían desnudado sus colmillos. Humanos, se recordó. Estaban en público con humanos… ahora no era momento para el despliegue canino. Pero mierda… —¿Cómo? —siseó él… solo para retractarse—. Quiero decir, tú no tienes un móvil. ¿Cómo te ubicaría? —Él me convocó. —Mientras ella agitaba la mano libre como si no fuera gran cosa, Qhuinn dijo a su cavernícola, cállate, hijo. Habría tiempo para tipificar los cómos más tarde—. Fui y había otro soldado… malherido. Oh, Dios, él estaba tan golpeado. Zarcillos de puro pánico se movieron por su nuca y se fijaron con estacas en su pecho, elevando su ritmo cardíaco. No… oh, mierda… no… —No entiendo por qué los machos son tan testarudos. Les dije que lo trajeran a la clínica, pero ellos me dijeron que solo necesitaba alimentarse. Él tenía problemas para respirar y… —Layla miraba fijamente el moon pie como si fuera una pantalla, como si estuviera recordando cada cosa que había sucedido—. Lo alimenté. Yo quería cuidar de él aún más, pero el otro soldado parecía tener prisa por llevárselo. Él era… poderoso, tan poderoso, a pesar de que estaba herido. Y cuando me miró… sentí como si me estuviera tocando. Y no era parecido a nada que hubiera conocido antes. Qhuinn disparó una mirada a John sin mover la cabeza. —¿Cómo era? Tal vez había sido uno de los otros. Tal vez no había sido…
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—Es difícil de decir. Su rostro había sido tan mal herido… esos lessers son crueles. —Ella se tocó la boca—. Sus ojos eran azules y su cabello oscuro… su labio superior estaba torcido… Mientras ella seguía hablando, la audición de Qhuinn casi tuvo una tremenda sobredosis. Extendiendo la mano, la apoyó sobre su brazo, deteniéndola. —Nenita, detente. ¿A dónde te convocó ese primer soldado? —Era un prado. Un campo en las tierras de cultivo. Mientras la última gota de sangre se drenaba de su cabeza, John empezó a articular diferentes palabrotas, puñeteramente adecuadas para la ocasión. El pensamiento de que Layla hubiera estado afuera en la noche, sola e indefensa, no solo con Throe, sino con ¿el corazón de la bestia? Además… santa mierda, ella había alimentado al enemigo. —¿Qué pasa? —la oyó preguntar—. ¿Qhuinn…? ¿John…? ¿Cuál es el problema?
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Capítulo 57
Al otro lado de la ciudad, en el distrito del antiguo matadero, Tohr desenfundó sus dagas negras, preparándose para golpear. Z y Phury estaban a sólo un bloque de él, pero no había ninguna razón para llamarlos... y no porque él estuviera sacudiendo toda esa mierda de deseo mortal de nuevo. Esos dos lessers de allí arriba sufrían de un caso excepcional de meandros, sólo estaban deambulando como si no tuvieran nada mejor que hacer que desgastar las suelas de sus botas. La Sociedad estaba alistando demasiados reclutas, pensó, excavando demasiado profundo en el pozo de los malvados antisociales. Y luego, una vez que eran inducidos, los HDPs no recibían suficiente entrenamiento o apoyo... En su costado, el teléfono vibró cuando llegó un mensaje, pero lo ignoró cuando echó a correr. La capa de nieve ayudó a amortiguar el sonido de sus shitkickers, y gracias al aire frío que soplaba en su dirección, no tenía olor que le delatara... tampoco es que esos HDP lo fueran a notar. En el último momento, sin embargo, algo les avisó y se dieron la vuelta. No podía haber pedido una mejor respuesta. Agarró a los dos justo por el cuello, desgarrando sus carótidas, abriendo una segunda boca debajo de sus barbillas. Mientras levantaba las manos, atravesó como un rayo el espacio entre ellos y dio media vuelta, dispuesto a escoltarlos hasta el suelo si era necesario... Ah, pero no. Los cobardes ya estaban cayendo de rodillas. Silbando entre los dientes, hizo señas a los demás mientras sacaba el teléfono para llamar a Butch, para la limpieza... Se quedó paralizado. El mensaje de texto que había llegado era de la doctora Jane: Necesito que vengas a casa ahora mismo. —¿Autumn...? —Cuando sus hermanos llegaron derrapando por la vuelta de la esquina, levantó la mirada—. Tengo que volver.
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Phury frunció el ceño. —¿Qué sucede? —No sé. Se desmaterializó en el acto, desapareciendo hacia el norte. ¿Se habría hecho daño? ¿Tal vez abajo, trabajando en la clínica? O... por todos los demonios. ¿Y si había ido a la ciudad con Xhex y alguien la había agredido? Cuando volvió a tomar forma en las escaleras frente a la mansión, casi echó abajo las puertas del vestíbulo. Lo bueno es que Fritz redujo la necesidad de un carpintero, respondiendo deprisa desde el interior. Tohr pasó volando junto al mayordomo en una carrera mortal. Estaba malditamente seguro de que el tipo le estaba hablando, pero no iba a seguir esa o cualquier otra conversación. Golpeando la puerta oculta debajo de las escaleras, cayó en un retumbante galope cuando salió disparado por el túnel subterráneo. Su primera pista sobre lo que estaba mal llegó cuando salió de repente del armario de suministro y entró en la oficina. Su cuerpo había perdido la razón, las señales de su cerebro cortadas por una interferencia y un cambio de enfoque que no tenía sentido: Una erección, gruesa y larga, empujaba su ropa de cuero, su cabeza flotaba con una repentina y aplastante necesidad de llegar hasta Autumn y... —Oh, joder... no... —el sonido irregular de su voz se cortó cuando un grito atronador salió de algún cuarto del pasillo. Agudo y horrible, era el de una hembra sufriendo un dolor increíble. Su cuerpo respondió al instante, temblando cuando una imperiosa necesidad le golpeó. Tenía que llegar hasta Autumn... a menos que él la atendiera, ella iba a pasar las próximas diez o doce horas en el infierno. Necesitaba un macho... a él... dentro de ella, que cuidara de ella... Tohr se abalanzó sobre la puerta de cristal, con el brazo extendido, la mano lista para apartar la barrera transparente y frágil. Se contuvo justo cuando abría el camino. ¿Qué coño estaba haciendo? ¿Qué coño estaba haciendo? Otro grito hizo eco en él, y se combó cuando una oleada de impulso sexual casi le hizo caer de rodillas. Mientras su razonamiento superior sufría un cortocircuito otra vez, sus patrones de pensamientos se detuvieron por completo y lo único en que podía pensar era en montar a Autumn y aliviar su tormento. Pero a medida que las hormonas disminuían, su cerebro comenzaba a funcionar otra vez.
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—No —gritó—. No, de ninguna puta manera. Apartándose de la puerta, se arrojó hacia atrás hasta que golpeó el escritorio y se agarró a él preparándose para el siguiente impacto. Imágenes de la necesidad de Wellsie, en la que habían concebido a su hijo, pasaron rápidamente por su mente, el ataque tan implacable e indiscutible como los impulsos de su cuerpo. Su Wellsie había sufrido tanto dolor, un dolor paralizante... Había llegado a casa justo antes del amanecer, hambriento, cansado, pensando que iba a disfrutar de una buena comida y un poco de televisión basura antes de que se quedaran dormidos uno junto el otro... pero tan pronto como había entrado por el garaje, había tenido la misma respuesta contra la cual luchaba ahora: la imperiosa necesidad de aparearse. Sólo había una cosa que causaba ese tipo de reacción. Seis meses antes de aquello, Wellsie le había hecho jurar, sobre la base misma de su santificado emparejamiento, que cuando entrara en su siguiente necesidad no la drogaría. Joder, tuvieron una pelea por eso. Él no quería perderla en la cama de parto, al igual que un montón de machos vinculados, hubiera preferido no tener hijos durante el resto de su larga vida juntos antes que quedarse sin nada. ¿Y qué hay de que tú pelees? le había gritado ella. ¡Te enfrentas a tu maldita cama de parto todas las noches! Ahora no podía recordar lo que le había dicho entonces. Sin duda había tratado de calmarla, pero no había funcionado. Si algo te sucede, había dicho ella, yo tampoco tendré nada. ¿Crees que no atravieso ese crisol cada maldita noche? ¿Qué le había dicho él? Que le jodieran, no lo sabía. Pero podía ver su rostro claro como el día cuando ella le había mirado fijamente. Quiero un hijo, Tohr. Quiero una parte de ti y de mí juntos. Quiero una razón para seguir viviendo si tú no lo haces... porque eso es lo que voy a tener que hacer. Voy a tener que seguir viviendo. Poco habían pensado que él sería el que quedara atrás. Que el hijo no sería el por qué de su muerte. Que todas las cosas contra las que habían peleado esa noche no habían sido las preocupaciones correctas. Pero la vida era así. Y tan pronto como había entrado en casa, había querido llamar a Havers, incluso había ido hasta el teléfono. Pero al final, y como de costumbre, no había sido capaz de negarle algo. Y en vez de sangrar después de que la necesidad había pasado, se había quedado embarazada. Incandescente apenas describía su alegría...
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10º Hermandad de la Daga Negra
El siguiente grito fue tan fuerte que era un milagro que no hubiera roto la puerta de cristal. Jane irrumpió en la oficina. —¡Tohr! Escucha, necesito tu ayuda... Cuando sus manos se agarraron al borde del escritorio para mantenerse en el lugar, negó con la cabeza como un loco. —No lo haré. No voy a atenderla... de ningún condenado modo. No lo haré, no lo haré, no lo haré... Parloteando, joder, estaba parloteando. Ni siquiera oyó sus propias palabras, ya que empezó a levantar el escritorio y a dejarlo caer de golpe una y otra vez, hasta que algo duro y pesado golpeó en el suelo. En algún lugar de la parte posterior de su mente, vagamente pensó que era demasiado jodidamente irónico que otra vez estuviera perdiendo el control en esta sala. Aquí se había enterado de que Wellsie estaba muerta. Jane levantó las manos. —No, espera, necesito tu ayuda, pero no de esa manera... Otra oleada del instinto le hizo apretar los dientes y tuvo que doblar la parte superior del cuerpo mientras maldecía. —Ella me dijo que no te llamara... Entonces, ¿por qué estaba aquí? Oh, maldito infierno, el impulso... —¡Entonces por qué me has enviado un mensaje de texto! —No tomará ninguna droga. Tohr negó con la cabeza... sólo que esta vez fue en un intento de mejorar su audición. —¿Qué? —Está rehusando las drogas. No puedo conseguir que consienta, y no sabía a quién más llamar. No puedo ponerme en contacto con Xhex... y nadie más está unido a ella. Está sufriendo... —Drógala de todos modos... —Es más fuerte que yo. Ni siquiera puedo llevarla de vuelta a la cama sin que reparta golpes a diestro y siniestro. Pero esa no es la cuestión... éticamente, no puedo tratar a alguien que no me deja. No voy a hacerlo. ¿Tal vez puedas hablar con ella?
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10º Hermandad de la Daga Negra
En ese momento, los ojos de Tohr se pusieron con el programa y se concentró de verdad en la hembra. Su bata blanca estaba rota, una solapa colgaba suelta como un jirón de piel blanca. Era evidente que había sido maltratada. Tohr pensó en Wellsie, en su necesidad. Cuando él había bajado a su habitación, parecía que el lugar había sido saqueado. La mesita de noche y todo en ella estaba tirado y roto. La radio despertador en el suelo. Las almohadas fuera del colchón y las sábanas rajadas. Había encontrado a su hembra en el lado más alejado, en la alfombra, en una bola de agonía. Había estado desnuda, pero enrojecida y sudando a pesar de que hacía frío. Nunca olvidaría la forma en que ella había alzado la vista hacia él y, a través de sus lágrimas, le suplicó lo que él podía darle. Tohr la había montado totalmente vestido. —¿Tohr...? ¿Tohr? —¿Has puesto en cuarentena a los otros machos? —masculló. —Sí. Incluso tuve que despedir a Manny. Él estaba... —Sí. —Probablemente el tío estaba llamando a Payne en el campo. O eso, o pasando un montón de tiempo significativo con su mano izquierda: una vez que un macho quedaba expuesto, estaba permanentemente duro por un tiempo, aunque dejara las cercanías. —También se lo dije a Ehlena... y me dijo que tenía que mantenerse alejada. ¿Supongo que a veces el ciclo de una hembra puede afectar a las demás? Y nadie quiere quedarse embarazada por aquí. Tohr se puso las manos sobre las caderas y bajó la cabeza, reuniendo su mierda. Se dijo que no era un animal para tomar a Autumn en cualquier cama en la que estuviera acostada. Él no era... Mierda, ¿cuánto estaba dispuesto a confiar en esa resolución? ¿Y en qué demonios pensaba ella? ¿Por qué coño no se tomaba las drogas? Tal vez se trataba de una estratagema. Para llevarlo, para atenderla. ¿Podría ser tan calculadora? El siguiente grito fue desgarrador... y le cabreó. En su estela, se dijo a sí mismo que se diera la vuelta hacia el armario de suministros y que hiciera buen uso de él… salvo que no podía abandonar a la doctora Jane. Era bastante seguro que ella intentaría otra vez ayudar a Autumn y conseguiría que la golpeara de nuevo. Miró a la sanadora.
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—Bajemos juntos... y no me importa si ella consiente o no. Vas a sacarla de su sufrimiento, aunque tenga que sujetarla en el condenado suelo. Tohr respiró un par de veces para prepararse, ajustándose los pantalones. Jane estaba hablando con él, sin duda soltando todo tipo de la ética esto y la ética aquello, pero no la estaba escuchando. Ese paseo por el pasillo duró una eternidad: con cada paso, las necesidades de su cuerpo se intensificaban, transformándolo en una bomba de instinto. Cuando llegó a la puerta de la sala de recuperación en la que ella se encontraba, estaba inclinado, agarrándose en la ingle, incluso delante de la doctora Jane. Su pene palpitaba, sus caderas se tensaban... Abrió la puerta. —Jooooder... Sus huesos casi se rompieron en dos cuando una mitad de él fue a impulsarse hacia adelante y la otra mitad tuvo que contenerse junto a la jamba de acero. Autumn estaba en la cama, boca abajo, con una rodilla subida hasta el pecho, la otra pierna extendida hacia fuera en un torturado ángulo. Su vestido estaba retorcido y tirante en su cintura, y mojado por el sudor, su pelo era un enmarañado desorden enredado en la parte superior de su cuerpo. Y había manchas de sangre cerca de su boca... probablemente se había mordido a través del labio. —Tohrment... —Su voz rota se alzó—. No... vete... Él se tambaleó hasta la cama y puso su cara delante de ella. —Es hora de poner fin a esto... —Ve... te... —Sus ojos inyectados en sangre se encontraron con los de él sin concentrarse mientras las lágrimas corrían por su rostro espectacularmente ruborizado, las hormonas inundaban su piel con un tinte rosado como si fuera una fotografía anticuada, pintada a mano—. Ve... aho... El gruñido que cortó la palabra subió el volumen hasta otro grito. —Ve a buscar las drogas —le espetó a la sanadora. —Ella no las tomará... —¡Ve a buscarlas! Es posible que tú necesites su consentimiento, pero estoy bien seguro de que yo no... —Habla con ella primero... —¡No! —gritó Autumn.
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10º Hermandad de la Daga Negra
Todo el infierno se desató en ese momento, todo el mundo se gritaba el uno al otro hasta que la siguiente oleada vino e hizo callar a él y a Autumn, los dos cediendo una vez más bajo la presión. La aparición de Lassiter se manifestó en un latido de corazón entre el repentino alivio y la siguiente ronda de discusión: El ángel se acercó a la cama y extendió la mano. Autumn se calmó al instante, con los ojos en blanco y las extremidades relajadas. El alivio de Tohr, tanto como tuvo algo, consistió en que al menos el sufrimiento de ella se había aliviado. Él todavía estaba paralizado por la necesidad, pero ella ya no se estaba matando a sí misma. —¿Qué le has hecho? —preguntó Doc Jane. —Sólo un estado de trance. Y no va a durar. Sin embargo, esa mierda era impresionante. La mente de los vampiros era más fuerte que la de los humanos, y el hecho de que el ángel pudiera sacar este tipo de reacción de ella en su condición, sugería que tenía algunos trucos especiales bajo la manga. Los ojos de Lassiter encontraron los de Tohr. —¿Estás seguro? —Sobre qué —le espetó. Joder, estaba a punto de perder el juicio aquí... —Servirla. Tohr se echó a reír en un arranque en frío. —No es probable. Jamás. Para demostrar el punto, se abalanzó hacia la derecha, donde una bandeja de jeringas estaba preparada, en clara intención para Autumn. Agarrando dos, se las clavó en los muslos y se inyectó a sí mismo con lo que estaba en ellas. Un montón de gritos se escucharon en ese momento, pero no duró mucho. El cóctel de fármacos, fuera lo que fuera, tuvo un efecto inmediato y lo derribó al suelo. Su última imagen antes de perder el conocimiento de una maldita vez fue la de los ojos borrosos de Autumn observándole caer.
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Capítulo 58
Cuando Qhuinn y John la contemplaron con expresión estudiadamente en blanco, Layla se enderezó en la dura silla en la que estaba sentada. Mirando a su alrededor en el restaurante, sólo vio humanos disfrutando tranquilamente de pequeños dulces similares a los que estaban en sus platos... así que era difícil entender qué estaba mal. —¿Hay algo fuera? —susurró, inclinándose hacia adelante. En términos generales, encontraba que los humanos eran muy similares a los vampiros... sólo trataban de vivir sus vidas sin interferencias. Pero estos dos machos también lo sabrían. Qhuinn la miró y sonrió de un modo que no alcanzó a sus ojos. —Después de alimentar al macho, ¿qué hiciste? ¿Qué hicieron ellos? Ella frunció el ceño, deseando que ellos le dijeran lo que estaba mal. —Ah... bueno, traté de hablar con ellos sobre llevarlo de regreso al centro de entrenamiento. Pensé que ya que su compañero había sido tratado allí, él también podría serlo. —¿Crees que sus heridas podrían haber sido mortales? —¿Si yo no hubiera llegado a tiempo? Sí, lo creo. Pero él tenía mejor aspecto cuando me fui. Su respiración había mejorado mucho. —Te alimentaste de él. Ahora el tono en la voz de Qhuinn era grave. Hasta el punto de que, si los límites de su relación no hubieran sido bien establecidos, podría haber pensado que estaba celoso. —No, no lo hice. Tú eres la única persona con la cual he hecho eso. El silencio que siguió le dijo más de lo que hicieron las preguntas. El problema no eran los humanos a su alrededor en el restaurante o fuera en las calles. —No lo entiendo —dijo enfadada—. Él estaba en necesidad y yo cuidé de él. Tú entre todas las personas no debería discriminarle simplemente porque es un soldado y no de noble nacimiento.
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—¿Le has dicho a alguien dónde estuviste esa noche? ¿Lo que hiciste allí? —El Primale nos da rienda suelta. He estado alimentando y cuidando a los combatientes durante largo tiempo... es lo que hago. Es mi propósito. No entiendo... —¿Has tenido algún contacto con ellos desde entonces? —Tenía la esperanza... en verdad, esperaba que uno o los dos aparecieran en la mansión en calidad de algo oficial para que pudiera ver a los heridos una vez más. Pero no, no los he visto. —Ella apartó sus platos—. ¿Qué está pasando aquí? Qhuinn se puso de pie y sacó su fajo de billetes. Sacando dos de veinte, arrojó los billetes sobre la mesa. —Tenemos que volver al complejo. —Por qué estás siendo... —ella bajó la voz cuando varias personas miraron en su dirección—. ¿Por qué eres así? —Vamos. John Matthew también se levantó, con una expresión furiosa, los puños apretados, la mandíbula tensa. —Layla, vuelves con nosotros. Ahora. Para evitar una escena, ella se levantó y les siguió fuera al aire frío. Pero no tenía ninguna intención de aceptar órdenes y desmaterializarse como una niña buena. Si ellos dos iban a comportarse de esa manera, maldición, iban a decirle por qué. Plantando los pies en la nieve, fulminó con la mirada a los dos machos. —¿Qué pasa con vosotros? Su tono de voz era uno que hasta hacía un año, ella misma, se habría sorprendido de escuchar saliendo de su boca. Pero no era la misma hembra que había sido una vez. Cuando ninguno de ellos contestó, negó con la cabeza. —No me moveré de este trozo de acera hasta que me lo digáis. —No vamos a hacerlo, Layla —mordió Qhuinn—. Tengo que... —A menos que me digáis lo que está pasando aquí, la próxima vez que cualquiera de esos soldados contacte conmigo, será mejor que creáis que voy a verlos... —Entonces serías una traidora, también. Layla parpadeó. —Lo siento... ¿traidora? Qhuinn miró a John. Cuando el macho se encogió de hombros y levantó las dos manos, hubo un largo chorro de maldiciones.
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Y entonces la tierra desapareció bajo sus pies. —Yo creo que el macho al que alimentaste es un soldado llamado Xcor. Es el líder de un escuadrón rebelde de combatientes llamado familiarmente Banda de Bastardos. Y al final del otoño, en la época que lo alimentaste, atentó contra la vida de Wrath. —Lo... lo siento. Qué... —Cuando sus piernas oscilaron aflojándose, John intervino y la agarró—. Pero, cómo puedes estar seguro... —Yo fui el que puso los moretones en su rostro, Layla. Le golpeé hasta sacarle la mierda... de manera que Wrath pudiera llegar a casa sin peligro y que su herida de bala fuera tratada. Ese es nuestro enemigo, Layla... tan cierto como lo es la Sociedad Lessening. —El otro... —Ella tuvo que aclararse la garganta—. El otro soldado, sin embargo, el que me llevó a él. Estuvo en el centro de entrenamiento. Phury me llevó para alimentarle... con Vishous. Me dijeron que era un soldado de valía. —¿Dijeron eso? O te permitiste creer eso. —Pero... si él era el enemigo, ¿por qué darle refugio? —Ese era Throe, el segundo al mando de Xcor. Fue dado por muerto por su jefe... y nos iban a condenar si se moría en nuestra guardia. John sacó su teléfono móvil con la mano libre y envió un mensaje de texto rápido, pero Layla no estaba siguiendo nada. Sus pulmones estaban ardiendo, la cabeza le daba vueltas, su tripa se retorcía. —¿Layla? Alguien la estaba llamando, pero el pánico que la reclamaba era lo único con lo que podía conectar. Mientras su corazón martilleaba, y su boca se abría buscando aire, una oscuridad descendió sobre ella... —¡Joder, Layla!
*
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Moviéndose por los tejados de Caldwell, Xhex mantuvo a Xcor a distancia, siguiéndole de callejón en callejón y de distrito en distrito mientras él se enfrentaba contra asesinos. Por lo poco que vio, el macho era un luchador increíblemente eficiente, aquella guadaña suya hacía un jodido trabajo serio. Lástima que fuera un megalómano con delirios de la variedad “tronal”. En todo momento, se quedó a un mínimo de un bloque de distancia. No había ninguna razón para forzar su suerte y correr el riesgo de llamarle la atención sobre el hecho de que lo estaban siguiendo. Sin embargo, tenía la sensación de que él lo sabía.
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Si la forma en que él manejaba al enemigo era una indicación, sería lo bastante inteligente como para suponer que Wrath y la Hermandad enviarían emisarios tras él, y no parecía que estuviera en la clandestinidad. Él era un individuo con un patrón dentro de un espacio geográfico limitado: luchaba en Caldwell. Cada jodida noche. Hola. Cuando los copos de nieve comenzaron a arremolinarse en el aire, el macho en cuestión se movió de posición, corriendo en un trote con su mano derecha, Throe, a su lado. Permaneciendo con ellos, se desmaterializó a otro edificio. Y a otro. Y a un tercero. ¿Adónde iban? pensó, cuando ellos dejaron el sector de los enfrentamientos... A un kilómetro o así más tarde, Xcor se detuvo abajo, al nivel de calle, claramente tratando de decidir entre izquierda y derecha. Cuando Throe se acercó a su lado, intercambiaron palabras irritadas. ¿Tal vez porque Throe reconoció que se dirigían en la dirección equivocada? Mientras discutían, ella miró al cielo. Comprobó el reloj. Mierda. Xcor iba a desmaterializarse al final de la noche, y así era cómo le iba a perder. Sólo con sus instintos vagando hasta aquí, él escaparía rápidamente de su alcance en cuanto se alejara como un fantasma. Pero al menos ahora tenía la rejilla de él. Y tarde o temprano, ya fuera él o uno de sus soldados iba a resultar herido y tendría que ser conducido fuera de la ciudad. Era inevitable... y así era como iba a cogerles: no podía rastrear una dispersión de moléculas. Sin embargo, un coche, una furgoneta, una camioneta, un SUV... esa sería su manera de entrar. Y la mierda era que sabía que pasarían meses para una maldita herida. De repente, Xcor se puso en marcha otra vez, rodeando el edificio sobre el que ella estaba, llamándola para volver a la acción. Con una intensidad sombría, caminó haciendo crujir la capa de nieve de la azotea, dando la vuelta con él, corriendo por los respiraderos HVAC y otros mecánicos. Cuando ella llegó al otro lado, ella... John Matthew. Mierda, su John no estaba lejos. Qué demonios... Le había dicho que se quedaba en casa esta noche porque estaba fuera de la rotación. ¿Con quién estaba? Qhuinn había renunciado a sus maneras de putero... parte equivocada de la ciudad para eso, de todos modos. Este era el distrito de los teatros. Desmaterializándose al borde del edificio, miró hacia abajo. Al otro lado de la calle, a la entrada de un callejón, John estaba de pie en las sombras, con Qhuinn y... Layla. Quien era levantada del suelo en los brazos del primero, ¿como si se hubiera desmayado?
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Miiiiierda. Un montón de drama allí abajo. Un drama enorme... del tipo que era amenazador hasta descomponer la rejilla emocional de la Elegida por completo. Dispersando sus moléculas, Xhex volvió a tomar forma delante de John, sorprendiendo al grupo. —¿Está bien? Estamos esperando a Butch, dijo John. —¿Está en camino? Está ocupado al otro lado de la ciudad con la limpieza. Pero le necesitamos ahora. Eso estaba claro. Lo que había ocurrido allí era grave. —Ahora puedes soltarme —dijo Layla con brusquedad. Qhuinn se limitó a negar con la cabeza y siguió sosteniéndola sobre la nieve. —Mirad, iAm no está lejos. —Xhex sacó el móvil y lo mostró—. ¿Me permitís que lo llame? —Sí, eso estaría bien —respondió Qhuinn. Cuando llamó a la Sombra, ella contempló a John mientras sonaba el teléfono. —Oye, iAm, ¿cómo estás? Sí. Uh huh... ¿cómo lo sabes? Sí, necesito un juego de ruedas en el distrito de los teatros, estad... Eres mi tipo, iAm. —Ella terminó la llamada—. Hecho. TELL en menos de cinco minutos. Gracias, dijo John por señas. —¿Qué pasa? —dijo Qhuinn cuando Layla empezó a ponerse rígida. Xhex entrecerró los ojos y miró el rostro de la Elegida cuando la rejilla de la mujer se iluminó... con excitación. Y vergüenza. Y dolor. —Él está aquí —susurró la Elegida—. No está muy lejos. John y Qhuinn fueron al instante por sus armas... lo que fue un buen truco por parte de éste, teniendo en cuenta que aún tenía a Layla en sus brazos. De quién diablos estaba hablando... —Xcor. —Xhex aspiró mientras miraba en la misma dirección que se concentraba la Elegida. Y luego uniendo los puntos, pensó en voz alta—. Jesucristo... ¿Xcor? iAm escogió ese momento para detenerse con un BMW X5, y una fracción de segundo más tarde, estaba fuera y manteniendo la puerta abierta. Qhuinn se abalanzó sobre el SUV, y Layla no opuso resistencia cuando la metió allí como una inválida. —Llevaos el vehículo —dijo iAm a los machos—. Usadlo como si fuera vuestro.
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Después de un brusco agradecimiento por parte de Qhuinn, hubo un breve momento de ahora-qué cuando John miró a Xhex. Preparándose para algunos golpes en el pecho masculino, ella quiso maldecir... La llevaremos de vuelta, dijo John. Tú quédate aquí y haz lo que tengas que hacer. Tan rápido como entraron de un salto en el SUV de iAm, se fueron. —¿Necesitas ayuda? —preguntó iAm. —Gracias, pero no —murmuró mientras contemplaba el destello rojo de los frenos y luego cómo desaparecía a la vuelta de la esquina—. Yo me encargo.
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Capítulo 59
Xcor había sentido la presencia de la Elegida desde varias manzanas atrás. Atraído hacia ella, cambió de dirección y fue hacia ella… hasta que Throe se entrometió y discutió con él. Lo que, de alguna manera, había estado bien. Significaba que el macho estaba manteniendo su palabra de no volver a verla más. Por el contrario, Xcor no había hecho semejante promesa… así que siguió adelante dejando que su soldado mordiera el polvo. Parcas, pero llevaba tantos días mirando absorto a las vigas llenas de telas de araña desde su camastro, preguntándose dónde estaba, lo que estaba haciendo. Cómo le iba. Si la Hermandad llegaba a averiguar a quién había ayudado en ese campo se pondrían furiosos… y Wrath, el Rey Ciego, había sido conocido hacía mucho por hacer honor a su nombre. De modo que Xcor aún sentía que su segundo teniente la hubiera metido en este lío. Ella era un ser cándido e inocente, que solo pretendía ayudar y la habían convertido en una traidora. No se lo merecía. En realidad, rogar porque su objetivo tuviera piedad en este caso sonaba a locura. Pero lo hacía. Rogaba porque Wrath la perdonara si la verdad llegaba a conocerse… Se acercó más a ella, pero no se atrevió a llegar demasiado cerca… y la encontró al abrigo de un pequeño café, envuelta entre sombras que su visión no pudo penetrar por más que forzó la vista. No estaba sola, estaba vigilada por soldados… dos machos y una hembra. ¿Sería capaz de percibirle? se preguntó con el corazón latiéndole como si le estuvieran persiguiendo. ¿Les diría que estaba cerca…? Un vehículo negro se acercó al grupo derrapando y lo que salió de él fue algo de lo que tan solo había oído hablar entre susurros: ¿Era una Sombra? ¿Una verdadera Sombra vivita y coleando? La Hermandad tenía aliados de valía, eso estaba claro…
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Su Elegida fue transportada rápidamente al coche en los brazos del soldado con el que había luchado esa noche en la propiedad de Assail. Xcor mostró los colmillos pero se guardó el gruñido para él. Que otro macho la estuviera tocando hizo que se sintiera profundamente violento. ¿La posibilidad de que estuviera herida de alguna forma? Le aterrorizó hasta el punto de estremecerse. En el último momento, justo antes de desaparecer en el asiento trasero, ella miró hacia donde él se encontraba. El momento de conexión ralentizó el tiempo hasta que todo, desde los copos de nieve que caían contra el parpadeante letrero de neón que estaba junto a ella, hasta la velocidad con la que la ocultaron a la vista, le parecieran fotogramas independientes, como fotos tomadas por su mente de una en una. Ella no vestía su túnica blanca, sino ropas humanas que él aprobaba. Su cabello seguía recogido en lo alto del cuello, sin embargo, lo que acentuaba sus espectaculares facciones. Y cuando Xcor respiró, sus senos nasales inhalaron tanto el frío como el delicado aroma de ella. Todo en ella era tal y como lo recordaba. Salvo porque en este momento ella estaba claramente afligida, la piel demasiado pálida, los ojos abiertos de par en par. Le temblaba la mano cuando se la llevó a la garganta en un gesto de autoprotección. Él extendió hacia ella la mano con la que peleaba, como si hubiera algo que pudiera hacer para aliviar su sufrimiento, como si pudiera ayudarla de alguna forma. Era un gesto que tendría que permanecer siempre en las sombras. Ella sabía que él estaba cerca y probablemente ésa era la razón por la que se la estaban llevando de allí. Y ahora ella le temía. Seguramente porque sabía que él era su enemigo. Los dos machos se metieron en el coche con ella, el más alto tras el volante y el que había luchado con él se deslizó en la parte trasera con ella. Sin ser consciente de ello, deslizó la mano en el interior de la chaqueta y tocó su arma. La tentación de plantarse en el camino del vehículo, matar a los dos machos y llevarse lo que deseaba era tan grande que en realidad llegó a cambiar su posición calle abajo. Pero no podía hacerle eso a ella. Él no era su pad… no era el Bloodletter. No iba a atormentarle su conciencia durante el resto de su vida con esa violencia… porque probablemente ella lo extrapolaría y se culparía a si misma por las muertes. No, si alguna vez llegaba a tenerla, sería porque ella viniera a él por su propia voluntad. Lo que, por supuesto, era imposible. Así que… la dejó marchar. No se interpuso en el camino del vehículo a motor para meter una bala en la frente del conductor. A continuación, no se apresuró a disparar
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al del asiento trasero ni se dio la vuelta para matar a la mujer soldado que, en ese momento, se encontraba a una distancia aproximada de media manzana por detrás de él. Tampoco se introdujo en el vehículo, ni encerró a la Elegida en su interior ni la condujo a algún lugar cálido y seguro. Donde le quitaría de encima esos horribles ropajes humanos… y los sustituiría por su propio cuerpo desnudo. Dejando caer la cabeza, cerró los ojos y recalibró sus pensamientos, recobrando el control sobre ellos, reconduciéndolos lejos de la fantasía. De hecho, ni siquiera iba a utilizarla para encontrar a los Hermanos, eso sería como firmar su sentencia de muerte, como si en realidad pudiera escribir su propio nombre. No, no la utilizaría como herramienta en esta guerra. Ya la había comprometido demasiado. Dándose la vuelta sobre la nieve se dirigió hacia la que estaba detrás. Que los soldados se hubieran marchado con la Elegida en lugar de luchar con él era lógico. Una hembra como ella era un elemento de mucho valor y, probablemente, habrían pedido muchos refuerzos para el viaje, donde quiera que fueran. Era interesante que hubieran elegido al soldado del sexo débil para quedarse atrás. Probablemente habían dado por hecho que les iba a perseguir. —Puedo sentirte claro como el día, hembra —llamó. Ella dio un paso bajo la luz de un portal callejón abajo, demostrando su valor. Llevaba el pelo corto y una constitución prieta y poderosa que estaba revestida de cuero, era definitivamente una luchadora. Bien, esta era una noche llena de sorpresas: si estaba asociada con la Hermandad, había que asumir que era peligrosa, de modo que esto podía ser divertido. Y aun así, mientras le encaraba, no sacó ningún arma. Sin embargo, estaba preparada… en realidad, era su postura la que le decía que estaba lista para hacer lo que debía. Pero no estaba a la ofensiva. Xcor entrecerró los ojos. —¿Demasiado femenina para luchar? —No soy yo quien debe tomarte. —¿Y entonces de quién soy? —como ella no respondió, él dedujo que algo se estaba tramando. La cuestión era de qué tipo—. ¿Nada que decir, hembra? Avanzó un paso hacia ella. Y otro. Solo para tantear los límites. Por supuesto, ella no se echó atrás, sino que abrió lentamente la cremallera delantera de su chaqueta como si fuera a coger sus armas.
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De pie en esa zona iluminada, con la nieve cayendo a su alrededor y las botas plantadas sobre el suelo blanco y mullido, su negra figura era toda una estampa. Sin embargo no se sentía atraído por ella… puede que hubiera sido más fácil si lo hubiera estado. Alguien con esa dureza intrínseca daría mejor la cara ante la… bueno, la cara de Xcor. —Tienes un aspecto bastante agresivo, hembra. —Si me obligas a matarte, lo haré. —Ah. Bueno, lo tendré presente. Dime, ¿te has quedado atrás por el placer de mi compañía? —Dudo que fuera tan placentera. —Tienes razón. No soy conocido por mis habilidades sociales. Le estaba siguiendo, pensó. Era la razón por la que estaba ahí. De hecho, llevaba desde el inicio de la noche con la sensación de tener una sombra sobre él. —Me temo que me tengo que marchar —dijo lentamente—. Sin embargo, tengo la sensación de que nuestros caminos se cruzarán de nuevo. —Puedes apostar tu vida. Él le hizo una inclinación de cabeza… y repentinamente se hizo desaparecer hacia la lejanía. Cualesquiera que fueran sus habilidades como rastreadora, no podía perseguir moléculas. Nadie era tan bueno. Ni siquiera su Elegida podía hacerlo… gracias a las Parcas por eso. En verdad, él llevaba tiempo recreando en su mente la idea de que ella podría encontrarle si lo deseaba, al actuar su sangre en el cuerpo de él como un faro que podría guiarla durante bastante tiempo aun. Pero no lo había hecho, ni lo haría. No pertenecía a la guerra… Su teléfono sonó en el preciso instante en que retornó a su forma física en las orillas del Hudson, lejos del centro. Sacó el dispositivo negro y miró la pantalla. La imagen de un caballero anticuado se mostraba junto a letras y números que él no podía descifrar… lo que significaba que su contacto en la glymera estaba intentando ponerse en contacto con él. Apretó el botón con las letras verdes. —Qué placer escucharte, Elan —murmuró—. ¿Qué tal te está yendo en esta magnífica velada? ¿Lo están? Por supuesto. Sí. Te informaré de la localización… pero diles que aye. Nos reuniremos con ellos con toda urgencia.
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Perfecto, pensó mientras apretaba el botón rojo. La facción disidente de la glymera quería mantener una reunión personal. Las cosas por fin empezaban a moverse. Ya era hora. Contemplando el rio, dejó fluir su agresividad, pero la oleada no duró. Inevitablemente, sus pensamientos retornaron a su Elegida y la expresión horrorizada de su rostro. Ahora sabía quién era él. Y como todas las hembras, le veía como un monstruo.
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Viajando en el asiento trasero del todoterreno de iAm, Qhuinn mantenía vigilados todos los flancos del vehículo por si les estaban siguiendo. También había llamado a V y a Rhage para que flanquearan el BMW, sólo por si acaso. Aunque no les había dicho que estaba preocupado por los Bastardos. Ellos habían dado por hecho que se trataba de lessers y él había dejado que lo creyeran. Y John no estaba conduciendo de vuelta al complejo, no había motivos para ir a ninguna parte cerca de casa. En lugar de eso, se dirigían a los suburbios a dar vueltas por allí, permanecerían en los vecindarios llenos de humanos hasta que Layla tuviera tiempo de recobrarse y desmaterializarse de vuelta a la mansión. En ese punto, la miró. Ella estaba mirando por la ventana de su lado y su pecho subía y bajaba demasiado rápidamente. Pero, claro, enterarte de que has ayudado al enemigo… probablemente salvado su vida… no es la clase de acto que nadie manejaría bien. Se inclinó hacia ella, le puso una mano en la pierna y se la apretó cariñosamente. —Está bien, nenita. Ella no se volvió hacia él. Tan solo negó con la cabeza. —¿Cómo puedes decir eso? —No lo sabías. —Se ha quedado en la ciudad. No nos ha seguido. Era bueno saberlo. —¿Me lo dirás si eso cambia? —Por supuesto —dijo con voz mortecina—. Al momento. Qhuinn maldijo para sus adentros.
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—Layla. Mírame —cuando no lo hizo, le colocó el dedo índice en la barbilla—. Eh, no sabías quien era. Layla cerró los ojos, como si deseara volver a la noche en que conoció al tipo y rehacerlo todo de nuevo. —Ven aquí —dijo él atrayéndola a sus brazos. Ella le aceptó tiesa, y mientras él le frotaba la espalda, pudo notar la tremenda tensión de sus músculos. —¿Y si el Rey me rechaza? —dijo contra su pecho—. ¿Y si Phury…? —No lo harán. Lo comprenderán. Mientras ella se estremecía entre sus brazos, él miró a John a través del retrovisor y sacudió la cabeza ante su mejor amigo. Moviendo los labios, dijo en silencio: Vamos a llevarla a casa. Xcor se ha quedado en la ciudad. John arqueó una ceja y luego asintió. Después de todo, el sentido de la sangre no mentía… aunque por desgracia era un arma de doble filo. Lo bueno era que el mhis que V había lanzado alrededor del complejo impediría que nadie de fuera la encontrara… esa era la razón por la que había sido alimentado Throe en aquel lugar. Y, por lo menos, esa conexión con Layla se iba desvaneciendo con cada noche que pasaba, incluso a pesar de que la sangre de la Elegida era tan pura. —No tengo nada mío —dijo Layla con brusquedad—. Nada. Pueden incluso retirarme del servicio. —Shh… eso no va a ocurrir. No lo permitiré. Joder, esperaba que no fuera una mentira. Y tenían que contárselo al Rey y al Primale inmediatamente: su primera parada después de que la llevaran a ver a la Doc Jane sería el estudio de Wrath. Aquellos dos tan solo tenían que comprender de donde venía ella… había sido manipulada por el enemigo, explotada como cualquier otro recurso para hacer algo para lo que no se hubiera ofrecido voluntaria ni en un millón de años. Deseó haber matado a Xcor cuando tuvo la oportunidad… Unos buenos treinta minutos más tarde, John se desvió hacia la carretera trasera que conducía al centro de entrenamiento y les llevó otros diez hasta que por fin entraron en el garaje. La primera pista de que algo iba mal llegó cuando Qhuinn saltó al bordillo. Se puso tenso de inmediato, la sangre se le calentó en las venas hasta casi hervir sin motivo aparente. Y entonces sufrió una enorme y palpitante erección.
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10º Hermandad de la Daga Negra
Miró a su alrededor, ceñudo. Y John hizo lo mismo en cuanto abrió la puerta y salió desde detrás del volante. Había… algún tipo de energía sexual funcionando en el aparcamiento. ¿Qué cojones? —Eh, vale, vamos a llevarte donde la Doc Jane —dijo Qhuinn tomando a Layla por el codo y asegurándose de que la parte delantera de sus caderas estaba cubierta por el bajo de su chaqueta de cuero. —Estoy bien. Honestamente… —Entonces exactamente eso es lo que dirá la buena doctora. Cuando John abrió la puerta y todos entraron, Qhuinn perdió el hilo de sus pensamientos mientras una enorme oleada de hormonas se estrellaba contra él. Se miró la pelvis, no podía creer que estuviera a punto de tener un orgasmo. —Alguien está en su período de necesidad —anunció Layla—. No creo que vosotros dos debáis entrar ahí… Al fondo del pasillo la Doc Jane prácticamente saltó fuera desde una de las salas de reconocimiento. —Tenéis que iros… Qhuinn y John, tenéis que marcharos… —Quién… —Qhuinn tuvo que cerrar los ojos y tratar de ralentizar su respiración: el movimiento estaba haciendo que la polla le rozara contra los botones de su bragueta, amenazando con una aparatosa explosión—. Quién está… Al intensificarse la extraña oleada, perdió la capacidad de hablar. Joder, era como si acabara de pasar por la transición y estuviera rodeado por hembras desnudas en posición de acceso total. —Es Autumn —dijo Jane, corriendo hacia ellos y conduciéndoles de vuelta al aparcamiento—. ¿Estás bien, Layla? —Estoy bien… —Necesita una revisión rápida —murmuró Qhuinn mientras se dirigía al coche de la Sombra—. Ha estado a punto de desmayarse. Avísame cuando termines, Layla, ¿vale? John también andaba como un espantapájaros: tieso y sin ninguna coordinación. Pero claro, cuando tienes un bate de beisbol en los pantalones no vas por ahí haciéndote el Fred Astaire. Cuando la pesada puerta de acero se cerró tras ellos, las cosas mejoraron un poco, y para cuando habían atravesado las distintas series de verjas, algo más liberado de su furiosa erección, se sentía un poco más racional.
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—Jesús —dijo Qhuinn—. Si embotelláramos esa mierda dejaríamos a los chicos de la Viagra sin negocio. Tras el volante, John silbó su aprobación. Mientras el tipo conducía rodeando la base de la montaña y se acercaba a la casa principal por la parte delantera, Qhuinn se removía en sus pantalones de cuero. Sexualmente no había hecho gran cosa desde… bueno, mierda, hacía casi un año, cuando había tenido un rato en privado con aquel pelirrojo en el Iron Mask. Después de eso, no había tenido mucho interés en nada ni en nadie, macho o hembra. Ya ni siquiera se despertaba empalmado. Joder, dada la extensión de su período de sequía, había comenzado a pensar que simplemente había quemado su cuota de orgasmos: considerando todo lo que había follado desde su transición, seguro como la mierda que parecía factible. Pero aquí estaba, rabiando en su asiento. Junto a él, John estaba haciendo lo mismo, removiéndose. Recostándose y volviendo a su sitio. Cuando la mansión finalmente surgió del mhis, Qhuinn odió la idea de entrar. No había nada ni remotamente sexy o atrayente en dirigirse solo a su habitación, hacerse un par de pajas y continuar con su vigilia frente a una pantalla de televisión apagada. No tengo nada mío. Nada. Incluso podrían retirarme del servicio. Layla tenía tanta razón en eso: a pesar de que todos le hacían sentirse bienvenido, la única realidad era que solo se le permitía quedarse porque cumplía una función para con John, como ahstrux nohstrum. Sin embargo, igual que Layla, podía ser despedido. ¿Y con respecto a su futuro? Desde luego no iba a emparejarse, porque no iba a condenar a ninguna hembra a una unión sin amor, ni tampoco iba a tener descendencia, aunque, pensando en sus ojos de diferente color, puede que eso fuera algo bueno. En resumen, que lo que le esperaba eran incontables siglos sin un hogar de verdad, sin una familia real, sin sangre propia. Se pasó una mano por el pelo preguntándose si había alguna posibilidad de que la polla se le desinflara por arte de magia… sabía exactamente lo que esa Elegida quería decir con vacío.
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Capítulo 60
Xhex necesitaba información. Ya. Cuando Xcor se desmaterializó, desapareció del alcance de su radar en segundos. Y sí, tenía una idea de su dirección, pero qué gilipollas no camuflaría el camino hacia su escondrijo. Así que, por supuesto, le siguió hasta donde pudo y se encontró tirada en las orillas del Hudson, no lejos de su casa. El rastro se enfrió en ese punto y no a causa del helado viento del norte que soplaba río abajo. Pateó el primer ventisquero que pilló y se puso a dar vueltas por allí. Desanduvo el camino al distrito de los teatros. Escaneó el resto de la ciudad, saltando de azotea en azotea. Nada. Terminó en lo alto del edificio donde había visto a John y los demás, caminando a zancadas y soltando juramentos como un camionero. En ausencia de pistas físicas, no le quedó más remedio que seguir con lo único que le quedaba: el drama que había tenido lugar en aquel lugar desértico. Sacó el teléfono, envió un mensaje de texto a John y esperó. Y esperó. Y… esperó. ¿Les habrían tendido una emboscada en el camino de vuelta? Envió otro SMS. Llamó a Qhuinn… y no obtuvo respuesta. Maldita sea, ¿y si había ocurrido algo? El que Xcor pareciera haber abandonado la ciudad no significaba necesariamente que no hubiera podido darse la vuelta e interceptar el todoterreno de iAm. Y mientras tanto, ella aquí como un perro que se persigue la cola… Justo cuando estaba a punto de comenzar con otra ronda de mensajes y sufrir una crisis de pánico, John envió una respuesta: @ stoy bien. Prdon stba en clínica. Recuperándose del susto, inspiró profundamente y le envió un mensaje de respuesta: Tenemos que hablar sobre Layla. Déjame ir a la casa.
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Era posible que Qhuinn no quisiera dejar a la Elegida en esas condiciones y Xhex no quería que John hiciera salir a su ahstrux nohtrum solo para que se reunieran. En vez de esperar una respuesta, se transportó a la mansión, subió los peldaños y entró en el vestíbulo. La puerta interior se abrió inmediatamente y apareció Fritz, con aspecto agotado. —Buenas noches, señora. —¿Pasa algo? El mayordomo hizo una inclinación y se irguió. —Oh, ciertamente. Sí. ¿A quién desea ver? Hubo un tiempo en que esa pregunta no hubiera tenido lugar. —John. ¿Está en la clínica? —Oh… no. No, sin duda no está allí. Está arriba. Xhex frunció el ceño. —¿Hay algún problema? —Oh, no. Por favor, señora, adelante. Y una mierda que nada iba mal. Cruzó el manzano de mosaico a la carrera y subió los escalones de dos en dos. Cuando llegó a la segunda planta, dudó. Incluso desde el distribuidor, se captaban los aromas del sexo: toda una buena mezcla de ellos de hecho, que sugerían que estaban teniendo lugar múltiples encuentros. Literalmente. Y eso estuvo a punto de hacerle vomitar. Mientras se aproximaba a la puerta de John, se preparó para lo que se pudiera encontrar al otro lado. Layla estaba entrenada como ehros y Qhuinn llevaba tiempo listo para lo que fuera… y puede que su separación hubiera conducido a su compañero a los brazos de otros. Llamó a la puerta con fuerza y con el corazón en un puño. —¿John? Soy yo. Cerró los ojos y se imaginó cuerpos desnudos repentinamente inmóviles, gente mirando de un lado a otro, a John intentando encontrar algo para cubrirse. No recibió lecturas… estaba demasiado dispersa para lograrlo. Ni tampoco analizó los aromas… ya estaba teniendo suficientes problemas para mantenerse en pie, porque sabía que, por lo menos uno de ellos, era de John. —Sé que estás ahí dentro.
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En lugar de una puerta abierta, le llegó un mensaje de texto al móvil: Stoy m ocupado. Puedo buscarte 18 hr? Que jodan a eso y al caballo en que va montado. Xhex agarró el pomo, lo giró con la suficiente fuerza como para arrancarlo y se abrió camino… Santa. Mierda. John estaba solo en su cama, yaciendo sobre las sábanas retorcidas. Su cuerpo desnudo relucía a la luz que entraba desde el cuarto de baño. Tenía una mano entre las piernas, rodeándose la gruesa polla con uno de sus grandes puños… con la otra mano asía con fuerza el cabecero, para equilibrarse mientras se lo hacía a sí mismo, con los dientes desnudos y los músculos de los hombros y el cuello sobresaliendo del crudo alivio mientras se pajeaba. Mieeeeerda. Tenía el bajo vientre resbaladizo de anteriores orgasmos y, aun así, parecía necesitar desesperadamente aliviarse. Su mirada enfebrecida encontró la de ella y entonces se detuvo. Vete vocalizó, por favor… Ella entró rápidamente y cerró la puerta. Esto no era algo que nadie más necesitara ver. ¡Por favor! exigió. Desde luego que por favor, pensó para ella, su propio cuerpo estaba respondiendo, su propia sangre empezaba a bombear. Pasando por encima de los restos amontonados de lo que él había llevado puesto en el distrito de los teatros, ella solo podía pensar en cuanto había echado de menos el lado más carnal de él. Era como si, durante todos estos meses, hubiera estado apagada… y, sí, hubiera sido mucho mejor para ella salir de allí, dejarle que se apañara con su duro trabajo manual y reunirse más tarde. Pero, Dios, había echado de menos ser su hembra. No puedo parar movió los labios. Autumn está con la necesidad… me acerqué demasiado. Ah. Eso lo explicaba. Menos… —¿Mi madre está bien? Está donde Jane, y sí. Dios, esa pobre hembra. Tener que pasar por eso otra vez después de todo lo que había atravesado. Pero por lo menos Jane aliviaría su sufrimiento… asumiendo que no lo hiciera Tohr…
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Vale, en eso no estaba yendo muy bien encaminada. Xhex, tienes… que marcharte… —¿Y si no quiero? Al oír eso, el cuerpo de John se onduló salvajemente, tanto como si ella ya le estuviera tocando y se corrió fuertemente, moviendo la mano arriba y abajo mientras eyaculaba sobre la musculada extensión de su bajo vientre. Vaya si esa no había sido una respuesta bien clara: él también la deseaba. Xhex se acercó al borde de la cama y extendió la mano, acariciando su muslo íntimamente con los dedos. Ese ligero contacto fue suficiente para que continuara liberándose, bombeando con las caderas, agitando el sexo y contrayendo su cuerpo de guerrero mientras el placer le recorría. Inclinándose, Xhex apartó la mano con la que él bombeaba y le capturó con la boca, chupándolo todo, haciéndole terminar como es debido mientras él se derrumbaba sobre las sábanas. Y tan pronto como terminó, por lo menos con esa liberación en particular, se relajó durante más o menos un nanosegundo antes de sentarse y estirarse hacia ella. Ella fue a él con ligereza, besándole mientras John la situaba encima de él. Sus manos, esas grandes y conocidas manos, se movían por todas partes… hasta que se detuvieron sobre el culo de Xhex y tiraron de ella hacia arriba, para que John pudiera hundir la cara entre sus pechos. John rompió la camiseta de Xhex de un rápido tajo con los colmillos y se acopló a uno de sus pezones, chupando y lamiendo, mientras ella le ayudaba, quitándose la chaqueta, deshaciéndose de las armas y… John la colocó boca arriba y gruñó silenciosamente ante las ropas de cuero de Xhex. Las cosas no fueron bien para ellas… lo que teniendo en cuenta lo dura que era esa piel, decía mucho sobre la forma de desnudarse que estaba teniendo lugar ahí. Por lo menos, John sabía lo suficiente como para no enredar con sus cilicios. En cuanto estuvieron en posición, él se introdujo en ella de golpe, la sensación de estiramiento fue suficiente para lanzarla de cabeza a un orgasmo capaz de partirla en dos. Él la siguió, uniéndose a ella, sus cuerpos trabajándose mutuamente mientras ella gritaba. Y aún continuó montándola, bombeando incesantemente para darle exactamente más de lo que necesitaba. Desnudando los colmillos, ella espero a que se detuviera un instante… y entonces atacó. Mordiéndole fuerte, lo hizo tumbarse sobre la espalda, obligándolo a permanecer tirado sobre el colchón para poder montarlo. Y mientras le sujetaba por
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los hombros y se enganchaba a su garganta, continuó follándole, subiendo y bajando con la fuerza de sus muslos, trabajando su erección. John se rindió a ella completamente. Mantuvo los brazos a los lados, cediéndole su fuerza, entregándole su cuerpo para que ella lo usara hasta vaciarlo, tanto arriba en el cuello, como abajo en las caderas. Mientras lo tomaba, los ojos de John permanecían fijos en el rostro de Xhex, rezumando tanto amor que parecían un par de soles azules derramando calidez por toda ella. Como podría jamás vivir sin él… Liberando su garganta temporalmente, cabalgó el orgasmo del momento, enterrando el rostro en su hombro, las cosas se habían puesto tan violentas que no podía mantener el contacto con la garganta. Pero ella sabía que la vena de John estaba ahí para ella, para que la tomara tan pronto como terminara… Joder, que vida más complicada. Pero la verdad era simple… Él era su hogar. Él era donde ella pertenecía. Girando a un lado, le animó a seguirla y él se corrió con ella tan suavemente como el agua, tan ardiente como el fuego. Era su turno de alimentarse… y dada la manera en que sus ojos apuntaron a la yugular de Xhex, estuvo de acuerdo con ello. —Déjame sellarte primero —dijo ella mientras iba hacia las marcas de los pinchazos. Él la tomó por la muñeca y se lo impidió, negando con la cabeza. No… Quiero sangrar por ti. Xhex cerró los ojos con la garganta tensa. Era difícil decir donde les iba a llevar esto, porque, en primer lugar, ella jamás hubiera adivinado que iban a romper. Pero era tan jodidamente bueno estar en casa… aunque solo fuera una visita corta.
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Las horas pasaron, la noche se apagó y llegó el amanecer, entonces el sol asomó en el borde del horizonte y ascendió hasta su máxima altura de mediodía, derramando su luz en la montaña cubierta de nieve. Autumn no se dio cuenta de eso… y hubiera sido así tanto estando abajo en la clínica como arriba en la mansión… o fuera, en la nieve. En realidad, podía haber estado perfectamente bajo la luz del sol.
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Estaba ardiendo. Las llamaradas de calor de su útero le recordaban al nacimiento de Xhexania, cuando la agonía alcanzó niveles que le hicieron preguntarse si la muerte no iba a venir a buscarla, antes de ceder solo lo suficiente como para permitir que recuperara el aliento y se preparara para el siguiente pico. E igual que durante el parto, el ciclo continuaba, los momentos de descanso se distanciaban cada vez más, hasta que el dolor de la necesidad llenó cada molécula de su cuerpo y se apoderó de cada movimiento, cada respiración, cada pensamiento. Nunca había sido así antes. Cuando estuvo con aquel symphath, la necesidad no había sido ni la mitad de fuerte… Ni la mitad de prolongada… Después de incontables horas de tortura, ya no le quedaban más lágrimas, ni más llanto, ni siquiera más crispación. Simplemente yacía inmóvil, apenas respirando. Sus latidos eran lentos y tenía los ojos cerrados, mientras su cuerpo seguía siendo agredido por dentro. Era difícil decir en qué momento llegó al punto de inflexión, pero las punzadas que sentía entre las piernas disminuyeron gradualmente y la quemazón de la pelvis cedió. Los rigores de la necesidad fueron sustituidos por un persistente dolor en las articulaciones y los músculos, a causa de toda la tensión que había soportado. Cuando por fin pudo levantar la cabeza, el cuello le crujió sonoramente y gimió cuando se golpeó la cara contra algún tipo de pared. Frunciendo el ceño, trató de orientarse… ah, claro, estaba a los pies de la cama, pegada a la corta tabla de los pies. Dejó caer la cabeza hacia atrás un instante. Como el ardiente calor había disminuido hasta una temperatura meramente templada, comenzó a sentir frío, así que buscó a tientas una sábana, o una manta o algún tipo de cobertor. No había nada, todo estaba en el suelo: estaba desnuda sobre un colchón sin sábanas, por lo visto había arrancado incluso la sábana bajera ajustable. Apelando a la poca energía que le quedaba, intentó empujar el torso hacia arriba y levantar la cabeza. No consiguió gran cosa. Parecía que estaba pegada con cola. Por fin, consiguió levantarse. El viaje al cuarto de baño fue tan arduo y traicionero como subir una montaña, pero qué placer cuando consiguió llegar hasta la ducha y abrirla. Mientras el agua templada caía generosamente de la alcachofa fijada a la pared, se sentó debajo, sobre el suelo de azulejos, abrazándose por las rodillas con los talones pegados al trasero. Dejó caer la cabeza a un lado para que el suave chorro la limpiara de lágrimas y sudor. Poco después, los temblores se volvieron violentos.
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—¿Autumn? —la voz de la doctora Jane llegaba desde la habitación contigua. El castañeteo de los dientes le impidió contestar, pero la ducha dijo suficiente: la otra hembra apareció en el umbral y luego se aventuró hacia el interior del baño, para finalmente retirar la cortina y arrodillarse para poder mirarla a los ojos. —¿Cómo te sientes? Repentinamente, Autumn tuvo que ocultar el rostro porque empezó a llorar. Era difícil saber si el arrebato lo causó el que la necesidad finalmente hubiera terminado o porque estaba tan cansada que estaba al límite… o porque lo último que recordaba antes de que todo se diluyera en una nebulosa, era la visión de Tohr clavándose esas dos agujas en los muslos y cayendo al suelo. —Autumn, ¿puedes oírme? —Sí… —graznó. —Si has terminado de lavarte, me gustaría llevarte de vuelta a la cama. Aquí hace mucho calor y me preocupa tu tensión arterial. —Tengo f-frío. —Son escalofríos por la fiebre. Ahora voy a cerrar el grifo, ¿vale? Ella asintió, porque no tenía fuerza para hacer nada más. Cuando la cálida lluvia dejó de caer, el temblor dentro de su piel fue peor. El frío la invadió y viajó a través de su tierna carne. Sin embargo, Jane le echó rápidamente una suave manta sobre los hombros. —¿Puedes ponerte de pie? Cuando Autumn asintió de nuevo, Jane la ayudó a levantarse, a vestirse con una bata delgada y la escoltó de vuelta a la cama… que como por arte de magia, estaba de nuevo hecha, con sábanas y mantas limpias. Cuando se estiró sobre la cama, solo era consciente de las lágrimas que le resbalaban desde los rabillos de ambos ojos: un interminable y lento caudal de ellas, cálidas contra su rostro frío. —Shh, ya estás bien —dijo la sanadora, sentándose en el borde del colchón—. Ya estás bien… ya ha pasado… Mientras una mano gentil le echaba hacia atrás el cabello húmedo, fue el tono de la voz de la Doc Jane, más que las propias palabras, lo que más ayudó. Y luego apareció una pajita que salía de una lata de refresco, llevada junto a su boca. Un sorbo al frío y dulce néctar y Autumn puso los ojos en blanco.
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—Oh… Virgen Escriba bendita… ¿qué es eso? —Ginger Ale. Y bienvenida… eh… no tan rápido. Cuando se lo terminó todo, se tumbó de nuevo, mientras Jane le rodeaba el brazo con una banda y la inflaba, antes de volverla a desinflar. Luego, le presionó un frío disco contra un par de lugares de su pecho. Una luz destelló en sus ojos. —¿Puedo tomar un poco más de Ginger Ale, por favor? —preguntó. —Tus deseos son órdenes para mí. La sanadora hizo algo incluso mejor, volvió con no solo otra lata helada y una paja, sino además con unas galletas que no sabían a nada pero que fueron gloria para su estómago. Estaba dando buena cuenta de los alimentos cuando se dio cuenta de que la sanadora se había sentado en una silla y no decía nada. Autumn dejó de comer. —¿No tienes más pacientes? —Sólo una y estaba bien cuando llegó. —Ah —Autumn cogió otra galleta—. ¿Cómo se llaman estas? —Galletas saladas. De todas las medicinas que dispenso aquí, algunas veces no hay nada mejor. —Son fantásticas —se metió el cuadrado hojaldrado y polvoriento en la boca y masticó. Como continuaba el silencio, dijo—. Quieres saber por qué rechacé las drogas. —No es asunto mío. Pero sí creo que deberías hablar con alguien sobre ello. —¿Algún tipo de profesional? —Sí. —No hay nada de malo en dejar que la naturaleza siga su curso —Autumn la miró —. Pero te rogué que no le hicieras venir. Te dije que no le llamaras. —No tenía alternativa. Las lágrimas amenazaron con caer, pero se obligó a no ceder. —No quería que me viera así. Wellsie… —¿Qué pasa con ella? Autumn se dio la vuelta sorprendida, agitando las galletas y derramándose el refresco sobre la mano. Tohr había aparecido en el umbral, una gran sombra oscura que llenaba las jambas.
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Doc Jane se puso en pie. —Voy a ver qué tal está Layla. Tus constantes vitales son buenas y traeré una comida decente cuando vuelva. Y entonces se quedaron solos. Él no se acercó a la cama, sino que se quedó junto a la puerta, apoyado contra la pared. Con las cejas fruncidas y los brazos cruzados, su aspecto era al tiempo autocontenido y explosivo. —¿De qué coño ha ido todo esto? —dijo bruscamente. Autumn puso las galletas y la lata a un lado y luego se dedicó a doblar y desdoblar la esquina de la manta. —Te he hecho una pregunta. Autumn se aclaró la garganta. —Le dije a Doc Jane que no te hiciera venir… —¿Creías que si sufrías vendría a ayudarte? —En absoluto. —¿Estás segura de eso? ¿qué pensabas que iba a hacer Jane cuando rehusaste el tratamiento? —Si no me crees, pregunta a la sanadora. Le pedí expresamente que no te llamara. Sabía que eso sería demasiado para ti… como no iba a serlo después… —Esto no es sobre mi shellan. No tiene nada que ver con ella. —No estoy tan segura de eso. —Confía en mí. Después de eso, él no dijo nada más. Simplemente se quedó allí con ese cuerpo tenso y esos ojos duros, mirándola como si nunca la hubiera visto antes. —¿Qué estás pensando? —preguntó en voz baja. Él negó con la cabeza. —No quieres saberlo. —Sí que quiero. —Pienso que me he estado engañando a mí mismo todos estos meses. Mientras sentía que los temblores de la ducha volvían, supo que no era por un desequilibrio interno de la temperatura. Ya no. —¿Y eso?
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—Ahora no es el momento para esto. Cuando se estaba dando la vuelta para marcharse, ella tuvo la clarísima impresión de que no le iba a volver a ver de nuevo. Nunca. —Tohr —dijo con voz ronca—. No hubo manipulación por mi parte… tienes que creerlo. No quería que me sirvieras… nunca te hubiera hecho pasar por eso. Después de un momento, él la miró por encima del hombro, con ojos muertos. —¿Sabes qué? A la mierda con eso. Es casi peor que no me quisieras aquí contigo. Porque la otra opción es que eres una enferma mental. —Discúlpame —Autumn frunció el ceño—. Estoy perfectamente cuerda. —No, no lo estás. Si lo estuvieras, no hubieras decidido pasar por esto… —Simplemente no quería los medicamentos. Tu extrapolación es extrema… —¿Ah, sí? Bueno, pues prepárate, porque mi siguiente conclusión no va a gustarte. Estoy comenzando a pensar que estás conmigo para castigarte a ti misma. Ella retrocedió tan bruscamente que el cuello le crujió de nuevo. —De ninguna manera estoy… —¿Qué mejor manera de hundirte en la miseria que estar con un macho que ama a alguien más? —Eso no es por lo que estoy contigo. —¿Cómo lo sabes, Autumn? Has estado haciéndote la mártir durante siglos. Has sido sierva, criada, lavandera… y me has estado follando los últimos meses… lo que nos devuelve a mi idea de la enfermedad mental… —Como te atreves a juzgar mis convicciones más íntimas —siseó ella—. ¡No tienes ni idea de lo que siento o pienso! —Chorradas. Estás enamorada de mi —se giró para encararla y levantó la mano para evitar que lo interrumpiera—. No te molestes en negarlo… me lo dices en sueños todos los días. Así que vamos a hilar los datos. Obviamente te gusta auto castigarte. Y sabes perfectamente que la única razón por la que estoy contigo es para sacar a Wellsie del Between. Así que no me digas que no te vengo que ni pintado… —Fuera —espetó—. Sal de aquí. —¿Qué… no quieres que me quede para que puedas seguir haciendo que sea doloroso un poco más? —Cabrón. —En eso tienes razón. Te he estado utilizando y solo te ha servido a ti… sabe Dios que a mí no me ha servido de nada. La buena noticia es que todo esto —les señaló a
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ambos con un gesto— te va a proporcionar una magnifica excusa para torturarte incluso un poco más… Oh, no te molestes en negarlo. Lo de ese symphath fue culpa tuya. Yo soy culpa tuya. Todo lo que pasa en el mundo es por culpa tuya, porque disfrutas siendo la víctima… —¡Sal de aquí! —chilló. —Sabes, ese rollo de la indignación es difícil de tomar en serio, teniendo en cuenta que te has pasado las últimas doce horas sufriendo… —¡Fuera! —… cuando no tenías por qué hacerlo. Le lanzó lo primero que pilló, la lata de refresco. Pero él tenía unos reflejos tan buenos que simplemente la cazó en el aire con su enorme mano… y la llevó de vuelta a la mesilla. —Podrías asumir el hecho de que eres una masoquista —dejó la lata sobre la mesita con deliberada delicadeza, como retándola a lanzársela de nuevo—. Y yo he sido la droga de tu elección últimamente. Pero no voy a hacerlo más… ni tú tampoco, o por lo menos no conmigo. Esta mierda que hay entre nosotros… no es sana para mí. No es sana para ti. Y es todo lo que somos juntos. Todo lo que podemos tener — soltó una fuerte maldición en voz baja—. Mira, Autumn, lo siento. Todo el condenado asunto… lo siento de verdad. Tendría que haber parado esto hace mucho, mucho antes de que llegara tan lejos, y todo lo que puedo hacer para arreglarlo es terminar con ello ahora mismo —sacudió la cabeza con mirada cada vez más angustiada—. Ya fui parte de tu autodestrucción una vez, y recuerdo demasiado bien las ampollas que tuve por cavar tu tumba. No voy a hacerlo otra. No puedo. Siempre tendrás mi simpatía por todo lo que has tenido que soportar, pero tengo mi propia mierda que solucionar. Cuando se calló, ella se rodeó a sí misma con los brazos. —¿Todo esto porque no quise que me sedaran? —dijo susurrando. —No es sólo por la necesidad. Sabes que no lo es. Si fuera tú, aceptaría el consejo de Jane y hablaría con alguien. Quizás… —se encogió de hombros—. No lo sé. Ya no tengo ni puta idea de nada. De lo único que estoy seguro es que no podemos seguir haciendo esto. Nos está llevando a ambos peor que a ningún sitio. —Sientes algo por mí —dijo ella alzando la barbilla—. Sé que no es amor, pero sientes… —Siento lástima por ti. Eso es lo que siento. Porque solo eres una víctima. No eres más que una víctima a la que le gusta sufrir. Aunque pudiera enamorarme de ti, no hay nada en ti a lo que sentirse unido. No eres más que un fantasma que no está realmente aquí… no más que yo. Y en nuestro caso, menos por menos no es más.
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En ese punto, le dio la espalda y salió, dejándola para que se sumiera en el dolor y la pérdida, dejándola para que se enfrentara a la retorcida visión que Tohr tenía de su pasado, su presente, su futuro… dejándola sola de una manera que no tenía nada que ver con no estar acompañada. La puerta, al cerrarse tras él, no hizo ningún ruido en absoluto.
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Capítulo 61
Cuando Tohr salió al pasillo estaba enloquecido, incoherente, al límite de un colapso violento. Jesucristo, tenía que salir de aquí, alejarse de ella. Y pensar que la había llamado loca. Ahora mismo él era un condenado loco. Cuando levantó la mirada, Lassiter estaba justo frente a él. —Ahora no… El ángel lo tiró hacia atrás y lo levantó con tanta fuerza que no sólo vio las estrellas, vio todas las jodidas galaxias. Cuando golpeó la pared de cemento tras él, el ángel lo agarró por la camisa y lo golpeó de nuevo, haciendo que le castañearan las muelas. Y cuando por fin se le aclaró la visión, aquel rostro lleno de piercings no era nada menos que la máscara de un demonio, los rasgos distorsionados por la clase de ira que requerirían los servicios de un limpiador de tumbas. —Eres un gilipollas —ladró Lassiter—. Un jodido gilipollas integral. Tohr se inclinó de lado y escupió la sangre. —Fue Maury o Ellen quien te enseñó a juzgar el carácter. Un largo dedo fue empujado frente al rostro de Tohr. —Escúchame con mucho cuidado, porque solo voy a decirlo una vez. —¿No preferirías golpearme de nuevo? Sé que sacaré más… Lassiter lo lanzó contra la pared otra vez. —Cállate. Y escúchame. Ganaste. —¿Perdón? —Has logrado lo que querías. Wellsie está condenada para la eternidad… —Qué… Lo interrumpió estampándolo por tercera vez.
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—Se ha acabado. Terminado. —Señaló hacia la puerta cerrada de la habitación de Autumn—. Simplemente asesinaste tu oportunidad cuando la destrozaste. Tohr se perdió y sus emociones estallaron. —¡No sabes de qué coño estás hablando, no sabes una mierda! No tenías ni idea de nada de esto, ni de mí, ni de ella… ¡ni de tu trabajo! ¿Qué coño has estado haciendo durante el último año? ¡Nada! ¡Has estado sentado sobre tu culo viendo programas de entrevistas mientras mi Wellsie se desvanecía! ¡Eres una maldita pérdida de tiempo! —En serio. Vale… eres tan condenadamente brillante sobre esto —Lassiter lo soltó y retrocedió—. Renuncio. —No puedes renunciar… Lassiter le enseñó el dedo medio. —Acabo de hacerlo. El ángel se alejó y bajo el pasillo a grandes zancadas. —¡Eres un condenado desertor! Esto es fantástico… joder, ¡fantástico! ¡Hablando de permanecer fiel al carácter de alguien, egoísta hijo de puta! Todo lo que obtuvo fue otro pajarito por encima del hombro. Con una palabrota salvaje, Tohr hizo el amago de ir tras el tipo, pero luego se detuvo. Dio media vuelta y lanzó un rápido golpe, dando un puñetazo al cemento tan fuerte que notó como se le rompían los nudillos. Y para que se sepa, el dolor pulsante en el dorso de su mano ni siquiera se acercaba al dolor atroz en su pecho. Estaba completamente en carne viva, por dentro y por fuera. Saliendo disparado en dirección contraria al ángel, se encontró frente a la pesada puerta de acero que se abría al parking. Sin tener idea de lo que estaba haciendo o de adónde iba, la abrió en sus goznes de un plumazo, y salió echando chispas al aire fresco, yendo a la derecha, subiendo la rampa y pasando los espacios vacíos que estaban marcados con pintura amarilla. Llegó hasta final, hasta la pared del otro lado, y sentó su culo sobre el frío y duro asfalto con los hombros contra el húmedo cemento. Mientras respiraba con fuerza, se sintió como si estuviera en el maldito trópico… seguramente los coletazos finales de los efectos de la necesidad en su cuerpo: Aunque había estado profundamente dormido por las drogas, estuvo en plena exposición, las pelotas le dolían como si las hubiera puesto en un cepo, todavía tenía la polla dura y las articulaciones doloridas como si las hubiera forzado incluso en la neblina de la morfina. Apretando los dientes, se sentó a solas y miró al frente, hacia la oscuridad.
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10º Hermandad de la Daga Negra
En este momento era el único lugar seguro para él. Seguramente durante un rato.
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Cuando Layla oyó gritar, asomó la cabeza por la puerta del gimnasio para ver quién estaba chillando, e inmediatamente se metió dentro. Tohr y Lassiter estaban teniendo una bronca y aquello no era algo en lo que quisiera meterse. Tenía sus propios problemas. A pesar de la necesidad de Autumn, había permanecido abajo en la clínica durante la noche, sabiendo que había pasado recientemente un tiempo arriba en el Santuario, así que no había razón para preocuparse por su ciclo. Es más, tampoco tenía otro lugar al que ir. Qhuinn y John sin duda estaban hablando con el Rey y el Primale en la casa principal, y muy pronto sería convocada para conocer su destino. Se enfrentaba a un posible exilio… o peor, la muerte por ayudar a un traidor, se había pasado horas y horas y horas caminando por los márgenes del suelo color miel del gimnasio, pasando las gradas, los bancos, las entradas a la sala de EF y las puertas que daban al pasillo. Y entonces de vuelta una y otra vez. Su ansiedad era tal que soltaba tensión como un hilador de lana, los hilos retorcidos se extendían para rodearle la garganta y bajaban para estrecharle las entrañas. Pensaba sin cesar en Xcor y su subteniente. Había sido usada por ambos, pero especialmente por el último. Xcor no había querido compartir su vena. Se había opuesto… y cuando ella le hizo caso omiso hubo un profundo arrepentimiento en sus ojos porque sabía exactamente en la posición que la había puesto. El otro soldado no había tenido tal compulsión. Es más, ella le culpaba… cualquier cosa que le cayera encima era cosa de él. Quizás se reencarnaría en un fantasma y lo acosaría durante el resto de sus noches… por supuesto, aquello asumiendo que la ejecutaran. Y si no la ejecutaban ¿qué iba a hacer? Seguramente la despojarían de sus deberes aquí al igual que su estatus de Elegida. ¿Adónde iría? No tenía nada propio, nada que no hubiera sido provisto a instancias del Rey o del Primale. Siguiendo con su circuito, hizo frente de nuevo al vacío de sus días viva, y se preguntó a qué propósito serviría en el futuro. La puerta se abrió en el otro extremo y ella se detuvo. Los cuatro habían ido a buscarla: el Rey, el Primale, Qhuinn y John Matthew.
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10º Hermandad de la Daga Negra
Enderezando la columna cruzó el gimnasio por el medio sosteniendo sus miradas. Cuando estuvo lo bastante cerca se inclinó hacia el suelo y no esperó a que se dirigieran a ella. Las costumbres de la corte eran el menor de sus problemas. —Mi señor. Estoy preparada para aceptar toda la responsabilidad… —Levántate, Elegida. —Una mano apareció frente a su rostro—. Levántate y estate tranquila. Cuando jadeó y alzó la mirada, la sonrisa del Rey era suave y no esperó a que ella respondiera. Inclinándose hacia Layla, unió la mano con la suya y la ayudó a levantarse de su súplica. Y cuando ella echó un vistazo al Primale, sus ojos parecían increíblemente amables. Layla solo sacudió la cabeza y se dirigió a Wrath. —Mi señor, alimenté a vuestro enemigo. —¿En aquel momento sabías quién era? —No, pero… —¿Creías que estabas ayudando a un soldado caído? —Bueno, sí, pero… —¿Has tratado de localizarlo de nuevo? —Rotundamente no, pero… —A decir verdad les dijiste a John y Qhuinn dónde estaba cuando te fuiste de la ciudad anoche. —Sí, pero… —Entonces basta de peros. —El Rey sonrió de nuevo y le puso la mano en el rostro, rozando su mejilla ligeramente a pesar de su ceguera—. Tienes un gran corazón y ellos lo sabían. Se aprovecharon de tu confianza y te utilizaron. Phury asintió. —En primer lugar debería haberte contado a quién estabas alimentado, pero la guerra es un embrollo, un asunto desagradable y no quería que te arrastrara con ella. Nunca se me pasó por la cabeza que Throe te buscaría… pero no debería sorprenderme. La Banda de Bastardos es implacable hasta la médula. Apresuradamente ella se puso la mano libre sobre la boca, conteniendo un sollozo. —Lo siento, os lo juro a ambos, no tenía ni idea… Phury dio un paso y la arrastró contra él. —Está bien. Todo está bien… no quiero que pienses en esto de nuevo.
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Cuando giró la cabeza a un lado para descansarla sobre su fuerte pecho, supo que aquello era imposible. Consciente o no, había traicionado a la única familia que tenía y aquella no era la clase de cosa a la que alguien simplemente pudiera quitarle importancia… incluso si su estupidez estaba olvidada. Y aquellas tensas horas pasadas, cuando su destino era desconocido y su soledad revelada en su más completa extensión, tampoco iban a ser borradas. —Lo único que pido —dijo Wrath—, es que si él contacta de nuevo contigo, o si alguno de ellos lo hace, nos lo digas inmediatamente. Ella se soltó y tuvo la temeridad de tratar de agarrar la mano de la daga del Rey. Como si Wrath supiera lo que ella quería puso la mano sobre la suya inmediatamente con el enorme diamante negro destellando en su dedo. Inclinó la cabeza y posó los labios sobre el símbolo de la monarquía y habló en la Antigua Lengua. —Con todo lo que tengo y con todo lo que soy, así lo juro. Mientras hacía el pacto con su Rey, frente al Primale y dos testigos, una imagen de Xcor le cruzó por la imaginación. Recordó cada detalle sobre su rostro y su cuerpo de guerrero… Salido de ninguna parte, una inyección de calor la atravesó. Sin embargo no importó. Su cuerpo tal vez sería un traidor, su corazón y su alma no lo eran. Enderezándose, miró al Rey. —Déjeme ayudarle a encontrarlo —se oyó a sí misma decir—. Mi sangre está en sus venas. Puedo… Qhuinn la cortó. —Rotundamente no. Joder, de ninguna manera… Ella lo ignoró. —Déjeme demostrarle mi lealtad. Wrath negó con la cabeza. —No tienes que hacerlo. Eres una hembra de valía y no vamos a poner en peligro tu vida. —Estoy de acuerdo —dijo el Primale—. Nosotros nos ocuparemos de esos guerreros. No tienes que preocuparte de nada, y ahora quiero que te ocupes de ti. Pareces exhausta y debes estar hambrienta, ve a buscarte algo de comer y tomate una siesta en la mansión. Wrath asintió.
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—Lamento haber tardado tanto tiempo en venir contigo. Beth y yo estábamos en Manhattan teniendo un D y D y acabamos de volver al anochecer. Layla asintió y estuvo de acuerdo con todo lo demás que se dijo, pero solo porque de pronto estaba demasiado exhausta para permanecer en pie mucho más tiempo. Afortunadamente, el Rey y el Primale se marcharon poco después y entonces Qhuinn y John tomaron el control dirigiéndola de vuelta a la mansión, llevándola a la cocina y sentándola en la barra mientras abrían la nevera y las puertas de la despensa. Fue dulce por parte de ellos el servirla, especialmente dado que no estaban familiarizados con el lugar y ni siquiera sabían hervir un huevo. Sin embargo el pensamiento de comida le revolvió el estómago, produciéndole náuseas. —Por favor, no —dijo ella, señalando las sobras de la Primera Comida—. Oh… queridísima Virgen Escriba… no. Mientras se preparaban los platos de pavo, puré de patatas y alguna clase de mezcla de brócoli, ella intentó no ver u oler nada de aquello. —¿Qué pasa? —dijo Qhuinn mientras se deslizaba sobre el taburete al lado de ella. —No lo sé. —Debería estar aliviada de que Wrath y Phury fueran tan comprensivos con su trasgresión. En cambio, estaba más ansiosa que nunca—. No me siento bien… quiero ayudar. Quiero compensarlo. Yo… John empezó a hacer señas sobre algo del microondas, pero lo que fuera, Qhuinn negó con la cabeza y se negó a traducirlo. —¿Qué está diciendo? —le exigió. Cuando no obtuvo respuesta puso la mano sobre el brazo del macho—. ¿Qué está diciendo, Qhuinn? —Nada. John no está diciendo nada de nada. El otro macho no apreció que lo ignoraran pero tampoco discutió mientras preparaba un segundo plato de comida, sin duda para Xhex. Después de que John se excusara para ir a alimentar a su shellan, el silencio en la cocina solo fue roto por el sonido del cubierto de plata de Qhuinn contra su plato. No mucho después ella estaba de los nervios y conteniéndose para no gritar, y empezó a pasearse. —En serio deberías descansar —susurró Qhuinn. —Parece que no puedo calmarme. —Intenta comer algo. —Queridísima Virgen Escriba, no. Mi estómago es un revoltijo y aquí hace tanto calor. Qhuinn frunció el ceño.
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—No, no hace calor. Layla siguió caminando, más y más rápido y suponía que era porque estaba intentando sacarse las imágenes de su cabeza: Xcor mirándola. Xcor tomando de su vena. El cuerpo enorme de Xcor… su cuerpo macizo de guerrero acostado ante ella y sin duda excitado por el sabor de su sangre… —¿En qué coño estás pensando? —le preguntó Qhuinn de modo adusto. Ella se detuvo de golpe. —Nada. Nada de nada. Qhuinn cambió de posición en el taburete y entonces de pronto apartó su plato a medio comer. —Debería dejarte —anunció ella. —Nah, está fría. Supongo que también estoy quisquilloso. Cuando se levantó de la barra con los platos, los ojos de ella viajaron torso abajo y se abrieron de par en par. Él estaba… excitado. Igual que ella. Vestigios de la necesidad de Autumn, sin duda… La ola de calor le llegó en tal ráfaga que apenas tuvo tiempo de agarrarse a la barra de granito para mantenerse en pie y no pudo contestar cuando oyó a Qhuinn gritar su nombre desde la distancia. La necesidad se aferró a su cuerpo, cerrando su matriz en un puño, haciéndola doblarse bajo su fuerza. —Oh… queridísima Virgen Escriba… —Entre las piernas su sexo se abrió alcanzando una plenitud que no tenía nada que ver con Xcor ni con Qhuinn o cualquier fuerza exterior. La excitación provenía de su interior. Su necesidad… No había sido bastante. Las visitas al Santuario no habían sido suficiente para evitar que fuera atrapada por la necesidad de… La siguiente oleada de anhelo amenazó con ponerla de rodillas pero Qhuinn estaba allí para atraparla antes de que se golpeara con las duras baldosas. Mientras la arrastraba a sus brazos ella supo que no tenía mucho tiempo para ser racional. Y sabía que la resolución que de pronto se topó con ella era una absolutamente injusta y totalmente innegable.
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—Sírveme —le dijo interrumpiendo lo que él le estaba diciendo—. Sé que no me quieres y sé que después no estaremos juntos, pero sírveme para así poder tener algo que sea mío. Y así puedas tener algo que sea tuyo. Cuando la sangre desapareció del rostro masculino y sus ojos disparejos salieron de sus órbitas, ella siguió hablando en rápidos jadeos. —Ninguno de los dos tenemos familia de verdad. Ambos estamos solos. Sírveme… sírveme y cámbialo todo. Sírveme así tal vez tengamos un futuro que al menos en parte nos pertenezca… Sírveme, Qhuinn… te lo ruego… sírveme.
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Capítulo 62
Qhuinn estaba bastante seguro que estaba en un universo paralelo. Porque de ninguna manera Layla iba a entrar en su necesidad… y recurrir a él para llevarla a cabo. Nah. Esto era solo un reflejo de la manera en que era el mundo real, un mundo donde los biológicamente puros estaban pegados a sí mismos así que creaban generaciones de crías biológicamente puras y por consiguiente superiores. —Sírveme y danos algo que sea nuestro… —Las hormonas en ella redoblaron esfuerzos hasta un nivel más nuevo y más alto, cortándole la voz. Sin embargo, pronto volvió con las mismas palabras—. Sírveme… Cuando él empezó a jadear, no estaba claro si era por el sexo en su sangre o el vértigo creado por este inesperado precipicio del que estaba colgando. La respuesta era no, por supuesto. No, rotundamente no, nada de niños, y seguro que no con alguien del que no estaba enamorado, y mucho menos con una Elegida virgen. No. No… Joder, no, mierda, no, Dios, no, y mil veces no, no… —Qhuinn… —gimió—. Eres mi única esperanza y yo la tuya… Bueno, de hecho, eso no era cierto, al menos la primera parte. Cualquier otro macho de la casa (o del planeta) podría ocuparse de esto. Y por supuesto, inmediatamente después, tendrían que rendirle cuentas al Primale. No era una conversación para la que se ofreciera voluntario. Excepto… bien, ella tenía razón sobre la segunda parte. En su delirio, en su desesperación, ella expresaba lo mismo que él había estado pensando durante meses. Como ella, no tenía nada que fuera realmente suyo, ni perspectivas del amor
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verdadero, ni una razón permanente para levantarse cada puesta de sol más que la guerra. ¿Qué clase de vida era esa? Bien, se dijo a sí mismo. Consíguete un maldito perro. La respuesta a todo aquello no era acostarse con esta Elegida. —Qhuinn… por favor… —Escucha, déjame llevarte con Doc Jane. Ella se ocupará bien de ti… Layla negó con la cabeza de modo salvaje. —No. Te necesito a ti. Salido de ninguna parte, pensó: las crías eran un futuro que te pertenecía. Si las educabas bien, jamás te abandonarían de verdad, y no podrían llevárselas de tu lado si las mantenías a salvo. Mierda, si Layla concebía, incluso el Primale no podría hacer una mierda, porque Qhuinn sería… el padre. Lo cual en términos vampiros era la máxima baza aparte del Rey, y Wrath no tocaría algo así de privado. Por otra parte, si ella no se quedaba preñada, seguramente le machacarían sus queridísimas pelotas por mancillar a una hembra sagrada… Espera un minuto. ¿En serio estaba considerándolo? —Qhuinn… Podría amar a un bebe, pensó. Amarlo con todo lo que era y siempre sería. Amarlo como no había amado a nadie, ni siquiera a Blay. Cerrando los ojos brevemente, retrocedió en el tiempo a la noche en que había muerto y subió a la puerta del Fade. Pensó en aquella imagen que había visto, aquella pequeña hembra… Jesús… —Layla —dijo bruscamente, mientras la volvía a poner en pie—. Layla, mírame. Mírame. Mientras la zarandeaba, ella pareció recomponerse concentrándose en el rostro masculino mientras le agarraba los brazos con las uñas. —Sí… —Estás segura. Segurísima, tienes que estar segura… Por el más breve de los instantes, una completamente lúcida y bastante antigua expresión se abrió camino por sus bonitos y torturados rasgos. —Sí, estoy segura. Vamos a hacer lo que debemos. Por el futuro.
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Revisó el rostro femenino con cuidado, solo para estar seguro. Phury iba a cabrearse pero claro, incluso la Elegida tenía derecho a elegir y ella le estaba escogiendo a él, aquí mismo, ahora mismo: Por lo que veía era una solución permanente, asintió una vez, la volvió a levantar en brazos y salió de la cocina a grandes zancadas. Su único pensamiento cuando llegó al final de la gran escalera era que iban a concebir en las próximas horas y ambos, la cría y Layla, iban a superarlo todo: el embarazo, el nacimiento y aquellas pocas horas críticas de después. Layla y él iban a traer al mundo una hija. Una hija rubia de ojos que tuvieran su forma, al principio con el color de los de la Elegida… antes de que cambiaran para ser uno azul y otro verde como los suyos. Iba a tener una familia que le perteneciera. Un futuro que le perteneciera. Por fin.
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Cuando Xhex salió de la ducha supo que John había vuelto, porque captó su aroma al igual que el olor de algo puñeteramente delicioso. Aplicándose de nuevo los cilicios que se había quitado para lavarse, se envolvió en una toalla y entró con paso suave a la habitación. —Oh tío, pavo —dijo mientras él le tendía una bandeja. Mirando por encima, sus ojos vagaron por su cuerpo como si quisiera comérsela a ella, pero entonces sonrió y volvió a sus quehaceres con lo que había traído para ambos. —Esto es una sincronización perfecta —susurró mientras se subía a la cama—. Estoy hambrienta. Después de que todo fuera colocado adecuadamente, desde la servilleta a los cubiertos, el vaso y el plato tapado, él le llevó la bandeja colocándola sobre sus piernas. Luego se retiró al otro lado de la habitación para dar cuenta de su comida en el diván. ¿Preferiría ser alimentado por la mano de ella? se preguntó mientras comían en silencio. A los machos vampiros les gustaba aquello… pero ella jamás tuvo la paciencia. La comida era energía para el cuerpo, no algo a lo que convertir en todo un día de San Valentín.
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Se suponía que ambos eran capaces de excluir al otro, ¿no? Y algo se estaba tramando: La rejilla de John estaba en conflicto, hasta el punto en que sus emociones estaban casi congeladas. —Me iré —dijo ella con tristeza—. Después de ver a mi madre, me iré… No tienes que hacerlo le dijo con señas. No quiero que te vayas. —¿Estás seguro? —Cuando él asintió ella tuvo que preguntarse, dado lo que su rejilla estaba tramando. Pero vamos, un par de horas en el saco no iban a cerrar la clase de distancia que ellos habían estado balanceando últimamente. De pronto, él respiró profundamente y paró de jugar con lo que tenía en el plato. Escucha, tengo que contarte algo. Ella dejó el tenedor y se preguntó cuánto iba a doler esto. —De acuerdo. Layla alimentó a Xcor. —Qué co… lo siento, ¿te oí bien? —Cuando él asintió ella pensó: Bien, sabía que había un drama en marcha en el distrito del teatro, pero jamás se habría imaginado que sería así de grave. Ella no sabía quién era. Throe la embaucó, la contactó, la encontró y se la llevó a Xcor. —Jesús… —Como si el Rey necesitara otra razón para matar a ese cabronazo. Así está la cosa. Ella quiere ayudar a encontrarlo… y con su sangre en las venas de él… puede. Sabe dónde estuvo anoche… lo sentía claro como el día. Ella puede ayudarte de verdad. Xhex olvidó del todo la comida y la adrenalina le sacudió el cuerpo. —Tío, si solo pudiera tenerla cerca de… ¿Hace cuánto que lo alimentó? En el otoño. —Mierda. Qué pérdida de tiempo. —Se levantó de golpe y fue a por sus pantalones de cuero recogiéndolos del suelo. Maldita sea, estaban descosidos por la mitad… Todavía quedan otros en el armario. —Oh, gracias. —Fue hacia allí e intentó no deprimirse mientras veía la ropa de ambos bien alineada. Dios…—. ¿Sabes dónde está? Abajo en la cocina con Qhuinn. Cuando la rejilla de John cambió, Xhex detuvo el proceso de sacar un par limpio. Entrecerrando los ojos sobre el hombro, dijo:
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—Qué es lo que no me estás contando. Wrath y Phury no quieren involucrarla. Ella se ofreció a ayudar y ellos le pararon los pies. Si la utilizas, no pueden saber jamás que lo hiciste… yo no puedo planteártelo más claro. Xhex parpadeó, con la respiración congelada en sus pulmones. Nadie puede saberlo, Xhex. Ni siquiera Qhuinn. Y huelga decir que tienes que mantenerla a salvo. Cuando John se encontró con su mirada forzada, a ella no le importaba nada de esa mierda. Ni siquiera la oía. Con esta pieza de información, él acababa de elegirla a ella y a su búsqueda por encima tanto del Rey como del Primale de su raza. Incluso más, le había tendido potencialmente la llave para infiltrarse en la Banda de Bastardos… y enviarla al vientre de la bestia. Hablando de predicar con el ejemplo. Xhex se olvidó de los pantalones y fue hacia él, tomándole el rostro con las manos. —¿Por qué me estás contando esto? Esto va a llevarte allí, vocalizó Ella le apartó el cabello de su atractivo y tenso rostro. —Sigue así… ¿Y qué? —… y voy a deberte una. ¿Puedo elegir como cobrármela? —Sí. Puedes. Entonces quiero que te traslades de nuevo conmigo. O déjame vivir contigo. Quiero que estemos juntos otra vez como es debido. Parpadeando con fuerza ella se inclinó y lo besó lentamente, a conciencia. Las palabras no significaban una mierda. Él había tenido razón en eso. Pero este macho, que había sido todo terquedad y obstáculos en la primavera, ahora le estaba despejando el camino para el éxito. —Muchas gracias —susurró contra su boca, volcando todo lo que estaba sintiendo en aquellas dos simples palabras. John le sonrió. Yo también te quiero. Tras besarlo una vez más se apartó, se puso a toda prisa un par de pantalones y agarró su camiseta sin mangas. Poniéndosela por la cabeza, ella…
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Al principio pensó que el destello de calor que la traspasó era a causa de que estaba de pie justo debajo de una rejilla de calefacción en el techo. Pero cuando se movió y se le quedó pegada bajó la mirada hacia su cuerpo. Echando un vistazo a John, lo vio ponerse tenso y miró a su regazo. —Joder —susurró—. ¿Quién coño está ahora necesitada? John fue a comprobar su teléfono y luego encogió los hombros. —Seguramente debería salir de aquí —los symphaths normalmente podían controlar su fertilidad a voluntad y ella siempre había tenido suerte con eso. Como mestiza, sin embargo, no estaba dispuesta a arriesgarse con alguien que en realidad estaba pasando el rato en la puerta de al lado—. Estás seguro que mi madre había terminado cuando bajaste a ver a Layla. Mierda, apostaría que es ella. Apostaría que es la Elegida… Un gemido se filtró por las paredes desde la derecha. Donde estaba la habitación de Qhuinn. Los golpes amortiguados que siguieron solo podían significar una cosa. —Santa mierda, es Qhuinn… —Si no fuera porque sabía la respuesta a eso. Enfocando sus sentidos a la puerta de al lado, ella captó sus rejillas. Nada de amor romántico entre ellos, más bien resolución por ambas partes. Estaban haciendo lo que hacían con un fin que ella solo pudo adivinar. Pero ¿por qué querrían una cría? Esa mierda era una locura, en particular dada la clase social de la Elegida… y la de él. Cuando otra oleada de la necesidad amenazó con sobrepasarla, Xhex se lanzó hacia su chaqueta y las armas. —En serio debería irme. No quiero estar expuesta, sólo por si acaso. John asintió y fue hacia la puerta. —Ahora voy a ir a ver a mi madre. Layla va a estar ocupada durante un rato, pero después, hablaré con ella y te haré saber cómo va. Estaré aquí. Esperando tus noticias. Ella lo besó una vez, dos… una tercera vez. Y entonces él abrió la puerta y ella se fue. En el instante que salió al pasillo, las hormonas le pegaron con dureza, golpeando su equilibrio. —Mierda, no —refunfuñó, saliendo disparada hacia las escaleras y luego desmaterializándose abajo, en la puerta oculta debajo de estas.
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Cuanto más se alejaba, más ella misma se sentía. Pero estaba preocupada por su madre. Gracias a Dios que tenía drogas para suavizar los bordes de ese crisol. Seguramente Tohr no podía haberla servido. De ningún modo. Saliendo del túnel hacia la oficina, entró a grandes zancadas por el largo pasillo del centro de entrenamiento. No había nada peculiar en el aire, y aquello fue un alivio. El período de fertilidad era violento, pero las buenas noticias eran que cuando terminaba salía por patas bastante rápido, aunque la hembra normalmente necesitaba un día o más para recuperarse completamente. Metiendo la cabeza en la sala principal de examen, no encontró a nadie. Lo mismo con las dos salas de recuperación. Pero su madre estaba allí… podía sentirla. —¿Autumn? —la llamó con un ceño—. ¿Hola? ¿Dónde estás? La respuesta vino de alguna parte mucho más lejos, donde se solían dar las clases a los novatos. Yendo hacia el sonido, se abrió paso a la clase de primaria y encontró a su madre sentada en una de las mesas que estaban frente a la pizarra. Las luces estaban encendidas sobre sus cabezas y no había nadie más allí con ella. Nada bueno. Lo que tuviera la hembra en su mente… no era una buena situación. —¿Mahmen? —dijo Xhex mientras dejaba cerrarse la puerta lentamente tras ella—. ¿Qué estás haciendo? Hora de andarse con cuidado. Su madre estaba inmóvil como una estatua e igual de compuesta, con todo bien colocado desde el tirante cabello trenzado hasta la ropa cuidadosamente combinada. Sin embargo, aquella compostura total era falsa, nada más excepto símbolos externos de serenidad que la hacían parecer incluso más frágil. —No estoy bien —Autumn sacudió la cabeza—. Nada bien. En absoluto bien. Xhex se acercó a la mesa del instructor dejando las armas y la chaqueta. —Al menos eres honesta. —¿No puedes decir lo que tengo en mente? —Tu rejilla está apagada. Eres muy difícil de leer. Autumn asintió. —Apagada… sí, eso lo encubriría. —Una larga pausa, tras la cual su madre miró alrededor—. ¿Sabes por qué vine aquí? Pensé que el residuo de la enseñanza se me pegaría. No funciona, tengo miedo. Xhex bajó su culo lentamente sobre el pupitre.
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—¿Te ha visto Doc Jane? —Sí. Estoy bien. Y antes de que preguntes, no, no me sirvieron. No quise que lo hicieran. Xhex exhaló aliviada. Aparte de la salud mental de su madre, los riesgos físicos de un embarazo y alumbramiento no eran algo necesario a lo que enfrentarse ahora mismo, aunque tal vez aquello era egoísta. Vamos, aunque acababa de encontrar a la hembra, no quería perderla tan pronto. Cuando los ojos de Autumn se alzaron un poco, había una franqueza en ellos que era nueva. —Necesito un lugar para quedarme. Lejos de aquí. No tengo dinero, ni trabajo ni perspectivas, pero… —Puedes trasladarte conmigo. Durante tanto tiempo como quieras. —Gracias. —Aquellos ojos se apartaron y se rezagaron sobre la pizarra—. Deberé esforzarme para ser una buena invitada. —Eres mi madre. No una invitada. Escucha, ¿qué ha pasado? La otra hembra se levantó. —¿Podemos irnos ahora? Mierda, aquella rejilla estaba totalmente cerrada. A cal y canto. Cubierta por su propia protección. Como si hubiera sido atacada de algún modo. Sin duda ahora no era el momento de presionar. —Eh, sí, claro. Podemos irnos. —Xhex se levantó de la mesa—. ¿Quieres informar a Tohr antes de irnos? —No. Xhex esperó alguna clase de explicación después de aquello, pero no llegó ninguna. Lo cual le dijo todo. —¿Qué te hizo, mahmen? Autumn levantó la barbilla, su dignidad la hacía más hermosa que nunca. —Me dijo lo que pensaba de mí. Bastante sucintamente. Así que llegados a este punto, creo que él y yo no tenemos nada más que decirnos el uno al otro. Xhex entrecerró los ojos, la ira se enroscaba en sus entrañas. —¿Nos vamos? —dijo su madre. —Sí… claro… Pero iba a averiguar qué coño había pasado, eso estaba claro.
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Capítulo 63
Después de que las persianas se levantaran de los alféizares y la noche se llevase de repente la luz del cielo, Blay salió de la sala de billar con la intención de hablar con Saxton en la biblioteca y luego subir a ducharse para la Primera Comida. No fue mucho más lejos del tronco del manzano del mosaico, en el vestíbulo. Parando en seco, miró hacia sus caderas. Una palpitante erección le había noqueado, la excitación era tan inesperada como lo era la exigencia. Qué… mirando hacia arriba, se preguntó quien más había entrado en su necesidad. Era la única explicación. —Puede que no quieras la respuesta a eso. Mirando hacia atrás, encontró a Saxton de pie en el arco de la biblioteca. —¿Quién? Pero lo sabía. Lo sabía condenadamente bien. Saxton señaló con su elegante mano hacia atrás. —¿No quieres venir y tomar una bebida conmigo en mi oficina? El macho también estaba excitado, los pantalones de su magnífico traje de espiga sobresalían dando forma a la bragueta… sin que su cara hiciese juego con su erección. Estaba sombrío. —Ven —repitió, haciendo señales de nuevo con la mano—. Por favor. Los pies de Blay se pusieron a trabajar, llevándole dentro del caótico desorden en que estaba la biblioteca desde que a Sax le había sido dada su “misión”. Cualquiera que fuera. Cuando Blay dio un paso dentro, oyó las puertas dobles haciendo clic en su lugar detrás de él, y buscó en su mente algo que decir. Nada. No tenía… nada. Especialmente porque sobre su cabeza, en el techo adornado con una moldura de yeso, empezó a sonar un golpeteo apagado.
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10º Hermandad de la Daga Negra
Incluso los cristales de la araña titilaban, como si la fuerza del sexo estuviese siendo transmitida a través de las vigas del suelo. Layla estaba en su necesidad. Qhuinn estaba sirviéndola… —Toma, bebe esto. Blay cogió lo que se le estaba ofreciendo y lo apuró como si su estómago estuviese en llamas y la mierda fuese agua. Sin embargo, el efecto fue el contrario a cualquier extinción. El brandy quemó el camino hacia abajo y aterrizo en una bola de calor. —¿Lo vuelvo a llenar? —dijo Saxton. Cuando él asintió con la cabeza, la copa desapareció y volvió mucho más llena. Después de tragar la número dos, dijo, —Estoy sorprendido… De lo horrible que se sentía esto. Había pensado que todos los lazos entre él y Qhuinn habían sido cortados. Ja. Debería haberlo sabido mejor. Sin embargo, se negó a terminar el pensamiento en voz alta. —… de que puedas manejar este desorden —añadió. Saxton fue a la barra y se sirvió su propia bebida. —Me temo que los desechos son necesarios. Mientras Blay se acercaba al escritorio, rodeó su brandy con la palma de la mano para calentarlo e intentó hablar de forma razonable. —Me sorprende que no estés utilizando más los ordenadores. Saxton cubrió su trabajo discretamente con otro volumen encuadernado en cuero. —La ineficacia de tomar notas a mano me da tiempo para pensar. —Me sorprende que lo necesites… tu primer instinto siempre es correcto. —Estás sorprendido por un montón de cosas ahora mismo. Realmente sólo una. —Sólo entablando conversación. —Por supuesto. Finalmente, le echó una ojeada a su amante. Saxton se había arrellanado en un sofá de seda al otro lado, las piernas cruzadas a la altura de las rodillas, los calcetines de seda rojos asomando por debajo de los dobladillos meticulosamente planchados, los mocasines Ferragamo brillando por un pulido constante. Cada parte de él era tan refinada y cara como la antigüedad sobre la que estaba sentado, un macho perfectamente elegante de una línea de sangre perfectamente destacada con un gusto y estilo perfecto.
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Era todo lo que cualquiera querría… Cuando la jodida araña titiló sobre su cabeza, Blay dijo con aspereza, —Todavía estoy enamorado de él. Saxton bajó los ojos y se sacudió la parte superior del muslo, como si pudiese haber habido una pequeña pelusa allí. —Lo sé. ¿Pensabas que no lo estabas? Como si eso fuese lo bastante estúpido para él. —Estoy jodidamente cansado de esto. Realmente lo estoy. —Eso creo. —Estoy tan jodido… —Dios, esos sonidos, esos golpes amortiguados, esa audible confirmación de lo que había estado ignorando durante el pasado año… En una repentina ola de violencia, lanzó la copa de brandy a la chimenea de mármol, rompiéndola. —¡Joder! ¡Joder! —Si hubiese podido, habría saltado y arrancado el maldito dispositivo de iluminación de los cojones del maldito techo de los cojones. Girando alrededor, fue ciegamente a por las puertas, tropezando sobre los libros, desordenando las pilas, a punto de golpearse él mismo contra una mesa de café. Saxton lo consiguió primero, bloqueando el camino con su cuerpo. Los ojos de Blay se trabaron sobre la cara del macho. —Sal de mi camino. Exactamente ahora. No quieres estar a mí alrededor. —No debería decidir yo eso. Blay cambió su enfoque hacia esos labios que conocía tan bien. —No me empujes. —O. Qué. Cuando su pecho empezó a bombear, Blay se dio cuenta de que el tipo sabía exactamente a lo que se estaba exponiendo. O al menos pensó que lo hacía. Pero algo había llegado a alterarlo: tal vez era la necesidad, quizá era… Mierda, no lo sabía, y realmente no le importaba. —Si no sales de mi jodido camino, voy a inclinarte sobre ese escritorio tuyo… —Demuéstralo. Cosa equivocada para decir. En el tono equivocado. En el momento equivocado.
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10º Hermandad de la Daga Negra
Blay dejó salir un rugido que sacudió las ventanas con cristales en forma de diamante. Entonces agarró a su amante por la parte de atrás de la cabeza y prácticamente lanzó a Saxton al otro lado de la habitación. Cuando el macho se agarró al escritorio, los papeles salieron volando, el confeti de blocs legales amarillos e impresiones de ordenador, cayendo como nieve. El torso de Saxton se curvó alrededor mientras miraba hacia atrás, a lo que estaba yendo hacia él. —Demasiado tarde para correr —gruñó Blay mientras rasgaba la bragueta de botones. Cayendo sobre el macho, fue brusco con las manos, rasgando a través de las capas que le impedían lo que quería tomar. Cuando no hubo más obstáculos, desnudó los colmillos y mordió el hombro de Saxton a través de sus ropas, bloqueando al macho debajo de él incluso mientras le agarraba las muñecas y prácticamente las clavaba en el papel secante de cuero. Y entonces empujó duro y dejó salir todo lo que tenía, su cuerpo tomando el control… incluso mientras su corazón estaba muy, muy lejos.
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La cabaña, como la llamaba Xhex, era un alojamiento muy modesto. Mientras Autumn se paseaba por el interior, había poco para interponerse en su recorrido. El espacio de la cocina no era más que armarios y encimeras. El salón ofrecía poco más que una vista del río, con sólo dos sillas y una pequeña mesa como mobiliario. Sólo había dos habitaciones, una con un par de colchones, y otra con una plataforma de dormir más grande y singular. Y el baño era estrecho pero limpio, con una sola toalla colgando de la barra de la ducha. —Como te dije —dijo Xhex desde la habitación principal—, no es mucho. También hay una instalación subterránea para ti durante el día, pero tenemos que acceder a ella a través del garaje. Autumn volvió desde el baño. —Creo que es hermoso. —Está bien, puedes ser sincera. —Creo lo que digo. Eres una hembra sumamente funcional. Te gustan las cosas que funcionan bien y no te gusta perder el tiempo. Es un hermoso lugar para ti. — Ella desplazó los ojos alrededor una vez más—. Todos los accesorios que llevan el agua de entrada y salida son nuevos. Así como los radiadores para el calor. La cocina tiene mucho espacio para cocinar, con un fogón que cuenta con seis fuegos, no cuatro… y es alimentado con gas, por lo que no tienes que preocuparte por la
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electricidad. El tejado es de pizarra y, en consecuencia, duradero, y los suelos no rechinan… así que supongo que el sótano está tan cuidado como todo lo demás. — Ella giró de una esquina a la siguiente—. Desde todos los ángulos hay una ventana para mirar fuera, por lo que nunca te pillarán desprevenida, y veo que hay cerraduras de cobre por todas partes. Perfecto. Xhex se quitó la chaqueta. —Eso es, eh… muy perspicaz por tu parte. —No realmente. Es obvio para cualquiera que te conozca. —Estoy… Estoy realmente contenta de que tú lo hagas. —Yo también. Autumn cruzó hacia las ventanas y miró al agua. Fuera, la luna lanzaba un brillo de luz hacia abajo, sobre el paisaje nevado, la iluminación refractada parecía azul a sus ojos. Estás enamorada de mí. No te molestes en negarlo… me lo dices en sueños cada día… Y sabes perfectamente que la única razón por la que estoy contigo es para sacar a Wellsie del Between. Así que no me digas que no te vengo que ni pintado… —¿Mahmen? Autumn se enfocó en el reflejo de su hija en el cristal. —Lo siento, ¿qué? —¿Quieres decirme que pasó entre Tohr y tú? Xhex aún tenía que quitarse las armas, y mientras estaba allí de pie, era tan poderosa, segura, fuerte… Ella no se inclinaría ante ningún macho ni ante nadie, ¿y no era eso tan maravilloso? ¿No era una bendición más allá de toda medida? —Estoy tan orgullosa de ti —dijo Autumn, girando para enfrentarse a la hembra —. Quiero que sepas que estoy muy, muy orgullosa de ti. Xhex bajó los ojos al suelo y se pasó una mano por el pelo como si no supiese como manejar los elogios. —Gracias por traerme —continuó Autumn—. Voy a tratar de ganarme el sustento durante el tiempo que esté aquí, y contribuir de alguna pequeña forma. Xhex sacudió la cabeza. —Te lo sigo diciendo, no eres una invitada. —Sea como sea, no voy a ser una carga. —Me vas a hablar sobre Tohr.
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Autumn observó las armas que aún colgaban de las fundas de cuero, y pensó que el brillo del metal de armas era muy parecido a la luz en los ojos de su hija: una promesa de violencia. —No tienes que estar enfadada con él —se escuchó decir—. Lo que ocurrió entre nosotros fue consensuado, y terminó por… una razón apropiada. Él no hizo nada mal. Mientras hablaba, no estuvo segura de lo que realmente pensaba sobre todo eso, pero tenía clara una cosa: No iba a crear una situación donde Xhex fuese detrás del macho con todas las pistolas resplandeciendo… literalmente. —Me has escuchado, hija mía. —No era una pregunta, era una orden… la primera que había hecho que incluso sonara como un padre a un joven—. No tienes que buscar un motivo con él, o hablar de esto con él. —Dame una razón de por qué. —Conoces las emociones de otros ¿verdad? —Sip. —Cuándo fue la última vez que conociste a alguien que se había permitido enamorarse de alguien más. Alguien que hubiese forzado sus sentimientos en una dirección dada, cuando en su estado natural, su corazón se desgarraba por alguien más. Xhex maldijo un poco. —Nunca. Es una receta para el desastre… pero todavía puedes ser respetuoso con la forma en la que expresas las cosas. —Envolver para regalo unas palabras no cambia la esencia de la verdad. — Autumn miró hacia atrás, a la nieve del paisaje y al río que estaba parcialmente congelado—. Y yo preferiría saber que es real más que vivir una mentira. Hubo silencio entre ellas durante un momento. —¿Es suficiente como “por qué”, hija mía? Otra maldición. Pero entonces Xhex dijo, —No me gusta esto… pero sip, lo es.
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Capítulo 64
Tohr se sentó en ese aparcamiento durante sólo Dios sabía cuánto tiempo. ¿Había sido al menos una noche y un día, y tal vez otra noche o dos? No lo sabía y realmente no le importaba. Era más bien como estar de vuelta en el útero, supuso. Excepto que su culo estaba entumecido y la nariz le moqueaba por el frío. Cuando el cabreo épico se esfumó y sus emociones se suavizaron, sus pensamientos se convirtieron en una banda de viajeros, atravesando los trozos de su vida, vagando por los paisajes de épocas diferentes, dando la vuelta para volver a examinar las cimas y los valles. Un viaje jodidamente largo. Y estaba cansado al final de él, a pesar de que su cuerpo no se había movido en horas. No era sorprendente que los dos sitios que más volvía a visitar fuesen la necesidad de Wellsie… y la de Autumn. Esos acontecimientos, y sus respectivas consecuencias, eran las montañas más escaladas, las diferentes escenas como las vistas que destellaban en secuencias alternas de comparación hasta que se difuminaban juntas, formando una imitación de acciones y reacciones, de él y de ellas. Después de todas las reflexiones, había tres resoluciones a las que volvía una y otra vez. Iba a tener que disculparse con Autumn, por supuesto. Cristo, esta era la segunda vez que la había tomado con ella, la primera hacía mucho tiempo, cerca de un año atrás, en la piscina: en ambos casos, su temperamento había sacado lo mejor de él por el estrés bajo el que estaba, pero eso no era excusa. Lo segundo era que iba a tener que encontrar al ángel y hacer otra serie de Lo— Siento. Y lo tercero… bien, lo tercero era realmente lo más importante, lo que tenía que hacer antes que las otras. Tenía que contactar con Wellsie una última vez.
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Respirando profundamente, cerró los ojos y deseó algo de relajación en sus músculos. Entonces, con más desesperación que esperanza, ordenó a su mente fatigada que se liberase de todos los pensamientos e imágenes, vacía de todo lo que lo mantuvo despierto durante todo ese tiempo, desprovista de los remordimientos y los errores y el dolor… Finalmente la orden fue cumplida, el implacable senderismo mental disminuyó la velocidad hasta que esa mierda de cognición Lewis-&-Clark cesó. Impregnando su subconsciente con un único objetivo, se dejó ir dentro del sueño y esperó en su estado de reposo hasta… Wellsie vino a él en sombras grises, en ese paisaje estéril de niebla, viento frío y rocas. Estaba tan lejos ahora que el alcance de su vista le permitía ver una de las formaciones rocosas desmoronada cerca… Excepto que esto, en realidad, no estaba hecho de piedra. Ninguno de ellos lo estaba. No, estas eran las figuras encorvadas de otros que sufrían como ella, sus cuerpos y huesos colapsando poco a poco sobre sí mismos hasta que no eran más que montones para ser arrastrados por el viento. —¿Wellsie? —la llamó. Cuando su nombre cayó en el horizonte sin límites, ella no lo miró. No parecía que reconociese siquiera su presencia. La única cosa que se movió fue el viento frío que de repente parecía formarse en su dirección, soplando a través de la plana llanura gris, soplando a través de él, soplando a través de ella. Cuando capturó sus cabellos, los mechones tomaron forma alrededor de ella… No, no mechones. Su pelo era cenizas ahora, cenizas que se esparcían en una corriente invisible y venían a él, golpeándole como polvo que le hacía lagrimear los ojos. Finalmente esto sería todo de ella. Y luego nada de ella. —¡Wellsie! ¡Wellsie, estoy aquí! Él le gritó para despertarla, para conseguir su atención, para decirle que estaba finalmente preparado, pero no importaba lo mucho que gritara o cuanto agitara los brazos, ella no se fijó en él. Ella no alzó la vista. No se movió… y tampoco lo hizo su hijo. Sin embargo, todavía soplaba el viento, llevando partículas infinitesimales de sus formas, llevándolos hacia abajo.
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Con el miedo asfixiante, él mismo se convirtió en un gran mono, aullando y brincando todo alrededor, gritando hasta lo máximo de sus pulmones y sacudiendo los brazos, pero, como si las reglas del esfuerzo se aplicasen incluso en este otro mundo, finalmente perdió su energía y se derrumbó en un montón en el polvoriento suelo. Se dio cuenta de que estaban sentados en la misma posición. Y fue entonces cuando la paradójica verdad vino a él. La respuesta era al mismo tiempo todo lo que había pasado con Autumn y el sexo y la alimentación… y a pesar de todo no tenía nada que ver con ella. Era sobre todo lo que Lassiter había tratado de ayudarle… y sin embargo nada de eso. Ni siquiera era realmente sobre Wellsie. Era él. Todo… él. En su sueño, bajó la mirada hacía sí mismo, y de repente, la fuerza vino a él con una calma que tenía todo que ver con el asiento de su alma… y el hecho de que la senda de su sufrimiento —y el de ella—, solo había sido iluminada por la mano de su Creador. Al final, después de todo este tiempo, toda esta mierda y toda esta agonía, supo qué hacer. Ahora, cuando habló, no gritó. —Wellsie, sé que puedes oírme… tú te resistes. Sólo necesito un poco más de ti… y finalmente estaré preparado. Sólo siento que me haya llevado tanto tiempo. Él permaneció allí durante sólo un momento más, lanzando todo su amor en dirección a ella como si pudiese mantener lo que quedaba de Wellsie intacto. Y entonces él se retiró, tirando de sí mismo para liberarse con un estallido de voluntad hercúleo que hizo que su cuerpo se sacudiese fuera de su sitio en el suelo de hormigón… Apoyando una mano, se impidió aterrizar sobre su cara e inmediatamente estuvo sobre los pies. Tan pronto como estuvo de pie, se dio cuenta de que si no echaba una meada inmediatamente, su vejiga iba a explotar y no tomaría prisioneros con ella. Caminando a zancadas por la rampa, golpeó dentro de la clínica y alcanzó el primer baño por el que pasó. Cuando salió, no se paró a hablar con nadie, incluso aunque podía oír voces en otra parte del centro de entrenamiento. Arriba en la casa principal, encontró a Fritz en la cocina. —Ey, Fritz, necesito tu ayuda. El mayordomo saltó de la lista de la compra que estaba haciendo.
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—¡Mi señor! ¡Está vivo! Oh, bendita Virgen Escriba, todos y cada uno le han buscado… Mierda. Había olvidado que había implicaciones al salirse de la rejilla emocional. —Sip, perdón. Enviaré un mensaje a todo el mundo. —¿Asumiendo que pudiese encontrar su teléfono? Probablemente estaba abajo en la clínica, y no iba a perder tiempo volviendo allí—. Escucha, lo que realmente necesito es que vengas conmigo. —Oh, mi señor, sería un placer servirle. Pero quizá usted debería ir hasta el Rey primero… todos han estado tan preocupados… —Te diré qué. Tú conduces y yo te pido prestado el teléfono. —Cuando hubo una vacilación, bajó la voz—. Tenemos que irnos ahora, Fritz. Te necesito. La llamada al servicio fue precisamente el estímulo que el mayordomo necesitaba. Con una humilde inclinación, dijo, —Como desee, mi señor. ¿Y tal vez debería coger algunos refrescos? —Buena idea. Necesito cinco minutos. Cuando el mayordomo asintió y desapareció en la despensa, Tohr rodeó la base de las escaleras y subió de dos en dos los escalones cubiertos por una alfombra roja. Paró la carrera cuando llegó a la puerta de John Matthew. Su llamada fue respondida inmediatamente, John abrió el paso de un tirón. Cuando la cara del chaval indicó sorpresa, Tohr tendió las manos en auto-defensa porque sabía que iba a recibir gritos por desaparecer de nuevo. —Siento que yo… No tuvo oportunidad de acabar. John lanzó sus brazos alrededor de Tohr y lo agarró tan fuerte que su columna crujió. Tohr estaba bien con devolver el favor. Y sostuvo al único hijo que tenía, le habló en voz baja y clara. —John, quiero que salgas de la rotación esta noche y vengas conmigo. Necesito… que vengas conmigo. Qhuinn también puede… y esto va a llevar toda la noche… tal vez más. —Cuando Tohr sintió el asentimiento contra su hombro, respiró para estabilizarse—. Bien, hijo. Eso es… bueno. No hay forma de que pueda hacer esto sin ti.
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—¿Cómo estás? Layla abrió sus pesados ojos y levantó la vista del cuerpo de Qhuinn a su cara. Estaba de pie cerca de su lado de la cama en la habitación de él, él estaba totalmente vestido, grande y distante, incómodo pero no poco amable.
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Ella sabía cómo se sentía. Con el intenso fuego de la necesidad pasado, aquellas horas de esfuerzo, embates y arañazos hechos y limpios, una extraña nota que ya parecía ser un desvanecimiento en su memoria, un sueño. Cuando los dos habían estado presos en el puño de la experiencia, había parecido como si nada pudiese ser lo mismo otra vez, que habrían cambiado para siempre y se habrían transformado por las erupciones volcánicas. Pero ahora… la tranquila vuelta a la normalidad parecía ser apenas tan poderosa como para limpiar la pizarra. —Creo que estoy preparada para levantarme —dijo ella. Él había sido tan bueno por alimentarla de su vena y además traerle la comida, y ella había estado descansando en la cama durante al menos veinticuatro horas después, como era la tradición arriba en el Santuario después de que el Primale yaciese con una Elegida. Sin embargo, era hora de empezar a moverse. —Puedes quedarte aquí, lo sabes. —Él fue hasta su armario y empezó a armarse para la noche—. Descansa un poco más. Relájate. No, ella ya había hecho bastante de eso. Empujándose hacia arriba con los brazos, esperaba sentirse mareada, y se sintió aliviada cuando no lo hizo. En todo caso, se sentía fuerte. No había otra forma de plantearlo. Su cuerpo sólo se sentía… fuerte. Moviendo las piernas hacia el lateral del colchón, puso su peso sobre sus plantas desnudas y se levantó despacio. Qhuinn vino inmediatamente a su lado, pero ella no necesitaba la ayuda. —Creo que tomaré una ducha —declaró. ¿Y después de eso? No tenía ni idea de lo que iba a hacer. —Quiero que te quedes aquí —dijo Qhuinn como si le estuviese leyendo la mente —. Vas a quedarte aquí. Conmigo. —No sabemos si estoy embarazada. —Más razones para tomarlo con calma. Y si lo estás, vas a seguir quedándote conmigo. —Está bien. —Ellos estaban, después de todo, juntos en esto… suponiendo que “eso” ocurriese. —Ahora voy a salir a luchar, pero tengo el móvil conmigo todo el tiempo y te he dejado uno en la mesilla de noche. —Él levantó el suyo y señaló uno al lado del despertador—. Llama o escríbeme un mensaje si me necesitas, ¿está claro?
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Su cara estaba mortalmente seria, sus ojos enfocados en ella con una intensidad que le dio una idea de lo hábil que era en el campo: Nada ni nadie iba a interponerse en su camino si ella lo llamaba. —Lo prometo. Él asintió y fue hacia la puerta. Antes de abrirla, se detuvo y pareció estar buscando las palabras. —Cómo sabremos si tú… —¿Aborto espontáneamente? Empezaré a sentir calambres y luego sangraré. Vi como pasaba en el Otro Lado unas cuantas veces. —¿Estarás en algún tipo de peligro si pasa? —No que yo haya visto nunca… no tan pronto. —¿Deberías quedarte en la cama a descansar? —Después de las primeras veinticuatro horas, si tiene que pasar, pasará… si estoy inactiva o no en este momento, nuestra suerte está echada. —¿Me lo dirás? —Tan pronto como lo sepa. Él apartó la vista. Pareció estar mirando la superficie de la puerta durante un momento. —Va a funcionar. De eso estaba mucho más seguro que ella, pero era gratificante conocer su fe y su deseo de lo que ella quería. —Volveré al amanecer. —Estaré aquí. Después de que él se fuera, se ocupó de sí misma en la ducha, pasando la barra de jabón por su bajo vientre una y otra vez. Parecía extraño que hubiese una cosa tan potencialmente trascendental ocurriendo en su propio cuerpo, y que los detalles fuesen todavía desconocidos. Aunque lo descubrirían muy pronto. La mayoría de las hembras sangraban dentro de la primera semana si tenían que hacerlo. Cuando salió de debajo de la ducha, se secó con una toalla y descubrió que él, atentamente, había dejado más de sus ropas sobre el mostrador, y ella se vistió, junto con alguna ropa interior en el caso de que se diese el suceso de terminación. En la habitación principal, ella se sentó sobre el edredón para ponerse sus pantuflas, y luego…
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No tenía nada que hacer. Y el silencio y la quietud eran una compañía terrible para su ansiedad. Espontáneamente, la imagen del rostro de Xcor volvió a ella una vez más. Con una suave maldición, temía que nunca olvidaría la forma en que él la había mirado, sus ojos fijos en ella como si fuese una visión que no podía entender completamente, sin embargo, siempre estaría agradecida por haberle visto al menos una vez más. A diferencia de los recuerdos de su necesidad, las sensaciones que sintió cuando ese macho se había enfocado sobre ella eran tan incandescentes como el momento que habían vivido, descoloridas a través de los meses que la separaban de ese encuentro. Salvo que… ¿simplemente se lo había imaginado todo? ¿Era posible que el recuerdo fuese fuerte simplemente porque era imaginación? Sin duda, si la necesidad era algo que pasaba, la vida real se desvanecía rápido. Sin embargo, el deseo de ser querida no… El golpe en la puerta le hizo tomar el control de sí misma. —¿Sí? A través de los paneles, una voz de hembra contestó, —Soy Xhex. ¿Te importa si entro? No podía imaginar qué estaba haciendo la hembra buscándola. Sin embargo, le gustaba la compañera de John, y siempre querría agasajar a su shellan. —Oh, por favor, hazlo… hola, esta es una agradable sorpresa. Xhex las encerró juntas y torpemente miró a todas partes menos a su rostro. —Entonces, eh… ¿cómo te sientes? En realidad, tenía la sensación de que mucha gente le iba a preguntar eso en la próxima semana. —Suficientemente bien. —Bien. Sip… bien. Un largo silencio. —¿Hay algo en lo que pueda ayudarte? —preguntó Layla. —De hecho, en un asunto, sí. —Entonces, por supuesto, dime y haré lo que pueda. —Es complicado. —Xhex entrecerró los ojos—. Y peligroso.
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Layla puso la mano sobre su bajo vientre como si protegiese a su pequeño en caso de que hubiese uno. —¿Qué quieres buscar? —Por órdenes de Wrath, estoy intentando encontrar a Xcor. El pecho de Layla se contrajo, su boca abriéndose para que pudiese respirar. —Desde luego. —Sé que eres consciente de lo que hizo. —Sí, lo soy. —También sé que lo alimentaste. Layla parpadeó como si la imagen de esa cara cruel y extrañamente vulnerable volviese de nuevo. Por una fracción de segundo, tuvo el absurdo instinto de protegerlo… pero eso era ridículo y no era algo que ella apoyaría. —Por supuesto que te ayudaré a ti y a Wrath. Estoy contenta de que el Rey haya reconsiderado su postura anterior. Ahora la hembra vaciló. —Qué ocurre si te digo que Wrath no podría saber eso. Nadie podría, especialmente Qhuinn. ¿Cambiaría eso tu opinión? John, pensó. John le había dicho a su compañera lo que había ocurrido. —Me doy cuenta —dijo Xhex—, de que te estoy poniendo en una posición terrible, pero conoces mi naturaleza. Utilizaré cualquier cosa a mi disposición para conseguir lo que quiero, y quiero encontrar a Xcor ahora. No dudo que seré capaz de protegerte y no tengo ninguna intención de llevarte a cualquier sitio cerca de él. Sólo necesito el área general donde se establece por la noche y seguiré desde allí. —¿Vas a matarle? —No, pero voy a darle a la Hermandad la munición para hacerlo. El arma que fue utilizada para disparar a Wrath era un rifle de largo alcance… no es el tipo de cosa que alguien llevaría al campo en una noche normal. Asumiendo que no la hayan destruido, la habrán dejado atrás cuando salieron. Si puedo apropiarme de ella y podemos probar que lo hicieron ellos, las cosas seguirán su curso normal. Ojos amables, pensó… el macho había tenido unos ojos tan amables cuando la había mirado. Pero en realidad, era el enemigo de su Rey. Layla sintió que asentía con la cabeza. —Te ayudaré. Haré todo lo que pueda… y no diré una palabra.
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La hembra vino hacia ella y puso una mano sorprendentemente suave en su hombro. —Odio ponerte en esta posición. La guerra es un asunto muy, muy feo que se especializa en comprometer a gente buena como, por ejemplo, tú. Puedo ver como esto te hace pedazos y siento pedirte que mientas. Era encantador de una symphath brindar preocupación, pero su conflicto no tenía nada que ver con dar falso testimonio a la Hermandad. Era el guerrero al que estaría ayudando a matar. —Xcor me utilizó —dijo ella, como si tratase de convencerse. —Es muy peligroso. Eres afortunada de haber salido con vida del encuentro con él. —Haré lo que es correcto. —Levantó la vista hacia Xhex—. ¿Cuándo salimos? —Ahora mismo. Si puedes hacerlo. Layla llamó a filas a los rincones más profundos de sus fuerzas. Luego asintió. —Permíteme coger mi abrigo.
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Capítulo 65
Horas más tarde, cuando Marissa se sentó ante su escritorio en Lugar Seguro, respondió al teléfono móvil y no pudo evitar la sonrisa en la cara. —Tú de nuevo. La voz de Butch con acento de Boston estaba llena de grava. Como era habitual. —¿Cuándo vienes a casa? Miró su reloj y pensó: ¿Adónde se había ido la noche? Por otra parte, siempre era así en el trabajo. Llegaba tan pronto como el sol estaba a salvo bajo el horizonte, y antes de que se diera cuenta, la luz estaba amenazando por el este, y la guiaba de vuelta al complejo. A los brazos de su macho. Apenas una tarea rutinaria, eso era. —¿En unos cuarenta y cinco minutos? —Podrías venir ahora... La forma en que dijo esas palabras, con un tono bajo sugirió un significado totalmente diferente al del verbo "regresar a casa" —Butch… —No he hecho la cama esta noche. Ella se mordió el labio, imaginándolo desnudo entre las sábanas que habían estado desordenadas cuando se fue. —¿No? —Mmm, no —arrastraba las sílabas… por lo menos hasta que se le cortó la respiración—. He estado pensando en ti... Su voz era tan profunda, tan cruda, que supo exactamente lo que estaba haciéndose a sí mismo, y por un momento cerró los ojos y se entregó a algunas bellas imágenes mentales. —Marissa... vuelve a casa…
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Enderezándose, salió del hechizo que él sabía muy bien que estaba tejiendo a su alrededor. —No puedo marcharme ahora. Pero empezaré a prepararme para salir… ¿qué tal? —Perfecto. —Podía oír la sonrisa en su rostro—. Voy a estar aquí esperándote, y escucha, bromas aparte, tómate todo el tiempo que necesites. Perooo ¿regresaras aquí antes de que vayas a la Última Comida? Quiero darte un aperitivo que no olvidarás. —Tú ya eres bastante difícil de olvidar. —Esa es mi chica. Te amo. —Yo también te amo. Mientras colgaba, esa sonrisa grande, amplia y feliz permaneció en su cara. Su compañero era un macho del tipo tradicional, de la “vieja escuela", como él mismo se llamaba, con todos los prejuicios que acompañaban a ese conjunto mental: las mujeres nunca deberían pagar nada, abrir una puerta, echar gasolina a sus coches, pisar un charco de barro, llevar algo más grande de lo que podría caber en una bolsa de sándwich… lo que sea. Pero nunca se ponía en medio de su trabajo. Jamás. Esa era la única área de su vida donde ella era la que decidía, y él nunca se quejaba de sus horarios, su carga de trabajo, o su nivel de estrés. Que era una de las muchas razones por las que adoraba al Hermano. Las mujeres y los niños desplazados que se alojaban en Lugar Seguro eran una especie de familia para ella, era la responsable de ellos: estaba a cargo de la casa, del personal, los programas, los recursos, y, lo más importante, de todo y todos los que estaban bajo su techo. Y le encantaba su trabajo. Cuando Wrath le dio carta blanca para dirigir la organización, había estado a punto de resistirse, pero estaba tan contenta de haber luchado contra el temor y haber encontrado su objetivo profesional. —¿Marissa? Alzando la mirada, encontró a una de las consejeras más nuevas de pie en la puerta de su oficina. —Hola. ¿Qué tal el grupo de esta noche? —Muy bueno. Voy a presentar mi informe en aproximadamente una hora, justo después de terminar de hacer las galletas en la cocina. Siento interrumpirte, pero hay un gentilmacho con una entrega. —¿En serio? —Frunció el ceño al calendario de la pared—. No tenemos nada previsto. —Lo sé, así que no he abierto la puerta. Ha dicho que tú le conoces, pero no me ha dado su nombre. Me pregunto si no deberíamos llamar a la Hermandad. —¿Qué aspecto tiene?
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La mujer se llevó una mano a la cabeza. —Muy alto. Grande. ¿Tiene el pelo oscuro con una franja blanca en la frente? Marissa se levantó tan rápidamente que la silla soltó un chillido sobre el suelo. —¿Tohrment? ¿Está vivo? —¿Disculpa? —Yo me encargo de esto. Está bien, vuelve a la cocina. Marissa salió disparada de su despacho y bajó por las escaleras delanteras. Se detuvo ante la entrada principal, comprobó el monitor de seguridad que V había instalado y de inmediato abrió la puerta. Se lanzó sobre el Hermano sin pensar. —Oh, Dios, ¿dónde has estado? ¡Has estado perdido durante noches! —En realidad no. —Le devolvió el abrazo suavemente—. Me estaba ocupando de algunos asuntos. Pero todo está bien. Ella retrocedió, pero se aferró a sus gruesos bíceps. —¿Estás bien? Todo el mundo en la mansión sabía que Autumn había atravesado su período de necesidad, y podía imaginar lo difícil que había sido para él. Esperaba, como todos lo hacían, que la creciente relación entre el Hermano y la tranquila aristócrata caída le sanara. En cambio, había desaparecido después de que ella saliera de su período fértil, y Autumn se había mudado de la casa. No era un final feliz, obviamente. —Escucha, sé que recibes donaciones, ¿verdad? —dijo. Respetando el hecho de que no había respondido a su pregunta, ella dejó de sondear. —Oh, absolutamente. Aceptamos cualquier cosa, somos expertos en reutilización adaptativa. —Bien, porque tengo algunas cosas que me gustaría dar a las hembras, ¿tal vez? No estoy seguro de que puedas utilizar algo de ello, pero… Se giró y se dirigió a la van de la Hermandad, que estaba aparcada delante de la entrada. Fritz estaba en el asiento del pasajero, y el viejo mayordomo saltó cuando ella se acercó. Por una vez, no tenía una sonrisa alegre en su rostro. Sin embargo, le hizo una profunda reverencia. —Madam, ¿cómo le va?
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—Oh, muy bien, Fritz, gracias. —Se quedó en silencio, mientras Tohr abría el panel trasero… Una mirada adentro y dejó de respirar. Iluminadas por la luz del techo de la van, había pilas ordenadas de lo que parecía ser ropa en cestas de lavandería, cajas de cartón y bolsas abiertas. También había faldas, blusas y vestidos todavía en sus perchas, cubriendo con cuidado el suelo. Marissa miró a Tohr. El Hermano estaba en silencio y miraba al suelo… y claramente no quería hacer contacto visual. —Como he dicho, no estoy seguro de que puedas usar nada de esto. Ella se acercó y tocó uno de los vestidos. La última vez que lo había visto, lo llevaba Wellsie. Se trataba de la ropa de su shellan. Con una voz rota, le susurró: —¿Estás seguro de que quieres desprenderte de esto? —Sí. Tirarlo todo parecía un desperdicio y ella no aprobaría eso. Wellsie querría que fueran utilizados por otros… eso sería importante para ella. Odiaba malgastar. Pero, sí, no sé gran cosa sobre las tallas de las mujeres. —Esto es muy generoso de tu parte. —Ella estudió el rostro del macho, dándose cuenta que era la primera vez desde que había regresado después de la muerte que le había oído pronunciar el nombre—. Vamos a utilizar todo eso. Él asintió con la cabeza, los ojos todavía evitaban los de ella. —También he incluido artículos de tocador sin abrir. Como champú, acondicionador, su crema hidratante, el jabón de Clinique que le gustaba. Wellsie era muy quisquillosa con ese tipo de cosas… tendía a encontrar algo que le gustaba y se adhería a ello… también le encantaba almacenar por si acaso, así que había un montón cuando limpié nuestro baño. Ah, y también tengo algunas cosas de su cocina, las cacerolas de cobre que prefería y sus cuchillos. Puedo llevárselo a la organización humana si tú… —Aceptaremos cualquier cosa que tengas. —Aquí está el material de cocina. —Tohrment dio la vuelta y abrió la parte de atrás para mostrárselo—. Sé que no permites machos en el interior, ¿pero tal vez podría meter todo esto en el garaje? —Sí, sí, por favor. Déjame ir y obtener algunas manos extra para ayudarnos… —Me gustaría llevarlo yo mismo, si no te importa.
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—Oh, sí, por supuesto... sí. —Temblando, corrió y marcó un código en el teclado al lado de las puertas de garaje. Mientras el lado izquierdo se abría, se acercó y permaneció al lado del mayordomo, en tanto que Tohrment iba y venía a un ritmo constante, llevando las posesiones de su compañera con cuidado, creando una pila alta y ordenada al lado de la puerta que conducía a la cocina. —¿Ha empacado toda la casa? —susurró a Fritz. —Sí, señora. Hemos trabajado toda la noche, John, Qhuinn, él y yo. Él se encargó de sus habitaciones y la cocina, mientras los otros machos y yo trabajábamos en el resto de la casa. Me pidió que volviera con él después de esta puesta de sol para poder transportar todas las obras de arte y los muebles a la mansión. Marissa levantó una mano y se cubrió la boca para que su impacto fuera menos evidente. Pero no tenía que haberse preocupado porque su reacción incomodara a Tohr, el Hermano estaba totalmente concentrado en su tarea. Cuando la van estuvo vacía, cerró todo y la rodeó para dirigirse hacia ella. Mientras Marissa trataba de reunir las palabras apropiadas de gratitud, de profundo respeto, de su más sentido pésame, él la interrumpió sacando algo de su bolsillo… una bolsa de terciopelo. —Tengo una cosa más. Dame tu mano. —Cuando ella extendió la palma, él aflojó el cordón de la bolsa. Inclinándola, sacó… —¡Oh, Dios mío! —jadeó Marissa. Rubíes. Grandes rubíes rojos engastados con diamantes. Montones de ellos… un collar… no, un collar y una pulsera. Pendientes, también. Necesitó ambas manos para sostenerlo todo. —Compré esto para ella allá por mil novecientos sesenta y cuatro. De Van Cleef and Arpels. Se suponía que iba a ser para nuestro aniversario, pero no sé en qué coño estaba pensando. Wellsie no era una gran fan de la joyería… el arte le gustaba más. Siempre decía que las joyas eran recargadas. De todos modos, ya sabes, vi esto en una revista en la casa de Darius, en Town and Country. Pensé que irían bien con su pelo rojo, y quise hacer algo desmesurado y romántico para demostrar que podía. A ella no le importaron, pero todos los años después, todos los años sin falta, sacaba el conjunto del armero y se lo ponía. Y todos los años, todos y cada uno de los años, llegué a decirle que no estaban a la altura de lo hermosa que era… —Se detuvo bruscamente—. Lo siento, estoy totalmente incoherente. —Tohr... No puedo aceptar esto. Es demasiado… —Quiero que los vendas. Véndelos, acepta el dinero y úsalo para ampliar la casa en la parte trasera. ¿Butch estaba diciendo algo acerca de que necesitas más espacio?
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Creo que valen un cuarto de millón, tal vez más. A Wellsie le habría gustado lo que estás haciendo aquí, lo hubiera apoyado, se habría ofrecido voluntaria con las hembras y los niños, se habría comprometido. Así que, ya sabes, no hay mejor lugar al que destinarlos. Marissa comenzó a parpadear muy rápido, era eso o dejar que las lágrimas cayeran. Era… él estaba siendo tan valiente... —¿Estás seguro? —dijo con voz ronca—. ¿Estás seguro de que deseas hacer todo esto? —Sí. Ha llegado el momento. Aferrarme a ello no me la ha traído de vuelta y nunca lo hará. Pero al menos puede ayudar a las hembras de esta casa, así nada se ha perdido. Es importante para mí que las cosas que compramos juntos, tuvimos juntos, que utilizamos juntos… que no sean, ya sabes, malgastadas. En ese momento, Tohr se inclinó y le dio un rápido abrazo. —Cuídate, Marissa. Y luego cerró la van, ayudó al mayordomo a subir al asiento del conductor, y, con un gesto final, se desmaterializó en la noche menguante. Marissa miró la fortuna que tenía en sus manos, a continuación a la van que Fritz hacía retroceder con cautela por la calzada. Mientras el doggen se iba, ella le siguió caminando por la calle, metiendo las gemas en su bolsita. Cuando hizo un giro, levantó el brazo y saludó. Él hizo lo mismo. Envolviéndose con los brazos para protegerse del frío, vio cómo se desvanecían las luces traseras. Con el peso de las joyas todavía en sus manos, se giró para volver a la casa y se imaginó la ampliación que podría hacer en el patio trasero, creando más habitaciones para más hembras y sus hijos, especialmente subterráneas, donde era seguro estar durante el día. Sus ojos se nublaron de nuevo, y esta vez nada pudo evitar que las lágrimas bajaran por sus mejillas. Mientras el edificio frente a ella se volvía ondulado, el futuro quedó claro: sabía exactamente cómo se iba a llamar la nueva ala. Wellesandra tenía un agradable sonido.
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Capítulo 66
Layla nunca antes había estado fuera cerca del amanecer y le pareció interesante notar que había un cambio real en el aire, una revitalización que podía sentir pero no ver: el sol era realmente poderoso, capaz de iluminar el mundo entero, y la iluminación que se acercaba le hacía cosquillas en la piel a modo de alarma, un instinto profundo en su carne le decía que era el momento de dirigirse a casa. Sin embargo, todavía no quería ir. —¿Cómo estás? —preguntó Xhex detrás de ella. En verdad, había sido una noche larga. Habían estado en las afueras de Caldwell durante horas, dando vueltas en la oscuridad, rastreando a Xcor y a sus luchadores, algo que se había demostrado bastante fácil de hacer. Su sensación del macho era tan nítida como un faro, su vínculo con él desde que se alimentara meses atrás aún no se había desvanecido. Y por su parte… Xcor parecía estar tan absorto en su lucha que no sabía que ella estaba en la periferia, y desde luego si era consciente de su cercanía, no se acercaba a ella, ni tampoco ninguno de los otros soldados. —¿Layla? Echó un vistazo a la hembra. —Sé bien dónde está. No se ha movido. —Eso no es lo que estoy preguntando. Layla tuvo que sonreír un poco. Una de las grandes sorpresas de la noche había sido la symphath… a quien en realidad ya no se sentía cómoda definiéndola como tal. Xhex era mentalmente afilada como una cuchilla, y físicamente tan fuerte como un macho, pero había una calidez en ella que estaba en desacuerdo con esas características: nunca se había apartado del lado de Layla, cerniéndose sobre ella como una mahmen con su hijo, siempre solícita y cuidadosa, como si supiera que gran parte de esto era trabajo extraño bajo circunstancias alarmantes para su cargo. —Estoy bien. —No, no lo estás.
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Mientras Layla volvía a concentrarse en la señal de su sangre a unas dos manzanas de distancia, permaneció quieta. —Estoy segura de que ya estás enterada de esto —murmuró Xhex—. Pero estás haciendo lo correcto. —Lo sé. Está cambiando las posiciones. —Sí, puedo sentirlo. De repente, Layla se volvió hacia un faro alto y brillante hacia el oeste: el rascacielos más alto de la ciudad. A medida que se concentraba en las luces que parpadeaban en blanco y rojo en su cúspide, le imaginaba de pie ante las frías ráfagas de lo alto del monumento, reclamando su derecho sobre la ciudad. —¿Crees que es malvado? —preguntó con brusquedad—. Quiero decir, puedes sentir sus emociones, ¿no? —Puedo hasta cierto punto. —Entonces… ¿es malvado? La otra hembra exhaló larga y lentamente, como si se arrepintiera de lo que tenía que compartir. —No sería una buena apuesta, Layla. Ni para ti, ni para nadie, y no sólo por el tema de Wrath. Xcor tiene algo de mierda siniestra en él. —Entonces es un alma oscura. —No es necesario leerlo para saberlo. Basta con pensar en lo que le hizo a tu Rey. —Sí. Sí, por supuesto. De Qhuinn a Xcor. Un historial fabuloso de machos… —Se mueve rápido —dijo Layla con urgencia—. Se ha desmaterializado. —Esto es. Aquí es donde tú entras. Layla cerró los ojos y acalló todos sus sentidos, excepto el instinto de encontrar su propia sangre. —Se está moviendo hacia el norte. Según lo convenido previamente, las dos viajaron un kilómetro y volvieron a reunirse, viajaron otros cinco kilómetros y se volvieron a reunir; viajaron otros diez… con los instintos de Layla actuando como una brújula, dirigiendo su curso. Y mientras el tiempo era esencial, con el amanecer acercándose, un brillo peligroso que se alojaba en el asiento del cielo y se volvía más fuerte. La última etapa de su carrera les llevó a un bosque, a kilómetro y medio o dos de distancia de donde él se había detenido, y por fin no fue más lejos.
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10º Hermandad de la Daga Negra
—Puedo acercarte más —murmuró Layla. —¿No va a ninguna parte? —No, él no… —Entonces vete. Ahora, ¡vete! Layla echó una última mirada en dirección a Xcor. Sabía que tenía que irse, porque si ella podía sentirle, tal vez él también podía sentirla a ella. La expectativa, por supuesto, era que si lo hacía, no sería capaz de reaccionar con suficiente rapidez, que su desaparición en la capa de mhis que protegía el entorno del norte impediría su rastreo y le bloquearía a él por completo, no solo no le daría la menor idea de su destino sino que enturbiaría la sensación de su sangre totalmente, sería enviado en una dirección diferente, como luz rebotando en la superficie de un espejo. El miedo hizo que su corazón saltara y se aferró a la sensación, reconociéndolo como más real que su evaluación del tiempo que habían estado juntos cuando él se alimentó de ella. —¿Layla? ¡Vete! Querida Virgen Escriba, le había condenado a muerte esta noche… No, se corrigió. Lo había hecho él mismo. Asumiendo que el rifle fuera encontrado en los alojamientos de la Banda de Bastardos y que se demostrara lo que los Hermanos pensaban que sería, Xcor había puesto en marcha las ruedas de su condena meses atrás. Ella podría ser el conducto, pero sus acciones eran la carga eléctrica que iba a detener su corazón. —Gracias por darme esta oportunidad de hacer lo correcto —le dijo a Xhex—. Me iré a casa ahora mismo. Con eso, se desmaterializó lejos de la cañada boscosa, concentrándose en la mansión, apareciendo en el vestíbulo justo cuando la luz comenzaba a quemarle los ojos. No eran las lágrimas quienes lo provocaban. No, no eran lágrimas, era la llegada del alba. Lágrimas derramadas por ese macho que… era malo para ella a demasiados niveles para contarlos.
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—Tenemos que irnos, amigo. John asintió con la cabeza cuando Qhuinn habló con él, pero no se movió. De pie en medio de la cocina de Wellsie, sufría una especie de choque cultural.
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Los armarios estaban vacíos. La despensa estaba vacía. También todos los cajones y los dos armarios. Los estantes para libros sobre el escritorio. El propio escritorio. Caminando, rodeó la mesa que estaba en la alcoba, recordando las cenas que Wellsie había servido allí. Luego se encaminó por el largo tramo de encimera de granito, imaginando sus boles de pan cubiertos con paños de cocina, tablas de cortar con sus montones de cebollas picadas o champiñones en rodajas sobre ellas, su recipiente de harina, la olla de arroz. En la cocina, casi se agachó para respirar el aroma a guiso, la salsa de espagueti y la sidra de manzana caliente. —¿John? Se giró y se acercó a su mejor amigo... y luego siguió su camino, dirigiéndose al salón. Mierda, era como si el lugar hubiera sido bombardeado de alguna manera. Las pinturas habían sido arrancadas de las paredes, no quedaba nada más que los ganchos en forma de garras donde habían estado colgadas: todo lo enmarcado había sido trasladado al rincón más alejado, las obras de arte apiladas una contra otra, separadas por gruesas toallas. El mobiliario también había sido desplazado por todas partes, todo había sido clasificado en montones de sillas, mesitas, lámparas… Dios, las lámparas. A Wellsie no le habían gustado las luces de techo, y eso había supuesto que había como un centenar de lámparas de diferentes formas y tamaños en la casa. Lo mismo ocurría con las alfombras. Había odiado las de pared a pared, así que había orientales, habían sido orientales, por todas partes sobre la madera y el mármol. Ahora, sin embargo, como todo lo demás, habían sido enrolladas en sus bolsas y organizadas como si fueran una pila de madera contra la pared larga del salón. Los mejores muebles y todas las obras de arte iban a ser llevados al norte, a la mansión, el personal las iba a asegurar en un camión de mudanzas para la reubicación. Lo que quedara atrás se ofrecería a Lugar Seguro, y, si lo rechazaban, se enviaría a organizaciones de caridad o al Ejército de Salvación. Tío… incluso después de que cuatro de ellos hubieran trabajado durante diez horas seguidas, había mucho por hacer. Este primer gran impulso, sin embargo, había parecido la parte más crítica. Desde la nada, Tohr apareció delante de su paseo, deteniéndolo en seco. —Hola, hijo. Oh, hola. Mientras chocaban las palmas y luego los hombros, fue un alivio estar en la misma página otra vez después de meses de distanciamiento. El hecho de que el Hermano le hubiera traído aquí para ayudarle con todo esto había sido una medida de respeto que le había sorprendido y le había conmovido profundamente.
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Por otra parte, como Tohr había dicho en el viaje hacia aquí, Wellsie también había sido de John tanto como de cualquier otra persona. —Envié a Qhuinn de vuelta, por cierto. Supuse que se trata de una circunstancia atenuante, y te tengo. John asintió con la cabeza. Por mucho como quisiera a su amigo, sentía que era correcto que él y Tohr estuvieran en la casa juntos y solos, aunque sólo fuera por unos momentos. ¿Cómo te fue en Lugar Seguro?, gesticuló. —Realmente bien. Marissa fue… —Tohr carraspeó—. Ya sabes, es una hembra encantadora. Sí que lo es. —Estaba muy feliz con las donaciones. ¿Le diste los rubíes? —Sí. John asintió de nuevo. Tohr y él habían examinado lo poco que había en la colección de joyas de Wellsie. Ese collar, pulsera y pendientes habían sido las únicas cosas con un valor intrínseco. El resto era más personal: dijes pequeños, algunos pares de aros, un conjunto de pequeños pendientes de diamantes. Iban a guardar todo eso. —Quise decir lo que dije, John. Quiero que uses los muebles si lo deseas. El arte también. Hay un Picasso que en realidad me gusta mucho. —Es tuyo, entonces. Todo, cualquier cosa, es tuyo. Nuestro. Tohr inclinó la cabeza. —Eso es correcto. Nuestro. John caminó por el salón de nuevo, sus pasos resonaron hacia arriba y alrededor. ¿Por qué decidiste que esta noche era la noche?, gesticuló. —No fue una única cosa. Más bien como la culminación de un montón de cosas. John tuvo que admitir que estaba contento por esa respuesta. La idea de que esto podría haber estado ligado de alguna manera a Autumm le habría hecho enfadar… a pesar de que habría sido injusto para ella. La gente seguía su camino. Era sano.
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Y tal vez la ira persistente era una señal de que también necesitaba dejarse ir un poco más. Lo siento, no lo he hecho bien con Autumm. —Oh, no, está bien, hijo. Sé que es difícil. ¿Vas a emparejarte? —No. Las cejas de John saltaron. ¿Por qué no? —Es complicado… en realidad, no. Es muy sencillo. Reventé la relación la noche anterior. No hay vuelta atrás. Oh... mierda. —Sí. —Tohr sacudió la cabeza y miró a su alrededor—. Sí... Los dos permanecieron lado a lado, los ojos trazando el lío que habían creado en el orden que había existido una vez. El estado de la casa ahora era, según suponía John, cómo habían sido sus vidas después de que Wellsie fuera asesinada: hechos pedazos, huecos, todo en lugares equivocados. Sin embargo, era más preciso que lo que había sido antes. Un orden falso, conservado como una negativa a seguir adelante, era un tipo peligroso de mentira. ¿De verdad vas a vender la propiedad?, preguntó. —Sí. Fritz llamará al agente de bienes raíces tan pronto como el día de trabajo empiece a rodar. A menos que... bueno, si Xhex y tú lo queréis, no hace falta decirlo… No, estoy de acuerdo contigo. Es hora de dejarlo ir. —Escucha, ¿puedes cogerte el próximo par de noches libres? Hay mucho por hacer aquí, y me gusta tenerte conmigo. Por supuesto. No me perdería esto por nada. —Bueno. Eso es bueno. Los dos se miraron el uno al otro. Supongo que es hora de irse. Tohr asintió lentamente. —Sí, hijo. Realmente lo es. Sin decir una palabra, salieron por la puerta principal, cerraron y… se desmaterializaron de vuelta a la mansión.
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Mientras sus moléculas se dispersaban, John sintió como si hubiera habido algún tipo de anuncio o de intercambio entre ellos que fue trascendental, alguna bandera coloquial en la arena, una tumba, un hito… y la recitación de... algo. Aunque, supuso que el proceso de curación, en contraste con el trauma, era suave y lento... El cierre suave de una puerta, en lugar de un golpe.
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Capítulo 67
Varias noches después de la llegada de Autumn a la cabaña de Xhex, una toalla lo cambió todo. Era sólo una toalla de manos blanca, recién salida de la secadora, destinada a ser colocada en el exterior del baño y utilizada por cualquiera de ellas. Nada especial. Nada que Autumn no hubiera manejado en la mansión de la Hermandad o en el Santuario a lo largo de décadas y décadas y décadas. Pero ése era el punto. Mientras la sostenía en sus manos, sintiendo el calor y el suave tejido, empezó a pensar en toda la ropa que había lavado. Y en las bandejas de comida que había entregado a las Elegidas. Y en las plataformas de cama que había hecho. Y en las pilas de cuartos de baño, en toallas y en cuanto había frotado… Años y años de servicio de limpieza que había estado orgullosa de hacer… Te has estado comportando como una mártir durante siglos. —No lo he hecho. —Volvió a doblar la toalla. Y a desdoblarla de nuevo. Mientras sus manos hacían el trabajo por sí mismas, la voz enfadada de Tohr se negó a ceder. De hecho, se hizo aún más fuerte en su cabeza mientras salía y veía los suelos brillantes después de haberlos pulido y las ventanas resplandecer, y la cocina limpia como una patena. Ese symphath fue tu culpa. Yo soy tu culpa. El peso del mundo es tu culpa… —¡Basta! —susurró ella, llevándose las manos a las orejas—. ¡Para! Por desgracia, el deseo de ser sorda se frustró. Mientras cojeaba alrededor de la pequeña casa, no estaba atrapada por los confines del techo y las paredes, sino por la voz de Tohrment. El problema era que no importaba a dónde fuera o que mirara, había algo que había frotado o alisado o pulido justo delante de ella. Y sus planes para la noche habían incluido más de lo mismo, aunque no había necesidad demostrable para más limpieza.
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Finalmente, se obligó a sentarse en una de las dos sillas que daban al río. Extendiendo la pierna, miró la pantorrilla que no había estado recta o funcionando correctamente desde hacía mucho tiempo. Disfrutas siendo la víctima, eso es todo lo que eres. Tres noches, pensó. Le había llevado tres noches mudarse a este lugar y deslizarse directamente al papel de la criada… En realidad, no, ella lo había iniciado tan pronto como se había despertado después de esa primera puesta de sol. Sentándose, respiró el perfume con olor a limón de la cera para muebles y sintió una imperiosa necesidad de levantarse, buscar un trapo y empezar a limpiar las mesas y mostradores. Lo que era parte de su patrón, ¿verdad? Con una maldición, se obligó a permanecer sentada, mientras una repetición de esa horrible conversación con Tohrment revolvía su cerebro una y otra vez... Inmediatamente después de que él se fuera, se había quedado en estado de shock. A continuación habían llegado grandes olas de la ira. Esta noche, sin embargo, escuchaba realmente sus palabras. Y teniendo en cuenta que estaba rodeada por la evidencia de su conducta, era difícil discutir lo que había dicho. Estaba en lo cierto. Por cruel que hubiera sido la expresión de la verdad, Tohrment estaba en lo cierto. A pesar de que lo había redactado todo en términos de servicio a los demás, sus "deberes" habían sido menos una penitencia y más un castigo. Cada vez que había limpiado detrás de otros o inclinado la cabeza bajo la capucha o arrastrado los pies para pasar inadvertida, había habido una satisfactoria pizca de dolor en su corazón, un pequeño corte que se curaba casi tan rápido como era infligido... Diez mil cortes, a lo largo de demasiados años para contarlos. De hecho, ninguna de las Elegidas le había dicho que limpiara detrás de ellas. Tampoco la Virgen Escriba. Lo había hecho ella misma, proyectando su propia existencia en el molde de siervo inútil que hacía reverencias durante milenios. Y todo por culpa de... Una imagen de ese symphath volvió a ella y por un breve momento, recordó su olor, la sensación de su piel demasiado lisa y la visión de esas manos de seis dedos sobre su carne. Sin embargo, mientras la bilis le subía por la garganta, se negó a ceder a ella. Le había dado a él y a esos recuerdos demasiado peso durante demasiados años...
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De repente, se imaginó en su habitación en la mansión de su padre, justo antes de que fuera secuestrada, dando órdenes al doggen, insatisfecha por todo lo que había a su alrededor. Había ido de señora a criada por su propia elección, lanzándose a sí misma entre los dos extremos, de la superioridad absoluta a la inferioridad auto infringida. Ese symphath había sido el agente de unión, su violencia unía los extremos del espectro de tal manera que en su mente uno fluía al otro, la tragedia superando el derecho y dejando a su paso a una mujer arruinada que había hecho sufrir a su nuevo status quo. Tohrment tenía razón: se había castigado desde entonces... y negarse las drogas durante su necesidad había sido parte integrante de ello. Había elegido ese dolor, tal como había elegido su bajo estatus en la sociedad, tal como se había entregado a sí misma a un hombre que nunca podría y nunca sería suyo. Te he estado utilizando y la única persona a la que le está funcionando esto es a ti, a mí no me lleva a ninguna parte. Las buenas noticias es que todo esto va a darte una gran excusa para torturarte aún más a ti misma.... La necesidad de atacar de alguna forma al polvo, de frotar con las manos hasta que el sudor manchara su frente, de trabajar hasta que su espalda le doliera y su pierna gritara, era tan fuerte que tuvo que agarrarse a los brazos de la silla para mantenerse donde estaba. —¿Mahmen? Se dio la vuelta y trató de salir de la espiral. —Hija mía, ¿cómo te va? —Siento haber llegado tan tarde a casa. Hoy he estado… ocupada. —Oh, eso está muy bien. ¿Puedo pedirte algo…? —Ella se detuvo—. Yo... La fuerza de la costumbre era tan fuerte que se encontró aferrándose a la silla otra vez. —Está bien, mahmen —murmuró Xhex—. No es necesario que me esperes. En realidad, no quiero que lo hagas. Autumn se llevó una mano temblorosa al final de la trenza. —Me siento inquieta esta noche. —Puedo sentirlo. —Xhex se acercó, su cuerpo enfundado en cuero fuerte y seguro —. Y sé por qué, por lo que no tienes que explicármelo. Es bueno dejar pasar las cosas. Tienes que hacerlo si quieres avanzar en tu vida. Autumn se concentró en las ventanas oscuras, imaginando el río de más allá.
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—No sé qué hacer conmigo misma si no soy una sirvienta. —Eso es lo que necesitas averiguar, que te gusta, a dónde quieres ir, cómo deseas llenar tus noches. Así es la vida… si tienes suerte. —En vez de posibilidades, sólo veo el vacío. Sobre todo, sin… No, no pensaría en él. Tohrment había dejado más que claro donde estaba su relación. —Hay algo que probablemente deberías saber —dijo su hija—. Sobre él. —¿He dicho su nombre? —No tienes que hacerlo. Escucha, él es… —No, no, no me lo digas. No hay nada entre nosotros. —Querida Virgen Escriba, dolía decirlo—. Nunca lo hubo, por lo que no necesito saber sobre él. —Está cerrando su casa, la que compartieron él y Wellsie Pasó toda la noche empacando cosas, regalando sus cosas, preparando los muebles para sacarlo, va a vender el lugar. —Bien… es bueno para él. —Va a venir a verte. Autumn saltó de la silla y fue a las ventanas, su corazón latía con fuerza en su pecho. —¿Cómo lo sabes? —Me lo dijo hace un momento, cuando fui a entregar el informe al Rey. Dijo que va a pedirte disculpas. Autumn llevó las manos al frío cristal, las yemas de sus dedos se entumecieron rápidamente. —Me pregunto por qué parte. ¿Sobre la idea de que tenía razón? ¿O sería la honestidad con la que habló cuando dijo que no sentía nada por mí, que era meramente un vehículo para liberar a su amada? Ambas cosas son ciertas, y por lo tanto, aparte de su tono de voz, no hay nada por lo que disculparse. —Te hirió. —No más de lo que he estado antes. —Apartó las manos y empezó a frotarlas para darse calor—. Él y yo nos hemos cruzado dos veces en nuestras vidas, y no puedo decir que desee continuar con la asociación. Aunque su evaluación sobre mi carácter y mis defectos sea correcta, no necesito tener que aclararlo de nuevo, ni siquiera dorándolo con las sílabas de “Lo siento”. Ese tipo de palos, con uno es suficiente.
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El silencio se estiró. —Como sabes —dijo Xhex en voz baja—, John y yo hemos estado teniendo problemas. Grandes problemas, del tipo de mierda con el que no podría vivir a pesar de que le amaba. Realmente pensé que todo había terminado, lo que me convenció de lo contrario no fue lo que dijo, sino lo que hizo. La voz de Tohrment regresó: Sabes muy bien que la única razón por la que estoy contigo es para sacar a Wellsie del Between. —Hay una diferencia, hija. Tu compañero está enamorado de ti… y al final del día, eso lo significa todo. Incluso si Tohrment dejara partir a su shellan, nunca me amará. La buena noticia es que todo esto va a darte una gran excusa para torturarte a ti misma aún más. No, pensó. Había acabado con eso. Era hora de un nuevo paradigma. Y aunque Autumn no tenía idea de lo que era, estaba absolutamente segura de que iba a averiguarlo. —Escucha, tengo que darme prisa —dijo Xhex—. Pero espero que esto no lleve mucho… volveré tan pronto como pueda. Autumn miró por encima del hombro. —No te apresures por mi culpa. Tengo que acostumbrarme a estar sola… y bien podría empezar esta noche. Cuando Xhex salió de la cabaña, tuvo la precaución de cerrar detrás y deseó poder hacer más por su madre que simplemente girar la cerradura: la reorientación emocional de Autumn era extrema, la rejilla interior de la mujer estaba revuelta. Pero eso era lo que sucedía a la gente cuando finalmente conseguía una imagen clara de sí misma después de eones de sublimación. No es un lugar feliz. Y era difícil de ver. Difícil de dejar atrás… pero Autumn estaba en lo cierto. Llegaba un momento en la vida de cada uno cuando se daban cuenta de que, a pesar del tiempo que habían estado huyendo de sí mismos, de adondequiera que iban, allí estaban: las adicciones y compulsiones no eran más que bandas de música de distracción, ocultando verdades que eran desagradables, pero en última instancia, innegables. La hembra necesitaba algún tiempo para sí misma. Tiempo para pensar. Tiempo para descubrir. Tiempo de perdonar... y seguir adelante. ¿Y en cuanto a Tohrment? Había una parte de Xhex que realmente quería borrar lo que había dicho a su madre sobre lo de esconderse. Excepto que había estado a su
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alrededor y él estaba sufriendo de maneras contra las que una mandíbula magullada no podía competir. Era difícil saber cuánto de ello era la mierda con Autumn y cuánto Wellsie, su instinto le decía que, sin embargo, lo iban a averiguar muy pronto. El Hermano apenas había comenzado el desmantelamiento de la casa y a regalar la ropa de Wellsie. Su juego final estaba muy muy claro. Entonces se darían cuenta de lo mucho que le importaba Autumn. Con eso, Xhex se desmaterializó y se dirigió hacia el este. Había pasado todo el día en el terreno de Xcor, sin acercarse nunca a más de quinientos metros. La cuadrícula del macho había estado clara tan pronto como lo tuvo al alcance y había tenido la precaución de tener en cuenta también a los soldados antes de dirigirse al norte, a la mansión e informar al Rey. Y ahora estaba de nuevo bajo el velo de la noche, moviéndose lentamente a través del bosque, lanzando sus sentidos symphath. Cerca de la zona donde las cuadrículas habían estado concentradas durante las horas diurnas, se desmaterializó a intervalos de cien metros, tomándose su tiempo, usando las ramas de pino como cobertura. Joder, la mierda como esta le hacía apreciar realmente los árboles de hoja perenne, sus ramas suaves no sólo la ocultaban, sino que proporcionaban una cubierta de tierra sin nieve que ocultaba sus huellas mientras iba de tronco en tronco. La casa vacía que finalmente encontró estaba exactamente como había esperado que estuviera. Hecha de piedra tosca, era robusta y tenía pocas ventanas, el bunker perfecto. Y, por supuesto, la ironía era que con su tejado cubierto de nieve y sus alegres chimeneas, el lugar parecía como algo sacado de una tarjeta de Navidad. Ho-ho-ho, la estación de los redobles. Mientras reconocía los alrededores, la van que estaba estacionada a un lado parecía pertenecer a otro lugar, una inyección no bienvenida de modernidad en lo que parecía ser una imagen decididamente anticuada. Y lo mismo era cierto para las líneas eléctricas que entraban y se anclaban en la esquina trasera. Xhex se convirtió en sombra y se dirigió al flanco trasero. Era imposible saber si había electricidad o no: no había luces encendidas, la casa estaba a oscuras como el interior de un cráneo. Lo último que quería era disparar una alarma. Excepto que un rápido vistazo al cristal de una ventana le hizo fruncir el ceño. Nada de persianas, a menos que estuvieran en el interior. Más importante aún, nada de barras de acero. Por otro lado, la parte subterránea sería la prioridad, ¿verdad?
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Rodeándola, miró por todas las ventanas, a continuación, se desmaterializó hasta el techo para comprobar la buhardilla del tercer piso. Totalmente vacía, pensó con otro ceño. Y no bien fortificada. De vuelta al nivel del suelo, sacó sus dos pistolas, tomó una respiración profunda y... Tomando forma dentro de la casa, entró en modo de ataque completo, la espalda contra la esquina del salón vacío y polvoriento, las automáticas delante de ella. Lo primero que observó era que el aire dentro era tan frío como fuera. ¿Acaso no tenían calefacción? Lo segundo… no hubo ningún sonido de alarma. Tercero: Nadie apareció de la nada, dispuesto a defender el territorio. Sin embargo, eso no significaba que hubiera un disparador. Lo que era más probable es que les importara una mierda lo que había en este piso o por encima. Con cuidado, se desmaterializó a la puerta de la habitación de al lado. Y a la siguiente. La ubicación lógica de las escaleras del sótano sería la cocina, y vaya que sí, encontró lo que asumió que eran las escaleras justo donde esperaba que estuvieran. Y vaya, vaya, la puerta que la mantenía fuera lucía una sólida cerradura nueva de cobre. Le llevó unos cinco minutos forzar a la puta, y para entonces tenía los nervios de punta. Cada sesenta segundos se detenía y escuchaba atentamente, a pesar de que su lado symphath estaba a plena potencia todo el tiempo, había dejado sus cilicios en la cabaña. Cuando finalmente destrabó la cerradura, abrió la puerta una fracción… y tuvo que soltar una risa seca: las bisagras chirriaban lo suficientemente fuerte como para despertar a los muertos. Era un truco fiable y antiguo… y estaba dispuesta a apostar que todas las puertas y ventanas del lugar estaban igualmente sin engrasar, las escaleras probablemente también crujían como una vieja si ponías algo de peso sobre ellas. Sí, al igual que había hecho la gente antes de que la electricidad hubiera sido inventada, un buen oído y la falta de lubricante era una alarma que no necesita batería o una fuente de alimentación. Poniéndose la linterna entre los dientes para poder sostener un arma en cada mano, buscó lo que podía ver de la escalera de madera. En la parte inferior había un suelo de tierra, y se lanzó hacia allí, girando rápidamente en una postura defensiva. Literas: tres juegos de arriba y abajo con una sola a un lado. Ropa de tallas grandes. Velas para luz. Cerillas. Material de lectura.
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Cables de carga de teléfonos móviles. Uno para un ordenador portátil. Y eso era todo. Nada de armas. Ni electrónica. Nada que ofreciera algún tipo de identificación. Aunque, la Banda de Bastardos había comenzado como nómadas, por lo que sus efectos personales eran pocos y transportables, y esto era parte de la razón por la que eran tan peligrosos: podían trasladarse en un santiamén y no dejaban ningún rastro significativo detrás. Este era sin duda su sanctasanctórum, el lugar donde eran relativamente vulnerables durante el día y se protegían en consecuencia: las paredes, el techo y la parte de atrás de la puerta estaban cubiertos con malla de acero. No había modo de llegar hasta aquí, o salir, si no era a través de la apertura de encima. Se dio la vuelta lentamente, en busca de una trampilla, una entrada de túnel, cualquier cosa. Necesitarían una instalación de almacenamiento de municiones en algún lugar: incluso tan poco asentados como les gustaba ser, no había manera de que pudieran salir noche tras noche comprando solo las suficientes balas para llegar hasta el amanecer. Necesitarían un almacén. Concentrándose en la cama sencilla, supuso que Xcor, como su líder, y no hacía falta ser un genio para darse cuenta de que si había algún escondite, sería en su área, tenía exactamente la clase de mente sospechosa que no confiaba plenamente ni siquiera en sus propios soldados. Investigando la cama con la linterna, buscó algún mecanismo, ya fuera una alarma, una bomba o una trampilla. Al no encontrar ninguno, envainó las armas un momento y levantó la estructura metálica, moviéndola a un lado. Sacando un detector de metales manual en miniatura, escaneó el suelo de tierra y... —Hola, muchachos —murmuró. Su excelente y práctico equipo captó un esquema perfectamente cuadrado que medía un metro veinte por ochenta. Arrodillándose, utilizó uno de sus cuchillos para desplazar el suelo alrededor de los bordes periféricos. Fuera lo que fuese, estaba profundamente enterrado. Xhex se congeló cuando su agudo oído le informó de que se había detenido un coche. No era uno de los bastardos o sus secuaces. La red emocional era demasiado sencilla. ¿Un doggen llegando con provisiones?
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Apareciendo en lo alto de las escaleras, cerró la puerta tanto como pudo, sin reenganchar la cerradura, y luego volvió a la caja enterrada. Moviéndose mucho más rápido ahora, mantuvo la oreja atenta a los pasos que crujían en el primer piso... En el lado largo del rectángulo, utilizó la punta de su cuchillo para sondear la tierra apisonada en busca de un asa. Al no encontrar nada, repitió la investigación en el corto… Bingo. Limpiando la tierra, agarró un anillo circular, se volvió a poner la linterna entre los dientes y tiró con todo lo que tenía. La tapa pesaba tanto como un capó de coche y tuvo que tragarse su gruñido… Vaya. Hablando de arsenal. En la gran caja había pistolas, escopetas, cuchillos, municiones, productos de limpieza... todo ello bien ordenado, obviamente en un medio ambiente hermético. Entre todo eso había una caja de plástico duro, larga y negra, de un rifle. La sacó y la puso en el suelo junto a ella. Una mirada a la cerradura y maldijo. Activada por huellas dactilares. Como fuera. La maldita cosa era lo suficientemente grande para albergar una o quizás dos largas narices. Por lo tanto, iba a venir con ella. Con manos rápidas y seguras, cerró la tapa, lo llenó de tierra y golpeó la superficie para endurecerla una vez más. Cubrir su rastro le llevó menos tiempo del que pensaba, y antes de que se diera cuenta, ya estaba devolviendo la cama a su lugar. Recogiendo la caja con la mano izquierda, escuchó. La doggen estaba subiendo las escaleras, la red de la hembra era tan poco notable como lo había sido cuando llegó: no había oído nada, no sabía nada. Mirando a su alrededor, Xhex pensaba que era poco probable que la doncella tuviera la llave de aquí abajo. Xcor sería demasiado astuto para eso. Pero aún así, no era seguro perder el tiempo. Incluso si le habían dado instrucciones a la doggen para que solo hiciera el piso de arriba, uno de los bastardos podría herirse en el campo en cualquier momento, y aunque ella no tenía ninguna duda en luchar contra uno de ellos, o con todos los cabrones, si el arma estaba de hecho en esa caja, necesitaba sacarla de inmediato. Hora de reunirse y saludar. Mientras se desmaterializaba hasta el rellano de la escalera, su peso en el escalón superior reveló un crujido de la madera. En el otro extremo, la doggen gritó: —¿Sire? —Hubo una pausa—. Espere, voy a asumir la posición. Qué. Coño.
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—Estoy lista. Xhex palmeó el pomo de la puerta, abrió y salió, esperando encontrar algún tipo de pesadilla Kama Sutra en marcha. En su lugar, la mujer anciana estaba en el rincón de la cocina frente a la unión de las paredes, tapándose los ojos con las manos. Ellos no querían que fuera capaz de identificarlos, pensó Xhex. Inteligente. Muy inteligente. Oportuno, también, ya que habría tenido que perder unos preciosos minutos jodiendo la cabeza de la hembra. Por otra parte, esa "posición", por así decirlo, iba a salvarle la vida más tarde, cuando Xcor averiguara que su guarida había sido infiltrada durante su ausencia. Si no veías a nadie, no había manera de que te protegieras contra un intruso. Xhex cerró la puerta y activó la cerradura, bloqueándola. Luego se desmaterializó fuera de allí, llevando la caja del arma contra el pecho. Menos mal que no era tan pesada. Y si Dios quería, Vishous estaría fuera de la rotación esta noche.
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Capítulo 68
De vuelta al complejo de la Hermandad, Tohr sostuvo la puerta del sótano abierta y se quedó a un lado mientras John pasaba y golpeaba la escalera. Bajando detrás del otro macho, el cuerpo de Tohr estaba rígido, sobre todo la espalda y los hombros. Aunque sus entrenamientos nocturnos como trabajador de mudanzas habían terminado. Después de las tres horas finales de esta noche, su casa y la de Wellsie estaba oficialmente vacía y camino de entrar en el sistema de LMI de Caldwell. Fritz se había reunido con el agente de bienes raíces durante el día y el precio que habían fijado era agresivo, pero no loco. Si Tohr tenía que asumir los costes del lugar durante un par de meses, o incluso toda la primavera, estaba bien. Mientras tanto, los muebles y las alfombras habían sido trasladados al garaje de la mansión, las pinturas, grabados y dibujos de tinta estaban en la parte de clima controlado de la buhardilla, y la caja de la joyería estaba en el armario de Tohr encima del vestido de emparejamiento. Por lo tanto... hecho. En la parte inferior de las escaleras, John y él adoptaron un ritmo más firme que les llevó a través de la cavernosa sala y la enorme caldera que no solo emanaba el calor suficiente para mantener la parte principal de la casa caliente, sino que amenazaba con freír su cara y su cuerpo cuando entró en su órbita. Siguiendo adelante, sus pasos resonaban, el aire se enfriaba rápidamente mientras dejaban el ámbito de la caldera y golpeaban el segundo nivel del sótano. Esta parte estaba dividida en cuartos de almacenamiento, uno de los cuales pronto contendría el balance de sus muebles, otro era el espacio de trabajo privado de V. No, no ese tipo de trabajo. Utilizaba su ático para esa mierda. La forja de Vishous estaba aquí abajo. El sonido del monstruo del Hermano que exhalaba fuego empezó como un zumbido de baja intensidad, pero cuando doblaron la esquina final, el rugido sordo era lo suficientemente fuerte como para ahogar el sonido de sus shitkickers. De
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hecho, lo único que interrumpía el estruendo era el tink-tink-tink de V golpeando un martillo sobre metal al rojo vivo. Mientras atravesaban la puerta de la estrecha habitación de piedra, V estaba trabajando duro, su pecho y hombros desnudos brillaban a la luz anaranjada de las llamas, su musculoso brazo subía para golpear una y otra vez. Su concentración era intensa y así debería ser. La estirada hoja de metal que estaba transformando sería responsable de mantener vivo a su propietario, así como de conseguir que el enemigo estuviera muerto y bien muerto. El Hermano alzó la vista cuando aparecieron y asintió con la cabeza. Después de dos golpes más, dejó el martillo y cortó el oxígeno que alimentaba el fuego. —¿Qué pasa? —preguntó mientras el gruñido se asentaba en un ronroneo. Tohr miró a John Matthew. El chico había sido una estrella en todo el proceso, nunca había vacilado en el triste trabajo de desmantelar toda una vida de recuerdos y colecciones. Sin embargo esto era difícil. Para ambos. Después de un momento, Tohr volvió a mirar a su hermano... y se encontró sin palabras, excepto que V ya estaba asintiendo con la cabeza y poniéndose de pie. Quitándose los guantes de cuero gruesos que le llegaban hasta los codos, salió del puesto. —Sí, los tengo —dijo el Hermano—. Volvamos al Pit. Vamos. Tohr asintió, porque eso era todo lo que tenía que compartir con otros. Sin embargo, mientras salían y caminaban en triste silencio por las escaleras, colocó la palma sobre la nuca de John y la mantuvo allí. El contacto los consoló a ambos. Cuando salieron a la cocina, había tal caos por la Última Comida que nadie del personal notó su presencia, así que afortunadamente no hubo preguntas, de ningún tipo, ninguna conjetura de por qué todos tenían un aspecto tan serio. Fuera de la despensa. A través de la puerta oculta debajo de la escalera. Por el túnel para evitar el frío del invierno. Mientras giraban a la derecha y se dirigían en dirección opuesta al centro de entrenamiento, no podía creer que a algún nivel esto estuviera sucediendo. Sus shitkickers incluso fallaron un par de veces, como si estuvieran tratando de alejarlo de esta última pieza. Sin embargo, estaba decidido. Ante la puerta que conducía al Pit, V tecleó el código y la abrió, indicándoles que debían ir delante.
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El lugar donde Butch y V vivían con sus shellans era el mismo de siempre, excepto que ahora que había hembras cohabitando allí estaba más limpio: las revistas Sports Illustrated se encontraban en una pila ordenada sobre la mesa, la cocina no tenía botellas vacías de Lag y Goose sobre todos los mostradores y no había más bolsas de deporte o chaquetas de moteros colgando por todos lados. Los Cuatro Juguetes de V todavía ocupaban toda una esquina y la enorme televisión de plasma seguía siendo la cosa más grande del lugar. Algunas cosas nunca cambian. —Ella está en mi habitación. Normalmente Tohr no seguiría al tipo a su espacio privado, pero esto no era normal. La habitación de V y Doc Jane era pequeña y tenía más libros que cama, montones de tomos de física y volúmenes de química llenaban la alfombra hasta que apenas podías caminar sobre ella. Sin embargo, la buena doctora se aseguraba de que el lugar no fuera una completa pocilga, el edredón estaba pulcramente colocado y limpio, y las almohadas colocadas con cuidado contra la cabecera. En la esquina, Vishous abrió el armario y alcanzó el estante de arriba, estirándose incluso con su altura en busca de… El bulto forrado de terciopelo negro que sacó era lo suficientemente grande y pesado como para requerir las dos manos, y gruñó mientras retrocedía para llevarlo a la cama. Mientras lo bajaba, Tohr tuvo que obligarse a seguir respirando. Allí estaba ella. Su Wellsie. Todo lo que quedaba de ella en la tierra. Cayendo de rodillas delante de ella, se adelantó y soltó el lazo de satén de la parte superior. Con manos temblorosas, abrió la bolsa de terciopelo y la bajó, revelando una urna de plata que tenía grabados art deco en sus cuatro lados. —¿De dónde sacaste esto? —dijo, pasando el dedo índice sobre el metal brillante y reluciente. —Darius lo tenía en un cuarto trastero. Creo que es de Tiffany, de los años treinta. Fritz lo pulió. La urna no era parte de su tradición. Las cenizas no estaban destinadas a ser guardadas. Se suponía que debían ser puestas en libertad.
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—Es hermoso. —Miró a John. El rostro del chico estaba pálido, sus labios apretados... y con un rápido movimiento se rozó el ojo izquierdo—. Estamos listos para hacer su ceremonia Fade, ¿no es cierto, hijo? John asintió. —¿Cuándo? —preguntó V. —Mañana por la noche, creo. —Cuando John volvió a asentir, Tohr dijo—: Sí, mañana. —¿Quieres que hable con Fritz y lo organice? —preguntó V. —Gracias, pero yo me encargaré de ello. John y yo vamos a hacerlo. —Tohr volvió a centrarse en la preciosa urna—. Él y yo vamos a dejarla ir... juntos. Al lado de Tohr, John estaba teniendo un momento difícil para no derrumbarse. Era difícil saber qué le estaba afectando más: el hecho de que Wellsie estuviera en la habitación con ellos otra vez, o que Tohr estuviera de rodillas ante esa urna, como si sus piernas no estuvieran funcionando bien. El último par de noches había sido un ejercicio brutal de reorientación. No era que no hubiera sabido que Wellsie se había ido, era solo que... desmantelar todo lo de la casa había convertido el hecho en real, había un grito constante en su cabeza. Maldita sea, ella nunca iba a saber que había atravesado la transición o que era un luchador medianamente decente o que se había emparejado. Si alguna vez tenía un hijo, ella nunca lo sostendría en sus brazos ni vería su primer cumpleaños ni presenciaría los primeros pasos o las primeras palabras. Su ausencia hacía que su propia vida pareciera menos completa y tenía la horrible sensación de que siempre iba a ser así. Cuando Tohr inclinó la cabeza, John se acercó y puso la mano encima del pesado hombro del tipo, recordándose que, por muy difícil que esto fuera para él, lo que Tohr estaba pasando era mil veces peor. Mierda, sin embargo el Hermano había sido fuerte, tomando todas esas decisiones, desde los pares de vaqueros a las ollas y sartenes, trabajando de manera constante a pesar del hecho de que tenía que estar en carne viva por dentro. Si John no hubiera respetado la mierda del Hermano antes, segurísimo que ahora lo hacía. —¿Vishous? —gritó una voz femenina al final del pasillo. John se giró. ¿Xhex estaba aquí? Tohr carraspeó y colocó la bolsa de terciopelo en su lugar. —Gracias, V. Por cuidar tan bien de ella.
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—¿V? ¿Tienes un minuto? —preguntó Xhex—. Necesito… Oh, mierda. Mientras se detenía, como si hubiera retocado el ambiente del dormitorio desde donde estaba, Tohr se puso de pie y asintió con la cabeza hacia John con una sonrisa demasiado generosa para comprenderla. —Será mejor que vayas con tu hembra, hijo. John dudó, pero luego V dio un paso y puso los brazos alrededor de su hermano, susurrando palabras en voz baja. Dando a los hombres un poco de intimidad, John se dirigió al salón. Xhex no se sorprendió al verlo. —Lo siento, no quería interrumpir nada. Está bien. Sus ojos fueron a la caja de transporte que ella tenía en la mano. ¿Qué es eso? Aunque lo sabía… Santa Mierda, había conseguido... —Eso es lo que necesitamos saber. Con un pánico repentino, él la miró atentamente en busca de signos de lesión. Sin embargo, no había ninguno. Había entrado y salido de una sola pieza. John no tenía intención de hacerlo, pero se abalanzó hacia delante y la agarró con fuerza, apretándola contra su cuerpo. Cuando ella le abrazó también, sintió la caja del rifle presionando contra su espalda, simplemente estaba… jodidamente contento de que estuviera viva. Tan jodidamente contento… Mierda, se estaba rompiendo. —Shh, John, está bien. Estoy a salvo. Estoy muy bien... Mientras él se estremecía, ella le abrazaba con la fuerza y el poder de su cuerpo, manteniéndolo entero, cubriéndole con exactamente el tipo de amor profundo que Tohr había perdido. ¿Por qué algunas personas tenían suerte y otros sufrían la más cruel de las loterías? Cuando finalmente se apartó, se limpió la cara y gesticuló, ¿vendrás a la ceremonia Fade de Wellsie? No hubo ninguna vacilación. —Por supuesto. Tohr dice que le gustaría que los dos lo hiciéramos juntos. —Bien, eso es bueno.
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En ese momento, Vishous y Tohr salieron y ambos Hermanos fijaron la vista de inmediato en la caja. —Eres fang-jodida-tástica —dijo V con una especie de temor reverencial. —Reserva lo del beso en el culo, aún no la he abierto. —Le tendió la cosa al Hermano—. Cerradura de huella digital. Necesito tu ayuda. V sonrió de manera malvada. —Lejos de mi intención no acudir en ayuda de una dama. Vamos a ello. Mientras la pareja ponía la caja del arma sobre el mostrador de la cocina, John se llevó a Tohr a un lado. Asintiendo con la cabeza en dirección a la urna tapizada con terciopelo, gesticuló: ¿Me necesitas más esta noche? —No, hijo, quédate con tu hembra, tengo que salir un rato, en realidad. —El hombre acarició el terciopelo—. Pero primero voy a ponerla en mi habitación. Sí, está bien. Vale… Tohr le abrazó fuerte y rápido, y luego salió por la puerta del túnel. Desde la cocina, Xhex dijo: —¿Cómo vas a…? Bien, sí, eso funcionará. El olor a plástico quemado hizo girar a John. V se había quitado el guante y había puesto su brillante dedo índice contra el mecanismo de cierre, un humo ácido se elevó en desagradables rizos gris oscuro al primer contacto. —Mi huella tiende a hacer el trabajo en casi cualquier cosa —dijo el Hermano. —Está claro —murmuró Xhex, con las manos en las caderas, el cuerpo tenso inclinado hacia delante—. ¿Alguna vez haces barbacoa con esa cosa? —Sólo lessers, y no son una buena comida. Quedándose atrás, John miró y… bueno, se sorprendió ante la hembra. ¿A quién coño le gustaba esta mierda? Entrar en el escondite seguro de la BdB Rebuscar en busca de un rifle, agarrarlo. Volver como si no hubiera hecho nada más increíble que pedir en un Starbucks. Como si presintiera sus ojos sobre ella, miró por encima del hombro. John se abrió emocionalmente, no hubo barreras en absoluto y le reveló todo lo que estaba sintiendo… —Lo tengo —anunció V, apartando la mano brillante y volviendo a ponerse el guante. Girando la caja hacia Xhex, el Hermano dijo: —¿Te gustaría hacer los honores?
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Xhex se concentró y abrió lo que había traído a casa, el mecanismo de bloqueo destrozado cayó a pedazos. En el interior, había un par de rifles alojados en espuma negra, junto con miras telescópicas. —Bingo —susurró. Lo había hecho, pensó John. Estaba dispuesto a apostar su testículo izquierdo a que se iba a demostrar que una de esas armas era la que disparó a Wrath. Ella lo había hecho, joder. Desde sus tripas se elevó una enorme oleada de orgullo, calentando todo su cuerpo, estirando los labios en una sonrisa tan amplia que le dolieron las mejillas. Mirando a su hembra y la prueba de la misión crítica que había traído al redil, estaba dispuesto a apostar que arrojaba sombras de tanto como brillaba. Estaba tan increíblemente... orgulloso. —Bastante prometedor. —V cerró la caja—. Tengo el equipo que vamos a necesitar en la clínica, junto con la bala. Vamos. —Un minuto. Xhex se giró hacia John. Se acercó a él. Tomó su rostro entre las manos. Mientras ella le miraba, él supo que estaba leyendo cada pedacito de todo lo que tenía en él. Poniéndose de puntillas, ella apretó los labios contra los suyos y dijo dos palabras que él no esperaba volver a escuchar pronto. —Te amo. —Ella le besó de nuevo—. Te amo mucho, mi hellren.
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Capítulo 69
En el otro lado del río Hudson, al sur del complejo de la Hermandad, Autumn estaba sentada en la cabaña en la oscuridad, todavía ocupaba la misma silla donde había estado al principio de la noche. Hacía tiempo que se había obligado apagar las luces y la falta de iluminación a su alrededor hacía que el paisaje cubierto de nieve pareciera brillante como el día bajo el brillo de la luna. Desde su ventajosa posición, el río era una gran extensión, inmóvil, a pesar de que tan solo estaba helado en los bordes. Desde su posición ventajosa, había tenido pocas vistas ante ella, habiendo dado vueltas en cambio a las estaciones de su vida. Habían pasado muchas horas desde que Xhex se había puesto en contacto con ella, la luna había cambiado de posición, las negras sombras proyectadas por los árboles habían girado sobre el suelo blanco. En muchos sentidos, el tiempo no tenía significado, pero sí tenía un efecto: cuanto más tiempo pasaba dándole vueltas a las cosas, más claramente se veía, sus compresiones anteriores ya no eran una sorpresa, sino algo en lo que estaba inmersa... Algo que ella misma había empezado a cambiar con… En un primer momento, la barra oscura que cortó la vista invernal parecía ser sólo la sombra de un tronco de árbol al borde de la propiedad. Excepto que luego se movió. Estaba viva. No era... un animal. Era un macho. Un disparo repentino del miedo la hizo enderezarse, pero sus instintos se adelantaron y le dijeron quién era. Tohrment. Tohrment estaba aquí.
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Su primer pensamiento fue bajar al refugio subterráneo y fingir que no le había visto, y teniendo en cuenta cómo esperaba en el jardín, dándole tiempo suficiente para identificarlo, parecía que le estaba ofreciendo eso. Sin embargo, no iba a huir. Había hecho suficientes variaciones de eso para que duraran varias vidas. Se levantó de la silla, se dirigió a la puerta que daba hacia el río y la abrió, de par en par. Cruzando los brazos sobre el pecho contra el frío, levantó la barbilla y esperó a que él se acercara. Así lo hizo. Con una expresión de sombrío propósito, el Hermano se acercó lentamente, sus pesadas botas hacían crujir la capa helada de nieve. Seguía teniendo el mismo aspecto, alto y ancho, con su espeso cabello con la raya blanca, y su hermoso y serio rostro, marcado con líneas de distinción. Qué raro que le midiera con algún tipo de metamorfosis, pensó. Claramente, estaba atribuyendo su propia transformación a todo el mundo. Cuando se detuvo frente a ella, ella se aclaró la garganta, aliviando el cosquilleo del aire implacablemente frío. Sin embargo no habló primero. Era deber de él. —Gracias por salir —dijo. Ella sólo asintió con la cabeza, poco dispuesta a aceptar cualquier disculpa superficial que él estuviera a punto de ofrecer. No, se acabó lo de facilitarle las cosas… o a los demás. —Quiero hablar un rato, si tienes algo de tiempo. Dada la forma que el frío viento cortaba a través de su ropa, ella asintió y volvió a entrar. El interior de la cabaña que no le había parecido particularmente cálido antes, ahora era tropical. Y estrecho. Volvió a sentarse en su silla, le dejó elegir si permanecer de pie o no. Eligió lo primero y lo hizo directamente delante de ella. Después de una profunda y reafirmante respiración, Tohrment habló de manera clara y sucinta, como si hubiera practicado sus palabras: —No puedo disculparme lo suficiente por lo que te dije. Fue completamente injusto e imperdonable. No hay excusa para ello, así que no voy a tratar de explicarlo. Solo… —¿Sabes qué? —cortó ella tranquilamente—. Hay una parte de mí que quiere decirte que te vayas al infierno... que cojas tu disculpa, tus ojos cansados y tu pesado corazón y nunca, jamás te acerques a mí de nuevo. Tras una larga pausa, él asintió con la cabeza.
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—Está bien. Lo entiendo. Puedo respetar eso totalmente… —Pero —le interrumpió otra vez—, me he pasado toda la noche sentada en esta silla, pensando en tu franco soliloquio. En realidad, no he pensado en otra cosa desde que te dejé. — De repente, miró al río—. Sabes, debiste enterrarme en una noche como ésta, ¿verdad? —Sí, lo hice. Salvo que estaba nevando. —Debió ser difícil atravesar el suelo helado. —Lo fue. —Las ampollas lo demuestran, sí, por supuesto. —Se concentró en él de nuevo—. Para ser honesta, estaba bastante cerca de destruida cuando dejaste mi sala de recuperación en el centro de entrenamiento. Es importante para mí que te des cuenta de eso. Después de que saliste, no tenía pensamientos, ni sensaciones, solo respiraba, y sólo porque mi cuerpo lo hacía por su propia cuenta. Él hizo un ruido en el fondo de la garganta, como si, a través de su pesar, no pudiera encontrar la voz para hablar. —Siempre he sabido que amabas sólo a Wellsie, y no sólo porque me lo has dicho desde un principio… sino porque era evidente todo este tiempo. Y tienes razón: me enamoré de ti y traté de evitártelo, al menos conscientemente, porque sabía que te haría daño de una forma insoportable… la idea de que habías dejado que una hembra se acercara tanto… —Sacudió la cabeza mientras se imaginaba cuanto le habría impactado—. Realmente quería ahorrarte más dolor y sinceramente quería que Wellsie fuera libre. Su situación era casi tan importante para mí como para ti, y no se trataba de castigarme a mí misma, sino porque realmente te amaba. Querida Virgen Escriba, estaba tan tranquilo. Apenas si respiraba. —He oído que te estás deshaciendo de la casa que compartiste con ella —dijo—. Y has hecho lo mismo con sus cosas. Supongo que es porque estás intentando una nueva ruta para liberarla y que entre en el Fade, y espero que funcione. Por los dos, espero que funcione. —He venido aquí para hablar de ti, no de ella —dijo él en voz baja. —Es muy amable de tu parte y sé que estoy girando la conversación hacia ti no porque me sienta una víctima de algún romance no correspondido que ha acabado mal, sino porque nuestra relación en esta época siempre se ha basado en ti. Es por mi culpa, pero también la naturaleza del ciclo que hemos completado. —¿Ciclo? Ella se levantó, con ganas de ponerse en pie de igualdad.
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—Así como las estaciones del año cierran el círculo, también nosotros. Cuando nuestros caminos se cruzaron por primera vez, fue todo sobre mí, mi egoísmo, mi enfoque de la tragedia que había vivido. Esta vez ha sido todo sobre ti, tu egoísmo, la tragedia que habías vivido. —Oh, Jesús, Autumn… —Como tú mismo me has señalado, no podemos negar la verdad y no deberíamos intentarlo. Por lo tanto, sugiero que no tratemos de luchar por más tiempo. Estamos de acuerdo a partir de ahora, nuestras trasgresiones de uno contra el otro limpiadas por hechos y palabras que ninguno de nosotros puede recuperar. Siempre lamentaré la posición en la que te puse con tu daga hace tantos años, y no hace falta que me digas que sientes un profundo dolor mientras estás ahí de pie ante mí ahora, puedo verlo escrito en tu cara. Tú y yo... es un círculo completo y se ha completado. Él parpadeó, sosteniendo su mirada. Luego se llevó el dedo a la ceja y se frotó la frente, como si le doliera. —Te equivocas en esa última parte. —No veo cómo puedes discutir con la lógica. —Yo también he estado pensando mucho. No voy a pelear contigo sobre ello, pero quiero que sepas que he estado contigo por algo más que sólo Wellsie. No me di cuenta en ese momento… o no podía, no tengo ni puñetera idea. Pero estoy muy seguro que era sobre ti también, y después de que te fueras, quedó más claro… —No tienes que pedir disculpas… —Esto no es una disculpa. Se trata de despertar y estirar la mano hacia ti y de desear que estés a mi lado. Se trata de ordenar comida extra para ti y luego recordar que no estás alrededor para alimentarte. Se trata del hecho de que mientras estaba empacando la ropa de mi compañera muerta, también te tenía a ti en mi mente. No era sólo Wellsie, Autumn, y creo que lo supe después de tu período de necesidad y por eso estallé. Pasé día y medio sentado sobre mi culo, mirando a la oscuridad, tratando de entender todo esto, y no sé... supongo que finalmente encontré el valor de ser jodidamente honesto conmigo mismo. Porque es difícil cuando has amado a una persona con todo lo que tienes, y ella se ha ido, y viene otra persona y asegura todo su territorio en tu corazón. —Se llevó la mano al pecho y se golpeó el esternón —. Esto fue suyo y solo suyo. Para siempre. O al menos eso creía... pero la mierda no funciona de esa manera, y entonces llegaste tú… y a la mierda el maldito círculo, no quiero que tú y yo hayamos acabado. Ahora fue el turno de Autumn de sentirse pasmada, su cuerpo se quedó entumecido mientras se esforzaba por comprender lo que él estaba diciendo. —Autumn, estoy enamorado de ti, por eso he venido aquí esta noche. No tenemos que estar juntos y no tienes que conformarte con lo que he dicho, pero quería que lo
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escucharas de mí. También quiero decirte que estoy en paz con ello, porque… — Inhaló profundamente—. ¿Quieres saber por qué Wellsie se quedó embarazada? No fue porque yo quisiera un hijo. Es porque ella sabía que cada noche cuando salía de casa podría morir en el campo, y como dijo, quiso algo por lo que seguir viviendo. ¿Si hubiera sido yo el que se fuera? Ella se habría labrado una vida y… lo extraño es, que me hubiera gustado que hiciera eso. Incluso si incluía a otra persona. Creo que me he dado cuenta que... ella no hubiera querido que la llorara para siempre. Habría querido que siguiera adelante... y lo he hecho. Autumn abrió la boca para hablar. No salió nada. Había realmente oído todo lo que… —¡Ale-puta-luya! Mientras ella dejaba escapar un grito de alarma y Tohr desenvainaba una daga negra, Lassiter entró al centro de la habitación. El ángel aplaudió un par de veces y luego elevó las palmas al cielo como un evangelista. —¡Por fin! —Jesús —siseó Tohr mientras alejaba su arma—. ¡Pensaba que habías dimitido! —Bueno, no con ese chico que nació en un pesebre. Y créeme, he tratado de presentar mi renuncia, pero el Hacedor no estaba interesado en lo que tenía que decir. Como de costumbre. —Te llamé un par de veces y no viniste. —Bueno, primero estaba lisa y llanamente cabreado contigo. Y luego no quise meterme en tu camino. Sabía que estabas tramando algo grande. —El ángel se acercó y puso su mano sobre el hombro de Autumn—. ¿Estás bien? Ella asintió con la cabeza y logró algo parecido a un ajá. —Entonces todo está bien, ¿no? —dijo Lassiter. Tohr negó con la cabeza. —No la fuerces a nada. Ella es libre de elegir su camino, como siempre lo ha sido. Con eso, se dio la vuelta y se dirigió a la puerta. Justo antes de abrirla para salir, miró por encima del hombro, sus ojos azules se clavaron en los de ella. —La ceremonia del Fade de Wellsie es mañana por la noche. Me encantaría que estuvieras allí y entenderé completamente si no quieres venir. Y, Lassiter, si te vas a quedar con ella, y espero que lo hagas, haz algo útil y consíguele una taza de té y unas tostadas. A ella le gusta el pan de masa fermentada hecho por ambos lados,
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mantequilla dulce, preferiblemente del tipo batida y un poco de mermelada de fresa. Y toma Earl Grey con una cucharadita de azúcar. —Qué, ¿parezco un mayordomo? Tohrment se limitó a mirarla durante un largo momento, como si le estuviera dando la oportunidad de ver lo seguro, estable y conectado a la tierra que estaba, sólido de un modo que no tenía nada que ver con su peso, y todo con su alma. De hecho, se había transformado. Con un asentimiento final, salió al paisaje cubierto de nieve... y se desmaterializó en el aire.
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—¿Tienes algún televisor por aquí? —Oyó preguntar a Lassiter desde la cocina mientras los armarios se abrían y cerraban. —No tienes que quedarte —murmuró, todavía conmocionada hasta la médula. —Sólo dime que tienes un televisor y soy un tipo feliz. —Lo tenemos. —Bien, sabes, es mi día de suerte y no te preocupes, voy a mantenernos entretenidos. Apuesto a que puedo encontrar una maratón de Verdaderas Amas de Casa. —¿Un qué? –preguntó. —Espero que sea en Nueva Jersey. Pero aceptaré Atlanta. O Beverly Hills. Sacudiéndose, ella fue a buscarlo a él, y sólo pudo parpadear cuando fue cegada por todas las luces que él había encendido. Oh, espera, era él que estaba brillando. —¿De qué estás hablando? —preguntó ella, encontrando increíble que el hombre estuviera hablando de la televisión humana en un momento como este. Desde la cocina, el ángel sonrió misteriosamente y le ofreció un guiño. —Sólo piensa, si te permites creer en Tohr y le abres tu corazón, puedes deshacerte de mí para siempre. Todo lo que tienes que hacer es entregarte a él, mente, cuerpo y alma, nenita, y yo me iré, no tendrás que preocuparte por qué es una Verdadera Ama de Casa.
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10º Hermandad de la Daga Negra
Capítulo 70
Al anochecer siguiente, tan pronto como cayó la noche, Assail, hijo de Assail, caminó a través de su casa de cristal y se dirigió al garaje. Al pasar por la puerta trasera de la mansión, miró al cristal que había sido sustituido en el otoño. La reparación fue tan limpia como una patena. Hasta el punto que no se podía decir que hubiera sucedido algo violento. No podía decirse lo mismo acerca de los acontecimientos que habían pasado esa horrible noche. Mientras los días pasaban, las estaciones cambiaban y las lunas salían y caían, no había modo de reparar lo que había sucedido, no había manera de remendar ese lío. No es que Xcor quisiera, suponía. De hecho, esta noche por fin iba a tener una idea de exactamente cuánto daño había sido hecho. La glymera era tan jodidamente lenta, era ridículo. Activando el sistema de alarma con la huella de su pulgar, entró en el garaje, cerró y rodeó el Jaguar. El Range Rover al otro extremo tenía enormes llantas con dibujos como de garras, su más reciente adquisición había sido entregada finalmente la semana pasada. Por mucho que le gustara el XKR, estaba cansado de sentirse como si estuviera conduciendo un cerdo engrasado sobre hielo. Una vez dentro del muy modificado SUV, apretó el botón de la puerta del garaje y esperó, y luego dio marcha atrás, giró y esperó hasta que la puerta bajó. Elan, hijo de Larex, era un mierdecilla, el tipo de aristócrata que realmente le sacaba de sus casillas: demasiada endogamia y demasiado dinero le había aislado por completo de las realidades de la vida. El hombre no era más capaz de forjar su camino sin la parafernalia de su puesto que un bebé en el frío. Y sin embargo, por las exigencias del destino, ese macho estaba ahora en posición de llevar a cabo más cambios de los que merecía: a raíz de las redadas, él era el más alto rango en el Consejo de los No Hermanos, en cuanto a Rehvenge, estaba tan
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enredado con la Hermandad, que bien podría haber tenido una daga negra atada al pecho. Por lo tanto, Elan había sido quien había convocado la reunión “no oficial” de esta noche En la cual no estaría incluido Rehvenge. Y eso iba a ser probablemente casi una insurrección. No es que alguien tan culto como Elan lo llamaría así. No, los traidores que usaban corbatas y calcetines de seda tendían a canalizar su realidad en términos mucho más refinados, aunque la redacción no iba a cambiar nada... Mientras Assail aceleraba, el viaje a la casa de Elan le llevó unos buenos cuarenta y cinco minutos a pesar de que las carreteras estaban cubiertas de sal y la nieve retirada de las calles. Naturalmente, podría haber ahorrado tiempo desmaterializándose pero si las cosas se descontrolaban, si llegara a resultar herido o se viera incapaz de desaparecer, necesitaba estar seguro de tener una cobertura eficaz para escapar. Solo había dado la seguridad por supuesta una sola vez, hacía mucho tiempo. Nunca más. Y, en efecto, la Hermandad era muy inteligente. No se sabía si esta conspiración incipiente sería asaltada esta noche o no, especialmente si Xcor iba a hacer acto de presencia. El retiro de Elan era una casa de ladrillos llena de gracia, de estilo victoriano, con madera de forma de encaje delimitando cada pico y cada esquina. Situada en un pueblo dormido de sólo treinta mil seres humanos, estaba bien apartado de la calle y había un río que serpenteaba por un costado de la propiedad. Cuando salió, no abrochó los botones de carey de la parte delantera de su abrigo de pelo de camello ni se puso los guantes. Tampoco se abotonó la chaqueta cruzada del traje. Sus armas estaban cerca de su corazón y quería tener acceso a ellas. Acercándose a la puerta principal, sus botas negras aplastaron el camino despejado y el aliento salió de su boca en nubes de color blanco. Arriba, la luna era tan brillante como una luz halógena y tan grande como un plato, la falta de nubes y humedad permitía que su verdadero poder lloviera desde los cielos. Las cortinas de todas las ventanas habían sido corridas así que no podía ver cuántos otros habían llegado, pero no le sorprendería si ya estaban reunidos, después de haberse materializado en el sitio. Imbéciles. Apretando el timbre de la puerta con su mano desnuda, fue abierta de inmediato, un formal doggen mayordomo se inclinó por las caderas.
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—Amo Assail. Bienvenido, ¿puedo tomar tu abrigo? —No, no puede. Hubo un momento de duda, al menos hasta que Assail levantó una ceja ante el sirviente. —Ah, pero, por supuesto, mi señor, por favor, pase por aquí. Voces, todas del sexo masculino, inundaron sus oídos como el aroma a canela de la sidra caliente su nariz. Yendo detrás del mayordomo, se permitió ser guiado al gran salón que estaba repleto de pesados muebles de caoba de acuerdo con el período de la casa. Y entre las antigüedades, había unos diez hombres atendidos por su anfitrión, sus esbeltas formas vestidas con trajes con corbatas o pañuelos en la garganta. Hubo una caída notable en la conversación cuando hizo su aparición, lo que sugirió que al menos algunos de ellos no confiaban en él. Es probable que fuera lo único sabio del grupo. Su anfitrión se separó y se acercó con una sonrisa de suficiencia. —Qué bueno que hayas venido, Assail. —Gracias por invitarme. Elan frunció el ceño. —¿Dónde está mi doggen? Debería haber cogido tu abrigo… —Prefiero dejármelo puesto. Y me sentaré allí. —Asintió con la cabeza hacia la esquina que le proporcionan el acceso más visual—. Confío que empezaremos pronto. —En efecto. Con tu llegada, esperamos solo a uno más. Assail entrecerró los ojos ante la sutil línea de sudor que salpicaba la piel entre la nariz y el labio superior del macho. Xcor había elegido al peón correcto, pensó mientras se acercaba y se acomodaba en su silla. Una fuerte corriente de aire anunció la llegada del huésped final. Cuando Xcor entró en la habitación, hubo más que una pausa en la charla. Cada uno de los aristócratas se quedó en silencio, una reordenación sutil de la multitud cuando todos dieron un paso atrás. Por otra parte, ¡sorpresa! Xcor había traído a más de uno con él. La totalidad de la Banda de Bastardos se alineó tras sus talones, formando un semicírculo detrás de su jefe.
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En persona y de cerca, Xcor era precisamente como había sido siempre: rudo y feo, el tipo de macho cuyo rostro y postura sugería que su reputación de violento se basaba en la realidad, no en conjeturas. Por supuesto, de pie en medio de estos débiles, en este ambiente de lujo y urbanidad, estaba preparado y era perfectamente capaz de cortar a todo el que respiraba en la sala y los machos a su espalda eran iguales, todos vestidos para la guerra, y dispuestos a llevarla a cabo con un simple movimiento de cabeza de su señor. En cuanto a la gran cantidad de ellos, incluso Assail tuvo que admitir que eran impresionantes. Qué tonto era Elan… él y amigos frívolos de la glymera no tenían ni idea de la caja de Pandora que habían abierto. Con una tos oficiosa, Elan dio un paso adelante para hacer frente a todos y cada uno como si fuera quien estaba al mando, a pesar de que fue eclipsado no sólo por el peso de los soldados, sino por su sola presencia. —Creo que no son necesarias las presentaciones, y no hace falta decir que si alguno de vosotros, en este momento —miró a sus compañeros miembros del Consejo—, habla de esta reunión, habrá represalias de la talla de los que os harán desear que las redadas vuelvan. Mientras hablaba, reunió cierto impulso, como si el asumir el manto del poder, incluso si era proporcionado por otra persona, fuera una especie de masturbación para su ego. —Pensé que era importante reunirnos esta noche. —Empezó a caminar, juntando las manos en la parte baja de la espalda e inclinándose hacia adelante para dirigirse a sus zapatos brillantes—. De vez en cuando en el último año, los estimados miembros del Consejo han venido a mí cada uno y expresado no sólo sus pérdidas catastróficas, sino su frustración con la respuesta del régimen actual a un restablecimiento significativo. Assail levantó las cejas ante la palabra actual: este levantamiento había progresado más de lo que se había imaginado si estaba siendo extendido… —Estos debates han tenido lugar durante un período de meses, y ha habido una consistencia firme en las quejas y decepciones. Como resultado de ello, y después de mucha deliberación con mi conciencia, me he encontrado por primera vez en mi vida, evitando al actual líder de la raza hasta el extremo que me veo obligado a la acción. Estos caballeros —ante ese término ridículo, movió una mano abierta hacia la colección de luchadores—, han expresado preocupaciones similares, así como una cierta disposición a…cómo decirlo…efectuar un cambio. Como sé que todos opinamos igual, pensé que podríamos hablar de nuestros próximos pasos.
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En este punto, los dandis reunidos decidieron hacer la pelota, repitiendo, con sus propias palabras interminables, precisamente lo que Elan acababa de declarar. Estaba claro que sentían que era una oportunidad para demostrar a la Banda de Bastardos lo en serio que iban, pero dudaba que Xcor estuviera conmovido por cualquiera de esa fanfarronería. Estos miembros de la aristocracia eran instrumentos frágiles, descartables, todos ellos limitados a un uso y fácilmente rompibles… y Xcor tenía que saberlo. Sin duda iba a trabajar con ellos hasta que no los necesitara, y luego iba a partir esos mangos de madera y arrojarlos a un lado. Mientras Assail se recostaba y escuchaba, no tenía ningún cariño o consideración en particular por la monarquía. Pero estaba claro que Wrath era un macho de palabra… algo que no se podía decir de ninguno de estos patanes de la glymera: este grupo, con la excepción de Xcor y sus hombres, le besarían el culo al Rey hasta que sus labios se entumecieran, y ahora mismo estaban planeando su muerte. ¿Y después? Xcor se serviría a sí mismo y sólo a él, y al infierno con los demás. Wrath había declarado que le iba a permitir comerciar con los humanos para continuar sin trabas. Xcor, sin embargo, era el tipo que no permitiría que ningún otro con cargos de poder se levantara… y con todo el dinero que había en el tráfico de drogas, más pronto o más tarde, Assail tendría una diana en la espalda. Si no tenía una ya. —... Y los bienes de mi familia están en barbecho en Caldwell… Cuando Assail se levantó de su silla, todos los ojos de los luchadores volaron hacia él. Avanzando a través de la multitud, tuvo cuidado de mostrar sus manos, no fuera que creyeran que había sacado un arma. —Por favor, disculpad la interrupción —dijo sin hablar en serio—. Pero debo marcharme ahora. Elan comenzó a farfullar mientras Xcor bajaba los párpados. Dirigiéndose al verdadero líder en la habitación, Assail habló claramente. —No haré ninguna referencia a esta reunión, ya sea sobre los individuos que están aquí en esta sala o sobre cualquier otro, ni tampoco sobre las declaraciones que se han hecho ni quién ha asistido. No soy una persona política, ni tengo proyectos para conseguir cualquier trono… soy un hombre de negocios que sólo busca seguir prosperando en los círculos de comercio. Al salir de esta reunión y la presente renuncia al Consejo, estoy actuando en consecuencia, sin buscar ni promover ni obstaculizar cualquier parte de vuestra agenda. Xcor sonrió fríamente, los ojos fijos y cargados de intención mortal.
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—Consideraré a cualquiera que salga de esta habitación mi enemigo. Assail asintió. —Que así sea. Y sé que yo defenderé mis intereses como corresponda contra los intrusos de todo tipo. —Como quieras. Assail salió sin prisa, al menos hasta que se metió en su Range Rover. Una vez dentro del SUV, bloqueó eficazmente las puertas, arrancó el motor y salió disparado. Mientras conducía, estaba alerta, pero no paranoico. Creía cada palabra que Xcor había dicho acerca de designarle como un enemigo, pero también era consciente de que el macho iba a tener las manos llenas. Entre la Hermandad, que sin duda eran unos enemigos formidables, y la glymera, que iban a ser como una jaula de grillos, habría mucho que consumiera su atención. Tarde o temprano, sin embargo, el macho se centraría en Assail. Afortunadamente, ahora estaba preparado y permanecería de esa manera. Y deseando no haberle molestado nunca.
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Capítulo 71
Cuando Tohr emergió desnudo y goteante de la ducha, el golpeteo en la puerta de su dormitorio fue suave y un poco apagado, como si hubiera sido hecho con el talón de la mano, en lugar de con los nudillos… y después de tantos años siendo un Hermano, sabía que solo podía haber sido hecho por un macho. —¿Rhage? —Se puso una toalla alrededor de la cintura y fue a abrir la puerta —. Hermano mío ¿Qué pasa? El tipo permanecía fuera en el pasillo, su cara increíblemente hermosa estaba solemne, el cuerpo vestido con una túnica de seda blanca que caía desde los amplios hombros y sujeta en la cintura con una simple cuerda blanca. Cruzadas en el pecho, las dagas negras estaban enfundadas en cuero blanco. —Oye, Hermano mío... yo, ehh… En el incómodo momento que siguió, Tohr fue el que rompió la tensión. —Pareces un donut glaseado, Hollywood. —Gracias —el Hermano miraba fijamente la alfombra—. Escucha, te traje algo. Es de Mary y mío. Abriendo su gran palma, le ofreció un gran Rolex de oro, el que Mary usaba, el que el Hermano le había dado cuando se habían emparejado. Era un símbolo de su amor… y mutuo apoyo. Tohr lo miró, sintiendo la calidez que persistía en el metal. —Hermano… —Mira, solo queremos que sepas que estamos contigo… ajusté los eslabones para que se adapte a tu muñeca. Tohr se puso el reloj y claro, se cerró perfectamente. —Gracias, te lo devolveré… Rhage abrió los brazos y le dio la clase de abrazo de oso por el que era conocido… La clase que provocaba un esguince en tu espalda y te hacia tener que llenar tu caja torácica después solo para asegurarte que no te había perforado un pulmón.
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—No tengo palabras, Hermano mío —dijo Hollywood. Mientras Tohr le daba palmaditas en la espalda, sintió que el dragón tatuado se agitaba, como si, también, estuviera ofreciendo sus condolencias. —Está bien, sé que es difícil. Después que Rhage se fuera, estaba cerrando la puerta cuando hubo otro golpeteo. Mirando alrededor de la jamba, encontró a Phury y Z alineados lado a lado. Los gemelos vestían la misma túnica y cinturón que Rhage, y sus ojos eran exactamente como los ojos azul Bahamas de Rhage, tristes, tan condenadamente tristes. —Hermano mío —dijo Phury, dando un paso adelante y abrazándolo. Cuando el Primale retrocedió, le alargó algo largo e intricado—. Para ti. En su mano había una cinta blanca ribeteada de metro y medio aproximadamente, en la cual había sido cuidadosa y bellamente bordada con hilo de oro una oración de fortaleza. —Las Elegidas, Cormia y yo, todos estamos contigo.—Tohr se tomó un momento para desplegar la cinta, y trazar los caracteres de la Vieja Lengua, recitando las palabras antiguas en su cabeza. Esto debería haber llevado horas, pensó. Y muchas, muchas manos. —Dios mío, es hermosa… Mientras contenía las lágrimas, pensó, Fang-jodido-tástico. ¿Si solo la preparación para la ceremonia lo estaba alterando así? Iba a ser un condenado desastre cuando tuviera lugar de verdad. Zsadist se aclaró la garganta. Y luego el Hermano que odiaba tocar a otros se inclinó y pasó los brazos alrededor de Tohr. El abrazo fue tan gentil que Tohr tuvo que preguntarse si era por la falta de práctica. O si Tohr parecía tan frágil como se sentía. —Esto es de mi familia para la tuya —las palabras llegaron suaves. El Hermano le ofreció una pequeña pieza de pergamino, y los dedos de Tohr temblaron cuando lo abrió. —Eh… mierda… En el centro estaba la pequeña huella de una mano estampada en rojo. La de una joven Nalla… No había nada más grande o más precioso para un macho que su descendencia… especialmente si era una hembra. Así que la palma impresa era el símbolo de que todo lo que Z tenía y todo lo que era, ahora y en el futuro, era ofrecido en apoyo de su Hermano.
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—Joder —dijo simplemente Tohr mientras respiraba temblando. —Te veremos abajo —declaró Phury. Tuvieron que cerrar la puerta. Tohr retrocedió y se sentó sobre el colchón, mientras la cinta yacía sobre sus rodillas y él contemplaba fijamente la huella de la niña. Cuando sonó otro golpecito, ni levantó la mirada. —¿Si? Era V. El Hermano parecía agarrotado e incómodo, además, probablemente era el peor de todos cuando se trataba de la sensiblería. No dijo nada. Tampoco intentó la mierda del abrazo, lo que estaba mejor. En lugar de eso dejó una caja de madera sobre la cama cerca de Tohr, exhaló algo de humo turco, y retrocedió hacia la salida como si no pudiera esperar a salir de la habitación. Excepto que se detuvo antes de salir. —Te quiero, Hermano mío —le dijo a la puerta. —Lo sé V. Siempre lo has hecho. Cuando el macho asintió y salió, Tohr se volvió hacia la caja de caoba. Liberando el cierre de acero negro y levantando la tapa, tuvo que maldecir en voz baja. El juego de dagas negras… le robó el aliento. Sacando una, se maravilló del ajuste a su mano, y luego vio que había símbolos grabados en la hoja. Más oraciones, cuatro, una en cada cara de cada una de las armas. Todas para la fortaleza. Aquellas dagas no eran en realidad para luchar… eran demasiado valiosas. Cristo, V debía haber trabajado en ellas durante un año, quizá más… aunque desde luego, como con todo lo que el Hermano hacía en su forja, eran endiabladamente mortíferas… La siguiente llamada era de Butch. Tenía que ser —S... —Tohr tuvo que aclararse la garganta—. ¿Si? En efecto, era el poli. Vestido como todos los otros, con aquellas túnicas blancas con los cordones blancos atados. Mientras el hermano cruzaba la habitación, no llevaba nada en las manos. Pero no había venido con las manos vacías.
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—En una noche como esta —dijo el tipo con voz áspera—. Solo tengo mi fe. Eso es todo lo que tengo… porque no hay palabras mortales para suavizar dónde estás… lo sé muy bien y personalmente. Estiró la mano hacia la nuca e hizo algo. Cuando llevó sus manos hacia delante una vez más, estaba sujetando la pesada cadena de oro y la más pesada cruz que nunca, jamás se quitaba. —Sé que mi Dios no es el tuyo, pero ¿puedo ponerte esto? Tohr asintió y dejó caer la cabeza. Cuando el eje de la formidable fe católica del macho estuvo colgado alrededor de su cuello, estiró la mano y tocó la cruz. Era increíblemente pesada, todo aquel oro. Se sentía bien. Butch se inclinó y le dio un apretón en el hombro a Tohr. —Te veré abajo. Joder. No tenía nada más que decir. Durante un momento, solo se quedó allí sentado, tratando de no desmoronarse. Hasta que escuchó algo en la puerta. Un arañazo como si… —¿Mi señor? —dijo Tohr mientras se obligaba a ponerse de pie y cruzó la habitación Uno le abre la puerta al Rey. No importa en qué estado estés. Wrath y George llegaron juntos, y su Hermano fue característicamente franco. —No voy a preguntarte como te mantienes en pie. —Lo aprecio mi señor, porque estoy hecho una mierda. —¿Por qué no deberías estarlo? —Es casi más difícil cuando la gente es amable. —Sí. Bueno. Creo que vas a tener que tragar algo más de esa mierda. El Rey jugaba con algo en su dedo. Y luego lo ofreció…. —Oh, joder, no —Tohr apartó las manos y las mantuvo fuera del alcance incluso aunque el macho estaba ciego —. Uh-uh. De ninguna manera. De ninguna jodida manera… —Te ordeno que lo aceptes. Tohr renegó. Esperó para ver si el Rey cambiaba de idea. No lo consiguió en aquel caso. Mientras Wrath solo miraba directamente hacia delante, Tohr supo que iba a perder su discusión.
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Con una vertiginosa sensación de total irrealidad, alargó la mano y tomó el anillo de diamante negro que solo había sido llevado por el Rey. —Mi shellan y yo estaremos ahí para ti. Úsalo durante la ceremonia para que sepas que mi sangre, mi cuerpo y mi corazón son tuyos. George estaba contento y sacudió la cola como si respaldara a su amo. —Jodido infierno. —Esta vez, Tohr fue el que se estiró hasta su hermano, y el abrazo fue devuelto con brusquedad y con poder. Después que Wrath se fuera con su perro, Tohr dio la vuelta y se reclinó contra la puerta. El último golpe fue suave. Cobrando ánimo para al menos parecer un macho, incluso aunque se sintiera como un mariquita por dentro, encontró a John Matthew en el pasillo. El chico no se molestó en decir nada por señas. Solo estiró la mano hacia la de Tohr, y apretó… El anillo de sello de Darius en la palma de Tohr. Él habría querido estar aquí contigo, dijo John por señas. Y su anillo es todo lo que tengo de él. Sé que él querría que lo llevaras durante la ceremonia. Tohr miró fijamente el blasón que estaba estampando en el precioso metal y pensó en su amigo, su mentor, el único padre que había tenido en realidad. —Esto significa… más de lo que puedes imaginar. Estaré justo a tu lado, señalizó John. Todo el tiempo. —Lo mismo digo, hijo. Se abrazaron, y luego Tohr cerró la puerta con suavidad. Volviendo a la cama, bajó la vista a los símbolos de sus Hermanos… y supo que cuando enfrentara su crisol, sería con todos ellos con él…nada que nunca hubiera sido relevante. Algo faltaba, pensó, en todo esto. Autumn. Él necesitaba a sus Hermanos. Necesitaba a su hijo. Pero también la necesitaba a ella. Esperaba que lo que le había dicho fuera suficiente, pero había algunas cosas a las que no podías volver, algunas cosas para las que no había cura. Y quizás ella tuviera algo de razón sobre lo de los ciclos Rogaba que hubiera más que eso, no obstante. De verdad lo hacía.
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Mientras Lassiter permanecía de pie en la esquina de la habitación de Tohr, se mantenía invisible. Buena cosa. Observar aquella ida y venida de machos había sido duro. Como se las había apañado Tohr para atravesarlo de una pieza era un milagro flipante. Pero finalmente esto estaba tomando forma, pensó el ángel. Por fin, después de todo este tiempo, después de toda esta… bueno, mierda, francamente las cosas por fin estaban tomando una buena dirección. Después de pasar el día y la noche anterior con una muy tranquila Autumn, la había dejado al anochecer para que digiriera sus pensamientos, poniendo toda su fe en el hecho de que ella estaba reviviendo una y otra vez en su cabeza la visita de Tohr y no encontrando más que sinceridad en lo que le había dicho. Si ella aparecía aquella noche, él sería libe-jodi-rado. Lo había hecho. Bueno, de acuerdo, vale... ellos lo habían hecho.. En verdad, él había sido un jugador secundario en todo esto… excepto por el hecho de que había cuidado a aquel puñetero par. Y Wellsie también. Cruzando la habitación, Tohr fue al baño y empezó a prepararse. Sacando una túnica blanca, el Hermano se la puso y luego volvió a la cama para ceñirse la cintura con la magnífica cinta que Phury había traído. Después, el tipo recogió el pedazo de pergamino doblado que Z le había dado, lo metió en el lazo, y se puso un blanco arnés… en el que deslizó las dos espectaculares dagas negras de V. El anillo de sello en su dedo medio izquierdo, el diamante negro en el pulgar de la mano con la que luchaba. Con la poco familiar sensación de un trabajo bien hecho, Lassiter pensó en todos los meses anteriores en la tierra, recordando la forma en que él, Tohr y Autumn habían trabajado todos juntos para salvar a una hembra que a su vez… bueno, de diferentes maneras los había liberado a cada uno de ellos. Sí, el Hacedor había sabido qué hacía cuando esta misión había sido asignada: Tohr no era el mismo. Autumn no era la misma. Y Lassiter mismo no era el mismo: simplemente era imposible para él desconectarse de esto, ser completamente indiferente, actuar como si no ocurriera nada… y lo más divertido era, que en realidad no quería partir, condenación. Tío, un montón de purgatorios iban a ser suprimidos esta noche, pensó con arrepentimiento, real y figuradamente: cuando Wellsie transicionara al Fade, él iba a salir por fin de su prisión. Y la liberación de Wellsie significaba que la carga de Tohr sería liberada de manera que ambos serían libres...
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¿Y en cuanto a Autumn? Bueno, con un poco de suerte, se permitiría amar a un macho de valía… y ser amada a cambio… así que después de todos aquellos años de sufrimiento, por fin podría vivir de nuevo, sería renacida, resucitada, retornada de la muerte… Lassiter frunció el ceño, una extraña alarma empezó a sonar en su cabeza. Mirando alrededor, medio esperaba que algunos lessers estuvieran descendiendo por la pared de la mansión o aterrizando en los jardines desde un helicóptero. Pero no… Renacida, resucitada… vuelta de la muerte. El Purgatorio. El Between. Sí, se dijo. ¿Dónde estaba Wellsie? ¿Hola? Mientras un extraño e incorpóreo pánico hacía presa en él, se preguntó si su jodido problema… Tohr se inmovilizó y miró hacia la esquina. —¿Lassiter? Con un encogimiento de hombros, el ángel se figuró que bien podría hacerse visible. No había razón para ocultarse… aunque, mientras tomaba forma, mantuvo su pavor para sí mismo. Dios... ¿Qué demonios iba mal con él? Estaban en la línea de meta. Todo lo que Autumn tenía que hacer era aparecer en la ceremonia del Fade... y por la manera en que había estado arreglando ropas cuando la había dejado para venir aquí, estaba bastante claro que ella no iba a estar fregando suelos en aquella cabaña toda la noche. —Hey —dijo el Hermano—. Me imagino que es esto. —Sí —Lassiter forzó una sonrisa en su cara—. Claro, seguro que lo es. Estoy orgulloso de ti, por cierto. Lo has hecho bien. —Gran alabanza —el tipo abrió los dedos y miró los anillos—. Pero ¿sabes qué? En realidad estoy listo para hacerlo. Nunca pensé que haría esto. Lassiter asintió mientras el Hermano giraba y se encaminaba a la puerta. Justo antes de llegar a ella, Tohr se detuvo en el armario, estiró la mano en la oscuridad, y sacó el borde del vestido rojo de fiesta. Mientras frotaba el delicado tejido entre el pulgar y el índice, su boca estaba moviéndose como si estuviera hablando al satén… o a su primera compañera… o, mierda, quizá solo a sí mismo. Luego aflojó la presión sobre el vestido, dejándolo acomodarse en el tranquilo hueco donde colgaba.
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Salieron juntos, Lassiter se detuvo para dar una última medida de soporte antes de respirar y recorrer el pasillo de las estatuas. Con cada paso que lo acercaba a las escaleras, aquella alarma sonaba más alta, hasta que el sonido reverberó a través del cuerpo del ángel, el estómago se le ponía ácido y las piernas se volvían agua. ¿Qué demonios era el problema? Esta era la parte buena, el felizmente-desde-entonces. Entonces ¿Por qué sus tripas le estaban diciendo que el desastre estaba esperando el momento oportuno?
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Capítulo 72
Mientras Tohr daba un paso fuera de su habitación en el pasillo oscuro como la brea, aceptó un rápido abrazo del ángel y luego observó como el tipo se alejaba hacia el resplandor de la balconada del segundo piso. Maldición, su respiración le resonaba fuerte en los oídos. Lo mismo el ritmo de su corazón. Irónicamente, había sido exactamente como cuando Wellsie y él se habían emparejado, su sistema nervioso todo agitado. Y divertido, el hecho de que su respuesta fisiológica fuera idéntica en este contexto probaba que el cuerpo era una máquina de una sola nota cuando llegaba el estrés, la adrenalina se disparaba de la misma forma, a pesar de que el gatillo fuera bueno o malo. Después de un momento, comenzó a recorrer el pasillo hacia la gran escalera, y era bueno sentir todos los símbolos de sus hermanos con él. Cuando te emparejabas, entrabas en esto solo. Te presentabas a tu hembra con el corazón en la garganta y el amor en los ojos, y no necesitabas a nadie ni nada más, porque todo era sobre ella. Cuando estabas llevando a cabo su ceremonia del Fade, por otra parte, debías tener a tus hermanos contigo, no solo en la misma habitación, sino tan cerca de ti como pudieras tenerlos. El peso en sus manos y alrededor del cuello y el lazo en su cintura era todo lo que iba a mantenerlo de pie. Especialmente cuando el dolor llegara. Mientras se encaminaba a la parte alta de la escalera, sintió que el suelo bajo sus pies empezaba a oscilar, el gran oleaje bajo él sacudía su equilibrio cuando realmente necesitaba permanecer firme. Abajo, el vestíbulo había sido envuelto con enormes rollos de seda blanca que caía desde la moldura del techo, de manera que todo, desde los elementos arquitectónicos a las columnas, los muebles y el suelo, estaba cubierto. Todas las luces eléctricas habían sido apagadas en toda la mansión, y enormes velas blancas sobre montantes a lo largo, fuegos en las chimeneas compensaban el déficit. Cada miembro de la familia estaba de pie al borde del gran espacio, los doggen, las shellans y los huéspedes, todos vestidos de blanco, de acuerdo con la tradición. La Hermandad había formado una línea recta desde el centro, empezando por Phury,
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que iba a oficiar, y luego John, que iba a ser parte de la ceremonia. Wrath era el siguiente. Luego V, Zsadist, Butch y Rhage al final. Wellsie estaba en el medio de todos ellos, en su hermosa caja de plata, sobre una pequeña mesa que había sido envuelta en seda. Tanto blanco, pensó. Como si la nieve hubiera entrado a hurtadillas desde el exterior, y estuviera aumentando a pesar de la calidez. Tenía sentido: el color era para los emparejamientos. Para la ceremonia del Fade, era todo lo opuesto, la paleta monocromática simbolizaba la luz eterna en que la muerte sería sumida, también la intención de la comunidad de unirse algún día con el fallecido en aquel lugar sagrado. Tohr dio un paso, y luego otro, y luego un tercero… Mientras descendía, miró a los rostros levantados. Esa era su gente, y había sido la de Wellsie. Esta era la comunidad con el que él estaba continuando, y la que ella había dejado. Incluso en la tristeza, era difícil no sentirse bendecido. Había tantos con él en esto, incluso Rehvenge, que era ahora tan parte de la familia. Y Autumn aún no estaba entre ellos, al menos, no que él pudiera ver. Abajo en el final, adoptó una postura firme ante la urna, las manos unidas al nivel de las caderas, la cabeza baja. Mientras acomodaba su cuerpo, John se unió a él, asumiendo la misma posición aunque estaba pálido, y sus manos no podían permanecer quietas. Tohr estiró la mano y tocó el brazo de John. —Está bien, hijo. Vamos a pasar esto juntos. Al instante los movimientos bruscos cesaron, y el chico asintió como si se relajase un poco. En los señalados momentos que siguieron, Tohr pensó vagamente que era sorprendente como una multitud de este tamaño podía ser tan silenciosa. Todo lo que podía oír era el crujir de las luces encendidas a cada lado del vestíbulo. A la izquierda, Phury se aclaró la garganta y se inclinó hacia la mesa que había sido envuelta con una pieza de seda. Con manos llenas de gracia, levantó la cubierta para revelar un enorme cuenco lleno de sal, un jarro de plata con agua y un libro antiguo. Tomando el tomo, lo abrió y se dirigió a todos ellos en la Antigua Lengua. —En esta noche, venimos aquí para celebrar el paso de Wellesandra, pareja del Hermano de la Daga Negra Tohrment, hijo de Hharm; hija de sangre de Relix, mahmen adoptiva del soldado Tehrror, hijo de Darius. Es esta noche, estamos aquí para celebrar el paso del naciente
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10º Hermandad de la Daga Negra
Tohrment, hijo del Hermano de la Daga Negra Tohrment, hijo de Hharm; hijo de sangre de la amada difunta Wellesandra; hermano adoptivo del soldado Tehrror, hijo de Darius. Phury volvió la página, el pesado pergamino hizo un suave ruido. —De acuerdo con la tradición, y en la esperanza de que ambas complazcan al oído de la Madre de la raza, y sirvan de consuelo a la afligida familia, cedo la palabra a todos los que quedan atrás aquí para rogar conmigo por el traslado seguro de aquellos que han pasado hasta el Fade… Muchas voces se elevaron mientras Phury pronunciaba las sentencias y hacia que ellos las repitieran, los tonos de hembras y machos mezclándose juntos de tal manera que las palabras estaban perdidas para Tohr y todo lo que oía era el patrón de un sombrío discurso. Lanzó una mirada a John. Montones de parpadeos continuados, pero el chico estaba conteniendo las lágrimas como el macho de valía que era. Tohr volvió los ojos a la urna, y dio rienda suelta a su mente para moverse a través de una exposición de imágenes de todas las partes de sus vidas compartidas. Su reminiscencia terminó sobre lo último que había hecho por ella antes de que fuera asesinada. Poner aquellas cadenas en los neumáticos del SUV. Así ella tendría tracción en la nieve. De acuerdo, ahora él estaba parpadeando como un hijodeputa… La ceremonia empezó a ser borrosa en aquel punto, con él diciendo cosas cuando tocaba, y permaneciendo en silencio el resto del tiempo. Se encontró encantado de tener que esperar este tiempo para hacerlo. No pensó que habría sido posible atravesar todo esto en ningún otro momento. Con aquella nota, echó un vistazo a Lassiter. El ángel estaba brillando desde la cabeza a los pies, sus piercings de oro capturaban la luz circundante y dentro de él y lo magnificaba diez veces. Por alguna razón, el tipo no parecía feliz. Sus cejas estaban juntas como si estuviera intentando masticar números en su cabeza y llegando a una suma total que no le gustaba… —Ahora rogaría que la Hermandad ofreciera sus condolencias a los familiares empezando con su Majestad Wrath, hijo de Wrath. Tohr decidió que estaba viendo cosas y se centró en sus Hermanos. Mientras Phury daba un paso adelante desde la pequeña mesa, Wrath fue discretamente guiado por V de manera que permaneciera de pie sobre el cuenco de sal. Levantándose la manga de su túnica, el Rey desenvainó una de sus dagas negras y levantó la hoja hasta el interior de su brazo. Cuando sangre rojo brillante brotó por la cara del corte, el macho extendió el brazo y dejó que las gotas cayeran.
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10º Hermandad de la Daga Negra
Cada uno de los Hermanos hizo lo mismo, sus ojos fijos en los de Tohr mientras reafirmaban sin palabras sus compartidos lamentos por todo lo que había perdido. Phury fue el último, con Z sujetando el libro mientras completaba el ritual. Luego el Primale levantó el jarro y dijo las palabras sagradas mientras vertía el agua, convirtiendo la sal manchada de rosa en salmuera. —Ahora le ruego al hellren de Wellesandra que se desnude. Tohr se aseguró de sacar el grabado de la huella de Nalla antes de desatar la faja de las Elegidas, y puso ambas encima de la ropa después de quitársela. —Ahora le ruego al hellren de Wellesandra que se arrodille ante ella por última vez. Tohr hizo lo que le ordenaba, cayendo de rodillas frente a la urna. En su visión periférica, observó a Phury caminar hasta la chimenea de mármol a su derecha. Desde las llamas, el Hermano retiró un hierro de acero primitivo, uno que había sido traído desde el Viejo País mucho tiempo atrás, uno que había sido hecho por manos desconocidas, mucho antes de que la raza hubiera tenido una memoria colectiva. El extremo final tenía unos quince centímetros de lado y al menos tres de ancho, y la línea de símbolos de la Vieja Lengua estaba tan caliente que brillaba en amarillo y no en rojo. Tohr asumió la posición adecuada, cerrando las manos en apretados puños y deslizándose hacia delante hasta que sus nudillos estuvieron plantados sobre la pesada cobertura blanca que había sido dejada sobre el suelo. Durante una fracción de segundo, en todo lo que pudo pensar fue en el mosaico que representaba un manzano y estaba bajo él, aquel símbolo de renacimiento que había empezado a asociar solo con la muerte. Había enterrado a Autumn al pie de uno. Y ahora estaba diciendo adiós a Wellsie encima de uno. Cuando Phury se detuvo a su lado, la respiración de Tohr empezó a entrar a golpes, sus costillas tirando tensas y empujando para abrirse. Cuando estás emparejado, y llevas el nombre de tu shellan grabado en la espalda, se supone que aguantas el dolor en silencio… para probar que eres merecedor de su amor y del emparejamiento. Respira, respira, respira… No con la ceremonia del Fade… Respira, respira, respira… Para la ceremonia del Fade, se supone que tu… Respirarespirarespira...
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10º Hermandad de la Daga Negra
—¿Cuál es el nombre de tu fallecida? —exigió Phury. En el momento justo, Tohr aspiró un gran golpe de oxígeno. Mientras el hierro estaba apoyado sobre la piel donde el nombre de ella había sido grabado tantos años atrás, Tohr gritó su nombre, cada gramo de dolor de su corazón, su mente y su alma salió como si fuera el primero, el sonido vibró a través del vestíbulo. El grito fue su adiós final, su promesa de encontrarla en el Otro Lado, su amor manifestado por última vez. Su guía para siempre. Y luego él estaba desesperadamente hundido, la frente contra el suelo, mientras sobre sus hombros, la piel quemaba como si estuviera ardiendo. Pero esto era solo el comienzo. Trató de levantarse, pero su hijo tuvo que ayudarlo, porque había perdido toda la fuerza muscular. Con la ayuda de John, reasumió su postura. Su respiración funcionó otra vez, aquel jadeo rítmico y superficial animándolo y restaurando su energía… La voz de Phury era áspera hasta el punto de la ronquera. —¿Cuál es el nombre de tu fallecido? Tohr aspiró otra hectárea de oxigeno y estuvo listo para hacerlo otra vez. Esta vez, el nombre que gritó fue el suyo propio, el dolor de perder al hijo nacido de su sangre le cortaba tan profundamente que se sentía como si dentro de su pecho estuviera sangrando. Gritó más tiempo la segunda vez. Y luego él se derrumbó por completo sobre los brazos, su cuerpo agotado… aunque esto todavía no había terminado... Gracias a Dios por John, pensó, mientras sentía como lo reposicionaban. Desde arriba, Phury siguió. —Para sellar sobre tu piel eternamente, y unir nuestra sangre con la tuya, ahora completaremos el ritual por tus amados. No gritó esta vez. No tenía fuerza. La sal escocía tanto que perdió la visión y convulsionó, sus miembros temblaban incontrolados hasta que cayó sobre el costado, aunque John estaba intentando alzarlo derecho.
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10º Hermandad de la Daga Negra
Sin embargo, todo lo que pudo hacer fue yacer allí en frente de todas aquellas personas, muchas de las cuales estaban llorando abiertamente, su dolor era el de ellos. Mirando sus caras, quiso confortarlos de alguna manera, ahorrarles lo que había atravesado, aliviarles el pesar. Autumn estaba en el extremo más alejado, en el arco de entrada a la habitación del billar, permaneciendo de pie en carne y hueso. Estaba vestida de blanco, el cabello trenzado apartado de la cara, las delicadas manos sobre la boca. Los ojos estaban abiertos de par en par y ribeteados de rojo, las mejillas húmedas, con tal expresión de amor y compasión, hizo que se desvaneciera el dolor al instante. Ella había venido. Ella había venido por él. Ella todavía estaba enamorada… de él. Tohr empezó a llorar de verdad, los sollozos explotaban desde su pecho. Estirando la mano hacia ella, mantuvo su mano hacia delante, llamándola a ella, porque en el momento de permitir marchar, tras este interminablemente infinito y doloroso viaje, a lo largo del cual ella y solo ella se le había unido, él nunca se había sentido tan cerca de nadie… Incluso su Wellsie. Renacido, resucitado… vuelto de la muerte. Al otro lado se donde Tohr estaba retorciéndose de dolor por la sal derramada, Lassiter apretó los dientes, no porque sintiera conmiseración, sino porque su cabeza estaba volviéndose loca Renacido, resucitado… vuelto de la muerte. Tohr empezó a sollozar, su fuerte brazo estirado, la mano abierta… y estirando la mano hacia Autumn. Ah, sí… pensó Lassiter, la última parte de esto. El Fade había pedido la sangre, y el sudor… y las lágrimas, no por Wellsie, sino por otra. Por Autumn. Esta era la parte final, aquellas lágrimas derramadas por el macho para la hembra que finalmente se había permitido amar. En un arrebato, Lassiter levantó la mirada al techo, a los guerreros pintados con sus fieros corceles, al profundo azul del fondo… El rayo de sol parecía llegar de ningún sitio, perforando a través de la piedra, el mortero y el yeso de lo que estaba encima de ellos, la brillante luz tan fuerte que incluso Lassiter tuvo que hacer una mueca mientras la iluminación llegaba para reclamar a una hembra de valor desde un infierno que no era cosa suya…
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10º Hermandad de la Daga Negra
Sí, sí, allí en el centro de la cúpula, con su bebe en los brazos, Wellsie aparecía tan brillante y vibrante como un arco iris, iluminada desde fuera y desde dentro, el color había vuelto a ella, la vida renovada porque ella estaba salvada, porque era libre… y también su hijo. Y justo antes de que fuera ascendida, desde lo alto de sus celestiales alturas, ella miró hacia Tohr, y miró hacia Autumn, aunque ninguno de ellos la vio y tampoco la multitud. Su expresión era de amor por la pareja, por el hellren que había tenido que dejar detrás, por la hembra que lo habría acompañado en su propio tormento, por el futuro que los dos tendrían juntos. Luego con una expresión perdurable y pacífica, levantó la mano en un adiós para Lassiter… y se fue, la luz los consumió a ella y a su hijo y los transportó al lugar donde la muerte era casa y descanso para toda la eternidad. Mientras la luz se desvanecía, Lassiter esperó su propio estallido de liberación, su propia luz reclamándolo, su propio retorno al Hacedor para el tiempo final. Excepto… Todavía estaba… justo donde estaba. Resucitado, renacido… vuelto de la muerte. Algo se le estaba escapando, pensó, Wellsie era libre, pero… En aquel momento se enfocó en Autumn, que había agarrado el borde de su túnica y dio un paso hacia delante, hacia Tohr. Desde ningún sitio, un segundo rayo de gran luz irrumpió a través de la cúpula… Pero no venía por él, venía… por ella. La mente de Lassiter hizo la conexión con la velocidad y choque de un relámpago. Ella había muerto tanto tiempo atrás. Tomado su propia vida. El Between. Diferente para cada persona. Hecho a la medida. Todo pasó a velocidad lenta mientras la segunda verdad era revelada: Autumn había estado en su propio Between todo el tiempo, viajando al Santuario y sirviendo a las Elegidas durante todos aquellos años, luego volviendo a la tierra para completar el ciclo que había comenzado allá en el Viejo País con Tohrment. Y ahora que lo había ayudado a salvar a su shellan… Ahora que se había permitido a sí misma sentir por él y dejado ir el pesar de su propia tragedia… Ella era libre. Exactamente como lo era Wellsie. ¡Jodida mierda! Tohr iba a perder otra hembra... —¡No! —gritó Lassiter— ¡Nooooooooooo!
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10º Hermandad de la Daga Negra
Cuando se salió de la formación y arremetió hacia fuera, intentando detener la conexión entre aquellos dos, la gente empezó a gritar, y alguien lo agarró, como si evitara que se metiera por medio. Pero no importó. Era demasiado tarde. Porque la pareja no tenía que tocarse. El amor estaba allí, y eso era el perdón de los actos pasados y presentes, también la devoción en sus corazones. Lassiter todavía estaba arremetiendo hacia delante, en medio del aire, cuando el último rayo de luz lo reclamó, capturándolo en el vuelo, arrancándolo fuera del presente y enviándolo hacia arriba, incluso mientas él todavía gritaba por la crueldad del destino. Todo su propósito había culminado condenando a Tohr a otra ronda de tragedia.
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Capítulo 73
En verdad, Autumn no había estado segura de si volvería a la mansión… hasta que lo hizo. Y no había estado segura de que sentiría por Tohrment… hasta que lo vio revisando la multitud y supo que estaba buscándola a ella. Y no le abrió completamente su corazón…. hasta que estiró la mano hacia ella, rompiendo su control en el momento en que sus ojos se encontraron. Ella lo había amado antes… o había pensado que lo hacía. Pero no había estadio allí todo el tiempo. La parte crítica que se había perdido era un sentido de sí misma no como alguien que era indigno y debía ser castigado, sino como un individuo con valor y una vida para vivir más allá de la tragedia que la había definido durante tanto tiempo. Cuando dio un paso adelante, no fue como sirviente o doncella, sino como una hembra de valor… una que iba a ir a su macho, y abrazarlo, y ser unida a él tanto como la Virgen Escriba considerara. Salvo que no lo hizo. Ni siquiera estaba a mitad de camino del vestíbulo cuando su cuerpo fue golpeado por alguna clase de fuerza. No podía comprender que la había sorprendido: en un momento estaba apresurándose hacia Tohr, contestando su silencioso ruego de que fuera a él, cruzando el suelo, concentrándose en el que amaba… Y al siguiente, una gran luz caía sobre ella desde alguna fuerza desconocida, deteniendo sus pasos. Su voluntad le ordenaba a su cuerpo que continuara hacia Tohr, pero una fuerza mayor presentaba una reclamación sobre ella, y la sujetaba al hacerlo: con un empujón que era tan innegable como la gravedad, era arrastrada de la tierra, dentro de la luz. Y mientras era levantada, escuchó a Lassiter gritando, y lo vio abalanzarse hacia delante como si quisiera detener su partida…
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10º Hermandad de la Daga Negra
Eso fue lo que le dio fuerza para revolverse contra la corriente. Forcejeando con fiereza, luchó con todo lo que tenía, pero no pudo liberarse de lo que la había capturado: no importaba como batallara, no podía cambiar su ascensión. Bajo ella, reinaba el caos, la gente corría hacia delante mientras Tohr se alzaba desde el suelo. Mientras la contemplaba, su rostro era una máscara de confusión e incredulidad… y luego empezó a saltar como si estuviera tratando de atraparla, como si ella fuera un globo, la cuerda del cual él quería sujetar. Alguien lo agarró cuando perdió el equilibrio… John. Y el Primale se apresuró a su lado. Y sus Hermanos… La última imagen que vio ella no fue de ninguno de ellos, ni siquiera de Tohr, sino de Lassiter. El ángel estaba a su lado, elevándose también, la luz los consumió a ambos hasta que él desapareció y así lo hizo ella, hasta que no fue nada, ni siquiera consciencia…
*
*
Cuando Autumn regresó otra vez, estaba en un inmenso paisaje blanco, tan amplio y tan largo que no tenía horizontes. Ante ella había una puerta. Una puerta blanca con un llamador blanco y brillo alrededor de las jambas como si hubiera una brillante luz esperándola al otro lado. Esto no había sido lo que la había recibido la primera vez que había muerto. Tantos años y años atrás, cuando su consciencia había vuelto después de que se hubiera clavado aquella daga en su propio estómago, se había encontrado en un paisaje blanco diferente, uno que tenía árboles, templos y ondulante césped, uno que estaba poblado por las hembras Elegidas de la Virgen Escriba, uno en el que había seguido viviendo sin preguntas, aceptando su destino como no de su elección, pero el resultado inevitable de sus elecciones allá abajo. Esto sin embargo, no era el Santuario. Esto era la entrada al Fade. ¿Qué había ocurrido? ¿Por qué ella había… La explicación le llegó en un arrebato cuando se dio cuenta de que finalmente había permitido que el pasado se fuera y había abierto su corazón para abrazar todo lo que la vida le tenía que ofrecer… de modo que liberarse a sí misma de su propio Between… incluso cuando no había sido consciente de haber estado en él. Ella estaba fuera del Between. Era… libre. Pero Tohrment estaba allá abajo.
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10º Hermandad de la Daga Negra
Su cuerpo empezó a agitarse, la rabia se disparó a través de ella, la ira tan profunda y perdurable que quiso hacer trizas la puerta y tener unas duras palabras con el Hacedor de la Virgen Escriba o de Lassiter o quien fuera el bastardo enfermo que repartía los destinos. Después de haber atravesado la gran distancia desde donde había empezado, solo para descubrir que el premio era nada más y nada menos que otro sacrificio, estaba furiosa hasta el extremo de la violencia. Sin nada que la retuviera, se permitió ir, lanzándose contra el portal, golpeándolo con los puños, arañándolo con las uñas, pateándolo con el pie. Profirió maldiciones que eran abominables y llamó a las fuerzas sagradas nombres que eran malvados… Cuando unos brazos se dispararon alrededor de su cintura y empezaron a arrastrarla, atacó a quien quiera que fuera, desnudando los colmillos y mordiendo el grueso brazo… —¡Mierda! ¡Ay! La voz indignada de Lassiter atravesó su arrebato, inmovilizando su cuerpo hasta que solo empujó para recuperar la respiración. La maldita puerta estaba completamente indemne. Indiferente. Impasible. —¡Bastardos! —aulló —¡Bastardos! El ángel la hizo dar la vuelta y la sacudió. —Escúchame… no estás ayudando. Necesitas calmar el condenado bajón. Con un esfuerzo de voluntad, ella se tranquilizó. E inmediatamente luego sollozó. —¿Por qué? ¿Por qué están haciéndonos esto? La sacudió otra vez. —Escúchame. No quiero que abras esa puerta… solo quédate aquí. Voy a hacer lo que pueda, ¿vale? No tengo un montón de influencias. Podría no tener ninguna después de todo…. Pero intentaré hacerlo condenadamente bien. Quédate exactamente dónde estás, y por el amor de Dios, no abras esa cosa. Una vez lo hagas, estarás en el Fade y no podré hacer una mierda. ¿Lo tienes claro? —¿Qué vas a hacer? La miró fijamente durante un largo momento. —Quizás vaya a ser finalmente un ángel esta noche. —¿Qué… no entiendo…..? Lassiter estiró el brazo y le acunó un lado de la cara.
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10º Hermandad de la Daga Negra
—Vosotros dos habéis hecho tanto por mi… mierda, todos nosotros estaremos en nuestro propio Between, de alguna forma… De manera que voy a ofrecer todo lo que tengo para salvaros a vosotros dos… veremos si es suficiente. Ella le apretó con fuerza una mano. —Lassiter… Él dio un paso atrás y la saludó con la cabeza. —Quédate aquí y no levantes demasiadas esperanzas. El Hacedor y yo no estamos en las mejores relaciones… solo puedo ser incinerado en el sitio. En cuyo caso, no te ofendas, pero tú estás jodida. Lassiter se apartó y caminó hacia la blancura, su gran cuerpo desapareció. Cerrando los ojos, Autumn se abrazó y rogó que el ángel hiciera un milagro. Rezó con todo lo que tenía…
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10º Hermandad de la Daga Negra
Capítulo 74
Abajo en la tierra, Tohr sintió como si estuviera perdiendo su siempre amada mente. Lassiter se había ido. Autumn se había ido. Y un terrible sentido lógico le estaba haciendo preguntarse por qué no se había imaginado los mecanismos bajo los que habían estado funcionando durante el último año. Wellsie había estado atrapada en el Between por él. Y Autumn… había estado atrapada en el Between por sí misma. Luego por amarlo, y perdonándolo no solo a él sino a sí misma, había sido liberada… exactamente como Lassiter, le fue concedido lo que ni siquiera había sabido que estaba buscando: se le daba por fin entrada en el Fade, lo que le había sido denegado cuando tomó su propia vida en un ataque de terror y agonía. Ahora era libre. —Oh… Jesús…—dijo mientras se permitía caer en los fuertes brazos de John—. Oh… mierda… Ahora, como su Wellsie, ella también se había alejado de él. Llevándose la mano a la cara, se la frotó con fuerza, preguntándose si quizá se despertaría de esto… Tal vez esto era solo la peor pesadilla que su subconsciente podía posiblemente soñar… sí, despertaría en algún momento y se sacaría de la cama para prepararse para la ceremonia del Fade, donde en el mundo real este no sería el resultado… Solo había un problema con esta pesadilla: su espalda todavía estaba escociendo por la sal y el hierro. Y sus hermanos todavía estaban formando un cordón alrededor, hablando unos con otros alarmados. Y en algún lugar, alguien estaba gritando. Y alrededor, el brillo de las velas proporcionaba suficiente luz para decir quien permanecía en el vestíbulo y quien lo había dejado… —Oh, joder… —dijo otra vez, el pecho tan vacío de repente que se preguntó si no le habrían arrancado su corazón y no lo había notado.
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10º Hermandad de la Daga Negra
El tiempo pasó, y la mierda penetró, y fue llevado a la sala del billar. Una bebida metida en sus manos, pero la apoyó en la pierna, la cabeza echada atrás mientras John Matthew confortaba a Xhex y Phury hablaba con Wrath y se hacía algunos planes para que el Rey fuera a enfrentarse con la Virgen Escriba. En aquel punto V dio un paso al frente y se ofreció voluntario para golpear a su madre. Lo cual fue rápidamente desechado. Solo para que la oferta de Payne de ir con el Rey fuera aceptada. Bla, bla, bla… No tuvo corazón para decirles que todo era un resultado inevitable. Y además, él ya había pasado por el proceso del duelo una vez… de manera que tenía una competencia interna para la recuperación, ¿no? Ja. Por el amor de Dios, ¿Qué cojones había hecho en su vida previa para merecer esto? ¿Qué demonios había…? El sonido del timbre sonando fue un ruido apagado detrás de él. Sin embargo, todo el mundo se quedó congelado. Todos los que sabían de la mansión ya estaban allí. Los humanos no podían encontrarlos. Los lessers no deberían ser capaces. Y esto último era cierto también para Xcor… El timbre dejó salir su ronca demanda una vez más. En un segundo, todos los Hermanos, así como Payne y Xhex, y Qhuinn, John y Blay, sacaron las armas. Fritz fue totalmente avisado para no ir al vestíbulo, Vishous y Butch hicieron el trabajo de comprobar la pantalla. Y aunque a él no le importaba una mierda si la misma Virgen Escriba estaba al otro lado, Tohr se concentró en el foyer. Un grito resonó, un excitado grito con acento bostoniano. Y luego hubo montones de gritos, una legión de ellos, demasiados para descifrarlos. Alguien con una túnica blanca llegó con V y su chico… Lo que fuera… Tohr saltó sobre sus pies, tan seguro como si alguien hubiera conectado su culo con una batería de coche.
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10º Hermandad de la Daga Negra
Autumn permanecía de pie bajo los arcos de la sala, sus ojos aturdidos y el pelo un desastre suelto, como si hubiera estado atravesando un túnel de aire… Tohr se abrió paso con dificultad por los grandes cuerpos masculinos, empujando a la gente fuera de su camino para llegar a ella. Y cuando lo hizo, patinó al detenerse. Sujetándola por los hombros. Mirándola desde la cabeza a los pies. Sacudiéndola fuerte para tener una idea de cuan corpórea era. —¿Eres tú… de verdad? En respuesta, ella lanzó los brazos alrededor de él y lo sujetó tan fuerte que no pudo respirar… y gracias joder. Porque eso significaba que era real, ¿verdad? Tenía que ser… ¿verdad? —Lassiter… Lassiter lo hizo… Lassiter me salvó… Trató de seguir lo que ella le estaba diciendo. —¿Qué… qué estás…? No entiendo nada de esto La historia salió varias veces en diferentes formas, porque su mente no estaba siguiendo nada. Algo sobre hacerla subir al Fade, y aquel ángel saliendo y diciéndole… —Dijo que daría todo lo que tenía para salvarnos. Todo… Tohr se retiró y tocó la cara de Autumn, su garganta, sus hombros. Era tan real como él. Estaba tan viva como él. Había sido… ¿salvada por aquel ángel? Excepto que Lassiter había dicho que sería libre si esto funcionaba. La única explicación posible era que había intercambiado su futuro… por el de ellos. —Ese ángel —susurró él—. Ese condenado ángel… Tohr se inclinó y besó a Autumn tan profundamente y tanto tiempo como pudo. Y mientras lo hacía, resolvió honrar a Lassiter, y a él mismo, y a su hembra lo mejor que fuera capaz, por todos los años que tuviera en la tierra. —Te amo —le dijo a ella—. Y como Lassiter, voy a dar todo lo que tengo para entregar por nosotros dos. Cuando Autumn asintió y le devolvió el beso, él sintió más que oyó lo que ella dijo. —Te amo —repitió. Levantándola en sus brazos, la sujetó muy cerca y cerró los ojos, su cuerpo tembló demasiado como para describirlo. Pero él sabía el resultado, y estaba bien para él.
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10º Hermandad de la Daga Negra
La vida era corta, no importa cuántos días tuvieras garantizados. Y la gente era preciosa, cada uno de ellos, no importa cuántos si eras lo bastante afortunado para tenerlos en tu vida. Y el amor… por el amor vale la pena morir. También vale la pena vivir.
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Capítulo 75
Mientras el amanecer se aproximaba al final de la oscura noche, y la luna se hundía en la parte baja del cielo, Xcor abandonaba el centro de Caldwell. Después del ridículo encuentro con la glymera, sus bastardos y él se habían reunido en lo alto de su rascacielos, pero no había sido capaz de soportar ninguna planificación o hablar de los aristócratas. Tras ordenar a sus soldados que volvieran a su nueva casa base, escapó solo al frío aire de la noche, sabiendo precisamente donde tenía que ir. Al prado, el prado con el gran árbol inundado por la luz de la luna. Cuando volvió a tomar forma en el paisaje, lo vio no cubierto por la nieve, sino vibrante por las cascadas de color, las ramas del roble ya no desnudas, sino exuberantes con hojas rojas y oro. Andando a través de la nieve, subió por la ondulante tierra, deteniéndose cuando llegó al lugar donde había visto a la Elegida por primera vez… y tomado su sangre. Recordó cada detalle de ella, su cara, su aroma y su cabello. La forma en que se movía y el sonido de su voz. La delicada estructura de su cuerpo y la aterradora fragilidad de su suave piel. La anhelaba, su helado corazón gritaba rogando algo que sabía que el destino nunca podría ofrecerle. Cerrando los ojos, apoyó las manos sobre las caderas y bajó la cabeza. La Hermandad los había encontrado en aquella granja. La maleta del rifle que Syphon usaba para guardar las herramientas de su trabajo como asesino había desaparecido. Quien fuera que se lo había llevado, había ido y venido durante la noche previa. Lo cual quería decir al anochecer, habían empaquetado sus pocas cosas y dispersado en una nueva localización. Sabía que la Elegida había sido la causa de aquello. No podía pensar en otra manera de que su guarida pudiera haber sido localizada. Y otra cosa estaba clara: la
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10º Hermandad de la Daga Negra
Hermandad iba a utilizar el rifle para probar con seguridad que la bala que alcanzó a Wrath meses antes había sido del arma de su propiedad. Cuan propio de ellos. Además, Wrath era un buen reyecito. Tan cuidadoso de no comportarse temerariamente y sin causa… y aun así obviamente capaz de utilizar cualquier arma a su disposición. Nada que Xcor encontrara condenable en la Elegida. Nada de nada. Él tenía, no obstante, que asegurarse de que ella estaba a salvo. Simplemente tenía que estar seguro de que aunque sus enemigos la habían manipulado, no la habían maltratado. Oh, como se retorcía su desalmado corazón ante la ida de que ella podría haber sido herida de alguna manera… Mientras consideraba sus opciones, un viento frío sopló desde el norte, intentando herirlo en lo más íntimo. Sin embargo era demasiado tarde. Ya había sido herido en el corazón. Aquella hembra lo había acuchillado de una forma que las heridas de guerra nunca pudieron, y de las de ella nunca iba a recuperarse. Buena cosa que nunca permitiera que sus emociones se mostraran, por eso mejor que nadie supiera que su talón de Aquiles, después de todos aquellos años, finalmente había venido a encontrarlo. Y ahora… él tendría que encontrarla. Si solo para dejar a su conciencia, que tenía una, tranquila iba a tener que verla otra vez.
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Capítulo 76
Qhuinn no sabía qué cojones estaba pasando. La gente estaba mariconeando dentro y fuera del puñetero vestíbulo, la mierda iba al sur… hasta que Autumn regresó, coño. Si había un momento para tirar la jodida-bomba, era esta noche. Pero al menos esto acababa bien, con todo siendo recuperado, y la ceremonia completada: con Autumn de pie junto a Tohr, John había sido marcado dos veces, una por Wellsie, otra por el hermano perdido que nunca había conocido. Y luego, después que la sal sellara aquellas heridas, la multitud había ido al punto más alto de la casa donde la urna de Wellsie había sido abierta y dejada al aire, las cenizas habían sido amorosamente llevadas arriba y fuera a los cielos por las corrientes de un raro viento del este. Ahora todos estaban encaminándose abajo hacia el comedor para comer y recargar, después de lo cual no había duda de que se largarían para pasar el puñetero desmayo en sus habitaciones tan pronto como pudieran retirarse educadamente. Todo el mundo estaba a punto de hacerlo, incluido él mismo, y aquella convicción lo hizo volverse hacia Layla cuando alcanzaban el vestíbulo. —¿Cómo estás? Tío, no había dejado de preguntarle aquello los tres últimos días, y cada vez, ella le había dicho que estaba bien, y que no había empezado a sangrar todavía. No iba a sangrar. Estaba seguro de eso, incluso si ella aún tenía que creerlo. —Estoy bien —le dijo con una sonrisa, como si apreciara su amabilidad. Las buenas noticias eran que estaban apañándoselas realmente bien. Se había preguntado después de la necesidad si las cosas serían raras o alguna mierda así, pero eran como un equipo que había corrido una maratón, conseguido un tanto, y estaban listos para el próximo desafío. —¿Puedo traerte algo de comer? —Sabes, estoy hambrienta.
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10º Hermandad de la Daga Negra
—Por qué no te adelantas, te echas un rato, y te llevo algo. —Eso sería estupendo… gracias. Guay, era bonita la forma en que le sonreía de aquella manera sencilla y cálida, la que le hacía sentir que lo quería como familia. Y mientras él la escoltaba hasta la base de la escalera, era bueno sonreírle de la misma forma. Todo aquel simple-y-fácil se acabó cuando se dio la vuelta. En la biblioteca, a través de las puertas abiertas, vio a Blay y a Saxton hablando. Y entonces su primo dio un paso y atrajo a Blay a sus brazos. Mientras el par permanecía juntos de pie, cuerpo contra cuerpo, Qhuinnn respiró profundamente y sintió que una pequeña parte de sí mismo se moría. Supuso que esto era como un final para ellos. Vidas separadas, futuros separados. Difícil creer que habían partido de inseparables… De repente la mirada azul de Blay encontró la suya. Y lo que Qhuinn vio en ella lo hizo vacilar. El amor irradiaba de aquella cara, puro amor sin templar por la timidez que era tan parte de su reserva. Blay no apartó la mirada. Y por primera vez… tampoco lo hizo Qhuinn No sabía si la emoción era por su primo, probablemente lo era, pero la aceptaría: devolvió la mirada directa a Blaylock y dejó que todo lo que tenía en el corazón se mostrara en su cara. Simplemente dejó que la mierda volara. Porque había una lección en la ceremonia del Fade de esta noche: puedes perder a los que amas en un parpadeo… y él estaba dispuesto a apostar que cuando ocurría, no se estaba pensando en todas las razones que podían haberlos mantenido separados. Se pensaba en todas las razones que los mantenían unidos. Y sin duda, como se deseaba haber tenido más tiempo. Incluso si se tenían centurias… Cuando se era joven, se pensaba que el tiempo era una carga, algo para ser dilapidado tan deprisa como fuera posible de manera que pudieras ser adulto. Pero era el timo de la estampita… cuando se era adulto, llegabas a darte cuenta de que los minutos y las horas eran lo más precioso que se tenía Y sin duda, se deseaba haber tenido más tiempo. Incluso si lo tenías. Nadie se tenía para siempre. Y era un puñetero crimen desperdiciar lo que te era dado.
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10º Hermandad de la Daga Negra
Suficiente, pensó Qhuinn. Ya bastaba de excusas, y de esquivar, y de intentar ser alguien, alguien más. Incluso si acababa golpeado, incluso si su precioso y pequeño ego y su corazoncito de asno acababan destrozados en un millón de trozos, era el momento de parar las gilipolleces. Era el momento de ser un macho. Mientras, Blay empezó a enderezarse, como si el mensaje hubiera sido recibido, pensó Qhuinn. Está bien compañero. Nuestro futuro ha llegado.
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J.R. Ward
Amante Renacido
10º Hermandad de la Daga Negra
Epílogo
Al atardecer siguiente, Torhment se dio la vuelta y encontró el cuerpo de Autumn entre las sábanas. Estaba cálida y deseosa cuando él la montó, sus muslos abiertos para él, su interior dándole la bienvenida cuando se hundió hasta el fondo y se movió dentro. Habían caído dormidos juntos, hundiéndose en la clase de descanso que tenías cuando una jornada había acabado y tu casa reaparecía por fin en el horizonte. —Dame tu boca, mi hembra —le dijo suavemente en la oscuridad. Cuando los labios femeninos se le brindaron, él dejó que su cuerpo tomara el mando, la liberación no un terremoto, pero más que una ola, un alivio de la tensión más que una caótica explosión de estrellas. Y mientras continuaba montándola con aquel tierno ritmo, haciéndola el amor a su Autumn, estaba asegurándose a sí mismo que ella era real… que ellos eran reales. Cuando acabó, él permitió una simple luz sobre la mesita de noche y siguió su cara con la punta de los dedos. La forma en que ella le sonreía le hizo creer totalmente en un Hacedor benevolente. Iban a ser emparejados, pensó. Y añadiría su nombre, el que le había dado, en su espalda, justo debajo del de Wellsie. Y ella sería su shellan por completo por todo el tiempo que tuvieran juntos. —¿Quieres algo para comer? —susurró él. Ella sonrió más. —Por favor. —Entonces bajo. —Espera, me gustaría ir contigo. No sé lo que quiero. —Entonces bajaremos juntos. En realidad les costó algún tiempo salir de la cama, conseguir vestirse con los pijamas y bajar por el pasillo de las estatuas hasta la escalera.
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Autumn se detuvo en la parte alta, como si estuviera rememorando la noche anterior y recelosa de entrar a alguna parte cerca del espacio… como si pudiera ser succionada en el Fade otra vez. Con una inclinación de la cabeza de entendimiento, él la levantó en brazos. —Yo te llevaré. Mientras lo miraba fijamente a la cara, le puso una mano en la mejilla, y no tuvo que hablar. Él sabía exactamente lo que ella estaba pensando. —Tampoco puedo creer que Lassiter nos salvara a los dos —dijo él. —No quiero que él sufra. —Yo tampoco. Era un buen tipo. Un autentico… ángel, como ha resultado. Tohr empezó a descender, bajando cuidadosamente los escalones porque llevaba una carga preciosa. Abajo al pie de las escaleras, se detuvo un momento para mirar la representación del manzano en el suelo. Había dejado ir a dos hembras al pie de uno… y ahora estaba en posición de llevar a una de ellas sobre él… gracias a un ángel que de alguna forma había arrancado un milagro Iba a echar de menos a aquel hijo de puta, de verdad. E iba a estarle eternamente agradecido por… El timbre de la puerta sonó, alto y claro. Frunciendo el ceño, Tohr echó un vistazo al reloj de pie en la entrada al territorio del mayordomo. ¿Dos en una tarde? Quién demonios podía… El timbre sonó otra vez. Cruzando a grandes pasos el suelo de mosaico, se preparó para llamar a sus Hermanos si tenía que hacerlo, escudriñó el monitor… —Santa… mierda. —¿Quién es? Tohr bajó a Autumn, abrió el mecanismo de la puerta interior y empujó a su hembra detrás de él en el caso de que cualquier luz de día reluciera dentro. Lassiter entró como si fuera el dueño del lugar, aquel pavoneo volvía con toda su fuerza, su sonrisa tan amplia y traviesa como siempre, el cabello rubio y negro salpicado de copos de nieve. Mientras Tohr y Autumn lo contemplaban fijamente con las bocas abiertas, el levantó dos bolsas de tamaño grande de McDonald. —Os traje Big Macs —dijo alegremente—. Sé que te encantan, ¿recuerdas?
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—Qué…—Tohr aumentó la presión sobre su shellan, solo en caso… bueno, mierda, de la forma en que las cosas estaban yendo últimamente, cualquier cosa podía ocurrir —. ¿Qué estás haciendo aquí? —Es tu día de suerte cabrón —el ángel dio una pequeña vuelta, los piercings destellando, las bolsas de Mickey D volaron—. Pasamos allí tres de nosotros para ser examinados, ¡y yo pasé también! En el momento que me ofrecí a mí mismo por vosotros dos, fui libre… y después pensé sobre eso durante un tiempo, decidí que igual podía estar en la tierra haciendo un buen trabajo que subido allí en las nubes. Porque, sabes, amablemente he conseguido una bola alta xiii, y esta mierda de la compasión me queda bien. Además, no hay Maury en el cielo. —Que es lo que diferencia el lugar del infierno —señaló Tohr. —Demasiado cierto —el ángel empujó su carga de rico en calorías y rico en grasas —. ¿Qué dices? Tengo patatas fritas también. No helados, no sabía cuánto tardaría alguien en abrirme la puerta, y no quería que se derritieran. Tohr miró a Autumn. Luego ambos miraron al ángel. Como uno solo, dieron un paso adelante y abrazaron al tipo, y que te imaginas, el hijo de puta los sujetó a ambos. —Estoy realmente contento de que este trabajo acabara —susurró Lassiter con toda seriedad—. Por vosotros dos. —Gracias tío —le devolvió Tohr—. Te debo una… Mierda, te debo todo. —Hiciste mucho tú mismo. —Excepto por la última parte —señaló Autumn—. Eso fue tuyo, Lassiter. —Bah. Quien está contando. Entre amigos, ya sabes. Los tres se separaron, y luego tras un momento embarazoso, entraron en el comedor. Mientras se sentaban en un extremo y Lassiter empezaba a pasarles las cosas, Tohr tuvo que reírse. Este ángel y él habían empezado con los arcos dorados… y aquí estaban otra vez. —Mucho mejor que aquella cueva, ¿verdad? —murmuró Lassiter mientras pasaba las patatas. Tohr le lanzó una mirada a Autumn y no pudo creer lo lejos que habían llegado. —Sí. De verdad, totalmente… absolutamente mucho mejor. —Además aquí hay cable. Cuando Lassiter les guiñó el ojo, Tohr y Autumn empezaron a sonreír abiertamente.
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—Lo es, ángel, lo es… y si en algún momento tú quieres el mando, es tuyo si lo pides. Lassiter soltó una carcajada. —Coño, estás agradecido de verdad. Tohr miró a Autumn y se encontró asintiendo. —Puedes apostar tu culo a que lo estoy. Eternamente agradecido… estaré… Eternamente Agradecido. Con aquella nota, besó a su hembra… y mordió su Big Mac.
Fin
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Glosario de siglas de la Hermandad
DM. Doctor en Medicina. DPC. Departamento de policía de Caldwell. D Y D. Descanso y diversión. EF. Entrenamiento físico. HATM. Hazte a ti mismo. HD. Herradura doble. HDP. Hijo de puta. LMI. Listado múltiple de inmuebles. ODM. Oh Dios mío. PD. Post data. PDM. Pedazo de mierda. PP. Puto problema. PTI. Para tú información. PVI. Para vuestra información. PYBM. Pegado y bien masticado (se refiere al chicle). SR. Sala de reanimación. TELL. Tiempo estimado de llegada. TOC. Trastorno obsesivo compulsivo.
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TPCFP. Tan pronto como fuera posible. TPCSP. Tan pronto como sea posible. VBG. Vida de bronceado y gim. VR. Vida real.
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Citas
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La autora quiere hacer referencia a la segunda ley de Newton con su teoría de la
i
relatividad: Fuerza es igual a masa por la aceleración. La fórmula de Einstein es para la energía en reposo: Energía es igual a la masa por la velocidad de la luz al cuadrado. Al estar el original con una mezcla entre los dos, se ha querido dejar lo más cercano posible aunque esté mal. ii
Cancion de los beatles del album “Please please me”.
iii
Marca de camioneta pickup del estadounidense Chrysler Group LLC
iv
Una de las supernenas (España)
v
Beggars can´t be chooser. Es algo asi como el que mendiga no puede elegir o traducido al
nuestro a caballo regalado no le mires el diente. vi
Es un encogerse de hombres o un no me importa.
vii
Butler’s pantry. En algunas casas esa una habitación donde el mayordomo prepara las
cosas antes de llevarla a la mesa. viii
Crisco es la marca de una grasa alimentaria producida por J. M. Smucker Co. popular en
los Estados Unidos. ix
El personaje Nancy Drew, detective adolescente de novelas de misterio antiguas.
x
Frase de la película “Cuando Harry encontró a Sally”.
xi
Es una obra perteneciente al teatro del absurdo, escrita por Samuel Beckett. Simboliza
el tedio y la carencia de significado de la vida humana. xii
El original pone Hail Mary: un AveMaria, una oracion para casos desesperados.
xiii
Ball rolling es bola alta en el Beisball, pero es empezar algo, conseguir un comienzo
nuevo.