Humberto Valdez nació en Jerez, Zacatecas; este lugar, que el poeta Ramón López Velarde diera el carácter de provinciano por antonomasia, no fue su lugar de residencia porque su núcleo familiar estaba asentado en la capital del país; pero sí fue el espacio al que volvería eventualmente a estar tranquilo, a ser consentido. Así, Zacatecas se configura en su imaginario como el origen, la raíz, lo doméstico, lo generoso, a pesar de que no es un espacio cálido, fértil o abundante; por el contrario, tiene un clima bronco: el sol se clava en la piel, pero cuando se esconde, llega el frío extremo (que también cala), no está lleno de árboles, su tierra es árida… y roja.
Después de aprender, enseñar, trabajar, mostrar en muchas ciudades, Valdez decide dar un paso atrás para buscar nuevas formas de estar, de crear, de relacionarse con lo propio, con lo familiar. Este paso atrás implica re-aprender, desconectarse de la rutina, de la comodidad de cotidiano para dejar florecer, a pesar de la aridez