Contratiempo Invierno 2013

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Revista Contratiempo se comparte bajo una licencia Creative Commons [Reconocimiento-Compartir Igual 3.0 Unported (CC BY-SA 3.0)]

EDITORIAL Luego del discurso del 21 de mayo, y mucho más aún después de las primarias, el gobierno de Piñera en términos prácticos se acabó. Y junto con esto, comienza en gloria y majestad el asedio de la clase política por retomar los espacios que los últimos años el movimiento social les ha arrebatado. Asistimos a la famosa “fiesta de la democracia” con la cual los partidos buscan superar la resaca producida por los abusos de las fiestas pasadas, con pastillas de promesas ambiguas o reformas gatopardistas. En este nuevo escenario, los movimientos sociales demuestran el aprendizaje de dos años de lucha por la reivindicación de sus derechos, mediante la unidad y cohesión en sus demandas junto a una movilización constante, estratégica, y que no flaquea ante las escaramuzas de los dominantes. Sin embargo, este año es distinto a los demás: la asamblea de la burguesía -con sus partidos, medios de comunicación y actores sociales- dispone de un momento como el juego electoral, el cual puede

Foto portada: Claudio Cáceres / http://www.flickr.com/photos/kapy/

aprovechar como un arma privilegiada para cerrar el debate nacional en torno a sus propias paredes y excluir al movimiento social del protagonismo ganado en la calle. Poco a poco los denominados “temas país” se encierran en los pasillos de edificios cerrados y se dosifican por goteo a una ciudadanía que es vista por ellos como meros clientes y espectadores Es fundamental que los movimientos sociales y el estudiantil en particular elaboren una estrategia de movilización que se entrometa en los falsos acuerdos de un año electoral. Los movimientos transformadores que han surgido debemos hacer valer la confianza que la enorme mayoría de chilenos ha depositado en nosotros (en las calles y en cuanta encuesta aparezca) para defender los derechos de todas y todos, sin esperar la generosidad de los mismos que siempre han atentado contra ellos. Es por ello que nuestro desafío es ser capaces de articular una política, un programa y en definitiva un proyecto de

transformación social cuya exigencia base es que sea realizado por quienes han construido la organización del malestar que hoy se expresa cada vez más en forma propositiva. En definitiva, un movimiento transformador no puede simplemente sentarse a delegar las soluciones en la clase política de siempre, ni tampoco caer en la cobardía de esconder la cabeza esperando que pase el temporal. El movimiento puede y debe ser él mismo la solución. Ello requiere plantearse seriamente como un alternativa al neoliberalismo tanto en el ámbito sectorial (educación, salud, trabajo), radicalizando las demandas y fortaleciendo la organización, como en el político, disputando y tensionando los actuales espacios institucionales sin ceder a los cantos de sirena de las dos grandes coaliciones. Así, hoy más que nunca, requerimos unidad en la acción de las fuerzas transformadoras contra la restauración de la vieja política de los consensos y su expresión social en el Estado subsidiario.


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por Javiera Ortiz y Tomás Jaegger

Este año,

¡A TOMAR EN NUESTRAS MANOS LA EDUCACIÓN QUE QUEREMOS! 2013 no es un año cualquiera para el movimiento estudiantil. Después de la gran incidencia que tuvo durante los dos años anteriores, y de lo mucho que logró debilitar los consensos establecidos por la elite política del país, en las elecciones que se vienen existe un gran riesgo: que esta élite logre volver a ordenarse y generar un nuevo pacto de gobernabilidad, amenazando con apropiarse de lo que el movimiento representa, y por lo tanto, con hacernos retroceder buena parte de lo que hemos avanzado. Ante esto resulta crucial que los estu-

diantes salgamos a la ofensiva, ratificando que nuestro proyecto es opuesto al que se ha implementado las últimas décadas en Chile, porque entendemos la educación es un derecho social y no un mero bien de consumo individual. Una noción de educación y sociedad muy distinta a la que impera en los dos bloques neoliberales, Alianza y Concertación, llenos de intereses e ideas de sociedad incompatibles con los anhelos que hemos expresado. No podemos ser sino el mismo movimiento estudiantil el que tome en sus manos la tarea de impulsar el proyecto que defiende, enfrentando la coyuntura

con autonomía política y saliendo de ella con la misma fuerza que ha demostrado hasta ahora, perspectivando un movimiento estudiantil y social que continue los años venideros.

¿Por qué este año es importante para el Movimiento Estudiantil? Los niveles de apoyo y transversalidad que ha tenido el movimiento estudiantil son conocidos por todos. Su capacidad para interpretar a la gran mayoría de los


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chilenos le ha servido para que esa mayoría comparta las demandas y el proyecto educacional que hemos representado. Y es que en la educación se manifiesta de forma paradigmática el tipo de contradicciones que se viven de manera más patente en nuestro país. Las precarias condiciones de vida y la inestabilidad que entrega el modelo neoliberal, intentan ser legitimadas con la promesa de que, a través de la educación, se podrá tener una situación cualitativamente mejor que la de nuestros padres. Y cuando esa promesa se revela falsa, y el movimiento estudiantil es quien devela esa mentira, entonces se vuelve el representante del malestar que vive el pueblo. Pero la dominación no se queda de brazos cruzados frente a esta amenaza del movimiento social por la educación. Y este año, cuenta con una oportunidad inmejorable para recuperar el terreno que le han hecho retroceder las movilizaciones: las elecciones parlamentarias y presidenciales. Ya nos ha tocado ver durante el año como, en la medida que la agenda nacional es copada por los candidatos, la visibilidad del movimiento estudiantil pierde terreno. Es durante este contexto eleccionario en que ambas coaliciones buscarán legitimarse a través de la apropiación

del malestar y de las demandas que se comenzaron a enarbolar hace años. Los oportunismos vendrán desde todos los frentes, algunos aparecerán hablando de la “protección a los consumidores y a las capas medias”, mientras que otros nos invitarán a construir “una nueva mayoría para Chile”, con varios de los titulares de las demandas y banderas que el movimiento social ha enarbolado, pero despojándolas de su contenido y su capacidad de cuestionar directamente el modelo.

Entonces, ¿qué podemos hacer como movimiento estudiantil este año? Consideramos fundamental mantener el conflicto educacional abierto, para así posibilitar que las movilizaciones masivas continúen desde el comienzo del próximo gobierno. Con ese objetivo, debemos mostrar que las alternativas presentadas en las elecciones no ofrecen respuestas satisfactorias al problema educacional, y dando a entender, tanto al interior del movimiento, como a las familias que lo apoyan, que el proyecto de educación que representa el sector movilizado es radicalmente opuesto al que Concertación y Alianza han implementado y probablemente sigan implementando. Sea quien sea electo, debemos seguir organizándonos y

trabajando para hacer realidad la educación que queremos.

En otras palabras, queremos que el movimiento tome conciencia, y así lo manifieste a la sociedad, de que no basta simplemente con sentarse a esperar lo que puedan hacer los sectores políticos tradicionales. Se nos hace imperativo levantarnos como una disidencia al modelo de educación -y de sociedad- que han construido, haciéndonos cargo de tomar en nuestras manos el desafío de construir la educación que soñamos. Para esto, se nos imponen grandes desafíos. Uno de ellos es la consolidación de un proyecto educativo del movimiento social, que sea radicalmente distinto al de la élite, que no admita “traducciones” ni tergiversaciones. Dentro de ese proyecto ciertamente debiese ocupar un rol preponderante una


gratuidad sin limitaciones ni letras chicas, acorde con una visión de la educación como un derecho social, y el fin al lucro en todas las instituciones educacionales, no solo en las que reciban recursos públicos. Asimismo, también la democratización y sus manifestaciones concretas cumplen un papel muy relevante, y por lo tanto también deben estar en la primera línea. Demandas como la eliminación de las trabas que prohíben la organización en instituciones privadas, la participación estudiantil y funcionaria en los gobiernos de las instituciones, y el control comunitario de los establecimientos educacionales representan paradigmáticamente ese anhelo del movimiento social por hacerse cargo él mismo de transformar la educación, ya que significan la decisión de funcionarios, estudiantes y académicos, en un caso, y de profesores, trabajadores de la educación, apoderados y alumnos, en el otro, de hacia dónde se debe avanzar. Un proyecto de estas características no es tal si no es asumido como propio por todos los actores ligados a la educación. El contenido concreto del proyecto educativo del movimiento debe efectivamente ser definido por todos esos sectores. El rol que jueguen estudiantes universitarios de tradicionales y privadas, secundarios, trabajadores y profesores de los distintos niveles es fundamental. Pero además,

existen ciertas iniciativas concretas que pueden apuntar en dicha dirección: por ejemplo, abrir la CONFECH (que ha sido el actor con mayor repercusión pública) a la sociedad, para que ésta pueda incidir en las propuestas que desde esa plataforma emergen, puede significar una gran contribución.

a hacer de las elecciones la gran “fiesta de la democracia”, en que el pueblo se disponga a depositar sus preocupaciones y deseos de que la cosas cambien en uno u otro candidato. Ese panorama se cernirá sobre nosotros, y son múltiples los ámbitos en que el movimiento se deberá desempeñar para hacerle frente.

Sin embargo, no es posible concebir un proyecto educativo sin discutir acerca de cómo nos hacemos cargo de su concreción. Por ello, otro gran desafío es la comprensión cabal de que la única forma de materializar este proyecto es cono autonomía de los sectores dominantes, sin delegar su implementación en actores que defienden por intereses e ideas el mismo modelo imperante hoy

Por un lado, en cuanto a nuestro trabajo en facultades y colegios, y a las medidas de presión que se puedan imponer, es menester que concibamos esta lucha como una de largo aliento, y que en base a eso dispongamos nuestra fuerza.

Todo lo anterior nos permitirá contar con la fuerza, la cohesión y las armas para enfrentarnos a la parte más dura del año, el período de campaña electoral, donde la elite y sus medios procurarán que sea esta la que determine la discusión pública, amenazando con invisibilizar al movimiento. Entre primarias y campaña para las elecciones parlamentarias y la primera vuelta presidencial, y luego para la segunda vuelta (si es que la hay), el segundo semestre será un circo de afiches y jingles, de ofertones y promesas, de pactos y peleas, que irán todas dirigidas

Nada de lo anterior representa un plan rígido a seguir, ni mucho menos creemos ser portadores de todas las respuestas necesarias. Más bien lo que nos interesa es hacer una invitación. Este año debemos estar más atentos que nunca al escenario nacional, y es necesario que entre todos dotemos de contenido la táctica a seguir para el año. Pero siempre con la vista puesta tanto en el movimiento mismo como en los enemigos que nos tratan de poner el pie encima, y con la intención de que la masividad y la capacidad con que contamos de poner en jaque a la elite se mantengan en los años venideros.

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BIENVENIDOS AL CAPITALISMO Endeudamiento y capital financiero en el Chile de la última década por Rodrigo Fernández, sociólogo, Magister (c) en Economía Aplicada, U. de Chile

El endeudamiento de los hogares es una práctica tan antigua como el país. Prácticas como los préstamos o colocar bienes en prenda (“empeñar” bienes del hogar) siempre han existido en la historia de la vida económica chilena. Sin embargo, sólo hoy se les considera económica y socialmente relevantes. Ninguna forma de conflicto durante el Siglo XX tuvo al endeudamiento como un eje programático relevante en la vereda de la organización política de la clase trabajadora. La razón para esto es que el desarrollo de las instituciones financieras en Chile fue más bien una disputa al interior de una fracción de la élite, desde finales del siglo XIX hasta inicios de la década de los ochenta. Entonces ¿en qué momento y por qué

motivos el endeudamiento pasa a ser relevante en el mundo del trabajo? Desarrollaremos esto a lo largo del artículo.

Los hogares y el consumo En términos simples, el salario es la principal fuente de ingresos de los hogares, el cual es destinado hacia el consumo de los bienes y servicios que, al menos, permitan la reproducción biológica de la fuerza de trabajo (es decir, una “canasta básica”). Aquí es donde aparece un término que debemos precisar, el “consumo”. Muchas veces el “consumo” es visto como un término desagradable desde el mundo de la izquierda, como un engendro particular del neoliberalismo, que repre-

senta la antítesis de lo colectivo y del espacio público, y que se cristaliza en la figura del “hombre masa”: enajenado, poco creativo, donde su vida en verdad es la consumida por los bienes que cree consumir. En su definición económica, “consumo” se distingue de “inversión”. El consumo en esta clave representaría el único momento en que los bienes y servicios son valorados por sus características intrínsecas, es decir, valen por lo que son, y no para lo que “sirven”. A modo de ejemplo, si uno compra una entrada al cine, y se encuentra que el cine está lleno, tiene dos alternativas: o utiliza el boleto para entrar a la sala y ver la película, o la revende frente a una cantidad de personas que estaría


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dispuesta a comprarla. En el primer caso nos sentimos afortunados por haber podido ver la película, mientras en el segundo por la cantidad de dinero adicional obtenida de la reventa. En la primera opción buscamos quemar el dinero, en la segunda multiplicarlo. Esto es lo que distingue consumo de inversión. En definitiva, el consumo constituye un momento dentro de la vida material del ser humano que no está de espaldas a la producción, al trabajo, sino que es lo que está delante de él, o al término de su día. De hecho, el análisis de cualquier serie económica de largo plazo, nos muestra que las horas trabajadas y el consumo tienden a mantenerse constantes en el tiempo. Esto indica que el trabajo y el consumo son los únicos momentos que no pueden dejar de existir para una organización económica y social, sea o no capitalista. Los hogares, como organización de este tipo, son la principal molécula de las clases sociales. En este sentido, se nos hace necesario comenzar a replantear algunas aproximaciones que, además de falsas respecto a la dinámica de los agentes económicos (hogares-empresas-Estado), responden a un estado muy particular y específico de desorientación generalizada en las ciencias sociales luego de la transición. Es en ese estado que emergen ciertas tesis, que

lograron conformar un imaginario que en la práctica ha sido más bien un elemento de clausura hacia la comprensión estratégica de los problemas de nuestra organización económica y social.

El endeudamiento y el fin del “Jaguar de Latinoamérica” Retomando la pregunta inicial, el desarrollo entre por un lado los hogares, y por otra parte el capital financiero y sus instituciones, comienza a expandirse en un momento de particular expansión del Producto Interno Bruto (PIB) chileno, como lo fue desde la década de los 90. Se trató de una década en que, en su primera mitad, efectivamente existió un aumento de los principales componentes del PIB: los salarios, los niveles de inversión y de gasto público, con un desempleo que bordeaba el 5% (prácticamente “pleno empleo”). Lo anterior además se tradujo en una reducción de los niveles generales de deprivación absoluta, lo que es posible observar en la progresiva erradicación de enfermedades tales como el tifus o el cólera, asimismo como en el término de los procesos de alfabetización. En este escenario, el crecimiento real de los salarios permitiría suponer que el endeudamiento por bienes y servicios de

consumo sería sustentable, en la medida en que las necesidades básicas comienzan a ser cubiertas de manera íntegra por el salario. De aquí que la imagen del crédito bancario de consumo haya sido vista más bien como un vehículo sustentable en el largo plazo para la ampliación general de los niveles de consumo. Los primeros noventa, por lo tanto, no son una década fértil para dar respuesta a la expansión del capital financiero en los hogares, tanto de manera intensiva (monto promedio de las deudas de los hogares en su conjunto), y extensiva (proporción de hogares endeudados). El desarrollo del endeudamiento de los hogares debe ubicarse en la reorganización post-crisis asiática, coyuntura que marcó el término de los años del “Jaguar de América Latina”, evidenciando lo frágil y espurio del crecimiento de aquellos años. Esta crisis constituyó un verdadero evento de fractura social y económica subterránea, donde ya comienza a asomarse y larvarse como un problema social, pero recién hoy empieza a asomarse como problema político a nivel de los partidos y otros actores, así como también recién hoy es un tema relevante para instituciones llamadas en teoría a “disciplinar” al capital, como lo es el Banco Central. En la práctica, la “salida” a la crisis asiática la pagaron los hogares. Estos


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costos, por un lado, consolidaron algunas tendencias de mediana-larga data que se arrastraban de antes, tales como la fuerte caída en la capacidad de reajuste salarial por negociación colectiva y en el porcentaje de sindicalización. Por otra parte, vino además acompañada de nuevas tendencias que persisten hasta hoy, tales como la fuerte caída de los índices de salario, y la compensación de las crecientes tasas de desempleo vía subempleo (el famoso “millón de empleos” de Piñera). Es justamente entre estas nuevas tendencias post crisis asiática que se encuentra el avance extensivo y expansivo del capital financiero al interior de los hogares. Cuestión que resulta de toda lógica en un contexto en que el panorama de los hogares está marcado por una caída real de los salarios, sumado a un nivel de precios especialmente alto a nivel de los bienes y servicios básicos tales como alimentación, salud, educación y transporte.

Más allá de los bancos Según cifras del Banco Central, la deuda de los hogares ha crecido a un ritmo del 12% anual durante la última década, generando un aumento sustancial en la relación deuda/ingreso de los hogares desde un 35% a un 60%. Lo último significa que más de la mitad de los ingresos de los hogares no provienen del salario, sino del crédito. Este proceso tiene dos importantes momentos. El primero es el caracterizado por la expansión del sistema bancario, específicamente en sus departamentos de consumo. Entre los años 2003 y 2008 la cantidad de deudores de créditos de consumo bancarios aumentó en un 55%, y el monto promedio de la deuda de los hogares lo hizo en un 34%. El crédito hipotecario por su parte, a diferencia del anterior, se alimentó fundamentalmente por el aumento del monto promedio más que por el número de deudores, aún cuando este ha tendido a crecer recientemente, debido al “boom” inmobiliario de los últimos cinco años. Este primer momento puede ser definido como la saturación creciente del mercado del crédito hacia hogares de altos ingresos. El hecho de que se flexibilice el acceso al crédito no es en rigor un fenómeno empujado por los bancos, ya que los grupos de menores ingresos son

considerados “riesgosos”. Por tanto, el segundo momento en dicho proceso dice relación sobretodo con la penetración de instituciones financieras no bancarias: las tarjetas del retail, particularmente las casas comerciales y los supermercados. En efecto, estas son las instituciones financieras populares por excelencia. Considerando una conservadora división de la distribución del ingreso en quintiles, para el segundo, tercero y cuarto, las tarjetas comerciales representan un 50% promedio de su carga financiera dentro del consumo (el cual a su vez presenta un 67% de la carga financiera total de los hogares de ese segmento). Este mismo proceso que caracteriza las dimensiones económicas reales de la expansión de la Educación Superior (ESUP) en Chile desde la segunda mitad de la década pasada. Aquí podemos agregar el hecho de que al día de hoy, para casi la mitad de los estudiantes que no terminará sus estudios en general, y para el 70% de su mayoría dinámica -quienes cursan sus estudios en instituciones no tradicionales (en su mayoría hogares de menores ingresos) – se generará una carga de deuda del orden de los 3 millones (MM) pesos promedio (arancel y matrícula) anuales, los más caros del mundo. Supongamos que, a crédito completo, desertamos al tercer año de una carrera, lo cual generaría un monto agregado de 12 MM, lo que con un interés promedio del 5,8% (nivel recién ajustado el año pasado al 2%), llega a dar con una carga de deuda de 21 MM y fracción, contra un perfil de ingresos promedio del trabajo, que para un trabajador con educación superior incompleta equivale a 44,5 MM en diez años (sin considerar que los ingresos de ese tramo educativo son altamente heterogéneos). Esto quiere decir, que podríamos pagar el total de esta deuda sin consumir ningún bien o servicio durante cinco años, o en diez años consumiendo la mitad de esta cifra (lo que equivale a un gasto cercano a los 200.000 pesos mensuales para cubrir alimentación, trasporte, vivienda, salud, calefacción, etc), y así podríamos seguir sucesivamente. En definitiva, esto muestra dos caras de una misma moneda, pues el endeudamiento a nivel de hogares significa comprometer una fracción del trabajo futuro

para compensar los ajustes a la baja en el salario, al mismo tiempo que dicho compromiso permite activar un ciclo de acumulación de capital jamás visto en la Historia General de Chile. Dicho ciclo ha hecho posible que nuestra élite sea capaz de expandir sus negocios hacia el resto de la región, e incluso de colocar tres grupos económicos nacionales entre las 100 fortunas más grandes del mundo. El desarrollo del capital financiero a nivel de los hogares ha sido la base a partir de la cual se constituye y desarrolla la primera burguesía propiamente tal en Chile. Sí, burguesía, pues es una clase social no constituida alrededor de la posesión de la tierra, ni por la concesión directa de un monopolio estatal. Ninguno de estos apellidos es vinoso (salvo los Matte), sino de inmigrantes sin mayor historia que el pillaje, y con una capacidad de acumulación inédita. Es posible cuestionarse el pelaje productivo de esta elite, especular sobre el carácter rentista de los beneficios del capital y sostener finalmente que es la vieja oligarquía vistiendo nuevas ropas. En verdad, las burguesías modernas, industriales y productivas no son más que un acápite formal en la historia económica general. La escuela de Chicago fue más clara en esto que gran parte de la retórica circulante: basta con recordar el título de la obra de Rhamura Rajan “Salvando al capitalismo de los capitalistas”. De aquí que para comprender (y transformar) los problemas sociopolíticos que se derivan de las estrategias de expansión del capital financiero anteriormente descritas, necesitamos tener conciencia de una de sus principales características: su alta capacidad de diferenciación. La apertura del crédito no bancario vino a culminar un ciclo en el cual el capital financiero se expandió hacia la totalidad del ciclo de vida de la fuerza de trabajo. Esto imprime grandes complejidades a la hora de identificar a los actores sociales que constituyen la base de toda forma de representación política, dado que la historia del trabajo a crédito recién comienza.


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Nataly Espinoza, ex presidenta FEPUCV, militante Izquierda Autónoma

UNA POLÍTICA NO ELECTORALISTA PARA UN AÑO ELECTORAL E En un año electoral no puede resultar para nadie un misterio las múltiples ventajas con que cuentan las dos grandes coaliciones políticas: un desgastado sistema binominal, el control prácticamente absoluto de los grandes medios de comunicación, y condiciones financieras ampliamente holgadas, fruto de su compromiso con el empresariado. Tampoco puede resultar extraño su esfuerzo por cerrar tempranamente el escenario político, procurando que el proceso electoral se realice con las menores sorpresas posibles y sin riesgos para su estado hegemónico. Concertación y Alianza utilizan estrategias distintas, pero con un objetivo

común: marginar a todo aquel que no quepa en su forma de hacer política. Mientras la Alianza simplemente se lanza en una defensa ochentista del modelo, por su parte la mencionada Nueva Mayoría de Bachelet ha llegado como el vestido de seda para la vieja política concertacionista. Su estrategia no está centrada en ser oposición desde un proyecto político distinto al del gobierno actual, pues comparte concepciones fundamentales como el carácter subsidiario del Estado - que interviene sólo donde el privado no puede o no quiere hacerlo- y la focalización de políticas públicas -como contraposición a

la idea de un Estado garante de derechos sociales universales-. Una visión a todas luces antagónica con la que hemos levantado desde las movilizaciones sociales. El desafío de esta (ni tan) Nueva (ni tan) Mayoría es lograr incorporar a algunos actores y discursos relevantes de la movilización (no hacerlo sería automarginarse), sin que esto implique cambiar el fondo de su concepción política. Su apuesta ha sido por los cambios de forma, intentando convocar a algunos dirigentes sociales para fortalecer su posición de cara a ese Chile y administrar el conflicto con el fin de no poner en jaque sus pro-


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pios intereses. Binominal o marginalidad, “o están con nosotros o no existen”. Esa es su consigna. Frente a esto, los distintos actores que hemos sido parte del movimiento social debemos ser capaces de superar este chantaje moral, que sólo expresa el nulo entendimiento de una generación que ha llegado para plantear una concepción de la política mucho más amplia de aquella con que los partidos tradicionales han existido hasta hoy. No estaremos dispuestos a permitir que los anhelos que hemos levantado sean cooptados y reinterpretados por quienes quieren cambiarlo todo para no cambiar nada. Por todo esto, nos mueve una profunda convicción: el capital acumulado por las expresiones sociales debe transformarse en expresión política, no solo para “visibilizar problemas” que por años permanecieron fuera del debate, sinio también para tomar parte activa en la resolución de estos, en pos de

lo demandado por las grandes mayorías. Esconder la cabeza en un año como este, equivale a entregar un cheque en blanco para que nuestras banderas sean enarboladas como ofertones de ocasión para luego volver a ser invisibilizadas y tergiversadas.

portadoras de anhelos y esperanzas de transformación. Han derribado el miedo que inmovilizó por décadas, desde el conocimiento adquirido de sus propias experiencias y necesidades, la necesidad de creer en un nuevo Chile que garantice sus derechos y luchar por ellos.

No nos basta simplemente con defendernos. Para conservar la autonomía respecto del pacto de la transición, es necesaria una actitud ofensiva, que permita que el capital acumulado por las luchas sociales pueda articularse y proyectarse como alternativa hacia la política en los próximos años. En esa tarea, se debe mantener en el escenario político la inteligencia y audacia que se ha puesto en las calles, aprendiendo de los errores pasados para avanzar.

La responsabilidad por lo tanto es grande, en especial para nuestra generación. No podemos darnos el lujo de dejar que la vieja política de la transición cierre todas las posibilidades de avance de la política distinta que estamos construyendo en la lucha, expresada en nuevas formas de organización (democracia participativa y directa, con debate y contenido político, con transparencia, de mayorías) y en valores muy distintos a los hoy imperantes (lo colectivo por sobre lo individual y la colaboración por sobre la competitividad)

Las movilizaciones de los últimos años no son vacías de contenido político ni de sentido. No sólo han cuestionado el corazón del modelo actual: han sido también

foto: Rafael Edwards / http://www.flickr.com/photos/rafa2010/

El 2013 se posiciona como oportunidad para que actores del mundo social


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confluyamos en la construcción de una alianza social y política más amplia que nosotros mismos, que nos permita avanzar con autonomía y unidad, sin conceder espacio para que nuestros sueños sean procesados por la calculadora del enemigo. Este trabajo no es inmediato, requiere de voluntad de dichos actores por socializar lo político y politizar lo social. De refundar lo que fue arrebatado por la fuerza de las armas: el tejido político/social chileno. Ante este desafío, no basta con aplicar viejas recetas, que en otros momentos ya han fracasado. En esta vuelta los llamados a “votar nulo” o a “no votar” pueden contribuir en seguir deslegitimando a la clase política y al sistema político imperante, pero difícilmente se traducirán en avances de la organización social (que no se miden en porcentajes de votos nulos ni abstenciones). Debemos proponernos el desafío, modesto y titánico a la vez, de ser “el pasto verde que crezca entre los pastelones de concreto”, generar fisuras en el inminente cierre que tanto el Gobierno

como la autodenominada oposición están obstinados en concretar para no abrir paso a nuevos referentes. Luego del 2011 las fuerzas con vocación transformadora no podemos ni debemos marginarnos de lo que sucede en la cancha política. Hacerlo, es conceder el escenario ideal que nuestro adversario ha forjado y que éste tenga absoluto control tanto de las relaciones institucionales como de las sociales. Es permitirle cerrar la cancha para que los cambios estructurales exigidos en las calles se solucionen en la medida de los márgenes de lo posible, de sus márgenes. Esto, no significa que debamos jugar el partido en sus límites. Muy por el contrario, significa que debemos ser capaces de abrir la cancha; y con astucia, convicción y rebeldía frenar su avance y concretar el nuestro, ampliando dichos límites. Esto no puede hacerse sin fuerza, unidad, amplitud y convicción; por lo tanto, es a esto a lo que llamamos a sumar con elaboración de contenido y estrategias conjuntas.

Este no es un llamado abstracto a “dar la lucha en todos los frentes”. Es un mensaje muy concreto: utilizar espacios que nos permitan hacer visible lo que hoy la vieja política quiere invisibilizar. Nuestra apuesta como Izquierda Autónoma es no permitir que exista un 2013 sin un 2011, tanto en sus actores como en sus demandas. No delegar nuestra responsabilidad política - y con ello nuestra propuesta de resolución de problemas - en aquellos que quieren mantener el status quo. Debemos ser capaces de sentar las bases de una nueva alternativa para el Chile de los años que se avecinan, y para ello es necesaria una estrategia ofensiva que nos permita avanzar sin perder de vista nuestra defensa que frene los avances del adversario. Porque por mucho que quieran impedirlo, ya se siente en la atmósfera: el nuevo Chile está en movimiento.


12 por Pablo Viollier / @pabloviollier

MARXISMO: CULTURA LIBRE ANTES DE QUE FUERA “TOO MAINSTREAM”


13 Los marxistas hemos estado involucrados en una lucha de David contra Goliat desde hace más de 150 años. Nuestro enemigo ha sido históricamente uno sumamente organizado, que cuenta con todo el aparato político-ideológico del Estado y el control de los medios de producción. Por sobre eso, se ha hecho cargo de que su visión ideológica de la sociedad se torne hegemónica sobre sectores cada vez más vastos de la población, y para ello ha reclutado a sus filas a la mayoría de los intelectuales, a fin de que protejan sus intereses. Es, en definitiva, lo que podríamos denominar una “lucha desigual”. Sin embargo, existen una serie de elementos a nuestro favor. Resulta interesante detenerse específicamente en la acumulación de saber,

experiencia y trabajo que está disponible libremente para todas las generaciones que retoman la lucha por un mundo emancipado. Esto se traduce en que, cualquiera que quiera sumarse a las filas de la izquierda, tiene a su disposición la obra de, prácticamente, todo el cúmulo de autores que dedicaron su pluma a entender como funciona la sociedad, y como se puede construir una sociedad distinta a partir de la actual. Asimismo, tenemos total acceso al recuento vivencial y político de aquellos que se aventuraron y pusieron su vida a disposición de la lucha socialista. Esta total liberalización de la obra marxista responde a varios factores. El primero, es que muchos de aquellos autores y lu-

chadores sociales murieron hace muchos años, por lo que lo que su obra ha pasado al dominio público (libre de derechos de autor). El segundo, y más relevante, es que todos aquellos autores siempre supeditaron su obra a un objetivo mayor, por lo que siempre la pusieron a disposición para que fuese accedida por la mayor cantidad posible de personas. Incluso la obra de autores contemporáneos, como David Harvey o Zizek, suelen encontrarse con una simple búsqueda en Google, ya que nunca se han preocupado de resguardar sus derechos de autor. En ese sentido, los marxistas nos adelantamos al Creative Commons, y pusimos en práctica la Cultura Libre antes de que fuera “too mainstream”. Especial homenaje merecen los repo-


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sitorios marxistas que han puesto a disposición un porcentaje importante de la obra marxista en internet. Es así como marxists.org mantiene en linea la obra de ¡cientos! de autores en cerca de 56 idiomas. A un par de clicks de distancia podemos acceder a textos, recuentos y reseñas que no estaban disponibles para nuestros predecesores, sea porque no estaban traducidas al español, no eran costeables o porque estaban recluídas en la Unión Soviética por resultar “incómodas” a la línea oficial de Partido. Lo propio hace gramsci.org.ar Esto nos permite acceder a una cantidad asombrosa de investigaciones, estudios teóricos y científicos, así como también un sinfín de análisis, recuentos y lecturas sobre experiencias políticas concretas desde donde nutrir nuestro quehacer actual.

Se forma así un círculo virtuoso. A mayor libertad, más circulan los textos y el saber. Esto hace que más personas tengan acceso a ellos y puedan utilizarlo para sus propias reflexiones, generando cada vez más contenido crítico como herramienta transformadora. Es decir, que sea capaz de entender cómo se desenvuelve nuestra sociedad, a fin de subvertirla. No dejes que el formato noventero de estos sitios te confunda de su invaluable aporte. Que todos los textos esté en formato HTML sólo aumenta lo flexible y útil que pueden ser. Formatos como el PDF, aunque estéticamente atractivos, son sumamente restrictivos. El HTML te permite copiar y pegar en un word y crear, por ejemplo, una colección de textos escogidos para utilizar personalmente o con tu organización para su formación política. También te permite colocarlo en el formato que prefieras para leerlo en cual-

quier dispositivo. Y por si fuera poco, las ediciones siempre vienen con las palabras en latín y francés traducidas. En definitiva, no necesitamos volver a inventar la pólvora, podemos hacer uso de todo el trabajo, experiencia y cariño de quienes nos precedieron, y así avanzar, verdaderamente, con todas las fuerzas de la historia.


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por Nicolás Valenzuela, coordinador IA U. de Chile

Multisectorialidad ¿UNA CUESTIÓN DE TÁCTICA O ESTRATEGIA? La idea de que el movimiento estudiantil para enfrentar el 2013, lograr sus demandas y proyectarse, tiene como tarea en lo inmediato la “articulación con otros sectores” se ha transformado en un lugar común. Un planteamiento como este por cierto no puede ni debe ser desechado a priori. Sin embargo, tampoco puede ser simplemente asumido sin una caracterización clara más allá de la consigna. Se nos hace necesario dimensionar en qué terreno estamos caminando, cual es la iniciativa del enemigo y que estaríamos entendiendo, junto con los alcances y restricciones de una herramienta como esta. El presente artículo tiene como objetivo proponer un análisis político de la multisectorialidad y el rol que le cabe en el quehacer el movimiento estudiantil este año, más allá de titulares, ideologismos (de distinto signo) y mecanicismos. Se propone en primer lugar una breve caracterización del presente año, para luego abordar desde una visión de crítica constructiva algunos enunciados que sustentan la idea de hacer de la multisectorialidad, en si misma y per-se, un componente central. Finalmente, como corolario de todo lo anterior, se plantean

algunas ideas acerca de cuál es el lugar que consideramos que debe tener.

¿En qué pie estamos? Hoy nos enfrentamos a una iniciativa del enemigo mucho más clara y compleja que todas las que hemos debido afrontar durante el ciclo de movilizaciones iniciado el 2011. Durante este período nuestras reivindicaciones han avanzado de manera sustantiva sobre el sentido común, al punto que hasta personeros de la derecha se han expresado contra el lucro y a la Concertación no le ha quedado más alternativa que dejar de ignorarnos. Sin embargo, ya no estamos ante simples maniobras defensivas: asistimos a una clara iniciativa de cooptación y manoseo de nuestras demandas, que permita hacerlas “solucionables” dentro de los marcos del neoliberalismo. El movimiento estudiantil ha tenido la particular capacidad de representar un malestar profundamente arraigado en la sociedad chilena, a partir de la frustración ante el incumplimiento de la promesa neoliberal del esfuerzo individual como llave para la superación personal.

La movilización ha puesto sobre la mesa anhelos y visiones ajenas y antagónicas a los marcos de la transición, en particular la idea de un Estado garante de derechos en contraposición a una concepción subsidiaria y “focalizada” de los derechos sociales. Pocas veces, desde el retorno de los gobiernos civiles, una clase o grupo social fuera de la clase dominante, había logrado transversalizar una posición por fuera del Chile de Jaime Guzmán. Ni hablar de proyectos socialistas, para los cuales si es central la articulación y conducción de los sujetos revolucionarios. Además, la articulación que pueden llegar a tener las demás expresiones de las clases subalternas no pasan por el rol mesiánico del movimiento estudiantil, sino por el grado de crisis que produzcan las fuerzas en posición de hacerlo. Por ejemplo, la actual crisis empujada desde el 2006/11 ha posibilitado la emergencia de nuevos actores, la dinamización a la movilización de otros sectores antes inmovilizados (universidades privadas, cft’s, ip) y la politización de la discusión al interior del movimiento social, y no por el acercamiento de un grupo a otro. Ha sido la lucha política la que ha abierto el


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camino. De ahí que resulta una aproximación errada y profundamente identitaria pensar que la única importancia que tiene un actor social reside en su posición dentro del entramado productivo, sin considerar como criterio relevante para la política el rol efectivo que un actor puede ejercer en la correlación central de fuerzas en la sociedad. Este identitarismo es uno de los principales componentes que subyace a la idea de la “multisectorialidad” como vía única y prácticamente como un fin en si mismo.

Más allá del voluntarismo Además de lo anterior, desde estos sectores se plantean también otro tipo de argumentos, que parten de esta (errada) premisa inicial. En primer lugar, la natural observación de que son los trabajadores y no los estudiantes el sujeto revolucionario y por lo tanto deben ser ellos quienes encabecen un movimiento social transversal y unificado. Esta aproximación (muchas veces más culposa que genuinamente revolucionaria) cae en el error anteriormente señalado, de desconocer la capacidad que ha tenido un actor como el movimiento estudiantil de contribuir a agudizar la crisis de legitimación y representación que sufre el bloque dominante. Pero además, incurre en otro error adicional: asociar de manera mecánica

la posición estratégica de los trabajadores en el entramado productivo, con una inmediata disposición a la organización y la movilización. Un análisis a todas luces ciego de las condiciones materiales que atraviesan al mundo del trabajo en el Chile neoliberal, marcada por realidades como el subcontrato, la precarización, y la baja sindicalización. Ahora bien, de lo anterior no puede por cierto derivarse la idea, igualmente falaz, de que el movimiento estudiantil sea capaz por sí solo de enfrentarse al cierre de la política. Es claro que un movimiento como el mencionado debe sí o sí apostar a generar alianzas amplias con sectores estratégicos, que permitan una posición de fuerza mayor para el movimiento social. La pregunta es por el cómo se llevan a cabo dichas alianzas, más allá de la obvia constatación de que estas son necesarias. Y esto por una razón muy simple: a pesar de lo que seguramente todas las fuerzas con vocación transformadora quisiéramos, la realidad del Chile actual nos muestra que, más allá del movimiento estudiantil, hoy son pocas las fuerzas sociales vivas con capacidad de articulación y movilización, y menos aún las que son capaces de generalizar sus intereses a la mayoría de los chilenos. Tras las apologías a “los trabajadores” en abstracto, muchas veces se esconde una profunda ceguera ante una realidad que

muestra niveles de organización aún muy incipientes en el ámbito laboral, lo cual se expresa en el número de trabajadores sindicalizados, la cantidad de huelgas y negociaciones colectivas, la poca capacidad de instalar sus reivindicaciones en la agenda política, aunque sean gremiales, y la cooptación por parte del colaboracionismo de clase del grueso de sus dirigencias. Por ejemplo, la movilización de los portuarios representó un importante despliegue en todo Chile, que generó ciertamente pérdidas al capital transnacional: sin embargo, se trató de una movilización básicamente por cuestiones propias del sector, y nadie con sentido de realidad podría afirmar que dicha movilización hizo mella alguna a la legitimación de las clases dominantes. En un sentido similar, los trabajadores del cobre ni en la demandas de la renacionalización de los recursos naturales han encontrado apoyo. Por otra parte, y más atrás que el mundo sindical, los movimientos ambientalistas, regionalistas y poblacionales si bien han logrado frenar ciertas agendas y obtener victorias sectoriales, no se han proyectado como fuerzas que levanten alternativas en oposición al duopolio. Finalmente los problemas de la salud y de la previsión ni siquiera han logrado articulación suficiente para levantar una movilización. Es claro que nada de lo anterior se debe a incapacidades ni limitaciones que sean


inherentes a ninguno de los actores antes mencionados. Las razones son más profundas, y encuentran su fundamento en el radical cambio que tuvo el Estado chileno en el contexto de la dictadura cívicomilitar. Resulta iluso y voluntarista pensar en reconstruir esa fuerza de la noche a la mañana, más aún cuando ni siquiera en los tiempos previos al golpe había logrado terminar de cuajar, a pesar de tener tras de sí más de medio siglo de luchas. La multisectorialidad es y será un objetivo estratégico de toda fuerza con intenciones de transformación social real, una tarea primordial para la construcción de un proyecto alternativo. Pero una cosa es el objetivo estratégico, de largo aliento, y otra son las tareas centrales en el corto plazo que nos demanda la lucha política del 2013. No puede cometerse el error de que la afirmación de corte estratégico impida y obstaculice el enfrentar las tareas a las que nos enfrentamos este año, desviando la fuerza del principal actor que puede oponerse al cierre impulsado por el bloque dominante, y por lo tanto haciéndonos en la práctica mucho más difícil la tarea para los años venideros. Hoy por hoy, estamos lejos de proponer la toma del poder por parte de las clases subalternas. Actualmente nuestro objetivo es mucho más humilde, pero igual de importante para el futuro: fisurar el consenso de las clases dominantes,

posibilitando la emergencia de actores políticos capaces de iniciar procesos que permitan el retroceso del neoliberalismo. Para esto, es necesario el dar golpes a las bases bajo las que se sustenta el modelo, tal como hemos hecho ahora al cuestionar al mercado educacional levantando el derecho social que es la educación. Por ello, la centralidad inmediata es potenciar las movilizaciones sociales que tengan la capacidad de cuestionar las bases del modelo a través de sus demandas, y a la vez lograr una transversalidad que le permite instalar y defender trincheras dentro de la hegemonía ideológica del enemigo.

Multisectorialidad y proyecto político ¿Qué rol cumple la multisectorialidad entonces? No basta con simplemente enunciar al aire la “necesidad de articularse con otros sectores” sin plantear un cómo hacerlo. En ese sentido, la multisectorialidad no puede ser pensada como un mero agregado de reivindicaciones de distintos sectores sociales que se movilizan en conjunto, ni tampoco como proyectos antagónicos al modelo imperante que no son capaces de generalizar sus intereses a las clases subalternas, sino más bien, como la convergencia de ellos en torno a un objetivo político común, capaz de condensar los intereses particulares en un proyecto cualititatívamente distinto a la suma de demandas, de tal manera que se

haga cargo de la totalidad de relaciones sociales existentes. Un movimiento sin una unidad política definida en torno a un proyecto alternativo y coherente, y que no es capaz de transversalizar sus demandas, es un movimiento fácil de suplantar por parte de las fuerzas políticas ya constituidas. Por tanto, no basta con cualquier multisectorialidad: la multisectorialidad que permite avanzar es la que se da en torno a un proyecto político que representa los intereses de las clases subalternas y se constituye como una alternativa al modo de vida imperante. Nuestro deber inmediato es evitar que la pequeña grieta que se ha abierto dentro de la hegemonía que desde la dictadura mantiene la clase dominante se repare, expulsando de nuevo al mundo social de la política e impidiendo con ello la articulación de un movimiento social capaz de proyectarse en un proyecto revolucionario. El rol que juega la articulación entre sectores sociales es considerable, un elemento sin duda de proyección estratégica, necesario, pero en ningún caso suficiente por sí solo y en abstracto. El camino que nos queda por recorrer es largo, y no hay lugar para tomar atajos.

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Entrevista a Mariela Calderón Sandoval, Presidenta de Asociación Nacional de Pensionados:

“LOS QUE DEFIENDEN LAS AFP, NUNCA HAN TRABAJADO” por José Miguel Sanhueza / @Albohemio “Toda persona tiene derecho a un nivel de vida adecuado (…) a los seguros en caso de desempleo, enfermedad, invalidez, viudez, vejez u otros casos de pérdida de sus medios de subsistencia por circunstancias independientes de su voluntad”. El artículo 25º de la Declaración Universal de Derechos Humanos fue el inicio de la exposición de la Asociación Gremial Nacional de Pensionados y Pensionadas del Sistema Privado de Pensiones de Chile (ANACPEN) en el Seminario “AFP: Ajuste o Reforma. Por pensiones dignas” organizado por el Senado. Con menos de seis meses de existencia, la ANACPEN se ha hecho un nombre entre las numerosas organizaciones sociales que día a día pelean por recuperar los derechos sociales del pueblo chileno. Su presidenta, Mariela Calderón, nos cuenta acerca de la experiencia de su organización y las esperanzas de personas para las cuales ninguna edad es suficiente para dejar de luchar.

Previsión solidaria y con participación de los pensionados Cuéntenos un poco acerca de cómo les surge la idea de armar esta organización, desde dónde nace la iniciativa, bajo qué motivaciones. Levantar esta organización fue “una volá” (risas). Personalmente tenía las ganas de hacer algo desde que trabajaba como profesora en el Barros Borgoño y el 2008 me obligaron a jubilar, y al ver mi pensión después de haber trabajado tanto, y las de las otras colegas, empezamos a hablar de cifras de 180-200 mil pesos después de haber ganado 700-800. Ahí fuimos varios los que dijimos “aquí hay que hacer algo”. La oportunidad se presentó a fines del año pasado. Yo estaba en el Metropolitano del Colegio de Profesores, que estaba afiliado a la Central de Pensionados de Chile (CUPEMCHI), y la presidenta regional me dice que se necesita alguien que tra-

baje con ellos porque estaba muy de capa caída. Fue poco a poco llegando gente, de incluso lugares que yo ni pensaba, de sindicatos de la Contraloría, de Impuestos Internos, etc. Así hasta que logramos en Noviembre hacer una asamblea constituyente y en Diciembre ser publicados en el Diario Oficial. ¿Y desde entonces qué tipo de iniciativas han tomado? Lo primero que hicimos fue mandar cartas a todas partes, a los senadores, diputados, instituciones, organizaciones, anunciando que estábamos formados. Hasta que nos invitaron a exponer en la Comisión de Previsión Social del Senado. Y justo nos encontramos ahí en esa exposición con Guillermo Arthur (N. de la R.: Presidente de la Asociación de AFP y ex ministro del Trabajo de Pinochet 1988-89). Ahí la vicepresidenta nuestra lo emplazó, le dijo que eran unos sinvergüenzas, qué no le dijo (risas). Mandamos también una carta al Pre-


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sidente, ¡y nos contestó! Nos mandó a hablar con Mónica Ilse, la asesora en el Ministerio del Trabajo de Iglesias, que es el Director del IPS. Nos atendieron muy bien, anotaron todo lo que dijimos, pero no hemos recibido respuesta ni han dado nada hasta hoy. Hace algún tiempo les tocó exponer en el Senado. ¿Cuáles son las principales demandas y propuestas que han trabajado y expresaron en dicha presentación? Pensando en ustedes, la nueva generación, aspiramos a que se cambie el sistema, no a una “AFP modelo”, no queremos ver metidos capitales privados que finalmente son los únicos que se benefician. Aspiramos a un sistema de reparto, solidario, y con presencia de los pensionados en el Directorio del organismo estatal que lo administre. Esto no es ninguna locura si uno considera el dato que aporta Manuel Riesco: las AFP en total reciben cerca de cuatro billones de dólares al año, y con sólo uno de esos billones podría sostenerse un sistema de estas características. Pero además de esto, y pensando en nuestra generación, estamos pidiendo una reparación. La gente que jubila hoy lo hace en una situación aún peor que los que trabajábamos antes del 81, porque en ese tiempo nos dieron un “bono de reconocimiento”, aunque se lo pasaron a las AFP y ellas lo administraron y determinaron arbitrariamente el monto, pero los que jubilan hoy no tienen ni siquiera eso. Además, el año 93 se aprobó un aumento de las cotizaciones a los pensionados que aún quedaban en el sistema público (IPS), para permitir que jubilaran con entre el 70% y 100% de su sueldo en actividad. Ahí el Congreso se comprometió a hacer un aporte igual a los pensionados en AFP (Ley 19.200), pero eso nunca se cumplió. Otra cosa que demandamos es que se elimine el descuento de 2% de FONASA a todos los jubilados, ganen lo que ganen. Ese 2% corresponde a licencias médicas para empleados, y obviamente los pensionados no usamos licencias. La ley de Piñera venía con la letra chica del famoso 7% tiene la letra chica de que pasado cierto nivel de ingreso (150 mil aprox.) no se puede acoger a ese descuento.

“El Estado debe apoyar a los trabajadores” Como trabajadora le tocó vivir el año 81, donde se implementó la reforma que creó las AFP. ¿Cómo recuerda usted ese proceso, en que un día le dijeron que debía colocar todo su ahorro previsional en una empresa administradora? El año 81 en dictadura, todo era cruel y muy terrible para los trabajadores, no podíamos hacer sindicatos, no podíamos estar organizados, ni nada. El gobierno necesitaba plata y echó mano a todo ese dinero que estaba en las antiguas “cajas” agrupadas en el INP. No fue una previsión, fue un “ahorro forzoso” que nos hicieron hacer. Según ellos el cambio fue “voluntario”, pero lo hicieron con amenazas, trampas, mucha propaganda en televisión (que pagamos todos nosotros), muchas idas a terreno a las empresas, anduvieron en todas las ciudades diciendo que era lo máximo, la maravilla, que íbamos a ganar lo que quisiéramos en nuestra previsión. Incluso hubo una propaganda de humoristas en que se burlaban del “amermelao” que se iba a quedar fuera de esto, que iba a ganar todo lo que quisiera.

Y la gente confió. Aunque no todos. Mucha gente no quería cambiarse, sobre todo la de más edad, pensando que ya estaban a punto de jubilar, además que al ver al dictador muchos pensábamos que de ellos no iba a venir nada bueno. Pero uno veía aparecer ahí a José Piñera, a Guzmán, alguna gente pensaba “bueno, son civiles, cómo van a ser tan malignos”. Y si, que Dios me perdone, pero eran malignos. En mi caso particular, yo trabajaba en ese tiempo en CODELCO, y nosotros no nos cambiamos: nos cambiaron. CODELCO llegó y nos dijo “vengan, firmen esto, y se acabó”. Y en muchas empresas del Estado lo hicieron así. Y en otros, por ejemplo en los colegios, los presionaron los directores para que se cambiaran. Pero sí, es cierto que en buena medida mucha gente confió. Y es que lo presentaron como la maravilla, además te vendían que te iba a bajar la cotización y con

eso ibas a ganar más en tu sueldo ahora presente. No nos dijeron además que eso iba a dejar al trabajador abandonado a su suerte, porque antes también el empleador ponía una parte, lo mismo el Gobierno, era tripartito el sistema. Los defensores de las AFP a la hora de justificar las bajas pensiones suelen “pasarle la pelota” a los trabajadores. Se argumenta que hay mucha gente que no cotiza o lo hace por tiempos muy breves, como también que no se informan lo suficiente para cambiarse a las AFP más baratas y así hacerlas bajar sus comisiones. Qué señalaría ante este tipo de razonamientos. Los que defienden las AFP nunca han trabajado en su vida. Esa mirada sólo puede venir de personas que viven en una esfera de comodidades y derechos que sólo tienen ellos. Es irreal pensar que un trabajador que gana el mínimo, que apenas le alcanza para subsistir con su familia e hijos, va a disponer de dinero para armarse él, por sí solo, una buena jubilación. A esto además se suma que tenemos leyes laborales con las que te pueden echar por cualquier cosa, porque la empresa ya no te necesita por ejemplo. Y esa gente que queda cesante y vive a punta de “pololitos”, que con suerte gana 30 mil al día para mantener a su familia, ¿de dónde va a sacar plata para cotizar? Con bajos salarios e inestabilidad laboral no se puede. Por cierto que también hay algunos profesionales independientes que no cotizan (contadores, abogados, etc.), pero no da para ese tipo de argumentos tan injustos y absurdos. El Estado debe estar ayudando al trabajador, y los sueldos deben ser suficientes para vivir con dignidad. Eso es un piso mínimo para cualquier cosa. El año 2008 se comenzó a implementar un proyecto de “reforma previsional”, basado en el establecimiento de una pensión básica asistencial para casos críticos. Qué balance haría de ese proceso, sirvió de algo, mejoró la calidad de las prestaciones, algo. En la AFP a los pensionados que se acogieron a este sistema de “renta programada” se les acaba la pensión, porque ellos suponte que tienen 30-40 millones y les


sale una pensión de 120 mil pesos, y ellos programan 10 años, después de esos 10 años dicen “me voy a morir”. Y finalmente se les acaba. Ahí el Estado le da una pensión de gracia, de 89 mil pesos, hasta 100 creo que hay. Eso igual arregla algunas miserias que habían en ese tiempo, tal como las hay ahora. Entre tener y no tener 89 mil pesos ayuda. Pero no es una reforma que impactara al conjunto del trabajador ni se acerque a resolver el problema de los pensionados.

“Si no lo hacemos nosotros, nadie lo va a hacer” ¿Qué es lo que mueve a una persona de 67 años a dedicar tiempo y energía a levantar una organización y dar una pelea como esta? Sobretodo pensar en las generaciones nuevas, en especial mis hijos. Un día, poco

después de que me obligaron a jubilar del Barros Borgoño, le dije a mi hija que revisáramos cuánto tiene en la AFP. ¡Tenía como 3 millones, habiendo trabajado ya 10 años! Para que te hagas una idea, uno para tener una jubilación de 200 mil pesos tiene que tener cerca de 50 millones de ahorro. Y además uno nunca termina de impresionarse cuando ve ejemplos tangibles de estas cosas. En la presentación que hicimos en el Senado me tocó mostrar un caso impresionante (de los muchos que juntamos). Por un lado, un profesor con 40 años de servicio que es pensionado del IPS, y salió con el 70% de su sueldo en actividad, equivalente a 940 mil pesos mensuales. Y por otra parte, otra colega, con 37 años de servicio, hoy gana 117 mil por AFP. Esto mostré yo en el Senado, no podían creerlo. Para cerrar, ¿qué posibilidades ven de que se realicen en el mediano plazo las reivindicaciones que han levantado

ustedes y otros actores sociales en los últimos años? Hoy poco a poco las demandas nuestras han pasado a estar contemplado como tema en el Congreso. Pero ahí somos nosotros, la ciudadanía, la que tiene que intervenir. Yo creo que hay posibilidades porque la ciudadanía ya tomó conciencia. Nosotros hemos ido a hablar con todo tipo de organizaciones, mandado cartas a todos lados, hemos ido a todas las marchas estudiantiles y de otros sectores. Y uno ve como toda la gente empieza a darse cuenta de lo que está pasando, antes no sabía. Por eso a la gente que quiera integrarse a nosotros que venga. Tenemos que seguir luchando, seguir en esto hasta que consigamos los cambios necesarios. Si no lo hacemos nosotros nadie lo va a hacer.

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Hugo Solar / http://www.flickr.com/photos/shorizo/

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IzquierdAutonoma.cl


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