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Carbajo y Barrios: un edificio no es sólo colocar una fachada bonita»

Se conocieron estudiando y llevan más de veinte años trabajando juntos.

Celso Barrios: Nos conocimos en la carrera, en A Coruña, en una residencia de estudiantes, y luego nos fuimos a vivir a un piso. Allí empezó una amistad que sigue hasta ahora. Al acabar la carrera, surgió por casualidad la posibilidad de hacer la reforma del antiguo cine Capitol para convertirlo en sala de conciertos y espectáculos. Fue una gran oportunidad, un proyecto súper completo que caía en manos de dos recién licenciados con una idea de la realidad arquitectónica igual a cero. Manolo, como es de Santiago, me propuso venir aquí y así comenzamos.

¿Cómo fue aquel inicio?

Manuel Carbajo: Empezamos en un piso que era vivienda estudio. Era un Santiago diferente. En el 2000, para dos recién licenciados sin compromisos familiares, fue un tiempo de reencuentro con antiguos amigos, años muy divertidos. Nuestro piso era el centro de operaciones de los compañeros. Trabajábamos mucho, nos lo pasábamos bien y dormíamos poco. Santiago estaba empezando ya este período actual de menos efervescencia con respecto a los noventa, que fue una década espectácular. Aún había muy buen ambiente, pero como bien sabemos la cosa ha ido decayendo.

CB: Aunque suene mal, Santiago era muy ilusionante entonces, una ciudad muy vivida. Existía ya un peregrinaje fuerte, pero internamente se vivía mucho por parte de los compostelanos. Salías cualquier día por la zona vieja o incluso por el Ensanche y había un ambiente ciudadano, de vivir la ciudad. Es cierto que ahora, con familia e hijos, se ve diferente, pero eso ha desaparecido en gran parte. La ilusión se notaba en las conversaciones, había un debate sobre la ciudad, sobre el lenguaje, sobre cómo cambiar las cosas. Eso ha desaparecido. Compostela está más preocupada por la gestión del peregrino y por intervenciones puntuales que por cómo conseguir esa ilusión que se logró en tiempos de Xerardo Estévez. Y si hablamos de arquitectura, no sabemos a dónde queremos llegar, y eso se nota en todo.

¿Los santiagueses vivimos menos la ciudad, entonces? ¿En qué sentido?

CB: Estamos más «de terraceo», por decirlo así. Salimos puntualmente, pero no es una ciudad súper vivida. A veces nos sentimos un poco desplazados. Logísticamente, por ejemplo, tenemos grandes problemas. La movilidad es un tema importantísimo: moverte para salir, para trabajar, para comprar… Santiago es pequeña y tiene muchas posibilidades, pero es la política la que tiene la responsabilidad de lanzarse a regenerar la ciudad.

¿Están en su mejor momento como estudio?

MC: Nuestra trayectoria ha sido bastante continua. Inevitablemente, hay obras que tienen más repercusión por su visibilidad, porque son elementos que están en puntos más estratégicos de la ciudad, pero es cierto que hemos tenido la suerte de haber encajado con la gente del grupo inmobiliario Arial y establecer una relación laboral de largo recorrido con ellos. No tenemos la sensación de que ahora sea distinto a hace diez años. Es un orgullo poder recoger distinciones que entregan los compañeros de profesión y eso te hace más visible, pero mi opinión es que hemos podido coger un tren que va despacio, pero nos deja hacer nuestro trabajo, a veces con más repercusión y a veces con menos.

CB: Contar con Arial nos permite hacer trabajos con los que nos identificamos. Evidentemente, no tienes el mismo feeling con todos los proyectos, pero al final nos sentimos a gusto con este formato y esta dimensión. Ha habido momentos en los que se nos ofrecieron obras de volumen superior pero siempre hemos escapado de eso. Afortunadamente, porque a veces hay estudios que crecen mucho y en momentos de crisis lo pasan bastante mal. Y en cuanto a los premios, están muy bien y te dan reconocimiento, pero hay muchos arquitectos igual de buenos o mejores que no los tienen.

Con obras tan visibles como la de Cornes, ¿un arquitecto siente responsabilidad?

MC: Toda. Pero es como preguntar a un cirujano si siente responsabilidad al entrar al quirófano para abrirle el pecho a alguien. En todas las intervenciones hay una responsabilidad, por escondidas o pequeñas que sean. Primero, hacia quien se acerca a ti para que le resuelvas un problema, porque a veces no aciertas. Y después hacia el resto de la ciudad y de la sociedad. No es tanto un tema estético, que también. Cornes es un ejemplo de cómo esa responsabilidad hacia el resto de la ciudad nos animó a que esos espacios exteriores no sean un sitio de paso cualquiera. Lo que allí había no era históricamente un lugar residencial: había una estación de tren, pero sobre todo naves de almacenamiento de mercancías. Se trataba de llenar un vacío, y no solo plantando 125 viviendas allí. Había que reformular el barrio acompañados del promotor, que evidentemente es el que paga por lo que se le ofrece. Se puso énfasis en el espacio público, que no es de titularidad pública, pero permite que cualquiera pueda cruzar la urbanización, pasear por el jardín y sentarse un momento. Eso es responsabilidad desde el punto de vista profesional: dar un cierto valor añadido y dejar tu huella, no en el sentido de que el edificio quede bonito, sino de recuperar un espacio residual que ahora tiene un valor. Hacer un edificio no es solo colocar una fachada bonita, también es sentarse a hablar con quien está allí y darle algo que no tenía. CB: Hacer algo de ciudad. Los arquitectos tenemos fama de ir de artistas y de querer hacer objetos estéticos, y la realidad es que la arquitectura es un producto. Como un coche o una silla, tiene que dar un beneficio. Lo que más me gusta a veces de nuestras obras, gracias a que tenemos el promotor que tenemos, Arial, es que se entienda que haciendo un producto también puedes hacer ciudad. No quiero que esto suene a que somos unos divos, ni mucho menos, pero creo que nuestra arquitectura demuestra que se puede hacer negocio y aportar valor a la ciudad. Y es importante. Si no es rentable, una obra no se hace. Pero eso lo tiene que entender el promotor, que es el que paga.

¿A quién tienen en mente cuando hacen el proyecto? ¿A un cliente en concreto?

CB: Nuestro cliente es, en principio, una persona concreta, el promotor. Pero el destinatario final es colectivo. Hay que hacer un proyecto mucho más genérico que en una vivienda unifamiliar, para un cliente al que conoces y sabes cómo vive. En este caso trabajas para un público genérico y para ciertas personas hay cosas que no funcionan. ᴥ

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