Mรกs versos al mar
Mediterráneo Los que somos del Atlántico, mar que incluye al bravo Cantábrico, bromeamos mucho con el mar Mediterráneo, que nos parece precisamente un mar de broma, demasiado tranquilo para acercarse al rumor incesante, al bramido de nuestro querido océano. Pero, claro, esta broma es tan solo una broma, porque el Mediterráneo es el tuétano de la cultura de la que vivimos y en la que vivimos, y además este no es un mar tan tranquilo y sosegado como nosotros decimos, sino que es un mar con sus calenturas, sus temporales y sus pavorosas tormentas. Y es, sobre todo, el mar de muchos poetas que a lo largo de los siglos encontraron en él una metáfora mucho más honda que la que ofrecen los mares cuando los poetas tienen que hablar del tiempo o de la vida, tan sinónimos. Un hombre, un poeta, Joan Manuel Serrat, hizo el milagro contemporáneo de convertir ese mar en un símbolo generacional, de pertenencia, de amor a la tierra, aunque la tierra en este caso sea precisamente el mar, la orilla del mar, que es a lo que cantó ya de manera legendaria el cantante del Poble Nou barcelonés. Esa canción [...] ha crecido con nosotros, sirvió para que nos diéramos cuenta de que la contemplación de los lugares de la infancia y de la juventud nunca se desprende de la mirada, y sigue siendo motivo de inspiración, de canto o de silencio. ... Mediterráneo es un sentimiento que apela al sentimiento del arraigo. Uno no es de una patria o de un suelo, sino que es de una sensación, de un modo de relacionarse con la realidad cuando ésta se propone también como símbolo, y no encuentro mejor lugar de procedencia que el mar, su orilla misteriosa, en la que los niños nos vamos haciendo las primeras ilusiones fantásticas sobre el viaje, sobre el origen del mundo, e incluso sobre el origen de los sonidos del mundo... nos sirve a todos como oración íntima de nuestra propia pertenencia a la tierra o al mar; nadie puede ignorar que en esos versos late y palpita un sentimiento áun más hondo que el que se tiene tan solo cuando se mira el mar. Ese sentimiento es el de una identidad, abierta a otros, abierta al mundo... es la mejor canción, la que nos dice al oído y en el alma que estamos vivos, mirando al mar, recibiendo de él el ritmo del amor a la vida que fue, a la vida que viene.
Juan Cruz Ruiz (1948)
Quizá porque mi niñez sigue jugando en tu playa, y escondido tras las cañas duerme mi primer amor, llevo tu luz y tu olor por donde quiera que vaya, y amontonado en tu arena guardo amor, juegos y penas.
Y te acercas, y te vas después de besar mi aldea. Jugando con la marea te vas, pensando en volver. Eres como una mujer perfumadita de brea que se añora y que se quiere que se conoce y se teme.
Yo, que en la piel tengo el sabor amargo del llanto eterno, que han vertido en ti cien pueblos de Algeciras a Estambul, para que pintes de azul sus largas noches de invierno. A fuerza de desventuras, tu alma es profunda y oscura.
Ay..., si un día para mi mal viene a buscarme la parca, empujad al mar mi barca con un levante otoñal y dejad que el temporal desguace sus alas blancas.
A tus atardeceres rojos se acostumbraron mis ojos como el recodo al camino... Soy cantor, soy embustero, me gusta el juego y el vino, Tengo alma de marinero...
Y a mí enterradme sin duelo entre la playa y el cielo... En la ladera de un monte, más alto que el horizonte. Quiero tener buena vista. Mi cuerpo será camino, le daré verde a los pinos y amarillo a la genista... Cerca del mar. Porque yo nací en el Mediterráneo...
¿Qué le voy a hacer, si yo nací en el Mediterráneo?
Joan Manuel Serrat (1943)
El mar contiene al mundo
El mar contiene al mundo no nos deja olvidar pues cada ola es un recordatorio bramando nuestra muerte hacia la orilla
Rosana Acquaroni
El mar
El mar. La mar. El mar. ¡Sólo la mar! ¿Por qué me trajiste, padre, a la ciudad? ¿Por qué me desenterraste del mar? En sueños la marejada me tira del corazón; se lo quisiera llevar. Padre, ¿por qué me trajiste acá? Gimiendo por ver el mar, un marinerito en tierra iza al aire este lamento: ¡Ay mi blusa marinera; siempre me la inflaba el viento al divisar la escollera!
Rafael Alberti (1902-1999)
Día de amor y de bonanza Que eres loba de mar y remadora, Virgen del Carmen, y patrona mía, escrito está en la frente de la aurora, cuyo manto es el mar de mi bahía. Que eres mi timonel, que eres la guía de mi oculta sirena cantadora, escrito está en la frente de la proa de mi navío, al sol del mediodía. Que tú me salvarás, ¡oh marinera Virgen del Carmen!, cuando la escollera parta la frente en dos de mi navío, loba de espuma azul en los altares, con agua amarga y dulce de los mares escrito está en el fiero pecho mío
Rafael Alberti (1902-1999)
Elegía del niño marinero Marinerito delgado, Luis Gonzaga de la mar, qué fresco era tu pescado, acabado de pescar! Te fuiste, marinerito, en una noche lunada, tan alegre, tan bonito, cantando, a la mar salada! Qué humilde estaba la mar! ¡El cómo la gobernaba! Tan dulce era su cantar, que el aire se enajenaba. Cinco delfines remeros su barca le cortejaban. Dos ángeles marineros, invisibles, la guiaban. Tendió las redes, ¡qué pena!, por sobre la mar helada. Y pescó la luna llena, sola, en su red plateada. ¡Qué negra quedó la mar! ¡La noche qué desolada! Derribado su cantar, la barca fue derribada. Flotadora va en el viento la sonrisa amortajada de su rostro. ¡Qué lamento el de la noche cerrada! ¡ Ay mi niño marinero, tan morenito y galán, tan guapo y tan pinturero, más puro y bueno que el pan! ¿Qué harás, pescador de oro, allá en los valles salados del mar? ¿Hallaste el tesoro secreto de los pescados? ¡Deja, niño, el salinar del fondo, y súbeme el cielo de los peces, y, en tu anzuelo, mi hortelanita del mar! Rafael Alberti (1902-1999)
Yo, marinero, en la ribera mía, Posada sobre un cano y dulce río Que da su brazo a un mar de Andalucía, sueño en ser almirante de navío, Para partir el lomo de los mares, Al sol ardiente y a la luna fría. ¡Oh los hielos del sur! ¡oh las polares Islas del norte! ¡blanca primavera, Desnuda y yerta sobre los glaciares!. ¡Cuerpo de roca y alma de vidriera! ¡Oh estío tropical, rojo, abrasado, Bajo el plumero azul de la palmera!. Mi sueño, por el mar condecorado, Va sobre su bajel, firme, seguro, De una verde sirena enamorado, Concha del agua allá en su seno oscuro. ¡Arrójame a las ondas, marinero Sirenita del mar, yo te conjuro!. ¡Sal de tu gruta, que adorarte quiero, Sal de tu gruta, virgen sembradora, A sembrarme en el pecho tu lucero!. Ya está flotando el cuerpo de la aurora En la bandeja azul del océano Y la cara del cielo se colora. De carmín. Deja el vidrio de tu mano Disuelto en la alba urna de mi frente, Alga de nácar y cantadora en vano. Bajo el vergel azul de la corriente. ¡Gélidos desposorios submarinos Con el ángel barquero del relente. Y la luna del agua por padrinos! El mar, la tierra, el aire, mi sirena, Surcaré atado a los cabellos finos. Y verdes de tu álgida melena. Mis gallardetes blancos enarbola, ¡Oh marinero! ante la aurora llena. ¡Y ruede por el mar tu caracola! Rafael Alberti (1902-1999)
Elegía del niño marinero: [...] Tendió las redes, ¡qué pena!, por sobre la mar helada. Y pescó la luna llena, sola, en su red plateada. [...] ¿Qué harás, pescador de oro, allá en los valles salados del mar? ¿Hallaste el tesoro secreto de los pescados? ¡Deja, niño, el salinar del fondo, y súbeme el cielo de los peces, y, en tu anzuelo, mi hortelanita del mar! Marinero en tierra: Si mi voz muriera en tierra llevadla al nivel del mar y dejadla en la ribera. Llevadla al nivel del mar y nombradla capitana de un barco bajel de guerra. La amante: Castilla tiene castillos, pero no tiene una mar. pero sí una estepa grande, mi amor, donde guerrear. Mi pueblo tiene castillos, pero además una mar, un mar de añil y grande, mi amor, donde guerrear.
Rafael Alberti (1902-1999)
Definitiva soledad (fragmentos)
¿Oyes el mar? Eternamente estaremos escuchándolo. Lo llevaremos dentro como la sangre, como la paz como te llevo a ti misma. Todo, todo irá acabando: la tristeza, la vida, la soledad tan grande en que me has dejado. Sólo el mar, amor mío, el mar sigue existiendo. Me asomo: lo contemplo desde esta tarde lenta, desde esta fría y herrumbrosa baranda adonde no te asomas. Amor, no estás conmigo. ¿Ves el silencio en torno? Baja como las olas, me roza como el río de tu piel, se aleja para siempre. Tú, mar, eterno mar de mi sueño, sueño ya tú, lejana, irremediable.
José Albi (1922-2010)
Como la mar, los besos No importan los emblemas ni las vanas palabras que son un soplo sólo. Importa el eco de lo que oí y escucho. Tu voz, que muerta vive, como yo que al pasar aquí aún te hablo. Eras más consistente, más duradera, no porque te besase, ni porque en ti asiera firme a la existencia. Sino porque como la mar después que arena invade temerosa se ahonda. En verdes o en espumas la mar, se aleja. Como ella fue y volvió tú nunca vuelves. Quizá porque, rodada sobre playa sin fin, no pude hallarte. La huella de tu espuma, cuando el agua se va, queda en los bordes. Sólo bordes encuentro. Sólo el filo de voz que en mí quedara. Como un alga tus besos. Mágicos en la luz, pues muertos tornan.
Vicente Aleixandre (1898-1984)
Te quiero
Un lago en una isla eso es tu amor por mí, y mi amor te rodea como un inmenso mar de silencios azules; pero tienen también tus grandezas ocultas. Soy un niño de sal sobre tu falda; me sostienen tus prados submarinos, eres frondosa cumbre, eminencia visible de tu tierra profunda. Me enriquecen los ríos, y tu amor, ese lago corazón de la isla, es la fuente de todas las líquidas comarcas. Te haces querer. Te quiero. Mira mis blancas olas.
Manuel Altolaguirre (1905-1959)
Aymant Como a Bennvenuto Cellini -hacia quien experimento mayor inclinación de la que tengo por los otros maestros del Quattrocento-, me gusta vagar por la arena abandonada por la marea, recogiendo conchas, guijas Claude Lévi--Strauss
...Las viejas playas. A las que siempre algo te lleva. Como ningún otro latido del mundo, esas orillas... Caminas por el filo de las aguas. El sol que las traspasa, ese velo cristalino, y esas conchas medio enterradas en la arena, y esas cintas azules que la luz dibuja. No es tu memoria quien reconoce, donde existe depositada esa luz, esos colores, estas orillas transparentes, la sensación de la mar en tus dedos. Es una dicha sin pasado. Sólo su instante de exaltación, la Vida más allá de lo comprensible.
José María Álvarez (1942)
Yo me levantara, madre, mañanica de San Juan, vide estar una doncella ribericas de la mar. Sola lava y sola tuerce, sola tiende en un rosal; mientras los paños se enjugan dice la niña un cantar: -¿Dó los mis amores, dó los, ¿dó los andaré a buscar? Mar abajo, mar arriba, diciendo iba el cantar, peine de oro en las sus manos por sus cabellos peinar: -Dígasme tú, el marinero, sí, Dios te guarde de mal, si los viste mis amores, si los viste allá pasar. (Anónimo)
Van y vienen las olas, madre, a las orillas del mar, mi pena con las que vienen, mi bien con las que se van.
Mis penas son como ondas del mar, que unas se vienen y otras se van; de día y de noche guerra me dan.
¿No ves aquella barquilla en el mar dando vaivenes? Así está mi corazón cuando te llamo y no vienes.
Las penitas que yo siento son cual las olas del mar: que unas penitas se vienen y otras penitas se van.
(Anónimas)
¡Quién hubiera tal ventura sobre las aguas del mar como hubo el infante Arnaldos la mañana de San Juan! Andando a buscar la caza para su falcón cebar, vio venir una galera que a tierra quiere llegar; las velas trae de seda, la ejarcia de oro torzal, áncoras tiene de plata, tablas de fino coral. Marinero que la guía diciendo viene un cantar que la mar ponía en calma, los vientos hace amainar; los peces que andan al hondo arriba los hace andar, las aves que van volando, al mástil vienen posar. Allí habló el infante Arnaldos, bien oiréis lo que dirá: -Por tu vida, el marinero, dígasme ora ese cantar. Respondióle el marinero, tal respuesta le fue a dar: -Yo no digo mi canción sino a quien conmigo va. (Anónimo)
Mar
Bajo mi cama estáis, conchas, algas, arenas: comienza vuestro frío donde acaban mis sábanas. Rozaría una jábega con descolgar los brazos y su red tendería del palo de mesana de este lecho flotante entre ataúd y tina. Cuando cierro los ojos se me cubren de escamas. Cuando cierro los ojos, el viento del Estrecho pone olor de Guinea en la ropa mojada, pone sal en un cesto de flores y racimos de uvas verdes y negras encima de mi almohada, pone henchido el insomnio, y en un larguero entonces me siento con mi sueño a ver pasar el agua.
María Victoria Atencia (1931)
El mar y tú
El mar y tú. Tu dicha con su duro lento verter de espumas rescatadas. El mar y tú: mis playas frecuentadas por este afán de mar en que perduro. El mar me trae el ayer. Tú mi maduro presente enamorado. Tú enlazadas la dicha y la congoja. El mar trenzadas la gloria y la agonía de ser puro. Tengo en ti, amor, la prueba de este canto que pena como el mar; que su alegría logra para vivir en tu pureza. Tu espuma y él. Tu risa y su quebranto. Que amor sin mar y mar sin agonía no son cimas logradas de grandeza.
Enrique Azcoaga (1912-1985)
Palabras escritas en la arena por un inocente Nunca comprendo nada y ahora comprendo menos que nunca. Pero tengo la arena del mar, sueño, para escribir el sueño de los dedos. Y soy tan sólo el niño olvidado inocente durmiéndose en la arena. Gastón Baquero (1914-1997)
Un hemisferio en una cabellera:
Tus cabellos contienen todo un ensueño lleno de velas y de mástiles; contienen vastos mares, cuyos monzones me llevan a climas de encanto, en que el espacio es más azul y más profundo, en que la atmósfera está perfumada por los frutos, por las hojas y por la piel humana. En el océano de tu cabellera entreveo un puerto en que pululan cantares melancólicos, hombres vigorosos de toda nación y navíos de toda forma, que recortan sus arquitecturas finas y complicadas en un cielo inmenso en que se repantiga el eterno calor.
Charles Baudelaire (1821-1827) Poemas en prosa, XVII
Gigante ola que el viento riza y empuja en el mar y rueda y pasa y se ignora quĂŠ playa buscando va.
Dos rojas lenguas de fuego Dos olas que vienen juntas a morir sobre una playa y que al romper se coronan con un penacho de plata.
Gustavo A. BĂŠcquer (1836-1870)
Castillos de arena ¿Por qué no me dijiste que estabas construyendo ese castillo de arena? Hubiera sido tan hermoso poder entrar por su pequeña puerta, recorrer sus salados corredores, esperarte en los cuadros de conchas, hablándote desde el balcón con la boca llena de espuma blanca y transparente como mis palabras, esas palabras livianas que te digo, que no tienen más que el peso del aire entre mis dientes. Es tan hermoso contemplar el mar. Hubiera sido tan hermoso el mar desde nuestro castillo de arena, relamiendo el tiempo con la ternura honda y profunda del agua, divagando sobre las historias que nos contaban cuando, niños, éramos un solo poro abierto a la naturaleza. Ahora el agua se ha llevado tu castillo de arena en la marea alta. Se ha llevado las torres, los fosos, la puertecita por donde hubiéramos pasado en la marea baja, cuando la realidad está lejos y hay castillos de arena sobre la playa...
Gioconda Belli (1948)
Mucho más grave
[...] Porque con estas o con otras palabras, quiero decir que no sos tan solo, la querida muchacha que sos, sino también las espléndidas o cautelosas mujeres que quise o quiero. Porque gracias a vos he descubierto, (dirás que ya era hora y con razón), que el amor es una bahía linda y generosa, que se ilumina y se oscurece, según venga la vida, una bahía donde los barcos llegan y se van, llegan con pájaros y augurios, y se van con sirenas y nubarrones. Una bahía linda y generosa, Donde los barcos llegan y se van Pero vos, Por favor, No te vayas.
Mario Benedetti (1909-2009)
Égloga del naufragio
Tan oscuras las estrellas -en nuestros ojos, naufragiotejen las playas de noche -en los recuerdos, naufragioque dejan en nuestra sangre -última espuma, naufragiollantos de cristal sombrío, herida carne del llanto. [...]
Germán Bleiberg (1915-1990)
Irme, quiero, madre,
Es tirana ley,
a aquella galera,
del niño señor,
con el marinero
que por un amor
a ser marinera.
se deseche un rey.
Madre, si me fuere
Pues de esta manera
do quiera que voy,
quiere, irme quiero
no lo quiero yo,
por un marinero
que el Amor lo quiere.
a ser marinera.
Aquel niño fiero,
Decid ondas ¿cuándo
hace que me muera,
vistes vos doncella,
por un marinero,
siendo tierna y bella,
a ser marinera.
andar navegando?
El que todo puede
Mas ¿qué no se espera
madre no podrá,
de aquel niño fiero?
pues el alma va,
Vea yo a quien quiero:
que el cuerpo se quede.
sea marinera.
Con él por quien muero voy, porque no muera, que si es marinero, seré marinera.
Luis de Camôes (1524-1580)
Dulce tumba
Junto a la orilla de este mar quisiera a la sombra morir de su hermosura, entreabiertos los labios, y esta dura melancolía hiriendo el sol de fuera. Como otro pino más de la ribera quisiera allí soñar. Allí mi impura sangre desnudará su rama oscura y allí la tendrá el aire prisionera. A flor de arena el cuerpo amortecido, allí el vívido azul de la bahía hermoseará su sombre y su latido. Y el eco oiré, cual una melodía, de unos pies al pasar, ya en dulce olvido de tu hermosura, oh playa triste y mía.
José Luis Cano (1911-1999)
Margarita
Sedientas las arenas, en la playa sienten del sol los besos abrasados, y no lejos, las ondas, siempre frescas, ruedan pausadamente murmurando. Pobres arenas, de mi suerte imagen: no sé lo que me pasa al contemplaros, pues como yo sufrís, secas y mudas, el suplicio sin término de Tántalo. Pero ¿quién sabe...? Acaso luzca un día en que, salvando misteriosos límites, avance el mar y hasta vosotras llegue a apagar vuestra sed inextinguible. ¡Y quién sabe también si tras de tantos siglos de ansias y anhelos imposibles, saciará al fin su sed el alma ardiente donde beben su amor los serafines!
Rosalía de Castro ((1837-1885)
Tus gritos y mis gritos en el alba
Tus gritos y mis gritos en el alba. Nuestros blancos caballos corriendo con un polvo de luz sobre la playa. Tus labios y mis labios de salitre. Nuestras rubias cabezas desmayadas. Tus ojos y mis ojos, tus manos y mis manos. Nuestros cuerpos escurridizos de algas. ยกOh amor, amor! Playas del alba.
Gabriel Celaya (1911-1991)
El mar me pertenece lo hago pasar entero entre mis manos ávidas. Lo acaricio le doy la única mirada sencilla que me queda la que aún no han manchado ni el miedo ni la muerte. Mar limpio entre mis dedos goteando esperanzas porque sostiene aún un velamen con brisa. Mar de todos los mares hoy contemplo en su espuma otros mares antiguos: aquel de mi primer contacto con las playas y el de aquellas lecturas codiciosas e incómodas bajo algún tamarindo. y aquel otro del trópico sin huellas de turistas con esa pulpa tierna que ofrece el cocotero. Quiero olvidar aquí lo que sucedió anoche. el mar no tiene culpa. Es dócil, mío, puro, es un lebrel que lame mis plantas mansamente.
Ernestina de Champourcín (1905-1999)
Caracol
En la playa he encontrado un caracol de oro macizo y recamado de las perlas más finas; Europa le ha tocado con sus manos divinas cuando cruzó las ondas sobre el celeste toro. He llevado a mis labios el caracol sonoro y he suscitado el eco de las dianas marinas. Le acerqué a mis oídos y las azules minas me han contado en voz baja su secreto tesoro. Así la sal me llega de los vientos amargos que en sus hinchadas velas sintió la nave Argos cuando amaron los astros el sueño de Jasón; y oigo un rumor de olas y un incógnito acento y un profundo oleaje y un misterioso viento... (El caracol la forma tiene de un corazón.)
Rubén Darío (1867-1916)
Calma
Este silencio, blanco, ilimitado, este silencio del mar tranquilo, inm贸vil, que de pronto rompen los leves caracoles por un impulso de la brisa, Se extiende acaso de la tarde a la noche, se remansa tal vez por la arenilla de fuego, la infinita playa desierta, de manera que no acaba, quiz谩s, este silencio, nunca?
Eliseo Diego (1920-1994)
Sucesiva
Déjame acariciarte lentamente, déjame lentamente comprobarte, ver que eres de verdad, un continuarte de ti misma a ti misma extensamente. Onda tras onda irradian de tu frente y mansamente, apenas sin rizarte, rompen sus diez espumas al besarte de tus pies en la playa adolescente. Así te quiero, fluida y sucesiva, manantial tú de ti, agua furtiva, música para el tacto perezosa. Así te quiero, en límites pequeños, aquí y allá, fragmentos, lirio, rosa, y tu unidad después, luz de mis sueños.
Gerardo Diego (1896-1987)
Capricornio en el paseo marítimo
Mira la tarde, mira qué canción multicolor: las mobylettes felices como estrellas fugaces, quinceañeras azules con bermudas y suspensos, gaviotas acariciando el tiempo, la playa allá como una bienvenida... ¿Cuánto le habrá costado al Universo, cuántos siglos, abrazos, guerras... este momento? Apiádate. No sueltes en medio de esta hora el paquidermo mustio de tu filosofía.
Miguel D'Ors (1946)
Un Barco de Sueños Lleno de naranjas un barco navega, lleno de naranjas un barco navega, el viento gigante sopla en sus velas, el viento gigante sopla en sus velas, sopla en sus velas el viento del este, sopla en sus velas el viento del este, llegan a una playa, blanca y transparente, llegan a una playa, blanca y transparente. Navega barco velero deja que los niños te llenen de sueños navega barco de oro deja que los niños guarden tu tesoro. Barco navega y encalla en la playa, barco navega y encalla en la playa, el rey le saluda, desde su atalaya, el rey le saluda, desde su atalaya, el rey le ha pedido mientras le saluda, el rey le ha pedido mientras le saluda, dame una naranja y el ritmo de Cuba, dame una naranja y el ritmo de Cuba, Navega barco velero deja que los niños te llenen de sueños navega barco de oro deja que los niños guarden tu tesoro.
Jorge Dréxler
El bote viejo Bajo brillante niebla, de saladas actinias cubierto, amaneció en la playa, un bote viejo. Con arena, se mira la banda de sus bateleros, y en la quilla verdosos calafateos. Bote triste, yacente, por los moluscos horadado; ha venido de ignotos muelles amargos. Apareció en la bruma y en la armonía de la aurora; trajo de los rompientes doradas conchas. A sus bancos remeros, a sus amarillentas sogas, vienen los cormoranes y las gaviotas. Los pintorescos niños, cuando dormita la marea lo llenan de cordajes y de banderas. Los novios, en la tarde, en su alta quilla se recuestan; y a los vientos marinos, de amor se besan. Mas el bote ruinoso de las arenas del estuario, ansía los distantes muelles dorados. Y en la profunda noche, en fino tumbo abrillantado, partió el bote muriente a los puertos lejanos.
José María Eguren (1874-1942)
Canción del pirata Con diez cañones por banda, viento en popa a toda vela, no corta el mar, sino vuela un velero bergantín: bajel pirata que llaman por su bravura el Temido, en todo el mar conocido del uno al otro confín. La luna en el mar riela, en la lona gime el viento, y alza en blando movimiento olas de plata y azul; y ve el capitán pirata, cantando alegre en la popa, Asia a un lado, al otro Europa y allá a su frente Stambul. "Navega velero mío, sin temor, que ni el enemigo navío, no tormenta ni bonanza, tu rumbo a torcer alcanza, ni a sujetar tu valor. "Veinte presas hemos hecho a despecho del inglés, y han rendido sus pendones cien naciones a mis pies. "Que es mi barco mi tesoro, que es mi Dios la libertad, mi ley la fuerza del viento, mi única patria la mar.
"Allá muevan feroz guerra ciegos reyes por un palmo más de tierra: que yo tengo aquí por mío cuanto abarca el mar bravío, a quien nadie impuso leyes. "Y no hay playa sea cual quiera, ni bandera de esplendor, que no sienta mi derecho y dé pecho a mi valor. "Que es mi barco mi tesoro... "A la voz de '¡barco viene!' es de ver cómo vira y se previene a todo trapo a escapar: que yo soy el rey del mar, y mi furia es de temer. "En las presas yo divido lo cogido por igual: sólo quiero por riqueza la belleza sin rival. "Que es mi barco mi tesoro... "¡Sentenciado estoy a muerte! Yo me río: no me abandone la suerte, y al mismo que me condena, colgaré de alguna antena, quizá en su propio navío.
"Y si caigo, ¿qué es la vida? Por perdida ya la di cuando el yugo del esclavo, como un bravo, sacudí. "Que es mi barco mi tesoro... "Son mi música mejor aquilones; el estrépito y temblor de los cables sacudidos, del negro mar los bramidos y el rugir de mis cañones. "Y del trueno al son violento, y del viento al rebramar, yo me duermo sosegado. Arrullado por el mar. "Que es mi barco mi tesoro, que es mi Dios la libertad, mi ley la fuerza del viento, mi única patria la mar".
José de Espronceda (1808-1842)
Isla ignorada (fragmento) Soy como esa isla que ignorada, late acunada por árboles jugosos, -en el centro de un mar que no me entiende, rodeada de NADA, sola sólo-. Hay aves en mi isla relucientes, y pintadas por ángeles pintores, hay fieras que me miran dulcemente, y venenosas flores. Hay arroyos poetas y voces interiores de volcanes dormidos. Quizá haya algún tesoro muy dentro de mi entraña. ¡Quién sabe si yo tengo diamante en mi montaña, o tan sólo un pequeño pedazo de carbón! Los árboles del bosque de mi isla, sois vosotros mis versos. ¡Qué bien sonáis a veces si el gran músico viento os toca cuando viene del mar que me rodea!
Gloria Fuertes (1917-1998)
Septiembre (fragmento)
Me dices que es absurdo el universo, que la vida carece de sentido. Pero no es un sentido lo que busco, cualquier explicaci贸n o una promesa, sino el estar aqu铆 y a la deriva: una simple botella que en la playa aguarda la marea.
Vicente Gallego (1963)
Galán
[...] Él piensa: Ah, caminar a solas bebiendo tu embeleso por el vientre sombrío de la playa donde el mar, a nuestros pies descalzos, rompe en astros su voz amarga y su desdén. Un rumor de guitarras perezosas en los puertos azules donde la palma florecida mece, ebria, su danza lánguida nos dirá que el amor es tan sólo un sorbo de verano. [...]
Pablo García Baena (1923)
QuĂŠ libre campo es el mar. Nadie lo asurca ni siembra, ni tiene majanos blancos, ni tiene lindes ni cercas. Fruto es el peje en la barca, si el campesino lo pesca; hay que adentrarse sin miedo, hay que meterse en la brega, hay que bogar duramente contra el viento y la marea, bajo el sol que no perdona, bajo la noche sin tregua.
Fernando GarcĂa-Ramos
Arde el mar
Oh ser un capitán de quince años viejo lobo marino las velas desplegadas las sirenas de los puertos y el hollín y el silencio en las barcazas las pipas humeantes de los armadores pintados al óleo las huelgas de los cargadores las grúas paradas ante el cielo de zinc los tiroteos nocturnos en la dársena fogonazos un cuerpo en las aguas con sordo estampido el humo en los cafetines Dick Tracy los cristales empañados la música zíngara los relatos de pulpos serpientes y ballenas de oro enterrado y de filibusteros Un mascarón de proa el viejo dios Neptuno Una dama en las Antillas ríe y agita el abanico de nácar bajo los cocoteros.
Pere Gimferrer (1945)
Amarrado al duro banco de una galera turquesca, ambas manos en el remo y ambos ojos en la tierra, un forzado de Dragut en la playa de Marbella se quejaba al ronco son del remo y de la cadena: "¡Oh sagrado mar de España, famosa playa serena, teatro donde se han hecho cien mil navales tragedias! pues eres tú el mismo mar que con tus crecientes besas las murallas de mi patria, coronadas y soberbias, tráeme nuevas de mi esposa, y dime si han sido ciertas las lágrimas y suspiros que me dice por sus letras; porque si es verdad que llora mi cautiverio en tu arena, bien puedes al mar del Sur vencer en lucientes perlas. Dame ya, sagrado mar a mis demandas respuesta, que bien puedes, si es verdad que las aguas tienen lenguas; pero, pues no me respondes, sin duda alguna que es muerta, aunque no lo debe ser pues que vivo yo en su ausencia. Pues he vivido diez años sin libertad y sin ella, siempre al remo condenado, a nadie matarán penas". En esto se descubrieron de la Religión seis velas, y el cómitre mandó usar al forzado de su fuerza. Luis de Góngora (1561-1627)
Alga quisiera ser
Alga quisiera ser, alga enredada, en lo mテ。s suave de tu pantorrilla. Soplo de brisa contra tu mejilla. Arena leve bajo tu pisada.
テ]gel Gonzテ。lez (1925-2008)
El negro mar La noche morada sueña sobre el mar; la voz de los pescadores mojada en el mar; sale la luna chorreando del mar. El negro mar. Por entre la noche un son, desemboca en la bahía; por entre la noche un son. Los barcos lo ven pasar, por entre la noche un son, encendiendo el agua fría. Por entre la noche un son, por entre la noche un son, por entre la noche un son. . . El negro mar. -Ay, mi mulata de oro fino, ay, mi mulata de oro y plata, con su amapola y su azahar, al pie del mar hambriento y masculino, al pie del mar.
Nicolás Guillén (1902-1989)
Los muertos (fragmento) Dime qué buscas, mar, qué es lo que busco cuando temblando de la orilla huyes, cuando temblando del amor me alzo, cuando la mano en mis entrañas hundo y golpeo sobre ellas como un látigo cuando royendo la caverna oscura te rompes con horror contra un peñasco o ya en la calma de una tarde triste acaricias, soñando, antiguas playas...
José Luis Hidalgo (1919-1947)
Solitario, mudo, ceñidas las sienes de hojas otoñales. En la boca reseca el gusto de la sal de todos los mares. La sal que dejaron las olas de los días al derrumbarse.
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Es una historia que comienza en una orilla del Atlántico. Continúa en un camarote de tercera, sobre las olas -sobre las nubes- de las tierras sumergidas ante Platón.
José Hierro (1922-2002)
Monumento al mar (fragmentos) He aquí el mar El mar donde viene a estrellarse el olor de las ciudades Con su regazo lleno de barcas y peces y otras cosas alegres Esas barcas que pescan a la orilla del cielo Esos peces que escuchan cada rayo de luz Esas algas con sueños seculares Y esa ola que canta mejor que las otras He aquí el mar El mar que se estira y se aferra a sus orillas El mar que envuelve las estrellas en sus olas El mar con su piel martirizada Y los sobresaltos de sus venas Con sus días de paz y sus noches de histeria Y al otro lado qué hay al otro lado Qué escondes mar al otro lado El comienzo de la vida largo como una serpiente O el comienzo de la muerte más honda que tú mismo Y más alta que todos los montes Qué hay al otro lado La milenaria voluntad de hacer una forma y un ritmo O el torbellino eterno de pétalos tronchados He ahí el mar El mar abierto de par en par He ahí el mar quebrado de repente Para que el ojo vea el comienzo del mundo He ahí el mar De una ola a la otra hay el tiempo de la vida De sus olas a mis ojos hay la distancia de la muerte
Vicente Huidobro (1893-1948)
Atlántico Océano que te abres lo mismo que una mano A todos los viajeros y a todos los marinos: Tan sólo para mí eres puño cerrado, Para mí solamente tú no tienes caminos. Jamás balanceará tu lomo milenario La nave que me lleve desde esta tierra mía, Ondulada y menuda, a las tierras que sueña Mi juventud inmóvil y mi melancolía. ¡Ah! Océano Atlántico multicolor y ancho Cual un cielo caído entre el hueco de un mar: Te miro como un fruto que no he de morder nunca O como un campo rico que nunca he de espigar. ¡Ah! océano Atlántico, fiel leopardo que lames Mis dos pies que encadenan el amor y la vida: Haz que un día se sacien sobre tu flanco elástico Esta ansiedad constante y este afán de partida.
Juana de Ibarbourou (1892-1979)
¡Oh corazón pequeño y puro mayor que el mar, más fuerte en tu leve latir que el mar sin fondo, de hierro, frío, sombra y grito! ¡Oh mar, mar verdadero; por ti es por donde voy -¡gracias, alma!- al amor!
En ti estás todo, mar, y sin embargo, ¡qué sin ti estás, qué solo, qué lejos, siempre, de ti mismo! Abierto en mil heridas, cada instante, cual mi frente, tus olas van, como mis pensamientos, y vienen, van y vienen, besándose, apartándose, en un eterno conocerse, mar, y desconocerse. Eres tú, y no lo sabes, tu corazón te late y no lo siente... ¡Qué plenitud de soledad, mar sólo! Juan Ramón Jiménez (1881-1956)
Romance de La Lirio (fragmentos)
-¿Dónde está mi blanca novia, dónde está que no la veo? (Un barco en la madrugada se va perdiendo a lo lejos...) -¿Dónde está "la Lirio", dónde, que yo sin verla me muero? (Mocito, busca otra novia porque esa tiene ya dueño y va en un trono de espuma navegando mar adentro...) *** Caminito de las Indias un barco se va perdiendo. "La Lirio" corta sus trenzas con tijeritas de acero, llenando el mar de suspiros y el aire de juramentos, mientras que, roto, en la playa -veleta de amores muertos-, clavando su desengaño en la Rosa de los Vientos, moreno de sal y luna, llora y llora un marinero. Rafael de León (1908-1982)
Poemas sin nombres. LXI
Rodeada de mar por todas partes, soy isla asida al tallo de los vientos... Nadie escucha mi voz, si rezo o grito: Puedo volar o hundirme... Puedo, a veces, morder mi cola en signo de Infinito. Soy tierra desgajándome... Hay momentos en que él me ciega y me acobarda, en que el agua es la muerte donde floto... Pero abierta a mareas y a ciclones, hinco en el mar raíz roto. Crezco del mar y muero de él... Me alzo ¡para volverme en nudos desatados...! ¡Me come un mar batido por las alas de arcángeles sin cielo, naufragados!
Dulce María Loynaz (1902-1997)
Alfonsina y el mar Por la blanda arena que lame el mar su pequeña huella no vuelve más. Un sendero solo de pena y silencio llegó hasta el agua profunda. Un sendero solo de penas mudas llegó hasta las espumas. Sabe Dios qué angustia te acompañó qué dolores viejos calló tu voz para recostarte arrullada en el canto de las caracolas marinas la canción que canta en el fondo oscuro del mar la caracola. Te vas Alfonsina con tu soledad ¿qué poemas nuevos fuiste a buscar? Y una voz antigua de viento y de mar te requiebra el alma y la está llamando y te vas, hacia allá como en sueños, dormida Alfonsina, vestida de mar. Cinco sirenitas te llevarán por caminos de algas y de coral Tus fosforescentes caballos marinos harán una ronda a tu lado, y los habitantes del agua van a jugar pronto a tu lado. Bájame la lámpara un poco más déjame que duerma nodriza en paz. Y si llama él no le digas que estoy dile que Alfonsina no vuelve. Y si llama él no le digas nunca que estoy dile que me he ido.
Félix Luna (1925-2009)
Al andar se hace camino, y al volver la vista atrรกs se ve la senda que nunca se ha de volver a pisar. Caminante no hay camino sino estelas en la mar.
Todo pasa y todo queda, pero lo nuestro es pasar, pasar haciendo caminos, caminos sobre la mar.
Antonio Machado (1875-1939)
Soledades
Y cuando llegue el día del último viaje, y esté al partir la nave que nunca ha de tornar, me encontraréis a bordo, ligero de equipaje, casi desnudo, como los hijos de la mar.
A orillas del Duero
Señor, ya me arrancaste lo que yo más quería. Oye otra vez, Dios mío, mi corazón clamar. Tu voluntad se hizo, Señor, contra la mía, Señor, ya estamos solos mi corazón y el mar.
Antonio Machado (1875-1939)
Era un suspiro lánguido y sonoro la voz del mar aquella tarde... El día, no queriendo morir, con garras de oro de los acantilados se prendía. Pero su seno el mar alzó potente, y el sol, al fin, como en soberbio lecho, hundió en las olas la dorada frente, en una brasa cárdena deshecho. Para mi pobre cuerpo dolorido, para mi triste alma lacerada, para mi yerto corazón herido, para mi amarga vida fatigada... ¡el mar amado, el mar apetecido, el mar, el mar y no pensar en nada!...
Manuel Machado (1874-1947)
Ancho es el mar
Ancho es el mar; él ha de separamos; quedarán nuestras almas enlazadas. Como un último retrato, en nuestros ojos impresas lucirán nuestras miradas. El barco en que he de ir está en el puerto; a éste seguirá otro en que tú vayas. Te esperarán mis brazos, no se en dónde... tal vez en algún puerto... en una playa..!
Concha Méndez (1898-1986)
Mediterráneo
Antiguo, estoy embriagado por la voz que brota de tus bocas cuando se abren como verdes campanas y se repelen hacia atrás, disolviéndose. La casa de mis veranos juveniles -lo sabes- estaba a tu lado allá en la tierra donde el sol calcina y oscurecen el aire los mosquitos. Hoy como entonces ante ti permanezco inmóvil, mar, mas no me creo digno ya de la solemne admonición de tu aliento. Me dijiste primero que el pequeño fermento de mi corazón no era sino un instante del tuyo, que en el fondo de mí estaba tu arriesgada ley: ser enorme y diverso y fijo al mismo tiempo, para librarme así de toda suciedad, como tú cuando arrojas a tus playas entre estrellas de mar, corchos y algas las inútiles sobras de tu abismo.
Eugenio Montale (1896-1981)
El olor y la mirada. [...] Tu olor de cabellera bajo el agua azul con peces negros y estrellas de mar y estrellas de cielo bajo la nieve incalculable de tu mirada Tu mirada de holoturia de ballena de pedernal de lluvia de diarios de suicidas húmedos los ojos de tu mirada de pie de madrépora Esponja diurna a medida que el mar escupe ballenas enfermas y cada escalera rechaza a su viandante como la bestia apestada que puebla los sueños del viajero
César Moro (1903-1956)
Amo el amor de los marineros que besan y se van. Dejan una promesa y no vuelven nunca mรกs. En cada puerto una mujer espera; los marineros besan y se van. Una noche se acuestan con la muerte en el lecho del mar.
Pablo Neruda (1904-1973)
Oda al mar (fragmentos) Aquí en la isla el mar y cuánto mar se sale de sí mismo a cada rato, dice que sí, que no, que no, que no, que no, dice que sí, en azul, en espuma, en galope, dice que no, que no. No puede estarse quieto, me llamo mar, repite pegando en una piedra sin lograr convencerla, entonces con siete lenguas verdes de siete perros verdes, de siete tigres verdes, de siete mares verdes, la recorre, la besa, la humedece y se golpea el pecho repitiendo su nombre. Oh mar, así te llamas, oh camarada océano, no pierdas tiempo y agua, no te sacudas tanto, ayúdanos, somos los pequeñitos pescadores, los hombres de la orilla, tenemos frío y hambre eres nuestro enemigo, no golpees tan fuerte, no grites de ese modo, abre tu caja verde y déjanos a todos en las manos tu regalo de plata: el pez de cada día. Pablo Neruda (1904-1973)
Flores en el mar Hay flores en el mar, hay flores en el mar. En el borde de tu falda hoy te vienen a entregar, madre fuerza de las aguas, flores blancas en el mar. Hay flores en el mar, hay flores en el mar. En el borde de tus barcas una tenue claridad, y en los ojos de tus hijos se te puede adivinar. Hay flores en el mar, hay flores en el mar. Hay flores en el mar, hay flores en el mar. Se van las barcas de Iemanjá, se van las barcas de Iemanjá. En el borde de tus aguas hay un murmullo de sal, son aladas tus espumas, es salado tu cantar. Hay flores en el mar, hay flores en el mar. (Todos saben que en febrero crecen flores en el mar) (Quién no sabe que en febrero crecen flores en el mar)
Rubén Olivera
El pulpo
Oscuro dios de las profundidades, helecho, hongo, jacinto, entre rocas que nadie ha visto, allí, en el abismo, donde al amanecer, contra la lumbre del sol, baja la noche al fondo del mar y el pulpo le sorbe con las ventosas de sus tentáculos tinta sombría. Qué belleza nocturna su esplendor si navega en lo más penumbrosamente salobre del agua madre, para él cristalina y dulce. Pero en la playa que infestó la basura plástica esa joya carnal del viscoso vértigo parece un monstruo; y están matando / a garrotazos / al indefenso encallado. Alguien lanzó un arpón y el pulpo respira muerte por la segunda asfixia que constituye su herida. De sus labios no mana sangre: brota la noche y enluta el mar y desvanece la tierra, muy lentamente, mientras el pulpo se muere.
José Emilio Pacheco (1939)
Un sueño
[...] Frente a la mar rugiente que castiga esta rompiente tengo en la palma apretada granos de arena dorada. ¡Son pocos! Y en un momento se me escurren y yo siento surgir en mí este lamento: ¡Oh Dios! ¿Por qué no puedo retenerlos en mis dedos? ¡Oh Dios! ¡Si yo pudiera salvar uno de la marea! ¿Hasta nuestro último empeño es sólo un sueño dentro de un sueño?
Edgar Allan Poe (1809-1849)
El pecado [...] Entonces conseguiste llegar hasta la playa y allí, junto a lo libre, para que todo acabara de una vez, para no seguir siendo una niña distinta, una niña lacrada, te hincaste de rodillas en la linde de la marea, y te bañaste poco a poco, y te bañaste lustralmente, para lavar entre las olas ese pecado que es más viejo que el mundo, ese pecado que nunca echa raíces, ese pecado virgen que consiste en no ser culpable y nadie quiere perdonar.
Luis Rosales (1910-1982)
Las bodas del mar Ya acudes a tu cita misteriosa con el inquieto mar, luna constante, y asoma las playas de Levante, hostia de luz, tu cara milagrosa. En la onda azul, cual nacarada rosa, se abre tu seno con pasión de amante, y dibuja un reguero rutilante tu pie sobre la espuma en que se posa. El agua, como un tálamo amoroso, te ofrece sus cristales movedizos donde tiendes tu cuerpo luminoso. Y al ostentar desnuda tus hechizos, el mar, con un abrazo tembloroso, te envuelve en haz de onduladores rizos... El copo Tíñese el mar de azul y de escarlata; el sol alumbra su cristal sereno, y circulan los peces por su seno como ligeras góndolas de plata. La multitud que alegre se desata corre a la playa de las ondas freno, y el musculoso pescador moreno la malla coge que cautiva y mata. En torno de él la muchedumbre grita, que alborozada sin cesar se agita doquier fijando la insegura huella. Y son portento de belleza suma: la red, que sale de la blanca espuma: y el pez, que tiembla prisionero en ella.
Salvador Rueda (1857-1933)
Un niño miraba el mar
De tierra adentro tu ancho corazón, tu estar serena. ¿Pero has visto el mar? Te contaré que soy el mar y puedes creerme. Allá en mi patria, cuando había un niño solo junto al mar, viniste. Como la ola de la playa, alegre entrabas por mi corazón, lo mismo que la ola en la playa. Y era yo, con mis castillos en la arena, era yo quien te recibía y te ponía nombre de ave. Con el agua azul te bautizaba: «'Tú serás la flor, la golondrina que va y viene». ¡Cómo voló tu corazón en torno mío! De mar adentro. Y ya te conocía, pluma de ave que se va, campana que ahora suena. Es ahora. ¿y aún no has visto el mar? Yo soy el mar. Puedes creerme. Como la ola de la playa, puedes, debes creerme así. Vuelen tus alas, sufra la luz el roce de tu cuerpo, y yo en lo hondo de tu cuerpo viva, hondo muchacho que una tarde buena se acercó a ti, se emocionó a tu lado.
Carlos Sahagún (1938)
Mar adentro Mar adentro, mar adentro. Y en la ingravidez del fondo donde se cumplen los sueños se juntan dos voluntades para cumplir un deseo. Un beso enciende la vida con un relámpago y un trueno y en una metamorfosis mi cuerpo no es ya mi cuerpo, es como penetrar al centro del universo. El abrazo más pueril y el más puro de los besos hasta vernos reducidas en un único deseo. Tu mirada y mi mirada como un eco repitiendo, sin palabras 'más adentro', 'más adentro' hasta el más allá del todo por la sangre y por los huesos. Pero me despierto siempre y siempre quiero estar muerto, para seguir con mi boca enredada en tus cabellos.
Ramón Sampedro (1943-1998)
El mar estaba lejos El mar estaba lejos. Pero en el aire húmedo de la mañana se percibía un vago olor salado y rumoroso. Fue entonces cuando el hombre despertó. Guardó en su pecho las hermosas imágenes del sueño y emprendió su camino. Atrás fueron quedando las ciudades, los pueblos, las aldeas que el afán de los hombres levantara. Atravesó también bosques umbrosos, tierras resecas, valles pensativos. Pasaron muchas horas. Y ya el sol último arrojaba los restos de su incendio a las cimas de los montes más altos. Y el caminante se adentró en la noche como un dios en su soledad. Ahora la luna brilla en el centro del cielo y su plena mirada contempla con amor la juventud del hombre y su quimera. El mar estaba aún lejos. Pero ya podía oírse su canción misteriosa. La madrugada refrescaba las sienes fatigadas del hombre, que siguió caminando y advirtió una presencia humana en la lejana orilla. Una hermosa muchacha lo veía acercarse: eran grandes sus ojos; su cabello, oscuro como el viento nocturno: su cuerpo, silvestre y frágil. Intensamente se miraron, y el silencio les hizo comprenderse. Abandonaron sus ropas en la arena y juntos penetraron en las oscuras aguas.
Eloy Sánchez Rosillo (1948)
Oh mar, enorme mar, corazón fiero De ritmo desigual, corazón malo, Yo soy más blanda que ese pobre palo Que se pudre en tus ondas prisionero.
Oh mar, dame tu cólera tremenda, Yo me pasé la vida perdonando, Porque entendía, mar, yo me fui dando: "Piedad, piedad para el que más ofenda"… …Mar, yo soñaba ser como tú eres, Allá en las tardes que la vida mía Bajo las horas cálidas se abría... Ah, yo soñaba ser como tú eres. Mírame aquí, pequeña, miserable, Todo dolor me vence, todo sueño; Mar, dame, dame el inefable empeño De tornarme soberbia, inalcanzable. Dame tu sal, tu yodo, tu fiereza, ¡Aire de mar!... ¡Oh tempestad, oh enojo! Desdichada de mí, soy un abrojo, Y muero, mar, sucumbo en mi pobreza. Y el alma mía es como el mar, es eso, Ah, la ciudad la pudre y equivoca Pequeña vida que dolor provoca, ¡Que pueda libertarme de su peso!...
Alfonsina Storni (1892-1938)
Yo en el fondo del mar En el fondo del mar hay una casa de cristal. A una avenida de madréporas da. Un gran pez de oro, a las cinco, me viene a saludar. Me trae un rojo ramo de flores de coral. Duermo en una cama un poco más azul que el mar. Un pulpo me hace guiños a través del cristal. En el bosque verde que me circunda -din don... din danse balancean y cantan las sirenas de nácar verdemar. Y sobre mi cabeza arden, en el crepúsculo, las erizadas puntas del mar.
Alfonsina Storni (1892-1938)
Gitanjali
En las playas de todos los mundos, se reúnen los niños. El cielo infinito se en calma sobre sus cabezas; el agua, impaciente, se alborota. En las playas de todos los mundos, los niños se reúnen, gritando y bailando. Hacen casitas de arena y juegan con las conchas vacías. Su barco es una hoja seca que botan, sonriendo, en la vasta profundidad. Los niños juegan en las playas de todos los mundos. No saben nadar; no saben echar la red. Mientras el pescador de perlas se sumerge por ellas, y el mercader navega en sus navíos, los niños recogen piedritas y vuelven a tirarlas. Ni buscan tesoros ocultos, ni saben echar la red. El mar se alza, en una carcajada, y brilla pálida la playa sonriente. Olas asesinas cantan a los niños baladas sin sentido, igual que una madre que meciera a su hijo en la cuna. El mar juega con los niños, y, pálida, luce la sonrisa de la playa. En las playas de todos los mundos, se reúnen los niños. Rueda la tempestad por el cielo sin caminos, los barcos naufragan en el mar sin rutas, anda suelta la muerte, y los niños juegan. En las playas de todos los mundos, se reúnen, en una gran fiesta, todos los niños.
R. Tagore (1861-1941)
Al mar - En metáfora de un caballo: Espumoso caballo en quien procura ser señal, como estrella, el norte frío; carreras se le imponen a tu brío y pasos se le miden a tu altura. Formidable relincho es tu voz dura; tienes, con extendido señorío, una torcida crin en cada río y en cada fuerte puerto una herradura. Haces mil caracoles de contino; paras fiel a la calma que te enfrena y pisas lo que abate tu camino. Pícate espuela el aire que te llena; el hombre te inventó silla de pino y Dios te señaló freno de arena.
Francisco de la Torre (¿1534 - 1594?)
Mar antiguo Dejé la estepa cansado y aturdido; pasto de la ansiedad. No hay otros mundos pero sí hay otros ojos, aguas tranquilas en las que fondear. Mar antiguo, madre salvaje, de abrigo incierto que acuna el olivar. Muge mi alma confusa y triste; ojos azules en los que naufragar. Te he echado tanto de menos patria pequeña y fugaz; que al llegar cruel del norte el huracán no se apague en tu puerto el hogar. Mar antiguo, madre salvaje, en tus orillas de rodillas rezaré. Tierra absurda que me hizo absurdo, nostalgia de un futuro azul en el que anclar. Triste y cansado, con los viejos amigos el vino y el cantar; mientras quede un olivo en el olivar y una vela latina en el mar. Viejos dioses olvidados mantenednos libres de todo mal. Mar antiguo, dios salvaje de la encina y del gris olivar.
El último de la fila
ÍNDICE a) Introducción necesaria, por Juan Cruz y Mediterráneo de Joan Manuel Serrat (2, 3) b) Índice de los autores de los textos por orden alfabético y número de página en la que aparecen: Rosana Acquaroni (4)
José Luis Cano (26)
Rafael Alberti (5,6,7,8,9)
Rosalía de Castro (27)
José Albi (10)
Gabriel Celaya (28)
Vicente Aleixandre (11)
Ernestina de Champourcín (29)
Manuel Altolaguirre (12)
Rubén Darío (30)
José María Álvarez (13)
Eliseo Diego (31)
Anónimo (romances, 14, 16)
Gerardo Diego (32)
Anónimas (canciones, 15)
Miguel D`Ors (33)
Mª Victoria Atencia (17)
Jorge Dréxler (34)
Enrique Azcoaga (18)
José María Eguren (35)
Gastón Baquero (19)
José de Espronceda (36-38)
Charles Baudelaire (20)
Gloria Fuertes (39)
Gustavo A. Bécquer (21)
Vicente Gallego (40)
Gioconda Belli (22),
Pablo García Baena (41)
Mario Benedetti (23)
Fernando García Ramos (42)
Germán Bleiberg (24)
Pere Gimferrer (43)
Luis de Camoes (25)
Luis de Góngora (44)
Ángel González (45)
César Moro (60)
Nicolás Guillén (46)
Pablo Neruda (61,62)
José Luis Hidalgo (47)
Rubén Olivera (63)
José Hierro (48)
José Emilio Pacheco (64)
Vicente Huidobro (49)
Edgar Allan Poe (65)
Juana de Ibarbourou (50)
Luis Rosales (66),
Juan Ramón Jiménez (51)
Salvador Rueda (67)
Rafael de León (52)
Carlos Sahagún (68)
Dulce María Loynaz (53)
Ramón Sampedro (69)
Félix Luna (54)
Eloy Sánchez Rosillo (70)
Antonio Machado (55, 56)
Alfonsina Storni (71,72)
Manuel Machado (57)
Rabindranath Tagore (73)
Concha Méndez (58)
Francisco de la Torre (74)
Eugenio Montale (59)
El último de la fila (75)
Todos los textos de Versos al mar pueden encontrarse páginas web de acceso libre no sujetas a derechos de autor. Queremos expresar nuestro especial agradecimiento a
http://mgar.net/ mgarciasa@telepolis.com de donde hemos tomado varios de los poemas, por su especial dedicación al tema del “mar” y la riqueza de los contenidos que aparecen en esta página.
Versos al mar es una idea original del Proyecto REBER (Red de Bibliotecas Escolares de La Comunidad de La Rioja) para fomento de la lectura en el ámbito escolar, desarrollado por IES Duques de Nájera de Logroño en el Curso 2011-2012.