LIBRO EL MILAGRO DEL ROSARIO

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Jaime Asenjo Guarda

EL MILAGRO DEL

ROSARIO La vida despuĂŠs de un transplante


AÑO 2015, JAIME ASENJO GUARDA Osorno, Chile INSCRIPCION Derechos de edición reservados para la presente edición JAIME ASENJO GUARDA Osorno, Chile jaimeasenjo@hotmail.com ISBN: 978-956-362-131-0 DERECHOS Ninguna parte de estos libros, incluido el diseño de la portada puede ser reproducida, transmitida o almacenada, sea por procedimientos mecánicos, ópticos, químicos o electrónicos, sin permiso escrito del editor. DETALLES DE IMPRESION Se termino de imprimir esta edición en diciembre 2015 PORTADAS Diseño y diagramación Sebastian Carreño Ayancan REVISION Y CORRECCIÓN Marcia Martel Jara Periodista Arturo Rubio Torres Bibliotecologo Jonathan Ovando Solís Administrador Público. GESTION PUBLICACIÓN Jaime Asenjo Guarda Proyecto 2% FNDR Fondo Cultura, Gobierno Regional de los Lagos.


PRÓLOGO ¿Cuántas veces en la vida te toca escribir un prólogo de un libro?, es algo que no ocurre tan seguido, menos para quienes no somos, precisamente, hombres de letras. Es rara la sensación que te inunda cuando el autor te entrega esta misión, pues debes anticiparte a su relato, inmiscuirte en lo que él quiere transmitir, cómo ser cauto y no ser tan evidente con el contenido y, a la vez, no ser tan sucinto con la introducción de las historias o anécdotas que encarna el libro. La sensación es entre nervios por la responsabilidad y la intranquila ansiedad por comenzar, por dar el vamos. Para mi es la primera vez, es raro, pues no se sabe qué decir, tu cabeza se llena de ideas, te cuestionas y no decides por dónde empezar, qué historia o relato plasmar y ser un puente entre la portada y título del libro y este mar de historias de vida que Jaime ha querido compartir con todos. No sé si agradecer la oportunidad o pedir perdón anticipado por lo que resulte de este prólogo, mientras pasa la noche, trato de ordenar ideas y lanzarme. Después de un cigarro en el frío, me decidí a entrar en materia. Me convencí que tengo armas para enfrentar este desafío, pues a esta altura el prólogo se transforma en un rival a vencer. Mis armas son: un buen ron añejo que tengo guardado desde que vino una vez mi hermano Sergio desde Rengo a verme, ahí quedó, a medio tomar, le voy sacando de a poquitito y esta vez claro que lo amerita; otra arma es una mente que está llena de ideas locas y traviesas que quieren participar de este relato; también, tengo: 27 letras, puntos, comas y acentos en este teclado que gritan ¡tócame! para ir formando y escribiendo las ideas; una ayuda importante es que Tomás, mi pequeño bebé, duerme, sino sería imposible concentrarse; y, mi arma más letal, son los 12 cigarrillos que me quedan para ir de rato en rato pensando y ordenando mi sentir. El Milagro del Rosario es escrito por Jaime Francisco Asenjo Guarda, conocido en los bajos mundos como “el chueco”. Es mi cuñado, casado con Jaque, una de mis 5 hermanas, padre de Roberto, Claudio y Daniela, tres sobrinos maravillosos que son todos profesionales y personas de bien. Mi cuñado tiene 2 nietos don Seba y Mr, Agu, -tan wenos que me salieron. Jaime se ha preocupado toda su vida en forjar una familia aclanada, en el buen sentido. Vibra cuando están todos juntos, su casa desde que tengo uso de razón parece quinta de recreo, le encanta que esté llena de comensales y que todos se sientan como si estuvieran en su propia casa, es el mejor anfitrión que conozco, después de mi padre, que desde el cielo ve como su legado se mantiene con el correr de los años. Éste es todo un personaje, es de las personas que uno quiere tener como amigo, yo tengo la suerte de ser familiar, es con una de las personas de mi entorno con la que mejor me llevo, pues tenemos muchas similitudes, menos en el fútbol, pero no importa, es un detalle, pero es su única y gran pifia ser colocolino, pero insisto, es un detalle. Durante su vida laboral fue un hombre de armas, Sub Oficial en retiro del Regimiento Nº4 Arauco de Osorno. Cuando vestía de traje militar, su estampa se notaba, parecía de esos soldados que se ven en las películas de Rambo, pero allí se manifestaba la característica de su apodo y como lo conocen sus pares de armas, sus rodillas jamás se juntan, por eso lo de “el chueco”.


Siempre de bigote para hacer pasar desapercibida su acentuada nariz, aunque en un momento de su vida se sacó el bigote, perdiendo todos sus bonos que ostentaba como ese militar con estampa, de buena percha! Quedó por debajo del Kalule Meléndez y de Clarence Acuña, un colega del regimiento, el Feo Paredes, lo pasó en la tabla y ese sí que era feo, pero esto duró sólo unos días no más, pues parece que se dio cuenta y dejo crecer su mostachón. A buena hora, porque sin bigote ahí sí que había que agacharse al estar frente a él para no chocar con su nariz. Hasta aquí, sólo unas palabras que han retratado a Jaime, con un picaresco relato para amenizar la mente del lector. La familia siempre ha tenido la mejor de las opiniones de mi cuñado, pues siempre ha estado pendiente de todos, sincero, buen amigo, grato, colaborador de todas las causas. Hoy, en este mes de junio de 2014, precisamente se encuentra a la cabeza de la reconstrucción de la casa de mi madre que sufrió un incendio en el mes de marzo de 2014, realizando trámites, buscando las ayudas y dirigiendo la obra junto a los maestros que están en este proceso. Esta colaboración lo retrata tal cual es, un personaje fuera de serie. Entremos al libro. El Milagro del Rosario relata las vivencias, experiencias y anécdotas ocurridas a partir de un diagnóstico que tiene Jaime respecto de una afección cardíaca. Él cuenta los hechos desde una perspectiva como paciente y directo afectado, aprovecha el texto para contar etapas de su vida, en lo afectivo, familiar y laboral. Y así va hilando y conjugando historias que van generando un escenario de sentimientos que él logra plasmar en su relato. Vivencias que pasan por grandes alegrías y también por episodios con cierta nostalgia. Nos quiere manifestar que la vida se construye y se vive con todos: los cercanos y los no tan cercanos, con los amigos y la familia y, en ocasiones, nos sorprende al confidenciar que a veces también la vida se vive y construye con gente que jamás habías conocido y que de igual forma fueron parte de algún capítulo importante en su andar. La noticia de su enfermedad fue un duro golpe para la familia y sus cercanos. Con el correr de las semanas el diagnóstico empeoraba y se ponía en tela de juicio si su cuerpo y su corazón en este caso iban a resistir. Rápidamente a iniciar tratamiento en la capital del país; siendo mi hermana, Jaque, su fiel acompañante y cómplice en cada paso que él tenía que dar. Los amigos y la familia dispuestos y firmes para poder ayudar en esta, la gran batalla que había que enfrentar. El momento era difícil y los médicos no daban noticias muy alentadoras, es aquí cuando aparece el Rosario que se transforma en el símbolo de una lucha que había que dar por todos los flancos y con todas las armas que estuvieran dispuestas. En el momento menos esperado Jaime recae, a tal punto que los médicos deciden que hay que trasplantar. ¿Qué es eso?, Trasplante!, la familia no lo podía creer, es algo que uno nunca piensa que ocurrirá con un cercano, menos con un familiar, además, conseguir un donante es una situación muy compleja, estos no están a la vuelta de la esquina, es un tema muy tenso que hoy en Chile aún se mueve entre tabúes y prejuicios. Había que tener calma y no perder la esperanza, yo aún me sorprendo de la fuerza y tesón que mi hermana tuvo que sacar desde su fuero más interno para estar parada siempre al lado de su marido. Los días pasaban, la espera era angustiosa y de pronto el de arriba entrega una noticia, aparecía un corazón en el sur del país. Rápidamente se activaron los protocolos, el corazón llegó y comenzó la intervención. De esto el libro entregará más detalles, lo importante es que todo sale bien y la evolución fue de las mejores.


Llegó el alta y a comenzar de cero, sí, comenzar de cero, pues cambia el paradigma, acabas de ganarle a la muerte, la vida llegó para quedarse y eso es lo que hoy agradecemos, el Milagro del Rosario se produjo y el agradecimiento a la familia del donante se hace eterno. Tenemos a Jaime de vuelta, con recepción y todo, ese día sin duda ha sido uno de los días de mayor emoción que nos ha tocado vivir. Las lágrimas afloraron y el compromiso de familia y de los amigos cercanos se renueva y perpetúa. El libro es una manifestación de esto, de gratitud a todos los que estuvieron presentes y que escribieron una página en la vida de Jaime que él jamás olvidará. Capítulo aparte es la bendición a la familia del donante, es aquí donde el Rosario deja de manifiesto su silenciosa labor, donde coincidió la alegría y la tristeza, que se vieron enlazadas en esta nueva vida que surge a partir de este gran gesto de amor. Hay que mencionar personas, como las señala Jaime en el libro. Los primeros y que son el pilar de mi cuñado la Jaque, Roberto, Claudio y Daniela, ellos son el armatoste de roca que dio el soporte necesario para dar la batalla. Luego su hermano Marcelo que además es su vecino y su hermana Picha, su camarada Pepe Mora y señora en Santiago, el tío Pepe, Pablo; nuestro primo, la tía Betty de Osorno, mi hermano Sergio desde Rengo y tantos otros visibles y anónimos que dijeron presente en esta titánica lucha. Así también el libro nos cuenta con mayor detalle la participación de los médicos y de tantos que marcaron la senda de la exitosa travesía. Quiero terminar estas líneas con un gesto de gratitud hacia Jaime, por ser la persona que es. Agradecer la confianza depositada para escribir este prólogo y lo importante que ha sido en mi vida y crecimiento como persona. A mi corta edad 13 años, perdí a mi padre y he sentido siempre la compañía de él, como así también, después de mi separación, haber tomado un rol preponderante por mi lejanía de Osorno para con mi hijo Nico, Jaime se transforma en un segundo padre para él, bueno Nico, siempre le ha dicho Tata, lo mismo con Camila mi hija mayor, mientras estuvo en el sur y yo por estos lados de la zona central. Gracias Jaime, infinitas gracias. Mi familia, Evelyn mi compañera, mis tres hijos Camila, Nicolás y Tomás te entregamos un estrecho abrazo y un sincero aquí estaremos siempre. Finalmente decir que los sueños se cumplen y que no hay batallas que dar por perdidas. Este libro nos entrega la enseñanza que a los males más severos que nos toca enfrentar, siempre, siempre, hay que darles pelea, pero nunca solo, el apoyo de todos hace que nuestros sueños sean invencibles y, que siempre podamos decir, le he ganado a la vida. ¡Viva la vida!, ¡viva la familia!, ¡viva la esperanza!, ¡vivan los amigos! Los invito a aprender lo que El Milagro del Rosario nos entrega en este relato que el autor nos regala a todos quienes afortunadamente tenemos la dicha de habernos cruzado en su vida. Hugo Carreño Vilches Cuñado Quilpué, madrugada de junio de 2014


DEDICATORIA Para mis queridos hijos ROBERTO; CLAUDIO y DANIELA, mi amada esposa Jacqueline, compañera fiel de tantas aventuras, mis nietos adorados, mi nuera y yerno, a mi hermano Marcelo, mi familia, mis amigos, a mi querido cuñado Sergio, a mis sobrinos, a mi equipo médico y a tantas personas que estuvieron en estas tristezas y alegrías. Para todos y todas:“nunca pierden la fe”, especialmente a los que esperan con ansias que alguien de buenos sentimientos les done un órgano, les devuelva la vida. Jaime Francisco Asenjo Guarda 2010 - 2015


PROLOGO DEL AUTOR Tienes en tus manos un libro que te invita a llorar y a pensar, a reflexionar y a sacar tus propias conclusiones. A través de estas líneas entenderás la sabiduría y la grandeza de Dios, quien ha establecido un orden inalterable en nuestras vidas. Te percatarás de la existencia de destinos entrelazados entre quienes estamos de paso en esta tierra, sobrellevando pruebas y muchas bendiciones. Él nos da oportunidades y sobre todo regocijo, de allí que le debamos obediencia y adoración para que nos considere merecedores de sus beneficios. Una divinidad majestuosa, muchas veces incomprensible, un milagro al que le debo la gratitud eterna. Dios reúne la inmensidad de la perfección, siendo nosotros criaturas suyas, seres humildes e imperfectos. Dios se complace en nuestras alabanzas, recibiéndolas como un homenaje a la majestad de su gloria y en prenda de adoración. Nuestros ruegos no pueden hacer a Dios más justo, porque sus atributos son infinitos, pero esos ruegos son la expresión del reconocimiento de su poder y del convencimiento de que es la fuente de todo bien, consuelo y felicidad.



EL MILAGRO DEL ROSARIO No cabe duda alguna que al leer el título de este libro quien lo haga no podrá más que relacionarlo con la divinidad. ¿Cómo empezar?, me pregunto, ¿qué puedo decir o explicar?, si todo lo anotado en estas páginas está orientado a explicar un episodio de mi vida, donde paradojalmente demostraré eso, estoy de vuelta a la vida gracias a Dios y a la Virgen de Lourdes. Estaba una tarde, transcurría el mes de abril del año 2011, en la ciudad de Santiago, específicamente en calle Portugal, en un departamento que tiene Pepe, tío de mi esposa, lo había comprado hace pocos meses. Colocábamos unas cortinas de manera para poder alhajarlo, vivíamos en el piso 16, miramos hacia el Estadio Nacional, que estaba de frente nuestro, muy lejano a la distancia, fue en ese momento cuando Pepe me pregunta: ¿Jaimito que habría sido de nosotros si tu no hubieras estado vivo?, nos miramos y una lágrima brotó entre la conversación profunda que sostuvimos por un rato. Mi esposa que estaba a mi lado también aportaba a la conversación y sollozaba. Cuantas preguntas y respuestas nos quedaban por completar, fue entonces cuando se me viene a la memoria lo que había conversado con mi doctor, que alguna vez contaría mi historia para que conocieran del sabor dulce de la vida, y también de lo amargo, pero con la convicción que las batallas siempre se ganan. Recordé entonces que desde mi niñez siempre anhelé vestir el uniforme del Ejército de Chile. Me recordaba de ese ejército vencedor, de tantas historias reflejadas en mi carrera, la cual se inicia vocacionalmente en el año 1977, siendo muy joven al postular a la escuela de suboficiales y elegir mi especialidad en el Arma de Ingenieros Militares en la ciudad de Tejas Verdes. Jurando por Dios y la Bandera el servir fielmente a mi Patria hasta rendir la vida si fuera necesario, sin embargo, tras los años y luego de un largo caminar, Dios me devolvió la vida. Desarrollé toda mi carrera militar en mi querido y recordado Regimiento de Ingenieros Nº 4 Arauco de la ciudad de Osorno. Mis primeros pasos como cabo segundo, donde también contraje matrimonio con mi amada esposa Jacqueline, yo en esos entonces ya tenía mis dos hijos, Roberto y Claudio, posteriormente llegaría nuestra hija Daniela, la última de esta generación ASENJO – CARREÑO, tres lindos y hermosos hijos los cuales amo profundamente. En esta carrera de las armas viví tantos momentos maravillosos y aprendí que la vida no es nada de fácil. Nadie te enseña a ser padre, ni tampoco te educan para enfrentar los designios del Supremo. Aprendí que es difícil subir a las montañas, pero que siempre se llega a la cima. Aprendí que nunca he estado solo, aprendí a amar profundamente, aprendí a ser humilde, aprendí a cimentar los valores y virtudes, a valorar mi patria amada, aprendí de los deberes y placeres, sin embargo nunca aprendí que la vida siempre te sorprende. Tras mis años de carrera, donde quedan plasmadas las mejores experiencias, amistades, recuerdos inmemorables que marcaran mi vida por siempre, ascendí al grado de Suboficial de ejército y ante


una decisión personal solicite mi retiro para acudir a los cuarteles de mi hogar para entregarme por completo a mi familia, disfrutar los momentos que se venían en la vida nueva que se nos presentaba, me queda eternamente grabada en mi corazón la frase de mi querido regimiento: “LOS OBSTÁCULOS SON PARA VENCERLOS”. Después del retiro, egresa mi hijo Roberto de la Universidad de Los Lagos de Osorno, quien había decidido estudiar, Tecnólogo en Alimentos, carrera que aprobó satisfactoriamente, desarrollándose en el área laboral en la ciudad de Puerto Montt, donde decide radicarse y formar su propia familia. Contrae matrimonio y me regala dos hermosos nietos, los cuales son la felicidad más grande al saber de su existencia, Sebastián y Agustín. Recuerdo cuando lo fuimos a dejar a su nuevo desafío, íbamos todos muy emocionados, pues en ese viaje -en el camino rumbo a Puerto Montt- les conté que me acogería a retiro, a lo cual se me abalanzaron exclamando que me felicitaban por esta decisión y que enfrentaríamos el futuro como familia que éramos. Al llegar, lo dejamos donde una familia que conocíamos, madre de un compañero de curso de mi promoción, quien lo acogió como su verdadero hijo, algo que nos dejó muy tranquilos y felices. De vuelta, la nostalgia igual nos embargaba, puesto que Roberto se alejaba poco a poco, muchas lágrimas cayeron en las noches, ya que lo echábamos de menos. Él era el primer hijo, y también el hermano mayor, nuestra satisfacción para ese entonces es que lo veríamos crecer muy rápido, como persona y gran empresario como lo es hoy. Así en tanto, Claudio, el segundo de mis hijos, comenzaría a dar sus primeros pasos en la universidad, ingresando a estudiar Trabajo Social, carrera que añoraba. Daniela en tanto, egresada del Colegio Santa Marta de Osorno, decidió más tarde estudiar la misma carrera que Claudio, hoy son profesionales exitosos, lo que como padres nos mantiene orgullosos y felices.

LA FAMILIA Nuestra familia ASENJO – CARREÑO, osornina, se cimienta por parte de nuestros padres, herederos de sus legítimos ejemplos fuimos poco a poco logrando nuestros más preciados momentos, de mi padre y de mi amada madre, quien por esas cosas del destino la pierdo a muy temprana edad, pero que también me sirvió para valorar más la vida. La recuerdo en cada momento de mi caminar, me hace mucha falta, pero la tengo todos los días de mi vida de la mano, nunca me suelta, siempre está viviente dentro de mi, con la convicción más clara que más tarde nos encontraremos y me esperará con sus manos abiertas como cuando me diste la vida. Me entregaron los valores y virtudes, y la educación que con mucho esfuerzo pudieron ofrecerme. A los papás de mi amada Jacqueline, a los cuales agradezco por haberme acogido y creer en mi persona, de ellos aprendí a fomentar siempre la unión y la felicidad en la familia. Lamentablemente en esa trayectoria, bajo una tremenda pena, fallece mi querido suegro, Hugo, quien había sido una persona muy arraigada con nosotros, quien me tenía un especial cariño, nos entendíamos muy bien, una leucemia fulminante se lo llevó, todavía nos cuesta comprender y encontrar la razón de su


partida la cual recordamos con mucha nostalgia. De mis tíos tengo los recuerdos de mi tierra natal, San Juan de la Costa, donde nací. A la Sra. Rosa, quien fuera la persona que me trajo a la vida, la tengo en mi memoria y le agradezco cada día por eso. Mi tío Ramón quien siempre nos hacía reír junto a nuestros primos, también nos deja, él siempre me daba charlas de nuestra familia con su cigarro en la boca, lo escuchaba con mucha atención de mis abuelos, de las historias de esos terruños, lo recuerdo con mucho cariño. Los tíos de mi esposa también me acogieron con bastante aprecio, sintiéndome siempre como el regalón de la familia, también quedan plasmadas las historias de esas generaciones, en especial el abuelo Arturo y el tío Segundo, quienes son un legado muy importante en la trayectoria familiar; al juntarnos a compartir, siempre cada uno tenía su propia historia, nos hacían reír pero también, poníamos mucha atención a cada momento de sus relatos, los asados, los chanchos en piedra y los vinos tintos eran parte de esas historias, palabras, dichos y tantas cosas; me cree o no me cree; sobrino véngase por este lado; su Rangers querido; su Talca adorada; su perro que se llamaba “quien viene” y tantas historias por contar que cada miembro de la familia conoce. La tía Hita, cómo no recordarla con sus cariños y atenciones, sus churrascas a las brasas que nadie ha sabido sobrepasar, te llevamos en el recuerdo. El tío Martín un hombre de tantas atenciones junto a la tía Elba, quienes nos acogían siempre con especial cariño.

DESPUÉS DE MI RETIRO Posteriormente, al acogerme a retiro del ejército, pude reinsertarme rápidamente a la vida civil, fue así como tras dos meses de aquello, un día al ir a comprar alimentos, don Marcelo Tarzijan Nallar, Ingeniero Comercial, Subgerente de una importante línea de supermercados de la región, persona que me conocía, me citó a una entrevista laboral, recuerdo que mi esposa me dio la bendición y me dijo que comenzaríamos un nuevo desafío, que vaya con mucha fe. Durante ese día estuvimos por largas horas en el desarrollo de la entrevista, fue tan profunda que no nos dimos cuenta que ya estaba de noche. Ese mismo día me manifestó que yo era el nuevo Jefe de Seguridad de esta cadena de supermercados, un desafío tremendo, puesto que había que comenzar un nuevo caminar. Conociendo mis capacidades acepté el cargo y así fue como al otro día me levante muy temprano y me dirigí a mi nuevo trabajo, me presentaron a la gerencia y la administración, todos quedaron muy conformes con mi nueva función, y yo más que todos. Tras este nuevo reto laboral, don Marcelo me mandó a comprar mi uniforme, es decir, un lindo y hermoso terno de color negro, zapatos, camisa blanca y una corbata que aún conservo. El desafío se venía, así fue como en el año 2001 comencé a desarrollar esta linda labor, la que gracias a los conocimientos que adquirí en mi querida institución militar fue fácil cumplirla. Cada día que pasaba lo hacía con tanta dedicación, que poco a poco esta empresa comenzó a crecer ampliándose a las ciudades de la décima región. Seguíamos en el camino, los dueños estaban


muy contentos y conformes por el desarrollo de mi trabajo. También recuerdo los momentos de camaradería, los que al pasar de los años puedo comprender ya que al llegar a cada supermercado me saluda mucha gente para estrecharme con un cariñoso abrazo, al igual que muchos soldados que al caminar por mi querida ciudad me recuerdan con mucho cariño, lo cual me hace sentir muchas veces emocionado y satisfecho de haber hecho las cosas bien.

EL VIAJE A LOS ÁNGELES El 19 de octubre del año 2004 se encontraba de cumpleaños Pepe el tío de mi esposa y medico de la familia, quien nos invitó a compartir de esta festividad a la ciudad de Los Ángeles. Fuimos con toda la familia y le entregamos una linda sorpresa. Él es muy cariñoso con nosotros, tiene mucha cercanía y Claudio es su regalón. Estábamos en el desarrollo de la fiesta, lo habíamos pasado muy bien, a eso de la madrugada, la orquesta tocó una cueca, con mi esposa siempre bailamos nuestro baile nacional y esa era también la oportunidad de mostrarnos, estábamos en la pista, bailamos tres pies, y yo me sentí muy cansado, asumimos que bailábamos con tanta emoción que nos agotamos mutuamente. Cuando llegamos a la casa de Pepe le conté lo que había sucedido, él es un muy buen médico, conocido en la región, se preocupó y me recomendó que regresando a Osorno me hiciera algunos exámenes médicos, lo cual cuando llegué no me realicé, es decir no le tomé importancia, dejé pasar varios días y sentía que me cansaba, fumaba y al caminar nuevamente sentía ese cansancio, me resfríe y me sentí bastante mal, por lo cual acudí a la enfermaría del regimiento y el doctor me recomendó sacarme una radiografía de tórax, me dirigí a la Clínica Alemana de Osorno, la saqué y posteriormente la pasé a buscar y la anduve trayendo varios días en el auto. Un día que pasaba cerca del regimiento, pasé a mostrársela al doctor, recuerdo estaba de turno el doctor Ruiz, extrañamente me encuentra en el pasillo de la enfermería, mira la radiografía y me pregunta: “Jaime te sientes cansado, muy cansado”, a lo que le manifiesto, “sí doctor mucho”, ya me dice, “ándate de inmediato a la clínica y que te vea un cardiólogo”, me dejó muy preocupado, solicité hora con el doctor Potthoff, quien me examinó y me dijo que había que hacer varios exámenes, podía haber algo extraño.

EL TROPIEZO No todo podía ser perfecto, fue así como en el año 2005, un día sábado, mientras me alistaba a mi trabajo, contento y con las proyecciones que siempre me proponía, quise abrochar mis zapatos, y me sentí un poco cansado, estábamos realizando algunos exámenes junto al Dr. Potthoff, no pude abrocharlos y me sentí muy mal, mi esposa e hijos muy preocupados de la situación, decidieron llevarme de inmediato a la Clínica Alemana de Osorno, para ver lo que sucedía, al llegar llamaron de inmediato al doctor quien le cuenta a mi familia que estoy muy grave y me tenían que dejar hospitalizado en la UCI, Me sentí con mucho miedo, no comprendía que pasaba, todos estaban muy serios, le avisaron a mi


hijo Roberto quien se encontraba en Puerto Montt, quien se vino de inmediato, la cosa era seria, estaba nervioso, inmóvil, preguntaba a cada rato que pasaba, mi familia ya sabía algo, era cardiaco, el corazón tenía problemas. Al llegar el día lunes el médico decide que me vaya a Santiago, la realidad era difícil, me redactó un informe médico y viaje de inmediato, cuando llegue al Hospital Militar de Santiago, me encontré con un médico que con su diagnostico no nos dejó conforme, recuerdo que nos fuimos muy decepcionados con mi Sra., nos corrían las lágrimas, no hallábamos qué hacer, fue así como en los pasillos y muy cabizbajos nos encontró el doctor Jorge Torres, una persona que nos marcó muy profundamente, nos pregunta que nos pasaba, le contamos lo que sucedió y por esas cosas de la vida, él era médico cardiólogo, me llevó de inmediato a tomarme un eco doppler, y me citó al otra día muy temprano. Nos fuimos a la casa de unos amigos que habían vivido Osorno y ahora estaban radicados en Santiago, la familia Mora Riveros, quienes nos acogieron muy cordialmente en su hogar, nos sentimos tan protegidos que al otro día nos dirigimos muy temprano al hospital.

LA NOTICIA Recuerdo que llegamos muy nerviosos a la consulta del doctor Jorge Torres, y nos dio la lamentable noticia y diagnóstico: “la cosa no está bien Jaime”, me dice con mucha certeza, “tienes una miocardiopatía en el ventrículo izquierdo y una insuficiencia cardíaca”, nos miramos con mi esposa y nos pusimos a llorar. “Tranquilo” -dijo y agregó al mismo tiempo- “conversé con el doctor González, un médico especialista y vamos a hacer una coronaria, para eso tienes que hospitalizarte de inmediato”. “Cuáles son los riesgos doctor”, preguntamos con mi mujer, “bueno como todo intervención tiene su riesgo, pero vamos a ver qué pasa una vez que tengamos el resultado”, enfatizó. Con esta respuesta nos quedamos con mi señora, y salimos muy nerviosos a las afueras del Hospital Militar, no hallábamos qué hacer. Recuerdo que llamamos a Alicia quien nos había acogido en su casa la noche anterior y ella se fue de inmediato a acompañarnos y darnos mucha fuerza, también nos comunicamos con nuestro hijo mayor Roberto, quien viajó el mismo día en avión a Santiago, a todo esto, Claudio y Daniela no sabían del diagnóstico, y menos de la gravedad. Nos dirigimos a la sección ingresos del Hospital Militar, nos recibió una mujer con mucha voluntad, su nombre es Marlene a quien le contamos lo que nos sucedía, era difícil conseguir acceso a hospitalización, ella con mucha disposición realizó todo el trámite, recuerdo haber salido a un local comercial que quedaba en la esquina del hospital y haberle comprado una rosa como en agradecimiento a su gestión, a los pocos minutos ya estaba hospitalizado y listo para ser intervenido de urgencia. Mi esposa muy desesperada al haber sentido este balde de agua fría no hallaba qué hacer, estaba muy congojada, triste, sin fuerza y sola.


LA HISTORIA DE NUESTRA AMIGA MIRTITA Antes de seguir con la historia, en esa etapa de la enfermedad mucho antes de viajar a Santiago, y siempre que mi esposa concurría al cementerio a ver a nuestros deudos, había una sepultura que tenía una fotografía de una bella mujer, siempre le llamó la atención y por esas cosas de la vida, cuando íbamos, la pasábamos a ver. Pasaron los días y en una ocasión, salió publicado en el diario local una inserción dedicada a ella, era extraño, sentíamos que algo pasaba con nosotros, la teníamos en nuestros pensamientos y Jacqueline siempre al rezar pedía por el descanso de ella. Esta redacción del diario local nos causó tanto impacto que precisamente ese día eral el aniversario de muerte, buscamos mas antecedentes de ella y pudimos ubicar en la guía telefónica varios apellidos que podían coincidir con sus familiares, su nombre era Mirta Mendoza, por el apellido, nos venían a la memoria unas cecinas famosas que eran de la zona, así es que ubicamos un numero (el cual resulto ser el de su padre) y llamamos muy preocupados para que nos atendieran y contarles que nos sucedía con ella, justo contesta un hombre mayor, y mi Sra. le pide por favor que no corte, ya que ella le quería contar una historia que nos había sucedido con su hija, algo extraño, pero verdadero. Y le comienza a relatar lo que sucedía, le contaba que era como una santa con nosotros, nos pasaban cosas extrañas pero que no se las podíamos contar a cualquier persona, muy atento nos citó a su casa para que sostuviéramos un encuentro. Al llegar, nos encontramos con sus padres. Su mamá nos relató sobre las causas de la muerte de Mirtita, cosa que nos impactó mucho, nos relató su vivencia, y por supuesto nosotros la nuestra. Al irnos nos regaló una linda fotografía de ella, la cual es la misma que está en el cementerio, la trajimos con mucho cariño y aun la conservamos con todo el amor de familia en un lugar especial de nuestro hogar. Cada vez que nos sucedía algo extraño le rezábamos a ella para que nos ayudara, y era como mágico, siempre nos concedía lo que le pedíamos.

EL DÍA DE LA OPERACIÓN CORONARIA Continuando con la historia ingresé a pabellón y el Dr. Torres con el Dr. González comienzan a explicarme de qué se trataba este procedimiento, el Dr. González un cardiólogo de vasta experiencia, me disertaba por completo esta actividad, fue tan la confianza que se produjo que así que comenzamos a conversar del sur de Chile, su personalidad me causó mucha impresión, lo sentí muy cercano al igual que al doctor Torres. La conversación era tan amena que me pregunta, que música me gusta, estaba de moda el cantante Alberto Plaza, por lo tanto, vamos con esos temas, me repite. Estábamos en eso cuando algo extraño sucede, aparece una fotografía entremedio de la camilla entre las sábanas, extrañamente era la foto de la Mirtita, siempre que viajábamos andaba con nosotros, pero cómo llegó ahí, todos nos


preguntábamos. El equipo médico detuvo el procedimiento por un rato, mientras que el doctor González me pregunta directamente, quién era esta persona, con tono burlesco, y en forma de talla me dice: “estos sureños salen con cada gracia”. Le conté la historia al doctor, y el muy sonriente le contó posteriormente a mi esposa -que lo estaba esperando a la salida del quirófano para saber del resultado- que lo más extraño es que nunca nos pudimos explicar cómo llegó la fotografía a ese lugar. Cuando regresamos a Osorno concurrimos a la casa de los padres de la Mirtita y le relatamos la experiencia vivida, con mucha emoción recordamos juntos ese momento.

EL DIAGNÓSTICO Al otro día de la operación concurrió el Dr. Torres y Dr. González para explicarle a mi señora, mi hijo Roberto y a mí lo que se venía a futuro. Me sentí debajo de la mesa, derrotado, no sabía qué decir, tenía que enfrentarme a un nuevo estilo de vida, el corazón se manifestaba con deterioro y esta enfermedad se acrecentaba día a día. Era muy difícil aceptarlo, pero había que hacerlo, el doctor nos explicaba que en el tiempo el corazón se dilataría mucho, tenía que seguir un tratamiento muy rígido y con medicamentos por siempre, nos fuimos a la casa de la familia Mora nuevamente, quienes nos apoyaron mucho con bendiciones y con harto cariño. De regreso a nuestra ciudad, conversamos en familia y, como siempre, con la fe que tenemos, enfrentaremos este nuevo desafío de la vida con mucha humildad.

LA VIDA CONTINÚA La vida tenía que seguir su rumbo, me encontraba en una encrucijada, recuerdo en las noches haber llorado junto a mi almohada, sabiendo que algún día tenía que llegar el momento de la muerte. Mi corazón no iba a aguantar tanto tiempo, eso lo tenía más que claro, debía aceptarlo, me costaba mucho, pero era una realidad, rogaba a Dios y a la Virgen de Lourdes que me protegiera y me diera fuerzas para seguir junto a ellos, pero insistía en que tenía que hacerse la voluntad de ellos. No quería perder el tiempo que se venía, trataba de compartir cada momento con mi esposa e hijos, decirles que los amaba profundamente, que quería verlos profesionales y con muchos nietos. Seguí desempeñando funciones en la empresa como jefe de seguridad hasta un par de meses cuando posteriormente mis hijos me pidieron que dejara de trabajar. Varias veces tuve que concurrir de urgencia a la Clínica Alemana de Osorno, muy agitado, en diversas oportunidades hospitalizado por varios días. Los controles seguían, pero lamentablemente esta enfermedad continuaba, el corazón seguía dilatándose y la insuficiencia era constante. Dejé de trabajar por un tiempo, me dediqué por completo a mi hogar, no estaba mal, pero algo me faltaba, me había retirado muy joven de mi querida institución y todavía me sentía activo, nuevamente me costaba mucho entender por qué esta


enfermedad me estaba consumiendo poco a poco. Al tiempo hablé con mi doctor y me manifestó que por un tema psicológico podía trabajar en algo, en una actividad más tranquila y donde no hiciera mayores esfuerzos. Fue así que nuevamente converse con don Marcelo Tarzijan, quien en ese entonces tenía una empresa privada de seguridad, me ofreció ser el Jefe de Operaciones de la misma, a lo cual gustoso accedí, era como su hombre de confianza. Seguía acudiendo a mis controles médicos, trataba de no esforzarme mucho, de mi casa me controlaban bastante, todos conocían mi enfermedad así es que no tenía mayores inconvenientes en desarrollar mi actividad laboral. Me sentía tranquilo, comprometido, pues hacía lo que me gustaba. En lo profesional, me especializaba y tenía muy buena relación con los organismos fiscalizadores, lo cual era muy grato para mí, además de conocer mucha gente, tantas personas que me alentaban en todo momento. Cada día que pasaba, era maravilloso, pero siempre estaba en la memoria esta enfermedad que en algún momento se agravaría.

LA HISTORIA DE NICOLÁS En mi vida habían sucedido tantas cosas maravillosas, mi hermosa familia, mi carrera militar, mi nuevo desafío laboral en la vida civil, tantas memorias, penas y alegrías, habíamos tenido una hermosa velada recordatoria, los abuelos de mi esposa, Arturo y Queca, habían cumplido 50 años de matrimonio, nos quedaba en la retina tantas personas que habían acompañado a tan hermoso ceremonial, posteriormente se venía la noticia del casamiento de mi cuñado Hugo, quien muy joven decide tomar esta decisión, recuerdo que nosotros vivíamos en la población Rahue Dos, población militar, que todavía existe, mi cuñado en compañía de su novia nos comunica la noticia, lo trascendente era que como siempre nosotros sabíamos las noticias primero que todos, eso también nos agradaba muchísimo, puesto que como familia siempre estábamos unidos y de la nada hacíamos eventos importantes. Al saber la noticia comenzamos a armar de inmediato el casamiento, hicimos una fiesta bien hermosa, con amigos y familiares, nace posteriormente Camilita, una muñeca regalona de nosotros, ella participaba de todas las actividades de su padre, puesto que él todavía estaba estudiando en la Universidad de Los Lagos de Osorno. Le costó sacar su carrera de Administrador Público, pero lo logró, comienza a dar sus primeros pasos laborales y todo resulta bien. Recuerdo la primera casita, en la calle Tarija donde compartimos tantas alegrías, la mesa con tres patas de un color azul y una blanca, las discadas de júreles, asados tradicionales, pero lo más importante la unión familiar. En el año 2002, nace a la vida mi querido Nico, esta historia comienza en Osorno, posteriormente en Valdivia y en Viña del Mar, concluyendo de vuelta a Osorno. Las primeras palabras de este niño, particularmente muy inquieto, fueron “Tata”, cosa que me enorgullecía, él, inocentemente no asimilaba que yo era su tío, más bien era esa la realidad. Siempre tuvo la convicción que yo era su tata, con mucho orgullo a la fecha él donde me acompaña expresa


que yo soy su abuelo, actitud que a mi nieto Sebastián muchas veces le molesta, pero ellos se aman tanto que me comparten con mucha alegría, eso me llena de emoción. Recuerdo que cuando tenía que acudir por mi trabajo a la ciudad de Valdivia, me iba a almorzar a casa de mi cuñado, Nico con mucha alegría me esperaba frente a los ventanales, de inmediato expresaba sus palabras bellas: “TATA”, metía sus manitos al bolsillo de mi camisa y me sacaba los lápices y la peineta que acostumbraba traer en el lugar. Compartíamos gratos momentos, hasta que me tenía que regresar con mucha nostalgia, puesto que él se quedaba llorando. Era tanto el apego que teníamos ambos que los días sábados viajábamos con la familia a verlo. Después mi cuñado por esas cosas de la vida se tuvo que trasladar a la ciudad de Viña del Mar, donde seguíamos en contacto, de igual manera lo tuvimos que ir a ver, porque nos echábamos muchísimo de menos. Recuerdo que fuimos a Quillota a visitar a mi hermana Picha, a ver a mis demás sobrinos, él estaba muy contento al igual que todos compartimos una once muy bonita. En esa oportunidad nos recordamos que una vez habían vestido de mujer a mi cuñado cuando era niño, lo que hicieron con Nicolás en ese momento, nos reímos mucho y disfrutamos demasiado. Lamentablemente como todo no podía ser felicidad, y por esas cosas del destino, Hugo decide separase e interrumpir su matrimonio, por lo cual su esposa se devolvió a Osorno con la Camilita y mi querido Nicolás, acá nunca estuvieron solos, además él nunca los dejó abandonados, cosa que siempre le he agradecido, pues siempre se ha caracterizado por ser un buen padre.

EL CASAMIENTO DE ROBERTO Roberto, mi hijo mayor, decide contraer matrimonio, nos da la noticia, estábamos muy contentos, porque ya tenían su casa. Tania su esposa, también era profesional, la verdad demasiado orgullosos de ellos. Él trabajaba en una importante empresa de la región, laboralmente se sentía conforme, habíamos bautizado a Nicolás y ellos eran sus padrinos, también había mucho cariño interiormente. Todos muy preocupados, del tan importante ceremonial, que nos fuimos a la ciudad de Puerto Montt. Teníamos un auto Volkswagen grande, llevamos todas las cosas, recuerdo que pinchamos un neumático en la carretera, nos paró carabineros, y ahí recién nos dimos cuenta lo que había sucedido. Se juntó mucha gente, entre familiares; amigos; primos e invitados especiales, realmente lo disfrutamos. El Hugo, mi cuñado, nos sorprendió, ya que él siempre llega atrasado a las actividades y ésta no era la primera, pero la sorpresa era que había llegado con una orquesta desde Osorno, animaron la fiesta, se vistió de Juan Gabriel y nos deleitó con un popurrí de canciones, todos coreábamos con alegría el Show. En el año 2006, nos dan la alegría más maravillosa, que recibiríamos en el mes de abril, ya que nacería nuestro nieto Sebastián, hermoso bebé, que me llenaría el alma, cada espacio de mi vida. Compartía cada momento con él, cada segundo que lo tenía, recuerdo la primera fotografía que nos sacamos en la clínica. Nicolás que nos acompañaba, no quiso quedarse fuera, así es que lo tuvimos que poner a nuestro lado, ellos se quieren mucho, en ese año todavía me sentía con fuerzas, él me pedía que lo cargara o que jugáramos, a veces me sentía cansado producto de mi enfermedad, pero seguía dándole el gusto, le pedía a Dios que me diera las fuerzas necesarias para disfrutarlo a concho. Te amo con todo mi corazón le expresaba cada vez que podía abrazarlo.


Tania siempre tenía esa voluntad que cuando yo estaba cerca de él me dejaba compartir cada momento, jugábamos al chancho patata, un animalito imaginario que nosotros creamos, él se llenaba de alegría y lo pasábamos muy bien. Cada vez que podíamos ir los fines de semana a Puerto Montt disfrutamos mucho al igual que ellos cuando venían a Osorno.

EL PRIMER REGALO Corrían los meses de junio o julio del año 2009, una triste noticia se acercaba, que finalmente la resumimos como un regalo de Dios, junto a todo lo que se venía, esta noticia seria como la misma muerte, mi señora se había realizado un examen rutinario femenino, producto de sus controles médicos, habíamos realizado una biopsia de mamas para descartar cualquier enfermedad propia, un día de la semana la pasé a dejar a su control con su médico, yo me fui a la oficina y la iría a buscar posteriormente una vez que esté lista. Algo extraño pasaría por nuestras mentes, algo inesperado, al rato me llama que estaba lista pero rompió en llanto, me dice: “papá tengo cáncer”, ¿qué pasó? exclamé, voy de inmediato, tomé el auto y volé hacia el hospital, estaba fumándose un cigarrillo a la entrada de éste, lloraba profundamente, la abracé y le dije: “enfrentaremos ésto como familia que somos, no te preocupes, vamos a ver más especialistas, iremos a Santiago, venderemos todo lo que tenemos, pero te vas a sanar”, el médico le había dicho que cuando yo llegara fuéramos donde estaba él, concurrimos de inmediato, y juntos compartimos ese instante doloroso que clavaba en nuestro ser. El Dr. De La Paz, quien con mucha sutileza nos hablaba para confortarnos y darnos esperanzas que esto, con la tecnología que existía en estos tiempos era curable, teníamos que afianzarnos como familia, ya que se venía un largo tratamiento, doloroso, cruel, pero había que enfrentarlo, el cáncer de mamas hoy es curable nos dijo con mucha firmeza. Lo primero era operar, posteriormente, los tratamientos propios; radioterapia y quimioterapia, la radiación había que hacerla en la ciudad de Valdivia y la quimio la realizaríamos en Osorno, el primer paso era operar. Convencidos que estábamos frente a un tremendo desafío como familia, lo primero que hice fue reunir a mis hijos para contarles lo que estaba sucediendo, rezamos y le pedimos a Dios y a la Virgen, nuestra protectora de Lourdes, que nos abriera los caminos para tomar decisiones acertadas y que nos protegiera mucho en este caminar, el cual era tratamiento prolongado que había que asumir. Nos pusimos de acuerdo acerca de cómo enfrentaríamos esta delicada situación. Lo primero era esperar la hora para operar y al mismo tiempo pusimos una barrera que no permitiera hacer llegar malas vibras a la casa, es decir, no queríamos llantos ni penas, solamente palabras de aliento. Así quedamos de acuerdo en que mientras menos gente viniera, menos desgaste iba a tener mi esposa, decisión que le comuniqué a su médico el cual me manifestó que estaba de acuerdo.


En agosto del mismo año operaron a mi amada, la intervención fue exitosa, erradicaron los nódulos malignos. A la salida del quirófano el doctor nos manifestó que estuviéramos muy tranquilos, ya que había que tener mucha fe para enfrentar lo que se venía, posteriormente, en la tarde, pudimos conversar con ella, se sentía muy preocupada. Recuerdo con mucha emoción que en esa misma mañana llegó desde la ciudad de Rancagua mi querido cuñado Sergio, a quien yo le había avisado de la situación, nos dimos un fuerte abrazo y luego nos dirigimos a ver a su Jacqueline. Al salir, muy preocupado, me manifestó “vine exclusivamente a ver a mi hermana querida y a darles las fuerzas necesarias para enfrentar este desafío, cuenta conmigo para lo que necesites”, me dijo, el mismo día se devolvía a Rancagua y llamaba siempre para saber cómo estaba. Cuando la dieron de alta no quería asistir a sus primeros controles, se empezó a deprimir, hubo días que pasaba encerrada en el dormitorio, no quería hablar con nadie, no contestaba el teléfono, empezábamos a vivir una etapa muy difícil como familia, teníamos que enfrentar esta situación con mucha delicadeza, no entendía razones. Poco a poco la fuimos alentando, la primera misión era la radiación en Valdivia, no quería estar sola, buscamos por todos los medios de arrendar algo en esa ciudad para que estuviera tranquila, nos ofrecieron una casa de acogida que pertenecía al Hospital Regional de esa ciudad, donde llegaban todas las personas con tratamiento de provincias, estaba al frente de este centro de salud público y era administrado por las Damas de Verde. Ella por ningún motivo aceptaba esta proposición, pensaba que se iba a deprimir mucho más, pues compartiría con personas que ya no tenían cabello, en realidad era una situación muy extrema, nadie la podía convencer. Fue tanto el insistir que un día cuando fuimos a control con el médico se convenció, el doctor le dijo: “después no te vas a querer venir, vas a tener una hermosa experiencia, pero más aún vamos a comenzar un tratamiento que te dará esperanza de vida”, le señalaba. Al salir de la consulta llamé de inmediato a mis hijos para darles la noticia, estábamos muy felices. En el mes de noviembre comenzó el tratamiento en Valdivia, la fuimos a dejar a la casa de acogida, realmente era como nos había graficado el especialista, era un verdadero hogar. La dejamos, se sentía el calor humano. Nos embargaba la tristeza, ella se quedó apenada, pero tranquila, tenía que estar toda la semana en tratamiento, la llamábamos todos los días, ella nos comenzó a contar que estaba muy bien, que la querían mucho y que el tratamiento no era doloroso, más bien tenía muy buena compañía, pero además el equipo médico era espectacular. Así los días viernes la esperábamos siempre con mucha esperanza, disfrutábamos el fin de semana en familia. A pesar de las buenas cosas que nos sucedían siempre ha estado en el pensamiento la pregunta del por qué tiene que pasarnos a nosotros esta lamentable situación, yo con mi insuficiencia cardiaca y mi esposa con un maldito cáncer de mamas, muchas veces en mi dormitorio meditaba respecto a cómo podríamos juntos enfrentar ésto, no llegaba a comprender por qué Dios, porque a nosotros, no encontraba la respuesta perfecta, sin embrago le pedía con mucha fe para que nos acompañará y nos guiará. Finalmente llegué a entender que teníamos que seguir adelante, luchando juntos y esperar la voluntad del supremo, él nos da la vida y en algún momento nos las quitará. Finalmente pasado unos meses terminó el tratamiento, cuando se tenía que venir me llamó y muy contenta me dijo que le costaba dejar esa casa, le harían una hermosa despedida, recuerdo con mucha emoción el día que la fuimos a buscar, lloraba profundamente, dejaría una amistad con muchas mujeres que sufrían, que


no tenían tan cercanos a sus familiares, que eran de muy lejos, hasta el día de hoy recibe llamadas con mucha emoción de amigas que compartieron con ella. Pasamos juntos Navidad y esperamos el año 2010 con mucha esperanza, fue así como a inicio de enero, comenzamos a vivir otra etapa difícil, con mucha fe, era subir la montaña y llegar a la cima, cómo me preguntaba, sólo Dios me daría esa respuesta. La quimioterapia daba sus primeros resultados, poco a poco comenzaban los dolores agotadores, su pelo caía lentamente, la situación y la convivencia era extraña por ponerle un nombre, cada día que pasaba, se deprimía más y más, no quería estar con nadie, no se levantaba, muchas veces llegábamos a la casa y se sentía con poca calidez humana, ese verano fue espantoso, habían momentos que salía un poco de su depresión, pero al mirarse al espejo todo se derrumbaba. Una ayuda fundamental fue su amiga y vecina de nuestro barrio Patricia Toledo, ella venía a visitarla, le contaba historias, la hacía reír, realmente fue una muy buena terapia, por así decirlo, habían tardes enteras que compartían. Cuando se le cayó por completo su pelo, lloraba en cada instante, recuerdo con mucha tristeza esos momentos, sus dolores eran muy fuertes, se quejaba muchísimo, había veces que gritaba desconsoladamente. Pero como todo llega a su fin, en marzo de ese año, terminaría ese proceso, era justamente el día de su cumpleaños y no quiso cambiar la hora de la última sesión, puesto que no quería que la celebráramos, de igual manera le dimos una sorpresa muy íntima, noté que algo cambiaba en su actuar. Patricia seguía visitándola, lo que hace hasta los días de hoy, realmente estaremos agradecidos eternamente de su voluntad y de su constante lucha por sacar a mi esposa de esa oscuridad. Pasaba marzo, y hubo un cambio de un día para otro, de ahí comenzó a tener otra actitud, realmente nos sorprendía cada día que transcurría, yo seguía trabajando, con mis controles médicos y ella también se trataba, queríamos juntos salir adelante, nuestros hijos eran felices, Sebita mi nieto nos cambiaba la vida, y Nico por otro lado siempre al lado nuestro. En el mes de agosto del 2010 acudimos al doctor, con gran alegría nos manifiesta que el cáncer de mamas estaba controlado, que se venía un periodo de cinco años de un tratamiento especial, pero que estuviéramos tranquilos. Tal sería nuestra felicidad, que de inmediato les comunicamos a nuestros hijos y a nuestro entorno familiar, especialmente también a Patricia que se encontraba ansiosa de conocer esta noticia, la cual daba esperanza de vida, gracias a Dios y a nuestra protectora Virgen de Lourdes. A pesar de todas las adversidades habíamos ganado una batalla importante, en estricto rigor Dios nos había regalado la esperanza y la fe, dones que debemos cuidar y cultivar. Tenemos que ser capaces de aceptar estos regalos de la vida que nos invitan a la reflexión, el aprender a querer y apreciar nuestra familia, las virtudes y defectos del prójimo, las horas de cada día, los segundos de cada momento. Debemos ser capaces de crecer a través de la oración, disfrutar de las alegrías y de las penas más inmensas que siempre están latentes en nuestro pasar.


EL RECUERDO: FERNANDITA En esta historia de vida y de muchas emociones también quiero contar la vivencia de Fernandita, una niña hermosa que nos llenó el corazón, quien llega a nuestras vidas a los pocos días de nacer. Ella es hija de Carlos, primo de mi señora, familia que por mucho tiempo estuvo muy ligada a nuestro entorno. La verdad es que nos queríamos mucho, solamente quedan los recuerdos inmemorables guardados en un cofre, de una amistad hermosa, los momentos maravillosos que compartimos junto a la tía Silvia, son imborrables, la terquedad y la deslealtad, los momentos son los momentos y la historia es la historia, solamente podemos dejarlo en la historia. La Fernandita convive con nosotros toda su niñez, aprende a caminar junto a nosotros, a decir sus primeras palabras y a convivir en un mundo lleno de amor y felicidad, fuimos sus padrinos y protectores, recuerdo haberla matriculado en el jardín infantil del Regimiento Arauco de Osorno, donde comenzó a graficar sus primeros dibujos, también la adoraban, por todos reconocida y apreciada. Cuando comenzó a llamarnos “maninos”, nos llenaba de emociones, nos desordenaba la mesa del living, mis hijos la querían como una hermana, ella recibía mucho amor a diario. Cada vez que salíamos a visitar familiares ella iba junto a nosotros, compartimos con ella hasta los cinco años, permanecía todo el día en casa y en las noches se iba donde sus abuelos que hasta hoy, la adoran profundamente. “Fernandita nos entregaste tantas alegrías, niña hermosa que todavía conservamos en lo más profundo de nuestro corazón los momentos más maravillosos junto a ti, nos queda la tranquilidad que estas en buenas manos y que nada te falta, también que nos tendrás por siempre”.

APRENDIENDO DE MI QUERIDO SUEGRO No puedo dejar de contar una historia inmensa de esfuerzo y dolor que quisiera compartir con los que pudieran leer este libro. Se trata de la enfermedad de mi suegro, Hugo, quien escribió parte de sus testimonios el cual estoy seguro que hubiera querido que se publicaran. Resumiré este hermoso testimonio, es muy importante que lo atesoren como un gran recuerdo que tenemos de él, que les sirva a cada uno para darse cuenta que hay que luchar mucho en la vida para salir adelante, que nunca hay que desfallecer frente a un problema, que siempre se pueden superar y lo más importante que aprendamos a estar unidos como él nos enseñó. Quería contar sus relatos como un vínculo de paz para todos los enfermos que padecen leucemia, manifestar que esta enfermedad hoy en día gracias a la ciencia se puede vencer, si bien es cierto en ese entonces era irreversible, la ciencia ha descubierto y ha contribuido que por intermedio de las drogas se frene el avance de esta patología. Quería graficar este capítulo de su vida por varias razones. En primer lugar, para agradecer a su equipo médico, enfermeras internos y personal paramédico del Hospital Regional John Kennedy de Valdivia. En segundo lugar, a su linda y hermosa familia, amigos que lo ayudaron en todo el tiempo


que pudo luchar, tanto moral como económicamente, a Dios, por el milagro de acompañarlo hasta el final, ya que cuando le entregaron su diagnóstico no le daban más de 15 días de existencia, por el avance tan brusco de su leucemia, y en tercer lugar, por poder contar los logros que pudo tener en el desarrollo de su enfermedad, de sus tratamientos y como toleró y mejoró en el tiempo. Esta enfermedad es descubierta en el año 1984, cuando comenzó a sentir fuertes dolores de cabeza, decaimiento, palidez, diarrea constante y muchas ganar de dormir, fue así como acudió a una farmacia de la ciudad de Osorno en el mes de septiembre, pensando en un fuerte resfrío, le recomendaron una penicilina y una benzatina, permaneció en cama más o menos por 20 días, sin sentir ninguna recuperación. El día 1 de octubre del año 1984, acudió a realizar unos trámites al municipio de nuestra ciudad, se sentía mareado y con un dolor de cabeza muy fuerte y constante, se desmayó, y en esos momentos apareció Juan, mi cuñado que lo acompañaba, lo llevaron de inmediato al hospital, a la urgencia, al verlo tan pálido le tomaron un hemograma, cuando llegó el resultado tenía 14% de hematocrito, dejándolo hospitalizado de inmediato. Le realizaron varios exámenes de rigor, punciones a la médula y otros, solicitando una consulta para Valdivia a un hematólogo. Transcurrían los días y no había respuesta, todos estábamos muy preocupados por él, había mucha incertidumbre. Nos contó posteriormente que un paciente que estaba al lado de su cama al ver su ficha, le pregunta: ¿don Hugo, quiere saber qué es lo que tiene?, a lo que él respondió: “bueno”, “usted tiene Leucemia”, le responde. Mi suegro no tenía idea qué era eso, quería morirse, contaba que había quedado la crema, porque la doctora todavía no le había comunicado nada. Una vez hospitalizado comenzaron los exámenes, se tuvo que quedar allá, y mi suegra se devolvió a Osorno con mucha pena, pero con más esperanzas la recibimos, había que tener buenas vibras para poder enfrentar lo que se venía. Posteriormente ella fue acogida por unos amigos de la juventud, él se llamaba Job Flores y ella Luz Marina Paredes, quienes en todo momento estuvieron muy preocupados de la situación, los cobijaron y además Luz trabajaba en el hospital. Recuerdo que el día 12 de octubre viajamos junto a mi esposa y algunos familiares a saludar a mi suegro en su cumpleaños, a él le dio mucha alegría, a pesar que se notaba su cara de tristeza. Aprovechamos de hablar con los médicos y efectivamente el diagnóstico era Leucemia Linfática Aguda, detallándonos los pasos a seguir, pues el doctor agregó que podía durar 15 días con vida o un mes, un año o tres, incertidumbre total. Cuando comenzó el tratamiento él tuvo un fuerte rechazo, provocándole hemorragias por las encías, tuvimos que de inmediato comenzar a realizar transfusiones de sangre. Yo viajaba a diario a la ciudad de Valdivia y trasladaba sangre desde Osorno, era mucha la que había que conseguir, cada día lo veía empeorar, el 2 de noviembre se veía muy mal, lo visitaron muchas personas, lo visitó un sacerdote y le dio la unción de los enfermos. Se continuaba con el tratamiento, se le cayó su pelo, su estado de salud era muy deplorable, posterior a esa agonía, tuvo una pequeña recuperación, tenía su boca totalmente herida y le molestaba mucho al tragar, con violeta genciana, le curaban, para parar la infección. Lo visitaban muchos familiares y amigos, él era muy querido.


Nosotros teníamos mucha fe, pero los médicos nos hablaban con realidad, interiormente pensábamos que en cualquier momento tendría que haber un desenlace. Mi suegro, previsor de lo que estaba pasando, le manifestó a mi suegra lo que había que hacer en caso de fallecer, así de claro, ella siempre se mantuvo muy firme respecto a lo que estaba sucediendo, él siempre decía: “que entereza de esta mujer”, sin ella no habría tenido la recuperación que había presentado. Todos los días le entregaba una palabra de aliento, él muchas veces me dijo que hablaba mucho con Dios y le pedía que lo sanara. Se venía la Navidad y él pidió permiso para viajar a Osorno y pasarlo con nosotros, el médico tratante no lo autoriza, por lo que solamente le pidió a mi suegra que viniera a estar con su hijo menor, Hugo. Recuerdo que en el mes de enero del año 1985 le dieron permiso para ir a Osorno, se sentía muy feliz, pero agravó, tuvo que regresar a Valdivia urgente. En febrero nuevamente lo autorizaron a ir a Osorno, seguía con su tratamiento ambulatorio, el día sábado 23 de febrero Lucho Carreño Bravo su primo, lo llevó de vuelta a Valdivia con mucha fiebre, también se había tomado la decisión de irse a vivir a Valdivia para no andar viajando tanto, la familia de Job, le había facilitado una casa para vivir mientras durara el tratamiento, era muy necesario estar cerca de los médicos. En el mes de junio fui a buscar a mi suegro para traerlo de visita a mi casa en Osorno, mi esposa estaba muy feliz de atender a su padre, por supuesto mis hijos al ver a su abuelito. Al otro día nos regresamos a Valdivia para comenzar otro tratamiento de mejor calidad. El día 12 de octubre nuevamente viajamos todos a celebrar su cumpleaños, tuvimos alegrías, fue inolvidable. En los últimos meses del año, también lo sentía muy tranquilo, porque me había pedido que le lleváramos a su hijo Sergio, con el que quería compartir los momentos que él solamente tenía en su interior y expresar en secreto las situaciones y emociones junto a su hijo. Se venía nuevamente el fin de año, por lo cual el doctor autorizó su venida a Osorno, nuevamente él quiso que lo lleváramos a mi casa, disfrutamos, sacamos fotos y lo visitaron muchísimas personas. El 6 de enero de 1986 de regreso a Valdivia se continuaba con el tratamiento, siempre se manifestaba agradecido de Dios, de su linda familia, de sus hermanos, de todas las personas que de una u otra manera le habían apoyado. Hablaba siempre que era verdad que la leucemia era un cáncer a la sangre, que no tenía cura, pero controlándose y teniendo las drogas a tiempo se puede tener larga vida, como cualquier persona sana. Él sabía lo que venía, pero siempre estaba contento, incluso se acordaba de muchos leucémicos que había conocido y ya habían partido, como de Luchito, siempre lo recordaba, él era un joven de aproximadamente 22 años y varios más. Él había descubierto un artículo de un diario donde explicaban el desarrollo de esta enfermedad. Como anécdota, siempre hablaba de lo caro y costoso de los tratamientos, haciendo críticas al Ministerio de Salud, gracias a Dios nosotros siempre como familia pudimos adquirir medicamentos de alto valor, él comentaba “quizá en algunos años más esto se solucione”. El día sábado 21 de julio de 1986 fuimos con mi suegra a verlo, le teníamos una linda sorpresa. Mi esposa le llevaba en sus brazos a su nueva nieta, era Daniela, cuando nos vio su alegría era inmensa estábamos con Roberto, Claudio y Huguito. Salió al hall del hospital para vernos y compartir en esa


tarde, quedó muy feliz. Dentro de sus conversaciones siempre le pedía a Dios si alguna vez faltara, le diera a su familia paz; tranquilidad y resignación, solamente sufría mucho por el más chico de sus hijos que era Huguito, tenía 13 años, que lo guiaran por el buen camino, “aunque sé que mi familia velará por él”, balbuceaba. Cada día se agravaba más, y algunas veces presentaba mejorías esporádicas. Los médicos deciden en el mes de noviembre de 1986 darlo de alta y enviarlo a Osorno, para que pasara sus últimos días con su familia, fue así que pasamos las fiestas de fin de año juntos. Tratamos de compartir como si fuera una eternidad, lo visitaron muchas personas, amistades, su hijo Sergio, hermanos, religiosos, cachillo y chapita; unos viejos amigos, su compadre Pili y Nora su comadre, y muchos que se me olvidan, con respeto les pido disculpas al no nombrarlos. El día 7 de febrero del año 1987 lo acompañaron en su velatorio. Estas líneas que puedo escribir en su memoria se las dedico a toda la familia, en especial para las personas que se encuentran en dificultades, y decirles que siempre hay una esperanza, que la fe mueve montañas, que cuesta subir esas montañas, pero al final se llega. Este es un merecido homenaje a tu memoria querido Suegro.

LA LLEGADA DE MI CUÑADO SERGIO Cuando mi querido suegro estaba muy enfermo, recuerdo ya trasladado a Valdivia, al hospital regional, yo por esas cosas del destino cumplía labores propias de mi desempeño en el ejército, comisión de servicio todos los días a la ciudad del Calle Calle, ello me permitía visitarlo, autorizado por mis superiores quienes conocían la situación que nos embargaba como familia de la delicada enfermedad que padecía y que cada día lo consumía, la Leucemia se lo llevaba y yo lo veía sufrir con mucha nostalgia. En una de esas conversaciones que sostuve con él, me pidió un favor muy especial; encontrar a su hijo Sergio, que lo había tenido fuera de su matrimonio. Nosotros sabíamos del destino de ese muchacho, incluso había estado en mi casa, pero mi suegro lo desconocía. Con mucha sutileza le expliqué que me dedicaría a buscarlo hasta encontrarlo. La tía Hita, en tanto, quien lo conocía, aportó algunos datos, él no era extraño, visitaba con mucha frecuencia a la abuela Rebeca y al abuelo Arturo, padres de mi suegro, quienes también le tenían mucho cariño. Logramos tener una conversación con Sergio, él estudiaba en el Liceo Comercial de Osorno, al verlo me impactaba tanto al parecido con mi suegro, eran iguales, el aceptó el planteamiento. Fue así como un día junto a la familia nos dirigimos a Valdivia para que se estrecharan en un abrazo infinito, conversaron toda la tarde, fueron momentos de muchas emociones, ellos sabían de lo profundo de su verdad, nadie más que ellos plasmarían sus vivencias y sus secretos más eternos. Posteriormente nos devolvimos a la ciudad de Osorno, donde personalmente me preocupé que Sergio se mantuviera al tanto de la enfermedad de su padre. Yo lo aconsejaba, muchas veces lo llevaba al regimiento a compartir un desayuno, él se sentía muy feliz que yo fuera su cuñado, en el casino lo apreciaban mucho.


Con el tiempo, egresó de cuarto medio, como familia celebramos en nuestra casa su título comercial, con una gran parrillada junto a sus compañeros que él mismo había invitado, se sentía como en familia y eso me hacía sentir muy bien, además de compartir con su hermana y sobrinos. Se sentía orgulloso y también apoyado al igual que sus propios compañeros. Después de un tiempo, mi suegro es trasladado a Osorno, las esperanzas eran pocas, pero nuestra fe seguía latente. Lo llevamos a mi casa, para que estuviera tranquilo, lo visitaban muchos amigos, él era muy querido, también pudo compartir tardes enteras con Sergio, se quedaban solos en el dormitorio, sin embargo a los pocos meses fallece quedando la huella viva de su legado, que recordamos en cada reunión familiar que tenemos. Al tiempo, Sergio busca nuevos horizontes y decide radicarse en el norte, en la ciudad de Linares, donde no tenemos noticias de él por un largo período. Pasaron los años y un día que mi esposa se encontraba mirando un programa de televisión, en el cual contaban historias de personas con problemas serios de salud, escuchó el nombre de una niñita de apellido Carreño, que tenía leucemia y estaban solicitando ayuda en sangre para su tratamiento. Quedó en la retina esta situación, no supimos en esos instantes quién era, pero comenzamos a averiguar, era nuestra sobrina Tati, hija de Sergio. Buscamos la manera de ubicarlo, me imagino el dolor tremendo que tenía, recorrió todos los lugares para poder salvarla, pero Dios se la llevó, hoy la recordamos con mucho cariño.

DE VUELTA A MI HISTORIA: EL VIAJE A SANTIAGO Efectivamente en el mes de agosto del 2010 nos habían entregado la maravillosa noticia de la mejoría de mi esposa, el cáncer había desaparecido, tenía que seguir con el tratamiento por 5 años, pero siempre con su droga. También continuaban los controles médicos de la insuficiencia y miocardiopatía, que yo padecía, acercándose en esa fecha el mes de septiembre, por lo cual nos decidimos a realizar una fonda para las festividades patrias que nos permitieran reunir dinero para solventar algunos gastos que habíamos tenido, ya que si bien es cierto el tratamiento de mi mujer lo cubría el sistema de salud del estado, era necesario adquirir algunos medicamentos de ambos. Fue así como empezamos a planificar dicho evento, queríamos que todo saliera muy bien, yo tenía experiencia en este tema, por cuanto en mi permanencia en el ejército siempre me tocaba participar en las fondas anuales que se realizaban para reunir fondos y celebrar las tan nombradas pascuas del soldado. “Fonda Onde El Huaso” se llamaría, ya que Roberto había tenido un restaurant en Puerto Montt que tenía ese nombre. El entusiasmo comenzó a fomentarse, la familia preguntaba, los amigos y tanta gente que estuvo a nuestro lado. Todo resultó un éxito, finalmente se había logrado el objetivo, lo habíamos pasado muy bien y de paso quedábamos con algunas arcas en positivo. Posterior a eso, como el 24 de septiembre, me comencé a sentir muy cansado, resfriado, desganado. Me costaba respirar, me llevaron varias veces a la guardia del hospital en Osorno, indicaciones que me tenía dadas el Dr. Potthoff. Me medicaban y nada resultaba. En ausencia de mi médico la segunda opción era la Dr. Bourke, ella ya me había visto varias veces. Así fue como concurrimos a la Clínica Alemana con mi esposa,


la profesional me encontró muy mal y decidió que viajara a Santiago. Me explicó que el corazón estaba muy dilatado y se encontraba muy preocupada, fue tanto que elaboró un informe completo de mi enfermedad, en el cual solicitaba se me realizara un análisis para poner un marcapasos o un instrumento nuevo que era a pilas, un desfibrador, el cual ayudaría a minimizar esta enfermedad. La Dra. Bourke, cardióloga, con vasta experiencia, no se imaginaba lo que podría venir, ni siquiera nosotros nos imaginábamos la gran aventura que se nos avecinaba. Me dirigí a la casa para llamar de inmediato y solicitar una hora de urgencia a Santiago, estaba muy nervioso, respiraba pausadamente, mi preocupación hacía más dura la situación, más aun cuando logré comunicarme para pedir la hora y no había. Me preocupe tanto, pero algo extraño sucedió, pues la señorita que me atendió, me dijo: “don Jaime tiene usted suerte, la próxima semana tenemos una hora disponible”, no era tanto el tiempo, quedaba solamente una semana para viajar. Previo a esa hora presenté varios desajustes, no bajaba la fiebre, seguía con cansancio, me faltaba el aire, me costaba mucho respirar. Muchas veces me llevaron a la urgencia del hospital, aguantaba, me inyectaban, me ponían oxígeno, pero se me pasaba por un tiempo. Había que ser fuerte y esperar los días, la realidad era que siempre estaba muy nervioso. Así, el día 8 de octubre del 2010, viajamos a Santiago rumbo al hospital militar junto a mi esposa, con la fe y la esperanza puesta en Dios que todo saldría muy bien, recuerdo el habernos despedido, junto a mi querido hermano, mi comadre, mis sobrinos y mis hijos, conversábamos que la próxima semana estaríamos de vuelta, ésto era algo rápido, la inter consulta la llevaba, el diagnóstico estaba claro y era cosa de que los médicos me evaluaran e hicieran lo que tenían que hacer. Nos habíamos comunicado con nuestra familia de amigos Mora Riveros, que cada vez que íbamos a Santiago nos atendían como si fuéramos de la casa, en realidad lo cierto es que nos sentíamos como llegar a nuestro hogar, ellos son muy buenas personas, nos habíamos conocido en Osorno, en nuestro caminar en la vida militar, él, jubilado de la institución como suboficial mayor. El día 9 llegamos a Santiago, nos estaban esperando en el terminal de buses, pocas maletas, como íbamos por pocos días no necesitábamos tanta ropa, nos dirigimos a su casa en la comuna de la Florida, les contamos de qué se trataba la visita al hospital. Nos organizamos para presentarnos a la hora médica en el hospital el día 12 de octubre con el Dr. René Pumarino. Nos levantamos muy temprano y con mucho sueño, habíamos dormido poco, el motivo era que ese día también rescataban a los 33 mineros, todos estaban pendientes a la televisión, era ver el renacer de estos chilenos que habían estado bajo la tierra por tanto tiempo, pero quedaba la enseñanza que nunca perdieron la esperanza, un signo inmortal se veía en cada uno de ellos, recuerdo haber visto casi completo el rescate. Cuando me llamaron por parlantes, algo corría en mi interior, los nervios me consumían, nos mirábamos con mi esposa y todo resultaba con interrogantes, nos sentamos frente al doctor, él miraba mi ficha y exámenes que yo llevaba desde Osorno, además del informe completo de la Dra. Bourke, en la cual explicaba mi situación. Me examinó, conversamos por unos momentos, nos miró y nos dijo: “Esto está muy mal, en realidad, hay que hospitalizar de urgencia, vamos a evaluar la situación, pero les digo que descarten de inmediato el marcapasos o el desfibrador, el corazón está


demasiado dilatado, necesitamos hacer exámenes con urgencia, lo primero que haremos será una coronaria y veremos a posteriores, pero lo más probable, es que tengamos que realizar un trasplante cardíaco”, terminó diciendo. Me costaba mucho respirar, tenía temperatura, y para colmo, además de todo, el diagnóstico que se presentaba era una influenza, que agudizaba aún más mis malestares. El día 13 de octubre de ese 2010, en el Hospital Militar de Santiago, en el séptimo piso ala Sur, sala 725 me hospitalice, recuerdo que me recibió la enfermera jefa Sra. María Soledad Becerra, quien comenzó a realizar el protocolo correspondiente con los siguientes diagnósticos: - Insuficiencia cardíaca irreversible etapa terminal. - Miocardiopatía dilatada. - Hipertensión pulmonar secundaria. - Insuficiencia renal. Comenzaron los exámenes y más exámenes. Se realizó la coronografía, recuerdo ese día habían médicos extranjeros presenciando la intervención, el Dr. Pumarino les explicaba de que se trataba y ellos ponían mucha atención. Yo muy nervioso escuchaba atentamente cada palabra que él pronunciaba, no se trataba de cualquier examen, él ya sabía que mi diagnóstico no era nada de bueno, me lo contó al poco tiempo. El Dr. Pumarino me demostró con su calidad de persona ser muy humano, profesionalmente era un cardiólogo de prestigio, sabía mucho y lo admiraban por su buen carácter, tenía mucha gentileza con mi esposa que estaba en cada movimiento que se me realizaba. Unos días después supimos la noticia, fui considerado en conjunto por el equipo cardiológico y de cirugía como candidato a trasplante cardíaco. El doctor concurrió a mi pieza, en realidad era bastante cómoda, espaciosa, con televisión por cable, dos sillones y uno era cama. El venía en compañía de varios médicos, en realidad al verlos me puse muy nervioso, seguía con bastantes molestias, además estaba conectado a un ventilador con oxígeno para respirar en forma más cómoda. Mi señora siempre a mi lado, así fue como escuchamos atentamente las palabras del doctor: “realizados los exámenes Jaime ésta muy complicado, el corazón no resistiría ningún implante o algo que se parezca, solamente queda sujeto a un trasplante cardíaco”, rompí en llantos al igual que mi esposa, no lograba comprender qué sucedía, en realidad no entendía nada, era muy difícil vivir ese momento, quedé deteriorado por completo, me tuvieron que aumentar la dosis de oxígeno, los medicamentos, todos nos encontrábamos muy preocupados. Jacqueline posteriormente se encargó de comunicar la noticia a nuestros hijos y familiares, se nos venían días de incertidumbre, preocupaciones y un tremendo desafío. La familia Mora Riveros de inmediato protegió a mi señora y se la llevaron a su casa, me imagino el dolor que ella llevaba sobre sus hombros. Me quedé muy preocupado y le conté al Dr. Pumarino la situación de mi mujer, de la cual veníamos saliendo, su cáncer podía retornar por la preocupación, se le podían bajar las defensas, era realmente complicado, incluso a ella recién le estaba creciendo el pelo.


La familia Mora Riveros era tan importante para nosotros, estaban preocupados de cada detalle, Alicia era como una madre, José su esposo, sus hijos y todo su entorno. Mis hijos, a pesar que eran mayores de edad siempre tuvieron un apego especial con nosotros hasta los días de hoy, me imaginaba sus caritas al recibir esta lamentable noticia, mis cercanos, mi familia toda, nadie podía comprender por qué tenía que suceder esto. Mientras tanto yo seguía muy mal, cada día que pasaba me deterioraba aún más y más, me faltaba mucho oxígeno. Comencé a bajar de peso, tenía poco apetito, no tenía idea en qué consistía un trasplante, tuve mucho miedo, como nunca había tenido en ninguna situación vivida, solamente pensaba en cada momento que me ocurriría a futuro, me aferré tanto a Dios que lo único que le pedía era que no me soltara, la Virgen de Lourdes era mi compañera diaria. Trascurrían los días, todo era inimaginable, eran tantos mis nervios que se me produjo un dolor inmenso en el hombro derecho, no lo soportaba. Tenía los nervios contraídos, fue muy importante en ese momento mi kinesiólogo Eduardo, quien con mucha paciencia llegaba todos los días a hacerme un tratamiento especial para que pasaran los dolores. Seguíamos con el tratamiento kinesiológico y psicológico. Recuerdo que me visitaba mucho el padre Fredy, quien me entregaba la palabra de Dios. Él era una persona muy buena, todos los días llegaba a verme, conversábamos por mucho rato. Mi psicóloga, hablaba conmigo a puertas cerradas, recuerdo que era muy buenamoza, me trataba con mucho cariño. La primera vez yo no la quería recibir, me rehusaba a conversar de ese tema, no creía en los psicólogos ni tampoco en el trabajo de los kinesiólogos, después de haber tenido la experiencia que voy a relatar más adelante me tragué las palabras. Hoy, doy fe de su excelente trabajo profesional, el cual día a día desarrollan en bien de los enfermos. Durante esos días mis hijos se organizaron para viajar a Santiago y estar conmigo todo el fin de semana, se complicaba un poco, puesto que Roberto y Claudio trabajaban, Daniela estaba realizando su práctica profesional, ya que a fines de año le tocaba rendir su tesis de grado. Bueno, se organizaron de tal forma que llegaron un día viernes a Santiago de sorpresa, lógicamente apoyados por la familia Mora Riveros, que era nuestro pedestal. Me sorprendí muchísimo al verlos, fueron momentos muy emocionantes, mi hijo Roberto era quizá el más fuerte, sostenía emocionalmente a su madre y hermanos a mantener una firmeza absoluta frente a lo que estaba ocurriendo. Conversamos muchísimo, les expresé que los amaba más que mi vida y que no se preocuparan. Les explicaba que mientras ellos estuvieran bien, yo también, a pesar que interiormente yo sabía lo difícil que se me venía. Tuvimos mucho de que conversar, sobre todo con mi hijo Roberto que se quedó conmigo en las noches para cuidarme, ya que me costaba bastante respirar, pero además me dolía mucho el brazo, le decía que echaba mucho de menos también a mi nieto Sebita y a Nicolás. A cada rato me preguntaba: “papá te duele mucho, te falta aire, llamo al médico”, a lo que le respondía, “no te preocupes hijo aprovecha de descansar”, lloraba del dolor, pero me contenía para no preocuparlo. En el día nos reíamos mucho, porque el tenía un juego en su celular el cual simulaba hacer un movimiento de un pescador lanzando una caña de pesca lo cual lo convertía en objeto de nuestra risa.


Pasaba el tiempo y yo seguía con muchos dolores, continuaba con los tratamientos. Me contaron que había una persona que se había trasplantado anteriormente y que si yo quería contactarla para que pudiéramos conversar respecto a la experiencia. Se trataba de la Sra. Lucy, ella era esposa de un empleado civil del ejército y había sido operada hace dos años. Ella con mucha voluntad recuerdo una tarde apareció en mi sala, la psicóloga me la presentó, en realidad ella había realizado las gestiones para esta entrevista. Cuando la vi me impresioné muchísimo, la veía muy normal, una persona joven, conversamos muy emocionados por mucho rato, para mí era una experiencia fuera de lo común, tenía muchas interrogantes y quién más que ella me las podía responder. Me contó cómo había comenzado todo, su operación, su espera, sus nervios, su familia, en realidad yo quedé en las manos de Dios, pero se desaparecían montones de dudas que tenía en mi mente, por ejemplo, qué síntomas habrían después del trasplante; y si era mujer la persona donante; cuáles eran los síntomas, y si era alcohólico, etc. Despejé muchas dudas, pero nunca me contó la verdadera realidad, eso era muy positivo, ya que los trasplantados no pueden saber qué pasará a futuro, en realidad es mi percepción, cada uno vive su propia experiencia y nunca es bueno saber qué pasara, solamente hay que dejarlo en las manos de Dios, a ella mis profundos agradecimientos. Yo estaba ya en el lugar Nº10 de la nómina nacional, esto comenzaba a ser una realidad, me explicaron que esta intervención se realizaba en convenio con la Clínica Alemana de Santiago. Los médicos eran especialistas y con mucha experiencia, me visitó por primera vez el Dr. Michael Howard, él sería uno de los profesionales que me trasplantaría, trabajaba en la unidad coronaria del hospital militar, pero también en la Clínica Alemana, viajaba seguido al extranjero, en realidad cuando conversé con él rompí profundamente en llanto, pero lo que más recuerdo es que me entregó mucha confianza y me dijo que tenga fortaleza y que estaba en buenas manos. Me explicó que en Chile es muy difícil, pero que tuviera mucha fe, también me pidió que le pusiera mucho empeño al tratamiento con los kinesiólogos, esto era muy importante, porque en cualquier momento se podría presentar el donante y yo debía estar en buena forma para la intervención. El mantener un ejercicio equilibrado era trascendente, me costaba mucho ya que cada vez me debilitaba más, tenía cuatro veces al día ejercicios, esto me cansaba mucho, recuerdo que salíamos a los pasillos, además tenía que salir con el balón de oxígeno, pero debía hacerlo. Mi esposa me daba mucha fuerza, Eduardo, el kinesiólogo, era muy importante, “vamos don Jaime me repetía, por usted y por su familia”, lloraba del dolor, pero seguía adelante, los pasillos del piso eran interminables, en realidad me costaba muchísimo. Transcurría octubre, y yo cada día que pasaba me sentía muy mal, el doctor autorizó a que mi esposa se quedara conmigo en las noches, en realidad ella también se lo solicitó, yo estaba muy mal, la veía como sufría, lloraba a veces, rezaba con tanta fe, hablábamos mucho de tantas cosas, me decía que todo saldría bien, me daba mucho aliento. En esos días aparece el doctor a cargo del piso, médico al cual en honestidad no le tenía confianza, todos los días peleábamos por algo, nunca tenía una respuesta adecuada para mis solicitudes, me decía: “pero don Jaime si usted está bien tiene que esperar, pero para eso no se puede quedar hospitalizado por tanto tiempo, tendremos que darlo de alta, y esperar en su casa”. Él sabía que nosotros éramos de Osorno, dónde me podría quedar en el estado que me encontraba, tuvimos una


fuerte discusión, si hasta lo insulté, le expresé que por ningún motivo aceptaría que me dieran el alta, probablemente él tenía la razón, pero para mí no. Después me explicaban que hay muchos pacientes que los dan de alta y los llaman cuando aparece el donante, pero en mi estado era como irrisorio por cuanto solicité que no quería que él me siguiera tratando. A fines del mes de octubre me tuvieron que trasladar a la UTI, estaba complicado, yo estaba con visitas, tenía mucho miedo, llegué a la sala, me suspendieron las visitas y hablaron con mi esposa, me impresioné mucho cuando llegué a esa unidad, me pusieron unos catéters, me dolió mucho, lloraba también de pena y dolor, creía que todo terminaría, pero el apoyo de las enfermeras y de los médicos me hicieron estar confiado en sus capacidades y tratamientos, en realidad ya era muy regalón, recuerdo ese día que fue muy especial. Le avisaron de inmediato al Dr. Howard, quien seguramente adoptó las medidas que correspondían en ese momento, se realizaron todos los estudios apropiados, fui manejado con infusión de dobutamina con respuesta inicial buena y salida de farmacoterapia oral de insuficiencia cardíaca, por algunos días, para nuevamente descompensarme y terminar en la UCI. Con manejo con Swann, adrenalina y milrinona, presente episodios de TVNS y Luther auricular por lo que se manejó con amiodarona, la fracción de eyección estaba estimada en 15%. Tenía insuficiencia mitral y tricúspide severa con dilatación de ventrículo derecho a pesar de milrinona y adrenalina en dosis crecientes persiste el deterioro progresivo especialmente de función hepática y renal. En el mes de noviembre, ya muy deteriorado, me pasaron a la unidad coronaria (UCO), donde mi miedo a perder la vida era el pan de cada día. El Dr. Howard me visitaba permanentemente, conocí también al Dr. Serrat, a las enfermeras que me atendían muy bien, en realidad a todo el personal que se desempeñaba en esa área, también el personal auxiliar, y como no nombrar a Claudito y la Carito, quienes se esmeraban en entregarme todo su apoyo. Limpiaban mi pieza a cada rato y me entregaban muchas palabras de aliento, también como cosa del destino apareció el Dr. Torres, quien muy preocupado se dirigió a mí para conversar. Me manifestó que tuviera mucha fe, yo sabía interiormente que esto tenía que tener un desenlace triste o de felicidad, el padre me visitaba todos los días para entregarme sus bendiciones. Junto a mi señora rezábamos mucho cuando llegaba a darme el almuerzo, mi apetito era escaso, también producto de las terapias me sentía muy cansado.

EL ROSARIO El 8 de noviembre de 2010 mi esposa ante la desesperación y nuestra creencia viva inició el rezo del Rosario de la Virgen para aquellas personas que son creyentes, comienza el mes de María. Ella asistía todos los días a la capilla del hospital militar a rezar, además que habían muchas cadenas de oración donde bastante gente participaba para darnos las buenas vibras. Recibía muchas visitas, llamadas telefónicas de amigos y mis hijos viajaban constantemente a Santiago, la familia Mora Riveros incansablemente entregaba día a día su apoyo, que era como algo maravilloso, se sentía tanto amor de parte de ellos que no se puede olvidar ni en un segundo todo


el esfuerzo que entregaron hacia nosotros, sería también ingrato de mi parte no agradecer a tanta gente que nos apoyó, personas anónimas; mi amigo Ernesto y tantos compañeros de curso en la escuela de suboficiales como Sergio Montiel y Claudio Puelpan, quien siempre estuvo también muy preocupado junto a los suyos es la familia San Juan Gutiérrez, mis vecinos del barrio, los amigos de mis hijos y tantas personas que llenaría hojas enteras en nombrarlos a todos ellos mis profundos agradecimientos! También en esos días recuerdo con mucha emoción que durante la mañana, mientras me llevaban a realizar unos exámenes médicos, apareció la “Verito”, esposa de mi cuñado Sergio Carreño, a quien alcancé a saludar de pasada. Llevaba consigo un regalo que me había enviado Sergio con mucho cariño, era un rosario muy bonito, que lo había hecho un curita que había llegado de la Santa Sede, algo muy significativo, recuerdo que me entregaron una pequeña nota que aún la conservo y que decía lo siguiente: “Querido Jaime: Sé que los momentos que han pasado han sido muy difíciles, pero con la ayuda de Dios todo lo superarás. Jaime, cada día que pasa rezo por ti y pido a Dios todo lo bueno que te pueda dar la vida, pues tú te mereces lo mejor, recuerda siempre que en mi tienes un hermano que te ama mucho. Te envío ese pequeño obsequio que tiene un valor muy especial. Cuñado lindo te amo, Sergio Carreño”. Todavía atesoro en un lugar de privilegio el rosario que con tanto amor y esperanza me regaló mi cuñado, el cual marcaría una historia de mi vida junto a su linda familia. Cuñado querido, recibe como siempre mi amor profundo de agradecimientos y de mis afectos especiales, por todo lo que me has entregado día a día. Con emoción recuerdo el momento en que nos reencontramos, cuando me dijiste con lágrimas en los ojos que era la vuelta de mano como yo me había portado contigo en años anteriores, solamente pudimos mirarnos de frente y darnos un profundo abrazo. Llegábamos a fines del mes de noviembre de 2010 y no habían esperanzas, el avance de prioridad para trasplante de corazón nacional era de todos los días, subía desde el lugar Nº10 al noveno, y así sucesivamente, hasta cuando el doctor me dice alcanzamos a estar en tercera prioridad, recuerdo también que había un niñito que se encontraba en otro lugar hospitalario, rezaba mucho por él. Recibía visitas de personas que habían viajado desde Osorno a verme, amigos de mis hijos, Sergio Urbano, lo recuerdo con mucha emoción, mi cuñada Viviana, pero me preocupaba mucho mi hermano Marcelo, mi compadre, también su esposa Patty, mi comadre querida, quienes eran los segundos padres de mis hijos en mi ausencia. Ellos viven al lado de mi casa, nos vemos todos los días, nosotros habíamos tenido un accidente muy grave en el año 1990, ocasión en que falleció mi sobrinita Yerly, a quien recodaré siempre. Cuando sucedió esta lamentable situación, siempre renegábamos contra Dios, pues no entendíamos por qué tuvo que suceder algo así, pero la fe y nuestro apego a la religiosidad, especialmente de parte


de mi esposa, devota de la Virgen de Lourdes, permitió que mi comadre quien quería nuevamente embarazarse, y no podía, recibiera el milagro de tener otro hijo. Luego nació Jaimito, quien lleva orgulloso el nombre de su tío, es más, el nació el día de la celebración de la Virgen de Lourdes, el 11 de febrero. Viajó a Santiago también, y dejándolo todo, mi adorada Camilita, quien terminó de estudiar y voló donde su “manino” adorado. Llorábamos juntos y fue un apoyo también para su “tate” y para su primita Daniela quienes se quieren como si fueran hermanas. A fines del mes de noviembre me desperté muy temprano, comencé a mirar los noticiarios, en realidad lo hacía todos los días, pues era parte de mi diario vivir en los momentos que comenzaba el quehacer de las enfermeras. Los canales de televisión mostraban un lamentable accidente de tránsito, un bus que venía desde San Antonio hacia Santiago había chocado, murieron muchas personas, todos estábamos preocupados de la noticia, pero más nosotros, fue en ese momento que aparece el Dr. Howard y me dice; “Jaime reza mucho, podríamos tener novedades durante la mañana”. Me quedé muy preocupado al conocer esta noticia, era lamentable lo sucedido con muchas familias, sentía sentimientos encontrados, pues se podría producir el trasplante, quien se lo podría imaginar que tras tanto dolor nosotros podríamos estar frente a una tremenda noticia, podría aparecer un donante, era increíble, la tristeza y la alegría juntas. Pasaron las horas y nada ocurría, lamentablemente no se dieron las cosas, seguíamos en la espera, estábamos tras algún milagro, solamente me quedaba con la tranquilidad de rezar mucho por las familias que habían perdido a sus seres queridos, Me visitaba el padre Freddy, quien me daba conformidad, recordábamos con mucha emoción pasajes de la biblia, quedaba en mi mente, “una palabra tuya bastara para sanarme”. Seguían pasando los días, el Dr. Howard se acercó a conversar junto a mi esposa del protocolo de la operación si es que llegaba un donante, me manifestó que él junto al Dr. Sepúlveda y el Dr. Lagazzi médicos de la Clínica Alemana, serían las personas que realizarían el trasplante y que vendrían a visitarme para conversar del tema. Fue así como un día en la noche aparecieron y me dieron mucha esperanza, eran muy atentos y se preocupaban mucho por mi estado. El Dr. Howard todos los días me pasaba a ver muy temprano y en las noches me decía “tranquilo Jaime, mañana llegará”, en realidad me dejaba con una esperanza. Siempre estaba muy preocupado, mi estado cada día era peor, ya no resistía las comidas, comencé a vomitar, no me levantaba, lloraba mucho cuando mi kinesióloga me hacía los ejercicios, María Luisa, la recuerdo con mucho cariño, preocupada en cada momento de mi persona, pero también le inquietaba mi esposa, por ello agradezco ese tremendo apoyo que ella fue para mi amada Jacqueline. En esos días también recibí una visita que me levantó mucho el ánimo, se trataba de Eliecer Zúñiga, lo había contactado Sergio Montiel, él había sido mi instructor en la escuela de ingenieros militares. Con mucha fe y esperanza estuvimos conversando por algunos minutos, me dio mucha fuerza, recordamos momentos de muchos años atrás, me estrechó sus manos y me dijo: “que confiaba en Dios y que aparecería el donante, quédate tranquilo y espera con fe”, me dio una bendición y se retiró, lloramos de emoción, el Dr. Serrat, tuvo la gentileza de dejarlo entrar.


Un día que me encontraba en mi cama descansando, al cambio de turno en la noche apareció una enfermera nueva, en realidad ella estaba con vacaciones, y al volver se presentó y me hizo reír mucho, puesto que venía llegando de Centroamérica, hablando con un acento caribeño y me dijo: “oye chico, que es lo que tú tienes, vamos arriba, todo saldrá bien”, Michelle, te llevo en mi corazón profundamente. También estaba con ella la enfermera, Jacqueline Muñoz, a quien le pedí que me convidara un poco de bebida Coca Cola, eran tantas mis ansias de tomar aunque sea un sorbito, le expresaba, que ella saltando los protocolos me dio a probar solamente un poquito. Nos pusimos a llorar de alegría, ellas me querían mucho, pero yo también sentía que era por algo, lamentablemente esto tendría que tener su final y su desenlace probablemente no era el mejor. Como olvidar a mi enfermero de cabecera, Carlitos, quien me visitaba junto al Dr. Howard. Me levantaba los dedos en señal de buenas vibras, “vamos don Jaime me decía, no pierda la fe, en cualquier momento puede aparecer su donante, confiemos en Dios que todo resulte”, enfatizaba todos los días.

EL ACCIDENTE DE YERLY Una de las experiencias triste de mi vida ha sido sin lugar a duda el lamentable accidente que tuvimos en nuestra familia. Un hecho perturbador. Ese día íbamos a visitar a mi papá que se encontraba de cumpleaños, él vivía como a 28 Km. de Osorno, en San Juan de la Costa, era el mes de marzo, fecha en que se celebran varios nacimientos como el de mi sobrinita Yerly, quien falleció en este lamentable accidente. La intención era tener una alegría familiar, pero se convirtió en un dolor muy profundo. Íbamos todos muy contentos, ella recién cumplía nueve añitos, ese día nos fuimos muy temprano. En la casa de mi hermano incluso quedo la decoración de la celebración armada. La camioneta en la que viajábamos al llegar a una curva volcó con resultado fatal, recuerdo que yo junto a ella quedamos debajo de la parte trasera aplastados, mi señora perdió el conocimiento, Roberto y Claudio saltaron abrazados y lanzados del vehículo. A ellos gracias a Dios no les sucedió absolutamente nada, ni siquiera un rasguño, eran muy chicos, esto sucedió en el año 90. Roberto hizo reaccionar a su mamá, mi hermano por otra parte trató de levantar el vehículo, yo reaccioné y no sé de dónde sacamos fuerzas para darla vuelta nuevamente. La Yerlita tenía mucha sangre en su cabeza, la tomé en mis brazos y corrí por el camino desorientado, no sabía qué hacer, en eso se acercaba un auto de unas personas que también se dirigían al lugar, impactados nos prestaron auxilio. Se bajó la gente y junto a mi comadre tomé la niña y la llevamos a un hospital cercano. Agarré un crucifijo que llevaba en mi cuello, las señora que nos acompañaba llevaba un rosario, rezábamos juntos y le pedíamos a Dios que nos ayude, lamentablemente por el camino le tomé el pulso a ella y no respondía, tenía mucha sangre y sentí que había fallecido, saqué muchas fuerzas y no le dije nada a mi comadre, ella me preguntaba a cada rato cómo está la Yerlita, yo le decía que aún estaba bien, cuando llegamos al hospital ella ya había fallecido. Al regresar del hospital hacia el lugar del accidente y tener que dar la lamentable noticia se transformo en un escenario desgarrador de llanto y mucha tristeza, ya no había nada que hacer, mi hermano estaba muerto en vida, al igual que todos, no comprendíamos el por qué de esta tragedia, solamente


el tiempo, nos podría enmendar tan profundo dolor. Después de muchos días nos sentíamos culpables de haber ido a la celebración de los cumpleaños, pero nadie pensaba lo que podría ocurrir, probablemente Yerly estuviera con nosotros, es un sentimiento de responsabilidad y culpabilidad que hasta hoy pesa en nuestras conciencias, solamente Dios nos podrá dar la conformidad para enfrentar este duelo eterno, como una experiencia para seguir viviendo. Para mis hermano Marcelo y mi comadre Patty era muy difícil enfrentar esta situación, recuerdo que a ellos y a nosotros nos costó volver a lo rutinario de la vida. La partida de un hijo debe ser terrible, puesto que nadie se lo imagina, uno cree que un hijo no debe morir, sino despedir al padre, este dolor no se lo dábamos a nadie ni siquiera a nuestro peor enemigo. Esa herida era lenta de cerrar, pero sabíamos que algún día tenía aminorar, pero siempre quedaría la cicatriz. Con el tiempo, como lo describí anteriormente, y gracias al milagro de la Virgen, mi hermano recibe la noticia del nacimiento de Jaimito, quien llena el espacio, pero para mí comadre era muy difícil superar la perdida de la perlita, aunque pasen los años todavía nos cuesta creer lo que sucedió, nos queda la esperanza que algún día nos estrecharemos en un abrazo con ella, y que también desde el cielo ilumina nuestro caminar. También nos queda la esperanza de fe de nuestra profunda religiosidad espiritual en la Virgen de lo Lourdes, compañera inseparable de nuestro vivir.

LA TATE Y EL TATA, LOS MANINOS Y LA MANINA En nuestra familia siempre hemos tenido regalos de Dios, siempre han estado presentes el don de entregarnos a las personas que necesitan de nuestro apoyo, es así como en nuestro caminar y en nuestro proyecto de vida Dios nos regaló 3 hijos adorables, también nos ha entregado ahijados y nietos, a los cuales quiero decirles con mucha emoción que me siento gratamente feliz de haberlos tenido en mi vida. Nace de ahí los apodos de la “Tate” y el “Tata”, la primera en honor a mi señora, querendona de Nicolás y de Camilita y el segundo en honor al tata que comparte todas las emociones junto a los nietos. El “manino” y la “manina”, de los ahijados de bautismo de nuestros sobrinos que son casi todos, y también de los muchos que nos ha entregado el destino, tanto de casamiento como de bautismo. En realidad Dios nos ha dado tanto regalos que aún me falta contarles del último, el más importante, la vida, me entregó al nacer un día 2 de marzo de 1959, hace ya bastantes años, las virtudes y las bondades de la vida sabiendo que me encontraría con muchas dificultades, con escalas difíciles de subir, de alegrías y de penas, de tantas y tantas cosas que me harían un hombre con valores, quizás con muchos errores, como todo ser humano, pero lo mejor que me entregó Dios en mi camino fue nunca perder la fe ni la esperanza, él nunca me ha soltado de sus manos, en cada momento está presente, es por ello que cuando estamos en momentos de desesperanza siempre nos acordamos de él, en realidad comenzaremos a vivir los relatos, por el cual me decidí a escribir este libro, para que esa esperanza que todos tenemos nunca se pierda, que nuestra fe siempre esté latente en cada segundo de nuestras vidas y que podamos entregar amor en cada momento. El amor es más fuerte que todo, la fe me devolvió la vida nuevamente, volví a nacer el 08 de diciembre del 2010.


EL SEGUNDO REGALO Comenzaba el mes de diciembre del año 2010, las esperanzas se perdían, mi fe me animaba a seguir esperando un donante, la espera era incansable, nada aparecía, mi desgaste ya era demasiado, recuerdo que me sentía extraño ya que mi esposa entraba a cada rato a verme, yo tenía las visitas restringidas, veía que a cada rato le entregaban informes médicos, el Dr. Serrat, me visitaba muy seguido, todo era muy extraño. En ese entonces un día en la mañana, aparece el Dr. Howard, quien venía con cara de muy preocupado, pareciera que traía una noticia no muy positiva, en realidad Yo a esas alturas esperaba cualquier noticia. Se acecha a mi cama y me expresa que tenía que ausentarse del país, tenía que dirigirse a EE.UU. por compromisos adquiridos con anterioridad y que sería el Dr. Sepúlveda con el Dr. Lagazzi, quienes se encargarían de los procedimientos en caso de aparecer el donante que con tantas ansias esperábamos. Yo me derrumbé, creí que todo se terminó, ya no tenía ganas de nada. “No te preocupes Jaimito”, me dijo, yo estaré al pendiente de todo, confía en nosotros, “antes de irme dejaré algunas cosas que no están listas para que te quedes tranquilo, también tu familia y el equipo médico”. Yo estaba muy mal, pero veía que había mucho movimiento de personas, veía gente con uniforme militar, oficiales y suboficiales, era todo extraño. Después sería mi esposa quien me contaría lo que estaba sucediendo; se trataba de todos los protocolos internos, yo sería el primero de nuestro ejército que se trasplantaría del corazón, es decir de la planta, a pesar que ya me encontraba en retiro. Había habido una reunión del director del Hospital Militar con altos oficiales de la institución, en conjunto con el Dr. Howard, porque había que considerar los altos costos que ello contraería. El dinero o la vida, una de las preguntas que me contaron a posterior hecha por el Dr. Howard, en su exposición, respuesta inmediata por parte de los que asistían a ella, La vida, pues bien, entonces que se realicen de inmediato los protocolos de rigor para trasladar a nuestro paciente a la Clínica Alemana de Santiago, para asistencia bi-ventricular como puente a trasplante cardíaco. En ese intertanto, los médicos deciden que mis hijos viajen a Santiago, por lo que estaba sucediendo, se esperaba un desenlace fatal, ya no me quedaban fuerzas, fue así como el día 2 de diciembre del 2010, aproximadamente al medio día, decidieron mi traslado a la Clínica Alemana. Recuerdo que todos lloraban, quizás no me volverían a ver nunca más, el que no pudo despedirse de mi fue el auxiliar Claudito, quien me tenía mucho cariño al igual que todos, pero él no resistía el momento, tengo en mi memoria que al sacarme de mi sala de la unidad coronaria lo único que dije fue: “Dios no me abandones, no me sueltes de tus manos”, y no recuerdo mucho del traslado, iba muy mal. A esas alturas ya se había despedido mi adorado Dr. Howard, a las 15:21 horas ingresé a la clínica, a la cama 581, carreras y más carreras, ya mis médicos Dr. Sepúlveda y Dr. Lagazzi en presencia conversando con mi esposa. De inmediato se me instaló un Ecmo arteriovenoso para soporte ventricular y balón de contrapulsacionintra-córtico, logrando mejoría de los diferentes parénquimas, incluso pudiendo ser entubado a las 24 horas de conexión. Pude resistir esos días, pero el 6 de diciembre, ante una decaída, nuevamente debo ser entubado por otro episodio, un edema pulmonar con asistencia ventricular y balón se logra la estabilización, junto al apoyo ventilatorio y levosimendan.


No sabía lo que ocurría en esos días, voy a relatar lo que se me contó con mucha emoción a posteriores. Era todo una incertidumbre, no había nada claro, no había ni siquiera signos que apareciera un donante, pero más aún, si ello ocurría, tenía que ser compatible con mi persona. Ya la espera era desesperante, había muchas cadenas de oración, me estaba muriendo. Salí en televisión, era prioridad nacional, las horas estaban contadas, pero todavía no se terminaba el mes de María. Mi esposa había comenzado el día 8 de noviembre el Rosario y terminaba el día 8 de diciembre, quedaban esperanzas... La fe de mi Jacqueline era tan inmensa que seguía asistiendo a rezar en un oratorio que existe en la Clínica Alemana. Logró conocer muchas experiencias, incluso la de un niñito que había tenido un terrible accidente al caer a una piscina, Raimundo se llamaba, y él estaba muy grave. Había salido en televisión esta noticia, ella conversó con sus familiares con los cuales llegó a tener una amistad por esos días, y les contó la experiencia que nosotros estábamos pasando, les pidió que se unan como familia y que rezaran muchísimo y le pidieran a la Virgen el anhelado milagro. Este testimonio caló muy profundamente en ellos, quienes en ningún momento dudaron en hacerlo, “no pierdan la fe ni la esperanza” les manifestaba mi esposa, gracias a Dios el niñito tuvo una mejoría notable, nadie se lo podía explicar, era verdaderamente un milagro. También en esos días, en una tarde de mucha nostalgia, mi esposa seguía concurriendo al oratorio, después me contaba con alegría que por esas cosas del destino, estando en ese lugar, aproximadamente a las ocho de la tarde se encontraba sola, muy triste y preocupada, pero con mucha esperanza, miró a su alrededor y encontró dos estampas de la Virgen, ¿Quién las había dejado en ese lugar?, nunca lo pudimos descubrir, esas estampas aún las conservo y una de ellas la luzco en frente de mi corazón, como un símbolo de amor, fe y de esperanza a la vida. Recuerdo con mucha emoción que dentro de mi delicado estado de salud, mi hija Daniela a su vez se encontraba rindiendo la tesis para titularse de Trabajadora Social. Para ella era muy difícil enfrentar ambas situaciones, pero la perseverancia que siempre les inculqué a mis hijos la tenía presente por sobre todas las cosas, así logro superar esta etapa, aprobando con nota 6.6, lo que me hace sentir muy orgulloso. Más tarde, y con mucha valentía, viajó a Santiago para saber el desenlace de mi historia. Eran tantos los regalos que Dios nos había entregado, pero dos nos marcarían la historia. El primero, el cáncer de mi esposa, que a pesar de ser un tremendo dolor, ya estaba en su etapa de superación. Faltaba el segundo, transcurría el día 6 de diciembre del 2010 y no había noticias, pero algo sucedería en una ciudad de Chile. Ese 6 de diciembre una persona en Osorno sufría un accidente vascular, una aneurisma lo tenía en coma, estaba muerto en vida, su familia me imagino el dolor tremendo que tendría, esta historia la escribo con mucho cariño y también bastante dolor, ya que reflejaré el amor más profundo de las personas, puesto que a pesar de toda su pena tomaron la decisión de ser donantes, Marcelo estaba en su etapa final, pero su corazón estaba funcionando, tendrían que tomar una determinación muy rápida y que era muy lamentable. Yo me encontraba grave en momentos muy difíciles, Marcelo, quien era tío de Sebastián, su sobrino regalón y primo de mi esposa, muy apegado a nosotros y también muy preocupado por mi estado de salud, siempre apoyando a mi hijo Claudio, ya que trabajaban juntos en el municipio de Osorno en


diferentes unidades. El momento que vivía Sebastián era doloroso, pues el estado de salud de su tío también era complicado y difícil para esa familia. Nadie se atrevía a decir nada, sentimientos encontrados, de alegrías y penas, todos probablemente tenían la intención de expresar lo que sentían, pero había algo que lo impedía. También podría ser una solución, pero yo en esos momentos si bien es cierto era primera prioridad, no se sabía con certeza si era compatible o no. Además por protocolos nadie sabía dónde podría ir ese corazón en caso de que la familia tomara la decisión de donar. Me contaban a posteriores que el día 7 de diciembre Marcelo vivía en un estado de pocas esperanzas. Sin pensar en lo que el destino le depararía, Marcelo había conversado con su familia semanas antes y habría mostrado su interés de ser donante, fue así como en una reunión familiar, de mucho valor, éstos toman la decisión de donar sus órganos. Mis hijos conectados vía Internet con Sebastián saben de la noticia, Claudio rompe en llantos con la esperanza viva y la ilusión de que aparecía un donante, extrañamente era un osornino, era una persona cercana en el ámbito familiar, ya que era hermano de Betty, la madre de Sebastián, con la que nos unía un cariño especial. Claudio, lloraba y gritaba en Osorno en la calle donde vivimos, su emoción no la contenía, le avisó a su hermano Roberto por teléfono, quienes de inmediato viajaron a Santiago sin saber cuál sería el desenlace de esta historia, ya que aún, no se conocía esta hermosa noticia en el ámbito médico, ni menos tenía esa información mi esposa con mi hija Daniela, quienes se encontraban conmigo en las últimas horas de mi vida. El día 8 terminaba el mes de María, las esperanzas desaparecían, la muerte llegaba, yo no tenía conocimiento, en estricto rigor, ya no sabía lo que ocurría a mi alrededor. Me relata mi esposa que ese día, cuando apareció en la clínica algo estaba ocurriendo, los médicos estaban nerviosos, corrían de un lado a otro, las enfermeras de igual manera, nadie entendía lo que pasaba. En los canales de televisión dieron una noticia de última hora, se estaba quemando la cárcel de Santiago, se conocía esta triste noticia, fallecían muchas personas, se sabía de mucho dolor y desesperanza, había una oportunidad, podría ser también la alternativa, pero lamentablemente se le comunicaba a nuestra familia que era imposible que apareciera un donante por la desastrosa muerte que recibían las personas pues el corazón no era compatible por el humo. También les explicaban que para recibir un órgano se debían cumplir varios factores importantes, no cualquier persona puede ser donante, la desesperación era incontrolable. Cerca de las 11 de la mañana mi esposa escuchó en los pasillos que había un probable donante y poco rato después se conocería esta noticia que cambiaría nuestras vidas. Se presumía que había aparecido un donante en la ciudad de Valdivia, solamente quedaba rezar y dejar la voluntad de Dios y no perder las esperanzas. Mis hijos aun no llegaban a Santiago, nadie sabía nada en concreto, todo era un nerviosismo tremendo, llantos y por sobre todo mucha fe. Alicia, que siempre estaba junto a nosotros, también


abrazaba a mi esposa y esperaban la noticia real. El milagro estaba a punto de concretarse, era el último día, el último mes del año, vendría la Navidad y terminaría un período de mucho dolor, mis pulsaciones ya no resistían, era la muerte que se avecinaba. Ya al medio día la noticia era cierta, se presentaba un donante, había una familia que nos entregaría el mejor regalo y El Milagro del Rosario estaba a punto de cumplirse, aunque estábamos entre la vida y la muerte. Mi esposa me cuenta que comenzaron a prepararme, pues se sabía que en cualquier momento algo importante sucedería. Estaba a punto de ingresar al quirófano, todo estaba dispuesto aproximadamente a las 14:00 horas, mi hija Daniela relata que cuando voy ingresando brotó de mis ojos una lágrima, ella lo comenta a su madre y piensan que todavía estoy consciente. La enfermera había limpiado la estampa de la virgen y me la había colocado en el delantal, era algo increíble.

LA ESPERANZA Efectivamente, el donante era una realidad, no se sabía con precisión de dónde era, sin embargo, a esas alturas, las 16:00 horas aproximadamente, el Dr. Lagazzi, había salido de la ciudad de Santiago en busca del corazón a la ciudad de Osorno, las cosas del destino, el donante no era de Valdivia, si no de Osorno, el corazón era precisamente de Marcelo. Mis expectativas de vida eran escasas por lo que se requería de mucha rapidez, faltando quizá lo más importante, que ese corazón sea compatible. Me cuenta Betty después de mucho tiempo que ellos habían tomado la decisión de ser donantes de sus órganos, pero que nunca se pensó que el corazón iba a llegar a mi cuerpo, que lo habían pensado incluso, pero los médicos le habían manifestado que eso era una reserva muy profesional. Nadie de mi familia sabía que ese corazón que era osornino llegaría a nosotros, ni menos que era de Marcelo, tampoco lo sabían los suyos, solamente se supo a los días del milagro, con mucha cautela el cuerpo médico les contó los procedimientos y de lo ocurrido a mi esposa e hijos, también de lo que vendría más adelante. Las cadenas de oraciones eran tan inmensas, no se puede graficar tanta alegría. Resumen, los llantos de mis hijos y mi amada esposa eran incontrolables, nada era explicable, mi ahijada Inés en la ciudad de Osorno acudía a la caminata de la Virgen, ceremonial que se realiza todos los años. Ella, con mucha fe, le pide al Obispo para que ore por mi, yo en esos momentos estaba siendo intervenido en Santiago, al recordarlo hoy me emociona y brillan mis ojos de lágrimas. Transcurridas las horas de la operación, el Dr. Lagazzi, sale un momento a conversar con mi esposa e hijos y le manifiesta que el corazón está en posesión y latiendo en perfecto estado, les pide que sigan rezando, “esto todavía no termina, pero vamos muy bien, quiero que descansen, los quiero mañana activos”, les dijo. Días anteriores en el canal de televisión católico se pedían donantes de sangre, gestión que había realizado en su desesperación mi ahijada Inés, pues yo la necesitaba con urgencia y mucha cantidad. Tengo en mi recuerdo haber visto después en la nómina de donantes a una persona que la llevo guardada en lo más profundo, por su voluntad y cariño, se trata de la auxiliar que hacía el aseo en mi habitación, ella todos los días llegaba con tanto amor y se preocupaba de todo lo que el doctor le


indicaba, incluso no dejaba pasar a nadie que no estuviera autorizado, se trata de Marina, al tiempo después volví a un control, nos vimos y nos dimos un abrazo profundo y rompimos en llanto. Durante esa noche, yo me imaginaba que nadie había dormido preocupados por el resultado del trasplante, era algo de película, haciendo memoria después, conversaba con mi doctor y le consulté acerca de cómo Dios los había iluminado para darle la sabiduría de poder entregar vida nuevamente. Fue ahí cuando vino a mi memoria el Dr. Kaplan, quien había sido el primer médico que trasplantó una persona en Chile. El resultado de la operación había sido un éxito, nuestra felicidad era inmensa, toda nuestra familia estaba llena de esperanza en el futuro que se nos vendría por delante, había que tomarlo con mucha calma, nadie todavía se imaginaba lo que vendría. En Osorno, lamentablemente había mucha pena, la familia de Sebastián estaba llena de tristeza, su tío había partido al cielo, pero su corazón latía en mí, El Milagro del Rosario se había concebido, volví a la vida el día 8 de diciembre del año 2010. Ya se conocía la buena nueva en el Hospital Militar, todo era felicidad, más aún al saber la tremenda noticia que el Dr. Howard, quien tenía que viajar a EE.UU. el mismo 8 de diciembre. Al saber él acerca del donante, no viajó y decidió participar en la operación. También Carlitos, mi enfermero que viajaba ese día a la ciudad de Viña del Mar aprovechando su feriado legal, retornó de inmediato cuando supo lo de mi trasplante, relatándome después que como anécdota Carabineros lo persiguió, pues era tanta la emoción que lo embargaba que cometió infracción de tránsito por exceso de velocidad. Todos los días mis hijos y esposa concurrían a verme a la clínica para saber de mi estado, de todas maneras los médicos se comunicaban con ella en caso de cualquier emergencia, todo marchaba muy bien gracias a Dios, no había ningún inconveniente, los protocolos seguían su curso normal. El avance era extraordinario, me pude despertar, recuerdo que al primero que vi fue a Claudio, quien se encontraba afuera de la pieza mirándome por el vidrio, exclamó, “Papá, estás bien!”, su cara de emoción, las lágrimas corrían por nuestras mejillas, le avisó a mi esposa quien estaba con Daniela y Roberto. Le dijeron a todos que había vuelto a la vida, las emociones eran extremas, yo tenía visitas restringidas, en mi pieza Nº586 de la unidad coronaria se respiraba alegría tanto de mis familiares, como de los médicos, enfermeras y auxiliares. A mi lado siempre mi auxiliar regalona, Marina, quien dedicaba todo su empeño para que en mi pieza no volara ni una mosca, era tan minuciosa que recuerdo también tuvo problemas con personal interno, porque era demasiado estricta y cumplía los órdenes del Dr. Howard y Dr. Sepúlveda al pie de la letra. Con mucha emoción al tener conocimiento, mi esposa, me hacía preguntas y me comenzaron a consultar quién se encontraba delante mío, es decir, a reconocer personas, estaba a los pies de mi cama mi querido Dr. Sepúlveda, quien recuerdo me dice que esté tranquilo que todo había resultado muy bien y que el Dr. Howard, no había viajado a EE.UU., se había quedado para cumplir su compromiso. Más tarde supe que había viajado al otro día de mi trasplante, imagínense el profesionalismo de ese médico, yo en realidad me sentía muy frágil, lloraba por todo, y cómo no, si había vuelto a la vida. Mis primeras preguntas fueron por mis hijos. Mi esposa, quien no se movía de mi lado, me respondió


que se encontraban bien, también les preguntaba que me había pasado, me resumieron lo que había ocurrido, comprenderán que esto era muy resumido por mi estado de recuperación, ya tendríamos tiempo para contar a fondo todo y cada momento vivido en esta linda y hermosa historia. Después del día 12 de diciembre, y al estar un poco más recuperado, traté de moverme, no sentía nada, solamente veía muchos instrumentos en la pieza, un vidrio tremendo separaba de mi habitación y afuera los médicos y enfermeras me observaban a cada instante. Comencé a desesperarme, grité, ¿qué me pasó?, ¿qué me hicieron?, a lo cual mandaron a buscar al Dr. Sepúlveda, no sentía movilidad en mis pies ni en manos. No sentía mis dedos, mi boca estaba muy débil, en realidad pensaba que había quedado parapléjico, tenía mucha sed, veía muchos cables, incluso tenía unos conectados a mi estómago y sentía un parche de mucho volumen en mi pecho. Al llegar el Dr. Sepúlveda a mi habitación me explicó y resumió de la misma manera que mi esposa lo que había sucedido, esto era una noticia nacional, se había concretado mi trasplante cardíaco, gracias a la voluntad de una familia de nuestro país que se había decidido a donar los órganos de un pariente. No profundizó de dónde ni quién había sido mi donante, solamente que estuviera muy tranquilo, que comenzaba un proceso muy delicado, pero que gracias a la tecnología esto tendría un avance muy rápido. Yo lo miraba muy atentamente y en mi interior decía: “este doctor está loco, ni siquiera puedo moverme”, seguía con su relato, me decía: “comenzaremos con muchos medicamentos, tienes que poner de tu voluntad, también se comenzará el tratamiento de kinesioterapia, mañana te enviaremos una bicicleta para que comiences a trabajar”, yo seguía con mi teoría, pues cómo me explicaba esto si yo ni siquiera me podía mover, era todo muy extraño. El problema de la movilidad lo solucionamos con el tratamiento de kinesiología, también agregaríamos tratamiento con psicólogos, fonoaudiólogos y otros profesionales, en realidad no podía imaginarme tantas personas preocupadas por mí. También se agregaban cantidades de exámenes, biopsias y otros, esto recién comenzaba. Recuerdo con mucho cariño a la enfermera Evelyn, ella era realmente un potente pedestal, estaba en cada momento de dificultad, me explicaba todo, incluso se quedaba después de su turno a hacerme compañía, me hablaba, me daba consejos, era muy importante en esos momentos tan llenos de felicidad, pero también de mucho esfuerzo y dudas. Yo no me imaginaba caminando, me costaba mucho hablar, no escribía nada, todo era muy difícil, era una etapa que con el tiempo solamente yo la entendería, había que vivirla. Mantenía el aislamiento de la pieza, era tan extremo que ni siquiera era de contacto, las visitas eran muy controladas, ingresaba solamente mi hija y mi esposa, las demás personas me hablaban desde afuera, me miraban por el vidrio, nos hacíamos señas, Alicia quien nunca nos dejó, iba con mi esposa todos los días de igual manera. Todo seguía su ritmo normal recuerdo durante esos días recibí la visita de Pablo Carreño, primo de mi esposa, quien al conocer la noticia se había portado muy bien con ella y mi hija, en esos días de tanto sufrimiento.


También, antes de mi trasplante y como preparativos de éste, había que estar atento en el sentido que si se llegaba a concretarse este milagro, el equipo médico nos había indicado que teníamos que tener una casa en Santiago por cuanto el tratamiento post-trasplante era de varios días. Un día que me encontraba muy mal en el hospital militar, me visitó Pepe, una persona muy apegada a nuestra familia y quien también nos apoyó mucho en los momentos más difíciles que enfrentamos en este desafío. El es médico y vive en la ciudad de Los Ángeles, tío de mi esposa, hermano de mi suegro, el visitaba muy a menudo a sus hijos, los cuales se encontraban estudiando en Santiago. Al salir de mi pieza mantuvo una reunión con mi esposa, manifestándole que cuando lo necesiten estaba el departamento que ocupaba José Manuel, éste quedaba ubicado en calle Sotomayor, cerca del metro Unión Latinoamericana, de la Alameda y también del Terminal de Buses, “para cualquier eventualidad, lo pueden ocupar cuando ustedes así lo ameriten” le manifestó, esto en realidad para nosotros era de mucha importancia, porque ya teníamos algo, la verdad es que en el departamento de la familia Mora era como estar en nuestra casa, pero las circunstancias dirían otra cosa. Me presentaron a las personas que comenzarían el tratamiento, la psicóloga; fonoaudióloga y kinesiólogo, también llegaba una bicicleta estática para comenzar de lleno a la recuperación total. Cómo comenzaría me preguntaba si tenía conectado tantos cables en mi cuerpo, me daba mucho temor, era tanto que estuve sin dormir 3 días completos, me daban medicamentos para poder descansar, pero la incertidumbre era más fuerte que todo. Aparecía una persona en mi pieza, me dijo soy Max, su kinesiólogo, vamos a comenzar el tratamiento y me explicó todo el protocolo a seguir, en realidad yo lo miraba y también como irrisorio me decía para mí: “este tipo está loco, cómo me movería o llegar a subirme a la bicicleta”. Oiga le manifesté: “usted está loco, yo ni siquiera me puedo los pies cómo quiere que mueva los brazos o me pueda levantar”. “Esa es la idea”, me manifestó, “quiero que se levante, es más suba primero sus brazos”. Era tan extraño, muy complejo, pero el tiempo le daría la razón y me tragaría mis palabras, además que logramos encariñarnos tanto que hasta el día de hoy nos llamamos por teléfono y le doy las gracias por haber sido tan buen profesional. En realidad él me puso de pie en la vida, fueron tantos momentos de emoción que todos lloraban el momento que caminé por los pasillos de la clínica. Mi cansancio era extremo, los ejercicios eran cuatro veces al día, más el tratamiento en sí. La fonoaudióloga, la psicóloga, los médicos, las enfermeras, las visitas, me dejaban cansado, muy cansado, habían momentos que lo único que quería era que pasara luego el tiempo para poder volver a mi tierra adorada. No sabía qué mes se vivía, ni menos qué fecha era. Un día, mientras me visitaba mi esposa, le pedí que me instalaran un televisor, la idea ya un poco mejor era entretenerme, pero además quería ver la Parada Militar, ella me seguía la corriente, “sí” negro la pido de inmediato”, me dijo, se demoraban un poco y yo me puse a reclamar, de por qué tanta tardanza, la Parada Militar iba a terminar. Luego Jacqueline decidió contarme la verdad y me explicó que estábamos en diciembre y la Parada Militar es en el mes de septiembre, que raro decía yo, qué me está pasando, bueno, dejé pasar lo ocurrido y lo relacioné con una anécdota más de esta historia. Pasaban las horas y los días eran interminables, tuve un sueño extraño, me perdí en el tiempo, era todo muy raro. Soñé con muchas personas, era como si regresara al pasado, pero también como que


había avanzado mucho. Pedí hablar con mi esposa a solas y le conté lo que me estaba sucediendo, tenía mucho miedo, sentía la presencia de extraños que me hacían daño, creía que me encontraba en otra parte, no reconocía el lugar donde estaba, le tenía miedo a las auxiliares, no entendía nada. Sentía que cuando regresáramos a casa no sabía dónde nos iríamos, mi temor, era también mi reacción ante el haber recibido un corazón de otra persona. Jacqueline una vez más me orientó y me dijo que estuviera tranquilo. Me visitaba también un sacerdote, para darme paz y bendiciones. Recuerdo que solicité la presencia del doctor y de la psicóloga, quienes me explicaron que todo lo que estaba viviendo era propio del post-trasplante y que esto sería paso a paso, vendrían muchas cosas más, pero tenía que ir superando el proceso tranquilo. “No tengas miedo” decía con mucha firmeza mi médico, “aquí te estamos cuidando cada segundo que pasa, ahí afuera hay muchas personas preocupadas por ti, quédate en paz”. Descansé y en la noche volví a tener fuertes pesadillas, en realidad me costaba quedarme dormido a pesar del cansancio agotador del día. El Dr. Sepúlveda me visitaba en cada momento, además llamaba al Dr. Howard al extranjero para contarle de mi avance, también el Dr. Lagazzi me visitaba seguido, bueno en realidad, muchos profesionales, también se interesaban de mi estado. El Dr. Sepúlveda Autorizaba, eso sí con mi consentimiento o el de mi esposa, para que tomaran fotografías o me hicieran algunas preguntas. En la mañana siguiente, cuando llegó el Dr. Sepúlveda a mi pieza, cerca de las 08:00 horas, le dije que quería hablar con él, yo estaba muy triste, era como si estuviera sin ganas de nada, le dije que quería hacerlo antes de que llegara mi mujer, pues estaba muy preocupado. “No tengo ganas de nada doctor”, le manifesté, “me siento tan extraño, estoy deprimido, no tengo ganas de hacer nada, todo es desconocido, en realidad me siento muy mal, no puedo dormir, quiero que me saquen los cables, tengo tantos en mi cuerpo, que me siento muy nervioso, tengo mucho miedo”. El Dr. Sepúlveda me escuchaba muy atentamente, una vez que terminé mi relato, me dijo con voz enojada: “mira Jaimito, este proceso lo has vivido tú junto a las personas que más quieres en la vida, tu familia, también nosotros hoy somos parte de ellos, por lo tanto a contar de este momento yo soy el comandante en jefe de esta batalla. Tu viviste una vida militar con muchas satisfacciones personales y profesionales, hemos podido ver tu historia y nos hemos dado cuenta que eres un hombre de lucha, con poder de liderazgo y de condiciones favorables para que todo llegue a buen término”. Agregó: “no todos en Chile tienen la suerte que tuvimos nosotros, de que haya aparecido un donante, y en las condiciones que tú te encontrabas, ya hablamos del proceso en sí, cada momento en su tiempo, estamos!”, me dijo con firmeza. También me manifestó que: “no hay más psicóloga, aquí depende solamente de ti, quiero que ese Jaime Asenjo que está presente dentro de nosotros, saque las fuerzas y nos demuestre quién realmente es, tu vas a ser tu propio instructor, y demostrarás que calidad puedes entregar, el éxito sabes para quien es, estamos¡, mañana quiero otro Jaime, eso lo tendrás que demostrar en todas tus actitudes, cualquier cosa que necesites lo solicitas, cuentas con todo mi apoyo y respaldo”, en realidad era como mi propio padre, en estricto rigor él me había vuelto la vida.


Cuando llegó mi esposa, junto a mi hija les conté lo que había ocurrido, también le comenté a Evelyn, quien me aconsejó que tuviera otra actitud frente a la vida, “Jaimito, tú tienes una suerte única no todos la pueden contar, pongámosle el empeño para que todo resulte bien”, me dijo. Esa noche volví a vivir otra experiencia extremadamente maravillosa, era como haber tenido a todas las personas queridas que ya habían marchado al cielo y me venían a visitar, mi amada madre, junto a mi cama me decía “tranquilo hijo, estás bien”, era lo más maravilloso tenerla a mi lado, la veía tal cual. Mi suegro lo veía con su terno como siempre, “arriba el ánimo hijo querido” me manifestaba, “eres una gran persona”, recuerdo las palabras como si las estuviera escuchando ahora. Mis tíos, Tuli, Ramón, Martín, Teco, mi querida tía Hube y quien me miraba con su misma carita que tengo en mi memoria era la Yerlita, era como si ellos me estaban dando el aliento suficiente para comenzar a vivir esta nueva etapa de mi vida. Al amanecer le conté lo sucedido a Evelyn, quien había estado de turno, también cuando llegó el doctor y por supuesto cuando llegó mi querida esposa, quien me encontró feliz. Le relaté lo sucedido y ella también lloró de emoción junto a mí, estrechamos las manos y rezamos mucho como lo hacíamos todos los días, ahora con más fuerza que nunca. Al medio día llegaba la fonoaudióloga para la terapia diaria, recuerdo también con mucha emoción cuando comenzamos a tomar un lápiz para poder hacer mi firma y repetir con mucha firmeza las vocales, que a pesar de tomarlo con humor, era muy en serio el proceso era de verdad y cada profesional ponía lo mejor de sí para sacarlo rápidamente adelante. También al rato aparecía mi querido kinesiólogo Max, entraba a la pieza y me desafiaba, “ya Jaimito, vamos que se puede”, me puso un rollo de papel sobre mis manos, yo estaba acostado, me dijo, “levántelos”, yo me reí, “no me dijo no se ría y hágalo”, no pude, la realidad era esa, no era capaz, recordé las palabras que me repitió mi doctor y no se de dónde saqué fuerzas y las levanté, “muy bien”, replicó, “ahora levante su brazo derecho”, él se encontraba al lado de mi cama, “lo levantará a la altura de mi pecho y me golpeará”, yo no comprendía, pensaba que me estaba tomando el pelo, le dije: “no puedo hacerlo Max, me cuesta mucho”, “inténtelo”, me volvió a decir, “no puedo insistí”. Luego de unos minutos nuevamente me vinieron a la memoria todas las palabras y consejos de mi esposa e hija, de mi doctor y de Evelyn que me concentré tanto que poco a poco iba levantando mi brazo, “Dios mío dame fuerzas para lograrlo, cómo no voy a poder hacerlo”, saqué tantas fuerzas de mi interior que lo logré, levanté el brazo derecho y golpeé con mucha fuerza al pecho de Max. Así continuamos desarrollando las diferentes terapias, poco a poco se veía un avance, era muy extraño, pero no me vía caminando tan pronto, miraba la bicicleta con mucho temor, era incansable llegar, había mucha esperanza. Seguíamos con el proceso, la idea era avanzar y estar físicamente bien como también psicológicamente, para ello se continuó con el protocolo, es así como me comencé a levantar todo gracias al apoyo de Max, quien cada día que pasaba estaba más contento, nos costó mucho, pero gracias a Dios el avance fue relevante. Una mala experiencia fue cuando apareció la jefa del servicio de kinesiología, ella quería avanzar muy rápido, pero además el doctor ya habría manifestado darme el alta muy pronto, yo ni siquiera me subía a la bicicleta, ella con mucho profesionalismo ese día traté de hacerlo, yo no estaba preparado, me dolió muchísimo, recuerdo haberla retado, pero después le pedí las disculpas del caso, su intención era solamente poder ayudarme.


Fuimos avanzando rápido, ya comenzaba a hablar bien, desaparecían algunos cables de mi cuerpo, el doctor estaba muy conforme con el avance, en realidad todos estaban felices, no había rechazo alguno, el trasplante era un éxito, fue tanto que ya había dado mis primeros pasos, guardo hermosos videos que mi hija grabada de las etapas más importantes de esta nueva vida, mis primeras palabras, estaba ya haciendo terapia en la bicicleta. En esos días el doctor Sepúlveda me dijo una mañana que dentro del proceso de avance, y propio del tratamiento, íbamos a realizar varias biopsias. Dijo: “serán alrededor de 16, lo más probable es que hagamos una por mes, pero en el primera etapa llegaremos a dos mensuales, este es un proceso para despejar dudas y ver si hay rechazos. También haremos eco-Hopper, y varios exámenes de rigor propios de un trasplantado, así todos nos quedaremos muy tranquilos”, subrayó. Agregó: “las biopsias las realizaré yo personalmente, no tengas miedo, es un proceso normal, introducimos una cánula por el cuello”, me explicaba, “y tiene que morder el corazón para sacar una muestra la cual es enviada al laboratorio y posteriormente me llegan resultados para sacar las conclusiones, esto se hace en una sala especial, con personal capacitado y preparado, tranquilo y confiemos en Dios que todo resulte bien”, terminó diciendo. Efectivamente, ya se había tomado una biopsia dentro del proceso, la cual había sido exitosa con resultados favorables, yo solamente sabía este resultado pero no me había dado cuenta del procedimiento, pronto comenzaríamos con ese momento que esperábamos con mucho nerviosismo. Seguíamos con mucha fuerza, también antes de la biopsia el doctor había sacado el parche de la operación, cuando la enfermera lo retiró era increíble, quedamos impactados, no había ninguna mancha de sangre, los puntos estaban absolutamente secos, era un verdadero milagro, solamente me había aparecido una úlcera en el mentón producto de saliva que botaba constantemente, fue tratada de inmediato con mupirocina, además me dolía mucho al tragar, en realidad era producto de los tubos de la operación, nada de mucha importancia, el corazón latía perfectamente además ya conocíamos el resultado de la biopsia, la cual no presentaba signos de rechazo, estábamos felices. Muchas personas llamaban para saber de mi evolución, mis hijos en internet publicaban a diario el avance, era increíble, todo caminaba bien. Un día llegó a visitarme el Dr. Pumarino, en compañía del Dr. Howard, quien había llegado del extranjero, estaban contentos, “mira quién viene a saludarte”, me dice mi esposa, ¿los conoces?, ¡sí¡ les dije con mucha emoción, mis lágrimas brotaban nuevamente, era la vida ¡era la vida!. Conversamos por largo rato con los médicos, expresaban su felicidad inmensa al ver este resultado. El Dr. Pumarino había sido el primer médico en opinar que yo debería ser trasplantado y el Dr. Howard quien nunca perdió la fe ni la esperanza y que también pospuso cosas personales por mi persona, eran profesionales increíbles. La próxima biopsia la tendríamos el día 29 de diciembre, el Dr. Sepúlveda seguía insistiendo de la kinesiología, proceso que no debía de dejar de realizarme por ningún motivo. De esto había mucho que trabajar, también dependía de los avances y de la próxima fecha de alta. Mi hija y esposa me comentaban de las personas que se habían acercado a donar sangre, les solicité el


listado, era increíble, me emocionaba cada vez que vivía una experiencia nueva, quien podría haberlo esperado. Marina era una de ellas, la nombró a pesar que sería un poco injusto con las demás. Al verme tan grave, se había escapado de su turno y había concurrido al banco de sangre de la clínica a donar, ella sin conocerme y si pedir nada a cambio, había tenido la gentileza de hacerlo, eso era muy gratificante saberlo. La recuerdo tanto cuando llegaba por las mañanas, cuando ya estaba trasplantado y me decía “don Jaime, qué canción quiere oír”, eso porque yo la escuchaba de cuando me limpiaba la pieza siempre andaba cantando, expresaba y transmitía buenas vibras, eso me levantaba el espíritu, yo le respondía, “una de Julio Iglesias o de Leo Dan”, le gustaban mucha a ella. Se acercaba Navidad, todos andaban preocupados de los regalos, se vivía ya la fiesta de fin de año. Para mí y nuestra familia el mejor regalo había sido ese corazón el cual nos devolvía la esperanza. Había que estar preparado para la noticia del alta, a pesar que todavía no se sabía nada, yo la veía muy lejana, no me sentía todavía preparado para enfrentar esta nueva etapa, todavía tenía cables puestos, tratamientos en avance, la verdad no era el momento. De todas maneras Pepe les había manifestado a mi familia que el departamento estaba disponible, ya habíamos conversado algo con el Dr. Sepúlveda del proceso a posteriores y mi estadía en Santiago iba a ser bastante prolongada, por lo cual teníamos que estar en una dependencia, cerca de la clínica y del hospital, no más allá de 2 horas de trayecto. José Manuel había terminado su año académico en la Universidad por lo cual el departamento se encontraba desocupado, fue así como mis hijos dejaron a su madre instalada en nuestro nuevo hogar, que debía cumplir con algunos requisitos, por ejemplo, sin alfombras, sin flores, sin mascotas, ella se quedó en compañía de Daniela y Camilita, también apoyada por Pablo, quien nunca las dejó solas, incluso apoyaba con algunos aportes para la casa, él viajaba constantemente a Santiago por situaciones laborales. El día 18 de diciembre, con mucha nostalgia dejaron el departamento de la familia Mora, quien las traslado a la nueva casa junto a Rubén, esto no significaría que la familia Mora Riveros dejara de apoyarnos, al contrario, vivían preocupados día a día de nosotros, Alicia siempre estaba de igual manera junto a mi esposa. Era increíble como mi esposa podía realizar todas las actividades, mi reconocimiento especial para ella, siempre nos preguntábamos con el doctor cómo lo hace esta mujer, se levantaba muy temprano para concurrir a las primeras noticias médicas, cocinaba el día anterior y llevaba el almuerzo a la clínica, en un descanso almorzaban y posteriormente se dirigían nuevamente a verme a la pieza, después volver nuevamente en la tarde muy cansaba al departamento a lavar y otros quehaceres. Era todos los días lo mismo, imagínense, casi cuatro meses, fueron realmente arduos, mi temor era siempre que no volviera el cáncer, ella se sentía bien, pero yo la veía muy agotada. Todos los días le expresaba mi agradecimiento, llorábamos juntos de la alegría inmensa de haber recibido los hermosos hijos que Dios nos dio, pero también de los dos lindos regalos que nos había enviado.


El Dr. Sepúlveda nos reunió como familia para explicarnos algunas dudas que se nos presentaban, el trasplante propiamente tal, lo que venía, teníamos que aterrizar de esta maravillosa experiencia, fue así como seguíamos avanzando, tratamientos, exámenes, presumíamos que me iban a dar el alta, el avance fue espectacular, ni yo lo creía, subirme a la bicicleta para pedalear me costaba mucho y me producía mucho cansancio, pero había que continuar, era mi futuro y mi desafío, en esos días se le comunica a mi esposa que se había tomado la decisión de trasladarme al hospital militar, puesto que mi recuperación era positiva, además que en mi estado, ya era necesario, ya que se me había habilitado una dependencia especial en la unidad coronaria y también por un tema de costos. Se me informó de esta decisión y yo estuve de acuerdo, fue así entonces como el día 24 diciembre, aproximadamente al medio día, fui trasladado con un sistema especial y de muy buen cuidado con un equipo de médicos, junto al doctor Serrat, al Hospital Militar de Santiago. Al salir de la Clínica Alemana, mi nostalgia fue terrible, dejaba una historia detrás, todos se despedían con lágrimas en sus ojos, veía en cada uno de ellos la emoción, con especial cariño recuerdo a Max y Evelyn, quienes me estrecharon sus manos y me dieron muchas energías, los médicos y enfermeras y en general todas las personas que habían estado en este primer paso. Sentía en mi corazón algo extraordinario, también la sensación de volver a donde había estado tan grave, sentía el ruido de los vehículos que transitaban en este gran Santiago, la sirena de la ambulancia despejaba la pista para llegar rápido a mi nuevo destino, también el calor era insoportable. Al llegar a la unidad coronaria todos me recibieron con mucha alegría, también los veía con lágrimas en los ojos de emoción, ellos me habían visto en la puerta de la muerte, la Carito y Carlitos, no se contenían de la emoción, era una felicidad que llegaba más allá de lo normal, las enfermeras me recibían con tanto cariño que lo recuerdo muy profundamente. Ese día era 24 de diciembre, todos lo esperaban con tanta expectación, puesto que se iniciaba la noche buena. Estaban a mi lado mi esposa y Daniela mi hija, quienes también vivieron esos momentos de alegrías. Al llegar a mi pieza y una vez instalado con el Dr. Serrat, que a partir de ese momento sería clave para seguir en este caminar, llegó a darme la bienvenida el director del Hospital Militar, en compañía del General Pérez. Me mira desde afuera de mi pieza, la cual era completa de vidrio y se dirige con voz enérgica y me dice: “Mi Suboficial, bienvenido a su casa, esta es su casa, siéntase en ella y quiérala como su vida, el Ejército de Chile se siente orgulloso de usted, nuestro Comandante en Jefe le envía sentidos cariños sobre todo en este día, alejado de sus familiares, pero sabemos que está junto a su esposa e hijos, los cuales son el pedestal para su recuperación”. Sus palabras calaron muy profundamente en mí, a lo que le pude contestar con mucha emoción y lágrimas en mis ojos, “muchas gracias mi general”. Durante la tarde, me realizaron una serie de exámenes, incluido uno que me hizo el Dr. Maulen, quien se encontraba de turno y se retiraría a la 20:00 horas. Al cambio de éste, mi esposa e hija salieron un rato para poder descansar un poco, puesto que habían solicitado permiso para poder acompañarme esa noche especial.


Recuerdo ese día con nostalgia y sentimientos encontrados, también por otra parte me sentía feliz, estaba vivo y podría disfrutar tantos momentos que se nos venían, reflexionaba y eso me hacía sentir muy bien, en algunos momentos de la tarde se acercó a la pieza Carito, y me dijo que había llegado una carta, por mi estado, le dije que la dejara en frente de mi pieza y cuando llegara mi esposa, me la hiciera llegar para poder leerla. Cuando llegaron les manifesté que a los pies de la cama, en frente de la ventana, había una carta, para que la leyéramos juntos, poco a poco nuestras lágrimas brotaban por nuestras mejillas, era una tarjeta de saludo de la familia San Juan Gutiérrez, quienes la habían ido a dejar en forma personal, pero como yo tenía las visitas restringidas no pudieron hacerlo. Ésta decía lo siguiente: “Con mucha esperanza y gratitud a nuestro Señor en su nacimiento para esta Navidad, que sigan fortaleciéndose como familia con ese inmenso regalo navideño que ustedes están recibiendo, como es la vida. Manténgase siempre unidos, como María y José, que en su humildad transmitieron vida en Belén”. Era una verdadera sorpresa, pero más aun lo que contenía dentro de ella, era una cantidad de dinero, pero más allá de ese dinero, era el significado de eso, la familia San Juan había decidido no hacer ningún regalo, ni tampoco hacer ninguna celebración, solamente estar en compañía de nuestro creador y ese regalo era para nosotros. Nos abrazamos y lloramos juntos, llamamos a Roberto y Claudio para contarles lo sucedido, de igual manera ellos se emocionaron muchísimo. Ya en la noche, la soledad de la sala se hacía sentir, no habían pacientes, pareciera que todos se habían mejorado la verdad es que estaba solo, comenzaba a llegar el nuevo turno, y todos transmitían mucha alegría, a pesar de no estar junto a sus seres queridos, en realidad estaban acostumbrados a este sistema. Recuerdo que me llevaron mi cena temprano y después me quede en compañía de mi esposa e hija, mis hijos se encontraban en el sur, Claudio se había ido a pasar la noche junto a Roberto, yo les había manifestado que se sintieran muy contentos y fortalecidos y que lo pasaran bien, mi querido nieto Sebita también los necesitaba y como una vez les había manifestado que mientras ellos sean felices yo lo sería de igual manera. Poco a poco me fui quedando dormido, pero antes de hacerlo, me hicieron entrega de algunos regalos, los cuales los recibí con mucha emoción, recibí el llamado de mis hijos, lloramos de alegría, era el mejor regalo de mi vida, el volver a nacer, le agradecía tanto a Dios por haberme entregado este hermoso obsequio, que no paraba de llorar, mi esposa e hija se retiraron y se fueron al séptimo piso, donde gentilmente las enfermeras de turno las habían acogido en esa noche. Quedaba una semana para que terminara el año 2010, había tanto que reflexionar, tanto que agradecer, tantas esperanzas, tantas vivencias, era increíble, el Dr. Serrat, siempre lo había visto muy fuerte, en realidad era un hombre fortalecido, yo lo veía muchas veces serio, lo aprendí a conocer, vivimos tantas emociones juntos, al igual que todos los médicos que vivieron este proceso, que no hay palabras descriptibles para dar tantos agradecimientos. Seguimos con los tratamientos, el Dr. Sepúlveda todos los días se comunicaba con el Dr. Howard y el Dr. Serrat para ver la evolución que yo tenía. Todos los días avanzábamos, pero me cansaba mucho, al igual que en la clínica, era todo el día de exámenes y ejercicios, recibía también la visita del padre, quien me entregaba su bendición, mi esposa seguía visitando la capilla del hospital, en agradecimiento al rosario.


El Dr. Sepúlveda había comunicado que el 8 de enero del 2011 realizaríamos la primera biopsia en la Clínica Alemana y el 29 del mismo mes una serie de exámenes de rigor para estar preparados para la intervención. Todo indicaba que los procesos avanzaban muy rápido, los médicos estaban muy contentos, en realidad, todos en general. Mi caminar era ya muy avanzado a pesar que me costaba mucho, también aunque no quería reconocerlo, todavía pensaba que quedaría con algunas secuelas. El fin de semana llegó mi kinesiólogo, recuerdo en la mañana me dijo con voz fuerte y clara “levántese, vamos a comenzar a realizar los ejercicios, en realidad hoy lo voy a dejar caminado”, me manifestó, lo quede mirando y le dije: “todavía me falta mucho para llegar a donde usted quiere”, el me responde: “no es donde yo quiera, es donde usted quiera”, me levante como pude, me sacó los cables que aún tenía en mi cuerpo, me pusieron un instrumento y los conectó a él. Me puso la mascarilla y salimos por el pasillo a caminar, me dolía mucho, pero mi orgullo también me hacía muy poderoso, volvimos y me acostó sobre la cama, me realizó algunos ejercicios y me levantó nuevamente. “Usted creía que se iba a quedar descansando”, añadió, “no, súbase a la bicicleta, media hora de ejercicios”, y terminó la primera sesión. Me replicó, “nos vemos don Jaime”, se despidió irónicamente. Yo me quedé muy cansado, cuando llegó mi esposa le comenté de lo sucedido, al rato nuevamente llegó esta persona, ya don Jaime me manifiesta, nos vamos de viaje, ahora la vuelta a los pasillos fue más prolongada, mis signos respondían a la perfección, no había, ningún problema, “cómo se siente” me decía a cada rato, “bien”, le respondía, volvimos nuevamente a la pieza y repitió lo mismo de antes: “nos vemos don Jaime”, se despidió nuevamente en forma sarcástica, esto se repitió cuatro veces en el día. Al llegar la noche me quedé dormido muy temprano, el cansancio era muchísimo, al otro día, al llegar los médicos, me hicieron levantar, era extraordinario, había tenido un tremendo avance, todos contentos, traté de ubicar al kinesiólogo para darle las gracias, ya que él había tenido mucho que ver en esta tarea. Llegaba el 31 de diciembre del año 2010, había tantas cosas, no lograba contener mi emoción, lo que había sucedido el día de Navidad, pero ahora era aun mayor puesto que terminaba el año, finalizaba un ciclo, y se venía otro de fe, de la esperanza tan anhelada, de tantos agradecimientos, de muchas penas y alegrías, en fin, la vida continuaba. La mejoría era extraordinaria, comencé a recibir muchas llamadas telefónicas, ya podía contestar el teléfono, pero con restricción, generalmente era mi esposa o mis hijos quienes contestaban las llamadas, recuerdo a mi compadre Guillermo Paredes, quien siempre me llamaba todos los fines de semana para darme su apoyo, como también mi compañero de curso Rigomel Urriaga, de quien todos los días recibía un llamado, y muy importante, porque cada vez que lo hacía me contaba un chiste, me trasmitía tanta alegría, lo recuerdo con mucha emoción. Eran tantos los contactos, mensajes y visitas que es innumerable la cantidad de personas que podría nombrar, a ellos con mucha humildad, mil gracias a todos por igual. Efectivamente, el 8 de enero del 2011 se realizaría la primera biopsia, para lo cual se deberían adoptar varios protocolos, en rigor, había que adoptar una serie de medidas de seguridad para el traslado a la


Clínica Alemana donde se realizaría la intervención, todo estaba dispuesto para ese día, Se preparaba la salida de la ambulancia con todo el equipo médico que me acompañaría, además mi de esposa y mi hija Daniela, instrumental completo, era todo muy coordinado. Salimos en dirección a la clínica, mis signos vitales impecables, una emoción interna me embargaba, volvía nuevamente a reencontrarme con personas que habían estado conmigo en momentos muy difíciles. Al entrar, como cosa del destino, en el pasillo nos encontramos con mi querida Marina, me dio la fortaleza necesaria para enfrentar este nuevo desafío que era el comienzo de las biopsias, tema desconocido para mí, a pesar de todo lo que me había explicado el doctor Sepúlveda. Al llegar a donde se realizaría el procedimiento en cuestión, estaba el personal esperándome, todos también ansiosos ya que no siempre se realiza esta actividad, pues los trasplantes son pocos en nuestros país, cardiacos me refiero. Había ansiedad y nerviosismo, como siempre lo hacía, antes de ingresar le pedí a mi ángel de la guarda que entrara conmigo al pabellón, también a mi virgencita que me protegiera y que todo salga bien. Una vez ya preparado, apareció mi querido Dr. Sepúlveda, quien nuevamente me volvió a explicar lo que se haría procedimiento. Picó con mucha facilidad mi cuello, “pronto estaremos listos, acostúmbrate Jaime a esto, porque se vienen muchas más”, la verdad de las cosas él me daba muchísima confianza, había calado muy profundamente en mi corazón, lo sentía como un verdadero amigo, un segundo padre. Como avanzaba el procedimiento él me explicaba cada paso, conversamos y en un tiempo prudente estábamos listos. Me dijo, por mi experiencia creo y confiemos en Dios que todo está bien, hay que seguir adelante. Necesito conversar con tu esposa para coordinar un control y darle algunas indicaciones, lo más probable es que en un par de días te demos el alta. Nos despedimos del personal que se encontraba en el lugar y de vuelta al Hospital Militar nuevamente. Todo indicaba la mejoría, había que esperar el resultado de la biopsia, este proceso se realiza rápidamente y en la clínica tienen el resultado en un par de días, al doctor se lo informan de inmediato. Efectivamente, el doctor llamó a mi esposa para comunicarle que la biopsia había salido muy bien, sin rechazo alguno, esa era una muy buena noticia para nosotros, también muy alentadora. A los pocos días los médicos deciden mi traslado al séptimo piso, en estricto rigor ya me encontraba mucho mejor, pero también sentía un poco de miedo, porque todavía tenía algunos cables en mi cuerpo, en realidad, ya había pasado lo peor, si esta decisión era para el avance, todo era perfecto. Al salir de la unidad coronaria, tuve una conversación muy profunda con el Dr. Serrat, era muy personal, sentimos un acercamiento tan profundo, que rompimos en llanto, eran emociones encontradas, él había participado de este proceso en los momentos más difíciles y esto era increíble, me aconsejó mucho, conversamos alrededor de 2 horas, lo sentía tan cercano, llamó al personal para que se despidieran de mí, pero estábamos tan cerca que me iban a visitar a diario, este momento lo recuerdo con mucha emoción. Cuando llegué al piso séptimo, también venían a mi recuerdo cada momento de dolor, era tan extraño por decirlo, quien podría haber pensado, la secuencia era al revés. Nuevamente aparecían


las enfermeras que me habían visto tan mal, las auxiliares y las personas que hacían el aseo, todos expresaban su alegría y le brotaban de sus mejillas lágrimas de felicidad. Aparecía un nuevo ángel en mi camino, la Dra. Katita Farías, quien sería mi médico de cabecera y confianza, mantendría un estrecho vínculo con el Dr. Howard y el Dr. Sepúlveda, para seguir coordinando el tratamiento. El Dr. Howard, entregaba las indicaciones y ella escuchaba muy atentamente. La Dra. Katita Farías se compenetró tanto en este proceso que hemos vivido muchos momentos de emociones. Ella conoce esta historia como si fuera propia, se preocupaba bastante por el estado de salud de mi esposa y obviamente del mío. Todo era avance, los kinesiólogos continuaban con su trabajo, los pasillos del piso eran interminables, comenzamos a subir y bajar escalas, la bicicleta en mi pieza era trabajo continuo, pero ya mucho más personal. En una tarde aparece una alumna en práctica muy jovencita, me la presentaron y ella continuaría con este proceso, en un trabajo por los pasillos conversábamos de varias cosas, le contaba que me sentía cansado y también angustiado, porque extrañaba mucho a mis hijos. Roberto viajaba muy continuamente junto a Claudio, Daniela se había tenido que volver a casa por su práctica laboral, solamente nos encontrábamos con Camilita quien se había ido a acompañar a su “Tate” a Santiago, le comentaba, pero cuál fue tremenda alegría a pesar de las penas ya descritas, que le comenté de donde era. Le dije: “también echo mucho de menos la naturaleza, pues yo soy de Osorno”, cómo me dice muy contenta, “yo igual soy osornina”, nos abrazamos y quedamos muy felices, era como un regalo de Dios, efectivamente, se trataba de Macarena, una joven que estaba a punto de egresar, María Luisa, quien continuaba como jefe del área, le entregaba todas las indicaciones a seguir. Tanto fue el progreso, que a los pocos días comencé a continuar con el tratamiento en el gimnasio del hospital, era otra etapa mucho más avanzada, mi esfuerzo era total, todas las mañanas junto a mi esposa, me llevaban a ejercitar, cada vez avanzaba mucho más. Un día sorpresivamente aparece el Dr. Howard, a verme, se sorprendió muchísimo, me dijo, “Jaime te felicito realmente eres una persona de mucho esfuerzo”, también se encontraba como cosa del destino Lucy, quien también se emocionaba mucho cuando me veía, recuerdo nos tomó una fotografía y posteriormente pidió un informe detallado de mi ficha quinésica para poder tomar decisiones, todos estaban muy contentos, también recuerdo que en esos días se encontraba en tratamiento el cantante Pedro Messone con quien en un momento conversamos, puesto que a él lo habían internado de emergencia, por una intervención cardíaca. Se impresionó mucho al verme, en realidad para todos, me imaginaba ver una persona trasplantada del corazón era impresionante. Comenzaba a recibir muchas visitas, tanto de familiares como de médicos, alumnos de medicina que querían conocer esta maravillosa experiencia. En realidad este proceso lo vivimos internamente, fueron pocos los informes a medios de comunicación social, la decisión era estrictamente médica, no queríamos salir ni exponer a la luz pública este proceso por un tema de tranquilidad y de avance, lo cual nos permitiera concentrarnos estrictamente en los protocolos que ello ameritaba. Dentro de esas visitas, un día por la tarde apareció don Marcelo Tarzijan, quien junto a su hermano,


me expresaban su alegría por mi estado, yo le preguntaba por la empresa y también por sus queridos padres, especialmente por don José, con quien siempre había tenido un acercamiento muy profundo, él era una persona muy carismática, de sentimientos muy católicos, rezaba mucho por mí, siempre me decía: “Jaimito, yo converso mucho con Dios y me dice que está contigo”. Don José tenía una chocolatería muy famosa en Osorno, además de tener muchísimos amigos que lo visitaban a diario. Cuando lo iba a ver era tradicional que nos golpeara con unas cachetaditas en la mejilla, esto era un símbolo de su cariño. El avance era increíble, los médicos estaban impresionados. Se coordina otra biopsia la cual se realiza nuevamente en la Clínica Alemana, si todo salía bien habían posibilidades del alta, para ello se procedió a realizar los protocolos correspondientes, gracias a Dios el resultado fue positivo y fue así como el 24 de enero del 2011 me dieron el alta médica, posteriormente a control con el Dr. Sepúlveda a la Clínica y recibir estrictas instrucciones a continuar. Ese día era de lindas emociones, todos se encontraban felices, pero también un poco tristes, habían transcurrido varios meses de convivencia donde habíamos estado muy preocupados, con mucha nostalgia, penas y alegrías, cientos de llamadas telefónicas, visitas, nerviosismos etc. Nos dirigimos al departamento de Pepe, en realidad era nuestra casa, pasarían varios meses donde ahí tendríamos que convivir, no sabíamos lo que se venía por delante, eran mucha sorpresas, ni siquiera las imaginábamos, pero había que vivir ese momento. Lloramos mucho con mi esposa, habíamos pasado muchas penas, pero ahí estábamos, como siempre, nuestros sueños y anhelos se seguían cumpliendo, los regalos que Dios nos había enviado eran tan hermosos que no se podían describir, solamente vivirlos. Yo tenía que tener un cuidado especial con mi tratamiento, usar mascarillas y muletas para desplazarme, en realidad el tratamiento era de mucho cuidado, cualquier virus era muy peligroso en mi estado, para ello el departamento cumplía con todas las exigencias, estábamos solos y recibíamos muy pocos visitas. Pablo Carreño, continuaba junto a nosotros apoyándonos, cada vez que llegaba a Santiago, mi amigo Ernesto Castro, Claudio Puelpan, nuestra amiga Clarita y los inseparables Mora Riveros. Nos dirigimos a la consulta del Dr. Sepúlveda, quien muy contento nos recibió con un estrecho abrazo, conversamos por mucho rato, nos explicó paso a paso en realidad este proceso. Cada día me sorprendía, comenzábamos a vivir otra fase tras la operación, quizás todas las etapas tienen una importancia, pero ésta había que entenderla muy tranquilamente. Primero nos dijo que se alegraba mucho del avance, pocos habían sido los pacientes con estas capacidades, me miró y expresó: “yo había operado personas, pero como tu Jaimito jamás. Tú estabas muy mal cuando fue el trasplante, en realidad las esperanzas nunca las perdimos pero fuiste muy fuerte y valiente, te felicito por esa capacidad”, él muy emocionado, me expresaba lo que venía, me entregó el listado de fármacos a utilizar, le decía a mi esposa que había que cotizar, porque habían algunos que eran un poco caros, especialmente las drogas, éstas las tendría que tomar de por vida por cuanto eran inmunosupresoras, en total eran alrededor de veinte, los cuales las describió en una receta. Me comencé a sentir un poco nervioso por los costos que ello podría conllevar, pero me recordaban las palabras de mi querido Dr. Howard que decía, que vale más, la vida o el dinero, me tranquilicé y continuamos con las explicaciones, las biopsias, deberían continuar, por lo cual cada vez que se


proceda a este evento debería hospitalizarme y seguir los conductos necesarios a través del Hospital Militar. Con respecto a las dudas de la persona donante, me manifestó que me olvidara y que no era necesario saber quién era, por cuanto fue un acto de amor solidario y no era prudente conocer a sus familiares. Él sabía de la historia, pero yo la desconocía, en realidad hoy puedo entender por qué me decía no tendrás ningún problema de índole personal ni psicológico, todo eso depende de ti, hay un trabajo en equipo, donde todos tenemos que colaborar, especialmente tú y tu hermosa familia. Yo estaré siempre a tu lado me manifestaba muy emocionado, mi teléfono está disponible las 24 horas del día, no duden ni un segundo en llamarme yo responderé en el momento. Hasta la fecha mi querido doctor jamás me ha dejado abandonado, es más, tengo que dejarlo escrito para la historia, ni siquiera me cobra por las atenciones que tengo periódicamente, sus indicaciones las tomamos con mucha precaución mi esposa anotaba cada situación importante. Todo era impresionante y nuevo. Yo vivía estos momentos de alegrías tan hermosos, era como un sueño, me costaba asimilarlo, pero era una realidad. Nos dirigimos al departamento de regreso y pasamos a cotizar los medicamentos a dos farmacias del centro de Santiago, me tuvieron que traer una silla para sentarme de la impresión, en realidad los costos era altísimos, sobrepasaban el millón de pesos mensual, en mi estado no era conveniente que me desesperara así que llamamos a Roberto para contarle lo que sucedía, yo igual estaba en espera de la incorporación al sistema de salud del ejército, que me financiaría gran parte del tratamiento, pero ésto sucedería a partir del mes de abril, por lo que había que asumir los costos que se venían. Roberto sin dar explicación alguna me dijo, con firmeza, “papá no te preocupes lo solucionaremos de alguna manera, lo importante es que tú estás bien, en compañía de mi madre, lo demás, déjanos a nosotros”. Me quedé tranquilo por eso, aunque en realidad seguía preocupado. Mi cuñado Sergio también llamó para darme mucha tranquilidad, me manifestó que al otro día fuera al banco, porque me iba a enviar un pequeño regalo, de igual manera llamé al doctor Sepúlveda para contarle lo que estaba sucediendo, él con mucha sutileza le manifestó a mi esposa que acudiera a su consulta, porque también tenía su aporte, de alguna forma había que solucionar esta situación por estos tres meses, pero gracias a Dios íbamos avanzando. Acudimos también a varias instituciones donde vendían las drogas más baratas, por ejemplo, el hospital de la Fuerza Aérea de Chile, ASODI, la Corporación del Trasplante, entre otras, hasta lograr reunir las dosis para completar el mes. Había algunos ahorros, nuestros hijos realizaron algunas gestiones también para reunir dinero con amigos y aportes de terceros, mi querido club deportivo dio también su grano de arena y mucha gente anónima que igual quiso cooperar. Recuerdo con mucha emoción cuando concurrí al banco a recibir el aporte de mi querido cuñado Sergio, mis lágrimas eran rotundas, no podía contener el llanto, era gran cantidad de dinero, el cual nos servía de mucho en esos momentos tan especiales, yo no podía estar sin droga ni un sólo día, el que me faltara significaba un rechazo al trasplante y no lo iba a resistir, gracias a Dios todo resulto muy bien.


El fin de semana Pablo me llevó al cerro San Cristóbal, lo cual le había solicitado hacía algún tiempo, lo anterior con motivo de concurrir a dar las infinitas gracias a la virgencita que se encuentra en lo alto de este lugar. Nos dirigimos, todavía andaba con muletas, me costaba desplazarme y caminar, pero mi fuerza era de mucha fortaleza, tenía que cumplir con esta promesa. Cuando íbamos subiendo el cerro hacía mucho calor, pero ni siquiera nos preocupamos que estaba en altura, al llegar a la mitad recordamos y detuvimos el vehículo, un poco asustados llamamos a Carlitos el enfermero que siempre había estado conmigo, y le pregunto si me podría afectar la subida por el corazón, él me responde a que altura íbamos, le manifiesto que a lo menos en la mitad, me consulta si he sentido algún malestar, y si no es así, “suba no más don Jaime”, escuché, “ésta va a ser la prueba de fuego, así que hágalo con calma y si tiene algún malestar nos llama para darle alguna indicación al respecto”, indicó. Continuamos con nuestro viaje, el calor era sofocante, hasta que llegamos a la cima, había que subir una escala muy larga, me propuse hacerlo, tenía que llegar a los pies de la virgen a darle mil gracias por estos momentos que estaba viviendo. Con mucho esfuerzo logré llegar a casi el final, no pude hacerlo hasta los pies de ella, mis fuerzas no me dieron, mi emoción era tremenda y profunda de agradecimientos, no podía resistir de llorar frente a una imagen que me conmovía y me llenaba de alegría. Al llegar nuevamente al inicio de la partida, con mi esposa quisimos comprar algunos recuerdos e imágenes de la virgen, lo cual hicimos con mucha devoción, pero queríamos bendecirlas, por lo que le preguntamos a unas personas que estaban en el lugar dónde podríamos hacerlo, era como extraño, pero nuevamente nos volvían a suceder situaciones maravillosas, precisamente el Arzobispo de Santiago, Monseñor Ezzatti, en compañía del padre Tupper, se encontraban en una ceremonia en la Iglesia del cerro, que la inauguraban por daños que había sufrido por causas del terremoto del 27 F. Al llegar al lugar, en instantes que ya se desarrollaba la misa, la iglesia se encontraba absolutamente colmada, pero como cosas sin nombre, había un lugar en la tercera fila, como si hubiese estado esperándome, monseñor al verme en la entrada hizo una señal, de manera tal que avanzara y me sentara en ese asiento, por lo cual concurrí en compañía de mi esposa. Mi emoción era tremenda, estaba frente a quien dirige la iglesia en nuestro país, era maravilloso el entorno. Al entregar el sacramento se dirigió a mi persona, por lo cual esperé ese momento con mucha emoción. Una vez terminada la misa me esperó a las afueras de la iglesia en compañía del padre Tupper, me entregó nuevamente su bendición y me preguntó qué me había sucedido, a lo cual le resumí mi propia historia de este milagro que me había ocurrido. Él se impresionó y mando buscar unos periodistas que se encontraban en al lugar para que me entrevistaran y les entregara mi testimonio y así que quedara registrado en una revista del obispado. También me manifestó que cuando me devolviera a mi ciudad le entregara el saludo fraternal y muchas bendiciones a toda la comunidad católica de mi querido pueblo, lo cual realicé y expresé en una ceremonia de confirmaciones que había en mi población en compañía del obispo de Osorno. Enfrentábamos el mes de febrero del 2011, seguíamos con las terapias diarias al Hospital Militar, recuerdo que nos hicimos muy amigos de una familia que tenía un negocio de abarrotes cerca del departamento de Pepe, ellos eran de calle Sotomayor Nº 30, quedaba justo en la esquina, los


recuerdo con mucha alegría, porque siempre nos dieron mucho apoyo, sin esperar nada, ni siquiera nos conocían, pero nos entregaron mucho afecto. En espacial recuerdo cuando en las mañanas muy temprano pasaba con mis muletas y ellos me daban mucho aliento, vamos vecino ya se mejorará y volverá nuevamente a caminar. En las tardes cuando pasábamos de regreso me esperaban para preguntarme como nos había ido, era algo increíble, así pasaban los días, era a diario que nos viéramos, pero más que eso era una nueva familia que habíamos conocido. Salíamos a caminar junto a mi esposa, tarea que teníamos planificada a diario, no podíamos dejar de hacerlo, uno de esos días al salir por la alameda conversábamos y nos preguntábamos donde encontraríamos una iglesia cerca para acudir aunque fuera los días domingos a la misa habitual, y agradecer todo lo que nos había ocurrido y poder entregar nuestros testimonios a personas que estuvieran pasando un mal momento y darle fuerzas para que salgan adelante. Quedamos impresionados, porque ese día, como iluminados por algo superior a nosotros, pasamos por la calle de atrás de Sotomayor, y a una cuadra nuestra había una hermosa iglesia, preguntamos cuándo habían misas y nos respondieron que los días domingos a las 17:00 horas, fuimos con mucha alegría el fin de semana siguiente. Al llegar nos recibieron como si hubiéramos estado siempre en compañía con ellos, pero todavía faltaba algo más que nos tendría que ocurrir, al despedirnos, el sacerdote nos pregunta de dónde éramos y cuál era el motivo que nos acercáramos a la iglesia. Le contamos rápidamente lo vivido y le dijimos que vivíamos en Osorno, nos abrazó y nos manifestó que él había estado en esa ciudad como sacerdote en la Iglesia del Carmen. Más fue nuestra alegría, no dejamos de ir ningún domingo hasta nuestro regreso a Osorno.

LA VISITA DE BETTY Recuerdo un día de febrero en la tarde llega a visitarme de sorpresa desde Osorno, Betty, en compañía de Sebastián, ella había sido parte muy importante de este proceso, porque aunque yo no lo sabía, ella era la hermana de Marcelo, mi donante, también por el acercamiento que nosotros desde siempre habíamos tenido como familia. Nadie podía explicar este milagro, que mi donante hubiera sido osornino. Ella llegó muy emocionada, sus lentes oscuros escondían sus lágrimas, nos estrechamos en un gran abrazo, lloramos por largo rato, al igual que con Sebastián, yo entendía que era por los lazos de amistad, pero jamás me imaginé que ellos eran parte de mi vida nueva, esta vida que comenzó el día 8 de diciembre del 2010. Con tanto cariño hablamos toda la tarde, habían momentos que los recuerdo tan nítidamente, por ejemplo, un rato en que ella ya no aguantaba más de estar cerca del corazón de su hermano, yo sin saber tampoco que estaban viviendo un duelo por este ser tan amado. En un instante me pidió apegarse a mi corazón, diciéndome que quería estar cerca de él para sentir los latidos, era tan impresionante, sentir su apego, rompió en llantos y mi esposa la acompañó a las afueras del departamento para fumar un cigarrillo, yo simplemente asimilaba las emociones que ella sentía, jamás imaginé que ese corazón era el de su hermano, hasta un tiempo después. Conversamos muchísimo, toda la tarde, se nos hizo muy corto el tiempo. Al despedirnos no contenía sus lágrimas, algo extraño pasaba por nuestras vidas, me quedé con la sensación de haber vivido un


momento de mucho amor y felicidad. Siempre llamaba para preguntar por evolución, es decir, siempre estuvieron con nosotros. Sebastián todos los días consultaba por mi estado, era como si formara parte muy cercana de ellos, y así era, pues sin saberlo, Betty, era mi hermana y tenía una nueva familia. Siempre estuve muy consciente que al saber la identidad de mi donante no tenía que tener mucho apego, mis médicos en ese sentido habían sido claros al respecto. Comenzaba una nueva etapa y debía tener mucha cautela, las razones eran bastante claras, este milagro había tenido sus frutos y eso era lo importante. En definitiva Dios me regaló este milagro y lo recibí con energías, lo valoro profundamente, él, Marcelo, es mi ángel de la guarda y me acompaña cada día, no me suelta de su mano e ilumina mi camino, a su familia, a sus hijos, viviré eternamente agradecido.

MIS AMIGOS En este proceso tan difícil fueron de gran importancia quienes día a día aportaron con su grano de arena, son parte de este nuevo camino, viven en mi recuerdo las tantas llamadas telefónicas de personas allegadas a nosotros, era tan trascendente recibir energías de la gente que realmente lo aprecio. No puedo dejar de volver a nombrar a mi compañero de curso Rigomel Urriaga, él me contaba todos los días un chiste, era como el impulso para partir el día, él y su familia un cariñoso abrazo. Mi compadre Paredes, quien cada semana me recordaba de la valentía y fortaleza, los días domingos no dejaba de llamarme. A ti Héctor Araya y a tu familia, a la distancia recibía a diario el impulso para seguir viviendo. A la empresa Seguridad y Promociones, a través de su gerente Marcelo Tarzijan, que no dejaron de preocuparse a diario por mi persona, pero no puedo de dejar de nombrar a mi querido amigo “Culebra”, quien al llamarme me emocionaba tanto, llorábamos de alegría, él a pesar de que no tenía los recursos para hacerlo, se conseguía dinero para cargar su teléfono. A mis vecinos, a mis camaradas de arma, a tantas personas que estuvieron rezando y orando para mi recuperación, son tantos y tantos, que no puedo nombrarlos a todos, pero una cosa les puedo decir a ellos, que los llevo muy profundamente en mi corazón.

MI HERMANO DEL ALMA Transcurría el mes de marzo del 2011 y el Dr. Sepúlveda me pidió un favor muy especial, en el Hospital Clínico de la Universidad de Chile se encontraban dos personas muy graves, ellas al igual que yo, pasaban momentos muy difíciles, estaban en prioridad para ser trasplantados del corazón, por lo que con mucha sutileza me pidió que los visitara. Yo ya había tenido una experiencia en este sentido, ya que había una niña que era de Osorno, que estaba internada en el Hospital Clínico de la Católica, que también estaba en lista de espera para ser


trasplantada. Era hija de un importante kinesiólogo de Osorno, al saber la noticia con mi esposa quisimos visitarlos y darles las fuerzas necesarias para enfrentar este desafío, fue así como un día nos encontramos en el centro hospitalario con su madre, nos abrazamos y pudimos contarle nuestra experiencia, ella nos recibió muy bien y no perdimos el contacto hasta que fue trasplantada, para ellos bendiciones. Un día muy temprano nos dirigimos al Hospital Clínico de la Universidad de Chile, no conocíamos dónde quedaba, pero Dios siempre nos habría los caminos, el doctor nos había confeccionado un mapa para no perdernos, al llegar, era como tener sentimientos encontrados al vivir nuevamente todo lo que junto a mi esposa pasamos, pero lo importante venía más adelante, poder realizar un acto de apoyo a quienes estaban pasando por lo mismo que yo había sufrido hacía poco tiempo. Se trataba de Marcelo Eitel y Roberto Ponce, al entrar a su pieza, me impresioné mucho, era la realidad de los servicios públicos de nuestro querido país, pero había que enfrentar el momento. El Dr. Sepúlveda me presentó al equipo médico y de enfermeras, la indumentaria necesaria, y ya estábamos frente a estas dos personas. Me presentó, “aquí esta don Jaime Asenjo, les manifestó él, estuvo en peores condiciones de las que ustedes están viviendo y ha querido compartir su experiencia, lo dejo para que le puedan hacer todas las preguntas que le quieran” y dijo, yo tenía claro lo que tenía que contar, cada persona vive su propia experiencia con respecto al proceso del trasplante y tenía que relatar solamente lo que en un principio había vivido yo junto a Lucy, ella también me había apoyado de muy buena manera, ahora venía la parte mía. Primeramente me acerqué a la cama de Roberto, conocí a su esposa Angélica, la recuerdo con mucho cariño puesto que posteriormente seguíamos en contacto. Tenía una biblia evangélica en su mano, les conté mi experiencia, y les pedí que tuvieran mucha fe y esperanza, hablamos del proceso de la espera y del estado en que yo me encontraba, ellos estaban muy desesperados pues se encontraba muy deteriorado. Después, pase a la cama de Marcelo, quien me impresionó más al verlo. Se encontraba muy mal, tenía pocas fuerzas, junto a él había una mujer que no identificaba, después supe que era su esposa, ella era doctora del mismo centro hospitalario, recuerdo que se impresionó muchísimo al escuchar mi testimonio, no se convencía de mi estado, en realidad yo me veía muy bien, mi recuperación era increíble. Hicimos un compromiso, que si se recuperaba nos encontraríamos en Osorno a comernos un asado, le pedí que pusiera de su parte para que tuviera mucha fe, y que el donante en cualquier momento llegaría, era importante darles mucha esperanza, eso en un enfermo terminal es muy importante, yo había vivido ese proceso y todos los días le pedía a mi Dios que no me soltara de sus manos. Dialogamos por largo rato, me hicieron muchas preguntas, que quedaron en el recuerdo más hermoso de mi vida, lamentablemente Roberto ya no está con nosotros, él no resistió la operación al ser trasplantado, pero vive en mi recuerdo. Para Marcelo fue lo contrario, pasaron los meses y llegó la noticia de su donante, ese día recuerdo que yo tenía mi control de biopsia en la Clínica Alemana, esperaba al Dr. Sepúlveda, y con extrañeza no llegaba la intervención, esperamos un rato, era raro, porque él era muy puntual. A los pocos minutos


llegó, me pidió disculpas por su atraso, pero me dijo me traía una noticia muy linda, que me alegraría mucho, “pues hoy trasplantamos a Marcelo”, señaló, y “todo resultó muy bien, pero tú sabes que hay que esperar la evolución y Dios quiera que todo resulte bien”, agregó. Yo en tanto le manifesté que rezaría mucho para que todo resulte muy bien. Ese mismo día me comuniqué con su esposa, Paulina, con quien conversamos por largo rato, le pedí que saludara a Marcelo y que le dijera que la fe es lo más importante, que no la pierda y no deje de hacer lo que indiquen los médicos, a pesar de todo cualquier duda que tenga le manifesté estoy a tu disposición, así fue como hasta los días de hoy jamás hemos perdido el contacto. Seguimos contactándonos, posteriormente logramos hablar entre nosotros y nos pusimos de acuerdo que a partir de lo sucedido nos llamaríamos hermanos del alma, como símbolo de tantas vivencias y del contexto de este proceso. Fue tan así que cumplimos nuestro compromiso de encontrarnos en Osorno en el mes de enero del 2013, junto a nuestras familias nos reencontramos con un gran abrazo en la plaza de armas de mi querida ciudad y compartimos un asadito en mi casa con mucho agrado. También en esos días, mientras concurría a mis ejercicios diarios de terapia al hospital militar, María Luisa mi kinesióloga, en compañía de Macarena, me pidieron que concurriera a conversar con un paciente que se encontraba hospitalizado en la unidad coronaria. Se trataba de Juan Carlos Montecinos, él era un empleado civil del ejército que había tenido un accidente vascular, también se encontraba con un diagnóstico como candidato a ser trasplantado al corazón, él estaba en comisión de servicio en Haití, fue ahí cuando sufrió este lamentable episodio. Me contaron su historia y yo por supuesto que concurrí de inmediato a darle fortaleza y contarle mi experiencia. Él por ningún motivo quería trasplantarse, por razones netamente personales, cuando comenzamos a conversar le conté mi experiencia, me miraba y no lo podía creer, permanecí bastante rato con él, creo que de algo pudo servir, también conversé con sus padres que se encontraban muy preocupados. Los médicos estaban preocupados de la situación, yo al igual que ellos también, por mi experiencia. Al contrario de Juan Carlos, pues él no sabía que este proceso era muy complicado, las personas cada día que pasa se van deteriorando y el tema de las donaciones es muy escaso, dependía solamente de él, de adoptar otra actitud frente al desafío que se le venía. Pasó el tiempo y después de varios intentos volví nuevamente a conversar con Juan Carlos, cada vez que podía lo hacía, lo importante era convencerlo que tomara una decisión rápida y que todo iba a salir bien, sabía que en algún momento él cambiaría de actitud. Al tiempo después con alegría supimos que se trasplantó y que todo había resultado excelentemente, siempre nos comunicamos y estamos en conversación.

MI PRIMER CUMPLEÑOS Con alegría esperamos junto a mi amada esposa el día de mi cumpleaños, el 2 de marzo del 2011, era muy importante vivir este día, volvía a la vida y quería compartir tan importante fecha con los seres más queridos. Estaba todavía en la ciudad de Santiago, lamentablemente no todos podían estar al lado mío, lo primero era por un tema de restricción, pues no podía estar con mucha gente a mi alrededor, y lo otro por la distancia, ya que gran parte de los míos se encontraban en Osorno.


Recibí muchas llamadas telefónicas, cada vez que lo hacía lloraba de alegría, eran varias las emociones compartidas, todos me daban mucha esperanza y me entregaban cariño. Transcurrían las horas de la mañana y al medio día llegó Roberto en un vuelo desde Puerto Montt, en representación de mis hijos debido a que la Daniela y Claudio no pudieron viajar, porque se encontraban trabajando. Almorzamos juntos y se devolvió como a las cuatro de la tarde, después llegaron mis queridos amigos de la familia Mora, con ellos el vínculo era muy de apego, compartimos momentos de emociones pero de mucho cariño, también junto a mi querido amigo Ernesto Castro, Claudio Puelpan y Pablito Carreño, quienes siempre participaron de este hermoso proceso. Este 2 de marzo fue maravilloso, venían también días de esperanzas junto a mis seres queridos, quedaba poco en Santiago, aun no sabía cuándo podía volver a mi terruño querido, a veces me ponía muy nostálgico, extrañaba mucho mi casa. Siempre y cada día que pasaba rezábamos junto a mi señora para que se acortara el tiempo y pudiéramos volver a nuestro hogar, ella extrañaba demasiado su hogar y yo la comprendía, también el apego a nuestros hijos, ellos tenían una valentía increíble, superar todos estos meses a la distancia no era fácil, viajar constantemente también era difícil, siempre les decía que no se preocuparan y que trataran de hacer sus vidas en forma normal. A pesar de todo había que seguir luchando, ya que la vida continuaba, los momentos que habíamos vivido no fueron fáciles, pero teníamos una gran esperanza y una vida nueva por delante. Fue así como en diciembre del 2011 comencé a celebrar mi segundo cumpleaños, eso sí, en compañía de mis amados hijos, mis nietos y mi querida esposa. Efectivamente pronto llegaría también la segunda fecha importante, el 8 de diciembre, ese día precisamente ya en nuestra casa, tuvimos muchos momentos de reflexión. En la madrugada me desperté muy temprano y se me venían a la mente tantas emociones, le agradecía a Dios el poder estar compartiendo este momento. Recuerdo este mes habíamos estado concurriendo junto a mi mujer al Mes de María y la tarde de ese 8 nos dirigimos a la peregrinación en un caminar muy largo. El padre Juan me preguntaba a cada rato si me sentía mal, había mucho calor, pero mis fuerzas eran muchas, estaba concentrado y tenía que llegar a los pies de la virgen para darle las gracias por toda su bondad. Logramos el objetivo, al llegar había una misa de todas las comunidades de Osorno, era muy bonito ver tanta gente reunida, el obispo de Osorno, era quien realizaría la eucaristía en honor a la ceremonia. Al pasar por mi lado me entregó su bendición, le agradecí profundamente. Al llegar a nuestro hogar, de regreso, nuestros hijos me tenían una linda y hermosa sorpresa, se trataba de la celebración de mi cumpleaños, lleno de amor y de esperanza vivíamos esos hermosos momentos. Durante el día también recibí muchas llamadas telefónicas, igualmente tuve la oportunidad de hablar con todos mis médicos, quienes se alegraron bastante de mi estado, también con Carlitos, Max, entre otros, enfermeras y familiares. Eran momentos inolvidables, había transcurrido un año de esta vivencia, los recuerdos estaban en la memoria, profundamente en mi corazón, un corazón que me había entregado el destino, un milagro había llenado el entorno de esperanzas, ahí estaban plasmadas las más hermosas historias de mi vida.


EL TIEMPO AVANZABA Seguíamos con el tratamiento pero no había esperanza de volver a Osorno, mi tierra amada, no podía estar a más de dos horas de distancia de Santiago, podía presentar algún rechazo así es que mi doctor no me permitía alejarme de la capital. Mi querido cuñado Sergio me llamaba todos los días para saber cómo seguíamos, me decía te espero cuñadito querido en Rengo, no hayamos las horas que puedas estar junto a nosotros, aún no se podía pero estábamos muy cerca de hacerlo. Transcurrió el mes de marzo y Roberto me llamó para conversar con el Dr. Sepúlveda y ver la posibilidad de viajar a Puerto Montt al cumpleaños de Sebita mi nieto, los primeros días de abril. Él se manifestó a favor de autorizar solamente en avión, no estaba en condiciones de realizar un viaje tan largo en bus, por precaución y en caso de algún problema era más rápido llegar a los destinos de igual manera de vuelta a Santiago. Decidimos ir, contábamos los días para ver a mis seres queridos, cuando llega el momento, nos fuimos muy temprano al aeropuerto, tomamos todas las precauciones, mascarillas y las drogas, llegamos al Aeropuerto Tepual de Puerto Montt, y me esperaba Roberto con Tania y Sebita, eran momentos increíbles, lloramos por mucho rato abrazados, vivimos momentos maravillosos, me estreché con mis hijos en abrazos y tanta alegría, también mi querido hermano con mis sobrinos, mi padre, las emociones eran extremas, nadie lo podía entender, verme tan bien, era realmente increíble, lo único que lamentaba era no poder haber pasado a mi casa la que tanto extrañábamos, también de ver a mi perrito regalón, el “Bebé”, parte también importante de este proceso. Él muchas veces me contaban mis hijos que se encontraba muy triste y con mucha pena, porque sentía el dolor de no estar con sus amos, recuerdo que cuando hablábamos por video con nuestros hijos, lo acercaban a la pantalla del computador y él como un perro fiel, sentía el afecto nosotros a la distancia, era increíble como lo echábamos de menos. El cumpleaños de Sebita marcó un precedente en esta historia, ya que ese día después del almuerzo yo notaba que mis hijos estaban un poco nerviosos, presentía que algo había, no entendía, fue así como Roberto tomó la palabra y me expresó que se sentía muy contento, pero que tenía la responsabilidad de contarme algo, fue así como me dijo: “papá, te gustaría saber de quién es el corazón y el nombre de tu donante , también quien es la familia que tuvo la generosidad de este lindo gesto de amor, nosotros hablamos con el doctor y el manifestó que eras tú quien podía tener la capacidad de elegir y decidir si lo querías”, me enfatizó. Acto seguido llamé a mi doctor Sepúlveda y le conté lo que estaba sucediendo, también aprovechar de consultarle si él estaba de acuerdo, me dijo que era decisión mía, pero que nunca olvide lo que un día nosotros habíamos conversado, respecto a ese tema. Fue así como luego decidí conocer esta noticia, mi sorpresa fue inmensa al saber que mi donante era osornino, también que él era hermano de Betty y tío de Sebastián Carreño, ahí logré entender la visita que había tenido en el mes de febrero en Santiago, sus preguntas y sentimientos, tantas emociones juntas, rompí en llantos, en realidad no comprendía si de alegría o pena, tomé el teléfono y llame a Betty , ella ya estaba preparaba, porque mis hijos le habían dicho y le habían preguntado sobre esta noticia, al comunicarnos no entendíamos era tanta la emoción que ninguno hablaba. Desde ese día ella me pidió ser su hermano y por supuesto que lo somos, mil gracias a ellos por haber tomado esta


decisión, verdaderamente era un poco complicado, porque ellos vivían un duelo reciente, pero mi conformidad era que estaban muy tranquilos. Hablamos por mucho rato, recordaba a cada instante las palabras de mi doctor, pero era más fuerte todo, quedamos de acuerdo que cuando regrese a Osorno nos estrecharíamos en un abrazo y juntarnos con la familia. Posterior a esto nuevamente hablé con el Dr. Sepúlveda, lo primero que me preguntó fue cómo me encontraba, cómo había sido la noticia y que lo tomara con mucha tranquilidad. Así fue y decidimos que cuando regresáramos a Osorno visitaríamos a la familia para poder expresar tantos sentimientos. Este episodio marcó el desarrollo del tratamiento, creo que era necesario saberlo, que impacto más grande, comprendía el desenlace del milagro, no entendía cómo podían existir tantas coincidencias juntas: fechas, familias, etc., no podía existir tanta bondad, mi donante osornino, tan cercano a la familia a pesar de no tener nada planificado, cómo podía ser. Cada vez que conversamos con los médicos tampoco logramos comprender, ellos creen en la tecnología, pero esto era claramente un milagro, no había duda alguna, ahí también se despejaron todas mis interrogantes, yo en un principio creía que mi donante era de Valdivia, era positivo saber la verdad, descubrir quien había sido la persona que te había vuelto a la vida, era un momento verdaderamente de máximas emociones. De regreso a Santiago, a fin de mes nos trasladamos al nuevo departamento de Pepe, el cual estaba ubicado en calle Portugal, era más cómodo, estaba más central y también más fácil para asistir a las sesiones de terapia, tanto al Hospital Militar como también a los controles a la Clínica Alemana. Fue así como el 30 de abril nos cambiamos, recuerdo que ese día me contactó una radio emisora de Osorno, se trataba de la radio SAGO, el locutor de apellido Medina me sorprende al consultarme que si quería dar una entrevista al aire para mi amada ciudad, a lo que respondí con mucha emoción que si, fue entonces cuando entablamos la conversación mis lágrimas brotaban desde lo más profundo, tener un contacto con mi gente era muy importante, también poder contar mi experiencia era extraordinario, hablamos por un lapso de 10 minutos, añoraba tanto estar en mi tierra, por lo menos me conformaba con enviar un caluroso saludo para mi Osorno querido. El tratamiento continuaba, las biopsias mensuales, exámenes, terapia y demases, para mí era muy importante recuperarme pronto, contábamos los días y se hacían tan distantes. La primera semana del mes de mayo comencé a sentir un pequeño malestar en mi hombro derecho, muy cercano del pecho, en realidad comenzó un día viernes en la tarde, después que llegamos del gimnasio, no le tomé mucha importancia, incluso pensábamos que era producto de la gimnasia, sentí un pequeño ardor, le echamos una crema para los dolores, pero el día sábado se agudizó y se comenzó a marcar mucho más, me sentí mal, con un poco de fiebre, por lo cual decidí acostarme. El domingo fue más intenso, se notaba demasiado marcado, era un ardor muy doloroso, hasta que decidimos llamar al Dr. Sepúlveda el cual me dijo que el día lunes me fuera directo a su consulta a la Clínica Alemana de urgencia, me sentí muy preocupado, me dolía mucho. El lunes nos fuimos, al llegar el doctor me atendió de inmediato, descartó cualquier rechazo, pero su diagnóstico fue de un virus llamado esper–hoster, era tanto el dolor que mandó inmediato de urgencia al Hospital Militar, tanto que me tuvieron la cama lista para hospitalizarme y comenzar un tratamiento. Se comunicó con la Dra. Farias y le entrega las indicaciones a seguir, efectivamente ella me estaba


esperando, era tanto el dolor que sentía como si me hubieran regado con agua hirviendo, estaba marcado todo el espacio, rojo vivo, era impactante, gracias a Dios el virus se pudo tratar a tiempo, se contaba con los medicamentos de primer nivel, se prolongó por 15 días aproximados, todo resultó muy bien, lo importante fue que esto sucedió mientras me encontraba en Santiago, diferente hubiera sido si ya me habría venido a mi ciudad. Posteriormente, aprovechamos de hacer varios exámenes y la biopsia mensual, la cual resultó sin problemas, todo hacía pensar que los tiempos se acortaban. El doctor me manifestó que si todo salía bien en la próxima biopsia, que era los primeros días de junio, podríamos estar en condiciones de venirnos a casita. Qué alegría saber esta noticia, yo me sentía bien, el ánimo era muy bueno, al igual que el de mi esposa, porque el médico me autorizó para viajar a Rengo, esto era una noticia maravillosa, por cuanto nos iríamos donde mi cuñado, quien nos estaba esperando por tanto tiempo, además que yo tampoco lo había podido abrazar y agradecer por tanta preocupación hacia mi persona. Salimos de la consulta, llamamos a nuestros hijos para darles la noticia y después llamamos a mi cuñado, le dijimos que teníamos una gran sorpresa que comunicarle, su alegría fue tremenda, me dijo véngase de inmediato cuñado querido, vamos a habilitar su dormitorio y tomar las precauciones propias del tratamiento, tanto fue que me compró una bicicleta estática para poder seguir con mi rehabilitación física. Esperamos hasta el fin de semana y nos fuimos por varios días a la ciudad de Rengo, específicamente a lo Cartagena, lugar de residencia de mi cuñado. Al llegar nos abrazamos con tanta intensidad, nuestras lágrimas de emoción caían gota a gota, nos expresamos tanto cariño, era un impulso muy importante para este tratamiento, mi esposa se sentía en su casa, hacía lo que quería y nos trataban muy bien. Recordamos momentos familiares, alegrías y penas, recordamos momentos tan difíciles, pero el cariño era tan inmenso que no opacaba el dolor vivido, pude abrazar a mi sobrino Diego, me recordaba que él me había regalado un chanchito de greda, era colocolino, por supuesto el chanchito, Dieguito y yo, él había ahorrado de su colación diaria dinero y le echaba todos los días monedas. Me emocionó tanto cuanto me lo regaló, me dijo: “tío, yo le tenía este presente para que compre sus drogas”, no soportaba esta emoción, era más fuerte que yo, recordábamos que en una oportunidad nos asaltaron en la Alameda de Santiago, nos robaron documentos y dinero, gracias a Dios no nos pasó nada, mi esposa lloraba profundamente, porque dentro de esos documentos iban unas cartas que mi suegro le había escrito cuando él había estado muy grave, eran muy importantes para ella. Abrimos el chanchito, habían en su interior puras monedas de quinientos pesos, pero cuál fue nuestra sorpresa que había justo la cantidad de dinero que nos habían robado, ni un peso más, era increíble, recuerdo que nos abrazamos con mi esposa y lloramos tanto rato, le dimos las gracias a Dios por este regalo, pero no nos podíamos convencer de tanta coincidencia. Ese día le contamos a Dieguito y también a Sergio, no lo podían creer, era el resultado de tanto amor, mil gracias, por tu sacrificio y esfuerzo. Salía todos los días a acompañar a mi cuñado, él tiene una micro empresa de ventas de huevos, nos


dirigíamos a realizar la ruta diaria hasta Rancagua, aprovechábamos de dejar en el colegio a Dieguito, los días pasaban rápidamente, también era importante el diario vivir, estábamos llenos de amor. Nos comunicábamos siempre con nuestros hijos, los extrañábamos tanto, pero teníamos la esperanza que pronto nos abrazaríamos para seguir juntos como siempre y como la gran familia que somos.

MI QUERIDO CLUB DEPORTIVO LOS HÉROES No puedo dejar de mencionar a mi querido Club Deportivo los Héroes, el cual fui fundador y presidente, cuántas alegrías hemos compartido juntos, tantas aventuras en el poco tiempo de vida que llevamos y así hemos demostrado con firmeza nuestro temple en los recintos deportivos de nuestro querido Osorno. En los peores momentos de mi vida, a pesar de mi estado igual me informaban de la situación de mi club, todos quienes estaban cerca de mi persona conocían también paso a paso lo que sucedía. Mi querido amigo Fito Arriagada (dirigente del fútbol de los barrios) me llamaba para darme fuerzas y me recordaba cada fase que iba avanzando este joven club de barrios. Recuerdo con mucha emoción un homenaje que se realizó en mi nombre llamado campeonato copa Jaime Asenjo Guarda, que orgulloso me sentía de ser parte de tantas personas, de crear tanta amistad deportiva, era una inyección de amor y mucha esperanza, yo estaba jugando este partido a la distancia, llevaba transcurrido el primer tiempo, me faltaba jugar el segundo, el árbitro había estado de mi parte, Dios junto a mí, él nos había mostrado tarjeta amarilla, estuvo a punto de sacar la roja, pero las condiciones nos favorecieron, el partido había seguido su curso normal, se había transmitido a todo Chile, todos habían vibrado con este encuentro, habían estado en la barra para entregar sus mejores vibras y nunca perdieron la fe que lo ganaríamos. El homenaje había sido un éxito, mis hijos en mi ausencia hicieron entrega de los trofeos, hubo un ceremonial donde asistieron medios de comunicación y se le había dado la importancia real a este lindo y hermoso gesto de humanidad, me llamaron por teléfono para decirme que todo había salido muy bien y que se sentían orgullos de nuestra amada familia. En tanto, mis médicos sabían de esta actividad por lo cual también era un excelente aporte para la recuperación tanto emocional como psicológica. También mis vecinos se reunían permanentemente y los directivos del club, siempre me llamaban para darme fuerzas incluso haciendo algunos beneficios hacia mi persona. Recuerdo con especial atención un día que se encontraban en una actividad social y me llamaron por teléfono, pusieron el alta voz y todos hablaban para decirme a lo lejos lo mucho que me extrañaban y expresarme sus sentimientos para seguir adelante, los héroes siempre salen de las adversidades, sentía a la lejanía, por lo que me llenaba de mucha felicidad y amor, en realidad mi emoción traspasaba todas las realidades, éramos más que una familia.


LA ESPERANZA DE VOLVER AL TERRUÑO Seguíamos en Rengo compartiendo con mi querido cuñado y su hermosa familia, en realidad estábamos muy bien, continuaba el tratamiento, y las esperanzas de regresar a nuestro hogar eran muy cercanas, faltaban algunos exámenes y todo podría ser una realidad. Así, regresamos a Santiago para hospitalizarme y realizar los controles dispuestos por el Dr. Sepúlveda, la biopsia daría la respuesta, para tener la ilusión de volver a Osorno. Transcurría el término del mes de mayo y la biopsia estaba programada para los primeros días del mes de junio del 2011, muchos nervios y esperanza de que todo saliera bien, estábamos preocupados de lo que venía, así se realizaron la totalidad de los exámenes y gracias a Dios todo salió muy bien. El doctor nos dio la fabulosa noticia, emocionados la recibimos, nos abrazamos con mucho sentimiento, como el de un padre hacia un hijo, recordamos tantos momentos buenos y malos, tantos sentimientos compartidos, nuestras lágrimas corrían lentamente por nuestras mejillas, eran expresiones de cariño y de mucho esfuerzo, satisfacción de ver el fruto del trabajo, de la ilusión y de un largo camino recorrido. Me manifestó que seguiríamos con los exámenes, que esto no terminaba, las drogas seguían su curso, el tratamiento era continuo y responsable, te pido, me dijo: “nunca olvides lo que pasamos juntos, esto verdaderamente fue un milagro y no olvides nunca que siempre se puede”. El Dr. Sepúlveda se sentía muy orgulloso de lo que había pasado, en realidad vivimos tantos momentos, había sido la persona que Dios lo puso en mi camino para devolverme la vida, era como un padre para mi nuevo nacimiento, su profesionalismo lo mantuvo siempre con mucha fe y esperanza, hoy, después de tantos caminos recorridos aún está conmigo y me controla permanentemente. Así dijo, “se pueden ir tranquilos a su querido Osorno, disfruten la vida y cuídense mucho”, nos pasamos a despedir de las personas que habían estado tan cerca de nosotros, con la ilusión de vernos en unos meses posteriores. Llamamos de inmediato a nuestros hijos para darles la noticia, ellos se emocionaron mucho al conocerla, pronto estaríamos de nuevo reunidos en nuestra casita para abrazarnos y disfrutar de esta nueva vida. Nos fuimos al departamento, habíamos conversado con mi compañero de curso Elías Guerrero, quien siempre había estado preocupado de nosotros, me ofreció trasladarme desde Santiago a Rengo con las cosas que teníamos, en realidad habíamos vivido varios meses en esta ciudad y había harto que llevar, por lo que un día sábado en la mañana, nos despedimos de Pepe y de sus hijos, quienes habían sido parte importante de este proceso.

EL REGRESO A OSORNO Sergio me había manifestado que nos iría a dejar a Osorno, tenía un vehículo bien cómodo, en realidad era el primer viaje y tenía que hacerlo con mucha precaución, no podía estar mucho tiempo sentado, por lo tanto viajar en un auto con esas condiciones era muy favorable, estuvimos muy nerviosos en esos días de espera, fue así como el día 12 de junio, recuerdo que esa noche no pudimos dormir junto a mi amada esposa, los nervios nos traicionaban, a las 3 de la madrugada nos levantamos y preparamos la partida, salimos con mucha ilusión desde la ciudad de Rengo en compañía de la familia Carreño Bustamante a nuestra querida ciudad y por supuesto a nuestra casa


que nos esperaba con muchas sorpresas. En el recorrido hacia Osorno, compartíamos con Sergio, la negra, Dieguito y Haydee, una sobrina de ellos que quiso compartir esta odisea. Ella nos quiere mucho y aprendimos a conocerla en nuestra estadía en Rengo, tanto que conversar; alegrías y penas, muchas vivencias, pero en especial mucho amor. Recordaba una situación muy especial que nos pasó en una oportunidad junto a Carlitos, el enfermero del Hospital Militar, estando de alta me faltaron drogas y concurrí a ese recinto de salud, esto no fue posible, porque el protocolo señala expresamente que solo se entregan estando hospitalizados los pacientes, nuestros esfuerzos se agotaban, no queríamos molestar a nadie, esperamos por mucho rato una solución, el subdirector del hospital nos recibió para darnos una explicación, me sentía impotente frente a esta delicada situación, sabiendo que el no tomar las drogas podría tener un desenlace fatal, llamé al Dr. Howard, para explicarle lo que sucedía, me dijo que me quedara tranquilo, si no se solucionaba el problema me hospitalizaría de inmediato. Tanto fue lo ocurrido que me entregaron algunas dosis, pero faltaba una, Carlitos nos llevó a una oficina y muy preocupado nos miró y metió la mano al bolsillo, y me dijo, “aquí tiene Jaimito”, me pasó una cantidad de dinero para comprar las dosis faltantes, agregó: “los he aprendido a conocer y les he tomado mucho cariño, cuando tenga me la devuelve”, me replicó. Nos miramos y nos levantamos de la sillas, rompimos en llanto los tres con mi esposa, ese gesto no tenía valor, era muy humano de su parte, lo recuerdo con una emoción diferente, también se venía a mi memoria una situación que nos ocurrió un día que asistía a ejercicios al gimnasio, al salir al pasillo principal vimos una señora que lloraba desconsoladamente, mi esposa se acercó a donde estaba ella y le preguntó el por qué lloraba tanto, le dijo que no era de Santiago y tenía que operarse de algo muy delicado, no tenía a nadie cerca para contarle y que no tenía dónde quedarse. Mi esposa la abrazó y le contó nuestra experiencia, primero lo que ella había pasado con su cáncer de mamas y posteriormente lo mío, le dijo que rezara mucho y le entregó un rosario de la virgen, tenga mucha fe, eso la sanará, ella se quedó un poco más tranquila y en un rato que pasó la llamó un hijo para apoyarla y seguramente protegerla, nos retiramos del lugar muy tranquilos, ella también así lo había hecho. Seguíamos con destino a Osorno, teníamos tantas ilusiones y Dios nos habría los caminos, nos deteníamos transcurridos varios kilómetros y así avanzábamos, llamamos al doctor comunicándole que todo iba bien, también pasamos a saludad a Pepe a Los Ángeles, él nos invitó a almorzar de tal manera que podríamos descansar un rato, Pepe también quería compartir un rato con Sergio y su familia. Tipo 3 de la tarde volvimos a emprender viaje, cada minuto era importante, los recuerdos eran imborrables, venían a mi mente nuestros queridos e inolvidables Mora–Riveros, ellos habían marcado nuestras vidas, los amigos que habíamos encontrado en Santiago, los del negocio en calle Sotomayor, tanta gente inolvidable Pablo Carreño que siempre llegada con una sonrisa y una alegría a darnos fuerzas a mi querida familia, mi hermano querido y mi comadrita adorada, que nunca abandonó a Claudio y Daniela que estaban solos en Osorno. Mis hijos amados, a quienes quiero profundamente y quienes habían sufrido tanto, Roberto más a la distancia, mi nieto Sebita y Nico que me esperaba con ansias, a mis amigos, a mis vecinos y a tanta gente.


Ese día en el viaje sobre todo en la tarde yo sentía que Sergio recibía llamadas telefónicas, al parecer de un familiar, era un poco extraño, ya que todos sabían que íbamos de viaje. Recuerdo que íbamos entrando a Osorno y recibió una llamada manifestando que entrábamos a Osorno, me quedé con esa duda, en realidad él se estaba comunicando siempre con Daniela nuestra hija para decirle que veníamos bien y la hora que llegaríamos a nuestra casa, ellos nos tenían una linda y hermosa sorpresa. Cuando pasamos la ciudad de Temuco, el verde de los prados; la vegetación; los arboles; el aire, todo era diferente, las emociones ya florecían en nuestros rostros, al llegar a la ciudad de Paillaco ya no conteníamos las lágrimas, era una realidad este milagro. Comenzó a oscurecer, llovía muy fuerte, era mi Osorno querido, estábamos en mi amada ciudad. Ingresamos a Francke nuestro barrio, no creíamos que ya estábamos muy cerca de nuestro hogar, tomados de la mano junto a mi esposa, veíamos la realidad, agradecidos a Dios, a nuestra Virgen de Lourdes que nos esperaba a los pies de nuestra casa, faltaban minutos para el reencuentro.

EL RECIBIMIENTO Estacionamos a las afueras de la casa, llovía torrencialmente, los vecinos la familia Anguita estaban en la puerta, era increíble, Roberto, Claudio y Daniela salieron a nuestro encuentro, me paré frente a la imagen de nuestra Virgen de Lourdes que está en el antejardín de nuestra casa y le agradecí por tantas cosas que nos habían ocurrido. Al ingresar a nuestro hogar, la emoción nos llenaba de todo, estaba como siempre, era volver a esa ilusión, pensar que nuestras esperanzas nunca decayeron, siempre imaginamos en regresar los dos junto a mi amada esposa, a pesar de todo estábamos nuevamente en nuestro hogar. No veíamos a nadie, pero cuál fue nuestra sorpresa al ingresar a la parte posterior de nuestra casa, pues nos tenían una linda y hermosa bienvenida, se encontraban nuestros más cercanos, mi querido hermano; mi hermana; cuñados y muchos cercanos, pero aun había otra hermosa novedad que nos cambiaría la vida, Sebastián nuestro nieto nos anunciaba que tendríamos un nuevo integrante de la familia, “tata”, me dice con voz de gigante, “te tengo una sorpresa, voy a tener un hermanito”, nuestras lágrimas aún brotaban con más fuerzas, las emociones eran incontrolables, nos estrechábamos con tanto cariño con todas las personas que habían pasado tantas penas y alegrías juntos. Mi compadre Juan Asenjo, Héctor Araya y su familia, Nicolás, mi cuñado Hugo, la Camilita, pero había una persona que me esperaba con tanta ansiedad, se trataba de Betty, hermana de mi donante, habíamos vivido etapas que yo desconocía, y este era el momento de expresar nuestros sentimientos, estrecharnos como hermanos que éramos, mi corazón latía expresando todos sus sentimientos, mi cuñado Sergio era testigo de tantas emociones, él quería compartir estas lindas experiencias, después llegaron mis vecinos a saludarme, mis sobrinos y amistades, era tan maravilloso compartir estos momentos, nos abrazábamos a cada rato, llorábamos, nos reíamos, el cansancio me vencía. Más tarde me fui a descansar con tantas vivencias en mi mente, estaba durmiendo en mi casa, junto a los míos, comenzar a dar nuevos pasos, iniciar una nueva vida. Al amanecer del otro día, como recién llegado, había pasado la lluvia, estaba nublado, pero era mi sur notable, mi Osorno querido, mi barrio, mi gente. Al medio día mi cuñado Sergio retornó a Rengo, el solamente venía a dejarme y a compartir estos momentos, estábamos siempre en contacto, los viajes a controles eran permanentes, así es que no nos despediríamos con tanta nostalgia.


Durante la semana me saludaron muchas personas, todos querían tocarme, hablar conmigo y que les contara tantas aventuras, me invitaron a emisoras locales para entrevistarme, al diario local y a un canal de televisión, reuniones con mucha gente donde pude compartir mi experiencia.

LA VISITA A LA FAMILIA DE MI DONANTE Tenía una deuda que compartir, esa era con la esposa de Marcelo y sus hijos, transcurridos los días le dije a mi señora que quería visitarlos, a pesar que yo sabía lo que podría pasar, pero también mi conciencia me pedía que lo hiciera. Al medio día nos dirigimos a su casa, tocamos por harto rato y no salió nadie, nos devolvimos, pero en la tarde volvimos a ir. Ahí nuestra suerte nos benefició, ella estaba muy mal, se estrechaba a cada momento en mis brazos, sentía que estaba en presencia de su esposo, era un momento muy extraño, la situación era muy incómoda, en realidad no me sentía bien me veían a mi mente las palabras de mi doctor y psicólogos, no era nada de fácil estar sobreviviendo esta experiencia, ella estaba viviendo su duelo muy profundamente. Conversamos harto rato, era muy incómodo, algo pasaba por mi interior, aproveché de manifestarle mis sentimientos de gratitud, por la decisión que ella principalmente había tomado respecto a su donación, respetando también lo que Marcelo en algún momento le habría expresado, manifestando su voluntad de ser donante. Me contó cómo había sido el desenlace de su accidente, hablamos profundamente de todo lo sucedido, también me pidió que no la abandonara y que la siguiéramos visitando. Le pedí a mi esposa que nos retiráramos, era muy fuerte vivir esos momentos, sus hijos no se encontraban, puesto que estaban estudiando, el menor en Osorno y el mayor fuera de la ciudad. Nos fuimos y al cerrar el portón recuerdo había un perrito en la entrada, me siguió hasta donde yo tenía el auto estacionado, no comprendía, me miraba, se quedó un rato al lado mío, me impresionó, bueno, lo tomé como algo pasajero solamente. Al tiempo pude comentar esta experiencia junto a la compañía de las hermanas de Marcelo en una once familiar y con una extrañeza tan hermosa me contaba que ese perrito era el regalón de Marcelo, me emocioné mucho al saber esta noticia que quedó marcada en mi vida. Al poco tiempo nos reunimos con Betty, la Nona y la Rosita, hermanas de Marcelo, también estaban sus hijas, compartimos toda la tarde, una de las cosas que también me marcó profundamente fue que la Nona me pidió escuchar los latidos de mi corazón con un estetoscopio, ella había sido paramédico, pasó un momento y con mucha emoción me dice, “ahora sí que eres mi hermano, lo tengo clarísimo”, me dio un abrazo, y nos emocionamos mucho. Más tarde me preguntaron si yo quería y estaba de acuerdo en que concurriera al lugar el hijo menor de Marcelo, yo estuve de acuerdo, por lo tanto, Betty lo llamó y al rato llegó a la casa, fue impactante ese momento, lo tengo grabado en mi mente, el niño se presentaba, sentía probablemente la presencia de su padre, era una situación muy extraña, nos abrazamos fuertemente, él no me soltaba, posteriormente se sentó junto a nosotros, su mirada clavaba mi persona, él quizás no lo entendía, le pregunté que le parecía haberme conocido, y con voz tímida me manifestó que muy bien, también yo le dije lo mismo, era un niño tierno, expresaba tantos


sentimientos probablemente muy profundos, su duelo era interminable, la pérdida de su padre era irreparable, mi presencia quizás le incomodaba, no lo entendía, solo Dios podrá saber qué fue lo que realmente le pasó, en mi mente quedan hermosos momentos compartidos. También tiempo después pude conocer al hijo mayor de Marcelo, el me expresó que también le había agradado conocerme, finalmente ocurrió algo extraño, era más allá de lo normal, también le pude expresar mi sentimientos de gratitud. Lamentablemente, en el mes de enero del año 2012, mientras me encontraba en control médico en Santiago, una nueva noticia amarga nos marcaba como familia, la Nonita dejaba de existir, falleció justo cuando me encontraba hospitalizado, no pude despedirme de ella, sin embargo me quedo tranquilo, porque la aprendí a conocer, “para ti Nonita mi humilde reconocimiento”. Todas estas experiencias de vida real me marcaron, las analicé junto a mi almohada y pude reflexionar en conciencia lo que vendría a futuro. Ellos vivían un duelo, nosotros la felicidad, eran sentimientos encontrados. Decidí alejarme y no tener contacto con la familia por una situación que se ajusta a la realidad, las personas no pueden vivir de las penas, recordaba las palabras sabias de mi doctor, “este corazón es tuyo, tú lo sabes y tienes que vivir con él”, por lo tanto mi decisión era vivir tranquilo y agradecer el gesto humano, y propagar la donación de órganos y contar mi experiencia, sin causar dolor, solamente con el propósito de una esperanza viva de vida y de creer fehacientemente en los milagros, ésta si era una verdadera realidad. Con Betty, hoy la más cercana, y Rosita, nos visitamos y nos decimos hermanitos, en realidad las quiero mucho, hemos aprendido de la vida y nos respetamos mutuamente, a ellas este inmenso cariño y testimonio de mi vida. Hoy, después de tanto tiempo recorrido, de contar esta hermosa historia de vida, me quedo tranquilo, agradecido de haber vuelto a la vida. A ti Marcelo, “ángel de mi guarda, que caminas a diario conmigo de la mano, desde el cielo debes seguramente alumbrar mi camino, nadie sabe cuándo nos volveremos a ver, pero lo que si tengo claro es que estás en cada momento de mi vida, tu corazón es fuerte, cariñoso y lleno de amor, vanidoso y bondadoso, expresivo, abierto y por sobre todo humano, es el mío, es el tuyo, el de todos Corazón Valiente”.


TESTIMONIO DE MI ESPOSA

Les quiero contar nuestra historia, somos una familia de Osorno y tengo un hermoso testimonio que quiero compartir con ustedes. Soy Jacqueline Carreño Vilches, casada hace 34 años con Jaime Asenjo Guarda, mi amado esposo, él hace 6 años atrás se empezó a sentir mal y viajamos a Santiago. Solicitamos hora al cardiólogo, nos atendió el Dr. Torres, el cual le realizo algunos exámenes y nos comunicó que tenía que proceder una intervención a las coronarias, a dios gracias salió bien de esta, pero con un diagnóstico más o menos serio: tenía una miocardiopatía dilatada y una insuficiencia cardíaca. Pasaron unos días y nos regresamos a osorno sabiendo que teníamos que buscar un cardiólogo y seguir con un tratamiento, así lo hicimos durante estos años. En ciertas ocasiones tuvo algunas complicaciones e incluso fue hospitalizado, a través de los días se mejoraba hasta que en este año (2010) presentó varias complicaciones, como resfríos y ahogos. En septiembre, después del 18, le diagnosticaron influenza humana, lo llevamos muchas veces a la urgencia hasta que lo vio su cardiólogo y decidió mandarlo acá al hospital militar para que le pongan un marcapasos, el 13 de octubre fue hospitalizado con el diagnóstico de que tenía que ser trasplantado y que el marcapasos no le servía, ya que su corazón estaba demasiado dañado. Como al quinto día empezó a complicarse con un dolor en el hombro derecho y muchos ahogos, lo vi muy


mal, me sentía sola, pregunté a las enfermeras si había capilla en el hospital y me dijeron que sí, me sentí muy feliz al entrar a ella y ver que era un lugar que me hacía sentir acompañada y muy cerca de mi padre dios y de mi virgen santísima, empecé a ir todos los días. Decidí mandar a buscar a mis hijos, llegaron al día siguiente, así estábamos en unión familiar, como a los 3 días lo pasaron a la uci coronaria y empezó a recuperarse de a poco, nosotros felices gracias a dios. Nosotros como familia somos católicos y muy creyentes de la virgen de Lourdes, ella es una compañera muy fiel. En nuestra casa tenemos una gruta muy hermosa, siempre le pedimos a la virgen que interceda ante dios nuestro señor por las aflicciones que tenemos, y siempre hemos tenido respuestas positivas, ahora por ejemplo le pedí en la capilla del hospital militar el 8 de noviembre que ayude y proteja a mi negro, que me haga el milagro en este mes bendito que es el mes de ella y recé el rosario todos los días esperanzada de que pronto llegue el día del trasplante. El día 2 de diciembre llegué a la UCI y me tenían la gran sorpresa que a mi negro lo trasladarían a la clínica alemana para conectarlo a un corazón artificial ya que el de él no tenía fuerzas, de inmediato les avise a mis hijos y llegaron nuevamente, lo intervinieron de inmediato, pero fue cambiado el corazón artificial por una máquina que le permitiría que le llegara sangre a todos sus órganos, con la instalación de ésta. Mi negro respondió bien, los doctores estaban muy satisfechos, pero después de unos días se empezó a complicar, nosotros seguíamos en cadena de oración y yo siempre con el rosario presente y rezándole todos los días. Le seguía pidiendo a la virgen santísima que nos haga el milagro y el día 8 de diciembre, que es su día se presentó el milagro, mi negro fue trasplantado y hasta ahora (13 de diciembre) los doctores dicen que todo está positivo, y cada día será mejor. Ahora quiero dedicar unas palabras a todas las personas que tengan acceso a este testimonio, hermanos nunca pierdan la fe, ya que nuestro señor siempre está con nosotros. Él es un padre de amor y lo que más les pido es que no se aparten del rosario y tengan presente que la santísima virgen, los protegerá siempre y va a interceder hacia nuestro señor por las peticiones que hagamos. También quiero agradecer a la capilla del hospital militar, ya que las personas que están a cargo de ella, en especial al padre Fredy y la Sra. Pilar, siempre estuvieron con nosotros. Gracias infinitas, gracias!. Que Dios los bendiga a todos… ¡El rosario es Amor! Con este testimonio de vida, de la más profunda esperanza, de la fe, de no decaer bajo ninguna circunstancia adversa, y en agradecimientos a todos quienes formaron parte de esta hermosa historia de vida, les digo a los que creen en la vida: El Milagro del Rosario…se Cumplió!!! María Jacqueline Beatriz Carreño Vilches Santiago, diciembre de 2010.-


TESTIMONIOS DE MIS HIJOS ROBERTO… Los Deberes y los Placeres…… Aprendí ésto de ti viejo querido y es una de mis frases preferidas…. Nos enseñaste en el caminar de la vida que uno debe ser responsable y también disfrutarla, es lo que me caracteriza, tengo bien planteados mis objetivos, primero al formar mi familia maravillosa y disfrutar a concho el día a día. Nos diste la oportunidad a todos de estudiar a nuestro libre albedrío y los 3 hermanos salimos airosos de esa etapa, cada uno somos profesionales y nos desempeñamos en lo que estudiamos, la universidad sirve para comprender cosas básicas el resto lo hace uno en la universidad de la vida. Segundo, los placeres, siempre disfrutamos los asados o comidas junto a familiares o amigos ahora un poco más moderno comemos hasta sushi (jajaja), bueno el ser humano evoluciona… Agradezco a Dios tenerte a nuestro lado, sé, estoy seguro, que él nos dio a todos una nueva oportunidad con tu trasplante a mí me acercó mucho a él, sé que mis rezos en solitario en mi querida capilla los escuchó nuestro Señor y nunca me voy a olvidar como le daba gracias cuando te veía en Santiago hospitalizado y rezábamos juntos, ¿te acuerdas que yo ponía la mano en tu pecho y le pedía que te sane???. Así fue y así él lo quiso, todos tenemos algo que hacer en esta vida, papá para el bien de nuestro prójimo, a mi me lo has enseñado clarito. Te quiero mucho como digo yo “a mi manera” no demuestro mis sentimientos, pero a los que yo quiero ellos lo saben y eso es lo importante. Mira donde escribí estas palabras en el Aeropuerto de Francia! Roberto Guillermo Asenjo Carreño 28 de mayo de 2014 CLAUDIO… Al comenzar a escribir estas palabras lo primero que puedo manifestar es que doy gracias a Dios por poder tener una familia ejemplar y específicamente un Padre único, tal como lo he manifestado “el mejor de los mejores”. Me gustaría primero que todo rememorar una fecha que para mí fue crucial, aquel 7 de diciembre del año 2010, ya no quedaban muchas fuerzas respecto del diagnóstico médico de mi padre, eran horas fundamentales, puesto no quedaba tiempo para conseguir ese tan anhelado donante para llevar a cabo el trasplante que tanto necesitaba.


Como siempre mi grupo más cercano de amigos Sergio, Claudio y Sebastián me apoyaban y ese día en particular nos juntamos a cenar en departamento de Claudio sin mucho ánimo puesto sabía y sabíamos todos la gravedad del estado de salud de mi padre, lo recuerdo como si fuera hoy, esa noche fue de muchas emociones, mis amigos eran un pilar fundamental, me encontraba solo, ya que mi madre y hermana estaban acompañando a mi padre tal como lo hicieron desde el primer día, y mi hermano se encontraba en su hogar en Puerto Montt. Los sentimientos afloraron y por aquel denominado “Milagro del Rosario”, al día siguiente aparece un donante y todo se torna a favor de mi padre. Agradezco infinitamente las acciones que se llevaron a cabo para que eso sucediera, puesto que fueron fundamentales. Para hablar de mi padre sin duda me quedaré corto, ya que en el transcurso de mi vida me ha enseñado e inculcado valores fundamentales que han aportado a mi crecimiento personal. Jaime Asenjo, amigo de mis amigos, siempre te he visto como mi referente, has estado en todos los momentos que necesité, en ti veo una incondicionalidad que ha traspasado todos los cánones, vives la vida a concho en todo ámbito y eso créeme que lo llevo muy adentro me creo muy parecido a ti papito. Junto a mi madre y mis hermanos siempre hemos salidos fortalecido por los ripios normales que nos depara la vida, y eso para mí ha sido crucial, siempre me da orgullo cuando varios cercanos me han manifestado: “Ronco tienes un papá que cualquiera se quisiera tener”, es por ello que quiero dejar plasmado en estas líneas el profundo respeto y cariño que siento por ti mi viejo querido. Me permitiré agradecer a muchas personas que aportaron ya sea en las oraciones, en las palabras de aliento y todas las problemáticas que la enfermedad de mi padre traía consigo, son muchas y ellas saben que estaré siempre agradecido, mi hermana Daniela mujer valiente, nos vimos en la obligación de hacernos responsable de conducir un hogar mermado por la pena diaria y constante intranquilidad, pero fuiste estoica, eres motivo de orgullo para mí. Hablar de mi tío Marcelo, tía Paty y familia, es como hablar de mis segundos padres ellos saben que fueron fundamentales en el diario vivir, apoyándonos, eso se lleva muy adentro y se agradecerá por siempre, mi familia, amigos, padrinos y conocidos le estaré profundamente agradecidos. A mi querida Familia Mora Riveros agradecido por siempre, por la calidad de personas que son y como abrieron su familia y corazón a favor de mi padre y madre durante todo el proceso de hospitalización y post operatorio infinitas gracias, no puedo dejar de mencionar a mi querido Tío Pepe Carreño e hijos por haber sido fundamentales apoyando desde el primer día, los quiero mucho y muchas gracias!!! Mención especial para mi tía “pulenta” como le digo, Tía Berta la queremos mucho como así también a su linda familia. Han pasado ya algunos años de tu trasplante viejo querido y hoy te veo como creo siempre pensé: un hombre íntegro, que vive la vida a concho y que es querido y respetado por las personas que lo rodean, el amor que sientes por tu familia y hacia mi madre es digno de aplaudir, te quiero mucho. Claudio Francisco Asenjo Carreño Osorno, junio de 2014.


DANIELA… ¿Podrán existir palabras que reflejen lo que sentí como hija en el triste mes de diciembre del año 2010?, no lo sé, sólo sé que existen palabras de gratitud y fortaleza que manifiestan la alegría que siento hoy, cuatro años después. Pensar en mi padre, me hace recordar todo lo que él ha entregado por su familia, especialmente por sus hijos, es por lo cual que por ti padre mío es que tengo la plena confianza que cuando uno desea algo sólo necesita tener fe y amor a Dios, sin duda con eso podemos lograr muchas cosas. Doy gracias a Dios de tener a los padres y hermanos que tengo, preocupados, unidos y llenos de amor, siempre pensando en el otro, en su bienestar. Papá, me has enseñado a ser perseverante, a tener amor por el otro, a luchar por mis ideales, a ser la persona que soy hoy en día. Has estado en cada paso que doy, hoy al ser una mujer hecha y derecha, casada, con muchos proyectos futuros, nunca me has dejado sola, agradezco tu compromiso y buen trato a Jonathan, mi compañero fiel, sin duda es una alegría para mí que lo quieras como un hijo más. Simplemente Gracias Papá. Papi, eres un ejemplo de vida, un hombre admirable, siempre luchaste por estar con nosotros, recuerdo que cuando ya no tenías muchas posibilidades de vivir, seguías luchando…, respirando lento, pero seguro. Cuando llegó el tan anhelado día estabas ahí, dispuesto, porque confiabas en Dios y en la Virgen que todo iba a salir bien, en tu recuperación fuiste un hombre valiente, no perdiste día en luchar para recuperarte. Recuerdo cuando íbamos al Hospital Militar, tú ibas con tu bastón, y yo de tu brazo, pasábamos a despedirnos de “los vecinos” y cuando las micros nos dejaban más lejos no te quedabas callado y reclamabas por tus derechos, bueno como siempre ha sido. Gracias papá, porque me ensañaste a vencer los obstáculos. Ese año principalmente fue muy difícil para mí, estaba preparándome para mi tesis, asumí las labores del hogar, viajaba constantemente a verlos, pero aún así me fue bien en todo lo que me propuse, y el mejor regalo es que ese día me llamaste y con las pocas fuerzas que tenías me dijiste “hija te amo”, esas palabras nunca las olvidaré. No quiero dejar de agradecer a todas las personas que estuvieron apoyándonos constantemente porque son ustedes, las que están hasta hoy en día y las que me enseñaron a confiar en que “los terremotos” los derribamos, sin duda son las y los mejores. El legado de la vida, ”Donar órganos es donar Vida”, Te Amo Papá! Daniela Beatriz Asenjo Carreño Osorno, junio de 2014.


AGRADECIMIENTOS A ti Jacqueline mi amor eterno, a ustedes mis hijos bellos que vivieron en soledad este camino de la sanación, a mis nietos por llenarme con su alegría los espacios que tuve vacío, a la familia Mora con quienes estoy en deuda por haberles quitado de su tiempo la tranquilidad y por haberme apoyado sin perder nunca la fe sobre todo cuando las energías ya no daban. A mi cuñado querido, Sergio, y a su familia por compartir nuestras penas y entregar todo sin pedir nada a cambio. Al maravilloso equipo médico, tanto del Hospital Militar como de la Clínica Alemana de Santiago, especialmente a los doctores Michael Howard, Luis Sepúlveda, Lagazzy, René Pumarino, Serrat, Katia Galdames, Dr. Torres y a mi querida doctora Katita Farías por sus cariños y entrega. A los auxiliares, enfermeras, personal de aseo y en general a cada uno de los profesionales y técnicos que colaboraron para que esta historia de amor tenga un lindo final. A ti Marcelo, ángel de mi guarda, que me devolviste la vida, que me cuidas y proteges todos los días, que caminas a diario junto a mí. También gracias a tu linda familia por tener la voluntad de haberme regalado lo más preciado para ellos. A la familia Ayancan por estar en el momento más difícil de mi vida, su voluntad fue lo más valioso de esta historia. Al Ejército de Chile, a sus mandos por apoyarme constantemente. A todos quienes estuvieron conmigo y los míos, directa o indirectamente, infinitas gracias, pero por sobre todos a DIOS y a nuestra querida protectora la Virgen de Lourdes por habernos permitido tener la fe suficiente y nunca desfallecer, estas páginas son en su honor: El Milagro del Rosario!.


AGRADECIMIENTOS AL PERSONAL DE LA UCI CORONARIA DEL HOSPITAL MILITAR DE SANTIAGO, CIRUGÍA CARDIOVASCULAR. E.U Carolina Sánchez Ossa. E.U Elizabeth Yutronic Jofré. E.U Felipe Zamorano Salinas. E.U Jacqueline Muñoz Guerrero. E.U Marcela Donoso Alarcón. E.U Marcela Neira Soto. E.U María Alicia Cabello Berner. E.U Michelle Moreau Soto. E.U Pamela Ortiz Zamorano. E.U Pamela Alejandra Villalobos Acevedo. Dr. Héctor Andrés Serrat Kallens. Dr. Jorge Eduardo Torres Molina. A.E Betsy Soledad Henríquez Valdés. A.E Cecilia Andrea Contardo Curin. A.E Clara Rodríguez Sepúlveda. A.E Elizabeth Fidelicia Meneses Moneni. A.E Alicia Troncoso Barrera. A.E Isabel Cerda Martínez. A.E Julia Alzaga Pizarro. A.E Magdalena Fuentealba Garay. A.E Nadia Paz Benavente Guzmán. A.S Carol Aravena Soto. A.S Claudio Canales González. Doctora Katita Farías.

AGRADECIMIENTOS AL PERSONAL DE LA UCI CORONARIA DE LA CLINICA ALEMANA DE SANTIAGO DE CHILE.


RECORRIDO FOTOGRÁFICO

Familia Asenjo Carreño días antes del transplante.

Horas después del transplante.

Amigos de la familia.

Junto a mi mujer, apoyo incondicional. Jacqueline Carreño

Familia Mora Riveros después de la intervención.

Recuperación cardiovascular.


RECORRIDO FOTOGRÁFICO

Día del alta médica en el Hospital Militar.

Junto a mis queridos cuñados en Rengo tiempo después de la intervención.

Junto a Seba a días del alta médica.

De regreso a Osorno junto a mi amada familia.

Junto a parte de la familia luego del alta médica.

En el regreso a casa junto a mi hermano Marcelo y su familia.


RECORRIDO FOTOGRテ:ICO

Junto a mi hermana Ximena.

Junto a la familia Ayancan Igor, hermanas de mi donante. Marcelo Ayancan. Berta, Rosa Marテュa y Nona.

Con mi querido padre en el reencuentro de regreso a mi ciudad.

Junto a mi Virgen Santa, despuテゥs del transplante.


Jaime Asenjo Guarda

EL MILAGRO DEL

ROSARIO La vida despuĂŠs de un transplante



Existen personas con lesiones o enfermedades graves e irreversibles que hacen que alguno de sus órganos pierdan sus funciones habituales y esta situación no se puede solucionar con medicamentos ni técnicas quirúrgicas, el trasplante es la única posibilidad de vida para muchos de ellos. En Chile a pesar de que la modificación en la Ley de Donaciones de Órganos en el año 2013, haya sido con el objetivo de aumentar la tasa de donantes, esto no ha sido así, es más, ha disminuido. Y no es porque la gente haya corrido a firmar ante notario su decisión de no ser donante, es por falta educación al respecto, ya que son los familiares quienes tienen la decisión final de donar o no los órganos, como fue la familia de mi donante quien agradezco enormemente su gran gesto de amor y generosidad pero, lamentablemente la mayoría de las veces la respuesta es negativa, incluso a pesar de que en vida esa persona haya manifestado su intención de querer ser donante. La familia tiene la decisión final en cualquier situación. El trasplante de órganos es el único tratamiento médico que depende 100% de los ciudadanos. No sería posible realizar un solo trasplante sin la generosidad de aquellos que, cuando ya no los necesitan, donan sus órganos. “ LA FE VE LO INVISIBLE, CREE LO INCREÍBLE Y RECIBE LO IMPOSIBLE”

Proyecto 2% FNDR Fondo Cultura, Gobierno Regional de los Lagos 2015


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