Cuentos infantiles

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Jaqueline Valenzuela Cuarto Magisterio Preprimaria


Laurita y su miedo a la oscuridad rase una vez una niña pequeña llamada Laurita que estaba en el bosque con sus amigos Luisito, Paquito y Fernandito. Estaban frente a una oscura cueva de la que se decía que estaba embrujada, porque por la noche se oía ruido en su interior.

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Los niños habían decidido ir a ver si los rumores de que estaba embrujada eran ciertos, pero Laurita no estaba nada contenta porque ella sufría de miedo a la oscuridad, tenía auténtico pavor y llegaba incluso a dormir con la luz encendida. Sus amigos se rieron de ella y le dijeron que podía esperar fuera. Aunque todavía era de día y los ruidos se oían por la noche, Laurita veía el cielo muy nublado, estaba a punto de llover. Era un día muy extraño. Luisito, Paquito y Fernandito se metieron en la cueva todavía burlándose de lo miedica que era su amiga. Laurita se quedó fuera, esperando. Pero pronto se puso a llover. El cielo


se oscureció de repente, era una tormenta terrible. Laurita, no queriéndose acabar empapada, entró al principio de la cueva y se sentó a llorar de miedo. De repente, una estrella fugaz se pudo ver entre el oscuro firmamento. Laurita deseó no tener tanto miedo a la oscuridad y, como todos sabemos, los deseos que se piden a las estrellas fugaces siempre se cumplen. Una gran luz azul llegó a los ojos de Laurita y, en un instante, toda la oscuridad de la cueva desapareció ¡podía ver en la oscuridad! Laurita, ahora sin miedo, se adentró hacia el interior de la cueva, donde se encontró a sus amigos perdidos y llorando porque no encontraban el regreso a la salida. Laurita les tranquilizó diciéndoles que ella les sacaría de allí. De pronto unos misteriosos ruidos llegaron desde el techo de la cueva. Todos miraron atemorizados hacia arriba, pero enseguida


Laurita se dio cuenta del grave error y la divertida confusión que había originado el inicio de la leyenda de la cueva oscura. Arriba, en el techo, unas crías de murciélago descansaban tranquilamente, durmiendo durante el día. Papá murciélago y mamá murciélago estaban chillando, bastante enfadados porque Laurita, Luisito, Paquito y Fernandito habían despertado con todo su alboroto a los pequeños murcielaguitos. Los 4 amigos pidieron perdón y salieron de la cueva. Había parado la lluvia y ya podía verse entre las nubes un precioso arco iris. Juntos, regresaron a casa saltando, riendo y cantando.


Cuida de los animales

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aniel se reía dentro del auto por las gracias que hacía su hermano menor, Carlos. Iban de paseo con sus padres al Lago Rosado. Allí irían a nadar en sus tibias aguas y elevarían sus nuevas cometas. Sería un día de paseo inolvidable. De pronto el coche se detuvo con un brusco frenazo. Daniel oyó a su padre exclamar con voz ronca: - ¡Oh, mi Dios, lo he atropellado! - ¿A quién, a quién?, le preguntó Daniel. - No se preocupen, respondió su padre-. No es nada. El auto inició su marcha de nuevo y la madre de los chicos encendió la radio, empezó a sonar una canción de moda en los altavoces. - Cantemos esta canción, dijo mirando a los niños en el asiento de atrás. La mamá comenzó a tararear una tonada. Pero Daniel miró por el vidrio trasero y vio tendido sobre la carretera el cuerpo de un conejo. - Para el coche papi, gritó Daniel. Por favor, detente.


- ¿Para qué?, responde su padre. - ¡El conejo, le dice, el conejo allí en la carretera, herido! - Dejémoslo, dice la madre, es sólo un animal. - No, no, para, para. - Sí papi, no sigas - añade Carlitos-. Debemos recogerlo y llevarlo al hospital de animales. Los dos niños estaban muy preocupados y tristes. - Bueno, está bien- dijo el padre dándose cuenta de su error. Y dando vuelta recogieron al conejo herido. Pero al reiniciar su viaje fueron detenidos un poco más adelante por una radio patrulla de la policía vial, que les informó de que una gran roca había caído sobre la carretera por donde iban, cerrando el paso. Al enterarse de la emergencia, todos ayudaron a los policías a retirar la roca. Gracias a la solidaridad de todos pudieron dejar el camino libre y llegar a tiempo al veterinario,


que curó la pata al conejo. Los papás de Daniel y Carlos aceptaron a acogerlo en casa hasta que se curara. Unas semanas después toda la familia fue a dejar al conejito de nuevo en el bosque. Carlos y Daniel le dijeron adiós con pena, pero sabiendo que sería más feliz en libertad.


El patito feo

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abía una vez una señora pata que puso muchos huevos, pero uno era completamente distinto, tenía un sinnúmero de manchitas como lunares, en cambio los otros eran de un solo color, sin manchas ni imperfecciones. Cuando se rompieron los cascarones, el patito que salió de ese huevo, lucia diferente, tenía la cabeza más grande, medía un centímetro más que sus hermanos y sus plumas eran oscuras. Como todos se burlaban de su aspecto, hasta sus hermanos, porque no nadaba ni caminaba como los demás, era torpe y se veía muy feo, su padre se peleaba con todos por defenderlo y por más que corregía a sus hermanos, estos lo miraban como a un extraterrestre. Fue así que el patito decidió irse para que nadie se burle de él. Una mañana hizo un atadito con su ropa y se marchó. Su madre no comprendía por qué este hijo era diferente y lamentó mucho


su partida, porque conocía su buen corazón y su tristeza, pero también entendía que su hijo necesitaba encontrar un buen lugar en este mundo para ser feliz. Así el patito feo recorrió muchos sitios y todos a su paso se burlaban de su aspecto, hasta que se encontró con el paisaje más bello que había visto en toda su vida y eso que había conocido muchos lugares en su recorrido. Llegó a una laguna donde nadaban unas aves majestuosas y bellas entre flores y plantas acuáticas de aromas dulces y colores hermosos. Eran tan admiradas por su belleza que posaban para los pintores más famosos del lugar y curiosamente invitaron al patito feo a nadar. Sin pensarlo dos veces, el patito se metió en la laguna, y mientras corría al encuentro de estos cisnes blancos como la nieve, sus feas plumas se caían y cambiaban por plumas nuevas hasta


que se transform贸 en otro hermoso cisne blanco. Y color铆n colorado el patito feo, en un cisne bello se ha transformado. . .


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