Aniversario30

Page 1

VIERNES 26 DE MAYO DE 2017

SUPLEMENTO ESPECIAL

PáginaI12

Escriben: Sebastian Abrevaya / Luis Bruschtein / Mariana Carbajal / Roque Casciero / Horacio Cecchi Fernando Cibeira / David Cufré / Fernando D’Addario / Raúl Dellatorre / Marta Dillon / Mariana Enriquez Eduardo Fabregat / Eduardo Febbro / José Pablo Feinmann / Victoria Ginzberg / Martín Granovsky Miguel Hein / Sergio Kiernan / Fernando Krakowiak / Javier Lorca / Facundo Martínez / Santiago O’Donnell Andrés Osojnik / Santiago Rodríguez / Sandra Russo / Mercedes López San Miguel / Ernesto Tiffenberg Washington Uranga / Soledad Vallejos / Nora Veiras / Liliana Viola / Alfredo Zaiat / Claudio Zeiger


Suplemento Especial

Una noticia 10.275 veces repetida Por Ernesto Tiffenberg

VIERNES 26 DE MAYO DE 2017

N

2

oticia repetida no es noticia. Por lo menos eso es lo que dicen todos los manuales de periodismo. Sin embargo, este suplemente está dedicado a refutarlo. Más precisamente, a celebrar una noticia 10.275 veces repetida. La noticia es la salida a la calle de PáginaI12 el 26 de mayo de 1987, una noticia que se reproduce diariamente desde entonces (para los fans de Paenza hay que aclarar que la cifra exacta no es 10.950 porque hay que sumar los ocho bisiestos y restarle todos los domingos y lunes en los que el diario no se editaba, en sus primeras tiempos, más los feriados sin kioscos de las tres décadas). Seguramente para muchos lectores recibir cada día PáginaI12 no sea exactamente una noticia sino una costumbre. Pero para los que se despertaron hace treinta años con esa novedad (dicho sea de paso, ese fue el slogan de presentación: “Despiértese con PáginaI12”), y para los que lo hacen, hacemos, todos los días, no deja de ser una sorpresa ver que tantos esfuerzos trabajosamente coordinados terminan en una mirada coherente sobre los hechos del día (o de las últimas horas, si se lo consulta por la web). Sobre todo en el caso de un diario tan excéntrico (en la literal acepción del término) al establishment político y económico que alimenta y sostiene al mundo de las comunicaciones. Una muestra de todo esto se puede apreciar en las treinta noticias seleccionadas por treinta destacados periodistas de este diario como las más trascendentes, de acuerdo al criterio que cada uno de ellos aplicó y explica, de los últimos treinta años o, si se prefiere, de los primeros treinta años de PáginaI12. También se puede recorrer otro camino. El de compartir dos pequeñas historias que no tuvieron lugar en estas páginas (por lo íntimas, por lo ínfimas) pero que sirven para iluminar desde otro ángulo las tres décadas compartidas. La primera empieza la mañana del domingo 17 de enero de 1988. Imposible olvidarlo porque era mi cumpleaños y además por los títulos que desde sus portadas gritaban los tres diarios que entonces recibía en mi casa. En la tapa de Clarín y La Nación se leía en letras catástrofe, con alguna insignificante diferencia de estilo, “Rico apareció en Corrientes y se acuarteló en Monte Caseros”. En la de Página solo se hablaba de la búsqueda del militar carapintada, que llevaba dos días alzado sin dejar rastros. El teniente coronel Aldo Rico ya se había levantado contra Raúl Alfonsín durante la Semana Santa de 1987 (antes de la salida del diario), en un intento por detener los juicios en marcha contra los represores de la dictadura. De esa asonada nacerían las leyes de Punto final y Obediencia debida. El segundo alzamiento, que culminó en Monte Caseros, donde fue finalmente detenido, tuvo como lejana consecuencia secundaria un notable incremento en la tirada y las ventas del recién nacido PáginaI12,

que hasta ese fatídico domingo había agotado todas las ediciones dedicadas al tema. La imperdonable derrota informativa tenía su explicación: el cable urgente con la aparición de Rico en Monte Caseros, que en esa época llegaba a las teletipos, entró justo después del cierre del diario. Todos lo saben, un diario da revancha todos los días. Pero ese día no. No podía haber diario del 18 de enero para enmendar el error. Por entonces, Página no salía los lunes y la siguiente edición llegaría a los kioscos recién el 19. Se movió cielo y tierra para conseguir una imprenta que pudiera sacar una edición de emergencia y fueron convocados a trabajar los periodistas que cubrían el golpe carapintada. Todo fue inútil. Esa noche nos fuimos a dormir con-

vencidos de que el diario del martes podía ser el último. Nadie, nunca, perdonaría semejante falla, sobre todo en un tema que era central para su línea editorial. Esperábamos, como se espera la salida del sol, el ineluctable derrumbe en las ventas, el desconcierto y repudio de los lectores, la merecida burla de los colegas. Hasta allí había llegado la aventura. Nada de eso ocurrió. La edición del 17 de enero también se agotó, lo mismo que las cada vez más amplias del 19, 20 y 21. Ningún periodista recibió llamados, ni cartas (todavía existían) de lectores indignados. Y todos nos zambullimos a buscar información y transmitirla lo mejor posible con aun más entusiasmo que antes. La historia se olvidó pronto, pero quedó

claro que la aventura seguiría. No por su calidad, eficacia u originalidad sino porque había quedado demostrado que el diario nos trascendía. No era nuestro ni prisionero de lo efímero de sus pocas páginas. Era expresión de un sector social que había encontrado un espacio donde reflejarse y no estaba dispuesto a perderlo. La segunda historia empieza apenas pasado el mediodía de un caluroso día a fines de 1994. “Llamó Gabo, que lo llames”, dijo en el mismo tono de siempre la secretaria. No le hice caso. Estaba llegando tarde a una reunión de edición y recorrí rápido la lista de posibles gabrieles: un compañero perdido de la primaria y un gran amigo de la secundaria que vivía en Estados Unidos. “Gabo volvió a llamar, dice que es urgente”, insistió un rato después la secretaria interrumpiendo la discusión sobre las alternativas de tapa. Terminada la reunión, y curioso por el apuro de alguien a quien no veía por lo menos desde hacía diez años, pregunté si Gabriel había dejado algún teléfono y por qué lo llamaba Gabo. “Porque es Gabo, Gabriel García Márquez. Y sí, dejó un teléfono”. La conversación no fue tan larga, recorrió varios senderos aparentemente dispersos alrededor del diario y terminó en un pedido concreto, y no fue mío. “Estamos por lanzar públicamente la Fundación de Nuevo Periodismo Iberoamericano y necesito que PáginaI12 lo auspicie”. Se hizo un silencio. Su primera reacción fue insistir con que Tomás Eloy Martínez, por entonces editor del suplemento cultural del diario, estaba trabajando en el corazón de la propuesta y aclarar que ya tenía el sí de El País de España y de La Jornada de México. En ese entonces Página tenía los servicios de El País para la Argentina y compartía historia, notas y amistad con La Jornada. Después de otro silencio empecé a balbucear incongruencias tratando de explicar que bueno, que era interesante, que era más que interesante, que claro, que en fin, que cuándo sería y, finalmente, que no podía mentirle y que tenía que saber que no teníamos un peso y no podíamos auspiciar nada. De nuevo el silencio y, como remate, la carcajada. “Ya lo sé, ya me lo dijo Tomás, lo único que tendrían que hacer, además de sumar maestros para los talleres –y allí aparecieron los nombres de Horacio Verbitsky y Osvaldo Soriano, entre otros–, es poner el nombre. De lo otro, ya habrá tiempo de hablar”. Hubo, pero eso ya es otra historia. Lo sucedido con la cobertura de Rico en Monte Caseros sirvió como prueba íntima del lugar que el diario se había ganado en la Argentina. El pedido de García Márquez, como muestra de entrecasa de su repercusión en el, por entonces, recién se generalizaba internet, lejano escenario mundial. Treinta años después de aquella primera noticia, la aparición de PáginaI12, cada día o a cada rato se repite en esos dos tableros. O en los tableros de todos los que hacen, leen, disfrutan, maldicen PáginaI12, y eligen a cada instante su propia noticia para reiniciar el círculo.


PáginaI12 30años

1987

La Obediencia y Página Por Luis Bruschtein

E

chazo al compromiso. Pero, quizás por la gravitación simbólica tan poderosa de las Madres, sumada a las revelaciones espantosas que se develaron en los juicios, esa naciente cultura democrática se fundió con el paradigma de los derechos humanos que así se convirtió en su elemento distintivo. Los levantamientos de carapintadas presionaban contra los juicios a los represores. En 1987 había unas 487 causas contra unos 300 oficiales, y sólo cien de ellos estaba retirado. El cálculo de ese momento era que se llegaría por lo menos a mil, en su mayoría oficiales en actividad. La tensión era explosiva entre una sociedad que refundaba su identidad posdictadura en los derechos humanos y unas Fuerzas Armadas que en su gran mayoría había estado comprometida o había respaldado su violación. El Punto Final obturó la presentación de nuevas denuncias, pero no salvó a los que ya estaban denunciados. La Obediencia Debida salvó a la mayoría y descomprimió las tensiones más violentas, aunque los levantamientos carapintada siguieron

hasta el menemismo, que les concedió la amnistía. Hasta el año pasado había 2354 personas imputadas; 526 causas activas y otras 227 causas que fueron asimiladas a expedientes principales, en algunos casos “megacausas”, en alguna instancia de la investigación; el 31 por ciento de los imputados se encuentran dentro de las 156 sentencias dictadas. Las sentencias condenaron al 90 por ciento y absolvieron al 10 por ciento. En las 370 causas en trámite sin sentencia hay 876 procesados, a 132 se les dictó falta de mérito sin perjuicio de que la investigación continúe, 28 fueron sobreseídos, 26 tienen su situación procesal sin resolver aun. Un total de 252 imputados han fallecido y tres fueron declarados incapaces, en ambos casos sin ser sentenciados. Hay 57 personas prófugas de la justicia, una de ellas luego de haber sido condenada. 669 imputados fueron condenados y 62 fueron absueltos, en las 156 sentencias dictadas, aclarando que el 75 por ciento de los casos no tiene sentencia firme. Fallecieron 252 imputados sin haber teni-

do sentencia y 60 que habían sido condenados. La Obediencia Debida había puesto un dique a ese océano judicial que se liberó cuando cayó la ley. Esos números implican miles y miles de víctimas, miles y miles de familiares, amigos o compañeros de trabajo o de estudio o vecinos de las víctimas. Implicó que la presión que habían dejado de hacer los militares pasó a ejercerse desde esa masa de víctimas indirectas que a su vez estaba íntimamente acompañada por una gran parte de la sociedad. Y esa presión se sostuvo en el tiempo, desde aquel día de 1987 hasta el 2003, en el caso de la Obediencia Debida. Igual, esa alquimia fundante entre democracia y derechos humanos se sigue manteniendo, como acaba de comprobar el gobierno de Mauricio Macri cuando la Corte intentó aplicar el 2x1 a los genocidas. Los represores y el universo castrense tienen a su vez un entorno que es más chico y menos homogéneo, pero más poderoso y autoritario. Y se ha mantenido en el tiempo como la contracara de es-

te fenómeno de mixturación democracia-derechos humanos de la que incluso PáginaI12 es una expresión y que sin ninguna duda constituye la principal causa de su continuidad a lo largo de estos dificilísimos treinta años. Hay explicaciones técnicas y periodísticas, pero un medio se sostiene en el tiempo cuando de alguna manera logra situarse y convertirse en expresión de un fenómeno social, cultural o económico, y siempre político. PáginaI12 se instaló en esa dicotomía que se volvió a manifestar hace unos días en la resolución de la Corte macrista, de un lado, y en la gran marcha de repudio que provocó, del otro. “Noche y Niebla” decía en 1987 la tapa del diario cuando el Congreso aprobó la Obediencia Debida. Fue un buen título, pero la razón principal de esa durísima permanencia en el tiempo no estaba tanto allí, sino en la decisión política de plantar la línea editorial del diario junto al movimiento de los derechos humanos, que es a su vez la impronta más profunda de la transición democrática en Argentina.

VIERNES 26 DE MAYO DE 2017

l primer PáginaI12 –26 de mayo de 1987– dedicó la tapa al nuevo juramento de las Fuerzas Armadas. La Gran Novedad era que juraban por la Constitución Nacional. Y había tipos que se negaban. Un recuadro del título principal informaba que un mayor había sido castigado por ese motivo. Diez días después, cuando la redacción todavía estaba entrando en calor, Diputados sancionó la Ley de Obediencia Debida. El diario surgió de ese camino trenzado por los derechos humanos y los conflictos de las Fuerzas Armadas para ajustarse a la democracia. Son hechos que marcan ese año de 1987 y que en realidad constituyen uno solo. La presencia desde la caída de la dictadura de los dilemas democracia-militares o derechos humanos-impunidad como ejes de primacía, y el surgimiento de PáginaI12 como un medio que da cuenta de ellos, hablan de una sociedad que rompía el cascarón de las dictaduras y la violencia política y comenzaba a dar pasos vacilantes en el desconocido universo de la continuidad democrática. La ley de Obediencia Debida fue un paso en falso. Fue uno de los hechos más importantes de ese año, y una reivindicación que vertebró los reclamos de los derechos humanos hasta que fue anulada en 2003 por Néstor Kirchner, apenas asumió. Pero lo nuevo, el dato que se incorporaba a la realidad como fenómeno cultural en 1987, no era la ley, sino que, a diferencia de otras épocas, esos pasos regresivos no fueran naturalizados por una hipocresía que venía del ciclo anterior, de la subordinación a los flujos y reflujos de dictaduras y democracias tuteladas. El fenómeno nuevo, el que marcaba la nueva época, era la reacción defensa de la Justicia y los derechos humanos como valores cuyo protagonismo había renacido en el juicio a los ex comandantes. Las marchas habían comenzado con las Madres durante la dictadura y crecieron con la llegada de la democracia. La sociedad se las fue apropiando con una pasión subterránea ya que era difícil diferenciar su profundidad de otras expresiones culturales y políticas que aparecieron con fuerza en ese momento y que con el paso del tiempo se fueron disipando en doble discurso y falso progresismo. La dictadura había impuesto marcas muy fuertes de miedo y de re-

3


Suplemento Especial

1988

Recordando tu expresión E Por Claudio Zeiger

VIERNES 26 DE MAYO DE 2017

L

4

os tres eran muy diferentes y, sin embargo, podían llegar a coincidir en una vocación por lo singular y lo under (un término ortodoxo de la época y que a decir verdad no sobrevivió al siglo nuevo),caminando detrás de humos y nieblas, versos y ausencias, penumbra y un borde siempre delineado en contraste con lo que se iba imponiendo como masivo o mainstream. Los tres eran líneas de fuga para quien no quisiera caer en la pendular antinomia de Soda o los Redondos. Pero no estaban alineados. Se sabe de la famosa bravata de Luca cuando en La Falda dijo “bueno, ahora viene la banda de los putos” en referencia a Virus. Todavía navegando a dos aguas, en la balsa de Lito y Tanguito, Miguel Abuelo era la vanguardia romántica (la voz burlesca pero sensible de “Lunes por la madrugada yo cierro los ojos y veo tu cara que sonríe cómplice de amor”), uno de los últimos tipos cultos del palo. En las calles había más represión nocturna, razzias y edictos policiales de lo que sugiere la promocionada frase primavera democrática, pero también había a raudales libertad y ansias, frustraciones y sueños, tareas pendientes y ganas de hacer. Eran los años modernos… pero no tanto. Una modernidad periférica, definiría Beatriz Sarlo, por entonces protagonista estelar en la facultad de filosofía y letras. Despuntaban los walkman pero no arreciaban aun los celulares. La escena era confusa. Corrientes mantenía su prestigio pero los chicos y las chicas se dispersaban en direcciones varias, lejos de las luces del centro. El rock, más que una contraseña como en 1981-8283, empezaba a ser una obsesión que ya insinuaba su reflujo horrible de los noventa. Por eso, en ese codo final de los ochenta, Luca Prodan, Miguel Abuelo y Virus con Federico Moura a la cabeza, eran algo, alguien que tendía puentes, eran trasvasamiento generacional, revisión y futuro, síntesis y singularidad. Planteadas así las cosas, no resulta demasiado ilógico pensar que en el final de la década las juventudes políticas se iban convirtiendo raudamente en las juventudes posmodernas, que cada cual iba buscando su salida laboral y su lugar en el mundo, olfateando que las utopías comunitarias poco espacio tendrían a corto plazo, que toda la escena de la música y alrededores llamaba mucho la atención porque planteaban un estilo de vida supe-

rador de lo que postulaban las izquierdas, más dogmáticas o folklóricas pero que a pesar de todo, un resto de espíritu colectivo campeaba aun en cualquier banda o proyecto alternativo. La primera señal de que ese “estilo de vida” que tenía sus correlatos en expresiones como el punk o los libros de Bukowski, podía llegar a entrar en crisis, la tuvimos poco antes del 88, cuando a fines de 1987 murió Luca Prodan. Ya se sabe: el hombre que venía escapando de la heroína, encalló en la ginebra. Y era lo más interesante que nos había pasado. El forastero que actuaba como despertador de los adormecidos argentinos. El que denunciaba nuestro provincianismo y nuestra insularidad. El que captó que este era un país querible pero escindido entre rubias taradas y gente despierta. O como clamaban los también muy interesantes Todos Tus Muertos, la dicotomía entre gente que te deja en la calle morir, gente que no. Ya con un pie en 1988, el 26 de marzo murió Miguel Abuelo por complicaciones del HIV-sida. Se trataba, en este caso, de un referente importante del rock de la resistencia y de posdictadura, alguien que había estado entre las catacumbas y el típico subidón del rock nacional de esos años, que podía llevarte del tugurio al Gran Rex, Obras y el top ten. Hasta Luca y Miguel, se trataba de personajes que pese a todo entraban en los moldes de lo alternativo tradicional, reviente y elegancia muy de dandys argentinos o adoptados por nuestra tierra, caso Gombrowicz.

Hacia el cierre de 1988, con apenas un día de diferencia de Luca (muerto el 22 de diciembre de 1987) le llegó la hora a Federico Moura, quien como cumpliendo un destino manifiesto, sucumbió al virus de HIV tras liderar a Virus, porque el lenguaje era un virus (Laurie Anderson dixit). Su muerte dio en el corazón de la emergente modernidad local. Federico había sido un espíritu libre, menos contaminado por los prototipos y estereotipos nacionales, más rara avis, quizás llamado a liderar estéticamente a la generación ochentosa si no hubiera muerto a los 37 años. Es también notable que entre estas tres muertes imbuidas de rock y under, tuvo lugar un acontecimiento que recuperó una relación de la música y la cultura joven con la política y los derechos humanos cuando esa conexión parecía empezar a insinuar su declive: el 15 de octubre de 1988 se llevó a cabo en el estadio de River, el recital de Amnesty Internacional “Derechos Humanos Ya” que trajo nuevamente a Sting (ya había estado en la Argentina), más Peter Gabriel, Bruce Springsteen, Tracy Chapman, Youssou N’Dour, y los locales Charly García y León Gieco. Muchos estuvimos ahí. Largo recital, un atardecer dorado, una noche suave con vaivenes de marihuana. Las Madres y los pañuelos, una noche mágica que parecía una despedida anticipada de la gran movilización de esos años. Así fue ese año, el 88, así se fue yendo. Entre muertes y bailes se pasaron los días, los meses. Los fantasmas de la desilusión sobre-

volaban el cielo pero un trasfondo de ruido y alegría se negaba a licuarse del todo. Las calles eran divertidas y duras y la pésima marcha de la economía hacía emerger nuevamente las marcas de la miseria a flor de piel en la ropa de la gente, doblegando al país para allanar la llegada del menemismo y su doble discurso. Pero creo que lo más definitorio de ese 88 fue que hacia fin de año tomaríamos conciencia de que asistíamos, tras una nada desdeñable agonía, al final de la primavera democrática. Algunos pensarán que ya en 1985 los aires de renovación y cambio tocaban a su fin. Soy de los que creen que entre marchas y contramarchas llegó hasta el 88, cuando se morían Luca, Miguel y Federico por algo que –dicho sin tapujos, sin hipocresía– tenía que ver con esos “estilos de vida” a los que la democracia nos permitía asomarnos después de tanta represión. Nos habían invitado al banquete de los cuerpos, a probar, a experimentar. Habíamos empezado a defender nuestro derecho al reviente, entendido, si se quiere, como un exceso de la libertad, tan legítimo como adulto. Sobre llovido, mojado: después de tanta muerte y dolor por la represión a la militancia, la política y la Historia, empezaban las muertes de la “micropolítica”. ¡Si eso no era un castigo divino era directamente mala suerte, o yeta! Ese 1988 presagiaba, quizás, el fin de la primavera, el comienzo de una larga meseta de medio tiempo, el tiempo de nuestra historia que llega hasta nuestros días.

l objetivo era modesto, visto hoy en perspectiva. Era conseguir unos metros de alfombra para las piezas de la casa que nos íbamos a mudar después de casarnos. Recorrimos diferentes comercios y ninguno quería vender. No era que no querían entregar la mercadería. No sabían a qué precio cobrarla porque desconocían cuál iba a ser el valor de reposición. Sabían que iba a ser más alto, pero no cuánto más elevado. Vender con esa incertidumbre podía ser una decisión que definiera la quiebra del negocio. Los meses de hiperinflación de 1989 fueron caóticos. Era una economía sin precios. La sucesión de acontecimientos políticos, sociales y económicos de ese año, cuando PáginaI12 cumplió dos años, es abrumador. Esos doce meses pueden ser la historia de décadas en otro país y en pocos ha habido acontecimientos como los que se vivieron en Argentina 1989. La hiperinflación se desató cuando estalló el denominado Plan Primavera, el último de la serie inaugurada con el Plan Austral en el gobierno de Raúl Alfonsín. Esos planes de estabilización fracasaron. No fue el único episodio de híper en 1989. A fines del año también se inició otra explosión de precios cuando fue desbordado el programa conocido como Plan B&B (Bunge & Born), el primer intento de estabilizar los precios del nuevo gobierno liderado por Carlos Menem. El Producto Interno Bruto se desplomó más del 5 por ciento, los salarios reales se pulverizaron, el desempleo y la pobreza aumentaron, la recesión fue aguda, la fuga de capitales se aceleró provocando una fuerte caída de la reservas y se acumularon atrasos en el pago de los servicios de la deuda. El sector público se sumergió en una profunda crisis de financiamiento. Saqueos a supermercados, represión y muertes derivaron en la entrega adelantada del poder. La hiperinflación fue el desenlace de una fuerte disputa en el frente fiscal por los recursos públicos entre la banca acreedora, que presionaba por cobrar los intereses de la deuda, y los grandes grupos económicos, que exigían mantener los inmensos subsidios vía promoción industrial, reintegro a exportaciones y otros beneficios. La expresión fulminante de esa tensión fue la perdida de reservas, la moratoria de facto en el pago de intereses de la deuda a la banca internacional y la corrida cambiaria que fue creciendo en intensidad. El acelerado deterioro del sector externo y fiscal tuvo como eclosión la devaluación del 6 de febrero. Como en toda crisis, muchos la padecen y unos pocos se benefician. En este último grupo estuvo el Banco Macro. Jorge Brito junto a sus socios empezaron en el mer-


PáginaI12 30años

1989

El año caótico Por Alfredo Zaiat

cado financiero como mesadinerista para luego comprar el Banco Macro, cuando uno de sus dueños era Mario Brodersohn, secretario de Hacienda en el gobierno de Raúl Alfonsín. En ese entonces, contaba con aceitados vínculos con la coordinadora radical, grupo de dirigentes que ocuparon cargos importantes del área económica, entre ellos en el Banco Central. Uno de los golpes más importantes de Macro fue comprar dólares en cantidad en los días previos al estallido del Plan Primavera, el 6 de febrero de 1989, cuando el Central liberó el mercado cambiario gatillando el proceso de hiperinflación. En el mercado bursátil operó asociado con el Citibank, una relación no sencilla de explicar en la

plaza financiera. Esa Sociedad de Bolsa era manejada por Chrystian Colombo, que en ese entonces tenía una estrecha relación con el Coti Nosiglia y que en el gobierno de Fernando de la Rúa ocupó el puesto de jefe de Gabinete. A la crisis de la Balanza de Pagos y al desborde fiscal se sumó la incertidumbre que generaba el cambio de gobierno, lo que aceleró aún más la dolarización de activos financieros. El mercado de cambios era un terremoto, movimientos que no tardaron en trasladarse al resto de los precios de la economía. La falta de un patrón de referencia para formar precios debilitó la función de unidad de cuenta de la moneda nacional. Esto hizo que se difundiera la “dola-

rización” en los valores de los productos. No solamente a bienes exportables o de importaciones, sino también a otros productos de transacción cotidiana. A partir de febrero, la inflación se aceleró exponencialmente: la tasa de variación del IPC se duplicó aproximadamente mes a mes hasta alcanzar el máximo en julio. El índice de precios a lo largo de 1989 fue de casi 5000 por ciento, con un promedio mensual de alrededor del 40 por ciento. Esta inflación superó holgadamente cualquier registro previo, y tiene pocos antecedentes en la región (Brasil y Bolivia también registraron períodos de híper). La falta de referencias precisas para fijar y comparar precios perturbó las transacciones

cotidianas. La incertidumbre sobre los valores de reposición llevó a las empresas a aumentar sus márgenes y, en algunos casos, hubo resistencia a concretar ventas. Es la situación mencionada al comienzo con las alfombras. En un escenario de desborde económico se desarrollaron las elecciones presidenciales. El traspaso del mando estaba previsto para fines de año, pero ante la crisis que se profundizaba se adelantó la entrega del gobierno en julio. Ese período de transición política incorporó un factor adicional de incertidumbre, acelerando las remarcaciones. La hiperinflación, una situación que algunos especialistas asemejan a la angustia y desesperación que una población vive en un estado de guerra, fue el potente disciplinador social que facilitó las reformas estructurales de los noventa realizadas por el menemismo. 1989 abrió así la puerta para el despliegue neoliberal de los ‘90 con las leyes de Emergencias Económicas (eliminación de subsidios) y Reforma del Estado (privatizaciones).

VIERNES 26 DE MAYO DE 2017

5


Suplemento Especial

1990

Una soda con Patricio Por Eduardo Fabregat

A

VIERNES 26 DE MAYO DE 2017

lguna vez el Indio dijo que Obras era el lugar del rock cortesano, pero a quién le importaba eso si cada vez que Patricio Rey corporizaba a sus muñecos en Avenida del Libertador se armaba la fiesta. Todo empezó en diciembre de 1989, primero en el estadio cubierto y después afuera, y el show del 29 en la cancha de rugby fue un caos y la banda tuvo que parar a cada rato para que se bajaran del escenario los inadaptados de siempre, y el Indio terminó notoria y justificadamente enculado. Un año antes, el 1º de diciembre de 1988, en ese mismo lugar estaba Soda Stereo presentando Doble Vida, pero los inadap-

6

tados no estaban subiendo al escenario sino pintándose la cara con betún en Villa Martelli. Gustavo Cerati se resistió a suspender el show, y diluyó el temor del público con música. Solari y Skay Beilinson se resistieron a que le coparan el escenario, y diluyeron la bronca de todos con música. En 1990 ir a Obras a ver a los Redondos se convirtió en una costumbre. En 1990 ir a ver un show de la Gira Animal se convirtió en una necesidad. En el rock argentino pasaban muchas cosas: Spinetta tocaba las canciones de Don Lucero; Charly tenía un disquito llamado Filosofía barata y zapatos de goma; Fito le cantaba al Tercer Mundo; Attaque 77 hacía

transpirar a Cemento con el sonido ramonero; Hermética atronaba con sus versiones de Intérpretes; Rata Blanca empezaba a perforar oídos con “Mujer amante”; los Cadillacs salseaban grosso con “Demasiada presión”, Calamaro conseguía editar el magnífico Nadie sale vivo de aquí, Divididos superaba el duelo de Sumo con sus dibujos en el piso... pero sobre todo había soda y había redonditos de ricota. En la Argentina de la inflación menemista y el desguace del Estado, de la miseria y el descubrimiento de que la revolución productiva era puro humo, quedaba confortarse con las canciones de Soda y los Redondos. Los prime-

ros, siempre desde el universo pop, habían abandonado la elegancia funk para vestir el ropaje más rockero de Canción animal. Los segundos habían lanzado el colosal ¡Bang! ¡Bang!... Estás liquidado. Soda odiaba ese domingo híbrido de siempre, saltaba de cubierta y se envolvía en la corriente, comprendía que vivíamos entre caníbales, se sentía a un millón de años luz de casa y declaraba la imposibilidad de ser un superhombre. Patricio Rey maldecía los días hermosos, buscaba un gran remedio para un gran mal, entendía que vivir sólo cuesta vida y enarbolaba un himno que resuena hasta hoy, una de las más perfectas consignas dictadas por el


PáginaI12 30años Bernardino Avila

rock argento: violencia es mentir. Desde dos vertientes estilísticas bien definidas, Soda y los Redondos eran la más potente demostración de la vigencia del género en el país. A alguno le parecerá producto de una afiebrada imaginación o el embellecimiento que genera el paso del tiempo, pero lo cierto es que muchos iban a ver a ambas bandas con la misma pasión. El rock era un género popular pero aún no atravesaba a toda la sociedad, y había un público compartido. Quien esto escribe vio infinidad de shows de los Redondos

en Obras y más de un concierto de la Gira Animal, y no era un caso aislado. Cuando Soda coronó el año con el segundo show de Vélez Sarsfield, ya sin Tears for Fears y sin el inoportuno diluvio del comienzo de temporada, llevaba puesta la remera de Oktubre sin que nadie lo mirara torcido. Después se metió el fútbol, y el pensamiento cabeza de termo que dividió al rock en banderías y contaminó a la música con códigos de barrabrava. Declararse igualmente fan de Soda y los Redondos fue similar a querer

meterse en medio de La Doce con la casaca del Mencho Medina Bello. Algo se rompió en la última década del siglo XX. Pero en ese 1990, el año del trío animal y los Redondos como bandera común, a nadie le parecía extraño tomarse –entre otras cosas– una soda con Patricio. Brindando por la excelente salud de un movimiento rock que tantos años después, a pesar de todo, de las ausencias y las tragedias, de los pozos y las levantadas, puede sostener lo mismo: vivir solo cuesta vida. Aunque suelan dejarnos solos.

VIERNES 26 DE MAYO DE 2017

7


Suplemento Especial

1991

El fin del mundo bipolar Por Washington Uranga

C

VIERNES 26 DE MAYO DE 2017

on el último día de diciembre de 1991 no solo se cerró el año, sino también la historia particular de la que fuera una de las potencias del mundo bipolar, símbolo del comunismo y protagonista de la “guerra fría”. Ese día dejó de existir la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), surgida a la luz de la revolución rusa de 1917 contra la monarquía zarista. Nacía a partir de ese momento una nueva etapa de la historia política y económica del mundo, que había tenido su manifestación simbólica más importante dos años antes, el 9 de noviembre de 1989, con la destrucción del muro de Berlín que hasta entonces dividía en dos a Alemania. Estados Unidos reafirmaba de esta manera su dominio global, puesto de manifiesto también a comienzos de 1991 en la “Guerra del Golfo”, en la cual los norteamericanos alinearon detrás de si una coalición de 34 países que recuperó Kuwait, entonces en poder iraquí. Pese a ello, en el momento de su disolución formal la Unión Soviética contaba con aproximadamente 1.300 toneladas de uranio altamente enriquecido y entre 150 y 200 toneladas de plutonio. Una cantidad más que suficiente en tér-

8

minos de poderío militar, tomando en cuenta que para fabricar una bomba se necesitan apenas ocho kilos. En su arsenal los soviéticos sumaban armas químicas, gases tóxicos y nerviosos, producidos por miles de científicos nucleares y especialistas en armas químicas y biológicas. Sin embargo, fueron las contradicciones internas, la crisis econó-

mica y las luchas políticas las que llevaron a la crisis final de la URSS. Desde 1985 el entonces presidente soviético Mijail Gorbachov había intentado introducir importantes reformas mediante la trasparencia (glasnost) y la reestructuración (perestroika). Pero en ese tiempo la URSS también renunció a disputar el papel de potencia mundial. Clara manifesta-

ción de ello fueron el tratado de desarme pactado con los Estados Unidos de Ronald Reagan en 1987 y la retirada soviética de Afganistán en 1989. El repliegue del ejército soviético dio lugar a procesos políticos que precipitaron el final de los regímenes comunistas en Europa central y oriental, y allanaron el camino para la reunificación de Alemania en 1990. Muchos analistas consideran que el fracaso de Gorbachov estuvo dado por la imposibilidad de revertir la crisis económica de la Unión Soviética. La denominada perestroika implicaba una profunda modificación de la economía de cara al mundo capitalista, introduciendo la libertad de empresa y el libre mercado. Los presuntos beneficios no aparecieron de manera inmediata y lejos de adaptarse el sistema productivo existente se tornó caótico y se agravó el empobrecimiento de gran parte de la población. Como resultado aumentaron también las tensiones sociales, y se profundizaron los enfrentamientos políticos y económicos. El 24 de diciembre de 1991 Gorbachov se reunió con el presidente de Rusia, Boris Yeltsin. En ese encuentro se acordó la dimisión de Gorbachov que se concretó al día siguiente. El mismo día de Navidad la bandera que representaba al comunismo soviético fue arriada y el 26 de diciembre el Soviet de las Repúblicas del Soviet Supremo de la URSS firmó su propia disolución. La Unión Soviética se había constituido formalmente en 1922 bajo el liderazgo de Lenin, teniendo a Rusia a la cabeza y sumando a

otras 14 repúblicas que reunían diferentes etnias y modos de nacionalismos. Además de Rusia los países que conformaron la URSS fueron Armenia, Azerbaiyán, Bielorrusia, Estonia, Georgia, Kazajistán, Kirguistán, Letonia, Lituania, Moldavia, Rusia, Tayikistán, Turkmenistán, Ucrania y Uzbekistán, si bien no todas estas repúblicas estuvieron desde el nacimiento sino que se fueron anexando desde la creación hasta 1929. La desaparición de la URSS produjo consecuencias inmediatas en América Latina. En lo político, la llamada “revolución de octubre” que dio inicio a la experiencia soviética, dejó de ser referencia para varios procesos latinoamericanos de orientación socialista y en la izquierda política se profundizó el debate y la revisión de muchas teorías políticas revolucionarias, particularmente las sustentadas por los partidos comunistas que habían asumido como premisa que el prototipo de partido-estado soviético constituía la encarnación del “socialismo realizado”. En el caso concreto de Cuba, país que había gozado hasta entonces del patrocinio político y económico de la Unión Soviética, el impacto fue de mayor envergadura. Desde 1991 y hasta 1993 los cubanos vivieron el llamado “período especial”, como resultado de una fuerte contracción de su producto bruto interno (PBI). Hubo restricciones para el uso de combustibles y hasta racionamiento de los alimentos. Pero, sobre todo, Cuba perdió la protección política y militar de la Unión Soviética de cara al gigante norteamericano que se alza a pocos kilómetros de la isla. El desmembramiento de la URSS fue también el punto final de una experiencia histórica del comunismo que produjo un modelo político y económico alternativo al capitalismo liberal y que permitió, al mismo tiempo, la construcción de un muy poderoso y cohesionado estado multinacional. Una potencia que buscó expandir las fronteras del comunismo en todo el mundo, que enfrentó al capitalismo no solo en lo político y en lo económico, sino también en los niveles de la ciencia y la cultura. Experiencia de “socialismo real” que, sin embargo, terminó sumida en una profunda crisis que se expandió en los ámbitos de todo el mundo impactando como un reguero en el escenario económico, político, social y también cultural.


VIERNES 26 DE MAYO DE 2017

9


Suplemento Especial

D

VIERNES 26 DE MAYO DE 2017

e manera frívola y desfachatada, Carlos Menem zambulló a su gobierno en las heladas aguas del neoliberalismo, siguiendo el clima de época que le marcaba el “círculo rojo” –para ponerlo en términos actuales– luego de la hecatombe alfonsinista. En lo económico eso significó seguir sin chistar los mandatos del Consenso de Washington mientras que en el plano de las relaciones internacionales contempló una simbiosis con las políticas de Estados Unidos. La sobreactuación lo llevó a enviar dos naves a la Guerra del Golfo, un conflicto ajeno a los intereses argentinos pero que desde ese día colocó al país en el radar del terrorismo internacional. Así fue que un terrible 17 de marzo de 1992 los argentinos nos despertamos comprendiendo que las noticias sobre coches bomba, atacantes suicidas y cuerpos despedazados no estaban limitadas a lejanos y arenosos escenarios sino que habían llegado a la ciudad, acá nomás, en la recoleta calle Arroyo esquina Suipacha. El atentado a la embajada de

10

Israel fue un mazazo para un país que buscaba superar el horror de la dictadura. De nuevo las muertes, de nuevo los familiares buscando respuestas, de nuevo la incredulidad. Y si los argentinos nos estaban preparados para ese golpe, ni qué hablar de los servicios de inteligencia, las fuerzas de seguridad y la Justicia, que rápidamente mostraron que estaban en condiciones de superar cualquier estándard de incompetencia. Por tratarse de una representación diplomática extranjera, la investigación quedó a cargo de la Corte Suprema. Recayó en el anciano juez Ricardo Levene y su secretario instructor Alfredo Bisordi, quienes pusieron en marcha un expediente que acumuló varios despropósitos. Para empezar, ni siquiera pudieron contar bien las víctimas. Durante más de siete años se creyó que el saldo había sido de 29 muertos hasta que una acordada de la Corte informó que en verdad fueron 22, con más de 200 heridos. Desde el vamos se barajó como principal hipótesis que el autor había sido un terrorista que esta-

1992

El ataque a la Por Fernando Cibeira

cionó un coche bomba frente al señorial edificio de la embajada, en Arroyo 910. Algunas versiones aseguraban que se había llegado a bajarse del vehículo y ponerse a resguardo antes de la explosión. Los servicios también hicieron circular en algún momento la aparición de un supuesto dedo gordo del pie en una terraza de la zona que pertenecería al atacante, obviamente inmolado en la acción. Hubo de todo. Pero en 1996 la Corte sorprendió al mundo al informar que, de acuerdo a una última pericia rea-

lizada por la Academia Nacional de Ingeniería, la explosión había sucedido en el interior del edificio. La nueva hipótesis venía a alimentar las teorías conspirativas que cierto sector de inteligencia había comenzado a hacer circular sobre un “autoatentado” israelí. Las entidades judías rechazaron de plano la resolución. La investigación pasó entonces a manos del secretario de la Corte, Ernesto Canevari, quien rápidamente viajó a Washington para interiorizarse de lo averiguado por los servicios de allá. Así, a fi-

nes de 1999, la Corte alegremente volvió a la teoría del coche bomba. Incluso, aseguró que se había hecho con una pick-up Ford F-100 comprada a un fotógrafo policial por un hombre con un documento falso y dictó una orden de captura contra el libanés Imad Mugniyah, jefe de inteligencia del Hezbollah. No sólo en el expediente no había ninguna prueba contra Mugniyah ni sobre su posible paso por el país, sino que el libanés era desde hacía tiempo buscado infructuosamente por todo el planeta tanto


PáginaI12 30años AFP

embajada por la CIA como por el Mossad. La decisión de la Corte de la mayoría automática no fue firmada por los jueces Augusto Belluscio y Enrique Petracchi, quienes consideraron que no había pruebas suficientes para suscribir semejante sentencia. La chapucería del asunto volvió a quedar al descubierto varios años después, cuando luego de una declaración de la entonces presidenta Cristina Kirchner sobre la falta de resultados de la investigación suprema, el titular de la Corte, Ricardo Lorenzetti, –siempre implacable para juzgar los fallos y conductas ajenas– afirmó que el asunto era “cosa juzgada”. Ese término, explicaron

luego los principales juristas, se utiliza para los casos en los que hay sentencia firme y ya no puede ser juzgado nuevamente. Nada que ver con el atentado a la Embajada, donde nunca hubo un juicio y donde una acordada de la misma Corte de 2006 dispuso que no se cerrara y se siguiera adelante con las líneas de investigación que todavía estaban abiertas. Lorenzetti debió corregirse. Durante su primera campaña presidencial, Carlos Menem disparó promesas para todos lados y después hizo lo que quiso. No sólo habló del salariazo y de la revolución productiva, sino que también se reunió con varios líderes de países poco dados a per-

donar los incumplimientos, quienes hicieron aportes para su aventura proselitista. Con ellos habló de reactores nucleares, de misiles y de tecnología de punta. Seguramente le creyeron. Al fin, se trataba de un hijo de sirios que llegaría al poder de una de las más importantes naciones en vías de desarrollo. Pero Menem no colaboró con ellos y sí con Estados Unidos y su guerra contra Irak. Aquel 17 de marzo el estruendo sacudió a los argentinos. La incompetencia permitió que menos de dos años después, el ataque se repitiera contra la sede de la AMIA. En ambos casos, los familiares de las víctimas todavía reclaman justicia.

VIERNES 26 DE MAYO DE 2017

11


Suplemento Especial

1993

Germán Abdala, un imprescindible Por Raúl Dellatorre

E

VIERNES 26 DE MAYO DE 2017

l gobierno de Carlos Saúl Menem cumplía sus primeros cuatro años, el proceso de privatizaciones y desmantelamiento del Estado ya había sentado sus bases y el peronismo asistía a la más impensable transformación: convertir un gobierno de ese signo en el más perfecto instrumento de instalación de un modelo político-económico de concentración y desmovilización popular. En ese mismo año, el 13 de julio, como si se tratara de una triste metáfora del retroceso de las fuerzas populares, fallecía Germán Abdala, probablemente el más brillante dirigente político –abarcando a gremialistas, políticos y otros referentes sociales en general– de su generación. “El mejor de los nuestros”, como lo despidió Carlos Chacho Alvarez. Secretario general de ATE Capital, diputado nacional por la Ciudad de Buenos Aires desde 1989, integrante del Grupo de los 8 que rompe con el menemismo seis meses después, uno de los principales constructores de la CTA y fundador del Movimiento Renovador Peronista (junto a Chacho), fue además el más claro, profundo y adelantado analista de ese momento político, legado que dejó en distintas intervenciones grabadas

12

que recogieron y editaron sus compañeros de batalla. Víctor De Gennaro en primer lugar, su compañero de militancia en ATE desde sus respectivos inicios. Abdala y De Gennaro ganaron la conducción de ATE en 1984, casi en paralelo a la recuperación de la democracia. El gremio fue actor principal en esos años de debate sobre la reconstrucción del Estado y la necesidad de volver a ponerlo al servicio de un proyecto nacional y popular. Y la voz de Germán fue la más luminosa para señalar el rumbo. En 1985 protagonizó un debate memorable en el programa de televisión Tiempo Nuevo (Mariano Grondona y Bernardo Neustadt), en una mesa con economistas y políticos neoliberales que intentaron acorralarlo, descalificarlo y hacerlo cargo de la “ineficiencia”, “burocracia” y “corrupción” que, desde sus interesadas miradas, representaba todo “lo estatal”. No pudieron. Con solidez, serenidad y discurso impecable refutó, destruyó falacias, redefinió ejes en la discusión y planteó los fundamentos de un proyecto nacional y popular que tuviera al Estado como instrumento de transformación. “Cuando el Estado se metió a planificar fue siempre un fracaso.

En los últimos cincuenta años…”, le disparó un economista neoliberal, todavía vigente. “¿Adonde? ¿En Argentina? Pero si tomamos incluso desde 1940 hasta acá, apenas hubo dos períodos de legitimidad popular en los que, realmente, el Estado cumplió un rol de planificación, de alentar la producción, las áreas industriales. Y hubo 30 años de ilegalidad, de represión, de entrega”, respondió Germán. “Pero también conducido por el Estado”, aportó otro integrante de la mesa. “Sí, al servicio de otra política”, replicó Germán. –“Eso no importa”. –“¿Cómo que no importa?”, reaccionó Germán. “No es lo mismo, el Estado tiene color, nombre y

apellido, proyecto político, proyecto de vida. No podemos tomarlo como algo abstracto. El que lo corporiza con una política es el responsable. Entonces, el peronismo no se puede hacer responsable de lo que se hizo desde el Estado durante décadas en el país”. Y mientras Germán desarrollaba la idea de un Estado planificador del desarrollo, del bienestar social, de la defensa de la producción nacional, Neustadt, con evidente muestra de fastidio, levantaba la voz para interrumpirlo y frenar su exposición. –“Abdala, Abdala, ¡Abdala! Usted vino como sindicalista y se me ha puesto en intelectual y filósofo. Doña Rosa está diciendo en este momento, ¿pero éste me representa a mí?”. –“Claro que sí, tampoco hay que subestimar (sonrisa pícara de Germán). Los trabajadores no necesitamos estar siempre en mameluco y pidiendo por un salario. Los trabajadores pensamos también en el país que tenemos; los sectores populares también tenemos un planteo, una propuesta que hacer. No está solo el discurso de un sector dominante”, fue su remate genial. Tenía sólo 30 años, pero el aplomo en la discusión del veterano con más recorrido. Firme y sencillo a la vez. Como cuando se sentaba, mate en mano, en rueda de compañeros. Una grabación de mediados de 1990 lo encuentra en esa actitud, explicando por qué se forma el Grupo de los 8 diputados del Frente Justicialista que rompen con el menemismo y arman bloque aparte. “Para nosotros, el 14 de mayo (de 1989) no era un simulacro de elección. Muchos de nosotros llegamos (a Diputados) con la misma boleta del Presidente de la Nación (Menem), pero creímos en el compromiso de la campaña. El tema del salariazo como modo de recuperar los ingresos de los sectores más desposeídos. En la recuperación de la cultura del trabajo frente a la cultura de la especulación. Eran las bases esenciales de nuestro programa. Lo que ocurrió después es una defraudación del voto popular. Las cinco o seis consignas básicas, la defensa de lo nacional, la participación de los sectores sociales marginados, era el mensaje, es el programa. Para que la democracia no pierda sentido, no se vacíe de contenido, hay que comprometerse con eso. Lo que hubo acá es un fraude, y nos fuimos porque eso es lo que no estamos dispuestos a bancar en términos políticos”. Para esa misma época, en otra filmación se lo ve rodeado de gente

humilde, alguna madre con chico en brazos, escuchando su hablar sereno pero directo, caracterizando muy tempranamente, a un año de haber asumido, al gobierno de Carlos Menem. “El peronismo siempre combatió la injusticia, la explotación, la desigualdad, las necesidades insatisfechas. El peronismo nunca justificó las situaciones sociales injustas. Frente a esto, siempre se plantó y cuando pudo, demostró ser un movimiento transformador. Pero hoy estamos asistiendo al intento de vaciamiento del contenido transformador del peronismo. El peronismo nunca pudo haber dicho, como discurso oficial, que los males del país son por los 40 años de dirigismo (en alusión a palabras de Menem de aquel año 90). Podemos ser ignorantes en política, no tener muchas luces, pero restamos 90 menos 40 y nos da 50, estamos en el año 1950. Es decir que la crítica abarca al gobierno de Perón, se repite lo que otros dicen sin pensarlo. El peronismo nunca puede hablar con la lógica y el pensamiento de quienes siempre nos dominaron”. Su salud empezaba a debilitarse pero sus convicciones no. El cáncer fue consumiendo su cuerpo, pese a lo cual acompañó y alentó la conformación de la CTA, ya postrado pero sin abandonar totalmente las reuniones y discusiones con los compañeros cuando sus períodos de tratamiento lo permitían. Su última aparición pública fue en el Congreso de la CTA de Parque Sarmiento (Capital Federal), en noviembre de 1992. Tomó el micrófono para alentar la construcción de ese nuevo espacio político. Así recordó ese momento Norberto Galasso: “Está en silla de ruedas. Flaco y pálido, pero con los ojos luminosos de quien está seguro de la victoria final”. Y lanza una frase tremenda: “No me va a doblegar el cáncer, pero me mataría, eso sí, la tristeza si no logramos dar forma organizativa y presencia a este maravilloso fervor militante”. El 93 trajo más privatizaciones, pérdida de derechos laborales, desmantelamiento del Estado, destrucción de fuentes de trabajo. Y se llevó a Germán. En aquella jornada de noviembre del 92, un silencio profundo se había producido entre el cierre de su discurso y el estallido de las tribunas en un ensordecedor “Olé, olé olé, Germán, Germán”, que lo acompañó sin aflojar mientras se retiraba del estadio. El 13 de julio del año siguiente ese mismo grito se seguía escuchando, y hasta hoy sigue sonando.


Télam

PáginaI12 30años

1994

El día de la AMIA Por Sergio Kiernan

C

omo era una mañana de invierno pero de sol, de clima calmo, de lunes, medio mundo tenía las ventanas abiertas en Buenos Aires, abiertas a los patios, a los balcones, a las calles. Y por eso medio mundo en Buenos Aires comentó después que lo habían escuchado, que ahora que sabían lo que había pasado se acordaban de haberlo escuchado. Unos cuantos agregaban que sus gatos, habían levantado la vista y mirado al aire en ese momento, escuchando mejor que uno. Y que lo que se había escuchado era un golpe seco, como una tapa cayendo, algo corto y medio final. Eran las 9.50 del 18 de julio de

1994 y acababan de morir 83 personas en la calle Pasteur entre Tucumán y Viamonte. Era lunes, día de tránsito y de trámites en el centro porteño, día de bolsa de trabajo en la sede vieja de la AMIA. Cientos de personas fueron heridas: el que pasaba al hospital de Clínicas, el que andaba en su auto, el que iba de trámites, el que trabajaba, el que buscaba trabajo en el edificio, el que trabajaba en el edificio. Los muros gruesos de la planta baja, revestidos de granito negro, habían desaparecido. La palabra AMIA grabada en el cemento duro, con letras Art Decò, había desaparecido. Había muertos adentro, jovencitos y mayores, casi desintegrados o como preservados, y los había en-

frente, a la mesa de un desayuno tardío en un departamento, en locales y coches. El atentado contra la Asociación Mutual Israelita Argentina fue claramente antisemita -en el edificio convivían varias instituciones culturales y políticas de esa comunidad- pero no sólo antisemita. Los que pusieron la bomba cometieron un acto de guerra contra la comunidad judía de un país de mezclas, de gente mitad esto y mitad lo otro que no termina de saber qué es la tolerancia porque no termina de saber lo que es separarse por etnia, origen, religión. Ambiguos como somos, nos Continúa en la página siguiente >>>

VIERNES 26 DE MAYO DE 2017

13


Suplemento Especial

1995

Junior Por Mariana Enriquez

<<< Viene de la página anterior

VIERNES 26 DE MAYO DE 2017

encontramos de golpe atacados por gente que ve las cosas de un modo puro y duro, gente que vive pensando a quién hay que matar. Dos años antes, en marzo de 1992, habían volado la embajada de Israel en la calle Arroyo. El país digirió ese ataque de un modo peculiar, tal vez intrínsecamente argentino: era horrible, murieron argentinos, hasta un cura en la vereda de enfrente, pero en el fondo no era cosa nuestra, era entre enemigos extranjeros. Lo de la AMIA fue distinto y todo el mundo lo entendió así, lo que explica la enorme repercusión y el tamaño de las marchas de repudio a esta violencia. La segunda lección que dejó el atentado fue que a la hora de encontrarse involucrado en un asunto internacional, un gobierno argentino puede ser tan canalla y tan cínico como el peor gobierno del mundo. Carlos Menem se encontró de presidente cuando ocurrió lo que oficialmente era el peor atentado antisemita desde la segunda guerra mundial, una etiqueta que se usó hasta el atentado a las torres gemelas de Nueva York. Y Menem inmediatamente reaccionó a la Bush, a la Trump: había que taparlo de inmediato,

14

había que fingir que se investigaba, había que mentir para no admitir nunca que por algo Argentina había sido atacada dos veces cuando él era presidente. La historia de cinismo tuvo un activo apoyo de todos los involucrados. Washington mintió, Jerusalén mintió, la AMIA y la DAIA mintieron, el estado argentino se lució mintiendo. El juez a cargo de la causa, sus fiscales, los policías que “investigaban”, terminaron detenidos y procesados por obstruir la justicia. También Menem y varios de sus funcionarios, y el presidente de la DAIA de la época, Rubén Beraja, que entendió demasiado la necesidad de Estado del menemismo y fue un cómplice activo, usando el peso moral de su función para callar a los que preguntaban. De esos años nos quedaron héroes civiles que retomaron esa tradición argentina de buscar justicia emperradamente, contra todos y por todos los años que haga falta. Nos quedaron mentirosos criminales, ejemplares, que realmente traicionaron a su patria para cubrirse. La bomba de la AMIA fue un acto de guerra en contra nuestra y que no sepamos absolutamente nada, pero nada, de cómo fue que pasó es una de nuestras vergüenzas.

E

se verano había sido extraño. Promediaba la presidencia de Carlos Menem y recuerdo que la gente estaba conforme con el uno a uno (¡no más inflación!) pero la sensación íntima, subterránea, era de que algo se iba, despacio y sin pausa, directo al demonio. Por supuesto, la negación era droga: en 1995 yo tenía 21 años y en mi adolescencia había vivido la hiperinflación y en mi infancia la dictadura y los adultos que me rodeaban también habían transitado esos traumas y ahí estaban, aterrados ante una nueva crisis, dispuestos a reírse de Menem y Zulema y las patillas y el presidente bailando con odaliscas en televisión pero de plano negados a aceptar que, una vez más, habría que renunciar al futuro, pensar en mandar a los hijos al “exterior”, olvidarse de comprar la casa y luego de comprar el auto y finalmente tener muchísimo cuidado en el supermercado. Mi padre estaba sin trabajo o, mejor dicho, trabajaba con contratos aquí y allá: era ingeniero en un país que no construía. Mi madre trabajaba porque es médica y la gente siempre se enferma. Pero a nadie le alcanzaba, me acuerdo. Preventivamente la gente que yo conocía -clase media profesional empobrecida- había reducido o directamente eliminado sus vacaciones. Mis amigos y yo nos la pasamos en las plazas de La Plata, muertos de calor, tomando licor de mandarina porque era barato. Al menos no se cortaba la luz, como otros veranos. O se cortaba menos. En marzo ya había empezado el año, el trabajo, la universidad. Pero recuerdo, vagamente como se recuerda esa juventud post adolescente, que había en el aire una sensación de peligro. Posiblemente se trataba de una seguidilla que crecía en intensidad: el secuestro y desaparición del estudiante de periodismo Miguel Bru, los atentados a la Embajada de Israel en 1992 y a la AMIA en 1994. No era sólo eso. Los indultos quedaban ya lejos pero los escraches embrionarios a los represores iban a empezar ese mismo año, en septiembre: la piña de Alfredo Chaves a Alfredo Astiz en Bariloche. Había algo eléctrico y tedioso al mismo tiempo en el aire. La anticipación de la catástrofe inminente o de un nuevo fracaso, pero un fracaso estrepitoso. Cierto: Menem ya había incumplido sus promesas, ya habían quedado atrás las privatizaciones, la amnistía, la decisión del uno a uno. Tengo la sensación, sin embargo, que fue este año bisagra cuando los efectos

empezaron a notarse profunda y superficialmente, por todas partes. El año de la reelección. Marzo, entonces. Recuerdo el día claramente porque era el cumpleaños de una amiga que vivía en la calle 44. Estábamos en su casa: no demasiada gente. La tele encendida. No recuerdo si vimos una repetición o un flash informativo o qué, pero sí recuerdo que estaba ya oscuro y que, cuando la noticia apareció en pantalla, se terminó el cumpleaños de mi amiga. Fue una sensación parecida a la del atentado a las Torres Gemelas en menor escala: la televisión en el living rodeada de personas expectantes entre la incredulidad y cierto temor. El accidente de Carlos Menem Jr. dio miedo en muchos sentidos. Las teorías conspirativas, recuerdo, se diseminaron ese mismo día, mientras las cámaras mostraban los cables, el helicóptero destrozado y hablaban de la muerte de Silvio Otra antes de afirmar la de Carlitos. También se hablaba de una chica, ese día al menos, la teoría con los años perdió fuerza. ¿Qué nos dio tanto miedo y nos dejó abombados esa tarde? La sensación definitiva de que nadie estaba a salvo. Si Menem no podía cuidar a su hijo, no podía cuidar de nadie. Se sabe que, desde entonces, Zulema Yoma afirma que Carlitos fue asesinado, que se trata del tercer atentado y hace años que recorre juzgados y abogados y programas de televisión con sus pruebas que no tiene sentido enumerar. Incluso ese primer día, antes de tener la información que ella fue recolectando, no había quien dudara de que se trataba de un asesinato. Ni en esa casa donde pasamos la tarde comiendo torta (hubo un cumpleaños feliz sin entusiasmo) y picoteando chizitos mientras se transmitía desde el kilómetro 211 de la Panamericana cerca de San Nicolás. Recuerdo que se hablaba del cuello roto de Carlitos. De que Zulema, Zulemita y Carlos Menem iban hacia allá. Recuerdo que mi padre llamó por teléfono y me dijo: “Ahora este hijo de puta gana seguro. La gente es tan estúpida que le va a tener lástima”. Dos meses después Menem tuvo la reelección por más del 50 por ciento de los votos sobre Bordón-Alvarez (29 por ciento). “Pero está acabado”, dijo mi papá. “Se le murió un hijo”. El tiempo desmintió su afirmación. ¿Fue ese día o tengo el recuerdo de varios días después? Recuerdo un abrazo enloquecido de Menem, su mujer y su hija, lágrimas, flashes, pero no sé si es un recuerdo imaginado o real; si recuerdo la fo-


PáginaI12 30años

to en la revista Gente que vi después pero no sé por qué puedo verla en movimiento. Quizá la pasaron. Por primera vez los que despreciábamos a los Menem los veíamos en una situación genuina de dolor insoportable. Me doy cuenta ahora que, mas allá de cuestiones ideológicas, había un gran prejuicio del progresismo hacia esta familia inmigrante, riojanos y sirios. Las objeciones estéticas iban a la par de las políticas. Zulemita con su jopo excesivamente cargado de gel y durísimo como una pirámide sobre su cabeza, el cuerpo frágil, los labios obscenos y el pelo teñido de Menem, las cirugías estéticas y el rubio dorado de Zulema. Carlos y Carlitos, Zulema y Zulemita. Ha-

bían sido un chiste hasta esa tarde. No era sólo el respeto casi religioso de la muerte del hijo: era la sensación de que estaban bajo ataque, esos tres algo vulgares y tan poderosos, y en consecuencia todos los demás quedábamos a la intemperie mientras enterraban al chico en el cementerio islámico de San Justo. Carlitos, además, no era blanco de burlas tan despiadadas. Tenía algo serio y melancólico e incluso los rumores sobre el auto de carreras con el que recorría Olivos o su romance con una chica que había sido la protagonista de un video de Rata Blanca pasaban como cosas de jovencito. Tenía 26 años. No lo recuerdo con el halo que da la muerte joven: no le tenía ninguna

simpatía a Carlitos Menem. Pero con claridad recuerdo que no se hablaba mucho de él. Era el chico privilegiado que corría rally, poco más. Hubo un escalofrío generalizado esa tarde, quizá ya noche, de

marzo cuando algún periodista dijo que le habían sacado el respirador. Fue una muerte larga, no porque la agonía lo haya sido –no lo fue– sino porque costó anunciar la confirmación. Dos días después Carlos

Menem dio un mensaje sobre la muerte de su hijo extrañamente frío donde decía que el homenaje a Carlitos iba a ser “no desfallecer” para que Argentina “pudiera seguir creciendo” y ser “un poco más felices en un marco de dignidad”. Y agregaba que el lunes volvería al “pie del cañón”. Se lo veía distante, leyendo las frases guionadas: era un mensaje raro que abonó aún más las teorías del atentado porque parecía excesivamente cuidadoso y no mencionaba ninguna causa, ni accidental ni dudosa. Casi no nombraba a su hijo y no pronunciaba su nombre. Parecía querer decir, en voz baja: ya podemos olvidarnos de esta muerte absurda en un descampado.

VIERNES 26 DE MAYO DE 2017

15


Suplemento Especial

L

VIERNES 26 DE MAYO DE 2017

a elección del primer jefe de gobierno en junio de 1996 y la sanción de la Constitución local tres meses después fueron dos hitos que cambiaron la Ciudad de Buenos Aires. Ya si un gobernante impuesto por el presidente de turno y con un ordenamiento institucional y jurídico que introdujo derechos y garantías hasta ahí inéditos en el país, los porteños empezaron a transitar con obstáculos y dificultades su propio camino. La autonomía aún no es plena y muchas de las cosas que plantearon los constituyentes todavía están pendientes o resultaron diferentes a cómo las imaginaron, pero la ciudad fue una hasta aquel año y otra a partir de entonces. La Constitución porteña fue sancionada el 1º de octubre de 1996. “Esta es la primera manifestación de autonomía de nuestra ciudad en sus 416 años de historia. Esperemos que las futuras generaciones puedan apreciarla”, afirmó en ese momento Raúl Zaffaroni, a quien el Frepaso valiéndose de su mayoría puso al frente de Comisión Redactora, clave en el resultado final del texto constitucional. En las bancas del recinto de sesiones montado en la Biblioteca Nacional, donde los constituyentes deliberaron durante dos meses y medio, lo escuchaban ese día varias figuras protagónicas de la política porteña de aquella época, prueba de la importancia que las fuerzas políticas le asignaban a esa instancia fundacional de la ciudad. Entre los frepasistas estaban Aníbal Ibarra, Nilda Garré y Graciela Fernández Meijide, quien ejercía la presidencia de la Convención. El vicepresidente Carlos Ruckauf sobresalía entre históricos del peronismo metropolitano, como Jorge Castells e Inés Pérez Suárez, mientras que otros peronistas como Jorge Argüello, Patricia Bullrich y Víctor San-

16

1996

La Ciudad es autónoma Por Santiago Rodríguez

ta María, el más joven de los 60 convencionales, presenciaban la escena en nombre de Nueva Dirigencia. En el bloque del radicalismo se mezclaban dirigentes de sectores disímiles, como el entonces rector de la UBA, Oscar Shuberoff, Jorge Enríquez y Martín Hourest. Las sonrisas de los constituyentes aquel día dejaron en un segundo plano las tensiones políticas de la época, que en muchos momentos se hicieron presentes en sus debates. La autonomía de la Ciudad de Buenos Aires fue una de las concesiones que Carlos Menem hizo en el Pacto de Olivos a cambio de que el radicalismo le habilitara su reelección. Menem sabía que la autonomía de los porteños llevaba inexorablemente a la pérdida de su poder en un distrito que encima nunca fue un jardín de rosas para el peronismo y buscó acotarla. Con la excusa de garantizar “los intereses” del Estado nacional en la ciudad, el peronismo sancionó la llamada Ley Cafiero y por esa vía se quedó con los inmuebles y terrenos en manos de la Nación, y les vedó a los porteños el manejo de la policía, la justicia, el Registro de la Propiedad Inmueble y la Inspección General de Justicia. Menem retuvo, además, el control del juego y el puerto. El 30 de junio de 1996 se cum-

plieron los pronósticos, cuando casi dos millones de porteños acudieron a las unas y el radical Fernando De la Rúa fue electo primer jefe de gobierno porteño. Ese mismo día se eligieron los convencionales constituyentes. En esa categoría, con Fernández Meijide al tope de su boleta, ganó el Frepaso. El radicalismo salió segundo y el peronismo fue relegado al tercer puesto. La mayoría de convencionales opositores al Gobierno nacional saltaron rápidamente el cerco impuesto por la Ley Cafiero, que incluso desde lo simbólico apuntó a restarle trascendencia a su tarea al establecer que el gobierno autónomo de la Ciudad de Buenos Aires se regiría por las instituciones locales definidas en “el Estatuto Organizativo” que se dictaría a tal efecto. Los convencionales peronistas reivindicaban esa definición y hasta el último día de sesiones en la Biblioteca Nacional dijeron ser “estatuyentes” en contraste con el resto de sus pares, quienes remarcaban que estaban redactando la “Constitución” de la ciudad. La minoría peronista tampoco pudo evitar que los demás avanzaran en el diseño de un texto constitucional sin tener en cuenta los enunciados de la Ley Cafiero y que en su artículo 6 confería a las autoridades porteñas la potestad “para cuestionar cualquier norma que limite la establecida en los artículos 129 y concordantes de la Constitución Nacional”, en los que se consagró la autonomía del distrito. Así, la Constitución porteña determinó que el puerto local “es del dominio público de la Ciudad, que ejerce el control de sus instalaciones, se encuentren o no concesionadas”; reivindicó como propios “los ingresos por la explotación de juegos de azar, de apuestas mutuas y de destreza”; y estableció que “la seguridad pública es un deber propio e irrenunciable del Estado” de la ciudad. Muchos años tuvieron que lidiar los porteños con gobiernos nacionales de todos los signos políticos para tener su propia policía y el control total de la seguridad en el distrito. Lo que plantearon los convencionales recién se hizo efectivo a principios de este año, cuando todas las estructuras de la Policía Federal dedicadas a la ciudad fueron transferidas a la órbita porteña. Lo mismo para ir asumiendo las funciones que hasta 1996 estaban en manos de la Nación. La Constitución porteña fue aún más allá que la nacional en materia

de derechos y garantías e introdujo mecanismos de participación ciudadana, como la revocatoria de mandato, el referéndum, la iniciativa popular y el presupuesto participativo, además de determinar la división política de la ciudad en comunas. El espíritu que guió el trabajo de los convencionales fue el de avanzar desde la misma Constitución sobre las enormes inequidades sociales y económicas de la ciudad. Con ese propósito se consagraron los derechos a la salud integral y gratuita, desarrollando “una política de medicamentos que garantice el acceso a toda la población”; a una vivienda digna, para lo cual el Estado debía “resolver progresivamente el déficit habitacional, dando prioridad a los sectores de pobreza crítica”; a la educación “a partir de los 45 días de vida”; y a un ambiente sano, obligando a “una evaluación previa del impacto ambiental de todo emprendimiento” con efectos relevantes. Mucha agua corrió desde entonces bajo el puente, pero dos décadas después los porteños todavía no alcanzaron su total autonomía: la ciudad sigue sin tener bajo su jurisdicción la totalidad de la justicia del distrito, ni tampoco el puerto ni los registros de propiedad inmueble y automotor. Poco se ha hecho, además, en cuestiones de relaciones interjurisdiccionales, como el transporte y la gestión de la basura, que no sólo mejorarían la calidad de vida de los porteños, sino también de todos los habitantes del área metropolitana. Los mecanismos de participación ciudadana no fueron utilizados o resultaron un fracaso, como el presupuesto participativo. En materia de igualdad no se avanzó o directamente se retrocedió. Hay ejemplos de sobra. La inequidad en la ciudad se profundizó y hoy la expectativa de vida de quienes viven en la zona norte es de diez a quince años mayor que la de aquellos que viven en el sur, donde la tasa de crecimiento de la población es del doble; se la han dado soluciones privadas a los problemas públicos de vivienda, educación y seguridad; y cada vez hay más espacio público en manos del sector privado, al cual la gestión macrista le transfirió 120 hectáreas, o sea una superficie equivalente a la del barrio de San Telmo. No es lo que los convencionales constituyentes imaginaron, pero la Constitución porteña sentó las bases aún vigentes de una mejor ciudad.


VIERNES 26 DE MAYO DE 2017

17


Suplemento Especial

1997

El año de los piquetes Por Javier Lorca

“Hay que estar siempre del lado de los oprimidos..., pero sin olvidar jamás que están hechos con el mismo barro que los opresores.” Emile Cioran

E

ra una mañana de sol, llovían piedras y balas en Neuquén. Casi todos los manifestantes retrocedían ante policías y gendarmes armados, ella avanzaba sobre la ruta 17. ¿Por qué? ¿A dónde iba? Nunca pudo explicarlo. De pronto trastabilló, cayó al suelo. Una bala 9 mm., disparada por un policía, le había atravesado el cuello después de rebotar en el piso. El asesino nunca tuvo nombre (el crimen sigue impune), pero desde esa mañana del 12 de abril de 1997 el nombre de ella es símbolo y cifra de los movimientos de desocupados que encontraron en los piquetes una manera de ser escuchados por la sociedad que preferiría acallarlos. Teresa Rodríguez tenía 24 años.

Desde los márgenes

VIERNES 26 DE MAYO DE 2017

Lejos de las grandes ciudades, fuera de foco para los medios de comunicación masivos, en las fallas de un sistema de representación fallido, hace veinte años pue-

18

blos olvidados e invisibilizados por el poder se sublevaban contra el destino que les imponía el régimen neoliberal desde principios de los 90, víctimas directas de la privatización y el desguace de las grandes empresas estatales que, durante décadas, habían sido la matriz de tantas comunidades. Desde los márgenes, los desocupados y sus familias gestaban movimientos sociales que llegarían al centro, a descomponer el ritmo incesante de la máquina productiva. Como no podían hacer huelga, porque no tenían trabajo sino que lo reclamaban, salieron a la calle a interrumpir la circulación de cuerpos y mercancías. Si desde la restauración democrática la protesta social se había limitado, con pocas excepciones, a las manifestaciones de trabajadores agremiados y militantes de derechos humanos, los movimientos de desocupados renovaron el ejercicio de la política en la calle, la que pone en cuestión a la democracia delegativa, esa empobrecida e interesada ilusión que reduce la vida política al voto. El precio fue hacerlo bajo una constante amenaza represiva. En los años siguientes, los movimientos de desocupados se extenderían por toda la Argentina, en particular por el conurba-

no bonaerense, y serían decisivos para la historia nacional: basta considerar su participación en las rebeliones de 2001 y 2002 o el arraigo y persistencia del piquete como modalidad de protesta.

Los fogoneros Teresa Rodríguez fue asesinada durante la segunda pueblada de Cutral Có y Plaza Huincul. La primera había estallado algunos meses antes, en junio de 1996. Cuatro años después de las privatizaciones de YPF y de Gas del Estado, ya se habían desvanecido las promesas con que el discurso oficial había decorado el sacrificio de los trabajadores al mercado desregulado. El desempleo era altísimo en la zona, las indemnizaciones ya se habían consumido. En una situación que se replicaría en otras localidades, los habitantes de Cutral Có y Plaza Huincul –generaciones de trabajadores bien pagos, con estabilidad laboral y derechos institucionalizados– no estaban dispuestos a perder tan mansamente sus condiciones de vida. El estallido se produjo cuando la gobernación de Neuquén canceló la instalación de una planta agroquímica, un horizonte posible de empleo. Desde el jueves 20 de junio y durante seis días, hombres y mujeres cortaron rutas y calles en más de veinte lugares para reclamar trabajo. Improvisaron fogatas para pasar las noches del invierno patagónico. Todavía no se los llamaba piqueteros, eran fogoneros. La provincia y el gobierno nacional de Carlos Menem enviaron policías y gendarmes para desalojarlos: el problema social entendido como problema criminal. Finalmente, el gobernador Felipe Sapag debió negociar; se declaró a la zona en emergencia social, se diseñaron programas de asistencia, se prometieron obras públicas... Ese modelo de doble respuesta del Estado también se replicaría, en tensión entre la represión y el asistencialismo. De todos modos, aquella tregua terminó en abril de 1997, cuando el conflicto social se amplió y sobre la ruta se plantaron trabajadores estatales y docentes junto a los desocupados.

La ruptura del fatalismo Casi para la misma época, pero lejos, en Francia (lo que evidencia cierto rasgo estructural del capitalismo global), Pierre Bourdieu hablaba ante un grupo de desocu-

pados organizados y los definía como “un verdadero milagro social”. “La primera conquista de este movimiento es el movimiento mismo: su mera existencia saca a los desempleados y, con ellos, a todos los trabajadores precarizados, cuyo número crece cada día, de la invisibilidad, del aislamiento, del silencio, en resumen, de la inexistencia”, recuperan el orgullo personal y una identidad, y “sobre todo nos recuerdan que una de las bases del actual orden económico y social es el desempleo masivo y la amenaza que eso implica para todos los que aún tienen trabajo.” Por eso, decía Bourdieu, “la movilización de aquellos cuya existencia constituye el factor principal de desmovilización es el más extraordinario aliento a la movilización, a la ruptura con el fatalismo político”.

Autonomía, heteronomía La ecuación que sumaba ajuste en el sector público y privatización de empresas estatales, desempleo masivo, economías regionales devastadas por la desregulación, desindustrialización, cierre de ramales ferroviarios, entre otros factores, tuvo el mismo resultado en el sur y en el norte del país. La revuelta pionera quizá haya sido la de las mujeres de los mineros de Sierra Grande, Río Negro, en 1991, que cortaron la ruta 3 tras el cierre de Hypasam. Después de las protestas registradas en Neuquén, en mayo del 97 los piquetes en rutas y calles se repitieron en Salta y Jujuy: General Mosconi, Tartagal, San Salvador, Ledesma... Una experiencia peculiar, que todavía perdura, es la Unión de Trabajadores Desocupados (UTD) de Mosconi, la organización comunitaria que construyeron ex trabajadores de YPF, otros desempleados y jóvenes precarizados sin trayectoria laboral. En sus dos décadas de historia, la UTD ha logrado articular acciones de protesta como los piquetes, en reclamo de asistencia estatal, con acciones colectivas autónomas que tuvieron y siguen teniendo “un claro sentido de disputa territorial” –como observó Norma Giarracca–, en conflicto con el propio Estado y con los actores y las corporaciones del modelo extractivo de recursos naturales, sea petróleo o soja. Hoy, con un Estado otra vez en retirada, la UTD subsiste con la producción cooperativa de sus granjas, huertas y talleres.


Pensamiento insurgente La emergencia en América latina, desde fines del siglo XX, de movimientos sociales como las organizaciones de desocupados, campesinos o pueblos originarios, renovó las prácticas políticas, las formas de sociabilidad y también los debates del pensamiento crítico. Propició, en palabras de Boaventura de Sousa Santos, un proceso de descolonización del saber y de reinvención de la emancipación social, una epistemología del sur, cuyo destino aún se está escribiendo.

VIERNES 26 DE MAYO DE 2017

19


Suplemento Especial

1998

El femicidio que no tuvo ese nombre Por Andrés Osojnik

F

altaban muchos años para que los asesinatos de mujeres por el hecho de serlo tuvieran un nombre, salieran de la invisibilidad social. Era la época de la “violencia doméstica” y el “crimen pasional”, de muertes naturalizadas que ni siquiera llegaban a ser noticia. O que solo lo eran si ofrecían otros elementos que los hicieran atractivos a la avidez mediática. Por eso, su muerte fue simplemente “el crimen de María Soledad Morales”. Ella era una chica de 17 años que estudiaba en un colegio religioso de Catamarca. El 8 de septiembre de 1990 desapareció y su cuerpo fue encontrado dos días después, un lunes, en las afueras de la ciudad, en medio de un basural.

sión llevó a la directora del colegio, la monja Martha Pelloni, a exigirles que lo hicieran en silencio. A la semana siguiente, la convocatoria se repitió y esa vez se sumaron otras escuelas. Al otro jueves lo hicieron los padres, luego otros vecinos y por fin una multitud; fueron las “Marchas del silencio” que llegaron a reunir más de 30 mil personas en una provincia escasamente acostumbrada a la manifestación de cualquier reclamo. Al frente siempre estuvieron los padres de María Soledad, Ada Rizzardo y Elías Morales. Y la directora del colegio, ya para entonces la “hermana Martha”, como fue conocida en todo el país. El primer acusado fue un novio secreto de

VIERNES 26 DE MAYO DE 2017

Télam

20

Parecía un asesinato como tantos otros, como los de tantas otras adolescentes y mujeres en la provincia, y así actuó la policía, con la torpeza habitual para borrar huellas, desperdiciar indicios, pisotear evidencias. O con la habilidad también habitual para encubrir. Las compañeras de “Sole” no lo entendieron así. Se estremecieron con el cadáver de quien hasta ese momento había sido una alumna más del Colegio del Carmen y San José, se vieron reflejadas en su tormento y decidieron reclamar justicia. Sabían por la fuerza de la historia que el destino de ese crimen sería la impunidad. El jueves siguiente decidieron marchar para reclamar justicia. Gobernaba Ramón Saadi, herededo de una dinastía caudillesca que venía manteniendo desde hacía 40 años un poder feudal en la provincia. El miedo a una repre-

María Soledad, Luis Tula. Pero la cocaína hallada en el cuerpo, los vejámenes cometidos y la trabajosa limpieza y descarte del cadáver llevaron a suponer que había más gente involucrada. Y aparecieron los “hijos del poder” como sospechosos. Uno de los señalados fue Guillermo Luque, vástago del entonces diputado Ángel Luque, principal operador político de Saadi. El gobernador acusó el golpe. Se sucedían las marchas del silencio, los jueces en la causa, las presiones, las idas y venidas en la investigación, los rumores, las operaciones, los testigos que aportaban datos, los que aportaban delirios, los que embarraban la cancha. Se sucedían también las evidencias sobre la corrupción y el narcotráfico en la provincia. Catamarca era el epicentro del escándalo político en el país y para el presidente Carlos Menem

la situación se tornó lo suficientemente insostenible como para bajarle el pulgar a su aliado. Llegó la intervención y con ella el derrumbe de la dinastía saadista. Y para “esclarecer” el caso, el riojano envió a la provincia al subcomisario Luis Patti, un represor de la dictadura que llevó consigo su método de investigación, la tortura, con la que buscó sacar de la mira a los hijos del poder y posarla únicamente en Tula, el eslabón humilde del caso. Todo terminó en un nuevo fracaso y escándalo. La intervención dio paso a nuevas elecciones, ganó un frente dominado por el radicalismo, pero la Justicia siguió igual de amañada y corrupta. En 1996 el caso llegó finalmente a juicio oral, con Tula y Luque como únicos acusados. Los personajes de entonces, los testigos de uno y otro tipo volvieron a desfilar, esta vez ante el tribunal y con una televisación en directo a todo el país. Pero cuando las audiencias llevaban ya varios meses, un gesto entre dos jueces del tribunal captado por las cámaras fue interpretado como una señal de favoritismo hacia Luque. Ambos fueron recusados y el juicio quedó en la nada. El segundo intento se inició al año siguiente, esta vez sin transmisión en vivo y con la presidencia de un juez entonces respetado, Santiago Olmedo de Arzuaga. Entonces, porque años después se conocerían, como en el caso de Patti, las acusaciones en su contra por complicidad con crímenes de lesa humanidad, por las que ahora está siendo juzgado. La sentencia llegó recién en 1998: el tribunal convalidó la antigua hipótesis: que Tula entregó a la chica a Luque, quien junto con sus amigos la llevó a una fiesta de sexo, drogas y muerte. Condenó al primero a nueve años de prisión y al segundo a 21. Y ordenó investigar la trama del encubrimiento, un listado largo que incluía al jefe de Policía de entonces, ex jueces y hasta al propio Saadi. El Frente Cívico y Social seguía en el gobierno, pero prefirió aquietar las aguas. Ninguna causa prosperó contra los encubridores, que se fueron reciclando cada uno a su manera. Hoy, por caso, Saadi busca volver a la gobernación, en 2019, con su minúsculo Movimiento de Acción Provincial, un residuo escaso del poder de antaño. Elías, el papá de María Soledad, murió el año pasado. Ada, la mamá, atiende un pequeño negocio familiar. “A ninguna madre le cierra una herida como ésta, donde mi familia ha quedado marcada para siempre”, reflexiona, entre el dolor por la hija arrebatada y la sensación de una justicia a medias, por tantos cómplices y encubridores que quedaron impunes. Tula y Luque ya cumplieron sus penas y están en libertad, ambos con un bajísimo perfil. Tula, tras haber estudiado en la cárcel, litiga como abogado en el fuero local. Cada 8 de septiembre, una misa sigue recordando a María Soledad en la Catedral catamarqueña. Pero ahora, cada 3 de junio –el próximo está muy cerca– la marcha de NiUnaMenos la incorporó en la larga lista de mujeres víctimas en la provincia de la violencia machista y del poder en todas sus variantes. Ahora sí, el crimen de María Soledad Morales es nombrado como femicidio.


VIERNES 26 DE MAYO DE 2017

21


Suplemento Especial

1999

El fantasma de Ramallo Por Horacio Cecchi

L

VIERNES 26 DE MAYO DE 2017

e digo que pasaron casi 20 años de Ramallo y me pregunta de qué estoy hablando. Tiene 25 años. La última generación no sabe cómo fueron los acuerdos político-policiales que hicieron de la Policía de la Provincia de Buenos Aires, la Bonaerense, para sintetizar aquello de La Maldita Policía, Cabezas y “la mejor policía del mundo”. Tal vez, sepan más de la policía de Camps, porque hubo y hay una militancia por los desaparecidos, por la restitución de lxs hijxs, por los derechos humanos, por la memoria. Pero la memoria requiere de un ejercicio para relatar aquello que las actuales generaciones de jóvenes no presenciaron. No saben qué pasó en Ramallo ni que lo que haya pasado fue obra de la autonomía policial y su poder de negociación con el poder político del mundo. No saben. Sólo conocen a la actual Bonaerense. La sufren. Sufren una foto instantánea. Hoy, en una escuela en Berisso, en Banfield, en Lomas de Zamora, en San Martín. Saben por la participación directa en el asesinato de Araceli Fulles, en los ataques a las militantes del Encuentro Nacional de Mujeres en Mar del Plata. Lo saben en la violencia contra los piquetes. O la zona liberada en el barrio El

22

Martillo en Mar del Plata. Ramallo es la misma foto que ven ahora, la misma Bonaerense, pero hace 18 años. Capaz de sumar acuerdos políticos en la cúpula para obtener o mantener su poder; admitir y liberar zonas a bandas policiales con su negocio del asalto pyme, sostener su base cotidiana de peajes a los piratas del asfalto, los narcos, la trata y la explotación sexual. Pero hay una diferencia. La violencia policial y de la Bonaerense en particular hoy es una demostración de fuerza, busca ser visible, busca mostrar su violencia, busca atemorizar. Ramallo es una foto que la Bonaerense no quiere mostrar. Porque es el fantasma de lo que esta violencia actual mantiene latente. Ramallo es lo que la violencia de la Bonaerense puede llegar a hacer descontrolada de poder. El 16 de septiembre de 1999, una banda asaltó la sucursal del Banco Nación en Villa Ramallo poco antes de que abriera sus puertas al público. Tres asaltantes entraron aprovechando la entrada de un correo y quedaron encerrados en el lugar, tomaron tres rehenes, el gerente de la sucursal, Carlos Chaves, su esposa, Flora Lacave, y el contador del banco, Carlos Santillán. Los tres asaltantes, Javier Hernández, Carlos

Martínez y Tito Saldaña. La toma de rehenes empezó antes de las 10 de la mañana y terminó alrededor de las 5 del día siguiente, de la peor manera. El final, a la madrugada del 17, tomó forma con la salida intempestiva del auto del gerente en el que escapaban los tres asaltantes cubiertos con los tres rehenes. Al menos un centenar de policías los fusilaron. Murieron el gerente Cháves, el contador Santillán, el asaltante Hernández. Flora Lacave, herida en una mano, fue arrancada del auto tironeada del cabello y no la mataron porque al uniformado que la sacó del interior lo detuvieron con un grito. Martínez salió con un brazo partido por las balas. Sobrevivió, fue condenado y se mató en una moto cuando ya empezaba a salir en libertad. Saldaña salió completamente ileso. Sobrevivió unas horas. Lo encerraron en una celda de la comisaría de Villa Ramallo y lo ayudaron a suicidarse dandole un golpe en la cabeza que lo adormeció (los peritos estudiosos lo conocen como anestesia de Brouardel) para ahorcarlo y colgarlo como si hubiera podido hacerlo por su cuenta. La masacre de Villa Ramallo terminó con la Bonaerense buscando tapar su incapacidad cuando la impunidad se desata como un elefante en un bazar, y el poder político desesperado por despegarse de semejante chicle de plomo pegado en la cabeza. La Justicia hizo lo suyo: logró la condena de Carlos Martínez; y la de otros integrantes de la banda que no habían entrado al banco pero que participaron de uno u otro modo en los preparativos. Pero no avanzó a fondo. Entre los condenados de la banda destaca el que era el cabo primero del polémico Comando de Patrullas de San Nicolás, Aldo Cabral, la pata policial visible en la banda, condenado a 17 años, en lugar de los 25 que pidió el fiscal Eric Warr. Cabral conocía los movimientos policiales. Entregó el handy Yaeschu modulado con la frecuencia policial VHF 159.455, a través del que se dieron garantías a los asaltantes para que se fugaran a través de un corredor supuestamente libre de riesgos policiales. Cabral diseñó el mapa del banco. Hallaron una copia en su casa. Pero además hubo un juicio a los policías que dispararon desde el corredor que se había dispuesto para que saliera el auto. Siete condenados por disparar y matar o herir. De ellos, destaca Oscar Parodi, suboficial principal del mismo Comando

de Patrullas de San Nicolás, o sea, compañero de Cabral. Recibió 20 años. Su caso es paradójico. Una bala de su FAL dio muerte a Chaves. Pero al ser detenido dijo que él no había disparado. En una segunda declaración se autoinculpó. Pero antes del juicio pidió protección y sostuvo que un superior suyo había disparado. Es probable. La relación entre Cabral y Parodi, es innegable, pero ambos cayeron en causas separadas. Uno porque participó directamente en la banda. El otro, como si hubiera sido parte del centenar de policías autoconvocados que no tenían otra orden que la incitación a meter bala a la delincuencia, convocada por Carlos Ruckauf unos meses antes, en plena campaña electoral para rasguñar votos duros del otrora candidato de la mano dura y luego condenado como represor, Luis Patti. Los agujeros negros de Ramallo muestran en claroscuro lo que se buscó tapar. Se sabe que la banda se comunicaba con el handy con modulación policial. El handy desapareció. Se comunicaba con un punto a punto con un handy policial del Comando Patrullas. Desde ese extremo exterior le fueron indicando a Saldaña (que conocía a los policías) la posibilidad de escapar saliendo del banco hacia la izquierda. Saldaña decidió salir con los rehenes. ¿Por qué con los rehenes si tenía garantizada la salida? Saldaña no debe haber creído del todo la garantía, pero nunca debía haber sentido capaz a la Bonaerense de disparar contra rehenes. Se equivocó. Un francotirador policial vigilaba la puerta y avisó que salía el auto con los rehenes. El aviso del francotirador se superponía con órdenes de diferentes comandos y jurisdicciones. Propio del desorden de la Bonaerense. Los autoconvocados se desplegaron alrededor del pasillo que armaba la calle. Hacia la derecha el auto no podría salir, la calle estaba bloqueada por la policía. Allí estaba ubicado Parodi o, al menos, su FAL. Y fue el primero en disparar pese a la advertencia. ¿Por qué disparó primero y sin orden? No se sabe, pero se puede presumir que sabía que su disparo motivaría a la respuesta que desataría el vendaval de balas. Saldaña vació su cargador. A Saldaña le respondió el centenar de policías. ¿Por qué el patrullero de Cabral estaba ubicado fuera del lugar establecido, a una cuadra de donde terminó el auto que llevaba a los rehenes? Es-


PáginaI12 30años

te cronista y el reportero gráfico de este diario Jorge Larrosa se toparon con el patrullero apenas concluidos los disparos, lo que quedó graficado en una imagen en la que aparecen Cabral y otro policía que no pudo ser incorporado a la causa. Hacia ese patrullero llegó corriendo el cabo Alberto Castillo, del mismo comando, también fotografiado en su carrera. La tarea de Castillo fue la de recoger del auto del gerente un bolso (el de Flora Lacave) en el que estaba guardado el handy y un arma larga. El handy y el arma nunca aparecieron. Castillo también fue fotografiado corriendo con el bolso hacia el patrullero apenas terminó el tiroteo. Ambas fotos fueron tapa

de PáginaI12. Tras la identificación de la foto y el reconocimiento del bolso por Lacave, Castillo fue detenido. Cuando lo liberaron fue recibido como un héroe (bajo proceso). Como Saldaña, terminó muerto. Del eslabón que conocía los lazos policiales, Saldaña, curiosamente la Justicia no se ocupó. No investigó su muerte habiendo ocurrido en una comisaría, no cualquiera, sino la más vigilada del país en ese momento. Ocho años después aceptó a regañadientes que lo habían matado. Quién lo trasladó a la comisaría fue Cabral. Se conocían, claro. Saldaña se había quedado sin rehenes. Sabía de lo que eran capaces y sabía que co-

nocía sus nombres. Cabral, también. No era el único. Es imposible que un cabo primero, solo, mueva un patrullero, se instale en un lugar no ordenado durante un operativo, reciba un bolso tomado del baúl del auto de los rehenes. Que su compañero, Parodi, o su FAL, sea el primero en disparar a matar, y que su otro compañero, Castillo, corra a buscar el bolso. Los tres conocían a Saldaña y ninguno quería aparecer mencionado. La sospecha es que no eran ellos tres solos. El jefe de la comisaría de Ramallo donde mataron a Saldaña fue llamado a La Plata para tratar sobre la crisis de la toma de rehenes. Durante su ausencia, tuvo lugar la performance sobre el detenido que

debía ser el más custodiado del país. Y lo estaba, pero solo que por sus compañeros de banda. Nada de eso se investigó. Y es llamativo el interés de la Bonaerense por plantar casualidades en el caso. En las sucesivas tomas de rehenes post Ramallo, los asaltantes reclamaban cámaras y más de una vez se los escuchó advertir: “¡No quiero que esto termine como Ramallo!” Hoy, se incita a meter bala desde el discurso del presidente Macri y la gobernadora Vidal, y la Bonaerense (también otras policías) responde con sus atropellos. Sigue con sus negocios, sigue con su tremendo desorden elefantiásico. Sigue presente el fantasma de Ramallo.

VIERNES 26 DE MAYO DE 2017

23


Suplemento Especial

2000

La parábola de Rodrigo Por Fernando D’Addario

H

VIERNES 26 DE MAYO DE 2017

oy el santuario de Rodrigo en Berazategui está abandonado y ya casi nadie le pide milagros a su estampita, pero hace 17 años, durante varios meses después de aquel 24 de junio frío y lluvioso, no se habló de otra cosa. No es que no pasara nada en la Argentina: la esperanza blanca de la Alianza nacía herida de muerte por el escándalo de las coimas en el Senado, Charly García se había tirado a la pileta con éxito desde el noveno piso de su hotel, Boca ganaba su primera Copa Libertadores en 22 años y Favaloro se pegó un tiro en el corazón, abrumado por las deudas. Pero la muerte de Rodrigo rompió todos los moldes. Como era de rigor, hubo una interpretación socio-política de ese accidente fatal en la ruta La Plata-Buenos Aires: se creyó ver en esa tragedia una parábola del fin del menemismo: ascenso vertiginoso, éxito, mujeres, una 4x4 accidentada a 150 km/h, de madrugada, una muerte simple devenida en misteriosa. Pero como burda paráfrasis del diagnóstico de un conocido filósofo alemán, la historia se repitió dos veces: primero como tragedia y después como farsa.

24

La cultura menemista, si es que algo así existió, se hizo oír más estridentemente después de la muerte del cuartetero. Los epígonos de Rodrigo se encargaron de hacer el trabajo: familiares, representantes artísticos, periodistas, bailanteros, generaron un circo ruidoso y redituable, más compatible con el “affaire Pontacuarto” que con la sobriedad prometida por los nuevos tiempos. En tan solo un año, la “marca” Rodrigo generó unos 15 millones de dólares. Es decir, tres veces más de lo que el cantante ganó en vida. La industria del Rodrigo post mortem incluyó desde escarbar el fondo de la olla (llegaron a encontrarle y editarle un disco “unplugged”; su ex novia Alejandra buscó en un cajón un casete en el que aparecía cantando con Rodrigo el tema “Figúrate tu”, lo llevó a la compañía discográfica, en estudios lo retocaron un poco y a los dos días estaba en la calle y en las radios), el invento de bandas nuevas (de las concebidas como “tributo a…”), hasta la concreción de una película impresentable (pero taquillera), pasando, claro, por la proyección a la esfera cuartetera de la siempre lucrativa guerra de los canales: “Movete”, por América” y “Ve-

nite con Georgina”, en Azul (sí, había un canal que se llamaba Azul) dirimían sus diferencias (peleaban por el tercer puesto en el rating) con Rodrigo como grito de guerra. En los trenes, los pibes vendían casetes truchos, CD caseros, posters y llaveros con la figura de “El Potro”. En plena recesión, encaminado sin obstáculos a la implosión que ocurriría un año después, la Argentina tenía para mostrar un producto exitoso: Rodrigo muerto. La parábola del fin del menemismo –asociada también al final de la década del 90 y del siglo XX– admite en este caso un matiz diferencial: a Menem, tras su caída, se le empezó a despegar todo el mundo. Al fantasma de Rodrigo, en cambio, se le empezaron a pegar propios, cercanos, lejanos y ajenos, hasta generar una efímera pero intensa neurosis colectiva. De un barrio de Florencio Varela llegó la noticia de que dos fotos de Rodrigo lloraban sangre, mensaje desde el más allá que se repitió en Paysandú. El suicidio de dos adolescentes, después de su muerte, se inscribió en ese mismo terreno de lo inexplicable y lo excesivo, como la reacción de su madre,

Beatriz Olave, que cantó ante las cámaras pocas horas después de enterarse de la muerte de su hijo. En Córdoba se produjo otro milagro de la fe: la imagen de Rodrigo ayudó a resucitar a Belgrano, un equipo que estaba casi condenado a irse al descenso y que, con la cara del Potro inscripta en la camiseta (como una publicidad a la inversa: Rodrigo publicitando a Belgrano) ganó en forma insólita los tres últimos partidos del Clausura, eliminó a Quilmes en la promoción y se quedó en Primera. El primer milagro de Rodrigo, no obstante, fue ligeramente ruinoso para las cuentas públicas. Al día siguiente de su muerte, la Caja Popular de Ahorros de Tucumán perdió la suma de 1,8 millón de pesos por culpa del cantante cuartetero. Los números 827 (coincidente con la edad de Rodrigo) y 47 (la muerte), jugados masivamente por los apostadores de quiniela, salieron favorecidos en los sorteos matutinos y vespertinos. Hubo otros pormenores, como la guerra judicial entre una parte de la familia y el manager por diferencias en las liquidaciones; la teoría conspirativa que atribuía la muerte de Rodrigo a una


PáginaI12 30años

maniobra de la mafia, amparada por oscuros intereses económicos y políticos; la lapidación mediática y las agresiones -incluso físicas-sufridas por Alfredo Pesquera, el automovilista que había tenido un altercado con Rodrigo en la ruta minutos antes del accidente. Todo eso ocurría en la Argentina del realismo mágico, ya sin Menem, allá por el segundo semestre de 2000. Ya en el plano de la “realidad verdadera”, en prolijos despachos el gobierno de la Alianza se encaminaba a acordar con el Fondo Monetario Internacional un blindaje de 40 mil millones de dólares, que nos protegería para siempre de eventuales accidentes económicos.

VIERNES 26 DE MAYO DE 2017

25


Suplemento Especial

2001

La desconexión y el estallido Por Sandra Russo

D

VIERNES 26 DE MAYO DE 2017

os años antes, la frase fetiche del presidente Fernando de la Rúa había sido “Dicen que soy aburrido”. Fue una campaña en la que él mismo intentaba negar eso que se decía, en otros spots en los que se lo veía bajando de un helicóptero militar, con gesto de mando. Como si fuera un hombre de acción. Probablemente lo único importante de De la Rúa, para el electorado que lo votó, era que no era Menem. Y que su Alianza con el Frepaso, se esperaba, generaría una leve brisa hacia la izquierda, viniendo como veníamos del dorado Versace, La Ferrari, las danzas árabes, el programa de Neustadt conducido por el Presidente, los suspiros de admiración de Susana Giménez, en fin, ésa era la espuma: el café negro había sido la sucesión ininterrumpida desde l989 de las privatizaciones, la reforma del Estado y la destrucción de la industria nacional. Dos años antes se había votado contra la espuma. Nuestra mirada como pueblo no llegaba a la borra de ese café negro, que era el modelo. Cuando efectivamente De La Rúa comenzó a aburrir, y la crisis siguió profundizándose, no entendimos la bisagra nefasta que significó devolverlo a Domingo Cavallo al ministerio de Economía. Clarín y La Nación hicieron el lobby que todos creyeron que eran noticias. “Lo pedían los diarios”, dijo mucho después De la Rúa para explicar el nombramiento. Eramos un país que creía en los grandes diarios. Después todo se precipitó. Eramos sensibles a cualquier estornudo en el mundo. Cavallo se encogía de hombros porque aplicaba el programa del FMI. Como si depender del FMI hubiese sido un accidente meteorológico. Y mientras tanto, en la espuma, había una grieta semejante a la actual, sólo que ahora le ponemos palabras, sólo que ahora éste es un país politizado. En la espuma había incluidos que viajaban a Miami y se erotizaban con ser pasajero frecuente, y había familias de clase media que volcaban hacia la villa, y había pibes de la villa, miles, que murieron en esos años por el paco o el gatillo fácil. Los excluidos primero no entendían. Sobre todo los de clase media. En las empresas grandes les ponían councelors para entrenarlos y prepararlos en la búsqueda del nuevo trabajo. Pero no había nuevo trabajo. Todo era una puesta en escena. Por primera vez, el capitalismo no buscaba solamente explotar a los trabajadores. Para explotarlos, necesitaba generar condi26 ciones en los que millones de personas co-

miendo de la basura fueran el excedente de población prescindible a la vista, y al mismo tiempo bloquear cualquier reclamo sindical. En 2001, este pueblo estaba moralmente quebrado, porque el peronismo primero y el radicalismo después habían sido infiltrados por las ideas de época, que no estaban destinadas a confluir en un partido político, porque entre esas ideas figuraba la de erradicar la política, hegemonizando bipartidismos infames, que los que poco a poco fueron implantando en Europa. Una prioridad poco mencionada del neoliberalismo es la destrucción de los partidos políticos y de todas las formas de representación popular.

desde un no lugar en las instituciones, subían o bajaban el pulgar ante cualquier decisión política. Lo levantaban si se tenía “el coraje” de hacer sufrir a un pueblo. Lo bajaban si alguien se rebelaba. Mucha gente lo aceptaba como argumento. “Los mercados” nos tenían pendientes cada día del “riesgo país”. Los grandes diarios publicaban el “riesgo país” diario en sus tapas. En 2001, meses antes del estallido, las esquinas eran paradas obligadas para trapitos, equilibristas, vendedores de curitas, de metros metálicos o de ventiladores portátiles. El desempleo ya era una mancha venenosa que se extendía. Muchos de esos jóvenes y hombres y mujeres de mediana edad,

En 2001, por ejemplo, en medio de la crisis imparable que nos venía de frente y que sólo dimensionaban sus generadores, un técnico del FMI dijo que en la Argentina todo funcionaba perfectamente, y que la depresión general, la impotencia sexual, los abusos de alcohol, la descomposición de las familias, el hambre de los cartoneros que hicieron su irrupción fantasmal al caer la tarde en la gran ciudad, era un “problema psicológico”. En 2001 ya había tomado cuerpo, forma, y una gran porción del sentido común la abstracción “los mercados”. “Los mercados”–que eran los bancos trasnacionales, el sistema financiero internacional, las corporaciones mediáticas que ya comenzaban su cartelización global–, eran el realidad algo así como tutores invisibles, o ánimas en pena buscando más dinero, o entes abstractos e inaccesibles que desde un no gobierno y

venían de años de tener trabajos estables. Recuerdo a Celia, que vendía fresias a dos pesos el ramo de seis. Celia había trabajado los últimos años en una casa de familia, cuidando a dos niños cuyos padres trabajaban en una empresa de seguros. La empresa había quebrado. Los despidieron a los dos, que a su vez despidieron a Celia. Ella tenía más de cincuenta años. Tardó tres meses en reaccionar. Tres meses de mirar fijo la pared del cuarto que compartía con su hermana en Lanús. Hasta que decidió salir a las esquinas de Palermo con sus ramos de flores. No ganaba mucho. Casi nunca le alcazaba ni para una buena cena. Pero me dijo: “Por lo menos estoy en la calle, hablo con alguien, vuelvo a casa con algo. Si no, voy a mirar la pared hasta que me muera”. El 2001 quebró, entre otras muchas empresas, una juguetería emblemática, El País de las Maravillas. Tenía deudas porque ha-

bía pedido créditos que no podía pagar. Había despedido a la mitad de los empleados. Pero ni aun así pudo sobrevivir. Uno se había acostumbrado a las veredas salpicadas de carteles que rezaban “Todo al costo por cierre”. Nuestras vidas estaban al costo por cierre. Las políticas de Cavallo nos redujeron a eso como ciudadanos. No influíamos o no sabíamos cómo influir, porque nadie nos representaba. En 2001 había grescas y peleas a cada rato y por diversas cuestiones. La gente estaba irritada. Había piñas en aeroparque si se caía el sistema, piñas en la calle si un auto pasaba a otro y lo rozaba, piñas a la salida de los boliches, piñas en los lugares de trabajo por serruchadas de piso Enrique García Medina o sospechas de algo por el estilo. No acertábamos a diagnosticar correctamente nuestro malestar, y eso no era casual: era la obra maestra del neoliberalismo, cuyos principales cómplices no fueron en un principio los políticos sino las líneas editoriales de los grandes diarios, que reforzaban la idea de que Domingo Cavallo nos devolvería a la burbuja de la convertibilidad. ¿Cuál podía ser la lógica de que la llave de la salida la tuvieran los portadores de las ideas que nos habían hundido? Los formadores de opinión, que actuaron impunemente y lo siguen haciendo todavía hoy. Y claro que para aquel estallido de desesperanza, para aquel grito de que se fueran todos y que no quedara ni uno solo, también colaboraron activamente y uno por uno los dirigentes políticos y sindicales que uno por uno se fueron arrodillando ante las conveniencias, ante los premios, los sobres, los canjes, las promesas, las servilletas, las fotos, los asados, las convicciones a las que una por una fueron renunciando. Después llegó el corralito, la clase media en estado catatónico en la puerta de los bancos, la gente agarrando a patadas a los cajeros automáticos, los infartos en las colas y hasta en las gerencias de los bancos y, hacia fines de año, los saqueos. Y De la Rúa diciendo por cadena nacional que todo funcionaba con total normalidad. Esa desconexión, esa desidia, fue el detonante. Antes de que terminara el discurso ya todo era ruido a cacerola, ya todo era caminata inorgánica a la Plaza, ya todo era un solo grito, que se fueran. En este repaso acelerado, yo me quedaría pensando en el detonante, en la gota que rebasó el vaso de hastío, indignación y sufrimiento: un Presidente sin la menor conexión real con su pueblo. No sé si esa descripción les hace acordar a algo.


PáginaI12 30años

2002

Sí matarás Por Martín Granovsky

L

lidad no cierra porque falta información. La tensión sale del oficio de periodista. Su origen es indefinible. La capacidad de olfatear esos momentos únicos se transmite de generación en generación, por anécdotas o por lecturas, y se percibe al instante. Empieza con un murmullo, se generaliza en un movimiento que se desparrama sobre todo el diario, sigue con preguntas en voz alta y avanza con hipótesis. Requiere de tanta lógica como conocimiento histórico, que es individual y de grupo porque la redacción es un hecho colectivo. Y precisa calle, mucha calle, en los dos sentidos de la palabra. Calle como experiencia acumulada y calle

Un problema era la supervivencia de Duhalde, el presidente interino cuyo mandato quedó puesto en duda. Como se sabe, Duhalde no llegó hasta diciembre de 2003 sino que convocó a elecciones anticipadas. Otro gran problema giraba en torno de los peligros que se crean cuando desde los niveles más altos del poder político queda instalado el fantasma del caos. Ese fantasma permite luego la sobreactuación de los funcionarios y legitima la violación del Estado de Derecho. El tercer grupo de problemas que el diario detalló en sus ediciones de aquellos días de junio apuntaba al modo en que la poli-

como práctica ineludible ante el desafío nuevo, cuando solo la crónica y la foto pueden llenar con seriedad los huecos que la mente ya empezó a dibujar ante el primer estímulo. La tensión periodística no es insípida, inodora e incolora. En Página la intuición y el razonamiento funcionan con mayor intensidad cuando están en juego la vida y la muerte, cuando el responsable de la muerte es el Estado y cuando en el fondo de las cosas manda la injusticia social. El diario del 27 había alcanzado a cubrir los hechos del 26. Quedaba clara la represión. La palabra “cacería” inundó títulos y textos. Aunque todavía no era posible saber que fue el autor de los asesinatos, el nombre de Fanchiotti figuró en las narraciones. Pero además esa edición de PáginaI12 muestra que el diario dimensionó muy rápido los problemas en juego.

cía como cuerpo debe actuar en un contexto de protesta social y a la manera en que un oficial de policía debe recibir las órdenes. La historia indicaba que el “no matarás” debe ser explícito y ser advertido previamente de arriba hacia abajo con una certeza: el que hiera o mate no será protegido y quien no cumpla las órdenes, más allá de lo que resuelva la Justicia, perderá su carrera. PáginaI12 fue develando que el 26 de junio no existieron ni la orden ni la advertencia y dejó abierta la eventualidad de que los homicidios pudieran haber formado parte de un programa de escarmiento. Orden o muerte. Ese momento luminoso del diario en medio de la oscuridad del plomo y la sangre ayudó a redondear valores y prácticas. A veces el recuerdo de los años de Néstor Kirchner suele estar asociado a un estereotipo y a una abstracción. El estereotipo,

utilizado por quienes critican su política de seguridad callejera, dice que Kirchner alentó el desorden. La abstracción, usada por los que ven con simpatía la política del presidente que gobernó entre 2003 y 2007, anota que Kirchner no quiso criminalizar la protesta. Pero todo es más simple. La edición del 28 de junio de 2002 incluye una declaración del entonces gobernador de Santa Cruz. “El 27 por ciento de desocupación y los 19 millones de pobres abonan el clima de violencia social actual, donde los que no tienen trabajo se quejan y salen a cortar rutas y los que lo tienen se quejan porque se ven perjudicados”, decía Kirchner, y reDyN gistraba que “indudablemente estamos viviendo una situación de alta conflictividad social en la que el gobierno nacional no debería reemplazar su falta de autoridad con autoritarismo”. Estaba a contrapelo de otros gobernadores, como el cordobés José Manuel de la Sota y el salteño Juan Carlos Romero, quienes preferían señalar su preocupación por el desorden. Kirchner hizo entonces una síntesis: “No quiero ver más argentinos muertos en las calles”. En 2003 impuso la teoría cuando asumió la Presidencia y la convirtió en doctrina sobre el terreno en el 2004, cuando prohibió que la Policía Federal llevara armas a las manifestaciones. La traducción fue un cambio completo de cúpulas que Kirchner realizó y controló. Desplazó al jefe Eduardo Prados, que no quería una policía desarmada, y lo sustituyó por los comisarios Néstor Vallecca y Jorge Oriolo. Kirchner en persona les dio instrucciones de cómo debían bajar las órdenes y qué pasaría con quienes desobedecieran. Así estrenó el período más largo de la democracia sin muertos en medio de conflictos sociales, casi una rareza en un país donde “la política de tolerancia tuvo, desde siempre, enemigos declarados”, como escribió Sergio Moreno en la edición del 27 de junio de 2002. “Empresarios, banqueros, gobernadores, ministros, legisladores, intendentes y dirigentes políticos de variado pelaje pero similar pensamiento” presionaron para reprimir la protesta, informó Sergio, que se enfermó y murió en octubre de 2006. El último párrafo de la columna publicada al día siguiente del asesinato en Avellaneda dice: “Clamaron (y claman) por endurecer la mano. Ayer se endureció”. martin.granovsky@gmail.com

VIERNES 26 DE MAYO DE 2017

a foto de tapa muestra a un chico tirado en el piso, boca arriba, la cabeza sobre un charco de sangre. El título del 27 de junio de 2002 tiene tres palabras: “Con Duhalde también”. El “también” de PáginaI12 era una alusión a Fernando de la Rúa, que siete meses antes había tomado el helicóptero dejando atrás la Presidencia y 36 muertos. Informa el texto de tapa: “La salvaje represión policial tras un choque con los piqueteros provocó dos muertos y cuatro heridos graves con balas de plomo, otros 90 heridos con balas de goma o contusos y más de 150 detenidos”. El asesinato de Darío Santillán y Maximiliano Kosteki (el de la foto de tapa) marcó uno de los peores momentos de la democracia. Como ocurre ante las crisis, la redacción de PáginaI12 se puso en tensión de entrada, el mismo miércoles 26 de junio, cuando llegaron las primeras informaciones de la represión en el Puente Pueyrredón y la masacre en la Estación Avellaneda. Cada periodista fue volcando datos que muy pronto tomaron forma en un papel con el croquis de Avellaneda, como para entender qué había pasado, y contenido en dos conclusiones. La primera, que los muertos no eran fruto de una interna piquetera, como habían querido intoxicar con sus llamadas al diario algunos funcionarios del gobierno nacional. La segunda, que la ejecución de los chicos había estado a cargo de la Policía Bonaerense. Quedó en el misterio si hubo culpables por encima del comisario Alfredo Fanchiotti, que terminó condenado a perpetua por los homicidios. Hubo menos dudas sobre las responsabilidades políticas. El ministro del Interior Jorge Matzkin llegó a hablar de “un plan de lucha organizado y sistemático” con uso de la violencia. El jefe de Gabinete Alfredo Atanasof alertaba contra el supuesto “caos” en que los movimientos sociales envolverían a la pacífica Argentina. En los días previos el jefe de Inteligencia Carlos Soria y su número dos Oscar Rodríguez llenaron a Eduardo Duhalde de informes sobre la presunta peligrosidad de los piqueteros. Soria está muerto. Lo mató su mujer en 2012 cuando era gobernador de Río Negro. Rodríguez está retirado. Atanasof sigue próximo a Duhalde. Una redacción tensa es una redacción más atenta ante un hecho que se sale de lo normal. Incluso cuando al principio no se entiende nada y la interpretación de la rea-

27


Suplemento Especial

2003

Mujer, atea, feminista Por Soledad Vallejos

C

VIERNES 26 DE MAYO DE 2017

ayó sobre el filo del año, en esas horas que habitualmente los medios dedican a balances, recuentos de anécdotas y compendios de lo mejor y lo peor ocurrido en 365 días. La noticia era que el gobierno proponía a Carmen Argibay para integrar la Corte Suprema no entraba en ninguna de esas categorías, y aunque era un movimiento que se había anunciado, fue una sorpresa. No todos los días se entreabre la puerta para que al poder más conservador del Estado argentino llegue alguien que no acata ninguna de esas tradiciones no escritas que, sin embargo, se respetan como leyes indiscutibles. Argibay era mujer, atea, feminista. No ocultaba ninguna de esas cosas, y más allá de que lo sucediera después con el nombramiento, tenía tanta convicción en lo que sostenía que le alcanzaba con aparecer en la escena pública para agitar. Como dejaron claro después el período de impugnaciones y avales (lo que se iban a esforzar en ese tiempo los think tanks anti derechos de las mujeres, lo que sufrieron en vano) y a evaluación del Senado, curriculum no le faltaba. Había

28

pasado por todo el escalafón del Poder Judicial, había llegado a ser la primera argentina en el Tribunal Penal Internacional de La Haya. En los papeles, era correctísima. En cambio, en la vida real, Argibay era tan directa que, en un espacio más abocado a la diplomacia de las medias palabras, rozaba la incorrección. Todavía hoy, a años de su fallecimiento, su perfil es una rareza. La jueza internacional, la candidata, defendía públicamente el derecho al aborto, y lo hacía desde lugares de poder y prestigio donde eso suele suavizarse con eufemismos, como para que no ofendan ni dañen el espacio propio, que muchas veces suele construirse en silencio, o por lo menos con disimulo. Pero terminaba el año y lo que había sido un rumor de pasillo, alentado todavía más porque para fin de año Argibay había llegado a Argentina para pasar las fiestas con su madre, se convirtió en trascendido entre el 29 y el 30 de diciembre. Horas después, con la confirmación oficial, la candidatura fue noticia. La propia nominada se encargó de fogonear a su manera la polémica que se veía venir, en especial después de todo el revuelo que a mediados de ese año había acompañado la candidatura de Zaffaroni: Argibay se ocupó de decir que sí, ella era todo lo que se decía que era. Lo que terminaba de redondear el desafío era todavía más insólito: aunque no ahorraba declaraciones que podían ser incendiarias, no posaba de desafiante. La jueza ser cualquier cosa menos complaciente. Sus gestos, en esas horas en que el anuncio de su candidatura fue formalizado y ella confirmó públicamente que sí, se había reunido con el presidente Néstor Kirchner y había aceptado la postulación, fueron como de utopía. Las declaraciones son solamente palabras, pero a veces una palabra dicha en público basta para resquebrajar algo. Y Argibay eso lo sabía perfectamente. Entonces, cuando terminaba el 2003, empezó a hablar en público. Dijo, por ejemplo: “Todo el mundo le da bastante mala fama a la palabra feminista, pero yo creo que esto es un grave error. Hay que defender los derechos de las mujeres y pedir la igualdad de oportunidades, porque eso es lo que queremos. Es así, soy absolutamente feminista”. Ese 30 de diciembre, respondía una de sus

primeras entrevistas radiales como aspirante a jueza suprema, cuando la pregunta, más que a indagación, sonaba a acusación, porque ¿podía una jueza definirse de ese modo? No le temblaba la voz. Y aunque lo decía en referencia a su falta de encuadramiento orgánico en un partido político y a la independencia rabiosa que proclamaba al respecto (si lo que buscaba el flamente gobierno era componer una Corte adicta, decía, ella no tenía nada que hacer ahí) en esos minutos también reivindicó algo que ahora parece de buen tono negar: la neutralidad no existe. “En el fondo somos animales políticos”, dijo. Tiempo después, ya convertida en jueza, iba llevar ese espíritu a los detalles de su despacho: en lugar de la consabida cruz católica que preside juzgados y oficinas de magistrados, ella ponía flores. Había recorrido el caminito de la justicia argentina casi de punta a punta. Empleada interina de un juzgado nacional en 1959, secretaria interina de otro años después, secretaria de Superintendencia de la Cámara Nacional de Apelaciones criminal en 1973, llegó a jueza tras el regreso de la democracia, porque durante la dictadura, que la había secuestrado el mismo día del golpe (“¿Por qué la detuvo el Ejército?”, le preguntaron el día en que se anunció su candidatura a la Corte; “Pregúnteles a ellos, porque a mí nunca me dijeron”, replicó), se dedicó a la actividad privada. Luego, con los años, llegaron la jubilación y el Penal Internacional. Y sin embargo aceptaba la puerta entreabierta para volver. Lo hacía para devolver algo de lo recibido, decía, y no había ningún amago de actuar modestia en sus palabras. “Si en este momento me ofrecen un cargo de semejante envergadura y yo creo que se puede hacer algo por el país desde ese cargo, creo que también es una obligación como ciudadana, como persona que quiere a este país”, explicaba. Ni siquiera en eso era condescendiente. Días después, Argibay recibía el año nuevo en Miramar, donde veraneaba con su familia. Allí, una de las primeras mañanas de 2004, en pleno desayuno, recibió a Carlos Rodríguez. La entrevista –memorable– que le hizo fue tapa de este diario. La candidata no sólo reivindicaba su feminismo, sino también su ateísmo militante.


PáginaI12 30años Rafael Yohai

VIERNES 26 DE MAYO DE 2017

29


Suplemento Especial

2004

La vuelta al oro olímpico Por Miguel Hein

L

VIERNES 26 DE MAYO DE 2017

os Juegos Olímpicos le otorgan un tinte irrepetible a cada año en que se disputan. Y 2004 quedó grabado con el refulgente color del oro en la historia del deporte argentino, a partir de las consagraciones de las selecciones de básquet y de fútbol en la Atenas cuna del olimpismo. Esa vuelta al oro tardó 52 años. Por fin, se pudo dejar de retroceder varias páginas en los anales de los Juegos para recordar el último momento de máxima gloria olímpica del deporte nacional, que había ocurrido en 1952. El 23 de julio de aquel año, los remeros Tranquilo Capozzo y Eduardo Guerrero ganaron la medalla de oro al imponerse en la prueba de doble par sin timonel en los JJ.OO. de Helsinki. En aquel año gobernaba la Argentina el general Juan Domingo Perón, que desde su primer mandato puso las bases y le dio desarrollo a una política de apoyo al deporte profesional y social, en la convicción de que su práctica conforma una herramienta para la promoción y el desarrollo de cada persona. Los golpes que interrumpieron sucesivamente la vida democrática

30

del país y enlutaron con sangre sus días –Revolución Libertadora, Onganiato, la última Dictadura Cívico-Militar– desde 1952 hasta 1983 hicieron trizas aquellas ideas y muchas de las estructuras construidas, y reservaron al deporte el papel de instrumento sojuzgado a las necesidades del poder. Esta concepción queda de manifiesto al comparar la cantidad de atletas que integraron las delegaciones olímpicas en los períodos de dictadura y en los tiempos democráticos en la Argentina. Por citar algunos casos, fueron 213 en Londres 1948 –record histórico–, cuatro años después hubo 123 en Helsinki. De aquella presencia numerosa se pasó a 28 en 1956, 69 en 1976 y ninguno en 1980, cuando la Dictadura decidió sumarse al boicot norteamericano contra los Juegos de Moscú. Esas cifras vuelven a subir de 1984 en adelante (118 en 1988, 178 en 1996, 143 en 2000), alcanzando en Río los 212 atletas, uno menos que en el lejano 1948. Pero como no hay mal que dure cien años, llegó el inolvidable 2004. Argentina se hizo presente en los Juegos Olímpicos de Atenas

con 152 deportistas. Otra vez nuestro país llegaba a la competencia de la mano de una política que apostaba al deporte como una herramienta social integradora. Salta a la vista la comunión de matrices entre aquel Perón de los años 50 y del presidente Néstor Kirchner, que había asumido el 25 de mayo de 2003 y que se las ingenió para darles a los deportistas los presupuestos necesarios para prepararse bajo las mejores condiciones y llegar a Atenas con la única preocupación de dar rienda suelta a sus capacidades. Esa convicción la reflejaban las declaraciones de Claudio Morresi, entonces secretario de Deporte de la Nación: “Una de las medallas más importantes que se tiene que colgar una nación es la posibilidad que tengan sus habitantes de hacer deporte. Y no deporte de alto rendimiento, sino deporte social: crear la conciencia y dar los espacios necesarios para que la gente acceda. A partir de ahí van a aparecer los talentos que empezarán a participar en las federaciones deportivas, para luego competir en cualquier lugar del mundo. Es esa pirámide la que hay

que seguir sosteniendo y ampliando”, decía el encargado de llevar a la práctica el pensamiento del gobierno. Por esta forma de hacer, la décimo octava participación olímpica de la Argentina tuvo en Atenas el dorado brillo que había quedado herrumbrado desde 1952. Los números dicen que la delegación nacional obtuvo seis medallas: oro en fútbol y básquet y bronce en hockey sobre césped femenino, tenis, vela y natación. El pico de esta inolvidable cita olímpica ocurrió el sábado 28 de agosto. Con horas de diferencia, el Himno argentino se escuchó dos veces. La primera, por el triunfo de la Selección de fútbol que comandaba Marcelo Bielsa, que se subió al lugar más alto del podio al derrotar en la final a Paraguay con un gol de Carlos Tevez, obteniendo el oro olímpico por primera vez en la rica historia del fútbol argentino. Horas después tuvo su consagración la Generación Dorada. Con Rubén Magnano en la conducción técnica, el seleccionado argentino de básquet –que integraron Carlos Delfino, Gabriel Fernández, Emanuel Ginóbili, Leonardo Gutiérrez, Walter Herrmann, Alejandro Montecchia, Andrés Nocioni, Fabricio Oberto, Juan Ignacio Sánchez, Luis Scola, Hugo Sconochini y Rubén Wolkowyski– consiguió el oro olímpico. Aquel plantel fue el tercero en la historia de los Juegos que logró desplazar del primer lugar a Estados Unidos, que antes de Atenas se había impuesto en doce de las catorce ediciones que había disputado. Antes lo habían conseguido la Unión Soviética en dos oportunidades (1972 y 1988) y Yugoslavia (que ganó también la medalla de oro en los Juegos Olímpicos de Moscú 1980, cuando Estados Unidos no participó debido al boicot político que ese país y otros realizaron en aquella oportunidad). Argentina llegaba al torneo olímpico vestido de candidato a una medalla por su actuación previa en el Campeonato Mundial de Básquet de 2002, en Indianápolis, donde había sido subcampeón por perder en tiempo extra contra Yugoslavia, tras una polémica jugada final que pudo cambiar el destino del título. Pero esos buenos pronósticos se transformaban en dudas cuando se confrontaba con la realidad de que al equipo nacional le había tocado el “Grupo de la Muerte” en la serie clasificatoria. Serbia y Montenegro, España, Italia, China y Nueva Zelanda fueron los adversarios en el primer tramo


PáginaI12 30años

del camino hacia la gloria, y los conducidos por Magnano iniciaron su hazaña con un triunfo ante Serbia y Montenegro que tuvo como sello la inolvidable y agónica palomita de Ginóbili para el doble de la victoria. Los resultados determinaron que Argentina enfrentara en cuartos ni más ni menos que a la selección local. Con el apoyo de su público, Grecia tomó ventajas claras que Argentina limó en el tercer y cuarto parcial sobre la base de un atributo que a esa altura era un sello: la garra. Ese cualidad más la apuesta permanente al juego colectivo resultaron decisivos en la semifinal ante el Dream Team de Estados Unidos, el gran favorito, el que ha-

bía dado cuenta de España, el otro candidato. El partido se jugó el 27 de agosto y Argentina ganó 89-81 manteniendo superioridad de principio a fin, con un extraordinario desempeño de Emanuel Ginóbili, quien anotó 29 puntos. Aquel triunfo mereció el siguiente comentario publicado en el USA Today: “Los Estados Unidos no tienen más el invencible poderío en baloncesto que una vez tuvieron. Los mejores jugadores del mundo podrán estar en la NBA, pero el mejor equipo, hoy por hoy, es Argentina”. La medalla de oro había quedado a la distancia de un partido, ante Italia, que también había sorprendido al dejar en el camino a

Lituania, el campeón europeo. Sin Fabricio Oberto (con fractura en una mano), Argentina se impuso por 84-69. El oro llegó por obra y gracia de jugadores de jerarquía mundial, hermanados por un especial sentido de pertenencia al equipo y con un gran espíritu de sacrificio. Como corolario de una actuación inolvidable, Emanuel Ginóbili fue considerado el Mejor Jugador del torneo, en tanto Luis Scola fue considerado el quinto mejor jugador. Las medallas de oro en los cuellos de aquellos doce héroes en Atenas 2004 quedaron eternizadas en una foto que retrató el nacimiento de un tiempo de gloria para el básquet argentino. Bautizado co-

mo Generación Dorada, aquel equipo sobresalió en cada torneo y sus integrantes alcanzaron prestigio individual tanto en la NBA como en las mejores ligas europeas. Pero sobre todo le dieron nueva fuerza a un deporte que en los años 50 del siglo pasado era una pasión popular, a la altura del fútbol y el automovilismo, a la que la Revolución Libertadora quiso hacer desaparecer, prohibiendo a sus máximos exponentes de aquellos días, del mismo modo en que lo hizo con quinientos atletas (el remero Eduardo Guerrero, la nadadora Enriqueta Duarte, el maratonista Osvaldo Suárez, entre ellos), víctimas de lo que el periodista Víctor Lupo llamó “genocidio deportivo”.

VIERNES 26 DE MAYO DE 2017

31


Suplemento Especial

2005

Un grito de aire fresco Por Victoria Ginzberg

E

VIERNES 26 DE MAYO DE 2017

l 14 de junio de 2005, la Corte Suprema declaró la inconstitucionalidad de las leyes de Punto Final y Obediencia Debida y de esa manera convalidó el juzgamiento de los crímenes cometidos durante el terrorismo de Estado. Ya había represores detenidos; muchos habían sido arrestados después de que en 2003 el Congreso anulara y dispusiera que eran “insanablemente nulas” esas mismas normas. La decisión de la Corte implicó entonces la ratificación y consolidación institucional de un proceso que había comenzado mucho tiempo antes. Antes incluso de que se reabrieran los juicios. Fue un camino que se inició en las calles, con el protagonismo de los organismos de derechos humanos. Y fue a la calle a donde la sociedad entera regresó ante la reciente amenaza de la propia Corte de volver sobre sus pasos. Cuando vieron pasar el carrito empujado por un empleado judicial con el expediente completo, los abogados del Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS) y Abuelas de Plaza de Mayo entendieron que el momento estaba cerca. Estaban en un pasillo del cuarto piso del Palacio de Tribunales y esperaban hacía horas la

32

notificación de la decisión de la Corte Suprema. Les entregaron el fallo impreso, grueso como una resma entera. En 2005 la Corte tenía nueve miembros. El fallo que convalidaba el juzgamiento a los represores no fue unánime. Fue firmado por siete integrantes del tribunal: Enrique Petracchi, Raúl Zaffaroni, Ricardo Lorenzetti, Carmen Argibay, Elena Highton de Nolasco, Juan Carlos Maqueda y Antonio Boggiano. Cada uno fundamentó su voto con distintos argumentos, pero todos coincidieron en que las leyes de Punto Final y Obediencia Debida eran contrarias a la Constitución Nacional e incompatibles con la Convención Americana sobre Derechos Humanos y el pacto de Derechos Civiles y Políticos de Naciones Unidas. También reafirmaron que los delitos de lesa humanidad eran imprescriptibles. El voto de la mayoría señalaba que quedaban “sin ningún efecto” las leyes de impunidad, así como “cualquier acto fundado en ellas que pueda oponerse al avance de los procesos que se instruyan, o al juzgamiento y eventual condena de los responsables” o que pretendiera “obstaculizar las investigaciones” sobre “crímenes de lesa humanidad” cometidos en la Argentina. Además, rati-

ficaba la ley del Congreso que había anulado aquellas normas dictadas durante el gobierno de Raúl Alfonsín que era cuestionada por los defensores de los represores que estaban presos. El fallo implicaba el cambio de criterio de Petracchi, quien en la década del 80 había convalidado la validez de las leyes cuestionadas. Petracchi fundó su voto en la importancia que habían adquirido el derecho internacional y los tratados de derechos humanos después de 1994, cuando fueron incorporados a la Constitución. Los otros dos jueces del tribunal que también se habían pronunciado antes por la validez de las leyes de Punto Final y Obediencia Debida tomaron dos caminos diferentes. Augusto Belluscio se excusó. Carlos Fayt ratificó su anterior postura y dijo que las leyes eran constitucionales. El entonces presidente Néstor Kirchner festejó la resolución: “Nos devuelve la confianza en la Justicia. Es un grito de aire fresco”. La Corte sentó su postura y nueva jurisprudencia en el caso Poblete, el expediente en el que el juez Gabriel Cavallo había declarado la inconstitucionalidad de las leyes de Punto final y Obediencia Debida en 2001, a partir de una presen-

tación del CELS. José Poblete nació en Chile y, el 13 de septiembre de 1971, a los 16 años, perdió las piernas al ser arrollado por un tren en la estación central de Santiago. Un año después llegó a Buenos Aires para comenzar un tratamiento en el Instituto de Rehabilitación del Lisiado, donde ayudó a formar el Frente de Lisiados Peronistas que respondía a la Juventud Peronista y que luego se transformó en la Unión Socioeconómica del Lisiado. En el Instituto de Rehabilitación José conoció a Gertrudis , íntima amiga de una de sus compañeras de militancia. La hija de ambos, Claudia, nació el 25 de marzo de 1978. Ocho meses después, los tres fueron secuestrados y llevados a El Olimpo por un grupo de tareas que, entre otros, integraban El Turco Julián y Juan Antonio del Cerro, alias “Colores”. La beba estuvo poco tiempo en el lugar antes de ser entregada al un teniente coronel del batallón 601. El caso era paradigmático, porque mientras los apropiadores y algunos represores de El Olimpo podían ser procesados por el robo de la bebé, quedaban libre de culpa y cargo por el secuestro y la desaparición de sus padres, que formaba parte del mismo hecho. Esta paradoja, entre muchas otras cosas, vino a saldar el fallo de la Corte. “Tiene que haber justicia para todos”, dijo en ese momento Claudia Poblete. Era lo que el fallo de la Corte permitía hacer, juzgar no sólo su caso sino el de todas las víctimas. En junio de 2005 había más de cien represores presos. Habían empezado a volver a la cárcel de a poco, luego de que quedara claro que si los magistrados argentinos no los metían en prisión, algún colega extranjero lo haría. En 1994, cuando se cumplieron 20 años del golpe de Estado del 24 de marzo de 1976, una multitudinaria manifestación inspiró la apertura de un juicio contra represores argentinos y chilenos en España. A esa demanda le siguieron otras en distintas partes del mundo. Ante el avance de la investigación del magistrado español Baltazar Garzón, algunos jueces argentinos comenzaron también a actuar aquí. Los dictadores Jorge Rafael Videla y Emilio Eduardo Massera fueron arrestados en 1998, acusados por apropiación de niños, un delito que había quedado fuera del alcance de las leyes de Punto Final y Obediencia Debida, pero que hasta entonces no se aplicaba para la cadena de mando,

sino que se limitaba a los autores materiales. Luego, algunos jueces declararon la inconstitucionalidad de las leyes de impunidad y habían también arrestado a un puñado de acusados. La anulación del Punto Final y la Obediencia Debida por el Congreso había implicado la reapertura de las megacausas clausuradas en los 80. Pero estos últimos expedientes estaban siendo frenados en la Cámara de Casación, sobre todos por el juez Alfredo Bisordi (que luego pasó a ser defensor de represores) que era sólo un exponente entre los muchos miembros del Poder Judicial que resistían el avance de los juicios. El fallo de la Corte fue el aval y casi un mandato para todo el Poder Judicial. Como diría muchas veces luego Ricardo Lorenzetti en su carácter de presidente del máximo tribunal, los juicios a los responsables de crímenes de lesa humanidad cometidos durante la última dictadura se convirtieron en una política de Estado que involucraba a los tres poderes. En base a esta postura, entre otras cosas, fue que Lorenzetti construyó la legitimidad de la Corte que comenzaba a formarse en esos años, luego de la salida de la “mayoría automática” menemista. En eso se pareció a Kirchner. El camino del juzgamiento a los represores, de todas formas, no sería sencillo ni lineal. Cuando la Corte firmó el fallo, el entonces ministro de Defensa, José Pampuro, calculaba que la reapertura de los juicios implicaría que entre 500 y mil militares fueran a prisión. Doce años después, según el informe de la Procuraduría de Crímenes de Lesa Humanidad, hay 2780 imputados en causas en las que se investigan violaciones a los derechos humanos cometidas durante el terrorismo de Estado, pero los detenidos son 1044, mientras que hay 1149 personas que mantienen su libertad, 45 prófugos y 542 que murieron. Pero ni los jueces ni los propios militares previeron en ese momento que las investigaciones iban a abrir un proceso mucho más amplio, que iba a implicar una revisión del papel jugado por distintos actores relevantes en la etapa más negra y sangrienta de la historia moderna argentina. Durante estos doce años se conocieron nuevos crímenes, víctimas y victimarios y se avanzó en nuevas formas de abordar esos hechos, por ejemplo, se visibilizaron los delitos sexuales cometidos en los centros clandestinos de detención. A la vez, se co-


PáginaI12 30años

menzó a hacer foco en la trama social que había hecho posible los secuestros, asesinatos y torturas: la Iglesia, el mismo Poder Judicial, los empresarios. Y no se trató sólo de una revisión histórica, se abrieron causas para investigar la responsabilidad penal de estos sectores en delitos de lesa humanidad. En 2006, la desaparición de Jorge Julio López, testigo contra el ex director de la policía bonaerense Miguel Osvaldo Etchecolatz, fue tal vez el golpe más duro a la política de Memoria, Verdad y Justicia. Pero los juicios siguieron, zigzagueantes. A veces tomaron impulso y muchas veces tuvieron que vencer obstáculos. Los expedientes vinculados a la complicidad o participación empresa-

ria fueron (y siguen siendo) los más difíciles de sostener. El cambio de gobierno, en 2015, provocó incertidumbre e inquietud en la sociedad respecto al futuro de este proceso. Debido al lobby ejercido desde el diario La Nación, el presidente Mauricio Macri debió aclarar al día siguiente de ganar la elección que no terminaría con los juicios. Era previsible, sin embargo, que no tendrían el respaldo que habían tenido en la década anterior. Y así fue. No hubo un decreto de indulto. No era posible. Pero tampoco tan necesario. El gobierno del PRO restó recursos y personal a casi todas las áreas de la administración pública que colaboraba con los juicios. Y envió señales precisas, como el intento

de reinstalar la teoría de los dos demonios o directamente de suscribir al negacionismo de los crímenes de la dictadura. Algunos tribunales fueron acompañando. Primero aplicaron la pereza, que no les cuesta mucho. Luego, convalidaron cárceles especiales. El golpe de gracia fue el fallo de la Corte Suprema que autorizó a aplicar la ley “del dos por uno” para los condenados por crímenes de lesa humanidad. Esta decisión implica reducir sensiblemente el tiempo de prisión de muchos represores. Este nuevo fallo de la Corte hizo que todo volviera a donde comenzó: al reclamo social en las calles. Esta vez, con miles de pañuelos blancos levantados en Plaza de Mayo.

VIERNES 26 DE MAYO DE 2017

33


Suplemento Especial

2006

La puerta del Fondo Por David Cufré

L

os mismos que hoy dicen sí se puede, entonces decían que no, que no se podía, que era imposible y que era un error. No les entraba en la cabeza. Iba en contra de la lógica económica que habían impuesto en la sociedad como parámetro de sentido común. “Es una medida que no apunta a resolver ninguno de los problemas acuciantes que hoy vive la Argentina”, rechazó Mauricio Macri. “Es un inmenso error. La Argentina queda en una situación de vulnerabilidad interna absolutamente innecesaria”, reprochó Elisa Carrió. “La visión internacional es que fue una acción política interna y que, en el mejor de los casos, la Argentina seguirá igual”, evaluó el ex FMI Claudio Loser.

VIERNES 26 DE MAYO DE 2017

“Cuando un país se queda con menos reservas es más vulnerable a los shocks externos y, por lo tanto, es más dependiente del Fondo, no menos”, aleccionó Rodolfo Terragno. “Se ha hecho un show marketinero del pago, pero desde el punto de vista económico no cambia nada, porque el país se queda con un poco menos de plata y un poco menos de deuda”, se sumó Daniel Artana, de FIEL. Carlos Melconian, Ricardo López Murphy, Jorge Avila, entre otros referentes del pensamiento neoliberal, también cuestionaron la oportunidad y las formas. Las calificadoras de riesgo internacionales se alarmaron. “El rumbo adoptado por el Gobierno inquieta a muchos analistas, porque hay un enfoque no ortodoxo en algunas áreas. Hay dudas por la autonomía monetaria, por el intervencionismo estatal y por un ambiente político que cada vez tiene menos contrapesos”, resumió Mauro Leos, de la agencia Moody’s. 34 Todo ello sobrevino después de que el go-

bierno de Néstor Kirchner anunció el 15 de diciembre de 2005 que había resuelto cancelar toda la deuda con el FMI de una sola vez. Fueron 9530 millones de dólares que salieron de las reservas del Banco Central y llegaron a las cuentas del organismo mediante una compleja operación financiera, a fin de esquivar eventuales embargos que pudieran intentar los fondos buitre. El día de pago fue el 3 de enero de 2006. La decisión consolidó el quiebre en el rumbo económico del país que se había producido desde la llegada del patagónico a la Casa Rosada. Fue una inversión en soberanía. Kirchner dinamitó el canal por donde bajaban las instrucciones del Fondo Monetario Internacional en innumerables áreas de gestión del

Estado, casi en una recreación moderna de los tiempos del virreinato. Pero al mismo tiempo, con esa ruptura de un vínculo enfermizo el Gobierno les quitó la careta al poder financiero, a los sectores concentrados de la economía, a las corporaciones empresarias y a los espacios políticos vinculados, quienes utilizaban al FMI como propagador y lobbista de sus ideas e intereses. Los que se ocultaron durante décadas detrás de las figuras de Michel Camdessus, Horst Köhler, Dominique StraussKahn y Rodrigo Rato son los mismos que se enriquecieron con Martínez de Hoz, Cavallo y en la actualidad con Macri. La función que ejercen para ellos los gerentes del FMI es presionar a los gobiernos populares para que cambien sus políticas o darles aliento a los que eligen la senda del ajuste y la distribución regresiva del ingreso. No se recuerda en las últimas décadas misiones del FMI a algún país para reclamar mejoras en salarios y jubilaciones, pedir por leyes que aumenten la protección so-

cial ni levantar la voz en contra de la desigualdad. Su trabajo es exigir ajuste, flexibilización laboral, reformas previsionales para segmentar entre ciudadanos de primera y de segunda, quitas de impuestos a empresarios y desregulación financiera. “Queremos volver a ser independientes y manejar nosotros los resortes de nuestro país. Por eso le dijimos al FMI basta de deuda externa. La Argentina paga, la Argentina se libera, la Argentina construye su destino, la Argentina empieza a construir su independencia”, definió Kirchner el día que anunció la medida. “Es una cuestión de sentido común y lógica: recuperar autonomía de la política económica y reafirmar un modelo. El pago implica reafirmar un modeEFE lo de producción y trabajo”, agregó Cristina Fernández aquel verano de 2006. Hasta ese momento, la presencia permanente del FMI en la Argentina estaba naturalizada. A favor o en contra, siempre algo había que responderle. Era un factor de poder con una incidencia central en la economía y la política nacional, con puntos de contacto con el rol que en otros tiempos ejercieron las Fuerzas Armadas. Como se demostró años después de su salida, el hecho de que el kirchnerismo lo corriera del medio no terminó con las presiones del poder económico, pero sí le agigantó los márgenes de maniobra para avanzar con políticas heterodoxas cada vez más a fondo. Que el pago de la deuda fuera al contado de una sola vez le dio mayor impacto simbólico. Era el sí se puede, en otra dirección. Las reservas del Banco Central cayeron de 28.045 millones de dólares a 18.575 millones, pero la fortaleza del nuevo proyecto económico, con recuperación del salario, el empleo y el consumo, en un contexto de altos precios de exportación de la soja y otros commodities, transformó la jugada en un éxito rotundo, dejando en una posición incómoda a quienes levantaron la voz para oponerse. Otra alternativa que tenía el Gobierno para mantener a un lado al FMI era pagarle los vencimientos de deuda en forma gradual, no en cash, sino afrontando cada compromiso en la fecha pautada. Esa opción, sin embargo, no hubiera producido el corte en la relación que efectivamente se produjo con la cancelación anticipada. El distanciamiento desde entonces fue casi total. En ese sentido, fue una verdadera reforma estructural. Pese a su evidente proximidad ideológica y de intereses, Cambiemos no ha podido restablecer un acuerdo formal con el FMI. El resultado de las próximas elecciones será determinante también para que ello siga siendo así o para que, por el contrario, la Argentina abra otra vez la puerta del Fondo.

P

asaron casi diez años de aquel 30 de junio de 2007 cuando Cristina Fernández de Kirchner fue consagrada candidata a Presidenta. “Por ahí vuelvo como Presidente y por ahí como primera dama”, provocaba Néstor Kirchner. “¿Será pingüino o pingüina?”, era la pregunta que buscaba respuesta en cientos de análisis. Ese día se develó la incógnita y se reforzó el protagonismo de esa mujer que, diez años después, sigue siendo el centro de atracción y rechazo más potente de la política argentina. Doce años como legisladora nacional antecedieron el paso que la ubicaría en un lugar único en la historia mundial: un presidente le pasaría el mando a su mujer en un proceso democrático. La primera mujer elegida por el pueblo para conducir el país. Una mujer que no renegaba de su condición femenina pero desafiaba desde sus convicciones y frontalidad. Un cóctel intolerable para las buenas maneras de la hipocresía reinante. Un convencimiento que a veces también distanciaba y descarriaba en un hermetismo intolerable, aún para los aliados.

Estrategia “Hay que sumarle votos a Cristina”, repetía Kirchner arquitecto de la audacia de la Concertación Plural, el acuerdo con los radicales que lo llevó a Julio Cleto Cobos a la vicepresidencia. El 19 de julio, en su primer acto como candidata en el Teatro Argentino de La Plata, CFK reivindicó la reconstrucción de la autoridad presidencial, la renovación de la Corte Suprema, la inconstitucionalidad de las leyes y decretos de impunidad, el desendeudamiento externo y la recuperación de “esa autoestima que los argentinos habíamos perdido”. El 4 de agosto fue detenido en aeroparque Antonini Wilson, un empresario venezolano-estadounidense que quiso entrar al país, en un vuelo privado con funcionarios del Gobierno, una valija con 800 mil dólares sin declarar. Wilson terminó colaborando con el FBI. Fue el primer indicio de un proceso de desgaste que no tendría fin. Un proceso en que el alineamiento internacional del kirchnerismo serviría de excusa para las acusaciones más descabelladas. La fórmula CFK-Cobos obtuvo el 45,29 por ciento de los votos. Aventajó a Elisa Carrió-Rubén Giustiniani por más del 22 por ciento de sufragios. El tercer puesto fue para Roberto Lavagna-Gerardo Morales (representante del radicalismo que rechazaba la concertación) con poco más del 16 por ciento. Alberto Rodríguez Saá llegó cuarto y Ricardo López Murphy arañó el


PáginaI12 30años

2007

Esa mujer militante Por Nora Veiras

uno por ciento. Mauricio Macri acababa de ganar en la Ciudad de Buenos Aires y optó por un tibio apoyo al economista radical que sedujo poco más que a su familia. El oficialismo mantuvo la mayoría en el Senado, la consiguió en Diputados y consolidó su poder en 19 provincias. En ese 2007, dos mujeres por primera y única vez en la Argentina encabezaron las fórmulas más votadas. CFK duplicó a Carrió. Fue el fin de las aspiraciones presidenciales de la dirigente de origen radical y el comienzo de su obsesión por desacreditar a su rival. El 10 de diciembre de ese año al recibir el bastón de mando de

su marido, CFK repasó los mojones de su gestión. “Restituyó la política como el instrumento válido para mejorar la calidad de vida de los ciudadanos”, destacó y mencionó como asignaturas pendientes la renovación del resto del Poder Judicial, la necesidad de acelerar los juicios por delitos de lesa humanidad y la igualdad tributaria. “Yo no he venido a ser presidenta de la República para convertirme en gendarme de la rentabilidad de los empresarios, que se olviden. Tampoco he venido a ser Presidenta para convertirme en parte de alguna interna sindical o política. Tampoco, tampoco”, advirtió en ese discurso in-

augural en el que recordó: “No somos marcianos, ni Kirchner ni yo, somos miembros de una generación que creyó en ideales y en convicciones y que ni aún ante el fracaso y la muerte perdimos las ilusiones y las fuerzas para cambiar el mundo”. En esas palabras pueden entreverse los conflictos con el establishment que signaron su mandato y tuvieron como punto de partida la resolución 125 que recortaba ganancias a las patronales agropecuarias. Meses de esmerilamiento político-mediático que culminarían en el voto “no positivo” de Cobos y el prematuro fin de la Concertación. Ante los entonces presidentes

Lula Da Silva (Brasil), Hugo Chávez (Venezuela), Evo Morales (Bolivia) y Tabaré Vázquez (Uruguay), CFK destacó la necesidad de “reconstruir el multilateralismo. Un mundo unilateral es más inseguro, más injusto” y señaló que “no por luchar contra el terrorismo global incurriremos en la violación global de los derechos humanos”.

Militante El repaso de los diarios de hace una década desata añoranzas, broncas, frustraciones y obliga, si uno desea otro cambio, a renovar esperanzas. Llegó al poder duplicando los

votos que Kirchner había sacado en 2003 cuando la decisión de Carlos Menem de no exponerse al ballotage lo colocó en el sillón de Rivadavia. A los dos días de asumir como Presidenta, uno de los acompañantes de Antonini Wilson declaró en Miami que los dólares de la valija habían sido para la campaña electoral de ella. En marzo de 2008 estalló el enfrentamiento con el poder agropecuario-mediático, un año después perdió las elecciones legislativas y redobló los desafíos. La ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, la reestatización de Aerolíneas Argentinas, el matrimonio igualitario, la recuperación de las AFJP, el doble aumento anual a los jubilados, el Bicentenario fueron hitos de ese primer mandato que alcanzó un clímax inesperado e indeseado con la muerte de Néstor Kirchner. Cristina Fernández de Kirchner militó cada medida. Quizás, militante sea la palabra que mejor defina a esta mujer dispuesta a dar batalla siempre: dentro y fuera del poder.

VIERNES 26 DE MAYO DE 2017

35


Suplemento Especial

2008

Los otros y nosotros Por Fernando Krakowiak

E

VIERNES 26 DE MAYO DE 2017

l 11 de marzo de 2008 el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner aumentó los derechos a las exportaciones de soja y girasol e introdujo un mecanismo de movilidad para no tener que modificar la alícuota cada vez que el precio variara. Era la tercera suba en menos de un año y medio y, si bien acompañaba el fuerte aumento registrado en la cotización internacional, las entidades rurales consideraron el hecho como la gota que rebalsó el vaso. Inmediatamente convocaron a realizar un cese de comercialización que incluyó cortes de rutas y se terminó extendiendo, con breves interrupciones, por más de cien días. Desde el inicio del conflicto, Sociedad Rural, Federación Agraria, Coninagro y CRA organizaron su relato presentándose como “el campo”, discurso que la gran mayoría de los medios de comunicación hizo propio sin ningún cuestionamiento. Con el paso de los días la protesta incluso empezó a ser reivindicada por algunos intelectuales y políticos como una gesta patriótica que reavivó la discusión sobre el federalismo fiscal, el papel del Congreso y los derechos ciuda-

36

danos. Se exaltó la unidad de las entidades rurales como gesto de madurez política y se caracterizó la búsqueda del diálogo, proclamada por los empresarios, como un indicador de responsabilidad frente a la “soberbia”, la “represión” y el “autoritarismo” gubernamental. El flamear de las banderas argentinas y las oraciones ecuménicas que se rezaron en los actos ayudaron a completar un discurso que buscó convertir un reclamo sectorial en una muestra de civilidad frente al poder central. Las entidades rurales intentaron en todo momento reforzar el carácter supuestamente patriótico de su protesta para mostrarse como defensores de la causa nacional. El 7 de mayo difundieron una proclama política titulada “Carta abierta del campo a los argentinos” donde afirmaban que “con nuestra protesta y con lo que sostenemos, estamos actuando en beneficio de todo el país, para que no sólo esta generación sino también las de nuestros hijos y nietos puedan disfrutar de todos los alimentos que hoy tenemos disponibles pero cuya producción peligra”. “Todos somos el campo. Ponete la escarapela por el

país. Ponete la escarapela por el campo”, era el slogan que cerraba la carta. Esa frase no surgió de casualidad. Las entidades siguieron los consejos de un consultor experto en campañas políticas quien en varias reuniones con los dirigentes rurales había recomendado fortalecer la identificación del campo con la Patria para sumar apoyos. Esta operación ideológica de construcción de hegemonía, que supuso presentar los intereses de un grupo como si fueran los intereses de todos, resultó efectiva a partir de la utilización de ciertos íconos patrios, los discursos con tintes nacionalistas de los dirigentes rurales y la amplificación de los mismos por los medios de comunicación. El acto organizado el 25 de mayo en el Monumento a la Bandera de Rosario fue parte de esa campaña comunicativa diseñada para generar consenso ciudadano en torno al lockout patronal. El diario La Nación lo dejó claro en una nota del 22 de mayo donde anticipaba cómo sería aquella concentración:”Como en 1810, habrá profusión de escarapelas. También se producirá una manifestación frente a un monumento nacional. Nueve fueron los hombres que, como integrantes de la Primera Junta de Gobierno de 1810, saludaron desde el Cabildo a los manifestantes, y nueve serán los dirigentes protagonistas del escenario de Rosario (entre presidentes y vicepresidentes de las cuatro entidades y el infaltable Alfredo De Angeli). Estas son algunas pruebas de que el acto convocado por las cuatro entidades rurales en Rosario intentará ser una copia fiel del 25 de mayo de 1810”. Esas operaciones discursivas tendientes a homologar al campo con la “patria” se sucedieron durante todo el conflicto. La identidad es un proceso relacional que requiere de un otro. Por lo tanto, mientras “los gringos” del campo eran patriotas que se manifestaban para defender al país, los que se oponían aparecían calificados como “piqueteros”, “fuerzas de choque”, “patotas”, “militantes kirchneristas” o directamente “negros” acarreados por el gobierno nacional a cambio de prebendas. “´¡Vuelvan, vuelvan! ¡Los piqueteros están lastimando a la gente!´. Una rubia, a los gritos, pasó corriendo por la 9 de Julio en

sentido inverso a los que iban hacia el Obelisco y desparramó la alarma, aunque no generó demasiado efecto. ‘Vamos a seguir igual. Si aparecen, nos vamos’, coincidieron Hernán y Justo González, dos primos oriundos de Santa Fe. ‘En la Plaza de Mayo están los negros’, dijo otro mientras la mayoría seguía su camino al grito de ‘si éste no es el pueblo el pueblo dónde está’”, podía leerse en una crónica de Clarín del 27 de marzo de 2008 sobre una manifestación en la que se enfrentaron opositores y oficialistas. “Al oír el grito de los piqueteros (‘Y ya lo ve/y ya lo ve/hoy los corremos otra vez’) muchos caceroleros huían despavoridos. Otros hacían frente: ‘Negros de mierda, ¿por qué no laburan?’”, se agregaba en otra nota de ese mismo día. “Los manifestantes se agolpaban frente a las bolsas de consorcio, revolvían apurados y salían del amontonamiento sólo cuando habían conseguido su ración de gaseosas y sándwiches de jamón y queso. Listos para marchar; varios cortaban botellas, las llenaban con vino tinto y bailaban al ritmo de los bombos”, escribía La Nación el 2 de abril en la crónica de un acto en respaldo al gobierno. “Cientos de micros colapsaron desde el mediodía la Autopista 25 de mayo y la avenida 9 de Julio. De ellos desembarcaron militantes peronistas y de las organizaciones sociales, muchos empleados municipales que fueron ‘invitados’, sin mucha alternativa, a sumarse al acto. Y también muchas familias humildes que se subieron al colectivo con la promesa de una paga y sin saber muy bien a dónde iban”, relataba Clarín el 19 de julio sobre otro acto convocado para apoyar al oficialismo. Del otro lado, en cambio, cada manifestación era un gesto de patriotismo: “Un aluvión de autos y camionetas se estacionaron frente a la Sociedad Rural local para lo que fue una “fiesta patria”. No faltó nada. Hubo políticos, líderes sociales, auténticos gauchos, muchas mujeres y niños y el clásico merchandising de las asambleas que incluyó escarapelas, sombreros y banderas”, publicó Clarín el 10 de julio. Frente a ese relato predominante, PáginaI12, en cambio, presentó el conflicto como una disputa por la distribución del ingreso impulsada por uno de los


PáginaI12 30años

AFP

sectores más poderosos del país y denunció reiteradamente los cortes de ruta y el desabastecimiento que provocaron como una muestra de barbarie que quedó de manifiesto, por ejemplo, cuando se impidió el paso de ambulancias, se agredió a embarazadas, se tiraron millones de litros de leche, se balearon camiones y ómnibus, se quemaron pastizales, se incendiaron autos y se intimidó a políticos y artistas que no adhirieron al reclamo. De ese modo, el diario se puso del lado de enfrente al de esos supuestos “patriotas”, como lo viene haciendo desde hace 30 años, con sus errores y defectos, pero con una idea clara de lo que expresa y de lo que enfrenta.

VIERNES 26 DE MAYO DE 2017

37


Suplemento Especial

2009

La noche eterna Por Roque Casciero Gonzalo Martínez

L

VIERNES 26 DE MAYO DE 2017

a evocación trae primero las sensaciones y después los sonidos. La noche cálida llena de expectativa, el cruce de miradas cómplices con Héctor ante cada nueva maravilla, la certeza de que ni siquiera esas cinco horas serían suficientes ante la majestuosidad de una obra descomunal, Gustavo Cerati dos filas adelante con cara de asombro y éxtasis, las lágrimas que empezaron

38

temprano y acompañaron casi todo el rato... Y en la memoria, entonces, regresa ese ruido de magia que acompañará hasta el último día. Ahora mismo, mientras se escriben estas líneas, la púa sobre el vinilo trae el mensaje de que “mañana es mejor”, pero aquella noche del 4 de diciembre de 2009, Luis Alberto Spinetta hizo lo impensable: por una vez, reunió a sus Bandas Eternas sobre el escenario

montado en Vélez. El, que le huía a la “museificación” de su música, que a fuerza de obstinación había acostumbrado a su público a sus volantazos estéticos, se hizo y nos hizo el regalo de una noche más cercana a la comunión de almas que al simple show de rock. Como si todo hubiese estado destinado a la perfección, la idea de revisar en reversa su recorrido artístico elevó aún más la trascendencia del concierto. Porque Spinetta arrancó en presente, con su banda de entonces, pero enseguida “Ella también” puso las primeras lágrimas en los ojos, con esa Luna de fondo en la que daban ganas de ir a mojarse los pies. Las diferentes encarnaciones solistas, Spinetta Jade, los Socios del Desierto y varios cruces (Juanse, Fito Páez, sus hijos Dante y Leeva, Cerati y Charly García) marcaron picos emocionales, aumentados por la generosa decisión de tocar canciones de otros artistas (cuando todo podría haber sido una autocelebración). Y pese a que sonaron “Asilo en tu corazón”, “Alma de diamante”, “No ves que ya no somos chiquitos”, “Bajan” y “Cementerio Club”, entre otras joyas, lo mejor todavía estaba por llegar. Cuando la guitarra del Flaco se internó en la introducción de “Durazno sangrando” se hizo imposible que el corazón no quedara como una pelota desinflada. La segunda estrofa en la voz de Machi, las filigranas de Pomo en la batería... Invisible ahí, materializado en melodías y esa lírica imposible de Luis Alberto, como una aparición espectral y sin embargo corpórea. Y “Jugo de Lúcuma”, “Per-

donado (niño condenado)” y sobre todo “Lo que nos ocupa es esa abuela, la conciencia que regula al mundo”, canciones con las que los spinettianos que no habían llegado a tiempo para ver al trío ni siquiera soñaban escuchar en vivo. Y después Pescado Rabioso, que no es la mejor banda de la historia del rock argentino sólo porque después al Flaco se le ocurrió armar Invisible. Pero ahí nomás, ¿eh? Y ahí nomás estaban Black Amaya, Carlos Cutaia, David Lebón y el Bocón Frascino. Las uvas viejas de un amor en el placard ya no estaban amortajando la realidad de escuchar “Credulidad”, de saltar con “Me gusta ese tajo”, de que “Post crucifixión” llevara directo al recuerdo de aquella primera vez en un cine y Luis Alberto con una sirena en la espalda... Demasiado para los corazones, demasiada música, demasiado todo. Pero, claro, no alcanzaba. Porque la imagen de cuatro tipos frente a un micrófono engarzando sus voces hasta el infinito con un himno como “Muchacha (ojos de papel)” era menester para cerrar ese otro retorno insospechado. Luis, Edelmiro Molinari, Emilio Del Guercio y Rodolfo García: Almendra estaba sobre el escenario y en el brillo de las lágrimas de que lloraban 37 mil personas se intuían historias personales ligadas a esos dos discos fundacionales. Cuanta ciudad, cuanta sed, cuanta música como antídoto contra todos los males de este mundo... El mensaje de Conduciendo a Conciencia, que Luis más tarde incluiría en la carta que fue su despedida pública, se multiplicó sobre el escenario de Vélez. Primero, con la canción “8 de octubre” junto a Ricardo Mollo, luego con todos los músicos que participaron del concierto vistiendo la remera con el mensaje “Todos fuimos, todos somos, todos podemos ser”. Lo último que sonó en esa noche (lamentablemente) irrepetible fue “No te alejes tanto de mí”, una de las piezas más “populares” del Flaco. Gestos finales de generosidad, tras un tour de force emocional por 50 canciones que se convirtió en código, como en los ‘60 y los ‘70 lo era mencionar el nombre de Spinetta: quienes hayan ido al show de Las Bandas Eternas habrán encontrado estas líneas redundantes y hasta molestas, porque tienen esa noche tatuada en sus corazones. Sepan disculpar, pero escribir en PáginaI12 a veces ofrece la oportunidad de mostrar los tatuajes propios. Y ya es mañana.


PáginaI12 30años

2010

La era de la transparencia Por Santiago O’Donnell

E

mundo lo borrosa y delgada que es la línea que separa al espionaje de la diplomacia. Tanto como la que separa, o no, a la guerra de la política, como nos recuerda Von Clausewitz. O la que separa, o no, al periodismo del terrorismo, como nos recuerda Assange. El director de WikiLeaks, exiliado en la embajada de Ecuador en Londres, hoy es buscado en Estados Unidos por presuntas violaciones al Espionaje Act o Ley de Espionaje por la cual su fuente para los documentos de Cablegate, la soldado Chelsea Manning, fuera condenada en 2013 a 35 años de prisión.

sobre un estudio de abogados panameño dedicado a crear empresas fantasma en paraísos fiscales. Entre una y otra megafiltración decenas de grandes filtraciones explotaron en distintas partes del mundo, cada vez más, cada vez con más alcance global, como los VatiLeaks, los FIFALeaks o lo mails de Hillary Clinton y ahora los Macronleaks. Acaso presintiendo el cambio de época, esta verdadera revolución en la comunicación pública y privada (otro límite cada vez más borroso), es que en su último día de gobierno Obama conmutó la pena de Chelsea Manning, EFE

El vice de Obama Joe Biden llamó a Assange “terrorista de alta tecnología” y no son pocos los legisladores de ese país lo que han llamado a que Assange sea juzgado y condenado a morir. Cablegate inspiró tres años más tarde la siguiente megafiltración, la del ex espía estadounidense Edward Snowden a The Guardian. Millones de documentos que mostraban cómo la Agencia de Nacional de Seguridad norteamericana interceptaba información telefónica y de Internet en forma masiva para espiar a sus aliados y a sus propios ciudadanos. El año pasado llegaron los Panama Papers, 2,6 terabytes de información

quien hace pocos días recuperó su libertad. Así entramos en los albores de lo que más pronto que tarde será reconocida como la era de la transparencia total. Un tiempo sin privacidad donde todo será conocido, pero no todos podrán conocerlo. Un tiempo donde de las batallas por el control de los datos habrán de sumarse, o incluso superar,a las batallas por el control de los recursos naturales. Un tiempo donde la guerra por otros medios no será la política representativa, sino la administración de la metainformación acerca de un determinado grupo. Un tiempo donde el fantasma de 1984 acechará al ideal democrático en cualquiera de sus vertientes.

VIERNES 26 DE MAYO DE 2017

l 2010 fue el año de Cablegate, hasta entonces la mayor filtración de material secreto en la historia, lo cual daría inicio a la Era de la Transparencia en la que vivimos hoy, un mundo en el que ningún secreto es seguro y hasta nuestros momentos más íntimos empiezan a forman parte una esfera pública que en gran parte se ha mudado de las plazas y las tribunas a las pantallas del mundo virtual. El 28 de noviembre de ese año, WikiLeaks, el sitio de filtraciones fundado por el ex hacker australiano Julian Assange, empezó a publicar 251.287 documentos secretos del Departamento de Estado de Estados Unidos a través y en sociedad con cinco grandes medios de Occidente: The Guardian (Gran Bretaña), The New York Times (Estados Unidos), Der Spiegel (Alemania), Le Monde (Francia) y El País (España). Los cables provenían en su gran mayoría los cables de las embajadas estadounidenses en todo el mundo y afectaron a muchísimos países, tanto en su relación bilateral con el gobierno norteamericano como en su política interna. Quizás el mayor impacto se dio en Túnez, un pequeño país del norte de Africa que se vio convulsionado por las revelaciones acerca de las prácticas corruptas del entonces dictador Ben Alí, descriptas en gran detalle por despachos desde la embajada del Cairo. Las noticias desataron una ola de protestas que culminaron con el derrocamiento del dictador y así empezó la llamada “primavera árabe”, un reguero de protestas prodemocracia y anticorrupción que se extendieron por todo el subcontinente e incluyeron un cambio de gobierno en Egipto, pero que a la larga o a la corta terminaron en prácticamente nada, salvo en Túnez, donde un régimen abierto y de elecciones competitivas logró tomar el poder y sobrevivir la contraola restauradora de los diferentes califatos. En Latinoamérica las revelaciones no fueron tan sorprendentes. Sin embargo los embajadores estadounidenses debieron renunciar en Ecuador y México y tanto allí como en el resto de la región quedaron expuestas distintas operaciones de lobby e inteligencia lanzadas desde las embajadas, rutinarias y no tanto, así como una larga lista de políticos, empresarios y diversos agentes estatales y de la sociedad civil que acudían a la sede diplomática en busca de distintas intervenciones en asuntos domésticos, invocando algún interés común. Entre otras lecciones, Cablegate recordó al

39


Suplemento Especial

2011

Odiadores y odiados Por Eduardo Febbro

L

VIERNES 26 DE MAYO DE 2017

a crudeza brumosa y húmeda del otoño no los disuadió. Apenas terminó la marcha mundial de los indignados del 15 de octubre los indignados ingleses siguieron el ejemplo de Nueva York y Madrid. Las 150 carpas en las que se instalaron en las afueras de la Catedral San Pablo de Londres suscitan miradas de ironía de los elegantes transeúntes que se mueven por esa zona de la capital inglesa. San Pablo es la antesala al corazón de la City, al antro de las finanzas mundiales contra las cuales los miembros del Occupy London Stock Echange manifiestan. “Con el correr de los días nos fuimos organizando. Hace frío, mucha gente nos mira con sorna, pero también hay mucha solidaridad de otros paseantes”, cuenta Danielle Allen, una maestra de 25 años, sin trabajo, que descubre por primera vez la acción social en plena calle. “Capitalism is crisis”, dice una bandera desplegada en la explanada de la catedral. El cuadro es insólito: caballeros famélicos, trajeados como lores caminan entre las carpas del campamento con aire de atravesar un jardín. Los jóvenes que montaron las carpas obtuvieron una victoria, por más pasajera que sea. Con la bendición del reverendo Giles Frases convirtieron a ese centro mundial de las finanzas en su morada sin que, hasta ahora, la policía los fuerce a partir. Instalaron baños móviles, una “carpa cocina”, una “carpa enfermería”, otra que funciona como un jardín de infantes y una más donde se llevan a cabo talleres de todo tipo. Odiados y odiadores se cruzan a veces con interés, otras con una indiferencia de seres invisibles. A la hora del almuerzo, muchos de los empleados de la city se detienen a leer los mensajes de las banderas y algunos entablan conversación con ellos. “Me resultan simpáticos, porque son combativos, pero no estoy de acuerdo con ellos. Las finanzas producen riquezas para todos. Las banderas son divertidas, pero reflejan un mundo imaginario”, dice uno de los eminentes habitantes de la city. Está vestido según la última moda: traje impecable, pero sin corbata. El sueño era ocupar la Bolsa. Spyro Van Leemen, uno de los representantes del movimiento OLSX, Occupy London Stock Echange, asegura que nadie los moverá de allí: “Nos vamos a quedar todo el tiempo que haga falta para que el gobierno entienda y se 40 decida a cambiar el orden de las

cosas”. El joven tiene, como los otros, una convicción inquebrantable y un montón de causas que convergen en una: la reparación de las injusticias, empezando por las que provoca el impune sistema financiero. Las conversiones entre los ocupantes traducen sus preocupaciones, perfectamente reflejadas en las banderas y graffiti: la democracia, la justicia, el excremencial sistema financiero, la corrupción, las manos manchadas de los políticos, el desempleo, el precio alucinante de los alquileres, el fin de la ocupación de los territorios palestinos. No son ni marxistas, ni revolucionarios, ni comunistas, ni anarquistas, ni de extrema izquierda. “Somos del partido de la solidaridad mundial”, dice Andrew, un muchacho de 25 años que trabaja tres días por semana en un depósito de Londres y viene al campamento los días libres.

haciendo sacrificios. Pero con el paso de los días las cosas se complicaron. Las 70 carpas del principio se hicieron ahora más de 150. La visita de la Catedral es paga pero la presencia de los indignados ahuyenta a los turistas y curiosos. El campamento es una atracción mayor que la misma catedral y la gente no entra. “Eso son nuestras democracias, pura apariencia, falsa libertad”, dice con rabia Clem O’Neil señalando el cordón policial que protege los tesoros financieros de la city. Las noches son largas. El frío se cuela sin piedad. Los indignados londinenses tienen un enemigo más poderoso que la policía o la Bolsa: el frío. Por momentos el viento sopla con una vehemencia ya invernal. La jornada en el campamento transcurre con muchas actividades. Talleres de reflexión sobre la economía, la política o el

Andrew es miembro del otro movimiento que organiza la ocupación de la explanada de la catedral, Uncut, cuya meta es protestar contra la masa de recortes en los gastos públicos decretada por el gobierno del primer ministro David Cameron. Alrededor el viento agita las banderolas con los mensajes ya universales: “Salven a la gente, no a los bancos”. Las campanas suenan y los jóvenes bailan. El reverendo Giles Frases pactó con los acampados para que se alejaran de las escaleras y a la policía les pidió que no rondaran por los alrededores de la catedral anglicana. El cordón policial se formó un poco más lejos, en la Square Paternoster, por donde se ingresa a la Bolsa de Londres. El reverendo Frases simpatiza en silencio con esa juventud que se instaló en las puertas de su reino de forma pacífica y

sistema financiero, encuentros con la prensa y un montón de trabajos prácticos impuestos por la vida en un campamento urbano. Uno de los problemas más grandes que tienen es el de la limpieza, después viene el de la alimentación y el de mejorar el inexistente confort. La cuestión de la limpieza es esencial para evitar que las autoridades encuentren en la suciedad un argumento para desalojarlos. El principio es inamovible: “Hacer del campamento una base permanente”, explica uno de los portavoces de los indignados. Están bien organizados y se reparten las tareas según un orden ya pactado. Conseguir comida para tanta gente es una hazaña diaria, pero los indignados no se venden a cualquiera. Durante una asamblea decidieron de quién iba a aceptar ayuda y de quién no. Por unanimidad excluyeron cualquier con-

tribución que venga del McDonald’s. Nadie parece estar en conflicto. Los turistas acuden, sacan fotos, otra gente viene a traer sillas, mantas, comida, algunos banqueros, los auténticos, se detienen a hablar con los muchachos. “Me da curiosidad ver tanto sacrificio y saber, en el fondo, que estos chicos no entienden cómo funciona el mundo y cuán indispensables son los bancos”, explica Peter, un analista financiero de la city que esparce buen humor con el tono de su voz. “Claro –reconoce– que hay banqueros deshonestos y eso de los bonos en momentos como éstos no es una buena idea, es injusto, pero no por ello quemaremos un sistema que mueve al mundo y crea riquezas”, explica y se va mirando su reloj. Dan Gregory, un corredor de Bolsa, es menos condescendiente. “Esta gente quiere que vuelva el comunismo, están locos”, espeta enojado. Es inexacto. Son demócratas sin trabajo, excluidos, son los elegidos para solventar el tributo de la corrupción, la impunidad, la irresponsabilidad de un mundo que se destruye a sí mismo. El tiempo parece haberse detenido. Esto no es Londres sino un lugar en el Universo. Un lugar expuesto e incomprendido. Tanta voluntad, tanto empeño, tanta soledad. “In a foreign city once again / You waved weekly in the night”, dice la canción de John Martin. “Tengo fe lo mismo”, reconoce Michael, un indignado de ojos que sueñan despiertos. “Fe de que poco a poco el mundo tome conciencia y de que, todos juntos, seamos capaces de poner en movimiento, en cada lugar de este planeta agonizante, una fuerza tan grande como la que los egipcios echaron a andar en la Plaza Tahrir.” En el fondo, ese es el sueño de todos: un Tahrir universal contra el capitalismo, por la democracia participativa, un retorno a los valores y a la moral fundadoras. Por eso resisten a todo: a la ironía, a la indiferencia, al cinismo, a la estupidez, a la ignorancia, al hambre, al frío otoñal de Londres, a estas palabras. Son poetas. Y como todos los poetas, no viven envueltos en sueños sino en la desnudez de la realidad. Bajo la pálida luz de la mañana londinense, nada tienen de “indignados”. Son, más bien, seres que no se resignan a aceptar la voraz desproporción del mundo, que no caen en depresiones metafísicas profundas porque no pueden comprarse el último modelo del Iphone o del Ipad.

L

a trayectoria “natural” con la que ha venido dando vueltas hace ya siglo el mundo, de pronto se interrumpió. Un cimbronazo, una explosión. En el año 2012 se registra en la República Argentina un big bang que puso en evidencia la vida. La vida de gente que ya estaba viva y la existencia de personas condenadas al “no a lugar” desde su infancia. La certeza de los ecógrafos, los escarpines y las parteras que gritan todavía “varón o chancleta” quedó oficialmente en suspenso el 9 de marzo de 2012 cuando en la Argentina se promulgó una ley única en el mundo, pensada, discutida y redactada por personas que conocieron en cuerpo propio la injusticia del método y la crueldad de las consecuencias. El trámite “natural” con el que el mundo otorga bienvenida y sexo en cada sala de partos luego de una inspección impúdica de partes que a continuación pasan a ser “partes íntimas”, quedó en su más ridícula evidencia. El 9 de mayo de 2012 debería ser una fecha patria con sus próceres travestis y trans, académicos y de la calle, abogados y no abogados todxs con X, responsables de la ley. Una fecha ilustre recordada con escarapela celeste, blanca y multicolor. La ley de identidad de género no tuvo tantas discusiones escandalosas y aberrantes y mucho menos públicas como la ley de matrimonio universal de 2010 pero dejó a una sociedad mundial en posición adelantada, con preguntas que no se formulan o se auto responden con más preguntas: ¿Esa es la ley que le dio un documento con el nombre que se les cante a travas y a trans? ¿Cómo? ¿No se tienen que operar ni someterse a un estudio psicológico como mínimo? ¿Quiere decir que mañana voy al Registro Civil y digo que me llamo Carlos? ¿Cúantos van a querer hacerse minas para agarrar la jubilación cinco años antes? Así es. La magnitud del cambio de perspectiva que implica la ley de identidad de género es tan revolucionario, afecta a tal porcentaje de la población, que todo parece indicar que el año 2012 no será recordado por esto.

No hablaban de ti En los diarios no hablaron de la ley 26.743 en el clásico recuento de hitos y acontecimientos que se hace cada diciembre. Según las crónicas oficiales, el años 2012 empieza con la ran oscuridad del 22 de febrero cuando un tren repleto de pasajeros se estrella sin frenos en la Estación de Once dejando 51 muertos, cientos de heridos y una cadena de fallas técnicas, empresariales y políticas en evidencia; continúa en abril con la reestatización del 51 por ciento de las acciones de Repsol-YPF; luego del triunfo de Cristina Kirchner en las elecciones, llega


PáginaI12 30años

2012

Personas por su nombre Por Liliana Viola

Preguntas y respuestas Sorprende de la ley argentina en especial su brevedad –dura apenas una carilla– y su claridad –

Alejandro Leiva

seos? Por supuesto que todas tenemos derecho a hacer las construcciones corporales que queramos, pero hasta que propios y ajenos no incorporemos que aceptar nuestros cuerpos tal cual son también es parte de nuestra identidad, no habrá sexualidad ni amor que se puedan edificar a partir de eso. ¿Por qué tanta dificultad en nombrar nuestros deseos tal cual son sin que eso nos remita necesariamente a convertirnos en varones?” En el año 2012 Argentina abolió una esclavitud más aberrante que todas las esclavitudes por ignorada, por desestimada, por incomprendida hasta el presente. No figura en la lista de los hitos. Sin embargo aquí está.

Esperanza

no incurre en ningún “dígase ni hágase”– no la entiende solamente quien no la quiera entender: “Toda persona tiene derecho al reconocimiento de su identidad de género; al libre desarrollo de su persona; a ser tratada de acuerdo con esa identidad y, en particular, a ser identificada de ese modo en los instrumentos que acreditan su identidad respecto de nombre/s de pila, imagen y sexo con los que allí es registrada.” La ley, y no parece una casualidad, emplea un lenguaje sencillo, amoroso y didáctico que se adelanta incluso a la pregunta sobre ¿qué querrán decir con eso de “identidad de género?: “Se entiende por identidad de género a la vivencia interna e individual del género tal como cada persona la siente, la cual puede corresponder o no con el sexo asignado al momento del nacimiento, incluyendo la vivencia personal del cuerpo. Esto puede involucrar la modificación de la apariencia o la función corporal a través de medios farmacológicos, quirúrgicos o de otra índole, siempre que ello sea libremente escogido. También incluye otras expresiones de género, como la vestimenta, el modo de hablar y los modales.” No es la primera ley en el mundo que reconoce la identidad, sí es la primera que no pide permiso, ni pruebas, ni cirugías. El trá-

mite es personal y directo, sin gestores, no implica la obligación de agrandar o achicar nada y a la vez no implica un abandono de obras sociales y asistencia médica a quienes quieran recurrir a tratamientos hormonales, cirugías y todo lo que haga falta para vivir con salud. La activista trans Lohana Berkins multiplicaba el efecto Big Bang cada vez que abría la boca en sus notas del Suplemento SOY de este diario: “Quienes nos asumimos como travestis rechaza-

mos la binariedad, nos situamos en una identidad propia, con el trabajo que eso nos cuesta. Decir “soy travesti” es asumir nuestra propia belleza T, nuestros cuerpos y una cuestión que incluso a veces deja paralizado al feminismo: nosotras tenemos un pene, que no es lo mismo que hablar de falo. ¿Por qué deberíamos ocultar que la belleza del cuerpo travesti también incluye un pene? ¿Por qué tanta incomodidad con algo que es parte de nuestra propia corporalidad, sexualidad y de-

Dos niños, hijos de unos amigos, pelean por un juguete. “Es mi muñeca” dice uno. “No, es un soldado”, asegura el otro, “Deberíamos preguntarle qué es”, agrega el primero, no sin una cuota mayoritaria de picardía pero muy seguro de ganar con su argumento: No creo que haya oído a Lohana Berkins pero seguro ha sido alcanzado por esa poderosa voz que sigue volando como buena mariposa por nuestros aires. “Fijate que hay hombres que no tienen pene.” El otro niño se calla, presiente que ha perdido. Los adultos que escuchan la discusión también hacen silencio. O porque entienden o porque saben que les falta entender. Yo también hago un silencio. Respetuoso silencio. Y así doy por terminado mi homenaje al año 2012.

VIERNES 26 DE MAYO DE 2017

octubre con el “cepo al dólar” metáfora truculenta que contrasta con la sencillez cool del “8 N” respuesta cacerolada y música de fondo para la famosa grieta que se abrirá con todo poco después. En materia de leyes los balances consignan el proyecto de empezar a votar a los 16 años, los festejos oficialistas por La ley de Medios y el escándalo que comienza el 27 de septiembre cuando la Corte Suprema establece la necesidad de tipificar los casos de aborto no punible, la Legislatura de la ciudad de Buenos Aires sanciona un texto acorde y el jefe de Gobierno, Mauricio Macri, veta la iniciativa y revela el lugar donde se practicaría el primer aborto legal marcándole el camino a los grupos “pro vida” que interponen recursos para impedirlo. Las crónicas internacionales, salvo que estén redactadas por activistas especializados, tampoco se ocupan de la ley de identidad de género argentina que tomarán otros países del mundo como ejemplo y modelo. Los balances 2012 de corte pop lamentan la muerte de Whitney Houston y festejan la duda sobre si será nena o varón el retoño de Kate Middleton, uno de los bebés más poderosos del mundo que llegan a generar tanta ansiedad que una revista inglesa modifica la silueta de la futura madre con photoshop con tal de dar una falsa primicia. El sexo del futuro bebé de Shakira es el otro gran enigma y el flamante bebé de Beyoné convertido en marca para revendedores de marihuana en Los Angeles dejan demostrado hasta qué punto una ley que reconoce a a cada individuo la libre determinación de su sexo, se adelanta a “la realidad”. “Toda persona podrá solicitar la rectificación registral del sexo, y el cambio de nombre de pila e imagen, cuando no coincidan con su identidad de género autopercibida. Presentar ante el Registro Nacional de las Personas. Expresar el nuevo nombre de pila elegido con el que solicita inscribirse. En ningún caso será requisito acreditar intervención quirúrgica por reasignación genital total o parcial, ni acreditar terapias hormonales u otro tratamiento psicológico o médico” dice clarito la ley nuestra.

41


Suplemento Especial

“L

VIERNES 26 DE MAYO DE 2017

uana está feliz. Crece cada día más libre, más sana”, dice Gabriela Mansilla. Y reafirma cada palabra, como si la subrayara con resaltador. Tres años y medio atrás, en 2013, con apenas 6 años, su hija fue pionera. Hizo historia. Le ganó a un sistema que la veía, por su corta edad, como una “incapaz absoluta” para decidir y expresar lo que ella sentía desde muy pequeña: que era una mujer. Con pene. Pero mujer. El 9 de octubre de 2013 esa chiquita que amaba las sirenas, las muñecas y el color rosa, como tantas nenas de su edad, volvió a nacer: se convirtió en la primera niña transgénero en el mundo en obtener un DNI de acuerdo a su identidad autopercibida, en un trámite administrativo, sin recurrir a la Justicia. Ese año, le cambió la vida. A ella. Y a muchas otras niñas y niños trans. Antes Luana había recibido varios rechazos en las oficinas del Registro Civil de la provincia de Buenos Aires, que se resistía a cumplir con la Ley de Identidad de Género, aprobada un año antes, aun cuando la norma contemplaba un procedimiento para otorgar nuevo documento en casos de menores de edad. El reclamo de un nuevo DNI tuvo eco recién una vez que el caso se hizo público a través de PáginaI12. La difusión impulsó a distintos organismos públicos nacionales, como el INADI y la Secretaría de Niñez, a emitir dictámenes en apoyo a la niña, con fundamentos jurídicos. Gabriela recibió el flamante documento de parte del entonces jefe de Gabinete de Ministros bonaerense, Alberto Pérez, en un acto con toda la prensa. “Ese día quise estar ahí no solo para recibir la dignidad de mi hija en las manos, sino para dejar un mensaje a otras familias”, dice Gabriela a este diario, casi cuatro años más tarde. Estaba segura de que Luana no era la única niña trans y el mensaje que dejó a otras mamás, a otros papás, fue que “nadie les va a decir quiénes son sus hijos o sus hijas más que ellos mismos”, que los escuchen, que es fundamental acompañarlos. Gabriela habla y deleita. Es una heroína. Como su hija. Habla y parece que da cátedra. De las buenas. Su vivencia es lección de vida. Este año, a principios de abril Gabriela organizó el primer encuentro de niñas y niños trans. Se juntaron en un pelotero, en el oeste del conurbano bonaerense, cerca de su barrio. Fueron diez chicos y chicas, con sus familias. De Buenos Aires, San Juan, Córdoba, Santa Fe y Neuquén. El segundo encuentro, hace pocas semanas, fue en la propia casa de Gabriela. La mamá de Luana conformó la Asociación Civil Infancias Libres, desde donde acompaña a otras familias con niñas y niños trans. Y viene desarrollando una campaña contra la violencia y la discriminación hacia la niñez trans. A pulmón. No recibe más ayuda que un subsidio del programa Ellas Hacen. Y se gana la vida vendiendo en bicicleta empanadas y pizzas que amasa y cocina en su horno. “Esto no es nuevo. Existió siempre”, dice Gabriela sobre la infancia transgénero. “Pero era negado. Fueron expulsados de todos los sistemas, de las escuelas, sus casas, los hospitales. No sé si las personas que militaron la Ley de Identidad de Género sabían que iban a resaltar los valores de la vida de una niña de 6 años”, dice Gabriela. Luana nació con genitales masculinos como su hermano mellizo y los padres le pusieron Manuel. Desde que pudo hablar, al año y medio de vida, empezó a repetir: “Yo, nena”, “yo, princesa”, a ponerse ropa de su mamá y a pedir muñecas para jugar. A los cuatro años eligió llamarse Luana y pidió que la llamáramos así. “Nos dijo que si no le decíamos así no nos iba a contestar”, recuerda Gabriela. Por entonces, debían enfrentarse a situaciones como llevarla a una guardia con 39 grados de fiebre y que la vieran con dos coli42 tas y pollera, y en lugar de fijarse qué le pasa-

2013

La nena que fue pionera Por Mariana Carbajal

ba, el médico o la médica la mirasen raro porque en el documento tenía nombre y foto de varón. En su recorrido de Manuel a Luana, la niña, su hermano y Gabriela -el papá los abandonó después de firmar para el pedido de DNI-estuvieron acompañados y lo siguen estando por la psicóloga Valeria Pavan, coordinadora del Área de Salud de la Comunidad Homosexual Argentina y el psiquiatra Alfredo Grande, de Atico Cooperativa de Trabajo en Salud Mental. Contar la historia de Luana en un medio de comunicación, fue parte de la estrategia que armaron para lograr que le dieran el nuevo DNI a la niña, después de los sucesivos “no” del Registro Civil. Y para darla a conocer, eligieron a esta cronista. Se acordó que no se revelaría ni su nombre verdadero ni su domicilio. Preservar su identidad fue un imperativo ético. Después, la propia madre dio a conocer el verdadero nombre. Fue de las historias más inquietantes y a la vez más conmovedoras que me tocaron escribir a lo largo de tantos años en PáginaI12. Escuchar a Gabriela, en aquel 2013, como ahora, emociona. Entre las batallas que tuvo que dar, la primera fue entender qué le pasaba a Manuel. “Mi impresión era que tenía Dafne Gentinetta

mellizos, pero los dos tenían gustos opuestos”, contó en aquel momento este diario. “Quería tener el cabello largo y para simularlo se ponía trapos en la cabeza, pedía que le compraran muñecas. Me pedía mis polleras, mi ropa, y se las quería poner”, decía. Pensaba que era un juego. Peregrinó por pediatras, neurólogos, psicólogos, buscando una respuesta. “Un psicólogo me dijo que le faltaba presencia paterna, que le tenía que decir que era un nene, que le sacara la ropa de mujer. Fue un desastre. Mi hija vivía destrozada. Se escondía debajo de la cama, se ponía el cubrecestos del baño que tenía puntillas como pollera y pasaba horas encerrada en el baño. Cuando le sacaba la ropa femenina, yo sentía que le arrancaba la piel. No se imaginan cómo lloraba. Podía llorar horas. El papá no lo podía tolerar. Decía: ‘Yo no voy a tener un hijo puto’. Y lo escondía cuando venían sus amigos. ¿Sabes con qué jugaba? Con un lápiz rosa. Hasta que vi un documental de National Geographic de una nena transgénero de Estados Unidos. Fue como si me pasara una topadora por encima. Era la historia de mi hijo. Ahí entendí que era una nena trans, que su iden-

tidad era la de una nena. Lloré veinte días. Y reaccioné. Me dije: si quiere ser princesa, yo la voy a ayudar”, reveló en aquella nota de 2013 Gabriela. Otra batalla que tuvo que dar fue en el jardín de infantes al que mandó a los dos chicos cuando cumplieron tres años, una institución privada en su barrio. Manuel siempre estaba con las nenas. “Las otras mamás me decían: ‘Tu hijo es un donjuán, siempre rodeado de nenas’. Les acariciaba el pelo, porque deseaba tenerlo como ellas, largo, con hebillitas. Me decía que quería tener vagina, que no quería tener pito. Yo no sabía cómo explicarle que era una nena trans. Un día me dijo: ‘Yo no soy un nene. Soy una nena y me llamo Luana’. Tenía cuatro años recién cumplidos. Fue la segunda topadora que me pasó por encima. Ella solita se había elegido el nombre. ¿Sabes lo que es eso? Tenía pelo cortito, ropa de varón. La psicóloga que la atendía en ese momento le imponía una terapia correctiva de reafirmación del género masculino. Yo tenía miedo de que se quisiera lastimar el pene. Se lo hundía hasta hacerlo desaparecer. Ni la maestra ni la directora entendían. Yo no soportaba más verlo sufrir y cuando se iba el papá, lo dejaba jugar con lo que quería”, cuenta la madre. Ante ese cuadro de “tanto dolor”, la mamá le regaló un traje de princesa y una peluca de cotillón, que con el correr del tiempo quedó gastado de tanto uso. En ese momento, buscando respuestas, una tía de la niña llegó al Programa de Atención Integral para Personas Trans del Hospital Durand y allí ubicó a la psicóloga Valeria Pavan. Inmediatamente la contactó y la especialista recibió a la mamá de Luana. En su consultorio, y luego de varias sesiones, primero con los padres y luego con la niña, el equipo terapéutico descartó que Luana tuviera una “formación delirante” o una “personalidad psicótica”. “Valeria me dio una explicación, me dijo que era una nena trans, que tenía que dejarla ser”, dice Gabriela. De alguna forma, fue para ella tranquilizador. Luana todavía tenía fisonomía de varoncito. Cuando llegaba al consultorio de Paván tenía carita triste. Cada vez que entraba le decía si se podía cambiar y se ponía su traje de princesa, y se transformaba, revivía, como si su vida empezara a tener sentido. Y antes de irse, se cambiaba. En acuerdo con los padres, y con el equipo interdisciplinario que empezó a atender al grupo familiar, se decidió respetar la identidad elegida por Luana y comenzó su transición: ella decidió que fuera primero en la intimidad de su hogar porque tenía miedo a las burlas del colegio. Fueron escuchando sus demandas: vestiditos, zapatitos de nena, la decoración de su cuarto, toallas y sábanas de nena. Pero se le hacía complicado ir al jardín, se hacía pis encima porque no quería ir al baño para que no le vean el pito. Ella tampoco lo quería ver. Finalmente, en 2012, antes de que empezaran las clases fueron Paván y Marcelo Suntheim, de la CHA, a hablar con los directivos del jardín, para que Luana pudiera empezar ese año yendo ya como una nena. Les pidieron informes en el jardín, en el distrito escolar, e inclu-

so hablaron con asesores del Ministerio de Educación de la provincia de Buenos Aires. Luana dejó de hacerse pis. “Yo pensé que iba a tener vergüenza de ir como nena al jardín. Pero entró como si se llevara el mundo por delante: fue muy fuerte y muy doloroso para mí. Hay que tener un corazón enorme, el pecho de acero”, se acuerda la mamá. En el jardín aceptaron a Lulú. Pero las madres de sus compañeritos no quisieron que sus hijos fueran a jugar a su casa. Y algunos nenes preguntaban por qué Manuel iba disfrazado de mujer. Finalmente, la mamá y el equipo terapéutico consideraron que sería mejor cambiar a los dos hermanitos a un jardín de infantes público. Luana ya está en cuarto grado. En las clases de educación sexual, la maestra muestra láminas de nenas con vulva, de nenes con pene, y agrega que también hay nenas con pene y nenes con vulva. “Se insertó tan naturalmente en la nueva escuela que ningún padre ni madre cuestionó nada”, destaca Gabriela. En los dibujos de Luana se destacan las alas. Le gusta dibujar nenas con alas. “Esas alas -dice la mamá-son la libertad que tiene y que debería tener cada niño, cada niña. Y que les cortamos con el tiempo”. Gabriela es sabia. Heroína. Como su hija .Las vivencias de su recorrido en el acompañamiento de Luana, sus miedos, sus dolores, sus preguntas: todo quedó registrado en varios uno cuadernos espiralados, de tapa blanda, donde Gabriela escribió cada noche de aquellos años. Esos textos se convirtieron en el libro Yo nena, yo princesa. La niña que eligió su propio nombre, editado por la Universidad Nacional de General Sarmiento. El libro abre cabezas. Y será llevado al cine: una película sobre la vida de Luana está en etapa de preproducción, un proyecto en el que está trabajando el guionista Jorge Maestro. Un documental con el testimonio de Gabriela se está usando en Suecia para “reeducar” docentes. Luana se acerca a la pubertad. Se abren interrogantes. Sobre el cuerpo. Sobre posibles tratamientos con hormonas para detener la revolución de testosterona que el desarrollo le depara. “Pero también tienen efectos colaterales”, advierte Gabriela. Hasta los 12 años se puede seguir pensando qué decisión tomar. También podría optar por una cirugía de reasignación de sexo, más adelante. Gabriela quiere que Luana viva su cuerpo con absoluta libertad, que nadie le diga qué cuerpo puede tener, que no se le impongan hormonas o cirugías para parecerse al estereotipo de mujer que determina la presión social, que le dice que así no es apta. ¿Con qué cuerpo va a sentirse cómoda? “Estamos trabajando para que ame ese cuerpo que tiene –enfatiza Gabriela–, para que crea que es el correcto, porque no nació en un cuerpo equivocado ni está atrapada”. Y señala que hay que apuntar a que la sociedad deje de estigmatizar por el cuerpo, que entienda que la genitalidad no determina la identidad de una persona. Si se baja esa presión –especula–, Luana va a poder vivir el cuerpo que le toca en absoluta libertad. Sin complejos. Sin miedos.


PáginaI12 30años

2014

El año que vivimos mundializados Por Facundo Martínez

H

Télam

les, para un 3-1 que se completó con un gol extraño de Rojo (cabeza y rodilla). La Selección funcionaba mucho mejor que al principio pero igualmente le iban a costar horrores los partidos por los cuartos de final contra Suiza en San Pablo (1-0 con un agónico gol de Di María, que en el partido siguiente se iba a lesionar) y por los cuartos de final contra Bélgica (1-0, con el único tanto del Pipita Higuaín en el torneo). De todas formas, la Argentina volvía a acceder a las semifinales de una Copa del Mundo después de 24 años; la última vez había sido en el Mundial de Italia ‘90, donde el equipo de Bilardo terminó perdiendo la final contra Alemania (1-0). El partido con Holanda fue otra cosa, mucho más tenso, mejor jugado. Así lo ameritaba el rival. Para entonces, los argentinos habían terminado de invadir Brasil y comenzaban a ser noticia también por cuestiones extrafutbolísticas, como la reventa de entradas comandada por el entonces vicepresidente de la AFA, Luis Segura, desde el hotel en el que se alojaban los dirigentes; antes también habían dado la nota un par de funcionarios de la Cancillería argentina, a los cuales quien esto escribe denunció a través de una nota periodística por revender entradas en la zona de Copacabana desde una camioneta oficial, ploteada con las insignias patrias: ¡una vergüenza! La clasificación fue tremendamente ajustada. Con Robben, Van Persie y Sneijer, Holanda había sido hasta ahí un equipo sólido y regular, y ya frente a la Selección tuvo momentos de lucidez que pusieron al equipo de Sabella varias veces contra las cuerdas. Vale recordar ese cruce inolvidable con el

que Mascherano le ahogó, con la punta de su botín derecho, un remate de gol a Robben. El capitán sin cinta del equipo de Pachorra iba a destacarse luego por su fenomenal arenga antes de la ejecución de los penales a Romero: “¡Hoy te convertís en héroe!”, y así fue. Chiquito le atajó el primero a Vlaar y el cuarto a Sneijer; para la Argentina, en cambio, anotaron todos: Messi, Garay, Agüero y Maxi Rodríguez. Los tres primeros, junto a Mascherano, habían integrado el equipo de Checho Batista

que ganó la medalla de oro en los Juegos Olímpicos de Beijing 2008 e integrado también la nómina de jugadores que Maradona llevó al Mundial de Sudáfrica 2010. El objetivo de jugar el séptimo partido estaba cumplido. Argentina estaba en una nueva final del mundo, aunque el rival no sería la verdeamarela –lo que deseaban prácticamente todos en Brasil–, sino Alemania, el Gran Cuco, que venía de someter al equipo de Scolari con una tremenda paliza por 7-1 en el Mineirao de Belo Horizonte. La final se jugó en el Maracaná. Argentina había conseguido en la cancha bajarle el copete a los dirigidos por Löw, cortándoles los circuitos de juego. En situaciones claras de gol, el equipo de Sabella también marcaba diferencias y dominaba. Se podrá recordar el pase de Lavezzi –que pese a haber hecho bien las cosas en la primera parte fue reemplazado en la segunda por Agüero– para que Higuaín definiera bien y todos gritaran el gol que acaso hubiera significado el triunfo de no ser por el juez de línea que se empecinó en anularlo por posición fuera de juego. Se podrá recordar también el remate de Messi que se fue apenas al ladito de un palo, o la chance que tuvo Palacio y que defi-

nió mal, con la canilla; se podrá recordar el penal que el bueno de Neuer le cometió al Pipita, y que el árbitro italiano Risolli hizo la vista gorda; se podrá recordar también –aunque el trauma quiera a veces bloquear ese recuerdo– que a sólo cinco minutos de final del partido, cuando ya prácticamente todos pensábamos en que ojalá Romero tuviera otra tarde de esas inspiradas como contra Holanda, Schürrle se desprendió como un demonio por la izquierda, encontrando a la defensa mal parada, y metió un centro que Götze paró con el pecho para definir luego de zurda y sacar el remate del 1-0 final para el que Romero se quedó sin respuestas, y el resto de los argentinos sin palabras. Ese fue el final de un Mundial en el que tanto los jugadores, el cuerpo técnico, los dirigentes, los periodistas y, por supuesto, mucho más aún los hinchas, habían depositado sus mayores esperanzas. Ganar el Mundial de Brasil 2014, en ese aquelarre universal del hincha que habían sido las calles de sus principales ciudades y de sus pequeñas barriadas, en el mismísimo Maracaná, hubiera sido algo realmente inmejorable. Pero no, otra vez Alemania, como en Italia ‘90, nos iba a aguar la fiesta. Cosas que pasan en el fútbol, por suerte.

VIERNES 26 DE MAYO DE 2017

ace apenas unos días Lionel Messi se tomó una serie de fotografías en su museo personal de camisetas de fútbol. Impresionan los nombres de las tantísimas estrellas internacionales que han intercambiado las suyas con la del crack del Barcelona: Raúl, Casillas, Totti, Lahm, Toure Yaya, Piqué, Suárez, entre otros, pero lo que más llama la atención es que en el centro de esa magnífica y valiosa exposición de telas y números de los más diversos colores y valores sobresalen, ubicadas en el centro de la escena, dos camisetas del seleccionado argentino de fútbol: la clásica celeste y blanca, y una suplente azul brillante. No fueron elegidas al azar. Son las que el capitán de la Selección utilizó en el Mundial de Brasil 2014, ese que hizo vibrar el alma de los argentinos, abrazarse, festejar, fastidiarse, mancomunarse en ese canto –“Brasil, decime qué siente”– que se hizo escuchar día y noche por las ciudades de Río de Janeiro, Belo Horizonte, San Pablo y Brasilia, y que nos hizo delirar con la posibilidad de volver a levantar la Copa del Mundo en el estadio Maracaná, como lo había hecho Diego Maradona en el Azteca en México ‘86 después de vencer 3-2 en la final a Alemania, el mismo rival de Brasil 2014. Son prácticamente tres décadas las que separan la felicidad alcanzada en el primer momento –28 años para ser exactos– de la enorme tristeza del otro debido a la derrota que finalmente nos dejó a los argentinos con las manos vacías. Es cierto que alcanzada la final, lo que queda atrás no importa tanto. Tan cierto como el hecho de que el periplo de la Argentina en Brasil 2014 no había comenzado para nada bien, a pesar de los resultados favorables. La flojísima actuación para la victoria en el debut frente a Bosnia en el Maracaná (21, con un gol en contra de Kolasinac y otro de Messi) obligó al entrenador Alejandro Sabella a cambiar sobre la marcha, a meter el volantazo que propició el cambio de rumbo, un poco por intuición propia, otro tanto por el pedido de los jugadores que se sentían maniatados con el planteo táctico y se lo hicieron saber. Después llegó Irán en Belo Horizonte, y la Argentina ganó sufriendo por 1-0 (gol de Messi, que por las suyas comenzaba a levantar el nivel) y con la clasificación en el bolso llegó en turno de Nigeria en Porto Alegre, donde el capitán de la Selección ratificó su mejoría y su mando con dos go-

43


Suplemento Especial

2015

La elección de Macri Por Sebastian Abrevaya

A

penas 3 puntos. Esa diferencia, mínima, fue suficiente para marcar el inicio de una nueva etapa histórica en la política argentina. En noviembre de 2015, después de un peleado ballotage frente a Daniel Scioli, Mauricio Macri se convirtió en el primer representante de las elites económicas nacionales en llegar al poder a través de un partido político propio y mediante elecciones libres. El PRO se proyectó como fuerza política nacional aliándose a la UCR y la Coalición Cívica y concluyó así el proceso de más de 12 años liderado por los presidentes Néstor y Cristina Kirchner. El cambio de gobierno significó también un giro para latinoamérica, que dejó atrás una inusual coincidencia de mandatarios de corte progresista o de izquierda. Como si fuera poco, 2015 fue un año de importantes consecuencias hacia el interior del país: el peronismo sufrió una derrota en la pro-

do casi hasta el hartazgo la promesa de un país mejor para todos. Promesa que hoy, a casi dos años, se mantiene intacta. El hito fundacional de la alianza se produjo el 16 de marzo, en Gualeguaychú, Entre Ríos. El radicalismo saldó allí un largo y duro debate interno entre quienes pregonaban el acuerdo con el PRO y Elisa Carrió versus quienes proponían un gran frente antikirchnerista que incluyera también al Frente Renovador de Sergio Massa. El encuentro terminó entre gritos, insultos y agresiones al sector que lideraba el ex senador Ernesto Sanz, quien pocos días después del triunfo electoral desistió de ocupar cualquier cargo formal en el Gabinete nacional. El regreso de la UCR a la Casa Rosada luego de protagonizar en 2001 la peor crisis de la historia argentina diluyó aquellas tensiones y dejó en el olvido el 3,34 por ciento que obtuvo Sanz en las primarias abiertas. Esa victoria también tapó el

disputa interna en el principal bastión electoral del peronismo: Aníbal Fernández-Martín Sabbatella contra Julián Domínguez-Fernando Espinoza. A pesar de una impactante operación mediática lanzada unas semanas antes desde el Grupo Clarín, Aníbal Fernández venció en las primarias y se quedó con lo que, en aquel momento, parecía ser un triunfo asegurado para suceder a Scioli. En la elección de agosto ambos postulantes del FpV sumaban el 40,4 por ciento de los votos frente al 29,4 de Cambiemos, que llevaba una lísta única encabezada María Eugenia Vidal. Pero la diferencia entre Fernández y Domínguez había sido pequeña –21,2 a 19,2– y en la primera vuelta el ex jefe de Gabinete no logró retener un porcentaje suficiente de los votos del titular de la Cámara de Diputados. Igual que Massa, Felipe Solá, del Frente Renovador, logró sortear la polariBernardino Avila

VIERNES 26 DE MAYO DE 2017

vincia de Buenos Aires después de 28 años ininterrumpidos. En ese contexto y pese a una gran debilidad institucional, la alianza gobernante emprendió en tiempo record una serie de transformaciones de gran impacto: la eliminación del cepo y una devaluación superior al 35 por ciento, quita de retenciones a los sectores agropecuarios y mineros, despidos en el Estado, el anuncio de un tarifazo brutal en los servicios públicos, el nombramiento por decreto de dos jueces de la Corte Suprema, entre otras iniciativas que vendrían durante los primeros meses de 2016 como la destrucción de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual y el acuerdo con los fondos buitre. “Hoy es un día histórico. Es un cambio de época y va a ser maravilloso”, aseguró Macri emocionado la noche del 22 de noviembre. Acababa de ganar la segunda vuelta por 51,48 por ciento de los votos contra el 48,52 del Frente para la Victoria. Cambiemos, que tenía apenas unos meses 44 de vida, llegaba a la Casa Rosada repitien-

exiguo resultado que le tocó a Carrió: 2,28 por ciento. Macri los había superado ampliamente con el 24,5 por ciento pero estaba lejos del 38,7 de Scioli-Carlos Zannini. En la primera vuelta esa brecha se acortó a 3 puntos para darse vuelta en el ballotage. Tras la derrota, el Frente para la Victoria comenzó un proceso de reacomodamientos internos que todavía sigue abierto. Un sector del PJ encabezado por Diego Bossio rompería al año siguiente el bloque en la Cámara de Diputados y semanas más tarde el Movimiento Evita seguiría el mismo camino, poniendo en cuestionamiento del liderazgo de Cristina Fernández. El año electoral había comenzado con siete precandidatos presidenciales por el FpV hasta que distintas señales de la ex presidenta comenzaron a ordenar el espacio oficialista. Sin embargo, la negativa del ex ministro del Interior y Transporte, Florencio Randazzo, a bajar su postulación para competir como candidato a gobernador bonaerense, abrió el juego para una dura

zación. Consiguió un tercer puesto con poco más del 19 por ciento, lo que completaba el número histórico del 60 por ciento para el peronismo bonaerense. Así, con el PJ altamente dividido, Vidal se convirtió en la primera gobernadora mujer de la provincia de Buenos Aires. Ese triunfo se convirtió en un gran espaldarazo para Macri, que todavía tenía el desafío de dar vuelta la elección nacional. El año electoral había tenido momentos delicados para el macrismo. Las tensiones en el armado de las listas, con competencia interna en varios distritos, sumadas a la elección de jefe de Gobierno en la que Gabriela Michetti decidió desafiar la voluntad de Macri y competir contra su elegido, Horacio Rodríguez Larreta. El líder del PRO se encargó de inclinar la cancha en favor de su jefe de gabinete y, en paralelo, de alimentar la disputa dentro de ECO, con el objetivo de restarle votos a Michetti. La jugada, arriesgada, por parte del macrismo, casi se les va de las manos y pone en riesgo el sueño presi-

dencial del ex titular de Boca Juniors. Martín Lousteau venció a Graciela Ocaña, y Larreta a Michetti pero en el ballotage de la Ciudad realizado el 19 de julio, Larreta obtuvo el 51,6 por ciento de los votos frente al 48,4 de Lousteau. “No me hubiese sentido con autoridad”, dijo Macri, días después, al referirse a su candidatura presidencial en caso de que el PRO hubiera sido derrotado en su principal bastión electoral. Otro punto saliente del año electoral fue el primer debate televisivo entre los candidatos presidenciales. Scioli y Macri se midieron en un formato estructurado de preguntas y respuestas organizado tras el fuerte lobby de la ONG Argentina Debate, cuyo director es hoy funcionario del gobierno de Rodríguez Larreta. “¿Daniel, en qué te han transformado? Parecés un panelista de 6,7,8”, fue una de las pocas frases memorables de Macri en aquella transmisión desde la Facultad de Derecho. El candidato del FpV, en cambio, anticipó una serie de medidas económicas y políticas que el PRO buscó luego descalificar como “campaña del miedo”. Si bien el impacto del debate televisivo fue difícil de calcular, lo cierto es que al año siguiente sirvió para dejar en evidencia la cantidad de promesas incumplidas como “pobreza cero”, “unir a los argentinos” o la no realización de un ajuste. En septiembre, el escándalo en torno a la elección de gobernador en Tucumán generó un clima de sospecha que permitía preparar el terreno para denuncias de fraude, agitadas desde la oposición en más de una oportunidad. También le sirvió luego al macrismo para instalar la supuesta necesidad del voto electrónico, uno de los pocos proyectos fallidos de Cambiemos durante 2016. Como Cambiemos resultó vencedor no hizo falta echar mano a ese recurso. Tras el fin del proceso electoral, el flamante oficialismo se encontró con dificultades para cubrir los cargos políticos producto de la sorpresa de tener que gobernar los tres principales poderes ejecutivos. Apeló a segundas y terceras líneas y diseñó un gabinete que sufriría varios cambios importantes al cabo de un año. Pasada la elección no se agotó el conflicto. El traspaso de mando fue altamente problemático, a punto tal que terminó judicializado. La jueza María Romilda Servini de Cubría determinó que el mandato de CFK vencía el 9 de diciembre a las 23:59. Producto de esa situación, la ex presidenta se despidió sin entregarle la banda ni el bastón a Macri, ni en el Congreso, ni en la Casa Rosada. Hizo, en cambio, un acto multitudinario en Plaza de Mayo donde dio un emotivo discurso: “Después de 12 años y medio podemos mirar a los ojos de todos los argentinos. Sólo le pido a Dios que quienes nos sucedan por imperio de la voluntad popular dentro de cuatro años puedan, frente a una plaza como esta, decirle a todos los argentinos que también puede mirarlos a los ojos”.


PáginaI12 30años

2016

La pelea de Dilma Por Mercedes López San Miguel

L

Cunha. A partir de la victoria de Cunha se vio a un Congreso actuar de modo desleal y empeñado en impedir que Dilma gobernara. Al mismo tiempo, era innegable que el gobierno enfrentaba una crisis económica. El proyecto de equidad social de una década de gobiernos del PT comenzaba a desvirtuarse con la designación de Joaquim Levy al frente del Ministerio de Hacienda. Para Theotonio Dos Santos, autor de la Teoría de la dependencia y doctor en Economía, ese nombramiento fue un error de Rousseff. “Levy fue un ministro incompetente. Pero la presión contra Dilma era muy fuerte. Ella había conseguido bajar la tasa de interés de más del 20 por ciento a 6, pero se creó el clima de que iba a haber una inflación colosal, lo cual era una mentira, estaba en un 4 o 5 por ciento. ¿Cómo se podía aceptar que había que subir la tasa de interés para disminuir la inflación?. Ese es un manejo extraño de la política económica”. El Plan Levy, basado en el recorte de gastos, aumento de impuestos y suba de las tasas de interés, dejó 10 millones de desocupados y una fuerte recesión. Esta coyuntura fue manipulada por ciertos dirigentes de la oposición para convocar a masivas marchas contra el gobierno. “El punto no es Joaquim Levy”, afirma Rousseff ante la pregunta de este diario de si volvería a elegirlo. ¿Qué imaginábamos nosotros en ese momento?. Lo que habíamos hecho antes, en 2003: un ajuste corto. (...)Teníamos un problema porque los Estados Unidos habían cambiado el valor del dólar, luego subirían las tasas de interés y habría mayores problemas. Por eso planeamos hacer un ajuste de un año”. El clima destituyente que machacaban los medios tratando de desequilibrada a la presidenta –la revista Istoé la comparó con la reina de Portugal María I, conocida como “la loca”– fue acompañado de manifestaciones contra el gobierno en las que se deploraba la Bolsa Familia (subsidio para 50 millones de pobres), se pedía mano dura, se exigía prisión para Lula da Silva e idolatraba al juez Sergio Moro. Moro tiene a cargo las investigaciones relacionadas con el poderoso esquema de corrupción instaurado en la estatal Petrobras, causa denominada “Lava Jato”. El juez de un tribunal de primera instancia de Curitiba en marzo de 2016 realizó dos polémicas medidas: mandó a la

EFE

Policía Federal a buscar a Lula para llevarlo a declarar por la fuerza y después pinchó ilegalmente una conversación entre el ex presidente y Dilma, cuyo audio envió a los canales –que lo divulgaron editado de tal modo de exaltar el odio de miles de opositores en las calles–. En esa conversación Rousseff oficializaba el nombramiento de Lula como jefe de gabinete, pero la justicia suspendió esa designación. Dos meses después, el 12 de mayo, comenzaba el juicio político contra Dilma Rousseff y asumía la presidencia interina Temer. La mandataria acusó a su ex vice y a Cunha de ser los “jefes de la cons-

piración”. Cunha, acosado por las denuncias de corrupción en su contra, fue quien aceptó dar curso al impeachment y Temer difundió por error una grabación en la que daba por hecha la destitución de Rousseff y pedía construir un gobierno de “salvación nacional”. A Dilma se la acusó de haber realizado maniobras contables para maquillar la situación financiera de Brasil y haber emitido por decreto, sin autorización del Congreso, partidas de fondos extras para planes sociales. Durante ese proceso no se presentaron pruebas consistentes con los delitos atribuidos a la acusada. La primera votación en Di-

putados, el 17 de ese mes, resultó un espectáculo mediocre y obsceno, donde los legisladores votaron en nombre de Dios, de la Patria, de la familia y hasta de “los torturadores de Dilma Rousseff”. La votación final a favor de la destitución fue el 31 de agosto. La mujer de mirada sin rencor reflexiona sobre el rol de los medios en este desenlace y los meses que siguieron con el gobierno de Michel Temer, que se caracterizó por haber congelado el gasto público por 20 años y que busca flexibilizar el mercado laboral. “Los grandes medios de Brasil convencieron a la población de que defendiera intereses que iban en su contra. La pérdida de poder del pueblo, porque me botaron y me arrojaron fuera de la Presidencia, se complementó con la pérdida de derechos”. Un año después del inicio del juicio político, Dilma viaja a universidades del mundo contando su verdad, mientras Cunha purga una pena de quince años de prisión por su participación en Lava Jato. Neves está suspendido de su cargo de senador y Temer vive sus horas más aciagas como presidente, luego de que surgieran pruebas consistentes de que acordó comprar el silencio de su aliado Cunha con dinero del frigorífico JBS.

VIERNES 26 DE MAYO DE 2017

a mujer de mirada plácida, carente de rencor, asegura con firmeza: “Seguiré dando pelea”. Es diciembre de 2016, Dilma Rousseff conversa con PáginaI12 sobre el golpe parlamentario que cuatro meses antes, el 31 de agosto, la arrojó fuera del Palacio del Planalto. Dilma encarna una herida profunda de la democracia de Brasil. La primera mujer que llegó a la presidencia de su país sostiene que detrás de su destitución están la burguesía y la oligarquía, entre ellos los dueños de los grandes medios, grupos financieros y empresarios, el opositor Partido de la Socialdemocracia Brasileña (PSDB) y muchos líderes del Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB). Pero a la vez insinúa la participación de Estados Unidos. “Nunca se supo qué querían los servicios de seguridad norteamericanos cuando interceptaron mis comunicaciones y las de Petrobras. Quizá la oligarquía brasileña no tenía toda la información necesaria aquí dentro y obtuvo una parte afuera”. Si bien no hay pruebas concretas que involucren al país del Norte, académicos y políticos del PT, como el diputado Sibá Machado, afirman que sería muy ingenuo suponer que la campaña de desestabilización no recibiera ningún tipo de apoyo externo. “Si miramos hacia atrás tenemos ejemplos, como el golpe contra Hugo Chávez (2002) y el golpe con maquillaje institucional contra el presidente paraguayo Fernando Lugo (2012)”. Las primeras señales de que esa derecha sería implacable se vieron en octubre de 2014, cuando la dirigente del izquierdista Partido de los Trabajadores (PT) fue reelecta por 54,5 millones de brasileños. Su rival, Aécio Neves, desconoció el resultado. Lo recuerda Dilma. “Al día siguiente de la segunda vuelta los derrotados del PSDB del candidato Aécio Neves pidieron recuento de votos. Auditoría de las urnas electrónicas. No encontraron nada raro”. Además, Neves recurrió al Tribunal Superior Electoral denunciando financiación ilegal de la campaña de Dilma Rousseff-Michel Temer. A principios de 2015, durante el primer año del segundo mandato de Dilma el principal aliado del PT en el Congreso, el PMDB, rompió con un acuerdo con el PT por el que diputados de ambos partidos se turnaban en la presidencia de la Cámara baja y presentó la candidatura de Eduardo

45


Suplemento Especial

2017

El contrapoder de la calle Por Marta Dillon

E

VIERNES 26 DE MAYO DE 2017

s verano, segundo mes del verano, segundo verano del primer gobierno abiertamente de derecha que llegó al poder mediante un preciso operativo de extorsión sentimental –la revolución de la alegría– y misoginia manifiesta –el cambio necesario para que “la yegua” no vuelva–. El calor es agobiante en la mayor parte del territorio argentino. En las playas de la costa atlántica, casi desiertas por las políticas de ajuste y la inflación creciente, tampoco hay alivio. El mar está tan sereno que tiene el color del Caribe, no hay viento que agite las olas ni marea que remueva la arena del fondo. Pero casi nadie se sumerge porque en cuanto lo hacen unas pequeñas medusas urticantes se cuelan dentro de los trajes de baño. Los cortes de luz instalan olor a podrido en las heladeras. Nubes de mosquitos zumban sobre los cuerpos que mojan las sábanas, en Buenos Aires y más aun en el Chaco, en Córdoba o en Santa Fe, donde llegaron a registrarse 60 grados a la sombra en una siesta tórrida. Dengue, zika, chikunguña son las amenazas que traen los insectos; al menos una de estas enfermedades también se transmite por vía sexual pero en los hospitales públicos ralean los preservativos. Sin embargo, contra el sopor de un verano que parece ensañarse, una intensa agitación política circula como la corriente eléctrica que falta en tantos hogares y fábricas. Las mujeres se han declarado en estado de insumisión y convocan, en complicidad con otras mujeres de 50 países del mundo, llaman al primer Paro Internacional de Mujeres para el 8 de marzo, una fecha del calendario mundial que hacía décadas había perdido su memoria combativa. En Argentina, las dirigencias sindicales se encabritan, se sienten expropiadas de su herramienta de lucha. Sobre todo, la Confederación General del Trabajo que sostiene con el gobierno neoconservador un pacto explícito para mantener dormido el conflicto social. Pero no es sólo la CGT la que toma como una ofensa tal atrevimiento, todas las dirigencias sindicales acusan recibo de la insolencia y llegan a poner el grito en el cielo cuando desde la asamblea que convoca el colectivo Ni Una Menos cada viernes en el barrio de Chacarita se las interpela públicamente para que adhieran a esta medida de fuerza. Doscientas organizaciones de todo el arco político exigen cobertura gremial para que se cumpla la medida. La carta de interpelación se replica en otras asambleas, a lo largo y ancho del país. Contra todo pronóstico de letargo en el conflicto social, las mujeres de las bases sindicales junto a algunas dirigentes empiezan a presionar. El Paro Internacional de Mujeres desborda como 46 una marea, arrasa con la propiedad sindical

de la medida de fuerza laboral, el paro empieza a hablarse en lenguas diversas en muchos rincones del mundo pero es la fuerza que desde el sur más sur del mundo le imprime el movimiento de mujeres de Argentina la que empuja los océanos hasta erosionar las costas más rocosas. La fecha esta marcada para día internacional de la mujer. Pero “mujer”, cuando se pronuncia ahora, en este año en que los mosquitos seguirán azotando incluso cuando llegue el invierno y las cuentas de gas se multipliquen casi al mismo ritmo en que el país se endeuda expropiando el futuro de todos y todas, ya no significa lo mismo, al menos no lo mismo que significaba en los últimos 30 años, los mismos que tiene este diario. Mujeres ahora se dice siempre en plural y Movimiento de Mujeres se escribe siempre con mayúsculas. Desde el 3 de junio de 2015, cuando en Argentina más de medio millón de personas

se convocaron en las plazas públicas de 80 ciudades del país con el grito ¡Ni Una Menos! Para denunciar la violencia femicida que descuenta la vida de una mujer por día, otras manifestaciones igualmente masivas tomaron las calles en distintos lugares del mundo: el 7 de noviembre de 2015, Ni Una Menos se gritó en España, el 24 de abril de 2016, el mismo grito se escuchó en México; el 1 de abril de ese año fue en Brasil que las mujeres tomaron las ciudades contra la cultura de la violación; el 3 de junio de 2016, Ni Una Menos volvió a irradiarse desde Argentina hacia el mundo. El 13 de agosto de 2016, Perú fue testigo de la mayor manifestación de la que se tenga memoria en ese país: la bandera principal decía Ni Una Menos. El 3 de octubre fue el turno de las mujeres pola-

cas, que hicieron un paro contra las restricciones que se pretendían imponer al aborto no punible; el 19 de octubre otra vez Argentina, con el acompañamiento de muchos países latinoamericanos, desbordó las calles. El 26 de noviembre fue el turno de Italia, la consigna: Non una di meno. El 21 de enero de 2017, las mujeres de Estados Unidos le plantaron al presidente recién electo, Donald Trump, su desprecio a la misoginia. La marea no se detiene, ese temblor era el que venía agitándose para anunciar que la tierra se iba a estremecer el 8 de marzo. Pero en ningún otro país como en Argentina, existe una experiencia como los Encuentros Nacionales de Mujeres que en 2017 van a cumplir –cuando llegue octubre– 32 años de voluntad y persistencia de miles de mujeres que viajan cada vez a ciudades distintas para debatir entre ellas y sin jerarquías sobre todos los temas que hacen

minable marcha de cierre. Replicar la acción de las polacas el 19 de octubre de 2016, dos semanas después de aquella represión y como respuesta a un femicidio cruel y con impronta colonial –una niña de 16 había sido empalada en Mar del Plata, justo el 12 de octubre– fue una manera de terminar con esa ceguera mediática. El primer Paro Nacional de Mujeres fue como poner una palanca y correr el mundo de eje. Fue paladear una revolución sensible que cambió no sólo el umbral de tolerancia machista si no que a la vez nos alejó definitivamente del lugar de las puras víctimas. Somos trabajadoras, se dijo al usar la herramienta del paro y la categoría de trabajo se complejizó para todas: doméstico, informal, de cuidado, formal, popular, precario. Todas podían parar. Aunque fueran unos instantes frente al bebé que necesita un cambio de pañal, parar y dar lugar a la insumisión, dejarlo llorar un insJoaquín Salguero tante y no por recomendación de un pediatra si no para tomar conciencia del valor que producen a diario las mujeres. El 8 de marzo de 2017, cuando las mujeres del mundo sostuvieron esa insumisión colectiva llamada Paro Internacional de Mujeres, en Argentina se coronaban tres días de movilización callejera que obligaron a la CGT a poner fecha a un paro nacional en el sentido más clásico. Las mujeres pararon contra la violencia machista y contra la precarización de sus (nuestras) vidas, pero a la vez, con su llamado rebelde, generaron un debate entre las bases sindicales que empujó la medida. El movimiento de mujeres volvió a hacer historia. Y es más, cuando el gobierno de la Alianza Cambiemos abrió espacio para que la Corte Suprema de Justicia emitiera el fallo que podía permitir a los autores del Terrorismo de Estado terminar sus penas anticipadamente, que podía permitir a los genocidas volver a mezclarse con la gente del común devolviéndoa sus vidas: desde política hasta economía, nos a todos y todas a una pesadilla de injustidesde derechos sexuales hasta la sexualidad cia interminable, fueron mujeres las que esmisma, desde la maternidad al aborto, destuvieron al frente de la marcha más multitude el derecho a la tierra al salario digno, dinaria de que se tenga memoria en el movidesde el trabajo doméstico a la representamiento de Derechos Humanos. Madres y ción en los lugares de poder. Esa vocación Abuelas de Plaza de Mayo que hasta se recopor el debate y la movilización, esa manera nocieron feministas en esa plaza cubierta de de poner el dolor en acción –dolor por la pañuelos blancos que por una vez en los últiviolencia machista, por la falta de autonomos 20 años no reconoció diferencias polítimía de nuestros cuerpos– tal como hiciecas. Esas mujeres, Madres también del Moviron las Madres y Abuelas de Plaza de Mamiento que se escribe con mayúsculas, lideyo, había congregado cien mil cuerpos en raron la más potente expresión de contrapolas calles en el último ENM en la ciudad der que puede poner en acto un pueblo: torde Rosario. Pero los medios de comunicacieron el brazo de las instituciones que preción –con excepción de PáginaI12–, se tendían amparar la impunidad. mantuvieron siempre indiferentes a esa poTodavía no termina 2017, pero cuando estencia. Si el 31 ENM fue registrado se detá llegando a la mitad ya se puede dibujar su bió sólo a la represión que dispersó la inter- perfil, su perfil de mujer.


PáginaI12 30años

La permanencia Por José Pablo Feinmann

¿

VIERNES 26 DE MAYO DE 2017

Cómo cambiar dentro de una permanencia? Si hablamos de permanencia es porque hablamos de los 30 años de PáginaI12. Sólo la coherencia permite durar tanto. Sólo la fidelidad a los lectores y la de los lectores hacia el diario. Hay un espacio que este diario cubre y si no, nadie cubriría. Es un espacio de libertad. Un espacio cultural. La permanencia implica la fidelidad a una línea. Esa línea está desde el origen como esbozo, luego se va fortaleciendo y pasa a ser lo que Sartre llama el juramento. Se ha decidido ser de un modo y no de otro. El juramento otorga densidad y espesor a un grupo. El juramento de este diario está en su defensa apasionada de los derechos humanos. Podríamos decir que este diario se constituye a partir de esa defensa. También tiene una opción por los pobres. Si en sus orígenes este diario desteñía, ya no volvió a desteñirse jamás. Las opciones fundantes posibilitan la permanencia. Se cambia, todos cambiamos, pero en el interior de una permanencia. No es una línea constante, tiene avances y retrocesos, toma caminos inesperados, opciones nuevas, pero las líneas fundantes dan coherencia al devenir del diario. No es un devenir necesario ya que el periodismo es libre y siempre tiene que elegir y elegirse. En esa elección está el riesgo, o se conserva la fidelidad a la permanencia a lo que no cambia o se cambia traicionando la palabra inicial. La libertad de los actos está cada día en cada portada. El estilo siempre vigente. Un diario bien escrito y fiel a sus juramentos tempranos. Otro aspecto que hace único a PáginaI12 es la publicación de las fotos de los desaparecidos. Cada foto revela la opción por los derechos humanos. Nadie ha hecho esto. Recuerda una historia a la que se es fiel. Un rumbo que no se va a torcer, se trata de una cuestión moral. Un diario es una cuestión moral. Que lo sea fija lo que llamamos permanencia, define el juramento fundante que al ser moral se posiciona siempre a favor de la vida.

47


48

VIERNES 26 DE MAYO DE 2017


Turn static files into dynamic content formats.

Create a flipbook
Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.