Del Imperialismo A La Primera Guerra Mundial La lucha de los imperialistas A. La primera guerra mundial
La irrupción de los conflictos creados por los países imperialistas, en el siglo XX fue la culminación de una evolución de gran movilidad iniciada en el siglo anterior y cuyo principal protagonista fue Inglaterra. Que a mediados de 1800 se consolidó como la primera potencia del mundo. Su condición de ser la cuna de la primera revolución industrial (se le denominaba "taller del mundo") hizo posible la creación de un gran poder militar y concretamente su flota de guerra que dominó todos los mares para lograr sus ambiciones coloniales. Estas tomaron como objetivo principal la India y alrededor de esta conquista, las otras dos potencias que al final del siglo, le seguían en importancia; Francia y Rusia buscaron también esa región de Asia como campo de actividad política. Se recuerda que en 1757 Francia fue derrotada en la India por Inglaterra y posteriormente, en 1858 conquistó a Indochina.
También Rusia llevó a cabo una expansión de carácter imperialista y en el siglo XIX trató de llegar hasta la India, cuya conquista acababa de concluir Inglaterra en 1856. Afganistán quedó así aprisionado entre la presión expansionista inglesa desde el sur y la de Rusia desde el norte. Antes de 1900 Inglaterra y Rusia estuvieron varias veces al borde de la guerra por la cuestión de Afganistán. Desde mediados del siglo XIX, otros cuatro estados nacionales se incorporaron al sistema imperialista en formación. Tal incorporación ocurrió después de haber superado sendas crisis internas y haber alcanzado una nueva consolidación que hizo posible su expansión ultramarina. Dos de ellos, Italia y Alemania, estaban situados en Europa y otros dos, Japón y los Estados Unidos, en ultramar Italia y Alemania formaron estados nacionales sobre la base de una creciente homogeneidad nacional y la consolidación de sus sistemas constitucionales. En Italia la unificación como nación se produjo con el "resurgimiento" en 1861 y en Alemania con la creación de una sola nación en forma del Primer Reich en 1871. Ambos estados fueron esencialmente producto de la revolución industrial, el nacionalismo moderno y el liberalismo. Japón y Estados Unidos, siendo ya estados organizados, se afianzaron después de conflictos internos y guerras civiles. Japón tras la obligada apertura al comercio internacional por imposición de los Estados Unidos entre 1853 y 54 Y este último país tras los cuatro años de guerra civil entre 1861 y 1865. Los cuatro nuevos estados nacionales exigieron su parte. En la distribución colonial del mundo, lo que originó gran parte de las tensiones que dieron lugar a la primera guerra mundial y un cuarto de siglo después, a la segunda.
Esta constelación de siete potencias imperialistas, en el juego de sus profundas contradicciones y antagonismos, llegaron a una polarización de poderes que condujo a la primera conflagración mundial. En esta crisis fue decisiva la política exterior del Reich alemán y su intento abiertamente proclamado de convertirse en potencia mundial, en pie de igualdad con el Imperio Británico. Como principal potencia militar del continente europeo y estimulado por una capacidad industrial en rápido crecimiento, formó desde finales del siglo XIX la segunda flota del mundo, equiparable cuantitativamente con la británica. Los investigadores históricos han comprobado que esta armada, ideada por el Káiser Guillermo II y organizada por el gran almirante Tirpitz estaba contemplada desde el primer momento como instrumento ofensivo contra Inglaterra. Esta evidencia hizo que el Imperio Británico se sintiera retado y su política se orientó desde ese momento a lograr el "Balance of power" contra Alemania. Y creó en el curso de pocos años su sistema solar con otras potencias. En 1904 formalizó la llamada "Entente Cordiale" con Francia y en 1907 logró un tratado bilateral con Rusia. Los sucesos se precipitaron en los primeros diez años del siglo, cuando el juego de las grandes potencias se vio complicado por una serie de conflictos de pequeños países en el área de los Balcanes y el Oriente Medio. El Imperio turco que comenzó a desmoronarse a mediados del siglo anterior vino a ser presa de la codicia de Rusia e Inglaterra y también del Imperio Austro Húngaro, que iniciaron acciones para obtener territorios del llamado "enfermo del Bósforo". La primera en intervenir fue Rusia que vio una oportunidad de extender
su expansión más allá de los límites de su enorme territorio, con el argumento de defender a sus correligionarios ortodoxos y a los hermanos eslavos sometidos al yugo turco. La Expansión Imperial
La supremacía económica y militar de los países capitalistas no había sufrido un desafío serio desde hacía mucho tiempo, pero entre finales del siglo XVII y el último cuarto del siglo XIX no se había llevado a cabo intento alguno por convertir esa supremacía en una conquista, anexión y administración formales. Entre 1880 y 1914 ese intento se realizó y la mayor parte del mundo ajeno a Europa y al continente americano fue dividido formalmente en territorios que quedaron bajo el gobierno formal o bajo el dominio político informal de uno y otro de una serie de Estados, fundamentalmente el Reino Unido, Francia, Alemania, Italia, los Países Bajos, Bélgica, Estados Unidos y Japón. Hasta cierto punto, las víctimas de ese proceso fueron los antiguos imperios preindustriales sobrevivientes de España y Portugal, el primero –pese a los intentos de extender el territorio bajo su control al noroeste de África– más que el segundo. Pero la supervivencia de los más importantes territorios portugueses en África (Angola y Mozambique), que sobrevivirían a otras colonias imperialistas, fue consecuencia, sobre todo, de la
incapacidad de sus rivales modernos para ponerse de acuerdo sobre la manera de repartírselo. No hubo rivalidades del mismo tipo que permitieran salvar los restos del Imperio español en América (Cuba, Puerto Rico) y en el Pacífico (Filipinas) de Estados Unidos en 1898. Nominalmente, la mayor parte de los grandes imperios tradicionales de Asia se mantuvieron independientes, aunque las potencias occidentales establecieron en ellos “zonas de influencia” o incluso una administración directa que en algunos casos (como el acuerdo anglorruso sobre Persia en 1907) cubrían todo el territorio. De hecho, se daba por sentada su indefensión militar y política. Si conservaron su independencia fue bien porque resultaban convenientes como Estados-almohadilla (como ocurrió en Siam –la actual Tailandia–, que dividía las zonas británica y francesa en el sureste asiático, o en Afganistán, que separaba al Reino Unido y Rusia), por la incapacidad de las potencias imperiales rivales para acordar una fórmula para la división, o bien por su gran extensión. El único Estado no europeo que resistió con éxito la conquista colonial formal fue Etiopía, que pudo mantener a raya a Italia, la más débil de las potencias imperiales.
Etiopia Dos grandes zonas del mundo fueron totalmente divididas por razones prácticas: África y el Pacífico. No quedó ningún Estado independiente en el Pacífico, totalmente dividido entre británicos, franceses, alemanes, neerlandeses, norteamericanos y –todavía en una escala modesta– japoneses. En 1914, África pertenecía en su totalidad a los imperios británico, francés, alemán, belga, portugués, y, de forma más marginal, español, con la excepción de Etiopía, de la insignificante república de Liberia en el África occidental y de una parte de Marruecos, que todavía resistía la conquista total. Como hemos visto, en Asia existía una zona amplia nominalmente independiente, aunque los imperios europeos más antiguos ampliaron y redondearon sus extensas posesiones: el
Reino Unido, anexionando Birmania a su imperio indio y estableciendo o reforzando la zona de influencia en el Tíbet, Persia y la zona del golfo Pérsico; Rusia, penetrando más profundamente en el Asia central y (aunque con menos éxito) en la zona de Siberia lindante con el Pacífico en Manchuria; los neerlandeses, estableciendo un control más estricto en regiones más remotas de Indonesia.