AnalĂa Egle Becherini
Es Lic. en Ciencia Política, cursó la especialización en procesos de lectura y escritura. Publicó un poemario homenaje a pizarnik llamado Alehandría deshidrata. Ha participado en varias revistas literarias. Practica la militancia sindical. Nos envía el relato que sigue:
A Hernán J. Nunca voy a olvidar la noche que tiraste el colchón al piso para que hablemos del encantamiento. Yo tenía cerca de veinte años y sólo me había enamorado de Bradbury hasta el vino del estío. Aquella noche me miraste el tercer ojo. Aferrabas algo indescifrable y en una ceremonia casera me concediste la obra completa del mexicano Juan José Arreola. Apretaste tus manos contra las mías y ahí me di cuenta que todas las personas interesadas en que un camello pase por el ojo de una aguja compartíamos la misma sintonía. El círculo se hizo vicio. Luego vinieron tiempos reveladores. Me perdí con K. rumbo al castillo inconcluso. Subí a la montaña hasta escuchar la profundidad del mar: cantó Zaratustra. Como el recorrido fue suculento, quedé en silencio algunos años. Procesando. Sólo escuchaba las palabras al vibrar. Vos tampoco dijiste nada. Me observabas. Vacío. Te animaste al susurro cuando al fin grité: copular es aspirar a entrar en otro, el artista no sale jamás de sí mismo. Y ahí sentí que Charles nos excitó y tuve la capacidad para aceptar a Cummings.
Cuando lo conocí a César, el rey de la expresión, sentí cómo se incrustaba cada heraldo en mí. Fue como si dios hubiera bajado a la tierra para hablarme, cada poema una oración sagrada. Las estrofas se ramificaron como golpecitos en el alma. Con el pasar de los años logré deducir lo indescifrable de tu mirada. Advertías el triángulo que se estaba formando. Hoy el colchón sigue en el piso y vos estás muerto. Yo me encuentro de rodillas ante cuatro monumentos. Dos santos: Jorge Luis Borges y Julio Cortázar. Y dos advocaciones: Alejandra Pizarnik y Silvina Ocampo. Nunca voy a olvidar la noche que me salvaste la vida.