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Domingo 5 de enero de 2003 - Número 377
POLÉMICA | ZHU YU «EL CANÍBAL»
Su arte: comer niños muertos
Sin límites. El artista Yu Ji pasó 24 horas en una caja de cristal llena de pollos vivos, Yuan Cai y Jian Ji Xi se pasearon por Londres totalmente desnudos con un osito de peluche y Zhu Yu lleva dos años repitiendo un espectáculo de canibalismo en el que supuestamente se come el cuerpo de un bebé muerto. Es lo que en China se conoce como «arte extremo», la última forma de expresión radical para una nueva generación de creadores que han surgido de la sombra de la censura comunista con el lema de «No hay límites». Zhu Yu, que el pasado jueves se estrenó en el Canal 4 británico con su espectáculo antropófago, es quizá el que más lejos ha llevado la nueva tendencia artística llegada del Imperio del Centro. Natural de Shanghai, este artista de 32 años se dio a conocer en la tercera edición de la bienal de Shanghai en 2000, cuando dejó boquiabiertos a organizadores y visitantes al preparar, con mantel y cubiertos, un banquete en el que
se comió el feto que previamente había cocinado a la parrilla. «Ninguna religión prohíbe el canibalismo. Ninguna ley dice que no se pueda comer carne humana. He aprovechado ese espacio vacío entre la moral y la legalidad para desarrollar mi trabajo», asegura el protagonista del escandaloso espectáculo. Las fotografías de la exhibición de Zhu Yu en Shanghai -ahora repetida en el Reino Unido- han recorrido las entrañas de Internet durante los últimos dos años y en ellas se le puede ver devorando, parte a parte, un feto de seis meses procedente de un aborto.«Sé que hay gente que no cree que el bebé sea real, pero lo es.Me lo llevé de un colegio médico», asegura Zhu cuando se pone en duda la veracidad de su espectáculo. El excéntrico autor asegura que la ingestión de la carne de feto le supo mal, le provocó náuseas e incluso le hizo vomitar varias veces durante la función sensacionalista, pero que siguió hasta el final para demostrar «el significado de la vida y la muerte».El espectáculo incluía una segunda parte bautizada como «cerebro humano enlatado» en la que Zhu Yu introducía sesos humanos en recipientes para mermelada. El Gobierno chino, indignado con la imagen que algunos de sus artistas dan del país, ha prohibido los trabajos artísticos sangrientos, eróticos o violentos. El Ministerio de Cultura ha amenazado con penas de tres años de cárcel a los transgresores, una condena que se podría ampliar a 10 años en el caso de quienes utilicen animales o humanos -vivos o muertos-. «Estos trabajos amenazan la salud mental y física del público», sentencia una nota emitida por el Gobierno. La primera consecuencia negativa de las actuaciones de Zhu Yu ha sido la propagación en medio mundo del falso rumor que asegura que el canibalismo de bebés muertos es una práctica habitual en Taiwan y China, y que los fetos se pueden conseguir en el mercado negro por entre 60 y 70 euros. En marzo de 2001, una revista sensacionalista de Malasia llegó a asegurar que en algunos restaurantes de Taipei se servía habitualmente carne de bebés muertos. Con sus trabajos vetados en casa, Zhu Yu planea recorrer el mundo y presentar su obra allí donde lo acepten para «abrir la mente de la gente». París y Berlín ya han organizado otras exposiciones del nuevo arte contemporáneo radical chino, y nuevos exponentes del llamado shock art están surgiendo cada poco tiempo en lo que se ha convertido en una competición particular por ver quién logra presentar la creación más escandalosa. Mientras, un grupo de artistas tradicionales chinos ha alzado su voz contra lo que consideran «una vergüenza nacional» que no se puede llamar arte. La aparición del arte extremo chino probablemente tiene mucho que ver con la propia Historia del país. La llegada de la revolución comunista no fue una buena noticia para el arte en China. Los Guardias Rojos de Mao destrozaron todo lo que pudieron durante la Revolución Cultural (1966-1976). Músicos, escultores y pintores fueron apaleados, encerrados e incluso ejecutados. Así, el legado artístico del milenario país quedó maltrecho sin remedio y la sensibilidad cultural china fue seriamente dañada. Más de dos décadas de apertura económica han dejado atrás los malos tiempos y, aunque la mayoría de los artistas ha aprovechado la nueva primavera para recuperar el arte de antaño, algunos han escogido para salir del anonimato formas mucho más extravagantes. Waldemar Januszczak, el presentador del programa de televisión de la cadena
británica Canal 4, que ofreció en directo el espectáculo de Zhu Yu, es de los que creen que hay que darle una oportunidad a los nuevos valores chinos para que expresen lo que no pueden decir en su propio país. «Merece la pena tratar de entender por qué China está produciendo el más escandaloso y oscuro arte del mundo», ha dicho el crítico de arte del periódico The Sunday Times.
ARTISTA DEL ESCÁNDALO Zhu Yu, de 32 años, es un artista chino cuya provocadora obra consiste en comer niños muertos. / El jueves un programa británico emitía un documental en el que aparecía Zhu practicando el canibalismo infantil. / Asegura que robó los cadáveres de una escuela de medicina y que vomitó tras ingerir la carne. / Su móvil: «Lo hice por amor al arte»
http://www.elmundo.es/cronica/2003/377/1041933831.html No es por nada, pero los chinos nunca dejarán de sorprendernos. Los orientales siempre han dejado huella con sus locuras, pero sin duda alguna, el canibalismo es una práctica que hasta la actualidad se viene practicando en algunos lugares del mundo. Quizás a escondidas… o en lugares ya previstos para tales prácticas, el canibalismo existe. A continuación algunos ejemplos de lo que nuestros amigos del oriente acostumbran hacer: • Pantalones chinos con “respidadero” para las nalgas
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Torturan y comen perros en China Los gatos, comida deliciosa en China… claro, luego de torturarlos “un poquito” Deliciosa sopa de murciélagos (receta oriental) Comiendo caramelos de escorpiones en China
Una mujer oriental comiendo gusanos asquerosos Como si esto fuera poco, hace ya muchos años, apareció un hombre cuyo nombre es Zhu Yu, un “artista” chino, cuya provocadora obra consiste en comer “niños muertos”. No tengo idea si todo esto es cierto, aunque algunos dicen que se trata de una farsa; pero si lo fuera, este sujeto entonces es un verdadero loco que no hace más que practicar el canibalismo infantil.
Este hombre se dio a conocer en la tercera edición de la bienal de Shanghai en 2000, cuando dejó boquiabiertos a organizadores y visitantes al preparar, con mantel y cubiertos, un banquete en el que se comió un feto que previamente había cocinado a la parrilla. ¿Verdad o no?… pues quién sabe, pero de serlo, está realmente horrible.
“Ninguna religión prohíbe el canibalismo. Ninguna ley dice que no se pueda comer carne humana. He aprovechado ese espacio vacío entre la moral y la legalidad para desarrollar mi trabajo”, asegura el protagonista del escandaloso espectáculo.
El excéntrico autor asegura que la ingestión de la carne de feto le supo mal, le provocó náuseas e incluso le hizo vomitar varias veces durante la función sensacionalista, pero que siguió hasta el final para demostrar “el significado de la vida y la muerte”. El espectáculo incluía una segunda parte bautizada como “cerebro humano enlatado” en la que Zhu Yu introducía sesos humanos en recipientes para mermelada.
Dice que lo “hizo por amor al arte�.
http://www.dogguie.net/zhu-yu-el-chino-que-come-ninos-muertos/
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lunes, 26 de diciembre de 2011 La comida del futuro: canibalismo en el cine y literatura de ciencia ficción (I)
Hace un poco más de dos lustros ocurrió en San Cristóbal, Venezuela, un hecho que conmocionó a todo el país y, paradójicamente, le entretuvo por largo tiempo. Se descubrió que un indigente de nombre José Dorangel Vargas era el responsable de varios homicidios y que sus víctimas eran luego cocinadas en una gran olla y engullidas por él. Todo ello ocurría debajo de un puente de alto tráfico, apenas a unas cuadras de lugares habitados. Vargas, aquejado por un profundo trastorno psiquiátrico, se convirtió sin quererlo y gracias a los medios de comunicación de masas, quienes se encargaron de alimentar el insaciable morbo público, en un curioso hazmerreir. De él nos enteramos que la carne de los hombres era más sabrosa, que la de las mujeres era más dulce y que le gustaba aliñar a los cadáveres con "hierbas exóticas".
Canibalismo es el nombre con el que se le conoce el acto por el cual un individuo se come o otro de su misma especie. En el caso de los seres humanos ha ocurrido en numerosas ocasiones a lo largo de los siglos, primero, como medida extrema para aliviar el hambre y, luego, entre ciertas culturas, como parte de rituales mágicos religiosos en los que el comensal adquiere ciertas virtudes propias del difunto. En los tiempos que corren, el canibalismo es considerada una práctica altamente antisocial, razón por la cual el caso de Dorángel Vargas asumió unos tintes de escándalo mayor. La literatura y el cine de ficción no es ajena al canibalismo. Hay varios subgéneros dedicados a esta costumbre, entre los que destacan el de zombies y el cine exploitation centrado en grupos caníbales. Ninguno de los dos constituyen el foco principal de esta entrada. En lo que respecta a la ciencia ficción existen también numerosos ejemplos de situaciones en las que las personas ingieren a otras, teniendo o no conocimiento de ello, muchas veces por escasez extrema de alimentos, lo que la hace un tema recurrente de los escenarios post-apocalípticos, aunque también por motivos culturales afines a la antropofagia mágico-religiosa.
1. Uno de los primeros ejemplos de canibalismo en la ciencia ficción aparece en el clásico La máquina del tiempo del pionero H. G. Wells. Un inventor inglés del siglo XIX logra, gracias a una máquina de su autoría, adentrarse en un futuro lejano donde conviven dos razas descendientes de los humanos: los pequeños Eloi, ingenuos y un tanto estúpidos, que viven sobre la superficie de la tierra; y los simiescos Morlocks, que habitan dominios subterráneos y se alimentan de los primeros. Han aparecido numerosas adaptaciones de esta obra en radio, cine y
televisión
así
como
diversas
versiones
ilustradas.
2. Robert A. Heinlein ganó en 1962 el premio Hugo a la mejor novela por Forastero en tierra extraña (Stranger in a Strange Land). El protagonista, Valentine Michael Smith, es hijo de expedicionarios terrestes al planeta Marte pero debido al fallecimiento de éstos termina siendo criado por una raza de nativos marcianos. Ya de vuelta a la Tierra se narran los elementos del shock cultural que se originan de las diferencias enormes entre las sociedades terrestre y marciana. Una de las prácticas que Smith trajo consigo es una especie de canibalismo ceremonial (grok) afín a la eucaristía cristiana, en la que la persona busca una comprensión profunda de un amigo fallecido a través del consumo de su carne. 3. En la misma década que la anterior apareció El planeta Sangre (The Men in the Jungle) de Norman Spinrad (1967). La jungla de la que habla el título en inglés se encuentra en el planeta Sangre (en castellano en el original) cuyo espíritu cruel recuerda los horrores que se vivían por esa época en las junglasdel sureste asiático. En Sangre, la Hermandad del Dolor ha gobernado por tres siglos a través de un sistema de organización político-social cuyo sadismo roza la inaudito: tortura, muerte, esclavitud, misoginia, canibalismo, son algunos de los elementos cotidianos de esta sociedad. Más allá de los elementos antropofágicos por la cual la he traido a colación y de la crudeza de su contenido, este libro está bien escrito y obliga a reflexiones interesantes sobre los elementos corruptores del poder así como de el modus operandi y los riesgos de la "exportación de la democracia", muy de moda en el panorama geopolítico actual.
4. Soylent Green (Cuando el destino nos alcance - 1973) es una película del director estadounidense Richard Fleischer basada más o menos en la novela ¡Hagan sitio! ¡hagan sitio! de Harry Harrison (Make Room! Make Room! - 1966). Aunque la versión cinematográfica pone énfasis en elementos policiales, ambas versiones parten de las exigencias alimenticias de un futuro distópico en las que la sobrepoblación mundial obliga el consumo racionado de ciertas carnes soylent, que no son más que cadáveres procesados. Los temas subyacente de las obras incluyen el desarrollo sustentable, el control de natalidad y en general las preocupaciones malthusianas de la escasez de comida.
5. En 1977 se publicó El martillo de Lucifer (Lucifer's Hammer), escrita por Larry Niven y Jerry Pounelle, en su momento fue nominada al Hugo en la categoría de mejor novela. La obra narra la caida de un enorme asteroide a la Tierra y la lucha de los sobrevivientes por lidiar con las consecuencias, la alimentación siendo una de ellas. Como en otras historias de naturaleza similar, algunos de afortunados que logran permanecer con vida apelan al canibalismo, aunque en este caso el acto constituye también un medio de cohesión colectiva dentro de un clan. 6. Algunos motivaciones del canibalismo más allá de la alimentación propiamente dicha aparecen en las novelas Rito de Cortejo de Donald Kingsbury (Courtship Rite, 1982), donde la antropofagia está relacionada con la religión e impulsada por la escasez crónica de proteína animal; y, junto con el consumo de drogas, como medio para recuperar las memorias de los difuntos en la tetralogía El libro del sol nuevo de Gene Wolfe (1980-1983).
7. Delicatessen es una buena película francesa que se estrenó en 1991 y que mezcla el humor negro y drama surrealista con horror post-apocalítico. En un mundo en que la comida es tan escasa que se utiliza como moneda de cambio, el administrador un edificio de apartamentos, quien además es dueño de una carnicería, atrae a nuevos inquilinos para sacrificarlos y venderlos como carne.
8. En la versión cinematográfica (1995) de la serie ilustrada Judge Dredd, los personajes que conforman el Angel Gang, una familia de delincuentes habitantes de la Tierra Maldita, son fanáticos religiosos caníbales. Son ellos quienes derriban la nave en la que el Juez Dredd estaba siendo transportado hacia un centro de
detención con el fin de pescar víctimas con las cuales alimentarse. Es interesante señalar que, aunque el físico de los personajes coincide notablemente entre las versiones en papel y en filme, las personajes no muestran los mismos comportamientos (incluyendo el fanatismo religioso caníbal). A finales de 2009 y principios de 2010 se estrenaron dos películas de ciencia ficción post-apocalípticas Made in Hollywood que incluyen amplias referencias al canibalismo: La carretera (The Road) y El libro de Eli (The Book of Eli). La primera de ellas es una adaptación de la obra homónima escrita por el escritor estadounidense Cormac McCarthy y ganadora del Premio Pulitzer a la Ficción; la segunda se basa en un guión original escrito por Gary Whitta. Sobre ellas pienso ahondar más en una segunda entrega. http://pabellonconbaranda.blogspot.mx/2011/12/la-comida-del-futuro-canibalismo-enel.html
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Canibalismo en Corea del Norte: Padres comen a sus hijos por el hambre. Publicado en Noticias el 2 febrero, 2013 5:15
Mientras el régimen comunista de Corea del Norte con Kim Jong a la cabeza realiza pruebas de lanzamientos de cohetes y amenaza con una guerra a su vecino del Sur, su pueblo pasa por una hambruna que de acuerdo a medios de prensa internacionales el canibalismo siga en aumento.
Mientras las sanciones internacionales por el plan nuclear que lleva adelante el Gobierno de Kim no consiguen que Pyongyang tome conciencia de que debe invertir sus recursos en otras áreas, la población cada vez tiene menos acceso a los alimentos. La agencia Asia Press detalla el caso de un padre que fue sentenciado a muerte por haber matado a sus dos hijos para tener comida. El informe fue publicado por medio británico Sunday Times. Además de ese caso particular, el informe sugiere que Corea del Norte oculta una hambruna que en las provincias de Hwanghae del Norte y del Sur podría haberle costado la vida a 10 mil personas, al tiempo que los casos de canibalismo se multiplican de manera alarmante. Mientras las sanciones internacionales por el plan nuclear que lleva adelante el Gobierno de Kim no consiguen que Pyongyang tome conciencia de que debe invertir sus recursos en otras áreas, la población cada vez tiene menos acceso a los alimentos. En otro de los casos reportados un hombre fue acusado de desenterrar el cuerpo de su nieto para comer sus restos. También hablan de hombres que han hervido a sus hijos antes de ingerirlos. Estas informaciones que difundió Asia Press fueron reportadas por “periodistas ciudadanos” de Corea del Norte. Uno de los informantes, residente en Hwanghae del Sur, fue quien reveló la historia del hombre ejecutado por un pelotón de fusilamiento después de tratar de comerse a sus niños. “Mientras su esposa estaba fuera de su casa, (el esposo) mató a su hija mayor y, como su hijo menor lo vio, también lo mató a él. Cuando la mujer regresó a su casa, le ofreció la comida diciendo: ‘Tenemos carne’”, relató el corresponsal. La misma mujer fue quien hizo la denuncia a las autoridades, que luego encontraron los restos de los niños en la casa.
Noticia completa en http://www.alternativos.cl/2013/02/02/canibalismo-en-corea-del-nortepadres-comen-a-sus-hijos-por-el-hambre/#ixzz2rCaw38Tz
SÁBADO, 4 DE ENERO DE 2014
Yo caníbal
E-Mail de su amigo Su nombre Su E-Mail
Por Pablo Capanna Una de las grandes paradojas de la modernidad fue la actitud ambivalente que tuvo Europa hacia los pueblos que iba sometiendo en el lapso que va desde el descubrimiento de América hasta la descolonización del siglo pasado. Ocurrió que mientras los conquistadores y pioneros imponían su codicia por la fuerza o por el engaño, con muy poco respeto por esos “nativos” que de hecho consideraban inferiores, los intelectuales construían una imagen fabulosa del “noble salvaje”, cuyas virtudes ensalzaban por encima de las de su propia civilización. Por supuesto, no se trataba de los mismos europeos, como suele ocurrir, pero cada escritor tenía sus “salvajes” favoritos. Rousseau amaba a los iroqueses y los hurones, y Diderot admiraba a los tahitianos. Los masones cultivaban el mito del Egipto esotérico y los teósofos exaltaban esa sabiduría de la India que ahora “custodiaba” el imperio británico. Uno de los primeros que se abocaron a la tarea de ennoblecer a esos “nativos”, que para algunos eran el vivo retrato del hombre natural, fue Michel de Montaigne, quien le dedicó uno de sus famosos Ensayos a los caníbales. En la Francia de su tiempo arreciaba la lucha entre católicos y protestantes, y el país acababa de pasar por una de las peores masacres, la Noche de San Bartolomé. Fue por eso que en 1557 el marino Nicolás Durand de Villegaignon cargó a los hugonotes perseguidos en dos barcos y partió hacia Brasil, decidido a fundar una colonia que se llamaría Francia Antártica. Desembarcó cerca de Río de Janeiro, pero no contaba con que allí ya se habían afincado los portugueses, que le ofrecieron una fuerte resistencia. Obligado a regresar, se llevó consigo a tres indios tupinambás para exhibirlos en Francia. Por supuesto, Montaigne cuenta que Villegaignon había descubierto Brasil y pinta a los indios como una suerte de turistas movidos por el deseo de conocer París, aunque uno se inclina a pensar que nadie los había consultado. Montaigne no escribía para los indios sino para el frente interno francés, pero acabó haciéndolo para la posteridad. Harto de las carnicerías que había presenciado, provocaba a sus lectores afirmando que, aunque el canibalismo fuera moralmente reprobable, los europeos hacían cosas peores, como torturar y quemar viva a la gente. Llevado por la fuerza de su argumento, se complacía en entonar el panegírico de esos seres puros y nobles que vivían en una feliz anarquía, sin autoridades ni normas, gozando de la vida y de la gloria guerrera. Todo eso, basándose en el relato de los viajeros, porque los aborígenes no hablaban francés.
Desde entonces, los relatos de los exploradores, conquistadores y misioneros nos acostumbraron a asociar la práctica del canibalismo con los pueblos africanos, americanos y especialmente del Pacífico Sur. Shakespeare, que había leído a Montaigne, llamó Calibán (anagrama de caníbal) al sirviente moreno de Próspero, cuando escribió La tempestad, su drama americano. Los chistes de caníbales llegaron a hacerse tan clásicos como los de suegras y de náufragos, y unos cuatrocientos años después de Montaigne otro francés, Sacha Distel, aun era capaz de popularizar una canción titulada “Monsieur Cannibale”. EL MALO ES EL OTRO Caníbal era uno de los nombres de ese pueblo originario que le dio nombre al mar Caribe. Sus enemigos, los arawak, le habían contado a Colón que los caníbales practicaban la antropofagia, algo que los europeos conocían desde Herodoto, las hambrunas medievales y los cuentos de hadas. Bernardino de Sahagún y otros cronistas de la conquista abundaban en detalles acerca del canibalismo que practicaban los aztecas; de hecho, uno de los mejor documentados de la historia. La práctica estaba bastante extendida en Mesoamérica, y los arqueólogos han recogido evidencias de canibalismo ritual entre los anasazi de Nuevo México, que se habían extinguido antes de la conquista. En la mayoría de las culturas el canibalismo es considerado un acto repudiable, cuando no se justifica por el culto religioso o por estar en juego la supervivencia. Por lo general, se lo suele atribuir al Otro, tanto extranjero como el rival político perteneciente al mismo pueblo. Los propios aztecas, que lo tenían institucionalizado, solían acusar a sus enemigos de practicarlo. Durante la Segunda Guerra Mundial, los arapesh de Nueva Guinea, que tenían costumbres antropofágicas, denunciaban a los hambreados soldados japoneses por comerse a los muertos. En la misma época, entre los africanos corría el rumor de que los ingleses eran vampiros, porque solían reclutar a los dadores de sangre. De hecho, el colonialismo se valió de las acusaciones de una etnia contra otra y de los relatos de los viajeros para justificar su tutela sobre “los salvajes”. Simétricamente, después de la descolonización surgió todo un revisionismo tendiente a negar la existencia de esas prácticas, que eran vistas como un mito imperialista. En el origen de esta tendencia estuvo el libro de William Arens, El mito del come-hombres (1979), que cuestionaba la metodología de los antropólogos. Tampoco faltaban aquellos que culpaban a las autoridades coloniales por haber ocultado la información fidedigna que llegaba hasta ellos. Más allá de las controversias académicas, la antropología física y la arqueología han recogido abundantes evidencias que abarcan desde la prehistoria hasta la crónica periodística. Hay
casos de antropofagia registrados en tiempos recientes, desde esa Balsa de la Medusa que pintó Géricault hasta los rugbiers uruguayos que sobrevivieron en la Cordillera cuando su avión se estrelló en 1972. Hubo canibalismo durante las hambrunas de la era estalinista, en el genocidio ucraniano y en Nazino, la “isla caníbal”. Dos dictadores africanos, Amin y Bokassa, fueron acusados de comerse ciertos órganos de sus enemigos. Los arqueólogos, por su parte, han encontrado evidencias de antropofagia en fósiles, por lo menos desde el Homo erectus. Pero, lejos de acotar la práctica, registraron tanto casos en que los Neanderthal se comían a los Sapiens como otros donde éstos se comían a aquéllos. De las razones que darían no sabemos nada, pero posiblemente fueran variadas. Sin duda la práctica existió y puede existir aún, pero el problema es saber si hubo una cultura canibalística o bien se trata de episodios circunstanciales. No es preciso probar que existe el canibalismo pero sí saber qué significa y si cumple alguna función en la sociedad. Aunque el investigador no crea en la brujería, siempre le interesará saber qué función cumple en la cultura la creencia en las brujas. MONTAIGNE Y NOSOTROS Si definimos la antropofagia como la deliberada ingestión de carne humana, tendremos que convenir que es un concepto que abarca costumbres muy distintas. En efecto, el canibalismo se puede ejercer de manera agresiva, para destruir a los enemigos, o de modo afectivo, para consustanciarse con los ancestros del propio grupo. También puede ser un acto simbólico, destinado a apropiarse del poder de amigos y enemigos. Todo eso, siempre y cuando no consiste exclusivamente en alimentarse, en circunstancias habituales o excepcionales. Hay un canibalismo mortuorio, que se ha dado en varias culturas históricas y prehistóricas. La evidencia está en la manipulación de los huesos y la presencia de ADN humano en los restos de alimentos. Pero seguimos sin saber si se trata de un acto motivado por el hambre, de una práctica mágica o religiosa, o de un sacrificio hecho a la divinidad. Marvin Harris, autor de Caníbales y reyes (1977), introdujo la explicación ecológica que relacionaba al canibalismo de los aztecas con la carencia de proteínas debida a la desertificación, más tarde justificada como sacrificio ritual. La forma de canibalismo que cuenta con pruebas más abundantes y variadas es el alimentario, al que el humor negro de los antropólogos suele llamar gastronómico. Generalmente aparece en situaciones de extrema necesidad, como las hambrunas. También conocemos una suerte de canibalismo medicinal. En los recetarios médicos del Renacimiento, y en ciertos casos hasta comienzos del siglo XX, se incluía un polvo llamado mummia. Se lo presentaba como procedente de antiguas momias egipcias, si bien a veces se
fabricaba con los restos de esclavos muertos recientemente. También se usaba una solución hecha con la sangre de un presunto vampiro, que había que ingerir como repelente de vampiros. De este modo, como alguien observó, no estamos seguros de que hayan existido vampiros que le chupaban la sangre a la gente común, pero tenemos pruebas de que había gente que consumía sangre de vampiros... Después de que Arens cuestionara las evidencias del canibalismo, hubo teóricos que para ser más popperianos que Popper alegaron que las evidencias de los antropólogos eran tan indirectas como las de los misioneros y exploradores de antaño. Para ser más objetivos, recomendaron cuidarse más de los informantes y tener bien en claro los supuestos teóricos con los que encaraban los hechos. Lo cual puede ser un buen consejo metodológico, pero no permite concluir nada. Tampoco alcanza para invalidar las pruebas fósiles, pero sí para desalentar a esos apresurados y sensacionalistas que ante cualquier cráneo partido a hachazos concluyen que la humanidad ha evolucionado gracias a la violencia y, lo que es peor, que la violencia es inevitable. Un ejemplo fue el célebre best seller de Robert Ardrey, African Genesis (1961), que los franceses retitularon Los hijos de Caín, e hizo correr bastante tinta en los años setenta. En el 2006, el célebre “caníbal de Rotemburgo” fue condenado a reclusión perpetua por un tribunal alemán. Los jueces superaron así la perplejidad que les producía un acto que no respondía a ninguna pauta cultural, sino tan sólo a la patología mental de la víctima y el victimario. En este caso, si la aberración era vista como una transacción entre adultos consintientes, podía escapar al derecho penal. Hechos como éstos, que resultan tan inaceptables como la pedofilia, parecen apuntar a los límites del relativismo y de lo tolerable. Una de las pruebas más recientes de la práctica antropofágica la aportó la epidemia de kuru, una enfermedad causada por priones, que hizo estragos en la tribu Fore de Nueva Guinea. En sus celebraciones, los fore solían ingerir los restos de sus difuntos, lo cual les hacía contraer la enfermedad. El biólogo D. C. Gajdusek (1923-2008) obtuvo un premio Nobel por haber explicado ese mecanismo cuando arreciaba la epidemia de la vaca loca, que era causada por una infección similar. A pesar de eso, unos años más tarde Gajdusek terminó mereciendo una condena por pedofilia. Eso era algo que Montaigne y muchos más hubiésemos considerado más grave que comerse a los difuntos. Después de todo, no fueron los “caníbales” sino los civilizados quienes cometieron los genocidios del último siglo.
http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/futuro/13-2958-2014-01-11.html