A mi abuelo Juan Carbón Antero (actualizado a 16 mayo) Una vez presentada la introducción y motivos por lo cuál empecé esta apasionante investigación familiar, explicaré mi primer objetivo que me planteé y del cuál me siento más orgulloso: poder restablecer la memoria histórica de mi abuelo Juan Carbón Antero. Un abuelo que llegué a conocer pero siendo muy pequeñito porque falleció a la edad de 76 años, cuando yo tenía 7 años, el sábado 29 de marzo de 1975. Y que mejor manera de compartir públicamente mi blog de mi memoria familiar, el día que se cumplen 41 años del fallecimiento de mi abuelo Juan, un día tal como hoy, 29 de marzo pero que aún existía una dictadura y que por desgracia, mi abuelo no llegó a ver convertida en una incipiente democracia ocho meses después.
fuente imagen: http://nik0lai.blogspot.com.es/2014/06/mas-celebres-de-garcia-lorca.html
De mi abuelo conservo el bello recuerdo de alguien que sólo destilaba bondad y amabilidad al sólo mirarlo, te transmitía eso, bondad, sabiduría y pureza. Así salieron sus tres hijos, igual que él, mis títos Juan, Paco y mi padre, Pepe. Mi abuelo, nació el jueves 21 de abril de 1898 a las tres de la madrugada en la calle Agua, núm. 2 de Huelva (esta calle era donde estaban las Oficinas de la compañía de agua y actualmente es la Av. Alemania). Era hijo de Juan Carbón Martínez y de Pilar Antero Teira, naturales de la aldea de Caxaraville (parroquia de San Miguel de Sarandon, concello de Vedra) y de la aldea de Croido (parroquía de San Juan de Lousame en el concello de Lousame) de la provincia de A Coruña, respectivamente. Era el tercero de 4 hermanos que nacieron entre 1892 y 1901 (Josefa, Pilar y Pepe el cuarto) y que nacieron cada tres años naturales (92-95-98-01). En otro post, ya les dedicaré el tema de los origenes gallegos de mis antepasados Carbón.
Era en pleno final de siglo XIX y con todos los movimientos sociales que aparecieron con el año llamado el Desastre de 1898, con la perdida de las colonias Cuba y Filipinas y que según los historiadores, fue el principio de la decadencia y que deambuló hasta cronológicamente hablando la fecha de julio de 1936, inicio de la guerra civil española. Este era el principal episodio oscuro de esa España y también uno de los que quería rescatar de esa oscuridad para la memoria familiar y que tiene que ver con mi abuelo.
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En esta foto, mi abuelo en una pose distinguida, con 35 años, cuando ya se le podia adivinar sus ideales de libertad y justícia (1930). Siempre supe que estuvo en la cárcel, porque no era ningún secreto y siempre pregunté por el motivo y siempre me dieron la misma respuesta: por ser bueno. Si preguntaba más razones, me decían que enseñó a los que no sabían leer ni escribir, porque mi abuelo era muy nteligente para su época y siendo de familia humilde tenía esa inteligencia de ser un avanzado a su tiempo. Supongo que como tantas familias, no se quería volver al dolor, se quería proteger, se quería olvidar y no sólo a mi generación sino ya antes, a la generación de mis padres y abuelos. De hecho, he observado que ese pasado oscuro, tenebroso, de esa España franquista, no sólo fue durante la guerra, sino incluso fue peor durante la posguerra, durante la represión, hasta el hostigamiento, hasta incluso casi la exterminación de ese aire de libertad y prosperidad que empezaba a existir en la España anterior al golpe de estado de julio de 1936. No hay que olvidar que incluso en las segundas elecciones democráticas de 1933, por primera vez, se ejerció el derecho a voto de la mujer. Y en cuanto a la enseñanza pública y otros derechos, fueron impulsados en esa época de 1931 a 1936 en el que una imperfecta República pero democrática al fin y al cabo, dejarían de serlo, de forma violenta y sangrante por culpa de una Dictadura que duraría hasta noviembre de 1975, fecha por desgracia que no llegaría a ver mi noble abuelo Juan Carbón Antero. Bajo ese aspecto frágil, de baja estatura y complexión delgada y con vista limitada con gafas de alta graduación (de culo de botella como se decía entonces), debida parece ser por un sarampión en esos años de su infancia en los que la sanidad no era lo que hoy (antes de los 6 años), consiguió compensar su fragilidad física con su fortaleza mental.
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Todavía siendo adolescente, me seguían dando la misma respuesta, cuando ya entonces, empecé a pensar en que algún día sacaría a la luz la verdad del encarcelamiento de mi abuelo, aunque ya sospechaba que seguro sería por algo injusto. Al oír por teléfono al funcionario el nombre de Juan Carbón Antero y que si que les constaba un expediente procesal y documentado con fechas y datos personales a su nombre, hizo que me emocionara y llorase como un niño. Después más calmado, este mismo funcionario, en otra llamada, me explicó que siempre que hay un encarcelamiento de estas características, hay también otra documentación paralela que es de tipo militar, que se corresponde con el Consejo de Guerra que se les aplicaba, una vez que ya eran hechos prisioneros, meses después. Y lo conseguimos ! gracias a algunas llamadas telefónicas y varios correos electrónicos y algunos impresos al Archivo Histórico Provincial de Huelva, gracias también a la Junta de Andalucía y a la Diputación de Huelva y a todas esas personas sensibles con la recuperación de la Memoria Histórica, por fin, pudimos recuperar tanto los documentos civiles del Expediente procesal de su ingreso en la prisión Provincial de Huelva (13 páginas del expediente AHPH 07520_036), como los archivos militares del Consejo de Guerra (C64-729) que le fue aplicado (327 páginas del Sumario número 562). Una vez recibidos en mi poder, tanto por correo electrónico el expediente civil procesal como en un CD con las imágenes digitalizadas de todo el Consejo de Guerra, procedí a leer página por página los dos tipos de documentos, como si estuviera leyendo los documentos sagrados de el santo grial, ya que por primera vez, después de 79 años, estaba desenterrando unos documentos que nadie de la familia había leído nunca. Con todo el respeto que eso me produce y con la enorme responsabilidad de desengranar todos los detalles, todos los datos, cotejarlos y corresponderlos, situarlos en ese tiempo y con ese lenguaje que usaba el poder usurpador de un sistema fascista, similar al que se usó en los años de la segunda guerra mundial con la invasión nazi. Con ese mismo respeto y responsabilidad, los transmito hoy de forma pública a mi familia y a cualquier persona que esté interesada. Empiezo de forma cronológica, cuando a mi abuelo Juan le hicieron una declaración indagatoria (a saber con que medios fue interrogado) el jueves 4 de febrero de 1937, en el que le formularon preguntas y que él confirmó valientemente, con lo único que siempre había hecho, actuar con coherencia a sus ideas y decir la verdad: que se afilió al Partido Republicano Democrático Federal de Huelva a principios del año 1931 y que en las primeras elecciones democráticas (después del reinado de Alfonso XIII) de ese año, si que formaba parte de la junta directiva, pero que en las últimas elecciones, las de 1936 lo único que hizo fue votar (aunque también parece ser que fue interventor del Frente Popular en las mesas electorales). Y como no, se le preguntó expresamente por lo que estaba haciendo durante los Días rojos (julio de 1939 inicio de la guerra civil) a lo que respondió que estaba en casa porque su señora estaba para dar a luz (estaba embarazada de mi títo Paco que nacería el 1 de septiembre).
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Fue detenido por los agentes de vigilancia el martes 19 de octubre y puesto a disposición del gobernador civil para su entrada en la prisión provincial de Huelva (Av. Federico de Molina), el viernes 22 de octubre de 1937, tal y como se describe en su expediente, procedente de Libertad (eran tan cínicos que incluso se permitían el lujo de escribir esa preciosa palabra en documentos tan viles como ejercicio de su autoridad y orden). Tenía 39 años y tenía un oficio (de cobrador en la compañía de teléfonos) y dejaba a mi abuela Isabel en una situación precaria, como tantas familias entonces, con sus dos hijos pequeños Paco (un año) y Juan (que no vería cumplir los 4, al lunes siguiente día 25). Mi abuela Isabel Domínguez Barroso, que entonces tenía 32 años y que como me contaba mi padre, la pobre, los crió como pudo siendo su marido un ex preso republicano y con la salud delicada y siempre ellos comían después que ella, porque su madre ya había comido antes o simplemente no tenía hambre... Esta prisión ya no existe como tal y fue construida en 1930 en los antiguos terrenos que tenía el torero Manolete y pasó a ser un destacado centro de la represión franquista durante los años de guerra y posguerra. La lealtad de la ciudad de Huelva al Gobierno republicano generó una ola de represión masiva contra el pueblo onubense por parte de las fuerzas golpistas mandadas por Queipo de Llano.
fuente imagen: http://infonuba.com/
Miles de reclusos murieron durante esos años, a consecuencia del hacinamiento, de las malas condiciones higiénico-sanitarias y la pobre alimentación que derivaron en todo tipo de enfermedades infecciosas y otros que no lo contarían. Pensar en mi abuelo, con su frágil condición física, me entristece por lo mal que lo pasaría allí encerrado.
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El 19 de febrero de 1938, comenzaría el proceso de las investigaciones para que a los 6 meses de estar en la prisión, comenzara el proceso Sumarísimo y de Urgencia (que paradójica palabra) en el que un tribunal militar le juzgaría a él y a 16 personas más (se hacían juicios de grupos porque así la justicia era mucho más eficiente, rápida y ágil, que ironía).
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El viernes día 8 de abril de 1938 a las 9.30 h, comienza el Juicio (más parecido a los de la Inquisición española, aunque en vez de sacerdotes, había militares) en el Cuartel Militar del Carmen (Av. de las Fuerzas Armadas a escasamente 1 km a continuación de la Av. Federico de Molina y que ahora es el Campus Universitario del Carmen), donde son trasladados los presos desde la Prisión provincial de Huelva. A las 14.30 h son llevados de regreso a la Prisión Provincial de Huelva. Ya han sido juzgados y condenados mi abuelo y los otros 16 prisioneros políticos (en los documentos del Sumario, se les define como individuos).
Fuente de la imagen: Google maps
Mi abuelo fue condenado, a 6 años y un día por el delito de Inducción a la Rebelión. Un motivo del que se acusaba a todos, un motivo falso pero legal para el sistema militar de entonces que permitía juzgar a cualquiera, sin defensa jurídica y que las penas podían ser de más años o incluso de pena capital por fusilamiento. A mi abuelo le tocó esa suerte, visto desde la perspectiva claro está.
Después al ser una persona instruida y culta, nos ha llegado por transmisión verbal de la familia, un sobrino de mi bisabuela Pilar, parece ser que con contactos a las suplicas de una madre desesperada, consiguió recomendarlo para que ejerciera labores de bedel o de portería y su pena se redujo y fue conmutada a la mitad, 3 años de prisión menor (también paradójica palabra menor), ya que por dos días trabajados, le era descontado uno de prisión.
Entonces en aquellos años, nació la idea de trabajos forzados y así fue reglamentada. Una idea de la dictadura franquista, que convertía mano de obra gratuita de tantos prisioneros de guerra y políticos que había en España y así no sólo encerrar sino también castigar y ejemplarizar de forma categórica a esa España republicana o simplemente contraria a las dictaduras, a esos no patriotas a la vista de los golpistas. Sumando los días anteriores al Consejo de Guerra (preventiva abonada desde su ingreso en prisión) y la conmutación de la pena y por su buena conducta, mi abuelo consiguió su excarcelación y salir de la prisión de Huelva, el lunes 19 de agosto de 1940 (esta vez, si que vería cumplir 4 años al menos a su segundo hijo Paco el 1 de septiembre). El resto de su condena hasta llegar al tercer año, el jueves día 17 de octubre de 1940 que la cumpliría como arresto domiciliario en su nuevo domicilio en la Av. Escultora Whitney, 26 (barrio del Matadero), ya que mi abuela se trasladó del primer domicilio (calle Aragón, 29, cerca de la Iglesia San Pedro), cuando lo indagaron en febrero del 37. Mi tío Juan me transmite que recuerda perfectamente la mudanza del primer domicilio al otro, con 4 años que tenia. Esta Iglesia era la más antigua de Huelva y donde no pudieron ser bautizados mis tíos Juan y Paco, primero porque el que iba a ser padrino Juan Domínguez Andrés, hermano de mi abuela Isabel, falleció. Y en segundo lugar, cuando ya pasó el luto, fue cuando detuvieron a mi abuelo Juan. Por fin una vez libre, si que mis tíos Juan y Paco, a las edades de 7 y 4 años respectivamente, pudieron ser bautizados a la vez en la Iglesia del Sagrado Corazón (llamada la Iglesia del polvorín), cerca de su nuevo domicilio del barrio del Matadero. Como anécdota, contada por mi tío Juan, decir que en el momento del bautizo, él tenía ya 7 años y como era más grande que Paco con 4, recuerda que en el momento del bautizo, el cura ponia sal en la boca. Era una tradición, ya en desuso, que se hacía porque la sal, en asuntos mundanos es desinfectante y actúa de manera parecida a nivel espiritual. El ponerla en la boca del bebé indica que lo que se quiere “desinfectar”, por la palabra. Lo que ocurrió fue que al ponerle la sal a Juan, su hermano más pequeño, dijo "a mí, a mí...", reclamando también su derecho, no por la sal, sino porque pensaba que le estaban dando un caramelo a su hermano mayor. El nombre de esta Avenida Escultora Whitney, es el homenaje que se le hizo a la escultora americana que diseñó el colosal monumento, que existe en la punta del Cebo, en forma de monje franciscano (del convento de la Rábida), mirando al horizonte, en honor al descubrimiento de América y que la cultura popular bautizó como el monumento a Colón. He de decir que mi padre, Pepe, nacería el 20 de marzo de 1943 y sin todos esos cambios en la pena que le fue aplicada, mi abuelo no hubiera salido de prisión hasta el 19 de octubre de 1943, por tanto, no hubiera nacido y quién sabe, si mi abuelo hubiera sobrevivido 3 años más en aquellas condiciones.
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Sólo me queda por decir, que estas letras y algunas de las imágenes representativas de este recuerdo, doloroso y triste, pero del todo necesario, espero que sirve para poder acercarnos al menos un poco, parte de ese pasado y poder empatizar con mi abuelo su sufrimiento aunque sea desde la distancia pero también desde la cercanía de mis raíces, de mi familia, del gran tesoro que tenemos por haberlo podido recuperar y sobretodo, por y para toda mi familia, mi gran familia de hermanos y primos y todos sus hijos, por mi abuela Isabel, por mis bisabuelos Pilar Antero Teira y Juan Carbón Martínez, por mis títos Juan y Paco y por mis hijos Daniel y Marta y por mi padres Pepe y Charo y por todas las familias que sufrieron tanto en todos esos años de guerra, posguerra y dictadura franquista y sobretodo lo hago como homenaje a mi abuelo Juan Carbón Antero. Pero sobretodo, lo hago para que no se olvide y se rescate todo ese pasado para las generaciones venideras, para que no se vuelva a repetir y para animar a todo el mundo, a hacerlo, a recuperar ese pasado de alguien que sepa de su familia que haya pasado de una vida normal a una vida o muerte dolorosa por culpa de un dictador llamado Franco.
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Como final de este pequeño homenaje a mi abuelo, no podía ser de mejor forma que esta foto tan entrañable, vestidos de domingo y que estoy con mis abuelos Juan e Isabel y con mis padres y hermanos José Luís y Javi en un día de celebración como fue el bautizo de mi primo Javi (hijo de mi tío Paco), ese miércoles 21 de julio de 1971 (aún no habían nacido David, Jordi y Gema, del total de la familia numerosa de seis hermanos). Gracias a la reseñas que anotaba mi abuelo Juan, que era todo un avanzado a su tiempo, registrando cada foto que hacía, haciendo copias a todos, en unos tiempos en el que no existia la facilidad de hoy en día para hacer fotos y compartirlas con toda la família, gastandose su limitada paga, eso sí que era entonces compartir fotos. Por cierto, yo soy el que está debajo de mi padre, con 4 años, poniéndome la mano en el hombro y así me acompañó toda su vida.
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Y que mejor final para este post, que esta reseña de mi abuelo Juan, que con sus 73 años, seguía anotándolo todo, con su firma de puño y letra. Gracias abuelo, por transmitir a tus hijos tantos valores y éstos a sus hijos. Espero que nosotros también a los nuestros...