Hace 37 años que el teléfono dejó de sonar para Pilar Carbón Antero
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Tal día como hoy, hace 37 años, a las 17 h de un viernes 16 de noviembre de 1979, el teléfono dejó de sonar para mi tía abuela Pilar Carbón Antero. Por ello, que mejor imagen que la de la maravillosa película de Antonio Mercero, La cabina de 1972 y protagonizada magistralmente por José Luís López Vázquez, para poder rendir tributo a mi tía abuela Pilar, en una época en la que las comunicaciones por voz era decir teléfono y eso era lo mismo que decir Telefónica, donde ella trabajó. Un Real Decreto de 1884 establece en España el monopolio del servicio telefónico a favor del Estado. En 1886 se autoriza su explotación a particulares, pero la falta de coordinación y homogeneidad por parte de las diversas empresas concesionarias planteó la necesidad de unificar criterios en la prestación del servicio, que daría lugar al nacimiento de la compañía. Según el periódico Huelva información, así recordaba este evento histórico en la ciudad de Huelva: La línea telefónica que unía a Huelva y Sevilla fue llevada a cabo por la Compañía Peninsular de Teléfonos en 1911. El 26 de mayo de 1911 se inauguraba la Central Telefónica. Al día siguiente, el diario La Provincia informaba del acontecimiento: "Inauguración de la Central de Teléfonos. Cuenta desde ayer Huelva con esta importante comunicación, utilísima en todas partes y cuya necesidad desde hace tiempo se dejaba sentir entre nosotros. A las cinco de la tarde de ayer se celebró el acto de inauguración del servicio, y atentamente invitados como ya hemos dicho por el ilustrado jefe de construcciones de la Compañía Peninsular Sr. Reverte concurrimos a él, admirando las excelentes condiciones en que podrá funcionar en nuestra ciudad el teléfono.”
A continuación, señoritas trabajando en la central Telefónica de Huelva.
fuente imagen: http://www.fundaciontelefonica.com/arte_cultura/patrimonio/archivo_fotografico/
Esta Central Telefónica permitirá la comunicación directa con 66 poblaciones del resto de España en plazo relativamente breve. La Estación se instaló lujosamente en el piso bajo de la casa número 7 de la calle Vázquez López, esquina a la de Azcárraga. En la foto se puede observar un detalle de la red urbana en dicha calle, observándose al fondo la Iglesia de San Pedro (tantas veces mencionada en este blog).
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Esta calle está muy cerca de dónde nació y donde se criaría la familia Carbón Antero, toda una premonición.
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A continuación una foto de la fachada de la Central Interurbana de Huelva en 1928.
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La Compañía Telefónica Nacional de España (CTNE), nombre con el que fue conocida durante muchos años, se constituye en 1924. El 31 de diciembre de 1930 se fundó la central automática en Huelva, cuya foto es ésta en la que se observa la sala con los locutorios para conferencias telefónicas.
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Entre los años 1936 y 1939 se produce la Guerra Civil y España se divide en dos territorios diferentes: uno republicano y otro nacional, quedando dividido también el servicio telefónico en estas dos zonas que se encuentran incomunicadas entre sí, salvo para casos excepcionales relacionados con acciones humanitarias. La CTNE establece delegaciones en ambas zonas. Tres en la zona nacional: Tenerife, Sevilla y Valladolid y dos en la zona republicana: Madrid y Barcelona. Durante la guerra se reducen los teléfonos en servicio y a finales de 1939 la cifra es de, quedando el servicio internacional reducido a Portugal y Gibraltar. A pesar de ello, en 1940 la cifra de teléfonos instalados recupera los niveles de 1935 y las conexiones internacionales se reanudan con diversos países de Europa, América y Oceanía. Hoy 92 años después de la fundación de Telefónica, aunque ya no sea un monopolio, sigue siendo un referente en las empresas de comunicación y aunque ya “la ciencia avanza que es una barbaridad” (famosa frase que se popularizó un año antes de nacer Pilar en 1894, en el sainete La Verbena de la Paloma), la verdad es que los teléfonos móviles no son exclusivos de este siglo XXI, sino aunque parezca increíble, hubo un precedente en los años 30 del siglo XX. Como muestra un botón, en este caso, un enlace a un vídeo muy interesante: http://blogthinkbig.com/primeros-telefonos-moviles-principios-siglo-xx/ Después de esta curiosa escena totalmente verídica, pasaremos a hablar de la protagonista de este artículo y aunque ya hablé de mi tía abuela Pilar, en el artículo de junio, dedicado a su padre, mi bisabuelo Juan Carbón Martínez, en el artículo de hoy, intentaré añadir algún dato documental que en ese artículo no adjunté. Mi abuelo Juan estaba muy unido a su hermana Pilar, de hecho, casualmente los dos nacieron un 21 de abril, aunque fuese con 3 años de diferencia (1995 Pilar y 1998 mi abuelo). Supongo que el hecho que para Pilar y Josefa (la primogénita de los 4 hermanos), era el tercero y niño, cosa que en el caso de sus dos hermanas mayores acentuase su protección hacia el hermano menor, de forma innata. Aunque también he
de decir que Pilar, sobre todo a partir de que mi abuelo Juan pasase por el infierno de la cárcel, fue cuando más lo apoyaría en la medida de lo posible. Sabemos también que Pilar nació en la calle Sevilla, número 54, que como ya dijimos, era el domicilio de sus abuelos maternos, mis tatarabuelos José Antero Laguna y María Teira Moledo. Su abuelo paterno José Carbón Nuñez era viudo de Josefa Martinez Silva. La calle Sevilla, durante la época franquista se denominó calle del 18 de julio y como tantos nombres de calles que tenían un nombre anteriormente se cambiaron por nombres franquistas. Actualmente se llama calle Berdigón y como antes mencioné, está muy cerca de la calle Vázquez López donde se instaló la Central Telefónica. Un día antes de nacer Pilar, el 20 de abril de 1895, se inauguró la línea telefónica que unía Barcelona con Zaragoza y Madrid. El disco de los números de teléfono empezaba a girar en la llamada correcta… En el certificado de nacimiento se puede observar que quién compareció para registrarla al tercer día de nacer (domingo 21), el miércoles día 24 de abril a las 10 h de la mañana, fue su abuelo materno José Antero.
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Mi bisabuelo José Antero también registró a mi tía abuela Pepa Carbón Antero, 3 años antes en 1892. En el resto de dos hermanos, en el caso de mi abuelo Juan, compareció para registrarlo en 1898, su padre Juan Carbón Martínez. Respecto a Pepe, el hermano más pequeño de los cuatro, por desgracia, ya que el 29 de julio de 1901, tuvo que ir su tío Manuel Antero Teira, ya que su padre había fallecido el mes anterior en junio.
Como ya expliqué, en anteriores artículos, mi bisabuela Pilar, en el corto tiempo de un año antes que naciera su último hijo Pepe, padeció la pérdida de su padre José (julio 1900), su madre María (marzo 1901) y su marido Juan (junio 1901) y gracias a su hermano Manuel, pudo tener el apoyo necesario para sacar adelante a sus 4 hijos (Pepa, Pilar, Juan y Pepe) que tenían unas edades de 8, 5, 2 años y recién nacido, respectivamente. La firma de su puño y letra, de mi tatarabuelo José Antero Laguna, del que ya hablamos en el artículo de julio, donde explicábamos como formó su gran familia Antero, teniendo en cuenta que fue abandonado en una Inclusa de Plasencia un gélido domingo a las 8 de la noche de un 3 de enero de 1836.
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Y como dato interesante y como ya indiqué en el artículo de junio, en los certificados de nacimiento de mis tías abuelas Pepa y Pilar, aparecía el oficio de cartero de mi bisabuelo Juan Carbón Martínez. Hay que resaltar que el oficio de cartero lo tenían personas que sabían leer y escribir y tener unas mínimas dotes de inteligencia para poderse ubicar y localizar calles y eso en la segunda mitad del siglo XIX no era algo muy usual en un país de mucho analfabetismo. Por ese motivo, el hecho que mi bisabuelo Juan fuese cartero y un hombre instruido, hubiera sido muy probable que sus hijos también pudieran tener esa “educación” en casa, aunque por desgracia, falleciera muy joven, pero no fue un óbice para que sus hijos desarrollasen sus cualidades innatas de inteligencia y los valores de cultura y educación que les inculcaría su madre, mi bisabuela Pilar. Respecto al nombre de Pilar, con el que fue registrada, es ya un clásico en mi rama paterna, de hecho, aparece, que hayamos averiguado hasta un total de 10 veces.
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Enumeraré los que ya hemos ido conociendo, empezando por orden cronológico por mi bisabuela Pilar Antero Teira, por mi tía abuela Pilar Carbón Antero, por Pili Osso Sánchez, hija de María Sánchez Antero y nieta de Casilda Antero Teira, (hermana de mi bisabuela Pilar) y de una sobrina suya, Pilar, hija de Anselmo, uno de sus hermanos.
También la hija de mi tía abuela Pepa, su hija Pilar Carrasco Carbón y su hija María del Pilar, por mi prima segunda Pilar Carrasco Martín y su hija Pilar Carrasco García, por mi prima hermana Pili Carbón Tinoco, hija de mi tío Paco Carbón. Estaríamos hablando de al menos 10 nombres de Pilar entre esta gran familia, un gran nombre, cuyo origen del latín significa “aquella que sirve de soporte (pilar) a los suyos”.
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Volviendo al oficio de mi tía abuela, como ya indiqué al principio de este artículo, Pilar trabajó en Telefónica y de hecho, existe la hipótesis, por transmisión verbal, que puede que ayudase a mi abuelo Juan a conseguir ese trabajo de cobrador e incluso en el artículo que le dediqué en octubre por los 76 años de libertad. Explicaba incluso en dicho artículo, una carta que escribió mi abuelo al Coronel Gobernador militar de la Plaza de Huelva, para que le fuera atendida una petición de flexibilidad en su petición de poder pernoctar a veces fuera de la ciudad, debido a su trabajo de cobrador y no poder “fichar” en la Comisaria de Vigilancia, tal y como se le hacía cumplir a los que habían sido condenados por el régimen franquista. Esta carta explicaba que estaba escrita en máquina de escribir y que bien podría haberla escrito su hermana Pilar, ya fuese con una máquina de escribir de la oficina donde trabajase o en casa suya siendo de propiedad. También podría ser que su hermana Pilar y mi abuelo Juan, siendo dos personas muy inteligentes y con formación, redactasen esa carta de forma conjunta, con el propósito de conseguir ese “permiso” de pernocta llegado el caso. Lo que más me llamó la atención fue no sólo el contenido de la carta, que emociona a cualquiera que vea a su abuelo pedir un poco de flexibilidad horaria en los fichajes de control periódicos, en una posguerra que fue durísima para todos, pero mucho más para las familias republicanas que “estaban marcadas” ya sea porque murieron parte de sus miembros o sea porque parte de ellos habían sido encarcelados y ahora eran “libres”.
En el caso de mi abuelo, que desde la Prisión provincial de Huelva, se notificase a todos los organismos públicos, este antecedente penal, incluso al Ayuntamiento de Huelva, hace que todavía esa “pena” se perpetuase incluso después de traspasar las puertas de la cárcel, negándosela toda promoción y todo progreso profesional a cualquier trabajo de la administración o de remuneración profesional importante a una persona tan capacitada e instruida como era él. Aquí adjunto un documento que es significativo de lo que explico y que me repulsa también.
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Por ello, el instrumento que era la máquina de escribir, que era todo un símbolo de progreso y prosperidad que empezaba a extenderse su uso, justo como la máquina de coser, aunque con otro matiz, bien diferente y así fue hasta los años 60 y en el caso de la de escribir se alargó hasta los 80, en el que los primeros microordenadores (como así se les llamaba) empezaban a aparecer. La firma Olivetti fue fundada en Ivrea (Italia) en el año 1908 por Camilo Olivetti, como la "primera fábrica de máquinas de escribir". El primer modelo lanzado por la empresa fue la M1, que se presentó en la Exposición Universal de Turín en el año 1911. La máquina tuvo un gran éxito y la compañía empezó a crecer y a extenderse por otros países. En 1929 nació la filial española de Olivetti: la famosa Hispano Olivetti, que abrió sus puertas en Barcelona en el año 1929. De hecho, para los que ya somos un poco “vintage”, he de decir que yo también he usado la máquina de escribir, de hecho cuando iba a la EGB, mis padres nos apuntaron a mis hermanos José Luís, Javi y a mí, cuando vivíamos en el barrio de San Antonio de Llefià a la Academia Ramiro de Maeztu (donde estudié hasta 5º de EGB) para aprender mecanografía.
Después cuando vivíamos en el barrio de La Salud de Badalona, siguieron con la tradición y apuntaron a los dos pequeños David y Jordi a una academia que seguramente sería Meca Rapid, que fue una pionera en el mundo de la mecanografía y que estaba en el Paseo Cristo Rey (actualmente Paseo de la Salud), para que pudiéramos escribir sin mirar al teclado y a unas velocidades que ríete de las carreras de Fórmula 1 (F1).
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De hecho, tengo los recuerdos familiares de aquellas salas con diferentes modelos de máquinas de escribir (desde la primitiva Olivetti M40 de hierro forjado y teclas redondas hasta los modelos “modernos” Olivetti de los años 50), todas ellas mecánicas o manuales y aquello era como una parrilla de salida, en la que estaban las máquinas rápidas y las que se encasquillaban.
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Los alumnos éramos los pilotos, que por muy buenos que fuéramos con los dedos tecleando, siempre estaba aquella máquina de modelo que se atascaba en según qué letra y recuerdo que ya la visualizabas y al entrar en la clase intentabas esquivarla para no empezar la carrera en desventaja. Era toda una liturgia elegir la máquina y sentarte, sabiendo que ahí tenías media carrera ganada, en la elección de la máquina. Aunque parezca paradójico, resulta ser que algunos modelos más antiguos iban mucho más suaves y más finas y por consiguiente más rápidas que otros modelos de “armadura” más espectacular, me refiero a la tapa que protegía los tipos (palancas que representaban una letra) y que golpeaban una cinta entintada que reproducía esa letra sobre un papel.
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El ruido era ensordecedor cuando igual 25 niños, aproximadamente nos poníamos a teclear esas máquinas, al igual que en las carreras de F1 y como no, cuando terminábamos la clase, todos hablábamos de que velocidades habíamos conseguido, medidas como no, en palabras por minuto (ppm). Me acuerdo que la media de velocidad, teniendo en cuenta que éramos niños de entre 8 y 10 años, podría ser entre 30 y 45 ppm. Puede parecer poco pero hablamos de teclas que había que golpear muy fuerte en la mayoría y que incluso recuerdo que en algún examen nos vendaban los ojos para no mirarlas. Estas velocidades que explico son para escritura de palabras en un texto, no de ejercicios repetitivos como asdf, qwer, etc., para reforzar mano izquierda u otros ejercicios similares, en los que las velocidades podían ser muy altas. El record de ppm en una persona adulta está en 150 y en el caso de personas que no han aprendido nunca mecanografía ronda entre 10 y 15 ppm y sólo usando dos o tres dedos, no como en el caso de los que sí saben que usan todos los dedos. Estamos hablando de finales de los 70, aproximadamente sobre 1975 hasta 1977 y lo recuerdo bien porque después cambié de colegio y ya en éste otro no hice esas clases extraordinarias. Mis padres, teniendo en cuenta que era otra época, siempre que pudieron también nos inculcaron formaciones paralelas a las que se ofrecían en los horarios lectivos del colegio y la mecanografía, en este caso, era algo que se tenía que aprender fuera de horario escolar.
También me sirvió saber mecanografía porque en la mili, fue uno de las cosas que entraba en el curriculum, para poder ser “escribiente”, de hecho en ese año 1990-91, usábamos una Olivetti Studio 44 gris (de color verde azuloso) y otra Olivetti Linea 98 (de color gris), junto a mi amigo y compañero de quintas Santi. Formábamos un buen equipo, aunque en la foto se me ve que hago trabajo triple escribiendo a dos manos en sendas máquinas y hablando por teléfono, tres en uno y nunca mejor dicho.
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La bandera española que no falte, en tono irónico lo digo, sobretodo porque ya entonces me hacían la típica bromita de cuanto menos te lo esperabas, la colocaban en mis fotos, pero puedo decir que eso sí, mis recuerdos en la oficina son imborrables y muy entrañables. En algún próximo artículo que se tercie, ya hablaremos también de ese “año inútil por la patria”, pero del cual me quedo con la parte humana y las historias vividas (“batallitas” que contar). Luego, llegué a usarla incluso en mi Proyecto final de Carrera, aunque ya era una máquina de escribir eléctrica (en realidad su nombre técnico era máquina de escribir electrónica, aunque todo el mundo le decía eléctrica), con calidad de impresión profesional, que incluía una pequeña pantalla (display como un precursor de la pantalla del ordenador) y que incluso añadía la opción de borrar una palabra con la cinta correctora. Era una máquina de marca Brother que alargó en lo que pudo, el espíritu de la máquina de escribir, aunque ya nada sería igual porque incluso era “silenciosa”, algo que los usuarios aunque parezca sorprendente, echábamos de menos. También se echaba de menos el timbre al final del carro cuando se cambiaba de línea, era algo enternecedor también, similar su sonido al timbre que en la recepción de algún hotel aún se puede ver y que en las nuevas máquinas eléctricas desapareció también.
fuente imagen: http://listado.mercadolibre.com.do/impresoras/venta-maquinas-de-escribir
La máquina de escribir fue sustituyéndose por el teclado de ordenador y los programas de procesamiento de texto iniciales a partir de los años 80-90 y hacia el final de la vida comercial de las máquinas de escribir, fueron presentados varios diseños híbridos, combinando características de impresora y máquina de escribir. Tengo muy claro que gracias a esas clases de mecanografía que mis padres pagaron y a precio de oro (en aquellos tiempos las clases particulares o de extraescolares eran algo que se pagaba caro) e incluso recuerdo que nuestros padres nos compraron una máquina de escribir Olivetti Lettera 35 de color bage, que era todo un pedazo de máquina preciosa y rápida al lado de las que habíamos usado en la academia.
fuente imagen: https://hipertextual.com/2015/09/olivetti-edad-dorada-mecanografia
Ahora puedo escribir mucho más rápido delante de un ordenador pero sobretodo, puedo mirar a la pantalla sin perderme por el teclado, concentrándome en el contenido y no en la forma, como el fotógrafo que no pierde de vista a su objetivo y así poder concentrarme en lo que escribo, sin perder de vista tampoco el papel (porque se terminaba y había que vigilar no escribir sobre el rodillo). La famosa distribución QWERTY se convirtió en la clave de esa ergonomía de manos y dedos, intentando que el recorrido sea siempre el mínimo, aumentando la velocidad al escribir y el más internacional ya que una máquina la podía usar un país u otro. La leyenda dice que se usó esta distribución para impresionar los vendedores a sus clientes con la palabra “typewriter” (mecanógrafo), porque así se escribía sólo con la primera fila y se hacía en un santiamén. No se sabe la razón a ciencia exacta pero sí que sigue vigente en los teclados de los ordenadores.
fuente imagen: https://es.wikipedia.org/wiki/M%C3%A1quina_de_escribir
Los tipos de las máquinas de escribir, no contemplaban el espacio para acentuar las letras mayúscula (ver gráfico), lo que fortaleció el mito de que no debían acentuarse dichas letras. Al intentarlo, o bien no se percibe, o bien, se deformaba la letra. No puedo dejar de decir que aunque pensemos que las máquinas de escribir son ya piezas de museo y seguro que hay muchas de ellas ahí por méritos propios, también he de decir que actualmente, casi de forma anacrónica, siguen funcionando o al menos, en donde yo trabajo en la administración pública para según qué documentos, dos máquinas de escribir, una mecánica como la que tuve en la mili (Olivetti Linea 98) y la otra eléctrica (Olympia Confort), aunque se usen de forma muy esporádica.
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Y ahí está, ese sonido, que escucho de ese teclear tan característico y que me lleva a mi infancia, como si de un flashback se tratase y ahí me veo yo, tecleando esa máquina de escribir Olivetti Linea 98, compitiendo con otros compañeros con mi velocidad ppm por alcanzar ese record que siempre quedará una palabra por debajo, hasta la próxima carrera, cuando vuelvo a mi realidad al oír el sonido del timbre al cambiar de línea.
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Volviendo al hilo conductor de este artículo, he de decir que si en el anterior artículo del día 12 de noviembre, asociaba la máquina de coser a mi tío abuelo Juan Domínguez Andrés, en éste artículo, asocio el teléfono y también la máquina de escribir a mi tía abuela Pilar Carbón Antero, cuñados entre ellos, aunque sólo
coincidieron 4 años como mínimo (de 1931 que se casaron mis abuelos a 1935 que falleció Juan), ya que igual ya se conocían de antes. No sabemos exactamente que funciones desarrolló en Telefónica mi tía abuela Pilar, pero tengo el presentimiento que usó la máquina de escribir en esa empresa, aunque puede que no al principio, cuando ejerciera de telefonista y fuera promocionándose profesionalmente debido a ser una mujer muy inteligente y también seguramente una adelantada a su tiempo. Pilar falleció el viernes 16 de noviembre de 1979 a las 17 h de una cardioesclerosis a la edad de 84 años en su domicilio del Barrio Obrero en la calle I, número 16 de Huelva.
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Este histórico Barrio, será motivo de explicación en algún otro artículo, ya que en dicho barrio, no sólo vivió mi tía abuela Pilar, sino también mis tíos abuelos por la rama materna, Vicente Tayllefert García y su esposa Elvira. Pilar fue la última de todos los hermanos en fallecer, ya que anteriormente por orden cronológico lo hicieron Pepe (1968), Pepa (1974) y Juan (1975).
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Sabemos que Pilar vivió en el Barrio Obrero el final de su vida, con Joaquina que la cuidaba y que por transmisión verbal, podría ser hermana de Pepa Limón Quintero, su cuñada y esposa de mi tío abuelo Pepe, el pequeño de los 4 hermanos Carbón Antero. Antes de ello, vivieron juntos mi bisabuela Pilar y sus dos hijos solteros Pilar y Pepe en la calle 18 de julio y una vez que éste último se casara con Pepa en 1961 (dato comprobado recientemente y que desarrollaremos en próximos artículos), se trasladó a la barriada Pérez Cubillas a vivir allí hasta que falleció en 1968. Se supone y por transmisión verbal me llegó, que también a esa barriada se trasladaron las dos Pilar, madre e hija, ya que en el certificado de defunción de mi bisabuela consta que falleció en la barriada de la Gañanía, número 1-8, que comprende las calles Río Tajo, Río Piedras, Río Chanza y Río Duero (lo que después pasaría a ser el barrio de Pérez Cubillas).
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Después de fallecer mi bisabuela en 1962, seguiría allí mi tía abuela Pilar Carbón Antero en el barrio de Pérez Cubillas hasta aproximadamente 1973, donde después se trasladó al barrio Obrero en compañía de Joaquina que la cuidaría hasta el final de su vida.
Para terminar este artículo de tributo a mi tía abuela Pilar Carbón Antero, que mejor final que una foto de ella, que complementaría las dos fotos que publiqué de ella en el artículo de junio que dediqué a su padre, mi bisabuelo Juan Carbón Martínez.
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Como dijo Orson Welles: “Lo peor es cuando has terminado un capítulo y la máquina de escribir no aplaude” Y con esta frase me viene a la memoria, un concierto muy especial, en un enlace que les indico a continuación, un enlace de un concierto verídico que tuvo como protagonista a un instrumento musical muy especial: la máquina de escribir. https://www.youtube.com/watch?v=G4nX0Xrn-wo La verdad, gracias al silencio de las teclas de los ordenadores y al silencio del timbre de los cambios de línea al teclear la tecla Enter y gracias a que cuando termino cada artículo no me aplauden, puedo seguir escribiendo hasta horas intempestivas que es cuando casi siempre termino haciéndolo. No espero que aplaudáis, pero sí que al menos os haya gustado este tributo a mi tía abuela Pilar Carbón Antero.