Defender las firmas

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Juan C.Gargiulo Uruguay,fotografias 1988 - 1989


Recuperada la democracia la sociedad uruguaya tuvo que encarar uno de los conflictos más dolorosos de su historia, enfrentar de manera democrática y pacífica, la ley 18.548 de la Caducidad de la Pretensión Punitiva de Estado que consagra la impunidad a la violación de los derechos humanos en la dictadura de 1973 a 1985, ley sancionada por la Junta Militar para autoamnistiarse. El siguiente trabajo es mi testimonio fotográfico de una parte de esa lucha del pueblo uruguayo. Entre abril de 1988 y abril de 1989.


El Cerro, Montevideo, semana de turismo de 1988


El Cerro, Montevideo, semana de turismo de 1988


Montevideo, diciembre de 1988


En Enero de 1987 se comenzó un proceso de recolección de firmas, que llevó a que la Ley de Caducidad de la Pretensión Punitiva del Estado fuera sometida finalmente a una consulta popular, luego de que más de un 25% de la ciudadanía uruguaya habilitara con su firma la realización de un referéndum para derogarla (diciembre de 1988). Se instaló la "Comisión Nacional Pro Referéndum", conocida como Comisión del Voto Verde por el color de la papeleta a favor de la derogación.

Las fotos siguientes son del festejo popular por haber logrado las firmas necesarias para convocar el referéndum.


Montevideo, Av. 18 de julio.



Montevideo, festejo popular en la Av. 18 de julio.


Montevideo, junto a Plaza Cagancha.


Montevideo, festejo popular en la Av. 18 de julio.


Montevideo, festejo popular en la Av. 18 de julio.


Montevideo, festejo popular en la Av. 18 de julio.


Montevideo, festejo popular en la Av. 18 de julio. En el centro a la izquierda el Gral. Liber Seregni, ex preso polĂ­tico y lider del Frente Amplio


Montevideo, festejo popular en la Av. 18 de julio


Montevideo, festejo popular en la Av. 18 de julio.


Este país gris tiene un país verde en la barriga

por Eduardo Galeano, Brecha 21 de abril de 1989.

Ochocientos mil uruguayos hemos votado, y no me parece poco, contra la impunidad del terrorismo de Estado. En Montevideo ganamos. y por buen margen, quienes nos negamos a aceptar que la impotencia del poder civil deba ser el obligado precio de la paz. En el interior del país, en cambio, la gente menos informada se creyó los cuentos de terror que la televisión le contó: el triunfo nuestro implicaba el golpe de Estado militar, la violencia guerrillera, el abismo sin fin y el infierno con todas sus serpientes.

Una historia de dignidad colectiva Perdimos. Pero el plebiscito fue una tremenda expresión de protagonismo democrático, nacida desde muy adentro y crecida desde muy abajo. Esta historia de dignidad colectiva empezó hace más de dos años, cuando lanzamos la campaña de firmas, calle a calle, puerta a puerta: —¿Y qué garantías me dan? -me preguntó uno-. Esta lista de firmas, ¿no será la lista negra de alguna próxima dictadura? —Garantías, ninguna, le dije. El hombre estuvo un buen rato rascándose la cabeza, y finalmente decidió: —Firmo. Y reunimos un aluvión de firmas. Y mucho después, al cabo de un largo camino de trampas y emboscadas, hubo el limpio plebiscito del domingo. No ganó el voto verde, el voto contra una ley hija del miedo por parte de padre y por parte de madre; pero el voto verde duplicó la votación que la izquierda había alcanzado en las últimas elecciones. Gentes de diversos pelos políticos y colores ideológicos nos juntamos tras las verdes banderas, queriendo una democracia plena, que no renuncie a la justicia y que no esconda avestruzamente la cabeza bajo tierra.


La doble impunidad Los dueños del poder respiraron con alivio. Sin embargo, aunque no ganó, el voto verde ha marcado un límite, en los tiempos por venir, a la antes ilimitada impunidad de los militares y también de los políticos: un límite a la impunidad del terror y a la impunidad de la mentira. Hay toda una tradición de promesas y traiciones que nos induce a aceptar, con fatalista resignación, como si fuera veredicto del destino, esa costumbre de decir una cosa y hacer otra. Todos los políticos que aprobaron la ley cuestionada, que obliga a aceptar la injusticia sin chistar, habían prometido, antes, justicia. Ahora, mediante el plebiscito, más de un cuarenta por ciento de los uruguayos ha condenado ese salto de cuco, al mismo tiempo que ha rechazado el miedo como un modo normal de vida ante la perpetua amenaza militar. El miedo, y también el olvido. La razón de Estado pretende obligarnos a la amnesia, pero no hay alfombra que pueda tapar la basura de la memoria. No se necesita ser Sigmund Freud para saberlo.


La generosidad del poder Sabemos, ahora, que no somos mayoría. Y sin embargo, somos muchos los uruguayos que no mascamos vidrio y nos hemos negado a tragarnos la propaganda del poder. El poder es tan generoso, proclama el poder, que no sólo perdona a los torturadores, antes de juzgarlos: perdona a los torturadores y también perdona a los torturados. Asi, pone un signo de igual entre el verdugo y la víctima, entre el torturado y el torturador. Es la falacia de las dos amnistías. ¿Cuántos fueron los torturados mientras duró la larga guerra de la dictadura militar contra el país? ¿Un torturado cada cincuenta ciudadanos? ¿O uno cada ochenta? ¿Tupamaros o gente que pecaba discrepando, o dudando, o simplemente respirando? El propio teniente general Medina, ministro de Defensa, reconoce que hubo torturas, y no lo lamenta. "Hubo apremios", confiesa; pero dice que peor es la muerte, al fin y al cabo. A una buena paute de los uruguayos no nos parece bien que no haya habido ni un solo procesado, ni un solo condenado, entre todos los heroicos compatriotas que en las cámaras de tormento libraron, picana eléctrica en mano, la Tercera Guerra Mundial contra el comunismo y demás dragones de la maldad. No ha habido proceso ni condenas, y tampoco los habrá, de acuerdo con el resultado del plebiscito. "Los torturadores me ponen verde”, garabateó alguna mano anónima en un muro de Montevideo. Muchos nos sentimos expresados por esa frase. No somos la mitad más uno: pero tampoco somos cuatro gatos.


Los jóvenes y las mujeres Yo tengo la sospecha, la casi certeza, de que otro gallo hubiera cantado si hubieran podido votar los uruguayos que viven afuera. Son una multitud, quién sabe cuántos y una multitud joven. No me parece nada democrático que ellos no tengan derecho a votar en las tierras, a veces muy lejanas, adonde han sido expulsados por un sistema que les niega trabajo y destino. Todo parece indicar que el voto juvenil fue, dentro de fronteras, abrumadoramente verde; pero el Uruguay es un país de viejos, que condena al exilio a los jóvenes que en su suelo nacen. La alta proporción de ancianos en las colas para votar, el lluvioso domingo 16, impresionó a los periodistas extranjeros. Eso les llamó la atención tanto como el no menos alto grado de madurez cívica que todos demostramos. El movimiento por el voto verde mostró, desde su origen, una juvenil capacidad de audacia y de alegría. Integrado por gentes de todas las edades y de todas las ideas, fue desde el pique irremediablemente joven, por militancia y vocación, y al ritmo de "La Bamba" hizo bailar al Uruguay. Y por si eso fuera poca herejía, nació de un grupo de mujeres y fue por ellas conducido. En este reino del machismo donde las mujeres son un cero a la izquierda, donde no hay ninguna diputada, ninguna senadora, un puñado de mujeres ha sacudido a fondo la modorra colectiva Ellas son el equivalente nacional de las madres y las abuelas de Plaza de Mayo, o de aquellas mujeres de las minas bolivianas que con su huelga de hambre voltearon, hace una década, a la dictadura militar de Bolivia. El país verde todavía no es mayoría, pero llegó para quedarse. Eso creo, eso espero. El país gris trabaja para los militares que lo vigilan y los bancos que la vacían, y esta organizado para el desaliento de la imaginación creadora. Es viejo y meiancó1ico y parece resignado a ignorar que el miedo miente. Pero ahora este país gris tiene un país verde en la barriga.


Montevideo, 16 de abril, dia del plebiscito.


Montevideo, 16 de abril, dĂ­a del plebiscito..


Montevideo, 16 de abril, dĂ­a del plebiscito..


Montevideo, 16 de abril, dĂ­a del plebiscito..


Montevideo, 16 de abril, dĂ­a del plebiscito..


Montevideo, 16 de abril, dĂ­a del plebiscito, cola para votar.


Montevideo, 16 de abril, dĂ­a del plebiscito.


BENEDETTI Había viajado de madrugada en alíscafo desde Buenos Aires a Colonia y en autobús desde allí a Montevideo, para cubrir fotográficamente el plebiscito que había costado mucho conseguir y que intentaba revocar la ley de autoamnistía o de impunidad (llamada oficialmente Ley de Caducidad de la Pretensión Punitiva del Estado ). Era muy temprano por la mañana del domingo 16 de abril de 1989, después de acreditarme como fotógrafo de prensa, me dirigí a los centros de votación. Tuve la suerte de ir a un centro ( creo que era una sede sindical del PIT-CNT) donde se había formado una cola bajo la llovizna de otoño. Entre los vecinos que acudían a votar, descubrí a Don Mario Benedetti, esperando su turno para ejercer el voto. En la cola hablaban de diversos temas, tomaban mate de una manera relajada pero expectante, algunos leían, otros fumaban. Don Mario casi pasaba desapercibido. Algunas personas se acercaron para hablarle, o pedirle un autógrafo, que gustosamente brindaba en las papeletas de votación o en cualquier papelito que alguna gente le alcanzaba. Los vecinos lo conocían y el trato era totalmente familiar. Hice algunas tomas de la cola, y otras de Mario Benedetti, enfundado con su gabardina, tímido, pero relajado. Me acerqué a él y le pedí permiso para fotografiarlo solo. Asintió y entonces le pedí que se descubriera. En ese momento me dijo que una imagen vale más que mil palabras, yo muerto de vergüenza, le dije que por favor, que no, que una imagen de las mías no valía como sus palabras. Quizá esa generosidad, o ese sentirse igual a todo el mundo fuera lo que le impulsó a decirlo. Algo que me mostró de que estaba hecha esta persona. El plebiscito se perdió y entre la niebla de una mañana yo regresé a Buenos Aires. Diez años después me acerqué al Teatro Juan Bravo en Segovia, al que Mario Benedetti había concurrido como jurado del premio Jaime Gil de Biedma. No me pude acercar, ya que el protocolo, comprensiblemente, lo había secuestrado. Entonces, una noche me encerré en el laboratorio, y copié dos de estas fotografías, escribí una nota de agradecimiento, devolviéndole sus imágenes , cerré el sobre y se las envié a una amiga en Montevideo que diligentemente se las entregó. Sé por ella que una sonrisa se dibujó en su rostro al verlas. En la prisa de mandarle sus fotos no incluí éstas que hoy aparecen aquí , las de los vecinos y ciudadanos que eran protagonistas junto con él de la vida, de su querida Montevideo, el objeto de sus palabras y sus versos. Quizá cumplo hoy ese mandato de compartirlas con todos ustedes, algo que seguramente Don Mario hubiera hecho. Juan Carlos Gargiulo, 19 de mayo de 2009.


Montevideo, 16 de abril, dĂ­a del plebiscito.












Montevideo, 16 de abril, Comisiรณn Nacional prorreferendum. Sede Central



Montevideo, 16 de abril, dĂ­a del plebiscito. Hebe de Bonafini, Madres de Plaza de Mayo


Montevideo, 16 de abril, dĂ­a del plebiscito. Luis Zamora y Patricio Echegaray, dirigentes argentinos.


Montevideo, 16 de abril, dĂ­a del plebiscito. NĂŠstor Vicente, dirigente argentino.


Montevideo, 16 de abril, dĂ­a del plebiscito. David ViĂąas, escritor argentino


Montevideo, 16 de abril, dĂ­a del plebiscito. David ViĂąas, Patricio Echegaray y Luis Zamora



Montevideo, 16 de abril, dĂ­a del plebiscito. General Liber Seregni, dirigente histĂłrico del Frente Amplio.



Montevideo, 16 de abril, dĂ­a del plebiscito. David ViĂąas, Rodney Arizmendi, Nestor Vicente y Patricio Echegaray





Montevideo, 16 de abril, dĂ­a del plebiscito. Sede PIT_CNT


Montevideo, 16 de abril, dĂ­a del plebiscito. Sede PIT_CNT


Montevideo, 16 de abril, dĂ­a del plebiscito. Sede PIT_CNT escrutinio


Montevideo, 16 de abril, dĂ­a del plebiscito. Sede PIT_CNT escrutinio


Montevideo, 16 de abril, dĂ­a del plebiscito. Mesa Electoral






DĂ­a Siguiente del plebiscito, Penal de Libertad


















Estas fotografías se realizaron entre abril de 1988 y abril de 1989 Š Juan C. Gargiulo


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