El Poder de la Cadena de Unión El Poder de la Cadena de Union, es para los incrédulos un viaje a la oscuridad. Al final de los TT., todos los HH. forman la Cadena de Unión (excepto en el Rito de Emulación). Se hace cruzando el brazo derecho encima del izquierdo formando una cruz de san Andrés, donde cada cual enlaza sus manos con las que le son mostradas en ambos lados, de tal manera que en cada caso se unirá una mano derecha con una mano izquierda, la primera cubriendo y la segunda soportando; en clara alusión al signo de reconocimiento del pitagóricos, que justamente debía de trazarse de manera continúa, como si se tratara de un lazo corredizo que nos une en el amor fraternal, actualizando el matrimonio del Cielo (que cubre) y de la Tierra (que soporta). El hecho de entrecruzar los brazos alude a la idea de Justicia como resultado del equilibrio entre el Rigor (columna izquierda) con la Misericordia (columna derecha), pero anteponiendo el primero a la segunda. Porque según la Cábala, al principio Dios quiso crear el mundo con el Rigor, pero no se pudo sostener, después pensó en crearlo con la Misericordia y tampoco se pudo sostener; fue entonces cuando decidió templar (Templanza) el Rigor con la Misericordia y el mundo se mantuvo derecho. En este acto se invoca al Gran Arquitecto del Universo, a su potencia creadora y iluminativa, e implícitamente también la energía espiritual de todos los antepasados que participaron en la edificación del Templo y en la perpetuación de la Tradición. En efecto, esta invocación "hacia lo alto" se realiza mediante la unión encadenada y fraterna de todos los hermanos de la Logia, siento esta unión el apoyo para la manifestación de la influencia sagrada. Esta cadena que nos une a todos, desde el Venerable a los nuevos aprendices tiene, entre otros, dos significados. En primer lugar, es una imagen en el plano de una cadena vertical que por una parte se entronca en los orígenes de nuestra Orden y a la vez asegura una transmisión regular, a través de los iniciados de todos los tiempos, con el Gran Arquitecto del Universo. Esto se consigue por la vía de los símbolos, ritos y mitos que no son sino manifestaciones de arquetipos permanentes que, están presentes en la estructura cósmica. En segundo término, significa la unión efectiva y real de los integrantes de la Logia en una nueva entidad que rechaza las individualidades para integrarlas en un organismo unitario de energía, conformando así un colectivo con una fuerza más grande que la suma de los elementos individuales. La Cadena de Unión constituye un círculo mágico perfecto, donde se concentran las vibraciones cósmicas, es una dinamo generadora, no solamente capaz de transmitir su fuerza a cada uno de los integrantes, sino de emanar a los espacios visibles e invisibles. Es una forma activa de invocación y también de protección por todos aquellos que tienen la gracia de participar en los misterios del Arte Real, los nombrados guardianes del Templo de la sabiduría salomónica. Es imagen de todos los que saben juntar sus filas y trabajar de una manera armónica, tendiendo a la perfección. Y puesto que la cadena de unión se extiende no sólo a los "masones repartidos por toda la superficie de la Tierra", sino también a todos los hombres de hoy y de siempre que han cumplido, cumplen y cumplirán su camino hacia el Conocimiento, pasa a ser entonces un símbolo de la cadena "auria e inmemorial", esto es, de la Tradición Perenne y Universal. Unidos así formamos un círculo
mágico, y nos retiramos reforzados por la triple aclamación de Salud, Fuerza y Unión. Y los Masones se retiran en paz. EL PODER CURATIVO DE LA PALABRA Existe una capacidad demostrada en la que la palabra puede afectar la programación del ADN. La salud podría conservarse indefinidamente si nos orientamos en pensamientos, sentimientos, emociones y palabras creativas y, por sobre todo, bien intencionadas. Los estudios del Instituto Heart Math nos abren un nuevo panorama hacia la curación, no solo de los humanos enfermos, sino también para la sanación planetaria. El instituto cree en la existencia de lo que ellos dieron en llamar "hiper-comunicación", una especie de red de Internet bajo la cual todos los organismos vivos estarían conectados y comunicados permitiendo la existencia de la llamada "conciencia colectiva". El Hearth Math declara que si todos los seres humanos fuéramos conscientes de la existencia de esta matriz de comunicación entre los seres vivos, y trabajáramos en la unificación de pensamientos con objetivos mancomunados, seríamos capaces de logros impensados, como la reversión repentina de procesos climáticos adversos. El poder de los rezos, oraciones y peticiones, tal como nos lo han legado los antiguos esenios - potenciado por millares de personas-, nos otorgaría un poder que superaría al de cualquier potencia militar que quisiera imponernos su voluntad por la fuerza. Este poder ha sido demostrado en especies animales como los delfines, que trabajan unificados en objetivos comunes. Los delfines utilizan patrones geométricos de hipercomunicación, ultrasonido y resonancias que les sirven para interactuar con las grillas energéticas del planeta. Estos animales poseen la capacidad de producir estructuras sónicas geométricas y armónicas bajo el agua. Podríamos afirmar que los delfines ayudan más a mantener el equilibrio planetario de lo que lo hacen los humanos. Si Dios nos otorgó el poder, significa que quiere que nosotros, una vez alcanzado un nivel de conciencia determinado, Agreguemos que en las Obediencias latinas, en particular, se la encuentra generalmente ligada a la circulación de la "palabra semestral"; esta modalidad, al parecer, fue introducida por el Gran Oriente de Francia en el año 1773 a los efectos de tratar de evitar toda posible interferencia por parte de la Gran Logia de Francia. Sea como fuere, en este caso nos encontramos, seguramente, ante una tardía incrustación que se ha agregado a una base ritual preexistente. En efecto, resulta posible sostener razonablemente que la cadena de unión reconoce orígenes más antiguos y en este sentido algunos autores suponen que pueda remontarse al Compañerazgo, donde se la conoce con el nombre de "cadena de alianza". Siempre entre los antiguos operativos es posible, según sostiene Francisco Ariza 9, que este mismo rito haya obedecido a la finalidad de constituir un soporte para la formulación colectiva de una invocación sagrada; la hipótesis es
interesante, pues a partir de la misma podría desarrollarse toda una serie de consideraciones atinentes al verdadero carácter de la antigua Masonería. De todos modos, y como mínimo, hay que decir que ella no contiene nada de imposible, en especial si recordamos que René Guénon, por su parte, afirmó expresamente que "el nombre divino más particularmente invocado por Abraham fue siempre conservado por la Masonería operativa" 10. Por nuestra parte agregaremos que el acoplamiento de estos dos elementos -cadena de unión e invocación-, aun cuando no pueda ser probado, no deja de ser sugestivo, por la sencilla razón de que existen otras vías iniciáticas -como ciertas turuuq islámicas- que ejecutan, de manera más o menos parecida, determinadas prácticas colectivas de "incantación". Y el hecho de que aún hoy se encuentren logias que, sobre la base de la cadena de unión, acostumbran elevar una especie de plegaria al Gran Arquitecto del Universo, podría, quizás, constituir un recuerdo lejano y en cierto modo decaído de aquella posible práctica operativa. Independientemente de éstas y otras divergencias que es posible individualizar, las que en ciertos casos pueden atestiguar elementos extraños a la forma ritual, queda de todos modos un punto firme, que a nuestro entender merece toda la atención: estamos hablando de la configuración corpórea de la cadena de unión, la que parece haberse conservado por doquier sin mayores alteraciones. A este respecto, sabiendo que este rito es en sí mismo una especie de símbolo "animado", construido y actualizado en cada oportunidad por el conjunto de los participantes de la tenida, parece razonable considerar que el estudio de dicho soporte formal pueda representar el camino más adecuado para acercarnos a su sentido real y más recóndito, sin correr el riesgo de extraviarnos en el laberinto de ciertas superestructuras de dudosa proveniencia. De acuerdo, entonces, con cuanto acabamos de decir, veamos que forma adquiere la cadena de unión: conservando el orden relativo asumido durante los "trabajos", los iniciados se reúnen formando una especie de marco circular alrededor del cuadro de logia; cruzando el brazo derecho sobre el izquierdo de manera de formar una cruz de San Andrés, cada uno enlaza sus manos con las que le vienen tendidas de ambos lados, de manera tal que en cada caso se unirá siempre una mano derecha con una izquierda, la primera cubriendo y la segunda soportando. La figura resultante no presenta "ninguna solución de continuidad" y bajo este aspecto no deja de recordar, como ya dijera René Guénon, el signo de reconocimiento de los pitagóricos, que, justamente, "debía trazarse de manera continua". De allí puede deducirse claramente que ella testimonia de manera tangible ese vínculo invisible que une entre sí a todos los miembros de una logia, pero también y más genéricamente a todos los masones esparcidos por la faz de la Tierra. Y si esto puede llegar a parecer obvio por lo evidente, no debería olvidarse que una tal evidencia es sobre todo mérito de la virtud del símbolo; no obstante, es indudable que las dificultades reaparecen apenas lo que se intenta establecer sea la naturaleza del vínculo en cuestión. Si, como sucede la mayor parte de las veces, se lo pretende fundamentar exclusivamente sobre razones morales o sentimentales, la idea resultante aparece un tanto incolora, y por cierto difícilmente diferenciable de toda una multitud de intentos proclamados por doquier; cabe preguntarse, además, cual pueda ser el grado de consistencia de tal interpretación, visto que
los fundamentos reconocidos se sitúan por completo dentro del dominio individual y formal que, por definición, bien sabemos que es la sede incontestable de divisiones y oposiciones. Y viceversa, el solo hecho de recordar que dicho vínculo está directamente relacionado con la iniciación recibida, lleva a pensar al "initiun", con lo cual, fatalmente, acaba por plantearse el interrogante de cual pueda ser el punto de partida de la cadena iniciática: de este modo se dejará finalmente atrás el mundo de las apariencias sensibles para volver entonces la mirada hacia la esfera de las ideas universales, a la búsqueda de un principio inmutable; por lo demás, debería ser evidente que las causas de una unidad, cualquiera ella sea, en el seno de aquello que aparece como fragmentario y cambiante, no pueden residir más que en un orden que le sea superior, es decir supra-individual: querer sostener lo contrario equivaldría a pretender que lo superior provenga de lo inferior, lo cual es manifiestamente absurdo. En este orden de ideas, por consiguiente, el vínculo que expresa la cadena de unión no puede sino considerarse del todo trascendente respecto de las características específicas que determinan a los diversos componentes de la misma, los cuales por otra parte se renuevan, necesariamente, con el correr del tiempo, sin por ello afectar en nada la esencia del citado vínculo; siendo en sí mismo superior al tiempo y al espacio, éste deberá proceder de una influencia de orden espiritual que se transmite "sin ninguna solución de continuidad" a través de las generaciones. Ahora bien, en el símbolo que estamos considerando hay un elemento que, debido a la particular posición que ocupa, ratifica verosímilmente esta referencia a lo universal que acabamos de hacer; para notarlo apropiadamente es menester representarse la cadena de unión vista desde lo alto: su forma será aproximadamente la de una circunferencia con su centro explícitamente indicado. Precisamente dicha referencia al centro es inexplicable en clave sentimental-moralista, pero resulta por el contrario asaz significativa desde un punto de vista esotérico; el hecho mismo de que sea el cuadro de logia el que marque el centro constituye una ulterior confirmación de nuestra lectura, puesto que, en definitiva, este último no es otra cosa que un específico símbolo del centro. Así pues, en esta figura, si el círculo puede representar, como en efecto lo hace, la expresión temporal y dinámica de la cadena iniciática, el punto central no puede sino sugerir, por su parte, el origen permanente de aquella, así como en geometría la circunferencia entera resulta determinada por su centro y así también como en cada individuo todo el organismo se mantiene en vida gracias al corazón, el cual, desde su posición central asegura la continuidad de la circulación de la sangre. El código de lectura propuesto, al basarse en la naturaleza espiritual del vínculo iniciático permite, a quien reúna las condiciones necesarias, entrever al menos teóricamente la unidad en la multiplicidad, con lo cual podemos decir que atestigua a favor de la seriedad y eficacia del concepto masónico de unión fraterna. Seguramente se nos podrá objetar que en la práctica la cosa termina por no manifestarse de manera igualmente clara, visto y considerando ciertos acontecimientos que, por su parte, parecen desmentir cuanto acabamos de decir. Se hace necesario, en consecuencia, introducir una nueva distinción que tenga en cuenta la diferencia de estado que revisten los casos extremos del neófito, por un lado, y del iniciado efectivo por el otro: desde este punto
de vista no puede sino resultar a todas luces claro que la iniciación virtual, por sí sola, no basta para asegurar la "perfecta unión"; en todo caso, se requiere por parte de cada uno la asunción de una actitud decidida a transponer el umbral de la virtualidad para así avanzar hacia la unión efectiva. En efecto, volviendo a nuestra figura, aun cuando sea posible decir que los puntos distribuidos a lo largo del perímetro de la circunferencia reflejan, cada uno a su manera, aquella unidad que simboliza el centro, sea porque se encuentran ordenados en función del mismo, sea porque de todos modos éste lo determina, ello no quita que la participación consciente de cada uno de ellos será puramente virtual hasta en tanto sea el propio yo el que continúe filtrando la realidad, constituyendo este último una especie de barrera que, ciñendo el propio horizonte a las apariencias, impide conocer esa unidad que, de todos modos, éstas jamás dejan de expresar. Solo después de haber penetrado la corteza de las apariencias, es decir la circunferencia, y haber llevado a término el propio "peregrinaje" a lo largo del radio invisible que liga la periferia al centro, podrá producirse, en quien persigue la realización iniciática, esa transformación en el modo de entender la realidad, que justificará plenamente el poder hablar de perfecta unión. En relación con este "peregrinaje" podemos agregar que, si consideramos que el centro constituye el único punto de la figura que equidista de cada uno de los eslabones de la cadena, el mismo podrá simbolizar también, desde otro punto de vista, el justo medio entre los extremos; de esta manera, como una figuración sensible de la antigua sentencia "in medio stat virtus", vemos que el rito que estamos estudiando contiene a su vez una indicación bien precisa a los efectos de perseguir el gradual desarrollo del hábito virtuoso, cosa que no deja de tener relación con aquella búsqueda de conocimiento de que era cuestión anteriormente. Podemos decir, por consiguiente, que el rito de la cadena de unión no sólo nos indica la finalidad que hay que perseguir, sino que nos traza también la vía que hay que recorrer para alcanzarla: seguir la "vía de medio", que es la vía masónica, conlleva pues despojarse de todo vicio o impureza, es decir de cada ilusoria afirmación del propio ego, para así llegar a transformar el nudo corredizo, que muy bien simboliza el estado profano de ignorancia que nos aprisiona dentro de la corriente de las formas, en un verdadero "lazo de amor" que, en última instancia representa la unión con aquel "Amor que mueve el Sol y las demás estrellas". La inclusión en un ambiente iniciático de algo que, como la "plegaria", es por el contrario peculiar del dominio religioso, es precisamente lo que nos ha llevado a hablar de decadencia: independientemente de la cuestión de la legitimidad tradicional de una adaptación como ésta, que de por sí presupone la observancia de determinadas condiciones para evitar una indebida confusión entre ambos dominios, no podemos dejar de subrayar la impropiedad del instrumento elegido para sustituir la pérdida de aquella "invocación" que posiblemente poseían los antiguos masones operativos; en efecto, cuando la "invocación es de derivación puramente iniciática, y en el caso que nos ocupa no puede ser de otro modo, la misma, lejos de asemejarse a una "plegaria", asume características técnicas tales que la llevan a ser un caso particular de "revelación", y ya veremos más adelante la importancia que reviste tal distinción; por el momento y a fin de evitar confusiones, diremos todavía que la "invocación", tal como aquí la entendemos, representa un medio a través del cual el
'"invocador" intenta activar en sí mismo el "recuerdo" o la ''memoria" de algo que de ningún modo puede ser considerado como situado fuera de quien lleva a cabo este rito. A propósito de la distinción entre "plegaria" e "invocación" ver lo que dice René Guénon en Aperçus sur 1'Initiation (cap. XXIV): "La invocación" de que hablamos, contrariamente a la plegaria, no constituye en absoluto una petición, y ni siquiera supone la existencia de algo que se halle en el exterior (cosa que toda súplica forzosamente presupone), en razón de que la exterioridad no puede ser entendida más que en relación con el individuo, que es lo que éste trata aquí precisamente de superar; la "invocación" es aspiración del ser hacia lo Universal, a fin de obtener lo que podríamos llamar, en un lenguaje hasta cierto punto aparentemente lógico, una gracia espiritual, es decir, en el fondo, una iluminación interior que, naturalmente, podrá ser más o menos completa según el caso. Aquí, la acción de la influencia espiritual debe considerarse en estado puro, si podemos decir así; el ser, en lugar de hacerla descender sobre sí mismo como lo hace en el caso de la plegaria, tiende por el contrario a elevarse hacia la misma. La incantación, que resulta de este modo definida como una operación en línea con un principio completamente interior, puede sin embargo, en muchos casos, hallar una expresión y un 'soporte' exterior en palabras o gestos que constituyen determinados ritos iniciáticos, como el mantra en la tradición hindú o el dhikr en la islámica, y que deben ser considerados como capaces de determinar vibraciones rítmicas que tienen una repercusión en un dominio más o menos amplio de la serie indefinida de los estados del ser. Por más que el resultado obtenido efectivamente pueda, como acabamos de decir, ser más o menos completo, la meta final que se persigue será siempre la de la realización en sí mismo del 'Hombre Universal'...". Está claro, según lo que acabamos de citar, que lo que diferencia "interiormente" la invocación (El Verbo),de la plegaria es la intención que la mueve, la finalidad perseguida; del mismo modo, será siempre dicha finalidad la que habrá de determinar la notable diferencia que en ambos casos presentan "exteriormente" las expresiones rituales. La "invocación", por su parte, cuando no persigue otra finalidad que la que aquí se atribuye a la incantación, se diferencia de la misma sólo por el hecho de que hace uso exclusivamente de los Nombres divinos, aun cuando exista también una "invocación silenciosa, en cuyo caso "el silencio mismo, que es propiamente un estado de no anifestación, constituye como una participación o una conformidad con la naturaleza del Principio supremo" (Véase René Guénon, "Silence et solitude", en Mélanges). Por otra parte, a pesar de lo que algunos puedan pensar "desde afuera", el meollo de la cuestión no reside tan sólo en el texto de la invocación -que, como ya hemos dicho, bien podría reducirse a una sola palabra-, sino sobre todo en la "técnica" particular de recitación, que requiere a su vez de una transmisión iniciática regular, a todas luces imposible de alcanzar a través de un simple medio escrito. Dicho esto, tal vez pueda comprenderse que, lamentablemente, no basta con elevar piadosamente el propio pensamiento al Padre Eterno para llegar a realizar "la perfección del conocimiento metafísico". Los particulares mencionados no pueden dejar de obedecer a una razón precisa, porque, como dice René Guénon, "Todo rito conlleva necesariamente un sentido simbólico en cada uno de sus elementos constitutivos" (Aperçus sur l'Initiation, pág. 115). En este sentido, podría considerarse que la particular conjunción de las manos subraya la resolución de la
dualidad horizontal, es decir aquella de la derecha y de la izquierda, lo que indica la armonización y conciliación simbólicas de las oposiciones en el plano humano. La unión de la derecha y de la izquierda equivale -para Coomaraswamy a actualizar el "matrimonio" del Cielo (que cubre) y de la Tierra (que soporta), resaltando la acción directa de un principio superior en la resolución de las oposiciones. Por último, el entrecruzarse de los brazos derecho e izquierdo alude a la idea de Justicia, la cual resulta del equilibrio del Rigor (izquierda) con la Misericordia (derecha), pero anteponiendo ésta a aquel. A propósito del significado del cuadro de logia, señalamos el artículo de Bruno Rovere "Alcune riflessioni sull Quadro di Loggia", publicado en el n° 53 de la Rivista di Studi Tradizionali, Turín. Si decimos que el cuadro de logia simboliza de manera apropiada el centro, es porque en el mismo se encuentran contenidos sintéticamente los diversos elementos que "decoran" el templo, del mismo modo como el Principio, o centro de la manifestación, contiene en potencia "todo lo que está destinado a desarrollarse y a aparecer en los niveles más diversos de esta última" (Pietro Nutrizio, Rivista di Studi Tradizionali n° 52, pág. 33). Lo cual podrá comprenderse con más exactitud si se considera que la logia es, de por sí, una representación simbólica del Cosmos. Cabe agregar, por otra parte, que la cadena de unión se encuentra a su vez representada en forma cuadrangular, ya sea en el mismo cuadro de logia como en las paredes del templo; y si en algunas Obediencias se utiliza para esto último un cordel que presenta por lo general doce "lazos de amor", en otras conserva, en cambio, la forma específica de una cadena, mientras que la anterior referencia al zodíaco pasa a ser señalada por un igual número de columnas. Sobre este otro aspecto del simbolismo de la cadena de unión, puede consultarse a René Guénon, Simboli della Scienza Sacra, caps. LXV y LXVI. Para terminar, en aquellos casos en que el rito de la cadena de unión sea practicado sin tomar como referencia central el cuadro de logia su significado no se altera por ello, puesto que de todos modos cada circunferencia sobre entiende el punto central que la determina. Considerando el vínculo en toda su extensión, podría decirse que el mismo no sólo une mutuamente a los distintos eslabones de la cadena sino que, fundamentalmente, une a todos éstos con su principio común. Para una más amplia exposición del simbolismo del "punto en el centro del círculo", véase René Guénon, Simboli della Scienza Sacra, cap. VIII, y La Gran Tríada, cap. XXIII. Compárese con cuanto dice Dante Alighieri en La Divina Comedia, Infierno, XXVI, 118119: "Considerate la vostra semenza: fatti non fosti a viver come bruti, ma per seguire virtute e conoscenza". A propósito del deber que todo Masón tiene de desarrollar las virtudes cardinales (prudencia, fortaleza, templanza y justicia), vale la pena exponer aquí un pasaje"Las normas que regulan la conducta del Masón, dentro y fuera de la logia, están representadas en una figura geométrica que los operativos llamaron "diamante": se trata de un rombo cuyas diagonales son respectivamente de 8 y 6 módulos. A cada uno de los cuatro extremos del rombo corresponde una virtud, y el punto de intersección de las diagonales representa la conciencia del Masón. Tales puntos deben regular su conducta en cada circunstancia". Una vez establecidos en este "invariable medio" ya no habrá lugar para cualquier oposición, porque allí todo se resolverá en perfecta armonía y equilibrio. Este estado coincide
exactamente con lo que el esoterismo extremo-oriental describe de este modo: "El hombre superior ya no posee un yo propio; el hombre trascendente ya no posee una acción propia; el Sabio no posee siquiera un nombre propio. Porque es uno con el Todo" Cuando acabamos nuestra jornada de trabajo masónico, la cadena que formamos al cruzar los brazos, pareciera estar cerrada firmemente. Al estar formada y cerrada la cadena interactuamos como hermanos, hacemos circular energías, y si a ello le sumamos la concentración y el deseo de cada masón por el bienestar general, tendremos los mejores elementos electrónicos naturales (Energias radiales) que se transformarán en espirituales, convirtiéndonos en agentes de emisión-recepción de mensajes unísonos orientados hacia el destino señalado por el G.-. A.-. D.-. U.-. y de la cual se da testimonio en el salmo CXXXIII. Pero la cadena masónica continúa siempre "abierta" a todo aquel que quiera sumarse a ella, estando esto perfectamente señalado cuando en un momento de la ceremonia de iniciación al neófito o recipiendario se le recibe precisamente en la cadena de unión. Esto nos da a entender, entre otras cosas, que la cadena continúa viva y transmitiendo la enseñanza y el Conocimiento, en este caso a través de la cosmogonía expresada por los símbolos y los ritos masónicos, pues tradición significa exactamente transmisión, y ésta ha de continuar perpetuándose para que aquella continúe existiendo y sea una posibilidad siempre presente y actual. Bibliografía consultada: Fuente n°1: René Guénon, Fuente n°2: Heart Math Instituto Fuente n°3: Bruno Rovere "Alcune riflessioni sull Quadro di Loggia", Fuente n°4: Chuang-tzu, I-C, pág. 7).Padre del Taoismo Fuente n°5: La Sagrada Biblia Fuente n°6: Revista Zenit (05/09/2010)
Juan Suarez*32 (20.10.2010)