Fantasma de la sociedad
Certamen literario de la Universidad de Puerto Rico Carolina Tercer lugar Divisi贸n: Cuento Por: B. Jeirin L贸pez Centofanti T铆tulo: Fantasma de la sociedad
Fantasma de la sociedad Cuántos desatinos más se necesitan para vivir en la vida, sin saber que el destino es incierto y que las penumbras llegan, aunque no lo quieras. ¿Es solo una mala jugada del destino? Cuando desperté, no recordaba mucho; pero ha pasado algún tiempo desde que ocurrió el ataque. Ahora… puedo recordar cada detalle, cada desgarre y dolor a los que fui brutalmente sometida. Salí del trabajo y decidí no tomar el elevador. Mi oficina está ubicada en el área de publicidad y, aunque estudié periodismo también, he ejercido de publicitaria desde hace dos años. Enemigos no me han faltado ya que, en este campo, uno se gana muchos sin ser la intención. Bajé los diez pisos por las escaleras. ¿Quién pudo haberme atacado? Muchos pudieron hacerlo. ¿Cuántos han tenido un motivo? Muchos han podido tenerlos. ¿Cuántos de ellos han tenido un motivo real? ¡Solo uno! Cuando llegué al estacionamiento, en el sótano del edificio, todo parecía normal. Las luces, los pocos vehículos, el chillido del tubo de vapor; todo. Cuando llegué a mi auto, todo cambió de perspectiva. Algo no andaba bien.
Fantasma de la sociedad Vi que la puerta del conductor tenía el seguro arriba y que habían movido algunas cosas; alguien había forzado mi auto y había rebuscado entre mis pertenencias. De inmediato, me dispuse a sacar mi teléfono móvil y mi botella de gas pimienta. El tiempo, fue mi primer enemigo silente; el segundo, el espacio. Me golpearon tan fuerte en la parte de atrás de la cabeza, que quedé atontada en el acto. Mi carro fue testigo y cómplice de mi secuestro. Me montaron en mi auto y sé que estuvimos en la carretera, aproximadamente, unas dos horas. Me llevaron a una casa de playa que parecía estar abandonada. La única casa que se encontraba en toda el área. Adentro, me tiró al piso y me golpeó repetidas veces. Se esfumó y reapareció con una pistola electrificada. Me pegó unos buenos toques eléctricos; no sé cuántos. Lo que sí sé es que su rostro reflejaba satisfacción. Lloré y me quejé, pero de nada sirvió. Cuando se cansó de torturarme con la electricidad, salió para la parte de atrás de la casa. Al regresar, vino con un balde lleno de orina vieja que, supongo se encontraba en una letrina. Me la echó por todo el cuerpo. Luego, me bañó con agua fría. Me golpeó bruscamente. No me violó, aunque no fue necesario. Aun así, siento que me violaron mi alma.
Fantasma de la sociedad Aparecí a los cinco días de estar desaparecida; frente a un hospital psiquiátrico. Sin heridas, sin quemadas; completamente sana y salva. Nunca hubo estudios de publicidad. Nunca hubo atacante. Todo fue mi imaginación. Esa, que tiene mil historias que contar. Esa, que se desconecta de la realidad. Mi diagnóstico: esquizofrenia agravada, con ataques de ansiedad y agorafobia. Mi mente es un mundo de historias. Una vez coqueteé con un nuevo enfermero de turno. Él es mi amante y se llama Manuel. Me encantaba cuando llegaba el sábado y me leía libros de “Neruda”. ¡Eran como orgasmos mentales que solo le pertenecían a Manuel! Mis estados de lucidez son relativamente breves, por eso intento aprovechar esos momentos para escribir. El psiquiatra me dice que cada vez mis ataques son más frecuentes. Esta vez estuve cinco días en aislamiento porque me estaba golpeando. Me han tenido que dar electrochoques; esos malditos cada vez son más fuertes. ¡Siento que me van a terminar matando! Nunca los recuerdo, pero sí recuerdo el dolor de cabeza que me proporcionan cuando estoy cuerda.
Fantasma de la sociedad Manuel, ¡no te vayas, que tú eres lo único hermoso que tengo! Siempre se va. Nunca me toma en serio; solo los sábados en sus lecturas. Me quedo sola hablando con mi compañera de cuarto. Nunca sé cuál es su nombre, pero sé que tiene trastorno de personalidades múltiples, y ya no sé cuántas son. Primero se llamaba Luna, después Mariel, luego Cristina. Ya ni le hablo mucho, solo dejo que me trastorne con sus monólogos. Ella solo habla y yo, mientras tanto, me masturbo. Masturbarse es lo único real que uno tiene en un psiquiátrico, donde uno ve a diario trastornados que se babean y esquizofrénicos que hacen orilla. Sobre todo, muchachitas idiotas que se han querido suicidar por algún cabrón. Llevo tantos años recluida que no recuerdo el mundo exterior y mi familia solo se dedica a traerme ropa nueva y artículos de primera necesidad que uso solo en mis momentos de lucidez. Momentos como este, retomo mi escritura, mis dibujos y mi lectura. Llegué a este hospital en 1997, a pocos días de cumplir mis 16 años; pero no sé cuántos años han pasado. Nunca tuve un novio real, por lo menos no se dé uno que recuerde. Hace años tuve un novio real, por lo menos no sé de uno que recuerde. Hace años tuve un romance con Iván, un chico que había llegado nuevo. Recuerdo que en un principio nos escondíamos en los
Fantasma de la sociedad jardines y perdí mi virginidad. Ese momento fue casi traumático porque, en medio de nuestra entrega sexual él comenzó a alucinar que me estaba asesinando, por la sangre que vio. Nunca más supe lo que era sexo. Iván ya no regresa a la realidad. He intentado hablar con él, pero solo se mueve a los lados y hace figuras inentendibles de papeles. Balbucea que vienen pronto los extraterrestres a llevarnos. Él ha envejecido mucho y supongo que yo también. No tengo espejos para comprobarlo. Salgo de paseo; me siguen. Le digo: “¡Deténgase, le ordeno! No se acerque estoy armada.”. Corro y corro, pero me alcanza un hombre alto que me dice que solo quiere que hablemos; intenta propasarse. Le digo que se detenga, que no le conozco, yo no soy una mujer fácil. Luego, saco mi revolver de la cartera, le hago un disparo certero en medio de la frente… Estoy en el cuarto de aislamiento y, nuevamente, no recuerdo nada ni sé cuántos días han pasado. Desconozco en qué sección de aislamiento estoy. Siempre es lo mismo luego de mis alucinaciones. Siempre tengo un nuevo nada; un nuevo final, un nuevo ahora, un nuevo vestigio en mi alma. Nunca más seré yo, ni tendré experiencias reales para contar. Nunca Manuel será mi amante, ni tendré una nueva experiencia sexual.
Fantasma de la sociedad Nunca saldré a probar una copa de vino. Estaré sumida en pensamientos malditos que me alejarán cada vez más de la realidad. Seré como un muerto en vida, para el resto de mi no vida y pasaré desapercibida por el resto de la sociedad. FIN… Por: B. Jeirin López Centofanti 23 de abril de 2015