1
Coordinadora académica MARIETA QUINTERO MEJÍA
Equipo académico
JENNIFER ANDREA MATEUS MALAVER CRISTINA ÁLVAREZ VARGAS KEILYN JULIETH SÁNCHEZ ESPITIA
Edición, diseño y diagramación
JENNY ANDREA CEBALLOS LÓPEZ JUAN SEBASTIÁN MARTÍNEZ MORA JHAZLEY SERET PINZÓN HIGUERA
2
P E DA G O G ÍA DE EMOCI ON ES EN L A PA Z, PARA EL ¡ N U N CA MÁS! s e n s i b i li dad Moral
3
4
LA CULPA E
posible un proceso de reconciliación. Améry (2004) nos dice que su objetivo es que “el delito adquiera realidad moral para el criminal, con el objeto de que se vea obligado a enfrentar la verdad de su crimen” (2004: 151) y Levi (2006) indica que, la culpa está referida a lo que las víctimas creían que pudieron haber hecho y no hicieron: “han experimentado remordimiento, vergüenza, dolor en resumen, por culpas de otros y no [que] ellos habían cometido, y a las cuales se han sentido arrastrados, porque sentían que cuanto había sucedido a su alrededor en su presencia, y en ellos mismos, era irrevocable” (2006: 544).
sta emoción se refiere al sujeto y a sus derechos. Asimismo, está directamente relacionada con la reparación, el perdón y la reconciliación. El sujeto que siente culpa sabe que él ha cometido una acción incorrecta en contra de otro. Sin embargo en contexto de conflicto armado la culpa también aparece no por el daño infringido al otro, sino por ser sobreviviente o por haber omitido la dimensión de un riesgo. A manera a de ilustración, en el caso de los daños causados a otros tenemos los perpetradores de hechos atroces a quienes en contextos de postconflicto o en proceso de juicio reconocen la culpa de los hechos ocasionados. El caso aquí presentado es el de Martín Sombra, exguerrillero de las FARC quien era carcelero de secuestrados del grupo armado y, expresa: “yo les pido disculpas porque he hecho mucho daño ante el mundo, sólo por haber pertenecido desde la edad de 10 años a las chusmas y después a las guerrillas de izquierda” (Martín Sombra, 2012).
Finalmente tenemos la culpa por omitir la dimensión de un riesgo. En este caso tenemos las experiencias del secuestro de los exgobernadores Gilberto Echeverry y Alan Jara. El primero de estos, asesinado a quema ropa por sus captores en un operativo de rescate del ejército, desde su “caleta”, tal como la llama, recurrió al relato trágico epistolar, para expresar, como estadista, la culpa que siente cuando recuerda que poseía la capacidad de elección y, por no cuidar, su más preciado tesoro quedó preso en la sentencia: “si no hubiera ido a la marcha de paz, no estaría secuestrado”. Por su parte, Alan Jara vive la tortura moral de haber caminado hacia el secuestro en calidad de hombre político, con la misión de inaugurar “el puente de la reconciliación”; nombre que simboliza la resolución de viejos conflictos políticos entre dos viejas regiones de su departamento. En el tiempo de cautiverio lo tortura la culpa por haber marcha hacia sus captores, pero también “…al llegar ya estaba lista nuestra jaula, pero antes de meternos en ellas, nos dejaron durante unos segundos saludar a nuestros tres nuevos vecinos…” (Jara, 2010)
En el segundo caso, encontramos las victimas sobrevivientes del holocausto alemán. Tomemos las figuras de Jean Améry y Primo Levi. Estos intelectuales a pesar de haber vivido la crueldad humana y presenciado las heridas del horrorismo en sus familiares y congéneres se sintieron culpables por ser sobrevivientes de las fábricas de muerte: “¿estoy vivo porque los demás han muerto en lugar mío?” (Améry 2013:12) Si bien, Améry y Levi indican que se sienten culpables, pues están ocupando el lugar en la vida de otro que esta muerto y no hay nada mejor en su espíritu que los haga acreedores a ser los elegidos para vivir, reclaman a los verdugos reconocimiento de sus culpas. Este reconocimiento haría
5
LA VERGÜENZA P
Alan Jara, quienes expresan una vergüenza corporal por la pérdida de su condición de seres humanos: “es la vergüenza del cuerpo dominado e instrumentalizado.” (2013: 11 )
ara Nussbaum (2006), un tipo de vergüenza se refiere a la necesidad de ocultar nuestras debilidades para no ser objeto de humillación o burla. Este tipo de vergüenza está asociado, generalmente, a estigmas y estereotipos presentes en una sociedad. En algunas culturas, la discapacidad, raza, etnia, orientación sexual, entre otros, son objeto de burla y humillación, por lo que pueden llevar a un ocultamiento de la condición humana “…en una de las estaciones, una chica con un velo que le cubría casi todo el rostro se subió al vagón cargando una maleta pesada y entonando lo que sonaba como una oración. Se sentó en frente de mí. Pensé de repente que había llegado mi hora. Yo sabía que esta chica se iba a autoinmolar allí mismo. Un escalofrío recorrió mi espalda, apenas si podía respirar. En al siguiente estación salí rápidamente del tren. No fui el único, pues el miedo había invadido a casi todo el resto de pasajeros. La chica se quedó sola en el vagón. Su soledad reflejaba nuestra combinación de miedo y prejuicio. Su velo no sólo protegía su “virtud”; también la había aislado al producir, frente a nuestros ojos, una especia de halo de terror que la rodeaba como un campo minado andante…” (Moisi, 2009: 20 )
Siguiendo con esta idea de pérdida de la humanidad, encontramos en el secuestro la estrecha relación entre esta vergüenza y la repugnancia: “Ya no tengo que meterle la mano al timbo de los orines para lavarlo — fue lo primero que dije. —Ya se me había olvidado lo que es bañarse en una ducha — oí que comentó alguien. Otros se miraban al espejo, sorprendidos al ver cuánto habían cambiado en los tres años que llevaban secuestrados” (Jara, 2010: 1221-1224) Otra situación de vergüenza en contextos de conflicto armado, como el desplazamiento, está relacionada con la falta de solidaridad de sus congéneres quienes sienten una especie de contaminación por la situación que está viviendo el otro: “yo tengo aquí familia, tengo primos, pero a ellos les da pena estar conmigo, por eso no encuentro nada justo conmigo por el momento”. A esta situación se suma, la vergüenza que sienten los desplazados por las costumbres, identidades culturales adquiridas en su región o territorio rural, las cuales pierden todos sus atributos al estar n condición de vulnerabilidad en la ciudad: “ellos creen que uno es un miserable, porque lo ven sufriendo simplemente por nuestro estrato o por nuestras incapacidades...”
Otra vergüenza se relaciona con la pérdida de la condición de humanidad, la cual está asociada a situaciones de vulneración de derecho a la libertad. Quintero, M (2013) ilustra en sus estudios la vergüenza que experimenta, de un lado, Primo Levi en Auschwitz y el sobreviviente del secuestro
6
7
DOLOR Y MIEDO E
n las narrativas de sobrevivientes del Holocausto asentados en Argentina encontramos las emociones de dolor y miedo. Para Bauman (2007) el miedo y el mal son inseparables, porque siempre que tememos a algo, le tememos a algo malo que nos puede suceder. También, le tememos a lo que no podemos conocer o controlar, y, en este aspecto, nos dice Bauman, el mal sería lo más temible, ya que siempre responde a la contingencia (desastres naturales) o a lo inexplicable (la Alemania Nazi).
Bauman (2007) en su obra Miedo líquido, hace referencia al temor que nos suscita lo inimaginable y los riesgos que no podemos prever en éstos. Creemos que hay situaciones que son imposibles y que jamás sucederán, así cuando suceden el miedo nos paraliza. La Alemania Nazi, fue un hecho que jamás se previó y se encontraba en la esfera de lo imposible. Al respecto, Améry, desde su experiencia de víctima señala: “Los camaradas ligados por un vínculo religioso o político no se sorprendían o se sorprendían poco ante el hecho de que en el campo se cumpliera lo inimaginable” (2004: 69). En lo inimaginable, pero posible la experiencia del miedo está presente.
En este orden de ideas, encontramos el testimonio de los hijos de aquéllos sobrevivientes, quienes, de algún modo, intentaron reconstruir la experiencia de sus padres. Reconstrucción que significó recabar sobre un pasado reciente del cual se apodera lo innarrable, lo indecible y recuperarlo significa romper con silencios y evocar emociones asociadas al miedo y dolor de recordar. A estas se suman el miedo de la repetición (miedo derivativo) o al temor de que se cumpliese lo inimaginable.
8
9
INDIGNACIÓN Q
uintero, M. (2013) indica que narrar hechos trágicos de la violencia, significa tejer la emoción de la indignación, pues como testigos o como víctimas nos vemos enfrentados a “la crueldad que ahonda el sentimiento de indignación” (2013:6). En la dictadura argentina, la indignación de las víctimas de segundo grado, es decir de los familiares de las víctimas de desapariciones, torturas y/o la muerte, permitió consolidar la historia de la memoria reciente. La indignación activo la reclamación y restablecimiento de los derechos .
ser víctima de una violencia que se quiere olvidar, pero cuyo olvido dejaría a otras generaciones la vergüenza como legado, en lugar de la indignación como emoción política para la no repetición: “Tengo trece años y me gustaría olvidar la violencia. Cómo mataban a los niños, mis amigos, a sus mamás y familias completas. Me gustaría olvidar porque es muy aburridor acordarse de eso, aunque cuando sea grande quiero contarles a mis hijos para que sepan cómo vivió uno cuando chiquito y no tengan pena de su papá…” (Quintero, M. 2009: 53).
Asimismo, la indignación de los testigos de las acciones del conflicto en Colombia impulsó la memoria histórica de estos hechos, para evitar la repetición, pero también para propender por una ética ante las víctimas: “…estas personas agarraban a las personas y las destrozaban. ¡Cómo volvían todo! ¡Cómo acababan con todo! Es muy triste ver cómo agarraban a los niños y los sacrificaban, los mataban. Ver cómo agarraban a las personas, eso es muy triste”. (Quintero, M. 2009: 53 ).
Este sentimiento de indignación es el motor que exige la proclamación de leyes jurídicas que hagan posible que las vulneraciones ocupen un lugar en la esfera del derecho. Indica Quintero, M (2013) las imputaciones morales y exigencias jurídicas de los desplazados coinciden con las pérdidas que ya Arendt había señalado frente a aquellos que sufrieron el confinamiento en los campos de concentración: “…el primer paso es matar a la persona jurídica, el siguiente, a la persona moral y, finalmente, asistir a la muerte individual del hombre” (2013: 7 )
Esta indignación reclama por la justicia y la verdad, pues solo de esta manera se puede romper con el ciclo de sentir vergüenza de
10
11
12