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Editorial

Dios no se cansa de trabajar por la salvación de todos los pueblos y de toda la creación

| Carlos Eduardo Correa Jaramillo, S.J. - Provincial |

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Al comenzar este nuevo año 2020, quiero invitarlos para que vivamos nuestra vida y nuestro servicio apostólico desde una renovada esperanza, cuyo fundamento es la experiencia de sentir y gustar cómo Dios no se cansa de trabajar por la salvación de todos los pueblos y de toda la creación.

Para fortalecer nuestro vigor apostólico y sentirnos muy motivados desde nuestro interior, nos conviene volver a escuchar y a orar dos hermosos textos de la Congregación General 36. En el número 32, del Decreto 1, se nos dice: “La Congregación hace una llamada a toda la Compañía a renovar nuestra vida apostólica tomando como base la esperanza. Necesitamos, más que nunca, ser portadores de un mensaje de esperanza que nazca de la consolación de habernos encontrado con el Señor Resucitado”.

Y en el último número del Decreto 1 se nos enfatiza: “En la fe, sabemos que a pesar de las dificultades y problemas de nuestro tiempo, Dios no cesa de trabajar por la salvación de todos los pueblos y aun de toda la creación. Creemos que Dios continúa su obra de reconciliar el mundo consigo en Cristo (2 Corintios 5, 19). Escuchamos la urgente llamada a unirnos al Señor en la atención a los más necesitados y a extender la misericordia de Dios allá donde la injusticia, el sufrimiento y la desesperación parecen desbaratar el plan divino. Pedimos el valor y la libertad de tener la audacia de lo improbable en nuestra respuesta a la llamada de Dios, con la humildad de quien sabe que, en este servicio en el que los seres humanos comprometemos toda nuestra energía, todo depende de Dios” (N° 40).

Vivimos en un país en el que muchas personas han estado manifestando, a través de marchas, un gran descontento con situaciones que dañan la vida o impiden la realización plena de todos los colombianos: el asesinato de tantos líderes sociales; la demora en el avance de lo propuesto en los acuerdos de paz; las pocas posibilidades que tienen muchos jóvenes para tener una educación completa de calidad y un empleo que les garantice sus ingresos; la falta de voluntad política para ofrecer mejores condiciones de vida para los campesinos; la tala indiscriminada de miles de hectáreas de bosques que acelera el calentamiento global de nuestro planeta; el crecimiento de los cultivos de coca y de los grupos de narcotráfico que logran enviciar a un gran porcentaje de jóvenes en todo el país y que defienden sus intereses a través de grupos armados que acaban con la vida de muchos y desplazan de su territorio a otros; la inseguridad en muchas de las ciudades; y muchas otras más situaciones.

Desde la experiencia Dios, quien no se cansa de trabajar, es necesario que no nos dejemos llevar por posiciones pesimistas, que minan la esperanza, sino que asumamos el compromiso de trabajar por construir un mejor país, en donde la reconciliación y la justicia nos permitan una verdadera paz para los colombianos. Para ello es necesario, de un lado, que cada día busquemos estar muy unidos a Jesucristo resucitado en su misión y de experimentar que su modo de proceder, sus sentimientos y sus opciones siguen siendo los que nos permiten reconocer el camino, la verdad y la vida. Y, de otro lado, que nos acerquemos más a los colombianos que sufren la pobreza, la discriminación la exclusión, la violencia y la inequidad, para que sintamos sus tristezas y angustias y nos comprometamos efectivamente con ellos a través de propuestas de solución pertinentes.

Pidámosle al Señor que nos mantenga muy viva la esperanza y que nos conceda el ánimo para entregar lo mejor de nosotros a los demás. Él, con la fuerza de su Espíritu, nos hace capaces para lanzarnos a trabajar por una sociedad en donde se reconozca y valore la dignidad de cada hombre y de cada mujer y se construyan unas relaciones de convivencia que favorezcan el crecimiento de todos desde sus capacidades y potencialidades.

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